Guevara Antonio de - Reloj de Principes 2 (TXT)

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Antonio de Guevara Reloj de Prncipes (1529) Libro 2 captulo 1 *********************

Reloj de Prncipes / Libro II Comiena el segundo libro llamado Relox de prncipes, en el qual va encorporado otro muy famoso libro llamado Marco Aurelio. Es auctor del un libro y del otro el Re verendo Padre fray Antonio de Guevara, de la Orden de los frayles menores de obs ervancia, predicador de la Capilla Real, y coronista de las Imperiales Cornicas d el Emperador y Rey Nuestro Seor, don Carlos, Quinto deste nombre. Y tracta el auc tor en el presente libro de la manera que los prncipes y grandes seores se han de aver con sus mugeres y de cmo han de criar a sus hijos. Captulo primero De qunta excellencia es el matrimonio, y que si los hombres de la repblica se casa n por voluntad, los prncipes se deven casar de necessidad.

Entre todas las amicicias y compaas desta vida no ay tan natural compaa como la del marido y de la muger que biven en una casa; porque todas las otras compaas se caus an por voluntad, pero sta se causa por voluntad y necessidad. No ay oy en el mundo len tan feroz, ni serpiente tan venenosa, ni vbora tan fiera, ni ona tan brava, ni animal tan esquivo, que por lo menos no se junten macho y h embra una vez en el ao; porque los animales, aunque carezcan de razn para bivir, t ienen un natural instinto para en uno se juntar y por la generacin se conservar. En este caso tanto son de reprehender los hombres quanto son de loar los animale s, entre los quales despus que una vez las hembras se sienten preadas no consiente n que los machos ms lleguen a ellas. Segn la variedad de las naciones, as entre s mi smos son muy diferentes los hombres unos de otros, es a saber: que difieren en l as caras, en los lenguajes, en las leyes, en las cerimonias; pero al fin en una cosa concuerdan todos: en que todos celebran el matrimonio de ser casados. Segn l o que nos ensean las divinas letras, despus que fue el mundo criado, no ay cosa ms antigua que es el sacramento del matrimonio; porque el da que fue el hombre criad o, aquel da celebr bodas con su muger en el Paraso. Los antiguos escriptores, ass gr iegos como latinos, muchas y muy grandes cosas escrivieron en alabana del matrimo nio; pero, dexado lo superfluo y recogindose hombre a lo ms necessario, podemos [3 52] dezir que siete bienes se siguen al hombre sabio de aver tomado sobre s el yu go del matrimonio. El primero beneficio del matrimonio es la memoria que queda en los fijos que sus ceden de los padres que murieron; porque, segn deza Pithgoras, quando un padre pass

a desta presente vida y dexa fijo eredero en su casa, no le pueden dezir que mue re viejo sino que se remo en su fijo, pues el fijo ered la carne, y la hazienda, y la memoria del padre. Proverbio muy usado era entre los antiguos que el olor de los olores es el pan, y el sabor de los sabores es la sal, y el amor de los amor es son los fijos; porque (fablando la verdad) no ay otros tan naturales amores c omo son los amores que ay entre padres y fijos. Si acaso alguna vez vemos a los padres mostrar algn desamor a los fijos, no es a la verdad porque los tienen abor recidos, sino que es tan grande el amor con que el padre ama a su fijo, que no p uede sufrir en l algn caso siniestro. No slo los hombres racionales y los animales brutos, mas aun las plantas verdes y los rboles silvestres y domsticos procuran en quanto pueden de perpetuar sus individuos, lo qual parece muy claro en que prim ero que se formen las frutas para comer, primero se cran los granos y pepitas par a se perpetuar. Naturalmente dessean los hombres honra en la vida y memoria despus de la muerte; pues digo yo que la honra se alcana con fechos heroycos y la memoria se ha de dex ar en fijos virtuosos y legtimos; porque los fijos que de adulterio son nascidos en pecado se engendran y con cuydado se cran. El segundo beneficio de matrimonio es que evitan el pecado del adulterio. Y no s e tenga en poco evitar este vicio, ca los hombres adlteros y amancebados no slo en la religin christiana son tenidos por pecadores, mas aun entre muchos de los gen tiles eran tenidos por infames. En las leyes que dio Soln Solonino a los athenien ses so estrecho precepto les mand que todos fuessen casados y evitassen los adult erios, so pena que el fijo que naciesse de adulterio fuesse del comn de la ciudad esclavo. Los romanos, como hombres que en todas las cosas eran muy provedos, ord enaron y mandaron en las leyes de las diez tablas que los fijos adulterinos no f uessen de los bienes de sus padres erederos. Quando el orador [353] Eschines fue desterrado de Athenas y se vino para Rodas, en ninguna cosa tanto carg la mano n i emple su exercicio como fue en persuadir a los rodos a que fuessen casados y no amancebados; porque entre aquellos brbaros no eran perpetuos los matrimonios, si no que solamente eran casados los que en la repblica tenan oficios. Dize Cicern en una epstola familiar que, governando la repblica el gran romano Marco Porcio, jams consinti que hiziessen maestro de los cavalleros a un to suyo llamado Rufo, al qua l oficio el Senado ava promovido, diziendo que lo que Rufo mereca por esforado, des mereca por amancebado; y que nunca sera en voto que a hombre que no tuviesse muger legtima le cometiessen cosa de la guerra. Dira, pues, yo agora que si los gentile s o paganos tuvieron en tanto los matrimonios y aborrescieron los adulterinos ca sos, mucho ms los christianos deven ser en esto cautos y cuydadosos; porque los g entiles no tenan sino la infamia, pero los christianos han de tener la infamia y la pena. Pues el linaje humano de necessidad se ha de aumentar, y vemos que los hombres se dexan de la carne vencer, ms vale que se casen y mantengan muger y cas a, que no que gasten la hazienda y pierdan la conciencia con una concubina; porq ue muchas vezes acontesce que con lo que da y espende un cavallero con una muger errada sosterna muger y hijos en honra. El tercero beneficio de matrimonio es la loable y amigable compaa que ay entre los casados. Los antiguos philsophos, difiniendo qu cosa era hombre, dezan que el homb re era un animal que de su propria naturaleza era comunicable, sociable y risibl e, de do se sigue que el hombre encogido y solitario no puede en su condicin sino ser enojoso. La inclinacin buena y la condicin mansa en los hombres la desseamos y en los animales la loamos; porque el animal rixoso y el hombre cosquilloso aun lo que comen damos por mal empleado. Un hombre triste, un hombre solo, un hombr e sacudido y apartado, yo no s qu provecho puede l fazer en el pueblo; porque si ca da uno se encierra a estar solo en su casa, en breve tiempo perescer la repblica. Es mi intencin de hablar contra los hombres solteros y vagabundos que sin tomar [ 354] estado se les han passado quarenta y cincuenta aos, los quales no quieren se r casados por andarse toda su vida viciosos. Afrenta y vergena y conciencia es de muchos hombres que jams acaban en determinarse a elegir estado de ser casados, o continentes, o seculares, o ecclesisticos, sino que como un corcho sobre agua se van en pos de la sensualidad do los lleva. Una de las ms loables y sanctas compaas que ay en esta vida es la compaa del varn con su muger, en especial si la muger con que se cas es virtuosa; porque la generosa y virtuosa muger aparta a su marido d

e los enojos que le dan pena y hzele servicios con que descansa. Quando la muger es virtuosa y el marido es cuerdo, es de creer que entre los dos est el amor verd adero; porque, no estando el uno del otro sospechoso y teniendo de por medio los fijos, es impossible sino que vivan muy concertados. Por lo que he ledo y por lo que he visto, dira yo que do el marido y la muger viven bien avenidos no slo se p ueden llamar buenos casados, mas aun llamarse hombres sanctos; porque (hablando la verdad) son tantas las cargas del matrimonio, a que no se pueden cumplir sin mucho merescimiento. Lo contrario se deve y se puede dezir de los que son malcas ados, a los quales los llamaremos no compaa de sanctos, sino casa de demonios; ca la muger que tiene mal marido faga cuenta que tiene en su casa el demonio, y el marido que tiene alguna muger mala faga cuenta que tiene el infierno en su casa. Y digo que las mugeres malas son peores que las infernales furias porque en el infierno no atormentan sino a los malos, pero las mugeres indmitas atormentan a m alos y buenos. Resolviendo lo que tengo dicho, digo y afirmo que entre el marido y muger que son bien casados entre ellos estn los verdaderos amores, y ellos y n o otros se pueden llamar perfectos y perpetuos amigos. En los otros amigos y par ientes, si nos aman agora, aborrcennos despus; si nos aman en presencia, aborrcenno s en absencia; si nos dizen buenas palabras, hzennos malas obras; finalmente en l a prosperidad nos aman y en la adversidad se descuydan. No es ass entre los virtu osos y generosos casados, ca manse en casa y fuera de casa, en prosperidad y adve rsidad, estando ricos y estando pobres, en absencia y en [355] presencia, vindose alegres y sintindose tristes; y si no lo fazen, dvenlo por cierto ass de hazer; po rque el marido a la muger y la muger al marido, quando dolieren los calcaares dur os al uno, lo ha de sentir en las entraas tiernas el otro. El quarto beneficio del matrimonio es que las mugeres y hombres casados tienen ms autoridad y gravedad que no los mancebos. Muchas y muy varias fueron las leyes que se hizieron en el tiempo antiguo en favor del matrimonio. Ca Phoroneo, en la s leyes que dio a los egyptios, mand y orden so graves penas que el hombre que no fuesse casado no pudiesse en la governacin tener oficio; porque, segn deza l, el que no ha aprendido a regir su casa mal podr governar la repblica. Soln Solonino, en l as leyes que dio a los de Athenas, a todos los de la repblica persuadi que se casa ssen por su voluntad, pero a los capitanes que governavan la guerra mandlos casar por fuera, diziendo que a los hombres efeminados pocas vezes los hazan los dioses victoriosos. Ligurgo, famoso governador y dador de leyes que fue entre los lace demonios, mand que los capitanes de los exrcitos y los sacerdotes de los templos f uessen casados; porque deza l que los sacrificios de los casados eran a los dioses ms aceptos que otros. Segn dize Plinio en una epstola que escrive a Falconio, su a migo, reprehendindole porque no era casado, los antiguos romanos tenan por ley que el dictator, y el prector, y el censor, y el qestor y el maestro de los cavaller os, todos los destos cinco oficios de necessidad fuessen casados, ca dezan ellos que los oficios de cuya governacin dependen los pueblos no deven estar en poder d e mancebos no casados; porque el hombre que no tiene muger y hijos en casa no pu ede tener mucha auctoridad en la repblica. Plutharco, en el libro que hizo De las alabanas del matrimonio, dize que los sacerdotes romanos no consentan a los mance bos por casar assentarse en los templos, sino que las moas por casar oravan defue ra delante las puertas, y los moos y biudos oravan de rodillas; solos los hombres casados estavan arrimados o assentados. Plinio, en una epstola que escrive a su suegro Fbato, dize que el Emperador Augusto tena en costumbre que jams mandava dar silla al mancebo por casar, ni dexava [356] negociar en pie al hombre casado. Pl utharco, en el libro que fizo De las alabanas de las mugeres, dize que, como en e l reyno de Corintho oviesse ms amancebados que casados, ordenaron entre s que el h ombre o muger que no oviesse sido casado y mantenido fijos y casa no le diessen despus de muerto sepultura. [357]

Captulo II En que el auctor prosigue su intento, y pone cmo mediante los casamientos muchas

vezes los enemigos se tornan amigos.

Por los exemplos que emos dicho, y por muchos ms que dexamos de dezir, se puede a ssaz conoscer de qunta excellencia sea el matrimonio, no slo para las cosas de la consciencia, mas aun para las cosas que tocan a la honra; porque (hablando la ve rdad) los hombres que en la repblica son casados, poca ocasin tienen para ser vici osos y mucha razn ay para ser honrados. No podemos negar que los matrimonios no s ean costosos y enojosos para los maridos (lo uno en criar los fijos, lo otro en sufrir las importunidades de sus madres); pero al fin no podemos negar que la ge nerosa y virtuosa muger es la que hinche la casa y por ella tiene auctoridad su marido en la repblica; porque en las cosas pblicas ms fe se da a uno que est rodeado de hijos que no a otro que est cargado de aos. El quinto beneficio que se sigue del matrimonio es la paz y reconciliacin que se haze con los enemigos mediante los casamientos. Son los hombres desta vida tan i nteresales, son tan codiciosos, son tan importunos, son tan maliciosos, a que mu y pocos ay que no vengan a parar en tener enemigos y en tener mulos; porque por n uestros pecados tropeamos en mil ocasiones para estar enemistados y apenas hallam os una para reduzirnos a ser amigos. Presupuesto lo que los hombres quieren, lo que los hombres procuran, lo que los hombres dessean y a lo que los hombres anhe lan, no me maravillo yo cmo tienen tan pocos amigos, sino cmo no tienen ms enemigos ; ca en las [358] cosas que traen consigo interesse ni miran que han sido amigos , ni miran que son parientes, ni miran que son prximos, ni miran que son christia nos, sino que, pospuesta la consciencia y rada de la cara la vergena, cada uno enca mina para s el negocio, aunque sea en perjuyzio de su vezino. Qu amistad puede aver entre dos hombres sobervios, pues el uno quiere preceder y el otro no se quiere humillar? Qu amistad puede aver entre dos hombres imbidiosos, pues procura el uno lo que possee el otro? Qu amistad puede aver entre dos hombres avaros, pues el un o no se atreve a gastar y el otro no se harta de allegar? Por mucho que leamos, por mucho que veamos, por mucho que andemos, jams veremos ni oyremos de hombres q ue ayan carescido de tener enemigos; ca o ellos son viciosos o ellos son virtuos os: si son malos, siempre son retrados de los buenos; si son buenos, siempre son perseguidos de los malos. Muchos de los antiguos philsophos gastaron su tiempo, y aun perdieron de su sueo, en buscar remedios para reconciliar los enemistados y traerlos a ser amigos, en que los unos dixeron que era bueno olvidar las enemistades por algunos aos; porqu e muchas cosas con la razn no se acaban y despus con el tiempo se curan. Otros dix eron que para aplacar los enemigos era bueno ofrescer dineros; porque los dinero s no slo quebrantan los coraones blandos, mas aun rompen las peas duras. Otros dixe ron que el mejor remedio era poner de por medio nuestros amigos, en especial si eran hombres sabios y cuerdos; porque los rostros vergonosos y los coraones genero sos en ofrecerles dineros se afrentan y con ruegos de buenos se amansan. Pensado s todos los medios, y tanteados todos los remedios para reconciliarse los enemig os, no ay otros tan promptos y tan verdaderos como son los casamientos; porque e s de tanta excellencia el sacramento del matrimonio, que en unos causa amicicias nuevas y de otros quita enemistades antiguas. Todo el tiempo que Julio Csar fue suegro del gran Pompeo y Pompeo se tuvo por yerno de Julio, nunca entre ellos se conosci malquerencia ni odio; pero despus que Pompeo hizo divorcio con la casa de Julio, nascieron entre ellos enemistades tan formadas, que [359] despus pararon en guerras muy crudas; y fueron tales y tan grandes que al gran Pompeyo quitaron contra su voluntad la cabea y a Julio Csar vendimiaron muy temprano la vida. Quan do los que moravan en Roma hurtaron muchas vrgines de tierra de los sabinos, si d espus no mudaran el consejo, en que de ladrones se tornaron maridos, por aquel he cho perescieran todos los romanos; porque los sabinos avan jurado de perder las h aziendas y vidas por vengar la injuria fecha a sus hijas. No poda ser mayor enemi stad que la que tena Dios con el hombre, a causa de estar de por medio el pecado, y despus ac jams uvo ni avr tan grandes amigos, no por ms de por averse entre ellos fecho los admirables matrimonios, en que Dios se fizo hombre y el hombre se fizo Dios, y para ms autorizar y confirmar el matrimonio quiso el Fijo de Dios que fu

esse su madre desposada. Y despus l mismo fallarse en una boda do l torn el agua en vino, como oy los mal casados tornan el vino en agua. No se habla aqu de los varones religiosos, ni ecclesisticos, ni de los que estn en lugares devotos retrados; porque estos tales, huyendo las ocasiones del mundo y e ligiendo el camino ms sin peligro, ofrescieron a Dios sus nimas y de sus cuerpos f izieron gratos sacrificios; porque no acontesce en la religin christiana lo que a contesca en la sinagoga; porque all ofrescan cabrones y terneras, pero ac no se ofre cen sino sospiros y lgrimas. Dexados, pues, aparte aquellos como hombres que estn para Dios secrestados, digo y afirmo que es santo y loable consejo aprovecharse del sacramento del matrimonio, el qual (aunque todos le tomen por voluntad) los prncipes y grandes seores le han de tomar por necessidad; porque el prncipe que no tiene muger y fijos, mucha soledad y tristeza tienen sus reynos. Plutharco, en u n libro que fizo De los sacramentos, dize que era ley muy guardada entre los lid os que sus reyes fuessen de necessidad casados, y tenan en esto tanto extremo, a que si un prncipe mora y dexava hijo ya en edad para governar, no le dexavan gover nar el reyno hasta que fuesse casado; y (lo que ms era) que el da que la muger mura , juntamente con su muerte la governacin y la auctoridad real vacava, por manera que si mucho tiempo [360] estava biudo, mucho tiempo estava sin reyno. Como los prncipes estn en el miradero para mirar a todos y tambin ellos sean de todos mirado s, obligacin tienen a ser honestos y retrados, lo qual en este caso no sern si no s on con matrimonio ligados; porque al fin, vindose de la carne vencidos, forado les ser andar por casas desonestas derramados. [361]

Captulo III De muchas y muy varias leyes y costumbres que tenan los antiguos en contraer los matrimonios, no slo en las electiones de las mugeres, mas aun en la manera de cel ebrar las bodas.

En todas las naciones passadas y en todos los reynos del mundo siempre fue el ma trimonio aceptado y manifiesto; porque, de otra manera, ni el mundo se podra pobl ar ni el linaje humano continuar. En aprobar el matrimonio, en loar el matrimoni o, en aceptar el matrimonio, jams los de un siglo fueron contrarios al otro; mas en las cerimonias y manera de contraer el matrimonio, aqu uvo grandes diferencias entre los del tiempo passado; porque tantas diferencias tenan ellos en contraer los matrimonios quantas tienen oy en comer los manjares los golosos. El divino Platn, en los libros de su Repblica, amonestava y aconsejava que todas l as cosas fuessen comunes, no slo los animales y eredades, mas aun tambin fuessen c omunes las mugeres, ca deza l que si se quitassen estas dos palabras -esto es mo, esto es tuyo- de por medio, no avra contiendas en el mundo. A Platn llmanle divino por m uchas cosas buenas que dixo, pero agora justamente le pueden llamar humano por e ste consejo que dio tan profano; porque no s yo qu ygual brutalidad se puede dezir , ni qu mayor bestialidad se puede pensar, que las vestiduras fuessen proprias y las mugeres fuessen comunes. Los brutos animales no conocen ms a sus hijos por hi jos del tiempo que los cran a sus pechos. Y desta manera (y aun peor) acontescier a entre los hombres si en la repblica las mugeres fuessen comunes; porque si [362 ] conociesse uno a la madre que le pari, desconocera al padre que le engendr. La ciudad de Tharento, que entre los antiguos fue assaz bien nombrada y de los r omanos no poco temida; tenan los tharentinos en ella por costumbre de casarse con una muger legtima para procrear fijos, pero junto con ella podan elegir otras dos mugeres para sus plazeres proprios. Sparciano dize que el Emperador Helio Vero era en cosas de mugeres muy absoluto y aun dissoluto; y como su muger fuesse moa y hermosa, y se quexasse dl que no haza vida con ella, dixo l a ella esta palabra: N o tienes t razn, o! muger, de tener de m quexa, pues hago vida contigo hasta que ests

preada; que en el restante de tiempo licencia tenemos los maridos de buscar con otras mugeres nuestros passatiempos; porque este nombre de llamar a una muger es nombre que trae consigo honrra, que en lo dems es una muy enojosa y penosa carga . Lo que acontesci a este emperador romano acontesci al rey Tholomeo de Egypto, el qual tena a la reyna su muger muy quexosa y a una amiga suya muy contenta. Caso que todos los griegos son tenidos por sabios, entre todos ellos los athenie nses fueron tenidos por sapientssimos; y la causa desto era porque en Athenas res idan los sabios que governavan la repblica y los philsophos que enseavan la sciencia . Ordenaron los sabios de Athenas que todos los vezinos pudiessen tener dos muge res legtimas, y junto con esto mandaron so graves penas que ninguno fuesse osado de tener concubinas, ca dezan ellos que por andar los hombres en pos de mugeres a genas dan mala vida a sus mugeres proprias. Segn dize Plutharco en su Poltica,, el fin que tuvieron los griegos en hazer esta ley fue pensar que no poda ni deva el hombre bivir sin compaa de muger, y que por esso queran que se casassen con dos, pa ra que si la una estuviesse mala o parida, oviesse en casa quien ocupasse la cam a y sirviesse la mesa. Tuvieron los de Athenas otro respecto de hazer aquella le y; y fue para que, si aconteciesse que la una fuesse estril y maera, la otra procr easse hijos en la repblica; y en tal caso a la que para tenan por seora y a la que n o para se tratava como sierva. [363] Quando esta ley se fizo, ya Scrates el philsopho era casado con Xantipa, y por com plir la ley uvo de tomar otra muger que se llamava Mitra, nieta que era del phils opho Aristes; las quales dos mugeres, como tuviessen entre s muchos enojos, de ma nera que escandalizavan a los vezinos, dxoles Scrates: Bien me veys vosotras, muger es, que tengo los ojos vizcos, las piernas tuertas, los cabellos crespos, el cue rpo pequeo, la calva pelada, las manos vellosas y las barbas blancas. Pues si est o es verdad, por qu vosotras, siendo hermosas, res y contendys sobre un hombre feo? Au nque Scrates deza burlando aquellas palabras, fueron ocasin a que cessaron las renz illas de veras. Los antiguos lacedemonios, que en tiempo de paz y de guerra fueron siempre de lo s atenienses contrarios, tenan por legtima ley no que un hombre se casasse con dos mugeres, sino que una muger se casasse con dos hombres, y la ocasin que tomaron para hazer esto fue que, si el un marido se fuesse a la guerra, le quedasse otro en casa; porque dezan ellos que por ninguna manera se ava de consentir en la repbl ica estar una muger en su casa sola. Plinio, en una epstola que escrive a Locracio, su amigo, y Sant Hiernimo, escrivie ndo a un monge llamado Rstico, dizen que los athenienses tenan en costumbre de cas arse hermano con hermana, pero no se permita casarse sobrino con ta; porque dezan e llos que casarse hermanos con hermanas era casarse con sus yguales, pero casarse tos y sobrinos era casarse padres con hijas. Melcades, que fue varn assaz famoso entre los griegos, tuvo un hijo que se llam Cim onio, el qual se cas con su hermana, que ava nombre Pinicea; y, como preguntasse u no a Cimonio por qu se casava con Pinicea su hermana, respondi: Mi hermana es hermosa, es sabia, es rica, es a mi condicin hecha; y su padre y mo m e la dex muy encomendada; y como el ruego de los padres le han de tener por manda miento los fijos, he acordado que, pues naturaleza me la dio por hermana, de mi voluntad la tome por muger. Diodoro Sculo dize que ante que los egypcios rescibiessen leyes cada uno tena quan tas mugeres quera y poda, y esto [364] con libertad de ambas las partes, en que li bremente ella se despidiesse dl quando quisiesse y l despidiesse a ella quando no le contentasse; porque dezan ellos que era impossible vivir el hombre y la muger muchos aos juntos sin que entre ellos oviesse muchos y muy grandes enojos. Una co sa dize Diodoro Sculo hablando en este caso, la qual jams la le en libros, ni la o d e los passados, es a saber: que entre los egypcios ninguna diferencia ava entre l os hijos, sino que indiferentemente los tenan a todos por legtimos aunque fuessen de esclavas nascidos; porque dezan ellos el principal auctor de la generacin era e l padre y no la madre, y que por esso los hijos que nascan la carne solamente tom avan de las madres, pero la honra y dignidad eredavan de sus padres. Julio Csar dize en sus Comentarios que en la Gran Bretaa (la qual agora se llama I nglaterra) tenan los bretones en costumbre de casarse una muger con cinco maridos , la qual bestialidad de ninguna nacin se lee en los tiempos passados; porque si

tener un hombre muchas mugeres es cosa escandalosa, por ventura una muger tener m uchos maridos no sera cosa escandalosa y vergonosa? Las mugeres generosas y virtuosas por dos cosas han de ser casadas: la una porqu e el Seor les d hijos de bendicin en quien dexen su hazienda y memoria; la otra par a que con sus maridos vivan acompaadas y honradas cada una en su casa; porque de otra manera dende agora digo y afirmo que la muger que no se contentare con un m arido no se contentar con todos los del barrio. Plutharco en su Apothmata dize que tenan en costumbre los cimbros casarse con sus propias y naturales hijas, la qual costumbre les quit el cnsul Mario despus que los venci en Alemania y triumph dellos en Roma, ca el hijo que de tal matrimonio nasca era hijo y nieto de un solo padre; y era hijo y hermano de una sola madre; y er a primo, y era sobrino, y era hermano de un solo hermano. Por cierto la tal costumbre ms era de bestias silvestres que no de criaturas raci onales; porque muchos o los ms de los animales a los que antao tuvieron por hijos, tienen ogao por maridos. Estrabo, De situ orbis, y Sneca, en una epstola, dizen que los lidos y los armenio s tenan en costumbre de embiar a sus [365] hijas a los puertos y a las riberas de la mar a ganar sus casamientos, vendiendo a los estrangeros sus cuerpos proprio s, por manera que las que se quisiessen casar primero su virginidad avan de vende r. Los romanos, que en todas las cosas eran sabios y moderados, muy mejor que todas las otras naciones usavan de los casamientos, ca tenan de ley muy antigua y cost umbre muy usada que cada romano se casasse con una muger sola, de manera que ass como entre los christianos tener dos mugeres es conciencia, ass entre los romanos tener dos mugeres era vergena y infamia. Entre los antiguos y famosos oradores de Roma, uno dellos fue Metello Numdico, el qual dixo estas palabras estando un da o rando en el Senado: Padres Conscriptos, yo os fago saber que he mucho estudiado en pensar qu tales sera n los consejos que os dara en esto de los casamientos; porque el consejo sbito y r epentino no todas vezes suele salir provechoso. A que os casys, yo no os persuado ; pues dezir que no os casys, yo no os lo aconsejo. La verdad es que si pudissedes sin mugeres vivir, de muchos enojos os podrades ahorrar; pero qu faremos, o! romano s, que nos hizo tal nuestra naturaleza que tener mugeres es muy gran peligro y v ivir sin ellas es muy gran trabajo? Osara yo dezir, si en este caso mi parescer s e quisiesse tomar, que no sera mal consejo resistir al deleyte, pues es momentneo; y no tomar muger, pues es un cargo perpetuo. stas, pues, fueron las palabras que dixo Metello Numdico, las quales no fueron gra tas a los padres del Senado, ca no quisieran ellos que dixera lo que dixo contra el matrimonio; como sea verdad que ningn estado se puede elegir en esta vida en el qual no haga sus mudanas fortuna. Es agora de saber que, si fueron varios los modos y maneras que tuvieron los ant iguos en ordenar sus matrimonios, no por cierto uvo en ellos menor variedad y au n liviandad en contraerlos. Bocacio florentino, en un libro que hizo De nuptiis antiquorum, pone muchas y diversas costumbres que tenan los [366] antiguos en el modo de hazer los casamientos, de las quales dir algunas no para a provarlas ni admitirlas, sino para condenarlas y burlar dellas; porque los escri ptores no para ms escriven los errores que tienen unos, sino para que se conozcan mejor las verdades que tienen los otros. Los cimbros tenan en costumbre que, al tiempo que se queran casar, despus ya que en tre los parientes estava concertado el matrimonio, que el esposo se cortase las uas y embivalas a su esposa, y la esposa por semejante se cortava las uas y embivala s al esposo; y, si l resciba las della y ella resciba las dl, luego se davan por cas ados, y dende en adelante vivan como marido y muger juntos. Los teuthonios tenan p or cerimonia que el esposo rayesse la cabea a la esposa y la esposa rayesse la ca bea al esposo, y en la ora que consentan el uno al otro raerse las cabeas, luego ce lebravan las bodas. Los armenios tenan por ley que el esposo rompiesse la oreja d erecha a la esposa y la esposa rompiesse la oreja yzquierda al esposo; lo qual h echo, ella se quedava por su muger y l se declarava por su marido. Los elamitas t enan en costumbre que el esposo punava el dedo del coran de la esposa y chupvale la s angre que de all sala; ella por semejante punava el dedo del coran del esposo; y, des

pus que ambos a dos se avan chupado la sangre de los dedos, luego fazan vida de cas ados. Los numidanos tenan por cerimonia que el esposo escupa en tierra, y la espos a por semejante, y de la escopetina de ambos se haza un poco de lodo; y luego el esposo untava con aquel lodo la frente de la esposa y la esposa untava la frente del esposo, por manera que la seal del casamiento era ponerse el uno al otro del lodo. Los daos, quando se queran casar, carevanse en uno el esposo con la esposa; y, despus que estavan ass juntos, el esposo pona un nombre nuevo qual l quera a su es posa, y la esposa pona otro nombre nuevo al esposo; de manera que, si consentan el uno y el otro los nombres nuevos, era seal que se davan por casados. Los pannoni os, quando se queran casar, embiava el esposo a la esposa un dios familiar hecho de plata (que le llamavan ellos lares, que eran dioses de casa); y por semejante la esposa embiava otro dios de plata al esposo; y a la ora que [367] el uno res ceba el dios del otro se ava de dar por casado. Los de Tracia tenan una muy estraa c ostumbre en el modo de se casar, y era que la esposa tomava un hierro muy subtil ardiendo y en la frente del esposo haza un carather; y el esposo en la frente de la esposa con otro hierro ardiendo haza otro carather, por manera que en sealndose con aquellos hierros se avan de dar por casados. Los siciomios tenan por ley para averse de casar que el esposo embiasse un apato a la esposa y la esposa embiasse otro apato al esposo; y si el uno resceba del otro el apato, era seal que consentan en el casamiento. Los tharentinos tenan en costumbre que, quando dos se queran cas ar, assentvanse a comer; y el esposo no coma sino por mano de la esposa, y la espo sa coma por mano del esposo; y si por descuydo alguno dellos coma alguna cosa de s u propia mano, no era firme ni valedero el tal casamiento. Los scithas tenan por ley que al tiempo que se avan de casar hombres y mugeres, que ass como agora se da n las manos, se tocassen el esposo a la esposa los pies; y luego se tocassen rod illas con rodillas, y luego manos con manos, y luego codos con codos, y luego ca beas con cabeas; y al fin, despus que se davan sendos abraados, quedavan ya confirma dos los casamientos. [368]

Captulo IV Que las princesas y grandes seoras deven amar a sus maridos si quieren con ellos ser bien casadas, y que el tal amor se ha de procurar con ser ellas virtuosas y no con hechizos de hechizeras.

Todas las personas que quieren en esta vida alcanar alguna cosa muy ardua inventa n y buscan muchos medios para conseguirla; porque muchas cosas ay que se acaban con tener en ellas buena maa, las quales se perderan si las quisiesen llevar por f uera. Como en el matrimonio de la religin christiana no se sufra que los maridos y mugeres sean parientes (dexado aparte que el uno es hombre y la otra es hembra, l es rezio y ella es flaca), muchas vezes acontesce que el marido y la muger son ms contrarios en las condiciones que diferentes en los parientes. Dara, pues, yo por saludable y aun necessario consejo a las princesas y grandes seoras, y a toda s las otras mugeres plebeyas, que (pues con sus maridos han de comer, han de dor mir, han de conversar, han de tratar, han de hablar; finalmente han de vivir y m orir) pusiessen gran solicitud en saber sus condiciones llevar; porque (hablando la verdad) la muger deve en todo seguir la condicin de su marido y el marido dev e en algo comportar la condicin de su muger. Ora que ella con su paciencia sufra los dessabrimientos dl, ora que l con su prudencia dissimule las importunidades de lla, de tal manera tengan tan concertada y acordada la armona de su vida, que tod os huelguen de su vida y prosperidad en la repblica; porque los hombres casados q ue son bulliciosos y reboltosos y renzillosos en lugar sus vezinos de llorar, pde nse albricias unos a otros de verlos [369] muertos. Caso que el marido sea en el gastar avaro, sea en el gesto feo, sea en la condicin duro, sea en linaje nfimo, sea en el hablar inconsiderado, sea en las adversidades tmido y sea en las prospe

ridades incauto; al fin al fin siendo como es marido no le podemos quitar que en su casa no sea seor nico, por cuya razn es necessario que demos agora a las mugere s algn saludable consejo mediante el qual ellas puedan llevar tan importuno y tan largo trabajo; porque no ay oy marido tan virtuoso ni tan amoroso en el qual no halle su muger algn mal siniestro. Lo primero que deven trabajar las mugeres es amar muy de veras a sus maridos y t rabajar que no de burla sean ellas amadas dellos; ca (segn vemos por experiencia) el matrimonio muy pocas vezes se desata por pobreza, ni se perpeta por riqueza, sino que los mal casados con el odio se descasan dentro de una semana y con el a mor se conservan hasta la sepultura. Para las carnes secas y inspidas bscanse sals as para comerlas. Quiero dezir que las cargas del matrimonio son muchas, son eno josas y son prolixas, las quales todas slo con el amor pueden ser comportadas; po rque, segn deza el divino Platn, no se ha de dezir ser una cosa ms penosa que otra p or las fueras que en ella empleamos, sino por el mucho o poco amor con que la haz emos. Por spero y impraticable que sea algn grave negocio, quando con amor se comi ena, con facilidad se prosigue y con alegra se acaba; porque muy aplazible es el t rabajo en el qual anda el amor por medianero. Bien conozco, y ass lo confiesso, q ue es consejo muy spero esto que a las mugeres aconsejo, es a saber: que una muge r virtuosa ame al marido vicioso, una muger honesta ame al marido dissoluto, una muger prudente ame al marido simple, y una muger sabia ame al marido loco; porq ue, segn nos ensea cada da la esperiencia, ay algunos hombres de tan baxa condicin, y ay algunas mugeres de tan generosa conversacin, que con muy sobrada razn ellos a van de tener a ellas por seoras, ms que no ellas tener a ellos por maridos. Caso que esto en algunos casos particulares tenga verdad, digo y afirmo que gene ralmente las mugeres son obligadas de amar a sus maridos, pues por su voluntad y no por fuera [370] se casaron con ellos, ca en semejante conflito (es a saber: s i el casamiento le sale a la muger aviesso), no tiene tanta razn de quexarse del marido que la pidi, quanta razn tiene de quexarse de s misma que tal acept; porque l os infortunios que por nuestra inadvertencia nos vienen, si tenemos mucha ocasin para llorarlos, tambin tenemos mucha razn para dissimularlos. Por silvestre y indmi to que sea un hombre, es impossible que si su muger le ama que l no ame a ella. Y , si acaso no pudiere forar a su mala condicin para que la ame, a lo menos no tern occasin de aborrescerla, lo qual no se ha de tener en poco sino en mucho; porque muchas mugeres ay (no slo de las plebeyas, mas aun de las generosas) las quales p erdonaran a sus maridos los regalos que les avan de hazer y los amores que les avan de mostrar slo porque cessassen las palabras injuriosas y estuviessen algunas ve zes las manos quedas. Muy notables exemplos tenemos en las hystorias de muchas mugeres generosas, ass g riegas como romanas, las quales despus de casadas tuvieron tanta lealtad y fideli dad a sus maridos, a que no slo los siguieron en sus trabajos, mas aun los librar on de grandes peligros. Cuenta Plutharco en el libro De las yllustres mugeres que los lacedemonios a muc hos nobles de los mimos, los quales eran a la sazn sus muy capitales enemigos, qu e como estuviessen sentenciados a muerte acordaron sus mugeres de yr a las crcele s do estavan presos, y al fin alcanaron de los carceleros que pudiessen entrar a ver a sus maridos; porque fueron muchas las lgrimas que delante dellos derramaron y no fueron pocos los dones que les ofrescieron. Entradas, pues, las mugeres en la crcel trocaron con sus maridos no slo las vestid uras, mas aun la libertad; de manera que ellos se salieron vestidos como mugeres , y ellas se quedaron presas y vestidas como hombres. Y, como sacassen a justici ar a las innocentes mugeres pensando que sacavan a los condemnados hombres, dete rminaron los lacedemonios que no slo fuessen perdonadas, mas aun premiadas y honr adas; y esto no por ms de por el buen exemplo que dexavan a las otras mugeres a q ue fuessen bien casadas. [371] La muy antigua y muy nombrada Panthea, como le viniesse nueva que su marido era muerto en la batalla, acord ella misma de le yr a buscar, con esperana que an no er a acabado de morir; al qual, como le hallasse muerto, lavse con la sangre dl todo su cuerpo y rostro, y, firindose el coran con un cuchillo, abraada con el marido dio el nima, y ass juntos los llevaron a la sepultura. Porcia, hija que fue del gran Marco Porcio, como le dixeron que Bruto, su marido

, era preso y muerto, hizo tan gran sentimiento, que acordaron los suyos de asco nderle todos los instrumentos con que se poda matar, y assimismo guardarla de tod os los peligros do poda perescer; porque era tan excelente romana y tan necessari a en la repblica, que si la muerte de su marido avan llorado con lgrimas de los ojo s, a ella avan de llorar con gotas de sangre del coran. Sintiendo, pues, de todo su coran Porcia la muerte de su muy querido marido, para mostrar que no lo haza de bu rla sino de veras; no por cumplir con el pueblo, sino por satisfazer a su amor t an desordenado; como no hallasse cuchillo con que se matar, ni soga con que se a horcar, ni pozo donde se ahogar, acord de llegarse al fuego, del qual con tanta f acilidad y presteza comi de aquellas vivas brasas con quanta comera un hombre sano de un buen razimo de uvas. Podemos dezir que fue muy nuevo y inopinado tal gnero de muerte que para engrandecer su amor hall esta romana; pero no lo podemos nega r sino que alcan para los siglos advenideros immortal memoria; porque a manera de generosa dama quiso quemar con brasas de fuego las entraas que tena quemadas en br asas de amor. Segn dize Diodoro Sculo, costumbre era entre los yndos tener y casarse con muchas mugeres; y por caso, quando mora algn marido, juntvanse a pelear sus mugeres pblicam ente en la plaa; y la muger que quedava por vencedora, aqulla se meta viva con su m arido en la sepultura, por manera que ass peleavan aquellas mugeres para morir, c omo pelean oy los hombres para vivir. [372]

Captulo V De la vengana que tom una muger greciana del que mat a su marido por casarse con el la.

Plutharco, en el libro De las illustres mugeres, cuenta un caso digno de saber y aun a la memoria de encomendar, y es ste. Ava en la ciudad de Galacia dos ciudada nos famosos que avan nombre el uno Sinato y el otro Sinoris, los quales eran en s angre parientes y en familiaridad amigos, y competan sobre el amor de una donzell a greciana generosa y hermosa, sobre qul dellos la avra por muger. Y para conseguir este fin ambos la servan, ambos la seguan, ambos la amavan y ambo s por ella moran; porque la herida del amor es como el golpe del terrn, el qual la stima a uno y ciega a otro. La fortuna que lo quiso ass hazer, y en hados destos dos ciudadanos que ava de acontescer, el Sinato diosse a servir tanto aquella dam a (que se llamava Camma), que al fin la alcan por su muger propria; lo qual como l o viesse su competidor Sinoris, qued dello no menos afrentado que lastimado; porq ue no slo perda lo que ava servido, mas aun de alcanar lo que desseava quedava desco nfiado. Como vio Sinato, marido de Camma, que su muger era generosa, era afable, era graciosa, era amorosa y, sobre todo, que era muy hermosa, acord de ofrecerla a la diosa Diana para que tuviesse por bien de guardar a l de peligro y a su mug er de infamia. Y con verdad no podemos argir a este cavallero ser inconsiderado e n lo que hizo, ni ser precpite en su consejo, pues vea que en ser como era su muge r tan hermosa era de tantos desseada; porque con muy gran dificultad se guarda l o que por muchos se dessea. [373] Aunque ya Camma era casada y estava so protectin de la diosa Diana, todava su anti guo amigo Sinoris mora por ella, y por todas las vas y maneras la serva, la importu nava, la segua y requira; y todo esto haza l con cierta esperana que tena que abastara sus servicios de mudar a Camma los pensamientos para que, como eligi a Sinato po r su marido pblico, escogera a l para que fuesse su amigo secreto; porque muchas mu geres son como los gustos daados, las quales comen antes de lo que les es proybid o que no de lo que les es sano y provechoso. Con razn era entre todas las de Grecia muy nombrada Camma por su hermosura, pero con mucha ms razn era estimada entre todas las virtuosas por muy virtuosa; lo qual

paresci muy claro en que jams despus que fue casada pudo con ella Sinoris que resc ibiesse dl una joya, ni que le escuchasse una palabra, ni que se pusiesse a una v entana, ni menos que le mirasse a la cara; porque las generosas y virtuosas seora s no cumplen con ser simplemente buenas, sino que no muestren indicios a que si osassen seran malas. Como sea verdad que el coran que de amor est preso por cumplir su desseo se ofrezca a cualquier peligro, visto Sinoris que a su querida Camma, ni con ruegos la poda ablandar, ni con dones la poda convencer, determin de matar a Sinato, con presupu esto que, quedando Camma biuda, fcilmente se podra casar con ella; ca imaginava l q ue si Camma dexava de ser mala, no era porque le faltava desseo de serlo, sino q ue no tena lugar para cumplirlo. Muerto su marido de Camma, luego fue de Sinoris requerida y de sus parientes importunada para que tuviesse por bien de celebrar con Sinoris matrimonio, y que perdonasse la muerte de su marido. Y, como ella er a muger tan heroyca y que por ocasin de aquel casamiento tena oportunidad de hazer lo que desseava, dixo a los parientes que aceptava su consejo, y dixo a Sinoris que le elega por marido; y esto ms lo haza ella con nimo de le segurar que no con i ntencin de le perdonar. Como fuesse costumbre entre los de Galacia que el novio y la novia comiessen en un plato y beviessen en un vaso el da que se celebravan las bodas, acord Camma de buscar un [374] vaso de ponoa, y assimismo una vihuela, la qual taindola con sus man os comen a cantar delante la diosa Diana en esta manera: A ti, diosa Diana, que eres mayor de todas las diosas y muy querida de todos los dioses, protesto y juro que si hasta agora he conservado la vida, no ha sido sin o con propsito de tomar esta vengana. Si no tuviera yo propsito de vengar la muerte de Sinato, mi marido, para qu ava yo de bivir ms que no l en este tan peligroso mund o? Pues me quitaron el con que yo descansava; pues me mataron al que yo amava; p ues se absent por quien yo mora; pues muri aqul por quien yo biva; por ventura ava yo e elegir otro gnero de vida sino enterrarme con l en la sepultura? Despus que a mi marido vi muerto y vi a m sola; despus que vi a l entre los gusanos y vi a m entre m is enemigos; despus que a l vi cubierto de tierra y a m cercada de tristura; t sabes , diosa Diana, que jams biv contenta y de m misma estava aborrecida; porque por dems biva mi cuerpo, estando mi coran con mi marido sepultado. El da que vi meter a mi m arido en la sepultura, aquel da quise enterrarme con l biva; despus ac muchas vezes he estado de colgarme de una soga o buscar quien me quitasse la vida. Y si estuv e de poner en m las manos crueles, no fue sino por vengar la muerte de mi marido que le dieron cruel; porque, podiendo y no queriendo, ms le ofenda yo en no la ven gar que no le ofendi Sinoris en le matar. A ti, gloriosa Diana, suplico, y a ti, gran dios Jpiter, ruego os sea muy acepto el sacrificio que de mi persona yo oy h ago; pues es verdad que Sinato, mi marido, entre todas las de Achaya me mir, entr e todas las de Grecia me escogi, en servicio mo su hazienda gast, en seguirme a m su juventud consumi, por contentarme a m grandes peligros pass. Y, aunque sea mucho l o que le devo, parsceme cumplir con hazer lo que puedo, que pues a l por mi causa le quitaron la vida, que yo por su servicio acepte la muerte. Mi padre ya es mue rto, mi madre no es biva; mis amores ya son acabados, mi hazienda ya [375] es ga stada; mi honrra ya es olvidada, mi coran est en la sepultura; pues no me queda (o!, marido mo) sino la vida, que es lo peor desta vida, de muy buena voluntad la ofr ezco por lo que toca a tu honra. A ti, Sinoris, que presumes de ser mi marido y piensas de consumir comigo oy matrimonio, yo ruego a los inmortales dioses que e n lugar de tlamo, te hagan un sepulcro; en lugar de vestidura, te vistan una mort aja; en lugar de bodas, te celebren las obsequias; en lugar de cama, te den la s epultura; en lugar de manjares preciosos, te entreguen a los hambrientos gusanos ; en lugar de msica y canto, vayan en pos de ti todos llorando; en lugar de bivir con alegra, te vean morir con rabia; porque muy injustos serades vosotros los dio ses si a este maldito de Sinoris no le quitssedes la vida agora que l ms dessea biv ir, pues l a mi marido dio la muerte en tiempo que desseava menos morir. T lo sabe s muy bien, gloriosa Diana, qun contenta y alegre parto desta vida y me voy a cen ar con mi marido a la otra; y si caso fuere que me fueren ingratos los muertos, a lo menos este hecho ternn siempre en memoria los bivos. Acabada esta oracin que hizo Camma a la diosa Diana, bevi ella y dio a bever a Sin oris del vaso de aquella ponoa, no pensando l que beva sino vino o agua; y fue el ca

so que l muri a medioda y ella muri ya que era noche obscura; y fue en toda la Greci a tan de coran llorada su muerte, quanto de coran amavan todos su vida. Las princesas y grandes seoras claramente pueden colegir de los exemplos que aqu s on puestos qun honesto y aun qun honroso es las mugeres amar y trabajar de ser ama das de sus maridos; y esto no slo en el tiempo que los tienen bivos, mas aun desp us que los veen muertos; porque la muger que sirve a su marido en la vida paresce que procede de temor, mas la que le ama y honra en la sepultura no procede sino de amor. No deven hazer las princesas y grandes seoras lo que se atreven a hazer algunas mugeres plebeyas, es a saber: buscar algunos bevedizos, inventar alguno s inormes hechizos para ser amadas de sus maridos; ca, allende que las [376] tal es supersticiones no se pueden hazer sin gran rotura de consciencia y gran falta de vergena, cosa injusta y aun escandalosa sera que slo por ser de sus maridos amad as holgassen ser de sus dioses aborrescidas. Amar a Dios, servir a Dios, contentar a Dios, no por cierto embota la lana para q ue la muger honrada sea de su marido amada y regalada. Antes muchas vezes permit i Dios que algunas mugeres, siendo flacas, siendo feas, siendo pobres pacientes, sean de sus maridos ms amadas que no las diligentes y hermosas; y esto no por los servicios que a sus maridos hazen, sino por la buena intencin que de servir a Di os tienen; porque de otra manera no permite Dios que, estando l ayrado, tenga la muger a su marido contento. Si las mugeres quisieren tomar en este caso mi conse jo, yo les ensear un muy notable hechizo, y es que sean calladas, sean pacficas, se an sufridas, sean retradas y sean onestas, de las quales cinco yervas pueden haze r una confacin; la qual si sus maridos la veen sin que la gusten no slo sern dellos amadas, mas aun adoradas; porque se han de tener por dicho las mugeres que por la hermosura que tienen sern desseadas, pero slo por ser virtuosas han de ser amad as. [377]

Captulo VI Que las princesas y grandes seoras deven ser obedientes a sus maridos, y que es m uy grande afrenta y aun vergena de su marido que le mande su muger.

Mucho sudaron, y mucho tiempo expendieron, y aun muchos libros escrivieron algun os oradores antiguos sobre averiguar qu dominio tena el hombre sobre la muger y qu servidumbre deva la muger al hombre. Y por encarescer los unos la grandeza del ho mbre y por defender los otros la flaqueza de la muger, vinieron a dezir tantas y tan fras cosas, que les fuera mucha ms honrra no escrivirlas; porque los escripto res es impossible que no yerren quando se ponen a escrivir, no segn lo que la razn les ensea, sino segn la opinin que cada uno toma. Los que defendan la parte femenil dezan que la muger tena cuerpo como el hombre, te na nima como el hombre, tena razn como el hombre, biva como el hombre, mora como el ho mbre y era apta y nata a la generacin como el hombre, y que les pareca que ningn do minio ava de tener sobre ella el hombre; porque no es razn que las personas que na turaleza hizo libres que ninguna ley las haga esclavas. Dezan assimismo los que e n esta materia hablavan que los dioses no por ms de por aumentar la generacin huma na avan hecho a las criaturas, y que en este caso ms parte era la hembra que no el varn, ca el hombre solamente tiene aptitud para engendrar, y esto sin peligro y sin trabajo; pero la muger pare con peligro y cra con trabajo, por cuya ocasin y r azn paresce gran inhumanidad y aun crueldad que a las mugeres, que nos criaron a sus pechos y nos parieron de sus entraas, [378] las ayamos de tratar como siervas . tem dezan que los hombres son los que tienen vandos, levantan sediciones, susten tan guerras, andan enemistados, traen armas, derraman sangre y hazen todos los i nsultos, de las quales cosas son libres las mugeres, ca ni tienen vandos, ni mat an hombres, ni saltean caminos, ni traen armas, ni derraman sangre, sino que vem os que la priessa que se dan los hombres a matar se dan las mugeres a parir.

Pues esto es ass, ms razn es que sean mandados los hombres, pues desminuyen a la re pblica, que no las mugeres, pues son causa de aumentarla; porque no lo manda ley divina ni humana que el hombre loco sea libre y la muger prudente sea sierva. Conformes a esta opinin y fundados sobre esta razn, tenan en costumbre los de Acaya que los maridos obedeciessen y las mugeres mandassen. Y ass se haza, segn dize Plu tharco en el libro De Consolatione, de manera que el marido barra la casa, haza la cama, lavava la ropa, pona la mesa, adereava la comida y yva por agua; y por cont rario su muger governava la hazienda, responda a los negocios, tena los dineros y, si se enojava ella, no slo le deza palabras injuriosas, mas aun pona en l las manos ayradas. De aqu vino aquel antiguo proverbio que es de muchos ledo y de pocos ent endido, es a saber: vita achaye, y era el caso que quando en Roma un marido se d exava al querer de su muger, dezanle los vezinos por manera de injuria: vita achay e; que quiere dezir: andad para tal y qual, pues vivs a la ley de Achaya, do los hombres son para tan p oco, que cada muger manda a su marido. Plinio, en una epstola que escrive a Fbato, su amigo, le reprehende muy gravemente porque tiene una muger que en todo y por todo le manda, y que le dize que no haze ms de lo que quiere ella, el qual caso p ara mucho se le engrandecer y para ms se le afear dize en fin de la carta: Quod me valde penitet est quod tu solus Rome polles vita Achaye; que quiere dezir: Esto e s lo que ms sobre todo me pesa, ver que t solo en Roma bives a la manera de Achaya . Julio Capitolino dize que Antonino Caracalla, como anduviesse enamorado de una hermosa dama de Persia y della no pudiesse alcanar cosa, prometile de casarse con ella a la ley de Achaya, y a la verdad ella se [379] mostr ms cuerda en lo que res pondi que no l en lo que prometi; porque le dixo que ella no poda ni quera ser casada , que al templo de la diosa Vesta estava ofrecida, y que ms quera ser sierva de lo s dioses que no seora de los hombres. Contraria costumbre tenan a todo esto los partos, y aun los de Tracia, los quales tenan en tan poco las mugeres, que no las tratavan ni tenan sus maridos sino como a siervas, y en este caso tenan los hombres tanta libertad (o, por mejor dezir, liviandad), que despus que una muger ava parido una dozena de hijos, los hijos que dvanse en casa y vendan a la madre en la plaa, y otras vezes trocvanla por otra que fuesse ms moa, para con quien el marido se remoasse en casa; porque dezan aquellos br baros que a las mugeres que ya son viejas y maeras, o las han de enterrar bivas o se han de servir dellas como esclavas. Dionisio Helicarnaso dize que tenan por l ey los lidos, y aun los numidanos, que las mugeres mandassen en casa y los ombre s fuera de casa, pero de mi pobre parecer yo no s cmo esta ley se ava de cumplir; p orque de buena razn la muger no ha de salir fuera de casa para que haya de ser ma ndada, ni el marido ha de entrar en casa agena para mandar. Ligurgo, dador que f ue de las leyes a los lacedemonios, deza que los maridos procurassen las cosas fu era de su casa y que las mugeres fuessen despenseras y desponedoras dellas, por manera que este buen philsopho parti entre el varn y la muger el trabajo, pero toda va dex el seoro al marido; porque (fablando la verdad) cosa monstruosa parece mandar ms la muger que el marido en casa. En nuestra sagrada religin christiana no ay ley divina ni ay ley humana que en to das las cosas el varn a la muger no se prefiera, y que lo contrario desto algunos filsofos ayan querido disputar y algunas gentes de hecho lo ayan querido hazer, ni me paresce bien loarlo, ni menos admitirlo; porque no puede ser cosa ms vana y aun liviana que el seoro que a las mugeres neg naturaleza se le quieran dar con al guna ley humana. Vemos por experiencia que naturalmente las mugeres todas son fl acas, son tmidas, son encogidas, son atadas, son delicadas, son tiernas y aun par a governar no muy sabias. Pues si las cosas del mandar y governar requieren en s no [380] sola sciencia y esperiencia, mas aun esfuero para emprender cosas arduas , prudencia para conocerlas, fueras para executarlas, solicitud para perseguirlas y paciencia para sufrirlas, medios para sustentarlas y, sobre todo, muy grande n imo para acabarlas, por qu quieren privar al hombre del seoro, pues en l concurren to das estas cosas, y darle a la muger, pues la vemos privada dellas? Es nuestro fin de dezir todo lo sobredicho para rogar, aconsejar, amonestar y pe rsuadir a las princesas y grandes seoras que se tengan por dicho de ser obediente s a sus maridos si quieren ser bien casadas con ellos; porque (hablando con verd ad y libertad) en la casa do manda ms la muger que el varn a ella llamaremos muger

varonil y a l llamaremos varn mugeril. Muchas mugeres estn engaadas en pensar que p or mandar a sus maridos viven ms honradas, lo qual por cierto no es ass, sino que todos los que lo veen a ella tienen por vana y a l no por avisado. No dexo de con oscer que ay algunos maridos tan derramados en el gastar y tan dissolutos en el vivir, que no slo no sera bueno sus mugeres obedecer a su mandamiento, mas aun sera cosa saludable yrles a la mano; pero al fin digo que, esto no obstante, vale ms y aun es ms tolerable que la hazienda toda se pierda que no que entre ellos se le vante alguna enconada renzilla. Si a una muger se le mueren los hijos, puede otr os parir; si pierde la hazienda, puede otra eredar; si se le van los criados, pu ede otros tomar; si se vee triste, pudela Dios consolar; si se halla enferma, pude la Dios sanar; pero si est con su marido discorde, yo no s qu ha de hazer; porque l a muger que de su marido se aparta a todos da licencia que pongan en ella la len gua. Como naturalmente las mugeres sean zelosas y con el zelo de necessidad sean sospechosas, si quieren que en aquel caso sus maridos no sean traviessos, deven trabajar por no enojarlos; porque si ella tiene ganado dl su coran, no entregar l a otra su cuerpo, ca dexar de hazer de vergena lo que no dexara por conciencia. Muchas vezes vienen los maridos fuera de su casa alterados, turbados, desassossegados, ayrados y enojados, y en tal caso deven las mugeres guardarse mucho de no atrav essar palabras con ellos; porque de [381] otra manera no podr ser menos, sino que o las han con la lengua de lastimar o las han con las manos de descalabrar. Cosa por cierto es escandalosa, y ninguna cosa provechosa, que las princesas y g randes seoras se traven con los hombres en palabras. Antes sera yo de parecer que por ninguna cosa la muger se pusiesse con su marido a porfiar; porque ya puede a contescer (immo cada da acontece) que comiencen a porfiar de burla y despus se eno jen de veras. La muger que es prudente y virtuosa deve entre s pensar que o su ma rido tiene para reir ocasin, o por ventura no tiene razn. Dira yo en tal caso que, si tiene razn, le deve sufrir; si no tiene razn, deve con l dissimular; porque de otra manera ya podra ser que se desmandasse ella en tan ma las palabras que, comenando l la renzilla, quedasse desculpado, y, al principio es tando ella sin culpa, quedasse despus condenada. No ay cosa en que ms una muger mu estre su prudencia que es en sufrir a un marido imprudente; no ay en que ms muest re su cordura que es en dissimular con un marido loco; no ay en que ms muestre su honestidad que es en sufrir a un marido dissoluto; no ay cosa en que ms muestre su abilidad que es compadecerse con un marido inbile. Quiero dezir que si oyere d ezir que su marido tiene poco, es para poco y vale poco, que haga encreyente ell a a todos que es para mucho y puede mucho y sabe mucho; porque desta manera toda la honra que diere ella a l, aplicarn todos a ella. Parece muy mal a las mugeres poner lengua en sus maridos, ca no pueden a ellos amagar sin que hieran a s misma s, conviene a saber: que si llaman al marido borracho, dirn que ella es muger del borracho; y si le llaman loco, dizen que ella es muger de loco; y (lo que es ms de todo) que podr ser que al marido veamos con la emienda y a la muger privada de la vida; porque la muger quando dize alguna palabra descomedida paga con una bo fetada, pero quando toca en lo vivo de la honrra a las vezes paga con la cabea. S i por caso el marido mandasse a su muger alguna cosa injusta, sera yo en voto que tuviesse ella por bien de obedecerla y no resistirla; y, despus que a l se le uvi ere quitado aquel mpetu de yra y se le uviere resfriado la clera, pudele ella dezir y declararle qun inconsiderado [382] fue l en el mandar y qun cuerda fue ella en e l obedecer; porque, de otra manera, si a cada palabra que l dize, ella le torna r espuesta, ni por solo un da vivirn en concordia. Leyendo lo que he ledo, oyendo lo que he odo y aun visto lo que he visto, aconseja ra yo a las mugeres no presumiessen de mandar a sus maridos, y amonestara yo a los maridos que no se dexassen mandar de sus mugeres; porque hazer lo contrario no es ms que comer con los pies y andar con las manos. No es mi intencin de hablar aq u contra las princesas y grandes seoras que tienen de su patrimonio ciudades y vil las; porque a las tales yo no les quito el servicio que sus vassallos les deven de derecho, sino que las persuado a la obediencia que deven a sus maridos por ra zn del matrimonio. Las mugeres baxas y plebeyas no es maravilla que algunas vezes estn con sus maridos desavenidas, ca stas tienen poca hazienda que perder y menos honra que aventurar; pero las princesas y grandes seoras que se aventuran a mand ar a muchos, por qu no se umillarn a obedecer a uno? Hablando con devido acatamient

o, sobra de locura y falta de cordura es que una muger tenga presuncin de governa r un reyno y no tenga condicin de compadecerse con su marido. Sneca en una tragedia dize que en el tiempo de la guerra de Mitrdates aconteci en R oma que los cnsules embiaron a los cavalleros veteranos a mandar que fuessen todo s a la guerra con el cnsul Sila, y acontesci que como llegassen en Roma a notifica r aquel edito a una casa en la qual no hallaron el marido sino a la muger, respo ndiles ella que su marido ni deva, ni poda yr a la guerra; y, si por caso l quisiess e yr, que ella no le ava de dar lugar; porque l era cavallero veterano, y que por ser muy anciano estava de la guerra exemido. Fueron los que oyeron esta respuest a muy maravillados, y todos los del Senado muy escandalizados, y mandaron que el marido fuesse desterrado de Roma y su muger fuesse presa en la crcel mamortina, y esto no porque se escusava de yr a la guerra, sino porque ella mandava a su ma rido y l se dexava mandar della, y porque dende en adelante ninguna muger se osas se preciar que yra a la mano a su marido, y ningn marido le diesse a su muger ocas in para ello. [383]

Captulo VII Que las mugeres, en especial las princesas y grandes seoras, deven mucho advertir en que de andar fuera de sus casas no sean notadas, y que por ser muy visitadas y freqentadas se guarden de no andar por lenguas agenas.

Entre todos los consejos que se pueden y deven dar a las princesas y grandes seor as es que tengan reposo en sus casas y no anden derramadas por casas agenas; por que, si las tales seoras son buenas, ganan mucha reputacin, y, si por caso son mal as, quitan de s las ocasiones. Hora el marido est presente, hora est absente, cosa es necessaria y honesta que se est la muger en su casa; porque desta manera las c osas de su casa yrn bien governadas y del coran del marido se quitarn muchas sospech as. Como el oficio del marido sea allegar la hazienda y el oficio de la muger se a conservarla, la ora que ella sale de casa ha de pensar que las moas se han de d erramar, los hijos se han de dissolver, los moos se han de desmandar, los vezinos han de tener que dezir y (lo que es peor de todo) que unos meten las manos en l a hazienda y otros pornn huego a su fama. O, qunta merced haze Dios al hombre al qu al le cupo una tal y tan buena muger en suerte, que de su proprio natural huelga de estarse en casa! Digo que el tal escusa muchos enojos y aun ahorra muchos di neros, porque ni gasta la hazienda en se vestir ni da ocasin a las gentes de mal juzgar. La ms domstica renzilla que ay entre el varn y la muger es sobre que l querra guardar la hazienda para comer y para a sus hijos criar, y por contrario ella no querra sino [384] gastarla toda en vestir; porque en este caso las mugeres son tan curi osas y tan amigas de se vestir, que ayunaran y se absternan de los alimentos de la vida slo por sacar una ropa nueva para un da de fiesta. Naturalmente las mugeres son amigas de guardar y son enemigas de gastar, excepto en caso de se vestir; po rque de veynte y quatro oras que ay en la noche y da para cada hora querran una ro pa nueva. No es mi fin de hablar aqu de las vestiduras, sino para persuadir a las seoras que, si quisiessen ellas estarse recogidas en sus retraimientos, escusaran estos superfluos gastos; porque de ver una muger que su vezina va mejor vestida que no ella se torna contra su marido como una leona. Acontece muchas vezes lo que pluguiesse a Dios que no vissemos acontescer, y es que, si viene una inopinad a fiesta o una regozijada justa, no da la muger a su marido vida hasta que le sa ca para aquel da una ropa; y, como el pobre seor no tuvo dineros para la pagar, uv ironsela de necessidad de fiar; y, como se passasse la vanidad de la fiesta y se llegasse el tiempo de la paga, ovironle de afrentar la persona y dar a executar l a hazienda, por manera que tuvieron bien que remediar y que llorar en un ao lo qu e gastaron y rieron en un solo da. Pocas vezes tiene una muger embidia de otra mu

ger porque es ms hermosa, o porque es ms generosa, o porque es ms valerosa, o porqu e es mejor casada, ni mucho menos porque es ms virtuosa, sino slo porque la otra a nda mejor vestida que ella; porque en caso de vestir no ay muger que tenga pacie ncia en que otra menor se le yguale ni que otra su igual le sobrepuje. So graves penas proybi Ligurgo a los lacedemonios que las mugeres no saliessen fu era de sus casas si no era entre ao los das sealados de fiestas, ca deza l que las mu geres o avan de estar en los templos orando a los dioses, o avan de estar en sus c asas criando a sus hijos; porque andar las mugeres por los campos a passear o po r las plaas a ruar, ni a ellas es honesto, ni a sus casas provechoso. Dira yo que son obligadas las princesas y grandes seoras a residir y estarse en sus casas muc ho ms que no las mugeres baxas y plebeyas, y esta obligacin les viene por alcanar ms auctoridad y tener menos necessidad. Y no sin causa digo que consiguirn ms [385] auctoridad; porque no ay virtud con que una muger alcance tanta reputacin en la r epblica con que vean todos que se est retrada en su casa. Digo tambin que una seora d eve estar muy retrada a causa que bive con menos necessidad que otra; porque la m uger pobre y plebeya, si sale, no sale sino a buscar de comer, pero la muger ric a y generosa, si sale, no sale sino a se passear y regalar. No se maravillen las princesas, no se maravillen las grandes seoras, si en soltando ellas los pies a andar y en derramando los ojos a mirar, luego los enemigos y vezinos con coraones daados las juzguen y con lenguas enconadas las infamen; porque de los hechos que las mugeres hazen absolutos nacen en los hombres los juyzios temerarios. Loo y apruevo los maridos a sus mugeres que las amen, que las consuelen, que las regalen y que dellas fen, pero afolo y condnolo que las mugeres se anden de casa e n casa a visitar, y que sus maridos no osen o no quieran en esto las contradezir ; porque, dado caso que de hecho ellas en sus personas sean buenas, mucha ocasin dan a que las tengan por vanas. Dize Sneca en una epstola quel gran romano Catn Cen sorino orden que ninguna matrona romana saliesse de su casa sola; y que, si fuess e de noche, no pudiesse salir sola ni acompaada; y la compaa no ava de ser qual ella escogiesse, sino qual su marido o el pariente ms propinco la sealasse; por manera que con los ojos que miramos agora a una muger dissoluta, con aqullos miravan en tonces a la que andava mucho fuera de su casa. Las seoras generosas y que son de su honra zelosas deven mucho mirar y considerar los grandes inconvenientes que d e mucho visitar se les puede seguir, ca las tales han de gastar mucho para se ve stir, han de perder mucho tiempo en se aderear, han de sustentar familia para las acompaar, han de aver enojo con los maridos sobre si han de yr, han de acontesce r malos recaudos en sus casas por ellas se absentar, a todos los amigos y enemig os han de dar que dezir; finalmente digo que la muger que anda mucho fuera de su casa, yo le tengo ms embidia a la honra que pierde que no a la consolacin que tom a. Presumiendo como presumo de escrevir con gravedad, digo que he vergena de [386] lo dezir, pero al fin no dexar de escrevir la granjera que traen unas seoras con o tras de se visitar y procurar de ser visitadas. Y a las vezes nascen entre ellas unos pundonores tan fros, que hazen a los maridos estar enemistados, y por otra parte ms vezes traen a la memoria las visitaciones que han de hazer, que no los p ecados que han de confessar. [387]

Captulo VIII De los daos y provechos que se siguen de andar a visitar o de estarse en sus casa s las princesas y grandes seoras.

Lucrecia, la muy nombrada en conformidad de todos los romanos, fue declarada por ms excellente romana que todas las matronas romanas, y esto no porque era ms ferm osa, ni porque era ms sabia, ni porque era ms emparentada, ni porque era ms generos a, sino porque era ms retrada; porque ella era tal que en las virtudes heroycas no ava ms que pedir y en las flaquezas mugeriles no ava en ella que emendar. Muy vulg

ar es en Tito Livio la historia de la casta Lucrecia, que, quando vinieron los m aridos de muchas romanas de la guerra, hallaron a sus mugeres, a unas puestas a las ventanas mirando, a otras a las puertas hablando, a otras por los campos pas seando, a otras por los huertos comiendo, a otras en las plaas comprando, a otras por las calles visitando; pero a la virtuosa Lucrecia hallronla en su casa encer rada y labrando, por manera que, fuyendo de ser conocida, se hizo ms conocida y f amosa. Otro consejo quiero dar a las princesas y grandes seoras, el qual si es a m volunt ario de darle, es a ellas muy necessario tomarle, conviene a saber: que, si quie ren ser tenidas por matronas honestas, se guarden de compaas sospechosas; porque l as cosas inmundas y suzias aunque no daen el gusto porque no se comen, a lo menos con el hedor ofenden al odorato de slo que se traten. Es tan mirada, es tan delicada la honra de las mugeres, que si no les damos lice ncia para que salgan de sus casas a visitar, menos se la daremos para que [388] sean visitadas; porque visitarse las seoras unas a otras aun parece piedad, pero visitar los hombres a las mugeres es gran desonestidad. En presencia de sus mari dos o de sus parientes propincos pueden las mugeres ser comunicadas y visitadas, y esto se entiende de personas aprovadas y honestas; pero dira yo que, no estand o el marido en casa, sera sacrilegio que algn varn osasse passar el umbral de la pu erta. En el libro De las alabanas de las mugeres dize Plutarcho que las mugeres d e los numidanos siempre tenan cerradas las casas quando estavan fuera sus maridos , y que tenan por inviolable ley que todo hombre que llamasse a puerta cerrada le cortassen la mano derecha. Cicern, en el libro De legibus, dize que era ley muy usada entre los romanos que, si por caso algn romano tuviesse alguna deuda, que e stando el tal fuera de su casa, no pudiesse el acreedor yr a su muger a pedirla; porque so color de cobrar la hazienda no recibiesse algn detrimento en su honra. Dira, pues, yo que si al acreedor no dava licencia Roma para cobrar su hazienda por no estar de su marido acompaada, menos te la dara a ti para que visitasses a u na muger sola; porque ms razn sera que entrasse el acreedor a cobrar lo suyo propri o que no que entrasses t por solo tu passatiempo. El divino Platn, en los libros de su Repblica, con razones muy persuasibles persua de a las mugeres de Grecia a que no tengan por s particulares amicicias, sino que se tenga cada una por dicho que no ha de tener otro distincto amigo ms del que t iene su marido; porque las mugeres no han de tener licencia de tomar amigos ni h an de tener condicin para cobrar enemigos. Deven considerar las princesas y grand es seoras que cada una dellas dio a su marido el cuerpo, le dio la hazienda, le d io la libertad. Pues si esto es ass, dira yo que junto con la libertad le devra dar la voluntad; porque muy poco aprovecha que el marido y la muger tengan de por m edio la hazienda y por otra parte se tenga cada uno su voluntad propria. Para qu e Dios sea servido y el pueblo edificado, en una casa deven morar, en una mesa c omer, en una cama dormir y junto con esto deven una cosa amar; porque si el mari do y la muger son en el amar diferentes jams sern en el [389] vivir conformes. Amo nesto, ruego y aconsejo a todas las mugeres que quieren ser bien casadas tengan por bien de querer todo lo que sus maridos quieren, loen lo que ellos loaren, ap rueven lo que ellos aprovaren, contntense con lo que ellos se contentaren y, sobr e todo, no amen ms de lo que ellos amaren; porque de otra manera ya podra ser que la muger enplee los ojos en otro, el marido empee el coran a otra. Plutharco, en el libro de su Poltica, dize que la muger despus de casada ninguna cosa tiene propri a, ca la persona, la hazienda y libertad y voluntad el da que contraxo el matrimo nio de s y de todo lo suyo fizo nico seor a su marido, de manera que si la muger se atreve a querer otra cosa de la que el marido quiere y quiere amar otra cosa de la que ama, a la tal no la llamaremos curiosa enamorada, sino pblica ladrona; po rque no hazen dao a los maridos tanto los ladrones en hurtarles los dineros quant o les hazen las mugeres en agenar dellos los coraones. Si quiere la muger vivir e n paz con su marido, deve mucho advertir a lo que l es inclinado, en que si es al egre, ella se regozije; si es triste, ella se mesure; si es avaro, ella guarde; si es prdigo, ella gaste; si es impaciente, ella dissimule; si es sospechoso, ell a se guarde; porque la muger que tiene prudencia y cordura, si no puede lo que q uiere, deve querer lo que puede. Ora sean los maridos mal inclinados, ora sean b ien acondicionados, dende agora juro que les pese en que tengan sus mugeres algu

nos particulares amigos; porque por muy de baxa ley que sea un hombre todava quie re que su muger a l slo, y no a todos juntos quantos ay en el pueblo ame. Una cosa no puedo dissimular, a causa que veo Dios Nuestro Seor en ella se ofende r, y es que muchas seoras se escusan por enfermedad de yr siquiera una vez a miss a en la semana, y despus vmoslas sanas y buenas para visitar a sus amigas cada da, y (lo que es peor de todo) que no quieren yr a la maana con la fra a la iglesia y despus con el calor ndanse a visitar de casa en casa. Querra yo que las seoras pensassen entre s antes que saliessen de sus casas a visit ar qu es su fin de aquella visitacin hazer. Y, si por caso salen a ver y a que sea n vistas, tnganse por dicho que sern pocos [390] los que las loarn de hermosas y se rn muchos los que murmurarn en verlas callegeras. Ya que se juntan en una casa muc has seoras, es verdad que son cosas graves las que se tratan entre ellas. Dgolo po rque se juntan o a comer frutas, o a loar los linajes, o a hablar de los maridos , o a trocar labrados, o a cotejar las ropas, o a notar las mal vestidas, o a ta char las fermosas, o a rerse de las feas, o a murmurar de las vezinas y (lo que ms de notar es) las mismas que dizen mal de las que estn en ausencia, aquellas mism as se muerden unas a otras de embidia. Pocas vezes se visitan algunas seoras las quales, despus de apartadas, no tengan q ue murmurar con sus maridos las unas de las otras, en que sta nota a la otra de m al vestida, la otra nota a sta de deslenguada, a la una notan de loca, a la otra acusan de simple, por manera que no parece que se juntaron para visitarse, sino para mirarse y acusarse. Muy estrao ha de ser a la muger cuerda pensar que puede tomar plazer fuera de su casa; porque en su casa tiene a su marido con quien hab lar, tiene a sus hijos a quien ensear, tiene a sus hijas que doctrinar, tiene a s u familia con quien conversar, tiene a su hazienda que governar, tiene a su casa que guardar, tiene a sus parientes con quien cumplir. Pues si dentro de su casa tienen tantos passatiempos, para qu admiten visitaciones de hombres estraos? De tener las mugeres casadas particulares amicicias, y folga r de visitar y ser visitadas, suele dello suceder en que Dios sea ofendido, el m arido injuriado, el pueblo escandalizado y aun la muger casada saca dello poco p rovecho y la que es por casar saca no buen casamiento; porque en tal caso, si la piden muchos por la hazienda, la desechan muchos ms por la mala fama. [391]

Captulo X Do el auctor pone otros desastrados casos que acontecieron a mugeres preadas.

Acabadas las guerras de Taranto, luego se comen la primera guerra de Cartago, y fu e la ocasin de aquellas tan prolixas y peligrosas guerras la possessin de las ysla s Mallorquinas, en que sobre tomarlas los unos y defenderlas los otros duraron l as guerras entre ellos por espacio de quarenta aos; porque muchas vezes sin compa racin es ms el gasto y dao que se faze en la guerra que no el interesse sobre que s e levant la conquista. En estas guerras el primero capitn por parte de los romanos fue Gayo Duellio, y el primero por parte de los cartaginenses fue Haunn, los qua les con sus flotas pelearon en el mar de Sicilia, y fue entre ellos muy cruda pe lea, a causa de pelear en la mar; porque all tmese la furia del agua y la crueldad de la lana, do con qualquiera destas dos cosas peligra la vida. Fue en esta crud a batalla el capitn romano vencedor, en que ech a hondo quatorze naos, y prendi tre ynta, y mat tres mil hombres, y llev cativos tres mil cartaginenses. Y fue la prim era victoria que el pueblo romano uvo por la mar y de la que ms los romanos tomar on plazer; porque en la tierra se hallavan los romanos invencibles y en las mare s vencedores. El capitn Gayo Duellio, partindose de Sicilia, fuesse para Roma, y t ena all una hermana no menos virtuosa que rica y hermosa, en casa de la qual se ap osent, y de all dio una cena solemnssima a todos los senadores que estavan en Roma y a todos los capitanes que venan con l de la guerra; porque los hombres viciosos

no saben con qu mostrar el amor a sus amigos sino con combidarlos a [398] manjare s delicados. La hermana del capitn Gayo, con la alegra de la venida y con el regoz ijo de la cena, cen ms de lo que sola, y aun de lo que convena a muger preada, a cuya causa le tomaron entre los combidados unos vmitos, en que no slo ech el manjar que tena en el estmago y la sangre que tena en las venas, pero aun malpari la criatura que traa en las entraas, y en pos della se le sali el nima de las carnes. Fue por ci erto este caso no menos que los otros muy lamentable, en perder Gayo a su herman a, en perder el marido a su hijo, en perder ella su vida, en perder Roma tan exc elente romana y, sobre todo, en aver acontecido en tiempo de tanta alegra; porque no puede ser peor agero que entre los grandes regozijos acontecer algn triste cas o. Haze mencin deste caso Blondo en el libro De declinatione Imperii. El segundo bello pnico entre Roma y Cartago fue en el ao de dxl ab urbe condita, e n el qual fueron capitanes Paulo Emilio y Publio Varrn, y estos dos cnsules dieron la muy nombrada batalla de Canas, en la provincia de Apulla. Digo muy nombrada porque nunca Roma perdi tanta nobleza y juventud romana como pe rdi aquel da. Destos dos cnsules, el Paulo Emilio fue all muerto; y Publio Varrn, ven cido; y el animoso Anbal qued vencedor en el campo; y fueron muertos de los romano s treynta senadores, y trezientos oficiales del Senado, y quarenta mil peones, y tres mil de cavallo; finalmente aquel da fuera fin de todo el pueblo romano si A nbal, como tuvo esfuero para dar tan cruda batalla, tuviera cordura para seguir ta n generosa victoria. Poco antes que Publio Varrn se partiesse a la guerra avase ca sado con una romana moa y hermosa que se llamava Sofa, y qued de siete meses preada, y como le dixeron que Paulo Emilio era muerto y su marido vencido, sbitamente ca y all muerta, quedando la criatura en el vientre viva. Fue este caso sobre todos m uy lastimoso, en que despus que Publio fue vencido, y vio muerto al cnsul su compae ro, y vio tan gran estrago en el pueblo romano, queriendo la fortuna llegarlo fa sta el cabo, lleg a tiempo que vio con sus ojos abrir las entraas para sacar el hi jo y vio abrir la tierra para enterrar a la madre. Dize Tito Livio que qued tan l astimado Publio Varrn [399] de aver sido vencido y de avrsele muerto la muger en t an desastrado caso, que en todo el tiempo que le qued de vida jams quiso hazer la barba, ni menos dormir en cama, ni assentarse a comer en la mesa, y desto no nos maravillemos; porque muchas vezes es tan lastimado uno en espacio de una hora, que all le queda que llorar toda su vida. Si no podemos dubda en Tito Livio, los romanos tuvieron larga y prolixa guerra c on los sannitas por espacio de sesenta y tres aos continuos, fasta que el cnsul An co Rtulo, que era varn pacfico y virtuoso, tom un buen apuntamiento de paz con ellos ; porque los varones generosos y virtuosos siempre han de combidar con paz a sus enemigos. Andando, pues, las guerras entre ellos muy travadas, Tito Venurio y E spurio Pstumo, capitanes que eran romanos, fueron vencidos de Poncio, valeroso ca pitn que era de los samnitas, el qual despus de la victoria hizo una cosa jams nunc a oda ni vista, conviene a saber: que a todos los romanos que tom presos puso enci ma de sus cuellos unos yugos, y en los yugos estavan estas palabras escriptas: Au nque pese a Roma, Roma estar so el yugo de Samnia. Los romanos adems sintieron esta injuria y trabajavan mucho por vengarla; porque los coraones que son muy superbo s no pueden sufrir que tengan otros aun pensamientos presuntuosos. Criaron, pues , los romanos para yr contra los samnitas a Lucio Papiro, el qual era ms venturos o que hermoso, ca era muy vizco. Y diose en las armas tan buena maa, y fuele tan favorable la fortuna, en que no slo venci, destruy y assol a los de Samnia, mas aun la injuria que recibi Roma de Samnia, muy mayor la recibi Samnia de Roma; porque e s tan varia la fortuna, que a los que ayer vimos en la cumbre de la felicidad hu mana, oy los vemos echar a los muradales como vassura. Este Lucio Papiro finalme nte venci a los samnitas y, no contento de tenerlos por prisioneros, no slo les ec h yugos a los cuellos, pero aun se los at con coyundas y les hizo de hecho arar de dos en dos las tierras, aguijndolos y lastimndolos los romanos con las aguijadas. Si los samnitas uvieran piedad de los romanos vencidos, los romanos la uvieran dellos quando se vieron vencedores, y por esso tienen tanta necessidad los prsper os de [400] buen consejo como tienen los mseros de algn remedio; porque el hombre que en la prosperidad no fuere piadoso, no se maraville si en la adversidad no h allare algn amigo. Tena, pues, este Lucio Papiro una sola fija casada con un senador de Roma, y l se

llamava Torquato y ella Yplita; la qual, como estuviesse preada y en das de parir, sali a rescebir a su padre, que no deviera; y como la gente del recebimiento era mucha y ella estava tan preada, a la entrada de una puerta, como yva tan apretada , tomle un desmayo a Yplita, el qual quit a ella la vida y a su padre el alegra. Sin ti tanto Lucio Papiro la muerte de aquella nica fija, mayormente como ava sido tan sbita, que del gran sentimiento que hizo se escandaliz toda Roma, y esto en caer c omo cay sobre persona tan esforada y tan cuerda, y que de su cordura no se aprovec hava. Y no se deve nadie maravillar; porque muchos ay que tienen nimo para derram ar sangre de los enemigos y no tienen esfuero para contener las lgrimas de los ojo s. Dize Annio Severo, libro iii De infelice fortuna, que el da que esta desdicha aconteci a Lucio Papiro, que al los ojos al cielo y dixo estas palabras llorando: O!, fortuna, engaadora de todos los mortales, hezsteme vencedor en la guerra por engaa rme y agora quieres que sea vencido en la paz por lastimarme. He querido traer todos estos exemplos de las historias antiguas para que conozca n todos qun delicadas son las mugeres preadas y qunta vigilancia han de traer sus m aridos en guardarlas, pues no ay cosa tan lquida para ser regalada, ni tan vidria da para se quebrar; porque vidro ay que aunque cae en el suelo no le vemos quebr ar, y a una preada de slo trastornarse un chapn la vimos malparir. [401]

Captulo XI Que las mugeres preadas, en especial las princesas y grandes seoras, deven ser de sus maridos servidas y bien tratadas; en especial las deven apartar de toda cosa que les d trabajo y enojo; y de cmo las mugeres en el tiempo que estn preadas no de ven de ser glotonas ni antojadizas.

Si bien hemos entendido el captulo de arriba, hallaremos que aquellas mugeres prea das peligraron las unas por ser saltadoras, las otras por ser golosas, las otras por ser glotonas, las otras por yrse a fiestas, las otras por parecer galanas. Y todo esto procede por culpa dellas, en querer ser homicidas de s mismas. Por ci erto en este caso dignas son de mucha culpa las princesas y grandes seoras quando por su culpa malparen las criaturas; y querra yo que tomassen exemplo no de los hombres racionales, sino de los brutos animales; porque no ay en las montaas y si lvas animal tan bruto que no se aparte de doquiera que su vida tiene peligro. La s ossas, las leonas, las lobas por maravilla salen de sus cuevas y choas en el ti empo que estn preadas, y esto no por ms de por quitar ocasiones a que no sean de pa stores y caadores corridas. Pues si esto hazen los animales brutos, cuyos partos son en perjuyzio de los hombres, a causa que sus hambrientos hijos comen a nuest ros innocentes ganados, qunto ms lo deve hazer la muger preada, cuyo parto y alumbra miento es en aumento de todo el pueblo christiano! Si las mugeres no pariessen, si los nios no nasciessen, aunque oviesse tierra, no avra quien poblasse la tierra; porque todas las cosas cri Dios para que sirviesse n a la criatura [402] y la criatura cri para que sirviesse a su Criador. Tomen ex emplo las mugeres que estn preadas de los castaos y de los nogales y avellanos, cmo y en qu manera guardan sus fructos despus que de flores estn preados, ca el castao la defiende dentro de un herizo, el nogal dentro de una cscara muy dura, por manera que ni las aguas se los mojan ni los vientos se los derruecan. Pues los rboles, que no tienen sino vida vegetativa, y los animales, que no tienen sino nima sensi tiva, ponen tan gran recaudo en s despus que se sienten preadas para que salgan a l uz sus fructos; mucho ms lo deven poner las mugeres preadas, que tienen nimas intel lectivas, porque por su mal recaudo no malparan las criaturas. Juzgue cada uno q un poco va en que un hombre pierda las nuezes ni las castaas, y por contrario juzg ue cada uno qunto le va a la Iglesia en que sean alumbradas las mugeres preadas; p orque la Sancta Madre Yglesia no llora ni pone luto porque se yelen las vias, sin o porque se pierden las nimas.

Para que el hombre vea el fructo de bendicin que dessea y la muger preada se vea b ien alumbrada, deve el marido quitar a la muger de ocuparla en mucho trabajo, y la muger dvese guardar del demasiado regalo; porque en las preadas es ya regla gen eral que el mucho trabajo las haze malparir y el mucho regalo las haze peligrar. Crudo es y inhumano el hombre que quiere que trabaje tanto su muger despus de pr eada como trabajava estando senzilla; porque el hombre vestido no puede correr ta nto como el que est desnudo. Dize Aristteles, libro vii De animalibus, que, quando el len tiene a la leona preada, no slo caa para s y para ella, pero aun de noche y d e da anda en torno della por guardarla. Quiero dezir que las princesas y grandes seoras, despus que estn preadas, muy justo es sean de sus maridos servidas y regalad as; porque no puede l a ella hazer tan gran servicio ante del parto como ella haz e a l quando le pare un hijo. Considerando el peligro que tiene la muger en parir , y considerando el trabajo que tiene el marido en la servir, sin comparacin es ms lo que ella passa que no lo que l sufre; porque al fin la muger en parir haze la triste ms de lo que puede, y el marido por bien que la sirva faze menos de lo [4 03] que deve. El hombre generoso y virtuoso y aun piadoso, desde el tiempo que s intiesse estar su muger preada, hora ni momento se ava de apartar della; porque en ley de buen marido cabe que emplee los ojos en mirarla, las manos en servirla, la hazienda en regalarla y el coran en contentarla. No se les faga trabajo a los h ombres servir y regalar a sus mugeres preadas, ca el trabajo dellos consiste en f ueras, mas el trabajo dellas est en las entraas; y (lo que es mayor lstima) que quan do las tristes quieren dar con la carga en tierra, dan consigo mismas en la sepu ltura. No menos son de reprehender las mugeres plebeyas, las quales despus de preadas de todos los trabajos de casa quieren ser esentas, lo qual no devran ellas hazer, ni los maridos lo consentir; porque la ociosidad no slo es ocasin de no merecer el c ielo, pero aun es causa de las mugeres tener mal parto. Tomando de una parte a u na seora que estando preada se regala mucho, y tomando de otra parte a una labrado ra que toma medianamente el trabajo, a mi parecer ms peligran en los partos de seo ras regaladas que no de simples labradoras. La carne que es muy gruessa empalaga , la que es muy flaca es inspida; la que es entreverada, aqulla es sabrosa. Quiero dezir que el marido deve trabajar de apartar a su muger de mucho trabajo por lo que deve, y la muger deve huyr del mucho regalo por lo que le conviene; porque el mediano exercicio ocasin es de buen parto. Deven assimismo las mugeres preadas, en especial las que son generosas, guardarse no sean glotonas ni golosas, ca las mugeres sin estar preadas son obligadas a se r muy sobrias; porque la muger muy comedora con trabajo ser muy casta. Sulense des mandar las mugeres preadas en comer muchas golosinas y, so color que comen por s y por el hijo, piensan que en el comer tienen licencia de hazer qualquier excesso ; y esto no slo es injusto, mas aun a la madre es desonesto y al hijo nocivo; por que (a la verdad) de los excessos que hizo la madre estando preada se le recrecen muchas enfermedades al hijo despus en la vida. Deven assimismo trabajar mucho los maridos de no hazer enojo a sus mugeres despus que las sienten que estn preadas; [404] porque a la verdad ms mugeres malparen por los enojos que les hazen otras, que no por los manjares que comen ellas. Caso q ue la muger en el tiempo del preado haga algn enojo a su marido, el marido como om bre cuerdo deve disimularlo, teniendo respeto al fijo de que est preada y no a la injuria o negligencia cometida, que al fin al fin no puede tener la madre tan gr an culpa que no tenga el hijo muy mayor innocencia. No ay necessidad de leerlo en los libros sino mirarlo con los ojos, en que todos o los ms de los animales despus que las hembras estn preadas, ni ellos las toman, n i ellas ms consienten ser tomadas. Quiero dezir que los hombres generosos y de al tos estados, despus que ya sus mugeres estuviessen muy preadas, devran por su hones tidad apartarse dellas, y en este caso el que lo fiziere ms temprano, aqul ternemo s por ms virtuoso. No digo esto a fin que esto sea obligatorio, de manera que no hazerlo sea pecado, sino que a los hombres virtuosos lo doy por consejo; porque unas cosas se han de hazer por necessidad y otras por honestidad. Diodoro Sculo dize que en el reyno de los mauritanos ava tan pocos hombres y nascan tantas mugeres, que ava cinco mugeres para un hombre; y ass era ley entre ellos q ue a lo menos un marido no casasse menos de con tres mugeres. Pues otra cosa haza

n muy rezia, en que si al tiempo que mora el marido alguna de las mugeres era biv a avase de enterrar con l en la sepultura; y si dentro de un mes esto no faza o no se mora, pblicamente la matavan por justicia, diziendo que la muger biuda esle pel igro estar en su casa sola, y esle honesto estar en la sepultura acompaada. En las yslas Baleares aconteca lo contrario, do nacan tantos hombres y ava tan poca s mugeres, que para una muger ava siete hombres, y ass tenan por costumbre, especia lmente entre los pobres, que una muger se casava con cinco hombres, ca los hombr es ricos embiavan por mugeres a reynos estraos; porque ass cargavan los mercaderes de mugeres para venderlas como cargan agora de mercaderas. A causa desto era cos tumbre en aquellas yslas que a todas las mugeres preadas, como eran pocas, en lle gando a los siete meses las [405] quitavan de sus maridos y las encerravan en los templos, y all les davan todo lo necessario del erario pblico; porque los antiguos tenan en tanta veneracin a sus di oses, que a ninguno consentan traer de comer para s al templo, sino que comiessen de lo que estava a aquel dios consagrado. Encerravan aquellos brbaros a sus muger es en aquel tiempo, lo uno porque los dioses tenindolas en sus templos les fuesse n ms propicios en sus partos, lo otro por quitarlas de no tener en tales tiempos peligros, y aun porque tenan a gran torpedad que estuviessen en compaa de sus marid os. El muy famoso filsofo Pulio, libro v De moribus antiquorum, dize que en el reyno de Pannonia, que agora es Ungra, eran en tanto tenidas las mugeres preadas, que qu ando sala una de su casa todos los que la topavan eran obligados a yr y tornarse con ella, de manera que la reverencia en que es tenido agora el Sancto Sacrament o de la Eucharista era tenida entre aquellos brbaros la muger preada. No era menor el privilegio en que eran tenidas las mugeres preadas de Carthago (quando Carthag o era Carthago), en que ass como agora a los homicidas vale la Yglesia, ass eran s eguros de justicia todos los que se acogan o asan de una muger preada. Los galos tr asalpinos, segn dize Fronto, libro De veneratione deorum, a las mugeres preadas no slo las tenan en supremo acatamiento, mas aun ponan suprema vigilancia en que uvie ssen buen parto; porque poco aprovecha a la nao passar por todas las mares segur a si despus peligra al tiempo de tomar tierra. Era el caso desta manera: que toda la gentilidad antigua tenan dioses mayores en los templos, y tenan otros dioses m enores en sus casas, que se llamavan lares y penates, y quando alguna muger ava d e parir, cada vezino el dios que tena en su casa le llevava a presentar; porque p ensavan ellos que quanto fuesse ms la muchedumbre de los dioses, tanto seran ms pod erosos para librarla de aquellos peligros. Fablando como christiano, por cierto qualquiera de aquellos dioses era harto para poco, pues sin ayuda de otros diose s no poda socorrer a una muger en el parto. [406]

Captulo XII De quin fue el philsopho Pisto, y de las sentencias que dixo, y de las reglas que dio para las mugeres preadas.

En los tiempos de Octavio fue un philsopho llamado Pisto, y fue de la seta pitagri ca, y en el tiempo que l floresca en Roma fue muy privado del Emperador Octavio y fue muy amado del pueblo, lo qual no es de tener en poco; porque comnmente el hom bre que con el prncipe tiene mucha cabida siempre es aborrescido de la repblica. E ra el Emperador Octavio prncipe muy amoroso, por manera que, quando coma, siempre con los capitanes hablava cosas de guerra; y, quando cenava, con los philsophos s iempre hablava cosas de sciencia; y era enemigo que en su presencia se hablasse palabra desonesta ni ociosa. Fue este Pisto hombre muy grave en las cosas de veras, y muy gracioso en contar facecias y cosas de burlas, y en diversas vezes fue por el Emperador preguntado

de diversas cosas, de las quales preguntas y respuestas porn aqu unas pocas, que s on las siguientes: Di, Pisto: de los que biven en este mundo, a quin tienes t por ms loco? Respondi el philsopho: En mi opinin, aqul tengo yo por ms loco de la habla del qual no se sigue provecho; porque a la verdad no es tan loco el que echa piedras como e l que dize palabras ociosas. Di, Pisto: a quin con razn le podemos rogar que hable, y a quin con razn le podemos ma ndar que calle? Respondi el philsopho: Entonces es bueno hablar quando el [407] habl ar ha de aprovechar, y entonces es bueno callar quando el hablar ha de daar; porq ue de querer los unos tornar por lo bueno y de querer los otros defender lo malo se levanta la guerra en todo el mundo. Di, Pisto: qu cosa es de la que ms han de apartar los padres a sus hijos? Respondi el philsopho: A mi parecer, sobre ninguna cosa deven ms velar los padres so bre sus hijos que es que no se le hagan viciosos; porque el buen padre ms ha de q uerer que su hijo muera bien, que no que biva y que biva mal. Di, Pisto: qu har un hombre destos dos estremos, en que si dize verdad se condena y si dize mentira se salva? Respondi el philsopho: El hombre virtuoso ante ha de elegi r ser vencido con verdad que no vencer con mentira; porque es impossible que en el hombre mentiroso dure la prosperidad mucho tiempo. Di, Pisto: el hombre cuerdo qu har para alcanar el reposo? Respondi el philsopho: A recer, no puede tener reposo sino el hombre que huye de mucho bullicio y trfago; porque los hombres de muchos negocios no pueden tener sino muchos cuydados y los muchos cuydados siempre acarrean grandes enojos. Di, Pisto: qul es la causa en que ms se parece uno ser sabio? Respondi el philsopho: ay mayor prueva de que uno sea sabio que si tiene paciencia para sufrir a un nec io; porque para sufrir una injuria ms se aprovecha el coran de la cordura que no de la sciencia. Di, Pisto: qul es la cosa la qual del hombre virtuoso lcitamente puede ser desseada? Respondi el philsopho: Todo lo que fuere bueno y sin perjuyzio de tercero, honestam ente puede ser desseado, pero a mi parecer slo aquello se deve dessear que sin ve rgena y pblicamente se puede pedir. Di, Pisto: qu harn los hombres con sus mugeres preadas para que no aborten las criatu ras? Respondi el philsopho: No ay en el mundo cosa ms peligrosa que tener el hombre c argo de una muger preada; porque si el marido la sirve tiene trabajo y si acaso l a descontenta, ella corre peligro. En este caso devran las mugeres romanas y sus maridos [408] ser muy cuydadosos, y en las cosas siguientes ser ms solcitos, las q uales yo las digo ms por consejo que no por precepto, aunque en el hombre virtuos o tanta impressin ha de hazer el consejo sano como en el hombre malo haze el mand amiento rezio. T, Octavio, como eres emperador clementssimo y tienes a tu sobrina Cossucia preada, querras que uviesse agora buen preado y que fuesse despus alumbrada en el parto, lo qual todo vers ass, si guardares esto que te digo. Lo primero, gurdese la muger preada de baylar y saltar ni correr en ninguna fiesta ; porque el saltar muchas vezes quita a los hombres la habla y a las mugeres prea das les quita la vida, y no es justo que la locura de la madre ponga en condicin la vida del hijo. Lo ii, gurdese la muger preada no sea osada de entrar en huerta do uviere mucha fr uta; porque por ocasin de comer mucha fruta no malpara la criatura, y no es justo que la golosina de la madre se pague con perder el innocente hijo la vida. Lo tercero, gurdese la muger preada de ceir cinta muy apretada; porque muchas seoras romanas por ocasin de parecer hermosas traen las ropas tan apretadas, que son oc asin de matar a sus criaturas, y no es justo que pierda el nio la vida slo porque p arezca la madre hermosa. Lo quarto, gurdese la muger preada no sea osada de yr a cenar en alguna gran fiest a; porque muchas vezes viene repentinamente un parto peligroso no ms de por aver comido demasiado, y no es justo que por una breve cena la madre y el hijo pierda n para siempre la vida. Lo quinto, gurdese la muger preada que por ninguna manera de sbito oya alguna mala nueva; porque ms peligro corre en or una cosa que le d pena que no en sufrir una en fermedad larga, y no es justo que por saber una cosa que va muy poco en saberla, la madre que est por parir y el hijo que est por nacer no sin gran lstima de todos

en un momento ayan de peligrar. Lo sexto, gurdese la muger preada que por ninguna manera vaya a las fiestas do est uviere mucha gente junta; porque muchas vezes de verse una muger preada apretada, sin [409] dezir aqu estoy pierde la vida, y no es justo (sino muy injusto) que nin guna muger con apetito de ver fijos ajenos dexe hurfanos a sus fijos proprios. Lo sptimo, gurdese el marido que tuviere muger preada no niegue a su muger quando l e pidiere alguna cosa honesta, porque en concedrselo puede yr poco y en negrselo p uede recrescer en dao, y no sera justo que, pues ella con su parto honra y aumenta la repblica de Roma, Roma consintiesse que ninguna muger preada rescibiesse afren ta. Esto es lo que el philsopho Pisto respondi a las preguntas, y stas son las reglas q ue dio al Emperador Octavio para las mugeres preadas, las quales, si fueren guard adas, prometo y oso dezir que las seoras generosas se librarn de muchos peligros y los maridos escaparn de muchos enojos. Concluyendo, pues, todo lo sobredicho, di go que deven las princesas y grandes seoras en el tiempo que estn preadas andar muy recatadas mucho ms que las mugeres comunes y plebeyas; porque do se espera mayor provecho, all se deve poner muy mayor recaudo. Es auctor de lo sobredicho Pulio, libro tertio De moribus antiquorum, y Sexto Cheronense, libro quinto De legibus domesticis, y deste philsopho Pisto escrivi muchas cosas Plutharco. [410]

Captulo XIII De tres consejos que dio Lucio Sneca a un secretario amigo suyo que biva con el Em perador Nero, y de cmo Marco Aurelio emperador tena ordenadas todas las horas del da; y de cmo l mismo tena la llave de su cmara, do estavan sus libros; y de cmo la ent reg a un romano anciano quando quiso morir; y de unas palabras muy notables que l e dixo, dndole la llave; en especial que poco aprovecha el prncipe haga grandes ha zaas con la lana si no ay quien ge las engrandezca con la pluma.

Tena el Emperador Nero un secretario que ava nombre Emilio Varrn, el qual estando e n Roma, junto a la puerta Salaria hizo una muy solenne casa, y combid un da a Luci o Sneca para que ambos se fuessen juntos a comer en la casa nueva a fin que aquel la casa fuesse dichosa y bien fortunada; porque los romanos tenan por agero que, s egn ventura del que primero entrava, coma y dorma en la casa nueva, ass ava de ser la adversidad o prosperidad de los que despus morassen en ella. Condecendi Lucio Sneca al ruego de su amigo Emilio Varrn y, como uviessen solemneme nte comido, anduvieron ambos juntos a ver aquel nuevo y generoso edificio, mostr ando y declarando a Lucio Sneca todas las cosas por menudo. Dezale el secretario a Sneca: Estos entresuelos son para huspedes; estas salas, para negociantes; estos retretes son para mugeres; estas cmaras son para escuderos; e stas aoteas son para vistas; estos corredores son para el sol; este baxo, para ca valleriza; aquella piea es para botillera. Finalmente [411] le mostr la casa, la qua l para estar muy complida no le faltava ni sola una piea. Ya despus que Emilio Varrn ava mostrado toda su casa, esperando que su husped Sneca s e la loara, como de razn mereca ser loada, como si no uviera visto ninguna y que de nuevo passara por la puerta dixo a Emilio Varrn: Cya es esta casa? Respondile Emilio Varrn: Donoso husped eres t, Lucio Sneca. He gastado toda mi hazienda en hazer esta casa, hete trado a ver la casa, has com ido comigo en la casa, hete mostrado toda la casa, hete dicho que es ma la casa; y pregntasme de nuevo cya es la casa? Respondile Lucio Sneca: T me has mostrado la ca de los huspedes, la casa de los esclavos, la casa de las mugeres, la casa de los cavallos, y en toda esta casa no me has mostrado una sola piea que puramente sea tuya sin que entre en ella otra persona; porque si t tienes la propiedad de la ca sa, ellos tienen lo mejor, que es la possessin della. Tngote por hombre cuerdo, tng ote por hombre sabio, y aun s que de coran eres amigo mo; y, pues he sido oy tu comb

idado, es mucha razn en remuneracin dello que te haga algn servicio, y ste ser contar te algn buen consejo; porque los combites sulenlos pagar con dineros los hombres e strangeros, y con dezir mentiras los hombres vanos, y con dezir donayres los cho carreros, y con dezir lisonjas los hombres perdidos; pero los buenos y virtuosos sulenlos pagar con dar buenos consejos. A ti te ha costado esta casa muchos trab ajos, y muchos enojos, y aun muchos dineros; y, si tanto te cuesta, justo es te alegres con ella. Toma, pues, agora tres consejos mos, y podr ser que te falles me jor con ellos que no con dineros estraos; porque muchos tienen hazienda para haze r casas y no tienen cordura para gozarlas. El primero consejo es que por mucho que quieras a tu muger o a tu amigo, nunca t u coran le descubras del todo, sino que siempre en ti solo y para ti solo guardes algn particular secreto; porque, segn deza Platn, de quien se fa el secreto, dl se con fa la libertad. El segundo consejo es que en negocios particulares ni universales no te ocupes t anto a que en negociar y hablar consumas todo el tiempo, sino que por lo menos t res horas [412] cada da tengas dedicadas para el retraymiento y descanso de tu pe rsona. El tercero consejo es que dentro de tu casa tengas algn lugar apartado, la llave del qual tengas t slo, y all terns tus libros, y all pensars en tus negocios, all habl rs con tus amigos; finalmente ser aquel lugar secretario de tus pensamientos y un descansadero de tus trabajos. stas fueron las palabras que dixo Lucio Sneca a su amigo Emilio Varrn, y a la verda d fueron palabras como de tal y tan excellente hombre dichas, y que por rica que fuesse la comida, sin comparacin fue muy mayor el escote que escot Lucio Sneca en ella; porque muy mayor gusto toma el coran en los maduros consejos que no toma el cuerpo en los sabrosos manjares. He querido contar este exemplo de Lucio Sneca para dezir otro que aconteci al Empe rador Marco Aurelio con su muger Faustina, y porque no se pervierta la orden de la historia diremos aqu primero la gran orden que tena el Emperador en su vida; po rque jams estar concertada la repblica si el prncipe no tiene concertada la vida. Ti enen necessidad los prncipes de ser en su vivir muy ordenados, de manera que conc ierten la muchedumbre de los negocios del Imperio con los particulares de su cas a, y los particulares de su casa con las recreaciones de su persona, y todo esto se ha de nivelar con la penuria del tiempo; porque el buen prncipe ni le ha de f altar tiempo para los negocios, ni le ha de sobrar tiempo para los vicios. Llama n los mundanos tiempo bueno el tiempo que a ellos fue prspero, y llaman tiempo ma lo el tiempo que a ellos fue adverso. Nunca el Criador quiera que esta sentencia aprueve mi pluma, sino que aqul es tiempo bueno que en virtudes es expendido y a qul es tiempo malo que en vicios es empleado; porque los tiempos siempre son unos , sino que los hombres se varan de viciosos en virtuosos y de virtuosos en vicios os. El buen Emperador Marco Aurelio tena el tiempo repartido por tiempos, de manera q ue tena tiempo para s y tiempo para todos los negocios; porque el hombre que no es pesado [413] en breve tiempo expide mucho y el hombre que es atado en largo tie mpo expide poco. sta era la orden que con el tiempo tena, conviene a saber: siete horas dorma de noche y una hora reposava de da. Y en comer y en cenar solas dos ho ras gastava; y esto no porque l tardava tanto en comer y cenar, sino que, como lo s philsophos tenan all disputa, era ocasin de alargarse ms la comida; porque jams en x vii aos hombre le vio comer sin que le leyessen en un libro o disputasse algn phils opho. Como tena muchos reynos y provincias, tena deputada para los negocios de Asi a una hora, para los de frica otra hora, para los de Europa otra hora; en convers acin de sus hijos y muger y familiares amigos otras dos horas gastava. Tena otra h ora deputada para negocios estravagantes, como or agravios de agraviados, querell as de pobres, sinjusticias de biudas, robos de hurfanos; porque los clementssimos prncipes no menos han de or a los pobres que poco pueden que a los ricos que mucho tienen. Todo el restante del da y de la noche todo le ocupava en leer libros, en escrevir obras, en componer metros, en estudiar antigedades, en platicar con sab ios, en disputar con philsophos; finalmente no tomava gusto de cosa tanto como er a de fablar en la sciencia. Si crudas guerras no le empedan, o arduos negocios no le estorvavan, ordinariamente en invierno siempre se acostava a las nueve y des

pertava a las quatro, y por no estar ocioso siempre a la cabecera tena un libro; el tiempo que hasta la maana quedava en leer lo expenda. Tenan en costumbre los emperadores romanos de traer delante s fuego (conviene a sa ber: unas ascuas encendidas), y de noche tenan unas lmparas tambin encendidas en su s cmaras, de manera que estando despiertos avan de quemar cera y estando durmiendo ava de arder azeyte. El fin porque los romanos ordenaron que azeyte, que se haze de la oliva, y cera, que haze el abeja, se quemasse delante de sus prncipes fue porque se acordassen que avan de ser tan clementssimos y mansos como el olio de la oliva y tan provechosos a la repblica como la abeja en la colmena. Levantvase a las seys; vestase pblicamente no con poco sino con mucho regozijo, pre guntando a los que estavan [414] presentes en qu avan expendido la noche toda, y l les contava all lo que ava soado, lo que ava pensado y lo que ava ledo. Acabado de ves tir, lavvase el rostro y las manos con aguas odorferas. Era muy amigo de buenos ol ores, ca tena tan bivo el sentido del odorato, que alguna vez passando por lugare s inmundos reciba enojo. Luego de maana coma dos bocados de letuario de cantuesso y beva dos tragos de agua ardiente, y era la razn porque tena el estmago muy fro a cau sa de averse dado tanto al estudio. Cada da lo vemos por experiencia los hombres muy estudiosos ser de enfermedades muy perseguidos; porque con el dulor de la sci encia no sienten cmo se les consume la vida. Si era verano, vase luego de maana a la rivera del ro Thber y passevase a pie por esp acio de dos horas, y all negociavan con l estando a pie, y a la verdad era sta buen a sagacidad; porque no teniendo el prncipe silla, siempre en sus palabras el nego ciante se acorta. Ya que entrava ms el da y tomava ms fuera el calor, vase al alto Ca pitolio, do le esperava el Senado, el qual acabado, tornvase al Coliseo, do estav an todos los embaxadores y procuradores de las provincias, y all se detena fasta g ran parte del da. Despus que ava comido y estava retrado, vase al templo de las vrgines vestales, y all oa a cada nacin por s, segn por la orden que estava sealado. No coma ms de una vez al , y esto algo tarde; pero coma muy bien y mucho, y esto de buenas cosas, aunque d e pocos manjares; porque los manjares estraos siempre engendran enfermedades estr aas. Por maravilla le vieran andar a passear si no era una vez cada semana, que s e yva por Roma, y esto desacompaado de los suyos y de estraos, a causa que todos l os pobres y hurfanos libremente le pudiessen fablar y si se quisiessen de sus ofi ciales querellar; porque impossible es que se remedie la repblica si el que la ha de remediar no se informa de los daos della. Era tan afable en su conversacin, er a tan dulce en sus palabras; era tan seor con los mayores, era tan ygual con los menores; era tan limitado en lo que pida, era tan cumplido en lo que haza; era tan sufrido en las injurias, era tan agradecido en los beneficios; era tan bueno pa ra los buenos, y era [415] tan severo con los malos; que todos le amavan por ser tan bueno y todos le teman por ser tan justo. No se tenga en poco el amor que te na con este buen Emperador su pueblo, en que como los romanos fuessen los que por la felicidad de su estado ofreciessen a sus dioses mayores sacrificios que se o frescan en todos los otros reynos, dize Sexto Cheronense que ms y ms ricos sacrific ios ofrecan en Roma porque los dioses al emperador acrecentassen la vida, que no ofrescan por el estado ni prosperidad de la repblica. A la verdad ellos tenan mucha razn; porque el prncipe de buena vida es su nima y coran de la repblica. Pero no me m aravillo que este buen Emperador fuesse tan quisto del pueblo romano; porque jams en su cmara uvo portero si no eran las dos horas que con Faustina estava retrado. Passado todo lo sobredicho, el buen Emperador se retraa a su casa, en lo ms secret o de la qual tena, conforme al consejo de Lucio Sneca, un retraymiento cerrado con llave, la qual l slo tena, y jams de nadie la fi hasta el da de la muerte que la dio a un viejo anciano llamado Pompeyano, dizindole estas palabras: Bien sabes, Pompeyano, que siendo t abatido, te puse en honra; siendo t pobre, te d i hazienda; siendo t perseguido, te traxe a mi casa; siendo yo absente, confi de t i mi honra; siendo t biudo, te cas con mi hija. Pues toma agora esta llave y mira que en drtela te d el coran y la vida; porque te hago saber que no llevo deste mundo tanta pena porque dexo la muger y los hijos en Roma, sino porque no puedo lleva r los libros a la sepultura. Si los dioses me dieran a escoger, yo antes escogie ra estar en la sepultura rodeado de libros que no passar la vida en compaa de neci

os; porque si los muertos leen, yo los tengo por bivos, y si los bivos no leen, yo los tengo por muertos. Debaxo desta llave que te doy quedan libros griegos, l ibros hebraycos, libros latinos, libros romanos y, sobre todo, quedan all mis sud ores, mis vigilias, mis trabajos, que son hartos libros por m compuestos, por man era que si mi cuerpo despedaaren los gusanos, a lo menos hallarn mi coran entero [41 6] entre los libros. Trnote a dezir que tengas en mucho dar como te doy esta llave; porque los hombres sabios lo que amaron mucho en la vida al que ms aman lo encomiendan en la muerte . Yo confiesso que en mi estudio hallars muchas cosas de mi mano bien escriptas y bien ordenadas, y tambin confiesso que hallars muy pocas dellas por m esecutadas. Y en este caso me parece que, pues t no las supiste escrevir, que las sepas obrar , y desta manera t alcanars premio de los dioses por averlas obrado, y yo alcanar fam a entre los hombres por averlas escrito. Mira, Pompeyano, que he sido tu seor, he sido tu suegro, he sido tu padre, he sid o tu abogado y, sobre todo, te he sido muy buen amigo, lo qual es ms que todo; po rque ms vale un buen amigo que todos los parientes del mundo. Pues en fe desta am istad te pido siempre tengas en la memoria en cmo a otros dexo encomendada la mug er, dexo encomendada la hazienda, dexo encomendada mi casa; pero a ti dexo encom endada mi honra; porque no dexan de s los prncipes ms memoria de la poca o de la mu cha que les da la escriptura. Yo he sido xviii aos Emperador de Roma, y ha sessen ta y tres aos que muero en esta triste vida, en los quales aos yo he vencido mucha s batallas, yo he muerto a muchos piratas, yo he fecho muchos edificios, yo he s ublimado a muchos buenos, yo he castigado a muchos malos, yo he ganado muchos re ynos, yo he destruydo a muchos tiranos; pero qu har, triste de m, que todos los vezi nos y compaeros que destas cosas fueron comigo testigos de vista, todos han de se r compaeros mos en la sepultura? De aqu a mill aos, pues, sern muertos los que agora son vivos. Quin dir: yo vi a Marco Aurelio triumphar de los partos, yo le vi hazer los edificios adventinos, yo le vi ser amado de sus pueblos, yo le vi ser padre de los hurfanos, yo e vi ser verdugo de los tyranos? Por cierto, si todas estas cosas no las declarar en los libros, a lo menos no se levantarn a pregonarlas los muertos. Qu cosa es ver a un prncipe desde que nasce hasta que muere, la pobreza que passa, los peligros que sufre, las [417] afrentas que dissimula, las amistades que fin ge, las lgrimas que llora, los sospiros que da, las promessas que haze, y no por otra cosa sufre esta tan triste vida sino por dexar de s alguna memoria. No ay prn cipe oy en el mundo que no tenga harto para tener buena casa, para tener esplndid a mesa, para vestirse rica ropa, para pagar a los que lo sirven en su casa, sino que por esta negra honra encima de los labrios sufre el agua y trae los pechos arrastrando por tierra. Como hombre que lo he esperimentado, es razn que sea en e ste caso credo, y es que no es otro el fin de los prncipes conquistar reynos estrao s y dexar padescer tanto a los suyos, sino que las grandezas que en su presencia dizen de los prncipes passados, en absencia las dixessen dellos en los siglos ad venideros. Concluyendo mi pltica y declarando mi intencin, digo que el prncipe que es generoso y amigo de dexar de s fama, vea lo que pueden escrevir dl los que escr iven su historia; porque poco aprovecha que haga l grandes hazaas con la lana si no ay escriptor que se las engrandezca con la pluma. Dichas, pues, estas palabras por el buen Emperador, dio la llave del estudio al honrado viejo Pompeyano, el qual tom todas las escripturas y psolas en el alto Cap itolio do los romanos las tenan honradas, como los christianos suelen tener a las sanctas reliquias. Todas estas escripturas con otras innumerables perescieron e n Roma quando fue por los brbaros destruyda; porque los godos, a fin de quitar pa ra siempre la memoria de los romanos, no tocaron en los muros y quemronles los li bros. A la verdad en este caso fueron los godos muy crueles con los romanos, muc ho ms que si les mataran a sus hijos y les derrocaran los muros; porque al fin ma yor testigo es de la fama la letra viva y que siempre habla, que no la piedra, n i la cal, ni la arena. [418]

Captulo XIV Cmo la Emperatriz pidi a su marido, el Emperador Marco Aurelio, la llave de su est udio, y de una pltica que le hizo en este caso; en especial cuenta muchos agravio s que las mugeres resciben de sus maridos, y cmo en ellos y no en ellas es la cul pa de ser malcasados.

Dicho cmo el Emperador Marco Aurelio tena el estudio en lo ms apartado de su palaci o y cmo l mismo tena la llave de aquel estudio, es de saber agora que jams a muger, ni a hijos, ni a familiares amigos dexava entrar dentro; porque muchas vezes deza l: Con ms alegre coran sufrir que me tomen los thesoros, que no que me rebuelvan los libros. Aconteci que un da la Emperatriz Faustina, estando preada, importun con todas las maneras de importunidad que pudo tuviesse por bien de darle la llave del es tudio, y esto no es maravilla; porque naturalmente las mugeres menosprecian lo q ue les dan y mueren por lo que les niegan. Insista Faustina en su demanda, y esto no de burla, sino de veras; no una vez, sino muchas; no con solas palabras, sin o con palabras y lgrimas; dizindole estas razones: Muchas vezes te he rogado me diesses la llave de tu cmara y t siempre lo has echado en burla, y no lo devras, seor mo, hazer, acordndote que estoy preada; porque muchas vezes los maridos lo que oy echan en burlas, maana lo lloran de veras. Acordarte devras que soy yo, Faustina, la muy nombrada, la qual en tus ojos soy yo la ms he rmosa, en tu lengua la ms alabada, de tu persona la ms [419] regalada, de tu coran l a ms quista. Pues si es verdad que me tienes en tus entraas, por qu dudas mostrarme tus escripturas? Comunicas comigo los secretos del Imperio y ascondes de m los libros de tu estudio ? Hasme dado tu coran tierno y nigasme agora la llave que es de hierro duro? Agora p ienso que tu amor era fingido, que tus palabras eran dobladas, que tus pensamien tos eran otros, que tus regalos eran estraos; que, si otra cosa fuera, impossible fuera negarme la llave que yo te pida; porque, do ay perfecto y no fingido amor, aun lo que de burla se pide de veras se concede. En costumbre lo tenys los hombres, que para engaar a las mugeres acometys con grand es ddivas, dezsles dulces palabras, hazys grandes promessas, dezs que harys maravilla s, y despus que las tenys engaadas, de vosotros ms que de otros son perseguidas. Qua ndo los hombres importunan a las mugeres, si las mugeres tuviessen en negar cons tancia, en breve espacio os haramos arar so el yugo y la melena; pero ass como nos otras nos dexamos vencer, ass vosotros os determinys de nos aborrecer y dexar. Dxam e, pues, seor mo, ver tu cmara; y mira que estoy preada y se me sale el nima por verl a; y, si no lo hizieres por hazerme a m plazer, hazlo siquiera por aliviar a ti d e pesar; porque si yo peligro deste antojo, solamente perder la vida, pero t perde rs el hijo que ava de nascer y la madre que le ava de parir. No s por qu tu coran gene oso quieres someter a un caso de fortuna tan vario, en que t y yo muramos de un s olo tiro: yo en morir tan moa y t en perder muger tan querida. Por los dioses immo rtales te ruego, y por la madre Verecinta te conjuro me des la llave, o me dexes entrar en tu estudio, y no cures de permanecer en esse tan desaconsejado paresc er, de manera que tu muy desacordado acuerdo torne de nuevo acordar; porque todo lo que sin consideracin es ordenado, avida oportunidad puede ser deshecho. Ver hombres que leen los libros y aman los fijos cada da lo vemos, pero nunca yo pens que en coran de hombres caa aborrecer los hijos por amar los libros; porque al [420] fin los libros son compuestos de palabras ajenas, pero los fijos son de nu estras entraas proprias. Todos los hombres cuerdos antes que comiencen alguna cos a siempre suelen primero mirar los inconvenientes que pueden seguirse della. Pue s si t no quieres darme esta llave y quieres permanecer en tu obstinada porfa, per ders a tu Faustina, perders a tu muger querida, perders la criatura de que estoy pr eada, perders la auctoridad de tu casa, dars qu dezir a toda Roma y nunca del coran te saldr esta lstima; porque con ninguna cosa el triste coran se consuela quando lo qu e padesce l mismo de padecerlo se tiene la culpa. Si los dioses lo permiten por s us secretos juyzios, y si lo merescen mis tristes hados, y si t, seor mo, lo quiere s no por ms de salir con lo que quieres; en que por negarme t esta llave yo aya de

morir, yo quiero morir, pero dende agora adevino que te has de arrepentir; porq ue muchas vezes acontece aun a los hombres cuerdos que quando ha ya das que se fu e el remedio viene de sbito el arrepentimiento. Maravillada estoy de ti, seor mo, cm o en este caso te muestras tan estremado, pues sabes que todo el tiempo que emos estado en uno, tu acuerdo y mi acuerdo siempre fueron de un acuerdo. Si no quieres darme esta llave porque soy tu Faustina; si no la quieres dar porq ue soy tu muger querida; si no la quieres dar porque estoy preada; requirote me la des por virtud de la ley antigua, porque ya sabes t que es ley muy antigua entre los romanos que a las mugeres preadas no les puedan negar sus antojos. Muchas ve zes he visto yo delante de mis ojos traer las mugeres sobre este caso en pleyto a sus maridos, y t, seor, mandavas que por ninguna manera a las preadas les quebran tassen sus privilegios. Pues si esto es verdad, como es ass, por qu quieres t que se guarden las leyes con los hijos ajenos y quebrantarlas con tus fijos proprios? Hablando con aquel acatamiento que devo, aunque t lo quieras, yo no lo tengo de q uerer; y, aunque t lo hagas, yo no lo tengo de consentir; y, aunque t lo mandes, y o no lo tengo de obedecer; porque si el marido no acepta el justo ruego de su mu ger, la muger no [421] es obligada de aceptar el injusto mandamiento de su marid o. Los maridos desseys que vuestras mugeres os sirvan, desseys que vuestras mugere s os obedezcan en todo, y no querys condescender al su menor ruego. Dezs vosotros, los hombres, que las mugeres somos desamoradas, como sea verdad que en vosotros est todo el desamor; porque en esto verys que vuestros amores son fingidos, en qu e amores no moran ms con vosotros de quanto se cumplen vuestros desseos. Dezs voso tros, los hombres, que las mugeres son sospechosas, como sea verdad que en vosot ros y no en nosotras estn las sospechas; porque no de otra cosa estn oy en Roma ta ntas nobles romanas mal casadas sino de tener sus maridos dellas infinitas sospe chas. Muy diferente es la sospecha de la muger y los zelos del marido; porque si lo qu ieren entender, no es otra cosa tener la muger de su marido sospecha sino mostra r que de todo su coran le ama. Las innocentes mugeres, como no conocen a otros, ni buscan a otros, ni tratan con otros, ni aman a otros, ni quieren a otros sino a sus maridos, no querran que sus maridos conociessen a otras, ni buscassen a otra s, ni amassen a otras, ni quisiessen a otras sino a sus mugeres solas; porque el coran que no se emplea sino en amar a uno, no querra que en aquella posada entrass e otro. Pero vosotros, los hombres, sabys tantas maas, y usys con ellas de tantas c autelas, que, avindoos de preciar cmo las servs y cmo las regalys, alabysos cmo las of ndys y cmo las engays, como sea verdad que en ninguna cosa puede el hombre mostrar ms su generosidad y nobleza que en favorecer a una muger muy pecadora. Enlabian lo s maridos a sus mugeres dizindoles a cada passo una dulce palabra, y, partidos de all, ellos saben a quin dan el cuerpo y aun la hazienda. Yo te juro, seor mo, que s i la libertad y auctoridad que tienen los hombres en las mugeres, las mugeres la tuviessen en los hombres, de manera que lo que ellos pesquisan en el barrio pes quisassen ellas en el pueblo, que hallassen ellas ms malos recados hechos por ell os en un da que ellos hallarn dellas hechos en toda su vida. [422] Dezs vosotros, los hombres, que las mugeres son maldizientes, como sea verdad que no son otra cosa vuestras lenguas sino unas colas serpentinas; porque a los hom bres buenos condenys y a las matronas romanas infamys. Y no pensys que, si dezs mal de las otras, que por esso perdonys a las vuestras, ca no es tanto mal lastimar a las estraas con la lengua como infamar el hombre a su muger con sospecha; porque el marido que en su muger pone sospecha a todos da licencia que la tengan por m ala. Nosotras, las mugeres, como salimos pocas vezes, andamos pocas tierras, vem os pocas cosas; aunque queremos, no podemos ser de malas lenguas. Mas vosotros, los hombres, como andys mucho, os mucho, veys mucho, sabys mucho; continuamente mur murys mucho. Una muger todo el mal que puede dezir es dar orejas a sus amigas qua ndo estn apassionadas, reir a sus criadas si son perezosas, murmurar de sus vezina s si son ms hermosas, echar maldiciones a los que les hazen injurias; finalmente, una muger por maldiziente que sea no puede murmurar ms de las del barrio en que mora. Pero vosotros los hombres infamys a vuestras mugeres con sospechas, lastimys a las vezinas con palabras, ponys en las estraas crudamente las lenguas, no gurday s fidelidad a vuestras amigas, hazys todo el mal que podys a vuestras enemigas, co n las presentes murmurys de las passadas, con las passadas para dexarlas hezistes

mil cautelas, finalmente soys por una parte tan doblados y por la otra tan desa gradescidos, que a las que no avys alcanado prometys mucho y a las que avys alcanado tenyslas en poco. Yo no niego que una muger para ser quien ha de ser sino que le es necessario sea retrada; y siendo retrada, ser de buena vida; y siendo de buena vida, tern buena fa ma; y teniendo buena fama, ser de todos bienquista; pero si acaso alguna destas c osas le falta, no por esso de su marido ha de ser luego abatida; porque las flaq uezas que el marido halla en la muger son pocas y las poquedades que la muger en cubre de su marido son muchas. Yo he hablado ms largo de lo que pensava, y aun ms osado de lo que deva; pero perdname, seor mo, que no ha sido mi [423] intencin enojar te, sino persuadirte; y al fin al fin lo que entre muger y marido passa loco es el que dellos lo toma por injuria. Todava insisto en lo primero y, si menester es , te lo ruego de nuevo tengas por bien darme la llave de tu estudio. Y si otra c osa hizieres (como la puedes hazer), harslo de hecho como hombre que eres, y no d e derecho como discreto de que presumes. No me pesa tanto de lo que hazes, quant o de la ocasin que me das: lo uno a que malpara deste preado, lo otro a que sospec he que tienes ascondida alguna amiga en esse estudio; porque los hombres que en la mocedad fueron traviessos, aunque la vestidura que traen no est rota, siempre huelgan vestirse otra nueva. Pues por quitar el peligro del parto y por aligerar mi coran de tal pensamiento, no es mucho me dexes entrar en tu estudio. [424]

Captulo XV De lo que Marco Aurelio Emperador respondi a Faustina sobre que ella le pidi la ll ave del estudio; y de cmo este buen emperador confiessa siete virtudes que han de tener los buenos prncipes, de las quales l caresce; y del mucho trabajo que tiene n los casados con sus mugeres; y de cmo entre los brbaros las mugeres tenan apartad as las casas de sus maridos. Es captulo muy notable.

Odas por el Emperador Marco Aurelio tales y tantas cosas como Faustina le dixo, y (lo que ms era) que todas las palabras que deza baava en lgrimas, acord de responder le de veras, pues ella le hablava de veras, dizindole estas palabras: Dicho me has, Faustina, todo lo que has querido, y tambin has visto con qunto sufri miento yo lo he escuchado. Pues rugote agora yo que el sufrimiento que yo he teni do tengas y la atencin con que te he odo me oyas; porque en semejantes casos, en s oltndose la lengua a dezir alguna rezia palabra, luego se han de apercebir las or ejas a rescebir la respuesta. Hasta oy por nascer est quien sea osado a hablar lo que no deva hablar, y juntamente con esto ser privilegiado de no or lo que no que rra or. Antes que diga de ti quin eres y qu tal devras ser, quiero primero dezir quin soy y qu tal devra ser; porque te hago saber, Faustina, que soy tan malo, que es m uy poco lo que mis enemigos dizen a respecto de lo que diran si me conociessen lo s que me aman. [425] El prncipe para que sea buen prncipe no ha de ser cobdicioso en los tributos, ni h a de ser sobervio en los mandamientos, ni ha de ser ingrato a los servicios, ni ha de ser atrevido a los templos, ni ha de ser sordo a los agravios, ni ha de se r cruel con los hurfanos, ni ha de ser pesado en los negocios. Y el prncipe que ca reciere destos vicios ser de los hombres amado y de los dioses favorecido. Yo con fiesso en lo primero que soy cobdicioso; porque al fin al fin aqullos son de los prncipes verdaderos privados que les dan pocos enojos y les sirven con muchos din eros. Yo confiesso lo segundo que soy sobervio; porque no ay prncipe oy en el mun do tan abatido, que quanto tiene ms baxa la fortuna no tenga ms altos los pensamie ntos. Yo confiesso lo tercero que soy ingrato; porque los servicios que rescebim os los prncipes son muchos y las mercedes que hazemos son pocas. Yo confiesso lo quarto que soy muy mal cultor de los templos; porque los prncipes pocas vezes a l os dioses ofrescemos sacrificios si no es quando nos vemos de nuestros enemigos

cercados. Yo confiesso lo quinto que soy negligente en or los agravios; porque co n los prncipes ms fcil audiencia tienen los lisongeros para dezir lisonjas que no l os tristes pleyteantes para contar sus querellas. Yo confiesso lo sexto que soy descuydado con los hurfanos; porque en las cortes de los prncipes los ricos y pode rosos son los privados y los tristes hurfanos aun no son odos. Yo confiesso que en el despachar a los negociantes soy muy perezoso; porque muchas vezes de no prov eer los prncipes con tiempo en los negocios se siguen a sus reynos muchos y muy g randes trabajos. He aqu, Faustina, cmo he dicho quin segn razn ava de ser y quin segn la sensualidad s Y no tengas en poco confessar yo mi yerro; porque grande esperana da de la emien da el hombre que de su voluntad conosce la culpa. Vengamos agora, Faustina, a hablar de ti, y por lo que he dicho de m podrs adevina r lo que podremos dezir de ti; porque somos tan mal acondicionados los hombres, que miramos por menudo los defectos agenos y no querramos aun or los nuestros prop rios. Cosa es muy [426] cierta, Faustina, que quando est una persona muy contenta siempre dize ms por la lengua que no en la verdad tiene su coran en guarda; porque los hombres sueltos de lengua muchas cosas dizen estando acompaados, las quales ellos lloran estando solos. Lo contrario de todo esto acontece a los hombres tri stes, los quales no dizen la meytad de sus tristezas; porque los coraones muy las timados a los ojos mandan que lloren y a la lengua mandan que calle. Los hombres vanos con palabras vanas pregonan sus plazeres vanos, y los hombres prudentes c on palabras prudentes dissimulan sus passiones crudas; porque los trabajos desta vida, si los hombres los sienten como hombres, los discretos hanlos de dissimul ar como discretos. Entre los sabios aqul es ms sabio que todos que piensa que sabe menos, y entre los simples aqul es ms simple que piensa que sabe ms; porque si ay alguno que sepa mucho, siempre se falla otro que sepa ms. sta es una de las difere ncias en que se conocen los hombres prudentes y los que poco saben: en que el ho mbre prudente (aun preguntndole) en el responder es pesado, y el hombre vano (aun no le preguntando) en el responder es liviano; porque en la casa do ay generosi dad y cordura dan sin medida las riquezas y dan las palabras por onas. Todo esto he dicho, Faustina; porque me han lastimado tanto tus lastimosas palabras, y me han puesto tanta compassin tus apressuradas lgrimas, y me han alterado tanto tus v anos juyzios, que ni puedo dezir lo que quiero, y pienso que ni t podrs sentir lo que digo. Muchos avisos escrivieron los que del matrimonio escrivieron, pero no escriviero n ellos tantos trabajos en todos sus libros quantos una muger sola a su marido s olo le haze que passe en un da solo. Bien hablaron los antiguos quando hablaron d e los matrimonios, en que todas vezes que hablavan o escrivan del matrimonio siem pre aadan onus matrimonii, que quiere dezir carga del matrimonio; porque a la verdad si el hombre no acierta en tomar buena muger, no ay igual carga ni trabajo oy e n el mundo con solo un da verse el hombre casado. Piensas t, Faustina, que es chico trabajo sufrir el marido a la muger lo que [427] rie, sufrirle lo que dize, sufrirle lo que haze, darle lo que le pide, buscarle lo que quiere, dissimular lo que no quiere? Es esto tan insufrible trabajo, que no querra yo mayor vengana de mi enemigo que es verle con una muy rezia muger casa do. Si el marido es sobervio, vosotras lo humillys; porque no ay hombre (por mucha so bervia que tenga) que no le trayga a sus pies una muger brava. Si el marido es l oco, vosotras le metys en acuerdo; porque no ay en el mundo igual cordura con sab er el hombre llevar a una muger rezia. Si el marido es renzilloso, vosotras le t ornys muy manso; porque es tanto el tiempo que vosotras os ocupys en reir, que no l e queda a l aun tiempo para hablar. Y si el marido es perezoso, vosotras le hazys andar ms que de passo; porque tienen tanto sobre ojo vuestro contentamiento, que el triste no osa comer con reposo ni dormir con sossiego. Si el marido es muy pa rlero, vosotras en pocos das le tornys mudo; porque son tantas las glosas y respue stas que days a cada palabra, que ya no tiene otro remedio sino echar un freno a la boca. Si el marido es sopechoso, vosotras le hazys que mude el estilo; porque son tantos los zelos que le peds cada hora, que no osa dezir aun lo que vee en s u casa. Si el marido es vagabundo, vosotras le hazys presto ser retrado; porque a la verdad days tan mal recaudo en la hazienda, que no halla otro remedio sino es

tarse siempre en su casa. Si el marido es vicioso, presto le atajys el camino; po rque vosotras le cargys el coran de tantos cuydados, que en mal provecho le entraran al cuerpo los vicios. Finalmente, digo que, si el marido es pacfico, en breve ti empo lo tornys renzilloso; porque son tantas y tan continuas vuestras quexas, que no ay coran que las pueda dissimular ni ay lengua que del todo las pueda callar. Naturalmente en todas las cosas tienen espritu de contradicin las mugeres, en que si querys hablar, ellas callan; si querys andar, ellas paran; si querys rer, ellas l loran; si querys plazer, ellas quieren pesar; si querys pesar, ellas toman plazer; si querys paz, ellas quieren guerra; si [428] querys guerra, ellas quieren paz; s i querys comer, ellas ayunan; si querys ayunar, ellas comen; si querys dormir, ella s velan; si querys velar, ellas duermen; finalmente digo que son de tan siniestra condicin, que aman todo lo que aborrescemos y aborrescen a todo lo que amamos. D e mi parescer, los hombres cuerdos que tienen que expedir con mugeres algunos ne gocios no les pidan lo que dessean si quieren alcanar dellas lo que procuran; por que entonces aprovecha la sangra al enfermo quando se la dan en el lado contrario . No es otra cosa sangrar de la vena contraria sino pedir a las mugeres una cosa por la boca, la qual es contraria a lo que el coran dessea; porque de otra manera ni lo alcanarn por sobra de ruegos, ni menos lo alcanarn con abundancia de lgrimas. No te puedo negar, Faustina, que es cosa muy dulce gozar las nieras de los nios; pe ro tampoco me puedes t negar que no es cosa muy cruda sufrir las importunidades d e sus madres. Los nios hazen de quando en quando una cosa con que ayamos plazer, pero vosotras sus madres jams hazys cosa con que no nos deys pesar. Gran plazer es quando el marido viene de fuera y halla su casa barrida, halla la mesa puesta, halla la comida aparejada; y esto se entiende si debaxo desto no ay otra cosa, p ero qu diremos? Quando no cata, halla a los hijos llorosos, a los vezinos escandal izados, a los criados alterados y, sobre todo, halla a la muger dando gritos; po r manera que por mejor tiene el triste yrse ayuno de casa que no esperar y comer con renzilla. Yo acabar con todos los hombres casados que perdonen los plazeres de los hijos, con tal que se obliguen a no les dar ms enojos sus madres; porque a l fin al fin los plazeres que dan los nios han fin con una risada, pero los enojo s de las madres duran por toda la vida. Una cosa he visto en Roma y jams me he en gaado en ella, y es que los ms de los males que hazen los hombres, el castigo dell os remiten los dioses al otro mundo; pero si por plazer de alguna muger cometemo s alguna culpa, mandan los dioses que de mano dessa misma muger en este mundo y no en el otro rescibamos la pena. [429] No ay ms fiero ni peligroso enemigo del hombre que es la muger que tiene el hombr e si no sabe vivir con ella como hombre; porque, si la tiene muy regalada, luego se le torna mal acondicionada. ndense los mancebos de Roma en pos de las damas d e Capua, que jams hombre liviano estuvo con alguna muger aviciado algn tiempo, que con muerte o con infamia ella misma no le procurasse el castigo; porque los jus tos dioses tienen por gran pundonor de honra que ass como veemos las maldades que sufren a los malos, ass veamos los crudos castigos que hazen en ellos. De una co sa soy muy cierto, y no lo digo, Faustina, porque lo he odo, sino que contino lo he esperimentado: que el marido que condesciende a todo lo que su muger dessea, ninguna cosa har la muger de lo que su marido le manda; porque no ay cosa con que ms el marido tenga a su muger subjeta, que de quando en quando le niegue alguna cosa y aun le diga alguna palabra spera. A mi parescer, gran crueldad es la de lo s brbaros tener como tienen a sus mugeres por esclavas, pero muy mayor liviandad es la de los romanos tener como las tienen por seoras. Las carnes ni han de ser t an flacas que pongan hasto, ni han de ser tan gruessas que empalaguen, sino entre veradas para que den sabor. Quiero dezir que el varn cuerdo a su muger ni la enfrene tanto que parezca sierva , ni la desenfrene tanto que se alce por seora; porque de consentir a sus mugeres los maridos que manden mucho, se sigue despus que ellas tengan a ellos en poco. Mira, Faustina, soys en todo estremo tan estremadas las mugeres, que con poco fa vor crescys en mucha sobervia y con poco disfavor cobrys mucha enemistad. No ay mu ger que de su voluntad sufra a otro mayor, ni ay muger que se compadezca con otr o su ygual; y de aqu infiero para m que vosotras ni amys a los mayores, ni querys se r mandadas de los menores; porque de no ser yguales los enamorados siempre los a mores son frgidos. Bien s que no me entiendes, Faustina, pues oye qu ms digo que pie

nsas, y aun te dir ms que querras. O!, quntas y quntas he visto yo en Roma, las quales si tenan dos mil sextercios de r enta [430] en su casa, tenan tres mil de locura en su cabea; y lo peor de todo es que muchas vezes se le muere el marido y pierden toda la renta, pero no por esso se les acaba la locura. Pues oye, Faustina, qu ms te dir. Todas las mugeres quiere n hablar y quieren que todos callen; todas quieren mandar y no quieren ser manda das; todas quieren ser libres y que todos les sean captivos; todas quieren regir y ninguna ser regida; finalmente una cosa sola quieren y en sta todas conforman, y es que quieren gozar de los que aman y vengarse de los que aborrescen. Pudese de lo sobredicho colegir que a los moos livianos que siguen sus liviandades acoce an como a esclavos, y a los cuerdos que como cuerdos recuten sus apetitos persig uen como a enemigos; porque al fin al fin por mucho que nos amen siempre su amor tiene peso y medida, y por poco que nos aborrescan su desamor es sin cuento y m edida. En los Annales pompeyanos me acuerdo aver ledo y notado una cosa digna assaz de s er sabida, y es sta. Quando el gran Pompeyo pass la primera vez a la Asia, acaso c omo llegasse a los montes Ripheos hall all unos brbaros que vivan en las asperezas d e aquellas montaas como salvajes brutos. Y no te maravilles, Faustina, que llame a los que moravan en las vertientes de los montes Ripheos animales brutos; porqu e ass como las ovejas pasciendo yervas delicadas se les hazen las lanas finas, as s los hombres criados en tierras speras se les hazen las personas y condiciones si lvestres. Tenan, pues, estos brbaros por ley y costumbre que cada vezino tuviesse en aquellas montaas dos cuevas (porque la aspereza de la tierra no sufra en s casas ), y en la una cueva de aqullas morava el marido y los hijos y criados, y en la o tra cueva morava la muger y las hijas y moas. Coman dos vezes en la semana juntos y dorman otras dos vezes en la semana juntos; todo el restante del tiempo siempre estavan apartados los unos de los otros. Preguntados por el gran Pompeyo qu fues se la causa de vivir en este modo, como fuesse verdad que en todo el mundo ni se hallasse, ni se oyesse, ni se leyesse tan estremado estremo, dize all la histori a que le respondi un hombre anciano, diziendo: [431] Mira, Pompeyo, a nosotros nos dieron poca vida los dioses, segn solan vivir los hom bres de los tiempos passados; y como no vivimos sino sessenta o setenta aos a lo ms, esto que hemos de vivir querramoslo vivir en paz; porque es tan breve la vida, que aun apenas ay tiempo para gozar la paz, quanto ms que partamos con la guerra . Verdad es que a vosotros, los romanos, con regalo y riqueza hazseos la vida cor ta; pero a nosotros, como tenemos trabajo y pobreza, todava se nos haze la vida l arga; porque en todo el ao jams nosotros celebramos tan gran fiesta como quando mu ere y passa uno desta triste vida. Mira, Pompeyo, si los hombres viviessen muchos aos, avran tiempo para rer y para ll orar, para estar contentos y descontentos, para ser ricos y para ser pobres, par a estar alegres y para estar tristes, para tener guerra y para tener paz; pero, pues la vida es tan corta, para qu quieren los hombres hazer tantas mudanas en ella ? Teniendo como tenamos con nosotros a nuestras mugeres, viviendo muramos; porque las noches se nos passavan en or sus quexas y los das expendamos en sufrir sus renz illas. Teniendo como las tenemos apartadas, ni vemos sus caras tristes, ni vemos llorar a los nios, ni omos sus graves quexas, ni escuchamos sus palabras lastimos as, ni sentimos sus importunidades; y al fin cranse los hijos en paz y los padres escusan la guerra, por manera que ellas estn bien y nosotros estamos mejor. sta fue la respuesta que dio aquel brbaro a la pregunta del gran Pompeyo. Y a la v erdad yo te digo, Faustina, que, aunque a los masgetas los llamamos brbaros, en es te caso ms saben que no los latinos; porque no se libra de pequea pestilencia el q ue escapa de su muger renzillosa. Pregntote agora yo, Faustina: quando aquellos br baros no podan sufrir ni se podan apoderar con sus mugeres en aquella spera montaa, cm o podremos nosotros con vosotras en los regalos de Roma? Una cosa, Faustina, te quiero dezir, y plega a los dioses te la hagan entender, y es: si los bestiales movimientos de la carne no forassen al querer de los hombr es a que quieran [432] (aunque no quieran) a las mugeres, dubdo si muger fuesse sufrida ni menos amada; porque si naturaleza les dio en s porque sean amadas, ell as sacan de s porque sean aborrecidas. Por cierto si los dioses a este amor le hi zieran voluntario como le hizieron natural, de manera que queriendo pudiramos, y

no como agora que queremos y no podemos, con graves penas al hombre avan de casti gar que por amores de una muger se osasse perder. Gran secreto es ste que guardaron para s los dioses, y gran miseria es la de los h ombres, que siendo como es la carne tan flaca, a un coran libre haga tanta fuera, e n que todo lo que nos daa procuramos y lo mismo que aborrecemos seguimos. Secreto es ste que los hombres lo saben muy bien sentir, pero a ninguno veo que le sepa remediar; porque al fin todos se quexan de la carne y a todos los veo ser carnic eros, y quanto le haze a uno mal provecho, tanto della es ms goloso. No tengo emb idia a los dioses vivos, ni a los hombres muertos, sino de dos cosas y son stas: tengo embidia a los dioses en que viven sin temor de maliciosos y tengo embidia a los muertos en que huelgan ya sin necessidad de mugeres; porque son dos ayres tan corruptos que todo lo corrompen, y son dos landres tan mortales que carnes y coraones acaban. O!, Faustina, es tan natural el amor de la carne con la carne, q ue quando de vosotras huye la carne de burla, os dexamos el coran en prendas de ve ras; y si la razn como razn se pone en huyda, la carne como carne se os da luego p or prisionera. [433]

Captulo XVI En el qual el Emperador Marco Aurelio, hablando con Faustina, prosigue su pltica, y dize en ella el gran peligro que tienen los hombres que tratan mucho con las mugeres; y de siete reglas que da a los casados para que bivan en paz con sus mu geres. Es captulo muy notable para entre marido y muger.

Muchas vezes me acuerdo que en mi mocedad, como yo era de carne, tropec en la car ne con propsito de jams tornar a la carne; pero si confiesso que muchas vezes me v enan castos y virtuosos propsitos, dende a una hora dava comigo de rostro en los v icios. Cosa es muy natural que, en acabando uno de cometer el vicio, luego viene en pos dl el arrepentimiento, y, passado el arrepentimiento, luego se torna a co meter aquel vicio; porque durante el tiempo que vivimos en la casa desta carne f laca, lase la sensualidad por seora y a la razn aun no dexa llegar a la puerta. No a y hombre en Roma que si le hablan no diga maravillas por la lengua de los propsit os buenos que tiene en el coran, en especial de ser casto, ser verdadero, ser pacfi co, ser callado; y, si acaso preguntys a los que tratan con l negocios y a los que son sus ms propinquos vezinos, hallarn que es un tramposo, que es un mentiroso, q ue es un blasfemo, que es un doblado, que es un fementido; finalmente engaan a lo s hombres con sus buenas palabras y ofenden a los dioses con sus malas obras. Poco aprovecha blasonar de las virtudes con la lengua si la mano en las obras es perezosa; porque no se llama uno justo porque dessea ser bueno, sino porque sud a y trabaja [434] de ser virtuoso. El traydor del mundo con ninguna cosa ms engaa a los hombres mundanos que es con darles vanas esperanas en que adelante les qued a tiempo para ser virtuosos, y los tristes malaventurados despus que estn emboscad os en la profundidad de los vicios, esperando qundo amanecera el da de la emienda, sobrevnoles primero la noche de la sepultura. O!, quntos y quntos prometieron a los hombres y hizieron voto a los dioses, propusieron entre s mismos que antes de muc hos meses comenaran a ser virtuosos, a los quales dentro de pocos das los vimos ent regar a los hambrientos gusanos. Los dioses quieren que seamos virtuosos y por c ontrario el mundo y la carne quieren que seamos viciosos. A mi parecer, ms vale o bedecer a lo que los dioses mandan que no hazer lo que el mundo y la carne quier en; porque el premio de la virtud es honra y la pena del vicio es infamia. Si paras mientes en ello, Faustina, de una parte estn los dioses que nos combidan a las virtudes, y de otra parte est el mundo y la carne que nos combidan con los vicios. Sera mi parescer en este caso que digamos a los dioses que nos plaze de ser virtuosos, y digamos al mundo y a la carne que, andando ms los tiempos, nos e mplearemos en sus vicios. De tal manera emos de cumplir con los dioses en obra,

y de tal manera emos de entretener al mundo y a la carne con palabras, que gaste mos tanto tiempo en hazer buena vida, que aun no nos quede tiempo para dezir una mala palabra. Hgote saber, Faustina, que todo esto que te he dicho a ti, todo lo he dicho contra m; porque sienpre desde moo he tenido buenos propsitos y con estos buenos propsitos me he envegecido en los vicios. O!, quntas vezes en mi mocedad conosc a mugeres, trat con mugeres, habl a mugeres, co nvers a mugeres, cre a mugeres, me engaaron mugeres, me maltrataron mugeres, me inf amaron mugeres; finalmente por conocer como conoc a las mugeres me apart y dex a la s mugeres. Pero yo confiesso que si la razn me tena fuera de sus casas diez das, la sensualidad me tornava con ellas diez semanas. O!, dioses crueles, o!, mundo malo , o!, carne flaca, dezidme: qu [435] es esto: que la razn me lleve a m por mi volunta d a las virtudes y que la sensualidad contra mi voluntad me torne arrastrando a los vicios? Piensas t, Faustina, que no veo yo qun bueno es ser bueno y qun malo es ser malo? Pero qu har?, triste, que no ay tan crudo verdugo de mi honra y de mi fama como es la carne ma propria, la qual contra mi voluntad me haze continua guerra. Por lo q ual siempre pido a los dioses que, pues mi ser es contra s, defiendan a m de m. Mucha culpa tiene en esta tan cruda guerra la carne flaca, pero muy mayor la tie ne la muger loca y liviana; porque si el hombre fuesse cierto que las mugeres se ran castas, seran vergonosas, seran retradas y sacudidas; compornan los pensamientos p ara no las dessear, ni consumiran el tiempo en las seguir, ni gastaran la hazienda en las servir, ni sufriran tantas afrentas por las alcanar; porque do una cosa no da de alcanarse de s esperana no le lleva la voluntad al coran de seguirla. Pero qu h remos? -di, Faustina- que (como t sabes mejor que yo) est ya tan perdida la vergena en las mugeres de Roma, estn ya tan dissolutas las mugeres de Italia, que si los hombres se descuydan, ellas los despiertan; si los hombres huyen, ellas los llam an; si los hombres se apartan, ellas a ellos se allegan; si los hombres se encog en, ellas los regozijan; si los hombres callan, ellas a hablar los costrien; fina lmente muchas vezes los hombres comienan los amores de burla y ellas se dan tal m aa que los tornan presto de veras. Hgote saber, Faustina, que es muy grande el bro que naturaleza puso en la carne de los hombres, pero muy mayor es la vergena que pusieron los dioses en las caras de las mugeres. Y si es verdad (como es verdad) que los hombres no pierden el bro d e la carne, y las mugeres pierden la vergena de la cara, tengo yo por impossible q ue aya muger virtuosa ni casta en Roma; porque no ay ms perdida repblica que aqulla do las mugeres tienen la vergena perdida. O!, mugeres, y qunta razn tienen en huyr de vosotras los que huyen, asconderse los que se asconden, dexaros los que os dexan, apartarse los que se [436] apartan, o lvidaros los que os olvidan, estraarse los que se estraan, remontarse los que se r emontan, morirse los que se mueren, sepultarse los que se sepultan; porque los g usanos no roen en la sepultura sino la carne flaca, pero vosotras metysnos a saco la hazienda, la honra y la vida. O!, si supiessen los generosos coraones quntos y quntos males se les siguen de trata r con mugeres, yo les juro que no slo no las sirviessen como las sirven de hecho, pero aun de mirarlas no les passasse por pensamiento. Qu ms quieres que te diga, F austina, sino que unos escapan de vuestras manos infames por efeminados; otros, lastimados de vuestras lenguas; otros, perseguidos de vuestras obras; otros, eng aados de vuestras maas; otros, aborrescidos de vuestros descontentos; otros, deses perados de vuestra inconstancia; otros, despechados de vuestros vanos juyzios; o tros, alterados de la ingratitud de los servicios? Finalmente, a mejor librar, t odos escapan de vuestras entraas aborrescidos y de vuestras liviandades acoceados . Pues el hombre que siente que esto ha de passar, yo no s qul es el loco que os q uiere amar ni servir; porque el animal que una vez atolla en el lodo, aun a palo s no le farn otra vez tornar a passar por aquel passo. O!, a qunto peligro se ofrece el que con mugeres trata, en que si no las ama, tinen le por necio; si las ama, por liviano; si las dexa, por tibio; si las sigue, por perdido; si las sirve, no le estiman; si no las sirve, le aborrescen; si las qu iere, no le quieren; si no las quiere, le persiguen; si se entremete, llmanle imp ortuno; si huye, dizen que es covarde; si habla, dizen que es fro; si calla, dize n que es simple; si se re, dizen que es loco; si no se re, dizen que es bovo; si l

es da algo, dizen que vale poco; y al que no les da nada llmanle escasso; finalme nte, al que las freqenta tienen por infame y al que no las freqenta por menos que hombre. Esto visto, esto odo, esto sabido, qu har el hombre triste, en especial si e s hombre cuerdo?; porque si quiere apartarse de mugeres, no le da la carne licen cia; si quiere seguir a las mugeres, no se lo consiente su cordura. [437] Piensan en todo su seso los hombres que con regalos y servicios han de contentar a las mugeres. Pues hgoles saber, si no lo saben, que jams se contenta la muger a unque el hombre haga todo lo que puede como hombre, y haga todo lo que deve como marido, y de la flaqueza saque fueras con mucho trabajo, y la pobreza remedie co n su sudor proprio, y cada hora se ponga por ella en peligro; al cabo la muger n o se lo ha de agradescer, diziendo que su amor es con otra y que aquello haze slo por cumplir con ella. Muchos das ha, Faustina, que yo desseava dezirte esto, y helo dilatado hasta agor a esperando que me diesses una ocasin para dezirlo de quantas me has dado para se ntirlo; porque entre los sabios aquellas palabras son estimadas que al propsito d e alguna cosa son muy bien tradas. Acurdome que ha seys aos en que Antonino Po, tu p adre, me eligi por su yerno; y t a m elegiste por marido; y yo a ti eleg por muger. Y esto todo se hizo mis tristes hados lo permitiendo y Adriano, mi seor, me lo ma ndando. El buen Antonino Po, mi suegro, me dio a ti, Faustina, su nica fija, por m uger, y a su generoso Imperio me dio en casamiento, y mucho de su thesoro l parti comigo, y los huertos Vulcanares los seal para mi passatiempo. Y pienso que en est e caso de ambas partes uvo engao: l en elegirme por hijo y yo en tomarte a ti por muger. O!, Faustina, tu padre y mi suegro llamse Antonino Po porque con todos fue piadoso sino comigo, que fue muy cruel, porque con poca carne me dio gran contrapeso de huesso. Y confissote la verdad, que ya ni tengo dientes con que lo roer, ni calor en el estmago para lo digestir, y lo peor de todo es que muchas vezes con l me he pensado ahogar. Quirote dezir una palabra, aunque recibas pena con ella, y es qu e por tu estremada hermosura eres desseada de muchos y por tus malas costumbres eres aborrecida de todos; porque no son las mugeres hermosas sino como las pldora s doradas, en las quales se cevan los ojos quando las miran y despus reegan dellas quando las pruevan. Bien sabes t, y bien lo s yo, Faustina, que vimos un da a Drusio y a Bruxilla, su m uger, los quales eran nuestros [438] vezinos; y, como riendo llegassen a las mano s y diessen muy grandes bozes, dixe yo a Drusio estas palabras: Qu es esto, seor Dru sio: siendo como es oy la fiesta de la madre Verecinta, y estando como estamos c abe su casa, y hallndonos presentes en tan honrada compaa, y sobre todo teniendo co mo tienes muger tan hermosa; ha de ser possible que aya entre vosotros renzilla? Los hombres que estn casados con mugeres feas, a causa que se les mueran presto nunca han de hazer sino reir; pero los que estn casados con mugeres hermosas, a fi n que vivan mucho siempre las han de regalar; porque las mugeres hermosas aun de cien aos mueren temprano y las mugeres feas aun de diez aos mueren tarde? Drusio, como honbre muy lastimado, alando los ojos al cielo y de lo profundo del coran dand o un sospiro, dixo: Perdneme la madre Verecinta, y perdneme su sancta casa, y perdne me toda la compaa, que por los inmortales dioses juro yo quisiera ms casar con una muger de las negras de Caldea que no aver casado como me cas con una muger romana y hermosa; porque no es ella tan hermosa quanto es negra y triste mi vida. Bien sabes t, Faustina, que quando Drusio dixo esta tan lastimosa palabra yo le enxugu las lgrimas de la cara, y le di del codo, y le rogu al odo no procediesse ms en la m ateria; porque a la verdad los buenos maridos, si sus mugeres no fueren tales, dv enlas muy bien castigar en secreto y despus dvenlas mucho honrar en lo pblico. O!, qun malos son tus hados, Faustina, y qun mal partieron contigo los dioses: diron te hermosura y dironte riqueza para te perder, y negronte lo mejor, que es tener c ordura y ser bien acondicionada para lo sustentar. O!, qunta mala ventura le viene a su casa el da que a un hombre le nasce una hija hermosa, si junto con esto no le permiten los dioses que sea cuerda y honesta; porque la muger que es moa y loc a y hermosa destruye a la repblica y infama a toda su parentela. Trnote a dezir ot ra vez, Faustina, que fueron muy crueles los dioses contigo, pues te engolfaron en los golfos a do todas las malas peligran y te quitaron las velas y remos con que todas las buenas escapan. [439]

Treynta y ocho aos estuve sin me casar que no se me hizieron treynta y ocho das, y en solos seys aos de casamiento me paresce que ha passado seyscientos aos de vida ; porque no se puede llamar tormento sino el que passa el hombre que es mal casa do. De una cosa te quiero hazer cierta, Faustina, que si alcanara antes lo que al cano agora, y de lo mucho que siento entonces sintiera, aunque los dioses me lo m andaran y Adriano mi seor me lo rogara, yo no trocara mi pobreza por tu riqueza, ni mi reposo por tu Imperio; pero, pues cupo en tu dicha y en mi desdicha, callo mucho y sufro ms. Yo he dissimulado contigo mucho, o!, Faustina, y ha sido tanto, que ya no puedo ms; pero yo te confiesso que ningn marido sufre tanto a su muger, que no sea obligado a sufrirle ms, considerando al fin el hombre que es hombre y la muger que es muger; porque el hombre que eligi echarse entre las hortigas, qu h a de sacar de all sino ronchas? Atrevida es la muger que se toma con su marido, pero loco es el marido que toma pendencias pblicas con su muger; porque si es buena, hala de favorescer porque se a mejor, y si es mala, hala de sufrir porque no se torne peor. A la verdad mucha ocasin es para que la muger sea mala pensar ella que su marido no la tiene por b uena; porque son las mugeres tan ambiciosas, que las que pblicamente son malas no s quieren hazer creer que son ellas mejores que todas. Creme, Faustina, que si el temor de los dioses, la infamia de su persona, el dezir de las gentes no retrae a la muger de lo malo, no la apartar todo el castigo del mundo; porque todas las cosas deste mundo sufren castigo si no es la muger, que como muger quiere ruego . El coran del hombre es muy generoso y el coran de la muger es muy delicado, en que quiere por poco bien mucho premio y por mucho mal ningn castigo. El hombre cuerdo mire bien lo que haze antes que se aya de casar, pero despus que se determina de tomar compaa de muger ha de ser como el que entra en la guerra, q ue determina su coran para todo lo que le suscediere en ella. No sin causa llamo g uerra la vida que tienen los malos casados en su casa; porque ms cruda guerra nos hazen las [440] mugeres con las lenguas que no los enemigos con las lanas. Gran poquedad es del hombre cuerdo hazer cuenta de las poquedades de su muger a cada passo; porque si todas las cosas que las mugeres hazen y dizen quieren tomar por el cabo, sepan que jams les hallarn fin ni cabo. O!, Faustina, si las mugeres roma nas quisissedes siempre una cosa, procurssedes una cosa, permanecissedes en una cos a, holgaramos los hombres aunque fuesse a nuestra costa condescender en ella; per o qu haremos?, que lo que os agrada agora os descontenta de aqu a un poco; lo que p eds a la maana no lo querys a medioda; con lo que folgvades a medioda tomys enojo a la noche; lo que amvades a la noche aborrecys a la maana; lo que ayer tenades en mucho oy lo tenys en poco; lo que antao os morades por verlo ogao aun no querys oyrlo; lo q ue antes os causava alegra agora os pone sobrada tristeza; con lo que devrades y s olades llorar con aquello agora os vemos rer; finalmente soys las mugeres como los nios, que se amansan con una manana y arrojan el oro en tierra. Muchas vezes he pensado entre m si podra dezir o escrevir alguna buena regla para que guardndola viviessen los hombres en paz en su casa; y hallo por mi cuenta y a un lo he experimentado contigo, Faustina, que es impossible dar a los hombres ca sados regla, pues las mugeres viven sin regla. Todava quiero poner alguna regla d e cmo se compadecern los casados en sus casas; y cmo, si quisieren, evitarn entre s m uchas renzillas; porque teniendo los maridos y mugeres guerra, impossible es aya paz en la repblica. Y si esta escriptura no aprovechare a m, que soy desdichado m arido, aprovechar a otros que tienen buenas mugeres; porque muchas vezes la medic ina que no aprovecha a los ojos haze operacin en los calcaares. Bien s, Faustina, que lo que he dicho y por lo que quiero dezir, t y otras semejan tes gran enemistad me avys de cobrar, y es la causa que mirys las palabras que dig o y no la intencin con que las digo; pero a los inmortales dioses juro en este ca so que no es otro mi fin sino avisar a las buenas (que ay muchas buenas) y casti gar a las malas (que ay [441] muchas malas). Y si acaso ni las unas ni las otras no querys creer que yo tengo buena intencin en dezir como digo estas palabras, no por esso dexar de reconocer a las buenas entre las malas y a las malas entre las buenas; porque mi opinin es que la buena muger es como el faysn, del qual estimam os en poco la pluma y tenemos en mucho la carne; y la mala muger es como la rapo sa, de la qual tenemos en mucho la pelleja y aborrescemos y desechamos la carne.

Quiero, pues, ya relatar las reglas con las quales vivirn en paz los maridos con sus mugeres proprias y son stas: Lo primero, deve el marido sufrir y tener paciencia quando la muger est enojada; porque no ay en el mundo serpiente que tenga tanta ponoa como es la muger quando e st ayrada. Lo segundo, deve el marido trabajar en que provea a su muger segn la possibilidad de todo lo necessario, ass para su persona como para su casa; porque acontesce m uchas vezes que, andando las mugeres a buscar las cosas necessarias, tropiean con las superfluas y no muy honestas. Lo tercero, deve el marido trabajar que su muger trate con buenas personas; porq ue muchas vezes rien y dan bozes las mugeres no tanto por la ocasin que les dan su s maridos, quanto por lo que les dizen y imponen sus malos vezinos. Lo quarto, deve el marido trabajar que su muger en ninguna cosa sea estremada, c onviene a saber: que ni del todo est siempre encerrada en casa, ni tampoco muy a menudo la dexe andar fuera; porque la muger muy andariega pone en peligro la fam a y pone en condicin la hazienda. Lo quinto, deve el marido guardarse que no se ponga con su muger en porfa a causa que no le pierda la vergena; porque la muger que una vez a su marido se descara n o ay vileza que dende en adelante contra l no cometa. Lo sexto, deve el marido hazer entender a su muger que tiene della confiana; porq ue es de tal calidad la muger, que aquello de que no tenan della confiana, aquello cometer ella ms ana. [442] Lo sptimo, deve el marido ser cauto en que a su muger ni del todo fe della la hazi enda, ni del todo la escluya della; porque si es a cargo de la muger toda la haz ienda, aumntala poco; y si no le da parte y tiene sospecha della, hurta mucho. Lo octavo, deve el marido a su muger mostrar algunas vezes la cara alegre y otra s vezes mostrrsela triste; porque son de tal condicin las mugeres, que quando sus maridos les muestran la cara alegre, manlos, y quando se la muestran triste, tmenl os. Lo nono, deve el marido, si es cuerdo, tener en esto muy sobrado aviso: en que s u muger no tome enojos ni pendencias con vezino ni con estrao; porque muchas veze s emos visto en Roma slo por reir una muger con su vezina que el marido pierda la vida, y ella pierda la hazienda, y se levante gran escndalo en la repblica. Lo dcimo, deve el marido ser tan sufrido, que si viere a su muger cometer algn del icto por ninguna manera la corrija sino en secreto; porque no es otra cosa casti gar el marido a su muger delante testigos sino escupir a los cielos y lo que esc upe caerle sobre los ojos. Lo undcimo, deve el marido tener en esto mucha templana, en que no ponga las manos en su muger para castigarla; porque a la verdad la muger que no se emienda dizin dole palabras rezias y lastimosas, menos se emendar aunque la maten a palos ni pua ladas. Lo duodcimo, deve el marido, si quiere tener paz con su muger, loarla mucho delan te los vezinos y los estraos; porque entre las otras cosas este bien tienen todas las mugeres: que quieren ser de todos loadas y de ninguno permiten ser reprehen didas. Lo terdcimo, deve el marido guardarse de loar a otra muger estraa delante su muger propria; porque son de tal qualidad las mugeres, que el da que el marido toma en la boca a una muger estraa, aquel da le rae del coran su muger propria, pensando qu e a la otra ama y a ella aborrece. Lo quatuordcimo, deve el marido estar mucho sobreaviso que, aunque sea su muger f ea, le diga y haga encreyente [443] que es muy hermosa; porque no ay cosa que en tre ellos levante mayor renzilla que pensar ella que la desecha el marido porque es fea. Lo quintodcimo, deve el marido traer a su muger a la memoria la infamia y lo que mal se habla de las que son malas en la repblica; porque las mugeres, como son va nagloriosas, porque no digan dellas lo que dizen de las otras por ventura no harn ellas lo que hazen las otras. Lo sexdcimo, deve el marido escusar a su muger que no tome muchas amistades; porq ue muchas vezes de tomar las mugeres unas amistades escusadas nascen entre los d

os Lo al si

muy peligrosas renzillas. decimosptimo, deve el marido fingir y hazer encreyente a su muger que quiere m a todos los que ella quiere mal; porque son de tal qualidad las mugeres, que el marido ama lo que ella aborresce, luego ella aborresce todo lo que l ama.

Lo dcimooctavo, deve el marido en lo que no va nada condescender y otorgar con lo que su muger porfa; porque ms prescia una muger salir con su porfa aunque sea ment ira, que si le diessen diez mil sextercios de renta. En esta materia no quiero dezirte ms, Faustina, sino que mires que te miro, y vea s que te veo, y sientas que te siento; y, sobre todo, que la dissimulacin ma devra bastar a emendar la vida tuya. [444]

Captulo XVII Cmo el Emperador Marco Aurelio prosigue su pltica y responde ms particularmente a l o de la llave.

Agora, Faustina, que he expremido de mi coran el venino antiguo, quirote responder a la demanda presente; porque en las demandas y respuestas que passan entre los sabios nunca la lengua ha de dezir palabra sin que primero a su coran pida licenci a. General regla es entre los mdicos que no aprovechan las medicinas al enfermo s i primero no le quitan las opilaciones del estmago. Quiero dezir por esto que he dicho que ninguno puede hablar como conviene a su a migo si antes no le dize de lo que est dl enojado; porque primero se han de repara r los cimientos, si estn sentidos, que no intentar edificios nuevos. Pdesme, Faustina, que te d la llave de mi estudio, y amenzasme que, si no la doy, l uego rebentars deste preado. Y no me maravillo de lo que dizes, ni me maravillo de lo que pides, ni me maravillo de lo que hizieres; porque las mugeres soys estre madas en los desseos, soys pressurosas en el pedir, soys determinadas en el obra r y soys impacientes en el sufrir. No sin causa digo que son en los deseos estre madas; porque cosas ay que se les antojan a las mugeres, las quales ni los muert os las vieron, ni los vivos dellas oyeron. No sin causa dixe que son las mugeres presurosas en el pedir, ca son de tal condicin las mugeres romanas, que ass como le da a una muger el desseo de una cosa, luego manda a la lengua que la pida, y a los pies que la busquen, a los ojos que la miren, a las manos que la guarden [ 445] y aun al coran mandan que la ame. No sin causa dixe que son las mugeres deter minadas en el obrar; porque si una muger romana toma tema con una persona, ni de xar de acusarle por vergena, ni de seguirle por pobreza, ni aun de matarle por temo r de justicia. No sin causa dixe que son las mugeres impacientes en el sufrir; p orque son de tal condicin muchas (no digo todas) que si a una dellas no le dan pr esto lo que querra y peda, demdasele la cara, dize lstimas con la lengua, a bozes at ruena la casa, escandaliza a la vezindad toda, finalmente echa espumajos por la boca y no ay quien la hable aquel da. Buen achaque os tenys las mugeres preadas, que, so color que avys de rebentar, query s que los maridos todos vuestros apetitos ayamos de cumplir. Quando el Sacro Senado en los tiempos del muy venturoso Camilo hizo la ley en fa vor de las romanas preadas, no eran entonces las mugeres tan antojadizas; pero ag ora no s qu se es, que todas de todo lo bueno tenys hasto y todas de todo lo malo te nys antojo. Quiero, Faustina, dezirte la ocasin porque se hizo en Roma aquella ley , y por ella vers si meresces gozar de la ley; porque las leyes no son sino yugos so los quales aren los malos, y tambin son alas con que buelen y sean libres los buenos. Fue, pues, el caso, que Camillo, un capitn que era romano, partindose par a la guerra hizo voto solemne a la madre Verecinta que si los dioses le bolvan co n victoria, que l les ofrescera una estatua de plata. Y como Camillo alcanasse de s us enemigos victoria y quisiesse cumplir el voto hecho a la madre Verecinta, ni l

tena hazienda ni en Roma ava marco de plata; porque en aquel tiempo estava Roma m uy rica de virtuosos y muy pobre de dineros. Ya sabes t, Faustina, que nuestros a ntiguos padres eran muy cultores de sus dioses y tenan en soberana reliquia a los templos, y por ninguna pobreza ni pereza se avan de dexar de cumplir los votos, y en esto tena Roma tan gran estremo, que a ningn capitn davan el triumpho sin que primero jurasse si ava hecho algn voto y despus provasse cmo le ava cumplido. [446] En aquellos tiempos florecan en Roma muchos romanos virtuosos, florecan muchos phi lsophos griegos, florecan capitanes muy esforados, florecan invenciones de grandes e dificios y, sobre todo, estava Roma despoblada de malicias y estava poblada de m uy excellentes matronas romanas. No poca sino mucha cuenta hazen los antiguos hi storiadores de aquellas antiguas y excellentes mugeres; porque no menor necessid ad ay de mugeres buenas para la repblica que de capitanes esforados para la guerra . Siendo, pues, como eran tan virtuosas y tan generosas aquellas matronas romana s, sin que nadie se lo dixesse, ni hombre se lo acordasse, acordaron todas de yr al Capitolio, y all en presencia de todo el Senado dieron y ofrecieron los choca llos de sus orejas, los anillos de sus dedos, las axorcas de sus muecas, las perl as de sus tocas, los collares de sus gargantas, los joyeles de sus pechos, las c intas de sus cuerpos, los cabos de sus cintas y los tintinbulos de sus ropas. Dizen los Annales de aquel tiempo que, despus que las matronas romanas pusieron a los pies del Sacro Senado tanta y tan gran riqueza, en nombre de todas dixo una que ava nombre Lucina esta palabra sola: Padres conscriptos, no tengys en mucho la s joyas que damos para fazer la imagen de la madre Verecinta, pero tened en much o que por alcanar aquella victoria pusieron all nuestros hijos y maridos la vida; y, si querys tener en algo nuestro pobre servicio, no mirys lo poco que os ofresce mos, sino lo mucho que os daramos si lo tuvissemos. A la verdad los romanos, aunque fue mucho lo que les dieron sus mugeres, en ms tuvieron la voluntad con que lo d avan que no lo que davan, aunque es verdad que fueron tantas las riquezas que of rescieron, que no slo uvo para cumplir el voto de la estatua, pero sobr para prose guir la guerra. En aquel da que las matronas presentaron sus joyas en el Capitoli o, luego all les concedieron cinco cosas en el Senado; porque en el tiempo que Ro ma era Roma, jams Roma receba servicio que no se mostrasse muy generosa en el agra decimiento. Lo primero que el Senado concedi a las matronas romanas fue que en el da de sus en terramientos pudiessen [447] pblicamente hazer oraciones los oradores y en ellas relatar sus buenas vidas; porque antiguamente no podan los oradores sino en la mu erte de los hombres orar, que a las mugeres aun hasta la sepultura no las osavan acompaar. Lo ii que les concedieron fue que se pudiessen assentar en los templos; porque a ntiguamente quando los romanos ofrecan sacrificios a sus dioses, los viejos estav an assentados, los sacerdotes estavan prostrados, los casados estavan arrimados; pero a las mugeres, aunque fuessen generosas, ni las dexavan hablar, ni las dex avan assentar, ni las dexavan arrimar. Lo iii que les concedieron fue que pudiessen tener cada dos ropas ricas y que no pidiessen licencia al Senado para sacarlas; porque antiguamente si alguna roman a sin pedir licencia sacava o comprava alguna ropa, luego era privada della, y a l marido porque lo consenta le desterravan de Roma. Lo quarto que les concedieron fue que en las graves enfermedades pudiessen bever vino, como fuesse a las mugeres inviolable costumbre en Roma que, aunque les fu esse la vida, no podan bever vino sino agua; porque en el tiempo que Roma estava bien corregida, ms infamada era la muger que beva vino, que no la que a su marido cometa adulterio. Lo quinto que les concedieron fue que ninguna matrona romana, estando preada, no se le pudiesse negar ninguna cosa que honestamente por ella fuesse pedida; porqu e antiguamente (no s a qu fin) nuestros antiguos padres hazan mucho por las mugeres preadas y no hazan tanta cuenta de las mugeres paridas. Todas estas cinco cosas fueron a las matronas romanas otorgadas, y de verdad que fueron todas muy justas, y aun ste dezir, Faustina, que de muy buena voluntad fu eron por el Senado concedidas; porque no ay cosa ms cnsona a razn que las mugeres q ue en estremo son buenas, en estremo de todos sean honradas. Esta quinta ley en que manda no negar nada a la muger preada, quirote dezir, Faustina, qu fue la ocasin

ms particular que movi al Senado a hazerla. [448] Los varones antiguos, ass griegos como latinos, sin muy grandes ocasiones nunca d avan a sus pueblos leyes o preceptos; porque los muchos mandamientos lo uno son mal guardados, lo otro son causa de muchos enojos. No podemos negar sino que haza n muy bien los antiguos en huyr pluralidad de los mandamientos; porque ms vale qu e viva el hombre segn a lo que la razn le combida que no segn a lo que la ley le co nstrie. Fue, pues, el caso que, en el ao de la fundacin de Roma de ccclxiii, estand o Fulvio Torcato cnsul en la guerra contra los Boscos, truxeron a Roma los cavall eros mauritanos un monculo que avan caado en los desiertos de Egypto, y a la sazn qu e le truxeron a Roma la muger de Torcato estava en das de parir, porque avala dexa do el cnsul preada. Caso que en aquellos tiempos las matronas fuessen tan honestas como las que agor a ay en Roma son dissolutas, entre todas era la muger del cnsul Torcato tan hones tssima, que no menos tiempo se gastava en Roma en loar las virtudes della que gas tavan en contar las victorias y hazaas dl. Lese en los Annales de aquellos tiempos que este cnsul Torcato la primera vez que pass a la guerra de Asia estuvo xi aos si n bolver a su casa, y hallse por cosa verdadera que en todo aquel tiempo que estu vo Torcato fuera jams a su muger hombre la vio a la ventana. Es de tener en mucho lo que haza esta excellente romana; porque en aquellos tiempos como los hombres no eran tan atrevidos y las mugeres romanas eran ms honestas, con tal que estuvie ssen cerradas las puertas, lcito les era a las mugeres hablar desde las ventanas. Y, no contenta con esto, vivi tan recatada, que en todos aquellos xi aos jams homb re la vio andar por Roma, ni jams vieron su puerta abierta, ni a hombre de ocho ao s arriba consinti entrar en su casa, y (lo que ms es) en todo aquel tiempo hombre ni muger vio del todo su cara descubierta. Pues ms hizo esta romana (lo uno por d exar de s gran memoria, lo otro por dar exemplo de virtud a toda Roma), que, como le quedassen tres nios, y el que ms ava no llegava a cinco aos, en cumpliendo la ed ad de ocho aos, luego los embiava [449] fuera de casa para sus abuelos, porque so color de visitar a los hijos no se le entrassen en casa otros mancebos. O, Faustina, quntos y quntas ay oy que lloran en estremo a esta excellente romana, y qun poquitas sern las que imitarn su vida! Quin acabasse agora con una de las matro nas romanas que se abstuviesse xi aos sin ponerse a las ventanas, como sea verdad que va ya la cosa tan dissoluta que no slo se assoman a mirar, pero aun hazen ya estrado de las ventanas para parlar! Quin acabasse agora con una romana que en xi aos no abriesse la puerta, como sea la verdad que si un da manda el marido cerrar la puerta, aquel da la muger ha de hundir a bozes la casa! Quin acabasse agora que una muger romana se estuviesse xi aos encerrada sin salir por Roma, como sea ver dad que la muger que no da cada semana una buelta en Roma, no ay basilisco ni bvo ra que por la lengua eche tanta ponoa! Quin acabara oy con una muger romana a que se est onze aos a la contina sin que persona le vea la cara, como sea verdad que tod o lo ms del da no lo espenden sino en alimpiar la ropa y pintar la cara! Quin acabas se agora con una muger romana a que se estuviesse onze aos sin que fuesse visitad a de sus amigos y deudos, como sea verdad que las mugeres con aqullos tienen mayo res enemistades los quales las visitan pocas vezes! Tornando, pues, al propsito, como aquel monculo le passassen por la puerta de la m uger de Torcato, estando preada y su marido en la guerra, acaso una criada suya dx ole cmo passava el monculo, y tomle tan sobrado desseo de verlo, que sbitamente muri de aquel antojo. Por cierto y por verdad te digo, Faustina, que muchas y muchas vezes ava passado aquel monculo por el barrio do ella morava y jams quiso ponerse a la ventana, ni menos salirse a la puerta. Fue la muerte desta matrona muy senti da y muy llorada; porque ava muchos aos que no ava gozado de tal romana Roma. A pet icin de todo el Pueblo y del mandamiento del Sacro Senado, le pusieron en el sepu lcro este verso: Aqu yaze la gloriosa Machrina, muger de Torcato, la qual quiso av enturar su vida por assegurar su fama. [450] Mira, Faustina, a mi parescer no se hizo la ley por remediar la muerte de aquell a matrona, pues ya era muerta, sino porque a vosotras quedasse exemplo de su vid a y a toda Roma para siempre de su muerte quedasse memoria. Justa cosa es que, p ues la ley se orden a causa de preada honesta, que no se guarde sino con preada vir tuosa. A las mugeres que piden les guarden la ley de las preadas, por essa misma

ley les pregunten si son muy honestas. Hgote saber, Faustina, que en la sptima tab la de nuestras leyes estn estas palabras: Mandamos que do uviere corrupcin de costu mbres no se les guarden sus libertades. [451]

Captulo XVIII Que las princesas y grandes seoras, pues Dios les dio hijos, no deven desdearse cr iarlos a sus pechos; y de algunas razones que las deve mover a esto. De muchas y muy antiguas historias que trae el auctor para provarlo.

Todos los hombres generosos y que son de muy altos pensamientos, siempre velan p or alcanar lo que dessean y siempre se desvelan por conservar lo que posseen; por que con el esfuero se alcana honra, y con la prudencia y cordura se conserva la ho nra y la vida. Por estas palabras quiero dezir que la muger que truxo nueve mese s en su vientre a la criatura con tanto trabajo, y despus la pari con tan sobrado peligro, y por gracia de Dios fue alumbrada en el parto, no me parece sino malo que en lo que ms va, que es en criarlo, tenga descuydo; porque no carece de locur a que lo que con mucho hervor se procura, despus con liviandad se menosprecie. In finitas son las cosas que naturalmente dessean las mugeres, y entre las otras so n muy essenciales quatro o cinco dellas. Lo primero que dessean las mugeres es ser muy fermosas; porque ms dessean ser pob res y hermosas que no ser ricas y feas. Lo segundo que dessean es verse casadas; porque la muger hasta verse casada de lo muy profundo del coran sospira. Lo terce ro que dessean es verse preadas, y a la verdad en esto tienen mucha razn; porque l a muger hasta que ha parido parece que ms tiene al hombre por amigo que por marid o. Lo quarto que dessean es verse del parto alumbradas, y en sta ms que en todo ti enen razn; porque gran lstima es ver a [452] un rbol en la primavera cargado de flo res, y despus que amanezcan una maana todas eladas. Ya que Dios permiti que naciessen hermosas, ya que Dios permiti se viessen casadas , ya que Dios permiti se hiziessen preadas, ya que Dios permiti se viessen alumbrad as; por qu las mugeres son tan ingratas que, en pariendo los hijos, los echan de s us casas y los emban a criar por las tristes aldeas? A mi parescer, la muger que es generosa y virtuosa, luego que se viere alumbrada deve alar los ojos al cielo y de todo su coran deve dar gracias a Aqul que le dio tan buen alumbramiento; porqu e la muger que escapa del parto ha de pensar que aquel da nasce en el mundo. Deve assimismo la muger, en naciendo el nio, echarle un poco de agua de Baptismo; por que nace la criatura tan tierna, que sin verlo ni sentirlo a las vezes pierde la vida. Deve assimismo la muger, en viendo que se viere parida, ofrescer al Criad or su criatura, y esto en su coran, all do est en la cama, suplicando a Dios que, pu es tuvo por bien que fuesse ella su madre para le parir, tenga por bien de ser l su padre para le guardar y salvar. Deve assimismo la muger, en acabando de parir a la criatura, darle a mamar de su leche propria; porque parece cosa muy monstruosa aver parido ella el nio de sus entraas y que le cren y den a mamar mugeres estrangeras. Hablando ms claro, no me da ms que sea muger generosa, que sea muger de condicin ba xa. Digo y afirmo que toda muger, despus que Dios la alumbr en el parto, deve ella misma a sus pechos criar el hijo; porque naturaleza no slo hizo biles a las muger es para parir, pero juntamente con esto las provey de leche para criar. Hasta oy ni hemos ledo, ni menos hemos visto que alguno de los animales, hora sean brutos, hora sean domsticos, que despus que naturaleza les diesse hijos encomendassen a o tros animales la criana de ellos. No es tanto de notar lo dicho como lo que quier o dezir, y es que muchos animales rezin nascidos, primero que abran los ojos para conocer a sus padres, han ya mamado a los pechos de las madres; y (lo que ms es) ver algunos de los animales que paren diez hijos, como son los lobos y puercos, y sin ayuda de otros los cran todos a sus pechos. Y una muger, [453] que no pare

ms de uno, gran vergena es que no se atreva a criarlo. Hallarn por verdad todos los que leyeren esta escritura, y si quisieren lo vern como yo lo vi por experiencia , que desde la hora que la mona pare a sus fijos, jams hasta que estn destetados l os dexa de sus braos, y (lo que ms es) que muchas vezes rien tan rezio el mono y la mona sobre quin tomar a los hijos en braos, que es necessario con palos o lanas des partirlos. Dexemos a los animales que estn en los campos y paren hijos, y tomemos a las aves que estn en los nidos, las quales solamente ponen huevos para sacar hijos, pero no tienen leche para criarlos. Qu cosa es tan monstruosa de ver a una avezita con cinco o seys hijos debaxo de sus alas, do quando nacen ni tienen sus padres lec he con qu les dar a mamar, ni grano de trigo ni migaja de pan con qu les dar a com er; ni los hijos tienen pluma para se cubrir, ni menos tienen alas para volar; y con toda esta flaqueza los pobres pxaros sin darlos a criar a otros cran a sus hi jos y mantienen a s mismos. Cosa es maravillosa lo que en los cisnes provey natura leza, especial quando cran en el agua, en que todo el tiempo que cran siempre las madres estn de da con los hijos en el nido y los padres de noche sobre sus mismas alas los traen a passear sobre el ro. Bien es de creer que, pues los cisnes traen encima de sus proprios ombros a los hijos, que muy mejor los traeran en los braos si fuessen hombres y les daran a mama r si fuessen mugeres. Segn dize Aristteles en el quinto De los animales, los leone s, los ossos, los lobos, las guilas y los grifos, y generalmente todos los animal es, jams los vern tan fieros ni tan bravos como quando cran a sus hijos; y parece e sto ser verdad, porque muchos animales, pudiendo huyr de los caadores, slo por sal var a sus hijos buelven y se dexan hazer pedaos. Deza Platn, libro iii De legibus, que nunca los hijos son tan quistos, ni tan amados como quando la madre los cra a sus pechos y el padre proprio los tiene en los braos. Y es la verdad, porque el amor primero en todas las cosas es el amor verdadero. He querido contar la criana de los animales brutos para citar a las mugeres parid as delante dellos, en que vean cmo ellos se muestran ser padres piadosos en criar los fijos a los [454] pechos y ampararlos debaxo de sus alas en los nidos; y po r el contrario las mugeres se muestran crueles madres en echar a los hijos de su s casas y darlos a criar por casas agenas. Estremo es ver lo que dizen las madre s quando aman a sus hijos, y por otra parte estremo es el desamor que amuestran las madres con sus hijos; y en este caso no s qul es lo que ms aman, el dinero o el hijo; porque veo que mueren por meter en su casa el dinero de las Indias y muer en por echar de su casa el hijo que parieron de sus entraas. Muchas son las razones que deven mover a que las madres cren a sus hijos. La prim era razn es que deve mirar cmo el nio nasce solo, nasce pequeo, nasce pobre, nasce d elicado, nasce desnudo, nasce tierno, nasce sin juyzio; y, pues la madre le pari con tan malas condiciones de sus entraas, no es justo en tiempo de tan gran neces sidad le fen de otras personas. Perdnenme las seoras, siquier sean regaladas, siqui era sean plebeyas. La muger que en tal tiempo desampara a la criatura no se pued e llamar madre piadosa, sino madrastra y cruel enemiga. Si es crueldad no vestir al desnudo, quin est tan desnudo como un nio rezin nascido? Si es crueldad no consol ar al triste, quin ms triste ni lloroso que el nio que nasce llorando? Si es inhuman idad no socorrer al pobre necessitado, quin ms pobre que el nio rezin nascido que an n o sabe pedirlo? Si es crueldad hazer mal al innocente que no sabe hablar, quin ms i nnocente que un nio, el qual ni se sabe quexar, ni menos sabe hablar? Quien echa de casa a los hijos proprios, qu esperana ternemos que criar a los hijos estraos? Quando ya el hijo es grande, es rezio, sabe fablar, sabe trabajar y sabe aprovec har y ganar de comer, pocas gracias que la madre le trayga consigo y le muestre mucho regalo; porque entonces ms necessidad tiene la madre del fijo para que la s irva, que no el hijo tiene de la madre para que le cre. Si los hijos naciessen de las uas, o naciessen de los codos, naciessen de los dedos, o naciessen de las mue cas, paresce que no sera mucho darlos a criar a amas estraas; pero yo no s qu coran de muger basta a lo sufrir, que el hijo que nace de sus mismas entraas le ose fiar de manos agenas. [455] Por ventura ay seora oy en el mundo que tenga tan particula r amistad con algn amigo, o pariente, o vezino, a quien fe la llave del cofre do t iene el dinero? Por cierto no. O!, madres crueles, que en poco estuvo mi pluma de llamaros madrastras crudelssimas, que metys en vuestras entraas al maldito oro que

naci de la tierra y echys de vuestra casa al innocente hijo que es vuestra hechur a. E si me dixeren las mugeres que ellas son flacas y delicadas, y que ya les ti enen buscadas buenas amas, a esto respondo que poco amor puede tener con el nio e l ama que le cra quando vee tan gran desamor en la madre que le pari; porque a la verdad la madre que pari el hijo con dolor, aquella sola le cra con amor. Lo segundo, es cosa muy justa que las madres cren a sus hijos a fin que salgan co nformes a sus condiciones, que de otra manera no son hijos sino enemigos; porque el hijo que a la madre que le pari desacata, impossible es que con prosperidad g oze la vida. Pues no es otro el fin en los padres a criar sus fijos sino para qu e sirvan a sus padres quando fueren viejos, hgoles saber que, para tomar con sus padres esta criana, que va mucho y muy mucho en la leche que mama; porque mamando el nio leche de muger agena, impossible es que tome la condicin de madre propria. Si un cabrito mama leche de una oveja, hallarn que tiene la lana ms blanda y la c ondicin ms mansa que si mamasse una cabra; y, si un cordero mama a una cabra, hall arn que tiene la lana ms spera y la condicin ms inquieta que si mamasse a una oveja, de do se sigue ser verdad el proverbio que dize: No de do naces, sino con quien p aces. Gran bien es ser el hombre de su natural bien inclinado, pero mucho haze al caso ser desde nio bien criado; porque al fin al fin ms nos aprovechamos de las c ostumbres do vivimos, que no de la naturaleza do nascimos. Lo tercero, deven las mugeres criar a sus hijos porque sean madres enteras y no medias madres, ca la muger es media madre por el parir, y es media madre por el criar, de manera que aqulla se puede llamar madre entera que pare el hijo y cra el hijo. Despus de la deuda que se deve a Dios padre por avernos criado, y lo que s e deve al Hijo por avernos redemido, [456] parceme que es gran deuda la que devem os a nuestra madre por avernos parido, y devramosle muy mucho ms si nos uviesse cr iado; porque el buen hijo, quando mirare a su madre, en ms ha de tener el amor co n que le cri que no el dolor con que le pari. [457]

Captulo XX Que las princesas y grandes seoras deven mucho parar mientes qu tales son las amas que toman para dar a mamar a sus hijos, y de siete condiciones que han de tener las amas para que sean buenas. Prueva el auctor estas siete razones con muchas y muy famosas historias, dignas de saber y sabrosas de leer.

Los que ordenaron leyes para vivir las gentes fueron stos, conviene a saber: Prometheo dio leyes a los egipcios; Soln Solonino, a los griegos; Moysn, a los ebr eos; Ligurgo, a los lacedemonios; Numa Pompilio, a los romanos; porque de antes que estos prncipes viniessen, no se regan sus pueblos por leyes escriptas, sino po r buenas costumbres antiguas. La intencin destos excellentes prncipes no fue dar l eyes a sus antepassados; porque todos eran ya muertos, dironlas no slo para los qu e vivan en su tiempo, los quales eran malos, pero aun para los que avan de venir, con presupuesto que no seran buenos; porque el mundo quanto ms cresce en los aos ta nto ms carga de vicios y de viciosos. Por esto que he dicho quiero dezir que si las princesas y grandes seoras cada una dellas quisiesse criar a su hijo, escusara yo el trabajo de darles consejo; pero , imaginando que las mugeres que parirn despus de nuestro siglo sern no menos presu ntuosas que las de nuestro tiempo son regaladas, no dexaremos de poner algunas l eyes y avisos cmo la seora se ha de aver con el ama y cmo el ama con la criatura; p orque muy justo es que si la madre fue cruda y atrevida en dexar a la criatura, sea piadosa y cuerda en elegir a la ama. Si un hombre hallasse un gran thesoro y no se atreviesse a [467] guardarlo, si el tal depositasse aquel thesoro en pode r de un hombre sospechoso, de verdad que le llamssemos al tal loco; porque muy de veras se guarda lo que muy de veras se ama. De buena razn en ms ha de tener la mu ger el thesoro de sus entraas que no el thesoro de las Indias, y la madre que haz

e lo contrario (conviene a saber: que da a su hijo en poder de una ama, no la que busc por ms buena, sino la que hal l ms barato), no la llamaremos loca que es algo feo, pero mudaremos la l y la c en b y b, que es algo ms honesto. Una de las cosas que ms hazen creer estar ya el mu ndo muy al cabo es ver qun poco amor tiene la madre a su hijo en la niez y ver el desamor que muestra el fijo a la madre en la vejez, y esto que haze el hijo con el padre y la madre justo juyzio es de Dios, en que ass como el padre no quiso cr iar a su hijo en casa quando era nio, que el hijo no reciba a su padre en casa qu ando es ya viejo. Veniendo, pues, al caso, ya que se determina la muger de cerrar y secar las fuen tes de la leche que le dio naturaleza, deve poner muy gran diligencia en buscar una muger para ama, la qual no slo se ha de contentar con que tenga la leche sana , pero aun que sea de buena vida; porque de otra manera no har tanto provecho al hijo con la leche blanca, quanto dao har a la madre si es muger de mala vida. Avis o a las princesas y grandes seoras que tengan gran vigilancia en saber qu tales so n las amas antes que les encomienden a sus criaturas; porque las tales amas, si son malas y infames, son como las serpientes, que muerden con la boca a la madre y hieren con la cola al hijo. A mi parescer menos mal le sera a la madre morrsele el hijo al tiempo del, parir que no llevar por ama a su casa una mala muger; po rque el dolor de la muerte del hijo el tiempo le cura, pero la infamia de su cas a durar quanto durare su vida. Sexto Cheronense dize que Marco Aurelio el Emperad or dio a criar a una ama un fijo suyo, la qual era ms hermosa que virtuosa, y, co mo lo supiesse el buen Emperador, no slo la ech de su casa, mas aun la desterr de R oma, jurando y perjurando que si no uviera criado a su hijo a los pechos, l la ma ndara hazer pedaos; porque la muger de mala fama justamente la pueden justiciar po r justicia. [468] Las princesas y grandes seoras no deven hazer mucha cuenta en que para elegir las amas sean feas o sean fermosas; porque si la leche que tiene es dulce y blanca, poco haze al caso que el ama tenga la cara negra o hermosa. Dize Sexto Cheronen se en el libro De criar nios que ass como la tierra negra es ms frtil que no la blan ca, por semejante la muger que tiene la cara baa siempre tiene la leche ms sustanc iosa. Paulo Dicono cuenta en su Mayor Historia que el Emperador Odoacer cas con un a hija de otro emperador predecessor suyo llamado Zeno; y llamvase la Emperatriz Arielna, la qual, como pariesse un hijo, traxo para criarle a una muger de Panno nia en estremo muy hermosa. Y sucedi el caso de tal manera, que el ama por ser he rmosa pari del Emperador tres hijos uno en pos de otro, y la triste de la muger n o pari ms del primero. Bien es de creer que la Emperatriz Arielna no slo se arrepin ti de aver trado ama hermosa a casa, pero aun no quisiera aver parido aquella cria tura; porque la manceba se qued por seora y ella estuvo descasada toda su vida. No lo digo porque no ay muchas mugeres feas que sean viciosas y muchas hermosas qu e no sean virtuosas, sino que las princesas y grandes seoras, segn la calidad de s us maridos, ass eliian las amas para criar los fijos; porque ay algunos hombres e n este caso de tan mala yazija, que, en viendo un poco de agua clara, luego muer en por bever della. Sea, pues, el primero aviso que tengan las seoras en la elecin de las amas, que el ama antes que entre en casa sea examinada si es de honesta y virtuosa vida; porque en ser fea o hermosa va muy poco y en que sea de muy bue na vida va muy mucho. Lo segundo, es necessario que el ama que cra al nio no slo sea buena en las costumb res de su vida, pero aun es necessario que sea muy sana quanto a la salud corpor al de su persona; porque regla infalible es que de la leche que mamamos en la in fancia depende toda la salud de nuestra vida. No es ms dar a un nio a criar que a un rbol de una parte a otra trasponer; y, si ass es (como de hecho lo es), convien e en todas maneras que, si no fuere mejor la tierra do fuere traspuesto, a lo me nos no sea peor que la tierra de do uvo [469] nacido; porque gran crueldad sera s er la madre rezia y sana, y que d a criar a su fijo a muger flaca y enferma. Muchas vezes las princesas y grandes seoras eligen para criar a sus hijos a muger es flacas y enfermas; y en esto si yerran no es porque querran errar, sino que la s mugeres con vanidad de ser amas de grandes seoras, dizen por una parte que quie ren pocos dineros y por la otra echan infinitos rogadores. Qu cosa es ver, quando ha de parir una princesa o una gran seora, la armona que traen las mugeres entre

s sobre quin ser su ama, y cmo las que nunca criaron a sus proprios fijos se dispone n y conservan la leche para criar hijos ajenos. Procurar esto las mugeres me parece sobra de locura, y condeceder a sus ruegos e s falta de cordura; porque harta malaventura es quando eligen a una muger por am a para criar a una criatura, y esto no por abilidad que tiene para criar al nio, sino por el favor y solicitud que tuvo en alcanarlo. Y no hagan cuenta las princesas y grandes seoras diziendo que si no fuere buena l a ama primera, que tomarn otra segunda; y, si no saliere tal la segunda, que toma rn otra tercera, y ass harn hasta que topen buena ama; porque les hago saber que ms peligroso es en los nios mudar muchas leches que no es en los viejos comer de muc hos manjares. Por experiencia lo vemos cada da sin comparacin morir ms de los fijos de las grandes seoras que no de los fijos de las mugeres plebeyas, y esto no dir emos que es porque hazen a los fijos ms regalos, ni porque las labradoras comen m anjares ms exquisitos, sino que acontece muchas vezes que un nio de una muger pobr e no mama sino de una leche en dos aos, y un hijo de una gran seora en dos meses m uda tres amas. Si las princesas y grandes seoras mirassen si son sanas y biles las amas que toman para criar a sus hijos, y no mirassen a condescender a ruegos de hombres import unos; las madres se escusaran de muchos enojos y los nios seran muy mejor criados. Uno de los prncipes que en los tiempos passados fueron llamados gloriosos fue Tit o, fijo de Vespasiano y hermano que fue de Domiciano. Dize Lampridio que este bu en Emperador Tito todo lo ms de su vida tuvo subjecta a graves enfermedades su pe rsona, y fue la causa que, [470] siendo nio, le dio a mamar una ama muy enferma, por manera que a este buen Emperador por aver mamado un poco de leche podrida, l e hizo passar toda su vida con pena. Lo iii, deven las princesas y grandes seoras saber y conocer las complesiones de sus criaturas, para que conforme a ellas les busquen las amas, conviene a saber: si el nio es colrico, o es flemtico, o es sanguino, o es malencnico. Y esto se dize porque tal qual fuere el humor de que peca el nio, tal sea la lech e que le procure la madre. Si a un viejo podrido conforme a sus humores le aplic an las medicinas para le curar, por qu al nio, que es inocente, conforme a su compl essin no le buscarn leche para le criar? E si t dizes que es justo las carnes podri das de los viejos que se sustenten, siquiera para dar consejo, yo digo tambin que es muy justo y aun ms necessario que los nios se ayan bien de criar para renovar el mundo; porque al fin al fin no dezimos tiempo es que este nio dexe el pan para los viejos, sino al revs, que es ya tiempo los viejos dexen el pan para los nios. Aristtiles, libro De secretis secretorum, y Junio Rstico, libro dcimo De gestis per sarum, dizen que el muy infortunado rey Daro, el qual fue muerto por el Magno Ale xandro, tuvo una fija en estremo grado muy hermosa, y dizen que la ama que cri a esta infanta todo el tiempo que la criava no coma sino ponoa, y al cabo de tres aos que destetaron a la nia no coma otra cosa sino culebras y otras cosas ponoosas. Much as vezes he odo que los emperadores antiguos usavan criar a sus hijos (los que er an prncipes erederos) con ponoa porque despus no le matasse ponoa, y este error viene de los que presumen mucho y saben poco, y a esta causa digo que lo he odo, pero n o digo que lo he ledo; porque muchos blasonan en el contar de las historias ms por lo que han odo a otros que no por lo que han ledo ellos. La verdad en este caso es que los reyes y grandes seores de los tiempos passados, ass como agora los christianos traen una bolsica colgada de los pechos con algun a reliquia, ass los gentiles traan un anillo en los dedos o un joyel en los pechos lleno de ponoa; y, como los prncipes gentiles ni tenan infierno, ni esperavan paraso , tenan aquella costumbre; [471] porque si alguna vez en alguna batalla se viesse n en aprieto, ms queran con aquella ponoa matarse y perder la vida que no por manos de sus enemigos rescebir una afrenta. Pues si fuera verdad que estos prncipes se criavan con ponoa, no traxeran ponoa para matarse con ella. Declarndome ms, digo que tenan por costumbre los prncipes de Persi a que quando les nasca algn infante o infanta conforme a la complisin que tena, tal era la leche que mamava y tales manjares coma. Como aquella hija del rey Daro pecava de humor malencnico, acordaron crialla con p onoa y venino; porque todos los que son puros malencnicos, con enojos viven y con p lazeres mueren.

Dize Ygnatio Vneto en las Vidas de los cinco Emperadores Paleolos, los quales fue ron emperadores en Constantinopla y muy valerosos, que el segundo dellos, que se llam Paleolo Ardace, que despus de los quarenta aos cargronle tantos males que de d oze meses del ao, los nueve estava en la cama enfermo. Y, a la verdad, estando co mo estava l malo, expedanse muy mal los negocios del Imperio; porque no puede tene r el prncipe quartana senzilla sin que la tenga la repblica doblada. Tena por muger este Emperador Paleolo a una que se llamava la Emperatriz Huldovina, la qual de spus que traxo para su marido a todos los mdicos de Asia y hizo en l todas las expe riencias que se requeran en medicina, viendo que todo no le aprovechava ninguna c osa, acaso dxole estas palabras una muger vieja y griega que presuma de herbolaria : Seora Emperatriz Huldovina, si quieres que tu marido el Emperador viva muchos aos , ten provedo que cada semana por lo menos le hagan dos muy graves enojos; porque el Emperador peca de humor puro malencnico, y el que le haze plazer y le procura descanso aqul le dessea ver ms ana muerto. Tom Huldovina el consejo que le dio la mu ger griega y fue ocasin de vivir el Emperador tan sano, que, de nueve meses que e stava en el ao malo, despus en veynte aos no estuvo tres meses enfermo; porque, avin dole aconsejado la muger que no diesse a su marido sino dos enojos cada semana, ella tom por oficio de enojarle quatro vezes al da. [472] Lo quarto, deve la buena madre mirar que la muger que cra a su fijo sea muy templ ada en el comer, de manera que de muchos manjares coma poco y de pocos no coma m ucho. Para entendimiento desto es de saber que la leche blanca no es otra cosa s ino sangre cozida, y tener la sangre buena o tenerla daada no proviene las ms veze s sino de ser la persona en el comer templada o ser glotona, y por esta causa es cosa muy saludable (y aun necessaria) que la muger que de hecho cra que de solo un manjar coma, y aqul que sea bueno; porque general regla es en todos los hombre s y mugeres que en el comer poco no ay peligro y en el comer mucho no ay provech o. Segn cuentan todos los naturales, el lobo es uno de los animales ms voraces y de q uien ms se temen todos los pastores, pero dize Aristtiles, libro iii De animalibus , que la loba, despus que una vez se siente preada, jams se dexa tomar del lobo en toda su vida; porque de otra manera, si la loba pariesse cada ao siete o ocho lob os y la oveja no pariesse como no pare ms de un cordero, sin comparacin seran mucho s ms los lobos que no son las vacas ni los carneros. Junto con esto tiene otra co sa la loba, y es que como sea animal tan vorace, en el tiempo que est parida sobr e manera en el comer es muy templada, y esto a fin de tener para criar a sus hij os leche buena; y (lo que ms es) que no comer ms de una vez al da, y esto halo de caa r el lobo para s y para ella. Cosa es por cierto monstruosa de verlo, y espantosa de orlo, y aun escandalosa de dezirlo: ver a una loba que cra a ocho lobos y come de un solo manjar, y a una m uger que cra un solo hijo quiere comer de ocho manjares; y esto procede porque aq uel animal no come sino para sustentarse y la muger que cra no come sino para se regalar. Las princesas y grandes seoras muy gran vigilancia deven tener en saber qu comen y qu tanto comen las amas que cran a sus hijos; porque es el nio tan tierno y es la leche tan delicada, que con comer de muchas cosas se corrompe y con comer mucho se engruessa. De mamar los nios leche gruessa vienen a ser enfermos, y de mamar l eche corrompida los nios viene que muchas vezes anochecen sanos y amanecen muerto s. [473] Dize Ysidoro en sus Ethimologas que eran los hombres de la provincia de Thracia t an crueles, que se coman unos hombres a otros; y no slo tenan esto, pero aun por mo strar ms su ferocidad, en la calavera blanca de un hombre muerto bevan la sangre r eziente de un hombre vivo. Aunque los hombres eran tan crueles en comer carnes h umanas y bever sangre de las venas, eran las mugeres que criavan a los nios tan t empladas en el comer, que no coman sino hortigas cozidas en leche de cabras, y a fama de ser las mugeres de Thracia tan templadas llev el gran philsopho Soln Soloni no dellas a Athenas; porque los antiguos no menos buscavan buenas mugeres para l a repblica que esforados capitanes para la guerra. [474]

Captulo XXI Do el auctor pone otras tres condiciones que han de tener las amas que cran, conv iene a saber: que no bevan vino, que sean honestas y, sobre todo, bien acondicio nadas.

Por este exemplo pueden conoscer las princesas y grandes seoras qunto les va en qu e las mugeres de Thracia con no comer sino leche y hortigas criavan hombres fero ces y las mugeres de nuestra edad con comer de muchas cosas cran a los hombres en fermos. Lo quinto, deven las seoras poner gran diligencia en que las mugeres que cran a su s hijos sean no slo regladas en el comer, pero aun sean muy templadas en el bever vino, el qual antiguamente no se llamava vino sino veneno. La razn de todo esto est muy clara, ca si vedamos el manjar, el qual, por ser gruesso, se para en el e stmago; mucha ms razn ay de vedarse el vino, el qual, por ser tan lquido, en bevindol o se derrama luego por todas las venas del cuerpo. E digo ms, que como el nio no t oma otro mantenimiento sino la leche, y la leche se haga de la sangre, y la sang re est baada en vino, y el vino naturalmente sea clido; de primo ad ultimum no es o tra cosa bever vino la muger que cra sino para cozer poca leche poner mucho fuego a la caldera, do la caldera se quema y la leche se assura. No quiero negar en que alguna vez no puede acontescer ser el nio de complexin rezi a y ser la ama que le cra de complexin flaca, y la criatura querra la leche un poco ms sustanciosa y la ama dsela muy delicada. Y en tal caso (aunque con otras cosas la leche se pueda esforar) concdesele a [475] la muger bever un poco de vino; per o ha de ser tan poco y tan aguado, que ha de ser ms para quitar la crueldad del a gua que no para dar sabor a la lengua. No lo digo esto sin causa, porque muchas vezes, so color que est el ama flaca y desmayada y que la leche no est sustanciosa , hzenla comer ms de lo necessario y bever el vino algo sustancioso, por manera qu e, pensando dar triaca a la ama, dan rejalgar con que matan a la criatura. Aquellas excelentes y antiguas romanas, si fueran en mi tiempo o yo meresciera s er en el suyo, aunque por ser yo christiano es mejor este tiempo, ellas me quita ran deste trabajo, las quales fueron tan templadas en el comer y tan sobrias en el bever el vino, que no slo se abstenan de beverlo, pero aun de olerlo; porque ma yor infamia era a una seora romana bever vino que no descasarse de su marido. Dio nisio Alicarnaseo, libro De legibus romanorum, dize que Rmulo, primero fundador q ue fue de Roma, ms se ocup en hazer edificios para ampliar a Roma que no en compon er leyes para governar a la repblica, pero entre quinze leyes que hizo (y no ms), la setena ley fue que ninguna muger romana osasse bever vino dentro de Roma so p ena que perdiesse por ello la vida. El mismo historiador dize que por ocasin desta ley qued de costumbre en Roma que, quando alguna seora romana quera bever vino y hazer alguna solenne cena, salasse fu era de Roma do tena cada una su alcaria; porque dentro de los muros de Roma aun o ler el vino no osara una matrona romana. Si Plinio no nos engaa en el xiiii de su Natural Historia, era costumbre muy anti gua en Roma que todas las vezes que se topava un pariente con su parienta se dav a el uno al otro paz en la cara, y no por otra cosa esta cerimonia tom principio sino por ver si la muger ola a vino. Y, si acaso ola a vino, el censor poda desterr arla de Roma; y, si el pariente la tomava fuera de Roma, libremente poda matarla; porque dentro de los muros de Roma a ningn romano podan matar por justicia. Como dicho es, Rmulo fue el que orden la pena de las borrachas, y Ruptilio orden la pena de las adlteras, y entre Rmulo y Ruptilio passaron cccxxv aos, por manera [476] qu e en Roma grandes tiempos antes fueron puestas penas a las mugeres borrachas que no a las mugeres adlteras. Ser la muger adltera o ser la muger borracha son dos t an grandes males, que yo no sabra dezir qul sera el menor dellos; porque por el adu lterio pierde la muger la fama, y por ser borracha pierde ella la fama y el mari do la hazienda. Pues si las mugeres slo por la honestidad de sus personas son obl igadas en el comer y bever ser muy corrigidas, qunto ms lo deve ser la muger que c

ra, en la qual concurre no slo la gravedad de su persona, pero aun la salud y vida de la criatura que cra; porque muy justo es la muger totalmente sea privada del vino, pues la honra y la vida por beverlo passan peligro. Lo sexto, deven las princesas y grandes seoras mirar y estar muy recatadas en que no se hagan preadas las amas que cran a sus criaturas, y la razn desto es que, com o en el tiempo que la muger est preada se le alce su purgacin continua, la sangre m estruada (como est retenida) mzclase con la sangre limpia, de la qual se haze la l eche de la criatura; y desta manera, pensando criar al nio con leche, mtanle con p onoa; y no puede ser cosa ms injusta que poner en peligro al nio nascido por aqul que an est por nascer. Cosa es maravillosa de ver al que curiosamente lo quiere mirar : ver a los brutos animales cmo en el tiempo que cran hijos la hembra no consiente al macho, ni el macho persigue a la hembra; y (lo que ms es) ver lo que passa en tre las aves, en que las pxaras no slo no se dexan tomar de los pxaros, pero aun ha sta que son grandes y buelan los primeros hijos no les vern poner huevos para otr os. Plutharco, en el sptimo de su Regimiento de prncipes, dize que Gneo Fulvio, primos hijos de hermanos que fueron l y Pompeyo, siendo cnsul en Roma, enamorse de una do nzella hurfana de Capua, do l estava huydo de una pestilencia, y llamvanla a ella S abina; y, como se hiziesse preada del cnsul, pari una hija, la qual despus llamaron Drusia la hermosa, y a la verdad fue loada ms de hermosa que de honesta; porque m uchas vezes acontesce que las mugeres hermosas y desonestas dexan a sus hijos ta n bien criados, que [477] eredan de sus madres poca hazienda y mucha desvergena. Estando, pues, esta Sabina parida, segn que era costumbre en Roma, criava a los pechos a la nia, su hija, y hz ose preada de un cavallero criado del cnsul que la tena en guarda; lo qual como lo supo el cnsul (conviene a saber: que estava preada y que, esto no obstante, dava d e mamar a la criatura), a l mand degollar y a ella mand empozar. Venido, pues, el da en que de ambos queran hazer pblica justicia, la triste Sabina embi a rogar al cnsu l tuviesse por bien antes que le quitassen la vida la oyesse una sola palabra, e l qual venido en presencia de todos, dxole ella: O!, Gneo Fulvio, hgote saber que no te embi a llamar para que me otorgasses la vida, sino por no morir con lstima de no aver visto tu cara, aunque devras acordarte que era muger y flaca; y que, como tropec contigo en Capua, poda caer como ca con otro en Roma; porque somos las muge res tan flacas en esta flaqueza, que durante el tiempo desta msera vida, ninguna se puede tener por segura. T huelgas que yo muera; pues hgote saber que a m no me p esa en que t vivas; porque soy cierta que en la hora que los dioses te dieren la muerte, a ti te pesar de averme quitado la vida. Respondi a estas palabras el cnsul Gneo Fulvio: A los dioses immortales pongo por testigos, o!, Sabina, qunto de coran a mi coran le pesa en que mi pblica justicia sea pregonera de tu culpa secreta; porq ue ms honesto es a los hombres encubrir vuestras flaquezas que no ser verdugos de vuestras culpas. Pero qu quieres que haga, aviendo hecho lo que t heziste? Por los dioses inmortales te juro y te torno a jurar quisiera muy mucho ms que a mi pers ona procuraras una muerte secreta, que no en mi casa pusieras tan gran infamia; porque ya sabes t lo que dize el proverbio de Roma: que ms vale morir con honra qu e no vivir desonrado. Y no pienses que te mand matar porque, olvidada la fidelidad que devas a mi person a, te echaste con el que tena cargo de tu servicio y guarda; que, pues no eras mi muger, la libertad que tuviste de venirte comigo de Capua a Roma, essa mesma te nas para yrte con otro desde Roma a Capua; porque muy mal parece a los hombres vi ciosos querer castigar en otros las culpas en que estn ellos [478] mismos cados. La causa porque yo te mando matar fue acordndome de la ley muy antig ua en que mandava que ninguna muger que criasse fuesse osada, so pena de muerte, hazerse preada. Y a la verdad la ley es muy justa; porque no se sufre en honesti dad de mugeres, criando un hijo a los pechos, absconder otro en las entraas. Esto fue lo que pass el cnsul Gneo Fulvio y su amiga Sabina la capuana, y, segn dize all Plutarco, uvo el cnsul compassin della, y perdonla, y desterrla, con condicin que jams tornasse a Roma. Cinna Catulo, en el iiii libro De los xx cnsules, dize que Gayo Fabricio fue un cn sul de los notables que uvo en Roma y tuvo algunas peligrosas enfermedades en su vida no por ms de por aver mamado quatro meses de leche estando su madre preada;

y, con temor desto, luego como dava a criar la hija, a la ama y a ella encerrava en el templo con las vrgines vestales, do por espacio de tres aos estavan all retr adas. Preguntado el cnsul por qu no criava a sus hijos en casa, respondi: Crindose los nios en casa puede aver ocasin en que la muger que los cra se haga preada, y desta manera ellas matarn los nios con la leche corrompida y darn a m ocasin a que haga del las justicia; tenindolas ass encerradas, quitamos las ocasiones a que ellas no pie rdan las vidas y nosotros no pongamos en peligro a los hijos. Diodoro Sculo, en su Bibliotheca, y muy mejor Sexto Cheronense en la Vida de Marc o, dizen que en las islas Baleares tenan en costumbre que las mugeres que criavan nios, hora fuessen suyos proprios, hora fuessen fijos ajenos, por espacio de dos aos estavan apartadas de sus maridos; y la muger que en aquel tiempo (aunque fue sse de su marido) se haza preada, aunque no la castigavan como adltera, ponan todos en ella la lengua. En el tiempo que passavan aquellos dos aos, a causa que el mar ido no tomasse otra muger, mandava la ley que tomasse una manceba o comprasse un a esclava, de la qual l se aprovechasse como de su muger propria; porque entre aq uellos brbaros, aqul se tena por ms honrado que tena dos mugeres, la una parida, la o tra preada. Por los exemplos sobredichos podrn ver las princesas y grandes seoras q unta guarda y vigilancia han de tener sobre sus amas [479] para que sean honestas , pues dellas depende no slo la salud de sus muy queridos hijos, pero aun la honr a de sus generosas casas. Lo sptimo, deven las princesas y grandes seoras trabajar que las mugeres que tomar en por amas sean bien acondicionadas, por manera que no sean embidiosas, sobervi as, deslenguadas, dobladas y maliciosas; porque menos ponoa tiene la bvora que no l a muger mal acondicionada. Poco aprovecha que a una muger le quiten el vino, le rueguen que coma poco, la aparten de con el marido, si ella de su propria natura leza es terrible y mal acondicionada; porque no es tanto peligro para el nio que su ama sea bevedora y glotona como que sea embidiosa y maliciosa. La muger que c ra, si acaso sale mal acondicionada, por cierto que tiene gran trabajo ella, y au n la casa donde mora; porque la tal al seor es importuna, a la seora enojosa, al n io que cra es peligrosa, de la familia con quien trata aborrecida y, sobre todo, s iempre de s misma est descontenta; finalmente, los padres muchas vezes por ahorrar de la ama no les pesa avrseles muerto la criatura. Entre todos los que yo he ledo, digo de los prncipes romanos antiguos, nunca de ta n buen padre como fue Drusio Germnico sali tan mal fijo como fue Calgula, quarto Em perador de Roma, ca no se hartan los historiadores de encarecer las excellencias del padre, ni jams acaban de afear las torpedades del hijo; y todo esto dizen qu e le vino no de la madre que le pari, sino de una ama que lo cri; porque muchas ve zes acontece que el rbol est verde y bueno quando nasce, y despus est seco y peresce do se traspone. Dize Din el griego, en el segundo libro De Cesaribus, que a este malaventurado le cri una maldita muger de Campania por nombre Prescilla, la qual contra toda naturaleza tena tanto vello en los pechos como los hombres en las ba rbas, y, allende desto, en correr un cavallo, tirar una lana, jugar a la ballesta , pocos moos se le ygualavan en Roma. Acontesci una vez que, estando para dar a ma mar a Calgula, por un enojo que uvo despern y desmembr a una muchacha y, sobre todo , con la sangre de la moa unt el pen de la teta, y ass hizo mamar leche y sangre a la criatura. Dize el mismo Din, en la [480] Vida deste Emperador Calgula, que tenan e n costumbre las mugeres de Campania, de do era natural esta Prescilla, que quand o queran dar a mamar a los nios primero untavan los peones de las tetas con sangre de herizos, y esto porque fuessen ms feroces sus hijos. Y ass fue este Calgula, ca no se contentava con quitar a uno la vida, sino que la sangre del pual o de la es pada lama con la lengua. El excellentssimo poeta Homero, queriendo encarescer las crueldades de Pirro, dix o en su Odisea dl estas palabras: Nasci en Grecia, crise en Archadia y mam la leche d e tigres, que es una muy truculenta bestia. Como si ms claro dixera: Pirro por nace r en Grecia fue sabio, por averse criado en Archadia fue esforado y por aver mama do tal leche fue indmito y crudelssimo. Pudese de aqu inferir que al gran griego Pirr o por mamar leche mala careci de la condicin buena. Este mismo historiador Din dize en la Vida de Thiberio que fue muy gran borracho, y la causa desto fue que la m uger que lo cri no slo beva vino, pero aun destet al nio con sopas en vino, y sin dud a aquella maldita muger fuera menos mala si en lugar de leche diera al nio ponoa, q

ue no avezarle a bever vino con que despus perdi la fama; porque a la verdad el Im perio Romano perdiera muy poco en que muriera quando nio Thiberio, y Thiberio gan ara mucho si nunca supiera beverlo. Todo esto se ha dicho a causa de avisar a la s princesas y grandes seoras que, pues en no querer criar a sus hijos se mostraro n crueles, a lo menos en buscarles buenas amas se muestren piadosas; porque los hijos muchas vezes siguen ms la condicin de la leche que mamaron, que no la condic in de la madre de do nascieron. [481]

Captulo XXII Cmo en presencia del Magno Alexandro fue disputada esta qestin, conviene a saber: q u tanto tiempo han de mamar los nios; y de la variedad y diversos ritos que tenan l os antiguos en criar y dar a mamar a sus hijos. En especial cuenta el auctor lo que hazan los siciomios, los egypcios, los caldeos, los mauritanos, los alobros y los yndios.

Dize Quinto Curcio que el Magno Alexandro, el qual fue ltimo rey de los macedonio s y fue primero Emperador de los griegos, despus que uvo vencido al rey Daro y se vio nico seor de toda la Asia, fuese a descansar a Babilonia; porque costumbre es entre los guerreros despus de una prolixa guerra yrse cada uno a descansar a su c asa. El rey Philipo, el qual fue padre del Magno Alexandro, siempre aconsej a su hijo que traxesse en su campo valerosos capitanes para conquistar el mundo y que eligiesse de sus tierras los ms escogidos sabios para governar el Imperio. Y tena razn el padre de dar tal consejo a su hijo, porque con el consejo de los sabios se sustenta lo que con el esfuero de los hombres valerosos se gana. Estando, pues , el Magno Alexandro en Babilonia, despus que ava ya conquistado a toda la tierra, como la tierra era muy viciosa y su exrcito sala de tan prolixa guerra, ocupvanse los suyos unos en hurtar lo ageno, otros en jugar lo suyo proprio; stos en forar m ugeres, aqullos en hazer combites; quando los unos estavan borrachos, los otros l evantavan ruydos; de manera que no s qul era mayor: el orn en las armas o la corrup cin en las costumbres; porque propriedad es en la malicia humana quando a la ocio sidad se abre la [482] puerta entrarse los vicios a tropel por casa. Visto por el Magno Alexandro la dissolucin que andava en su exrcito y la perdicin q ue de all se poda seguir a su gran Imperio, mand con riguroso mandamiento que se hi ziessen grandes torneos en Babilonia para que exercitassen all sus fueras la gente de guerra; y, segn dize Aristteles en el libro De las qestiones de Babilonia, era la cosa en el torneo de entre ellos y ellos tan porfiada, que a las vezes ms muer tos y heridos escapavan de los torneos que no de una sangrienta escaramua de los enemigos. Hablando segn ley de gentiles (los quales ni esperavan gloria por las v irtudes ni teman infierno por morir en los torneos), el mandamiento de Alexandro fue muy justo; porque, haziendo lo que hizo, a su exrcito quit del vicio que le daa va y para s mismo alcan perpetua memoria, y aun fue ms seguridad para su repblica. No contento este buen prncipe de dar quehazer a sus exrcitos, orden que en su presenc ia disputassen cada da los filsofos, y la qestin que avan de disputar el mismo Alexan dro la ava de proponer, de do se seguira el Magno Alexandro ser cierto de lo que e stava dudoso y cada filsofo fara su oficio; porque no menos se cargan de polvo los libros de que no se abren que se toman del orn las armas de que no se exercitan. Ay un libro de Aristteles, que se intitula De las qestiones de Babilonia, do se d ize que Alexandro propona, los filsofos disputavan, los prncipes de Persia assistan, Aristteles determinava, y que tanto la disputa durava quanto Alexandro coma; porq ue a la mesa del Magno Alexandro un da los capitanes conferan las cosas de la guer ra y otro da los filsofos disputavan en su filosofa. Dize Blondo en el libro Italia illustrata que era costumbre entre los prncipes de Persia que ninguno no se pudiesse assentar a su mesa si no fuesse rey que uvies se vencido a otro rey en batalla, y ninguno poda hablar a su mesa si no fuesse ph

ilsopho; y a la verdad la costumbre era muy generosa; porque no ay mayor disparat e que querer uno que el prncipe se estreme en hazerle muchas y muy sealadas merced es sin que l se aya estremado en muchas y muy sealadas obras. No coma el Magno Alex andro ms de una vez al da, y a esta [483] causa la primera qestin que les propuso fu e: el hombre que no coma ms de una vez al da a qu hora comera para ms salud de su pers ona, si sera a la maana, o a la noche, o al medioda. Y fue la qestin porfiada entre l os filsofos, y cada uno para defender su opinin traxo muchos fundamentos; porque n o menos los sabios fatigan a sus juyzios para salir con su disputa que los valer osos capitanes aventuran sus fueras para vencer una batalla. Segn cuenta all Aristte les, y an haze mencin dello en sus Problemas, fue determinado que el hombre que no come sino una vez al da deve comer poco antes que sea de noche, ya que se viene la tarde; porque haze mucho a la salud de la persona que, quando se comiena la di gestin en el estmago, tome al paciente en el primero sueo. La segunda qestin que Alexandro mand disputar fue qul era la edad ms congrua en que a l nio o nia convena quitar la teta, y la ocasin desta qestin fue que Alexandro tena un nia que mamava, la qual l ava avido en una reyna amazona; y sobre si era tiempo o no era tiempo de destetar a la nia entre los mdicos ava muy gran contienda, porque la nia era grande para mamar y era muy flaca para destetar. No por ms he querido c ontar esta historia de querer mostrar cmo en Babilonia fue esta qestin delante Alex andro disputada, conviene a saber: quntos aos conviene que mame la criatura; porqu e los nios en aquella edad son tan innocentes que ni saben pedir lo bueno ni quex arse de lo malo. Acerca de este caso es de saber que, ass como son varios los tie mpos y diversas las regiones y provincias, ass han sido varios los modos y manera s de criar, mamar y destetar a las criaturas; porque la diferencia que ay de una s naciones a otras en morir y dar la sepultura a los cuerpos, tanta variedad ha avido en el modo de criar y dar leche a los nios. [484]

Captulo XXIII De muchas hechizeras y supersticiones que usavan los antiguos en el dar a mamar a sus hijos, de las quales se deven guardar los buenos christianos.

Aunque no cuente muchos, contar al propsito algunos muy antiguos y muy estremados exemplos. Strabo, en el su libro De situ orbis, dize que, despus de los assirios, los primeros que reynaron en el mundo y hizieron seoro fueron los siciomios, los quales despus de muchos tiempos los llamaron archades, do uvo los grandes y muy f amosos luchadores y esgrimidores. Y de aqu eran los mil gladiatores que para sus juegos tenan los romanos; porque, segn dize Trogo Pompeyo, los romanos hallaron po r experiencia que no ava mejor gente para cosas de veras que la de Espaa y para co sas de burlas que la de Arcadia. Estos siciomios, como fueron tan antiguos, tuvi eron muchas fatuidades en sus ritos, y entre las otras fue que adoravan por dios a la luna, y todo el tiempo que pareca la luna en el cielo entonces davan a mama r al nio, imaginando que, si dava en los pechos a la madre la luna, que fara muy g ran provecho la leche a la criatura. Es auctor desto Cina Catulo, libro De educa ndis pueris. Segn dize el mismo historiador, los egypcios fueron grandes enemigos de los siciomios; y fue en tanta manera, que todo lo que los unos eligieron, lo s otros lo contrario de aquello tomaron. Paresce esto ser verdad en que los sici omios fueron amigos de olivos, de bellotas, de vestirse de lino, de adorar a la luna y tenerla por dios. Por contrario, los egipcios no criavan entre s olivos, n o consentan enzinares, no se vestan de lino y adoravan al sol por dios; y, sobre t odo, como los [485] siciomios davan a mamar a sus hijos delante la luna, ass los egypcios delante el sol. Entre las otras innocencias que tenan los caldeos fue que adoravan al fuego por d ios; y fue en tanta manera que, ninguno que no era casado poda en su casa encende r fuego; porque dezan ellos que la guarda de los dioses no se ava de fiar sino de

hombres ya ancianos. En los casamientos tenan esta orden, en que el da que se casa va un egypcio los sacerdotes venan a su casa a encender fuego nuevo, el qual jams se ava de acabar hasta que el hombre uviesse de morir. E si acaso durante la vida del marido y muger, el fuego que les dieron el da de la boda hallavan muerto, el casamiento de entrambos era deshecho, aunque uviessen xl aos estado en uno. Dest a costumbre que tenan los caldeos sali aquel proverbio antiguo, de muchos ledo y de pocos entendido, que dize: No me hagys tanto que eche agua en el fuego. Usavan des tas palabras los caldeos quando queran desfazer los casamientos; porque si la mug er estava descontenta de su marido, en echar un poco de agua en el fuego libreme nte poda casarse con otro marido; y si el marido, por semejante, matava el fuego, a la ora poda contraer con otra muger matrimonio. Yo no he sido casado, pero den de agora adevino que ay muchos christianos que querran en este caso tener la libe rtad de los caldeos, y soy cierto que avra hartos hombres que echaran agua en el f uego por escapar de sus mugeres, y aun tambin juro que avra hartas mugeres que no slo mataran el fuego, mas enterraran el rescoldo por ahorrar cada una de su marido, en especial si es zeloso y mezquino. Tornando, pues, a nuestro propsito, los cal deos todas las cosas notables hazan a la lumbre como que las hazan delante de su d ios. Ca coman al fuego, dorman al fuego, negociavan y hazan todos los contratos al fuego, y las madres jams davan a mamar a sus criaturas sino al fuego; porque imag inavan ellos que entonces aprovechava la leche a la criatura quando delante el f uego que era su dios la mamava. Es autor de lo sobredicho Cina Catulo. Los mauritanos, que en nuestros tiempos se llaman el reyno de los Marruecos, fue ron en otro tiempo gente muy bellicosa, [486] con quien el pueblo romano siempre tuvo muy gran conquista. Y quanto los hombres eran diestros en la guerra, tanto sus mugeres eran hechizeras y dadas a la idolatra; porque el marido que de su mu ger haze gran ausencia no se maraville si la tomare en alguna falta. Dize Cicern, libro De natura deorum, y muy ms largo lo cuenta Bocacio, que quantos hombres y mugeres ava en aquel reyno cada uno tena para s un dios solo, de manera quel dios d el uno no era dios del otro, y esto se entenda en los das de entresemana, que para los das festivos otros dioses tenan diputados, los quales adoravan ellos estando todos juntos. La manera que tenan en elegir dioses era sta. Quando estava una muge r preada, vase al sacerdote del dolo y dezale que ella estava preada, que le diesse u n dios para su hijo de que lo uviesse parido; y el sacerdote dvale un dolo de pied ra, o de plata, o de oro, o de palo, y echvasele la madre como nmina al pescueo; y todas las vezes que mamava el nio la teta, la madre le pona el dolo sobre la cara; porque de otra manera no diera al nio a mamar una gota si primero no fuera a su d ios la leche y la teta consagrada. Poco es lo que he dicho respecto de lo que qu iero dezir, y es que, si acaso el nio mora antes de tiempo, o acaso mora algn manceb o por algn desastrado caso, o por ventura se mora algn hombre antes que fuesse viej o; juntvanse los padres y parientes del muerto, y tomavan aquel dolo, y apedrevanle , o ahorcvanle, o arrastrvanle, o quemvanle, o empozvanle, diziendo que, pues los di oses matavan a los hombres a sin justicia, que es muy justo los hombres maten a los dioses por justicia. Cuenta el mismo Bocacio, libro ii De natura deorum, que los allobros (que agora por otro nombre se llaman la tierra del Delfinazgo), tenan en costumbre que a los que avan de ser sacerdotes de los dioses, desde el vientre de su madre eran eleg idos. Y ass era que, en nasciendo la criatura, antes que tomasse la teta le lleva va el sacerdote a su casa; porque tenan ellos en sus ritos que el hombre que uvie sse gustado las cosas del mundo no meresca ni deva servir a los dioses en el templ o. Una de las leyes que tenan los sobredichos sacerdotes era que no slo no podan co n violencia derramar [487] sangre humana, pero aun ni verla ni tocarla, por mane ra que luego que el sacerdote acaso sangre humana tocava, luego el sacerdocio pe rda. Vino tanto apurarse el rigor desta ley, que los sacerdotes de los allobros n o slo no derramavan, ni bevan, ni tocavan sangre humana quando eran ya hombres, pe ro aun ni les dexavan mamar leche de sus madres siendo nios; y la razn desto era q ue dezan ellos que no es otra cosa mamar leche sino bever sangre; porque la leche blanca no es sino sangre cozida, y la sangre colorada no es sino leche cruda. D ize Pulin, libro ii De educandis pueris, que los antiguos tenan un gnero de caa que, partindola por medio, sala della leche muy blanca, y que con sta criava cada muger a su criatura. Sea lo que fuere, que esta ley de quitar leche a los nios que cri

avan para sacerdotes de los templos ms me paresce de supersticiosos hechizeros qu e no de sacerdotes religiosos; porque no ay ley divina ni humana que quiera ni m ande prohibir aquello sin lo qual la vida humana no puede passar. stas eran las costumbres y ritos que tenan los antiguos acerca de criar y dar a ma mar a sus hijos, y a la verdad yo no me maravillo de lo que hazan, ca los gentile s por tan dios tenan ellos a un maldito dolo como tenemos nosotros al summo Dios v erdadero. Todas estas antigedades de la gentilidad he querido contar para que las princesas y grandes seoras huelguen de las leer y saber, pero no para que por ni nguna manera las ayan de imitar; porque segn la fe de nuestra religin christiana, quan ciertos somos de la ofensa que hazan a Dios en hazer tales supersticiones, t an ciertos somos del servicio que hazemos nosotros en dexarlas. Qunto tiempo deva n dar a mamar las madres a sus hijos, y en qunto tiempo puntualmente sea bueno de stetarlos, ni por lo que he ledo ni por lo que he preguntado en este caso estoy s atisfecho, mas de quanto Aristtiles en el libro sobredicho determin que el nio deve mamar a lo ms dos aos, y a lo menos ao y medio; porque si mama menos est en peligro de ser enfermo y si mama ms oblgase a ser regalado. No dexar de contar lo que cuenta Sexto Cheronense en el iiii libro de su Repblica (y haze mencin dello Bocacio, [488] libro iii De natura deorum), y es esto. En ti empo que el Magno Alexandro pass en la Yndia, entre otros famosos philsophos pass c on l uno por nombre Aretho; y acaso estando en Nissa, ciudad muy antigua de la Yn dia, andndole un yndio a mostrar todas las cosas de la ciudad como a estrangero, el buen philsopho mirvalas como philsopho cuerdo y sabio; porque el hombre simple m ira solamente los efectos como acontecen, pero el hombre sabio inquire y pregunt a las cosas cmo y de dnde proceden. Entre las otras cosas mostrronle a este philsoph o Aretho una gran casa que estava al cabo de la ciudad, y en ella estavan muchas mugeres, y cada muger tena una cmara, y en cada cmara ava dos camas, y cabe la una cama estavan unas yervas a manera de hortigas, y cabe la otra cama estavan unas ramas de otro rbol a manera de romero, y en medio de la casa estavan muchas sepul turas de nios. Pregunt Aretho, el philsopho, que para qu era aquella casa tan grande, y respondile aquel yndio: Esta casa es para criar los nios hurfanos quando son por muerte o por otra causa desamparados; porque es costumbre en esta tierra que, quando al moo se le muere el padre, luego la ciudad le toma por fijo; y, dende en adelante, hase de llamar hijo de la ciudad que le cri, y no hijo del padre que le engendr. Pregunt Aretho, el filsofo, lo segundo que por qu en aquella casa ava tantas mugeres sin estar entre ellas un solo hombre. Respondile aquel yndio: En esta tierra es c ostumbre que las mugeres estn apartadas de los maridos todo el tiempo que se ocup an en criar a los nios; porque no es voluntad de nuestros dioses que la muger des pus que est preada con su marido tenga ms compaa, y esto no slo hasta que sea parida, as aun hasta que la criatura est destetada. Pregunt lo tercero el philsopho Aretho: Por qu, siendo la casa no ms de una est cada m ger por s apartada? Respondi aquel yndio: Ya sabes t, pues eres philsopho, que natural mente en la muger reyna tanta malicia humana, que siempre tiene embidia de la fe licidad agena; y, si estuviessen todas juntas, avran entre s unas con otras tantos enojos, que corromperan la leche que avan de mamar los nios. [489] Pregunt lo quarto el philsopho Aretho: Para qu en cada cmara ay una cama grande y otra cama pequea, pues no ay ms de una muger y una criatura? Respondile aquel yndio: En esta Yndia no se consiente que las criaturas pequeas due rman en una cama con sus amas; porque muchas vezes las mugeres, como tienen el s ueo pesado, descudanse y ahogan al nio que tienen en la cama consigo. Pregunt lo quinto: Para qu estn cabe las camas las hortigas, como sea una yerva inspid a para comer y lastimosa para tocar? Respondile aquel yndio: Hgote saber que en esta Yndia contra toda naturaleza ningn nio llora al tiempo que s e cra, y a esta causa tienen cabe las camas las hortigas: para hazer llorar a las criaturas; porque nos dizen nuestros philsophos que, si llora un nio dos horas ca da da, aprovchale no slo para la salud de la persona, mas aun para alargar ms la vid a. Preguntle lo sexto el philsopho Aretho por qu cabe las camas tenan aquellas ramas qu e parescan romero. Y respondile el yndio: Hgote saber que en esta India es ya plaga muy antigua que no nos podemos defender de mugeres hechizeras y magas, las quale

s con sus hechizos y mirar de ojos matan a muchos nios, y dzennos que todo nio que con esta yerva fuere sahumado, con ojo de mala muger no puede ser empecido. [490]

Captulo XXIV De una carta que embi Marco Aurelio Emperador a un amigo suyo llamado Ddalo, en la qual le responde a doze puntos que al Emperador ava escripto en otra carta. En e special habla en el fin de la carta contra las mugeres que cran o sanan de las en fermedades con hechizeras a sus criaturas.

Deven las princesas y grandes seoras mirar mucho en que sus amas no sean hechizer as, ni permitan que a sus hijos desde nios los avezen a medicinas; porque la medi cina pone en peligro la vida de la criatura, y la hechizera no slo haze dao al cuer po de la criatura, mas aun al nima de la ama que la cra. Para mayor alabana de los passados y mayor confusin de los presentes, quiero que l os que esto leyeren lean una carta de Marco Aurelio Emperador embiada a un amigo suyo, en fin de la qual parece qun enemigos fueron los antiguos de criar con hec hizos a sus hijos; porque a la verdad no s qul fue mayor: la templana que ellos tuv ieron para ser gentiles, o el atrevimiento que nosotros tenemos siendo christian os. Sguese, pues, la epstola, en fin de la qual habla contra la muger hechizera. Epstola Marco, Emperador romano, juntamente collega con su hermano Annio Vero en el mism o Imperio, salud a la persona y buena fortuna contra su mala fortuna a ti, Ddalo, su especial amigo, dessea. Desde el da que embarcaste en [491] el puerto de Osti a, ni letra tuya hasta agora le, ni persona de tu casa jams vi; y (lo que ms es) qu e ninguna persona saba de cierto si eras vivo o si eras muerto, a cuya causa imag invamos tus amigos que t y tu nao uviesses dado al travs con fortuna, o que con el descontentamiento de la tierra seras ya de buelta; porque los hombres que navegan como t van en peligro de ahogarse con la tempestad, y, si no se ahogan, desesper an en la tierra estraa con la soledad. De que vi a Frontn, tu criado, uve mucho plazer, y mucho ms de que supe cmo eras vi vo despus de aver andado tan peligroso camino, y no menos tom plazer en que dizes por tu carta tener contentamiento de la tierra; porque para m cosa es muy nueva h ombre criado en los regalos de Roma hallarse contento en otra tierra. Quando Roma era Roma y Italia se llamava la Gran Grecia, de todas las naciones c oncurran a ella, los unos para deprender virtudes y noblezas, y los otros para da rse a vicios y plazeres; porque, si Tito Livio no me engaa, Roma emple todos sus t hesoros en Asia y Asia emple todos sus vicios y regalos en Roma. Escrvesme tantas cosas en tu carta, y dzeme Frontn, tu criado, tantas novedades de la tierra, que por los dioses inmortales te juro ni s a ti qu escriva, ni a tu cri ado qu le responda; porque las estremadas nuevas quanta alegra dan a las orejas, t anta incredulidad traen consigo de creerlas. Los hombres generosos y que aman mu cho que los otros los tengan a ellos por verdaderos, aunque ayan visto muchas ma ravillas con sus proprios ojos, quando las contaren han de ser muy medidos en su s lenguas; porque el hombre vergonoso gran vergena es que diga alguna palabra en la qual puede aver sospecha si es o no verdadera. En breve quiero responder a toda s las cosas de tu letra, y ser la respuesta no segn tu gusto, sino segn lo que de t i y del mundo yo siento. Y, ante que diga cosa, rugote que tu mucha cordura perdo ne si se desmandare mi pluma; porque tus pocos aos aun no te dexan conocer al mun do, y a m mis muchas canas me dan autoridad para avisar a ti y sentenciar a l. [49 2] Dizes que en la mar passaste mucho peligro, y que por aleviar la nao echaste muc ha de tu hazienda a lo hondo. En este caso parceme a m que deves dar muchas gracia

s a las bravas mares, que, podindote quitar la vida, se contentaron con sola la r opa; porque los hombres que navegan por la mar deven mirar, desque se vieren en salvo, no la hazienda que perdieron, sino la vida que escaparon. Dizes que fueste por la mar muy acompaado de estrangeros, y que tardaste en el vi aje ms das de los que pensavas, y aun de los que quisieras. A esto te digo, mi Ddal o, que, aunque fueron muchos los das que tardaste, todava seran ms los enojos que re scebiste; porque el hombre que navega mucho es impossible que no aya enojo con l os marineros y que no est siempre con temor de los vientos. Y a lo que dizes que llevavas contigo gran compaa, a esto te respondo que, quanto ms yvas cargado de com paeros, tanto menos te pesaran los dineros; porque regla general es que do la jorn ada es larga y la compaa es mucha, de necessidad ha de afloxar la bolsa. Dizes que, con las humidades de la mar, luego que tomaste tierra luego te sentis te enclavado de gota. A esto te respondo que o tienes la gota en el pie, o la ti enes en la mano; si la tienes en el pie, ser ocasin que guardes la casa, y ass no o sar nadie robarte tu ropa; y si la tienes en las manos, ser ocasin que ya no andes jugando como solas por los tableros, y ass no perders como perdas tus dineros y aun los ajenos; y, si no has mudado la condicin que tenas, yo soy cierto que slo porque crezca tu hazienda terns en ti por bien empleada la gota. Dizes que en essa tierra para el remedio de tus males has hallado muchos y muy f amosos mdicos, los quales son doctos y esperimentados. A esto te respondo que, se gn dize Platn, en la tierra do ay muchos mdicos, ay muchos vicios y muchos viciosos ; porque el hombre con el sobrado regalo enferma y con el mediano trabajo sana. Nuestros antiguos padres, quanto tiempo estuvieron en Roma sin mdicos, que fueron cccc aos, tanto y no ms en el comer y bever se mostraron sobrios; porque ass [493] como a la salud precede la templana, ass a la medicina precede la glotona. Dizes que es muy abundosa essa tierra, y que entre otras cosas ay mucha lea, de l a qual ay aqu falta en Roma. A esto te respondo que, si tienes mucha lea, terns poc o pan; porque antiguo proverbio fue: do los fuegos son grandes, los graneros son pequeos. E si dizes que ests muy contento con la lea dessa tierra, hgote saber que yo no est descontento con el pan de Italia; porque al fin al fin ms ana se halla lea p ara cozer el horno que no trigo para llevar al molino. Por cierto que es bueno t ener lea para el invierno, pero muy mejor es tener pan para el invierno y para el verano; porque no llaman hambre quando falta lea para los viejos, sino quando fa lta pan para los nios. Dizes que en essa tierra ay mucha agua, y que la agua es muy clara y muy fra, y q ue es tanta la abundancia que ay una fuente en cada casa. A esto te respondo que todos los naturales dizen que do la agua sobra quasi siempre la salud falta; y no me maravillo desto, porque todos los lugares muy frescos siempre se tienen po r malsanos. Si fuera en el tiempo de la edad dorada, quando los hombres no saban qu cosa era vino, sino que todos bevan agua, sin comparacin fuera muy mejor essa ti erra que no sta; porque quan infame es la borrachez del vino, tan suave y provech osa es la borrachez del agua. Bien sabes t que una fuente de agua que yo tena en l a huerta, va Salaria, fue ocasin que en un verano muriessen siete personas de mi c asa, y si no hiziera una sangradera por la qual ech el agua reposada, pienso que diera fin a m y a toda mi familia, por lo qual te ruego pongas ms los ojos en cons ervar la salud de tu persona, que no en gozar la frescura dessa tierra; porque p ara m aqul slo tengo por bienaventurado que tiene el cuerpo sano y junto con esto t iene el coran con reposo. Loa quanto quisieres la tierra, y hulgate quanto mandares por su frescura, y hrtate de su agua fra, y escrive a tus amigos cmo es desopilati va; que al fin yo te juro, mi Ddalo, que ms dineros saldrn de Roma para yr por el v ino de Candia que no entrarn en Roma botas de agua fra dessa isla. [494] Dizes que en essa tierra ay tales y tantas frutas, que jams piensas verte harto d ellas. A esto te respondo que la cosa que yo mejor como son unas frutas de invie rno, pero sin verlas ni comerlas yo me doy por contento; porque la tierra do sob ran frutas para el invierno, siempre es achacosa con calenturas de verano. Octavio, el Emperador de felice memoria, viendo que Roma los veranos era muy enf erma, mand so graves penas que las frutas de Salon no entrassen a venderse en ell a. Fue cosa maravillosa, que Roma no slo se hall en esto sana, mas aun los mdicos p or su voluntad se fueron de Roma; porque gran indicio es que el pueblo sea sano quando el mdico no es rico.

Dizes que ay en essa tierra muchos juglares y hombres que saben hazer faras y cos as de burlas. A esto te respondo que no ser tanto el plazer que tomars en ver sus burlas y juegos, quanto pesar y tristeza tomars de que te cohechen los dineros; p orque los truhanes y juglares hazen los juegos de burla y quieren ser pagados de veras. Dizes que en essa tierra ay mucha copia de vias, y que el vino es oloroso para ol er y muy suave para gustar. A esto te respondo que no avr tanta abundancia de vias en el campo, quanta muchedumbre avr de borrachos en el pueblo, que, como sabes t, el da que desposamos a Topina, mi sobrina, mi to Getulio, aunque no tena en Salon ms de una via, con el vino della emborrach a s y a toda su casa, y aun a todos los q ue fueron a la boda. No sin lgrimas lo digo esto que quiero dezir, y es que antig uamente en Roma Mars era el dios ms acatado, que era el dios de las batallas; ago ra en Roma Baco, que es dios del vino, es el dios ms acatado y servido; porque el tiempo que solan gastar en el campo Marcio a jugar con las armas, agora lo consu men en jugar y bever en las tavernas. Dize Tito Livio en sus Annales que los de Galia Transalpina, oyendo que los talos avan plantado vias, furonles a conquistar la s tierras, de manera que si en Italia no plantaran vias, no fueran por los france ses destruydas las tierras. Los antiguos romanos, que en todo eran provedos, vist o por el Sacro Senado que de su perdicin era causa el vino, provey que [495] se de scepassen las vias de todo el Imperio. Fue cosa maravillosa que, despus que cess la guerra, no qued francs en toda Italia de que supieron que ya no ava vias en ella. Dizes que ay en essa tierra muchos hijosdalgo, y ay muchos y muy honrados patric ios con los quales hablas y tienes tus passatiempos. A esto te respondo que, si esso es verdad, en essa tierra ay muchos hombres ociosos y aun no muy verdaderos ; porque los libertos o escuderos que emplearon sus mocedades en las guerras, ya que son viejos no gastan tiempo sino en or nuevas y dezir mentiras. Dizes que ay en essa tierra mugeres muy hermosas en los gestos y muy dispuestas en los cuerpos. A esto te respondo que si ay muchas hermosas, avr muchas mal casa das; porque la muger hermosa, si con la hermosura no es cuerda, a s misma pone en peligro y a su marido pone en cuydado. Dizes que ay en essa tierra unas mugeres phetonisas o hechizeras, las quales se precian de curar y destetar a los nios. A esto te respondo que terna por mejor los nios nunca convalesciessen ni sanassen que no por manos de tan malas hembras se curassen; porque no es tanto el provecho que hazen con sus esperiencias en lo pbl ico, quanto es el dao que hazen con sus hechizeras en secreto. Torcato Laercio, mi to, tena una hija no menos regalada que hermosa, y, como no te na ms de a ella, era de todo su patrimonio nica eredera. Fue, pues, el caso que com o la nia un da llorasse mucho, la ama que la criava por acallar la criatura, pensa ndo que le echava unos hechizos para la adormecer, echselos para la matar, por ma nera que, cessando las lgrimas de la innocente hija, comenaron los gritos de la mu y triste madre. Calgula, fijo que fue del buen Germnico, aunque fue entre los Csare s el quarto y entre los tiranos el primero, como se diessen en Roma unas cdulas p ara quitar quartanas y para curar a las criaturas, provey por edicto pblico que el hombre o muger que las hiziesse muriesse por ello, y el que las comprasse o tru xesse por Roma fuesse aotado y para siempre desterrado. [496] Hame dicho Frontn, tu criado, unas nuevas de que yo he tomado harto plazer, y son que te naci un hijo muy bonito, y junto con esto me dixo que le criava una muger de Samnia, la qual como mal vino tiene una punta de hechizera. Por los inmortal es dioses te conjuro, y por el amor que te tengo te ruego, luego la eches de tu casa y tan mala muger no coma pan en ella ni solo un da; porque toda criatura que se cra con hechizos o tern la vida corta, o le ser contraria la fortuna. Hgote saber, mi Ddalo, que yo estoy no poco maravillado de muchos romanos, los qua les permiten (y aun procuran) que sean curados sus hijos con hechizos, y esto di go porque yo para m averiguado tengo los hombres que enferman por voluntad de los dioses no sanarn por muchas diligencias que hagan los hombres. O los nios enferma n porque son de complesin mala, o los nios enferman porque los dioses les quieren quitar la vida. En tal caso, si su mal es de umor malo, recurran por medicinas n aturales al mdico; y, si su dao viene porque los dioses estn injuriados, entonces s us padres aplaquen a los dioses con sacrificios; porque al fin al fin impossible

es las enfermedades de los coraones que sanen con ningunas medicinas de los cuer pos. No te maravilles, mi Ddalo, si he aplomado ms en este artculo que no en los otros, conviene a saber: en persuadirte mucho a que quieras guardar a tus criaturas de hechizeras; porque de otra manera ms le daar al nio el hechizo malo que no le aprovec har la leche buena. Hame movido a escrevirte esto lo uno el mucho amor que te ten go, lo otro acordndome que, quando estavas en el Senado, muchas vezes me dezas que moras por tener un hijo; y, pues t le compraste a desseo y tu muger Pertusa le ti ene pesado a lgrimas, no querra que ensaasses a los dioses con hechizeras; porque a ley de bueno te juro que quando los padres estn bien con los dioses no tienen los hijos necessidad de hechizeros. Otras muchas cosas ava que te escrevir, algunas de las quales con Frontn tu criado las quise comunicar, ms que no por letra te las escrivir; y no te maravilles des to, porque son [497] las cartas tan peligrosas que, si el hombre es discreto, no escrevir ms en una carta cerrada de lo que dir pblicamente en la plaa de Roma. Perdna me, mi Ddalo, que a la verdad no te escrivo como lo querra tu apetito, ni aun como lo dessea mi desseo; porque muchas cosas tienes t necessidad de saber y no tengo yo licencia para en carta las fiar. De m no s qu te escriva, sino que la gota todava me aquexa, y lo peor de todo es que , quanto ms crezco en la edad, tanto disminuyo en la salud; porque ya antigua mal dicin es de la flaqueza humana que por do pensamos yr ms seguros, por all hallamos mayores atolladeros. El papagayo que me embiaste, luego se apoder dl mi Faustina, y a la verdad es cosa monstruosa ver lo que parla; pero al fin al fin son las mu geres tan poderosas, que quando ellas quieren ponen silencio a los vivos y hazen que en los sepulchros hablen los muertos. Segn lo que yo te quiero, y segn lo que yo te devo, y aun segn lo que yo suelo, es muy poco lo que te embo. Y dgolo porque al presente no te embo sino dos cavallos ma uritanos y doze espadas alexandrinas, y a Frontn tu criado en albricias de la bue na nueva le he dado un oficio que le valdr xx mil sextercios en Sicilia. Faustina me ha dicho que emba a Pertusa, tu muger, una arca llena de olores de Palestina y otra arca llena de ropas de su persona, y a mi parecer no lo deves tener en po co; porque naturalmente las mugeres de la hazienda propria son escassas y en gas tar lo ageno son muy largas. Los dioses poderosos sean en tu guarda y a m aparten de la siniestra fortuna, y ruego a essos mismos dioses a ti y a m, y a mi Fausti na y a tu muger Pertusa, nos dexen con salud a todos juntos vernos en Roma; porq ue jams el coran recibe tan gran gozo como quando se vee con el amigo muy desseado. Marco del Monte Celio te escrive de su propria mano. [498]

Captulo XXV Que habla en general qun gran excellencia es en el hombre saber bien hablar; y qu e ay unos hombres de tan mala gracia en el hablar, que ms pena es orlos tres credo s que no a otros escucharlos diez aos; y de cmo es muy gran falta en los prncipes y grandes seores hazer una cosa y despus no saber dar razn della.

Una de las excelencias que el Criador dio a los hombres fue saber y poder hablar ; porque de otra manera, dexada el nima aparte, de poco menos valor son los anima les brutos que son los hombres mudos. Aristteles en sus Yconmicas sin comparacin lo a ms la polica pitagrica que no la stoyca, diziendo que la una es ms conforme a razn que no la otra, pero Pitgoras mand que todos los hombres que fuessen mudos sin nin guna contradicin fuessen de la repblica alanados. El motivo que tuvo este philsopho para mandar esto fue diziendo que la lengua se mueve por los conceptos del nima, y el que no tiene lengua no tiene nima, y el que no tiene nima no es sino bestia, y el que es bestia deve servir como bestia o hecharse con las bestias en la mont aa. Gran cosa es no ser hombre mudo como lo son los brutos animales, y mayor cosa

es hablar como hablan los hombres racionales, pero sin comparacin es muy mayor b ien hablar como hablan los philsophos eloqentes; porque de otra manera si el que o ye no pondera ms las sentencias que las palabras, muchas vezes le contentarn ms los papagayos que parlan en las jaulas que no los hombres que blasonan en las acade mias. [499] Josepho, en el libro De bello judayco, dize que el rey Erodes no slo con su perso na y hazienda, pero aun con toda su parcialidad y parentela sigui y dio favor a M arco Antonio y a Cleopatra, su amiga, quando tuvo guerra con Octavio, segundo Em perador que fue de Roma, y al fin fue Marco Antonio vencido, y Cleopatra fue pre sa, y qued por Octavio la victoria. De todo este dao Marco Antonio se tuvo la culp a; porque el hombre que por amores de una muger toma conquista es impossible que no pierda la vida o que no viva con infamia. Visto por Erodes que Marco Antonio , su seor, era muerto, acord de yrse para el Emperador Octavio; y, como se viesse en su presencia, poniendo a los pies del Emperador la corona, hizo Erodes una or acin en que dixo tan dulces palabras y tan altas sentencias, que no slo el Emperad or Octavio perdon a Erodes por aver sido su crudo enemigo, pero aun le confirm de nuevo el reyno y le tom para s por muy caro amigo; porque entre los coraones genero sos muchas obras malas se remedian con pocas palabras buenas. Si Blondo en el libro De Roma triumphante no nos engaa, Pirro, el gran rey de los epirotas, caso que en el coran fue muy esforado, en las armas muy diestro, en las mercedes muy largo y en los infortunios muy sufrido, sobre todo le dan fama aver sido en las palabras muy dulce y en las respuestas muy sabio. Deste Pirro dizen ser en la eloqencia tan estremado, que el hombre a quien Pirro una vez hablava alguna palabra quedava por tan suyo, a que dende en adelante en ausencia defenda su partido y en presencia pona la vida y el estado. Dize el sobre dicho Blondo, y callselo Tito Livio, que los romanos (como en todo eran tan proved os), viendo que el rey Pirro era tan retrico, proveyeron en el Senado que ningn em baxador romano hablasse sino por tercera persona con Pirro; porque de otra maner a, segn l los atraa con sus palabras, yendo por embaxadores del Imperio Romano, bol van a Roma por procuradores de Pirro. Caso que Marco Tulio fue senador en el Senado, y fue cnsul en el Imperio, y fue e ntre los ricos muy rico, y fue entre la gente de guerra muy esforado, a la verdad ninguna destas cosas le hizo ser de immortal memoria si no fue su muy alta [500 ] eloqencia. Fue Tulio slo por la riqueza de su lengua tan estimado en Roma, a que muchas vezes orando en el Senado le oan tres horas al da sin que persona hablasse palabra, y no lo tenga alguno esto en poco, ni se passe por ello ligero; porque es de tal calidad la malicia umana, que ms fcilmente parla uno quatro horas que n o tern paciencia para escuchar una. Cuenta Antonio Sabllico que, en tiempo de los Amlcares africanos, floreci un philsop ho en la gran Carthago que ava nombre Afronio, el qual de edad de lxxxi aos muri en el primero bello pnico. Este philsopho fue preguntado una vez qu era lo que saba, y respondi que no saba sino bien hablar. Fue preguntado otra vez que qu deprenda; res pondi que no deprenda sino bien hablar. Fue preguntado la tercera vez que qu enseava ; respondi que no enseava sino a bien hablar. Parsceme que este buen philsopho en lx xx aos no dize que deprendi sino a bien hablar, no supo sino bien hablar, ni ense ot ra cosa sino bien hablar. Y a la verdad l tena razn, porque una de las cosas que mu cho adornan la vida umana es tener hombre dulce y sabrosa lengua. Qu cosa es ver a dos hombres en un consejo pareados, de los quales el uno es muy torpe en propo ner y el otro es muy elegante en el hablar; y destos tales ay unos que en tres h oras no nos cansamos de los escuchar, y por contrario ay otros tan pesados en el hablar, que de slo verles mover los labrios tomamos la puerta para yrnos; porque a mi parecer no ay igual trabajo que escuchar a un hombre pesado tres credos, y por contrario no ay mayor consolacin que or a un discreto mil aos. Deza el divino Platn en el libro De legibus que no ay cosa en que ms se conozca el hombre que es en las palabras que dize; porque por las palabras que le omos juzga mos por bueno o por malo lo interior que no vemos. Laercio, en las Vidas de los philsophos, dize que Scrates, el gran philsopho, estando una vez en Athenas, traxron le a un mancebo natural de Thebas para que le recibiesse en su compaa y le doctrin asse y enseasse en su academia, y el moo (era estrangero y vergonoso) no osava habl ar delante su maestro, al qual dixo Scrates el philsopho: Amigo, habla si quieres q

ue te conozca. Esta sentencia de Scrates es [501] muy profunda, y ruego al que est a escritura leyere se pare un poco a pensar en ella; porque no quiere Scrates que sea el hombre conocido por el gesto que tiene, sino por la palabra buena o mala que dize. Caso que la eloqencia y bien hablar en cada uno sea causa de aumentar su honra y no disminuir su hazienda, mucho ms sin comparacin resplandesce y es ms necessaria e n casa de los prncipes y grandes seores; porque los hombres que tienen oficios pbli cos, de necessidad han de escuchar a los naturales y hablar con los estrangeros. Hablando ms claro, digo que no slo el prncipe deve trabajar por alcanar la eloqencia por honra de su persona, mas aun por lo que conviene a su repblica; ca, como el prncipe (siendo no ms de uno y sea servido de todos) es impossible que tenga tanto con que pueda hazer mercedes a todos, y por esso es necessario que a unos pague con dineros y a otros sostenga con buenas palabras; porque el coran generoso ms qu iere una palabra amorosa que no una merced hecha de mala gana. Platn, y Livio, y Erodoto, y Suplicio, y Eutropio, y Diodoro, y Plinio, y otros i nnumerables historiadores antiguos, nunca acaban de estimar y loar la eloqencia d e los prncipes griegos y latinos, y quan bienaventurados fueron aquellos siglos, en los quales uvo prncipes sabios. Y a la verdad ellos tienen mucha razn; porque m uchos alcanaron las coronas de reyes y los sceptros del imperio no tanto por las crudas batallas que vencieron, ni menos por la alta sangre de que decendieron, q uanto por la sabidura y eloqencia que tuvieron. Marco Aurelio Emperador fue natural de Roma, naci en el monte Celio y fue en el p atrimonio pobre, en la sangre obscuro, en el favor abatido, en la parentela dese chado; y (con todo esto) slo por ser virtuosssimo en la vida, y ser muy profundo e n la doctrina, y ser muy alto en la eloqencia, el Emperador Antonio Po le dio por muger a Faustina, su hija; y como fuesse de muchos retrado porque casava a su hij a con un pobre philsopho, respondi: Ms quiero tener por yerno a un pobre filsofo que no a un prncipe loco. Pulio, libro vii De legibus romanorum, dize que fue ley muy guardada, y dende lo s cnsules por costumbre en Roma [502] introduzida, que los dictadores y censores y emperadores entrassen en el Senado a lo menos una vez en la semana y all diesse n cuenta del estado en que estava la repblica, y oxal fuesse guardada esta ley en el tiempo de agora; porque no ay ninguno que ass trabaje de igualar la justicia c omo el que piensa que le han de pedir cuenta della. Calgula, que fue quarto Emperador de Roma, dzese dl que fue no slo torpe y cruel en la vida, pero aun fue muy ydiota en la eloqencia y muy corto en la pltica; por man era que, entre todos los prncipes romanos, l slo tuvo necessidad que hablassen en e l Senado por l otros; y fue este malaventurado tan aborrescido, que despus que con cruel y infame muerte fue muerto y por Roma arrastrado, pusironle en el sepulchr o este ttulo: Aqu yaze el Emperador Calgula, el qual era indigno del Imperio por ser necio y fue privado de la vida por ser vicioso. No s yo los prncipes cmo se precian de ser esforados, de ser dispuestos, de ser corr edores, de ser justadores, y no se precian de ser eloqentes; como sea verdad que aquellas gracias slo les aprovechan durante la vida, pero la eloqencia aprovchales no slo para honrrar la vida, mas aun para despus de muertos aumentar la fama; porq ue leemos de muchos prncipes que con sola su eloqencia amansaron grandes sedicione s en la repblica y junto con esto alcanaron para s immortal memoria. Suetonio Tranquilo, libro i De Cesaribus, dize que el muy venturoso Julio Csar, s iendo de edad no ms de xvi aos, como muriesse en Roma una ta suya que se llamava Co rnelia, fizo en su enterramiento una oracin, en la qual (siendo de tan tierna eda d) mostr su muy alta eloqencia, y fue aquel da tan grato al pueblo, a que todos le juzgaron sera en el Imperio un muy valeroso romano. Segn dize Apiano, aquel da dizen que dixo Sila estas palabras: Lo que siento deste moo Gayo Csar es que en la audacia de su lengua muestra qun valerosa ha de ser su p ersona. Vean, pues, agora los prncipes y grandes seores qunto les va en saber bien hablar y ser eloqentes; porque no vemos otra cosa cada da sino a uno que es baxo por linaj e, la [503] eloqencia lo haze alto en fortuna, y a otro que es nico entre los gene rosos es el primero entre los abatidos. No ha sido otro mi fin de escrevir todas las cosas sobredichas, sino amonestar, persuadir y rogar a todos los prncipes y

grandes seores a que desde nios muy nios pongan con hombres muy sabios a sus hijos, y esto a fin que les enseen no slo cmo han de vivir, mas cmo han de hablar; porque en las personas de alto estado es suprema infamia hazer o intentar de hazer una cosa, y no saben despus dar razn della. Polidoro en el iii de sus Comentarios dize que quando los lacedemonios fueron de sbaratados por los athenienses en la rota Milina (y llmase Milina porque fue la b atalla a la ribera del ro Miln), los lacedemonios embiaron a un philsopho llamado H euxino a tratar las pazes con los athenienses, y como este philsopho fuesse grands simo eloqente, hizo una oracin tan alta en el Senado de Athenas, en que no slo alca n la paz que desseava su tierra, pero aun para s alcan eterna fama. Quando el philsoph o Heuxino uvo de bolverse de Athenas a su tierra, dironle los athenienses esta ca rta en que deza. [504]

Captulo XXVI De una carta que escrivieron los athenienses a los lacedemonios.

El Senado, y pueblo, y sabios de Athenas; al Senado, y pueblo, y sabios de los l acedemonios; salud a las personas y paz a la repblica vos dessea. A los dioses in mortales ponemos por testigos que en la batalla passada no menos pesar tuvimos p or veros vencidos que por otra parte tomamos plazer por vernos vencedores; porqu e al fin al fin son tan grandes los daos de las crudas guerras, que es a los venc idos el dao cierto y a los vencedores es el provecho dudoso. Bien quisiramos que a ntes de agora esto quisirades, y lo que agora peds antes lo pidirades; pero qu haremo s, si en los vuestros y en los nuestros tristes hados estava que vosotros en est a guerra os ovissedes de perder y de vuestra perdicin no nos pudissemos nosotros ap rovechar?; porque es regla infalible que todo lo que los dioses tienen ordenado, ni juyzio humano lo puede emendar, ni menos potencia humana lo puede empedir. P eds que cesse la guerra y que por tres meses pongamos tregua, y durante este tiem po se trate de concordia. A esto respondemos que el Senado de Athenas no tiene c ostumbre de otorgar tregua para despus tornar a la guerra; porque tenemos por ley muy antigua los athenienses que liberalmente acetamos la guerra cruda y liberal mente otorgamos la paz perpetua. Nosotros en nuestras academias trabajamos de te ner sabios en el tiempo de la paz para aprovecharnos de sus consejos en el tiemp o de la guerra; y stos nos aconsejan que jams emprendamos tregua con condicin sospe chosa, y a la verdad ellos nos aconsejan verdad; porque muy ms [505] peligrosa es la paz fingida que no la guerra manifiesta. El filsofo Heuxino, vuestro embaxado r, nos ha hablado tan alta y tan eloqentemente en este Senado, a que nos parece q ue negarle alguna cosa de lo que pide sera muy injusto; porque muy ms honesto es o torgar la paz al que la pide por palabra que no al que la pide con la lana. Sea, pues, el caso que el Senado, y los sabios, y el pueblo de Athenas al Senado y a los sabios y al pueblo de los lacedemonios de todo coran ala dellos la guerra y concdeles la paz perpetua, y esto se haze porque sepa todo el mundo que Athenas es tan animosa para los atrevidos, y es tan amiga de los sabios, que sabe casti gar a los capitanes locos y se dexa mandar de philsophos cuerdos. Ya sabys cmo toda nuestra guerra no ha sido sino sobre la possessin de las riparias ciudades del ro de Milina. Por esta letra dezimos, y por los immortales dioses juramos, que nos otros en vosotros renunciamos todo nuestro derecho slo porque nos dexys a Heuxino, vuestro embaxador y philsopho; porque la felice Athenas ms quiere a un philsopho p ara su academia que a toda una provincia para su repblica. Y vosotros, los lacede monios, no tengys a liviandad lo que hazemos los athenienses, conviene a saber: q ue trocamos el seoro de mandar a muchos y queremos dexarnos mandar de uno solo, qu e esto fazemos porque este philsopho ensearnos ha a bien vivir y aquella tierra dva nos ocasin de mal morir. Y, pues ya de enemigos tan antiguos nos declaramos por v uestros amigos verdaderos, no slo queremos alaros la guerra y embiaros la paz perp

etua, pero aun queremos daros un consejo para conservarla; porque de mayor excel lencia es la medicina que conserva la salud que no la purga que alana la enfermed ad. Sea, pues, el consejo ste, en que ass como velys que los moos exerciten las arma s, ass os desvelys en que los nios deprendan con tiempo las letras; porque ass como con las crudas lanas se prosigue la guerra, ass con las dulces palabras se alcana l a paz. No pensys vosotros, los lacedemonios, que sin causa os persuadimos a que p ongys a las letras desde nios a vuestros hijos, y no los dexys primero crecer y emb oscarse en los vicios; porque de faltar a los unos sabios para sus consejos y de sobrar a los otros ociosos [506] en los pueblos, se levantan las guerras para m atarse unos a otros. No queremos tampoco que vosotros los lacedemonios pensys que nosotros somos amigos de hombres verbosos y parleros, ca nuestro padre Scrates o rden que la primera licin que se diesse al discpulo en su academia fuesse que por n inguna manera en dos aos osasse hablar alguna palabra; porque es impossible que s ea alguno prudente en el hablar si no es muy sufrido en el callar. Parcenos, si vos paresciesse, que Heuxino el philsopho se devra quedar en este nues tro Senado, y pensad que si nosotros de su presencia esperamos provecho, sed muy ciertos que vosotros de los consejos que nos dar no sacarys dao; porque es ley muy antigua en Athenas, que no pueda el Senado emprender guerra sin que primero por los philsophos si es justa o injusta sea examinada. No ms, sino que a los dioses immortales (ass vuestros como nuestros) pedimos sean en vuestra y en nuestra guarda, y a ellos plega de conservarnos en esta paz perp etua; porque slo aquello ser perpetuo que por voluntad de los dioses fuere confirm ado. Valete iterumque valete. [507]

Captulo XXVII Que las amas que cran a los hijos de los prncipes y grandes seores, si fuesse possi ble, devran ser mugeres sabias; y de cmo los romanos tenan en Roma escuela para dep render todas las lenguas; y de cmo un embaxador de Grecia dixo a otro embaxador d e Roma que saban ms las mugeres de Grecia que no los capitanes de Roma; y de cmo so bre este caso disputaron xx mugeres de los romanos con otras xx mugeres de los g riegos.

Los peregrinos que caminan por tierras ignotas y montaas estraas con desseo de ace rtar y recelo de no errar no slo se informan del camino por do han de yr, pero au n importunan que con el dedo se lo quieran mostrar; porque es cosa muy enojosa a ndar el camino con sospecha. Por esta comparacin quiero dezir que, pues tanto he persuadido a que los padres enseen a bien hablar a sus hijos, razn es que para est o les busque algunos buenos medios; porque no tiene auctoridad el consejo quando el que le da no da medio para executarlo. Mucho haze al caso ser el hombre de b uen natural o ser de mal natural, tener el juyzio torpe o tener el juyzio vivo, y esto no slo para lo que el hombre ha de hazer, mas aun para lo que ha de hablar ; porque no es pequeo sino muy grande beneficio tener el hombre el juyzio claro. Esto no obstante, digo que no todos los agudos son eloqentes, ni todos los eloqent es son agudos; porque vemos a muchos hombres tener qu dezir y junto con esto no s aberlo dezir, y por contrario vemos otros saber qu dezir y no tener qu dezir, por manera que naturaleza les dio juyzio alto y por pereza quedaron de estilo baxo. [508] Muchas vezes me maravillo ver por una parte que el anima del nio quando nasce no es de menor excelencia que el nima del viejo quando muere, y por otra parte el nio tiene tan tiernos los miembros con que el nima haze sus operaciones, en que pare cen tener poco de criaturas racionales; porque do el nima no se muestra seora en m uy poco est el hombre quedarse por bestia. Cosa es assaz de maravillar cmo los nios , quando passan ya de dos aos, en qu manera alan los pies para querer andar, arrmans e a las paredes para se tener, abren los ojos para querer conocer, forman unas b

ozes confusas como que quieren hablar; de manera que en aquella edad una criatur a no es ms que un rbol en la primavera; porque el rbol, passados dos meses del ao, l uego echa hojas; y el nio, passados dos aos de infancia, luego forma palabras. Est o se dize a causa que a los padres que son cuerdos no se les haga tenprano en ta n tierna edad comiencen a deprender a bien hablar sus hijos, ca en los rboles en este tiempo ponen los enxertos, y assimismo en este tiempo doman y imponen los c avallos; porque son tantos los peligros desta vida, que si fuesse possible antes que a un nio sus padres le viessen nacer, le avan de amonestar cmo en el mundo ava de vivir. A mi parecer, ass como desde muy lexos se descamina el agua para hazer el salto a l molino, ass desde muy pequeo se ha de encaminar el nio para que sea eloqente y retr ico; porque a la verdad el alto estilo del hablar o le deprende el hombre desde el vientre que naci o desde los pechos que mam. No podemos negar que los nios, no t eniendo edad ms de dos o tres aos, no sea muy temprano para darles ayos y maestros ; porque en tal edad ms faze al caso una ama que le alimpie, que no un maestro qu e le aote. Por una parte son los nios muy tiernos para deprender a bien hablar, y por otra es necessario que desde muy nios lo ayan de aprender. Sera yo en voto que las princesas y grandes seoras tomassen tales amas para sus hijos, que fuessen s anas para darles a mamar, fuessen prudentes para ensearles a hablar; porque no se sufre en tan tierna edad sino la que le dio a mamar sus tetas le ensee a dezir l as primeras palabras. [509] Segn dize Sexto Cheronense, libro De diversitate linguarum, los hetruscos fueron los primeros que a la lengua natural de la tierra la llamaron lengua materna, qu e quiere dezir lengua de nuestra madre, y esto a fin que la deprendimos de la ma dre que nos pari o de la ama que nos cri. Y en este caso no tiene menos fuera de ma dre la una que la otra; porque los nios, antes que conozcan a la madre que los pa ri llaman madre a la que los cra. Dize Plutharco, libro segundo De regimine princi pum, que una de las grandes grandezas que tuvieron los romanos en su polica fue q ue de todos los lenguajes y maneras que avan de hablar en toda la tierra tenan col legios, academias y escuelas en Roma, de manera que por brbaro que fuesse uno que entrasse en Roma, luego hallava quien le entendiesse su lengua. Usavan los roma nos desta cautela y curiosidad a fin que quando Roma embiava embaxadores a tierr as estraas, o de tierras estraas venan a Roma, queran que los intrpretes o farautes f uessen de su nacin propria y no de lengua o de nacin estrangera. A la verdad tenan los romanos en esto razn; porque los negocios de gran importancia muy mal se nego cian por lengua estrangera. Muchos se maravillarn de leer o or esto que digo, conviene a saber: que las mugere s que cran a los fijos de los prncipes sean mugeres eloqentes, y cierto el que dest o se espanta ha visto poco y deve aver ledo menos; porque no s qul fue mayor: la gl oria que tuvieron los antiguos por gozar de excellentes mugeres, o la infamia de los presentes en sufrir mugeres tan desonestas. No quiero negar que quando lleg u a este passo estuvo en muy gran perplexidad mi espritu, por ver en esta mi escri ptura de qu mugeres escrevira primero mi pluma, conviene a saber: las innocencias y dissoluciones de las mugeres que he visto, o las proezas y virtudes de las mug eres que he ledo. Finalmente, he acordado tratar del trigo limpio y provechoso, y dexar la paja podrida en el suelo; porque la lengua generosa ha de pregonar las bondades de las buenas para que todos las sepan, y por contrario las flaquezas de las malas hanse de sepultar aun para que no se presuman. Los hombres que son cuerdos y no locos, son generosos y no viles, son sabios y no necios; tratando c on mugeres son [510] obligados a servirlas, a visitarlas, a consolarlas, a defen derlas y a esforarlas, pero no tienen licencia por ninguna manera de infamarlas; porque el hombre que pone la lengua en muger flaca no es ms que echar mano a la e spada para matar una mosca. Tornando al propsito, no deven las princesas y grandes seoras dexar de ensear todo lo que pueden ensear a sus hijas; y no se deven engaar diziendo que por ser mugere s para las sciencias son inbiles, ca no es regla general que todos los nios son de juyzio claro y todas las nias son de entendimiento obscuro; porque si ellos y el las deprendiessen a la par, yo creo que avra tantas mugeres sabias como ay hombre s necios. Caso que de muchas y muy excellentes mugeres ayan gozado todos los de

los siglos passados, ninguna nacin las tuvo tales como fueron los griegos; porque si los romanos fueron gloriosos por las armas, los griegos fueron de inmortal m emoria por las letras. No quiero negar que en la polica de Roma no se uviessen cr iado mugeres de mucha sciencia, sino que sta era la diferencia de las unas a las otras: en que las mugeres grecianas fueron en la philosopha muy doctssimas y las m ugeres romanas en retrica y poesa fueron muy sabias, y de aqu vino que en Athenas s e preciavan de saber muy bien ensear y en Roma se jactavan de saber muy bien habl ar. Euphornio, libro iiii De gestis rodorum, dize que en el ao del tercero consulado de Lelio Sila, acaso un embaxador de Roma y otro embaxador de Grecia uvieron mal as palabras dentro en el Senado de los rodos, en que dixo el embaxador griego al embaxador romano: Vosotros, los romanos, es verdad que soys venturosos en las ar mas, pero junto con esto soys muy inbiles en las sciencias; porque a la verdad ms saben las mugeres de Grecia que no los hombres de Roma. Fueron estas palabras tan sentidas en el Senado de Roma de que se supo la nueva, que ana se levantara entre Roma y Grecia tan gran guerra sobre esta palabra como se levant entre Carthago y Roma sobre la possessin de Sicilia. Y no se maraville desto ninguno, que al fin ms guerras vemos levantarse por vengar palabras injurio sas que no por cobrar haziendas perdidas. [511] Estando, pues, para romper los g riegos y los romanos, atravessronse de por medio los rodos, y concertronlos desta manera, en que ass como aquella injuria se ava de vengar con armas, la vengassen l as mugeres en disputas, y a la verdad los romanos fueron bien aconsejados; porqu e mayor afrenta era a los griegos ser vencidos de las lenguas de las mugeres, qu e no con las lanas de los hombres. Fue, pues, el caso que sobre concierto juntrons e en el Senado de Rodas xx mugeres romanas y otras xx mugeres grecianas, y todas stas mugeres doctssimas, las quales leyeron en sus cthedras cada sendas leciones, y despus disputaron unas con otras de muchas y diversas cosas. Finalmente diferen cironse en que las grecianas dixeron cosas muy altas por estilo no muy subido, y las romanas dixeron cosas no muy profundas por estilo muy excellente. No nos dev emos desto maravillar que aconteciesse en aquellas excellentes mugeres, pues aco ntece cada da en los hombres; porque profunda sciencia y alta eloqencia pocas veze s concurren en una persona. Quedaron muy satisfechos los griegos en or a las roma nas, y lo mismo quedaron los romanos de lo que oyeron a las mugeres griegas. Y sobre este caso sentenciaron los rodos desta manera: en que todas las veynte m ugeres fuessen laureadas como vencedoras, y que las grecianas quedassen por grav es en las sentencias y las romanas por muy eloqentes en las palabras. Segn dize el sobredicho Euphornio, passada esta disputa fueron aquellas mugeres l as unas a Roma y las otras a Grecia, do fueron recebidas no con menor triunfo y gloria que si uvieran vencido una batalla. El Senado de los rodos por memoria de aquellas xx mugeres en el mismo lugar do fue la disputa puso xx muy poderosas c olunas, y all el nombre de cada una de las mugeres. Y fue ste un tan sumptuoso edi ficio, que no ava en Rodas otro tal despus de su gran Coliseo, y duraron estas col unas hasta el tiempo de Helio Gvalo Emperador, el qual fue tan malo que inventava vicios nuevos y destrua los edificios antiguos. Los escritores que en este caso escrivieron an ponen otra cosa en que las unas mugeres fueron diferentes de las o tras, conviene a saber: que las mugeres griegas fueron ms fermosas que no las rom anas, [512] pero las romanas eran ms ataviadas y conpuestas que no las griegas. D izen assimismo que las mugeres grecianas fueron ms esforadas que no las romanas, p ero las romanas fueron muy ms honestas que no las grecianas; y, si esto es ass, yo aconsejo a las princesas y altas seoras que tengan ms embidia a la honestidad de las matronas de Roma que no al esfuero de las mugeres de Grecia; porque la muger no naci para pelear y matar hombres en la guerra, sino para hilar y amassar y viv ir bien en su casa. [513]

Captulo XXVIII Cmo las mugeres no menos podan ser sabias que lo son los hombres, y que, si no lo

son, no es por falta de naturaleza, sino por sobra de pereza; y que antiguamente las mugeres eran muy sabias; y que por esto oy las princesas y grandes seoras no son sabias; porque el tiempo que espendan las antiguas en los libros espenden el las en regalos. Prueva esto el auctor por muchas historias dignas de ser ledas, e n especial de las generosas seoras.

Dexando de hablar en general, razn es hablemos agora en particular y trayamos de las antiguas historias a la memoria algunas mugeres sabias, ass de Roma como de G recia, y por lo que fueron aqullas en el tiempo passado vern a qu son obligadas las seoras del tiempo presente. A mi parecer, la obligacin que tienen los hombres de imitar el esfuero de los antiguos para pelear, aqulla tienen las mugeres de imitar a las mugeres antiguas para bien vivir; porque no ay cosa oy tan estremada en e l mundo que no se halle della exemplo en el tiempo passado. Quando acontesce algn caso rezio y inopinado suelen dezir los hombres que nunca tal acontesci en el mu ndo, y a la verdad ellos no dizen la verdad, ca si el caso es a ellos nuevo es p orque de simples no le han buscado ni ledo, pero no porque no aya acontecido y qu e qualquiera hombre doto luego no muestre otro semejante por escrito; porque sta es la excellencia que tiene el hombre muy ledo, que de ninguna cosa que oya ni ve a toma espanto. Como agora las mugeres son tan ignorantes, en que apenas qual o qual dellas sabe leer, espantarse ha el que esto [514] leyere cmo las persuado a que ayan de aprender; pero, sabida la verdad de qules fueron y qu es lo que supier on las mugeres antiguas, desde agora adevino que maldizirn y reprehendern a las mu geres presentes; porque el tiempo que aqullas espendan en los estudios, stas le emp lean agora en los regalos. Bocacio, libro De laudibus mulierum, dize que Lelio Sila fue gran competidor del cnsul Mario desde la guerra de Jugurta; no menos fue gran mulo de Gayo Csar desde el primero bello civil; y que yo escriva algunas cosas de la vida de Sila no ay necessidad que se ocupe mi pluma, porque los historiadores todos no slo le afean las crueldades que fizo con sus enemigos, pero aun le afean la poca fe que guard a sus fieles amigos. Tuvo este cnsul Sila tres fijas, la una de las quales ava nom bre Lelia Sabina, y sta era entre sus hermanas la menos fermosa, pero era entre t odas las romanas la ms sabia; porque pblicamente dentro de Roma de griego y de latn lea una cthedra. Despus de la guerra de Mitrdates vnose Lelio Sila a Roma, y all dego ll a tres mil romanos, los quales le avan salido al camino a besar las manos y sob re su palabra estavan seguros, y a la verdad (y aun con razn) sobre aquel fecho L elio Sila para siempre fuera perdido si sta su hija no fiziera una muy elegante o racin en el Senado; porque muchas vezes acontece que la cordura de los fijos buen os remedia los desatinos de los padres locos. Dizen los historiadores que esta L elia Sabina no slo tena mucha gracia en el leer, pero aun tena gran elegancia en el escrevir, ca escreva muchas cartas y oraciones de su mano; y su padre Sila depre ndalas de coro, y despus (como era agudo) sabalas l a su propsito recitar en el Senad o. Y desto no se espante alguno; porque ay unos de tan torpe juyzio, que aun lo que estudian y escriven no saben dezir, y ay otros tan vivos que slo de lo que oy en es maravilla orlos hablar. De tener Sila tal y tan excellente hija en su casa fue l tenido en Roma por muy cuerdo en el aconsejar, por muy determinado en el ac ometer, por muy rezio en el competir y por muy elegante en el hablar; finalmente , de aqu vino a Roma aquel antiguo proverbio silano que deza: Lucio Sila manda a lo s naturales con la lengua y es seor de los estrangeros con la lana. [515] Quin aya sido el gran Platn y qunta autoridad aya tenido entre los suyos y entre lo s estraos parece muy claro en que le confiessan ser prncipe de los filsofos todos l os griegos y a bozes le llaman divino Platn todos los latinos. Y no me parece que en esto injuriavan a algn filsofo; porque Platn, si en el vivir fue de gentil su vida, a lo menos en el escrevir trascendi la capacidad humana. U n historiador griego llamado Hiarcus cuenta que Lasterma y Axiothea fueron dos m ugeres griegas muy doctssimas, y entre los discpulos de Platn muy nombradas; y fue la una de tan profunda memoria y la otra de tan alto entendimiento, a que muchas vezes, estando Platn en la cthedra, no quera comenar a leer, y, preguntado por los grandes filsofos por qu no lea, dizen que deza estas palabras: No quiero leer porque

falta el entendimiento que lo ha de entender (y esto deza Platn porque no estava a ll Lasterma), y falta la memoria que lo ha de conservar (y esto deza Platn porque n o estava all Axiothea). Gran cosa deva ser la sabidura de aquellas dos mugeres, pues Platn con toda su gravedad no quera leer palabra si ambas a dos o alguna dellas n o estavan en la escuela; porque en ms tena el divino Platn la memoria y entendimien to de aquellas mugeres solas que no la filosofa de todos sus filsofos juntos. Aristipo, filsofo, fue discpulo de Scrates y uno de los ms nombrados filsofos de Athe nas, y ste tuvo una hija que se llamava Aretha, la qual era tan dota en las letra s griegas y latinas, que era fama en toda la Grecia el nima de Scrates averse pass ado en ella; y la causa que les mova a dezir esto era porque la doctrina de Scrate s ass la lea y declarava, que ms pareca averla ella escrito que no aprendido. Bocaci o, libro ii De laudibus mulierum, dize que esta excellente muger Aretha no slo de prendi para s, pero aun enseava a otros; y no slo ense, pero aun escrivi muchos libros en especial escrivi uno de las alabanas de Scrates, otro de la manera de criar a l os nios, otro de las batallas de Athenas, otro de la fuera tirnica, otro de la repbl ica de Scrates, otro de las infelicidades de las mugeres, otro de la agricultura de los antiguos, otro de las maravillas del monte Olimpo, otro del [516] vano cu ydado de la sepultura, otro de la providencia de las hormigas, otro del artifici o de las abejas; y escrivi otros dos, uno de las vanidades de la mocedad y otro d e las calamidades de la vejez. Ley pblicamente esta muger philosopha natural y mora l en las academias de Athenas por espacio de xxxv aos, compuso quarenta libros, t uvo ciento y diez philsophos por discpulos, muri en edad de setenta y siete aos; y l os atenienses pusieron sobre su sepultura estos versos: Aqu yaze Areta, la gran gr eciana, lumbre que fue de toda la Grecia, la qual tuvo la fermosura de Elena, la honestidad de Thirma, la pola de Aristipo, el nima de Scrates y la lengua de Omero. Segn dize Marco Varrn, las setas de los antiguos filsofos fueron ms de setenta, pero al fin redzense todas ellas a siete; y, destas siete, las tres son ms principales , conviene a saber: estoicos, peripathticos y pithagricos; y destos pithagricos fue el prncipe Pithgoras. Hiarchus, y Annio Rstico, y Laercio, y Eusebio, y Bocacio di zen una cosa, a la qual yo no diera mucha fe si por tan graves auctores no fuera escripta, conviene a saber: que este philsopho Pithgoras tuvo una hermana no slo d octa, pero si fas est dicere doctssima; y esto no es nada, sino que dizen que no ella de Pithgoras, sino Pithgoras della deprenda philosopha. Y a la verdad espntame t anto este caso, que no s yo a quin poda tener esta muger por maestro, pues tuvo al gran philsopho Pithgoras por discpulo. El nombre desta muger era Theoclea, y a sta s u hermana escrivi Pithgoras una epstola, leyendo que lea en Rodas philosopha, y ella estava a la sazn en Samothracia, y la epstola es sta. [517]

Captulo XXIX De una carta que escrivi Pitgoras a una hermana suya.

Pithgoras, tu hermano y discpulo, a ti, Theoclea, su hermana, salud y aumento de s abidura te dessea. El libro que me embiaste de fortuna y infortunio he ledo desde el principio hasta el cabo, y agora conozco, hermana ma, que no eres menos grave en el componer que graciosa en el ensear, lo qual acontece pocas vezes en nosotro s, los hombres (qunto ms en las mugeres); porque el filsofo Aristipo fue torpe en e l hablar y profundo en el escrevir, y Amenides fue corto en el escrevir y eloqent e en el hablar. Haste dado tan buena maa en estudiar y en escrevir, que en las se ntencias que pones pareces haber ledo a todos los filsofos y en las antigedades que cuentas parece que has visto a todos los siglos passados, en lo qual te muestra s (como seas muger) ser en esto ms que muger; porque el natural de las mugeres es emplear los ojos en slo lo presente y poner en olvido todo lo passado. Hanme dic ho que te ocupas agora en escrevir las guerras de nuestra patria, y a la verdad en este caso no puedo dezirte otra cosa sino que tienes para escrevir harta mate

ria; porque han sido tantas las guerras y trabajos de nuestros tiempos, que yo q uisiera ms leerlas en los libros que no verlas con los ojos. E si ass es (como cre o que ass es), mucho te ruego y por los inmortales dioses te conjuro que para esc revir las cosas de tu patria tengas muy cortada la pola. Quiero dezir que no borre s tu escriptura poniendo en ella alguna lisonja o mentira; porque muchas vezes l os historiadores por loar o desculpar a sinrazn las cosas de su patria, con razn l es [518] tienen por sospechosa a su escriptura. Ya sabes cmo en la batalla passad a los rodos fueron vencidos y los nuestros quedaron vencedores; y parceme en este caso que no deves sublimar mucho a los nuestros, porque al fin peleavan por ven gar su injuria; ni deves abatir mucho a los rodos, porque ellos no peleavan sino por ayudar a Roma. Digo esto, hermana ma, porque para defender las cosas propria s las mugeres se tornan leones y para defender las agenas los coraones de los hom bres se tornan gallinas, que al fin al fin aqul slo se puede llamar fuerte no el q ue defiende su casa propria, sino el que muere en demanda agena. No quiero negar el amor natural de mi patria, ni quiero negar que no amo a los que escriven y d izen bien della, pero no me parece bien que lo mucho y muy bueno que ay en tierr as estraas callen, y lo poco y aun no muy bueno de sus tierras proprias blasonen; porque no ay oy en el mundo reyno tan estril que no aya en l qu loar, ni ay gente ni nacin tan perfecta, que no aya en ella qu reprehender. T no me puedes negar que entre los tres hermanos que somos soy el hermano mayor, y yo no te puedo negar q ue entre tus discpulos soy el discpulo menor, y pues yo por ser tu discpulo te teng o de obedescer, no menos por ser yo tu hermano mayor me has de creer. En fe dest a creencia te aviso, hermana ma, trabajes mucho en ser cuerda en tus palabras, re catada en tu vida, honesta en tu persona, verdadera en tu escriptura; porque te hago saber que, si el cuerpo del hombre sin nima poco vale, yo juro que la boca d el hombre sin verdad vale menos. Vale, felix, etc. [519]

Captulo XXX Do el auctor prosigue su intento, persuadiendo a las princesas y grandes seoras t rabajen por ser sabias como lo fueron las mugeres antiguas, lo qual prueba con m uy notables hystorias.

sta, pues, fue la epstola que Pithgoras embi a su hermana Theoclea, por la qual se d emuestra la profunda umildad dl y la alta eloqencia della. Hiartus el griego, y au n Plutharco en el libro De regimiento de prncipes, dizen que Pithgoras tuvo no slo a la hermana Theoclea, de la qual l aprendi tanta filosopha, mas aun tuvo una hija, la sabidura de la qual sobrepuj a la ta y igual con el padre. No menos paresce cosa increble lo que dizen de la fija que lo que dizen de la ta, conviene a saber: que ms holgavan en Athenas de orla a ella hablar en su casa, que no or a Pithgoras en l a Academia. Y esto dvese creer por dezirlo auctores tan graves lo uno, y por ver lo que vemos cada da lo otro; porque al fin ms vale un hombre el qual, si hablando de burlas en las burlas es gracioso, que no otro hombre, si hablando de veras, en las veras es pesado. En muchas escrituras he hallado hablar de Pitgoras y de su hija, pero ninguno diz e el nombre della, mas de quanto en una epstola de Flaris el tirano hall escrita es ta palabra en que dize: Polchrata, fija que fue del filsofo Pitgoras, fue moa y muy sabia, y fue ms hermosa qu e no rica, y fue tan acatada por la limpieza de su vida, y fue tan estimada por su alta eloqencia, que vala ms la palabra que ella [520] deza hablando a la rueca, q ue no la philosopha que su padre lea en la Academia. (Y deza ms.) No es pequea lstima de verlo, y ms lstima es de orlo, en que agora son las mugeres tan desonestas en el vivir y son tan maliciosas en el hablar, a que yo tengo ms enbidia a la fama de una muger antigua que a la vida de todas las mugeres presentes; porque ms vale un a buena muger con una rueca hilando que no cien reynas malas con sus sceptros re

ynando. Por estas palabras que dize Phlaris el tyrano en su carta paresce que aquella hij a de Pithgoras se llamava Polchrata. Ava, pues, Pithgoras compuesto muchos comentari os, ass suyos como agenos, tena gran nmero de libros; y, como estuviesse en Metapon to, do finalmente muri, a la hora de la muerte mand llamar a su hija Polchrata, y dx ole estas palabras: Ya vees, hija Polchrata, cmo es llegada la hora en que se acaba mi vida. Dironme los dioses el ser, y agora me lo quitan; diome naturaleza el nacer, y ago ra me da el morir; diome el cuerpo la tierra, y agora le tornar ceniza; dironme lo s tristes hados pocos bienes, los quales fueron mezclados con muchos trabajos, d e manera, hija ma, que de todo lo que tena en este mundo ninguna cosa queda comigo ; porque teniendo como lo tena todo emprestado, agora que muero cada uno lleva lo que es suyo. Yo muero con alegra no porque quedas rica, sino porque quedas bien doctrinada, y en seal que te amo mucho mndote todos mis libros, en los quales hall ars el thesoro de mis trabajos, y ste dezir que lo que te mando es hazienda ganada con mi sudor proprio y no adquirida en perjuyzio ageno. Por el amor que te teng o, fija, te ruego, y por los immortales dioses te conjuro, que seas tal y tan bu ena, que, si los hados me quitaren la vida, a lo menos t sustentes mi memoria; po rque ya sabes t lo que dixo Omero hablando de Achiles y de Pirro: que la buena vi da del hijo vivo sustenta la fama del padre muerto. [521] Esto es lo que aquel filsofo dixo a su hija a la hora de la muerte, y, si no son s tas las palabras, a lo menos por otras palabras quiso dezir estas sentencias. Segn dize el poeta mantuano, el rey Evandro fue padre del gigante Pallas, y fue m uy amigo del rey Eneas, y jctavase descender del linaje de los troyanos; y a esta causa, en el tiempo que el rey Eneas y el prncipe Turno traan entre s grandes guer ras sobre quin casara con la princesa Lavinia, la qual a la sazn era eredera de Ita lia, el rey Evandro ayud a Eneas no slo con la hazienda, mas aun embindole a su pro prio hijo en persona; porque los amigos por sus verdaderos amigos por voluntad h an de derramar la sangre y sin demandarla han de gastar la hazienda. Este rey Ev andro tuvo una muger tan docta, que paresce fbula dezir lo que dizen los griegos della, conviene a saber: de su eloqencia y sabidura, ca no falt escriptor que se at revi a dezir que si lo que escrivi esta muger de las guerras de Troya no fuera por embidia echado en el huego, el nombre de Omero quedara obscuro. La razn desto es porque esta muger fue en el tiempo de la destrucin de Troya, y escrivi lo que esc rivi como testigo de vista; pero Omero escrivi despus de la destrucin de Troya como afectado al prncipe Achiles, y como amigo de los griegos y enemigo de los troyano s; y a la verdad, quando el escritor se afectiona a escrivir de una persona, no es menos sino que ha de echar algn borrn en su escritura. Llmavase esta muger del r ey Evandro Nicstrata, aunque otros la llaman Carmenta, y esto por la gran eloqenci a que tuvo en el carmen y verso; porque dizen que tanta facilidad tena ella en el metro como otros en la prosa. Los historiadores gentiles dizen que fue profetis sa, en que profetiz la destrucin de Troya xv aos antes que fuesse; y dixo la venida de Eneas en Italia; y dixo las guerras que avran sobre el casamiento de Aurio La vinia; y dixo cmo Ascanio, fijo de Eneas, edificara a Alba Longa; y dixo que de lo s reyes latinos decenderan los romanos; y dixo que mayor sera la vengana que tomara Roma de Grecia que no la que Grecia tom de Troya; y dixo que la mayor guerra que terna Roma sera con los prncipes de frica; finalmente dixo que Roma triunfara de todo s los [522] reynos de la tierra y al cabo de Roma triunfara para siempre una gent e incgnita. Segn dize Eusebio Cesariense, estas escripturas tenan guardadas los rom anos en el alto Capitolio como la religin christiana tiene al Sanctssimo Sacrament o. El rey Daro, despus que fue en la primera batalla vencido por Alexandro, antes que fuesse en la segunda batalla totalmente destruydo, trabaj y busc muchos modos y m aneras para que l y Alexandro fuessen amigos. Y a la verdad el rey Daro fue cuerdo en lo intentar y fue muy desdichado en no lo alcanar; porque ms vale en los prncip es una paz honesta que no una victoria ensangrentada. Pusironse treguas de tres meses entre estos dos tan valerosos prncipes, y durante este tiempo los sacerdotes de los caldeos que tratavan las pazes dieron por medi o que el Magno Alexandro se casasse con una hija del rey Daro y que Daro dotasse a su hija de mucha plata y oro, y que la mejorasse en la tercera parte del Imperi

o. Y a la verdad el medio que se tomava era muy bueno; porque entre los prncipes no ay cosa con que ms ana se atajan los enojos viejos que es con tomar entre s pare ntescos nuevos. Escusse, pues, deste casamiento el Magno Alexandro, diziendo que l no tena edad ms de xxiii aos y que era muy moo an para ser casado; porque era ley en tre los macedonios que no se pudiesse casar la muger hasta los xxv y los hombres hasta los xxx aos. La hija del rey Daro era hermosa, era rica, era generosa; pero faltvale lo mejor, ca no era sabia, y sta fue la causa por que el Magno Alexandro no se cas con ella; porque en aquellos tiempos no se casavan las mugeres por ric as sino por sabias, y finalmente la muger que mejor ava estudiado aqulla alcanava ms alto casamiento. Dize Annio Rstico y Quinto Severo que el Magno Alexandro, menos preciando la fija de Daro, despus se cas con una muger que ava nombre Barsina, la qu al era pobre y no muy hermosa, pero en las letras griegas y latinas era muy docts sima. Y como los prncipes de Macedonia le retraxessen por qu menospreciando la ric a se cas con la pobre, respondi: Mirad, amigos, en los casamientos harto abasta que el marido sea rico y la muger que tomare sea sabia; porque el oficio del marido es ganar lo perdido y el oficio de la muger es conservar lo ganado. [523] Strabo, De situ orbis, dize que la quinta reyna de los lidos fue Mirthis, la qua l en el cuerpo fue tan pequea que pareca enana, y en el nimo y sabidura era tan alta que la llamavan la Gigantea; porque al hombre que tiene gran nimo y pequeo cuerpo justamente le llaman gigante, y al hombre que tiene poco nimo y tiene gran cuerp o de razn le han de llamar enano. Esta excellente reyna Mirthis, por aver sido mu ger cuerda quando casada, y aver sido muy honesta quando biuda, y sobre todo ave r sido muy docta en la philosopha, los lidos, entre vii reyes que se jactan aver tenido muy gloriosos, a esta reyna Mirthis ponen en el cuento dellos; porque los antiguos tanta gloria davan a las mugeres doctas en las letras como davan a los hombres que eran diestros en las armas. El poeta Cornificio, segn dize Laercio, tuvo una hermana que se llamava Cornifici a, la qual en las letras griegas y latinas no slo fue docta, pero aun en componer metros y epigramas fue muy doctssima. Cuentan desta muger lo que cuentan de poco s hombres, conviene a saber: que compona ella mejores versos y epigramas de sbito que no su hermano de espacio. Y esto no es muy increble para que pongamos duda en ello; porque ms presteza tiene la pola de un juyzio vivo que no la lengua de un en tendimiento flaco. Este poeta Cornificio residi en Roma mucho tiempo y fue siempr e pobre y desfavorecido, aunque a la verdad l era muy ms docto que otros, los qual es estavan ms favorecidos. Y esto cada da acontece en las cortes de los prncipes; p orque all no est la privana en que sean ydiotas o sabios, sino en que ayan ventura de ser a los prncipes aceptos. Deza Aristteles: Ubi multum de intellectu, ibi parum de fortuna, en que quera sentir que los hombres que son de memoria y de entendimiento ms ricos, aqullos son de los bienes deste mundo ms pobres. Andando, pues, el poeta Cornificio por Roma muy pobre y muy desfavorescido, acas o por motejarle dxole un romano llamado Calphurnio: Dime, Cornificio, haste visto d espus que naciste algn da bienaventurado? Porque en xxv aos que te conozco jams te vi favorecido, y, si no me engao, ha xv aos que te conozco esse sayo. Respondile el po bre poeta [524] Cornificio: Hgote saber, amigo, que no s qul es mayor: la gran desav entura tuya o la mucha felicidad ma. Tornle a replicar el romano Calphurnio: Dime, C ornificio, cmo t te puedes llamar bienaventurado, pues no tienes un pan que comer n i un sayo que vestir, y cmo dizes ser yo malaventurado, pues con slo lo que sobra en mi casa te hartaras t y toda tu familia? A esto respondi el poeta Cornificio: Quiero que sepas, amigo y vezino mo Calphurnio, que mi bienaventurana est no en que tengo poco, sino en que desseo menos de lo que tengo, y tu desaventura est no en que tienes mucho, sino en que tienes lo que tienes en poco. Y, si t eres rico, es porque jams dexiste verdad; y, si yo soy pobre, es porque jams dixe mentira; porq ue a la verdad la casa llena de riquezas siempre la vemos vaza de verdades. E dgot e ms: que me llamo bienaventurado porque tengo una hermana que es la ms estimada d e Italia, y t tienes una muger la ms desonesta de Roma. Y, pues es ass, entre ti y m no pongo otro juez sino a ti: qul vale ms: ser pobre como yo soy con honra, o ser rico y vivir como t vives con infamia? Esto fue lo que pass entre el romano Calfurn io y el poeta Cornificio.

He querido contar la excellencia destas pocas mugeres antiguas, ass griegas como romanas, no para ms de que sepan las princesas y grandes seoras qunto se davan anti guamente las mugeres a las sciencias, y en qunto fueron tenidas de los antiguos ms porque eran sabias que no porque eran hermosas. Acordarse devran las princesas y grandes seoras que, si ellas son mugeres, tambin lo fueron aqullas; y, si ellas fl acas, tambin lo fueron aqullas; si ellas son casadas, tambin lo fueron aqullas; si e llas son delicadas, tambin lo fueron aqullas; y, si ellas son regaladas, tambin lo fueron aqullas. Finalmente digo que no se deven escusar diziendo que las mugeres para deprender artes liberales son inbiles; porque a la verdad ms abilidad tiene u na muger para deprender sciencias que no tiene un pxaro para hablar en la jaula. A mi parecer, las princesas y grandes seoras no se deven preciar tener mejores ca bellos que otras, mejores vestidos que otras, ni ms thesoros que otras; dvense, pu es, preciar no [525] que pueden ms, sino que saben ms. Hablando verdad, los cabell os ruvios, los vestidos ricos, los thesoros muchos y los palacios ricos, stos y o tros semejantes regalos no son gua de las virtudes, sino adalides de los vicios. O !, qun generosa cosa sera en que las generosas seoras se preciassen no de lo que pu eden, sino de lo que saben; porque mayor grandeza es saber ensear a otros philsoph os que poder mandar a cien cavalleros. Afrenta es de escrevirlo, pero mayor lstima es de verlo, conviene a saber: leer l o que leemos de la sabidura y grandeza de las matronas antiguas, y ver como vemos la poquedad de las seoras presentes, ca aqullas competan sobre quin tena ms discpulos y stas compiten sobre quin tiene ms servidores; porque entre las damas aqulla se tie ne por ms abatida que de menos cavalleros es reqestada. Qu ms dir en este caso, sino q ue aqullas competan antiguamente sobre quin escreva y compona mejores libros, y stas c ompiten sobre quin tiene ms y saca ms ricos vestidos? Porque tanta eficacia ponen o y las damas de sacar una ropa con invencin nueva, como ponan las antiguas en leer una lectin de alta philosopha. Competan aquellas mugeres antiguas sobre qul era ms sa bia; compiten agora stas sobre qul es ms fermosa; porque antes eligira oy una dama t ener blanca y ruvia la cara, que no que le diessen toda la eloqencia de Grecia. C ompetan las mugeres antiguas sobre qul saba ms elegantemente ensear. Competen agora s obre qul se sabe mejor vestir; porque oy entre las damas ms honra hazen a una muge r curiosamente vestida que no a una muger muy honesta. Finalmente, concluyo con esta palabra, y ntela el que leyere esta escritura, y es que antiguamente eran ta les las mugeres que una mandava a todos, y oy son tales que de una tienen que de zir todos. No quiero tampoco que por esta mi palabra sea osado ninguno generalmente poner e n todas las seoras la lengua, que en este caso al inmortal Criador que me cri juro que ay oy tantas mugeres buenas y muy buenas en el mundo, que yo tengo ms embidi a a la vida que stas hazen en secreto que no a todas las sciencias que lean las an tiguas en pblico; [526] porque mi pluma no se encruelesce sino contra aquellas seo ras que en slo vestir y parlar se les passa el da, y en leer en un libro no emplea rn siquiera una hora. Para provar mi intento abastar devra lo sobredicho, pero por que vean las princesas y grandes seoras qunto les valdr ms el saber siquiera un poco que no el tener ni poder mucho, quiero traerles a la memoria lo que escrivi a su s hijos una muger romana, y vern en una muger qun eloqente se mostr en el dezir y qun verdadera madre en el aconsejar; porque el fin de su carta es persuadir a sus h ijos a los trabajos de la guerra no por ms de por destetarlos de los plazeres de Roma. [527]

Captulo XXXI De quin fue la gran muger Cornelia, y de una epstola que embi a Tiberio y a Gayo, s us hijos, que por otro nombre se llaman los Gracos, en la qual los persuade a qu e no dexen los trabajos de la guerra por venirse a gozar los plazeres de Roma. E s letra muy notable para entre madres y hijos.

Annio Rstico, libro De antiquitatibus romanorum, dize que cinco linages eran entr e los romanos los ms preeminentes, conviene a saber: los Fabricios, los Torcatos, los Fabios, los Brutos y los Cornelios. Caso que en Roma ava otros nuevos linage s, en los quales ava muy excellentes hombres, siempre los descendientes destos ci nco linajes eran conservados y en los oficios de la repblica a todos antepuestos; porque Roma de tal manera honrava a los presentes que fuesse sin perjuyzio de l os passados. Entre estos cinco linajes, el linaje que los romanos tenan por ms bie naventurado era el de los Cornelios, los quales fueron tan esforados en el pelear y tan recatados en el vivir, que jams se hall en su familia hombre covarde ni mug er infame. Dizen que en este linaje de los Cornelios, entre otras muchas, fueron quatro mug eres muy sealadas, y entre estas quatro fue la ms principal la madre de los Gracos , cuyo nombre era Cornelia, assaz bien conoscida en Roma, la qual se vio muy ms h onrada por las sciencias que lea en Roma que por las conquistas que sus hijos hiz ieron en frica. Antes que sus hijos fuessen aviessos al Imperio no se hablava sin o de su esfuero en todo el mundo. Por esta causa le pregunt una vez un romano a es ta muger Cornelia que de qu tena ms [528] vanagloria: de verse maestra de tantos di scpulos o verse madre de tales hijos. Respondile Cornelia: Ms me precio yo de la sciencia que he deprendido que no de los fijos que he parido ; porque al fin los hijos sustentan en honra la vida, mas los discpulos perpetan l a fama despus de la muerte. (E dixo ms.) Yo soy cierta que los discpulos cada da han de yr de bien en mejor, y mis hijos puede ser que cada da vayan de mal en peor; porque son tan varios los desseos de los moos, que cada da tienen propsitos nuevos. Uniformiter loan mucho todos los escritores a esta muger Cornelia, en especial d e sabia y de honesta, y que pblicamente lea una cthedra de filosofa en Roma, y a est a causa despus de su muerte le pusieron una estatua en Roma encima de la puerta q ue dizen va Salaria, y encima de la estatua estava este epigrama: sta es Cornelia, madre que fue de los Gracos, la qual fue muy fortunada en los dis cpulos que ense y muy infelice en los fijos que pari. Entre los latinos, Ccero fue el prncipe de la retrica romana y el que en escrevir e pstolas mejor tuvo cortada la pola; dizen que no slo las escrituras que esta Corneli a escrivi Ccero las vio, mas aun que las ley; y no slo las ley, pero de sus sentencia s se aprovech. Y esto no se lo han de tener a mal, porque no ay hombre en el mund o tan sabio, que no se aproveche del parecer ajeno. Ccero engrandece tanto aquell as escrituras, que dize en su Retrica estas palabras: Si el nombre de muger a Corn elia no la abatiera, entre todos los filsofos meresca ser nica; porque jams vi de ca rnes flacas proceder sentencias tan graves. Pues Ccero dixo de Cornelia estas pala bras, no puede ser sino que en su tiempo devran las escripturas desta muger estar vivas y no perdidas, pero no ay dellas memoria si no es que algn auctor para su propsito relata alguna epstola, y desta manera Sexto Cheronense, en el libro De la udibus mulierum, pone la siguiente carta, la qual ella embi a sus hijos desde Rom a estando ellos en frica. [529] Comiena la carta de Cornelia a sus dos hijos, los Gracos Cornelia romana, que de parte del padre es de los Cornelios y de parte de la mad re es de los Fabios, a vosotros los mis dos fijos los Gracos, que estys en la gue rra de frica, aquella salud vos emba que madre a hijos dessea. Bien avrys odo, hijos , en cmo mi padre muri teniendo yo edad no ms de tres aos; y ha xxii aos que soy biud a; y ha xx aos que leo aqu en Roma rethrica; y ha vii aos que carezco de vuestra vis ta; y ha xii aos que en la gran pestilencia se murieron vuestros hermanos y mis h ijos; y ha viii aos que yo fui a veros a Sicilia a causa que vosotros con desseo de verme no dexssedes la guerra; porque para m no poda susceder ygual pena con vero s apartados del servicio de la repblica. He querido, hijos mos, contaros los traba jos que he passado en mi vida para que no pensys passar con descanso la vida vues tra, ca si a m, estando en Roma, no me faltan trabajos, sed ciertos que a vosotro s en la guerra de frica no os faltarn peligros; porque jams en la guerra se vende l a fama si no es a peso o a troque de la vida. Fabio el moo, hijo de mi ta Fabia la vieja, de las tres calendas de maro me traxo u na carta vuestra, y a la verdad la carta era algo ms corta de lo que yo desseava, y no quisiera que lo hizirades ass; porque no se sufre entre hijos tan queridos y

madre tan anciana que la absencia de veros sea larga y la letra con que nos esc revimos sea corta. A los que van de ac siempre les doy recomendaciones, y a los q ue vienen de all siempre les pregunto nuevas; y como me dizen unos que os han vis to y me dizen otros que os han hablado, con esto toma mi coran algn reposo; porque bien se sufre entre los que mucho se aman que sea la vista rara con tal que la s alud sea cierta. Yo estoy sola, yo soy biuda y soy ya vieja; es muerta ya toda mi parentela; han passado por m muchos trabajos en Roma, y el mayor de todos es tener de vosotros m is fijos absencia; porque mayor guerra haze a la persona la soledad de los amigo s que no el furioso mpetu de los enemigos. Como soys moos, como soys no muy ricos, como soys bolliciosos y como os veys criados con trabajos a en frica, no dubdo si no que [530] dessearys venir a Roma, y esto no para ms de ver y reconoscer lo que vistes en vuestra infancia; porque los hombres no aman tanto a su patria porque es buena, sino porque es su propria naturaleza. No ay persona que en los tiempos passados vio o oy dezir de Roma que no tome lstim a de ver agora a Roma; porque los coraones, como son piadosos, y los ojos, como s on tiernos, no pueden mirar sin mucha lstima lo que en otro tiempo vieron con muc ha gloria. O!, si vissedes, hijos mos, y qun trocada est Roma de ser la que sola ser R oma; porque leer lo que leemos della, ver lo que veemos agora, o es burla lo que escrivieron los antiguos, o la miramos entre sueos. No ay otra cosa que ver agor a en Roma sino ver la justicia opressa, ver la repblica tyranizada, ver la mentir a suelta, ver la verdad abscondida, ver los satricos que callan, ver los lisonjer os que hablan, ver los escandalosos ser seores, ver a los pacficos ser siervos; y (sobre todo y peor que todo) viven los malos contentos y los buenos descontentos . Renegad, hijos mos, de la tierra do los buenos tienen ocasin de llorar y los malos tienen libertad de rer. No s en este caso cmo lo aya de dezir, segn lo mucho que te ngo de dezir. A la verdad est oy tal esta triste de repblica, que toda persona sab ia sin comparacin tern ms embidia a la guerra de frica que no a la paz de Roma; porq ue en la buena guerra vee hombre de quin se ha de guardar, pero en la mala paz no sabe de quin se ha de fiar. Pues soys, hijos mos, naturales de Roma, quiroos dezir qu tal est Roma. Hgoos saber que las vrgines vestales ya son dissolutas, la honra d e los dioses ya es olvidada, en bien de la repblica no ay quien entienda, del exe rcicio de las armas ya no ay memoria, por los hurfanos y biudas no ay quien respo nda, de administrar la justicia no se les da nada, la dissolucin de los mancebos no tiene medida; finalmente Roma, que fue en otro tiempo recetculo de todos los b uenos, es agora hecha una cueva de ladrones. Gran miedo tengo que nuestra madre Roma est en vspera de dar una muy gran cada, y no sin causa digo que ser grande la c ada; porque las personas y las ciudades que de la cumbre de su felicidad cayeron, muy mayor es la infamia [531] que cobraron con los advenideros que no la gloria que tuvieron con los passados. Por ventura os tomar gana, hijos, de venir a ver los muros y edificios de Roma; p orque las cosas que los nios veen primero en la infancia, aqullas aman ms y las tie nen en la memoria. Segn estn destruydos los edificios antiguos, y segn los pocos qu e han hecho nuevos, querra que perdissedes la gana de venir a verlos; porque a la verdad los coraones generosos y piadosos afrenta les es yr a ver una cosa quando no pueden poner remedio en ella. No pensys, hijos, que si Roma est daada en las cos tumbres, que por esso est mejorada en los edificios; porque os hago saber, si no lo sabys, que si cae un muro, no ay quin le repare; si se derrueca una casa, no ay quien la levante; si se ensuzia una calle, no ay quien la limpie; si se lleva e l ro una puente, no ay quien la funde; si se gasta una antigualla, no ay quien la mejore; si se pierde una fuente, no ay quien la busque; si se tala un bosque, n o ay quien lo guarde; si se envejecen los rboles, no ay quien otros plante; si se estragan los caminos, no ay quien los empiedre; si se toma el suelo de la repbli ca, no ay quien lo defienda. Finalmente no ay en Roma oy cosa ms maltratada, que son aquellas cosas que tienen boz de repblica. Todas estas cosas, hijos mos, aunqu e las encarezco ac mucho, podyslas tener all en poco, ca esto slo se ha de estimar y para siempre con gotas de sangre llorar, conviene a saber: que los edificios en Roma se caen a pedaos y los vicios en Roma se entran todos juntos. O!, triste de nuestra madre Roma, que quanto ms va, menos tiene de los muros antiguos y ms se pu

ebla de vicios nuevos. Por ventura como estys, hijos mos, en essa frontera de frica, ternys gana de ver a l os parientes que tenys ac en Roma, y desto no me maravillo; porque el amor que nos dio naturaleza no nos le puede quitar la tierra estraa. Todos los que vienen de por all no nos traen otra ms cierta nueva que es de la muchedumbre de los que muer en y matan all en frica. Pues las nuevas que en este caso nos embiys de all, no espe rys sino que os embiaremos otras semejantes desde ac; porque tiene tanta libertad la muerte, que a los armados [532] mata en la guerra y a los desapercebidos mata en la paz. Hgoos saber que Licia, vuestra hermana, es muerta; Drusio, vuestro to, es muerto; Silvano, vuestro primo, es muerto; Torquato, nuestro vezino, es muer to; su muger, nuestra prima, y sus tres hijas, nuestras sobrinas, son muertas; F abio, vuestro ntimo amigo, es muerto; Evandro y sus dos hijos son muertos; Bbulo, el que ley por m la cthedra el ao passado, tambin es muerto; Cornoveca, vuestro maest ro, tambin es muerto; finalmente son tantos y tan buenos los que son muertos, que es vergena y afrenta vivir los que vivimos. Sabed, hijos mos, que a todos stos y a otros muchos que dexastes vivos en Roma comen ya los gusanos debaxo de tierra y a m me tiene emplazada la muerte para la sepultura. Si, odo esto, considerredes, hi jos mos, que ser de vosotros lo que ha sido de aqullos, por mejor ternys llorar mil aos con los muertos que no rer una hora con los vivos. Acordndome que os par con mucho dolor, y os cri con mucho trabajo, y que nacistes d e mis proprias entraas, querra como madre teneros cabe m para mis angustias, pero a l fin, mirando las proezas de los passados, que dexan en obligacin a sus erederos , yo soy contenta de sufrir tan larga absencia slo porque cumplys vosotros con la cavallera; porque ms quiero, hijos mos, or que vivs como cavalleros en frica que no ve ros andar perdidos por Roma. Como estys, hijos mos, en los trabajos de frica, no du do sino que ternys desseo de los plazeres de Roma; porque no ay hombre en el mund o tan prosperado que no tenga embidia a la prosperidad de su vezino. No tengys em bidia a los viciosos, ni menos desseys veros entre los vicios, que a la verdad so n de tal calidad los vicios, que no traen tanto plazer quando vienen como dexan pesar quando se van; porque el verdadero plazer no est en el deleyte, que passa p resto, sino en la verdad, que dura mucho. Hago muchas gracias a los inmortales dioses por todas estas cosas, conviene a sa ber: lo primero; porque me hizieron sabia y no nescia; porque a una muger harto le abasta que sea flaca sin que la noten de simple. Lo segundo, hago gracias a l os dioses a causa que en todos mis trabajos siempre me [533] dieron esfuero para passarlos; porque a la verdad aqullos se pueden llamar verdaderos trabajos do no ay paciencia para sufrirlos. Slo aquel hombre se puede llamar malaventurado en es ta triste vida al qual los dioses en sus trabajos no le dieron paciencia. Lo ter cero, hago gracias a los dioses a causa que en lxv aos que me dieron de vida jams me vi con una hora de infamia; porque la muger no puede con razn quexarse de la f ortuna si en todos sus trabajos no le quitan la honra. Lo quarto, hago gracias a los dioses en que ha xl aos que soy casada y biuda, y todos stos he vivido en Rom a, y jams hombre ni muger de m tuvo querella; porque segn lo poco que las mugeres a provechamos en la repblica, la muger que tiene la conversacin mala, con razn por ju sticia le devran quitar la vida. Lo quinto, hago gracias a los dioses en que me d ieron hijos, y tales hijos que son ms contentos de sufrir los trabajos de frica qu e no gozar los plazeres de Roma. No me tengys por madre tan desamorada, a que no querra yo, hijos mos, teneros siempre delante mis ojos; pero, considerando quntos h ijos de buenos padres se han perdido slo por averse criado regalados con sus madr es, conrtome de vuestra ausencia por no veros andar perdidos por Roma; porque el hombre desseoso de fama perpetua, aunque no le destierren, l se deve desterrar de su tierra propria. Mucho os ruego, hijos mos, siempre os alleguys a compaa de buenos; y de los buenos, a los ms ancianos; y de los ms ancianos, a los de mejores consejos; y de los de me jores consejos, a los ms expertos; y de los ms expertos, a los ms sufridos; y de lo s ms sufridos, a los que han visto ms mundo. Y no entendys ms mundo por los que han visto ms reynos; porque no procede el maduro consejo del hombre que ha passado po r muchas tierras, sino del que se ha visto en graves fortunas. Como la naturalez a de la tierra al coran del hombre siempre toque al aldava, tengo recelo, hijos mos , que por venir a ver a vuestros deudos y amigos siempre estarys desasossegados;

y, estando desasossegados, siempre vivirys mal contentos y no harys lo que devys a cavalleros romanos; y, no siendo buenos cavalleros romanos, prevalescern vuestros enemigos; y, prevalesciendo vuestros enemigos, yrn [534] de cada vuestros negocio s; porque de los hombres desasossegados siempre proceden enojosos servicios. Mucho os ruego, y por la presente letra os aviso, de venir a Roma no tengys desse o, que, como dixe, a muy pocos hallarys de los que conocistes que no sean ya muer tos, o desterrados, o pobres, o enfermos, o viejos, o abatidos, o lastimados, o descontentos; de manera que, para no venir a remediar sus daos, el mejor expedien te es no venir a verlos; porque ya ninguno viene a Roma sino a llorar con los bi vos y a sospirar por los muertos. Por cierto, hijos mos, yo no s qu plazeres ay en Roma para que ningn bueno cobdicie dexar a frica por ella, que, si all tenys enemigo s, ac nos faltan amigos, que es peor; si all os faltan regalos, ac nos sobran enojo s, que es peor; si all tenys el cuchillo que mata al cuerpo, ac tenemos la lengua q ue mata la fama, que es peor; si all estys enojados de los ladrones de frica, ac est amos lastimados de los lisonjeros de Italia, que es peor; finalmente digo que, v iendo lo que veo ac y oyendo lo que oyo de all, loo a vuestra guerra y reniego de nuestra paz. Si tenys en mucho lo que he dicho, tened en ms lo que quiero dezir, y es que de vo sotros siempre omos que soys vencedores de los africanos y de nosotros siempre oy rys que somos prostrados de los vicios. Pues, si yo soy verdaderamente madre, ms q uerr veros de inmortal memoria entre los estraos, que no veros publicar por infame s entre los vuestros. Por ventura con pensamiento de heredar alguna hazienda tomarys ocasin de veniros a Roma, y, quando esto os viniere a la memoria, acordaos, hijos mos, que a vuestro padre le sobrava poco siendo bivo y a vuestra madre le falta mucho siendo biuda ; y acordaos que, como dl no eredastes sino las armas, sabed que de m no ay qu ered ar sino los libros; porque a mis hijos ms quiero dexarles buena criana con que viv an que no mala hazienda con que se pierdan. Yo no soy rica, ni he trabajado por tener hazienda, y fue la causa que vi a muchos hijos de nobles romanos andar por Roma perdidos, y esto no por ms de que como no tenan puestos los ojos sino en lo que avan de eredar de sus antepassados, vanse a rienda suelta en pos de los vicios ; porque muy pocas vezes suelen [535] hazer grandes hazaas los que desde nios eredaron grandes haziendas. Siendo, pues, como es verdad esto, no digo yo que velar como se desvelan otros por aver thesoro s; pero si tuviesse algn thesoro, antes que darosle le echara en el fuego; porque ms quiero yo a mis hijos pobres y virtuosos en frica que no ricos y viciosos en Ro ma. Bien sabys vosotros, hijos mos, que era ley muy usada entre los tharentinos qu e los hijos no pudiessen eredar de sus padres sino las armas para pelear y las h ijas solas eredassen toda la hazienda para se casar. Y de verdad la ley era muy justa, ca el hijo que siempre pone los ojos en la herencia no deven tener dl sus padres buena esperana; porque aqul slo se puede llamar buen cavallero romano que co n la vida gan la honra y con la lana gan la hazienda. Pues estys en reynos estraos, mucho os ruego os tratys como buenos hermanos, acordnd oos siempre que soys mis hijos, y que ambos a dos os cri a mis pechos, y que el da que oyesse vuestra discordia, aquel da sera fin de mi vida; porque en una ciudad ms dao hazen dos parientes enemistados que un exrcito de enemigos. Bueno es tener c oncordia entre vosotros mis hijos; y muy necessario es tenerla con todos los otr os cavalleros romanos, los quales con vosotros y vosotros con ellos, si no os te nys amor en la guerra, jams de los enemigos alcanarys victoria; porque a los exrcitos gruessos ms dao les viene de las discordias que entre s levantan que no de los ene migos contra quien pelean. Bien pienso, hijos mos, que por saber de m estarys muy cuydadosos, conviene a saber : si estoy sana, si estoy enferma; si estoy rica, si estoy pobre; si estoy conte nta, si estoy descontenta; y en este caso no s para qu lo querys saber, pues devys p resumir, segn los trabajos que he passado y las lstimas que por mis ojos he visto, ya estoy harta deste mundo; porque a la verdad las personas cuerdas de cincuent a aos arriba ms han de ocupar los pensamientos en cmo han de rescebir la muerte, qu e no en buscar regalos para alargar la vida. Como es flaca la naturaleza humana, siempre dessea ser bien tratada hasta la sepultura, y, como yo soy de carne y d e huessos, siento como sienten todos los mortales los trabajos; pero [536] con t

odo esto no pensys que estar enferma o ser pobre es suprema pena, ni pensys tampoc o que ser sana o ser rica es suprema gloria; porque no es otra gloria de los pad res viejos sino ver a sus hijos que son virtuosos. A mi parescer, muy gran glori a es en la polica humana tener los padres tales hijos que sepan aprovecharse de s us buenos consejos, y por contrario los hijos tengan tan cuerdos padres que sepa n drselos; porque muy fortunado es el hijo que tiene padre sabio y muy fortunado es el padre que caresce de hijo loco. Muchas vezes os escrivo, hijos mos, sino que es ley en Roma que ninguno sea osado escrivir a la gente de guerra que est en el campo sin que primero registre las c artas en el Senado, y como yo escrivo ms cartas de las que ellos querran, ass ellos emban menos de las que yo desseo. Aunque esta ley para las madres que tenemos hi jos en la guerra es penosa, no puedo negar sino que es buena; porque, si le escr iven al que est en la guerra que su casa est mala, querra dexar la guerra y venir a remediarla; si le escriven que est prspera, tmale desseo de venir a gozarla. No to mys pena, hijos mos, si todas las letras mas no aportan a las manos vuestras, que n i por esso no dexo yo por vuestra salud visitar los templos y ofrecer a los dios es muchos sacrificios; porque, si los dioses estn contentos, no cale en la guerra temer a los enemigos. No digo ms en sta, mis hijos, sino que a los inmortales dioses ruego que, si vuest ra vida ha de ser para el bien de la repblica, quiten de mis das y aadan en los vue stros; pero si vuestra vida ha de ser en dao de la repblica, a essos inmortales di oses ruego primero oya yo el fin de vuestros das que no los gusanos se apoderen d e mis entraas; porque en peligrar la fama de nuestros passados yra mucho y en perd er la vida vosotros yra muy poco. La gracia de los dioses, la fama entre los homb res, la buena mano en los hados, la fortuna de los romanos, la sabidura de los gr iegos y la bendicin de Scipin y de todos los otros vuestros padres y abuelos, sea con vosotros mis hijos. [537]

Captulo XXXII Do se habla en general de la criana de los hijos, ya que es tiempo de darles ayos , y qunto les va a sus padres en dar buena criana a sus hijos. Trae el auctor para provar esto muy notables historias, en especial de un padre y un hijo que fuero n a pleyto delante un philsopho, y de lo que cada uno dellos dixo, y de lo que el philsopho sentenci. Es captulo muy notable para entre padres cuerdos y hijos locos .

Todos los mortales que quieren trabajar y ver buen fructo de su trabajo dvense av er en su trabajo como se uvo el Eterno Pintor en pintar el mundo; porque el homb re que pone a Dios por veedor de sus obras, es impossible poder errar en ellas. Lo que por fe tenemos, y por escriptura leemos, es que el Opfice Eterno en muy br eve espacio cri al mundo con su potencia, pero por muy largos tiempos le conserva con su sabidura, de do se infiere que el trabajo de hazer una cosa es breve y el cuydado de conservarla es prolixo. Cada da acontesce que un capitn esforado aplaza una batalla, y al fin dale Dios victoria della, pero preguntemos al tal vencedo r qul le ha sido mayor trabajo o en qu ha sentido mayor peligro, conviene a saber: en alcanar la victoria de sus enemigos, o en conservarla entre los embidiosos y maliciosos. Yo juro que iure el tal cavallero que no ay comparacin del un trabajo al otro; porque con la espada sangrienta se alcana la victoria en una ora y para conservarla en reputacin es menester el sudor de toda su vida. Laercio, en el libro de las Vidas de los filsofos, cuenta, y aun el divino Platn h aze mencin dello en los libros de su Repblica, [538] que, oyendo los tebanos cmo lo s lacedemonios tenan muy buenas leyes, por las quales eran de los dioses favoreci dos y de los hombres eran muy honrados, acordaron de embiar all a un filsofo entre ellos muy estimado, que ava nombre Phetonio, y mandronle que pidiesse las leyes a

los lacedemonios y que mirasse muy bien qu tales eran sus costumbres y ritos. Lo s tebanos en aquellos tiempos eran hombres generosos y valerosos, de manera que su principal fin era alcanar fama por los edificios y hazerse de inmortal memoria por ser virtuosos; porque en edificar eran curiosos y para las virtudes tenan bu enos philsophos. Partise el philsopho Phetonio y estuvo en el reyno de los lacedemonios algo ms de u n ao, mirando muy por menudo todas las cosas de aquel reyno; porque los hombres s imples no miran las cosas ms de para cevar los ojos, pero el sabio mralas para alc anar sus secretos. Ya despus que este buen philsopho estava satisfecho de aver vist o todas las cosas de los lacedemonios, acord tornarse a los thebanos; el qual, co mo fuesse venido, concurri a verle y orle todo el pueblo; porque la vanidad del vu lgo es de tal condicin, que sigue las invenciones nuevas y aborresce las cosas an tiguas. Junto, pues, todo el pueblo, el buen philsopho Phetonio puso en meytad de la plaa una horca, una mordaza, un cuchillo, unos aotes, unos grillos y unas espo sas, lo qual hecho, como todos los thebanos no menos se escandalizassen que se e spantassen, dxoles esta sola palabra: Vosotros, los thebanos, me embiastes a los l acedemonios para que supiesse sus leyes y ritos, y a la verdad yo he estado all ms de un ao mirndolo todo muy por menudo; porque los philsophos somos obligados a mir ar no slo lo que se haze, pero aun saber por qu se haze. Sabed, thebanos, que sta e s la respuesta de mi embaxada, conviene a saber: que los lacedemonios en esta ho rca ahorcan a los ladrones, con este cuchillo degellan a los traydores, con esta mordaza atormentan a los parleros, con estos aotes castigan a los vagabundos, con estos grillos detienen a los sediciosos, con estas esposas atan a los jugadores ; finalmente digo que yo no os traygo por escripto las leyes, pero trygoos los in strumentos con que se conservan las leyes. [539] Espantados los thebanos de ver aquellas cosas, dixronle estas palabras: Mira, Phet onio, nosotros no te embiamos a los lacedemonios por instrumentos para quitar la vida, sino por buenas leyes para regir la repblica. Replicles a esto el philsopho P hetonio: O thebanos, hgoos saber que, si supissedes lo que sabemos los philsophos, v erades qun fuera estn de lo cierto vuestros pensamientos, ca los lacedemonios no so n tan virtuosos por las leyes que ordenaron los muertos, quanto por el modo que han hallado para sustentarlas los bivos; porque las cosas de justicia ms consiste n en esecutarlas y conservarlas, que no en mandarlas ni en ordenarlas. Fcilmente se ordenan las leyes, pero con gran dificultad se executan; porque para hazerlas ay mil, pero para ponerlas en execucin no ay uno. Muy poco es lo que sabemos los que somos agora respecto de lo que supieron los antiguos; pero, con mi poco sab er, yo me profiero de ordenar tan buenas leyes a vosotros, los thebanos, como la s tienen los lacedemonios; porque no ay cosa ms fcil que ordenar lo bueno y no ay cosa ms comn que seguir lo malo. Pero qu aprovecha?, que, si ay quien ordene las ley es, no ay quien las entienda; si ay quien las entienda, no ay quien las esecute; y, si ay quien las esecute, no ay quien las conserve; y, si ay quien las conser ve, no ay quien las guarde; y, si ay uno que las guarde, ay mill que las repruev en; porque sin comparacin son ms los que murmuran de lo bueno que no los que afean y contradizen lo malo. Vosotros, los thebanos, escandalizstesos porque traxe est os instrumentos; pues hgoos saber que si no querys horca y cuchillo para conservar lo que fuere ordenado, ternys la escritura llena de leyes y ternys la repblica lle na de vicios; porque yo os juro que aya ms thebanos que sigan los regalos de Dion isio que no varones virtuosos que sigan las leyes de Licurgo. Si vosotros, los thebanos, desseys mucho saber con qu leyes los lacedemonios conse rvan su repblica, yo vos las dir todas de palabra; y, si quisiredes leerlas, yo os las mostrar por escriptura. Pero esto ha de ser con una condicin: que jurys aqu todo s en pblico que sola una vez cevarys los ojos en leerlas, y cada da emplearys las pe rsonas en guardarlas; porque mayor gloria tiene el prncipe [540] en hazer guardar una sola ley de hecho, que no en ordenar mill leyes por escripto. No avys de ten er en mucho vosotros, los thebanos, dessear ser virtuosos en el coran, ni avys de t ener en mucho preguntar por la virtud con la boca, ni avys de tener en mucho busc arla con los pies. Lo que avys de tener en mucho es saber qu cosa es ley virtuosa; y, sabida, luego executarla; y, despus de executada, trabajar de conservarla; po rque no est la suprema virtud en hazer una obra virtuosa, sino en el sudor que se passa por la conservacin della.

stas, pues, fueron las palabras que dixo el philsopho Phetonio a los thebanos, los quales, segn dize Platn, tuvieron en ms las palabras que les dixo que no las leyes que les traxo. Por cierto, en este caso a mi parescer son de loar los de Thebas y es de loar al philsopho y a sus palabras, ca el fin dellos era buscar buenas l eyes para vivir, y el fin del philsopho era buscar buenos medios para en la virtu d los conservar. Y para esto parescile ser bueno ponerles delante los ojos la hor ca y el cuchillo con los otros tormentos; porque los malos muchas vezes se refre nan de lo malo ms por miedo del castigo que no porque ellos aman lo bueno. Todo l o sobredicho he querido aqu traer no para ms de que vean y conozcan todos los homb res curiosos y virtuosos en qun poco tenan los antiguos el comenar, el mediar, ni a cabar obras virtuosas, respecto de la perseverancia y conservacin dellas. Viniendo, pues, ya al propsito de lo que mi pluma anda arrodeando, pregunto agora yo qu aprovecha que a los prncipes y grandes seores les d Dios grandes estados, sea n muy fortunados en sus casamientos, sean de todos muy acatados, tengan grandes thesoros para sus erederos y, sobre todo, vean sus mugeres preadas, vanlas despus e n el parto alumbradas, las madres cren a sus pechos a sus criaturas, en hallar bu enas amas sean dichosas. Todo esto aprovecha poco si a sus fijos, ya que crescen , no les dan buenos maestros que les enseen la Escriptura y no los encomiendan a buenos ayos que les enseen a bivir a ley de cavallera. Los padres que con sospiros rompen los cielos y con oraciones importunan a los santos slo por aver hijos, de vran primero pensar [541] para qu quieren los hijos; porque muy justo es que se ni egue lo que con mal fin se procura. A mi parescer, el padre devra dessear tener un hijo para que en la vejez le suste nte con honra la vida y despus de muerto haga que viva su fama. Y si el padre no dessea el hijo para esto, a lo menos deve quererle para que en la vejez honre su s canas y en la muerte erede sus riquezas; pero, segn lo que cada da omos, pocos hi jos hemos visto hazer esto con sus padres en la vejez si sus padres no los criar on bien en la mocedad; porque jams se coge buena fruta en la octoada si no echa bu ena hoja el rbol en la primavera. Muchas vezes veo a los padres dar crudas quexas de sus hijos, diziendo que les son desobedientes y sobervios, y no paran miente s que ellos mismos son causa de todos aquellos daos; porque el sobrado regalo de la mocedad no es sino agero de desobediencia en la vejez. Yo no s los prncipes y gr andes seores cmo trabajan y mueren por dexar a sus hijos grandes estados, y por ot ra parte vmoslos en dotrinar y ensear a sus hijos que son muy perezosos; porque a la verdad han de hazer cuenta los prncipes y grandes seores que todo queda perdido quanto dexan en poder de algn mal eredero. Los hombres cuerdos, y que en sus con sciencias y honras son recatados, deven tener gran advertencia en criar bien a s us hijos y junto con esto mirar muy por menudo a sus hijos si sern capazes de ere dar sus estados, y si acaso vieren los padres que sus hijos se dan ms a la locura que a la nobleza y criana, entonces mucho me escandalizara yo si viesse que un ho nrado padre eligiesse passar la vida con trabajo no por ms de dexar mucha haziend a a un hijo loco. Cosa es lastimosa de contar, y no menos es monstruosa de ver, el cuydado que tienen los padres en llegar hazienda y la solicitud y priessa que tienen los hijos en desperdiciarla, y en tal caso yo dira y digo que el hijo es fortunado en lo que ereda y el padre es loco en dexarle lo que le dexa. A mi par escer, son obligados los padres a criar bien a sus hijos lo uno porque son hijos , lo otro porque son sus prximos, y lo otro porque han de ser sus erederos; porqu e a la verdad con mucha lstima deve tomar la muerte el que dexa mal empleado el s udor de su vida. [542] Hiarco, historiador griego, en el libro de sus Antigedades, y Sabllico, en su Gene ral historia, dizen que al muy famoso y muy antiguo philsopho Soln Solonino vinier on a quexarse un padre de un hijo y un hijo de un padre, en que primero form la q uerella el hijo, diziendo estas palabras al philsopho: Yo me quexo de mi padre a c ausa que, l siendo rico y yo siendo pobre, l siendo mi padre y yo siendo su nico hi jo, en vida me ha deseredado y ha procreado un fijo adotivo por eredero, lo qual mi padre no deva ni poda hazer; porque dndome l el ser de carne tan flaca, justo es que me d hazienda para sustentar su flaqueza. A estas palabras respondi el padre: Yo me quexo de mi hijo, a causa que no me ha s ido fijo sino crudo enemigo; porque en todas las cosas desde que nasci siempre me ha salido aviesso. Y a esta causa yo le desered en vida; y holgara que, en quitnd

ole yo la herencia, le quitaran los dioses la vida; porque muy cruel es la tierr a pues no le traga vivo al hijo maldito que a su padre haze un desacato. En lo q ue dize que yo procre otro hijo de nuevo, yo confiesso que es verdad; y en lo que dize que yo le alanc de la herencia siendo engendrado de mi carne propia, a esto respondo que yo no desered a mi hijo, pero desered a su regalo de mi trabajo; por que no puede ser cosa ms injusta que en los sudores y gotas del padre viejo se bae y se regale el fijo moo y vicioso. Replic el hijo a su padre, y dixo estas palabras: Yo confiesso que a mi padre le h e sido enojoso, y tambin confiesso que he vivido muy regalado, pero (hablando la verdad) si yo soy regalado y malo, mi padre tiene la culpa, porque no me doctrin siendo nio; y, si por esta causa l me echa de la herencia, l me haze gran sinjustic ia, porque el padre que no cra bien a su hijo siendo moo, injustamente le desereda siendo viejo. Torn a replicar a esto el padre y dixo: Es verdad, hijo, que yo te regal mucho quan do eras pequeo, pero junto con esto bien sabes t que muchas vezes te doctrin y aun castigu quando eras ya grande; y, si en la niez no te ense doctrina, fue porque en a quella tierna edad no eras capaz de entenderla. Despus quando yo te castigava y d octrinava, eras [543] capaz de entenderla, y tenas edad para cobrarla, y aun fuera s para exercitarla; porque do no ay abilidad y fueras en la persona, en vano ensea n a ninguno doctrina. El hijo torn a replicar y dixo: Por ser t viejo y por ser yo moo, por ser t mi padre y por ser yo tu hijo, por tener t canas y por carescer yo de barbas, es muy justo seas t credo y sea yo condenado; porque en este mundo muchas vezes lo vemos que l a poca auctoridad de la persona le haze perder su mucha justicia. Yo te confiess o, padre mo, que quando era nio t me hazas ensear a leer; pero no me negars que, si ha za alguna travessura, que no me la consentas castigar; y de aqu nasci que, por dexar me t hazer todo lo que yo quera siendo nio, te aya sido desobediente siendo ya gran de. E dgote ms, que si en este hecho yo tengo culpa, a la verdad de mi culpa t no t ienes desculpa, ca los padres en la tierna edad no han de ensear a disputar a sus hijos qu cosa son virtudes, sino avezarlos y apremiarlos a que sean virtuosos; p orque muy gran bien es que quando los moos venimos en edad de conoscer lo malo, e stemos acostumbrados de obrar lo bueno. Odas, pues, ambas las partes por el philsopho Soln Solonino, dixo estas palabras: Yo doy por mi sentencia que el padre deste moo, porque no le castig siendo nio, que c arezca de sepultura despus de muerto; y mando que el hijo deste padre, porque no crey y obedeci a su padre quando era ya moo, carezca de la erencia siendo vivo, con tal condicin que lo erede su hijo despus de l muerto; porque muy injusto sera que l a innocencia del hijo fuesse condenada por la malicia del padre. tem mando que to da esta hazienda sea depositada en una fiel persona para que d de comer al padre siendo vivo y haga una sepultura al hijo despus de muerto. No sin causa he dado e sta sentencia, la qual comprehende a la vida y comprehende a la muerte, ca los d ioses no quieren que por un delicto sea doblado el castigo, sino que a unos cast iguemos en la vida quitndoles la honra o la hazienda, y a otros castiguemos en la muerte quitndoles la memoria o la sepultura. Por cierto fue muy grave la sentenci a que dio aquel philsofo, y oxal lo tuvissemos por juez deste siglo, que yo juro l h allasse oy muchos hijos que deseredar, y aun [544] a muchos padres que castigar; porque no s qul es mayor: la desvergena de los hijos en desobedescer a sus padres, o el descuydo de sus padres en ensear y castigar a sus hijos. Cuenta Sexto Cheronense, libro segundo De dictis philosophorum, que pregunt un ci udadano de Athenas al philsopho Digenes, diziendo: Dime, Digenes, qu har para estar bi n con los dioses y no estar mal con los hombres; porque muchas vezes o dezir a vo sotros, los philsophos, que es muy diferente lo que los dioses quieren de aquello que los hombres aman? Respondile Digenes: Ms dizes de lo que piensas, en dezir que l os dioses quieren uno y los hombres aman otro; porque los dioses no son sino un centro de clemencia y los hombres no son sino un abismo de malicia. Tres cosas h as de hazer si quieres gozar del reposo desta vida y conservar con todos tu inno cencia: lo primero, honra mucho a tus dioses; porque el hombre que a sus proprio s dioses no hiziere servicio en todas las cosas ser desdichado. Lo segundo, pon m uy gran diligencia en criar bien a tus hijos; porque el hombre no tiene enemigo tan enojoso como es a su proprio fijo si es malcriado. Lo tercero, s agradecido a

tus bienfechores y amigos; porque el orculo de Apolo dixo que todo hombre que fu esse ingrato de todo el mundo sera aborrescido. E dgote ms, amigo, que para esta vi da, de todas estas tres cosas, la ms provechosa aunque ms enojosa es criar el ombr e bien a sus hijos. sta, pues, fue la respuesta que dio Digenes el filsofo a la preg unta que le hizo aquel ciudadano. Gran lstima es ver a un mancebo la sangre cmo le est herviendo, ver la carne cmo le llama al seuelo, ver la sensualidad cmo le haze reclamo, ver al mundo cmo le est cap eando, ver al demonio cmo lo est tentando, ver a los vicios cmo le estn combidando; y en todo esto el padre, como si no tuviesse hijo, ass est descuydado (como sea ve rdad que el hombre virtuoso y anciano, por las pocas virtudes que l tuvo siendo m ancebo, podr imaginar los infinitos vicios de que est cercado su hijo). Si los exp ertos nunca uviessen sido ignorantes, si los padres nunca uviessen sido hijos, s i los virtuosos nunca uviessen sido flacos, si los agudos nunca uviessen sido en gaados; no sera maravilla los padres en dar a sus [545] hijos criana uviesse en ell os alguna negligencia; porque la poca experiencia mucho escusa a los hombres de la culpa. Pero, pues t, que eres padre y primero fueste hijo, eres viejo y primer o fuiste moo, y junto con esto primero te enrisc la sobervia, te encenag la luxuria , te acuchill la yra, te adormesci la pereza, te derroc la avaricia, te venci la gul a; dime, cruel padre: pues tantos vicios han passado por ti, por qu no pones guard a en el hijo que nasci de ti? Y, si no lo hizieres porque es tu hijo, dveslo hazer porque es tu prximo; porque es impossible el moo que es de muchos vicios combatid o y no socorrido, que al fin al fin no sea derrocado y aun con infamia de su pad re sea vencido. Impossible es sustentarse la carne si no est salada; impossible e s vivir el pez fuera del agua; impossible es no se seque la rosa apartada de la espina. Pues tan impossible es que los padres vean por largos tiempos buen gozo de sus hijos si los hijos no son bien criados. Y, encaresciendo ms la cosa, digo que, en la sagrada religin christiana, do ay buena criana, siempre se presume aver buena conciencia. Muy notorio es entre los escriptores cmo Eschines el filsofo fue desterrado de Ath enas, y se vino con su casa y hijos a morar a Rodas. Y fue la ocasin que l y el fi lsofo Demstenes tenan en la repblica muy grandes diferencias, y los athenienses acor daron de alanar al uno y quedarse con el otro. Y hizieron bien; porque a la verda d de las diferencias de los sabios se suelen levantar las guerras en los pueblos . Este filsofo Eschines, estando all desterrado en Rodas, entre las otras hizo una oracin muy solenne en la qual reprehende mucho a los rodos, a causa que eran muy negligentes en la criana de sus hijos, dizindoles estas palabras: Hago saber a vos otros, los rodos, que vuestros antepassados presuman y se preciavan descender de los lidos, los quales lidos sobre todas las naciones eran muy cuydadosos en cria r a sus fijos; y desto era ocasin una ley que ava entre ellos que deza: 'Ordenamos y mandamos que, si un padre tuviere muchos hijos, solamente ereden la fazienda l os ms virtuosos; y, si no uviere sino uno virtuoso, l lo herede todo; y, si acaso fueren todos los hijos viciosos, todos sean de la erencia alanados; porque los bi enes ganados con trabajos no es justo los ereden hijos viciosos'. [546] Estas pal abras dixo Eschines en el Senado de los rodos; y, aunque dixo otras muchas cosas en aquella oracin que hizo, no hazen a este propsito; porque entre los graves esc riptores pierde mucha auctoridad la escritura quando el auctor sale del propsito que habla. Que diga la verdad, yo no me maravillo que los hijos de los prncipes y grandes seo res sean sobervios, ni me maravillo que sean adlteros, ni me maravillo que sean g olosos: lo uno porque la juventud es madre de la ociosidad; lo otro porque la po ca esperiencia les escusa mucho la culpa; lo otro porque, muertos sus padres, no menos se entran en la erencia cargados de vicios que si estuviessen arrodeados de virtudes. Si tuviessen por cierto los moos livianos que avan de passar por la l ey de los lidos, de manera que no avan de eredar si no fuessen virtuosos, es impo ssible que alguna vez no se fuessen a la mano y que no osassen afloxar tanto las riendas al mundo; porque mucho ms se abstienen de no hazer mal con temor de no p erder lo que tienen, que no por amor de hazer lo que deven. Yo no niego que, segn la diversidad de los padres, ass son varias las inclinacione s que tienen los hijos, en que unos siguiendo su buen natural son buenos, y otro s no resistiendo a sus sensualidades son malos; pero tambin digo que en este caso

haze mucho al caso que el buen padre desde nio ensee bien a su hijo, de manera qu e lo malo que le dio naturaleza lo emiende con buena criana; porque muchas vezes la costumbre buena prevalesce contra la inclinacin mala. Los prncipes y grandes seores que quieren ser curiosos en la criana de sus hijos de ven informarse de los ayos a qu vicios y a qu virtudes son inclinados sus fijos; y esto ha de ser para favorescerlos en lo bueno y para que se desvelen en yrles a la mano en lo malo; porque no se pierden los hombres quando son grandes sino po rque les dexaron hazer lo que queran quando eran pequeos. Sexto Cheronense, en el ii libro De los dichos antiguos, cuenta que un ciudadano de Thebas estava un da comprando en la plaa de Athenas muchas cosas, y para la qu alidad de su persona las ms dellas eran superfluas y muy poco necessarias. Y en e ste caso no menos son culpados los pobres que los ricos y los ricos que los pobr es; [547] porque es tan poco lo que para sustentar la vida es necessario, que no ay hombre que tenga tan poco que, bien mirado, no tenga algo superfluo. Pues como en aquellos tiempos Athenas y su repblica fuesse luz de toda la Grecia, era ley en Athenas muy usada y muy antigua que ninguna cosa se osasse comprar n i vender sin que primero un filsofo lo uviesse de tassar. Y a la verdad la ley er a muy buena, y oxal en nuestros tiempos fuesse guardada; porque no ay cosa que ms destruye a la repblica que permetir a unos que vendan como tiranos y permetir a o tros compren como locos. Quando comprava todas aquellas cosas el tebano, hallse presente un filsofo, el qua l dixo estas palabras al ciudadano tebano: Dime, te ruego, hombre de Tebas, para q u gastas tus dineros en lo que ni es necessario para tu casa ni menos es provecho so para tu persona? Respondile el tebano: Hgote saber que yo compro todas estas cosa s para darlas a un hijo mo de xx aos, el qual nunca cosa hizo que mal me pareciess e, ni cosa me pidi que yo se la negasse. Respondi a esto el philsopho: O!, bienaventur ado t si, como eres padre, fueras hijo, y lo que el padre dize del hijo, el hijo dixera del padre; pero muy mucho me escandalizo de lo que has dicho; porque fast a los xxv aos no ha de saber el hijo contradezir a los consejos del padre, ni el buen padre ha de condescender a los apetitos del hijo. Agora de nuevo te llamo p adre malaventurado, pues t ests al querer del fijo y no est el hijo al querer y par ecer tuyo; de manera que perviertes la orden de naturaleza, en que el padre es h ijo de su hijo y el hijo es padre de su padre; pero al fin al fin yo te juro por los dioses immortales que t llores a solas de que seas viejo lo que con tu hijo reste quando eras moo. Aunque las palabras deste philsopho fueron pocas, no ay hombr e de juyzio delicado que no juzgue las sentencias ser muchas. Concluyo con esto en que los prncipes y grandes seores deven mucho encomendar a lo s ayos de sus hijos que los avezen a desavezarse de seguir sus apetitos, de mane ra que los descaminen del parescer proprio y los encaminen en el parecer ajeno; porque los hijos de los buenos, en tanto que les dexan hazer su voluntad propria , es impossible que tomen buena criana. [548]

Captulo XXXIII Que los prncipes y grandes seores deven mucho guardarse de no criar a sus hijos mu y regalados; y que muchas vezes salen los hijos tan malos, que querran los padres no solo averlos castigado con speras disciplinas, mas aun averlos enterrado con lastimosas lgrimas; y de cmo muchos prncipes antiguos fueron muy valerosos no por ms de por averse criado en muchos trabajos. Prueva el auctor todo lo sobredicho co n notables historias. Es captulo muy notable para el padre que cri a un fijo muy r egalado y despus le sali aviesso.

Vemos por experiencia que en los exrcitos, segn la qualidad de los enemigos, ass se hazen los reparos; y los que navegan, segn las mares bravas, ass eligen las naos gruessas; de manera que todos los hombres prudentes, segn la calidad del peligro,

ass se aperciben del remedio. Muchas vezes con m mismo me paro a pensar si hallar algn estado, alguna edad, alguna tierra, alguna gente, algn reyno, algn siglo en el qual algn hombre desta vida aya passado esta vida sin gustar qu cosa es adversa f ortuna; porque si el tal hombre se hallasse, pienso que sera monstruosa cosa en t oda la tierra y con razn le ternan vivos y muertos embidia. Al fin al fin hallo po r mi cuenta que el que era ayer rico, veo oy pobre; al que era sano, le veo agor a enfermo; al que ayer se rea, le top oy llorando; al que estava muy contento, le hallo muy dessabrido; al que estava prspero, vemos agora abatido; finalmente, al que conoscimos vivo, le vemos estar sepultado. Y no es nada estar sepultado sino que est del [549] todo olvidado; porque es tan incierta la amistad umana, que, e n cubriendo a un defuncto de tierra, luego le raemos de nuestra memoria. Una cosa me paresce a m muy trabajosa y que a los honbres cuerdos deve dar mucha fatiga, y es que en este mal mundo no se reparte por igual el trabajo, sino que muchas vezes toda la calamidad humana viene a descargar sobre una persona; porqu e somos tan mal fortunados, que el mundo nos da los deleytes y plazeres a vista, y nos da los enojos y trabajos a prueva. Llamen oy a un hombre sabio y que en u n mediano estado aya vivido; dganle que diga qu es lo que ha passado desde que tuv o edad de tres aos, que comen a hablar, hasta los cincuenta aos, do se comiena ya a e nvejecer. Qu cosas nos dira que le han acontescido, conviene a saber, todas las si guientes: enojos con sus hijos, assechanas de sus enemigos, importunidades de sus mugeres, malos recaudos de sus hijas; enfermedades en su persona, grandes prdida s de su hazienda; general hambre en su tierra, crudas pestilencias en su patria; grandes fros en el invierno, enojosos calores en el verano; lastimosas muertes d e sus amigos y embidiosas prosperidades de sus enemigos; finalmente han passado tales y tantas cosas, que muchas vezes llorava su triste vida y desseava la dulc e muerte. Si estas y otras muchas cosas el msero hombre ha passado de fuera, qu dira de las que ha passado de dentro?, qu dira de las que ha passado en secreto?; las q uales, aunque los hombres discretos las saben sentir, muchas dellas no se saben ni se osan dezir; porque a la verdad los trabajos que passa un cuerpo en cincuen ta aos pudense contar en un da, pero los que passa un coran en un da no se contarn en ien aos. No me negar alguno que no tuvissemos por atrevido al que tomasse una caa contra el que viene a l con una lana, y no tuvissemos por loco al que se quitasse los apatos p ara caminar por do ay espinas y abrojos; pues sin comparacin se ha de tener por m uy ms loco y atrevido el que piensa que con carnes tiernas ha de prevalescer cont ra tantas fortunas; porque a la verdad la persona muy delicada con mucha pena pa ssa la vida. O!, cmo se puede llamar bienaventurado el [550] hombre que jams gust qu c osa era regalo? Ca los moos que no saben otra cosa sino desde nios ser regalados, ni tienen prudencia para elegir lo bueno, ni tienen fortaleza para resistir lo m alo, a cuya causa los hijos de los grandes seores son los que cometen a las vezes mayores desonestidades; porque infalible regla es quanto el hombre se da ms a re galo, tanto ms le engaan los vicios del mundo. Cosa es mucho de notar, aunque es m uy lastimosa de ver, ver a nuestros hombres qun ingeniosos son para inventar cosa s de honra, qun animosos son para emprenderlas, qun esforados son en porfiarlas, qun fortunados son en alcanarlas, qun cuerdos son en sustentarlas y despus qun desdicha dos son en perderlas. Y lo que en este caso da pena es que no se perdi la honra y la hazienda porque en el padre falt el trabajo, sino porque en el hijo sobr el re galo. Al fin al fin tngase por dicho el hombre rico, que lo que l gan velando, lo h a de perder su hijo durmiendo. Una de las notables vanidades que oy ay en los hijos de vanidades es que el amor que tiene el padre al hijo no se le sabe mostrar sino en el regalo que manda ha zerle en la vida, y cierto el tal no se puede loar de serle padre piadoso, sino serle padrasto muy crudo; porque no me negar ninguno que en el cuerpo do ay moced ad, libertad, regalo y dinero, all hazen assiento todos los vicios del mundo. Lic urgo el philsopho, gran rey y dador de las leyes a los lacedemonios, orden que tod os los moos que nascan en las ciudades los llevassen a criar hasta los xxv aos a la s aldeas. Fue su fin de ordenar esta ley a causa que primero avezassen los moos s us cuerpos a trabajos que no viessen los deleytes delante de sus ojos. Y a la ve rdad tuvo razn de ordenar esto Licurgo; porque ms fcilmente aprende un labrador los vicios de la ciudad, que no un cavallero se aplica a los trabajos de la aldea.

Los ligures, segn dize Livio, fue antiguamente una gente amiga de Capua y gran en emiga de Roma, y stos tenan entre s una ley que ninguno ganasse sueldo a la guerra si no se uviesse criado en ella, o uviesse sido pastor en la montaa; de manera qu e por una manera o por otra tuviesse sus carnes cortidas al yelo y al agua para sufrir los trabajos de la guerra. [551] En el ao ab urbe condita ccccxl emprendie ron los romanos muy gran guerra contra los ligures, contra los quales fue embiad o Gneo Fabricio, de los quales finalmente triumph, y otro da de su triumpho dixo e stas palabras en el Senado: Padres Conscriptos, yo he tenido guerra con los ligures cinco aos continuos, y por los inmortales dioses juro que en todo este tiempo no se pass semana en la qual no uvissemos batalla o una peligrosa escaramua; y (lo que ms es de maravillar) que jams sent en aquellos brbaros algn miedo o flaqueza para que los pusiesse en necessi dad de pedir paz a Roma. Proseguan estos ligures con tanta ferocidad aquella guer ra, a que muchas vezes nos quitavan la esperana de alcanar dellos victoria; porque entre los poderosos exrcitos el sobrado esfuero de los unos siempre pone gran tem or en los otros. E quiero deziros, Padres Conscriptos, otra cosa, para que tome della exemplo la juventud romana, y es sta. Como aquellos ligures desde nios son p astores y acostumbran sus carnes por los campos a los trabajos, son tan seores de s mismos, que, siendo aquella tierra peligrosa de nieves y enojosa de calores, p or el dios Apolo juro por espacio de cinco aos no vimos ni a solo uno dellos lleg arse a la lumbre en el invierno, ni menos vimos assentarse a la sombra en el ver ano. No pensys, Padres Conscriptos, he querido dezir esto en vuestro Senado a cau sa que tengys en ms mi triumpho. Dgolo a fin que tengys gran vigilancia en vuestra g ente de guerra para que est siempre ocupada y no la dexys andar ociosa; porque los exrcitos romanos ms peligro corren en ser vencidos de los vicios que no en ser de los enemigos combatidos. E por tomar la cosa desde ms lexos, parceme que se devra proveer y mandar que no fuessen osados los hombres ricos criar a sus hijos vicio sos ni regalados; porque al fin al fin impossible es que las carnes muy regalada s alcancen con sus manos muchas victorias. Muvome, Padres Conscriptos, a dezir lo que digo para que sepys cmo los ligures no fueron vencidos con la fuera romana, si no que les fue la fortuna contraria; y como no ay cosa en que [552] ms muestre su mutabilidad la fortuna que es en las cosas de la guerra, parsceme, aunque pues a gora los ligures estn destruydos y vencidos, los devys en buen amor tomar por conf ederados; porque no procede de sano consejo cometer muchas vezes a la fortuna lo que se puede hazer por concordia. Es auctor de lo sobredicho Junio Prato, libro iii De concordia regnorum, y dize all que el capitn Gneo Fabricio no menos fue tenido por cuerdo y sabio en lo que d ixo que por esforado en lo que hizo. Antiguamente, los de las yslas Baleares, que agora se llaman Mallorca y Menorca, aunque no eran tenidos por sabios, sino por muy brbaros, a lo menos en criar a s us hijos no eran descuydados; porque ass los emponan en los trabajos desde nios, y ass aprobavan en los exrcitos que los de Carthago davan cinco prisioneros de Roma por un esclavo de Mallorca. Dize Diodoro Sculo que en aquellas yslas las madres n o davan pan a sus hijos con la mano propria, sino que lo ponan encima del tejado, o encima de una pea; de manera que los nios pudiessen ver el pan con los ojos, pe ro no alcanarlo con las manos; y, quando los nios queran de aquel pan comer, primer o a hondadas lo avan de derrocar. Aunque la obra y exercicio era de nios, la invencin fue de altos varones, y de aqu se les sigui a los baleares ser tenidos por muy valerosos hombres, ass en las fuera s para luchar como en las hondas para tirar; porque ass jugavan a tirar a blanco con la honda como juegan agora con la ballesta. Los hombres de la Gran Bretaa, que agora por otro nombre se llama Inglaterra, no podemos negar que entre los brbaros no fueron muy brbaros, pero junto con esto emo s de confessar que, despus de algunos tiempos, su reyno entre todos los reynos fu e uno de los ms nombrados reynos, atanto que los romanos muchas vezes dellos fuer on vencidos; porque el tiempo haze tantas mudanas en todas las cosas, que aqullos que en un tiempo los conocimos grandes seores, dende a poco tiempo los vimos hech os esclavos. Dize Herodiano en la Historia de Severo, Emperador de Roma, que, es tando [553] un embaxador de Bretaa en Roma, como acaso le diessen un da en el Sena do una mala respuesta, dize que les dixo esta palabra, y aun no con poca osada: A

m me pesa que no querys aceptar la paz, y a m me pesa que no querys otorgar la tregu a, lo qual todo ser para mayor justificacin de nuestra guerra; ca, despus de empren dida la guerra, no podr tomar cada uno sino la suerte que le diere ventura; porqu e al fin las carnes delicadas de Roma bien saben si cortan las espadas de Bretaa. Dize la Historia Britnica que aquella tierra es muy fra, y que se yela en ella muc has vezes el agua, y que tenan por costumbre las mugeres de llevar a sus hijos a do estava el agua elada, y, quebrantando con una piedra el hielo, con los mismos yelos fregavan el cuerpo del nio. El fin porque estos brbaros fregavan con yelos las carnes de sus hijos era a causa de tornarles los cueros duros para sufrir lo s trabajos, y a la verdad tenan razn; porque no quiero yo mayor penitencia para lo s hombres muy regalados que verlos en el invierno metidos en las chimineas, y ve rlos en el verano echados por las sombras. Siendo esto verdad como es verdad (di go lo que dezimos de los britanos), razn tiene Julio Csar en que le creamos lo que dize en sus Comentarios, conviene a saber: que pass grandes peligros hasta que d om a estos britanos; porque tan fcilmente se metan y ascondan ellos en una laguna de agua elada como un hombre cansado se echa a una buena sombra. Segn dize Lucano, y Apiano Alexandrino, entre las otras naciones que vinieron a s ocorrer al gran Pompeyo en la Pharsalia fueron los massgetas, los quales dizen qu e quando nios les dan leche de dromedarios a mamar y les dan pan de bellotas a co mer, y esto hazan aquellos brbaros por tener las carnes ms rezias para trabajar y p or tener las piernas ms ligeras para correr, y en esto no los podemos llamar brbar os, sino hombres cuerdos; porque el hombre que come mucho impossible es que sea ligero. Viriato, que de nacin fue espaol, y fue rey de los lusitanos, y fue gran competido r y enemigo de los romanos; fue tan venturoso en la guerra y tan valeroso en su persona, que, experimentando los romanos por espacio de xiii aos que [554] era in vencible en la guerra, acordaron de matarle con ponoa. Y, quando lleg la nueva a Ro ma que Viriato era muerto, hzose mucha alegra en todo el Imperio Romano, y en part e los romanos tenan razn; porque si Viriato no perdiera la vida, jams los romanos e nseorearan a Espaa. Junio Rstico, en su Eptoma, dize que este Viriato en su niez se c ri pastor guardando vacas a la ribera del ro de Guadiana; despus que era ya algo ma yor, dise a robar y a saltear caminos; ya que era en edad de xl aos, vino a ser re y de los lusitanos, y esto no por fuera, sino porque fue elegido por ellos; porqu e los plebeyos, quando se veen de sus enemigos cercados, a los hombres esforados eligen, que en ser que sean viciosos no miran. Si no me engaan los historiadores antiguos, quando Viriato era ladrn, traa consigo por lo menos cien ladrones, los q uales andavan calados con apatos de plomo, de manera que quando avan de huyr cada u no los llevava; y desta forma, como traan los pies cargados de plomo entre da, cor ran como ciervos de noche; porque sta es regla general, que quanto ms estuvieren de saudadas las coyunturas, tanto ms quedaran para correr ligeras las piernas. En el libro De los hechos de los longobardos dize Paulo Dichono que antiguamente los capuanos tenan por inviolable ley que los padres a sus hijos hasta que ya fue ssen casados ni les davan cama para dormir, ni les dexavan assentarse a su mesa a comer, sino que coman en las manos y dorman en los poyos y suelos, y de verdad l a ley era sanctssima; porque el reposo y descanso no se invent para moo que an no ti ene barbas, sino para el viejo podrido cargado de canas. Quinto Cincinato fue segundo dictador de Roma, y a la verdad en merecimiento fue el primero emperador de la tierra. Este excellentssimo varn fue con tanto trabajo criado, que le hallaron con los callos en las manos, y con el arado en los braos , y con el sudor en la cara quando le buscaron para ser dictador de Roma; porque los antiguos mejor se hallavan ser mandados de los que no saban sino arar por lo s campos, que no de aqullos que no saban sino holgar por los pueblos. Calgula, iiii Emperador que fue de Roma, dizen que fue criado con tanta costa y r egalo quando nio, que dudavan en [555] Roma quin gastava ms: su padre, Drusiano Ger mnico, en la guerra con los exrcitos, o Calgula, su fijo, en la cuna con los regalo s. Dicho esto, torno aora yo a preguntar a los prncipes y grandes seores de qu parc ialidad querran ser: de la de Quinto Cincinato, que por su esfuero gan tantas tierr as estraas, o de la parcialidad de Calgula, que aun en las torpedades no perdon a s us hermanas proprias. A mi parecer, aqu muy clara est la respuesta, conviene a sab er: la bondad del uno y la maldad del otro; porque Quinto Cincinato no uvo batal

la que no venciesse y el maldito Calgula no uvo vicio que no inventasse. Suetonio Tranquillo, en el segundo libro De los Csares, dize que el Emperador Aug usto Csar, quando sus hijos entravan en el alto Capitolio, do se juntava el Senad o, si acaso (quando en el Senado entravan aquellos moos) los senadores se levanta van de la silla, o les hazan alguna mesura, reciba el Emperador dello mucha pena y retraaselo de palabra. Acaso como un da en el Senado le dixessen por qu con sus hi jos era desamorado, dizen que respondi esta palabra: Si mis hijos fueren buenos, e llos se assentarn do yo estoy assentado; pero si fueren malos, no quiero que su m aldad auctorize el Senado; porque la auctoridad y gravedad de los buenos no se h a de emplear en servir ni auctorizar a los malos. El xxvi Emperador de Roma fue Alexandro, el qual (aunque mancebo por sus virtude s) fue tan estimado entre los romanos, como lo fue el Magno Alexandro entre los griegos. Pues no diremos que a este buen Emperador la larga experiencia le hizo acertar en la governacin de la repblica; porque, segn dize Erodiano, libro sexto, e l da que le alaron por emperador los exrcitos era tan pequeo, que le llevavan en brao s los suyos. Este fortunado Emperador tuvo una madre que ava nombre Mamea, la qua l le dio tan buena criana, que tena guardas en torno de su palacio, para que no en trassen hombres viciosos a conversar con su hijo. Y no se tenga en poco tener aq uella romana este cuydado; porque muchas vezes los prncipes de su proprio natural son buenos, y sola la mala conversacin les haze ser malos. Teniendo, pues, como tena esta excellente muger tanta guarda para que los truhanes [556] no entrassen a dezir lisonjas, ni los maliciosos a dezirle mentiras, acaso dxole un da un roman o: No me parece muy justo, excellente princesa, que pongas mucha guarda en tu hij o, y por otra parte te descuydes de la guarda del Imperio; porque los prncipes no han de estar tan retrados, que sea ms fcil aver con los dioses audiencia que no ha blar con ellos una sola palabra. Respondi a esto la Emperatriz Mamea: Los que tiene n cargo de governar a los que goviernan, sin comparacin han de temer ms a los vici os del rey que no a los enemigos del reyno; porque los enemigos acbanse en una ba talla, pero los vicios duran por toda la vida, y al fin los enemigos no destruye n sino las possessiones de la tierra, mas el prncipe vicioso destruye las buenas costumbres de la repblica. Esto fue lo que respondi aquella generosa romana. Por es tas historias que he contado, y por otras muchas que dexo de contar, podrn conoce r todos los hombres virtuosos qunto les va en criar a sus hijos con trabajos o cr iarlos con regalos; pero desde aora adevino que los que esto leyeren loarn que es t bien escripto, y junto con esto continuarn en el hijo el regalo; porque los homb res que leen mucho y obran poco son como las campanas, que taen para que vengan o tros a la iglesia y jams ellas entran en missa. Dexado aparte lo principal (que es el servicio de Dios, y la honra del padre, y el provecho del hijo), slo porque no saliessen enfermos devran los padres apartar de regalo a sus hijos; porque a la verdad los hijos muy regalados por la mayor p arte siempre salen muy enfermizos. Qu cosa es ver a un hijo de un labrador el say o sin agujetas, la camisa rota; los pies descalos, la cabea sin bonete; el cuerpo sin cinto; el verano sin sombrero, el invierno sin capa; de da arando, de noche a pacentando el ganado; comiendo pan de centeno, dormiendo encima de un poyo; y co n todo este trabajo est el moo tan sano y tan bueno, que pone a todos desseo de te nerle por fijo. Lo contrario acontece con los hijos de los seores. Qu cosa es ver a un hijo de un rico criarle entre doblados paales de Olanda; hecha de nueva mane ra la cuna; por amor de la leche hazen mil regalos a la ama; si acaso enferma la criatura, mdanle el ama, o pnenla en dieta; [557] el padre y la madre no duermen de noche ni de da; traen desvelada toda la casa; no le dexan comer sino umos de ga llinas; para que no caya por las escaleras traen sobre l gran guarda; no pide el nio una cosa quando ya se la tienen trada; finalmente no emplean el tiempo sino en servirles, no emplean las riquezas sino en regalarlos, no emplean los ojos sino en mirarlos y no emplean los coraones sino en amarlos. Pues yo les juro que los que emplean las riquezas en regalarlos, algn da empleen los ojos en llorarlos. Qu cosa es ver a un hombre vano el armona y gastos que haze en criar a un hijo, en especial si el hombre es un poco viejo y a desseo le naci el hijo, en que a las vezes desperdicia tanta hazienda en criarle, que muchas vezes despus le falta par a casarle. Y lo peor de todo es que lo superfluo que all gasta tiene por bien emp

leado, y dar un pedao de pan a un pobre tiene por superfluo. Pues es verdad que por gastar mucho los padres, por ser muy cuydadosas las madres , por ser muy regaladas las amas, por ser muy solcitos los siervos, que por esto estn ms sanos los nios? Por cierto, no, sino que quanto ms los curan, ms enferman; qu anto ms comen, ms enflaquecen; quanto ms los regalan, tanto ms se empeoran; quanto ms gastan, tanto menos aprovechan. Y esto todo no es sin gran permissin de la provi dencia divina; porque no quiere Dios que valgan ms los paales de los nios que los v estidos de los pobres. No sin muy profundo misterio cra y guarda Dios a los fijos de los pobres y no permite que se cren los hijos de los ricos; porque el pobre c ra a su hijo sin perjuyzio del rico y en provecho de la repblica, y el rico cra a s u hijo con el sudor del pobre y en dao de la repblica. Pues si esto es ass, como de verdad es ass, muy justo es que muera el lobo que nos come, y viva la oveja que nos viste y mantiene. Muchas vezes los padres no quieren con aspereza dar buena criana a sus hijos, diz iendo que an son nios y que les queda harto tiempo para ser doctrinados, y aun par a mayor escusa de su error afirman que corre peligro la salud del nio quando desd e nio muy nio es castigado. Con este descuydo que tienen los padres de los fijos, permite despus [558] Dios que salgan tan escandalosos en la repblica, tan infames a sus parientes, tan inobedientes a sus padres, tan malignos en sus condiciones, tan aviessos en sus costumbres, tan inbiles para la sciencia, tan incorregibles en la disciplina, tan inclinados a la mentira y tan mulos de la verdad, en que qu isieran sus padres no slo averlos castigado con speras disciplinas, pero aun holga ran de averlos enterrado con lastimosas lgrimas. Otra cosa ay en este caso muy digna de notar, y muy ms digna de llorar, y es que los padres y las madres, so color que los nios son graciosos, cranlos parleros y c hocarreros, la qual cosa despus andando el tiempo redunda en gran infamia del pad re y muy sobrado peligro del fijo; porque al hombre moo que cran como truhn quando nio, en obligacin queda de ser loco quando viejo. Si es malo esto que he dicho, mu y peor es esto que quiero dezir, y es que los padres y las madres (y si no, los ayos y las amas) ensean a los hijos a dezir algunas torpedades y no muy castas pa labras, las quales en la edad de los nios no se sufre dezirlas, ni menos en la gr avedad de los viejos se permite orlas; porque no avra hombres desvergonados si no c onsintiessen a los nios que fuessen parleros. Los hombres que tienen cargo de criar hijos de buenos deven mucho advertir en qu e los tengan muy subjectos y temerosos, y no deven contentarse con que digan sus padres que estn contentos; porque los padres, con el amor desordenado que tienen a los hijos, ni paran mientes si son parleros, ni si son mal criados. E, si aco nteciesse como suele acontecer, que el padre fuesse a la mano al maestro para qu e no le castigasse, en tal caso si el maestro es hombre cuerdo, no menos deve am onestar y reprehender al padre que castigar y yr a la mano al hijo; y, si no apr ovechare esto, aconsjole que dexe el cargo; porque los hombres que son de vergena, despus que se pusieren en una cosa o han de perder la vida o han de salir con ell a. No quiero negar que los hijos de los prncipes y grandes seores no sea razn que en s u criana y niez no devan ser mejor tratados y ms acatados que no los fijos de los pl ebeyos [559] y rsticos; porque ms delicadamente se cra la palma que da dtiles que co man los hombres, que no la enzina que da bellotas que coman los puercos. Gurdense los prncipes y grandes seores que no sea el regalo que hazen a sus hijos en tan e xcessivo modo, ni sea tampoco por tanto tiempo, que despus, quando quisieren yr a la mano al moo, le tenga ya infistolado el mundo; porque los hijos muy regalados o son desobedientes a sus padres, o son enfermos en sus cuerpos, o son en sus c ostumbres viciosos, de manera que sus padres haran mejor enterrarlos vivos que no criarlos viciosos. [560]

Captulo XXXIV

Que los prncipes y grandes seores deven ser muy solcitos en buscar ayos para sus hi jos; y de diez condiciones que han de tener los buenos ayos para que sean sufici entes de tomar a cargo hijos de buenos; y de honze preguntas que hizieron en Ath enas a un philsopho thebano; y de un officio que ava en Roma, y el que le tena era obligado a buscar y castigar a todos los moos que andavan por Roma perdidos. Es c aptulo muy notable para el padre que tiene un hijo muy querido y que le quiere bu scar un buen maestro.

Quando aquel Fin que es sin fin quiso dar principio al mundo, sta es la orden que tuvo en criarlo. El domingo cri el cielo y la tierra; el lunes cri el firmamento; el martes cri las plantas; el mircoles cri el sol y la luna; el jueves cri las aves en el ayre y los peces en la mar; el viernes cri a Adn y a Eva, su muger. Y de ve rdad en lo que cri, y cmo lo cri, se mostr Dios como Dios, en que luego que acab la c asa, luego puso caseros en ella. Dexando al Criador y hablando de las criaturas, vemos por experiencia que un padre de compaas, en plantando una via, luego le haz e un valladar porque ganados no le coman las cepas; y, desque es mayor la via, lu ego le ponen un viadero porque no le coman caminantes las uvas, de manera que por pequeo que sea el majuelo, o le cerca valladar, o le guarda viadero. El hombre ri co y que en las mares tiene trato, despus que ha hecho una nao gruessa y le ha ll egado a seys mil ducados la costa, si el tal es hombre cuerdo, primero busca hom bre que la rija que no mercadura con que la cargue; porque en las peligrosas [561 ] tormentas poco aprovecha que el navo sea gruesso si el piloto no es muy sabio. El padre de las compaas que tiene muchas vacas y ovejas, y aun tiene montes y deh esas para apacentarlas, no slo busca pastores que las guarden, pero aun busca per ros que las ladren y haze corrales donde duerman; porque el sueo de los pastores y la hambre de los lobos no son sino buytrera de ganados. Los valerosos y grande s seores que en fronteras de enemigos tienen fortalezas siempre buscan alcaydes e sforados y fieles para guardarlas; porque de otra manera menos mal es que la fort aleza se derrueque por el suelo, que no que venga a poder de sus enemigos. Por las comparaciones sobredichas no avr persona discreta que no entienda a d va a parar mi pluma, conviene a saber: dezir y provar cmo los hombres que tienen hijo s muy queridos, junto con esto tienen estrema necessidad de tener buenos ayos pa ra criarlos, ca la palma, quando es pequea, fcilmente la quema la elada. Quiero de zir que el moo que desde nio no tiene maestro muy fcilmente le engaa el mundo. Si el seor es cuerdo, no ay seor que tenga fortaleza tan estimada, ni tenga nao tan gen erosa, ni tenga ganado tan provechoso, ni tenga via tan fructfera; que no estime e n ms tener un fijo bueno que a todas estas cosas, y aun a otras mejores que ay en el mundo; porque el buen padre ha de amar a sus hijos como a cosa propria y a t odo lo dems como a bienes de fortuna. Si esto es ass (como es ass), pues para conse rvar el ganado buscan buen pastor, para guardar la via buscan buen viadero, para g overnar la nao buscan buen piloto, para defender la fortaleza buscan buen alcayd e, por qu para criar a sus hijos no buscan hombres sabios y cuerdos? O!, prncipes y grandes seores, ya lo tengo dicho y de nuevo torno a dezir, que si t rabajredes un ao por dexar a vuestros hijos ricos, sudys cincuenta aos por dexarlos bien criados; porque muy poco aprovecha llevar mucho trigo al molino si el molin o est desbaratado. Quiero dezir que en vano se allega y se dexa mucho thesoro qua ndo el hijo que lo ereda en gastarlo no tiene juyzio. No se tenga en poco saber fazer electin de un buen ayo, ca muy cuerdo es el prncipe que le busca y muy biena venturado es el prncipe que le halla; porque a mi [562] parescer no es de las peq ueas empresas del mundo obligarse uno a criar bien al prncipe eredero. Segn dize Sneca, el hombre sabio todas las cosas ha de comunicar con su verdadero amigo, pero primero ha de saber qu tal es aquel amigo. Quiero dezir que el padre cuerdo para todos sus hijos ha de buscar un buen ayo y encomendarlos todos a aqu el ayo, pero conviene que primero sepa qu tal es y quin es aquel ayo; porque harto es de simple el hombre que compra y paga una bestia sin que primero la vea y au n la prueve si es manca. Muchas y muy graves condiciones y costumbres ha de tene r el que a los prncipes y hijos de grandes seores ha de criar, ca de una manera se cran los rboles delicados en las huertas y de otra manera se cran los rboles silves

tres en las montaas. Ser, pues, el caso, que pornemos aqu algunas condiciones que h an de tener los ayos que han de criar fijos de buenos, las quales sern causa de d ar a ellos mucha honra y a sus discpulos salir con buena criana; porque la gloria del discpulo toda redunda en honra de su maestro. Lo primero, es necessario que el que ha de ser ayo de algn hijo de bueno, en la e dad que ha, ni pierda por carta de ms, ni pierda por carta de menos, de manera qu e ni passe de los sessenta ni abaxe de los quarenta aos; porque, teniendo el ayo poca edad, ha vergena de mandar; y, si tiene muchos aos, no puede castigar. Lo segundo, es necessario y muy necessario que los ayos y maestros sean muy hone stos; y esto no slo quanto a la pureza de la conciencia, pero aun quanto a la est erior limpieza de la vida; porque inpossible es, siendo el maestro dissoluto, qu e sea el discpulo recogido. Lo tercero, es necessario que los ayos o maestros de los prncipes y grandes seores sean hombres muy verdaderos, no slo en sus palabras que hablan, pero aun en las contrataciones que tratan; porque (hablando la verdad) la boca que siempre est ll ena de mentiras, injusto es que la pongan por maestra de verdades. Lo quarto, es necessario que los ayos o maestros de los prncipes y grandes seores sean de su natural largos y dadivosos; [563] porque muchas vezes la cobdicia y a varicia de los ayos emponoa a los coraones de los prncipes a ser codiciosos y avaros . Lo quinto, es necessario que los ayos o maestros de los prncipes y grandes seores sean muy moderados en las palabras y muy resolutos en las sentencias, de manera que deven ensear a los infantes que hablen poco y escuchar mucho; porque muy estr emada virtud es en el prncipe que escuche con paciencia y responda con prudencia. Lo sexto, es necessario que los ayos o maestros de los prncipes y grandes seores s ean hombres cuerdos y muy assentados, de manera que con la madureza y reposo del maestro se enfrene el bro y la liviandad del discpulo; porque no ay igual pestile ncia en los reynos que ser los prncipes moos y ser los ayos livianos. Lo sptimo, es necessario que los ayos de los prncipes y grandes seores sean en las escrituras divinas y humanas muy ledos, de manera que lo que el ayo enseare al prnc ipe por palabra, se lo muestre en la escriptura averlo hecho otros prncipes por o bra; porque los coraones humanos ms se mueven con los exemplos de los passados que no con las palabras de los presentes. Lo octavo, es necessario que los ayos de los prncipes de los vicios de la carne n o sean notados, ca los moos, como son moos y naturalmente son de la carne combatid os, ni tienen fortaleza para ser castos, ni tienen prudencia para ser cautos; y a esta causa es necessario que sus maestros sean muy limpios; porque jams ser el d iscpulo casto, viendo que su maestro es vicioso. Lo nono, es necessario que los ayos o maestros de los prncipes y grandes seores se an bien acondicionados, a causa que muchas vezes, como los hijos de los seores so n regalados, siempre toman algunos malos siniestros, los quales sus ayos les han de quitar ms con la conversacin buena que no con la disciplina spera; porque no po cas vezes acontece de ser el ayo mal acondicionado no ser el prncipe amoroso. Lo dcimo, es necessario que los ayos de los prncipes y grandes seores no slo ayan vi sto y ledo muchas cosas, [564] pero aun que ayan experimentado varias fortunas. Y la razn es que, como los hijos de grandes seores, de que les d Dios estados, han d e hablar a muchos, responder a muchos y tratar con muchos, esles muy provechoso tratar con hombres expertos; porque al fin al fin el hombre experimentado a todo s tiene ventaja en consejo. Estas diez reglas he querido poner en esta mi escritura para que los padres las tengan en su memoria quando buscaren ayos que cren como han de criar a sus hijos, que a mi parecer mayor culpa tiene el padre en buscar mal maestro que no tiene el maestro en sacar mal discpulo; porque si yo eliio mal xastre, mi culpa es que se estrague la ropa. Caso que los romanos en todas las cosas fueron muy complido s, la cosa de que ms les tengo embidia es la muy buena criana que davan a los hijo s de los buenos en Roma; porque a la verdad impossible es en ninguna ciudad aver buena repblica si en doctrinar y castigar a los moos no se pone diligencia. Sabllico en sus Rasodias dize que en el ao de ccccxv de la fundacin de Roma, siendo cnsules Quinto Servilio y Lucio Gmino, estando en la guerra contra los volscos el

muy venturoso capitn romano Camillo, levantse en Roma una muy gran diferencia ent re el pueblo y entre los cavalleros, y esta diferencia era sobre el proveer de l os oficios; porque muy antigua querella es en las grandes repblicas, en los caval leros sobrarles sobervia para mandar y en los plebeyos faltarles la paciencia pa ra obedescer. Queran, pues, los cavalleros que se criasse un tribuno militar en e l Senado, el qual hablasse en nombre de todos los cavalleros absentes y presente s; porque dezan ellos que, estando como estavan siempre en la guerra, quedava en poder de los plebeyos toda la repblica. Los plebeyos, por otra parte, importunava n y pedan que se criasse de nuevo un oficio, el qual tuviesse cargo de ver y exam inar cmo se criavan los moos en el pueblo; porque los plebeyos acusavan a los cava lleros que, como ellos estavan lo ms del tiempo en la guerra, andavan sus hijos p erdidos por Roma. Acordse por entonces que se criasse un tribuno militar, el qual en auctoridad y d ignidad fuesse igual con los senadores, y que ste representasse el estado de los militares; pero este [565] oficio no dur ms de quatro aos en Roma, conviene a saber : hasta que bolvi Camilo de la guerra; porque las cosas que sobre razn no se funda n, ellas mismas de suyo caen. Todava los cavalleros romanos porfiavan que les gua rdassen su preeminencia; por otra parte contradezalo todo el comn de Roma. Finalme nte el buen capitn Camillo llam a todos los cavalleros y dxoles estas palabras: Yo tengo muy gran vergena que la grandeza de los cavalleros romanos se tengan en ta n poco que se abatan a competir con los mseros plebeyos; porque a la verdad no ga na tanta honra el grande en vencer al pequeo, quanta gana el pequeo en competir co n el grande. Digo que me pesa desta competencia que ay entre los unos y entre lo s otros en Roma; porque para salir los cavalleros con vuestra honra, o los avys d e vencer, o los avys de matar. Vencerlos no podys, porque son muchos; matarlos no devys, porque al fin son vuestros. Y para esto no ay otro igual remedio que es di ssimularlo, porque los negocios que no sufren fuera, ni tienen justicia, el ltimo remedio es salir dellos por maa. Los dioses inmortales no criaron a los cavallero s romanos para governar pueblos, sino para conquistar reynos. Y torno a dezir qu e no nos criaron para ensear leyes a los nuestros, sino para dar leyes a los estr aos. Y, si somos hijos de nuestros padres y imitadores de los romanos antiguos, n o nos contentaremos con mandar a Roma, sino mandar a los que mandan a Roma; porq ue el coran del verdadero romano en poco ha de tener verse seor del mundo si sabe q ue an ay de conquistar otro mundo. Vosotros criastes este oficio de tribuno milit ar estando nosotros en la guerra, del qual no ay agora necessidad, pues estamos en la paz; y es mi voluntad que no le aya ms en la repblica, y muveme a hazer esto en ver que, segn lo que merece la cavallera romana, no ay riqueza ni dignidad en R oma con que pueda ser pagada. E si ser tribuno militar tenys por honra, pues todo s no podys tenerla, parsceme que devys carecer todos della; porque entre los hombre s generosos y aun plebeyos pocas vezes se sufre con paciencia [566] que lo que ganaron y merecen muchos lo tenga y se lo goze uno solo. Cuenta esta historia el sobredicho Sabllico, y acota por auctor a Pulin, libro qui nto De oficijs Rome, y dize que por esta buena obra que hizo Camillo en Roma (co nviene a saber: poner paz entre los mayores y menores) fue tan amado de los roma nos, quan temido de los enemigos; y no sin muy justa causa, porque a mi parecer de mayor excellencia es poner uno paz entre los suyos que no robar y matar a los estraos. Cerca deste oficio de tribuno militar sobre que uvo tan gran diferencia en Roma, no s qul fue mayor: la temeridad de los cavalleros en procurarlo, o la c ordura de Camillo en deshazerlo; que a la verdad el arte de cavallera ms se invent para defender la repblica que no para estarse en su casa y tener cargo de la just icia; porque al buen cavallero mejor le parece que est cargado de armas para resi stir a los enemigos, que no que est arrodeado de libros para determinar pleytos. Tornando, pues, al propsito de lo que los plebeyos se quexavan de los militares, ordense en conformidad de todos que se criasse un oficio en Roma que tuviesse car go el que le tuviesse de andar por toda Roma a ver y saber qules eran los que no davan a sus hijos criana, y si acaso hallavan algn fijo de vezino que fuesse mal d isciplinado, castigavan al hijo y desterravan al padre. Y cierto el castigo era muy justo; porque mayor pena merece el padre por lo que consiente que no merece el hijo por las travessuras que haze. Quando Roma era Roma y de todo el mundo er a loada su repblica, al ms anciano y ms virtuoso romano eligan para este oficio, con

viene a saber: ser general visitador de los moos del pueblo. Paresce esto ser ver dad en que aquella persona que tena este oficio ogao, esperava ser cnsul o dictador o censor otro ao, como se vio en Marco Porcio, el qual, de ser veedor o correcto r de los moos, suscedi en ser censor o justicia de los pueblos; porque los romanos no fiavan el oficio de justicia sino de hombre que de todos los oficios tena exp eriencia. [567] Patricio Senense, en el libro de su Repblica, dize que la ciudad de Carthago, ant es que entrassen en ella las guerras de Roma, era ciudad assaz bien generosa y d e muy concertada repblica, pero es ya antiguo privilegio de la guerra que mata la s personas, consume a las haziendas y, sobre todo, engendra passiones nuevas y d estruye las buenas costumbres antiguas. Tenan, pues, por costumbre los carthagine nses que los nios (en especial los fijos de los hombres honrados) se criassen en los templos desde los tres hasta los doze aos; desde los doze hasta los veynte de prendan oficios; desde los veynte hasta los veynte y cinco en la casa militar ens evanles cosas de guerra. Cumplidos ya los treynta aos entendan en sus casamientos; p orque era inviolable ley entre ellos que por lo menos no se casassen sin que el moo uviesse treynta y la moa veynte y cinco aos. Ya despus que eran casados, dentro de un mes avan de presentarse en el Senado, y all avan de elegir en qu oficio y esta do queran vivir, conviene a saber: si quera servir en los templos, o seguir la gue rra, o navegar por la mar, o ganar de comer por la tierra, o seguir el oficio qu e ava aprendido. Y el estado y oficio que tomava aquel da, en aqul ava de perseverar toda su vida, y a la verdad la ley era buena; porque de mudar todos oficios y e stados viene aver en el mundo tantos hombres perdidos. Todos los excellentes y grandes prncipes antiguos todos tuvieron muy grandes phils ophos por maestros. Parece esto ser verdad, porque el rey Daro tuvo por maestro a l philsopho Lichanio; el Magno Alexandro tuvo por maestro al gran philsopho Aristte les; el rey Astagerges tuvo por maestro al philsopho Tndaro; el muy venturoso capi tn de los athenienses, Palimn, tuvo por maestro y precetor al philsopho Xenchrates; Xemades, nico rey de los corinthos, tuvo por maestro suyo y por ayo de sus hijos a l philsopho Chilo; Epaminundas, prncipe de los thebanos, tuvo por maestro suyo, y aun por consejero, al philsopho Maruto; Ulixes, el griego, segn dize el poeta Home ro, tuvo por maestro y por compaero en sus trabajos al philsopho Cathino; Pirro, r ey que fue de los epirotas y gran defensor de los tharentinos, tuvo por su maest ro y coronista al philsopho Arthemio, del qual [568] dize Ccero, Ad Athicum, que t uvo ms aguda la lana para pelear que no cortada la pluma para escrevir; el gran re y Tholomeo Philadelpho no slo fue discpulo de los ms sealados philsophos griegos, per o aun despus que fue rey embi por setenta y dos philsophos ebreos; Ciro, rey de Per sia, el que destruy a la gran Babilonia, tuvo por maestro al philsopho Prstico; Oct avio Augusto, segundo Emperador que fue de Roma, entre otros tuvo por maestro a un philsopho y poeta muy insigne que ava nombre Polemio; Trajano, el Emperador, tu vo por maestro a Plutharco, el qual no slo lo doctrin en la infancia, mas aun le e scrivi un libro en cmo ava de governar a s y a la repblica. Por estos pocos exemplos que he contado, y por otros muchos que dexo de contar, podrn ver los prncipes de l os tiempos presentes qu solicitud tenan en dar buenos ayos y maestros a sus fijos los prncipes de los tiempos passados. O!, prncipes y grandes seores, pues los que soys agora no menos presums que presumie ron los que fueron antes, querra que mirssedes quin sublim a aqullos a tanta grandeza y quin les hizo de s dexar tan eterna memoria; porque a la verdad los hombres gen erosos no alcanaron la fama por el regalo que tuvieron en los vicios, sino por el trabajo que sufrieron en las virtudes. Torno a dezir que los prncipes passados n o se hizieron famosos por ser de muy grandes fueras, ni por tener muy dispuestas personas, ni por descender de muy delicadas sangres, ni por posseer muchos reyno s, ni por athesorar muchos thesoros; slo lo alcanaron por averles dado sus padres buenos ayos quando nios y por tener cabe s buenos consejeros quando eran mayores. Laercio, De vitis philosophorum, y Bocacio, en el libro Del linage de los dioses , dizen que era costumbre entre los philsophos de Athenas que ningn philsopho estra ngero pudiesse leer en su academia sin que primero fuesse examinado en natural y moral philosopha; porque era antiguo proverbio entre los griegos que en la acade mia de Athenas hombre vicioso no poda entrar, ni palabra ociosa all se poda dezir, ni a philsopho ignorante all consentan leer.

Acaso como viniessen muchos philsophos del monte Olimpo, entre los otros vino [56 9] uno a ver los philsophos de Athenas, y l era de nacin thebano, varn (segn se parec i despus) en filosofa natural y moral muy doctssimo. Y, como quisiesse quedarse en A thenas, fue examinado, y de muchas y diversas cosas preguntado, y entre las otra s fueron stas algunas dellas. Fue preguntado lo primero: Di, qu es la causa por que la muger es mala, como sea ve rdad que naturalmente naturaleza la provey de vergena? Respondi el filsofo: La muger n es mala sino porque le sobra soltura y le falta vergena. Fue preguntado lo segundo: Di, por qu se pierden los mancebos? Respondi el philsopho: os mancebos no se pierden sino porque les sobra tiempo para hazer mal y les falt an maestros que los costrian a bien. Fue preguntado lo tercero: Di, por qu los hombres prudentes se engaan como se engaan los simples? Respondi el philsopho: El sabio nunca se engaa si no es de hombre que ti ene las palabras buenas y por otra parte tiene las intenciones malas. Fue preguntado lo quarto: Di, qul es el hombre de quien ms se deve guardar el hombre ? Respondi el philsopho: No ay en los hombres peor enemigo que aqul que vee en ti lo que l esperava para s. Fue preguntado lo quinto: Di, por qu muchos prncipes comienan bien y acaban mal? Respo ndi el philsopho: Por esso los prncipes comienan bien, porque su natural es bueno; y por esso acaban mal, porque no ay quien les vaya a la mano.

Fue preguntado lo sexto: Di, por qu los prncipes hazen tan grandes desafueros? Respon di el philsopho: Porque sobra quien les ofenda con lisonjas y falta quien los sirva con verdades. Fue preguntado lo sptimo: Di, por qu los hombres antiguos fueron tan sabios y por co ntrario los hombres de agora son tan simples? Respondi el philsopho: Porque los antiguos no procuravan sino saber y los presentes no trabajan sino por tener. Fue preguntado lo octavo: Di, por qu en las casas de los prncipes y grandes seores se cran tantos viciosos? [570] Respondi el philsopho: Porque les sobra el regalo y les falta el consejo. Fue preguntado lo nono: Di, por qu los ms de los hombres viven desassossegados y muy pocos biven quietos? Respondi el philsopho: No ay hombre desassossegado sino el que muere por lo ajeno y tiene en poco lo suyo. Fue preguntado lo dcimo: Di, en qu se conoce estar la repblica perdida? Respondi el philsopho: No ay repblica perdida sino do los moos son livianos y los vie jos son viciosos. Fue preguntado lo undcimo: Di, con qu se sustenta la repblica? Respondi el philsopho: puede perecer la repblica en la qual ay justicia para los pobres, castigo para lo s tyranos, peso y medida en los mantenimientos, y, sobre todo, si ay mucha disci plina en los moos y poca codicia en los viejos. Cuenta ad plenum todo esto Afro Historigrapho, libro dcimo De las cosas de Athenas , etc. Por cierto, a mi parecer, las palabras deste philsopho son pocas, pero las sentencias son muchas, y no por ms he querido traer aqu esta historia de aprovech arme de la ltima palabra o respuesta, do dize que todo el bien de la repblica cons iste en que aya prncipes que atajen la codicia de los viejos y que aya maestros q ue den disciplina a los moos. Vemos por experiencia que si los animales no estn at ados, o los panes no estn cercados, jams se cogern los fructos maduros. Quiero dezi r que siempre en los pueblos avr alborotos si los moos no tienen buenos padres que les vayan a la mano, o sabios maestros que les administren castigo. No podemos negar que el cuchillo, aunque sea de buen azero, no tenga necessidad de tiempo a tiempo darle un filo; y por semejante el moo durante el tiempo que es moo de tiem po a tiempo, aunque no lo merezca, es necessario que sea corregido. O!, prncipes y grandes seores, yo no s con quin tomys consejo quando os nasce un hijo y le proveys de ayo o de maestro, que (segn veo) elegs no el ms virtuoso, sino el ms rico; no el ms sabio, sino el ms torpe; no el ms reposado, sino el ms entremetido; f inalmente fiys a vuestro hijo [571] no de quien mejor lo merece, sino de quien me jor lo procura. De nuevo os torno a dezir, o! prncipes y grandes seores, no fiys a v uestros fijos en manos de aqullos que tienen ms los ojos en su provecho que no los coraones en vuestro servicio; porque los tales por hazerse ricos cran a los prncip

es viciosos. No piensen los prncipes que les va poco en saber o acertar en elegir un buen ayo, y el seor que en esto no pone diligencia digno es de gravssima culpa, y porque no pretendan ignorancia, gurdense del hombre que tiene la vida sospechosa y tiene l a cobdicia desordenada. En casa de los prncipes, a mi parescer, el oficio de ayos no se ha de dar como se dan los otros oficios, conviene a saber: que se dan por ruegos, o se dan por dineros, o se dan por importunidades, o se dan por privanas , ni aun se deve dar este oficio por paga de servicios; ca no se sigue que si un o ha sido embaxador en reynos estraos, o capitn de grandes exrcitos, o aya tenido e n la casa real generosos oficios, que por esso es bile para doctrinar y ensear a h ijos de buenos; porque para ser buen capitn abasta que sea el hombre esforado y fo rtunado, y para ser ayo de prncipes conviene que sea virtuoso y reposado. [572]

Captulo XXXV De los hijos que tuvo Marco Aurelio Emperador, uno de los quales, que era el su ms querido, se le muri; y de los ayos que busc para el otro hijo, que era el prncipe Cmodo; y de la fiesta que celebravan los prncipes romanos al dios Genio, que era el dios de los nascimientos. Toca aqu el auctor la costumbre de jurar entre los a ntiguos, en especial que en Roma ninguno poda hazer juramento sin que primero pid iesse licencia al Senado para hazerlo.

Marco Aurelio, xvii Emperador que fue de Roma, en el tiempo que estuvo casado co n Faustina, hija nica que fue del Emperador Antonio Po, solos dos hijos tuvieron, el mayor de los quales se llam Cmodo y el segundo uvo nombre Verssimo. Destos dos h ijos, el que ered el Imperio fue Cmodo, el qual fue tan malo en xiii aos que govern el Imperio, que pareci ms ser discpulo de Nero el cruel que no ser nieto de Antonio Po y hijo del buen Marco Aurelio. Fue este malaventurado Cmodo tan suelto en la l engua, tan desonesto en su persona, tan cruel con su repblica, que muchas vezes l siendo vivo apostavan en Roma que no avra una sola virtud que en l se hallasse ni se hallara un vicio de que l careciesse. Por contrario, el segundo fijo, que fue e l infante Verssimo, era adems hermoso en el gesto, elegante en el cuerpo y de seso muy reposado, y (lo que es ms) era por su buena conversacin de todos muy quisto; porque los prncipes hermosos y virtuosos con la hermosura atraen a s los ojos de l os que les miran y con la buena conversacin roban los coraones de los que los trat an. Era este infante [573] Verssimo esperana del pueblo y gloria del viejo su padre, d e manera que tenan determinado que fuesse eredero del Imperio este infante Verssim o y quedasse deseredado el prncipe Cmodo, y desto no se deve nadie maravillar; por que muy justo es que, pues el hijo no emienda la vida, tenga libertad el padre d e mudar la erencia. Como los buenos desseos y los hijos regalados muchas vezes se manquen con los ha dos desdichados, siendo Marco Aurelio de edad de cincuenta y dos aos, acaso el in fante Verssimo, que era gloria de Roma y esperana de su padre, muri en el puerto de Hostia de una muy repentina dolencia, y fue de todos tan llorada su muerte quan to era de todos desseada su vida. Era lstima de ver al padre lo que sinti de la mu erte del hijo, y era compasin ver al Senado qun de coran senta la muerte del prncipe e redero, ca el viejo con la lstima no sala al Senado y el Senado por algunos das est uvo retrado en el alto Capitolio. Y que por la muerte de aquel prncipe moo se hizie sse tan gran sentimiento no se maraville ninguno; porque si los hombres supiesse n qu pierden en perder un prncipe virtuoso, jams por jams cessaran sus ojos de llorar lo. Quando muere un cavallero, quando muere un escudero, quando muere un oficial , o quando muere un plebeyo, no muere ms de uno; y, no muriendo ms de uno, no le h an de llorar ms de por uno; pero quando muere un prncipe, el qual era bueno para t odos y viva en provecho de todos, entonces han de hazer cuenta que mueren todos,

y hanlo de sentir todos, y hanle de llorar todos; porque algunas vezes acontece que en pos de dos o tres prncipes buenos luego les suscede una flota de tyranos. Pues Marco el Emperador, como hombre heroico y de alto juyzio, aunque no poda del todo desraygar las razes del dolor de dentro, acord a lo menos de escamondar las ramas de la tristeza de fuera; porque (hablando la verdad) ninguno por ninguna c osa deve mostrar sobrada tristeza si no es por aver perdido la honra y por tener en peligro la conciencia. Este buen Emperador, como hombre que se le apedre toda su via, en el fructo de la qual tena toda su esperana, y despus a ms no poder se con tenta con la rebusca; muerto el [574] infante Verssimo, su muy querido hijo, mand traer al palacio al prncipe Cmodo, su nico eredero. Julio Capitolino, que fue uno d e los que escrivieron de los tiempos de Marco, dize en este passo que, como vies se el padre la demasiada desemboltura y poca vergena que traa consigo el prncipe Cmod o, arrasronsele los ojos de lgrimas al buen viejo, y esto porque le vino a la memo ria la vergena y reposo que tena consigo el infante Verssimo; porque los coraones las timados lloran con los ojos la prosperidad passada y lloran con el coran la calami dad presente. Aunque Marco, el Emperador, estava por la muerte del hijo muy lastimado, no por esso se descuyd cmo ava de ser criado el prncipe Cmodo, y esto antes que en edad y cu erpo fuesse ms crescido; porque al fin al fin no podemos negar sino que tales son los prncipes quando hombres, quales fueron criados quando nios. Conociendo, pues, el buen padre que las malas inclinaciones de su fijo avan mucho de daarle para la governacin del Imperio, mand buscar en toda Italia para ayos de Cmodo a los ms sabios en letras, a los ms famosos en fama, a los ms virtuosos de hec ho, y a los honbres ancianos y de ms reposado juyzio; porque ass como el polvo no se sacude del pao fino sino con el palo seco, ass las liviandades de los moos muy m oos no se remedian sino con las duras disciplinas de los viejos. Promulgado el edicto en Roma, y derramada la fama por toda Italia, concurrieron al mandamiento del Emperador muchos y muchas maneras de sabios, a los quales man d todos examinar, aviendo informacin de la sangre de sus passados, de la edad de s us personas, del govierno de sus casas, del trato de sus haziendas, del crdito en tre sus vezinos, de las sciencias en que eran enseados; sobre todo fueron examina dos no menos de la pureza de sus vidas que de la gravedad de sus personas; porqu e muchos hombres ay los quales son graves en las palabras pblicas y son muy livia nos en las obras secretas. Hablando ms en particular, mand que examinassen a los a strlogos en astrologa, a los philsophos en philosopha, a los msicos en msica, a los or adores en oratoria; y ass de las otras sciencias por orden, en que cada uno deza s er instruydo. [575] No se content el buen Emperador hazer esto una vez, sino much as; no un da, sino muchos das; no slo por manos agenas, mas aun por las sus manos p roprias. Finalmente, ass fueron examinados todos como si todos fueran uno y aquel uno uvie ra de quedar solo por ayo. Para el perfecto conocimiento de las cosas, y para que no erremos en la elecin de llas, a mi parecer no slo es menester la experiencia propria y tener el juyzio cl aro, mas aun es necessario el parecer ajeno; porque el conocimiento de las cosas en confuso es fcil, pero la elecin dellas en particular es difcil. Esto se dize a causa que el buen Emperador mand elegir para ayos de su hijo de mu chos, pocos; y, de pocos, los ms sabios; y, de los ms sabios, los ms expertos; y, d e los ms expertos, los ms cuerdos; y, de los ms cuerdos, los ms reposados; y, de los ms reposados, los ms ancianos; y, de los ms ancianos, los ms generosos. Por cierto digna es de loar la tal elecin; porque aqullos son verdaderos ayos de prncipes que son generosos en la sangre, ancianos en la edad, honestos en la vida y hombres d e poca locura y mucha experiencia. Segn las siete artes liberales, eligironse dos maestros de cada una, de manera que era el prncipe uno y los ayos y maestros eran quatorze, pero con todo esto las obras del prncipe Cmodo salieron muy aviessas de lo que desseava Marco; porque el fin del padre fue ensear al hijo todas las scie ncias, y el estudio del fijo fue darse a todos los vicios. A fama de tan gran cosa como era querer dar ayos al prncipe Cmodo, el qual era del Imperio nico eredero, y que los tales ayos avan de ser no los ms favorescidos, sin o los que paresciessen ser ms sabios, acudieron en breve tiempo tantos philsophos a Roma, como si resuscitara el divino Platn en Grecia. Y no nos maravillemos que

los sabios deseassen tener con el Emperador aquella privana; porque al fin no ay hombre tan sabio ni tan virtuoso, que alguna vez no se vaya en pos de los favore s del mundo. Como eran muchos los sabios, y solos xiiii se eligieron de todos, f ue necessario despedir a los otros. Fue tan prudente el buen Marco Aurelio en es te caso, que a unos con alegre cara, a otros con dulces palabras, a otros con ci erta esperana, a otros con dones y [576] presentes, fue despedida aquella hueste de sabios sin que viesse ni oyesse nadie que yvan quexosos; porque no conviene a la generosidad del prncipe el hombre que vino a su casa por solo su servicio se aparte de su cara con algn dessabrimiento. Este buen Emperador mostrse sabio en buscar tantos sabios, mostrse prudente en la electin de los unos, mostrse muy cuerdo en despedir a los otros contentos, que com o vemos cada da por experiencia, aunque las electiones sean buenas, sulense engend rar dellas muy crudas passiones; porque los tales de no ser electos estn lastimad os y de ver que eligeron a los otros estn afrentados. En semejantes casos no se t enga en poco buscar un espediente bueno; porque el platero muchas vezes pide ms p or la obra que fizo que no por la plata que puso. Quiero dezir que algunas vezes ms honra merecen los prncipes por los buenos medios que tuvieron en los negocios que no por los buenos fines que alcanaron en ellos; porque lo uno gua la ventura, mas lo otro encamina la cordura. No contento con esto, provey que aquellos quatorze philsophos posassen en su casa, anduviessen y comiessen a su mesa, acompaassen a su persona. Y esto haza l por ver si su vida era conforme a su sciencia y sus palabras conformavan con sus obras; porque ay muchos hombres que son dulces en la lengua y infames en la vida. Juli o Capitolino y Cina Catulo, que fueron escriptores deste hecho, dizen que era co sa maravillosa ver cmo el buen Emperador los mirava, ver si eran sobrios en el co mer, si eran templados en el bever, si eran reposados en el andar, si se ocupava n en el estudiar y, sobre todo, si eran cuerdos en el hablar y honestos en el vi vir. Pluguiesse a Dios que los prncipes de nuestros tiempos fuessen en esto curio sos y cuydadosos, y no que en fiar los negocios no se les d nada fiar de unos ms q ue de otros; porque, hablando con devido acatamiento, no le sobra mucha sabidura al prncipe que comete cosa de importancia al hombre que no sabe si tiene abilidad para ella. Muchos se escandalizan y murmuran cmo los prncipes y grandes seores yer ran tantas cosas, y por el contrario yo me maravillo cmo aciertan ninguna, ca si ellos los graves negocios encomendassen a [577] hombres expertos, si acaso erras sen una cosa, acertaran ciento; pero como los prncipes se fan de personas no espert as, y aun a las vezes a ellos incgnitas, si aciertan en una, yerran ciento. En es te caso digo que no ay cosa que ms destruya a los prncipes nuevos que es no fiarse de sus antiguos y fieles criados; porque al fin no sale el amor verdadero sino del que come el pan continuo. Razn es que tomen aqu exemplo deste prncipe todos los prncipes en buscar para sus fi jos buenos ayos; y, si los ayos son buenos y los discpulos salieren aviessos, en tal caso no sern los padres culpados; porque muy gran disculpa es de los prncipes y grandes seores ver que si se pierden sus hijos no es por falta de criana, sino p or sobra de malicia. Tenan por costumbre los prncipes romanos de celebrar la fiest a del dios Genio, el qual genio era el dios de su nacimiento, y esta fiesta se c elebrava cada ao el da en que el Emperador ava nascido, y era la fiesta tan regozij ada por toda Roma, que aquel da se perdonavan todos los presos de la crcel mamorti na. Pero es de saber que si ava alguno amotinado los pueblos, o hecho traycin en l os exrcitos, o ava robado o hecho algn desacato a los templos, jams por jams estos tr es delictos eran en Roma perdonados. Ass como en la religin christiana el supremo juramento es jurar sobre la ara bendita o sobre los Evangelios consagrados, ass e ntre los romanos no ava otro mayor juramento que era jurar por el dios Genio. Com o era ste supremo juramento no poda ninguno jurarlo sin licencia del Senado, y est o ava de ser en manos de los sacerdotes del dios Genio, y si acaso se jurava este juramento por cosa ligera, el que le jurava caa en pena de la vida; porque en Ro ma era ley muy usada que ninguno osasse hazer solenne juramento sin que pidiesse primero licencia al Senado. No permitan los romanos que los hombres mentirosos n i tramposos fuessen credos por sus juramentos, y tampoco consentan que los tales h iziessen juramentos, ca dezan ellos que los hombres perjuros blasfeman de los dio ses y engaan a los hombres.

El sobredicho Emperador Marco Aurelio nasci en el mes de abril, a veynte y siete das andados. Y, como l nasciesse en [578] Roma en el monte Celio, acaso un da celeb rvase la fiesta del dios Genio, que era el da que nasci Marco. Vinieron all a solazar la fiesta gladiatores, y estriones, y pantomimos, y (como si dixssemos) danadores de espadas y atabales y juglares; porque los romanos en su s grandes fiestas toda la noche se ocupavan en ofrecer a los dioses sacrificios y despus todo el da espendan en plazeres y juegos y juglares de plazer. Hazan, pues, aquellos juglares tales y tantas cosas de burla, que a todos los que las mirava n provocavan a risa. Y eran los romanos tan estremados en las cosas de burla y e n las cosas de veras, que en los das de plazer no avan de parecer los que tenan pes ar y por contrario en el da de pesar no avan de parecer los que tenan plazer, por m anera que en los actos pblicos todos avan de llorar o todos avan de rer. Dize Cina C atulo que este buen Emperador era tan bien acondicionado, que holgava que se hol gassen todos, y regozijvase si se regozijavan todos; y siempre quando el pueblo r omano haza alguna gran fiesta, l sala en persona a auctorizrsela, y mostrava en ella tanta alegra como si l solo y no otro gozara de aquella fiesta; porque de otra ma nera, teniendo el prncipe triste la cara, ni deve, ni osar ninguno mostrar alegra. Dizen deste buen Emperador sus historiadores que en las fiestas y grandes regozi jos jams le vieron menos alegre de lo que convena a la fiesta, ni jams en l vieron t an sobrada alegra, que excediesse a la gravedad de su persona; porque el prncipe q ue de virtud y generosidad es presuntuoso, gran falta le es si en las cosas de v eras no es pesado y en las cosas de burla le notan de liviano. Como agora andan los prncipes rodeados de hombres armados, ass andava este buen Em perador acompaado de muy sabios philsophos; y lo que ms es y en ms se ha de tener, q ue en las fiestas y grandes regozijos van los prncipes cargados de hambrientos tr uhanes, yva entonces Marco Aurelio acompaado de hombres prudentes. De verdad l faza como prudentssimo varn; porque teniendo el prncipe cabe s buena compaa, impossible es que murmuren dl en su repblica. Dize Sexto Cheronense que un senador, llamado Fabio Patroclo, viendo que Marco e l Emperador sienpre yva [579] al Senado y a los theatros rodeado de sabios, dxole jocosamente: Di, seor, por qu no vas al theatro como al theatro y al Senado como al Senado; porque al Senado han de yr los sabios a que nos den consejo y al theatr o han de yr los locos para que nos den algn passatiempo? Respondile a esto el buen Marco Aurelio: Amigo, hgote saber que vives muy engaado, c a al Sacro Senado, do estn tantos sabios, querra yo llevar a todos los locos porqu e all los tornassen cuerdos; y al theatro, do estn todos los locos, querra yo lleva r a todos los sabios porque no me dexen tornar loco. Fue por cierto esta sentenci a como de la persona que fue dicha. Amonesto y mucho amonesto a los prncipes y gr andes seores que, quando trataren con truhanes y con locos, huelguen de tener cab e s algunos hombres sabios, en especial si los locos son maliciosos; porque en lo s coraones generosos ms lastima una palabra con malicia que no una saetada con yer va. Viniendo, pues, al caso, como el buen Emperador estuviesse en la fiesta del dios Genio, y juntamente estuviessen all los quatorze ayos que avan de ser del prncipe Cmodo, un truhn ms gracioso que todos hizo lo que los semejantes en semejantes luga res suelen hazer; porque en las semejantes liviandades el hombre que dize mayore s desatinos, aqul comnmente es ms amado de todos. Marco Aurelio, como era tan sabio , ms empleava los ojos en mirar a los quatorze maestros que no en cevarlos en ver lo que hazan los locos; y acaso vio que los cinco de aquellos maestros, con el g ran regozijo que hazan los locos, pateavan con los pies, ladevanse en las sillas, hablavan algo alto y reanse demasiado, lo qual todo en varones muy estimados cier to fue desonesto; porque la honestidad y compostura del cuerpo gran testimonio e s de estar el coran reposado. Visto por el Emperador la liviandad de los cinco sab ios, y que todos los graves romanos estavan escandalizados dellos, sintilo muy de coran, ass por averlos all trado, como por aver en la electin errado; pero aprovechse all tanto de su sabidura, a que no slo no mostr estar afrentado, pero aun dissimulav a que no lo ava visto; porque los prncipes sabios han de sentir las cosas como hom bres, pero hanlas de dissimular como discretos. [579] No quiso el Emperador luego en la hora all amonestarlos, ni menos delante de otro s reprehenderlos, sino que dex passar la fiesta, y aun algunos das despus della, lo

s quales passados, el Emperador los habl mucho en secreto, no dizindoles cosa algu na en pblico, en lo qual l se mostr prncipe clementssimo; porque a la verdad muy inju sta es la correcin pblica a la qual no ha precedido amonestacin secreta. Las cosas que Marco Aurelio dixo a estos cinco ayos quando los ech de su compaa escrvelas l mis mo en el tercero libro, captulo quinto, so el ttulo Ad stultos pedagogos, y dize q ue les dixo estas palabras. [580]

Captulo XXXVI De una pltica que hizo Marco Aurelio Emperador a cinco ayos de los quatorze que a va elegido para maestros de su fijo, a los quales despide de su palacio porque lo s vio hazer ciertas liviandades en la fiesta del dios Genio.

No quisiera, amigos, proveer lo que no se puede escusar, ni quisiera mandaros lo que os quiero mandar, conviene a saber: deziros que queden comigo los dioses pi adosos y vayan con vosotros los mesmos dioses justos, y junto con esto de m y de vosotros se aparten los hados desdichados; porque el hombre de malos hados mejor le sera yrse para los muertos que no quedarse con los vivos. Pues ya os ava resce bido, y con mucha diligencia os ava buscado, y mi fin era para que fussedes ayos d e mi hijo, el prncipe Cmodo; a los dioses inmortales protesto que a m me pesa, y qu e de vuestra afrenta yo recibo afrenta, y que de vuestra pena la mayor parte es ma; pero no se puede menos hazer, porque no ha de aver en el mundo amistad tan es trecha por la qual se deva poner en peligro la fama. Los sabios que yo busco no slo los quiero para doctrinar al prncipe Cmodo, pero aun para que reformen a los que mal viven en mi palacio, y agora veo lo contrario, conviene a saber: que, avindose de tornar los que son locos sabios, por el contra rio veo que los sabios se tornan locos. No sabys vosotros que el oro fino defiende la fineza de sus quilates entre las viv as brasas y que el hombre cuerdo muestra su cordura en semejantes locuras; porqu e a la verdad en la fragua se prueva el oro si es fino, y en las liviandades del loco se prueva la cordura del cuerdo? No sabys que [582] el sabio no se conoce en tre los sabios, ni el loco se conoce entre los locos, sino que entre los cuerdos se escurecen los locos y entre los locos resplandecen los sabios; porque all el sabio muestra su sabidura do a todos sobra la locura y a l solo no le falta cordur a? No sabys que en las feroces heridas muestra su experiencia el cirujano, y en la s peligrosas enfermedades muestra su saber el mdico, y en las dubdosas batallas m uestra el capitn su esfuero, y en las bravas tormentas muestra su experiencia el p iloto? Pues por semejante manera, do ay gran regozijo de pueblo, all ha de mostra r su madureza el sabio. No sabys que de nimo reposado procede tener el hombre el ju yzio claro, la memoria prompta, la gravedad del cuerpo, el reposo de la persona, la pureza de la fama y, sobre todo, la templana de la lengua; porque slo aqul se p uede llamar sabio que es muy recatado en las obras y muy resoluto en las palabra s? No sabys que aprovecha poco tener la lengua experta, la memoria viva, el juyzio claro, la sciencia mucha, la eloqencia profunda, el estilo suave y la experienci a larga, si con todas estas cosas, aviendo vosotros de ser ayos, soys en vuestra s obras hombres malignos? Por cierto gran infamia es de un emperador virtuoso qu e ponga por maestros de prncipes a los que son discpulos de truhanes. No sabys que, si todos los hombres desta vida son obligados a hazer buena vida, mucho ms son ob ligados los que presumen de tener ms sciencia y que presumen de espantar al mundo con su eloqencia; porque regla es muy verdadera que siempre las obras malas quit an el crdito a las palabras buenas? Y porque no os parezca que hablo de gracia, q uiroos traer aqu a la memoria una ley antigua de Roma, la qual ley fue hecha en lo s tiempos de Cina, y la ley era sta: Ordenamos y mandamos que ms grave pena se d al sabio por la liviandad que hizo pblic a, que no al hombre simple que cometi homicidio secreto. O!, justa y justssima ley, o

!, justos y bienaventurados varones romanos (digo a todos los que a ordenar esta ley os hallastes juntos), ca el hombre simple no mat ms de a uno con el cuchillo de la yra, pero el hombre sabio mat a muchos con el mal exemplo de su vida; porqu e, segn deza el divino Platn, los prncipes y los sabios ms [583] pecan con el mal exe mplo que dan que no con la culpa que cometen. Curiosamente lo he mirado, y aun los escriptores no dizen otra cosa de la que yo digo, que entonces la triste Roma comen a perderse quando el nuestro Senado se de spobl de columbinos senadores y se pobl de serpentinos sabios; porque al fin al fi n no ay por do ms ana se pierdan los prncipes que, pensando tener cabe s hombres sab ios que los aconsejen, aciertan a tener hombres maliciosos que los engaen. Qu cosa fue ver antiguamente la polica de Roma, antes que Sila y Mario la amotinassen, a ntes que Cathirina y Catulo la perturbassen, antes que Julio y Pompeyo la escand alizassen, antes que Augusto y Marco Antonio la destruyessen, antes que Thiberio y Calgula la infamassen, antes que Nero y Domiciano la corronpiessen; porque los ms de estos prncipes, aunque fueron valerosos y nos ganaron muchos reynos, todava fueron ms los vicios que nos traxeron que no los reynos que ganaron, y (lo que es peor de todo) que emos perdido los reynos y avmonos quedado con los vicios. Si Livio y los otros escriptores no nos engaan, antiguamente vieran en el Sacro S enado unos romanos tan antiguos, unas canas tan honradas, unos hombres tan exper tos, unos viejos tan maduros; que era gloria de ver lo que representavan y era d escanso or lo que dezan. No sin lgrimas lo digo esto que quiero dezir, que en lugar de todos estos viejos ancianos han sucedido unos moos parleros, los quales son t ales y tan malos, que tienen pervertida a la repblica y tienen escandalizada a to da Roma; porque harto malaventurada es la tierra, y de muchas angustias deve est ar cercada, do es tan malo el regimiento de los moos, que todos suspiran porque r esusciten los viejos. Si damos fe a lo que los antiguos dizen, no podemos negar sino que Roma fue madre de todas las buenas obras, como la antigua Grecia fue or igen de todas las sciencias, de manera que el hecho de los griegos era parlar y la gloria de los romanos era obrar; pero ya por nuestros tristes hados es al con trario, ca Grecia desterr de s a todos los parleros para Roma, y Roma desterr de s a todos los sabios para Grecia. Y si, esto es ass (como es ass), yo ms quiero ser [5 84] desterrado en Grecia con los sabios que no tener vezindad en Roma con los lo cos. A ley de bueno vos juro, amigos, que, siendo yo mancebo, vi a un orador aqu en Ro ma, criado que era en la casa de Adriano, mi seor, y era su nombre Aristnoco, y en el cuerpo era de mediana estatura, y tena la cara flaca, y aun era de incgnita pa tria, pero junto con esto era de tan alta eloqencia, que, si orava tres horas en el Senado, no ava hombre que hiziesse bullicio; porque antiguamente, si el que or ava en el Senado era gracioso, no menos le oan que si hablara el dios Apolo. Este philsopho Aristnoco fue por una parte tan dulce en su dezir, y fue por otra parte tan dissoluto en su modo de vivir, que jams en el Senado orando dixo palabra que no fuesse digna de eterna memoria, y salido de all jams le vieron hazer obra que no mereciesse por ella gravssima pena. Como he dicho, aunque en aquel tiempo yo e ra moo, acurdome que de ver a este philsopho tan perdido todos tenan dl lstima en el p ueblo, y lo peor de todo es que jams esperavan dl emienda y cada da perda ms la honra ; porque no ay ninguno que alcance tanta fama por la eloqencia, que no alcance ma yor infamia por la mala vida. Pregntoos agora yo, amigos, pues estys en reputacin de sabios: qul fuera mejor o, por mejor dezir, qul fuera menos peor: que este philsopho fuera hombre simple y de bu ena vida, o ser como fue de alta eloqencia y de mala fama? Es impossible que si l oyera dezir de m una vez lo que yo o dezir dl muchas vezes, q ue no me aconsejara, y aun a hazerlo me constriera, elegir antes la sepultura que no vivir como vivi tan infamado en Roma; porque aqul es indigno de vivir entre lo s hombres, al qual algunos apruevan sus palabras y todos condenan sus obras. El primero dictador en Roma fue Largio y el primero maestro de los cavalleros fue E spurio, y desde sus tiempos de stos, que fueron los primeros dictadores, hasta Si la y Julio, que fueron los primeros tyranos, passaron ccccxv aos, en los quales t odos no leemos que philsopho aya dicho palabra liviana, ni menos aya hecho obra e scandalosa; y, si otra cosa consintiera Roma, indigna era Roma de ser como fue e n aquel tiempo tan loada; porque impossible [585] es que estn bien regidos los pu

eblos si los sabios que los rigen son dissolutos. A los dioses immortales protesto, y aun a ley de bueno vos juro, deque me paro a pensar lo que de Roma he ledo, y despus lo que agora mis ojos han visto, no puedo sino sospirar por lo passado y llorar con lo presente, conviene a saber: ver entonces cmo peleavan los exrcitos, ver cmo no mandavan sino los ancianos, ver cmo trabajavan a ser buenos los moos, ver qun bien governavan los prncipes, ver la o bediencia que tenan los pueblos y, sobre todo, era cosa maravillosa de ver la lib ertad y favor que tenan los sabios, y la subjecin y poco valer que tenan los simple s. Ya por nuestros tristes hados todo lo vemos contrario en nuestros tristes tie mpos, de manera que no s qul llore primero: las virtudes y grandezas de los passados, o los vicios y poquedades de los prese ntes; porque la bondad de los buenos nunca se ava de acabar de loar y la maldad d e los malos nunca avamos de acabar de la reprehender. O!, qu cosa fuera ver aquello s siglos gloriosos tan gloriosos ancianos y sabios gozar, y por contrario qu lstim a y afrenta es agora ver tantos sabios dissolutos y tantos moos desmandados, los quales, como dixe, tienen a toda Roma perdida y a toda Italia escandalizada; por que los hombres malos con la malicia que les sobra daan a la Repblica, y con la vi rtud que les falta daan a su patria. Otra vez os torno a repetir, amigos, que cccc y xv aos dur la prosperidad de Roma, y tanto Roma fue Roma quanto en ella uvo majestad en las obras y simplicidad en las palabras, y, sobre todo, lo bueno que tena era que estava rica de buenos y e stava pobre de malos; porque al fin al fin no se puede llamar prspera ciudad la q ue tiene muchos vezinos, sino la que tiene pocos viciosos. Hablando ms en particular, la causa que me mueve a despediros es ver que el da de la gran fiesta del dios Genio os mostrastes no de mucho reposo estando presente el Senado, en que ms tenan todos que mirar vuestros livianos movimientos que no lo que hazan o dezan los panthomimos. Si acaso vosotros hazades aquellas liviandades por pensar que de la casa real rades privados, dgoos de verdad que no era menor el yerro del pensamiento [586] que lo era el hecho de la obra; porque acerca de lo s prncipes ninguno ha de ser tan privado, que de veras o de burla no tenga a su p rncipe acatamiento. Pues os despido, yo s que antes querrys para el camino pocos di neros que muchos consejos; pero yo quiero droslo todo, conviene a saber: dineros con que caminys y consejos con que vivys. Y no os maravillys que d consejo a los que tienen por oficio de aconsejar; porque muchas vezes acontesce que un mdico cura las enfermedades estraas y por otra parte no conoce las suyas proprias. Sea, pues , la ltima palabra y el postrero consejo ste, que quando furedes a servir a prncipes o a grandes seores, trabajys primero que os tomen en possessin de hombres honestos que no de hombres sabios, de hombres retrados que no de entremetidos, de hombres callados que no de parleros; porque en casa de los prncipes el hombre sabio si n o es ms de sabio, es dicha que agrade, pero el hombre honesto jams desplaze. [587]

Captulo XXXVII Que los prncipes y grandes seores deven de quando en quando pesquisar cmo los ayos y maestros ensean y dotrinan a sus hijos y si les dissimulan algunos vicios secre tos; y que algunas vezes ms necessario es castigar al ayo que no disciplinar al d iscpulo.

Dicho emos arriba qu condiciones, qu edad, qu gravedad han de tener los ayos que to maren los prncipes para criar a sus hijos. Razn sera agora de dezir qu tales han de ser los consejos que han de dar los prncipes a los ayos antes que les den cargo d e sus hijos, y despus desto es razn que digamos qu tal ser el consejo que dar el maes tro al discpulo que tiene a su cargo; porque impossible es aya mal siniestro do l as cosas se rigen por consejo maduro. A los que consideraren profundamente esta

cosa, parescerles ha que es superfluo tratar esta materia, ca o los prncipes haze n electin de buenos ayos, o la hazen de malos. Si eligen malos ayos, en vano se t rabaja darles buenos consejos; porque menos capaz es de consejo el maestro loco que no el discpulo dissoluto. Si acaso los prncipes hizieron electin de buenos ayos , entonces los tales maestros para s y para los otros ternan buenos consejos; porq ue dar consejo al hombre sabio, o es superfluo, o es presunptuoso. Caso que sea verdad que es presunptuoso el que al sabio se atreve dar consejo, tambin digo que el diamante en oro engastonado no slo no pierde la virtud, mas antes cresce en e l precio. Quiero dezir que quanto un hombre es ms cuerdo, tanto ms procura saber el parescer ajeno. Y por cierto el que haze esto no yerra; porque a ninguno no le sobra tan to de su consejo proprio que no se aproveche del parescer ajeno. [588] Aunque los prncipes y grandes seores vean con sus proprios ojos que han hecho buen a electin de ayos para criar a sus hijos, no por esso se deven descuydar de dar a essos mismos ayos algunos buenos consejos, que ya puede ser que los tales ayos son hombres generosos, son ancianos, son sabios, son reposados; pero puede ser q ue en criar hijos de buenos no sean espertos; porque en los ayos de los prncipes no es tanta virtud sobrarles la sciencia, quanto es defecto si les falta la expe riencia. Un hombre rico, quando da a un labrador una hazienda, no slo assienta co n l lo que le ha de dar, pero aun dzele muy de espacio cmo ha de tratar aquella haz ienda; y, no contento de rescebir por tercios el fructo de su via, tres o quatro vezes en el ao va a visitarla. Y tiene razn de hazerlo, porque al fin el uno trata la hazienda como mercenario y el otro mrala y procrala como seor proprio. Pues si el padre de las compaas con tanta diligencia encomienda al labrador sus rboles, qunt o con mayor diligencia deven los seores encomendar y avisar cmo los maestros han d e tratar a sus hijos!; porque no es otra cosa el padre dar consejo al maestro si no depositar tesoro de sciencia para su hijo. No pueden escusarse de culpa los p rncipes y grandes seores en que despus que hazen electin de un cavallero para ayo y de un hombre docto para que sea maestro, ass viven descuydados como si ya no tuvi essen hijos, ni se acordassen que sus hijos han de ser sus erederos. No ava por c ierto de passar esto ass, sino que el hombre sabio y que en criar a su hijo es cu rioso, tanto se deve ocupar en mirar al ayo como el ayo se ocupa en mirar al moo; porque el buen padre deve saber si el maestro que toma si sabe mandar, y el fij o que le dio si le quiere obedecer. Uno de los prncipes notables entre los antigu os fue Seleuco, rey de los assirios y marido de Estrabnica, fija de Demetrio, rey de Macedonia, dama por cierto que fue en toda Grecia muy nombrada por hermosa, aunque en su hermosura no fue muy dichosa; porque antigua maldicin es en las muge res hermosas ser muchos los que las dessean y ser muchos ms los que las infaman. Este rey Seleuco fue casado primero con otra muger, de la qual uvo un hijo llama do Antgono, el qual se enamor de la muger de su padre, [589] conviene a saber: de la reyna Estrabnica, y lleg al punto de la muerte no ms de por amores della, y el p adre, sabido el caso, cas a su fijo con ella, de manera que la que era madrasta s e torn muger, y la que era muger se torn nuera, y el que era hijo se torn yerno, y el que era padre se torn suegro. Es auctor desto Plutarco en sus Vidas. Segn dize Sexto Cheronense en el iii libro De los dichos de los griegos, el rey S eleuco trabaj mucho por criar bien a su hijo Antgono, y para esto buscle dos maestr os muy insignes, el uno griego y el otro latino. No contento con esto, provey el rey Seleuco con un criado suyo en secreto (que ava nombre Parthemio) que no tuvie sse otro oficio en su palacio sino mirar lo que hazan y dezan los ayos de su hijo Antgono, y que cada noche se lo dixesse en secreto; y, sobrndole a Parthemio dilig encia y faltndole discrecin, vino a noticia de los dos ayos cmo Parthemio era sobre veedor dellos; porque al fin al fin no ay cosa muy freqentada que algn da no se des cubra. Como los dos philsophos supieron el secreto, dixeron estas palabras al rey Seleuco: Poderoso prncipe Seleuco, pues en nuestras manos pusiste a tu hijo Antgon o, para qu has hecho veedor y acusador de nuestras vidas a Parthemio? Si tienes a nosotros por malos y a l tienes por bueno, gran merced nos hars que descargues a n osotros del cargo y des a Parthemio cargo de Antgono, tu hijo; porque te hazemos saber que a los hombres de honra es un intolerable mal afrentarlos y no es afren ta despedirlos. Tienes provedo que ande Parthemio en pos de nosotros mirando lo que dezimos y lo

que hazemos con descuydo, y despus que te haga relacin de todo ello en secreto, y lo peor es que por relacin de aquel simple emos de ser salvos o condenados nosotr os siendo sabios; porque no es la triaca tan contraria a la ponoa, como lo es la i gnorancia a la sabidura. Y de verdad, serenssimo prncipe, cosa es muy rezia que se haga cada da de un hombre pesquisa; porque no ay barva tan rada, que otro no halle qu raer en ella. Quiero dezir que no ay persona de tan honesta vida, que si dell a hazen pesquisa no hallen qu tachar en ella. Respondiles el rey Seleuco: Mirad, amigos, bien veo yo que la auctoridad de la per sona y el buen crdito de la fama [590] que no ay oy en el mundo ningn amigo que lo aventure por otro amigo. Y, si esto no hazen los rsticos, mucho menos lo deven h azer los sabios; porque no ay por que trabajen ms los hombres en esta vida que es por tener y por dexar de s buena fama. Pues vosotros soys sabios, y de mi hijo s oys maestros, y aun de mi casa consejeros, no es justo que de ninguno seys ofendi dos; porque de buena razn en casa de los prncipes slo aqul ava de ser privado que se atreve a dar al prncipe verdadero consejo. Lo que yo mand a Parthemio ni pone sosp echa en vuestra fidelidad, ni peligro en vuestra auctoridad; y, si la cosa es pr ofundamente pensada, a vosotros vos est bien y a m no me est mal. Y la causa desto es que, o vosotros soys buenos, o vosotros soys malos. Si soys buenos, avys de ho lgar que cada da me refieran vuestros servicios; porque en las orejas de los prnci pes la continua memoria del servicio es impossible sino que algn da saque provecho . E si soys malos y en la criana de mi fijo no muy cuydadosos, es razn que yo sea avisado, por manera que, si el padre fue engaado, el hijo no resciba en su criana peligro, y aun tambin porque a m y a mi reyno no estraguys y infamys con vuestro con sejo; porque el buen prncipe a los que pblicamente son viciosos no los ha de tener por sus consejeros. Si los hados lo permiten que mi hijo Antgono salga malo, yo soy el que pierdo verdaderamente en ello, a causa que mi reyno ser assolado, mi f ama ser perdida, y al fin l no gozar de su erencia. Y que passe todo esto ass, drseos ha a vosotros desto muy poco con dezir que no tenys culpa, pues el moo no quiso t omar vuestra doctrina. No me paresce que es mal consejo que mire yo por vosotros como vosotros mirys por l; porque mi oficio es mirar que seys buenos y vuestro ofi cio es trabajar que no sean vuestros discpulos malos. Fue este rey Seleuco varn muy honrado y muri anciano, segn dize Plutharco y muy ms p or estenso lo cuenta Patroclo De bello asiriorum, libro iii, y por contrario su hijo Antgono en todas las cosas sali prncipe muy aviesso. Y en este caso es de cree r que, si de su padre no fuera como fue tan corregido y de sus ayos no fuera tan doctrinado, an fuera prncipe muy ms perdido; porque los moos, siendo por una parte [591] mal inclinados y por la otra mal criados, es impossible sino que salgan vi ciosos y escandalosos. A mi parescer, ni porque los moos sean mal inclinados no p or esso deven sus padres dexar de corregirlos; porque en el tiempo advenidero la s escripturas que reprehendieren la liviandad y perdicin de los hijos, los escrip tores loen la diligencia que pusieron en criarlos sus padres. He querido contar aqu este exemplo de Seleuco para avisar que ningn padre sea tan descuydado que de todo en todo se olvide de mirar por su hijo, pensando que ya l e tiene al ayo encargado; y de mi consejo deve el padre ser en esto tan recatado , que, si antes mirava al hijo con dos ojos, deve a los ayos mirar con quatro; p orque infinitas vezes ms necessario es castigar a los ayos que no disciplinar a l os discpulos. Aunque el prncipe no se informe de la vida de los ayos cada da, como haza el rey Seleuco, deve a lo menos pesquisar muy por menudo una vez en la seman a de los descuydos de los ayos y de los atrevimientos de los hijos. Y no slo deve hazer esto, pero aun deve llamar a los tales ayos y maestros, y avisarlos, y ro garlos, y amonestarlos, y aconsejarlos que miren mucho por la criana de sus hijos , y tener pensado de les dezir algunos buenos consejos, los quales ellos despus r efieran a sus discpulos; porque de otra manera luego desmaya y afloxa el ayo quan do el padre de la criana de su hijo no es cuydadoso. En una cosa deven advertir los prncipes, y es en saber si los ayos o maestros con sienten a sus hijos algunos vicios secretos, y suelen esto hazer tomando color q ue los nios por ser nios no han de ser de todo en todo apremiados. E cierto esta t an cierta razn ms es para aumentar su culpa que no para diminuyr su pena; porque n o ay hombre tan flaco, ni ay nio tan tierno, que las fueras que tiene para ser vic ioso no le abasten para ser virtuoso. Querra yo preguntar a los ayos y maestros q

ue cran hijos de generosos qu ms fueras han menester sus discpulos para ser golosos q ue para ser sobrios, para ser parleros que para ser callados, para ser diligente s que para ser perezosos, para ser recogidos que para ser derramados, para ser h onestos que para ser dissolutos; y, como [592] digo destos pocos, poda cotejar y parear otros muchos. No quiero en este caso hab lar como hombre de sciencia, sino como hombre de esperiencia, y es que juro a le y de bueno que a menos trabajo del maestro y ms utilidad del discpulo puede ser vi rtuoso antes que vicioso; porque mayor coran se requiere en un malo para ser malo que no fueras en un bueno para ser bueno. Otro mal suelen hazer los ayos y maestros que es peor que todos stos, conviene a saber: que dissimulan en los discpulos algunos muy malos vicios secretos, de los quales no los pueden despegar de que son grandes; porque muchas vezes acontesce que la inclinacin buena es vencida de la costumbre mala. De verdad los ayos y mae stros que en tal caso fuessen tomados, como a traydores y fementidos avan de ser punidos; porque mayor traycin es dexar el maestro a su discpulo entre los vicios q ue no entregar una fortaleza a los enemigos. E no se maraville ninguno que llame traydor al maestro; porque el uno entreg la fortaleza, que no era sino de piedra s, pero el otro entreg al hijo, que era de sus proprias entraas. La causa de todo este mal es que, como los hijos de los prncipes han de eredar reynos, y los hijos de los grandes seores esperan de eredar grandes estados, a la verdad los ayos y maestros, como son ms cobdiciosos que virtuosos, dexan a sus discpulos yr en pos d e sus apetitos quando son pequeos, a fin de tenerles ganadas las voluntades para quando fueren grandes para que les hagan mercedes, por manera que oy en el mundo la desordenada avaricia de los ayos haze que los hijos de buenos se cren vicioso s. O!, ayos de prncipes, o!, maestros de grandes seores, amonstoos y trnoos amonestar no os engae vuestra cobdicia en pensar que valdrys y ternys ms siendo encubridores de v icios que no siendo zeladores de las virtudes; porque no ay viejo ni moo tan malo , que a lo menos hasta parescerle no le paresce bien lo bueno. E dgoos ms en este caso, que muchas vezes permite Dios que, de que sean grandes vuestros discpulos, se les abran los ojos y conozcan el dao que les hezistes en criarlos viciosos; y desta manera, do pensastes athesorar oro para ser honrados, hallastes escoria pa ra ser abatidos; porque justa sentencia es [593] de Dios el que haze mal no qued e sin pena, y el que encubre el mal no quede sin infamia. Cuenta Diadumeo Histrico en la Vida de Severo, xxi Emperador de Roma, que Apuleyo Rufino, el qual ava sido dos vezes cnsul, y a la sazn era tribuno del pueblo, y so bre todo varn en das ya anciano y en toda Roma de mucho crdito, vino al Emperador S evero y dixo estas palabras: Invictssimo y siempre Augusto Seor, sabrs que yo tena do s hijos y dilos a un maestro para ensearlos. Acaso el mayor dellos, cresciendo en edad y descreciendo en virtud, enamorse de una dama romana, los amores de los qu ales vinieron tarde a mi noticia; porque a los hombres mal fortunados como yo pr imero de su casa es despedido el remedio que ellos vengan en conoscimiento del d ao. La mayor lstima que tengo en este caso es que fue sabidor y encubridor dello s u maestro, el qual no slo no fue para remediarlo, pero aun concert entre ellos el adulterio; y mi hijo diole una carta firmada por la qual se obliga que, si le tr ae a su poder aquella romana, le dar despus de mi muerte las casas y eredad que yo tengo a la puerta Salaria. No contento con esto, l y mi hijo me han robado mucho de mi dinero; porque los amores largos siempre son a los que los tienen costoso s, y los amores de los hijos siempre son a costa de los padres. Juzga, pues, t, s erenssimo prncipe, esta causa tan criminosa y tan escandalosa; porque gran atrevim iento es que el vassallo tome vengana de ninguna injuria, sabiendo que su seor har vengana della. Odo por el Emperador Severo el caso tan enorme, como hombre que era tan severo en el castigo como lo era en el nombre, provey que se tomasse de aquel hecho inform acin muy entera y que llamassen all en su presencia al padre y al hijo y al maestr o, para que cada uno alegasse de su derecho; porque en Roma ninguno criminalment e poda ser sentenciado si los acusadores no le dixessen primero el crimen en su p resencia y el acusado no tomasse tiempo para dar su escusa. Sabida, pues, la verdad, y los reos confessada su culpa, el Emperador Severo dix o por su sentencia: Yo mando que el ayo o maestro deste moo le echen vivo a las be

stias del cercado palatino; porque muy justo es le quiten las bestias la vida al [594] hombre que ensea a otro a vivir como bestia. tem mando que este moo totalmen te de los bienes de su padre sea deseredado y en las yslas Baleares desterrado; porque el hijo que desde moo es vicioso, muy justo es que desde moo sea deseredado . Esto, pues, fue de lo que Apuleyo se quex del ayo de su hijo y lo que el Emperado r Severo sentenci en aquel caso. O, qun varios son los casos de fortuna, y cmo mucha s vezes por do no pensamos se nos quiebra el hilo de la vida! Dgolo porque si est e maestro o ayo no fuera cobdicioso, ni el padre fuera privado de su hijo, ni el fijo fuera desterrado, ni la muger no fuera infamada, ni la repblica fuera escan dalizada, ni el maestro fuera de las bestias despedaado, ni el Emperador fuera co n ellos tan crudo, ni para mayor infamia dellos en las historias no fuera puesto . No sin causa digo esto de quedar por escrito lo que los malos hazen en este mu ndo, ca los hombres cuerdos ms han de temer la infamia de la pola mal cortada que n o la infamia de la lengua suelta; porque al fin una mala lengua no nos puede inf amar sino con los que son vivos, pero la escriptura infmanos con los que son vivo s y aun con los que estn por nascer. Para atajar todo esto, sera mi parescer que e l maestro trabaje que sea el discpulo virtuoso y no desespere si por el trabajo n o fuere luego galardonado, ca si no lo fuere de la criatura, tngase por dicho que lo ser del Criador; porque Dios es tan bueno que muchas vezes, apiadndose del sud or de los buenos, castiga a los ingratos y toma a su cargo de pagar los servicio s. [595]

Captulo XXXVIII De la pltica que hizo Marco quando dio su hijo a los ayos.

Cuenta Cina Histrico, libro primero De temporibus Comodi, que Marco Aurelio Emper ador eligi xiiii ayos, varones doctssimos, para que le criassen y enseassen a su hi jo Cmodo, los cinco de los quales menospreci no porque no eran sabios, sino porque no eran honestos; y quedse con los nueve solamente, los quales eran varones muy doctos y en criar fijos de senadores expertos, aunque en la verdad en la criana d e Cmodo fueron muy desdichados; porque a este malaventurado prncipe fueron ix los ayos que le criaron y fueron ms de nueve mil los vicios que le perdieron. Hizo ci nco libros de declamaciones Marco Aurelio Emperador, y en el iii libro, captulo v i, so el ttulo Ad sapientes pedagogos, introduze estos nueve ayos y persudelos muc ho que en criar a su fijo sean muy cuydadosos, y para este propsito dzeles muchas y muy graves sentencias, las palabras de las quales son stas que se siguen: Fama es muy notoria en Roma, y no menos divulgada en toda Italia, la solicitud q ue he puesto en descubrir tantos sabios para que fuessen de mi fijo Cmodo ayos, l os quales todos examinados, heme quedado con los mejores. Y de verdad en semejan te caso, aunque he hecho mucho, no ha sido tanto como era obligado; porque los p rncipes en los muy arduos negocios no slo han de pedir consejo a todos los buenos, pero aun trabajar de hablar con los muertos. rades xiiii los ayos escogidos y de spedimos los cinco dstos, [596] de manera que soys agora nueve los electos; y, si de verdad soys varones prudentes, de lo que yo he hecho no estarys escandalizado s; porque el enojo de las cosas malas procede de cordura, mas la admiracin de cos as buenas sale de poca esperiencia. No niego yo que los hombres sabios sientan e n s las passiones de hombres como los otros hombres, pues al fin no ay arte ni sc iencia que nos escuse de las miserias de hombres; pero de lo que yo me maravillo es cmo un hombre sabio es possible se maraville ni escandalize de cosa deste mun do, acordndose que el mundo al fin es mundo y todo el mundo no es sino un escndalo ; porque si el sabio muestra sobresalto en cada cosa, qu pregona?: no ser constant e en ninguna. Viniendo, pues, al caso de nuestro particular coloquio, yo os tom para ayos deste

moo, y mirad que entre muchos seal a vosotros pocos, a fin que entre pocos se seale mi hijo; porque la misma obligacin que tiene el padre de buscar buen maestro, aq ulla tiene el maestro de sacar buen discpulo. A mi hijo Cmodo en el puerto de Hosti a su ama le dio dos aos de leche, y su madre Faustina en Capua le dio otros dos d e regalos. Aunque fuera bien escusado, yo como padre piadoso querra darle siquier a veynte aos de castigo; porque a los immortales dioses juro que al prncipe ereder o ms le vale un ao de castigo que veynte aos de regalo. Las amas que cran a los infa ntes, como saben poco; y las madres que los parieron, como los quieren mucho; y el nio por ventura, que no es de muy delicado juyzio, ocpanse slo en lo presente, n o mirando qunto mejor le est al moo el castigo que no el regalo. Pero el hombre sab io y que el juyzio tiene agudo deve pensar en lo passado y con mucha cautela pro veer en lo futuro; porque no se puede llamar sabio el que en sola una cosa es cu ydadoso. Nasci mi hijo Cmodo el ltimo da del mes sxtilis en una ciudad del Danubio, y acurdome cada ao de aquel da que me le dieron los dioses. Acordarme he cada da deste da en qu e le doy a vosotros sus ayos; y tern ms razn de acordarme del da que le di a dotrina r que no del [597] da que le vi nascer; porque los dioses a m y yo a vosotros le d i mortal por ser hombre, pero vosotros a m y yo a los dioses le tornaremos immort al por ser sabio. Qu ms querys que os diga sino que, si tenys en algo lo dicho, tengys en mucho ms lo que os quiero dezir? Quando los dioses determinaron que yo tuvies se hijo y mis tristes hados merecieron que fuesse tal hijo, por cierto entonces los dioses le hizieron hombre entre los hombres por el nima y yo le engendr bruto entre los brutos animales por la carne, pero vosotros si querys le harys dios entr e los dioses por la fama; porque los prncipes la infamia alcanan de ser poderosos y voluntarios, y la fama alcanan de ser sabios y sufridos. Tengo gran desseo que entendissedes bien este negocio, y por esso es necessario l e desaminemos bien por menudo; porque regla general es que siempre la cosa preci osa es despreciada quando del que la possee no es conoscida. Pregntoos una cosa: a mi hijo Cmodo, yo qu le di quando los dioses me le dieron, sino carne flaca y mor tal por corrupcin de la qual avr fin su vida? Pero vosotros le darys tan alta doctr ina por la qual merezca ser de immortal memoria; porque no se alcana la fama por lo que haze el cuerpo flaco, sino por lo que ordena el juyzio claro y executa el coran generoso. O!, si su tierna edad conociesse a su carne flaca que yo le di, y su ofuscado juyzio alcanasse la sabidura que vosotros le podys dar, llamara a vosotr os padres buenos y a m padrastro malo; porque aqul es verdadero padre que nos da d octrina para vivir, y aqul es injusto padrastro que nos da carne para morir. Por cierto los padres naturales de nuestros hijos no les somos sino crudos padrastro s y manifiestos enemigos, pues les dimos juyzio tan torpe, memoria tan flaca, vo luntad tan daada, vida tan breve, carne tan flaca, honra tan costosa, salud tan p eligrosa, hazienda tan enojosa, prosperidad tan perezosa y muerte tan sospechosa ; finalmente dmosles naturaleza subjeta a infinitas mutabilidades y cativa a gran des miserias. No es razn que tengys en poco lo que oy cometo y fo de vuestro parecer y alvedro, co nviene a saber: que tengys cargo de mi hijo el prncipe Cmodo; porque la cosa [598] que los prncipes con mayor madureza han de proveer es la criana de sus hijos a quin la han de encomendar. Ser ayo de prncipes en la tierra es tener oficio de los di oses que estn en el cielo, a causa que rigen al que nos ha de regir, doctrinan al que nos ha de doctrinar, ensean al que nos ha de ensear, castigan al que nos ha d e castigar, finalmente mandan a uno el qual uno ha de ser monarca y mandar el mu ndo. Qu ms querys que os diga? Por cierto el que tiene cargo de criar prncipes y hijo s de grandes seores es governalle de nao, estandarte de exrcito, atalaya de pueblo s, gua de caminos, guin de reyes, padre de hurfanos, esperana de pupilos y thesoro d e todos; porque no ay otro verdadero thesoro de la repblica sino el prncipe que la conserva en paz y justicia. Pues ms os dir porque en ms lo tengys, que, quando os d oy a criar a mi fijo, os doy ms que si os diesse el seoro de un reyno; porque del m aestro de quien se fa el hijo en la vida, depende la fama del padre ya muerto, de manera que no tiene el padre ms gloria ni ms fama de quanto su hijo es de buena y limpia vida. Ass los dioses tengys propicios y los hados muy venturosos, que si h asta aqu velvades en ensear a fijos agenos, de aqu adelante os desvelys con este mi h ijo, pues es para provecho de muchos; porque una cosa que es comn bien de muchos

ha de exceder al bien particular de todos. Mirad, amigos, que mucha diferencia ay de criar hijos de prncipes o ensear moos de pueblos; y la causa desto es que los ms de los que vienen a las academias vienen a deprender a hablar, pero yo a mi hijo Cmodo no os le doy para que le enseys a hab lar muchas palabras, sino para que le encaminys a hazer buenas obras; porque toda la gloria del prncipe est en que sea en las obras que ha de hazer muy cuydadoso y en las palabras que ha de dezir muy recatado. Despus que los moos han gastado lar gos aos en la academia, despus que sus padres han consumido con ellos mucha hazien da, si acaso el hijo sabe disputar y bien parlar en latn o en griego, aunque sea liviano y vicioso todo lo da el padre por bien empleado; porque ya en [599] Roma ms cuenta hazen de un orador parlero que no de un philsopho virtuoso. O!, tristes de los que agora viven en Roma, y muy ms tristes los que a nosotros suscedern en e lla; porque ya no es Roma la que sola ser Roma, conviene a saber: que antiguament e los padres embiavan a sus hijos a las academias a deprender a callar, y agora embanlos a deprender a hablar; entonces deprendan a ser recogidos, agora deprenden a ser dissolutos; y, lo peor de todo, que de las academias y estudios de do sala n todos los sabios pacficos, no salen ya sino oradores parleros y reboltosos; de manera que las sagradas leyes romanas, si los letrados las leen una vez en la se mana, quebrntanlas diez vezes al da. Qu ms querys que os diga, pues no os puedo dezir cosa sin que lastime a mi madre Roma, sino que oy todo el plazer de los hombres vanos es ver a sus hijos vencer a otros en disputas? Pero hgoos saber que toda mi gloria ser quando mi hijo Cmodo sobrepujare a los otros no en hablar, sino en cal lar; no en ser porfiado, sino en ser pacfico; no en dezir sotiles palabras, sino en hazer virtuosas obras; porque la gloria de los buenos est en obrar mucho y hab lar poco. Mirad, amigos, bien, y no se os olvide que oy se fa de vosotros la honra ma, que s oy su padre; el estado de Cmodo, que es mi fijo; la gloria de Roma, que es mi nat uraleza; el assossiego del pueblo, que es mi sbdito; y la governacin de Italia, qu e es vuestra patria; y, sobre todo, se fa de vosotros la paz y tranquilidad de nu estra repblica. Pues de quien se fa tal atalaya no es razn que se duerma; porque en tre sabios y generosos a la gran confiana ha de corresponder muy gran diligencia. No quiero ms dezir, sino que yo querra que de tal manera fuesse criado mi hijo Cmo do, que de los dioses tomasse el temor, de los philsophos la sciencia, de los ant iguos romanos las virtudes, de los ancianos y experimentados los consejos, de la juventud romana el nimo, de vosotros sus maestros el reposo. Finalmente querra qu e tomasse de todos los buenos lo bueno como de m ha de eredar el Imperio; porque aqul es verdadero prncipe y digno del Imperio que, si mira con los ojos [600] los grandes seoros que ha de eredar, emplea el coran cmo ha de governar, y l en provecho d e todos ha bien de vivir. Yo protesto a los dioses immortales con los quales tengo de yr; y protesto a la bondad de mis antepassados, a quien en la fe y lealtad soy obligado a guardar; y protesto a las leyes romanas, las quales yo jur de guardar; y protesto la conqui sta de Asia, la qual yo me obligu de continuar; y protesto a la amistad de los ro dos, la qual me ofrec a conservar; y protesto a la enemistad de los penos, la qua l no por m, sino por el juramento de mis predecessores yo me obligu a sustentar; y protesto a la urna del alto Capitolio do mis huessos se han de quemar, que ni R oma me lo demande siendo vivo, ni los siglos advenideros me maldigan despus de mu erto, si acaso mi hijo, el prncipe Cmodo, por su mala vida fuere ocasin de perderse la repblica, y vosotros por no le dar el castigo necessario se pierda l y se pier da el Imperio; porque no es ms obligado el buen padre de destetar a su hijo de re galo y darle ayo virtuoso. [601]

Captulo XXXIX Que los ayos de los prncipes y maestros que tienen discpulos deven tener gran vigi lancia en que los mancebos no sean desde nios viciosos. Sealadamente los deven gua rdar de quatro vicios. Es captulo notable para que los padres le lean y los hijos

le guarden.

Los famosos y muy expertos cirujanos en las bravas y desaforadas heridas y lceras no slo aplican medicinas y socrocios que las resuelvan o cierren, pero aun aplic an otras que las restrian o defiendan. Y a la verdad no se muestran menos en lo u no sabios que en lo otro espertos; porque tanta diligencia se ha de poner en con servar la carne flaca que no se corrompa, como en curar la llaga podrida para qu e sane y se cierre. Assimesmo vemos que los curiosos caminantes muy por menudo s e informan del camino antes que anden el camino, conviene a saber: si ay en l algn lodaal enojoso, algn barranco peligroso, algn passo que sea estrecho, algn monte so spechoso, alguna senda que descamine el camino. Y cierto el que en esto es cuydadoso, digno es de ser tenido por sabio; porque s egn la muchedumbre de los peligros del mundo, ninguno se ha de tener por seguro s i no sabe d est el peligro. Declarando lo que quiero dezir por estas comparaciones, digo que los ayos y maes tros de prncipes y grandes seores no se deven contentar con saber qu sciencia, qu cr iana, qu doctrina y qu virtud a sus discpulos han de ensear, pero aun con muy mayor v igilancia deven saber de qu males o de qu costumbres malas los han de apartar; por que los rboles, quando son pequeos y tiernos, ms necessidad tienen [602] de podader as que corten las ramas superfluas, que no de muchas cestas para cojer sus fruct as. Los que imponen en andar a las mulas de precio y los que doman cavallos de b uena raa mucho trabajan en que aquellos animales sean andadores, sean ligeros, se an saltadores, sean hazedores; pero mucho ms trabajan en que sean mansos, domstico s y fieles, y, sobre todo, que no tengan algunos malos resabios; porque a la ver dad al animal que no es manso, sino bravo, sobra de locura es ponerle alguno en precio. Dicho esto y presupuesto que passa ass de hecho, pregunto agora yo: si los cavall erizos de los grandes seores trabajan por quitar a los animales (siendo animales) los malos resabios, qunto ms deven trabajar los ayos, si son buenos ayos, que en l os prncipes moos no aya ningunos siniestros de notables vicios? Porque a los moos no les aprovechan tanto todas las virtudes que aprenden como le s daa un slo vicio que les consientan. Caso que de muchas malas costumbres deven l os ayos y maestros apartar a sus discpulos, entre todas quatro son las ms principa les, en cada una de las quales, si el prncipe fuesse notado o infamado, el ayo o maestro que le cri meresca mucho castigo; porque, segn las leyes y costumbres human as, todo el robo o dao que hazen los animales en la via ha de pagar el viadero que se oblig a guardarla. Lo primero, deven los maestros enfrenar y castigar de tal manera las lenguas de sus discpulos, que en burlas ni en veras no les consientan ser mentirosos; porque la mayor falta en un bueno es ser corto en las verdades y la mayor vileza en un vil es ser largo en las mentiras. Merula, en el libro quinto De los Csares, dize que la primera guerra que hizo Ulpio Trajano fue contra Cbalo, rey de los Dacos, el qual se ava rebelado contra los romanos, y aun ava vencido (y no con pequea vic toria) al Emperador Domiciano en una batalla; porque, segn deza Nasica, no era tan to el plazer que tomava Roma en verse muchas vezes vencedora, quanto era el dao y pesar que tomava en verse una vez vencida. El buen Ulpio Trajano dio una batall a al rey Cbalo, en la qual no slo fue vencido, mas aun preso, y ass preso le truxer on delante el Emperador Trajano, [603] y dxole estas palabras: Di, Cbalo, por qu te r ebelaste contra los romanos, pues sabes que los romanos nunca pueden ser vencido s? Respondi el rey Cbalo: Si los romanos no pudiessen ser vencidos, cmo yo venc a Domicia no, que era Emperador de los romanos? Tornle el Emperador Ulpio Trajano replicar a esto y dixo: Muy engaado vives, o! rey Cbalo, en pensar que quando venciste al Empe rador venciste a los romanos; porque quando Rmulo fund a Roma ordenaron los dioses que si su Emperador en alguna batalla fuesse muerto, no por esso se entenda que el Imperio fuesse vencido. Hazen los historiadores muy gran cuenta destas palabra s que dixo Ulpio Trajano porque mostr por ellas ser invencible el Imperio Romano.

Despus que fue muerto este rey Cbalo y por sus demritos fue privado del Imperio, el Emperador Trajano, como era prncipe clementssimo, provey que un hijo pequeo que dex aquel rey Cbalo fuesse criado en su palacio, con intencin que, si el moo saliesse b ueno, le dara el reyno que su padre por traydor ava perdido; porque era ley entre los romanos que todo lo que el padre perda por aver cometido traycin, todo lo recu perasse el hijo por algn acto de fidelidad. Aconteci que, estando el buen Trajano tomando plazer en los huertos Vulcanos, vio al hijo del rey Cbalo y a otros mance bos romanos saltar a furtar fructa de una huerta; y esto no es de maravillar, po rque no haze en los panes ms estrago la langosta que hazen los mancebos de que en tran en una huerta de fruta. Como el Emperador le preguntasse despus de d vena, y l dixesse que vena de la Academia de or retrica, como fuesse verdad que l no vena sino de hurtar fruta; enojse tanto el Emperador Trajano de ver que el moo era mentiroso , que provey y mand que totalmente le privassen de la esperana del reyno. Fue sobre este caso muy importunado el Emperador Trajano, ass de embaxadores estranjeros c omo de senadores naturales, rogndole que mudasse aquella cruda sentencia; porque los prncipes muchas cosas mandan estando ayrados, las quales deshazen estando pacf icos. Respondiles el Emperador Trajano: Si su padre deste moo, que fue el rey Cbalo, fuera prncipe verdadero, ni l [604] perdiera la vida, ni l perdiera el reyno, ni a un pusiera tantas vezes a m y al Imperio en peligro. Y, pues el padre fue mentiro so y el hijo no es verdadero, muy injusto sera tornarle yo el reyno; porque gran infamia sera ma, y aun de nuestra madre Roma, que siendo Roma madre de verdades, d iesse reynos a los hijos de mentiras. Esto fue lo que dixo Ulpio Trajano, y lo qu e le aconteci con el hijo del rey Cbalo. Marco Aurelio, decimosptimo Emperador que fue de Roma, tuvo, segn arriba diximos, dos hijos, el mayor de los quales se llamava Cmodo, y procurava mucho su padre de quitarle la erencia del Imperio, y al segundo hijo, que se llamava Verssimo, qui siera l mucho dexar por eredero, y esto no slo lo tena determinado, mas aun muchas vezes lo deza en pblico; porque con gran trabajo se dissimula lo que en estremo se dessea. Acaso un senador viejo y anciano y que era mucho su amigo de Marco dxole un da, saliendo que salan ambos del Senado: Maravillado estoy de ti, excellente prncipe. Por qu deseredas al hijo mayor y hazes eredero al hijo menor, pues ambos son tus hijos y los dioses no te dieron ms de a ellos? Porque los buenos padres tienen obligacin a sus hijos de castigarlos, mas no tienen licencia de deseredarlos. Respondile Marco Aurelio: Si t fuesses philsopho griego como eres ciudadano romano, y si t supiesses qu cosa es tan dulce el amor de hijo, no ternas compassin a mi hijo que pierde el Imperio, p ero tenerla as a m su padre que se lo quito, ca el moo apenas sabe lo que pierde, p ero yo que soy su padre lloro el dao que le hago; porque al fin al fin no ay oy e n el mundo padre tan crudo, que si lastima a su hijo con el pomo de la espada, n o la eche primero por sus mismas entraas fasta la empuadura. En este caso, por los dioses immortales te juro que hago lo que no querra fazer, y doy lo que no querra dar, y quito lo que no querra quitar, ca Antonio, mi seor y suegro, no me dio el Imperio sino porque jams en m hall mentira; y yo por esso privo a mi fijo del Imper io, porque jams en l fall verdad. No es justo que el Imperio que a m me dieron por v erdadero yo le dexe en erencia a un mentiroso; porque al fin ms vale que el hijo pierda la hazienda, que no que el padre pierda la fama. [605] Por estos dos exemplos podrn ver los ayos y maestros de prncipes y grandes seores q unta solicitud deven poner en que los moos que tienen a cargo no sean mentirosos, y esto ha de ser de tal manera, que (ni de burlas proponiendo, ni de veras respo ndiendo) les consientan dezir ni una sola mentira; porque de mentir de burla en la mocedad viene despus el mentir de veras en la vejez. Lo segundo, deven los maestros apartar a sus discpulos que no sean jugadores, de manera que no se avezen desde nios a ser tahres; porque gran indicio es de perder a s y al Imperio el prncipe que desde nio se aficiona al juego. La esperiencia nos demuestra que el juego es un vicio (segn dize Sneca) que tiene la propriedad del p erro enconado, que al que una vez muerde siempre le haze que ravie, cuya cruda r avia siempre hasta la muerte dura. No sin causa son comparados los jugadores cos sarios a los perros raviosos; porque a todos los que se allegan a su compaa a todo s fazen perder la conciencia y la honra y la hazienda. Acontece muchas vezes que

en aquello que los ayos y maestros avan de ser ms solcitos son ms descuydados y per ezosos, conviene a saber: que so color de una bien escusada recreacin y passatiem po consienten a sus discpulos jugar algn juego, aunque en el juego va poco precio; lo qual ni lo devran los moos hazer, ni menos sus ayos se lo consentir; porque es de tal calidad este vicio, que el nio que se atreve a jugar una agujeta, es de p ensar que en siendo hombre jugar el sayo y la capa. Aplomando ms en el caso, y agr aviando ms este vicio, digo y afirmo que, quando juegan los prncipes y los hijos d e grandes seores, no se ha de hazer cuenta de lo poco o mucho que pueden ganar o perder, que esto sera gran miseria, y aun miseria y poquedad, si por esto se lo v edasse mi pluma; porque a los moos nos les han de vedar el juego por los dineros que pierden, sino por los vicios que cobran. Octavio, segundo emperador que fue romano, fue uno de los felicssimos enperadores que hasta oy ha avido, y entre todas sus virtudes fue notado de una cosa sola, conviene a saber: que desde nio fue vicioso en el juego de la pelota, del qual vi cio no slo fue reprehendido, mas aun fue dl prohibido; [606] porque, segn dize Cice rn en el libro De legibus, quando algn emperador era notado de algn vicio pblico, li bremente le podan yr a la mano en el Senado. Quando fue Octavio reprehendido dest e vicio en el Senado, dizen que dixo estas palabras: Gran sinrazn me hazys oy, Padr es Conscriptos, en este Senado, en quitarme mi passatiempo; porque abasta que lo s prncipes sean tales que aya mucho de que loarlos y aya poco de que reprehenderl os. Fueron estas palabras muy notables y como de tan excellente prncipe dichas; po rque al fin los prncipes, segn los regalos en que se cran y segn la libertad que tie nen, mosles de agradecer las buenas obras que hazen y mucho ms los vicios de que c arecen. Tornando, pues, al propsito, entre los malditos vicios que cobran los nios quando desde nios son jugadores es que se avezan a ser ladrones y mentirosos; porque los dineros que han de jugar para pedirlos a sus padres han vergena, para tomarlos de su hazienda no han eredado. Pedese (y aun dvese) de aqu collegir, que si los moos h an de jugar, foroso es que han de hurtar. El trigessimosexto Emperador de Roma fu e Claudio Lugano, varn que fue en el comer muy tenplado, en el vestir muy honesto , en la justicia muy recto, en las armas muy venturoso, de manera que no slo alan a los godos del Illrico, mas aun dio una batalla a los germanos en la qual mat ms de cien mil dellos. Fue esta batalla acerca del lago Veraco, en un soto que se lla mava Lugano, y por memoria de aquel tan gran vencimiento le llamaron Claudio Lug ano; porque era costumbre en el Senado Romano, que quales obras buenas o malas s us prncipes hazan, tal sobrenombre bueno o malo les davan. Tena este Emperador no ms de un hijo, el qual era prncipe assaz hermoso en el cuerpo, de muy claro y vivo juyzio; pero era aquel moo tan mal inclinado, que el natural bueno que le dio nat uraleza ms le empleava en jugar con otros mancebos, que no en deprender de los ph ilsophos. Y esto no es de maravillar, porque todos los hombres de alto juyzio, si no ay qu ien los constria a hazer actos virtuosos, luego se avezan a cometer vicios muy fe os. Fue el caso que, como aquel prncipe moo no tuviesse ya qu jugar, acord de hurtar de la recmara de su padre una muy rica [607] joya de oro; y de aquel hurto fue s abidor y encobridor su maestro; y, como lo supo el buen Emperador, al hijo total mente priv de la erencia, y a su maestro mand cortar la cabea, y a todos los que ha ll aver jugado con su hijo a todos los desterr del reyno. Puso mucho espanto en to do el mundo este hecho; porque este bien tienen los famosos castigos, que a los buenos pone esfuero para que sean ms buenos y a los malos pone espanto para que no sean ms malos. Dize Merula, libro dcimo De Cesaribus, do cuenta muy por estenso e ste caso, que en ms tuvieron los romanos aver desterrado de Roma a los jugadores, que no aver echado del Illrico a los godos. Y (hablando la verdad) ellos tuviero n razn; porque mayor corona meresce un prncipe por desterrar los vicios de su casa que no por echar a los enemigos de su tierra. [608]

Captulo XL

Do se ponen otros dos vicios de los quales deven los ayos guardar a sus discpulos , conviene a saber: que no sean desvergonados, ni en los vicios de la carne suelt os.

Lo tercero, deven trabajar los ayos y maestros que a los nios que tienen a cargo no les consientan que sean livianos, atrevidos ni desvergonados. Y digo que no le s dexen ser muy livianos porque el moo desassossegado muchas vezes para en viejo perdido. Digo que no les consientan ser atrevidos porque de moos atrevidos se haz en los hombres reboltosos. Digo que no les consientan ser desvergonados porque de l moo desvergonado se haze el hombre escandaloso. En mucho deven tener los prncipes y grandes seores que los ayos de sus hijos se los cren vergonosos y reposados, ca no da ms gloria al rey la corona en la cabea, ni la cadena en los ombros, ni el jo yel en los pechos, ni el sceptro en las manos, ni el enxambre de guardas que tra e en torno consigo, como el assiento y reposo que muestra el moo desde mancebo; p orque un hombre, de qualquier estado que sea, la honestidad que muestra pblica le encubre muchas flaquezas secretas. En los tiempos que imperava Helio Pertinax, diez y nueve Emperador que fue de Ro ma, a la sazn governavan la repblica dos cnsules, que avan nombre Vero y Mamilo, los quales rogaron al Emperador tuviesse por bien de quererse servir de dos hijos s uyos, el mayor de los quales an no ava doze aos. Y, como el Emperador les hiziesse merced de los rescebir, y los padres no fuessen perezosos de se los traer, venid os delante el Emperador, hizieron cada uno dos oraciones, una en griego y otra e n latn, de las quales qued el Emperador [609] muy contento y todos muy espantados; porque en aquellos tiempos ninguno serva a los prncipes romanos si no era muy die stro en la cavallera o muy bile para sciencia. Estando, pues, haziendo sus oracion es estos dos nios delante el Emperador, el uno dellos tuvo puesto los ojos en el que jams los abax y el otro tvolos puestos en el suelo en que nunca por nunca los a l. Y, como el Emperador fuesse tan grave, agradse tanto de la gravedad del nio que t uvo puestos los ojos en el suelo, que no slo le permiti servir a la mesa, mas aun entrar en su cmara. Y esto tvose en mucho como era razn de se tener; porque los prnc ipes no suelen fiar sus mesas ni sus cmaras sino de parientes muy propincos o de criados muy antiguos. Al otro nio que era compaero de ste, tornle el Emperador a su padre, dizindole que, quando fuesse ms vergonoso, l le dava por rescebido. Y de verd ad tuvo razn este buen Emperador en hazer lo que hizo; porque en la gravedad de l os prncipes buenos no se sufre servirse de moos livianos. Pregunto agora yo: a los padres que quieren mucho a sus hijos y dessean que sus hijos sean muy valerosos , qu les aprovecha que los nios sean muy hermosos en el rostro, sean muy dispuestos en el cuerpo, sean muy vivos en el juyzio, sean blancos en las carnes, sean rox os en los cabellos, sean facundos en la memoria, sean biles para la sciencia, si con todas estas gracias que les dio naturaleza son por otra parte atrevidos en l o que hazen, y desvergonados en lo que dizen? Es auctor de lo sobredicho Patricio Senense, libro quinto De rege y regno. Uno de los prncipes bien fortunados y virtuosos fue el gran Theodosio, el qual en tre todas las otras virtudes tuvo una muy sealada, conviene a saber: que jams en s u palacio se sirvi de mancebo que fuesse desvergonado, ni de hombre que fuesse reb oltoso, ni de viejo que fuesse desonesto, ca deza l muchas vezes que jams los prncip es sern bienquistos si los que estn cabe ellos son mentirosos y escandalosos. Como prncipe experimentado y como hombre muy cuerdo hablava este buen Emperador; porq ue si los privados que estn cabe los prncipes son mal sufridos, escandalizan a muc hos; si son mentirosos, engaan a todos; si son desonestos, [610] escandalizan los pueblos; y no se echa tanto la culpa a ellos que lo hazen, quanto a los prncipes que lo consienten. Tena el Emperador Theodosio dos cavalleros en su casa, que se llamavan Rufino y Estellicn, por cuyo parecer y prudencia se governavan las cosa s de la repblica y (segn dize Baptista Ignacio) estos dos quedaron por tutores y a yos de sus hijos de Theodosio, los quales se llamavan Archadio y Honorio; porque (segn dize Sneca) los buenos prncipes quando mueren, ms cuydado han de tener en ver a sus hijos a quin los dexarn, que no qu reynos ni riquezas les dexarn. Este Rufino , y Estelicn, tenan en el palacio de Theodosio sendos hijos, los quales eran en es

tremo bien criados y vergonosos, y por contrario los dos prncipes Archadio y Honor io eran mal disciplinados y no poco desonestos; y desta ocasin el buen Theodosio muchas vezes tomava aquellos nios y los assentava a su mesa, y por contrario a su s proprios hijos aun no los quera mirar a la cara. No se maraville ninguno que en un prncipe tan grave cupiesse y se abatiesse a hazer cosa tan pequea; porque a la verdad los nios bien criados y vergonosos no son sino ladrones que roban los corao nes agenos. Lo quarto, deven los ayos y maestros poner gran solicitud en que, ya que los moos son crecidos, no se les desmanden a encenagar y ensuziar en los vicios torpes y carnales, de manera que la sensualidad y mala inclinacin del moo se recuta y se r emedie con la prudencia del bueno y casto maestro; porque es de tal qualidad est a maldita carne, que llama muy temprano al aldava y, si le abren, jams hasta la m uerte quiere que le cierren la puerta. Los rboles que antes de tiempo brotan y ec han hoja no esperamos en el verano comer dellos mucha fruta. Quiero dezir que los moos que desde muy nios andan en los vicios carnales metidos ningn bien se ha de presumir dellos, sino que ellos y los que tratan con ellos qu anto ms fueren los veremos ms viciosos y muy menos virtuosos; porque a la crescien te de los vicios siempre se sigue la menguante de las virtudes. Aristtiles, en sus Polticas, y Platn, en el segundo libro De legibus, dizen y deter minan que a lo ms temprano no se deven casar los moos hasta que ayan veynte y cinc o aos y las [611] donzellas hasta los veynte aos; porque, llegados a tal edad, res ciben los padres poco dao en engendrarlos y los hijos que nacen son de muy mayor provecho. Pues si esto es verdad, como es verdad, pregunto agora yo: si casarse y procrear hijos, que es el fin del matrimonio, no lo permiten los philsophos has ta que los moos sean muy hombres, qunto menos deven consentir los maestros a sus di scpulos que, siendo como son moos y tiernos, anden en vicios carnales metidos? En este caso y en la guarda deste vicio no se deven los buenos padres fiar solament e de los maestros, sino que ellos deven velar y saber los passos en que andan su s hijos; porque muchas vezes les dirn que andan en romeras y andarn en rameras. El vicio de la carne es de tal qualidad, que no pueden los hombres darse a l sin escrpulo de la conciencia, sin detrimento de la fama, sin prdida de la hazienda, s in corrupcin de la memoria, sin peligro de la persona, sin diminucin de la vida y aun sin escndalo de la repblica; porque los hombres amancebados no poco escndalo su elen poner en los pueblos. Mucho me satisfaze lo que pone Sneca en el segundo De clemencia ad Neronem, do dize estas palabras: Si supiesse que los dioses me avan de perdonar y los hombres no lo avan de saber, sl o por la vileza de la carne no pecara en la carne. Y a la verdad Sneca tena razn; por que dize Aristteles quod omne animal post coitum tristatur dempto gallo. O!, ayos de prncipes y grandes seores, por aquel immortal Dios que nos cri vos juro, y por lo que devys a nobleza vos ruego, que a los discpulos que tenys a cargo los enfrenys co n freno spero, les echys las sueltas cortas, les afloxys muy poco las riendas; ca, si estos moos viven, assaz de tiempo les queda para buscar, para seguir, para alc anar y aun para tropear en pos de las yeguas; porque por nuestra desdicha, este ma ldito vicio de la carne en todo lugar, en toda edad, en todo estado y en todo ti empo tiene sazn, aunque no con razn. Qu os dir en este caso, sino que, passado el ver de de la infancia, desbocados los moos del freno de la razn, heridos con las espue las de la carne, sueltos de las sueltas de la razn, tocada su trompeta la sensual idad, desapoderados (o, por mejor dezir, desamparados) del temor divino, con un furioso bro [612] arremetemos por las xaras y riscos en pos de una yegua, la qual en dexar va poco y en alcanarla va mucho menos?; porque en los vicios carnales e l que menos alcana de lo que la sensualidad le pide, mucho ms tiene de lo que segn razn le conviene. Visto que los ayos sean descuydados, visto que los moos sean atrevidos, visto que los sentidos del todo estn ciegos, visto que los bestiales movimientos cumplen s us apetitos; pregunto agora yo: qu es lo que al moo le queda, o qu es el contentamie nto que de aquella torpedad saca? Por cierto el mancebo carnal y vicioso, despus que de su apetito es vencido, a mejor librar yo no veo en l otro fructo sino que queda el cuerpo manco, el juyzio enclavado, la memoria ofuscada, el entendimient o corrupto, la voluntad daada, la razn tropellada y la fama despeada, y (lo que es peor de todo) siempre la carne se queda carne.

O!, quntos mancebos viven engaados, pensando que por satisfazer y entregarse una ve z de los vicios, dende en adelante se apartarn y dexarn de ser viciosos, lo qual n o slo no les haze provecho, mas aun les es assaz muy daoso; porque el huego no se amata con lea seca, sino echndole mucha agua fra. Pero qu haremos?, que ass se precian oy muchos padres en que sean sus hijos de mugeres traviessos como si fuessen en las sciencias muy doctos y en las armas muy esforados, y (lo que es peor de todo ) a las vezes regalan ms a los nietos hechos de adulterio condenado que no a los hijos nascidos de legtimo matrimonio. Qu diremos, pues, de las madres, que a la ver dad yo he vergena dezirlo, pero ms avan ellas de tener en hazerlo, las quales a escu sa de sus maridos encubren las travessuras de sus hijos, dan a criar a los hijos de sus mancebas, desempanlos quando estn empeados, danles dineros para jugar por lo s tableros, reconclianlos con sus padres quando dellos tienen enojos, buscan dine ros emprestados para rescatarlos quando estn presos, estn siempre con sus vezinos enojadas por no yrles a la mano a sus hijos; finalmente son madres de sus cuerpo s y madrastras de sus almas? Esto he dicho incidentalmente, a causa que muchas vezes los maestros querran cast igar a los moos, y los padres y madres [613] los hazen ser en esto remissos; porq ue poco aprovecha que los calcaares lastimen al animal con las espuelas y por otr a parte le den con las riendas sofrenadas. Tornando al propsito, qu remedio tomarem os para remediar nuestro dao, conviene a saber: si viremos a un moo en la carne vicioso? Yo no hallo otro remedio sino que al fueg o rezio crguenle de tierra, que all morir; y al moo vicioso aprtenle de las ocasiones , y ass se remediar; porque en las guerras alcnase la honra esperando, pero en el vi cio de la carne alcnase la victoria huyendo. * * * Aqu se acaba el segundo Libro del famosssimo Emperador Marco Aurelio con el Relox de prncipes, en el qual se ha tratado de cmo los prncipes y grandes seores se han de aver con sus mugeres y de la criana que desde nios han de dar a sus hijos.

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