Este documento resume tres perspectivas sobre las direcciones de la novela española de postguerra. Identifica tres tipos de novelas: 1) novelas existenciales que exploran situaciones extremas, 2) novelas sociales que examinan la realidad social y 3) novelas estructurales que experimentan con nuevas formas narrativas. El autor luego analiza el uso de la discontinuidad en estas tres categorías de novelas.
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Gonzalo Sobejano
Direcciones de la novela espaola de postguerra
Ocuparse de literatura actual es una tarea que ofrece numerosos inconvenientes: por mucho que se desvele, uno no puede conocer todo aquello que se est produciendo; si no se contenta con la mera informacin, habr de emitir interpretaciones y formular juicios de valor necesariamente provisionales, puesto que el propio dictamen habr de irse modificando al paso de los aos, conforme surjan realidades que alteren la visin que se haba alcanzado de las anteriores. Pero, por otro lado, ocuparse de la literatura del presente es un ejercicio que, puesto en prctica con intencin honesta, puede proporcionar un notable enriquecimiento de la experiencia intelectual: aprendemos a conocer mejor a los hombres de nuestro tiempo y, a travs de ellos, a nosotros mismos en las circunstancias que nos han formado y nos estn formando; podemos arriesgar nuestro pensamiento y capacidad de compromiso, eligiendo entre distintas ofertas que el espritu de nuestra poca nos hace; y acaso llegamos a prestar una contribucin, por modesta que sea, al esclarecimiento de las aspiraciones e ideales, de las realidades bsicas y de las formas expresivas de quienes escriben y de sus lectores. Yo, al menos, puedo decir que, componiendo el libro Novela espaola de nuestro tiempo, publicado hace menos de un ao, jams perd de vista las limitaciones a que me obligaba, pero tampoco ignor esa ntima recompensa de un ms claro entendimiento para m mismo y acaso para otros. Hago estas consideraciones porque inevitablemente habr de repetir aqu no pocos razonamientos contenidos en aquella publicacin e introducir algunas modificaciones. El poder repetir puntos de vista, por enojoso que sea a quien tal vez los conozca, me satisface como comprobacin de que no eran opiniones volanderas, sino resultado de largas lecturas y reflexiones. El poder modificar ciertas ideas me satisface an ms porque significa que ni la novela espaola actual est en va muerta ni yo tampoco. Me referir primero a lo que algunos crticos han opinado acerca de la evolucin de la novela de postguerra, con el fin de poder delinear ms claramente mi criterio. Expondr luego ste, abreviando mucho lo que en la publicacin citada atae a la novela existencial y a la social. Har la apreciacin de un tercer tipo de novela que provisionalmente llamo estructural y sobre el que apenas escrib en el libro mencionado porque an no llegaba a verlo con la relativa precisin con que ahora lo voy viendo (y en esto consistir la ms importante modificacin). Por ltimo, escogiendo un recurso tcnico, la discontinuidad, intentar mostrar, a travs de este caso especfico, uno entre tantos, el distinto sentido que adquiere una misma posibilidad formal segn su correspondencia con cada uno de los tres tipos de novela sealados. Antes de 1936 vivan y escriban novelas escritores como Unamuno, Valle-Incln, Azorn, Prez de Ayala, Mir y Gmez de la Serna. Tambin escriban novelas otros autores menos insignes, como Benjamn Jarns, Ramn Sender, etc. Reconociendo a todos su valor y la importancia y oportunidad de su obra, debe reconocerse igualmente una cualidad que les diferencia respecto a los novelistas posteriores a 1939, y es que casi todas sus novelas aspiraban a una autonoma artstica absoluta, arraigada desde luego en la esencia humana universal, pero sin conexin suficiente con la existencia histrica y comunitaria de los espaoles. Esta conexin es precisamente lo que buscaban los ms y los mejores novelistas despus de la guerra civil, y a esto es a lo que podemos llamar realismo, entendiendo por tal la atencin primaria a la realidad actual concreta, a las circunstancias reales del tiempo y del lugar en que se vive. Ser realistas significa tomar esa realidad como fin de la obra de arte y no como medio para llegar a sta: sentirla, comprenderla, interpretarla con exactitud, elevarla a la imaginacin sin desintegrar ni paralizar su verdad, y expresarla verdicamente a sabiendas de lo que ha sido, de lo que est siendo y de lo que puede ser. Se discutir cuanto se quiera acerca de la superioridad literaria de los novelistas de anteguerra, o por ejemplo sobre si cabe adjetivar de realista el estilo deformante de un Camilo Jos Cela; pero lo indiscutible es que ningn novelista de los mencionados hace un momento, ni siquiera Po Baroja, haba testimoniado el existir de la colectividad espaola, fechado y situado en su presente, con tanta concrecin y veracidad como lo han hecho los autores de La colmena, Los bravos, El Jarama, Las afueras, Tiempo de silencio, Cinco horas con Mario y Seas de identidad. No toda la novela de postguerra es realista en el sentido que acabo de apuntar, pero a mi juicio han seguido ese camino -repito- los ms y los mejores, y creo que los crticos ms sagaces no dejan de admitirlo. Poniendo a un lado clasificaciones minuciosas y prolijas que a nada conducen si no es al aburrimiento o a la confusin, y buscando ordenaciones verdaderamente aclaratorias, me referir slo a tres. Eugenio de Nora, luego de estudiar el impacto de la guerra civil en la novela, establece tres grandes grupos generacionales: 1) novelistas nacidos entre 1890 y 1905, que representan una recuperacin ms o menos neta del realismo frente a la narracin intelectualista, destemporalizada o deshumanizada: Sender, Aub, Ayala, etc.; 2) novelistas nacidos entre 1905 y 1920, entre los cuales cabe distinguir: a) los que ya se acercan a un tipo de narracin a grandes rasgos realista, ya conciben el relato de una manera ms bien artstica y autnoma: Cela, Agust, Torrente, Laforet, Delibes, Quiroga; b) los que, dentro de una lnea marcadamente realista, muestran un impulso de renovacin formal o tienden al planteamiento de una problemtica intelectual o moral que llega a dominar el relato: Nez Alonso, Reguera, Castillo Puche, etc.; c) los que cultivan formas ms o menos remozadas del realismo tradicional: Lera, Toms Salvador, etc.; d) los que se mueven por un imperativo de seleccin y tienden a una novela esttica, de prosa refinada: Azcoaga, Gil, Lorenzo, etc.; y finalmente, 3) la nueva oleada, entre el relato lrico y el testimonio objetivo: Matute, Ferlosio, Lacruz, Fernndez Santos, Goytisolo, Aldecoa, y otros de edad parecida, todos nacidos a partir de 1922. Como se ver, esta clasificacin de Eugenio de Mora respeta escrupulosamente la cronologa y atiende a las orientaciones diversas que pueden darse en el seno de una misma generacin, haciendo notar el predominio de la direccin realista. Ramn Buckley, seis aos despus de Eugenio de Nora, analiza una parcela mucho ms reducida de la novela actual para encontrar que en ella resaltan tres soluciones a los problemas formales: el objetivismo de Rafael Snchez Ferlosio y de Juan Garca Hortelano, el subjetivismo de Juan Goytisolo y Luis Martn-Santos, y, como va intermedia, preada de futuro, el selectivismo de Miguel Delibes, caracterizado entre otras cosas por las intervenciones irnicas, la cronologa subjetiva, la dinmica y funcional seleccin de los elementos, y la reiteracin meldica. A Buckley no le preocupaba mucho la evolucin histrica. Su clasificacin sencilla, clara, sugerente, destaca tres posibilidades formales en sus ejemplos mejor logrados y ms representativos. Se trata de poner de relieve una dialctica virtual: tesis, el objetivismo; anttesis, el subjetivismo; sntesis, el selectivismo. Histricamente los miembros de la trada no se han sucedido as: el incubado subjetivismo de Goytisolo (Duelo en el Paraso) es anterior al objetivismo de Ferlosio y Hortelano, y posterior y coetneo al selectivismo de Delibes. En 1970, por las mismas fechas en que correga yo las pruebas del mo, apareci en Pars el libro de Juan Ignacio Ferreras Tendencias de la novela espaola actual 1931-1969. Lstima que la clasificacin que l propone (perodo del realismo restaurador, del realismo renovador y del realismo novador), aunque en apariencia clara y justa, derive hacia una equiparacin a todas luces abusiva de la novacin con la problemtica de la lucha de clases tal como se ofrece en las novelas de Lpez Pacheco, Ferres, Lpez Salinas, Grosso y Lera. Digo que esa clasificacin parece clara y justa, porque a mi entender despus de la guerra se hizo sentir primero la voluntad de restaurar la tradicin realista, ms tarde la voluntad de efectuar' profundas renovaciones y, ltimamente, la voluntad de innovar con extremada audacia experimental. Como muestras, basten las opiniones aducidas. Procurar ahora desenvolver la que yo he podido deducir de mis lecturas y observaciones, en la forma menos prolija que me sea posible. A la altura de 1971 considero que en el nuevo realismo de postguerra pueden sealarse tres direcciones: hacia la existencia del hombre contemporneo en aquellas situaciones extremas que ponen a prueba la condicin humana (novela existencia!), hacia el vivir de la colectividad en estados y conflictos que revelan la presencia de una crisis y la urgencia de su solucin (novela social) y, finalmente, hacia el conocimiento de la persona mediante la exploracin de la estructura de su conciencia y de la estructura de todo su contexto social (novela estructural). La primera direccin predomina en los narradores que se dieron a conocer en los aos 1940, aos de infradesarrollo, y en algunos exiliados que por entonces incrementaron y modificaron profundamente su labor. La segunda direccin predomina en los narradores que se dieron a conocer en los aos 1950, aos de afianzamiento poltico y desarrollo incipiente. La tercera direccin predomina en los narradores que se han dado a conocer en los aos 1960, aos de expansin econmica y dificultosa liberalizacin, y en algunos de los que ya haban consolidado su renombre en las dcadas anteriores. Si la guerra, con sus efectos tajantes, sacudidores y dispersivos, ha generado en la novela espaola un nuevo realismo, ste ha tendido, pues, hacia tres objetos principales: la existencia del hombre espaol actual, transida de incertidumbre; el estado de la sociedad espaola actual, partida en soledades; y la exploracin de la conciencia de la persona a travs de su insercin o desercin respecto a la estructura toda de la sociedad espaola actual. Describir la existencia incierta, la soledad social y la identidad personal dentro del conjunto colectivo, han sido para los novelistas espaoles de este tiempo tres modos distintos y convergentes de descubrir la realidad espaola del presente, tomando como misin de su viaje (toda novela es un viaje) la busca de su pueblo perdido.
Novela existencial
Los representantes de la novela existencial vivieron la guerra como adultos y, en su actitud, no se han distinguido precisamente por su solidaridad generacional o ideolgica, sino por una errante independencia. Autores principales: dentro de Espaa, Camilo Jos Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes, cuya temtica se centra respectivamente en la enajenacin, el desencanto y la busca de la autenticidad. Otros prolongan con nimo restaurador formas de realismo ya convencionalizadas, como Agust o Zunzunegui; plantean situaciones conflictivas (incerteza, urgencia de decidirse, pugna entre ideal y conducta, choque de conciencias, desgarramientos ntimos), como Torrente Ballester, Elena Quiroga o Castillo Puche; o dan expresin a la inercia de la vida cotidiana y a la distancia entre la aspiracin y la realidad que tiene por resultado el fracaso, como Luis Romero o Dolores Medio. Fuera de Espaa: Ramn Sender, Max Aub, Francisco Ayala. Sender, proclive a inyectar simbolismo y mgico encantamiento a los fantasmas de la memoria. Max Aub, entregado a la reviviccin hablada de los desastres de la guerra. Ayala, atento a la sustanciacin del sentido de nuestro mundo por medio de parbolas y alegoras alusivas al poder corrupto y al naufragio del humanismo. Estos y otros narradores buscan el pueblo perdido a causa de la guerra, y vienen a encontrarlo en angustiosa situacin de incertidumbre. O lo buscan en el punto de roce entre la persona y los otros, y hallan a la persona en individual soledad y a los otros en enajenacin masiva, comprobando una imposible o muy difcil comunicacin. Sus temas podran reducirse a dos: la incertidumbre de los destinos humanos y la ausencia o dificultad de comunicacin personal; temas de signo negativo cuyo significado ltimo es la perplejidad. Caminos inciertos, ttulo general del ciclo iniciado por Cela con La colmena, podra servir como denominacin comn del sentido de estas novelas: expresar un existir desorientado e intrascendente. Las acciones en que van concretndose sus personajes no suelen formar pasos enderezados a una meta, sino traspis, vueltas, equivocaciones, desviaciones, deslices, cadas. Cometen esas acciones personajes apresados en un laberinto, encerrados en las celdillas de la estril colmena, atados a la noria, expuestos a seguir el falso sendero, colocados ante un espejo turbio, aislados frente a los demonios de las pasiones, asomados a la oquedad de la nada, lanzados a la deriva, puestos sobre la pendiente, desarraigados. Lo caracterstico de este tipo de novela es que, reflejando la busca de valores autnticos como toda novela moderna que no sea de mero entretenimiento, pierde de vista el fin, a causa del efectivo dolor del camino. A un nivel metafrico, la incomunicacin y la incertidumbre dan por resultado sendas imgenes de la inmanencia: la isla y el camino que no lleva a ninguna parte. El aislamiento de la persona y su andadura incierta se delatan, no slo como circunstancias del hombre espaol en un tiempo preciso, sino como condiciones de todo hombre en cualquier tiempo. Pero la motivacin bsica de ambos temas mayores es bien concreta: la guerra espaola, que estos novelistas tienden a interpretar en su porqu y en su cmo: el desconcierto que a ella condujo, su arrasador estallido, la prolongada repercusin del espritu de hostilidad. Los personajes que ocupan el primer plano en estas novelas, agrupables en la categora de los violentos, en la de los oprimidos, o en la de los indecisos, son presentados en situaciones de mxima tensin y extremo lmite: en el vaco, la repeticin y la nusea, en la culpa, el sufrimiento y el combate, o ante la inminencia de la muerte. Y son las situaciones, ms que el temperamento o el carcter, lo que conduce a esos seres a la violencia (para descargarse de la incertidumbre), a la rutina de las ocupaciones menudas sin finalidad colectiva estimulante, y al ensimismamiento en el alma deshabitada que slo visitan los espectros de un pasado nefasto. La violencia lleva al tremendismo (desde La familia de Pascual Duarte); la rutina, al neorrealismo de Nada y al conductismo de La colmena; el ensimismamiento, al empleo del monlogo, cauce del recuerdo y de la espera solitaria. O las gentes que habitan el mundo de estas novelas claman, destruyen, violan, asesinan; o asisten, yerran, matan el tiempo; o recuerdan y aguardan, abismadas. Entre los vencedores o entre los vencidos, los autores de estas novelas haban de ver su propia vida quebrada en dos vertientes, como la vida de su pueblo: revolucin, contrarrevolucin. Tenan que novelar destinos inciertos, exponer acciones nacidas de un mpetu sin soporte ni meta y mostrar el desvaro de las ciudades o el desamparo de los campos. En el orden tcnico se pueden registrar algunas notas definitorias. En primer trmino, el signo individual, situacional y negativo de los relatos: protagonistas singulares como Pascual Duarte, el prieto Trinidad, Lazarillo, Lola, un rebelde, un campesino espaol, Mrs. Caldwell, la Catira, el vengador, la mujer nueva, el cazador Lorenzo; en situaciones de estrechez y clausura, de agona y ultimidad (Campo cerrado, Pabelln de reposo, Cuando voy a morir, Con la muerte al hombro, Cuerpo a tierra, Las ltimas horas, La ltima corrida, Las ltimas banderas...). El anhelo de bucear en los orgenes y en el proceso de la guerra conduce a una nueva vitalidad de las formas memoriales e histricas, como la evocacin (Crnica del alba, Requiem por un campesino espaol, Pascual Duarte), el episodio nacional ms o menos fecundado por la gesta (El laberinto mgico), y el ciclo. Pero acaso lo ms notable sea la reduccin de espacio y tiempo y el predominio de la primera persona y del monologo. El lugar de accin (celda, pabelln, casa, taberna, caf, una simple habitacin) suele ser constantemente estrecho, como corresponde a situaciones de incerteza y soledad individual, y el curso temporal tiende a condensarse en un breve fragmento de vida (unas horas, un da, unos pocos das), mientras de las distintas tcnicas de la literatura sin autor (relato en primera persona, monlogo interior y narracin objetiva) los novelistas existenciales hacen profuso empleo, pero ms de las dos primeras que de la ltima. El relato en primera persona es estrictamente autobiogrfico en la triloga de Arturo Barea; es un vehculo apto para trasponer a escala de ficcin, experiencias observadas o vividas por el yo del autor en Pascual Duarte, Nada o El vengador, y un cauce lrico de expansin imaginativa o de desahogo vital en Mrs. Caldwell o en Diario de un cazador. Pero, adems, estos autores parecen necesitar la forma del yo, incluso para la manifestacin de almas muy diferentes de la suya, y de aqu el frecuente empleo que hacen del monlogo: Pabelln de reposo, Algo pasa en la calle, El fondo del vaso, Cinco horas con Mario, etc. La tcnica objetivista, que presenta el habla y el movimiento de los hombres y el aspecto externo de la realidad impasiblemente, slo se da, y con ciertas limitaciones, en La colmena, novela no slo excepcional en esto, sino tambin por su protagonizacin colectiva. Junto a la novela existencial se produce, indudablemente, otro tipo de novela de marcado carcter formal: es aquella que pone de relieve los valores retricos y poticos del lenguaje literario y, secundariamente, aquella que se pliega a ciertos patrones genricos celosamente respetados. Las exquisiteces de Pedro de Lorenzo, los caprichos de lvaro Cunqueiro, el humorismo de Zunzunequi o de Miguel Villalonga, la ertica y la picaresca de Daro Fernndez Flrez, pueden servir de ejemplo.
Novela social
Pero fue de la novela existencial, y concretamente de La colmena de Cela, de donde parti el principal impulso que fecund el segundo tipo de novela, dominante en los aos 1950: la novela social. Los representantes de ella, nios durante la guerra y educados en una Espaa monocroma y uniforme, se revelan ms solidarios que sus antecesores: solidarios entre s y ante el problema de su pueblo. Autores principales: Rafael Snchez Ferlosio, Jess Fernndez Santos y Juan Goytisolo, cuya temtica se centra respectivamente en la invariabilidad, el apartamiento y la busca de la pertenencia. La produccin de otros novelistas sociales puede agruparse en tres sectores, segn el predominio que en ellos ofrece la actitud de defensa del pueblo (Ignacio Aldecoa, Lpez Pacheco, Luis Goytisolo, Grosso, etc.), ataque a la burguesa (Juan Garca Hortelano, Juan Mars, entre otros) o reconocimiento de la problemtica social desde el punto de vista de la persona (Ana Mara Matute, Carmen Martn Gaite, ms otros que, por su especial significacin, vienen a constituir lo que he llamado novela estructural). stos y otros narradores buscan el pueblo perdido y lo encuentran encadenado a un trabajo sin fruto, en soledad respecto al todo de la patria. O van a buscarlo en los distintos niveles econmico-sociales y hallan muy acusados la desconexin y el conflicto. Temas capitales de las obras de estos novelistas son: la infructuosidad y la soledad social. Movidos por su inconformidad y su anhelo de resolver, salen a la Espaa de los caminos, campos y pequeos lugares en busca del pueblo perdido en el esfuerzo intil y en el aislamiento, y algunos vuelven a las ciudades para reconocer otra parte de pueblo perdido en el apartamiento de grupos y clases. Los guardias, gitanos y pescadores de Aldecoa, los jvenes empleados y dependientes de El Jarama, los campesinos que pueblan Los bravos y En la hoguera, de Fernndez Santos, estn solos, como solos estn los nios soadores de Ana Mara Matute o los ilusionistas y crueles de Juan Goytisolo, los colonos de Las afueras, mineros de Lpez Salinas, viadores de Caballero Bonald o picapedreros de Grosso. Distinta soledad, pero tambin soledad, soportan los burgueses en los compartimientos estancos de su material bienestar, como es perceptible en las novelas de Hortelano. Pero no se trata ya de una soledad individual, sino social: por crculos, colonias, barrios, sectores, clases. El trabajo de estos grupos solitarios es estril porque se produce fuera de todo proyecto estimulante, y el ocio de otros es criminal porque supone un estado permanente de marasmo que corrompe. La ltima razn de esa soledad e infructuosidad est en la divisin de los espaoles, no mitigada, sino al contrario, por la guerra. De ah que, como tercer tema fundamental, o ms bien como elemento temtico nutricio, o sustrato de innmeras motivaciones, aparezca la guerra, no en s misma, sino como memoria ineludible y a travs de sus repercusiones. La accin de la mayora de estas novelas sociales es una accin pasiva. Los personajes (pacientes todos, esforzados muchos, comprometidos algunos) ms que obrar, lo que hacen es moverse y normalmente ni eso, se limitan a estar, a seguir estando. Y no porque no conozcan una meta, sino a causa de la obstruccin y del silencio. Los bravos (o sea, los sufridos) sera el ttulo que mejor podra compendiar ese sentido general de accin pasiva o movimiento obstaculizado que encierran las novelas de esos aos. No pasa nada, Aqu nunca pasa nada, es el leitmotiv de casi todas ellas. Sus personajes se dibujan en la penumbra de estados conflictivos y decisiones vacilantes en tiempo durativo o habitual. Trtase de estados de pobreza impotente, inocencia atacada o estragada, aburrimiento e indolencia, sujecin, descaecimiento paulatino, progresiva enajenacin. Y las decisiones, que se saben condenadas a un esfuerzo intil, avanzan con ms voluntad que fe y a menudo se agostan en la tibieza anonadora del ambiente. No hay en estas novelas violencia, sino sufrimiento; no rutina, sino dura labor o amarga fiesta; no ensimismamiento, sino un aislamiento del que pocos alcanzan a salir. En el orden tcnico, es evidente en primer lugar el signo colectivo, estacionario y, en pequea proporcin, combativo de estas novelas. Ya los ttulos en plural (Los bravos, Los hijos muertos, Nuevas amistades) o alusivos a un lugar de encuentro, cruce o recorrido para muchos (El Jarama, Las afueras, La mina, La isla, La zanja) anuncian la protagonizacin colectiva, como algunos de esos mismos y otros revelan lo estacionario de las circunstancias (Entre visillos, Va muerta, Hombres varados, Las mismas palabras) o un impulso animador que se abre paso (Hay una juventud que aguarda, Central elctrica). En muchas novelas el mundo rural y obrero es explorado en los ms diversos oficios y contrastado con su opuesto, y este contraste se desenvuelve de tres modos: o la ciudad va al campo, o el campo viene a la ciudad, o ambos se cruzan en las afueras. Es caracterstico el emplazamiento de la accin en los suburbios, rea intermedia donde los desposedos entran en busca del pan y los poseedores en busca del aire y del espacio. La poca anterior a la guerra no ocupa apenas a estos escritores que no la vivieron: les importa el presente y el maana. Mientras los ciclos novelescos de la generacin mayor abarcaban la preguerra y la guerra, los de sta son socialmente descriptivos (La Espaa inmvil de Aldecoa, El maana efmero de Juan Goytisolo). Pero cuando estos autores sienten la necesidad de volver los ojos al pasado, lo hacen tambin recurriendo a retrospecciones y monlogos, que abren la trama de la actualidad hacia aquella infancia o adolescencia ensombrecidas por la guerra. Esta generacin extrema, a partir de Los bravos y El Jarama, el incipiente objetivismo de La colmena, prefiriendo el relato en tercera persona inaparente: perspectiva de cmara cinematogrfica en eso y en el relieve de los valores visuales y la eliminacin de las transiciones, incrementa el uso del monlogo, prodiga la discontinuidad temporal, comprime la duracin y reduce el espacio fsico inmediato, logrando mxima objetividad en la trascripcin del habla comn, ya se trate de giros triviales y populares (El Jarama, Entre visillos), o bien de la insulsa charla de unos burgueses aburridos (Tormenta de verano). La novela queda as enteramente abierta a la vida actual y comunitaria bajo la inspiracin de una actitud social comprometida con la causa de la justicia; y las inhibiciones de la censura contribuyen a conformar esa modalidad testimonial del enunciado, que presenta y no dice, que sugiere y no explica. Junto a la novela social cuyos caracteres esenciales acabo de esbozar, retiene cierta vigencia, sobre todo en los comienzos de aqulla, la novela existencial, dominante en la dcada anterior, y as no es raro que las primeras obras de Aldecoa (El fulgor y la sangre, Con el viento solano) y de Juan Goytisolo (Juegos de manos) se encuentran todava muy prximas a ese primer tipo de novela de postguerra.
Novela estructural
Hasta ahora he venido creyendo que novelas tan importantes del decenio 1960 como Tiempo de silencio, de Luis Martn-Santos, Seas de identidad, de Juan Goytisolo, Parbola del nufrago, de Miguel Delibes, San Camilo, 1936, de Camilo Jos Cela, Reivindicacin del conde don Julin, de Juan Goytisolo, as como las dos novelas de Juan Benet, Volveris a Regin y Una meditacin, ms otras de valor no tan alto, constituan una modalidad de la novela social que, en vez de preocuparse de defender a la menesterosa colectividad trabajadora, o reprochar indirectamente la desarticulada existencia de las clases ociosas, subsuma aquella defensa y este ataque en la exploracin de problemas personales que reclamaban una verificacin del estado general de la sociedad. Sigo pensando lo mismo, pero veo que obras tan bien logradas y tan influyentes no quedan justamente apreciadas dentro de una mera modalidad o subclase: constituyen un nuevo tipo de novela, desprendido de aquel del que proceden. Y a este nuevo tipo de novela es al que propongo llamar, al menos provisionalmente, novela estructural. Lo llamo as porque considero que su cualidad constituyente es la intencin de identificar a la persona por referencia funcional a su contexto social, y a la sociedad toda (no en una de sus clases, sino en su totalidad) por referencia funcional a la persona, o sea, a la parte mnima de esa totalidad. Para que exista un deseo de identificar a la persona es menester que la persona misma no se conozca bien, se sienta perdida, en peligro de confusin y aun de anulacin, y efectivamente todos los protagonistas de las novelas que antes he mencionado coinciden en ser opacos para s mismos, borrosos o casi invisibles para el lector, y su modo de procurar el perfil que no tienen consiste en un doble y continuo proceso de ensimismamiento y alteracin. Por esta doble va, sumergirse en s mismos y salir de s mismos para verificar el contexto que podra explicar su identidad, caminan, corren, vuelan estos seres sin ser suficiente, ya sumindose en un escepticismo suicida, ya desbordndose e inundndolo todo con anhelo delirante, con pasin, con ira. El espacio que indagan es amplio, integrador, panormico, comprende todas las clases sociales y las relaciones individuo-sociedad, examinadas con celo comprobatorio y catalogador. Si es posible, llevan este afn totalista a los varios tiempos de una poca o de una biografa personal o familiar, y reviven acontecimientos o procesos muy alejados en la historia para definir por analoga su presente problemtico. Hasta en el uso de la segunda persona autorreflexiva (ese yo que se dirige a s mismo como a un t en Seas de identidad, Parbola del nufrago, San Camilo o Don Julin) se hace sentir la perdicin o amenaza de anulacin de la persona, quien a travs de tal desdoblamiento imagina poder conocerse mejor y objetivar su yo ininteligible como ante un espejo. Cuando el personaje sale fuera de s es para tender una mirada exploratoria hacia todo aquello que pueda orientarle. Otras veces, irritado por el desconocimiento que persiste a pesar de la extensa contemplacin, vuelca su odio sobre el objeto impenetrable y lo invade con su sarcasmo, lo anega en su asco, lo siembra de sospechas y enigmas o lo viola en un torrente de insultos. A comps de esta actitud, el lenguaje se levanta por encima de los hbitos y adquiere una calidad neologista, paradjica, irnica, pedante, barbarizada, abusiva y en perpetuo desentono. Inoportuno sera tratar de definir de manera ms precisa un tipo de novela todava tan reciente y que para muchos acaso resulte discutible en su misma existencia, si bien no faltan los que sealan su cualidad diferencial precisndola como un realismo dialctico, mtodo de indagacin mediante el cual se unifica y totaliza el problema de la aprehensin de la realidad histrica (sociedad espaola) con la actitud conflictiva del autor (Jos Ortega: Novela y realidad en Espaa, en Mundo Nuevo, nm. 44, Febrero 1970, pp. 83-86). Creo que este tipo de novela, con el cual conviven otros de notoria voluntad experimental (ciencia-ficcin, novela supuestamente metafsica, antinovela) puede explicarse en gran parte por influencias forneas, en especial por el nouveau roman, tan exacto en la descripcin de las cosas como nebuloso y flotante al trasmitir la sensacin de la conciencia que las aprehende, y por la nueva novela de Hispanoamrica (Cortzar, Vargas Llosa y Fuentes sobre todo). Pero no parece ser mera derivacin de estos dictados de la moda, sino responder muy bien a las circunstancias espaolas actuales, a un agudo malestar intelectual producido por el choque entre la prolongada cuaresma anterior y el tardo y explosivo carnaval del neocapitalismo y del alud turstico, del despegue econmico sin despegues de otra ndole. Podrn en algunos casos latir vestigios de intelectualismo burgus, de esteticismo o de nihilismo; pero, sea como sea, ni esta novela estructural ni otros experimentos a primera vista ftiles, como los de esa literatura novsima y subnormal de la ltima hornada, nada de esto es nadera, todo tiene su razn profunda. Y una de las ms importantes misiones que esta reciente literatura narrativa se ha impuesto, es indudablemente la de criticar a fondo las estructuras tradicionales, desmitificndolas y depurndolas.
Reflexiones sobre la discontinuidad
A diferencia de la clasificacin histrico-esttica de Eugenio de Nora o de Ferreras, y de la puramente formal de Ramn Buckley, la aqu propuesta (novela existencial, social y estructural) se basa en un criterio que, sin olvidar la historia, atiende a actitudes y temas denotadores de relaciones interhumanas. Hay una tesis formalista que dice as: La nueva forma no aparece para expresar un nuevo contenido, sino para reemplazar a la forma antigua que ha perdido ya su carcter esttico (V. Chklovski). Decisiva es en efecto esta voluntad de estilo que mueve al gran artista a afirmar su arte en s y por oposicin al antes vigente y ya caduco. Pero las nuevas relaciones interhumanas que en la realidad histrica van sucedindose conforme a complejos de circunstancias de todo orden (desde las econmicas a las ms libremente espirituales) contribuyen tambin de manera decisiva a la determinacin de formas nuevas y vlidas, presentidas por todos, forjadas con lucidez por los mejores pensadores y artistas, los cuales nos hacen plenamente conscientes de aquellas relaciones. Tomo ahora un caso particular para ilustrar lo que digo. El caso elegido es la discontinuidad. No me refiero a la discontinuidad histrica, o falta de conciencia del proceso histrico acumulativo, que signa a los novelistas de postguerra, como han explicado, cada uno por su parte, Francisco Ayala y Fernando Moran. Llamo aqu discontinuidad al cambio frecuente o inmediato de lugares, momentos, personajes, temas del pensamiento o formas del discurso. En la novela anterior a nuestro siglo existe, claro est, ese cambio, pero no es frecuente ni inmediato, sino mediado por transiciones explcitas, por pasajes narrativos y descriptivos que aclaran dicho cambio. Caracterstico de la novela moderna, a partir de sus grandes promotores (Henry James, Proust, Joyce, Faulkner) es que ese cambio, antes moderado y mediado, se haga frecuente e inmediato, y conforme el siglo avanza parece que la discontinuidad se apodera cada vez ms de la novela haciendo de sta el gnero puro del desorden, mejor dicho, de un orden que no es el sucesivo y causal de la naturaleza y de la historia, sino el instantneo y libre orden de la conciencia, donde se juntan las lejanas y se apartan las proximidades; donde pasado, presente y futuro experimentan retardaciones, simultaneidades y anticipaciones; donde el sujeto puede multiplicarse y la multitud quedar unificada en un haz subjetivo; donde pueden revelarse innmeras perspectivas, emerger y sumergirse los ms varios pensamientos e intuiciones, y albergarse las voces ms diversas, los estilos ms diferentes. Considerada a grandes rasgos, la discontinuidad tpica de la novela moderna obedece a ese proceso tan comentado que va desde la marcada omnipotencia del autor, fruto del individualismo absoluto del siglo XIX, a las llamadas tcnicas de la literatura sin autor, resultado de la relatividad y de la sociedad de masas de nuestro siglo. Mirando en particular el desarrollo de la novela espaola, creo que el primer ejemplo importante de descontinuidad se encuentra en El ruedo ibrico de Valle-Incln, quien utiliza ese recurso para componer abreviadamente un cuadro histrico de la Espaa isabelina, cifra de alusiones crticas al presente, mostrando, en muy varios aspectos ejemplares, la poca, la geografa, la humanidad de aquel pasado: Madrid y Cdiz, corte y cortijo, aristocracia y pueblo, burguesa, poltica, vida privada, etc. Esta discontinuidad polidrica, componente, responde sin duda a inducciones artsticas a travs de las cuales el autor manifiesta su conocimiento de las tcnicas modernas (expresionismo deformante, cubismo integrador) y su empeo estilstico de diversidad en la unidad, visible ya en los anchos retablos galaicos de las Comedias brbaras y en su contemplacin estelar de la guerra europea. El gran artista nunca ignora las formas que en su poca se ensayan y siempre las asimila y crea con propsito de diferenciar su obra de las anteriores y ajenas. Pero la creacin o asimilacin creativa de estas formas sera un vano experimentar si no correspondiese a un estado de las relaciones interhumanas que precisamente en aquellas formas se expresa y toma conciencia de s. Y es evidente que El ruedo ibrico, al recomponer entrecortadamente el cuadro de la Espaa isabelina, est trazando la figura de la Espaa alfonsina, con sus tensiones tpicas: la debilidad del trono, la fuerza bruta de los espadones, el seoritismo, la pobreza del pueblo, los presagios revolucionarios. Este estado general de la sociedad queda puesto de relieve ptimamente, en su problematicidad sobre todo poltica, mediante esa tcnica de discontinuidad que selecciona ejemplos, a modo de diversas caras, para revelar as una amplia totalidad, la de la nacin espaola en vsperas de transformacin. Muy distinto es el fundamento real de la discontinuidad en dos novelas de Camilo Jos Cela: Pabelln de reposo y La colmena; en ambas la discontinuidad expresa la yuxtaposicin de existencias incomunicadas. Pabelln de reposo, intento [...] de desenmarcacin de la circunstancia del tiempo [...] y del espacio, segn palabras del autor, est constituida por una serie de monlogos de los varios enfermos del pabelln, a travs de los cuales se manifiestan sus nostalgias, temores, amores, angustias y preocupaciones. Gritos de angustia en un doloroso estado del ser, as se ha definido, muy justamente, esta antologa de experiencias solitarias y simultneas. Pero tambin La colmena, a pesar del ttulo que sugiere muchedumbre en movimiento, es obra de cuya lectura ntegra se obtiene ms bien otra imagen: celdillas incomunicantes, de manera que estructuralmente la novela podra calificarse mejor de celular que de sinfnica. La colmena instaura un paradigma de novela de reducidas proporciones, dividida en largos captulos no titulados, y estos captulos a su vez en numerosos y breves fragmentos separados por lneas en blanco. Tales fragmentos protagonizados por personajes diversos, representan cada vez lugares o ngulos distintos, captaciones ms simultneas que sucesivas del mismo momento, traslados de perspectivas, ancdotas o conversaciones con diferentes temas, variaciones idiomticas a nivel popular, medio o intelectual. Pero estas rpidas y superficiales estampas (en cafs, tabernas, bares, alcobas, calles, plazas) no tienen por objeto componer ejemplarmente una totalidad, sino desgranar la materia de la muchedumbre en sus clulas incomunicadas, mostrando la incertidumbre de los destinos humanos. En el seno de la masa, donde ms agudamente se percibe la soledad (o no se percibe, pero se padece) los tomos sociales, los individuos, logran a lo sumo rozarse en conversacin trivial, pero rara vez logran entablar verdadero dilogo. No conociendo su destino probable ni pudiendo intervenir en l con sensacin de libertad, esas gentes viven ante el vaco y se agotan en la repeticin. En la masa humana recorrida por la cmara del novelista se siente la alienacin que la mina y la hace inconexa; pero tambin la alienacin est en el novelista parcialmente. Cela mira la superficie de ese mundo y no aspira a adentrarse en su medula, pero parece claro que si as opera es porque se siente ajeno a esos individuos que contempla, distante, inca paz ele convivir ni aun imaginariamente con ellos, y por tanto de infundirles ms vida de la que por fuera, muy volatilizada, presentan. Como testimonio de la enajenacin desde un punto de vista que rechaza la compenetracin con la colectividad en busca de su finalidad ms fecunda, La colmena representa un documento de sensibilidad existencialista, pero abre camino hacia el realismo social porque no se trata ya de una individuo (Pascual Duarte o el nuevo Lazarillo) ni de una pluralidad de individuos insertos en la humana condicin de la mortalidad (los enfermos en Pabelln de reposo): se trata de la sociedad espaola en una fase determinada de su historia y en una concreta situacin. Si aceptamos las tres etapas de la novela moderna sealadas por Lucien Goldmann (el individuo problemtico, desaparicin de la importancia del individuo en beneficio de la realidad colectiva, y ausencia del sujeto) reconoceremos que con La colmena se pasa de la primera etapa a la segunda. Y esta etapa segunda lo mismo diluye al individuo en la masa sometida al capitalismo o al rgimen opresor de cualquier dictadura que en el pueblo solidario que lucha por sus reivindicaciones. En el caso de La colmena no hay sociedad solidaria, sino masa alienada; pero dar testimonio de sta es ya sealar hacia aqulla. Por eso no tiene nada de sorprendente que los novelistas sociales viesen en La colmena un punto de partida y heredasen del modelo varias notas estructurales: la concentracin del tiempo, la reduccin del espacio, la protagonizacin colectiva y la discontinuidad. El principio unificador del individuo es sustituido por la relativa unificacin de las coordenadas tiempo y espacio. En corto tiempo y en breve espacio, captados discontinuamente en momentos sueltos, en puntos diversos, se intensifica y evidencia mejor el leve roce de los tomos dispersos de la colectividad, su incapacidad de compenetracin. Si la discontinuidad sirve en la novela existencial como recurso tcnico que traduce la yuxtaposicin incomunicante de las clulas individuales, en la novela social ese mismo recurso funciona como signo de la particularidad de los grupos sociales. El procedimiento que sigue Jess Fernndez Santos en Los bravos para presentar la mezquina existencia del vecindario aldeano, sus apuros y fatigas, sus intiles deseos, su esclavitud, sus recelos, consiste en una sucesin de momentos levemente protagonizados por ste, por aqul, por el de ms all. Estos momentos, que a veces son simultneos, a veces sucesivos en contigidad o separados por horas, das o cambios de lugar, quedan marcados por unos simples asteriscos. Las transiciones estn elididas; los huecos de silencio, lapsos de tiempo en blanco o mutaciones de la lnea visual se suponen. Elvanse as las escenas sobre un fondo comn determinado por la unidad espacial: el pueblo. La soledad, no individual, sino en fracciones colectivas, es el fundamento real del que arranca la novela social, siempre ms atenta a las lecciones de la vida en torno que a los modelos de arte. Esa soledad se trasparenta en la estructura de El Jarama muy ntidamente: tres planos espaciales y humanos (orillas del Jarama, el interior de la venta de Mauricio, el jardn de la venta) que rara vez se penetran; cincuenta y seis apartados o segmentos, dispuestos por lo comn en ritmo de alternativa simultaneidad; sustitucin de la unidad hombre por las unidades tiempo (un da) y lugar (cerca del Jarama); revelacin de la gente por medio de conversaciones, silencios y ademanes, sin sondeo psicolgico. Los distintos planos marcan diferencias de actitud, experiencia o ambiente: en la venta los viejos fatigados glosan como desde un alto miradero el modo de ser de los jvenes o entran en discusin con alguno; los que llegan de la ciudad no entienden a los que vegetan en los pueblos, ni stos se explican muchas de las reacciones de aquellos. Como dice Fernando Moran: La tangencia entre el universo de los jvenes excursionistas y el de los adultos que pasan el domingo en el merendero responde a una discontinuidad vital entre las generaciones, puesto que los jvenes [...] no han engarzado con la situacin de sus padres al carecer de conciencia de la continuidad histrica (Explicacin de una limitacin: La novela realista de los aos cincuenta en Espaa, Cuadernos Taurus, Madrid, 1971, p. 82). Sobre la discontinuidad como expresin particularizadora dentro de la novela social podran aducirse muchos y muy sintomticos casos, uno de los ms notables La zanja de Alfonso Grosso. Pero quiz pocos autores hayan llegado a resultados tan radicales como Luis Goytisolo en Las afueras y en Las mismas palabras. Las afueras no es un relato seguido, sino siete relatos independientes desde el punto de vista de la accin y que slo coinciden en la localizacin (las afueras de Barcelona), la actualidad (1957) y la representativa semejanza de los personajes que, en relatos distintos, portan el mismo nombre. Con parecido cuarteamiento de la novela en unidades argumntales desvinculadas pero de sentido convergente estn construidos otros libros: Fin de fiesta, de Juan Goytisolo, o Cinco variaciones y Las tapias, de Antonio Martnez Menchn. En Las mismas palabras se van relevando tres acciones distintas que, aunque prximas, no confluyen. Y muy semejante es la construccin de La trampa, de Ana Mara Matute, donde se barajan cuatro unidades en secuencias tempo-espaciales rotas. Finalmente, en lo que he llamado novela estructural, la discontinuidad, que lejos de ceder, se acrece y prodiga, sirve como importante vehculo expresivo del temor a la anulacin de la persona. El desasosiego que suscita sentirse perdido, sin conciencia suficiente de la identidad propia, arrebata a la persona de un lugar a otro, de un momento a otro, de un trato, de una indagacin, de un problema, de una perspectiva a otros, y a otros, en bsqueda incesante. Tiempo de silencio, la novela que corona la direccin social y estrena esta nueva direccin, destaca a un protagonista individual pero tan confuso e impotente que su destino le obliga a un recorrido general de la sociedad concluido en el ms irritante fracaso. La discontinuidad de esta novela no es tanto de tiempo y espacio, como de posicin de la conciencia: el sujeto cambia constantemente de nimo y de direccin por s mismo y porque se ve arrastrado por aquellas circunstancias y gentes en quienes trata de encontrarse. En Seas de identidad otra persona, lvaro Mendiola, transparente doble de Juan Goytisolo, se inspecciona por el conducto polimorfo de unos heterogneos materiales (fotografas, papeles, conversaciones, mapas, cartas, etc.) y esos materiales proporcionan al protagonista (que habla de s como a una segunda persona), al relator objetivo (que habla en tercera) o a otros sujetos (que hablan en primera persona o de los cuales el narrador habla en tercera) una documentacin que esclarece el tema primordial de cada captulo. La variedad de fuentes, las mutaciones de persona verbal, los cambios de encuadre espacial (Espaa, Francia, Cuba) y temporal (fin de siglo, anteguerra, guerra, postguerra, actualidad) cumplen funciones de considerable potencialidad sinfnica. Persona, familia, ciudad, generacin, profesin, poltica, amor, trabajo, nacin, todo entra en la ardua tarea de reconocimiento de un destino individual que, gracias a esas ondas concntricas en que no acaba de verse centrado, asume la exploracin de su sentido social e histrico. La fragmentacin es total, absoluta. Un tratamiento tradicional, lineal, no habra bastado para darnos el drama de lvaro y Espaa en toda su intensidad. Goytisolo as lo ha comprendido y el cataclismo estructural, el sismo que ha quebrado tiempos, personas, ancdotas, tipografa, situaciones, es reflejo cabal de la guerra que de 1936 a 1939 desplaz convulsivamente a seres y situaciones, a hombres e instituciones, a individuos y estructuras sociales y polticas, a lvaro y a Espaa. Y como marchan lvaro y Espaa recogiendo fragmentos, buscando races y asideros en la incoherencia, la estructura de la novela obliga al lector a igual experiencia, a un proceso semejante, y le penetra de la sensacin de inestabilidad, absurdo y desconcierto (Edenia Guillermo y Juana Amelia Hernndez: La novelstica espaola de los 60, Nueva York, Eliseo Torres, 1971, pp. 117-118). Pero no se trata tanto de componer con estos fragmentos el retrato de una poca ni el tejido de una sociedad, como de probar a erigir la figura de la propia persona provista de un significado que detenga la amenaza de aniquilacin. Y movidos por este mismo afn de conocerse para no sucumbir a la desintegracin se conducen otros personajes de la novela del tiempo ms reciente. La extraa y fantasmal mujer que viene a recuperar su pasado en Volvers a Regin, en su aparente dilogo con el doctor Sebastin, monologa por su parte, como el doctor por la suya, experimentando ambos monlogos las ms enigmticas interrupciones y confundentes desdibujamientos. En Parbola del nufrago Jacinto San Jos, vctima de su imprudencia en preguntar por el sentido de su trabajo, repite el proceso de animalizacin de otro camarada y el ahogo del marinero en el sollado o del enemigo en la cmara de gas, y ante el espejo se desdobla y tutea, cada vez ms lcido. El ya enajenado, ya ensimismado Camilo Jos Cela de San Camilo, 1936, puesto ante el espejo sangriento de su pueblo en guerra, itera y reitera un pasado-presente a borbotones. Y el sdico Conde don Julin asoma desde la costa africana su pasin vengativa en esa imaginaria invasin que Juan Goytisolo evoca por medio de los ms diversos experimentos: introduciendo repeticiones simblicas, pastiches, confusiones entre lo vivido y lo soado, disolvencias de la realidad en la fantasa, citas literales de las ms dispares autoridades desde Alfonso X el Sabio hasta Monseor Tihmer Toth, trnsitos imperceptibles del presente al pretrito y, en fin, un obstinado gusto por la inconexin, el fragmentarismo y los juegos lxicos, semnticos y metafricos. A primera vista, algunas de las novelas que he mencionado (Volvers a Regin, Parbola del nufrago, San Camilo) y todava ms Una meditacin, de Juan Benet, parecen escritas en flujo continuo, pues las divisiones grficas o son muy leves o no existen. Pero tal apariencia de continuidad es perfectamente engaosa. Aunque falten las separaciones capitulares, los apartes e incluso los signos de puntuacin, la supuesta lnea ininterrumpida es en realidad un hormiguero de avances, retrocesos y reiteraciones; el sujeto salta de yo a l, de l a t; a menudo es difcil precisar quin sea el referente de lo referido; y, como signos patentes de astillamiento y de esfumacin, con frecuencia surgen preguntas, exclamaciones, versculos, frases inacabadas sin puntos suspensivos, y etcteras que omiten lo consabido intil. En El mercurio (1968) de Jos Mara Guelbenzu, novela que es puro deambular en busca de, puede hallarse un acumulado y brillante florilegio de discontinuidades, desde las ms sustantivas (cambios de personaje y personas gramaticales, de lugares, tiempos, asuntos, perspectivas y moldes) hasta lo que podramos llamar seales idiomticas de la tartamudez. La ibera incivilizada, digo, la que asume las buenas costumbres, claro es, no faltaba ms cada cosa en su sitio dios nos coja acorazadas, bla, bla (p. 36); Es terrible una prdida, cosas queridas, seres humanos, pedazos de (p. 28). Tenemos aqu un precioso testimonio de discontinuidad sintctica y semntica: la frase queda rota, no terminada, y, adems de no terminar, significa fragmentacin (pedazos). Una misma posibilidad formal responde, pues, de diversos modos a realidades histricas y sociales que la hacen necesaria; a las cuales esa forma nueva presta la expresin adecuada que nos permite adquirir plena conciencia de lo que slo oscuramente intuamos. 1972.
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