Antología 27. Cernuda, Alberti, Lorca, Aleixandre PDF
Antología 27. Cernuda, Alberti, Lorca, Aleixandre PDF
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NO DECA PALABRAS
No deca palabras, Acercaba tan slo un cuerpo interrogante Porque ignoraba que el deseo es una pregunta Cuya respuesta no existe, Una hoja cuya rama no existe, Un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos, Remonta por las venas Hasta abrirse en la piel, Surtidores de sueo Hechos carne en interrogacin vuelta a las nubes. Un roce al paso, Una mirada fugaz entre las sombras, Bastan para que el cuerpo se abra en dos, vido de recibir en s mismo Otro cuerpo que suee; Mitad y mitad, sueo y sueo, carne y carne; Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo Aunque slo sea una esperanza, Porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe
La realidad y el deseo
La realidad o el deseo es el ttulo que Cernuda da a la reunin de su obra completa anterior a 1936. En el prlogo escriba el poeta: " Las siguientes palabras son el recuerdos de un olvido". Consta de los libros siguientes: Primeras poesas, Perfil del aire, gloga, elega, oda, Un ro, un amor, Los placeres prohibidos, Donde habite el olvido, Invocaciones a las gracias del mundo. Los dos primeros ttulos son el comienzo e iniciacin en la poesa de Cernuda. Se halla ya en plena posesin de todos los atributos de un poeta personalsimo y con voz propia en: Un ro, un amor, Los placeres prohibidos, Donde habite el olvido, suenan an los aires romnticos que le caracterizan. El ltimo libro - Invocaciones a las gracias del mundo - representa una mayor serenidad que roza con el clasicismo. El ttulo de la coleccin subraya el drama del hombre segn la visin de los romnticos: realidad y deseo enfrentados. El hombre desea constantemente y lo que le ofrece el mundo nunca llega a satisfacerle. Es un afn incesante de insatisfaccin y de desengao. El deseo es siempre una aspiracin insatisfecha y sin objeto "...El deseo es una pregunta / Cuya respuesta no existe, / Una hoja cuya rama no existe, / Un mundo cuyo cielo no existe." (No deca palabras) Sus deseos son siempre mayores que las posibilidades que tiene de conseguirlos. Pero seguir tendiendo las manos con el vano deseo de conseguir sus deseos "...tendidas hacia el aire." El poeta termina constatando que est solo en el mundo: "...Solo yo con mi vida, / Con mi parte en el mundo." La soledad termina convirtindose en la compaera inevitable del poeta: Cmo llenarte, soledad, / Sino contigo misma? (Soliloquio del farero). Para colmar esa soledad Cernuda puebla su poesa de "fantasmas" y "sombras", lo que l llama: olvido. Ninguna palabra se halla tan presente como sta en su obra porque para Cernuda llega al colmo cuando propugna que el olvido ms profundo es: olvidar el olvido:
Te quiero.
Te quiero. Te lo he dicho con el viento, Jugueteando como animalillo en la arena O iracundo como rgano tempestuoso; Te lo he dicho con el sol, Que dora desnudos cuerpos juveniles Y sonre en todas las cosas inocentes; Leves criaturas transparentes Que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con las nubes, Frentes melanclicas que sostienen el cielo, Tristezas fugitivas; Te lo he dicho con las plantas,
Te lo he dicho con el agua, Vida luminosa que vela en un fondo de sombra; Te lo he dicho con el miedo, Te lo he dicho con la alegra, Con el hasto, con las terribles palabras. Pero as no me basta: Ms all de la vida, Quiero decrtelo con la muerte; Ms all del amor, Quiero decrtelo con el olvido.
Defensa de la diferencia
Podra afirmarse sin lugar a dudas que Cernuda ha sido, junto con Salinas y en sentido bien diferente, uno de los poetas que mejor ha expresado en sus libros el sentimiento amoroso. Lo hace con una sinceridad total y desde muy temprano y del modo menos convencional posible. Se mantuvo dentro de una delicada discrecin pero no dej de apuntar con claridad de qu amor escriba: el homosexual. La moral de la Espaa de entonces y la dominante moral burguesa suelen disimularlo cuando no lo ocultan en las sombras de lo inconfesable. Luis Cernuda admiti desde muy joven su condicin y su honradez le impeda disfrazar sus sentimientos sin que se transparenten falsos remordimientos y complejos cristianos de culpa o pecado. Habindose aceptado tal como era defendi su opcin moral y en este empeo no ces durante toda su vida. La moral de Cernuda en este punto, no hay ms que releer muchos de sus textos, consiste en la bsqueda valiente de su propia identidad y dignidad. Cernuda no deja de reconocer que esa verdad, la suya, no es superior ni inferior a la de los otros, sino diferente. Con su postura lo que hace es defender su derecho inalienable a la diferencia. Octavio Paz lo dice de modo claro en un estudio sobre el poeta: "Reconocerse homosexual es aceptarse diferente de los otros. Pero quines son los otros? Los otros son el mundo; y el mundo es la propiedad de los otros. En ese mundo se persigue con la misma saa a los amantes heterosexuales, al revolucionario, al negro, al proletario, al burgus expropiado, al poeta solitario, al mendigo, al excntrico y al santo". De este modo la conducta y la poesa de Cernuda (a menudo van juntas) son una muestra de crtica contra la opresin y proclamacin de su irreductible derecho a ser diferente. De ah proviene su modernidad y su permanencia cien aos despus de su nacimiento.
La luna vino a la fragua con su polisn de nardos. El nio la mira, mira. El nio la est mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y ensea, lbrica y pura, sus senos de duro estao. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, haran con tu corazn collares y anillos blancos. Nio, djame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarn sobre el yunque con los ojillos cerrados. Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos. Nio, djame, no pises mi blancor almidonado. El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el nio, tiene los ojos cerrados. Por el olivar venan, bronce y sueo, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados. Cmo canta la zumaya, ay, cmo canta en el rbol! Por el cielo va la luna con un nio de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. El aire la est velando.
ROMANCERO GITANO, 1928
LA AURORA DE NUEVA YORK La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracn de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada. La aurora llega y nadie la recibe en su boca porque all no hay maana ni esperanza posible: a veces las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados nios. Los primeros que salen comprenden con sus huesos que no habr parasos ni amores deshojados; saben que van al cieno de nmeros y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto. La luz es sepultada por cadenas y ruidos en impdico reto de ciencia sin races. por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recin salidas de un naufragio de sangre. Poeta en Nueva York, 1930
Pero t vendrs con la lengua quemada por la lluvia de sal. El da no quiere venir para que t no vengas ni yo pueda ir. Pero yo ir entregando a los sapos mi mordido clavel. Pero t vendrs por las turbias cloacas de la oscuridad. Ni la noche ni el da quieren venir para que por ti muera y t mueras por m. DIVN DEL TAMARIT, 1936
ALMA AUSENTE
No te conoce el toro ni la higuera, ni caballos ni hormigas de tu casa. No te conoce el nio ni la tarde porque te has muerto para siempre. No te conoce el lomo de la piedra, ni el rasgo negro donde te destrozas. No te conoce tu recuerdo mudo porque te has muerto para siempre. El otoo vendr con caracolas, uva de niebla y montes agrupados, pero nadie querr mirar tus ojos porque te has muerto para siempre. Porque, te has muerto para siempre como todos los muertos de la Tierra, como todos los muertos que se olvidan en un montn de perros apagados. No te conoce nadie. No. Pero yo te canto. Yo canto para luego tu perfil y tu gracia. La madurez insigne de tu conocimiento. Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca. La tristeza que tuvo tu valiente alegra. Tardar mucho tiempo en nacer, si es que nace,
Amor de mis entraas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin m quiero perderte. El aire es inmortal. La piedra inerte ni conoce la sombra ni la evita. Corazn interior no necesita la miel helada que la luna vierte. Pero yo te sufr. Rasgu mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas. Llena pues de palabras mi locura o djame vivir en mi serena noche del alma para siempre oscura. SONETOS DEL AMOR OSCURO, 1936
RAFAEL ALBERT
El mar. La mar. El mar. Slo la mar! Por qu me trajiste, padre. a la ciudad? Por qu me desenterraste del mar? En sueos, marejada me tira del corazn. Se lo quisiera llevar. Padre, por qu me trajiste ac ?
El mar. La mar.
Se equivoc la paloma. Se equivoc la paloma. Se equivocaba. Por ir al norte, fue al sur. Crey que el trigo era agua. Se equivocaba. Crey que el mar era el cielo. que la noche, la maana. Se equivocaba. Que las estrellas, roco; que la calor, la nevada. Se equivocaba. Que tu falda era tu blusa; que tu corazn, su casa. Se equivocaba. (Ella se durmi en la orilla T, en la cumbre de una rama.) Entre el clavel y la espada (1941) Lo que dej por ti
Llevadla al nivel de mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra. Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazn un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento la vela!
NOCTURNO
Cuando tanto se sufre sin sueo y por la sangre se escucha que transita solamente la rabia, que en los tutanos tiembla despabilado el odio y en las mdulas arde continua la venganza, las palabras entonces no sirven: son palabras. Balas. Balas. Manifiestos, artculos, comentarios, discursos, humaredas perdidas, neblinas estampadas. qu dolor de papeles que ha de barrer el viento, qu tristeza de tinta que ha de borrar el agua! Balas. Balas. Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste, lo desgraciado y muerto que tiene una garganta cuando desde el abismo de su idioma quisiera gritar lo que no puede por imposible, y calla. Balas. Balas. Siento esta noche heridas de muerte las palabras.
G.G.Belli Dej por ti mis bosques, mi perdida arboleda, mis perros desvelados, mis capitales aos desterrados hasta casi el invierno de la vida. Dej un temblor, dej una sacudida, un resplandor de fuegos no apagados, dej mi sombra en los desesperados ojos sangrantes de la despedida. Dej palomas tristes junto a un ro, caballos sobre el sol de las arenas, dej de oler la mar, dej de verte. Dej por ti todo lo que era mo. Dame t, Roma, a cambio de mis penas, tanto como dej para tenerte. (Roma, peligro para caminantes, 1964-67)
Ah! cchi non vede sta parte de monno Nun za nnemmanco pe cche ccosa nnato.
Vicente Aleixandre.
LA LUNA ES UNA AUSENCIA La luna es una ausencia. Se espera siempre. Las hojas son murmullos de la carne. Se espera todo menos caballos plidos. Y, sin embargo, esos cascos de acero (mientras la luna en las pestaas), esos cascos de acero sobre el pecho (mientras la luna o vaga geometra)...
La luna es una ausencia. Carolina Coronado
Este beso en tus labios como una lenta espina. como un mar que vol hecho un espejo, como el brillo de un ala, es todava unas manos, un repasar de tu crujiente pelo, un crepitar de luz vengadora, luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza, pero que nunca podr destruir la unidad de este mundo. La destruccin o el amor (1932-1933)
Y la luna es ausencia, doloroso vaco de la noche redonda, que no llega a ser cera, pero que no es mejilla. esa arena tendida que sufre siempre, esa playa marchita, donde es de noche al filo de los ojos amarillos y secos. Se espera siempre. Luna, maravilla o ausencia celeste pergamino color de manos fuera, del otro lado donde el vaco es luna.
Se queran. Sufran por la luz, labios azules en la madrugada, labios saliendo de la noche dura, labios partidos, sangre, sangre dnde? Se queran en un lecho navo, mitad noche, mitad luz. Se queran como las flores a las espinas hondas, a esa amorosa gema del amarillo nuevo, cuando los rostros giran melanclicamente, giralunas que brillan recibiendo aquel beso. Se queran de noche, cuando los perros hondos laten bajo la tierra y los valles se estiran como lomos arcaicos que se sienten repasados: caricia, seda, mano, luna que llega y toca. Se queran de amor entre la madrugada, entre las duras piedras cerradas de la noche, duras como los cuerpos helados por las horas, duras como los besos de diente a diente slo. Se queran de da, playa que va creciendo, ondas que por los pies acarician los muslos, cuerpos que se levantan de la tierra y flotando... Se queran de da, sobre el mar, bajo el ciclo. Medioda perfecto, se queran tan ntimos, mar altsimo y joven, intimidad extensa, soledad de lo vivo, horizontes remotos ligados como cuerpos en soledad cantando. Amando. Se queran como la luna lcida, como ese mar redondo que se aplica a ese rostro, dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida, donde los peces rojos van y vienen sin msica. Da, noche, ponientes, madrugadas, espacios, ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas, mar o tierra, navo, lecho, pluma, cristal, metal, msica, labio, silencio, vegetal, mundo, quietud, su forma. Se queran, sabedlo.
La destruccin o el amor 1932 - 1933
SE QUERAN.
UNIDAD EN ELLA
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, rostro amado donde contemplo el mundo, donde graciosos pjaros se copian fugitivos, volando a la regin donde nada se olvida. Tu forma externa, diamante o rub duro, brillo de un sol que entre mis manos deslumbra, crter que me convoca con su msica ntima, con esa indescifrable llamada de tus dientes. Muero porque me arrojo, porque quiero morir, porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera no es mo, sino el caliente aliento que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo. Deja, deja que mire, teido del amor, enrojecido el rostro por tu purprea vida, deja que mire el hondo clamor de tus entraas donde muero y renuncio a vivir para siempre. Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser t, tu sangre, esa lava rugiente que regando encerrada bellos miembros extremos siente as los hermosos lmites de la vida.