Ciudadanía y Democracia, Alberto Olvera
Ciudadanía y Democracia, Alberto Olvera
Ciudadanía y Democracia, Alberto Olvera
Olvera
CIUDADANA Y DEMOCRACIA
CIUDADANA Y DEMOCRACIA
Alberto J. Olvera
Primera edicin, mayo de 2008 2008, Instituto Federal Electoral Viaducto Tlalpan Nm. 100, esquina Perifrico Sur Col. Arenal Tepepan, 14610, Mxico, D. F. ISBN: 970-695-111-3 Impreso en Mxico/Printed in Mexico Distribucin gratuita. Prohibida su venta
Contenido
Presentacin ............................................................................................................ Introduccin............................................................................................................. El contexto histrico de la emergencia de la ciudadana . ................................... El concepto de ciudadana . ....................................................................................... Democracia y ciudadana........................................................................................ Bibliografa............................................................................................................... Sobre el autor........................................................................................................... 7 9 13 17 43 51 55
Presentacin
En un contexto de constantes transformaciones poltico-sociales, a inicios del siglo XXI la lucha por el reconocimiento de la ampliacin de derechos de ciudadana, tanto en sociedades con sistemas democrticos ya consolidados como en incipientes democracias, orienta el debate conceptual sobre la ciudadana y la democracia hacia un replanteamiento de la configuracin de la ciudadana ms all del mbito de la democracia electoral, que considere la construccin de una ciudadana activa, responsable, que conoce sus derechos y los defiende. En este Cuaderno de Divulgacin el doctor Alberto J. Olvera analiza desde diferentes enfoques tericos los conceptos de ciudadana y democracia, as como su interrelacin de acuerdo con determinadas especificidades histricas y contextuales de las distintas sociedades, y destaca la necesidad de formular nuevas herramientas conceptuales que den cuenta de la correspondencia de tales conceptos. Para el autor, en la teora democrtica se deben considerar otras dimensiones en la construccin de ciudadana porque sta no se circunscribe al ejercicio de derechos polticos, sino que comprende los mbitos social y civil, para trascender el concepto de ciudadana ligado a la eleccin de autoridades y avanzar en trminos de [] una ciudadana activa que no slo espera que el Estado por fin respete e implemente los derechos universales de ciudadana, sino que lucha por ellos, coopera con el Estado, se enfrenta polticamente con l, hace valer sus argumentos en el espacio pblico y busca construir alianzas con la sociedad poltica en la promocin de un proyecto democrtico-participativo. La ciudadana implica la conformacin de espacios pblicos para el debate, la reflexin y la propuesta, de instituciones que den respuesta a los requerimientos de los ciudadanos de hoy, activos, arquitectos de las nuevas democracias, a las que dan forma y vida, no slo como sujetos de derechos, sino que se apropian de esos derechos y los ejercen a la vez que asumen sus responsabilidades ante su comunidad.
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Sin la participacin activa del individuo, el concepto de ciudadana pierde su sentido original y permanece slo como identidad con el Estado, comunidad o territorio al que pertenece, de ah la pertinencia de abordar la relacin de la ciudadana con la concepcin, construccin y permanencia de la democracia.
Introduccin
Ciudadana y democracia son dos conceptos centrales en el pensamiento poltico de nuestro tiempo. Se trata, en principio, de conceptos estrechamente vinculados. El sentido comn dominante nos indica que sin democracia no puede haber ciudadana, aunque ya veremos que hay excepciones a este dictum. Ahora bien, el concepto de ciudadana es complejo, fundado en una serie de derechos establecidos histricamente, pactados socialmente y pautados legalmente. El conjunto de estos derechos es un producto histrico que se ha constituido de manera diferente en cada pas, y que est sujeto a constante debate y transformacin. Asimismo, el vnculo real entre estos derechos y el sistema poltico de un pas (sea democrtico o no) es un fenmeno contingente, pues vara en cada poca histrica y de nacin en nacin. En efecto, la relacin conceptual general que podemos establecer entre la ciudadana y la democracia se expresa en la historia de una manera diferenciada en el tiempo y en el espacio. Hay dos caminos vinculados, pero distintos, en el estudio de esta relacin: de un lado, el abordaje terico; de otro, el anlisis de su expresin histrica. Hablar de ciudadana nos sita simultneamente en los dos planos. En las pginas que siguen trataremos de referirnos a ambas dimensiones, si bien la teora ser nuestro eje articulador. La ciudadana es un concepto que, despus de dcadas de olvido, en los aos noventa del siglo xx adquiri centralidad en el debate pblico internacional, como una respuesta a los grandes cambios que experimentaba el orden poltico mundial: la cada del socialismo real, el neoliberalismo como una de las nuevas formas de la globalizacin y la consiguiente reduccin de los derechos sociales y el aumento de la desigualdad, la tercera ola de la democracia, las nuevas migraciones masivas. La nocin de ciudadana permita abordar los complejos temas abiertos por los cambios globales desde dos perspectivas simultneas: la construccin de identidades colectivas asociadas al sentido de pertenencia (a una nacin, a una comunidad), y el contenido de la justicia (como otorgamiento y usufructo de derechos). En efecto, el concepto de
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ciudadana combina elementos de identidad colectiva y de acceso a la justicia, y de ah su potencial analtico y poltico.1 Y en ambas dimensiones la ciudadana apela a un sentido de igualdad, de superacin de las diferencias de toda ndole por la va de los derechos. Esta tensin entre la igualdad que presupone la ciudadana y la desigualdad de facto que imponen las sociedades modernas, incrementadas al lmite por la globalizacin, ha sido y es uno de los ejes crticos de las teoras de la ciudadana desde su origen.2 Pero la evaluacin de qu tanta ciudadana gozan los habitantes de un pas es una cuestin en debate, que se presta a la interpretacin y exige la investigacin histrica como elemento central de definicin. Lo mismo podemos decir de la democracia, que no es un concepto con un significado unvoco. Puede entenderse la democracia, desde una perspectiva minimalista, como la capacidad de los habitantes de un pas para elegir a sus go Una clara explicacin de esta relacin, en Will Kymlicka y Wayne Norman, El retorno del ciudadano: una revisin de la produccin reciente en teora de la ciudadana, en La Poltica: Revista de Estudios sobre el Estado y la Sociedad, vol. 3, 1997, pp. 5-40. 2 Ver Bryan Turner y P. Hamilton (eds.), Citizenship. Critical Concepts, Introduccin, Routledge, Londres, 1994.
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bernantes, pero esta definicin ha sido cuestionada desde hace muchos aos y continuamente se agregan elementos cada vez ms exigentes a una definicin ms amplia de democracia. De hecho, el amplsimo estudio que en 2004 organiz el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, pnud, y que lleva por ttulo La democracia en Amrica Latina,3 es precisamente un alegato a favor de una democracia que trascienda el espacio meramente electoral y un anlisis crtico de la ciudadana fragmentaria y parcial que caracteriza a nuestros pases. En suma, los dos elementos de esta ecuacin: la ciudadana y la democracia, estn constituidos por conceptos polmicos que se prestan a distintas definiciones, cada una de las cuales tiene a su vez diferentes consecuencias polticas. Es por ello necesario que en este trabajo definamos cada uno de estos conceptos y que extraigamos las consecuencias prcticas de esta decisin. El debate que vamos a presentar en este Cuaderno de Divulgacin tiene una gran trascendencia poltica, pues se trata ni ms ni menos de entender qu implica
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Guillermo ODonnell, Jorge Vargas, Gerardo Munck (coords.), La democracia en Amrica Latina: hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud), Buenos Aires, 2004.
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considerarnos ciudadanos. Nos referimos a las consecuencias que tiene no slo desde el punto de vista jurdico, sino desde las perspectivas social y cultural el considerarnos ciudadanos de un pas, y qu significa, desde el punto de vista de las instituciones democrticas, actuar como ciudadanos. Veremos que la ciudadana y la democracia implican no slo la existencia de derechos, sino tambin de obligaciones, y que esto exige que las instituciones del Estado funcionen de una determinada manera, como componentes de un Estado de derecho, un Estado democrtico y un Estado social. En efecto, situndonos en una perspectiva normativa, es decir, basada en los principios y normas fundamentales a los que apelamos cuando usamos los conceptos, nos daremos cuenta que hablar de ciudadana implica situarnos dentro de una democracia amplia y fuerte, operativa y no solamente discursiva, y tambin exige en contrapartida hablar de ciudadanos activos y no solamente pasivos. Para aclarar estos temas, en una primera seccin de este trabajo abordaremos las diferentes perspectivas tericas que informan el debate sobre la ciudadana, desde dos ngulos: el de la sociologa poltica, que explica el origen y desarrollo de los derechos (a los cuales daremos centralidad), y el de la filosofa poltica, que explica el significado y contenido de la ciudadana.
En Mxico el inters por la ciudadana ha estado comprensiblemente ligado al proceso de construccin de la democracia electoral. La mayora de los textos que tratan el tema de la ciudadana lo hacen desde la perspectiva de los derechos polticos y/o bien desde el ngulo de la cultura poltica.4 Casos excepcionales han sido algunos estudios desde la visin del feminismo5 y desde la perspectiva indgena,6 o bien desde la promocin del debate terico.7 Podemos contar tambin como parte de este campo algunos de
Por ejemplo, entre otros muchos ttulos, Vctor Manuel Durand Ponte, Ciudadana y cultura poltica: Mxico, 1993-2001, Siglo xxi, Mxico, 2003; ife, Programa estratgico de educacin cvica, ife, Mxico, 2005; iedf, Formacin ciudadana para la consolidacin democrtica, Memoria, iedf, Mxico, 2003; Alejandro Monsivis, Vislumbrar ciudadana: jvenes y cultura poltica en la frontera noroeste de Mxico , Plaza y Valds-El Colegio de la Frontera Norte, Mxico, 2004. 5 Marta Lamas (comp.), Ciudadana y feminismo, ifeunifem-Debate Feminista, Mxico, 2001; Dalia Barrera (comp.), Mujeres, ciudadana y poder, El Colegio de Mxico, Mxico, 2000. 6 Guillermo de la Pea, Notas preliminares sobre ciudadana tnica, en Alberto J. Olvera (coord.), La sociedad civil: de la teora a la realidad, El Colegio de Mxico, Mxico, 1999; Rodolfo Stavenhagen, Derechos humanos y ciudadana multicultural: los pueblos indgenas, en Jean Franois Prudhomme (comp.), Demcratas, liberales y republicanos, El Colegio de Mxico, Mxico, 2000. 7 Ver Juan Enrique Opazo, Ciudadana y democracia: la mirada de las ciencias sociales, en Metapoltica,
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los muchos estudios realizados sobre el desarrollo de la sociedad civil en Mxico, que aluden al despliegue de luchas sociales por derechos y/o a experiencias de participacin ciudadana.8 Lo relevante es que en Mxico el concepto mismo de ciudadana ha estado simblicamente atado al ejercicio del voto y al desarrollo de la conciencia de la importancia del mismo, dejando las perspectivas de otros derechos en un lejano segundo lugar. Particularmente notable es que los derechos civiles no han sido estudiados desde la perspectiva de la ciudadana. Los derechos sociales tampoco aparecen como tema de estudio de la ciudadana, excepto en el caso de los recientes estudios sobre pobreza y poltica social. La hegemona del
enfoque culturalista en la dcada pasada, expresada en la abundancia de encuestas y en la atencin analtica otorgada a las mismas, parece haber tenido como uno de sus efectos inesperados el desplazamiento del debate de la ciudadana desde un punto de vista integral. Como mostraremos ms adelante, es preciso abordar el estudio de la construccin democrtica desde una visin holstica, es decir, integral, para poder entender la complejidad de los procesos que implica otorgar y ejercer los derechos de ciudadana y crear las bases culturales, legales e institucionales de una democracia que trascienda el espacio y el tiempo electorales. Para explicar mejor esta relacin, en la seccin final de este Cuaderno discutiremos brevemente el concepto mismo de democracia y de transicin a la democracia. Este trabajo es slo una aproximacin al tema, una introduccin a un vasto campo de conocimiento que en estas pginas slo se dibuja en sus contornos ms generales dentro del campo de la teora. Invitamos al lector a tomar en sus manos la tarea de profundizar su inters en estos temas y de trasladarlos al terreno de nuestra realidad nacional.
vol. 4, nm. 15, Mxico, julio-septiembre de 2000, nmero cuyo dossier se dedica al tema del Estado y la ciudadana, as como Metapoltica, vol. 8, nm. 33, Mxico, enero-febrero de 2004. Otras muchas revistas acadmicas mexicanas han ofrecido artculos sobre la ciudadana desde perspectivas tericas y empricas. Alberto J. Olvera (coord.), Sociedad civil, esfera pblica y democratizacin en Amrica Latina: Mxico, fce-Editorial de la Universidad Veracruzana, Mxico, 2003; Ernesto Isunza, Las tramas del alba: una visin de las luchas por el reconocimiento en el Mxico contemporneo (1968-1993), ciesas-M. A. Porra, Mxico, 2001; Andrew Selee y Leticia Santn (coords.), Democracia y ciudadana: participacin ciudadana y deliberacin pblica en gobiernos locales mexicanos, Woodrow Wilson International Center for Scholarsgora, Washington, 2006.
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Huntington10 ha llamado la tercera ola de la democracia, puede ser leda desde la perspectiva de la redemocratizacin o de la transicin a la democracia, pero tambin como la reconstitucin de la ciudadana, siendo este proceso una preocupacin ms propiamente latinoamericana, precisamente porque es en nuestra rea donde el proceso de transicin ha asumido una centralidad extraordinaria desde mediados los aos ochenta. Son 20 aos de transiciones donde la construccin ciudadana ha sido un elemento central, constitutivo del proceso de democratizacin.11 Otro elemento histrico que nos permite entender la importancia de este debate es el colapso del socialismo real, mejor conocido en todo el mundo como la cada del Muro de Berln, que tuvo lugar a fines de 1989. El hecho de que el socialismo haya colapsado en el horizonte simblico
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Robert D. Putnam (ed.), Democracies in Flux, Oxford University Press, Nueva York, 2002.
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Samuel Huntington, The Third Wave: Democratization in Late Twenty Century, University of Oklahoma Press, Norman, 1991. Evelina Dagnino, Meanings of Citizenship in Latin America, Sussex, Institute of Development Studies, Working Paper 258, 2005.
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y poltico de Occidente signific para la izquierda una obligacin de reconsiderar el discurso de la ciudadana como parte de una alternativa radical a la democracia minimalista y al discurso neoliberal,12 que desde entonces reclaman ser las nicas opciones polticas para el mundo. De alguna forma derrumbados los mitos sustantivos del socialismo, y con ellos el principio de fusin entre ciudadanos, Estado y economa que el socialismo postulaba, emergi la necesidad de reconsiderar que los derechos de los ciudadanos son un elemento central que permite pensar de una manera nueva tanto la democracia como la justicia. Junto con los procesos antes mencionados tambin debemos de considerar los efectos de la globalizacin, especialmente uno que no es todava adecuadamente comprendido como parte de la misma y que sin embargo es, sin dudarlo, uno de sus elementos constitutivos: la migracin masiva. En efecto, las migraciones se producen en el fin del siglo xx y en el principio del xxi en una escala que recuerda lo acontecido a fines del siglo xix y principios del xx, pero con la connotacin especfica en nuestro tiempo de que la escala es to12
dava mayor y se produce en una situacin totalmente nueva. Ya no se trata de poblar espacios vacos y de colonizar territorios, como se pretenda a fines del siglo xix en Amrica, en una poca en que todos los pases del rea tenan todava una frontera por conquistar, sino que experimentamos ahora una emigracin hacia territorios constituidos y colonizados, una migracin econmica que pasa a ocupar nuevos y viejos espacios laborales como parte de una nueva divisin nacional e internacional del trabajo. Esta migracin entra directamente en una sociedad ya establecida, que vive esta experiencia como una especie de intromisin externa dentro de un mundo ya existente y de alguna forma coherente consigo mismo desde el punto de vista cultural y legal. Esta nueva migracin masiva de fines del siglo xx e inicios del xxi plantea retos enormes y no considerados en el concepto de ciudadana, tradicionalmente asociado con el de nacin y nacionalidad.13 En efecto, ahora millones de personas que son legalmente ciudadanos de otros pases pasan a vivir en terceros pases, en los cuales no son ciudadanos y en los que, sin embargo, viven, trabajan y en algunos casos son beneficiarios de ciertos dere13
David Held, et al. (eds.), Global Transformations: Politics, Economics and Culture, Stanford University Press, Stanford, 1999.
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chos sociales y civiles. Es el caso de millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, pas en el que carecen de derechos de ciudadana, y tambin de decenas de miles de centroamericanos que viven en Mxico, de millones de europeos del Este, rabes y africanos que viven en Europa Occidental y de cientos de miles de sudamericanos que han emigrado a Europa. Para Mxico, tan relevante como la migracin es el debate sobre los derechos de ciudadana de las minoras tnicas en grandes Estados-nacin. En Europa, Canad y Estados Unidos el tema se discute como parte del debate sobre el multiculturalismo, concepto que se refiere al reconocimiento de la diversidad de culturas tnicas que pueden convivir dentro de un Estado-nacin.14 El concepto liberal de ciudadana se funda en el individuo, y por tanto no tiene en su horizonte el problema de las identidades y los derechos colectivos. Como todos los mexicanos sabemos desde que el movimiento neozapatista nos lo hizo notar en 1994, los pueblos indios de Mxico carecen de reconocimiento de sus derechos en cuanto tales, problema poltico que permanece
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irresuelto hasta la fecha. En otros pases, numerosas minoras tnicas, que al igual que en Mxico preexistan a la formacin de la nacin, o que se constituyeron como consecuencia de procesos migratorios, tambin enfrentan el mismo problema, y por tanto obligan a reconsiderar los temas de la ciudadana y de la democracia bajo una nueva ptica. Por su parte, el movimiento feminista ha demostrado desde hace muchos aos que la idea de ciudadana ha sido histricamente excluyente, pues las mujeres carecieron de derechos polticos, y casi de cualquier otro derecho, hasta hace muy poco tiempo, y an padecen diferentes formas de exclusin. En otra forma de ausencia de reconocimiento a la diferencia, el movimiento lsbico-gay ha dejado en claro que las leyes vigentes no reconocen su propia existencia y sus necesidades especficas. A su vez, los movimientos juveniles han planteado en diversos pases el problema de la exclusin de los jvenes de la vida pblico-poltica. Los movimientos ecologistas por su parte han expuesto la necesidad de reconsiderar las relaciones entre los humanos y la naturaleza, y dentro de ese contexto, la posibilidad de exigir un derecho a un medio ambiente sano. Estos movimientos sociales han trado a la agenda pblica el hecho de que el tema 15
Ver Will Kymlicka, Ciudadana multicultural. Una teora liberal de los derechos de las minoras, Paids, Barcelona, 1996.
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de la ciudadana ya no puede acotarse a los temas y sujetos clsicos, y que debe reconocer nuevas generaciones de derechos. Ahora bien, es pertinente recordar que la exclusin de que hablamos antes no se refiere solamente a un proceso de privacin legal. La exclusin alude tambin a y se funda en un proceso cultural, que podemos denominar autoritarismo social.15 En Brasil este proceso ha sido analizado como un conjunto de orientaciones culturales que le niegan a categoras completas de la poblacin dignidad y reconocimiento. Los negros, los indios, los pobres, las mujeres, los homosexuales, han sido culturalmente constituidos como categoras excluyentes, que no son reconocidas como iguales a los dems, y con frecuencia ni siquiera como partes de la comunidad. Este autoritarismo social antecede y acompaa a la exclusin legal, y es aun ms daina y peligrosa que sta, pues justifica culturalmente actos de denegacin de justicia, y es por tanto antittico al concepto de ciudadana. Otra de las dimensiones de la globalizacin ha sido el creciente protagonismo
de entidades internacionales y agencias multilaterales que, como parte de sus labores, y en general bajo el amparo de la Organizacin de las Naciones Unidas, onu, han constituido foros de discusin de los que han emanado desde hace dcadas convenios, acuerdos y resoluciones, muchos de los cuales han sido ratificados por la mayora de las naciones del orbe, que definen, protegen y promueven los derechos humanos y constituyen poco a poco un estndar internacional de derechos. Sin que esos tratados hayan podido an pasar en los hechos de la condicin de recomendaciones y orientaciones, se ha generado sin embargo un corpus normativo que ha sentado un nivel de comprensin global de la ciudadana que no tiene antecedentes en la historia.16 Como puede observarse, el tema de la ciudadana es absolutamente relevante para nuestro tiempo y para nuestro espacio nacional.
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Para un resumen, ver Diagnstico sobre la situacin de los derechos humanos en Mxico, Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Mxico, Introduccin y captulo 1, Mxico, 2003.
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El concepto de ciudadana
El concepto de ciudadana se ha desarrollado en dos vertientes principales: la sociologa poltica, en estrecho dilogo con la sociologa histrica, y la filosofa poltica. Se trata de campos interrelacionados, pero conceptual y metodolgicamente diferenciados. La sociologa se pregunta por el origen histrico del estatuto de ciudadana, por su evolucin y desarrollo, y por el contenido de los derechos que constituyen la ciudadana, y ubica estos procesos como parte de una larga etapa histrica en la que las relaciones entre los individuos y el Estado se han ido redefiniendo. La filosofa poltica se cuestiona sobre el carcter y el sentido de la ciudadana, sobre el significado de ser ciudadano, sobre las relaciones que debe haber entre individuos y Estado, y sobre las relaciones entre ciudadana y democracia. Los dos enfoques son en realidad complementarios, pues se informan mutuamente. Para hacer ms entendible este complejo panorama, a continuacin analizaremos por separado cada uno de estos enfoques. La ciudadana desde la
sociologa poltica
a) Nacionalidad y ciudadana Thomas Janoski define la ciudadana como [] la membresa pasiva y activa de individuos en un Estado-nacin con ciertos derechos universales y obligaciones en un dado nivel de igualdad.17 Esta definicin nos plantea varios de los problemas que comporta el concepto mismo de ciudadana. En primer lugar, como podemos observar, se alude a la membresa en un Estado-nacin. Podramos llamar a esta dimensin jurdica o normativa, la cual, si la analizamos desde la perspectiva de la adscripcin formal de la gente a un Estado y a su territorio, podramos definirla simplemente como nacionalidad. Uno es mexicano, guatemalteco o canadiense por el hecho de haber nacido en un determinado Estado-nacin, y desde que uno nace
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Thomas Janoski, Citizenship and Civil Society: A Framework of Rights and Obligations in Liberal, Traditional and Social Democratic Regimes, Cambridge University Press, Cambridge, 1998, p. 9.
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tiene una adscripcin formal a ese pas, es decir, tiene nacionalidad. Nacionalidad antecede a la idea de ciudadana como ejercicio de derechos en tanto que pertenencia, una pertenencia adscriptiva que resulta del hecho de nacer en un lugar determinado. De esta primera perspectiva surge una serie de problemas centrales, sobre todo en los tiempos actuales en que la gente emigra masivamente. En efecto, cmo concebir a alguien que naci en un Estado-nacin y vive en otro Estado-nacin?, cmo pensarlo como sujeto de derechos si para empezar carece de la nacionalidad del pas donde vive? O para situarnos en una perspectiva ms histrica, puede o debe un indgena sentirse parte de una nacin que l mismo no le reconoce derecho alguno, que no habla su lengua ni entiende sus tradiciones? Ciudadana como pertenencia en el sentido de nacionalidad nos habla de las reglas que permiten a un pas aceptar a alguien como un nacional, es decir, como un ciudadano con plenos derechos, fundados esos derechos en el otorgamiento de un reconocimiento de pertenencia al Estado-nacin. La historia nos indica que hay varias formas de resolver este problema, aun en el mundo occidental. Hay un modelo integracionista, ms o menos 18
tolerante e inclusivo, que se practica en Francia, en Estados Unidos y en buena parte de los pases occidentales, en el cual se otorga la nacionalidad por nacimiento o por procesos de nacionalizacin (o naturalizacin, como se le llama en nuestro pas). Estos procedimientos eran relativamente fciles de realizar en buena parte de los siglos xix y xx, pero se han vuelto casi imposibles en el siglo xxi debido al gran volumen de la inmigracin ilegal y a la resistencia poltica conservadora, sobre todo en Estados Unidos. Por otra parte, hay un modelo basado en criterios tnicos, como es el caso de Alemania y de buena parte de Europa Oriental, segn el cual la nacionalidad se reserva para los miembros de la comunidad tnica, quienes hipotticamente comparten rasgos culturales (y raciales) comunes. En Alemania no es posible adquirir el reconocimiento de nacionalidad, y por tanto tener ciudadana, a menos que la posesin de sangre alemana pueda ser demostrada. En Alemania hay millones de personas de origen turco, nativos de tercera generacin, que no son considerados ciudadanos alemanes. Este criterio es muy cerrado y excluyente. Desde esta perspectiva puede haber naciones sin Estado, y por tanto sin ciudadanos, como los polacos a lo largo del siglo xix, los mismos alemanes y los italianos hasta bien entrado el siglo xix, o
los kurdos de hoy, repartidos como estn en tres diferentes Estados-naciones.18 Aun los pases integracionistas han fallado en incorporar efectivamente a sus propias poblaciones indgenas, por ms que de jure sean desde el nacimiento ciudadanos en tanto que nacionales. Este problema no ha sido considerado como tal en la teora de la ciudadana puesto que sta en general asuma la identidad entre el individuo y el Estado-nacin. Esta limitacin no es nica del concepto de ciudadana, ya que se aplica tambin a la idea de democracia. Para el caso de Amrica Latina, es relevante recordar que hasta la fecha el tema de la integracin de los pueblos indgenas dentro de la nacin permanece irresuelto. No slo se ha fallado en reconocer sus derechos especficos en una forma efectiva, sino que adems las polticas pblicas siguen siendo omisas frente a su marginacin histrica. Por eso no sorprende encontrar que los indgenas en general se sienten poco identificados con las naciones en las que viven, y que histricamente han participado en los procesos polticos de los Estados-nacin ante todo para defender
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sus espacios de autonoma y no para integrarse a una unidad poltico-administrativa que en general los ignora como sujetos individuales y colectivos.19 La democracia se ha pensado siempre dentro del contorno territorial de un Estado-nacin. La modernidad ha constituido unas nociones de espacio y de tiempo especficas en este periodo, que se refieren precisamente al tiempo y al espacio del Estado-nacin, y esto se aplica por igual a los conceptos de ciudadana y democracia. Como acabamos de observar, esta asociacin conceptual no era aplicable a muchas de las realidades histricas de Occidente ni se compadece hoy de las nuevas realidades internacionales. La globalizacin cuestiona esta asociacin entre Estadonacin-ciudadana-democracia, y lo hace desde el momento en que los Estados han perdido soberana debido a la creciente interdependencia econmica internacional
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Ver William Rogers Brubaker (ed.), Immigration and the Politics of Citizenship in Europe and North America , University Press of America, Lanham, 1989.
Sobre la forma en que los indgenas entienden los derechos liberales hoy, ver el notable texto de Eduardo Cceres, De repente la misma cosa va a ser. Reflexiones en torno a identidades, derechos y bienestar en el Per contemporneo, en Ernesto Isunza y Alberto J. Olvera (eds.), Democratizacin, rendicin de cuentas y sociedad civil, ciesas-uv-M. A. Porra, Mxico, 2006. Para una perspectiva histrica, ver Hilda Sbato (coord.), Ciudadana poltica y formacin de las naciones: perspectivas histricas de Amrica Latina, fce-El Colegio de Mxico, Mxico, 1999.
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y desde el momento en que los individuos mismos se mueven de un pas a otro en forma masiva. b) Los derechos de ciudadana Pasemos ahora a considerar los derechos y obligaciones de los ciudadanos, campo en el que es preciso remitirse al clsico de los estudios de ciudadana, el socilogo ingls T. H. Marshall, cuyo ensayo Ciudadana y clase social (edicin original en 1950) constituye el origen contemporneo del campo de conocimiento de la ciudadana. Este concepto, cuyo origen se remonta a la Grecia antigua, no form parte sustantiva de la teora poltica, sino hasta muy recientemente, logro que le debemos precisamente a Marshall. El terico ingls sostiene que la ciudadana es aquel [] estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad, siendo sus beneficiarios iguales en cuanto a los derechos y obligaciones que implica.20 Ahora bien, de acuerdo con Marshall, los derechos de ciudadana se han desarrollado histricamente en tres dimensiones sucesivas: la civil, la poltica y la social.
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T. H. Marshall y Tom Bottomore, Citizenship and Social Class, Pluto Press, Londres, 1992, p. 18. Hay traduccin al espaol en Alianza Editorial, Madrid, 1998.
Los derechos civiles protegen la seguridad del ciudadano y le permiten ser autnomo respecto del Estado, en tanto que consideran al individuo como un sujeto competente y capaz de tomar decisiones y de reconocer sus intereses y preferencias. Los derechos polticos se refieren a la capacidad de estos sujetos para elegir a quienes han de gobernarlos, y los derechos sociales garantizan las condiciones mnimas de supervivencia y dignidad para todos los miembros de una comunidad en condiciones de igualdad. Los derechos sociales se han desarrollado principalmente a lo largo del siglo xx (si bien tienen lejanos antecedentes histricos), siendo los derechos a la educacin y a la salud los principales, a los cuales se han agregado despus otros derechos cuyo verdadero alcance es en s mismo materia de debate. Para Marshall el desarrollo de los derechos de ciudadana es un proceso histrico, marcado siempre por la contradiccin entre la tendencia natural del capitalismo a crear toda clase de desigualdades y la tendencia igualitaria de los derechos de ciudadana, que son el corazn de la democracia. Desde su perspectiva, el proceso histrico avanza cada vez ms hacia el logro de una igualdad relativa, sin eliminar la desigualdad propia del capitalismo. Los derechos sociales seran la parte final de este proceso.
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En su ensayo, Marshall usa el caso ingls para explicar la construccin progresiva de la ciudadana, empezando por el temprano reconocimiento de los derechos civiles, que, originados en el liberalismo clsico ingls (Locke y Mill), adquieren carta de naturalizacin constitucional durante la Independencia de Estados Unidos y la Revolucin Francesa a fines del siglo xviii, para despus trasladarse, al menos formalmente, al resto del mundo occidental. Los derechos polticos estaban originalmente reservados a los propietarios, a los hombres y a los educados, pero fueron despus extendidos cada vez ms a los trabajadores hasta hacerse universales gracias a las luchas de la clase obrera. El largo proceso de ampliacin de los derechos polticos se combina con la construccin del concepto de derechos sociales y su aplicacin en Europa Occidental desde fines del siglo xix, pero especialmente despus de la Segunda Guerra Mundial, siguiendo las pautas marcadas por la confrontacin obrero-patronal y la necesidad de regular las relaciones de clase. Todo el aspecto desarrollista de la teora de la ciudadana marshaliana es especfico al caso ingls, y por consiguiente sera un grave error pensar que esta idea de sucesin de generaciones de derechos es una especie de estado por el cual pasan todos los dems pases. Se trata simplemente de una
ejemplificacin del carcter procesual de la construccin de la ciudadana.21 Ahora bien, la ciudadana no solamente permite la inclusin y el reconocimiento de derechos, sino tambin implica simultneamente la exclusin y el desconocimiento de otros. Vimos ya que a travs de la idea de nacionalidad es posible excluir a los no nacionales de cualquier acceso a derechos. La exclusin en trminos de derechos civiles y polticos se puede producir por la va jurdica o por la va fctica. Por la va jurdica, al no reconocer como sujetos de derecho a ciertas categoras de personas: nios, mujeres, indgenas, vagos y malvivientes, por ejemplo. De acuerdo con la poca, hay ms o menos sujetos legalmente excluidos. Por la va de hecho, se niegan derechos fundamentales a quienes la justicia no da acceso: los pobres, los indgenas, los extranjeros. En Mxico, por ejemplo, la inseguridad pblica afecta ante todo a los ms pobres, y las crceles estn llenas de pobres que no tienen debido proceso o no son
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Un breve balance, en Tom Bottomore, Citizenship and Social Class, Forty Years On, en T. H. Marshall y Tom Bottomore, op. cit. Para una visin comparativa global ver Joe Foweraker y Todd Landman, Citizenship Rights and Social Movements: A Comparative and Statistical Analysis, Oxford University Press, Oxford, 1997.
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procesados en absoluto. La anulacin de los derechos polticos es un hecho muy conocido por todos, principalmente en Amrica Latina y en Mxico, donde durante largas dcadas hemos padecido diversos tipos de regmenes autoritarios que limitaron o anularon directamente los derechos polticos, aunque stos permanecieran formalmente reconocidos en la Constitucin. Los derechos sociales, la mayora de los cuales estn igualmente establecidos en las constituciones, no son exigibles ni reconocidos como tales en la relacin entre ciudadanos y Estado. En suma, los derechos civiles, los ms universales de todos, pueden no ser aplicados o aplicados segmentadamente de acuerdo con criterios de clase social, gnero, regin y raza. Los derechos polticos pueden ser denegados en una variedad de formas autoritarias. Los derechos sociales pueden otorgarse a algunos y negarse a otros, como claramente indica la experiencia histrica. Por tanto, la ciudadana, si bien como discurso apela a la universalidad y a la generalizacin, en la prctica funciona con una serie mayor o menor de exclusiones. Por tanto, es esencial no pensar la construccin de ciudadana como un proceso secuencial y considerar siempre simult22
neamente la inclusin y la exclusin que este proceso comporta. Precisamente porque no existe una necesaria simultaneidad en el acceso a los derechos, no slo algunos sujetos, habitantes de un pas, pueden tener ms derechos que otros, sino que es posible tambin la existencia legal y fctica de ciertos derechos y la inexistencia de otros. Por ejemplo, en Mxico hemos tenido histricamente una aplicacin segmentada de ciertos derechos sociales, una dbil aplicacin de derechos civiles y una anulacin completa de los derechos polticos. Al contrario, hoy da tenemos derechos polticos, muy pocos derechos sociales y una aplicacin radicalmente diferenciada de los derechos civiles. La estratificacin en el acceso a derechos es un elemento conceptual, un instrumento de conocimiento que nos permite entender mejor las condiciones de la ciudadana. Si bien en plazos muy largos en la historia es posible pensar que tanto conceptual como fcticamente los derechos se desarrollaron primero en el campo civil, despus en el campo poltico y finalmente en el campo social, esto no quiere decir que esta secuencia sea aplicable universalmente en todos los pases. El propio Marshall reconoca la especificidad histrica de su estudio. En
efecto, en Inglaterra los derechos civiles emergieron en la poca constitutiva del liberalismo como un mecanismo de defensa/separacin de la burguesa respecto al rey y de proteccin de la propiedad privada. Los derechos que protegen la libertad y la seguridad del individuo, as como los primeros derechos polticos, emergen en principio como el derecho de los burgueses a elegir a sus representantes ante el Parlamento y slo progresivamente se van extendiendo a otros segmentos de la poblacin en buena medida debido a la accin de la clase obrera. Pero esta extensin de los derechos debe ser explicada, no slo narrada. Los estudios posteriores de Turner y de Mann22 establecieron la correlacin existente en Europa Occidental entre la ampliacin de los derechos civiles y polticos, con luchas sociales de gran magnitud. Sin embargo, para Marshall el desarrollo de la ciudadana no era slo un asunto derivado de las confrontaciones de clase, aunque histricamente es posible comprobar que en varios pases de Europa Occidental hay una relacin cercana entre el crecimiento del movimiento sindical y
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el fortalecimiento social de la clase obrera con la ampliacin de los derechos polticos. Pero es cierto que ste no es el nico factor que condicion tal ampliacin. Barbalet y Mann23 han demostrado que la expansin de los derechos de ciudadana tiene que ver con las guerras en que se involucraron con tanta frecuencia los pases europeos entre s durante los siglos xix y xx. La mayor inclusin en trminos de representacin poltica de los trabajadores fue una forma de consolidar una base social de apoyo nacional a las guerras. En el caso especfico de Italia y Alemania, la creacin tarda de sus Estados-nacin vino acompaada de un concepto ms inclusivo de ciudadana poltica. Por supuesto, estas ampliaciones sucesivas no incluan a las mujeres, pues en Europa, al igual que en el resto del mundo, es muy tardo el reconocimiento del derecho de voto de las mujeres. As, las exclusiones de la democracia seguan siendo mayores a las inclusiones que se iban produciendo en cada momento histrico. En el caso de los derechos sociales es tambin posible afirmar que su desarrollo
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Bryan Turner, Outline of a Theory of Citizenship, en Chantal Mouffe (ed.), Dimensions of Radical Democracy, op. cit.; Michel Mann, Ruling Class Strategies and Citizenship, en Bryan Turner y P. Hamilton (eds.), Citizenship. Critical Concepts, op. cit.
J. M. Barbalet, Citizenship, Rights, Struggle and Class Inequality, Milton Keynes, Open University Press, 1988; Michel Mann, Ruling Class Strategies and Citizenship, op. cit.
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tiene mucho que ver con las guerras. El periodo entre la primera y la segunda guerras mundiales es el momento de mayor ampliacin del concepto y de la juridificacin de los derechos sociales en Europa Occidental, lo cual puede explicarse tambin como una necesidad de preservacin de los regmenes polticos en esos pases. En Alemania el crecimiento de los derechos sociales se produce en pleno ascenso del nazismo, y tambin es posible observar que en otros pases, en otras latitudes, el crecimiento de ciertos derechos sociales se ha dado en el contexto de regmenes autoritarios. Tal es el caso de Espaa en el siglo xx y tambin de algunos pases de Amrica Latina, donde la concesin de derechos sociales a ciertas categoras de la poblacin se produce en el contexto de regmenes autoritarios (el peronismo en Argentina y el prismo en Mxico). Por tanto, no se puede hablar de una correlacin histrica entre el incremento de los derechos y el fortalecimiento de la democracia. Pero es cierto que es Europa Occidental la regin del mundo donde los derechos sociales estn ms ampliamente desarrollados, y donde hay una correlacin casi directa entre la estabilizacin e institucionalizacin de los derechos sociales y el ascenso de un tipo de rgimen poltico: 24
la socialdemocracia. En efecto, en los pases nrdicos (Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca), as como en Alemania e Inglaterra, el ascenso al poder de partidos socialdemcratas despus de la Segunda Guerra Mundial signific la universalizacin de los derechos sociales bsicos y la construccin del llamado estado de bienestar. El mismo efecto tuvo en Francia e Italia el enorme podero de los partidos de izquierda, aunque stos no obtuvieran el poder sino muy tardamente, apenas en la dcada de los aos ochenta del siglo xx. De forma an ms reciente, los pases atrasados de Europa (Espaa, Portugal y Grecia) se sumaron a esta tendencia bajo el comando de partidos socialdemcratas. Este tipo de rgimen ha constituido un modelo especfico de rgimen de bienestar no igualado en otras partes del mundo.24 Si bien Marshall desarroll una teora evolucionista de la ciudadana, por supuesto slo aplicable en el caso especfico de Inglaterra, el hecho de que nos haya explicado el desarrollo de la ciudadana como un proceso histrico de largo plazo nos ha permitido reflexionar a fondo sobre las mltiples especificidades nacionales
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Ver Gosta Esping-Andersen, The Three Worlds of Welfare Capitalism, Polity Press, Cambridge, 1990.
que se experimentan a lo largo del mundo y nos hace posible pensar tambin que las relaciones entre ciudadana y democracia son contingentes, es decir, que dependen de factores complejos de naturaleza histrica. En el caso especfico de Amrica Latina, es importante resaltar que en la regin se produce un proceso peculiar, completamente distinto del que los analistas clsicos han descrito para Europa Occidental y para Estados Unidos. Las constituciones de Amrica Latina, aquellas que se emiten despus de las guerras de independencia, son constituciones liberales que recogen mucho del discurso poltico ya vigente en la poca en Estados Unidos y en Europa Occidental, sin que dentro de nuestros pases se hayan experimentado los procesos de aprendizaje cultural y las luchas sociales que en aquellas otras latitudes condujeron precisamente al desarrollo de los derechos de ciudadana. La debilidad de las burguesas en nuestros pases, la enorme fuerza econmica, poltica y simblica que tenan los actores del pasado colonial (sobre todo la Iglesia y la oligarqua terrateniente), y la presencia masiva de comunidades indgenas como una parte sustancial de la poblacin, configuraban un escenario radicalmente distinto del que se haba experimentado en Europa y
que haba determinado el desarrollo del liberalismo como doctrina y como proyecto poltico, as como de sus conceptos especficos de ciudadana. La copia o imitacin constitucional que se hace en Amrica Latina ignora las realidades histricas nacionales, que no se corresponden con aquellas para las cuales estas normas fueron escritas.25 Charles Tilly26 demuestra en su estudio de orden histrico sobre la construccin de la ciudadana que en efecto puede observarse una correlacin entre derechos y luchas sociales, entre derechos y presiones desde abajo. Cuando los derechos son concedidos desde arriba, la capacidad de aplicacin segmentada, particularista o selectiva de los derechos aumenta. La experiencia histrica demostrara que los derechos, cuando no son el resultado de grandes luchas sociales, pueden ser aceptados pero no implantados o no aplicados adecuadamente. Esto es vlido incluso para
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Ver Leonardo Avritzer, Modelos de sociedad civil: un anlisis de la especificidad del modelo brasileo, en Alberto J. Olvera (coord.), La sociedad civil: de la teora a la realidad, op. cit.; Hilda Sbato (ed.), Ciudadana poltica y formacin de las naciones..., op. cit. Charles Tilly (ed.), Citizenship, Identity and Social History , International Review of Social History Supplements, Nueva York, 1996.
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los pases desarrollados. Ya hemos mencionado la experiencia de Estados Unidos, donde grandes segmentos de la poblacin los afroamericanos, particularmente permanecieron fuera del campo de los derechos civiles, polticos y sociales a lo largo del siglo xix y de la mayor parte del siglo xx. Tambin en Estados Unidos, a raz de la reciente emigracin masiva de mexicanos a dicho pas, se ha creado una nueva casta de personas carentes de todo derecho y que constituyen un porcentaje muy importante de la poblacin. Segn los ltimos censos estadounidenses, en el 2002 haba por lo menos 6.2 millones de mexicanos residiendo permanentemente en Estados Unidos, y si ampliamos los horizontes a la poblacin de origen mexicano, el nmero aumenta a 11.2 millones. Estamos hablando de ms del 5% de la poblacin, y si incluimos a todos los inmigrantes ilegales o con permanencia en Estados Unidos, pero sin estatuto de ciudadana, el nmero se incrementa hasta 21 millones, o sea 10% de la poblacin.27 Esta cifra supera el porcentaje que a lo largo del siglo xx representaron los afroamericanos dentro de Estados Unidos, lo cual nos indica que en el pas que se considera a
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s mismo el paradigma de la democracia en el mundo, 10% de su poblacin hoy da carece por completo de derechos, a pesar de vivir y trabajar ah. Esto plantea un problema gravsimo de exclusin. Los inmigrantes estn organizndose y levantando un gran movimiento social que eventualmente, en algn momento en el futuro, deber conducir a un proceso de legalizacin y de reconocimiento de nacionalidad y por ello de otorgamiento del estatuto de ciudadana a por lo menos una parte sustantiva de esa poblacin, que en tanto vive una condicin de exclusin total del campo de los derechos. Ahora bien, es importante mencionar que en el caso de Estados Unidos la mayora de la poblacin carece de derechos sociales propiamente dichos. En ese pas nunca ha existido un verdadero estado de bienestar, a diferencia de Europa Occidental, donde a raz de las guerras mundiales y del poder sindical enorme que hubo durante una larga poca, los derechos sociales quedaron firmemente estatuidos y se expresaron como derechos a la salud y a la educacin accesibles de manera universal, que no existen como tales en Estados Unidos. Por otro lado, los derechos polticos son tambin mucho ms dbiles en Estados Unidos, puesto que en ese pas, al igual que en Mxico, el ejercicio del voto
Cristina Escobar, Extraterritorial Political Rights and Dual Citizenship in Latin America, en Latin American Research Review, vol. 42, nm. 3, 2007.
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exige el previo registro en padrones electorales, requisito que ha sido manejado en el vecino pas de manera sistemtica para excluir a los pobres, a los afroamericanos y a otras minoras.28 Como puede observarse, el discurso de la ciudadana no implica de ninguna manera que los derechos hoy da aceptados universalmente sean en efecto aplicados a toda la poblacin. Los derechos, que constituyen el corazn de la ciudadana, siguen siendo aplicados de manera segmentada y parcial y experimentando diversos tipos de problemas de implementacin y de aplicacin universal. Si esta es la situacin en los pases europeo-occidentales y en Estados Unidos, es de imaginarse que la condicin que se experimenta en los pases de Amrica Latina, frica y Asia es infinitamente peor. La exclusin de derechos es la condicin real en que vive la mayora de la poblacin en esos pases. Nancy Thede29 lo ha expresado bien: Los ciudadanos son, desde un punto de vista histrico, los miembros de aquellos
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grupos dentro de la sociedad cuyas exigencias en cuanto a derechos quedaron reconocidas e institucionalizadas en los sistemas polticos y jurdicos. Desde esta perspectiva, los grupos excluidos son aquellos cuyos derechos [] articulados por ellos mismos, no forman parte del consenso social que sustenta y define el sistema poltico; por lo tanto, el motor del cambio democrtico viene de estos grupos no reconocidos. Esta discusin nos permite darle un sentido ms amplio a la definicin de ciudadana originalmente ofrecida en la primera seccin (referida a Janowski). Se hablaba ah de derechos y obligaciones pasivos y activos. Los derechos pasivos se refieren a aquellos que estn en la ley y cuya aplicacin opera como una concesin del Estado: la educacin pblica bsica, salud a algunos segmentos organizados de la sociedad, derecho a la tierra administrado por el Estado, etc. Derechos activos son aquellos que implican la participacin de los ciudadanos en los asuntos pblicos. Los ms importantes son los polticos, pues el voto es una manifestacin de opinin, pero la accin puede extenderse
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Ver Benjamin R. Barber, A Passion for Democracy, American Essays, Princeton University Press, Princeton, 1998. Nancy Thede, Derechos humanos, nuevas democracias y rendicin de cuentas: nuevos desafos, en Ernesto
Isunza y Alberto J. Olvera (eds.), Democratizacin, rendicin de cuentas y sociedad civil, op. cit.
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a otros campos. Al analizar los derechos desde la perspectiva de la democracia, la atencin deber estar puesta ante todo en el alcance de la parte activa de los derechos de ciudadana, que son los vinculados a la prctica de la democracia. Surge as una diferencia entre un concepto de ciudadana basado en el estatuto legal de los individuos y uno basado en las prcticas reales. Los derechos de ciudadana estn establecidos en la ley y se supone que deben ser aplicados a todos los ciudadanos por igual. Los derechos no pueden ser informales o particularsticos. Los reclamos por derechos nuevos son parte de una lucha por la ampliacin del concepto de derechos, pero no son parte de ellos, y por tanto slo en el largo plazo constituyen ciudadana. Los reclamos por la aplicacin de derechos ya concedidos o estatuidos son diferentes: tratan de actualizar lo ya ganado legalmente, y hablan de una situacin en la cual el Estado es dbil, pues no est capacitado para aplicar los derechos o es suficientemente fuerte para violarlos, y en ambos casos los ciudadanos deben presionar para su efectivizacin. Precisamente porque existe esta diferencia, Turner afirma que la ciudadana es en realidad un proceso instituido, un conjunto de prcticas institucionalizadas, [] prcticas polticas, culturales, 28
econmicas y jurdicas que definen a las personas como miembros competentes de una sociedad [], y les permiten canalizar los recursos pblicos hacia ellas.30 Esta definicin acota mucho el campo de la ciudadana, pues la limita al terreno de las prcticas efectivas y minimiza la importancia de los derechos estatuidos. As, la ciudadana podra evaluarse desde dos perspectivas diferentes: la formal, basada en los derechos formales, y la real, basada en la prctica social y poltica efectiva. Como puede observarse, optar radicalmente por una o por otra anulara las ventajas que cada una de ellas aporta. Los derechos formales son fundamentales, mientras que la prctica real permite entender los verdaderos alcances sociales y polticos de las normas. Un equilibrio de enfoques parece ser la va ms adecuada. c) Alcance de los derechos Cabe preguntarse si todos los derechos son iguales. La pregunta tiene sentido porque
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Bryan S. Turner, Contemporary Problems in the Theory of Citizenship, en Bryan S. Turner (ed.), Citizenship and Social Theory, Sage Publications, Londres, 1993, citado en Juan Enrique Opazo, Ciudadana y democracia: la mirada de las ciencias sociales, op. cit.
en nuestro tiempo se habla continua y ampliamente de derechos humanos, y de su extensin cada vez mayor, expresada en pactos y compromisos internacionales que han adoptado el nombre de instrumentos de defensa y promocin de los derechos econmicos, sociales y culturales (desc), los cuales se suman a los tradicionales derechos civiles y polticos. Estos derechos, expresados en convenciones internacionales aprobadas por el Senado mexicano,31 se relacionan con las condiciones fundamentales para la satisfaccin de las necesidades bsicas de los seres humanos.32 Ciertamente una cosa son las declaraciones diplomticas, que por necesidad se definen en torno a estndares casi utpicos, y otra las limitadas realidades nacionales. Pero lo relevante es que el proceso de creacin de normas legales internacionales emanadas
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de los organismos multilaterales ha propiciado, entre otros factores, la emergencia en nuestro tiempo de una tendencia a expresar en trminos de un lenguaje de derechos33 casi todas las demandas de la sociedad, desde el derecho al trabajo hasta el derecho a un medio ambiente sano. La relativa inflacin del lenguaje de los derechos plantea preguntas clave: cul es el verdadero alcance de los derechos humanos?, puede aplicarse este concepto a todas las formas de tutela aplicables a todos (incluyendo el medio ambiente)? Tambin en este campo hay respuestas extremas, desde quienes afirman que el campo de los derechos humanos debe y puede expandirse, y que una estrategia fundamental de construccin de ciudadana es garantizar la exigibilidad o justiciabilidad de todos los derechos,34 hasta quienes postulan que slo los derechos formalmente reconocidos en las leyes merecen ser reconocidos como tales, mientras que los dems son meras demandas sociales.
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Particularmente en este caso nos referimos al Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales de la onu, diciembre de 1966, que se basa en y desarrolla conceptual y normativamente el art. 25 de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos de 1948: Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, as como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentacin, el vestido, la vivienda, la asistencia mdica y los servicios sociales necesarios []. Areli Sandoval, Experiencias de exigibilidad de derechos econmicos, sociales y culturales en Mxico desde organizaciones de la sociedad civil, en Ernesto Isunza y Alberto J. Olvera (eds.), Democratizacin, rendicin de cuentas y sociedad civil, op. cit.
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Ver sobre el tema, Nora Rabotnikof, Ciudadana y derechos, en Manuel Canto Chac (ed.), Derechos de ciudadana: responsabilidad del Estado, Icaria, Barcelona, 2005. Laura Becerra y Emilienne de Len, La justiciabilidad de los derechos econmicos, sociales y culturales. Los instrumentos, las leyes y las polticas pblicas, en Manuel Canto Chac (ed.), ibd.
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Un camino intermedio, que utiliza los estndares internacionales para evaluar las leyes internas de los pases de Amrica Latina, sin abordar el tema de la justiciabilidad de los mismos, han seguido los autores del informe La democracia en Amrica Latina,35 con el fin de ponderar los dficits de ciudadana en la regin. Mediante este procedimiento se ha producido un catlogo contemporneo de los contenidos mnimos de los derechos civiles, polticos y sociales, y de manera indirecta se han tratado categoras de derechos un tanto ms elusivas, como los econmicos y culturales. Por su parte, la comisin encargada de la investigacin y de la redaccin del Diagnstico sobre la situacin de los derechos humanos en Mxico,36 ha sido ms exigente y en su anlisis ha ofrecido un panorama ms amplio de los derechos humanos. As, en el campo de los derechos civiles el informe ha determinado cuatro componentes bsicos: el derecho a la vida, a la integridad fsica y a la seguridad personal; la igualdad legal y la proteccin contra la discriminacin (conceptos
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en donde se han incluido derechos de los indgenas, de las mujeres, de los trabajadores y de los menores); la administracin de justicia, donde se estudian los recursos destinados al sistema de justicia y las garantas de debido proceso, y la libertad de prensa y el derecho a la informacin, que condensan la libertad de expresin.37 El diagnstico aade, correctamente, los derechos de reunin y asociacin, y las libertades de pensamiento, de conciencia y de religin38 como parte esencial de los derechos civiles. En el campo de los derechos polticos, el informe cre varios indicadores de evaluacin: a) el ndice de democracia electoral, compuesto de las variables derecho al voto, elecciones limpias, elecciones libres y cargos pblicos electos; b) el porcentaje de participacin electoral; c) el grado de competencia electoral y la forma de seleccin de candidatos; d) las formas de representacin electoral, con especial atencin a la representacin de minoras. De esta manera se ha ido ms all de una mera constatacin del reconocimiento de los derechos polticos al esta37
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Guillermo ODonnell, et al., La democracia en Amrica Latina..., op. cit. Diagnstico sobre la situacin de los derechos humanos en Mxico, op. cit.
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Guillermo ODonnell, et al., La democracia en Amrica Latina..., op. cit., pp. 102-118. Diagnstico sobre la situacin de los derechos humanos en Mxico, op. cit., pp. 48-50.
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blecer criterios que cualifican el modo y grado de cumplimiento de esos derechos. Pero, y esto es muy relevante, el informe reconoce que la efectividad de los derechos polticos depende de la capacidad de los ciudadanos para obligar al Estado a rendir cuentas de sus actos, controlar la gestin de los funcionarios pblicos y escuchar la opinin y las propuestas de los mismos en materia de polticas pblicas.39 Estos ltimos criterios incorporan una nueva generacin de exigencias democrticas, especialmente la rendicin de cuentas, que no en todos los pases han sido estatuidas legalmente. En Mxico ha habido un avance sustancial en la materia con la Ley Federal de Acceso a la Informacin Pblica Gubernamental. El diagnstico considera tambin el derecho al voto en el extranjero y los derechos de peticin y consulta, as como las leyes relativas al referndum, plebiscito e iniciativa popular, o sea, los mecanismos de democracia directa,40 estos ltimos tambin estudiados en el informe. Cabe sealar que los mecanismos de democracia directa son
an muy dbiles y no dejan de tener cierta ambigedad desde una perspectiva democrtica, pues son manipulables.41 En el campo de los derechos sociales, el informe reconoce que las bases legales en las constituciones y legislaciones secundarias de estos derechos no son muy claras y que los instrumentos internacionales que los desarrollan son an relativamente dbiles y vagos. Pero dos dimensiones fundamentales son establecidas: a) las necesidades bsicas: salud y educacin; b) la integracin social: empleo, pobreza y desigualdad.42 Para cada dimensin el informe desarrolla una serie de indicadores estadsticos con fines de evaluacin. Si bien los derechos a la educacin y a la salud estn presentes en la mayora de las constituciones de Amrica Latina, lo cierto es que no son universales. Las polticas sociales contra la pobreza no estn
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Guillermo ODonnell, et al., La democracia en Amrica Latina..., op. cit., pp. 78-91. Diagnstico sobre la situacin de los derechos humanos en Mxico, op. cit., pp. 55-56.
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Sobre la legalizacin de estos mecanismos en Amrica Latina, y para un balance de otros mecanismos de participacin ciudadana no considerados en ninguno de los documentos antes mencionados, ver Felipe Hevia, Participacin ciudadana institucionalizada: anlisis de los marcos legales de la participacin en Amrica Latina, en Evelina Dagnino, Alberto J. Olvera y Aldo Panfichi (eds.), La disputa por la construccin democrtica en Amrica Latina, fce-ciesas-uv, Mxico, 2006. Guillermo ODonnell, et al., La democracia en Amrica Latina..., op. cit., pp. 118-129.
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definidas en trminos de derechos sociales, sino focalizadas y como prcticas pblicas de asistencia social.43 Por su parte, el diagnstico hace una amplia consideracin de los desc, incluyendo lo que denomina los derechos humanos laborales (considerados por el informe dentro de los derechos civiles), y los derechos a un nivel de vida adecuado; al disfrute del nivel ms alto de salud fsica, mental y social; a la vivienda; a la alimentacin; a la educacin; a un medio ambiente sano, y los llamados derechos culturales. Adems, se presentan informes especiales sobre los derechos humanos de las mujeres, de los pueblos indgenas y de los grupos en situacin de vulnerabilidad y discriminacin (todos los cuales haban sido subsumidos por el informe en la categora de las protecciones contra la discriminacin, consideradas como parte de los derechos civiles).44 El diagnstico mezcla as derechos sociales ms o menos estatuidos (pero no
Ver Carlos Barba, Las reformas econmica y social en Amrica Latina: regmenes de bienestar en transicin, en Gerardo Ordez, Roco Enrquez, Ignacio Romn y Enrique Valencia (eds.), Alternancia, polticas sociales y desarrollo regional en Mxico, El Colegio de la Frontera Norte-iteso-Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 2006. Diagnstico sobre la situacin de los derechos humanos en Mxico, op. cit., pp. 61-140.
aplicados de manera universal) en Mxico y otros pases (laborales, educacin, salud), con otros cuyo estatuto es incierto en trminos normativos y jurdicos: alimentacin, vivienda, y con otros que son an no muy claros, como un nivel de vida adecuado, un medio ambiente sano y los derechos culturales. Como puede observarse, los derechos no son iguales. Los civiles son los mejor y ms claramente establecidos desde el punto de vista conceptual y legal. Desarrollan ante todo los principios liberales: la libertad y la seguridad de los individuos; las garantas de respeto y defensa frente a otros individuos y frente al propio Estado, todo ello garantizado por instituciones especializadas del propio Estado. Los derechos polticos, siendo claros terica y legalmente, son precarios en la prctica, pues su aplicacin efectiva depende de un sinnmero de factores legales, institucionales y culturales. Los derechos sociales estn an poco fundamentados terica y legalmente, y su aplicacin tambin est sujeta a grandes variaciones dependiendo de mltiples factores. Su verdadera institucionalizacin se produce a travs de los llamados regmenes de bienestar45
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que cada pas ha construido a lo largo de su historia, y que en Amrica Latina han venido cambiando despus del Consenso de Washington.46 Pero estos regmenes se basan ante todo en decisiones polticas y administrativas y los criterios de derechos ocupan un lejano lugar en su diseo e implementacin. Los nuevos derechos se abren camino legal e institucional, y hay un proceso de aprendizaje notable a escala internacional que an debe recorrer un largo camino antes de cimentarse en instituciones y prcticas efectivas. Sin embargo, a la hora de hacer un balance sobre los derechos de ciudadana, es preciso recordar que sera un error pensar en ellos de una manera separada. Como bien nos advirti el informe:
[] estos derechos polticos, civiles y sociales pueden ser analticamente separables pero en la prctica se presuponen los unos a los otros, y usualmente avances en cualquiera de ellos hace posible que otros derechos puedan moverse en la misma direccin. Los avances en derechos civiles, o en derechos sociales, o en derechos pol-
ticos, son valiosos per se y tambin porque son resortes para la conquista de otros derechos.47
d) Notas sobre multiculturalismo y derechos En aos recientes se ha abierto una nueva perspectiva desde la cual abordar el tema de la ciudadana: la diferencia. Contra el principio inmanente de igualdad contenido en la idea misma de ciudadana, filsofas feministas y defensores de pueblos indgenas y de minoras nacionales han postulado la necesidad de reconocer la diversidad social real y sacar las conclusiones de ello en trminos de derechos y, por tanto, de ciudadana. Las feministas han hecho notar, con pertinencia, que la idea de la igualdad ciudadana hizo caso omiso de las desigualdades de reconocimiento y de acceso a la justicia que la diferencia de gnero implica. Caso ejemplar es la histrica negativa de derechos polticos a las mujeres, pero tambin el hecho de que hasta la fecha sus salarios son ms bajos en promedio que los de los hombres y que la presencia femenina en altos puestos de gobierno y en cargos de eleccin
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Carlos Barba, Las reformas econmica y social en Amrica Latina..., op. cit.
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popular sigue siendo minoritaria. La filsofa Iris Marion Young48 extendi el concepto de diferencia para que a travs de l se hicieran visibles las condiciones de opresin de todos los grupos sociales que por razones de gnero, clase, raza, religin, preferencia sexual o nacionalidad padecen. La consecuencia prctica de tal reconocimiento sera una ciudadana diferenciada, es decir, un conjunto de polticas pblicas orientadas a compensar esas desventajas en el acceso a derechos, sobre todo a travs de acciones afirmativas y la creacin de derechos especiales.49 Una crtica radical a este planteamiento50 seal que la idea de ciudadana diferenciada viola los principios liberales clsicos (igualdad de ciudadanos y neutralidad del Estado), e introduce un factor de arbitrariedad al ser difcil establecer los criterios de determinacin de quines son los oprimidos. En todo caso, puede
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decirse que la mayora de la poblacin padece algn tipo de opresin, por lo que la ciudadana diferenciada termina siendo impracticable. Ms relevante an es la crtica de que bajo este modelo terico no es posible resolver problemas al interior del campo de los oprimidos: quin es ms oprimido y tiene por tanto prioridad en derechos sobre el otro?51 En la arena pblica internacional ha adquirido mucha visibilidad en la ltima dcada el debate sobre la ciudadana multicultural, concepto desarrollado por el filsofo canadiense Will Kymlicka.52 Basndose en la experiencia de la minora nacional francfona que habita el estado de Qubec, en Canad, Kymlicka ha sostenido que es posible, legtimo y necesario complementar los derechos humanos tradicionales con los derechos de las minoras, es decir, los derechos universales de ciudadana con los derechos diferenciados para grupos minoritarios. Hay dos tipos principales de esos grupos: los pueblos indgenas, cuyo reclamo principal y por tanto derecho especial consiste en el autogo51
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Iris Marion Young, Inclusion and Democracy, Oxford University Press, Oxford, 2000. Iris Marion Young, Polity and Group Difference: A Critique of the Ideal of Universal Citizen, en Ethics, vol. 99, nm. 2, 1989, citada por Manuel Prez Ledesma, Ciudadanos y ciudadana: un anlisis inicial, en Manuel Prez Ledesma (ed.), Ciudadana y democracia, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 2000. Will Kymlicka y Wayne Norman, El retorno del ciudadano: una revisin de la produccin reciente en teora de la ciudadana, op. cit.
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David Miller, Ciudadana y pluralismo, en La Poltica, op. cit. Will Kymlicka, Ciudadana multicultural..., op. cit. Una reformulacin en Will Kymlicka, La poltica verncula. Nacionalismo, multiculturalismo y ciudadana, Paids, Buenos Aires, 2003.
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bierno; y las comunidades tnicas que han inmigrado a terceros pases y desean conservar su identidad cultural, reclamando derechos multiculturales como la enseanza bilinge y el permiso para incumplir normas y leyes contrarias a su religin. Reconociendo estos derechos, Kymlicka sostiene que el problema fundamental es la definicin de los lmites de los mismos, pues sin acotarlos, los derechos especiales se prestan a todo tipo de microautoritarismos y a la negacin de la libertad individual. Por ello, los derechos de grupo deben estar limitados por los derechos individuales de sus miembros. As, slo son admisibles medidas de proteccin externa a los grupos para que stos conserven su cultura frente a las presiones externas si as lo deciden, pero no las restricciones internas que obliguen a los miembros del grupo a adherirse al mismo, practicar sus costumbres y preservar la tradicin. Es errneo o injusto que un grupo etnocultural preserve su pureza o su autenticidad mediante la restriccin de las libertades bsicas de sus propios miembros.53
Esta va de solucin de la contradiccin entre universalismo liberal y los derechos de grupo no carece de problemas tericos y prcticos, pero lo cierto es que este tipo de reconciliacin es necesario si los derechos de los grupos tnicos han de ser aceptados y aceptables dentro de una sociedad democrtica. En Amrica Latina hay una larga tradicin de debate sobre los derechos de los pueblos indgenas, con exponentes en cada pas.54 En la regin el acento ha sido puesto sobre la autodeterminacin de los pueblos indgenas y la forma de construir autonomas regionales dentro del contexto nacional. En general, ha habido una tendencia favorable a la preservacin de las tradiciones va el reconocimiento jurdico de los usos y costumbres indgenas y la legalizacin del autogobierno. Ello es problemtico, como la experiencia
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Will Kymlicka, Derechos individuales y derechos de grupo en la democracia liberal, citado por Manuel Prez Ledesma (ed.), Ciudadana y democracia, op. cit.
Un texto notable por su profundidad terica y vastedad emprica en este terreno es el de Sinesio Lpez, Ciudadanos reales e imaginarios, ids, Lima, 1997. Para Mxico en el siglo xix, ver Fernando Escalante, Ciudadanos imaginarios, El Colegio de Mxico, Mxico, 1992. Para tratamientos contemporneos, ver Hctor Daz Polanco, Autonoma regional. La autodeterminacin de los pueblos indios, Siglo xxi, Mxico, 1991, entre muchos otros.
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lo ha demostrado,55 y las diferencias nacionales son notables, siendo Mxico uno de los pases con mayor rezago en Amrica Latina en este mbito. Pero es muy cierto que una de las vas de construccin de ciudadana en la regin han sido las luchas por el reconocimiento de las diferencias. La vitalidad de los movimientos feminista e indgena en casi todos los pases, de los negros en Brasil y Colombia, de los homosexuales en varios pases, y crecientemente por la tolerancia a la diversidad religiosa, ha propiciado un cambio cultural y una modificacin en la composicin de las fuerzas polticas que poco a poco se expresa en leyes y en polticas pblicas favorables a los grupos oprimidos. La lucha por el derecho a tener derechos ha sido considerada en Brasil, por ejemplo, una va de construccin de ciudadana aun antes de que sus logros se plasmen en los ordenamientos jurdicos.56
Ciudadana liberal,
cvica y republicana
Desde la perspectiva de la filosofa poltica, el concepto de ciudadana remite a preguntas fundamentales sobre el orden social y sobre las relaciones entre individuos y Estado, sobre las formas que asume la construccin de las identidades colectivas, y por tanto acerca de la manera en que la comunidad se construye y cmo sta se relaciona con el Estado. Desde fines de los aos setenta del siglo pasado, y fundamentalmente a lo largo de los aos ochenta, dos corrientes principales han mantenido un conocido debate sobre la primaca del individuo o de la comunidad al momento de pensar la ciudadana. De un lado, los defensores contemporneos del liberalismo clsico, escuela con tres siglos de historia que conserva su actualidad en tanto que sus postulados centrales siguen siendo los cimientos legales de las democracias contemporneas. De otro, los llamados comunitaristas, filsofos que defienden la primaca de la comunidad frente al individuo como la nica va para que en el capitalismo contemporneo se pueda garantizar la convivencia y el orden y la concomitante expansin de las virtudes cvicas. Es po-
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Ver Thomas Calvo y Bernardo Mndez (coords.), Sociedad y derecho indgenas en Amrica Latina, cemca, Mxico, 1995. Tambin Fabiola Escrzaga y Raquel Gutirrez (coords.), Movimiento indgena en Amrica Latina: resistencia y proyecto alternativo, Juan Pablos Editor-uacm-buap, Mxico, 2005. Evelina Dagnino, Meanings of Citizenship in Latin America, op. cit.
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sible agregar una tercera corriente que ha emergido en los aos noventa, que postula la centralidad de formas de intermediacin civil entre los individuos y el Estado, que son menos fuertes que la comunidad, pero que cumplen sus funciones. Nos referimos a los defensores de la sociedad civil, quienes a travs del nfasis en la participacin de la ciudadana en los asuntos pblicos han desarrollado el republicanismo contemporneo. El debate entre el liberalismo y el comunitarismo se ha producido principalmente en Estados Unidos, con repercusiones europeas importantes. El contexto poltico de esta discusin filosfica fue la gran crisis moral que abrieron el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos en los aos sesenta y la guerra de Vietnam. Adems, se viva una poca en la que nuevos estilos de vida emergan, grandes protestas pblicas se desarrollaban y un nuevo sentimiento de vaco moral cuestionaba el consenso que pareca inmutable en los aos anteriores. Estados Unidos enfrentaba una crisis en donde haba tenido que reconocer que una parte importante de su poblacin estaba excluida de los consensos y de las condiciones de la ciudadana, y que haba sido derrotado por primera vez en una guerra
internacional. Era necesario entonces repensar cmo reconstruir la comunidad en ausencia de un consenso que se crea previamente establecido y cmo dar respuesta a la emergencia de nuevos estilos de vida y de nuevos valores, y al reclamo de reconocimiento de comunidades hasta entonces oprimidas. Este patrn de crisis moral-poltica propici la emergencia de dos formas distintas de entender el problema de la ciudadana, las cuales en realidad siempre haban estado presentes en la teora poltica desde su nacimiento. Por un lado, la respuesta liberal clsica que insista en la centralidad del individuo, en la necesidad de protegerlo de los excesos del Estado y propiciar las condiciones para que en la bsqueda de su propio bienestar individual, el sujeto tambin pudiese establecer relaciones de asociacin y vnculos con otros de tal forma que por inters propio se construyeran instituciones y prcticas beneficiosas a todos. John Rawls, famoso filsofo poltico estadounidense, escribi en 1970 Teora de la Justicia, libro fundacional del liberalismo contemporneo, obra que propone que, bajo condiciones de origen iguales, los individuos desarrollan en la bsqueda de su propio inters las capacidades y virtudes que mejor convienen 37
CIUDADANA Y DEMOCRACIA
al conjunto social.57 Como bien sintetiz Oldfield: Los individuos son seres soberanos y autnomos en el terreno moral, y sus deberes consisten en respetar los derechos similares de otros ciudadanos, pagar sus impuestos y participar en la defensa del sistema poltico en los momentos en que est amenazado. Ms all de esto [] no tienen otras obligaciones en relacin al conjunto social [] los individuos como seres soberanos y autnomos [] deciden si ejercen o no los derechos del estatus de ciudadano en la esfera pblica, o en el terreno ms restringido de la poltica.58
As, el liberalismo produce fuertes derechos negativos, es decir, de separacin del individuo frente al Estado y frente a la comunidad, y pocas obligaciones frente a ellos, apenas las necesarias para mantener vivas las libertades individuales.
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John Rawls, A Theory of Justice, Harvard University Press, Cambridge, 1970. Para una reformulacin y autocrtica, ver del mismo autor, La Justicia como equidad: una reformulacin, Paids, Buenos Aires, 2002. Otras versiones del liberalismo, en Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia, Basic Books, Nueva York, 1974; Ronald Dworkin, Taking Rights Seriously , Harvard University Press, Cambridge, 1977. A. Oldfield, Citizenship: An Unnatural Practice?, citado en Manuel Prez Ledesma, Ciudadana y democracia, op. cit.
Contra esta visin liberal basada en los fundamentos clsicos vino una respuesta, a la que genricamente se le llam comunitarista, por parte de filsofos como Charles Taylor, Michel Sandel, Michel Walzer59 y muchos otros, quienes consideraban que en realidad el problema central era el colapso de los lazos comunitarios que histricamente haban caracterizado la vida pblica estadounidense en pocas pasadas. Lo urgente era rescatar la primaca de los lazos que constituyen la red de proteccin y de significacin de los individuos, de tal forma que antes de pensar en el rescate del individuo y de sus derechos habra que rescatar los bienes colectivos formados por valores y normas que ponen a la comunidad por encima de los individuos. Para ello los comunitaristas recuperan una tradicin filosfica que puede rastrearse hasta Aristteles y su idea del hombre como animal cvico. La idea-fuerza es que la identidad individual se forja en la integracin en la comunidad y no en la autonoma radical del sujeto. Los compro59
Charles Taylor, Fuentes del yo. La construccin de la identidad moderna, Paids, Barcelona, 1996; Michel Sandel, Liberalism and the Limits of Justice, Cambridge University Press, Cambridge, 1982; Alisdair MacIntyre, After Virtue, Notre Dame University Press, Notre Dame, 1981. Una brillante versin que dialoga con el republicanismo, en Michel Walzer, Las esferas de la justicia, fce, Mxico, 1993.
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misos y valores de la colectividad a la que se pertenece proporcionan los elementos de juicio sobre lo bueno y lo correcto, no la autodeterminacin individual. Por tanto, la primera responsabilidad y la mejor manifestacin de ciudadana son la defensa de la colectividad y la participacin en sus instituciones y prcticas. As, la esencia de la libertad es la participacin en el gobierno comunitario, como casi aristotlicamente definiera Taylor. Esta versin comunitarista contempornea es de alguna forma tributaria de conceptos provenientes del campo de la sociologa de Durkheim y Parsons, quienes sostuvieron que la integracin social era producida fundamentalmente por valores y normas compartidos. Los comunitaristas conciben as a la ciudadana como la participacin en la vida comunitaria, como la defensa de sus valores y principios. Por tanto, las obligaciones de ciudadana (participar y preservar los principios) son mayores a los derechos. El ciudadano debe ser activo, pues de su accin depende el bienestar de la colectividad. Esta corriente se expuso rpidamente a muchas crticas, ante todo por el hecho de que en las sociedades modernas no es posible encontrar un solo conjunto de valores y normas compartidas. La pluralidad cultural, ideolgica y religiosa de nuestro
tiempo impide pensar a la sociedad como un conjunto culturalmente homogneo, incluso a la escala de una ciudad, ya no se diga de un pas. Adems, las creencias y valores tradicionales pueden pensarse tambin como una camisa de fuerza normativa respecto de los individuos que piensan diferente, que quieren liberarse de ataduras o proponer nuevas ideas y principios. Si bien los postulados liberales tradicionales tampoco tienen mucho fundamento prctico, ya que la autonoma individual plena no puede existir en un mundo en el cual vivimos adscritos a categoras de clase, gnero, raza y religin, entre otras, lo cierto es que en sociedades modernas la defensa de valores y principios slo puede pensarse dentro de la pluralidad y por tanto de la tolerancia de los otros. Esta constatacin es la que ha dado pie a una tercera corriente filosfica, el republicanismo moderno,60 cuyos orgenes tambin pueden ser rastreados hasta la Grecia antigua. Su principal sostn ha sido Hanna Arendt, filsofa germano-estado60
Ver la excelente sntesis de Philip Pettit, Republicanismo. Una teora sobre la libertad y el gobierno, Editorial Paids, Barcelona, 1999. Tambin Andrs Hernndez (comp.), Republicanismo contemporneo: igualdad, democracia deliberativa y ciudadana , Siglo del Hombre Editores-Universidad de los Andes, Bogot, 2002.
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unidense,61 para quien la [] ciudadana es vista como el proceso de deliberacin activa sobre proyecciones identitarias competitivas [] cuyo valor [] reside en la posibilidad de establecer formas de identidad colectiva que pueden ser reconocidas, probadas y transformadas en una forma discursiva y democrtica.62 El republicanismo arendtiano tiene un cierto hermanamiento con el comunitarismo, en cuanto piensa la ciudadana, al estilo griego, como el ejercicio de la razn en pblico para fines pblicos. Arendt tiene en mente una especie de gora, el espacio pblico, donde los individuos debaten sobre sus distintas versiones de lo correcto y de lo justo. Pero la diferencia est precisamente en que para ella no es necesario que exista una comunidad prepoltica cuyos valores y normas crean un consenso sustantivo sobre la base del cual los individuos actan. Por el contrario, es en el debate sostenido en el espacio pblico en donde se han de construir y consensar esos principios y normas. Esta prctica, que es la poltica, es la que hace
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humanos a los humanos, es la vita activa que es consustancial y especfica a nuestra especie, y la que abre la posibilidad del ejercicio de la razn como va de construccin de las identidades colectivas. El problema con Arendt es que ella lleva demasiado lejos su intuicin. Cree que slo la democracia directa puede garantizar que cada ciudadano ejerza realmente esas capacidades de discusin y decisin. La representacin poltica es negativa pues priva a los ciudadanos de la capacidad de decidir. El sistema poltico ideal no es la democracia representativa, sino una especie de sistema federado de consejos donde los ciudadanos participan directamente de las discusiones y las decisiones, ejerciendo as una agencia efectiva. Como dijera otra proponente de estas ideas, Chantal Mouffe:63 [] un nuevo concepto del ciudadano deviene posible [...] la identidad poltica que es creada a travs de la identificacin con la res publica [...]. De esta manera, la identidad colectiva se construir en la prctica poltica, y la cultura poltica tendra que ser activa y participativa, no pasiva o clientelar. En esta versin, los derechos y obligaciones parecen estar ms balanceados, pues los derechos individuales
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Obras clsicas de Hanna Arendt, entre otras, son: The Human Condition, Doubleday, Nueva York, 1959; On Revolution, Pelican Books, Harmanworth, 1973. Maurizio Passerin dEntrves, Hanna Arendt and the Idea of Citizenship, en Chantal Mouffe (ed.), Dimensions of Radical Democracy, op. cit., p. 158.
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deben ser preservados para garantizar la autonoma de los individuos, mientras que stos deben participar de lleno en la vida pblica. Si bien las ideas son excelentes, y estn ms vivas que nunca en el debate contemporneo, no es difcil observar la inaplicabilidad de la propuesta como un conjunto. En grandes Estados-nacionales y en sociedades complejas como las actuales, resulta imposible la anulacin de la representacin, y la democracia directa requerira que los ciudadanos se dedicaran solamente a la poltica, como en la Grecia antigua, lo cual es inviable. Sin embargo, la apelacin al debate en el espacio pblico64 informa hoy da las teoras que postulan la democratizacin de la democracia, y modelos menos radicales de innovacin democrtica que se basan en la participacin activa de los ciudadanos se inspiran en las ideas de Arendt.65
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El concepto de espacio pblico se ha vuelto central para la teora de la democracia desde que el filsofo alemn Jrgen Habermas lo sistematiz. Ver Jrgen Habermas, The Structural Transformation of the Public Sphere, mit Press, Cambridge, 1991 (edicin original en 1962); Nora Rabotnikof, En busca de un lugar comn: el espacio pblico en la teora poltica contempornea, unam, Mxico, 2005. Ver Andrs Hernndez (comp.), Republicanismo contemporneo: igualdad, democracia deliberativa y ciudadana, op. cit.
Debemos anotar tambin que esta versin republicana admite otra vertiente de interpretacin. La idea de solidaridad e identidad generalizada con base en principios y normas puede leerse desde una perspectiva antropolgica, como una exigencia de conciencia comunitaria que prevalecera por encima de todo inters individual, pero tambin desde una perspectiva ms moderna que, basada en el asociacionismo, la solidaridad, el voluntariado, puede traducirse en trminos de una teora de la sociedad civil. Esta densa red solidaria constituira tanto la autoproteccin de los individuos modernos como su va especfica para generar identidades colectivas. Los actores de la sociedad civil tienen que actuar en el espacio pblico, en el que debaten sus diferentes y plurales interpretaciones de lo correcto y lo justo, y al definir esos estndares tienen la necesidad de actuar polticamente (es decir, manifestando sus ideas y presionando al Estado para que se legalicen e implementen).66 La versin sociedad-civilista del republicanismo tiene la ventaja de reconocer el pluralismo de principios y
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El texto fundamental en esta corriente es Jean Cohen y Andrew Arato, Sociedad civil y teora poltica, fce, Mxico, 2000. Ver tambin Alberto J. Olvera (ed.), La sociedad civil: de la teora a la realidad, El Colegio de Mxico, Mxico, 1999. La bibliografa sobre el tema es enorme.
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normas, de reconocer la importancia del espacio pblico y de la participacin de los ciudadanos en los asuntos pblicos, sin exigir de stos dedicacin plena, mientras admite la representacin poltica, es decir, la democracia electoral. Por supuesto, a cambio de ello esta versin es mucho ms suave en el campo de las obligaciones, y contiene un concepto de ciudadana mucho ms cercano al liberalismo que al comunitarismo. Para cerrar esta seccin baste decir que las versiones liberal, comunitarista y republicana de la ciudadana que hemos mencionado anteriormente implican diferentes conceptos de democracia. La versin liberal percibe a un Estado mnimo como complemento de una maximizacin de la libertad de los sujetos, y la democracia es entonces solamente un mecanismo de seleccin de gobernantes dbiles. La vertiente comunitaria piensa que la identidad, la virtud y las decisiones se construyen desde el campo de lo social y no desde lo estatal, por lo que la democracia debera limitarse a la capacidad de los ciudadanos para elegir a sus gobernantes entendidos como mandatarios, es decir, ejecutantes de decisiones tomadas por la colectividad. El republicanismo radical, al plantear la democracia directa virtualmente anula la democracia representativa, pero 42
la versin de la sociedad civil abre espacio para pensar la complementacin entre la democracia representativa y la democracia participativa.67 El vnculo entre ciudadana y democracia pasa por el Estado, que es una instancia necesaria de materializacin tanto de la ciudadana como de la democracia. Al pensar el Estado, necesariamente nos hemos de remitir tambin al concepto de nacin, pues la forma del Estado en la modernidad es, como sabemos, el Estado-nacin. Como vemos, el mapa se vuelve ms complejo, no podemos hablar solamente de los conceptos aislados de ciudadana y democracia, sino tenemos que referirnos al conjunto conceptual que explica derechos, prcticas e instituciones. Hablar de ciudadana y democracia nos obliga a hablar del conjunto de la poltica y la sociedad.
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Ver la mejor explicacin de esta complementacin en Jrgen Habermas, Facticidad y validez, Trotta, Madrid, 1998. Ver tambin la excelente discusin que propone Leonardo Avritzer, en Democracy and the Public Sphere in Latin America, Princeton Paperbacks, Princeton, 2002.
Democracia y ciudadana68
Desde la introduccin habamos destacado el hecho de que el concepto de democracia ha sido y es objeto de un profundo debate. Para los fines de este texto, es importante llamar la atencin sobre los conceptos centrales en pugna y sobre los procesos histricos que enmarcan la actual discusin del tema en Amrica Latina en general y en Mxico en particular. El debate sobre la democracia se produce hoy bajo condiciones histricas peculiares: en primer lugar, la consolidacin fctica de la democracia electoral en casi toda Amrica Latina (si bien con altibajos y diversos grados de precariedad institucional). Al mismo tiempo, se ha extendido en toda la regin una profunda insatisfaccin con los resultados de esas democracias en trminos de justicia social, eficacia gubernamental e inclusin poltica. El extraordinario ejercicio desa68
rrollado por el pnud (La democracia en Amrica Latina) tiene entre sus mritos el haber demostrado claramente la magnitud de la decepcin ciudadana respecto al rendimiento de las democracias realmente existentes.69 Esta decepcin ha obligado a replantear viejas certidumbres. Las teoras que han sido utilizadas para analizar la transicin y la consolidacin de la democracia en Amrica Latina se basaron en una versin de la teora democrtica que ha sido dominante en el pensamiento poltico occidental: el elitismo democrtico. Weber y Schumpeter70 entendieron a la democracia simplemente como un mecanismo que permite cambiar a los gobernantes en forma cclica y predecible, es decir, elegir a la lite go69
No es ste el sitio para hablar in extenso de la teora democrtica, tema abordado ya desde muy diversos ngulos en otros Cuadernos de Divulgacin de la Cultura Democrtica. Se trata aqu nicamente de precisar las relaciones entre los conceptos de ciudadana y democracia.
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El ndice de apoyo a la democracia es bajo en toda la regin, debido a la insatisfaccin con la pobreza y la percepcin de ineficiencia y corrupcin del gobierno. Ver Guillermo ODonnell, et al., La democracia en Amrica Latina..., op. cit., pp. 224-234. Joseph Schumpeter, Capitalism, socialism and democracy, Harper, Nueva York, 1942. Para una crtica a ambos autores, ver Leonardo Avritzer, Democracy and the Public Sphere in Latin America, op. cit., cap. 1.
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bernante. Para ellos el Estado moderno es tan complejo que no puede haber intervencin ciudadana en la administracin estatal. Siendo an ms rgidos, es posible afirmar que lo que define en ltima instancia a la democracia es el principio de incertidumbre en los resultados electorales.71 La democracia minimalista (democracia es poder elegir a los gobernantes) y la elitista (la democracia slo sirve para cambiar a la lite gobernante) se hermanan en este concepto restrictivo. Este concepto de democracia implica que la nica ciudadana es la ciudadana poltica, y por tanto los nicos derechos propios de la democracia son los polticos. En efecto, en la prctica slo los derechos polticos se vinculan directamente con la democracia. La democracia se funda en los derechos polticos, existe en su reconocimiento y deja de existir en su anulacin. El filsofo alemn Jrgen Habermas ha explicado muy bien esta sobredeterminacin: [] slo los derechos de participacin
poltica fundan la posicin jurdica del
ciudadano, es decir, una posicin jurdica reflexiva, referida a s misma. Los derechos negativos de libertad y los derechos sociales pueden, en cambio, venir otorgados en trminos paternalistas. Estado de derecho y Estado social son tambin en principio posibles sin democracia [] Ciertamente, tanto las libertades subjetivas como los derechos sociales pueden considerarse como base jurdica de esa autonoma social que es la que empieza haciendo efectiva la realizacin de los derechos polticos. Pero esas son relaciones empricas, no relaciones conceptualmente necesarias.72
Es as que la concepcin minimalista de la democracia y su correlato, la teora elitista de la democracia, implican un concepto acotado de ciudadana. Nada hay en la teora democrtica convencional que exija ir ms all de la concesin de derechos polticos para fundar la ciudadana. No es extrao entonces que la mayora de los estudios sobre la democracia hagan caso omiso de las otras dimensiones de la ciudadana. La teora democrtica convencional opera en realidad sobre la base de muchos supuestos insostenibles. La teora democrtica supone la existencia de
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Adam Przeworski, Democracy and the Market: Political and Economic Reforms in Eastern Europe and Latin America, Cambridge University Press, Nueva York, 1991.
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un Estado y de una nacin;73 supone la existencia de ciudadanos como agentes competentes capaces de elegir y libres de toda traba para ejercer esas capacidades; supone que la competencia electoral permite la expresin real de las preferencias; adems, la teora democrtica convencional no puede considerar el conflicto social dentro de su propio marco y limita el concepto de la poltica a la lucha por el poder entendido como el logro de la autorizacin y la representacin a travs de las elecciones.74 Muchas crticas se han hecho a este concepto de democracia, pero para poder ir ms all de l es necesario ampliar el canon de la teora, es decir, el marco de los temas considerados posibles de tratar en el campo terico de la democracia.75 Ciertamente, esto va mucho ms all de
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nuestras posibilidades en este breve ensayo. Por tanto, nos limitaremos a sealar algunos elementos a ser tomados en cuenta. Una forma de abordar el tema que es cercano a nuestra experiencia es a travs de la crtica a los estudios de la transicin y consolidacin democrticas, muy abundantes en nuestro medio. Estos estudios permitieron tematizar los retos estratgicos que marcaron una poca histrica, pero lo hicieron a un costo muy alto,
[] pues al recurrir a los conceptos del elitismo democrtico y a diversas versiones de la teora de la eleccin racional, dejaron de lado el estudio de las innovaciones democrticas que portaba la propia prctica de los actores sociales cuya movilizacin era reconocida en los estudios transitolgicos como detonante del proceso [] la teora de la transicin se limit a interpretar la movilizacin social como respuesta a la baja del costo de oportunidad de la accin derivada de la liberalizacin. Una vez alcanzada la democracia representativa, la sociedad civil activada deja su espacio de accin a la sociedad poltica, la cual asume las causas y los intereses de la sociedad civil y monopoliza las funciones de la representacin legtima. No hay anlisis alguno de las innovaciones
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Guillermo ODonnell, Acerca del Estado en Amrica Latina contempornea: diez tesis para discusin, en La democracia en Amrica Latina: contribuciones para el debate, pnud, Buenos Aires, 2004. Ver Evelina Dagnino, Alberto J. Olvera y Aldo Panfichi, Para otra lectura de la disputa por la construccin democrtica en Amrica Latina, en Evelina Dagnino, Alberto J. Olvera y Aldo Panfichi (eds.), La disputa por la construccin democrtica en Amrica Latina, op. cit. Ver la excelente explicacin de esta necesidad en Boaventura de Souza Santos y Leonardo Avritzer, Para ampliar el canon democrtico, en Boaventura de Souza
Santos, Democratizar la democracia: los caminos de la democracia participativa, fce, Mxico, 2004.
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en trminos de cultura poltica, agenda, actores y prcticas derivadas de la apertura de nuevos espacios pblicos y de la emergencia de nuevos actores. Al concebir la democracia como mero ejercicio de representacin poltica (electoralmente autorizada) en el campo del Estado, se reproduce y se afirma una separacin conceptual entre la sociedad civil y la sociedad poltica que impide analizar las continuidades entre ellas y por tanto leer la democratizacin como un proceso que se origina en y transforma a la sociedad misma. Los estudios sobre la consolidacin democrtica continuaron esta tradicin conceptual al concentrarse en el anlisis de los diseos institucionales, los pactos y los equilibrios polticos entre civiles y militares, fuerzas autoritarias y democrticas, que posibilitan la continuidad del rgimen democrtico.76
bernar, ante todo en las formas de relacin entre ciudadanos y Estado, quedaron fuera del foco del anlisis. Ms an, el papel de la sociedad civil en el proceso fue considerado irrelevante. La construccin de ciudadana se limitaba a garantizar el derecho al voto. Esta limitada perspectiva haca caso omiso de las prevenciones y crticas que desde haca mucho haba adelantado Guillermo ODonnell, el politlogo ms importante de Amrica Latina. Sus conceptos de democracia delegativa, que se refiere a las democracias que se limitan a elegir un presidente que luego se convierte en un autcrata sin lmite alguno, y de la democracia de baja intensidad, que habla de la carencia de otros derechos de ciudadana en nuestras democracias, son apenas dos de las formas en que las debilidades de las democracias realmente existentes se definieron de una manera descriptiva.77 Ahora, en el informe sobre La democracia en Amrica Latina, ODonnell hace una crtica pertinente a las teoras convencionales de la democracia, ya que
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En efecto, la mucha tinta que se ha utilizado en nuestro pas acerca de nuestra larga transicin a la democracia, caracterizada por consistir en una serie muy prolongada y an inacabada de reformas electorales, magnific el protagonismo de los partidos en el proceso y asumi que la democracia electoral era la nica democracia posible. Al proceder as, se perdieron de vista los cambios culturales ocurridos, mientras que las ciertamente escasas innovaciones en la forma de go76
Evelina Dagnino, Alberto J. Olvera y Aldo Panfichi, (eds.), La disputa por la construccin democrtica en Amrica Latina, op. cit., p. 20.
Ver Guillermo ODonnell, Counterpoints. Selected Essays on Authoritarianism and Democracy, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 1999.
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demuestra que el modelo liberal-democrtico no slo opera en ausencia de solucin a los problemas de la nacin y del Estado (al simplemente presuponerlos como dados), sino que asume que la ciudadana poltica es un desarrollo de los derechos civiles (que se toman como dados al presuponer al ciudadano como ente racional y libre) y que el tema de las condiciones sociales y polticas generales en las que la democracia puede funcionar no forman parte del campo de atencin de la teora. En efecto, seala ODonnell, [...] la igualdad de la democracia poltica ignora los clivajes sociales, incluyendo sus desigualdades.78 Para trascender esta forma de entender la democracia, dice ODonnell, es necesario introducir en el anlisis de la democracia el estudio diferenciado del Estado, de la nacin, del rgimen poltico y del gobierno, especialmente de la democraticidad del Estado, vale decir, el grado en que los componentes del Estado (aparato burocrtico, sistema legal y discurso y prcticas de construccin de identidad colectiva nacional) en verdad promueven el estatus de la ciudadana.
Partiendo de esta perspectiva, ODonnell propone que slo una ciudadana integral (es decir, el acceso pleno a los derechos civiles, polticos y sociales) puede garantizar la existencia de una verdadera democracia. Mientras el acceso o disfrute de los derechos sea parcial o no exista para sectores amplios de la poblacin, la democracia electoral ser precaria y manipulable. Estas ideas, completamente compartibles, fueron ya defendidas desde aos atrs, primero en Brasil y luego en casi toda Amrica Latina.79 Sin embargo, esta propuesta no deja de ser normativa, un deber ser que no se ancla en una teora diferente de la democracia. Para ello habra que retomar elementos de la teora republicana de la ciudadana en sus vertientes participativa y sociedad civilista. Una ciudadana integral slo puede entenderse como un proceso de construccin que implica una accin social desde abajo y una capacidad
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Ver Evelina Dagnino, Cultura, cidadana e democracia: a transformacao dos discursos e prticas na esquerda latinoamericana, en Sonia lvarez, Evelina Dagnino y Arturo Escobar (eds.), Cultura e politica nos movimentos socias latinoamericanos, Novas Leituras, ufmg, Belo Horizonte, 2000; Evelina Dagnino, Meanings of Citizenship in Latin America, op. cit.; Alberto J. Olvera, La construccin de ciudadana en Mxico en los albores del siglo xxi, en Este Pas, Mxico, agosto de 2000.
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de articulacin y respuesta desde arriba, y por tanto como un proceso de democratizacin de la democracia. Desde el punto de vista emprico, este proceso podra visualizarse as:
[] los derechos polticos de la democracia [] deberan ser usados para conquistar otros derechos. Eso fue lo que los movimientos feministas y de otras minoras han hecho en el Noroeste: usar los derechos polticos como base para luchar por derechos civiles y sociales. Esta estrategia no ha sido en absoluto lineal [...] Ms bien, ha consistido en un largo movimiento de idas y vueltas, desde y hacia los derechos polticos, los sociales y civiles. Esta es una dialctica de empowerment en una esfera de derechos empujando conquistas en otras.80
cas a las democracias realmente existentes, incluidas las latinoamericanas, y de aqu surgen tambin nuevas formas de pensar la agencia en la lucha por la democracia, la estructura o diseo de un rgimen democrtico y el tipo de derechos y de ciudadana necesarios a un proyecto democrtico que no slo pide el cumplimiento cabal de las promesas del Estado democrtico de derecho, como lo hace el Informe, sino que plantea cambios radicales en la forma de pensar y ejercer la poltica, esto es, el poder, la representacin y la participacin de la sociedad.81
Para poder teorizar estas prcticas es necesario abordar otra serie de debates sobre la democracia que se sitan en otro plano, a la vez normativo y descriptivo, de la construccin democrtica. Nos referimos a [] las teoras contemporneas de la
democracia participativa, de la democracia deliberativa, de la sociedad civil y de los movimientos sociales. Desde este campo emergen desde hace aos una serie de crti-
Ciertamente las recientes teoras de la democracia participativa, de la sociedad civil y del espacio pblico no han logrado construir una propuesta terica integral de la ciudadana, pero han avanzado un trecho importante en trminos de una ciudadana activa que no slo espera que el Estado por fin respete e implemente los derechos universales de ciudadana, sino que lucha por ellos, coopera con el Estado, se enfrenta polticamente con l, hace valer sus argumentos en el espacio pblico y busca construir alianzas con la sociedad poltica en la promocin de un proyecto democrticoparticipativo. Esta visin de la ciudada-
81 80
Guillermo ODonnell, et al., La democracia en Amrica Latina, op. cit, pp. 57-58.
Evelina Dagnino, Alberto J. Olvera y Aldo Panfichi (eds.), La disputa por la construccin democrtica en Amrica Latina, op. cit., p. 23.
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na como proceso de construccin es completamente opuesta a la neoliberal que campea dominante en nuestro pas y que la limita a un ejercicio pasivo de
derechos, cuyo alcance depende del Estado, y en la que slo el ejercicio del voto permite percibir la existencia episdica del ciudadano.
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Sobre el autor
El doctor Alberto J. Olvera Rivera se desempea actualmente como investigador del Instituto de Investigaciones Histrico-Sociales de la Universidad Veracruzana, del cual fue director de 2002 a 2006. Licenciado en Economa por la Universidad Veracruzana, maestro y doctor en Sociologa por la Graduate Faculty of Political and Social Science of the New School for Social Research de Nueva York. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II, y ha dirigido diversas investigaciones, entre las que destacan Programa de investigacin comparativa y de formacin sobre la sociedad civil y los espacios pblicos en Amrica Latina, auspiciada por la Fundacin Ford (2001-2003), y La sociedad civil en Amrica Latina: los desafos conceptuales y prcticos de un proyecto de democratizacin de la vida pblica, financiada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (2003-2006). Ha colaborado como articulista en diversos medios impresos, locales y nacionales, entre ellos Diario de Xalapa, La Jornada, Este Pas y Nexos. Fue miembro de la coordinacin nacional de la organizacin Alianza Cvica entre 1996 y 2000.
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Ciudadana y democracia se termin de imprimir en la Ciudad de Mxico en el mes de mayo de 2008. La edicin consta de 5,000 ejemplares y estuvo al cuidado de la
Direccin Ejecutiva de Capacitacin Electoral y Educacin Cvica del Instituto Federal Electoral