Raúl Villamil Uriarte - El Reino de Lo Siniestro y La Máquina Social de La Locura
Raúl Villamil Uriarte - El Reino de Lo Siniestro y La Máquina Social de La Locura
Raúl Villamil Uriarte - El Reino de Lo Siniestro y La Máquina Social de La Locura
siniestro o la mquina
social de la locura
Universidad
Autnoma
Metropolitana
Unidad Xochimilco
otograas de GUADALUPL GARCA CH\LZ
a. rrgeve. terre.tre., 1996.
Ll imperio de lo
siniestro o la mquina
social de la locura
Ral R. Villamil Uriarte
Universidad Autnoma Metropolitana
Rector general, doctor Jos Luis Gzquez Mateos
Secretario general, licenciado Edmundo Jacobo Molina
Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco
Rectora, doctora Patricia Elena Aceves Pastrana
Secretario de la Unidad, doctor Ernesto Soto Reyes Garmendia
Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades
Director, doctor Guillermo Villaseor Garca
Secretario acadmico, licenciado Gerardo Zamora Fernndez de Lara
Comit editorial
Gerardo valos Tenorio
Felipe Glvez Cancino / Edmundo Garca Estvez (jefe de
publicaciones) / Federico Manchn / Roberto Manero Brito /
Germn Monroy Alvarado / Patricia Nettel
Edicin: Salvador Gonzlez Vilchis
Frmera ecn, /uI e 7999
DR. 1999, Universidad Autnoma Metropolitana
Unidad Xochimilco
Calzada del Hueso 1100
Col. Villa Quietud, Coyoacn
04960, Mxico DF.
lSBN 970-654-453-4 {ra cmpIeIa)
970-654-463-1
lmpreso y hecho en Mxico / FrnIe an mae n Mexc
ndice
Ll aciamiento del sujeto social
Los dispositios imaginarios
que trabajan lo real
Los ajusticiamientos colectios
La sociedad del senor eudal y la iolentacin
de los derechos de los ninos
Ll paradigma del homicida iaja en el metro
Ll imperio de lo siniestro o
la maquina social de la locura
Bibliograa
9
2
41
1
8
10
12
149
II.
I.
III.
I\.
\.
\I.
165
;a vavera ae ivtroavcciv),
trazos y puntos de uga del teto
;a vavera ae epogo),
Acteal o la masacre cometida en comn
;a vavera ae ivtroavcciv)
trazos y puntos de fuga del texto
10
11
a. co.a. .e ae.prevaev,
e cevtro vo pveae
vavtever.e.
o a avarqva reiva ev
e vvvao .
V.B. \LATS
La topograa de una serie indeterminada de palabras puede
ser un ejercicio caligraico, un dibujo, un garabato, pero tam-
bin el enlace, el puente o la hebra que desentrane un nudo
de sentido y conectar as los asos comunicantes que mante-
nemos insospechados para la conciencia. Sobre todo, cuan-
do el escrito supone un cierto orden de dar sentido a las
palabras, ideas y releiones que intentan, a su ez, hacer un
corte entre la conusin que genera en la sociedad la iolen-
cia etrema.
\iolencia que supera con mucho los lmites de tolerancia
y sensibilidad colectias, en cuanto a lo que diersos grupos
que conorman la sociedad tienen que soportar o aprender a
controlar del estado social y cotidiano, en el que el ciudadano
comn es cooptado, amedrentado y simblicamente atado
por el terror y el miedo que eplcita y reiteradamente es
transmitido por los diersos medios de comunicacin: esce-
nas de ideo por teleisin erdaderamente espeluznantes,
artculos y primeras planas en peridicos amarillistas y no,
ehibiendo da a da el pulso conulsio de la sociedad y del
mundo, programas de radio y noticiarios que tambin trans-
miten, en aras de la Libertad de Inormacin, erdaderos
dispositios de amenaza al sujeto, con una pedagoga basada
en la imposicin de una moraleja que establece as un mode-
lo del buen ciudadano a partir de la implantacin del senti-
do absoluto en el imaginario de la iolencia legtima e
institucionalizada.
La cuestin anterior, nos conduce a la multiplicidad de las
conductas y comportamientos colectios que actualmente
11
12
lleamos a cabo, y que cada ez mas, a una elocidad erti-
ginosa, han abandonado la oluntad del sujeto elector de su
democracia, es decir, cada ez es mas dicil que el sujeto en
transicin a la democracia se apropie de los procesos socia-
les y polticos en los que esta implicado, ya que cada ez de
manera mas implacable, las determinaciones y oluntades
polticas de la autoridad estan uera de nuestras manos -aun-
que tal ez siempre lo han estado- de una manera cada ez
mas notoria y isible, lo cual instala un clima de incertidum-
bre y persecusin general e indiscriminado que aecta la
estabilidad emocional de toda una poblacin amenazada por
la criminalidad, la corrupcin y la muerte. Inseguridad,
inestabilidad, corrupcin son los signos de una sociedad ca-
duca que da sus ltimas patadas histricas de ahogado pero
que, en su decadencia, tambin aparecen con mucha uerza
de imagen, momentos y tiempos que preparan el uturo y la
emergencia de la crtica del presente.
No todo en la decadencia esta podrido, no todas las
ruinas epresan enaticamente la inestabilidad del caos, tam-
bin hay ragmentos de asijas, pedazos de piedras, dolos
cercenados por el paso del tiempo que son certezas, aun-
que sean comprobaciones de nuestra desaeccin csmica,
de nuestra incapacidad de colmar el deseo de dudar y de la
necesidad de pasar a la historia, en la inscripcin que en
el etremo del suicidio del ser se marca en aras del estar
siendo.
Lntre pliegues y repliegues del tejido que proponen las
palabras cargadas de acontecimientos y de la sensibilidad
caracterstica de una poca como la que nos toc iir,
eperimentar y recordar, las situaciones, hechos y aconteci-
mientos que se presentan a continuacin, son momentos de
una realidad histrico-social que registran, por lo menos, los
ltimos cuatro anos que se inician, como un mero dato, el 1
de enero de 1994, con la irma del Tratado de Libre Comer-
cio y la declaracin de guerra que el Ljrcito Zapatista de
Liberacin Nacional LZLN, lanza en contra de Carlos Salinas
y del gobierno de la repblica meicana.
13
La entrada a este escrito propone una pregunta y una re-
lein sobre el sujeto social, o sobre el proyecto de la socie-
dad que pesa en la nocin del sujeto contemporaneo. Ll
primer captulo,Ll aciamiento del sujeto social torna, pre-
cisamente, con base a raciavievto ae .v;eto e indaga en esta
territorializacin que la sociedad moderna y la guerra de baja
intensidad construyen como objeto de agresin. Pero al mis-
mo tiempo es una meditacin sobre la desterritorializacin
del sujeto como centro de produccin simblica, el aco es
el sin sentido que impera en la ida actual uertemente
ensombrecida por lo siniestro como incapacidad del smbo-
lo para ser simbolizado, como incapacidad de imaginar y
secundarizar el eecto de lo que Morin llam, a propsito de
la resistencia psicolgica, la incapacidad de asumir lo real,
por ser ticamente inaceptable.
Ll segundo captulo, Los dispositios imaginarios que
trabajan lo real, pretende ser un llamado a atender las nue-
as ormas de control ciudadano en las sociedades de ma-
sas, gobernadas por el proyecto utpico que caracteriza a las
sociedades de inales del siglo XX, es, en otras palabras, una
escritura sobre la cosmoisin presente en la historia de las
mentalidades, que describe el ejercicio y tendencia de las or-
mas de dominacin que intentan pasar de las sociedades alta-
mente igiladas a las altamente disciplinadas. Ll debate entre
el panoptismo de Michel loucault como callejn sin salida
al que se aproiman orazmente las colectiidades moder-
nas, contra la propuesta de Cornelius Castoriadis respecto al
permanente lujo de las signiicaciones magmaticas, con las
que el imaginario social bana la subjetiidad de las ormacio-
nes humanas. Intuicin brillante que se puede describir en
otra ertiente, mas ldica, mas reparatoria de la prdida y de
la ractura interna, por ejemplo, la ausencia que les dej a los
alemanes la instalacin del Muro de Berln, pero as mismo
las posibles articulaciones y puentes intelectuales y emotios
que en un concierto de rock se pueden crear con la conoca-
toria y correspondencia de diersos discursos plasticos, est-
ticos y musicales, durante la uniicacin por la cada del
14
Muro en 1990, por el dispositio que Roger Vaters les pro-
puso a, por lo menos, mas de 20 mil asistentes.
Ln el captulo tercero, intitulado Los ajusticiamientos co-
lectios, se proponen arios puntos de uga hacia el sujeto
cico por enir -ninos de una misma comunidad obseraron
ev riro y directamente por mas de ocho horas un linchamien-
to- ante las pedagogas-terror que las mismas comunidades,
en un espaldarazo al sistema instituido, imponen a sus habitan-
tes hacindose justicia por la propia mano, stos son ejemplos
totales de ciismo que se instalan en el miedo y la desconianza
a las autoridades, al gobierno, al otro, en sntesis, al etranjero.
Ln este captulo el moimiento autogestionario de un pueblo
abre y uele a reinagurar una serie de conceptos undamenta-
les en el contrato que Rousseau leg a la humanidad, la cual
anora el ascenso a la democracia. Los ajusticiamientos colecti-
os han sido un mito, un tab, una leyenda y una tradicin que
se reedita de manera cotidiana en el deenir tragico del pueblo
meicano, y no obstante nunca los habamos isto y menos
presenciado, en cambio ahora uimos testigos irtuales y pre-
senciales, en el unierso del rativg que genera un ideo transmi-
tido por cadena nacional horario cinco estrellas desde la
comodidad del hogar, de un ajusticiamiento colectio, con
un grito que naci de las entranas de un ajusticiado justo en el
momento y en el conteto de maima densidad histrica, don-
de la iolencia reina en la sociedad como una maquina de en-
loquecimiento sumario.
La justicia ejercida en el paradigma del ojo por ojo y diente
por diente, presagia ya un modelo de sociedad que se institu-
ye en la ractura del abismo del sentido y de los alores co-
munitarios, cuestin que se hace isible en la actitud de las
mujeres cuando, a partir de su autorizacin, los hombres de
la comunidad deciden por s mismos. Lsto nos conduce ine-
itablemente a la pregunta sobre qu sentido tiene la resisten-
cia urbana y regional, en cuanto a todo el monto de terror
que la globalizacin del capital impone como cuota a la bs-
queda implacable por el desarrollo. Ls el costo que social-
mente debemos de pagar ante las tendencias ciilizatorias que
15
no acaban de disimular su niel de barbarie, barbarie que
instaura la iolencia en el psiquismo y en la ontogenia del
hombre moderno en uso pleno de las tecnologas de punta.
Ln el captulo cuatro se orece de orma singular la inte-
gracin de las ideas que animan los trabajos escriturales de
esta obra. Tambin representa la necesidad de no dejar pa-
sar, ante el estupor del mundo de iolencia que nos habita y
habitamos, el eicaz modelo de deastacin de la resistencia
grupal e indiidual, que los medios de comunicacin, el dis-
curso de los representantes del estado, la postura de los gru-
pos de ultraderecha del pas y los eectos contundentes de
estas maneras de maniestarse en contra de los grupos polti-
camente en desentaja, por su origen tnico, racial, cultural o
lingustico, as como por la marginacin de la que son sujetos
los diersos grupos de edades del pas, ninos, jenes, adul-
tos y iejos, ponen al descubierto el cinismo del proyecto
etnocida que el estado nacional llea a cabo de manera cada
ez mas total, sin concesiones. Ltnocida en cuanto al etbo. de
identidades, de igualdades y dierencias, ethos de la locura,
de la delincuencia, de la ida cotidiana en que se estructura el
proyecto de uturo: la inancia.
La sociedad del senor eudal y la iolentacin de los de-
rechos de los ninos, interroga el secreto hipcrita de la mo-
ralidad moderna que aala los derechos de los ninos a la
comida, la educacin y al buen trato amiliar pero que no se
atree a poner en la mesa, de una ez y para siempre, la
cultura mundial de las sociedades modernas, que se instaura
en contra de la autonoma inantil y el respeto a su integridad
como sujetos, cuando el problema del abuso y hostigamien-
to seual a los ninos en el seno de sus hogares es recuente,
cotidiano, normal, tolerado y pocas eces denunciado, ya que
en muchas ocasiones cuenta con el respaldo de los propios
amiliares mas cercanos.
Los temas y analizadores sociales que se desprenden de
esta inscripcin simblica en el porenir amoroso y poltico
de todos los ninos que son ictimados por este dispositio
desptico de iniciacin seual, son temas y analizadores que
16
se pueden entreer en la noela negra de las historias amilia-
res que nutren prousamente el sentido de la decencia y de la
respetabilidad del ncleo, las que, a propsito, son inagota-
bles y por ende siniestras.
Los casos particulares de iolencia etrema, con resonan-
cia nacional, ecualizados por los medios de ideo e impre-
sos, son analizadores del clima de turbulencias y pertur-
baciones que aectan de manera directa el conteto de
bienestar psquico y moral de los ciudadanos del pas, sobre
todo cuando los acontecimientos historiatizan eentos .vi
geveri., como el del asesino que sure arios encargos amilia-
res, religiosos y seuales en plena actiidad de agente de la
polica judicial. Perormance del Ldipo, que recorre toda la
sociedad en su conjunto, en sus pronsticos inimaginables de
iolencia sin sentido. Pero que al mismo tiempo deelan las
estrategias de enloquecimiento indiidual que conergen en
la subjetiidad del loco atrapado en todos sus espejos los
cuales le deuelen su ausencia del panorama poltico de de-
cisiones autoritarias. Ll debate se centra en que no slo es
culpa de la ausencia que establece el imaginario de domina-
cin del padre, sino tambin y con otra especiicidad y otra
uerza, la cultura como instancia de determinacin moral y
tica del sujeto que se pierde en el paradigma del neolibe-
ralismo, ste es el caso del captulo cinco: Ll paradigma del
homicida iaja en el metro.
Ln el captulo seis, Ll imperio de lo siniestro o la maqui-
na social de la locura, se presenta una disertacin terico-
ilosica sobre lo siniestro, tal cual lo deina Sigmund lreud
como el ens de la amilia. O como la incapacidad de
simbolizacin que en estas pocas padece el smbolo. Como
la imposibilidad de imaginar y etichizar el inierno ante la
presencia real e inmediata del Diablo.
Acteal, una comunidad del ejido de Chenalh en los Al-
tos de Chiapas, es un tema central en el preteto, teto, con-
teto y uera de teto del captulo seis, relacin arbitraria
que, supongo, esta uertemente articulada con la lgica de los
sucesos de los ltimos cinco anos de iolencia indiscriminada
1
que hemos padecido, es, deinitiamente, una oensia eroz
de parte de las instituciones mas prestigiadas y respetadas del
estado poltico meicano: el gobierno y ejrcito nacionales.
La pregunta sobre cmo es posible matar 45 tzotziles,
perseguirlos y masacrarlos a machetazos y balazos, es una
pregunta que estremece las entranas mas ntimas de la ciili-
dad nacional. Ls una cuestin que lacera los tratados de rela-
cin humana mas undamentales. Miles de perturbaciones
alteran la llamada conciencia nacional. , Qu tuieron que
estar pensando los asesinos de mujeres y ninos que rezaban
, Cual es el argumento que les endieron para matar de esa
manera tan impune Acteal es un ejercicio estratgico de
ajusticiamiento impune a las etnias, a las minoras, a los gru-
pos marginados, y, en general, es el derrumbamiento de la
necesidad de los sujetos anmicos de poder construirse como
sujetos autnomos, por ello las comunidades han sido despla-
zadas, perseguidas y desterritorializadas de sus asentamientos
humanos. Ademas, es un intento ante la oscuridad y opaci-
dad de la accin de hacer inteligibles ciertas preguntas sobre
la manera de deastacin y desmembramiento de comuni-
dades incapaces de autodeensa. , Qu sentido tienen estas
masacres en la memoria colectia de la resistencia pacica
Ll nombre del libro, ivperio ae o .ivie.tro o a vaqviva .ocia
ae a ocvra inoca -al menos- dos uniersos simblicos de
discusin, aparentemente distintos, con pesos especicos no
equialentes pero complementarios en la subjetiidad y abs-
traccin que gobiernan la manera de ser, actualmente, del mei-
cano comn. Correspondencias, desencuentros, en suma,
dialogos de la contradiccin y del encuentro que tienen dos
realidades radicalmente opuestas. Insospechado enrentamiento
del s mismo con el otro, acontecimiento que intenta condicio-
nar y retribuir un cierto niel de lectura que nos permita aga-
rrarnos de un algo, de un ago que nos impida olernos locos.
Ll imperio de lo siniestro o la mquina
social de la locura
20
21
la marca paradjica
Lo que marca de manera paradjica a los seres humanos, en
todas las pocas del pasado y el presente, es, posiblemente,
la cosmoisin que prealece en todos los tiempos sobre el
sentido que adquiere para el ser humano el ahora, como el
momento que registra el peso especico de las biograas de
los sujetos en tanto historia indiidual, en el gran lujo
magmatico de signiicacin que caracteriza cualquier tiempo
del pasado.
Lsta marca de uncin mtica y por tanto simblica hace
posible la concurrencia y la uga de tiempos y ritmos de dis-
tinta ndole. Ll tiempo histrico-social que le toc habitar al
indiiduo ragmentado de la modernidad, sntesis del ahora
que eectiiza la conciencia, en el mar de miles y miles de
relaciones insospechadas con los demas, undacin del
psiquismo en el aqu y entonces, o como dice Juan Jos
Arreola: en el estando siendo. Gerundio del rebasamiento
epistemolgico del ser que nos propone, en el terreno de la
inestigacin social, muchas y complejas interrogantes, mar-
ca paradjica en la memoria colectia y en la biograa del
sujeto.
Tiempo que se reiere, por otro lado, al transito incesante
de la utopa en el pensamiento colectio rumbo a la esperan-
za, tiempo de la resistencia ante la imposibilidad que produ-
ce el ahora, de la espera en la inencin de uturo. \ el tiempo
de la reinscripcin del pasado en la subjetiidad que reina el
ahora, que carga de sentido la cosmoisin que mantenemos
sobre lo que iimos en el presente, y conigura otra dimen-
sin que marca los acontecimientos que guan el pensamien-
to de los sujetos colectios del siglo XX.
Tal correspondencia de diersidades y moimientos en
un espacio, el hoy, no slo son palabras que marcan situacio-
nes como la realidad social, la enermedad mental, la sole-
dad del i ndi i duo y l a deastaci n de l os model os
institucionales de erdad. Tambin son redes que conieren
sentido al mundo ntimo en el que se debate el indiiduo.
21
22
No obstante, la razn es un modelo de ida institucional que
soporta una maquina de depuracin de la enermedad, lo que
sire de a para la desaparicin de la oposicin como proyec-
to. As, entre la salud y la locura, entre el ciismo y la pobreza
psquica que desencadena la conducta desiada, se encuentra la
superiencia de la subjetiidad indiidual, siendo sta resulta-
do de la resistencia colectia ante el mundo del imaginario. Re-
sistencia y rebelin del ser humano, que unidas toman la a de la
contraiolencia como necesidad ital, ante un sistema que se
desangra en la corrupcin de una burocracia retardataria.
Tal ez la institucionalizacin de la reolucin meicana
lle lo anterior hasta la parodia mas siniestra: la degrada-
cin del alor de lo colectio en el aco egosta del sujeto
social que se asla.
Ll trabajo de escritura que presento a continuacin rene
distintos acontecimientos sociales, que desde mi muy parti-
cular punto de ista constituyen analizadores regios de la re-
lacin sujeto social-imaginario histrico. Pero, deinitiamente,
son ejemplos ios de la necesidad de repensar estas ramii-
caciones y ormas de interpretarlas.
La manera subjetia y comn que los hombres adquieren
de sus redes de comunicacin en cuanto al mirar, sentir e
inolucrarse en lo inmediato del ahora, es un enmeno que
da inicio y in al mito de la toma de conciencia indiidual sin
una signiicacin preia de lo social e histrico. Lspecialmen-
te, cuando la paradoja se produce en el lmite imaginario del
terror social que prealece en nuestros das banando de sen-
tido lo que percibimos.
Ln esta partitura de ritmos y contrarritmos, el nculo
entre organizacin social y orden psquico se muestra cada
ez mas opaco y mas ntido, pasando por todos los brillos y
matices. Ls decir, es el contrasentido que liga indiscutible-
mente al hombre con la imaginacin de su poca y con su
desconocimiento, con la orma con la que las comunidades
de inales del siglo XX inentan smbolos y ormas de repre-
sentarselos como isin de uturo, aunque en su deenir so-
cial ormen parte de lo no pensado.
23
Ll nudo que amarra al hombre con su deenir histrico-
social, con sus ligaduras cortantes, es contundente por la com-
plejidad de la realidad desbordada en una cierta alucinacin
social que aecta a los indiiduos inmersos en su poca. Tal
enloquecimiento es una resultante que pesa sobre la lectura
hegemnica de la realidad y se proyecta en las sombras de
los espacios pblicos o en los claroscuros condenados a des-
aparecer en la intimidad de todo rasgo desariante. Lmpero,
por un giro de lo inesperado, la relacin representacin indi-
idual e imaginario social o radical,
1
se conierte en pigmentos
que potencializan la resistencia del sujeto por la deensa de su
mundo ntimo ante el estupor de los espacios pblicos, que
de manera masia contienen el monumento cotidianamente
erigido al aciamiento de la esperanza.
La negacin de estas contradicciones es, en esencia, la uen-
te de los discursos oiciales que enarbolan los especialistas,
cuando se reieren a las relaciones entre lo indiidual y lo
colectio, para justiicar la enermedad mental de las comu-
nidades. Lo cual es cada ez mas perceptible en los imagina-
rios sociales de control y restablecimiento del orden, que se
coniguran como estructuras de poder cimentadas en el ci-
nismo y la impunidad como dispositios de produccin de
la iolencia y propagacin del terror, y que ineorablemente
han acompanado, en la historia de la humanidad, el ejercicio
del poder y la plusala que engendran cuando se deinen
estatalmente los criterios de salud, razn y anomia, que una
1
La misma situacin la olemos a encontrar en el dominio que ahora
nos disponemos a abordar: el de la institucin histrico-social del indii-
duo y, correlatiamente, el de la percepcin y de la cosa,, ya sea de la
transormacin de la mnada psquica en indiiduo social para el cual
eisten otros indiiduos, objetos, un mundo, una sociedad, instituciones,
nada de lo cual, originariamente, tiene sentido ni eistencia para la psi-
que. Todo esto nos lleara a analizar la cuestin de la psique, que, en
realidad, no es separable de la cuestin de la psique. Ln erdad se trata de
dos epresiones de lo imaginario radical: all, como imaginario radical,
aqu, como imaginario social. \ase C.Castoriadis, a iv.titvciv ivagivaria
ae a .ocieaaa, Barcelona, Tusquets Lditores, 195, p. 18.
24
comunidad debe conserar bajo amenaza de caer en la anor-
malidad.
Ls as que se dan mltiples ramiicaciones entre lo que
Lourau llama la incorporacin psquica del Lstado incons-
ciente
2
y lo que podramos apuntar como el aniquilamiento
de las imagenes sociales que dotan de sentido a la resistencia
ciil. Aunque, en contrasentido, la produccin de ormas y
maneras de la resistencia en el sujeto no cesen y se multipli-
quen en la imaginacin como necesidad utpica para con-
ertirse en el motor de los proyectos de transormacin social.
Desde este esbozo, el simulacro institucional que se reali-
za todos los das en el seno de los establecimientos -caracte-
rizado en nuestro pas sobre todo por la corrupcin que
penetra irulentamente los intersticios y callejones mas nti-
mos y personales del nculo entre dos- cabalga en la rela-
cin orden social y orden psquico, como dispositio de
igilancia que produce el enmeno que desea obserar: el
estrangulamiento de los espacios en donde se llea a cabo el
encuentro con el otro, que es uno mismo como sujeto social,
ya que se eectiiza en uertes medidas de sospecha y pro-
duccin del delincuente.
Desde esta perspectia las instituciones, en tanto estructu-
ras de contencin de las ansiedades psicticas de los sujetos,
pueden tomar o no los nieles y dierencias de cada modelo
de subjetiidad organizacional, particular, grupal o personal.
Pero en equialencia,
3
la carcel, el hospital psiquiatrico, la
escuela, el trabajo y la amilia, estan atraesados, permanen-
temente, por sistemas instituidos de represin, que los mis-
mos grupos reactualizan para sus propios integrantes, con el
incremento de los sistemas que ealtan la culpa del indiiduo
2
R. Lourau, .taao ivcov.cievte, Madrid, Kairs, 1981.
3
Lquialencia e intererencia son dos nociones que acarrean en s
mismas un caudal de problemas de pensamiento. Sobre todo en lo que se
reiere a cmo entran en operacin estos campos de signiicacin
institucional y grupal, con respecto a otras ormas de institucin que en
apariencia son muy diersas pero similares en la ortopedia social que las
analiza. \ase Lourau, ...op.cit.
25
4
Armando Bauleo, en Covtraiv.titvciv y grvpo., senala que la ltima
latencia grupal es la institucin. Pero ,cual institucin, ,la amilia, el
estado, la pareja, , o la institucin del grupo, que se reproduce a imagen
y semejanza de la institucin que cuestiona
como polica que se internaliza. Aqu, la metaora del
panptico como la ltima latencia de los grupos, es central.
4
Ln este enmeno, de pasar de un momento de signiica-
cin a otro, la identiicacin con el igilante real es tan intensa
que se ahorra su presencia. Paradoja que desequilibra el an-
claje psquico que mantena al sujeto inculado con sus re-
presentaciones, pero al que se le impone una organizacin de
su propia subjetiidad, representada socialmente en su co-
munidad como ejemplos de indiidualismo, de razn y de
progreso.
Lstrategias, inteligencias, maquinas, logsticas, produccio-
nes delirantes de la colectiidad, que siren de sustento a lo
que, entonces, aparece como irtual en la realidad que carece
de memoria, en la descomposicin y en la burocracia que
institucionaliza el nculo yo-otro como original, sin historia,
amnsico en el horizonte de la modernidad, por lo que se
puede hacer isible en su calidad de nueo.
Las tecnologas de punta y la aeccin que han producido
en el concepto ontolgico de los seres humanos contempo-
raneos por la aceleracin, elocidad e instantaneidad de las
cuales son portadoras, constituyen otros problemas que han
alterado las epectatias y aspiraciones de millones y millo-
nes de seres humanos, pues ya hemos comenzado hace a-
rias dcadas una intinerancia por el mundo de las imagenes
instantaneas de la comunicacin interplanetaria.
Ll teto que presento a continuacin intenta encontrar al-
gunas llaes que puedan abrir las puertas de estas problema-
ticas.
capitulo I
Ll vaciamiento del sujeto social
28
29
trazo inicial del problema
Lste captulo es la continuacin de un proceso largo de tra-
bajo y relein sobre las instituciones ntimas
1
que gobiernan
la sensibilidad, el pensamiento y la imaginacin de las socie-
dades actuales. La relacin de continuidad, intererencia y
sobresalto de palabras se encamina con inquietud a hacer
inteligibles las estrategias colectias que ungen como so-
porte de los modos de ida de millones de ciudadanos.
Lsta necesidad de encontrar relacin y dierencia en la
escritura hace de las redes insospechadas de rizomas en que
se condensan, desplazan e inierten polticamente las meta-
oras, la delimitacin de campos de signiicacin que le asig-
na el Lstado moderno a la nocin de sociedad.
Lspecialmente, cuando el poder se ejerce para conserar
y mantener inamoible una tradicional regla de oro, trabaja-
da arduamente por Ni col as Maqui ael o y atesorada
dogmaticamente hasta la actualidad. Me reiero a la conce-
sin que se atribuye el Lstado de interpretar los deseos y
demandas del ulgo, de la plebe, de la turba, o en el mejor
sentido, de la masa annima, como necesidades del pueblo,
de los grandes grupos, de las mayoras o de la sociedad, lo
que le permite hacer uso del poder de represin.
Una pregunta que intento descirar se encamina a pensar
e imaginar la maquina de signiicacin de las mentalidades
colectias, la cual se pone en marcha y toma cuerpo en el
lenguaje. Ll cual, mediante la sola habla, inscribe en los rizomas
comunicatios de los ciudadanos un mandato generacional e
inconsciente, que se puede leer en los discursos oiciales que
detentan la isin del mundo normal.
Ls, a la ez, un camino para indagar la produccin de una
discursia que legitima y da sentido a la ida priada
2
de los
sujetos, desde los llamados proyectos nacionales. De tal or-
1
R. \illamil, a. iv.titvciove. vtiva., Mico, DLC,UAM-X, cuadernos
del Tipi, nm. 3, 1996.
2
La nocin de ida priada propone, para este trabajo, la posibilidad
de incluir en la misma el mundo de la intimidad de los sujetos.
29
30
3
,Quin esta dentro de la torre de igilancia atisbando el ojo por la
mirilla panptica Nadie. Tambin el problema de conocimiento que nos
propone el concepto de Lstado Inconsciente, inestigado por Ren Lourau,
es un tema escabroso y en correspondencia con el anterior.
4
Jean-lranois Lyotard lo propone en arios de sus tetos, pero
especicamente en Derira. a partir ae Mar y reva. Ll analisis del eecto
de inersin de la realidad, justamente con un sentido contrario al que le
asigna en un principio la teora, la escritura o la percepcin del obsera-
dor.
ma que normalidad y ida priada se dibujan como dos
nociones que guan esta inquietud de comprensin y conoci-
miento de la organizacin y de la catica de la subjetiidad.
La puesta en escena de esta maquinaria, mediante disposi-
tios cada ez mas racionales, soisticados e inisibles pero
obiamente mas eicaces en la propagacin del terror y la
iolencia, conierte los alores ticos de los sujetos que se
piensan autnomos, en objetos de identidad y cohesin co-
munal, a tras de la necesidad imaginaria de la presencia
como testigo de un tercero que igile.
Accin de las sociedades contractuales que da sentido a
una abstraccin que se petriica mticamente en la condicin
natural del ser. Lsto es, la necesidad del sujeto colectio por
naturalizar la uncin y eistencia del estado, conducta que
pertenece a una orma de negar otra manera de inentar y
crear imagenes,
3
negacin de la mnada psquica que repre-
senta potencial y latentemente un riesgo a la equidad y a la
armona en todas las eseras de la ida en comn.
La hegemona y mistiicacin de esta realidad social, par-
te de lo que ya se esboz arriba: una inersin de sentido,
4
escamotea la memoria colectia e intenta aciar de conteni-
do la nocin de comunidad, pero no slo como nculo gre-
gario, sino como moimiento social de resistencia a la
imposicin y arbitrariedad.
Lste lujo de signiicacin imaginaria es un modelo de
normalidad que determina al sujeto colectio y a sus institu-
ciones con diersos mecanismos que propagan el terror, el
miedo y la iolencia como pedagoga que moralmente aala
el estereotipo del buen ciudadano.
31
A pesar de lo anterior, en el modelo de normalidad social
conien, paradjicamente, otras ormas de produccin de
realidades que germinan en la memoria colectia, como pro-
mesas de reinicios y creaciones de lo que esta por enir. Uto-
pas que se generalizan y ya empiezan a obtener resultados
concretos en la participacin y crtica ciudadanas,
5
as como
esperas interminables que inscriben a pueblos enteros en la
dilacin de sus intereses y epectatias de bienestar y realiza-
cin.
No obstante, en la tradicin y en la historia de las culturas,
la dilacin del tiempo de la demanda social, traducida en una
larga y paciente espera, asimismo sire como estrategia que
se reapropia la resistencia indiidual y colectia. Lo que asom-
bra y actia la curiosidad por entender este dispositio que
interiene sobre el tiempo y el espacio de la inconormidad,
es que son modos colectios de recuerdo que toman cuerpo,
olumen y densidad en los imaginarios sociales que estructuran
el psiquismo de los ciudadanos desde la esera de la intimi-
dad, concebida sta como ida priada. Lste hecho es im-
portante por lo que simboliza ivtiviaaa, en trminos de
capacidad de generalizacin de un mundo que se considera
personal, nico e iniolable para cualquier otro, pero tam-
bin es ejemplo de lo que identiica a todos los demas como
5
Recordar la utilizacin de la nocin de solidaridad que el gobierno
salinista lle a cabo permanentemente. Punta de la demagogia harariana,
manipulada en un programa oicial del PRI, al constatar el resurgimiento
tragico-legtimo que la comunidad nacional reacti ante el terremoto del
85 en la ciudad de Mico y en algunas ciudades del interior del pas. Ll
programa oicial impulsado y dirigido por Luis Donaldo Colosio, tena en
su inicio al menos dos propsitos eidentes: recuperar la credibilidad en la
institucin presidencial y hacer eectia la presencia del partido como una
representacin del estado-proidencia, mediante el dinero que se daba
directamente a la gente que comprometa su participacin y idelidad al
partido oicial, como apoyo a proyectos de beneicio social. Lste modelo
de reorma partidista, basado en la inersin de ondos en las epectati-
as sociales para garantizar la presidencia, tarde o temprano termin por
nominar a Colosio como candidato presidencial del PRI, pero tambin
termin con Colosio como un nominado presidencial a ser candidato.
32
institucin social,
6
por la pedagoga de lo colectio que se
cultia en la soledad y, suponemos -si no sera muy triste-
con imagenes autnomas y distintas a las que cabalgan en el
mundo publicitario.
La relein anterior intenta conigurar una postura pro-
esional de iir y montar la resistencia, en contra del lujo
que aasalladoramente pasa sobre la relacin del indiiduo.
Acto que unda en lo uno lo mltiple. Ls decir, la nocin de
dierencia que surge como idea de relacin y distancia con el
otro.
...las ciencias sociales y su eticidad
Sin embargo, la hermenutica y las interpretaciones que las
ciencias sociales imprimen a la densidad de la realidad estan
determinadas por esos libretos ntimos que surgen como ga-
rantas del contrato social y que se pactan entre dos, al ampa-
ro de un tercero: el antasma, el tercero incluido-ecluido, el
Otro, el Padre como Pater-lamilias, el dspota, el Lstado.
No importa realmente quin, lo que interesa es que, en la
intimidad de la undacin, no se est solo. Siempre hay un
testigo que legisla la relacin entre dos, la undacin como
sujeto colectio.
Ll punto en el que me siento mas inseguro y sobre el
que los grupos militantes seran mas intransigentes, es
el de la subjetiidad de grupo. La produccin tam-
poco es slo particular. Por el contrario, es siempre un
6
La nocin de representacin social es consustancial al trabajo de
Gustao Le Bon en su clasico teto P.icooga ae a. vvtitvae., quien, como
hombre de su poca, no pudo mantenerse ajeno a la signiicacin de raza
que la ertiente ascista le asign al concepto. Como semantica que mani-
pula desde la organizacin del poder y asigna la supremaca de una die-
rencia sobre otra. Aunque de manera central el campo de conceptos que
interieren el sistema de signiicacin imaginaria del concepto esta dado
por la propagacin de la idea de que todos pensamos bajo un orden de
imagenes compartidas de la misma manera.
33
organismo social determinado, un .v;eto .ocia que acta
en un conjunto mas o menos grande, mas o menos
pobre, de ramas de produccin`.