Gerhard Steingress - La Cultura Como Dimensión de La Globalización
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Gerhard Steingress
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Tras ser considerada como un mero efecto de la modernizacin tcnica y administrativa o como elemento funcional del sistema social, la dinmica cultural se ha convertido en un tema central de la sociologa1 y la investigacin social, como demuestra toda una serie de estudios empricos, encabezados por la Encuesta Europea de Valores (1982) y el Estudio Mundial de Valores (1990-91) (Inglehart, 1998). Bajo el ambiguo y opaco trmino de postmodernidad, influenciado por una amplia gama conceptual pluridisciplinaria que incluye hasta el llamado pensamiento dbil, se discute el vago perfil de una emergente civilizacin globalizada. A pesar del escepticismo reinante, Anthony Giddens la interpreta como base de una deseada tolerancia cosmopolita (Giddens, 2000). Otros, como Jrgen Habermas, ven en ella la constelacin posnacional y el fundamento de una nueva democracia anclada en la razn comunicativa (Habermas, 2000) y Ulrich Beck la considera como segunda o nueva modernidad que, una vez liberada de la carga de una cultura tipo nacional, tnica o clasista, desarrolla su dinmica en el marco de la sociedad del riesgo (Beck, 2000). No sorprende, pues, que como consecuencia de ello se reabriese el debate sobre la relacin del individuo con un nuevo entorno social especialmente determinado por una tecnologa avanzada y compleja, sobre el sentido de su ser social y, en definitiva, de su identidad. Todos estos cambios influyen en la construccin simblica o cultural del mundo humano y requieren una profunda revisin de su conceptualizacin sociolgica en el marco de lo que Jos Flix Tezanos comprende como necesidad de una actualizacin del paradigma de explicacin sociolgica desde la perspectiva de la realidad del siglo XXI (Tezanos, 2001: 33). A este respecto quisiera partir
1 La gama terica y metodolgica con la que se envoca es muy amplia. Slo quisiera recordar a ttulo de ejemplo las aportaciones de Jeffrey C. Alexander (2000), M. Ferguson/P. Golding (eds., 1998), Philip Smith (ed., 1998), F. Jameson/S. Zvizek (1998), Blanca Muoz (1995) as como el exhaustivo replantamiento que hizo Andreas Reckwitz al respecto (Reckwitz 2000).
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de la siguiente hiptesis para perfilar la relacin entre cultura, identidad y reflexin sociolgica: las nuevas identidades ya no se construyen mediante la delimitacin nacional-cultural, sino ms bien a travs de una transgresin sistemtica de las tradiciones, estructuras y fronteras, como efecto de la imposicin de nuevas realidades sociales en el marco de la globalizacin: la cultura se ha convertido en un reto, tambin para la sociologa. A continuacin sealaremos la necesidad de revisar algunas de las categoras sociolgicas de la cultura en vista de la actual transformacin de los espacios socioculturales procedentes de la era del Estado nacional. Se discutirn los trminos aculturacin, interculturalidad, multiculturalidad/multiculturalismo y transculturalidad, con el fin de proponer el concepto de hibridacin transcultural, ya que consideramos a ste como el ms adecuado para atender a los cambios y actuales tendencias de los espacios socioculturales en los que se genera el nuevo modelo de cultura y socializacin en el marco de la globalizacin. El uso polifactico de este trmino nos obliga a cierta cautela en su aplicacin terica y metodolgica, y exige una precisin previa de nuestro enfoque, centrado en los procesos artsticos como generadores de actitudes y elementos simblicos transgresivos, es decir, dirigidos contra la cultura nacional como concepcin histrico-normativa de la sociedad. Es oportuno recordar el artculo de Arturo Rodrguez Morat sobre los efectos de la globalizacin en el actual mundo artstico, en el que circunscribe a la globalizacin como aquel conjunto de procesos sociales y culturales basados o relacionados con el avance revolucionario de la informtica y las telecomunicaciones, cuyas consecuencias han creado una situacin, donde la definicin territorial de las sociedades se ha convertido en problemtica (Rodrguez, 1999: 54). Es decir, si los conceptos de aculturacin, interculturalidad y multiculturalidad/multiculturalismo fueron definindose para atender a determinados fenmenos socio-culturales desde los presupuestos tericos y metodolgicos de una sociologa basada en la idea de las sociedades como entidades organizadas en el marco de la nacin2, los de transculturalidad e hibridacin transcultural responden a dinmicas que han surgido a consecuencia del debilitamiento del Estado nacional y de las llamadas culturas nacionales, en vista del resurgimiento de nuevos espacios y procesos sociales a nivel global. Partiendo de las reflexiones hechas recientemente por Nstor Garca Canclini en su ensayo sobre la globalizacin imaginada, podramos precisar: se trata de identificar el objeto cultural de la globalizacin desde los presupuestos sociolgicos y de inspirar una teora cultural correspondiente. Esta propuesta no surge del simple perfeccionismo acadmico, sino de la necesidad de adaptar el nivel explicativo de la teora sociolgica a los hechos sociales relacionados con la globalizacin. En su respuesta a la pregunta qu es la globalizacin?, Ulrich Beck la defini como proceso (...) que crea vnculos y espacios sociales transnacionales, revaloriza
Recordemos la Grand Theory de los tiempos de Parsons. Beck, para justificar la necesidad de formular una sociologa de la globalizacin, habla de la anterior sociologa como potencia de orden intelectual que ha dado lugar a una teora del contenedor de la sociedad (Beck 1998: 46).
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culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas (Beck, 1998: 30). El carcter novedoso de esta dinmica no consiste slo en una compleja transgresin de lo poltico, econmico y cultural del marco categorial del Estado nacional hacia las nuevas fronteras de una todava difusa sociedad mundial, o en la acelerada circulacin de las industrias culturales globales: la globalizacin se refleja tambin y sobre todo en la incoercible percepcin de los otros transculturales en la propia vida, con todas sus contradictorias certezas (ibd.). De este modo, la transculturacin se nos revela como uno de los efectos de la dinmica socio-econmica, tecnolgica y poltica a la que estn sometidos todos los componentes de las sociedades actuales, tanto las avanzadas como las dems. A diferencia de los procesos globalizadores anteriores a la segunda mitad del siglo XX, la actual globalizacin desarrolla un carcter totalizador al convertirse en un nuevo rgimen de produccin del espacio y del tiempo (Canclini, 2000: 47). Con ayuda del desarrollo tecnolgico y la aparicin de la sociedad informacional (M. Castells), la economa del mercado no slo convierte en mercancas a las culturas, sino que acelera el acercamiento de las culturas y crea contactos transculturales con sus correspondientes efectos, incluyendo la xenofobia. De acuerdo con la teora sistmica de Niklas Luhmann (Luhmann, 1975 y 1980) podramos entender la transculturacin como la consecuencia de una profunda transformacin de la relacin entre lo social y lo cultural a partir de la diferenciacin social-estructural en funcin de la adaptacin del sistema societario a un entorno cambiante, que es la globalizacin. La sociedad responde a las fases de aumento de complejidad de sus estructuras con una correspondiente transformacin de la semntica, es decir, del conjunto de significaciones, smbolos y sentidos, resumidos bajo el concepto de cultura. No cabe duda, estamos ante un fenmeno emprico muy complejo, al menos en dos sentidos:
A pesar de todo, los Estados nacionales siguen ejerciendo un papel central en las relaciones globales, pero, como destaca Samuel Huntington en su conocido trabajo sobre el choque de las civilizaciones, sus intereses, asociaciones y conflictos estn cada vez ms caracterizados por factores culturales y civilizacionales. (Huntington, 1997: 36) Podemos concluir que la cultura se asemeja cada vez ms al poder como fenmeno central de las sociedades de clases para convertirse en determinante de los emergentes espacios sociales transnacionales, como escribe Beck (Beck,1998: 48 ss.). Segn el socilogo alemn, esta nueva relacin funciona a varios niveles, tal como refleja la
En primer lugar, ante el atractivo de la fusin y colisin productiva de distintas culturas en un espacio o en situaciones de contacto libres de la tradicional sumisin al Estado nacional, se derrumba el mito de la cultura nacional. En segundo lugar, el creciente contraste entre las culturas autctonas establecidas y la experiencia multicultural hace disminuir la relacin entre cultura e identidad, propia del modelo moderno, y replantea el tema central del sujeto y del poder (Moreno, 2002).
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discusin internacional sobre el tema: a un nivel crea relaciones sociales transnacionales, a otro permite la revalorizacin de las culturas locales, dbiles, y en un tercer nivel genera terceras culturas, culturas hbridas. De manera semejante, Rodrguez Morat subraya que tanto la hibridacin como la yuxtaposicin se han convertido en caractersticas de lo que denomina lneas discursivas independientes (...) en el marco de un flujo cultural global de carcter fragmentario (Rodrguez, 1999: 62). Es decir, las relaciones entre las distintas culturas, establecidas en los nuevos espacios sociales transculturales y apoyadas por las nuevas tecnologas y el mercado, representan el ncleo de una nueva dimensin social fundamental en la determinacin de las culturas: la relacin abierta con los otros ha sustituido al modelo nacionalista, etnocentrista e incluso relativizado el occidentalista, y es, cada vez ms, el modelo de la futura cultura mundial. La dialctica inclusin-exclusin, en la que se basaba el anterior modelo de la cultura nacional, deja de ser la principal fuerza constructiva de las identidades colectivas. Ahora bien, sin dejarnos arrastrar por la hegeliana idea de la aparicin de una cultura global y teniendo en cuenta el peso de las culturas nacionales establecidas, hay que admitir que estamos inmersos en una serie de procesos que demuestran que la territorialidad de las culturas se restablece en forma de redes transculturales (p.e. los poblados de la Web). Se trata, pues, de una evasin (transgresin) de lo cultural del marco del Estado nacional, de una profunda perturbacin de la relacin entre cultura y sociedad definida en la idea de la nacin, tanto la tnica como la poltica. Estos procesos son, pues, la conditio sine qua non de la creacin de los rasgos de un nuevo tipo de culturas de masas basadas en la hibridacin.
2. LA AMBIGEDAD DE LA NUEVA DINMICA CULTURAL
La nueva y polifactica dinmica cultural ha despertado el inters de los cientficos sociales y provocado una amplia discusin a nivel internacional, caracterizada por su discrepancia y ambigedad que nutren una polmica que se extiende desde la visin de un republicanismo mundial (Beck, Habermas) hasta el eufrico globalismo neoliberalista. La crtica se centra en revelar las consecuencias de la galopante liquidacin de la diferencia entre las esferas polticas (el Estado) y econmicas (el mercado), la creciente sumisin de lo pblico bajo el mandato de los intereses econmicos, la homogeneizacin y uniformacin social y cultural, as como la americanizacin de la civilizacin occidental, basada en la expansin del capitalismo como modelo social dominante. No obstante, el carcter polifactico de este proceso llam la atencin, como es poco conocido, de Marx y Engels3. A pesar de que la actual globalizacin se caracteriza en muchos aspectos como la verdadera etapa superior del imperialismo (Lenin), es decir, del capitalismo monoplico en expansin global, esta expansin, basada en los ltimos logros de la revolucin cientfico-tcnica, pone de relieve, curiosamente y confirmando la mencionada tesis de Marx y Engels, tanto los lmites del propio modelo capitalista
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hegemnico, como las nuevas posibilidades que genera la intensificacin de las comunicaciones para la creacin de nuevas pautas y smbolos culturales contrarios a las tendencias hegemnicas. Como subraya Garca Canclini, junto a la homogeneidad generada por la circulacin de capitales y bienes, emergen las diferencias culturales. No como simples resistencias a lo global. (Garca, 1999: contraportada). Para analizar la emergente cultura mundial, Emilio Lamo de Espinosa propone comprenderla a partir de una triple y contradictoria dinmica (Lamo de Espinosa, 1995: 72): la primera se refiere a la homogeneizacin como consecuencia de la modernizacin de tipo occidental (la llamada MacDonaldizacin, como anot Ritzer); las dos tendencias restantes son opuestas: por un lado, la revitalizacin poltica y econmica de las grandes culturas histricas, y por otro, la fragmentacin interna de la cultura occidental (ibd.: 73). Concluyendo, podramos decir que el modelo occidental, alienado ya de sus bases nacionales, se ha convertido en pauta cultural universal, aunque su alcance est muy limitado geogrfica y socialmente. Debido a la reaparicin de otros modelos culturales y como efecto de su creciente difusin internacional, la cultura o civilizacin occidental debe ser apreciada slo como un elemento entre otros que intervienen como variables en los procesos culturales contemporneos. Lamo de Espinosa culmina destacando que esta reagrupacin histrico-cultural trae como consecuencia la aparicin de una macro-cultura de la globalizacin que se ve acentuada y contrastada por un regreso a lo micro y a la reafirmacin de identidades particulares (ibd.). No cabe duda que se refiere a lo que Robertson, Appadurai, Featherstone y otros afiliados a los Estudios Culturales tildan con el neologismo de glocalizacin, para evitar la identificacin precipitada de globalizacin con occidentalizacin. Pero, como aade, dichas identidades particulares distan de estar claras y dejan a su paso un gran vaco entre medias (ibd.) que exige respuestas concluyentes. Con esto hemos llegado a un punto clave de nuestra reflexin. En un primer intento por analizar dicho vaco, podramos recordar con Jan Nederveen-Pieterse se trata precisamente de aquel espacio socio-cultural donde se establece el difuso y opaco cruce de culturas, el llamado efecto melange o mestizaje. La cultura, una vez desterritorializada, ha dejado de ser un epifenmeno de lo tnico, se ha librado de su peso nacional, para convertirse en una manifestacin de los estilos de vida anclados en los nuevos espacios multiculturales, generados por la dinmica de los procesos socio3 Ambos vieron en la explotacin del mercado mundial la base econmica para el cosmopolitismo de la burguesa, la superacin de las limitaciones nacionales mediante la creacin de unas estructuras universales de comunicacin e intercambio, y la imposicin de la civilizacin (occidental). Es importante subrayar que incluy en esta dinmica no slo la produccin material sino tambin y expresamente la simblica: Die geistigen Erzeugnisse der einzelnen Nationen werden Gemeingut. Die nationale Einseitigkeit und Beschrnktheit wird mehr und mehr unmglich, und aus den vielen nationalen und lokalen Literaturen bildet sich eine Weltliteratur. Esto fue formulado, sorprendentemente, en el Manifiesto Comunista de 1848, es decir en la fase inicial del capitalismo expansionista (Marx/Engels, 1974: 466). Teniendo en cuenta que la mencionada literatura universal (mundial) se crea a partir de experiencias concretas y visiones compartidas, estamos ante una observacin que recuerda el actual concepto de glocalizacin.
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econmicos, tecnolgicos y polticos.4 Los nuevos perfiles culturales son, por lo tanto, la consecuencia de una semntica reestructurada a partir de los anteriores elementos tnicos. 2.2 La dimensin cultural de la globalizacin
Hay quienes, como Wolfgang Welsch, aun reconociendo la tenacidad de los particularismos, consideran la globalizacin con optimismo. Ven en ella (a) un acontecimiento en pro del intercambio y la interaccin que capacita para la superacin de la era de los nacionalismos y de las perspectivas regionalistas, (b) el inicio de una fase de expansin de una cultura universal a travs de la transculturalidad y (c) la aparicin de un tipo de personalidad cosmopolita, propia de la sociedad mundial (Welsch, 1999: 204). Otros traducen la globalizacin cultural como una opcin de la poltica global para reestructurar el orden mundial, como demuestra el ya mencionado estudio de Huntington, o guardan cierta distancia al destacar la polisemia del concepto como consecuencia del fuerte impacto poltico-estratgico y econmico de la globalizacin. Por otro lado, los decisivamente escpticos, como Lyotard o Gianni Vattimo, interpretan la globalizacin desde su proyecto de postmodernidad y en analoga a los juegos del lenguaje como la base de una pluralidad de formas racionales. Ms cercana a la sociologa sea quizs la concepcin de Jean Baudrillard, quien pone de relieve el agotamiento de un tipo de cultura que era la manifestacin de la voluntad del sujeto y que se ha convertido en simulacro, en repeticin de lo dado en una cada vez ms sofisticada espiral tecnolgica (Baudrillard, 1994). Frente al sujeto que desea se sita el objeto que seduce. La cultura no es el lugar de la realizacin del sujeto, sino el mecanismo de su disolucin mediante el juego de la reificacin. La cultura del simulacro es la consecuencia de la saturacin de lo social en la produccin y reproduccin de una peculiar lgica totalizadora y entrpica, donde lo real se borra en favor de lo ms real que lo real: lo hiperreal (ibd: 9). Dicho de otra manera: la reificacin tecnolgica de lo dado sustituye al sujeto por el juego. Consecuentemente, este tipo de cultura ha perdido su capacidad crtica inherente: ya no hay alienacin, porque no hay conciencia sino simplemente reificacin. De este modo, los efectos de la nueva orientacin cultural slo camuflan los hechos socio-econmicos y polticos, es decir, la dominacin y la represin, convirtiendo a la cultura en un importante referente ideolgico de la era postmoderna. La tica de la cultura del simulacro, liberada de cualquier sujeto histrico, se vende bien y, lo que es ms, permite camuflar los intereses. Habra que completar las conclusiones crticas del pensamiento postmoderno con observaciones ms realistas, como, por ejemplo, las de Jeremy Rifkin (Rifkin, 2000): La globalizacin de la cultura es un fenmeno vinculado a la nueva economa y por esta
Este fenmeno fue analizado, por ejemplo, por parte de la (etno)musicologa (Pelinski, 2000, Mart, 2000) y la sociologa de la msica y la cultura (Steingress, 1998 y 2002). Sobre todo hay que recordar las importantes aportaciones al tema de Arnold Hauser, Howard Becker, Pierre Bourdieu y otros.
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razn es una realidad determinada por el mercado y la tecnologa. As como las empresas se benefician de la reproduccin de la cultura como mercanca, pero al convertirse en productores de una cultura de la empresa en funcin de los valores instrumentalistas del mercado, ellas mismas se convierten en pseudosujetos culturales motivados por la misma racionalidad econmica. De este modo, bajo las condiciones del nuevo ciberespacio y convertida en objeto del marketing, la produccin cultural se convierte en el fin ltimo de la cadena del valor econmico (ibd.: 228) o, lo que es lo mismo, la cultura pasa a ser la reificacin del valor econmico convertido en imagen o apariencia5. Este aspecto ya fue comentado en su poca por Marx y profundizado ms tarde por la Escuela de Francfort y reaparece tambin en la concepcin de la hiperrealidad de Baudrillard: la cultura, adems de ser un reflejo ideolgico de la sociedad, es una tcnica social en manos del poder. Desde nuestra actual perspectiva podramos aadir: la cultura ya no es el lugar donde habita la ideologa, sino que, una vez sometida a la lgica econmica del mercado, tiende a convertirse en su ideologa por excelencia que a travs de su naturalidad aparente sirve como superestructura hiperreal de la expansin del capital a nivel global. Nos enfrentamos, pues, ante una nueva encrucijada de la sociologa. Ya no se trata de comprender la cultura como segunda naturaleza: nos situamos ante una construccin simblica que intenta sustituir la realidad social por el simulacro (la imagen, el smbolo). El cinismo de Baudrillard puede interpretarse como un sntoma del fracaso del proyecto ilustrado de cultura, entendida como realizacin universal de los sujetos, proyecto aun reafirmado de un modo inconfundiblemente pragmtico y positivo por Daniel Bell en su estudio sobre las contradicciones culturales del capitalismo de 1976. All, el socilogo americano adscribi a la cultura occidental la cualidad de ser el componente ms dinmico de nuestra civilizacin, superando hasta al dinamismo de la tecnologa y le otorg la misin de una bsqueda oficial e incesante de una nueva sensibilidad (Bell 1992: 45). Hoy, el optimismo de Bell genera extraeza, al mismo tiempo que ha potenciado una profunda revisin del papel de la cultura en el mundo actual. 2.3 El giro cultural en la sociologa Una primera reaccin a la nueva dinmica de la relacin entre lo social y lo cultural por parte de la sociologa se produjo justo en el momento en que los conceptos de postmodernidad y de globalizacin comenzaron a tomar cuerpo como instrumentos analticos de los actuales cambios socio-culturales en las sociedades interrelacionadas, cuando dichos cambios comenzaron a analizarse como fenmenos globales fuera del contexto hegemnico de la civilizacin occidental. Estamos ante un fenmeno que da cabida tanto a tendencias totalizadoras como a acentuados procesos de individualizacin, a una indudable desintegracin social y cultural, a la par que a la formacin de nuevas esferas, en las que se establecen las futuras relaciones sociales basadas en la semntica de
Como es sabido, Max Weber atribuy el funcionamiento de la racionalidad econmica a la creencia masiva en su funcionamiento, hecho que, por ejemplo, se considera imprescindible para hacer funcionar el sistema burstil.
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las nuevas estructuras de comunicacin electrnica. Asistimos a la desaparicin del tipo de cultura territorializada como modelo hegemnico de la dinmica cultural y a la aparicin de espacios sociales multiculturales. Por lo tanto, hay que buscar las bases de esta nueva fase de diversificacin cultural en los actuales procesos socio-econmicos, tecnolgicos y polticos, para no caer, de nuevo, en la trampa de un culturalismo idealista. Los nuevos procesos han puesto de relieve no solamente la creciente incongruencia entre lo tnico y lo cultural, sino tambin entre las realidades culturales y los conceptos sociolgicos con los que las abordamos. La cultura ha dejado de ser lo que el siglo XIX y buena parte del XX hicieron de ella bajo los auspicios proteccionistas del Estado nacional preocupado por reforzar la identidad nacional mediante construcciones culturales. De este modo, y recordando a Pierre Bourdieu, estamos ante una nueva situacin donde la creciente desigualdad social se refleja en sus dimensiones culturales tanto en el mbito de las nuevas sociedades multiculturales como entre las principales culturas o civilizaciones que caracterizan la vida en nuestro planeta. Como afirma Huntington, estas desigualdades deben considerarse como elementos constitutivos de posibles conflictos violentos a escala global (Huntington, 1997). Otros comparten esta opinin y consideran la globalizacin como un importante campo de conflictividad en la era postindustrial, cuyos antagonismos socioeconmicos quedan ahora perfilados en la dimensin cultural de las sociedades como campos de futuras confrontaciones (Giddens 2000: 16). En este contexto resulta legtimo preguntarse por las consecuencias de estos procesos en la conceptualizacin sociolgica. Podemos explicarlos an con el polifactico y ambiguo concepto de aculturacin? Basta con introducir los trminos tcnicos de multiculturalidad e interculturalidad? Es correcto identificar el neologismo transculturacin con el antiguo concepto de aculturacin? En qu sentido habra que ajustarlos a los actuales procesos de globalizacin desde la perspectiva de una imprescindible reformulacin de la cultura como objeto central de la sociologa contempornea?.
Como ya es sabido, la construccin histrica y la legitimacin del Estado nacional moderno se basa, en general, en dos principios tradicionales: el poltico de la Constitucin y el tnico de la vinculacin a una determinada cultura como marco de inclusin. El principio de la Constitucin es subjetivo al ser la expresin de la voluntad de la ciudadana en cuanto conjunto de individuos que, independientemente de su origen tnico, de su raza, religin o su perfil cultural, se unen como sujetos polticos por su propia voluntad. El principio de la vinculacin cultural recurre a determinantes supuestamente objetivos cuya funcin normativa otorga el carcter nacional a todos aquellos individuos que compartan algunas de las caractersticas consideradas como esenciales. No obstante, deducir de aqu que las naciones culturales seran ms homogneas culturalmente que las constitucionales y que el esencialismo o fundamentalismo cultural seran caractersticas de las primeras mientras que
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el multiculturalismo podra atribuirse sobre todo a las segundas, sera no slo precipitado sino impreciso. Cualquier mirada a la realidad mundial nos demuestra que la dinmica de las relaciones culturales se desarrolla en un alto grado independientemente del tipo de sociedad nacional, sea de tipo constitucional, o sea de tipo tnico, es decir, se entrecruzan en distintos niveles. Hoy se impone como condicin general la tendencia hacia la composicin multitnica y multicultural de muchos Estados nacionales. Los exclusivamente basados en una cultura homognea son ms bien excepciones. De este modo, en las sociedades avanzadas aparecen cada vez ms focos de conflictos sociales camuflados de rasgos culturales y tnicos, especialmente en una situacin de crecientes inmigraciones y del aumento del grado de movilidad geogrfica. El actualmente tan citado choque de civilizaciones no parece ser una simple ficcin, siempre que se tienen en cuenta las subyacentes y cada vez ms preocupantes desigualdades socio-econmicas del sistema mundo actual. Por tanto, entre las consecuencias culturales de la globalizacin reaparecen tambin tendencias opuestas, basadas en el esencialismo cultural o en el fundamentalismo, con connotaciones poltico-ideolgicas. Por todas estas razones resulta imprescindible un anlisis ms detenido de las actuales tendencias culturales y de su significado para el conjunto de sociedades en la era de la globalizacin. Parece que se estn reforzando polticas cuyo origen se remonta al principio de la pureza cultural como base de la organizacin social, es decir, a la distorsionada aplicacin de la frmula herderiana de la cultura como instrumento poltico de homogeneizacin social, consolidacin tnica y delimitacin de los pueblos como sujetos de la historia.. La cultura une y separa al mismo tiempo, se construye en torno a la idea de una identidad colectiva mediante un sistema simblico que debe justificar los procesos de inclusin y exclusin (Eisenstadt & Giesen, 1995). La consiguiente territorializacin de las culturas en el mbito del proyecto poltico del emergente estado nacional pronto dara lugar al concepto de hegemona, basado en la supuesta superioridad de la civilizacin occidental frente a las culturas tradicionales descubiertas en el curso de la expansin colonialista. La debilidad de esta concepcin etnocentrista de la cultura es evidente, pues casi nunca lleg a crear entidades poltico-tnicas correspondientes. Por el contrario: las sociedades nacionales modernas, tanto los Estados-nacin como las naciones-Estados y Estados multinacionales, demuestran que la dispersin tnica es muy grande y el multiculturalismo es una norma independiente de la acentuacin tnica interna. Tal como afirma Lamo de Espinosa, basndose en un estudio emprico que G. P. Nielsson present en el II Congreso Mundial Vasco en 1987, la correspondencia entre nacin y estado ha sido ms bien un ideal romntico (Lamo de Espinosa, 1995: 24), pues de las 575 tnias analizadas slo 28 lograron organizarse como nacin-estado, mientras que el resto vive en varios estados (ibd.). El hecho social de la multiculturalidad bsica de prcticamente todas las sociedades, especialmente las complejas, genera una amplia gama de procesos interactivos, incluso conflictivos, en el establecimiento de marcadores de identidad en vista de las diferencias culturales. La definicin del yo colectivo es la consecuencia de una identificacin contra alguien, efectuada mediante un juego de espejos(ibd.: 30) y esta interaccin/identificacin transcurre en una situacin concreta y ante la influencia de los marcadores de identidad. Haciendo hincapi en el
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conocido teorema de Thomas, y como demuestran los conflictos intertnicos, hay que recordar que cualquier definicin de una situacin como real puede implicar consecuencias reales. En este sentido, el protonacionalismo de tipo herderiano, sigue aun en pie debido a la potencial funcionalidad ideolgica que permite convertir a la etnicidad en un instrumento de confrontacin social ajustable a diversos fines polticos. Como demostr el caso de la desmembracin de Yugoslavia, paradjicamente es la insistencia en el valor de la diversidad cultural que puede convertir la otra cultura en una amenaza para la propia para justificar los verdaderos conflictos sociales subyacentes. Y el multiculturalismo poltico puede llevar a la segregacin interna de la sociedad, es decir, reproducir fronteras tnicas con su consiguiente conflictividad, como demuestra el caso de Estados Unidos. Como destaca Johan Leman en consonancia con la tesis de Huntington, en la era de las crecientes migraciones transnacionales de las periferias a los centros nos vemos confrontados de nuevo con una serie de problemas y conflictos entre las etnicidades indgenas altamente secularizadas y las de los inmigrantes ancladas en la religin como principal marcador de identidad (Leman, 2000). Mas en esta ocasin no se trata de un fenmeno colonial sino de conflictos tnico-culturales que tienen lugar con distintas intensidades en los diferentes espacios sociales de las sociedades avanzadas. Esto ocurre no solamente en los Balcanes o rincones alejados, sino tambin en Espaa: la definicin de la identidad tnica o cultural sigue siendo un instrumento poltico que persigue, adems de la consolidacin del Estado-nacin, sobre todo la destruccin de las relaciones sociales establecidas en el marco del multiculturalismo bsico. La conflictividad intertnica en zonas de alta concentracin de poblacin extranjera procedente del mundo pobre demuestra que la conciencia de la diferencia de los unos y los otros sigue sirviendo como mecanismo de exclusin social y represin. Como seala Welsch, se trata de un concepto poltico peligroso e insostenible, de un derivacin del racismo cultural, en fin, de un anacronismo actualizado (Welsch, 1999: 194-197). Por su parte, Lamo de Espinosa seala que el problema no es tanto el multiculturalismo (...), no es la convivencia, sino el rechazo, no la variedad, sino la fobia hacia lo extrao (Lamo de Espinosa, 1995: 29). La respuesta est, pues, y como demuestra bien el caso de Bosnia, no en la cultura, sino en la economa poltica y en las relaciones de poder, que fomentan la exclusin, tanto a escala nacional como internacional6. En fin, estamos ante una situacin paradjica: el concepto herderiano de la cultura como lnea divisoria entre los pueblos sigue funcionando a nivel de la ideologa y en contra de la realidad social caracterizada por fuertes migraciones y situaciones multiculturales. La construccin ficticia de la nacin como manifestacin de una cultura homognea e nica no se corresponde con la realidad social y cultural de la sociedad, pero influye en la definicin de la situacin con sus a veces negativas consecuencias. 3.1 Aculturacin
Con el trmino de aculturacin, la antropologa y luego la sociologa enfocaron el cambio cultural desde la perspectiva de la imposicin de valores, hbitos, significados y
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costumbres culturales propios de un grupo fuerte a otro dbil. Por esta razn, el concepto de aculturacin tiene una connotacin ideolgica evidente que se pone de relieve en el encubrimiento de los procesos hegemnicos bajo la denominacin, demasiado general, de cambio cultural, y esto tanto en la era del colonialismo como en la del consumismo y del neoliberalismo. El trmino no solamente refleja esta realidad sino que tambin la justifica y la inspira al darle un carcter de objetividad basado en el evolucionismo social. En este sentido, el trmino se us en el marco de la antropologa americana por Boas, Margaret Mead, Redfield, Linton y Herskowitz en su Memorandum on the Study of Acculturation de 1936. Se aplic al conjunto de fenmenos procedentes de los continuos contactos de primera mano entre grupos de individuos de diferentes culturas y a los subsiguientes cambios en sus primitivas pautas culturales. Independientemente del valor cognitivo de tal observacin, el etnocentrismo occidental es evidente: la aculturacin identificada con modernizacin lleva al ascenso cultural y en ltima instancia a la civilizacin. Dos dcadas ms tarde (1958), en el primer diccionario de la sociologa alemana de corte explcitamente emprico, Ren Knig subsumi la aculturacin en el concepto, aparentemente neutral, de cambio cultural, provocado ste por situaciones de contacto entre los representantes de dos o ms culturas, caracterizadas por la progresiva disolucin de las culturas primitivas ante el impacto de la civilizacin occidental, es decir, como una adaptacin ms o menos forzada a una cultura hasta ahora ajena, con el posible efecto de prdida de la propia cultura y una consiguiente proletarizacin (Knig,1967: 296). Como podemos observar, Knig destac las consecuencias sociales del cambio cultural: la imposicin de una cultura hegemnica puede llevar a la depravacin social masiva. La realidad en muchos pases del Tercer Mundo confirma su concepto. La aculturacin remite a la tesis weberiana del espritu del capitalismo como determinante del cambio cultural mediante la creciente e intensificada aplicacin de la racionalidad econmica con arreglo a fines a la organizacin de la vida social y cultural en todas las sociedades. La racionalizacin produce el desencantamiento del mundo, y este proceso es, sobre todo, un proceso cultural. Con la acumulacin expansiva del capital se establece la aculturacin como efecto de la sumisin de las sociedades bajo la racionalidad del mercado capitalista. De este modo, la cultura se convierte en ideologa capitalista, al mismo tiempo que el capitalismo genera su propia cultura frente a las dems. El concepto occidental de aculturacin neutraliza el contenido social de la cultura, convirtindola en una consecuencia cuasi natural de la modernizacin. ltimamente hay intentos de redefinir la aculturacin como sinnimo de transculturacin. En este sentido, Duncan Mitchell la define como proceso por el que un
6 Kaldor habla de una realpolitik impuesta por las lites en el poder basada en la particin de Yugoslavia como objetivo que exigi una justificacin de los conflictos desatados al respecto mediante el odio tnico sembrado: ...fue una guerra de los nacionalistas excluyentes contra una sociedad secular, multicultural y pluralista. (Kaldor, 2001: 64)
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individuo o grupo adquiere las caractersticas culturales de otro individuo o grupo mediante el contacto directo y la interaccin (en Giner et. al., 1998: 10). Sin embargo, tambin esta definicin resulta demasiado general e incluso tautolgica. Resumiendo, y partiendo de la realidad sociocultural actual, podramos sealar principalmente dos deficiencias del concepto aculturacin: primero, oculta el carcter social desigual del cambio cultural y las relaciones de poder que caracterizan las situaciones de contacto; segundo, como sinnimo de transculturacin no distingue entre el simple y cuasi mecnico intercambio cultural y los procesos transculturales de creacin de manifestaciones culturales autnomas e hbridas que se convierten en nuevos objetos de identificacin socio-cultural supranacionales. 3.2 Interculturalidad, multiculturalidad y multiculturalismo
El concepto de interculturalidad surge de la potencial conflictividad entre las culturas como dimensin de las naciones. Como espacio de encuentro y representacin, la interculturalidad aumenta el grado de interconexin de culturas separadas, aunque la raz del problema se mantiene debido a la dificultad estructural para la comunicacin entre ellas: hay relaciones entre distintas culturas, pero con dinmicas diferentes, y la interculturalidad por ejemplo mediante las ferias, exposiciones mundiales, el deporte, giras artsticas slo puede establecer unas relaciones superficiales, temporales, entre sus esferas potencialmente excluyentes. De manera semejante, aunque bajo condiciones distintas, el concepto de multiculturalidad responde a la diferencia cultural. En este caso, las diferentes culturas conviven en el mismo espacio, en la misma sociedad, sobre todo en las grandes metrpolis. Como seala Nielsson, de los 161 estados analizados, slo 28 son monoestatales, el resto cuenta con una composicin pluritnica, y slo 26 son realmente estados multinacionales (Lamo de Espinosa, 1995: 29)7. No obstante, la multiculturalidad de los estados actuales no suele obedecer exclusivamente a su composicin tnico-social, sino tambin incluye a la aceptacin e incluso asimilacin de los elementos tnicoculturales de las minoras por sectores de la poblacin mayoritaria. De este modo, el contacto cultural intersocietal crea nuevas situaciones sociales y estilos de vida basados en el popurr cultural, en el cruce de culturas o mestizaje. Estas situaciones de multiculturalidad en determinadas enclaves sociales de las sociedades modernas y avanzadas crean el multiculturalismo como un comportamiento (poltico) que debe establecer unas condiciones normales de cohabitacin cultural entre los diferentes grupos tnicos. Como destaca Welsch (1999), la convivencia de diferentes culturas en el mismo espacio social ofrece oportunidades tanto para la tolerancia como para el aislamiento, para los fundamentalismos y la confrontacin social. Asimismo, Lamo de Espinosa distingue entre el multiculturalismo como trmino normativo o poltico y su sentido sociolgico que atiende a la existencia de espacios de accin social en los cuales coexisten personas as como grupos sociales con variadas adscripciones e identidades culturales (Giner et al. 1998: 702). El anterior espritu nacional de la cultura se sustituye, pues, por una
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multiforme construccin social de la identidad cultural, el mencionado puzzle, a consecuencia de la creciente interconexin entre las culturas nacionales y la percepcin social que genera a partir tanto de la experiencia concreta con los otros como de forma estereotipada. Para referirse al difcil equilibrio de la estructura multidimensional de las identidades ancladas en diferentes culturas, habla de un multiculturalismo bsico como la garanta del establecimiento de una convivencia pacfica entre los distintos grupos tnicos y culturales (Lamo de Espinosa 1995: 26 ss.), aunque no explica las condiciones sociales y polticas necesarias de este proyecto. El multiculturalismo como actitud es, pues, una respuesta racional a la necesidad de una cohabitacin con los otros. Sus orgenes se sitan en las migraciones masivas de los siglos XIX y XX, y, a su vez, en el resultado de la descolonizacin del mundo tras la Segunda Guerra Mundial que, junto a las consecuencias de las crisis econmicas, llenaron los barrios de inmigrantes laborales. A pesar de que estos rasgos del multiculturalismo histrico se repiten en la era de la globalizacin como fenmeno reciente, habra que destacar la intensificada movilidad social y geogrfica provocada por la internacionalizacin de las empresas, as como los efectos del alcance global de los medios de comunicacin. Los nuevos espacios multiculturales de las metrpolis o determinadas zonas de trabajo, de residencia o de turismo atraen a personas de muy diferente procedencia y con diferentes consecuencias culturales. Apoyndonos en Lamo de Espinosa (Giner et al. 1998: 702) podramos sealar tres grupos de factores polarizadores que intervienen en esta constelacin: primero, el de la tolerancia o la intolerancia; segundo el de la tendencia hacia la asimilacin o el fundamentalismo; tercero, la estabilidad o inestabilidad de las identidades, tanto de las mayoras como de las minoras. En cuanto a los efectos de esta nueva constelacin sociocultural en la era de la globalizacin, tenemos que distinguir entre dos vertientes diferenciadas: Por un lado se producen nuevos espacios de experiencia pluricultural que relativizan el predominio de la cultura fuerte. Se aprecia la variedad cultural en el seno de la sociedad y se rechaza la tendencia a la asimilacin forzada debido al valor que se atribuye a la propia identidad cultural y al derecho a mantener vivos los lazos con la cultura de los pases de origen. Por otro lado, el multiculturalismo es un fenmeno que responde a una diversidad cultural concentrada en zonas reducidas del mundo, asimilado u organizado casi siempre por una cultura mayoritaria o minora dominante, acentuada por la desigualdad social, es decir, con un alto nivel de concentracin de tendencias culturales diferentes y a veces incompatibles. Ambas vertientes pueden producir situaciones de contacto conflictivas en las que intervienen los factores polarizadores y que ponen en peligro las diferentes identidades culturales, especialmente la de la mayora social. En esta situacin, la resistencia a aceptar la convivencia multicultural puede hacer surgir la heterofobia como enfermedad moral, es decir, el racismo como manifestacin del miedo a una sociedad
7 Sera ms preciso hablar de multitnicos, pues una tnia no tiene que constituirse necesariamente como minora nacional o nacin.
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mixta o mestiza (Lamo de Espinosa, 1995: 34). No obstante, han de tenerse en cuenta los factores socioeconmicos y de poder que nos explican la diferencia esencial entre las situaciones de contacto por ejemplo en El Ejido y en Marbella, proporcionalmente sujetas al poder econmico de los grupos sociales en juego. Podemos concluir, pues, que en el fondo el multiculturalismo es slo una variante peculiar y concentrada de la interculturalidad en una situacin de cohabitacin impuesta por factores ajenos a la cultura y que sigue basndose en el concepto de las culturas nacionales o tnicas. 3.3 Transculturacin
Welsch no duda de que el concepto de transculturacin es el que mejor se adapta a la situacin global generada durante las ltimas dcadas. Esta interpretacin se basa en observaciones empricamente contrastables que revelan una nueva dimensin cognitiva del trmino, distinta a la de aculturacin. Tras recordar que la transculturacin no es nueva en la historia y que slo fue relegada a segundo trmino por la visin imaginaria de culturas tnicamente homogneas, distingue entre dos de sus niveles: En el nivel macro, destaca una gran variedad de vida y culturas que se interpenetran y emergen las unas de las otras, dando lugar a la diferenciacin interna y la complejidad de las culturas modernas. Estas culturas, en permanente interrelacin migratoria y comunicativa, generan no slo una uniformidad similar en culturas bsicamente diferentes, sino que tambin dan lugar a la dinmica innovadora que representa la hibridacin cultural. En el nivel micro, estas tendencias se reflejan en una creciente migracin de los individuos a travs de diferentes mundos sociales y sus peculiares identidades. La identidad cultural como factor de cohesin pasa a convertirse en un puzzle compuesto de componentes de origen cultural diferente. Teniendo en cuenta que la realidad de la cultura siempre se ve influida por la concepcin de cultura que se le adscriba, la transculturacin apuesta por una cultura inclusiva y compuesta de mltiples vnculos. Crear nuevos vnculos sociales y simblicos es, pues, el efecto de la transculturalidad en cuanto nuevo hbito que sujeta a cada individuo a toda una serie de influencias culturales diferentes. La conciencia colectiva, que a veces produce una determinada cultura, se ve cada vez menos determinada por factores tnicos, para asumir diferentes estilos de vida, de pensar y sentir que componen los individuos y grupos sociales segn su autoestima y el nivel de consumo que determina el acceso al creciente material multicultural. La transculturacin es, pues, una consecuencia especfica de la creciente permeabilidad de las culturas y como actitud en un nuevo espacio socio-cultural seala el debilitamiento de las anteriores culturas nacionales. Mas, es la transculturacin la condicin para la futura uniformidad o unidad multiforme de una civilizacin nica mundial? Para Welsch se trata de una nueva forma de diversidad cultural, y segn su previsin, las nuevas redes transculturales facilitan la afiliacin a diferentes culturas de un modo semejante al de las tradicionales identidades culturales. Su diferenciacin en el espacio es una ventaja para la coexistencia, que incluye
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la creacin de identidades transculturales que comprenden tanto la dimensin cosmopolita como la afiliacin local, es decir, la glocalizacin (Robertson). Aceptamos, pues, el concepto de transculturacin como una de las nuevas variantes en la construccin de identidades, aunque no compartimos el optimismo de Welsch con respecto al carcter voluntarista de esta orientacin cultural. La transculturalidad no es idntica a la tolerancia cosmopolita de la que habla Giddens, sino que ms bien se trata del efecto de una nueva socializacin que canaliza los espacios culturales de acuerdo con los medios a disposicin y los intereses subyacentes. En este sentido, la cultura sigue siendo la dimensin simblica de una realidad social concreta, y la transculturalidad es una faceta adicional de nuestra identidad cultural en general, una competencia social y comunicativa que nos facilita movernos en el espacio globalizado, estructurado por el poder. Aquellos que no puedan participar activamente en este espacio limitado por el acceso a los conocimientos, la informacin y las redes de comunicacin globales, quedan necesariamente excluidos de los procesos de redefinicin de las identidades culturales, es decir, atrs, limitados a un tipo futuro de cultura tradicional. Por todo ello, surge una serie de preguntas adicionales: En qu sentido la cultura en la era de la globalizacin es capaz de satisfacer las necesidades transculturales vinculadas a la globalizacin, sin disolverse en nuevas funcionalidades ideolgicas como sospechamos al comienzo? En qu sentido estamos creando una nueva cultura basada en la transculturalidad de nuestras identidades? Es el espacio sociocultural, son las llamadas situaciones de contacto capaces de superar la conflictividad procedente de la diversidad cultural? Basta reclamar un relativismo cultural sin reservas, una tolerancia absoluta como medio subjetivo oportuno? No hay tendencias objetivas que permitan superar las diferencias nacionales en las culturas mediante la creacin colectiva de una sntesis cultural igualitaria, solidaria y democrtica? No est una posible solucin en la superacin del mito de la cultura creado durante las ltimas dos dcadas en pro de un nuevo realismo social? 3.4 Hibridacin transcultural
El trmino hibridacin, procedente de la biologa, se ha establecido como metfora que frente al esencialismo o dualismo interpreta los contactos culturales como la fuente de un sincretismo que se establece en un tercer espacio y genera un nuevo tipo de identidad y alteridad. Tras su aplicacin en el anlisis del lenguaje y los gneros literarios (por ejemplo por Bajtin, quin habl de una imaginacin dialgica), fue perfilndose como constructo explicativo de las relaciones interculturales sobre todo en Derrida, Lacan y Bhaba, hasta constituir un concepto general en el marco de los Estudios Culturales. En este sentido, tambin nos llega a travs de la etnomusicologa, que lo utiliza para explicar la produccin de las msicas de fusin, desterritorializadas y postnicas (Pelinski, 2000: 156). Podemos decir que la hibridacin cultural es uno de los elementos activos del cambio cultural y explica la aparicin de nuevas formas culturales a partir del espritu creativo y sintetizador de determinadas subculturas, cuyos productos entran en la circulacin internacional como lingua franca (ibd.: 157). No obstante, debido a la segmentacin
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social y geogrfica de las culturas, debemos distinguir entre un tipo de hibridacin que se lleva a cabo en el marco de una cultura nacional y otra transcultural. En ambos casos se crean nuevas formas culturales mediante la transgresin social y cultural, pero slo en el segundo estamos ante un fenmeno exclusivo de la globalizacin. Adems: mientras que la transculturacin consiste en erradicar determinados elementos culturales y trasplantarlos a otras esferas sociales y culturales, sin que se pierda por completo la conexin con sus anteriores bases, su identidad originaria, la hibridacin cultural hace hincapi en la creacin de unas manifestaciones culturales nuevas, como sntesis de diferentes elementos culturales. La principal caracterstica es, pues, su autonoma subversiva, su transformacin en elemento libre de construccin simblica, y no por casualidad encontramos estos procesos sobre todo en el arte y la msica. Mientras que la transculturacin es el efecto de determinados comportamientos de actores, anclados en sus correspondientes culturas, que generan productos eclcticos a partir de la mezcla y fusin de diferentes elementos culturales o estticos que circulan en espacios culturales definidos, la hibridacin transcultural es algo cualitativamente diferente de la simple transculturacin, al tratarse de un proceso anclado en un nuevo espacio vivencial, desanclado de las culturas de origen y susceptible de un estado aptrida subversivo que permite una nueva creacin de sentido y de formas estticas y simblicas. La hibridacin transcultural es, pues, (a) una fusin innovadora de distintos elementos culturales en situaciones de contacto multiculturales, (b) una praxis sintetizadora, que crea un nuevo sentido y una nueva colectividad subcultural a partir de la transgresin cultural, y (c) que se elabora sirvindose de la experiencia de convivencia entre las culturas que le sirvieron de cantera. Mientras que la simple transculturacin es una combinacin mecnica, temporal, funcional y eclctica, la hibridacin transcultural se basa en el abandono (la transgresin) de la propia cultura para crear algo nuevo. La hibridacin transcultural no es un fenmeno abstracto, sino un determinado tipo de comportamiento sociocultural, inspirado y determinado por las condiciones sociales y culturales de la emergente globalizacin. Bajo su influencia se establecen espacios sociales multiculturales que fomentan un nuevo tipo de creatividad y esttica que luego son asimiladas en el comportamiento cultural de sectores sociales ms amplios, es decir, que sobrepasan los lmites de la subcultura vanguardista que la gener. En fin, con vistas a las nuevas condiciones tecnolgicas de la era de la informatizacin, la hibridacin transcultural se ofrece como generadora de sentido a partir de un nuevo tipo de generalizacin del otro mediante una comunicacin participada, como proyecto ticopoltico que acerca Habermas al constructivismo social de Georg Herbert Mead. En esta situacin cabe preguntarse si la hibridacin transcultural es o no es capaz de determinar los nuevos espacios sociales de produccin y reproduccin cultural en un tipo de sociedad globalizada. Dicho de otra manera: Es la hibridacin slo un efecto de la globalizacin o puede valorarse como una praxis determinante de tal proceso? Ahora bien, los procesos de hibridacin se basan, con todo, en una doble dinmica subversiva: por un lado acentan la deconstruccin de las culturas establecidas, por otro buscan nuevas formas de integracin multicultural. As pues, paradjicamente la hibridacin transcultural requiere de aquello que pretende superar, es decir, de la existencia de naciones, culturas y tnias, y sus correspondientes identidades. De este modo, se trata de una opcin de
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comportamiento cultural ms, que ofrece la globalizacin. Cabe aadir otro complejo de preguntas claves: Es la hibridacin transcultural una manifestacin de los sujetos y de una nueva sensibilidad o ms bien la consecuencia del progresivo dominio de lo aparente, de un tipo de deseo que se ha convertido en mito, en algo propio de la globalizacin imaginada? Hasta que punto se trata de una realidad cultural propia y no de una cultura del simulacro, como insina Baudrillard, o de la indiferencia relacionada con una emergente cultura del narcisismo, segn Christopher Lasch (Lasch, 1999)? En fin: Es la hibridacin cultural parte de lo que Gustavo Bueno rechaz como el mito de la cultura (Bueno, 1996), la pseudocultura segn Blanca Muoz (Muoz, 1995) o la cultura en mosaico avisada hace tiempo por Abraham Moles (Moles, 1978)?. No podemos profundizar en estos aspectos, pero insistimos (a) en el carcter inoportuno de la idea de cultura homognea, (b) que todas las culturas histricas, incluyendo las meramente tnicas, se definen a partir de su interrelacin e interaccin con otras, y (c) que tanto la naturaleza como el cambio de esta interrelacin constituyen un objeto importante del anlisis sociolgico. Por ello, consideramos que la transculturacin e hibridacin cultural son los principales determinantes de la permanente redefinicin cultural, es decir, de la permanente reconstruccin simblica de la realidad social.
4. CONCLUSIONES FINALES: EL PECULIAR PAPEL DEL ARTE PARA LA PRODUCCIN SIMBLICA
Aunque la hibridacin transcultural es una variante de la transculturacin, se trata de una variante especfica. Esta afirmacin es el fruto de toda una serie de conclusiones que he podido extraer de mis investigaciones sociomusicolgicas sobre la dinmica del desarrollo artstico y de la msica popular a partir del siglo XVIII. De acuerdo con los trabajos de Bajtin, Hauser, Featherstone y Bourdieu, consideramos que las transgresiones culturales se producen sobre todo en el campo del arte debido a diversos cambios estructurales que se reflejan a nivel de las necesidades expresivas y estticas. De este modo, los elementos culturales cambian su significado, su estructura semntica segn Luhmann. Es, por ejemplo, el caso de la transformacin de la cultura agraria tradicional en el actual folklore urbano, o de la religiosidad popular en espectculo y valor mercantil. En esta misma dinmica se deja inscribir la actual transformacin de las msicas tnicas en la llamada msica mundial (world-music). En este sentido, tal como qued analizado para algunos estilos de la msica popular etnicitaria (Steingress ed., 2002), la hibridacin transcultural no es un fenmeno exclusivo de la globalizacin, sino la expresin de la dinmica de la cultura misma, que bajo las condiciones de la globalizacin adquiere un peculiar perfil. Su carcter propio consiste en destruir y reorganizar de manera simblica los distintos tipos de otredad, excluidos por parte de la cultura establecida, una recreacin que tiene lugar en los nuevos espacios multiculturales y sus peculiares situaciones de contacto. Para Stallybrass y White (1986) las ferias son un buen ejemplo histrico para demostrar que independientemente de su papel como guardianes de las tradiciones locales fueron
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lugares de transformacin de la tradicin popular mediante la interseccin de diferentes culturas, es decir, de hibridacin (Featherstone 1991: 79). Hoy, estas situaciones de contacto ya no se limitan al modelo de la cultura tradicional y nacional, basadas en lo tnico o en un estilo de vida definido, sino que se ajustan al juego libre e individualizado de elementos tnico-culturales y estilos de vida, que han pasado a convertirse en mercancas o informacin que circulan en las redes de la comunicacin global como nuevos referentes para la produccin simblica, cuyo efecto se refleja en una nueva praxis simblico-esttica. Por ltimo, y para terminar: la globalizacin no es slo un proceso socioeconmico en torno a la produccin, el mercado y el consumo globalizado, no es simplemente un hecho poltico-administrativo o estratgico, sino tambin una nueva condicin histrica para la produccin de significados, es decir, para la produccin simblica de la realidad mediante las nuevas tecnologas de la telecomunicacin, la universalizacin de lo tnico y las situaciones transculturales.
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