Cabezas Almudena CUERPOS QUE IMPORTAN EN LAS Geografías Del Poder

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Amrica
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Latina:
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La autonoma
La autonoma
de una regin
de una regin
XV Encuentro de
XV Encuentro de
Latinoamericanistas
Latinoamericanistas
Espaoles
Espaoles
Trama editoriaI / CEEIB
Actas del Congreso Internacional Amrica Latina: La autonoma de una regin, organizado por el Consejo Espaol de Estudios
Iberoamericanos (CEEIB) y la Facultad de Ciencias Polticas y Sociologa de la Universidad Complutense de Madrid (UCM),
celebrado en Madrid el 29 y 30 de noviembre de 2012.
Editores:
Heriberto Cairo Carou, Almudena Cabezas Gonzlez, Toms Mallo Gutirrez, Esther del Campo Garca y Jos Carpio Martn.
Los autores, 2012
Diseo de portada: [email protected]
Maquetacin: Daro Barboza
Realizacin editorial: Trama editorial
[email protected]
www.tramaeditorial.es
ISBN-e: 978-84-92755-88-2
REA DE GEOGRAFA
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CUERPOS QUE IMPORTAN EN LAS
GEOMETRAS DEL PODER
Almudena Cabezas
Resumen
Las conexiones entre los procesos globales y locales no son abstractas sino que estn siempre corporeizadas y
situadas en algn lugar concreto. La ponencia aborda la genderizacin de las escalas espaciales y su constitucin
mutua como parte de una reflexin necesaria en torno a los imaginarios espaciales hegemnicos que establecen
dicotomas clsicas en torno a los pares global-local, masculino-femenino, pblico-privado e interno-externo.
Tomando licencia para habitar los intersticios (De Lauretis 1986), se presta atencin a las formas en que desde
stos se crean alianzas y estrategias de traduccin cultural que devienen en distintas formas de lucha y resistencia
que se encuentran comunicadas y glo-deslocalizadas, superando los discursos de la economa poltica
convencional (Maseey 2004; Katz 2001). El objetivo es visualizar cmo las subjetividades contradictorias y
heterogneas son producidas, no solo en los procesos del capitalismo global, sino tambin en los huecos y
mrgenes de los mismos (Grewal y Kaplan 1994), y se relacionan por, hacia, con y contra las identidades globales
y nacionales para generar formas particulares y, en ocasiones, valiosas de identidad y resistencia.
Una introduccin a la propuestas de Somatografas feministas-queer
Para comenzar resulta pertinente una breve aclaracin del subttulo de esta mesa en la que se introduce el concepto
de somatografas feministas-queer. Como es sabido que el nombrar es ejercitar el poder, la forma en que decidimoe
ejercerlo sin miramientos deviene del hecho de que en algunos espacios acadmicos reivindicar el cuerpo como una
escala legtima para analizar las relaciones entre espacio y poder resulta ser todava un acto transgresor. Sin embargo,
ms all de la mera provocacin la somatografa pueden entenderse como una representacin del cuerpo o lo que
viene siendo la inscripcin del poder o de los poderes sobre los cuerpos, lo que viene siendo un acto eminentemente
poltico. Mientras que algunas autoras diferencian la somatografa de lo que sera el somato-poder o poder a travs
del cuerpo como algo ms especfico (Mandoki, 2003), siguiendo las aportaciones realizadas por Foucault al respecto
(1976; 1983), aqu se plantea la produccin de un hbrido entre la nocin general de somatografa y somateca
utilizada por Preciado (2011) que contempla los cuerpos como archivos polticos y culturales, teniendo en cuanta que
los discursos mdicos, polticos y audiovisuales que representan el cuerpo producen la normalidad o la patologa que
pretenden describir-, y aquella otra, ms tradicional, en la que el cuerpo es considerado la sede del poder soberano,
un envoltorio, domicilio y propiedad, al punto de ser tratado como un territorio.
El cuerpo como objeto de anlisis de las ciencias sociales experimenta un auge a partir de la dcada de los 90, y junto
a la revista Body & Society, cabe destacar la aparicin en 1996 del grupo temtico de El cuerpo y las ciencias
sociales en la Asociacin Internacional de Sociologa (Sabido, 2011). Sin embargo, en este caso merece nuestra
atencin la particular aproximacin al mismo que han venido realizando la geografa poltica feminista con la
conversin del cuerpo en una escala espacial de anlisis para la estructuracin de lo poltico, un espacio tanto de
resistencia como de opresin (Massey 1994, Marston 2000). Como sabemos los cuerpos son usados para realizar
presiones polticas como por ejemplo a travs de las clsicas huelgas de hambre de desobediencia civil, y, a su vez,
los cuerpos son parte de los ejercicios de dominio y sometimiento clsicos como las violaciones sexuales, usadas de
forma masiva en tiempos de guerra o de forma individual en el mbito domstico o pblico en situaciones cotidiana
no excepcionales. Frente a esta visin clsica vinculada al ejercicio del poder coercitivo que es sociablemente
identificado con la violencia sin ninguna dificultad, encontramos tambin la biopoltica como poder de controlar las
vidas que va a sujetar los cuerpos y generar subjetividades a partir de la produccin de identidades de forma menos
evidente pero no por ello ajena a la violencia (Foucault, 2005).
Asimismo, sabemos ya bien cmo los cuerpos son usados como los receptculos y smbolos de la identidad nacional
(Radcliffe y Westwood 1996; Pequeo 2007), y como estn intrnsecamente conectados a otras escalas, por ejemplo,
cuando analizamos el derecho al asilo o las reclamaciones de derechos humanos. Esta concepcin expandida de la
escala es fundamental para entender los procesos polticos contemporneos como se explica a continuacin.
Cuerpos en las geopolticas feministas contemporneas
En torno a la trascendencia del cuerpo y la identidad cabe destacar el trabajo de las geopolticas feministas y crticas
(Sharp 2005) que siguiendo nuevas concepciones sobre las escalas espaciales y las polticas de escala han abierto el
campo de estudio a los anlisis transversales e interseccionales de la opresin (corporal, psquica, racial, sexual,
econmica). Por ejemplo, al deslocalizar el nfasis de la geopoltica en el anlisis de los poderosos ya sean estos
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hombres o Estados concretos- se ha podido analizar cmo lo internacional est conectado a lo cotidiano y las
narrativas del poder de las relaciones internacionales se haba construido ocultando mltiples voces, es decir, como
un discurso cerrado sobre el poder a partir de los intereses de los poderosos.
El cambio en las forma de analizar la geopoltica que haba sido introducido por las geopolticas crticas (Dalby &
Tuathail 1996), tarda sin embargo en contemplar las dinmicas de gnero, y como ya sealaba Thritft en 1993
especialmente se haban olvidado del cuerpo (cit. en Gilmartin y Kofman, 2004:122). Aos ms tarde, Hyndman
(2001) postulaba una verdadera geopoltica de la seguridad humana que superase la obsesin por la escala del estado-
nacin y la economa global, el anlisis pblico-privado para llevar a cabo uno transnacional, y que utilizara la
movilidad como un indicador de empoderamiento y responsabilidad.
Esta ha sido la tarea de las geopolticas feministas crticas y los feminismos transnacionales que han criticado el
discurso masculinista y cerrado de las relaciones internacionales para ubicar en la construccin de las relaciones
transnacionales el rol de la mano de obra migrante, la importancia de la disponibilidad de mano de obra femenina
barata en el Sur global para las inversiones transnacionales o de trabajadoras sexuales para la industria del turismo
(Enloe, 1989).
Las geopolticas feministas y el feminismo transnacional (McDonald 2002; Sassen 2000 y 2003; Sharp 2004;
Hyndman 2004; Staeheli 2003) subrayan la necesidad de incorporar a personas de carne y hueso a los paisajes y
mapas de las relaciones de poder. Desde los mrgenes de los marcos de anlisis dominantes se ocupan de de-velar el
tejido de las imaginaciones espaciales hegemnicas y la construccin de los regmenes de gnero, de poder, cara a
cara, con las normas culturales, el estado y las relaciones de poder colonial. Como parte del llamado pensamiento
disidente abordan las dimensiones transcendentales de cuerpo e identidad, trabajando sobre la relatividad de las
escalas espaciales, reivindicando la relevancia de la cotidianidad junto al cuerpo (Smith, 1992; Sharp, 2004).
Por otro lado, se transciende el tpico de las relaciones entre los espacios pblicos y privados, ahondando en la
genderizacin de las escalas espaciales y su importancia en las formas que adoptan las polticas de escala. La
dicotoma entre lo global y lo local se considera cargada de asociaciones binarias excluyentes que convierten el
espacio local en una vctima del espacio global, y a este ltimo en la escala privilegiada donde se escribe la historia y
se mueve el capital. A su vez, lo local se carga con las imgenes y atributos que se han utilizado tradicionalmente
para identificar a la gran otra la mujer-, y es sacralizado como el lugar por excelencia para la resistencia y el
cambio, dentro de unas narrativas en consonancia con los discursos que exaltan la hermosura de lo pequeo. Parece
igualmente necesario trascender las lgicas de la economa poltica que asume dos posiciones sobre la subjetividad y
la resistencia: el imperativo global -la lgica capitalista como un sistema econmico, social y cultural realmente
global y que solo puede ser contrarrestado por movimientos de resistencia globales; o bien, el imperativo nacional -
basado en la idea de que la lgica del capital reserva algn poder a los estados (Bergeron 2001).
Frente a estas posiciones cerradas, es posible reivindicar la propuesta de hermandad estratgica [strategic sisterhood]
de Grewal y Kaplan (1994), superadora del debate estado-nacin versus capitalismo global, para comprender las
conectadas, aunque todava dispersas, hegemonas de las instituciones econmicas globales, los estados naciones, los
hogares patriarcales y otras estructuras de explotacin, retando estos lugares y las conexiones entre ellos. De esta
forma, ms que una micropolitica del cuerpo o de las luchas polticas locales se trata de llevar a cabo un verdadero
anlisis de las polticas multiescalares. En esta direccin, destacan las llamadas geometras del poder (Massey 2004)
las geopolticas de la movilidad (Hyndman y Staeheli 2004) y las topografas de la globalizacin (Katz 2001).
Esta nueva mirada permite resituar las resistencias como multiplicidades y singularidades que se sirven de una basta
variedad de estrategias de reapropiacin y luchas, que buscan transcender las perspectivas clsicas sobre las
identidades, los cuerpos y las resistencias. Estas nuevas formas de resistencia emergen como laboratorios a los que
podemos calificar de feministas-queer, utilizando un guin para unir y resaltar y no para sumar dos formas diferentes
de lucha, en el sentido que la teora queer permite reflexionar sobre la porosidad de las fronteras y movilidad.
Contemplar desde esta mirada las geopolticas del cuerpo puede suponer una forma de relocalizarse en los debates
sobre sexualidades, identidades, gnero y feminismos y observar, desde sus mrgenes las normas y hegemonas.
La mirada queer cuando se conjuga con la geopoltica del saber decolonial nos introduce en espacios de crtica donde
dialogar sobre lo corporal y lo individual, lo metropolitano y lo global, lo colonial, la pobreza y el desarrollo, la
opresin y las resistencias en la regin latinoamericana para dar cuenta de desplazamientos y traducciones culturales
que se vienen produciendo y que no permiten ya realizar una identificacin automtica entre sentidos y acciones,
como por ejemplo cuando los activistas LGTB mencionan las potenciales alianzas con los movimientos de mujeres
o de derechos humanos a fin de avanzar en sus demandas en la regin (HRW, 2009).
Junto a las geopolticas feministas, las crticas postcoloniales y decoloniales han subrayado el carcter eurocntrico
de los feminismos clsicos
1
(los denominados feminismos de la segunda ola) y abogan por el reconocimiento de
1
Un recorrido sobre los feminismos de la segunda ola, su diversidad y diferencias puede encontrarse en Cabezas 2008:116-120. Al respecto
recordar que Fraser (1997) plantea que la reflexividad del feminismo se ha orientado a impedir que la teora feminista se convierta en un discurso
hegemnico que oprima a las personas mediante categoras esencialistas y universales, tal y como propone el conocimiento situado de D. Haraway
(1990)
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feminismos en plural. Esto significa que no existen feminismos nicos con programas exportables de un lugar a otro
y derivados de una concepcin unvoca de la identidad -naturalizable y esencializada-, como si fuera el fruto o
resultado de una experiencia histrica de opresin comn de las mujeres o de cualquier otro colectivo, algo que
sabemos realmente nunca ha existido fuera de los discursos polticos movilizadores.
Algunos apuntes sobre identidades, cuerpos y resistencias en Amrica Latina
Existe un paisaje de movimientos de resistencia en torno al cuerpo compuesto de multiplicidades y singularidades
conectadas, que se sirve de una vasta variedad de estrategias de reapropiacin y lucha, que transciende con mucho
los discursos reduccionistas y esencializadores propio de algunas polticas de identidad. En Amrica Latina los
movimientos feministas son plurales y corales, parciales y enormemente diversificados, respondiendo a un amplio,
heterognero, policntrico, multifactico y polifnico campo discursivo y de accin (lvarez, 1998), donde tienen
lugar distintas formas de interseccionalidad de las luchas y una creciente y variada conectividad de las resistencias
(Stembach et Al. 2003). No en vano ya en la dcada de los 90 del siglo pasado se apreciaba la emergencia de nuevos
espacios de encuentro entre distintos actores y movimientos sociales, menos estructurados e institucionalizados,
organizados en torno a demandas relativas a la vida cotidiana (no precisamente siempre de corte posmaterial) y ms
accesibles a las mujeres y otros sujetos subalternos (Escobar y lvarez, 1992).
Nos interesa destacar aqu un aspecto que siempre ha sido central en el feminismo la autonoma sobre el cuerpo, a
partir de su abordaje por parte de las geopolticas feministas y de su centralidad y enunciamiento en algunas de las
actuales luchas en la regin, en una forma que incluye al tiempo que supera el abordaje del clsico planteamiento
feminista de la libertad de decisin sobre el cuerpo, reducido al debate sobre el aborto. Ms all de la siempre vigente
importancia del mismo nos planteamos la existencia de demandas que dan cuenta de un amplio campo que abarca
desde las reclamaciones de soberana alimentaria hasta las luchas por la des-patologizacin y contra criminalizacin
de la transexualidad, pasando por los femicidios junto a la tradicional pero an pertinente demanda de afirmacin del
derecho al aborto.
A modo de conclusin de una agenda inmensamente ampla de abordar se presentan algunos casos recientes que nos
permiten dar cuenta aunque sea brevemente de la amplitud del campo de investigacin que acabamos de comentar.
As un clsico actual viene siendo la consideracin del cuerpo individual como el territorio poltico por excelencia en
el que se trata de ejercer una soberana no mediada, tal y como pretende la feminista guatemalteca Dorotea Gmez
Grivalja, mujer Maya kiche y maestra en Antropologa social, que siguiendo de cerca los trabajos de Yuderkys
Espinosa (2010) y Margarita Pisano (2010), afirma asumir su cuerpo como territorio poltico: debido a que lo
comprendo como histrico y no biolgico. Y en consecuencia asumo que ha sido nombrado y construido a partir de
ideologas, discursos e ideas que han justificado su opresin, su explotacin, su sometimiento, su enajenacin y su
devaluacin. De esa cuenta, reconozco a mi cuerpo como un territorio con historia, memoria y conocimientos, tanto
ancestrales como propios de mi historia personal (Gmez, 2011).
Su discurso entronca con las reclamaciones de espacios de apertura a las mujeres lesbianas que afirman como an
dentro del estrecho margen del consevadurismo guatemalteco los gays al ser considerados culturalmente como
hombres encuentran mayor flexibilidad socio-cultural para vivir libremente su sexualidad que las mujeres, ya que
dentro del imaginario patriarcal a los hombres se les permite decidir sobre su cuerpo y su sexualidad, mientras que a
las mujeres difcilmente se les permite este ejercicio de afirmacin sexual, especialmente en el caso de las mujeres
lesbianas indgenas. Cuestiones que nos llevan de nuevo al entrecruce de las identidades y las estrategias de
resistencia, como el planteado por las Histricas, las Bufas y las Otras de Crdoba, el Colectivo Caracol, las
Cruzadas de lesbianas y bisexuales de Tucumn y muchos otra localidades de Argentina. Su trabajo viene recogido
en el video Dos once: esta Matria se construye despus de perder el miedo
2
, en la que se abordan las convergencias
entre el feminismo anticapitalista, el activismo lesbiano, queer, travesti y transexual, dentro de colectivos que
reclaman la autonoma del feminismo mestizo, rebelde y no institucionalizado. Dentro del mismo se puede visualizar
el trabajo de La Verdecita de Santa F, que se forma a partir de un grupo de participantes en un Sindicato de Amas
de Casa que evoluciona para transformarse en cooperativa de autoabstecimiento de alimentos.
Encontramos tambin como se ha afirmado anteriormente una apelacin al concepto de soberana que transciende las
formas polticas clsicas de tradicional vinculacin al Estado-nacin, para referirse tanto al cuerpo como a la propia
sexualidad y alcanzar as mismo otras nociones complejas como la de soberana alimentaria
3
. En este caso, damos
cuenta de otra de esas extraas intersecciones en las que un tema abanderado por una organizacin transnacional
campesina como es la Va Campesina es abrazado por las redes de organizaciones campesinas y movimientos rurales
2
La se puede ver en el canal de video en Internet Vimeo, bajo el ttulo: Dos once: esta MAtria se construye despus de perder el
miedo.
3
El concepto de soberana alimentaria puede tener distintas interpretaciones segn los sentidos que le atribuyen las diferentes organizaciones y
movimientos en cada territorio concreto
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que las componen, conjugando la afirmacin de la identidad tradicional de las mujeres como seleccionadoras de
semillas, que deviene en una politizacin del esencialismo del rol femenino con una resignificacin del papel de las
mujeres al interior de dichos movimientos mixtos como estrategia de empoderamiento, del cul es claro ejemplo el
trabajo del Movimiento de Mujeres Campesinas en Brasil (Jalil, 2009; Berro et al. 2009). En este caso, los cuerpos
se exponen con su materialidad ms intrnseca ligados a la necesidad de supervivencia digna y a la reinterpretacin
de la soberana en el territorio de las comunidades, como parte de las nuevas territorialidades que buscan
legitimacin y reconocimiento en la actualidad.
Vinculado con este aspecto, en el que se politizan e interseccionan distintas identidades nos encontramos con el
trabajo en red del colectivo Catlicas por el Derecho a Decidir, integrada por personas catlicas cuya misin es la
bsqueda de la justicia social y el cambio de patrones culturales y religiosos presentes en nuestra sociedad que
vulneran los derechos humanos de las mujeres
4
, y que ha venido trabajando en apoyo de la campaa
latinoamericano por la despenalizacin del aborto y sobre la tradicional demanda feminista de autonoma de las
mujeres para decidir sobre sus cuerpos. A priori puede decirse que CDD viene a ubicarse en una trinchera
absolutamente estril para alcanzar tal fin como es la comunidad cristiana catlica, sin embargo, algunas expresiones
del catolicismo como la teologa de la liberacin y sus posteriores desarrollos coinciden en afirmar la lucha por la
igualdad de gnero y los derechos humanos de las mujeres (Vuola, 2000). Como decamos al inicio habitando un
intersticio diminuto en cuanto a sus recorridos pero que ha demostrado en algunos casos nacionales como el de
Mxico a travs del trabajo de la serie de dibujos animados Catolicadas, una serie para reflexionar. Nos
encontramos ante el dinamismo inaudito de una red de organizaciones a escala regional que cuenta con presencia en
Argentina Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Nicaragua y Paraguay (tambin presente en el estado
espaol), que se ha ganado el respeto de los colectivos feministas de diversos pases y localidades. Adems del
trabajo en red multi-escalar, el ejemplo de Catolicadas nos muestra cmo los espacios para imaginar y construir
polticas desde y para los cuerpos se amplan o reducen vertiginosamente, si tenemos en cuenta ms factores que los
estrictamente vinculados a la opresin del capitalismo actual. Un crculo que se cierra con los trabajos llevados a
cabo en Uruguay (Sanseviero 2010) y Colombia (Gonzlez, 2011) sobre el derecho al aborto.
En todos estos casos es posible trazar un anlisis multi-escalar que conecta mltiples lugares e identidades, retando
algunas asunciones establecidas en torno a ellos a partir de un registro somatogrfico ampliado.
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