16 - Historia de Las Catacumbas de San Calixto
16 - Historia de Las Catacumbas de San Calixto
16 - Historia de Las Catacumbas de San Calixto
HISTORIA DE LAS CATACUMBAS DE SAN CALIXTO HISTORIA DE LAS CATACUMBAS DE SAN CALIXTO Introduccin La historia de las catacumbas de San Calixto se remonta a fines del siglo II despus de Cristo, cuando la Iglesia de Roma inici la excavacin de cementerios propios, reservados a los cristianos. Entre las ms de sesenta catacumbas que rodean a Roma, las catacumbas de San Calixto revisten una importancia primaria por la extensin y la profundidad de las excavaciones, por el gran nmero de tumbas, por la variedad y riqueza de las inscripciones y de las pinturas; por la cripta de los papas y otras criptas de mrtires. Aunque a comienzos del siglo V la Iglesia volvi a sepultar a los muertos en superficie, las catacumbas, que haban llegado a ser los verdaderos santuarios de los mrtires, durante siglos continuaron siendo visitadas por los fieles, que acudan a rezar sobre la tumba de los mrtires y a renovar ah su fe. La invasin de los godos en el siglo VI y de los longobardos en el siglo VIII daaron gravemente las catacumbas y obligaron a los papas a trasladar los cuerpos de los mrtires y de los santos a las iglesias de la ciudad, por razones de seguridad. Y as las catacumbas fueron gradualmente abonadonadas. Con el transcurrir del tiempo desmoronamientos del terreno y el crecimiento de la vegetacin obstruyeron y ocultaron el ingreso a las catacumbas, de suerte que se perdi hasta el vestigio de la mayor parte de las mismas. En la tarda Edad Media ni siquiera se saba dnde se encontraban. Una parte fue descubierta tan solo unos siglos despus por el gran arquelogo malts Antonio Bosio (1575-1629), pero las catacumbas de San Calixto fueron descubiertas, exploradas y documentadas solamente en 1852, gracias a los esfuerzos de Giovanni Battista de Rossi, que es considerado el Padre y Fundador de la Arqueologa cristiana. I. El territorio calixtiano 1. Ubicacin A pocos centenares de metros ms all de la moderna y muy frecuentada Va Cristoforo Colombo que lleva al EUR, es dable sumergirse en un lugar de la Roma de hace 2000 aos, la Roma imperial y la Roma de la Iglesia primitiva. Basta recorrer la va Apia Antigua, saliendo de la puerta de San Sebastin y se encuentran las iglesias del "Dmine, quo vadis?" (Seor, adnde vas?), las catacumbas de Pretextato, las catacumbas de San Sebastin, las ruinas del circo de Majencio y la tumba de Cecilia Metela. Justamente en el centro de estas antiguas glorias, encerrada entre la va Apia Antigua, la Ardeatina y el callejn de las Siete Iglesias, hay una isla verde, que custodia en sus entraas un cofre de testimonios antiguos: las Catacumbas de San Calixto, que en los aos oscuros y luminosos de las persecuciones hospedaron las tumbas de los papas y de tantos cristianos mrtires y no mrtires. Desde 1930 el papa Po XI ha confiado este tesoro a los Hijos de Don Bosco, para que lo conserven celosamente y lo sealen a la admiracin de los fieles. Se trata de alrededor de treinta hectreas de terreno, de las que unas quince estn ocupadas por las catacumbas. Las galeras del "complejo calixtiano" distribuidas a veces en cuatro planos, alcanzan una longitud de aproximadamente veinte kilmetros. Numerossimas las tumbas, tal vez medio milln. El complejo resulta formado por varios ncleos cementeriales que se extendieron con el tiempo: las Criptas de Lucina, el Cementerio de San Calixto, el Cementerio de Santa Sotera, el Cementerio de los santos Marcos, Marceliano y Dmaso, llamado tambin de Basileo, y el Cementerio de Balbina. Entre los cementerios subterrneos de la Iglesia primitiva, el de San Calixto
tiene un lugar de honor, porque fue el primer cementerio oficial de la comunidad cristiana de Roma. En la vasta zona comprendida actualmente bajo tal denominacin fue sepultada una multitud de santos y mrtires: 16 papas, de los cuales 9 en la clebre Cripta de los Papas, donde se conservan todava cinco inscripciones originales en griego juntamente con un esplndido poema de Dmaso. Al lado de la Cripta de los Papas est la no menos famosa Cripta de Santa Cecilia , donde ella permaneci sepultada durante siglos. Criptas igualmente importantes son las de San Cornelio, San Eusebio y San Cayo. Se sabe adems que en la superficie a flor de tierra de este cementerio, en una pequea baslica, era venerado San Tarcisio, el joven protomrtir de la Eucarista. 2. El Cementerio de San Calixto El papa Ceferino, a comienzos del siglo III, nombr a Calixto administrador del cementerio. Por esto el cementerio tom el nombre de Catacumbas de San Calixto; lo cual contrasta con la costumbre, segn la cual las antiguas necrpolis cristianas eran denominadas o por los mrtires en ellas venerados y por el fundador o por la localidad donde se hallaban. El "Area prima" preexista a Calixto y la Cripta de los Papas preexista como galera subterrnea familiar. Calixto, elegido papa en el ao 217 y luego martirizado, fue sepultado en un cementerio de la Va Aurelia. Para entender la historia de este cementerio, hace falta decir previamente que en el siglo I los cristianos no tenan cementerios propios. Sepultaban a sus seres queridos en reas cementeriales paganas, abiertas a todos. Hacia el ao 150 surgen los primeros cementerios cristianos, que se desarrollan alrededor de los sepulcros de familia, cuyos ricos propietarios, recin convertidos o simpatizantes, permiten a los cristianos ser sepultados ah. Con el tiempo las reas funerarias se ensanchan, tambin con donaciones y adquisiciones de nuevas propiedades, a veces por impulso de la Iglesia misma. Tan solo en el siglo IV el Cementerio de Calixto tuvo un desarrollo grandioso. A comienzos del siglo V, ces el uso ordinario de sepultar en una catacumba, a motivo de las invasiones barbricas. Las visitas de los peregrinos, sin embargo, continuaron por otros cuatro siglos, pero entre fines del siglo VIII y comienzos del siglo IX, las catacumbas, privadas de los cuerpos gloriosos de los mrtires, fueron abandonadas e ignoradas por toda la baja Edad Media. 3. La ciudad subterrnea El "complejo calixtiano", formado ahora por cuatro catacumbas ocupa casi 15 hectreas de terreno. La catacumba, adems, alcanza el IV piso a 30 m de profundidad. Quien baja a esas galeras ve abrirse delante de s, a medida que se adentra en ellas, una red de laberintos. Etimolgicamente, el nombre "catacumba" significa "lugar cerca de la cavidad", es decir, cerca del rea donde fue excavado el antiguo cementerio cristiano de San Sebastin; con este nombre se quiso indicar despus todos los cementerios cristianos. Los paganos solan llamar sus cementerios con el vocablo griego "necrpolis", la "ciudad de los muertos". Los cristianos, en cambio, prefirieron el nombre de "cementerio" -"koimetrion" en griego-, es decir, "lugar del sueo". La palabra, inventada por ellos, deriva del verbo griego "koimao" que precisamente significa "dormir". El cementerio era, pues, para los cristianos simplemente "el lugar del sueo" en espera de la resurreccin de los muertos. Esto explica tambin por qu los cristianos amaban llamar el da de la muerte de un mrtir "dies natalis"
(da natalicio), es decir, el da del nacimiento a la verdadera vida. Desde el punto de vista emotivo una visita a las catacumbas es uno de los momentos ms atrayentes de una estada romana. La inmensa red subterrnea ejerce una fuerza de atraccin irresistible. El visitante siente dentro de s un impulso incontenible a adentrarse en los sugestivos laberintos, siente la fascinacin profunda del silencio. 4. Los "fossores", artfices de una intrincadsima red de galeras Las catacumbas fueron excavadas preferentemente en la toba intacta. Los cristianos volvan a utilizar tambin galeras de canteras abandonadas. Era un trabajo paciente, hecho por los "fossores", con el pico, la pala y el cesto para sacar de ah la tierra al tenue claror de las lamparillas. Fueron ellos quienes adornaron los cubculos y las criptas de los mrtires mediante frescos. Cumplan tambin la funcin de guas a los familiares de los difuntos y a los peregrinos que visitaban las tumbas de los mrtires. A muchos de estos obreros los conocemos a travs de las inscripciones y las pinturas de las catacumbas. En las de San Calixto un "fossor", iconio, dej un grafito suyo detrs de la Cripta del Papa San Cayo, casi glorindose por la rapidez de su trabajo. 5. Pobres o ricos? Podr suscitar maravilla que en los cementerios comunitarios como eran las catacumbas se encuentren tumbas "familiares". Algunas familias ponan a disposicin de la comunidad cristiana sus propiedades, como ocurri en la Catacumba de Priscila, en la de Domitila y en las criptas de Lucina. Los miembros de la Iglesia naciente provenan de todos los estratos sociales. Se trataba de gente humilde, pero tambin de aristcratas. No fue luego difcil obtener del Estado esa forma jurdica de colegio funerario, compuesto de pobres y ricos, que las leyes romanas contemplaban. Pues bien, mientras que la Iglesia provea sepultura gratuita a los pobres, los fieles que tenan disponibilidades econmicas adquiran en vida el sepulcro, personal o familiar. Despus de cumplir el precepto de la caridad cristiana (dar a todos lo necesario), quedaba la facultad, para quien ms posea, de construirse una tumba familiar; y en tantas tumbas de familias nobles encontraron digna sepultura numerosos esclavos liberados por sus dueos cristianos. Otro dato interesante es que en las catacumbas un gran nmero de tumbas son de nios. Por qu? En el mundo romano de entonces era tolerado el abandono de los recin nacidos. Estos nios eran expuestos a los pies de una columna, llamada precisamente "lactaria" (lechera), que se levantaba en el Foro Olitorio muy cerca de los templos de Apolo y Belona (junto al actual Teatro de Marcelo). Para los cristianos este era un delito. Constantino a comienzos del siglo IV, para prevenir "la exposicin" de los infantes, orden proporcionar a los menesterosos vestidos y alimentos a expensas del erario pblico. En la primera mitad del siglo IV se estableci la pena capital para quien "expona" a los nios. San Agustn atribuye a las vrgenes consagradas la tarea de recoger a los nios abandonados y hacerlos bautizar. Y muchos que moran eran sepultados en los cementerios cristianos. II. El redescubrimiento arqueolgico (1844) 1. De Rossi y Po IX De Rossi (1822-1894) tuvo una verdadera vocacin para los estudios arqueolgicos. Si bien graduado en jurisprudencia, dedic toda su vida al redescubrimiento
cientfico de las catacumbas cristianas. Busc sistemticamente "itinerarios" en las bibliotecas de toda Europa, y tuvo la suerte de encontrar muchos. Guiado por esos escritos, por su intuicin y su pasin, de Rossi se puso a explorar palmo a palmo la va Apia, "Regina Viarum" (reina de las vas) de los antiguos romanos, en busca del sepulcro del papa Cornelio muerto en el 253, de cuyo sepulcro varios libros antiguos daban indicaciones sumarias. De Rossi hurg, hasta que lleg a descubrirlo. Pero de Rossi tuvo la suerte de encontrar a Po IX, el pontfice que gobern por ms largo tiempo a la Iglesia. En ese lapso, dicho papa fue actor y testigo de un difcil perodo de vida de la Iglesia, del nacimiento del Reino de Italia, del fin del poder temporal de los papas y de Roma convertida en Capital de Italia. Aun en medio de tantas vicisitudes polticas, que perturbaban su funcin apostlica, supo desarrollar una intensa actividad magisterial y cultural; no ltima, la de seguir, apoyar y subvencionar los descubrimientos arqueolgicos que entonces se estaban efectuando. 2. El paisaje de la campia romana y las primeras excavaciones Cuando de Rossi inici su "campaa excavaciones", el aspecto de la campia romana era muy diverso del actual. Los diarios de los visitantes, las descripciones que han llegado a nosotros subrayan la soledad y la inmensidad de ese paisaje, que se extenda desde el cerco de los muros aurelianos hasta los Montes Albanos y Tiburtinos. Completamente desierta apareca la gran llanura, donde no se divisaba vestigio de habitantes, a excepcin de alguna choza desperdigada. Roma estaba lejos e invisible a la mirada; totalmente escondida por los muros, de los cuales emerga, remotsima, tan solo la cpula de Miguel Angel. Desde ese inmensa llanura exhalaba una sacralidad profunda, que bien armonizaba con las tumbas de la edad pagana, con las enormes ruinas de los acueductos y de los monumentos, as como con las sacrosantas memorias de las catacumbas, no desenterradas todava. Y todo estaba sumergido en ese infinito silencio, roto solamente por el grito de los cuervos, que arrojaban al viento sus misteriosos vaticinios. En esos lugares y en este escenario, Giovanni Battista de Rossi excavaba el Cementerio de Calixto, con pocos obreros reclutados entre los jornaleros agrcolas de la zona, pobres paleadores a quienes era casi intil ensearles que la tierra en la que hundan sus herramientas deba producir una mies bien distinta de las escasas cosechas a que estaban acostumbrados. Indecibles los perjuicios que su impericia causaba y numerosos los hurtos de las reliquias y de los objetos que, mano a mano, salan a la luz y que algunos de ellos sustraan para revenderlos tras una compensacin de pocos bayocos a improvisados anticuarios y traficantes (Manlio Barberito, Tre Famiglie religiose nella storia delle Catacombe di S. Callisto, Estratto dalla Strenna di Romanisti 1979 Staderini Spa Pomezia). 3. El descubrimiento del joven arquelogo En el verano de 1844 Giovanni Battista de Rossi se paseaba entre las vias ubicadas entre las vas Apia y Ardeatina, fijando la mirada sobre los escombros de mrmol blanco que despuntaban entre el verde y sobre algunas casitas de formas muy raras. Donde terminaba la gran via, haba dos edificios de los cuales no lograba despegar los ojos. Uno era la casa rstica de una familia de campesinos, el otro era una bodega. Pero no tenan la estructura acostumbrada de los otros centenares de caseros esparcidos en la campia. Cada uno tena tres bsides, como si fuera el ltimo resto de una antigua iglesia paleocristiana, cuyas paredes hubieran sido destruidas quin sabe cundo y quin sabe por quin.
Despus en un rincn, junto a la puerta del edificio transformado en bodega, vio un montoncito de pedazos de mrmol, con inscripciones latinas antiguas. Los tom en sus manos, observndolos uno por uno. Traan fragmentos de antiguas poesas latinas. Uno de ellos nombraba un altar. Tornando al edificio que los campesinos transformaran en bodega, por medio de una escalera rudimentaria y de sogas pudo de Rossi bajar a las galeras subterrneas, cavadas centenares de aos antes. Algunas haban sido transformadas en depsitos frescos para el vino en los meses de verano. Haba enormes cmulos de tierra y escombros; nada que pareciera importante. Pero sus intuiciones eran exactas: debajo de esos cmulos deban hallarse tumbas antiguas y veneradas, y lpidas que contaban la historia de los primeros mrtires. En 1849 saliendo de las galeras subterrneas su ojo experto se pos sobre una losa de mrmol despedazada, que haba servido de grada de una escalera. "En letras muy antiguas -recordaba- le la leyenda NELIVS MARTYR. Era fcil completar el nombre en CORNELIVS". Se trataba de la inscripcin sepulcral del papa San Cornelio Mrtir, muerto en Civitavecchia en el ao 253, y sepultado algn ao despus en el cementerio de San Calixto. Desde ese momento de Rossi tuvo la absoluta certeza de que las famosas CATACUMBAS DE SAN CALIXTO, el cementerio oficial de los cristianos en la Roma imperial del 200 despus de Cristo, estaban ah bajo sus pies. Haba que comprar esas vias e iniciar las excavaciones. Desde ese momento l se dedic de lleno a vencer la desconfianza de los docentes de arqueologa y de las autoridades. 4. La Comisin de Arqueologa Sagrada Julio de 1851 seala el inicio de la Comisin de Arqueologa Sagrada. Se trataba en verdad de una forma, por as decirlo, todava experimental. Pero la Comisin en seguida se puso a trabajar. Instituida por Po IX el 6 de enero de 1852, estuvo compuesta por varios miembros y desarroll una actividad cientfica intensa. Los trabajos de las catacumbas eran regularmente supervisados por el P. Marchi. De Rossi tena la direccin de las excavaciones. En 1854 ocurri el descubrimiento de la Cripta de los Papas y del sepulcro de Santa Cecilia; en 1856, el de San Eusebio; en 1864 se encontr el hipogeo de los Flavios en Domitila; en 1890, la Baslica de San Silvestre en Priscila, etc. He aqu uno de los primeros informes de la Comisin: "Al principio se puso mano a una grandiosa escalera que desemboca a pequesima distancia de una de las dos Baslicas que vemos todava entre la va Apia y la Ardeatina (Tricora Oriental) Al escudriarla se vieron algunas gradas enlosadas con mrmol, y ms adelante tambin parciales inscripciones sepulcrales No se volvi a abrir y se reserv este trabajo para tiempo ms oportuno Reanudados los trabajos a poca distancia de la escalera y de la Baslica recin aludida, se hall una doble cripta de tanta amplitud cuanta no se haba visto hasta ahora en ninguna otra de ese cementerio. La bveda est toda revestida de revoque y adornada con pinturas muy rasgadas y mutiladas En el medio yaca al revs una tapa marmrea de sarcfago cuya mole era extraordinaria y colosal Sobre esta doble cripta se abra una antigua y grandsima claraboya, obstruida por la tierra llevada ah por aluviones Despus de desenterrar ac y all varias vas en ese mismo plano, a mediados de marzo se emprendi la excavacin de una pieza sepulcral, la cual con sus pinturas e inscripciones indica claramente que es la del Pontfice y Mrtir Cornelio. En las proximidades de esa pieza fueron tambin encontrados y cumplidamente desenterrados tres cubculos insignes por sus bellsimas y muy raras pinturas y por muchas inscripciones antiguas Y a esta insigne parte del cementerio que hoy, no ya segn una probable opinin arqueolgica sino segn la verdad histrica, debe llamarse de Calixto se bajaba con increble incomodidad por una escalerita muy angosta, abierta este mismo ao por los excavadores bajo un monumento pagano a la derecha de la va Apia, pero
muy pronto se vio que el antiguo y regular descenso estaba cerca de la cripta del mrtir San Cornelio, sepultado del todo y en ruinas. Se invoc la ayuda de un grupo de militares para desenterrarlo y reabrirlo durante el mes de mayo. A raz de todas estas excavaciones realizadas en el cementerio de Calixto, volvieron a la luz 45 enteras inscripciones cristianas, de las cuales 11 estaban todava en su sitio. Entre estas debe sealadamente notarse el felicsimo encuentro de tres grandes fragmentos de la inscripcin mtrica puesta por el pontfice Dmaso en el sepulcro del pontfice San Eusebio" (Informe de de Rossi en "Il Giornale di Roma", 18.7.1853). 5. "Har hablar los documentos" Po IX, odos los progresos de los descubrimientos, mand llamar a de Rossi. Baumgarten, que recogi las noticias de la viva voz del arquelogo, as cuenta: "El 10 de mayo de 1854 el Papa invit a comer a de Rossi siendo convidados Cardenales, Prelados, Ministros y Embajadores Durante el almuerzo Po IX hablaba de la arqueologa y deca en alta voz que l confiaba poco en ella, porque, segn l, los arquelogos son soadores y poetas y fantasean sobre tantas cosas que muy pocos logran entender. Estas y semejantes palabras eran dichas de modo tal que de Rossi pudiera escucharlas. Pero el gran arquelogo callaba. Terminado el almuerzo, mientras en el jardn se tomaba el caf, el Papa mand a decir a de Rossi, a travs de Mons. De Merode, que esas palabras dichas en la mesa, las haba dicho para provocarlo, para que hablara en defensa de la "pobre" arqueologa. "Entend bien, respondi de Rossi, qu significado tenan las palabras del Santo Padre. Dentro de poco en la catacumba har hablar a los documentos. All abajo la ciencia de las antigedades cristianas se defender por s sola". 6. La visita de Po IX a las Catacumbas de San Calixto (1854) "En la tarde del 1 de mayo de 1854, Po IX fue en carroza a la va Apia. De Rossi lo recibi en la entrada de la catacumba y le explic en breve la gran importancia de los descubrimientos hechos. Como prueba le hizo ver al Papa la inscripcin potica de San Dmaso. Po IX dijo en alta voz: 'Pero es verdad todo esto? No es posible aqu ninguna ilusin?" 'Santo Padre, nosotros hemos encontrado de nuevo hasta las inscripciones sepulcrales de algunos santos sucesores del Prncipe de los Apstoles. Si a Vuestra Santidad le place juntar estos pedazos, hallar los nombres de los papas que Dmaso, el infatigable cultor de los Mrtires de las Catacumbas, nombra en el poema que yo acabo de explicarle'. Po IX tom en sus manos las losas de mrmol y ley. Al ver los nombres de sus Predecesores, por la ntima conmocin le despuntaron lgrimas en los ojos y dijo en alta voz: 'Entonces son estas verdaderamente las lpidas sepulcrales de mis Predecesores que aqu reposaron?' Despus felicit a de Rossi por el feliz xito logrado y le agradeci el servicio que por medio de la arqueologa haba prestado a la Iglesia y a la Santa Sede". 7. La defensa del patrimonio arqueolgico y la adquisicin de los terrenos Po IX quiso que se imprimieran a sus expensas los resultados de las investigaciones y de Rossi las recogi en una obra monumental de tres volmenes, "Roma sotterranea", que public en los aos 1864, 1867, 1877. Adems "para asegurar la integridad de tan preciosos tesoros -as escribe el prof. E. Josihizo adquirir todas las vias que rodeaban la parte arqueolgica". Y de esta manera se explica la actual superficie de 27 hectreas, de la finca denominada San Calixto: una verdadera isla verde en medio de la Roma de hoy; un providencial pulmn en la congestionada ciudad de nuestro tiempo. Pero era urgente dar una organizacin diversa a las excavaciones. Antes que nada
pareci que era necesario encontrar a alguien capaz de supervisar, controlar y guiar a las improvisadas maestranzas. De Rossi conociendo con cunta pasin Len XIII se interesaba en el trabajo de excavacin de las catacumbas, habla del problema con el Secretario de Estado, le expone los daos y las dificultades que obstaculizaban de modo tan grave la obra, le sugiere confiar la vigilancia de los trabajos a una Orden religiosa, aadiendo que la ms a propsito le pareca la de los Trapenses. En 1920 Po XI completar la adquisicin del terreno para garantizar la integridad de la zona meridional hasta San Sebastin. Actualmente se trata de 34 hectreas. En 1884 llegaron los Padres Trapenses, primeros custodios de las Catacumbas de San Calixto. Despus de 45 aos el empeo de los Trapenses lleg a su trmino. Durante nueve meses intentaron tener el cuidado de las mismas los Hijos del Padre Semeria, hasta que en 1930 Po XI encarg de ellas a los Salesianos de Don Bosco, que las administran todava tambin con la ayuda de guas y personal laico externo.