Familia y Adolescencia
Familia y Adolescencia
Familia y Adolescencia
AUTORES:
Gonzalo Musitu Ochoa Sofa Buelga Vsquez Marisol Lila Murillo M Jess Cava Caballero
(Departamento de Psicologa Social de la Universitat de Valncia)
ndice
INTRODUCCIN CAPTULO 1: LA ADOLESCENCIA COMO TRANSICIN: LA IMPORTANCIA DEL CONTEXTO FAMILIAR CAPTULO 2: ADOLESCENCIA Y ESTRS FAMILIAR CAPTULO 3: AUTOESTIMA Y ADOLESCENCIA CAPTULO 4: APOYO SOCIAL Y ADOLESCENCIA CAPTULO 5: LA CONDUCTA DELICTIVA EN LA ADOLESCENCIA CAPTULO 6: EL CONSUMO DE DROGAS EN LA ADOLESCENCIA CAPTULO 7: EL MODELO DE ESTRS FAMILIAR EN LA ADOLESCENCIA
INTRODUCCIN
En las ltimas dcadas la investigacin en torno a la adolescencia ha sufrido un cambio de paradigma, al centrarse el foco del anlisis del desarrollo individual en los contextos sociales en los que tiene lugar el desarrollo fsico, cognitivo y emocional del adolescente. En concreto, el contexto familiar ha recibido una especial atencin, hecho que no puede sorprendernos si consideramos que la importancia de la familia es incuestionable; todo individuo vive, a lo largo de su existencia, inmerso en una red de relaciones y actividades conectadas de una forma u otra por lazos familiares. No en vano, la familia sigue cumpliendo un papel central en la vida econmica, afectiva y sexual de los individuos y, de hecho, es considerada como uno de los aspectos ms importantes de la vida para la mayora de las personas, por encima del trabajo, el dinero o los amigos (Comisin de la Comunidad Europea, 1993). Cuando el ser humano alcanza la adolescencia la importancia de la familia no disminuye. Durante esta etapa la familia juega un papel central en aspectos tan esenciales como la formacin de la identidad, la adquisicin de autonoma y, en trminos generales, en el ajuste psicosocial del adolescente. En esta monografa vamos a tratar algunos aspectos relacionados con el adolescente y su contexto familiar. La familia juega un papel fundamental en el desarrollo adecuado del adolescente. Las relaciones familiares influyen en cmo los jvenes negocian las principales tareas propias de su estadio, su implicacin en problemas comportamentales generalmente asociados a este perodo y la habilidad de establecer relaciones ntimas significativas y duraderas. Algunos de los aspectos particularmente importantes en las familias con hijos adolescentes son la potenciacin de la autonoma y de la independencia de los hijos, el grado de control deseado por los progenitores y la cantidad y tipo de conflicto entre los miembros. Cada uno de estos procesos es tratado en profundidad en cada uno de los captulos de esta monografa. Una de las tareas del desarrollo ms importante para el adolescente en el proceso de consecucin de una identidad positiva y estable de adulto es la adquisicin de autonoma. El principal elemento de esta tarea consiste en una separacin o distanciamiento gradual de los adolescentes en relacin con sus padres; supone abandonar la dependencia de los padres que durante la infancia es inevitable. Y aunque en un principio este distanciamiento era entendido como un proceso perjudicial para las relaciones familiares, trabajos recientes indican que, por el contrario, unas relaciones familiares slidas son un prerrequisito necesario para el xito del desarrollo de la autonoma. Un elemento caracterstico de las relaciones familiares durante la adolescencia de los hijos que se ha relacionado con la adquisicin de autonoma por parte del adolescente, es el incremento del conflicto familiar. Aunque este se da en buena parte de las familias, tambin es cierto que existen diferencias individuales y culturales que incrementan o disminuyen la probabilidad del conflicto familiar. Entre las variables culturales, se ha visto que ste es ms probable en las culturas individualistas. Algunas de las variables individuales que se han
relacionado con una mayor probabilidad de conflicto paterno-filial son el nimo depresivo en el adolescente, el consumo de sustancias y la maduracin temprana en las chicas. Uno de los temas de conflicto en este grupo de edad se relaciona con las diversas perspectivas de padres e hijos sobre la cantidad y grado de control que los padres deberan tener sobre distintos aspectos de la vida de los adolescentes. Estos reivindican para s un nmero creciente de reas que anteriormente se consideraban bajo el control de los padres. Por ejemplo, los adolescentes estn menos dispuestos a aceptar la tentativa de los padres de influir en la eleccin de los amigos o el estilo de vestir. Trabajos recientes indican que con el incremento de la edad son ms numerosas las reas en las que los adolescentes estn en desacuerdo con los padres y en las que consideran normal para alguien de su edad poder tomar decisiones, reivindicando para s mismo un mayor espacio de autonoma. Otro aspecto relacionado con el grado de control y que tambin se considera como variable moduladora de las relaciones padres-hijos es la confianza, variable que a su vez depende del grado de conocimiento que los padres poseen de diferentes aspectos de sus hijos y, que a su vez, est ntimamente relacionada con la comunicacin, una de las variables histricamente ms relevantes en las relaciones paterno/filiales. En definitiva, en esta monografa se analizan en su primera parte las caractersticas de la adolescencia -ese perodo de la vida envidiado por muchos y etiquetado como estresante y tormentoso por otros-, que la pueden convertir en una etapa difcil para el sistema familiar (caps. 1 y 2). No obstante, los estudiosos del estrs familiar consideran la adolescencia del hijo mayor como una de las transiciones importantes del grupo familiar, un estresor aadido a los problemas y tensiones familiares. Tambin, se analizan aspectos fundamentales del contexto familiar: la realidad del grupo familiar en la actualidad -la familia como ncleo social que ha sufrido importantes transformaciones en las ltimas dcadas-; la familia como contexto socializador -cmo los padres educan a sus hijos, qu resultados tienen las distintas prcticas parentales y cmo los hijos, sobretodo en el periodo de edad que nos ocupa, tambin pueden educar o socializar a sus padres-; y, por ltimo, algunas notas caractersticas de los procesos comunicacionales y relacionales entre padres y adolescentes. En la segunda parte de esta monografa se hace un anlisis de dos de los principales recursos personales y sociales del adolescente, esto es, la autoestima y el apoyo social. La relevancia de ambos recursos en relacin con el ajuste psicosocial y el bienestar del adolescente est ampliamente constatada. En concreto, se ha sealado que aquellos adolescentes que tienen un concepto favorable de s mismos, que son capaces de establecer unas adecuadas relaciones con sus iguales y que perciben el apoyo de sus padres, manifiestan menos dificultades durante este perodo evolutivo. Ambos recursos, ntimamente conectados entre s, son objeto de anlisis en relacin con el contexto familiar, escolar y de los iguales. Respecto de la autoestima (cap. 3), en concreto, se analiza su origen social, su estructura multidimensional, su contenido y su posible potenciacin. En relacin con el apoyo social (cap. 4), entre otros aspectos, se estudian los principales tipos de apoyo que pueden ofrecerse y recibirse -emocional, informacional, material y de compaa-, y se dedica una especial atencin a la descripcin de la red social y la red de apoyo de los adolescentes. La relevancia del apoyo familiar, las relaciones de amistad y la importancia creciente que las pandillas tienen durante la adolescencia, son cuestiones tambin analizadas.
En la tercera parte, en la que se tratan las conductas de riesgo en la adolescencia, se estudia, por una parte, la conducta delictiva (cap. 5) y, por otra, el consumo de drogas (cap. 6) as como las implicaciones que ambos tipos de expresiones tienen en el medio familiar. Para la mayora de los adolescentes, tanto el consumo de sustancias como la implicacin en conductas delictivas disminuyen de forma importante con la adquisicin de los roles sociales adultos. Sin embargo, tambin es verdad que algunos adolescentes -principalmente chicosmanifiestan ya conductas delictivas en un momento ms temprano de la vida, manteniendo estas conductas en la adolescencia y en la edad adulta. Veremos en estos captulos, los factores de riesgo asociados tanto a la conducta delictiva como al consumo de drogas. Estudiaremos tambin, los distintos modelos explicativos en relacin a la trayectoria de la conducta delictiva y, desde una orientacin epidemiolgica, nuestro inters se dirigir a analizar entre otros, los nuevos patrones de consumo de drogas. La cuarta parte de este libro se dedica a la descripcin de un modelo que permite la evaluacin del estrs familiar durante la etapa de la adolescencia de los hijos (Modelo EFA). En este modelo se describe la forma en que interactan los estresores y los recursos para facilitar o dificultar el desarrollo psicosocial del adolescente y la mayor o menor adaptacin del sistema familiar. En consecuencia, este anlisis puede ofrecer una gua respecto de posibles intervenciones, tanto individuales como colectivas, tanto centradas en grupos de riesgo como en poblacin general, que favorezcan el ajuste psicosocial de los adolescentes y de sus familias. As, se muestran los diversos procesos que pueden ser seguidos por profesionales tales como psiclogos, trabajadores sociales, educadores sociales o pedagogos en su prctica laboral cotidiana. Esperamos, finalmente, que este libro sea de inters y utilidad para todos aquellos profesionales que trabajan directa e indirectamente con familias y con adolescentes, y que desean utilizar el modelo propuesto para ayudar a mejorar el bienestar psicolgico y social de padres e hijos.
familiar. El grupo de iguales se convierte en un poderoso referente para los hijos que puede llegar a desorganizar las pautas establecidas por la familia, a la vez que los cambios evolutivos y necesidades del adolescente son percibidos por la familia como disruptores de su funcionamiento, requiriendo una reorganizacin de sus reglas de interaccin. Por otra parte, eventos tales como el reingreso de los abuelos en el hogar o las preocupaciones laborales de los padres son aspectos caractersticos de esta etapa de la vida familiar. Sin rechazar el hecho de que en esta etapa se producen gran cantidad de cambios, en las ltimas dcadas ha tenido lugar un importante cambio en la conceptualizacin de la adolescencia: es difcil hoy en da seguir manteniendo posturas drsticas acerca de la universalidad de la tensin y el conflicto durante la adolescencia, tal y como defenda Anna Freud en los aos cincuenta, quien lleg a afirmar que ser normal durante la adolescencia es, en s mismo, anormal. Una visin que nos parece ms acorde con la realidad que viven los adolescentes en nuestra sociedad es la que Arnett (1999) plantea, retomando la visin de la adolescencia como un periodo especialmente conflictivo, aunque subrayando que existen importantes diferencias individuales y culturales. As, en relacin con este ltimo aspecto, las diferencias existentes en la valoracin e importancia que se le concede al individualismo entre culturas occidentales y culturas ms tradicionales provocan divergencias en el grado de conflicto experimentado durante la adolescencia: a mayor individualismo, mayor es el grado de independencia que se permite y que esperan los adolescentes. Las diferencias de opinin en cuanto al proceso de independencia entre padres e hijos pueden provocar mayores niveles de conflicto y, parte de la concepcin de la adolescencia que mantienen los padres como un periodo difcil, se debe a su preocupacin porque esa creciente independencia pueda llevarle a participar en conductas de riesgo. Por el contrario, en las culturas ms tradicionales no se espera que los adolescentes gocen de tanta independencia, por lo que se reducen considerablemente los conflictos y la posibilidad de implicacin en conductas no controladas por los padres. Arnett (1999) afirma que, aunque no todos los adolescentes experimentan estrs y tensin, estos son ms probables durante la adolescencia que a cualquier otra edad. Para este autor, la adolescencia se convierte en una etapa ms difcil que otros periodos vitales no slo para el adolescente, sino tambin para las personas que le rodean. La idea de que la adolescencia es difcil se encuentra ntimamente relacionada con tres aspectos clave; mayores niveles de conflicto con los padres, alteraciones del estado de nimo y mayor implicacin en conductas de riesgo. Adems, cada uno de estos elementos tiene diferentes momentos crticos; el conflicto con los padres en la primera adolescencia, las alteraciones del estado de nimo en la adolescencia media y las conductas de riesgo en la adolescencia tarda o primera juventud. (1) Conflicto con los padres. Los adolescentes tienden a ser rebeldes y a resistirse a la autoridad de los adultos. Ya a principios del siglo XX, Hall afirmaba que el incremento del conflicto entre padres e hijos en la adolescencia se deba a la incompatibilidad entre la necesidad de independencia del adolescente y el hecho de que los padres ven en ellos nicamente a unos nios, tratndolos como tales. Al mismo tiempo que el nmero de conflictos diarios entre padres e hijos adolescentes crece, disminuye la cantidad de tiempo que pasan juntos, as como su percepcin de proximidad emocional. Esto hace la adolescencia difcil no slo para los adolescentes, sino tambin para sus padres. De hecho, los padres
tienden a percibir la adolescencia como el estadio ms difcil del desarrollo de sus hijos. Evidentemente, existen importantes diferencias individuales, as como muchas relaciones entre padres y adolescentes donde el conflicto es prcticamente inexistente. Algunas de las variables individuales que se han relacionado con una mayor probabilidad de conflicto paterno-filial son el nimo depresivo en el adolescente, el consumo de sustancias y la maduracin temprana en las chicas. (2) Alteraciones del estado de nimo. Los adolescentes tienden a ser ms verstiles emocionalmente que los nios o los adultos. Experimentan estados de nimo ms extremos y cambios de humor ms bruscos. Tambin experimentan estados de nimo depresivo con mayor frecuencia (Petersen et al., 1993). Cuando se les pregunta acerca de cmo se sienten en diferentes momentos a lo largo del da, manifiestan ms sentimientos que adultos y preadolescentes de autoconciencia y vergenza, torpeza, soledad, nerviosismo y sensacin de sentirse ignorados. Al igual que sucede con el conflicto familiar, los adolescentes varan en el grado en el que experimentan alteraciones de humor. Algunos de los factores que hacen ms probable las alteraciones del estado de nimo en la adolescencia son la baja popularidad entre el grupo de iguales, un rendimiento escolar bajo y problemas familiares tales como el conflicto parental o el divorcio. Cuantos ms eventos vitales negativos experimenten, ms probabilidades tienen de manifestar alteraciones. Sin embargo, y al margen de que estas diferencias individuales sean importantes, la realidad es que la adolescencia es un periodo con grandes probabilidades de ser emocionalmente difcil. (3) Conductas de riesgo. Los adolescentes, en comparacin con nios y adultos, se implican con ms probabilidad en comportamientos temerarios, ilegales y antisociales. Igualmente, es ms probable que causen alteraciones del orden social y que se impliquen en conductas potencialmente perjudiciales para ellos mismos o para la gente que les rodea. En este sentido, a comienzos de siglo XX Hall sealaba que es normal que todos los adolescentes varones sanos atraviesen un cierto periodo antinormativo. As, la adolescencia y primera juventud son los periodos donde ms elevada es la prevalencia de una variedad de conductas de riesgo como, por ejemplo, conductas delictivas, consumo de sustancias, conduccin temeraria y conducta sexual de riesgo. A diferencia del conflicto con los padres y de las alteraciones del estado de nimo, los mayores ndices de conducta de riesgo se dan en la adolescencia tarda y temprana juventud (Arnett, 1999). Evidentemente, la mayor implicacin en estas conductas confirma la idea de la adolescencia como un periodo difcil. En este mbito tambin es importante reconocer la existencia de diferencias individuales. Algunas de estas diferencias pueden pronosticarse a partir de la conducta en periodos anteriores a la adolescencia. Los nios con problemas de conducta son especialmente proclives a implicarse en conductas de riesgo durante la adolescencia. Las diferencias individuales en caractersticas tales como la bsqueda de sensaciones y la impulsividad tambin contribuyen a las diferencias individuales en la conducta de riesgo durante la adolescencia. Como vemos, estos tres aspectos son algunos de los elementos que, al margen de diferencias individuales y culturales, permiten identificar la adolescencia con un periodo crtico.
En la base de todas las transformaciones aludidas subyace un nuevo modelo social con un predominio de nuevos valores, que se traducen en nuevos comportamientos. Estos cambios nos sitan ante adolescentes que habitan en contextos familiares que en algunos aspectos son diferentes a las familias de dcadas previas: adolescentes que viven en familias con menos hermanos, con padres separados, en familias monoparentales o reconstituidas, con ambos padres trabajando,...
Cuadro 1.2. Los valores de la familia espaola. Alberdi (1999)
Libertad. En la familia espaola contempornea, en trminos generales, existe ms libertad; comparado con pocas anteriores, los miembros de la pareja son ms libres en tomar la decisin de continuar o no la relacin de pareja, as como de tener o no tener hijos. Adems, los hijos tambin gozan de mayor libertad de accin y de toma de decisiones en el mbito familiar. Bienestar. Frente a la idea de sacrificio presente en los ncleos familiares tradicionales, hoy en da prima la idea de la bsqueda del bienestar de todos los miembros de la familia y de la bsqueda de la felicidad individual.
Igualdad. Este valor tambin impregna el contexto familiar; actualmente ambos cnyuges son considerados iguales ante la ley, as como los hijos, tanto si han nacido dentro del matrimonio como si no. Solidaridad. La solidaridad entre los miembros de la familia es un valor que ya estaba arraigado profundamente en la familia tradicional y que se mantiene en nuestros das. La familia pone sus recursos en comn; entre los miembros de la pareja, en primera instancia, extendindose la solidaridad a hijos y ancianos. En la familia se intercambian recursos econmicos, trabajo domstico, servicios, se intercambian afectos, relaciones sexuales, en una palabra, todo. Este intercambio transciende generalmente los lmites del hogar domstico a travs de lo que llamamos la familia amplia, las redes de parentesco que vinculan unos hogares y otros porque se sienten pertenecientes a un mismo grupo. Tolerancia con la diversidad. Aunque en el pasado tambin existan muchas de las diversas formas familiares actuales, lo que caracteriza a la situacin actual es la mayor tolerancia a la diversidad. La aceptacin del matrimonio sin hijos, de la convivencia sin matrimonio o del nacimiento de hijos fuera del matrimonio est generalizada consagrando estas conductas como formas alternativas y legtimas de vida personal. Tanto ms sorprenden estas actitudes cuando se advierte que algunas de estas formas de convivencia estn poco extendidas entre nosotros. Individualismo y privacidad. Hoy en da, en nuestra sociedad, prevalecen ideas tales como el individualismo, el valor de la vida privada, el sentido de fugacidad de la vida y la urgencia de las gratificaciones inmediatas. Valores de este tipo tienen una incidencia notable sobre la familia. As, por ejemplo, el valor del individualismo se ve reflejado en la aparicin e incremento del divorcio por mutuo acuerdo en los pases europeos. El que la voluntad individual prime sobre la supremaca de la institucin es un interesante indicador del cambio de valores. Los modelos de felicidad. Las familias tradicionales y las familias actuales se distinguen, ante todo, por sus finalidades prioritarias. Actualmente, la principal finalidad de las familias es la felicidad de sus miembros. En este sentido, es precisamente la bsqueda de la felicidad la principal motivacin que se encuentra en la raz de los cambios actuales de los comportamientos individuales y familiares.
Sin embargo, la principal diferencia no debemos buscarla en las formas familiares, sino en los valores y normas de comportamiento que contrastan con los de hace algunas dcadas. En este sentido, Alberdi (1999) habla de democratizacin de la familia (ver cuadro 1.2.). Todos estos cambios en el contexto familiar se han de tener presentes cuando investiguemos o intervengamos con adolescentes.
Entre los cambios contextuales encontramos que, durante la adolescencia, se convierten en elementos fundamentales de socializacin otros contextos diferentes al familiar: el grupo de iguales, el entorno escolar, los mass media, etc., comienzan a ser un referente imprescindible y, en ocasiones, en conflicto con el entorno familiar. Sin embargo y, como sealan Kuczynski y Lollis (1998), los padres son las personas que se encuentran, potencialmente, en la mejor posicin para proporcionar una socializacin adecuada y prosocial a sus hijos. En primer lugar, aunque existen muchas oportunidades de variar y reducir el impacto de la socializacin parental, hay razones biolgicas de base para la influencia contextual que proporcionan los padres; el sistema padres-hijo/a nace con un sesgo determinado biolgicamente favoreciendo la influencia parental. En segundo lugar, existen razones culturales; a pesar de los serios competidores que tienen los padres en su rol de agentes socializadores, nuestra sociedad an les otorga la principal autoridad en el cuidado de los hijos. Los padres tienen una serie de derechos y responsabilidades legales en el mbito del cuidado de los hijos que les permite el control sobre ellos. En tercer lugar, los padres son las personas con mayores posibilidades de establecer relaciones significativas con sus hijos. Desde el momento del nacimiento y, durante muchos aos, los padres alimentan, dan cario, protegen, cuidan y juegan con sus hijos, actividades que sientan las bases para una fuerte unin entre padres e hijos. Por ltimo, los padres tienen una importancia primordial en los procesos de socializacin porque tienen ms oportunidades que ninguna otra persona de controlar y entender la conducta de sus hijos. Todas las razones propuestas por estos autores en torno a la importancia de la socializacin familiar siguen estando vigentes, en mayor o menor medida, cuando el hijo atraviesa la etapa de la adolescencia. Evidentemente, el proceso de socializacin familiar se ha estudiado desde diferentes perspectivas tericas, a la vez que han sido diversos los elementos de la socializacin en los que se ha hecho nfasis. En este apartado vamos a tratar brevemente tres aspectos que han recibido una considerable atencin por parte de los estudiosos del tema. En primer lugar, consideraremos algunos de los mecanismos a travs de los cuales se produce la socializacin, es decir, los estilos y prcticas de socializacin. En segundo lugar, trataremos la relacin entre dichos mecanismos y los efectos que estos tienen en el adolescente, es decir, las consecuencias de la socializacin. Por ltimo, plantearemos un tema que ha suscitado recientes debates en este mbito; la direccionalidad de la socializacin. 1.3.1. Estilos y prcticas parentales en la adolescencia Para comprender en profundidad los procesos de socializacin familiar, Darling y Steinberg (1993) sugieren que es crucial establecer una clara distincin entre los objetivos a los que va dirigida la socializacin, las prcticas utilizadas por los padres para ayudar a sus hijos a alcanzar dichos objetivos y el estilo parental o clima emocional dentro del cual ocurre la socializacin, es decir, entre aspectos de contenido -prcticas parentales y objetivos de socializacin- y aspectos contextuales -estilos parentales-. El estilo parental puede definirse, segn estos autores, como una constelacin de actitudes hacia el nio que, consideradas conjuntamente, crean un clima emocional en el que se expresan las conductas de los padres. Estas conductas incluyen aquellas dirigidas a alcanzar un objetivo de socializacin -es decir, las prcticas parentales-, as como conductas
que no se encuentran dirigidas a la consecucin del objetivo de socializacin, tales como gestos, cambios en el tono de voz y el lenguaje corporal o la expresin espontnea de las emociones. A su vez, los valores u objetivos de socializacin incluyen la adquisicin de habilidades y conductas especficas del nio (habilidades sociales, habilidades acadmicas, etc.) as como el desarrollo de cualidades ms globales en el nio (curiosidad, independencia, pensamiento crtico, etc.). Lgicamente, estos aspectos de la socializacin familiar se encuentran ntimamente relacionados con el contexto cultural en el que se halla integrado el individuo. Los procesos que ligan las conductas de los padres y de los hijos no son universales; no se mantienen iguales con independencia de las caractersticas de los participantes o de los contextos en el seno de los cuales ocurren dichos procesos. Los valores y normas culturales determinan la conducta real de los padres y el modo en que los hijos interpretan los objetivos y la conducta de sus padres, as como la forma en que los adolescentes organizan su propia conducta. A) Estilos parentales. La inmensa mayora de las investigaciones iniciales acerca de los estilos parentales destacan dos dimensiones o factores bsicos que explicaban la mayor parte de la variabilidad de la conducta disciplinar. Aunque cada autor utiliz denominaciones diferentes, la similitud de las dimensiones propuestas es notable, pudiendo unificarse en los trminos apoyo parental y control parental. En funcin de estos dos factores, se ha intentado describir una tipologa de los estilos disciplinares para, a partir de ella, poder analizar los antecedentes y consecuentes de las diversas formas de socializacin. Uno de los trabajos clsicos y, sin lugar a dudas, el ms citado sobre control parental y autonoma del hijo es el de Diana Baumrind de finales de los aos setenta. Para esta autora, el elemento clave del rol parental es socializar al nio para que se conforme a las necesarias demandas de los dems mientras mantiene un sentido de integridad personal. Diferencia tres tipos de estilos parentales en funcin de la dimensin de control: (a) el estilo autoritario, cuando los padres valoran la obediencia y cree en la restriccin de la autonoma del hijo; (b) el estilo permisivo, cuando los padres proporciona toda la autonoma posible, siempre que no se ponga en peligro la supervivencia fsica del hijo y, (c) el estilo autorizativo, cuando los padres intenta dirigir las actividades del hijo de modo racional y orientado al problema. Maccoby y Martin (1983) han realizado una categorizacin de los estilos parentales en funcin de las dos dimensiones ortogonales de responsividad -contingencia del refuerzo parental- y exigencia -nmero y tipo de demandas hechas por los padres-, dando lugar a cuatro estilos parentales (ver cuadro 1.3): autorizativo, donde los padres mantienen un estilo responsivo a las demandas de sus hijos pero, al mismo tiempo, esperan que sus hijos respondan a sus demandas; autoritario, donde los hijos experimentan un estilo parental caracterizado por la asercin de poder, donde se espera la obediencia a las reglas, donde a los hijos no se les permite hacer demandas a los padres y donde es ms probable la utilizacin del castigo fsico; permisivo, donde los padres son razonablemente responsivos pero evitan regular la conducta de sus hijos. Estos padres imponen pocas reglas a sus hijos, realizan pocas demandas para el comportamiento maduro, evitan la utilizacin del castigo y tienden a ser tolerantes con un amplio rango de conductas; y negligente, donde los padres tienden a limitar el tiempo que invierten en las tareas parentales, minimizando el tiempo de exposicin a los inconvenientes que suponen estas tareas.
EXIGENCIA
Estilo Autorizativo
Estilo Autoritario
NO EXIGENCIA
Estilo Permisivo
Estilo Negligente
B) Cambios en las prcticas parentales durante la adolescencia. En relacin con las dos dimensiones principales de la socializacin familiar, durante la adolescencia los padres han de ser, por una parte, responsivos con las necesidades del adolescente para incrementar su responsabilidad y toma de decisiones en la familia mientras que, al mismo tiempo, han de mantener un alto nivel de cohesin y afecto en el entorno familiar. Es decir, a medida que el nio comienza a asumir ms responsabilidades y llega a tener ms confianza en s mismo, se darn con mayor probabilidad resultados favorables en su desarrollo si los padres continan siendo fuente de apoyo para sus hijos. Por otra parte, las relaciones padres-hijos previas a la adolescencia se caracterizan por su asimetra en la dimensin control; es en esta dimensin donde es ms probable que se produzcan las transformaciones ms importantes en la forma de la socializacin (Holmbeck et al., 1995). En este sentido, mientras que los nios en las culturas occidentales necesitan de un grado elevado de control y supervisin, la meta de la socializacin familiar durante el periodo de la adolescencia es, de algn modo, estimular el que sean personas independientes y autnomas, aunque en un contexto de cuidado, afecto y relaciones familiares ntimas y cohesivas. As, los padres se ven en la necesidad de cambiar la forma en que manejan las relaciones con sus hijos. Por lo tanto e, idealmente, la forma de socializar a los hijos en este perodo se encuentra menos dominada por la autoridad y el poder paterno: la forma de la socializacin debe cambiar en trminos de mayor flexibilidad y responsividad. Algunos de los retos ms difciles de la educacin de los hijos durante la adolescencia son: renegociar la forma de relacin con un hijo/a sexualmente maduro; revisar y modificar las discusiones familiares, as como las normas y reglas; negociar el nivel de supervisin y control, a la vez que se facilita la socializacin del nio con su grupo de iguales. Cambios y retos de este tipo requieren de una modificacin en las propias prcticas y estilos parentales, de forma que stas estn en consonancia con las necesidades cambiantes del desarrollo del nio. 1.3.2. Consecuencias de la socializacin familiar Adems del acuerdo generalizado respecto de las dos dimensiones que subyacen a los estilos parentales, entre los primeros investigadores en este mbito de estudio se produjo rpidamente un gran consenso acerca de la asociacin entre estilo parental y consecuencias en el desarrollo psicosocial del nio. Los nios modelo o nios a los que Baumrind llamara ms tarde instrumentalmente competentes eran producto de hogares en los que los padres se comportaban de una determinada manera. Estos padres eran afectivos, establecan normas
racionales y claras a la vez que permitan al nio autonoma dentro de esos lmites y eran capaces de comunicar con claridad sus expectativas y las razones de tales expectativas (Darling y Steinberg, 1993). En lneas generales, la investigacin en torno a las distintas consecuencias de los diferentes estilos de disciplina en los adolescentes indica que el estilo autorizativo -al menos en las culturas occidentales- se encuentra ms relacionado que el resto de estilos parentales con altos niveles de ajuste, madurez psicosocial, competencia psicosocial, autoestima y xito acadmico. Por el contrario, los adolescentes cuyos padres son autoritarios y coercitivos en sus relaciones con ellos son: (a) menos propensos a implicarse en explorar alternativas de identidad; (b) ms proclives a adoptar normas morales externas, en lugar de internalizar las normas; (c) suelen tener menor autoconfianza y autoestima y, (d) tienen ms problemas en utilizar sus propios juicios como gua de conducta. Estos adolescentes tendrn dificultades para ser autnomos, ya que tienen menos desarrollado el sentido de su propia identidad, confan menos en su competencia y son ms susceptibles a la presin de sus padres, porque han aprendido a depender de fuentes externas de aprobacin y gua (Noller y Callan, 1991). Los adolescentes cuyos padres adoptan estilos inductivos y democrticos, por otra parte, son capaces de tomar sus propias decisiones y formular planes apropiados. Curiosamente, estos adolescentes tambin toman decisiones y realizan planes que son ms satisfactorios para sus padres. La paradoja es que en los hogares democrticos los adolescentes se identifican fuertemente con sus padres y, a la vez, han internalizado las reglas y valores de sus padres. Ms especficamente, Steinberg (1990) ha encontrado que cuando faltan uno o ms de los componentes del estilo autorizativo, comienzan a hacerse evidentes algunos resultados adversos. Los adolescentes de hogares autoritarios puntan alto en medidas de obediencia, pero bajo en medidas de competencia. Los adolescentes de hogares permisivos confan en s mismos, pero muestran altos niveles de consumo de sustancias y tienen dificultades escolares. Finalmente, los adolescentes de hogares negligentes muestran las ms bajas puntuaciones en competencia y las ms altas puntuaciones en problemas de comportamiento en comparacin con los otros estilos parentales. Dados estos resultados, parece ser que tanto la responsividad como la exigencia se encuentran relacionadas con un conjunto diferente de consecuencias para el desarrollo del adolescente. Mientras que la responsividad parece estar relacionada con la autoestima y las habilidades sociales, la exigencia parece promover el control de los impulsos y la responsabilidad social. En cuanto a las prcticas parentales concretas, los adolescentes muestran resultados ms favorables cuando sus padres: (1) mantienen normas claras en relacin con el comportamiento de sus hijos; (2) refuerzan las reglas y regulaciones con sanciones que no son abiertamente punitivas o facilitadoras de ciclos coercitivos; (3) proporcionan una disciplina consistente; (4) explican sus afirmaciones; (5) permiten la reciprocidad entre padres e hijo/a en las discusiones familiares; (6) se implican en la vida diaria del adolescente y lo animan a desarrollar habilidades tiles, particularmente en las reas donde es ms probable el comportamiento de riesgo y, (7) potencian la diferenciacin permitiendo al adolescente desarrollar sus propias opiniones en un entorno cohesivo (Holmbeck et al., 1995).
1.3.3. Direccionalidad de la socializacin Una cuestin clave en el mbito de la socializacin familiar ha sido la direccionalidad que se otorga a este proceso. A pesar de que ya han pasado ms de treinta aos desde que Bell introdujo la idea de que los hijos influyen en el comportamiento de los padres, la mayor parte de las conceptualizaciones de la socializacin familiar han seguido siendo, implcitamente, unidireccionales. En ellas se asume que los nios entran en un mundo que contiene significados, reglas y expectativas preexistentes mantenidas por sus padres y los otros significativos de su contexto cultural y que, mediante la interaccin con su entorno social, van internalizando estas ideas gradualmente (Kuczynski y Lollis, 1998). Sin embargo, y sobre todo durante la adolescencia, no se puede soslayar el importante papel socializador que desempean los hijos. En este sentido, Baumrind ya sugiri que los nios contribuyen a su propio desarrollo a travs de la influencia que ejercen en sus padres. Esta autora consideraba el proceso de socializacin como dinmico. As, el estilo parental utilizado altera la receptividad de los nios a los esfuerzos socializadores de sus padres. En concreto, el estilo autorizativo incrementa la efectividad de la paternidad modificando las caractersticas del nio que, a su vez, potencian las habilidades de los padres para actuar como agentes de socializacin. Como afirman Grotevant y Cooper (1998), en el modelo de Baumrind la direccionalidad de la socializacin se podra entender de forma que en el estilo autoritario y en el permisivo el control en las relaciones se produce principalmente en una nica direccin. En el caso del estilo autoritario, este va de los padres a los hijos; en el caso del estilo permisivo, este va de los hijos a los padres. Ambos estilos difieren del autorizativo, el cual implica una interaccin bidireccional entre padres e hijos. Algunos de los modelos ms recientes en torno a la socializacin familiar han dirigido sus esfuerzos a demostrar la necesidad de establecer un cambio en premisas bsicas tales como la direccionalidad del proceso -de unidireccional a bidireccional, de considerar que las influencias en la socializacin tienen una nica direccin o sentido, desde los padres hacia los hijos, a considerar que estos tambin juegan un papel activo en el proceso de socializacin al influir en sus padres-. Este cambio de perspectiva se traduce en un cambio en la interpretacin de la agencia o causalidad, del poder y de los resultados de la socializacin. As, la causalidad o agencia se transforma desde la consideracin de los padres como nicos agentes de la socializacin, y en donde los hijos son meros sujetos pasivos, a considerar a los hijos como agentes activos en el proceso. Estos adoptan una postura activa hacia las ideas de sus padres evalundolas, interpretndolas y seleccionando de entre ellas las que consideran ms convenientes. El poder en la relacin ya no se asigna en su totalidad a los padres, sino que se asume que padres e hijos interactan en relaciones interdependientes e ntimas donde cada uno es vulnerable y a la vez tiene poder en relacin con el otro. Es ms, los hijos experimentan ms poder en la relacin con sus padres que con cualquier otro adulto. Por ltimo, los resultados de la socializacin ya no necesitan ser evaluados en funcin de la similitud entre padres e hijos; las diferencias entre padres e hijos no significan necesariamente fracaso en la socializacin, sino que pueden ser resultados deseables del desarrollo (Kuczynski y Lollis, 1998).
de la familia actan y piensan todos del mismo modo- y el desligamiento -que significa un bajo grado de cohesin, en el que los miembros son independientes y tienen poca influencia los unos sobre los otros-. Las relaciones ptimas son aquellas que muestran un equilibrio entre individualidad y cohesin. El modelo de individuacin propuesto por Grotevant y Cooper (1985) consta de cuatro factores. Dos reflejan aspectos de la individualidad: la asercin/afirmacin de s mismo, esto es, la capacidad de tener un punto de vista y de comunicarlo con claridad, y la separacin, esto es, la capacidad de expresar la diferencia entre s mismo y los otros. Los otros dos factores implican aspectos diferenciados de apoyo e implicacin dentro de la familia: se trata de la permeabilidad -mostrar responsividad y apertura a las ideas de los otrosy mutualidad -mostrar sensibilidad y respeto en las relaciones con los otros-. De la investigacin de estos autores se desprende que la co-ocurrencia de estos factores en las relaciones intrafamiliares define el contexto del desarrollo en la adolescencia contribuyendo tanto al desarrollo de la identidad y la autoestima del adolescente, como a la adquisicin de capacidades interpersonales, tales como el asumir el rol del otro y habilidades de negociacin. 1.4.2. Temas de discusin y conflicto familiar Como hemos indicado previamente, aunque es evidente que para muchos jvenes la adolescencia no es un periodo particularmente turbulento, que las relaciones con los padres son ms una muestra de armona que de conflicto, que muchos se identifican con sus padres y los aprecian, esto no significa que el conflicto no est presente en la escena familiar ni que el adolescente transite sin problemas en su trayecto hacia la edad adulta. En realidad, el conflicto se entiende como una consecuencia asociada a determinadas circunstancias, como la bsqueda del adolescente de una mayor libertad para tomar sus propias decisiones, junto con la percepcin de que esa libertad est amenazada por los padres. Algunos autores sealan que los conflictos existen, aunque no estn relacionados con los valores de fondo o las cuestiones ms importantes de mbito moral, poltico o religioso, sino que se dan fundamentalmente en relacin con problemas de menor relevancia, tales como el modo de vestirse, la actividad en el tiempo libre o la hora de llegar a casa por la noche. Slo un porcentaje mnimo declara tener relaciones conflictivas: la mayor parte muestra confianza en la relacin con su propia familia, que es valorada por su funcin afectiva; las divergencias de opinin no se consideran en trminos de conflicto, sino como diversidad que no perjudica la seguridad de la interaccin afectiva, ni la aceptacin recproca, ni la calidad de la relacin. Tambin se ha observado que el gnero y la edad modulan las relaciones entre los miembros. Por ejemplo, los adolescentes tienen ms conflictos con la madre que con el padre, pero al mismo tiempo declaran tener con ella interacciones ms positivas. El nivel de conflictividad ms elevado parece estar relacionado con el hecho de tener comunicaciones ms frecuentes y significativas con un progenitor que con el otro: este hecho no sorprende si se piensa que en nuestra sociedad es la madre la que est ms implicada en las rutinas cotidianas de la vida familiar, as como en los problemas emocionales e interpersonales. Por otra parte, parece que hay un tipo especfico de conflicto con cada uno de los progenitores: con la madre, el desacuerdo se relaciona con las buenas maneras o buena educacin, con la eleccin de los amigos, la ropa y las tareas domsticas, mientras que con el padre, los
adolescentes tienen problemas relativos a la paga, al uso del tiempo libre y a las actitudes hacia la escuela, estudios y salidas nocturnas. Uno de los temas de conflicto en este grupo de edad se relaciona con las diversas perspectivas de padres e hijos sobre la cantidad y grado de control que los padres deberan tener sobre distintos aspectos de la vida de los adolescentes. Estos reivindican para s un nmero creciente de reas que anteriormente se consideraban bajo el control de los padres. Smetana (1989) ha confrontado las ideas de padres y adolescentes -de 12 a 19 aos- a propsito de las reas que deberan estar bajo el control de los padres: tales reas se relacionan con problemas de naturaleza moral, personal y de convenciones sociales. Segn esta autora, a menudo los conflictos surgen a causa de las diversas interpretaciones dadas a los eventos o a las reglas por los diversos miembros. Durante la adolescencia, el joven comienza a considerar que legtimamente ciertas cuestiones dependen de una toma de decisiones personal, visin que no es necesariamente compartida por los padres. En general, los padres mantienen que las reas bajo su propio control son ms numerosas que las indicadas por los hijos. Los problemas de carcter moral y aquellos concernientes a las convenciones sociales se mantienen como reas legtimas del control parental, pero a menudo los padres quieren controlar incluso las reas ms personales. Es, precisamente, en torno a estas cuestiones donde es ms probable que se produzca el conflicto. El conflicto ser funcional dependiendo del contexto en el que se manifieste y de los otros comportamientos de los que se acompaa. Si bien el conflicto se ha considerado a menudo como indicador de incompatibilidad, hay pruebas de que puede tener tambin una funcin constructiva cuando tiene lugar en condiciones intersubjetivas de confianza e intimidad. La forma en que los miembros de la familia muestran sus puntos de vista y sus desacuerdos con los otros parecen predecir la capacidad de adaptacin y la habilidad de relacin de los hijos adolescentes. En tales interacciones los hijos pueden escuchar, tomar en consideracin e integrar diversos puntos de vista; las decisiones se toman a travs de negociaciones ms que despus de imposiciones unilaterales por parte de uno de los padres o de la aparente indiferencia. En la prctica, en tales circunstancias se evidencia la concurrencia de conflicto y cohesin. Al contrario, cuando el conflicto familiar es hostil, incoherente y con una escalada de intensidad, los hijos se sienten abandonados y evitan la interaccin con los padres. Por lo tanto, lo importante no es nicamente controlar la ocurrencia o no-ocurrencia de conflicto, sino el contexto en el que ste se produce; si ste es un contexto cohesivo, la aparicin de cierto grado de conflicto puede proporcionar beneficios personales y una mejora de las relaciones. Retomando, para finalizar, la nocin de la adolescencia como una etapa difcil, queremos sealar que aunque los conflictos tiendan a ser sobre cuestiones aparentemente mundanas o triviales tales como la apariencia personal, las citas, la hora de llegada a casa o el aspecto, esto no significa que la adolescencia no es un momento difcil para padres y adolescentes como resultado de sus frecuentes conflictos sin importancia. A este respecto, la literatura sobre estrs proporciona evidencia sustancial de que no son los eventos catastrficos los que provocan la experiencia de elevado estrs. Por el contrario, muchas personas experimentan un elevado nivel de estrs debido a una acumulacin de irritaciones y agravios menores, los problemas cotidianos de la vida. As, para padres y adolescentes
puede ser verdad que sus frecuentes conflictos suelan estar relacionados con cuestiones diarias relativamente mundanas. Sin embargo, puede ser que el fastidio de estos frecuentes conflictos sea responsable de la percepcin de que la adolescencia es un periodo difcil (Arnett, 1999). Adems, puede que no sean tan triviales las cuestiones de conflicto entre padres y adolescentes como parecen en un principio. Algunos conflictos son provocados por la cuestin de cundo los hijos pueden quedar y con quin, a dnde se les permite ir y hasta qu hora pueden permanecer fuera de casa. Estos temas pueden servir como aproximaciones a cuestiones ms serias tales como el consumo de sustancias o el sexo. Controlando cundo los adolescentes pueden quedar y con quin, los padres controlan indirectamente las oportunidades sexuales del adolescente. Intentando restringir dnde pueden ir los adolescentes y hasta qu hora pueden estar fuera, los padres quizs estn intentando limitar al adolescente el acceso al alcohol y a las drogas, protegerlos de la peligrosa combinacin consumo de sustancias-conduccin de un vehculo y restringir las oportunidades de tener contactos sexuales que fueran de riesgo.
epidemiolgicos que informan que en estos ltimos veinte aos se ha producido un vertiginoso incremento de suicidios entre los adolescentes. La contribucin relativa o exclusiva del estrs en este tipo de conducta as como en la iniciacin y mantenimiento de un amplio rango de otros desrdenes y conductas de riesgo es en la actualidad objeto de debate. As, son numerosos los intentos dirigidos a identificar los tipos de estresores experimentados por los jvenes as como a clasificar los eventos vitales y dificultades cotidianas en funcin de la severidad del impacto (Compas, Hinden y Gerhardt, 1995). La muerte de uno de los padres, seguido del divorcio de los padres, del ingreso en prisin, del embarazo y del desempleo, son segn indican los estudios, los estresores ms importantes o graves en la adolescencia. De cualquier forma y con independencia de la presencia de estresores graves como los sealados, se constata que en la adolescencia existen perodos o fases en las que algunos jvenes no consiguen implicarse en los eventos que ocurren en su entorno. Estos adolescentes no encuentran satisfaccin en las actividades que realizan, lo que les lleva a la experiencia recurrente de aburrimiento, que a su vez, se constituye en una nueva fuente importante de estrs. Para algunos adolescentes que no tienen inters por el trabajo escolar y que se aburren, para otros, ste se experimenta fuera de este mbito, en concreto, en el tiempo dedicado al ocio. Por tanto, las preocupaciones, dificultades y tensiones cotidianas son parte de la vida del adolescente y tanto el apoyo social como la autoestima son recursos que pueden amortiguar los efectos negativos de las experiencias estresantes. En la adolescencia, la red social se ampla y posibilita que la persona obtenga estima y aceptacin de otras relaciones sociales, diferentes a las que originariamente encontraba en la familia. El grupo de iguales se convierte en esta etapa crtica, en una fuente valiosa de apoyo social (ver cap. 4). Sin embargo tambin es cierto que no slo es fuente de apoyo social sino tambin y a menudo, una fuente importante de estrs (Heller, Price y Hogg, 1990). Para el adolescente, el miedo a ser rechazado, a ser diferente o a ser castigado por el grupo, le lleva a mostrar conformidad con el grupo social que ejerce en ltima instancia, una fuerte presin. La imagen personal, la forma atltica o el nivel econmico tienen normalmente, un profundo significado durante la adolescencia, sirviendo de baremos con los que medir el valor de los otros. Esta bsqueda del adolescente de nuevos contextos sociales se relaciona por otra parte, con un incremento de conflictos familiares. De hecho, la adolescencia representa para la familia una fase particularmente estresante siendo una etapa de crisis potencial para el desequilibrio familiar.
lado, la continuidad de la familia y, por otro, permitir el crecimiento de sus miembros (Pardeck, 1989). Desde una perspectiva normativa, se considera que la familia progresa a travs de una serie de etapas o puntos nodales en su desarrollo (Carter y McGoldrick, 1989). En cada punto nodal del ciclo vital, la familia se reorganiza con el fin de acceder con xito a la siguiente fase. En estas transiciones evolutivas, como hemos sealado, una etapa particularmente crtica para el equilibrio familiar, es la adolescencia. En esta etapa -la familia con hijos adolescentes- se producen, como puede apreciarse en el cuadro 2.1., importantes cuestionamientos en relacin con la interaccin familiar. Las modalidades habituales de funcionamiento que hasta entonces han sido utilizadas con xito -cuando los hijos eran pequeos-, resultan ahora inadecuadas. Los temas de autonoma y de control deben renegociarse, permitiendo de este modo la separacin o distanciamiento gradual del adolescente con la familia. Para algunas familias, esta fase representa una etapa especialmente estresante al aumentar de forma importante los conflictos y discusiones familiares. El adolescente pide cambios que le permitan sentirse como una persona que ha crecido. Esta bsqueda de mayor autonoma implica la introduccin de nuevas reglas de relacin en la unidad familiar; unos cambios que con frecuencia son incompatibles con los intereses familiares. Adems, aparece en escena como se ha mencionando con anterioridad, un sistema poderoso y a menudo competidor con la familia; el grupo de iguales. Este nuevo contexto social se convierte en un referente fundamental para el adolescente, siendo de hecho, el objeto de los numerosos conflictos familiares que ocurren en esta etapa crtica.
Flexibilidad creciente de las fronteras familiares para aceptar la independencia de los hijos y el debilitamiento de los abuelos
La familia en esta fase de su estadio se encuentra por lo tanto con la tarea de sincronizar dos fuertes movimientos antagnicos: por una parte, la tendencia del sistema hacia la unidad (mantenimiento de lazos afectivos y sentimiento de pertenencia) y por otra parte, la facilitacin de la diferenciacin y de la autonoma de sus miembros (Olson, 1991). La prdida de equilibrio que genera este punto de transicin puede impulsar un nuevo movimiento que favorecer el crecimiento familiar, o por el contrario, ser el objeto de un estancamiento temporal en el desarrollo familiar. Adems de estas fuentes normativas de estrs familiar asociadas a cada etapa del ciclo vital, la familia est condicionada a vivir otros eventos estresantes inesperados o no normativos, tales como crisis econmicas, muerte repentina o enfermedad crnica de alguno de sus miembros. Estas fuentes no normativas de estrs familiar, a diferencia de los estresores normativos como son los que se asocian a su ciclo vital, no son previsibles, en el sentido de
que no se espera que ocurran como parte de su desarrollo familiar. Al contrario, son eventos inesperados, de aparicin generalmente abrupta y con la suficiente magnitud como para inducir importantes cambios en el sistema familiar. Este tipo de estresor no tiene por qu ser negativo sino que puede ser positivo -ganar la lotera-. Lo importante es el manejo que haga la familia de este estresor situacional y que depender de la percepcin que de l tenga la familia. Si los recursos estn ya saturados o agotados por haber afrontado otros cambios vitales, los miembros de la familia pueden ser incapaces de hacer posteriores ajustes frente a estresores sociales adicionales. Un esfuerzo en esta direccin, en la clarificacin de los factores que intervienen en el ajuste familiar frente a la acumulacin de estresores, son los modelos de estrs familiar que veremos a continuacin.
De acuerdo con Hill, la variable (A) es el evento estresor precipitador de la crisis. Este evento representa para la familia una situacin con la que ha tenido poca o ninguna preparacin anterior, por lo que resulta problemtica. Ningn estresor es el mismo para todas las familias y su impacto vara en relacin a los problemas que pueden acompaarlo. Por otra parte, el factor B hace referencia a los recursos de la organizacin familiar en trminos de la adecuacin-inadecuacin de la organizacin familiar. Entre los factores asociados a un buen ajuste a la crisis, destacan la adaptabilidad familiar, la integracin familiar, las relaciones afectivas entre los miembros, el buen ajuste matrimonial, las adecuadas relaciones paterno-filiales, el consejo familiar en la toma de decisiones y la experiencia previa de xito con otras crisis.
Finalmente, el factor C representa la definicin del evento como estresante y se define como el grado en el cual se percibe la situacin como una amenaza para el estatus, las metas y los objetivos de la familia. En funcin de los factores ABC, la familia puede entrar en un estado de desequilibrio en el que las demandas superan los recursos familiares de tal forma que el sistema familiar queda bloqueado e incapacitado. La tensin es tan elevada que los recursos del propio sistema no son adecuados para el mantenimiento de la misma estructura familiar, por lo que se produce cambios en los roles, en las tareas o en las expectativas. En este sentido, la manifestacin de un trastorno psictico en un adolescente de 15 aos genera por ejemplo en una familia en la que ambos padres trabajen fuera de casa, una tensin lo suficientemente elevada como para que sta deba introducir cambios en su estructura. En estas circunstancias, es probable que la familia recurra a su red de relaciones ntimas para encontrar una persona que se ocupe del hijo mientras que ambos padres trabajan fuera de casa, o incluso, es posible que uno de los padres deje temporalmente el trabajo para afrontar esta nueva situacin. Esta pionera formulacin de Hill (1949), es objeto, en las dcadas de los aos sesenta y setenta, de un gran nmero de trabajos que permiten avanzar rpidamente en su comprensin y en su aplicacin en distintos mbitos de intervencin. En la actualidad, la preocupacin de los investigadores se ha dirigido al cambio de orientacin lineal-causal del modelo ABC-X a una perspectiva ms sistmica. A este respecto, diversos autores han introducido conceptos claves que refinan y clarifican el modelo original de Hill. Entre las aportaciones ms relevantes, destacan las de Boss (1988) y las del grupo de McCubbin (1983, 1987, 1996) que introducen y estudian trminos como ambigedad de lmites, acumulacin de estresores y afrontamiento. De hecho, el equipo de McCubbin propone como veremos con posterioridad, un nuevo modelo de estrs familiar basado en la propuesta original de Hill. Con respecto a los nuevos constructos que fundamentan los nuevos modelos de estrs, tenemos el de ambigedad de lmites, introducido por Boss a finales de los setenta. Este concepto hace referencia al grado de incertidumbre en la percepcin de la familia acerca de diversos aspectos bsicos: lo qu es y lo qu no es una familia, quin es quin, qu roles y qu tareas hay en el sistema familiar y cunta apertura tiene la familia para permitir la entrada de diversidad de estmulos en su unidad. Otro concepto fundamental para la teora del estrs familiar es el de acumulacin de estrs desarrollado por McCubbin y Patterson (1981). Este concepto se define como la suma de estresores normativos y no normativos, adems de las tensiones intra-familiares que estn impactando simultneamente en el sistema familiar. Se plantea que una familia que debe afrontar un estresor como una transicin en su ciclo vital puede tener ms dificultades para adaptarse a otro estresor al carecer de recursos para afrontar cualquier estresor adicional. Consecuentemente, si los recursos estn ya saturados o agotados por haber afrontado otros estresores, los miembros de la familia pueden ser incapaces de hacer posteriores ajustes, para afrontar con xito otros estresores sociales adicionales. En este sentido, McCubbin y Patterson postulan como se ha sealado con anterioridad, que los cambios en la vida familiar son aditivos y que en algn punto alcanzan el lmite de la familia para adaptarse a ellos. Cuando se piensa en estos trminos, se comprende que las familias que experimentan nuevos eventos
estresores antes de que hayan resuelto los anteriores, tienden a estar en un mayor desequilibrio que aquellas que han controlado adecuadamente los estresores anteriores. En esta lnea, otro concepto relevante y muy til es el de estrategias de afrontamiento. Este concepto que se refiere a la definicin que hace la familia de la severidad del estresor experimentado y de sus demandas adicionales, resulta importante por el hecho que dirige el inters hacia los procesos de control ms que a las relaciones deterministas. La atencin no se dirige a cmo contribuyen las estrategias de afrontamiento a la cantidad de crisis experimentada en una familia, sino a la medida en que la definicin influye en los diferentes procesos del sistema; organizacin familiar, comunicacin familiar, autoestima,... La investigacin ha constatado a este respecto, que las familias tienden a manejar las situaciones estresantes con ms xito cuando son capaces de definir las situaciones de manera optimista y proactiva. Inversamente, cuando una familia ha definido una situacin de manera pesimista, la situacin es ms difcil de controlar. Desde esta perspectiva, el equipo de McCubbin operativiza estas ideas a finales de los ochenta en un modelo conocido como el modelo T-Doble ABCX de ajuste y adaptacin familiar. Esta formulacin se inspira en el modelo de Hill (1958) y en el primer modelo de McCubbin y Patterson construido inicialmente a principios de los ochenta, a partir de los resultados de un estudio longitudinal realizado con familias de prisioneros y desaparecidos de la Guerra de Vietnam. McCubbin y McCubbin (1987) con el modelo T-doble ABCX elaborado a partir de diferentes presupuestos fundamentales sobre el funcionamiento familiar (ver cuadro 2.2.), se interesan por dos fases diferenciadas en el proceso de afrontamiento de los cambios y eventos vitales estresantes: ajuste y adaptacin. Plantean que el estrs aparece cuando las demandas que recaen sobre la familia superan sus recursos de afrontamiento. Frente a esta situacin, surgen dos tipos de respuestas; el ajuste asociado a situaciones que requieren cambios menores en el sistema familiar y la adaptacin, que se produce cuando el ajuste no es suficiente para afrontar el estrs. En este caso, tiene lugar una importante reorganizacin de la familia, como sera por ejemplo, trasladarse a otra ciudad para encontrar trabajo o acoger a una hija que acaba de separarse con sus dos hijos pequeos.
Cuadro 2.2. Supuestos principales del modelo T-Doble ABCX con respecto al funcionamiento familiar
1. Las familias se enfrentan a dificultades y a cambios como un hecho natural y predecible a lo largo de su ciclo vital; 2. Las familias desarrollan recursos y capacidades bsicas, por una parte, para promover el desarrollo de sus miembros y de la familia como unidad y, por otra, para protegerla de las dificultades importantes que aparecen en los momentos de transicin y de cambio; 3. Las familias desarrollan recursos y capacidades especficas para protegerse, por una parte, de los estresores y de las tensiones inesperadas o no-normativas y por otra, para promover la adaptacin despus de la crisis, de las transiciones o de los cambios; y 4. Las familias se benefician y a la vez contribuyen a la red de relaciones y recursos en la comunidad, en especial en los momentos de estrs y de crisis.
Tanto en la fase de ajuste como en la de adaptacin, intervienen unos factores bsicos que determinan la introduccin o no, de cambios menores o mayores en el funcionamiento familiar. Como puede verse en el grfico 2.2., el modelo T-doble ABCX plantea que el nivel de ajuste familiar y /o la transicin de la familia en una situacin de crisis (X) en respuesta a un evento estresor o transicin, est determinado por (A) el evento estresor o transicin y su grado de severidad, (V) la vulnerabilidad de la familia, (T) la tipologa o tipos de familia, (B) los recursos de resistencia de la familia, (C) la evaluacin que hace la familia del evento y por la capacidad de solucin de problemas de la familia y (PSC) las respuestas de afrontamiento a la situacin familiar.
Grfico 2.2. Fase de ajuste del modelo T-Doble ABCX
Un aspecto importante con respecto al nivel de ajuste familiar y la transicin de la familia en una situacin de crisis (factor X) es el hecho de que algunos eventos vitales estresantes y transiciones no crean problemas importantes en el sistema familiar debido, fundamentalmente, como hemos visto, al tipo de familia, recursos, capacidades de afrontamiento y habilidades en la solucin de problemas, valoraciones y grado de vulnerabilidad. En estos casos, la familia se desplaza a travs de la situacin con relativa facilidad y la maneja de forma positiva, implicando ajustes o cambios mnimos en el sistema familiar. De esta forma, una familia con fuerte vinculacin emocional que est firmemente convencida de que su hijo adolescente tiene un estilo de vida totalmente saludable, se enfrentara a un evento estresor importante si descubriera que su hijo consume los fines de semana drogas de diseo. Esta situacin implicara en la unidad familiar un estado temporal de desequilibrio. El ajuste de la familia, es decir, la recuperacin del equilibrio, tendra lugar si con cambios mnimos consiguiese que su hijo abandonase este hbito. As por ejemplo, si con estrategias de afrontamiento tales como, hablar seriamente con el hijo sobre el peligro de las drogas o llevarle a un centro en el que vea por s mismo las consecuencias tan adversas que pueden derivarse del consumo de drogas en jvenes que presentan estados de psicosis txica, el hijo abandonase esta conducta de riesgo, la familia conseguira un nuevo ajuste. Sin embargo, es posible que en esta situacin, la familia no tenga xito por lo que se precisen cambios ms importantes en el sistema familiar -cambios en sus reglas, lmites y modelos globales de conducta-. Puede obligar al hijo a regresar ms pronto, puede retirarle recursos como el dinero o puede finalmente castigarle con no salir. En este tipo de situacin,
la familia no logra tener estabilidad, experimenta desajustes y el resultado no es otro que un estado de crisis familiar. La crisis se caracteriza por la incapacidad situacional y transicional de la familia para restaurar la estabilidad, por su lucha cclica de ensayo y error para reducir la tensin, complementada con los esfuerzos por provocar cambios en la estructura familiar y en los modelos de interaccin, lo que tambin contribuye a la inestabilidad de la familia. La crisis, tal y como se ha definido, implica desorganizacin y demanda de cambios en la unidad familiar para restaurar la estabilidad a su nivel previo de funcionamiento familiar o a otro nivel ms alto o ms bajo. As, en el supuesto de que los cambios introducidos por esta familia no tengan xito, sta puede recurrir a cambios ms fundamentales como pensar en cambiar sus mtodos de disciplina bsicos o en trasladar al hijo a otra ciudad. Este movimiento para iniciar el cambio en la unidad familiar ya no corresponde a una fase de ajuste sino que marca el comienzo de la fase de adaptacin del modelo T-Doble ABCX de ajuste y adaptacin familiar. Es muy importante considerar que una familia "en crisis" no implica el juicio de valor estigmatizante de que algo en la familia ha fracasado, es disfuncional o se encuentra necesitada de una orientacin profesional. Ms bien, muchas, si no la mayor parte de las crisis familiares, son a diferencia de este caso, normativas e implican cambios en la estructura familiar y en los modelos establecidos de interaccin, con el fin de afrontar cambios en el desarrollo de los miembros de la familia y en el sistema familiar. Otras crisis familiares se activan por decisiones familiares de llevar a cabo cambios estructurales (por ejemplo: separaciones, carrera dual, reentrada en el mercado laboral, etc.) o cambios en los valores esenciales u objetivos de la familia, como un paso planificado de mejorar las condiciones familiares, reducir tensiones econmicas o emocionales y potenciar el funcionamiento global de la unidad familiar. El proceso de la adaptacin familiar implica la integracin e interaccin de otros conjuntos de demandas familiares, capacidades, recursos, valoraciones y estrategias de afrontamiento. As, McCubbin y McCubbin (1987) proponen que el nivel de adaptacin familiar (XX) entendido como el trnsito a travs de una situacin de crisis, o el agotamiento de los recursos de la familia en ese proceso, depende como puede apreciarse en el grfico 2.3., de (AA) la acumulacin de demandas sobre el sistema familiar, generadas por la situacin crtica, de (T) tipo de familia, de (BB) fuerzas familiares, de (CC) la valoracin situacional, de (BBB) los recursos comunitarios y de (PSC) la habilidad para la resolucin de problemas y respuesta frente a la situacin de la familia.
Grfico 2.3. Fase de ajuste del modelo T-Doble ABCX
2.3.2. Modelo contextual del estrs familiar El modelo propuesto por Boss (1988) tiene sus races en la psicologa social y tiene al interaccionismo simblico como uno de sus referentes tericos principales. Segn esta autora, la familia bajo estrs construye una realidad simblica basada en significados compartidos influidos por la comunidad, la sociedad y la cultura. En este sentido, se considera que la vulnerabilidad de la familia al estrs depende de dos contextos principales: el contexto interno, constituido por las dimensiones que la familia puede controlar, y el contexto externo, configurado por aquellas dimensiones que estn fuera del control de la familia.
Cuadro 2.3. Parmetros del contextual de estrs familiar
Contexto Externo Cultura Historia Economa Desarrollo Herencia Fuente: Boss (1988).
modelo
El contexto externo, como se acaba de mencionar, est formado por dimensiones que estn fuera del control de la familia. Boss (1988) plantea que la familia no tiene un control con respecto a su "ecosistema", es decir, del tiempo y del espacio en el que se desarrolla. Los factores genticos y del desarrollo representan una especie de continente para su evolucin, y los aspectos culturales, histricos y econmicos tienen especial influencia en la forma en que la familia percibe y maneja los eventos estresantes. El contexto cultural est definido por las ideas, valores e ideales predominantes y tpicos del ncleo social del que hace parte la familia, y representa un determinante significativo del estilo familiar para manejar el estrs. An cuando la familia tiene sus propias creencias y valores, que tambin son parte de su contexto interno, el contexto cultural determina los cnones y costumbres que definen su forma de vida. Este contexto tambin establece reglas sociales para la solucin de problemas, estilos y mtodos aceptados para el manejo del estrs, de modo que la cultura proporciona unas normas de referencia por las que opera la familia. As, en culturas con creencias ms bien fatalistas, como por ejemplo las de la India o Turqua, las familias pueden esforzarse menos por protegerse de catstrofes naturales que las familias occidentales orientadas por una cultura que enfatiza las habilidades individuales y el dominio tecnolgico como instrumentos de solucin de las dificultades y de los problemas. Pero tambin puede suceder siguiendo a Boss (1988) que una familia pertenezca a una subcultura o a un grupo minoritario con sus propias reglas, las cuales pueden entrar en contradiccin con las de la cultura dominante; contradiccin que en ocasiones representa en s misma una fuente de estrs. Por otra parte, el contexto histrico se refiere al momento en el que ocurre el evento estresante, mientras que el contexto econmico hace referencia al estado financiero y a los recursos de la sociedad y comunidad de la cual forma parte la familia. En general, este
contexto est ntimamente asociado con el contexto histrico. Adems, con respecto al contexto histrico, este modelo resalta la necesidad de identificar los hechos histricos que rodean a la familia, puesto que en s mismos estos eventos pueden ser la fuente predominante de estrs. As, por ejemplo, son eventos particularmente significativos, las pocas de guerra o los movimientos sociales importantes que afectan de manera positiva o negativa al medio circundante y, por lo tanto, a las familias. Por otra parte, el contexto evolutivo corresponde al estadio del ciclo vital en el que se encuentran tanto la familia como sus miembros en el momento en que aparece el evento estresante. Finalmente, el contexto gentico y biolgico se consideran como un contexto importante en la medida en que pueden afectar a la salud y a los recursos fsicos de los miembros de la familia (Herrero, Gracia y Musitu, 1996). A este respecto, Boss concluye que determinadas personas, y por lo tanto determinadas familias, tienen ms recursos de este tipo que otras, de modo que no slo tienen ms energa para afrontar una situacin sino que tambin tienen ms fuerza para perseverar y continuar afrontando fuentes de estrs crnico. Por otra parte, el contexto interno, a diferencia del anterior, est constituido por dimensiones -contexto estructural, psicolgico y filosfico- que la familia puede cambiar y controlar. Las diferencias en esta habilidad de control y cambio permiten explicar cmo y por qu, familias con altos niveles de estrs logran no slo sobrevivir sino crecer a partir de las experiencias difciles. En este sentido, el contexto interno de una familia puede cambiar a travs del tiempo y pueden surgir desacuerdos entre los miembros acerca de sus premisas bsicas. Las dimensiones que constituyen el contexto interno se describen a continuacin: En primer lugar, el contexto estructural se refiere al tipo de lmites entre los subsistemas, a la asignacin de roles y a las reglas acerca de quines estn dentro o fuera de estos lmites y cmo. Cuando las fronteras de una familia son ambiguas, como hemos mencionado en apartados anteriores, la claridad en su contexto estructural es mnima; situacin que puede agudizarse ante la presencia de fuentes de estrs (Olson, 1991). Por otra parte, el contexto psicolgico hace referencia a la percepcin, evaluacin, definicin y valoracin que la familia realiza del evento estresante. El trmino percepcin incluye los aspectos cognitivos y afectivos del proceso, teniendo en cuenta que la forma en que percibe la familia un hecho, determina esencialmente su habilidad para movilizar sus mecanismos de defensa. Estos mecanismos pueden variar desde la negacin -no afrontamiento del problema-, hasta la aceptacin del estresor -afrontamiento del problema-. Los factores que ms influyen en la percepcin y evaluacin de la familia con respecto al evento estresor son por lo tanto, la ambigedad de lmites, la negacin y la orientacin de los valores de la familia. Finalmente, el contexto filosfico de la familia se relaciona con sus valores y creencias que pueden ser generales o particulares y que pueden referirse a aspectos especficos de la vida, tales como la crianza de los hijos, el cuidado de los ancianos o los roles sexuales. A pesar de que estas creencias y valores estn mediatizados por el contexto cultural y religioso, la evaluacin que realiza la familia internamente influye de forma definitiva en su percepcin del estrs.
En cuanto al trmino autoconcepto, hace referencia a los aspectos cognitivos, a las diversas concepciones o representaciones que el sujeto tiene acerca de s mismo. Estas autorrepresentaciones no incluyen juicios valorativos, o al menos no necesariamente los incluyen. As, considerarse alto, moreno, de voz grave o melanclico no conllevara una valoracin negativa o positiva. Sin embargo, la autoestima se refiere a los aspectos afectivos y s incluye una valoracin. El trmino autoestima expresa el concepto que uno tiene de s mismo, segn unas cualidades subjetivables y valorativas (Musitu, Romn y Gracia, 1988). El sujeto se valora a s mismo segn unas cualidades que provienen de su experiencia y que son consideradas como positivas o negativas. As, el concepto de autoestima se presenta como una conclusin final del proceso de autoevaluacin y se define como la satisfaccin personal del individuo consigo mismo, la eficacia de su propio funcionamiento y una actitud evaluativa de aprobacin (Lila, 1995). La autoestima, por tanto, supone atribuir una valoracin a las diversas autoconcepciones. Se trata de asignar, por ejemplo, un valor positivo o negativo a la autoconcepcin tener la voz grave. Esta caracterstica relativa a uno mismo puede ser considerada como positiva o como negativa. La estima del sujeto hacia su voz ser mayor, evidentemente, si la valoracin es positiva. No obstante, y a pesar de estas diferencias, en la prctica es difcil establecer con nitidez una distincin entre autoconcepto y autoestima. En primer lugar, porque las personas habitualmente no realizamos esta diferenciacin de un modo consciente, es decir, no reflexionamos sobre si determinado rasgo o caracterstica personal es positivo o negativo sino que directamente la mayora de las autoconcepciones ya estn asociadas a una valoracin. En segundo lugar, porque muchas de las caractersticas personales ya implican en s una valoracin. Se trata, por ejemplo, de considerarse inteligente, simptico o atractivo. Estas autoconcepciones no son neutras y ya entraan de un modo intrnseco una valoracin. En consecuencia, la distincin entre autoconcepto y autoestima constituye un aspecto ms propio del mbito terico que del prctico, cuestin sta que ha quedado patente tambin en los diversos esfuerzos por efectuar una medicin del autoconcepto y de la autoestima. En este sentido, segn autores como Shavelson, Hubner y Stanton (1976), las afirmaciones descriptivas y las afirmaciones evaluativas acerca de uno mismo no son diferenciables y se encuentran relacionadas empricamente. Finalmente, la distincin entre uno u otro trmino parece estar ms en funcin del mbito de investigacin que de una clara diferenciacin real. As, mientras desde la psicologa social el trmino autoconcepto es el ms utilizado, en la psicologa educativa, la psicologa comunitaria o desde los diversos modelos de bienestar psicosocial la predileccin se decanta por el trmino autoestima. Por otra parte, con respecto al concepto de identidad, su principal elemento definitorio es la necesidad que tiene el sujeto de reconocerse distinto del resto de individuos. En este sentido, desde la psicologa clnica se alude a este concepto al analizar los problemas derivados de la prdida de la identidad, y desde la psicologa evolutiva autores como Erikson (1963) indican la importancia de la bsqueda de la identidad en la etapa evolutiva de la adolescencia. En relacin con este concepto, en la psicologa social se ha distinguido entre identidad personal e identidad social. La identidad social deriva de la pertenencia a un
determinado grupo social, por ejemplo, ser socio de un determinado equipo deportivo o integrante de una etnia minoritaria. Las caractersticas derivadas de pertenecer a un grupo social se integran en el sujeto como parte de su identidad. Tajfel y Turner (1979), en su teora de la categorizacin social, consideran que esta identidad social es favorecida mediante la comparacin de las caractersticas del grupo social al que pertenecemos con las caractersticas de otro grupo social al que no pertenecemos. Adems, puesto que buscamos una identidad social positiva, observaremos las caractersticas de ambos grupos sociales de un modo sesgado, no objetivo, y, evidentemente, favoreceremos en la comparacin a nuestro propio grupo social. As, al identificarnos con un equipo de ftbol determinado trataremos de establecer una identidad positiva comparando nuestro equipo con otros y favoreciendo a nuestro equipo en la comparacin. Igualmente, podemos favorecer a otros grupos sociales a los que pertenecemos tales como nuestra pandilla de amigos o nuestra barriada frente a otras pandillas u otros barrios. De este modo, se consigue una identidad social positiva. En cuanto a la identidad personal, sta se deriva de la comparacin entre los diversos individuos que conforman un grupo social, es decir, es consecuencia de compararnos a nosotros mismos con otros aficionados del mismo equipo de ftbol, o con otros miembros de nuestra pandilla de amigos. Adems, estas caractersticas de la identidad social y personal son integradas por el individuo, conformando un conjunto de identidades o caractersticas de la identidad.
nuestras acciones vamos elaborando nuestro autoconcepto. Segn Cooley, existen tres momentos fundamentales en el desarrollo del concepto de s mismo: (1) imaginacin de lo que mi apariencia representa para los dems, (2) imaginacin del juicio valorativo que los dems hacen de mi apariencia -positiva o negativa- y, (3) algn sentimiento resultante de s mimo -orgullo y satisfaccin personal si uno imagina que el juicio de los dems es positivo; humillacin, temor, etc., si uno imagina que ha sido juzgado de forma negativa-. As, el desarrollo del autoconcepto se produce a partir de las respuestas de los dems, no de la verdadera respuesta sino de la que la persona imagina. Esta imaginacin ser real para el individuo en todas sus consecuencias, independientemente de que sea o no exacta. La psicologa cognitiva ha considerado tambin el origen social del autoconcepto (Markus y Wurf, 1987; Banaji y Prentice, 1994). Desde esta perspectiva, adems de la interaccin social, se apela tambin a la importancia de otros procesos sociales tales como la comparacin social. Los individuos se centran en los aspectos o atributos de s mismos que son importantes, o que son altamente valorados en una situacin social determinada. Despus, el individuo compara sus caractersticas personales con las de otras personas implicadas en la situacin. Normalmente, se comparar con individuos superiores a l en esa caracterstica para evaluar su propia habilidad o con la finalidad de obtener informacin acerca de cmo mejorar, mientras que se comparar con personas menos afortunadas que l para sentirse mejor e incrementar su autoestima. Los adolescentes utilizan, con frecuencia, la comparacin con otros adolescentes y con modelos que aparecen en los medios de comunicacin para valorar su aspecto fsico, su rendimiento acadmico o sus gustos. Finalmente, tambin los procesos autoperceptivos intervienen en la configuracin del autoconcepto. El adolescente observa su conducta, sus reacciones fisiolgicas, sus cogniciones, emociones, motivaciones y, a partir de esta observacin, realiza inferencias sobre sus actitudes y disposiciones. Dichas inferencias pueden llegar a convertirse en representaciones ms o menos estables de s mismo. No obstante, tambin en este caso, la influencia del entorno social es decisiva puesto que si bien en el desarrollo de nuestras autoevaluaciones inciden nuestras actuaciones y sus consecuencias, as como los logros conseguidos, es precisamente a partir de la interaccin con los dems que interiorizamos los patrones de conducta considerados adecuados en un determinado contexto. Adems, en el caso de los nios, las personas que les rodean tienen mucho que ver con el signo, positivo o negativo, de sus experiencias, en la medida en que crean las condiciones y disponen los medios que les permiten experimentar el xito, y comprobar su vala. El desarrollo de un concepto de s mismo positivo depender tambin de las oportunidades que el medio le proporcione para actuar eficazmente. As, a travs de la interaccin directa con las personas significativas de su entorno social, los procesos autoperceptivos y los procesos de comparacin social, el nio y el adolescente van desarrollando un concepto de s mismos. Sin embargo, hay que sealar que aunque estos procesos son siempre los mismos, su utilizacin no es la misma en el caso de un recin nacido que en el de un adolescente. Esto es as debido a que el desarrollo del autoconocimiento se produce de modo paralelo al desarrollo experimentado en otras facetas tales como el conocimiento social o el desarrollo cognitivo. En este sentido, desde la psicologa evolutiva, se han analizado las diferentes etapas evolutivas que atraviesa el sujeto
hasta la consolidacin en la adolescencia de una identidad con una estructura ms claramente definida. No obstante, esta estructura ms estable de la identidad en la adolescencia no implica necesariamente una imposibilidad de evolucin y modificacin de la identidad del sujeto en posteriores etapas del ciclo vital. A modo de ejemplo, en el cuadro 3.1., se resumen las fases evolutivas en el desarrollo del autoconcepto planteadas por LEcuyer (1981).
Cuadro 3.1. Modelo de desarrollo evolutivo del autoconcepto de LEcuyer (1981)
FASE Emergencia del Yo (hasta los 2 aos) Afirmacin del Yo (de los 2 a los 5 aos) Principales caractersticas Se desarrolla la imagen corporal (el nio adquiere conciencia de su cuerpo y sus posibilidades) Aparicin del lenguaje y utilizacin de trminos como yo y m; conciencia ms clara de s mismo y una mayor diferenciacin de los dems Expansin del Yo (de los 5 a los 12 aos) Se amplan los contextos a partir de los cuales elaborar una imagen de s mismos (experiencias escolares); surgen nuevas formas de evaluar las competencias y aptitudes Diferenciacin del Yo (de los 12 a los 18 aos) Se producen frecuentes reformulaciones del autoconcepto hasta cristalizar en una autoimagen ms estable y segura, aunque no inmutable Madurez del Yo (de los 20 a los 60 aos) Yo Longevo (a partir de los 60 aos) Se caracteriza por una mayor estabilidad, aunque tambin pueden producirse importantes cambios Se produce un declive de la imagen corporal, debido a la disminucin de las capacidades fsicas
3.2.1. El contexto familiar En los apartados previos ya ha quedado patente la importancia que el contexto familiar tiene en el autoconcepto del adolescente. As, diversas orientaciones tericas han reseado su relevancia y numerosas investigaciones han constatado su influencia (Lila, Musitu y Molpeceres, 1994). La familia incide en la autoestima de los hijos a travs del tipo de apego establecido (apego seguro, inseguro o desapego), el tipo de dinmicas familiares y las prcticas de socializacin familiar. Con respecto al tipo de apego, la mayora de las investigaciones se han centrado en el anlisis del apego que el sujeto establece en las primeras etapas de su vida. En este sentido, Ainsworth (1979) constat que aquellos nios que haban establecido un vnculo seguro con sus madres durante el primer ao de vida se mostraban ms competentes y empticos en las relaciones con sus iguales, eran ms curiosos y confiaban ms en s mismos. Ahora bien, esta influencia no se reduce slo a los primeros aos de vida, sino que tambin se ha comprobado el efecto del tipo de apego o vnculo emocional que el preadolescente y adolescente mantiene con sus padres en su autoconfianza, en su capacidad para establecer y mantener relaciones con otros adolescentes y en la importancia y grado de influencia que confiere al grupo de iguales.
Asimismo, se ha sealado la influencia del funcionamiento familiar en la autoestima de los hijos. En concreto, la percepcin que stos tienen del grado de cohesin familiar se ha relacionado con la autoestima, de modo tal que aquellos chicos que perciben la existencia de conflicto entre los padres, o entre ellos mismos y sus padres, manifiestan menor autoestima. Por ltimo, las prcticas de socializacin familiar constituyen otro elemento del sistema familiar que se ha vinculado frecuentemente con la autoestima de los hijos. Uno de los estudios que han analizado de un modo especfico estas relaciones es el elaborado por Musitu y Gutierrez (1984). En este estudio, se consideraron tres dimensiones fundamentales de la disciplina familiar: a) la disciplina inductiva o de apoyo, caracterizada por la afectividad, el razonamiento y las recompensas materiales; b) la disciplina coercitiva, definida por la coercin fsica, la coercin verbal y las privaciones; y c) la disciplina indiferente o negligente, conformada por los factores de indiferencia, permisividad y pasividad. Al analizar las relaciones entre estos tipos de disciplina familiar y la autoestima de los hijos, se constat la importancia que la interaccin paterno-filial basada en el apoyo tiene en la expresin de la autoestima del hijo, puesto que este estilo de disciplina familiar es el que ms la potencia. Por el contrario, el tipo de disciplina familiar caracterizado por la indiferencia y la negligencia es el menos favorecedor de una adecuada autoestima (ver cap.1; para una descripcin ms extensa de las diversas prcticas de socializacin familiar). 3.2.2. El contexto escolar Aunque el contexto familiar es, generalmente, al que primero accedemos y durante muchos aos ser el ms significativo, tambin el contexto escolar ejerce una notable influencia en el desarrollo de nuestro autoconcepto y nuestra autoestima. En primer lugar, el profesor es habitualmente un otro significativo para muchos de sus alumnos, especialmente los ms pequeos, lo cual implica que su opinin ser valorada e interiorizada por el alumno. Igualmente, las expectativas sobre su rendimiento acadmico pueden, en ocasiones, convertirse en profecas autocumplidas. Adems, este contexto se caracteriza por las continuas evaluaciones de capacidad y rendimiento. En este sentido, los escolares utilizan los xitos y fracasos acadmicos como ndices de autovaloracin, mostrando los alumnos con peor rendimiento acadmico un peor autoconcepto. No obstante, no slo los aspectos acadmicos son importantes en este contexto. Al integrarse en la escuela, el nio comienza a relacionarse con compaeros y a formar parte de grupos sociales diferentes al familiar. Esta circunstancia es altamente positiva, puesto que las relaciones entre iguales favorecen el desarrollo de las habilidades sociales y la capacidad de situarse en la perspectiva del otro, al tiempo que inciden en el aprendizaje de valores y actitudes respecto del mundo. Sin embargo, no todos los chicos se integran fcilmente en el aula, ni todos son capaces de desarrollar relaciones de amistad. De hecho, algunos de ellos carecen de amigos y son rechazados por su grupo de iguales. Estos alumnos interiorizan este rechazo como parte de su identidad y manifiestan una autoestima menos favorable que la de sus compaeros bien adaptados socialmente. Adems, los nios y adolescentes rechazados tienen un peor rendimiento acadmico e ndices ms elevados de absentismo y abandono escolar. En ocasiones, la causa del rechazo de los iguales son deficiencias fsicas, caractersticas que convierten al alumno rechazado en diferente o conductas tales como la agresividad, la conducta disruptiva o el excesivo retraimiento. No obstante, tambin se ha
sugerido que las propias dinmicas grupales pueden ser causantes, en algunos ocasiones, del rechazo. En cualquier caso, una vez establecido este estatus en el grupo de iguales, resulta bastante estable en el tiempo. Su estabilidad temporal y el ser percibido por los propios alumnos como un poderoso estresor convierte al rechazo de los iguales en un factor relacionado en modo significativo con una pobre autoestima. Adems, la influencia del grupo de iguales y la vivencia negativa de su rechazo son ms importantes durante la etapa de la adolescencia.
contrario, el bienestar psicolgico se relacionara ms intensamente con la autoestima global. De hecho, con frecuencia se han encontrado correlaciones entre autoestima global y medidas de bienestar como la depresin o la ansiedad. No obstante, cabe sealar que tambin algunas dimensiones especficas de la autoestima pueden estar estrechamente vinculadas al bienestar psicosocial, siempre y cuando se trate de dimensiones centrales para la persona. As, por ejemplo, en el caso de un estudiante para quien su autoconcepto acadmico o intelectual sea central en la configuracin de su identidad, probablemente experimentar un fuerte decaimiento en su estado de nimo si su autoconcepto acadmico resulta resentido como consecuencia de un curso acadmico en el que sus calificaciones estn siendo bastante desastrosas. Ahora bien, otro estudiante para el cual esta dimensin de su autoconcepto no sea central no experimentar tales variaciones en su estado anmico en las mismas circunstancias. Por otra parte, al plantear la existencia de algunas dimensiones con un mayor grado de centralidad e importancia, nos introducimos en el segundo aspecto a analizar en este apartado, es decir, el contenido del autoconcepto. Obviamente, el contenido especfico de las autorrepresentaciones es diferente en cada persona. Sin embargo, estas autorrepresentaciones pueden agruparse en diferentes tipos de contenido. As, Markus y Wurf (1987) plantean que algunas de las autorrepresentaciones que integran el autoconcepto son ms centrales y profundas -ms importantes para la persona-, mientras que otras son ms perifricas. Las concepciones centrales del yo son generalmente ms elaboradas y se cree que afectan ms poderosamente a la conducta y al procesamiento de la informacin, aunque las concepciones ms perifricas y menos elaboradas pueden tambin ejercer una importante influencia conductual. Las concepciones ms centrales presentan una mayor elaboracin, son ms fcilmente accesibles y estn ms ligadas a la sensacin de bienestar. Las autorrepresentaciones concretas de una persona tambin pueden diferenciarse en funcin de su grado de realidad, es decir, si stas han sido realmente alcanzadas o no. As, existen autorrepresentaciones reales, posibles e ideales. Las autorrepresentaciones reales son aquellas que la persona cree poseer realmente en ese momento. Las autorrepresentaciones posibles son aquellas que a la persona le gustara tener o aquellas que teme que podra ser y, en ambos casos, percibe que son bastante posibles en funcin de sus caractersticas y circunstancias. As, por ejemplo, un joven melanclico puede incluir entre sus autoconcepciones temidas la de s mismo como persona profundamente deprimida, y un chico que est preparndose para obtener el carnet de conducir puede incluir entre sus autoconcepciones deseadas la de considerarse a s mismo como un gran conductor. Finalmente, las autoconcepciones ideales son imgenes glorificadas del yo y, al igual que las autoconcepciones posibles, constituyen un importante elemento motivacional de la conducta. Siguiendo el criterio de temporalidad, las autoconcepciones pueden referirse a imgenes de s mismo pasadas, presentes o futuras. Las imgenes del yo en el pasado o en el futuro pueden ser tan significativas como los aspectos del aqu y ahora del yo. Asimismo, las autorrepresentaciones pueden ser tanto positivas como negativas. Aunque la mayora de los trabajos se han centrado en las autoconcepciones positivas, algunos se han focalizado en las negativas. En concreto, las autoconcepciones negativas han sido predominantemente analizadas en sujetos depresivos, y se ha prestado poca atencin a estas autoconcepciones y su posible funcionalidad en sujetos no depresivos.
Por ltimo, no quisiramos concluir este apartado sin hacer referencia a una cuestin ampliamente debatida, sta es, si el autoconcepto es una estructura bsicamente esttica o, por el contrario, susceptible de cambios. Por una parte, tenemos consciencia de la estabilidad de nuestro autoconcepto, lo cual nos ayuda a mantener una sensacin de continuidad en nuestra existencia. Sin embargo, por otra parte, tambin somos conscientes de cambios profundos en nuestro autoconcepto, especialmente en determinadas etapas de nuestra vida, y de otros ms sutiles segn el momento y las circunstancias concretas. Adems, el dar una u otra respuesta a esta cuestin tiene profundas implicaciones, ya que si asumimos una consideracin esttica y totalmente estable del autoconcepto desaparecera la posibilidad de potenciar la autoestima de una persona. En primer lugar, a favor de la estabilidad del autoconcepto, encontramos diversas teoras que se fundamentan en la motivacin que el ser humano tiene de buscar una consistencia en sus creencias. De hecho, numerosas investigaciones dan cuenta de la bsqueda de esta consistencia, as como de la resistencia del sujeto ante informacin que desconfirme la imagen que tiene de s mismo, incluso si sta es negativa. Tanto la teora de la autoconsistencia como la teora de la autoverificacin defienden este planteamiento. Sin embargo, y a pesar de estas resistencias, en ocasiones, la informacin que recibimos podra obligarnos a poner en duda nuestra propia visin de nosotros mismos. Esta circunstancia sera ms probable que ocurriera en el caso de una autoconcepcin de la cual estamos poco seguros. De hecho, se ha demostrado que los sujetos seguros de sus autoconcepciones tienden especialmente a resistirse a la informacin contraria a la opinin que tienen de s mismos (Pelham y Swann, 1994). Por otro lado, las personas tambin somos ms proclives a rechazar informacin nueva que pueda amenazar nuestras autoconcepciones cuando consideramos que stas son importantes. Por tanto, la importancia y la certeza de las autoconcepciones influye en la mayor o menor utilizacin de estrategias encaminadas a la autoverificacin. As, an existiendo una fuerte motivacin en el ser humano por verificar y confirmar su autoconcepto, estas teoras no niegan de un modo rotundo la posibilidad de un cambio. No obstante, esta modificacin en el autoconcepto no ser fcil y requerir tanto de cambios intrapersonales -la propia persona debe reorganizar las actitudes que mantiene hacia si misma- como interpersonales -el nuevo autoconcepto debe ser validado por las personas de su entorno-. En un intento por compatibilizar la estabilidad del autoconcepto con las variaciones en las autopercepciones que se producen en funcin del contexto inmediato, Markus y Nurius (1986) han propuesto la nocin de autoconcepto operativo, en trabajo o accesible. El autoconcepto operativo es un subconjunto de todas la autoconcepciones que una persona posee y est formado por aquellas que son centrales, y en consecuencia accesibles de forma permanente, y por aquellas que se activan en un momento determinado, dependiendo de las circunstancias sociales presentes y del estado motivacional del individuo. Desde esta aproximacin, el autoconcepto puede ser considerado como estable puesto que el universo de autoconcepciones de un sujeto es relativamente inalterable. Pero, al mismo tiempo, puesto que hay variaciones en las autoconcepciones que estn activadas en el pensamiento y la memoria en un momento dado, el autoconcepto aparece como cambiante, ya que los contenidos del autoconcepto operativo cambian.
Por otra parte, si bien el autoconcepto operativo permite explicar los cambios temporales que observamos en el autoconcepto en funcin de las distintas circunstancias del contexto social, otro concepto planteado tambin por Markus nos resulta til para poder explicar los cambios ms profundos y permanentes en el autoconcepto. Entre el conjunto de autorrepresentaciones del self, encontramos las que Markus y Nurius (1986) denominan autoconcepciones posibles, y a las que ya hemos aludido al hablar del contenido del autoconcepto. Estas autoconcepciones representan identidades posibles para el sujeto, aunque todava no se hayan logrado. Por tanto, implican una importante unin entre el autoconcepto y la motivacin, y suponen el paso previo necesario para un cambio ms profundo en el autoconcepto.
aparicin de problemas psicolgicos. En otras palabras, que una autoestima negativa es, en s misma, un indicador de desorden psicolgico. Esta orientacin ha recibido abundante apoyo emprico, como lo muestra el hecho de que es relativamente frecuente encontrar indicadores de baja autoestima incluidos en cuestionarios e instrumentos que evalan la depresin. Otra hiptesis explicativa de la relacin entre autoestima y bienestar, no contrapuesta a la anterior, es la referente a una relacin indirecta. En este caso, una baja autoestima afectara a la salud del sujeto cuando ste est atravesando una situacin estresante. En algunos estudios (Aspinwall y Taylor, 1992) se ha constatado cmo las distintas estrategias de afrontamiento utilizadas por los sujetos constituyen un elemento mediador de esta relacin. Algunas estrategias de afrontamiento parecen ser ms positivas para el bienestar, mientras que otras son ms negativas. As, estrategias como la evitacin se relacionan con un peor ajuste, mientras que otras como las centradas en el problema o la bsqueda activa de apoyo social se asocian con un mejor ajuste. En el estudio realizado por Aspinwall y Taylor (1992), los jvenes con locus de control interno y elevada autoestima adoptaban con mayor frecuencia estrategias efectivas de afrontamiento, lo cual a su vez contribua a aumentar su confianza personal en su capacidad para solucionar los problemas. En general, parece que ante situaciones difciles o estresantes, los adolescentes con baja autoestima valoran la situacin como ms negativa y se consideran a s mismos con mayor probabilidad incapaces de afrontarla. Por el contrario, una elevada autoestima anima al adolescente a participar en un mundo de relaciones recprocas, en el que recibe y ofrece ayuda, y le posibilita el acceso al apoyo social disponible para hacer frente a situaciones estresantes. En una reciente investigacin realizada en la Comunidad Valenciana con ms de 1000 adolescentes, hemos comprobado la existencia de una relacin directa entre la autoestima familiar y el nimo depresivo. Esta relacin, tal y como se muestra en el grfico 3.1. es negativa, es decir, los adolescentes con mayor autoestima familiar manifiestan menor nimo depresivo, mientras que los adolescentes con menor autoestima familiar expresan mayor nimo depresivo.
Grfico 3.1. Correlacin entre autoestima familiar y nimo depresivo
Autoestima Familiar
nimo Depresivo
Igualmente, en el citado estudio se ha constatado la existencia de relaciones significativas entre la autoestima familiar y algunas variables que, a su vez, muestran conexin con el nimo depresivo: el grado de estrs familiar y dos estrategias de afrontamiento como son la reestructuracin del problema y la bsqueda de ayuda en amigos y familiares. En consecuencia, adems de la relacin directa, la autoestima familiar tambin se encuentra relacionada de forma indirecta con el nimo depresivo. Los adolescentes con mayor autoestima familiar perciben la existencia de menos estresores en su familia, as como la mayor utilizacin en la misma de la reestructuracin cognitiva y la bsqueda de apoyo como estrategias de afrontamiento. Estas ltimas variables se encuentran asimismo relacionadas con
el menor nimo depresivo. Por el contrario, la menor autoestima familiar se asocia con mayor nmero de estresores familiares y con un menor uso de las estrategias de afrontamiento citadas y, consecuentemente, con un mayor nimo depresivo en el adolescente.
Grfico 3.2. Correlaciones entre autoestimar, estrs, afrontamiento y nimo depresivo
Autoestima Familiar
( ( (
)
(
nimo Depresivo
+)
Estrs
+)
(
)
(
+)
Reestructuracin
En el grfico 3.2. se muestran tanto las relaciones directas como las indirectas, y se indica el signo de la relacin.
Por otra parte, Lin (1986) agrupa los diversos tipos de apoyo social en dos categoras: apoyo expresivo y apoyo instrumental. El apoyo emocional, segn este autor, es apoyo expresivo puesto que su caracterstica distintiva es la posibilidad que tiene la persona de expresarse y manifestar sus sentimientos. Adems, este tipo de apoyo constituye un fin en s mismo ya que permite la satisfaccin de necesidades personales del ser humano. Por el contrario, el apoyo instrumental no supone un fin en s mismo, sino que constituye un medio o instrumento por medio del cual la persona puede obtener metas deseadas o valiosas. Segn Lin, el apoyo informacional y el material se incluyen dentro del apoyo instrumental. As, por ejemplo, disponer de la informacin relativa a cmo solicitar una beca constituye un medio a travs del cual obtener una anhelada ayuda econmica. Una segunda dimensin que se ha considerado en los estudios y las definiciones sobre apoyo social es el hecho de que ste puede ser proporcionado por diversas personas, e incluso por instituciones. As, las personas prximas, los simples conocidos o los trabajadores de distintos organismos situados en la comunidad pueden ser fuente de apoyo social. Las personas de confianza son, no obstante, las que ms apoyo ofrecen. En general, los miembros de la familia prxima suelen ser la principal fuente de apoyo. En el caso de los nios pequeos, sus padres y hermanos les proporcionan tanto el apoyo material necesario para su supervivencia fsica como el apoyo emocional e informacional que requieren para su correcto desarrollo cognitivo, afectivo y social. En los adolescentes, la familia sigue siendo una importante fuente de apoyo, al tiempo que los amigos y compaeros son cada vez ms relevantes. Adems de las personas prximas y de confianza, tambin podemos recibir apoyo de personas conocidas, y con las que tenemos una relacin menos profunda. En este caso, el apoyo es ms puntual y suele estar ms especializado, es decir, se recurre a diversas personas para diferentes tipos de apoyo. Por ejemplo, se recurre a un compaero de clase que sabemos que siempre anota bien las fechas y plazos de entrega de trabajos para confirmar la fecha de un examen, pero no recurriramos nunca a l para contarle un problema familiar. En cambio, s le expondramos este tipo de problemas a un compaero de trabajo con el que tenemos bastante confianza, aunque con esta persona nunca nos iramos de copas ni le pediramos que nos cuidara en caso de estar enfermos. En ocasiones, una persona con la que se mantiene una relacin superficial (la dependienta en un comercio, el farmacutico del barrio o una peluquera), puede ser objeto de confidencias importantes. Las razones para ello pueden ser varias: el no disponer del apoyo de personas prximas, el no querer preocupar a las personas ms allegadas o, simplemente, sentir una gran necesidad de contarlo porque es un tema que preocupa en gran medida. Las personas que escuchan estas confidencias ofrecen un apoyo informal, es decir, un apoyo que no est formalizado ni estandarizado y que, sin embargo, es importante para muchos individuos. Adems de este apoyo informal, en la comunidad existen tambin fuentes formales de apoyo. As, en cada comunidad o barrio hay servicios sanitarios, sociales y educativos. Los profesionales que trabajan en estos servicios (mdicos, educadores, psiclogos o trabajadores sociales) ofrecen un apoyo formal a los usuarios. Este apoyo o ayuda es ms sistemtico y estandarizado (Gracia, 1997).
A partir de lo expuesto hasta ahora, puede apreciarse la complejidad y amplitud del concepto de apoyo social y, en consecuencia, la dificultad que entraa elaborar una definicin de apoyo social que integre todos estos elementos. En este sentido, una de las definiciones ms reseadas, es la de Lin y Ensel (1989). La definicin de apoyo social que estos autores elaboran es una definicin sinttica e integradora de los principales aspectos estudiados en relacin con el apoyo social. As, en su definicin se hace alusin tanto a las diversas fuentes de apoyo -perspectiva estructural- como a los diversos tipos de apoyo, las funciones que cumple y la posible divergencia entre la recepcin y percepcin de apoyo -perspectiva funcional-. Por ltimo, tambin se alude a que el apoyo social puede recibirse tanto de forma cotidiana como en situacin de crisis. En resumen, la definicin de apoyo social que elaboran Lin y Ensel (1989) es la siguiente: conjunto de provisiones expresivas o instrumentales percibidas o recibidas- proporcionadas por la comunidad, las redes sociales o las personas de confianza, tanto en situaciones cotidianas como de crisis.
personas se sientan ms alejadas, es decir, las personas ms significativas para nosotros tambin varan con el paso del tiempo. No obstante, las mayores variaciones se producen en las personas que se sientan ms lejos de nosotros en el convoy, es decir, las variaciones ms frecuentes en la red social de una persona se producen respecto de las personas que son meros conocidos o con los que se mantiene una relacin ms superficial. Siguiendo este modelo terico, Levitt et al. (1993) analizan la evolucin que se produce en la red social de nios y preadolescentes. En su estudio, consideran tres grupos diferentes de edad -7, 10 y 14 aos-. En estos tres grupos, los miembros de la familia prxima son una fuente importante de apoyo, pero conforme aumenta la edad la red social se ampla y la relevancia de la familia decrece de modo tal que en el grupo de mayor edad -14 aos- la fuente principal de apoyo es el grupo de iguales. Asimismo, Furman y Buhrmester (1992) constatan esta evolucin de la red social en un estudio realizado con cuatro grupos de edad -9, 12, 15 y 19 aos-. En el caso de los nios de 9 aos, stos perciben a ambos padres como las personas que les aportan ms apoyo. Los nios de 12 aos consideran tan importantes como a los padres a los amigos del mismo sexo. A los 15 aos, los amigos del mismo sexo son la fuente ms frecuente de apoyo y, finalmente, a los 19 aos este lugar es ocupado por la pareja, los amigos y la madre. Sin embargo, no slo se han analizado las figuras ms significativas en cada edad sino que tambin se han tenido en cuenta las posibles diferencias en el tipo o tipos de apoyo que la persona recibe de cada una de estas relaciones. En este sentido, Weiss (1974) plante que las personas buscamos tipos especficos de apoyo social en nuestras relaciones con los otros. Segn Weiss, las relaciones son especializadas, de tal manera que obtenemos diferentes tipos de apoyo -emocional, material, consejo,...- en funcin de las distintas relaciones. Igualmente, nios y adolescentes parecen recurrir a diferentes personas para obtener diferentes tipos de apoyo (Furman y Buhrmester, 1985). As, en el caso de la relacin establecida con los padres, la mayora de los chicos la perciben como fuente de mltiples tipos de apoyo. En concreto, valoran el apoyo que reciben de ellos en las dimensiones de afecto, seguridad, potenciacin de la identidad y ayuda material. Adems, muestran mayor satisfaccin en la relacin establecida con la madre, cuya compaa tambin valoran ms que la del padre. En cuanto a los abuelos, los chicos y chicas consideran que esta relacin es importante y, de hecho, es en la que menor nmero de conflictos se generan. Los abuelos reciben las valoraciones ms altas en las dimensiones de afecto y potenciacin de la autoestima; y relativamente bajas en ayuda material. En relacin con los amigos, stos constituyen una importante fuente de apoyo social para el preadolescente y adolescente. Los aspectos ms valorados de esta relacin son la compaa y la intimidad. En cuanto a las relaciones con los hermanos, stas constituyen, por una parte, una importante fuente de compaa y, por otra parte, el origen de numerosos conflictos. En este caso, no obstante, es necesario realizar algunas matizaciones. En este sentido, los hermanos mayores son una importante fuente de ayuda material, mientras que los hermanos del mismo sexo y prximos en edad son, con frecuencia, fuente de intimidad y compaa. Finalmente, es conveniente sealar que si bien cada relacin tiene unas caractersticas funcionales especficas, stas se solapan considerablemente en cuanto al tipo
de apoyo social que aportan, es decir, se puede obtener un tipo especfico de apoyo de ms de una persona. Un adolescente, por ejemplo, puede obtener apoyo emocional de su madre, de un amigo y de su abuelo. Aunque, puede que elija compartir distintos tipos de preocupaciones con cada uno de ellos. De este modo, cada relacin tiene un rol nico y, al mismo tiempo, los roles de las diferentes relaciones se complementan y se refuerzan. A continuacin, ampliaremos las caractersticas de las principales fuentes de apoyo de preadolescentes y adolescentes: la familia, los amigos y el grupo o pandilla. 4.2.1. Apoyo familiar La familia es, generalmente, el grupo social en el que iniciamos nuestro desarrollo psicosocial y su influencia contina siendo significativa a lo largo de toda nuestra vida. As, el grado de apoyo o de rechazo, la cohesin o desvinculacin y la adecuada o deficiente comunicacin que percibimos en este contexto son factores que contribuyen de un modo significativo a nuestro ajuste y nuestro bienestar psicosocial. En la adolescencia, a pesar de los cambios sociales que acompaan a este periodo (mayor relevancia del grupo de iguales, por ejemplo), la familia mantiene su influencia en el mejor o peor ajuste del hijo. Gran parte de esta influencia se debe a procesos de interaccin previos a esta etapa del desarrollo. As, el vnculo emocional desarrollado en la infancia incide en las relaciones sociales actuales que tiene el adolescente con sus padres y con sus amigos. Por tanto, algunos factores explicativos del ajuste actual del adolescente se encuentran en momentos previos a la adolescencia, mientras que otros se sitan en las actuales relaciones familiares que tiene el adolescente con su entorno familiar. En este apartado, analizaremos tanto las influencias familiares ms lejanas, pero que continan incidiendo en el hijo, como las influencias ms cercanas. En primer lugar, el vnculo inicial que el beb establece con sus cuidadores es su primera experiencia de interaccin social y su relevancia para el desarrollo afectivo, cognitivo y social es ampliamente reconocida. En este sentido, si esta relacin es responsiva a las necesidades del beb, es decir, le aporta el alimento, cuidado e higiene que precisa (apoyo instrumental), al tiempo que le confiere cario y afecto (apoyo emocional), el nio aprende a confiar en sus cuidadores y se siente lo suficientemente seguro como para comenzar a explorar su realidad social. Por otra parte, el tipo de apego que el nio establece con sus padres y/o cuidadores no slo influye en su sentimiento de seguridad, sino que adems estas primeras relaciones constituyen un prototipo sobre las relaciones sociales en general. En este sentido, un apego seguro no slo permite al nio desarrollar la confianza necesaria para explorar nuevas situaciones, sino que adems sobre la base de estas relaciones el nio construye modelos operativos o esquemas sobre cmo son las relaciones sociales. Estos modelos, una vez internalizados, tienden a autoperpetuarse y a definir otras relaciones como, por ejemplo, las desarrolladas con amigos y compaeros. Segn Pierce et al. (1996), entre los esquemas relativos a las relaciones sociales, los nios elaboran tambin esquemas de apoyo. Especficamente, los nios que perciben que sus padres les apoyan elaboran expectativas positivas sobre la disposicin de los otros a ayudarles, mientras que los nios que no perciben el apoyo de los padres desarrollan expectativas negativas en este sentido. Adems, estos
esquemas de apoyo no slo afectan a sus expectativas con respecto al grado en que las personas de su entorno estn dispuestas y son capaces de ayudarle, sino que tambin influyen en su propia capacidad para proporcionar apoyo. As, por ejemplo, un nio que mantiene un esquema negativo respecto de la capacidad que tienen sus padres, profesores y compaeros para proporcionarle apoyo y que no confa en su ayuda, no buscar apoyo cuando tenga dificultades. Este chico, al mismo tiempo, tiene un menor conocimiento sobre las estrategias utilizadas en una relacin de apoyo y es menos sensible a las demandas de ayuda que puede recibir, con lo cual tambin tendr dificultades en el desempeo del rol de ofrecer ayuda. Esta dificultad para implicarse en conductas de apoyo puede, a su vez, bloquear la relacin con amigos y compaeros, puesto que en los aos escolares estas conductas son un elemento definitorio de las relaciones de amistad y, de hecho, se ha sealado que muchos nios rechazados por sus compaeros carecen de estas habilidades. En la adolescencia, si este chico mantiene el mismo esquema cognitivo con respecto al apoyo interpersonal, estar perdiendo un importante recurso que le puede ser de utilidad para afrontar esta etapa de transicin. Sin embargo, esta trayectoria es probable que no sea ni tan simple ni tan determinista como pueda desprenderse del ejemplo precedente. As, si bien es cierto que las primeras relaciones sociales tienen una influencia significativa, tambin hay otros factores que pueden ser igualmente relevantes. En este sentido, las relaciones paterno-filiales pueden mantener el mismo tono afectivo o variarlo durante la niez o la adolescencia, pueden surgir estresores externos al sistema familiar que alteren tanto su funcionamiento como su disponibilidad de apoyo, o puede que el hijo construya relaciones de amistad que le permitan desarrollar las competencias relacionadas con el intercambio de apoyo. Respecto de las relaciones entre padres e hijos, otro elemento analizado es el tipo de estrategias utilizadas por los padres para establecer las reglas y normas que regulan el funcionamiento familiar, as como para asegurar su cumplimiento. Como ya se ha sealado en el captulo 1, la utilizacin de unas u otras estrategias da lugar a diferentes estilos parentales de socializacin. La utilizacin de los padres de uno u otro tipo de disciplina familiar da lugar a diferencias en el ajuste personal y social de los hijos; siendo precisamente la disciplina inductiva o de apoyo la que favorece en mayor medida el desarrollo de las competencias sociales y la adecuada autoestima de los hijos (ver cap.1; para una descripcin ms amplia de las prcticas de socializacin familiar y su influencia en los hijos). Por ltimo, es importante situar el apoyo familiar dentro del contexto general de la red social del adolescente y de los padres. As, en el caso de los padres, la satisfaccin marital, la competencia paterna percibida y el nivel de apoyo que ellos reciben incide de forma directa en el apoyo que ofrecen a los hijos adolescentes. Asimismo, y en este caso en sentido negativo, el apoyo familiar disponible para el adolescente tambin puede verse influido por estresores vitales como la muerte del esposo/a o graves problemas econmicos. Adems de estos factores, Barrera y Li (1996) incluyen en su anlisis de los determinantes del apoyo familiar algunas caractersticas paternas. En concreto, consideran que determinados desrdenes afectivos de los padres como, por ejemplo, la depresin permiten predecir una inconsistencia en el apoyo paterno que percibe el adolescente. Tambin, en las familias con
padres alcohlicos la cohesin y la expresividad familiar son menores, con la consiguiente disminucin en el apoyo paterno que recibe el adolescente. 4.2.2. Relaciones de amistad Las relaciones de amistad se definen por su carcter didico, es decir, a diferencia de las relaciones que el adolescente tiene con el grupo de amigos o la pandilla, la amistad hace referencia a la relacin especfica que establecen entre s dos adolescentes. Son relaciones voluntarias y que implican una mutua seleccin. Estas relaciones estn presentes y son relevantes en todas las etapas del desarrollo, aunque muestran algunas diferencias en funcin de la edad de sus integrantes. As, mientras para un nio de preescolar un amigo es bsicamente un compaero de juego con quien se comparte la realizacin de una determinada actividad, en los aos escolares el concepto evoluciona siendo la ayuda y el apoyo bidireccional elementos cada vez ms importantes en la relacin. La intimidad y la reciprocidad adquieren cada vez mayor protagonismo y se convierten en el elemento definitorio de la amistad durante la fase de la camaradera preadolescente. Los amigos son para los adolescentes una fuente importante de apoyo emocional al permitirles expresar emociones y sentimientos. El adolescente, adems, se siente especialmente comprendido al poder expresar sus temores y preocupaciones a otro sujeto que se encuentra en una etapa evolutiva similar. El amigo aporta tambin una validacin de la identidad en un periodo especialmente significativo a este nivel, ofrece compaa, permite compartir actividades ldicas y aporta informaciones y consejos tiles. En relacin con el tipo de estrategias utilizadas por los amigos para ayudarse ante una situacin negativa, as como la efectividad de cada una de estas estrategias, Denton y Zarbatany (1996) analizan estas cuestiones en preadolescentes, adolescentes y jvenes adultos. En su estudio, constatan que el apoyo emocional y el consejo son estrategias utilizadas en igual medida por los tres grupos de edad. Sin embargo, sealan la existencia de diferencias en funcin de la edad en el uso de otras estrategias. En concreto, indican que durante la preadolescencia es habitual el uso efectivo de la estrategia consistente en distraer al amigo de sus problemas, por ejemplo, cambiando de conversacin o proponindole realizar alguna actividad entretenida. Pero, sin embargo, durante la adolescencia y la juventud esta estrategia ya no resulta eficaz. En estas edades, es ms frecuente que se intente mejorar el estado de nimo del amigo mediante la estrategia de disminuir su sentimiento de responsabilidad en el problema y/o minimizando la gravedad del suceso negativo. Por otra parte, en las amistades existen tambin diferencias en funcin del gnero. En este sentido, las adolescentes confieren mayor grado de intimidad a esta relacin y comparten ms confidencias que los adolescentes varones (Erwin, 1998). Adems, las chicas utilizan menos que los chicos la estrategia de la distraccin como forma de apoyar a un amigo/a (Denton y Zarbatany, 1996). A partir de las caractersticas descritas hasta ahora, podramos deducir una mayor dificultad para superar situaciones difciles en el caso de aquellos adolescentes que carecen de una relacin de amistad. Evidentemente, los chicos que carecen de amigos no cuentan con este tipo de apoyo y, adems, manifiestan mayores sentimientos de soledad y de
insatisfaccin social. Sin embargo, no todas las relaciones de amistad son satisfactorias y, de hecho, se ha sealado la necesidad de considerar no slo si un chico tiene o no amigos, sino tambin la calidad de esta relacin. En este sentido, se ha constatado la tendencia de los adolescentes antisociales a establecer relaciones con otros adolescentes igualmente antisociales. Estas relaciones suelen caracterizarse por una menor calidad, una duracin relativamente ms breve y una menor satisfaccin de los chicos con esta relacin. Segn Giordano et al. (1986), lo que caracteriza a estas relaciones no es tanto la ausencia de conductas positivas sino la presencia en la relacin de conductas coercitivas y dominantes. En consecuencia, una relacin de amistad con estas caractersticas difcilmente ser un contexto favorecedor del adecuado ajuste psicosocial del adolescente. Este tipo de relaciones es ms frecuente en adolescentes que ya han tenido dificultades para crear y mantener amistades durante la niez. Por otra parte, aunque el apoyo emocional del amigo se ha relacionado con una percepcin ms favorable de las propias capacidades y con mayor competencia escolar y social, es necesario considerar, adems de la calidad de la relacin, el tipo de conductas en las que se implica habitualmente el amigo. En una relacin de amistad satisfactoria y caracterizada por el apoyo mutuo, los gustos, aficiones, metas educativas y aspiraciones de los amigos se influyen mutuamente. La similitud entre amigos es frecuentemente citada como una caracterstica de esta relacin. Sin embargo, parte de esta similitud da lugar al origen de la amistad y parte es consecuencia de la mutua influencia. Segn Erwin (1998), la similitud en actitudes, gustos musicales, orientacin escolar, aspectos de personalidad e incluso implicacin en conductas de riesgo como el consumo de sustancias es cada vez mayor conforme la relacin avanza. En consecuencia, aunque el apoyo emocional del amigo es un factor protector de la adecuada adaptacin psicosocial del adolescente, la implicacin del amigo en conductas de riesgo, como consumo de alcohol o tabaco, puede incidir en el consumo del adolescente de estas sustancias (ver cap. 5). 4.2.3. Grupo de iguales El grupo de iguales es otro elemento clave de la vida social del adolescente. En este sentido, aunque estos grupos son ya habituales en etapas evolutivas previas, en la adolescencia el grupo aporta a sus miembros un sentimiento de pertenencia e identidad especialmente valioso para el adolescente. El grupo de adolescentes crea su propia cultura y rituales independientes de los valores y normas de los adultos. Estos valores en ocasiones pueden ser incluso opuestos a los valores de los adultos. Adems, el grupo crea sus propias dinmicas y da lugar a diferencias de estatus entre sus integrantes. Algunos de sus miembros ocupan posiciones de liderazgo, mientras otros son relegados a posiciones ms perifricas y marginadas. Durante la etapa de la preadolescencia las camarillas son el tipo de agrupacin ms frecuente. Una camarilla es un pequeo grupo de amigos, de edades similares y en la mayor parte de las ocasiones del mismo sexo (Adler y Adler, 1995). Los miembros de la camarilla se comunican entre s con facilidad y pasan juntos gran parte de su tiempo, simplemente hablando y disfrutando mutuamente de la compaa. Adems, es habitual formar parte de ms de uno de estos grupos. As, por ejemplo, un chico puede formar parte de un grupo de amigos
del barrio, de un grupo de compaeros en el aula y de un grupo de chicos que practican un determinado deporte. Estos pequeos grupos, segn Adler y Adler (1995) suelen ser muy cerrados, con marcadas estructuras jerrquicas y altamente exclusivos, es decir, no todos los chicos o chicas que desean pertenecer al grupo son aceptados. De hecho, existen todo un conjunto de tcnicas de inclusin y exclusin que son utilizadas para mantener las fronteras del grupo y definir la pertenencia o no al mismo. Los lderes de la camarilla suelen ser hbiles en el manejo de estas tcnicas. Durante la adolescencia, surgen grupos ms amplios. En concreto, es habitual que varias camarillas se agrupen para formar una pandilla. Cotterell (1996), distingue tres tipos de grupos en la adolescencia: las camarillas, las pandillas y las bandas. Los tres tipos de grupos se basan en la interaccin cara a cara entre sus miembros, la asociacin voluntaria y la cooperacin mutua; pero difieren en su tamao, estructura y estabilidad. No obstante, la agrupacin ms frecuente en esta etapa es la pandilla (Erwin, 1998). Las pandillas pueden incluir tanto camarillas de chicas como de chicos y propiciar, de esta forma, aproximaciones entre ambos sexos. Estas pandillas se renen con frecuencia en parques, calles, o locales como bares o recreativos; y son tambin habituales en los institutos. La pertenencia a estos grupos es importante para el adolescente puesto que de ella deriva una confirmacin de su identidad y un importante sentimiento de vinculacin. El grupo puede apoyar al adolescente ante algunas preocupaciones o dificultades relacionadas con esta transicin y, sobre todo, puede ayudarle a confirmar sus valores, actitudes e intereses que, en ocasiones, pueden ser contrarios a los paternos. Por otra parte, el grupo tambin ejerce una fuerte presin sobre el adolescente para que ste se ajuste a las normas del grupo y participe en sus actividades. De esta forma, si las actividades que dan cohesin al grupo incluyen el consumo de sustancias o la implicacin en conductas delictivas, el adolescente se ver sometido a una fuerte presin para participar en estas actividades. Obviamente, no todos los grupos de adolescentes sancionan como positivas tales conductas. La variedad en este sentido es amplia, e incluye tanto grupos en los que la conducta agresiva es la norma como otros que se caracterizan por el desempeo de actividades plenamente consonantes con los valores adultos. Un mbito especial, respecto del anlisis de los grupos de iguales, lo constituye el mbito escolar puesto que las instituciones educativas, tanto en la enseanza primaria como en la secundaria, agrupan a los alumnos en aulas. En consecuencia, y puesto que la enseanza es obligatoria en Espaa hasta los 16 aos, los adolescentes forman tambin parte de este grupo de adolescentes que constituye un aula. Sin embargo, a diferencia de los grupos comentados previamente, la pertenencia a este grupo no es voluntaria sino obligatoria. En cada aula existen varios pequeos grupos de alumnos, as como tambin algunos chicos que se encuentran aislados o rechazados, y que no obstante son forzados a permanecer en este contexto. El rechazo de los iguales es bastante estable en el tiempo y se ha relacionado, reiteradamente, con problemas de ajuste psicosocial tales como delincuencia, depresin, baja autoestima y mayores dificultades acadmicas y de integracin escolar (Parker y Asher, 1987). En concreto, con respecto al ajuste escolar, los chicos rechazados muestran un peor rendimiento acadmico e ndices ms elevados de absentismo y de abandono escolar.
No obstante, la influencia del grupo de iguales ser ms o menos poderosa en funcin de la relacin que el adolescente tiene con su familia y, en concreto, del grado de apoyo paterno que percibe. As, en el caso especfico del consumo abusivo de sustancias, Wills, Mariani y Filer (1996) sealan que los adolescentes en situacin de mayor vulnerabilidad son aquellos que perciben escaso apoyo familiar y que, adems, se encuentran altamente implicados en las actividades del grupo de iguales. Sin embargo, los adolescentes que participan en gran medida en las actividades del grupo de iguales, pero perciben claramente que tienen el apoyo de los padres resultan ms resistentes a las presiones del grupo. Por tanto, un anlisis ms preciso de la vulnerabilidad del adolescente debera considerar tanto el apoyo familiar como el de los iguales, puesto que ambos aspectos de las relaciones sociales del adolescente se encuentran ntimamente conectados.
Grfico 4.1. Correlacin entre percepcin de apoyo de los padres y nimo depresivo
Apoyo de la madre
_ _
nimo Depresivo
Junto con el modelo de efectos directos, otra de las hiptesis que ms investigacin ha generado es la hiptesis buffer. Segn esta hiptesis, el apoyo social ejerce un efecto positivo en el bienestar frenando o reduciendo el efecto negativo de los sucesos o cambios vitales estresantes. En este sentido, puesto que la adolescencia constituye una transicin vital importante para el sujeto, aquellos que disponen de apoyo social pueden percibir menor estrs, y afrontar de un modo ms eficaz esta transicin. Wills et al. (1996), siguiendo esta hiptesis, han planteado un modelo explicativo de la influencia del apoyo parental en el ajuste del adolescente. Segn estos autores, el apoyo paterno interacta de varias formas con los estresores. En primer lugar, la autoconfianza, las competencias sociales y las habilidades de afrontamiento que el adolescente ha desarrollado en el contexto familiar, a travs del apoyo paterno, pueden reducir el nmero de estresores o dificultades. Pero, adems, la utilizacin de estrategias de afrontamiento eficaces puede reducir la gravedad de las dificultades. As, por ejemplo, un adolescente que es sometido a una fuerte presin del grupo de iguales en relacin con el consumo de sustancias puede afrontar mejor esta situacin si dispone de las competencias sociales requeridas para responder adecuadamente a los ofrecimientos de los amigos. En cambio, un adolescente que no cuenta con el apoyo de uno o ambos padres, que confa menos en s mismo y necesita ms la confirmacin del grupo y, adems, dispone de menores competencias sociales, es mucho ms probable que se inicie e incremente el consumo de sustancias si esta actividad se produce en su grupo de amigos.
Grfico 4.2. Correlaciones entre apoyo paterno, afrontamiento y nimo depresivo
)
(
Estrs
nimo Depresivo
( ( (
+)
(
+)
Reestructuracin
)
(
+)
En esta misma lnea, en el citado estudio realizado con adolescentes valencianos, hemos constatado tambin la existencia de importantes relaciones entre la percepcin de apoyo paterno, el estrs familiar y la utilizacin de la reestructuracin cognitiva y la bsqueda de apoyo en amigos y familiares como estrategias de afrontamiento. Adems, esta relacin se constata tanto en el caso del apoyo que perciben del padre como del que perciben de la madre (grf. 4.2.). As, aquellos adolescentes que manifiestan sentir el apoyo de sus padres indican la existencia de menos estresores familiares y, adems, consideran que es habitual en su familia analizar y reestructurar el problema, as como buscar apoyo en personas significativas y prximas, cuando surgen dificultades. Como sealbamos anteriormente, es probable que los adolescentes que perciben la utilizacin de estas estrategias de afrontamiento en su familia las hayan interiorizado como medios tiles y efectivos de afrontar situaciones difciles y, consecuentemente, ellos tambin hagan uso en mayor medida de estas estrategias cuando tengan que manejar situaciones problemticas en diversos contextos. Por tanto, y a travs de la utilizacin de estas habilidades y estrategias de afrontamiento, tambin se puede sealar la influencia indirecta que el apoyo familiar tiene en el bienestar y el ajuste psicosocial del adolescente.
prevalente entre los chicos y que incluso puede describirse como normativa. Este autor sugiere que, para muchos chicos, la delincuencia no es solamente normativa, sino que tambin resulta adaptativa, al ser expresin de autonoma. Sin embargo, la frecuencia y aparente normalidad de estas conductas no debe ocultar su gravedad. Los delitos que cometen algunos adolescentes a menudo son graves (ver cuadro 5.1), y las consecuencias de estas acciones pueden ser realmente serias y adversas tanto para ste como para la sociedad.
Cuadro 5. 1. Primer trimestre de 1999: noticias en prensa relacionadas con conductas delictivas juveniles
Un nio de 9 aos tiene aterrorizados a alumnos y profesores de un colegio de Elche. Un skin head de 16 aos admite que apual a un joven en Madrid. Cinco adolescentes matan en el barrio neoyorkino de Brooklyn a un amigo de 14 aos tras jugar al baloncesto. Acusan a un nia de 13 aos de robar un milln a sus abuelos y repartirlo con sus amigos. Un adolescente de 17 aos roba un avin y atraviesa media Francia. Un chico estadounidense de 14 aos mata a una nia de 8 aos y la oculta en su cama de agua. La polica detiene a un nio de 6 aos en Almera al que acusa de robar.
La edad de inicio en las actividades delictivas as como el tipo de delito cometido son indicadores bsicos para determinar la posible trayectoria delictiva del adolescente. La primera detencin representa un indicador bsico de la reincidencia. Es posible afirmar que cuanto ms baja es la edad del primer arresto, ms probabilidad hay, de que el joven reincida en una actividad delictiva consistente (Garrido y Lpez, 1995). La reincidencia depende por lo tanto, y en gran medida, de la edad en que se ha cometido el primer delito, siendo una edad de mximo riesgo los 13 aos. Los estudios confirman que los sujetos arrestados por primera vez a esta edad reinciden con ms frecuencia que otros sujetos que han cometido su primer delito en cualquier otra edad. En todo caso, la edad ms frecuente de detencin para los delitos apunta hacia la mitad de la adolescencia, siendo los 17 aos la edad de mxima prevalencia para el primer delito de tipo menor. El tipo inicial de delito es tambin un predictor de la reincidencia. La mayora de las carreras delictivas comienzan con un delito menor considerado incluso como de estatus (fugarse de casa, experimentar con las drogas, etc.). La tasa de reincidencia, como muestra McCord en un estudio realizado a principios de los ochenta, es del 75% para los sujetos que han cometido un primer delito de hurto mientras que desciende al 18% en el caso de un primer delito de violencia. El problema se presenta cuando se tiene en cuenta que la iniciacin en este tipo de conducta antisocial puede considerarse como un marcador que incrementa la tendencia a implicarse en un estilo desviado de comportamiento. Adems, este tipo de conducta puede implicar, por una parte, una influencia negativa y cada vez ms importante de los iguales desviados y, por otra, ser la puerta de entrada a otro tipo de conductas problemticas como el uso y abuso de drogas.
son solo algunos de los factores o variables considerados para explicar desde muy diversas perspectivas, las conductas antisociales de los jvenes. Los modelos generales explicativos de la agresin y conducta antisocial en la adolescencia tienen en cuenta como criterio bsico, la trayectoria de esta conducta, es decir, su cronicidad o transitorialidad; aspectos que trataremos a continuacin. 5.2.1. Trayectoria persistente El primer modelo para explicar la reincidencia o carrera delictiva de algunos adolescentes se centra en factores biolgicos, psicolgicos y sociales que influyen de forma temprana y crnica en el desarrollo de una personalidad o estilo conductual agresivo y antisocial, que se manifiesta en la adolescencia como delincuencia. Desde esta perspectiva, algunos investigadores del comportamiento antisocial han sealado que la agresin es una caracterstica profundamente persistente y crnica de determinados individuos. Caspi, Elder y Herbener (1990) han sugerido a este respecto, que el comportamiento antisocial refleja un estilo interaccional malhumorado que se desarrolla inicialmente en la niez y que persiste durante el periodo adulto. Segn estos autores, este estilo interaccional se desarrolla como consecuencia de un proceso transaccional negativo entre sutiles dficits neuropsicolgicos congnitos y entornos criminolgicos que inadvertidamente recompensan la conducta agresiva. Una vez que se ha desarrollado este estilo, los individuos recurren a l, en entornos que los favorecen, creando de este modo una disposicin duradera del comportamiento antisocial. Los autores indican por otra parte, que este estilo adquiere una mayor importancia en entornos no familiares en los que hay que negociar o en periodos de incertidumbre tales como transiciones del desarrollo evolutivo. La investigacin longitudinal ha mostrado asimismo, que estas caractersticas son estables y que estn relacionadas con los entornos de riesgo sealados por autores como Farrington, Loeber y Van Kammen (1990). Desde esta perspectiva, los criterios diagnsticos de un trastorno de conducta son necesarios para explicar la delincuencia. El trastorno de conducta explica, de acuerdo con Popper y Steingard (1996), el 50% de los actos delictivos juveniles y una proporcin todava mayor entre los jvenes encarcelados. Estos jvenes, generalmente de estatus socioeconmico bajo, proceden de hogares rotos con disputas familiares, rechazo materno y padres alcohlicos; presentan un desarrollo cognitivo y moral bajo, mayor impulsividad conductual, mayor susceptibilidad al aburrimiento y una necesidad ms acusada de bsqueda de estmulos (Popper y Steingard, 1996). En esta lnea y siguiendo a Garrido y Martnez (1998) algunos reincidentes juveniles presentan un grave deterioro en su ajuste personal e interpersonal. Este grupo de delincuentes persistentes, pequeo en nmero, es sin embargo, responsable de una gran cantidad de delitos. El trastorno de conducta implica importantes procesos desadaptativos que no son compartidos por la mayora de los adolescentes que transgreden tambin la ley. As puesto que no todos los actos delictivos se explican en funcin de un trastorno disocial, resulta evidente la necesidad de entender estas conductas desde otros modelos que no contemplan estas variables como determinantes de la conducta delictiva.
5.2.2. Trayectoria transitoria Eccles, Midgley, Wigfield et al. (1993) se han aproximado al estudio de los problemas de conducta de los adolescentes considerndolos como una cuestin ms especfica del desarrollo que incluye factores causales prximos, tales como la escuela y los entornos familiares prximos. Popper y Steingard (1996) han sugerido en esta lnea que un pobre ajuste persona-entorno para el adolescente -en casa o en la escuela-, puede explicar el incremento de este tipo de conductas en la adolescencia. Segn estos autores, las conductas antisociales y delictivas ms frecuentes en esta etapa son las que aparecen reflejadas en el siguiente cuadro:
Cuadro 5.2. Conductas antisociales en la adolescencia
Conductas Chicos Chicas Total Hacer novillos 82 81 82 Beber alcohol 83 73 78 Alterar la paz 72 69 71 Fumar marihuana 67 59 63 Robar (menos de 2 $) 67 58 62 Desafiar la autoridad paterna 41 42 42 Atacar a alguien a puetazos 48 25 37 Conducir un coche sin permiso 42 25 34 Utilizar documentacin falsa 35 27 31 Conducir bebido 39 22 30 Robo (entre 2 y 50 $) 34 26 30 Problemas escolares, castigos, 32 27 29 Vender marihuana 35 19 27 Peleas de pandillas 39 15 27 Destruccin de bienes leves 37 16 26 Llevar armas 34 17 25 Utilizar drogas duras 15 19 17 Escaparse de casa 16 16 16 Robo de objetos de los coches 20 3 12 Extorsin 14 8 11 Vender drogas duras 12 9 10 Robo (ms de 50 $) 13 5 9 Atraco 5 1 3 Robo de coches 5 1 3 Prostitucin 5 1 3 Fuente: Popper y Steingard (1996), basado en Cernokovih y Giordano (1979).
Popper y Steingard (1996) ponen de manifiesto que a medida que los nios crecen y tienen mayor nivel educativo, desean ms participacin en la escuela y en la toma de decisiones familiares. Sin embargo, al tener pocas oportunidades en este sentido, se implican en conductas de riesgo con el fin de expresar su necesidad de autonoma. El comportamiento desviado del adolescente se explica por tanto por el fracaso de la escuela y de la familia en asumir las necesidades crecientes de autonoma y control del adolescente. Otro modelo integrador del comportamiento antisocial en la adolescencia que complementa y extiende el modelo de ajuste persona-entorno es el propuesto por Moffitt (1993). Esta autora plantea que las conductas delictivas son el resultado de un fenmeno histrico creado por la incongruencia que supone en la adolescencia lograr la madurez biolgica sin que simultneamente se conceda o reconozca al adolescente el estatus de adulto. En estas circunstancias, la delincuencia se convierte en una va de autodefinicin y expresin de autonoma. Es un intento adaptativo del adolescente para salvar las diferencias entre las cambiantes autopercepciones y los roles sociales circunscritos. En relacin a estas dificultades
en la familia, como ya apuntaban Stone y Church (1968:447), los problemas ocurren porque los adolescentes estn preparados para la vida adulta alrededor de dos aos ms tarde de lo que les gustara y alrededor de dos aos antes de lo que los padres quisieran. La adolescencia como hemos visto en captulos anteriores, pone a prueba la capacidad de toda la organizacin familiar de adaptarse a nuevos cambios. En diversos niveles, la tarea comn de la familia en esta fase del ciclo de vida familiar consiste en progresar hacia una diferenciacin siempre mayor y una individuacin cada vez ms profunda, adecuando a este fin, los tipos de lazos que los unen, sin perder por ello, el sentido de unin entre los miembros de la familia. En este proceso de separacin, los padres deben aprender a separarse de los hijos, aceptar que se estn convirtiendo en adultos y ayudarles en su proceso de emancipacin. La forma en que los padres viven esta separacin tiene unos efectos importantes en el proceso de crecimiento y de autonoma de los hijos y, de ah, en el ajuste psicosocial de los hijos.
que se expone un adolescente, mayor ser la probabilidad de que se convierta en un delincuente juvenil crnico o en un consumidor abusivo de drogas. Los distintos contextos que concurren en las conductas de riesgo -individuo, escuela, familia, iguales y comunidad- tal y como puede apreciarse en el cuadro 5.3., son integrados en esta teora que contempla factores de riesgo que van desde la vulnerabilidad bioqumica a normas sociales.
Cuadro 5. 3. Factores de riesgos asociados a la conducta delictiva y al consumo de sustancias
Individuo: factores biolgicos y cognitivos, rebelda frente a las actitudes y a los valores normativos de la sociedad, ausencia de habilidades para el afrontamiento de los problemas, inicio precoz en conductas desviantes. Contexto familiar: organizacin familiar, prcticas de control familiar inadecuadas, conflicto familiar, actitudes parentales de rechazo, maltrato y antecedentes delictivos en los padres. Grupo de iguales: rechazo o indiferencia de los iguales en la escuela primaria, actitudes favorables de los iguales a la delincuencia, conducta delictiva por parte de los iguales. Contexto escolar: ejecucin acadmica caracterizada por presencia en la enseanza elemental de conductas agresivas y antisociales tempranas y persistentes y absentismo recurrente y fracaso escolar en la preadolescencia. Comunidad: privacin econmica, falta de apoyo, de sentimiento de pertenencia e integracin en el vecindario, movilidad, disponibilidad de las sustancias. Fuente: Hawkins et al., 1992.
Suscribindonos ampliamente al modelo interdisciplinar propuesto por estos autores, nos centraremos sin embargo en los distintos factores que asociados al contexto familiar, tienen un efecto importante en el ajuste de sus miembros y en particular en la conducta delictiva. 5.3.1. El contexto familiar Si bien la familia puede caracterizarse desde el punto de vista de sus miembros como un modelo de compromisos y obligaciones a largo plazo, la evidencia demuestra que con cierta frecuencia, los miembros familiares fracasan en el cumplimiento de estas funciones, y no slo esto, sino que adems la violencia, los malos tratos, la indiferencia, el abandono y otros tipos de problemas familiares tienen lugar en el seno de la familia (Gracia y Musitu, 2000). De hecho se ha llegado a definir la familia como la institucin ms violenta de la sociedad -exceptuando el ejrcito en tiempos de guerra- (Gelles y Straus, 1979). Adems, la intensidad de las emociones negativas experimentadas en la familia tiende a ser mayor que las experimentadas en otros contextos. Como hemos sealado con anterioridad, los distintos estudios que han tratado de explicar la conducta delictiva, han tenido en cuenta una constelacin de factores. Por ello, los trabajos que han tratado de determinar la importancia de las variables familiares en la conducta delictiva juvenil, no han limitado sus explicaciones a las interacciones y procesos familiares como elementos nicos y explicativos de este tipo de comportamiento. As, factores individuales (hiperactividad, agresividad, etc.) o sociales (problemas de marginacin social, vecindario pobre y desintegrado, etc.) se han integrado en el marco de estas explicaciones. Asimismo, encontrar un modelo nico de explicacin no es posible, si se tiene en cuenta las diferencias implcitas entre la conducta antisocial y el delito tipificado, entre el delito ocasional y el delito reiterado, entre el delincuente ocasional y el delincuente con
carrera delictiva. En este sentido, tanto los factores familiares como otras fuerzas que actan en el individuo, en la comunidad y en la cultura, resultan sumamente importantes en el desarrollo de explicaciones satisfactorias. En todo caso, existen distintos factores de riesgo familiar que parecen estar asociados en mayor o menor medida al desarrollo de problemas conductuales en los hijos. De hecho, numerosas investigaciones (ver cuadro 5.4.) apuntan a una constelacin de factores familiares de riesgo como el tipo de disciplina, la interaccin conyugal o la propia interaccin padres-hijos (Sokol-Katz, Dunham y Zimmerman, 1997; Martnez, 2000).
Cuadro 5. 4. Factores de riesgo familiares asociadas a problemas conductuales
Disciplina familiar: Disciplina paterna inadecuada, inconsistente, rechazo paterno, castigo por causas leves. Estilos parentales: Crianza deficiente, negligencia Interaccin padres-hijos: Falta de cario, pobre cohesin familiar, problemas de comunicacin Interaccin conyugal: Problemas de pareja, peleas, maltrato Transmisin de valores: Confusin de valores en la familia. Funcionamiento familiar: Desorganizacin y distanciamiento. Fuentes de estrs intrafamiliar: Cambio de residencia, prdida de ingresos, bajos ingresos, empleo inestable Modelado: Antecedentes delictivos en uno o varios miembros de la familia. Tipo de familia: Familias numerosas, rotas, con un solo progenitor.
En esta lnea y de acuerdo con Loeber y Dishion (1983), una de las variables familiares con mayor valor predictivo para el primer delito es el tipo de disciplina familiar y los estilos disciplinares. La socializacin inadecuada o ms bien la inoperancia del sistema familiar en cuanto a sus funciones de socializacin parecen por lo tanto relacionarse de forma importante con el ajuste de los hijos. Desde esta perspectiva, un estudio de Goleman (1995) confirma la existencia de tres estilos parentales emocionalmente inadecuados para el desarrollo y ajuste de los hijos: el estilo laissez-faire, la desatencin total de los sentimientos de los hijos y el desprecio hacia sus sentimientos: - Estilo laissez-faire: los problemas emocionales de los hijos son considerados como banales o molestos, y por ello, rara vez los padres ofrecen a sus hijos una respuesta emocional alternativa. En el caso de brindar una respuesta, se utilizan tcticas inadecuadas como el soborno o el engao, con el fin de que el hijo deje de estar enfadado o triste. - Ignorar completamente los sentimientos de sus hijos: Con este estilo tambin se ignoran los problemas emocionales de los hijos. Sin embargo, a diferencia del primer estilo, aqu los sentimientos de los hijos no reciben nunca la atencin de los padres. Este tipo de padre/madre carece totalmente de las habilidades necesarias para desarrollar en sus hijos la competencia emocional. - Despreciar y no respetar los sentimientos del nio: Este tipo de padres aunque se centran en los problemas emocionales de sus hijos, mantienen una conducta hacia stos generalmente muy desaprobadora y excesivamente dura, tanto en lo que concierne a las crticas como a los castigos. La importancia de estos estilos emocionalmente inadecuados de paternidad en el ajuste de los nios resulta bsica. As, y de acuerdo con Goleman, los nios de padres con estos tipos de estilos parentales muestran mayores dificultades de adaptacin tanto en el
mbito familiar -mayores conflictos con los padres- como en el mbito social -problemas de relacin con los dems, conducta agresiva, hostilidad, etc.-. Estos estudios estn en concordancia con las explicaciones psicolgicas que subrayan que la delincuencia ocurre cuando el proceso normal de aprendizaje social basado en las recompensas y castigos de los padres se ve alterado por una disciplina errtica, una pobre supervisin, hostilidad entre los padres y modelos paternos antisociales y criminales (Farrington, 1992). Cuando no se crean fuertes relaciones entre las personas implicadas en las situaciones de interaccin, los castigos y recompensas mediados interpersonalmente tienen poca influencia. Para Goleman, el aprendizaje emocional se inicia en los primeros momentos de la vida y prosigue a lo largo de toda la infancia. Todos los intercambios que tienen lugar entre padres e hijos acontecen en un contexto emocional y la reiteracin de este tipo de mensajes a lo largo de los aos acaba determinando el ncleo de la actitud y de las capacidades emocionales del nio. Por otra parte, la influencia e importancia de las interacciones paterno-filiales en el ajuste conductual de los hijos se confirma en diferentes estudios clsicos. As, en un estudio interesante de Stollenberg (1969), se evidencia una baja tasa de delincuencia juvenil en familias chinas que viven en barrios marginales norteamericanos. Si bien el factor ambiental es considerado como un factor que facilita la conducta antisocial, este estudio demuestra la importancia que desempean factores protectores familiares como la abundancia de cario y de proteccin hacia los hijos, la intolerancia hacia las conductas agresivas, la cohesin familiar y la exposicin a modelos prosociales. Los resultados de este estudio se aproximan a los encontrados por Cliford (1976), que constata en comparacin con otros pases, y explicado a tenor de estos mismos factores familiares, una baja tasa de delincuencia en Japn. Este trabajo indica adems que la tasa de delincuencia es mayor en jvenes japoneses con lazos familiares ms dbiles. Otros estudios como los realizados en los aos setenta por Attenborg muestran que una crianza y educacin deficiente discrimina significativamente entre jvenes con conductas antisociales -tanto reincidentes como no- en comparacin con jvenes sin este tipo de conducta. Asimismo, el trabajo de Zabzynska (1977) sugiere que la crianza deficiente y el abandono del cuidado de los nios son algunas de las variables ms destacadas para explicar la conducta de robo en nios de 10-11 aos. Existe una creciente aceptacin de que las experiencias infantiles de negligencia y maltrato (sea ste fsico o emocional) pueden desencadenar un comportamiento antisocial, violento y delincuente o al menos ser un importante indicador de riesgo para que esto ocurra. Siguiendo a Garrido y a Lpez (1995), si bien es cierto que muchos nios que son objeto de abusos no se convierten en delincuentes, tambin lo es que una considerable proporcin de delincuentes, especialmente los ms violentos, han sido gravemente maltratados en su infancia y adolescencia. Un estudio de seguimiento de 20 aos con 4.000 nios maltratados, ha puesto de manifiesto que ms de un 20% de estos nios han sido, en este periodo de seguimiento, penados procesalmente; porcentaje que probablemente sea inferior al que verdaderamente ocurri.
El 76% de los accidentes de trfico en fin de semana se relacionan directa o indirectamente con la ingesta de alcohol (Montoro y Mayor, 1997). Un estudio realizado con jvenes suecos a finales de los ochenta por Andrasson, Romelsj y Allebeck muestra que a medida que aumenta la cantidad de alcohol consumido, se incrementan las tasas de muertes violentas. Los delitos relacionados con el consumo de drogas representan una realidad demasiado frecuente en la poblacin juvenil siendo esta ltima conducta de riesgo el objeto de inters del siguiente captulo.
Grfico 6.1. Distribucin porcentual del hbito tabquico en adolescentes espaoles de 17 aos
Chicos 18%
Chicas 24%
La dependencia y tolerancia a la nicotina produce progresivamente un incremento en su consumo. Para muchos adolescentes que empezaron a fumar experimentalmente a los 14 aos, la intensidad del consumo se caracteriza a los 17 aos por ser alta (entre 10 y 20 cigarrillos diarios). El consumo excesivo -ms de 20 cigarrillos diarios- sigue siendo, a pesar de que el hbito tabquico est ms extendido actualmente entre las chicas, ms frecuente entre los chicos (Liberato, Hernndez, Martnez et al., 1997). Los estudios sugieren que el tabaco tiene un efecto facilitador en el consumo experimental y regular de sustancias no institucionalizadas como el cannabis (Kandel, Yamaguchi y Chen, 1992). El trabajo de Lloyd y Lucas (1998) evidencia a este respecto, que mientras que casi la totalidad de los fumadores habituales han experimentado con el cannabis, este porcentaje se reduce drsticamente al 10% para los no fumadores. Adems en el grupo de fumadores habituales, un porcentaje relativamente elevado consume frecuente u ocasionalmente cannabis. Por otra parte, el estudio realizado por Liberato et al. (1997) muestra que existe una asociacin entre el consumo de tabaco y de alcohol. As, ms de la mitad de los fumadores habituales beben regularmente alcohol, frente al 25% de no fumadores que beben habitualmente (cuadro 6.1).
Cuadro 6.1. Distribucin por porcentajes de fumadores habituales y no fumadores que consumen alcohol y cannabis
Fumadores habituales Consumo regular de alcohol Consumo experimental de cannabis Consumo regular de cannabis Consumo ocasional de cannabis 55 84 34 28 No fumadores 25 10 ----------------------
Tanto el consumo del tabaco como de alcohol se convierte a partir de los 15-16 aos en un comportamiento estable (Delegacin del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, 1997). Hasta el inicio de la edad adulta, la frecuencia y la cantidad de consumo de alcohol comienza a ser muy elevada. De hecho, un estudio de Pons, Buelga y Lehalle (1999) indica que el 56.8% de los adolescentes entre 15 y 19 aos son consumidores moderados y el 18.4% abusivos. En lneas generales, se describe al adolescente consumidor de alcohol como un bebedor de fin de semana que bebe principalmente por la noche con su grupo de iguales. Con frecuencia, es un bebedor compulsivo que busca colocarse para empezar la fiesta y utiliza el alcohol como droga sustitutiva de las no institucionalizadas. En el marco de este contexto de diversin, no es sorprendente observar la asociacin del alcohol con episodios de consumo excesivo (Delegacin del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, 1997). Comas (1993) indica que la cantidad de consumo de alcohol entre los adolescentes de 15 y 16 aos es treinta veces superior el sbado en comparacin con la ingerida al resto de das de la semana. La gravedad de esta situacin reside en la relacin que se encuentra entre la ingesta de alcohol y su implicacin en accidentes de trfico y muerte intencional y accidental. Desde esta perspectiva, resulta evidente que el consumo abusivo o excesivo de alcohol representa no solo en la adolescencia, sino en todas las etapas del ciclo vital de la persona, un problema grave que puede afectar de forma importante a distintas reas bsicas de la persona: amistad, salud, vida familiar, profesin, estudios, empleo y economa (Edwards, Anderson, Babor et al., 1997). Adems autores como Kandel ponen de manifiesto la importancia que tiene el consumo de alcohol y tabaco en el consumo experimental de las drogas no institucionalizadas (Kandel et al., 1992). Estos autores plantean la existencia de una secuencia de cuatro estadios en el consumo de diversas sustancias: (1) vino y cerveza, (2) tabaco o alcoholes de mayor grado, (3) marihuana, y (4) cocana y herona. Desde este modelo, conocido como la teora de la puerta de entrada -gateway theory-, se resalta el efecto facilitador que ejercen las drogas institucionalizadas en el consumo de las no institucionalizadas. No obstante, como indican los autores, el hecho de consumir una determinada sustancia en una fase de secuencia, no implica necesariamente el paso ulterior a la siguiente secuencia. Adems, la precocidad en el inicio de las drogas y el nivel de implicacin en el consumo representan factores determinantes en la progresin del consumo de drogas. Por otra parte, un trabajo reciente de Lpez, Martn y Martn (1998) realizado sobre una muestra de jvenes de la Comunidad de Madrid, confirma que la mayor parte de los jvenes que consumen drogas no institucionalizadas beben alcohol. As, de la totalidad de los jvenes que manifiestan utilizar drogas no institucionalizadas, el 94,1% consume regularmente alcohol. Sin embargo, el consumo del alcohol no implica necesariamente el consumo de sustancias no institucionalizadas. A este respecto y en este trabajo, se indica que de la totalidad de los jvenes que consumen alcohol, nicamente el 22,4% consumen sustancias no institucionalizadas. Asimismo y de acuerdo con este estudio, parece existir un grupo reducido de jvenes (un 4,3% de la totalidad de consumidores de alguna droga) que se inician en el consumo de drogas no institucionalizadas sin haber consumido previamente alcohol.
6.1.2. Consumo de drogas no institucionalizadas Las diversas investigaciones realizadas indican que el patrn de consumo de drogas no institucionalizadas es diferente al de las institucionalizadas. Se plantea, como se ha sealado en apartados anteriores, la existencia de una relacin curvilnea entre la edad y el consumo de las drogas no institucionalizadas; el consumo es muy bajo tanto en frecuencia como en cantidad hasta los 14 aos (Ravenna, 1997). A medida que aumenta esta edad, se incrementa el consumo de este tipo de drogas hasta alcanzar un punto mximo en la primera fase de la edad adulta. A partir de este punto de inflexin, el consumo disminuye de forma importante coincidiendo con la adquisicin de los roles sociales adultos. La sustancia no institucionalizada ms consumida entre los adolescentes, tanto en forma de monoconsumo como de policonsumo, es el cannabis (European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction, 1999). La edad de riesgo para el inicio en el consumo de hachs y de marihuana se sita en los 16.5 aos y su consumo regular en los 17 aos (Lpez et al., 1998). Un tercio de los adolescentes espaoles de 16-17 aos, como puede verse en el grfico 6.2., tienen un consumo ocasional de esta sustancia y un 6.5% la consumen regularmente.
Grfico 6.2. Porcentaje de adolescentes espaoles con consumo ocasional y regular de cannabis
Con respecto a la edad de inicio, no se han encontrado diferencias en funcin del sexo, pero s en la frecuencia y cantidad de consumo de cannabis. Este consumo es en todas las edades ms frecuente y elevado entre los chicos. El trabajo de Lpez et al. (1998) muestra por otra parte y en relacin al consumo continuado de esta sustancia que un 40.5% de los jvenes espaoles que se inician con esta droga, consumen de nuevo esta sustancia. Estos autores encuentran como Choquet y Leroux (1997), un porcentaje relativamente elevado de consumidores habituales; un 4% frente al 5% hallado por los autores franceses. Otros patrones de consumo en el cannabis son el consumo ocasional (12%) y el consumo de fin de semana (2.6%). Los nuevos consumos que hace una parte de la poblacin juvenil de viejas sustancias entre las que destaca el MDMA (xtasis), constituyen desde los aos noventa, un hecho preocupante. En realidad, estas sustancias no son nuevas sino que se trata de viejos productos con nuevos consumos, como el extasis que ya fue sintetizado a principios del siglo XX. Algunos autores han sealado a este respecto, que estas sustancias han tenido una reformulacin cultural al introducirse con una aureola de no toxicidad en el ambiente de
diversin y de fiesta de los jvenes. En este sentido, se plantea que el consumo de estas nuevas drogas, llamadas drogas sintticas, se asocian a un determinado tipo de msica, -tecno y house- que definen actualmente lo que se conoce como rave culture (Calafat, Stocco, Mendes et al., 1999). A pesar de que se desconoce realmente el alcance de este consumo, este nuevo consumo en aumento parece afectar a muchas naciones europeas y en especial, al Reino Unido, Holanda y Espaa (Calafat et al., 1999). Un informe de la Organizacin Mundial de la Salud indica en este sentido que la sustancia no institucionalizada ms consumida despus del cannabis por los adolescentes holandeses es el xtasis (WHO Regional European Office, 1997). En Espaa, y segn indica este trabajo, el 5.10% de los jvenes de 14-18 aos, han tomado xtasis en 1996 y un 3.9% lo ha consumido en el ltimo mes de ese ao (WHO Regional European Office, 1997). Los trabajos epidemiolgicos con respecto a los patrones de consumo de esta sustancia no son muchos pero indican, como en el caso del cannabis, que el consumo de estas sustancias es en todas las edades ms elevado entre los chicos (2/1). En cuanto a la edad de mxima prevalencia del consumo, los datos no son todava muy claros. En Espaa, el consumo de las drogas sintticas parece prevalecer entre los 15 y 18 aos, siendo prcticamente inexistente a partir de los 25 aos (Lpez et al, 1998). De acuerdo con Lpez et al. (1998) un 5.2% de los jvenes consumen en la actualidad este tipo de drogas; un 4.3% la utiliza de forma ocasional y un 0.9% los fines de semana. El fenmeno del policonsumo constituye, de acuerdo con los estudios, una prctica comn entre los consumidores de xtasis (ver cuadro 6.2.). De acuerdo con el trabajo de Graf (1997), el 94% de los consumidores de esta sustancia han tomado en los 12 ltimos meses otras drogas no institucionalizadas. Asimismo, en un trabajo de Schifano et al. (1996) se observa que el 86% de los consumidores de xtasis reconocen haber tomado esta sustancia con otras drogas. Ms de la mitad de estos consumidores han hecho, segn muestra el estudio de Schifano, un consumo concomitante de xtasis con cannabis o con alcohol y un tercio lo ha combinado con poppers o con cocana.
Cuadro 6.2. Porcentaje de consumidores de xtasis que combinan esta sustancia con otras drogas
Cannabis Graf (1997) 31.5 Cocana 11.1 LSD 5.6
Cannabis 59
Poppers 33
Cocana 31
Anfetaminas 9.9
El informe del Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanas (1999) indica por otra parte, una tendencia al aumento en el consumo de estas drogas estimulantes; alucingenos (LSD, hongos alucingenos,), cocana y anfetaminas. Segn consta, entre el 1 y el 3% de los jvenes de 15 y 16 aos, han consumido en alguna ocasin cocana, entre el 1 y el 10%, alucingenos, y, entre el 1 y el 13%, anfetaminas. Parece que existe un patrn similar en el consumo de la cocana y en el de los alucingenos. Para ambas sustancias, la edad media de inicio se produce a los 17.3 aos. Del
total de los jvenes que han consumido experimentalmente estas sustancias, un tercio vuelve a consumirlas: un 3.9% y un 3.7% consumen ocasionalmente cocana y alucingenos y un 0.3% y 0.5% regularmente (ver grafico. 6.3.).
Grfico 6.3. Porcentaje de jvenes que repiten y no repiten el consumo experimental de alucingenos y cocana
No repite Cocana Alucingenos 64.5 69.1 Repite 35.1 30.9 Consumo Ocasional Cocana Alucingenos Fuente: Lpez et al. (1998). 3.9 3.7 Consumo Regular 0.3 0.5
Es evidente que la tendencia que parecen apuntar los distintos estudios hacia un aumento en el consumo de las drogas estimulantes representa un problema preocupante de la Europa del 2000. De hecho, en estos aos se ha producido un aumento de peticiones de ayuda en jvenes que han desarrollado una dependencia psicolgica hacia el consumo de estas drogas ligadas al contexto de discotecas y fiestas (EMCDDA, 1999). Por otra parte, algunas trabajos informan ya acerca de muertes y de trastornos psiquitricos inducidos a partir del consumo del xtasis (San, 1995). As, se han referido muertes debidas a arritmias cardiacas tanto en individuos con o sin enfermedades preexistentes. Otros trabajos han descrito la aparicin de diversos trastornos psiquitricos relacionados con el consumo de xtasis, sin que por ello pueda establecerse una relacin de causalidad. La mediacin de otras variables importantes como la presencia de antecedentes psiquitricos familiares, problemas personales, consumo concomitante de otras drogas y posibles contaminantes del propio MDMA, se relacionan con las complicaciones psiquitricas (San, 1995). Entre los trastornos psiquitricos asociados al consumo de xtasis, se registraban, ya a principios de los noventa, al menos cinco casos de psicosis paranoide con flashbaks (Creighton, Black y Hyde, 1991) y dos casos de psicosis crnica atpica y depresin grave con ideacin suicida, sin que intervenga factores previos de vulnerabilidad personal o familiar (Benazzi y Mazzoli, 1991). Una cuestin esencial es, por tanto, conocer desde una perspectiva psicosocial, los factores que se asocian al consumo de las drogas por qu el adolescente tiende a consumir sustancias que pueden entraarle consecuencias tan graves para su salud?
experimentacin como el consumo incrementado y el mantenimiento del consumo de todas estas sustancias. Y esto ocurre, a pesar de las diferencias obvias en los efectos farmacolgicos de cada sustancia (Hansen y O'Malley, 1996). Desde esta perspectiva, los trabajos de investigacin apuntan dos factores generales que influyen en el consumo de sustancias. En primer lugar, es evidente que el consumo previo de una sustancia, como se ha visto en apartados anteriores, es un factor determinante del consumo subsecuente. Muchas sustancias crean adicciones que son reales en el sentido de que generan sntomas de abstinencia y tolerancia psicofarmacolgica. En segundo lugar, la investigacin previa tambin ha mostrado que los procesos sociales son importantes como mecanismo etiolgico en el inicio y desarrollo progresivo del consumo de sustancias. Muchos de los correlatos ms potentes del consumo de sustancias reflejan una influencia positiva o negativa de los iguales en la conducta. En este sentido, Becker destaca ya en los aos cincuenta, la importancia que ejerce la interaccin con los otros en la fase de aproximacin e iniciacin en el consumo de las drogas,. As, este autor entiende la progresin en el consumo de las drogas como el resultado de una sucesin compleja de experiencias psicolgicas y sociales en las cuales el contexto de la interaccin con los otros consumidores refuerza o modifica las actitudes preexistentes hacia el consumo de las drogas bien se trate de una tendencia de predisposicin hacia su consumo o experimentacin, o bien de una actitud de rechazo a las mismas. El grupo representa, desde este punto de vista, el contexto privilegiado en el que el sujeto se reconsidera a s mismo en relacin posible o irreal con las drogas. El momento y las condiciones en que tiene lugar esa interaccin resultan particularmente importantes, porque representan la fase en que puede concretarse el movimiento en el que se pasa de la simple predisposicin a la experimentacin directa de una sustancia. La complejidad subyacente al consumo de drogas, tanto en lo que concierne al inicio como al consumo continuado de las drogas, ha generado entre los investigadores importantes esfuerzos por desarrollar modelos tericos lo suficientemente potentes como para explicar al menos algunos de los procesos y factores principales relacionados con este problema social. 6.2.1. La evolucin de los modelos interpretativos: del enfoque intrapersonal a la perspectiva ecolgica Los planteamientos iniciales desarrollados en la dcada de los sesenta, se centran en la explicacin del consumo de drogas en factores unidimensionales y especficos al individuo. As, factores individuales y situacionales son considerados como factores predictores e interrelacionados en el consumo de sustancias. Determinados rasgos de personalidad, dficits en la construccin del Yo, exposicin a ciertos modelos de comportamiento o carencias en la relacin entre el individuo y el contexto social son algunas de las variables apuntadas. Investigaciones posteriores descartan este tipo de explicacin al defender la idea de que las variables de personalidad, as como cualquier otro factor de tipo unidimensional, no pueden ser por s mismo predictivos de una conducta (Ravenna, 1997). Adems, los datos epidemiolgicos de los aos setenta demuestran que el consumo de drogas no es una realidad especfica de algunos individuos, sino que parece ser un patrn de conducta extendido en la
poblacin juvenil. El consumo extendido de las drogas permite por una parte, excluir definitivamente las interpretaciones que plantean el consumo de drogas como algo especfico de un nmero restringido de sujetos trastornados o desviados y, por otra, introducir una nueva perspectiva de anlisis en la que se demuestra la importancia de otros factores ms generales relacionados con el estilo de vida de los jvenes. En esta lnea, y sin haber llegado todava a un modelo consensuado, una gran cantidad de teoras han intentado explicar el consumo de drogas en la adolescencia. De acuerdo con Hansen y OMalley (1996) entre las numerosas teoras propuestas en la literatura, ocho son las que pueden considerarse como predominantes en la actualidad.
Cuadro 6.3. Teoras ms aceptadas sobre el consumo de drogas
Modelo de Desarrollo Social: Hawkins, Catalano y Miller Teora del Cluster de Iguales: Oetting y Beauvais Teora de la Conducta Problema: Jessor y Jessor Teora de la Accin Razonada: Ajzen y Fishbein Teora del Aprendizaje Social: Bandura Modelo de Creencias de Salud: Becker Teora de la Inoculacin: McGuire Teora del Control Social: Hirschi
Fuente: Hansen y O Malley (1996).
De hecho, algunas de estas teoras como las del modelo de desarrollo social y la teora de la conducta problema no restringen su anlisis al consumo de drogas sino que tambin permiten explicar, como se ha visto en el captulo 5, otro tipo de conducta de riesgo como es la conducta delictiva. En la lnea de estas dos teoras que ofrecen un marco ecolgico para el anlisis y la intervencin en el consumo de drogas, al ampliar su foco de estudio desde el individuo a la comunidad, se encuentra tambin el modelo biopsicosocial de Igra e Irwin (1996), que subraya la importancia de utilizar una perspectiva psicosocial, para explicar las conductas de riesgo del adolescente. Estos autores identifican con respecto al consumo de drogas distintos factores de riesgo asociados al individuo y a los distintos sistemas en los que ste interacta, destacando la interrelacin de estos factores, que incluyen adems una evaluacin de los factores culturales. As a en un plano especfico, Igra e Irwin (1996) plantean como factores de riesgo individuales, los factores biolgicos y los psicolgicos. Entre los factores biolgicos, destacan la predisposicin gentica, las influencias hormonales directas, las interacciones hormonales y el perodo de desarrollo de la pubertad. La habilidad cognitiva del adolescente y los rasgos de personalidad disposicionales se identifican como decisivos en lo que concierne al mbito psicolgico. Por otra parte, y con respecto al sistema social o ambiental, Igra e Irwin (1996) sugieren que el papel de los iguales, el de los padres, la estructura familiar y de las instituciones sociales son factores importantes que contribuyen a las conductas de riesgo. Nos detendremos a continuacin, como en el caso de la conducta delictiva, en el contexto familiar. Trataremos tambin otro contexto microsocial como es el grupo de iguales que ha demostrado tener un peso especfico en el consumo de drogas.
6.2.2. El contexto familiar Los autores que han estudiado los factores de riesgo asociados al consumo de sustancias en el sistema familiar, han indicado, como en el caso de la conducta delictiva, la importancia que tiene el estilo educativo parental, las relaciones familiares y los modelos de conducta parentales en el inicio y continuacin en el consumo de drogas (Baumrind, 1991). En relacin a los estilos educativos, se sugiere que existen patrones parentales antecedentes que predicen el inicio y el consumo continuado de drogas de los hijos (para ms informacin sobre estilos educativos, ver cap.1). Se indica que tanto el estilo parental autoritario, en el que predomina el control parental sobre el calor afectivo, como el permisivo, en el que prevalece el afecto sobre el control de la conducta de los hijos, se relacionan con el consumo de drogas en los adolescentes. Los estudios sealan tambin como en el caso de la conducta delictiva, que el estilo parental autorizativo representa un importante factor protector en la implicacin de conductas de riesgo, al promover en los hijos un tipo de autonoma basada en la capacidad de construir relaciones afectivas profundas (Campart y Scandroglio, 1998). Este estilo educativo basado en el afecto y en el control se relaciona estrechamente con las funciones de apoyo social. Orte (1994) seala a este respecto, que una percepcin parental de ausencia de afecto y de aceptacin resulta ser un factor crtico que favorece el consumo de sustancias del hijo. De hecho, aparecen diferencias en el apoyo social percibido la medida en que el sujeto se siente amado, estimado y protegido por la familia- entre los jvenes que no consumen drogas con respecto a los que s lo hacen, sean institucionalizadas o no. La percepcin de apoyo social es mayor para el primer grupo (Lpez et al., 1998). Por otra parte, los trabajos indican que el nivel de armona/discrepancia del sistema de valores en relacin a la educacin de los hijos, influye tambin en las conductas de riesgo. En este sentido, la cohesin familiar y la coherencia de puntos de vista sobre la educacin de los hijos parece tener un efecto en la prevencin del consumo de drogas. Los jvenes valoran que los padres posean los valores de coherencia, cohesin y "autoridad" en la conduccin de la familia, mientras que por el contrario, parecen rechazar los modelos de pobre implicacin, control dbil y falta de autoridad (Campart y Scandroglio, 1998). La presencia de estos factores reduce la emergencia de imgenes negativas de s mismo y promueve la autoestima del hijo, bloqueando de este modo la excesiva dependencia del adolescente con el grupo de los iguales. Asimismo, y en relacin a la naturaleza de las relaciones entre padres e hijos, una de las conclusiones ms aceptadas entre los investigadores es la que mantiene que una relacin positiva entre el hijo y sus padres, en la que predomina la vinculacin emocional, acta como mecanismo de prevencin en el consumo de drogas (Orte, 1994). Una dimensin facilitadora y un elemento crtico para la movilidad en la vinculacin emocional es, como seal en los aos ochenta Olson, la comunicacin. En este sentido, la revisin de los programas de prevencin del abuso de alcohol entre los adolescentes indican que la capacidad de comunicacin y de discusin de los conflictos en la familia cumplen funciones protectoras (Campart y Scandroglio, 1998). La ausencia de comunicacin paternofilial o pautas negativas de comunicacin tales como dobles mensajes o crticas, as como un
clima familiar de conflictos frecuentes con peleas y discusiones tanto entre padres e hijos como entre los padres, se considera como un factor facilitador para la conducta de consumo de drogas. Los estudios indican a este respecto, una frecuencia mayor de fumadores y de consumidores de alcohol entre los adolescentes cuya relacin con sus padres es considerada como mala o regular (Pons y Berjano, 1999). Asimismo, los consumidores de drogas no institucionalizadas perciben con respecto a los no consumidores y a los consumidores de drogas institucionalizadas, un mayor conflicto en su entorno familiar que se resuelve en la mayora de los casos mediante tcnicas de imposicin autoritarias de los padres (Lpez et al., 1998). Otro factor de riesgo relevante en el mbito familiar es el consumo que los propios padres hacen de las drogas y en particular de las sustancias institucionalizadas. El modelo de consumo parental, es decir, el grado en que los padres consuman drogas, se ha mostrado consistentemente relacionado con el grado en que los hijos pueden decidir en el futuro, consumir estas sustancias. Adems, tambin se ha sealado una relacin consistente entre el abuso de drogas de los adolescentes y el consumo parental de alcohol y de tabaco; se da una mayor frecuencia de consumo de tabaco y de alcohol en el adolescente cuando uno o ambos padres fuman o beben alcohol (Pons y Berjano, 1999). El consumo de drogas legales se introduce de hecho y con frecuencia en el marco de ritos y celebraciones familiares. Segn un estudio de Garca Lern, Calvo y Sanchez-Porro (1997): un 62,4% de los adolescentes consumen por primera vez alcohol en el contexto familiar y un 26,66% tabaco. En general, se asume que aunque los padres expresen mensajes verbales en contra del consumo regular de estas sustancias, el consumo de drogas parentales, influye en el consumo de estas sustancias en los hijos. Una conducta de consumo de drogas parental y un mensaje verbal contrario de no consumo representa una situacin paradjica que puede generar adems, conductas equvocas en el adolescente con respecto a la identificacin del consumo con el estatus de adultez. Las influencias del modelado son por lo tanto un factor importante de aprendizaje en el desarrollo de la conducta de consumo de drogas. No obstante, la imitacin de modelos no se produce de forma directa; sino que est mediatizada por otras variables moduladoras, como la credibilidad de los modelos, la interpretacin de la conducta emitida por los modelos, la percepcin de las actitudes y de la conducta emitida por los modelos o el nivel evolutivo del sujeto (Bandura, 1977). 6.2.3. El grupo de iguales La influencia del grupo de iguales representa uno de los factores ms reconocidos por la literatura cientfica en la implicacin del adolescente en comportamientos de riesgo. As, si bien la conducta parental de consumo de sustancias legales parece ser decisiva en el inicio del consumo de tabaco y de alcohol, la influencia del grupo de los iguales es bsica en el consumo de sustancias (Ravenna, 1997). En esta lnea, Lpez et al. (1998) plantean que el inicio al consumo del cannabis se produce generalmente en el contexto del grupo de iguales, a partir de la oferta gratuita de otras personas que ya utilizan esta sustancia. En el seno del grupo de amigos, esta oferta de probar realizada con frecuencia por personas que tienen un mayor estatus para el joven puede tener muchos significados ms o menos explcitos. En
algunos casos, representa, un rito de paso a la madurez, en otros, un rito que introduce a la persona en las actividades de diversin de los otros y lo integra como miembro del grupo (Frances y Franklin, 1996). Es muy probable que el consumo de sustancias sea un criterio clave para definir la pertenencia al grupo. Los grupos en los que el consumo de sustancias es comn pueden utilizar las drogas como un identificador social y como parte de rituales sociales establecidos (Hansen y O'Malley, 1996). Sea por conformidad, por reforzar la identidad personal o como identificador social, los datos de numerosas investigaciones confirman que en la mayora de los casos tanto el inicio como el consumo continuado de diferentes drogas, tiene lugar con el grupo de amigos. De hecho, como puede observarse en el grfico 6.4., la totalidad de los jvenes que consumen drogas de diseo, hacen uso de estas sustancias en el entorno social del grupo de amigos.
Grfico 6.4. Porcentaje de jvenes respecto del porcentaje total de consumidores, que toman alcohol cannabis y drogas de diseo, con el grupo de iguales
Como contrapunto a estos resultados, algunas investigaciones recientes cuestionan la influencia decisiva del grupo de iguales en la experimentacin y consumo continuado de las drogas (Bauman y Ennet, 1996). Estos autores ponen en tela de juicio la idea de que las amistades determinan el consumo de drogas. Consideran que la influencia del grupo de iguales se ha sobreestimado en el consumo de sustancias al no tenerse en cuenta, por una parte, que las amistades son escogidas en gran parte por el tipo de conducta que tienen o manifiestan (modelo de seleccin) y, por otra, que los adolescentes atribuyen con frecuencia su propio comportamiento a los amigos (modelo de proyeccin). En definitiva, Bauman y Ennet (1996) cuestionan la importancia del proceso de influencia grupal al plantear con el modelo de seleccin que la implicacin de los pares en conductas de riesgo es uno de los criterios sobre los cuales, el adolescente selecciona sus amistades y, por otra, con el modelo de proyeccin al proponer que el comportamiento atribuido a los amigos mitiga el propio.
familiar y del ajuste psicosocial de sus miembros, como para el diseo de estrategias de intervencin encaminadas a la potenciacin de recursos personales y familiares. En este captulo, tal y como hemos comentado, se describe el modelo EFA, las variables que lo integran y los diversos instrumentos que permiten la evaluacin de cada uno de los factores considerados. A continuacin, en el siguiente y ltimo captulo, se muestran las posibles aplicaciones prcticas derivadas de la utilizacin del modelo EFA.
I
NIEZ
III
IV
VI
A D O L E S C E N C I A
E V E N T O S V I T A L E S
R E C
Autoestima
I III
II
U
IV
R S O
Afrontamiento
A J U S T E
Consumo de Sustancias Conducta Delictiva Sintomatologa Depresiva
Satisfaccin Familiar
Apoyo
Factor I. Adolescencia El primer elemento o factor que se incluye en el modelo es la adolescencia como una parte trascendental del ciclo evolutivo de los seres humanos. Como ya hemos sealado, la adolescencia supone una etapa de transicin desde la niez a la juventud que se caracteriza por importantes cambios fsicos, psicolgicos y sociales (ver cap.1). Estos cambios obligan al sistema familiar a importantes reorganizaciones. De hecho, en modelos tericos del ciclo vital de la familia se menciona el comienzo de la adolescencia en los hijos como una de las principales transiciones de la vida familiar (ver cap. 2). Este proceso de separacin y de bsqueda de autonoma que se inicia al final de la niez y que se desarrolla y se consolida durante la adolescencia influye en gran medida en el funcionamiento familiar. Factor II. Eventos vitales estresantes La adolescencia no constituye el nico evento que incide en el sistema familiar. De hecho, son numerosos los acontecimientos que, de un modo cotidiano, obligan al sistema familiar a pequeos o grandes reajustes. Los eventos vitales son acontecimientos que generan, o tienen el potencial de generar, cambios en diversas parcelas de la vida familiar. Algunos de estos eventos son normativos, esto es, acontecimientos que ocurren como parte del ciclo vital de la familia como, por ejemplo, el reajuste de las relaciones con la familia extensa cuando nace un hijo, o cambios en las relaciones paterno-filiales cuando el hijo es adolescente. Otros eventos no son normativos y no son previsibles al no formar parte del ciclo vital como, por ejemplo, tener un accidente grave de trfico o recibir de forma imprevista una herencia. Estos eventos y transiciones vitales pueden constituirse en estresores de mayor o menor severidad en funcin
del grado de demandas que generan en la familia. Si la demanda de recursos o capacidades familiares es demasiado alta puede llegar a amenazar la estabilidad de la familia. Adems, en ocasiones, la familia puede encontrarse en una situacin de mayor vulnerabilidad al actuar al mismo tiempo varios estresores, o al acumularse varias tensiones previas como consecuencia de otras crisis no resueltas satisfactoriamente. As, por ejemplo, el impacto de un evento estresor econmico ser probablemente ms problemtico para las familias que tienen dificultades para hacer frente a la adolescencia de sus hijos o aquellas que tienen un miembro con una enfermedad crnica, ya que se produce una acumulacin de cambios vitales y tensiones, a la vez que se produce un agotamiento o merma de los recursos interpersonales, sociales y econmicos. Igualmente, si el ajuste del adolescente no es satisfactorio, y esto deriva en conductas tales como el abuso de sustancias, la comisin de actos delictivos o el desarrollo de sntomas depresivos, estas circunstancias se convierten en nuevos estresores para el sistema familiar (vase cap. 2 para una exposicin ms exhaustiva del estrs familiar). Factor III. Sistema familiar Todas las familias experimentan eventos estresantes. Evidentemente, algunos son de mayor severidad que otros, y en ocasiones un mismo sistema familiar puede verse obligado a afrontar un gran nmero de estresores en un breve espacio temporal. Sin embargo, la valoracin del estresor, su afrontamiento y, tambin, en parte, la ocurrencia de algunos estresores, difiere en funcin del sistema familiar. En concreto, el tipo de interacciones y de comunicacin que se generan en su seno afecta a los recursos de los que disponen sus integrantes y, en consecuencia, incide tambin en su ajuste y adaptacin. Por otra parte, es necesario resaltar que no slo el desarrollo del individuo se produce dentro de un sistema familiar, sino que tambin la propia familia evoluciona y se desarrolla inmersa en un contexto social ms amplio. As, desde el modelo ecolgico (Bronfenbrenner, 1979) se ha sealado la interconexin existente entre el microsistema familiar y otras estructuras de mayor amplitud, tales como la comunidad o la cultura a la que pertenece. Esta circunstancia es importante que la tengamos presente, as como el hecho de la existencia de influencias recprocas entre el sistema familiar y las relaciones que el adolescente tiene con sus iguales. Centrndonos en el sistema familiar, dos son los grandes recursos de que dispone la familia: un funcionamiento familiar satisfactorio y una comunicacin entre los miembros de la familia positiva y abierta. En primer lugar, en cuanto al funcionamiento familiar, ste se define como el conjunto de rasgos que caracterizan a la familia como sistema y que explican las regularidades encontradas en la forma cmo el sistema familiar opera, evala o se comporta (McCubbin y Thompson, 1987). Se trata de uno de los principales referentes conceptuales que permiten diferenciar unas familias de otras y que posibilita, adems, aventurar cul ser su futuro curso de desarrollo. En el modelo EFA se han identificado dos grandes dimensiones del funcionamiento familiar: la flexibilidad y la vinculacin emocional entre los miembros del sistema familiar.
La flexibilidad se relaciona con la capacidad que tiene el sistema familiar para cambiar los roles, las reglas y la estructura de poder, en respuesta al estrs situacional y al propio del desarrollo. En este sentido, la flexibilidad hace referencia a la habilidad que tiene el sistema para cambiar sus estructuras (en un sentido similar al de Beavers et al., 1983) y no a la existencia de cambios constantes. Asimismo, en este modelo se asume una relacin lineal entre flexibilidad del sistema familiar y funcionamiento familiar adecuado. Se trata, por tanto, de una consideracin diferente de la planteada por Olson et al. (1979) que defienden una relacin curvilnea entre la flexibilidad del sistema familiar y el funcionamiento adaptativo. Segn Olson et al. (1979), niveles excesivamente altos y excesivamente bajos de flexibilidad resultan igualmente poco adaptativos. Sin embargo, para McCubbin y Thompson (1987) esta relacin es lineal, opinin que compartimos. Desde esta perspectiva, un nivel elevado de flexibilidad no equivale a la existencia de cambios continuos sino a la capacidad de cambio que tiene el sistema. En consecuencia, un nivel elevado de flexibilidad familiar en el modelo que planteamos es altamente adaptativo. Por otra parte, la vinculacin emocional se define como la cohesin que los miembros de la familia mantienen entre s. Al igual que la dimensin de flexibilidad, consideramos que la relacin entre vinculacin familiar y funcionamiento familiar adecuado es una relacin lineal, es decir, cuanto mayor es la vinculacin emocional entre los miembros de la familia ms adaptado es el funcionamiento de la misma. Compartimos, por tanto, tambin en este caso, la consideracin de McCubbin y Thompson (1987) respecto de la linealidad de la relacin entre estas dos variables. Adems, consideramos tambin que ambas dimensiones no son independientes entre s, es decir, que flexibilidad y vinculacin emocional suelen estar asociadas en el sistema familiar de modo tal que, con frecuencia, las familias con altos niveles de vinculacin emocional son tambin familias ms flexibles, e inversamente, aquellas familias poco flexibles suelen manifestar tambin una menor vinculacin emocional. En consecuencia, a partir de las dos dimensiones citadas, podemos sealar dos tipos de familias:
-- Familias altas en funcionamiento familiar: son familias que se caracterizan por un alto grado de vinculacin emocional entre sus miembros y por su gran capacidad para cambiar las estructuras familiares, en funcin de las demandas. -- Familias bajas en funcionamiento familiar: se trata de familias con escasa flexibilidad y baja vinculacin emocional.
Por otra parte, debemos tambin resaltar la importancia de otro gran recurso del sistema familiar: la comunicacin. A diferencia del funcionamiento familiar, la comunicacin familiar no se contempla habitualmente en los modelos de estrs como uno de los recursos que definen la familia ajustada. Ms bien, en estos modelos se tiende a subsumir la comunicacin familiar en otros aspectos ms generales como la integracin familiar o los patrones de interaccin familiar. Sin embargo, los estudios que vinculan la comunicacin padres-hijos con el desarrollo del adolescente han puesto de manifiesto cmo los patrones de comunicacin familiar varan durante la adolescencia. La comunicacin familiar constituye una dimensin facilitadora, y puede entenderse como el clima general a partir del cual interpretar las interacciones en el seno de la familia. Es, por tanto, preciso un anlisis detallado de esta dimensin, evaluando no slo la presencia
de problemas sino tambin la presencia de comunicacin abierta, puesto que una relacin aparentemente sin conflicto puede ser el resultado de un conflicto grave, resuelto con estrategias de evitacin por parte de una o de las dos personas implicadas. En este sentido, Olson et al. (1983) distinguen lo que sera la apertura en la comunicacin -comunicacin positiva, basada en la libertad, el libre intercambio de informacin, la comprensin y la satisfaccin experimentada en la interaccin- de los problemas en la comunicacin comunicacin poco eficaz, excesivamente crtica o negativa en la dada-. Al igual que en el caso del funcionamiento familiar, tambin la comunicacin nos permite diferenciar dos tipos de familias:
-- Familias altas en comunicacin familiar: caracterizadas por una comunicacin abierta y por la ausencia de problemas de comunicacin. -- Familias bajas en comunicacin familiar: se trata de familias con una escasa apertura en la comunicacin y con la existencia de problemas en la misma.
Finalmente, si consideramos conjuntamente ambos recursos familiares (ver figura 7.1.) podemos obtener la siguiente tipologa familiar: Tipo I: Familias Potenciadoras (altas en recursos familiares): estas familias tienen un funcionamiento y una comunicacin familiar altamente satisfactorios. Tipo II y Tipo III: Familias parcialmente Potenciadoras (medias en recursos familiares): estas familias se caracterizan por una escasa flexibilidad y vinculacin familiar, aunque la comunicacin entre sus integrantes es positiva y carente de problemas (Tipo II), o bien, por una adecuada flexibilidad y vinculacin emocional, pero con una comunicacin familiar problemtica (Tipo III). Tipo IV: Familias Obstructoras (bajas en recursos familiares): estas familias se caracterizan por su escasa vinculacin y flexibilidad familiar, y por una comunicacin problemtica. A partir de lo expuesto, puede inferirse que las familias pertenecientes a esta ltima tipologa (familias con escasos recursos familiares) tienen ms dificultades para afrontar las situaciones estresantes. Se tratara, por tanto, de familias ms vulnerables y en las cuales es ms probable que sus integrantes manifiesten problemas de ajuste psicosocial. Igualmente, y puesto que la valoracin del estrs familiar est muy relacionada con la disponibilidad de recursos para afrontar los estresores, es tambin ms probable que en estas familias la percepcin de estrs sea mayor. No obstante, a este respecto debemos tambin considerar el grado de satisfaccin familiar puesto que niveles similares de funcionamiento familiar pueden ser percibidos como satisfactorios o insatisfactorios.
Factor IV. Percepcin de estrs familiar El estrs familiar hace referencia a la valoracin de los eventos vitales por la familia, es decir, la interpretacin ms o menos amenazante del evento vital o transicin que efecta el sistema familiar en funcin de los recursos familiares de los que dispone. En este sentido, tal y como sealbamos anteriormente, una familia con un funcionamiento y una comunicacin familiar deficitarios valorar y experimentar de un modo ms amenazante transiciones vitales como la adolescencia. En estas familias, adems, es probable que los recursos personales y sociales de los miembros de la familia sean tambin escasos, puesto que existe una importante relacin entre el funcionamiento y la comunicacin familiar y recursos tales como la autoestima. Estos recursos son tambin considerados en la valoracin del estresor, al tiempo que su carencia constituye, en s misma, una nueva fuente de estrs. Factor V. Recursos Las familias potenciadoras, es decir, aquellas que tienen un funcionamiento y una comunicacin adecuados, normalmente, no slo perciben menos estrs familiar sino que tambin favorecen el desarrollo psicosocial de sus miembros. En este sentido, cabe sealar que recursos tales como la autoestima, las estrategias de afrontamiento y el apoyo social son habitualmente citados en el anlisis del ajuste psicosocial. As, aquellos adolescentes con mayor autoestima y apoyo, y que utilizan estrategias de afrontamiento ms eficaces, atraviesan la etapa de la adolescencia de un modo ms favorable. Adems, estos recursos se encuentran fuertemente relacionados entre s, as como con las dinmicas del sistema familiar. De hecho, la autoestima, es decir, la valoracin que el sujeto mantiene acerca de s mismo, tiene su origen en los procesos de interaccin social. En concreto, es a partir de la interaccin con las personas significativas de su entorno, entre estas la familia, como la persona va desarrollando una imagen de s misma. As, por ejemplo, aquellos nios y adolescentes que perciben una consideracin favorable de sus padres, que tienen un vnculo seguro con ellos y que participan en una dinmica familiar que se caracteriza por el afecto, el razonamiento y la negociacin de las normas familiares interiorizan tambin una imagen de s mismos como personas valiosas. Por otra parte, en cuanto a la estructura de la autoestima, cabe sealar que sta no es unitaria sino que est conformada por mltiples dimensiones, es decir, la persona desarrolla un concepto y una valoracin de s misma en sus distintas facetas personales y en los diferentes contextos sociales que son relevantes para ella (ver cap. 3). Aunque no hay acuerdo en cuanto a las dimensiones concretas que conforman la autoestima, algunas dimensiones son citadas de un modo recurrente. Este es el caso, por ejemplo, de la autoestima familiar, que hace referencia a la valoracin que la persona realiza de s misma en el mbito de la familia. Otras dimensiones de la autoestima citadas, frecuentemente, son la autoestima acadmica, la autoestima fsica y la autoestima social. Aunque todas estas dimensiones pueden ser relevantes para el afrontamiento de situaciones estresantes en la familia, es de esperar que sea precisamente la autoestima familiar la que est ms directamente relacionada con la comunicacin y el funcionamiento familiar.
Con respecto a las estrategias de afrontamiento familiar, stas hacen referencia al tipo de estrategias cognitivas y conductuales, y de resolucin de problemas, que la familia, como sistema, utiliza durante las situaciones problemticas. En tanto que estrategias de afrontamiento familiar, estas estrategias se corresponden con las regularidades en las respuestas ante los problemas por los que atraviesa la familia. Algunas estrategias familiares, tales como mantener la cooperacin y la integracin familiar, pueden ser un recurso ante los eventos vitales. Finalmente, otro importante recurso es el apoyo social. Este recurso social es tambin citado en los modelos de estrs individual por su incidencia directa e indirecta mediando el efecto negativo de los eventos vitales negativos- en el bienestar psicosocial (Lin y Ensel, 1989). Adems del apoyo social de personas significativas fuera del contexto familiar (amigos o pareja, por ejemplo), el apoyo social en la familia es otra de las caractersticas que se han destacado en los estudios sobre familia y ajuste. Tanto el apoyo informacional como el emocional, y el sentimiento de aceptacin que lo acompaa, tiene importantes repercusiones en el bienestar de los miembros de la familia (ver cap. 4). Especficamente, en el caso del adolescente es relevante para l percibir el apoyo del padre, de la madre y de los hermanos. Asimismo, es necesario recordar las importantes conexiones entre el apoyo social, sobre todo el apoyo emocional, y la autoestima. En este sentido, los adolescentes que perciben ms apoyo familiar tambin expresan mayor autoestima familiar. Factor VI. Ajuste Por ltimo, en el modelo EFA (figura 7.1.) se considera la evaluacin del grado de ajuste psicosocial del adolescente. Su mayor o menor ajuste influye y es influido por el ajuste familiar. En primer lugar, es influido puesto que el sistema familiar (su funcionamiento, la calidad de la comunicacin entre sus miembros y su capacidad de afrontamiento) incide, de un modo altamente significativo, en los recursos y la adaptacin psicosocial del adolescente. En segundo lugar, el grado de adaptacin del adolescente influye tambin en el sistema familiar, puesto que su implicacin en conductas delictivas, su consumo abusivo de sustancias o el desarrollo de una sintomatologa depresiva, como ejemplos de desarrollo psicosocial poco adaptativo, se convierten en nuevos estresores para el sistema familiar. De esta forma, este sexto factor de anlisis, el ajuste psicosocial del adolescente, no supone el final del ciclo sino todo lo contrario. En las familias con un alto grado de desajuste familiar y con escaso bienestar psicosocial de sus miembros, estas circunstancias se convierten en nuevas tensiones que se acumulan con los posibles estresores crnicos y las viejas tensiones no resueltas. As, la acumulacin de estresores en las familias disfuncionales contribuye a exacerbar, an ms, sus problemas, perpetundose un estado de desequilibrio que requiere en muchos casos de la intervencin de sistemas formales de apoyo.
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