Espartiatas e Hilotas en La Revolución Francesa
Espartiatas e Hilotas en La Revolución Francesa
Espartiatas e Hilotas en La Revolución Francesa
Ctsar Foris
No descubro nada si comienzo por decir que la antigua Esparta, como Estado y
como pueblo, fue, contina siendo, y sin duda ser, uno de los mitos ms poderosos
e intensos de la historia de la humanidad. Poco importa que en mbitos acadmicos
ese mito se encuentre moribundo, que Esparta haya quedado arrumbada en
su singularidad, banalizada, y los espartanos reducidos a griegos corrientes, en
absoluto diferentes de los que les rodeaban; en la calle el mito sigue muy vivo,
se retroalimenta con el cine, la televisin, el cmic y la novela histrica como
viveros, sin olvidar las publicaciones de carcter divulgativo que hacen un uso
acrtico de las fuentes en su afn interesado y rentable de perpetuar los clichs
s
. De
esa larga senda de tpicos y falacias recorrida por el mirage espartano, queremos
centrarnos en esta sede en un escenario y en un perodo concretos, el de la Francia
de la Revolucin, que sin embargo no cabra entender sin la imagen de Esparta
modelada unos aos antes por Montesquieu, Mably y Rousseau.
Deudora de las Luces en muchos sentidos nacieron de una costilla de la
Enciclopedia
z
, la Revolucin Francesa trajo consigo un autntico culto de la
Antigedad, que en el caso de Esparta alcanzar su paroxismo con los jacobinos.
Por paradjico que parezca a simple vista, en una Francia que en muchos sentidos
quiere romper con el pasado y empezar una nueva Era, la Antigedad tiene una
importante presencia, empapa a la sociedad entera, tanto como para que Desmou-
lins sentencie que los revolucionarios se sentan criados en las escuelas de Esparta
y Roma y SaintJust proclame que el mundo est vaco desde los romanos; y su
memoria lo llena y profetiza ms la libertad (ms de medio siglo despus, Marx
responder a SaintJust: que los hombres de la Revolucin sean los romanos)
,
.
.
,,. Citado por L. Carora, La democracia, cit., p. o, y L. Gutrci, Libert degli antichi, cit., p. z,.
,s. Citado por L. Gutrci, Libert degli antichi, cit., p. sz.
,. M.H. Hast, The Tradition of the Athenian Democracy A.D. , en G&R ,/s (sz), p. ss.
o. Citado por L. Gutrci, Libert degli antichi, cit., p. sz nt. ,.
s. F. Harroo, La Rvolution franaise, cit., pp. ,s; In., Liberts des anciens, cit., pp. s,os,z.
z. L. Carora, La democracia, cit., p. ,,.
,. F. Harroo, La Rvolution franaise, cit., pp. ,,,s; In., Liberts des anciens, cit., pp. sz,sz,.
. Y. Garia, Condorcet et Lycurgue, in Ktma z, (zooz), pp. ,,, para quien Condorcet trata conscientemente
de exonerar a Licurgo de estos vicios y defectos de la sociedad espartiata al humanizarle y relativizar su accin
Espartiatas e hilotas en la Revolucin Francesa
Es tiempo de ir concluyendo. Los revolucionarios franceses miraron a Espar-
ta de una manera apasionada, pero deciente, supercial, pertrechados con un
conocimiento de los clsicos que, en el mejor de los casos se limitaba a Platn,
Aristteles y, cmo no, a Plutarco, el autor ms ledo del siglo XVIII y objeto
de culto desde el Renacimiento, autntico sistematizador del mirage espartano
,
.
Ninguno de estos revolucionarios que volva su mirada al pasado clsico en busca
de inspiracin para dar solucin a los problemas de la Francia del siglo XVIII se vio
inquietado por el aspecto material de las reformas licurgueas, en particular por un
reparto igualitario de la tierra claramente inventado, pero con hondas races en el
pensamiento occidental
o
. Tampoco interpretaron correctamente la libertad de
los antiguos, una libertad colectiva, cvica, de participacin activa, y por ello bien
distinta de la moderna, que es una libertad civil o individual.
La crtica, la metodologa y el rigor histrico brillan por su ausencia. Igno-
rancia o falta de honestidad?, se pregunta Chantal Grell; para la historiadora gala,
que se reere en principio a la crisis del absolutismo monrquico en el perodo
prerrevolucionario, la respuesta es lo de menos, lo relevante es que se elabora un
mito histricopoltico: Esparta [y la Roma de la temprana repblica] sirven para
demostrar que la moral debe ser el fundamento de la poltica y que las buenas
costumbres son condicin esencial para la grandeza y, consecuentemente, para
la verdadera prosperidad de los estados
,
.
Csar Fornis
Universidad de Sevilla
legisladora por las circunstancias histricas que le toc vivir.
,. M.W. Howarn, The Inuence of Plutarch in the Major European Literatures in the Eighteenth Century, Chapell
Hill, s,o. Leed y releed a menudo, monseor, las vidas de los hombres ilustres de Plutarco. Los hroes de
Plutarco no son casi todos ms que simples ciudadanos. Elegid uno al que deseis imitar. Pero os advierto,
monseor, que no sea un prncipe. No s qu falsa y ambiciosa gloria empaa siempre la vida de los reyes ms
grandes. Olvidan con demasiada frecuencia que no son ms que instrumentos de la bondad de su pueblo, y
quieren que su pueblo sea el instrumento de su gloria. Elegid por modelo a un simple ciudadano de Grecia o de
Roma, tomadlo por vuestro juez, dice Mably en De ltude de lhistoire, de s,,, (citado del original francs por T.
Scniticn, Mably e le antiche Costituzioni, en QS z, [sso], p. s,,). Mme. Roland relata conmovida en sus Mmoires la
experiencia de, a la edad de nueve aos (en s,o,), llevar por primera vez a Plutarco a la iglesia en lugar del libro de
oraciones. Para los collgues y las lecturas con que se formaron los futuros protagonistas de la Revolucin, vase
H.T. Parxtr, The Cult of Antiquity, cit., pp. s,o, que a continuacin (pp. ,,o) estudia con ms detalle, a partir de
sus propias vivencias, los casos de Desmoulins, Mercier, Brissot y Mme. Roland (de donde tomamos la ancdota).
o. C. Mosst, LAntiquit, cit., p. ,,. Como ha denunciado St. Honxiso, Five words that shook the world:
Plutarch, Lykourgos and appropiations of Spartan communal property ownership in eighteenthcentury France, en
N. Biroaiias, K. Burastiis, P. Carritnot (eds.), The Contribution of Ancient Sparta to Political Thought and Prac-
tice, Athens, zoo,, pp. s,,o, cinco palabras en la Vida de Licurgo (so.s),
, asignndole un lote de tierra de los nueve mil, son las responsables de la muy arraigada idea
(incluso en la actualidad) de que los espartiatas no eran dueos de sus fundos, sino usufructuarios, y que a la
muerte de uno la parcela reverta al Estado, quien volva a asignarla a un joven que, superada la dura educacin,
adquiriera la plena ciudadana.
,. C. Grtii, Le Dixhuitime sicle et lantiquit en France , Oxford, s,, p. .