San Juan de La Cruz - Monte de Perfeccion PDF
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es propiedad de la
LIBRO PRIMERO
Captulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 |
LIBRO SEGUNDO
Captulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 |
| 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 | 31 | 32 |
LIBRO TERCERO
Captulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 |
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| 41 | 42 | 43 | 44 | 45 |
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Monte de Perfeccin
TRANSCRIPCIN
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el centro de su humildad.
Ya por aqu no hay camino porque para el justo no hay ley; l para
s se es ley (cf. 1 Tim. 1, 9 y Rom. 2, 14).
Argumento
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Canciones
2. A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me vea,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y gua
sino la que en el corazn arda.
4. Aqusta me guiaba
ms cierto que la luz del medioda,
adonde me esperaba
quien yo bien me saba,
en parte donde nadie pareca.
6. En mi pecho florido,
que entero para l solo se guardaba,
all qued dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparca,
con su mano serena
en mi cuello hera
y todos mis sentidos suspenda.
8. Quedme y olvidme,
el rostro reclin sobre el Amado,
ces todo y dejme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
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Prlogo
Hay otras que, con los mismos regalos y mercedes que Dios les
hace para caminar adelante, se embarazan y estorban y no van
adelante. Y otras muchas cosas que en este camino acaecen a los
seguidores de l, de gozos, penas y esperanzas y dolores: unos
que proceden de espritu de perfeccin, otros de imperfeccin.
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Libro Primero
CAPTULO 1
(CANCIN PRIMERA)
DECLARACIN DE LA CANCIN
Y esto dice que le fue dichosa ventura, salir sin ser notada, esto es,
sin que ningn apetito de su carne ni de otra cosa se lo pudiese
estorbar. Y tambin porque sali de noche, que (es) privndola Dios
de todos ellos, lo cual era noche para ella.
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CAPTULO 2
Declara qu noche oscura sea esta por que el alma dice haber
pasado a la unin.
1. Por tres cosas podemos decir que se llama noche este trnsito
que hace el alma a la unin de Dios.
La primera, por parte del trmino (de) donde el alma sale, porque
ha de ir careciendo el apetito de todas las cosas del mundo que
posea, en negacin de ellas; la cual negacin y carencia es como
noche para todos los sentidos del hombre.
La tercera, por parte del trmino adonde va, que es Dios, el cual, ni
ms ni menos, es noche oscura para el alma en esta vida. Las
cuales tres noches han de pasar por el alma, o, por mejor decir, el
alma por ellas, para venir a la divina unin con Dios.
5. Estas tres partes de noche todas son una noche; pero tiene tres
partes como la noche. Porque la primera, que es la del sentido, se
compara a prima noche, que es cuando se acaba de carecer del
objeto de las cosas. Y la segunda, que es la fe, se compara a la
media noche, que totalmente es oscura. Y la tercera, al despidiente,
que es Dios, la cual es ya inmediata a la luz del da. Y, para que
mejor lo entendamos, iremos tratando de cada una de estas causas
de por s.
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CAPTULO 3
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CAPTULO 4
Donde se trata cun necesario sea al alma pasar de veras por esta
noche oscura del sentido, la cual es la mortificacin del apetito, para
caminar a la unin de Dios.
CAPTULO 5
Lo primero, que arroje todos los dioses ajenos, que son todas las
extraas aficiones y asimientos.
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CAPTULO 6
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CAPTULO 7
3. Por lo cual, habiendo Dios lstima a stos que con tanto trabajo y
tan a costa suya andan a satisfacer la sed y hambre del apetito en
las criaturas, les dice por Isaas (55, 1-2): Omnes sitientes venite ad
aquas; et qui non habetis argentum, properate, emite et comedite:
venite, emite absque argento vinum et lac. Quare appenditis
argentum non in panibus, et laborem vestrum non in saturitate?;
como si dijera: Todos los que tenis sed de apetitos, venid a las
aguas, y todos los que no tenis plata de propia voluntad y apetitos,
daos priesa; comprad de m y comed; venid y comprad de mi vino y
leche, que es paz y dulzura espiritual, sin plata de propia voluntad, y
sin darme por ello (inters o) trueque alguno del trabajo, como dais
por vuestros apetitos. Por qu dais la plata de vuestra voluntad por
lo que no es pan, esto es, del espritu divino, y ponis el trabajo de
vuestros apetitos en lo que no os puede hartar? Venid, oyndome a
m, y comeris el bien que deseis, y deleitarse ha en grosura
vuestra alma.
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CAPTULO 8
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CAPTULO 9
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CAPTULO 10
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CAPTULO 11
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CAPTULO 12
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CAPTULO 13
1. Resta ahora dar algunos avisos para saber y poder entrar en esta
noche del sentido. Para lo cual es de saber que el alma
ordinariamente entra en esta noche sensitiva en dos maneras: la
una es activa; la otra, pasiva.
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CAPTULO 14
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CAPTULO 15
Oh dichosa ventura!,
sal sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
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Libro Segundo
En que trata del medio prximo para subir a la unin de Dios, que
es la fe; y as se trata de la segunda parte de esta noche, que
decamos pertenecer el espritu, contenida en la segunda cancin,
que es la que se sigue.
CANCIN SEGUNDA
CAPTULO 1
A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
Por lo cual dice que iba disfrazada, porque llevaba el traje y vestido
y trmino natural mudado en divino, subiendo por fe. Y as era
causa este disfraz de no ser conocida ni detenida de lo temporal, ni
de lo racional, ni del demonio, porque ninguna de estas cosas
puede daar al que camina en fe.
2. Por eso dice que sali a oscuras y segura, porque el que tal
ventura tiene que puede caminar por la oscuridad de la fe,
tomndola por gua de ciego, saliendo l de todas las fantasmas
naturales y razones espirituales, camina muy al seguro, como
habemos dicho.
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CAPTULO 2
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CAPTULO 3
CAPTULO 4
4. Porque eso quiso decir tambin san Pablo (Heb. 11, 6), cuando
dijo: Accedentem ad Deum oportet credere quod est; quiere decir:
Al que se ha de ir uniendo a Dios, convinele que crea su ser.
Como si dijera: el que se ha de venir a juntar en una unin con Dios
no ha de ir entendiendo ni arrimndose al gusto, ni al sentido, ni a la
imaginacin, sino creyendo su ser, que no cae en entendimiento, ni
apetito, ni imaginacin, ni otro algn sentido, ni en esta vida se
puede saber; antes en ella lo ms alto que se puede sentir y gustar,
etc., de Dios, dista en infinita manera de Dios y del poseerle
puramente. Isaas (54, 4) y san Pablo (1 Cor. 2, 9) dicen: Nec
oculus vidit, nec auris audivit, neque in cor hominis ascendit, quae
praeparavit Deus iis qui diligunt illum; que quiere decir: lo que Dios
tiene aparejado para los que le aman, ni ojo jams lo vio, ni odo lo
oy, ni cay en corazn ni pensamiento de hombre. Pues, como
quiera que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en
esta vida con aquello que por gloria ha de estar unida en la otra (lo
cual, como aqu dice san Pablo, no vio ojo, ni oy odo, ni cay en
corazn de hombre en carne) claro est que, para venir a unirse en
esta vida con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a
oscuras de todo cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se
puede recibir con el odo, y se puede imaginar con la fantasa, y
comprehender con el corazn, que aqu significa el alma.
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CAPTULO 5
En que se declara qu cosa sea unin del alma con Dios. Pone una
comparacin.
3. Para entender, pues, cul sea esta unin de que vamos tratando,
es de saber que Dios, en cualquiera alma, aunque sea la del mayor
pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente. Y esta manera
de unin siempre est hecha entre Dios y las criaturas todas, en la
cual les est conservando el ser que tienen; de manera que si de
esta manera faltase, luego se aniquilaran y dejaran de ser. Y as,
cuando hablamos de unin del alma con Dios, no hablamos de esta
sustancial, que siempre est hecha, sino de la unin y
transformacin del alma con Dios, que no est siempre hecha, sino
slo cuando viene a haber semejanza de amor. Y, por tanto, sta se
llamar unin de semejanza, as como aqulla, unin esencial o
sustancial; aqulla, natural; sta, sobrenatural; la cual es cuando las
dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, estn en
uno conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra.
Y as, cuando el alma quitare de s totalmente lo que repugna y no
conforma con la voluntad divina, quedar transformada en Dios por
amor.
5. Y esto es lo que quiso dar a entender san Juan (1, 13) cuando
dijo: Qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate carnis, neque ex
voluntate viri, sed ex Deo nati sunt; como si dijera; Dio poder para
que puedan ser hijos de Dios, esto es, se puedan transformar en
Dios, solamente aquellos que no de las sangres, esto es, que no de
las complexiones y composiciones naturales son nacidos, ni
tampoco de la voluntad de la carne, esto es, del albedro de la
habilidad y capacidad natural, ni menos de la voluntad del varn; en
lo cual se incluye todo modo y manera de arbitrar y comprehender
con el entendimiento. No dio poder a ningunos de stos para poder
ser hijos de Dios, sino a los que son nacidos de Dios, esto es, a los
que, renaciendo por gracia, muriendo primero a todo lo que es
hombre viejo (cf. Ef. 4, 22), se levantan sobre s a lo sobrenatural,
recibiendo de Dios la tal renacencia y filiacin, que es sobre todo lo
que se puede pensar. Porque, como el mismo san Juan (3, 5) dice
en otra parte: Nisi quis renatus fuerit ex aqua, et Spiritu Sancto, non
potest videre regnum Dei; quiere decir: El que no renaciere en el
Espritu Santo, no podr ver este reino de Dios, que es el estado de
perfeccin. Y renacer en el Espritu Santo en esta vida, es tener un
alma simlima a Dios en pureza, sin tener en s alguna mezcla de
imperfeccin, y as se puede hacer pura transformacin por
participacin de unin, aunque no esencialmente.
10. De la misma manera podemos decir que se han las almas con
Dios en esta ilustracin o transformacin. Porque, aunque es
verdad que un alma, segn su poca o mucha capacidad, puede
haber llegado a unin, pero no en igual grado todas, porque esto es
como el Seor quiere dar a cada una. Es a modo de como le ven en
el cielo, que unos ven ms, otros menos; pero todos ven a Dios y
todos estn contentos, porque tienen satisfecha su capacidad.
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CAPTULO 6
En que se trata cmo las tres virtudes teologales son las que han
de poner en perfeccin las tres potencias del alma, y cmo en ellas
hacen vaco las dichas virtudes.
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CAPTULO 7
2. Para lo cual se deben notar con advertencia las palabras que por
san Mateo, en el captulo 7 (v. 14), nuestro Salvador dijo de este
camino, diciendo as: Quam angusta porta, et arcta via est, quae
ducit ad vitam, et pauci sunt qui inveniunt eam; quiere decir: Cun
angosta es la puerta y estrecho el camino que gua a la vida, y
pocos son los que le hallan! En la cual autoridad debemos mucho
notar aquella exageracin y encarecimiento que contiene en s
aquella partcula quam; porque es como si dijera: de verdad es
mucho angosta ms que pensis. Y tambin es de notar que
primero dice que es angosta la puerta, para dar a entender que
para entrar el alma por esta puerta de Cristo, que es el principio del
camino, primero se ha de angostar y desnudar la voluntad en todas
las cosas sensuales y temporales, amando a Dios sobre todas ellas;
lo cual pertenece a la noche del sentido, que habemos dicho.
De donde nuestro Seor por san Mateo (11, 30) dijo: Mi yugo es
suave y mi carga ligera, la cual es la cruz. Porque, si el hombre se
determina a sujetarse a llevar esta cruz, que es un determinarse de
veras a querer hallar y llevar trabajo en todas las cosas por Dios, en
todas ellas hallar grande alivio y suavidad para (andar) este
camino, as desnudo de todo, sin querer nada. Empero, si pretende
tener algo, ahora de Dios, ahora de otra cosa, con propiedad
alguna, no va desnudo ni negado en todo; y as, ni cabr ni podr
subir por esta senda angosta hacia arriba.
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CAPTULO 8
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CAPTULO 9
Que eso es lo que quiso decir san Pablo en la autoridad que arriba
dijimos (Heb. 11, 6), diciendo: El que se ha de juntar con Dios,
convinele crea, esto es: que vaya por fe caminando a l, lo cual ha
de ser el entendimiento ciego y a oscuras en fe slo, porque debajo
de esta niebla se junta con Dios el entendimiento, y debajo de ella
est Dios escondido, segn lo dijo David (Sal. 17, 10) por estas
palabras: La oscuridad puso debajo de sus pies. Y subi sobre los
querubines y vol sobre las plumas del viento. Y puso por
escondrijo las tinieblas y el agua tenebrosa.
2. En lo que dijo que puso oscuridad debajo de sus pies, y que a las
tinieblas tom por escondrijo, y aquel su tabernculo en derredor de
l es el agua tenebrosa, se denota la oscuridad de la fe en que l
est encerrado. Y en decir que subi sobre los querubines y vol
sobre las plumas de los vientos, (se da a entender cmo vuela
sobre todo entendimiento. Porque querubines quiere decir
inteligentes o contemplantes, y las plumas de los vientos) significan
las sutiles y levantadas noticias y conceptos de los espritus, sobre
todas las cuales es su ser, al cual ninguno puede de suyo alcanzar.
4. Luego claro est que, para venir el alma en esta vida a unirse
con Dios y comunicar inmediatamente con l, que tiene necesidad
de unirse con la tiniebla que dijo Salomn (3 Re. 8, 12) en que
haba Dios prometido de morar, y de ponerse junto al aire tenebroso
en que fue Dios servido de revelar sus secretos a Job, y tomar en
las manos a oscuras las urnas de Geden, para tener en sus
manos, esto es, en las obras de su voluntad, la luz, que es la unin
de amor, aunque a oscuras en fe, para que luego, en quebrndose
los vasos de esta vida, que slo impeda la luz de la fe, se vea cara
a cara en gloria.
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CAPTULO 10
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CAPTULO 11
Tambin las que son (de) parte del demonio, sin que el alma las
quiera, causan en ella alboroto o sequedad, o vanidad o presuncin
en el espritu. Aunque stas no son de tanta eficacia en el alma
como las de Dios en el bien; porque las del demonio slo pueden
poner primeros movimientos en la voluntad y no moverla a ms si
ella no quiere, y alguna inquietud que no dura mucho, si el poco
nimo y recato del alma no da causa que dure. Mas las que son de
Dios penetran el alma, y mueven la voluntad a amar, y dejan su
efecto, al cual no puede el alma resistir aunque quiera, ms que la
vidriera al rayo del sol cuando da en ella.
10. Dichosa el alma que supiere pelear contra aquella bestia del
Apocalipsis (12, 3), que tiene siete cabezas, contrarias a estos siete
grados de amor, con las cuales contra cada uno hace guerra, y con
cada una pelea con el alma en cada una de estas mansiones, en
que ella est ejercitando y ganando cada grado de amor de Dios!
Que, sin duda, que si ella fielmente peleare en cada una y venciere,
merecer pasar de grado en grado y de mansin en mansin hasta
la ltima, dejando cortadas a la bestia sus siete cabezas, con que le
haca la guerra furiosa, tanto que dice all san Juan que le fue dado
que pelease contra los santos y los pudiese vencer en cada uno de
estos grados de amor, poniendo contra cada uno armas y
municiones bastantes (ib. 13, 1-7).
11. Ha, pues, el espiritual de negar todas las aprehensiones con los
deleites temporales que caen en los sentidos exteriores, si quiere
cortar la primera cabeza y segunda a esta bestia, entrando en el
primer aposento de amor, y segundo de viva fe, no queriendo hacer
presa ni embarazarse con lo que se les da a los sentidos, por
cuanto es lo que ms deroga a la fe.
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CAPTULO 12
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CAPTULO 13
En que se ponen las seales que ha de haber en si el espiritual por
las cuales se conozca en qu tiempo le conviene dejar la
meditacin y discurso y pasar al estado de contemplacin.
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CAPTULO 14
7. Y as, la diferencia que hay del ejercicio que el alma hace acerca
de las unas y de las otras potencias, es la que hay entre ir obrando
y gozar ya de la obra hecha, o la que hay entre el trabajo de ir
caminando y el descanso y quietud que hay en el trmino; que es
tambin como estar guisando la comida, o estar comindola y
gustndola ya guisada y masticada, sin alguna manera de ejercicio
de obra; y la que hay entre ir recibiendo, y aprovechndose ya del
recibo. Y as, (si) acerca del obrar con las potencias sensitivas, que
es la meditacin y discurso, o acerca de lo ya recibido y obrado en
las potencias espirituales, que es la contemplacin y noticia que
habemos dicho, no estuviese el alma empleada estando ociosa de
las unas y de las otras, no haba de dnde ni por dnde se pudiese
decir que estaba el alma empleada. Es, pues, necesaria esta noticia
para haber de dejar la va de meditacin y discurso.
8. Pero conviene aqu saber que esta noticia general de que vamos
hablando, es a veces tan sutil y delicada, mayormente cuando ella
es ms pura y sencilla y perfecta y ms espiritual e interior, que el
alma, aunque est empleada en ella, no la echa de ver ni la siente.
Y aquesto acaece ms cuando decimos que ella es en s ms clara
y perfecta y sencilla. Y entonces lo es, cuando ella embiste en alma
ms limpia y ajena de otras inteligencias y noticias particulares en
que podra hacer presa el entendimiento o sentido; la cual, por
carecer de stas, que son acerca de las cuales el entendimiento y
sentido tiene habilidad y costumbre de ejercitarse, no la siente, por
cuanto le faltan sus acostumbrados sensibles. Y sta es la causa
por donde, estando ella ms pura y perfecta y sencilla, menos la
siente el entendimiento y ms oscura le parece. Y as, por el
contrario, cuanto ella est en s en el entendimiento menos pura y
simple, ms clara y de ms tomo le parece al entendimiento, por
estar ella vestida o mezclada o envuelta en algunas formas
inteligibles, en que puede tropezar el entendimiento o sentido.
13. Esto baste ahora para entender cmo le conviene al alma estar
empleada en esta noticia para haber de dejar la va del discurso
espiritual y para asegurarse que, aunque no le parezca que hace
nada el alma, est bien empleada, si se ve con las dichas seales,
y para que tambin se entienda, por la comparacin que habemos
dicho, cmo, no porque esta luz se represente al entendimiento
ms comprehensible y palpable, como hace el rayo del sol al ojo
cuando est lleno de tomos, por eso la ha de tener el alma por
ms pura, subida y clara; pues est claro que, segn dice
Aristteles y los telogos, cuanto ms alta es la luz divina y ms
subida, ms oscura es para nuestro entendimiento.
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CAPTULO 15
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CAPTULO 16
En que se trata de las aprehensiones imaginarias que
sobrenaturalmente se representan en la fantasa. Dice cmo no
pueden servir al alma de medio prximo para la unin con Dios.
10. Por tanto, para venir a esta unin de amor de Dios esencial, ha
de tener cuidado el alma de no se ir arrimando a visiones
imaginarias, ni formas, ni figuras, ni particulares inteligencias, pues
no le pueden servir de medio proporcionado y prximo para tal
efecto; antes le haran estorbo, y por eso las ha de renunciar y
procurar de no tenerlas. Porque, si por algn caso se hubiesen de
admitir y preciar, era por el provecho que las verdaderas hacen en
el alma y buen efecto. Pero para esto no es necesario admitirlas,
antes conviene, para mejora, siempre negarlas. Porque estas
visiones imaginarias, el bien que pueden hacer al alma, tambin
como las corporales exteriores que habemos dicho, es comunicarle
inteligencia, o amor, o suavidad; pero para que causen este efecto
en ella, no es menester que ella las quiera admitir, porque, como
tambin queda dicho arriba, en ese mismo punto que en la
imaginacin hacen presencia, la hacen en el alma e infunden a la
inteligencia y amor, o suavidad, o lo que Dios quiere que causen.
12. Por tanto, siempre se han de apartar los ojos del alma de todas
estas aprehensiones que ella puede ver y entender distintamente
(lo cual comunica en sentido y no hace fundamento y seguro de fe),
y ponerlos en lo que no ve ni pertenece al sentido, sino al espritu,
que no cae en figura de sentido, que es lo que la lleva a la unin en
fe, la cual es el propio medio, como est dicho. Y as, le
aprovecharn al alma estas visiones en sustancia para fe, cuando
bien supiere negar lo sensible e inteligible de ellas y usara bien del
fin que Dios tiene en darlas al alma, desechndolas. Porque, como
dijimos de las corporales, no las da Dios para que el alma las quiera
tomar y poner su asimiento en ellas.
13. Pero nace aqu una duda, y es: si es verdad que Dios da al
alma las visiones sobrenaturales, no para que ella las quiera tomar,
ni arrimarse a ellas, ni hacer caso de ellas, para qu se las da,
pues en ellas puede el alma caer en muchos yerros y peligros, o por
lo menos en los inconvenientes que aqu se escriben para ir
adelante, mayormente pudiendo Dios dar al alma y comunicarle
espiritualmente y en sustancia lo que le comunica por el sentido
mediante las dichas visiones y formas sensibles?
15. La cual no puede ser sin cerrar los ojos a todo lo que es de
sentido e inteligencia clara y particular. Porque, aun con estar san
Pedro tan cierto de la visin de gloria que vio en Cristo en la
transfiguracin, despus de haberlo contado en su Epstola 2
cannica (1, 17-18), no quiso que lo tomasen por principal
testimonio de firmeza, sino, encaminndolos a la fe, dijo (1, 19): Et
habemus firmiorem propheticum sermonem: cui benefacitis
attendentes, quasi lucernae lucenti in caliginoso loco, donec dies
elucescat, etc.; quiere decir: Y tenemos ms firme testimonio que
esta visin del Tabor, que son los dichos y palabras de los profetas
que dan testimonio de Cristo, a las cuales hacis bien de arrimaros,
como a la candela que da luz en el lugar oscuro. En la cual
comparacin, si quisiremos mirar, hallaremos la doctrina que
vamos enseando. Porque, en decir que miremos a la fe que
hablaron los profetas, como "a candela que luce en lugar oscuro",
es decir que nos quedemos a oscuras, cerrados los ojos a todas
esotras luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que tambin es
oscura, sea luz a que nos arrimemos. Porque si nos queremos
arrimar a esotras luces claras de inteligencias distintas, ya nos
dejamos de arrimar a la oscura, que es la fe, y nos deja de dar la luz
en el lugar oscuro que dice san Pedro; el cual lugar, que aqu
significa el entendimiento que es el candelero donde se asienta esta
candela de la fe, ha de estar oscuro "hasta que le amanezca" en la
otra vida "el da" de la clara visin de Dios, y en sta el de la
transformacin y unin.
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CAPTULO 17
1. Mucho hay que decir acerca del fin y estilo que Dios tiene en dar
estas visiones, para levantar a una alma de su bajeza a su divina
unin, de lo cual todos los libros espirituales tratan, y en este
nuestro tratado tambin el estilo que llevamos es darlo a entender.
Y por eso, en este captulo, solamente dir lo que basta para
satisfacer a nuestra duda, la cual era: que, pues, en estas visiones
sobrenaturales hay tanto peligro y embarazo para ir adelante, como
habemos dicho, por qu Dios, que es sapientsimo y amigo de
apartar de las almas tropiezos y lazos, se las ofrece y comunica?
3. Segn, pues, estos fundamentos, est claro que para mover Dios
al alma y levantarla del fin y extremo de su bajeza al otro fin y
extremo de su alteza en su divina unin, halo de hacer
ordenadamente y suavemente y al modo de la misma alma. Pues,
como quiera que el orden que tiene el alma de conocer, sea por las
formas e imgenes de las cosas criadas, y el modo de su conocer y
saber sea por los sentidos, de aqu es que, para levantar Dios al
alma al sumo conocimiento, para hacerlo suavemente ha de
comenzar y tocar desde el bajo fin y extremo de los sentidos del
alma, para as irla llevando al modo de ella hasta el otro fin de su
sabidura espiritual, que no cae en sentido. Por lo cual, la lleva
primero instruyendo por formas e imgenes y vas sensibles a su
modo de entender, ahora naturales, ahora sobrenaturales, y por
discursos, a ese sumo espritu de Dios.
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CAPTULO 18
Que trata del dao que algunos maestros espirituales pueden hacer
a las almas por no las llevar con buen estilo acerca de las dichas
visiones. Y dice tambin cmo, aunque sean de Dios, se pueden en
ellas engaar.
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CAPTULO 19
13. Pongamos otro ejemplo. Est una alma con grandes deseos de
ser mrtir. Acaecer que Dios le responda diciendo: T sers mrtir,
y le d interiormente gran consuelo y confianza de que lo ha de ser.
Y, con todo, acaecer que no muera mrtir, y ser la promesa
verdadera. Pues cmo no se cumpli as? Porque se cumplir y
podr cumplir segn lo principal y esencial de ella, que ser
dndole el amor y premio de mrtir esencialmente; y as le da
verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba y lo que
l la prometi. Porque el deseo formal del alma era, no aquella
manera de muerte, sino hacer a Dios aquel servicio de mrtir y
ejercitar el amor por l como mrtir. Porque aquella manera de
morir, por si no vale nada sin este amor, el cual (amor) y ejercicio y
premio de mrtir le da por otros medios muy perfectamente; de
manera que, aunque no muera como mrtir, queda el alma muy
satisfecha en que le dio lo que ella deseaba.
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CAPTULO 20
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CAPTULO 21
Por lo cual justamente se enoja Dios con quien las admite, porque
ve es temeridad del tal meterse en tanto peligro, y presuncin y
curiosidad, y ramo de soberbia y raz y fundamento de vanagloria, y
desprecio de las cosas de Dios, y principio de muchos males en que
vinieron muchos. Los cuales tanto vinieron a enojar a Dios, que de
propsito los dej errar y engaar, y oscurecer el espritu, y dejar
las vas ordenadas de la vida, dando lugar a sus vanidades y
fantasas, segn lo dice Isaas (19, 14), diciendo: Dominus miscuit
in medio eius spiritum vertiginis: que es tanto como decir: El Seor
mezcl en medio espritu de revuelta y confusin, que en buen
romance quiere decir espritu de entender al revs. Lo cual va all
diciendo Isaas llanamente a nuestro propsito, porque lo dice por
aquellos que andaban a saber las cosas que haban de suceder por
va sobrenatural. Y, por eso, dice que les mezcl Dios en medio
espritu de entender al revs. No porque Dios les quisiese ni les
diese efectivamente el espritu de errar, sino porque ellos se
quisieron meter en lo que naturalmente no podan alcanzar.
Enojado de esto, los dej desatinar, no dndoles luz en lo que Dios
no quera que se entremetiesen. Y as, dice que les mezcl aquel
espritu Dios privativamente. Y de esta manera es Dios causa de
aquel dao, es a saber, causa privativa, que consiste en quitar l su
luz y favor; tan quitado, que necesariamente vengan en error.
14. Parece que nos habemos salido algo del propsito que
prometimos en el ttulo del captulo, que era probar cmo, aunque
Dios responde, se queja algunas veces. Pero, si bien se mira, todo
lo dicho hace para probar nuestro intento, pues en todo se ve no
gustar Dios de que quieran las tales visiones, pues da lugar a que
de tantas maneras sean engaados en ellas.
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CAPTULO 22
Que por eso tambin dijo en el Evangelio (Mt. 18, 20) que: Ubi
fuerint duo vel tres congregati in nomine meo, ibi sum ego in medio
eorum; esto es: Donde estuvieren dos o tres juntos para mirar lo
que es ms honra y gloria de mi nombre, yo estoy all en medio de
ellos, es a saber: aclarando y confirmando en sus corazones las
verdades de Dios. Y es de notar que no dijo: Donde estuviere uno
solo, yo estoy all, sino, por lo menos, dos: para dar a entender que
no quiere Dios que ninguno a solas se crea para s las cosas que
tiene por de Dios, ni se confirme ni afirme en ellas sin la Iglesia o
sus ministros, porque con ste solo no estar l aclarndole y
confirmndole la verdad en el corazn, y as quedar en ella flaco y
fro.
14. De donde no piense alguno que, porque sea cierto que Dios y
los Santos traten con l familiarmente muchas cosas, por el mismo
caso le han de declarar las faltas que tiene acerca de cualquier
cosa, pudiendo l saberlo por otra va. Y as, no hay que
asegurarse, porque, como leemos haber acaecido en los Actos de
los Apstoles que, con ser san Pedro prncipe de la Iglesia y que
inmediatamente era enseado de Dios, acerca de cierta ceremonia
que usaba entre las gentes erraba, y callaba Dios; tanto, que le
reprendi san Pablo, segn l all afirma diciendo: Cum vidissem,
quod non recte ad veritatem Evangeli ambularent, dixi coram
omnibus: Si tu iudaeus cum sis, gentiliter vivis, quomodo gentes
cogis iudaizare?; que quiere decir: Como yo viese, dice san Pablo,
que no andaban rectamente los discpulos segn la verdad del
Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si siendo t judo, como lo
eres, vives gentlicamente, cmo haces tal ficcin que fuerzas a
los gentiles a judaizar? (Gl. 2, 14). Y Dios no adverta esta falta a
san Pedro por s mismo, porque era cosa que caa en razn aquella
simulacin, y la poda saber por va razonal.
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CAPTULO 23
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CAPTULO 24
Las de las corpreas son acerca de todas las cosas materiales que
hay en el cielo y en la tierra, las cuales puede ver el alma aun
estando en el cuerpo, mediante cierta lumbre sobrenatural derivada
de Dios, en la cual puede ver todas las cosas ausentes, del cielo y
de la tierra, segn leemos haber visto san Juan en el captulo 21 del
Apocalipsis, donde cuenta la descripcin y excelencia de la celestial
Jerusaln, que vio en el cielo; y cual tambin se lee de san Benito,
que en una visin espiritual vio todo el mundo. La cual visin dice
santo Toms en el primero de sus Quodlibetos que fue en la lumbre
derivada de arriba, que habemos dicho.
Pero de estas visiones que causa el demonio a las que son de parte
de Dios hay mucha diferencia. Porque los efectos que stas hacen
en el alma no son como los que hacen las buenas, antes hacen
sequedad de espritu acerca del trato con Dios e inclinacin a
estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en
ninguna manera causan blandura de humildad y amor de Dios. Ni
las formas de stas se quedan impresas en el alma con aquella
claridad suave que las otras, ni duran, antes se raen luego del alma,
salvo si el alma las estima mucho, que, entonces, la propia
estimacin hace que se acuerde de ellas naturalmente; mas es muy
secamente y sin hacer aquel efecto de amor y humildad que las
buenas causan cuando se acuerdan de ellas.
CAPTULO 25
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CAPTULO 26
Y, aunque esta noticia que dice aqu el Sabio que le dio Dios de
todas las cosas fue infusa y general, por esta autoridad se prueban
suficientemente todas las noticias que particularmente infunde Dios
en las almas por va sobrenatural cuando l quiere. No porque les
d hbito general de ciencia, como se dio a Salomn en las cosas
dichas, sino descubrindoles a veces algunas verdades acerca de
cualesquiera de todas estas cosas que aqu cuenta el Sabio.
14. Pero es de saber que estos que tienen el espritu purgado con
mucha facilidad naturalmente pueden conocer, y unos ms que
otros, lo que hay en el corazn o espritu interior, y las inclinaciones
y talentos de las personas; y esto por indicios exteriores, aunque
sean muy pequeos, como por palabras, movimientos y otras
muestras. Porque, as como el demonio puede esto, porque es
espritu, as tambin lo puede el espiritual, segn el dicho del
Apstol (1 Cor. 2, 15) que dice: Spiritualis autem iudicat omnia: El
espiritual todas las cosas juzga. Y otra vez (1 Cor. 2, 10) dice:
Spiritus enim omnia scrutatur, etiam profunda Dei: El espritu todas
las cosas penetra, hasta las cosas profundas de Dios. De donde,
aunque naturalmente no pueden los espirituales conocer los
pensamientos o lo que hay en el interior, por ilustracin
sobrenatural o por indicios bien lo pueden entender. Y aunque en el
conocimiento por indicios muchas veces se pueden engaar, las
ms veces aciertan. Mas ni de lo uno ni de lo otro hay que fiarse,
porque el demonio se entremete aqu grandemente y con mucha
sutileza, como luego diremos; y as siempre se han de renunciar las
tales inteligencias (y noticias).
18. Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco
pueden servir al provecho del alma para ir a Dios si el alma se
quisiese asir a ellas; antes, si no tuviese cuidado de negarlas en s,
no slo la estorbaran, sino aun la daaran harto y haran errar
mucho; porque todos los peligros e inconvenientes que habemos
dicho que puede haber en las aprehensiones sobrenaturales que
habemos tratado hasta aqu y ms puede haber en stas. Por tanto,
no me alargar ms aqu en esto, pues en las pasadas habemos
dado doctrina bastante, sino slo dir que haya gran cuidado en
negarlas siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber; y
siempre d cuenta a su confesor (o maestro) espiritual, estando
siempre a lo que dijere. El cual muy de paso haga pasar al alma por
ello, no hacindole cuerpo de nada para su camino de unin; pues
de estas cosas que pasivamente se dan al alma siempre se queda
en ella el efecto que Dios quiere, sin que el alma ponga su
diligencia en ello. Y as, no me parece hay para qu decir aqu el
efecto que hacen las verdaderas ni el que hacen las falsas, porque
sera cansar y no acabar; porque los efectos de stas no se pueden
comprehender debajo de corta doctrina; por cuanto, como estas
noticias son muchas y muy varias, tambin lo son los efectos, pues
que las buenas los hacen buenos, y las malas, malos, etc. (En decir
que todas se nieguen, queda dicho lo que basta para no errar).
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CAPTULO 27
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CAPTULO 28
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CAPTULO 29
Aun las que son del demonio, a veces son dificultosas de entender
y conocer, porque aunque es verdad que ordinariamente dejan la
voluntad seca acerca del amor de Dios y el nimo inclinado a
vanidad, estimacin o complacencia, todava pone algunas veces
en el nimo una falsa humildad y aficin hervorosa de voluntad
fundada en amor propio, que a veces es menester que la persona
sea harto espiritual para que lo entienda. Y esto hace el demonio
por mejor encubrir(se), el cual sabe muy bien algunas veces hacer
derramar lgrimas sobre los sentimientos que l pone, para ir
poniendo en el alma las aficiones que l quiere. Pero siempre les
procura mover la voluntad a que estimen aquellas comunicaciones
interiores, y que hagan mucho caso de ellas, porque se den a ellas
y ocupen el alma en lo que no es virtud, sino ocasin de perder la
que hubiese.
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CAPTULO 30
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CAPTULO 31
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CAPTULO 32
Los de la voluntad, cuando son de Dios, son muy subidos; mas los
que son de la sustancia del alma son altsimos y de gran bien y
provecho. Los cuales ni el alma ni quien la trata pueden saber ni
entender la causa de donde proceden, ni por qu obras Dios los
haga.
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Libro Tercero
CAPTULO PRIMERO
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CAPTULO 2
7. Dir alguno que bueno parece esto, pero que de aqu se sigue la
destruccin del uso natural y curso de las potencias, y que quede el
hombre como bestia, olvidado, y aun peor, sin discurrir ni acordarse
de las necesidades y operaciones naturales; y que Dios no destruye
la naturaleza, antes la perfecciona, y de aqu necesariamente se
sigue su destruccin, pues se olvida de lo moral y razonal para
obrarlo, y de lo natural para ejercitarlo, porque de nada de esto se
puede acordar, pues se priva de las noticias y formas que son el
medio de la reminiscencia.
9. Y de aqu es que las obras de las tales almas slo son las que
conviene y son razonables, y no las que no convienen; porque el
Espritu de Dios las hace saber lo que han de saber, e ignorar lo
que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar sin
formas (o con formas) y olvidar lo que es de olvidar, y las hace amar
lo que han de amar, y no amar lo que no es en Dios. Y as, todos
los primeros movimientos de las potencias de las tales almas son
divinos; y no hay que maravillar que los movimientos y operaciones
de estas potencias sean divinos, pues estn transformadas en ser
divino.
13. Dirs, por ventura, que el alma no podr vaciar y privar tanto la
memoria de todas las formas y fantasas, que pueda llegar a un
estado tan alto, porque hay dos dificultades que son sobre las
fuerzas y habilidad humana, que son: despedir lo natural con
habilidad natural, que no puede ser, y tocar y unirse a lo
sobrenatural, que es mucho ms dificultosa; y, por hablar la verdad,
con natural habilidad slo, es imposible.
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CAPTULO 3
6. Estse, pues, cerrado sin cuidado y pena, que el que entr a sus
discpulos corporalmente, las puertas cerradas, y les dio paz sin
ellos saber ni pensar que aquello poda ser, ni el cmo poda ser
(Jn. 20, 19-20), entrar espiritualmente en el alma sin que ella sepa
ni obre el cmo, teniendo ella las puertas de las potencias,
memoria, entendimiento y voluntad, cerradas a todas las
aprehensiones, y se las llenar de paz, declinando sobre ella, como
el profeta dice (Is. 48, 18), como un ro de paz, en que la quitar
todos los recelos y sospechas, turbacin y tiniebla que le hacan
temer que estaba o que iba perdida. No pierda (el) cuidado de orar
y espere en desnudez y vaco, que no tardar su bien.
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CAPTULO 4
Que trata del segundo dao que puede venir al alma de parte del
demonio por va de las aprehensiones naturales de la memoria.
1. El segundo dao positivo que al alma puede venir por medio de
las noticias de la memoria, es de parte del demonio, el cual tiene
gran mano en el alma por este medio. Porque puede aadir formas,
noticias y discursos, y por medio de ellos afectar el alma con
soberbia, avaricia, ira, envidia, etc., y poner odio injusto, amor vano,
y engaar de muchas maneras. Y allende de esto, suele l dejar las
cosas y asentarlas en la fantasa de manera que las que son falsas,
parezcan verdaderas, y las verdaderas falsas. Y, finalmente, todos
los dems engaos que hace el demonio y males al alma entran por
las noticias y discursos de la memoria; la cual si se oscurece en
todas ellas y se aniquila en olvido, cierra totalmente la puerta a este
dao del demonio y se libra de todas estas cosas, que es gran bien.
Porque el demonio no puede (nada) en el alma si no es mediante
las operaciones de las potencias de ella, principalmente por medio
de las noticias, porque de ellas dependen casi todas las dems
operaciones de las dems potencias. De donde, si la memoria se
aniquila en ellas, el demonio no puede nada, porque nada halla de
donde asir, y sin nada, nada puede.
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CAPTULO 5
CAPTULO 6
1. Por los daos que habemos dicho que al alma tocan por las
aprehensiones de la memoria, podemos tambin colegir los
provechos a ellos contrarios que se le siguen del olvido y vaco de
ellas; pues, segn dicen los naturales, la misma doctrina que sirve
para un contrario sirve tambin para el otro.
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CAPTULO 7
2. Y digo que el alma, para conseguir este bien, nunca sobre las
cosas claras y distintas que por ella hayan pasado por va
sobrenatural ha de hacer reflexin para conservar en s las formas y
figuras y noticias de aquellas cosas. Porque siempre habemos de
llevar este presupuesto: que cuanto el alma ms presa hace en
alguna aprehensin natural o sobrenatural distinta y clara, menos
capacidad y disposicin tiene en s para entrar en el abismo de la
fe, donde todo lo dems se absorbe. Porque, como queda dicho,
ningunas formas ni noticias sobrenaturales que pueden caer en la
memoria son Dios, y de todo lo que no es Dios se ha de vaciar el
alma para ir a Dios; luego tambin la memoria de todas estas
formas y noticias se ha de deshacer para unirse con Dios en
esperanza, porque toda posesin es contra esperanza, la cual,
como dice san Pablo (Hb. 11, 1), es de lo que no se posee.
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CAPTULO 8
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CAPTULO 9
3. Para huir este pestfero dao, a los ojos de Dios aborrecible, han
de considerar dos cosas. La primera, que la virtud no est en las
aprehensiones y sentimientos de Dios, por subidos que sean, ni en
nada de lo que a este talle pueden sentir en s; sino, por el
contrario, est en lo que no sienten en s, que es en mucha
humildad y desprecio de s y de todas sus cosas -muy formado y
sensible en el alma-, y gustar de que los dems sientan de l
aquello mismo, no queriendo valer nada en el corazn ajeno.
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CAPTULO 10
3. Por tanto, para huir este dao grande del demonio, conviene
mucho al alma no querer gustar de las tales cosas, porque
certsimamente ir cegndose en el tal gusto y cayendo; porque el
gusto y deleite y sabor, sin que en ello ayude el demonio, de su
misma cosecha ciegan al alma. Y as lo dio a entender David (Sal.
138, 11) cuando dijo: Por ventura en mis deleites me cegarn las
tinieblas, y tendr la noche por mi luz.
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CAPTULO 11
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CAPTULO 12
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CAPTULO 13
4. Que sea ms baja, tambin est claro; porque las potencias del
alma no pueden de suyo hacer reflexin y operacin, sino sobre
alguna forma, figura e imagen; y sta es la corteza y accidente de la
sustancia y espritu que hay debajo de la tal corteza y accidente. La
cual sustancia y espritu no se une con las potencias del alma en
verdadera inteligencia y amor, si no es cuando ya cesa la operacin
de las potencias; porque la pretensin y fin de la tal operacin no es
sino venir a recibir en el alma la sustancia entendida y amada de
aquellas formas. De donde la diferencia que hay entre la operacin
activa y pasiva, y la ventaja, es la que hay entre lo que se est
haciendo y est ya hecho, que es como entre lo que se pretende
conseguir y alcanzar y entre lo que est ya (conseguido y)
alcanzado.
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CAPTULO 14
Mas de las increadas digo que se procure acordar las veces que
pudiere, porque le harn grande efecto, pues, como all dijimos, son
toques y sentimientos de unin de Dios, que es donde vamos
encaminando al alma. Y de esto no se acuerda la memoria por
alguna forma, imagen o figura que imprimiesen en el alma, porque
no la tienen aquellos toques y sentimientos de unin del Criador,
sino por el efecto que en ella hicieron la luz, amor, deleite y
renovacin espiritual, etc., de las cuales cada vez que se acuerda,
se renueva algo de esto.
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CAPTULO 15
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CAPTULO 16
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CAPTULO 17
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CAPTULO 18
Que trata del gozo acerca de los bienes temporales. Dice cmo ha
de enderezar el gozo en ellos a Dios.
Pero cun vana cosa sea gozarse los hombres de las riquezas,
ttulos, estados, oficios, y otras cosas semejantes que suelen ellos
pretender, est claro; porque, si por ser el hombre ms rico fuera
ms siervo de Dios, debirase gozar en las riquezas; pero antes le
son causa que le ofenda, segn lo ensea el Sabio (Ecli. 11, 10),
diciendo: Hijo, si fueres rico, no estars libre de pecado. Que,
aunque es verdad que los bienes temporales, de suyo,
necesariamente no hacen pecar, pero porque ordinariamente con
flaqueza de aficin se ase el corazn del hombre a ellos y falta a
Dios, lo cual es pecado, porque pecado es faltar a Dios, por eso
dice el Sabio que no estars libre de pecado.
Que por eso el Seor las llam en el Evangelio espinas (Mt. 13, 22;
Lc. 8, 14), para dar a entender que el que las manoseare con la
voluntad quedar herido de algn pecado. Y aquella exclamacin
que hace en el Evangelio (por san Lucas, tan para temer), diciendo
(Lc. 18, 24): Cun dificultosamente entrarn en el reino de los
cielos los que tienen riquezas!, es a saber, el gozo en ellas, bien da
a entender que no se debe el hombre gozar en las riquezas, pues a
tanto peligro se pone. Que para apartarnos de l dijo tambin David
(Sal. 61, 11): Si abundaren las riquezas, no pongis en ellas el
corazn.
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CAPTULO 19
11. Y de este cuarto grado son aquellos que dice san Pablo (Rm. 1,
28) que tradidit illos in reprobum sensum; porque hasta estos daos
trae al hombre el gozo cuando se pone en las posesiones
ltimamente. Mas a los que menos daos hace es de tener harta
lstima, pues, como habemos dicho, hace volver al alma muy atrs
en la va de Dios. Y por tanto, como dice David (Sal. 48, 17-18): No
temas cuando se enriqueciere el hombre, esto es, no le hayas
envidia, pensando que te lleva ventaja, porque, cuando acabare, no
llevar nada, ni su gloria y gozo bajarn con l).
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CAPTULO 20
Mas, aunque no fuese por estos intereses, sino slo por el disgusto
que a Dios se da en estos gozos de criaturas, haba el espiritual de
apagarlos en su alma. Pues que vemos en el Evangelio (Lc. 12, 20)
que, slo porque aquel rico se gozaba porque tena bienes para
muchos aos, se enoj tanto Dios, que le dijo que aquella misma
noche haba de ser su alma llevada a cuenta. De donde habemos
de creer que todas las veces que vanamente nos gozamos est
Dios mirando y diciendo algn castigo y trago amargo segn lo
merecido, que, a veces, sea ms de ciento tanto ms la pena que
redunda del (tal) gozo que lo que se goz. Que, aunque es verdad
que en aquello que dice por san Juan en el Apocalipsis (18, 7) de
Babilonia, diciendo que cuanto se haba gozado y estado en deleite
le diesen de tormentos y pena, no es para decir que no ser ms (la
pena) que el gozo (que s ser, pues por breves placeres se dan
eternos tormentos), sino para dar a entender que no quedar cosa
sin su castigo particular, porque el que la intil palabra castigar
(Mt. 12, 36), no perdonar el gozo vano.
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CAPTULO 21
Por lo cual debe tener recato y vivir con cuidado el que tuviere las
tales partes, que no d causa a alguno, por su vana ostentacin,
que se aparte un punto de Dios su corazn. Porque estas gracias y
dones de naturaleza son tan provocativas y ocasionadas, as al que
las posee como al que las mira, que apenas hay quien se escape
de algn lacillo y liga de su corazn en ellas. Donde, por este temor,
habemos visto que muchas personas espirituales, que tenan
algunas partes de stas, alcanzaron de Dios con oraciones que las
desfigurase, por no ser causa y ocasin a s o a otras personas de
alguna aficin o gozo vano.
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CAPTULO 22
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CAPTULO 23
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CAPTULO 24
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CAPTULO 25
Que trata de los daos que el alma recibe en querer poner el gozo
de la voluntad en los bienes sensuales.
1. Cuanto a lo primero, si el alma no oscurece y apaga el gozo que
de las cosas sensuales le puede nacer, enderezando a Dios el tal
gozo, todos los daos generales que habemos dicho que nacen de
otro cualquier gnero de gozo, se le siguen de ste, que es de
cosas sensuales, como son: oscuridad de la razn, tibieza y tedio
espiritual, etc. Pero, en particular, muchos son los daos en que
derechamente puede caer por este gozo, as espirituales como
corporales sensuales.
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CAPTULO 26
4. Y que esto sea verdad, est claro; porque, como quiera que el
ejercicio de los sentidos y fuerza de la sensualidad contradiga,
como dice el Apstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y ejercicio espiritual, de
aqu es que, menguando y acabando las unas de estas fuerzas,
han de crecer y aumentarse las otras fuerzas contrarias, por cuyo
impedimento no crecan, y as, perfeccionndose el espritu, que es
la porcin superior del alma que tiene respecto y comunicacin con
Dios, merece todos los dichos atributos, pues que se perfecciona en
bienes y dones de Dios espirituales y celestiales.
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CAPTULO 27
Pero los bienes morales ya por la primera causa, que es por lo que
en s son y valen, merecen algn gozo de su poseedor; porque
consigo traen paz y tranquilidad y recto y ordenado uso de la razn,
y operaciones acordadas; que no puede el hombre humanamente
en esta vida poseer cosa mejor.
Porque ama Dios tanto estos bienes morales, que slo porque
Salomn le pidi sabidura para mostrar los de su pueblo y poderle
gobernar justamente, instruyndole en buenas costumbres, se lo
agradeci mucho el mismo Dios, y le dijo (3 Re. 3, 11-13; 2 Cor. 1,
11-2) que, porque haba pedido sabidura para aquel fin, que l se
la daba y ms lo que no haba pedido, que eran riquezas y honra,
de manera que ningn rey en los pasados ni en lo por venir fuese
semejante a l.
Y as, slo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios
con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este respecto
no valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en las diez
vrgenes del Evangelio (Mt. 25, 1-13), que todas haban guardado
virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no haban
puesto su gozo en la segunda manera -esto es, enderezndole en
ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera,
gozndose en la posesin de ellas, fueron echadas del cielo sin
ningn agradecimiento ni galardn del Esposo. Y tambin muchos
antiguos tuvieron muchas virtudes e hicieron buenas obras, y
muchos cristianos el da de hoy las tienen y obran grandes cosas, y
no les aprovecharn nada para la vida eterna, porque no
pretendieron en ellas la gloria y honra que es de slo Dios.
CAPTULO 28
Hay tanta miseria acerca de este dao en los hijos de los hombres,
que tengo para m que las ms de las obras que hacen pblicas, o
son viciosas, o no les valdrn nada, o son imperfectas delante de
Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos
humanos. Porque qu otra cosa se puede juzgar de algunas obras
y memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren
(hacer) sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la
vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o
seoro, hasta poner de esto sus seales (nombres) y blasones en
los templos, como si ellos se quisiesen poner all en lugar de
imagen, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de
algunos se puede decir que se adoran a s ms que a Dios? Lo cual
es verdad si por aquello las hicieron, y sin ello no las hicieran.
Pero, dejados stos que son de los peores, cuntos hay que de
muchas maneras caen en este dao de sus obras? De los cuales,
unos quieren que se las alaben, otros que se las agradezcan; otros
las cuentan y gustan que lo sepa fulano y fulano y aun todo el
mundo, y a veces quieren que pase la limosna o lo que hacen por
terceros porque se sepa ms, otros quieren lo uno y lo otro; lo cual
es el taer de la trompeta, que dice el Salvador en el Evangelio (Mt.
6, 2) que hacen los vanos, que por eso no habrn de sus obras
galardn de Dios.
6. Deben, pues, stos para huir este dao, esconder la obra, que
slo Dios la vea, no queriendo que nadie haga caso. Y no slo la ha
de esconder de los dems, ms an de s mismo, esto es: que ni l
se quiera complacer en ella, estimndola como si fuese algo, ni
sacar gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello
que dice Nuestro Seor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que hace
tu diestra, que es como decir: no estimes con el ojo temporal y
carnal la obra que haces espiritual. Y de esta manera se recoge la
fuerza de la voluntad en Dios y lleva fruto delante de l la obra; de
donde no slo no la perder sino que ser de grande mrito. Y a
este propsito se entiende aquella sentencia de Job, cuando dice
(31, 26-28): Si yo bes mi mano con mi boca, que es iniquidad y
pecado grande, y se goz en escondido mi corazn. Porque aqu
por la "mano" entiende la obra y por la "boca" entiende la voluntad
que se complace en ellas. Y porque es, como decimos,
complacencia en s mismo, dice: Si se alegr en escondido mi
corazn, lo cual es grande iniquidad y negacin contra Dios; y es
como si dijera: que ni tuvo complacencia ni se alegr su corazn en
escondido.
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CAPTULO 29
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CAPTULO 30
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CAPTULO 31
Y a tanto mal llega el gozo de stos sobre estas obras, que no slo
(llega) a querer comprar los dones y gracias por dinero, como
quera Simn Mago (Hch. 8, 18), para servir al demonio, pero aun
procuran haber las cosas sagradas y aun (lo que no se puede decir
sin temblar) las divinas, como ya se ha visto haber sido usurpado el
tremendo Cuerpo de nuestro Seor Jesucristo para uso de sus
maldades y abominaciones. Alargue y muestre Dios aqu su
misericordia grande!
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CAPTULO 32
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CAPTULO 33
En que se comienza a tratar del sexto gnero de bienes de que se
puede gozar la voluntad. (Dice cules sean y hace la primera
divisin de ellos).
CAPTULO 34
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CAPTULO 35
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CAPTULO 36
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CAPTULO 37
2. Por tanto, para evitar todos los daos que al alma pueden tocar
en este caso, que son: o ser impedida de volar a Dios, o usar con
bajo estilo e ignorantemente de las imgenes, o ser engaado
natural o sobrenaturalmente por ellas (las cuales cosas son las que
arriba habemos tocado) y tambin para purificar el gozo de la
voluntad en ellas y enderezar por ellas el alma a Dios, que es el
intento que en el uso de ellas tiene la Iglesia, sola una advertencia
quiero poner que bastar para todo, y es que, pues las imgenes
nos sirven para motivo de las cosas invisibles, que en ellas
solamente procuremos el motivo y afeccin y gozo de la voluntad
en lo vivo que representan.
CAPTULO 38
Porque la causa por que Dios ha de ser servido es slo por ser l
quien es, y no interponiendo otros fines. Y as, no sirvindole slo
por quien l es, es servirle sin causa final de Dios.
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CAPTULO 39
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CAPTULO 40
Que prosigue encaminando el espritu al recogimiento interior
acerca de lo dicho.
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CAPTULO 41
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CAPTULO 42
6. La causa por que Dios escoja estos lugares ms que otros para
ser alabado, l slo lo sabe. Lo que a nosotros conviene saber es
que todo es para nuestro provecho y para or nuestras oraciones en
ellos y doquiera que con entera fe le rogremos; aunque en los que
estn dedicados a su servicio hay mucha ms ocasin de ser odos
en ellos, por tenerlos la Iglesia sealados y dedicados para esto.
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CAPTULO 43
Que trata de los motivos para orar que usan muchas personas, que
son mucha variedad de ceremonias.
1. Los gozos intiles y la propiedad imperfecta que acerca de las
cosas que habemos dicho muchas personas tienen, por ventura son
algo tolerables por ir ellas en ello algo inocentemente; del grande
arrimo que algunos tienen a muchas maneras de ceremonias
introducidas por gente poco ilustrada y falta en la sencillez de la fe,
es insufrible.
CAPTULO 44
Y las ceremonias con que l nos ense a orar slo es una de dos:
o que sea en el escondrijo de nuestro retrete, donde sin bullicio y
sin dar cuenta a nadie lo podemos hacer con ms entero y puro
corazn, segn l dijo, diciendo: Cuando t orares, entra en tu
retrete y, cerrada la puerta, ora (Mt. 6, 6); o, si no, a los desiertos
solitarios, como l lo haca, y en el mejor y ms quieto tiempo de la
noche (Lc. 6, 12). Y as, no hay para qu sealar limitado tiempo ni
das limitados, ni sealar stos ms que aqullos para nuestras
devociones, ni hay para qu otros modos ni retrucanos de
palabras ni oraciones, sino slo las que usa la Iglesia y como las
usa, porque todas se reducen a las que habemos dicho del Pater
noster.
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CAPTULO 45
FIN DE LA OBRA