Universidad Nacional Autonoma de Mexico Posgrado en Estudios Latinoamericanos El Feminicidio
Universidad Nacional Autonoma de Mexico Posgrado en Estudios Latinoamericanos El Feminicidio
Universidad Nacional Autonoma de Mexico Posgrado en Estudios Latinoamericanos El Feminicidio
Tesis para obtener el grado de: Maestra en Estudios Latinoamericanos Presenta: Mariana Berlanga Gayn Tutora de Tesis: Dra. Francesca Gargallo di Castel Lentini
Mxico, DF
junio de 2008.
Dedico este trabajo a todas aquellas mujeres que fueron y estn siendo brutalmente asesinadas; por su derecho a ser recordadas. Tambin, a tres mujeres entraables con nombres y apellidos: A Mara Luisa Garca Moncada, mi abuela, cuya herencia sin duda se refleja en estas letras. A Mara Josefina Gayn Garca, mi madre, porque su apoyo incondicional es incansable. A Francesca Gargallo di Castel Lentini Celentani, mi amiga maestra del alma, por la sencilla razn de que sin su complicidad, esta aventura hubiera sido impensable.
Agradecimientos
No podra dejar de dar un agradecimiento especial al Seminario Fronteras y cruces: nuevas concepciones de identidad, espacio y ciudadana 2006-2007), organizado por el Programa Universitario de Estudios de Gnero, el cual dio luz a no pocas de las reflexiones aqu vertidas. Gracias, especialmente, a su directora, Marisa Belausteguigoitia. Gracias tambin a Raquel Sosa Elzaga, porque nuestra amistad pudo rebasar los lmites del aula; porque me demostr, con su ejemplo, que la teora y el compromiso social no deben ni pueden estar peleados. Por ltimo, agradezco de todo corazn a Edda Gaviola y Carolina Cabarrs, por su generosidad y gua en Ciudad Guatemala.
ndice
Desierto ___________________________________________________P.6 Introduccin________________________________________________P.7 Aportes de los Estudios Culturales_____________________P.20 Una visin feminista________________________________P.22 Captulo 1: El feminicidio: un concepto fronterizo___________________P.29 El punto de vista de las guatemaltecas__________________P.66 Feminicidio y frontera_______________________________P.75 Captulo 2: Asesinatos de mujeres: violencia, guerra o masacre________P.97 La raz de la violencia________________________________P.101 De la guerra a la masacre____________________________P.107 Feminicidios en Mxico______________________________P.111 El caso de Guatemala_______________________________P.124 Captulo 3: La guerra contra las mujeres: el patriarcado en la era neoliberal ___P.140 El capitalismo en Amrica Latina_______________________P.149 Mujer y Maquila en Amrica Latina_____________________P.163 Ellas, nosotras o las otras: el blanco de la guerra__________P.172 La otra en el no lugar________________________________P.176 Captulo 4: Cuerpo, sujeto y derechos humanos___________________P.192 Cuerpo___________________________________________P.194 De la subjetividad al sujeto__________________________P.213 Sujeto femenino____________________________________P.217 4
Sujeto y frontera____________________________________P.224 Derechos humanos_________________________________P.227 Traduccin y estrategia______________________________ P.236 Conclusiones_______________________________________________P.242 Reflexiones finales___________________________________________P.247 Bibliografa_________________________________________________P. 252
Desierto
Haba una vez un desierto Haba una vez una carretera cerca del desierto Haba una vez una fbrica en el desierto donde una muchacha trabajaba Haba una vez un mudo desierto que vio con sus mltiples ojos un crimen 20 crmenes 100 crmenes 400 crmenes Haba una vez un vestido sin muchacha que se pudra en el desierto Haba un montn de zapatos de muchachas sin pies Haba un costal de restos humanos sin nombre de muchacha Haba una vez una madre un hermano una ta que no vieron ms a la muchacha que trabajaba en la fbrica del desierto Haba una vez un padre que al abrir la puerta recibi un paquete con un crneo y un calcetn sin iniciales Haba una vez un desierto que aument su arena con huesos de morenas muchachas Un mundo de arena que mezcl el nombre de mujeres muertas en la ruta del anonimato Y todo lo arrastr el viento.
Mara Cruz
Introduccin
Haba una vez ms de trescientas mujeres asesinadas. Haba una vez un desierto con muchos cadveres y ninguna explicacin. Haba una vez un mundo que prefiri no ver; hacer como si esa realidad no tuviera nada de extraordinario. Haba una vez un desierto sin justicia. Haba una vez un lenguaje que no fue suficiente, que no tuvo palabras para nombrar esa violencia. Amrica Latina, ao 2001. El comienzo de siglo nos sorprende a las mujeres con una realidad que nos estruja, pero adems, con dos trminos nuevos, palabras que tienen que ver con nosotras y con una realidad cotidiana; realidad que para unas es casi increble y para otras, ineludible. En los peridicos, la radio y la televisin, incluso en los libros, se empieza a hablar de femicidio o feminicidio como si se tratara de trminos que siempre hubieran formado parte de nuestro vocabulario. Asumimos que los entendemos cuando vemos la imagen de un zapato femenino en medio del desierto o cuando los medios de comunicacin los resumen simplemente como asesinatos de mujeres. Pero, desde cundo empezamos a hablar de feminicidio o femicidio? A qu nos referimos exactamente con estos trminos? Por qu es el feminicidio un concepto que nos remite a la frontera, especialmente en el contexto de la llamada globalizacin? Es el feminicidio el punto extremo de la violencia que despliega el sistema patriarcal? Y de ser as, cmo podemos contrarrestarlo? Resulta sumamente difcil intentar comprender un problema cuando ni siquiera existen trminos para nombrarlo, pero tambin cuando los trminos que existen no son lo suficientemente claros, o se prestan a distintas interpretaciones. En ese 7
sentido, tambin vale la pena cuestionarnos: Por qu no se hace justicia? Cul es la relacin entre el lenguaje y la justicia? En este caso, cul es la importancia y la pertinencia de una definicin? De qu manera el feminismo, la jurisprudencia, el periodismo y las voces de la sociedad civil contribuyen a delinearla? De acuerdo con la informacin del Grupo Guatemalteco de Mujeres, basada en los datos de la Polica Nacional Civil de Guatemala, el nmero de muertes violentas de mujeres comprendidas en el periodo 2000 2006, en el pas centroamericano, es el siguiente: En 2000, 213; en 2001, 303; en 2002, 317; en 2003, 416; en 2004, 4971; en 2005, 518; en 2006, 6032. Esto da como resultado un total de 2,857 durante el periodo reportado. Entre la ltima informacin, otorgada por la PNC, se destaca que en el 2007 se registraron 591 muertes violentas de mujeres.3 En Mxico, el caso que ha tenido ms visibilidad, por motivos que ms adelante abordaremos, es el de Ciudad Jurez, Chihuahua. En lo que concierne solamente a este estado, las cifras varan considerablemente dependiendo de la fuente. La Procuradura General de Justicia del Estado de Chihuahua, a travs de Patricia Gonzlez, por ejemplo, habla de 3724 vctimas hasta septiembre de 2005. La
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Segn el Grupo Guatemalteco de Mujeres con datos de la PNC. Citado en Asesinatos de mujeres: expresin del feminicidio en Guatemala. Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos, CALDH. Guatemala, 2005. P. 43. 2 Datos de la Polica Nacional Civil citados por la Secretara Regional Latinoamericana Montevideo, Uruguay. Sociedad Guatemala. Poblacin muestra pesimismo en torno a la erradicacin del feminicidio. Nota publicada en la pgina www.rel uita.org/guatemala_feminicidio.htm 3 Segn informacin proporcionada por el informe del Centro de Reportes Informativos sobre Guatemala (CERIGUA), correspondiente al viernes 4 de abril de 2008. 4 Citado por el Informe de la Federacin Internacional de los Derechos Humanos (FIDH). Misin Internacional de Investigacin. El feminicidio en Mxico y Guatemala. No 44613. Abril, 2006. www.fidh.org
Comisin Nacional de Derechos Humanos afirma que fueron 263 hasta junio de 20035. Amnista Internacional registra ms de 370 hasta agosto de 2003 6. La investigadora del Colegio de la Frontera Norte, Julia Monrrez, alude a 382 hasta noviembre de 2004, mientras que la organizacin no gubernamental Nuestras Hijas de Regreso a Casa reporta 410 hasta el 20057. La Fiscala Mixta de la Procuradura General de Justicia del Estado de Chihuahua habla de 353 hasta marzo de 2005. Y la Fiscala Especial para la Atencin de Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres en el Municipio de Jurez, Chihuahua (Procuradura General de la Repblica), de 379 en el periodo 1993 - 20058. Los datos ms recientes son los de la periodista Diana Washington, quien contabiliz 432 asesinatos de mujeres en Ciudad Jurez, Chihuahua antes de terminar el 20079. En los ltimos aos, sin embargo, otros estados tambin arrojan cifras importantes, tanto de mujeres asesinadas como de desaparecidas10: Morelos, Chiapas, el Estado de Mxico, Guanajuato y el Distrito Federal, por lo que no podemos cerrar los ojos ante el hecho de que el fenmeno en Mxico parece estarse extendiendo.
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Ver: Informe especial de la Comisin de los Derechos Humanos sobre los casos de homicidios y desapariciones de mujeres en el Municipio de Jurez, Chihuahua. Comisin Nacional de los Derechos Humanos. www.cndh.org/lacndh/informes/espec/juarez2003/index.htm 6 Ver: Informe de Amnista Internacional. Muertes Intolerables. Diez aos de desapariciones y asesinatos de muertes en Ciudad Jurez y Chihuahua . 11 de agosto del 2003. AMR 41/026/2003. http://www.amnesty.org/es/report/info/AMR41 7 Citados en El Estatal. Palabra de Chihuahua. Rinde Morfn Otero segundo informe en Jurez. 16/08/2005. www.elestatal.com 8 Informe final. Fiscala Especial para la Atencin de Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres en el Municipio de Jurez, Chihuahua. Procuradura General de la Repblica. Subprocuradura de Derechos Humanos, Atencin a Vctimas y Servicios de la Comunidad. Enero 2006. P. 13. 9 Segn las propias declaraciones de la periodista en el documental Bajo Jurez: la ciudad devorando a sus hijas. De Alejandra Snchez y Jos Luis Cordero. IMCINE, Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, Foprocine, Pepa Films. Mxico, 2007. 10 Las cifras de mujeres desaparecidas rebasan por mucho las cifras de las mujeres asesinadas, aunque por lo general, son omitidas o invisibilizadas por las autoridades y los medios de comunicacin.
El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio report que en el primer bimestre de 2008 ha habido 14 asesinatos de mujeres en el Distrito Federal, 12 en Ciudad Jurez y 9 en el Estado de Mxico11. Hasta ahora, la informacin ms sistematizada en relacin a los asesinatos de mujeres en Mxico, es la que proporciona el Informe General de la Comisin Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana y a la Procuracin de Justicia Vinculada12, el cual indica que entre 1999 y 2005, ms de 6000 nias y mujeres fueron asesinadas en el pas. Incluso, especifica que 3 nias y mujeres fueron asesinadas cada da en el Estado de Mxico, Veracruz, Chiapas, Guerrero, el Distrito Federal, Chihuahua, Oaxaca, Sonora, Baja California y Morelos13. Este informe es importante porque da cuenta, entre otras cosas, de que no existe un solo tipo de asesinato, sino que hay toda una gama de motivos, formas y tipos de mujeres asesinadas, segn los datos recabados. Por lo tanto, constituye un tipo de alerta en el sentido de que la delimitacin del concepto ser una tarea no slo difcil, sino arriesgada. Aun as, la apuesta es importante en tanto que se trata de una realidad que forma parte de nuestro presente, que es necesario entender, pero sobre todo, transformar.
Hubo 35 feminicidios en Jurez, DF y Edomex en enero -febrero. Nota de Gabriel Len Zaragoza. La Jornada. Domingo 9 de marzo de 2008. P. 35. 12 Investigacin sobre Violencia Feminicida en 10 Entidades Federativas: Informe General. Elaborado por el Comit Cientfico integrado por Norma Blzquez graf, Olga Bustos Romero, Martha patricia Castaeda Salgado, Teresita de Brbieri Garca, Gabriela Delgado Ballesteros, Patricia Duarte Snchez, Paz Lpez Barajas, Andrea Medina Rosas y Patricia Balladares de la Cruz. Direccin: Marcela Lagarde y de los Ros. Comisin especial para conocer y dar seguimiento a las investigaciones relacionadas con los feminicidios en la Repblica Mexicana y a la procuracin de justicia vinculada. LIX Legislatura, Cmara de Diputados. Mxico, DF. 2006. 13 dem. P. 11.
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A pesar de que a travs de la historia de la humanidad y en especfico, de nuestra regin, las mujeres han sido maltratadas, ultrajadas, violadas, torturadas y asesinadas en muchos momentos y por diversas razones, es durante los ltimos aos cuando el problema adquiere otra dimensin. No hay que olvidar que, como lo asevera Marcela Lagarde:
Las latinoamericanas de la era de la globalizacin, integradas o excluidas, provenimos del surgimiento de sociedades conquistadas y colonializadas, y de Estados originados en procesos violentos y genocidas. Sociedades y Estados marcados por el patriarcalismo. Las malformaciones sociales y polticas han cohabitado con ecos democrticos distorsionados y utopas libertarias y humanistas. Donde los Estados fueron dbiles, y prevalecieron mecanismos subsidiarios, las estructuras sociales se solidificaron en estamentos cerrados y comunidades marginadas, las mujeres quedaron ms rezagadas.14
En otras palabras, los asesinatos de mujeres no son una novedad en la historia de Amrica Latina, pero las razones y las formas de estos crmenes s constituyen un fenmeno nuevo, que a su vez nos obliga a repensar las otras formas de violencia que pueden o no llegar al asesinato. Al respecto, dice Griselda Gutirrez Castaeda:
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Marcela Lagarde. Poder, relaciones genricas e interculturales. En Conferencias internacionales: Primer encuentro mesoamericano de estudios de gnero. FLACSO Guatemala. Coleccin Estudios de Gnero 5. Antigua Guatemala, 2001. P. 16.
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En este contexto, hablar de feminicidio no es un exceso, es, si acaso, la denominacin de un hecho que para intentar comprenderlo exige rebasar la dimensin casustica, la particularidad de casos aislados e incluso psicopatas individuales, y dimensionar que su proliferacin es sntoma de una patologa social de origen multifactorial.15
Es en ese sentido, que vale la pena aclarar lo que hoy en da se entiende por feminicidio, pero sobre todo, problematizar su propia definicin desde un punto de vista estratgico, y no pensar que se trata de un concepto esttico, que de entrada, es imposible en cualquier teora. En otras palabras, debemos analizar con cautela la conveniencia o no conveniencia de sus propios lmites, y despojarnos de los prejuicios que puedan surgir, en aras de poder enriquecer este concepto que ya de por s ha sido esclarecedor de una realidad que ya no puede ser negada. El objetivo de este trabajo es describir el panorama en relacin a los asesinatos de mujeres que se registran actualmente en nuestra regin, as como revisar las distintas reflexiones realizadas hasta ahora y problematizarlas. Esto con el fin de contribuir a un debate que abra horizontes y arroje propuestas, a partir de los distintos enfoques desde los que se est estudiando y enfrentando el problema. Parto de la tesis de que los asesinatos de mujeres constituyen un ejercicio de poder desde el poder mismo, cuya nica finalidad es asegurar la reproduccin del sistema. Y de que los feminicidios, no son nada ms que el punto lgido, el
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Gutirrez Castaeda, Griselda (coordinadora). Violencia sexista. Algunas claves para la comprensin del feminicidio en Ciudad Jurez. PUEG UNAM. Mxico, 2004. P.8.
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extremo de esa defensa a ultranza del poder masculino. Desde mi punto de vista, asesinar mujeres tiene el sentido de ordenar, desde una visin patriarcal, estructuras que las dinmicas del mismo sistema ha flexibilizado y las cuales, busca recomponer. Por lo tanto, creo que a pesar de la existencia de varios tipos de asesinatos, se debe poner de relieve aquel que nos ha conducido a toda esta reflexin. Y es en ese sentido, que considero que el caso de Ciudad Jurez es emblemtico en tanto que nos da luz para mirar los asesinatos que se registran en el resto de la Repblica Mexicana, pero tambin en otros pases de Amrica Latina. Por otro lado, evidencia la conexin entre los distintos niveles de poder (econmico y poltico) y la violencia contra las mujeres. No es casualidad que la mayor parte de las reflexiones que se han suscitado alrededor del tema (Julia Monrrez, Rita Laura Segato, Patricia Ravelo), sean a propsito de los registrados en aquella ciudad fronteriza, pues adems han gozado de una visibilizacin que no encontramos en ningn otro lugar, gracias a la movilizacin de las mujeres familiares de las vctimas y las feministas, ONGs, abogadas y periodistas que las han acompaado. En ese sentido, debo advertir que para abordar los asesinatos de mujeres en Mxico, me centrar en el caso Ciudad Jurez, aunque con ello no quiero decir que slo ah ocurren y mucho menos, que el impacto social que provocan encuentra sus lmites ah. La periodista mexicano-estadounidense Diana Washington Valds comienza el prlogo de su libro Cosecha de mujeres. Safari en el desierto mexicano diciendo: La saa con que las mataban fue lo que al principio me llam la atencin. 16 La
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Washington Valdez, Diana. Cosecha de mujeres. Safari en el desierto mexicano . Editorial Ocano. Mxico 2005. P.21
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cito porque seguramente la situacin especfica a la que nos referimos cuando hablamos de feminicidio tiene sus primeras bases en esa percepcin de brutalidad insospechada, casi incomprensible, con la que un asesino annimo,
evidentemente de sexo masculino, mata a una mujer en un espacio y tiempo perfectamente delimitados. Los hallazgos de cadveres de mujeres encontrados en lugares pblicos a partir de la dcada de los noventa, son los que le dan ese matiz de novedad, pero al mismo tiempo, los que nos hacen poner la mirada en esos otros que aparentemente siempre han estado ah. Por lo tanto, podemos afirmar que el trmino feminicidio s es relativamente novedoso, al grado de que ha sido necesario acuar un nuevo trmino que d cuenta de la realidad a la que nos enfrentamos las mujeres en pleno siglo XXI. Por eso es que el caso de Ciudad Jurez fue crucial para comenzar a hablar de feminicidio. La definicin que ha dado Marcela Lagarde sobre este trmino, es la que inaugura toda la reflexin en relacin a los asesinatos de mujeres en Amrica Latina. Para ella, feminicidio es:
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El feminicidio sucede cuando las condiciones histricas generan prcticas sociales agresivas y hostiles que atentan contra la integridad, el desarrollo, la salud, las libertades y la vida de las mujeres.17
Puede decirse que a partir de esta definicin se han desprendido una serie de reflexiones, incluso, otras definiciones que deben ser revisadas. Hacer un recorrido por las principales teoras elaboradas en relacin al feminicidio en Amrica Latina, resulta indispensable para tener el gran panorama; pero tambin para plantear otros cuestionamientos, problemas y puntos de vista que enriquezcan el debate en relacin a una categora que de hecho, nos debiera preocupar y ocupar a todas las mujeres, independientemente de nuestra formacin o actividad. Por otro lado, es necesario hacer la conexin del fenmeno con el contexto social, poltico y econmico: verlo como una realidad social en Amrica Latina, pero tambin como consecuencia de una serie de factores que van desde lo ms tangible como pueden ser las condiciones econmicas, hasta lo menos visible como lo es el imaginario social: las representaciones simblicas que dan pie a que una mujer pueda ser agredida al punto de ponerle fin a su vida en un clima de total impunidad. En este trabajo, abordar el problema de los asesinatos de mujeres en Amrica Latina que se han registrado durante la ltima dcada18, especficamente, en
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Lagarde, Marcela. El feminicidio, delito contra la humanidad. En: Feminicidio, justicia y derecho. Editorlas. Comisin Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana. H. Congreso de la Unin, Cmara de Diputados. LIX legislatura. P.155.
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Los primeros hallazgos de cadveres de mujeres en Ciudad Jurez corresponden al ao de 1993, aunque en el caso de Guatemala, la informacin que existe es a partir del 2001, cuando se
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Mxico y Guatemala, desde el feminismo y los estudios culturales, que a su vez, incluyen la teora crtica y los estudios de gnero. La idea de que vivimos en un sistema patriarcal que abarca todas las relaciones sociales y se expresa lo mismo en la economa que en las representaciones simblicas, en los paradigmas cientficos y en la imparticin de justicia, en las prcticas culturales y las construcciones afectivas, es propia de la teora feminista. Actualmente en Amrica Latina, esta teora est reelaborando la idea de patriarcado que haba venido definiendo en las dcadas de 1970-80, despus de haberse centrado desde 198619 en la definicin del sistema sexo-gnero. La existencia de un sistema patriarcal permite formular preguntas sobre las formas y los motivos de la extensin de los asesinatos de mujeres con premeditacin, alevosa y ventaja en situaciones de vulnerabilidad que se salen de los roles genricos diseados para un colectivo femenino (el de la madre, ama de casa, por ejemplo), y que hoy no pueden ser respetados (aunque quisieran) debido a las exigencias de las condiciones econmicas contemporneas. Estos roles, inoperantes en la realidad, se reproducen en la fantasa social justificando e incitando el castigo a las mujeres como colectivo sin derechos. Los estudios culturales, por su parte, se preocupan por ver la realidad de los grupos humanos no dominantes en debate con los postulados de disciplinas sociales y humansticas demasiado rgidas como para ofrecer elementos de interpretacin de condiciones novedosas o extremas. Tanto el feminismo como los
comienzan a contabilizar los asesinatos por sexo. La idea de partir de esas fechas es simplemente que no contamos con la informacin anterior. 19 Fecha de la traduccin en Mxico del artculo The Traffic in Women: Notes on the Political Economy of Sex (El trfico de mujeres: notas sobre la economa poltica del sexo) de Gayle Rubin.
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estudios culturales apelan a la deconstruccin de pensamientos hegemnicos, dndole visibilidad a situaciones que no tienen interpretacin desde las disciplinas acadmicas clsicas y que los medios de comunicacin masiva intentan ocultar. Como lo afirma Nelly Richard:
Lo primero que caracteriz a los estudios culturales fue su voluntad de democratizar el conocimiento y de pluralizar las fronteras de la autoridad acadmica, dndoles entrada a saberes que la jerarqua universitaria suele discriminar por impuros en cuanto se rozan, conflictivamente, con el fuera-de-corpus de ciertos bordes llamados cultura popular, movimientos sociales, crtica feminista, grupos subalternos.20
La teora crtica, creada en 1923 por Adorno, a su vez, se construye como una crtica de la modernidad, la dominacin y la consecuente formacin de una cultura de masas. Y los estudios de gnero ponen el nfasis en el concepto de cultura entendido como una articulacin. Quin puede hablar y quin puede ser escuchada/o?, son algunas preguntas que se intenta contestar desde estas teoras, y que en este caso, resultan fundamentales. En sntesis, el anlisis del feminicidio en Mxico y Guatemala, la interdisciplinariedad propia de la teora feminista y de los estudios culturales- es un instrumento indispensable para la comprensin de la complejidad que lo caracteriza.
Nelly Richard, Globalizacin acadmica, estudios culturales y crtica latinoamericana. En: Cultura, poltica y sociedad. Perspectivas latinoamericanas . Daniel Mato. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad Autnoma de Buenos Aires, Argentina. 2005. Pp.455-470.
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Es importante aclarar que el feminicidio no es un fenmeno estrictamente latinoamericano. Por motivos distintos, pueden rastrearse asesinatos de mujeres en Europa el caso espaol es paradigmtico-, en frica donde la vida de las mujeres en los campos de refugio no tiene valor-, en Asia y en Australia. En Norteamrica, tanto Canad como Estados Unidos son el ejemplo de que los asesinatos de mujeres ocurren tambin en los llamados pases del primer mundo. No obstante, el feminicidio en Mxico y Guatemala reviste caractersticas que son propias del sistema neoliberal en Amrica Latina, que se impone sobre poblaciones marcadas por las guerras civiles, con sus secuelas de asesinato y tortura, por el racismo, por la tendencia masiva a la migracin hacia Estados Unidos y el freno a la movilidad que representan las fronteras, por la prdida de identidad y por la creciente insercin de las mujeres en los niveles ms bajos del mercado laboral asalariado. Estos elementos no son por s solos explicativos del porqu se asesinan mujeres en un clima de absoluta impunidad; no obstante, es evidente el nexo entre la entrada del libre comercio, la migracin interna e internacional de las zonas de produccin agrcola hacia los polos donde se ha instalado la Industria Maquiladora de Exportacin, la valoracin social de las obreras como mujeres al margen de una red de proteccin familiar y desprovistas de una ley laboral, y el incremento de los asesinatos de mujeres jvenes, morenas y delgadas a manos de asesinos invisibles que se aprovechan del anonimato de las ciudades maquileras, de los horarios de trabajo, las nulas condiciones de transporte, de iluminacin de las calles y de servicios en general. Todo pareciera indicar que el sistema patriarcal manifiesta en el feminicidio el punto extremo de su violencia hacia el cuerpo y la vida de las mujeres. De ser as, 18
habr que asumirlo y reelaborar el discurso que desde la movilizacin ciudadana clama justicia para las mujeres en un sistema en el que todo les es adverso. Y de ser correcta esta tesis, de manera casi natural se desprender la comprensin de las diversas manifestaciones del feminicidio para, de esa manera, elaborar herramientas para contrarrestarlo. En relacin con el capitalismo neoliberal, pudiera parecer contradictoria su ntima relacin con el feminicidio, porque una mujer muerta ya no es explotable como fuerza de trabajo. No obstante, la historia latinoamericana demuestra que la fuerza de trabajo femenina suma la explotacin laboral a la explotacin sexual, siendo las mujeres de pases brutalmente colonizados no slo trabajadoras agrcolas y domsticas sino tambin cuerpos para el uso de una satisfaccin sexual con rasgos de dominacin cultural. La pretendida identidad mestiza de Amrica se hizo contra el cuerpo de las americanas y se ha convertido en una marca permanente de la violencia masculina. Segn la filsofa afrobrasilea Sueli Carneiro, la colonialidad de la violencia sexual latinoamericana se manifiesta en lo que podra ser considerado reminiscencia del periodo colonial: La violacin colonial perpetrada por los seores blancos a mujeres indgenas y negras, y la mezcla resultante est en el origen de todas las construcciones sobre nuestra identidad nacional.21 Ahora bien, segn la mexicana Araceli Barbosa, durante la Conquista slo pocas de las mujeres violadas llegaban a reproducirse, reproduciendo a la vez el acto de dominacin, ya que la mayora mora a manos de los conquistadores durante
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Sueli Carneiro, Ennegrecer el feminismo. La situacin de la mujer negra en Amrica Latina desde una perspectiva de gnero, en Nouvelles Qustions Femministes. Revue Internationale francophone, vol.24, n.2, 2005, pp.21-22
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brutales violaciones individuales o colectivas, que tenan como fin demostrar a los vencidos mujeres y hombres- que no tenan ya individualidad nacional ni derechos.22 Slo analizando en profundidad el sustrato patriarcal de los pases americanos colonizados, donde se consum la identificacin de las poblaciones diezmadas con las mujeres, va a ser posible entender los mecanismos del patriarcado mexicano y guatemalteco cuando llega al feminicidio.
Aportes de los estudios culturales Afirmo que los estudios culturales pueden ser de gran utilidad para intentar comprender el feminicidio, primero que nada porque el anlisis serio de un problema de esa naturaleza (confusa y evidente, a la vez) requiere de una transversalidad disciplinaria. Para intentar explicar los asesinatos de mujeres que hoy tienen lugar en Amrica Latina, no basta con una ptica sociolgica, ni antropolgica. Es necesario echar mano de la Economa, de la Historia de las Ideas, del Derecho y de todo conocimiento que pueda dar un poco de luz a un fenmeno que sin duda tiene asideros en el contexto cultural, poltico, social y econmico. Por otro lado, como apunta Nelly Richard:
la palabra cultura- seala diferentes procesos y actividades cuya definicin vara segn los campos de resonancia (el mundo de la vida cotidiana, las tradiciones artsticas y literarias, las polticas institucionales y de mercado, etc.) en
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Ver: Barbosa Snchez, Araceli. Sexo y conquista. CCYDEL UNAM. Mxico, 1994.
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los que se inserta para designar aquellas manifestaciones simblicas y expresivas que desbordan el marco de racionalidad productiva de lo econmico-social.23
La autora llega, incluso, a afirmar que uno de los aspectos ms productivos del proyecto de los estudios culturales en los aos sesentas, en Inglaterra, fue precisamente que revis los cruces entre las diferentes versiones de lo cultural desde las tensiones entre lo simblico y lo institucional, lo histrico y lo formal, lo antropolgico y lo literario, etc. Marisa Belausteguigoitia afirma por su parte que:
durante las ltimas dcadas se ha revolucionado el concepto de cultura de forma tal que ha empezado a funcionar, ms que como un campo, como un dispositivo transdisciplinario, como puente para pensar en los mecanismos de construccin de identidades, alteridades, subalternidades, y sus mltiples procesos de resistencia, empoderamiento y asimilacin en un mundo globalizado.24
Por otro lado, los estudios culturales se basan en la construccin de mediaciones y traductores. En ese sentido, slo las voces de otras mujeres pueden hablar por las que ya no estn, por las que fueron encontradas muertas y ultrajadas, por las que salieron de su casa y nunca volvieron. Y es de esta manera, como se va perfilando el nuevo sujeto femenino en Amrica Latina (el cual ser explicado en el ltimo captulo); un sujeto que sobrevive y resiste a la
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Nelly Richard. Globalizacin acadmica, estudios culturales y crtica latinoamericana. En: Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalizacin . Daniel Mato (comp.) CLACSO, Buenos Aires, 2002. P.185 24 Marisa Blausteguigoita y Martha Leero (coordinadoras). Fronteras y cruces: Cartografa de escenarios culturales latinoamericanos. PUEG UNAM, Mxico, 2005. P. 14.
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discriminacin en su ms exacerbada expresin, un sujeto sensible y solidario, que apunta con el dedo los horrores de un sistema, pero que a su vez propone una forma de convivencia menos desigual.
Una visin feminista La importancia del feminismo como corriente terica para pensar fenmenos como el feminicidio, se evidencia con las palabras de la filsofa mexicana Graciela Hierro cuando dice que:
El feminismo nace de los grupos de mujeres que a la menor provocacin cuentan su historia. Comienzan a tomar conciencia de vivencias compartidas de dolor y sufrimiento y a comprender aquello que les sucede por el hecho de ser mujeres. Se rastrea la propia historia hasta alcanzar el mecanismo gatillo que te introduce al feminismo: la primera vez que te rebelaste por comprender que lo que te sucede es injusto e intolerable, que te ocurre porque eres mujer y te opones a ello para intentar cambiarlo.25
El feminismo (o los feminismos) representa el enfrentamiento con el sistema patriarcal, es la lucha por destruirlo; tiene su razn de ser porque persigue la transformacin econmica, poltica, social, ideolgica, psquica y sexual de las mujeres. Estos cambios buscan el mejoramiento, el enriquecimiento, pero a su vez
Graciela Hierro, Madres simblicas del feminismo en Mxico. En: Griselda Gutirrez Castaeda (coordinadora), Feminismo en Mxico. Revisin histrico-crtica del siglo que termina. PUEG UNAM. Mxico, 2002. P. 27.
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significan un paso ms en el proceso general de humanizacin- del ser humano. Es una lucha civilizatoria por excelencia, como lo es toda defensa de los derechos humanos; es una lucha contra la barbarie, la injusticia racional, la animalidad que manifiestan, an hoy en da, unas personas sobre otras.26
Es por esta razn y porque la razn de ser del feminismo es fundamentalmente su crtica a la cultura y sociedad patriarcal, considero que la visin de Julia
Monrrez, investigadora del Colegio de la Frontera Norte de Ciudad Jurez, Chihuahua, sobre el origen social y cultural del feminicidio, es la que ms describe la realidad que estamos viviendo las mujeres en Amrica Latina, especialmente, en Mxico y Centroamrica. Segn Monrrez, analizar los crmenes en contra de mujeres y nias, necesariamente remite al constructo terico del feminicidio. Y agrega:
este fenmeno social est ligado al sistema patriarcal, que predispone en mayor o menor medida a las mujeres para que sean asesinadas, sea por el slo hecho de ser mujeres, o por no serlo de manera adecuada. La falta de adecuacin presupone que la mujer se ha salido de la raya Y ha traspasado los lmites de lo establecido.27
En sntesis, tanto el feminismo como los estudios culturales se caracterizan por darle voz al otro, por poner el nfasis en la alteridad y, de esa manera, hacer
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Eli Bartra, Tres dcadas de neofeminismo en Mxico. En: Eli Bartra, Anna M. Fernndez Poncela, Ana Lau, Feminismo en Mxico, ayer y hoy, Universidad Autnoma Metropolitana, Mxico, 2000. P.47 27 Julia Monrrez Fragoso. Feminicidio sexual serial en Ciudad Jurez, 1993 2001. Revista Debate Feminista. Ao 13. Vol. 25. Abril 2002. P. 286.
23
trizas la visin hegemnica que esconde el verdadero fondo del problema. Mary Evans observa, por ejemplo, que () una de las muchas libertades que el feminismo ha ayudado a crear es el sentido de la legitimidad de aportar material explcitamente personal y subjetivo dentro de la universidad28. Por ese motivo, me resulta indispensable el apoyo de varias disciplinas, pero tambin de las subjetividades que se expresan a travs de los testimonios de quienes han perdido a una hija o una hermana, a partir de la violencia cobijada por una atmsfera de impunidad. Hay que aclarar, sin embargo, que la dimensin sexo gnero no siempre ha sido tomada en cuenta por los Estudios Culturales, sin embargo, la confluencia de ambas visiones no slo es posible, sino inevitable. Nelly Richard lo explica as:
En sntesis, reconocer la voz del otro/a, validar los otros conocimientos que a su vez cuestionan el hegemnico, pero hacerlo desde Amrica Latina, conformarn esta investigacin hecha con un enfoque de Estudios Latinoamericanos.
28
Evans, Mary. Introduccin al pensamiento feminista contemporneo. Minerva Ediciones. Madrid, 1997. P. 9. 29 Richard, Nelly. Saberes acadmicos y reflexin crtica en Amrica Latina (Postfacio). En: Mato, Daniel (coord.), Estudios y Obras Prcticas Latinoamericanas en Cultura y Poder. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y CAEP, FACES, Universidad Central de Venezuela. P. 367.
24
En el primer captulo, se ofrecen las diversas definiciones de feminicidio provenientes de la teora elaborada hasta el momento, y se problematiza en relacin a ellas, con la intencin de contribuir al debate que actualmente se est dando alrededor de la definicin y de sus lmites. Tambin se desarrolla el concepto de frontera a la vez que se justifica la necesidad de considerar al feminicidio como un problema fronterizo, de lmite, que nos permite estar situadas en ambos lados de un problema para ver su concrecin y a la vez, sus vas de superacin: frontera-nacin, frontera-disciplina, fronteraciudadana, frontera-sexo, frontera-raza. En ese sentido, se explica tambin cules son los extremos, los lmites del patriarcado. Para Luca Melgar y Marisa Belausteguigoitia:
Las fronteras separan, unen, delimitan, marcan la diferencia y la similitud, pero tambin producen espacios intersticiales, nuevos espacios que inauguran relaciones. Pueden ser burladas, acatadas, cruzadas, transgredidas, imaginadas, reales, reinventadas y destruidas. Confinan y liberan. Protegen y torturan.30
La revisin y reelaboracin del concepto de frontera en funcin del pensamiento, crtica y teorizacin latinoamericana y anglosajona de las ltimas dos dcadas, constituye una de las operaciones fundacionales de los Estudios Culturales y de Gnero. Por otro lado, la intencin de este trabajo es, precisamente, problematizar en relacin a los lmites del feminicidio: cules asesinatos de mujeres se pueden catalogar como tal y cules no? En otras palabras, cul es la lnea que separa al
30
Belausteguigoitia, Marisa y Melgar, Luca. Introduccin. Fronteras, violencia, justicia: nuevos discursos. PUEG-UNAM, UNIFEM. Mxico, 2007. P. 7.
25
feminicidio de los dems asesinatos? Por todas estas razones, considero esencial utilizar la nocin de frontera para reflexionar acerca de este (nuevo) problema social llamado feminicidio. En el segundo captulo, se analiza el concepto de guerra y se presentan algunas definiciones con la idea de contestar a la pregunta de si el feminicidio puede ser equiparado a una guerra en contra de las mujeres. Guerra como sinnimo de dominacin, de imposicin de formas , de apropiacin de territorios. Tambin se puntualizan las diferencias entre el feminicidio registrado en Mxico y el que se registra en Guatemala; se analiza el hecho concreto de cmo el asesinato de mujeres fue tambin una tcnica de la contrainsurgencia implementada para combatir a la guerrilla guatemalteca. Intento describir el mpetu blico que va de lo ms particular a lo general para concluir enunciando las guerras menos explcitas: la de un sistema econmico, la de una sociedad racista y sexista. En el tercer captulo se pretende contestar a la pregunta: A quin le sirve la guerra con estas caractersticas y quines son el blanco? Puesto que aunque el feminicidio est dirigido a las mujeres, es verdad que no todas las mujeres somos igual de susceptibles a ser asesinadas. Las mujeres ms vulnerables, en este sentido, son aquellas mujeres que estn en una condicin liminal (de frontera): en el lmite de la supervivencia, porque con trabajos pueden reunir lo suficiente para salir al paso, en el lmite de una identidad, porque, por ejemplo, en el caso de las de Ciudad Jurez, Chihuahua, si bien se reconocen juarenses, la mayora de ellas viene de algn otro estado de la repblica y en el lmite de una frontera fsica en dos niveles: la del propio cuerpo, ya que su sexualidad es el detonante de la 26
agresin y la del propio pas, territorio que termina y que comienza, pero cuya lnea divisoria se desdibuja en un lugar de nadie, en una zona proclive a la delincuencia exacerbada, en donde se hace de la legalidad una burla y de la violencia, una forma de vida. Pero sobre todo, ver si efectivamente, el blanco del feminicidio son las mujeres que transgreden los roles, que se independizan, que no cumplen con el deber ser que les ha sido asignado por una sociedad patriarcal. Por todas las razones anteriormente sealadas, se argumenta por qu los asesinatos de las mujeres tienen su verdadera explicacin en el sistema patriarcal, que actualmente se reconoce en la forma de un modelo capitalista neoliberal. En ese sentido, se analiza tambin el contexto econmico, poltico y social en el que se dan estos asesinatos: maquiladoras, migracin, narcotrfico, crimen
organizado, libre comercio. En sntesis, se deja en claro la relacin entre los tres centros de gravedad de esta investigacin: patriarcado, capitalismo y sistema neoliberal para explicar por qu algunas mujeres son elegidas para ser aniquiladas, ya sea por su vulnerabilidad o por ser considerada amenazante. En el cuarto y ltimo captulo se analiza el concepto de cuerpo y se da cuenta de su importancia para evidenciar la mxima contradiccin de un sistema que mata a las mismas mujeres de las que se vale para incrementar sus niveles de produccin. Se deja en claro por qu el cuerpo es el lugar por excelencia desde el cul se puede evidenciar la violacin a los derechos humanos, que a su vez, son la bandera del sistema neoliberal. Se propone, finalmente, que a partir de la experiencia del feminicidio, las mujeres en Amrica Latina pueden constituirse en el nuevo sujeto femenino que denuncie las contradicciones del sistema. Para ello, 27
se revisa y a su vez, se reformula la nocin de sujeto, tomando en cuenta las aportaciones de Gilles Deleuze y Jacques Derrida en cuanto a la deconstruccin del sujeto falocntrico o sujeto como principio de actividad, orden y esencia para dejar en claro por qu s es posible hablar de un nuevo sujeto femenino y por qu resulta estratgico en este contexto, sin que ello signifique tomar la categora de sujeto desde una posicin acrtica. Tambin se rescatan aquellos elementos de la transnacionalizacin que puedan servir para contrarrestar el feminicidio: por ejemplo, las leyes y las cortes internacionales o los medios de comunicacin que pueden hacer ms viable el dilogo y la solidaridad entre mujeres. Este ltimo captulo de cuenta de cmo las mujeres latinoamericanas pueden dejar de ser vctimas para constituirse en ese agente transformador de un sistema que ya no se sostiene ni siquiera en su propio discurso.
28
Han pasado ms de diez aos y nadie nos ha podido dar una respuesta. Quin las mata y por qu las matan continan siendo las dos grandes interrogantes frente a los asesinatos de mujeres en Amrica Latina. Han pasado ms de diez aos y nos siguen diciendo que el problema no es grave que a los hombres tambin los matan. Lo cierto es que tanto en Mxico como en Guatemala, en Honduras, Per, Chile y otros pases de Amrica Latina, se hace cada vez ms comn que una mujer aparezca asesinada. El carcter regional del problema, asumiendo que ste s exista y se le pueda catalogar como tal, se evidenci el 18 de enero del 2006, cuando distintas organizaciones no gubernamentales de distintos pases latinoamericanos, se dirigieron a la Comisin Interamericana de Derechos Humanos con el fin de solicitar una Audiencia sobre Feminicidio en Amrica Latina, para el 124 Periodo Ordinario de Sesiones. En la audiencia ante la CIDH, las peticionantes31 expusieron ante las autoridades de dicho organismo su preocupacin por el creciente nmero de asesinatos de mujeres en la regin y la falta de mecanismos eficientes y
31
La Comisin Mexicana de Defensa y Promocin de los Derechos Humanos A.C. (CM-DPDH), el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), la Federacin Internacional de los Derechos Humanos (FIDH), el Comit de Amrica Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (CLADEM), Kua Aki (Paraguay), DEMUS Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Per), Catlicas por el Derecho a Decidir (Mxico), Centro de Promocin de la Mujer Gregoria Apaza (Bolivia), Red Nacional de Trabajadoras/es de la Informacin y Comunicacin RED ADA (Bolivia), Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos (CALDH Guatemala), Sisma Mujer (Colombia), Red de la No Violencia contra las Mujeres de Guatemala, y Washington Office on Latin America (Wola).
29
respuestas adecuadas de cada Estado en la investigacin de los mismos 32. Se presentaron las cifras sobre el feminicidio recogidas en cada pas, donde se identifican elementos comunes en todos estos casos, como lo es el odio, el desprecio y el menor valor que se da a la vida de las mujeres, con la agravante de la tolerancia del Estado ante estos hechos reflejada en la falta de investigaciones eficaces, as como la falta de medidas de prevencin y sancin adecuadas que aseguren que dichos crmenes no queden impunes33. Aunque los casos que nos ataen en esa investigacin son los de Mxico y de Guatemala, no debemos perder de vista que son slo dos pases representativos y de alguna manera, emblemticos, de un fenmeno que se extiende por toda Amrica Latina. Por lo menos, as ha sido sealado por la Comisin Interamericana de Derechos Humanos, la cual advierte que son los focos ms cuentos34.En ese sentido, a lo largo de este trabajo se argumenta por qu el feminicidio constituye un problema social en Amrica Latina, aunque para tratar de explicar esta realidad comn en la mayora de los pases latinoamericanos, deberemos comenzar por poner sobre la mesa lo ms tangible: las cifras de mujeres asesinadas. Sin tratar de convertir este trabajo en una investigacin cuantitativa, las cifras, por ms conservadoras que sean, revelan de alguna manera la magnitud del problema.
32
Audiencia temtica sobre feminicidio en Amrica Latina ante la Comisin Interamericana de Derechos Humanos CIDH. Washington, 03 de marzo de 2006. DEMUS Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer. Lima, 2006. P. 4. 33 bidem. P.4. 34 El feminicidio a la OEA. Ana Mara Portugal. Artculo publicado en Mujereshoy. 26/01/2006. www.mujereshoy.com
30
Como ya se dijo, es el Informe General de la Comisin Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana35, el que ha aportado los datos ms sistematizados. A continuacin, se ofrece un cuadro con algunas cifras de asesinatos de mujeres y nias sealados por dicha investigacin:
Estado
Fuente
Periodo
Homicidios dolosos
Homicidios culposos
Total
Estado de INEGI Mxico Baja California Morelos Veracruz PGJEM PGJEV PGJEBC
1,288
- 191
191
Chiapas
PGJECh
2000 2004
- 571
671
Guerrero
PGJEG
2001 2005
863
Oaxaca
INEGI
1999 2003
351
Sonora
35
PGJES
1994
- 260
260
Informe General de la Comisin Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana. Op. Cit.
31
2005 Ciudad Jurez, Chihuahua Distrito Federal Edomex, Veracruz, Chiapas, Guerrero, D.F, Informe De propia Comisin, elaborado Semefo 1999 2005 1999 la 2005 Ms 6000 de 743 PGR 1993 2005 379
32
A pesar de haber recabado informacin oficial, prevalece la confusin y la falta de informacin bsica; no hay correspondencia entre las cifras oficiales de diversas instituciones, de organizaciones civiles y de la prensa. Hay la incertidumbre respecto a la identidad de los restos de las vctimas y sobre la situacin de parientas desaparecidas. Hay desesperacin, enojo, incredulidad y desconfianza en las autoridades e instituciones ante la impunidad. Es preciso que las mujeres, la ciudadana y las instituciones, tengan acceso a informacin veraz ()36.
En el caso de Guatemala, las cifras parecen ser an ms alarmantes. La Polica Nacional Civil (PNC) comenz a registrar muertes violentas segn el sexo de la vctima a partir del ao 2001, por lo tanto, es a partir de esa fecha que se tienen registrados los asesinatos de mujeres, lo cual no quiere decir que antes no los hubiera. Segn informacin del Ministerio de Gobernacin de Guatemala con base en datos de la PNC, el ao 2001 se reportaron 307 muertes violentas de mujeres; para el ao 2002 este nmero se increment con 10 muertes violentas ms, dando un total de 317; en el 2003 continu el incremento hasta 383 y para el 2004, esta suma ascendi a 531. Segn informacin suministrada por la Fiscala de Delitos contra la Vida del Ministerio Pblico37, en 2005, 518; en 2006, 60338. Esto da como resultado un total de 2857 desde el ao 2000 al 2006. Entre la ltima
36 37
Op. Cit. P. 39. Segn el Grupo Guatemalteco de Mujeres con datos de la Polica Nacional Civil. Citado en: Asesinatos de mujeres: expresin del feminicidio en Guatemala . Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos, CALDH. Ciudad Guatemala, 2005. P. 43. 38 Datos de la Polica Nacional Civil citados por: Secretara Regional Latinoamericana Montevideo, Uruguay. Sociedad Guatemala. Poblacin muestra pesimismo en torno a la erradicacin del feminicidio. Nota publicada en la pgina www .reluita.org/guatemala_feminicidio.htm
33
informacin, otorgada por la PNC, se destaca que en el 2007 se registraron 591 muertes violentas de mujeres.39 En el caso de Guatemala, el mayor nmero de asesinatos se registra en la capital. Hasta el 2005, las cifras de asesinatos por departamento era el siguiente40:
Departamento Guatemala Escuintla Jutiapa Chimaltenango Izabal Quetzaltenango San Marcos Quich Santa Rosa Suchitepquez Chiquimula Petn Huehuetenango Totonicapn
Ao 2004 269 46 18 29 20 6 19 5 13 8 16 9 8 9
Ao 2005 246 65 21 19 30 24 30 18 14 19 17 44 18 9
Total 429 96 42 37 47 38 42 29 24 29 27 53 26 17
39
Segn informacin proporcionada por el informe del Centro de Reportes Informativos sobre Guatemala (CERIGUA), correspondiente al viernes 4 de abril de 2008. 40 Datos estadsticos de la Polica Nacional Civil para el 2005. Citados en: Informe de seguimiento al cumplimiento por parte del Estado de Guatemala de las recomendaciones de la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la violencia en contra de las mujeres . Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos (CALDH). Ciudad Guatemala, 2006. P. 11.
34
Zacapa Retalhuleu Jalapa Solol Sacatepquez Alta Verapaz Baja Verapaz El Progreso Total
13 5 8 3 14 11 0 2 531
16 5 24 9 11 16 4 6 665
24 12 30 14 15 19 7 6 1,063
Como puede apreciarse, las cifras enunciadas son principalmente aquellas que han emitido las propias autoridades locales y federales, aunque en el caso de Ciudad Jurez, Chihuahua, se han hecho pblicas otras fuentes, tanto de periodistas como de organizaciones no gubernamentales. No es mi inters caer en la trampa tan recurrente en los ltimos tiempos de la guerra de cifras, para darle mayor o menor valor a aquello que es en s mismo inquietante. El que sean 50, 100 o 500 mujeres asesinadas no cambia el hecho esencial que es el poco valor que se le da a la vida de las mujeres en pases como Mxico o Guatemala. En ese sentido, las cifras oficiales, aun con lo limitadas o manipuladas que puedan estar, nos sirven de piso para destacar el hecho que aqu nos interesa: el feminicidio en Amrica Latina. Coincido totalmente con Luca Melgar cuando dice:
La danza de cifras en s es parte de la invisibilizacin y minimizacin que, desde sus inicios, han caracterizado este caso. La falta de confiabilidad en las cifras,
35
Las cifras, en efecto, dicen mucho por s mismas, pero a su vez, de ellas se desprenden varias interrogantes. A qu le estamos llamando feminicidio? Es el feminicidio simplemente el asesinato de mujeres? Qu tipos de asesinatos ocurren? Todos ellos estn incluidos cuando se les cataloga como feminicidio? La preocupacin sobre la definicin de feminicidio rebasa una mera preocupacin conceptual. Si bien es cierto que la teora en este caso nos puede dar luz para analizar, comprender y contextualizar un fenmeno digno de preocupacin, y que es lo que de hecho se pretende en este estudio, el clamor social mismo que exige justicia y una solucin tambin demanda una definicin clara del problema. A qu me estoy refiriendo exactamente? A que es muy difcil pedir una solucin por parte del Estado, de los distintos niveles de gobierno, de la misma sociedad civil, si no existe una ntida delimitacin de lo que estamos entendiendo por problema. En el caso de las mujeres asesinadas, resultar sumamente confuso hablar del feminicidio, englobando absolutamente todo tipo de crmenes, metiendo en el mismo saco a los asesinatos que se dan por accidente, los que son parte de la llamada violencia intrafamiliar o a los crmenes con tintes polticos. En ese sentido, el primer paso es revisar las distintas definiciones que se han dado de feminicidio, para luego, dejar claro a qu nos vamos a referir cuando se enuncie el trmino a lo largo de todo el trabajo.
Luca Melgar. Cultura y academia frente al feminicidio. En: Informe DESCA 2006. Recomendacin de la Comisin de Derechos del Distrito Federal sobre VIH SIDA. CDHDF. Mxico, 2005. P. 1.
41
36
Las primeras en nombrar el asesinato de mujeres como tal fueron Jill Radford (Inglaterra) y Diana E.H. Russell (Estados Unidos), en 1992, con la publicacin de Femicide: The Politics of Woman Killing (Feminicidio. La poltica del asesinato de las mujeres). Para Radford, el feminicidio es asesinato misgino de mujeres cometido por hombres; es una forma de violencia sexual. 42 Tanto para la inglesa como para la estadounidense, generalmente esta prctica sirve para controlar a las mujeres al considerarlas una clase sexual y en ese sentido, es esencial para el mantenimiento del status quo patriarcal. De esta manera, las mujeres son cotidianamente advertidas de no vivir solas, de no salir de noche sin compaa (entendida como sin un hombre), de no visitar ciertas zonas de la ciudad. Esta advertencia va encaminada a controlar a las mujeres, estableciendo los lmites de a dnde deben ir y cmo deben comportarse en pblico, un recordatorio de que el espacio pblico es un espacio masculino en donde la presencia de las mujeres est condicionada a la aprobacin de los hombres. El lugar de las mujeres, de acuerdo a la ideologa patriarcal, est en la casa. Pero ni siquiera ah las mujeres estn a salvo, y esta verdad es pocas veces mencionada. De hecho, la casa suele ser el lugar ms letal para las mujeres que viven en ncleos familiares. Como el caso espaol lo demuestra, la casa es el lugar donde con ms frecuencia ocurren los asesinatos de mujeres. Cabe recordar que en el pas europeo tan slo en el ao 2006, se registraron 77 mujeres muertas por violencia domstica y de gnero
42
Radford, Jill y Russel, Diana E.H. Feminicidio: La poltica del asesinato de las mujeres Traduccin de Femicide: The Politics of Woman Killing. Twayne Publishers, New York, 1992. Coedicin de la Cmara de Diputados, la Comisin Especial para Conocer y dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana y a la Procuracin de Justicia Vinculada, y el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM (CEIICH). Mxico, 2006. P. 33.
37
en el mbito de pareja o ex pareja43, por lo que sin duda se trata de un fenmeno que preocupa a la sociedad espaola. Sin embargo, el fenmeno que actualmente tiene lugar en Espaa no nos sirve para reflexionar sobre el feminicidio en Amrica Latina, pues lo que para ellas es feminicidio, para nosotras es violencia intrafamiliar. La diferencia fundamental radica en el hecho de que mientras que el Estado espaol tiende una red de proteccin hacia las mujeres que pueden ser asesinadas e intenta revertir este proceso, en Amrica Latina es el propio Estado quien cobija a los asesinos, que en no pocos casos son annimos, y que no tienen relacin con la vctima. Independientemente de los distintos matices que habra que considerar, incluida la diferencia entre feminicidio y crimen pasional, es un hecho que ya en esta primera definicin dada por Radford y Russell, se asume parte del bagaje terico feminista, pues consideran que:
El feminicidio como es el extremo de un continuo de terror antifemenino que incluye una gran cantidad de formas de abuso verbal y fsico: como violacin, tortura, esclavitud sexual (particularmente en la prostitucin), incesto y abuso sexual infantil extrafamiliar, maltrato fsico y emocional, hostigamiento sexual (por telfono, en las calles, en la oficina y en el saln de clases), mutilacin genital (clitoridectoma, escisin, infibulacin), operaciones ginecolgicas innecesarias (histerectomas gratuitas), heterosexualidad forzada, esterilizacin forzada,
maternidad forzada (mediante la criminalizacin de los anticonceptivos y el aborto), psicociruga, negacin de alimentos a las mujeres en algunas culturas, ciruga
43
Segn lo reporta el Informe sobre muertes violentas en el mbito de violencia domstica y de gnero en el mbito de la pareja y la ex pareja en el ao 2006 . Servicio de Inspeccin del Consejo General del Poder Judicial. Madrid, 2006. P. 5. http://www.isis.cl/Feminicidio/doc/doc
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cosmtica y otras mutilaciones en nombre de la belleza. Siempre que estas formas de terrorismo resulten en la muerte son femicidios.44
La traduccin del trmino en ingls: femicide, en espaol sera femicidio. Sin embargo, Marcela Lagarde, antroploga y diputada federal que presidi la Comisin Especial para conocer y dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana y a la Procuracin de Justicia Vinculada, de la Cmara de Diputados del Congreso de la Unin, introdujo, precisamente el trmino de feminicidio. En castellano, femicidio es una voz homloga a homicidio y slo significa asesinato de mujeres. Para diferenciarlo, eligi la voz feminicidio y denominar as el conjunto de hechos de lesa humanidad que contienen los crmenes y desapariciones de mujeres. La definicin que da Lagarde en relacin al feminicidio es la siguiente:
El conjunto de delitos de lesa humanidad que contienen los crmenes, los secuestros y las desapariciones de nias y mujeres en un cuadro de colapso institucional. Se trata de una fractura del Estado de derecho que favorece la impunidad. Por eso el feminicidio es un crimen de Estado () El feminicidio sucede cuando las condiciones histricas generan prcticas sociales agresivas y hostiles que atentan contra la integridad, el desarrollo, la salud, las libertades y la vida de las mujeres.45
44
Jane Caputi y Diana E.H Russel. Feminicidio: Sexismo terrorista contra las mujeres . En Radford, Jill y Russel, Diana E.H. Feminicidio: La poltica del asesinato de las mujeres. Op. Cit. Pp. 57 y 58. 45 Lagarde, Marcela. El feminicidio, delito contra la humanidad. En: Feminicidio, justicia y derecho. Editorlas. Comisin Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana. H. Congreso de la Unin, Cmara de Diputados. LIX legislatura. P.155.
39
Marcela Lagarde agrega y en este punto es importante detenernos, que no todos los crmenes son concertados o realizados por asesinos seriales: los hay seriales e individuales, algunos son cometidos por conocidos: parejas, parientes, novios, esposos, acompaantes, familiares, visitas, colegas y compaeros de trabajo; tambin son perpetrados por desconocidos y annimos, y por grupos mafiosos de delincuentes ligados a modos de vida violentos y criminales. Sin embargo, todos tienen en comn que las mujeres son usables, prescindibles, maltratables y desechables. Y, desde luego, todos coinciden en su infinita crueldad y son, de hecho, crmenes de odio contra las mujeres.
Para que se d el feminicidio concurren de manera criminal, el silencio, la omisin, la negligencia y la colusin de autoridades encargadas de prevenir y erradicar estos crmenes. Hay feminicidio cuando el Estado no da garantas a las mujeres y no crea condiciones de seguridad para sus vidas en la comunidad, en la casa, ni en los espacios de trabajo de trnsito o de esparcimiento. Sucede cuando las autoridades no realizan con eficiencia sus funciones. Si el Estado falla, se crea impunidad, la delincuencia prolifera y el feminicidio no llega a su fin. Por eso el feminicidio es un crimen de Estado.46
Antes que nada, es necesario destacar la importancia de esta definicin: no solamente porque da cuenta de una realidad que a estas alturas es innegable en nuestra regin, sino porque seala a un responsable. Considero que esa es la mxima aportacin de Marcela Lagarde; decir que el feminicidio es un crimen se
46
dem. P. 156.
40
Estado. Esta es una caracterstica del fenmeno en Amrica Latina, y se vincula directamente con la estrategia que debemos buscar para contrarrestar el fenmeno. Por si fuera poco, nos hace ver la dimensin del fenmeno: los asesinatos de mujeres no slo no son casuales, y tampoco corresponden meramente al mbito privado, pues sucede que el Estado es el principal responsable. Desde mi punto de vista, este es el punto que debemos comenzar a problematizar. Cuando Lagarde alude a los distintos tipos de asesinos que participan de un feminicidio, abre un intenso debate en relacin al tipo de homicidio cometido, y digo que abre un debate porque, precisamente, uno de los contra argumentos que han esgrimido tanto los gobiernos federales como estatales para no poner un alto a la ola de asesinatos, es que la mayora de las muertes de las mujeres son producto de la violencia intrafamiliar. Cuando se introduce este trmino, se est haciendo hincapi en el mbito privado en el que sucede un asesinato, dando a entender, que por lo tanto, la autoridad no puede ejercer una accin concreta. El carcter pblico o privado, el mvil del asesinato, la planeacin o no de ste, al parecer no implican una diferencia sustancial en esta primera definicin, dado que igualmente constituyen atentados contra la integridad, la salud, las libertades, y la vida de las mujeres. Estoy de acuerdo con ella en su forma de entender el problema, porque es un hecho que lo pblico y lo privado no estn disociados, como lo ha planteado la teora feminista. Sin embargo, desde un punto de vista estratgico para enfrentar los contra argumentos, considero que s debemos separar los asesinatos que se dan en estos dos mbitos, para luego, explicar la liga que los une. 41
Lagarde es muy clara al poner el nfasis en la responsabilidad del Estado, sobre todo en el hecho de no garantizarles a las mujeres el derecho a la vida y su aportacin es de gran ayuda por el simple hecho de que va perfilando un marco en el que los asesinatos de mujeres puedan ser denunciados con su especificidad. En la Presentacin del Informe General, seala:
El feminicidio est conformado por el conjunto de hechos violentos misginos contra las mujeres que implican la violacin de sus derechos humanos, atentan contra su seguridad y ponen en riesgo su vida. Culmina en la muerte de algunas mujeres. Hay infinidad de sobrevivientes. Se consuma porque las autoridades omisas, negligentes, o coludidas con agresores ejercen sobre las mujeres violencia institucional al obstaculizar su acceso a la justicia y con ello contribuyen a la impunidad. El feminicidio conlleva la ruptura del Estado de derecho ya que el Estado es incapaz de garantizar la vida de las mujeres, de actuar con legalidad y hacerla respetar, de procurar justicia, y prevenir y erradicar la violencia que ocasiona. El feminicidio es un crimen de Estado47.
La violencia feminicida es la forma extrema de violencia de gnero contra las mujeres, producto de la violacin de sus derechos humanos en los mbitos pblico y privado, est conformada por el conjunto de conductas misginas maltrato y violencia fsica, psicolgica, sexual, eduativa, laboral, econmica, patrimonial, familiar, comunitaria, institucional- que conllevan impunidad social y del Estado y, al
47
Informe general. Violencia feminicida en 10 entidades de la Repblica Mexicana. Op. Cit. P. 35.
42
colocar a las mujeres en riesgo de indefensin, pueden culminar en el homicidio o su tentativa, y en otras formas de muerte violenta de las nias y las mujeres: accidentes, suicidios y muertes evitables derivadas de, la inseguridad, la desatencin y la exclusin del desarrollo y la democracia48.
La reflexin se torna ms interesante en cuanto va arrojando otros puntos a considerar: 1) La relacin de estos asesinatos con los derechos humanos. 2) La nocin de impunidad. 3) La ruptura del Estado de Derecho. 4) La obstaculizacin de la justicia para las mujeres, lo cual, sugiere un inters en cobijar a los asesinos. 5) La vinculacin con los otros tipos de violencia. Por todas estas razones es que considero importantes los aportes de Lagarde, aunque eso no implica dejar de problematizar ciertos aspectos. Algunas de las preguntas que surgen son las siguientes: El feminicidio culmina en el asesinato de las mujeres o es, de hecho, el asesinato? La responsabilidad del Estado es la misma en todos los casos? La violencia en contra de las mujeres, cualquiera que sea, es feminicida? Considero que esas son las fronteras que debemos discutir en relacin a la propia definicin, a sabiendas, de los riesgos y las ventajas que cualquier delimitacin ms minuciosa pueda representar. Tal vez uno de los problemas con el trmino a estudiar, es el propio uso que se le ha dado. Patricia Ravelo Blancas ha sido una de las voces ms crticas en
48
dem.
43
relacin a este punto. Para la profesora investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social y profesora visitante de la Universidad de Texas en El Paso - es necesario analizar cmo se ha ido eliminando su carcter subversivo al aparecer ahora, tanto en los discursos oficiales como en los medios de comunicacin y en el lenguaje de los expertos, con una carga ideolgica que refuerza la concepcin binaria del mundo.49 Ravelo Blancas tambin propone reflexionar acerca de cmo desde algunas posturas feministas:
se
ha
ido
sobreideologizando,
contribuyendo,
paradjicamente,
al
reforzamiento de la construccin de vctimas y victimarios, de nuevo desde posiciones binarias, porque se mira el fenmeno nicamente como una consecuencia ms del patriarcado, sin problematizar ms all.50
Lo dice en el sentido de que ya no se presenta como un concepto sino como un simple patrn de criminalidad y, aunque dice que la perspectiva feminista no debe perderse, pone nfasis en que:
se tienen que considerar todas las dimensiones del problema, pues estamos frente a un fenmeno de violencia estructural, relacionado con los derechos humanos, la justicia social y los sistemas econmicos, polticos y culturales en el
49
Ravelo Blancas, Patricia. Hacia una reconceptualizacin del feminicidio en Ciudad Jurez. En : Feminicidio, Justicia y derecho. Editorlas. Comisin Especial para Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana y a la Procuracin de Justicia Vinculada, H. Congreso de la Unin, cmara de Diputados. Legislatura de la Cmara de Diputados, Mxico, 2005. P. 220. 50 bidem.
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marco de globalizacin donde las mujeres y otros sectores subalternos se han convertido en desechables y constituyen la carne de can para cualquier conflicto.51
Si bien me parece que el alto en el camino que hace Ravelo Blancas es importante, sobre todo cuando alude a que el feminicidio ya no se present a como un concepto sino como un simple patrn de criminalidad, cuestionara su visin acerca de cmo ciertas posturas feministas han contribuido al reforzamiento de la construccin de vctimas y victimarios. No se trata de dividir al mundo con una lnea arbitraria que trace las desigualdades con la finalidad de perpetuarlas. Se trata ms bien, como lo dijo Simone de Beauvoir52, de que el principio de la igualdad abstracta no plantea la desigualdad concreta. En ese sentido, lo que se est representando en las posturas que denuncian el feminicidio, es esa desigualdad tangible que culmina con la desaparicin y el aniquilamiento de las mujeres. Si bien coincido con ella cuando dice que estamos frente a un fenmeno de violencia estructural, en el que se entrecruzan muchos factores, considero que el trmino de feminicidio s hace una aportacin valiosa al diferenciar de los dems los asesinatos contra las mujeres. El reto, considero, est en que quede explicitado en qu momentos se trata de un asesinato cargado con el odio y la misoginia, y en ese sentido, pienso que las reflexiones de Ravelo ayudan a mirar crticamente el concepto del feminicidio, pero sobre todo, a abordarlo con ms cuidado, ahora que, como ella lo dice, se utiliza en todos los mbitos, incluso por
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bidem. De Beauvior, Simone. El segundo sexo. Los hechos y los mitos . Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires, 1987. P. 22.
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actores sociales de distintas posiciones, lo que da como resultado el manoseo de un trmino que debiera servir ms para esclarecer, que para dar lugar a confusiones. No obstante, hay que tener en cuenta que el hecho de retomar algunos trminos para darles otro sentido, no es una novedad en las prcticas contraofensivas que ha instrumentado el sistema patriarcal. Habra que ver por ejemplo, lo que la mayora de las personas entienden por feminista para concientizar cmo el hecho de desvirtuar el sentido original del trmino, en muchas ocasiones les ha dado resultado en su intento de minimizar o invisibilizar una postura crtica. Dice Patricia Ravelo que habra que pensar en una nueva manera de nombrar esta violencia que nos permita ampliar el horizonte e incorporar otras formas de opresin social adems del gnero, como la de clase, la etrea, la tnica-migrante, que debido al racismo y la xenofobia ocupa una posicin de subalternidad en el sistema de globalizacin53. Esta aseveracin constituye un punto de vista que no debe perderse en el debate, aunque no estara tan segura de que sea necesario pensar en una nueva manera, pues como ms adelante se explicar, el feminicidio en Amrica Latina est atravesado por esas otras formas de opresin. Como sea, me parece que la duda de Ravelo es ms que pertinente, sobre todo para el anlisis de la lejanacercana entre sexismo y racismo. A propsito de las confusiones derivadas de la generalizacin del trmino feminicidio, Julia Monrrez, investigadora del Colegio de la Frontera Norte en Ciudad Jurez, Chihuahua, es la nica autora latinoamericana que ofrece una
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dem. P.227.
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clasificacin, pues si bien, dice la autora, el feminicidio es una cuestin global, tiene diferentes formas de presentarse. En este afn de diferenciarlos, identifica los siguientes tipos, retomando la clasificacin de Jill Radford, pero tambin de las costarricenses, Ana Carcedo y Montserrat Sagot54 y aadiendo un ltimo55: 1) El feminicidio racista, que es cometido por hombres contra grupos de mujeres de diferentes razas. (Radford, 1992, 7). 2) El feminicidio en masa, cuando un nmero de mujeres son asesinadas en un intervalo de tiempo por uno o ms hombres (Radford, 1992, 7). 3) El feminicidio ntimo, cuando las mujeres son asesinadas por sus parejas masculinas (Scout, 2001, 41), (Carcedo y Sagot, 2002). 4) El feminicidio infantil femenino, el cual, segn la autora se practica en varios pases, aunque explica su especificidad. 5) El feminicidio sexual serial (Monrrez, 2001), que es justamente la categora que ella propone para revertir el fenmeno del feminicidio que ocurre, especficamente en Ciudad Jurez, Chihuahua. Segn Monrrez, lo que tienen en comn todas estas definiciones es la modalidad en las cuales estos hombres violentos hacen uso del derecho patriarcal de penetrar los cuerpos de las mujeres y las menores, por medio del ejercicio de este poder de gnero para someter el cuerpo de las otras, el cual subsiste a travs de los siglos (Dworkin, 1997,13).56
54
Carcedo, Ana y Sagot, Montserrat. Femicidio en Costa Rica. Consejo Directivo de Violencia Intrafamiliar del Sector Salud, Ministerio de Salud, Caja Costarricense del Seguro Social, Instituto Nacional de las Mujeres. San Jos, Costa Rica, 2002. 77 pp. 55 Monrrez Fragoso, Julia. Elementos de anlisis del feminicidio sexual sistmico en Ciudad Jurez para su viabilidad jurdica. En: Feminicidio, justicia y derecho. Op. Cit. P. 198. 56 bidem. P. 128.
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Para definir el feminicidio sexual serial, Monrrez retoma a Jane Caputi, Deborah Cameron y Elizabeth Frazer, las primeras en analizar sistemticamente el asesinato sexual a travs de la mediacin de las relaciones de gnero. Jane Caputi57 afirma que el crimen de lujuria, el asesinato por violacin, el asesinato serial y el asesinato recreativo son expresiones nuevas para un nuevo tipo de crimen: el crimen sexual. En ese sentido, este asesinato de ninguna manera carece de motivacin, ya que la violacin, la tortura, la mutilacin y finalmente el exterminio nos hablan del asesinato sexual como un asesinato sexualmente poltico, como un terrorismo flico funcional (1987,2) contra las mujeres58. Caputi a su vez afirma que el asesinato sexual es un acto mtico ritualista en el patriarcado contemporneo donde se funde el sexo y la violencia, donde se establece una ntima hombra y placer, porque aade:
los asesinatos de mujeres y nios/as incluyendo tortura y asesinato por esposos, amantes, y padres, as como tambin aquellos cometidos por extraos- no son una maldad inexplicable o el dominio de monstruos solamente. Por el contrario, el asesinato sexual es la expresin ltima de la sexualidad como una forma de placer (Caputi 1989,39).59
Monrrez retoma a Caputi cuando dice: por eso no debemos confundirnos hablando de psicpatas sexuales ya que sexo y violencia se conjugan para
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Cita de Julia Monrrez en la misma ponencia (P. 4): Caputi, Jane. The Age of Sex Crime. Bowling Green State University Popular Press. Ohio, USA, 1987. P.p. 246. 58 bidem. P. 4. 59 Op. Cit. P. 6.
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integrar la piedra angular que identifica la ideologa genrica patriarcal (Jane Caputi, 1987, 11). La frecuencia y recrudecimiento de estos actos ha llevado a Caputi a denominar nuestra poca como la era del crimen sexual, la cual comienza con Jack el destripador, el hasta hoy desconocido asesino de Londres quien en 1888 asesin y mutil a 5 prostitutas (Caputi, 1989, 445). Monrrez coincide, a la vez que asevera, que a travs de l y sus crmenes se ha establecido la tradicin de los asesinatos sexuales y los asesinos sexuales cuya funcin es aterrorizar a las mujeres e inspirar y empoderar a los hombres (Caputi,1990, 3-4; 1989,445). Dichos crmenes comienzan a nombrarse con categoras referentes al sexo y la sexualidad, debido a un marco terico que la psiquiatra, la sociologa y la criminologa, aunada al movimiento feminista de Inglaterra, conforman para dar marcos discursivos para la explicacin del crimen sexual. Antes de este hecho, s existan este tipo de asesinatos, slo que no se le nombraban con esta categora que hoy utilizamos. Esta autora basa su tesis en los estudios de Deborah Cameron y Elizabeth Frazer, quienes en su libro The Lust of Kill60, exploran la irracionalidad de la fusin entre sexo y violencia, y el por qu algunos hombres encuentran ertico matar a los objetos de su deseo, ya sean hombres o mujeres. La conclusin, explica Monrrez, es que en estos actos brutales no solamente estn presentes la misoginia y la sexualidad sdica, sino tambin la construccin social de la masculinidad como una especie de trascendencia sobre otros/as. Otra de las conclusiones es que ni la violacin ni el ataque sexual son condiciones
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Ver: Cameron, Deborah y Frazer, Elizabeth. The Lust of Kill. University Press. New York, 1987. Pp. 207.
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necesarias ni suficientes para denominar sexual a un crimen. Lo que es importante es la erotizacin del acto de matar. Monrrez est convencida de que el asesinato sexual se define e incluye todos los casos en los cuales el asesino fue motivado por impulsos sdicos sexuales, por la lujuria de matar. Y cita tambin a Cameron y a Frazer para argumentar que esto tambin es producto de un cierto orden social, muy frecuentemente condonado si no es que respaldado por el Estado y/o por las instituciones religiosas. Tal vez uno de los prrafos ms contundentes de Monrrez es el siguiente:
Las causas de la violencia no se encuentran en las caractersticas patolgicas de los ofensores. Sin embargo, es necesario reflexionar en el estatus social de las vctimas (Andersen 1983, 196), en las identidades de gnero y los deseos sexuales que son socialmente construidos y de ninguna manera naturales o biolgicos (Cameron, 1996, 21), pero tambin en el color de la piel, la zona en la que se habita y la clase social. []61
En ese sentido, Deborah Cameron y Elizabeth Frazer afirman que, cuando una sociedad se enfrenta cotidianamente al exterminio de mujeres no tiene sentido preguntar por qu un individuo mata a otro. La pregunta debiera ser:
por qu los miembros de un grupo en particular matan a los otros miembros de otro grupo?. Cuando se trata de dar respuesta a esta pregunta es necesario interrelacionar los motivos y los actos violentos de los criminales y yuxtaponerlos
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con las estructuras sociales de determinada regin y las diferencias de poder en la jerarqua de poder sexual (Cameron y Frazer 1987, 30).62
Las categoras de Julia Monrrez para diferenciar los tipos de feminicidio constituyen una aportacin que ms all de permitirnos distinguir tipos de asesinatos, nos llevan a reflexionar sobre las motivaciones que lo desencadenan. No solamente por el componente de la erotizacin de la muerte que ella explica, sino porque toca uno de los puntos nodales que atraviesan el problema: las diferencias raciales y de clase social, que necesariamente nos llevan a mirar el contexto en el que se dan este tipo de asesinatos. Con esta clasificacin del fenmeno, la investigadora del Colegio de la Frontera Norte nos est alertando sobre la magnitud de un problema que no tiene que ver slo con el gnero, sino que habla de las contradicciones de un sistema econmico y poltico, que hace crisis precisamente en la poblacin ms vulnerable y menos valorada, en este caso, las mujeres. El asesinato de mujeres blancas, ricas, poderosas o influyentes, se explicara en el hecho de que, utilizando sus propias palabras se han salido de la raya. Esto quiere decir, que han transgredido los roles que les han sido asignados. Por lo tanto, para Monrrez, el feminicidio sexual sistmico:
Es el asesinato codificado de nias y mujeres por ser mujeres, cuyos cuerpos expropiados han sido torturados, violados, asesinados y arrojados en escenarios transgresivos, por hombres que hacen uso de la misoginia y el sexismo, para
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dem. P. 201.
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delinear cruelmente las fronteras de gnero por medio de un terrorismo de Estado, secundado por los grupos hegemnicos, que refuerza el dominio masculino y sujeta a familiares de vctimas y a todas las mujeres a una inseguridad crnica y profunda, a travs de un perodo continuo e ilimitado de impunidad y complicidades.63
Cuando habla de codificacin, se refiere a que las vctimas de los asesinos tienen cdigos (retomando el anlisis de Jane Caputi), a que los asesinos tienen una firma y un acompaamiento. Para ilustrar mejor este concepto pone de ejemplo los asesinatos que han tenido lugar en Ciudad Jurez, Chihuahua, en donde los cdigos que identifican a las vctimas son los siguientes: mujeres jvenes, morenas, estudiantes, obreras, econmicamente marginales. Los asesinatos tienen una firma: secuestro, tortura, mutilacin, violacin, exterminio. Por otro lado, las vctimas y las firmas se dan con un acompaamiento de asesinos sexuales seriales, de asesinos mltiples o de asesinos solitarios. En este caso, Monrrez refuerza la tesis de Lagarde, en el sentido de que existe una participacin del Estado; sin embargo, va ms all: introduce el trmino de terrorismo de Estado, dejando en claro que no se trata de negligencias u omisiones dispersas, sino de actitudes que tienen su base en una poltica, que por si fuera poco est secundada por los grupos hegemnicos, por lo que queda implcito que s existe una ganancia en el acto mismo de matar a una mujer. La ganancia ms clara, si atendemos a esta definicin, es el dominio masculino a
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dem. P.202.
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travs del terror infundido a las mujeres: a travs de este sentimiento de inseguridad, las mujeres se vuelven ms controlables. Cabe resaltar el hecho de que Monrrez no slo est queriendo definir el concepto, sino que se pregunta: Cmo hacer del feminicidio una categora jurdica viable? A pesar de que su objetivo ltimo es la Ley, su definicin no se centra solamente en aquellos que fsicamente incurren en el acto delictivo, sino en todos aquellos que se ven beneficiados y que participan indirectamente. La definicin de Monrrez deja ver que no est tan preocupada por los individuos, sino en la red de complicidades que permite, fomenta y premia estas actitudes misginas. En pocas palabras, pone su nfasis en el sistema porque considera que en su estructura se localiza la raz del problema. Por otro lado, la aseveracin de Monrrez de que el feminicidio es producto del sistema patriarcal nos coloca exactamente en el meollo del asunto: el poder se ejerce en contra de las mujeres y se ejerce precisamente cuando estas no responden a los mandatos o a las exigencias del sistema patriarcal, ya que esto implica atentar contra su propia existencia. No debe extraarnos, entonces, el hecho de que los responsables del feminicidio no slo se conformen con asesinar a las mujeres, sino que encima las responsabilicen de su propia muerte. Los interrogatorios de las autoridades supuestamente encargadas de la procuracin de justicia, incluso los juicios emitidos por los medios de comunicacin as lo manifiestan: por qu su hija estaba fuera de casa a esas horas de la noche?, cmo iba vestida?, seguramente se fue con su novio, son algunas de las frases que conllevan una descalificacin de tipo moral y que delatan, precisamente, ese ensaamiento hacia una mujer que se sale de las reglas. 53
Estamos hablando, justamente, del mecanismo que implementa el propio poder para mantenerse y reproducirse. Dice Monrrez Fragoso:64
En todo patriarcado hay un exterminio hacia las mujeres que se presenta bajo diferentes esquemas. Ya sea por medio del aborto en el patriarcado moderno; o esta vigilancia que se tiene sobre el cuerpo de las mujeres acerca de lo que deben comer o sobre cmo tienen que lucir su figura. Tambin cuando se les niega a las mujeres en algunos pases o en algunas partes el acceso a la comida. Las triples jornadas y las dobles jornadas de trabajo son tambin exterminios patriarcales. El feminicidio en un continuo sistemtico de violencia hacia la mujer. Es lo ltimo que cabe esperarse del exterminio.
Los aportes de Julia Monrrez para entender el feminicidio no deben soslayarse: la idea del sistema patriarcal imperante permanece de principio a fin dentro de su anlisis. La idea de la reproduccin del sistema y de los mecanismos que ste debe implementar para lograrlo, ayuda a entender esta aparente historia sin fin, a la vez que obliga a desmenuzar de manera crtica los componentes del orden imperante. Por otro lado, su clasificacin de los distintos feminicidios nos obliga a no irnos por la va fcil que sera, en este caso, hablar de feminicidios en general, sin distinguir sus diferentes mviles y sus distintas vertientes. Pero sobre todo, nos permite ir separando los crmenes que se dan en el mbito pblico y el privado, y nos empuja a considerar los distintos contextos.
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El feminicido es el exterminio de la mujer en el patriarcado. Entrevista a Julia Monrrez en laTriple Jornada, suplemento de La Jornada. Graciela Atencio. Mxico. Domingo 19 de octubre de 2002. Se encuentra en: http://www.webmujeractual.com/noticias/femicidio.htm
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En cuanto a su definicin de feminicidio sexual serial, considero que sera pertinente seguir problematizando. Estoy de acuerdo con Monrrez en el hecho de que la erotizacin y la sexualidad tienen que ver con toda una red simblica, que es a final de cuentas lo que constituye una cultura, y que esa erotizacin del matar sea producto de esa cultura patriarcal al que se le aaden componentes del llamado neoliberalismo, como la mercantilizacin de todos aquellos objetos erticos. No dudo que el componente sexual sea uno de los ms importantes en los asesinatos de mujeres, sobre todo, en aquellos que se han exhibido pblicamente, al dejar los cuerpos en lugares estratgicos para hacerlos visibles. Sin embargo, cualquier acercamiento a la idea de que es un problema cultural, me parece que nos lleva de la mano a deducir que se trata de un patrn tan introyectado en los individuos que conforman determinada sociedad, que casi es imposible erradicarlo. No estoy diciendo que la propuesta de Monrrez sea esa, puesto que ella est denunciando cmo participan el Estado y los grupos hegemnicos en esa construccin de smbolos y en la ejecucin de los propios crmenes. Sin embargo, s creo que hay que tener ms cuidado con esa asociacin homicidio sexualidad. Sobre todo por el hecho de que resulta necesario ir ms lejos en la explicacin de estos crmenes, pues si bien, muchas veces muestran elementos sexuales, no podemos dar por sentado que la forma y el fondo tengan una equivalencia exacta. Con esto quiero decir, que el componente sexual puede ser una motivacin, pero tambin una estrategia para la demostracin de poder y el mensaje que va implcito. Habra que preguntarnos, por ejemplo, si estos asesinatos constituyen un medio o un fin en s mismos: si son el resultado de toda esta erotizacin o si el elemento sexual est cumpliendo 55
con una funcin de poder que traspasa el momento del acto sexual, es decir, que busca instalarse en el imaginario social, ya sea como una amenaza u otro tipo de mensaje. Por lo tanto, resulta necesario ir ms a fondo para entender el significado de un aniquilamiento revestido de toda una carga ertica y por otro lado, pensar qu sucede en los casos en los que no se da este componente sexual: es otra clase de feminicidio?, se le puede llamar as?, y cul es la diferencia sustancial con los asesinatos que s van acompaados de esta erotizacin? Rita Laura Segato, investigadora del Departamento de Antropologa en la Universidad de Brasilia, es una de las tericas que nos ha alertado sobre esta vinculacin inmediata entre los asesinatos de mujeres y el componente sexual. Aqu habra que diferenciar el hecho de que Segato cuestiona el elemento sexual como mvil. De hecho, considera que esta frase tan cotidiana de que se trata de crmenes con mvil sexual, es la manera en que tanto autoridades como formadores de opinin estimulan una percepcin indiscriminada de la cantidad de crmenes misginos que ocurren en Ciudad Jurez como en cualquier otra localidad de Mxico, de Centroamrica y del mundo.65: As es como los enumera: crmenes pasionales, violencia domstica, abuso sexual, violaciones a manos de agresores seriales, crmenes por deudas de trfico, trfico de mujeres, crmenes de pornografa virtual, trfico de rganos, etc. Y agrega: Entiendo esa voluntad de indistincin, as como tambin la permisividad y naturalidad con que en Ciudad Jurez se perciben todos los crmenes contra las mujeres, como un smoke-screen,
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Segato, Rita Laura. Territorio, soberana y crmenes de segundo estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Jurez. Serie antropologa 362. Universidad de Brasilia. 2004. P. 3.
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una cortina de humo cuya consecuencia es impedir ver claro un ncleo central que presenta caractersticas particulares y semejantes66. Cabe destacar el hecho de que ella teoriza en relacin a los crmenes que suceden especficamente en Ciudad Jurez, Chihuahua, aunque considero que la madeja que va desenredando nos puede dar mucha luz, ya sea para leer de otra manera los feminicidios en general, o simplemente, para llegar a una definicin ms especfica y esclarecedora del concepto que en este trabajo nos ocupa. Antes que nada, Rita Laura Segato ve a los feminicidios como parte de un cdigo, pues considera que Ciudad Jurez es una mquina comunicativa cuyos mensajes se vuelven inteligibles solamente para quien, por una u otra razn, se adentr en el cdigo67 Y es justamente en la ininteligibilidad del resto de la poblacin, contina Segato, que los asesinos se refugian, como en un tenebroso cdigo de guerra, en un argot compuesto enteramente de acting outs. Para la autora, lo que emerge aqu, es que los asesinos no son necesariamente gente marginal como se nos ha querido hacer creer. Por el contrario, las personas de bien, los grandes propietarios estn vinculados con las muertes, puesto que ningn crimen realizado por marginales comunes se prolonga por tanto tiempo en total impunidad, y que ninguna polica seria habla con tamaa liviandad de lo que, en general, es producto de una larga investigacin: el mvil, el motivo, la razn de un crimen68. Segato tambin ha manifestado que: En las marcas inscritas en estos cuerpos, los perpetradores hacen pblica su capacidad de dominio irrestricto y totalitario
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sobre la localidad ante sus pares, ante la poblacin local y ante agentes del Estado, que son inermes o cmplices.69 Otro elemento que ha distinguido en su anlisis son las afinidades entre cuerpo femenino y territorio. En ese sentido, analiza tambin lo que significa la violacin sexual:
Uso y abuso del cuerpo del otro sin que ste participe con intencin o voluntad compatibles, la violacin se dirige al aniquilamiento de la voluntad de la vctima, cuya reduccin es justamente significada por la prdida del control sobre el comportamiento de su cuerpo y el agenciamiento del mismo por la voluntad del agresor. La vctima es expropiada del control sobre su espacio-cuerpo70.
Es por todas estas razones, enfatiza Segato, que la violacin es el acto alegrico por excelencia de la definicin schmittiana de la soberana control legislador sobre un territorio y sobre el cuerpo del otro como anexo a ese territorio71. Segn Rita Laura Segato, la violacin adquiere ese significado ya que debido a la funcin de la sexualidad (en trminos de cmo est planteada en el mundo que conocemos) conjuga en un acto la dominacin fsica y moral del otro, y aade ella: no existe poder soberano que sea solamente fsico. Es por esta razn que una guerra que resulte en exterminio no constituye victoria, porque solamente el poder
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Rita Laura Segato. Qu es un feminicidio. Notas para un debate emergente. En: Belausteguigoitia, Marisa y Melgar, Luca. Frontera, violencia, justicia: nuevos discursos. PUEGUNAM, UNIFEM. Mxico, 2007. P. 43. 70 Territorio, soberana y crmenes Op. Cit. P. 4. 71 bidem. P. 4.
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de colonizacin permite la exhibicin del poder de muerte ante los destinados a permanecer vivos.72 Segato introduce otro razonamiento que puede ayudar a entender tambin algunas estrategias de guerra, as como de colonizacin:
Aqu coincide con Julia Monrrez al afirmar que este tipo de violencia, por lo general lleva una firma. Y cita a Jacques Derrida para decir que la firma es la huella reconocible de un sujeto, de su posicin y de sus intereses, en lo que dice, en lo que expresa en palabras o acto.74 La aportacin de Segato en este sentido, es que aade que el violador emite sus mensajes a lo largo de dos ejes de interlocucin y no solamente de uno, como generalmente se considera, pensndose exclusivamente en su interlocucin de la vctima.75 En el eje vertical, el agresor se dirige a su vctima y, yo agregara, a sus otras posibles vctimas, ya que, segn Segato, su discurso adquiere un cariz punitivo y el agresor un perfil de moralizador, de paladn de la moral social porque, en ese
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dem. P. 5. Ibdem. P. 5. 74 Citado por Rita Laura Segato: Derrida, Jacques, Marges de la philosophie. Paris: Minuit, 1972. bidem P. 6 75 bdem. P. 6.
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imaginario compartido, el destino de la mujer es ser contenida, censurada, disciplinada, etc.76. En este punto Segato coincide con Monrrez cuando afirma que el feminicidio es el mensaje patriarcal hacia todas aquellas mujeres que no cumplen con el rol asignado o que se han salido de la raya. En el eje horizontal, el mensaje es el que sin duda aporta Segato:
Aqu, el agresor se dirige a sus pares, y lo hace de varias formas: les solicita
ingreso en su sociedad y, desde esta perspectiva, la mujer violada se comporta como una vctima sacrificial inmolada en un ritual inicitico; compite con ellos, mostrando que merece, por su agresividad y poder de muerte, ocupar un lugar en la hermandad viril y hasta adquirir una posicin destacada en una fratra que slo reconoce el lenguaje jerrquico y una organizacin piramidal.77
Es a partir de esta lgica, que segn la autora es el proceso discursivo mediante el cual se produce la coherencia masculina o masculinidad, que deben interpretarse los crmenes de mujeres en Ciudad Jurez, por lo que no est de acuerdo en el hecho de que el odio a la vctima sea el factor fundamental en los feminicidios de Jurez. Ms bien, est convencida de que la vctima es el deshecho del proceso, una pieza descartable, y de que condicionamientos y exigencias extremas para atravesar el umbral de la pertenecia al grupo de pares se encuentran por detrs del enigma de Ciudad Jurez 78. Porque, segn ella, Estas exigencias y formas de exhibicionismo son caractersticas del rgimen
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patriarcal en un orden mafioso79. En ese sentido, el feminicidio vendra siendo un ritual de paso, tal como lo entiende Vctor Turner.80 Esto quiere decir: el ritual que se exige para demostrar que se es digno de pertenecer a un grupo. Rita Laura Segato parte de la hiptesis de que los feminicidios de Jurez se pueden comprender mejor si dejamos de pensarlos como consecuencia de la impunidad e imaginamos que se comportan como productores y reproductores de impunidad. Y propone: el ritual sacrificial, violento y macabro, une a los miembros de la mafia y vuelve su crculo inviolable81. En ese sentido, hace la diferencia entre este tipo de crmenes y los que son perpetrados en la intimidad del espacio domstico: en uno, se trata de una constatacin de un dominio ya existente; en el otro, de una exhibicin de capacidad de dominio que debe ser reeditada con cierta regularidad y puede ser asociada a los gestos rituales de renovacin de los votos de virilidad. Y aade: El poder est, aqu, condicionado a una muestra pblica dramatizada a menudo en un acto predatorio del cuerpo femenino.82 La definicin de feminicidio para Segato tiene que ver, entonces, con esos cdigos:
Los feminicidios son mensajes emanados de un sujeto autor que slo puede ser identificado, localizado, perfilado, mediante una escucha rigurosa de estos crmenes como actos comunicativos83. Ms adelante, explica: Es en su discurso que encontramos al sujeto que habla, es en la realidad de este sujeto que se
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bidem. P. 7. Ver Turner, Vctor. La selva de los smbolos: aspectos del ritual Ndembu. Traduccin castellana de: The forest of symbols. Ithaca. Nueva York. 1967. Siglo XXI. Madrid, 2005. 81 Territorio, soberana yOp. Cit. P. 8 82 dem. P.9. 83 bidem. P. 9.
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Segato apuesta a que el autor del crimen es un sujeto que valoriza la ganancia y el control territorial por encima de todo, incluso por encima de su propia felicidad personal. A travs de este tipo de crmenes, le confirma a sus aliados y socios en los negocios que la comunin y la lealtad del grupo contina inclume. Les dice que su control sobre el territorio es total, que su red de alianzas es cohesiva y confiable, y que sus recursos y contactos son ilimitados85. Dado que para Segato, en la lengua del feminicidio cuerpo tambin significa territorio, su definicin final de feminicidio es la siguiente:
Es el asesinato de una mujer genrica, de un tipo de mujer, slo por ser mujer y por pertenecer a este tipo, de la misma forma que el genocidio es una agresin genrica y letal a todos aquellos que pertenecen al mismo grupo tnico, racial, lingstico, religioso o ideolgico. Ambos crmenes se dirigen a una categora, no a un sujeto especfico. Precisamente, este sujeto es despersonalizado como sujeto porque se hace predominar en l la categora a la cual pertenece sobre sus rasgos individuales biogrficos o de personalidad. Pero hay, una diferencia entre estos dos tipos de crmenes que debera ser mejor examinada y discutida. Si en el genocidio la construccin retrica del odio al otro conduce la accin de su eliminacin, en el feminicidio la misoginia por detrs del acto es un sentimiento ms prximo al de los cazadores por su trofeo: se parece al
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desprecio por su vida o a la conviccin de que el nico valor de esa vida radica en su disponibilidad para la apropiacin.86
Ahora, las pregunta seran: por qu este tipo de crmenes suceden en un lugar como Ciudad Jurez?, y por qu ahora? Rita Laura Segato afirma que los asesinatos de las mujeres de Ciudad Jurez pueden ser la pista definitiva de que la descentralizacin, en un contexto de desestatizacin y de neoliberalismo, no puede sino instalar un totalitarismo de provincia, en una conjuncin regresiva entre posmodernidad y feudalismo, donde el cuerpo femenino vuelve a ser anexado al dominio territorial87. Estoy de acuerdo con la autora en tanto que no podemos obviar el hecho del debilitamiento de los Estados Nacionales, en el que se alude a que el mercado es el que regula todo (esta cuestin se revisar ms adelante), pero sobre todo, ese proceso en el que a la vez que se abren fronteras, como es el caso concreto de la Unin Europea, se recrudecen los nacionalismos, incluso, las identidades tnicas. Rita Laura Segato introduce el concepto de frontera para explicar los asesinatos de mujeres en Ciudad Jurez, al decir que esta ciudad es frontera entre el exceso y la falta, Norte y Sur, Marte y la Tierra88. Lo que es curioso, es cmo asocia la idea de totalitarismo en un espacio y un tiempo en el que el neoliberalismo cobra su mayor auge. La razn es que una de las caractersticas de los regmenes totalitarios, explica, es el encierro, la representacin del espacio totalitario como un universo sin lado
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de afuera, encapsulado y autosuficiente, donde una estrategia de atrincheramiento por parte de las elites impide a los habitantes acceder a una percepcin diferente, exterior, alternativa de la realidad. En ese sentido, extranjero y extrao en la comarca son transformados en categoras de acusacin y se confisca la posibilidad de hablar desde afuera. Segato aade que los movimientos totalitarios tienen todava en comn con las sociedades secretas la escisin dicotmica del mundo entre h ermanos por pacto de sangre y una masa indistinta e inarticulada de enemigos jurados () distincin basada en la absoluta hostilidad al mundo que los rodea ()89. Esta interseccin que apunta Segato entre el totalitarismo y el neoliberalismo, en donde, tericamente todo cabe, nos lleva a pensar en un problema ms complejo, el que traza la delgada lnea que separa al nosotros del otro. Esta autora introduce el concepto de otredad, entendida, como la construccin de sujetos que estn fuera de la corporacin, como ella nombra a la elite que firma su fraternidad con sangre. Por eso es que afirma que los feminicidios de Ciudad Jurez no son crmenes de gnero sino crmenes corporativos y ms especficamente, son crmenes de segundo Estado, de Estado pa ralelo90. Lo cierto es que se trata de crmenes del colectivo masculino hermanados contra las mujeres como otras, aunque la otredad no solamente est representada por ellas. Si hacemos un alto en el camino para reflexionar en la direccin de Segato, podemos encontrar un paralelo con los secuestros y desapariciones realizados por grupos polticos totalitarios (Como es el caso de los Zetas, la CIA y los regmenes
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dictatoriales de los aos 70s y 80s en Amrica Latina) en contra de militantes y perseguidos polticos. La argentina radicada en Brasil concluye diciendo que los crmenes, a los que llamamos feminicidios, son ms prximos a los crmenes de Estado, crmenes de lesa humanidad donde el estado paralelo que los produce no puede ser encuadrado porque carecemos de categoras y procedimientos jurdicos eficientes para enfrentarlo.91 Es importante aclarar que las reflexiones de estas tres tericas expuestas anteriormente: Patricia Ravelo, Julia Monrrez y Rita Laura Segato, apuntan con el dedo especficamente los casos de Ciudad Jurez, Chihuahua. Por lo tanto, no podemos generalizar y decir que esto aplica para los feminicidios del resto del pas, como tampoco podemos afirmar que ningn estado presenta caractersticas equiparables. Por lo pronto, el caso del Estado de Mxico s ha presentado asesinatos con sntomas similares. Una nota del peridico El Universal a finales del 2007 comienza as:
TOLUCA, Mx. Cuando se descubrieron los restos de Estela Coln Coln, de 43 aos de edad, y de su hija Olga Lidia, de slo tres aos, en un paraje cercano al Ro Verdiguel de esta ciudad, a los investigadores les sorprendi el grado de violencia y saa con que fueron ejecutadas. El cuerpo de la madre quien dej en la orfandad a 7 hijos estaba envuelto en dos sbanas y la cabeza estaba envuelta en una bolsa de nailon, tena los pies y
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bidem. P. 14.
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manos atados con hilo camo, adems de haber sido violada con un cuchillo, que deliberadamente los asesinos dejaron en sus partes ntimas92.
Este es tan slo un ejemplo que indica que el patrn registrado en Ciudad Jurez va ms all de Ciudad Jurez. Por otro lado, considero que este patrn reviste una importancia que tiene que ver con el efecto provocado en la comunidad o sociedad en el que acontece. Esos son los casos que la prensa suele dar a conocer, pero tambin son los casos (por lo ostentosos que resultan) que ms quedan introyectados en el imaginario de las propias mujeres. El feminicidio es un problema social porque trasciende a las vctimas.
El punto de vista de las guatemaltecas Un anlisis realizado en el 2005, por la bancada de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca en el Congreso93, puntualiza lo siguiente:
La definicin de una violacin de derechos humanos, de un delito y/o de un hecho criminal no es esttica; como todas las ciencias, las jurdicas y sociales deben estar en constante evolucin para responder a los cambios, descubrimientos y caractersticas que presentan las sociedades a las cuales pretenden aportar una normatividad que garantice el bienestar y la dignidad humana
El feminicidio no para. Nota de Mara Teresa Montao. El Universal. Sbado 10 de noviembre de 2007. 93 Feminicidio en Guatemala. Crmenes contra la humanidad. Investigacin preliminar. Congreso de la Repblica. Bancada de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca URNG. Guatemala, 2005. P. 13.
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Adems de coincidir plenamente con esta premisa, considero que la conceptualizacin debe ser un medio ms que un fin en s mismo, por lo tanto, no debe alarmarnos el debate que se est dando actualmente alrededor del trmino feminicidio, debate que por cierto, intuyo, est siendo mucho ms acalorado en Guatemala que en nuestro pas. Esta afirmacin tiene que ver con el hecho de que en el pas centroamericano ni siquiera logran ponerse de acuerdo respecto a qu trmino es ms conveniente utilizar, si feminicidio o femicidio, por lo que las distintas organizaciones de mujeres se ven en la necesidad de defender reiteradamente su punto de vista. Otra cosa que hay que dejar en claro es el para qu buscamos una definicin precisa del fenmeno. No soy abogada, pero considero que tambin es importante y nos interesa sobremanera la viabilidad jurdica del trmino, si consideramos que una ley podra ayudarnos a contrarrestar el fenmeno. En es sentido, el punto de vista social y el terreno de las leyes, aunque son diferentes, no deben de estar peleados, sino buscar elementos para que puedan complementarse mutuamente. El anlisis de la URNG dice, no sin razn, que:
Se trata de un trmino poltico que no slo incluye a los agresores individuales sino a la estructura estatal y jurdica, ya que al no existir el feminicidio como delito instituido dentro de la legislacin, no se le da el tratamiento jurdico y sociolgico adecuado a los casos que presentan las caractersticas que lo individualizan: que la persona sea asesinada y se trate de una mujer; por otro lado, el Estado, a travs de su inoperancia contribuye a la impunidad, al silencio y a la indiferencia social.94
94
dem. P.16
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Cabe resaltar el hecho de que en Guatemala se est dando una fuerte discusin acerca de cul de los dos trminos resulta ms apropiado: femicidio o feminicidio. Esto tiene que ver, sobre todo, con el hecho de que en el primero se homologa con homicidio, que no es sinnimo de asesinato, pues el primero implica la muerte imprudencial. En el caso de este ltimo se requiere de alevosa y ensaamiento, mientras que el homicidio se puede dar por diferentes causas: accidente o legtima defensa. En ese sentido, las feministas guatemaltecas, especialmente las activistas, no aceptan el trmino de femicidio, pues consideran que es muy peligroso que a las muertes violentas de las mujeres se les pueda catalogar simplemente como homicidios, siendo que fueron llevadas a cabo con toda la premeditacin, alevosa y ventaja de un asesinato de odio. Por otro lado, las abogadas se inclinan ms por ese trmino, al considerar que el feminicidio, tal como lo plantea Marcela Lagarde, resulta muy general. Hilda Morales, de la Red de la No Violencia contra las mujeres lo explica as:
El concepto que maneja Marcela Lagarde se puede establecer en dos formas. En el sentido amplio, que tiene que ver con todas las formas de violencia contra las mujeres. Y en el sentido estricto, que es la violencia contra las mujeres llevada a cabo en una poca determinada en un lugar determinado. Para m, eso va ms all de una figura que se debe discutir en el plano nacional, pues se debe insertar en el plano internacional como un delito de lesa humanidad95.
95
Entrevista de la autora con Hilda Morales. Ciudad Guatemala, Guatemala. Mircoles 8 de agosto de 2007.
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Morales lo est viendo desde la perspectiva de la viabilidad jurdica. En ese sentido, ve la imposibilidad de penalizar ese continuum de violencia, porque si bien es cierto que el asesinato es su ltimo eslabn, como ella misma lo explica, no se puede penalizar de la misma manera en el abuso sexual o en el psicolgico, etc. Por otro lado, ve completamente inviable que desde las leyes nacionales se pueda inculpar al propio Estado, desde un punto de vista prctico y de procedimiento. Esto quiere decir: el Estado no se va a juzgar, mucho menos a castigar a s mismo. Como deca anteriormente, no pueden confundirse el punto de vista jurdico y el sociolgico, pero ambos deben tomarse en cuenta para abordar un tema tan complejo como el feminicidio. Si bien es cierto que el aspecto jurdico debe considerar las caractersticas especficas del pas, no hay que dejar de lado que en un plano y en otro, la definicin de feminicidio es demasiado general. Hilda Morales lo explica as:
El derecho penal es demasiado riguroso, puesto que a una conducta claramente definida le corresponde una sancin. Por eso, nosotras debemos hablar de violencia contra las mujeres con diferentes figuras, mismas que deben dar cuenta de la especificidad: acoso sexual, violencia intrafamiliar, homicidio, etc. Lo que s podemos hacer es hablar del inter criminis, es decir, del camino para llegar al crimen, pero el crimen es uno, con todas sus circunstancias, agravantes, atenuantes, para escoger la pena que corresponde96.
96
dem.
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Volviendo al debate que tiene lugar en Guatemala acerca del uso de los trminos femicidio y feminicidio, est por ejemplo, la voz de Norma Cruz, directora de la fundacin Sobrevivientes, quien se opone terminantemente a la figura del primero97:
intencionalidad de hacerlo y se logra el cometido. El homicidio es simplemente quitarle la vida a alguien, aunque esto haya sido por accidente o por una cuestin emotiva, pero sin que la intencin fuera esa. El hecho de ponerlo as es emitir un mensaje con una sentencia ejemplificante, para que nosotras no sigamos llevando los dems casos a la justicia98.
Para Norma Cruz, dejar que los asesinatos de mujeres en Guatemala aparezcan como homicidios, significa dejar que el Estado, la ley y las distintas autoridades minimicen esos actos, primeramente para disminuir sentencias, pero sobre todo, para hacer como que los asesinatos de mujeres no constituyen un problema de discriminacin y misoginia. Cabe resaltar que la organizacin Sobrevivientes trabaja con mujeres vctimas de violencia y con familiares de vctimas del feminicidio. Es esta organizacin la que en muchas ocasiones ha denunciado los asesinatos para hacer que estos actos delictivos vayan a juicio. En ese sentido, Cruz habla por experiencia propia, pues ha sido testigo de cmo en muchos casos, se ha apelado a la tipificacin de homicidio para disminuir las condenas de
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Entrevista de la autora con Norma Cruz. Ciudad Guatemala, Guatemala. Sbado 4 de agosto de 2007. 98 dem.
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los responsables. Por eso es que ella habla de feminicidio, pues en su caso, ve muy claramente cmo el asesinato es el ltimo eslabn de ese continuum de violencia del cual la mujer es objeto. El Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos (CALDH) coincide con esta postura. En su informe publicado en el 2005 apunta99:
El feminicidio se comete en sociedades o en crculos sociales cuyas caractersticas patriarcales y la violacin a los derechos humanos se concentran y agudizan de manera crtica. En su mayora, se articulan con otras condiciones sociales y econmicas de marginacin y exclusin social, jurdica y poltica. Es el producto de una organizacin social basada en un ambiente ideolgico de machismo y misoginia, de violencia normalizada contra las mujeres. Estas caractersticas se aplican a la situacin que se vive en Guatemala.
Siguiendo esta lnea conceptual, este documento de trabajo parte de entender que el feminicidio es un estado de violencia de gnero que abarca diferentes tipos de violencia en contra de las mujeres, todas ejercidas de manera cruel y como demostracin de odio hacia ellas, que se produce de manera sistemtica en un lugar y en un tiempo determinado, amparado en la impunidad y tolerancia del Estado, teniendo como resultado, en algunas ocasiones, la muerte violenta de las mujeres y que por tanto, este estado generalizado de formas de violencia extrema es un agravamiento del continuum de violencia en contra de las mujeres.
99
Asesinatos de mujeres: expresin del feminicidio en Guatemala. Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos (CALDH). Guatemala, 2005. Pp. 11 y 12.
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() El feminicidio engloba al femicidio ya que, en el sentido estricto, este segundo trmino se refiere, nicamente, a los casos de muertes violentas de mujeres, teniendo el primero un carcter ms genrico y amplio ya que abarca otros tipos de violencia en contra de las mujeres, que no necesariamente terminan siempre en la muerte. Por tanto, se puede entender que femicidio equivale a muerte violenta de mujeres, y segn las tipificaciones penales de algunos pases, como Chile, femicidio equivale a homicidio y es por ello que se ha usado como equivalente, pero esta situacin no se ajusta a Guatemala. En este pas existe diferencia entre homicidio y asesinato, establecindose que el homicidio puede ser intencional o no y el asesinato siempre reviste una intencionalidad100.
El estudio publicado por la fraccin de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca del Congreso de la Repblica101 acepta que existe un vaco legal, ya que el concepto feminicidio no ha sido incluido en ningn pas latinoamericano, y ms adelante especifica:
El feminicidio es el conjunto de hechos de lesa humanidad que conforman los crmenes contra mujeres. Podra verse como el corolario de la cadena de violencia que tienen que enfrentar diariamente las mujeres y constituye la manifestacin ms cruel de una sociedad machista que acepta y normaliza este tipo de actos.
100 101
dem. P. 12 y 13. Feminicidio en Guatemala. Crmenes contra la humanidad. Investigacin preliminar . Congreso de la Repblica. Bancada de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca URNG. Guatemala, noviembre de 2005. P. 16
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Como vemos, la discusin en Guatemala acerca de los dos trminos tiene que ver; uno, con la dificultad de homologar la figura del homicidio y el asesinato; y dos, con la vastedad de crmenes contenidos en el concepto mismo de feminicidio. En el caso de las tericas feministas que hablan del caso concreto de Mxico, dentro de las cuales incluyo a Rita Laura Segato a pesar de ser argentina radicada en Brasil, me parece que el debate se ha dado ms a partir de lo que hay detrs de los asesinatos de mujeres, y no tanto en la bsqueda de una tipificacin, a pesar de que Julia Monrrez s propone el concepto como categora jurdica. Lo que es seguro y no debemos eludir es que actualmente, una serie de interrogantes aparecen de manera inevitable cada vez que escuchamos el trmino feminicidio. Algunas de las preguntas que se nos vienen a la mente cuando escuchamos esta palabra son: Cules son los lmites del feminicidio?, a qu nos referimos exactamente con este trmino? Los crmenes pasionales y de violencia intrafamiliar son parte del problema, o debemos verlos como un problema aparte? Desde el punto de vista prctico, tambin vienen otros cuestionamientos: Cmo tipificar al feminicidio como delito?; si el feminicidio es un delito de lesa humanidad, cmo denunciar al Estado cmplice en todas y cada una de las muertes de estas mujeres? Cul es la viabilidad jurdica para hacer efectivo el castigo para quien cometa un crimen de esta naturaleza? Qu hacer con la violencia intrafamiliar y con el acoso sexual, que por supuesto son la antesala de los asesinatos? El debate se est dando y eso tiene que ver con la dinmica que reviste a un concepto como el que aqu nos ocupa. En ese sentido, y puestos los puntos sobre 73
las es, dejar en claro qu es lo que yo entiendo por feminicidio, y a lo que me estar refiriendo cada vez que mencione este trmino a lo largo de este trabajo. Para ello, recojo los aspectos que me parecen trascendentes sobre las definiciones que ya se han dado y que a su vez, dan cuenta del nfasis que desde mi punto de vista, debiera darse al hablar del problema. Feminicidio, tal como yo lo entiendo, es el ltimo eslabn del continuum de violencia contra las mujeres en una sociedad que las menosprecia; es el punto extremo del ejercicio de dicha violencia manifestada anteriormente de mltiples formas. Feminicidio es el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, en una demostracin de poder hacia la vctima, en el que tambin se est enviando un mensaje a la comunidad en la que ocurre. Es el acto en el que se le pone fin a la vida de una mujer y para el cual, se emplea una logstica que implica recursos materiales y humanos. El feminicidio es un crimen de odio. Me referir al feminicidio siempre y cuando la violencia ejercida contra una mujer haya llegado al extremo de la aniquilacin de la misma. Entiendo por feminicidio al crimen planificado, en el cual hay una ostentacin de poder para hacerse de recursos y de implementar toda una logstica para llevar a cabo su cometido: existe una especializacin por parte de los asesinos. Para que ocurra el feminicidio tiene que haber ventaja, premeditacin, alevosa, saa, y una red de complicidad en distintos niveles. Si nos atenemos a esta definicin de feminicidio podramos concluir que el feminicidio ha existido siempre, desde la Edad Media, cuando se quemaba a las brujas por el peligro que representaba el tipo de conocimientos con el que
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contaban, hasta las vctimas de Jack El destripador a finales del siglo XIX 102, o las mujeres asesinadas en Ciudad Jurez, Chihuahua en la actualidad. Para especificar las caractersticas del feminicidio tal como se da hoy en da, en pases de Amrica Latina, especficamente en Mxico y Guatemala abordar el feminicidio como un concepto fronterizo, ponindolo en el contexto de la apertura de fronteras, la llamada globalizacin y la transculturacin que caracteriza a nuestra poca.
Feminicidio y frontera Por qu o para qu nos servira estudiar el feminicidio que ocurre en Mxico y Guatemala como un concepto fronterizo? Creo que el feminicidio, tal y como lo entendemos a partir de la informacin emitida por los peridicos y los dems medios de comunicacin, nos remite ineludiblemente a las fronteras. A la frontera geogrfica, para empezar, pues en el caso de Mxico, los asesinatos de mujeres que han gozado de mayor visibilidad han sido los que se registran en Ciudad Jurez o en otras ciudades de la frontera con Estados Unidos. En el caso de Guatemala, los mayores asesinatos se registran en las zonas urbanas, principalmente en Ciudad Guatemala, en donde las mujeres asesinadas son pobres y son ladinas. Pero Guatemala en s misma es una frontera; es el punto que une al Norte y al Sur, es el lugar de paso por excelencia. Aunque la frontera principal, en este caso, sera la de sexo gnero, esa sutil lnea que divide al destino de hombres y mujeres, y que hace que una persona
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sea asesinada por tener un cuerpo femenino y por ninguna otra razn, por lo menos aparentemente. Sin embargo, tambin est la frontera de raza y la de clase social; no es lo mismo tener rasgos indgenas que un fenotipo europeo; no es lo mismo ser una mujer ejecutiva, con un alto puesto en alguna empresa transnacional, que ser empleada de la maquila. En otras palabras, no es lo mismo ser Ernestina Ascencio, la indgena asesinada en Zongolica, Veracruz, en febrero de 2007103, que Pars Hilton, la controvertida estadounidense, heredera de una fortuna de 1.410 millones de dlares estadounidenses, proveniente de una famosa cadena hotelera. El dinero, los estudios, las relaciones, parecen fungir como una suerte de protectores para las mujeres en medio de un sistema patriarcal. Es por todas estas razones que a lo largo de este trabajo, me referir al feminicidio como a un concepto fronterizo, pues considero que en el contexto actual, seguir negando que la frontera de gnero o de sexo sea de primera importancia (comparada con la de clase social, por ejemplo) en las relaciones de desigualdad, contribuye a perpetuar el crculo vicioso que engloba la historia de la humanidad, por lo menos de los ltimos siglos, y que se refleja en este tipo de actos que generan asombro, pero que por otro lado son solapados y engendrados por la misma red social. Si bien, tanto en el caso de Ciudad Jurez, Chihuahua, como en el de Ciudad Guatemala, el anlisis del feminicidio conlleva necesariamente la consideracin de otras fronteras (la de raza y clase social, por lo menos), es esa frontera la que realmente nos puede dar la clave para entender, si no el origen del problema, s el contexto y el orden simblico en el que se da.
103
El caso de la muerte de esta mujer fue muy polmico porque la versin inicial es que fue violada tumultuariamente por varios soldados y las autoridades concluyeron que su muerte se debi a una gastritis crnica.
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Por otro lado, la sola existencia del feminicidio como tal, aun en un contexto de globalizacin y migraciones constantes, los conceptos de sujeto, identidad, pero sobre todo, el de ciudadana se tambalean toda vez que la frontera de gnero no se considera esencial. Es tambin por todos estos motivos, que no veo otra forma de abordar el fenmeno del feminicidio, ms que desde la ptica de los estudios culturales y del feminismo. No solamente para intentar explicar por qu ocurren estos asesinatos de mujeres, sino tambin para identificar de qu manera, las mujeres en Amrica Latina dejan y dejarn de ser vistas como objetos, para constituirse en un agente transformador y, de esta manera, hacerle frente a todas estas prcticas discriminatorias en nuestra regin. Cuando afirmo que el feminicidio es, necesariamente, un concepto fronterizo no me refiero solamente al derrotero epistemolgico desde el cual debe ser analizado. Me refiero tambin a la caracterstica intrnseca de sus sujetos y
evidentemente, del espacio en el que se lleva a cabo. Si bien, es verdad que el feminicidio se caracteriza por el asesinato de mujeres por su condicin de ser mujeres, es verdad que no cualquier mujer es igualmente suscep tible de ser asesinada. En su estudio, Vctimas de crmenes sexuales, Julia Monrrez, subraya que en el caso de los asesinatos de mujeres en Ciudad Jurez, Chihuahua, la mujer es menos que mujer, menos que ser humano, es un objeto al que se le niega su experiencia subjetiva. La estrategia de dominio masculino se apropia del cuerpo de las mujeres al mismo tiempo que dispone del espacio pblico.104
104
Julia Monrez Fragoso. Vctimas de crmenes sexuales. Citado por Sergio Gonzlez Rodrguez en Huesos en el desierto. Anagrama, Barcelona, 2002. P.37.
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Por lo tanto, estamos hablando de que en el feminicidio, la mujer deja de ser sujeto para convertirse en objeto, y lo que la hace convertirse en objeto es, primero que nada, su sexo, pero tambin el hecho de ser pobre, morena (o con facciones indgenas) y muy probablemente, migrante. As narra Diana Washington la ola de asesinatos que tuvo lugar en Ciudad Jurez, Chihuahua, de 1993 al 2003:
Durante esa terrible dcada, la mayora de las vctimas eran mexicanas originarias de Jurez o procedentes del interior del pas, en busca de oportunidades de trabajo. Llegaron tanto de ciudades como de regiones rurales, de lugares tales como Coahuila, Durango, Zacatecas, Sinaloa, Guanajuato, Veracruz, la Ciudad de Mxico y Chiapas. Muchas de ellas buscaron trabajo en las maquiladoras, mientras que otras mantenan la esperanza de cruzar la frontera hacia el norte. Aun cuando se mostraron entusiasmadas de encontrar trabajo, muy pronto las recin llegadas se dieron cuenta que su salario no alcanzaba para satisfacer sus necesidades bsicas.105
de un 42 por ciento frente a un 80 por ciento de los hombres. Dentro de ese menor porcentaje de acceso al empleo, en algunos trabajos como el agrcola o las maquilas, las mujeres sufren sistemticamente violaciones a sus derechos laborales, lo que se refleja, entre otras situaciones, en menor retribucin salarial por
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igual trabajo. Por su parte, las trabajadoras de casa particular, en su mayora mujeres indgenas, no estn sujetas a ninguna regulacin laboral, ni a las polticas de seguridad social. Las mujeres indgenas rurales (el 64 por ciento de todas las mujeres indgenas) son predominantemente trabajadoras en su mbito familiar, y por lo tanto no son remuneradas. Adems tienen poco o ningn acceso a la propiedad de la tierra, el crdito u otros recursos productivos.106
En ese sentido, para describir a las mujeres vctimas del feminicidio, cabe utilizar el concepto de rajada, como lo hace Marisa Belausteguigoitia 107. Ella define a la rajada como uno de los conceptos que han conformado el discurso nacional. La rajada, dice, es una herida causada por una traicin al cuerpo, pero sobre todo de la lengua. Ms adelante, agrega:
Rajar en cuerpo y lengua testifica uno de los sinos de las mujeres desde el registro patriarcal: la entrega corporal al otro, el exceso verbal y la traicin () El rajar con la lengua y abrir el cuerpo a lo exterior, es decir, portar la simiente de la traicin en cuerpo y mente al traducir, como en el caso de La Malinche, aquellos discursos que quiebran la unidad y replantean las formas tanto en presencia como de liberacin o resistencia.
106 107
Asesinato de mujeres Op. Cit. P.39 Marisa Belausteguigoitia. Las nuevas malinches. Mujeres fronterizas. Revista Nexos. No. 314. Febrero de 2004. P. 29.
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En ese sentido, las mujeres fronterizas a las que alude Belausteguigoitia son las ms vulnerables para ser violentadas o asesinadas en la medida en que, como dice Julia Monrrez, no son lo que la sociedad espera de ellas. Son mujeres que van en busca de su propio destino, que salen a buscar trabajo, que muchas veces lo encuentran y aunque se enfrenten a las ms terribles formas de explotacin, son las que tienen un sueldo fijo, las que llevan el sostn de la casa, las que transgreden roles, aunque esa transgresin sea fundamental para la
supervivencia. Y es que, a final de cuentas, son esas mujeres las que van traicionando los discursos, no solamente los que tienen que ver con la identidad nacional, sino con lo que la sociedad entiende y espera del ser mujer. Por lo tanto, estamos hablando que el blanco de estos asesinatos son mujeres que viven en el lmite: en el lmite de la supervivencia, porque con trabajos pueden reunir lo suficiente para salir al paso, en el lmite de una identidad, porque si bien se reconocen juarenses, la mayora de ellas viene de algn otro estado de la Repblica, y en el lmite de una frontera fsica en dos niveles: la del propio cuerpo, ya que su sexualidad es el detonante de la agresin y la del propio pas, territorio que termina y que comienza, pero cuya lnea divisoria se desdibuja en un lugar de nadie, o mejor dicho, en un no lugar, en una zona proclive a la delincuencia exacerbada, en un hacer de la legalidad una burla y de la violencia, una forma de vida. En Guatemala, por ejemplo, se da una importante migracin interna, en gran parte motivada por los bajos salarios, la escasez de empleos agrcolas y no agrcolas en el campo, y la falta de acceso a la tierra cultivable. Un informe de la
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organizacin internacional Consejera en Proyectos, escrito por Ana Silvia Monzn apunta lo siguiente:
Los principales destinos de este flujo migratorio continan siendo las grandes fincas donde se manejan cultivos de agroexportacin y los centros urbanos que tuvieron, en los aos sesenta y setenta, una fase de expansin industrial asociada con el surgimiento del Mercado Comn Centroamericano; y en los aos ochenta, un acelerado crecimiento asociado con miles de personas que se desplazaron a las reas perifricas de las ciudades huyendo de la represin indiscriminada en el rea rural (CEH, 1999, Casasfranco, 1999)108.
Si bien no existen suficientes datos separados por sexo, cabe indicar que las mujeres rurales, indgenas, mestizas y ladinas, participan de estos flujos migratorios, muchas veces acompaando a los grupos familiares y, cada vez ms, como trabajadoras individuales, sobre todo en los rubros de agricultura de exportacin no tradicional y maquila textil Renzi, 2004).109
Sergio Gonzlez Rodrguez, por otro lado, describe a Ciudad Jurez y la expansin que comenz a tener a partir de los aos 90 de la siguiente manera:
Monzn, Ana Silvia. Las viajeras invisibles: Mujeres migrantes en la regin centroamericana y el sur de Mxico. Consejera en Proyectos. Guatemala, 2006. P.17. 109 bidem. P. 17.
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contrastes extremos. La sobrepoblacin, la penuria urbana, la violencia externa o intrafamiliar, las inercias de gnero presentes en muchas otras partes de la Repblica mexicana- transformaban lo cotidiano en una pesadilla singular. Sobre todo para las mujeres, la mitad de la poblacin, poco ms de 400 000 de ellas.110
Cualquier frontera del norte de Mxico conforma un territorio idneo que urde el anonimato radical de los migrantes. Para los menos de ellos, la lnea fronteriza implica una nueva identidad, para los ms, aquella encarna la experiencia del trnsito de Mxico hacia Estados Unidos, la prdida de la identidad natal y la bsqueda de otra nueva, voltil, proclive a enfrentar riesgos. Una golpiza policiaca, estafas, robos, cohechos, o hasta la muerte111.
De hecho, si nos adentramos ms en el tema de la identidad, ubicando, por ejemplo, la definicin que da Estela Serret, podremos imaginar lo complejo de la situacin en estos lugares fronterizos. Serret ve a la identidad como una percepcin que se elabora en el nivel de las imgenes socialmente compartidas, organizadas por cdigos que la sociedad reproduce, sanciona y acepta. Para ella, estas imgenes que encarnan la propia identidad de las personas, tambin se encuentran en un proceso de constante transformacin en la medida en que los propios cdigos sociales se van modificando. Lo resume as: En un sentido amplio las identidades imaginarias
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deben comprenderse como el lugar de encuentro de la autopercepcin y la percepcin social que una persona o incluso una colectividad consigue de s misma112. Las mujeres de la frontera estn todo el tiempo traicionando esa identidad, por decirlo de alguna manera. Aqu, las imgenes socialmente compartidas se trastocan, se resquebrajan, se liberan, simplemente porque las mujeres ya no pueden ejercer el mismo rol que tenan en sus lugares de origen o en generaciones anteriores. La identidad se va transformando, como lo explica Serret, pues los cdigos sociales se van modificando, sin embargo, esta modificacin se da de manera vertiginosa y constante, lo que hace que los cdigos se vayan rompiendo de manera peligrosa; sin dar suficiente tiempo a la construccin de otros nuevos. En ese sentido, tambin la defensa de estas mujeres se torna complicada, pues la propia nocin de ciudadana se pone en entredicho, para empezar, porque sta siempre fue considerada propia de los hombres, dejando en segundo plano a las mujeres. Iris Marion Young lo explica as:
La ciudadana es una expresin de la vida humana: es un dominio de racionalidad y libertad como algo opuesto al dominio de las necesidades, deseos e intereses particulares.
Estela Serret. Mujeres y hombres en el imaginario social. La impronta del gnero en las identidades. Artculo publicado en la pgina web del Seminario Interdisciplinario de Posgrado: Fronteras y cruces: nuevas concepciones de identidad, espacio y ciudadana . Programa Universitario de Estudios de Gnero (PUEG), UNAM. Mxico, 2007. http://pruebas.cuaed.unam.mx/adec/puel/cursos/pueg_v2/
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Nada en esta concepcin de la ciudadana como universal opuesto a lo diferenciado, implica una ampliacin del estatus pleno a todos los grupos. De hecho, al menos algunos republicanos modernos pensaron justamente todo lo contrario. Mientras alabaron las virtudes de la ciudadana como expresin de la universalidad, excluyeron conscientemente a algunas personas en funcin de que quizs no se adaptaran al punto de vista general, o bien porque su inclusin dispersara y dividira las personas y asuntos pblicos. El ideal de un bien comn, de una voluntad general, de una vida pblica compartida conlleva precisiones en pro de una ciudadana homognea113.
Hablar de ciudadana es dar por hecho que las mujeres (y las mujeres fronterizas, especficamente) son sujetos de derecho, lo cual, como ya vimos anteriormente, en la prctica no es as. Y si tomamos la nocin de ciudadana, a pesar y haciendo caso de la crtica que hace Iris Marion Young, nos vemos en la necesidad de definir (y tal vez, de encasillar) a este grupo de mujeres pobres, migrantes, y fronterizas para incluirlas en esa sociedad homognea a la que alude el concepto de ciudadana. No ser parte de esa sociedad homognea es estar en una posicin liminal. A propsito de esta, la escritora Gloria Anzalda, en Boderlands/La frontera114, nos obliga a mirar el mundo desde esa posicin liminal, como sera el caso de la anciana Ernestina Asencio y de las dems mujeres asesinadas, vctimas del feminicidio. Porque ser chicana tambin es estar justo en el medio, es permanecer
Iris Marion Young. Vida poltica y diferencia de grupo: una crtica del ideal de ciudadana universal. En: Perspectivas feministas en teora poltica. Carme Castells (compiladora). Ed. Paids. Barcelona, 1996. Pp. 96-126. 114 Ver: Anzalda, Gloria. Borderlands/La frontera. The new mestiza. 1987. Aunt Lute Books. Second Edition. San Francisco, 1999. Pp. 247.
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permanentemente en ese estado de vulnerabilidad; de sentirse fuera cuando se est dentro, de no hablar bien el ingls ni el espaol, de hacer poesa que muy pocos podrn leer y comprender. Pero adems, Anzalda no es chicano sino chicana, es sensibilidad a flor de piel, es lo marginal dentro de lo marginal y de manera triple, porque por si fuera poco es lesbiana. Sin embargo, qu mejor que ser migrante, mujer y homosexual para cuestionar el american way of life, al pas incluyente cuyas normas para pertenecer son implacables? Otro ejemplo: las mujeres zapatistas transforman y se transforman desde el mismo lugar, desde la frontera que es a su vez, un no lugar; pues ser mujer, pobre e indgena es estar en ninguna parte, es ser nadie. Aunque como bien lo describe Guiomar Rovira115, ese ser nadie sirve justamente para interpelar a lo propio y a lo ajeno, al marido y al militar. Por lo tanto, las mujeres asesinadas tanto en Mxico como en Guatemala, son sin duda, mujeres fronterizas. Ms all de que vivan en la frontera o no, son mujeres que llevan inscritas las caractersticas propias de ese lugar de nadie: son pobres, muchas veces migrantes, solas, casi annimas y con todos estos agravantes, vienen a poner en jaque el concepto de ciudadana. La justicia no es para estas mujeres, pues no tienen acceso a la Ley, ni siquiera a su lenguaje. Las autoridades primero las convierten en criminales antes que garantizarles su derecho a la vida (prostitutas es lo menos que les dicen cada vez que se denuncia una desaparicin o que es encontrado otro cuerpo femenino mutilado y muerto); la sociedad hace como si no pasara nada y es indiferente ante el creciente nmero de asesinadas: las invisibiliza en medio de un sistema que enarbola la bandera de
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Ver: Rovira, Guiomar. Mujeres de maz. Ediciones Era. Mxico, 1997. Pp. 236.
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los derechos humanos y que presiona para que las naciones abran sus fronteras a cualquier cantidad de productos mas no de personas. En el caso de Guatemala, Norma Cruz describe cmo es que el Ministerio Pblico trabaja la escena del crimen en el caso de las mujeres asesinadas:
No se trabaja, y es como si levantaran un costal de papas. Recogen lo que est ah y se lo llevan. Ya de entrada hay una seleccin: si tiene tatuaje, no se investiga; si lleva las uas pintadas, no se investiga; si lleva una minifalda, no se investiga. De entrada, ya hay una actitud prejuiciada y una clasificacin de lo que s y lo que no se investiga; una moralina que en realidad es una misoginia tremenda.116
Las autoridades que investigan, por lo tanto, deciden qu caso merece ser investigado a partir de un prejuicio moral, segn lo explica Norma Cruz. En Mxico, la actitud de las autoridades es muy similar. Lo ms usual es que cuando las y los familiares denuncian la desaparicin de una mujer, las autoridades cuestionan su forma de vestir, el hecho de que estaba fuera de casa a horas no adecuadas, dando a entender que si algo le ha pasado, seguramente es porque se lo merece o porque ella lo provoc. Es muy comn que le digan a la familia, que seguramente su desparecida se fug con un hombre y estos prejuicios atrasan la investigacin, si no es que la detienen completamente. En el caso de los cadveres de mujeres encontrados, las pruebas en no pocas ocasiones se han quemado, lo que indica un nivel de complicidad entre las autoridades y los
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comunicacin se encargan de difundir la versin de que las mujeres desaparecidas o asesinadas son mujeres de la vida alegre, tanto que a las madres de las vctimas les cuesta trabajo creer que a sus hijas les ocurri lo mismo que a otras mujeres cuyos casos son sabidos a travs de la prensa y la televisin. La actitud moralina de las autoridades se conjuga con una actitud muy poco sensible y negligente, que no slo se evidencia al no darle seguimiento a los casos, sino en declaraciones que aluden a que el problema no es grave, como fue el caso del ex gobernador de Chihuahua, Francisco Barrio Terrazas, quien el 2 de diciembre de 1997 afirm de manera contundente que el porcentaje de mujeres asesinadas en Ciudad Jurez era normal117. No hay que olvidar tampoco las palabras del gobernador que le sigui, Patricio Martnez, quien en cambio, durante su campaa electoral, prometi convertir a Jurez en un lugar ms seguro para las mujeres, lo cul evidentemente no sucedi durante su gestin118. El feminicidio, por lo tanto, es la consecuencia de las incongruencias de ese sistema, pero tambin es un poco el detonante que lo cuestiona y que exige una transformacin en el propio modelo. Las mujeres vctimas del feminicidio son de alguna manera, el punto de encuentro entre el primer y el tercer mundo, entre la modernidad y el atraso, entre la civilizacin y la barbarie. Muchas de ellas, eran obreras que trabajaban en las maquiladoras, que tambin representan el lmite entre la riqueza y la pobreza, la productividad a costa de un nuevo tipo de esclavitud que es, a su vez, la que genera las ganancias. Estas mujeres que no pudieron vivir para contarlo son como la nana de
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Huesos en el desierto Op. Cit. P. 117. Cosecha de mujeres. Op. Cit. P. 55.
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la protagonista de Baln Cann, la novela de Rosario Castellanos 119; hablan el lenguaje del patrn, se saben desenvolver en el mundo moderno, pero a la vez son representantes de la clase explotada y siguen perteneciendo, en menor o en mayor medida, a una comunidad tradicional. Al mismo tiempo, en sus comunidades son incomprendidas, pues son ellas quienes enarbolan la ruptura con la tradicin: son mujeres que no cumplen el rol que les fue asignado, son mujeres que se salieron de la raya, como lo describe Julia Monrrez 120, porque las propias condiciones de vida no les dieron otra opcin. Las mujeres trabajadoras de la maquila casi siempre son migrantes y por lo tanto estn de paso. Este estar de paso implica que con frecuencia son mujeres solas, porque el marido se fue al otro lado, o porque ellas vienen solas huyendo de la miseria. Muchas veces son madres solteras, pero, aun en el caso de que tengan un marido, son ellas las que llevan el gasto fijo a la casa, lo que genera un cambio de roles al interior de la familia. Aqu, una pregunta que yo me hago, pero que la sociedad entera debiera meditar es: ser que las matan por ser traidoras? Cuando Margo Glantz describe las funciones de Malinzin o La Malinche, a quien se le ha considerado en el discurso nacional como la peor traidora de Mxico, dice que su oficio principal era el de hablar, comunicar lo que otros dicen, entrometerse en ambos bandos,
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Castellanos, Rosario. Baln Cann. Fondo de Cultura Econmica. Coleccin Letras mexicanas. Obras I. Narrativa. Mxico, 1957. Pp. 982. 120 Julia Monrrez Fragoso. Feminicidio sexual serial en Ciudad Jurez, 1993 2001. Revista Debate Feminista. Ao 13. Vol. 25. Abril, 2002. P. 286.
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intervenir en la trama que Corts constituye.121 Ms adelante agrega: es lengua, es faraute, es secretaria, y como consecuencia, mensajera y espa. En el caso de las mujeres de Ciudad Jurez, Chihuahua, aunque tambin en el de las mujeres guatemaltecas, la funcin de traduccin se ve bien reflejada en ese entrometerse en ambos bandos (en el de la tradicin y la modernidad, lo blanco y lo indgena, lo femenino y lo masculino, lo legal y lo ilegal) en una actitud autnoma que traiciona los roles asignados y que significa el punto de encuentro entre dos mundos: el de la riqueza y el de la miseria. Cuando Norma Alarcn habla de la traduttora - traditora alude al hecho de que nuestros comienzos, que se dieron slo hace medio milenio, estn teidos de violencia, y coinciden no slo simblica sino histricamente con las aventuras expansionistas europeas. Implica que el objeto de esa violencia fue / ha sido femenino (o feminizado) y que apenas comienza a ser recuperado como sujeto, o aun objeto, de nuestra historia.122 Las mujeres, vctimas del feminicidio en Amrica Latina, engloban perfectamente esa violencia, cuyo componente sexual est presente, y que tiene que ver con una nueva forma de expansionismo imperialismo, ahora en su modalidad de sistema neoliberal. Si durante la Conquista, las mujeres indgenas fueron botn de guerra, cuerpo-territorio en el cual se ejerci el dominio de una raza sobre otra, de un imperio sobre un pueblo, en la actualidad se repite la historia. En este caso, el poder est representado en grupos mafiosos, grupos de poder y no en un ejrcito, aunque igualmente estn amparados por los estados nacionales, grupos
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Glantz, Margo. La Malinche: la lengua en la mano. En: La Malinche, sus padres y sus hijos. Glantz, Margo (Coord.) Editorial Taurus. Mxico, 2001. P. 99. 122 Alarcn, Norma. Traduttora, traditora: una figura paradigmtica del feminismo de las chicanas. En Fronteras y cruces: cartografa de escenarios culturales latinoamericanos . Belausteguigoitia, Marisa y Leero, Martha (coordinadoras). PUEG UNAM. Mxico, 2005. P. 147.
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oligrquicos que al parecer le apuntan a la siembra del terror y a la descomposicin social para garantizar que la sociedad no se organice para protestar en contra de un sistema que tiene a la mayora de la poblacin en niveles preocupantes de pobreza. Dice Diana Washington:
Slo un grupo altamente organizado podra llevar a cabo crmenes a tal escala, y con una secuencia de delitos como el secuestro, violacin, tortura, asesinato, as como almacenamiento y traslado de cadveres. Este grupo, que en apariencia incluye a la polica, ha logrado operar sin ser descubierto por aos. Es posible que los homicidas sembraron los cuerpos en determinados lugares para establecer una postura poltica, para emitir una especie de mensaje hacia la comunidad, para avergonzar o perjudicar a terratenientes bien intencionados, o como una forma de comunicacin entre ellos mediante una clave macabra. Se trata de un modus operandi que habla de dinero y poder123.
El poder y el dinero, sin embargo, son impensables sin esta nueva configuracin mundial, aparentemente regulada por las fuerzas del mercado. Las oligarquas de los estados latinoamericanos responden al poder del capital transnacional, y la evidencia de que cuando hablamos de orden neoliberal, nos estamos refiriendo a otra forma de imperialismo, es el hecho de que la riqueza se concentra en unos cuantos, mientras que el resto de la poblacin mundial, especficamente habitantes de los pases de frica, Asia y Amrica Latina, viven en condiciones de pobreza. En 1996, a tres aos de los primeros hallazgos de cuerpos de mujeres
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en Ciudad Jurez, Jos Steinsleger apuntaba que en ese momento 358 magnates del mundo tienen ingresos superiores a los de 2 300 millones de personas124. Este sistema es el mismo que ha orillado a las mujeres a salir de sus casas, migrar, a buscar una opcin de vida en las maquilas, empresas manufactureras implementadas por el neoliberalismo, que aun con todos sus inconvenientes, ofrecen una opcin de empleo. Estas mujeres fronterizas ya no pueden fungir como mujeres tradicionales, puesto que la lucha por la supervivencia no se lo permite, pero aun as, se les ve como traidoras y esto se hace evidente cuando escuchamos a las autoridades, los medios de comunicacin y a la sociedad en su conjunto cuestionar su forma de vestir o sus actitudes para explicar su muerte o desaparicin. Para Gilles Deleuze y Flix Guatarri, las tres caractersticas de la literatura menor son la desterritorializacin de la lengua, la articulacin de lo individual en lo inmediato poltico y el dispositivo colectivo de enunciacin125. Hace falta, entonces, leer entre lneas el feminicidio, pues las mujeres asesinadas en un clima de absoluta impunidad son un buen ejemplo de la desterritorializacin, incluso de la desterritorializacin de su propio cuerpo, si nos atenemos a la analoga que hace Rita Laura Segato entre cuerpo y territorio para explicar el fenmeno del feminicidio.126 La articulacin de lo individual en lo inmediato poltico tiene que ver con esta ruptura de roles, con este salirse de la norma y poner el cuerpo para ser
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Steinsleger, Jos. En el reino de Herodes. Instituto Politcnico Nacional. Mxico, 1996. Segunda impresin, 2002. P. 54. 125 Ver: Deleuze, Gilles y Guattari, Flix. Kafka por una literatura menor. Ediciones Era. Mxico, 1978. P. 31. 126 Ver: Rita Laura Segato. Qu es un feminicidio. Notas para un debate emergente. Universidad de Brasilia, Serie Antropologa, 401. Brasilia, 2006. Pp. 11.
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parte de una transformacin social. Sin embargo, el dispositivo colectivo de la enunciacin se manifiesta cuando sus familiares y las mujeres que se solidarizan con la causa, protestan por los asesinatos, hablan por quienes ya no estn para clamar justicia y denunciar a las autoridades por no haber puesto un alto a la ola de asesinatos. En ese sentido, son las periodistas, feministas, abogadas y representantes de ONGs quienes hacen la labor de traductoras, aunque por momentos irrumpen en el escenario poltico como si fueran u nas delenguadas, es decir, no poseedoras del lenguaje correcto en el mbito poltico y cultural. Marisa Belausteguigoitia habla de la posicin de los zapatistas al filo de la modernidad y de la nacin, y la define como:
mvil, aunque si queda fijada es del otro lado de los otros no modernos, de los sujetos bsicamente orales que no tienen la propiedad del lenguaje o la legitimidad de narrar la / su historia. Son los otros que demandan acceso desde un afuera, un afuera que es marcado por el adentro moderno como inaccesible, como ominoso (nunca mejor usado el concepto freudiano de lo ominosos como aquello que de ser familiar le deviene extrao: el indgena)127.
Esta reflexin pudiera ser tambin la calcomana de las mujeres de Jurez que claman justicia por sus hijas asesinadas o desaparecidas. Recordemos las palabras que Paula Flores escribi a su hija desaparecida en Ciudad Jurez y que los medios de comunicacin dieron a conocer el 8 de junio de 2004:
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Ver: Marisa Belausteguigoitia. Descarados y deslenguadas: el cuerpo y la lengua. En Belausteguigoitia, Marisa y Leero, Martha (coordinadoras). Fronteras y cruces: cartografa de escenarios culturales latinoamericanos. PUEG _UNAM. Mxico, 2005. Pp. 63-83.
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Sagrario: Si por un milagro de Dios t ests viva y algn da tienes esta libreta en tus manos, y si para entonces yo ya no tengo vida, quiero que sepas que nunca estuviste muerta para m y siempre estuviste en mi mente y en mi corazn. () Tu mam que te quiere y te recuerda en cada segundo de mi vida. Paula Flores.128
Se trata de las palabras de una mujer deslenguada, pero habra que preguntarnos qu fue lo que sucedi para que los medios de comunicacin difundieran su mensaje? Sucede que la organizacin Nuestras Hijas de Regreso a Casa y todas las mujeres que se han encargado de denunciar los crmenes de mujeres, tanto en Mxico como en Guatemala, son el Filiponne del cuento La lengua, de Horacio Quiroga, cuyas primeras frases bien podran ser parte del discurso del gobierno mexicano o el guatemalteco a la hora de defender su actitud negligente y cmplice: -No s cundo acabar este infierno. Esto s, es muy posible que consigan lo que desean. Loco perseguido! Tendra que ver!... Yo propongo esto: A todo el que es lengualarga, que se pasa la vida mintiendo y calumniando, arrnquesele la lengua, y se ver lo que pasa!129 A todas esas organizaciones de mujeres les han querido arrancar la lengua como lo quiso hacer el narrador del cuento de Quiroga con su paciente en una sesin de dentista. Pero cada vez que esto sucede, aparecen ms lenguas, al
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Cita de: Washington Valdez, Diana. Cosecha de mujeres. Safari en el desierto mexicano. Editorial Ocano. Mxico, 2005. P. 51. 129 Quiroga, Horacio. La lengua. En: Anaconda, El salvaje, Pasado amor de Horacio Quiroga. Editorial sur. Argentina, 1960. P. 86.
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igual que en el cuento: Amnista Internacional, la Comisin Interamericana de Derechos Humanos, las recomendaciones del gobierno espaol, etc. Es por todas estas razones que resulta pertinente estudiar el feminicidio como un concepto fronterizo, pero sobre todo, para que el estudio mismo no se quede en el anlisis de una realidad terrible, que tiene que ver con una prctica que se hace consuetudinaria, sino para que el anlisis proponga estrategias para contrarrestarlo. En sntesis, hace falta pararse en el lmite y ver los distintos ngulos del problema; es la frontera la que permite estas distntas visiones. Si la frontera es ese espacio intersticial y si el feminicidio es un concepto fronterizo, desde ah podemos construir nuevas relaciones que posibiliten el trnsito de la vctima hacia un sujeto femenino que denuncie las contradicciones del sistema y que comience a funcionar como un dispositivo transformador. La traduccin aqu constituye el punto central que definir el xito o el fracaso de este nuevo sujeto femenino (entendido desde un punto de vista crtico y no como el sujeto falocntrico tradicional) que lleve a cabo este proceso de interpelacin que pueda posibilitar el cambio. Primero, porque como ya dijimos, son otras mujeres quienes tienen que hablar por quienes no vivieron para contar su experiencia. Pero adems, porque el discurso tiene que evidenciar las fallas, las incongruencias del discurso dominante, que en este caso puede ser el de las cortes internacionales que se pronuncian por los derechos humanos. Esa es la nica manera en que un discurso menor (entendido como marginal) puede colarse e incidir en el mayor, pero para que ello ocurra, el ejercicio de la traduccin tendr que ser lo ms apegado posible a eso que se est traduciendo. Dice Marisa Belausteguigoitia que prestar y prestarse a la mediacin es un reto y debe ser 94
ledo como tal.130 A la pregunta de cmo lograr una representacin estratgica para arrebatarle la legitimidad al discurso mayor y que ese maldecir se vaya colando por los intersiticios, la respuesta evidentemente tiene que ver con el para qu de la traduccin. En este caso, las traductoras, mediadoras o ventrlocuas tienen que ser mujeres que le apuesten a la constitucin de este nuevo sujeto femenino, que no slo se reducir a su tarea de denunciar los crmenes, sino que comenzar a actuar, con su cuerpo y con su lengua, como un agente transformador del modelo imperante que convierte a las mujeres pobres en una otra excluida del proyecto nacional y transnacional. Es por todos los motivos anteriormente expuestos, por lo que me parece fundamental considerar al feminicidio un concepto fronterizo. Porque la frontera permite posicionarse desde varios ngulos, porque permite cuestionar y cuestionarse, porque la frontera no admite respuestas nicas; es un continuo dilogo entre lo que se es y se est dejando de ser. Marisa Belausteguigoitia y Luca Melgar afirman que:
Decir frontera es decir espacio, lmite, cruce, fuga, transgresin, mezcla, mestizaje, bsqueda, aventura y movimiento. Explorar las fronteras supone adentrarse en su geografa fsica, social y cultural, en los espacios donde se crea y construye algo nuevo, producto del intercambio entre norte y sur, entre pueblos que alguna vez fueron uno, los territorios antes mexicanos de Estados Unidos, la regin mesoamericana en el sur. Cruzar las fronteras puede ser liberador, implica romper
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lmites, ir en busca de una vida mejor, realizar un sueo, romper con el pasado o transformarlo131.
La frontera entonces, es una lnea divisoria, una separacin, un lmite. Sin embargo, la frontera tambin es unin, conjuncin y creatividad. Lo mejor de la frontera es precisamente esa doble cara; eso que es y deja de ser en el mismo momento en que se cruza la lnea, aunque esa lnea, no es nunca clara en cuanto a dnde comienza y dnde se acaba. Por lo tanto, la frontera tiene sus bemoles: es invisible, excluyente, polticamente incorrecta, aunque por otra parte, es eterna duda, es silencio, es un diamante en bruto. Es un vaco que contiene en s, todas las posibilidades; posibilidades de mirar y transformar, de hilar desde un lado y el otro, hasta que el muro ya no sea tan evidente. Y es esta misma nocin de frontera, ese camino imaginario de ida y vuelta, lo que puede permitir que estas mujeres que han sido rebajadas a la categora de objeto, se conviertan en el nuevo sujeto femenino de Amrica Latina. De estas mujeres y de aquellas que se solidaricen con ellas depende la nueva voz.
Belausteguigoitia, Marisa y Melgar, Luca. Introduccin. Fronteras, violencia, justicia: nuevos discursos. PUEG-UNAM, UNIFEM. Mxico, 2007. P. 8.
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Ms all de la definicin del concepto de feminicidio que como ya mencionamos no ha terminado de elaborarse y todava est en construccin; incluso, ms all del debate acerca de cul de los dos trminos resulte ms adecuado para la teora, si femicidio o feminicidio, lo cierto es que los asesinatos de mujeres se enmarcan dentro de lo que constituye la violencia contra ellas. En ese sentido, cabe recordar que uno de los avances dentro de la lucha feminista, fue la incorporacin en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena (1993) del reconocimiento de la violencia en contra de las mujeres como una violacin a los derechos humanos, y de los derechos de las mujeres como parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos universales132. Fue en el ao de 1993, precisamente, cuando se promulg la Declaracin sobre la Eliminacin de la Violencia en contra de la Mujer, donde se recoge la siguiente definicin de violencia:
Se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un dao o sufrimiento fsico, sexual o psicolgico para la mujer, as como amenazas de tales actos, la coaccin o la
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Asesinatos de mujeres: expresin del feminicidio en Guatemala . Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos. Ciudad Guatemala, 2005. P. 7.
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Asimismo, esta Declaracin entiende que la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos: A. La violencia fsica, sexual y psicolgica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las nias en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violacin por el marido, la mutilacin genital femenina y otras prcticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotacin. B. La violencia fsica, sexual y psicolgica perpetrada dentro de la comunidad en general, inclusive la violacin, el abuso sexual, el acoso y la intimidacin sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, la trata de mujeres y la prostitucin forzada. C. La violencia fsica, sexual y psicolgica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra. En 1994, a nivel regional, se firm la Convencin Interamericana para prevenir Sancionar y Erradicar la Violencia en contra de la Mujer, la llamada Convencin de Belem Do Para, que a su vez estableci que debe entenderse por violencia contra la mujer cualquier accin o conducta, basada en su
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Declaracin sobre la Eliminacin de la Violencia contra la Mujer. Resolucin de la Asamblea General 48/104, del 20 de diciembre de 1003. Organizacin de las Naciones Unidas. www.eclac.org
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gnero, que cause muerte, dao o sufrimiento fsico, sexual o psicolgico a la mujer, tanto en el mbito pblico como en el privado134.
En el artculo 2 de dicha Convencin se especifica que se entender que violencia contra la mujer incluye la violencia fsica, sexual y psicolgica:
a. que tenga lugar dentro de la familia o unidad domstica o en cualquier relacin interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que
comprenda, entre otros, violacin, maltrato y abuso sexual; b. que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre otros, violacin, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitucin forzada, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, as como en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar, y c. que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, dondequiera que ocurra.
Coincido con el informe de CALDH, la organizacin guatemalteca de derechos humanos cuando seala que: La conceptualizacin sobre la violencia en contra de las mujeres tiene su origen en las tericas feministas que analizaron este fenmeno desde las relaciones de poder y dominacin ejercidas por los hombres hacia las mujeres, dentro de la estructura patriarcal
134
Convencin Interamericana para prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer Convencin de Belem do Para. www.undp.org
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histrica existente y que se ha reproducido, alimentado y sostenido por las sociedades y los hombres a los largo del tiempo135.
La
categora
de
violencia
contra
las
mujeres
ha
sido
aceptada
internacionalmente, aunque en la prctica, se sigan cometiendo atropellos en contra de la dignidad, salud y la vida de las mujeres, tal como lo evidencian los asesinatos que hemos presenciado en nuestra regin. Mary Evans nos recuerda que: Una de las ideas ms radicales del feminismo contemporneo es su pretensin de que el espacio privado del hogar y la familia debera estar sujeto al escrutinio pblico136. Por ese motivo, pero sobre todo, porque como ya dijimos, la violencia en contra de las mujeres ocurre tambin en los espacios pblicos, resulta necesario ir ms all en las explicaciones que le damos a las violaciones que se siguen cometiendo contra los derechos de las mujeres. Las instancias internacionales pueden ser un ojo vigilante en esta materia, sin embargo, va siendo hora de que vayamos definiendo sus verdaderos alcances, sobre todo cuando se trata de intervenir en pases en donde la violacin a los derechos de las mujeres no constituye una casualidad, ni un error en el camino, sino una poltica de Estado. En ese sentido, urge por lo pronto, profundizar ms sobre el concepto mismo de violencia para reflexionar sobre sus causas, orgenes, pero tambin sobre sus objetivos.
135 136
Op. Cit. Asesinatos de mujeres Pp. 8 y 9. Evans, Mary. Introduccin al pensamiento feminista contemporneo . Minerva Ediciones. Madrid, 1997. P. 45.
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La raz de la violencia Para Nelson Arteaga Botello137, la violencia es una manifestacin de relaciones sociales la mayora de las veces concluyentes- de subordinacin, explotacin, discriminacin, rechazo y negacin de las personas, donde stas se sienten amenazadas en su ser, negadas, distanciadas del poder poltico, excluidas como individuos y como miembros de la sociedad. Asimismo, Arteaga Botello est convencido de que la violencia expresa un problema de organizacin y distribucin de los recursos econmicos, de los espacios de poder y de los referentes simblicos de una sociedad; en otras palabras, la violencia directa es producto de otra que tiene carcter estructural138.
Considero importante detenerme aqu porque esta definicin conlleva los dos aspectos que se engloban y desembocan en el feminicidio: la violencia directa y la violencia estructural. Porque los asesinatos de mujeres son tan tangibles como la pobreza misma, la falta de oportunidades y las relaciones desiguales. Sin embargo, las muertes violentas de mujeres no slo son parte de este conglomerado, sino que sirven para reproducir un sistema que tiene su base en el poder y en la propiedad. Lo que quiero decir con esto es que el feminicidio ms que ser consecuencia de la violencia estructural, es una
137
Arteaga Botello, Nelson. En busca de la legitimidad: violencia y populismo punitivo en Mxico 1990 2000. Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico. Coleccin: Pensamiento propio. Segunda Edicin, Mxico, 2006. P. 14. 138 dem. P.15
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estrategia para el sostenimiento de la misma. Para argumentar esta tesis, analizar algunas de las diversas interpretaciones sobre la violencia.
Para la sociloga venezolana Tosca Hernndez, la violencia puede entenderse como un acto comunicativo (pues nos dice algo) que paradjicamente es expresin de los lmites de la aceptacin del otro junto a uno. Es decir, pone en evidencia, al mismo tiempo, la interrelacin humana y el obstculo o negacin de la misma139. En ese sentido, podemos ver la violencia como un mensaje, lo cual dificulta verla como un acto involuntario o azaroso dentro de las propias estructuras sociales. Segn el terico francs Michel Wieviorka (1988),140 existen tres paradigmas sobre los que se ha explicado la violencia: el funcionalista, el utilitarista y el culturalista: el primero tiende a pensar la violencia como el resultado de la anomia, la desorganizacin o la marginacin social de ciertos grupos, el segundo considera que la violencia es un medio racional para alcanzar un fin, el tercero, busca localizar las relaciones que hacen posible la creacin de una cultura de la violencia. Creo que si bien, la violencia se explica a partir de estos tres paradigmas, en el caso concreto del feminicidio habr que definir en cul de los dos primeros paradigmas se enmarca la prctica de matar mujeres, porque es un hecho que los discursos oficiales prefieren aludir al tercero. Siempre se habla de que el problema es cultural, lo cual hasta cierto punto
139
Tosca Hernndez. Des-cubriendo la violencia. En: Briceo Len, Roberto (compilador). Violencia, sociedad y justicia en Amrica Latina. CLACSO. Buenos Aires, Argentina, 2001. P. 62. 140 Citado por Arteaga Botello, Nelson. Op. Cit. P. 25.
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puede ser cierto, sin embargo, no podemos hablar de la sociedad como ente acabado en donde las relaciones ya estn dadas, cuando la realidad es que se siguen constituyendo a partir de acciones muy especficas. Muchas veces lo que sucede es que el imaginario social se sigue reproduciendo por ciertas acciones ejercidas desde las cpulas de poder, dando un ambiente de naturalidad o normalidad a prcticas orquestadas desde arriba que aparentan surgir espontneamente desde abajo. Eso es lo que creo, sucede con el feminicidio, por lo cual, la afirmacin de que se trata de un problema cultural, me parece hasta cierto punto, una tctica para dejar avanzar el problema. En ese sentido, considero til la definicin que ofrece Susana B.C. Devalle sobre el concepto de cultura, precisamente para reflexionar acerca de la violencia. Devalle concibe a la cultura como un modo de vida moldeado por fuerzas econmicas y sociales, que abarcan un orden social total, el cual involucra un conjunto de prcticas significativas los lenguajes en que se expresa una cosmovisin que apoya un orden social- y un modo de sentir- la experiencia subjetiva de lo social que permite relacionar el momento individual con la longue dure.141 Ms adelante agrega: En situaciones de dominacin, la violencia marca el orden existente y se convierte en un sistema significativo, en un lenguaje cuyos cdigos son explcitos y otros permanecen escondidos142.
141
Devalle, Susana B.C. Violencia: estigma de nuestro siglo. En: Poder y cultura, de la violencia, Susana B.C Devalle (compiladora). El Colegio de Mxico. Mxico, 2000. P. 20. 142 dem. P.21.
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Las reflexiones de Devalle son dignas de tomarse en cuenta, porque al analizar a la cultura, pone nfasis en la dominacin, las fuerzas y los poderes que la hacen posible. Desde esta perspectiva, no podra decirse que la violencia contra las mujeres constituye un problema cultural, as, en abstracto, como si la humanidad o una sociedad determinada estuvieran condenadas a repetir patrones ancestrales; como si los individuos que la conforman no pudieran escapar a estas formas de ser y de relacionarse. Por el contrario, esta definicin da mucha luz en el sentido de que son las diferentes estructuras de poder las que trabajan constantemente para reproducir ese sistema significativo, en el que la violencia, una vez ms, constituye una forma de comunicacin; porque es nada ms y nada menos que un mensaje. Por eso es que podemos decir que la violencia, en especial la que se ejerce contra las mujeres, forma parte de la cultura patriarcal.
Carlos Figueroa, quien analiza el conflicto armado de 36 aos en Guatemala, no puede dejar de ver a la relacin que existe entre la violencia y el poder: La violencia es un acto de poder, una accin extrema para imponer la voluntad de uno sobre otro143. Por lo tanto, la violencia viene siendo tambin un medio para obtener lo que se desea. A decir del mismo Figueroa, el fin ltimo de la violencia, entendida como acto de poder, puede ser la satisfaccin de ejercer la subordinacin. Sin embargo, si pensamos en casos de violencia poltica (como el que l encuentra en Guatemala), los objetivos pueden ser mltiples: la
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Figueroa Ibarra, Carlos. Los que siempre estarn en ninguna parte. La desaparicin forzada en Guatemala. Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) y Centro Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos (Ciidh). Mxico, 1999. P.31.
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estabilidad poltica de un Estado o gobierno, la erradicacin o el mantenimiento de un orden poltico y social justo o injusto, el control de un determinado territorio o una determinada cuota de poder poltico, la continuidad o interrupcin de un proceso productivo o la obtencin o conservacin de bienes que son ajenos o propios.
Desde el punto de vista de Carlos Figueroa, la violencia que ejerci el Estado guatemalteco a partir de acciones de terror entre ellas, la desaparicin forzada de individuos o colectivos -, fue de una enorme y perversa racionalidad: detener los procesos sociales que protestaban ante el poder de una oligarqua.
A partir de estas definiciones queda claro que la violencia, entonces, no es solamente una accin que se lleva a cabo en un momento de descontrol y de manera irracional. La violencia es un medio y tambin es un mensaje; es un acto de poder, es una accin planificada y por lo tanto, razonada. Es esta ltima caracterstica la que la puede desembocar en una guerra.
Hay un patrn de asesinatos que coincide entre el de Ciudad Jurez y el de Guatemala. Es ese patrn el que reviste ms caractersticas propias de una guerra. A continuacin se presentan algunas caractersticas a partir de los anlisis
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realizados por Sergio Gonzlez Rodrguez144 y Diana Washington145 para el primero; y el de Norma Cruz146 y Hilda Morales147 para el segundo:
Caractersticas de los asesinatos de mujeres registrados en Mxico (con el patrn de Ciudad Jurez) y Guatemala: Mxico La mayor parte de las mujeres asesinadas son pobres y mestizas. Gran parte de los asesinatos presentan violacin y otros tipos de maltrato fsico. La mayor parte de los asesinatos de mujeres tienen lugar en zonas urbanas. La mayor parte de las mujeres desaparecen en el transcurso del da, cuando realizan sus labores cotidianas. Las mujeres asesinadas suelen desaparecer muchos das antes de ser encontradas. A veces nunca aparecen. Las mujeres asesinadas suelen ser estranguladas, apualadas o muertas por armas punzocortantes. Las mujeres asesinadas suelen ser acusadas (por las propias autoridades) de ser prostitutas o tener ligas con el narcotrfico. Las mujeres asesinadas suelen ser encontradas en lugares pblicos, principalmente en lotes baldos y basureros. En este tipo de asesinatos parecen haber participado dos o ms personas. Las y los familiares que denuncian estos asesinatos afirman haber
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Guatemala La mayor parte de las mujeres asesinadas son pobres y ladinas. Igual
Igual
Igual
Las mujeres aparecen asesinadas unas cuantas horas o si acaso un da, despus de su desaparicin. La mayora de las mujeres son asesinadas con armas de fuego. Las mujeres asesinadas suelen ser acusadas de ser parte de una mara o de tener una relacin sentimental con un marero. Las mujeres asesinadas suelen ser encontradas en lugares pblicos: lotes baldos y puentes. Con frecuencia los cuerpos aparecen muy cerca de su domicilio Igual
Huesos en el desierto. Op. Cit. Cosecha de mujeres. Op. Cit. 146 Entrevista de la autora con Norma Cruz. Op. Cit. 147 Entrevista de la autora con Hilda Morales. Op. Cit.
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recibido amenazas.
De la guerra a la masacre
Cuando digo que el feminicidio es el punto extremo del continuum de violencia en contra de las mujeres es porque existen grados, niveles, matices en los que la violencia se expresa. La violencia en general, no solamente en el caso de las mujeres, tambin presenta distintas graduaciones que van de lo individual a lo general, de lo sutil a lo grotesco, de lo cotidiano a lo institucional, de lo casual a lo estratgico. La figura de la guerra es una de las que expresan esos mximos niveles, en los que lo irracional va cediendo lugar a la inteligencia que implementa una estrategia y se asegura de proveer los recursos para poder llevar a cabo la accin violenta.
Hans Joas dice que, por lo general, se presta mayor atencin a los delincuentes individuales que a la gnesis de la violencia colectiva y estatal.148 Pero tambin nos alerta sobre el hecho de que la guerra y la violencia forman parte de la modernidad, y no slo de su prehistoria. Estas son slo dos razones para estudiar a las guerras.
Cul es, sin embargo, la definicin de guerra? Peter Waldmann y Fernando Reinares consideran que, segn una definicin que puede ser tenida ya como
148
Ver: Joas, Hans. Guerra y modernidad. Editorial Paids. Barcelona, 2005. Pp. 263.
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clsica, el trmino guerra se aplica a un determinado conflicto violento si ste rene tres caractersticas fundamentales:
Ante todo, ha de tratarse de un conflicto manifiesto de considerable magnitud, es decir, de carcter masivo, con muchas personas involucradas y una elevada tasa de vctimas mortales; en segundo lugar, han de enfrentarse en el mismo dos o ms bandos militares al menos uno de los cuales corresponder al ejrcito regular o fuerza armada que combata en nombre de la autoridad establecida; finalmente, en ambos lados de la contienda ha de existir cierta coordinacin de las acciones militares, aun cuando se trate bien de una defensa organizada o bien de ataques por sorpresa llevados a cabo de acuerdo con un plan de conjunto diseado con antelacin149.
Sin embargo, Waldmann y Reinares encuentran que esta definicin se topa con muchas dificultades en lo que se refiere a las situaciones actuales de guerra civil, pues se gest en una poca en que predominaban las guerras internacionales, cuando que la mayora de los conflictos contemporneos se dan al interior de una nacin. Por otro lado, explican, en la mayor parte de los conflictos actuales, las bandas armadas o ejrcitos se enfrentan en realidad muy poco. En cambio, dicen, buscan al adversario en la poblacin civil, a la que suelen oprimir y maltratar sin obstculos150.
Otro problema que ubican es que en muchos de los pases donde existen conflictos armados, el Estado se encuentra en proceso de evidente disolucin y
149
Waldmann, Peter y Reinares, Fernando (compiladores) Sociedades en guerra civil. Ediciones Paids Ibrica, S.A. Barcelona, 1999. P.13. 150 bidem. P. 13.
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las tropas regulares ya no obedecen a las autoridades. Es un hecho que las delimitaciones clsicas entre diversas situaciones de conflicto armado se han difuminado, por lo cual, se considera til distinguir cuando menos entre cuatro tipos distintos de guerra:
a) Las guerras dirigidas contra el propio rgimen; es decir, las guerras civiles que tienen como finalidad la cada del gobierno establecido y un cambio profundo del orden socioeconmico. b) Las guerras de secesin o desatadas con una finalidad autonomista. c) Las guerras entre los Estados que se disputan fronteras, recursos naturales o posiciones de dominio, es decir, las clsicas guerras internacionales. d) Las guerras de descolonizacin, desarrolladas con la intencin de sustraer a un territorio de la soberana ejercida sobre el mismo por una metrpoli distante.
Aun as, estas definiciones quedan cortas cuando se analizan los actuales conflictos. Dice Peter Waldmann: Lo que hoy en da predomina es la tendencia a la descomposicin y a la destruccin sin lmites, el principio del anything goes como mtodo de guerra () El imaginario punto final de esta evolucin sera una guerra anmica, esto es, una guerra en que nada fuera seguro: ni los enemigos ni el objeto y meta de la guerra ni las posibles armas ni las reglas de la contienda ni sus escenarios, etc.151
151
Waldmann, Peter. Guerra civil: aproximacin a un concepto difcil de formular. En Sociedades en guerra civil. Op. Cit. P. 39.
109
La definicin de guerra se torna ms complicada en la medida en que se observan las variantes de conflictos de tipo poltico que existen y coexisten actualmente, en Amrica Latina pero tambin en otros continentes. La cantidad de guerras de las ltimas dcadas deja ver la complejidad de un mundo en el que la violencia es una cuestin cotidiana; segn una investigacin de la Universidad de Hamburgo, Alemania, entre 1945 y 1995 se registraron 192 guerras en el mundo:
El 90 % de ellas tuvo como escenario a los pases en vas de desarrollo. En su mayora, un 75 % de los casos, se trataba de guerras internas o civiles, lo cual explica que un altsimo porcentaje de las vctimas, nada menos que el 85%, fueran personas no involucradas con los bandos beligerantes152.
Tomando en cuenta que los feminicidios se llevan a cabo y suceden en este contexto, habra que preguntarnos si son parte de estas guerras, o constituyen en s mismos, la evidencia de una guerra contra las mujeres. Porque siguiendo la definicin de Waldmann, el fenmeno del feminicidio reunira las caractersticas que definen una guerra:
1. El hecho de que sean conflictos violentos de masas. Ms all de las cifras de mujeres asesinadas y desaparecidas, no es exageracin hablar de masa, entendida como un agrupamiento social carente de organizacin.
152
Waldmann, Peter y Reinares, Fernando (compiladores). Introduccin. Sociedades en guerra civil. Ediciones Paids Ibrica, S.A. Barcelona, 1999. Op. Cit. P.11.
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2. El que estn implicadas dos o ms fuerzas contendientes. Aunque en este caso, la fuerza de las mujeres radica solamente en la resistencia y muchas veces ni siquiera, aunque s son consideradas como el bando enemigo por sus agresores. 3. La existencia de una mnima organizacin centralizada de la lucha y los combatientes, aunque esto no signifique ms que una defensa organizada. Hay que aclarar que aqu la palabra combatientes no aplica para las mujeres agredidas, aunque la solidaridad de otras mujeres puede derivar en una defensa organizada. 4. El hecho concreto de que las operaciones armadas se llevan a cabo planificadamente. En este caso, estamos hablando tambin de las operaciones armadas de quienes planifican, ejecutan y solapan los asesinatos de mujeres.
Esta es apenas una abstraccin conceptual para determinar si el feminicidio constituye en s mismo una guerra en contra de las mujeres, no obstante, un anlisis, por separado, del caso de Guatemala y el de Mxico nos puede dar mucha luz para contestar esta pregunta.
Feminicidios en Mxico
En Mxico, a partir del ao de 1993 diversas organizaciones de mujeres comienzan a denunciar el hallazgo de cadveres de mujeres encontrados en lugares pblicos, principalmente en terrenos o lotes baldos del norte del pas. La 111
noticia comenz a generar conmocin, sobre todo, porque justo, entre 1993 y 1995, aparecieron los cadveres de 30 mujeres vctimas de homicidios dolosos, segn la informacin proporcionada por Sergio Gonzlez Rodrguez, quien por esos aos comenz a trabajar el tema para el peridico Reforma.153
La situacin se agrav cuando en el verano de 1995 aparecieron los cuerpos de tres mujeres jvenes en Lote Bravo, una zona semidesrtica al sur de Ciudad Jurez, Chihuahua. Segn lo describe Gonzlez Rodrguez, las muertas estaban semidesnudas, boca abajo y estranguladas. Vestan ropa anloga: playera y pantalones vaqueros. Eran delgadas, de piel morena y cabellos largos. En ese momento, se corra el rumor de que en Ciudad Jurez haba un asesino serial. Eran tiempos en los que el estado estaba gobernado por un gobierno panista.
Mientras distintas organizaciones denunciaban los asesinatos de mujeres, el gobernador Francisco Barrio Terrazas recomendaba a las mujeres tener extremo cuidado y el procurador Francisco Molina Ruiz ofreca 1000 dlares de recompensa a quien proporcionara datos sobre El Depredador.
Cabe mencionar que ya se haba consultado la opinin de Robert R. Ressler, experto en asesinos seriales y asesor de la aclamada pelcula El silencio de los inocentes154. Desde las oficinas de su empresa privada en Virginia, Estados
153
Ver: Gonzlez Rodrguez, Sergio. Huesos en el desierto. Editorial Anagrama. Barcelona, 2002. Pp. 334. 154 The silence of the lambs (El silencio de los inocentes), de Jonathan Demme. 1991.
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Unidos, Ressler haba declarado: Aunque desconozco a fondo el caso mexicano, prevengo que los homicidios all van a continuar.155
De hecho, as fue. Con el nimo de convencer a la poblacin de la tesis del asesino nico, el 3 de octubre de 1995, la Procuradura de Justicia del Estado de Chihuahua detuvo a Abdel Latif Sharif Sharif, un qumico egipcio que llevaba poco tiempo de residir en Ciudad Jurez, despus de permanecer cerca de veinte aos en Estados Unidos. Sus antecedentes penales y la denuncia de una joven por violacin, secuestro y lesiones fueron el pretexto para responsabilizarlo de todos los crmenes. Dos meses despus de la aprehensin de Sharif, apareci otro cuerpo, el de Rosa Isela Tena Quintanilla, de 14 aos. Los asesinatos de mujeres no slo no pararon, sino que se incrementaron. La aprehensin de presuntos asesinos tampoco se detuvo. El primero fue el egipcio, pero le siguieron los ocho integrantes de una banda llamada Los Rebeldes, La Foca, El Cerillo, y el colmo, Miguel David Meza, familiar de una de las vctimas, quien se haba unido a la protesta contra la impunidad que ha sido teln de fondo en los llamados feminicidios. Todos ellos denunciaron haber sido vctimas de tortura para confesar su culpabilidad por los asesinatos de mujeres156.
Ms all de su actuacin, es importante observar cmo las autoridades, tanto estatales como federales, no han dejado de incurrir en declaraciones contradictorias. A finales de los noventa, por ejemplo, Ernesto Garca, quien fuera vocero de la Subprocuradura de Chihuahua, rechazaba que los casos estuvieran
155 156
Huesos en el desierto, Op. Cit. P.14. Segn lo describen los libros: Huesos en el desierto y Cosecha de mujeres Op. Cit.
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relacionados unos con otros y peda distinguir los asesinatos pasionales de los que se identificaban de tipo serial, aludiendo a los que les fueron achacados a los chivos expiatorios anteriormente mencionados, mismos que la PJECH califica de casos resueltos.
Esto lo deca al mismo tiempo que Ester Chvez Cano, directora del Grupo 8 de Marzo, sostena la vinculacin entre la mayor parte de los asesinatos. Chvez Cano aluda al hecho de que las vctimas eran mujeres no identificadas, o de familias desposedas, trabajadoras de maquila. A su vez, denunciaba que las autoridades incurran en estigmatizar a las vctimas por disponer de un tiempo libre y frecuentar salones de baile o bares. Y alegaba que despus del encarcelamiento de los supuestos asesinos Abdel Latif Sharif Sharif y Los Rebeldes, se haban presentado muchos ms asesinatos de mujeres con las mismas caractersticas.
Otro de los problemas fue la resistencia que present la Procuradura General de la Repblica para atraer el caso aludiendo al hecho de que al tratarse de homicidios eran delitos de orden comn, cuya responsabilidad depende del gobierno estatal y que slo se poda atraer en el caso de que se encontrara el enlace de estos homicidios con un delito federal. Sin embargo, resultaba sumamente difcil que las autoridades locales dieran una respuesta satisfactoria a la poblacin, sobre todo, si tomamos en cuenta que el 2 de diciembre de 1997, el gobernador Francisco Barrio Terrazas afirm que el porcentaje de mujeres asesinadas en Ciudad Jurez era normal.
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Para Sergio Gonzlez Rodrguez, ya para ese entonces, el asunto de las asesinadas de Ciudad Jurez, que de por s se ubicaba en el escenario complejo de toda frontera, expona ya un fenmeno siniestro en la incidencia de este tipo de crmenes en serie: el efecto copycat. La proliferacin de los imitadores que, debido a la ineficacia de las autoridades judiciales, vio incrementar la impunidad a su favor157. El periodista lo explicaba as:
O, ms que un efecto copycat, pareca tratarse de un efecto cascada de parsitos, depredadores humanos. Como afirma Miguel Serres: el parsito no se detiene. No deja de comer o de beber. Se expande, se fuga y crece, invade y ocupa. Propicia el ruido, el estrpito, la furia, el tumulto y lo incomprensible. La asimetra, la violencia, el asesinato y las matanzas158.
A pesar de estar presenciando cmo creca la ola de asesinatos de mujeres, en mayo de 1998, el gobernador de Chihuahua, ahora prista, acusaba a la prensa de ser la causante de la mala imagen de Ciudad Jurez. Cabe recordar que en ese mismo ao, la Comisin Nacional de Derechos Humanos, presidida por Mireille Roccatti, emiti la Recomendacin 44/98 en la que descalificaba a las autoridades de Chihuahua por su actuacin en la investigacin de los asesinatos de mujeres. Incluso, la CNDH recomend investigar al entonces procurador Arturo Chvez Chvez, al subprocurador Jorge Lpez Molinar y a otros servidores pblicos de la Subprocuradura de la Zona Norte, en Ciudad Jurez. Sin embargo, dicha recomendacin no tuvo repercusin alguna en la conducta de la Procuradura ni de las autoridades del Estado.
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115
Todo esto suceda en el ambiente de un pas aparentemente democrtico, que si bien estuvo gobernado durante 70 aos por un mismo partido, comenzaba el ao 2000 con un suceso a todas luces esperanzador: la victoria electoral de un partido de oposicin. Vicente Fox Quesada era el primer candidato no prista en ganar, de manera incuestionable, las elecciones presidenciales. El discurso de la democracia y el cambio cobr auge, la idea de que las transformaciones en Mxico ya se estaban llevando a cabo comenzaron de pronto a ser crebles, solamente haba que esperar a ver la actuacin del nuevo gobierno. Si bien es cierto que para muchos sectores, sobre todo de izquierda, Fox nunca represent los intereses de la mayora de los mexicanos, lo cierto es que el panorama en ese momento era otro; se abra por lo menos una ventana que dejaba entrever otro tipo de escenarios. Una vez que Vicente Fox fue proclamado ganador y se encamin a celebrar su victoria en el ngel de la Independencia, ubicado en la Avenida Reforma de la Ciudad de Mxico, miles de mexicanos lo ovacionaron a la vez que le corearon un enrgico no nos falles.
Los asesinatos de mujeres no se vieron disminuidos con la entrada del nuevo gobierno. Y lo que es peor, la actitud de las autoridades tanto estatales como federales no se modific ni un pice.
Ya durante el gobierno foxista en pleno, el asesinato que tuvo lugar fue precisamente uno de los ms emblemticos del feminicidio en Ciudad Jurez, Chihuahua. El 21 de febrero de 2001 apareci el cuerpo de Lilia Alejandra Garca Andrade, cuya historia se puede apreciar perfectamente en el documental Bajo
116
Jurez: la ciudad devorando a sus hijas.159Tena 17 aos de edad y dos hijos. Era empleada de una maquiladora local, a la cual se diriga ese 14 de febrero, da en que fue secuestrada. Tiempo despus de la aparicin de su cadver, su madre Norma Andrade y su maestra Marisela Ortiz, iniciaron una larga lucha de denuncia que deriv en la fundacin de la organizacin Nuestras Hijas de Regreso a Casa.
Para entonces, era innegable que el problema se recrudeca. El martes 6 de noviembre de 2001, el hallazgo de tres cadveres en unos campos de algodn al oriente de la ciudad confirmaba que el problema no haba sido resuelto. Dos adolescentes de 15 aos y una joven de 25 haban sido asesinadas con indicios de violacin. Al parecer las tres mujeres haban muerto en diferentes fechas, en el lapso de seis meses. Los cuerpos, incluso, tenan signos de haber estado en una cmara de refrigeracin, lo que indicaba que alguien los haba sembrado en ese lugar y que en aquellos homicidios haba participado ms de una persona. Ya para entonces, las organizaciones de mujeres contaban a ms de 300 mujeres asesinadas, mientras que las autoridades estatales hablaban de 246.
Las protestas ciudadanas, mientras tanto, se incrementaban en la medida en que creca la cifra de mujeres asesinadas. El gobierno federal brill por su indiferencia hasta que comenz a recibir recomendaciones desde el extranjero, como la del Parlamento Europeo, la Comisin Interamericana de Derechos Humanos y Amnista Internacional, por mencionar slo las ms relevantes. Hasta ese momento, el ex presidente Fox repar en que no poda hacerse de la vista
159
Bajo Jurez: la ciudad devorando sus hijas. Alejandra Snchez y Jos Antonio Cordero. Imcine, Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, Foprocine y Pepa Films. Mxico, 2007.
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gorda y respondi a la comunidad nacional que clamaba justicia con la creacin de comisiones y fiscalas. A continuacin se presentan en orden cronolgico:
- Comisin para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Jurez (Secretara de Gobernacin) Creada en noviembre de 2003 y presidida por Mara Guadalupe Morfn Otero. Competente para promover un anlisis de las causas generadoras de la violencia contra las mujeres en Ciudad Jurez, as como las acciones de enlace entre dependencias y entidades que puedan incluir a os diversos niveles de gobierno del Estado de Chihuahua y del Municipio de Jurez bajo frmulas de colaboracin y con estricto respeto a su competencia.160 - Fiscala Especial para la Atencin de Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres en el Municipio de Jurez, Chihuahua (Procuradura General de la Repblica). Creada en enero del 2004. La presidieron: Mara Lpez Urbina (del 30 de enero de 2004 al 29 de mayo de 2005), Mireillle Roccatti Velsquez (del 1 de junio al 15 de septiembre de 2005) y Juan Carlos Esquivel Lima en lo sucesivo. Esta fiscala fue creada para colaborar y coadyuvar con las autoridades del Estado de Chihuahua, especialmente con su Procuradura General de Justicia, en la resolucin de los homicidios que son de su exclusiva competencia, y atender conjuntamente a las vctimas161. - Fiscala Especial para la Atencin de Delitos Relacionados con Actos de Violencia contra las Mujeres. (Procuradura General de la Repblica).
160 161
Ver su pgina web: www.comisioncdjuarez.gob.mx Ver: Informe Final. Fiscala para la Atencin de Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres en el Municipio de Jurez, Chihuahua. Procuradura General de la Repblica. Subprocuradura de Derechos Humanos, Atencin a Vctimas y Servicios a la Comunidad. Mxico. Enero 2006.
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Creada en febrero de 2006. Presidida por Alicia Elena Prez Duarte, quien renunci el 14 de diciembre de 2007. Competente en delito violento de gnero cuando ste se comete por un servidor pblico; cuando existe conexidad o causa alto impacto social162.
Con estas acciones, el gobierno de Fox, logr hacerle frente a la presin internacional, pero no acabar con los asesinatos de mujeres, a pesar de que a finales de su sexenio declarara que la mayor parte de los homicidios de mujeres de Ciudad Jurez estaban resueltos y los responsables en la crcel. Cmo olvidar aquellas palabras del ex presidente, cuando acusaba a los medios de comunicacin por el constante refriteo de los mismos caso s de asesinatos de mujeres, segn l, para crear sensacionalismo. Cabe recordar sus palabras: Si bien ofende lo que ''ha pasado'' en Ciudad Jurez, por el asesinato de cientos de mujeres, tampoco es correcto estar refriteando sin informacin los mismos casos, pues la mayora de esos homicidios estn resueltos y los responsables estn en la crcel163.
La ineficacia, y sobre todo, la negligencia de las autoridades, a lo largo de ms de diez aos arrojan serias dudas acerca del nexo que pudieran tener stos con la clase empresarial y poltica. Despus de una ardua investigacin, Julia Monrrez concluy que la quinta parte de las llamadas muertas de Jurez haba trabajado
162 163
Ver pgina web: www.inmujeres.gob.mx Acusa Fox a medios de refritear casos de Jurez. Rosa Elvira Vargas. Nota publicada en el peridico La Jornada. Mxico. Martes 31 de mayo del 2005. Ver pgina web: www.jornada.unam.mx/2005/05/31
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para una de las 300 plantas ensambladoras164. Es cierto que no sabemos bien a bien quines matan a las mujeres, pero lo que s sabemos es que en Ciudad Jurez, la mayora de las veces las mujeres mueren en manos de un asesino annimo, con quienes aparentemente no tenan ninguna relacin. Otra caracterstica es que las mujeres desaparecen y no es hasta tiempo despus cuando sus cadveres son sembrados en algn lugar pblico, con huellas de violencia evidentes: mutilacin, tortura y violacin. Pero adems, como la propia Diana Washington lo explica165: existe toda una logstica (que no slo implica recursos sino una evidente especializacin) para llevar a cabo estos crmenes que ya cuentan con un modus operandi. El ingrediente sexual casi siempre est presente, pero ms all de eso, el aspecto que resulta muy interesante de estos crmenes, es que tienen una firma y fungen como una especie de mensaje: hacia la comunidad y hacia otros grupos mafiosos, pues al parecer, los cadveres de mujeres constituyen una nueva forma de delimitar territorio, en una ciudad gobernada por mafias. Todos estos elementos nos llevan, casi de la mano, a confirmar la tesis de que detrs de las muertes violentas de estas mujeres existen poderes fcticos que se benefician directamente con ellas. Diana Washington lo describe as:
Slo un grupo altamente organizado podra llevar a cabo crmenes a tal escala, y
con una secuencia de delitos como el secuestro, violacin, tortura, asesinato, as como almacenamiento y traslado de cadveres. Este grupo, que en apariencia incluye a la polica, ha logrado operar sin ser descubierto por aos. () Se trata de
164 165
Cita de Diana Washington en Cosecha de Mujeres. Op. Cit. P. 57. Bajo Jurez: la ciudad devorando a sus hijas. Op. Cit.
120
un modus operando que habla de dinero y poder. Hay suficientes recursos para costear la logstica necesaria, y para comprar el silencio de todos los cmplices. Gradualmente, fue aparente que una red corrupta de funcionarios judiciales, polticos, lderes empresariales y narcotraficantes, hicieron posible que el asesinato de mujeres en Jurez se convirtiera en una especie de deporte para ciertos hombres.166
La violencia de la que estamos hablando, por consiguiente, est muy lejos de ser espontnea o de manifestarse en medio de un arrebato involuntario. Al contrario, todas las evidencias llevan a la conclusin de que hay una planeacin, casi equiparable a una estrategia de guerra. Ante la falta de respuesta de las autoridades ante los feminicidios, Patricia Ravelo y Martha Patricia Castaeda dicen:
Entonces, no es la falta de informacin sobre el asunto, no es la falta de sensibilidad ante la magnitud de los hechos, no es tampoco la escasa difusin o el carcter local del problema lo que impide que haya justicia y reparacin. Son otras las explicaciones. Desde nuestro punto de vista, la causa principal es la profunda misoginia que orienta y significa estos crmenes perpetrados en contra de mujeres, en su mayora jvenes y de escasos recursos, cuyos cuerpos abandonados en el desierto y en lotes baldos hablan por s mismos del nulo valor que tuvieron las personas que en ellos vivan para quienes las asesinaron167.
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Cosecha de mujeres Op. Cit. 71. Patricia Ravelo Blancas y Martha Patricia Castaeda Salgado. Pacto de sangre / Controversias en torno a los crmenes contra mujeres en Ciudad Jurez. En: Feminicidio, justicia y derecho. Op. Cit. P. 183.
121
El problema, sin embargo, va ms all de Ciudad Jurez. Chihuahua. Es un hecho que el fenmeno se ha extendido por varios estados de la Repblica Mexicana. Las cifras ms recientes de mujeres asesinadas en territorio mexicano nos llevan a pensar, en el mejor de los casos, que el problema s constituye un problema social y que al Estado mexicano se le ha salido de las manos; y en el peor, que efectivamente, se trata de una guerra168. Sobre esta guerra, nos alerta Susan Faludi al afirmar que la guerra entre los sexos no ha terminado, porque si bien las mujeres han conquistado en nuestra poca infinidad de metas, hay muchos hombres que siguen considerndolas el segundo sexo. Esta ofensiva, a decir de la periodista norteamericana, utiliza como camuflaje el argumento de que las feministas son el peor enemigo de las mujeres y, para demostrarlo, sostiene que la insatisfaccin y el stress de la mujer de hoy se deben a la excesiva independencia que exigi para s. En su libro Reaccin. La guerra no declarada contra la mujer moderna169, Faludi desenreda los hilos ocultos de esta verdadera ofensiva contra las mujeres orquestada desde los medios de difusin. Segn ella, casi todos los sectores han contribuido a esta campaa, distorsionando la imagen de la mujer a travs del bombardeo publicitario o hollywoodense, las "historias de vida" moralizantes de las revistas o la televisin y las estadsticas fraguadas o irrelevantes, en pro del modelo de "Nueva Mujer Tradicional", o bien del nuevo icono femenino producto de las dietas y siliconas.
Cifras publicadas por el Banco de Datos Feminicidios (Amrica Latina Caribe Espaol). Producido por Isis Tnternacional. Auspiciado por Unifem. Ver pgina web: http://www. Feminicidio.d/map 169 Faludi, Susan. Reaccin. La guerra no declarada contra la mujer moderna. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992. pp. 446.
168
122
Las organizaciones civiles en Mxico tambin dan cuenta de cifras de mujeres asesinadas:
- Entre los aos 1993 y 2005, se registraron 442 asesinatos de gnero en Ciudad Jurez, en tanto que en Guadalajara, Jalisco, de 1995 a 2005 fueron 493, cifra que corresponde nicamente a mujeres entre los 15 y 45 aos de edad. Fuente: Observatorio Ciudadano del Feminicidio170.
- Segn informes de las procuraduras de justicia de 10 estados investigados, ms de seis mil nias y mujeres fueron asesinadas entre 1999 y 2005 en Baja California, Chiapas, Chihuahua, Distrito Federal, Estado de Mxico, Guerrero, Morelos, Oaxaca, Sonora y Veracruz. Fuente: Comisin Especial del Feminicidio de la Cmara de Diputados del Congreso de la Unin. 2006.
- En el primer semestre del 2007, en el estado de Morelos se registraron 17 asesinatos de mujeres. Fuente: Comit contra los Feminicidios en Morelos.
- En el estado de Mxico, durante el ao 2006 fueron vctimas de feminicidio 138 mujeres, y hasta junio de 2007 se contabilizaron 73 asesinatos. Fuente: Observatorio Ciudadano del Feminicidio.
170
El Observatorio Ciudadano del Feminicidio se conform en mayo de 2007. Catlicas por el Derecho a Decidir, la Comisin Mexicana de Defensa y Promocin de los Derechos Humanos y Nuestras Hijas de Regreso a Casa, son algunas de las organizaciones que lo integran. Pgina web: www.mujeresdejuarez.org
123
En Oaxaca, entre mayo de 2006 y marzo de 2007, 112 mujeres fueron asesinadas. Fuente: Observatorio Ciudadano del Feminicidio.
En el primer bimestre de 2008, se registraron 14 asesinatos de mujeres en el Distrito Federal, 12 en Ciudad Jurez, Chihuahua y 9 en el Estado de Mxico.
Si en Amrica Latina se ha hablado de una guerra sucia en la dcada de los 70; si Estados unidos habla de una guerra contra el terrorismo, no veo por qu ante la evidencia de estos asesinatos, las mujeres no podemos hablar de una guerra contra nosotras.
El caso de Guatemala Actualmente, Guatemala es el pas con mayor ndice de asesinatos de mujeres en Amrica Latina, con un promedio de 600 al ao por una poblacin de 14 millones de habitantes, desde el 2004. La capital, Ciudad Guatemala, es en donde se concentran la mayor parte de los asesinatos de los ltimos aos (un 45.9 por ciento del total). La informacin de feminicidios en Guatemala se tiene a partir del 2001, cuando la Polica Nacional Civil empez a desglosar por gnero sus estadsticas de muertes violentas. Segn esta informacin, se puede apreciar el aumento de asesinatos de mujeres para el 2003, disparndose totalmente en el
124
ao 2004. Los siguientes son los datos proporcionados por la PNC en mayo de 2005:171 Ao 2001 2002 2003 2004 2005 Homicidio de mujeres 307 317 383 527 518
El 2006 termin con una cifra oficial de 603172, mientras que para octubre del 2007, la cifra era de 377173 de mujeres. Aunque aparentemente inexplicables, como en el caso de Mxico, en Guatemala los asesinatos de mujeres se vinculan de manera ms directa con la guerra, especficamente, por las prcticas que ejerci el Estado guatemalteco durante el conflicto armado que dur 36 aos. Durante este lapso de tiempo, las mujeres fueron utilizadas como botn de guerra como botn de guerra. La violencia contra ellas fue parte de las estrategias de la contra insurgencia. Un anlisis realizado por el Instituto de Estudios comparados en Ciencias Penales y Sociales de Guatemala apunta lo siguiente:
171
Segn el Grupo Guatemalteco de Mujeres con datos de la PNC. Citado en Asesinatos de mujeres: expresin del feminicidio en Guatemala. Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos, CALDH. Guatemala, 2005. P. 43. 172 Datos de la Polica Nacional Civil citados por la Secretara Regional Latinoamericana Montevideo, Uruguay. Sociedad Guatemala. Poblacin muestra pesimismo en torno a la erradicacin del feminicidio. Nota publicada en la pgina www.rel uita.org/guatemala_feminicidio.htm 173 Datos de la Polica Nacional Civil citados por Criterios. Periodismo independiente. Feminicidio en Guatemala. Mxico, 05 de octubre del 2007. Nota publicada en www.criterios.com
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Resulta fundamental relacionar la actual situacin de la violencia (en el mbito domstico y pblico) contra las mujeres guatemaltecas con el conflicto armado interno. El Estado de Guatemala planific, dise y ejecut en el marco de su poltica contrainsurgente acciones precisas y con efectos a largo plazo de violencia fsica y sexual contra las mujeres, mayormente indgenas, es decir que el Ejrcito entren a sus miembros para la violencia sexual.174
Ms adelante se enumeran dichas acciones: Violaciones sexuales masivas y mltiples, en forma pblica (a la vista de toda la comunidad o sus familiares, en plazas, mercados o previo encierro en un lugar determinado de todas las mujeres) en ocasin de las masacres. Violaciones sexuales masivas, mltiples y continuadas de las mujeres privadas de libertad en forma ilegal, en centros de detencin dependientes de la polica o el Ejrcito, como mtodo de tortura para obtener confesiones sobre su supuesta pertenencia o vinculacin con la insurgencia, o bien para acceder a los hombres cercanos a ella identificados como insurgentes. Mutilacin de los rganos sexuales femeninos de las mujeres torturadas y violadas. Exposicin pblica de cuerpos femeninos mutilados o con signos de violacin o empalamiento como estrategia de tortura psicolgica a los/as sobrevivientes de masacres.
174
Diez, Andrea (coordinadora) y Herrera, Kenia (subcoordinadora). Violencia contra las mujeres. Tratamiento por parte de la justicia penal de Guatemala . Instituto de Estudios comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP). Guatemala. P.16.
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Reduccin a la servidumbre (las sobrevivientes a las masacres eran obligadas a cocinar, bailar o desnudarse ente los soldados antes de ser violadas y/o ejecutadas.
Entrega de las mujeres sobrevivientes para el ejercicio de la violencia sexual por parte de la tropa.
Es por este tipo de atrocidades ya documentadas, que Norma Cruz, dirigente de la Fundacin Sobrevivientes, afirma que lo que est pasando hoy no lo podemos divorciar del pasado. Siendo la cabeza de una organizacin que en los ltimos aos se ha dedicado a presionar para llevar algunos de los asesinatos a juicio, expresa:
Nosotras hemos visto a los asesinos, nosotras nos hemos encarado con los asesinos y sabemos cul es su historia. Por eso nosotras decimos: esta gente tiene ya una experiencia en el arte de matar, no es gente que est aprendiendo a matar.175
Para poder entender mejor las palabras de Norma Cruz es necesario, como dice ella, hacer un recorrido por la historia de Guatemala y detenernos en los momentos en que desde un discurso patriarcal, se ha planeado y justificado el ejercicio de la violencia en contra de las mujeres en las formas ms atroces. En su anlisis de cmo las mujeres han sido utilizadas como botn de guerra, el informe de la organizacin CALDH se remite a la poca de la Conquista. Esta
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Entrevista con Norma Cruz. Ciudad Guatemala, Guatemala. Sbado 4 de agosto del 2007.
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perspectiva resulta de suma importancia porque aunque plantea especficamente el caso de las mujeres guatemaltecas, en realidad es aplicable para la condicin de las mujeres latinoamericanas, si no es que para todas las mujeres de pases colonizados: Histricamente, se reconoce que durante la invasin espaola se instaur un tipo de violencia extrema en contra de las mujeres indgenas, principalmente, desconocida hasta ese momento, y que marc un punto de inflexin en las formas de violencia que se ejercern en el futuro en contra de las mujeres. Se produjeron violaciones y asesinatos masivos como prcticas de exterminio en contra de las mujeres indgenas con el fin de destruir la cultura e identidad de los pueblos. Se establecieron formas de esclavitud sexual y servidumbre. Por tanto, se establece que este momento histrico signific un cambio profundo en el tratamiento del ejercicio de la violencia en contra de las mujeres, agravndose su situacin.176 La violencia ejercida en Mxico y Centroamrica a partir de la Conquista ser analizada en el captulo siguiente, en el que a su vez se abordarn las expresiones violentas del patriarcado, el capitalismo y el llamado sistema neoliberal, as como sus vasos conectores. Sin embargo, es necesario tener siempre este primer referente cuando pensamos en la condicin de la mujer latinoamericana. Sin duda, el pasado al que se refieren las guatemaltecas cuando aluden a la violencia que las mujeres han experimentado, es al conflicto armado interno del pas centroamericano que dur de 1960 hasta 1996. Cabe mencionar que el nmero de vctimas documentadas sobre dicho conflicto oscila entre las
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dem. P.23.
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200 y 250 mil. Segn la Comisin de Esclarecimiento Histrico (CEH) 177, del 62 por ciento de las vctimas cuyo registro permiti identificar su sexo, el 25 por ciento eran mujeres, lo cual implica que una de cuatro vctimas del enfrentamiento armado eran mujeres. Estamos hablando de un conflicto armado que pas de ser una guerra, a constituir una verdadera masacre, pues el secuestro, as como la desaparicin forzada de miles de personas, constituy, a decir de Carlos Figueroa, un acto de violencia de carcter poltico: Fue un acto de poder efectuado principalmente por las agencias represivas del Estado, a efecto de frenar la subversin del orden poltico y social que se fue generando despus de la contrarrevolucin de 1954. Con la desaparicin forzada de individuos, e inclusive de colectivos de individuos, el Estado guatemalteco obtuvo varios objetivos: informacin necesaria para la contrainsurgencia, liquidacin de enemigos polticos e intimidacin al conjunto de la poblacin.178 Durante los 36 aos del conflicto interno que se caracteriz por la inexistencia de la libertad de pensamiento, negacin al derecho a la organizacin poltica, tribunales especiales para delitos polticos, secuestro y desaparicin forzada, resalta el hecho de que el Estado guatemalteco fue sofisticando sus mtodos represivos, sobre todo en los aos posteriores a la revolucin cubana. Estamos hablando de gobiernos dictatoriales, que, por si fuera poco, tenan la instruccin directa de la CIA (hasta el gobierno de Carter, pues luego fueron entrenados y armados por Israel) de terminar con el peligro inminente del comunismo.
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Como lo explica el informe de CALDH, la caracterizacin de la desaparicin forzada en Guatemala hecha por la Comisin de Esclarecimiento Histrico incluye la utilizacin de las violaciones sexuales y la tortura como violaciones asociadas y sufridas por las vctimas: El 12 por ciento de las vctimas de desaparicin forzada, de quienes la CEH conoci la informacin, fueron mujeres.179 La principal arma que se utiliz en contra de las mujeres fue el ejercicio de la violencia sexual, en todas las formas anteriormente sealadas. Por ese motivo, podemos afirmar, como lo hace el informe de CALDH, que en Guatemala, la violencia sexual contra mujeres fue una prctica incluida en el entrenamiento militar, identificando a las mismas como prostitutas.180 Esta sin duda constituy una de las mejores estrategias para infundir terror en la poblacin, pues como afirma Carlos Figueroa: el terror fue un costo, una suerte de macabra inversin que el Estado guatemalteco tuvo que hacer a efecto de obtener un beneficio determinado: la estabilidad poltica.181 La situacin de Guatemala, sin embargo, hoy en da es diferente: En 1996 se firmaron los acuerdos de paz, suscritos entre el entonces presidente, lvaro Aarhus Irigoyen y la Unin Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), despus de 9 aos de negociaciones. Los acuerdos de paz constaron de 12 puntos que planteaban metas para superar las causas del enfrentamiento armado y para iniciar la reconstruccin de un pas que por dcadas haba estado gobernado por regmenes dictatoriales. Es a partir de 1996, cuando podemos decir que Guatemala, comienza su etapa
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democrtica. Pero si la guerra termin hace ms de diez aos, cabe preguntarnos, por qu la violencia sigue siendo una constante en el pas centroamericano? Ms all de eso, por qu la violencia ejercida en contra de las mujeres est revestida por todos aquellos elementos que la caracterizaron durante la guerra? Para Edda Gaviola, directora del Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos, la diferencia entre el hoy y el ayer en Guatemala era que antes por lo menos sabamos que era el propio Estado quien infringa todas esas violaciones a los derechos humanos, mientras que hoy en da, el enemigo no tiene cara.182 Las palabras de la activista tienen que ver, sin duda, con el hecho de que para 1996, en Guatemala, los homicidios se estaban dando en una tasa superior a 30 por ciento cada cien mil habitantes y para el 2002, esa tasa era de 32.3 por cada cien habitantes. Una de las razones de que el panorama hoy en da no sea alentador, es el hecho de que el Estado guatemalteco no ha cumplido con las medidas necesarias para mitigar el terror y reconstruir la confianza de los guatemaltecos. Cabe recordar que en el diseo de los Acuerdos de Paz y de las recomendaciones de la Comisin de Esclarecimiento Histrico se establecieron las siguientes medidas: divulgacin del informe de la CEH, dignificacin de las vctimas, ruptura de la impunidad (justicia al servicio de las personas), juzgamiento a los responsables de crmenes de lesa humanidad y genocidio, reparacin psicosocial, creacin de la Polica Nacional Civil, reconversin militar, destruccin del Estado Mayor Presidencial (EMP), creacin de la Secretara de Anlisis Estratgico (SAE) y la
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Entrevista de la autora con Edda Gaviola. Ciudad Guatemala. Viernes 3 de agosto del 2007.
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Secretara de Asuntos Administrativos y Seguridad de la Presidencia (SAAS) y el sistema de inteligencia civil, por mencionar algunos. Bajo la etiqueta de gobierno democrtico, el Estado guatemalteco parece ser igual de proclive que en el pasado a terminar con cualquier tipo de oposicin, evitando a toda costa que la sociedad guatemalteca se organice. El sistema neoliberal se manifiesta lo mismo en la entrada de productos extranjeros (estadounidenses, pero principalmente, chinos) que en la migracin, la Industria Maquiladora de Exportacin, el crimen organizado y el narcotrfico. Se dice que si en Ciudad Guatemala circula algo de dinero es debido al narco. Como lo seala Harold Soberanis183, la descomposicin social es el sello actual de Guatemala, pues los niveles de criminalidad y de violencia han sobrepasado a lo que se alude cuando se menciona el concepto de gobernabilidad. Por lo tanto , el poder de la pequea oligarqua de Guatemala sigue estando intacto, solamente que para perpetuarlo, la clase poltica y econmicamente poderosa ya no se vale de un sistema dictatorial, sino que genera esa descomposicin social y fomenta esa cultura de terror que hace que la sociedad permanezca paralizada. Cmo podra organizarse si a las siete de la noche, la mayora de la gente se encierra en su casa porque tiene terror de salir a la calle?184 Por lo tanto, el vnculo con el pasado es anlogo: los objetivos son los mismos, las formas tambin, lo nico que vara son los sujetos que llevan a la accin dicha violencia. Antes eran los soldados, actualmente, son las llamadas maras, son los
La actualidad de Marx. Harold Soberanis. Artculo publicado en la revista electrnica Albedro. Guatemala, 7 de abril del 2008. www. albedro.org 184 Esta es una reflexin de la directora de la Fundacin Sobrevivientes. Op. Cit. Entrevista de la autora con Norma Cruz.
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narcotraficantes, son los hombres comunes y corrientes. En la violencia que se registra especficamente en contra de las mujeres existe otra diferencia, segn lo apunta el informe de Amnista Internacional:
La gran mayora de las mujeres que fueron vctimas de violaciones de derechos humanos durante las campaas de contrainsurgencia emprendidas por el ejrcito guatemalteco a principios de la dcada de 1980 eran miembros de grupos indgenas mayas que vivan en zonas rurales, mientras que en la mayora de los casos de asesinato de mujeres que se registran hoy en Guatemala las vctimas son mujeres ladinas que viven en zonas urbanas185.
Como podemos ver, los feminicidios en Mxico y Guatemala, aunque con diferentes matices, tienen su comn denominador en el hecho de que las mujeres son vistas como objetos desechables, son violadas, ultrajadas, mutiladas y asesinadas por ser mujeres. En los dos pases, los asesinatos de mujeres son una especie de mensaje para ellas. Es decir, en cualquier momento pueden ser despojadas de sus vidas, especialmente cuando no acceden a los mandatos del varn. En los dos pases, las vctimas son principalmente mujeres fronterizas: no son ni blancas ni indgenas, es decir, estn justo en el punto intermedio. Los feminicidios, en los dos casos, constituyen un ingrediente de la cultura del terror, a la vez que mensajes entre las distintas mafias. Los asesinatos de mujeres, en ese sentido, son una declaracin de guerra, de esta guerra anmica a la que se refieren Peter Waldmann y Fernando Reinares, y en donde la nica certeza es la
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Guatemala. Ni proteccin ni justicia: Homicidios de mujeres en Guatemala. Amnista Internacional. 9 de junio de 2005. P. 4. www.amnesty.otg/actforwoman
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violencia. Para Mara Dolores Paris, la anomia es la liberacin de las normas y de los poderes morales que tenan por funcin disciplinar a los individuos poniendo freno a sus pasiones.186 En el contexto de la llamada globalizacin, esta guerra se podra denominar as, pues es un hecho que con la entrada en vigencia de las polticas neoliberales, tanto Mxico como Guatemala vieron explotar nuevos problemas sociales, como es el caso del feminicidio. Esa es solamente una de las razones por las que podemos decir que s estamos hablando de un problema social, pero tambin, estamos hablando de una guerra, si no es que de una masacre dirigida contra las mujeres por haberse salido de la raya, aunque afirmar esto nos devuelva al punto de tener que problematizar la diferencia entre homicidios y asesinatos. Tambin es necesario especificar que se trata de una guerra por ellas mismas, puesto que son ellas quienes estn rompiendo el orden (desde el supuesto patriarcal), pero a su vez son catlizadoras de otras relaciones situacionales: el ejemplo del conflicto armado en Guatemala es muy clarificador; a partir de ellas se ejerce la aniquilacin de ciertos grupos o comunidades. Tal vez sea un error decir que esta guerra es nueva, puesto que los asesinatos de mujeres por el hecho de ser mujeres y especficamente, por ejercer un rol inaceptable desde la visin masculina tiene sus antecedentes siglos atrs en la historia universal. Como lo expresa Alejandro Gutirrez al referirse a la ola de asesinatos de mujeres en Ciudad Jurez, Chihuahua, la entrada de la Industria Maquiladora de
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Paris Pombo, Mara Dolores. Crisis e identidades colectivas en Amrica Latina. Plaza y Valds. Mxico, 1981.Pp. 120.
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Exportacin, aceler los cambios en los roles de la familia en Jurez, con el uso de la mano de obra femenina en forma intensiva. En forma notable, la mujer cambi su rol social tradicional.187 La guerra en contra de las mujeres encuentra su principal justificacin en este cambio de roles al que alude Alejandro Gutirrez, pues a pesar de las malas condiciones y la poca remuneracin que ofrecen las plantas maquiladoras, son ellas quienes tienen trabajo, quienes ganan un sueldo seguro y quienes cuentan con dinero el fin de semana para divertirse. En Guatemala, por ejemplo, la Fundacin Sobrevivientes188, afirma que el 70 por ciento de las familias tienen como cabeza a una mujer. Esto se explica por los altos ndices de migracin, la pobreza y la violencia que la acompaa. Pero como deca anteriormente, esta contraofensiva patriarcal no es nueva en la historia. Como sabemos, durante los siglos XVI y XVII en Europa tuvo lugar lo que se conoci como la brujo-mana, esto quiere decir que miles de personas fueron encarceladas y asesinadas por haber sido acusadas del crimen de hechicera. Las personas ejecutadas fueron en su gran mayora, mujeres. Como lo explica Norma Blzquez:
La persecucin de brujas se produjo en medio de cambios sociales bruscos, como la secularizacin o diferenciacin institucional entre las esferas econmica,
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, Alejandro Gutirrez. Un guin para adentrarse al fenmeno Jurez. En: Gutirrez Castaeda, Griselda (coordinadora). Violencia sexista. Algunas claves para la comprensin del feminicidio en Ciudad Jurez. PUEG, UNAM: Mxico, 2004. P. 67. 188 Entrevista de la autora con Norma Cruz. Op Cit.
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poltica y religiosa; las epidemias de peste del siglo XIV, y un rpido desarrollo demogrfico y econmico en el sigo XV189.
Si bien es cierto, que el contexto estaba imbricado por una religiosidad que buscaba ser absolutista, para confirmar el podero de la Iglesia, se asemeja a lo que hoy da, en Amrica Latina, estamos viviendo, en el sentido del contexto econmico que se viva entonces y est sucediendo ahora. Marianne Hester190, en un anlisis sobre la brujo-mana que tuvo lugar en Inglaterra en estos siglos, identifica el crecimiento de la industria textil, para la cual las mujeres realizaban todo el trabajo del hilado, haciendo que stas pudieran recibir un sueldo que si bien no les permita sostener una familia, s les alcanzaba para vivir solas. Por otro lado, plantea Hestler, las condiciones econmicas eran tan difciles, que las personas no podan casarse hasta muy avanzada edad, lo que ocasionaba que hubiera muchas personas solteras, especialmente, del sexo femenino, lo que haca que no vivieran bajo el dominio de un hombre. El tercer factor que vislumbra esta autora es el hecho de que para mediados del siglo XVI, las mujeres comenzaban a invadir algunos espacios hasta el momento masculinos, como el hecho mismo del ascenso de las mujeres monarcas.
Blzquez Graf, Norma. El retorno de las Bruhas. CEIICH UNAM. Mxico, 2008. P. 21. Ver: Marianne Hester. La brujo-mana en Inglaterra en los siglos XVI y XVII. En: Russell, Diana E. y Radford Jill (Editoras), Feminicidio. La poltica del asesinato de las mujeres . Comisin Especial para Conocer y dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la Repblica Mexicana y a la Procuracin de Justicia Vinculada. Cmara de Diputados LIX Legislatura, CEIICH, UNAM. Mxico, 2006. Pp.77-100.
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Incluso, Hester afirma que la brujo-mana puede verse como un ejemplo de feminicidio, en el que el uso de la violencia contra las mujeres de parte de los hombres descansaba en un constructo particular de la sexualidad femenina.191 Norma Blzquez, quien interpreta la cacera de brujas como el miedo que sus conocimientos empricos despertaban, tambin ve que:
La creacin de la nocin de bruja, como hemos viso, inclua al sabbat o aquelarre, en el que estaba presente una idea de libertinaje sexual192. Y agrega: Aunque es necesario realizar estudios especficos sobre este tema, hay bases suficientes para proponer que la persecucin de las brujas, la violencia hacia ellas, y su destruccin, tambin buscaba femenina193. garantizar el control sobre la sexualidad
El feminicidio entonces, no es un fenmeno nuevo, aunque la forma y las razones por las que se da en esta era, especficamente, en Amrica Latina s lo son. Siguiendo la lgica de Hester, podemos concluir que las condiciones econmicas de la ltima dcada han ocasionado un cambio de roles, lo cual ha generado que las mujeres puedan bastarse a s mismas para dejar de depender del hombre. Por otro lado, las mujeres hemos accedido, hoy, ms que nunca a puestos de poder, y aunque esto no quiere decir que con esto estemos cambiando el esquema, el hecho de tener diputadas, presidentas, secretarias de Estado, etc., se lee en el imaginario colectivo como que ahora las mujeres estamos ocupando
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dem. P. 78. El retorno de las brujas. Op. Cit. P. 31. 193 bidem. P. 31.
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los espacios de ellos. El feminicidio, entonces, viene siendo uno de los costos que se nos imponen por el hecho de haber accedido a esos espacios. En ese sentido, decir que el feminicidio es una guerra contra las mujeres por parte de un sistema patriarcal, no es una afirmacin a la ligera. Se trata, indudablemente, de un conflicto de considerable magnitud, en donde la tasa de vctimas mortales es elevada. Se trata de una guerra en la que se disputan fronteras, territorios, espacios. Si bien, es cierto que la fuerza militar no aparece de manera ntida, s podemos hablar que se emplean una serie de recursos y una logstica especializada para llevar a cabo, tal vez no un exterminio, pero s una brutal limpia de personas consideradas nocivas para la sociedad. En ese sentido, el trmino feminicidio se equipara al de genocidio y es precisamente este hecho, lo que nos lleva a afirmar que se trata de un crimen de lesa humanidad, pues constituye una masacre orquestada desde el Estado. Si atendemos a la definicin bsica de genocidio, tenemos que, segn el diccionario de la Real Academia Espaola, es el exterminio o eliminacin sistemtica de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religin, de poltica o de nacionalidad194. En este caso, la eliminacin sistemtica se da por el sexo y por el papel que desempean las mujeres fronterizas en la sociedad, las mujeres que no cumplen con los roles asignados, pues estn consiguiendo una independencia (por lo menos la econmica) y en ese sentido atentan contra el orden patriarcal. Este genocidio se justifica, al igual que se justific la doctrina de seguridad nacional en Amrica Latina mediante la cual, los regmenes autoritarios de Amrica Latina, en
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las dcadas de los 70 y 80, se arrogaron la facultad de desaparecer y asesinar a personas que consideraban peligrosas195. Sandrine Lefranc explica este proceso al afirmar que:
La sociedad o la nacin no estaban consideradas como comunidades establecidas sobre la base de un contrato voluntario, sino que deban reproducir una asignacin de las identidades biolgicas o culturales, conformada por la historia y naturalizada196.
La eliminacin sistemtica de las mujeres tiene la misma lgica: mandar un claro mensaje al resto de las mujeres para que no se salgan de la norma, para que esa asignacin de identidades no se vea vulnerada. Pero una guerra de este tipo slo puede ser planeada, o en ltimas, cobijada por el Estado, de otra manera no se explica el grado de impunidad en el que se desarrollan los asesinatos de mujeres. Sandrine Lefranc lo dice con todas sus letras: Los mayores criminales son hombres de Estado197.
195
Por ejemplo, durante estos aos se registraron tan slo alrededor de 9 000 personas desaparecidas por el rgimen en Chile, y cerca de 15 000 en Argentina. 196 Lefranc, Sandrine. Polticas del perdn. Ediciones Ctedra. Madrid, 2004. P. 31. 197 dem. P. 13.
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En los captulos anteriores se propuso analizar el feminicidio como el ltimo eslabn de violencia contra las mujeres en una cultura patriarcal. Ms an, se dijo que se trata de una guerra declarada a las mujeres por el hecho de ocupar espacios que el sistema considera propios de los hombres. Si estas afirmaciones son ciertas, las preguntas que quedan en el aire son las siguientes: A quin le sirve la guerra en contra de las mujeres? Desde dnde se instrumenta?, y quines son el principal blanco de dicha accin blica? Uno de los grandes aportes de la teora feminista fue precisamente, la definicin de patriarcado, para poder explicar la dominacin de los hombres sobre las mujeres que ha caracterizado a la humanidad durante siglos. Francesca Gargallo lo ha resumido as:
Falocrtico o patriarcal era el orden global que abarcaba desde la experiencia religiosa hasta las reglas econmicas, desde la dimensin binaria del yin y el yan hasta la cliterectoma, desde la explotacin de clases hasta el racismo, el colonialismo y las hambrunas. Su poder se sustentaba en que haba logrado imponer su autoridad como la nica legtima: el hombre era el dueo de todos los instrumentos de poder y para todos encontraba justificacin.198
198
Gargallo, Francesca. Ideas Feministas Latinoamericanas. Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico. Segunda Edicin. Mxico, 2006. Pp. 36 y 37.
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La filsofa norteamericana, Evelyn Reed, encuentra que este sistema es tan antiguo como el sistema de produccin basado en la agricultura, la cra de animales y el artesanado urbano, lo que dio origen a la divisin social del trabajo que margin a las mujeres al mbito privado, haciendo que los espacios pblicos constituyesen el territorio masculino por excelencia. Cuando explica la opresin de las mujeres desde el marxismo, Reed nos alerta sobre dos cuestiones que debemos de tener en cuenta: Ante todo, las mujeres no han sido siempre el sexo oprimido o segundo sexo. La antropologa o los estudios de la prehistoria nos dicen todo lo contrario. En la poca del colectivismo tribal las mujeres estuvieron a la par con el hombre y estaban reconocidas por el hombre como tales. En segundo lugar, la degradacin de las mujeres coincide con la destruccin del clan comunitario matriarcal y su sustitucin por la sociedad clasista y sus instituciones: la familia patriarcal, la propiedad privada y el Estado.199 El patriarcado, en tanto no ha existido siempre; es una mentira que nos han impuesto aludiendo a una naturaleza de los sexos en la que supuestamente se fundan las desigualdades. El sistema patriarcal tampoco comienza con el advenimiento del capitalismo, aunque s tiene su fundamento en la acumulacin de un notable excedente productivo. Esto quiere decir, que el patriarcado es mucho ms antiguo que el acontecimiento que marc la entrada de la era moderna, la revolucin industrial en el siglo XVIII; sin embargo, atendiendo tambin al anlisis de Evelyn Reed, es cierto que la opresin de las mujeres se
199
Reed, Evelyn. Sexo contra sexo o clase contra clase. Editorial Fontamara. Segunda Edicin. Mxico, 1987. P. 21.
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recrudece con el nacimiento del capitalismo industrial y monopolista a la vez que con la formacin del ncleo familiar:
Cuando grandes masas de hombres fueron expoliados de la tierra y de sus pequeas empresas, y se convirtieron en trabajadores asalariados en las fbricas, no tuvieron para vender, y sobrevivir, ms que su fuerza de trabajo. Sus mujeres, alejadas de las fbricas productivas y del artesanado, devinieron completamente dependientes de los maridos para su mantenimiento y el de sus hijos. De la misma manera que los hijos dependan de sus patronos, las mujeres dependan de sus maridos.200
La guerra en contra de las mujeres, como podemos ver, no es nueva. Dice E.E. Evans-Pritchard:
Las sociedades primitivas, las brbaras y las sociedades histricas de Europa y Oriente muestran casi toda variedad concebible de instituciones, pero en todas ellas, prescindiendo de la forma de la estructura social, los hombres estn siempre en una situacin preeminente, y esto es quizs ms evidente cuanto ms avanzada es la civilizacin201.
Siglos han transcurrido sin que las mujeres hayamos podido siquiera anhelar esa libertad por el simple hecho de que en todas las pocas, se han tomado las medidas necesarias con tal de darle permanencia al orden establecido, y en los
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dem. P. 27. EvansPritchard, E.E. La mujer en las sociedades primitivas. 1971 Ediciones Pennsula. Segunda Edicin. Barcelona, 1975. P. 53.
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momentos en que ms se ha manifestado la amenaza para dar lugar a una transformacin, el poder falocrtico ha contraatacado sin piedad. Un ejemplo muy clarificador, es el de la brujo-mana de los siglos XVI y XVII, descrito en el captulo anterior. Sin embargo, no es el nico. Est la expoliacin de las mujeres al principio del Renacimiento, tambin las leyes que impiden que una mujer pueda heredar a otra, la imposibilidad de que las mujeres puedan ser propietarias de terrenos. Francisca Rodrguez, por ejemplo, describe su experiencia como mujer indgena:
Somos pocas las mujeres indgenas que tenemos derecho a un pedazo de tierra; en muchas comunidades slo los hombres tienen ese derecho. Las mujeres slo sirven para cuidar el hogar, no asisten a las asambleas donde se discuten los procesos organizativos de la comunidad. Adems, cuando el esposo fallece los derechos le quedan al primer hijo de la familia y no se toma en cuanta a la mujer202.
La lista puede continuar, pero lo interesante de estos ataques y contraataques es que no necesariamente suceden cuando las mujeres toman conciencia de s mismas y se disponen a jugar un rol diferente, sino cuando son las propias condiciones econmicas las que las orillan a moverse de lugar. Si bien es cierto que el auge del movimiento feminista de los aos 70, fue pretexto para desenvainar mltiples espadas que efectivamente, dieron como resultado una serie de contraofensivas203 de las cuales no nos hemos podido reponer, lo
Francisca Rodrguez Lpez. La defensa de los derechos de las mujeres. En: Martnez de la Escalera, Ana Mara (coordinadora). Estrategias de resistencia. PUEG-UNAM. Mxico, 2007. P. 25. 203 Ver: Ideas Feministas Latinoamericanas. Op. Cit. Pp. 35 46.
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verdaderamente cierto es que el sistema patriarcal no repara en averiguar si es por conviccin o por necesidad, simplemente, castiga a las mujeres que se salen del papel que naturalmente les fue asignado. Como decamos anteriormente, el patriarcado concedi a los hombres todo tipo de poderes, entre los cuales, el econmico ha sido no slo el ms representativo, sino el ms defendido a la hora de que, por cualquier motivo o circunstancia, algn individuo o movimiento social se ha atrevido a cuestionarlo. A fin de cuentas, el orden econmico es el que se encarga de garantizar los otros, a la vez que organiza las condiciones para su propia reproduccin. E.E. Evans-Pritchard afirma que:
En tanto que los problemas de relacin entre los sexos no son slo los del sexo como tal, sino de autoridad, direccin, control, cooperacin y competicin, son problemas que existen en cada apartado de la vida social y en todo tipo de sociedad; y no pueden ser resueltos insistiendo en la igualdad absoluta, sino ms bien reconociendo las diferencias ()204.
En ese sentido, no nos extrae el hecho de que los movimientos feministas, lo mismo que actualmente, los ecologistas, resulten ser los ms amenazantes para un sistema cuyo fundamento es precisamente el derecho de propiedad. En este punto del anlisis, quisiera alertar a las lectoras /es acerca de una discusin que desde los aos ochenta se lleva a cabo al interior del feminismo en Amrica Latina, especficamente, a partir de la publicacin de la traduccin del
204
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artculo El trfico de Mujeres: notas sobre la economa poltica del sexo , de Gayle Rubin, en 1986. Aqu, la autora describe el sistema sexo/gnero como el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biolgica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas205 Comenzar a hablar de un sistema sexo / gnero en lugar de un sistema patriarcal fue uno de los golpes asestados contra el movimiento feminista (del cual, dicho sea de paso, muchas no se han querido dar cuenta), para comenzar a hablar de diferencia y no de desigualdad, como si las condiciones de las mujeres hubieran sido a lo largo de la historia, las mismas que las de los varones y como si la diferencia biolgica fuera el meollo del problema. Para distinguir la desigualdad de la diferencia dice Griselda Gutirrez Castaeda:
La desigualdad es asimetra, que traducida al plano de lo social subyace al establecimiento de jerarquas, de relaciones de dominacin y subordinacin, de inclusiones y exclusiones, y en casos extremos de relaciones opresivas206.
Al pasar por alto el tema de la desigualdad, el gnero constituy entonces el punto nodal del debate, dejando a un lado el hecho de que por siglos las mujeres hemos sido rebajadas a ciudadanas de segunda categora, no por la diferencia que nuestro sexo implica, sino por el valor que ellos alguna vez le otorgaron. El
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Gayle Rubin, El trfico de mujeres: notas sobre la economa poltica del sexo. En: Lamas, Marta (compiladora), El gnero. La construccin cultural de la diferencia sexual. Editorial Porra, PUEG-UNAM. Mxico, 1996. P. 37. 206 Griselda Gutirrrez Castaeda. Poder, violencia, empoderamiento. En : Gutirrez Castaeda Griselda (coordinadora). Violencia sexista. Algunas claves para la comprensin del feminicidio en Ciudad Jurez. PUEG UNAM. Mxico, 2004. P. 136.
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debate en relacin al gnero creci a la par del movimiento de ONGs, mismas que en los distintos niveles, nacional e internacional, se arrogaron la facultad de representar a todas las mujeres, slo por el hecho de ser ellas las encargadas de conseguir los financiamientos. El gnero comenz a ser una cuestin de cuotas, de polticas pblicas, pero los cuestionamientos de fondo del feminismo se desdibujaron. Desde mi punto de vista, hablar de un sistema patriarcal a nivel mundial es tan vigente ahora como en los aos ochenta, incluso como en 1949, cuando Simone de Beauvoir escriba: Cuando la familia y el patrimonio privado son las bases de la sociedad, sin oposicin, la mujer permanece tambin totalmente enajenada.207 Si bien es cierto, que hoy en da, la familia como institucin ha experimentado cierta crisis, tambin es verdad que en sociedades como las de Amrica Latina, todava tiene una fuerza incuestionable en la organizacin, incluso en el sistema de produccin. Ni siquiera en el caso de las sociedades occidentales consideradas ms civilizadas, puede decirse que la familia haya dejado de ser un ncleo fundamental en la realidad y en el imaginario colectivo. En definitiva, hablar de feminicidio sin hablar de patriarcado, es una trampa en la que las mujeres no podemos darnos el lujo de caer, mxime si queremos contrarrestarlo, puesto que son esas desigualdades las que lo hacen posible. Ya lo dijo Graciela Hierro:
El patriarcado es una estructura de violencia que se institucionaliza en la familia, se refuerza en la sociedad civil y se legitima en el Estado. Bajo este sistema no se
207
De Beauvoir, Simone. El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires, 1987. P.107.
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da el entendimiento, ni la aceptacin profunda de las mujeres como personas, tampoco como ciudadanas autnomas sujetas de derechos. La consideracin de la mujer como menor de edad perpetua o como objeto permanece viva en muchos mbitos de la vida cotidiana, que sostiene, por ejemplo, el sndrome de violacin-prostitucin-pornografa y asesinato, con toda la carga de violencia y sufrimiento que cada una de estas instancias supone para las mujeres de todas las etnias y edades208.
Por lo tanto, hablar de feminicidio sin hablar de patriarcado nos lleva a: a) Pasar por alto la desigualdad intrnseca entre hombres y mujeres, implantada por un sistema que opera tanto en el mbito privado como en el pblico. b) Minimizar el hecho de que, dentro de este sistema, las mujeres no somos vistas como seres humanos, sino como objetos desechables. c) Insinuar que el problema no es estructural, sino que obedece a elementos casuales. O bien, que s es estructural pero que no obedece a elementos relacionados con la condicin de las mujeres (culpar al narcotrfico a las maras, por ejemplo). d) Resignarnos ante el hecho de que la violencia en contra de nosotras obedece a leyes naturales, marcadas por la diferencia biolgica. Por otro lado, ante una declaracin de guerra, la resistencia resultara imposible, cuando ni siquiera nos hemos dado por enteradas de que la amenaza es una realidad. La guerra de los ltimos tiempos en contra de las mujeres, en Amrica Latina, responde a un sistema patriarcal cuya forma es el capitalismo exacerbado,
208
Graciela Hierro. Las mujeres asesinadas en Ciudad Jurez. En: Violencia sexista Op. Cit. P. 126.
147
el llamado sistema neoliberal, en cuya lgica, tiene que sacrificar la vida de ciertas mujeres para poder perpetuarse. En ese sentido, la guerra declarada en contra de las mujeres, se asemeja a los genocidios cometidos por regmenes totalitarios. Al analizar el genocidio cometido por la Alemania nazi en contra de la poblacin juda, Tzvetan Todorov dice:
El totalitarismo, al extender la nocin del enemigo de manera que incluya no solamente a los soldados que nos combaten sino tambin a los adversarios dentro del propio pas, generaliza el estado de guerra y tambin de golpe, esa separacin caracterstica del guerrero: Hombres que en la vida privada son muy escrupulosos con resp ecto a la justicia y al derecho convencionales se convierten en la guerra en seres capaces de destruir la vida y la felicidad de otros sin provocar casos de conciencia particular (Glenn Grey,1972)
209
En el caso de los asesinatos de mujeres sucede algo parecido. Hombres aparentemente respetables, sistemas de justicia, medios de comunicacin que se escandalizaran con atrocidades de este tipo, cuando son dirigidas hacia mujeres, especialmente hacia mujeres pobres, parecen no tener ningn cargo de conciencia. Esta reaccin se entiende, si se sigue la lgica a la que alude Todorov, en la que:
La ideologa totalitaria considera a los seres humanos individuales como instrumentos, como medios para la realizacin de un proyecto poltico, incluso csmico210.
209
Todorov, Tzvetan. Frente al lmite. Editorial Siglo XXI. Primera edicin, 1993. Mxico, 2004. Pp. 171 y 172. 210 dem. P. 186.
148
Para comprender mejor esta lgica que tambin se da en el caso de sociedades patriarcales, primero haremos un repaso por la historia reciente de nuestra regin.
El capitalismo en Amrica Latina Si el patriarcado se funda en la propiedad privada como principio y si sta es una de las mximas del sistema capitalista, es preciso analizar cul es el impacto que ha tenido dicho sistema en los pases latinoamericanos. El capitalismo encuentra a un par en el patriarcado, en el sentido de que ambos se fundan en diferencias convertidas en desigualdades que crecen conforme se naturalizan. Es por eso que Anbal Quijano expresa que por su propio carcter, el capitalismo articula mltiples espacios-tiempos o contextos que son histrica y estructuralmente desiguales y heterogneos y configura con todos ellos un mismo y nico orden mundial. En otros trminos, es mundial, no puede existir de otro modo, pero se desarrolla de formas diferentes y en niveles distintos en diferentes espacios-tiempos o contextos histricos.211 La reflexin de Quijano gira alrededor de ese supuesto desarrollo que Amrica Latina tendra que alcanzar para llegar al destino que alguna vez Europa le hubiera trazado. Europa mide con su propia vara a Amrica Latina, al igual que el hombre lo ha hecho con la mujer. Deca Simone de Beauvoir: Ya se ha dicho que el hombre no se piensa jams sino pensando al Otro; capta al mundo bajo el signo de la dualidad y, en principio, sta no tiene un carcter sexual. Pero, siendo naturalmente distinta del hombre que se plantea como lo mismo, la mujer est
211
Anbal Quijano, El fantasma del desarrollo en Amrica Latina. En: Acosta, Alberto (compilador). El desarrollo en la globalizacin en Amrica Latina. Editorial Nueva Sociedad. Quito, Ecuador, 2000. P. 12.
149
clasificada en la categora de lo Otro.212 y en ese sentido, tambin caben las propias reflexiones de Quijano: Puesto que se trata de un patrn de dominacin explotacin-conflicto, los habitantes de tal espacio de dominacin estn, por supuesto, en relaciones de desigualdad respecto del control de recursos de produccin y de las instituciones y mecanismos de autoridad, en especial los de la violencia.213 Amrica Latina es ese otro para Europa, el cul, una vez que se ubica frente a s, est destinado a tener una evolucin similar si no es que idntica. Pero la evolucin esperada es imposible, precisamente, porque ese otro siempre est bajo el dominio de s misma. Por lo tanto, tarde o temprano habr de aceptar que ese estado, ese grado de desarrollo solamente pudo obtenerlo gracias a la relacin de dominio con el otro del que tanto espera y el que tanto le incomoda. Quijano describe el proceso de la siguiente manera:
De ese modo se configur un patrn de poder que podemos reconocer como capitalismo mundial, eurocentrado y colonial/moderno. En esa perspectiva, la versin europea de la modernidad es la otra cara de la colonialidad del resto del mundo. Y esa modernidad/colonialidad es la expresin central de la clasificacin de la poblacin mundial en torno de la idea de raza.214
La modernidad de Europa, por lo tanto, sera impensable sin la condicin de colonialidad de Amrica Latina, donde la colonialidad es una caracterstica de la
212 213
El segundo sexo Op. Cit. P. 93. El fantasma del Op. Cit. P. 14. 214 dem. P. 21.
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Modernidad, y el modelo europeo occidental se impone como el nico, el verdadero, como lo ha sealado Ral Fornet-Betancourt215, pues lo que se exporta son los valores, la misma vara para medir, pero las condiciones son lo que realmente constituye la diferencia, lo que ocasiona que uno sea moderno, mientras que el otro siga siendo colonial. Coincido con Walter D. Mignolo, quien parte de la idea de sistema mundo moderno, propuesta por Anbal Quijano e Immanuel Wallerstein216, para afirmar que:
La consecuencia es que el capitalismo, como la modernidad, aparece como un fenmeno europeo y no planetario, en el que todo el mundo particip pero con distintas posiciones de poder. Esto es, la colonialidad del poder es el eje que organiz la diferencia colonial, la periferia como naturaleza217.
Ms adelante agrega:
El imaginario del mundo moderno colonial no es el mismo cuando se lo mira desde la historia de las ideas en Europa que cuando se lo mira desde la diferencia
215
Ver: Fornet-Betancourt, Ral. Estudios de filosofa latinoamericana. Coordinacin de Humanidades y Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos (UNAM). Mxico, 1992. 162 pp. 216 Ver: Anbal Quijano e Immanuel Wallerstein. Americanity as a concept, or the Americas in the Modern World-System. Publicado en: International Social Sciences Journal, No. 134. 1992. 217 Mignolo, Walter D. La colonialidad a lo largo y a lo ancho: El hemisferio occidental en el horizonte colonial de la modernidad. En: Lander, Edgardo (editor). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas UNESCO Ediciones FACES/UCV. Venezuela, 2000. P.p. 82 y 83.
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colonial: las historias forjadas por la colonialidad del poder en las Amricas, Asia o frica. () la colonialidad es constitutiva de la modernidad, y no derivativa218.
Enrique Dussel, por su parte, afirma que la llamada modernidad europea se inicia con la invasin de Amrica por parte de los espaoles: es la apertura geopoltica de Europa al Atlntico; es el despliegue y control del sistema -mundo en sentido estricto (por los ocanos y no ya por las lentas y peligrosas caravanas continentales), y la invencin del sistema colonial, que durante 300 aos ir inclinando levemente la balanza econmica- poltica a favor de la antigua Europa aislada y perifrica.219 Por lo tanto, si es verdad lo que dice Eduardo Galeano en el sentido de que la divisin internacional del trabajo consiste en que unos pases se especializan en ganar y otros en perder220, resulta un verdadero absurdo esperar que ese anhelado desarrollo suceda algn da. La razn tiene que ver precisamente con esta relacin dicotmica conquistador-dominado. Galeano lo explica en palabras sencillas:
Desde el descubrimiento hasta nuestros das, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, ms tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus
218 219
dem. Pp. 84 y 87. Dussel, Enrique. Filosofa de la cultura y la liberacin. Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico. Mxico, 2006. P. 40. 220 Ver: Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de Amrica Latina. Siglo XXI. Mxico, 1990. 384 pp.
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profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos.221
Por lo tanto, cuando hablamos del capitalismo en Amrica Latina hablamos de un sistema que ha significado un costo inconmesurable para nuestra regin, lo mismo cuando nos referimos a la llegada de la modernidad. Ya desde los aos 70, el brasileo Ruy Mauro Marini explic nuestra condicin de desigualdad con la llamada teora de la dependencia222, y a pesar de que sta ya haya sido rebasada, sus razonamientos fueron fundamentales para entender las relaciones Amrica Europa desde una perspectiva crtica hacia el capitalismo. Deca Marini:
"La historia del subdesarrollo latinoamericano es la historia del desarrollo del capitalismo mundial () Amrica Latina surge como tal al incorporarse al sistema capitalista en formacin, es decir, cuando la expansin mercantilista europea del siglo XVI "223
Y agregaba:
En el curso de los tres primeros cuartos del siglo XIX, y concomitantemente a la afirmacin definitiva del capitalismo industrial en Europa, sobre todo en Inglaterra, la regin latinoamericana es llamada a una participacin ms activa en el mercado
221 222
dem. P. 2. Ver: Marini, Ruy Mario. Dialctica de la dependencia. Editorial Era. Mxico, 1981. 101 pp. Marini, Ruy Mauro. Subdesarrollo y revolucin. Siglo XXI. Mxico, 1971. P. 3.
223
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mundial, ya como productora de materias primas, ya como consumidora de una parte de la produccin liviana europea224.
Si ya de por s, el capitalismo en Amrica Latina durante el periodo nacional desarrollista (1920 1970, aproximadamente) haba dado como resultado una estructura de clases que desemboc en movimientos revolucionarios en pases como Guatemala, Bolivia, Cuba, Chile, Nicaragua y El Salvador, ha sido en los noventa, con la entrada del neoliberalismo y a partir de la llamada globalizacin mundial, cuando esta relacin de dominacin subordinacin entre Europa y Amrica Latina se ha recrudecido dando como resultado problemas sociales que evidencian todava ms las incongruencias de esta aspiracin al desarrollo. Dice Carlos Figueroa, en relacin a este periodo de la historia de Amrica Latina:
El fin de la guerra fra, la expansin de la globalizacin y la instauracin del neoliberalismo que ha intensificado los males del capitalismo-, pudieran ser los tres grandes factores que dan un nuevo contexto a los problemas seculares del mundo y de Amrica Latina. Acaso lo que sucede es que viejos conflictos se nutren y reproducen ampliadamente o asumen nuevas formas, como consecuencia de las implicaciones de un escenario novedoso: el mundo de la posguerra fra.225
En ese sentido, Figueroa agrega que: () algunos de los hechos de violencia que hoy observamos en la regin, slo son manifestaciones relativamente
224 225
dem. Pp. 3y 4. Carlos Figueroa. Nuevos odres y viejos vinos: la violencia en Amrica Latina en los albores del siglo XXI. En: Castro Escudero, Teresa y Oliver Costilla, Lucio (coordinadores). Poder y poltica en Amrica Latina. Editorial Siglo XXI. Coleccin El debate latinoamericano. Mxico, 2005. P. 186.
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novedosas ante viejos problemas derivados de fenmenos estructurales bastante antiguos. Algunos ejemplos de estos ltimos son: la dominacin estadounidense en toda la regin, la subalternidad de la economa de esta ltima, el autoritarismo impreso en los diferentes estados latinoamericanos, la gran paradoja que presentan stos ltimos al combinar una fuerte vocacin represiva con una desigual presencia en los distintos mbitos de la sociedad, la incompleta cristalizacin de lo pblico en dichos estados, la corrupcin que se deriva de lo anterior, la aguda polarizacin social y por lo tanto, la pobreza extrema.226 Las contradicciones del sistema capitalista no ven salida en el proceso de globalizacin mundial, donde aparentemente las fronteras se diluyen, aunque no se dice que el libre flujo es nada ms para las mercancas y est al servicio del gran capital, mientras que para las personas cada vez es ms penado cruzar lneas divisorias entre pases. A pesar de que la creciente migracin es una de las caractersticas de este mundo global que se viene gestando desde hace veinte aos, es un hecho que el estatus migratorio se suma a las dems agravantes que hemos mencionado: ser latinoamericano, ser del sur, ser pobre, ser indgena y ser mujer. Ser migrante es sinnimo de ser ilegal, de ser un desposedo, es vivir con la vergenza a cuestas, como lo describe Gloria Anzalda, por el hecho de no pertenecer.227 La globalizacin, ese fenmeno mundial que esgrimi tantas promesas y que hasta sus grandes defensores aceptan que ha entrado en crisis, reduce a los
226 227
dem. P. 187. Gloria Anzalda, La prieta. En: Belausteguigoitia, Marisa y Leero, Martha (coordinadoras). Fronteras y cruces: cartografa de escenarios culturales latinoamericanos . PUEG UNAM. Mxico, 2005. P. 167.
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seres humanos a juguetes del mercado, dando como resultado que ni gobiernos ni individuos sepamos bien a bien cules son las reglas del juego. Oscar Ugarteche asegura que la globalizacin es un concepto polismico:
Para los de la escuela inglesa se relaciona con la universalizacin de las reglas del juego neoliberales. Para los norteamericanos tiene que ver con la expansin de las transnacionales en un mundo sin fronteras donde solo la interactuacin de esas empresas sean de banca, servicios o productivas- permitir el aumento de la productividad y la reinsercin de las economas en la nueva economa global. Para los franceses tiene que ver con las maneras de expansin del capital en esta etapa de fines del siglo XX y con los costos que siempre suponen esas expansiones hacia las economas del antes llamado Tercer Mundo.228
Para los ingleses, para los franceses, etc. Una vez ms los as llamados pases del Tercer Mundo no participamos en las decisiones que significan nuestro devenir econmico, poltico ni social. Si acaso, solamente las pequeas oligarquas de nuestros pases, empujados por la presin internacional, han participado en esas decisiones tan trascendentales. El precio, sin embargo, por lo menos para los pases latinoamericanos ha sido costossimo, como lo explica el mismo Ugarteche:
Al cabo de una dcada de globalizacin entendida como universalizacin de las reglas del juego, y donde el capital internacional emprendi la senda de la modernizacin en las economas de la regin, se observan elementos que causan
228
Oscar Ugarteche. Globalizacin y crisis en debate. En: Acosta, Alberto (compilador). El desarrollo en la globalizacin en Amrica Latina. Editorial Nueva Sociedad. Quito, Ecuador, 2000. P. 30.
156
escozor entre la poblacin. En primer lugar, existe un severo y alarmante problema de empleo. En segundo lugar, ha ocurrido una privatizacin de un conjunto de empresas compradas en esencia por empresas internacionales, sean o no transnacionales. Adems, las tarifas de los servicios pblicos han aumentado en forma inquietante. En cuarto lugar, la regin se ha visto provista de capitales internacionales de corto plazo tanto en la Bolsa como en la banca, fomentndose as un retraso cambiario que es perverso para las polticas en promocin de exportaciones (Ugarteche 1997, Cap. 5; 2000, Cap. 8), y hay una volatilidad financiera no vista antes. ().229
Enrique Arceo y Eduardo M. Basualdo ven que el neoliberalismo no es nada ms que otra fase del capitalismo, con la diferencia de que:
() el capital transnacional no busca, fundamentalmente, en la actual fase, el acceso a materias primas y alimentos baratos, sino la explotacin de reservorios de mano de obra de bajo costo y disciplinada y el control de recursos estratgicos crecientemente escasos (petrleo, agua biodiversidad).230
La subalternidad de Amrica Latina desde la invasin por parte de Europa siempre estuvo atravesada por la desigualdad de gneros. De hecho, misoginia, racismo y colonialismo son tres caractersticas de la Modernidad en su desarrollo: la Conquista se llev a cabo a partir de la violacin multitudinaria de los hombres blancos hacia las mujeres indgenas. Dice Mignolo:
229 230
dem. P. 34. Basualdo, Eduardo M. y Arceo, Enrique. Neoliberalismo y sectores dominantes. Tendencias globales y experiencias nacionales. CLACSO. Buenos Aires, Argentina, 2006. P. 20.
157
Si la conciencia criolla se defini con respecto a Europa en trminos geo-polticos, en trminos raciales se defini su relacin con la poblacin criolla negra y con la indgena. La conciencia criolla, que se vivi (y todava hoy se vive) como doble aunque no se reconoci ni se reconoce como tal, se reconoci en cambio en la homogeneidad de la cultura nacional, y desde principios del siglo XX, en el mestizaje como contradictoria expresin de homogeneidad. La celebracin de la pureza de sangre por as decirlo231.
La guerra contra Amrica, desde entonces, se realiz a partir de la guerra en contra de sus mujeres, puesto que ste acto garantizaba reproducir la propia dominacin de una cultura sobre otra.232 Ser mujer en este contexto de dependencia econmica y de violencia derivada de las condiciones de marginalidad y pobreza que han caracterizado a nuestra regin, constituye una desventaja ms en la lucha cotidiana por la supervivencia y el bienestar. La globalizacin, entendida como continuidad del imperialismo y del colonialismo no tendra por qu eliminar este tipo de mecanismos, sobre todo si consideramos que sta no es otra cosa que la migracin de bienes, servicios, capitales y personas ms all de la propia frontera.233 El neoliberalismo no solamente es otra forma de implementar el capitalismo ms salvaje, sino tambin el propio patriarcado. Prueba de ello, son las caractersticas que Adolfo Gilly, Raquel Gutirrez y Rhina Roux enumeran para describir su
231 232
La colonialidad a lo largo y a lo ancho:.... Op. Cit. P. 97. Ver: Barbosa Snchez, Araceli. Sexo y conquista. CCYDEL UNAM. Mxico, 1994. 171 pp. 233 Globalizacin y crisis dem. P.37.
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lgica y cmo se aplica en Amrica Latina. Segn estos autores, el neoliberalismo se define a partir de los siguientes puntos234: 1) El hecho de que este sistema ha establecido una nueva forma de uso de la fuerza basada en su ms radical depreciacin, en su empleo y extensin bajo modalidades anmalas e informales, en formas intensas y densas de explotacin que combinan maneras que parecan ya superadas de elevacin de la plusvala absoluta, con nuevos mecanismos de elevacin de la plusvala relativa. La objetivacin del otro o la otra, por lo tanto, es lo que tanto lo acerca al patriarcado. 2) El neoliberalismo consiste tambin en una gigantesca accin de despojo, de acaparamiento, apropiacin y monopolizacin de la riqueza social creada y acumulada por muchas generaciones. El neoliberalismo busca depojar al ser humano, al igual que el patriarcado ha despojado a las mujeres de su propia humanidad. 3) El neoliberalismo ha ido de la mano con el desmantelamiento de las estructuras sociales que derechos permitan colectivos la posibilidad de ejercicio de y
determinados
anteriormente
reglamentados
habilitaban ciertas formas de participacin poltica. El neoliberalismo v a en contra de la colectividad de la misma manera que el patriarcado ha echado mano de todas las estrategias para aislar a las mujeres de sus congneres.
234
Adolfo Gilly, Raquel Gutirrez y Rhina Roux. Amrica Latina: Mutilacin epocal y mundos de la vida. En: Basualdo, Eduardo M. y Arceo, Enrique. Neoliberalismo y sectores dominantes. Tendencias globales y experiencias nacionales . CLACSO. Buenos Aires, Argentina, 2006. Pp. 107109.
159
4) El neoliberalismo, sus ideologas y sus instrumentos y medios de comunicacin masiva encarnan adems una voluntad dominante de adelgazamiento de los vnculos y los niveles de solidaridad y de fraternidad entre los humanos en general y entre los oprimidos en especial. Este punto se relaciona directamente con el anterior; el neoliberalismo divide, fragmenta e inhibe los vnculos humanos. El patriarcado ha insistido en convencer a las mujeres que su peor enemiga es otra mujer. La agresividad del neoliberalismo se puede apreciar de manera ntida, por poner un ejemplo concreto, en los contenidos de ciertas campaas publicitarias. La publicidad, estrategia comunicacional directamente ligada al mercado, no solamente reproduce sino que pareciera estar sustentada en la agresividad en contra de la psique y el cuerpo de las mujeres. Las mujeres expuestas como objetos sexuales en muchos de los casos suelen ser los ejemplos menos nocivos, pues las ideas del abandono, la vergenza y la muerte frecuentemente refuerzan los mensajes de que las mujeres son objetos, cuya integridad depende de la sociedad que la reconoce o la menosprecia, segn estndares establecidos desde el punto de vista masculino: el que sean delgadas, bonitas, rubias, cariosas, bien portadas, etc. Lo cierto es que si hablamos de fronteras, la frontera del sexo-gnero se suma aqu a la frontera geogrfica, de raza, econmica y a todas las fronteras que diferencian el ser europeo del otro latinoamericano. Porque el orden
latinoamericano est supeditado o ms bien, se espera que est supeditado al orden de afuera, a las fuerzas externas que impiden que nuestra regin tome su propio curso, ms all de las expectativas y exigencias del capital internacional, 160
ahora, transnacional. Los casos de Venezuela, Bolivia y Argentina actualmente no se ajustan a estas expectativas, sin embargo, la presin que ejercen instituciones financieras internacionales hacia estos Estados, as como el propio gobierno estadounidense, demuestran que efectivamente, se han salido del plan orquestado desde quienes controlan el gran capital. Luz Gabriela Arango analiza lo que estos modelos econmicos impuestos han significado para las mujeres latinoamericanas. Para empezar, explica que el modelo de desarrollo basado en la industrializacin por sustitucin de importaciones impuesto en Amrica Latina, ha asimilado en ciertos aspectos al llamado fordismo235. Arango ve que algunos supuestos de ambos modelos que tienen incidencia en las relaciones de gnero son los siguientes:
() un modelo de produccin masiva dirigida al mercado interno en grandes unidades productivas y con una organizacin del trabajo apoyada en los principios tayloristas de divisin y especializacin del trabajo; un Estado de bienestar con un sistema de seguridad social orientado a socializar los costos de reproduccin de la fuerza de trabajo en materia de salud, educacin, capacitacin y retiro; relaciones
235
Fordismo: se refiere al modo de produccin en serie que llev a la prctica Henry Ford; fabricante de coches de Estados Unidos. Este sistema supone una combinacin de cadenas de montaje, maquinaria especializada y un nmero elevado de trabajadores en plantilla, Este modo de produccin resulta rentable siempre que el producto pueda venderse a un precio bajo. Taylorismo: corresponde a la divisin de las distintas tareas del proceso de produccin que trae consigo el aislamiento del trabajador y la imposicin de un salario proporcional al valor que aaden al proceso productivo. Este nuevo mtodo de organizacin industrial, cuyo fin era aumentar la productividad y evitar el control del obrero en los tiempos de produccin, lo inici el estadounidense Frederick W. Taylor con el deseo de aprovechar al mximo el potencial productivo de la industria.
161
Para la autora, estos modelos implican una segmentacin laboral, que por otro lado, refuerzan una visin muy tradicional de las relaciones sociales: El modelo otorga a las mujeres un lugar perifrico en el mercado de trabajo y acta como un fuerte legitimador de la nocin del salario femenino como complementario, nocin cuya persistencia explica en buena medida los niveles salariales entre hombres y mujeres. El modelo impone adems una norma familiar y excluye, entre otras, las opciones de pareja homosexuales.237 En este anlisis se puede observar claramente la relacin capitalismo patriarcado, pues es un hecho que no solamente no se contraponen, sino que se refuerzan, se complementan uno al otro. El fordismo, por ejemplo, describe Luz Graciela Arango, est absolutamente ligado a la idea de obrero normal, es decir, el hombre proveedor, padre de familia cuyo complemento lo encuentra en la mujer ama de casa. As como la puesta en marcha del capitalismo en Europa requiri de los excedentes obtenidos a travs de sus colonias, este sistema ha necesitado, por fuerza, asegurar la segregacin de la mujer al mbito privado y en ltimo de los casos, su incorporacin al sistema productivo bajo el estatus de fuerza laboral femenina. Siguiendo el anlisis de Luz Graciela Arango, observamos que el primer ejemplo de feminizacin de la fuerza de trabajo est relacionado con el desarrollo
236
Luz Gabriela Arango. Gnero, globalizacin y desarrollo. En: Acosta, Alberto El desarrollo en la globalizacin. El reto de Amrica Latina. Editorial Nueva Sociedad. Quito, Ecuador, 2000. P. 305. 237 dem. P. 308.
162
La nueva divisin internacional del trabajo que se va configurando entonces se caracteriza por una restructuracin industrial que traslada a los pases con mano de obra abundante y barata la realizacin de procesos manufactureros intensivos en mano de obra. La apertura del comercio internacional y la explosin de nuevos productos y de nuevas tecnologas crean un sistema de manufactura global al cual se integran de manera desigual los pases en desarrollo.238
La insercin de las mujeres al trabajo, es decir, al mbito pblico, no ha respondido precisamente, a que se les haya otorgado este derecho, sino que los propios mecanismos del capital internacional as lo han requerido. Por lo tanto, de la misma forma en que las mujeres se incorporaron a la industria en Europa, despus de la revolucin industrial, las mujeres en Amrica Latina son tomadas en cuenta para hacer ms redituables las ganancias para un sistema insaciable.
Mujer y maquila en Amrica Latina La condicin de la mujer en Amrica Latina, en esta era de globalizacin, tal como lo explica Arango, se perfila en esa feminizacin de la fuerza laboral implementada por la Industria Maquiladora de Exportacin. Esto no quiere decir que todas las mujeres latinoamericanas sean trabajadoras de maquiladoras, pero la forma en que son consideradas por el propio sistema s tiene que ver con el
238
dem. P.310.
163
valor de uso que las inversiones internacionales le dan, y esas inversiones se hacen tangibles precisamente, en esta nueva modalidad de empresa. La necesidad de analizar con ms detenimiento el papel de la maquila tiene que ver con el contexto en el que se desata el feminicidio de los ltimos tiempos, es decir, esta nueva guerra en contra de las mujeres. Veamos por ejemplo, el caso de Sagrario Gonzlez Flores, una de las vctimas de esta guerra. Ella era una joven de 17 de aos, que junto con su familia, haba emigrado de su natal Durango para instalarse en Ciudad Jurez, Chihuahua con la idea de conseguir trabajo. Y de hecho, as fue: ella trabaj para la maquiladora General Electric hasta el 16 de abril de 1998. Ese da, al finalizar su turno, sali del trabajo para dirigirse a su humilde casa ubicada en Lomas de Poleo. Nunca ms se le volvi a ver. La historia de Sagrario se parece a la de muchas otras mujeres asesinadas y desaparecidas en la frontera norte de Mxico: empleadas de maquiladoras, migrantes, que por alguna razn incomprensible fueron violadas, torturadas, asesinadas o simplemente, desparecidas. A pesar de que a muchas de ellas se les vio por ltima vez, precisamente, en sus lugares de trabajo, los gerentes y dueos de dichas maquilas han guardado absoluto silencio en relacin al destino de sus empleadas. No se puede negar el hecho de que en Mxico, as como en otros pases centroamericanos, gran parte de los llamados feminicidios tienen lugar en zonas maquiladoras. La reflexin en torno a la relacin mujeres maquiladora, sin embargo, no tendra que esperar al punto extremo de la aniquilacin de quienes trabajan en dichos centros de trabajo, pues en el medio, existe una larga lista de 164
abusos y maltratos que al parecer, constituye la base de las polticas con la que operan dichas empresas. Dice Francesca Gargallo:
Centroamrica en especial Guatemala y Honduras se ha convertido en el rea del continente americano donde es ms reiterado el homicidio con alevosa de mujeres de todas las edades, condiciones sociales, profesiones y niveles educativos. Es tambin el rea que protagoniz una guerra civil extendida y prolongada, con altos ndices de violaciones a los derechos humanos, masacres y procesos de pacificacin que, por su propia dinmica de exclusin de las bases sociales, terminaron por convertir a las otrora repblicas bananeras en la zona de las repblicas maquiladoras239.
Es necesario entender primero, qu son las maquiladoras y cundo comenzaron a operar. En los aos sesenta, el gobierno mexicano puso en marcha el Programa Nacional Fronterizo (1961) y el de Industrializacin de la Frontera (1965), que dieron lugar a la entrada de la Industria Maquiladora de Exportacin. Esta consiste en fbricas de capital extranjero donde se manufacturan o montan las distintas piezas de un producto con vas a la exportacin y mediante mano de obra barata. En los aos 90, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Mxico y Canad, fue cuando esta innovadora industria tuvo su mximo auge, al punto de que hoy en da se estima que en el pas, el 25 por ciento de la mano de obra industrial trabaja, precisamente, en las maquiladoras.
239
El feminicidio en la Repblica Maquiladora. Francesca Gargallo. Artculo publicado en el suplemento Masiosare del peridico La Jornada. Mxico. Domingo 17 de junio de 2005.
165
Una de las caractersticas de estas empresas, desde entonces hasta ahora, ha sido la contratacin de una nueva fuerza de trabajo, constituida por mujeres jvenes, de preferencia entre los 16 y los 24 aos, solteras y con estudios mnimos de primaria. Esto les ha significado beneficios econmicos, ya que se trata de una mano de obra dcil, disciplinada, sana y de la cual se espera una alta productividad.240 Algunas de las caractersticas de las maquilas son las siguientes: a) que sean filiales de empresas estadounidenses o plantas contratadas, ya sea de capital nacional o extranjero; b) que se dediquen al ensamble de componentes y/o procesamiento de materias primas, ya sea de productos intermedios o finales; c) que la casi totalidad de materias primas y/o componentes sean importados de los Estados Unidos y de nuevo reexportados a ese pas, una vez terminado el proceso de maquila, y d) que utilicen labor intensiva de trabajo.241 Como podemos ver, el capitalismo y el patriarcado continan caminando de la mano en su nueva fase de sistema neoliberal; la explotacin de las mujeres sigue constituyendo la principal arma del gran capital, ahora en su modalidad de capital transnacional, que al igual que en el siglo XIX, ha seleccionado la fuerza de trabajo que se encontraba en abundancia y alejada de lo que se consideraba la esfera econmicamente productiva. Pero las relaciones patriarcales inhiben la esencia de la vida humana, y esto queda evidenciado en el trato que reciben las trabajadoras de la maquila por parte
240
Ver: Iglesias Prieto, Norma. La flor ms bella de la maquiladora. Historias de vida de la mujer obrera en Tijuana, B.C.N. Secretara de Educacin Pblica, Centro de Estudios Fronterizos del Norte de Mxico. Mxico, 1985. Pp. 15-25. 241 Ver: Jorge Carrillo y Alberto Hernndez. Mujeres fronterizas en la industria maquiladora. SEPCultura, Centro de Estudios Fronterizas del Norte de Mxico. Coleccin Frontera. Tijuana, 1985. 217 pp.
166
de sus patrones. Estos son slo algunos de los abusos a los que se enfrentan las mujeres que van a dar a la maquila con el nico fin de garantizar la supervivencia:
1.
La exigencia de la prueba de embarazo, requisito principal para entrar a trabajar a estas empresas y para conservar el empleo. Al punto, de que mes con mes las trabajadoras tienen que sufrir la humillacin de someterse a una revisin que descarte su estado de gestacin.
2.
El hostigamiento sexual hacia las trabajadoras es el pan de todos los das al interior de las maquilas, sobre todo para aquellas que cubren los turnos nocturnos.
3.
El encierro y el impedimento de cuestiones tan bsicas como lo son el ir al sanitario o tomar agua, bajo el argumento de que no se afecte la produccin.
4.
Los bajos salarios que oscilan, en el caso de Mxico, entre los 250 y los 400 pesos semanales.
5.
6.
La monotona y repeticin del trabajo que por si fuera poco, exige horas extras obligatorias.
7. 8. 9.
Condiciones laborales insalubres. El impedimento de la sindicalizacin de las trabajadoras. La contratacin de mujeres menores de edad.
167
A todo esto, habra que agregar, que en Mxico, las ms de 4 mil maquiladoras ubicadas a lo largo y ancho de todo el pas operan al margen de la ley, y con el contubernio del Estado, ya que violan los derechos laborales, pasan por alto las leyes ambientales del pas y no pagan los impuestos correspondientes. De acuerdo con informacin del Centro de Investigaciones Econmicas y Polticas de Accin Comunitaria (CIEPAC), con sede en San Cristbal de las Casas, Chiapas, los parques industriales son dotados de todos los servicios por el gobierno, utilizando el dinero del erario pblico. Hay que hacer hincapi en que las maquiladoras se trasladan a los lugares donde las ganancias se puedan obtener a costa de las personas ms pobres y ms vulnerables, de ah su preferencia por las mujeres y mejor an, por las mujeres migrantes. Por ejemplo, tan slo en Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala, Panam y Repblica Dominicana, se emplean alrededor de 500 mil trabajadoras y trabajadores. Y en estos pases, al igual que en Mxico, los gobiernos suelen ofrecerles privilegios econmicos: no pagan impuestos, pueden sacar el dinero del pas fcilmente, y por si fuera poco, violar las normas ambientales. De qu estamos hablando entonces cuando nos referimos a la relacin entre la maquila y las mujeres? Estamos hablando, para empezar, de un sistema patriarcal llevado al lmite, en donde la mujer es considerada no humana, un objeto desechable, un ser despreciable que cuando mucho puede ser utilizado, pero jams considerado. Tambin estamos hablando de un sistema capitalista que fija la desigualdad entre los sexos con un objetivo explcitamente econmico; reconocer la 168
humanidad de las mujeres le costara un sin fin de prdidas, no slo por el trabajo domstico que no reconoce y que jams acceder a retribuir, sino porque esos cuerpos femeninos tan despreciados, que van desde los de las mujeres esclavas en la poca colonial hasta los de las actuales obreras de la maquila, le han producido ganancias materiales que hubieran sido imposibles desde un trato igualitario. Las cifras, en este caso, son una evidencia tangible y concreta; la empresa Nike gana 215 millones de dlares al ao, cantidad que no podra ni siquiera vislumbrar si no fuera por la explotacin de sus trabajadoras y trabajadores (incluidos menores de edad) al interior de sus maquilas. En Canad, por una camisa GAP, una persona tiene que pagar 34 dlares, mientras que a la obrera que la confecciona en El Salvador se le pagan 25 centavos de dlar242. Pero las consecuencias de la maquila, por lo menos en los pases latinoamericanos, van mucho ms all. Las trabajadoras de las maquiladoras, adems de ser pobres, por lo general tienen tambin otras dos caractersticas: la de ser migrantes y la de ser indgenas o tener rasgos indgenas. Por lo tanto, la maquila reproduce esa actitud sexista y racista, que se ve reforzada afuera, en el contexto en el que opera la maquila. Por lo tanto, la sociedad y no se diga, el Estado, las invisibiliza, no las considera ciudadanas, y adems, emite juicios morales en relacin a ellas e incluso, las criminaliza. La maquila no nada ms emplea a mujeres, es cierto, sin embargo, es en ellas en quienes se hace tangible esa marginacin, deshumanizacin y muerte que se entrelazan en los espacios dislocados del neoliberalismo, como lo define la
242
Informacin de: Eduardo Tamayo. Imperialismo y maquilas. Revista Autogestin. Madrid. 16/12/2002. Se encuentra en la pgina web: http://www.solidaridad.net/articulo505_enesp-htm
169
argentina Judith Filc.243 Los hombres tambin son vctimas del sistema, sobre todo, cuando no poseen todas aquellas cualidades que el patriarcado capitalista enarbola: poder, dinero, tez blanca, estatus social, lo cual, desde una visin patriarcal y capitalista, los feminiza. Pero la explotacin hacia las mujeres en estos centros de produccin es el relato mismo del odio hacia los cuerpos femeninos que sangran, que tienen la posibilidad de dar vida, pero sobre todo, que tienen la forma y el color de eso que el sistema tiene que rechazar para su propia supervivencia, para seguir reproduciendo un orden jerrquico que viole lo mismo a la tierra que al cuerpo de una mujer. En esta caracterstica del patriarcado, distinguida por Rita Laura Segato244, vemos que la:
() feminizacin de los cuerpos de los vencidos por medio de su sexualizacin, como en la prisin de Abu Graib, y la posesin forzada de los cuerpos de las mujeres y nias con su consecuente inseminacin, como en las guerras contemporneas de la antigua Yugoslavia, confirma la equivalencia permanente entre cuerpo y territorio.
Concluye Segato: Sometimiento, sexualizacin, feminizacin y conquista funcionan como equivalentes simblicos en el orden blico patriarcal. La relacin maquila mujeres, por lo tanto, es algo equiparable a la guerra, es parte de este continuum de terror anti femenino, propio del sistema patriarcal
243
Judith Filc. Desafiliacin, extranjera y relato biogrfico. En: Amado, Ana y Domnguez, Nora (Compiladoras). Lazos de familia. Herencias, cuerpos, ficciones . Editorial Paids. Buenos Aires, 2004. P. 207. 244 Segato, Rita Laura. Qu es un feminicidio. Notas para un debate emergente. En: Belausteguigoitia, Marisa y Melgar, Luca (coordinadoras). Fronteras, violencia, justicia: nuevos discursos. PUEG-UNAM, UNIFEM. Mxico, 2007. Pp. 39 y 40.
170
que ahora, en su modalidad de orden neoliberal lleva a sus ltimas consecuencias: la explotacin que no se queda en explotacin, sino que pasa por un despojamiento de subjetividad que puede desembocar en la desaparicin o muerte, como en el caso de la joven Sagrario. La guerra en contra de las mujeres se explica no slo en el beneficio econmico que sta le genera al sistema (ya que constituyen mano de obra barata), sino en el hecho de que a partir de esta nueva divisin internacional del trabajo, los roles de gnero son diametralmente transformados. Las mujeres, explotadas o no, despojadas o no, comienzan a insertarse en espacios considerados masculinos (algunos trabajos les son dados a ellas), lo cual provoca una furia insospechada que deriva en la aniquilacin de las consideradas enemigas. Esta aseveracin coincide con la de Sergio Zermeo cuando nos alerta acerca de que es un error seguir pensando que el enemigo (el responsable de este feminicidio) est afuera, an no identificado, y no aceptar que es parte de la sociedad, est entre nosotros, se genera en medio de la degradacin social de la frontera y de la maquila, en donde las alteraciones en las relaciones de gnero juegan un papel fundamental: una especie de machismo ultrajado estara copiando lo que merece una moda a su alrededor.245 La sociedad se transforma, tal como lo enuncia Zermeo con cifras de la periodista Rosa Isela Prez (reportera del suplemento La Triple Jornada), quien registra que en Ciudad Jurez, Chihuahua, de cada tres madres, dos son solteras y de Vctor Ballinas (La Jornada), quien ha dado a conocer que tan slo en el
245
Sergio Zermeo, Gnero y maquila. El asesinato de mujeres en Ciudad Jurez. En: Gutirrez Castaeda, Griselda (coordinadora). Violencia sexista. Algunas claves para la comprensin del feminicidio en Ciudad Jurez. PUEG UNAM. Mxico, 2004. P. 47.
171
2001, el 56 por ciento de los nios nacidos en esta ciudad fronteriza fueron registrados como hijos de madres solteras.246 En el caso de Guatemala, el cambio aunque ha sido ms paulatino, tambin ha sido importante. Segn el informe de la organizacin CALDH, para el 2002, el acceso de las mujeres a la fuerza laboral era de 42 por ciento frente a un 80 por ciento de los hombres. El informe agrega:
Dentro de ese menor porcentaje de acceso al empleo, en algunos trabajos como el agrcola o las maquilas, las mujeres sufren sistemticamente violaciones a sus derechos laborales, lo que se refleja, entre otras situaciones, en menor retribucin salarial por igual trabajo. Por su parte, las trabajadoras de casa particular, en su mayora mujeres indgenas, no estn sujetas a ninguna regulacin laboral, ni a las polticas de seguridad social. Y concluye: Cuatro factores bsicos de desigualdad convergen en la violencia de gnero: clase (pobreza), etnia, residencia urbana o rural, o desplazamiento.247
Ellas, nosotras o las otras: el blanco de la guerra El feminicidio es la guerra en contra de las mujeres, cierto, sin embargo, no todas somos igual de susceptibles a ser asesinadas, porque no todas resultamos igualmente amenazantes para un sistema que se finca en el sentido de la propiedad y quiere imponer un orden tan homogeneizante como desigual. El patriarcado como bien dijimos, puede ser equiparado en cierto sentido a los
246 247
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regmenes totalitarios porque convierte a las personas en instrumentos para conseguir sus propios fines. Entonces, las mujeres que son ms susceptibles a ser el blanco de esta guerra son las mujeres fronterizas. Porque el sistema patriarcal capitalista neoliberal ha decidido que ellas son las otras, aquellas que tienen un cuerpo femenino y un fenotipo no europeo, aquellas que son consideradas extranjeras a pesar de que viven dentro del lmite del territorio nacional, aquellas que dejan su lugar de origen para buscar una opcin de supervivencia para ellas y sus familias. Ellas, las mujeres fronterizas, las otras, constituyen el principal blanco de exterminio. Segn Alain Finkielkraut, lo que ha distinguido durante mu cho tiempo a los hombres de las dems especies animales es precisamente que no se reconocan unos a otros.248 Pero adems, aade: La humanidad se acaba en las fronteras de la tribu, del grupo lngstico, a veces incluso del poblado.249 Si bien es cierto que, como dice Finkielkraut, la categora de ser humano ha variado a travs de la historia y el reconocimiento del otro no es o no fue nunca natural, lo que s resulta sorprendente es la deshumanizacin de quienes han estado ah siempre, en el caso de las mujeres, pero sobre todo, de quienes han devenido (con todas sus caractersticas) a partir del propio sistema. Las mujeres trabajadoras de la maquila, las mujeres latinoamericanas pobres, en medio de un orden globalizador y neoliberal, no slo son la consecuencia, sino que ejemplifican en carne propia las contradicciones de un sistema capitalista
248
Finkielkraut, Alain. La humanidad perdida. Ensayo sobre el siglo XX. Editorial Anagrama. Barcelona, 1998. P.13 249 dem. P. 14.
173
neoliberal, en donde se enarbola, por ejemplo, el trnsito libre de mercancas mas no de personas. Cabe recordar que la Industria Maquiladora de Exportacin pas a ser parte de la realidad mexicana a finales de los aos 60, pero tuvo su auge en los noventa con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio. Hoy en da, se estima que el 25 por ciento de la mano de obra industrial mexicana trabaja, precisamente, en las maquiladoras. Entonces, de qu otra/o estamos hablando? Tiene razn Finkielkraut cuando dice que la costumbre es soberana porque no se vive como costumbre, y que lo que cuenta es la manera de vivir y el tipo de identidad de pertenencia entre los diferentes grupos. Lo que sucede con las trabajadoras de la maquila, las migrantes, las pobres es que las propias condiciones las expulsan de su lugar de origen y la posibilidad de crear un sentido de pertenencia en el nuevo sitio de residencia es prcticamente imposible; no slo porque casi siempre se asientan en la frontera, que es por excelencia un no lugar, sino porque sus centros de trabajo requieren del anonimato, de la desintegracin familiar, de la objetivizacin de la persona. A las maquiladoras, por ejemplo, reconocer la humanidad de sus trabajadoras le costara enormes prdidas, pues sus prcticas de deshumanizacin le han producido ganancias materiales que hubieran sido imposibles desde un trato igualitario. En ese sentido, no es extrao que las trabajadoras de la maquila, las mujeres indgenas, migrantes o diferentes se vivan como extranjeras en su propia tierra. A propsito del exilio, Judith Finc escribe sobre la protagonista de la novela La ingratitud y asemeja su actitud a la de un animal:
174
(), su empresa de aislamiento y mudez la lleva a asemejarse cada vez ms al perro que Ramn y Georgia, unos conocidos mexicanos, abandonaron en su casa. El animal y yo. La nica diferencia entre ambos, lo digo, es que mis escrpulos me impiden exteriorizar lo inadaptada que me siento250.
Ms adelante agrega: La narradora transita de la desterritorializacin y la desfiliacin familiar a la marginacin absoluta, la deshumanizacin y,
eventualmente, la muerte. Y concluye: Marginacin, deshumanizacin y muerte se entrelazan en la novela y en los espacios dislocados del neoliberalismo. En el caso de las trabajadoras de la maquila o de las migrantes, la figura de la exiliada, la extranjera, del parsito descrito por Derrida, incluso del homo saccer de Agamben, funcionan perfectamente para explicar su condicin, ya que es el propio sistema quien construye estas formas de subjetividad que bien podran definirse como no sujetos y cuyas vidas ya no constituyen la responsabilidad d el Estado. Para Judith Finc, la conformacin de los espacios dislocados habitados por estos grupos sociales puede considerarse consecuencia tanto de la
transformacin de la relacin Estado ciudadana como de procesos de reconfiguracin espacial, con la consiguiente constitucin de la frontera el espacio liminal- como lugar de dominacin e, hipotticamente, de resistencia.251 La joven Sagrario, la trabajadora de la maquila asesinada, bien podra ser la protagonista de otra novela tipo La ingratitud. Con la diferencia de que en su caso,
Finc, Judith. Desafiliacin, extranjera y relato biogrfico. En: Amado, Ana y Domnguez, Nora (comp.) Lazos de familia. Herencias, cuerpos y ficciones. Paids. Buenos Aires, 2004. P. 200. 251 dem. P. 209.
250
175
nada es ficcin: ni la desterritorializacin, ni la marginacin, ni la deshumanizacin, ni la muerte. La otredad en las mujeres vctimas del feminicidio tiene que ver, no tanto con el otro diferente, sino con lo negado; a lo que es parte de nosotros y nos negamos a reconocer: el cuerpo femenino, el color de la piel, la pobreza, el cambio de roles de gneros a partir de una condicin econmica impuesta. La deshumanizacin del otro/a ya no se le puede atribuir al desconocimiento (como pudo ser el caso de los europeos cuando se encontraron con los habitantes de Amrica), sino lo que se rechaza, y de manera imaginaria a la vez que real se aleja, al punto de hacer de estas mujeres, extranjeras en su propia tierra. La otredad de las mujeres es enunciada desde el propio sistema patriarcal, para quien ser europeo, varn, blanco y propietario es sinnimo de ser, segn su pauta de humanidad, mientras que lo otro conlleva un no reconocimiento, pues al mismo tiempo que lo define, lo amenaza en el momento en que transgrede, en que se sale de la norma, de su deber ser.
La otra en el no lugar Si de por s ser la otra o el otro en un lugar y espacio determinados implica una desventaja, un no reconocimiento, un desprecio, una distancia implcita entre el nosotros y los otros, sobre el que ha profundizado Tzvetan Todorov 252, haciendo una recopilacin sobre las diferentes percepciones entre sociedades desde la historia de las ideas, el problema se agudiza cuando la categora otro u otra se inserta en el contexto de un no lugar.
252
Ver: Todorov, Tzvetan. Nosotros y los otros. Editorial Siglo XXI. Quinta edicin. Mxico, 2007.
176
Las fronteras suelen ser un no lugar, desde la concepcin de Marc Aug, quien argumenta que si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histrico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histrico, definir un no lugar. 253 Por lo general aquellas otras, esas que son el principal blanco del feminicidio habitan o sobreviven en un no lugar. Ya sea la frontera norte o sur de Mxico, ya sea en un pas como Guatemala que es en s mismo una frontera, aunque tambin en la periferia de una ciudad, en los mrgenes de una sociedad donde todos los lmites se transgreden, ya sea a travs de una maquiladora, del crimen organizado, de la migracin, el narcotrfico, etc. Para Marc Aug:
() un no lugar existe igual que un lugar: no existe nunca bajo una forma pura; all los lugares se recomponen, las relaciones se reconstituyen, las astucias milenarias de la invencin de lo cotidiano y de las artes del hacer de las que Michel de Certeau ha propuesto anlisis tan sutiles, pueden abrirse all un camino y desplegar sus estrategias.254
El ejemplo que da el autor para describir los no lugares son los aeropuertos, lugares donde todo mundo transita, donde la identidad se difumina, un lugar de paso donde las reglas de convivencia se negocian pues las estancias son aparentemente momentneas. El espacio del viajero sera el arquetipo del no
253
Aug, Marc. Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropologa de la sobremodernidad . Editorial Gedisa. Mxico, 1993. P. 83. 254 dem. P. 84.
177
lugar, expresa Marc Aug a la vez que explica cmo es que ste constituye la medida de la poca, a la cual le pone el calificativo de sobremodernidad. Pues bien, con la apertura de fronteras y la llegada del neoliberalismo, varios puntos de Amrica Latina se han convertido en eso que hemos definido como un no lugar. El ejemplo ms emblemtico es Ciudad Jurez, Chihuahua, no solamente porque ha sido el punto ms sonado como el lugar donde matan a las mujeres, sino porque presenta todas las condiciones y contradicciones propias del no lugar. Lo cierto es que como lo seala Sergio Gonzlez Rodrguez, cualquier frontera del norte de Mxico conforma un territorio idneo que urde el anonimato radical de los migrantes. Ms adelante, agrega:
Ciudad Jurez, as llamada desde 1888, antiguo Paso del Norte y asiento de una mansin en la poca colonial, ha sido un territorio de inmigraciones, de trnsito, de contrabando y, muchas veces, de violencia aguda. Pero, en la ltima mitad del siglo XX, Ciudad Jurez se vincul a modelos multinacionales de produccin industrial con tecnologas de vanguardia. Al mismo tiempo, creca su importancia como parte de un territorio inserto en el narcotrfico.255
La proliferacin de la Industria Maquiladora de Exportacin, la creciente migracin, la novedad tecnolgica, el hecho de ser una de las ciudades ms productivas de Mxico, a la vez que la cuarta ms contaminada, la pobreza generalizada, el narcotrfico, los giros negros, son algunas de las caractersticas de esta ciudad fronteriza, donde parece gobernar la ley del ms fuerte.
255
Gonzlez Rodrguez, Sergio. Huesos en el desierto. Editorial Anagrama. Barcelona, 2002. P. 28.
178
El hecho de que Ciudad Jurez es un buen ejemplo de no lugar se desprende de hechos concretos256:
a) El crecimiento de la industria maquiladora, asentada desde los aos 60, lo cual ha convertido a Jurez en la primera ciudad en importancia y captacin de inversin extranjera para la creacin de empresas maquiladoras. b) La existencia de aproximadamente 500 empresas de la industria de la transformacin, autopartes y electrnica, con ms de 300 mil trabajadores el 70 por ciento son mujeresdivididas en 10 parques industriales, de los cuales
algunos, sobre todo los de reciente creacin, estn alejados de las colonias donde habitan las y los obreros. c) El fenmeno del narcotrfico, crimen organizado y pandillas ha crecido en los ltimos aos. Ello ha propiciado el incremento del uso de drogas, armas de fuego e inseguridad creciente para los habitantes de la ciudad. d) En 1997 se registraron 918 asesinatos violentos. Ese mismo ao se tena conocimiento de la existencia de 640 picaderos, sitios donde se vende, se compra y consume herona, pero segn datos no oficiales recabados por las legisladoras federales del Congreso de la Unin, la cifra podra llegar a mil 500. e) Se document igualmente la existencia de 16 mil jvenes presuntos delincuentes, armados y adictos a las drogas distribuidos en 640 pandillas.
256
Ver: Casos de mujeres asesinadas en Ciudad Jurez, Chihuahua. Informe presentado al relator especial de Naciones Unidas de Independencia de Jueces y Abogados, Dato Param Cumaraswamy. Presentado por Elige, Red de Jvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos, A.C., Epikeia, Justicia con Equidad, A.C., Comisin Mexicana para la Defensa y Promocin de los Derechos Humanos, A.C. Abril de 2002.
179
f) Los centros de baile, extendidos a lo largo y ancho del centro de la ciudad, predominan y son lugares donde las y los trabajadores de las maquilas acuden los fines de semana; as como cientos de jvenes norteamericanos que cruzan el puente internacional Paso del Norte que lleva a la avenida Jurez, lugar donde se asienta el mayor nmero de centros nocturnos. g) A pesar de que en la mayora de los centros nocturnos existen letreros donde se prohbe la entrada de menores de edad, el da de la detencin de la banda de Los Rebeldes (que para tal fin la Subprocuradura de Justicia del Estado, Zona Norte instrument una redada), qued evidenciado que las y los menores de edad son clientes asiduos de los bares y discotecas. h) A la ciudad se calcula que diariamente llegan mil personas en busca de trabajo o con la idea de cruzar la frontera. Para ello, existe una red de los llamados polleros quienes se dedican a llevar a los Estad os Unidos a los migrantes de manera ilegal, a cambio de altas sumas de dinero, en promedio mil dlares, asegura el Comit Independiente de Chihuahua pro Defensa de los Derechos Humanos. Como lo documenta el informe Casos de mujeres asesinadas en Ciudad Jurez, Chihuahua, elaborado por algunas ONGs mexicanas, en la primera mitad de 1996 se increment la ola de violencia que inaugur a su vez la poca de los ajustes de cuenta entre bandas: torturas, desapariciones, ejecuciones masivas en lugares pblicos y cadveres encajuelados o entambados comenzaron a ser el pan nuestro de cada da257. Estas formas de violencia estn estrechamente relacionadas con el narcotrfico, como ya lo ha sealado la periodista Diana
257
dem.
180
Washington258. De los homicidios cometidos de esta forma se desconoce a cuntos se les ha iniciado un proceso penal y cuntos de estos casos han sido concluidos. Lo que s queda claro es que la violencia fomenta asesinos a sueldo y en ella se encuentran involucrados agentes o ex agentes de policas y militares, como lo explica la misma Washington. La lucha contra el narcotrfico ha hecho de Ciudad Jurez no slo un campo de batalla sino tambin un cuartel donde se libran cclicamente enfrentamientos por el control del negocio. Esta situacin vulnera el Estado de Derecho a favor de un Estado Militarizado, lo que genera inseguridad y temor entre la poblacin. Esta lucha de poderes es perfectamente dibujada por Diana Washington, para quien el cartel del narcotrfico fue el factor ms determinante para enviar a la frontera al borde. La autora mexico-estadounidense lo describe as:
Bajo el mando de los hermanos Amado y Vicente Carrillo Fuentes, procedente del estado de Sinaloa, cuna del trfico de drogas, su influencia corruptora y sus prcticas de terror marcaron la dcada de los noventa. Despus de pelear el control de la plaza (nombre con que se conoce a los corredores de la droga), los hermanos transformaron el comercio de la droga en una gran corporacin con ganancias calculadas en miles de millones de dlares. Los jefes antinarcticos de Estados Unidos y Mxico tambin responsabilizaron a este sindicato de cientos de desapariciones y muertes sin esclarecer. Nadie en Mxico investiga muchos de sus crmenes. El cartel ha logrado convertir casi cada asesinato en un misterio.259
258
Ver: Washington Valdez, Diana. Cosecha de mujeres. Safari en el desierto mexicano. Editorial Ocano. Mxico, 2005. Pp.326. 259 dem. P. 93.
181
El no lugar por lo tanto, tambin est caracterizado por la no ley, por el no gobierno. En el caso de la frontera norte de Mxico (aunque este hecho de la frontera cada vez se ve ms generalizado en todo el pas) est claro cmo cada vez el control se les va de las manos a las distintas autoridades del pas. Aunque las distintas declaraciones que aluden a un problema de narcotrfico o de crimen organizado no hacen nada ms que confirmar la corporativizacin del crimen a la que alude Diana Washington, que no puede dejar a un lado el hecho de que el Estado, en este caso, el mexicano, es copartcipe de los multimillonarios negocios del narcotrfico, as como del crimen organizado. Segn una nota del peridico El Universal260, a unos meses de concluir el ao 2007, se contabilizaban ya mil 200 muertes violentas en territorio mexicano atribuidas al narcotrfico y al crimen organizado. El diario sostiene: La lamentable cifra mexicana de este ao, es tan slo la tercera parte de los militares muertos en Irak, desde la invasin de las fuerzas estadounidenses en ese territorio en el ao 2003: 3 mil 487 efectivos en los enfrentamientos diarios. Tambin informa que de acuerdo con informes de la Procuradura General de la Repblica (PGR) y de la Secretara de Seguridad Pblica (SSP) federal, en 2001 hubo mil 80 casos vinculados a muertes violentas por el crimen organizado; en 2002 se registraron mil 230; un ao despus fueron mil 290 ejecuciones; en 2004 ocurrieron mil 304; en 2005, mil 776, y el ao 2006 sumaron ms de 2 mil 100 casos.
260
Ejecuciones en Mxico equivalen a un tercio de muertes en Irak desde 2003. De la Redaccin. El Universal. Ciudad de Mxico. Martes 5 de junio de 2007. Ver pgina web: http://www.eluniversal.com.mx/notas/429275.html
182
En el caso de Guatemala, resulta interesante comparar el nmero de muertes que tuvieron lugar durante el conflicto armado y la cantidad de asesinatos que ocurren hoy en da, en el contexto de un gobierno aparentemente democrtico. Un informe sobre las ejecuciones extrajudiciales de jvenes estigmatizados realizado por organizaciones no gubernamentales indica que: En el marco de las 200,000 ejecuciones cometidas durante los 36 aos del conflicto, la Comisin de Esclarecimiento Histrico lleg a registrar a arbitrarias cometidas por agentes del Estado261. El informe agrega: 23,371 vctimas de ejecuciones
El 85 % de las vctimas de ejecucin identificadas por la Comisin de Esclarecimiento Histrico fueron mayas, pero los sectores ms afectados fueron campesinos, lderes religiosos, miembros de partidos polticos, cooperativas y sindicatos, estudiantes y profesores, autoridades locales, refugiados, retornados y desplazados. El amplio concepto de enemigo interno que se aplic en los 80, con la intencin de aniquilar a todos los opositores del rgimen, intensific la violencia contra aquellos que trataban de cambiar el orden establecido y todos los que podran llegar a respaldarles262.
261
Las ejecuciones extrajudiciales de jvenes estigmatizados. Dimensin jurdica, social y humana del fenmeno y la responsabilidad del Estado de Guatemala sobre la mal llamada limpieza social . Seguridad en Democracia (SEDEM), Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos. Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales de Guatemala. Guatemala, 2007. P. 20. 262 bidem. P.20.
183
En 1996 de firman los Acuerdos de Paz, con los que aparentemente se concluyen tres dcadas de conflicto armado en el pas centroamericano. Sin embargo, esto no quiere decir que hayan cesado las prcticas de ejecuciones extrajudiciales. En la dcada de los 90 Guatemala se enfrenta a una realidad social marcada por la predominancia de la Mara Salvatrucha (MS-13) y la Mara 18 (M-18), originalmente provenientes de los barrios latinos de Estados Unidos. Las polticas de deportacin del pas norteamericano inauguran un problema social que ms tarde se convertir en un fenmeno que los Estados de los pases centroamericanos se vern alimentando o por lo menos, padeciendo, al grado de que actualmente existen entre 70,000 y 100,000 integrantes de stas 263:
Este miedo, fundado en un grupo que cada vez es ms violento, es muchas veces instrumentalizado por el Estado ya que es utilizado para esconder la inaccin sobre fenmenos criminales mucho ms graves: narcotrfico y crimen organizado o, peor an, la debilidad para atender las causas estructurales de la violencia como lo son la pobreza misma y la impunidad264.
En este contexto, la violencia no solamente se ha erradicado, sino que se ha recrudecido, al grado de que la Procuradura de Derechos Humanos, en su informe Caractersticas de las muertes violentas en Guatemala, reconoce que a partir del 2001, las cifras de muertes violentas se han recrudecido:
263 264
Segn cifras de informe Las ejecuciones extrajudiciales. Op. Cit. P. 25. bidem. P. 25.
184
Anteriormente, los aos electorales marcaban un incremento de las muertes violentas que luego disminua en los aos siguientes. De 3,230 vctimas directas en 2001 se ha llegado a 5, 338 en 2005. En un periodo de cinco aos, el total de vctimas directas de homicidio asciende a 20, 943265.
Aunque aqu estamos habando de una violencia generalizada, no puede perderse de vista el hecho que estas acciones frecuentemente estn instrumentadas desde las propias autoridades. Segn el estudio de la Procuradura de Derechos Humanos se determin que:
() recientemente se han dado operaciones de limpieza social que se dedican a exterminar a los indeseados de la sociedad. Aunque se reconoce que no es una poltica de Estado, se determin que hay agentes de la Polica involucradas en las muertes266.
En este contexto se dan los asesinatos en contra de las mujeres, en donde las autoridades en los distintos niveles se corrompen, donde las guerras de poder entre grupos mafiosos parecen ser la nica lgica en momentos en los que el Estado ha sufrido un marcado debilitamiento, lo cual responde a la lgica del sistema. As lo explica Pablo Gonzlez Casanova:
265 266
Cita del informe Las ejecuciones extrajudiciales dem. P. 28. Cita del informe Las ejecuciones extrajudiciales dem. P. 31.
185
democracia en que lo social es adjetivo. Esa hegemona es tanto ms fuerte cuanto ms dbil es el Estado-Nacin y ms dbiles las redes y mdulos que a su amparo controlan un territorio o un espacio socioeconmico del ex mercado nacional, o del ex mercado protegido del trabajo y la seguridad social267.
Para ilustrar mejor lo que acontece en Guatemala, diremos que segn cifras de la diputada Nineth Montenegro268, el nmero de muertes violentas en Guatemala se increment 11,78 por ciento en los primeros nueve meses de 2007 en relacin a los asesinatos cometidos en el mismo periodo de 2006. La legisladora, integrante de la Comisin de la Mujer en el parlamento guatemalteco, dijo que este ao la cifra de crmenes lleg a 4,213, mientras que de enero a septiembre del ao pasado la cifra lleg a 3.784, segn informaciones procedentes de Ciudad de Guatemala. En Guatemala, los asesinatos se atribuyen, como ya se ha dicho, a los ataques de las pandillas juveniles o "maras", al narcotrfico y al crimen organizado. Lo cierto es que el crimen de ingobernabilidad est ms pronunciado que en Mxico. En ese sentido, cabe sealar los fenmenos que tambin le dan ese matiz de no lugar. a) La migracin, puesto que Centroamrica, pero particularmente Guatemala y Mxico se han convertido en la zona de trnsito de personas que tienen como fin llegar a Estados Unidos.
267
Pablo Gonzlez Casanova. Prlogo de: Sader, Emir y Gentili, Pablo (Compiladores). La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusin social. 1999. Segunda edicin. Buenos Aires, 2003. P. 20. 268 Informacin publicada en: Pueblo en lnea. 20 de octubre de 2007. Ver pgina web: www.spanish.peopledaily.com.cn
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b) La proliferacin de las llamadas maras, bandas de pandilleros que durante la ltima dcada han refrendado su poder: cobran arbitrios para no matar, amedrentan a los vecinos que en resguardo de su vida abandonan sus viviendas cedindoles ms territorio, intimidan, extorsionan, secuestran, roban, violan, y asesinan dejando al ciudadano comn en una total indefensin. c) Trfico y trata de nias y mujeres. A partir de la migracin y del estatus ilegal de las mujeres, existen corredores que atraviesan el territorio guatemalteco y lo conectan principalmente con El Salvador, Honduras y Mxico. En la frontera sur, la prostitucin de menores guatemaltecas, salvadoreas u hondureas se realiza a la luz del da frente a las autoridades que aceptan sobornos por su silencio o las hostigan269. d) El narcotrfico y el crimen organizado. "La Cofrada", "El Sindicato", "El Estado Mayor Presidencial (EMP)", las "Patrullas de Autodefensa Civil" y la "Red Moreno y el Grupo Salvavidas", son los cinco grupos armados clandestinos que dominan el crimen organizado en Guatemala, segn la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en ingls). La oficina de gobierno estadounidense sostiene que estos grupos estn dirigidos, en su mayora, por militares activos y retirados, inciden en el gobierno y actan desde algunas estructuras estatales. Durante el conflicto armado (1960-1996) fueron elementos clave en la lucha
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Miriam Ruiz. Corrupcin oficial genera trfico de mujeres en Mxico: ONU. CIMAC Noticias. 15 de enero de 2003. Ver pgina web: http://www.cimacnoticias.com/noticias/03ene/03011508.html
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contrainsurgente y en la postguerra se dedicaron al narcotrfico, el comercio de armas y otros ilcitos. e) La privatizacin de la seguridad y la proliferacin de armas como consecuencia del conflicto armado. Las agencias de seguridad privada, segn el informe de la bancada de la URNG, empezaron a abrir su mercado a principios de los aos 80 con la creacin de la Agencia bano. Al parecer, el 75 por ciento de estas empresas son dirigidas y gestionadas por ex miembros del Ejrcito y 25 por ciento por ex policas. Por otro lado, el gran nmero de armas de todo tipo y calibre de los arsenales privados no slo corresponde a los reconocidos por el Ministerio de Defensa, sino tambin a las legalizadas a travs de las facilidades que otorga la ley, basndose en el derecho constitucional a la tenencia de armas de uso personal no prohibidas legalmente.270 f) Proliferacin de las maquiladoras. La industria de la maquila, especialmente la industria de la confeccin de ropa, se ha expandido rpidamente desde la dcada de 1980. Hay al menos 250 maquilas de confeccin en Guatemala, que emplean a unos 80,000 trabajadores, de los cuales aproximadamente el 80 por ciento son mujeres. Las empresas de confeccin estadounidenses subcontratan a maquilas ubicadas en Guatemala de las cuales, 49 por ciento son guatemaltecas y el resto extranjeras271 -- para ensamblar y empaquetar tejidos previamente cortados y enviarlos a Estados Unidos
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Feminicidio en Guatemala. Crmenes contra la humanidad. Investigacin preliminar . Congreso de la Repblica. Bancada de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca. URNG. Guatemala, noviembre de 2005. Pp. 36-43. 271 Datos del Ministerio de Economa de Guatemala. Direccin de servicios al comercio y a la inversin. Reporte de empresas 28- 85. 18 de mayo del 2006.
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para su venta al por menor. La mayora de las maquilas de confeccin son propiedad directa de empresas surcoreanas. Aunque la entrada de capital global y el crecimiento del sector de la maquila han implicado mayores oportunidades econmicas para las mujeres, estos empleos tan necesarios han llegado en detrimento de los derechos de las trabajadoras a la igualdad, la intimidad y la dignidad. 272 g) Pobreza generalizada. Segn informacin del Banco Mundial, el 75 por ciento de los guatemaltecos vive por debajo del umbral de la pobreza, de los cuales el 81 por ciento de la poblacin indgena es extremadamente pobre. Los ingresos per cpita anuales estimados de las mujeres en 2002 fueron de 2.007 dlares, mientras que los de los hombres fueron de 6.092 dlares.273 Es en este contexto de globalizacin y transculturizacin, donde a las mujeres ms vulnerables, las que viven en el lmite, las que ponen de relieve la contradiccin de una sociedad que por un lado, reafirma su carcter tradicional, pero que por otro, se abre al mundo y permite que quienes otrora fueran sus colonizadores ahora se esgriman como los impulsores de un rgimen ante el cual ninguna nacin tiene escapatoria, a esas mujeres el sistema las cataloga como las otras y se vuelca en contra de ellas. Cuando Tzvetan Todorov analiza haciendo un repaso por la historia, cmo es que distintos autores, desde Montesquieu hasta Dumont, pasando por Lvi-
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Ver: Del hogar a la fbrica. Discriminacin en la fuerza laboral guatemalteca . Informe de Human Rights Watch. www.hrw.org 273 Asesinatos de mujeres: expresin del feminicidio en Guatemala . Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos. Guatemala, 2005. P. 40.
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Strauss han debatido en relacin al nosotros y a los otros, alude a una relacin entre pueblos, por lo que el debate es alrededor del etnocentismo al que por cierto, define como el hecho de elevar, indebidamente, a la categora de universales los valores de la sociedad a la que yo pertenezco.274 Lo sorprendente en estos tiempos de neoliberalismo exacerbado, es que los otros o las otras sean sealadas en los lmites de la nacin misma. El propio sistema (generador de desigualdades) el cual las y los menoprecia, echa mano de su condicin para salvaguardar los lmites de su propio funcionamiento. Cuando Simone de Beauvoir se refiere a la otredad, evidentemente no est haciendo alusin a los distintos pueblos, sino a los sexos: al hombre que mira a la mujer como al otro. En Amrica Latina se conjugan estas dos otredades, la de no ser Europa y no ser un masculino. El patriarcado sigue su cauce y encuentra a su par idneo en el capitalismo, ahora en forma de sistema neoliberal. Es slo a travs del desprecio y el despojo del otro/a que un sistema de esta naturaleza se puede reproducir y puede sobrevivir en el tiempo. Amrica Latina sigue siendo ese otro para Europa y Estados Unidos, porque es el sujeto (objeto) diferenciado de quien sigue obteniendo las materias primas o manufacturadas requeridas para mantener su supremaca econmica. La dominacin tiene lugar este territorio ampliado, pero sobre todo, a travs de la explotacin de los cuerpos. El trabajo de las obreras y obreros se convierte en el principal bien a expropiar. Lo ms desconcertante aunque lgico (porque de otra manera se rompera el crculo) es que Amrica Latina se mira as misma como el otro, ya que la Europa
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occidental fue y sigue siendo su medida. En ese sentido, desprecia a aquellas y aquellos que le recuerdan su propia otredad: lo indgena, lo americano, lo originario, lo no europeo, lo no blanco, lo no masculino constituyen lo que ms desprecia. Por eso mismo, les declara la guerra.
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Cuando entr a la morgue, mi hija Mara Isabel estaba acostada sobre una cama de lo ms rstico. Mi hija, desnuda. La haban violado, la haban estrangulado, tena las seas de que la haban ahorcado. Tena marcadas las seas. Tena dos toallas alrededor de la cabeza, la haban ahorcado tambin con una soga, la violaron, le fracturaron la pierna izquierda, desde la ingle hasta abajo. Las uas casi cercenadas y tena un montn de hoyitos en las muecas; ya no quise ver ms Rosa Franco, Ciudad Guatemala, agosto de 2007.275
En los captulos anteriores, se argument que el feminicidio es un concepto fronterizo porque pone de manifiesto la situacin liminal de seres humanos (con sexo femenino) que luchan da a da por la supervivencia. Adems, traza los lmites de un sistema que sostiene una guerra en contra de las mujeres, mismas que le son necesarias como fuerza laboral. El feminicidio nos remite a la frontera, precisamente, porque pone de manifiesto esta contradiccin del patriarcado en su fase neoliberal. Como lo seala Atilio A. Boron, la escala de valores del sistema imperante comienza con su culto al neoliberalismo exacerbado, su fe en la magia de los mercados y en las virtudes de las polticas ortodoxas276. El neoliberalismo se pronuncia, entonces, porque el mercado sea el gran regulador en el terreno de lo
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Entrevista con Rosa Elvira Franco Sandoval. Martes 7 de agosto de 2007. Atilio A. Boron. Prefacio a la segunda edicin en lengua castellana. De: Sader, Emir y Gentili, Pabo (compiladores). La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusin socia. 1999. CLACSO. Segunda edicin. Buenos Aires, 2003. P. 21.
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econmico que inevitablemente influye en lo poltico. Pero al mismo tiempo, plantea los beneficios de un orden global, el cual, legitima a partir de un discurso que enarbola los derechos humanos y cuyo cumplimiento ser vigilado por instancias internacionales. Esta situacin se refleja en el hecho de que, como lo apunta Franz J. Hinkelammert:
Todos los pases del Tercer Mundo tienen que rendir cuentas de su situacin de derechos humanos a aquellos pases que, durante siglos, arrasaron con los derechos humanos en este mismo mundo277.
Sin embargo, esta caracterstica es an ms contradictoria si consideramos que es este reconocimiento de los derechos humanos, lo que ms hace inadmisible un hecho como el feminicidio en el que se viola nada ms y nada menos que el derecho a la vida de las mujeres. Para argumentar esa contradiccin, y encontrar ese quiebre en el discurso, se hace indispensable analizar las nociones de cuerpo y sujeto, y vincularlos con el concepto de derechos humanos. Finalmente, evidenciar esa contradiccin en el discurso significa un arma, la nica con la cul las mujeres latinoamericanas podrn revertir este proceso de guerra y as, constituirse en el nuevo sujeto femenino de Amrica Latina. El salto para dejar de ser vctimas y constituirse en este nuevo sujeto est aqu, en la posibilidad de interpelar al sistema hegemnico, con su propio lenguaje, con sus mismos argumentos. En la constitucin de este nuevo sujeto tambin debe considerarse la
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Hinkelammert, Franz J. El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido. Fundacin editorial El perro y la rana (Ministerio de la Cultura). Venezuela, 2006. P. 79.
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construccin del nuevo cuerpo femenino, lo que quiere decir que debemos descolonizar nuestro cuerpo al rechazar los parmetros de belleza que el propio patriarcado nos ha impuesto: la figura anorxica, el estereotipo europeo, etc. Las mujeres latinoamericanas debemos comenzar a descolonizar nuestro propio cuerpo, puesto que tambin es discurso simblico.
Cuerpo Para analizar la nocin de cuerpo, se describirn primero los procesos (que van de la vida a la muerte) de cuerpos de dos mujeres con nombre y apellidos, dos casos emblemticos del feminicidio en Mxico y Guatemala. El cuerpo de Mara Isabel Vliz Franco, joven guatemalteca, quien fuera secuestrada el 15 de diciembre de 2001 y encontrada asesinada tres das despus es la prueba tangible de la violencia desencarnada a la que puede ser sometida una mujer latinoamericana, en este caso, guatemalteca, hoy en da. Segn, el informe de la Fundacin Sobrevivientes, Mara Isabel era una adolescente de quince aos, alta, delgada, tez blanca y pelo castao. Acababa de terminar el tercer grado de educacin bsica, en la Escuela Superior de Informtica en la 11 calle 11-26 zona 1. Este es un colegio mixto. Era una nia alegre, divertida y amigable. Le gustaba arreglarse bien.278 Cuenta Rosa Franco:
278
Historia de vida. Mara Isabel Vliz Franco. Ciudad de Guatemala. Familiares y Mujeres Sobrevivientes de la Violencia. www.sobrevivientes.org/testimonios/Caso20Marisabel.pdf.
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Estaba en que quera estudiar para piloto aviador. Yo le deca vos ests loca, y ella deca s, voy a ser astronauta. Era muy activa y cuando me miraba sola me deca, mam, por qu no te hacs de un novio? Mir, ah est fulano de tal. Mir, mi pap tiene otra. Cuando yo llegaba, era la nica de mis hijos que me esperaba.279
Las mujeres asesinadas, tanto en Mxico como en Guatemala, como en cualquier lugar del mundo, no son slo cifras, como se les ha querido ver. Las mujeres asesinadas son o fueron personas en primer lugar; cuerpos de sujetos que tienen un lugar preponderante en nuestras sociedades. En el caso de Mara Isabel, ella era una mujer joven, atractiva, trabajadora, que luchaba da con da para abrirse paso en un pas en donde la pobreza y la descomposicin social constituyen una regla ms que una excepcin. El caso de Lilia Alejandra Garca Andrade, asesinada en Ciudad Jurez, Chihuahua en ese mismo ao, es muy similar. Lilia Alejandra tena diecisiete aos cuando fue asesinada, en febrero de 2001. Segn Diana Washington, de acuerdo a la necropsia practicada al cuerpo de la joven, llevaba sin vida slo unas pocas horas antes de ser descubierta por transentes el 20 de febrero. Fue violada tumultuariamente antes de ser estrangulada.280 Alejandra era una joven madre de dos hijos, trabajadora de la maquila, e hija de Norma Andrade, con quien vivi hasta el 14 de febrero del 2001, da en que la secuestraron. Era morena, delgada y haca hasta lo indecible para sacar adelante
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Entrevista con Rosa Elvira Franco Sandoval. Martes 7 de agosto de 2007. Washington Valdes, Diana. Cosecha de mujeres. Safari en el desierto mexicano. Editorial Ocano. Mxico, 2005. P. 203.
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a sus hijos, aunque como joven que era, tena muchos pasatiempos. Cuenta su madre:
Qu no jugaba mi hija, quisiera yo saber: Jugaba basquetbol, andaba en el equipo de las porras. Dios de mi vida, en qu no andaba esa hija ma. A concursar en poesa, en oratoria, en canto.281
Mara Isabel le haba pedido permiso a su mam, Rosa Franco, para trabajar en una boutique durante las vacaciones de diciembre, era el segundo ao que lo haca para sacar un poco de dinero y ayudar a su familia. Lilia Alejandra, en cambio, trabajaba de planta en una maquiladora, a la cual se dirigi el da en que fue secuestrada. En cuanto a su jornada laboral, dice Norma Andrade:
Doce horas. Trabajaba de siete de la maana a siete de la tarde. Alejandra sacaba una semana de 450 y otra de 500. Yo creo que s, que su trabajo se le llegaba a hacer pesado. De hecho, una vez lleg con las manos llenas de callos.282
Mientras que Lilia Alejandra Garca Andrade era mexicana, habitante de una de las ciudades de la frontera de Mxico, Mara Isabel Veliz Franco era guatemalteca, y viva justo en la capital de su pas. A pesar de que Lilia Alejandra era madre soltera, las dos tenan en comn el ser jvenes, atractivas, y sobre todo, pobres. Las dos desaparecieron en un da normal de trabajo, como lo explica la periodista
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Testimonio de Norma Andrade. Bajo Jurez: la ciudad devorando a sus hijas . Documental realizado por Alejandra Snchez y Jos Antonio Cordero. IMCINE, Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, FEPROCINE, PEPA FILMS. Mxico, 2007. 282 dem.
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Diana Washington: Las mujeres desaparecen en el curso de sus tareas normales. Van a la escuela o van al trabajo, salen de la escuela o salen del trabajo, en su da normal.283 Los dos cuerpos, tanto el de Mara Isabel como el de Lilia Alejandra, fueron encontrados en un lugar pblico. Los dos mostraron signos de violacin y tortura. A la fecha, los dos casos permanecen impunes a pesar de haber ocurrido hace siete aos. Como se ha argumentado a lo largo de este trabajo, el feminicidio es el ltimo eslabn de la guerra que el sistema sostiene en contra de las mujeres, pero el hecho de que los cadveres femeninos aparezcan en no pocas ocasiones expuestos en lugares pblicos, tiene un fuerte contenido simblico, por lo tanto, habra que preguntarse: Qu significa un cuerpo violentado y muerto como el de estas dos jvenes? Para empezar, hay que decir que pensar el cuerpo es tambin pensar en un sujeto sexuado, en un sujeto corporalizado. Ms an, el cuerpo humano nos remite a un sujeto consciente. Aunque hablemos de un sujeto colectivo, tambin tenemos que recurrir al imaginario del cuerpo: mujeres, ancianos, nios, indgenas, afroamericanos, etc. Resulta difcil imaginar un sujeto, aun cuando ste sea colectivo, sin recurrir al referente del cuerpo. Cuerpo y sujeto no pueden concebirse de manera separada, de ah la importancia de ver, tocar y leer estos cuerpos asesinados.
283
Testimonio de Diana Washington. En: Bajo Jurez: la ciudad devorando a sus hijas. Documental realizado por Alejandra Snchez y Jos Antonio Cordero. IMCINE, Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, FEPROCINE, PEPA FILMS. Mxico, 2007.
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Al referirse a la matanza de 45 indgenas, en su mayora mujeres y nios, perpetrada en Acteal, Chiapas, en diciembre de 1997, por parte de un grupo paramilitar, Marisa Belausteguigoitia asegura que el cuerpo ha mostrado ms que nunca ser el territorio ltimo de disputa, el terreno palpitante, la carne que se erige frente al fracaso de la palabra. La carne sin mediaciones, sin verbo.284 La referencia viene a cuento en tanto que Belausteguigoitia se est refiriendo a un contexto de guerra o de guerrilla, en donde el cuerpo cobra una significacin diferente a la cotidiana. Segn sus propias palabras, lo que pretende analizar es la inversin del grito patriarcal y protector, emitido en casos de peligro por capitanes, militares, padres, hombres: Mujeres y nios primero!. Esto la lleva a preguntarse:
Qu mediaciones se tergiversan o se reorganizan en un conflicto para que el clamor protector de Mujeres y nios primero! se transforme en un acabemos con la semilla!, en mujeres frente a soldados y tanques, en violaciones no slo de militares- y en castigos intrafamiliares e intracomunitario? Cmo pasa el Estado de una economa poltica de la compasin y la reparacin burocrtica frente a la madre india a considerarla peligrosa?285
Del sistema patriarcal no nos extraa la inversin a la que alude Belausteguigoitia en el sentido de que la proteccin y la aniquilacin son las dos caras de una misma actitud de inferiorizacin, pues el desprecio por las mujeres
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Marisa Belausteguigoitia. Descarados y delenguadas: el cuerpo y la lengua. En: Belasuteguigoitia, Marisa y Leero, Marha. Fronteras y cruces: Cartografa de escenarios culturales latinoamericanos. PUEG-UNAM. Mxico, 2005. P. 71. 285 bidem. P. 71.
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es lo que lleva lo mismo a una como a la otra. No debemos perder de vista que ese aparente cuidado al cuerpo de las mujeres tiene que ver con lo que el sistema espera de nosotras: el dar vida al hijo de un hombre y garantizar la existencia de una comunidad es a lo que se nos ha reducido la mayora de las veces. La decisin ltima de esta reproduccin se espera que sea tomada por fuerzas ajenas a nosotras, llmese el patriarca, la Iglesia o el Estado. En esta lgica, no debe extraarnos que esa misma fuerza que se emplea para proteger los cuerpos de las mujeres (a quienes no pocas veces se les trata como menores de edad), sea utilizada para cerrar toda posibilidad de perpetuar la vida. El cuerpo de las mujeres, pensando en ellas como seres humanos y como sujetos, no deja de ser cuerpo. Aunque, como ya lo han expresado un grupo de feministas latinoamericanas, decir cuerpo no es poca cosa:
El cuerpo es el nico instrumento; l contiene nuestra energa auto consciente que traduce todas las otras energas: la espiritualidad, la sexualidad, la creatividad. Con nuestro cuerpo hilamos lo ntimo, lo privado y lo pblico. Siendo el cuerpo quien testimonia el maltrato, tenemos que indagar lo que pensamos de l286.
Habr quienes defiendan la idea de que cuerpo es sinnimo de naturaleza, la cual representa en s misma una postura patriarcal, pues por ms que aludamos a la biologa en un sentido estricto, no se puede negar el hecho de que en el ser humano lo natural difcilmente existe. La naturaleza, en el contexto de un sistema
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Bedregal, Ximena (coordinadora). Mujer, violencia y derechos humanos (reflexiones, desafos y utopas). Prelibros de La Correa Feminista. Mxico, 1993. P. 13.
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patriarcal-capitalista-neoliberal est concebida como objeto de dominacin. Margarita Pisano nos alerta sobre esta trampa:
Nuestro cuerpo, al leerlo solamente como naturaleza, pasa a ser otro campo de dominio. Sin embargo, el cuerpo tiene la capacidad del sentir y del emocionar; es el nico instrumento con que tomamos la vida. A travs de la historia, el cuerpo ha sido y es el lugar poltico por excelencia, es uno de los lugares desde donde podemos retomar las pistas para transitar a otra cultura que lo contenga y no lo niegue287.
En cuanto al valor asignado al cuerpo femenino por el sistema patriarcal, Pisano aade:
Esta dimensin de la corporalidad, marcada como naturaleza entendida como salvaje, instintiva e irracional especialmente en lo que se refiere a la mujer, reducida slo a dimensiones fsicas y bsicamente reproductivas- es tambin una muestra del reduccionismo del patriarcado. El sistema de valores del patriarcado no acepta la corporalidad como un lugar de aprendizaje y de conocimiento desde y donde, junto con nuestra energa auto-consciente, nuestra razn, construimos sabidura. Al negarlo, gran parte de la informacin que nos da el cuerpo se pierde288.
287
Pisano, Margarita. Deseos de cambio o el cambio de los deseos? Sandra Lidid C., editora. Santiago de Chile, 1995. Pp. 17 y 18. 288 dem. P. 18.
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Por otro lado, se debe sealar que el cuerpo supone una materialidad, una realidad tangible que permite la diferenciacin (aunque sea desde la similitud) frente al otro. En ese sentido, el cuerpo es tambin un lmite, una frontera. Por eso, dira Marisa Belausteguigoitia:
Hablar del cuerpo y sus lmites, de la subjetividad y sus contornos nos obliga a construir un continente que refiera las inmensas posibilidades de materializacin, camuflaje, desaparicin, transformacin y significacin de los cuerpos y las formas de comunicar, crear y suprimir sus lenguajes289.
Hablar de cuerpo, sin embargo, no es fcil, pues a pesar de su materialidad, es difcil de asir, de encerrarlo en un concepto, porque como dice Rodrigo Parrini: Si bien se destaca su materialidad ltima, justamente es ella la que no habla. El cuerpo limita con el silencio290. Tal vez se deba a ese silencio, y a su ineludible presencia, que el cuerpo sea el lugar de significacin por excelencia. En todo grupo humano, en cualquier cultura, en el instante en que un ser humano se coloca frente a otro, el cuerpo se convierte en lenguaje y a la vez en texto. Por qu? Porque al cuerpo se le lee a la vez que se le impregna de significacin, al igual que a las palabras, que tambin parten del cuerpo, es decir, de la lengua. El cuerpo de las mujeres en una sociedad patriarcal es ledo como fuente de vida y de placer, no para ellas mismas, sino para el sujeto
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Marisa Belausteguigoita. Presentacin. En: Parrini Roses, Rodrigo (coordinador). Los contornos del alma, los lmites del cuerpo: gnero, corporalidad y subjetivacin . PUEG-UNAM. Mxico, 2007. P. 7. 290 Parrini Roses Rodrigo (coordinador). Los contornos del alma, los lmites del cuerpo: gnero, corporalidad y subjetivacin. PUEG-UNAM. Mxico, 2007. Pp. 18 y 19.
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masculino al que supuestamente deben entregarse, sea ste un individuo o una institucin, por la simple y sencilla razn de que, en palabras de Simone de Beauvoir: l es el Sujeto, l es lo Absoluto: ella es el Otro.291 En su libro Sexualidades migrantes, Diana Maffa nos recuerda que: Las mujeres todava estn luchando para ser sujeto de la enunciacin y para posicionarse como tales, para tener derecho al cuerpo y al placer292. La referencia de Maffa es pertinente porque en la mayor parte del mundo, pero sobre todo, en Amrica Latina, el cuerpo femenino ha sido ledo tambin como pertenencia, propiedad privada, territorio, y por lo tanto, como el lugar para ejercer la dominacin y el poder. En ese sentido, es necesario establecer la analoga entre la colonizacin llevada a cabo en Amrica Latina por imperios europeos, y la posesin y violacin de sus mujeres. Como lo explica la filsofa afrobrasilea Sueli Carneiro: La violacin colonial perpetrada por los seores blancos a mujeres indgenas y negras, y la mezcla resultante est en el origen de todas las construcciones sobre nuestra identidad nacional.293 Araceli Barbosa tambin explica el proceso de colonizacin a partir de la violacin de cuerpos:
Una vez que el hombre europeo pudo confrontarse con el Otro y lograr vencerlo, se asume como un ego descubridor, colonizador, que cobrara su mxima
291
De Beauvoir, Simone. El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Buenos Aires, Argentina, 1987. P. 12. 292 Maffa, Diana. Sexualidades migrantes. Gnero y transgnero. Feminaria Editora. Buenos Aires, 2003 293 Sueli Carneiro, Ennegrecer el feminismo. La situacin de la mujer negra en Amrica Latina desde una perspectiva de gnero, en Nouvelles Qustions Femministes. Revue Internationale francophone, vol.24, n.2, 2005, pp. 21-22.
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expresin a travs del soldado conquistador, poseedor de un ego violento y guerrero, pero tambin poseedor de un ego flico, que impone su individualidad para someter al Otro mediante la dominacin de los cuerpos294.
Actualmente, la situacin no ha cambiado gran cosa. Al cuerpo de las mujeres latinoamericanas que son vctimas del feminicidio, se le lee en un primer momento como fuerza de trabajo, explotado en la produccin y la reproduccin de un sistema que slo privilegia al gran capital, pero en un segundo momento, es visualizado como agente activo, que goza ejerciendo su autonoma y que en determinado momento, amenaza con transformar desde sus entraas a una sociedad tradicional y machista. Los cuerpos de mujeres jvenes son los ms resistentes, los que pueden aguantar ms horas de trabajo en condiciones infrahumanas. Son estos cuerpos, los que a su vez, provocan mayor excitacin sexual en una cultura en donde el sexo tiene una connotacin de posesin y pertenencia. Esta afirmacin se evidencia en el hecho de que actualmente, la trata de personas constituye:
() el comercio ilcito que ocupa el tercer lugar entre los ms lucrativos, despus del contrabando de drogas y el de armas; sus utilidades se estiman entre
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7.000 millones y 12.000 millones de dlares estadounidenses por ao. Pero esos montos reflejan solamente las utilidades de la venta inicial de personas295.
El sexo es hoy un artculo ms de consumo. Segn la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT), en todo el mundo hay 2,45 millones de vctimas de la trata que trabajan en condiciones de explotacin296. No debemos olvidar, sin embargo, que una de las razones por las cuales las mujeres jvenes resultan tan atractivas, es que estn en edad de reproduccin. La importancia de ese potencial para convertirse en madres la explica Marcela Lagarde:
Desde el nacimiento, y antes incluso, los seres humanos de sexo femenino son esperados y son recibidos, histricamente, con un destino. Las nias nacen madres y lo sern hasta la muerte, de manera independiente de la realizacin material, de la progenitura297.
Por lo tanto, el hecho de matar mujeres jvenes constituye cerrar esa posibilidad o bien, desde la lgica de la apropiacin, quitrselas a otros hombres. Por otro lado, estas mujeres son tambin vistas como putas, por lo que conllevan la misma carga de deseo que de rechazo:
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Informacin citada por Gabriela de Cicco. Las mujeres y la migracin internacional. Nota publicada en: El periodico feminista. Mujeres en Red. 20 de octubre de 2006- Ver pgina web: http://www.mujeresenred:net/ 296 dem. 297 Lagarde, Marcela. Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas . 1990. UNAM. Cuarta edicin. Mxico, 2005. P. 398.
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Ideolgicamente se identifica puta con prostituta, pero putas son adems las amantes, las queridas, las edecanes, las modelos, las artistas, las vedettes, las exticas, las encueratrices, las misses, las madres solas o madres solteras, las fracasadas, las que metieron la pata, se fueron con el novio, y salieron con su domingo siete, las malcasadas, las divorciadas, las mujeres seductoras, las que andan con casados, las que son segundo frente, detalle o movida, las robamaridos, las que se acuestan con cualquiera, las ligeras de cascos, las mundanas, las coquetas, las relajinentas, las pintadas, las rogonas, las ligadoras, las fciles, las ofrecidas, las insinuantes, las calientes, las cogelonas, las insaciables, las ninfomaniazas, las histricas, las mujeres solas, las locas, la chingada y la puta madre, y desde luego, todas las mujeres son putas por el hecho de evidenciar deseo ertico, cuando menos en alguna poca o en circunstancias especficas de sus vidas298.
Luego entonces, debido a su vitalidad y resistencia, al deseo ertico que provocan, son estos cuerpos los que resultan ms amenazantes para una sociedad que privilegia lo blanco y lo masculino. Por un lado son los cuerpos que el sistema produce, es decir, esbeltos, estticos, femeninos, segn el dictado del propio patriarcado, pero por otro lado, no obedecen los mandatos de una sociedad, que en el fondo, sigue siendo sumamente conservadora. Por eso es que los cuerpos morenos, femeninos y jvenes en este contexto resultan tan atractivos como repulsivos, en el entendido de que sirven al sistema, le son indispensables, pero su capacidad de resistencia, que a su vez lleva implcito un cierto grado de liberacin, los convierte en el blanco de la agresin ms desencarnada. Es ah
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donde se da la inversin entre la proteccin y la aniquilacin, a la que se refiere Marisa Belausteguigoitia. Si el cuerpo (y su genitalidad sexuada) ha sido y es uno de los principales elementos de reflexin para la teora feminista, es precisamente porque es y ha sido a partir de l, que se nos ha separado y desigualado del hombre; es a partir de la diferencia entre el cuerpo femenino y el cuerpo masculino, que el patriarcado elabor su discurso de la supremaca de la fuerza fsica y el pene. Estas diferencias no slo se refieren a la sexualidad, pues no olvidemos que en no pocas ocasiones se ha puesto en duda la capacidad intelectual de las mujeres. Como bien lo seal Simone de Beauvoir: El cuerpo de la mujer es uno de los elementos esenciales de la situacin que ella ocupa en este mundo. 299 Si bien, De Beauvoir nos alertaba de que no bastaba el cuerpo para definir a la mujer, es innegable que el cuerpo, adems de cuerpo es significacin, es un texto escrito en las distintas sociedades que hay que interpretar, descifrando su cdigo. Si bien la lucha feminista ha logrado avances significativos en lo que se refiere al derecho a la educacin, al voto y en algunos casos, a la opcin del aborto y la libertad sexual, lo cierto es que la sujecin de la mujer en estos tiempos no puede desligarse de lo que constituye su propio cuerpo. Si analizamos bien la situacin de la mujer actual, podra polemizarse ampliamente sobre su supuesta liberacin. El feminicidio de hecho, la pone en duda, puesto que a las mujeres se nos est negando el derecho a la vida.
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De Beauvoir, Simone. El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires, Argentina, 1987. P. 60.
206
Segn Marcela Lagarde, el cuerpo-para-otros sigue condicionando la identidad de la mayora de las mujeres300. Dicha aseveracin que contribuye a la explicacin de por qu los cuerpos femeninos son un principal blanco de ataque hoy en da. Lagarde lo explica as:
La actualizacin ideolgica patriarcal promueve el cuerpo-cosificado-para-elplacer y el culto esttico del cuerpo como experiencias valorizantes de gnero, de avanzada, modernas, como signo de emancipacin, frente al cuerpo-procreador, contradictoriamente vigente y complemento sincrtico de las nuevas identidades sexuales. En cualquier caso, la enajenacin sexual, corporal, es la ms adaptativa y sobrevive a otros mbitos de la condicin de la mujer resignificados a profundidad.301
El componente sexual sirve para entender la lgica de los llamados feminicidios, pero tambin, no se debe pasar por alto, para ubicarlos en su contexto, es decir, en pases en donde las redes de prostitucin y pederastia, y la trata de personas constituyen algunos de los negocios ms redituables para fortalecer al gran capital. El cuerpo de las mujeres entonces, no slo es visto como fuerza de trabajo fabril, sino como cuerpo-cosificado-para-el-placer, y con el cual, se pueden obtener cuantiosas ganancias. En ambos casos, el cuerpo femenino es visto como objeto, como un medio para obtener ganancias, poder, intercambio de smbolos
300
Marcela Lagarde de los Ros. Poder, relaciones genricas e interculturales. En: Conferencias internacionales: Primer encuentro mesoamericano de estudios de gnero . FLACSO Guatemala. Coleccin Estudios de Gnero 5. Guatemala, 2001. P. 25 301 bidem. P. 25.
207
con otros hombres, de ah que estas mujeres que le son indispensables al funcionamiento del sistema (mujeres pobres, mujeres obreras, mujeres sin casa, mujeres sin dueo, prostitutas) sean las mismas con las que se acaba ensaando. El cuerpo de estas mujeres es el punto en el que se evidencia la contradiccin de un sistema; un sistema que requiere de la vida, pero que en un momento dado necesita la muerte para reproducirse. Recordemos las palabras de Lydia Cacho en la introduccin de su libro Los demonios del Edn:
Aqu mostraremos el sustrato cultural de la misoginia y el intrincado tejido que une a un abusador sexual con el crimen organizado, bajo el cobijo de la impunidad y la corrupcin policiaca.302
La frmula maquila-red de pornografa-gobierno, que descubre Lydia Cacho y la cual, muestra con nombres y apellidos (Kamel Nacif- Jean Succar Kuri-Mario Marn, en este caso) es seguramente la misma que aplica para garantizar la impunidad en el caso de los llamados feminicidios: Una confabulacin entre empresarios, crimen organizado y los distintos niveles de poder (desde el estatal hasta el federal) es lo nico que puede garantizar que los derechos humanos de mujeres y nios sean violentados con el nico fin de fortalecer econmicamente a los tres poderes involucrados.
302
Cacho, Lydia. Los demonios del Edn. El poder que protege a la pornografa infantil. Editorial Grigalbo. Segunda Edicin. Mxico, 2006. P. 15.
208
Las redes de pronografa al igual que el feminicidio, slo son posibles en un clima de frontera, entendiendo por frontera un espacio fsico -simblico donde existe la duda sobre el poder o los poderes que gobiernan. Lydia Cacho lo describe as:
Las regiones de frontera, en este sentido, no necesariamente estn en una frontera poltico-territorial con otro estado o pas. El trmino se refiere a una zona que es tierra de nadie, por lo general salvaje, alejada, despoblada, no sujeta al control poltico; donde cada quien toma la ley en sus manos y se hace justicia a su modo; donde florece de manera natural toda clase de vicios, incluyendo, en primer lugar, por supuesto, la corrupcin, seguida de la violencia indiscriminada, la fuerza, el abuso, el engao, el fraude, etc.
303
La frontera aludida en Los demonios del Edn es Cancn, Quintana Roo, una ciudad turstica sin races, construida ex profeso para el esparcimiento. Sin embargo, como ya se revis en el primer captulo, con la entrada del neoliberalismo, las fronteras resultan inconmensurables en la medida en que el sistema globalizador se ufana precisamente de derribarlas, aunque el proceso que desata las ensancha hasta fronterizar todos los espacios otrora por un estado nacin y sus leyes. Las mujeres fronterizas, en ese sentido, son las ms vulnerables, puesto que ponen al descubierto la contradiccin del sistema, que por un lado se pronuncia a favor de los derechos humanos, pero por otro, los violenta de forma consuetudinaria.
303
dem. P. 24.
209
La guerra en contra de las mujeres tiene como principal blanco sus cuerpos, cuerpos en donde se materializa esa contradiccin; la idea de la mujer liberada cuyo rol reproductor est intrnseco, aunque en el discurso se diga lo contrario. En el segundo captulo se afirm que el feminicidio es la evidencia de la guerra en contra de las mujeres. La idea de que la guerra sea eminentemente masculina es vlida para las guerras en general, por ende, la idea de una guerra sistemtica en contra de las mujeres no debiera sonar descabellada. Elena Grau Biosca ha expresado:
La guerra es cosa de hombres. Todo parece indicar que quienes deciden iniciarlas y concluirlas, quienes las dirigen y organizan, y quienes finalmente las pelean son todos del sexo masculino. El hecho por sabido se da por descontado, como si fuera un dato de la naturaleza, con la misma conformidad con que se acepta que el cielo es azul o que las cosas caen por su propio peso.305
304
Elena Grau Biosca. Prlogo del libro: Matthews, Jenny. Mujeres y guerra. Interpn Oxfam. Barcelona, 2003. P. 5. 305 Hortensia Moreno, Guerra y Gnero. En Debate Feminista, Ao 13, Vol. 25, Abril 2002. P. 73.
210
Siguiendo la lgica de Hortensia Moreno, no debe extraarnos que las mujeres no hayan respondido de la misma manera, es decir, con una accin blica, a la guerra que se ha desencadenado en contra de ellas. La autora va ms all en esta problematizacin, ya que ve la violencia en contra de las mujeres como un ingrediente ms de las guerras en general, no como una guerra dirigida especficamente en contra de ellas. Sin embargo, s observa que la violacin como instrumento de control territorial parece haberse extendido desde la poca de los noventa.
Un nuevo estilo de hacer la guerra a menudo se ensaa especficamente en contra de las mujeres y utiliza el asalto sexual como tctica para aterrorizar y humillar a la poblacin civil.306
Esta forma de hacer la guerra se ha descrito en el Captulo 2, en su aplicacin durante el conflicto armado guatemalteco durante los aos 80. Ahora bien, si observamos lo que est detrs de la guerra, que en casi todos los casos es el afn de conquista y de dominacin de los bienes, la produccin y las voluntades de los sometidos, se puede concluir que la guerra en contra de las mujeres siempre ha estado ah, por lo menos desde que el patriarcado existe. Dice Hortensia Moreno: Si la violacin simblica y real codifica la dominacin, entonces la misoginia sirve como un importante motor de la agresin masculina en la guerra. La violacin es la ltima metfora del sistema de la guerra: como forma simblica de
306
dem. 109.
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la violacin, la violencia armada caracteriza al vencedor masculino y al vencido como femenino.307 La guerra en contra de las mujeres, por lo tanto, es inherente al patriarcado y se recrudece cada vez que se perfila una amenaza latente en contra del mismo. En el sistema neoliberal, los roles de gnero se transgreden necesariamente y el sistema requiere de un mecanismo poderoso para revertir esa transgresin, por eso es que su principal blanco son las mujeres fronterizas porque uno, son las que ms transgreden, por lo tanto, son las que el sistema visualiza como ms amenazantes; y dos, su prdida o cambio de identidad las hace estar ms desprotegidas. Como ya se mencion en el primer captulo, no todas las mujeres somos igual de susceptibles a ser asesinadas (aunque en realidad ninguna puede sentirse a salvo), pues el blanco son las mujeres ms vulnerables, y la vulnerabilidad del cuerpo se remite forzosamente a la identidad. Es ah donde cabe hablar de las distintas fronteras, primero, de una frontera- sexo, pues el cuerpo constituye una primera identidad, pero despus estn la frontera-raza, la frontera-clase social, la frontera-territorio que habla precisamente de la vulnerabilidad que conlleva el hecho de ser migrante. La identidad en todos estos sentidos es, sin duda, una fortaleza, por eso es que las mujeres rajadas, las malinches, las traidoras, las mujeres fronterizas son el principal blanco de esta guerra. Las mujeres fronterizas debern equiparar su lucha a la de las mujeres lesbianas, en el sentido que propone Norma Mogrovejo: Requerimos de una rearticulacin terica y corporal en la reconstruccin de una identidad poltica como mujeres y lesbianas
307
dem. P. 110.
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feministas frente a un nuevo contexto global y frente a nosotras mismas 308. Finalmente, la diferencia sexual es otra frontera. Y en ese sentido, son la traduccin y la constitucin de un nuevo sujeto femenino (incluida la construccin del nuevo cuerpo), desde donde se le podr hacer frente a esta guerra.
De la subjetividad al sujeto El cuerpo, como se ha sealado, es el instrumento con el cual tomamos la vida y a partir de l, solamente a partir de l, se puede evidenciar la violencia sufrida por cualquier sujeto. Sin embargo, la figura del sujeto, que a su vez es cuerpo, es ms difcil vislumbrar, es decir, de hacerla tangible. A continuacin, ejemplificar la figura de sujeto a partir de una mujer especfica: Clida, regordeta, morena, agresiva, risuea, una mujer joven que en pocos aos ha aprendido a hacerse ver y escuchar. Conoc (hablo desde mi propia subjetividad) a Mal Garca Andrade, de la organizacin Nuestras Hijas de Regreso a Casa, en noviembre de 2003. Cuando la vi por primera vez, me impresion su fuerza, su facilidad de palabra, aunque en los ltimos aos, su discurso, su expresin corporal y su voz se han tornado mucho ms fuertes, mucho ms consistentes. Mal es hermana de Lilia Alejandra, joven de 17 aos asesinada en Ciudad Jurez, Chihuahua en 2001. De ser una mujer juarense comn y corriente, la tristeza, el coraje, pero sobre todo, la indignacin, la convirtieron en una luchadora social que clama por el castigo a los asesinos de las mujeres que cotidianamente
Norma Mogrovejo. El sujeto lesbiana en el pensamiento feminista latinoamericano . Ponencia presentada en el XIV Congreso Internacional de Filosofa. Mazatln, Sinaloa. 8 de noviembre de 2008.
308
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matan en su ciudad. Podra decirse que ella y su madre, Norma Andrade, son de las mujeres que ms han impulsado al movimiento que denuncia el feminicidio, en Mxico y en el mundo. Cuando conoc a Mal, en aquel 2003, me enfrent a un sujeto poltico que en el primer cruce de miradas se convirti en una mujer de carne y hueso, en una persona cuya subjetividad se expresaba lo mismo en su mirada que en su forma de caminar. Sujeto poltico porque estaba en la esfera pblica; todos los periodistas se abalanzaban hacia ella con sus micrfonos para preguntarle qu era lo que estaba pasando en Ciudad Jurez; todas las cmaras de televisin apuntaban hacia ella. Sujeto poltico, porque desde ese espacio de visibilidad, ella tomaba postura frente a una realidad que no le gustaba: la negligencia de las autoridades, el discurso del entonces presidente Vicente Fox que minimizaba el problema, pero sobre todo, los crmenes de mujeres que, a pesar de la exigencia de ni una muerta ms, seguan sucediendo en un marco de absoluta impunidad. Pero volviendo al momento en el que nos vimos frente a frente, Mal Garca, con un solo intercambio de miradas, se desdobl en los mltiples sujetos que es y que representa. Sus ojos llorosos dieron cuenta del dolor de hermana; su vestimenta, caracterizada por pronunciados escotes y un gran colorido, me dejaron en claro que ms all de su tragedia personal, es una mujer joven y que irradia vida. Mal sujeto, portadora de su subjetividad, es forzosamente tambin cuerpo. Aquel da en que nos presentaron las compaeras de la llamada Protesta contra la Impunidad, Ni una Muerta Ms, conformada por ONGs y mujeres voluntarias, sent que le ca mal (una vez ms hablo desde mi propia subjetividad). Su frialdad hacia m fue evidente. Apenas me dirigi dos palabras y evadi la 214
sonrisa que le dediqu; as fue hasta mucho tiempo despus. Con el tiempo, esta sensacin fue cambiando. Los prejuicios de diluyeron, tanto de un lado como del otro. Comenc a sentirme realmente cerca de ella. Creo que una de las cosas que siempre envidi de Mal fue precisamente su sinceridad. Y quiero detenerme precisamente en este sentimiento de envidia, de m hacia ella, porque tambin fue una de las cosas que hizo evidente que nosotras, ms all de ser sujetos polticos, mujeres que denuncian, protestan y exigen justicia, convivamos en otro plano, en el plano de la subjetividad. La convivencia con Mal me permiti palparla tambin en el mbito privado. Un da ca en la cuenta (a nivel emocional), en cuestin de segundos, que el hecho de que Mal fuera la hermana de Lilia Alejandra trascenda el discurso poltico. bamos en mi coche de regreso de un acto pblico cuando sin ms, comenz a hablar de su niez y la de Alejandra. Me cont, p or ejemplo, que a su hermana le encantaban las pelculas de terror y que era bien canija, porque cuando en las noches acababan de ver una, le daba por asustar a los dems miembros de la familia. Pareciera tan obvio, pero fue hasta ese momento cuando percib a Mal como hermana. Hasta ese momento pude imaginarlas a las dos, la adolescente y la nia, viendo la tele, bromeando, peleando, rindose, enojndose y contentndose. La frontera entre el sujeto pblico y privado de Mal se volvi casi imperceptible, aunque la mujer joven de carne y hueso se segua manifestando de muchas maneras: cuando vi que un hombre la pretenda y ella se dej pretender, cuando presenci lo autoritaria que puede llegar a ser, cuando me contagiaba de esa risa
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suya tan estruendosa, cuando llegu a abrazarla y a sentirla en fin, cuando pude ir ms all de su discurso y conoc a la persona. Puede decirse que yo llegu a conocer a Mal, es decir, a denunciar los crmenes de mujeres, en gran parte, por mi paso por la universidad. Mal, en cambio, lleg a la escuela (a raz del asesinato de su hermana se inscribi en la Facultad de Derecho), porque su realidad cotidiana la sobrepas. Ser universitaria, luchadora social, eran cosas que no estaban en sus planes de vida. Y sin embargo, con procesos casi inversos, coincidimos. Este ejemplo tiene la finalidad de dar cuenta de cmo los cuerpos y las subjetividades -entendidas como experiencias y reacciones de una persona especficas- pueden convertirse en determinadas ocasiones en sujetos polticos, es decir, en mujeres que aprovechan los momentos de visibilidad para ejercer prcticas discursivas que buscan intervenir en lo poltico. Se es sujeto porque tambin se es efecto de esas prcticas discursivas. Se es sujeto porque en esas prcticas discursivas, se ejerce en mayor o en menor medida la libertad. Las mujeres (como Mal y todas aquellas que denuncian los crmenes contra otras mujeres) son sujetos cambiantes que se acercan y se alejan segn las circunstancias, y la tensin permanente entre lo que se era ayer y lo que se comienza a ser hoy. Son sujetos, que en ciertas circunstancias, se desdoblan y enfrentan una a la otra, siendo entonces capaces de ver el dolor que las une, los abismos que las separan y los puentes que levantan para hablar y ser escuchadas.
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Sujeto femenino Como se ha revisado a lo largo de este trabajo, la mujer es vista y tratada por el sistema (patriarcal-capitalista-neoliberal) como objeto de uso y posesin. Solamente su capacidad de reivindicarse como sujetos es lo que les permitira a las mujeres de Amrica Latina contrarrestar su situacin adversa. Hacerse sujeto implica ser la voz que muestre las contradicciones o los quiebres del sistema, desde su propio discurso, que como ya dijimos, es el que enarbola la bandera de los derechos humanos. Ahora bien, considero necesario cuestionar la categora de sujeto femenino para referirse al carcter combativo, solidario y emancipador que las mujeres latinoamericanas esgrimen ante el fenmeno del feminicidio, para pensar crticamente el sujeto de una humanidad que an no es. La necesidad de repensar la nocin de sujeto, en la que tanto ha insistido Ana Mara Martnez de la Escalera309, tiene que ver no solamente con la necesidad de comprensin de una realidad que nos apremia, sino con el temor de no repetir, desde el propio discurso, toda una serie entendidos y malentendidos que reproducen, nuevamente, la visin falogocntrica que ha caracterizado a Occidente, por lo menos, durante los ltimos cinco siglos. Ana Mara Martnez de la Escalera propone revisar la nocin de sujeto cada vez que es utilizada, sobre todo, en el entendido de que la enunciacin del sujeto en ocasiones implica una estrategia de resistencia, en un contexto en el cual quienes han sufrido agravios pretenden ser invisibilizados/as por el sistema. Dice Martnez de la Escalera:
309
Ana Mara Martnez de la Escalera. Filsofa, profesora del Seminario Interdisciplinario de Posgrado: Fronteras y cruces. Nuevas concepciones de identidad. Espacio y ciudadana . Organizado por el Programa Universitario de Estudios de Gnero (PUEG)-UNAM. Mxico, 2006.
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Quien demanda justicia desea que esa exigencia sea compartida por la comunidad, por la nacin, e incluso por la humanidad. Quien no olvida la injusticia cometida es casi como un espectro que pocos se dignan ver y cuya demanda sempiterna provoca malestar antes que escndalo.310
En ese sentido, me pregunto si desde una visin feminista es posible despojar al sujeto de todas aquellas caractersticas que, de entrada, nos sugiere su propia definicin: sujeto como principio de orden, de actividad, de organizacin, como principio ontolgico y esencial de un yo que se afirme a s mismo. La simple idea de homogeneidad que se desprende de ese algo llamado sujeto, pondra en entredicho la idea de darle valor y vitalidad a un actor social que tenga que ver con la otredad en todos los sentidos: el ser mujer, pero adems, pobre, indgena o de facciones indgenas, migrante que se instala en la frontera, en un no lugar. Si ya desde Nietszche, pasando por Heidegger hasta Derrida vieron que la figura del sujeto se construy discursivamente de una manera muy similar a la del Dios (con maysculas) omnipotente, resulta necesario preguntarse: Por qu insistir en ella para hacer visibles a las mujeres que viven en el lmite, aquellas que estn fuera de la norma, y cuyo cuerpo mutilado, pretendemos, sea el principio de una voz que se levante para evidenciar las condiciones de opresin? Gilles Deleuze dira que necesitamos un nuevo vocabulario, simplemente porque el escenario poltico es distinto. Y puesto que el sujeto es siempre una exterioridad respecto a lo que se rige, controla o gobierna, pareciera una contradiccin hacer
310
Ana Mara Martnez de la Escalera. Las rondas de las Madres de Plaza de Mayo: una estrategia de resistencia. En: Martnez de la Escalera, Ana Mara. Estrategias de resistencia. PUEG-UNAM. Mxico, 2007. P. 3.
218
alusin a ste desde un pensamiento feminista, cuya base terica es, precisamente, una crtica feroz a las relaciones de poder, a esta universalidad que siempre se equipara con lo masculino. Sin embargo, segn el mismo Deleuze, lo interesante no es abandonar
nociones, sino ante los nuevos escenarios, estar dispuestos a resignificarlas, teniendo en cuenta, por supuesto, que no ser una resignificacin pacfica, sino poltica, esto es, cargada de conflicto. Por otro lado, siguiendo la lgica de Jacques Derrida311, si insistimos en hablar de un sujeto femenino podramos argumentar que nunca hemos estado tan seguros de lo que sujeto significa y que la vieja figura cartesiana de sujeto ha sido enriquecida y sustituida por un sujeto historizado. Por lo tanto, una vez que al sujeto se le carga con la lengua y la historia, pero adems, con el sexo o gnero, deja de ser una figura ajena al concepto mismo. Para Derrida, el sujeto es a la vez causa y efecto, lo que hace mucho ms complejo nuestro enfoque explicativo. Para l, no es tan constante ni tan universal como pensbamos, pues introduce el elemento de la historicidad y del azar; ninguna repeticin es igual a la anterior. Por lo tanto, no es un error abrirse a distintos tratamientos de lo que llamamos sujeto. Lo que s ser necesario diferenciar es el Sujeto del sujeto (entendido desde la individualidad). La figura del Sujeto supone que algo puede volverse visible, manifiesto, pblico, lo cual quiere decir que un mismo individuo puede cumplir a la vez varias funciones de sujeto.
Ver:Hay que comer bien; o el clculo del sujeto. Conversacin con J.L. Nancy. Apres le sujet ui vient? Catires Confrontation. Num. 20. Aubier, Paris, 1989. Pp. 91-114.
311
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En ese sentido, me sigue pareciendo pertinente hablar de sujeto femenino o ms bien, de sujeto poltico femenino, simplemente porque las mujeres frgiles, invisibles y silenciadas, principales blancos del feminicidio, pueden dejar de ser objetos para convertirse en sujetos que aprovechan los momentos de visibilidad para ejercer esas prcticas discursivas que las llevan a intervenir en lo poltico. Una vez aclarada la complejidad del trmino sujeto, pareciera sencilla la decisin de rehusarnos a abandonarla cuando de mujeres se trata, incluso de mujeres con las caractersticas anteriormente sealadas. Sin embargo, otra duda se cuela por los intersticios de los marcos conceptuales, y por los hilos de los efectos buscados en el discurso y en la propia experiencia de sujeto. Podra decirse que por razones tcticas, hablar de sujeto femenino en Amrica Latina resulta conveniente. No slo porque la idea de sujeto nos puede empujar de la pasividad a la accin, sino porque de esta manera llevamos los problemas privados a la esfera de lo pblico. Es decir, los asesinatos de mujeres dejan de ser el resultado de una supuesta violencia intrafamiliar para convertirse en un problema de Estado, que en un momento dado puede ser llevado a las cortes internacionales, instancias desde donde se legitima y reproduce el propio discurso del sistema. Es aqu donde habra que hacer un alto en el camino, irse con cuidado. Las prcticas discursivas de las mujeres, en este caso, no debieran dar a entender que a la actividad (en contraposicin a la pasividad) se le considera un valor mximo. Convertirse en el nuevo sujeto femenino de Amrica Latina no querra decir, entonces, que queremos buscar venganza o poseer todo aquello de lo cual hemos sido despojadas. El nuevo sujeto femenino al cual estamos aludiendo, tiene que 220
ver con la capacidad de ser vistas, escuchadas, tiene que ver con la denuncia, pero sobre todo, con la relacin solidaria que establecen las mujeres para protegerse de la agresin que el sistema ejerce en contra suya, para evidenciar que algo no anda bien y no para convertirse en las gobernantes de un mundo igualmente desigual. En este caso, la actividad tiene que ver con un hacer, pero tambin con un dejar de hacer cuando as sea requerido. Por ejemplo, las madres y familiares de las vctimas del feminicidio, as como las mujeres que se solidaricen con su causa, se convertirn en sujetos de lo poltico en la medida en que alcen la voz para demandar justicia y confrontar al Estado en su incapacidad para defender su derecho a la vida. Son ellas quienes hablarn en nombre de quienes no pueden hacerlo porque ya no estn debido a que fueron tratadas como objeto, si se considera la nocin primaria de la dicotoma sujeto objeto, en la que el segundo es una cosa que est ah para: una mujer est ah para ser poseda para el hombre, usada y luego, deshechada, etc. Es esa pasividad de un primer momento lo que la va a marcar, y luego a transformar, para finalmente darle el impulso, la fuerza y el sentido para reivindicar su carcter de sujeto de derecho, a pesar de ser marginal, limtrofe, no ciudadana. Por lo tanto, este nuevo sujeto femenino en Amrica Latina se ubica en el estado transitorio entre la pasividad y la actividad. As como Jacques Rancire312 se pregunta si el sujeto del derecho es el mismo que el sujeto de los derechos humanos, tomando en cuenta que no es necesario ser ciudadano con todo lo que ello implica para abrogarse el derecho natural
312
Ver: Jacques Ranciere. Who is the subject of the Rights of Man? South Atlantic Quarterly; 103; 2/3, 2004. Pp. 297-310.
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como persona, sigue siendo cuestionable el hecho de que a las mujeres que no estn contempladas en la ley, que viven al margen de la norma, que no son consideradas ciudadanas, se les pueda denominar sujeto femenino. Me pregunto si en esta argumentacin no nos estamos saltando un paso: la lucha por ser consideradas sujetos primeramente, sujetos en lo individual y lo colectivo. Porque si las mujeres hubieran sido consideradas, cada una, como un individuo en la sociedad, hubieran gozado de esa categora, si hubiesen sido tratadas as por el propio sistema, no hubieran qued ado en ese estado de vulnerabilidad que las predispone a ser explotadas, invisibilizadas, ultrajadas y finalmente asesinadas. Entonces, la pregunta es: Cmo ponerse de t a t frente a un Estado y una sociedad que las ha rechazado perennemente? Cmo convertirse en Sujeto sin haber transitado por el ser sujeto? Cmo pasar al terreno de lo pblico si en lo privado no se es? La respuesta, que no puede ser contundente, porque tiene que ver con las propias leyes, nos la da Rancire al enunciar que: la crtica de los derechos abstractos fue la principal crtica a la democracia. En ese sentido, los derechos de estas mujeres adquieren sentido cuando ellas son capaces de hacer algo contra las violaciones a sus propios derechos. Es esta capacidad de hacer algo, la que, desde mi punto de vista, s las eleva a la categora de Sujeto y es en este momento donde su carcter activo cobra relevancia. Las mujeres no tienen que esperar a ser consideradas sujetos para convertirse en Sujeto porque de esa manera, es taran entrando en el juego de la propia contradiccin de un sistema que no las ve, no las contempla, pero s las enjuicia. 222
La conversin en sujeto femenino manifiesta mucha ms fuerza desde el punto de vista de sus adversarios. Porque las mujeres no deben esperar ese reconocimiento de su propio enemigo, que en este caso es el sistema, sino que debe confrontarlo de cara, evidenciar sus contradicciones. Las mujeres se dan, ellas mismas, el reconocimiento como sujetos individuales, y despus, como sujetos de lo poltico. La otredad desde donde han sido tratadas y maltratadas no existe, sencillamente porque ese otro son ellos: son los agresores, los asesinos y las leyes que los encubren. En ese sentido, creo que s es factible y conveniente hablar de un nuevo sujeto femenino en Amrica Latina. No porque se pretenda reproducir la visin falogocntrica del sujeto dominante, no porque las mujeres sean ahora las que pretendan gobernar o quieran excluir al otro, as como el otro lo ha hecho con ellas. Esta nueva experiencia de sujeto ser importante en la medida en que sea entendida de otra manera, que no se agote en la dicotoma sujeto objeto, sino que adquiera importancia en la medida en que pueda ser transmitida colectivamente. Tambin se deben tomar en cuenta estas nuevas emergencias como experiencias de subjetividad que no se lanzan de una manera acabada; es necesario pensar y repensar desde dnde, por qu y para qu hablamos de un sujeto femenino. Cules son las creencias que estamos reproduciendo y cules son las que queremos reconstruir desde el momento mismo en que aludimos a l? Es necesario estar conscientes de lo que apunta Deleuze en relacin al lenguaje, puesto que dice ms de lo que creemos decir cuando lo utilizamos, 223
porque siempre va acompaado por una forma de valoracin. Segn Deleuze, el hablante no gobierna el universo verbal. Tomando en cuenta estas precauciones y el cuidado con que debemos tratar la figura del sujeto, considero que puedo hablar de un sujeto femenino cuando quiero deconstruir muchos de los conceptos que acompaaron a esta figura, y dejar sentado que el sujeto no es siempre masculino ni principio de orden. Puedo hablar de un sujeto femenino porque est bien aludir a su carcter de actividad (aunque sepamos que la pasividad es igualmente bienvenida), pero sobre todo, porque a la fecha no existe ningn otro concepto, con una complejidad y fuerza equivalente que este problemtico sujeto.
Sujeto y frontera Con los motivos anteriormente expuestos, se vuelve a reforzar la idea del feminicidio como un concepto fronterizo. Porque la frontera permite a los sujetos posicionarse desde varios ngulos, porque permite cuestionar y cuestionarse, porque la frontera no admite respuestas nicas; es un continuo dilogo entre lo que se es y lo que se est dejando de ser. La frontera es una lnea divisoria, una separacin, un lmite. Sin embargo, la frontera tambin es unin, conjuncin y creatividad. Lo mejor de la frontera es precisamente su doble cara; eso que es y deja de ser en el mismo momento en que se cruza la lnea, aunque la lnea, nunca es clara en cuanto a dnde comienza y dnde se acaba. Por lo tanto, la frontera tiene sus bemoles: es invisible, excluyente, polticamente incorrecta, aunque por otra parte, es eterna duda, es silencio, es un diamante en 224
bruto. Es un vaco que contiene en s todas las posibilidades; posibilidades de mirar y transformar, de hilar desde un lado y el otro, hasta que el muro ya no sea tan evidente. Y es esta misma nocin de frontera, este camino imaginario de ida y vuelta, lo que puede permitir que las mujeres que han sido rebajadas a la categora de objeto, se conviertan (y de hecho lo estn haciendo) en el nuevo sujeto femenino de Amrica Latina. De estas mujeres y de aquellas que se solidaricen con ellas depende nuestra nueva voz. Porque las que toman como suya la causa, que se organizan, las que denuncian, las que irrumpen en el terreno poltico) estn traspasando el muro. Estn dejando de ser objetos para convertirse en sujetos que aprovechan momentos de visibilidad para ejercer prcticas discursivas que buscan intervenir en lo poltico. Estas mujeres y nosotras, las que vemos en su vulnerabilidad nuestra fortaleza, somos sujetos, porque somos efectos de las mismas prcticas discursivas. Somos sujetos, mas no sujetas, porque en esas prcticas discursivas ejercemos la libertad. Por lo tanto, somos y nos estamos convirtiendo en el nuevo sujeto femenino de Amrica Latina que pone en evidencia lo mismo la desigualdad de sexos que la desigualdad de razas. Nos estamos constituyendo en este nuevo sujeto a partir de nuestros propios cuerpos, y tal vez sea esta propia condicin fronteriza la que nos permita repensar nuestra regin desde otro lugar. Asimismo, habra que revisar las fronteras del propio sistema neoliberal para poder apreciar sus dos caras: la de un sistema que se centra y produce la desigualdad, pero que por el otro lado, finca su discurso en la abolicin de las fronteras y la defensa de los derechos humanos. De esa manera, convertir 225
algunas de sus propias caractersticas en fortalezas del nuevo sujeto femenino. En otras palabras, no nos queda duda acerca de la perversidad del sistema neoliberal, la cual, Atilio A. Boron resume as:
En sntesis: para el dogma neoliberal la generacin de pobreza es seal de que se est marchando por el rumbo correcto. La pobreza y los padecimientos de las masas tienen un significado promisorio: en realidad significa que las fuerzas del mercado estn movindose sin interferencias, y la reestructuracin econmica procede tal cual se esperaba una vez que el Estado se hizo a un lado y el instinto capitalista se puso en marcha, libre de las artificiales regulaciones
El neoliberalismo que ha dado como resultado un mundo globalizado, cuyas contradicciones han sido expresadas en Amrica Latina por el movimiento indgena, principalmente, y en todo el mundo, por el movimiento altermundista, tiene una contraparte discursiva, que tiene que ver con la llamada
democratizacin de los pases, as como de la defensa internacional de los derechos humanos, que se expresa en cortes internacionales. Estos dos elementos, est claro, son defendidos solamente en el discurso. En lo que se refiere a las llamadas democracias en Amrica Latina, stas son cada vez ms complicadas, pues como lo explica Boron: La herencia del neoliberalismo es tambin una sociedad menos integrada, producto de las desigualdades y
313
Atilio A. Boron. La sociedad civil despus del diluvio neoliberal. En: Sader, Emir y Gentili, Pablo (Compiladores) La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusin social. CLACSO, Editorial Universitaria de Buenos Aires. Segunda Edicin. Buenos Aires, 2003. P. 84.
226
hendiduras que profundiz con su poltica econmica. () Una sociedad que, en realidad, se ha convertido en una yuxtaposicin de universos sociales que ya casi no guardan vnculos entre s. Y agrega:
Aunque parezca paradojal, el Brasil esclavista o el Mxico colonial fueron sociedades mucho ms integradas que las sociedades burguesas de finales del siglo XX: la explotacin de las clases subalternas exiga entonces ciertas formas de sociabilidad por entero ausentes en el Brasil o el Mxico capitalista de nuestros das.314
Derechos Humanos Debido a que una de las mayores contradicciones del sistema neoliberal est en su aparente defensa de los derechos humanos, se torna indispensable analizar qu es lo que stos significan, en el discurso y en la prctica. Para Francesca Gargallo, los derechos humanos son el conjunto de valores universales inherentes a la naturaleza de las mujeres y los hombres de todo el planeta, mediante los cuales los seres humanos nos relacionamos y nos conocemos315. Y agrega:
El ser humano es una totalidad que no admite ser fragmentada ni ocultada. Su cuerpo, sano o enfermo; su edad, joven, madura o anciana; su orientacin sexual; su cultura, etnia o nacin; su situacin econmica; su posicin geogrfica, ideolgica o poltica no pueden ser sojuzgados a favor de otros aspectos de su
314 315
dem. P.86. Gargallo, Francesca. Tan derechas y tan humanas. Manual tico de los derechos humanos de las mujeres. Academia Mexicana de Derechos Humanos. Mxico, 2000. P. 11.
227
existencia. Los derechos humanos promueven el respeto a todas y todos, incluyendo a los que tienen estilos de vida e ideas diferentes a los de la persona que los est definiendo y defendiendo316.
Resulta sorprendente que este sistema patriarcal-capitalista-neoliberal elabore su discurso de legitimacin en la defensa de los derechos humanos cuando se sabe que son precisamente las empresas multinacionales, las grandes marcas, las que promueven la explotacin, la venta de armas, la destruccin ambiental, etc. Como lo afirman Klaus Werner y Hans Weiss en El libro negro de las marcas:
Una
gran
cantidad
de
entidades
de
derechos
humanos,
sindicatos,
organizaciones religiosas y periodistas crticos de todo el mundo observan con atencin los manejos de firmas inescrupulosas y sacan a la luz las
irregularidades.317
Sin embargo, si existen esas organizaciones defensoras de los derechos humanos (a partir de los aos 90 se registra una proliferacin de las llamadas ONGs), es precisamente porque en el discurso del sistema est la atencin a los derechos humanos, tal y como se expresa en la Organizacin de Naciones Unidas, desde 1946. En el plano especfico de los derechos de las mujeres, el tema fue puesto en la mesa de manera contundente en las conferencias internacionales de la Mujer y de Desarrollo y Poblacin que tuvieron lugar tambin
316 317
bidem. P. 11. Werner, Klaus y Weiss, Hans. El libro negro de las marcas. El lado oscuro de las empresas globales. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2003. P. 9
228
en la dcada de los noventa en Pekn, 1995 y en El Cairo, 1994, respectivamente. Es el mismo discurso a favor de los derechos humanos, del que se vale el sistema para enjuiciar a regmenes comunistas como el de Cuba. Si el discurso hegemnico no estuviera imbricado en esta supuesta defensa de los derechos humanos, no nos explicaramos, por ejemplo, la existencia de una Corte Internacional de Justicia. Cabe recordar que ste es el rgano judicial de las Naciones Unidas y est integrada por 15 magistrados independientes elegidos por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. La propia ONU subraya su importancia al decir lo siguiente:
La Corte, al dictar fallos o al emitir opiniones consultivas, ha adoptado decisiones, sobre cuestiones relativas a la existencia o la proteccin de los derechos humanos. Las deliberaciones de la Corte sobre esas cuestiones revisten considerable inters, pues sus decisiones han contribuido significativamente a la definicin del derecho internacional en materia de derechos humanos. A ese respecto, la prctica judicial de la Corte Internacional de Justicia se ajusta a las decisiones heredadas del rgano que la precedi, la Corte Permanente de Justicia Internacional.318
Tambin est la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una institucin judicial autnoma de la Organizacin de los Estados Americanos (OEA) cuyo objetivo es la aplicacin e interpretacin de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos y de otros tratados concernientes al mismo asunto y fue establecida en 1979. Esta instancia est conformada por juristas reconocidos por su competencia en materia de derechos humanos elegidos a ttulo personal.
318
Serie de Libros Azules Vol. VII "Las Naciones Unidas y los Derechos Humanos, 1945-1995", No. de venta S. 95.I.21
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Estas son slo dos instancias internacionales ante las cuales, pases latinoamericanos, entre ellos, Mxico y Guatemala, han firmado y ratificado acuerdos para proteger los derechos de las personas.
Organizaciones no gubernamentales internacionales tambin tienen una autoridad si no jurdica, s social, en lo que se refiere al compromiso de velar por los derechos humanos de la gente. Estas organizaciones constantemente estn emitiendo recomendaciones a los distintos gobiernos, incluidos, por supuesto, el mexicano y el guatemalteco, quienes aparentemente las escuchan.
Dentro de estas organizaciones, podemos ubicar, por poner los dos ejemplos ms representativos a Amnista Internacional y a Human Rights Watch. La primera fue fundada por el abogado britnico Peter Benenson, quien se propuso defender a dos estudiantes portugueses que haban sido condenados a siete aos de prisin, acusados de alzar sus copas y brindar por la libertad. Benenson escribi un artculo publicado en varios peridicos el 28 de mayo de 1961, el cual recibi la respuesta del pblico en general. As se gest un movimiento que dio lugar a la constitucin de la organizacin no gubernamental, la cual en 1997, fue reconocida nada ms y nada menos que con el Premio Nobel de la Paz.319
Human Rights Watch realiza constantemente investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos en ms de setenta pases de todo el mundo y examina las prcticas en materia de derechos humanos de gobiernos de cualquier tendencia poltica o carcter tnico u orientacin religiosa, adems de defender la libertad de
319
230
ideas y expresin, el debido proceso y la igualdad ante la ley, y promover el desarrollo de una sociedad civil fuerte.320
Hay que recordar que el trabajo de Human Rights Watch empez en 1978 con la creacin de su divisin Helsinki. Hoy en da, cuenta con cinco divisiones regionales y tres divisiones de estudios temticos, sobre trfico de armas, derechos del nio y derechos de la mujer. Tiene oficinas en Washington, D.C., Nueva York, Los Angeles, Londres, Bruselas, Mosc, Dushanbe y Hong Kong. Human Rights Watch es una organizacin independiente y no gubernamental financiada mediante contribuciones individuales y de fundaciones privadas provenientes de todo el mundo.
Tal es la presin internacional, esgrimida desde gobiernos aparentemente democrticos (Estados Unidos y Europa), que a nivel nacional tambin se ha considerado necesario contar con instituciones autnomas que vigilen el comportamiento de sus respectivos gobiernos en esa materia. En el caso de Mxico, dicha institucin vigilante est representada por la Comisin Nacional de Derechos Humanos y en el caso de Guatemala, por la Procuradura de Derechos Humanos. Hay que recordar que Guatemala fue el primer pas de Amrica Latina que cre, con carcter constitucional la figura del Procurador de los Derechos Humanos, la cul se inspir en la figura del "Ombudsman", creada en el ao 1809 en Suecia y tambin en el Defensor del Pueblo de Espaa, creado en 1978 en aquella nacin europea. El doctor, Sergio Fernando Morales Alvarado, funge como
320
231
Procurador de los Derechos Humanos de Guatemala, desde el 19 de agosto de 2002 y es conocido tambin como Ombudsman, Defensor del Pueblo o Magistrado de Conciencia. 321 Morales Alvarado fue reelecto; su segunda gestin inici el 20 de agosto del 2007.
En Mxico, la Comisin Nacional de Derechos Humanos es la instancia homloga a la Procuradura de Derechos Humanos de Guatemala. Tiene sus antecedentes en la Direccin General de Derechos Humanos, creada en 1989 como un rea de la Secretara de Gobernacin. Diez aos despus, se le denomina Comisin Nacional de los Derechos Humanos por medio de una reforma constitucional, publicada en el Diario Oficial de la Federacin el 13 de septiembre de 1999. Dicho Organismo Nacional se constituy como una Institucin con plena autonoma de gestin y presupuestaria. Esta reforma incluye la figura del Ombudsman en Mxico, cuya funcin es proteger y defender los derechos humanos de todas y todos los mexicanos. Su actual titular es el doctor Jos Luis Soberanes Fernndez. Adems de las instituciones nacionales encargadas de procurar los derechos humanos, est una lista de organizaciones no gubernamentales, tanto del lado guatemalteca como del mexicano. De hecho, algunas de ellas jugado un papel importante en la denuncia de los asesinatos de mujeres y en la exigencia de informacin acerca de stos. En Guatemala podemos mencionar al Centro para la Accin Legal en Derechos Humanos (CALDH), Fundacin Sobrevivientes, Red de
321
Procuradura de Derechos Humanos. La funcin del procurador de los Derechos Humanos. http://www.derechos.org/nizkor/guatemala/pdh/funcion.html
232
la No Violencia, Fundacin Myrna Mack, por mencionar algunas. En el caso de Mxico, ha sobresalido la labor de: Catlicas por el Derecho a Decidir, Salud Integral para la Mujer (SIPAM), la Academia Mexicana de Derechos Humanos y la Comisin Mexicana de Defensa y Promocin de los Derechos Humanos. Sin embargo, cabe aclarar que del gran abanico de ONGs que existen en ambos pases, pocas son las que verdaderamente se han involucrado en lo que respecta a los asesinatos de mujeres.
Los
gobiernos,
las
distintas
autoridades,
no
siempre
reconocen
los
pronunciamientos de estas organizaciones, de hecho, hay casos en los que entran en una verdadera confrontacin. Un ejemplo muy ilustrativo fue en diciembre del 2006, cuando tras una represin brutal dirigida hacia el movimiento encabezado por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca por parte del gobierno local, el gobernador Ulises Ruiz Ortiz desestim el informe preliminar emitido por la Comisin Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en la que sealaba que en Oaxaca "no existen las condiciones necesarias y suficientes para la vigencia y observancia de los derechos fundamentales". Pero an as, es el propio sistema quien las crea y con las que de alguna manera se legitima. Lo que sucede es que dichas instancias por lo general no tiene atribuciones jurdicas, por lo que sus pronunciamientos slo tienen un carcter de recomendacin, que las autoridades pocas veces acatan. Se puede dar el caso, como el descrito anteriormente, en el que la comisin observadora de los derechos humanos y la autoridad acusada se enfrasquen en una pelea de declaraciones pblicas, pero fuera de ah, la recomendacin no trasciende.
233
La lista anterior es slo para ilustrar el abanico de organizaciones dedicadas a denunciar las violaciones de derechos humanos, en un mundo globalizado en el que hablar de los derechos humanos es sinnimo de civilizacin, democracia y modernidad. Es parte del discurso hegemnico para convencer sobre las bondades del sistema. Es ese mismo discurso, que tambin es caracterstico de lo neoliberal y lo transcultural, el que tiene que interpelar ese nuevo sujeto femenino para demostrar la contradiccin de un sistema que por un lado, atenta contra la vida, pero en su discurso, la enaltece.
De hecho, se ha visto que el discurso de los derechos humanos ha servido, ms bien, como una estrategia poltica para hacerle la guerra a pases que no se incorporan o que deciden permanecer fuera del sistema. Incluso, es un discurso que ha ayudado a seguir reproduciendo actitudes coloniales. Como lo explica Hinkelammert:
Para poder aniquilar un pas, nicamente hace falta comprobar que ste viola los derechos humanos. No es necesario mostrar o discutir otras razones. Hay que sostener que la situacin de los derechos humanos en el pas que es la meta, es insostenible. Se puede entonces, de manera legtima amenazarlo con el aniquilamiento y, en el caso de rechazar el sometimiento, aniquilarlo efectivamente. Es obvio que este tipo de poltica de derechos humanos, slo la puede hacer un pas que tiene el poder para hacerla322.
322
234
Dijimos que para interpelar al sistema, debemos hacerlo desde su propio discurso. En ese sentido, debemos recuperar la definicin esencial de los derechos humanos y tomar en cuenta que, como lo dice Francesca Gargallo:
Los derechos humanos son tambin una filosofa, o si se prefiere, una tica de la persona tota. Implican un compromiso de accin benigna, personal y colectiva con su defensa, o sea que cada una de nosotras trascienda sus ideas, cultura y prejuicios en una prctica social, tendiente a hacer el bien para con el titular de los derechos humanos: toda mujer y hombre, en razn de ser individuo de la especie humana323.
En sntesis, debemos recordarle al sistema lo que verdaderamente significa ese concepto, un concepto en el que la nocin de cuerpo y se sujeto estn contenidas. Basta con ser sujetos, para poder exigir ese reconocimiento de
Esta interpelacin al sistema se tendr que dar, evidentemente, a partir de la traduccin, pues los cuerpos de las mujeres vctimas del feminicidio fueron aniquilados. Ellas ya no pueden hablar, por lo tanto, la responsabilidad de
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Tan derechas y tan humanas. Op Cit. P. 11. Mujer, violencia y derechos humanos. Op. Cit. P. 13.
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evidenciar la incongruencia del sistema recae en otras mujeres, las mujeres que fuimos y somos testigos de sus asesinatos.
Traduccin y estrategia Como se mencion en el primer captulo, el feminicidio es un fenmeno fronterizo porque a la vez que es el punto ms lgido en la demostracin de la violencia en contra de las mujeres, es tambin una de las prcticas que mejor evidencian la contradiccin del sistema neoliberal capitalista. Pero quedarse en esta condicin de vctimas lo nico que puede hacer es recrudecer las acciones del sistema en nuestra contra, por lo tanto, contrarrestar el fenmeno del feminicidio es una tarea urgente para las mujeres latinoamericanas. La tarea no es fcil, sin embargo, debemos estar conscientes que todo discurso tiene sus quiebres, y que ningn poder es eterno. En ese sentido, dado que el cuerpo de las vctimas del feminicidio est muerto, tenemos que recurrir, inevitablemente, a la figura de la traductora en ese intento por constituir ese nuevo sujeto femenino al que hemos aludido. La constitucin de este nuevo sujeto tendr que ver, en un primer momento, con ser la lengua de aquellas a quienes les ha sido arrebatada la vida. Para dar un ejemplo de la importancia de la traduccin de la voz de las mujeres vctimas del feminicidio, presento a continuacin un texto de Ana Silvia Monzn 325, que se refiere precisamente a las mujeres desaparecidas o asesinadas:
325
Antroploga e historiadora guatemalteca. Colaboradora de La Cuerda, publicacin feminista y del programa radiofnico Voces de mujeres.
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El derecho de ser recordadas326 Ana Silvia Monzn En ms de 3,500 hogares de Guatemala hay una fotografa. La fotografa de una mujer que ya no est, porque ha sido vctima de la violencia feminicida que es el ltimo acto de una cadena de agresiones toleradas por una cultura machista que permite e incluso alienta la violencia contra las mujeres. Desde las agresiones verbales, hasta las sexuales, fsicas, patrimoniales, econmicas, mediticas.todas estas expresiones se basan en el desprecio a lo femenino y a las mujeres. Ms de 3.500 mujeres han sido asesinadas en los ltimos cinco aos en Guatemala. Ms de 306 lo han sido durante el primer semestre de 2007 y ms de 1200 tan slo durante 2006 en el tringulo norte de Centroamrica, formado por Guatemala, El Salvador y Honduras, pases en los que la violencia contra las mujeres ha alcanzado niveles alarmantes que evidencian un crecimiento acelerado de la criminalidad ciudadana y de la asimetra en las relaciones de poder entre hombres y mujeres, amenazando a corto y medio plazo la democracia y la gobernabilidad, y poniendo de manifiesto que la situacin que vivimos las guatemaltecas es de inseguridad y riesgo permanentes slo por ser mujeres. Tras los rostros que ms de 3,500 fotografas muestran estn los nombres, los sueos, las historias, los aportes de 3,500 mujeres diversas. Por su memoria reivindicamos su derecho a ser recordadas. Porque recuperar, elaborar y difundir la memoria tiene un sentido vital y poltico para las mujeres. Esto implica superar el silencio y el olvido que la cultura patriarcal ha reservado a las mujeres, cuyos nombres, rostros y haceres continan ocultos en la historia.
326
El derecho a ser recordadas. Ana Silvia Monzn. Publicado en Red de Escritoras Feministas. Artculo difundido a travs de la Red de Escritoras Feministas: [email protected]. Noviembre de 2007.
237
La memoria dominante nos ignora y ni siquiera tenemos pasado o nombre propio, desconocemos nuestra historia y con ello nuestra identidad, que ha sido designada desde los lugares de poder. Pero vivimos en un tiempo en el que la memoria est en el centro de las reivindicaciones, para recuperar identidad, para dar fuerza a los discursos, para reclamar espacios, para exigir justicia, para vislumbrar utopas. Por eso
convocamos la memoria de las mujeres, la memoria de Cristina, Ana, Azucena, Titina, Teresa, Mara, Carmela, Norma de cada una de las miles de mujeres asesinadas que han sido nuestras madres, hermanas, hijas, sobrinas, abuelas, amigas, vecinas, compaeras de trabajo o de estudios. Mujeres que han amado, trabajado, estudiado, aportado a sus familias y a la sociedad Cada una deja un legado que nosotras debemos reconocer, valorar y compartir. Hoy y todos los das honramos su memoria, reconocemos sus aportes y reivindicamos el derecho a ser recordadas. Porque las mujeres merecemos tener un lugar en la historia. Que nuestras memorias sean convertidas en historia, y que no las cubra el manto patriarcal del olvido.
Lo que hace Ana Silvia Monzn es nada menos que traducir a las mujeres asesinadas en Guatemala y otros pases de Centroamrica. Al reivindicar su derecho a ser recordadas, Monzn est leyendo el texto de todos esos cuerpos muertos, a la vez que traduciendo lo que representan para el sistema. Esas lenguas muertas ya no pueden decir; pero ello no quiere decir que su muerte, o ms bien, su aniquilacin, no tiene un significado poderoso en el contexto que vivimos. Para dejar en claro este significado, Monzn apela al discurso hegemnico. Dice Ana Silvia Monzn: vivimos en un tiempo en el que la memoria
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est en el centro de las reivindicaciones, para recuperar identidad, para dar fuerza a los discursos, para reclamar espacios, para exigir justicia, para vislumbrar utopas327. La memoria, la identidad, la justicia; todos son valores del discurso hegemnico que enarbola lo mismo la Organizacin de Naciones Unidas, que el gobierno guatemalteco, ahora en su fase democratizadora. La autora les est hablando en su idioma y as, est realizando un ejercicio de traduccin. La traduccin en este caso es una estrategia, porque est claro que para que lo menor (entendido como lo marginal) pueda incidir en los discursos "mayores", debe exhibir los lmites, las incongruencias, o esos puntos en los que el discurso (o el biendecir) ya no se sostiene. Es una manera de arrebatarle la legitimidad para irse colando (el maldecir, la voz de las malinches) por los intersticios. Como lo han sealado Deleuze y Guattari328, slo as se pueden vincular lo menor (en este caso, la verdad de las mujeres fronterizas) y lo mayor (el sistema neoliberalglobalizador) de manera genuina. Alguien puede decir que la traduccin en la mayora de los casos constituye una traicin, por lo tanto, cabe aclarar que el ejercicio de la traduccin resultar legtimo siempre y cuando se apegue lo ms posible a eso que se est traduciendo. La pertinencia o no de la traduccin depender en gran medida, del para qu, de la traduccin vista como una estrategia ms que como un fin en s misma. De esta forma, si se da el caso de que no cumpla con el para qu, el grado de traicin ser mucho mayor. El problema a resolver, entonces, se reduce a averiguar quin decide o quin
327 328
dem. Deleuze, Gilles y Guattari, Flix. Kafka por una literatura menor. Ediciones Era. Mxico, 1978.
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enuncia el para qu. En teora, debera venir desde lo menor, pero en los hechos, sabemos que en la mayora de los casos, incluso en las traducciones ms "exitosas", esto no necesariamente fue as. Dice Marisa Belausteguigoitia que prestar y prestarse a la mediacin es un reto y debe ser ledo como tal. 329 En este caso, las traductoras, mediadoras o ventrlocuas tienen que ser mujeres, hombres, nias, nios, organizaciones y colectivos que le apuesten a la constitucin de este nuevo sujeto femenino, que no slo se reducir a su tarea de denunciar los crmenes, sino que comenzar a actuar, con su cuerpo y con su lengua, en un agente transformador del modelo imperante que convierte a las mujeres pobres en una otra excluida del proyecto nacional y transnacional.
El nuevo sujeto femenino ser posible slo a partir de integrar el cuerpo y la propia subjetividad para la defensa de sus derechos humanos. Las cortes internacionales, los medios de comunicacin, todos estos elementos que son propios del sistema neoliberal-globalizador jugarn un papel preponderante. Sern los propios instrumentos del sistema los que nos servirn para contrarrestar la guerra que ste ha desatado en contra de nosotras. Las calles de las distintas ciudades latinoamericanas seguirn siendo testigos fieles del grito de las mujeres, como lo han sido en las ltimas dcadas. El Internet y los medios comunitarios nos servirn para articular voces, sumar experiencias que desde distintas latitudes las mujeres comparten. La cortes internacionales sern probablemente las instancias que nos servirn para evidenciar ese quiebre, hacer que el discurso neoliberal se vuelva insostenible. Sin embargo, tenemos que elaborar un mejor discurso, desde
329
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nuestra lengua que es menor o marginal, evidentemente. Debemos lograr que sta ponga en jaque, verdaderamente, a la lengua mayor. Slo as podr contrarrestarse un fenmeno tan despiadado, tan inhumano, como el feminciidio que hoy por hoy tiene lugar en varios pases de Amrica Latina. Porque esta guerra no puede ni debe ser eterna.
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Conclusiones
Los crmenes de mujeres registrados durante la ltima dcada en Amrica Latina, especficamente, en Mxico y Guatemala, nos han llevado a hablar de feminicidio. Fue necesario introducir un trmino que diera cuenta de estos asesinatos de mujeres que, si bien, esta prctica no es nueva ni en nuestra regin ni en el mundo, s ha adquirido una nueva modalidad que tiene que ver con el contexto poltico, econmico y social en el que se desarrolla. El feminicidio es un concepto que inevitablemente nos remite a la frontera, no solamente en cuanto a la delimitacin de un territorio, sino tambin en cuanto al sexo, la etnia y la clase social de las mujeres que son brutalmente asesinadas. Si la frontera es una lnea divisoria, es una separacin; entonces, el carcter fronterizo del feminicidio nos puede dar luz para entenderlo dentro del contexto en el que est teniendo lugar. Por otro lado, el feminicidio es un concepto fronterizo, porque muestra los lmites y contornos de un sistema patriarcal-capitalista-neoliberal. El feminicidio, a la vez que es la consecuencia de los valores intrnsecos de dicho sistema, encarna su mxima contradiccin, el quiebre del discurso hegemnico. En ese sentido, deja ver las dos caras de un sistema que se pronuncia por la apertura de las fronteras, pero que no es capaz de reconocer y respetar las diferencias entre los seres humanos, en ningn sentido. Sin embargo, el concepto del feminicidio no es un concepto acabado, apenas est en construccin. En los ltimos aos se ha dado un acalorado debate entre feministas, abogadas, defensoras de los derechos humanos e intelectuales para 242
llegar a una posible definicin que sirviera para la elaboracin de una teora con la cual explicar esta realidad; y tambin para la construccin de una categora jurdica que pueda contrarrestar el propio fenmeno en trminos legales. En este trabajo se analizaron las distintas definiciones que se han dado hasta la fecha, y se concluy con una definicin propia que intent entender al feminicidio en el espectro de todos los tipos de violencia en contra de las mujeres, de tal suerte, que no las abarcara a todas, sino que sealara su especificidad. Por lo tanto, decid referirme al feminicidio siempre y cuando la violencia ejercida contra una mujer haya llegado al extremo del asesinato de la misma. El feminicidio entendido como un acto de poder, que implica toda una serie de recursos y la implementacin de una logstica para llevar a cabo su cometido. En ese sentido, se estableci la diferencia entre un asesinato y un homicidio. El primero se refiere a un acto no doloso que se realiza en un momento de descontrol, muchas veces referido para aludir a la violencia intrafamiliar, concepto que se ha convertido en un arma poderosa de los gobiernos, tanto mexicano como guatemalteco, para no asumir ninguna responsabilidad. Se concluy, por lo tanto, que para que ocurra el feminicidio tiene que haber premeditacin, alevosa, ventaja, saa, y una red de complicidad en distintos niveles. Qued claro que cuando en Amrica Latina hablamos de feminicidio, no nos referimos a los crmenes pasionales, sino de asesinatos que tienen lugar en la va pblica y que son realizados por grupos especializados. No es casualidad que el fenmeno se registre en este contexto, en Amrica Latina, en plena era neoliberal, por lo cual fue posible analizar su significado ms profundo. As, se concluy que el feminicidio ms que constituir el ltimo eslabn 243
de la violencia en contra de las mujeres, es en s mismo, una guerra en contra de nosotras. A esta conclusin se lleg a partir de la revisin de algunas definiciones de guerra, que demostraron que s podemos hablar de que actualmente, como en otras pocas, se ha desatado una guerra en contra de nosotras. Por otro lado, una revisin histrica nos hizo constatar que el feminicidio, en la etapa moderna, se ha dado justo cuando han concurrido ciertas condiciones en la organizacin poltico - social, es decir, en los momentos en que las mujeres comenzamos a ocupar espacios considerados masculinos. La guerra en contra de las mujeres se da justo a finales del siglo XX y principios del XXI, en Amrica Latina, porque el sistema patriarcal-capitalista-neoliberal, ha propiciado un cambio de roles de gnero que debe de volver a ordenar, y para ello declara la guerra. Por eso es que las mujeres fronterizas, es decir, las mujeres jvenes, migrantes, solas, trabajadoras de la maquila, se convierten en el blanco de esta guerra. No solamente porque son las ms vulnerables, sino porque son ellas quienes encarnan ms que ninguna otra esas transformaciones, son ellas quienes por un lado, son producto del sistema, pero por otro, se han salido de la raya y estn transgrediendo el orden prevaleciente; por haberse convertido en las cabezas de sus familias, por haber dejado su rol de mujer tradicional, aunque haya sido por motivos de superviviencia. A ellas se suman las mujeres que denuncian, que protestan, que no estn dispuestas permanecer en silencio. Al sistema no le importan los motivos, solamente el hecho de mandar un mensaje claro para crear un clima de terror entre las mujeres, y as, hacer imposible el ejercicio de su libertad.
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El feminicidio evidencia la mxima contradiccin de este sistema que mata a las mismas mujeres que utiliza como fuerza laboral. En ese sentido, las trata como autnticos objetos desechables; los utiliza para luego deshacerse de ellos. Esto quiere decir, las despoja de su condicin de sujetos, de seres humanos. Por ltimo, se lleg a la conclusin de que para dejar de ser vctimas, las mujeres latinoamericanas deben constituirse en el nuevo sujeto femenino de Amrica Latina y as, contrarrestar el fenmeno, es decir, hacerle frente a la guerra. Como las mujeres vctimas del feminicidio no pueden ya hacerlo, las mujeres concientes de su situacin, solidarias, deben dar la cara por ellas; es decir, usar su propio cuerpo y ejercer una labor de traduccin, hablar por todas aquellas que ya no estn. Es en el cuerpo en donde se evidencia la violacin a los derechos humanos, por lo tanto, ste tiene un papel primordial para elaborar un discurso que muestre las fallas, los quiebres del discurso dominante que enarbola, justamente, la bandera de los derechos humanos. Las mujeres latinoamericanas, con su cuerpo, pero tambin con su lengua, muestran, lo mismo en las calles, que en los medios de comunicacin, que en las cortes internacionales la decadencia de un sistema que atenta contra la vida de seres humanos. Slo as, puede constituirse en este nuevo sujeto, entendido como portador consciente de una nueva experiencia. Por lo tanto, ser sujeto no quiere decir reproducir la visin falocntrica del sujeto dominante, al contrario, es una experiencia que no se agota en la dicotoma sujeto objeto, sino que adquiere importancia en la medida en que sea transmitida colectivamente. Para ello, se tendrn que utilizar las herramientas del propio sistema, sobre todo, el discurso en favor de los derechos humanos. Precisamente, por ser el sector 245
ms vulnerable, sern las mujeres tendrn quienes tengan la tarea de derribar al sistema, pero eso slo ser posible con su propio discurso y a partir de sus argumentos. Evidenciar las contradicciones, mostrar los quiebres, hacer que la lengua menor, la de las deslenguadas, la de las sin voz, se cuele por los intersticios del discurso dominante. La historia demuestra que los sistemas caen cuando es su propio discurso el que ya no se sostiene. Las mujeres de Amrica Latina contribuirn a esa decadencia; por un asunto de supervivencia, pero tambin a partir de la toma de conciencia de una realidad que debe ser transformada.
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ltimas reflexiones. Cuando hablamos de feminicidio en Amrica Latina estamos hablando de una impunidad que permite que los asesinatos de mujeres sigan ocurriendo sin que los asesinos reciban castigo. Como ya lo dijo Marcela Lagarde, el feminicidio es un crimen de Estado precisamente porque es l quien obstaculiza la justicia para las mujeres. Por lo tanto, debe quedar claro que cuando hablamos de impunidad no estamos hablando nada ms de omisin, de aquello que el Estado no hace para contrarrestar este fenmeno. Cuando hablamos de impunidad, pero sobre todo, cuando afirmamos que el feminicidio es un crimen de Estado, estamos diciendo que ste realiza una accin directa: ya sea en la obstaculizacin de la justicia, o en las actitudes de discriminacin hacia los casos de mujeres asesinadas. Pero la accin va ms all: en la desaparicin de pruebas, en la manipulacin de datos, en el sesgo que toman sus propias investigaciones. La Investigacin sobre Violencia Feminicida en 10 Entidades Federativas, proporcionada por la Comisin especial para conocer y dar seguimiento a las investigaciones relacionadas con los feminicidios en la Repblica Mexicana y a la procuracin de justicia vinculada, por ejemplo, da cuenta de la dificultad de obtener la informacin precisa sobre los asesinatos de mujeres. Dice dicho informe330: a) La mayora de las procuraduras no enviaron la informacin solicitada.
330
dem. P. 86.
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b) Entre las que enviaron informacin, no todas especifican y desglosan el lapso informativo. () c) La clasificacin de las averiguaciones previas no es clara en todas las procuraduras. (..) Si a estas dificultades le agregamos los casos que no se denuncian y la propia manipulacin que las procuraduras pudieran ejercer sobre las cifras, debemos concluir que la informacin que tenemos a la mano debe ser tomada con pinzas. Es difcil saber con precisin quines eran estas mujeres asesinadas, quin las mat y por qu motivo. Todos esos constituyen datos de difcil acceso, ya no para la ciudadana comn y corriente, sino para el propio poder legislativo, con todo y el empeo y los recursos materiales y humanos que pueda emplear para obtener esa informacin. En ese sentido, algunas de las preguntas que quedaran pendientes son: Debemos reducir nuestra reflexin a las cifras proporcionadas?, Cul es el lugar que debemos asignarles en este intento por entender el feminicidio? Decimos que el feminicidio es un crimen de Estado, pero le pedimos a l que nos proporcione la informacin sobre mujeres asesinadas. Por qu no hacer un alto en el camino y cuestionarnos: Debemos entrarle a la guerra de las cifras? Debemos buscar otras formas de recabar esa informacin, aun considerando las limitaciones, que van desde lo econmico hasta la dificultad tcnica? En el caso de Ciudad Jurez, la organizacin Nuestras Hijas de Regreso a Casa, as como la periodista Diana Washington Valds y la investigadora Julia Monrrez han hecho un esfuerzo que no debe perderse de vista en este
248
sentido. Pero adems, siguiendo esta lgica, que pone en el centro de la discusin la propia relacin con el Estado, la pregunta es: Debemos pedirle justicia al Estado una vez que ya sabemos que es l quien, directa o indirectamente, se beneficia de los asesinatos de mujeres? Esto implicara darle rienda suelta a la autocrtica, pero considero que si de verdad queremos contrarrestar esta realidad adversa para nosotras, debemos estar dispuestas a discutir estas cuestiones. Por otro lado, no puedo dejar de apuntar la necesidad de pensar y repensar las fronteras del feminicidio, lo cual se relaciona directamente con la obtencin e interpretacin de la informacin. El feminicidio es un crimen de odio, pero esta aseveracin, en trminos prcticos nos coloca en una disyuntiva difcil de resolver: Cmo demostrar el odio? Cmo saber si a una mujer la mataron por ser mujer y no por ser vctima de un asalto, por una cuestin de infidelidad o por motivos polticos? En otras palabras, cmo cuantificar la violencia? Porque los ministerios pblicos pueden disfrazar los motivos, pero lo que es peor, los asesinos pueden hacerlo como lo han hecho a lo largo de la historia. Creo que gran parte de la discusin debiera tambin estar centrada en la separacin, pero a la vez, en la vinculacin entro lo pblico y lo privado. No es lo mismo que una mujer sea asesinada por su cnyuge, que por el crimen organizado o por algn gobernador o persona influyente. Sin embargo, esos crmenes s se relacionan en tanto que normalizan la misoginia propia de nuestras sociedades. Cada vez que un cadver de mujer aparece en un lugar pblico con seales de violacin, mutilacin y tortura, pero sobre todo, cada vez que un gobierno o autoridad minimiza el hecho, est mandando el mensaje 249
de que est bien, de que es normal, de que cualquiera que lo haga va a ser igualmente cobijado por una aparente justicia. Acuar una categora jurdica para castigar quienes cometan estos crmenes de odio es uno de los grandes pendientes. Pero aqu tambin nos enfrentamos a otra dificultad: Si el Estado es responsable de los feminicidios, como crear una Ley en la que ste se juzque a s mismo? Habra que pensar estrategias distintas para las legislaciones nacionales, as como para las cortes internacionales. En el caso de Mxico, la Ley General de Acceso a las Mujeres para una Vida Libre de Violencia331 y en Guatemala, la Ley Contra el Femicidio y Otras Formas de Violencia Contra la Mujer son un ejemplo de ello332. Podra parecer una contradiccin pensar que una ley puede resolver parcial o totalmente el problema en pases en donde la legislacin no se respeta y cuando es el propio Estado quien nos niega el acceso a la justicia. Sin embargo, tambin es importante incidir desde el interior de las estructuras; y junto con ello, sumar esfuerzos a partir de los medios de comunicacin, de las nuevas tecnologas, de las organizaciones, de la relacin con otras mujeres latinoamericanas. Es grande la tarea que tenemos las mujeres latinoamericanas, sobre todo, aquellas que nos reivindicamos feministas. Porque un fenmeno de esta magnitud sacude o debiera sacudirnos. Por la sencilla razn de que si en el pasado estuvimos centradas en reivindicar nuestros derechos sexuales,
331 332
Ley publicada en el Diario Oficial de la Federacin el 1 de febrero de 2007. Ley a probada en abril del 2008.
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laborales, educativos, etc., ahora resulta que debemos exigir nuestro derecho a la vida, dar la batalla por algo tan bsico como la supervivencia. Por otro lado, considero que si de verdad asumimos la prctica feminista, debemos debatir nuestras posiciones, confrontarlas a partir de un dilogo entre nosotras, ser autocrticas, escuchar las posiciones que pueden diferir con la nuestra, pero sobre todo, estar muy alertas al contraataque patriarcal, el cual, se distingue por separarnos e impedir que conformemos un solo movimiento. A qu me refiero con contraataque patriarcal? A los financiamientos
otorgados discrecionalmente desde el propio Estado; a la negacin de los aportes de las denuncias que no se hacen desde su escala de valores y que no tengan formas taxonmicas adecuadas para dividir y representar los hechos para su anlisis cientfico; a la minimizacin de los hechos reducindolos a una forma; a la ridiculizacin de la preocupacin de las mujeres por otras mujeres. Simplemente, dividirnos por las formas con las que nos acercamos al estudio del fenmeno. Podemos diferir en muchas cosas, pero la preocupacin esencial de todas es la misma: detener los asesinatos de mujeres. Eso es lo nico que no podemos perder de vista.
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