Mahfuz, Naguib - Miramar

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NAGIB MAHFUZ
Miramar

Naguib Mahfuz

Miramar
Traduccin y prlogo de Isabel Hervsjvega

Libros Tauro

Ttulo de la edicin original: Mirmhr Traduccin del rabe: Isabel Hervs Jvega, cedida por Ediciones Destino, S. A. Diseo: Winfried Batirle Fotografas de YA sobrecubierta: Corbis

NDICE
Mahfuz, el inagister del alma rota de Egipto,

por Isabel Hervs 7 mer Wagdi Hosni Alam 93 Mansur Bahi '39 Sarhn Albuheiri 95 mer Wagdi
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Prlogo

Mahfuz, el magister del alma rota de Egipto El Egipto de 1967, ao en el que se publica Miramar, es un pas convulso, agotado, empobrecido, pero sobre todo, desilusionado. Demasiadas guerras perdidas, demasiadas revoluciones frustradas y frustrantes, demasiadas reformas econmicas y demasiadas promesas de cambios polticos que se haban ido quedando -unas y otros- en la cuneta de los olvidos... Pero an no haba llegado lo peor: el gran desastre militar y emocional que para el conjunto del mundo rabe supuso la derrota frente a Israel en la guerra de los Seis Das. Realmente, Egipto -y por extensin, los rabes- llevaban, llevan, demasiado tiempo sufriendo decepcin tras decepcin, fueran stas a manos de los poderes extranjeros, de los autctonos, o de ambos en flagrante y sibilina connivencia. Se podra trazar una lnea histrica a partir del momento en el que Napolen Bonaparte llega al pas del Nilo en 1798, cuando Egipto -como cualquiera de las naciones actuales de dicha zona del mundo- no es ms que uno de los territorios del inmenso e indiscriminado Imperio turco-otomano que siestea adormecido desde mediados del siglo xvi. No dur mucho Bonaparte por aquellos pagos, porque en 1801 desembarcan tropas anglo-turcas en Alejandra para recuperar el poder terico los segundos y para hacerse con un prolongado dominio enmascarado los primeros, ya que, de hecho, los britnicos no dejaran el pas de manera efectiva hasta ms de

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siglo y medio ms tarde. En cualquier caso, son estos primeros contactos con el mundo occidental lo que hace que los egipcios empiecen a tomar conciencia de su otroridad como nacin y como pueblo frente a la lejana autoridad otomana, que nada hace por ellos excepto esquilmarlos de sus disminuidas riquezas. As, ya desde comienzos del xix crece entre el empobrecido campesinado un sentimiento nacionalista guiado por el lema de Egipto para los egipcios, aunque no seran ellos los que tomaran la iniciativa en la revuelta ms seria de este siglo -la revolucin urab, en 188o-, sino la clase media urbana, principalmente compuesta por intelectuales y militares. Finalmente, el levantamiento popular fue atajado de la forma ms expeditiva por el jedive Muhammad Taufiq: lanz un llamamiento de ayuda al siempre servicial Imperio britnico, que bombardea Alejandra en 1882, derrota al ejrcito egipcio y ocupa el territorio ininterrumpidamente hasta 1954. Inglaterra establece en primer lugar una encubierta forma de dominio -llamada por ellos mismos valed protectorate- que interfiere y controla cada vez ms los asuntos internos, tanto polticos como econmicos y financieros a travs de explotaciones comerciales de los productos egipcios, de la banca, etctera. Es en estos aos cuando se fundan los primeros partidos polticos, el Partido Nacionalista y el Partido del Pueblo. Ambos tienen por objetivo el logro de un sistema constitucional y una asamblea por un lado, y por el otro expulsar a los ingleses del territorio nacional. Pero nada consiguieron, es ms, en 1915 -en el fragor de la Primera Guerra Mundial- Inglaterra declara abiertamente a Egipto como Protectorado britnico para asegurarse el control del territorio y de las materias primas egipcias, sobre todo el algodn. Pasada la conflagracin, aparece en escena una nueva fuerza poltica que con el tiempo se

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transformara en partido: el Wafd, trmino que en rabe significa delegacin, pues de eso mismo se trataba, de una comisin de tres hombres encabezados por su lder, Saad Zaglul, que el 13 de noviembre de 1918 se presentan ante el Alto Comisario Britnico y le piden poder asistir a la Conferencia de Paz de Pars para exponer all sus demandas de independencia. No slo se les niega el permiso, sino que los tres fueron deportados a Malta, lo que provoca en 1919 el estallido de una de las revueltas ms significativas y trascendentales del Egipto contemporneo. Finalmente los lderes del Wafd son repatriados y consiguen ir a Pars, pero all nadie los escucha, de manera que a su regreso a Egipto el Wafd se constituye en un partido poltico cuya misin principal es conseguir la independencia, que ingleses y Wafd negocian durante aos sin resultado. Por ello, en 1922 los britnicos, hartos, emiten una declaracin unilateral de seudoindependencia al tiempo que instituyen la monarqua -favorable a sus propios intereses, por supuesto- en la figura del jedive Fuad, al que mediante la Constitucin que ellos mismos redactan se le otorgan poderes casi omnmodos en el ejercicio del gobierno. Semejante desenlace no es en absoluto lo que el Wafd espera y desea, por lo que el escenario poltico del pas contina siendo an inestable y precario, en vista de lo cual en 1936 Inglaterra renegocia con el Wafd la independencia y, esta vez ya s, ambas partes firman un tratado. En cualquier caso, sigue sin ser lo que el Wafd ambiciona-la independencia total-, pues las tropas britnicas continan establecidas en zonas geoestratgicas egipcias, especialmente la del canal de Suez. La Segunda Guerra Mundial no hace sino aumentar el descontento egipcio debido a la sensacin generalizada de explotacin e injusticia por parte de los dominadores extranjeros. La situacin se hace insostenible, y

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en 1951 un gobierno wafdista abroga unilateralmente el tratado de 1936 y declara la independencia definitiva de Egipto, aunque el ltimo soldado ingls no abandonara el territorio nacional hasta 1954. Sin embargo, esta osada accin del Wafd lleg demasiado tarde con respecto a lo que eran las expectativas de cambio econmico, poltico y social de las clases ms desfavorecidas, las mismas que siglo y medio antes haban empezado a despertar del letargo al que el dominio turco las haba acostumbrado, aqullas que haban comenzado a reclamar Egipto para los egipcios. Para estas masas populares la reestructuracin de un Estado obsoleto e intil, por un lado, y las reformas econmicas y la redistribucin de las riquezas del pas, por el otro, eran inseparables de las demandas que los partidos burgueses hacan de independencia nacional. A lo largo de todo el siglo xix y el xx haban contado con destacados pensadores reformistas y hasta revolucionarios (por ejemplo, en 1928 se fund el partido de los Hermanos Musulmanes), pero no fue hasta la llegada de Gamal Abdelnsser al poder en 1954 cuando las reclamaciones histricas de las masas desfavorecidas comenzaron a ser tenidas en cuenta: Nser implant un Estado de corte socialista, nacionaliz los recursos del pas, en 1960 emprendi la reforma agraria, nacionaliz la banca extranjera y egipcia, etctera. Al mismo tiempo, el dirigente egipcio se erige en el mximo adalid de los intereses nacionalistas no ya egipcios, sino de los del mundo rabe en su conjunto, y as toma una serie de decisiones que lo llevan a enemistarse no ya con la potencia extranjera por antonomasia, EEUU -que por aquella poca era, junto con la URSS, la que mantena el dominio econmico y geopoltico en esta estratgica zona petrolfera-, sino con las autoridades de los

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restantes y colindantes pases rabes, que empiezan a ver en este extraordinario personaje un ejemplo disoluto para sus oprimidos pueblos: stos lo adoran por sus abiertos enfrentamientos a los designios e intereses de las potencias occidentales, representadas en Oriente Medio, segn el sentir popular, por Israel. Pero Nser no deja de ser un personaje lleno de claroscuros, y para los propios egipcios aqulla supuso una poca de represin poltica -disolvi todos los partidos-, censura ideolgica y corrupcin institucional. Y todo ello queda reflejado como trasfondo de la trama argumental de la novela que nos ocupa, Miramar, magnfico muestrario de distintos representantes de las diversas capas sociales del Egipto naserista, plasmados en un periodo de no ms de tres meses, pero con toda la historia reciente de Egipto a cuestas, lo que -entremezclado con sus circunstancias y vivencias particulares- otorga una profunda dimensin social y psicolgica a los siete caracteres principales que deambulan por el relato. Y es que Naguib Mahfuz es un experto en el arte de componer ficciones de mundos posibles, en definitiva, un magister, no slo para el entorno literario arabfono, sino para la literatura universal en general. Pero si en occidente queremos vislumbrar la grandiosa magnitud de Mahfuz como fabulador y narrador, es necesario conocer cul fue el puerto desde el que inici su viaje literario. El gnero narrativo exista, evidentemente, en las letras rabes, pero no as la novela tal y como se la conoce aqu desde el Renacimiento: sta es una forma literaria importada de Europa que lleg al mundo rabe a travs de aquellos contactos iniciales en Egipto con franceses e ingleses, que vieron traducidos -o quizs sera ms correcto decir adaptados libremente- sus principales relatos novelsticos junto con los de los grandes autores ru-

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sos del realismo decimonnico. De esta manera los lectores rabes empezaron a desarrollar el gusto por este nuevo gnero, que abra ante ellos la posibilidad de vivir a travs de l sus afectos y desafectos en ese nuevo tipo de sociedad que las potencias europeas haban trado consigo al tiempo que las acciones militares, las injerencias polticas y el expolio econmico. Pero an quedaba algo por resolver: la lengua. Porque no slo ocurre que la lengua rabe escrita est -an hoy da- en mayor o menor medida alejada de las distintas lenguas que se hablan en cada espacio geogrfico sino que, adems, las obras narrativas tradicionales se escriban en una prosa con una ampulosa y pesada rima interna, lo que las converta en textos de difcil y trabajosa lectura. sta fue la prosa que en aquellas libres adaptaciones se utiliz en el nacimiento de la novela rabe, pero poco a poco se fue limando y aligerando en un imparable proceso de modernizacin de la lengua escrita, en el que, por otra parte, tampoco fue desdeable el papel que desempe el nacimiento de la prensa a la manera occidental. En toda esta fascinante transformacin y renovacin de la lengua culta Egipto se mantuvo como punta de lanza para el mundo de las letras rabes, y all fueron a parar intelectuales exiliados de otras zonas del orbe arabfono, en especial libaneses y sirios. Y si bien Mahfuz no es el primer novelista de la historia de la literatura rabe que cuenta y narra historias de, para y por sus lectores egipcios -y rabes por extensin-, s se puede afirmar con rotundidad que es el primero que consigue y ofrece a su pblico una forma acabada y completa de novela, tanto por la lengua que utiliza como por los esquemas de gnero, personajes, temas, argumentos, y cualquier otro elemento que compone la esencia de una buena novela. Pero la grandeza del Nobel egipcio no se limita a poseer

un perfecto conocimiento de las maneras novelsticas, sino que adems sabe reconocer y recoger como pocos las inquietudes y preocupaciones de sus coetneos y compatriotas, con una intuicin fina y sutil para sintonizar con su entorno que slo los grandes maestros de las artes poseen. Esta capacidad narrativa y esta cualidad perceptiva son los aspectos fundamentales que lo hacen ser, sin duda alguna, uno de los genios de las letras universales. Si a todo lo dicho le sumamos que una de las caractersticas ms sealadas de Naguib Mahfuz como novelista ha sido su continuo prurito personal en el oficio de escritor -tanto en lo que se refiere a la investigacin de nuevas formas narrativas como a la introduccin en sus novelas de temas de preocupacin poltica contemporneos al momento en el que stos sucedan-, el retrato que nos queda es el de un loable -por lo arriesgado- e inconformista profesional, que no teme poner a prueba sus habilidades y prestigio literarios an a costa de causar incomprensin entre crtica y pblico, y hasta de recibir cierta desaprobacin por los resultados. Mahfuz es un escritor irrenunciablemente valiente, insobornable, lcido. Yla obra que nos ocupa, Miramar, es un ejemplo paradigmtico de todo ello. Con ella Mahfuz culmina una de sus etapas de investigacin literaria en la que indaga nuevos modos de narrar muy diferentes a los que ya lo haban catapultado al xito unos aos antes con la triloga (Entre dos palacios, Palacio del deseo y

La azucarera), su obra ms conocida y para muchos la mejor. Pero en los aos sesenta vara el escenario de los relatos -que transcurren fuera de su amado El Cairo-, el tipo de personajes, las tramas, el tratamiento temporal de los hechos... En Miramar encontramos reunidas todas estas caractersticas, y as el espacio se sita en Ale-

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jandra, o el argumento es en apariencia un asesinato, aunque en realidad la trama se centra en el devenir de los acontecimientos previos al crimen y no en su resolucin, a diferencia de la clsica novela negra. Pero en donde verdaderamente radica la genialidad de esta obra es en el tratamiento temporal y en la forma narrativa que utiliza para ello: en Miramar se nos cuentan los mismos hechos una y otra vez mediante la voz y la perspectiva de cada uno de los protagonistas con captulo propio, a saber, mer Wagdi, Hosni Alam, Mansur Bahi y Sarhn Albuheiri. Ello hace que el tempo narrativo sea lento, pesado, obsesivo (sensacin que se ve reforzada por el hecho de que la mayor parte de la novela transcurre en el espacio cerrado y esttico de la pensin Miramar) , pero de la misma manera tambin le provoca al lector una extraa fascinacin contemplar la multiplicidad de visiones que se abren ante sus ojos. Por otra parte -e insertados en dichos captulos- Mahfuz nos muestra el pasado de cada uno de los protagonistas en forma de sbitos fogonazos retrospectivos en primera persona, que nos hacen sentir vividamente sus retazos de memoria personal y colectiva, de manera que a la multiplicidad caleidoscpica antes mencionada se le aade un nuevo nivel de complejidad temporal que enriquece infinitamente la psicologa de los personajes, y por ende, el relato en s. Cierto es que el tratamiento del tiempo -o quizs ms apropiado sera hablar de los tiempos- es uno de los grandes hallazgos de esta novela, pero lo que resulta indudablemente sobresaliente son los personajes protagonistas, los cuatro antes nombrados ms otros tres sin captulo propio (Mariana, Tolba Marsuq y Sohra Salama); y no slo lo son por la eleccin de Mahfuz de los prototipos que representan, sino por la perspicaz finura

y la profunda coherencia de la semblanza con que los dibuja. Mariana es la duea de la pensin Miramar -de donde la novela toma su nombre-, una mujer ya mayor en la decadencia fsica y social de su otrora vida acomodada, pero que, pese a todo, mantiene el espritu -un tanto mezquino y chismoso- y las formas de gran seora que era. Mariana pertenece a la comunidad griega, aqulla que desde los tiempos de Alejandro Magno fundara la ciudad de Alejandra, as que es cristiana y extranjera en el sentido que estas comunidades del Mediterrneo oriental tienen, es decir, que, aunque lleven siglos naciendo, viviendo y muriendo en un pas determinado, no lo sienten como la patria de origen, ni siquiera su lengua nativa es la del lugar que habitan: esto es lo que sucede con los armenios en Oriente Medio, o antao con los sefardes repartidos por Turqua y Grecia. Mahfuz no nos disfraza a Mariana, que es, a pesar de sus defectos -o quizs por ellos-, un personaje ciertamente entraable con toda su compleja y contradictoria humanidad. Esta misma paradjica ternura es la que nos provoca Tolba Marsuq, egosta e interesado como ella y de su misma edad, es decir, tambin en el ocaso de su vida. Tolba es de la clase social que antes de la llegada de Nser tena el poder poltico y econmico, una casta -la circasiana- cuyo linaje se remonta a los tiempos medievales en los que los gobernantes turcos utilizaban a esclavos centroeuropeos y eslavos como escolta o guardia personal de palacio. De los jedives otomanos se fueron ganando tierras y prebendas, por lo que con el tiempo estos esclavos manumitidos se convirtieron en los grandes terratenientes de las orillas del Nilo. Nser los despoj no slo de sus riquezas materiales, sino tambin y lo que es ms importante, de su voz poltica y de su or-

gilo de clase, de manera que Tolba se encuentra con Mariana, su antigua amante, en la decrepitud de su vida fsica y social, como a ella misma le ocurre. El contrapunto lo pone la ltima de los protagonistas sin captulo propio, Sohra Salama, la criada de origen campesino que trabaja en la pensin Miramar, y que a diferencia de los dos anteriores, es joven, bella, ntegra, leal. Sohra est en las antpodas de Mariana y Tolba en todos los sentidos, es un personaje que, pese a las dificultades y carencias de sus circunstancias personales y sociales -pobre, analfabeta, mujer-, lucha con todas sus fuerzas por superarlas y por superarse, y tiene toda la vida por delante para conseguirlo. Sohra es una persona hermosa, por dentro y por fuera, digna de toda nuestra simpata, e incluso, empatia. El primero de los protagonistas con captulo propio, Amer Wagdi, es un anciano de unos ochenta aos de edad que llega a Miramar para terminar all sus das. Periodista conocido y respetado en la poca gloriosa de Wafd -la dcada de los aos veinte ms o menos-, se encuentra solo al final de la vida, sin familia, sin amigos, sin reconocimiento social por lo que fue y por lo que hizo. Pero se tiene a s mismo, sereno, tranquilo y con la conciencia en paz, y slo espera que la muerte le llegue de igual manera, porque es un hombre creyente -el nico en el universo de Miramar- que ha crecido en los principios morales y ticos de la fe, ha estudiado en Alazhar -la universidad islmica ms antigua y famosa de Egipto- y toda su existencia la ha vivido cumpliendo consigo mismo y con su compromiso poltico. Su historia personal no ha sido fcil: expulsado de Alazhar por no renunciar a un espritu crtico que le llevaba a cuestionar los rgidos principios impuestos por las autoridades de dicha universidad, pierde por esta misma razn -estigma so-

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cial en la poca- la posibilidad de contraer matrimonio con la mujer que ama. Ms tarde, su estilo periodstico y su formacin poltica e intelectual -en la novela se hace referencia a la cuestin lingstica arriba mencionadason desdeados por obsoletos en los nuevos tiempos que la era naserista trae consigo. Pero, en cualquier caso, todo ello no impide que Amer Wagdi sea un hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra, y es, junto con Sohra, el referente moral del texto. Caso diametralmente opuesto es el del siguiente protagonista, Hosni Alam. Hosni es un joven perteneciente a la misma clase y casta social que Tolba Marsuq, y no hace sino conducirse como un niato irresponsable, descredo, cnico, egosta y desconsiderado. Quizs -as se deja entrever en los fogonazos retrospectivos de su captulo- este comportamiento sea consecuencia de una infancia hurfana, infeliz y desequilibrada entre el mimo excesivo de su ta y la exagerada dureza de su to y de su hermano mayor. Libre de todos ellos en el momento del relato -aunque con el fardo de la humillacin por el rechazo de su prima Mervat, a la que haba propuesto matrimonio-, se traslada a Alejandra con la excusa de montar algn negocio, que acaba siendo el de un burdel enmascarado de sala de fiestas... Como es habitual en l, Mahfuz nos regala de esta manera una de sus sutiles e irnicas metforas en la que se adivina qu opinin le merecen los miembros de esta clase social antao poderosa: no sirven ms que para ser dueos de un prostbulo. El tercer captulo lo ocupa Mansur Bahi, un personaje complejsimo y muy sugerente; un carcter solitario, introvertido y dbil aunque, en cualquier caso, bueno y decente. Mansur es locutor en Radio Alejandra, y proviene de la clase media urbana intelectual a la que Nser

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oprimi, censur y persigui no por sus posesiones -que no las tena-, sino por sus ideas polticas. En el caso de Mansur, ste se ve obligado por su hermano -comisario de polica- a abandonar sus actividades en el seno del Partido Comunista, a renunciar a sus camaradas e irse de El Cairo, foco nacional de los diversos movimientos disidentes al rgimen. Su sentimiento de fracaso y de culpa por haber abandonado a sus amigos se intensifica cuando son apresados, pero este mismo hecho provoca el reencuentro con su primer y nico amor, Doreya, con la que revive aquella pasada relacin amorosa. El problema es que Doreya no es libre: es la esposa de Fausi, mentor y amigo de Mansur, de forma que el sentimiento de culpa no hace sino aumentar. Toda esta enfermiza sobrecarga emocional estalla finalmente contra el cuarto protagonista, Sarhn Albuheiri, que no ostenta ms mrito que el de tener una personalidad absolutamente opuesta a la de Mansur. Porque la fascinante complejidad de Mansur radica en que, a pesar de ser una buena persona, tiene una vena de desequilibrio y locura que es la que mueve su existencia y le hace tomar decisiones destructoras para consigo mismo y su propia felicidad; es como si tan slo se sintiera vivo cuando lucha contra un imposible o cuando odia a alguien. Realmente, las pginas ms intensas y sobrecogedoras de la novela son las suyas, y con l Mahfuz nos hace vibrar como con ningn otro personaje del texto. Y por ltimo Sarhn, Sarhn Albuheiri. l es el tpico representante de la clase social a la que la revolucin naserista claramente ha beneficiado: de origen humilde y campesino, ha logrado estudiar en la universidad y eso le ha posibilitado salir de su entorno rural y aspirar a un bienestar para l y para su familia que con el orden social anterior probablemente le habra resultado harto difcil

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conseguir. ste es el motor de su existencia, medrar en el complicado mundo en el que le ha tocado vivir, bien sea con un matrimonio de conveniencia, mediante el robo en la empresa estatal en la que trabaja, o participando activamente en cualquiera de los rganos de poder del partido o del sindicato. Sin embargo, y en contra de lo que la crtica especializada afirma sobre este personaje, Sarhn no es el malo, o no lo es al menos a la manera cnica, egosta y desconsiderada de Tolba y Hosni. l es extrovertido y comunicativo, adems de primario y sensual; le encanta disfrutar de los placeres de la vida, pero no por ello deja de saber lo que es el bien y el mal, y su interior se debate por un lado entre escuchar los dictados de su corazn y de su conciencia, o por el contrario perseverar en lo que ha sido su propsito vital, es decir, mantenerse a flote y navegar lo mejor posible en el turbulento mar de la existencia. Yes que la vida no es fcil, ni en Miramarni aqu, ni a finales de los sesenta ni en los albores del siglo xxi. A todos nos suceden cosas, alegres o desgraciadas, y evidentemente sa no es la cuestin, ni para nosotros ni para los personajes de Mahfuz. Lo que en verdad importa es que los que nos acompaan en el transcurrir de la vida lo hagan de corazn, no por circunstancias aleatorias, o de una manera superficial. Esto es lo que les ocurre a los protagonistas de nuestra novela: algunos estn desclasados o en vas de estarlo, otros estn desahuciados, incluso hay uno que enloquece ante nuestros propios ojos; ninguno cuenta con amigos verdaderos, y todos, todos sin excepcin, carecen de familia, ya sea de manera real o en el sentido de amparo y abrigo frente a los avatares de la existencia. Todos ellos -Mariana, Tolba, Sohra, mer, Hosni, Mansur, Sarhn- estn profundamente solos, porque se es el mensaje de Mahfuz, se es el ethos de la novela: la soledad, la honda y terrible so-

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ledad que se puede llegar a sentir en medio de la ms estrecha e intensa de las convivencias. Y es que los grandes genios de las artes intuyen, saben conectar y conectarse con los temas universales de la humanidad, independientemente de su origen, poca o circunstancias histricas o personales. Naguib Mahfuz es uno de ellos. Gracias, magister.
ISABEL HERVSJVEGA

es una arabista largamente involucrada con el mundo rabe. Ha traducido varias obras de Naguib Mahfuz -El caf de Qshtumar, Amor bajo la lluvia, Miramar-, y ha formado en diversos cursos de traduccin en la Universidad de Sevilla a futuros profesionales, de donde prximamente saldr un libro de relatos cortos -recopilacin de nuevos narradores sirios- supervisada por ella misma y por Ingrid Bejarano Escanilla.
ISABEL HERVSJVEGA

Amer Wagdi

Por fin, Alejandra. Alejandra, gota de roco, erupcin de blancas nubes, diana de los rayos del sol que el agua del cielo ha limpiado... Corazn de los recuerdos impregnados de miel y lgrimas. El enorme edificio te observa como si fuera una vetusta efigie, profundamente arraigada en la memoria, y aunque ya os habis visto antes, ella mira a la nada con indiferencia, sin reconocerte. El inmueble de desconchadas paredes que se agrietan lentamente por la pertinaz humedad se halla tras el paraje donde las escopetas resuenan en la temporada de caza; all, expuesto al mar, es el dueo y seor de la lengua de tierra flanqueada de palmeras que va a morir al Mediterrneo. La fuerte brisa tonificante casi quiebra mi delgada y curva figura, ya no opone resistencia como antao. Mariana, mi querida Mariana, cmo deseo que ests en tu fortaleza legendaria; al menos, eso creo y espero, porque si no, no s qu ser de m. No rae queda mucho tiempo; el mundo ya se repite de una manera absurda para unos ojos -los mos- exhaustos y velados bajo las cejas blancas y ralas. Y aqu estoy. Finalmente vuelvo a ti, Alejandra. Apret el timbre del piso, en la cuarta planta. La mirilla se abri y tras ella asom el rostro de Mariana. Has cam-

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biado mucho, querida ma. No me ha reconocido en el oscuro descansillo. La tez extremadamente blanca y el cabello dorado resplandecan por la luz que entraba desde una ventana interior. -Pensin Miramar? -S, efendi. -Me gustara coger una habitacin. Descorri el cerrojo de la puerta. Me recibieron la figura de bronce de la Virgen y tambin un olor en cierto modo aorado. Nos quedamos all, frente a frente, mirndonos. Alta -aunque con la espalda encorvada-, delgada y de buena salud. Pese a que la belleza no te ha abandonado por completo, lo cierto es que, querida ma, tienes sesenta y cinco aos, el pelo innegablemente teido, las manos venosas y arrugas en las comisuras de la boca que delatan la vejez y decrepitud... Pero es que ya no te acuerdas de m? Al principio me observ con un brillo mercantil en la mirada, luego fij la vista y finalmente los azules ojos parpadearon. Ya me recuerdas, ya recupero mi existencia perdida. -Dios mo! Usted! -Madame! Nos dimos cariosamente la mano. La emocin la dominaba y se rea estentreamente, como slo las mujeres de Anfushi saben hacerlo. Se sacudi la formalidad de un solo golpe. -Qu sorpresa tan maravillosa! Amer bey, usts1 Amer, Dios mo... Dios santo... Nos sentamos en el sof de bano que haba bajo la
i. Tratamiento de respeto que se le otorga a las personas que se considera que estn en un nivel superior por conocimientos, ya sean vitales, intelectuales, o ambos a la vez. (N. de la T.)

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estatuilla de la Virgen, de manera que nuestras fantasmales figuras se reflejaban en las vitrinas de la librera. Mir a mi alrededor y dije: -El vestbulo de la pensin no ha cambiado nada. Ella protest mientras sealaba orgullosamente con el dedo: -En absoluto, lo he redecorado varias veces; mire, mire, la araa es nueva, el biombo tambin, y la radio... -Qu feliz me siento, Mariana, doy gracias a Dios de que usted est bien... -Y usted tambin, monsieur mer, toquemos madera... -Bueno, tengo algunos achaques, ya sabe, el estmago y esas cosas, pero en cualquier caso, no me puedo quejar... -Y cmo es que viene usted a Alejandra en temporada baja, pasado ya el veraneo? Respond: -No slo he venido ahora, sino que es para quedarme definitivamente... Cundo fue que nos vimos por ltima vez? -Pues no nos... Ha dicho definitivamente? -S, querida... Me parece que la ltima vez que la vi fue hace unos veinte aos... -Yha desaparecido todo este tiempo! -El trabajo, las preocupaciones... -Apuesto a que ha estado en Alejandra montones de veces en todos estos aos... -A veces, pero la presin del trabajo era intensa, ya sabe lo que es el periodismo. -Y tambin s cmo se escabullen los hombres... -Mariana, querida ma, usted, usted es Alejandra. -Por supuesto, se ha casado... -No, no, nunca.

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Y pregunt rindose a carcajadas: -Entonces, para cundo ser? Contest con cierta pena y dolor: -No me he casado, no he tenido hijos, ya estoy jubilado... Esto se ha acabado, Mariana... Me anim con un movimiento de la mano y continu: -Entonces Alejandra, mi lugar de origen, me llam, y puesto que ya no tengo aqu ningn pariente, he venido a la nica amiga que me quedaba en el mundo. -Es bueno que la gente encuentre a alguien con quien compartir la soledad. -Recuerda los viejos tiempos? Asinti con voz lgubre: -Se han ido llevndose todo lo bueno de la vida... Y aadi en algo parecido a un gemido: -Pero tenemos que vivir... Cuando lleg el momento de las cuentas y del regateo me dijo que no tena ms ingresos que la pensin, y que por ello admita huspedes en la poca de invierno, incluso si eran los engorrosos estudiantes, para lo que haba tenido que recurrir a corredores de pisos y a camareros de hoteles, y entonaba aquel lamento con nostalgia de reina destronada. Nos pusimos de acuerdo en un precio razonable -que inclua desayuno- durante el ao y otro para la poca de veraneo, de manera que yo no me tendra que trasladar en temporada alta y Mariana tampoco perdera dinero conmigo. En cualquier caso, qued bien claro que madame saba desembarazarse de los recuerdos entraables del pasado llegado el caso de incrementar sus beneficios comerciales. Finalmente, me eligi la habitacin nmero 6, que no daba al mar, para evitarme el fro y la humedad del invierno.

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Me pregunt entonces por las maletas y respond que estaban en la consigna de la estacin. Exclam rindose: -No estaba usted seguro de que yo siguiera viva! Y continu entusiasmada: -Un husped permanente...! Ante lo cual me mir la mano, que me record las de las momias en el Museo Nacional de Egipto.

Mi habitacin en absoluto desmereca las que se asomaban al mar. Tena todo lo necesario, incluidos unos cmodos sillones que daban la impresin de ser antiguos. Poda guardar mis libros en los bales, excepto los pocos que en cada momento estuviera consultando o releyendo, que los poda poner en la mesita auxiliar o sobre la cmoda. El nico defecto que el cuarto tena era que el ambiente pareca ser el de una puesta de sol eterna: la ventana daba a un gran patio de luces que, debido a la escalera de servicio, estaba muy frecuentado, con gatos que trepaban arriba y abajo y criados que se reunan all en sus momentos de esparcimiento. Di una vuelta por las habitaciones vacas, la rosa, la violeta, la celeste... Yo haba pasado por todas ellas en las temporadas de verano de antao, y a pesar de que haban desaparecido los espejos antiguos, las opulentas alfombras, las lmparas de plata y las araas de cristal, una desvada apariencia aristocrtica resista sujeta a las paredes empapeladas y a los altos techos adornados con frescos de angelotes. Not por primera vez la dentadura postiza de Mariana cuando, con un suspiro, se lament: -Ah, sta era una pensin de alta categora! Le dije para consolarla:

3o -Slo Dios es eterno... Pero insisti mientras torca el gesto: -La mayora de los huspedes de invierno son estudiantes, y en verano tambin tengo que aceptar a cualquiera sin excepcin...

-mer bey, sea usted mi intercesor ante Su Excelencia, el baj Saad Zaglul. De manera que le dije al baj: -Excelencia, no es que sea un hombre extraordinario, pero ha perdido a un hijo en la lucha, y merece ese puesto. Accedi a mi propuesta, Dios lo tenga en su gloria. Yo le gustaba y segua mis artculos con autntico inters. Una vez me dijo: -Egues como un guey paga el pueblo. Y es que, Dios lo bendiga, tena frenillo, y donde haba una r pronunciaba g. Algunos viejos compaeros del Partido Nacional lo oyeron, y cada vez que me vean gritaban encantados: Buenas, guey del pueblo!. Pese a todo, eran das de gloria, de lucha y de herosmo.

Yes que Amer Wagdi era una persona importante: para sus amigos lo era por los favores que les poda conseguir; para sus enemigos, por el miedo que les infunda. En la habitacin recuerdo, leo o me entrego al sueo; el vestbulo es el lugar de las charlas con Mariana junto a la radio, y si quiero hacer algo distinto, en los bajos del edificio est el caf Miramar. Es bastante improbable que vea a alguien que yo conozca o que me reconociera, incluso en el Triann. Han partido los amigos, aque-

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lia poca pas. Realmente s cmo eres, Alejandra invernal. Vacas tus plazas y tus calles al atardecer y en ellas juguetean el viento, la lluvia y la melancola mientras tus salones se pueblan de conversaciones y confidencias.

Aquel anciano que oculta su cuerpo embalsamado bajo una tnica negra de los tiempos de No... Y dijo aqul que unos tiempos cnicos haban designado como redactor jefe: -Mire, los das de la retrica ya han pasado... No podra escribir pensando, por ejemplo, en que lo van a leer los pasajeros de un avin ? Los pasajeros de un avin! Sers estpido, fantoche seboso...! La escritura se ha creado para personas inteligentes y sensibles, no para chalados bullangueros, asiduos de bares y cabars! Pero nos han sentenciado -cadena perpetua!- a estar en compaa de colegas imberbes que simplemente infieren la profesin por generacin espontnea, sos mismos que toman a saco el periodismo y se dedican a hacer juegos malabares con el

oficio.

Me sent en el silln envuelto en mi bata en tanto que Mariana se acomodaba en el sof de bano bajo la estatua de la Virgen. En la radio, sintonizada en la emisora extranjera, sonaba msica de baile. Habra preferido escuchar otro tipo de melodas, pero no quise disgustarla: tena los ojos cerrados, soando, y mova rtmicamente la cabeza como en otros tiempos. -Hemos sido -y por siempre seremos- amigos, querida ma. -Siempre, siempre.

-Ni siquiera hemos hecho nunca el amor! Se ri con ganas y dijo: -No lo niegue, a usted le gustaban las egipcias... -Bueno, tan slo hubo una que no lo era, as, como de pasada, se acuerda? Volvi a rerse y contest: -Claro que s, se present con aquella extranjera y yo le obligu a registrarse como mer Wagdi y seora. -Haba otra razn que me impeda acercarme a usted, y es que era una belleza esplendorosa acaparada por la alta sociedad... Su rostro se ilumin con el brillo de la dicha total. Mariana, es muy importante para m que vivas ms que yo, aunque fuera slo un da, para que no me viese obligado a buscar un nuevo refugio. Mariana, eres un testigo vivo de que el pasado no es una ilusin, desde la poca del Maestro hasta hoy.

-Buenas tardes, usts. Me mir con disgusto; siempre que me vea le ocurra lo mismo. Prosegu: -Ha llegado el momento de que me jubile. Casi sin poder ocultar su alegra me respondi: -Vaya, lo siento, es una gran prdida... En fin, le deseo lo mejor. Eso fue todo. Se cerraba as una pgina de la historia, sin discursos de despedida, sin homenaje alguno, ni tan siquiera una columna en estos tiempos de pasajeros y aviones. So cobardes, so maricones, es que para vosotros los seres humanos no tienen dignidad si no son jugadores de ftbol?

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La miraba, all, sentada bajo la estatua de la Virgen, y no pude evitar decirle: -Ni siquiera Elena de Troya era tan bella como usted! Rindose me contest: -Antes de que llegara sola sentarme a solas, no esperaba que nadie viniera, yo sola y mi eterno miedo a un ataque renal. -Dios no lo quiera, pero y su familia? Con un suspiro, respondi: -Todos se han ido, hombres y mujeres. Frunci su ya arrugada boca y sigui: -Y dice que adonde puedo ir...? Yo he nacido aqu, en mi vida he visitado Atenas; adems, las pensiones pequeas no se van a nacionalizar.

Lo que de verdad yo aprecio es la sinceridad de lo que se dice y la lealtad en el trabajo; que el amor, y no las normas, sea lo que rija las relaciones entre las gentes... Qupiquito de oro tenas, Saad! Bueno, Dios te hizo el favor de llevarte de este mundo... donde al menos dejaste un par de estatuas en tu honor.

-En cualquier caso, Egipto es su patria, y no hay lugar en el mundo comparable a Alejandra. Fuera el viento silbaba y la oscuridad iba cayendo furtivamente. Se levant y de la parte ms baja de la araa encendi tres bombillas que parecan un racimo de uvas. Volvi a su lugar mientras se quejaba: -Yo era una dama, una dama en todo el sentido de la palabra. -Y an lo es, querida.

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-Ah, pero sigue bebiendo usted como en sus buenos tiempos? -No, no, un solo vaso en la cena, adems, soy muy frugal con la comida, y se es el secreto de la buena salud que tengo a pesar de mi edad. -Ah, monsieur Amer, usted dice que no hay nada comparable con Alejandra, pero ya no es lo que era, ahora no hay ms que basura por todos los rincones. Le respond compasivo: -Querida ma, debera usted irse con los suyos. Pero me replic con dureza: -Somos nosotros, los griegos, los que fundamos y creamos Alejandra! -Mariana, querida, es que ya no bebe como en los buenos tiempos? -En absoluto, ni un solo vaso, tengo problemas renales. -Sera hermoso que nos colocaran uno al lado del otro en algn museo, pero tiene usted que prometerme que no morir antes. -Monsieur Amer, la revolucin del diecinueve1 mat a mi primer marido, y la del cincuenta y dos2 me ha despojado de mi dinero y de mi gente... Por qu, me puede usted decir por qu? -Mariana, gracias a Dios tiene lo necesario para vivir, nosotros somos su familia..., y cada da que amanece el planeta es testigo de acontecimientos como los que le ocurrieron a usted.
1. Revuelta popular contra el poder britnico establecido en Egipto y liderada por el Wafd, cuya cabeza visible era Saad Zaglul. (N. de la T.) 2. Golpe de Estado del movimiento de los Oficiales Libres liderado por el controvertido y carismtico Gamal Abdelnser (Nser en occidente) que marc el principio del fin de la monarqua en Egipto -el rey Faruq sali del pas al ao siguiente- y del dominio britnico en la zona del canal de Suez, al tiempo que se iniciaban todo tipo de reformas internas de corte socialista. ( T V . de la T.)

35 -Qu asco de mundo! -Cambiamos esta emisora extranjera? -Excepto por los conciertos de Umm Kulzum, no hay ninguna otra que la supere. -Como desee, mi querida amiga. -Explqueme, por qu la gente se hace dao unos a otros? Por qu envejecemos? Yo me re, pero no dije nada. Paseo la mirada por aquellas paredes; sobre ellas est esculpida la historia de su duea. Haba un retrato del capitn en uniforme, el primer marido y quizs su primer y nico amor, muerto en la revolucin de 1919, con su espeso bigote y sombrero alto. En la pared de enfrente, sobre la librera, una foto de la anciana madre de Mariana, una maestra. Por detrs del biombo, aunque a la vista desde la misma habitacin, haba un retrato del segundo marido, el Rey del caviar y dueo del palacio Alibrahima; cierto da quebr y se suicid. -Desde cundo tiene la pensin? -Mejor sera decir desde cundo me vi obligada a tener la pensin... -y prosigui-: desde 19251. Aquel terrible y desgraciado ao...

-Aqu estoy yo, semicautivo en mi propia casa, mientras que al rey no paran de llegarle muestras de apoyo... -Eso no son ms que falsos rumores, Excelencia. - Yo pensaba que la revolucin del diecinueve haba purificado y fortalecido el espritu del pueblo. No se preocupe, Excelencia, la revolucin sigue viva... Le dejo mi artculo de maana para que usted lo pueda leer. 1. Ao en el que, tras el asesinato en atentado de un alto oficial britnico, Saad Zaglul se vio obligado a dimitir de su cargo de Primer Ministro. ( T V . de la T.)

Comenz a frotarse el cutis con un limn mientras insista: -Yo era toda una dama, monsieur mer, me encantaba la buena vida, las luces, la pompa y los oropeles, los vestidos caros y los salones de la alta sociedad... En cualquier reunin yo brillaba como el sol sobre el resto de los invitados... -S, lo vi con mis propios ojos. -No, no, usted no ha visto ms que a la duea de una pensin... -... que igualmente brillaba como el sol. -Yo slo admita a huspedes de buenas familias, pero eso no me consuela de mi ocaso... -Mariana, usted sigue siendo una gran seora. Mene la cabeza y pregunt: -Y los viejos amigos? Qu ha sido de ellos? -Pues lo que tena que ser, supongo. -Monsieur mer, por qu no se ha casado nunca? -Cuestin de mala suerte, no fuera a ser que tuviera hijos! -Ah, en mi caso mis dos maridos eran estriles... Puede ser que t fueses la estril..., qu lstima, dos viejos sin descendencia, cuando en realidad nuestras existencias no tienen sentido si no es para tenerla...

Aquella enorme casa que, con el tiempo, llegara a convertirse en un hotel. Los que no conocan la zona dejan Gaafar pensaban que era un palacete, con su viejo patio que se abra paso hacia Jan Aljalili... Est grabada a fuego en mi ser, aquella enorme casa y todo lo que la rodeaba, los viejos edificios, la aeja sala de cine... Una imagen imborrable del xtasis del primer amor desgarrado por la incomprensin... Aquel turbante, la canosa barba,

37 la dureza de los labios al pronunciar no; el ciego fanatismo que condena a muerte al amor; el amor, que ya haba descendido desde los cielos un milln de aos antes que ninguna de las religiones del mundo... -Seor, estoy aqu para pedirle la mano de su hija. Silencio y un par de tazas de caf que nadie bebe. Prosigo: -Soy periodista, mi situacin econmica es buena, y mi padre era el sheij 1 de la mezquita de Sidi Abialabbs Almorsi. Dios lo tenga en su gloria, un piadoso creyente. Cogi el rosario y aadi: -Hijo, y t tambin eras de los nuestros, creo recordar que hace tiempo estudiaste en Alazhar... Ah, la maldita historia, cundo se olvidar? Y concluye: -... pero fuiste expulsado, no? -Seor, aquello ya pas, el ms insignificante de los motivos provocaba la expulsin; un chico en plena adolescencia y que de vez en cuando se una a alguna tuna, o haca con la mayor inocencia preguntas que resultaban ser incmodas... Pero l insisti con reprobacin: -Y que el consejo de sabios hall culpable de un abominable pecado! -Seor, quin sino Dios puede ver el interior de las personas ? Cmo se puede realmente acusar a alguien de hereje? Pueden hacerlo aqullos que estn inspirados y guiados por el mismo Dios. Maldita sea. A ver, quin es el que est cien por cien seguro de su propia fe? S, Dios se ha manifestado ante sus profetas, pero nosotros estamos mucho ms necesitados de esas apariciones que ellos... El problema es que cuando finalmente llegamos a ser conscientes de nuestra posicin en este gran loquero llamado el mundo, no podemos hacer otra cosa que perder la cabeza. i. El ms alto responsable religioso de la mezquita en cuestin.
(TV. de la T.)

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Debemos permanecer alerta contra la apata. No est nada mal probar a dar algn paseo en las maanas soleadas. Qu agradables son los das templados de invierno en el Palma y en el Albagaa, aunque t ests slo y a tu alrededor no haya ms que familias, el padre leyendo, la madre cosiendo o remendando algo, los hijos jugando. Ay, si los inventores creasen -pensando en los solitarios empedernidos- algn aparato con el que poder intercambiar ideas y charlar, o algn robot con el que jugar al chaquete... Ay, si se nos pudiera implantar unos ojos nuevos con los que volver a apasionarnos por lo que crece en la tierra, por los colores del cielo... Cierto, he vivido una larga vida repleta de hechos y rica en ideas, y ms de una vez he tenido la intencin de dejar por escrito los recuerdos -como ha hecho mi viejo amigo Ahmad Shafiq-, pero nunca llegu a ponerme a ello, y poco a poco el propsito se fue diluyendo entre retrasos y demoras. Hoy ya no me queda de aquella antigua idea ms que el lamento por habrseme debilitado la mano, haber palidecido la memoria y por haberse desvanecido la fuerza del impulso. Descansen en paz, pues, esos posibles libros
como Memorias del Alazhar, o En compaa de tres grandes msicos: Sheij Ali Mahmud, Zacaras Ahmad y Sayyed Darwish, o tambin Mis gustos y disgustos en el Partido del Pueblo, o acaso Grandeza y miseria del Partido Nacional, y, por qu no?, La eterna y universal revolucin del Wafd... Todas esas

disputas partidistas que provocaron que me replegara en mi interior con una fra neutralidad sin sentido; por otro lado, los Hermanos Musulmanes -a los que detestaba-, o los comunistas -a los que no entenda-; la revolucin del cincuenta y dos, con todo lo que ello implic para el futuro, con todo lo que haba absorbido del pasado... Mis aventuras amorosas en la calle de la perdicin, la de Muhammad Ali, mi obstinada negativa a casarme... De

. 39 haber querido los hados que mis memorias apareciesen, habran salido unos libros francamente interesantes. He vuelto, nostlgico, al Atheneus, al Pastoroudis, al Antoniadis; me he sentado un rato en los vestbulos del Windsor y el Cecil, en otros tiempos encrucijada de los grandes seores locales y dirigentes polticos extranjeros, el mejor lugar para informarse y seguir los acontecimientos. Pero ya no queda ms que un puado de forneos tanto del mundo rabe como de Europa. Me di la vuelta con dos nicas peticiones a Dios en mi cabeza: la primera, que me permita resolver mis problemas de fe; la segunda, no caer enfermo con algn mal que me impida moverme sin nadie a mi lado que me ayude.

Dios mo, Mariana, qu hermosa eras, qu imagen de palpitante lozana. La rodilla derecha sobre la silla, la pierna izquierda descansando en el suelo. Inclinaba todo su esplendor en el respaldo del asiento, sobre el que apoyaba ambas muecas; el rostro, orgulloso y sonriente, girado para mirar con soltura directamente a la cmara, el amplio escote del vestido azul marino dejaba al descubierto la base del largo cuello y el principio del terso y marmreo pecho. Llevaba puesto el abrigo negro y un chai azul para ir al mdico. Se sent un rato haciendo tiempo hasta que llegase el momento de marchar. Le pregunt: -Qu me deca, que la revolucin le haba quitado su dinero? Enarc unas cejas perfiladas a lpiz y a su vez me inquiri: -Es que no se ha enterado usted de la quiebra de la bolsa?

Quizs ley la sorpresa en mis ojos y se percat de lo que me rondaba por la mente, as que aadi: -Lo que gan en los das de la Segunda Guerra Mundial lo he perdido, crame que me lo gan a pulso... Me vi obligada a permanecer en Alejandra en un momento en el que muchos huyeron a El Cairo o a las zonas rurales por miedo a los ataques areos alemanes. Pero yo me qued, pint las ventanas de azul, corr las cortinas, y bailbamos sin parar a la luz de las velas... Ah, qu tiempos, no haba quien igualara a los oficiales del Imperio britnico en lo que se refiere a dispendios y generosidad... A solas, tras su marcha, me encontr a m mismo intercambiando miradas con su primer marido. Quin te matara?, y de qu manera? A cuntos de nuestros contemporneos mataste antes de morir? Nuestra grandiosa generacin, sa que, por el nmero de sus vctimas, super a todas las dems juntas.

Nunca se acababan esas canciones extranjeras, era el peor de los castigos con los que el tiempo me ha sentenciado en esta aislada vida ma. Mariana se ha dado un bao caliente despus de volver del mdico, ah est, sentada y envuelta en un albornoz blanco. Se haba llenado el pelo teido con montones de pinzas y rulos blancos. Baj el volumen de la radio hasta ser apenas un murmullo para comenzar ella su propia emisin: -Monsieur Amer, seguro que usted tiene sus ahorrillos, no? Le pregunt con cierta cautela: -Es que tiene algn proyecto en mente? -No, qu va, pero con su edad -y, salvando las distancias, igualmente con la ma- no hay nada peor que la pobreza y la enfermedad.

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Le respond, an no relajado del todo: -He vivido con decoro, y espero morir de la misma manera. -Cierto, no recuerdo que haya sido usted jams un manirroto. Dude unos instantes y finalmente aad: -Bueno, espero que la duracin de mi dinero sea mayor que la de mi vida. Hizo un gesto de indiferencia con la mano y cambi de tema: -Hoy el mdico me ha estado dando nimos; le promet no tener quebraderos de cabeza. -Eso est muy bien. -Tenemos que celebrar la Nochevieja por todo lo alto. Le respond rindome: -Bueno, todo lo que resistan nuestros viejos corazones! Comenz a mover la cabeza deleitndose con los recuerdos mientras me deca en tono confidencial: -Ah, aquellas fiestas de Ao Nuevo! E igualmente movido por la memoria de lejanos tiempos, exclam: -Todos los grandes seores la deseaban a usted! -Sin embargo, yo no he amado ms que una sola vez... Y sealando el retrato del capitn, prosigui: -Lo mat uno de esos estudiantes a los que hoy da he de admitir aqu... Entonces el tono se hizo petulante: -sta era una pensin de alto nivel, aqu haba cocinero, pinche de cocina, camarero, una lavandera y dos criadas, pero ya no viene ms que la lavandera una vez por semana. -Muchos de esos grandes seores la envidiaran por lo que an conserva usted.

-Es esto justo, monsieur mer? -En cualquier caso es lo normal, madame. Su rostro se ensombreci, y para aliviarla y demostrarle mi afecto, me re.

Corn, azora LV, 1-7: En nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso, ha enseado el Corn, ha creado al hombre, le ha enseado la palabra. El sol y la luna marchan segn lo calculado, las hierbas y los rboles se postrernan, l ha elevado el firmamento y ha equilibrado la Balanza de la Justicia. Continu leyendo la azora del Misericordioso, tan querida por m desde los tiempos de Alazhar. Estaba hundido en un gran silln con los pies sobre un cojn. La abundante lluvia golpeteaba con fuerza y el repiqueteo se elevaba por encima de los peldaos de la escalera metlica en el patio de luces. Continu leyendo: Y todo aqul que est sobre la tierra es mortal, tan slo el rostro de tu Seor permanece, lleno de Gloria y Majestad. Unos sonidos rompieron el silencio de la pensin. Levant la mirada del libro y trat de or. Un invitado, quizs un nuevo husped? No, la voz de Mariana saluda con un afecto que no sera apropiado si no fuera para con un viejo amigo. Tambin se escucharon risas. Luego se oy claramente el tono rudo de una voz engominada.

43 Quin ser? Era media tarde. La lluvia caa incesantemente, las nubes derramaban sobre la habitacin tal oscuridad que pareca que fuera noche cerrada. Le estaba dando al interruptor de la lmpara cuando un rayo deslumbrante relampague colndose por entre las rendijas de la persiana, y a continuacin retumb el trueno.
Oh, genios y hombres que convivs, si sois capaces de atravesar los confines de los cielos y la tierra, hacedlo, mas no podris si no es con el Poder Divino.

Era ms bien bajito y regordete, de papada y mejillas hinchadas; tena los ojos azules a pesar de lo oscura que era su tez, con una impronta aristocrtica inconfundible que se manifestaba en un arrogante silencio -si es que permaneca callado-y en los elegantes movimientos de cabeza y manos -movimientos meditados con precisin- si es que hablaba. Madame me lo present -el bey Tolba Marsuq- en la tertulia vespertina, y prosigui: -Ha sido subsecretario del Ministerio de Asuntos Religiosos, y un propietario de grandes extensiones de tierras. No me haca falta toda esa informacin, lo conoca desde haca tiempo debido a mi profesin, en la poca de las luchas polticas y partidistas. Perteneca a las facciones monrquicas y, por supuesto, era enemigo del Wafd. Tambin record que haca un ao o poco ms le haban confiscado todos sus bienes, lo haban despojado de sus rentas excepto una cantidad mnima razonable. Madame estaba de excelente humor, alegre y cariosa, y ms de una vez subray la antigua amistad que la una con el bey Tolba, aunque el entusiasmo se desbord cuando se refiri a l como mi viejo amor. En medio de la conversacin el hombre me dijo:

44 -Yo sola leer sus artculos. Me re de manera significativa y l a su vez se ri diciendo: -Usted era el vivo ejemplo del nefasto poder de la retrica cuando se dedica a defender falsedades. Se ri sonoramente, pero a m no me apeteca discutir semejante afirmacin. Entonces madame se dirigi a m como quien se alegra de las desgracias ajenas: -El bey Tolba ha sido alumno de los jesutas, as que mientras nosotros escuchamos las canciones extranjeras juntos, lo dejaremos a usted a solas para que sufra... Extendi las manos en seal de bienvenida y concluy: -Ha venido para quedarse a vivir aqu. De igual manera yo le di la bienvenida. Ella sigui contndome, apenada: -El pobre, tena mil feddn1, haca lo que quera con el dinero... En ese momento el hombre terci contrariado: -Esos tiempos ya han pasado... -Dnde est su hija, bey Tolba? -En Kuwait, su marido es constructor. Yo saba que la confiscacin le haba venido porque era sospechoso de contrabando, pero l intent quitarle hierro al asunto: -Perd todo mi dinero, se fue el precio que tuve que pagar por una tontera. Yo le pregunt: -Lo llegaron a interrogar a usted? Respondi desdeoso: -La cuestin se resume en pocas palabras: necesitaban mi dinero...
i. Medida de superficie que corresponde a unos 4.200 m". (N. de la T.)

45 La mujer, que lo estaba escrutando con la mirada, le solt de repente: -Bey Tolba, ests muy cambiado. Aquellos diminutos labios cercados por ambas mejillas sonrieron al responder: -Tuve una trombosis que casi me mata... Y aadi a modo de consuelo: -Aunque puedo seguir bebiendo gisqui moderadamente.

Moj el cruasn en su t con leche y despus se puso a comer con la paciencia de quien an no est acostumbrado a la dentadura postiza. Estbamos slo nosotros dos desayunando. En los pocos das que haban pasado desde su llegada habamos acercado posiciones, y las barreras de la cautela haban ido desapareciendo. Finalmente la afabilidad haba vencido a las caducas divergencias polticas, y ello en gran parte debido a que nos sentamos pertenecientes a una misma generacin, a una misma poca, de manera que cada cual haba replegado en el interior su carcter particular e incompatible con el otro. No obstante, haba momentos en los que ese temperamento profundamente sepultado reapareca provocando amistosas peleas. Cierto da, y sin venir a cuento, me espet: -Tienes idea de cules pueden ser los motivos que hay tras esas desgracias que nos ocurrieron? Sorprendido, le pregunt: -A qu desgracias te refieres? -Viejo zorro, sabes perfectamente de qu estoy hablando. -A m no me ha ocurrido ningn tipo de desastre. Enarc las blancas cejas y replic:

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-Bueno, a vosotros os arrebataron el calor popular, de la misma manera que a nosotros nos despojaron de nuestras fortunas. -A lo mejor ya no te acuerdas de que, desde los hechos del cuarenta y dos1 no slo me sal del Wafd, sino de todos los partidos y de la vida poltica en general... -Ah, claro, aquel duro golpe que destruy la dignidad de toda una generacin! Le repliqu, aunque no muy interesado en la discusin: -Dejemos aparte mi posicin; me gustara saber qu es lo que t opinas. Y con calma, aprovech para expresar su desprecio: -Existe un motivo al otro extremo de ese cable que nos acogota la garganta, una persona a la que ya casi nadie recuerda... -Quin? -Saad Zaglul! No pude contener la risa y l se revolvi desafiante: -S, s, se fue el que se empe en agitar los odios inveterados de la gente, en desprestigiar al rey, en adular a las masas; ese hombre insemin en esta tierra un germen maligno que an sigue creciendo y creciendo como un cncer incurable hasta que llegue a matarnos a todos...

Habamos salido al Palma, a los floridos vergeles de las afueras de Alejandra, un lugar en donde los claros y serenos das de buen tiempo se paraban a solazarse, y nos
i. Momento en el que, en plena guerra mundial, los britnicos instauraron a la fuerza un gobierno del Wafd pro Aliados. Aquello marc el declive del prestigio del Wafd como partido poltico y del rey junto con la institucin monrquica que representaba. (N. de la T.)

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encaminamos a uno de los rincones de aquel paraso repleto de verdor. No haba casi nadie all. Tolba Marsuq se dedicaba a mirar las casi inmviles aguas del Nilo en el canal Almahmuda, al tiempo que yo estiraba las piernas y me repantigaba sobre el espaldar de la silla como si fuera a estirarme bajo los rayos del lmpido y templado sol otoal. A pesar de su rudeza y excitabilidad, mi compaero tena derecho a un mnimo de compasin: no le quedaba ms remedio que comenzar una nueva y amarga vida tras haber cumplido los sesenta. Envidiaba a su propia hija por haberse marchado del pas. Tambin tena extraas alucinaciones, y no soportaba escuchar teora alguna que justificara su tragedia histrica; en realidad crea firmemente que la agresin a su dinero haba sido un ataque contra el orden natural del Universo divino y su sabidura. -Estuve a punto de desistir en mi idea de vivir en la pensin cuando supe que t estabas all... No poda creerle, as que le pregunt a qu se refera: -Eleg la pensin Miramar con la esperanza de no encontrar ms que extranjeros. Indagu entonces qu era lo que le haba hecho cambiar su mala opinin sobre m: -Pues me lo pens, y finalmente llegu al convencimiento de que en toda la historia de la humanidad no ha habido ni un solo agente del enemigo... con ochenta aos de edad! Cuando se apagaron mis carcajadas le pregunt: -Y se puede saber por qu temes a los agentes del enemigo? -No, en realidad por nada, simplemente que a veces descargo la tensin hablando...

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Y prosigui con nerviosismo: -Ya no tengo mi residencia de campo, y en el ambiente de El Cairo se me acenta la sensacin de humillacin. Entonces me acord de mi antigua amante, y me dije para mis adentros que ella haba perdido a su marido en la revolucin del diecinueve, y su dinero en la del cincuenta y dos, as que podramos entonar juntos una sola meloda. En un momento dado me felicit por mi buena salud a pesar de lo avanzado de la edad, y se puso a tentarme para que lo acompaara al cine y a algn caf. Por ltimo se puso a reflexionar en voz alta: -Por qu ha renunciado Dios a su poltica de fuerza? Yo no entenda el alcance de dicha pregunta, as que simplific la cuestin: -Quiero decir, el Diluvio Universal, los huracanes, todas esas cosas... A mi vez yo le interrogu: -Es que crees que el Diluvio pudo exterminar a ms gente de lo que lo hizo la bomba de Hiroshima? Hizo un gesto de resentimiento con la mano y contest: -Ah, viejo zorro, aqu estn de nuevo las consignas comunistas... El mayor error de la humanidad tuvo lugar en el momento en el que Amrica dud en asumir el poder mundial cuando slo ellos posean la bomba atmica. -A ver, cuntame, ya has vuelto a las andadas con Mariana? Se ro sonoramente y replic: -Qu idea tan absurda, no soy ms que un viejo aniquilado por la edad y por la poltica..., vamos, cmo se te ocurre!, ni con un milagro podra llegar a movrseme..., y aparte de eso, a ella no le queda ms que una vaga y remota apariencia de atractivo femenino...

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De nuevo se ri y continu: -Yt, te has olvidado de tu pasado? Lo s porque lea en la prensa sensacionalista sobre tus escndalos de faldas, tus correras y juergas por la calle Muhammad Ali... Me re, pero no dije nada. l insisti: -Finalmente has vuelto a la religin? -Y t? A veces pienso que en el fondo no crees en nada. Protest indignado: -Cmo no voy a creer en Dios, si ya me estoy quemando en su fuego divino?

Los de tu calaa no han sido creados ms que para arder en el infierno, nada de lo que hagas tendr la bendicin divina! Vete, mrchate de este santo lugar, al igual que Satans fue expulsado de la misericordia de Dios!

El gran reloj del saln dio la medianoche. Los rincones del pequeo patio de luces resonaban con el silbido de un fuerte viento. Estaba hundido en el silln grande, y la pereza -junto con una agradable sensacin de calorno me animaban precisamente a levantarme para ir a la cama. Me pesaba la soledad cuando me encerraba en mi vaca habitacin; en cualquier caso, me dije a m mismo que qu sentido tena reprocharme nada pasados los ochenta aos de edad. Inopinadamente la puerta se abri y apareci Tolba Marsuq en el umbral diciendo: -Perdn, supuse por la luz encendida que an no dormas. Lo mir extraado. Aquella noche haba bebido ms de lo habitual. Me pregunt sarcsticamente al tiempo

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que acompasaba los movimientos de su cabeza con el tono de la voz: -Sabes cunto me gastaba en un solo mes en medicinas, vitaminas, hormonas, colonias, potingues, y todo ese tipo de cosas? Pens que seguira hablando, pero apret los ojos como si el esfuerzo lo agotara, despus se dio media vuelta, cerr la puerta y se fue.

La enorme y multicolor carpa estaba abarrotada de gente, la plaza pareca una imagen del da del Juicio Final. Los fuegos artifiales explotaban en el cielo y la oscuridad se extingua en conmemoracin del nacimiento del Profeta. El Rolls Royce se movi con elegancia hasta quedar frente a la carpa. Tolba Marsuq descendi del vehculo y una multitud de seguidores de la secta suf delDimirdasha se apresur a recibirlo; una hermandad cuyos miembros haban sabido conjugar en sus corazones el amor al Profeta y a los poderes terrenales, ya fueran britnicos o monrquicos. El dueo del coche me vio, pero me esquiv con arrogancia. Se dice que aquella noche llegaste igual de borracho que hoy. El cantante principal fue llamado al centro de la carpa y comenz a entonar Oh, firmamento, qu te ocurre. Al final del concierto cant Me gusta verte, lo cual hizo que el pblico perdiera la cabeza. Cundo tuvo lugar aquella mgica velada? Exactamente no lo recuerdo, pero con seguridad fue antes de la muerte de aquel hombre excepcional, Saad Zaglul; de no ser as no me hubiera interesado en absoluto por la msica...

Estaba sentado solo en el vestbulo de la pensin cuando tocaron el timbre. Mir por la mirilla como madame sola hacerlo y vi ante m un rostro con cuya visin mi corazn se alegr, desde el primer momento mi pecho

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se alboroz de felicidad. La cara morena de una campesina con la cabeza envuelta en un velo negro, los rasgos nobles y muy atractivos, y con una observadora mirada en los hermosos ojos. -Quin eres? -Sohra, me llamo Sohra. Pronunci su nombre con firmeza y seguridad, como lo dira alguien famoso y conocido. Le pregunt mientras sonrea: -Y qu es lo que quieres, Sohra? -Estoy buscando a la seora Mariana. Le abr la puerta y entr cargando un pequeo hatillo. Mir a su alrededor y pregunt: -Dnde est la seora? -Vendr un poco ms tarde, sintate mientras. Se acomod en una silla con el hatillo sobre el regazo, y yo volv a mi sitio con un nuevo bro. Me puse a mirarla, a mirar la fuerte y elegante constitucin, ese garbo y esa gracia extraordinaria, la fresca juventud, y no poda dejar de sentir el mayor de los deleites. Me dej llevar por el deseo de charlar y comenc: -Me has dicho que te llamas Sohra? -S seor, Sohra Salama. -De dnde eres, Sohra? -De Azziyada, en la regin de Albuheira. -Tienes una cita con madame? -No... -Entonces...? -He venido a verla. -Por supuesto, te conoce... -S, s. Contempl su belleza y su juventud con un placer como no senta haca muchsimo tiempo, luego continu el interrogatorio:

-Llevas mucho tiempo \iviendo en Alejandra? -Nunca he vivido aqu, tan slo vena a veces con mi difunto padre a ver a la seora. -De qu os conoca madame? -Mi padre le traa queso, mantequilla, manteca, pollos, y yo lo acompaaba de vez en cuando... -Ah, ya veo, lo que quieres es tomarle el relevo a tu padre. -No, no es eso... Volvi la mirada hacia el biombo como si quisiera evitar demasiadas preguntas, as que respet su reserva sintiendo una cada vez mayor inclinacin por aquella chica. En mi interior le deseaba con el corazn que Dios la protegiera de todo mal.

Le dije mientras besaba su arrugada y venosa mano: Gracias a tus rezos me he convertido en un hombre nuevo; venga, vente a vivir conmigo a El Cairo. Mi madre me respondi al tiempo que me miraba con ternura: Que Dios te colme de bendiciones, pero yo no dejar esta casa, aqu est el sentido de mi existencia y de mi vida. Una vieja casa con las paredes desconchadas, azotada por los vientos, con la sal del mar sedimentada sobre sus piedras y fustigada por el olor del pescado amontonado en la costa de Anfushi. Le repliqu: Madre, aqu ests sola. Pero ella sentenci: No, no, el Creador siempre est a mi lado, noche y da.

El timbre son y Sohra se levant a abrir la puerta. Madame la mir atnita hasta que finalmente exclam: -Sohra! No es posible!

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La chica bes su mano con la cara radiante por el caluroso recibimiento. -Qu alegra verte, te acompao en el sentimiento por lo de tu padre, te has casado ya? -No, no! -No es posible! Se ro a carcajadas y luego se volvi hacia m diciendo: Sohra es la hija de un buen hombre, monsieur Amer... Y se fueron juntas hacia el interior... Mi corazn se estremeca de cario filial.

Cuando nos reunimos para la tertulia de la noche -Tolba, Mariana y yo- madame dijo: -Por fin, ya estoy tranquila. Permaneci en silencio unos instantes y luego prosigui: -Sohra va a trabajar aqu. Me invadi un curioso sentimiento, mezcla de alegra y angustia a la vez, y le pregunt: -Ha venido buscando trabajo? -S, qu hay de malo en ello?, en cualquier caso, su situacin aqu ser inmejorable. -Bueno, pero qu...? -Tena arrendado medio feddn de tierra que ella misma se ocupaba de trabajar, qu te parece? -Bien, pero por qu ha dejado de hacerlo? Me estuvo mirando un rato y finalmente respondi: -Se ha escapado. -Escapado? Entonces Tolba intervino con irona: -Pensaron que era una terrateniente! -Su abuelo quera casarla con un hombre tan viejo

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como l mismo, vamos, para que la usara de sirvienta, y el resto ya se lo pueden ustedes imaginar... Entristecido, coment: -Pero eso es muy grave, escaparse..., la aldea no lo perdonar. -Aparte del abuelo y de una hermana mayor ya casada, no tiene a nadie ms en el mundo. -Y si se enteran de que est aqu? -Es posible, pero y qu? -No teme usted que...? -Sohra ya no es una nia, y yo no hago ms que acogerla en mi casa y darle un trabajo honrado... Se call, y luego repiti: -Monsieur Amer, no puedo dejarla sola y desamparada...

Mientras la sangre me siga latiendo por las venas cumplir con mi deber... Nunca lo eludir, y que Dios marque el rumbo de nuestras vidas.

Madame comenz con la tarea de ensearle su trabajo a Sohra. La chica lo captaba con una rapidez sorprendente, de manera que Mariana no paraba de comentar con alegra: -Esta muchacha es maravillosa, monsieur Amer, absolutamente maravillosa, lista y trabajadora como nadie; con explicarle las cosas una sola vez ya comprende lo que se le pide... Ah, me siento realmente afortunada. En otra ocasin me consult: -Qu le parecen cinco guineas de sueldo, aparte de la comida y la ropa? Le contest que me pareca bien, pero le supliqu:

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-Aunque, por favor, no la vista usted a la manera moderna! -Quiere que le d ropa de campesina? -Querida ma, la chica es muy hermosa, as que debera usted tener mucho cuidado... -Ah, es por eso... No se preocupe, monsieur Amer, siempre tengo los ojos muy abiertos, y adems, la chica es de buena pasta. De manera que, finalmente, Sohra apareci cimbrendose en un vestido de algodn hecho a la medida de su esbelto cuerpo, con un estilo que dejaba entrever -quizs por primera vez en su vida- sus bondades tras haber permanecido largamente escondidas bajo la holgada y larga galaba1. Tambin cambi de peinado: tras haberse lavado el cabello con queroseno, se hizo la raya en medio y se recogi el pelo en sendas trenzas que caan con rotundidad por detrs de las orejas. Nada ms verla Tolba as se la comi con los ojos, y cuando la muchacha sali se inclin sobre m y me susurr: -El verano que viene estar ejerciendo la profesin en el Genevoise o en el Monte Cario, ya lo vers. Indignado, contest: -Por Dios, Tolba! No digas barbaridades! Poco despus, cuando se dispona a salir a la calle, se cruz con ella, y tomndole el pelo le pregunt: -Dime, Sohra, por tus venas corre sangre extranjera? Ella le envi una mirada inquisitiva; estaba claro que no se senta a gusto con l. Se gir hacia m y yo la tranquilic: -Slo es una broma; tmatelo como un piropo, o algo as... Y conclu con un gesto cmplice:
i. Tradicional tnica de algodn de uso muy extendido entre las clases ms populares y humildes. (N. de la T.)

-Yo tambin estoy enamorado de t, Sohra. Ella sonri inocentemente. No haba duda de que nos tenamos cario, y aquello me haca sentir muy feliz. Madame sola invitarla al final de la jornada de trabajo a sentarse con nosotros en el vestbulo, alrededor de la radio. Haba elegido un asiento un tanto retirado, cerca del biombo, y segua nuestras conversaciones con verdadero deseo por aprender. Se acab familiarizando con mis muestras de afecto y llegamos a ser amigos, y cuando se presentaba la ocasin, conversbamos largo y tendido. Cierta noche nos cont ella misma la historia de su vida, pensando que Tolba y yo no la conocamos. Cuando termin coment: -Mi cuado quera que yo trabajase para l, as que me puse a cultivar una parcela yo misma. -Pobre Sohra, todo aquello debi de ser muy penoso para ti. -En absoluto, gracias a Dios soy fuerte, y a trabajadora nadie me gana, sea en el campo o en la ciudad. Tolba Marsuq insinu rindose: -Pero los hombres se interesan tambin por otros asuntos, no? Ella replic cordial pero desafiante al mismo tiempo: -Yo puedo defenderme como un hombre si es necesario... Aprob claramente su respuesta, y entonces madame intervino: -Sohra no es una nia: ya iba a todas partes con su padre, que la quera mucho... La aludida aadi con tristeza: -Y yo lo amaba a l ms que a mi vida, pero mi abuelo, ah, mi abuelo es otro asunto, no piensa ms que en aprovecharse de m...

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Entonces Tolba quiso picarla de nuevo y le dijo: -Si podas comportarte como un hombre, cmo es que te viste obligada a huir? Yo sal en su defensa: -Bey Tolba, t conoces bien el aire que se respira en el campo, cmo se pone en los altares a los mayores, y esas terrorficas costumbres... No le quedaba ms remedio que huir, o quedarse y convertirse en una seudoesposa. Me mir con agradecimiento y entonces se lament: -Tuve que dejar mi parcela de tierra... Inopinadamente Tolba le espet: -Hablarn mal de ti y dirn que tuviste que salir corriendo por esto y por lo de ms all... Le clav la mirada furioso. El rostro de la chica se oscureci como si la piel cogiera el tono de las aguas fangosas del Nilo en las crecidas, y separando el dedo ndice y el medio, asegur rabiosa: -Los enterrar en los ojos del que se atreva a murmurar sobre m! Madame grit: -Sohra, es que no sabes distinguir una broma? La reaccin de la chica me haba pillado desprevenido; entonces intervine para calmar el ambiente: -Sohra, slo estaba tomndote el pelo... Luego me volv hacia l preguntndole: -Y t, dnde est tu sutileza? l respondi con desdn: -Confiscada y decomisada, como mi dinero!

Los ojos del color de la miel, mejillas regordetas y sonrosadas, el hoyuelo de la barbilla...; podra ser una nieta ma pequea. Pero la que habra sido su abuela, aqulla del velo blanco cuyo

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padre me rechaz como yerno, pas por mi memoria en una exhalacin, sin conocer el amor ni el matrimonio. No puedo recordar sus facciones, pero s los nombres de los barrios: Birgun, Darb Alahmar, el santuario de Sidi Abulsuud el sanador...

-Hasta cundo se quedar usted aqu, seor? Sola traerme el caf de media tarde a la habitacin y yo aprovechaba para retenerla y as calmar mi perenne deseo de charlar con ella. -Yo vivo aqu, Sohra. -Y su familia? Le respond rindome: No tengo a nadie ms que a ti en el mundo. Se ri alegremente desde lo ms hondo del corazn. Tena las manos pequeas y endurecidas por el trabajo, con callos en las yemas de los dedos, y los pies eran planos y grandotes; pero el cuerpo y la cara, Dios mo, qu cuerpo y qu cara... Cierto da me dijo bajando la voz: -Qu pesado es! La aplaqu conciliador: -Tan slo es un anciano que ha tenido mala suerte, y est enfermo... -Se cree un baj y no se ha enterado de que el tiempo de los grandes seores ya ha pasado! Sus palabras provocaron en m un extrao efecto: como por arte de magia, la cabeza comenz a darme vueltas, unas vueltas cuyo dimetro era de un siglo completo hacia atrs.

-As que se niegan a visitar al ministro de Justicia porque no es ms que un simple efendi...

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-Excelencia, los magistrados tienen sus propios cdigos de conducta. -No, no es eso; a sus ojos no soy ms que un vulgar campesino mientras que ellos son los descendientes de la otrora alta clase circasiana... Y zanj el asunto con resuelta determinacin: Entrate de una vez... Siempre me han reprochado pertenecer a la plebe, pero no me ofendan, es ms, yo les contestaba jactndome de ser el lder de los desheredados: yo soy Saad, la voz de los sin tierra, el alma de los humildes..., as que ahora les toca a ellos, y tendrn que venir ante m a presentarme sus respetos...

Incluso haba llegado a memorizar las distintas marcas de gisqui de ir a comprarlas al High Life. A propsito de aquello un da me cont: -No s por qu, cada vez que lo pido la gente me mira y se sonre... Y yo le respond para mis adentros: Bendita seas, y que Dios te proteja.

Qu alboroto es se? Las voces no me son extraas, pero s los gritos acalorados. Qu est ocurriendo ah afuera? El reloj dio las cinco de la tarde. Me levant de la cama y, envuelto en mi bata, me dispuse a salir. Vi a Tolba que, echndose las manos a la cabeza, desapareca en su habitacin. Tambin vi a Sohra que sentada y con el ceo fruncido estaba encorvada a punto de llorar. Por ltimo, madame estaba all de pie frente a ella y con apariencia de estar muy preocupada. Qu haba pasado? Madame comenz nada ms verme: -Sohra es una malpensada, monsieur Amer.

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Al verme la joven se envalenton y con toda crudeza explic: -Quera que le diera masajes! Madame intervino entonces: -No entiendes nada, eran friegas y no masajes, todos sabemos que est enfermo y que las necesita, antes iba cada ao a Europa para sus curas; y t, si no quieres hacerlo, nadie te obliga... Pero la chica insisti: -A m nadie me haba explicado para qu me necesitaba; me dijeron que fuera, entr en la habitacin... Y lo vi echado boca abajo en la cama, casi desnudo! -Ya basta, Sohra, no es ms que un anciano mayor que tu padre. Todo ha sido un malentendido; ea, ve a lavarte la cara y olvida todo el asunto... Nos sentamos en el sof de bano a solas. El viento ululaba en el exterior y haca temblar las ventanas. Un pesado silencio nos oprima hasta que madame lo rompi: -Fue l quien lo pidi; en cualquier caso, a m no me cabe la menor duda sobre la honestidad de sus intenciones... Mascull en un tono significativo: -Por Dios, Mariana! Ella se revolvi: -Es que desconfa de l? -Hay disparates para todos los gustos. -Pero si es un anciano! -Tambin los ancianos pueden ser viejos verdes. -Pens que podra ganarse un dinerillo extra, mejor ella que una extraa. -No es ms que una campesina... Y le record sus palabras: -Yfue usted la que se ofreci a protegerla...

Tolba vino, ocup su lugar habitual con toda tranquilidad y, sin el menor rastro de culpa, comenz a decir: -Una campesina vive y muere como tal, eso es todo... Con irritacin, le contest: -Pues entonces djala vivir y morir para lo que Dios la ha creado! Se defendi contrariado: E s una fiera salvaje, no te dejes engaar por el aspecto que tiene con la nueva ropa, ese vestido de algodn y la chaqueta gris que madame le ha dado, una fiera salvaje, eso es lo que es... Qu triste me siento por ti, Sohra! Ahora es cuando realmente llego a captar el alcance de tu soledad. La pensin no es el mejor sitio para ti. Madame, tu protectora, no se guardar -a la primera oportunidad que se le presente- de dudar de tu honestidad... Tolba Marsuq se pregunt en voz alta despus de haber bebido el primer vaso de gisqui: -Vamos a ver, quin es el bonito que me va a venir ahora con eso de la omnisciencia divina para con sus criaturas? Mariana exclam a viva voz, encantada por el cambio de conversacin: -Cuidado, bey Tolba, no vaya a ser que cometas una hereja! ste seal hacia la imagen de la Virgen y pregunt: -Dgame, seora ma, cmo es posible que Dios permitiera la crucifixin de su hijo? La mujer respondi con toda seriedad: -De no haber sido por ello, seguiramos todos viviendo en el pecado! El anciano se estuvo riendo un buen rato y despus le contest:

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-Es que de todas formas no lo seguimos haciendo ahora? Mientras hablaba me buscaba con la mirada, pero yo lo ignor hasta que finalmente me dio un codazo diciendo: -Yt, viejo zorro, tienes que ayudarme a hacer las paces con Sohra. Un husped nuevo? Algo en el muy moreno rostro de ntidas facciones delataba su origen campesino. Era de estatura media, ms bien delgado, y tena una mirada penetrante. Deba de rondar los treinta aos de edad. Madame lo invit a sentarse con nosotros a desayunar mientras lo presentaba: -Monsieur Sarhn Albuheiri. Despus nos lleg a nosotros el turno de las presentaciones, tras lo que le pidi -si as lo quera- que nos contara ms de s mismo. Acept con la potente voz de un hombre de campo pero hecho ya a la ciudad: -Soy el jefe de contabilidad de la Compaa de Hilaturas de Alejandra. Cuando se hubo marchado madame se ri mostrando su alegra y nos comunic: -Tambin va a vivir aqu de manera permanente y en las mismas condiciones que ustedes. Apenas haba pasado una semana cuando se incorpor a la pensin otro inquilino, Hosni Alam. Era un poco ms joven que Sarhn, de piel ms bien blanca y constitucin robusta, del tipo de un boxeador. Madame afirmaba que era de una de las mejores familias de Tanta. Por ltimo lleg Mansur Bahi, un locutor que trabajaba en Radio Alejandra. Tena veinticinco aos, pero me llam la atencin su delicado rostro de facciones pe-

63 quenas y hermosas; realmente haba algo infantil en l, por no decir femenino. Desde el principio qued claro que viva replegado en s mismo, que era difcil llegar a intimar con l. La pensin estaba al completo, y por tanto madame se senta exultante de felicidad. En lo que a m respecta, lo que mi corazn ms deseaba era hacer nuevos amigos y calmar as mi sed de cario. Le expres a madame mis esperanzas: -Qu hermosa y alegre es la juventud! Puede ser que incluso se unan a nuestra tertulia de viejos... A lo que respondi alegre: -En cualquier caso, no son estudiantes. El trato con ellos no pas de ser meramente corts hasta que no lleg la primera noche del concierto radiofnico semanal de Umm Kulzum, que me enter de que la pasaran con nosotros. Prometa ser una buena velada rebosante de juventud y msica.

Entre todos prepararon la cena: carne a la brasa, ensaladas y para beber, gisqui. Nos dispusimos alrededor de la radio al tiempo que Sohra zumbaba laboriosa como una abeja ayudando en todo. Haca fro y el silencio reinaba en el exterior, no se escuchaba el menor soplo de viento. La chica coment: El cielo est completamente despejado, hasta se podran contar las estrellas. Las copas de gisqui iban y venan mientras que Sohra, sentada donde el biombo, nos miraba con ojos sonrientes. Slo Tolba Marsuq padeca una oculta angustia; unos das antes de la velada me he haba dicho: La pensin se va a convertir en un infierno. Les tena pnico a los nuevos huspedes, y no dudaba de que conocan perfectamente su pasado y las circunstancias de la con-

fiscacin de sus bienes, ya fuera a travs de la prensa, o por medio del locutor Mansur Bahi. Como era habitual en ella, madame les haba extrado los datos que necesitaba para satisfacer su perenne curiosidad: -Monsieur Sarhn Albuheiri es de la muy conocida familia Albuheiri. Nunca haba odo hablar de dicha familia, y pareca que ni el mismo Tolba Marsuq saba nada de ellos. -Fue un amigo suyo el que le habl de esta pensin al enterarse de lo incmodo que monsieur Sarhn estaba en su antiguo apartamento... Tambin nos contara de Hosni Alam? -Ah, y monsieur Hosni pertenece a una de las ms distinguidas familias de Tanta. Me pareci que Tolba haba odo hablar de ellos pero no dijo nada. -Es dueo de cien feddn... Y lo deca con un orgullo tal que pareca que era ella la propietaria del terreno. -Ni uno ms ni uno menos, intactos, porque la revolucin no le ha tocado ni un pelo... Su cara estaba radiante como si a la que hubieran respetado fuera a ella. -Ha venido a Alejandra para emprender su propio negocio. En este punto Sarhn se dirigi a Hosni: -Y por qu no lo haces con tus tierras? A lo que ste, lacnicamente, respondi: -Estn arrendadas. Tras inspeccionarlo burlonamente, Sarhn lo pic: -Mejor di que en toda tu vida no has pisado ni un solo terrn de cultivo. Los tres se rieron, aunque las carcajadas de Hosni

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eran las ms estruendosas. Entonces madame seal a Mansur Bahi y dijo: -Y este caballero es el hermano de un viejo amigo mo, uno de los mejores comisarios de polica que Alejandra ha conocido. De nuevo, me pareci ver un movimiento en Tolba; esta vez abri la boca en un gesto de pasmado terror mientras bufaba audiblemente. -Y al saber que iba a ser trasladado, aconsej a monsieur Mansur que se viniera a vivir a la pensin Miramar. Aprovechando que los jvenes estaban ocupados con las bebidas, Tolba se inclin hacia m y me susurr: -Hemos cado en un nido de espas! Y yo le respond en el mismo tono de voz: -No seas tonto, los tiempos de la barbarie ya han pasado. De repente el tema poltico salt en la velada. Estaba claro que a Sarhn le entusiasmaba la cuestin: -La reforma agraria ha puesto del revs las estructuras rurales... Su voz cambiaba segn tuviera la boca llena de comida o no: -Ylo mismo ha ocurrido con el proletariado, yo convivo con ellos en la Compaa; deberais venir y verlo con vuestros propios ojos. Mansur Bahi -que era un hombre ms bien callado aunque a veces estallaba en risotadas como si fuera otra persona- le pregunt: -T ests activamente involucrado en poltica? -S, desde la Organizacin para la Liberacin hasta la Unin Nacional, y soy miembro del Consejo de los Veinte y tambin del Comit de Empresa en representacin de los trabajadores.

66 -Trabajabas en la poltica antes de la llegada de Nser al poder? -No... Hosni Alam intervino: -Yo soy un sincero convencido de la revolucin, por eso los de mi clase -a los que sta vino a depurar- me consideran un rebelde y un traidor... Mansur Bahi terci: -En cualquier caso, a ti no te ha perjudicado. -Esa no es la razn de mi convencimiento, pues incluso dentro de mi propia clase social estn los de menor nivel econmico, y entre stos quizs haya quien no le guste... Mansur Bahi sentenci: -Estoy completamente seguro de que Nser ha sido ms clemente con sus enemigos de lo que debiera. Aparentemente Tolba Marsuq pens que si continuaba callado se pondra en evidencia, de manera que intervino: -La verdad es que a m me ha afectado extraordinariamente, y sera un hipcrita si dijese que no sufr por ello, pero tambin sera un egosta si negase que en su momento se hizo lo que se tena que hacer...

A altas horas de la madrugada y de retirada en mi habitacin, se present all y me pregunt qu opinaba yo sobre lo que haba dicho en la reunin. Ya me haba quitado la dentadura postiza, as que mi voz son extraa cuando le respond: -Inmejorable... -Crees que me habrn credo? -Eso no tiene importancia... -Quizs debera empezar a buscarme otro sitio para vivir.

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-Venga ya, no seas tonto. -Cada vez que oigo alguna alabanza sobre mi torturadora, siento que empeoran mis dolores en las articulaciones! -Tendras que seguir un plan de entrenamiento, para que de una vez por todas se te acostumbrara el cuerpo a tu nueva vida... -Como t, no? Rindome le contest: -Bueno, ya sabes que t y yo somos tan opuestos como la noche y el da... Entonces se fue porfiando: -Maldito seas! Espero que pases muy mala noche!

Frugalmente madame se content con un trozo de carne a la brasa, ni siquiera prob el gisqui, tan slo bebi un vaso de leche templada. En cierto momento de la velada, coment: -El nico defecto de Umm Kulzum es que sus conciertos comienzan demasiado entrada la noche. En cualquier caso, los jvenes consiguieron distraernos de la penuria de la espera, y as, Mansur Bahi me sorprendi cuando dijo: -Monsieur mer, sabe usted que conozco bastante bien su trayectoria profesional? Me invadi una alegra infantil, como si retornara a algn momento de la juventud. l entonces me explic: -A veces, cuando preparo alguno de mis programas para la radio, rebusco material en la hemeroteca... Lo mir con el mayor inters y prosigui: -Realmente el suyo fue un fructfero pasado; usted ha estado involucrado de manera notable en todo tipo

68 de hechos y corrientes polticas: el Partido del Pueblo, el Partido Nacional, el Wafd, la revolucin... Pill la ocasin al vuelo y emprend con l un viaje por los confnes de la Historia, parndome en los hitos imprescindibles de nuestro pasado. Juntos revisamos las glorias y miserias de los partidos: el Partido del Pueblo, el Partido Nacional, el Wafd y la solucin que ofreca a las seculares contradicciones del pas, su base popular compuesta de estudiantes, proletarios y campesinos, por qu ms tarde prefer mantenerme neutral en las luchas polticas, y finalmente, por qu apoy la revolucin... -Y, sin embargo, no le interesaba en el fondo la esencia del conflicto social, no? Riendo le contest: -S, s me preocupaba... Pero adems de mi actividad poltica en la prensa, conozco bien los modos y maneras del pensamiento religioso tradicional, tambin le debo parte de mi formacin personal e intelectual a la Universidad islmica de Alazhar, as que no es extrao que quisiera conciliar entre oriente y occidente, sabes?, como un maadn, que une en matrimonio legal a esa mezcla de opuestos que son un hombre y una mujer... -Y no era incongruente que usted atacase a esos dos extremos? Me refiero a los Hermanos Musulmanes y a los comunistas. -En absoluto, era una poca de confusin; despus vino la revolucin para absorber lo mejor que ambos juntos proponan. -Y as acab tambin su desorientacin particular? Le respond afirmativamente, pero entonces record mis dudas interiores a las que ni partido ni revolucin alguna podran darles solucin, y una vez ms enton en silencio una plegaria. Umm Kulzum comenz su concierto y, al mismo tiempo que senta que mi zaran-

69 deado navio era halado a un mar de cantos y ritmo, le ped a Dios que con los miembros discrepantes y desavenidos de mi ser le diese forma a un solo cuerpo palpitante de vida y en armona; le supliqu que me revelara los fundamentos de la concordia y la estabilidad para poder levantar el edificio de mi alma bajo la custodia del amor y la paz; le rogu que fundiese mis angustias con el deleite de la clarividencia en una meloda vivificante para la mente y el espritu; por ltimo, le implor que derramara su lmpida miel sobre la amargura de la existencia...

Es increble! Has escuchado la ltima? El Consejo de Ministros se reuni ayer en la casa barco de Muir Almahda, la cantante!

-Ah, qu jvenes tan apuestos! Y todos con dinero! Una vez ms, Mariana empezaba la conversacin con estas palabras. Las cargas de Sohra haban aumentado, pero la joven las asumi con verdadera resolucin. Tolba Marsuq le respondi: -Pues yo no me siento tranquilo con ninguno de ellos. Mariana le pregunt: -Ni siquiera con Hosni Alam? El hombre continu como si no la hubiera escuchado: -Sarhn Albuheiri es el peor, se ha aprovechado todo lo que ha podido de la revolucin...; y esa familia Albuheiri de la que nadie ha odo hablar; adems, cualquiera que haya nacido en la comarca de la Albuheira es un buheiri, hasta Sohra es Sohra Albuheiri... Madame y yo nos pusimos a rer. En aquel momento la chica pas en direccin a la puerta para hacer en la

calle alguno de sus mandados. Era una autntica delicia verla: llevaba puesto sobre la cabeza un echarpe azul que ella misma se haba comprado, y el cuerpo se contoneaba en la chaqueta gris de madame. Era como la hierba hmeda por el roco de la maana, como una flor silvestre. Yo retom la pregunta de Mariana: -Y no crees que Mansur Bahi es un chico inteligente? Nunca habla por hablar, quiero decir, a m me parece que es de los que hacen cosas sin alardear de ello, adems, realmente pertenece a la autntica generacin de la revolucin... -Y quin demonios lo ha llamado, a l o a otros, a adherirse a la revolucin? -Hablas como si no hubiera en el pas ni campesinos, ni obreros ni juventud! -Vale, puede que la revolucin slo haya despojado de su dinero a unos cuantos, pero desde luego s les ha robado a todos la libertad que antes haba. Entonces aduje con sarcasmo: -La libertad a la que t te refieres ola a rancio, y ni siquiera esa podrida libertad gozaba del respeto que se mereca en los tiempos de vuestro dominio...

Un da al salir del bao vi en el pasillo dos figuras, Sohra y Sarhn Albuheiri, conversando en susurros. l entonces quiso disimular y, elevando la voz, se puso a hablar sobre cuestiones consideradas responsabilidad de la chica. Me fui a mi habitacin como si no hubiera visto ni odo nada, pero en realidad me senta lleno de angustia. Cmo poda Sohra conservar la cabeza en su sitio en una colmena abarrotada de chicos jvenes? Cuando me trajo el caf de la tarde, le pregunt: -Adonde vas en tus tardes libres de los domingos?

Respondi alegre y despreocupada: -Al cine. -T sola? -No, con madame. Entonces le dese con todo mi cario: -Que Dios te proteja... Ella, sonriendo, me reproch: -Usted siempre tiene miedo por m, como si yo fuera una nia. -Es que lo eres, Sohra. -No, no, qu va, en los momentos difciles puedo llegar a ser como un hombre. Acerqu mi cara a su bello y querido rostro y le dije: -Sohra, estos jvenes no tienen problema alguno en divertirse, pero a la hora de la verdad no... Chasqueando los dedos, me replic: -Mi padre ya me advirti contra todo eso. -Es que te quiero mucho, y temo por ti. -No se preocupe, lo comprendo... Monsieur Amer, excepto mi padre, nunca haba conocido a un hombre tan bueno como usted; yo tambin le quiero mucho. Era la primera vez que me decan que me queran con esta dulzura pura y bella. Habra sido posible que muchos labios infantiles -de hijos y nietos- me lo dijeran de no haber sido por aquella acusacin irreflexiva e injusta de la que fui objeto... Una acusacin tal que tan slo a un demonio o a un animal -y no a un miembro de la raza humana- se le poda ocurrir hacerla.

Aquel velo blanco... La vieja sala por la puerta de la casa al tiempo que deca: Venga, vamos, ya ha dejado de llover. La duea de aquel velo blanco la segua caminando con

cuidado sobre el suelo resbaladizo y evitando los charcos de agua. El tiempo ha borrado el recuerdo de su belleza, tan slo me queda una vaga impresin. Me apart a un lado mientras repeta en mi interior: Dios mo, alabada sea criatura tan bella!. En lo ms hondo mi corazn se agit y dije: Confiemos en Dios, voy a pedir su mano; cuanto antes, mejor.

Estbamos a solas en el vestbulo. Afuera, la lluvia caa abundantemente y sin descanso desde el medioda, con algn que otro restallido de truenos. Madame estaba sentada bajo la estatua de la Virgen y sus ojos azules reflejaban una mirada ensimismada y pensativa. Finalmente, habl: -Monsieur Amer, me huelo algo raro. La mir cautelosamente y ella continu, disgustada: -Sohra... Y tras una pequea pausa aadi: -... y Sarhn Albuheiri. El corazn se me encogi, aunque aparent con candor: -A qu se refiere? -Sabe perfectamente de qu estoy hablando. -Pero la joven... -Yo tengo buenas corazonadas en estos asuntos. -Mariana, querida, es una buena chica, decente y honrada... -Yo no digo que no lo sea, pero no me gusta que nadie juegue a mis espaldas. Es decir, que o bien es decente, o que si no lo es, que lo haga en beneficio tuyo... S, vieja alcahueta, te entiendo perfectamente.

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En una siesta profunda y agitada sueo con aquella sangrienta manifestacin a la que le sigui la irrupcin de los ingleses en el patio de Alazhar. Abr los ojos con las voces de los manifestantes y los disparos retumbndome en la cabeza. No, no, son otras las que ahora estn tomando la pensin. Me puse la bata y sal del cuarto completamente indignado. Vi que todos estaban ya en el vestbulo, algunos -como yo- para saber qu ocurra, pero otros no: all estaba Sarhn Albuheiri, furioso e iracundo mientras se arreglaba la corbata y el cuello de la camisa; igualmente, Sohra estaba con el rostro rojo de clera y el pecho agitado que suba y bajaba con el escote del vestido hecho jirones, al tiempo que un Hosni Alam en bata sala de la pensin llevndose con l a una extraa que chillaba y maldeca y que incluso escupi a Sarhn Albuheiri en la cara antes de desaparecer tras la puerta. Madame grit: -No puedo permitirlo, esto es una pensin respetable! Y empez a repetir: No..., no..., no. El vestbulo se vaci excepto por nosotros tres: Mariana, Tolba y yo. An no despierto del todo, pregunt: -Qu ha sucedido? Fue Tolba el que me respondi: -Yo llegu justo antes que t, as que no s... Madame se fue al cuarto de Sarhn, segn parece a pedir explicaciones, y Tolba continu: -Est claro que nuestro amigo Albuheiri es un donjun empedernido. -Y qu es lo que te hace pensar tal cosa? -No estabas mirando cuando la mujer le escupi? -Pero quin era esa desconocida? -Yo qu s! Pues una mujer! Y se rea: -Una que viene persiguiendo a su hombre fugitivo!

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Sohra lleg an furiosa, y comenz a contar sin que nadie le preguntara: -Le abr la puerta al usts Sarhn y de repente apareci sa. El usts no se haba dado cuenta de que lo vena siguiendo; se enzarzaron en una violenta ria, y el resto ya lo han visto... Madame volvi y, sin sentarse, dijo: -Era su novia, o al menos eso es lo que he entendido. A mi parecer todo estaba claro, pero Tolba Marsuq maliciosamente insinu: -Y qu tiene que ver Sohra con esto? La chica respondi: -Yo intent separarlos y entonces la mujer se volvi hacia m, despus pas lo que pas... El hombre dijo: -Pobrecilla, porque t eres un pgil temible, Sohra. Entonces intervine yo: -Te lo ruego, demos por concluido el tema...

Corn XXVIII, 1-5 En el nombre de Dios el Clemente, el Misericordioso.


Ta-sin-mim1.

Aqullas son las seales del libro revelado. Nos te recitamos para los creyentes la verdad sobre el profeta Moiss y el faran. El faran dominaba Egipto y dividi a sus gentes en facciones; a una de ellas la humillaba, sacrificaba a los nios y dejaba vivir a las mujeres: l era un corruptor.
1. Nombre de tres consonantes del alfabeto rabe que se corresponden con los sonidos castellanos de la te, la ese y la eme. En el mismo texto cornico es un misterio a qu aluden, por lo que nunca se traducen. (N. de la T.)

75 Pero Nos queremos agraciar a aqullos a los que humill en Egipto, hacerlos lderes religiosos, hacerlos los herederos.

Caa una tromba de agua que aullaba en el patio de luces, pero yo, arropado en la bata, estaba en mi somnolienta habitacin en una semioscuridad que no permita adivinar la hora. O que una mano llamaba a la puerta pidiendo permiso para entrar. Apareci madame sonriente y se sent frente a m en el taburete sobre el que yo estiraba a veces las piernas. Entonces me dijo mientras luchaba por contener la risa: -Le voy a dar una noticia increble... Cerr el libro y lo puse sobre la cmoda murmurando: -Espero, querida ma, que sea buena. -Sohra ha decidido aprender a leer y escribir! La mir estpidamente. No entenda nada. -De verdad, quiere estudiar, me ha dicho que se ir una hora todos los das para recibir la leccin! Yo tan slo pude decir: -Eso es realmente extraordinario... -Aqu, en nuestro mismo edificio, en la quinta planta, vive una familia con una hija que es maestra, y ya ha hablado con ella. -Lo repito: es una decisin realmente admirable... -Bueno, yo le he dicho que por mi parte no hay inconveniente, aunque me da pena que se le vaya a ir todo el sueldo al bolsillo de la maestra... -Es hermoso que se preocupe por ella, pero yo, lo nico que puedo decir es que sigo absolutamente pasmado... Cuando por la tarde Sohra me trajo el caf le reproch: -Ah, pillina, no me cuentas tus secretos!

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Me mir con timidez: -No, no, yo no le guardo nada a usted... -Y lo de aprender a leer y escribir? Dime, cmo es que has pensado en tal cosa? -Hoy da todas las chicas estudian, se las ve por cualquier sitio... -Bueno, pero por qu ahora? La chica se ri y yo suger: -Quizs te dijiste a ti misma que t eras ms hermosa que ninguna, as que, por qu ellas s y t no? Sin decir palabra me dirigi una mirada radiante. Yo continu: -Pero sa no es la nica razn... -Y qu ms puede haber? Call unos instantes y luego conclu: -Pues nuestro amigo Sarhn Albuheiri. Se puso roja y baj la mirada. Compadecido, le dije: -Lo de aprender es una idea estupenda, pero Sarhn... No saba si hablar con franqueza, pero ella me anim: -S? -Estos jvenes lo quieren todo, Sohra! Son ambiciosos, unos trepas! Ella pareca contrariada: -Todos somos hijos de Adn y Eva, ahora todos somos iguales... -Eso es cierto, pero... -El mundo est cambiando, no es verdad? -Cierto, el mundo est cambiando, pero ellos ni siquiera han empezado a hacerlo... Se qued pensativa y luego aadi: -Cuando ya sepa leer y escribir aprender un oficio, por ejemplo, modista. Tena miedo de que si hablaba ms herira sus sentimientos, as que le pregunt para suavizar lo dicho:

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-Te arna de verdad? Inclin la cabeza con un gesto afirmativo y yo entonces le dese: -Pues que Dios te proteja, nia ma, y te haga dichosa... De vez en cuando la ayudaba en su entrada al ajeno para ella mundo de las palabras y los nmeros. Todos conocan su decisin y se hablaba bastante de ello, pero a ninguno se le ocurra bromear sobre el tema, al menos delante de m. Creo que en general apreciaban a Sohra, aunque cada cual a su manera. Tolba Marsuq haca un completo seguimiento de los asuntos de la joven, no se le escapaba nada. Un da me solt: -Sabes cul sera la solucin perfecta para ella? Que algn da se hospedase aqu un productor de cine... Qu te parece? Farfull una maldicin.

En cierta ocasin me dirig por la tarde a mi lugar habitual en el vestbulo y vi a Sohra sentada en el divn al lado de una chica desconocida. De una ojeada comprend que era la maestra. Una chica bonita y con cierto aroma a campo. Haba bajado a la pensin porque haba visitas en su casa. Como siempre ocurra con alguien nuevo, madame le estaba haciendo un autntico interrogatorio, de manera que pudo enterarse de algunas de las cosas que quera saber. Ms tarde nos cont que viva con sus padres y que tena un hermano que trabajaba en Arabia Saudita. La maestra volvi alguna que otra vez, y siempre elogiaba la aplicacin de su alumna. Un da -Sohra vena con el caf de la tarde- le not un gesto adusto en la cara. Le pregunt por su salud y me respondi con indiferencia:

-Como una mua! -Y las clases? -Por ese lado tampoco tengo queja... Pregunt ansioso: -Entonces, no queda ms que nuestro amigo Albuheiri! Se qued un rato callada como si estuviera escuchando el repiqueteo de la copiosa lluvia. Finalmente le dije: -Sohra, no soporto verte apenada... Me respondi: -Gracias, monsieur Amer, s que es usted sincero... -Qu ha pasado? -Que tengo muy mala suerte! -Te lo dije desde el primer da... -No es tan simple como se imagina... Me mir afligida y me pregunt vehementemente: -Qu puedo hacer? Lo amo, qu puedo hacer? -Ests segura de que te ha mentido? -No, no es eso, l tambin me quiere, pero siempre est hablando de los obstculos. -Pero un hombre, si de verdad ama... Ella insisti: -Me quiere, monsieur Amer, pero siempre est hablando de las dificultades! Le dije con ternura: -Y t, por qu tienes que aguantar ese trato? Debes reflexionar, para saber qu es lo que quieres y as poder encontrar tu propio camino. Cuando se iba me dijo: -De qu me sirve saber qu es lo que quiero, si despus me doy cuenta de que no puedo hacerlo? Lo amo, monsieur mer, y eso ya no tiene remedio...

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-Excelencia, cmo ha podido usted? Me cort secamente: Tena dos opciones: o bien coger el prstamo que el Banco de Crdito Agrcola1 me daba con la condicin de anunciar mi salida del Wafd, o bien la ruina. Muchos habran escogido lo segundo. Grit fuera de s: -Cllate! T nunca has tenido tierras, no sabes lo que eso significa; ni hijos, y tampoco entiendes lo que un padre puede llegar a sentir..., a m me han torturado, he sido encarcelado en el cuartel de Qasr Annil..., pero todo eso se desvanece cuando pienso en mi hija, que es lo que yo ms quiero en este mundo...

Madame lleg y me dijo susurrando: -Venga conmigo, la familia de Sohra est aqu. Fui con ella al vestbulo y vi a la hermana y al cuado de la chica sentados y a ella que, de pie en medio de la sala, los miraba con acritud y obstinacin. El hombre estaba diciendo: -Gracias a Dios te viniste con madame, pero es una deshonra para todos que te escaparas. Su hermana asinti: -Nos has puesto en evidencia delante de la aldea entera... Sohra dijo con rabioso desafo: -Yo no tengo ninguna atadura ni con nada ni con nadie! -Si el abuelo pudiera viajar, ya veras... -Desde que mi padre muri, no me queda nadie en el mundo!
i. Fundado en 1931, por lo tanto, en esta conversacin no interviene Saad Zaglul, que muri en 1927. (N. de la T.)

8o -Qu vergenza...! Es que el abuelo estaba cometiendo algn crimen porque quera casarte con un hombre acomodado? -Me quera vender, eso es lo que quera! -Que Dios te perdone...! Venga, te vienes al pueblo. -No me ira con vosotros ni aunque los muertos resucitasen. Su cuado se dispona a hablar pero ella reaccion antes: -Y t no te metas! Seal hacia madame diciendo: -Trabajo aqu honradamente y vivo de lo que me gano con el sudor de mi frente. Me dio la impresin de que, de haber podido, a ambos les habra encantado decir claramente lo que pensaban sobre madame, la pensin y aquella estatua de la Virgen. Madame intervino: -Sohra es hija de un hombre al que yo apreciaba y respetaba, la trato como si fuera mi propia hija, as que aqu es bienvenida si desea quedarse. Madame me mir, espolendome a hablar, y dije: -Sohra, pinsalo con serenidad, y despus decide lo mejor para ti. Pero ella insisti: -Ni aunque los muertos se levantasen de sus tumbas! El intento haba resultado un fracaso. El hombre cogi a su esposa y camino de la puerta le sise a la joven: -Sera de justicia que te matasen! Nos pusimos una y otra vez a discutir sobre lo que haba ocurrido, hasta que Sohra me pidi: -Monsieur Amer, quisiera or lo que sinceramente piensa usted. Yo le contest: -Me gustara que volvieses a tu aldea.

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-Que vuelva a la mezquindad y a la humillacin? -He dicho me gustara en el sentido de que si lo hicieses, fuese para bien tuyo. -Amo el campo y la aldea, pero no me gusta la miseria. Aprovech entonces que madame se haba ido por algn asunto particular y me dijo con tristeza: -Aqu es donde estn el amor, el aprendizaje, la pulcritud, la esperanza. Entenda su abatimiento. Como ella, yo tambin haba salido con mi padre de la aldea. Como ella, yo amaba el pueblo pero me angustiaba vivir all. Y fui autodidacta, al igual que ella quera ser. Como ella, se me acus en falso y la gente dijo que mereca morir. Como ella, me senta fascinado por el amor, el aprendizaje, la pulcritud, la esperanza. A Dios le pido que seas ms feliz y afortunada que yo, Sohra.

Nos estbamos acercando al final del otoo, pero el clima de Alejandra era caprichoso y a veces nos conceda un respiro con maanas luminosas y clidas. En una de stas en las que se poda gozar con los rayos del sol que caan desde el cielo azul puro, Mahmud Abualabbs, el vendedor de peridicos, me sonri. Estbamos en la plaza Arrmal delante de su abigarrado puesto que revistas y libros llenaban de color. Me sonri y me interpel: -Seor...? Pens que a lo mejor haba algn error en la cuenta. Lo mir inquisitivamente mientras l situaba su enorme cuerpo frente a m. Continu: -El seor vive en la pensin Miramar, no? Asent con un movimiento de cabeza y dijo: -Disclpeme, en la pensin no hay una joven que se llama Sohra?

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Sorprendido, respond con cautela: -S. -Dnde est su familia? -Por qu me lo preguntas? -Perdone, es que quisiera casarme con ella... Pens unos instantes y luego le cont: -La familia est en el campo, pero creo que est peleada con ellos... T ya has hablado con la chica? -Bueno, a veces viene a comprar la prensa, pero la verdad es que no me da pie para iniciar ninguna conversacin. Aquella misma tarde visit a madame para pedirle su mano. Despus de que el hombre se fuera Mariana habl del asunto con Sohra, pero la joven lo rechaz sin dudarlo ni un instante. Cuando lleg a nuestros odos -de Tolba y mos- el otro coment: -T la has estropeado, Mariana: le lavaste la cara, la vestiste con tus ropas, y ahora se mezcla con jvenes bien situados en la vida; la cabeza se le ha llenado de pjaros, todo esto no puede tener ms que un final fatal e ineludible... En nuestro rato de intimidad cotidiana -el caf de la tarde- hablamos sobre el tema. Le reproch: -Tendras que haber pensado un poco ms todo el asunto. Ella protest: -Pero usted conoce mis circunstancias y mis sentimientos! -No hay nada de malo en meditar tranquilamente y consultar a los dems... La chica me respondi: -Usted me desprecia y cree que no merezco aspirar a algo mejor! Hice un ademn de rechazo con la mano y dije:

-No, no, Sohra, lo que ocurre es que, como posible marido, lo veo razonable, eso es todo. -Con l volvera a la vida de la que ya hu, en la aldea! No me convencan sus reparos, as que me cont: -Una vez, sin saber que yo tambin estaba oyndolo, escuch cmo le deca a un amigo suyo que a lo mejor hay distintos tipos de hembras, pero que todas comparten una sola esencia, y entre ellas est la mujer, que no es ms que otro animal hermoso sin cerebro y sin Dios, y la nica manera de hacer de ellas bichos domesticados es el cinturn... Me mir desafiante y prosigui: -Es una vergenza que quiera para m misma una vida digna? No supe qu decir. A pesar de que aparentaba lamentar su negativa a la boda, en el fondo senta una ilimitada admiracin por ella. No te fastidiar ms con consejas de viejas... Saad Zaglul sola escuchar a sus mayores, pero despus segua la opinin de la juventud... Ah, querida Sohra, que Dios te proteja.

-Estn ocurriendo cosas trascendentales a tu alrededor, y t ni siquiera te enteras, viejo chocho! Tolba me sonrea maliciosamente al decirme aquello. Estbamos sentados en el vestbulo sin ms compaa que el golpeteo de la lluvia. Le interrogu esperando malas noticias: -Qu est sucediendo? -El donjun Albuheiri est maquinando a escondidas un golpe de estado! Me preocupaba el asunto -por su conexin con Sohra-, as que le pregunt a qu se refera, y me dijo: -Adems de la antigua diana, ahora est apuntando con mucho cuidado a otra nueva!

84 -Habame sin regodearte en las desgracias ajenas! -Vale, est bien..., ahora le ha llegado el turno a la maestra. -La maestra? -Exacto. ltimamente he notado cierto intercambio de miradas, y como sabes, mi experiencia en estas cuestiones es proverbial. -Qu vergenza! Qu tipo de mente calenturienta tienes? Crees que tus retorcidos pensamientos son realidades incuestionables...? Me contest rindose burlonamente y alegrndose de mi dolor: -Pap mer, te invito a presenciar los actos de un drama en Miramar. Estaba resuelto a no creerle, pero la preocupacin enturbi mi serenidad. Inesperadamente Hosni Alam nos cont ese mismo da la pelea que tuvieron Sarhn Albuheiri y Mahmud Abualabbs, el vendedor de peridicos, en la misma plaza Arrmal. Conjeturar las razones que haba tras aquella ria era posible, pero imaginarme cmo haban llegado a desembocar en semejante resultado estaba completamente fuera de mi alcance. Hosni dijo: -No pararon de pegarse hasta que intervino la gente. Tolba Marsuq le pregunt: -T lo viste con tus propios ojos? -No, me enter poco despus de que ocurriese. Madame pregunt compasiva: -Lleg el asunto hasta la comisara? -No, no, simplemente acab con un torrente de insultos y amenazas. Sarhn no nombr el suceso, as que nosotros evitamos mencionarlo. Volv a pensar sobre lo que Tolba me haba dicho acerca de Sarhn y la maestra... La afliccin y la inquietud se apoderaron de m.

Para un marinero, la lealtad es una perla. Lgrimas de mis ojos, auxiliadme! Con aplausos y gritos le pedamos que repitiese el estribillo una y otra vez, y l cantaba y cantaba hasta que el alba rompi. Aquella noche yo estaba pleno de juventud y vigor, de comida y vino, pero mi corazn sufra a solas los secretos de su congoja.

So con la muerte de mi padre. Estaba profundamente dormido, justo antes del amanecer. Los vi, lo cogan del prtico de la mezquita Abialabbs, donde le haba alcanzado la muerte. Despus lo llevaban a casa. Llor. En mi odo retumbaban los gemidos de mi madre, y as siguieron hasta que abr los ojos. Dios mo, qu ocurre afuera? Como la vez anterior? La pensin Miramar se est convirtiendo en un campo de batalla. Cuando sal todo se haba acabado. Mariana me vio y se acerc a m como pidiendo socorro. Entramos en mi habitacin, y ella no paraba de gritar: -No puede ser, no puede ser! Al infierno con todos ellos! La mir con ojos cargados de sueo y se puso a contarme la nueva historia. La despert el alboroto de una ria, entonces sali de su dormitorio y se encontr a Sarhn Albuheiri y Hosni Alam pegndose. -Hosni Alam? -S, por qu no?, tambin l tena que tomar parte en la locura, no? Le pregunt contrariado: -Pero con qu motivo? -Ah, tendramos que volver a atrs, a algn hecho que no he presenciado porque, al igual que el resto, estaba profundamente dormida.

-Y Sohra? -Lo que me ha contado es que Hosni Alam volvi borracho y que intent... -No...! -Monsieur Amer, yo la creo. -Tambin yo, pero Hosni! No se le notaba que... -Bueno, no nos podemos dar cuenta de todo. Sarhn se despert en el momento justo, y ya despus, pas lo que pas. -Dios mo, qu pena! Se frot la garganta como si quisiera hacer desaparecer el dolor que senta por haber gritado tanto, y volvi a decir: -No... Que se vayan todos al infierno! Yo le dije enfadado: -Como mnimo, Hosni Alam debe marcharse. No respondi a mis palabras, ni tampoco mostr mucho entusiasmo. Despus sali de mi cuarto con el gesto de la cara hosco. Cuando al da siguiente Sohra me trajo el caf, intercambiamos una mirada llena de significado. Yo murmur: -Me siento muy apenado, Sohra. Ella contest con furia: -Un desgraciado sin decencia ni caballerosidad! -La verdad es que este sitio no es el ms apropiado para ti... -Siempre he podido defenderme yo sola, y as lo hice! -Pero sta no es la vida tranquila y segura que se espera y se desea para una buena chica como t. Pero la joven zanj obstinada: -En todas partes hay sinvergenzas depravados, hasta en la aldea!

Sal de la pensin tras das de haber estado retenido en su interior a causa del fro, las ventoleras y las cataratas de lluvia. Unos das terribles en los que cada cual se haba replegado en su habitacin, a pesar de las reiteradas ofensivas de las tormentas contra nuestras trincheras: el agua azotaba las ventanas, las paredes se haban estremecido con el retumbar de los truenos; los relmpagos, restallado como bombas incendiarias, y los vientos, ululado endemoniados. Cuando dej la pensin encontr la otra cara de Alejandra, la que, calmada tras la furia, recobraba la dulzura de carcter. Recib con gratitud los rayos dorados, mir las olas que se sucedan inocentemente, y las pequeas nubes algodonosas que, esculpidas sobre el cielo, caan una sobre otra como respiraciones entrecortadas. Me sent en el Triann para beber un caf con leche como sola hacer en tiempos pasados con el baj Garabli, el sheij Gawish y madame Labrasca, la nica extranjera que he catado. Tolba Marsuq se sent un rato conmigo y despus se dirigi al vestbulo del Windsor para encontrarse con un viejo amigo. De repente apareci Sarhn Albuheiri, me salud y, tomando asiento, dijo: -Qu feliz coincidencia! Permtame que me despida de usted, quizs no le vea ms tarde cuando me vaya de la pensin. Le pregunt sorprendido: -Has decidido trasladarte? Asinti con su profunda voz: -S, me voy, y si me hubiera marchado sin despedirme de usted, lo habra sentido mucho. Le di las gracias por su gentileza, aunque haba ciertas preguntas que me estaban importunando. Pero no me dio la ocasin de seguir hablando pues agit la mano hacia una persona que se acercaba, se despidi de m y se fue.

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Apesadumbrado, me pregunt con inquietud: Y qu pasa con Sohra?.

Agarr con fuerza las rejas de la jaula donde acusados mientras escuchaba la sentencia del pus, el mayor proxeneta de la ciudad grit con cia de su voz: Estaris contentos!, eh, hijos de perra? Naima, puta de oficiales!

se sientan los tribunal; destoda la potenY t tambin,

Cuando volv a la pensin me encontr en el vestbulo a madame, a Tolba Marsuq y a Sohra inmersos en una nube de afliccin que delataba sin tapujos el tormento que sentan. Me sent en silencio. Ahora estaba clara la respuesta a aquella cuestin que le habra querido plantear a Sarhn. Madame me dijo: -Finalmente, han salido a la luz las verdaderas intenciones de Sarhn... Yo musit: -Hace una hora que lo he visto en el Triann y me cont que iba a dejar la pensin. -En realidad lo he echado de aqu. Y sealando a Sohra prosigui: -La ha ofendido sin ningn tipo de miramiento; dijo que se iba a casar con la maestra. Mir a Tolba, que me devolvi la mirada y coment sarcsticamente: -Parece que por fin se ha dejado atrapar... Madame comenz de nuevo: -Nunca me sent totalmente tranquila con l, lo cal desde el primer momento, un ser malvado y sin moral... Y tras una pausa, continu:

-Monsieur Mansur Bahi intervino y de pronto estall una nueva pelea, entonces, a gritos, le dije claramente que se fuera y que no volviera ms. Mir a Sohra apenado. Estaba convencido de que el juego se haba acabado, y de que el muy canalla se haba ido sin castigo. La furia me traspas como en los tiempos amargos de mi pasado, pero intent consolar a la joven: -Es un miserable, y no se merece ni una sola lgrima. Cuando me qued a solas con Tolba, me lament: -Ojal hubiera aceptado casarse con Mahmud Abualabbs! l me replic como quien despierta a alguien de su siestecita: -Pero hombre de Dios! Qu Mahmud? Es que an no sabes que la chica ha perdido algo irrecuperable? Frunc el entrecejo a modo de protesta. Me qued pasmado. Irnico, l continuaba: -Dnde tienes la cabeza, viejo chocho? Y la perspicacia, dnde la has dejado? -Sohra no es como las dems... -Dios, qu bendito inocente! Estaba indignado contra l, pero la duda comenz a abrirse paso. Me dije con profunda tristeza: Qu lstima!. Tolba volvi a hablar: -Madame fue la primera que me coment la cuestin, aunque yo no necesitaba que lo hiciera. -Qu mujer ms ruin! -Bueno, como ya sabes, ella siempre ha estado dispuesta a protegerla... o a aprovecharse de la joven, segn se mire. Dije iracundo: -No har ni una cosa ni la otra, lo juro por Dios!

9 Lleg nuestra cita de la tarde en medio de una tristeza impresionante. Me rog que no le recordara mis antiguos consejos, que no le reprochara ni la acusara de nada. Le contest que no se preocupara, que no lo iba a hacer, pero que tena que enfrentarse a su futuro con la valenta que ella saba tener. -No se habr enfriado tu entusiasmo por aprender? Sohra asegur con resolucin, aunque sin la menor alegra: No, no, encontrar una nueva maestra... Yo susurr: -Si necesitas alguna ayuda... Se inclin sobre m hasta besar mis hombros en seal de cario y respeto; despus se mordi los labios para contener las lgrimas. Extend mi apergaminada mano de abultadas venas hasta rozar con ternura su negro cabello y musit: -Mi nia Sohra, que Dios te proteja...

Aquella noche permanec en mi habitacin, presa de una absoluta sensacin de agotamiento, y durante unos cuantos das el cansancio me postr en cama. Madame me animaba y me insista en que tena que ponerme bien para no perderme la celebracin de Fin de Ao. A propsito de aquello, me pregunt: -Qu le parece? La pasamos en el Monseigneur, como propone el bey Tolba, o aqu? En un susurro le contest indiferente: -Es mejor aqu, querida. Cmo la haba celebrado en el Sault, en el Groppi, en el Alf Leila o en los jardines del Lipton..., y tambin la pas un ao preso en la crcel militar de la Ciudadela.

La tercera maana de mi retiro madame irrumpi en mi cuarto absolutamente fuera de s y entre jadeos me solt: -No ha odo la noticia? Y mientras se hunda en el sof, aadi: -Han asesinado a Sarhn Albuheiri! Yo chill: -Cmo? -Han encontrado su cadver en el camino que lleva al Palma! A continuacin lleg Tolba Marsuq agarrando nerviosamente el peridico mientras deca: -Es una noticia realmente incmoda, quizs nos cause problemas imprevisibles... Nos miramos e intilmente cada cual se puso a dar su opinin. Repasamos todas las posibilidades: su primera novia, Hosni Alam, Mansur Bahi, Mahmud Abualabbs, hasta que finalmente madame sugiri: -Quizs sea alguien que no conocemos. Yo asent: -Pudiera ser, nosotros casi no sabemos nada de su vida, ni de sus relaciones, ni sus circunstancias... Agitada, madame exclam: -Cunto deseara que se descubriese al asesino pronto, que ste no tuviera nada que ver con nosotros, y que no apareciera por aqu la cara de ningn polica...! Tolba Marsuq la apoy: -Y cunto lo deseo yo tambin! Entonces me interes por Sohra y madame suspir: -La pobre est destrozada, en todo el sentido de la palabra... Yo pregunt con tristeza: -Se la puede siquiera ver?

-No, est totalmente hundida, se ha encerrado en su habitacin y no quiere ver a nadie. Volvimos a mirarnos y a opinar intilmente. Cuando finalmente me qued a solas, cerr los ojos y recit para m la azora del Clemente:
Todo aqul que est sobre la tierra es mortal, tan slo el rostro de tu Seor permanece, lleno de Gloria y Majestad. As pues ;de qu dones de vuestro Seor renegaris?

Hosni Alam

Jo, to, no me agobies! La lbrega superficie del mar, congestionada y amoratada, descarga su clera y la refrena; las olas se agolpan una tras otra, aqulla sobre la anterior, se asfixian, se estrangulan, hierven con eterna furia, sin descanso. Una revolucin. Por qu no? Para educaros, y empobreceros, y arrastrar vuestras altivas narices por el polvo. Oh, estirpe de esclavos, yo soy uno de vosotros, y eso es algo que no tiene solucin. Me conoca bien mi prima de ojos azules cuando dijo: No tiene estudios, y sus cien feddn slo son suficientes para un pobre diablo, tras lo cual se acurruc a esperar otro semental. El Paseo Martimo no se ve desde el balcn del Cecil. Si no me asomo a la barandilla, no es posible verlo: el mar se extiende directamente ante los ojos, como si lo estuviera contemplando desde la cubierta de un barco. A la izquierda lame los pies del castillo de Qaitbai, de manera que el agua queda presa entre el dique del Paseo Martimo y el rompeolas de piedra, que se levanta frente al mar como un gigante. Entre ambos estrangulan y constrien la marejada, las olas se baten con pesadez mostrando una superficie negruzca azulona que previene contra la clera de Poseidn, en cuyo estmago se agitan y disuelven los enigmas de la muerte y sus despojos. La habitacin tiene un aire clsico. Me recuerda el palacete de la familia Alam en Tanta, por eso me angustia. El prestigio de los terratenientes se esfum y he

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aqu que lo que ha llegado es la poca de los ttulos universitarios que la plebe consigue... Est bien, que sea la revolucin. Que os aplanen y os compriman. Por mi parte, declino ser uno de vosotros. Abrir un negocio. Yo, yo no tengo nada que ver con nadie, migajas de estos tiempos podridos. Jo, to, no me agobies!

Cierto da, mientras Mahmud -el camarero nubio- me serva el desayuno en la habitacin, se me ocurri comentar: -Cmo me aburro en este enorme hotel! Tena por costumbre establecer relaciones cordiales con el servicio de los hoteles en los que me hospedaba, comportarme de manera afable y generosa, para cuando pudiera tener necesidad de ellos. Inesperadamente, el hombre me pregunt: -Se quedar el seor mucho tiempo en Alejandra? -S, mucho. -No sera entonces preferible para el seor que residiera en una pensin? Lo mir con curiosidad y prosigui: -Conozco una limpia y decente; en ella el seor tendra ms entretenimiento y menos gastos..., aunque le rogara al seor que esto permaneciera en secreto entre nosotros. Agradable, servicial... y traidor. Viva de lo que ganaba en un sitio pero trabajaba en beneficio de otro, como muchos de mis amados campesinos. Es cierto que una pensin tiene un ambiente ms clido y familiar; por otra parte, es ms adecuado para alguien que est pensando en proyectos a largo plazo. Y en cualquier caso, qu me ha conducido al Cecil si no una vieja y arraiga-

97 da costumbre, un orgullo al que an no se le han bajado los humos?

Tras la mirilla de la puerta apareci una bonita cara. Demasiado bonita para ser una criada, demasiado bonita para ser propio de una seora. Qu chica tan guapa. Me ha enamorado a primera vista. -S? Una campesina! Extraordinario. El Cecil puede hundirse en medio de las olas negras. -Vengo de parte de Mahmud, el camarero del hotel Cecil. Me hizo sentar en el vestbulo y se fue hacia dentro. Me puse a mirar las fotografas, como punto de partida para ir entrando en relacin con los retratados. Quin es ese oficial ingls? Yesa belleza apoyada sobre el respaldo de una silla? No est mal, hermosa y picara. Pero qu fotografa tan anticuada! El estilo de la ropa te hace pensar que es tan vieja como la misma Virgen que tiene al lado. Lleg una anciana cubierta de oro y con ropa y porte distinguidos. Es la duea de la pensin, sin duda alguna. El perfecto ejemplo de una alcahueta griega retirada, o quizs an ejerza, eso espero. Aqulla es su fotografa antes de que el tiempo la ajara. S, s, ahora lo veo claro, Mahmud ha interpretado mis quejas de aburrimiento y las ha traducido a una lengua suya particular. Vale, est bien. Cuanta ms diversin haya, mejor ser el ambiente para pensar en los nuevos proyectos. -Le queda alguna habitacin libre? -Usted estaba alojado en el Cecil, no? Sin duda, eso la tena deslumbrada. Ah, cmo me hubiese gustado que tuviera cuarenta aos menos... Le contest afirmativamente y ella me pregunt:

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-Cuntos das se quedar usted? -Por lo menos un mes, aunque quizs se alargue varios. -Menos la temporada de verano, podemos acordar un precio especial. -Bien, eso no estara mal. -Es usted estudiante? -No, vivo de las rentas de mis tierras. Cuando lleg el momento de apuntarme en el registro y me pregunt mi nombre le contest: -Hosni Alam. Sin estudios y dueo de cien feddn suficientes slo para un pobre diablo, pero un diablo con suerte porque no conoce ese amor sobre el que los cantantes tanto hablan.

Una razonable habitacin con las paredes pintadas de color violeta. Ah est el mar, que se extiende con un lmpido azul hasta el horizonte. La brisa del otoo juguetea con las cortinas, e hilachas de nubes se esparcen por el cielo. Me gir hacia la campesina, que en ese momento estaba ponindole a la cama sbanas y mantas. El cuerpo fuerte, gil, muy bien cortado, y si mis dotes de observacin no me engaan, an no ha abortado, ni siquiera ha estado embarazada. En cualquier caso, ser mejor que obre con cautela hasta que conozca a fondo los entresijos de este lugar. -Preciosidad, cmo te llamas? Respondi con gesto serio en la cara: -Sohra. -Bendito sea el que te puso ese nombre... Moviendo la cabeza acept el cumplido, aunque sin sonrer.

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-Hay ms huspedes en la pensin? -S, dos caballeros ancianos y un joven como usted. -Y con qu apodo carioso te llaman? Respondi cortsmente pero manteniendo las distancias: -Me llamo Sohra. Es ms seria de lo debido. Sera un adorno fantstico en cualquier apartamento que alquilase en el futuro. Es ms bella que la cretina de mi prima, sa que en vez de aceptarme como marido, ha decidido escogerlo siguiendo los postulados ideolgicos que sustentan el Pacto Revolucionario del sesenta y dos... Jo, to, no me agobies!

-Ests realmente hablando en serio'? Por supuesto, querida ma. Pues yo creo que t no tienes ni la ms remota idea de lo que es el amor... -Ya ves que quiero casarme contigo! -Me da la impresin de que ests incapacitado para amar... Me quiero casar contigo, no quiere eso decir que te amo ? Y aad conteniendo la rabia: - O es que no soy suficiente para ti ? Y tras pensrselo un momento, respondi: -Hoy da, las tierras no tienen valor alguno... Yo, y slo yo, era el culpable de haberme expuesto a sufrir semejante humillacin, as que me fui mientras deca: -Me voy para que puedas pensar con tranquilidad...

A la maana siguiente, a la hora del desayuno, conoc al resto de los huspedes. All estaba mer Wagdi, un periodista jubilado de ochenta aos de edad como mni-

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mo; era enjuto, ms bien alto, y tena la cara arrugada, los ojos hundidos, y unos huesos tan descarnados que la muerte ya no iba a tener nada que llevarse a la boca. Su aspecto me causaba repulsin, pero gozaba de una salud envidiable, era asombroso cmo poda estar con vida mientras que generaciones de jvenes seguan muriendo cada da. Tolba Marsuq no me resultaba un desconocido. Mi to haba hecho amables comentarios cierto da sobre la confiscacin de bienes del pobre Tolba, pero por supuesto, no mencion nada. Nunca habamos dejado de estar pendientes de ese tipo de noticias, las seguamos con pasin libidinosa y aterradora, como si fueran pelculas de miedo. Me pregunt: -Eres de los Alam de Tanta? Le dije que s con oculta alegra. Prosigui: -Yo conoc a tu padre, era un excelente terrateniente, un buen conocedor de sus tierras. Entonces se volvi hacia Amer Wagdi, que en aquel momento se estaba levantando de la mesa, y coment rindose: -Y, Dios lo tenga en su gloria, no tuvo que soportar mucho tiempo la influencia de esos bufones! Como vio que yo no entenda lo que quera decir, aclar: -Me refiero a los del Wafd. Le correg despreocupadamente: -Por lo que yo s, l era del Wafd cuando todo el mundo lo era. Aprob mis palabras con un gesto y volvi a interpelarme: -Creo que tienes hermanos, no? -S, un hermano, que es cnsul en Italia, y una hermana, casada con nuestro embajador en Etiopa.

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Resopl como un caballo y entonces me pregunt: -Y t? En aquel momento lo aborrec hasta el punto de desearle que muriese ahogado o quemado, pero respond con aparente desdn: -Yo, nada... -No cultivas tus tierras? -Las tengo arrendadas, como usted sabe. En cualquier caso, estoy pensando en abrir algn negocio... Sarhn Albuheiri -el tercer husped y jefe de contabilidad de la Compaa de Hilaturas de Alejandra- segua atentamente la conversacin, al igual que la vieja madame. Sarhn me pregunt: -Qu tipo de negocio? -Todava no lo he decidido. -Y no sera ms seguro que te emplearas en alguna dependencia del gobierno? Tambin a l, el ltimo, lo odi en aquel momento. Tena un ligero acento rural pegado a su boca como el tufo de la comida en un plato mal lavado. Era un bestia al que Mervat, la imbcil de mi prima, no le podra reprochar el no tener estudios o cultura. Como me pregunte sobre mis inexistentes estudios universitarios, le tiro la taza del t a la cabeza.

De dnde te ha venido ese repentino entusiasmo por la revolucin ? To, soy un autntico convencido... -No te creo. -Pues es completamente cierto, no lo dudes. Se ri con frialdad y dijo: -Parece que la negativa de tu prima Mervat ha acabado con el poco seso que tenas...

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Respond con desprecio: -La idea del matrimonio no fue ms que una ocurrencia pasajera. Y l replic con igual desprecio: -Tu padre, Dios lo tenga en su gloria, parece que te dej en herencia su testarudez, pero no su sabidura...

Cunto me incitaba la ira a atacar la revolucin ejemplificada en la persona de Sarhn, el aprovechado, pero no me dej llevar por la precipitacin. La vieja madame me pregunt: -Por qu no nos habla un poco ms de esos proyectos? -Porque an no los he meditado bien. -Entonces, es usted rico? Sonre confiado, sin responder, y ella empez a mirarme con inters.

Sarhn y yo salimos juntos de la pensin y subimos al ascensor. Se puso a observarme con una sonrisa en los ojos, aparentemente invitndome a estrechar la relacin, de manera que mi rencor hacia l disminuy un tanto. Comenz a decirme, como si quisiera arreglar su error del desayuno -aunque sin ser consciente de ello, claro. -Hoy en da ser funcionario es ms seguro que lo que sola ser, pero tener un negocio propio, si se elige bien... Salimos del ascensor antes de que le diera tiempo a acabar la frase, pero su tono conciliador le ahorr tener que aadir ms. Nos separamos cada uno por su camino, l a la parada del tranva y yo al garaje. Pas por de-

lante del caf Miramar, ubicado en los bajos del edificio, y record aquella vez que haba estado all con mi to, antes del desastre. Mi to sola pasar las tardes fumando el narguile, y envuelto en una abaya1 no muy ostentosa -como si fuera un rey disfrazado de ropas populares- se sentaba rodeado de senadores, diputados y terratenientes. Cierto, aquellos das ya han pasado, pero es que l se mereca lo que le ocurri, y ms. Conduje mi Ford sin rumbo fijo, tan slo me guiaba mi eterno deseo de dar vueltas a toda velocidad. Me dije que lo mejor sera no desairar a Sarhn Albuheiri, pues quizs le sacase algn beneficio a su experiencia y a sus relaciones en la ciudad. Sal disparado hacia Azzarita, Ashatbi, Alibrahima, etctera, con la velocidad del rayo, ante la que mis vigorosos nervios respondan. Traspas el aire agradablemente fro y vivificante bajo un cielo ensombrecido por las nubes. El Paseo Martimo apareca bordeado por el azul del mar transparente y limpio, ya se haba purificado del sudor y el estrpito de los veraneantes... Me dije con obstinacin: Nunca volver a ti, Tanta, si no es para traerme dinero o para vender tierras, iros al infierno, t y tus recuerdos. Gir hacia el poblado Assiyuf, despus pas rpidamente hacia la calle Abi Qir, la mejor de las calles; a medida que aumentaba la velocidad, ms alegre y exultante me senta. Me pregunt con pena dnde estaban las extranjeras, dnde estaba la belleza, dnde los lingotes de oro... Me fui a la sesin matinal del cine Metro. Conoc a una chica en el descanso de la pelcula, en el ambig. Comimos en el Ornar Aljayyam y despus dormimos la siesta juntos en su casa, en Alibrahima. Cuando
l. Manto tradicional de lana, suelto, largo v normalmente sin mangas, que se usa para protegerse del fro. (N. de la T.)

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llegu a la pensin por la tarde ya haba olvidado su nombre. El vestbulo y la sala estaban vacos, as que me di una ducha, y bajo el agua record a aquella garbosa campesina. Ya en mi habitacin, ped una taza de t slo para verla de nuevo. Le ofrec chocolate. Ella vacil, pero yo insista: -No puedes decir que no! Somos como una familia, no? La mir alegremente. Ella, a su vez, o bien me devolva la mirada sin ningn tipo de timidez, o bien miraba al suelo... Temerosa? Astuta? -Sohra, hay muchas como t en el campo? Hizo como que no comprenda mi intencin y respondi: -Muchas, claro. -S, pero cuntas hay que sean tan bonitas como t? Entonces me dio las gracias por el chocolate y se fue. Temerosa? Astuta? En cualquier caso, ahora mismo no la necesito, y tiene derecho a cierto remoloneo y coquetera..., de la misma manera que es de justicia reconocer lo extraordinariamente bella que es. Jo, to, no me agobies!

Estuve un buen rato mirando la vieja fotografa de madame hasta que riendo me pregunt: -Le gusta? Entonces me cont la historia de su primer marido, a la que le sigui la del segundo. -Cmo me ve ahora? Le dije -al tiempo que le miraba las protuberantes venas de las muecas y la piel arrugada en capas como las escamas del pescado: -Pues tan hermosa como antes!

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Ella suspir con resignacin: -Las enfermedades me han envejecido antes de tiempo... Y sin ms prembulos, solt: -Pero es prudente que arriesgue su capital en negocios? -No hay nada malo en ello. -Y si se lo confisca el Estado? -No, hay negocios que son seguros. Adivin que dudaba entre sacar su dinero escondido en el colchn o no, as que dije bromeando: -Sera estupendo que nos asociramos en algn asunto lucrativo. Aparentando sorpresa, se ri: -Yo! Ay, la pensin apenas da para vivir! En aquel momento se uni a nuestra tertulia el Matusaln del periodismo. Lleg arropado en una gruesa bata, sonriente a pesar de su repugnante vejez, y coment como si hablara de nosotros dos: -La juventud busca las aventuras, la vejez persigue la calma. Le dese que ya disfrutara de ella y me pregunt: -Has venido a Alejandra por el tema de los negocios? Asent y volvi a preguntarme: -Y qu, te lo ests tomando en serio? -S, ya estoy harto de no hacer nada. l entonces se puso a recitarme: -La juventud, el ocio y las cosas mundanas corrompen al hombre y son insanas. Pero bueno, si yo odio la poesa tanto como la estupidez esa de los ttulos universitarios...! Sent la superioridad del caballero turcomano que vive entre gentuza. Cierto, a algunos la fortuna los haba pulido, un golpe

de suerte que haba soplado nuestra vela para apagarla. Y me dije dos cosas: que la revolucin era un fenmeno tan extraordinario como los desastres naturales, y que yo era como quien intenta poner en marcha un coche sin batera. De repente un nuevo joven apareci por detrs del biombo en direccin a la puerta de la calle. Madame lo invit a sentarse y lo present diciendo: -Monsieur Mansur Bahi. Un locutor de Radio Alejandra. Otra nueva licenciatura universitaria con un rostro apuesto y delicado, pero carente de virilidad. l tambin era de la gentuza pulida. En esa introversin que tiene hay algo que incita a darle un puetazo. Le pregunt a madame despus de que se fuera: -Husped por unos das o permanente? Ella respondi con orgullo: -Permanente, querido, permanente; yo no admito gente de paso. Sohra volvi entonces de la tienda con una pesada bolsa de plstico. Mis ojos la siguieron con voracidad mientras se alejaba. La ciudad estaba abarrotada de mujeres, pero esta chica excita mis instintos ms primarios... Jo, to, no me agobies!

-Entonces, por fin te has enamorado ? -Ta, no hay ni amor ni pasin, simplemente es un buen partido; adems, es de la familia, y me apetece casarme. -Bueno, sea lo que sea, t eres un joven al que cualquier chica deseara.

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Los conciertos de Umm Kulzum son especiales hasta en la pensin Miramar. Comimos, bebimos y remos. Nos metimos a fondo en todos los temas, incluso en poltica. Pero ni el mismsimo vino poda vencer el sentimiento de miedo. Amer Wagdi se lanz a hablar sobre una gesta de leyendas gloriosas de las que nadie haba sido testigo excepto su propia conciencia. Ese hombre en ruinas se empecin en convencernos de que haba sido un antiguo hroe. Ah, vaya, entonces no hay nadie normal en este maldito mundo...? Igualmente no hay un solo individuo que no est entusiasmado con la revolucin, hasta Tolba Marsuq, hasta yo mismo. Tenemos que estar alerta. Sarhn se aprovecha; por su parte, es ms que probable que Mansur sea un informador, incluso el viejo Amer, quin sabe? Y la misma madame, no se puede descartar que los servicios de seguridad no le encarguen algn tipo de vigilancia. Cuando Sohra me trajo la botella de soda le pregunt: -Ya ti, Sohra, qu te parece la revolucin? Madame intervino: -Ah, tendra usted que ver la fotografa de Nser que tiene colgada en su habitacin... Debo interpretar eso como un permiso para escurrirme en el dormitorio de la chica? A pesar de que el gisqui nos haba fundido en un crisol de clida familiaridad, senta que era un sentimiento pasajero y que lo seguira siendo. No poda haber verdadera amistad entre Sarhn, Mansur, y yo. Afecto pasajero que se esfumara como se fue la chica a la que recog del ambig del cine Metro. Me dije que tena que encontrar algn negocio para consumir en l mis energas y llenar mi tiempo, si no, me expona a cometer alguna estupidez ilegal o algn crimen de sangre acorde con la situacin. Era incuestionable que seguira soltero el resto de mi vida, sim-

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plemente para no tropezarme de nuevo con la palabra no, adems de que no exista una chica lo bastante buena para m en esta sociedad nuestra en vas de desarrollo. En fin, despus de todo, tambin puedo pensar en las mujeres como si fueran un harn ambulante para mi placer, y en tener una criada excepcional que llene el vaco de mi futuro apartamento, una sirvienta como Sohra, no, no, la mismsima Sohra en persona. Ella me lo agradecer de todo corazn, y podr ejercer de ama de casa pero sin las penurias de los embarazos, los nios y la crianza. Es bonita, y seguro que la bajeza de sus orgenes la ha preparado para soportar mis ocurrencias y mis voraces apetencias. Bueno, la vida es aceptable a pesar de todo, parece que promete algn que otro momento de felicidad. Sarhn nos cont tantos chistes que nos acabamos revolcando por el suelo de la risa; incluso Mansur, de vez en cuando, estallaba en carcajadas, pero rpidamente se bata en retirada a su concha.

Escuchad! Leed esto! Es nuestra condena de muerte! Es que los ingleses se van a quedar cruzados de brazos hasta que nos invada el comunismo f Quin se ha credo este Nser que es ?

Empez el concierto y con l nuestra dispersa atencin se reagrup. Como de costumbre, me sent presa de la angustia. Cierto, puedo seguir una o dos frases musicales, pero despus se me agarrotan los msculos de aburrimiento. Ah estn ellos, entusiasmados con la msica, y aqu estoy yo, hundindome en el tedio. Lo que verdaderamente me asombra es que a madame le gusta Umm Kulzum como al resto... Quizs se dio cuenta de mi sorpresa, porque me coment:

-Llevo escuchndola toda una vida. Tolba Marsuq, ensimismado en la msica, se inclin hacia m y musit: -Gracias a Dios, no me confiscaron el odo. Matusaln haba entrecerrado los ojos y no se saba si estaba escuchando o en coma profundo. Mi mirada se aposent sobre Sohra, sentada al lado del biombo. Es realmente preciosa, pero est escuchando? En qu piensa? Qu esperanza la tiene seducida? Quizs es que la vida la deja perpleja como a m? De repente se fue hacia el interior, y mientras los dems seguan extasiados, yo me levant y fui hacia el cuarto de bao para encontrrmela por el pasillo. Acarici su trenza y le murmur: -Slo tu cara es ms bella que la msica... Se asust y se puso rgida. Yo avanc para abrazarla, pero me contuve ante su fra mirada de advertencia. -Mi espera se est alargando demasiado, Sohra! Retrocedi con agilidad y volvi a su asiento. Est bien. En el palacete Alam, en Tanta, hay decenas de chicas como t, o es que no lo entiendes? Tampoco para ti son suficientes mis estudios, so mierda asquerosa? Eso es lo que eres, una mierda de vaca... Volv a mi sitio y con artificiales exclamaciones de admiracin por unas canciones que no haba escuchado, disimul la ira. Entonces me asalt el perentorio deseo de proclamar mi opinin, de ser fiel a m mismo -aunque fuera una sola vez- en esta tediosa y larga velada. Pero no lo hice. En el descanso del concierto aprovech que los congregados se haban dispersado temporalmente y me fui. Sal disparado en el coche hacia el Cleopatra. Haca una noche fra y tormentosa, pero yo estaba ardiendo por el calor del vino. Me dirig a la casa de una alca-

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hueta maltesa a la que frecuentaba las noches de verano. Se sorprendi al verme a aquella intempestiva y despoblada hora, y me dijo: -Estoy sola en casa, y ahora no puedo llamar a ninguna chica. Se qued frente a m en camisn. Tena cincuenta aos o ms y era gorda y fofa, pero no le faltaba cierto aire femenino, incluso con aquella pelusa que le sobrevolaba los labios como si fuera un bigote. La empuj hacia dentro mientras ella deca atnita: -Pero bueno! Ahora no estoy preparada! Y le dije riendo: -Eso no tiene importancia, nada tiene importancia. Despus de hacerlo, nos pasamos una hora parloteando hasta que me pregunt qu me haba llevado a Alejandra, y cuando le cont mis planes me dijo: -En estos das hay mucha gente que est liquidando sus negocios y se est yendo. Le contest con un bostezo: -No quiero fundar ninguna empresa, ni tampoco una fbrica. -Entonces busca a algn extranjero que te convenga y coge su sitio. -No es mala idea, pero tengo que estudiar todas las posibilidades. De vuelta a la pensin la lluvia caa a chuzos; el camino se vea con dificultad a pesar del rpido vaivn del parabrisas. Y me dije, irritado, que estaba dejando pasar el tiempo intilmente.

Es hermosa; a pesar del tufo a cacerolas, es hermosa. -Un terrn de azcar, por favor. Con aquello le estaba indicando que disolviera el

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azcar en el t, de manera que permanecera un minuto ms en mi habitacin. -Has sido muy seca conmigo, Sohra. -En absoluto, es usted el que ha sobrepasado los lmites. -Slo quera expresarte mis sentimientos. Entonces respondi con hiriente sinceridad: -Yo estoy aqu simplemente por el trabajo. -Por supuesto, eso ya lo s. -Pero, por lo que parece, usted no se lo cree. -No, Sohra, me has malinterpretado! Usted es un buen hombre, as que salo tambin conmigo... Se fue mientras mi voz la persegua: -Siempre te amar!

Ven conmigo, hoy no vas a hacer lo acostumbrado... Un da terrorfico, reproches y censuras de mi hermano, crticas y amonestaciones de mi to: la escuela, la escuela... Vamos a coger el camino de las plantaciones, es un recorrido largo y confuso, hacia el norte y hacia el sur, de noche y de da; en cada pueblo nuestros campesinos nos ofrecan comida y bebida, Ya no soy un nio, ya no soy un nio....

Os he visto, os he visto a los dos juntos. En el corredor, frente al cuarto de bao, os he visto. As que es l, Sarhn. Pellizc tu mejilla con ternura, y tu cabeza no se retir enfadada, tu bello rostro sonrea y emita una luz olivcea. Tus trenzas se movan coquetas, como la mies en los campos. El otro se me ha adelantado por unos das. No hay nada de malo en ello, en absoluto, si se observa cierta equidad

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en el reparto del botn. Aunque yo slo tenga un da y l, dos. Estuve rindome largo rato mientras daba vueltas en mi coche, y gritaba: -Jo, to, no me agobies! Llev a Tolba Marsuq al Triann y una vez all me invit a sentarme con l. De camino a nuestro sitio pasamos al lado de Sarhn Albuheiri, que estaba en un rincn con otra persona, y lo saludamos. Tolba me pregunt cmo pasaba el tiempo y yo le contest que paseaba en coche y pensaba en mis proyectos de trabajo. Me inquiri: -Tienes experiencia en alguna actividad concreta? Le respond que no, y dijo: -Entonces ten cuidado, no sea que os metis t y tu dinero en un hoyo. -S, pero tengo claro que... -Csate, y aprenders lo que no hay en los escritos! Le contest, reprimiendo a duras penas el enfado: -Tengo claro que voy a seguir soltero y que voy a emprender un negocio! Seal en direccin a Sarhn Albuheiri y coment: -se es un chico listo... Entonces le pregunt con inters: -Qu sabe de l? -Tengo un viejo amigo que est en contacto con la Compaa y all lo describen como un joven revolucionario, con eso ya te puedes imaginar... -Usted cree que es sincero? -Vivimos en una selva y las fieras luchan por la supervivencia...

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Me entr cierta satisfaccin, y l continu diciendo: -Bajo el uniforme no hay otra cosa que un loco por el lujo! Le dije resignado y seguro de nuestra soledad como clase: -Pero hay reformas innegables, no? Hizo un extrao movimiento con los labios y asert: -Tenan como objetivo gentes que an no haban alcanzado el menor grado de conciencia. Ellos, al igual que nosotros, estn bajo la proteccin del disfraz. Cuando lleg el momento de volver a la pensin Sarhn vino tras de m y se mont conmigo en el coche, era como si el maldito no hubiese nacido ms que para hacer conocidos y hacerse conocido. A pesar de que lo detesto profundamente, mantendr buenas relaciones con l, quizs me sea til en un momento de necesidad. Le di un codazo mientras comentaba riendo: -Menuda conquista, eh? Me mir sonriendo pero sin entender a qu me estaba refiriendo, de manera que fui claro: -Sohra! Elev sus pobladas cejas, pero no baj los ojos en seal de reconocimiento. Yo insist: -Los hombres de campo sois generosos, as que no seas avaro conmigo... l replic taciturno: -La verdad es que no te entiendo... Me re con sarcasmo y le dije: -Bueno, voy a ser franco, como debe ser entre colegas, le pagas a ella o a madame? Y empez a negar: -No..., no..., no es lo que te imaginas... -Entonces, cmo debo imaginrmelo?

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-Es una campesina, una mujer sencilla y buena, ella no..., creme... -Vaya, que as sea, entonces. Parece que le he pedido a un coche privado que pare creyendo que era un taxi... To, no le des importancia a semejantes minucias. Mi error ha sido que durante un tiempo he tenido tratos con el enemigo pensando que era un amigo. Pero soy feliz con mi libertad. Mi clase social me arroj al mar cuando el barco haca aguas, pero soy feliz con mi libertad. Ningn compromiso me ata. La mayor ventura consiste en no tenerle lealtad a nadie: ni a una clase social, ni a un pas, ni a un deber... Y de mi religin, lo nico que s es que Dios es Clemente y Misericordioso. Jo, to, no me agobies!

Una algaraba inaudita estall ah fuera. Me acababa de levantar de la siesta. Sal al saln, estaba claro que haba una pelea en el vestbulo. Mir por entre la abertura del biombo y vi un espectculo realmente divertido: una desconocida estaba agarrando a nuestro amigo Albuheiri por el cuello de la camisa y le estaba lanzando todo un chaparrn de golpes e insultos. Sohra, con los nervios tensos, les hablaba apresuradamente e intentaba separarlos. De improviso, la mujer se precipit sobre Sohra, pero la chica demostr ser un temible contrincante. Le dio un par de tremendos puetazos que estamparon a la otra por dos veces contra la pared. Adems de hermosa, Sohra era un cancerbero de puo de hierro. Me qued escondido, quera regalarme a m mismo la mayor cantidad posible de aquel entretenimiento realmente excepcional, pero cuando o chirridos de puertas sal de mi refugio, cog a la desconocida por las muecas

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y me fui con ella afuera, aunque yo no tena puesto ms que el pijama y la bata. Con delicadeza la empuj por delante de m al tiempo que le peda disculpas y me pona a su servicio. Esa mujer -no del todo fea- herva de rabia, fuera de s insultaba y maldeca, y ni siquiera pareca darse cuenta de mi existencia. La par en el rellano de la escalera, a la altura del segundo piso, y la conmin: -Espere un momento, ser mejor que se arregle un poco antes de salir a la calle... Se alis el cabello y se abroch como pudo -con una horquilla del pelo- el escote desgarrado. Finalmente, le di un pauelo mo perfumado para que se lo pasara por la cara. -Tengo el coche aparcado aqu mismo, si me lo permite la puedo acercar a donde quiera. Me mir por primera vez. Farfull gracias apresuradamente y bajamos. Se sent en el coche delante, a mi lado, y le pregunt la direccin a la que quera ir. Ella bisbe con voz ronca: -Azzarita... Nos pusimos en marcha bajo un cielo tan nublado que pareca de noche antes del atardecer. Le dije suavemente, para ir introduciendo el tema poco a poco: -No es recomendable enfadarse tanto... Ella grit: -Ese miserable canalla! -Pero si tiene pinta de ser un hombre de campo, sencillo y de buen corazn... -Ese hijo de puta asqueroso...! Le pregunt con leve irona: -Es su novio? No respondi. An segua en ascuas. La verdad es que no era del todo fea, con toda probabilidad era, de un modo u otro, una profesional. Par el coche frente a

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un edificio en la calle Lido y ella dijo mientras abra la puerta: -Gracias, es usted una buena persona. -No me gusta la idea de dejarla sola, quiero quedarme tranquilo de que se encuentra bien. -Gracias, ya estoy mejor. -Entonces, esto es un adis? Extendi la mano abierta para despedirse y dijo: -Trabajo en el Genevoise... Di vueltas en el coche excitado con todas las novedades que haba descubierto aquella tarde, aunque el entusiasmo ya se haba enfriado incluso antes de regresar a la pensin. El asunto estaba claro, y era una estupidez: se conocieron, se hicieron amantes, el otro la deja y por ltimo, la tpica bronca. Ahora l haba encontrado a Sohra, y su inters estaba en la nueva historia. La mujer no es del todo fea, quizs la necesite alguna que otra noche... Ah, pero, en cualquier caso, por qu demonios me he molestado en llevarla a su casa? Jo, to, no me agobies!

El coche vuela sobre el asfalto de las calles cenicientas, las farolas y los rboles de eucalipto se esfuman en direccin contraria. La velocidad reaviva el corazn, as se desembaraza de la indolencia y el aburrimiento. El viento silba y las ramas de los rboles tiemblan y se alborotan enloquecidamente. Llueve a cntaros; los cultivos se limpian y los campos se iluminan con un verde brillante. Desde la fortaleza de Qaitbai hasta la baha de Abi Qir, desde el barrio de Bahri hasta el de Assiyuf, del corazn de la ciudad a las afueras, todas las calles estn pavimentadas, todo est preparado, y yo, yo slo tengo que deambular por ellas en mi coche...

El tiempo pasa y no doy ningn paso serio para llevar a cabo mis proyectos. Se me ocurri dar una vuelta de inspeccin por los autnticos focos de cultura e ilustracin. Visit a una vieja alcahueta en Ashatbi y me trajo una chica aceptable como tentempi de media maana. Almorc con una segunda celestina en el Sporting, y sta me proporcion una armenia un poco mejor de lo habitual. La trotaconventos de Sidi Gber se present con una joven esplndida de madre italiana y padre sirio, e insist en que nos furamos con el coche por ah. La chica me advirti de las nubes que anunciaban lluvia, pero le repliqu que, en realidad, yo estaba deseando que diluviase. En la carretera comarcal en direccin a Abi Qir comenz a caer tal chaparrn que desapareci todo rastro de ser viviente. Sub las ventanillas hasta arriba y me puse a mirar el agua que caa en torrentes, a los rboles que bailoteaban, al infinito campo abierto. La belleza, asustada, me dijo que era una locura estar all, pero yo le contest: Imagnate dos criaturas como nosotros, completamente desnudos en un coche y, a pesar de ello, seguros de miradas indiscretas, y que se besan al ritmo del estallido de los truenos, con el centelleo de los relmpagos, bajo las cataratas de lluvia; ella me respondi que aquello era absurdo y yo le propuse: No desearas sacarle la lengua al mundo -y a quin haya sobre l- aprovechando que ests a resguardo de esta furia csmica?. Ella repeta Absurdo..., absurdo... y yo le contest: Puede ser, sin embargo, dentro de unos segundos va a ser cierto. Beb a morro de la botella, y cada vez que retumbaban los truenos yo les gritaba: Ms, ms, y le suplicaba a los cielos que vaciaran sus reservas de agua... La belleza augur: Quizs se estropee el coche y yo le respond: Amn!, y ella, de nuevo: A lo mejor nos sor-

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prende aqu la noche y yo, otra vez: Pues que dure para siempre; ella, finalmente: Ests loco! Ests loco!, y yo, con toda la potencia de mi voz: Jo, to, no me agobies!.

Durante el desayuno nos enteramos de la increble decisin que Sohra haba tomado de aprender a leer y escribir. Se escucharon todo tipo de comentarios jocosos, aunque prevalecieron las palabras de nimo. En cualquier caso, la noticia me golpe en la vieja herida, que se abri de nuevo. Yo haba crecido sin que nadie se cuidara realmente de m, sin nadie que me guiara, as que tan slo la diversin y el placer haban sido mis metas. En aquel momento no lo lament, pero supe demasiado tarde que el tiempo es un enemigo, y no el aliado que yo haba supuesto. Y ahora llegaba esta campesina diciendo que quera estudiar... Madame me explic lo que haba ocurrido entre la aldea y Alejandra, de manera que comprend que no era una de sus pupilas; pudiera ser que incluso an fuera mocita, a menos que Sarhn fuera de sos a los que les molestaban las vrgenes. Pese a todo, maliciosamente le dije a madame: -Pues yo crea que Sohra... Hice un gesto con la mano, y ella rechaz: -No, qu va, no... De repente hice como que cambiaba de tema: -Tiene usted que pensar en nuestra sociedad empresarial. Ella pregunt con la astucia de una buscona: -De dnde puedo sacar el dinero? Y volviendo al asunto anterior, susurr con fingida preocupacin:

! 19 -Qu pasara si quisiera invitar a una amiga aqu? Movi la cabeza apenada y objet: -La pensin est llena, y si se lo permitiese a uno, cmo podra negrselo a otro? Sin embargo, si quiere, le puedo indicar algn sitio... Cuando me top con Sohra en el saln la felicit por la decisin que haba tomado, y le insinu riendo: -Aplcate bien, cuando abra mi negocio necesitar una secretaria. Sonri con alegra hasta el punto de que sus facciones se iluminaron con destellos de felicidad. Lo cierto era que mi deseo no haba muerto, de manera que pens -con el conocimiento previo de que me hartara de ella en una semana- que al menos esa semana s era imprescindible, o as me lo pareca en aquel momento.

El coche se puso a recorrer las calles y los barrios. El tiempo estaba sereno, claro y templado hasta el punto de ponerme nervioso. En cualquier caso, y como quiera que disfruto al mximo cuando corro vertiginosamente sin los obstculos de la ciudad, me dirig hacia la carretera del desierto y sal disparado a ciento veinte kilmetros a la hora. Despus deshice lo andado a la misma velocidad. Com en el Pam Pam, tras lo cual conoc casualmente a una chica cuando sta sala de la peluquera. Cuando volv a la pensin por la tarde vi a Sohra sentada con una joven en el vestbulo y desde el primer momento supe que era la maestra. Madame les haca compaa y de cuando en cuando miraba a hurtadillas a la profesora. No estaba mal; tena una ligera curvatura en la espalda que apenas era perceptible y una nariz chata no slo aceptable, sino incluso atractiva. Era una lstima que una chica como ella no aceptase una noche

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de amor pasajera: con seoritas as no se poda si no haba por medio una relacin larga y estable, y quizs ni siquiera con eso fuese suficiente, porque tenan la mirada puesta en el objetivo final, el matrimonio, pasando por alto el llamamiento revolucionario al control de la natalidad. Madame me hizo los honores y me present -segn su costumbre- con todos los atributos, es decir, con los cien feddn y los proyectos empresariales, de lo cual me alegr. Haba que darle las gracias a la experiencia de tantos aos por haber fortalecido la sutil destreza de la vieja en las relaciones humanas. Vigil estrechamente las idas y venidas de la maestrilla a la zona de Mohrram bey, donde estaba su escuela. Mis esfuerzos dieron frutos y una tarde la vi en la parada del autobs. Detuve el coche y le propuse acercarla a su casa. Por unos instantes vacil, pero el nublado cielo la anim a aceptar mi invitacin. Durante el recorrido me estuve quejando de mi soledad en Alejandra y de lo necesitado que me senta de alguien a quien poder consultar y pedir opinin en todo lo referente a mis proyectos. Cuando ya nos despedamos, le pregunt: -Me gustara tanto que nos viramos de nuevo... Ella respondi encantada: -Y a nosotros recibirle en nuestra casa. Jo, to, la verdad es que mi edad y mi dinero me hacen ser el candidato ideal para el matrimonio, por eso me resulta harto difcil salir con una maestra, una doctora, una locutora, o una funcionara... Si quisiera extender mi campo de accin con las mujeres, sin duda alguna tendra que engaar sus ojos con un anillo de compromiso ficticio. No encontr nada mejor en qu ocupar el resto de mi da ms que ir a buscar a la alcahueta maltesa en el

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Cleopatra y pedirle que llamase al mayor nmero posible de sus chicas. Pas una velada increble y orgistica, adornada con los ms deliciosos escarceos y desatinos, tan slo comparables en toda la historia de la humanidad con las mil y una noches de nuestro muy amado califa Harn Arrashid1...

El pobre nunca ha visto a su madre... Y su padre muri cuando tan slo tena seis aos... Por eso no puedo ser duro con l... El hablaba con calma; mi hermano, por contra, estaba temblando de ira.

Me senta asediado por los viejos. La verdad es que no me gustaba nada Matusaln, el periodista, y si veo su cara por la maana -como hoy-, no puedo ni remotamente esperar buenos presagios para ese da. Tolba me pregunt por la marcha de mis proyectos, entonces ol en el ambiente un aroma a incienso y pregunt qu era aquello. Bey Tolba se ri y exclam: -Tendras que haber visto a madame mientras daba vueltas por las habitaciones con el pebetero! La mir diciendo: -Aja, conque le gusta Umm Kulzum y cree en el poder del incienso para ahuyentar los malos espritus...! No es todo eso demasiado egipcio y vulgar para una dama helena como usted? Sonri distrada, estaba completamente absorta en las canciones griegas que sonaban en la radio. Bey Tolba intervino:
i. Califa abas (786-809), famoso tanto por sus logros polticos y militares como por su amor a los placeres terrenales. (N. de la T.)

-Ahora hay muchos extranjeros que quieren emigrar, tendras que buscar a alguno para comprarle su negocio. -Es una buena idea, usted qu piensa, Mariana? Respondi apresuradamente para no perderse la msica: -S..., mire, creo que el dueo del cafe Miramar est pensando en irse. Le pregunt: -De qu habla la letra de la cancin? Respondi con picarda: -De una chica en edad de casarse, y su madre le pregunta qu cualidades debera tener su marido y ella las va enumerando... Entonces mir primero la fotografa del capitn y luego la de ella misma en su poca de juventud y bisbise: -Yo podra seguir siendo una dama hasta hoy y... -Usted es una seora de los pies a la cabeza. Ella protest: -Quiero decir una dama en el castillo de Alibrahima. Matusaln el periodista se volvi hacia m y me exhort: -No dejes pasar el tiempo sin hacer nada. Lo maldije en mi interior. Haca un fro intenso en la calle, pero yo tena una cita con la chica italo-siria en la casa de la alcahueta de Sidi Gber. Jo, to, no me agobies!

A la hora del desayuno me enter de la venida de la hermana de Sohra y su cuado. -Est completamente decidida a quedarse con nosotros...

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Dijo madame con satisfaccin, y yo apostill: -Demos gracias a Dios de que la visita haya pasado en paz, quiero decir, sin llegar a las manos. Entonces burlonamente me dirig a Sarhn Albuheiri: -Parece que la comarca de Albuheira esta blanda... -Blanda? -Bueno, se dice que la proximidad con Alejandra ha relajado el ardor de sus costumbres rurales... Pero replic ufano con su voz resonante: -Eso lo nico que quiere decir es que est ms civilizada que el resto del campo!

Tolba Marsuq se mont en el coche para que lo llevase al hotel Windsor, donde se iba a encontrar con un viejo amigo. l era la nica persona por la que senta afecto y respeto; se eriga ante mis ojos como un vetusto icono de un antiguo monarca destronado que, a pesar de haberse ido ya su tiempo y su poca, an conserva todas sus cualidades personales. Le pregunt con una intencin claramente maliciosa: -No sera ms apropiado para la campesina que se fuera con su familia? Me contest rindose: -Lo que habra sido realmente apropiado es que no se hubiese escapado en primer lugar. -Me refiero a que tiene motivos que le impiden volver, incluso si se lo permitiera la familia... -Ests hablando de ese chico, Albuheiri? -No exactamente, aunque, de cualquier manera, tambin l est relacionado con eso. El hombre se ri y dijo: -Es muy probable, pero tambin lo es que no tenga

nada que ver con la estampida de la chica y que sea otro el que la empujase a huir de la aldea. Mis sospechas aumentaron cuando supe unos das ms tarde de su negativa a casarse con Mahmud Abualabbs, el vendedor de peridicos. Mahmud me haba consultado sobre el tema -yo era un buen cliente suyoantes de presentarse ante madame para pedir la mano de la chica. Cuando llegu al puesto de peridicos al da siguiente de su fracasado intento, estaba seguro de que comentara el asunto conmigo, cosa a la que yo accedera encantado. Pareca contrariado y resentido. Intercambiamos unas miradas que nos ahorraron muchas palabras, entonces le dije para consolarlo: -Ya ves, ah tienes una muestra de cmo son las jvenes de hoy da. Contest rabioso: -Es imposible que haya alguien ms estpido que yo! -Dios te compensar con una mejor, y si quieres que te diga la verdad, la pensin no es el lugar ms apropiado para elegir novia. -Bueno, pens que ella era una chica decente. -Yo no digo que no lo sea, pero... Me pregunt con inters: -Pero qu? -Qu te preocupa, si ya se ha acabado todo para ti? -Es que me quiero quedar en paz, no s por qu me ha rechazado... -Lo estars si te digo que ama a Sarhn Albuheiri? -Est chiflada, y el usts Sarhn se va a casar con ella? Yo aborreca a Sarhn desde el primer da, y Sohra nada tena que ver con este sentimiento; ella era demasiado insignificante como para hacerme odiar o amar a una persona. Cierto, mi fobia disminua hasta casi de-

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saparecer en los momentos en los que l me mostraba su naturaleza inclinada a la convivencia y la familiaridad, pero rpidamente la situacin volva a su ser. Quizs lo detestaba por su sinceridad ciega, quizs por su empeo en elogiar la revolucin, viniese o no a cuento, y a menudo me senta obligado a estar conforme con l aunque slo fuera con el silencio. Una vez sent que haba sobrepasado toda medida de lo soportable, as que le dije: -Nosotros tenemos fe en la revolucin, pero es justo reconocer que lo que nos precedi no fue del todo improductivo. Y contest con una obstinacin irritante: -Por supuesto que lo fue. -Bueno, ya existan el Paseo Martimo, y tambin la Universidad de Alejandra... E l Paseo Martimo no estaba para el pueblo, como tampoco la Universidad. Entonces me pregunt rindose y sin aparente rencor: -Dime, por qu tienes para ti solo cien feddn mientras que todo lo que mi familia posee son diez? Yo, por mi parte, le repliqu mientras contena mi furia: -Y por qu tienen diez mientras que millones de campesinos no poseen ni un slo metro cuadrado?

-Me podrs decir lo que quieras, pero no me voy a creer ni una sola palabra; parece que la negativa de Mervat te ha dejado el cerebro en blanco; y no te vayas a creer toda esa basura sobre la justicia socialista, la cuestin se reduce a una sola cosa: PODER... El que tiene el poder lo tiene todo, y despus, si quieren -y cara a la gente- que se pongan a cantar las maravillas y excelencias de la tan trada y llevada equidad socialista,

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y si no, que venga Dios y lo vea... O es que t te has tropezado con alguno de ellos medio muerto de hambre y viviendo de la caridad, como le ocurra al piadoso califa Ommar1 ?

En cualquier caso, poco despus nos lleg la deliciosa noticia de la pelea entre Mahmud Abualabbs y Sarhn Albuheiri el cebollino, aunque hice como que no lo saba puesto que l ni siquiera lo mencion. En cierta ocasin coincidimos en el vestbulo de la pensin, y aprovechando la oportunidad le pregunt su opinin sobre mis negocios. Aquello le despert un inesperado inters, y me aconsej: -Pues yo que t, no me parara a pensar en lo del caf Miramar ni nada parecido; t eres de buena familia y no estara bien visto, creo que deberas elegir otro tipo de negocio ms apropiado... -Como qu, por ejemplo? -Te lo voy a decir: una granja, para criar aves de corral, o terneros... Eso es una mina de oro. Par un momento y despus remat: -Puedes arrendar una parcela de tierra por la zona de Samuha, yo tengo experiencia y amigos y te podramos echar una mano, incluso, si las circunstancias me lo permiten, quizs me asocie contigo...

Qu limitada es Alejandra para las ansias de mi acelerado coche. La atravieso raudo como el viento, pero la ciudad se ha convertido en una lata de sardinas. Ah, qu aburrido es todo; a una noche le sigue otro da con esi. Ommar Benyser, uno de los compaeros del Profeta Mahoma. Fue designado califa desde 634 hasta su muerte, en 644. (N. de la T.)

tupido empecinamiento, y nunca ocurre nada nuevo... Aunque el cielo se adorne cada maana con ropajes diferentes; aunque el estado del tiempo sea como un prestidigitador del que es imposible predecir el siguiente juego de manos; a pesar de que haya mujeres de todas las formas, tamaos y colores, nada nuevo ocurre en absoluto. En realidad, el universo ya hace tiempo que muri, y todas estas variaciones no son ms que los ltimos estertores del cadver antes del silencio eterno. Me acord del Genevoise. Est al final del Paseo Martimo desafiando al mar y a la lluvia, aunque la entrada se halla en un callejn trasero. Tiene un escenario para las actuaciones de los cantantes y bailarinas, y en medio del local hay una pista de baile para todo el mundo. El color rojo apagado que domina el techo, las paredes y las lmparas le hace parecer un refugio para diablillos, y con slo mirar a sus chicas y clientes se desliza en el alma la indiscutible sensacin de que es un burdel. Vi a la joven de Albuheiri que estaba bailando la danza del vientre de manera bastante ordinaria y procaz. La invit a mi mesa. Al principio no me recordaba, pero cuando lo hizo se disculp por el estado en el que se encontraba el da que nos conocimos, y sin ms prembulos me dijo que me haba estado esperando desde entonces, a lo que yo aduje mi falta de tiempo y el exceso de trabajo. Me enter de que se llamaba Safeya Barakat, aunque slo Dios sabe cul era su verdadero nombre. Era ms bonita que la maestra, aunque la estropeaba cierta propensin a la gordura. Adems, en la redonda cara estaba instalada la mirada de una profesional. Beb mucho, hasta casi perder la conciencia de m mismo. La llev en coche a su casa en la calle Lido, y cuando me dispona a subir con ella se excus porque tena esos

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das del mes, as que volv a la pensin completamente borracho y de un humor de perros. Y cuando me diriga a mi habitacin me tropec con Sohra, que, en camisn, volva del bao. Con los brazos extendidos de par en par le bloque el camino. Ella se par en seco, yo me acerqu y entonces dijo con determinacin: -Qutese. Le seal con el ndice mi habitacin y ella repiti amenazadora: -Qutese y djeme pasar inmediatamente. Empujado por la lujuria y el alcohol me precipit sobre ella, que me dio un formidable puetazo en el pecho. Aquello encendi mi rabia y, sin control alguno, empec a golpearla salvajemente al tiempo que no dejaba de intentar forzarla. Entonces una mano se pos sobre mi hombro y me lleg la voz jadeante de Sarhn que resoplaba: -Hosni, te has vuelto loco? Lo empuj con fiereza pero l me cogi firmemente por los hombros diciendo: -Entra en el bao y mtete los dedos en la boca! Me volv de improviso hacia l y lo abofete con fuerza. Dio unos pasos hacia atrs mientras ruga y entonces me peg con violencia. De repente madame apareci abrochndose la bata y preguntando con angustia: -Qu est pasando? Se meti entre nosotros y farfullaba encolerizada: -No, no, esto es la ruina, esto es la ruina, no lo puedo permitir, esto no puede ser... Los angelotes nadan o bailan -no lo s bien- en el techo. La lluvia golpetea sobre las ventanas y el retumbar

9 de las olas me zumba en los odos con estallidos de una acalorada batalla. Cerr los ojos a causa de los latigazos de la jaqueca. Primero gem, despus lo maldije todo. Por ltimo, descubr que haba dormido completamente vestido, abrigo y zapatos incluidos. Entonces me vinieron a la memoria los sucesos de la noche pasada y de nuevo lo maldije todo. Tras pedir permiso, madame entr en el cuarto y se qued de pie mirndome mientras yo me repantigaba con dificultad y lentitud para sentarme apoyado en el cabecero de la cama. Me dijo: -Es tarde, ha dormido ms de lo habitual. Entonces se acomod en el silln mientras me reprochaba: -stas son las consecuencias de una tremenda borrachera. Nuestros ojos se encontraron. Sonri: -Usted es mi husped ms querido, pero no vuelva a beber tanto. Levant los ojos hacia el techo adornado con imgenes de querubines y balbuc: -Realmente, siento mucho lo ocurrido. Y tras un momento de silencio aad: -Debera disculparme con Sohra. -Est bien, pero promtame que de ahora en adelante se comportar como un seor, hacindole honor al buen nombre de su familia. -Por favor, disclpeme ante Sohra hasta que lo pueda hacer yo mismo. Se cort toda relacin entre Sarhn y yo. Con Sohra logr arreglarla, aunque no fue fcil. No niego que la disputa con Sarhn haba creado un vaco en m. Al otro -Mansur Bahi- apenas lo conoca, no tena ms relacin con l que algunos insulsos y breves comentarios que

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intercambibamos a la hora del desayuno y que no dejaban ningn rastro en la memoria. Eso s, sin duda compartamos silenciosamente el mismo sentimiento de antipata mutuo. Yo despreciaba su introversin, su delicadeza y afeminamiento, los modales superficiales y baratos de los que haca gala. Una vez lo haba escuchado por la radio y me impresion su voz -fraudulenta como l mismo- que te haca pensar que brotaba de la garganta de todo un orador. Lo curioso era que nadie pareca sentir afecto por l excepto Matusaln el periodista, lo que finalmente me indujo a pensar que el viejo soltern haba sido en sus aos mozos un maricn.

Bueno, lo mejor ser que salga de la habitacin, pero... Parece que algo divertido est ocurriendo ah fuera. ;En la habitacin de Albuheiri? S, una discusin, no un tumulto, qu va, una batalla campal... ;A ver?... S, entre el Romeo Albuheiri y la Julieta de la Albuheira... ;Qu significa todo esto? ,'Quizs ella le ha exigido a l que repare su honra perdida? Es que l ha intentado escabullirse y huir como haba hecho con Safeya? Esto es realmente delicioso, pero lo mejor ser que no salga de la habitacin. Bueno, dnde se haban metido todos estos placeres antes? To, ten mucho cuidado y disfruta de estos momentos maravillosos. La voz tronante grit: -Soy libre, y me casar con quien yo quiera, as que, para que te enteres, me voy a casar con Aleya! Por los Santos Lugares! Aleya! ;La maestra? Haba Sarhn recibido tambin una invitacin a visitarla en su casa? Se haba trasladado desde la discpula hasta la maestra? Mira, mira y no te pierdas nada, to. Alejandra, qu da tan esplndido... Viva la revolucin, y que vivan las proclamas socialistas! Ah, ah est la voz de ma-

dame que farfulla en una lengua incomprensible. Y ah est la voz del magnnimo locutor en carne y hueso, finalmente ha descendido a interesarse por los asuntos de sus subditos. Encontrar, sin duda, una solucin a este problema rural. Bienvenida seas, batalla. To, tienes que moverte, y ten cuidado, no vayas a adelantarte a los acontecimientos. Escuch la historia de nuevo con la cuerda de madame. Me dijo concluyendo: -Lo he echado, no poda seguir viviendo aqu ni un da ms. Alab su coraje, y despus le pregunt por Sohra. Me contest apenada: -Est encerrada en su habitacin, totalmente abatida. Bien, la vieja historia, repetida como las estaciones del ao. Seguro que Albuheiri se ha alegrado con la expulsin, ha conseguido el ascenso hasta la maestra, en la quinta planta. Tiene una trayectoria muy prometedora. Madame cambi de tema: -El dueo del caf Miramar est pensando seriamente en venderlo. Le respond con conviccin: -Estoy dispuesto a entrar en conversaciones con l. Sal de la pensin empujado por un deseo ardiente de medir Alejandra a lo largo y a lo ancho. Jo, to, no me agobies!

Es la primera vez que la veo vencida y aniquilada. El color sonrosado de las mejillas haba palidecido, los ojos color de miel haban perdido la belleza y el brillo. Me haba servido el t y se dispona a retirarse, pero le rogu que se quedara. El viento bramaba en rfagas inter-

mitentes, el ambiente oscuro de la habitacin delataba los nubarrones. -Sohra, el mundo est lleno de canalladas, pero tampoco carece de virtudes. No daba la impresin de que le interesase escucharme, en realidad de que le interese nada en absoluto. -Fjate en m, me oprima la vida con mi familia en Tanta, as que me vine huyendo a Alejandra. No dice nada, tampoco se insina el menor soplo de curiosidad. -Yo te digo que ningn sufrimiento dura eternamente, ni tampoco ninguna alegra; cada cual tiene que encontrar su propio camino, y si el azar lo conduce a un callejn sin salida, tiene que cambiar a otro, eso es todo. -Estoy bien, y no me arrepiento de nada. -Pero se te ve triste, Sohra, muy triste, y desde luego, tienes derecho a estarlo, pero debes recuperar tus fuerzas y animarte; simplemente con que decidas hacer esto, tendrs la mitad del camino andado, por no decir casi todo... Hizo tal esfuerzo con su formidable voluntad para sobreponerse a la turbacin que por un momento su cara se desfigur. Yo continu: -Escucha, te voy a proponer algo para que sepas en qu anda mi cabeza, pero quiero que te lo pienses con calma... Me par unos instantes y luego prosegu: -Un da de stos tendr un negocio... Ella se puso nerviosa pero yo continu: -Si quieres, conmigo podrs tener un trabajo honrado. La desconfianza se asom a sus ojos. Segu: -Este lugar no es bueno para ti, una chica decente entre todo tipo de juerguistas y libertinos, quin aprobara eso?

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No se tomaba ni una sola de mis palabras en serio, eso estaba claro. A pesar de todo, conclu: -Yo te protegera, un trabajo honrado y una vida digna... Murmur algo inaudible, cogi la bandeja y se fue. Me enfurec, me enfurec con ella y conmigo mismo hasta el punto de sentir asco. Campesinos! A los plebeyos la ambicin les impide ver su propia vileza. Maldita sea la tierra sobre la que creciste! Humillado, dije con amargura: -Jo, to, no me agobies!

Pas la velada entre las paredes rojo mate del Genevoise, despus Safeya me invit a pasar la noche en su casa y acept. Completamente borracho, me puse a hablar de mis tribulaciones, y cuando mencion la del negocio, salt: -Tengo la solucin perfecta! Entonces aadi, encendiendo un cigarrillo: -El Genevoise; el dueo quiere venderlo. Con la lengua torpe por el alcohol, protest: -Pero si es un sitio asqueroso y deprimente! -Piensa en su excelente ubicacin, puede llegar a ser una sala de espectculos y un restaurante de primera categora. Asegur que incluso en la situacin actual daba mucho dinero y que si se arreglaba dara mucho ms, y analiz las circunstancias: -T eres de buena familia, y eso la polica lo tendr en cuenta; yo tengo una gran experiencia en este mundillo; los veranos estn asegurados con los turistas, y el resto del ao tambin gracias a los libios, que nos llegan cargados de petrodlares...

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Acced como si estuviera en un sueo: -Est bien, concirtame una entrevista con el dueo. -Cuanto antes, mejor. Yo me ocupar de todo lo que se refiera a las mujeres. -De acuerdo. Y mientras me besaba me pregunt: -Por qu no te vienes a vivir conmigo? -Es una posibilidad, pero quiero dejar clara una cosa, para que nuestra asociacin sea duradera: yo no s qu es eso a lo que llaman amor.

Volv a la pensin alrededor de las diez de la maana. Me encontr con Sarhn Albuheiri en la entrada del edificio; hice como que no lo haba visto, y l hizo igual. Nos quedamos esperando que bajase el ascensor, y en ese rato me dio por pensar que quizs haba venido para visitar a la familia de su novia. De repente se volvi hacia m y dijo: -T fuiste el culpable de lo que pas entre Mahmud Abualabbs y yo. Lo ignor totalmente, como si ni siquiera hubiera escuchado una voz, pero l insisti: -Me lo ha contado l mismo. Ycomo quiera que, fro y despectivo, continu sin hacerle caso, me dijo nerviosamente: -En cualquier caso, te comportaste indignamente, no tienes ni idea de lo que es ser un hombre, un caballero! Me volv hacia l gritando con rabia: -Cllate ya, hijo de perra! Y sin ms nos pusimos a pegarnos hasta que lleg el portero junto con unos amigos suyos y se interpusieron entre nosotros. Pararon los golpes, pero comenzaron los insultos, hasta que me increp:

-Yo te ensear, yo te ensear modales...! Esprame, que vers! A lo que yo le grit: -Ven t, ven que te librar de tu puerca vida! En la tertulia de la tarde encontr a madame y a Tolba bey. Me dijo madame: -A ver, denos alguna idea, qu hacemos para Nochevieja? Entonces seal a Tolba bey y aadi: -l propone que lo celebremos en el Monseigneur, pero Amer bey prefiere quedarse aqu. -Dnde est Amer bey? -En su habitacin, resfriado. -Pues djenlo en su retiro, y nosotros nos vamos al Monseigneur, tenemos que divertirnos todo lo que podamos, y si no dormimos esa noche, mejor. Y tras unos momentos de silencio le comuniqu a madame: -Por fin he decidido cul va a ser el negocio... Mientras le contaba la noticia su rostro se iba convirtiendo en la viva imagen de la decepcin, y slo supo decir: -No se apresure, debera pensrselo mejor. -Ya lo he pensado bastante. Entonces tras vacilar unos instantes, declar abiertamente: -Es preferible el caf Miramar, adems, yo estaba realmente considerando la idea de asociarme con usted... Riendo le insinu: -Quizs me plantee ampliar mis negocios en el futuro... Desde mi ser ms recndito comenz a fluir un in-

dmito anhelo: pasar el Fin de Ao ms desenfrenado y licencioso de mi vida.

Aquella misma noche conoc al dueo del Genevoise en su despacho de la sala de fiestas. Nos pusimos de acuerdo sobre los preliminares de la venta; entonces me invit a pasar la velada en su casa del Campo del Csar despus del cierre del local. Safeya se vino con nosotros y tom parte en la discusin de los detalles. En un momento dado surgi el asunto de la Nochevieja y tambin decidimos celebrarla juntos en el Genevoise para despus completar la velada en casa del dueo o en cualquier otro lugar: me sent feliz por haberme podido librar de los viejos. Al da siguiente, cuando aparec por la maana en el comedor, not que me miraban de una manera muy rara. Matusaln el periodista todava estaba recluido en su habitacin, Mansur Bahi tampoco haba salido de la suya, y no haba ni rastro de Sohra. Le en ambas caras, la de madame y la de Tolba bey, una consternacin que me adverta de lo peor. De repente, el hombre habl: -Te has enterado de la noticia? Lo mir con curiosidad y me dijo: Han encontrado el cadver de Sarhn Albuheiri en la carretera del Palma. Permanec estupefacto unos momentos antes de que la idea tomara realmente forma en mi conciencia y en mis entendederas. Se apoder de m una sensacin a medias de clera y a medias de condolencia, y la angustia sobre la naturaleza oscura e imprevisible de la muerte se adue de mi ser. Pregunt: -Muerto? No, asesinado.

-m

-Pero... Madame me interrumpi: -Lea el peridico, realmente es un suceso engorroso... Algo me dice que vamos a tener muchas molestias. Record la ltima pelea frente al ascensor y me sent malhumorado. Tema que me alcanzasen los problemas que madame auguraba. Inquir, aun sabiendo cuan estpida era mi pregunta: (-"Quin es el asesino? Madame replic: -Esa es la cuestin, claro. Tolba Marsuq intervino: Y cuando pregunten por los enemigos, qu? Respond, va con algo de mi irona recuperada: -La verdad es que ninguno de nosotros era realmente amigo suyo! Tolba Marsuq agreg: -Yadems, quizs tuviera otros enemigos... -Tarde o temprano se sabr la verdad. Me interes por Sohra y madame me contest: -Est en un estado lamentable, la pobre, metida en su habitacin. Me senta ya recuperado del efecto de la noticia. Di por zanjado el tema: -En fin, as lo ha querido Dios. Haba pensado en informar a madame aquella maana sobre mi intencin de mudarme, pero lo pospuse para una mejor ocasin. Cuando me dispona a salir Tolba advirti: -Es posible que nos llamen para tomarnos declaracin. Y le contest mientras me iba: -Pues que nos llamen... Quise refrescar las ideas dando uno de esos paseos

acelerados mos de un extremo a otro de Alejandra. Un color lmpido se filtraba a travs de unas blancas nubes bajas; la suave brisa soplaba rpida y refrescante. Tena muy claro los puntos de inters que haba que visitar en el camino, as que, el muerto al hoyo y el vivo al bollo... Era el ltimo da del ao y mis ganas de vivir una Nochevieja delirante hasta el amanecer se haban duplicado. Puse en marcha el coche mientras le deca a mi imagen reflejada en el retrovisor: -Jo, to, no me agobies!

Mansur Bahi

Me has condenado a permanecer preso en Alejandra y a pasarme el resto de mi vida justificndome. Eso fue lo que le dije a mi hermano al despedirme; despus me fui directamente a la pensin Miramar. La mirilla de la puerta se abri y tras ella apareci la cara de una anciana de porte elegante y majestuoso a pesar de la vejez y de la situacin econmica modesta. Le pregunt: -Madame Mariana? Asinti y me present: -Mansur Bahi. Me abri la puerta al tiempo que me daba la bienvenida: -Hola, pase, pase, su hermano me llam por telfono, considrese como si estuviera en su propia casa... Se qued esperando en el vestbulo hasta que el portero subi con mis dos maletas, tras lo cual me invit a sentarme mientras que ella haca lo propio en el sof que haba bajo la estatua de la Virgen: -Su hermano es un excelente comisario de polica, sola hospedarse aqu antes de casarse. Estuvo viviendo mucho tiempo en Alejandra hasta que lo trasladaron a El Cairo... Nos miramos amistosamente. Ella me inspeccionaba con todo detalle. Por fin me pregunt: -Viva con l? -S. -Es usted estudiante? Funcionario? -No, locutor en Radio Alejandra.

-Pero usted es de El Cairo, ;no? -S, s. Considrese en su propia casa, y no se preocupe por el dinero... Me re excluyendo semejante idea, pero sent que ella habra estado dispuesta a aceptarme gratis de haberla dejado yo. Bien, la podredumbre est en el aire, puede que incluso sea de m mismo de donde est rezumando... -;Por cunto tiempo estar con nosotros? -No lo s, no est claro... -Bueno, ya nos pondremos de acuerdo sobre un pago razonable, y no le pedir ningn extra en verano. -Gracias, pero mi hermano ya me ha contado lo que debo saber, as que pagar en verano como si fuera un veraneante. Cambi con habilidad hacia otro tema e inquiri: -Soltero? -S, an s. -Ah, y cundo piensa casarse? Por ahora no, en cualquier caso. Ella se ri a carcajadas mientras preguntaba: -Entonces en qu piensa? Me re con ella desganadamente. Son el timbre y ella se levant a abrir la puerta. Entr una chica llevando una enorme bolsa de la compra -o de otra cosa- y se fue hacia dentro. De una sola mirada supe que era la criada y que era hermosa. Despus me enter -mientras madame hablaba con ella- que se llamaba Sohra. Estaba en la edad de ser una estudiante universitaria, eso habra sido lo correcto... Madame me precedi en el camino hacia una de las dos habitaciones que daban al mar, e iba diciendo: -Este no es el mejor lateral del edificio para el invierno, pero es la nica habitacin que me queda vaca.

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Y le dije indiferente: -No se preocupe, me gusta el invierno.

Estaba a solas en el balcn. El mar se extenda bajo mis pies ilimitado, infinito, se desplegaba en un azul puro y maravilloso, y las olas mansas jugueteaban con los rayos del sol. Una brisa me inund de caricias refrescantes, y en el cielo no haba ms que unos cirros deshilacliados. Estaba sumergido en mi tristeza cuando o un dbil ruido en la habitacin. Me di la vuelta con curiosidad y vi a Sohra vistiendo la cania con sbanas y mantas. Trabajaba gilmente, con pericia, v puesto que no me miraba pude gozar tranquilamente de su resplandeciente donosura campestre. Deseaba establecer entre nosotros una buena relacin, un cario afectuoso, y le dije: -Gracias, Sohra. Me sonri de una manera que alegraba el corazn. Entonces le ped una taza de caf y a los pocos minutos me la trajo. Y aad: Por favor, qudate aqu hasta que termine. Puse el plato de la taza sobre la barandilla de la terraza y comenc a beber el caf a sorbitos. Ella se acerc hasta que se qued bajo el umbral mirando al mar, y le pregunt: -Te gusta la naturaleza? No respondi, como si no hubiera entendido la pregunta, o como si estuviera dndole vueltas a algo en la cabeza. Sin duda tena los instintos tan impregnados de tierra que simplemente vibraba en armona con la creacin misma. Le coment: -Tengo libros en la maleta grande, y aqu no hay ninguna estantera.

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Inspeccion los muebles y entonces dijo con sentido comn: -Pues djelos en la maleta. Sonre y luego indagu: -Hace tiempo que trabajas aqu? -No, no mucho. -Y es un lugar apropiado para ti? -S. -No te molestan todos estos hombres que van y vienen? Se encogi de hombros y no respondi ni s ni no. Yo aventur: -A veces dan miedo, no? Cogi la taza y mientras se dispona a marcharse dijo: Y o no tengo miedo. Me gust su confianza en s misma. Sin previo aviso sufr otro acceso de melancola, y como era habitual en m me puse a pensar sobre cmo son las cosas y lo que, en su lugar, deberan ser. De nuevo me amenazaba la tristeza. Pas revista a los muebles y finalmente decid comprar una estantera para los libros; la pequea mesa redonda que haba entre el ropero y el sof valdra para escribir.

Me qued en la emisora algunas horas para grabar el programa semanal, despus com en el restaurante Petro de la calle Safeya Zaglul y por ltimo me sent en Ala Keifak para beber una taza de caf. Me puse a mirar entretenido la plaza. El cielo estaba cubierto por un manto de nubes, de manera que abundaban las gabardinas plegadas sobre los brazos. Sobresaltado, mi corazn lati con fuerza cuando pas por delante de m ese

hombre. Fausi! Para asegurarme de su identidad me inclin un poco hasta que mi frente casi toc el ventanal del caf. No, no puede ser Fausi, seguro que no es Fausi. Pero qu parecidos son! Por asociacin de ideas -como se suele decir-, Doreya se present. Ella, ella se presenta sin orden ni concierto, tan slo sigue sus propias leyes imperecederas... S, Doreya. Y si fuera realmente Fausi? Ysi nuestros ojos se encontraran? Si es un ntimo amigo, tienes que abrazarlo. l, adems, est en la categora de los maestros. Y para ser un clido abrazo tiene que serlo aunque se te claven las espinas. Tienes que invitarlo a una taza de caf y as cumplir con las normas de cortesa. -Hombre, hola! Qu te trae por Alejandra en esta poca del ao? -Asuntos familiares... Eso quiere decir que ha venido para hacer algo del Partido, pero me lo oculta como es su obligacin, al igual que es mi obligacin de cortesa decirle: -Espero que tengas una buena estancia aqu. -Hace dos aos que no te vemos, con exactitud, desde que terminaste la universidad. -Bueno, me destinaron a Radio Alejandra, ya sabes. -Quiero decir que desapareciste totalmente. -Hubo algunos asuntos penosos... Me refiero a que tropec con algunos asuntos penosos... -Bueno, es de sabios no seguir haciendo lo que uno no es capaz de hacer. Me invadi una soberbia ciega y repliqu: -Y tambin, no seguir hacindolo si se deja de creer en ello! Se par, como era habitual en l, para medir sus palabras y entonces comenz: -Se dice que tu hermano...

Lo interrump desdeoso: -No soy un nio. Y riendo dijo: -/Te he molestado? Perdona, lo siento. Mis nervios se pusieron tensos. Doreya. Caa una dbil llovizna, pero me habra gustado que diluviara para que la plaza se vaciara de gente. Amor mo, no lo creas. Un sabio de poca remota haba dicho que a veces mentimos para convencer a los dems de que somos sinceros. Volv a mirar a mi aterrador amigo que me preguntaba: -Es que ya no te preocupa nada? Me re, aunque apenas sali un sonido ahogado. Le contest: -En tanto en cuanto est vivo, es imposible que no me preocupen las cosas. -Como qu, por ejemplo? -;Es que no ves que me he afeitado, y que ya s hacerme el nudo de la corbata? Pero entonces se puso serio: -Y qu ms? -Has visto la nueva pelcula del cine Metro? Sonri y acept mi silencio: -Bueno, no es mala idea, venga, vamos a ver una pelcula capitalista.

Madame Mariana se present en mi habitacin para hacer una visita de cortesa. Le hace falta algo? Necesita algo? Diga, diga, sea sincero, su hermano lo era, y tambin un caballero en todo el sentido de la palabra, fuerte y grande, gigantesco, usted tambin es fuerte, aunque ms fino, ms proporcionado; bueno, quiero que se sienta aqu como en su propia casa, eh?, y considreme una amiga, una amiga de todo corazn.

Pero en realidad no haba venido por buena educacin, o la educacin no era sino una excusa; la verdad es que haba venido para confesarse, o para hacerme un interrogatorio personal cara a cara. De esta manera me cont voluntariamente la historia de su vida, su crecimiento holgado y acostumbrado a comodidades, su gran amor y primer marido -que haba sido un capitn ingls-, su segundo marido, el Rey del caviar, con el palacio Alibrahima, y finalmente, la poca de decadencia, pero no cualquier tipo de decadencia, no, su pensin era una pensin de clase alta -bajas, beys- en los das de la Segunda Guerra Mundial. Entonces me lleg el turno a m y me invit a revelarle los secretos de mi vida con un chorro de preguntas... Era una mujer inslita, divertida y cargante, una mujer en su ocaso a la que, aun sin haberla conocido cuando era la reina de los salones, era posible imaginrsela como una de esas mujeres fascinantes y despticas, s que era posible... Pero yo la vea cuando ya era un derruido escombro que se asa infructuosamente a los apndices de la vida. A la hora del desayuno conoc a los huspedes. Una familia anmala e incompatible. Yo necesitaba distraerme, si lograba vencer mi sempiterno impulso hacia la introversin, disfrutara de algn amigo o compaero. Por qu no? Dejemos de lado a Amer Wagdi y a Tolba Marsuq, son de un tiempo pasado. Pero qu hay de Sarhn Albuheiri y Hosni Alam? En los ojos de Sarhn hay un atractivo natural, y es agradable y simptico segn parece, a pesar de la voz molesta que tiene, pero cules son sus intereses? En cuanto al otro, Hosni Alam, es irritante, por lo menos as me lo ha parecido a primera vista, con su silencio arrogante y como en guardia; me ha impacientado su figura slida, la cabeza grande y en-

greda, ese sentarse con las piernas cruzadas como si fuera una autoridad, cierto, una autoridad pero sin territorio ni posesiones, quizs no hable con nadie sin trabas si no est seguro de que es ms despreciable que l. Me dije a m mismo: Tengo que estar dispuesto a salir de mi caparazn, y el que est dispuesto a hacerlo, tiene que habituarse a la convivencia con los dems crustceos. Como de costumbre, la timidez me domin frente a los desconocidos. Me dije: Dirn tal y tal, pensarn esto y lo otro.... sta es la causa que me ha hecho perder todas las oportunidades de mi vida.

Me sorprend cuando vi a Sarhn Albuheiri entrando en mi despacho de la radio. Su cara resplandeca con la afabilidad de un viejo amigo. Me salud cordial mientras deca: -Pasaba por aqu abajo y me dije: Voy a saludar a Mansur y a beberme un caf con l. Le di la bienvenida y orden un caf. Entonces brome: -Algn da te pedir que me reveles los secretos de la radio... Con todo placer, hombre de los corrillos de pueblo, sos de los que yo no he disfrutado... En pocas palabras me cont sobre su trabajo en la Compaa de Hilaturas de Alejandra, que era miembro del Consejo de Direccin y miembro de la Unidad de Base. Coment: -Qu magnfico entusiasmo! Los tibios podran aprender de ti... Me escrut con la mirada, y entonces apunt: -Es nuestra manera de compartir la construccin de un mundo nuevo. -Creas en el socialismo antes de la revolucin del cincuenta y dos?

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-La verdad es que cre en l gracias a la revolucin. Me cosquille un impulso a discutir aquellas convicciones suyas, pero lo reprim. La conversacin transcurri hacia los derroteros de la pensin y manifest: -Es una curiosa familia, siempre con novedades, siempre entretenida... Y le pregunt tras dudarlo unos instantes: -Y Hosni Alam? -Tambin l es simptico. -Bueno, parece como si fuera la Esfinge. -Tan slo es una fachada, no, en serio, es bastante agradable, y tiene una visible tendencia natural a la juerga! Nos remos juntos. No era consciente de que hablaba de l mismo ms que del otro. Y aadi como advirtiendo: -Es de buena familia, no tiene trabajo, y es muy probable que tampoco tenga estudios, no pierdas de vista este dato... Y prosigui en su tono prudente y de aviso: -Tiene cien feddn, y se ha atrincherado en las lneas delanteras de la guerra contra la revolucin, no tiene estudios, as que ya puedes imaginarte el resto. -Por qu vive en Alejandra? -Es un espabilado, est buscando algn negocio lucrativo. Le contest rindome: -Pues tendra que cambiar ese aspecto arrogante del que hace gala, si no le van a salir huyendo los clientes! Entonces se me ocurri preguntarle por qu viva l mismo en la pensin a pesar de llevar tanto tiempo en Alejandra. Lo pens un rato y dijo: -Prefera una pensin llena de gente mejor que estar aislado en un apartamento en medio de la ciudad...

Durante la noche de Umm Kulzum, noche de vino y msica, el velo que cubre el rostro se retira para dejar ver los recnditos vericuetos del alma. Sarhn Albuheiri fue el organizador de la velada, aunque quizs tambin fue el que menos dinero aport. Yo miraba a Tolba Marsuq sin que nadie pudiera entender lo que l significaba para m. S, me volvieron recuerdos entraables mezclados con delirios sangrientos, la lucha de clases, libros y asambleas, la slida construccin de una ideologa... Me impresionaba su fragilidad y derrota, el temblor de sus labios, el acurrucamiento en el silln, sometido, y los escasamente convincentes intentos de mostrar afecto por la revolucin, como si l no perteneciera a la estirpe que haba erigido sus fortalezas con la sangre y las lgrimas de los desposedos. Finalmente le haba llegado el turno de ejercitar su talento para la hipocresa, ahora que dejaba atrs una adormecida y marchita gloria, una nacin de impostores. Ah, y qu era Hosni sino un ala rota de ese guila, pero un ala que todava poda moverse, que no haba perdido la capacidad para volar.

Yo te digo que esas contradicciones se han borrado completamente. -En absoluto, se han sustituido con otras distintas, ya lo vers con el tiempo.

Sarhn Albuheiri era el alma del grupo, con una apasionada alegra que no decaa nunca. Tena buen corazn, era leal, y por qu no, ambicioso sin duda alguna: era la interpretacin mundana de la revolucin. Pero pronto comprend que Amer Wagdi era el ms fascinante de los

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presentes, y el que con ms derecho se mereca el reconocimiento y el cario. Saba que l era el mer Wagdi al que yo haba revisado en numerosas columnas de prensa cuando prepar el programa Generaciones de revolucionarios. Me haban conquistado sus ideas progresistas aunque contradictorias, e igualmente me haba hechizado su manera de escribir: si bien comenz con la prosa rimada, tradicional y pesada, poco a poco fue evolucionando hasta llegar a una relativa sencillez que no careca de grandeza y elocuencia. Se alegr inmensamente cuando le dije que haba ledo sus artculos, con un jbilo que delataba la hondura del sentimiento de decadencia y olvido en el que viva. Aquello me conmovi con punzante tristeza. Se agarr a m como a un clavo ardiendo y se puso a contarme su dilatado pasado: la incesante lucha por los ideales, las corrientes polticas que lo haban atacado, los hroes en los que l haba credo...

-Y Saad Zagul? La generacin anterior lo adoraba sin remisin. Y qu valor tienen los dolos obsoletos ? Ese hombre apual la verdadera revolucin cuando an estaba en paales...

Pero por qu me observa Tolba Marsuq con miedo? Lo he pillado mirndome a travs del espejo del perchero desafiante y con odio. No importa. Una persona como l est hecho para temer a su propia sombra. Le puse una copa y me dio las gracias, entonces le pregunt qu pensaba de las reflexiones histricas de Amer Wagdi, pero respondi como disculpndose: -Pues no s, lo hecho, hecho est; venga, escuchemos la msica.

Me gustaba la manera en que Sohra se mova entre nosotros cuando nos serva, pero apenas se ri de nuestros chistes; se sent donde el biombo y nos contemplaba de lejos con sus bonitos y enigmticos ojos. Hosni Alam le pregunt aprovechando que le estaba poniendo t en la taza: -Y a ti, Sohra, qu te parece la revolucin? Se retir con discrecin del crculo de los juerguistas, pero madame respondi en su nombre de manera inequvoca. Pareca que con su pregunta Hosni haba intentado atraerla a la conversacin, as que not cierta oculta decepcin por su parte. Yo dije: -Es natural que a ella le guste. l no me escuch, o -el muy cerdo- me ignor. Desapareci antes de que finalizara la noche, y Sohra nos inform de que haba salido a la calle. Por mi parte, yo estaba admirado de que Amer Wagdi pudiera permanecer despierto hasta el alba escuchando y cantando. Le pregunt cuando nos levantbamos para ir a la cama: -Ha odo nunca una voz como sa? Y respondi sonriendo: -Es la nica cosa en el mundo a la que jams le he podido encontrar parangn alguno...

Le rogu que se sentara, pero se qued de pie apoyndose contra el ropero, mirando conmigo al horizonte cubierto de nubes a travs de la ventana cerrada del balcn. Esper a que terminase de beberme el t. Le haba dado un trozo de chocolate que le haba guardado y ella lo cogi como expresin de una amistad creciente entre ambos. Su corazn limpio senta que yo la apreciaba, la respetaba y la admiraba, y aquello me alegraba enormemente. Estaba lloviznando. Las gotas corran por la ventana y la imagen

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del mundo exterior se estremeca. Le pregunt por su pueblo y me cont algunas cosas. Poda adivinar qu la haba expulsado de su tierra, sin embargo coment: -Si te hubieras quedado all estoy seguro de que un buen partido habra llamado rpidamente a tu puerta. Y entonces me cont un relato atroz sobre el abuelo y el marido viejo que le haba buscado. Concluy: -Y tuve que huir. Me turb por la historia y le dije: -Pero no te librars de las malas lenguas. Ella respondi con desdn: -Es preferible eso, y no lo que me esperaba si me llego a quedar. La admiraba hasta el lmite del entusiasmo, aunque me preocupaba su soledad. Pero ella se saba mantener erguida llena de seguridad, como un indestructible diamante. Y la llovizna haba teido la ventana de oscuridad hasta hacer desaparecer el mundo, o casi.

Una bomba? Un cohete? Qu idea tan absurda. No, es un coche. El muy imbcil... Demonios, es Hosni Alam! Pero es que quiere volar? Slo l lo sabe, no, a su lado hay una chica, parece Sonia, s, es Sonia, bueno, lo sea o no, que se vaya al infierno ese loco. Apenas me sent en mi despacho cuando me sigui un compaero diciendo: -Ayer pillaron a tus camaradas! Por un momento la estupefaccin me turb la vista y no pude articular ni una sola palabra. l continu: -Por lo que se dice, la razn ha sido que... Lo interrump con dureza: -Eso no tiene importancia.

-S, pero se rumorea que... -Te he dicho que eso no tiene ninguna importancia. Se apoy sobre mi escritorio con ambos brazos extendidos y dijo: -Tu hermano es un tipo listo. Resopl: -S, muy listo... Me dije a m mismo que seguro que Hosni Alam ya haba llegado a los confines de la tierra, y que Sonia estara temblando de miedo y de placer.

-No se hable ms! Vas a salir inmediatamente de este antro! Te recuerdo que >'o ya no soy un nio! Y yo que t fuiste el culpable de la prematura muerte de nuestra madre! -Acordamos no mencionar nunca ms aquella poca... Sin embargo, yo la tengo siempre presente; se acab, vas a venir conmigo a Alejandra aunque me vea obligado a llevarte a la fuerza. Trtame como a un hombre, por favor. -Lo que eres es un ingenuo, nos crees idiotas, y no lo somos. Me clav la mirada con dureza y aadi: Pero t s que eres tonto..., qupiensas, que son unos hroes ? Pues yo los conozco mejor que t, y vendrs conmigo lo quieras o no.

Me abri la puerta. El corazn lata, la garganta estaba seca y los pensamientos andaban revueltos y desordenados. Su blanca y cetrina cara se destacaba en el pasillo sombro, y cuando los ojos sin vida me miraron no me reconocieron al principio. Entonces se abrieron de par en par debido a la inesperada sorpresa, y susurr:

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-Mansur! Se hizo a un lado y entr mientras deca: -Cmo ests, Doreya? Me condujo al saln. El aspecto abatido de Doreya lo cubra todo de melancola y severidad. Nos sentamos en dos sillones, cerca uno del otro. En la pared, frente a m, haba una fotografa de l colgada y enmarcada en negro, y nos observaba a travs del foco de la cmara. Era como si en aquel momento nos estuviera tomando una foto. Nos miramos silenciosos y tristes, y me pregunt: -Llevas mucho tiempo en El Cairo? -He venido directamente desde la estacin. -Entonces, ya sabes...? -S, en mi despacho. En cuanto pude, sal; he tomado el tren de las dos de la tarde. Mir la foto de nuevo. El olor de su tabaco an segua en el ambiente de la habitacin. Inquir: Los han cogido a todos? -Eso creo. -Adonde los han llevado? -No lo s. Tena el cabello desgreado; su blanco cutis haba palidecido an ms, y los ojos enviaban mensajes incomprensibles con una mirada apagada e insomne. -Y t? -Pues ya me ves... Sola y sin dinero. l era profesor ayudante en la Facultad de Economa, pero no tena nada ahorrado. La situacin estaba clara, al igual que la desdicha y pesadumbre que ahogaba todo el lugar. -Doreya, t eres una antigua compaera ma, y l un viejo amigo, el ms querido a pesar de todo... Reun fuerzas y continu:

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-Tengo un buen trabajo, unos ingresos que tampoco estn mal y, como sabes, no tengo responsabilidades familiares... Movi la cabeza con angustia. Balbuci: -Pero t sabes que yo no... La interrump con vehemencia: -No creo que vayas a rechazar una pequea ayuda de un viejo amigo. -Seguro que encuentro un trabajo adecuado. -Bueno, cuando lo encuentres, pero eso no ocurrir de manera inmediata. La impronta del espritu de l an llenaba la estancia tal y como yo la conoca de siempre. El sof del estudio y las estanteras llenas de libros, el magnetfono, el gramfono, el televisor y la radio, las fotografas, las pelculas, los lbumes de fotos..., pero dnde estaba la fotografa en la que estbamos juntos en el restaurante Alfayum? Seguro que la haba tirado en un momento de rabia. Nuestros ojos se encontraban y se separaban con miedo. No caba duda alguna que emociones parecidas nos estaban asaltando, que recuerdos compartidos nos estaban importunando, y que el pasado, presente y futuro estaban tomando la forma de una senda oscura. Le pregunt: -Tienes idea de qu vas a hacer? No, an no me he puesto a pensar. Vacil un momento pero finalmente inquir: -No se te haba ocurrido escribirme? Tambin ella se lo pens antes de responder: -No. -Sin embargo, la posibilidad de que yo viniese seguro que s se te haba pasado por la cabeza. No contest. Se levant y desapareci unos minutos; despus volvi con t y encendimos unos cigarrillos.

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Sent algo as como si retornara un antiguo olor aorado. Era imposible dejar de hacerlo, as que comenc a hablar aun cuando mi perenne tormento me estaba destrozando: -Habrs sabido de mis intentos frustrados por volver, ;no? Sigui callada y yo conclu: -No encontr ningn aliento, y eso es lo ms suave que puedo decir. Rog en voz baja: -Olvidemos el pasado... -Incluso Fausi mismo me ignor! -Por favor, te he dicho que olvidemos el pasado. -No, no puede ser, Doreya. Entonces continu enfadado y dolorido: -S lo que se dijo de m, que quera volver y hacer de espa para mi hermano. Ella grit con fastidio e incomodidad: -Es que no tengo bastante congoja ya? Me disculp con una mirada humilde y le dije: -Doreya, t sabes perfectamente qu siento... -Y yo te lo agradezco. Ante eso yo salt como si me hubiera aguijoneado una avispa: -Me refiero a mi sentimiento de que tendra que haber estado con ellos! Ella dijo con tristeza: -No merece la pena que te tortures. -Quiero saber tu opinin, pero sinceramente... El silencio se adue del lugar unos instantes preados de angustia. Finalmente murmur: -Te he recibido en mi casa, o incluso si prefieres, en su casa, y eso ya es suficiente. Suspir de manera audible. Mi conciencia no estaba

completamente tranquila, estaba seguro de que volvera al infierno tal y como era habitual, pero no era el momento adecuado para justificar los errores pasados. Le comuniqu: -Vendr a verte de cuando en cuando, y si surge algn imprevisto, escrbeme.

El viaje de ida y vuelta me haba agotado, as que decid quedarme en la pensin y unirme a la tertulia alrededor de la radio en el vestbulo. Por suerte estaban las personas de la casa a los que yo ms apreciaba: Amer Wagdi, madame y Sohra. Mis cavilaciones me tenan apartado de la charla general, hasta que escuch a madame que deca: -Siempre est lejos de nosotros, rumiando no-squ! Amer Wagdi intervino, mirndome con afecto: -Eso es lo que les ocurre a las personas inteligentes. Sigui mirndome con sus ojos velados por la vejez y entonces me pregunt: -Nunca se te ha ocurrido extraer material para un libro de los programas culturales que haces? Respond sin prestar atencin realmente: -No, lo que estoy pensando es en escribir un programa sobre la historia de la traicin en Egipto. -La traicin! Qu tema tan amplio! Se ri con ganas y despus volvi a hablar: -Si lo haces, consltame: yo te proporcionar fuentes documentales y recuerdos!

-Yo te amo, t me amas a m... Djame que hable con l! T ests loco!

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-Es un hombre inteligente y razonable, nos entender, seguro, ya vers como nos perdona... -Pero l tambin me quiere, y a ti te considera su nico amigo, es que no lo comprendes ? -l odia la falsedad, lo conozco perfectamente y s cmo va a reaccionar.

Amer Wagdi continu hablando: -Un programa sobre la traicin, qu magnfica idea!, pero como colofn debes escribir un libro, si no, la gente te olvidar al igual que me olvidaron a m; nada queda de aqullos que no recopilan sus ideas, bueno, Scrates es la excepcin que confirma la regla. Madame estaba escuchando una cancin griega -que ella misma haba pedido a la radio- en la que una doncella enumeraba las cualidades que el hombre de sus sueos debera tener, o al menos as lo explic ella. Verla arrobada por la cancin, con los ojos cerrados siguiendo la meloda, era un espectculo realmente conmovedor: la versin tragicmica de eso llamado amor a la vida. Amer Wagdi prosegua: -Y fue inmortalizado gracias a su discpulo Platn. Sin embargo, es extrao que aceptara beberse el veneno sin ni siquiera considerar la idea de huir. Repliqu amargamente: -Cierto, y que se lo tomara a pesar de no sufrir por tener sentimientos de culpa o fracaso. -Sobre todo porque hay tanta gente que, comparada con Scrates, te acabas convenciendo de que no pertenecen a la misma especie... Atormentado por mi delirio afirm: -sos son los traidores.

-Hay realidades y hay mitos, y la vida, hijo mo, es verdaderamente desconcertante. -Pero usted pertenece a una generacin de firmes convicciones, no? Se ri: -Ah, las convicciones, las dudas... Ambas son las dos caras de una misma moneda. -;Eso qu quiere decir? Permaneci en silencio un momento y despus respondi: -Quiero decir que son inseparables... Y t, hijo mo, a qu generacin perteneces? Le dije malhumorado: -Lo que cuenta es lo que hacemos, no lo que pensamos, as que yo no soy ms que un proyecto en potencia... Madame terci rindose: -Hacemos, pensamos..., pero esto qu es? Tambin el anciano se ri y asever: -Seguro que en ms de una ocasin lo que un filsofo oprimido piensa es que lo mejor del mundo se resume en una comida deliciosa y una hermosa mujer. Madame se carcaje y dijo: -Bravo, bravo! Tambin Sohra se ri. Era la primera vez que oa su risa y consigui que mis preocupaciones se desvanecieran por algn tiempo. Hubo unos minutos de silencio en los que el sonido del viento se oy claramente mientras retumbaba en el exterior, chocando con las paredes y sacudiendo las ventanas cerradas. De nuevo me invadieron la angustia y la melancola, y le dije a mer Wagdi: -Creer en algo y trabajar para ese algo, sa es la aspiracin ms elevada; otra actitud distinta es la de no creer en nada, pero eso es estar perdido..., y creer y no hacer nada, eso, eso es el infierno.

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-S, t no has visto a Saad Zaglul ya viejo mientras desafiaba el exilio y la muerte. Entonces mir a Sohra, la nica desterrada. Estaba ah, sentada, llena de confianza y esperanza... Y la envidi, la envidi profundamente.

Fui a ver a Doreya a la semana de la primera visita. Su casa haba recuperado su elegancia proverbial y ella tena un aspecto cuidado, aunque en sus ojos an se lea el malestar: sola, sin trabajo, sin esperanza. Le dije: -Espero que no te moleste mi visita. Respondi con una voz que no mostraba ningn matiz: -Por lo menos, me hace sentir que no he dejado de estar unida a la vida. Mi corazn se compadeci. Me imagin la situacin en su cruda y desnuda realidad. Dese poder expresarle claramente mis emociones, pero el pasado me sujet la lengua. Hablando coincidimos en que trabajar era la mejor manera de salir del malestar, pero cmo? Cierto, ella era licenciada en Lenguas Clsicas, pero haba otro tipo de impedimentos en absoluto balades. -No te encierres en casa. -Ya he pensado en eso, pero an no me he movido de aqu. -Ojal pudiera venir a verte cada da. Sonri mientras pensaba y finalmente propuso: -Sera mejor que nos viramos fuera. Yo habra preferido seguir vindola all, pero tena razn y se lo dije: -S, no est mal pensado.

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La tercera vez que nos vimos fue en el zoolgico. Su rostro era el de los primeros tiempos, mostraba la belleza y el esplendor de siempre, pero la expresin que haba en sus ojos careca de alegra, de gozo. Caminamos unos minutos a lo largo de la valla que daba a la avenida de la Universidad, una calle de recuerdos compartidos e imposibles de olvidar. Dijo: -Te ests tomando muchas molestias por m. -T no sabes qu feliz me siento por ello. Era yo la persona ms indicada para hablar de una pretendida felicidad? Prosegu: -La soledad, Doreya, es el peor castigo que se le puede infringir a un ser humano. Le dije aquello -puede que con segundas intenciones- con el tono de quien lo ha probado, pero ella no pareci darse por enterada: -No haba vuelto al zoolgico desde los tiempos de la universidad. Le dije sin prestar atencin a la digresin: -Yo tambin estoy solo; conozco el sabor del aislamiento. Pareca sitiada. Aquello me angusti y me sent an ms confuso v trastornado, pero con todo, tambin me daba cuenta de que la inundacin estaba a punto de arrastrar la presa. Cuando nuestros ojos se encontraron adivin que estaba asustada. De repente ella dijo: -Me atormenta el pensamiento de que yo pueda pasear mientras que l est... all dentro. Percibi mi ansiedad y me pregunt: -Qu te pasa? -Apenas si puedo sentir otra cosa que no sea culpa. -Pues lo que yo temo es que mi compaa sea causa de sufrimiento para ti.

-No, en absoluto, ese sentimiento infernal se alimenta de la desesperacin... -Estas citas deberan servir al menos para encontrar cierto consuelo. -... y la desesperacin te lleva al hundimiento; la desesperacin empuja al enfermo a intentar curar su dolencia con otra quizs peor... -Qu quieres decir? -Quiero decir... Dud en seguir, pero despus lo hice: -Quiero decir que disculpes mi insensatez si algn da no puedo resistir por ms tiempo este impulso que me arrastra, y te digo que te amo, que te quiero como siempre te he querido. Sbitamente tom conciencia de mi precipitacin. Qu estupidez, qu locura, pero qu pretendo? Senta que haba estado, como un manaco, persiguiendo un nico fin, como alguien cuando se arroja al agua para apagar sus ropas ardiendo. Ella slo supo decir en tono de reproche: -;Mansur! Di marcha atrs como si me hubieran dado un tremendo bofetn, y en un tono de derrota me excus: -Lo siento, no s qu es lo que he dicho, ni cmo lo he podido decir, pero ten por seguro que no es la felicidad lo que buscaba al hacerlo; simplemente, no he podido evitarlo... Cuando coga el tren de vuelta pens: Es ms fcil ser valiente por carta. Me despert por un estrepitoso gritero... Son esas las voces que se escapan de mi propia lucha interior? No, es una pelea de otro tipo. Sal de mi cuarto y vi el espectculo fi-

nal de una batalla. Supe por los rastros dejados en las caras que Sarhn, una desconocida y Sohra eran los hroes o las vctimas de la contienda. Pero quin era esa mujer? Yqu relacin haba entre Sohra y todo el asunto? Cuando, como de costumbre, Sohra me trajo el t, se puso a contarme los hechos tal y como sucedieron: la mujer salt violentamente sobre Sarhn en el momento en el que l estaba entrando en la pensin; se enredaron en una pelea, y despus ella misma se vio envuelta en el altercado mientras intentaba separarlos. -Pero quin es la mujer, Sohra? -No lo s. -He odo de madame que era la novia de Sarhn, no? Se call un buen rato y entonces dijo: -Puede ser. -Y a ti, qu te va en ello? -Ya he dicho que lo nico que quera era separarlos. -Pero eso no justifica el que ella empezara a pegarte a ti. -Pero as fue. La mir con delicadeza y cario y entonces le pregunt: -Es que entre t y...? Pero ignor mi pregunta. En vista de aquello, la tranquilic: -Sohra, no es ninguna vergenza, yo soy un amigo, y es en nombre de esa amistad que te lo pregunto. Entonces asinti con la cabeza. -As que ests comprometida y me lo ocultas? Neg con un movimiento de cabeza y segu indagando: -An no se ha hecho oficial el compromiso? Me inquiet su silencio y pregunt: -Cundo se har pblico? Respondi con seguridad:

-Cada cosa a su tiempo. Sent una temerosa aprensin y le dije: -Pero ha dejado a la otra, tal y como viste... Contest inocentemente: -Es que l no la ama. -Y entonces no se comprometi con ella, ;no? Me mir con compasin y entonces se anim a explicarme: -Es que en realidad no era su novia, es una mujer de mala vida. -La traicin es la traicin, en cualquier caso. Las palabras sonaron en mis odos de forma extraa y trgica y en mi boca dejaron un regusto a veneno y castigo. Sarhn entr a formar parte del delirio de resentimiento que yo ya senta contra m mismo, y lo maldije mil veces. Cuando unos das ms tarde me trajo el t comenz con extrema alegra: -Usts, le puedo contar un secreto? La mir con curiosidad, esperando que me contara progresos en su relacin con Sarhn, pero me cont: -Voy a aprender a leer y escribir! No entend a qu se refera y segu mirndola inquisitivamente. Y me explic: -Nuestra vecina, la seorita Aleya Muhammad -la maestra-, y yo nos hemos puesto de acuerdo para que me d clases. Me qued pasmado y grit: -De verdad? -S, s, ya nos hemos puesto de acuerdo en todo. Y coment con orgullo: -Se me ha ocurrido a m sola. -Pero qu te ha hecho pensar en ello? -Bueno, pues que no quera ser analfabeta para siempre, tengo otras aspiraciones, sabe usted?

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-Otras aspiraciones? -S, quiero aprender un oficio. La mir con orgullo y felicidad y grit: -Magnfico, Sohra, magnfico! Permanec a solas en la habitacin, exultante de alegra y admiracin. La lluvia caa en abundancia y el estruendo de las olas se suceda en sonoros lapsos intermitentes hablando en su lengua incomprensible. Entonces la emocin empez a calmarse, a disminuir, a enfriarse, hasta que se desparram en un agua estancada y ptrida cubierta con la espuma de la melancola. El ascenso evoca el descenso, la fuerza rememora la debilidad, la inocencia alude a la corrupcin y la esperanza, a la desilusin. Ypor segunda vez no encontr a nadie contra quien desfogar mi clera ms que contra la persona de Sarhn Albuheiri.

Elegimos un lugar para sentarnos bajo un eucalipto en el Casino Ashati. El sol haba pasado ya su cnit derramando sobre nosotros unos rayos templados que disolvan el intenso fro de El Cairo. En todo momento ella evitaba que nuestros ojos se encontraran, y repeta: -No debera haber venido, no debera haber venido... Intent calmarla: -Sin embargo lo has hecho, y tu presencia ha zanjado toda duda. -No, no ha zanjado nada, tenlo por seguro. La contempl al tiempo que senta el tremendo impulso de precipitarme al vaco: -Estoy seguro de que el que hayas acudido... -No, la cuestin es que no me quedaba tranquila si no aclarbamos el asunto frente a frente.

-No creo que mis cartas contengan nada nuevo para ti. -Se las ests enviando a una persona que ya no existe! Acarici su mano extendida sobre la mesa como si quisiera asegurarme de su presencia, pero la retir mientras deca: -Las has enviado con cuatro aos de retraso. -Lo que dicen est por encima del tiempo y del espacio. -Es que no ves que soy dbil y estoy cansada? -Y yo tambin; a los ojos de nuestros amigos soy un espa, y ante los mos propios, un traidor. No tengo ms refugio que tu persona. -No soy un buen remedio. -Pues entonces, no me queda ms que la muerte o la locura... Respir con crispacin dolorida y entonces balbuci: -Yo tambin soy una traidora desde hace tiempo... -En absoluto, slo eras un modelo de lealtad mal entendida. -Eso slo es llamar de otra manera a la traicin que me desgarraba. Le respond enfadado: -Nos estamos despedazando sin motivo alguno, y se es todo el nudo del argumento en este drama. Observamos el Nilo con su color plomizo y las olas casi quietas. Entonces deslic mi mano hacia la suya por debajo de la mesa y la cog con ternura, apretando ligeramente para acallar sus dbiles intentos de resistencia. Susurr: -No podemos dejarnos vencer por los recuerdos del pasado. Ella asegur con tristeza: -Nos estamos precipitando al vaco mucho ms rpido de lo que me imaginaba.

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-No, no, de esta prueba saldremos endurecidos como el metal tras la forja. Senta un deseo imperioso que me empujaba a la degradacin, como si sta fuera el objetivo en s; como el hombre que, en busca de la felicidad, se marca un trayecto cuya meta final es el infierno.

En la estacin de tren de El Cairo me encontr con un viejo amigo periodista y de tendencia progresista -aunque no se dedicaba a los temas polticos. Nos sentamos en la cafetera de la estacin mientras yo esperaba el tren y l a una persona que llegaba del canal de Suez. Comenz: -Qu contento estoy de que hayamos coincidido! Hace tiempo que quera verte. Vaya, qu querra de m? No lo vea desde que me trasladaron a Alejandra. E inesperadamente me pregunt: -Qu es lo que te trae por El Cairo? Le clav la vista sorprendido. Cierto, l saba que su pregunta me desconcertara, y prosigui: -Espero que nuestra vieja amistad interceda y as me disculpes por mi sinceridad, pero dicen que vienes a ver a madame Fausi... No me molest todo lo que yo esperaba. Doreya y yo habamos previsto aquello, as que le contest con indiferencia: -Ella necesita compaa, como sabes. -Ytambin s... Lo interrump con desprecio: -Tambin sabes que siempre la he amado. Me pregunt con preocupacin: -Y Fausi?

-l es mejor de lo que los dems piensan. Dijo incmodo: -A m, como amigo, no me gusta lo que se dice. -A ver, dime qu es lo que se dice. Pero se call. Entonces le respond nervioso: -Se dice que soy un espa, que hu en el momento oportuno y que despus me introduje en la casa de un viejo amigo. -No me refera a... -Y t te crees todo eso! -No, no, y no te perdonara que t pensaras eso de m!

En el camino de vuelta a Alejandra me preguntaba: Tendr derecho a disfrutar de la vida? Yo estoy buscando una solucin para todas las contradicciones, pero segn parece es difcil, de manera que, ;no podra ser la muerte la solucin definitiva?. Me apeteca estar un rato en el Triann, pero vi desde la calle que Sarhn Albuheiri y Hosni Alam estaban all sentados hablando, as que desist de entrar. Haba nubes bajas, todas de una misma tonalidad, corriendo veloces, y el viento racheado soplaba refrescante. Estuve andando por el Paseo Martimo, que aquel da desafiaba al mar con el agua espumosa elevndose y volando hasta el camino. Pens que si poseyera algo valioso lo destruira, porque el orden slo se puede llegar a restaurar con un terremoto devastador. Vino Sohra con el t. Segura y confiada de mi inters por sus asuntos, me cont: -Ha venido mi familia a llevarme con ellos, pero me negu. A pesar de la apata que senta por todo, mi afecto por Sohra no haba muerto, y la elogi:

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-Bien hecho! -Incluso el bueno de Amer bey me aconsej volver a la aldea. -Eso es porque teme por ti, y te quiere proteger. Me escrut con la mirada y entonces inquiri: -Hoy no sonre usted como siempre. Le esboc una sonrisa con desgana y entonces exclam: -Ya, ya entiendo! -Qu entiendes? S, s, sus viajes cada semana y su preocupacin... Me re a mi pesar y ella me dese: -Espero poder contemplar su felicidad. -Dios te oiga, Sohra. Simplemente con miradas cmplices nos entendimos. Hizo un gesto con la mano como si me invitara a estar alegre y dije: -Hay una persona que turba mi calma. -Quin es? -Uno que ha traicionado sus creencias. De nuevo hizo un gesto con la mano pero esta vez con desaprobacin y horror. -Y que tambin ha traicionado a su amigo y maestro. Continu haciendo gestos con la mano y le pregunt: -Lo exime de su culpa el hecho de que ame? Ella respondi mostrando su desagrado: -El amor de un traidor es tan sucio como l mismo.

Me sumerg en el trabajo, y cuando mis nervios se sentan inquietos o cuando mis pensamientos se dispersaban, me iba a El Cairo. All estaban la felicidad y el amor, pero qu felicidad? Me alegr infinitamente cuando dej de resistirse y permiti que cogiera su mano entre

las mas. Sin embargo, tras eso padec emociones febriles y angustiosas, y me domin la extraa idea de que el amor era el sendero hacia la muerte, y que yo, puesto que exageraba en general en todo, quizs alcanzase el final de esa senda. Le dije cierta vez: -Te amo desde hace tanto tiempo, te acuerdas?, y despus tu compromiso, que me cogi por sorpresa... Replic tristemente: -T siempre pareces dudar, y es fcil malinterpretarte. Y sigui como en una confesin: -Acept a Fausi impresionada por su personalidad. Como bien sabes, se merece toda la admiracin del mundo. Alrededor de nosotros haba sentadas muchas parejas de enamorados. Le inquir: -Somos felices? Me clav la vista con extraeza y dijo: -Mansur, qu pregunta! -Quiero decir que quizs te duela que por mi culpa te hayas convertido en el tema de conversacin de los cotillas de esta ciudad... -Eso no me importa, pero Fausi... Evidentemente quera repetir lo que yo mismo le haba dicho infinidad de veces sobre la enorme comprensin y grandeza de corazn de Fausi, pero se call. No poda soportar or ese disco rayado de nuevo, as que inopinadamente le demand: -Doreya, has dudado de m alguna vez, como el resto de la gente? Frunci el ceo con descontento, porque me haba advertido en ms de una ocasin que no tocase ese tema, pero yo me senta llevado por un deseo apremiante:

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-Si lo hubieses hecho, habra sido algo natural. Se volvi hacia m protestando: -Por qu te empeas en hurgar en las heridas? Volv a sonrer mientras deca: -Es que lo que yo me pregunto a m mismo es por qu demonios habras tenido que disentir de la creencia general. Entonces dijo enfadada: -Pues porque t no tienes calaa de traidor. -Y cul es esa calaa, segn t? Soy dbil: la sumisin ante mi hermano es eso, sin duda alguna, y los dbiles son los mejores candidatos a la traicin. Cogi mi mano entre las suyas y suplic: -No te tortures a ti mismo, no nos tortures a los dos... Y me dije que lo que esta mujer no saba es que ella misma era uno de los instrumentos de mi martirio.

Madame entr en mi habitacin. En cuanto la vi, supe que iba a escuchar novedades. Ella siempre iba como una mariposa, revoloteando con noticias de un lugar a otro. Est bien. No ha odo usted, monsieur Mansur? Mahmud Abualabbs, el vendedor de peridicos, ha pedido a Sohra en matrimonio, pero ella lo ha rechazado! -Es una locura, monsieur Mansur! Pero le dije con sentido comn: -Ella no lo ama, madame. -Ah, pero el corazn de esa chica marcha por un camino errneo... Y me gui un ojo. Yo pens: Ay de l si la engaa!. De repente me domin una idea absurda, o un deseo pervertido, y era que la engaase para poder infringirle yo mismo el castigo que se mereca. Madame se inclin sobre m, susurrando:

-Aconsjela usted, por favor, har lo que le diga, a usted lo aprecia. Me irrit el que nombrara el cario que me tena, y me tuve que esforzar al mximo para reprimir la ira.

-Es una mujer de buena familia, casi aristocrtica, pero no pasa por ser ninguna santa; regentar una pensin conlleva ciertos tejemanejes ineludibles, como ya sabes, y si no hubiese sido por m le habra n confiscado casa y dinero hace ya tiempo...

La tempestad azotaba las ventanas con un autntico aguacero. El estruendo de las olas me invada las entraas. No me enter de la presencia de Sohra hasta que no puso la taza de t sobre la mesa, frente a m. Me alegr de verla, ciertamente me libraba de los negros pensamientos. Nos sonremos. Le ofrec una barra de chocolate y le tom el pelo rindome: -O sea, segundo novio al que das calabazas! Me mir con cautela y yo prosegu: -Quieres saber mi opinin, Sohra? Mahmud Abualabbs es mejor que Sarhn. Ella me interrumpi: -Eso lo dice usted porque no lo conoce! -Y es que conoces al otro como deberas? Me dijo con fiereza: -Nadie piensa que yo soy suficiente para l! -Eso se lo dices a los que no te quieren bien, no a m. -Ese hombre no distingue entre una mujer y un cinturn! Me re y entonces me cont la ancdota sobre cul sera su comportamiento y qu opinaba de las mujeres. Pero yo le rebat:

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-Bueno, t podras devolvrselo mejor an... Pero ella amaba a Sarhn y seguira amndolo... Finalmente se vera si l se casaba con ella o la engaaba. Le dije: -Sohra, respeto tu opinin y lo que haces, y lo que me gustara es poder felicitarte muy pronto.

Falt a la cita de El Cairo para acabar un trabajo urgente e importante. Doreya me llam por telfono pidiendo que la socorriera de su extenuante soledad. Cuando a la semana siguiente nos encontramos me dijo nerviosa: -Ahora me ha llegado a m el turno de ser la acosadora. Bes su mano. Estbamos a solas en una habitacin en el hotel Florida. Le resum mis novedades, que en cierto modo incluan una disculpa. Estaba angustiada, tensa, y fumaba un cigarrillo detrs de otro. Yo no estaba mucho mejor: -He estado abrumado por el trabajo, pero iba a la deriva contra mi voluntad, una voz intrusa me susurraba que haba cometido algn error en lo que estaba haciendo, o que no haba meditado como es debido algn asunto importante; a menudo descubra de repente que haba olvidado algo necesario en la pensin o en el despacho... Ella dijo con ansiedad: -Pero yo estoy sola, y ya no soporto mi soledad. -Somos como peonzas, damos vueltas y vueltas, pero en realidad no movemos ni un dedo para solucionar nuestro problema. -Bueno, y qu podemos hacer? Pens unos instantes intentando seguir tan slo los caminos de la lgica, pero qu lgica? El que vive re-

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torciendo sus emociones no sabe poner en marcha la capacidad de razonar. Me senta como si estuviera horadando la tierra en busca de nuevas provocaciones. Le dije: -Si pensamos con la cabeza, la respuesta es muy simple: o tenemos que separarnos, o comenzamos el asunto del divorcio. Sus ojos grises se dilataron alarmados, quizs porque asentan, no porque rechazasen la idea, y grit: -El divorcio! Yo insist con calma: -Y despus comenzaramos una nueva vida. -Sera una cobarda... -Puede ser, pero tambin lo ms natural, e incluso moral, si quieres... Callada y hundida apoy la cabeza sobre sus manos. Entonces la interpel: -No te he dicho que no estamos moviendo ni un dedo? Y despus de un momento de silencio: -Dime qu hara Fausi si estuviera en mi lugar? Ella balbuci con voz rota: -T sabes que l me ama. -Pero no se quedara contigo si supiera que t me amas a m. -No ests siendo muy terico? -No, conozco a Fausi, y sa es la realidad. -Imagnate, imagnate que dijese... -Que lo dejaste en la estacada cuando estaba en prisin, no? Eso no tiene importancia, lo abandonas a l, no a sus principios. Me lo imagin echado sobre el sof del estudio, observndome con sus ojos almendrados y negros, fumando en pipa y ocupndose de infinidad de asuntos sin du-

dar ni por un momento de su felicidad matrimonial. Doreya me pregunt: -En qu piensas? Le respond: -En que la verdadera vida slo es generosa con los que pueden asumirla. Cog su mano y le suger: -Bebamos y dejemos de pensar por un tiempo.

Me aisl de todo lo que haba alrededor de m. Estaba hirviendo de rabia, desde que supe que Hosni Alam se haba abalanzado sobre Sohra, herva de rabia. Estaba sentado en el vestbulo con Amer Wagdi y madame, pero no escuchaba de la conversacin ms que un zumbido. Tambin me haba enterado del altercado entre Sarhn y Hosni, y pens que ojal hubiera acabado con la muerte, la de ambos. Igualmente me habra gustado ensearle modales a Hosni, pero no albergaba ninguna duda sobre su capacidad de pulverizarme a golpes, lo cual provoc que lo odiara hasta casi enloquecer. Madame se levant y se fue, y eso me hizo volver al mundo real. Mir a Amer Wagdi y vi que l me observaba con preocupacin y cario, as que rebaj el grado de acaloramiento beligerante que bulla en mi interior. De repente me vino a la cabeza la sorprendente idea de que el anciano habra podido ser un excelente amigo de mi padre y de mi abuelo. Se puso a preguntarme sobre mis ilusiones y le respond conciso: -Bueno, en realidad lo que pienso es que no tengo futuro. Esboz una sonrisa de experto, como si l ya hubiera pasado por los mismos trances de mil maneras posibles, y asever:

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-La juventud y la satisfaccin se llevan mal, eso es todo lo que te ocurre. -Me siento tan atrapado en el pasado que he llegado al punto de pensar que no existe futuro. La sonrisa desapareci de su rostro. Con el tono de la voz grave me dijo: -Puede ser que hayas pasado por dificultades, fracasos, mala suerte, lo que quieras, pero tienes derecho a vivir con toda la felicidad del mundo... Detestaba hablar con l de mis preocupaciones, aunque fuera de manera superficial, as que cambi de tema y le pregunt: -Y qu sueos tiene usted, Amer bey? Se ri con ganas y contest: -Las horas de dormir de los viejos disminuyen de tal manera que incluso dejamos de soar, y en cualquier caso, lo nico que a estas alturas deseo es una muerte placentera. -Ah, pero hay distintos tipos de muertes? -Claro...! Qu feliz es aquel que se duerme tras una buena velada y ya no se despierta nunca ms! Indagu, prendido en el placer de su charla: -Usted cree que resucitar algn da? Se ri de nuevo y brome: -S, si recopilas tu programa sobre m en un libro!

Me gusta el clima de Alejandra. No cuando est calmo y los dorados rayos del sol son acariciadores y templados, sino en sus furias estacionales, cuando los nubarrones se amontonan y se condensan formando inmensas montaas en la bveda del cielo, que se satura en un instante de un silencio sospechoso; entonces un golpe de viento vibra y agujerea el vaco como si fuera la lia-

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mada de un predicador o el carraspeo de un orador. En esos momentos las ramas de los rboles oscilan y se esconden los pjaros; las rfagas se suceden y los vientos, ebrios de locura, arrollan con silbidos que resuenan por todos los confines de la tierra; el rugido de las olas brama y la espuma se empina hasta los mrgenes de los caminos. El trueno retumba transportando aromas efervescentes desde mundos desconocidos, y las chispas de los relmpagos restallan, ofuscan la vista, electrizan el corazn. La lluvia cae manitica en tromba, y la tierra y los cielos se funden en un abrazo hmedo. Cuando eso ocurre, los elementos del Cosmos se amalgaman, y sus componentes se ondulan y entrechocan como si la Creacin quisiera volver a nacer. Slo entonces surge la calma, se restablece el sosiego; las sombras se disipan y Alejandra se descubre el velo bajo el cual aparece un rostro acicalado, el fresco verdor, calles brillantes, purificados soplos de viento, rayos templados y una placentera bonanza. Contempl la tormenta a travs de la ventana hasta que la retornada serenidad del cielo me deleit una vez ms. Algo me deca que aquel drama celestial narraba una leyenda sepultada en mi corazn, que trazaba una senda cuyo fin permaneca en tinieblas, o que fijaba una cita en un murmullo an incomprensible. El reloj grande son. Me puse los dedos en los odos para no saber qu hora era. Entonces escuch un vocero inexplicable que se prolongaba machaconamente y aumentaba en volumen. Una pelea? Otro altercado? Los hechos que ocurran en la pensin no tenan fin. Intu que Sohra era el eje, como de costumbre. Una puerta se abri con violencia y entonces se oyeron claramente las voces. Sohra y Sarhn. Salt hacia la puerta y la abr. Los vi en el saln, frente a frente como dos ga-

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los de pelea mientras madame se interpona entre ambos. Sarhn tronaba con ira: -Soy libre, y me casar con quien yo quiera! Ypara que te enteres, me voy a casar con Aleya! Sohra estaba encolerizada como un volcn, humillada por el desprecio, desconsolada por la frustracin de sus ilusiones, dolorida por tener que retirarse de la contienda y ser del bando de los vencidos. As que l haba conseguido su objetivo y ahora quera ocuparse de otro frente. Me acerqu a l y lo cog por la mano llevndolo hacia mi habitacin. El pijama estaba hecho jirones casi por completo y tena los labios sangrando. Comenz a increparla: -Mala bestia! Le ped que se callara, pero l continuaba rabioso: -Imagnate, Su Seora quiere que me case con ella! Le volv a aconsejar que se calmara y grit: -Puta loca! Me enfad y le pregunt: -Bueno, y por qu crees t que ella querra casarse contigo? -Yo qu s! Pregntale, pregntale a ella... -Pero te estoy preguntando a ti. Por primera vez me mir con atencin y repet: -Debe de haber algn motivo que justifique su peticin, no? En sus ojos vi que la atencin se transformaba en cautela y entonces me demand: -Qu quieres decir? Le solt ofuscado: -Quiero decir que eres un miserable.
-Usts!

Le escup en el rostro mientras gritaba: -En la cara, y en la de todos los canallas, y tambin en la cara de todos los traidores!

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Rpidamente nos liamos en una violenta pelea, aunque madame irrumpi en la habitacin antes de que arreciasen los puetazos. Se meti entre nosotros mientras suplicaba: -Por favor! Estoy harta de todo esto! Resuelvan sus diferencias en la calle y no en mi casa! Y se fue con l hacia fuera. La cabeza ida, el corazn abrumado, los pensamientos dispersos... As me fui a la emisora. Cuando entr en mi despacho vi una mujer sentada frente a mi mesa. Una mujer? Doreya! S, Doreya y no otra. La sorpresa me dej mudo, estuve como clavado en el suelo ante ella un buen rato. Finalmente las tinieblas de mi cabeza se disiparon y exclam: -Doreya! Sonre. Tena que sonrer, no slo eso, la cara tena que iluminarse de alegra. Cog su mano entre las mas y la apret con ternura. Me invadi una emocin de alegra, se despejaron la angustia y los temores que laceraban mi alma. Dije: -Qu sorpresa! Y qu alegra, Doreya! Se disculp mientras me observaba con el rostro demacrado: -Debera haber esperado un par de das hasta que nos visemos en nuestra cita, pero no he podido; te llam por telfono, y como no te encontraba... Se apoder de m una inquietud cuyo fondo me resultaba incomprensible. Traje mi silla y me sent frente a ella mientras deca: -Espero que no sea nada malo lo que te ha trado aqu. Respondi bajando la mirada:

-He recibido una carta de Fausi a travs de un amigo periodista... Mi corazn palpit con fuerza. Ah, el amigo periodista. Seguro que nada bueno poda ser. Continu: -Me da libertad absoluta para que haga con mi futuro lo que desee. Los latidos se apresuraron. La cuestin estaba meridianamente clara, pero me obstin en analizar punto por punto. Y lo ms asombroso era que la confusin se adue de m hasta tal extremo que no poda saborear ningn sentimiento de alegra, incluso se me lleg a pasar por la cabeza que no me senta feliz. Ofuscado, indagu: -Eso qu quiere decir? -Est claro que l se ha enterado de nuestra relacin. -S, pero cmo? -Pues como sea, eso no importa! Nos miramos perplejos. Sent que me ponan los grilletes. Pens: Tendra que sentirme afortunado por haber conseguido un poco de felicidad, de tranquilidad..., qu me est ocurriendo?. Inquir: -Se ha enfadado? Ella respondi alterada: -En cualquier caso, se ha comportado como t esperabas! Inclin la cabeza en un gesto de sumisa perplejidad, y ella demand: -Ahora tienes que darme tu opinin. Cierto, no tengo ms que darle la seal de salida y se pondrn en marcha los papeleos del divorcio; no me queda ms que construir un nido de amor matrimonial tal y como yo le haba propuesto. Ah, ah, ah est el sueo dorado pidindome permiso para irrumpir en el mundo real. Pero no soy feliz, debo ser sincero conmi-

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go mismo, no lo soy en absoluto, es ms, me siento en las antpodas de la dicha. Atormentado, con miedo. Y no es que me sienta arrepentido o avergonzado por lo que ha ocurrido, no, es que es algo que me supera, est adherido a mi ser, a mi ser y a nadie ms. Es mo y slo mo: si no estoy abrumado por la tarea de defender mi felicidad, cmo estoy?, qu soy?, en qu fuego puedo quemarme? Ella resopl en un tono de voz cuando menos indignado: -Cuanto ms tiempo te quedes callado y pensativo, ms me hars sentirme repudiada y mortalmente sola. Pero yo necesitaba poder meditar ms, El pnico y la inquietud haban alcanzado tal lmite que ya no me poda preocupar por sus sentimientos, ni siquiera por ser amable con ella. Me haba recobrado del hechizo como si un garrote hubiese golpeado mi cabeza. Me liber de su dominio. Una ola negruzca de aversin y crueldad se elev en mis confusas, angustiadas y asustadas entraas. No poda encontrarle a eso ninguna explicacin ms que el que fuera la misma esencia de la locura. Ella me pregunt desafiante: -Por qu no hablas? Le dije con una calma terrorfica: -Doreya, no aceptes su generosa oferta. Me mir fijamente a la cara. Me mir fijamente a la cara, y la suya estaba plida, incrdula, desgarrada, enfurecida. Le repet ensandome: -No dudes en hacer lo que te digo. -T ests diciendo eso? -S... -Es de risa, no, vamos, es para llorar... Dios mo, no entiendo nada... Exclam con desesperacin:

-Ms tarde llegar el momento de comprender, no ahora! -No puedes dejarme as, sin ninguna explicacin! -Es que no tengo ninguna explicacin! Los destellos de ira le brotaban desde lo ms profundo de los ojos grises y farfull: -Me ests haciendo dudar de tu cordura. -Es lo menos que me merezco. Entonces chill con rencor: -Te has estado divirtiendo conmigo todo el rato! Eh, es eso? -Doreya! -Dime, s sincero, me has estado mintiendo? -Jams! -Entonces, tu amor por m ha muerto de repente? No, no, eso nunca... -Me sigues tomando el pelo! -No tengo nada que aadir... Me aborrezco a m mismo, eso es lo nico que te puedo decir claramente... Nunca te acerques a un hombre que se odia a s mismo... Los ojos clavados en m reflejaban el hundimiento interior. Apart entonces la mirada con desprecio y rencor. Permaneci un rato en silencio, como si no supiera qu hacer consigo misma. Entonces murmur en algo que pareca un soliloquio: -Soy tonta, y ahora tengo que pagar el precio de mi estupidez. T jams me has hecho sentir confianza y seguridad, cmo he podido olvidarlo? Me has arrastrado al son de tus impulsos enloquecidos. S, s, ests loco, trastornado... Me mostr humilde como un chiquillo culpable y obediente y me qued en silencio como mejor recurso para acabar con la dolorosa escena. Evit levantar mis ojos hacia ella e ignor sus miradas, el tamborileo de sus

dedos sobre el borde de la mesa, su respiracin agitada; me convert en un cadver innime... Me lleg su desplomada voz: -No tienes nada ms que decir? Me mantuve en la parlisis. Se levant con cierta rabia y yo me levant tambin. Sali de la oficina y yo la segu hasta que llegamos a la calle. La cruzamos juntos. Entonces aceler el paso, dndome a entender su negativa a que la acompaase, as que me detuve. Mis ojos la siguieron como quien mira una fantasa. La fantasa se engrandeci y extendi sus dominios sobre m, y la realidad se fue alejando hasta esconderse tras del horizonte. Mir sus andares -familiares, amados- con extraeza, con tristeza. Incluso en aquel momento, en pleno torbellino de locura, no se me ocultaba que ese ser vacilante y derrotado que se perda poco a poco en la corriente de los peatones haba sido mi primer amor -y quizs el ltimo- en este mundo. Con su desaparicin me precipitaba al fondo del abismo. Y pese a mi evidente desdicha, me invadi una oscura y extraa paz.

El mar se extenda bajo una superficie lisa y de un azul sonriente. Dnde estaba la violenta tormenta? El sol caa en el ocaso lanzando destellos diamantinos que se adheran a los flecos deshilachados de unas nubculas tenues. Dnde estn las montaas de nubarrones? El viento jugueteaba con las hojas de las palmeras en la espesura de Assilsila hacindole caricias transparentes y delicadas. Dnde est el zarandeo del viento tempestuoso? Observ la demacrada cara de Sohra, las huellas de las lgrimas secas sobre las mejillas, la mirada derrotada y marchita, y pens que estaba contemplando mi propia

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imagen reflejada en un espejo. La vida me estaba enseando su temperamento spero, grosero, rudo; las posibilidades escasas, la dureza sin fisuras y recubierta de espinas, las crueles perspectivas en una espiral cuyo principio y fin estaban envenenados, su alma eterna que seduce a los aventureros y a los desesperados, pero que slo da a cada cual su justa medida..., y a Sohra la haba despojado de su honra y dignidad. Cierto, me veo reflejado en un espejo. Ella me mir con recelo y pidi: -Por favor, no quiero ni reproches ni censura. Le respond abatido: -Como ordenes. An no me haba repuesto de mi amarga experiencia con Doreya, ni tampoco haba encontrado el momento oportuno para analizarla y entenderla, pero me senta posedo por ella hasta enloquecer. No me caba la menor duda de que la tormenta estaba an por llegar, que el nudo del argumento an no haba tenido su desenlace. Me resultaba imposible quedarme callado, as que la consol: -Sohra, es lo mejor que te poda haber ocurrido. No contest a ello. Le pregunt: -Qu piensas hacer? Murmur con desgana: -Sigo viviendo, como usted ve. -Y tus ilusiones? -An continan ah. Pronunci aquellas palabras con tozudez y determinacin, pero dnde estaba el nimo? La reconfort: -La tristeza se ir como si nunca hubiera estado; te casars y tendrs hijos... Me replic con amargura:

-Lo mejor que puedo hacer es evitar a los hombres... Me re. Era la primera vez desde haca mucho tiempo. Ella no saba del torbellino que se agitaba en m, ni tampoco del delirio que me tenda una emboscada. Se me ocurri una idea. De repente, sin previo aviso? No, era indudable que tena races abisales de las que no haba sido consciente. Era un disparate, y por ello mismo, atrayente. Una inslita idea deslumbrante y original, y no estaba lejos de ser lo que yo andaba buscando. Sera un blsamo para mis infecciones crnicas. Mir a Sohra con cario, y comenc: -Sohra, mi vida no se restablecer mientras t sigas triste. Trabajosamente esboz una sonrisa de agradecimiento y aad, sintiendo la ola de euforia que se elevaba en mi interior un poco ms: -Sohra, olvida las penas, vuelve a ser la de siempre; dime, cundo ver una sonrisa de felicidad en tus labios? Sonri con la cabeza inclinada. La ola de delirio se elev un peldao ms. Aqu, aqu est ella, repudiada, sola, proscrita y deshonrada. Y prosegu con desusada agitacin: -Sohra, quizs ignoras hasta qu punto eres importante para m. Sohra, acptame como esposo! Se gir hacia m, estupefacta e incrdula, con un movimiento rpido. Sus labios se abrieron para hablar pero no pronunciaron ni una sola palabra. Le repet, an bajo el dominio de mi extraa perturbacin: -Sohra, csate conmigo, te estoy hablando en serio. Cuando se pudo reponer de la sorpresa simplemente profiri: -No.

-Casmonos cuanto antes! Movi los fuertes dedos con nerviosismo mientras deca: -Usted ama a otra. -No era amor, es un cuento que tu imaginacin se ha inventado, djame or un s, Sohra, por favor... Suspir, me observ con recelo, y finalmente declar: -Usted es un hombre generoso y noble, y sus sentimientos le empujan a hacer cosas sin pensar... No, no puedo aceptar, y usted tampoco lo quiere, no, no vuelva a decirlo. -Entonces, me rechazas? -Le estoy muy agradecida, pero no creo que haya una autntica peticin que yo pueda rechazar o aceptar. -Creme, te lo juro, dame una promesa..., una esperanza... Te esperar... Me repiti con obstinacin, y sin tomar mis palabras autnticamente en serio: -No, le agradezco su afecto y su aprecio, pero no puedo aceptar. Vuelva usted con su novia. Si ha habido alguna falta, seguro que es ella la culpable, pero debe perdonarla. -Sohra, por favor, creme! -No, no, no vuelva a empezar. Lo dijo con una firmeza aterradora. Entonces la fatiga apareci en el fondo de sus ojos, como si estuviera hastiada de toda la escena. Me dio las gracias con un gesto mientras se iba con una resolucin contundente. Volv a la nada. Mir a mi alrededor como si buscara socorro. Cundo ocurrir el terremoto? Cundo estallar la tormenta? Qu es lo que he dicho? Cmo lo he dicho? Por qu? Es que hay otra entidad acurrucada en mi interior que me utiliza de mdium cada vez

que le viene en gana? Cmo puedo poner lmite a todo esto?

Cmo puedo poner lmite a todo esto? Enajenado, me haca esta pregunta una y otra vez mientras sala de mi habitacin. Vi a Sarhn en el saln hablando por telfono, y le lanc una mirada a la maleta que, tras la puerta, anunciaba su partida definitiva. Con repugnancia fij la vista en su nuca inclinada sobre el auricular, como si estuviera frente a un enemigo acrrimo. l llenaba mi vida ms de lo que yo me haba imaginado. Si tambin l desapareca para siempre, qu sera de m? Cmo podra verlo de nuevo? l tiraba de m con fuerza, como la luz atrae los insectos; era la dosis venenosa, la droga con la que quizs me curase. Resonaba su potente voz mientras deca por telfono: -De acuerdo, esta noche a las ocho, en el Albagaa. Me estaba emplazando, y quizs tambin, sugirindome un objetivo. Estaba sacando mi demencia a bailar. Su sonora voz me atrae al suicidio, me ordena que lo siga, y me concede liberar a alguien de la nada, del vaco absoluto. Volv a mi habitacin temiendo precipitarme con mis turbulentas emociones. Cuando sal de la pensin no quedaba ni rastro de l. Fui primero al Atheneus. Pens en escribirle una carta a Doreya pero la locura haba barrido todo deseo en m, al igual que me haba aniquilado el juicio. Despus, ya en el casino Albagaa, me acomod en un rincn del patio interior. Me senta como el que ha decidido emigrar y se est despidiendo de la ciudad y de todas sus tribulaciones. Encontr cierta tranquilidad,

pareca que tena la mente un poco ms despejada. Mi rincn estaba escondido detrs de mesas ocupadas con hombres y mujeres. Ped una copa de coac, despus la hice seguir de otra mientras mis ojos apuntaban a la entrada, y hacia las ocho menos cuarto lleg el hroe esperado con Tolba Marsuq, que lo preceda. Era l la persona con la que haba estado hablando por telfono? Desde cundo exista esa repentina amistad entre ambos? Se sentaron como a unas diez mesas de m, y el camarero les trajo tambin coac. Record que por la maana, a la hora del desayuno, haba estado de acuerdo con la propuesta de Tolba Marsuq de pasar Nochevieja en el Monseigneur. Ah, s, es cierto, haba prometido celebrar la noche de Fin de Ao... Segu mirndolos a escondidas mientras ellos beban, conversaban y rean.

Intent por todos los medios que no me viera, pero me vislumbr en el reflejo del espejo. Lo ignor, maldiciendo mi mala suerte. Sal a la calle completamente desierta, poda escuchar el golpeteo de sus zapatos detrs de m. Ralentic el paso hasta que casi me alcanz. Nos metimos en la calle desierta, se puso a mi altura. Me mir con suspicacia, aminorando su marcha para no mostrarme la espalda indefensa, y dijo: -Me ests siguiendo, te he visto desde el principio. Le dije framente: -S. Se puso en guardia mientras me preguntaba: -Por qu"? Saqu las tijeras del abrigo y declar: -Para matarte. Me espet, sin poder apartar los petrificados ojos de las tijeras:

-Sin duda ests loco! Ambos saltamos al mismo tiempo -para atacar al otro o para defenderse-, y empez a gritar: -T no eres el tutor de Sohra! No es por Sohra, no slo por ella! -Entonces, por qu? -No puedo seguir viviendo si no te mato! -Pero si lo haces, a ti tambin te matarn, o es que no lo sabes ? Me invadi de nuevo esa sensacin de ser un emigrante que se despide de la ciudad y de todas las preocupaciones de sta; me senta ebrio, borracho. De repente me pregunt: Cmo sabas dnde estaba? -Te escuch en la pensin mientras hablabas por telfono. -Yentonces decidiste matarme? -S. -No lo habas pensado antes? Sorprendido, no respond, pero tampoco renunci a hacerlo. -En realidad no quieres matarme. S, s que quiero y lo voy a hacer... - Y si no me hubieras visto ni odo en ese momento ? -Pero s te vi, y te o... Y te voy a matar! -Pero por qu? Me sorprend de nuevo, pero mi propsito de matarlo era firme, no slo eso, era inalterable, as que comenc: -Por esto te mato..., y por esto..., toma..., y toma...!

Escuchaba las risas de Sarhn mientras hablaba con Tolba Marsuq. De vez en cuando se levantaba y se iba, para despus volver y sentarse de nuevo. Maldije a Tolba, su presencia lo haba estropeado todo. Pero a la hora de estar all ms o menos se levant, se despidi de Sarhn -que se qued solo- y se fue.

ICJI

Yo no vea el momento en el que mi sufrimiento desapareciese. Continu bebiendo aunque a menudo se volva hacia la entrada del local, y cada vez que lo haca quedaban patentes la impaciencia y la angustia que senta. Est esperando a otra persona? Vendr el otro y se perder mi oportunidad para siempre? El camarero lo avis de una llamada de telfono y rpida y ansiosamente se levant. Se ausent un rato, y cuando volvi se le vea taciturno y desanimado. No, lo cierto es que regres derrotado. Qu haba ocurrido? No se sent, pag la cuenta y sali. A travs de la cristalera que separaba el patio de la entrada lo segu con la mirada y lo vi dirigirse a la barra, quizs para seguir bebiendo. Esper impaciente a que se moviera de all y se dirigiera al exterior. Entonces me levant con calma y parsimonia. Cuando sal ya haba atravesado la calle. Me arrebuj en mi abrigo para protegerme de la brisa, que aunque suave, era fra y cortante como un cuchillo. La calle estaba completamente vaca, la luz de las farolas estaba envuelta en halos de niebla, y el susurro de la vegetacin a ambos lados de la va desgarraba un silencio por otra parte total. Anduve con cautela, casi pegado a la pared, pero l pareca ajeno en sus pensamientos, abstrado de lo que ocurra a su alrededor, con las facultades completamente inmersas en un mundo aparte. Incluso haba olvidado ponerse el abrigo y lo llevaba doblado en el brazo. Qu ocurra? Estuvo todo el tiempo hablando y riendo. Por qu haba dado ese vuelco? Yo me concentr en una sola idea, como si sta fuera mi nica posibilidad de redencin. De improviso se desvi hacia la carretera que conduce al Palma, un camino despoblado y oscuro, absolutamente solitario a aquellas horas de la noche. Qu se propona? Por qu se comporta como si estuviera entregando el cuello a las manos de su verdu-

go? Me apresur ligeramente para no extraviarlo al tiempo que palpaba la valla de los huertos, y juntos nos sumergimos en la negrura. Segua su sombra, listo para saltar sobre l, pero sbitamente se par y yo, temblando, hice lo mismo. Algo va a ocurrir. Quizs haya venido algn desconocido, tengo que esperarme. De repente se oye algo, est hablando...? No..., qu sonido es se? Un vmito! Se movi con lentitud una distancia corta y entonces cay al suelo. Borracho, definitivamente borracho. Haba bebido ms de lo que poda aguantar y ahora ha perdido el conocimiento. Esper aguzando el odo, pero no suceda nada. Me acerqu hasta casi tropezar con l. Me inclin, quise llamarlo, pero no me sala la voz. Le toqu el cuerpo y la cara, pero no reaccion. Estaba completamente sumido en un coma etlico, e iba a abandonar este mundo sin dolor ni miedo, como el anciano mer Wagdi deseaba. Lo mov con suavidad, pero no se dio cuenta; lo sacud de nuevo con ms energa, pero tampoco lo advirti, entonces lo zarande con violencia, y en absoluto mostr sntoma alguno de despabilarse. Me incorpor resentido. Deslic mi mano en el bolsillo del abrigo para sacar las tijeras pero no encontr ni rastro de ellas. En vano las busqu en el lugar que se supona que estaban. Haba olvidado cogerlas! Cuando iba a hacerlo -agitado, en estado crtico, desesperado- lleg madame para pedirme opinin sobre la noche de Fin de Ao. Est bien, vale, dej la habitacin sin llevar a cabo el nico objetivo que me haba hecho ir all. El enfado contra m mismo creci, y creci tambin contra aquel borracho cmodamente instalado en un estado de inconsciencia que no mereca. Le di un puntapi en un costado. Le volv a dar otro con ms fuerza. El tercero fue con violencia. Entonces enloquec, y sin control alguno comenzaron a diluviarle patadas por todo el cuer-

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po hasta que desfogu rabia y furia por completo. Regres a la valla sintiendo vrtigo por la debilidad y repitiendo: Lo he matado, lo he matado. Respiraba con dificultad y senta nuseas; me domin la percepcin de m mismo de ser un trastornado que se agitaba enloquecida y violentamente en la oscuridad. Record a Doreya. La record, cuando ella mir en las profundidades de mis ojos, cuando ella se perdi en la aglomeracin de la gente... Volv a la pensin andando. Me imagin a Sohra sumergida en un sueo opresivo, pesado, sofocante. Tom una pastilla para dormir y me dej caer en la cama.

Me empujaba con insistencia agarrndome por los hombros, y le grit encolerizado: -Me ests condenando para siempre!

Sarhn Albuheiri

El High Life. Una exhibicin de formas y colores que despiertan tumultuosamente los sentidos y las apetencias. Un enorme escaparate de luces brillantes en el que se muestran pequeos barreos de encurtidos y aceitunas, latas de escabeches y adobos, botes de dulces, carnes secas, ahumadas y frescas, lcteos y derivados, botellas -en forma de bota, con muescas, cuadradas, con el vidrio de superficie lisa o con pequeos poliedros, etctera- llenas de todo tipo de vinos de distintos pases. Por eso mis pies se detienen de manera automtica frente a todos los ultramarinos griegos. El viento del otoo golpea suavemente con untuosidad sensual. Mis ojos se posan en la campesina que est de pie entre dos clientes, frente al mostrador. Bendita sea la tierra que te ha visto nacer! La descubr cuando repasaba los precios de las botellas. Desde mi posicin exterior los ojos se quedaron prendados en ella: pasaron sobre un barril de aceitunas, se escurrieron entre una botella de Haig y otra de Dewar's, se alejaron con asco de un basterma1, hasta que se instalaron sobre su perfil moreno levantado hacia el tendero de bigote balcnico. En aquel momento sujet bajo el brazo la cesta de paja trenzada llena de compras -de donde sobresala el cuello de una botella de Johnnie Walker-, y cuando dej la tienda me dirig hacia ella.
i. Embutido hecho de carne de vaca y muy especiado, producido y consumido mayoritariamente por los rabes cristianos. (TV. de la 'I'.)

Nuestros ojos se encontraron. Una mirada severa pero curiosa choc contra la ma, sonriente y admirada. Sigui por su camino y yo me fui tras ella sin otro propsito que brindar por aquella belleza de aroma a campo, ese campo que tanto amo. En el Paseo Martimo hicimos frente a las rfagas del viento hmedas por el oleaje y enhebradas con los dbiles rayos del sol otoal. Ella iba delante de m en una especie de vigorosa marcha militar hasta que dobl por detrs del edificio Miramar. Se volvi hacia m cuando pasaba rpidamente hacia la entrada del edificio y vislumbr unos ojos color de miel y elusivos. Y evoqu los das de cosecha en la aldea...

Su perfume ya se me haba volatilizado de las mientes, o casi, cuando al final de la semana la vi por segunda vez. La reconoc frente al puesto de Mahmud Abualabbs mientras compraba los peridicos. La alcanc antes de que se marchara y le dije: -Buenos das... Fue Mahmud el que me devolvi el saludo y no ella, pero s que me lanz una mirada que yo recog con ojos de halcn. Se fue presurosa, pero su aroma me excit de nuevo, llenando todos mis sentidos. Me dirig a Mahmud: -Te felicito! l se ri inocentemente y le pregunt: -De dnde viene? Respondi sin inters: -Pues trabaja en la pensin Miramar. Le devolv una cantidad de dinero que le haba pedido prestada en un momento de necesidad por cuestiones familiares. Despus me puse a andar alrededor de la fuente porque estaba esperando a Ali Bakir, un in-

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geniero de mi empresa. Una campesina bonita, verdaderamente bonita; me haba robado el corazn. Me senta ligero y alegre por la emocin de haberla visto, confortado por los deliciosos rayos del sol, encantado y entretenido con la gente que, como yo, estaba a mi alrededor haciendo tiempo en espera de alguien, o que simplemente deambulaba por all... Y evoqu los das de cosecha en la aldea...

Ali Bakir lleg alrededor de las diez de la maana y nos fuimos a mi casa, en Azzarita. Safeya ya estaba vestida, as que los tres nos encaminamos hacia el cine Metro. Al terminar la pelcula era la una del medioda, y mientras ellos se adelantaban al apartamento yo fui al High Life para comprar una botella de vino chipriota. Entonces vi a la campesina haciendo la compra. Aquello era como un bello sueo, pareca que la fortuna me sonrea! Algo la avis de mi presencia y se volvi inquisitiva. Lo que se encontr fue mi cara exultante. Se gir hacia delante, pero en un espejo-estantera en el que se desplegaba un escuadrn de botellas de vino, vislumbr una sonrisa que se asomaba por sus labios rojos. Me puse a soar con los ojos abiertos, y me imagin que viva en la pensin, disfrutando de cuidados y de amor. La chica haba penetrado en mi ser, haba reanimado mi corazn tal y como haba ocurrido cuando estudiaba en la Facultad de Economa. Esta sonrisa era genuina y pura como el sol brillante del medioda. Una campesina lejos de su lugar de origen, una extraa en la pensin, como un perro fiel que, perdido, busca a un amo. Le dije mientras dejbamos la tienda: -Si no fuera porque es de da, te acompaara hasta tu casa...

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Frunci el ceo, burlona, mientras replicaba sin autntico enfado: -Me parece que es usted un caradura... So, feliz, con la fragancia del campo y con los amores primerizos.

Encontr a Ali Bakir en el saln sentado con las piernas cruzadas sobre un cojn, y a Safeya preparando la comida en la cocina. Me ech al lado de Ali y puse la botella frente a m al tiempo que comentaba: -Estn que arden... sa es la ms reciente definicin tcnica para los precios! Me apret el brazo y me pregunt: -Ya ha pasado tu particular crisis anual del comienzo de curso? -S, ya ha pasado, pero no sin dejar secuelas... Cierta vez yo le haba contado sobre la cesin a mi madre y hermanos de mis rentas por los cuatro feddn de tierra que me haban tocado en herencia, pero en realidad cuatro feddn no daban para mucho. Me dijo animndome: -Todava ests en la flor de la vida, y ante ti se extiende un futuro brillante. Le respond molesto: -Habame del presente, por favor, y dime por Dios qu sentido tiene la vida si no posees un chal, un coche y una mujer. Ali Bakir se ri asintiendo. Safeya, que escuch lo que deca mientras traa la comida, me mir feroz y entonces se dirigi al ingeniero: -No le falta de nada, pero es un ingrato hijo de puta. Me correg: -En realidad lo nico que tengo es la mujer!

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Safeya se quej: -Vivimos juntos desde hace ms de un ao; me propuse ensearle a ahorrar, pero al final l me ha arrastrado al despilfarro. Bebimos, comimos y dormimos. Salimos de casa antes del atardecer. Safeya se encamin al Genevoise, y Ali Bakir y yo nos fuimos al Caf de la Paix. Estbamos saboreando un caf cuando me pregunt: -Todava cree que se va a casar contigo? -Est chiflada... Qu esperas de una chiflada? -Pues me temo que al final... -Las estrellas del cielo estn ms cercanas a ella de lo que yo lo estoy, y adems me aburre soberanamente. A travs de los ventanales del caf se vea una atmsfera limpia, pura. Sent los ojos de Ali Bakir posarse sobre m y los ignor pero en mi interior sent una seal de alarma. No tard en hablar: Bueno, vayamos al asunto. Volv la mirada hacia l, cara a cara. No haba escapatoria. Le contest: -Pues vayamos al asunto. Empez con una inexplicable calma: -Bien, ya hemos estudiado el tema con todo detalle. Se encogi mi corazn. Se acobard. Lo mir resignado, preocupado y angustiado, pero l continu: -Yo soy el ingeniero encargado y t el jefe de contabilidad; ya tenemos al conductor del camin, al igual que el vigilante; slo resta que nos reunamos para jurar sobre el Corn. Me re a pesar mo. Me mir inquisitivo y entonces se dio cuenta del chiste sacrilego que le haba salido sin

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querer. Se ri tambin, y despus frunci el entrecejo y sigui: -Que as sea, en realidad es un dinero sin dueo... Imagnate lo que significa un camin de hilaturas en el mercado negro, y total, es un asunto seguro y se puede repetir cada semana. Me puse a pensar y a soar. Entonces me lleg su voz que deca: -El procedimiento para hacerlo legalmente es una falacia, creme. Ascensos, promociones, y despus qu? Cunto valen los huevos? Cunto vale la ropa? Y t me vienes hablando de un chal, un coche y una mujer... Vale, dime entonces: te han elegido miembro de la Unidad de Base, y qu provecho has sacado? Eres miembro del Consejo de Direccin, y qu ha ocurrido? Te has ofrecido voluntario para solucionar los conflictos de los trabajadores, y se te han abierto las puertas del cielo? Los precios suben, los sueldos se deprecian, y la vida sigue... Bien, bien, dnde est el fallo? Cmo ha ocurrido? Es que somos conejillos de Indias? Querido amigo, indcame dnde est el camino recto... Le pregunt, y oa mi voz como si me fuera ajena: -Cundo nos ponemos en marcha? -No empezaremos hasta dentro de dos o tres meses, la planificacin tiene que ser la base de nuestro trabajo, y despus, a vivir como nuestro mtico califa Harn Arrashid... Pese a la genuina repulsa que senta, el asunto se haba cado por su propio peso desde haca mucho tiempo, slo que era mi corazn el que soportaba esa carga. Se puso a mirarme fijamente, y por ltimo me demand: -S? Estall en carcajadas. Me re hasta que se me llenaron los ojos de lgrimas. Su rostro me observaba todo el

tiempo, duro, fro, inquisitivo. Me inclin hacia l sobre la mesa y susurr: -OK, mi querido camarada. Me dio un apretn de manos y se fue. Me qued solo, absorto en mis pensamientos.

-Usts, pronto necesitar su ayuda. Le pregunt a Mahmud Abualabbs que en qu, y me explic: -Si Dios quiere, comprar el restaurante Panayoti cuando el dueo se vaya del pas. Me qued realmente pasmado. Contempl su puesto atestado de libros, peridicos y revistas. Haba podido ahorrar lo suficiente como para comprar el Panayoti? Indagu: -Y qu puedo hacer por ti? Yo no s nada sobre comidas excepto que se comen. -Ya, es por si usted me puede echar una manita con las cuentas... Le promet que s. Despus se me ocurri que poda vender mis tierras y asociarme con l, y le inquir: -Te gustara tener un socio? Respondi con espanto evidente: -No, no me gustan los socios, y tampoco quiero que el restaurante crezca y llame la atencin del gobierno.

Me fui a la sede central de la Unin Socialista y escuch una conferencia sobre el mercado negro, a la que le sigui un debate. Ya concluida la reunin, o una voz que me llamaba cuando iba camino de la salida en medio de la aglomeracin. Me detuve y al volverme contempl a Raafat Amn frente a m. No lo haba visto desde los

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tiempos de la universidad. Nos saludamos con efusin, despus seguimos la corriente hasta que llegamos a la calle. Me cont que haba asistido a la reunin en calidad de miembro de la Unidad de Base de la Compaa Metalrgica Unificada. Nos dirigimos hacia el Paseo Martimo atrados por la bonanza del tiempo, y cuando nos quedamos a solas, o casi, estallamos en carcajadas. Nos remos sin motivo aparente, simplemente empujados por los recuerdos compartidos imposibles de olvidar o de obviar; recuerdos de reuniones parecidas, de las que fuimos testigos uno al lado de lo otro, que aplaudimos y vitoreamos juntos. Aquello ocurri cuando ramos miembros del Comit de Estudiantes del Wafd en la facultad. Te cuerdas? Por supuesto, quin puede olvidar? En aquellos tiempos ramos enemigos del Estado. S, pero hoy da somos el Estado. As transcurra la conversacin entre el pasado y el presente, hasta que le dije: -No me creo que t, precisamente t, reniegues de haber pertenecido al Wafd! Le volvi la risa mientras deca: -Y t, no eras un wafdista convencido, eh? Donde las dan, las toman! Entonces me dio un codazo y me pregunt: -Pero de verdad eres socialista? -Claro que s! -Por qu, si se puede saber? -Porque la revolucin de Nser representa inmensos logros, hasta un ciego lo podra ver... -Y el que realmente ve, qu? Le repliqu con seriedad: -Creo firmemente en lo que digo. -Entonces, eres un socialista revolucionario? -Sin la menor duda.

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-Enhorabuena..., bueno, a ver, dnde vamos a pasar la velada? Lo invit al Genevoise. Nos quedamos all hasta medianoche, quera esperar a Safeya, pero finalmente me avis de que se iba a ir con un cliente libio...

Estaba saliendo del cine Strand cuando vi a la bonita campesina, que vena de la calle Safeya Zaglul en compaa de una vieja griega. Una beldad morena de mirada hechizante y suculenta lozana. La acera estaba llena de gente; el viento soplaba fresco transportando el olor a salitre; un inmenso halo de algodn cardado cubra la bveda celeste y confera al ambiente un color blanco, sooliento y delicado como de plcida alegra. Ambas mujeres se abran paso entre el gento. Rpidamente volv sobre mis pasos y la salud con un guio. Sonri con cautela. Bien, haba respondido. Ya haba picado el anzuelo. En mi interior se propag un embriagador placer, como el dulce lquido que se disuelve en la boca tras comer un melocotn maduro que acabas de arrancar del rbol, y aroma y sabor te colman los sentidos.

Mir a hurtadillas su cara mientras me beba el caf de la tarde. Los ojos estaban hinchados y enrojecidos como resultado del sueo profundo, y los gruesos labios se entreabran deformados. Como siempre a aquella hora, tena un aspecto horrible. Totalmente ajena a lo que se le vena encima, comenc a decir en un tono de lamento artificial: -Safeya... Me mir de manera inquisitiva y prosegu: -Inesperadamente han ocurrido ciertas cosas, estu-

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pideces, pero tenemos que adaptarnos a las circunstancias... En sus ojos asom una luz de alarma y movi la cabeza indicndome que hablara claramente, de manera que continu: -Tenemos que cambiar nuestra situacin actual, quiero decir, el vivir juntos. Frunci el ceo. La ira se concentr entre sus cejas como el agua de la lluvia se acumula en un hoyo fangoso en el suelo. Se prepar para la pelea, y yo segu: -Es un desastre, un desastre absoluto, con la escasez de viviendas que hay! Pero un compaero en la Compaa me ha estado insinuando que puedo tener problemas... Ya te habl una vez de la vigilancia moral a la que nos tienen sometidos, y bueno, no quiero que te ocurra nada malo... Protest con enfado: -Pero si hemos estado viviendo juntos alrededor de ao y medio! -Yhan sido los mejores das de mi vida... Habramos podido seguir as para siempre si no se hubiese enterado nadie. Mir fijamente el fondo de la taza como si quisiera leer los posos del caf, entonces retom la palabra: -Pero tengo mala suerte, volver a un desordenado piso de soltero, o quizs me vea obligado a vivir en un hotel mezquino o en una incmoda pensin. Resopl con brusquedad: -Hay otra solucin, la hay, pero eres un canalla hijo de puta! -No, yo soy un hombre muy directo y sincero, de verdad que te quiero y siempre te amar, hasta el ltimo da de mi vida, pero desde el principio te dije que Dios no me haba hecho para el matrimonio.

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-No, lo que no te ha hecho es con vergenza! -Por tanto, no hace falta volver a discutirlo si no vamos a sacar ningn provecho de ello. Clav sus ojos en los mos como si los quisiera perforar y solt: -Quieres dejarme! Le respond: -Safeya, soy un hombre muy claro, si tuviera la intencin de dejarte te lo dira francamente y me ira. El enfado se apoder de todo su ser y el gesto hosco de su cara aument la deformidad pasajera de despus de la siesta. En el fondo lo que yo quera era que me despreciara y me odiara, as cada cual se podra ir por su camino. Tena la conciencia tranquila porque el da del Juicio Final estaramos igualados: nuestra vida en comn lo haba sido en todo el sentido de la palabra, excepto en los regalitos que ella sola ofrecerme en las celebraciones y aniversarios y a los que yo -debido a mis circunstancias particulares- no poda corresponder, no como otros que se aprovechaban descaradamente de sus amantes. Tambin era cierto que yo no acostumbraba tener detalles con las mujeres y, en cualquier caso, esperaba la ineludible ruptura, ya lo haba hecho ms de una vez. Haba amado aquella vez en la facultad, pero llegu tarde y se perdi la oportunidad. Habra podido ser un matrimonio muy conveniente: una chica bonita, con futuro, e hija de un mdico al que no dejaba de lloverle el dinero de sus enfermos, pero de qu sirve decir ojal...? Ah, aunque aqu est mi corazn, latiendo una vez ms. S, me gusta la campesina, aunque no sea ms que un capricho, como el que me llev hasta Safeya cuando la conoc en el Genevoise.

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-Quisiera una habitacin para una temporada larga. Asom una mirada de satisfaccin en los ojos azules e inquisitivos, entonces se relaj apoyndose sobre el respaldo del sof que haba bajo la estatua de la Virgen. Haba en sus gestos una distincin que evocaba un pasado ilustre -y el cabello teido de rubio delataba el terco deseo de no despegarse de aquel pasado-, aunque para el precio supiera regatear con maneras de comerciante de zoco, insistiendo en el extra especial de verano. -Pero es que ha llegado usted recientemente a Alejandra? No era una pregunta aislada, sino el primer eslabn de la cadena inquisitorial, comprensible por otra parte. Le segu la corriente para consolidar mi relacin con ella, y le ofrec una completa confesin de mi trabajo, edad, lugar de origen y situacin social. En medio de todo aquello la campesina volvi de hacer unos recados en la calle. Al verme baj los ojos, intuyendo la autntica situacin de un solo vistazo, y se march torpe por la confusin. Naturalmente, madame no se dio cuenta de nada, ni tampoco vio el rubor de la joven, y cuando me precedi hacia la ltima habitacin vaca que daba a la calle, ramos como amigos cuyo vnculo se remontaba a tiempos inmemoriales.

Pas revista al dormitorio con agrado y despus me sent en el silln con un presentimiento favorable. Desde all -y sin preguntrselo- supe el nombre de la campesina, ya que alguien la llam. No tard en entrar en mi cuarto llevando la ropa de cama para prepararla. Feliz, me puse a inspeccionarla, prestando una cuidadosa y apasionada atencin a cada uno de sus elementos: el cabello, los rasgos de la cara, la constitucin del cuerpo...

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Querido Abualabbs, la chica es guapa, guapa hasta el extremo del arrebato, y adems, tiene personalidad. Intent mirarme de reojo pero yo estaba continuamente al acecho. Dije sonriendo: -Qu feliz soy, Sohra! Sigui trabajando como si no hubiera escuchado nada, y aad: -Que Dios te conserve la vida, has conseguido hacerme recordar la tierra de donde vengo. Sonri y yo prosegu: -Sarhn Albuheiri, para lo que mandes. No se pudo contener y me pregunt: -Albuheiri? -S, de Farqasa, en la Albuheira. Sofoc una risa mientras explicaba: -Pues yo soy de Azziyada! Era como si ser de la misma comarca fuese un signo sobrenatural que los cielos me enviaban para confirmarme un futuro de amor y felicidad, de manera que profer excitado: -Dios mo! Haba acabado su trabajo y se dispona a salir de la habitacin cuando le rogu: -Qudate un poco ms, hay muchas cosas que quisiera decirte... Pero movi la cabeza con coquetera inocente y se fue. Me gust su negativa y lo consider un trato especial que no le dara a cualquier husped. S, es una fruta madura, y no tengo ms que recolectarla... Aunque, segn parece, su cuerpo es an inexperto, y la verdad es que no tengo ni la ms remota idea de hasta qu punto est dispuesta a dejarse... Ah, qu me gusta, no puedo pasar sin ella. Y dese que nos furamos a vivir juntos, lejos de aquella pensin llena de pesados fisgones.

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En el desayuno conoc a dos viejos algo chocantes. El mayor de ellos era un muerto viviente, una momia, pero tena cierta chispa. Segn o, haba sido periodista. El nombre del otro, Tolba Marsuq, no me era totalmente desconocido; era uno de aqullos a los que les haban confiscado sus bienes. No se me ocurra qu era lo que lo haba trado a esta pensin. Despert mi curiosidad desde el primer momento; todo lo descarriado me fascina por igual, sea criminal, loco, convicto, o alguien con los bienes en decomiso, como l. Adems, era de la clase social de la que se supona que, de una manera u otra, habamos heredado. Y ah estaba l, aislndose en la taza de t y evitando mirarme por miedo, o por orgullo. Me provocaba sentimientos extremos y disonantes que iban desde alegrarme por la desgracia ajena de un lado, a la compasin por el otro. Pero una de esas emociones se destacaba ntidamente, y era mi inexplicable espanto ante la nocin del embargo... El que a su vecino ve las barbas cortar, que ponga las suyas a remojar... Amer Wagdi quiso ser corts conmigo y me dijo: -Me alegra que seas economista, hoy da el Estado se debe apoyar en primer lugar en los tecncratas y los ingenieros... Me acord de Ali Bakir y no me sent cmodo con la alabanza. El anciano segua hablando: -..., en cambio nuestra generacin lo hizo en la retrica de los polticos. Me re socarrn creyendo que as asenta con l, pero se mostr sorprendidamente decepcionado, de manera que comprend que no haba sido una crtica, sino una constatacin histrica. Entonces se puso a defender su poca: Hijo mo, nuestro objetivo era despertar al pueblo,

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y los pueblos se despiertan con las palabras, no con los ingenieros o con los economistas. Rpidamente reaccion disculpndome: -Por supuesto, por supuesto, si ustedes no hubiesen cumplido con su deber poltico, ahora no podramos nosotros ocuparnos de nuestra tarea tcnica... Tolba Marsuq permaneca inmerso en el ms absoluto de los mutismos.

Mi corazn recupera su inocencia y frescura, como esta maana soleada, como el azul puro del mar, como este bendito calor. El amor a la vida se renueva con cada respiracin, fluye por la saliva, revivifica mi alma con alegra y pasin. Tuve un buen da de trabajo en la Compaa y despus me fui a comer con Safeya en mi antigua casa. No dejaba de escrutarme con la mirada, as que yo dej caer sobre mi cara la mscara de la tragedia al tiempo que me quejaba de la soledad de la pensin y de su frialdad. Una vida insoportable, querida, y por eso le he pedido a un corredor de pisos que me busque una casa... Ella me repiti expresiones familiares del tipo bastardo hijo de puta, etctera. En el momento de echarnos la siesta me pregunt a m mismo: Cundo me librar de sta?. Vi a Sohra cuando le llevaba el caf a mer Wagdi a su habitacin. En el reloj grande sonaron las cinco y ped una taza de t. Me lleg radiante como una flor, esplndida como una meloda compuesta con la negrura del cabello, la finura morena de la piel y el arrope de los ojos. Acarici su mano mientras me tomaba el t y susurr: -Por ti me he recluido en este cuarto...

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Frunci el ceo para ocultar sus emociones, entonces se dio la vuelta para irse y le dije antes de que desapareciera de la vista: -Sohra, te quiero, no lo olvides nunca! Pero no reaccion a mis palabras hasta la tarde del da siguiente. Quera saber de ella todo lo posible, as que le pregunt: -Qu es lo que te ha trado aqu desde Azziyada? Me respondi con el acento familiar de nuestra tierra: -El pan de cada da... Entonces me habl de su familia, de las circunstancias de su huida, y finalmente del cobijo que hall en casa de madame, a la que conoca porque haba sido dienta de su padre. Le dije con pena: -Pero es una griega..., y ya sabes que la pensin es como un mercado... Respondi con seguridad y orgullo: -Yo ya conoca bien el campo y el mercado. No era una ingenua, ni tampoco frgil. Pero deba creerme esta historia al pie de la letra? Las que huyen de la aldea, huyen por algo..., o no? Le dije mientras la contemplaba con arrobo: -Todo aquello pas para que nos llegramos a conocer. Me mir de manera inquisitiva y algo suspicaz, pero no me pude contener y le solt: -Sohra, te amo, no me cansara de decrtelo! Ella murmur: -Ya es suficiente! -No, no lo ser hasta que no oiga lo mismo de tus propios labios, hasta que no te refugies en mis brazos! -Eso es en lo que est pensando? -No disfrutar de nada en la vida hasta que no lo consiga!

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Se fue con la cara bien alta, sin rastro de confusin o enfado. Me felicit a m mismo por haber alcanzado el objetivo y me puse a rumiar mi viejo deseo de casarme, s, s, antao haba tenido ese deseo, y ahora me inundaba de nuevo como un manantial que fluye tras una sequa... Cmo quisiera desde lo ms profundo de mi ser que..., ah, Sohra, ojal... Cierto, ojal, slo ojal... Malditas sean las estpidas circunstancias de la vida!

Se unieron a nosotros dos nuevos jvenes, Hosni Alam y Mansur Bahi. Ansiaba poder establecer relacin con ellos; era como estar impelido por el instinto de un cazador que no para de aumentar sus contactos y amistades con cada cara nueva que se encuentra. Hosni Alam era de una familia con solera de Tanta, un miembro de la alta sociedad, dueo de cien feddn, apuesto, fuerte y bien parecido, como cualquiera de nosotros esperara que fuese. Yo quizs aborreciese su clase social, pero me hechizaban sus integrantes si es que se daba la feliz coincidencia de conocer a alguno. Era fcil imaginarse la vida que llevaba un muchacho como l -pese a los cambios sociales ocurridos-y si, despus de todo, era tan generoso como mandan los cnones, me iba a correr magnficas juergas a su costa. Mansur Bahi era de otro tipo. Locutor en Radio Alejandra, tena un hermano comisario de polica. Eso era bueno, y tambin til, pero pareca ms introvertido de lo que nadie se pudiera imaginar. Era como una estilizada estatua de buena hechura, con rasgos inocentes de los que normalmente slo los nios tienen el privilegio de gozar. En cualquier caso, dnde se poda encontrar la llave de su alma? Cmo descubrir el escabroso atajo

que conduca a su corazn? Son muchos los que me llegan del pueblo en busca de trabajo, de la misma manera que tambin son muchos los problemas que me plantean y que para solucionarlos se requiere acudir a un comisario de polica...

Yo estaba sentado en el silln. De repente la cog del brazo. Esper hasta que puso la taza de t sobre la mesa y la atraje hacia m. Perdi el equilibrio y se cay sobre mis piernas. La abrac y la bes en la mejilla, que era lo que tena disponible de su cara. Besos robados, tensos, voraces, precipitados. Sohra era fuerte, as que se opuso y consigui escaparse. Se levant retrocediendo con el gesto hosco. La mir con expectante cautela y le sonre conciliadoramente. Pareca que embelleca an ms con la firmeza; el rostro brillaba y se haba calmado como la mar en una maana apacible de otoo. Le supliqu con un gesto que se acercara. No acept, pero tampoco se fue. Salt sobre ella ardiendo de enloquecido deseo y la apret contra mi pecho sin apenas resistencia por su parte, y por fin nuestros labios se encontraron en un beso largo e insaciable. Le susurr al odo mientras el olor de su cabello me llenaba los sentidos: -Ven aqu por la noche... Me clav la mirada brevemente y entonces me pregunt: -Qu es lo que quieres? -Te quiero a ti, Sohra. Percib una expresin seria en sus ojos mientras pensaba, pero insist: -Vendrs? Y ella repiti con amargura:

-Qu quieres de m? Me espabil ligeramente de mi arrebato y le dije con prudencia: -Hablar de nuestro amor... -Eso es justamente lo que estamos haciendo ahora. -S, pero deprisa y con miedo, eso estropea la felicidad del momento. -No me gusta tu propuesta. -Sohra, me ests malinterpretando! Ella sacudi la cabeza, indicando estar segura de haber comprendido el asunto. A pesar de todo, sonrea al irse. Me senta realmente desolado, y empec a hablar en voz alta: Si fuera de buena familia..., Ojal tuviera dinero y estudios..., y de mi lengua comenzaron a salir juramentos a borbotones.

Lleg la velada de Umm Kulzum. Me apeteca ms pasarla en casa de Ali Bakir para escuchar el concierto en un ambiente tranquilo, e igualmente Raafat Amn me haba invitado a la suya, pero despus de pensrmelo prefer quedarme con la familia de la pensin para fortalecer mi relacin con sus miembros. Vi una bandeja grande llena de carne a la brasa y ensaladas, as que me apresur a beber para acumular la energa necesaria para el ataque. Como quiera que la palabrera ampulosa ejerce una influencia decisiva sobre nuestras opiniones, me dediqu a crear el mito de la familia Albuheiri y del puesto como jefe de contabilidad, no slo por falso orgullo, sino para prepararle el camino a las esperadas ganancias que conseguira con Ali Bakir. Inevitablemente, tambin hablamos de poltica, como si fuera un decreto divino irrevocable... No

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habis escuchado lo de...? Qu decs de...? Queris or realmente lo que pienso de...? Era obvio que yo asumira el papel de representante de la revolucin, con una posible participacin de Mansur en dicho asunto, de manera que no pararon de llover los elogios y los brindis. Yo miraba a Sohra y me deca a m mismo que ella era en realidad su autntica defensora, porque record cmo cierta vez haba hablado a su favor, y cmo me choc la honradez de sus palabras y el ingenuo entusiasmo. Ah, que Mansur Bahi duda de mi sinceridad? Camarada, en mi naturaleza est el ser enemigo de los opositores a la revolucin, no lo entiendes? Yo soy de los que esperan beneficiarse de ella, o es que no lo ves?

-Bueno, se han abierto puertas, pero tambin se han cerrado otras muchas... -Recuerda las masas y despus, juzga por ti mismo. -Vale, y qu piensas de los que se han aprovechado sin me-Que son los enemigos de la revolucin, as que no la evales a travs de ellos...

Me encantaba madame Mariana. Adems de gustarle mucho nuestras canciones, es muy jovial y ocurrente, y un archivo viviente que relata una y otra vez sus memorias particulares con tpica nostalgia griega. A travs de sus recuerdos me vinieron imgenes de mi propia vida, como los amores perdidos, o me sent identificado con ella, como en el gusto por el dolcefar niente... En definitiva, madame desciende de un pueblo de viajeros y emigrantes habituados a cimentar su patria all donde se les prodiga felicidad.

mer Wagdi es un resto arqueolgico -descubierto por Mansur Bahi- de una atractiva poca de nuestra historia de la que apenas sabemos nada. Y por fin, el ltimo de los tres viejos, Tolba Marsuq. Cuando empez a ensalzar los logros de la revolucin no pude menos que festejar para mis adentros su esplndida hipocresa, y aquello me acab de convencer de que el gnero humano, pese a su progreso y desarrollo, no ha dejado de estar hundido hasta las narices en la estulticia y la mediocridad. Bueno, quizs no sea del todo intil que de vez en cuando se junte un grupito de enemigos para pasar una larga noche de borrachera y msica.

-Entonces t no crees en la existencia del paraso y del infierno? El paraso es el lugar en el que la gente goza de paz, de dignidad, de respeto..., y el infierno es la ausencia de todo eso, ni ms ni menos.

Cuando Mansur se re de mis ocurrencias parece un precioso chiquillo, y me ilusiono pensando que quizs llegue a encontrar la senda que conduce a su corazn, que una agradable camaradera nos espera cuando finalice la reunin. Y Hosni Alam..., que viva Hosni Alam! l slito se present con dos botellas de Dewar's. Se acomod en su asiento como si fuera un cacique de pueblo, y llenaba los vasos y los reparta mientras sus carcajadas retumbaban en la sala. Cuando pasada la medianoche se esfum sin decir palabra, la velada acus el golpe de esa prdida irreparable. Contra lo que es habitual en m, no pude prestarle atencin a la msica de Umm Kulzum -ni siquiera

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corear ningn estribillo-, porque mis arrebatos eufricos se haban conectado con Sohra como si se hubiera establecido una corriente elctrica entre nosotros. Cuando va y cuando viene, cuando est quieta, sentada al lado del biombo contemplando con ojos maravillados y sonrientes el tumulto que formamos... Y nos dirigimos miradas furtivas en las que nos imaginamos que nos abrazamos, que nos besamos, que nos deseamos.

Seguro que he \isto a este hombre antes. Iba hacia el Triann desde la calle Saad Zaglul y yo vena en direccin contraria, por la parte de la plaza. Sbitamente me di cuenta: era Tolba Marsuq! Lo vea por primera vez vestido de calle, con abrigo y bufanda, e incluso llevaba puesto un fez granate. Lo salud respetuosamente y lo invit a una taza de caf. Cedi ante mi insistencia, y nos sentamos en una mesita al lado del ventanal que asoma al mar. El viento jugueteaba con las hojas de las palmeras que rodeaban la estatua de Saad Zaglul, y en el cielo haba nubes de aspecto plumoso y fino cuyos penachos iluminaba el sol con tonos diamantinos. Charlamos de banalidades intrascendentes, pero durante todo el tiempo procur mostrarle respeto y afecto a travs del buen trato y la cortesa. Algo en mi interior me deca que no era posible que tuviera las alforjas totalmente vacas. S, seguro que haba una manera u otra de llegar a ese dinero, y quizs le interesara invertir lo que le quedaba, pero el miedo lo tena maniatado. Aprovech que estbamos hablando del coste de la vida y dije: -Es imposible que un joven como yo pueda vivir tan slo de un sueldo de funcionario.

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-Yeso qu solucin tiene? Baj la voz como si estuviera hacindole una confidencia: -Pues algn negocio, en eso estoy pensando... -Y de dnde sacar usted el dinero? Le contest mientras disimulaba mis intenciones reales con una sonrisa candorosa: -Pues vender parte de mis tierras y entonces me pondr a buscar un socio. -Pero es que se puede trabajar para el Estado y tener negocios al mismo tiempo? Le dije rindome: -No, el negocio tendra que permanecer en el mayor de los secretos. Me dese buena suerte y entonces abri el peridico para echarle una ojeada, como si hubiera olvidado el asunto completamente. Puede que fuera sincero, pero tambin poda ser una maniobra; en cualquier caso sent una enorme decepcin. Seal un titular sobre Alemania oriental y dijo: -Seguro que ha escuchado algo de lo que se dice sobre la miseria en esa Alemania, en especial si se compara con la occidental. Estaba hablando de la situacin interior usando la jerga de la poltica exterior. Me mostr de acuerdo, pero insisti: -Rusia no tiene nada que ofrecer a un pas de su rbita, ahora bien, Amrica... -Bueno, justamente Rusia nos ha ofrecido a nosotros una gran ayuda. Entonces se retract con premura: -Eso es diferente, nosotros no pertenecemos al Pacto de Varsovia. A partir de ese momento se mostr receloso y pru-

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dente, tanto que hasta me arrepent de haber protestado. Y continu: -Lo cierto es que ambos por igual, Rusia y Amrica, quieren dominar el mundo, por ello la postura de los pases no alineados -la que nosotros hemos adoptadoes la ms sabia de todas. Sent que se me haba escapado de las manos y que no habra forma de recuperar el terreno perdido de una manera rpida, as que afirm: -Bueno, si no hubiera sido por la revolucin del cincuenta y dos, en el pas habra estallado una revuelta sangrienta y devastadora... El fez se mova al son de su cabeza mientras asenta: -Gracias a Dios, que nos ha salvado de la ruina.

Vaya, dnde has estado?, no nos honraba el caballero con su presencia desde haca tres das. Cmo es que Su Seora se ha acordado de m finalmente? Se puede saber por qu vuelves a los trastos viejos olvidados en un armario? Te he dicho alguna vez que eres un miserable hijo de puta? No, no, que me das dolor de cabeza con tus estpidas excusas, no me hables de la labor esa tan importante que tienes en la Compaa, vamos, que ni siquiera un ministro, si tuviera una amante, la descuidara como t haces conmigo! Yo sonrea y pona vino en un par de vasos, pero mis tripas se retorcan de ira contenida de tal forma que hasta llegu a sentir nuseas. Est jugando conmigo a hacerse la dictadora, no me queda ms remedio que acabar de una vez por todas con esto, tengo que librarme de ella para siempre... Pero todas las preocupaciones de este mundo se desvanecieron, todas se esfumaron, ante la presencia de

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Sohra cuando me llev el t a la habitacin. Nos abrazamos, y yo le besaba los labios, las mejillas, la frente, el cuello. Plenamente consciente de m, de ella y de lo que hacamos, disfrut de su boca. Entonces se separ ligeramente de m, suspir y susurrando se quej: -A veces me da la impresin de que los de aqu lo saben todo... Le respond despreocupado, inmerso en la euforia de mi pasin: -Eso no debera afectarte... -A ti no te importa nada, pero a m, s. -Te equivocas, a m slo me importa una cosa, Sohra... Y la mir con intensidad, de manera que entendiese a qu me refera. Entonces le supliqu: -Vaymonos a vivir juntos, lejos de aqu! Pregunt suspicaz: -Adonde? -A nuestra propia casa! Permaneci en silencio a la espera de que yo aadiese algo ms, y cuando comprendi que eso no iba a ocurrir, se le turbaron los ojos por la decepcin. Finalmente me demand: -De qu ests hablando? -T me amas lo mismo que yo a ti. Y replic en un susurro de voz: -Yo s te amo, pero t a m, no. -Sohra! -Me miras por encima del hombro, como el resto de la gente. Protest con vehemente sinceridad: -Sohra, yo te amo, con toda mi alma y con todo mi corazn te quiero, Dios es testigo de ello! Se qued callada un momento, confusa, y despus me inquiri:

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-Me consideras una persona como t? -Pero bueno...! Es que hay alguien que lo pueda dudar? Movi la cabeza diciendo que no. Intu qu era lo que le estaba dando vueltas en la cabeza, y le expliqu: -Sohra, es que hay obstculos que no se pueden superar. Continu moviendo la cabeza pero esta vez con el ceo fruncido por el enfado y dijo: -Me enfrent a problemas de todo tipo cuando estaba en la aldea, y nunca me dej vencer. No me poda imaginar que tuviera tanto amor propio. Sent que la pasin me arrastraba hacia el abismo conyugal, pero clav los talones justo al borde del precipicio tirando con todo el peso de mi cuerpo hacia atrs... Restablecido, cog su mano entre las mas, le bes la palma y el dorso, y le murmur al odo: -Te quiero, Sohra.

Cada vez que miraba la cara fuerte y apuesta de Hosni Alam soaba con noches de juerga y desenfreno. Sin embargo, cierto da me enter de los proyectos que lo haban trado a Alejandra, y aquello cambi el rumbo de mi inters por l. Tolba Marsuq era un espejismo fuera de la realidad, era mejor no tenerlo en cuenta, pero Hosni Alam era un hombre que estaba firmemente resuelto a trabajar, y todo lo que yo tena que hacer era buscarme una funcin en esos negocios. No era simplemente una cuestin de trabajo y de triunfar en la vida, tambin me salvaba en el ltimo momento del diablico plan de Ali Bakir. Era realmente lamentable que Hosni Alam fuese escurridizo como una angula, nada fcil de atrapar. A veces hablaba de sus proyectos, pero despus

vagabundeaba todo el tiempo en su coche a una velocidad de vrtigo, y sin faltarle nunca una mujer en el asiento del copiloto. Finalmente un da me atrev a decirle: -Un hombre que est pensando abrir un negocio no pierde el tiempo en juergas. Se ri y me pregunt: -Y entonces cmo lo pierde? Le respond asumiendo el papel del consejero que mira con celo por su bien: -Analiza el asunto, lo piensa, y despus acta. -Suena muy bien eso que dices, pero resulta que a m no me gusta ni analizar ni pensar si no me estoy divirendo... Y rindose a carcajadas aadi: -Vamos! No sabes que estamos viviendo los ultimsimos das antes del Juicio Final? Lo dej pensando para mis adentros: Dios mo, yo ya tengo contactos y estoy bien relacionado... Si encontrara a alguien con dinero y dispuesto a trabajar, podramos beneficiarnos los dos enormemente... Qu debo hacer para conseguirlo?.

Las maldiciones volaban entre nosotros como si fueran piedras o balas. Le grit enfadado: -Siempre lo mismo! Pero qu pasa? Es que llevas el registro celestial de los pecados? Y de nuevo volaron las imprecaciones entre nosotros. Mahmud Abualabbs me haba acompaado a casa de Safeya para recibir su tercera leccin de contabilidad, y estaba atnito contemplando aquel espectculo. Me puse en pie resuelto a irme y el hombre sali conmigo, pero en la entrada del edificio le rogu que le dijese a aquella loca que haba decidido no volver nunca ms.

Me dirig a Miramar, pero no me di cuenta de que me estaban siguiendo hasta que Sohra me abri la puerta. Fue entonces cuando sent una mano que me agarraba por la nuca y la voz de Safeya mugiendo: -Me quieres dejar, eh? Qu te has credo, que soy una cra o un juguete? Me deshice de ella con esfuerzo, pero para entonces ya haba conseguido entrar en el piso. Con la respiracin entrecortada, mascull: -Vete de aqu, la gente duerme! Pero ella chill con toda la potencia de su voz: -Me robas y ahora huyes! Te he dado de comer, de beber, te he vestido, y encima quieres dejarme! Hijo de mala perra! La abofete y ella hizo lo propio. Nos enzarzamos en una pelea violenta. Sohra no se escabull -como habra cabido esperar de no haber sido por el amor que me tena-, sino que intent separarnos. Al no lograrlo, le pidi: -Por favor, sta es una casa respetable! Como quiera que no recibiese contestacin, le grit: -Vayase de aqu, si no, avisar a la polica! Safeya se retir un paso mientras, sorprendida, se giraba hacia Sohra. Entonces comenz a mirarnos. Los ojos le iban suspicaces del uno al otro, hasta que finalmente le grit a Sohra con arrogancia: -T, criada!, cmo...? Antes de que llegase a concluir la frase la mano de Sohra ya le haba golpeado en la boca. Safeya se abalanz sobre la joven pero empez a recibir un aluvin de bofetadas de la fuerte chica hasta que se desplom, o casi. La pensin entera se haba despertado: las puertas se abrieron y los pies se arrastraron somnolientos hasta la entrada. Hosni Alam, que fue el primero en llegar, cogi sin ms a Safeya por la mano y se march con ella afuera.

Me fui a mi habitacin ciego de ira. Madame me sigui muy molesta quejndose por lo que haba ocurrido. Le ped disculpas, y ella me pregunt: -;Quin era esa mujer? Me invent una mentira que me salvara de aquella penosa situacin: -Era mi novia, pero se anul el compromiso. Me contest mientras meneaba la cabeza: S u comportamiento confirma que tena derecho a hacerlo, pero... Permanec en silencio unos instantes y entonces termin la frase: - . . . pero le ruego que salde sus cuentas con ella lejos de aqu! Y mientras dejaba mi habitacin dijo: -Yo vivo de mi buen nombre! Cuando Sohra se present con el t a la hora habitual, su cara an tena huellas del incidente. Le di las gracias y me disculp por los golpes que haba recibido. Me lanz una honda y dolorida mirada. Sent que deba aadir algo: -La he dejado por ti... Me pregunt con rudeza: -;Quin es? -Una perdida, alguien que pertenece al pasado... Pero a madame le he tenido que mentir y le dije que era mi novia. Y comenc a besarla en la mejilla con gratitud y arrepentimiento.

El bramido del viento resuena en el exterior como si fuera un trueno ininterrumpido, y el ambiente del cuarto destila aroma nocturno pese a que la jornada an no

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se allega al ocaso. Me imagin las nubes amontonadas en el cielo y las olas embravecidas y empinadas. Cuando Sohra lleg, encendi la luz. No la haba visto desde el suceso del da anterior, y a duras penas haba conseguido soportar el momento de volver a estar con ella. La intensidad de mi splica la sorprendi: -Sohra, por favor, vaymonos de aqu! Puso la taza sobre la mesa mientras me miraba con reproche amargo y le jur: -Viviremos juntos para siempre, para siempre... Ella entonces me pregunt sarcstica: -Ah, para eso no hay obstculos? Le respond con sinceridad quejumbrosa: -Los obstculos a los que yo me refera los crea el matrimonio! Murmur con un soterrado enojo: -Debera arrepentirme de amarte... Insist en mi ruego y en mi explicacin, sin tapujos, a tumba abierta: -No digas eso, Sohra, tienes que entenderme, yo te quiero, y sin tu amor la vida no tiene ningn sentido ni ningn sabor, pero el matrimonio me creara problemas con la familia y con el trabajo, amenazara mi futuro adems de amenazar nuestra vida en comn, dime, qu puedo hacer? Y dijo, an ms encolerizada que antes: -No saba que yo pudiera traer todas esas desgracias... -No eres t, sino la estupidez humana, las rgidas barreras, la podrida realidad, qu puedo hacer? Entrecerr los ojos con rencor y me espet: -De verdad quieres saber qu puedes hacer? Pues convertirme en una mujer como la de ayer! Le grit desesperado:

-Sohra, si me quisieras como yo te quiero a ti, me entenderas! Me replic desafiante: -Yo s te amo, es un error inexcusable, pero ya no tiene remedio. -El amor es ms fuerte que todo, que todo...! Se me enfrent irnica: -Pero no es ms fuerte que los obstculos! Nos miramos en silencio. Yo, febril y desesperado; ella, testaruda y enfadada. Y de no haber sido por mi fuerza de voluntad, o por el miedo, me habra precipitado al abismo, pero con el pensamiento a toda marcha para encontrar una solucin, se me ocurri: -Sohra, hay caminos intermedios: el primitivo matrimonio islmico, por ejemplo. En sus ojos asom la expectacin en vez del enfado, y segu hablando aunque yo no tena ms que vagas nociones sobre el tema: -Nos podemos casar como lo hacan los primeros musulmanes. -Y cmo se casaban ellos? -Nos declaramos el uno al otro que nos tomamos en matrimonio segn la Ley de Dios y de su Profeta. -Sin testigos? -Dios es el Testigo. Respondi con desdn: -Ninguna de las personas que tenemos alrededor se comporta como si creyera que Dios existe, as que eso no tendra ninguna validez... Hizo un gesto con la cabeza y rechaz: -No.

Es terca como una mua. Va a ser un paseo, haba credo yo, pero no, es terca como una mua. He renunciado a convencerla, es imposible. Estara dispuesto -si ella lo aceptara- a convivir para siempre y sacrificar as mis esperanzas puestas en un matrimonio de conveniencia. Incluso he pensado en dejar la pensin como primer paso para olvidarla, pero el amor que siento por esta campesina permanece obstinado -como ella- y est adherido a mi corazn. Y lo peor es que no ha habido distanciamiento entre nosotros, me trae el t a su hora y no se resiste si la beso o la abrazo... Un da me qued estupefacto cuando la vi -en el vestbulo- absorta en un libro para estudiantes de primaria. Clav los incrdulos ojos en ella. Madame estaba sentada bajo la estatua de la Virgen y Amer Wagdi cmodamente echado en el sof. Madame me dijo sonriendo: -Fjese en esta nueva alumna, monsieur Sarhn. Le lanz una mirada de nimo mientras prosegua: -Se ha puesto de acuerdo con nuestra vecina, la maestra, qu le parece? Realmente era algo extraordinario. Casi no consegu sofocar una carcajada, pero me contuve y pude expresar con entusiasmo: -Bravo! Bravo, Sohra! El anciano me miraba con ojos velados e inexplicablemente sent miedo de l, as que sal de la pensin. Ya fuera la turbacin alcanz tal grado que conmovi lo ms profundo de mi ser, y una voz interior me dijo que si despreciaba el amor de la chica, Dios jams volvera a otorgarme su bendicin. Pero la terrorfica idea del matrimonio no me conceda tregua. El amor es un sentimiento que se puede curar de una manera u otra, pero el matrimonio es una institucin, una empresa corno la

Compaa en la que trabajo, que tiene sus reglamentos, sus diplomas de capacitacin profesional y sus procesos administrativos. Si no me eleva en la escala social, qu sentido tiene? Si la novia no es por lo menos funcionara, cmo puedo montar una casa que merezca tal nombre en estos tiempos arduos y difciles? Pero el origen de mi desgracia es que amo a una chica que no cumple las condiciones de conveniencia. Si aceptase mi amor sin imponerme restricciones, yo sacrificara por ella el tipo de matrimonio que me propuse cuando era un adolescente. Aquella tarde, en nuestra cita cotidiana, aplaud su decisin: -Tienes altas aspiraciones, Sohra! Le deca aquello mientras la miraba con admiracin, aunque aad con pena: -Pero te exiges demasiado a ti misma, y te vas a gastar todo tu sueldo... Estaba de pie frente a m y la mesa se interpona entre ambos. Respondi con orgullo: -No ser siempre una analfabeta. -De qu te sirve leer y escribir? -Pues porque despus aprender un oficio y as no ser una criada el resto de mi vida. El dolor me dio una punzada en el corazn y me trab la lengua, pero ella continu en un tono distinto: -Hoy ha estado aqu mi familia; me queran convencer de que regresara a la aldea. Elev hacia la chica mis ojos inquisitivos mientras ocultaba mi angustia con una sonrisa. Ella hizo como que no se haba dado cuenta bajando los prpados. -Y cul fue tu respuesta? -Hemos decidido que vuelva a principios del prximo mes.

Le dije con preocupacin: -;De verdad? Vas a reencontrarte con el viejo? -No, se ha casado ya. Y aadi en voz baja: -Pero se me ha presentado otro hombre... La cog por la mano con fuerza y le supliqu: -Sohra, vaymonos juntos, maana, hoy si quieres! -Bueno, es que ya nos hemos puesto de acuerdo en mi regreso a principios de mes... -Sohra, es que tienes el corazn de hierro? -Esa solucin no tendra obstculos. -Pero t me quieres a m! Ella replic disgustada: -El amor es una cosa y el matrimonio otra muy distinta, eso es lo que t me has enseado! En aquel momento la traicionaron los labios, que delataban una leve sonrisa. Grit: -Qu demonio de chica! Me invadi un torrente de paz y alegra. Entonces entr madame en la habitacin; vena bebiendo una taza de t que traa en la mano. Se sent al borde de la cama y me cont lo que haba ocurrido con la familia de Sohra y cmo la chica se haba negado. Le pregunt para disimular: -No habra sido mejor que se fuera con su familia? Madame sonri como slo una experimentada alcahueta sabra hacerlo, y replic: -Su verdadera familia est aqu, monsieur Sarhn. Evit sus ojos y me hice el desentendido, pero estaba claro que un pajarito haba estado contndoles a todos la noticia de nuestra relacin, y quizs madame fuese mucho ms malpensada de lo presumible. En cualquier caso, me sent feliz porque cre que, en el tira y afloja que haba entre Sohra y yo, acabara ven-

ciendo mi anhelo de poseerla... Pero no, en realidad esa inamovible terquedad de la chica le daba a mi esperanza con la puerta en las narices; no ceda ni un solo centmetro, no bajaba la guardia ni un solo instante. Y me pregunt cundo hallara el valor suficiente para dejar la pensin y no verla nunca ms.

La escena era, hasta cierto punto, la de siempre. Madame estaba sentada escuchando sus canciones extranjeras -tan pegada a la radio que le faltaba poco para meter la cabeza en el aparato- y Amer Wagdi estaba explicndole vocabulario a Sohra. Entonces son el timbre, e inesperadamente apareci la maestra de Sohra. Le ruego me disculpen, pero mi casa est repleta de invitados, y si ustedes me lo permiten, hoy le dar a Sohra la leccin aqu. No haba duda de que era una chica educada, y tambin nosotros la recibimos con cordialidad y buenas maneras. Tena buena presencia, era elegante... y funcionara. No dejaba de mirarla mientras le daba su clase a Sohra, y casi sin querer me vi a m mismo comparando entre ambas con un sentimiento de pena. De un lado, un bellsimo diamante en bruto, pero pobre e ignorante; del otro, estudios, saber estar y un trabajo digno. Ah, si la materia prima de Sohra se hubiera pulido en el ambiente -y con las oportunidades- de la otra! Madame se entrometi para satisfacer su insaciable curiosidad, as que nos enteramos de ciertos detalles de la historia familiar, incluso de que al hermano lo haban destinado a Arabia Saudita. Yo aprovech para indagar: -Sera posible que nos enviara algunos productos difciles de encontrar aqu? No se neg, pero tan slo dijo que se lo consultara al interesado.

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Sal de la pensin hacia el Caf de la Paix, donde tena una cita con Ali Bakir, el ingeniero. Me lanz una mirada confiada de las suyas y coment: -Todo est ya bajo control, los resultados estn garantizados... Bien, demos el salto que haga de nuestra visita a este mundo un trayecto con sentido y provecho. Entonces Ali Bakir me pregunt: -He visto a Safeya Barakat en el Dlices, es verdad que...? Lo interrump contrariado: -Esa maldita zorra! Se ri, aunque me observaba con preocupacin, e insisti: -S, pero de verdad que la has dejado por...? -Por favor, no me digas que te has tragado lo que sea que te ha dicho! Desde cundo es ella alguien a quien se pueda creer? Se qued pensativo y preocupado hasta que aadi: Nuestro secreto es de los que no se cuenta ni a una esposa. Grit en tono de reproche: -Venga ya, hombre!

Pens para mis adentros: Qu maravilla!. Una de esas miradas en las que la vanidad de un hombre se regodea. No movi ni un msculo de la cara, nada, ni una sonrisa, ni un temblor de pestaas. Fue de repente, la maestra apart los ojos de la alumna y de su libro, y me clav los ojos. No dur ms de unos segundos. Me la lanz a escondidas de Sohra y Amer Wagdi; no dur ms que unos segundos. Quizs reciba decenas de miradas por la calle, pero no se me altera ni un pelo porque son de pasada,

pero sta reflejaba una chispa significativa de difcil descripcin, como si me estuviera haciendo llegar una declaracin completa. De manera que decid probar a ver qu pasaba y cambi mi itinerario habitual. Me atrincher tras el ventanal del caf Miramar, observando las nubes y esperando. Una gestin sin propsito claro, sin ninguna intencin en particular, simplemente buscaba -porque no tena nada mejor que hacer- alguna aventura, cualquier aventura. La maestra no era del tipo de mujer que me poda partir corazn, ni siquiera me excitaba, pero supuestamente me haba lanzado un mensaje en el que me invitaba a pasear en aquel aburridsimo domingo. Entonces pas por delante del caf con las manos en los bolsillos de su abrigo gris. La segu de lejos hasta que la alcanc en el Atheneus, donde compr algunos dulces. Despus se par indecisa, y yo entonces me acerqu a ella. Nos saludamos y la invit a una taza de t, que ella acept encantada porque, segn me dijo, estaba pensando sentarse un rato all. Mientras bebamos un t y nos comamos un par de trozos de pastel hablamos de cuestiones superficiales pero tiles, porque contenan datos interesantes sobre la familia y el trabajo. Fue exclusivamente el hilo de la conversacin el que me hizo pedirle una segunda cita. Quedamos en el ambig del cine Amir, donde vimos una pelcula. Estaba claro que era yo quien tena que delimitar qu tipo de relacin quera... En lo tocante a los sentimientos, no despertaba en m nada que fuese digno de mencin. Saba que ella estaba buscando marido, as que la sopes framente, calculando su salario junto con los extras de las clases particulares. Por otra parte, cada vez me senta ms y ms desesperado con respecto a Sohra, por lo que cuando finalmente me invit a visitar a su familia, acept. En su casa me top con un nuevo incentivo: sus pa-

dres posean un edificio de tres o cuatro plantas en Karmuz. Me encontr a m mismo considerando seriamente el asunto, no ya por codicia de dinero, ni mucho menos por sentir amor hacia ella, sino impelido por mi antiguo propsito de hacer un casamiento de conveniencia... Y Sohra? No s, es como si ese mismo matrimonio que me unira para siempre con una mujer que no amo me consolara por dejarla, que esa misma boda fuera ya mi castigo..., pero podr realmente llegar a domar alguna vez esta salvaje pasin que me abrasa las entraas?

Me dispona a marcharme despus de comprar el peridico. Mahmud Abualabbs estaba ocupado con otro cliente, pero me hizo un gesto indicndome que esperase un momento. Cuando termin de cobrarle, vino hacia m y me comunic: -Usts, me voy a casar con Sohra. Disimul mi turbada clera con una sonrisa y le dije: -Enhorabuena..., ya se lo has pedido? Contest, henchido de seguridad en s mismo: -No, pero muy pronto lo har. Mi corazn palpit dolorido, pero segu investigando: -Segn t, qu quiere decir exactamente muy pronto? -Bueno, no hemos hablado claramente del asunto, pero la veo cada da cuando viene por los peridicos, y como entiendo bastante bien a las mujeres... En aquel momento lo odi hasta el punto de desearle la muerte, pero l continuaba: -Usts, usted que la conoce, es una chica decente? -S que lo es, te lo digo de verdad... -Le pedir su mano a madame Mariana hasta que sepa cmo llegar hasta su familia.

Le dese lo mejor y me fui, pero apenas me haba alejado un par de metros me alcanz para preguntarme: -Qu sabe usted de la pelea entre ella y su familia? -Cmo sabes que estn peleados? -Amer bey, el viejo, me ha contado algo. -En resumen, todo lo que s es que es una joven terca y con mucho amor propio. Se ri y sentenci, ufano: -No importa, conozco el mejor remedio para ese tipo de males...

Hubo una peticin de mano... que obtuvo su correspondiente negativa. Aquello me satisfizo enormemente, pero redobl mi sentimiento de culpabilidad. La angustia me desgarraba, el amor me devastaba, y Aleya iba retrocediendo poco a poco en la imagen hasta casi convertirse en una figura desvada. Cog a Sohra por las muecas con ternura y le supliqu vehementemente: -Sohra, te lo ruego, slvame! Vaymonos inmediatamente! Se deshizo de m con brusquedad mientras zanjaba: -No vuelvas a empezar, no puedo soportar escuchar eso de nuevo! Nunca podramos llegar a un acuerdo. Ella me amaba, pero se negaba a rendirse incondicionalmente; yo la amaba a ella, pero rechazaba las ataduras. Y ni esto ni lo otro existe en el amor verdadero, se que borra la voluntad y la razn... Un da el seor Mahmud, el padre de Aleya, me invit a comer, y yo acept. El fin de semana yo invit a la familia a cenar en el Pastoroudis. El tiempo dio un vuelco

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nada ms sentarnos a la mesa: el viento silbaba y la lluvia caa a mares. Durante todo el tiempo intentaba convencerme a m mismo de que Aleya era una chica excelente y de que podra ser una esposa cabal. Atractiva, muy elegante, con un trabajo estable y digno, universitaria, qu ms poda pedir? Y si yo no le gusto? Pero por qu dudo tanto? No, no, est claro que ella me ama, la que quiere casarse quiere tambin amar. Y adems, la cosa sta llamada matrimonio, quin se ha credo que es? No puede ser que nos prometa el Paraso sin cumplir aunque sea con una mnima parte de su promesa, algo de bueno tendr que tener... La tormenta empeor en el exterior de tal manera que llegu a pensar que arrancara esta bella ciudad con races incluidas, pero en el restaurante tenamos una creciente sensacin de bienestar y seguridad. Segu hablando conmigo mismo y me reproch el haber forzado las puertas de una familia respetable movido por impulsos atolondrados, sin un proyecto real o un propsito sincero. Y tampoco se poda decir que yo dispusiera de recursos econmicos suficientes; deba contarles cul era mi situacin y las cargas familiares que tena, y dejarles despus a ellos que tomaran la decisin. En aquellos momentos la conversacin haba derivado hacia el tema del matrimonio de manera general, y el padre de Aleya coment: -En nuestra poca nos casbamos muy jvenes, y gracias a eso podemos disfrutar viendo a nuestros hijos ya crecidos. Hice un movimiento de pena con la cabeza para corroborar mis palabras: -Aquello ya ha desaparecido, hoy da la vida es una abrupta senda llena de dificultades. Entonces se inclin ligeramente hacia m y me dijo con la voz en un susurro:

-Encontrar un buen hombre para una hija ya es un tesoro, as que los padres honrados tienen que ayudar y allanarle el camino al pretendiente quitndole los escollos...

Qu rostro tan sombro! Me haba visto cuando yo estaba a un par de pasos de su puesto, e inmediatamente su cara se oscureci mientras los ojos me lanzaban unas miradas colricas que me dejaron estupefacto. Entonces me pregunt con sarcasmo y sin darme el peridico como sola hacer cada da: -Por qu me ocult usted que era su amante? Me sorprend de lo que deca y del tono insolente en el que me hablaba, y no pude contenerme: -Ests loco! l a su vez me grit: -Yusted es un cobarde! Perd el control y lo abofete en la cara. Y sin ms, Mahmud respondi y descarg su enorme mano sobre mi mejilla. Comenzamos a pegarnos como bestias inmisericordes hasta que otros clientes se interpusieron, e incluso cuando nos separaron seguimos lanzndonos terribles insultos. Estuve andando un rato sin rumbo fijo, preguntndome quin habra puesto aquella repugnante idea en su hueca cabeza. Pas mucho tiempo hasta que lo volv a ver. Entr en el restaurante Panayoti para tomar una cena ligera y me lo encontr sentado en el asiento del dueo, detrs de la mquina registradora. Me dispona a darme la vuelta cuando de un brinco se puso a mi altura y empez a abrazarme y a besarme en la cabeza. De ninguna manera acept que me fuera de all sin que yo cenara de su cuenta, era su disculpa por lo que haba pasado, y en-

tonces reconoci que haba sido Hosni Alam el que haba inventado aquella calumnia...

-Querida..., te pido que no le cuentes a Sohra nada de lo nuestro... Estbamos sentados bajo un agradable sol a orillas del canal Almahmuda, en el casino Palma. Su contacto diario con Sohra me tena muy angustiado. Ella no saba nada de las verdaderas razones que haban empujado a Sohra a ser su alumna, de la misma manera que Sohra no se imaginaba que su maestra le haba robado el hombre. Aleya me mir con suspicacia y me pregunt: -Por qu? -Es una chismosa, y los chismes no son recomendables en estos momentos de nuestra relacin. Las sospechas no abandonaban del todo su mirada y replic: -Pero lo nuestro se sabr tarde o temprano. Entonces le solt con brutal sinceridad: -Es que a veces creo que me mira de una manera especial... Esboz una sonrisa desvada e insinu: -Quizs tenga alguna razn para hacerlo. Yo le respond con seriedad: -Todos los inquilinos bromean con ella a veces, y yo tambin lo he hecho, no hay ms. No me importaba si me crea completamente, pero s que se anduviera con cuidado delante de Sohra. Por parte de Aleya, nuestra relacin haba evolucionado hasta convertirse en amor; por la ma... haba vencido la cabeza sobre el corazn. Tan slo restaba anunciar el compromiso. Yo estaba indeciso, e hice retrasar el da convenido con la excusa de que tena que ir a la aldea

para que la familia jugara su papel tradicional. Cada da que pasaba mis sentimientos para con Sohra se volvan ms tensos, mi vergonzosa huida me desgarraba el corazn, y entre suspiros me lamentaba: Ah, si cediese..., si bajara la cabeza le dara mi corazn para siempre....

Qu es eso? Truenos? Un terremoto? O quizs una revuelta? Es que ha cado un cuerpo en mi habitacin? Saqu la cabeza de debajo de las mantas a la oscuridad total. Yo, s, soy yo..., y sta es mi cama en la pensin Miramar... Pero qu es esto? Dios mo! Es la voz de Sohra! Est llamando a mi puerta! Sal rpidamente y a la luz de la lamparilla nocturna la vi enredada con Hosni Alam en una lucha feroz. De una sola mirada comprend qu estaba sucediendo. Quise salvarla sin escndalos y sin estropear mi relacin con l, as que le puse la mano sobre el hombro y con amabilidad susurr: -Hosni! Sin embargo, no me escuch, as que le apret ms el hombro mientras deca en voz un poco ms alta: -Hosni, te has vuelto loco? Me empuj brutalmente con la espalda, pero yo lo agarr por los hombros y le orden con determinacin: -Entra en el bao y mtete los dedos en la boca! Y entonces, inopinadamente, se dio la vuelta hacia m y me golpe en la frente. Perd completamente los estribos y ca sobre l pegndole. No dejamos de zurrarnos hasta que madame lleg a donde estbamos..., y una vez all trat al agresor con una amabilidad que no se mereca. S, ya s de qu va la vieja. Por m mismo s perfectamente qu persigue. Todos nosotros revoloteamos alrededor de Hosni alimentando la esperanza de

aprovecharnos de ese utpico negocio, y mientras que ella, dubitativa, da un paso para delante y otro para atrs, yo estoy continuamente preparado para dar el salto. Y ahora, esta puerta se me cierra en las narices para siempre..., y ella est a punto de regaar al vapuleado por motivo del vapuleador. Unos das despus lo vi cuando sala del Genevoise alrededor de la una de la noche acompaado de Safeya Barakat. No me sorprend demasiado, pues record el da en el que ella vino a la pensin. Eran el uno para el otro, los dos vehementes y con inmensos castillos en el aire, as que seguro que el amor y las fantasas los uniran. Yo estaba pasando el rato en el bar George con Ali Bakir y Raafat Amn, tras lo cual nos fuimos a dar una vuelta por el Paseo Martimo, animados por el buen tiempo y los calores del vino. Raafat Amn no tena otra conversacin -especialmente si estaba borracho- que el Wafd, pero por parte de Ali Bakir me qued muy claro que apenas conoca la diferencia entre un partido poltico como el Wafd y un club de ftbol como el Nadi Alahli. En lo que a m respecta, en el fondo no me interesaba demasiado la poltica, a pesar de lo implicado que estaba en diversas actividades revolucionaras. Raafat Amn no dejaba de hablar, bebido como una cuba, sobre el Wafd y las excelencias de aquella poca. Finalmente le pregunt con irona: -Es que no sabes admitir que ha muerto, que ya no existe? Su voz retumb en el camino desierto: -Vale, di lo que quieras de la revolucin...! No ser yo quien niegue la fuerza de su hechizo! Pero el pueblo mismo dej de existir cuando el Wafd desapareci! En aquel momento vi a Hosni Alam y a Safeya Barakat que llegaban al Paseo Martimo dando tumbos como

un par de osos, y le tom el pelo rindome mientras los sealaba de lejos: -Mira, se es el pueblo, que contina su lucha pasada la medianoche! En el momento de separarnos, Ali Bakir me susurr al odo: -Muy pronto daremos la seal para comenzar nuestro asunto...

Volv a la pensin cuando el silencio de la noche se haba adueado de todos sus rincones. A travs de la puerta acristalada de Mansur Bahi se filtraba la luz y, empujado por los vapores del alcohol, me anim a pedir permiso para entrar, aunque sin saber muy bien por qu. Estaba sentado en el silln, y cuando pas me mir con cierta sorpresa. En sus pequeos y bonitos ojos se asomaba la melancola y la reflexin. Me disculp mientras me acomodaba en una silla cercana: -Perdona, estoy borracho! l respondi indiferente: -S, ya se ve. Me re, entonces aad en un tono de lamento: -La verdad es que no he sido capaz de ganarme tu afecto, parece que eres muy introvertido... Contest educado, pero sin darme ningn aliento para que siguiera por ese camino: -Cada cual es como es... -No hay duda de que piensas demasiado y eso te oprime. Respondi misterioso: -Bueno, los pensamientos son el origen de todas las desgracias. Le contest rindome:

-Entonces, benditos seamos los que tenemos la cabeza vaca! -No exageres, t eres un permanente foco de actividades. -De verdad? -S, tus ocupaciones polticas, tus ideas revolucionarias, tus los de faldas... Sus ltimas palabras me chocaron, pero la sacudida se ahog en la pleamar de la borrachera. Estaba claro que no se alegraba de mi presencia -l no se alegraba de la presencia de nadie-, as que me desped y me fui.

Cuando Sohra viene a mi cuarto con el t se acaban mis cavilaciones y proyectos, y el corazn se dedica slo al amor genuino. Pero hoy la cara, roja de ira, muestra una dureza ptrea. La contempl all inmvil, con el gesto adusto, aterradora. El corazn se me llen de angustia y pesimismo. Le dije preocupado: -Sohra, ests rara. Mascull con resentimiento asesino: -Si no fuera porque s que la sabidura de Dios es infinita, perdera la fe en sus criaturas. Mi pecho se agit con ansiedad y le pregunt: -Hay alguna nueva preocupacin que se acumule a las de siempre? Me espet concisa y desdeosa: -Os he visto con mis propios ojos. Saba a quin se refera. Mi corazn se hundi en un profundo abismo, pero igualmente le inquir con desaliento: -De quin ests hablando? -De la maestra! Y aadi con odio furibundo:

-Esa ladrona indecente! Me re. Tena que hacerlo, y hacerlo con el desdn con el que normalmente nos enfrentamos a un desatino fuera de lugar. Me rea mientras me inventaba: -Pero qu...! Vamos, me encontr a la maestra por casualidad y entonces la acompa a... Me interrumpi con dureza: -Mentiroso, no fue por casualidad, hoy me lo ha dicho. Exclam irritado: -No! -La muy cerda ha reconocido vuestros encuentros, y por cierto, ni su padre ni su madre parecan sorprendidos, aunque s lo estaban, y mucho, porque pensaban que yo me estaba entrometiendo en algo que no me incumba nada... Me qued mudo, absolutamente mudo, y ella continu con asco y amargura: -Por qu Dios crear a cobardes como t? Me haban derrotado, me derrumbaba, pero incluso en esos momentos, desde lo ms hondo del precipicio y del abatimiento le supliqu: -Sohra, todo eso no tiene ningn fundamento, no ha sido ms que un extravo producido por el despecho, vuelve en ti, por favor, vamonos a vivir juntos... No escuch ni una sola palabra de lo que dije, pues ella segua con su perorata: -Qu voy hacer ahora? No tengo ningn derecho sobre ti, miserable canalla! Hndete, hndete una y mil veces en el infierno! Y me escupi en la cara! Me enfurec, a pesar de mi vergonzosa posicin, me enfurec, y le grit: -Sohra!

Y me volvi a escupir de nuevo. Me ceg la ira y chill: -Vete, porque si no te voy a romper la cabeza! Entonces cay sobre m y me abofete con una fuerza sorprendente. Me puse en pie, sin ningn control sobre m mismo, y le agarr la mano con dureza, pero ella se desasi violentamente y me volvi a abofetear por segunda vez. Enloquec completamente y empez a caerle un diluvio de golpes y bofetadas que ella me devolva con una fuerza muy superior a lo que nunca me habra podido imaginar. De repente madame se present y rpidamente nos separ mientras farfullaba en mil lenguas distintas. Alej a Sohra de m y grit en el culmen de la locura: -Soy libre, y me casar con quien yo quiera! Y, para que te enteres, me voy a casar con Aleya! Entonces lleg Mansur Bahi y me llev a su habitacin. No recuerdo de qu hablamos, pero s sus ataques contra m con extraa insolencia, y cmo acabamos enzarzndonos en una nueva pelea. Su reaccin me haba cogido por sorpresa, y menuda sorpresa! Nunca se me habra pasado por la imaginacin que l tambin amaba a Sohra; de esta manera conoc el misterio de su inslito rechazo hacia m. Madame apareci una vez ms y en esta ocasin decidi hacer de m el chivo expiatorio, esa vieja alcahueta. Dijo que la pensin no haba conocido la calma desde que yo haba llegado, que yo haba convertido el lugar en un mercado de ganado, chabacano y grosero. Y con franqueza descarada concluy desafiante: -Ser mejor que se busque otro lugar para vivir! Ya no haba nada que me retuviera all, sin embargo me empe en quedarme hasta la tarde del da siguiente, que era el final de la semana que ya haba pagado; en

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realidad insist no por el dinero, sino por terquedad y orgullo... Sal de la pensin y vagu durante largo rato bajo el cielo nublado, resistindome a las rfagas incesantes de aire fro mientras me entretena viendo brillantes escaparates llenos de regalos de Ao Nuevo y mirando con indiferencia al viejo Pap Noel. Me fui al Petro por una cita que tena concertada de antes con Ali Bakir. Me pregunt: -Ya has pensado cmo vas a tapar el agujero en la contabilidad? Le dije que s y l me comunic: -Maana al amanecer, lo haremos maana al amanecer.

Me dije mientras iba a la Compaa por la maana temprano: Ya ha amanecido, la suerte est echada. Estaba inquieto, vido de noticias. Telefone a la fbrica preguntando por Ali Bakir y me dijeron que estaba en su ronda de inspeccin. Por lo tanto, el plan se haba llevado a cabo -y con xito- y ahora l se dedicaba a su trabajo cotidiano. Pero me senta inquieto, as que dej la Compaa antes de la hora de salida aduciendo un pretexto cualquiera. Cuando pas delante de la emisora de Radio Alejandra vislumbr a Mansur Bahi con una guapa chica saliendo juntos del lugar. Quin sera esa mujer? Su novia? Una amante? Iba a verse Sohra de lado otra vez? Entonces la record abatido. An no me haba librado de su amor; era el nico sentimiento verdadero que haca palpitar mi corazn desgarrado por los caprichos. Me fui a visitar a Aleya y su familia, pero lo que me encontr fue un recibimiento no slo fro, sino glido.

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Me dispona a soltar unas cuantas mentiras, como de costumbre, pero su padre me reproch indignado: -Imagnese qu situacin tan humillante! Una criada que nos pide cuentas a nosotros! Cuando lleg la hora de la cena no me invitaron. Me fui de la casa sin esperanza de rehacer lo que ya se haba desbaratado, aunque lo cierto era que no me preocupaba mucho. Entre aquel instante y la opulencia no me separaban sino horas, encontrara una esposa de lujo, ms apropiada con la nueva posicin. Cen en el restaurante Panayoti, ahora llamado Mahmud Abualabbs, y despus continu hasta la casa de Ali Bakir, pero no lo encontr. Volv a la pensin mientras la incertidumbre me tena sobre ascuas. Prepar la maleta y la llev hasta la entrada, desde donde telefone a Ali Bakir. Sent que me inundaba una enorme alegra cuando su voz me respondi dgame: -Hola, soy Sarhn, cmo ha ido todo? -Bien, bien, aunque todava no he visto al conductor. -Cundo sabremos el resultado final? -Pues si quieres nos vemos esta noche, a las ocho, en el casino Albagaa. Le respond ansioso: -De acuerdo, esta noche a las ocho, en el Albagaa. -Hasta luego. -Adis, adis. Me traslad a la pensin Eva, y mientras llegaba el momento de la cita me puse a deambular por distintos cafs, bebiendo una copa aqu y otra all, despilfarrando el dinero sin medida alguna. Con el alcohol acallaba el runrn de la ansiedad y los estertores de un amor moribundo. Me jur que mi familia vivira una bonanza con la que nunca habra podido soar desde la muerte de mi padre. Me encamin hacia el casino adonde lie-

gu un poco antes de la cita. En la entrada vi a Tolba Marsuq, lo cual me molest enormemente, pero lo salud aparentando alegra. Y me pregunt: -Qu le trae a usted por aqu? -Pues tengo una cita importante... -Permtame que corresponda con la generosidad que usted me ha demostrado siempre; por favor, sintese conmigo hasta que llegue su amigo. Nos acomodamos en el saln de invierno, y l me pregunt con una voz grave que le sala de las profundidades de las hinchadas mejillas: -Coac? Yo ya estaba borracho, pero tena ganas de estarlo ms, as que bebimos juntos, charlamos y remos. Entonces, sin venir a cuento me pregunt: -Usted cree que me permitirn viajar a Kuwait para visitar a mi hija? -Imagino que s... Qu, quiere usted empezar all una nueva vida? -No, en absoluto, pero mi yerno, que es tambin mi sobrino, ha hecho un buen dinero y me han invitado a ir. -Ah, no sera para siempre? Se puso en guardia y respondi: -No, no, slo quiero ver a mi hija. Me acerqu a l como si fuera a hacerle una confidencia: -Le digo algo que le servir de consuelo? -El qu? -Bueno, los hay que no soportan la revolucin, pero qu otro sistema podra haber? Penselo un poco -o mucho, si quiere- y ver que no hay ms que una de dos, o bien es el comunismo, o bien los Hermanos Musulmanes, de manera que cul de los dos prefiere en lugar de la revolucin?

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Contest apresuradamente: -Ni uno ni otro! Segu mientras sonrea con aplastante seguridad: -Eso es exactamente lo que yo pienso, y se es el consuelo que ahora tiene usted... Se acercaba la hora de la cita y Al Bakir no vena. Esper otra media hora que transcurri en un doloroso tormento. Me levant para llamarlo por telfono pero no contestaba nadie; quizs estuviera en camino, pero por qu se retrasaba? Es que no se daba cuenta de lo que me estaba haciendo sufrir su demora? Tolba Marsuq mir su reloj y me comunic: Debo marcharme, y entonces se despidi y se march. Solo o acompaado, yo no paraba de beber. Por fin vino el camarero y me dijo que tena una llamada. Me puse en pie de un salto y corr hacia el telfono. Cuando cog el auricular el corazn me golpeaba enloquecido: -Diga! Al? Qu pasa? Por qu no has venido? -Sarhn, escucha, nos han descubierto! Sus palabras se fusionaron en mi odo con los vahos del alcohol y aquella mezcla explosiva se expandi en ondas orbitales que contenan los cielos y la tierra: -Qu has dicho? -Nos han pillado! -Pero cmo...? Cuntamelo todo de una vez por todas! -Para qu, qu ms da? El conductor se quera quedar con el botn l slito y al final meti la pata... Seguro que va a cantar de plano, si es que no lo ha hecho ya! Le pregunt con la boca seca: -Qu se puede hacer?, qu se puede hacer? T qu vas a hacer? -Qu ms da, si nos han pillado! Pues lo que me mande el diablo, eso es lo que har!

Y colg el telfono. Estoy temblando, apenas me sostienen las piernas. Lo primero que se me pas por la cabeza fue salir corriendo, pero volv -con los atentos ojos del camarero puestos en m- a la mesa. No me sent, y de pie me beb la copa y pagu la cuenta. El desaliento y un miedo diablico trepaban hacia mi corazn con una velocidad sorprendente. Dej la mesa y me encamin hacia la barra del casino directamente, sin pensar. Le ped al barman una botella y me puse a beber compulsivamente mientras l me observaba preocupado. Maldigo, bebo, maldigo; sin decir una palabra, sin un gesto, sin parar, bebo y maldigo. Entonces levant la cara y lo mir: -Por favor, dme una hoja de afeitar. Se qued indeciso, sin moverse, pero cuando vio en mi rostro la determinacin llam al camarero y le pidi una cuchilla de afeitar. El camarero se meti en la parte reservada para el servicio y volvi con una usada y sin papel. La cog dando las gracias y me la puse en el bolsillo. Me alej de la barra con cierta dificultad y me dirig hacia la puerta exterior. Con vrtigo. Desesperado. Trastabillando. Cruc la calle, ojal hubiera podido correr. Estaba desesperado, desesperado, desesperado...

Mi paz se haba turbado con los sucesos acaecidos en la pensin. Me haba refugiado all para disfrutar de algo de sosiego, tan necesario en mi vejez, y para gozar de un poco de consuelo por las amargas decepciones que haba sufrido al final de mi vida profesional. Nunca se me habra ocurrido que este lugar se convertira en un brutal campo de batalla destinado a concluir en asesinato. Tras unos das de haber estado postrado en cama sent una ligera recuperacin, as que sal de mi dormitorio y me reun con Mariana y Tolba Marsuq en nuestra tertulia habitual del vestbulo. Me habra gustado ver a Sohra all tambin, pero la agitacin de Mariana y los ataques de Tolba me hicieron entender que era mejor no llamarla a un ambiente que con seguridad contribuira a aumentar su dolor y no le mostrara el respeto debido. Supe que Hosni Alam haba salido de la pensin ms o menos a la hora de siempre; haba estado inquieto un rato por la sangrienta noticia, pero despus se fue a hacer sus cosas, y en cuanto a Mansur Bahi, contra su costumbre an segua durmiendo. Mariana coment disgustada: -Hoy es el ltimo da del ao, y peor final no poda tener... Si esto acaba as, qu nos traer el que viene? Tolba Marsuq exclam igualmente nervioso y descontento: -S, habr que ver qu nuevas desgracias nos ocurrirn! Murmur con voz desanimada: -Bueno, mientras seamos inocentes, no... Me interrumpi bruscamente:

-T ests atrincherado en tu vejez, y nada te va a hacer dao... Omos la puerta de Mansur que se abra. Fue al cuarto de bao y a la media hora volvi a su habitacin. No tard en aparecer por detrs del biombo, vestido y con el abrigo puesto para salir, aunque tena muy mala cara: extremadamente plida, la mirada opaca y las facciones tensas. Madame le indic que el desayuno estaba preparado, pero lo rechaz con un movimiento de cabeza, sin decir ni una palabra. Su aspecto nos preocup realmente, y madame fue la primera en expresarlo: -Sintese, monsieur Mansur, venga y sintese... Se encuentra usted bien? Respondi sin moverse: -Perfectamente, gracias, es que he dormido ms de lo habitual, eso es todo. Entonces madame le dijo mientras sealaba hacia el peridico abierto sobre el sof: -Ha escuchado la noticia? Aunque l no mostr ningn inters, ella prosigui: -Sarhn Albuheiri, lo han encontrado muerto en el camino al Palma. La mir largo rato. No se sorprendi, ni se alter, tan slo la miraba fijamente a los ojos como si no hubiera escuchado sus palabras, o como si no las comprendiera, o como si en realidad tuviera una enfermedad ms grave de lo que nos habamos imaginado. Mariana le sugiri que leyera la noticia, y l le ech un vistazo lento y moroso con nuestros ojos fijos en l. Finalmente levant la cabeza y habl: -S..., lo han encontrado muerto... Le coment preocupado: -Hijo, pareces cansado, sintate... Respondi framente, o quizs con indiferencia:

-No, gracias, estoy bien. Mariana intervino: -Como podr usted observar, estamos sumamente inquietos. Nos mir uno a uno, y despus pregunt: -Por qu? -Porque creemos que vendr la polica y se acabar nuestra tranquilidad... No, no vendr. Tolba Marsuq terci: -Bueno, ya sabe, la polica tiene que... Pero lo interrumpi sin alterarse: -Yo he matado a Sarhn Albuheiri. Antes de que sus palabras llegaran realmente a penetrar en nuestras cabezas se fue hacia la puerta, la abri, y entonces se gir y declar: -Yo mismo me presentar a la polica. Y cerr la puerta tras de s. Nos miramos estupefactos; pas un rato y an nos seguamos mirando perplejos y en silencio. Mariana finalmente exclam asustada: -Ha enloquecido! Yo la correg: -No, est enfermo... Tolba se qued pensando, y despus acept: -O quizs sea el asesino! Mariana chill: -Ese joven tmido y educado! Yo continuaba preocupado: -Est enfermo, sin duda alguna est enfermo. Mariana se preguntaba: -;Y qu razn podra tener para matarlo? A su vez Tolba se cuestion: -,;Por qu si no confesara ser el homicida? Mariana volvi a su idea primitiva:

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-No puedo olvidar su cara, algo le ha alterado el juicio. Tolba aadi para corroborar la suya: -Fue el ltimo en pelearse con l... Aqu yo objet: -Pero si no qued nadie que no lo hiciera! Seal hacia la habitacin de Sohra e insisti: -All est la razn. Furioso le record: -l es el nico que no mostr ningn inters especial por ella. -Eso no significa que no la amase, o que no la desease en venganza ante su enemigo. -Caballero, le recuerdo que Sarhn la dej y se fue. -Pero ya le haba robado el corazn a la chica, al igual que su honra... -Chitn! No se deben afirmar ese tipo de cosas sobre la gente sin saberlo con seguridad! Mariana se pregunt: -Realmente ir a la polica? Prosigui una acalorada conversacin hasta el agotamiento, entonces exclam: -Basta, ya est bien! Lo nico que podemos hacer es ponernos en manos de la Providencia...

Leo en el Corn la azora de la Luz: ... O como tinieblas en un mar abisal, cubierto por una ola, y por encima de sta otra, y por encima de todo ello nubes, sombras, las unas sobre las otras, de manera que si alguien extiende la mano apenas la ver... Aqul a quien Dios no le ha otorgado la luz, no la tendr. Es que no ves que a Dios lo alaban los que estn en los cielos y la tierra, que las aves tienen sus alas extendidas?

257 Todo aqul que haya aprendido sus plegarias y alabanzas, Dios ya lo sabe. Dios es el rey de los cielos y la tierra, y todo retorna a l. Mis ojos se cansan rpidamente con la lectura. Sal de la habitacin y me dirig al vestbulo mientras en el reloj sonaban las cuatro de la tarde. Encontr a Mariana escribiendo algo, absorta en la tarea. Al verme, se empez a quejar: Es la primera vez en mi vida que voy a pasar un Fin de Ao como si fuera un velatorio! Tolba Marsuq pidi con firmeza: -Por favor, no volvis a sacar el tema de las preocupaciones y los disgustos... Madame dijo enfadada: -Le han echado mal de ojo a la pensin, estoy segura de ello, y Sohra es la culpable... Tiene que irse y buscarse el sustento en otro lugar. Su ira me hiri en lo ms profundo, y la lstima me empuj a defenderla: -Mariana, ella es inocente, slo ha tenido mala suerte..., y recuerda que vino a refugiarse en ti... -Ella es la que ha trado la mala suerte, eso es. Tolba chasque los dedos como si se le hubiera ocurrido de repente una buena idea y pregunt: -Qu nos impide celebrar la Nochevieja? Le dije asombrado: -Qu nos impide...? Qu cosas tienes! Hizo como que no me haba escuchado y se volvi hacia Mariana: -Querida, preprate..., nos vamos a celebrarlo tal y como acordamos! La mujer vacil: -Mis nervios..., mis nervios, Tolba bey...

-Precisamente por eso te invito a salir. El ambiente cambi, por lo menos con respecto a ellos dos. Se pusieron a planear la propuesta seriamente. En aquel momento Hosni Alam lleg de la calle y anunci que haba decidido mudarse. Madame le cont la extraa historia de Mansur Bahi, que l escuch con enorme sorpresa, y se qued comentndola un rato; despus encogi los anchos hombros -como si de esta forma se lo sacudiera de encima- y se fue a hacer la maleta, se despidi y se march. En aquel momento susurr con tristeza: -Volvemos a estar solos como al principio... Pero Tolba se alegr: -Demos gracias a Dios! Resurgi en ambos un espritu de diligencia compulsiva que les extirpaba del interior los jirones de angustia y desaliento. Mariana se arregl como en sus mejores tiempos: se puso un vestido de noche azul oscuro -que resaltaba la blancura de su cutis, dndole claridad y esplendor- y un abrigo negro con cuello de piel autntica; los zapatos eran dorados, y llevaba unos pendientes de diamantes y un collar de perlas. La apariencia era la de una mujer rica, atractiva y aristocrtica, e incluso haba conseguido ocultar los estragos de la edad bajo una mscara de polvos de tocador. Nos miramos unos instantes cuando ella lleg y se coloc en medio del vestbulo en una pose de maniqu, despus se ri como si fuera una chiquilla y le dijo a Tolba: -Te espero en la peluquera! Me encontraba solo, sin ms compaa que el aullido de un viento iracundo. Llam a Sohra; tres veces lo tuve que hacer antes de que apareciera por detrs del biom-

bo. Se qued all, de pie, y era tal la apariencia de tristeza, aniquilacin y desnimo que hasta llegu a pensar que haba disminuido y se haba encorvado. Le seal el sof y en silencio avanz lentamente hacia l. Se acurruc bajo la estatua de la Virgen, con los brazos cruzados sobre el pecho y sin despegar la vista del suelo. Mi alma rezumaba cario y ternura, y mis resecos ojos, pese a estar ya poco acostumbrados a aliviar a su dueo con el llanto, se llenaron de lgrimas. Le dije: -Por qu ests encerrada como si no tuvieras ningn amigo? Escchame, soy un hombre viejo, no, mejor dicho, soy muy viejo..., he tropezado en la vida tres o cuatro veces, y en cada una de ellas dese suicidarme; gritaba desde lo ms profundo de mi corazn: Se ha acabado todo!... Yya ves, a mis espaldas tengo una larga existencia que pocos han conseguido alcanzar... Te aseguro que del desaliento no me quedan ms que vagos recuerdos sin sustancia ni significado, como si le hubieran ocurrido a otra persona... Me oa, pero no me escuchaba. Continu: -El tiempo lo cura todo, ahora lo que tienes que hacer es pensar en tu futuro, Sohra... Madame ya no te quiere aqu... Ella reaccion con vehemencia: -Eso no me importa! -Qu has pensado hacer? Me contest sin dejar de mirar al suelo: -Exactamente lo mismo que antes, no descansar hasta que consiga lo que me he propuesto. Percib en sus palabras una firmeza que me tranquiliz y le pregunt: -Est muy bien que contines estudiando y que aprendas un oficio, pero cmo te podrs mantener?

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Respondi desafiante y segura de s misma: -No paran de llegarme ofertas de trabajo. Le suger con la delicadeza a la que recurro cuando quiero convencerla: -;Y la aldea? No has pensado en volver all? -Jams, murmuran de m. Insist con algo que pareca splica: -/YMahmud Abualabbs? Est claro que tiene defectos, pero t eres fuerte y podras enderezarlo y llevarlo por el buen camino... -Es como el resto, no tiene buena opinin de m. Suspir con resignacin y pena, y le dije: -Sohra, es que me quiero quedar tranquilo, sabes?, te aprecio mucho. Yes un cario correspondido, segn creo, as que en su nombre te ruego que, cuando ests en dificultades, me busques. Me mir con agradecimiento y amor. La anim: -Sean lo amargas que sean las experiencias pasadas, no conseguirn cambiar el curso natural de la vida, as que no te preocupes, estoy seguro de que encontrars un buen hombre... Baj la cabeza mientras suspiraba. -Y sin duda, uno que te merezca; ahora mismo ya existe en algn lugar, y quizs nada ms est esperando el momento oportuno... Balbuci algo inaudible, pero en mi interior sent que expresaba fortaleza y esperanza, y conclu: -Sohra, el mundo an es hermoso, y siempre lo ser. Nos quedamos un buen rato all, disfrutando de los silencios y las conversaciones que dos buenos amigos tienen. Finalmente se excus y se retir a su habitacin. Permanec a solas bastante tiempo hasta que me despert -me haba dormido sin darme cuenta- con el ruido de la puerta que se abra.

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Ebrios, Mariana y Tolba Marsuq entraron cantando, y en stas el hombre me grit: -Cmo es que sigues aqu, viejo zorro? Bostec perplejo y pregunt: -Qu hora es? Mariana respondi con voz de borracha: -Hace dos horas que estamos en un nuevo ao! De repente el hombre tir de ella llevndosela hacia su habitacin mientras la besaba y abrazaba. Al principio Mariana se resista, aunque sin mucho convencimiento, y al final la puerta se cerr tras ellos. Sin saber si lo haba soado o no, segu mirando aquella puerta cerrada.

Por la maana, a la hora del desayuno, solamente estbamos nosotros dos: Mariana no haba aparecido y Sohra se haba ido despus de poner la mesa. Lo mir y pens que estaba enfermo, o que pareca estarlo. Le dije bromeando: -Un da estupendo, eh? Me ignor un buen rato, y despus mascull: -Estupendo? Horroroso, querrs decir! Levant los ojos hacia l con curiosidad, y muy a su pesar se ri y confes: -Fue un fracaso, humillante y cmico al mismo tiempo, pero sobre todo, un completo fracaso! Me hice el tonto: -De qu ests hablando? -Sabes perfectamente de qu estoy hablando, viejo zorro! -Mariana? De nuevo estall en carcajadas y me cont: -Intentamos todo lo imposible, hicimos ms de lo

que te puedas imaginar, pero sin resultado alguno... Figratelo... Cuando se desnud pareca una momia de cera!, incluso llegu a pensar: Qu asco!. -Es que anoche perdiste el juicio! -Y de repente le vino un clico renal! Vaya, que se puso a llorar y me acus de haberle hecho dao!

Despus del desayuno me sigui a la habitacin. Se sent en una silla justo frente a m mientras comentaba: -Creo que pronto me ir a Kuwait; el difunto ya me lo predijo. -El difunto? -Sarhn Albuheiri. Se ri entre dientes y entonces aadi sin venir a cuento, al menos aparentemente: -Me quera persuadir de la idoneidad de la revolucin con absurdas razones. Lo mir inquisitivo y me explic: -Me asegur que la revolucin no tena ms sustituto que los comunistas, o los Hermanos Musulmanes. Se creera que as me pona entre la espada y la pared! Yo repliqu convencido: -Pero es que sa es la verdad. Se ri irnico y rechaz: -En absoluto, hay un tercer sustituto. -Quin? -Amrica! Grit furioso: -Que nos gobierne Amrica? Pero cmo se te ocurre...? Respondi con una flema visionaria: -Bueno, a travs de una derecha moderada, por qu no? Me irrit con sus fantasas y le dije:

-Anda, vete a Kuwait antes de que pierdas totalmente la razn!

Ah est la prensa, que nos trae noticias del crimen. Se suceden una tras otra, extraas y contradictorias. Mansur Bahi confes ser el homicida, pero no convenci a nadie del mvil del crimen. Dijo que haba matado a Sarhn Albuheiri porque, segn l, se mereca la muerte. Y por qu se la mereca? Porque los seres humanos tienen ciertas actitudes y comportamientos despreciables, aunque por supuesto, no eran exclusivos del difunto. Entonces, por qu lo eligi a l precisamente? Pura casualidad, habra podido ser cualquier otro... As respondi. A quin poda satisfacerle esa confesin? Es que el joven estaba loco? O es que pretenda estarlo? Despus, inopinadamente, el informe del forense asegur que la muerte haba sobrevenido por un corte con un objeto afilado en las venas de la mueca izquierda, y no por patadas tal y como haba declarado el supuesto homicida, de manera que presumiblemente la muerte fuera consecuencia de un suicidio y no de un homicidio. Por ltimo, se descubri que el difunto haba estado implicado en un intento de contrabando de hilo, lo que vino a corroborar la idea del suicidio. Nos preguntbamos qu castigo recibira Mansur Bahi. Seguramente lo condenaran por delito menor y podra reanudar su vida, aunque, con qu corazn? Con qu cabeza? Dije apenado: -Es un joven extraordinario, pero padece algn tipo de rara enfermedad de la que se tiene que restablecer...

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Y aqu est Sohra, tal y como la vi por primera vez de no ser por esas lneas de tristeza. Haba madurado en los ltimos das mucho ms que en todos los anteriores aos de su vida. Cog la taza que me ofreca al tiempo que ocultaba mi abatimiento con una sonrisa, y ella me inform con un tono natural en la voz: -Me voy maana por la maana. Yo haba intentado disuadir a Mariana de la decisin que haba tomado, pero ella se obstin con terquedad. Por otra parte, Sohra me haba dicho abiertamente que ella no aceptara quedarse, incluso si madame renunciaba a pedrselo. Y volvi a decirme confiada: -No se preocupe, estar mejor de lo que he estado aqu. Le respond con vehemencia: -Dios lo quiera! Dej de sonrerme con ternura, se puso seria y me dijo: -Amer bey, no lo olvidar a usted mientras viva... Le hice un gesto indicndole que se acercara. Entonces la bes en ambas mejillas con gratitud y se lo manifest: -Te doy las gracias de todo corazn, Sohra. Y le susurr en el odo: -Ten por seguro que no has perdido el tiempo, y que todo lo padecido no ha sido en vano si has aprendido quin no es conveniente para ti, porque, sin pretenderlo, ahora ya conoces el que s lo es. Y como siempre que me senta agitado, me apresur a leer la azora del Misericordioso: En nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso, ha enseado el Corn, ha creado al hombre,

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le ha enseado la palabra. El sol y la luna marchan segn lo calculado, las hierbas y los rboles se postrernan, l ha elevado el firmamento y ha equilibrado la Balanza de lajusticia No transgredis la Balanza, determinad el peso con justicia y no disminuyis la equidad. Dispuso la tierra para la humanidad, con frutos y palmeras en flor, y el grano con blago y las plantas aromticas. As pues, de qu dones de vuestro Seor renegaris?

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