El Oro de Mallorca Phillip Allen - PB PDF
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El oro de Mallorca:
TEXTOS DESGONOCIDOS Y BREVE COMENTARIO SOBRE LA NOVELA AUTOBIOGRAFICA DE DARIO*
ON pocas excepciones, los criticos que hablan de El oro de Mallorca, novela autobiogrifica probablemente inconclusa de Rub6n Dario,
lo han hecho sin disponer de los textos ni de datos completos sobre su publicaci6n, lo cual hace que hayan incurrido naturalmente en ciertas
inexactitudes o afirmaciones algo vagas referidas a esta obra, siempre rodeada, si no de cierto misterio, al menos de un curioso silencio. El presente trabajo tiene por objeto ofrecer a los estudiosos de Dario seis
capitulos de tan significativo documento humano, cuyo contenido, hasta ahora, ha sido poco menos que desconocido, y precisar hasta donde sea
posible unos cuantos datos sobre la composici6n de esta primera parte de El oro de Mallorca.' Asi es que nuestra tarea actual se limita, pues,
* Quisiera expresar aqui mi agradecimiento a la biblioteca de la Universidad de Pennsylvania y, en forma especial, al profesor Arnold G. Reichenberger, jefe del Departamento de Lenguas Romances en la misma Universidad, por las amables facilidades que me proporcionaron, en el mes de junio de 1966, para hacer esas investigaciones en La Nacidn de Buenos Aires. 1 Hasta donde alcanzan nuestros informes, tan s61o unas cuantas piginas de El oro de Mallorca han sido publicadas ya, y se reducen esencialmente a la reproducci6n de los mismos fragmentos tomados de los capitulos I y VI...de la novela. No aspiramos a dar una completa historia bibliogrifica referida a lo que se conoce de la obra, ni nos interesa sefialar los casos en que los criticos de Dario se han aprovechado, en una forma u otra, de los fragmentos s61o parcialmente conocidos hasta ahora. Sin embargo, parece pertinente recoger con toda brevedad algunos dates de indole bibliogrifica referidos a esos textos. En la revista Nosotros [XI, nim. 94, febrero de 1917, pp. 148-151] se reproduce un significativo fragmento con titulo de "Benjamin Itaspes". El mismo texto, ampliamente citado y que a su vez forma parte del capitulo I que aqui damos a conocer en su totalidad, fue incluido tambien por Julio Saavedra Molina en
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a ser de mera divulgaci6n: la presentaci6n de materiales que estimamos importantes para los criticos que intenten obras de mayor envergadura sobre el poeta cuyo centenario se celebra en 1967.
HISTORIA EXTERNA DE EL ORO DE MALLORCA
Los seis capitulos de la novela que damos a conocer ahora fueron publicados por Ruben Dario en La Nacidn de Buenos Aires, entre diciembre de 1913 y marzo de 1914.2 Los textos mismos van numerados desde I a VI, y se ve que Dario comenz6 a escribir su novela en casa de Juan Sureda en Valldemosa. Asi estin fechados, en noviembre de 1913, los dos primeros capitulos; el tercero, tambien escrito en Mallorca, lleva la fecha de diciembre del mismo afio. Los demas capitulos (III a VI) fueron redactados por lo visto en Paris, dos de ellos en enero de 1914 y el iltimo en febrero. Hay que notar que se cierra el sexto capitulo con la frase "Fin de la primera parte", lo que plantea en seguida el problema de una posible
Poesias y prosas raras de Ruben Dario (Santiago de Chile, pp. 186-189). Tambi6n Saavedra Molina anota la reproducci6n de las mismas piginas en ciertas revistas y peri6dicos de Chile. Ra6l Silva Castro recoge las mismas indicaciones en su libro Obras desconocidas de Ruben Dario escritas en Chile y no recopiladas en ninguno de sus libros (Santiago de Chile, 1934), p. CXI. Tambi6n Francisco Contreras [Rubin Dario. Su vida y su obra (Santiago de Chile, 1937), pp. 317-318] transcribe del fragmento copiado en Nosotros un pirrafo y medio. Ultimamente las mismas piginas "Benjamin Itaspes" se incorporaron al ensayo de Roberto Ledesma, Genio y figura de Ruben Dario (Buenos Aires, 1964), pp. 69-72. En ningin caso se ha indicado el lugar de primera publicaci6n en La Nacidn de Buenos Aires. Por su parte, Alberto Ghiraldo [El archivo de Rubien Dario (Buenos Aires, al sexto 1943), pp. 121-124] reproduce otras piginas de la novela que pertenecen * capitulo que aqui ofrecemos. [La "Biblioteca Ruben Dario", en la 2 edici6n de la Antologia podtica que public6 en 1934, la anunciaba como "en prensa"]. Con mayor novedad, Antonio Oliver Belmis [Este otro Ruben Dario (Barcelona, 1960), pp. 306-3111, al hablar de la crisis espiritual y religiosa de Dario en 1913, asi como de su voluntad de enmienda, cita varias partes del texto que corresponden al capitulo IV de la novela. Con manifiesto deseo de comprobar un fil6n mistico de Dario, Oliver relaciona la prosa con el celebre poema "La cartuja" que data de la misma 6poca. El citado, critico habla, por lo demas, de un capitulo de El oro de Mallorca hallado por Arevalo Martinez y reproducido por Edelberto Torres (p. 306). Ar&valo Martinez public6 el texto conocido por "BenjaO min Itaspes" en Esfinge, Tegucigalpa, 2 de junio de 1916, N 17, pp. 114-117, ae donde proceden las reproducciones de Nosotros, febrero de 1917, y de Las [iltimas Noticias, 14 de noviembre de 1916, de las cuales lo tom6 Saavedra Molina; tambien figura en Llama de Arevalo Martinez (Guatemala, Editorial Libreria Renacimiento, 1934, pp. 140_143), y en Edelberto Torres, La dramdtica vida de Rubin Dario. Barcelona, Ediciones Grijalbo, S. A., 4* edici6n, 1966, pp. 468-470. A Ernesto Mejia Sanchez le debo la comunicaci6n; de esos datos bibliograficos. EElmismo me acaba de mandar otro: Luis Andr6s Ziiiga, "Benjamin Itaspes", en El Banquete (Tegucigalpa, 1920), pp. 305-309. 2 Los datos bibliogrificos completos se indican inmediatamente despues de la transcripci6n de cada capitulo de la novela.
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a Entre esas piginas dispersas, tan s6lo quisieramos llamar la atenci6n sobre tres cr6nicas escritas desde Nueva York bajo el titulo de "Itinerario de un peregrinc de la paz", que interesan por los juicios que da el poeta en 1915 sobre la ciudad norteamericana. 4 Seglin Contreras, Dario segula escribiendo su novela, "pero no sabia ya c6mo terminarla, pues, siendo el protagonista transposici6n de su propia personalidad, no osaba llevarlo a su 6nico fin 16gico: la muerte". Ob. cit., p. 154. Mais adelante vuelve a afirmar el mismo amigo de Dario que el poeta, tan preocupado por su propia muerte, no acab6 la novela por la raz6n de no querer darle muerte al protagonista Benjamin Itaspes (p. 318). a Alberto Ghiraldo, Op. cit., pp. 296-297.
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He: comenzado una novela, o, especie de novela, para La Nacion, que ,envio a modo de mis correspondencias, esto es, cuatro partes por mes. Pasa aqui. Quiza convendria que usted escribiese diciendo que, si quieren, no la publiquen hasta que no hayan recibido el final. Yo ire enviando el material, y concluire en mes y medio o dos meses. iC6mo se harig, entonces, para lo de cuatro partes por mes? Tendrd que ser una extra y seria de justicia pagarme a otro precio que mis cartas comunes... Pero yo entregare toda la obra, como le digo, en mes y medio o dos meses. Pronto le remitir6 a usted la primera parte...
Hay tambien otros testimonios que interesan aqui para puntualizar las
circunstancias de la composici6n Mallorca. Uno de los de El oro de A
amigos mas adictos a Dario en los illtimos afios de su vida fue el diplo-
mitico y escritor dominicano Osvaldo Bazil, y a 61 se deben algunas aclaraciones que merecen tenerse en cuenta ahora. En su "Biografia de Rub6n Dario", Bazil recuerda que Dario habia enviado a La Nacin algunos capitulos de su novela y que los mand6 copiar en Valldemosa a un pobre escribiente mayorquin. 6 De mayor interns son las siguientes
palabras del mismo Bazil:7
Ruben sigui6 algunos dias mas sin beber, escribiendo capitulos de una novela que se llamaria Oro de Mallorca, de la cual me ley6 varios capitulos que tenia escritos. Se publicaron en La Nacion de Buenos Aires. El era el personaje principal de la novela. Recuerdo que uno de los capitulos era En el mismo epistolario a Piquet, hay otras breves alusiones a esta novela en preparaci6n, pero las cartas que reproduce Ghiraldo (pp. 293-294) como de enero 5 y enero 8 de 1913 son en realidad posteriores. Corresponden a principios de enero del afio siguiente de 1914, cuando ya se habia partido Dario, yen fuga precipitada, de Mallorca. En la primera carta dice el poeta que se quedaron copiando en Vallden3osa los dos capitulos de su novela (p. 293), y luego escribe, tambien desde Barcelona: "En salud plena y optimistica,.. . le dirijo estas lineas. Claro que la fatiga sigue y que no habri para mi curaci6n posible sin un largo reposo. Ya sabe usted que para reposai; me puse, en Mallorca, a escribir una novela... iY claro!... (p. 294)". Es tambien interesante notar que Dario escribe al mismo amigo, en carta de diciembre de 1913, lo siguiente: "Sigo, desgraciadamente, lentamente el calafateo de mi cuerop y de mi espiritu, pero lo creo, por fin muy dificil, y, sobre todo, la crisis, fatal (p. 301)". La palabra calafateo llama en seguida la atenci6n, y lo curioso es que en la novela misma (II) Dario dice: "... Aunque habia ido a pasar una temporada de reposo, de terapia campestre, a pedir al campo, al mar y a las montafias el apuntalamiento de su organismo, la salud de los aldeanos, el calafateo de su inimo averiado, no podia dejar a un lado su firme afici6n a los libros, a los libros viejos principalmente". 6 Ademas Pilar Montaner, en una carta a Osvaldo Bazil, fechada el 30 de diciembre de 1913, dice: "Mafiana se concluiri de copiar el resto de la novela y el Jueves saldra todo para Barcelona". Carta reproducida por Oliver Belmis, Op. cit., p. 314. 7 Osvaldo Bazil, "Biografia de Ruben Dario", en Emilio Rodriguez Demorizi, Ruben Dasio y sus amigos dominicanos (Bogota, Espiral, 1948), p. 174.
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un estudio admirable y completo sobre la dipsomania. Ning6n medico lo hubiera hecho mejor. Al advertirle que su novela carecia de su personaje central femenino, me contest6: Bueno, meters entonces a Pilar en la obra? Y es que 61 no tenia una mujer que traer a su novela porque no Ia tenia tampoco en su vida. Alli me enter6 que por recomendaci6n e intervenci6n de Sureda, se habia cenfesado con un Padre aleman, que a la saz6n residia en Mallorca, convertido al catolicismo y que antes habia estado de Capelln en el ejrcito de:Chile, de apellido Uhfoll. Ruben, con gran unci6n y temor de Dios, comenz6 asi la dicha confesi6n: "-Padre, mi vida ha sido una novela". El padre Uhfoll, le contest6: "-Hijo mio, la mia ha sido dos, recemos".
Estos recuerdos del amigo Bazil, que compartia con Dario la misma predilecci6n por el vino, son significativos, sobre todo por lo que se dice en cuanto al capitulo en que se estudia la dipsomania. Este fragmento no se encuentra entre los que aqui recogemos, y nuevamente se abre la clara posibilidad de la redacci6n o publicaci6n de otros capitulos de El oro de Mallorca. Inmediatamente surge otro problema, uno dificil de resolver a estas alturas. Quedaron en manuscrito, sin que las diera a la publicidad Dario, otras piginas de la novela? Y si existi6 un manuscrito completo, a d6nde ha ido a parar? Tal vez en este afio del centenario se aclarari el pequefio enigma que ahora sefialamos, pero por el momento aventuremos alguna hip6tesis. Al referirse a los papeles rescatados para formar el Archivo de Ruben Dario, Carmen Conde, esposa de Oliver Belmis, el director del Seminario-Archivo, ha escrito o10siguiente: "Los papeles de Ruben estin en maletas, los mismos [sic) en que viajaron por todas partes con l.De Espafia se llev6, s61o, su novela autobiogrifica Oro de Mallorca, que debi6 dejarle a-Rosario".8 Segfin lo que nos dice Carmen Conde, Shemos de creer que el manuscrito aparentemente perdido o extraviado pas6 por fin a manos de Rosario Murillo en Nicaragua ?9Ahora bien:
8 Carmen Conde, Acompaando a Francisca Sinchez (Managua, 1964), p. 117. aqui el testimonio de Francisca citado por la misma Vale la pena recoger 6 autora: "Francisca le oy leer tres de sus capitulos: 'uno de los personajes se Ilamaba Panchita, como una hermana suya; y habia un fraile que dialogaba mucho ". (Ibidem) Desde luego, se nota en seguida que con el protagonista, que era l' en las paginas aqui presentadas no hay ninguna Panchita sino una Margarita. No aparece tampoco el fraile con quien hablaba Benjamin, segun el recuerdo de Francisca. bSe tratar, de otro capitulo en que dialogaba Itaspes con un fraile de la Cartuja a donde dirigia sus pasos al finalizar la primera parte de El oro. de
Mallorca?
por
In
recordar lo que dice al respecto Ildo Sol, que gozaba 9 Puede que sea fitil visto de la confianza de Rosario: "Y el poeta, defraudad. en sus esPeranzas de constituir legalmente su hogar gspafioI, transpone este drama, que alanrza ya los estadios de tragedia, en ssi
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Un poco tranquilo ya, hablamos de literatura, de su iltima obra: El oro de Mallorca. -En otra ocasi6n, vas a buscarla entre mis papeles. Alli tengo el original. Refleja cosas intimas de mi vida. Y luego, en entrada del 6 de enero de 1916, dice el mismo Huezo:
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Minutos despues me pidi6 los originales de su novela El oro de Malorca, que dias antes me diera para conocerla, y se los devolvi. Es una novela original, de trascendencia, del genero romintico, con su bravo h.roe Benjamin Itaspes, artista, genial y de sangre. Seguramente la vida de este noble espiritu es un trasunto de la combatida vida del poeta, su historia, su existencia de lucha, de calvario, de esfuerzos supremos, bajo el fulgor de la gloria, con situaciones dramticas.
Hay que fijarse bien en que Huezo habla de originales, y nos preguntamos si se trata de los originales de lo que se habia publicado ya en La Nacidn o de unos originales mis completos. ,Ha exagerado recuerdos remotos Osvaldo Bazil al hablar del capitulo sobre la dipsomania, el cual no figura, como dijimos, entre las paginas rescatadas ahora del diario bonaerense? Establecido el hecho de que si llegaron a Nicaragua unos originales de la novela, quizA sea licito suponer, como lo insinaa Carmen Conde, que quedaron 6stos en manos de Rosario. Hasta podria uno conjeturar que ella, al verse maltratada en la novela y molesta por las obvias indiscreciones del autor, decidi6 destruir esos originales. E insistimos: esta es
novela Oro de Mallorca, en la cual la expone con abundancia de detalles, figurando ~l con el nombre de Benjamin Itaspes. Oro de Mallorca describe tan fiel los hechos biogrificos que la identificaci6n de los personajes se otorga espontinea. Las confesiones de Itaspes resultan lesivas a Rosario. Omitimos comentarlas, porque no pretendo ofender a una dama que supo amar sin esperanza, y porque espero que Rosario decida romper su silencio documentindome mejor para su completa vindicaci6n en mi obra definitiva, RUBEN DARIO-RAZA, VIDA, SEXO Y POESIA''. Ruben Dario y las mujeres (Managua, 1947), p. 100. 10 Francisco Huezo, Los ziltimos dias de Ruben Dario (Managua, 1925). Agradezco a Enrique Anderson Imbert la comunicaci6n de esos datos significativos, los cuales confirman que los originales de. la -obra llegaron con Dario a Nicaragua, y al mismo Anderson le debo otras valiosas indicaciones que me han sido muv itiles en Ja preparaci6n de este trabajo.
11 Ibidem,
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mera hip6tesis nuestra, que tal vez arroje luz sobre el silencio que siempre ha rodeado las piginas perdidas u olvidadas de la novela. 12
BREVE COMENTARIO DE El oro de Mallorcal
Aunque se ha de esperar la publicaci6n de un texto mis completo de El oro de Mallorca, son de gran valor autobiogrifico y documental los seis capitulos que aqui presentamos. Es forzoso admitir, desde un principio, que esas piginas de Dario no valen casi nada literariamente y que corresponden a un bajo punto de tensi6n estilistica. S61o en determinados momentos descriptivos se revela, fugazmente, el conocido talento del Dario prosista. Para el que conoce la vida y la obra de Dario las claves autobiograficas son tan obvias que nos sentimos eximidos de todo comentario. 14 Basta decir que los textos se explican por si solos, agregando inesperadas dimensiones testimoniales sobre los profundos conflictos espirituales que tanto atormentaban al poeta durante toda su vida. Dario, que ya se acerca al fin de su existencia, un fin presentido con todo su horror y el extremado pavor de la muerte, se ha sometido a un minucioso examen
12 Se recordara, c6mo Itaspes-Dario, al narrar a Margarita Roger sus "novelas sentimentales", revela que encontr6 "el vaso de sus deseos poluto" y que "'n detalle anat6mico" habia destruido "el eden sofiado" (VI), lo cual puede relacionarse con "la mayor desilusi6n que pueda sentir un hombre enamorado", motivo que da Dario para su salida del pals natal, rumbo a Chile. Luego se refiere el protagonista de El oro de Mallorca a la vuelta a Centro America y a la renovaci6n de sus amores de antafio, diciendo: "... Y con la complicidad de falsos amigos y el criterio obtuso de gente de villorrio, la trampa del alcohol, la p6rdida de voluntad, una escena de folletin, con todo y la aparici6n sibita de un sacerdote sobornado y de un juez sin conciencia, y melodrama familiar y el comienzo del desmoronamiento de dos existencias... (VI)" Comparense, pues, esas confidencias y otras que no citamos sobre el particular, con lo que Dario escribe sobre "el caso mas novelesco y fatal de mi vida" en su Autobiografia. Obras completas (Madrid, 1950), Tomo I, pp. 97-98. 15 En cuanto a la novelistica de Ruben Dario, nos hemos .ocupado ya, con cierta extensi6n de Emelina (1886), en un trabajo pr6ximo a aparecer en la revista Atenea, y entendemos que nuestro amigo Juan Loveluck tiene en preparaci6n un largo estudio sobre El hombre de oro (1896) y El oro de Mallorca, para cuyos fines le hemos nroporcionado los textos aqui recogidos. 14 Quizi no est6 demas intentar la identificaci6n, en algunos casos relativamente facil, de ciertos personajes reales que figuran en la narraci6n. Maria, "artista gentil y madre infatigable (II) ", es desde luego Pilar Montaner, a cuyo esposo, Juan Sureda, generoso amigo de Dario, se le llama Luis Arosa. Jaime de Plor es seguramente Santiago Rusifiol, aunque es curioso notar que se menciona al mismo escritor-artista catalan con su propio nombre en el sexto capitulo de la novela. Angel de Armas es Gabriel Alomar, "exaltado, vibrante, alocado de belieza, nutrido de diversas filosofias, imbuido de radicalismos y anarquismos que terminaban en una grande e innata dulzura (I)", y, por uiltimo, "el poeta grave y noble ( ", pedro Alibr, parece corresponder a Juan Alcover.
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de conciencia. Nos da, pues, unas confesiones extraordinarias sobre ciertas intimidades de su vida privada, y habla con lucidez de las mas hondas preocupaciones que desgarraban su alma. Y, ique diferencia mas sensible separa el documento humano que ahora nos ocupa de la autobiografia formal, escrita un poco antes por el poeta! Hacia mediados de 1x94, estando en Barcelona, Dario escribe las paginas tituladas "Posdata, en Espafia", que figuran en la edici6n de Maucci, sin fecha, de La vida de
Ruben Dario escrita por l mismo. En ellas se refiere a su novela y dice:15
Libre de las garras del hechizo de Paris, emprendi camino hacia la isla dorada y cordial de Mallorca. La gracia virgiliana del ambito mallorquin devolvi6me paz y santidad... Los atraidos por mi vagar y pensar tendrin en esas piginas de mi Oro de Mallorca fiel relato de mi vida y de mis entusiasmos en esa inolvidable joya mediterrinea...
..
Lo que ahora reproducimos de la novela de Dario vale no s61o por su confesi6n intima, sino tambien porque vienen a ser esas piginas un corolario de su obra en verso. Es decir, la expresi6n podtica de Dario, con todas sus sombras y luces liricas, encuentra su contrapunto mas bien discursivo o conceptual en algunos fragmentos de la prosa d. El oro de Mallorca. Y asi en esta "especie de novela", como la llama acertadamente el autor, la proyecci6n del alma de Dario en la de su protagonista, el c6lebre misico Benjamin Itaspes,' 6 abre nuevas perspectivas para ahondar
16 ,C6,mo explicar el uso del nombre de Benjamin Itaspes, que encubre a la persona de Rub6n Dario? El eminente darifsta Ernesto Mejia Sinchez, al ocuparse del cuento "La larva", ha escrito: "... La salamandra de Benvenuto da oretexto a la narraci6n autobiogrifica de Isaac Condomano, protagonista principal de 'La larva'. Innecesario es explicar que los elementos hebreo y persa del nombre del aarrador corresponden exactaniente con los del nombre del poeta; an".logo sistema us6 Dario para bau-
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de su acostumbrado abuso de los excitantes en busca de la momentinea pero perfida felicidad; de la explotaci6n de los empresarios y los falsos amigos; de su hogar fingido; y de otros aspectos ampliamente conocidos de la vida real Dario hacia aquellos afios. Desalentado e incapaz de crear, reconoce Benjamin, en contraposici6n a su inmenso pavor de la muerte ("clavo de hielo metido en el cerebro", I), un profundo amor a la vida inmediata, de los sentidos, y dice que experimenta "una tensi6n hacia la vida y al placer -- ial olvido de la muerte!- como durante toda su vida (I) ". Al evocar su pasado intimo Itaspes alude a sus iniciaciones sexuales y afirma c6mo desde temprano el amor se habia posesionado de su cuerpo sensual. Piensa en su entrega total al placer, buscando un refugio para la vida y el olvido de la tortura de ser hombre, y, satisfechos sus instintos, medita sobre los momentos de abatimiento espiritual que sobrevivian. Tan b~sico en las divagaciones de Benjamin Itaspes como en ciertas poesias de Dario es el consabido conflicto animico que se sostiene, en intimo di.logo, entre su sentimiento religioso, heredado de su triste y remota infancia, y su exuberante temperamento er6tico. Una gran porci6n del capitulo cuarto se dedica a una exposici6n de esta lucha que se mantiene viva por la extremada sensualidad del artista, siempre apasionado, como dice, del misterio de la mujer, y la predisposici6n cuasimistica. Benjamin habia abandonado las priticas devotas y en 61 "el artista y el turista sustituian, en realidad, al creyente (IV)". Hasta en la plegaria se deja llevar por sus propensiones er6ticas y pecaminosas. No obstante pedia, constantemente, un reflorecimiento de la fe de antafio. Por ella clamaba. Mas podian las dudas sembradas en su alma pagana, y no era capaz, sino en muy contados momentos, de apartar el examen y el don del raciocinio. En su indecisi6n, no lo dejaban los espectros del pecado, pero, dirigi6ndose directamente a Dios, dice Benjamin:
... Seior, ha tiempo que yo hubiera dejado el siglo, los combates cotidianos con la hostilidad del ambiente, con la ferocidad de los pr6jimos; habria buscado la paz de los converntos y te habria servido como el mis consagrado de tus siervos; pero to no lo has querido, me has dejado solitario sobre Ia faz de la tierra, con un cerebro pagano, con un cuerpo que han atacado con sus magias todos los pecados capitales, y con una inteligencia de las cosas que me aleja cada dia mas de la fuente de la fe, contra mis deseos, contra mis quereres, contra la decisi6n de mi voluntad. El demonio existe, Sefior, puesto que me coge en sus lazos, desarmado y tanteante, y lo que es triste, hasta donde alcaiza Mi qonqcninm nto, gco anuencia de tu todo-poder y :de tu infinitud (IV).
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Al final de lo que aqui se presenta de El oro de Mallorca, repuestas sus fuerzas, Benjamin renace a la vida y al amor, pero, rechazado por Margarita, se dirige a La Cartuja de Valldemosa. En las meditaciones introspectivas del miisico no han de faltar pensamientos referidos directamente al Arte. Benjamin, como Dario mismo, exaltaba su amor por el arte, y hasta alude a "su sensibilidad m6rbida de artista, su pasi6n musical, que le exacerbaba y le poseia como un divino demonio interior (I)". Sobre todo en el segundo capitulo es donde el protagonista-espejo se dedica a discurrir sobre la naturaleza del Arte y sus aspiraciones divinas. Es verdad que le llenaba la vida esta
pasi6n, "...pero no como un fin, sino como un gran complemento para
la elevaci6n del propio ser en su enigmatico paso por la El arte, pues, tiene algo de Dios; el creador aut6ntico, desprovisto de una fe ciega, se acerca indefectiblemente explicitas son las siguientes palabras de Itaspes alusivas y la religi6n:
tierra... (II)". aun el que esta al misterio. Mas al tema del arte
El arte, como su tendencia religiosa, era otro salvavida. Cuando hundia, o cuando hacia flotar su alma en 61, sentia el efluvio de otro mundo superior. La misica era semejante a un oc6ano en cuya agua sutil y de esencia espiritual adquiria fuerzas de inmortalidad y como vibraciones de electricidad eternas. Todo el universo visible y mucho del invisible se manifestaba en sus ritmicas sonoridades, que eran como una perceptible lengua angelica cuyo sentido absoluto no podemos abarcar a causa del peso de nuestra miquina material. La vasta selva, como el aparato de la mecanica celeste, poesia una lengua armoniosa y melodiosa, que los seres demidrgicos podian por lo menos percibir: Pitagoras y Wagner tenian raz6n. La Misica en su inmenso concepto lo abraza todo, lo material y lo espiritual, y por eso los griegos comprendian tambi6n en ese vocablo a la excelsa Poesia, a la Creadora. Y que el arte era de trascendencia consoladora y suprema lo sabia por experiencia propia, pues jamis habia recurrido a 61 sin salir aliviado de su bafio de luces y de correspondencias migicas. ,Era asimismo un paraiso artificial? No, puesto que en el secreto de su poderio uno no podia disponer de el1 sino 61 de uno, 61 era el que posela y se. hacia manifiesto por medio del deus, y sus excelencias resplandecian intensamente en nuestro mundo inc6gnito, anunciadoras siempre de un resultado bienhechor que nunca engafiaba. Y quizis 6sta era la verdadera compensaci6n para el elegido que venia al mundo con su emblemitico signo y con su sagrado cilicio. Dios esti en el Arte, mris que en toda ciencia y conocimiento, y la santidad, o sea el holocausto del existir, no es sino el arte sumo elevado a la visi6n directa del Completo teol6gico, purificado por lo infinito del fuego de los fuegos. Es la locura del Sefior. '"Stultitia dei".
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genuina creaci6n, un modo superior de conocimiento, tiene raiz sobrenatural. Nos revela, a trav6s del poder supremo de la musica, la anhelada eternidad que le es vedada al no elegido.* Por fltimo nos parece importante advertir, ahora en un piano mas concreto, la fascinaci6n que siempre ejercia el mar sobre el alma de Dario. Era un espiritu marino, como tan sagazmente lo serial6 Juan Ram6n Jimenez en unas preciosas paginas, 19 y en El oro de Mallorca se confirma ese aspecto intimo de su personalidad po6tica. Benjamin afirma ese amor al mar y piensa para si: "Le habia recorrido tantas veces en tan diferentes latitudes, y siempre le encontraba tan nuevo y tan constante, tan ambiguo y tan sincero... Era un vasto ser animado, liquido y palpitante, todo vida y enigma. Y a veces, en sus instantes de meditaci6n o de exaltaci6n, le hablaba como a una divinidad, o ser inteligente, le hablaba en voz alta, o a media voz, como cuando decia, todas las
noches, su Padre Nuestro (I)". "
Las paginas que ahora se reproducen de El oro de Mallorca como pequefio homenaje a Ruben Dario en este afio del centenario valen mis que nada por sus confesiones sinceras sobre ciertas constantes de la vida real del poeta. Esos textos, por interesantes que sean sus revelaciones intimas, sin embargo, representan un inevitable descenso estilistico, y en este sentido no son en verdad dignas del gran escritor que ya hacia
1914 iba camino de la muerte.
ALLEN W. PHILLIPS
Indiana University
* No es casual aqui la menci6n de Pitagoras -y de Wagner. Tampoco debieramos de olvidarnos, dentro del caso, de las palabras del musico en "El velo de la reina Mab", las cuales evocan asimismo a Wagner y al fil6sofo que oy6 la misica de los astros. En otro lugar, hemos estudiado ya la primera parte de'este mistmo fragmento para iluminar un aspecto de las profundas relaciones de amistad entre Ruben Dario y Valle Inclan, una afinidad espiritual fortalecida por un;.pensamiento derivado del gnosticismo y de las ciencias: ocultas. No s6lo. es cuesti6n de la urgente necesidad del alma poetica para expresarse en forma ritmica, sino que aqui se trata sobre todo del deseo de lograr sumergirse en la armonia c6smica, buscarse un enlace inefable con la conciencia del Universo, y fundirse con el Gran Todo para percibir, en ultima instancia, el sentido mas recondito de los fen6menos. 19 Juan Ram6n Jimenez, Espanoles de tres mundos (Buenos Aires, 1942), pp. 40-44. 20 Este es uno de los aspectos capitales del poeta -su espiritu marino-- que estudia con tanto acierto mi colega Miguel Enguidanos en un primoroso articulo pr6ximo a aparecer en la Revista Hispanica Moderna, con titulo de "El cuaderno de navegaci6n de Ruben Dario".
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I .L barco blanco de la Compafifa Islefia Maritima se hallaba anclado cerca del muelle marselles. El sol del mediodia estaba esquivo en
bordo, se posesion6 de su camarote, entreg6 su equipaje. Como ya se iba a partir, se despidi6 del amigo y se puso a pasear sobre cubierta. El era el inico pasajero de primera. Por la proa, escasa gente, toda mallorquina y catalana, posiblemente del pequefio comercio, conversaban en su Aspera lengua. El vapor era limpio y bien tenido; con todo, habia un vago olor muy madre-patria... La cocina estaba sobre el entrepuente y se veia a un cocinero s6rdido manejar perniles y pescados. A un lado suyo, en una especie de jaula, habia cecinas; sobreasadas, cebollas, pimientos rojos y salchichones. De cuando en cuando salia un fogonero, todo negro, de una puerta lateral. Cogia un botijo que habia al alcance de su mano, y bebia a chorro. Luego volvia a descender a su carbonera. El vapor pit6; se puso en actividad; sali6, al lado de un gran navio catalin que descargaba sobre un lanch6n pesadas barras de plata, o de estafio, en las cuales se leia en grandes letras vaciadas: "Figueroa". Pas6 junto a los faros. Volvi6 a pitar. Entr6 mar afuera.
Benjamin mir6 el panorama de la gran ciudad mediterrinea, dio un iltimo saludo a la enorme estatua de Notre-Dame de la Garde, que
se alza desde su eminencia, y luego se puso a contemplar distraidamente el mar, tan amado por 6l. Le habia recorrido tantas veces en tan diferentes latitudes, y siempre le encontraba tan nuevo y tan constante, tan ambiguo y tan sincero... Era un vasto ser animado, liquido y palpitante, todo vida y enigma. Y a veces, en sus instantes de meditaci6n ode exaltaci6n, le hablaba como a una divinidad, o ser inteligente, le hablaba en voz alta, o a media voz, como cuando decia, todas las noches, su Padre-nuestro. Pues Itaspes habia conservado, a pesar de su espiritu inquieto y combatido, y de su vida agitada y errante, mucho de las creencias religiosas que le inculcaron en su infancia, alli en un lejano pais tropical de America. El mar estaba quieto, pero Benjamin percibia el eco profundo de su coraz6n, su honda y eterna melodia interior, que se comunica con la que el artista lleva en el arcano de su alma. El capitin: del barco, un catalin robusto, de ojos "marinos", afeitado como un monje, o como un actor, afable, se acerc6: "Es usted el lnico pasajero de primera...; debe ser el Sr. D. Benjamin Itaspes,
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el c6lebre mtsico, a quien se me recomienda en un telegrama. Estoy completamente a sus 6rdenes. He ordenado que se le sirva en una mesita aparte". Nada mejor. Benjamin gustaba poco del trato de "la gente", de la "betisse" circulante que se manifiesta por la usual y consuetudinaria conversaci6n, del vulgo municipal y espeso, como l decia. Asi como simb sirts sencillos, con o los campesinos sm gustaba de comunicar con los espiritus ples, con los marineros, y con los viejecitos y viejecitas de pocas luces, que viven de recuerdos y cuentan curiosas cosas pasadas que ellos presenciaron. Almorz6, pues, solo, a la hora que quiso, pues no la habia seFialada; comi6 el excelente salchich6n, una especie de pescadilla, diversos guisos si no finos, sabrosos, queso de Mahon, rica fruta; bebi6 con placer rojo y natural vino de la tierra, vino de Espaia, harto como estaba de las composiciones y menjurjes caros de Paris. Se atrevi6, contra las prescripciones de su medico, a tomar una taza de cafe... Y aunque record6 sus dolencias y sinti6 punzadas y molestias de la gastritis, se encontr6 con un buen inimo, con la esperanza de que pronto el aire y la tierra encantada de la isla de Mallorca, y la bondad de los amigos en cuya mansi6n habia de hospedarse, en una regi6n sana y deliciosa, y el ejercicio, y sobre todo la paz y la tranquilidad, y el alejamiento de su vivir agitado de Francia, habrian de devolverle la salud, el deseo de vivir y de producir, el reconfortamiento del entusiasmo y de la pasi6n por su arte. Notaba, con gran contentamiento, que no sentia la necesidad de los excitantes, Lo cual contribuiria, segin los medicos, al completo restablecimiento de su bienestar fisico y moral. Aunque se encontraba d6bil, despues de la altima crisis que le postrara por largos dias en cama, no recurria a los por toda su pasada vida habituales alcoholes. Apenas, de cuando en cuando, si las fuerzas estaban muy flacas, tomaba unos sorbos de un vino medicinal de quina, amargo y meloso a un tiempo, que si le fortalecia por instantes, le causaba ardores y alfilerazos estomacales. Tenia sus consecutivos padecimientos por do mas pecado habia; porque el quinto y el tercero de los pecados capitales habian sido los que mas se habian posesionado desde su primera edad de su cuerpo sensual y de su alma curiosa, inquieta e inquietante. Ahora, cabalmente, estaba pagando antiguas cuentas. Como se dice, aquellos polvos traian estos lodos. Mas (sic) se decia: "Pero, Dios mio, si yo no hubiese buscado esos placeres que, aunque fugaces, dan por un momento el olvido de la continua tortura de ser hombre, sobre todo cuando se nace con el terrible mal del pensar, aque seria de mi pobre existencia, en un perpetuo sufrimiento, sin mias esperanza que la pro-
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bable de una inmortalidad a la cual tan solamente la fe y la pura gracia dan derecho? Si un bebedizo diab6lico, o un manjar apetecible, o un cuerpo bello y pecador me anticipa "al contado" un poco de paraiso, voy a dejar pasar esa seguridad por algo de que no tengo propiamente una segura idea ?". Y hablando con su coraz6n y de verdad, en lo intimo de sus voliciones, se presentaba a lo infinito tal como era, ileno de ansias y de incontenibles instintos. Y asi besaba o comia o absorbia sus bebedizos que le transformaban y modificaban pensamiento y sentimiento. Y como desde que tuvo uso de raz6n su vida habia sido muy contradictoria y muy amargada por el destino, habia encontrado un refugio en esos edenes momentineos, cuya posesi6n traia despubs irremisiblemente horas de desesperanza y de abatimiento. Mas se habia aprisionado en el tiempo, aunque fuese por instantes, la felicidad relativa, en una trampa de ensueiio. Al amanecer del dia siguiente se veia tierra de Mallorca, la isla de Oro. Luego se dejaban a un lado los islotes cercanos, las costas pintoroscas y rocallosas; los caserios de Porto Pi y de El Terreno, el castillo hist6rico de Bellver, y entraba el barco blanco en la bahia de milagro de la dulce Palma, cuya catedral, en los crepisculos, sobre la ciudad violeta, como sobre un altar, arde de sol como una llama. Esperaba a Itaspes en el muelle un amigo, el caballero que debia hospedarle, en su sefiorial mansi6n del Valldemosa. Asi que tras el abrazo de bienvenida ambos subieron al autom6vil que debia conducirlos al castillo. Era el castellano de gentiles maneras y de humor excelente, y fuerte aunque algo enjuto de cuerpo, de conversaci6n culta como correspondia al letrado que era amigo de referir anecdotas, recuerdos y sucedidos, aficionado a las artes y a las letras y gustador de las obras musicales de su amigo, con quien se habia relacionado algunos aiios antes en la misma isla. Por el camino recordaban sus pasadas excursiones con otros compafieros de intelecto y jovial espiritu, como Jaime de Flor, catalin famoso por sus pinturas y sus escritos, una especie de bohemio millonario que habia realizado su vida a su capricho y se habia defendido con la alegria de los amargores y durezas del bregar cotidiano; como Angel Armas, exaltado, vibrante, alocado de belleza, nutrido de diversas filosofias, imbuido de radicalismos y anarquismos que terminaban en una grande e innata dulzura; como el poeta grave y noble, Pedro Alibar, nutrido de simientes clasicas y que iba al alma de su pueblo y de su raza sin dejar de formular la melodia de su lirica anima individual. Benjamin iba contento en la maiiana acariciante de octubre. El sol que apareci6 primero nublado, abria los velos de nubes y ofrecia la
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bondad de su luz tibia. Volaba el auto por la carretera, entre los huertos bien cultivados y los olivares, y luego las aglomeraciones de rocas cicl6peas coronadas de verdura. De cuando en cuando habia que amenguar la rapidez de la mquina, a causa de un burrito, una mula albardada, o un carro con pesada carga, un caminante que venia de los campos. Se atraves6 el dantesco trecho de los olivos centenarios, milenarios, que perpetian, como en eternidad, sus como petrificados gestos y ademanes de metamorfosis; se dej6 a un lado la colosal mole que tiene un nombre y una leyenda moriscos; se vieron por fin las vastas colinas cultivadas, a graderias, como en anfiteatro, las hondonadas y valles con sus casitas, sus sembrados, sus vifias, sus higueras, sus cactus africanos, las raquetas espinosas adornadas con los pompones encarnados de los higos chumbos. Se divisaron las casas del pueblo, se pasaron tapiales y callejuelas donde jugaban nifios risuefios y sucios; se detuvo por fin el vehiculo frente al vetusto y tradicional edificio, cuya ancha puerta, bajo sus dos cuadradas torres, y coronada por un escudo en que se ve esculpida la imagen de San Bruno, estaba adornada de palmas. Desde fuera y por todos los escalones habia regadas ramas de mirto. Estaba la mansi6n con alegria. Se saludaba, con la generosa y cordial hospitalidad de antaio al artista amigo que llegaba. Maria, la castellana, la sefiora de la morada, estaba sonriente, entre sus nifios, semejantes a blancos y sonrosados principitos de Vandyck. Pronto Benjamin Itaspes estuvo en posesi6n del apartamento que debia habitar por una temporada. Se le dej6 solo. Se sent6 a descansar y a reflexionar. Era la primera vez que necesitaba verdaderamente de un largo reposo, de un dilatado contacto con la naturaleza, de un alejamiento de la ciudad abrumadora, de la tarea precisa, casi mecinica, que le agriaba el entendimiento, del fingido hogar que le habian traido las consecuencias de una vida "manque", del padecimiento moral incesante que agravaba el inveterado recurso de los excitantes, de los alcoholes de perfida ayuda. Se encontraba a los cuarenta y tantos afios fatigado, desorientado, poseido de las incurables melancolias que desde su infancia le hicieron meditabundo y silencioso, escasamente comunicativo, Ileno de una fatal timidez, en una necesidad continua de afectos, de ternura, invariable
solitario, eterno hurfano, Gaspar Hauser, sin alientos, sin mis consuelo
que el arte amado y por si mismo doloroso, y el humo dorado de la gloria en que Dios le habia envuelto para calma de su incurable desolaci6n. Su salud fisica, hasta entonces robusta, empezaba a decaer. Ni en
su infancia, ni en su juventud habia hecho ejercicios musculares. Su
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aspecto era de hombre fornido y bien plantado, pero su debilidad era extrema. No habia frecuentado gimnasios, ni hecho servicio militar, ni se habia dedicado a deportes. Y sobre esto, desde su adolescencia, pasada en climas ardorosos y gastadores, habia sido el enemigo de su cuerpo a causa de su ansia de goces, de su imaginaci6n exaltada, de su sensualidad que complic6 despues con lecturas e iniciaciones, su innato deseo de gozar del instante, con todo y su educaci6n religiosa. Un temperamento er6tico atizado por la mas exuberante de las imaginaciones, y su sensibilidad m6rbida de artista, su pasi6n musical, que le exacerbaba y le poseia como un divino demonio interior. En sus angustias, a veces inmotivadas, se acogia a un vago misticismo, no menos enfermizo que sus exaltaciones artisticas. Su gran amor a la vida estaba en contraposici6n con un inmenso pavor de la muerte. Era ista para .l como una fobia, como una idea fija. Cuando ese clavo de hielo metido en el cerebro le hacia pensar en lo inevitable del fin, si estaba en soledad, sentia cque se le erizaba el pelo como a Job al roce de lo nocturno invisible. Tantos afios errantes, con la incertidumbre del porvenir, despues de haber padecido los entreveros de una existencia de novela; en una labor continua, con alternativas de comodidad y de pobreza; con instintos y predisposiciones de archiduque y necesitado casi siempre, sin poder satisfacer sino por cortos periodos de tiempo sus necesidades de bienestar y aun de lujo, amigo de bien parecer, de bien comer, de bien beber y de bien gozar como era; cansado de una ya copiosa labor cuyo producto se habia evaporado dia por dia; asqueado de la avaricia y mala fe de los empresarios, de los "patrones", de los explotadores de su talento, dolorido de las falsas amistades, de las adulaciones interesadas, de la ignorancia agresiva, de la rivalidad inferior y traicionera; desencantado de la gloria misma, y de la infamia disfrazada y adornada y halagadora de los grandes centros, se veia en visperas de entrar en la vejez, temeroso de un derrumbamiento fisiol6gico, medio neurastenico, medio artritico, medio gastritico, con miedos y temores inexplicables, indiferente a la fama, amante del dinero por lo que da de independencia, deseoso de descanso y de aislamiento y, sin embargo, con una tensi6n hacia la vida y al placer -ial olvido de la muerte! como durante toda su vida. Curioso Benjamin Itaspes...
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'Habia nacido en una ciudad de la America espafiola, de una familia burguesa, con algun haber. Por rencillas inmediatas, consecuencia de un matrimonio forzoso, sus padres se separaron, y e1 fue educado por una tia materna. "Ingrata suerte -se decia. Educaci6n de mujer. .. Quiza de alli vienen mis caprichos, mis debilidades, mis exasperaciones nerviosas, mis creencias en lo extraordinario, mis supersticiones... Educaci6n de mujer; cariflos, rezos, a veces latigazos. . . Aquella vieja casa, donde por las noches, despues de pasado el crepuscular vuelo de los murcielagos, se oia el especial siseo de las lechuzas, y en donde se aseguraba que "espantaban"... La visi6n imborrable de la bisabuela, una anciana perlatica que se mantenia en un sill6n moviendo la cabeza... El recuerdo de los continuos sustos, al hallar en las camas de cuero, al tiempo de irt a acostarse, alacranes y ciempies. .. El especial ruido de las tejas cuando habia temblor de tierra. .. Las consejas de aparecidos oidas en la cocina a las criadas indias y mulatas. . . Luego, despues de los primeros afios, una vida de escasez... Pensar en su infancia le entristecia y hacia revivir lejanas impresiones dolorosas, horas de temor y de melancolia ... Despues, el despertar de su pubertad en el colegio, los estudios mal seguidos, un tiempo de internado en un establecimiento que habia sido antiguo convento de franciscanos y donde era sabido que tambien apareciarr fantasmas, aun de dia, entre las viejas piedras terrosas... Las iniciaciones de la came, las sorpresas sexuales de las que creia en su ignorancia ser descubridor... El c6mo un dia se sinti6 enamorado y poseido de la mdsica y apasionado por el misterio de la mujer... Su misticismo junto a su innato erotismo... i Cuan lejos aquellos comienzos! Y, no habia sido entonces, entre los catorce y los quince afios, cuando prob6 por la primera vez el veneno que habia de influir mas tarde en el desarrollo de su mentalidad y en la formaci6n de su caracter, y quiza en una parte de su obra? Todo habia sido dependiente de las disposiciones del destino. Si 61 hubiera nacido rico, cuantas horas tragicas, cuantos terremotos vitales y mentales evitados, cuan diferente la realizaci6n de su obra artistica... "Si -le argiia una voz interior, que estaba de acuerdo con lo que mucha gente le decia- pero no seria tu obra la actual, no
serias td el que eres, no serias td". . . Seria esto verdad? Sus armonias,
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nos de la sangre de su coraz6n, del sudor de sus agonias, y habia sido preciso que asi fuese eso... Y "eso", para que? Para la consecuci6n de un nombre, de la gloria, que es, en lo infinito del tiempo, no el sol de los muertos, como dijo el gran novelista, sino un templo de deleznable ceniza... No estaba puesto en raz6n el divino y miserable frances que escribia:
... la gloire c'est une humble absinthe 6phemere prise en catimini, crainte de trahisons: et si je ne bois pas plus c'est pour des raisons....?
Cierto; una pasi6n de arte podia llenar toda una vida, pero no como un fin, sino como un grarr complemento para la elevaci6n del propio ser en su enigmitico paso por la tierra... El arte, algo de Dios, ventana por donde algo de E1lse sospecha percibir; algo que se relaciona con lo que esta mis alla del planeta en que nos volvemos locos... Con todo y la fe en la divinidad, una fe relativa, a menos que no se posea el talisman de los santos, el s6samo de los videntes, nuestras dudas y nuestras ansias no corresponden a la pequefiez de nuestro escenario en el universo... El planeta, buena bola de tierra que va rodando no se sabe qu6 inaudito escarabajo, por lo infinito, no se sabe ad6nde... i Ah! No haber apuntalado con los mas firmes aceros de la convicci6n absoluta, desde los primeros afios, una fe ciega, ciega por completo, en vez de esta fe en extremo miope que se acerca al misterio para ver mejor, y luego no ve nada... Y la seguridad de que tarde o temprano se pasari tras la cortina de sombra... Por eso, hay que tenerlo entendido, por eso, por esa idea persecutoria, por esa obsesi6n de que no podia librarse, buscaba muchas veces el escondite de los paraisos artificiales, el engafio cerebral y, como el avestruz, metia la cabeza en el agujero... El arte, como su tendencia religiosa, era otro salvavida. Cuando hundia, o cuando hacia flotar su alma en 1l,sentia el efluvio de otro mundo superior. La misica era semejante a un oc6ano en cuya agua sutil y de esencia, espiritual adquiria fuerzas de inmortalidad y como vibraciones de electricidades eternas. Todo el universo visible y mucho del invisible se manifestaba en sus ritmicas sonoridades, que eran como una perceptible lengua angelica cuyo sentido absoluto no podemos abarcar a causa del peso de nuestra m.quina material. La vasta selva, como el aparato de la mecinica celeste, poseia una lengua armoniosa y melodiosa, que los seres demiirgicos podian por lo menos percibir: Pitigoras y Wagner tenian raz6n. La M6sica en su inmenso concepto lo abraza todo, lo material y
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lo espiritual, y por eso los griegos comprendian tambi6n en ese vocablo a la excelsa Poesia, a la Creadora. Y que el arte era de trascendencia consoladora y suprema lo sabia por experiencia propia, pues jam s habia recurrido a 61 sin salir aliviado de su bafio de luces y de correspondencias migicas. Era asimismo un paraiso artificial? No, puesto que en el secreto de su poderio unc no podia disponer de 61 sino 61 de uno, 61 era el que poseia y se hacia manifiesto por medio del deus, y sus excelencias resplandecian intensamente en nuestro mundo inc6gnito, anunciadoras siempre de un resultado bienhechor que nunca engafiaba. Y quizis 6sta era la verdadera compensaci6n para el elegido que venia al mundo con su emblemitico signo y con su sagrado cilicio. Dios esti en el Arte, mas que en toda ciencia y conocimiento, y la santidad, o sea el holocausto del existir, no es sino el arte sumo elevado a la visi6n directa del Completo teol6gico, purificado por lo infinito del fuego de los fuegos. Es la locura del Sefior. "Stultitia dei". Asi divagaba Itaspes, cuando un ruido de nifios y la figura menuda y risuefia de la castellana, Maria, artista gentil y madre infatigable, le llegaron a sacar de sus reflexiones. -"i Animarse !., ianimarse ! iNo va usted a conocer la casa ? Qiiere usted ir a dar un paseo por el jardin, por el claustro, a moverse y a comenzar a recobrar la salud? Quiere usted subir a la torre, donde esta la biblioteca? Aunque, dejar los libros para venir a los libros... Mi marido le espera. iVaya usted; afuera el solitario!". Entre los nifios risuefios, Benjamin fue a buscar a su amigo que le hospedaba, al envidiable Luis Arosa. Envidiable por su caricter tranquilo, por su manera modesta y tradicional de tener fortuna, de administrar, de vivir, alejado de los bullicios de la ciudad, de los chismes provinciales, de las politicas comineras y de cacicazgo. Envidiable por la conservaci6n de las costumbres antiguas, de los usos familiares. Como sus abuelos, manifestaba las sefiales de una religiosidad practicante, cristiano viejo, cat61lico en la sangre y en la conciencia. Rezaba con su familia el Padrenuestro y el Avemaria acostumbrados por generaciones y generaciones de Arosas, en la mesa, al principio de los yantares. Se descubria al pasar por una iglesia u oratorio, daba el agua bendita a su acompaiiante, al entrar y salir de un templo. Envidiable por sus hibitos moderados y patriarcales, por su razonada y medida afici6n por las cosas del arte, y sobre todo por vivir en la paz y felicidad de sefior y terrateniente tranquilo, en medio de una descendencia numerosisima que se habia fabricado con el mejor y mis loable entusiasmo.
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Le encontr6 Benjamin en una de las torres del castillo, la que servia de biblioteca, llena de libros apifiados en estanterias, por todos los cuatro lados. Por las ventanas se veia el campo, las cercanas laderas y las lejanas montafias; y entraba el dia a verter su resplandor sobre los volimenes empolvados, algunos antiquisimos y encuadernados en sus amarillentos pergaminos. Habia obras de teologia, de historia, de literatura, c6dices y manuscritos vetustos; libros del siglo pasado, colecciones clasicas, algunas incunables; los autores latinos de Nissard, autores griegos, libros de religi6n, de literatura, de arte; grandes mamotretos y tomos finos, ilustraciones y afios enteros de revistas; todo lo preciso para entregarse a la lectura durante luengos afios, viviendo de sus rentas, conservando lo mejor posible la salud, haciendo mas hijos, hasta la llegada de la intrusa, de la Separadora, como se dice en los cuentos 6rabes. Para Itaspes el descubrimiento de la biblioteca era el de un verdadero tesoro. Aunque habia ido a pasar una temporada de reposo, de terapia campestre, a pedir al campo, al mar y a las montafias el apuntalamiento de su organismo, la salud de los aldeanos, el calafateo de su inimo averiado, no podia dejar a un lado su firme afici6n a los libros, a los libros viejos principalmente. Tenia Luis en sus manos un apolillado cronic6n forrado en cuero flavo: -Aqui tiene usted algo que ha de interesarle: es la historia de este edificio, en el cual ha de pensar y sofiar usted todo este invierno. En el venerable tomo, cuya primera pigina, caligrafiada bellamente, como era de saberse, por mano monjil, en letras negras y rojas, ley6, bajo un signo crucial: "Iesvs Maria - Fvndacio, y Svcces - siv estat de este real Monestir, sagrada Cartvxa - de Iesvs de Nazaret de Mallorca son glorios principi per el Serenissim Rey - don Marti de Arago any del Sefior MCCCVIIIIC - Per F. Albert Pvig Monge pro - fes de dit real Monestir". Y bajo un blas6n en que se veia a un lado la imagen de Nuestro Sefior Jesucristo: "Neque qui plantat est aliquid, neque qui rigat: sed qui incrementum dat, Deus. I. Cor., 3. 7." Era el' manuscrito el mismo que habia tenido en sus manos D. Melchor Gaspar de Jovellanos, el gran Jovellanos, cuando fue, por razones politicas, deportado a la isla, y aprovech6 su tiempo, al amparo de la buena amistad de los frailes de la Cartuja, en sus ocupaciones preferidas, que eran las literarias. En esa misma torre en donde se aglomeraban ahora los libros, habia habitado aquel c6lebre estudioso, aquel amable sabio.
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Fueron a dar un vistazo al extenso edificio. Sabia Benjamin la historia de su creaci6n y com6 fue construido para que el asmitico rey D. Sancho viniese a respirar un aire puro en las pintorescas y sanas alturas valldemosinas. El palacio tuvo por constructor al arquitecto Jordi, mallorquin, y se comenz6 a preparar el terreno para los cimientos conforme con una disposici6n real fechada en 3 de julio de 132I. Pronto
estuvo la fabrica terminada, que era al par alcazar de reposo y castillo de defensa. El primer alcaide se llam6 Martin Muntanes. Muerl D. Sancho en Santa Maria de Formiguera, ocup6 el trono de Mallorca D. Jaime III, quien no se ocup6 mucho en el palacio de su tio. Triunfante el invasor D. Pedro IV, que agreg6 Mallorca a la corona de Arag6n, vino a Valldemosa, y, amigo de la caza, hizo de la hermosa construcci6n un centro cinegetico. Fallecido dramiticamente, a causa de su afici6n, en una selva catalana, le sucedi6 su hermano D. Martin, quien, cediendo a los pedidos de los religiosos de la orden de San Bruno, cedi6 el alcazar para que fuese convertido en monasterio. Bajaron la escalera de caracol estrecha como la de los campanarios; recorrieron las distintas salas, las antiguas habitaciones de los cartujos, la capilla hoy convertida en teatro familiar, gran sal6n decorado con frescos que representan escenas .de la historia del real castillo. En el escenario se representan, en dias excepcionales, por aficionados pertenecientes a la familia de Palma, comedias morales, o hay recitaciones literarias, o tocan misicos del lugar, en sus guitarras y mandolinas, aires del pais, mientras parejas rfisticas danzan bailes tradicionales, como las famosas boleras mallorquinas. Vieron las celdas, hoy habitaciones modernizadas, pero en las cuales se conservan los viejos y fuertes pavimentos de ladrillo, muebles de antafio, como el botiquin de los padres; la abertura en el muro por donde se recibia el pan, y una tabla especial en donde se sefialaba la cantidad que cad.a religioso necesitaba. En una de las celdas se veian sobre un ladrillo lo que las buenas gentes del lugar juzgaban las huellas del diablo, cosa que Benjamin hubiera deseado mas justificada, pues bien claro se veia que cuando el ladrillo estaba recientemente hecho y muy hilmedo, habia puesto sobre el la pata un inocente y poco diab6ico perro... Pasaron a la parte del convento nuevo, por el jardin, que rodea la columnata del antiguo claustro, y un patio en donde en el taz6n de una fuente, una pequefia divinidad marina sopla en su caracol de bronce, entre el verdor de los mirtos y arrayanes, y el jazminero que nieva sus estrellas impregnadas de un aroma tan sensual y oriental. El trecho entre el antiguo convento y el nuevo es la parte en que estaba el cementerio.
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No hay ni vestigios de tumbas. Dos altos plitanos se alzan dando sombra a las casas vecinas, y un hondo pozo se ve con su brocal de reciente hechura. Segin una guia, "la segunda cartuja fue bendecida por delegaci6n del Papa Pio VI en 1784 y la nueva y actual iglesia inaugurada en agosto de 1812. Es sta de estilo grecorromano, con profusi6n de adornos, habiendo sido pintados los frescos algin tanto defectuosos, por el aragones Bayen, tio del inmortal Goya, siendo los florones de los arcos y relieves del escultor italiano Cogni y los medallones con los bustos de Pio VII y del rey D. Martin, asi como los demis en que van grabados los escudos de armas de los Estelrich, Pax, Zafortega, Nicolau, OOleza, Llabres, bienhechores del convento, ejecutados por el catalan Folch".
RUBEN DARIO La Naci6n, Afio XLIII, N6m. 15,268, 7 de diciembre de 1913, p. 11.
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III -Esta es la celda de George Sand y de Chopin, dijo Luis de Arosa sefialando a su amigo, en el largo corredor del claustro, una puerta pintada de verde. A la verdad, ello no se sabe con seguridad, pero se cree que si no es 6sta, la nimero 2, es la nuimero 3. iSe ocupa tan poco la francesa
de estos detalles en su libro Un hiver
a Majorque!.
Benjamin conocia la aventura y habia leido el libro, como todo lo que se referia a la obra y a la personalidad del mfisico polaco, que era una de sus adoraciones artisticas. Chopin enamorado, victima de aquella curiosa hembra, caso teratol6gico por su intelectualidad y que cuando no era toda literatura era toda sexo... Una gata rijosa que comia ruisefiores... iPobre Chopin, pobre Musset! El, Itaspes, no hubiera caido en semejantes afiagazos... Y, sin embargo, en sus afios ingenuos y ardientes, ino habia tambien sentido la enfermedad de amar y esto con mujeres que no tenian nada de Aurora Dupin ?'.. -Confiese usted, le dijo Luis, que tambien habria padecido bajo los caprichos de aquel diablo romintico... -La mujer, amigo mio, es la peor de nuestras desventuras, por si misma, por su naturaleza, por su misterio y su fatalidad. Muchos padres de ha
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Iglesia han dicho sobre esto cosas ciertas y profundas. Y su dafio esti en el amor mismo en un paraiso de temporada, en un goce que pasa pronto y deja mucha amarga consecuencia. Y no me juzgue usted un mis6gino. . Ya sabra usted -aiadi6 riendo- algin dia de estos, mi novela... Los propietarios actuales del edificio -y ya se ve que lo hacian desde el tiempo de la venida de George Sand- alquilaban aquellos espaciosos cuartos a burgueses de Palma y aun de Barcelona, que venian a pasar el invierno o el verano, pues la temperatura invernal no era muy fria, ni los estios eran calurosos. Anduvieron un rato en silencio. Resonaban sus pasos sobre los ladrillos, bajo el techo abovedado. No habia mucho que ver. Retornaron al palacio. Cuando estuvcr de nuevo en su soledad, Benjamin se sinti6 obsedido por la memoria de Chopin, de su amado Chopin. El invierno pasado en Mallorca por el artista polaco y su amiga era el de 1838-39. Vinieron por la enfermedad de 61, que de seguro se aumentaba, como en todo tuberculoso, por la proximidad femenina... Ya es sabido cuil era la imaginaci6n y circunstancia principal, el temperamento de George Sand. No perderia ella su tiempo como mujer de letras, y debia escribir sus notas e impresiones para formar despubs su trabajo Un hiver a
Majorque. Se habia pertrechado con los Souvenirs d'un voyag'e
a l'ile
de Majorque, de J. P. Laurens. Conocia los trabajos de Dameto y de Miguel de Vargas y probablemente la relaci6n de Saveur y consult6 libros de geografia. En cuanto a Chopin, a quien habia tocado el turno en la lista de los amantes, segun las palabras de un c6lebre autor catalin: "no duia salut; duia el cap pl de fantassies; el cor d'amor, i un piano", en tanto que George Sand, "a mes de dur-lo an ell, portava el cor mig curat de 'l'altre'; e cervell pl de descrigicionisme, a la manera de Chateaubriand, i, el pensament d'aquell naturisme que Rousseau havia escampat, con ajuda dels homes romantics". Venia la escritora con su enfermo -esta era la costumbre, desde Venecia- a hacer vida del campo libresca, como la vida pastoril que queria hacer Don Quijote, y como la que hicieron Maria Antonieta y compafiia en el "hameau" del Triano, y la descansada vida, con sus inevitables realidades prosaicas, la desilusion6 y la irrit6, haciendola escribir sus asperas paginas contra los habitantes de la isla dorada. No es de imaginarse que haya sido de una solicitud extremada con el sublime tisico, "quelq'un de ma famille", que vivia, con su dolencia y todo, poseido de sus ensuefios de arte y de sus espiritus de melodia. Y si no se habla de ningfn Pagello, es porque no lo podia haber entre los rudos payeses del pueblo... Ella estaba de bilioso humor por no encontrar en
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Mallorca la vida de otras partes, pero tomaba sus apuntaciones, oia el piano de Chopin y llamaba a los tomates "pommes d'amour". Ademis, en el antiguo convento, es fama que se vestia de hombre y salia de noche a inspirarse en el viejo cementerio de los religiosos. Primero en Palma, en la villa de Souvent, que alquilara al sefior G6mez y en donde el frio y el malsano olor de los braseros provocaba la tos y luego en Valldemosa, en la celda, Chopin debia haber sufrido mucho, por el temor manifiesto de los vecinos, que velan en la tisis el mas contagioso y espantable de los males. Y los "prejug6s contagionistes" no eran tan s61o de la medicina espafiola, conrio lo dice George Sand, sino de todo el mundo, y no sin motivo, coma lo prueban las precauciones de la m6s flamante higiene de nuestros adelantados dias. Un amigo consolador tenia el misico en su piano y son de imaginarse las noches en que, a la luz lunar, el amor de la paz circunstante, o cuando habia tempestad y viento que hacia vibrar la montaiia, companiia sin nocturnos, dejaba embeberse su alma en "el vapor del arte", y sus dedos de enfermo desparramaban el hechizo del milagro sonoro. Benjamin se transportaba a aquellas imaginadas escenas. Unia su yo intimo a la personalidad de aquel armonioso Orfeo victima de su propio secreto de Dios. Y se lo representaba al lado de aquella mujer que le habia embrujado, coma a otros, par sus ardorosas y sabidas lujurias y su innegable talento. Era ella el camarada femenino, tanto ma's peligroso cuanto mis intelectual y caprichoso. L~stima, pensaba, que Chopin no hubiese dejado escritos sus recuerdos sobre esa temporada en el convento valldemosense. Era, cierto, su misica el verdadero idioma para expresar sus impresiones en ese lugar apacible, dulce y grandioso al mismo tiempo. George Sand, que era una visual y una descriptora prestigiosa, confiesa en su libro: "Yo aconsejar6 a las gentes a quienes la vanidad del arte devora, mirar bien tales sitios -las visiones mallorquinas- y mirarlas a menudo. Me parece que sentirian par ese arte divino que preside a la eterna creaci6n de las cosas, cierto respeto que les falta, seg6n imagino, por el nfasis de su forma. En cuanto a mi, nunca he sentido mejor la nada de las palabras que en esas horas de contemplaci6n pasadas en la cartuja. Me venian impetus religiosos; pero no se me ocurria otra f6rmula de entusiasmo que sta: Dios bueno, bendito seas por haber dado buenos ojos". Tan buenos los tenia Mme. Dudevant, que le sobraba tiempo para observar si las criadas mallorquinas que le servian en la celda, no sustralan "quelque cotelette ou quelque fruit confit".
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La escritora se fijaba en las hermosuras del paisaje o en los caprichos y esplendideces de la luz, en los pinos de la montafia, en los sembrados y cultivos;, grababa en su memoria o apuntaba en sus cuadernos los detalies de las habitaciones de la cartuja, la figura de las criadas y del sacristin, recordaba a Chactas y Atala, no olvidaba datos de estadistica y lecturas a prop6sito; recogia la ancdota oportuna... Pero de Chopin nada, o referencias incidentales. Alguna vez habla de "le son du piano y le jeu
de l'artiste...", de "un malade accable", de "l'autre malade..." Lejos
de mejorar, con el aire huimedo y las privaciones, empeoraba de una manera tremenda. Aunque estuviese condenado por toda la facultad de Parma, no tenia ninguna afecci6n cr6nica; pero la ausencia de regimen fortificante, le habia puesto, a consecuencia de un catarro, en un estado de languidez de que no podia reponerse. Se resignaba como uno sabe resignarse por si mismo; nosotros no podiamos resignarnos por 61, y conoci por la primera vez grandes molestias por pequefias contrariedades, la c6lera por un caldo picante, o escamoteado por los sirvientes, la ansiedad pot un pan fresco que no legaba nunca, o que se cambiaba en esponja al atravesar el torrente sobre los costados de una mula... O bien: '"Le pianino de Pleyel, arrach6 aux mains des douniers apres trois semaines de pourparlers et quatre cents francs de contribution, remplissait la voute 6lev6e et retentissante de la cellule d'un son magnifique". Sus hijos
cuidaban con asiduidad a "un ami souffrant..." "L'6tat de notre malade
empirait toujours..." Benjamin recorria todo el libro de George Sand, y no encontraba una manifestaci6n de hondo afecto, de amor cierto de ella para el artista. Cuidados si, naturalmente... "Yo experimentaba, por otra parte, vivas perplejidades. No tengo ninguna noci6n cientifica de ningin g6nero, y me habria sido preciso ser medico, y gran m6dico, para cuidar la enfermedad cuya responsabilidad pesaba sobre mi coraz6n. El m6dico que nos veia, del cual no pongo en duda ni el celo ni el talento, se engafiaba como todo m6dico, aun de los mis ilustres, puede engafiarse, y como, seg6n su propia confesi6n, todo sabio sincero se ha engafiado a menudo. A la bronquitis se agregaba una excitaci6n nerviosa que producia muchos de los fen6menos de una tisis laringea. El m6dico, que habia visto esos fen6menos, en ciertos momentos, y que no veia los sintomas contrarios, evidentes, para mi a otras horas, se habia pronunciado por el regimen que conviene a los tisicos, por la sangria, por la dieta, por los lacticinios. Todas esas cosas eran absolutamente contrarias y la sangria hubiera sido mortal. El enfermo tenia de ello el instinto, que, sin saber nada de medicina, ha cuidado muchos enfermos
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[falta una linea] tenia el mismo presentimiento. Temblaba, sin embargo, de confiarme a ese instinto, que podia engafiarme, y de luchar contra las afirmaciones de un facultativo; y cuando veia al enfermo empeorar, pasaba por angustias que cada cual debe comprender. Una sangria le salvaria, se me aseguraba, y si no, moriria. Y, sin embargo, habia una voz que me decia hasta en mi sueiio: una sangria le mataria, y si la evitas, no morira. Estoy persuadida de que esta voz era la de la Providencia, y hoy nuestro amigo, el terror de los mallorquines, esti reconocido tan poco tisico como yo, doy gracias al cielo de no haberme quitado la confianza que nos salvari". Luego cuenta que no se le someti6 a la dieta, por ser contraproducente; y unos cuantos detalles sobre la leche, que se bebian los que la trafan, y sobre la melancolia de las cabras.. . iPobre Chopin! "Despues le recuerdo ligero sobre un paseo con "notre malade". Mas pasa a otra cosa y a un flujo de descripciones incontenibles ... Y nada mis para el compaiiero, objeto de uno de sus caprichos, que, despues de todo, debe haberle sido molesto con su mala salud. Y luego, no tendria mucho tiempo para 61, pues en la Cartuja de Valldemosa escribi6 una gran parte y termin6 Spirididn. Ain nota que "sin preocupaciones a menudo dolorosas habria estado muy satisfecha de su celda de monje en un sitio sublime..." No era Benjamin un mis6gino: itodo lo contrario! mas encontraba que la mujer, inculta o intelectual, es una remora y un elemento enemigo y hostil para el hombre de pensamiento y de meditaci6n, para el artista. Y se imaginaba las tristezas y desolaciones, o las tempestades morales por que pasara el polaco en el refugio monacal -sin mas consuelo que la fuerza de su poder creador, que hacia transformarse el dolor en armonia y le lanzaba en las ondas del viento de las montafias, a juntarse a los ecos de la voz universal. Por la noche, en el piano de Maria, interpret6 algunas de las composiciones de Chopin, poniendo toda su alma en el instrumento. Y al acostarse y comenzar su sueiio, no le abandon6 la idea del triste maestro cuya sombra algunas veces debia de vagar por las arcadas de los antiguos claustros. A trav6s del tiempo y de la muerte, reconocia en 61 a un viejo amigo que le habia abrevado, en su sed melodiosa, con el agua de plata de sus inforas de oro... Un hermano por la pesadumbre y por el destino incambiable. Espiritu de estrella, coraz6n de ruisefior.
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IV
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-"Bon dia tengui"... Una sirvienta l1egaba a avisar a Benjamin que en la iglesia daban el 6ltimo toque para la misa. -En seguida ir -contest6, y comenz6 a vestirse. Sin embargo, una vez que se hubo vestido y arreglado y salido a la calle, pens6 en que seria ya tarde; que llamaria la atenci6n al entrar empezado el santo sacrificio. Las campanas habian cantado desde la madrugada en la dulzura del aparecer del sol, alegres campanas de pueblo que esparcen sus bandadas de palomas sonoras e invisibles sobre las almas sencillas. Tenia mas de veinte afios de no oir misa, de no frecuentar los sacramentos; y con todo, 61 se sentia favorecido de Dios, 6nicamente por el hibito de la plegaria. Y mientras iba en el fresco aire matinal entre los plitanos de la carretera, se hizo de pronto esta pregunta: iPero soy en realidad- un creyente? Se le present6 en el panorama de su memoria su nifiez perfumada de leyenda religiosa, de ingenua devoci6n, de piadosas pricticas: la iglesia a donde iba a misa primera, al alba, cuando ain estaban encendidos los faroles de petr61leo de la vieja ciudad. Ofa la misa con devoci6n y aun habia aprendido a ayudar a ella. Resonaban aGn ecos perdidos en el fondo de su alma. "Introibo ad altare Dei -Ad Deum qui laetificat juventutem meam. Judica me, Deus, et discerne causam meam... - Ad veniat regnum tuum" ... Y recordaba las emociones de la confesi6n y de la comuni6n. Ain sin comprender nunca la hondura del simbolo, tenia presente la satisfacci6n fisica y espiritual de sentir diluirse en su boca el divino pan de misterio. Y en su casa cat61lica, los rezos, cuyos retazos venian a veces a su recuerdo, "6paves" que flotaban despus de las tempestades de su vivir. Eran fragmentos de oraciones, de novenas, de responsorios, que se rezaban en las reuniones dombsticas. Una traducci6n del "Magnificat": "Mi alma engrande al Sefior y mi espiritu se regocija en Dios mi Salvador..." O bien, para la confesi6n: "Yo, pecador, me confieso a Dios, a la bienaventurada siempre Virgen Maria, al bienaventurado San Miguel Arcngel, y a todos los santos... Y a vos, padre..." O bien: "Sefior mio; Jesucristo, Dios y hombre verdadero..." 0 la "Salve Regina": "Dios te
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salve, Reina y madre, madre de la misericordia..." 0 eran las devociones a diferentes santos y seres celestes. De El Trisagio:
Todo el orbe cante Con gran voluntad El trisagio santo De la Trinidad...
Forz6 a los peces del mar Que saliesen a escuchar Vuestro serm6n y doctrina; Y pues fue tan peregrina Que extirp6 diez mil errores, Humilde y divino Antonio Rogad por los pecadores. Vos libr6is a cualquier reo De los grillos y cadenas, Y el que os clama se enajena Del pecado sucio y feo. Y pues sois divino Orfeo De Jesis, flor de las flores, Humilde y divino Antonio, Rogad por los pecadores Y algo en loor de San Francisco de Paula, que concluia:
Luego, en la frecuentaci6n de los jesuitas, habia aprendido muchas cosas, en la frescura de su adolescencia; mas todo aquello no debia haber encontrado muy propicio terreno, pues no habia prevalecido contra los ataques posteriores de la existencia. iAh, otra cosa hubiera sido si 61 se hubiese quedado para siempre en aquellos claustros en donde los sacer-
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dotes de la Compafiia de Jess se deslizaban como sombras, cuando eran llamados, con individuales toques de campana. Habria 61 quiza sido un excelente soldado de San Ignacio, pues hasta sus aficiones musicales encontraron alli estimulo. Alli el son del 6rgano y del arm6nium conmovieron sus potencias nacientes. Alli sinti6 penetrar y nacer al mismo tiempo de 61 el supremo temblor de la misica, y comprendi6 por primera vez c6mo los griegos abarcaban en ella todo, hasta la misma poesia. Alli escuch6 las primeras revelaciones, desde los inocentes compases de
Oh, Maria, Madre mia, Dulce encanto Del mortal,
hasta prodigios del canto llano, cosas de Bach, de Roland de Lassus, de Palestrina, de Vitoria. Alli habia sido ungido con el 61eo melodioso. Pero en fin, el tiempo habia marchitado las rosas de aquella casi olvidada primavera. Con su emigraci6n, con sus peregrinaciones, habia dejado abandonados sus costumbres devotas. La iltima vez que se habia confesado y comulgado, habia sido para casarse, hacia mas de 20 afios. Habia visitado en sus viajes templos, conventos y oratorios, habia hablado en Roma con Su Santidad, habia adorado reliquias; y todo aque11o no habia dejado gran huella; el artista y el turista substituian, en realidad, al creyente. Solamente en sus amarguras, desengafios y resoluciones, volvia el coraz6n y la mente a lo infinito, y hablaba con Dios como con un padre desconocido, sin forma, sin idea de 61 fija, pero que debia estar en todo el Universo, como se dice, en esencia, presencia y potencia. ]1 le sentia, y se dirigia a 61 pronunciando las palabras mentalmente. Y a pesar de las dudas que las lecturas y las meditaciones habian sembrado como mala cizaiia en su alma, el Padre para 61 era Cristo Jesfs, el hombre divino, el Dios humano de Galilea. Asimismo se acogia en las grandes angustias y apreturas de animo a la Virgen, a Maria, en quien encontraba mas que los esplendores de las letanias, mas que la Virgen poderosa, o el vaso digno de honor, o la Rosa Mistica, o la Torre de David, o la torre de marfil, o la Casa de Oro, o la Estrella de la Mafiana, la Reina de los Matrtires, la Salud de los Enfermos, el Consuelo de los Afligidos, la Madre admirable, o mejor, la "mania" de los solitarios, de los desamparados, de los tristes, de los combatidos de la vida. Cuando todo esto pasaba por su mente, no dejaba de surcar ese cielo aclarado algo como un rel.mpago negro. Una tarde habia entrado en
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Nuestra Sefiora, en sus vagabundeos por Paris. Habia orado, de rodillas, habia pedido a Jesucristo y a la Virgen el reflorecimiento de su fe. Se sentia debil. De pronto reson6 el 6rgano; un coro de monagos lanz6 su cintico ang6lico. El trueno musical le conmovi6 hasta lo mas intimo, y llor6 como hacia tiempo no iloraba. El Padrenuestro y el Avemaria se sucedian en su coraz6n y en sus labios. Sali6, luego aliviado. Pero pas6 el relimpago negro. No sera esta contrici6n y este llanto un fen6meno nervioso, una manifestaci6n enfermiza de mi estado fisiol6gico, un efecto de la depresi6n que dejan el excesivo trabajo mental y los excitantes? E imploraba ayuda de nuevo. Porque hasta en el mismo templo y en el instante de la plegaria, llegaba a perturbarle y a hacerle sufrir ideas de negaci6n y de pecado, visiones de un erotismo imaginario, ultranatural y hasta sacrilego. Apenas le calmaban palabras reconfortantes como las de la "Imitaci6n": '"Mientras en el mundo vivimos no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones. Por lo cual esti escrito en Job: tentaci6n es la vida del hombre sobre la tierra. Por eso cada uno debe tener mucho cuidado acerca de la tentaci6n, y velar en oraci6n porque no halle el demonio lugar de engafiarle, que nunca duerme, sino busca por todos lados a quien tragarse. Ninguno hay tan santo ni tan perfecto, que no tenga algunas veces tentaciones, y no podemos vivir sin ellas. Mas son las tentaciones muchas veces utilisimas, aunque sean graves y pesadas; porque en ellas es uno humillado, purgado y ensefiado. Todos los santos por muchas tribulaciones y tentaciones pasaron y aprovecharon. Y los que no las quisieron sufrir y llevar bien fueron tenidos por malos y desfallecieron. No hay religi6n tan santa ni lugar tan secreto donde no haya tentaciones y adversidades". Y otras palabras mas de ese libro sedante. iMas quidn sabe si para 61 vendria alguna vez la gracia! La gracia, centella invisible, y algunas veces visible, conmoci6n inenarrable que transforma un espiritu, que abre los ojos a un mortal ciego, que trae el cumplimiento de un destino se diria que por orden expresa de lo Infinito. La que en el trueno llega a Pablo; la que en los dias nuestros, y en Paris babil6nico transforma en santo a un escritor refinado y conocedor de todas las lujurias y sensualidades como Huysmans, y convierte a otros varones de pecado en devotos y adoradores de las virtudes del catolicismo. La gracia podria venirle a 61 por medio del prodigio musical... , Mas c6mo apartar el don de raciocinio y la necesidad de examen? Tantas lecturas y tantos buceos de pensamiento le habian hecho claudicante e indeciso. Pedia, no obstante, siempre la fe. Decia: "Sefior, yo quiero creer en ti como el carbonero. Dame la sacra estulticia. Dame que sea como los campesinos, como los limpios de coraz6n,, como los pobres de
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espiritu, dame tus bienaventuranzas. Estoy perseguido por la negrura de la incertidumbre. Se que debo morir un dia; se que estoy, sin saber c6mo, en esta inmensa esfera de tierra y que mi sangre y mis nervios y mi temperamento me dominan y me dirigen. No me siento libre; no existe la libertad. No existe para la inmensa naturaleza insensible a la manera humana ni el bien ni el mal. Todo es y sera y ha sido por ti. Uno de tus nombres, Sefior, es 'Fatalidad' " Decia: "Sefior, ha tiempo que yo hubiera dejado el siglo, los combates cotidianos con la hostilidad ambiente, con la ferocidad de los pr6jimos; habria buscado la paz de los conventos y te habria servido como consagrado de tus siervos; pero to no lo has querido, me has deel jado solitario sobre la faz de la tierra, con un cerebro pagano, con un cuerpo que han atacado con sus magias todos los pecados capitales, y con una inteligencia de las cosas que me aleja cada dia mas de la fuente de la fe, contra mis deseos, contra mis quereres, contra la decisi6n de mi voluntad. El demonio existe, Sefior, puesto que me coge en sus lazos, desarmado y tanteante, y lo que es triste, hasta donde alcanza mi conocimiento, con anuencia de tu todo-poder y de tu infinitud". Decia: "Me das, SeFior, facultades mentales para juzgar y apreciar los conceptos de la vida, y en todas las disposiciones que atafien a la humana persona encuentro la presencia de lo il6gico. Tengo estos ojos ansiosos de bellos especticulos, esta boca deseosa y sedienta de gratos gustos, estas narices que buscan aspirar deleitosos perfumes, estas orejas que tienden a todos los armoniosos sonidos, este cuerpo todo que va hacia los contactos agradables, a mas del sentido del sexo, que me une mis que ninguno a la palpitaci6n atrayente y creadora que perpetia la vitalidad del universo. Y, sin embargo, has puesto delante de mi el espectro del pecado, la incomprensibilidad del dogma, y nada de la ceguera espiritual, de la supervisi6n con que favoreces a tus escogidos". Decia: "Sefior, yo siento una relaci6n especial con todos los seres de la tierra y del cielo. Yo miro mis pupilas en las pupilas de los animales y mi sangre en la sangre de ellos, y mis huesos en los huesos de ellos. Yo miro mi carne en los troncos de los arboles y en el humnus negro de los campos. Nadie sabe nada, y la intuici6n es una piedra lanzada a lo desconocido. Sefior Jesucristo, los judios tienen raz6n en su raz6n humana; ti debiste venir, to debias venir, to debes venir, con todo el aspecto y la omnipotencia de un rey divino, poseedor y director de todos los flilidos y electricidades de prodigio que fuesen comprensibles a nuestro misero entendimietito. Porque nuestra 'animula', 'blandula', 'vagula', tan sujeta a lo material que un golpe en el cerebro, un alcaloide, o un elixir
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embriagante la cambian y trastornan, es un instrumento poco adecuado a la idea que han tenido las humanidades de todos los siglos de la inmensidad y excelsitud de Dios". El dia brillaba, y el oro matinal envolvia las cumbres de los montes circunstantes. Las piedras semejaban en las alturas bloques de un rosa dorado. La limpidez azul del cielo parecia de fabulosa gema bruuiida. Por un lado subian los senderos hacia el escalonamiento de los predios labrados que se veian en las faldas de los cerros y colinas adornados de los ramilletes verdes de los pinos y de las encinas. Cerca, por las tapias de los huertos cajan, enredadas las parras en las ramas de las higueras, los racimos de uvas ambarinas y doradas junto a los higos verdes y obscuros, algunos entreabiertos, dejando ver su camrne roja. Se veian las extensiones cultivadas, al lado de los olivos seculares de raros y fantisticos troncos. Un grupo de mozas apareci6; algunas lievaban cestas para recoger las aceitunas que, desprendidas de los arboles, ennegrecian el suelo. Las habia de rostros bellos, y todas tenian cuerpos voluptuosos, cefiidas las caderas por las faldas campesinas que dejaban ver por el ruedo extremos de refajos rojos que alegraban singularmente con su nota violenta la armonia del paisaje. Un labrador cantaba a lo lejos un canto semejante a una melopea moruna, o a esas largas y onduladas notas que lanzan los 'cantaores" andaluces en las malagueias, tientos y soleares. Indudablemente, tanto ese canto mallorquin como aquellos lInguidos clamores de Andalucia, los habian dejado los hombres de Africa, que un tiempo fueconquistadores en Espaiia y en el Mediterrdneo. Al acercarse advirti6 Benjamin que con el coro de mozas habia unas cuantas mujeres viejas. El canto ces6 y le sucedi6 un murmullo o rumoreo, en el cual oy6 las palabras de la oraci6n dominical en mallorquin, pero bien comprensibles. Por el camino venia un sacerdote. Se fij6 el artista que en los tapiales habia, de tanto en tanto, cruces de hierro. La tarde anterior, en el claroscuro crepuscular, se habia encontrado con grupos de mujeres que venian de los lugares cercanos, rezando el rosario. Habia en toda la isla, pero principalmente en el antiguo asiento de los Cartujos, un ambiente mas que cat6lico medieval. El recuerdo de dos beatos, el grande Raimundo Lulio y la minima Catarina Tomis, flotaba en el ambiente, impregnaba los vetustos olivares, los viejos muros, los puntos que frecuentaron, los santuarios, oratorios, cuevas y fuentes. Una religiosidad antigua se revelaba en los habitantes de la villa de calles estrechas y empinadas, de gentes, aunque antaio amigas de las danzas, hoy poco amigas de divertirse y de alegrar el cuerpo y el alma. Y sin embargo, en los campos pedregosos, donde se alzaban amontonamientos
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de rocas grises y blanquizcas, y entre los olivos que hacia recordar la pagana Grecia, y en los valles en donde se abre la granada y da su miel el sexual higo, y cuelgan de las viiias las uvas que recuerdan la siesta del fauno mallarmeano, y hay flores y espigas, y verdes hojas de maiz, no sorprenderia ver surgir de repente alla un egipin, aqui una ninfa o hamadriada, a son de flauta de carrizos como es consuetudinario en el mundo de las liricas y helenicas ficciones. Los mozos son fuertes y de ojos vivaces y cuerpos gallardos y las muchachas adolescentes son formadas y redondadas donde conviene por la madre naturaleza con la prodigalidad y hermosura que placen a los saltantes sitiros y a los alegres demonios. Inundaba de claridad los montes circunstantes el sol excitante de los dulces paises. Benjamin iba de retorno al castillo cuando oy6 resonar la bocina de un autom6vil por el lado del camino de Soller. A poco pas6 junto a 1l, un tanto despaciosa la maquina que habia lanzado su alerta. Reconoci6 en ella a algunos amigos de Palma y de Barcelona, que se saludaron, artistas y escritores; con ellos iban dos damas. Una de ellas, rubia, y de una gracia y elegancia que revelaban a la parisiense. Benjamin sonri6.
RUBEN DARIO La Nacidn, Afio XLIV, Num. 15,343, 21 de febrero de 1914, p. 6.
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V Se habia tomado el t6 en uno de los miradores de Miramar, la propiedad esplendida y pintoresca de un principe de Iliria, el archiduque Carlos Federico, que de lo que fue parte de la antigua alqueria aribiga de Haddayan ha formado un conjunto de moradas, quioscos y terrazas que sobre los montes, a orillas de los abismos, entre rocas y verdores de vegetaci6n, forman como una regi6n de cuento oriental, que domina las tierras circundantes y tiene enfrente las migicas aguas del mar Mediterrineo. Se habia tomado el t6, mientras se esperaba la caida pr6xima de la tarde, la puesta del sol. Estaba Benjamin con los amigos que habia sa-
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ludado en el autom6vil, Jaime de Flor, Angel Armas, un periodista y las dos damas, una de las cuales, la rubia, que en realidad era parisiense. Era una mujer de 3o aiios, en toda la vitalidad y encanto de esa edad en que hay plenitud de vida, como jugo de sol en la cabeza y en las venas. Jaime de Flor se la habia presentado: -Margarita Roger, artista-escultora. Una admiradora y compafiera de Mme. Chandel. Estaba vestida con gran gusto y no tenia mis adornos que dos perlas rosadas en las orejas y un anillo arcaico en que brillaba una esmeralda. Desde que Benjamin la mir6 sinti6 una viva atracci6n hacia ella, y por los escasos momentos en que habian podido conversar qued6 encantado de su discreci6n, de su cultura, ambas cosas, si se mira bien, raras hoy en los artistas... -iSefiora o sefiorita?, habia preguntado a De Flor despu6s de la presentaci6n. -Sefiora... divorciada -le habia contestado su amigo-. Angel Armas le llam6, para ir a otro mirador cercano; y mientras el mar y el cielo comenzaban una extraordinaria decoraci6n de luces y colores, 61 fue quien cont6 a Benjamin toda la historia de Margarita -ex Mme. Taronji de Campos- en pocas palabras. No era una parvicule de Paris, una "farigotte", sino que habia nacido en Normandia y habia llegado a la capital francesa siendo muy niiia ain. Hu6rfana, fue educada por una tia. Con talento para las artes, se dedic6, desde su adolescencia, a la escultura, habiendo frecuentado el taller de Rodin. Se relacion6 con artistas y escritores de la "orilla izquierda", y asisti6 algunas veces a las reuniones de Mme. Rochilde, y al cenaculo de Paul Fort. Expuso algunos trabajos y obtuvo elogios de no pocos criticos. Mas, como sucede en tales casos, su obra, si notable por algunas excelencias que se imponian, carecia de algo, un "algo" de menos que se advierte a la inmediata en la producci6n de los talentos femeninos. QiQu6 le falta?, se preguntaban algunos. Y los terribles repetian una frase del humorismo de Jaime de Flor: -Le falta... ilo que les falta a las mujeres! Frase que comentaba con innumerables ejemplos y afirmaciones, con el beneplacito de Benjamin, que consideraba como teratol6gico todo caso en que la mujer se intelectualiza. Recorred la historia del pensamiento humano. Safo sobresale por su rareza y por su audacia, porque confes6 en versos de hist6rica cosas que ninguna mujer habia confesado antes. Las sabihondas del Renacimiento, y las posteriores, eran simplemente viragos... Mme. Ackermann es simpatica, porque confiesa a cada paso su debilidad y su idiosincrasia femenina. Escribe versos porque "oy6 de repente rimas que sonaban en sus oidos", y tiene gusto en "enchisser les jolies perles de language". Cuando habla de su con-
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dici6n cerebral escribe con modestia y sencillamente, "mon petit talent", y eso que se atrevia dignamente con Pascal. Y cuando se llena de canas, dice: "No soy mis que una vieja lechuza que ha lanzado sus gritos en las tinieblas.... No me queda sino callarme..." isi todas las viejas lechuzas hicieran asi! iDios mio! Y las simplemente artistas? Recorred los museos... Por eso a Benjamin le era grata Margarita Roger, a quien sabia simple en sus tentativas, esfuerzos y pretensiones. Margarita gozaba de la renta de una regular fortuna que le habia dejado su padre. Habia conocido, en casa de unos amigos, en Paris, a un joven espafiol, de la isla de Mallorca, hombre de cierto talento, de excelente caracter y bastante adinerado, que supo primero jugar al amor con ella, y luego casarse. Margarita conservaba muy buenos recuerdos de 1, y, si no enamorada, se habia llegado a formar la ilusi6n de una vida amable y tranquila con un marido que satisfacia sus menores caprichos, y que, aunque le chocaba en ciertas minucias y detalles, que revelaban una inexplicable avaricia, en quien, por otra parte, demostraba largueza y amor, era despubs de todo, lo que se llama un partido envidiable. La separaci6n habia venido, no por incompatibilidad de caracter, ni por heridas, ni rozamientos de amor propio, sino por la malhadada idea inarrancable del cerebro de Taronji, de ir a vivir a su ciudad natal, Palma de Mallorca, en donde su mujer habia de pasar momentos de angustia, de vergiienza, de sufrimiento. -- Alguna aventura inesperada?, algin viejo amorio resucitado? -interrog6 Benjamin-. -No - respondi6 Angel Armas- es que Taronji era "chueta" iChueta! Esta palabra le hizo recordar la singular vida de aislamiento, el gheto moral en que viven en la capital de la isla mallorquina, de la Roqueta, los descendiendes de los antiguos judios conversos., Habia leido en George Sand una cita de Grasset de Saint Sauveur que dice: "Se ven, sin embargo, aun en el claustro de Santo Domingo pinturas que recuerdan la barbarie ejercida antafio contra los judios. Cada uno de estos desgraciados que han sido quemados esti representado en un cuadro bajo el cual estin escritos su nombre, su edad y la 6poca en que fue victimado. Se me ha asegurado que hace pocos afios los descendientes de esos infortunados, que forman hoy una clase particular entre los habitantes de Palma, bajo la ridicula denominaci6n de 'chouettes', habian en vano ofrecido sumas bastante fuertes para obtener que se destruyesen esos monumentos aflictivos. No he querido creer tal hecho... No olvidare, sin embargo, nunca, que un dia, paseindome por el claustro de los dominicanos, consideraba con dolor esas tristes pinturas; un monje se me
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acerc6 y me hizo notar, entre esos cuadros, muchos sefialados con huesos en cruz. 'Esos son -me dijo- los retratos de aquellos cuyas cenizas han sido exhumadas y arrojadas al viento'. Mi sangre se hel6; sali bruscamente, el coraz6n apenado y el espiritu conmovido por aquella escena". Benjamin mismo habia recorrido en otra ocasi6n una calle de Palma en que principalmente moran esos israelitas que, aunque desde hace algunas generaciones profesan la religi6n cat61lica, son mirados como corderos sarnosos en el rebafio. Es preciso, para comparaci6n, buscar en ciertos medios alemanes, o en Rusia, un desprecio semejante por los que llevan la sangre de la raza de Nuestro Sefior Jesucristo. No hay odio ya, como entre los rusos, que liegan hasta la exterminaci6n; pero, en fin, se les mira como a tribu maldita, como a gafos en su leproseria. El autor de Z'Illa de la calma los ha pintado, en las estrechas tiendas de su calle estrecha, "mirando de reojo a todos los que pasan", en sus pequefios obradores de plateros, relojeros y joyeros; grandes comedores de carne, con sus mujeres, harto fecundas y parideras, manejando el oro y la plata, de cuyo comercio viven, mirados siempre de modo oblicuo por la gente, que habla de ellos en voz baja. Si, Benjamin recordaba haberlos visto en id6nticas condiciones. Habia entre ellos tipos del mas puro Israel, figuras de judengasse, de ciertos barrios de Tinger, de Argel, de Gibraltar, de Amsterdam, de Londres, de Hamburgo, de Roma, de tantas partes. Eran las mismas curvas narices, de una curva especial; las bocas de gruesos labios, en su mayor parte; el rostro todo de esa configuraci6n que tanto han explotado los caricaturistas en todos los lugares en que hay hebreos; la singularidad de la raza, que en su parte femenina suele dar soberbios ejemplares de belleza que casi siempre deforman los partos, trayendo la obesidad, por otra parte apreciada por los hombres de Oriente. Pero, ipor que singularmente en Mallorca esta aversi6n a los israelitas, y cabalmente a los convertidos al catolicismo? Suelen esas familias, con fama de honestas y apenas tachadas de ciertos defectos comunes a la estirpe, ser asiduas a las pricticas religiosas, con mayor devoci6n que muchos descendientes de cristianos viejos; van a orar a las iglesias, principalmente en Santa Eulalia y han salido de tales gentes hombres de valer y de honradez, sacerdotes, letrados, poetas y artistas que han contribuido al prestigio de la intelectualidad mallorquina, porque, bien dijo el ancestral rabi Sem Tob:
Non vale el azar menos
Por nascer en vilnio, Nin por enxiemplos buenos Por los decir judio,
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Quiza stos sufren, decia Benjamin, por la apostasia de sus padres... iPero los otros, los de Rusia, los de Alemania!.. iNo hay un secreto de expiaci6n y de inquietud secular en esta raza misteriosa? Talento y oro no les ha escatimado la divina Providencia, y la obra enorme del agrio Drumont es un monumento en honor de la perseverancia, de la astucia y de la potencia judias. Y no es otro ese extraio libro La saltd de los judios que escribiera L6on Bloy el explosivo? Y estos mismos chuetas de Mallorca, ino han ido poco a poco acaparando fortunas, entrando en tales o cuales antes vedados puestos oficiales y a la vista de los pocos nobles ricos y de los hidalgos venidos a menos, no se convierten en terratenientes, constructores de inmuebles y manejadores de negocios? Cierto. Mas la separaci6n, la valla que existe entre ellos y el resto de los mallorquines es indestructible. Asi, pudo suponer, en una obra renombrada, un novelista c6lebre, que un noble palmesano, como finico medio de salvarse de la ruina, pensaba unirse sacrosantamente con una chueta, hermosa y llena de atractivos y que por consejo de un chueta muy fil6sofo y prictico no realizase su ensuefio. Margarita, llena de ilusiones por lo que habian contado y por las lecturas sobre la Isla dorada, se imagin6 al partir con su marido que iba a ser como una feliz princesa en un paraiso de encanto. No fueron, ay, pocos, desde su llegada, los desengaios... Desdenes e indiferencias sociales le amargaron los dias pasados con la familia de su marido, pues sta no se relacionaba mis que con otras familias sefialadas por la marca infamante... A punto que, de abatida, desesperada, un dia se fue de su hogar, tom6 el vapor para Barcelona y volvi6 a su Paris. Tal era sucintamente su lamentable aventura. Cuando retornaban a Valldemosa los concurrentes de paseo, el sol se hundia en el vasto mar iluminado por la policromia encendida y caprichosa del poniente que reflejaba sus fuegos fabulosos sobre la superficie vista en su tranquilidad a modo de una inmensa tela de seda arrugada y oleosa. De oro parecia el agua del fondo, de un oro rosado sobre el cual se formaban en la conjunci6n con el cielo como archipi6lagos candentes, tempes acarminadas, amatuntes de prodigio con lagos de plata en fusi6n, montes de plomo, riberas color de violeta y naranja. De oro parecian bafiadas por la luz horizontal las cumbres de los cercanos acantilados, de oro los pefiascos suspendidos al borde de los precipicios, las bocas de las cuevas y honduras en donde anidan palomas y cuervos marinos. Benjamin se acerc6 a conversar con Margarita, que iba delantera. A la luz vespertina pudo contemplar de nuevo su rostro, en que habia,
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entre repentinas rifagas de alegria que pasaban cuando se hablaba de cosas gratas a su espiritu, a su coraz6n encantado de arte como un penoso enigma. Era el fracaso de su vida, de sus esperanzas, la equivocaci6n fatal del rumbo que irreflexivamente siguiera, la ruptura de una uni6n que circunstancias por completo extraordinarias habian reducido a nada. Sus ojos, de un azul apizarrado, punteado de oro obscuro, brillaban sibilinamente y cuando sonreia se entrecerraban con dulzura. EDe qu6 hablaron? De varias cosas, pero en la voz de Benjamin, habia un sibito cambio, que e1 mismo notaba no sin sorpresa. Trataba a su nueva amiga como se trata a una nifia enferma, con cierto temor de decir algo que pudiese no serle agradable. Se sentia cerca de ella como lleno de un afecto entre fraternal y apasionado... Vamos, resultaria ahora, despues de tanto tiempo de sequedad sentimental, con una conmoci6n nueva?.. iA su edad? Al despedirse le dijo Margarita: -Estoy en el Gran Hotel, en Palma, por poco tiempo. ,Quiere Ud. venir a verme un dia de 6stos? Almorzaremos juntos. Z"Entendu"? -"Entendu".
RUBEN DARiO La Nacide, Aio XLIV, Nim. 15,345, 23 de febrero de 1914, pp. 4-5.
VI Salieron del hotel con humor jovial, como al amor de una nueva juventud. El almuerzo habia sido medianejo, pues no abundan los elementos culinarios en la ciudad, ni se cultiva la "bonne chore", aun en tal establecimiento que se estrenara con lujosos comienzos, decorado el comedor con floridos almendros del Catalan de los jardines, del famoso y excelente Santiago Rusifiol, y con bellas violencias de luz y fantasias de paleta, en paisajes y visiones de Joaquin Mir. Tomaron el tranvia que va por el Terreno, hasta Porto Pi, y que como todo lo de la isla, confirma el decir de George Sand: "mucha ca1b ma, c'est la sagesse riajor 9 uine"
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El vehiculo va con toda la tranquilidad posible. Nadie se preocupa de ello. Los caballos se detienen de cuando en cuando y los pasajeros pueden conversar con conocidos que van a pie. Se bordea el mar, se entra en el barrio de Santa Catalina, luego en el caserio del Terreno, dominado desde una altura por el castillo de Bellver, rodeado de pinares. Por alli habia habitado el artista en otra 6poca, y recordaba el espectaculo ainico de la bahia llena de cielo diluido, de la ciudad como inundada de oro por el maravilloso poniente, pues es el padre Sol el que vierte su tureo prestigio en la isla de encantamiento, el donador del oro de Mallorca. La salud de Benjamin habia mejorado mucho. El alejamiento del bullicio, del ruido parisiense, la supresi6n de las preocupaciones, de las tensiones nerviosas que se producen en los conflictos intimos, o en la agitaci6n de la lucha por el dinero, en el centro ciudadano, en el despacho, en la oficina; la ausencia de los ruidos y clamores de la urbe vibrante de continuo; la paz, en cambio, de la villa pequefia en que reponia sus energias, del valle apacible; la amable y serena vecindad del mar, los alientos de la montafia, el pan ristico, la pura leche de las cabras, la alimentaci6n ordenada, el suefio ordenado, las madrugadas, el "footing"; las ascensiones a las montafias circundantes, a las pr6ximas colinas, que entre sus vellones de verdura muestran la came milenaria de sus rocas, blancas como nevadas, o rojizas como impregnadas de oxidaciones de hierro; el trato con gente ponderada y sefioril que se complacia en hacerle las horas gratas, ya con campesinos y labradores, con payeses al parecer hurafios, pero que tienen un excelente fondo de natural filosofia y de buen humor, todo eso le habia hecho recobrar fuerzas, animo, deseo de vida y de producci6n, sin necesidad de la ficticia eufonia de los excitantes, y con una visible renovaci6n de su sangre, de sus misculos, de su casi perdido optimismo. Cierto que sus preocupaciones religiosas no le habian abandonado; pero se sentia como si por de pronto le interesasen mas por ser mas inmediatas sus facultades corporales, la dinimica de su materia obrante y de su inteligencia pensante, y no entraba en mis teologia que la de su masica, la cual sentia dentro de su crineo, dentro de sus venas, como complemento ritmico y armonioso de su esencia individual. Y aun el amor mismo queria reflorecer, como en una nueva primavera. Subi6, con su amiga, apoyada de su brazo, por una de las sendas que conducen al castillo antiguo que ain alza sus torres y muros militares, entre los que queda un concentrado vaho de Edad Media. --- Qu bello dia -- exclam6 Margarita-.
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-Ha tiempo que yo no pasaba uno semejante -le respondi6 Benjamin-. Sobre todo con un "copain" como usted. -Eso me place... Como un "copain...". Verdad es que la amistad entre almas de arte, cuando es leal, fraternal, sincera, es un presente de los dioses. Y con usted me sucede que creo haberle conocido desde hace mucho tiempo... Y no s6 por qu6 juzgo que hay algo paralelo en nuestras vidas. Su retraimiento, su facultad de observaci6n, y cierta timidez que a mi entender oculta un gran fondo de ternura, me han hecho grato su conocimiento... -- iQuidn sabe -interrumpi6 Benjamin- si tristes experiencias mas o menos semejantes nos acercan!. La subida hacia el castillo les fatigaba un poco. -~Nos sentamos a descansar? -Sentemonos. Un suave viento que venia de la extensi6n marina meneaba las copas de los pinos. Se oia en las ramas como un ruido de aguajes al liegar a la arena de la orilla. Se sentaron bajo uno de esos arboles que tienen, se pensaria, un olor religioso. Y hablando, hablando, llegaron a hacerse mutuas confidencias, interrumpidas por una frase mutua: "iAh, si nos hubieramos conocido antes!". No, no podian haberse conocido antes. La vida es asi... Todo est. escrito, segin el decir de los mahometanos... Estaba escrito lo que habian padecido, como lo que habian gozado. Eistaba escrito que no se debian encontrar en Paris, donde habitaban ambos, sino en una solitaria y silenciosa via de un pueblo mallorquin. Estaba escrito que en ese instante mismo en que conversaban bajo el dosel verde de los pinos sedosamente sonoros, 61 habia de ver brotar del fondo de los ojos de ella y del fondo de su alma, recien nacidas consolaciones. Mas al mismo tiempo sentia como un dejo de melancolia, como si respirase el alma de una rosa marchita que aan conservase su perfume. Margarita le narr6 su vida de manera que en nada diferia de lo contado por Armas. S61o que todo lo referia si con justa tristeza con completa resignaci6n. -- iQu6 vamos a hacer! La felicidad viene como un premio de la loteria. .... Pero, con todo, no hay que desconsolarse. Todos hemos tenido momentos de dicha, aunque fuese ficticia, y un recuerdo hace olvidar el sinsabor pasado. Y luego, todavia, el porvenir... Benjamin fue tambi6n franco y explicito. Le cont6 su novela, sus novelas sentimentales. Ah, si, porque habia tenido mis de una... No es cierto que el primer amor sea el' 6nico, ni que el uiltimo parezca siempre ser el primero, Le relat6 mucho del primero. Margarita le escuchaba
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con gran curiosidad, eran cosas ex6ticas, de una tierra para ella extra'ordinaria, ally lejos, en la regi6n de los pajaros policromos, de los soles ardientes. -- Sabe, Margarita? Yo he sido un ferviente amoroso desde nifio... Un enamorado de amor y con toda mi fuerza imaginativa y todos mis sentidos... Vela ella los paisajes, los bosques del tr6pico americano, que en su mente consideraba poblados de tigres, de monos y de papagayos. E1 se complacia en hacerle ver la armonia aspera y salvaje de aquellas regiones; los volcanes, los lagos, las islas, las riberas, donde se alza el plumero colosal del cocotero, los frutos de formas y colores raros, y perfumes como de flor; las ciudades primitivas semindigenas, semiespafiolas. -~Y las mujeres, Itaspes? -Y las mujeres, de flexibles y ondulantes cuerpos, de una voluptuosidad calida, de una languidez y animalidad como orientales; casi todas de un color acanelado,, pues las que son rubias y de azules ojos cambian con el tiempo, cual si el sol las dorara demasiado, encendiendolas... -Sulamitas... -Si, sulamitas, y que viven en una atm6sfera de Cantar de los Cantares. .. Asi me enamore yo por la primera vez, mi buena amiga. Y fui casto en el despertamiento, en el orto del astro... Pero despues el ardor del ambiente y las palpitaciones de la naturaleza maestra se impusieron. -Perdone, amigo mio -dijo Margarita, dejando aparecer la sonrisa y la mirada de la antigua "gamine" de la Orilla Izquierda-. El amor, por all, debe ser verdaderamente un poco salvaje. -Como en todas partes, el amor fisico, Ia posesi6n, es salvaje... La cultura no penetra en nuestros instintos, en nuestras herencias ancestrales. Pero yo am6 puramente, y son esas ilusiones las que antaio elevaron mi espiritu de artista y mis ensuefios nacientes. ... Habia acariciado la visi6n de un paraiso. Su inocencia sentimental, aumentada con su concepci6n artistica de la vida, se encontr6 de pronto con la mis formidable de las desilusiones. El claro de luna, la romanza, el poema de sus logros, se convertia en algo que le dejaba el espiritu frio, y un desencanto incomparable ante la realidad de las cosas le deshizo sus castillos de impalpable cristal. Ello fue el encontrar el vaso de sus deseos poluto... Ah, no queria entrar en suposiciones vergonzosas, en satisfacciones que le darian una explicaci6n cientifica. La verdad le hablaba en su firme lenguaje 4 "obex", el obsticulo para su felicidad surgia.
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Un detalle anat6mico destruird el eden sofiado... La raz6n y la reflexi6n, no pueden nada ante eso. Es el hecho, el hecho el que grita. Su argumento no permite r6plica alguna. Una ausencia larga lograria traer el relativo olvido. La distancia y el peso de los afios trajeron mayor solidez al juicio, a ese respecto. Se arranc6 la imagen amada de su interior santuario po6tico. 0, mejor dicho, si no arranc6 del todo, puso sobre ella un velo que obscurecia el despecho. Nuevas figuras alegraron el paso de su primavera. Su juventud tenia ain muchas vias por donde ir hacia el cumplimiento de su destino, coronado de rosas. La mtisica le abria siempre las puertas de su paraiso. Y en otras tierras fue confortado por flamantes esperanzas. Mas no contaba con el retorno. Habia vuelto a su pals natal y su llegada fue la de un conquistador. Su renombre en naciones extranjeras enorgullecia a la patria. Sus obras musicales se propagaban. Era profeta asimismo en su tierra al parecer. Volvi6 a ver las ciudades de su infancia, los especticulos de la naturaleza en aquellas regiones t6rridas. Lo miraba todo con ojos de extratio, aunque conservaba el carifio por el lugar natal, por todo lo que le traia los recuerdos de su primera edad. Con tan dilatado alejamiento habia todo para 61 cambiado tanto, aunque el aspecto de las ciudades y pueblos fuera mas o menos el mismo de antes. Le sorprendian, como si por primera vez los viese, los licenciados confianzudos, o ceremoniosos, y suficientes, los buenos coroneles negros e indios, las viejas comadres de antaiio. Le seducian las mujeres de la generaci6n posterior, las muchachas ojerosas y de rostros sensuales. Y luego, fue el renovar, a causa de un vulgar incidente, de una celada, mas bien dicho, las antiguas relaciones, los ya olvidados amorios... Y con la complicidad de falsos amigos y el criterio obtuso de gentes de villorrio, la trampa del alcohol, la perdida de voluntad, una escena de folletin, con todo y la aparici6n sibita de un sacerdote sobornado y de un juez sin conciencia, y melodrama familiar y el comienzo del desmoronamiento de dos existencias... -"Mon pauvre ami..." -le interrumpi6 Margarita-. Y 61 continu6, continu6 contandole el subsiguiente abandono de la que habia sido a la vez victima y victimaria, tal vez inconsciente, la fuga, digimoslo asi, hacia muy lejanos lugares, la nausea moral, el horror de lo cometido en un momento de raz6n perdida. Y la palabra de la pobre antigua amante, que se daba cuenta del crimen trascendente que se habia realizado, y que, en el fondo, despus de todo, no tenia mas culpa que su deseo pasional: -Y si yo fuera tu querida jme llevarias contigo? Y su respuesta, en una iltima entrevista de despedida:
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Habian pasado las horas sin sentirse, y, una vez mas comenzaba el derroche de oro del sol sobre Palma. Resolvieron, al volver al hotel, hacerse servir en la habitaci6n de Margartia la comida. Asi proseguirian con mis libertad sus confidencias. Benjamin sali6 un momento y retorn6 con un bello ramo de flores. Margarita se habia embellecido, se habia puesto una artistica falda cefiida que enguantaba su magnifica linea estatuaria. Por el escote del corpifio se vela, de una dulce y floreal color de marfil sonrosado, algo de su cuello y del declive de sus hombros. Y su perfume preferido, un concentrado y sutil vere-novo, se sentia, al acercarse, como la exhalaci6n de una inaudita mujer-azucena. Comieron alegremente. Benjamin hizo despues varias cosas "sin que su voluntad tuviese parte en ello". Se sent6 al piano y preludi6 una improvisaci6n posiblemente sugerida por un soplo griegesco. Pidi6 un whisky-and-soda, que consumi6 a cortos sorbos. Se asom6 al balc6n que daba a una callejuela estrecha, en donde las luces alumbraban escasamente: y se sorprendi6 rezando al aire que pasaba, sus oraciones luctuarias. Luego se dirigi6 a Margarita, la cogi6 de las manos, la mir6 profundamente en sus esfingicos ojos de amorosa, le dio un gran beso en los labios. Luego... -No, no -dijo desasi6ndose, con una voz de nifia apesadumbrada,
la artista-. No, perderemos lo conseguido... " No, quieres ?". Quede-
mos asi, buenos "copains", ayudandonos en nuestros suefios... No echemos a perder esta tan rara fraternidad, por algo que traeri el desengafio y el hastio... .No, por Dios... Pasados algunos momentos, Benjamin pedia su cuenta, hacia lienar de licor su frasco ingl6s, y se dirigia al Borne. Llam6 a un cochero. Al subir al blanco y caracteristico vehiculo palmesano, dio las sefias. -A la Cartuja, en Valldemosa.
RUBIN DARIO