Bronckart Teorias Del Lenguaje
Bronckart Teorias Del Lenguaje
Bronckart Teorias Del Lenguaje
El libro nos ofrece amplias sntesis crticas sobre las teoras del lenguaje ms representativas del momento. Presta atencin a las formulaciones tericas que arrancan de los aspectos psicolgicos, ortofonolgicos y pedaggicos del lenguaje. En la primera parte, dedicada a la psicologa del lenguaje, analiza el comportamiento verbal. Comienza exponiendo el conductismo de Skinner, a travs de la topografa del comportamiento verbal y en el contexto de la relacin del signo al sujeto hablante. Pero critica a Skinner en varios puntos, por considerar que se las ingenia para bloquear todos los caminos tericos y metodolgicos que quizs permitirn resolverlos (37). De ms peso terico considera el autor los temas que Piaget trata sobre el lenguaje y el desarrollo cognitivo. Pero tambin Piaget, a juicio del autor, deja sin explorar el papel del lenguaje en cuanto objeto de conocimiento que debe ser construido por el sujeto (p. 57). Por ltimo, en esta parte
psicolgica, el autor trata el lenguaje como instrumento de socializacin, al filo de las investigaciones de Wallon, Vygotsky, Pavlov y Luria. Sobre estos autores lanza el autor la sospecha de que las experiencias presentadas por ellos no eran las ms adecuadas para verificar sus hiptesis. La segunda parte est dedicada a la lingstica estructural. Era obligado comenzar con las investigaciones de De Saussure para adentrarse en los fundamentos de la lingstica contempornea. Pues deudores de Saussure son, a juicio del autor, el funcionalismo de Frei y Martinet, la estilstica de Bally, la glosemtica de Hjelmslev y la semiologa de Buyssens, Barthes y Prieto. Reconoce el autor que en los pases anglosajones, el pensamiento de Saussure, conocido y apreciado por Bloomfield, ha sido, en lneas generales, rechazado por la corriente posbloomfieldiana en nombre de principios conductistas y sobre todo del antimentalismo. Sin embargo, a lo largo de los ltimos aos, el inters manifestado por Chomsky y los lingistas generativistas por las estructuras profundas ha suscitado un redescubrimiento de los temas saussu183
BIBLIOGRAFA
rianos fundamentales: la lengua, el habla y el sistema formal de signos (p. 73). Con este enfoque prosigue el autor analizando los estudios de E. Sapir, como aproximacin antropolgica del lenguaje (101-113), el estructuralismo europeo (113137) y especialmente la aportacin de N. Chomsky: la gramtica generativa, ampliamente tratada en sus diferentes aspectos (139200). El autor considera que el objetivo inicial de Chomsky (el comportamiento verbal del hombre es un fenmeno de creacin permanente, y esta caracterstica puede representarse por un modelo, por un sistema de reglas explcitas o gramtica generativa) ha sido realizado muy correctamente por el modelo estrictamente sintctico (p. 201). Pero del desarrollo posterior de la obra de Chosmky se deduce que hay una inadaptacin bastante inquietante del mtodo y la argumentacin a los objetivos tericos (202). La tercera parte est dedicada a los psicolingistas, los cuales aproximan el comportamiento del lenguaje que integra los anlisis formales de la lingstica a los modelos psicolgicos. Reconoce el autor que las corrientes que han aparecido desde 1952 no han ofrecido por ahora ninguna construccin terica de conjunto, ningn modelo elaborado del funcionamiento del lenguaje. La psicolingstica reconoce en Wundt, GuiUaume y Stern a sus ms inmediatos inspiradores. Los representantes de esta corriente, por citar algunos, son D. McNeill, Bever y Fodor. La ambigedad del mtodo psicolingstico es un fenmeno destacado varias veces por 184
el autor, desde los psicolingistas chomsky anos y piagetianos, hasta algunos autores recientes que proponen un modelo psicolingstico autnomo (229-241). La cuarta y ltima parte de la obra traza una panormica de las teoras del discurso. En ella encontramos gran penetracin en la comprensin de la obra de E. Benvniste, el cual pasa del signo al discurso. Termina el autor haciendo referencia a la obra de un investigador que no ha pasado todava a primera fila, ntoine Culioli, Profesor de lingstica en la Universidad de Pars VII, pero que a juicio del autor se pregunta seriamente por el estatuto epistemolgico de su mtodo, reformula el problema del campo o del objeto de la lingstica, reintegra las cuestiones del sentido, de la referencia y del discurso, ocultados por las teoras anglosajonas (256). Finalmente, es sin duda el nico lingista que se ha proporcionado los medios de plantear el problema de las relaciones entre conocimiento y lingstica a la luz de las formulaciones recientes de la psicologa (y sobre todo de Piaget), de las matemticas y de la lgica (Ib.). Una cuidada bibliografa y un ndice de nombres corona esta obra, escrita con limpieza, claridad y conocimiento del tema; ella se recomienda por s misma como una introduccin a la materia propuesta.
JUAN CRUZ CRUZ
BIBLIOGRAFA
Choza y Claudio Base vi, presentacin de Juan Jos Sanguineti, Rialp, Madrid 1982, 324 pgs. La presente monografa se inscribe en el campo determinado por la psicologa filosfica clsica. La obra es, por tanto, un estudio del ser y el obrar humano desde el punto de vista esencial, es decir una elucidacin de la naturaleza del alma y de sus facultades. Esa insercin de esta investigacin en la psicologa filosfica clsica hace que la obra mantenga su inters pese al tiempo transcurrido desde su edicin original de 1955 bajo el ttulo Uanima. Introduzione al problema dell'uomo. El libro consta de cuatro captulos y una extensa introduccin, bastante independientes. En la Introduccin se considera la psicologa como ciencia, tanto desde un punto de vista sistemtico como histrico. Se establece como objeto de la psicologa a la conciencia, teniendo en cuenta que la conciencia si en un primer momento se presenta como lo absolutamente primero, anterior, por tanto, a todo conocimiento y condicin de la misma filosofa, no se manifiesta en su ltima realidad y naturaleza, sino en dependencia a una teora del ser, con lo cual, a su vez, resulta fundada o producida por una filosofa (p. 32). Desde este punto de vista, se considera como mtodo de la psicologa a la introspeccin, entendida como reflexin crtica de la realidad psquica sobre sus propios actos (Cfr. p. 34). La introspeccin tiene, pues, como objeto los fenmenos psquicos como tales, es decir, la esfera funcional
de la conciencia o su subjetividad (Cfr. p. 35). El autor da cuenta detenida de las numerosas crticas que este mtodo ha recibido desde Hume al conductismo. El captulo primero, Las funciones aprensivas (pp. 45-100), se inicia con un estudio sobre la percepcin, en el que se da razn de las aportaciones y limitaciones de la psicologa de la Gelstalt, y su superacin posterior. Considera a continuacin la fantasa y el pensamiento, recogiendo las sugerencias de la Denkpsychologie de la escuela de Wuerzburg y de la Gelstaltpsychologie, sobre la originalidad del pensamiento sobre la imaginacin y el lenguaje. Concluye el captulo con una consideracin sobre la cogitativa y la memoria. E~ el segundo captulo, Las actividades tendenciales (pp. 10141), se consideran tanto la doctrina clsica de las pasiones, establecida en un plano fsico-tico y ontolgico-tico, como la doctrina contempornea pensada desde un planteamiento fisiolgico-fenomenolgico y analtico. A continuacin, tematiza los sentimientos, especialmente el de placer, y la voluntad racional. Lo voluntario no es ni simple espontaneidad biolgica ni pura ejecucin del juicio de la inteligencia, sino que brota del dominio activo que la voluntad ejerce, como facultad de la persona humana integral, sobre el ente en vista a la consecucin del fin (p. 120). Concluye el captulo con la consideracin de la naturaleza y lmites de la libertad sobre el fundamento de una doble dialctica: la tensin genrica sujeto-objeto y la tensin entre el sujeto y el Primer Principio. 185
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Una vez considerada la naturaleza de las operaciones humanas, Fabro abre el estudio del alma como primer principio de esas operaciones. En el tercer captulo, La naturaleza del alma (pp. 142-201), tras exponer la doctrina clsica y las distintas controversias sobre el alma, plantea la cuestin de la articulacin entre espiritualidad y personalidad. La persona, afirma, es la sntesis del aspecto esttico y dinmico de un ser espiritual considerado como comprometido en la consecucin del fin propio (p. 175). Se recogen tambin las aportaciones de la caracteriologa, la psicologa evolutiva y la fenomenologa de los estratos. Concluye con un estudio acerca de la inmortalidad. El cuarto captulo, Desarrollo histrico del problema del alma (pp. 202-292), realiza una detallada historia de la psicologa antigua, medieval y renacentista con un breve esbozo de lo que pudiera ser una historia de la psicologa moderna. La obra se cierra con un epgrafe conclusivo sobre las diversas naturalezas y distintas posibilidades de los humanismos. Se trata, en definitiva, de una obra realizada con rigor y profundidad, que se acomoda al esquema clsico de la psicologa filosfica. En el libro se recogen las aportaciones de la psicologa alemana de la primera mitad de este siglo, y se entra en dilogo con ellas. Adems, la obra une a un excelente planteamiento sistemtico una rica informacin histrica.
El actual conflicto que existe entre el pensamiento radicalmente fundado en una realidad absoluta (filosofar que camina a la luz de la verdad, que reconoce en el interior de s mismo esa verdad, en su universalidad real y en su unicidad sustancial inmutable) y una reflexin que se despliega en la perenne bsqueda de una verdad jams poseda, por ser inaferrable en su esencial y mutable inestabilidad: esta es la motivacin primaria y el ambiente filosfico desde el que se genera en el volumen Metafisica e Diaristica in G. Marcel un anlisis anlogamente orientado a distinguir las duplicidades, antimonias y oscuridades de una meditacin sobre la existencia que, a pesar de su estado indigente est confortada por la esperanza de que el homo viator puede liberarse de la actitud de objetividad. Esperanza, fidelidad creadora, comunin amorosa constituyen precisamente las coordenadas profundas de la metafsica marceliana y se inscriben en la concepcin de una realidad existencial, irreductible a toda categorizacin vaca, pero contemplada desde una perspectiva atenta tanto a la profundidad indistinta del ncleo vital, como a la verdad polcroma de la misma realidad universal, una en sus multiformes encarnaciones. Por eso, la indagacin sobre el Misterio ontolgico, absolutamente inverificable, adherida en su desJORGE VICENTE ARREGUI pliegue histrico a la meditacin de Marcel, se ha polarizado en torno a la relacin entre conociFACCO, Mara Luisa, Metafsica e miento y aproximaciones concre186
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tas, en la ecuacin, dialcticamente insoluole, entre experiencia y verificacin, verificabilidad y verdad: una verificabilidad referida a nuevos rdenes experienciales y a nuevos mdulos de codificacin, una verdad en perenne camino hacia la propia simplicidad originaria. En tal mbito, el inters del anlisis sobre las relaciones entre metafsica marceliana y diario ntimo repercute en el orden metaproblemtico de la trascendencia, dada marcelianamente en la inmediatez de una conjuncin ontolgico-existencial, para iluminar con verdadera luz la importancia del acto mismo del trans-scendere: atravesar lar oscuridad problemtica para adherirse en relacin analgica con el orden irreflejo de un sentir fundamental y mediante la invocacin-respuesa a la apelacin de una Presencia absoluta, en la universalidad concreta de la fe y de la fusin amorosa. La importancia de esta temtica que discurre alternativamente, pero con diversidad de tono, en los diarios marcelianos, y que est presente indisolublemente en la estructura y en el fundamento oscuro del gape y de la communio sanctorum, reside en atender la exigencia del esprit de finesse, en penetrar el dominio inviolable de la interioridad personal y en traducir la propia exploracin en el orden supra-racional de la intersubjetividad, desenvolvindola en el plano de lo inmediato, a partir de un hecho dado directamente a la conciencia sensible, rehuyendo toda posible desencarnacin. Dada la naturaleza de tales premisas, la investigacin de Metaf-
sica e Diaristica in G. Marcel se genera en la profundizacin de la idea de encarnacin, con particular atencin al Journal Mtaphysique, 2L tre et avoir y a su ltimo diario, para reconocer, en el contexto histrico, los primitivos contactos con Royce y Bradley, frente a cuyo idealismo se estructura la crtica marceliana a toda posible conceptualizacin. La investigacin sobre las comprensin de lo absolutamente inverificable se despliega, pues, remitiendo a la intransmisible interioridad del existente. En estos anlisis sobre la naturaleza de la relacin absoluta marceliana, desde el Journal Mtaphysique hasta he mystre de Vtre, se reconoce la excepcionalidad de una reflexin que se relaciona dialcticamente con toda forma de conservacin del pasado; e insina en la realidad misma de la Verdad el principio de una fidelidad creadora y de una libertad que se libera de cualquier inmovilismo conformista. En este sentido se expone el papel de Marcel en la misma tradicin filosfica en general y se manifiesta la relacin dinmica entre la concepcin de una interioridad como nudo irrelacionado e irrelacionable de relaciones sentidas y la tradicin interiorista cristiana en particular; a la vez se iluminan la ambigedad y las contradicciones ntimas de un pensamiento que, para liberarse paradjicamente de s mismo, absolutiza la propia negatividad y termina en la positividad de una armnica coincidencia entre conocimiento y amor. Se deriva de aqu una visin de la problemtica metafsica marceliana que, con espritu de fideli187
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dad a una filosofa de la invocacin y a sus exigencias de fundar la experiencia individual sobre certezas inconfutables en su esencial inmediatez, denuncia la infundamentacin y la absoluta negatividad de este mismo fundamento, poniendo as el acento y la perspectiva crtica sobre la acepcin excepcional asumida por el trmino cristiano, en la que se comprende todo el peso de la verdad y de la Revelacin.
bisheriger Missverstndnisse der Philosophen de K. L. Reinhold, destinadas a precisar y ampliar las continuas alusiones y referencias que Fichte hace a aquellas obras a lo largo de su exposicin. En las controversias que se desataron en Alemania en torno a la obra de Kant, hay que incluir a filsofos destacados como Reinhold, Jacobi y Maimn; parte de estas controversias fue recogida por Gottlob Ernst Schulze, en su Enesidemo, donde sostiene enfJUAN CRUZ CRUZ ticamente que ni Kant ni Reinhold han superado el escepticismo de Hume. Frente a esta exposicinresumen de los problemas planteados por el trascendentalismo, F I C H T E , Johann Gottlieb, Resea Fichte elabora y esboza aqu (en de Enesidemo, Hiperin, Ma- su Resea) sus propias ideas, sus drid 1982, 107 pgs. propias soluciones. El estudio de esta obra tuvo una gran importanEsta breve pero importante obra cia para la formacin de su pende Fichte fue publicada por pri- samiento (p. 13). Es obligado reconocer al escepmera vez en la Gaceta literaria general, de Jena, los das 11 y 12 de ticismo este mrito indudable: haber empujado con sus insistentes febrero de 1974. La edicin presente va precedi- advertencias el progreso de la rada de un estudio introductorio, zn filosofante (p. 59). Schulze, que aborda sucesivamente el mar- uno de sus ms significativos reco histrico y el contenido temti- presentantes a juicio de Fichte, co de la obra. Tras l se inserta ha dirigido sus ataques contra el texto original alemn, segn la Reinhold y contra la Filosofa Credicin aun inacabada de las obras tica en general, sobre todo contra de Fichte publicadas por la Acade- la Crtica de la Razn Pura, el mia bvara de ciencias, consignn- ms reconocido documento de la dose por medio de notas aadidas nueva filosofa (p. 60). Tras estas afirmaciones prelimial final del libro las variaciones que sobre aqul presenta el de la nares Fichte inicia su tarea fundaedicin realizada por Immanuel mental: examinar la Filosofa de Hermann, hijo de Fichte, entre los los Elementos de Reinhold y, prinaos 1845 y 1846. Despus se in- cipalmente, analizar las crticas que cluye la traduccin espaola y, fi- Schulze le ha dirigido, prestando nalmente, un abundante nmero atencin especialsima a la pertide notas, generalmente textos del nencia, si la tienen, de las mismas. En la ltima parte de su ReseAenesidemus de G. E. Schulze o de las Beytrge zur Berichtigung a jomete Fichte a lcido comen188
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tario crtico las observaciones dirigidas por Schulze a los pargrafos 9-14 de las Contribuciones de Reinhold (pp. 78-81). El que hace a la del pargrafo 13, donde establece Reinhold la imposibilidad de representar ningn objeto como cosa en s, nos parece digno de alguna consideracin. A la afirmacin de semejante imposibilidad, de clara procedencia kantiana, responde Schulze con una negativa rotunda. En virtud de la constitucin entera de nuestro ser sostiene nos es innato que slo nos demos por satisfechos con nuestro conocimiento cuando vemos perfectamente la conexin y coincidencia de nuestras representaciones y de las notas que aparecen en ellas con un algo que existe totalmente independientemente de las mismas (p. 81). Con esta afirmacin, viene a reproducirse, a juicio de Fichte, la vieja necedad que hasta Kant se cometi con respecto a una cosa en s (p. 81), solidaria siempre de una inadvertencia grave: que de ningn modo es innato a la naturaleza humana, sino que ms bien le es francamente imposible pensar una cosa independiente de cualquier facultad de representacin (p. 81). El mismo Leibniz llev la mirada, en este punto, un poco ms lejos que la mayora de sus seguidores (p. 82), aunque, por inadvertencia, cometiera el error de sobrepasar el crculo en el que est encerrado el espritu humano, es decir, no reparara en que la cosa en s est constituida tal y como se representa a s misma (p. 82). Slo a Kant le corresponde el mrito de haber descubierto este crculo. Tras l, la inmensa contribucin de Reinhold ha con-
sistido en sealar la necesidad de retrotraer la totalidad de la filosofa a un nico principio fundamental. Con sus meritorios avances, uno y otro han dejado expedito el camino del futuro, en el que Fichte espera que se descubra que lo ms inmediatamente cierto: Yo soy, nicamente vale para el Yo, que todo No-yo es slo para el Yo, que este No-yo recibe todas las determinaciones a priori de su ser slo por su relacin a un Yo, pero que todas estas determinaciones, en cuanto que su conocimiento es ciertamente posible a priori, son absolutamente necesarias por la mera condicin de la relacin de un No-yo a un Yo en general; de todo esto resultara que una cosa en s, en tanto que sera un No-yo que no se contrapone a ningn Yo, se contradice a s mismo, que la cosa est constituida realmente y en s tal y como tiene que ser pensada por todo Yo inteligente pensable, esto es, por todo ser que piensa segn el principio de identidad y de no contradiccin, y que, por tanto, la verdad lgica es a la vez real para toda inteligencia pensable por toda inteligencia finita, y que no hay ninguna otra que sta (pp. 82-83).
JOS LUIS DEL BARCO COLLAZOS
FORMENT
GIRALT,
Eudaldo,
Ser
y persona. Barcelona, Ediciones Universidad de Barcelona, 1983, 2.a Edicin, 523 pgs. Este libro del profesor Forment llena un vaco bibliogrfico en la literatura sobre el pensa-
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miento filosfico de Juan Capreolo (1388-1444), que es muy escasa, a pesar de ser considerado por los historiadores medievalistas como el primero de los grandes comentaristas de las doctrinas de Santo Toms, y de que hay una edicin moderna de su obra capital, Defensiones Theologiae Divi Thomae Aquinatis, publicada por C. Paban y T. Pegues en 19001908, y reimpresa en 1966-1967. El ltimo trabajo sobre este importante tomista francs, aparecido antes de la publicacin de la primera edicin de Ser y persona en 1982, fue el realizado por el investigador italiano Umberto Degl' Innocenti en 1967. La obra es una sistemtica exposicin de la doctrina de la persona de Capreolo, que, adems, se presenta como la interpretacin fiel de la dada por Santo Toms, que se expone, por ello, en un captulo, titulado Doctrina tomista de la persona. Del anlisis y estudio de los textos, en los que Santo Toms expone su concepcin de la persona, concluye el autor que el constitutivo formal de la persona es el ser. No, en cambio, algo de orden esencial, como han credo otros comentaristas, olvidando as el carcter trascendental que tiene la persona. Se fundamentan estas conclusiosiones en la doctrina de la participacin del ser de Santo Toms, que Forment expone de una manera que difiere en algunos aspectos de tal como se ha entendido a partir de los estudios de C. Fabro y E. Gilson. Porque indica que el ser da razn de la subsistencia, propia de la persona, y, en general de todas las perfecciones de cualquier ente, pues 190
es acto, y acto de los actos, es decir, el acto primero y fundamental. Por ello, es lo ms perfecto, es la perfeccin suprema. Todas las perfecciones, por tanto, se derivan del ser. Y los entes no pueden diferir porque al ser puedan aadrsele diferencias que lo determinen completndolo y perfeccionndolo, pues es la mxima perfeccin. Los entes difieren porque el ser es recibido en las diversas esencias, que lo limitan o rebajan de un modo distinto en sus perfecciones. Es necesario, por consiguiente, que los entes participen del ser, y lo hagan segn una cierta medida o grado que expresa la esencia. Segn esta exposicin de la doctrina del ser de Santo Toms, la esencia no posee ninguna perfeccin, no es absolutamente nada, solamente un grado o medida de participacin o limitacin del ser. De ah que el ser sea el elemento personificador de la naturaleza individual; y que, adems, la persona sea ms perfecta que el mero individuo o supuesto, ya que es la ms plena participacin del ser en las criaturas, y el mismo ser en Dios. En los captulos titulados: La persona y la subsistencia y La persona denominative y la persona formaliter, se analizan y comentan todos los textos de Capreolo referentes a la persona, demostrndose, frente a las pocas versiones e interpretaciones que se han dado, que defendi esta doctrina de la persona, enriquecindola con nuevas precisiones que la clarifican, y que tambin se estudian exhaustivamente. La obra poda haber concluido con esta investigacin, pero se com-
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pleta, agotndose la temtica, con un paciente y muy laborioso estudio de la evolucin que sufri esta doctrina de la persona, que por influencia de Cayetano, que dio otra nueva, fue ignorada por el tomismo. Si se ocuparon de ella los tomistas fue para modificarla o para criticarla. En los restantes captulos de la obra se exponen y analizan estas modificaciones y se clasifican todas las objeciones en seis grupos. En los tres primeros se recogen las basadas en textos de Santo Toms, en los que aparentemente parece negarse que el ser sea el constitutivo metafsico de la persona. En las otras tres se agrupan las objeciones basadas en que se siguen unas consecuencias incompatibles con el sistema tomista. Se demuestra convincentemente que todas ellas son infundadas y que se han presentado por desconocer la autntica doctrina de la persona de Santo Toms, y la de su fiel expositor Capreolo, y, en ltimo trmino, por no haber comprendido la profunda doctrina del ser. Ser y persona es una obra importante, no slo por su inters filosfico e histrico, sino tambin porque su doctrina fundamenta la dignidad de la persona, que, como dice el autor, citando a Santo Toms, significa lo ms perfecto que hay en toda la naturaleza. El libro, en definitiva, sigue las lneas de la Escuela tomista de Barcelona, que, como es sabido, deriva del magisterio de Ramn Orlandis (1873-1958), maestro de Jaume Bofill (1910-1965) y tambin de Francisco Cais, que ha continuado en la Facultad de Filosofa de Barcelona la labor de los dos primeros, formando entre otros al profesor Jos M.a Petit, y al au-
sona y modo substancial. Barcelona, Promociones Publicaciones Universitarias, 1983, 421 pgs. La temtica de la persona es susceptible de ser analizada desde puntos de vista distintos. La perspectiva de enfoque de Eudaldo Forment, en su nueva obra Persona y modo substancial es metafsica. Sin embargo, lo que no es muy frecuente en este tipo de monografas, est escrita con una gran claridad y orden sistemtico, sin perder profundidad ni rigor cientfico. Este libro es complementario de Ser y persona, aunque ambos tienen una unidad y unos objetivos distintos. Porque en el primero, se expone la doctrina de la persona de Juan Capreolo (13881444), probndose que es la interpretacin acertada de la de Santo Toms, al afirmarse que el ser es el constitutivo fundamental de la misma. En este segundo se estudia la doctrina de otro gran comentarista de Santo Toms, el cardenal Cayetano (1496-1534), mucho ms conocido, porque en esta cuestin, como en muchas ms, fue seguido fielmente por la mayora de los tomistas. Se intenta probar que su interpretacin, conocida como doctrina del modo substancial no refleja el pensamiento de Santo Toms, y de que en s misma 191
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no es sostenible, porque al considerar a la persona como algo de orden categorial se oculta el carcter trascendental que tiene la persona. De los textos de Cayetano del Commentaria in Summa Theologiae III Pars, que se analizan detalladamente, se concluye que cree que la persona est constituida intrnsecamente por la naturaleza substancial individual y un ltimo trmino o complemento de orden esencial, que es una entidad intermedia entre la esencia y la existencia, que no se compone con la esencia, sino que se limita a terminarla, que la hace capaz de recibir la existencia y le confiere la subsistencia. El profesor Forment critica con gran acierto esta interpretacin del pensamiento de Santo Toms, considerada desde el siglo XVI como genuina, mostrando sus dificultades insolubles. Demuestra tambin que Domingo Bez (1528-1604), el primer tomista que sigui esta explicacin de Cayetano, para paliar estas dificultades consider que la subsistencia, o el existir por s y en s, lo confera otro principio, el orden al ser, lo que es insostenible. Igualmente se estudian con mucho detalle todas las variaciones posteriores, hasta llegar a las actuales, como la de E. Hugon, que precisa la naturaleza del elemento personificador declarando que no es un acto esencial ni entitativo, sino un acto personal; la de I. Gredt, que considera al modo substancial distinguindose y componindose real modalmente con la esencia substancial, y teniendo como funcin propia la de preparar o hacer apta a la naturaleza para que no se mez192
cle con la existencia; o la de J. Maritain que distingue entre individuo y persona para acercarla al personalismo. Aunque todos los cayetanistas denominen y caractericen al trmino ltimo como un modo substancial, el profesor Forment indica que el origen de esta designacin est en un autor no tomista, Francisco Surez (1548-1617), que influy en este tema en los cayetanistas. Es ms, sorprendentemente, la misma doctrina de la persona de Surez es el resultado de rectificar algunos detalles de la de Cayetano. Lo que invalida tambin la posicin cayetanista, porque la concepcin de la persona de Surez, tal como se demuestra en la obra, se fundamenta en su nocin de ser, que es totalmente distinta de la de Santo Toms, ya que lo identifica con la mera existencia o hecho de encontrarse en la realidad, de ah que no admita la distincin tomista entre la esencia y el ser. En los dos ltimos captulos de la obra se desautoriza la posicin cayetanista con el descubrimiento importantsimo de que el mismo Cayetano no fue siempre cayetanista. Demuestra Forment que en Commentaria in De ente et essen tia, una de sus primeras obras, escrita en 1493 y en Commentaria in Summa Theologiae I Pars, publicada en 1507, Cayetano sostena una doctrina de la persona idntica a la de Capreolo y Santo Toms. En 1522 la abandon porque, como se muestra en la obra, nunca comprendi la doctrina del ser de Santo Toms, base de la doctrina tomista de la persona, sustituyndola por otra distinta que encajaba con su nocin ine-
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xacta del ser. Algo parecido le ocurri con el tema de la demostrabilidad de la inmortalidad del alma, estrechamente vinculada al ser, que neg en los ltimos aos de su vida. Creemos, en definitiva, que despus de este documentado estudio es muy difcil ser cayetanista en esta temtica; despus de su lectura hay que admitir indiscutiblemente que ha sido posible el tomismo cayetanista porque no se ha comprendido el autntico significado del ser, confirmando, por tanto, la tesis de C. Fabro del obscurecimiento del ser en la tradicin tomista.
MARGARITA MAURI ALVAREZ
HUARTE, Juan, Evolucin y problema religioso. Unin Editorial, Madrid 1984. 331 pgs. En el mundo en que vivimos se nos ha impuesto una exclusin tajante entre el hombre de accin y el hombre que se dedica a la actividad intelectual. Tales clasificaciones estn separadas por un abismo infranqueable. Hasta el punto de que constituyen modelos excluyentes. Comprobar que este *a priori' es superado no deja de producir cierto placer. Juan Huarte, ingeniero, ha intentado ofrecer al pblico de habla espaola un ensayo en el que aborda cuestiones que ocupan un lugar preferente en el panorama intelectual contemporneo: la evolucin y el problema religioso. La propuesta del autor es muy
clara. No hay un abismo infranqueable entre ambas cuestiones. No se puede mantener que se d una separacin tajante. Todo lo contrario, se puede encontrar la integracin religiosa del problema evolutivo. Pero el autor advierte desde el principio que tal pretensin debe llevarse a cabo mediante el acercamiento a ambas cuestiones con una mente libre de trabas o ataduras que signifiquen posturas intransigentes mantenidas 'a priori'. Para mostrar que esto es posible, Juan Huarte hace hablar a cientficos y filsofos todos de primera lnea que se han pronunciado a favor o en contra de ambos problemas. El aporte documental es nutrido y habra que alabar el intento de organizar todo este material. Finalmente, la lectura del libro es fcil por la pulcritud de la redaccin y presentacin que el autor ha conseguido. Su contenido puede estimular y dar pistas para el estudio de algunos problemas que los cientficos y los filsofos tenemos planteados.
SALVADOR RUS
KANT, L, Cmo orientarse en el pensamiento, trad. por C. Correa, ed. Leviatn, Buenos Aires 1982, 71 pgs. Aparece por vez primera en nuestra lengua la traduccin de un breve opsculo kantiano de 1796 Was heisst: sich im Denken orientieren?, de indudable importancia dentro de la produc193
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cin filosfica del pensador de Knigsberg. Cronolgicamente la obra apareci a finales del XVIII, en un momento en que gran parte de los pensadores alemanes se hallaban enredados en la conocida disputa del pantesmo, que cont con nombres tan relevantes como los de Mendelssohn y Jacobi. La polmica mantenida concretamente por estos filsofos, a la que Kant se refiere explcitamente en dos lugares del opsculo (pp. 35-36 y 51 y ss.), tuvo, aparte de algn mrito, una fatal consecuencia: subvertir o bien no lo s con precisin simplemente el discernimiento racional y el saber (mediante una presunta potencia en la especulacin), o bien incluso la creencia racional, e instaurar, en cambio, otra creencia, que cada uno podra adquirir segn su capricho (pp. 57-58). Ante este nefasto desenlace, originado a juicio de Kant en la ampliacin ilcita del uso especulativo de la razn, el filsofo de Knigsberg decide mostrar que de hecho es por la mera razn por lo que hay que orientarse, y no por un presuntamente oculto sentido de la verdad o una intuicin exaltada (p. 36). La lcita aplicacin de la razn al conocimiento de objetos suprasensibles desmedidamente agrandada en la polmica de Mendelssohn y Jacobi exige aclarar previamente el concepto de orientarse. Orientarse, es decir, encontrar a partir de una regin celeste dada las dems regiones y sobre todo el oriente (p. 37) slo es posible por la existencia del sentimiento de una diferencia la que media entre derecha e izquierda en el mismo sujeto que se orien-
ta. Slo, pues, por medio de un fundamento subjetivo de diferenciacin resulta posible orientarse. Igual fundamento se da cuando se ampla el modo meramente geogrfico de orientacin a aquel otro que acontece en un espacio dado en general, es decir, por tanto, de manera simplemente matemtica (p. 39). E, igualmente, subsiste el mismo carcter subjetivo de fundamentacin cuando se trata de orientarse en el pensamiento, es decir, no geogrficamente ni matemticamente, sino lgicamente. Orientarse en el pensamiento es, a juicio de Kant, una operacin de la razn pura, que consiste en guiar su propio uso cuando partiendo de los objetos conocidos (de la experiencia), la razn quiere ampliarse ms all de todos los lmites de la experiencia (pp. 40-41). Precisamente por la ausencia de fundamentos objetivos, en el tener por verdadero la razn tendr que acogerse ahora a un principio subjetivo: el sentimiento de la exigencia propia de la razn. Esta proposicin nos abre el tema de la exigencia, nocin de indudable importancia para aclarar el concepto de orientacin. Siempre que decidamos suspender el juicio estamos a salvo de caer en error. Pero puede acontecer que el juicio se presente como un acto necesario, es decir, que para el sujeto el acto de juzgar no sea arbitrario, algo que pueda o no querer, sino ineludible. En ese caso, obviamente, no cabe suspensin del juicio. Ms bien es, en terminologa de Kant, una exigencia efectivamente real. Pero puede ocurrir que siendo el jui-
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CO una exigencia necesaria carezcamos de los elementos requeridos para poderlo formular. En ese caso, es necesario que tengamos una mxima segn la cual emitir nuestro juicio (p. 42). Cuando, queriendo juzgar, carezcamos de intuicin de objetos, se ha de proceder del siguiente modo: primero se examina el concepto para el que no hay intuicin posible, a fin de establecer su carcter no contradictorio; despus, se somete bajo conceptos puros del entendimiento la relacin del objeto con los objetos de la experiencia (pp. 42-43). Pero, incluso procediendo como queda dicho, no se logra establecer la existencia del objeto. Entonces interviene el derecho de la exigencia de la razn en tanto fundamento subjetivo a admitir y suponer algo que la razn no puede atreverse a saber por medio de fundamentos objetivos; interviene, por tanto, el derecho de la razn a orientarse en el pensamiento, en el espacio de lo suprasensible inmenso y pleno de tinieblas para nosotros, nicamente por su propia exigencia (p. 43). No es necesario orientarse con respecto a cualquier objeto suprasensible, sino con respecto al concepto de ser originario, como inteligencia suprema y a la vez como bien supremo (p. 45). La necesidad de admitir la existencia de tal ser deriva de la exigencia de la razn de poner lo ilimitado como fundamento de lo limitado, pues ni aquel supuesto ni la contingencia, ni la finalidad, ni el orden quedan oportunamente fundamentados. No nos autoriza, empero, la suposicin del ser originario, como hizo Descartes en
opinin de Kant, a tomar la exigencia por discernimiento, pues de ese modo la razn no hace sino dogmatizar en el mbito de lo suprasensible, que es, por su parte, el camino que lleva directamente al delirio filosfico (p. 46. Nota). Aunque sin saberlo conscientemente (p. 50), Mendelssohn se orient en el pensamiento especulativo por una exigencia sentida, segn el modo previamente trazado, no propiamente por algn tipo de conocimiento, pues el nico fundamento de determinacin de nuestro juicio sobre la existencia del ser supremo no es nunca objetivo, sino subjetivo, es decir, una mxima consecutiva de la exigencia para el solo uso de la razn permitido por sus lmites. Claro que al tener ese principio slo un uso contingente para las investigaciones especulativas Mendelssohn se equivoc completamente al acordar a esa especulacin un poder tan grande como para decidir, ella sola, acerca de todo por va de demostracin (p. 59), aunque tuvo el incomparable mrito de mostrar que no hay que buscar la ltima piedra de toque de la validez de un juicio en otra parte que en la sola razn (pp. 52, 65). El pensamiento especulativo cuenta al dirigir su actividad hacia lo suprasensible con esta sola gua: la creencia racional (pp. 5455), a saber, aquella que no se funda en otros datos que los que estn contenidos como tales en la razn pura (p. 52). Se distingue del saber porque mientras ste garantiza su conocimiento por fundamentos objetivos suficientes, aquella es un tener por verda195
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dero subjetivamente suficiente, pero con conciencia de su insuficiencia objetiva (p. 52). Con respecto al uso terico de la razn, la creencia es slo hiptesis racional, en cambio, la creencia racional que radica en la exigencia de su uso desde el punto de vista prctico podra ser llamada un postulado de la razn, no como si fuera un discernimiento que satisfara todas las exigencias lgicas de la certeza, sino porque ese tener por verdadero (si en el hombre slo moralmente todo va bien) no es inferior segn el grado de saber alguno, aunque se diferencia totalmente de l segn la especie (p. 54). La creencia racional sobre todo entendida como postulado es para Kant el nico fundamento de cualquier otra creencia, religiosa o de otro tipo, confirmando as su anterior doctrina cuya discusin crtica rebasa obviamente las pretensiones presentes contenida tanto en la Fundamentacin de la metafsica de las costumbres como en la Crtica de la razn prctica, que M. Garca Morente, en la Introduccin a la primera de las obras (Madrid 1980, p. 10), ha expresado del modo siguiente: La preocupacin por los problemas morales es, en Kant, fundamental. Incluso se ha dicho que toda su filosofa terica es una preparacin para la filosofa prctica; lo cual, en cierto modo, es verdad, puesto que la crtica limita las facultades metafsicas de la especulacin terica, precisamente para abrir camino a la prctica, y en Kant la religin se funda en la moral y no la moral en la religin.
MARTENS,
Ekkehard,
Einfhrung
in die Didaktik der Philosophie, Wissensschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 1983, 141 pgs.
El autor se propone en esta Introduccin a la didctica de la filosofa una empresa que cada vez se hace ms urgente: aclarar fundamentalmente la relacin entre Didctica y Filosofa. Para ello estudia en primer lugar la tradicin didctica que va de Platn a Kant y Hegel. Llama el autor la atencin sobre el hecho de que en el Teteto de Platn la didctica, como proceso de comunidad profunda que encierra los actos de ensear y aprender, pertenece esencialmente a la filosofa. Y en esto se despega Platn de aquella tcnica mediatizante de los sofistas, que se ofreca como una operacin subsiguiente al acto filosfico, siendo la mayora de las veces daina. Ya dentro de la filosofa moderna, la Ilustracin europea desarrolla una problemtica sobre este tema que se compendia muy bien en la disputa que Garve y Kant mantuvieron sobre la llamada filosofa popular (Popularphilosophie), disputa que incluye aspectos sistemticos, culturales y polticos. Dado que para el autor la teora didctica tiene su punto de partida y su trmino en la praxis didctica, incorpora las propias experiencias de su docencia para matizar las aspectos sistemticos, histricos y psicolgicos de su investigacin. Slo en cuatro pginas ofrece el autor una visin de los pasos histricos que se han dado despus JOS L. DEL BARCO COLLAZOS de Hegel. Enuncia algunos puntos
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de Marx y los marxismos (como la Pedagoga de los oprimidos, de Freir), apuntando brevemente la crtica que Habermas hace a la filosofa de lite (p. 74). Quizs el lmite ms apremiante del libro sea su falta de referencias a otros pasos positivos que se han dado fuera del marxismo. Aunque el libro est pensado para el nivel gymnasiale de la enseanza cuyas posibilidades y dificultades se apuntan con claridad no deja de tener inters para niveles superiores.
JUAN CRUZ CRUZ
y dogmatismo. El problema de la objetividad en Karl R. Popper. Col. Teorema. Ed. Ctedra. Madrid 1980, 254 pgs. Jernimo Martnez propone una nueva reconstruccin interna del pensamiento de Popper, en la que se quiere destacar la influencia decisiva que en su evolucin interna ejerci el concepto semntico de verdad en Tarski, ya que hizo posible la transformacin semitica que se fue produciendo tanto en el modo de entender su concepto metodolgico de objetivividad cientfica; como en el modo de fundamentar su principio de falsacin epistemolgica; o en el modo de postular un horizonte gnoseolgico cada vez ms amplio, que diese cabida a una verdad objetiva final. Y para alcanzar este objetivo el A. distingue dos perodos en el
pensamiento de Popper. Ya que en un primer momento el racionalismo crtico se habra entendido como una va media entre el dogmatismo metafsico de los racionalistas y el simple solipsismo metodolgico de los empiristas. De modo que, como ya ocurri en el Kant precrtico, Popper se encontr con la alternativa de o tener que acudir a los primeros principios intuitivos de la razn natural, al igual que hizo Aristteles; o tener que admitir la existencia de enunciados empricos puros y sin interferencias de conceptos y trminos universales, como postularon los empiristas (cf. pp. 193 y 79). A la vez que, en un segundo momento, se comprueba la enorme influencia que en el racionalismo crtico ejerci el concepto semntico de verdad formulado por Tarski y que introdujo un giro copernicano en el modo de abordar el problema de la objetividad pues, al igual que ocurri en Hegel, ya no habr ningn hecho o teora, presuntamente objetivos, como garantes de un acuerdo, sino que inversamente, ser el carcter esencialmente histrico y coyuntural del acuerdo el que posibilite la objetividad (cf. p. 16). Y para aplicar este esquema tan hegeliano a Popper, el A. inicia una crtica de todas aquellas interpretaciones que pretenden dar otra base a su concepto de objetividad cientfica. El A. defender una interpretacin de Popper ms cercana a las recientes interpretaciones del racionalismo crtico propuestas por Jrgen Habermas y Ioseph Agassi, colaborador de Popper, segn las cuales el principio de falsacin 197
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epistemolgica, ya se entienda emprica o analticamente, exige un proceso regresivo de fundamentacin tu quoque, en el cual la razn nunca se podr afirmar como una facultad en s misma absoluta, sino que ms bien se debe describir como un proceso de ininterrumpida correccin crtica, a travs del cual se confa resolver aquel problema previo de bsqueda y constitucin de su propio fundamento (cf. pp. 188-192). Pero a su vez esta nueva actitud epistemolgica, ahora le da pie al A. para dar un paso ms all sobre el planteamiento inicial de Popper, dndole una interpretacin dialctica. Ya que en su opinin el Mundo lgico 3 que Popper postula como un requisito de la intercomunicacin cientfica, exige un nuevo horizonte gnoseolgico cada vez ms abierto, en el que se pueda alcanzar una mejor interaccin mutua entre los elementos metodolgicos y epistemolgicos que definen los objetos y las facultades que son puestas en ejercicio por cada una de las ciencias, y cuyo nico objeto es garantizar el ilimitado progreso que siempre cabe hacia una mejor comprehensin, incluso acerca de la que cada uno puede alcanzar de s mismo (cf. p. 85). Y de este modo se introdujo un planteamiento crtico en el que se sobreentiende, muy a pesar de Popper, la inicial aceptacin de un ideal regulativo y hegeliano-marxista de plena integracin antropocntrica y exclusivamente cientfica, entre el hombre y la totalidad de la naturaleza. A la vez que tambin se admite un ilimitado proceso, cada vez ms catastrofista o alejado de lo real, en el que se dar una pro-
gresiva separacin respecto al estado inicial de naturaleza; pero que paradjicamente tendr un final feliz y apocalptico en el que se alcanzar una adecuacin absoluta (en el sentido del bicondicional de Tarski) entre los fenmenos empricos y los hechos reales (cf. pp. 18 y 225). Evidentemente muchas de las afirmaciones defendidas por el A. corresponden menos a Popper que a una inspiracin hegeliana. Para ello bastara hojear cualquiera de las obras posteriores a 1950 que Popper dedic a criticar a la dialctica, como son La miseria del historicismo, La sociedad abierta y sus enemigos, o El yo y su cerebro, publicada en 1970 junto al Premio Nobel John Eccles y que Popper dedic monogrficamente al Mundo lgico 3. Sin embargo el A., aunque parece conocerlas, no las cita en ninguna ocasin. De haber hecho esta cotejacin, se podran haber encontrado tres diferencias bsicas entre Popper y la tesis defendida por el autor: 1) En primer lugar, Popper nunca absolutiz la naturaleza simplemente instrumental del lenguaje, ni le atribuy una ilimitada capacidad configuradora en la verbalizacin terica de la propia experiencia, ya que como reconoce el propio A. el principio de falsacin epistemolgica se hubiera hecho circular y en s mismo irrelevante (cf. p. 66). Por ello en Popper la mediacin del lenguaje no anula aquellos elementos objetivos, e incluso metafsicos que, como mostraron Th. S. Kuhn, Wisdon y Wartofsky, estn implcitos en cualquier anlisis de la experiencia sensible (cf. Parte I, pp. 35-90). 2) Pero por otra parte, el A.
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tambin ha hecho notar cmo el lenguaje objeto en Popper, siempre supone un exceso de afirmacin respecto a la experiencia sensible a la cual se aplica, y esto le oblig a modificar su interpretacin incondicional del criterio de verdad en Tarski. Pero de ser esto as ahora tambin se debera haber replanteado si, despus de las modificaciones que Popper introdujo en el concepto semntico de verdad, se puede seguir manteniendo aquel principio como criterio absoluto de certeza. O si, por el contrario, se debe iniciar una nueva lgica del condicional que fundamente la capacidad que tiene la razn humana de acercarnos progresivamente a lo real, corrigiendo, o simplemente rectificando, de un modo contrafctico, los propios hechos de la experiencia (cf. Parte II, pp. 101-191). Finalmente, y 3), Popper critic reiteradamente y sin ambigedades todas las interpretaciones cerradas y teleolgicas que predeterminan el final de la historia humana, incluidas las dialcticas. Y en su lugar postul una sociedad abierta real que, no se fundamenta en el ideal regulativo, cada vez ms utpico y apocalptico, de Hegel y Marx, sino que se fundamenta en el peculiar anlisis que propuso Peirce de su mxima pragmatista para dilucidar el significado de un signo o representacin y, segn la cual, se debe postular un socialismo lgico, cada vez ms abierto, que sin renunciar a los primeros principios de la razn natural, se afirma como el fundamento tico de cualquier actitud crtica sinceramente abierta al progreso de la ciencia, y como el presupuesto pragmtico de cualquier
comunidad de Investigadores, que quiera ser solidaria con el orden ecolgico, cada vez ms vulnerable tecnolgicamente, que el hombre va descubriendo en la naturaleza (cf. Parte III, pp. 101-191). En conclusin: se trata de una monografa sobre un tema de gran importancia para la filosofa de la ciencia actual, en la que se atribuye a Popper un uso alternativo de la lgica, rgido y positivista con la ciencia, y tolerante y dialctico con una determinada metafsica. Pero al hacer esta extrapolacin nos ha parecido que el A. acaba dando una visin unilateral y excesivamente distorsionada de un autor que frecuentemente ha sido malinterpretado, y al que ahora se identifica con un dialctico, el prototipo segn Popper de los dogmticos.
CARLOS O. DE LANDZURI
PIEPER, Josef, Sobre los mitos platnicos, Trad. C. Gancho. Herder, Barcelona 1984, 88 pgs. Se acaba de traducir un librito del profesor Pieper escrito hace casi veinte aos (1965). Se trata de un estudio sobre los mitos platnicos hecho a la manera a que nos tiene acostumbrados este brillante filsofo alemn: con gran claridad en la expresin, con nitidez lgica en la argumentacin, y sumamente elaborado y documentado. Si acaso adolece de una estructura un poco compleja, ello se debe a la cantidad de informaciones y puntos de vista con que el autor trabaja. 199
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En la obra, Pieper expone, y magnficamente para un lector atento, qu se debe entender por mito, cules son los mitos platnicos y de qu caractersticas estn rodeados. Pero el punto ms importante, y que se aprecia responde a la intencin del autor, es mostrar la verdad encerrada en los mitos como verdad cierta que si precisa mitificarse es porque se desarrolla en el lmite entre lo divino y lo humano (p. 75), y verdad de la que Platn estaba seguro: mi tesis es sta: Platn ha considerado como verdad intangible el contenido de los mitos (p. 53). Desde esta perspectiva Pieper descalifica, congruentemente, el punto de vista cuyo mximo exponente es para l Hegel segn el cual el mito es una fabulacin fantstica que queda fuera de la afirmacin cientfica. Pieper, en contra, sugiere una tercera realidad que no sea ni una cosa ni la otra, como es por ejemplo el mito (p. 41). La cuestin en modo alguno es balad; mxime si se atiende a que el autor acude con frecuencia a los relatos bblicos y a la fe cristiana como parmetros que ayuden a sostener su tesis: algo superracional que hay que expresar simblicamente, pero con cierto sentido verdadero.
ra Joseph Rassam (profesor de Filosofa en los Liceos de Tarbes y Toulouse) a la edad de sesenta aos. Este trabajo indito constituy el ncleo de su tesis doctoral, defendida en 1962 y se suma a sus mltiples publicaciones en revistas como los Archives de Philosophie y Revue Thomiste, constituyendo una valiosa aportacin al realismo metafsico. Si el discurso metafsico tiene una consistencia distinta de la meramente verbal, no puede ser ms que por su fidelidad a ese discurso sin palabras que la presencia de las cosas y de los seres comunica al espritu (143). En este sentido considera el autor que el silencio es una introduccin a la metafsica: la consistencia ontolgica del discurso filosfico ha de venirle dada por su relacin con la verdad. La verdad se presenta al espritu y ste acoge su presencia por medio del acto de silencio. El profesor Rassam desarrolla esta tesis en seis captulos en los que pone en relacin con el silencio respectivamente la palabra, la metafsica, la existencia, la nada, la trascendencia y el dilogo. En el apartado dedicado a la palabra, Rassam critica la tendencia contempornea de reducir el pensamiento al lenguaje, reduccin que conduce a identificar el silenJUAN GARCA GONZLEZ cio con aquello que no puede concebirse, con lo no inteligible. El silencio a que se refiere Joseph RASSAM, Joseph, Le sHenee comme Rassam es un silencio interior a introduction a la mtaphysique, la palabra, que la informa y da Publications de l'Uni ver sit de sentido, porque, dice, un discurToulouse-Le Mirail, 1980, 146 so instruye slo porque ayuda a pgs. encontrar un conocimiento que l no procura, sino que invita a reEl 11 de noviembre de 1977 mo- descubrir (17).
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El lenguaje no hace la verdad sino que la acoge para despus comunicarla. El acto por el que se acoge la verdad es el silencio. En el segundo captulo: El silencio y la metafsica, el autor traza una visin crtica del idealismo de Kant y Hegel y del pensamiento de Merleau-Ponty que, en su opinin, no han dado la suficiente importancia al silencio: los primeros por establecer el primado del pensamiento sobre el ser, y el segundo por reducir las cosas a su apariencia inmediata. As el silencio vendra a constituir los lmites de la filosofa y a la vez su apertura, apertura que comienza siendo un don para asumir la presencia del ser, y que culmina al trmino del discurso filosfico con la adoracin de la trascendencia que escapa ya a la competencia de la filosofa (50). En el tercer captulo, El silencio y la existencia, se recoge la argumentacin contra el idealismo iniciada en el captulo anterior: si la consistencia le viene dada al discurso filosfico por un acto anterior (el acto de silencio que viene a ser el punto de referencia del espritu al ser), entonces el intento idealista de determinar a priori las condiciones del conocimiento del ser resulta contradictorio. Establecer la objetividad de lo real en funcin de los requisitos de la coherencia del pensamiento supone identificar lo real con lo ideal. Tal es, segn Joseph Rassam, la contradiccin del idealismo, contradiccin que l pretende superar proponiendo una recuperacin del ser a travs del acto de silencio: El silencio se convierte en un principio de recuperacin, porque en l descubrimos junto
con nuestra propia interioridad, la interioridad de todas las cosas al ser (64). En el captulo dedicado a la nada, el autor pone de manifiesto la prioridad absoluta de la afirmacin respecto de la negacin: Slo la afirmacin puede ser un acto completo del espritu porque slo ella puede tener un alcance ontolgico (80). La negacin, dice, siempre es relativa a una afirmacin. La negacin no puede bastarse a s misma porque no apunta directamente a las cosas; su funcin es la de corregir los errores, pero no puede constituir un principio. Slo prescindiendo de la actualidad, es decir, atendiendo exclusivamente a la propiedad formal de los enunciados, a su calidad de juicios, se puede negar la subordinacin de la negacin respecto de la afirmacin. Joseph Rassam parte de este punto para criticar la postura de Heidegger y en general cualquier doctrina que introduzca la nada como medio de acceso al ser. En el captulo quinto: El silencio y la Trascendencia, se pone en relacin el acto de silencio, es decir, aquel acto que acoge al ser como plenitud y como perfeccin, con la posibilidad de hablar con sentido de la Trascendencia. Por medio del acto de silencio, que establece una relacin entre el pensamiento y la actualidad de las cosas, se pone de manifiesto la dependencia radical de los seres relativos al Ser absoluto. Si no se capta el ser como un don, captacin que constituye la base de la adoracin propia del espritu de oracin, el ser se identifica con lo impensable. La actualidad metafsica de lo real se pierde en cuan201
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to se exige para alcanzarla que se presente como un objeto de ciencia. Entonces del ser no podemos ya decir nada, sino que no es un objeto (93). Por ltimo, el captulo dedicado al dilogo relaciona silencio y comunicacin: Las virtudes que desarrolla la disciplina del silencio (la modestia, el pudor, el tacto, la discrecin) no son solamente cualidades de la vida interior, sino tambin condiciones de una mayor delicadeza en el comercio de las conciencias (123). En el acto de silencio el yo toma con-
ciencia del misterio de su alma, y descubre que lo que hay de ms ntimo en l es ms que l mismo; descubre su relacin con Dios. Por el acto de silencio todas las conciencias se aunan descubriendo su mutua participacin en el ser. Esta es, segn Joseph Rassam, la base misma de la comunicacin. En fin, un bello libro que da mucho que pensar a todo el que con espritu sereno se acerque a los grandes problemas de la metafsica.
M.a DOLORES BASTERRECHEA
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