Langer - Maternidad y Sexo
Langer - Maternidad y Sexo
Langer - Maternidad y Sexo
Edicin actualizada
(C) de todas las ediciones en castellano Editorial Paids Defensa 599, 3r piso Buenos Aires
Esta edicin se termin de imprimir en los talleres grficos Colorprint, Mario Bravo 1144. Buenos Aires en el mes de junio de 1976
Marie Langer se recibi de medicina y realiz su formacin psicoanaltica en Viena. Lleg a la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial y particip en la fundacin de la Asociacin Psicoanaltica Argentina, en la cual desempe diversos cargos directivos e hizo importantes contribuciones. Public libros brillantes, entre los que figuran: "Fantasas eternas a la luz del psicoanlisis"; en colaboracin con L. Grinberg y E. Rodrigu\ escribi tres obras importantes: "Psicoterapia del grupo, su enfoque psicoanaltico, El grupo psicolgico en la teraputica, enseanza e investigacin" y, en fin, "Psicoanlisis en las Amricas"; en colaboracin con J. Bleger y otros autores ha publicado asimismo "Psicologa del cncer" (Horm\), y con E. Goligorsky, tambin en Paids, "Cienciaficcin. Realidad y psicoanlisis". La doctora Langer es miembro fundador de la "Sociedad de medicina Psicosomtica" y de la "Asociacin de Psicologa y Psicoterapia de Grupo". "Maternidad y Sexo" es hoy ya un clsico aporte al complejo problema de la psicologa de la mujer. Al parecer, Recamier lo recomend como: "...uno de los ms importantes
que hayan sido escritos sobre un tema tan discutido, tanto en el plano terico como en la prctica". (L.\Volution Psychiatrique). Ya agotada la segunda edicin, la demanda se mantuvo en constante aumento. La Editorial Paids se complace, pues, en ofrecer a nuestros lectores esta tercera edicin, completada por la autora con un apndice. "Maternidad y Sexo" nos trae el problema de la mujer moderna: conciliar sus logros sociales y su femineidad, su maternidad y su sexo. Demuestra cmo el conflicto entre su labor profesional y sus instintos maternales, coartados en nuestra poca antiinstintiva, repercute sobre su felicidad y trastorna sus funciones femeninas. La autora prueba cmo los factores culturales, ambientales y personales influyen en esas funciones. A travs de material clnico abundante, ilustra cmo la maternidad feliz y la capacidad para el goce sexual dependen de vivencias tempranas y tienen sus races en la primera relacin madrehija. El libro brinda, adems, una revisin histrica de los distintos conceptos psicoanalticos acerca de la psicologa de la mujer y pone en evidencia la correspondencia entre las teoras de Sigmund Freud y de Melanie Klein. Finalmente la autora seala cmo se debe tratar a las hijas para que sean madres aptas y felices en el futuro.
A mi hijita Annemarie
Frente al hecho de "Maternidad y Sexo" agotado me pregunt qu debera hacer. Conformarme con reeditarlo con un prlogo explicativo? Pero, poda abordar una nueva edicin, tal cual, sin una total revisin y actualizacin previas? Difcilmente. La sociedad cambia muy rpidamente en este siglo nuestro, tan decisivo. Y una misma tambin cambia, por suerte. Sin embargo, actualizar este libro sobre la mujer, implicara mucho trabajo, tomara mucho tiempo. Y tenemos tan poco, ahora, en la Argentina, para pensar y escribir... Por eso me decid, simplemente, por la reedicin de "Maternidad y Sexo", dado que, en lo esencial, a nivel psicoanaltico, contina siendo vlido. Es cierto, debera agregar algunos conceptos nuevos sobre la frigidez, por ejemplo, y examinar si realmente el nico orgasmo vlido es el vaginal (vanse Masters y Johnson y la nueva generacin de feministas). Pero por all no pasa el problema fundamental. Pasa por lo ideolgico. Y por algo que supe mucho antes de escribir "Maternidad y Sexo", pero que slo desde hace un tiempo atrs siento como una omisin grave: dej a un lado -por no saber cmo abordarlo desde un escrito psicoanaltico- el aspecto social y la lucha por el cambio. Ahora, junto con muchos otros, aprend y s mejor. Es cierto: no hay que mezclar; pero se debe tender como dira mi amigo Castilla del Pino- a integrar las diferentes parcelas de la realidad para poder construir el todo, y en el aspecto que nos interesa aqu, para hablar de la mujer de nuestra poca debemos ubicarla en su clase y en el momento histrico que vivimos. Despus de hacer esta reflexin acept la reedicin de este libro tal cual fue escrito muchos aos
atrs. Pero me comprometo a publicar, tan pronto como me sea posible, su cuestionamiento, y a agregar, dentro de mis posibilidades, lo omitido. Marie Langer Buenos Aires, 1972.
Este libro est basado principalmente en la observacin psicoanaltica directa de los conflictos y dificultades que las mujeres experimentan frente a su femineidad. Por ser mujer este tema me interes siempre. Por eso prest una atencin especial al anlisis de los distintos trastornos procreativos, primeramente en mis analizadas y ms tarde tambin en los historiales de otros analistas que consultaron sus casos conmigo. Finalmente, muchos de mis colegas me comunicaban el material psicoanaltico relacionado con estos trastornos. Este mtodo de coleccionar el material clnico se impone en el anlisis, donde, por su larga duracin, el analista trata con muchos menos enfermos que el mdico de cualquier otra especialidad. En la comprensin terica de los trastornos femeninos me fue especialmente valioso el estudio de los escritos de Helene Deutsch y Melanie Klein. Por otra parte, las investigaciones interesantes de la antroploga Margaret Mead me ayudaron a comprender hasta qu punto estos trastornos pueden ser causados por factores culturales.
Mientras esbozaba el plan de este libro vi que para m estaba vinculado con otro tema, que tambin formaba parte de mis experiencias personales: si la ocupacin profesional obstaculiza para la mujer la realizacin de la maternidad y hasta qu punto. Este planteo me era muy familiar en una poca lejana. Durante mi adolescencia era un tema de discusin frecuente entre amigas y compaeras. Ms tarde, resolver este problema para m misma en la prctica, hizo que lo olvidara como tal. Slo la lectura de un libro, con el ttulo alarmista "Modern woman, the lost sex" (1), me llev a pensar de nuevo en una posible incompatibilidad entre maternidad y labor (1) Lundberg y Farnham. profesional. Los autores del libro sostienen que la mujer moderna est perdiendo su femineidad por el cambio de su posicin familiar y social. Ven en la reduccin del nmero de hijos y en los estudios y el ejercicio profesional de la mujer un crculo vicioso que la aleja cada vez ms de su sexo y, por consiguiente, de su femineidad. Empec a reflexionar al respecto, a observar, leer y analizar, y llegu a conclusiones que expongo al fin de este libro, pero cuya esencia, me parece, pertenece a este prlogo: biolgicamente, la mujer est capacitada para tener un hijo cada dos aos o con intervalos ms breves an. Sus instintos se basan en una estructura biolgica. Pero, como en muchos otros terrenos, nuestra cultura nos ha alejado de la gratificacin plena y directa de nuestros instintos. Por eso, conscientemente, la mujer no quiere tener tantos hijos. (Me refiero, desde luego, a la mujer de nuestra sociedad). Los autores de "Modern woman, the lost sex", estn en lo cierto al sostener que la mujer, aunque a menudo no lo se-
pa conscientemente, est frustrada en la gratificacin de los instintos maternales y que la represin a la cual sucumbe la parte insatisfecha de stos se manifiesta en diversos sntomas (frigidez, trastornos psicosomticos, etc.). Pero, est la solucin en volver a las grandes familias de antes y en reducir de nuevo el crculo de la mujer estrictamente a su casa? Parezca conveniente o inconveniente, no es factible por estar en oposicin diametral con la evolucin que nuestra sociedad est tomando. Pero queda otra solucin, plenamente de acuerdo con tal evolucin, que permite evitar a la mujer la represin perjudicial de parte de sus instintos: su sublimacin en tareas adecuadas. Es decir, el remedio no consiste en suprimir su actividad social, sino, por lo contrario, en educarla en tal forma que de adulta sea capaz de sublimar una parte de sus instintos maternales. Eso le permitir aceptar su feminidad, realizar la gratificacin del remanente instintivo en una vida sexual satisfactoria y en una maternidad ms feliz y ms libre de trastornos psicosomticos. Al escribir este libro vi que para m un tercer tema est ntimamente ligado a su planteo: la revisin crtica del concepto psicoanaltico sobre la femineidad. Mi agradecimiento a Freud y su obra es tan grande -como todos los psicoanalistas, comprob a travs de la propia experiencia de un anlisis los beneficios enormes en salud y conocimiento que trae- que me parece en cierto modo sacrlego estar en determinados puntos en desacuerdo con l. Sin embargo, lo que pongo en duda no son puntos fundamentales, ni conceptos que l mismo haya concebido como definitivos. Freud caracteriza en una de sus ltimas y ms importantes contribuciones a este tema el conocimiento psicoanaltico sobre la femineidad como "incompleto y fragmentario", dejando la puerta abierta para nuevos enfoques, discusiones y conceptos. Finalmente, deseo agradecer a todos los que me ayudaron a escribir este libro: a mi marido, Dr. Max Langer, y al Dr.
Heinrich Racker, por la crtica constructiva que manifestaron despus de la lectura del manuscrito; a la profesora R. Rascovsky por sus correcciones idiomticas; al seor D. J. Vogelman por su asesoramiento tcnico, y a todos mis colegas y analizadas que, en una u otra forma, colaboraron conmigo. Buenos Aires, febrero, 1951.
Desde la primera publicacin de "Maternidad y Sexo" han transcurrido trece aos. Sin embargo, mis experiencias adquiridas durante este lapso no invalidaron los conceptos expuestos en el primer prlogo y a travs del libro, sino que lo confirmaron. Pero justamente este hecho impone ciertas modificaciones a esta nueva edicin. Tuve que poner al da algunos tpicos, como, por ejemplo, "la relacin madre-hijo" o el "parto sin dolor", dado que los resultados de investigaciones ulteriores sirven de ilustracin til y concreta de lo expuesto, convirtiendo a menudo en hecho experimentalmente comprobado lo que entonces, trece aos atrs pudo parecer hipottico. Esta misma evolucin, ms la difusin muy grande que el psicoanlisis alcanz en nuestro medio en estos ltimos aos, me permiti eliminar algunas partes del libro, en las cuales pretend "convencer" al lector, p.e., de la existencia de procesos psicosomticos o ensearle la interpretacin de los sueos. Y como ya no tengo que convencer a nadie, mi estilo, un tanto polmico en algunas partes de la primera edicin, se volvi ms impersonal y descriptivo. Dej intacta, amplindola un poco, la revisin de la literatura psicoanaltica sobre la femineidad. Admito que la lectura del captulo correspondiente pueda ser algo pesada para el lector comn, pero supe que haba sido de suma utilidad para el estudiante de psicologa, de medicina y de psicoanlisis.
El conflicto de la mujer actual y sus derivaciones. Su historia. El prejuicio de la inferioridad de la mujer, sus causas y funciones psicolgicas. Su posicin en otras sociedades. En nuestra sociedad. Este libro es un libro ms sobre la mujer. Uno entre muchos. Por eso me veo obligada a justificar su publicacin. Pretendo en l describir y analizar los trastornos ms frecuentes de las funciones procreativas de la mujer. El incremento de estos trastornos, evidente a pesar de los grandes adelantos de la medicina en las ltimas dcadas, obliga a enfocarlos desde otro punto de vista, utilizando como medio de investigacin, a menudo tambin de terapia, el mtodo psicoanaltico. La tesis bsica de este libro es la siguiente: antao la sociedad impona a la mujer severas restricciones en el terreno sexual (tomando el trmino en su sentido ms estricto) y social, pero favoreca el desarrollo de sus actividades y funciones maternales. Las consecuencias de estas restricciones fueron la gran frecuencia de la histeria y otras manifestaciones psiconeurticas en la mujer.
Sin embargo, parece haber sufrido relativamente poco de trastornos psicosomticos en sus funciones procreativas. Actualmente el cuadro ha cambiado. En este ltimo siglo la mujer de nuestra civilizacin ha adquirido una libertad sexual y social totalmente desconocida apenas tres generaciones atrs. En cambio, las circunstancias culturales y econmicas imponen graves restricciones a la maternidad. Como consecuencia de esta situacin disminuyen los cuadros neurticos tpicos y ya no se encuentra ms la "grande hyst\rie", pero aumentan en forma alarmante los trastornos psicosomticos mencionados. O bien, para hablar en trminos ms sencillos e imgenes ms concretas: nuestras abuelas, a la vista de un ratn, se suban a una silla y recogan las faldas pidiendo auxilio a gritos, pero generalmente no tenan dificultades en amamantar a sus hijos; mientras que actualmente las jvenes saben manejar autos, ambulancias y hasta aviones, pero frecuentemente no saben alimentar a sus criaturas o renuncian de antemano a esta tarea. Sern, pues, objeto de nuestra investigacin las dificultades en las funciones femeninas, es decir, en la menstruacin, la concepcin, la fertilidad, la lactancia, etc. Treinta aos atrs este enfoque hubiera sido tema nicamente para un tratado de ginecologa y obstetricia. A casi nadie se le hubiera ocurrido encararlo desde el punto de vista psicopatolgico. Es cierto que Freud (1) ("), ya a fines del siglo pasado, trat a una joven (") Las notas correspondientes a los distintos captulos figuran al final de los mismos. madre, incapaz de alimentar a su hijo, mediante la hipnosis, es decir, la cur por medios psicolgicos; que el primer estudio psicosomtico sobre trastornos menstruales y del trabajo del parto, fue publicado por Josef Eisler en el ao 1923 (vase Ind.
Bibl.); pero de todos modos, slo un pequeo grupo de mdicos estaba dispuesto a enfrentar as el problema cientfico y teraputico de estos trastornos. La gran mayora ni vislumbraba tal enfoque de las enfermedades "orgnicas". Actualmente esos conceptos cientficos estn cambiando. Vamos comprendiendo que la mayor parte de los trastornos de la vida procreativa femenina proviene de conflictos neurticos y que ello ocurre en mujeres que en su vida diaria no demuestran signos de enfermedades nerviosas. Tambin la mayora de las pacientes cuyos trastornos describir en este libro, no son tales en un sentido estricto ni recurrieron al tratamiento psicoanaltico para ser curadas de cuadros tpicos de neurosis, pero estaban en conflicto con su femineidad. Para poder entender mejor los conflictos de la mujer moderna necesitamos conocer su evolucin histrica y comparar, adems nuestra sociedad actual con otras diferentes. El cambio de la posicin actual de la mujer en nuestra sociedad pareci brusco e inesperado, pero era el resultado de un largo proceso en el cual intervinieron muchos factores en interaccin. En nuestra sociedad occidental y patriarcal (falocntrica la denomin Zilboorg) durante muchos siglos la mujer estaba totalmente supeditada al hombre. Fue la Revolucin francesa la que, con su lema de igualdad, puso por primera vez en duda que esta supeditacin fuese natural e inalterable. Sin embargo, en la clase media y alta no se produjo ningn cambio inmediato al respecto, mientras que en la clase baja el papel de la mujer nunca haba diferido tanto de aquel. Tanto en la familia del campesino, como del artesano, mujer e hijos haban compartido el trabajo del hombre y todos estaban muy limitados en sus derechos. La mujer estaba incluida en el proceso de produccin casera, pero altern sin
lmites definidos con este trabajo la atencin de la familia y la crianza y educacin de los nios. Los lemas de la Revolucin francesa, impuestos por Napolen a toda Europa, slo se volvieron instrumentales a travs de la revolucin industrial. Con los descubrimientos tcnicos y la transformacin del trabajo que inevitablemente llevaba a la concentracin de los obreros en la fbrica, el hombre abandon la industria casera, y la mujer le sigui pronto, no impulsada por rivalidad con l, sino por mera necesidad. Y hasta los nios se emplearon para que la familia pudiera subsistir. Como consecuencia de luchas sociales a travs de las cuales se logr una legislacin del trabajo, los nios quedaron eliminados de la fbrica, pero su suerte y la vida familiar haban sufrido un cambio fundamental. Mientras que los hijos anteriormente se convertan muy pronto en una ayuda en el hogar y en el trabajo casero, ahora se transformaron en una carga para la mujer que, volviendo cansada del trabajo, tena que dedicarse en sus pocas horas libres a la atencin de la casa y de los nios. Hasta ah el cambio de la mujer de la clase obrera. En el campo los cambios ocurrieron mucho ms tardamente y de dos maneras: primero, la migracin de la poblacin campesina a los grandes centros urbanos, que sigue tambin en la actualidad. sta trae consigo para el grupo familiar todo el problema del desarraigo, de las villas miseria, de la prostitucin, de los hijos ilegtimos, etc. Y, segundo, principalmente en los pases de mayor industrializacin, tambin el trabajo rural se industrializa siempre ms y ms, asemejando la situacin de la familia del campesino a la del obrero. Mientras que el cambio de la mujer de la clase obrera se produjo a lo largo del siglo pasado, ste no afect a la mujer de la clase media y alta hasta la primera Guerra Mundial. Pero entonces, de pronto, las mujeres de los diversos pases beligerantes, cuyo nico campo de accin haba sido
el hogar y su ncleo social, y cuya nica funcin era tener hijos y educarlos, y que vivan en dependencia econmicosocial, primeramente de sus padres y despus de sus esposos, se vieron incitadas a ocupar en todos los terrenos el lugar del hombre. Realizaron exitosamente tareas que, hasta entonces, se haban considerado irrealizables para ellas y obtuvieron, junto con su inclusin en el proceso del trabajo, plena independencia y responsabilidad. Una vez terminada la guerra, el cambio ya se haba hecho irreversible. La mujer de la clase media de 1914 respondi con tanto entusiasmo al llamado de las autoridades a abandonar su hogar y empezar a trabajar, no nicamente por patriotismo, sino por estar disponible psicolgica y materialmente. Su madre, en su poca, ocupada por numerosos embarazos y la crianza difcil de muchos hijos, no habra sido as. Pero ella, la mujer de principios de siglo, tena un nmero reducido de hijos y se senta desperdiciada en su hogar vaco. Los progresos de la medicina haban causado esta situacin. Haban disminuido la mortalidad infantil y ponan a disposicin de la pareja mtodos anticoncepcionales eficaces y hasta el aborto realizable ya sin mayores riesgos fsicos y legales. La declinacin de la influencia religiosa, caracterstica de las primeras dcadas de nuestro siglo, facilitaba este proceso, como tambin el auge del marxismo, heredero del lema de igualdad de la Revolucin francesa. Termin la guerra. Volvieron los hombres y se encontraron con una mujer independiente econmicamente, consciente de sus valores, de pelo cortado a la "gar&onne" y con una libertad sexual comparable a la del hombre. Al no implicar ya consecuencias biolgicas para ella, el acto sexual corra el riesgo de convertirse en mera fuente de placer, de haber perdido trascendencia y haber adquirido autonoma. Los logros concretos de la mujer terminan con el prejuicio arraigado desde el principio de nuestra historia, de su infe-
rioridad intelectual y emotiva. Haba demostrado y segua demostrando siempre ms durante los aos siguientes que poda competir con el hombre. Pero este cambio no trajo nicamente dificultades econmicas y sociales, sino toda una confusin de conceptos, ya que el antiguo prejuicio de la inferioridad de la mujer desempea muchas funciones y est sostenido slidamente por causas sociales y psicolgicas. La ms profunda, en este ltimo terreno, proviene de nuestra primera infancia. Surge del resentimiento del nio contra su madre por su dependencia total de ella, sus celos y su envidia. El nio envidia a la madre, porque tiene un vientre en el cual crecen sus hermanos, y pechos que los alimentan. La envidia tambin por el placer y los hijos que el padre proporciona. Todos estos sentimientos tempranos permanecen activos en el inconsciente. Sirvieron de base psicolgica para mantener a la mujer en un status de inferioridad, que ella misma aceptaba resignadamente, y desprovistos ahora de una forma de descarga socialmente aceptable, son causa de mltiples conflictos dentro y fuera de la pareja. Este perjuicio serva de apoyo a la estabilidad de la sociedad. Delimitaba los campos de accin de ambos sexos, y aunque perjudicaba la mujer, tambin facilitaba a cada sexo sentirse seguro dentro de su papel estrictamente definido. De esta manera, p.e., era posible que Krafft-Ebbing, el gran sexlogo del siglo pasado, describiera como caracterstica de la mujer virilizada su capacidad de silbar o su gusto por la cerveza y el cigarrillo. Pero ahora que se haba comprobado que la inferioridad de la mujer era nada ms que un prejuicio, tanto el hombre como la mujer empezaron a sentirse inseguros, a dudar de sus derechos y deberes en el status de nuestra sociedad cambiante. La mujer de postguerra actuaba en rebelda contra su madre, su padre y su compaero. Haba logrado mucho, pero
en una sociedad falocntrica sus logros lo eran tambin. Se senta hombre por su libertad sexual y sus sublimaciones. Por eso mismo el hombre se senta despojado por ella y en la medida en la cual la mujer se senta menos femenina, el hombre tema por su virilidad. Paulatinamente cambi la situacin. Mientras que los logros de la mujer ya no estaban basados en su rebelda contra la sociedad, su trabajo y su pelo corto perdieron el carcter de reto. Los padres de la generacin siguiente ya aceptaban que sus hijas estudiasen y trabajasen. En trminos psicoanalticos el interrogante se plantea actualmente de esta manera: la mujer que trabaja sin necesidad econmica estricta lo hace por rivalidad con el hombre, por envidia del pene o por una autntica vocacin y sublimacin de sus instintos maternales? Este interrogantes tiene su contestacin concreta segn cada caso individual y cada ncleo social. La relatividad de nuestros conceptos y valores impide una contestacin general y de validez absoluta. Esta misma relatividad induce a la comparacin con otras sociedades para descubrir lo que es caracterstica intrnseca de la mujer y lo que pertenece a variables culturales. Si quisiramos remontarnos hasta las etapas prehistricas, forzosamente tropezaramos con distintas teoras. Est casi universalmente aceptado que exista en una poca el matriarcado, del cual todava quedan vestigios en civilizaciones primitivas. Matriarcado significa cierto predominio social de la mujer y el desconocimiento prctico de la paternidad, con la consecuencia de que tanto el parentesco como la herencia se rigen nicamente por lnea materna. Mientras que existen pocas dudas sobre el hecho de que haya existido tal poca, hay teoras muy diversas sobre las consecuencias prcticas que tena el matriarcado sobre la vida social y la forma en que el hombre logr obtener para s la supremaca social e iniciar la era del patriarcado, bajo el cual seguimos viviendo actualmente. Segn Engels (v. Ind. Bibl.),
p.e., la primera divisin del trabajo surge entre hombre y mujer para la procreacin de los hijos, y el primer antagonismo de clase y de opresin de una por la otra, aparece con el advenimiento del patriarcado al someter los hombres a las mujeres. Desde entonces la mujer queda confinada a un papel social bien restringido. Las investigaciones antropolgicas de diversas sociedades primitivas demostraron claramente que la supremaca social femenina primitiva estaba basada en las funciones biolgicas de la mujer y en su influencia psicolgica consecutiva. Tomemos, por ejemplo, a los Arapesh, pueblo primitivo de Nueva Guinea, cuya vida social y cuyo carcter han sido descritos magistralmente por Margaret Mead en "Sexo y temperamento" (ver Ind. Bibl.). Los Arapesh viven en una sociedad patriarcal que conserva todava algunos rasgos de organizacin matriarcal. Son gente pobre, suave, trabajadora. Para ellos no existen diferencias temperamentales o intelectuales entre hombre y mujer. Sin embargo, son los hombres quienes asumen las responsabilidades y se dedican a ciertas actividades, como el culto religioso y el arte, que quedan vedadas a la mujer. Sostienen que la mujer podra resultar perjudicada en sus capacidades procreativas si se dedicara a algo sobrenatural. La cuidan mucho en este sentido. Pero, evidentemente, esta explicacin no basta para comprender por qu el hombre asume la responsabilidad frente a su esposa. Ah interviene otro hecho interesante. Entre los Arapesh, la nia, cuando llega a los seis o siete aos, es prometida a su futuro esposo, quien le lleva unos ocho aos. Se traslada a la casa de su prometido, quien trabaja junto con su familia para mantenerla. Cuando ella llega a la madurez sexual, se realizan diversos ritos de iniciacin, que culminan en un ayuno. Mientras que la joven novia est ayunando, recluida en la choza de la primera
menstruacin, el propio novio le prepara una sopa compuesta por distintas hojas de valor ritual. Al final de las ceremonias el novia le da una cuchara envuelta en una hoja, y es l mismo quien como una madre le ayuda a comer y le sostiene la mano, llevndosela a la boca, como si alimentara a una criatura. Despus de la segunda cucharada ella sigue comiendo sola, como si ya hubiera adquirido bastante fuerza para hacerlo, y desde ese momento la colectividad los considera como marido y mujer, dejndolos en libertad de consumar el matrimonio cuando quieran. Analizando este tipo de noviazgo se llega a la conclusin de que el hombre adquiere derecho sobre la mujer por asumir el papel de madre. l la lleva a su casa cuando todava es joven. Margaret Mead cuenta que si surge algn disgusto entre cnyuges, el marido nunca se apoya en su derecho de hombre para obligarla a obedecer, sino que le dice: "Yo trabaj el sag, cultiv el ame, mat el canguro e hice tu cuerpo. Yo te hice crecer. Por qu no traes t la lea cuando te lo pido?" Es decir, que el hombre tiene derecho sobre la mujer porque la hizo crecer mediante sacrificios, como el feto crece dentro de la madre alimentndose de ella. Vemos, pues, que en esta sociedad, que todava no se ha alejado mayormente del matriarcado, los hombres fundamentan precisamente su autoridad, adquirida hace relativamente poco, asumiendo un papel maternal frente a la esposa. Lo mismo ocurre tambin frente a los hijos. Durante las primeras semanas del embarazo de la mujer, el marido est obligado a realizar el coito con la mayor frecuencia posible, porque creen que el semen puede alimentar al feto dentro de la matriz.
Lo hace crecer, como antes hizo crecer a su novia. Despus se identifica en lo posible con su mujer embarazada, observando durante su embarazo, alumbramiento y poca "post partum" los mismos tabs y restricciones que ella (2). Es decir, intenta compartir con ella, en lo posible, su capacidad de procreacin. Debemos deducir de estos hechos que siente envidia por la capacidad de su mujer y sabe, adems, que es su papel de madre lo que le da influencia, autoridad y amor en la sociedad. Una situacin totalmente distinta a la existente entre los Arapesh fue observada por Kardiner entre los habitantes de las islas Marquesas (ver Ind. Bibl.). Estos isleos pertenecen a un pueblo en extincin. Es gente fuerte, alta, de carcter violento y orgulloso. Los hombres son antropfagos. Viven en una regin donde generalmente hay abundancia de alimentos, pero a consecuencia de sequas, que se producen a intervalos irregulares, tienen que soportar pocas de hambre. Lo que llama la atencin a primera vista es la desproporcin numrica entre hombres y mujeres. Hay dos veces y media ms varones que hembras, y segn lo que dicen los habitantes, esta proporcin es normal entre ellos, aunque no practican el infanticidio de las nias, como otros primitivos. La consecuencia de esta situacin es la poliandria. En una comunidad domstica conviven un jefe de familia con su mujer y dos o tres maridos secundarios. En comunidades ms adineradas pueden convivir el jefe, su esposa principal, dos esposas ms y unos once o doce hombres. Todos los hombres tienen derecho sexual sobre las mujeres. No existen celos, sino, por el contrario, el jefe trata de tener una mujer hermosa para que le atraiga muchos hombres como colaboradores de su comunidad. Las mujeres mismas trabajan muy poco. Reinan en el hogar, porque mediante la distribucin de sus favores sexuales dominan no slo al jefe de familia sino tambin a los maridos segundones. Cuando quedan encinta, el embarazo les da ms poder y prestigio. El hijo primognito es el futuro herede-
ro o sustituye, por lo menos en teora, ya desde su nacimiento, al jefe de familia. La nia que nace primognita puede tener la misma posicin. En general, las mujeres pueden desempear las mismas funciones sociales que los hombres. Lo nico que les est vedado es el puesto de sacerdote oficiante. Pero pueden llegar a ser jefes de la tribu. Vemos, pues, una situacin social totalmente distinta de las que ya conocemos. A primera vista se podra suponer que la mujer goza de una vida mucho ms fcil que la del hombre. Sin embargo, la misma estructura familiar trae muchas desventajas para la mujer. En el fondo, ella sirve al hombre nicamente de objeto sexual, apreciado y odiado, por su misma dependencia de ella. Para satisfacerlo debe renunciar a sus instintos maternales. Efectivamente, las mujeres amamantan a sus hijos un mximo de cuatro meses. Despus el nio queda al cuidado de los maridos segundones. Adems existe la costumbre que priva a la mujer de sus derechos maternos. La adopcin es muy frecuente y se practica en esta forma: cuando un jefe de familia poderoso tiene inters en adoptar un nio, lo puede pedir a cualquier otra comunidad domstica donde hay una mujer encinta. Rehusar este pedido y no entregar el nio a los dos o cuatro meses, significa ofender gravemente al solicitante y atraer sobre la comunidad que se niega una venganza cruel. Por eso, generalmente, los nios son entregados a los padres adoptivos y la madre debe renunciar totalmente a su hijo. En resumen: la mujer est en una situacin de privilegio frente al hombre en el aspecto sexual; en plano de igualdad casi absoluta en lo social y privada del goce de la maternidad por perder prcticamente a sus hijos pocos meses despus de su nacimiento. No puede ni amarlos ni recibir el cario de ellos. Las consecuencias de esa constelacin psicolgica y
social son: rechazo del embarazo por parte de la mujer, que se expresa en las prcticas anticoncepcionales y de aborto, y la baja natalidad, situacin poco frecuente entre los primitivos. El embarazo y el parto son considerados como algo muy peligroso, y con toda razn, porque la mortalidad entre las embarazadas y parturientas de las Marquesas es mucho ms elevada de lo que podra explicarse por las circunstancias antihiginicas. Otra consecuencia ms es un fenmeno histrico interesante, que no se encuentra, que sepamos, entre otras mujeres primitivas y que es sumamente frecuente entre ellas; la gravidez inconscientemente simulada, la seudociesis. El contenido de los conflictos ntimos de las isleas se expresa en sus supersticiones. Debido a que han sido frustradas por sus madres desde su primera infancia y a que, ya adultas, ellas mismas se ven privadas por los hombres de sus funciones maternales, y se transforman en madres malas a su vez, crearon dos clases de seres sobrenaturales: los "fanauas" y las "vehinihai". Los fanauas son espritus de hombres muertos al servicio de determinada mujer. Si sta quiere mal a una rival, le manda a su fanaua para que le destruya el feto en la matriz (explicacin de la desaparicin misteriosa del fruto del embarazo en caso de seudociesis) o para que la mate en trabajo de parto. Las vehinihai, o mujeres salvajes, tambin destruyen fetos y roban a los nios pequeos para comrselos. Salta, pues, a la vista que la mujer de las Marquesas teme sufrir los mayores males por sus propias compaeras de sexo. Veamos, ahora, la situacin del hombre. De nio sufre, igualmente que la nia, por la negacin de su madre de darle leche y cario. De hombre se ve coartado en sus deseos de amar y poseer ntegramente a una mujer. Est, en el aspecto sexual, en una situacin penosa de dependencia respecto de ella, sabiendo que si no logra satisfacerla dar sus favores a otro.
Por eso la trata muy bien, pero la odia en el fondo e intenta en lo posible quitarle su poder, basado en sus facultades biolgicas. La imagen inconsciente que tiene ella surge en los cuentos folklricos. Ah reaparecen las ogresas, las vehinihai, disfrazadas de jovenes hermosas. Si logran seducir a un hombre, lo amenazan con comrselo a menos que les d satisfaccin sexual continua. Entre s los hombres se llevan muy bien. Sus celos surgen nicamente durante una borrachera. Es decir, que para unirse contra la mujer reprimen los celos. Tienen prcticas homosexuales orales. Practican entre ellos el "fellatio". Interpretando esta perversin, se comprende que uno de los compaeros toma el papel de madre, pero de una madre ms buena que la que ha tenido, una madre que da leche (el semen tiene este significado para el inconsciente) y cario. El otro compaero ocupa el lugar del nio y satisface as sus anhelos infantiles frustrados. Se pueden observar otras manifestaciones ms del deseo del hombre de desempear el papel materno. Es l quien cuida a los nios. Un hombre adquiere mucho prestigio si derrocha gran cantidad de alimentos en los festines. Los hombres son artesanos muy hbiles, y Kardiner interpreta el gran valor que dan a los objetos creados por ellos como smbolo de su estima por el acto de procreacin. La interpretacin de todos estos hechos sera la siguiente: los hombres viven una situacin de dependencia penosa y de inseguridad frente a la mujer, basada, por lo menos parcialmente, en el desequilibrio numrico entre los dos sexos. Intentan adaptarse a esta situacin otorgando muchos privilegios a la mujer, para mantenerla dispuesta a proporcionarles la satisfaccin sexual anhelada. El poder de la mujer, en general, reside en dos factores: su capacidad de dar satisfaccin sexual y de ser madre. Los hombres, en tanto fomentan
su sexualidad, intentan coartarla en sus facultades maternas para que no adquiera demasiado poder. Quitndole a menudo el fruto de su embarazo, al nio, a travs de la adopcin; y sustituyndola, por ser ellos quienes educan al nio adoptivo, disminuyen sus deseos naturales de embarazarse. Pero tambin cuando no ocurre la adopcin privan a la madre del placer de dar y recibir amor del hijo y asegurarse as su cario para el futuro. La mujer parece contenta de su situacin, gozando de sus privilegios sociales y sexuales, pero se somete al hombre, cedindole gran parte de sus funciones maternales y rechazando la maternidad. Como es la madre la que frustra tanto a la nia como al varn, es la figura de ella la que ocupa el lugar del ogro canbal y siempre exigente en las creencias religiosas. Las dos estructuras sociales que acabo de describir son tan distintas a nuestra sociedad que no caben comparaciones. Pero he descrito aqu la cultura de los Arapesh para demostrar cmo primitivamente el hombre adquiere su poder asumiendo el papel de madre frente a su mujer y sus hijos; cmo estima la maternidad y -a travs de su conducta de identificacin con la mujer embarazada- a la parturienta y la madre que amamanta; cmo parece envidiar las funciones maternales de la mujer e intenta sustituirla en ese papel. Es una sociedad que no conoce el suicidio, mal tan frecuente de nuestra civilizacin. Donde un nio es bien recibido, ms tarde no recurrir a este rechazo extremo de la vida que su madre le dio, aunque se encuentre en situaciones penosas. Como entre los Arapesh el hijo es esperado con mucho cario maternal por ambos padres, no existe el suicidio entre ellos. Describ e interpret, por otra parte, la situacin social de los habitantes de las islas Marquesas. All la mujer tiene que pagar, como precio de su igualdad social y posicin sexual privilegiada, con su renuncia a toda satisfaccin afectiva que pueda brindar la maternidad y debe, como lo demues-
tra la baja natalidad entre ellos, reducir afectivamente, por diversos medios, sus funciones procreativas. Veremos ms adelante la similitud que puede existir entre esta situacin y la de nuestra cultura actual. Al respecto, quiero anticipar los siguientes hechos. He planteado como tesis central de este libro que la mujer moderna, al adquirir ms libertad sexual y social, ya no sufre tanto de cuadros neurticos tpicos, como la gran histeria; restringida, empero, en sus funciones maternales, padece, en cambio, de trastornos psicosomticos en sus funciones procreativas. Entre las mujeres de las islas Marquesas, en un marco cultural totalmente distinto, observamos el mismo fenmeno con las mismas consecuencias. Mientras que, generalmente, entre los primitivos no existen trastornos con relacin al embarazo, y la mortalidad durante el parto es escasa si tomamos en cuenta las psimas condiciones higinicas, entre las Marquesas existe frecuentemente el fenmeno de la seudociesis o embarazo histrico, y el embarazo y el parto son temidos por la elevada mortalidad. Asimismo, entre los habitantes de las Marquesas donde, si bien (a causa de la baja natalidad) se estima mucho al nio recin nacido, se lo trata con suma frialdad y le falta todo el cario maternal- el suicidio es un fenmeno neurtico conocido y comn. Margaret Mead haba estudiado a los Arapesh y otros pueblos primitivos para determinar hasta qu punto lo que comprendemos actualmente como masculino o femenino es tal por razones biolgicas, o hasta dnde confundimos consecuencias culturales con algo innato a los sexos. (l.c.) Ya dijimos que los Arapesh eran un pueblo suave y humilde, sin diferencias psicolgicas manifiesta entre los sexos, sino que tanto hombre como mujer tenan un carcter pasivo, maternal, y concordante con lo que estamos acostumbrados a denominar como femenino. La segunda cultura que estudi la autora fue la de los Mundugumor, pueblo salvaje y arrogante,
que era, hasta unos pocos aos atrs, canbal y cazador de cabezas. All tampoco reconocen distincin psicolgica entre los sexos. Tanto hombres como mujeres demuestran coraje, independencia, temperamento, y un rechazo violento de las criaturas. Es decir, los dos sexos tienen carcter "viril". Esta cultura es patriarcal; sin embargo, frecuentemente matan a los hijos varones recin nacidos porque al padre no le interesa criar y educar futuros rivales. En general, tanto el embarazo como la educacin de los hijos son considerados como una molestia grande. Durante su estada entre los Mundugumor la doctora Mead pudo observar una sola mujer de temperamento maternal, que hubo de calificar de inadaptada y fracasada dentro de las normas de su sociedad y cuyo destino era la neurosis. En la misma situacin se encontraba un hombre, bueno, suave y dcil, que ostentaba tambin rasgos maternales. Entre los Arapesh tambin haba observado algunos individuos inadaptados entre ambos sexos, de carcter violento, que les hubiera permitido una adaptacin corriente entre los Mundugumor. Como Margaret Mead haba emprendido su viaje de exploracin para estudiar las diferencias psicosexuales entre culturas distintas de la nuestra, sinti cierta desilusin al tropezar con pueblos que no reconocan ni ostentaban diferencia alguna. Las encontr finalmente en una tercera tribu, los Tschambuli. Se trata de una tribu pequea, que vive en las orillas de un hermoso lago, al cual el contraste de colores da un aspecto totalmente irreal. La estructura formal de esta sociedad tambin es patriarcal o, por lo menos, patrilineal (3). Sin embargo, las mujeres son las cabezas de familia. Mientras que los hombres se dedican casi exclusivamente a actividades artsticas, como ser la confeccin de artculos ricamente adornados, el estudio de bailes ceremoniales, representaciones teatrales, etc., las mujeres hacen todo el trabajo que forma la base econmica de la sociedad. De ellas es de
quienes se espera que tengan necesidades sexuales indomables, en contraste con los hombres. Ellas eligen maridos, no se arreglan, se afeitan la cabeza, etc. Los hombres cuidan su fsico y especialmente sus complicados peinados con gran dedicacin. All los inadaptados socialmente entre los hombres corresponden a caracteres que nosotros llamaramos masculinos, e igualmente son las mujeres femeninas las que contrastan con su ambiente. En sus conclusiones, la autora nos dice qu haba despertado su inters para una investigacin de este tipo. La confusin reinante frente al papel de los sexos en los Estados Unidos, la llev a averiguar en sociedades primitivas qu era lo autnticamente masculino y femenino en el ser humano. La confusin en los Estados Unidos proviene de que la forma de vida real ha entrado en discrepancia con las normas que todava rigen los conceptos e ideales sobre lo que tendra que ser la forma de vida de los sexos. Frente al hecho de la igualdad en todos los terrenos, los hombres se sienten humillados, temiendo perder su virilidad si pierden su predominio social sobre la mujer. sta, a su vez, se siente virilizada y usurpadora en su nuevo papel de mujer independiente que se gana la vida, rivaliza en muchos terrenos con el hombre y a menudo sostiene su hogar. La doctora Mead fue a Nueva Guinea con el propsito de llegar, a travs del estudio de tres sociedades totalmente distintas de la nuestra, a reconocer lo autnticamente masculino y femenino. Lleg a la conclusin, desconcertante para ella misma, de que nuestro concepto al respecto es la resultante de nuestra propia cultura, y que, para citarla literalmente: "Muchos, si no todos, de los rasgos de la personalidad que llamamos femeninos o masculinos, se hallan dbilmente unidos al sexo, como lo est la vestimenta, las maneras, y la
forma del peinado que se asigna a cada sexo segn la sociedad y la poca". Margaret Mead es optimista respecto al futuro de nuestra sociedad, porque ve la posibilidad de que vayamos adaptndonos poco a poco a las nuevas condiciones que nos impone el desarrollo cultural actual. Dice al respecto: "Estamos obligados a deducir que la naturaleza humana es maleable de una manera casi increble, y responde con exactitud y en forma igualmente contrastante a condiciones culturales distintas y opuestas". Sin embargo, esta maleabilidad tiene sus lmites. La mujer actual que se adapta totalmente a una sociedad antiinstintiva y antimaternal -como demostraremos a lo largo de este libro- sufrir, de alguna manera, las consecuencias, siempre que no sepa integrar su logro profesional con su vida amorosa y de madre. Y esta integracin a menudo no ser fcil de alcanzar. Antes saba que la finalidad de su vida era casarse y tener hijos. Actualmente la maternidad ya no es tan deseada. Dada nuestra organizacin social -con el trabajo femenino, la crisis de la vivienda, el elevado costo de la educacin de un nio- el nacimiento de un hijo es sentido a menudo ms bien como un estorbo econmico y social, que como una alegra. La mujer, para dar valor a su vida, tiende a buscar nuevos contenidos. El ideal de la maternidad -a la cual toda mujer aspiraba, acorde, al propio tiempo, con sus impulsos instintivos- se ha sustituido actualmente por mltiples ideales, distintos en cada capa social, en cada ambiente, y muy frecuentemente en pugna con la maternidad. Antao las nias lean novelas que terminaban con un casamiento, y toda su fantasa se concentraba en la futura vida matrimonial y la educacin de sus hijos. Actualmente las jvenes suean con ser estrella de cine como Sofa Loren, o sabias ilustres, como Marie Curie, o cosmonautas, como Valentina. Hay muchos caminos abiertos, pero ellas, a menudo, no saben cul tomar. La nia
de nuestra poca, no forzada por razones econmicas a trabajar inmediatamente en lo que ms le rinda, est frente a un dilema vocacional: el de vivir la vida de antao o elegir la carrera adecuada. Ya no se presume, como al principio de nuestro siglo, que una profesin implique para la mujer la renuncia al casamiento y a la posibilidad de fundar una familia. Pero las normas de vida de una mujer casada de clase media no estn bien establecidas y se ve abocada a muchos problemas de orden prctico en su intento de aunar su vida de mujer con su profesin. Debe afrontar exigencias del medio ambiente mayores de las que se piden al hombre. Debe atender bien su casa y a su marido, con quien debe saber lograr el orgasmo (ltimamente la sociedad exige a la mujer capacidad orgsmica con el mismo nfasis, como exiga desde siempre potencia al hombre). Tiene que dedicarse a la crianza y educacin de sus hijos. Pero simultneamente debe cumplir fuera de su casa con un horario de trabajo igual al del hombre. Al propio tiempo se espera de ella que dedique parte de su tiempo, ya tan escaso, a su arreglo corporal. Ella intenta coordinar todas estas tareas, sin que le sea posible cumplir con todo. Lo percibe, sufre por su supuesta incapacidad y se siente culpable frente a su marido, a sus hijos, a su jefe de oficina: se reprocha a s misma por no rendir todo lo necesario. Esto en lo que concierne a la mujer que necesita o desea trabajar. La mujer que prefiere ser ama de casa y cuyo marido gana lo suficiente para la manutencin del hogar, podr vivir una vida estrictamente "femenina", pero limitada ya, generalmente, al restringir el nmero de los hijos. Adems, tambin debido a las tendencias mecanicistas de nuestra poca, muchas veces ni ella ni la mujer que trabaja sabrn gozar bien su maternidad. Teme que su cario pueda daar a su hijo.
Ocurre esto a tal punto que la funcin principal del pediatra de orientacin psicoanaltica consiste, a menudo, en autorizarla a querer a su hijo. Margaret Ribble dedic un libro importante a este tema "Los derechos del nio" (vase Ind. Bibl.), en el cual reensea a las madres actuales lo que sus abuelas saban instintivamente, desde siempre. Defiende en su exposicin la necesidad de querer al lactante, de mimarlo, de mecerlo, de levantarlo en brazos y cantarle canciones de cuna. Pero para que las madres modernas puedan aceptar estas enseanzas, en plena oposicin con la rigidez de la puericultura actual, la autora las incluye en el horario del beb. No argumenta sencillamente que lo natural para madre e hijo es quererse, sino que se funda tanto en la teora como en su numerosa prctica hospitalaria para justificar que los nios necesitan amor para lograr un buen desarrollo psicofsico. Las madres de hoy en da, sometidas a una sociedad altamente civilizada, con su excesivo temor al contagio y al desorden, se han resignado a reprimir su ternura maternal y a dudar de sus impulsos y nicamente con autorizacin mdica se animan a manifestarlos, en la misma forma seudorracional como dan, p.e., vitaminas a su hijo. Adems, la mujer que se dedica totalmente a su marido e hijos se enfrenta con otros problemas, desconocidos anteriormente. Pronto aparece como poco atractiva e interesante a los dems. Todos le dan a entender que ella no trabaja, o que la labor que realiza es de poco valor. Se siente con menos derechos que sus amigas o su marido, por no ganar dinero y aportar as al sostn de la casa. Siente desperdiciada la formacin que recibi. A la larga se aburrir en su hogar y buscar estadios vacos para llenar sus horas libres y sentirse ms importante. Sus pocos hijos crecen y se independizan rpidamente. Una vez casados, ya no vivirn, como antes ocurra a menudo, en el hogar paterno.
Las hijas y nueras prefieren educar a sus nios solas, sin la ayuda de la abuela. Queda sola, en su hogar vaco, a menudo precisamente a una edad -la menopausia- que desvalorizar lo que antes le haba interesado y dado seguridad. Todo lo dicho hasta ahora se refiere a la mujer que, a pesar de todas las dificultades externas e internas, logr su maternidad. Pero muchas no alcanzan esta realizacin. En los Estados Unidos actualmente un 20% de las mujeres llega a la menopausia sin haber tenido un hijo. Y quedan frustradas as y truncadas, por no haberse realizado en una parte trascendental de su ser. La mujer que est en conflicto consigo misma como tal, puede expresar, sin tener conciencia de ello, este conflicto en diferentes terrenos. Puede tener dificultades con sus hijos, puede sufrir de distintos trastornos en su vida procreativa o puede, si el conflicto es demasiado grande, esquivar del todo la maternidad. De las tres maneras expresa su rechazo de ser madre. Y este rechazo implica un hecho de suma importancia, porque significa que est en desacuerdo con su propio sexo y, por lo tanto, con su propia existencia. Se podra objetar a esto que como ser humano puede ser mujer y estar satisfecha de su vida sexual sin llegar a ser madre. Es ello realmente posible? La maternidad es realmente parte fundamental de su vida instintiva? Veamos primeramente la situacin correspondiente en el hombre. Evidentemente, en ambos sexos la sexualidad aparece supeditada a los fines de la procreacin. Pero el hombre, como individuo, generalmente no lo siente as. Siente amor, excitacin, necesidad del acto sexual, en el cual se condensa su participacin biolgica en el proceso de la procreacin: puede sentir el afn psicolgico de ser padre, pero generalmente no establece una relacin directa entre su deseo genital y una posible paternidad. Sus sentimientos paternales no pueden ser interpretados como manifestaciones de
un instinto de paternidad, sino que corresponden a causas y necesidades meramente psicolgicas. Pero en la mujer existe una interrelacin constante entre procesos biolgicos y psicolgicos. Desde la menarqua hasta la menopausia, es decir durante la parte ms importante de su vida, se desarrollan en ella procesos biolgicos destinados a la maternidad. Por la actuacin endocrina de los ovarios, la mucosa de la matriz se prepara continuamente para recibir el vulo fecundado y albergar al feto. Por ejemplo, los trabajos de Benedek y Rubenstein, sobre el ciclo sexual de la mujer, (vase Ind. Bibl.) no dejan lugar a dudas de que esta preparacin biolgica se manifiesta en los cambios psicolgicos correspondientes. Observaron estos autores un incremento del deseo sexual en la poca anterior a la ovulacin, es decir, de posibilidad mxima de fecundacin. En esta poca las mujeres estudiadas por ellos experimentaban conscientemente sentimientos de amor y deseaban recibir al compaero, mientras que la tendencia a la impregnacin, aunque permaneca habitualmente inconsciente, se expresaba con toda claridad en sueos. Parece, pues, existir en la mujer un deseo instintivo de ser fecundada y concebir un nio. Es un hecho bien conocido por los gineclogos que la mayora de las mujeres que sufren de neoplasmas de la matriz nunca han tenido hijos y se estn acercando a la menopausia. La interpretacin de este fenmeno psicosomtico parece obvia. Son mujeres frustradas en su maternidad que se acercan a la renuncia definitiva. Entonces su matriz se llena de tejidos, creando autoplsticamente un pobre sustituto del nio anhelado.
Habr entre ellas muchas mujeres que conscientemente nunca desearon un embarazo, pero su inconsciente experimenta la situacin en forma opuesta. En general se puede decir que la mujer, aunque utilice medios anticonceptivos y descarte conscientemente durante el coito las posibles consecuencias, percibe en su inconsciente una relacin constante entre la aceptacin del placer que le ofrece su compaero y la fantasa de un embarazo, de un parto. Se puede ir todava ms lejos en esta afirmacin. La postergacin de la menarqua, los estados de amenorrea y dismenorrea, etc., estn en el fondo siempre relacionados con conflictos respecto a la maternidad. Se podra objetar que muchas mujeres parecen felices y capaces de una vida sexual satisfactoria sin haber sido nunca madres. Pero, como ya se dijo antes, esta felicidad est, a menudo, basada en una represin del conflicto y sucumbe a la depresin menopusica cuando la mujer comprueba haber perdido definitivamente su posibilidad de ser madre. En otros casos la mujer sin hijos logra ser feliz siempre que encuentre una forma de vida que le permita una sublimacin satisfactoria de su instinto maternal. Psicolgicamente, a menudo no importa tanto la realizacin de la maternidad, sino su aceptacin relativamente libre de conflictos. Sin embargo, aun sublimando al mximo su instinto maternal, la mujer que no logr realizarse como madre sentir, en el fondo de su ser, haber desperdiciado parte de s misma. Para la mujer de hoy en da es vlido el viejo proverbio chino: Para poder enfrentar tranquilamente la vejez y la muerte, hay que haber tenido un hijo, plantado un rbol y escrito un libro. Solamente as siente haber trascendido en todos los planos. Pero si la mujer queda limitada, por no poder integrarse plenamente, si se siente frustrada en sus aspiraciones instin-
tivas y culpable lo sern con ella tambin su marido y hijos. Unicamente una mujer frente a su conciencia, se ver neurtica y desgraciada. Y si es madre, feliz y en consigo misma est capacitada para criar y educar hijos ces.
Sabr darles la seguridad bsica que se necesita y adquiere en la primera infancia y que es tan importante para ellos, para que, el da de maana, sepan desempearse en este mundo tan inseguro.
Notas
(1) Freud: "Un caso de curacin hipntica" (vase Ind. Bibl.). (2) Esta ltima costumbre, de que el marido se acueste despus del parto de la mujer, observando rgimen y exigiendo diversas clases de atenciones, como si l hubiera parido un hijo, es frecuente entre los pueblos primitivos y fue designada por los antroplogos con el trmino de "couvade". Se han intentado varias interpretaciones, en parte contradictorias, de esta costumbre extraa a nuestra forma de pensar. Me parece la ms acertada la de que el marido, compren-
diendo el poder que la maternidad da a la mujer sobre sus hijos, le envidia su capacidad de dar a luz y se apropia de sta mgicamente a travs de la imitacin del estado fsico de la parturienta. T. Reik, en su libro "Probleme der Religionspsychologie" (v. Ind. Bibl.) ofrece un valioso material y un resumen de las distintas opiniones al respecto, llegando a la conclusin de que tanto la "couvade" como los ritos de iniciacin, tienen como fin la anulacin del ligamen entre la madre e hijo y su sustitucin por uno nuevo en que el hombre reemplaza a la madre. (3) Es decir, que tanto el apellido como los bienes se trasmiten del padre a los hijos varones.
Freud y su poca. El psicoanlisis. Enfoque del ser humano como unidad psicobiolgica. Desarrollo sexual infantil en el varn, segn Freud. En la nia. Segn otros psicoanalistas. Ruth Mack Brunswick, Helene Deutsch. Rechaza la mujer su femineidad desde el principio? Karen Horney. Datos antropolgicos. La escuela psicoanaltica inglesa: Ernest Jones y Melanie Klein. Mi concepto al respecto. Hasta ahora hemos hablado del conflicto de la mujer moderna. Destacamos que se manifiesta, a menudo, en el terreno psicosomtico. Vemos ahora qu nos ofrece la ciencia del psicoanlisis para adquirir una comprensin profunda de este conflicto y de su sintomatologa. Debemos, para eso, situar y recapitular primeramente algunos conceptos bsicos de la obra de Freud, para revisar despus las diferentes investigaciones con respecto al problema especfico de la psicologa de la mujer. Freud adquiri su conviccin de la existencia de lo inconsciente y tacto con la biologa y la neuropsiquiatra de su poca. Para sus investigaciones futuras pudo utilizar los conocimientos adquiridos en este terreno. No pudo apoyarse en la psicologa clsica, que, basada totalmente en la psicologa de la conciencia, desconoca la existencia de procesos inconscientes. Ms tarde los representantes de la psicologa clsica, enfrentados por Freud con este nuevo concepto, lo combatieron encarnizadamente. Sin embargo, precisamente este concepto permiti a Freud transformar la psicologa de una disciplina abstracta en una ciencia natural y exacta y capaz de ser profundizada. Freud adquiri su conviccin de la existencia de lo inconsciente y de la magnitud de la influencia de sus procesos sobre la mente a travs del estudio de la psique enferma, en la cual la disociacin entre conciencia e inconsciente se pona ms de manifiesto.
Slo despus de haber estudiado esta disociacin en sus enfermos pudo dar el paso definitivo de encontrar las analogas entre enfermedad y salud, y demostrar cmo los mismos mecanismos, aunque en cantidades e intensidades distintas, obran en la psique del psictico, del neurtico y del "normal". Lo expuso demostrando cmo todos nosotros, en nuestros actos ms triviales, estamos sometidos a las tendencias contradictorias de nuestro inconsciente, que nuestra voluntad suele desconocer. Adems, demostr que todos, en nuestros sueos, nos sumergimos en un estado equiparable al delirio, y que las imgenes onricas se hacen accesibles a la comprensin mediante el mtodo psicoanaltico. Cules fueron los elementos tiles que Freud pudo tomar de la psiquiatra de un tiempo? (1) Por una parte, el reconocimiento nuevo, y aceptado slo por algunos psiquiatras progresistas, de la causalidad psicolgica de los trastornos histricos. De ello, a travs de sus estudios realizados bajo la gua de Charcot, de Li\bault, de Bernheim, lleg, como l mismo nos lo refiere, a "recibir las impresiones ms profundas de la posibilidad de que existieran procesos mentales que, sin embargo, permanecan ocultos a la conciencia de los hombres". Es decir, recibi la primera nocin del inconsciente. Por otra parte, el concepto de la importancia central de la sexualidad en la vida del hombre, que generalmente se atribuye y hasta se recrimina a Freud, ya estaba en la mente de los sexlogos, psiquiatras, filsofos y hasta poetas de su poca. Era el final de un largo perodo de tranquilidad econmica, en el cual, despus de haberse proclamado la libertad del hombre, empez a surgir la nocin de lo limitado de tal libertad. Esta misma nocin llev a la duda sobre la omnipotencia de nuestra voluntad y al reconocimiento de las limitaciones que ejercen las fuerzas sexuales, sean perversas o normales, sobre ella. En la literatura, fueron los grandes es-
critores franceses de la poca, Zola, Guy de Maupassant y Marcel Proust, y los rusos, principalmente Tolstoy y Dostoiewsky, con su profunda comprensin psicolgica, quienes trataron el problema. Entre los investigadores cientficos surgieron los sexlogos Krafft-Ebbing, N)cke, Moll, Forel y Havelock Ellis, que se dedicaron plenamente a estudiar los fenmenos sexuales y a darles el lugar tan importante que les corresponde en la vida humana y que hasta entonces se les haba negado. Surgi el afn de prescindir de ilusiones piadosas, de ver al hombre tal cual es. Sin que los psiquiatras de la antigua escuela se dieran cuenta, esa corriente de neorromanticismo, de individualismo, empez a sustituir la psiquiatra formalista por el estudio del individuo. Esta primera corriente se puede observar entre los grandes filsofos de la poca. Schopenhauer, en sus escritos, estaba sumamente preocupado por el problema sexual. Fue probablemente el primero en reconocer plenamente la fuerza inconsciente de los instintos y la supremaca que pueden adquirir sobre nuestro consciente. Nietzsche escribi una especie de historia del desarrollo instintivo del hombre con anterioridad a Freud. Que ste no haya ledo a Nietzsche antes de haber escrito la mayor parte de sus obras cientficas es otra prueba ms de que en su poca estaba madura para sus descubrimientos -aunque la mayora de sus contemporneos le opusieran gran resistencia y de que l mismo era hijo de su poca. Por otra parte, comprob ser superior a esta poca, que evidenci tendencias destructivas y hostiles a la razn precisamente en sus corrientes neorromnticas, mientras que el fin de Freud y de la ciencia creada por l -el psicoanlisises constructivo, e intenta llevar al individuo a la curacin y adaptacin a la sociedad, y a la sociedad misma a adaptarse a las necesidades individuales. Vimos lo que Freud, en su intento de comprender la psique humana, pudo tomar como elementos tiles de la psi-
quiatra y filosofa de su poca. Pero Freud era mdico. Haba empezado su carrera de investigacin como neurlogo, y se haba formado en el ambiente de estricta investigacin biolgica del laboratorio del gran filsofo Brcke. Por eso, cuando entr en el terreno de lo psicolgico, de lo impalpable, busc el apoyo firme por las ciencias naturales. Hartmann (vase Ind. Bibl.) dice: "El psicoanlisis se caracteriza por haber surgido del abismo, aparentemente insalvable, que separaba una psicologa cientfica natural que se ocupaba de los procesos psquicos elementales y trabajaba principalmente con el mtodo experimental, por una parte, y de la psicologa /intuitiva/ de poetas y filsofos por otra". En todo caso Freud pudo obtener ms de la psicologa "intuitiva", que de la psicologa experimental, que tena un carcter meramente fenomenolgico, mientras que el fin del psicoanlisis como mtodo de investigacin es precisamente el establecimiento de reglas o leyes del suceder psquico. As, la psicologa se convirti en una ciencia natural que abarca en sus investigaciones no solamente la parte exterior, fenomenolgica, de la conducta, sino los complicados procesos interiores de pensamientos y sentimientos, inaccesibles a la psicologa clsica. Para hacerlos accesibles a la investigacin cientfica, Freud hubo de buscar y encontrar el punto en el cual estaban basados en lo concreto, lo biolgico. Lo logr centrando el psicoanlisis alrededor de la sexualidad y dndole como base su teora de los instintos. Para Freud, la fuerza que mueve nuestros pensamientos, acciones, actividades y percepciones, es la libido, definida como energa dinmica del instinto sexual. El instinto sexual mismo constituye una expansin limtrofe entre lo psquico y lo somtico y representa, como un factor dinmico dentro de la psique, los estmulos orgnicos. Un aspecto de la orientacin biolgica de Freud sera, pues, su teora de los instintos. Otro, la importancia que atribuy a los factores hereditarios y constitucionales. Finalmen-
te, su orientacin biolgica se expresa en su concepto de la bisexualidad y de la estructura psquica que atribuye a cada sexo. Es decir, en el problema que nos interesa aqu especialmente, en lo que biolgicamente debemos reconocer como masculino y femenino. Que Freud haya logrado unir lo psicolgico con lo somtico y ver al ser humano como unidad, es uno de los mritos ms decisivos del psicoanlisis y simultneamente su fundamento. Fue este enfoque el que permiti a Freud llegar a descubrimientos que revolucionaran la medicina, la psicologa y grandes sectores de la ciencia en general. Hartmann (l.c.) dice al respecto: "El hecho de que el psicoanlisis tenga por base la biologa es su ventaja metodolgica ms firme". Sin embargo, no es fcil distinguir siempre en lo psicolgico las consecuencias inmutables de factores biolgicos de las variables, debidas a constelaciones culturales. Freud haba nacido a mediados del siglo pasado. Se educ en una sociedad patriarcal y aparentemente estable, en donde la diferenciacin de los papeles que desempeaba cada sexo y la supremaca del sexo masculino pareca fuera de cualquier duda. Tambin cientficamente no caba discusin al respecto. Contemporneos de Freud, como Moebius y Maran, describieron a la mujer como hombre incompleto. Para Weininger, representante de la idea de la bisexualidad, la mujer era la anttesis del hombre. Pero para los tres la hembra era un ser inferior al macho, y tanto Maran como Weininger, consecuentemente, valorizaban ms a la mujer homosexual, que se acerca al ideal varonil, que a la mujer femenina. Cul era, pues, el criterio de Freud sobre la mujer, criterio que desarroll en sus trabajos pertenecientes a las primeras dcadas de nuestro siglo y que modific muy paulatinamente? Freud estudi, primero y principalmente, el desarrollo de la sexualidad infantil en el varn. Para l, el sexo "stan-
dard" era el masculino. Despus atribuy a la mujer el mismo desarrollo hasta el momento en que la nia se da cuenta por primera vez de la diferencia anatmica entre los sexos, reconocimiento que, segn l, generalmente ocurre a los tres o cuatro aos de edad. Dice que la nia reacciona siempre a este descubrimiento con un sentimiento inmediato de envidia, deseando tener ella misma un genital masculino, sintindose inferior y despreciando a su propio sexo. La interpretacin que ella encuentra a su falta de pene es la de haber sufrido una mutilacin genital. Este proceso psicolgico sera independiente del ambiente social de la nia. Pasada la primera desilusin, la nia llega, slo paulatinamente y a travs de muchos conflictos, a reconciliarse con su propio sexo, pero generalmente subsiste durante toda su vida cierto resentimiento por su femineidad. Adems, su falta de pene, que considera casi una inferioridad orgnica, tiene tal vez como consecuencia una inferioridad en el plano psicolgico, cultural y moral (2). Pero como existen rasgos de los dos sexos tanto en el hombre como en la mujer (concepto de la bisexualidad), esta inferioridad no estara en oposicin con las dotes afectivas e intelectuales de determinadas mujeres superiores, porque su capacidad sera sencillamente una manifestacin de tendencias masculinas en ellas. Toda esta situacin de inferioridad sera consecuencia del desarrollo psicobiolgico de la mujer y as, hasta cierto punto, independiente de su ambiente familiar y cultural. Este concepto fue aceptado por todos los primeros colaboradores de Freud. Para muchos psicoanalistas sigue en evidencia an en la actualidad. Sin embargo, no es casual que hayan sido principalmente psicoanalistas mujeres, menores que Freud en varios decenios, quienes hayan descubierto el carcter defensivo de la envidia del pene. Primeramente fue Karen Horney, que investig este tema profundamente, aunque con cierto matiz polmico. Despus Melanie Klein y su escuela, al estudiar las vivencias psicolgicas del primer
ao de vida, y basndose en el concepto de fantasa inconsciente, logr demostrar cmo, tanto la nia como el varn, reaccionan prcticamente desde el principio de su vida de acuerdo con su sexo y su biologa. Pero Melanie Klein y otras analistas mujeres podan profundizar en la psicologa femenina ms all de lo que le fue posible a Freud, gracias a l y a sus geniales descubrimientos, y, adems, porque ya pertenecan a otra poca. Ya no estaban coartadas por el prejuicio de la inferioridad de la mujer, ni ellas, ni las enfermas que ellas estudiaban. Har ahora una revisin detallada de la literatura psicoanaltica sobre la femineidad, que nos servir de base para todo el material clnico que estudiaremos posteriormente. Antes tendr que exponer el concepto que Freud elabor de la sexualidad infantil. Fue el estudio de sta la que lo llev a incluir en el trmino de sexualidad una serie de manifestaciones instintivas que anteriormente no haban sido reconocidas como tales. El desarrollo sexual infantil, que ahora describir, ya fue expuesto a grandes rasgos por Freud en el ao 1905, en "Una teora sexual" (vase Ind. Bibl.) Los resultados de la investigacin expuestos all fueron obtenidos a travs del anlisis de adultos, es decir, hasta cierto punto en forma especulativa. Sin embargo, cuando unos aos ms tarde tuvo la oportunidad de observar directamente el desarrollo de una neurosis infantil, en un nio de corta edad, e intervenir mediante su padre, obteniendo su completa curacin (Anlisis de una fobia de un nio de cinco aos) (vase Ind. Bibl.), comprob la veracidad de todos los conceptos obtenidos a travs del anlisis de adultos. Este nio, que hasta enfermarse de una fobia pareca perfectamente normal, tena ya una vida sexual rica en sentimientos, tendencias y conflictos. Esta primera observacin psicoanaltica directa de un nio fue hecha en un varn. Tambin en su trabajo bsico,
"Una teora sexual", Freud dedica su inters primordial a la evolucin sexual masculina. Seguir su exposicin, completndola luego con sus aportes a la evolucin sexual femenina. Apoyndose en el resumen de Sterba en "Teora de la libido" (vase Ind. Bibl.), incluir tambin el concepto de Abraham, expuesto en su trabajo "Breve estudio del desarrollo de la libido a la luz de los trastornos mentales" (vase Ind. Bibl.), sobe las dos etapas de cada fase de desarrollo. Hasta los descubrimientos de Freud generalmente sola confundirse lo sexual con lo genital, basndose en el hecho de que la sexualidad del adulto normal se concentra en los genitales y se descarga a travs de ellos. La ampliacin que Freud dio al concepto de sexualidad le permiti hacer comprensibles las relaciones entre los genitales y otras zonas ergenas, y estudiar el desarrollo de la sexualidad infantil. Observ que las manifestaciones sexuales de los nios surgen en sucesin temporal, siguiendo siempre determinado orden. Las primeras manifestaciones comienzan inmediatamente despus del nacimiento y son experimentadas en la boca. El placer sexual correspondiente a esta "primera fase oral" es la succin. El nio siente placer tanto al succionar el pecho materno e ingerir su alimento, es decir, al satisfacer sus necesidades alimenticias, como tambin al succionar su dedo o el chupete, es decir, al estimular la mucosa bucal sin apagar su hambre. Tambin en las dems fases se puede observar que el nio experimenta sus satisfacciones sexuales en aquellos rganos y zonas que cumplen una funcin importante de autoconservacin. Pero la bsqueda de placer suele independizarse muy pronto de la necesidad de autoconservacin, hasta ponerse a la bsqueda del placer genital, muy a menudo en oposicin directa con aqulla. El objeto anhelado en la primera fase oral es el pecho materno o su sustituto, la mamadera. Abraham denomin esta fase "preambivalente" es decir, libre de conflicto entre amor y odio-, porque el nio,
al ingerir el alimento, todava no experimenta hostilidad hacia el pecho que lo alimenta, ni se da cuenta de que destruye la leche al tragarla. Esta situacin es distinta en la segunda fase oral, llamada tambin canbal. Cuando aparecen los primeros dientes, el carcter de la bsqueda de placer del nio experimenta un cambio importante. Todava busca su mayor satisfaccin con la boca, pero ya no por medio de la succin, sino mordiendo y masticando. Quiere destruir con sus dientes todos los objetos con que se pone en contacto. En sus fantasas, trata a las personas ligadas a l como al alimento. Desea comerlas porque las quiere, y destruirlas, masticndolas, porque las odia y teme. Estas fantasas, que pueden comprobarse ms tarde tanto en sujetos neurticos como psicticos y que tambin hallan su expresin en cuentos de hadas y mitos, tienen carcter canbal. Cito como ejemplo el cuento de "Caperucita Roja". El mismo deseo del nio de comerse a las personas queridas porque en esta poca ya se da cuenta de que el pecho forma parte de su madre y ya quiere comerla del todo- lleva al temor de ser comido por los dems. El deseo de comer contiene simultneamente tendencias amorosas y agresivas, y ya por eso envuelve un conflicto de ambivalencia. La zona ergena que llega a sustituir en el desarrollo infantil a la zona oral es la anal. Desde pequeo, el nio ha tenido sensaciones placenteras en esta zona, que acompaaron sus deposiciones o fueron estimuladas por los cuidados higinicos de su madre o por intervenciones mdicas, principalmente enemas y supositorios. Pero slo al principio del tercer ao su placer ertico principal se concentra alrededor de esta zona. Vive el acto de excrecin con un placer ya en cierto sentido precursor del co-
ito, donde el escbalo fecal sustituye al pene y la mucosa anal a la vagina. Tambin esta fase y sus sensaciones correspondientes pueden subdividirse en dos etapas. Psicolgicamente, durante la primera etapa anal predomina el placer de la expulsin, y el excremento expulsado es equiparado por el inconsciente a un objeto querido. Es decir, que existe otra vez una situacin ambivalente frente al objeto porque el nio quiere retenerlo, por estimarlo; y expulsarlo, con intenciones destructivas, por odiarlo y temerlo. Por ahora esta exposicin puede parecer harto terica. Pero veremos ms adelante cmo este proceso sirve de modelo y causa a diversos trastornos psicosomticos. En el aborto espontneo la mujer revive sus tendencias de expulsin hostil frente al nio, que para su inconsciente tiene el significado de excremento despreciado, mientras que en algunos tipos de dificultad de parto el nio es tratado, inconscientemente, como un contenido intestinal valioso, del cual la mujer no quiere separarse. Extraar tal vez, a primera vista, la afirmacin de que el nio sea identificado en el inconsciente con un excremento. Pero esta equiparacin, que parece absurda al adulto, es comn durante la infancia. Los nios crean una serie de teoras tpicas sobre la vida sexual del adulto, la concepcin y el parto; y adaptando lo genital, poco conocido para ellos, a procesos que les son familiares, imaginan que la fecundacin tiene lugar por haber comido algo o por haberse besado en la boca -teoras que vuelven despus, en forma poco disfrazada, en cuentos de hadas, en la mitologa y el folklore-, que el feto crece en el vientre y es eliminado como un excremento por el ano. En la segunda fase anal, el placer principal ya no radica tanto en la expulsin hostil del objeto como en su retencin. Es decir, que el objeto es ms apreciado y menos odiado que antes. Tal vez sea interesante sealar que las personas que
de adultas sufren de diarreas estn fijadas a la primera etapa anal, mientras que las que tienen su punto de fijacin en la segunda etapa suelen padecer de constipacin. Mencion recin "fijacin" y debo al lector tanto la definicin de este trmino como la de otro, relacionado con l: "regresin". Estos dos conceptos forman parte importante de la teora de la libido y son utilsimos para la comprensin del proceso de enfermedad. Hay dos tipos distintos de fijacin. El primero se refiere a la fijacin a un objeto. Comprendemos bajo este concepto el que una persona haya desempeado en el desarrollo del nio un papel tan importante que ste, todava adulto, inconscientemente anhele siempre reencontrar a esta persona y la busca en los ms diversos objetos. El otro sentimiento de la palabra fijacin se refiere a la satisfaccin instintiva. Vemos que el nio pasa a travs de su desarrollo por distintas fases de satisfacciones pregenitales. Si logra en determinada fase una satisfaccin excesiva o si se detiene en ella, por serle prohibida y angustiante la gratificacin correspondiente a la fase siguiente, quedar fijado al tipo de satisfaccin permitida. Para poner un ejemplo prctico: junto con el ingreso en las fases anales y ligado instintivamente a stas est la intensificacin del desarrollo de la actividad muscular. Supongamos ahora a una madre que satisface excesivamente los deseos orales de su hijo, pero le impone una severa disciplina esfinteriana y lo restringe en sus juegos y correras. El nio, para no perder el cario de su madre, renunciar a los placeres correspondientes a su evolucin y se conformar con satisfacciones orales. Ms tarde, cuando sufra alguna desilusin o se sienta angustiado -como con el temor de perder el amor materno- regresar a la etapa oral, con sus satisfacciones permitidas, y se transformar en un perverso, un psictico o, si su conflicto se expresa en el plano somtico, en un adiposo. Regresar, pues, a la satis-
faccin instintiva de que ha gozado tanto en un perodo especfico de su evolucin libidinosa, y que ha guardado inconscientemente en su memoria. El trmino regresin significa, pues, un movimiento en direccin opuesta a la evolucin normal ya lograda. He hablado de la fijacin a una fase en la cual el nio haya obtenido excesiva gratificacin instintiva. Pero, aunque parezca paradjico, existe tambin una fijacin por frustraciones sufridas. Ocurre a menudo que el nio que no haya obtenido por lo menos parte de la satisfaccin que anhelaba en determinada poca de su vida infantil, ms tarde, ya adulto, reivindica continuamente la gratificacin negada y ser un resentido durante toda su vida. Ms adelante expondr abundante material clnico al respecto. En ntima relacin con la fijacin a la etapa anal estn diversas perversiones, principalmente el sadismo, el masoquismo y, adems, diversas manifestaciones de la homosexualidad. La fase siguiente, en la cual el nio entra al finalizar el cuarto ao, es la genital o, ms exactamente expresada, la flica. En esta poca recrudece la masturbacin y el nio da suma valoracin a su pene. Sus sensaciones placenteras son acompaadas de fantasas sexuales ms o menos conscientes, dirigidas hacia su madre o figuras sustitutivas de ella. Por sentirse atrado por ella, se vuelve celoso de su padre, quisiera sustituirlo o, en el fondo, directamente castrarlo, es decir, quiere impedirle vida sexual con su madre y eliminarlo. Es la situacin triangular tpica de toda evolucin infantil, que Freud caracteriz en el trmino de "situacin edpica" basndose en la tragedia clsica de Edipo, quien mat a su padre y se cas con su madre, sin saber que lo eran. Para el nio surge un conflicto grave porque quiere tambin a su padre, depende de l y teme su castigo. Siguiendo la ley bblica
del Talin (ojo por ojo, diente por diente), teme al padre, que podra hacerle todo lo que l quiere infligirle, es decir, que su padre podra castrarlo por su masturbacin y sus fantasas prohibidas, cortndole el rgano pecaminoso. Este mismo temor lo lleva a renunciar a la madre y a sus actividades sexuales infantiles y a formar su conciencia sexual, su "supery". El temor del nio a la castracin se ve reforzado por su observacin de los genitales femeninos. Slo en esta poca se da cuenta cabal de la diferencia de sexos, verifica que la mujer no tiene pene e imagina que ha sido mutilada como castigo por una actividad genital prohibida. Empieza a temer por su propio rgano y a despreciar y evitar a la mujer, como ser castrado e inferior. Hasta aqu me he referido nicamente al desarrollo del varn. Sin embargo, segn Freud, hasta la fase flica no existe diferencia alguna en la evolucin psicosexual de los nios. Como dije antes, Freud se preocup principalmente por la investigacin de la evolucin masculina. Encontr que era ms difcil estudiar a la mujer. Sostiene en "Una teora sexual" (v. Ind. Bibl.) que ella es mas "misteriosa e insincera". Todava en el ao 1923, es decir, despus de tres decenios de investigacin psicoanaltica, dice que carecemos de datos suficientes para exponer el desarrollo psicosexual en las nias (La organizacin genital infantil). En su trabajo fundamental al respecto (El final del complejo de Edipo -v. Ind. Bibl.-, 1924) sostiene que la situacin femenina es oscura. Sin embargo, tomaremos de este trabajo su exposicin de la genitalidad femenina, para traer despus observaciones de trabajos ms recientes de Freud. En "El final del complejo de Edipo" expone la situacin femenina en la forma siguiente: la nia pasa, como el varn, por la fase oral y anal para entrar en la fase flica. Al principio
goza por medio de la estimulacin del cltoris, como el varn del pene; tiene centrado en esta zona todo su narcisismo y su excitacin sexual, y acompaa sus actividades masturbatorias con fantasas dirigidas hacia su padre. As entra, forzosamente, en conflicto con su madre. Cuando tiene en esta poca ocasin de observar el rgano sexual, tan distinto, de un hermanito o un compaero de juego, su primera reaccin es una envidia violenta. Quisiera tener un rgano igual, y se siente inferiorizada por la forma rudimentaria de su cltoris; espera que con el tiempo crecer, transformndose en un pene, e inicia en esta forma su "complejo de masculinidad". Por otra parte imagina haber tenido un pene antes y haberlo perdido como castigo por sus jugueteos sexuales. Supone que las dems mujeres, principalmente las ms importantes, como su madre, tienen pene. Por lo tanto, mientras que el varn teme la castracin, y renuncia a su madre y a la masturbacin para no perder este rgano tal altamente apreciado, la nia cree ya haberla sufrido. As, le falta un motivo importante para renunciar a su vnculo incestuoso con el padre y formar su conciencia moral, su "supery". De ah deduce Freud que la mujer tiene menos cualidades morales que el hombre. La nia queda ligada a su padre, esperando recibir de l el pene anhelado. Poco a poco transforma este deseo en otro: recibir, como regalo del padre, un nio. Con el tiempo se da cuenta de que el padre no puede satisfacer sus deseos, se desilusiona de l y se aleja poco a poco, quedando el camino libre para otra eleccin de objeto. En un trabajo aparecido un ao ms tarde con el ttulo "Algunas consecuencias psquicas de la diferencia anatmica de los sexos" (v. Ind. Bibl.), Freud desarrolla ms el tema. Expone, como principales consecuencias para la nia del descubrimiento de su falta de pene y de la inferioridad del cltoris frente a este rgano anhelado, la propensin femenina a sufrir de sentimientos de inferioridad y a ser ms inclinada a
los celos que el hombre. Dice, adems, que la nia, por culpar a su madre de su inferioridad genital, se aleja de ella. Finalmente explica as el hecho que se observa a menudo en la prctica psicoanaltica, de que la mujer admite mucho menos la masturbacin que el hombre. Muchas mujeres no recuerdan haberse masturbado siendo nias. Un anlisis profundo lleva despus al descubrimiento de la masturbacin infantil reprimida tempranamente. Este rechazo y esta represin de la masturbacin seran posteriores al descubrimiento de la diferencia sexual, y su consecuencia; porque esta actividad, antes tan placentera para la nia, se vuelve penosa y angustiante, hacindole recordar siempre su inferioridad frente al varn. En "El problema econmico del masoquismo" (v. Ind. Bibl.) Freud se ocupa de otro aspecto del desarrollo infantil femenino, ya mencionado por l en trabajos anteriores. Describe el contenido de los deseos erticos de la nia dirigidos hacia el padre: se manifiestan en forma de fantasas placenteras de ser castrada, soportar un coito agresivo o dar a luz, y el dolor siempre forma parte integrante de estas fantasas, que Freud interpreta como manifestaciones del sadomasoquismo femenino, fenmeno biolgico, a su juicio. Slo en 1931, en "Sobre la sexualidad femenina" (v. Ind. Bibl.), Freud dedica toda su atencin al problema del desarrollo sexual femenino. Ampla sus conceptos en una de sus conferencias ("La femineidad"), aparecidas bajo el ttulo de "Nuevas aportaciones al psicoanlisis" (v. Ind. Bibl.) en el ao 1933. Citar los conceptos de ambos trabajos, que se complementan, en un solo resumen. Freud expone con todo detalle el resultado de sus investigaciones sobre el desarrollo de la nia hasta entrar en la fase edpica, la importancia que tiene para ella su falta de pene y las consecuencias caracterolgicas posteriores de esta supuesta "falla". En primer trmino llama la atencin sobre la dificultad de definir claramente qu debemos conceptuar como
masculino y femenino, respectivamente, en el plano psicolgico. No puede ser equiparado simplemente a lo activo y pasivo, por la gran actividad que biolgicamente desarrolla la madre frente a sus hijos. Adems, sera difcil discernir hasta qu punto la pasividad femenina es innata o un producto de nuestra cultura y educacin sexual. Tampoco el masoquismo de la mujer nos sirve como caracterstico de "lo femenino" por cuanto si bien se encuentra normalmente en ella puede presentarse tambin en hombres. Abandona este planteo para describir detenidamente el desarrollo infantil de la sexualidad femenina. En el primer trabajo nos da un nuevo conocimiento de suma importancia: la fijacin libidinosa de la nia a su padre, a menudo muy intensa, sera ya la repeticin de una situacin anterior y de igual intensidad con la madre. Adems, esta primitiva ligazn suele persistir durante gran parte de la primera infancia. Refirindose a la evolucin sexual de la nia, Freud afirma una vez ms que ella se comporta y se siente como un "varoncito" hasta ya entrada en la fase flica y que la masturbacin clitoridiana corresponde totalmente a la peniana del varn. La nia desconoce prcticamente su vagina en esta poca. El comportamiento sexual es, pues, idntico para los dos sexos durante los primeros aos de vida. Adems, en este artculo Freud llama por primera vez la atencin sobre un hecho fundamental: tanto el varn como la nia dirigen sus impulsos libidinosos hacia el mismo objeto: la madre o un sustituto de ella, la mujer que los cuida y atiende. Pero mientras que para el varn el sexo de su primer objeto de amor coincide con el que normalmente lo atraer toda la vida, o, expresado en trminos ms sencillos, ama desde el primer momento a la mujer, que para l ser ms tarde un objeto heterosexual, la nia habr de desligarse de su madre para dirigirse al padre y crear as el modelo infantil para su elec-
cin heterosexual posterior. La nia debe sobrellevar tres cambios importantes en su estructura libidinosa para cumplir un desarrollo normal. Debe abandonar a su madre por su padre, desplazar la mayor parte de la excitabilidad del cltoris hacia la vagina y transformar sus fines sexuales activos en pasivos. Estos cambios se realizan en parte durante la fase flica y en parte slo en la pubertad. Las vivencias de la primera infancia durante las fases preedpicas son de suma importancia para alcanzar satisfactoriamente estos cambios. Su primera relacin amorosa con la madre es fundamental para su capacidad de identificarse ms tarde con ella. Si la madre ha sido buena y la nia logra esta identificacin, ser una buena madre para sus hijos y una buena esposa para su marido. Si la relacin con la madre fue conflictuosa, existe el peligro de que ms tarde repita los mismos conflictos con su marido, sustituyndolo en su inconsciente por la imagen materna. Por otra parte, existe durante las primeras etapas del desarrollo un deseo harto extrao para nuestra conciencia de adultos: el de fecundar a la madre y ser fecundada por ella, el de darle un nio o recibirlo. La forma en que este deseo surge, se desarrolla y es finalmente abandonado es importantsima, precisamente para el problema que dilucido en este libro, para comprender las causas de los diversos trastornos de las funciones procreativas femeninas. Freud nos plantea otro problema importante: "Qu lleva a la nia a apartarse de su primer objeto de amor, de la madre? La atraccin biolgica heterosexual sera suficiente como causa o hay que sospechar que existen procesos psicolgicos importantes para obligarla a abandonar a su madre?" Freud enumera todos los reproches que la nia suele hacerle y por los cuales su amor primitivo puede haberse transformado en rivalidad y odio inconsciente. La nia inter-
preta los cuidados fsicos que la madre le ha prodigado y que en ella produjeron sensaciones erticas placenteras como intentos de seduccin, y le reprocha haberla despertado sexualmente para despreciarla despus por su masturbacin. Le reprocha haberla amamantado poco o haberle reiterado el pecho demasiado pronto. Se ha sentido rechazada por la madre a raz del nacimiento de nuevos hermanos. Es cierto que la nia hace todos estos cargos a su madre, pero el varn sufre las mismas desilusiones, sin alejarse por eso normalmente de ella. Debe haber, pues, algo especfico, que sera un destino slo de la nia. La conformacin de los genitales de la nia la lleva a reprochar a su madre su falta de pene. Al principio la nia cree, cuando se da cuenta de la diferencia sexual, que nicamente a ella le falta el pene y que su madre tiene un falo. La madre amada de las primeras pocas sera siempre una "madre flica". Slo poco a poco la nia comprueba que a su madre le falta tambin el rgano tan apreciado. Percibe que no existe la posibilidad de una satisfaccin fsica entre ella y la madre. Entonces empieza a despreciarla y a inclinarse hacia el padre, primeramente con la esperanza de que l le dar un pene, y despus, que obtendr un hijo de l. Si en sus juegos con las muecas desempeaba antes los papeles de madre e hija, ahora desempea los de mujer del padre, que tiene hijos con l. Ms tarde, en las relaciones de mujeres homosexuales, se pueden distinguir tambin dos tipos de constelaciones, que son consecuencias de fijacin a distintas etapas del desarrollo. A veces, la pareja homosexual representa algo as como un matrimonio, es decir la mujer que niega su falta de pene juega al hombre y acta de marido. Pero en otras parejas, y posiblemente en la mayora de ellas, la regresin sexual llega a las etapas preedpicas y las
dos compaeras parecen jugar entre ellas a madre e hija, predominando generalmente satisfacciones sexuales de tipo oral. Interrumpir por el momento la exposicin de las ideas de Freud para intercalar el comentario de un trabajo interesantsimo de Ruth Mack Brunswick (v. Ind. Bibl.), resultado de su colaboracin con l. Fue escrito, como nos explica su autora, despus de haber sido discutido paso a paso con Freud y contiene sus ideas y sugestiones. Considera el problema recin expuesto de las fases preedpicas, aportando nuevos y valiosos datos de investigacin. Expone que los nios de ambos sexos son pasivos frente a su madre y luchan continuamente para adquirir cierta actividad e imponerle a ella el papel pasivo. Para su desarrollo es importantsimo lograr una identificacin feliz con la madre activa. Ms tarde la situacin de nios y nias se diferencia. Cuando la nia se dirige hacia su padre se identifica con su madre pasiva castrada, y sublima sus tendencias activas. Slo mucho ms tarde, al convertirse ella misma en madre, tiene la oportunidad de vivir su actividad frente a los hijos. La autora explica que los nios de ambos sexos, en su intento de identificarse con la madre, desean tener un beb, como ella; y, en su anhelo de volverla pasiva, darle un nio. Entrado en la fase edpica, el varn renuncia al deseo pasivo de dar a luz un hijo, mientras que persiste su fantasa de fecundar a la madre. Por otra parte, la nia renuncia a su deseo activo frente a la madre, se inclina hacia el padre y espera recibir un hijo de l. La autora pasa revista a las causas que pueden separar a la nia de su madre. Menciona la envidia del pene y el sentimiento de inferioridad causado por su falta como un factor ya conocido, pero destaca otra situacin al respecto, que Freud no haba descrito. La nia reprocha a su madre, cuando se da cuenta de la falta de pene de ambas, de haber
heredado de ella un genital insuficiente, que nunca le servir para poder conquistarla. Es como si le reprochara la falta de amor y de no haberse preocupado de hacer a su hija en tal forma que pudieran formar una pareja feliz. Mientras que frente a su madre no puede aceptar su castracin, por significar separacin de ella, la acepta frente a su padre, identificndose con la madre castrada pero amada por l. Es decir, si acepta su femineidad, puede recuperar a su madre a travs de la identificacin y conseguir a su padre como objeto de amor. Renuncia a su deseo de tener un pene, volviendo al deseo anterior y ms "legtimo" del hijo, y se conforma con la espera de recibir (de su padre o de su compaero sexual ms tarde) el pene durante el coito. La nia reprime generalmente mucho ms su actividad. Segn la autora, existira otra causa ms importante. La masturbacin clitoridiana de las primeras fases est ntimamente ligada a fantasas dirigidas hacia la madre. Cuando la nia, desilusionada, la abandona como objeto amado, renuncia a menudo simultneamente al cltoris, rgano ejecutivo de sus deseos, y llega a despreciar, por inservibles, tanto el genital materno como el propio. Ms tarde, al halar del problema de la pubertad, expondr otros aspectos de este trabajo fundamental. Volvamos ahora a la exposicin de los conceptos de Freud sobre el desarrollo de la nia en la pubertad, y cmo logra convertirse de un "varn castrado" en una mujer. Anterior a esta poca hay una etapa en la vida de los nios de ambos sexos que Freud denomin perodo de latencia. Comienza al finalizar los cinco aos y termina en la pubertad. La caracterstica de este perodo consiste en que los nios han logrado reprimir la mayor parte de su sexualidad infantil. Se han identificado con el progenitor del mismo sexo, se han vuelto fcilmente educables y utilizan sus fuerzas instintivas para el estudio y la adquisicin de conocimientos. General-
mente ms bien evitan en esta poca tener amistades con el otro sexo. Reprimen la masturbacin o estn en lucha activa contra ella. Para la nia la pubertad se inicia con la aparicin de la primera menstruacin, la menarqua. En esta poca surge una intensa excitacin sexual, proveniente de los cambios que sufre el organismo, reviviscencia poderosa de la sexualidad infantil. Durante la pubertad los objetos inconscientes son todava los mismos que en la primera infancia. Tambin el cltoris conserva durante bastante tiempo su predominio como zona directiva de la excitacin sexual. Solamente poco a poco y, generalmente, slo despus del primer coito, la vagina logra atraerse la excitabilidad sexual. En el placer vaginal reviven viejas sensaciones placenteras de origen receptivo oral y anal. Pero tambin en esta exposicin Freud destaca otra vez que la mujer llega solamente a travs de procesos complicados de desarrollo y slo despus de la pubertad a su posicin femenina, y que muchas mujeres fracasan en esta larga evolucin. Considera por eso que el enigma de la mujer reside en su bisexualidad, lo que explica tambin la gran frecuencia de la frigidez en ella. Existen tres tipos de sta: una frigidez psicgena, accesible al tratamiento psicoanaltico, y otros tipos de origen constitucional y anatmico. Ruth Mack Brunswik (l. c.) retoma la discusin de este tema. En contraste con lo anteriormente afirmado por Freud, sostiene que parece ahora probable que exista ya cierta excitabilidad vaginal durante la infancia. Pero esa excitabilidad vaginal infantil tendra principalmente origen anal. El ano transfiere a la vagina parte de su sensibilidad pasiva. Sin embargo, insiste nuevamente en que el papel de tal sensibilidad vaginal es decididamente menor y secundario respecto al cltoris como rgano de la sexualidad de la nia.
Freud expone su ltimo juicio referente al desarrollo femenino en su importante trabajo tcnico: "Anlisis terminable e interminable", aparecido en 1937 (v. Ind. Bibl.). Ah sugiere, como trmino ms adecuado que los usados hasta ahora de "protesta masculina" y "envidia flica", la expresin "rechazo de la femineidad". Afirma que tal rechazo en la mujer es un hecho biolgico y un fragmento del "magno misterio de la sexualidad". El concepto de Freud sobre la femineidad provoc una serie de discusiones cientficas acaloradas y a veces bastante personales. El tema de los sexos es difcil de tratar "sine studio et ira" y sin que intervenga la afectividad personal aun entre psicoanalistas. El propio Freud lo dice en sus "Nuevas aportaciones al psicoanlisis" (l. c.), explicando cmo la teora de la bisexualidad serva para evitar rencores. Relata que las colegas femeninas protestaron contra el enfoque "masculino", sosteniendo que muchos analistas no haban superado sus prejuicios profundamente arraigados contra la femineidad, prejuicios que invalidaban sus investigaciones por ser parciales. En cambio, a los analistas hombres la tesis de la bisexualidad les haca facilsimo evitar toda descortesa, pues, llegado el caso, salan del apuro diciendo a sus antagonistas femeninas: "Esto no va con usted. Usted es una excepcin, pues en este punto concreto es usted ms masculina que femenina". En la misma obra enumera tres colaboradores importantes que, sin abandonar el concepto bsico de Freud sobre el desconocimiento de la nia de su vagina y el predominio sexual del cltoris en la infancia, aportan nuevos datos importantes para la comprensin del desarrollo femenino. Se trata de Ruth Mack Brunswick, cuyas investigaciones acabo de citar; Jeanne Lampl de-Groot, cuyos aportes no menciono aqu por no ser fundamental para el presente enfoque psicosomtico y Helene Deutsch.
Helene Deutsch, psicoanalista de mucho prestigio, pertenece a la generacin pionera de los investigadores psicoanalticos. Sus publicaciones se distribuyen a travs de varias dcadas. Dedic su inters principal a la investigacin de la psicologa femenina, adoptando tempranamente un criterio psicosomtico. El fruto de su experiencia de muchos aos est expuesto en su "Psychology of women" (v. Ind. Bibl.). Tomo de este libro un resumen de sus conceptos sobre la psicologa femenina, destacando principalmente las aportaciones personales de la autora a este problema. Siguiendo la exposicin de Ruth Mack Brunswick (loc. cit.), Helene Deutsch destaca que tanto el varn como la nia luchan para adquirir actividad e independencia frente a su madre. En esta lucha el padre representara al mundo exterior, a la realidad. La nia, en determinado momento de su desarrollo, abandona a la madre y va hacia el padre, en bsqueda del mundo exterior. Abandonar a la madre de la primera infancia significa, para ambos sexos, desarrollar actividad y cierta agresividad. Estos impulsos van ligados a tendencias erticas. En el varn toman el aspecto de deseos de penetracin agresiva de la madre y se vivencian en el pene (fase flica). Cmo sera la situacin correspondiente en la nia? Ella tambin se vuelve activa y el objeto primitivo de esta actividad ertica es su madre, aunque helene Deutsch admite la posibilidad de que la nia desde el principio sea ms pasiva biolgicamente que el varn. Como rgano ejecutivo de sus deseos agresivo-erticos dispone del cltoris, anatmica y embriolgicamente parecido a un pene rudimentario. Segn Freud, toda la genitalidad infantil de la nia se concentra en este rgano, y su envidia al pene proviene de la comparacin desfavorable para el cltoris. Segn Helene Deutsch, la envidia flica es importante, sin ser fundamental en el desarrollo femenino. Igualmente sera una exageracin interpretar ms tarde la mayora de las dificultades neurticas de la mujer como expresiones de su envidia flica. Es cierto que la
nia comprueba que el cltoris es insuficiente como rgano ejecutivo de sus tendencias erticas. Sin embargo, su reaccin no es forzosamente de envidia, sino que convierte sus deseos activo-agresivos en pasivo-masoqusticos o, citando una expresin feliz de la autora, desarrolla una actividad dirigida hacia adentro. El rgano sexual correspondiente a estas tendencias es, evidentemente, la vagina. Pero Helene Deutsch comparte la opinin emitida por Freud, Mack Brunswick y otros autores, de que la nia, normalmente, es decir, si no fue vctima de una violacin u otros estmulos exteriores, desconoce su vagina y no percibe casi ninguna excitacin vaginal hasta la pubertad. Qu destino sufren entonces las tendencias pasivo-femeninas de la nia? As como antes le faltaba el rgano apropiado para realizar su sexualidad de fin activo, ahora le falta subjetivamente el rgano ejecutivo para su sexualidad pasiva. La nia experimenta, pues, dos veces, durante su desarrollo sexual infantil, la falta de un rgano apropiado y esta doble falta es denominada por Helene Deutsch "trauma genital"; responsable, en lugar de la envidia del pene, de la mayor parte de los trastornos posteriores neurticos en la mujer. Esta misma doble falta obliga a la nia a retener la excitabilidad del cltoris como rgano ejecutivo, aunque insuficiente, de sus tendencias activas renacientes; y por otra parte, a cargar, regresivamente, de nuevo con libido las zonas anal y oral, como sede de las tendencias receptivo- erticas de carcter pasivo. Tambin para Helene Deutsch slo el desarrollo biolgico instintivo de la pubertad lleva a la nia a despertar su sensibilidad vaginal. La vagina hereda ahora la excitabilidad pasiva de la boca y del ano. Resumiendo: el conflicto bsico de la nia no proviene, pues, de su envidia al pene, sino de su carencia definitiva de un rgano sexual activo y falta temporaria o subjetiva del rgano receptivo-pasivo, la vagina, en la cual slo ms tarde centrar toda su sexualidad adulta.
Me referir ms tarde, en los captulos correspondientes, a las dems teoras de Helene Deutsch, especialmente sobre la importancia primordial de la relacin temprana madre-hija, teoras por las cuales resultan comprensibles numerosas manifestaciones de trastornos psicosomticos en el terreno de la vida procreativa de la mujer. Expondr ahora las teoras de Karen Horney respecto a nuestro tema, y que fueron formuladas mientras ella perteneca a la escuela psicoanaltica. Ya en el ao 1923, en su publicacin sobre la gnesis del complejo de castracin femenino, "Zur Genesis des weiblichen Kastrations-komplexes" (v. Ind. Bibl.), expresa sus dudas de que la envidia del pene constituya realmente el ncleo de casi todos los trastornos neurticos femeninos. Admite, sin embargo, que efectivamente existe tal envidia, originada en distintas causas. Freud haca hincapi en el carcter narcisstico de la envidia, como si la nia sufriera principalmente por carecer de algo libidinosamente valioso que el varn posee. Karen Horney descubri otras causas ms, en parte de carcter instintivo, en parte vinculadas a problemas de sentimiento de culpa y angustia. El pene permitira al varn una mayor descarga del sadismo uretral y le facilitara, adems, la satisfaccin de tendencias exhibicionistas durante el acto de orinar. La nia estara envidiosa de estos dos tipos de satisfaccin sexual infantil. Por otra parte, la nia sufre, al igual que el varn, de sentimientos de culpa por sus actividades masturbatorias y se siente tratada injustamente, por tener la impresin de que el nio puede tocar y estimular impunemente sus genitales durante el acto de la miccin, en tanto que ella no est autorizada para tocarse o mirarse y sufre castigos y desprecios si lo hace. Adems, por mltiples sentimientos de culpa, los nios de ambos sexos sufren de temores a la castracin. Pero mientras que el varn puede fcilmente cerciorarse de que su genital no ha sufrido ningn dao, la nia no podr nunca eliminar sus dudas angustiosas al respecto, porque la mayor parte
de su genital, sito en el interior de su cuerpo, se sustrae a la revisin. Evidentemente, todo este proceso de envidia infantil es o se vuelve inconsciente por la represin de toda la sexualidad infantil. Ms tarde se expresa en forma disfrazada, Cuando las mujeres se quejan, por ejemplo, de tener menos libertad sexual que los hombres. Ahora bien, Karen Horney admite as la envidia flica, pero sostiene que sta puede ser fcilmente vencida por los nios y que slo tiene resultados dainos posteriores como la virilizacin de la mujer adulta o actitudes agresivas o de rechazo hacia el hombre, si la nia ha fallado en su identificacin infantil con su madre. Normalmente, la nia se identifica con su madre, inclinndose, como sta, amorosamente hacia el padre y deseando tener un hijo de l. Pero si ste llega a desilusionarla en su cario infantil, la nia intenta identificarse con l para adoptar posteriormente una actividad viril, de rivalidad con los hombres y plena de resentimientos y deseos de venganza. Adems, si el padre ha dado un hijo a la madre mientras la nia buscaba ansiosamente su amor, llena de envidia y equiparando en su inconsciente el hijo del padre con su pene, volver a su posicin anterior de envidia flica, sustitucin de la envidia a la madre por la posesin de un beb del padre. K. Horney destaca, como Helene Deutsch, que, lgicamente, la esperanza de una maternidad futura no llega a compensar a la nia pequea por sus frustraciones, pues dista demasiado de sus posibilidades inmediatas de gratificacin. La autora critica como antibiolgica la posicin psicoanalista contempornea de tomar como axiomtica la envidia flica. De ser cierto que todas las mujeres estn dominadas en su inconsciente por la envidia del pene, la mitad de la raza humana estara desconforme con su sexo y este supuesto descontento no podra ser vencido en otra forma que individualmente y bajo circunstancias especialmente favorables.
Vuelve al tema con nuevos argumentos cientficos en su segundo artculo fundamental al respecto, "The flight from womanhood" (v. Ind. Bibl.). Considera que la investigacin psicoanaltica primitivamente buscaba siempre como objeto al varn y lo explica por el hecho de que Freud y todos sus primeros colaboradores tenan ms inters y comprensin por la psicologa de su propio sexo. Sospecha que cuando finalmente llegaron a investigar los procesos psicolgicos femeninos, abordaron el problema con un enfoque varonil, tpico para nuestra sociedad patriarcal que, sin darse cuenta, ha adaptado todos sus criterios de valor, de moral, de tica, etc., al carcter masculino. Las mismas mujeres llegaron inconscientemente a aceptar este criterio y a considerar todo lo positivo que puedan tener como masculino y todo lo negativo como femenino. Critica despus las teoras de Freud, y especialmente de Ferenczi, en cuanto a que para la mujer toda su femineidad sea algo as como un sustituto pobre de sus deseos varoniles y que hasta la maternidad y el deseo de tener un hijo no sean sino un sucedneo del pene nunca alcanzado. Sostiene que, si fuere as, ser mujer sera un destino bastante triste y pobre, y dice al respecto: "Como mujeres, debemos preguntarnos, entonces, extraadas: Y la maternidad? Y la conciencia bienaventurada de llevar dentro de s una vida nueva? Y la dicha inmensa experimentada en la espera cada vez ms intensa de este nuevo ser? Y la felicidad, cuando al fin ha nacido? Y Cuando se lo tiene por primera vez en los brazos? Y la satisfaccin placentera y profunda durante el amamantamiento? Y toda la gratificacin del cuidado del lactante?" Abandonando despus esta parte, un tanto desafiante y polmica de su trabajo, expone los resultados cientficos de su investigacin psicoanaltica. Explica que la nia, desde el principio, se siente y comporta como un ser femenino, pero impulsada por diversos factores puede
llegar a identificarse con su padre y adoptar as una actitud varonil. Esta identificacin se establece para ocultar sus deseos incestuosos y frustrados hacia el padre y su sentimiento de culpa frente a su madre. Adems, esta identificacin sirve a la nia (como, por otra parte, segn Freud, toda identificacin) para tolerar mejor el abandono del objeto -del padre- recuperndolo a travs del intento de ser igual a l. Karen Horney sostiene que existe en la nia, con anterioridad a las fantasas descritas por Freud, Deutsch, etc., de ser castrada en sentido masculino, el temor de sufrir un dao vaginal por sus relaciones con el padre. Por su identificacin con el padre, la nia logra sustituir este temor, muy profundo, por el de poder sufrir una castracin de su pene imaginario, cuya irrealidad percibe inconscientemente. En su ltimo artculo dedicado a este tema, "The denial of the vagina" (v. Ind. Bibl.), la autora explica nuevamente por qu lleg a la conclusin de que la nia adopta primariamente una posicin femenina, es decir, de acuerdo con su anatoma. Sostiene que la nia tiene sensaciones vaginales durante el apogeo de su sexualidad infantil y adopta una actitud femenina tanto frente a su padre como en su conducta en general. Su nocin temprana de la vagina, basada en sus sensaciones fsicas, sucumbe ms tarde a la represin por las mltiples angustias vinculadas con esta sexualidad vaginal temprana. En la frigidez vaginal y la sobrevaloracin del cltoris no hay tanto envidia flica y desprecio de la femineidad como un intento de negar angustias tempranas. Ahora bien, por qu la vagina sera una fuente de angustia para la nia y por qu imaginara que la posesin de un pene podra liberarla de temores? K. Horney da como primera razn que la sexualidad vaginal temprana de la nia est dedicada a su padre. La nia, sea por observaciones directas, sea por fantasas, comprueba que el pene de su padre es desproporcionalmente
grande comparado con sus propios genitales y teme ser destruida interiormente en su relacin fantaseada con l. Adems, si logra observar rasgos de sangre menstrual en la ropa de su madre o de otras mujeres, se convence de la vulnerabilidad del cuerpo femenino, ms an cuando tiene oportunidad de enterarse de abortos, partos difciles y dolencias genitales femeninas. Como la idea del parto se liga ntimamente a la representacin del coito, un temor infantil al parto puede causar ms tarde fcilmente frigidez. La nia desea tener un pene en lugar de una abertura que lleva al interior de su cuerpo, porque envidia al varn el poder cerciorarse continuamente de no haberse perjudicado por su masturbacin, mientras que ella no tiene ninguna posibilidad de calmar su angustia de haberse daado definitivamente por sus actividades masturbatorias acompaadas de fantasas pecaminosas incestuosas, o en sus juegos sexuales con otros nios. Por lo tanto, si la nia aprende a desconocer su vagina y reclamar un pene, concentrando su sensibilidad genital en el cltoris, se sirve de esta posicin para negar sus tempranas experiencias vaginales, cargadas de culpa, fantasas incestuosas y angustias. La autora cita como apoyo de su tesis una publicacin importante de Josine Mller (v. Ind. Bibl.) que comprueba tambin, a travs de material clnico, cmo precisamente las mujeres hombrunas y dominadas por envidia flica se pudo demostrar en el anlisis que haban pasado en su infancia por una fase francamente vaginal y haban reprimido su sexualidad femenina a causa de sus sentimientos de culpa por sus deseos y fantasas incestuosas dirigidos hacia su padre. Para complementar la bibliografa, citar otra contribucin al mismo tema, el artculo de Fanny Hann-Kende, "Masturbacin del cltoris y envidia al pene" (v. Ind. Bibl.), cuya autora comprueba tambin la existencia de sensaciones vaginales tempranas.
Adems, K. Horney sostiene que as como se observa en la nia una envidia del pene, el nio demuestra a menudo un deseo de tener senos. Interpreta las dos actitudes como manifestacin de la bisexualidad humana innata. Para no cansar al lector con esta larga exposicin terica plantear ahora un problema concreto relacionado con nuestro tema. Vimos que Helene Deutsch insiste, al hablar del trauma genital de la nia, en que sta no percibe su vagina ni comprendera afectivamente la funcin futura de sus genitales aunque le diramos las explicaciones adecuadas al respecto. Esta supuesta incomprensin de su futura femineidad le dificultara la aceptacin de su sexo. En un trabajo anterior la misma autora explica que el hecho de que la maternidad sea slo una esperanza para un futuro lejano, fija a la nia a su protesta viril y posicin reivindicatoria. Karen Horney dice igualmente que para la nia la realizacin de su deseo de tener hijos est demasiado lejana para conformarla con su papel femenino. La observacin del hecho en s es indudablemente exacta. La nia sufre, porque mientras que el varn puede ver sus rganos genitales y sacar placer de ellos, ella todava desconoce su vagina -siguiendo la interpretacin de Freud, Deutsch, etc.- o ha reprimido su sensibilidad vaginal siguiendo a Horney y la "escuela inglesa", de la cual hablar ms adelante- y por eso no comprende que tendr de adulta tanta capacidad de goce como el varn y que obtendr una gratificacin especficamente femenina e importantsima en la maternidad. Veamos ahora si condiciones culturales totalmente distintas a las nuestras pueden ofrecer ya a la nia pequea la valoracin exacta de su futuro de mujer, y si esta comprensin le permite aceptar de antemano su femineidad, o si la envidia flica y el sentimiento de inferioridad femenino son inevitables y consecuencias de hechos biolgicos.
Margaret Mead nos ofrece en su libro "Adolescencia y cultura en Samoa" (v. Ind. Bibl.), la descripcin de una sociedad distinta a la nuestra. En una larga permanencia en Samoa se dedic principalmente a observar en qu forma las nias adolescentes se adaptan a la sociedad. El problema que la llev a Samoa era averiguar si las dificultades que presentan las nias de nuestra sociedad durante su pubertad son causadas por factores biolgicos, como se sostienen generalmente, o consecuencia de factores culturales. En su convivencia ntima con nias y mujeres jvenes de tres aldeas lleg a la conclusin de que la pubertad no presentaba problemas especiales para ellas y que, adems, en general la mujer pareca muy conforme con su papel femenino, aun viviendo en una sociedad patriarcal que daba ms derechos al hombre que a ella. Estoy plenamente de acuerdo con la autora cuando toma como ndice de esta conformidad con su sexo el hecho de que la frigidez sea totalmente desconocida entre las samoanas. Evidentemente, el pleno goce sexual es un indicio de la conformidad de la mujer con su sexo. Ahora bien, cmo podemos comprender la aceptacin de su sexo por parte de la mujer samoana a pesar de vivir en una sociedad donde el hombre desempea un papel social ms importante que ella? Entre los factores superficiales debemos contar con que tambin la mujer est muy bien considerada, que puede llegar a desempear un papel importante, y que el nacimiento de una criatura femenina se festeja con la misma alegra con que se recibe un hijo varn. Pero hay factores ms profundos que evitan all los conflictos frecuentes en nuestra sociedad. Ms adelante comprobaremos que la frigidez y otros trastornos femeninos tienen su raz en conflictos pertenecientes a la primera relacin de madre e hija y especialmente en frustraciones orales tempranas. La estructura de la sociedad samoana descarta esta fuente de conflictos. El
nio se cra al pecho, tomndolo a cualquier hora que lo exija, y adems recibe desde el principio otros alimentos. De l no se ocupa nicamente su madre sino todas las dems mujeres que conviven en una misma casa. Por eso, si una madre por una razn cualquiera llega a descuidar la alimentacin de su hijo o a negarle cario, otro miembro familiar se ocupa de l y lo alimenta, evitando as la frustracin. Expuse antes el concepto de que la nia es incapaz de apreciar sus propios genitales porque no los conoce bien, por parecerle la vagina una abertura siniestra, y por temer que juegos sexuales podran perjudicarla definitivamente; o porque la recompensa de su sexo, la maternidad, est demasiado lejana e irreal para ella. Esta situacin es totalmente distinta en Samoa. Las nias ven desde muy temprano la vida sexual de los adultos, conocen perfectamente el significado y la capacidad de los genitales femeninos, tienen libertad en sus juegos sexuales y presencian coitos y nacimientos. Me parece interesante que la nica nia, en quien Margaret Mead pudo observar manifestaciones de envidia flica, no tena padres y conviva con dos matrimonios mayores, ya sin hijos. La nia de Samoa comprende, pues, tempranamente su futuro papel de mujer. Adems, la estructura social de Samoa le ofrece vivencias de tipo maternal. Cit antes a Ruth Mack Bunswick (l. c.), que supone que la nia debe abandonar durante su desarrollo sus tendencias activas hasta que finalmente, ya mujer y madre, puede experimentarlas en sus funciones maternales frente al hijo. En Samoa esta situacin es distinta. La madre se ocupa del hijo mientras lo cra. Despus lo deja al cuidado de una "niera", es decir, de una nia de la casa que tendr la misma edad que nuestras nias cuando juegan con muecas. Antes de llegar a la pubertad, cuando la nia es ya capaz de desempear trabajos ms complicados, deja su "mueca" al cuidado y la respon-
sabilidad de otra criatura menor. A pesar de que M. Mead vea ms bien una carga para las nias en esta obligacin temprana de responsabilizarse de otra criatura, supongo que es una actividad satisfactoria, en el sentido instintivo, para las nias, que les permite adquirir seguridad, vencer dudas y sentimientos de culpa irracionales y las hace realizar muy tempranamente las tendencias maternales biolgicas de su sexo. Otro factor de la conformidad de las mujeres samoanas reside probablemente en la gran libertad sexual, igual para ambos sexos, donde el nico tab es el incesto, tab que se hace muy llevadero por la facilidad de relacionarse con otros objetos permitidos. As, en la nia samoana no puede originarse el conflicto tan arraigado en nuestra sociedad, y especialmente en la mujer, entre la satisfaccin sexual y su ideal del yo. Supongo que las observaciones de M. Mead sobre la ausencia de envidia flica entre las samoanas son exactas. Tambin creo no errar en mi interpretacin al explicar este fenmeno, en gran parte, por la satisfaccin que la nia puede dar a su tendencias activas y maternales, y la seguridad que adquiere tempranamente sobre su futuro papel de mujer y madre. Sin embargo, con eso no quiero negar lo inevitable de conflictos y grandes angustias durante la primera infancia y las consecuencias que puedan tener para la vida posterior del individuo. Sera tentador y reconfortante atribuir las causas de todas nuestras angustias a factores meramente culturales, pero ello no corresponde a la realidad. El desamparo total en que nace la criatura humana y la larga poca de dependencia casi absoluta por que tiene que pasar -en contraste con los animales- hasta que sea adulta y capaz de mantenerse sola, satisfacer sus necesidades sexuales y adaptarse simultneamente a su comunidad, hace inevitable su pasaje por estados angustiosos e irracionales. Por otra parte, vimos que Margaret Mead intent en su libro "Sexo y
temperamento" (l. c.) reducir las diferencias psicolgicas entre hombre y mujer a meros factores educacionales, en ltimo trmino, culturales. Tambin este punto de vista me parece inadmisible. Si consideramos al ser humano como una unidad psicosomtica, no podemos suponer que las diferencias anatmicas y funcionales entre hombre y mujer no envuelven simultneamente una diferenciacin psicolgica profunda. Estudiaremos este aspecto al exponer las teoras de Melanie Klein sobre el desarrollo femenino. No creo que se pueda sobreestimar la influencia que ejercen factores biolgicos sobre lo psquico. Sin embargo, se la puede interpretar errneamente, y eso ocurre si se considera a la mujer biolgicamente inferior al hombre o "a priori" disconforme con su papel sexual. All donde tropecemos con esta disconformidad ya estamos frente a los resultados de un trastorno de desarrollo. Karen Horney tiene el gran mrito de haber sido una de las primeras en haber llamado la atencin sobre este error, y con la mayor perspicacia y argumentacin cientfica. Ms adelante abandon este camino de investigacin para llegar a buscar todas las causas de trastornos en factores culturales y alejados tanto de la primera infancia del sujeto como de su vida instintiva. All lleg a negar precisamente lo que antes haba afirmado con toda razn: la necesidad de interpretar al ser humano como algo global, como unidad psicobiolgica o psicosomtica. Hasta ahora he mencionado los conceptos de Freud y de la llamada "escuela vienesa" referentes a la psicologa femenina. He destacado como enfoque fundamental que en lo psicosexual el varn es el tipo "standard", que la nia pequea desconoce hasta en su inconsciente sus rganos genitales femeninos, se considera fsicamente igual al varn y lo es solamente en lo psicolgico. Despus, a los tres o cuatro aos, se entera de la diferencia anatmica de sexos, reaccionando
a este descubrimiento con envidia y sentimientos de inferioridad, y llega, poco a poco, a travs de procesos psicolgicos complicados y en ocasin de su desarrollo fisiolgico puberal y postpuberal, a aceptar su femineidad; eso ocurre nicamente bajo circunstancias muy favorables. Me refer a la crtica de Karen Horney, que considera como inverosmil y como enfoque poco cientfico la suposicin de que la mitad del gnero humano est disconforme "a priori" con su sexo, y enumer parte de sus investigaciones ms importantes al respecto. Expondr ahora los conceptos de Melanie Klein y su "escuela inglesa" que, en discordancia con Freud, insiste tambin en que, citando a Ernest Jones, "la mujer no sera psicolgicamente un hombre castrado, sino que ya habra nacido como hembra". Resear en forma condensada dos artculos fundamentales de este autor al respecto: "The early development of female sexuality" y "Early female sexuality" (vase Ind. Bibl.). El concepto ms interesante para nosotros, expuesto en el primero de los dos artculos, es el da la "aphanasis", concepto que nos sirve para la comprensin de mltiples ansiedades neurticas. Discute lo expuesto por Freud sobre el temor a la castracin en ambos sexos y sostiene que lo que se teme en el fondo no es siempre sufrir o ya haber sufrido la prdida del pene, segn los sexos, sino verse privado de toda posibilidad de goce sexual. Quiero contemplar esta afirmacin recordando que en esta prdida queda implicada como consecuencia ms importante la prdida de posibilidad de vincularse libidinosamente con el objeto amoroso. Segn el sexo y la etapa de organizacin sexual alcanzada, el temor a la aphanasis puede referirse especialmente al peligro de la destruccin del pene, de la vagina, del ano, de la boca, etc. Por otra parte, cuando la satisfaccin de determinada zona ertica, por ejemplo, la vagina, entraa demasiado peli-
gro, la sensibilidad sexual se desplaza a otra zona, principalmente el cltoris, evitando as la aphanasis. En su segundo artculo fundamental al respecto, el autor expone en forma esquemtica las diferencias principales entre la escuela vienesa y la inglesa. Para eso recapitula cmo esta ltima concibe el desarrollo infantil psicosexual del varn de y la nia: los dos experimentaran tempranamente sensaciones correspondientes a su organizacin genital, es decir, el varn tendencias de penetracin, localizadas en su pene, y la nia deseos receptivos en la vagina. Me referir nicamente a la evolucin de la nia. sta, necesariamente experimentar frustraciones en la etapa oral, causadas por su madre, cuyos pechos no le dan toda la leche que desea. Como consecuencia de estas frustraciones tempranas surgiran odio y "sadismo oral" contra la madre. Al exponer los conceptos de Melanie Klein volver en forma ms extensa sobre este tema. Por una parte la nia se imagina que la madre alimenta tambin al padre con el pecho y entra en una actitud de rivalidad con l. Por otra, cree que su madre recibe del padre un pezn-pene y leche mucho ms generosa de la que le da ella. Supone, adems, que el interior del cuerpo de su madre est repleto de cosas (leche, penes, hijos) que ha recibido del padre y que la nia quisiera tener para ella. Por eso quisiera penetrar en el cuerpo materno y despojarlo de sus contenidos. Reprime esas fantasas sdicas por temor a sufrir el castigo correspondiente, es decir, que su madre podra destruir el interior de su cuerpo. Adems, no puede permitirse mucha agresividad contra su madre porque depende totalmente de ella durante su primera infancia (el varn tolera con ms facilidad su odio frente al progenitor de su propio sexo, el padre, porque no es la persona de la cual depende). Ya en esta poca temprana la nia siente el deseo de tener un pene. Este deseo proviene de distintas causas. La nia se forma dos ideas opuestas del pene.
Una, la que ya mencionamos: el pene es a modo de un pecho ms potente, algo bueno que alimenta y reconforta. Quiere tenerlo para drselo a su madre y reconciliarla consigo en esta forma despus de haberla daado en sus fantasas. Pero la nia ve tambin en el pene un arma agresiva que le puede servir en sus ataques contra su madre. Adems, un pene visible podra neutralizar el pene agresivo que cree haberse incorporado (tragado) y ella podra as devolver un pene al padre, a quien ha castrado en fantasas anteriores. En resumen, la nia desea tener un pene solamente en parte por razones libidinosas (erticas). Ms importante es su necesidad de dominar su sadismo y librarse de esta manera de sentimientos de culpa y de la angustia resultante. Resumamos una vez ms. Segn Jones y la escuela inglesa, el deseo de la nia de tener un pene no es primario, sino ya una actitud neurtica defensiva, consecuencia de sus angustias surgidas del complejo de Edipo temprano, desencadenado por frustraciones orales con la madre. Adems, mientras que para la escuela vienesa la nia pequea desconoce su vagina y concentra toda su sexualidad infantil genital en el cltoris, para la escuela inglesa tiene un conocimiento instintivo y "a priori" de sus rganos genitales y sus funciones receptivas. Segn la escuela vienesa, su fracaso en la actitud masculina obliga a la nia a aceptar el papel femenino. Los partidarios de la escuela inglesa suponen lo contrario: la nia adopta transitoria o permanentemente una actitud viril por las frustraciones sufridas en sus tendencias primariamente femeninas. Se imagina tener un pene para que la madre no pueda destruir el interior de su cuerpo y para poder aliviar su sentimiento de culpa ofreciendo su pene imaginario a la madre o al padre, a quienes lo ha robado en fantasas anteriores. Doy esta exposicin de Ernest Jones repitiendo en parte conceptos ya expuestos, porque me parece importante dejar
bien establecidos tanto los puntos de vista de la escuela vienesa -representados en mi exposicin por Freud, Ruth Mack Brunswick y Helene Deutsch-, como el concepto intermedio de Karen Horney, y los de la escuela inglesa -cuyos exponentes principales son Melanie Klein y Ernest Jones-, y porque el conocimiento de todos estos enfoques ser utilsimo para la comprensin de los trastornos psicosomticos femeninos, que tratar en la segunda parte del libro. Expondr ahora un resumen del concepto de Melanie Klein sobre el desarrollo femenino, aunque advirtiendo de que su teora es difcil de comprender para personas poco familiarizadas con el psicoanlisis. La comprensin de los conceptos de E. Jones facilitar al lector seguirme en esta exposicin, que en parte repite y en parte completa lo dicho anteriormente. Melanie Klein (vase Ind. Bibl. "El psicoanlisis de nios") dice que los nios pequeos de ambos sexos ya intentan imaginarse el coito de los padres (la escena primaria, segn el trmino tcnico psicoanaltico). Como ellos se relacionan con la madre y el mundo exterior principalmente a travs de la boca, todas sus ideas se expresan en un plano oral. Creen que la madre alimenta al padre con los senos y que l a su vez la alimenta con el pene. Ahora bien, cmo puede la nia pequea, que nunca vio un pene, concebir semejante fantasa? Freud expuso su criterio, ya mucho tiempo atrs, en una carta personal a Jones: la primera idea que la nia se forma de la relacin sexual entre su organo externo con este rgano fantaseado. Adems, en su desilusin respecto a su madre cree que sta le da poco por preferir alimentar a su padre, por lo que entra en rivalidad con ste y siente rencor hacia su madre. Por otra parte, imagina, como ya dijimos, que el padre alimenta con su pene a la madre, llenndola de penes, hijos y leche. Por eso envidia a la madre y entra en rivalidad tambin con ella. Una diferencia funda-
mental de este concepto con el de Freud es que afirma que la nia ya entra en su primer ao de vida en una situacin de rivalidad con la madre e inclinacin amorosa hacia el padre situacin "edpica"-, mientras que, segn Freud, la nia slo a los cuatro aos busca a su padre, rechazando simultneamente a su madre. Segn Melanie Klein, esta situacin de odio temprano hacia la madre lleva a la nia a querer destruir el interior del cuerpo materno y a apoderarse de su anhelado contenido; como consecuencia, surge en la nia el temor al desquite correspondiente por parte de su madre y el creerse expuesta, a su vez, a ser destruida interiormente (siguiendo la ley bblica del Talin, que rige para el inconsciente). Este temor irracional, que ya encontramos en la exposicin de Karen Horney y de Ernest Jones, sera el temor bsico femenino. Vemos, pues, otra diferencia entre ambas escuelas. Segn Freud, la nia teme sufrir o haber sufrido la castracin de su pene imaginario. Segn la escuela inglesa, teme la destruccin ya ocurrida o por ocurrir de sus rganos internos femeninos. Esto nos conduce a la tercera diferencia fundamental. Ya he recalcado que segn la escuela vienesa la nia desconoce su vagina y concentra durante la etapa flica cuando descubre sus genitales exteriores, es decir, a los cuatro aos- toda su excitabilidad en el cltoris. Segn la escuela inglesa, la nia adopta desde el principio una actitud femenina, receptiva, frente a su padre, percibe su vagina y quiere albergar el pene paterno en ella. Eso ocurre simultneamente con las fantasas de "fellatio" que he mencionado ms arriba. Como la nia es frustrada en sus deseos por su padre, dirige fantasas sdicas hacia su pene. Proyecta despus su propia agresividad sobre este rgano y llega as a temer su contacto. De ah surge su posicin "masculina" temprana, como defensa contra sus temores. Frustra-
da por el padre y envidiosa de l, trata de desempear el papel que le adjudica en su fantasa y se identifica con l. Como confunde fantasa y realizacin, cree haber introyectado (3) su pene, poseerlo ahora y poder conseguir de su madre todo lo anhelado por ella. Adems, como ya vimos en la exposicin de Ernest Jones, la idea de poseer un pene la tranquiliza en sus angustias, por ver en l un arma ofensiva y defensiva y por permitirle restituir a sus padres lo que les ha robado. Antes de estudiar otro concepto importante de la escuela inglesa, que es continuacin de las teoras de Karl Abraham sobre las primeras relaciones objetales (l. c.), expondr brevemente un resumen de estas ltimas. Basndose en las investigaciones de Freud expuestas en "La afliccin y la melancola" (vase Ind. Bibl.) y en sus propios hallazgos al respecto, llega a la conclusin de que el ser humano trata de sobrellevar la prdida de otro ser armado introyectndoselo -es decir, para el inconsciente, comindoselo- llegando as a una identificacin con el objeto perdido. Siguiendo este curso de ideas y estudiando con detencin los resultados obtenidos en los anlisis de melanclicos y paranoicos, logr penetrar ms profundamente en la forma de las primeras relaciones objetales del nio. Freud haba sostenido que el nio ama primitivamente slo a su propia persona -narcisismo primario-, para interesarse y vincularse despus, poco a poco, con las personas principales de su ambiente. Abraham describe cmo hay que intercalar entre esta primera fase narcisista y la prxima, la relacin ya interpersonal, otra ms durante la cual el nio entra en relacin con una sola parte importante de la persona amada. Por ejemplo, no ama ni percibe a su madre como a una persona sino como a pechos, es decir, quiere a un objeto parcial. En sus fantasas se defiende contra la posible prdida de los pechos maternos incorporndoselos en forma canbal.
Su vinculacin con el objeto parcial es ambivalente, es decir, tiene sentimientos amorosos y de odio hacia el objeto. El odio lo lleva a temer al objeto inctroyectado e intentar liberarse otra vez de l expulsndolo. Este concepto nos ayuda a comprender qu significa, por ejemplo, como dije antes, que la nia se haya ya incorporado el pene paterno o el contenido del cuerpo materno. Siguiendo este orden de ideas, Melanie Klein y otros autores llegaron a la conclusin de que para el nio pequeo no existe un solo pecho materno o pene paterno, buscado ambivalentemente, sino que desdobla sus objetos. El nio tendra en su mente la representacin de un pecho bueno -el que le da leche- y otro malo -que se la niega y le causa los sufrimientos del hambre-. O de un pene bueno, que alimenta, y otro malo, que tiene caractersticas de arma peligrosa. Adems, ya he explicado cmo el nio confunde sus fantasas con la realidad. Cree haberse introyectado realmente una cantidad de objetos malos, y busca ansiosamente objetos buenos en el exterior para incorporrselos y neutralizar as la accin daina de los malos. Intenta, adems, expulsar todo lo malo que lleva adentro. Esto parece sumamente terico y poco asequible. Sin embargo, nos ayuda a comprender problemas muy concretos. Por ejemplo, Melanie Klein explica as por qu muchas mujeres extraen del acto sexual una gran tranquilizacin de sus angustias, independiente ya del goce ertico. Temen haber introyectado un pene malo. Este temor puede hacerse consciente en las ms diversas manifestaciones: como consecuencia puede, por ejemplo, surgir la idea hipocondraca de sufrir de cncer. Todo acto sexual con un compaero "bueno" calma sus angustias inconscientes e irracionales, porque viven el coito como incorporacin de un pene bueno, curativo y neutralizador de objetos malos.
Se ha reprochado a menudo a la escuela inglesa el hecho de dibujar un cuadro demasiado fantstico y pesimista del primer desarrollo infantil. Como las primeras frustraciones orales son prcticamente inevitables, se podra temer que si el nio pasa ya en su primer ao de vida por angustias y vivencias tan decisivas y terrorficas, el papel del medio ambiente para evitarle neurosis graves posteriores sera casi nulo. Sin embargo, no es as. Melanie Klein destac la gran importancia que tiene una actitud realmente amistosa del medio ambiente para contrarrestar la daina influencia de ese mundo fantstico en que el nio vive su primera infancia y ayudarle a adquirir poco a poco el creciente sentido de una realidad distinta a sus ansiedades irracionales. La misma realidad le ofrece tambin posibilidades de cerciorarse de no haber sido destruido y de reconstruir en actos simblicos y de sublimacin a las personas amadas a que haya causado dao en sus fantasas. Volvamos ahora a nuestro problema, el del desarrollo psicosexual de la nia. Ya dije que M. Klein habla de una posicin temprana masculina. La nia a menudo vuelve a este recurso contra sus angustias. Pero normalmente entra en una fase "postflica", en la cual ya acepta plenamente su papel femenino y adopta la actitud correspondiente frente a su medio ambiente. En lo que concierne a las diferencias psquicas entre los sexos, M. Klein atribuye mucho valor al hecho de que la nia est ms expuesta a angustias en su desarrollo temprano que el varn, por no poder comprobar la integridad de sus genitales y al ver el logro de la maternidad como algo lejano. Sostiene, en contraposicin con Freud, que las tendencias receptivas femeninas la llevan a una mayor introyeccin de sus padres, es decir, a un supery o conciencia moral ms intenso que el del varn. Adems, la inseguridad frente a su interior y la necesidad de dominar sus contenidos malos la
llevan a desarrollar un agudo poder de observacin y visin psicolgicas junto con un cierto arte e inclinacin hacia el engao y la intriga. Su mayor dependencia de su supery la obliga a ser altruista y dispuesta a sacrificios. Sus temores de haber daado el interior del cuerpo materno y de haber sido castigada en la misma forma, la llevan a tratar de dar a luz hijos hermosos y alimentarlos, sea en realidad o en forma de sublimaciones. Dejo aqu mi exposicin terica, a sabiendas de haber expuesto solamente parte de los resultados cientficos del psicoanlisis al respecto y de no haber logrado hacer ms que parcialmente una exposicin sencilla y bien comprensible. Me justifica la complejidad del tema y el hecho de que no se puede llegar a una comprensin profunda del psicoanlisis sin haber pasado por la experiencia personal del conocimiento del propio inconsciente. Para finalizar, algunas palabras sobre mi concepto personal respecto de las distintas teoras sobre el desarrollo psicosexual de la mujer. Si he destacado en este captulo y los anteriores los "errores falocntricos" de Freud y los puntos en los cuales no estoy de acuerdo con su teora, apoyndome en los resultados de la investigacin de sus discpulos y en lo visto personalmente, me siento adoptando un papel algo pretencioso y mezquino. Criticar a Freud en un aspecto de sus teoras, pese a todo, secundario, utilizando como arma los mtodos de investigacin elaborados exclusivamente por l y basndose en los resultados cientficos de cincuenta aos de existencia del psicoanlisis, no hace meritoria la pretensin de ver algunas cosas en forma ms acertada que l. Sin embargo, el mismo Freud nos ha animado a esta crtica por la forma en que siempre favoreci cualquier enfoque nuevo, alentando a sus discpulos a no respetar nunca nada sino cuando se puede considerarlo al margen de cualquier duda y discusin.
En "El psicoanlisis y la teora de la libido" (vase Ind. Bibl.), refirindose al carcter del psicoanlisis como ciencia emprica, dice que no se trata de un sistema como los filosficos, que partiendo de ciertos conceptos fundamentales precisamente definidos pretenda aprehender con ellos la totalidad del universo, y una vez concluido lo cierra definitivamente a nuevos hallazgos y conocimientos. Se atiene ms bien a los hechos de su campo de accin; intenta resolver los problemas ms inmediatos de la observacin; tantea sin dejar el apoyo de la experiencia; se considera siempre inconcluso y est siempre dispuesto a rectificar o sustituir sus teoras. Admite tambin, como la fsica o la qumica, que ciertos conceptos sean oscuros y algunas hiptesis provisionales, y espera de una futura labor una ms precisa determinacin de los mismos. Por otra parte, a menudo se puede observar en primer plano en los tratamientos psicoanalticos de mujeres su envidia del pene, su sentirse castradas y su actitud masculina. Pero esta actitud ya es defensa contra angustias ms profundas de ser destruidas en su feminidad. Veremos como la comprensin de dos fantasas diferentes de castracin nos sern tiles para el entendimiento de los trastornos psicosomticos de la mujer y cmo ambos suelen aparecer en una misma reaccin o en un mismo sntoma. Por ejemplo, la reaccin de la nia a la primer menstruacin representa a menudo una mezcla curiosa de humillacin, rechazo y alegra desafiante. La humillacin corresponde a la prdida de sus supuesta virilidad, a su "castracin", mientras que la alegra es consecuencia del alivio que experimenta al comprobar su feminidad intacta y la irrealidad de sus temores al respecto y al percibir la menarqua como promesa de futura maternidad. Tambin en materia de antropologa pueden observarse ambos factores. Generalmente, en las sociedades patriarcales, la envidia flica de la mujer est en primer plano, aunque
vimos, por ejemplo, cmo en Samoa, bajo condiciones culturales muy distintas a las nuestras, no parece existir tal envidia o, por lo menos, parece ser muy poco frecuente. En sociedades del todo diferentes, como en la de las islas Marquesas, los temores genitales se presentan en forma distinta. Kardiner dice no haber encontrado rasgos de envidia del pene entre las mujeres de esas islas, y lo explica por el papel privilegiado de la mujer, que no tiene por qu envidiar al hombre. Pero el fenmeno de la seudociesis (embarazo imaginario) tan frecuente entre ellas, debe ser interpretado, segn mi juicio, como una manifestacin del temor a la castracin de la genitalidad femenina, es decir como un intento de negar la destruccin interior y supuesta prdida de la fecundidad, seguido por su admisin. Finalmente, explicar por qu expongo en un libro de enfoque clnico toda la evolucin de la teora psicoanaltica sobre el desarrollo psicosexual de la mujer, en lugar de dar un breve resumen del estado actual de nuestra ciencia. Pienso que el lector interesado nicamente en el aspecto prctico saltar lo que no le interese. Adems, en todo caso, necesita para su comprensin un mnimo de teora. Por otra parte, supongo que una breve exposicin del ambiente histrico en que surgi y del desarrollo de su teora, harto complicada, ha de ser de inters para el lector no familiarizado con el psicoanlisis. Finalmente, espero poder ofrecer en esta forma a los conocedores y estudiantes del psicoanlisis un resumen til para sus investigaciones (4).
Notas
(1) En gran parte de lo que ahora referir seguir la exposicin que Zilboorg da en su "Historia de la psicologa mdica" (v. Ind. Bibl.) (2) Sin embargo, en algunas publicaciones, por ejemplo "La moral sexual, cultural y la nerviosidad moderna", Freud atribuye la inferioridad intelectual femenina a la mayor coercin educacional por lo sexual que sufre su curiosidad en la infancia. (3) Uso el trmino en el sentido de incorporacin psicolgica. (4) Agrego a este resumen, escrito en 1951, esta nota para completar la discusin sobre la envidia del pene y mencionar, por lo menos, el concepto tan importante de la envidia del pecho. En un libro, aparecido en 1955, "Envidia y Gratitud" (vase Ind. Bibl.) Melanie Klein vuelve sobre el tema de la envidia. Describe cmo este sentimiento destructivo surge ya en la relacin bipersonal entre el nio y la madre y se dirige contra el pecho. Dado que ste es para el nio la fuente creadora de todo lo que l carece, y al sentirse frustrado por l presupone que el pecho se alimenta a s mismo, en lugar de gratificarlo, lo ataca y lo destruye en sus fantasas inconscientes. Esta envidia primitiva, difcil de entender, sin haber estudiado a fondo el concepto de fantasas inconscientes y otras teoras klenianas, puede observarse, sin embargo, en anlisis profundos con toda claridad en la relacin transferencial. En un trabajo mo, "Esterilidad y envidia" (Sterility and envy) (ver Ind. Bibl.) presentado en el vigsimo Congreso Psicoanaltico Internacional, puede demostrar cmo esta envidia forma la base de muchos trastornos que describir en este libro y adems establecer las distintas conexiones entre la envidia del pecho y del pene. 1) Como Melanie Klein ya encontr en 1928, la voracidad de la nia pequea y su envi-
dia del pecho la llevan a envidiar y desear tambin el pene del padre, porque cree que la psoesin de este rgano la capacita para recibir el pecho de la madre. Entonces la envidia del pene es proporcional, en su intensidad, a la voracidad de la nia y su envidia del pecho. 2) Dado que la envidia del pecho lleva a la nia a atacar el cuerpo de su madre y a temer su contraataque, y dado que ella se defiende contra su temor de estar destruida en su femineidad, adoptando una posicin masculina que implica envidia del pene, esta envidia es, en ltima instancia, el resultado de su envidia del pecho. 3) Adems, Melanie Klein nos ha demostrado que la nia abandona el pecho y se vuelca hacia el pene porque lo considera, en sus fantasas, como un pecho inagotable. Pero dado que su envidia del pecho se origina en la fantasa de que ste, en lugar de darse a ella, se alimenta a s mismo, reacciona tambin frente al pene con envidia y celos, sospechando que tambin el pene se alimenta a s mismo y a la madre. De esta manera su envidia del pecho se transforma directamente en envidia del pene. 4) Finalmente su falta de cualquier rgano creativo, sea del pecho de la mujer adulta o sea del pene, forma la base de su envidia de ambos. Indice Pgs. Prlogo para esta edicin ...... 9 Prefacio de la primera edicin 12 Prefacio de la segunda edicin 18 Captulo I. La mujer y su conflicto actual ............ 21
Notas ........................ 65 Captulo Ii. Revisin de la literatura psicoanaltica sobre la femineidad ......... 67 Notas ........................ 155
El "mito del nio asado". La hostilidad de la madre hacia su hija. La hostilidad de sta hacia su madre. En el plano oral. En el plano genital. Quin es el victimario y quin es la vctima? La importancia de la felicidad de las madres para la salud mental de las futuras generaciones. Ya he hablado de los juicios despectivos sobre la mujer y cmo el prejuicio de su inferioridad se basa en viejos resentimientos infantiles. Ocurre as que tanto el hombre como la mujer rechazan inconscientemente a la madre. La total dependencia de la criatura humana de su madre y su gran vulnerabilidad hacen que le tema, la envidie y la odie. Esa misma dependencia y la gran intimidad existente entre la madre y su hijito hacen que la quiera. El hecho de que el nio dependa del todo y conozca nicamente a su madre, da como caracterstica a su amor
la insaciabilidad y el deseo de exclusividad y lo lleva por eso, forzosamente, a sufrir frustraciones una y otra vez. La quiere, pero reacciona a las frustraciones con un odio impotente y desesperado, y la proyeccin de estos sentimientos sobre su madre hace que le tema. Expuse las teoras de la escuela inglesa sobre la psicologa de la nia de muy corta edad. Describ cmo en sus fantasas quiere destruir el cuerpo materno por todos los medios a su alcance y cmo teme ser destruida como represalia por su odio. Vimos que desdobla las imgenes y lleva dentro de su inconsciente, al lado de la "madre buena" que acaricia y tiene pechos llenos de leche, la representacin de una "madre mala" y vengativa. Como temo haber dejado en el lector la impresin de que todos estos conceptos son harto complicados y difciles de comprender, demostrar, mediante el anlisis de distinto material, que son una realidad psicolgica y que tambin todos nosotros llevamos junto a la imagen de la madre buena otra terrorfica, la imagen de una madre que mata, destruye y devora al nio. Ms adelante veremos eso al exponer material clnico. Pero por el momento lo demostrar con algo tomado de la psicopatologa cotidiana, interpretando un rumor que corri hace poco por Buenos Aires y estaba en boca de todos, trasmitindose con suma velocidad por las sirvientas, los chferes de taxi y los peluqueros. Se trata de algo que se podra llamar un "mito moderno". Tomamos esta expresin del libro "Mitos de guerra", de Marie Bonaparte (vase Ind. Bibl.). En l la autora describe cmo la situacin psicolgica colectiva creada por la segunda guerra mundial hizo surgir rumores persistentes que adquirieron una rpida difusin oral. El anlisis de sus contenidos latentes demostr que sirven para asimilar psicolgicamente, en forma disfrazada, situaciones de angustia colectiva y los conflictos
subyacentes, del mismo modo que lo hacan los mitos en el pasado. El rumor a que me refiero, y que, como deca, se extendi muy rpidamente (en el trmino de una semana me llegaron nueve versiones, distintas slo en sus detalles) y fue aceptado como verdico por personas generalmente capaces de un juicio crtico. Esto comprueba que el rumor responde, aunque en forma muy disfrazada y elaborada, a una situacin interior reprimida y a angustias infantiles an persistentes en la gran mayora de las personas. La versin ms completa de la extraa historia que se relataba en junio de 1949 en todo Buenos Aires era la siguiente: Un joven matrimonio toma una sirvienta, estando la esposa cerca del final de su embarazo. Nace la criatura. Algunas semanas despus marido y mujer salen de noche para ir al cine, dejando el nio al cuidado de la sirvienta, que hasta ese momento ha merecido su confianza. Al regresar los recibe muy ceremoniosamente, vestida con un traje de novia de la seora, segn una versin, y los dice que ha preparado una gran sorpresa para ellos. Los invita a pasar al comedor para servirles una comida especial. Entran y se encuentran con un espectculo horripilante. En medio de la mesa, puesta con sumo cuidado, ven en una gran fuente a su hijo, asado y rodeado de papas. La infeliz madre enloquece en el acto. Pierde el habla y nadie le ha odo pronunciar desde entonces una sola palabra. El padre, quien, segn varias versiones, es militar, extrae su revlver y mata a la sirvienta. Despus huye y no vuelve a tenerse noticias de l. Segn averiguaciones posteriores, el drama se explicara por el hecho, desconocido por el matrimonio, de que la sirvienta era una psictica, escapada poco antes de un manicomio. Hay otras versiones del mismo acontecimiento, que difieren en detalles. A veces el marido es mdico. No huye
despus de haber matado a la asesina sino que se suicida. Segn algunos, la criatura no es de pocas semanas sino que haba cumplido precisamente los seis meses. Este rumor tiene caractersticas que concuerdan con las observaciones de Marie Bonaparte sobre los mitos modernos. En primer lugar, todas las personas que relatan el cuento dicen haberlo odo de otros que conocen muy bien a los protagonistas. Varias veces se me afirm tambin que todo el drama haba aparecido en los diarios, aunque nadie lo haba ledo personalmente. Y casi todos estaban dispuestos desde el primer momento a tomar como verdica la tragedia que me referan. El cuento parece muy curioso, tal vez demasiado para que podamos mantener nuestra afirmacin de que su contenido latente corresponde a una situacin psicolgica comn a todo el mundo. Porque de ser as hubiera aparecido en esta forma u otra similar con mucha mayor frecuencia. Investiguemos, pues, si hay otros relatos en los que un nio es servido como comida a sus padres. Recurramos primeramente a la mitologa clsica. El material existente es abundante, y la versin ms conocida y ms prxima a nuestro "mito moderno" es la historia de Tntalo. Tntalo, rey de Lidia y yerno de Jpiter, sirvi a los dioses, para probar su divinidad, los miembros del cuerpo de su propio hijo Plope. Slo su esposa Ceres, la diosa de la fertilidad, absorbida por el dolor de la prdida de su hijo, comi este terrible manjar. Habiendo Jpiter devuelto la vida a Plope, le puso un hombro de marfil para reemplazar el que le haba comido su madre Ceres. A Tntalo lo precipit al Trtaro y lo conden a ser vctima de hambre y sed devoradoras. Se le representa en medio de un ro cuyas aguas huyen tan pronto como quiere acercar sus labios a ellas, y debajo de rboles frutales cuyas ramas se levantan tan pronto como quiere coger una fruta. Dejemos
la interpretacin de este mito para ms adelante y pasemos a ver situaciones similares en dos cuentos de hadas. Primeramente, en "Blancanieves". Ah la madrastra mala, envidiando a Blancanieves su belleza, pide al cazador que lleve a la nia al bosque para matarla y que le traiga despus su corazn. El cazador, conmovido por la belleza y bondad de la nia, mata en lugar de ella una liebre, cuyo corazn trae a la reina cruel, quien lo hace preparar y lo come, creyendo ingerir as una parte integrante del cuerpo de su bella hijastra. En "H)nsel y Gretel" el padre de los nios, acosado por la pobreza que no le permite seguir alimentando a sus hijos, se deja persuadir por su mujer, madrastra de los nios, a llevarlos al bosque y abandonarlos all. Los nios vagan solos por el bosque hasta que llegan a la casa de la bruja, que est hecha de golosinas. Empiezan a comer parte del techo y son sorprendidos. La bruja los encierra y hace engordar a H)nsel, para matarlo y asarlo luego. Gretel, mediante un ardid, salva a su hermano. Nuevamente nos encontramos con un intento de una malvada mujer que quiere matar a un nio para comerlo luego. La situacin de este cuento tiene ya bastante similitud con la de nuestro mito moderno. Vimos anteriormente material mitolgico de una cultura distinta de la clsica y de la nuestra, la de las islas Marquesas, donde las embarazadas temen que las "vehinihai" espritus de mujeres salvajes- les roben, para devorarlo, el hijo que estn esperando. Citar parte del mismo tema aparecido en el sueo de una joven homosexual: Ve un rbol, a cuya sombra observa varios chanchitos. Mira hacia arriba y descubre una "araacangrejo" enorme, suspendida de la cima del rbol. De pronto la araa empieza a bajar. Los chanchitos huyen, menos uno
que se queda como paralizado y fascinado. La araa se le echa encima y empieza a succionarlo. La durmiente ve con horror que el pobre chanchito no logra defenderse y cmo el color rosado de su piel se vuelve plido y blanco porque la araa le ha succionado toda la sangre. Puedo adelantar de la interpretacin de este sueo que los tres chanchitos conocidos como tres hermanitos por los dibujos cmicos de Walt Disney- representan a la durmiente y a sus dos hermanas menores, mientras que la araa -como acontece generalmente en los sueos y en el material folklrico- simboliza a la madre. Todo lo dicho nos servir para llegar a travs del anlisis de este material a la comprensin de nuestro mito moderno. Ya destaqu una situacin comn a todos los casos expuestos: la posibilidad de que sea comido un nio. Unas veces este crimen es realizado y otras la protagonista se ve frustrada en su intencin perversa. Pero, a quin representa la protagonista? Quin realiza o intenta realizar el crimen antropofgico? En resumen: quin es el criminal? En el mito de Tntalo es el padre quien mata a su hijo, pero la nica que completa el crimen y come de este plato horrible es Ceres, su madre. En "Blancanieves" la madrastra hace matar a la princesa y quiere comer su corazn. En "H)nsel y Gretel" la situacin est ms disimulada, pues la madrastra aduce su pobreza e incapacidad de dar comida a los nios para lograr su objeto, que es exponerlos al peligro de ser comidos por la bruja. Es otra imagen de la madre mala que se niega a alimentar a los nios. En el mito de las islas Marquesas, las "vehinihai" o mujeres salvajes hacen desaparecer el feto del tero de la madre o se comen a sus hijos pequeos.
Freud demostr que en nuestro inconsciente rige la ley cruel e inflexible del Talin: "ojo por ojo y diente por diente". Significa que, como castigo por nuestras maldades, esperamos siempre que otra persona nos haga lo mismo que le hemos hecho en la realidad o en la fantasa. Pues bien, el crimen que realizan las "vehinihai" es justamente el mismo que, impulsados por sus celos, los nios de ambos sexos cometen en sus fantasas inconscientes frente a su madre embarazada o a sus hijos pequeos, sus hermanos menores, cuando quieren robarlos y matarlos. De ah puede deducirse que la nia, una vez adulta, cuando espera a su propio hijo, tema la venganza de su madre y la convierta en la mujer salvaje del mito, que roba y come a sus hijos. Ya he dado la interpretacin correspondiente del sueo de la araa y los tres chanchitos: la madre mala est simbolizada por la araa y los tres chanchitos representan a la soante, de nia, y a sus dos hermanas. Mientras que observa en el sueo la trgica escena, se identifica simultneamente con el chanchito vctima de la araa. Suea, pues, que su madre la mata sorbindole la sangre. Vemos en todo el material situaciones similares. En el mito de Tntalo el padre es el responsable del crimen, pero lo ejecuta la madre. En los dos cuentos de hadas, sustitutas malvadas de la madre (madrastra, bruja) intentan ejecutar el crimen. En el sueo, la madre es un vampiro, que mata a su hija (2). En el mito de las "vehinihai", la imagen terrorfica de la madre -la mujer salvaje- mata y come a los nios de su hija. A pesar de que la tragedia aparezca desplazada a la prxima generacin, la situacin psicolgica es la misma que en el otro material, porque la joven madre se identifica con su criatura y la considera como parte de ella misma, como carne de su carne.
Examinemos ahora la situacin de nuestro mito moderno. En ste la sirvienta es quien mata al hijo de su joven patrona. Considerando a la sirvienta como representante de la imagen rebajada de la madre mala, encontramos la misma situacin que la de las "vehinihai". Ahora bien, si as fuera, cules son los motivos de que la sirvienta llegue a desempear para el inconsciente el papel de madre? Son varios, y se observan en los tratamientos psicoanalticos de muchas mujeres. Gran parte de las dificultades y quejas constantes de las dueas de casa sobre el servicio domstico provienen de esta identificacin inconsciente. En primer trmino, las actividades de las sirvientas son muy parecidas a las que desempea la madre frente al nio: la sirvienta tiene el deber de alimentar, cuidar y limpiar. En contraste con esa similitud est la dependencia e inferioridad social de la sirvienta frente a la patrona, que le permite a sta realizar una vieja e infantil fantasa vengativa: trastocar los papeles. Fantasa que expone a menudo el nio pequeo frente a su madre con las siguientes palabras: "Ya vers cuando yo sea grande y t seas chiquita". Todo lo que la nia sufre por su dependencia de la madre y por su obligacin de obedecerla puede ahora hacrselo experimentar a la sirvienta. Todas las crticas a su madre que hubo de reprimir durante su infancia pueden expresarse ms tarde y con toda claridad frente a la sirvienta. En ella puede vengarse de las frustraciones sufridas en la niez (3). Todo el odio reprimido que tampoco ya adulta la mujer se atreve a manifestar a su madre, lo descarga contra la sirvienta. La teme y la cree capaz de cualquier atrocidad debido a este mismo odio. Muchas mujeres creen continuamente que las sirvientas las perjudican, las roban y les seducen a sus maridos o hijos. Una de las causas por las cuales el cuento del nio asado fue aceptado como verdico proviene de esta situacin inconsciente entre ama de casa y sirvienta. Por todo lo expues-
to parece que nos encontramos con variantes de una misma situacin, en la que siempre el hijo o la hija es vctima de una madre criminal. La persona que se conmueve al escuchar el relato siniestro se identifica con el nio, vctima inocente de la sirvienta-madre mala, sintiendo simpata y compasin por la joven seora, en la cual proyecta la imagen consciente y buena que tiene de su propia madre. Ya dijimos cmo por los celos reprimidos en la infancia se llega a atribuir a un sustituto materno el extrao deseo de comer a su hijo. Adems existe otra causa ms profunda para ello. Siguiendo la ley del Talin, la persona que cree en los deseos canbales de la madre y se identifica con la vctima teme sufrir de la madre mala lo que ella misma, en su primera infancia, quiso hacerle. Le atribuye sus propios deseos perversos, para poder condenar en la madre lo que se niega a reprocharse a s misma. Tendr que demostrar, pues, que el crimen primitivo de nuestro mito sera el haber querido devorar a la madre y que el verdadero criminal sera la vctima aparente, el nio. Para ello volvamos al material relacionado por su contenido con nuestro mito. El castigo de Tntalo consiste en la condena a la sed eterna y en ver cmo se retiran las ramas llenas de fruta cuando extiende su mano para alcanzarlas. Las frutas son smbolos del pecho femenino. Se deduce, por el carcter del castigo mismo, que su crimen primitivo fue la voracidad de su hambre. La situacin aparece en el mito, transformada en su contraria. No es l quien quiere comer a su madre, sino que su hijo -representante de su infancia- es quien sirve de manjar a Ceres. Blancanieves cae como muerta despus de haber comido la manzana envenenada que le ofrece su madrastra, es
decir, es castigada por su glotonera, por haber deseado comer el pecho de su madre hostil. En "H)nsel y Gretel" los nios son expulsados de la casa por su voracidad (ya no es posible alimentarlos) y la bruja los sorprende y castiga cuando los nios comen parte de su casa. Tambin la casa constituye un smbolo materno muy conocido en psicoanlisis. En el mito de las "vehinihai" no aparece el hambre del nio castigado. Pero sabemos que las madres en las islas Marquesas niegan el pecho a sus hijos y los alimentan en forma grosera, provocando, por consiguiente, fuertes deseos canibalescos y vengativos en los nios, deseos que ms tarde encuentran su realizacin en la antropofagia practicada con el enemigo vencido. Durante el tratamiento psicoanaltico de la joven homosexual cuyo sueo he citado, se pusieron de manifiesto sus fuertes tendencias orales de carcter agresivo dirigidas hacia su madre. Dada la similitud de las situaciones, podemos deducir que tambin en nuestro mito moderno el crimen primitivo es el hambre agresiva del nio, hambre que se ha intensificado por el abandono de la madre. La tragedia ocurre cuando la madre se ha ausentado con el padre. El criminal sera siempre, pues el nio mismo, y su propio sentimiento de culpa hace que posteriormente lleve dentro de s la imagen reprimida de una bruja-madre con deseos antropofgicos y malvados hacia l. La persistencia de esta imagen en los que escucharon nuestro "mito moderno" es la causa de su credulidad ingenua. En determinada poca de nuestra infancia todos hemos experimentado deseos canibalescos hacia el pecho de nuestra madre. Abraham (l. c.) fue el primero en descubrir que simultneamente con la primera
denticin, es decir a los seis meses, surgen en el nio deseos sdicos de morder y masticar el pecho de su madre, que se ligan a las tendencias cariosas. Llamar la atencin del lector sobre el hecho de que en una versin de nuestro mito el nio habra cumplido precisamente los seis meses. Tomar alimentos, tanto la leche materna como otros distintos, significa para l comerse a su madre, y este mismo acto adquiere dos contenidos opuestos. Se incorpora a su madre porque, por su amor hacia ella, quiere llevarla dentro de s mismo, pero la destruye con sus dientes, porque la odia y la teme, proyectando en ella su propia agresividad. Esas tendencias agresivas se ven reforzadas con cada experiencia dolorosa para el nio y por todas las frustraciones sufridas y causadas por su madre. El nio pequeo proyecta su hambre sobre la madre y lo experimenta como si ella lo comiera y destruyera desde adentro: como una agresin deliberada que ella le inflige y como un castigo por su propia voracidad. Por eso la sirvienta que prepara al lactante para servirlo de comida a sus padres representa a la madre que quiere calmar su propia hambre con la carne de su hijo en lugar de ofrecerle sus pechos. Hasta ahora nos hemos ocupado en nuestro mito exclusivamente de la relacin madre-hijo en el plano oral. Pero tambin el padre aparece en escena. Los protagonistas del drama son: el padre-mdico segn una versin, militar, segn otra, la madre y la sirvienta. Creemos que las dos profesiones que se asignan al padre no han surgido ocasionalmente sino que corresponden a la situacin interior que el mito expresa. Un militar es un personaje importante, autoritario, algo como un presidente o un rey, es decir, corresponde a la imagen que la nia pequea se hace de su padre. El mdico es el hombre delante del cual no existe secreto sexual ni prohibicin. l lo sabe todo y est autorizado a examinar nuestra intimidad fsica. Tiene, pues, un papel parecido al que
el padre desempea frente a la madre en las relaciones sexuales. Veamos ahora la situacin de la nia frente a sus padres unidos. En determinada edad se enamora de su padre y quiere ocupar el lugar de su madre. Siente celos violentos, la odia y desea eliminarla. sta es otra razn ms para que la nia tema la venganza de su madre y la vea mala. Adems, si nacen otros hermanos, lo vive como traicin por parte de sus padres, y dirige todos sus celos y su odio hacia el recin llegado (4). Se hace susceptible y se siente postergada y tratada como "Cenicienta". Expuse cmo en el plano oral la sirvienta de nuestro mito representa a la madre mala, sobre la cual el nio proyecta sus propios deseos canbales. En el plano edpico el papel de la sirvienta es distinto: representa a la nia resentida y enamorada de su padre. La situacin de rivalidad con la madre queda expresada con ms claridad en aquella versin del mito en la cual la sirvienta se pone el vestido de novia de la seora, es decir, se sita directamente en el lugar de la joven madre, al lado del padre. La nia est celosa de la vida sexual de sus padres. En el mito la desgracia ocurre cuando los patrones dejan a la sirvienta en casa y salen juntos de noche. Adems, la sirvienta entr en la casa antes del nacimiento de la criatura, es decir, de hija nica se converta en hermana mayor, vindose desplazada por el nacimiento del hermano. Hace una regresin al plano oral y se venga, matando al lactante y preparndolo como comida. Su venganza consiste en que l, en lugar de seguir comiendo de su madre con la autorizacin del padre, sirva de comida a los dos. Por eso debe ser castigada. En el mito, en una versin el padre mata a la sirvienta a palos, segn otra, a balazos. Los dos castigos representan, en un plano regresivo masoqustico, el coito de ella con el padre. Lo reprimido, la satisfaccin sexual prohibida y negada, irrumpe otra vez en la
conciencia, aunque en forma disfrazada y dolorosa. Pero por poco tiempo, pues el padre desaparece o se suicida y la madre enmudece, lo que simboliza tambin la muerte. Esto es, que la nia-sirvienta sufre el castigo ms grave que un nio pueda imaginarse: por su crimen de celos es abandonada por ambos padres. Marie Bonaparte encontr que los mitos modernos analizados por ella eran la reaccin a una situacin actual angustiante, la segunda guerra mundial, correspondiendo as a una constelacin psicolgica comn a mucha gente. No s hasta dnde la gnesis del mito que examinamos pueda referirse a situaciones actuales, como las puntualizadas por esa autora; por otra parte, no ha sido mi propsito su investigacin. Quise analizar el contenido inconsciente y eterno de nuestro mito para comprobar que corresponde a una situacin psicolgica comn a todos nosotros y que logra plena credulidad en el pblico porque ste, a travs de las distintas identificaciones con los diversos protagonistas, logra captar esa constelacin y su veracidad psicolgica. Hasta ah la interpretacin de nuestro mito. Descubrimos as que la culpable del crimen es la nia, que odia a su madre, la teme por esta causa y lleva reprimida dentro de s misma su imagen horrorosa. Empleo la palabra "culpable". Sin embargo, tengo el derecho de usarla? Es su maldad la que lleva a la criatura a odiar a su madre y querer destruirla, o son las frustraciones que sta le impone? Entre los psicoanalistas existen distintas opiniones al respecto. Hay quien sostiene, apoyndose en la teora de Freud sobre el instinto de muerte, que la criatura ya nace con capacidad de amar, odiar y envidiar y que ve al mundo ya su madre mala conforme a sus propios impulsos. Hay otros que ven en el odio de la criatura la reaccin a la actitud hostil de la madre y a las frustraciones que impone a su hijo. Sin embargo, tanto los partidarios de un concepto como los del otro interpretan la conducta
del nio como resultante de su constitucin, ms las experiencias reales hechas por l en su infancia. Pero, segn su "Weltanschauung", cada cual hace ms hincapi en uno u otro de estos dos factores. No discriminar aqu entre ambos conceptos. Clnicamente veremos ms adelante que desde su punto de vista subjetivo siempre uno se siente primeramente vctima y slo despus victimario. Pero tambin que, en la medida que progresa el anlisis, uno llega a aceptar su responsabilidad por lo que hizo a s mismo y a sus propios objetos. Me referir en la clnica tanto a material psicoanaltico de "hijas" como de "madres". Expondr, por ejemplo, cmo el temor a su madre impide a la nia menstruar en la poca debida. Tambin hablar del odio que puede sentir una mujer embarazada hacia su feto, sentimiento que la llevar posiblemente al aborto; o el rechazo de la joven madre de su lactante, rechazo que ser la causa de trastornos en la lactancia. Pero consideramos "malas" a estas enfermas, cuyas actitudes rechazantes hacia el hijo estoy describiendo? Seguramente que no, porque a travs del anlisis de stas comprendemos que repiten -sin querer y sin darse cuenta- frente al hijo lo que sufrieron de nias por parte de su propia madre. Es decir, que todo lo que parece hostil y no maternal en ellas proviene de sus propias frustraciones infantiles, que las fijaron en una actitud inmadura e inadecuada a su papel de madres. Resumiendo: lo que lleva a la madre al rechazo de su hijo y a frustrarlo, a menudo cruelmente, proviene tanto de su identificacin inconsciente con la imagen de su propia "madre mala" como de los impulsos infantiles ligados a esta imagen.
Notas
(1) Gran parte de este captulo apareci bajo el ttulo: "El mito del nio asado", en la "Revista de Psicoanlisis". (2) Puedo agregar otra observacin clnica de contenido parecido, la de un sntoma de conversin histrica. Una mujer que alimentaba a su criatura de pocas semanas siente un da, inesperadamente, un dolor espasmdico en los pezones, que se va intensificando hasta hacerse intolerable. El dolor desaparece bruscamente cuando lo relaciona con un hecho ocurrido unas pocas horas antes. Haba recibido una carta en que su madre le comunicaba que se vea en la necesidad de aceptar la ayuda econmica que su hija le haba ofrecido tiempo atrs. Lo que la enferma expresaba a travs de su sntoma era que ella estaba dispuesta a dar el pecho a su beb, con el cual se identificaba, pero no a alimentar a su madre. Hacerlo sera como dejarse comer por ella, situacin que expres y contra la cual protest con su dolor, que desapareci al hacerse consciente su significado. (3) Hace poco me contaron que una seora, nada tacaa por lo general y muy adinerada, cada semana sola sacar del placard de la cocina un bolso lleno de terrones de azcar. Cuidadosamente sola contar para cada persona de la numerosa servidumbre los terrones a que tenan derecho durante ese da. Despus los entregaba a la cocinera y guardaba lo restante bajo llave. En un primer momento me choc esta actitud, tan en contraste con el nivel econmico y la forma de vivir de esa familia, hasta que pude comprender que probablemente la madre de esta buena seora deba de haber
hecho lo mismo con ella cuando, siendo nia, le peda caramelos u otras golosinas de poco valor. (4) Una nia de cuatro aos, que acababa de recibir un hermanito, pregunt a su padre: "Cmo se hace para que a los bebs se les pare el corazn? Basta con apretarlos con fuerza?"
Captulo Iv Parte clnica (1) Menstruacin Es siniestra la menstruacin? La menarqua como el gran acontecimiento. La menarqua como trauma. Por qu? Respuesta antropolgica. Respuesta pedaggica. Enfoque psicioanaltico. Exposicin de casos. Teresita: el efecto traumtico de la menstruacin por la situacin conflictual con su madre. Temores a la castracin masculina y femenina. Menarqua traumtica porque la realizacin de los deseos sexuales se vuelve peligrosa: Molly. La menstruacin es biolgicamente dolorosa y deprimente? Exposicin del historial de una adolescente dismenorreica. De una joven amenorreica. La actitud viril como defensa. Resumen. Estudiaremos ahora las distintas etapas de la vida femenina, sus mecanismos normales y patolgicos. Estos ltimos son, en el fondo, siempre la manifestacin del mismo conflicto, del temor de identificarse con la imagen de una madre mala destruida o del temor a su venganza. Veremos cmo estos
temores, superados en una etapa evolutiva, reaparecen, a menudo, bajo cualquier forma, en otra posterior. Como breve ejemplo contar, antes de estudiar el tema de la menarqua y de la menstruacin ms sistemticamente, la historia de una joven. Era elegante y atractiva, aunque mostraba, cuando se pona nerviosa, un ligero estrabismo. Me relat en su psicoanlisis datos de su infancia. Haba sido una nia fea, bajita, sin cuello, como deca su madre, y con un fuerte estrabismo. Su madre mujer linda y muy orgullosa, sola decirle, cuando la acompaaba a sus primeros bailes, que ella, aun siendo ms vieja que su hija adolescente, le ganaba todava en belleza. Otras veces la madre se mostraba muy preocupada por el futuro de la hija y tema que no consiguiera casarse. La nia dedicaba todo su inters al estudio, a su amistad con sus compaeras, y no se preocupaba aparentemente por su fsico. Pero, llegada a los diecisis aos, todava no se haba desarrollado. Segua bajita y no tena la menstruacin. Por otra parte, su madre la haba hecho operar ya varias veces para corregir su estrabismo, pero siempre sin ningn xito. En esa poca se intern, una vez ms, en un sanatorio para hacer otro intento. Esta vez la operacin result muy bien. Adems, an antes de que pudiera conocer el resultado, un joven mdico empez a hacerle la corte. Ella se entusiasm: se senta tratada como una mujer atractiva por primera vez en su vida. El da que sali del sanatorio se produjo la menarqua. Cuando la conoc, aos despus, ya no tena nada de la nia bajita, gorda y sin cuello, que haba sido. Era un linda mujer, alta y delgada. Sin embargo, lo que parece haber sido una "curacin por el amor" no la haba cambiado a fondo. Se cas impulsada por motivos neurticos. El matrimonio empez a andar mal cuando ella misma se convirti en madre. Se separ, haciendo inconscientemente todo para perder en el juicio de
divorcio la tenencia de su hijita, adorada por ella. Es decir, fracas en su vida de mujer por su incapacidad maternal. De adolescente, por la actitud de su madre, haba rechazado su femineidad. Pensaba que como nadie iba a quererla como mujer, ms vala quedar nia o vivir como un muchacho. El primer amor bast para dar atractivo al destino femenino. Vino la menstruacin, se transform en mujer. Pero ms tarde no toler la transformacin en madre. Por su resentimiento hacia su propia madre no poda convivir felizmente con el hombre que sta le haba elegido, ni desempear libre de angustia su papel materno frente a su hija. Conscientemente tema tratarla con la misma maldad con que su madre la haba tratado. Entonces, para no perjudicarla, prefiri abandonarla y empezar su vida de nuevo. La primera menstruacin representa para la nia un acontecimiento importantsimo. Significa que adquiri su madurez biolgica, que es mujer, y capacitada fsicamente para el amor y la maternidad. Tendra que ser una fiesta para la nia, un da cuya fecha debera recordar ms tarde junto a la de su casamiento y las de los nacimientos de sus hijos. Efectivamente, entre los primitivos ocurre eso. La primera menstruacin est rodeada de tabs y ceremonias que culminan en un gran festival, durante el cual la nia es aceptada por la sociedad de las mujeres adultas como una de ellas. Sin embargo, es cierto tambin que el anlisis de los ritos de iniciacin demuestra la ambivalencia del primitivo frente a la pber. Tambin la mujer adulta en estado menstrual lo excita, tienta y asusta y lo lleva a defenderse con numerosos tabs contra el contacto siniestro con ella. El sentido profundo de estos temores ha sido el objeto de las investigaciones de muchos psicoanalistas: Coronel Daly, Melitta Schmiedeberg, Mary Chadwick, A. Winterstein y otros ms (vase Ind. Bibl.). Freud se refiere en algunos de sus escritos al tema, interpretando el
temor del hombre a la menstruacin como temor al genital castrado y ensangrentado de la mujer. El primitivo teme a la mujer en estado menstrual, e impone a la joven que pasa por primera vez por esta situacin restricciones, y la somete, en algunas tribus, a operaciones crueles. Sin embargo, nunca falta, al final de las pruebas por las cuales tiene que pasar, el festejo alegre de su madurez sexual, por parte de la comunidad. Ella se ve constituida en el centro del inters, aceptada y aconsejada por su femineidad recientemente adquirida. En nuestra sociedad ocurre todo lo contrario. La primera menstruacin es un acontecimiento vergonzoso, del cual no se debe hablar. Helene Deutsch (l. c.) destaca que muchas madres hablan con sus hijas con ms facilidad sobre la concepcin que sobre el perodo, y que as las nias ven reforzado su propio sentimiento de culpa y vergenza por esa actitud idntica de su madre. Sin embargo muchas nias sienten, como sus hermanas primitivas, que su menarqua debiera ser festejada, y se ven defraudadas por la actitud de indiferencia o de rechazo del ambiente. Marv Cahdwick (l. c.) describe la reaccin de una nia frente a su primera menstruacin en esta forma: Su primer sentimiento frente a la indisposicin fue negativo. Pero cuando le explicaron que este sntoma tan inquietante para ella era un indicio de su femineidad, experiment un gran alivio. Sbitamente comprenda muchos misterios que antes la haban atormentado. Despus entr en un estado de excitacin. Sinti el deseo y la esperanza de ser festejada. Ella tendra derecho a ser el centro de una gran fiesta. Finalmente, todo le pareci sucio. Comprendi que ya poda casarse y dar a luz, que se haba vuelto adulta en pocos minutos. Deseaba que su madre comunicara a su padre que tena otra hija adulta ms. Como no ocurri nada de lo esperado, volvi a la monotona de su vida escolar.
Simone de Beauvoir (vase Ind. Bibl.) trae ejemplos de la reaccin de la nia frente a la menarqua tomados de "Jeunesse et sexualit\", de Liepmann. Transcribo dos, en los cuales encontramos otra vez la alegra de la nia frente a su madurez, que a menudo choca con la incomprensin materna. "El momento en que me vi indispuesta me precipit, radiante de alegra, al dormitorio de mi mam, despertndola con el grito de triunfo: /Lo tengo, mam!/ /Y por eso me despiertas?/, me dijo como nica respuesta. A pesar de todo, yo haba considerado eso como un verdadero acontecimiento en mi existencia". Cuenta otra nia: "Ya saba qu significaba todo eso. Hasta esperaba la cosa con impaciencia, pensando que entonces mi madre me explicara cmo se fabrican los nios. Lleg el da famoso, pero mi mam se call la boca. A pesar de eso estaba muy contenta. Ahora -me deca a m mismo- t tambin podrs tener hijos. Ya eres una dama". Tambin las nias de antes sentan as. En el "Diario de una adolescente", de autora annima (vase Ind. Bibl.), la protagonista espera con ansiedad la manifestacin de su madurez. Se aflige porque su mejor amiga se ha desarrollado antes que ella, se siente inferior y abandonada. Reproduzco algunas anotaciones de la nia: "5 de enero: Importantsimo! Hella lo tiene desde anoche! Ayer no fue al colegio porque ya senta horriblemente descompuesta. Su mam ya tema que tendra otra apendicitis. En lugar de eso! Tiene un aspecto tan sufrido e interesante que yo me qued toda la tarde con ella". "2 de julio: Dios mo, hoy me vino... no, no lo puedo escribir. Era a mitad de la clase de fsica. Debamos ponernos de pie porque lleg la seorita A., y en cuanto me puse de pie, pens: Pero... qu ser esto? E inmediatamente me di
cuenta: Ah! Durante el recreo Hella me pregunt por qu me haba puesto tan colorada durante la clase, si estaba comiendo caramelos. No quise decirle en seguida la verdad, por eso respond: /No, casi me haba dormido de aburrimiento y por eso me asust cuando entr la seorita A./ En el camino a casa ni hablaba nada y caminaba muy despacio (dicen que no hay que caminar ligero si se tiene...). Entonces Hella me dice: /Pero qu te pasa hoy?, por qu ests tan ceremoniosa? Te habrs enamorado sin decirme nada o te habr llegado realmente?.../ Yo le contesto: /Me ha llegado realmente!/ Y ella me dice: /Al fin, ahora te mereces otra vez mi amistad/, y me bes en mitad de la calle. Pasan dos estudiantes y uno nos dice: /A m tambin un besito/". Podemos aqu observar dos reacciones tpicas a la primera menstruacin: la nia se siente alegre y orgullosa por estar ahora ms cerca de la madre, o de las compaeras de clase, o de la famosa "mejor amiga", es decir, satisface con la aparicin de la menstruacin tendencias homosexuales inconscientes. Pero simultneamente surge tambin la esperanza de una gratificacin heterosexual. Ella ahora es "una dama" que puede tener hijos. O, mientras que su mejor amiga la besa porque ella ya es mujer, pasan dos estudiantes y la galantean. Junto con su mejor amiga ha ingresado en el mundo de los adultos y est esperando el primer amor. La reaccin positiva frente a la menstruacin sera un indicio de normalidad de la nia y aceptacin de su sexo. Sin embargo, en la literatura psicolgica, psicoanaltica, pedaggica, antropolgica, etctera, se habla muy poco de una reaccin positiva. Mucho ms frecuentes son las descripciones del gran "trauma menstrual". Pero es ineludible tal trauma como destino psicobiolgico de la mujer? Veamos algunos indicios que niegan la base biolgica de los conflictos menstruales de la adolescente.
Ya expuse los estudios de una sociedad primitiva realizados por Margaret Mead y reunidos en su libro "Adolescencia y cultura en Samoa". El fin de esos estudios era establecer, por comparacin con un ambiente totalmente distinto del nuestro, si las dificultades y trastornos tan frecuentes en nuestras nias pberes son causados por circunstancias biolgicas o culturales. Inclua por eso en su investigacin la actitud de las nias samoanas frente a la menarqua y a la menstruacin en general. Segn la autora, las nias tomaban con suma sencillez y sin asomo de vergenza la aparicin de su madurez. Adems, una estadstica basada en la observacin minuciosa de treinta nias adolescentes de Samoa comprob que nicamente seis de ellas se quejaron de dolores durante el perodo menstrual, los que sin embargo nunca llegaron a una intensidad suficiente como para inhibir a la joven en sus juegos o tareas. En general, la gran mayora pareca carecer completamente de conflictos frente a su sexo. Dice Margaret Mead al respecto: "Con excepcin de pocos casos, la adolescencia no representa un perodo de crisis o tensin, sino, por el contrario, el desenvolvimiento armnico de un conjunto de intereses y actividades que maduran lentamente. El espritu de las jvenes no quedaba perplejo ante ningn conflicto, no era atormentado por interrogante filosfico alguno ni acosado por remotas ambiciones. Vivir como una muchacha, con muchos amantes, durante el mayor tiempo posible; casarse luego en la propia aldea, cerca de los parientes, y tener muchos hijos; tales eran las ambiciones comunes y satisfactorias". Simone de Beauvoir (l. c.) insiste mucho en la impresin humillante, vergonzosa e inferiorizante que la primera menstruacin causa, por norma general, a la nia. Pero ms adelante explica las reacciones distintas de la nia y del varn frente a la pubertad como consecuencia de nuestras circunstancias sociales y culturales. Dice al respecto que el varn,
aun cuando viva el despertar de sus instintos y las transformaciones de su cuerpo con cierta angustia, experimenta con orgullo lo que para la nia se convierte a menudo en tragedia secreta: "El varn admira en su vello creciente promesas indefinidas; ella (la nia) se queda confusa delante del drama brutal y sin salida que marca su destino. El pene adquiere del contexto social su valor privilegiado, mientras que las circunstancias sociales transforman la menstruacin en una maldicin (2). Lo uno simboliza virilidad, lo otro, femineidad; como femineidad significa alteracin e inferioridad, su revelacin es recibida con escndalo". Y ms adelante: "La menstruacin inspira horror a la adolescente, por precipitarla dentro de una categora inferior y mutilada". Por lo tanto, ya sea la antroploga Margaret Mead, como la feminista Simone de Beauvoir ven el efecto traumtico de la primera menstruacin como consecuencia de circunstancias sociales desfavorables a la nia, que le obstaculizan la aceptacin de su femineidad. Entre muchos pedagogos de las primeras dcadas de nuestro siglo se encuentra un enfoque algo parecido, pero no derivan las dificultades de la nia de la situacin general de la mujer en nuestra sociedad, sino de un aspecto parcial de su educacin. Dicen que el trauma menstrual puede ser evitado mediante el esclarecimiento sexual adecuado, y culpan especialmente a las madres de no preparar en forma debida a las nias, antes de la menarqua, para su nueva situacin de madurez. Un nmero ntegro de la primera revista de pedagoga psicoanaltica, "Zeitschrift fr psychoanalytische P)dagogik", fue dedicado al problema de la menstruacin y las reacciones que provoca en las adolescentes. Los autores son psicoanalistas de adultos, de nios, y maestros con orientacin psicoanaltica. Estos ltimos exponen las dificultades observadas en las nias de grado y el efecto benfico que tena para
ellas un esclarecimiento adecuado que, con autorizacin previa de los padres, reciban por parte de los maestros. Sin embargo, sostienen que actualmente -el nmero mencionado de la revista data de 1913- la mayora de las nias tiene nociones sexuales. Mientras que algunos pedagogos todava insisten sobre la importancia fundamental del esclarecimiento, otros ven el problema como de orden secundario. El Dr. Heinrich Meng (vase Ind. Bibl.) dice al respecto: "El problema del esclarecimiento sobre la menstruacin no puede ser solucionado por la explicacin, por parte del educador, de los hechos fisiolgicos, psicolgicos y biolgicos de la madurez, dada poco tiempo antes de la menarqua. Esta explicacin puede ser de cierto valor. Pero lo que realmente determina la actitud de la nia pber es el destino que sufri su instintividad en su primera infancia. La profilaxis de los trastornos puberales consiste principalmente en la higiene psquica adecuada del nio pequeo. El educador libre de inhibiciones y sentimiento de culpa estar capacitado para ahorrar al nio una cantidad de conflictos en su primera infancia, en la pubertad y en la pubertad, o de aliviar su solucin". Melitta Schmiedeberg (vase Ind. Bibl.) admite que generalmente el esclarecimiento, por parte de la madre o de otra persona considerada por la nia, tienen efecto benfico. Sin embargo, tal efecto provendra nicamente en pequea parte de la comprensin intelectual ofrecida. Ms importante es que la adolescente interprete la explicacin como autorizacin de su madre de ocuparse de lo sexual. Adems, la valora como prueba de confianza y de amor. Por razones que veremos ms adelante, la primera menstruacin despierta a menudo en la nia un temor frente a su madre, que puede ser contrarrestado por la actitud amistosa y comprensiva de sta. Por otra parte, donde las angustias infantiles son demasiado grandes el esclarecimiento es rechazado. La autora relata el
caso de una nia neurtica que reaccion al esclarecimiento primeramente con un incremento de su angustia y despus con la represin de los conocimientos adquiridos contra su propia voluntad. En estos casos la raz del problema reside efectivamente, como sostiene Meng, en la primera infancia y es consecuencia del vnculo con una madre neurtica. Una madre que rechaza su propia femineidad, adoptar inconscientemente frente a su hija pequea una actitud hostil, debido a la cual sta no podr ms tarde convertirse en mujer, sin sentirse culpable e inferiorizada. Vivir entonces, efectivamente, la menstruacin como evidencia definitiva de su castracin. Este proceso la podr llevar a una regresin, que le haga sentir vergenza frente a la hemorragia menstrual, equiparando la falta de control de la prdida de sangre con el descontrol vergonzoso infantil de los excrementos y la orina (Bertram Lewin, vase Ind. Bibl.). Esta regresin al plano anal o uretral ocurre donde hubo trastornos de este tipo durante la infancia. Una vez ms, un desarrollo neurtico impide posteriormente a la nia la aceptacin de su femineidad. Adems, su sintomatologa anal o uretral primitiva ya era un indicio de situaciones de conflicto provocadas en ella por la actitud de sus padres o sustitutos de stos. Cuando ms tarde la femineidad se le presenta inequvocamente a la nia en un plano biolgico, oscila entre una huida hacia la masculinidad -hacia el deseo de tener un pene- o un retorno a la infancia -menstruacin vivida como incontinencia anal y uretral. Para ilustrar las diferentes causas por las cuales la nia rechaza su menstruacin, es decir, su femineidad, expondr fragmentos del anlisis de una adolescente, agradeciendo a Matilde Wencelblat de Rascovsky, que la trat, y gentilmente puso el material a mi disposicin.
Se trata de una nia, la mayor de dos hermanas. Fue llevada al anlisis por presentar serias dificultades tanto en su casa como en el colegio. Quera a su padre. Pero, con excepcin de l, estaba desconectada de su medio ambiente y viva continuamente en un mundo de fantasas. Su madre, su hermana y sus compaeras la consideraban como loca y excntrica y ella misma se senta como un "fenmeno", trmino empleado en su presencia por un mdico cuando su madre la llevo a la consulta, sorprendida por una menstruacin aparecida a los diez aos. Generalmente se interpreta que la nia reacciona con angustia a su menstruacin porque ve en ella un castigo y una consecuencia de la masturbacin. Algunas nias se asustan tambin al confundir la menstruacin con alguna enfermedad venrea. Veremos en los fragmentos del anlisis de Teresita que ella asocia menstruacin, masturbacin y sfilis. Pero su problema central, causa del rechazo de su femineidad, era su imposibilidad de identificarse con su madre. Lo que impide esta identificacin es siempre odio, que engendra temor y sentimiento de culpa. Teresita odiaba a su madre. Veremos, por eso, primeramente el material analtico correspondiente a ese odio. Cuando Teresita tena cuatro aos, es decir, estaba en plena situacin edpica, amando a su padre y temiendo los celos y la venganza de su madre, sta qued encinta. La nia hizo consciente su reaccin al nacimiento de su hermana en el anlisis. Dice en su sesin analtica: "Ya s: creo que mam me abandon por mi hermana, y no son ideas tontas porque puedo ver muy bien que ella es ms querida que yo, y el mal que me han hecho lo puedo ver en mis celos de otras chicas
y en que no puedo tener amigas. A Fulana (una profesora de su colegio), a quien tanto he adorado, hubiera deseado matarla porque prefera a otra chica. Bueno, todo eso es de ahora. Pero ya s, cuando yo era chica nada hubiera ocurrido en realidad, y mam no hubiera deseado tener otra hija si no se hubiera puesto celosa de la preferencia que tena pap por m. Entonces quiso tener una hija igual a ella y a m me abandon... El ao 35, no me olvido, me encarcel; naci mi hermana y tuve que darle la presidencia e irme a la crcel... El nacimiento de mi hermana para mis padres fue una fiesta, pero para m, un velorio". Se ve, pues, que Teresita odia a su madre por creer que sta se embaraz porque no la quera ms y para castigarla por su amor a su padre. Este mismo odio a la madre y los celos que siente de su hermana son los que fijan a Teresita a su mam y no le permiten ser adulta. Rechaza la femineidad porque no puede separarse de su madre, por las frustraciones sufridas, ni identificarse con ella porque la odia. Dice: "Para m, cuando una mujer tiene hijos rompe con el mundo (el mundo de Teresita sigue siendo su mam) y slo se queda con los hijos. Por eso mi llanto de ayer era no querer ser mujer; quiero ser soltera, con muchos novios que me hagan la corte. Ser por eso tambin que quise matarme. Usted misma dice que ando encorvada por miedo a que se me vean los pechos, que no quiero ser mujer. Pero ya no puedo ser bebita por ms tiempo. Por eso me dio asco y miedo y me quera morir, pero es porque no quiero se mujer ni tener hijos, y principalmente tengo miedo de repetir lo que hace mam, rezongar a mis hijos como ella y ser tan insensible e insensata como ella (imposibilidad de identificarse con una madre buena). Por eso me ca, para morirme. As no tengo que apartarme del mundo
ni tener relaciones sexuales y por eso temo la sexualidad, temo a los hombres y a tener que enfrentar las situaciones que todo el mundo debe enfrentar. Claro, usted dir que lloro por otras cosas. Pero yo lloro por tener que tener pecho, hijos, relaciones sexuales, ser mujer; y por eso paso mis crisis y quiero morir". Teresita fantasea con el amor, pero en realidad no le gusta salir con muchachos, le da miedo. Quisiera quedarse al lado de su madre: "Y es que aunque exteriormente mam dice: /Sal, encontrate con tus amigos/, por dentro no me deja, me dice: /No, sos muy chica todava/". En realidad es Teresita quien quisiera que su mam le dijera eso y la retuviera con ella. Sera una prueba de amor. Veamos cmo considera la menstruacin: "Aunque usted me diga que no lo soy, por dentro me siento como una pata chueca. Y me siento as desde que de nia tuve la menstruacin. Por eso me sent pata chueca por dentro y no por no saber cosas sexuales que las otras saban". Hablar ahora tambin de la masturbacin de Teresita, porque los dos temas estn ligados entre s: "Hoy yo no quera venir a la sesin. No quera levantarme. Creo que era porque mi cama estaba calentita y me masturbaba tan bien que no quera venir aqu. No me atrevo a hacerlo despierta, y tengo la mano debajo de la almohada, como defensa, pero cuando lo hago, a pesar de todo, me chupo el dedo y pienso que soy una mujer grande, casada, que tengo muchos hijos, que estoy haciendo el amor con un hombre, y de pronto lo dejo y digo: "No seas pavota, Teresita, no ests en edad para eso". En estas asociaciones se ve muy bien la doble situacin de Teresita. Fantasea que es mujer adulta, es decir, se identifica con su madre y ama a un sustituto paterno; pero al mismo tiempo se chupa el dedo, como una nenita que extraa el pecho materno.
Teresita explica por qu se masturba: "Sabe que el 27 me tena que venir la menstruacin? Como no vino, me masturb para sacarla. Me la saqu como la torta de mi abuela. Ella dice que el azcar clama los nervios. Yo pienso que slo la masturbacin calma. Antes de masturbarme siento unos nervios terribles". Compara, pues, la masturbacin con comer azcar y supone, adems, que el masturbarse provoca la menstruacin. Es el da de su cumpleaos. Por eso dice ms adelante: "Eso es lo que quiero, ser un beb recin nacido y no tener estos horribles diecisis aos. Seguramente por dentro he deseado siempre ser un beb, sin saberlo por afuera... Yo ya dije: a los dieciocho me comprometo, a los veinte me caso y despus tendr muchos hijos". Oscila, pues, otra vez entre los deseos de ser una nia, o de ser como su mam, con esposo e hijos. Teresita tiene un concepto extrao de la sfilis: "Quisiera hoy hablarle de esto, de la sfilis. Ser que una se enferma porque tiene relaciones. Mir esta enfermedad en el diccionario y ah deca: Enfermedad por herencia o por coito. Tengo miedo de agarrar esta enfermedad y ya no quiero tener relaciones. Esta maana me agarr tal miedo: Quiere decir que porque los padres tienen relaciones entre s antes de casarse la hija va a tener sfilis? Si yo me escapo con un muchacho y sin estar casados hacemos el amor me agarro la sfilis? Si la madre ha tenido relaciones con muchos hombres, cuando sale el hijo tiene esta enfermedad? No comprendo lo de la herencia. Qu culpa tiene el hijo si la madre tiene eso por lo que hizo ella? Es una injusticia del cielo. Yo creo que el hijo no se salva. Vamos a pensar por otro lado: si la madre va con cincuenta hombres antes de casarse, el marido se dar cuenta y no la querr, le dar vergenza que digan de sus hijos: /La madre de ste ha tenido cincuenta hombres/. Cada vez que hablo con un hombre, me da asco
pensar que puede tener sfilis. Despus, a un hijo que va al doctor le dicen: /No es culpa suya sino de su madre/". (La analista le pregunta por qu cree tener sfilis): "Es por lo del flujo. Lo tengo antes de cada menstruacin. Me cambio de bombacha y mam me pregunta por qu. Yo respondo que estoy con la menstruacin. Claro que si le contase lo que tengo sabra que es por la masturbacin... Cmo es una bombacha de sfilis? Yo crea que una persona que se masturbaba antes de tiempo tiene sfilis". Para Teresita, la masturbacin trae, pues, adems de la menstruacin, la sfilis. Esto se ve con ms claridad en la sesin siguiente: "A veces pienso que el hombre es la causa de tantas enfermedades. Yo le doy la culpa por la sfilis. La mujer se deja atraer por el hombre y tiene relaciones con veinte tipos. El hombre no debe dejarse llevar por sus impulsos. Y claro, el hombre es culpable de mi masturbacin. Para m, la sfilis, masturbacin y menstruacin es todo una pelota. Pero una mujer que nunca ha tenido una relacin sexual, en ella la causa es la herencia, como dice el diccionario. (Teresita culpa, pues, en el fondo, a sus padres de su "sfilis", es decir, de su masturbacin. Porque ellos han tenido relaciones sexuales sin preocuparse del dao que le causaban, ella se masturba, tiene sfilis-flujo, y la menstruacin). Para m, la sfilis siempre representa gotita, siempre goteando y en cada menstruacin se va un poco de carne. Yo acuso a la masturbacin de eso porque una persona que se masturba mucho saca pedacitos de carne (posiblemente: pierde siempre el pene de nuevo). Ensucio muchas bombachas, tengo charcos de sangre. Pero el flujo es peor, viene una semana antes de la menstruacin. Esta vez ha sido muy fuerte. No se manch la cama, pero s la bombacha. Yo la pongo sobre la silla y mam me reta, me dice por qu no me limpio bien en el bao. Me da vergenza de ella, no de usted, y no me atrevo a decrselo porque tendra que hablar de la masturbacin. Cuando era chica tena charcos y charcos de flujo y me senta incmoda, como una
bebita con un paal mojado. Yo no se lo deca a mi mam, pero s a mi to doctor. l deca que eso vena porque yo estaba desarrollada antes de tiempo. Pero para m es la masturbacin; hasta pens que aun casada, cuando mi marido se vaya de viaje, yo me masturbar. (La masturbacin aparece aqu como consecuencia de estar sola y abandonada). Siempre me he masturbado, hasta en viaje ella fue mi compaera. Por eso la acuso y la odio, es como una persona, me acompaa, pero la acuso de la menstruacin, del flujo, de todo. Usted dir: /Pero Teresita, cmo ve a la masturbacin como a una persona?/ As es, una persona tiene su lado bueno y malo. (La masturbacin aparece personificada porque en el fondo representa al padre, que la mima y excita, pero la deja para tener relaciones con su madre, y a su madre que no la quiere". El lado bueno representara al padre seductor; el lado malo, al padre unido a la madre. Adems, en realidad, ninguno de los dos padres la "acompaa". Para negar esta situacin dolorosa insiste en que la masturbacin la acompaa siempre). Lo malo de la masturbacin es que cuando termino estoy mojada: la mano, la cama, todo. Una mujer, cuando espera un hijo, se masturba. Adis hijo! Con razn que los hijos salen chuecos y deformados. (Ya vimos que ella se considera "pata chueca" y "fenmeno", es decir, deformada, por tener la menstruacin. Ahora aclara que culpa de esto a su madre por haberse masturbado, es decir, por haber tenido vida sexual. Los hijos nunca toleran la vida sexual de los padres, porque se sienten excluidos y abandonados, mientras que los padres se gratifican sexualmente). "Mi to doctor me dio unas pastillas para que orinara ms y tuviera la menstruacin con ms regularidad. Yo tena tanto flujo que a veces estaba meses y meses sin la menstruacin.
Mam dijo que era porque yo era desarrollada antes de tiempo, pero mi to me dijo que mam me engaaba, que era por el flujo. Usted dijo que el flujo desaparecer cuando yo sea grande y tenga relaciones sexuales. Yo no lo puedo creer. Yo creo que lo tendr hasta el fin de mi vida. Yo veo a mi abuela, que tiene bombachas mojadas y no se orina, debe tener flujo; cuando era chica crea que se "pishaba". Pero, cmo dice usted que con las relaciones sexuales el flujo se va? Mi abuela lo tiene. Ser un fenmeno? Yo tengo miedo de tenerlo toda mi vida; cuando una es demasiado vieja para masturbarse, el flujo se queda. Lo raro es que no lo tenga mam. (El flujo representa tambin una consecuencia de la soledad, del abandono. Mam no tiene flujo porque tiene a pap. La abuela es "fenmeno" como ella, porque est tan sola como Teresita y no tiene compaero sexual, es decir, nadie que la quiera). >Yo quisiera ser sifiltica para ver cmo es, de dnde viene. Yo creo que el diccionario est equivocado cuando dice que es consecuencia del coito o de la herencia. Debe haber otra cosa ms: la tercera razn de la sfilis es la masturbacin". Esta creencia de Teresita estaba antes muy difundida entre los adolescentes. Al principio de nuestro siglo apareca todava en los libros "cientficos" de sexologa. Pero, por qu ver el adolescente en la sfilis la consecuencia de la masturbacin o, mejor dicho, su castigo? La masturbacin es un fenmeno normal en ciertas pocas del desarrollo. Se vuelve excesiva, como en Teresita, cuando el nio se siente abandonado por sus padres o tratado con indiferencia. Reacciona a esto con odio. Es este odio latente, vinculado a la masturbacin excesiva, lo que le hace sentir su onanismo como muy pecaminoso y digno de los peores castigos.
Teresita sigue elaborando el tema del abandono que siente haber sufrido por sus padres. Vive este abandono real en trminos sexuales y lo retrotrae otra vez, ya a la poca en la cual todava no haba nacido: "Yo nac muy bien, pero mam se masturbaba demasiado, pap viajaba mucho y yo nac cuando pap no estaba. Yo pienso que mam tuvo relaciones sexuales con otros cuando yo estaba a medio nacer. Y pap viajaba. Entonces, no me van a decir que yo me form sola, con los alimentos de mam: alguien vino a poner ms semen. Yo no voy a dejar que mi marido salga cuando yo tenga una nena. Cuando era chica me contaron que los hijos se formaban de la comida de la madre; mentira, se forman del coito de los hombres. (Teresita expresa un pensamiento que ya encontramos entre las creencias de los primitivos (pg. 22), de que los hijos ya concebidos necesitan para crecer, adems del alimento de la madre, del semen del padre. En Teresita este pensamiento expresa un reproche inconsciente. Como se siente rechazada por su madre y no puede desprenderse de ella, culpa al padre de haberla abandonado y no haber asumido l un papel maternal para con ella). Cuando nac, y ya antes, mi padre estaba lejos, por eso me deben haber puesto en la incubadora. Mam quera un varn y, como estaba desilusionada, me neg el calor. (Aparece con toda claridad la envidia del pene, pero como consecuencia del rechazo sufrido por la madre). Pap, que era el dueo de la fbrica, quera un varn y no una hija, que no sirve para nada; todava tengo un miedo brbaro por ser mujer. Yo quisiera ser varn, para ser el dueo de todo: de la mujer, de los hijos. Ser mujer, es estar indefensa, necesitar de un hombre para caminar. Pap se consol, pero mam an quiere vengarse porque no soy hijo. En aquel tiempo, los hijos varones eran la moda y mam dej su calor para el segundo y plaf! fue otra mujer. Yo la acuso de haber tenido relaciones sexuales con otros hombres y de no
quererme por ser mujer. Yo no quiero ser mujer, tener pelos abajo y con los senos salidos. Si hubiera sido varn, mam estara contenta y me dara el calor que tengo que buscar en extraos. Ella me da besitos pero me acusa de no ser varn. Yo, de chiquita, crea que las muecas se podan cambiar y yo deca: /No quiero sa, quiero una verdadera/. Lo mismo hace an mam. Usted puede ver que me quiere devolver, por eso yo no le doy confianza ni le cuento nada. Pero como usted toma al hijo como es, yo vengo a usted, soy su hija. Usted es mi incubadora y a veces pienso que soy hija suya, y quisiera serlo, porque usted no piensa en el varn por nacer. Mam quera que fuera varn y heredara la fbrica de pap, pero una mujer no sirve para nada, slo para fregar platos, limpiar la casa y tener hijos. Esto no sirve. Yo quiero ser hombre, ser un deseo inferior, pero mam me querra mucho ms". Comprendemos ahora que la acusacin de Teresita de que la madre haya tenido cincuenta hombres y sea sifiltica significa sencillamente: "sta no me quiere a m, debe ser porque quiere a otros, a hombres". Adems, como Teresita imagina que la madre desprecia su femineidad y la deja para dedicarse a los hombres, quiere tambin ser hombre para retenerla. Su odio a la madre la lleva a despreciar todo lo femenino. Su deseo de conquistarla la impulsa a una posicin viril y a desear tener un pene. Si su padre, con el cual en realidad se lleva muy bien, pero que es un hombre dbil, hubiera sido ms fuerte, la nia habra podido desprenderse de su madre. Lo expresa en sus reproches por las ausencias del padre cuando ella estaba "a medio nacer". Pero con un padre dbil y una madre que la rechaza no le queda otra solucin que el deseo de volver a la primera infancia, cuando su madre an la trataba mejor, o desea ser hombre para conquistarla y dominarla. Su madre se entrega al padre, es decir que, aunque
fra, puede ser seducida y dominada por un hombre. Eso lo expresa Teresita fantaseando con una vida sexual promiscua de la madre, y con su sfilis. Entonces ella, siendo varn, podra satisfacer a la madre y sta la querra. Hasta ahora vimos que la masturbacin serva a Teresita para intentar identificarse con su madre, fantaseando con su marido, con los hijos; pero no puede mantener estas fantasas, considerndose como demasiado nia. Vimos tambin que la masturbacin es una persona que la acompaa y que la vincula con chuparse el dedo o la compara con comer azcar, es decir, recuperar a la madre. Con respecto a este ltimo enfoque, aadir an otro material de suma claridad. Teresita es oriunda de una pequea ciudad B., en el extranjero. Cuenta en su sesin: "Le un libro tan triste que me hizo recordar mi infancia. Ni la masturbacin me hizo nada. Me masturbo por placer, pero en seguida me viene B., el mercado de flores, y todo lo dems encima, y me parece que todo me dice: /Mastrbate, no estamos muertos, a pesar de los aos, viviremos siempre dentro de ti y la masturbacin nos traer siempre delante de ti/. Vea todo tan claramente que volva a ser la niita de esos aos, la reina y la princesa linda que era. En ese momento sent todo eso, por eso pens: para sentir mi felicidad de antes necesito masturbarme, pero no puedo hacerlo toda mi vida. Para m, la masturbacin constituye ser la niita de antes, y ya que soy demasiado dbil para poder vivir en el presente, vuelvo al pasado". Explica una vez ms por qu rechaza el presente y el futuro: "Ahora, con la sexualidad y los hombres, me da tanto miedo que quisiera no haber nacido, as no tendra que tener ni sexualidad ni hacer hijos, porque no puedo salir de la idea de que todas las mujeres casadas son sifilticas, usted, y mam y todas. No me quiero casar para no ser sifiltica. Me basta ya con el flujo y la masturbacin".
Algunas sesiones ms tarde, Teresita explica al final qu significa la sfilis para ella: "Yo quisiera ser su hija, usted me escucha y me analiza, pero a mam slo le interesan sus vestidos y sus sombreros. Rezonga porque no soy ms vanidosa ni me miro al espejo. Yo creo que no lo hago para no parecerme a ella, o porque mirarme al espejo es mirarse por dentro y yo no quiero ver ms cosas vergonzosas y repugnantes, a la bruja fea con cuernos y uas largas que tengo por dentro. Por eso me visto rpidamente delante del espejo y me voy ligero. En cambio, mi hermana est horas enteras delante del espejo. Adems, mam me pone siempre de ejemplo las otras: /Mir como la de Gonzlez camina derecha.../ Cmo no quiere que tenga un complejo de inferioridad si siempre ve a las hijas de los dems mejores que la suya? Y de chica lo mismo. Pero pap me deca: /No te preocupes, porque tienes una voz de golondrina/. Yo aparentaba no preocuparme, pero por dentro era terrible. Dgale que no me compare con la hija de los otros. Cmo quiere que no me sienta inferior a las dems y que no me sienta con una sfilis tremenda? Y cuando estoy enojada me masturbo ms, especialmente cuando me comparan con otras". Por lo tanto, en el fondo, tanto "tener sfilis" como necesitar de la masturbacin significa que Teresita no se siente querida por su madre y sufre por creer que sta prefiere a otras nias. Resumamos ahora lo que Teresita nos ha expuesto y el significado de sus temores y preocupaciones. Encontramos todo lo que se ve en una nia de esta edad: el rechazo y el deseo de la vida sexual, el sentimiento de culpa por la masturbacin, con fantasas que en parte tratan de anticipar su vida de mujer, la vivencia de la menstruacin como castigo por el onanismo, el temor a la sfilis y a la vida sexual en general, la envidia del pene, etc. A causa de su grave neurosis,
todo aparece magnificado y nos permite obtener as una visin ms clara del fondo subyacente a los conflictos tpicos. Veamos lo que hay detrs de los temores puberales. Parece que provienen de una sola fuente. Teresita misma lo expresa cuando nos dice: "La sfilis, la masturbacin y la menstruacin, es todo la misma pelota". Las tres situaciones estn ligadas al flujo, que la angustia y le hace revivir su enuresis (3) y su queja de la falta de pene. Todos sus temores y sntomas expresan su rechazo de la femineidad y son consecuencia de su vnculo persistente con una madre fra y frustradora que no permite la identificacin. su padre, aun cuando la quiere entraablemente, es demasiado dbil para desprenderla de la madre. Ser mujer adulta significa entonces: por una parte, perder a la madre, y por otra, tener que identificarse con un objeto odiado. Ser nia que fantasea con su pasado implica retener a la madre. Lo desea porque aunque su madre fue mala con ella, no tiene otra eleccin. Necesita madre todava. Su conflicto se expresa claramente en sus fantasas de masturbacin. Aunque consisten a veces en imaginaciones sobre su vida de mujer casada y con hijos, Teresita anula esta situacin adulta chupndose el dedo, es decir, regresando a su primera infancia. Otras veces utiliza conscientemente la masturbacin para volver a una poca en que la madre la quera todava. El nacimiento de su hermana fue traumtico para ella porque lo interpret como una venganza de su madre por querer y ser querida por el padre. Regres asustada a su madre y no se desprendi ms de ella. Sin embargo, en realidad se qued en el vaco. Su madre ya la rechazaba, prefiriendo a su hermana menor, y de su padre la separaba su sentimiento de culpa. Desea tener un pene para reconquistar a la madre y ser preferida a la hermana.
Equipara la sfilis con la sensacin de ser comparada con otras nias y ser juzgada inferior y rechazada, es decir, de haber perdido el cario de la madre porque sta prefiere a la hermana. La menstruacin significa algo siniestro para Teresita, es ser "fenmeno" o "pata chueca por dentro", es decir, deformada y destruida. Pero, en el fondo, ser "fenmeno" es un no ser querida por la madre, es odiarla y sufrir las consecuencias de su odio. Vemos en Teresita superpuestas las dos preocupaciones de la mujer frente a la sexualidad: la ms superficial es la envidia del pene, expresada en su deseo de ser varn; la ms profunda consiste en un temor de ser destruida interiormente en su sexualidad femenina. Adems, Teresita tiene una madre fra, dominante rechazante, y un padre seductor pero dbil. Encontraremos esta constelacin familiar en otros casos de trastornos procreativos psicosomticos. Teresita misma presenta sntomas al respecto. Su flujo, su menarqua precoz y los trastornos e irregularidades de la menstruacin son una expresin de sus conflictos y una consecuencia de su situacin familiar. Vimos en Teresita que la aparicin de la menstruacin, aun siendo traumtica, no le trae ningn problema nuevo. Forma "una pelota" con la sfilis y la masturbacin. Sin embargo, la menarqua intensifica los conflictos preexistentes y la angustia, porque la nia percibe su importancia biolgica y se da cuenta de que todo lo sexual, que hasta ahora consista en fantasas y juegos infantiles, puede convertirse de un momento a otro en la realidad de una vida de adultos. El incremento de la sexualidad inherente a esta poca reafirma en la nia estas situaciones e intensifica su sentimiento de culpa. Helene Deutsch (l. c.) relata un caso que ilustra claramente esta situacin: se refiere a una nia de catorce aos que enferm de una psicosis aguda el segundo da de su menarqua.
Cuando fue internada en una clnica psiquitrica de Viena bailaba y rea. Tena la cara llena de pintura, el pelo ondulado, se levantaba la pollera y usaba palabras obscenas, repitiendo adems continuamente la palabra "Politik". Cuando ya se hizo accesible a su tratamiento, se pudo comprender que esta palabra alemana, que significa poltica, estaba compuesta para ella de otras dos palabras alemanas: "Polizei" -polica, en castellano- y "dick" -gorda. Estas dos palabras simbolizan sus ansiedades puberales. "Polizei" se refera a la idea prohibida y temida de prostitucin, que en su pas estaba bajo vigilancia policial; y la segunda palabra, "gorda", "dick", se refera al peligro del embarazo. Su madre relat que la nia siempre haba sido algo rara, pero hasta la menarqua nunca haba presentado trastornos serios. Es decir que la primera menstruacin, intensificando sus conflictos anteriores, convirti sus fantasas sexuales en algo susceptible de realizacin. Actu as como un elemento que destrua el equilibrio neurtico que hasta entonces haba podido mantener. Referir otro caso de Helene Deutsch (l. c.), en que se observa una vez ms cmo la nia se angustia frente a su madurez biolgica, en discrepancia con su desarrollo psicosexual. Adems, se puede ver claramente cmo el incremento de su sexualidad lleva a la nia pber a revestir de erotismo sus primeros objetos amorosos y revivir su situacin edpica. Conscientemente se defiende contra sus sentimientos incestuosos, reprimiendo en todo lo posible su excitacin sexual y negando sus manifestaciones, especialmente a su madre, frente a la cual se siente culpable. Como la represin a menudo no logra vencer los deseos sexuales, stos surgen en forma disfrazada, y la nia se ve obligada a defenderse contra ellos con mecanismos fbicos y de conversin. Helene Deutsch seala todo esto en la historia de Molly. Su madre la llev a la consulta psiquitrica porque presenta-
ba mltiples sntomas fbicos. stos se haban presentado desde haca poco tiempo, pero rpidamente adquirieron tal intensidad que la nia tuvo que renunciar al colegio y a toda otra actividad social. Molly tema constantemente desmayarse. Por eso evitaba salir a la calle, temiendo caerse y quedar tirada inconsciente en la vereda. Pero tambin se intranquilizaba en ambientes cerrados. Ah deba cerciorarse de que poda salir en cualquier momento. Adems, en su casa aliviaba su angustia comiendo manzanas o tomando leche. Presentaba otros temores ms, como el de morirse. No quera dormir. Sus padres se llevaban mal y pensaban divorciarse. Ella no quera admitir esa probabilidad, ni poda decidir con cul de sus padres se quedara si el divorcio realmente se realizaba. Crea haber unido a sus padres otra vez por medio de su enfermedad. La madre de Molly sufra de desmayos, que se presentaban a veces despus de escenas turbulentas con el padre. Molly tena miedo a la muerte desde la poca en que su hermana mayor haba estado embarazada y ella se haba enterado de que es posible morirse de parto. Por otra parte, haca poco que una compaera de colegio de Molly haba quedado grvida. Molly haba empezado a menstruar haca unos pocos meses. Estaba ms bien inhibida cuando comunic la novedad a su madre. Busc a su hermana para que la acompaara a comprar sus primeros paos higinicos. La madre coment que le haba parecido raro que Molly intentara esconderle su menstruacin. En una ocasin, cuando la madre observ una mancha de sangre en la sbana de la nia y le pregunt si estaba menstruando, sta se lo neg rotundamente. Cuando tuvo la primera menstruacin, le coment a su hermana casada, que en ese momento viva con el esposo
y el hijito en casa de sus padres: "De ahora en adelante cualquier cosa puede pasarme. Puedo tener un beb". La hermana le contest: "Pero no, querida, para eso hace falta vivir con un hombre". "Ya lo s -contest la nia-, pero yo vivo con dos hombres, con pap y con tu marido". Esta conversacin con la hermana nos da la clave para comprender la neurosis de Molly. Era cierto que en adelante poda tener hijos. Pero la angustiaba esa posibilidad y la llenaba de sentimientos de culpa frente a su madre, porque fantaseaba tener esos hijos de su pap o de un sustituto de ste, de su cuado. Expresaba en forma ingenua su deseo y su temor, sin comprender conscientemente del todo lo que deca. Para su inconsciente, la idea de poder conquistar a su padre, ahora que ya era mujer, y de tener hijos de l, era una realidad psicolgica y debemos interpretar todos sus sntomas como derivados de esa realidad. Intentaba esconder su menstruacin delante de su madre para no provocar sus sospechas y celos. Fantaseaba unir a sus padres a travs de su enfermedad para negar su deseo de separarlos. La enfermedad misma era tambin un castigo que Molly se impona por sus deseos prohibidos. Viva toda su situacin edpica directamente con sus padres y simultneamente desplazada sobre su cuado y hermana. Frente a ellos tena menos angustia porque la situacin era menos prohibida. Freud describe un mecanismo psicolgico que llama "la identificacin por culpa". Si uno quiere tomar el lugar de otra persona, para castigare se identifica justamente con sus dolencias. Es como si se dijera a s mismo: "Queras tener lo que tiene l -o ella-, y ahora ya ves, tienes el mismo sufrimiento que l -o ella- y lo tienes bien merecido". Vemos cmo Molly se identificaba con las dolencias de su madre y el peligro de muerte que tuvo que enfrentar su hermana.
Tema desmayarse, como su madre, o morirse, como podra haber ocurrido a su hermana, por haberle envidiado el amor de su padre y de su cuado y por haber querido ocupar el lugar de ellas. Adems tema dormirse, porque en el sueo se debilitan las defensas y rugen los deseos sexuales prohibidos con ms libertad. Freud nos ense que todo sntoma es una transaccin. Sirve tanto a la defensa contra un deseo prohibido como a la satisfaccin de tal deseo. El temor de Molly a los desmayos ea una advertencia contra su identificacin prohibida con su madre. Pero, al mismo tiempo, el esperar desmayarse, como tambin el angustiarse en habitaciones cerradas, significaban una espera inconsciente continua de un ataque sexual. Desmayada ella, podra aceptar una situacin sexual libre de responsabilidad. Por otra parte, no estaba muy segura de su inocencia. En el fondo, Molly tema perder a su madre si llegara a ser sexualmente atacada, aun cuando ella no hubiera provocado tal situacin. Por eso se angustiaba en habitaciones cerradas, de las cuales no se puede huir en el supuesto caso de un ataque, y lo nico que poda calmar su angustia era comer manzanas -smbolo del pecho- o tomar leche. Es decir, calmaba su temor de perder a la madre -por deseos genitales- regresando a un nivel oral y relacionndose con la madre buena de la primera infancia. El mismo mecanismo pudimos observar en Teresita, que se succionaba el dedo despus de haberse masturbado, soando con un esposo e hijos. Lo que angustiaba a Molly frente al incremento inherente a la pubertad eran, pues, dos factores: el temor de morir en parto, es decir, de ser destruida interiormente si adoptaba un papel de mujer adulta como su madre o su hermana, y el de perder el afecto de su madre y de tener que abandonar as su posicin de nia e hija. Adems, en Molly se pone en evidencia que su rechazo de la menstruacin no provena de un deseo frustrado de ser varn y poseer un pene, sino que la menstruacin
era traumtica para ella porque la haca revivir sus conflictos infantiles edpicos. Esconda su menstruacin delante de su madre para calmar su supuesta hostilidad. Tema su odio, al percibir la rivalidad de una hija adulta, cuya femineidad se expresaba por la menstruacin. Con el historial de Molly expuse un tpico conflicto de la nia pber, que deriv en la creacin de sntomas neurticos bastante graves. Otras veces -relatar ms tarde un caso correspondiente- los conflictos se expresan en un plano psicosomtico, provocando amenorreas y dismenorreas. stas pueden presentarse como nico indicio de conflicto, pero generalmente van acompaadas de trastornos psiconeurticos. Mientras que la amenorrea -falta de menstruacin- siempre es considerada como un fenmeno patolgico, cierta dismenorrea - trastornos de la menstruacin- se considera casi generalmente como normal. La influencia que el perodo menstrual tiene sobre la personalidad, fue en una poca un tema muy discutido. Fue un argumento importante de los antifeministas, que argan que los dolores menstruales y la debilidad inherente a ese estado hacan a la mujer inepta para trabajos fsicos y actividades deportivas continuos. Sostenan, adems, que la mujer no podra ejercer profesiones o actividades de cierta importancia social, por cuanto se volvera clnicamente "irresponsable". Se presentaron muchas estadsticas demostrando que la mayora de los crmenes cometidos por mujeres es producan en su poca premenstrual o menstrual. Veamos, pues, si la mujer forzosamente ha de pasar antes o durante su perodo menstrual por un estado de depresin o de irresponsabilidad y si la hemorragia misma debe ir normalmente acompaada de dolor.
Hay mujeres que presentan clnicamente un estado llamado depresin premenstrual. Ocurre cada vez que de nuevo se sienten mal y ansiosas, sin poder darse cuenta por qu, hasta que el principio del flujo menstrual cambia sbitamente su estado de nimo y les hace comprender su causa. Karen Horney ("Die premenstruellen Verstimmungen", vase Ind. Bibl.), basndose en el anlisis de varias pacientes que sufran de este cuadro, lleg a las siguientes conclusiones: Las mujeres que sufren de tales depresiones pueden conscientemente desear o no un embarazo. Sin embargo, no lograron la maternidad por un conflicto inconsciente. A su deseo intenso de ser madres, se opone un rechazo de la misma intensidad, proveniente de angustias y sentimientos de culpa por sus fuertes tendencias destructivas. Supone esta autora que en la poca del ciclo, en que todo el cuerpo se prepara biolgicamente para la maternidad, se reactivan tanto el deseo de tener un hijo como el temor y rechazo del mismo. El resultado de este conflicto es la depresin que termina con la aparicin menstrual, ndice de que no se realiz un embarazo. Pude observar a menudo el cuadro clnico opuesto: Mujeres estriles que conscientemente quieren embarazarse, experimentan euforia y optimismo en el premenstruo, negando as sus percepciones ntimas de fracaso, seguidos por depresin al principio del perodo, vivido como aborto, como reaccin a la esperanza de maternidad de nuevo frustrada. Los dolores menstruales han disminuido en nuestra sociedad. Sin embargo, se los considera todava como normales, especialmente en la nia. Varan mucho de intensidad, de mujer a mujer. Normalmente oscilan entre una percepcin de rgano y ligeras molestias. Dolores francos son un ndice de conflicto. Su gnesis psicolgica queda comprobada, al desaparecer prcticamente en el transcurso de un tratamiento psicoteraputico adecuado.
Volvamos ahora a la exposicin de casos clnicos, analizando las causas de una grave dismenorrea en una adolescente, Adela B., analizada por Arminda Aberastury (comunicacin personal): Adela haba tenido la menarqua a los trece aos, sin trastornos. Unos das despus ocurri un hecho, aparentemente muy traumtico para ella. El mucamo de la casa hizo un intento de violacin, del cual desisti cuando la nia lo rechaz enrgicamente. La segunda menstruacin ya fue acompaada de sntomas, que volvieron con cada perodo menstrual, hasta que los padres de la nia, agotada la medicacin corriente, se decidieron a recurrir a un tratamiento psicoanaltico. Tena diecisis aos en esa poca. Era una nia apocada, inhibida, muy religiosa. Fsicamente aparentaba ser mucho menor. No tena los senos desarrollados y toda la configuracin de su cuerpo daba la impresin de una inmadurez acentuada. La menstruacin le causaba siempre una grave depresin, con la sensacin de estar sucia y sentirse desvalorizada. Adems tena fuertes dolores, que la obligaban a guardar cama durante varios das, y una seborrea intensa en la cara y en cuero cabelludo. La constelacin familiar era muy parecida a la que he citado en el caso de Teresita. Una madre fra y dominadora, que prefera a la hermana menor, y un padre dbil y seductor. La nia lo quera mucho. De chiquita, a los cuatro aos, haba sufrido de una vulvovaginitis, cuyo origen no se ha podido aclarar. Las curaciones le eran aplicadas por la madre y la humillaban y excitaban simultneamente. En su anlisis se hizo evidente que Adela equiparaba y viva sus dolores menstruales como dolores de parto. Es decir, que en su inconsciente se consideraba embarazada como consecuencia de sus fantasas sexuales. stas se haban intensificado por el incremento de la sexualidad inherente a la poca puberal. Por otra parte, los dolores significaban tam-
bin el castigo merecido por esas fantasas. Exhiba su sufrimiento para calmar la supuesta hostilidad y enojo de su madre. Inconscientemente repeta la situacin vivida en su infancia, en la cual las curaciones de la vulvovaginitis fueron experimentadas como un castigo recibido de su madre por sus fantasas edpicas. En aquella poca expresaba por medio del flujo, que consideraba una secrecin repugnante, la suciedad de sus deseos sexuales. En la actualidad, esta "suciedad" se expresaba a travs de la seborrea y de la sangre menstrual. Las causas de la depresin parecen ser las expuestas por Karen Horney. Un deseo inconsciente de maternidad, que la haca transformar cada menstruacin en un parto, estaba en conflicto con un gran sentimiento de culpa por el carcter incestuoso de sus deseos y por su hostilidad intensa hacia su madre. Se podra objetar que en una nia de diecisis aos tal interpretacin parece inverosmil. Adela sera demasiado joven para la maternidad. Esto, en un plano racional, es efectivamente as. Pero no estamos tratando con procesos racionales. Recordemos a Molly, quien dijo despus de la menarqua: "Ahora ya me puede pasar cualquier cosa". Adela haba tenido una menarqua normal. Despus sobrevino el atentado del mucamo, hecho al cual Adela atribuy suma importancia. Slo despus surgieron los trastornos menstruales. Para el inconsciente de Adela, el intento, frustrado con toda facilidad, equivala a la realizacin de un coito, y fue seguido por fantasas de embarazo y parto. Adems, slo despus de un tiempo relativamente prolongado de anlisis, la nia se atrevi a confesar que ella misma haba hecho todo lo posible para provocar al mucamo, mostrndose, antes del "atentado", en paos menores. Resultara que Adela, frente al incremento puberal de su sexualidad y sus fantasas inconscientes, recurra a un medio drstico; el provocar el atentado del mucamo -representante
rebajado del padre- tena un doble fin: por una parte satisfaca sus deseos sexuales, y por otra, utilizaba el atentado como una advertencia. Se demostraba as a s misma que ya era mujer y apta para conquistar, y que deba tener cuidado y reprimir su sexualidad peligrosa. El tratamiento psicoanaltico transform profundamente a Adela. Desapareci la dismenorrea con todos sus sntomas. Adems, de una nia inmatura e inhibida, Adela se convirti, tanto en el plano psicolgico como en el fsico, en una mujer joven atrayente. Adela expres, pues, su conflicto puberal por medio de una dismenorrea. Veremos ahora el caso de otra joven, Mary, que recurri a la negacin total de su femineidad, padeciendo de una amenorrea prolongada. Fue psicoanalizada por el Dr. Krapf, de cuya publicacin (vase Ind. Bibl.) presentar un resumen muy reducido. Mary, joven de veinticuatro aos, recurri al anlisis porque presentaba desde los veintiuno una amenorrea total, que se haba establecido luego de un breve perodo dismenorreico. Tambin sufra de una depresin marcada y de diversos trastornos de conversin, como ser vmitos, diarreas, estreimiento, etc. Adems, tanto por su depresin como por su estado fsico se haba visto obligada a abandonar sus estudios universitarios. Su constelacin familiar resulta bastante tpica. Una vez ms nos encontramos con el padre seductor y carioso y la madre fra, que rechaza a su hija por ser sta mujer. Mary tena un hermano, mayor que ella. Su madre acept su segundo embarazo slo en la esperanza de que iba a dar a luz a otro hijo varn. Su desilusin al nacer Mary fue tan grande que durante quince da se neg a ver a la ne-
na, hecho que ms tarde se coment ante Mary muy a menudo en el crculo familiar. Mary intent conquistar a su madre y defenderse contra su sentimiento de inferioridad frente a su hermano, compitiendo continuadamente con l y superndolo en mucho en el plano intelectual. Adems, para evitar sentirse demasiado culpable para con su madre en su relacin afectuosa con su padre, adoptaba una actitud "viril" con l. Comentaba en su anlisis que ella y su padre se trataban "de hombre a hombre", especialmente cuando le refera ancdotas de su vida estudiantil. La menarqua fue experimentada por Mary en forma traumtica, porque atacaba sus defensas de negacin de su femineidad. Escondi el hecho de su primera menstruacin durante un da entero ante su madre. La reaccin de sta a la confesin final de Mary nos describe bastante bien la actitud neurtica de la madre frente a su hija mujer. Le dijo, como explicacin del hecho menstrual: "No es nada especial, sino una cosa desagradable y sucia que tienen todas las mujeres y que hay que aguantar sin remedio". Sin embargo, a pesar del efecto traumtico de la menstruacin, Mary elabor bien la situacin, aunque lentamente. Trat de aceptar la menstruacin como "una concesin que le haba hecho su madre", es decir, como un permiso para ella de ser mujer. En mi exposicin de la teora psicoanaltica habl de las fantasas inconscientes de la nia pequea de destruir el interior del cuerpo materno, para robarle los penes y los hijos que la nia cree estn almacenados ah. Estas fantasas hostiles provocan el temor a la venganza materna. sta, siguiendo la ley del Talin, de "ojo por ojo y diente por diente", podra despojar a su hija de sus rganos internos y de toda posibilidad de una maternidad futura. El
anlisis de Mary demostr que sufra intensamente de este temor de castracin femenina. Este temor se hizo consciente durante una sesin analtica, por una fantasa vivida con suma angustia y sensacin de realidad por parte de Mary. Antes de relatarla, debo adelantar que en la sesin anterior el analista le haba interpretado que el amor era para ella tan peligroso porque vea inconscientemente en cada hombre a su padre o a su hermano, y tema por eso un castigo de su madre. Mary lleg angustiada a la sesin siguiente, fantaseando que el analista representante paterno- la podra abandonar. Deca que sin este sostn "de atrs" se caera, y que entonces vendran cuervos para comerla "de espaldas e indefensa". Cuando luego se le pregunt qu comeran los cuervos, dijo textualmente: "El cuerpo entero... las vsceras... el vientre y las piernas... los brazos y la cara no", y al llamrsele la atencin sobre el hecho de que entre el vientre y las piernas se encuentran los genitales, asoci inmediatamente el miedo de sufrir una operacin para sacar de su cuerpo un hijo. Ocultaba, pues, su femineidad a su madre para evitar este castigo. Destaqu ya ms arriba la actitud seudoviril que ella adoptaba para competir con su hermano y estar en relaciones amistosas con su padre. Un anlisis ms profundo demostr que esta actitud le serva tambin como defensa contra la supuesta hostilidad de su madre. Todo su equilibrio neurtico se derrumb frente a la primera vivencia de carcter genital. A los veintin aos se enamor de un joven, Pedro. Su primer retraso menstrual se produjo antes de una fiesta en que esperaba algo decisivo para su amor. Su analista interpreta este primer retraso ya como una consecuencia de sus angustias. No menstruar significara cerrarse genitalmente y negar su femineidad frente a su madre. Mary pareci lograr en la fiesta lo anhelado.
Cuando el joven la bes, sinti por primera vez una excitacin vaginal. Horas despus le vino la regla. Sin embargo, la situacin con Pedro termin con una desilusin grave. Entonces comenzaron las irregularidades grandes de la menstruacin. Adems, Mary sufri, en los meses siguientes, otros reveses. Fracas en un examen porque "esta vez no supo conquistar la simpata de sus examinadores". En ocasin de una situacin dramtica por la cual atraves su padre, se dio cuenta de que ste la quera mucho menos de lo que ella supona. Slo despus de este desengao se estableci la amenorrea, que dur ms de tres aos, hasta ceder finalmente al tratamiento analtico. Sobrevino el cuadro depresivo y los sntomas de conversin. Estos ltimos son bastante tpicos en nias histricas despus del primer beso de amor. Los vmitos y fenmenos intestinales nos recuerdan los trastornos del embarazo, y corresponden, efectivamente, a una fantasa inconsciente de fecundacin oral y embarazo. El significado de la amenorrea era ms complejo, y estaba en ntima relacin con el temor de Mary a su sexualidad. Ya el incremento de sta, correspondiente a la menarqua, la haba dejado traumatizada. Despus reprimi totalmente su sexualidad, pudiendo as aceptar sin trastornos su menstruacin. Los primeros sntomas se establecieron slo cuando Mary se enamor y sinti excitacin sexual. Esto intensific todos sus conflictos con su madre y su temor a ella. Pero estaba dispuesta a luchar por su femineidad. La menstruacin, retrasada, lleg despus del beso de Pedro. Adems, siempre le quedaba una defensa importante contra su madre: su intelectualidad, que para ella significaba disfrazarse de varn. Slo Cuando hubo fracasado como mujer adulta -el joven y su padre la rechazaron, y los examinadores ya no simpatizaban ms con ella- sobrevino la gran an-
gustia. Frente a sta abandon sus posiciones, trabajosamente adquiridas, pero ya desvalorizadas. De una mujer adulta y estudiante brillante, aunque algo "machacona", se convirti en una nia indefensa y asexual. La menstruacin desapreci. Como menstruar significaba para ella abrirse genitalmente -exponindose as al ataque amoroso del hombrepadre y al hostil de la madre- y ser mujer adulta, el ser amenorreica represent para Mary cerrarse genitalmente, evitar la castracin de su femineidad y convertirse en nia. Los resultados teraputicos de su tratamiento psicoanaltico fueron muy satisfactorios: cur de su amenorrea y de los sntomas concomitantes, y madur psicolgicamente, solucionando en forma adecuada los conflictos con sus padres. Resumir brevemente el material clnico expuesto hasta ahora. He presentado el caso de Teresita, porque me interes exponer directamente los pensamientos y preocupaciones de una adolescente respecto de la menstruacin y de otros problemas relacionados con sta. Evidentemente, Teresita es una nia enferma; pero, como ya dije, esto permite ver con ms claridad procesos psicolgicos que se desarrollan tambin, aunque con menos intensidad, en nias menos neurticas. Luego expuse el caso de Molly, en que Helene Deutsch demuestra cmo la menarqua puede desencadenar una neurosis grave, aun cuando la nia aparentemente no se haya impresionado por la aparicin de su regla. Toda la sintomatologa de este caso se desarroll en un plano meramente psicolgico. Vimos el caso de Adela, en el cual los conflictos menstruales derivaron a un cuadro psicosomtico, la dismenorrea, acompaada de sntomas neurticos y de la piel. La situacin de Mary era parecida. Se produjo en ella, a causa de conflictos no solucionados, una amenorrea acompaada de un estado depresivo. Al cotejar la situacin familiar de estas nias, observamos que en todos los casos, menos en el de Molly -en el que
faltan los suficientes datos-, se encuentra una situacin familiar tpica. La actitud rechazante de una madre fra provoca la hostilidad de la nia. Esta hostilidad se convierte en odio por los celos a otro hermano, preferido por la madre. La actitud seductora del padre atrae a la nia. Pero, como el padre es dbil, la nia no se siente protegida contra la madre, a quien teme. Este miedo proviene del sentimiento de culpa causado por su rivalidad con su madre frente al amor paterno, y por su odio por el rechazo de su madre. Este odio y este sentimiento de culpa no le permiten una identificacin feliz con su madre, sino que la hacen temer su venganza. En los casos de Teresita y Mary, tanto el deseo de ser queridas por sus madres como el temor a ellas, las lleva al deseo de ser varn. As, niegan tambin su temor, ms profundo, de no poder ser ya mujer por estar destruidas interiormente, y lo reprimen para no tener que admitir que pueden haber perdido definitivamente la posibilidad de identificarse con sus madres y de tener marido e hijos. En los cuatro casos vemos lo observado anteriormente por Melitta Schmiedeberg (l. c.): que la comprensin instintiva del proceso biolgico de la menarqua puede ser especialmente traumtica, porque la nia adquiere as el temor de que todos sus deseos y juegos sexuales, hasta entonces inofensivos, en adelante pueden acarrearle consecuencias reales. el primer caso que expondr en el prximo captulo tendr la misma constelacin. En los casos subsiguientes demostrar que esta misma comprensin de haber alcanzado la madurez sexual puede tener sobre la nia el efecto opuesto: el de calmar sus angustias irracionales. Adems, en todos los casos se demostrar que los mismos conflictos que dificultaban la pubertad traen posteriormente a la mujer adulta trastornos psicosomticos en las distintas etapas de su vida procreativa.
Notas
(1) Recomiendo, especialmente al lector mdico, la lectura de "Psychosomatic Ginecology" de Kroger y Freud. Encontrar all una recopilacin amplia de literatura y una exposicin de los mecanismos fisiolgicos y fisiopatolgicos subyacentes a los distintos trastornos que estudiaremos en la parte clnica de este libro. (2) La nia de habla inglesa llama al perodo su "curse", es decir, maldicin. Hasta la mucho ms inofensiva palabra "indisposicin" transforma la menstruacin en algo enfermizo. (3) Incontinencia de orina.
Importancia del tema. Consecuencias neurticas y psicosomticas de la menarqua. Isabel. Reaccin entusiasta en dos nias aparentemente varoniles. Sus causas. La doble castracin. La menstruacin como defensa contra la homosexualidad, y como expresin de tendencias agresivas. Resumen.
Psicoanalticamente, el tema de la menstruacin ha sido objeto de muchas ms investigaciones que otras funciones femeninas. Se ha dicho mucho sobre la menstruacin, sus tabs y su efecto traumtico tanto sobre el hombre como sobre la mujer. Sin embargo, existen muy pocos historiales clnicos publicados que se refieran concretamente a este tema. Adems, tal vez el mismo enfoque "falocntrico", es decir, el considerar a la mujer como varn castrado, haya sido responsable de que las investigaciones se detuvieran durante tanto tiempo en un plano relativamente superficial. Se insisti en la apariencia de castracin de un pene imaginario que la menstruacin a menudo tiene para la mujer, sin llegar a explicar satisfactoriamente por qu se presenta esta idea de castracin y contra qu ansiedades ms profundas sirve de defensa. Para poder descubrirlas era menester profundizar el anlisis de las pacientes sin prejuicios tericos. Para ello era preciso la revisin de todo el enfoque "falocntrico" de la teora psicoanaltica sobre el desarrollo femenino (expuesto en el captulo Ii). Adems, este cambio terico sobre la femineidad encontr su fundamento biolgico en los progresos de la investigacin endocrinolgica ulterior. Pues, aunque parezca ilgico, slo despus de esta revisin de conceptos se lleg a comprender que la menstruacin puede significar una manifestacin placentera e inherente a la femineidad. Es cierto que la menstruacin significa, en cada ocasin, la prdida de una esperanza de maternidad; pero simboliza simultneamente para la mujer su juventud y su fecundidad, su capacidad de regeneracin continua y la promesa de una nueva maternidad. Ya mencion otra causa que me obliga a detenerme tanto en el tema de la menstruacin: la menarqua marca un paso importantsimo en la vida de la mujer. La nia revive en la pubertad simultneamente todos sus conflictos infantiles y en-
tra en los correspondientes a la madurez sexual. En los casos en que ni la menarqua ni las primeras menstruaciones hayan significado un trauma para el inconsciente de la nia, se puede tener la seguridad de que ha tenido una infancia satisfactoria. Adems, esta aceptacin representara ya casi una garanta para la salud psicosomtica posterior de la mujer. Por otra parte, si la menarqua presenta conflictos, estos mismos podrn reproducirse en cada etapa de su vida procreativa. Unas veces se manifestaran en el plano psicolgico, otras en el somtico, y otras alternativamente en ambos. El caso que expondr a continuacin servir de ilustracin. Tambin veremos en l cmo la menarqua, aunque conscientemente parezca tener poco efecto sobre la nia, inconscientemente es experimentada en otra forma y desencadena sntomas que la misma enferma no relaciona con ella. Isabel, joven e inteligente, casada desde hace algn tiempo, se traslad del extranjero a Buenos Aires. Acudi al psicoanalista con fines profesionales. Aparte de otros sntomas, presentaba una fobia (2) a las cucarachas. sta se intensific en Buenos Aires, y ella supuso que su causa consistira en que aqu estos insectos abundaban ms que en su pas natal. La fobia haba aparecido cuando Isabel tena trece aos, despus de haberse mudado a una nueva casa en que abundaban las cucarachas. Tambin anteriormente las haba visto a veces, pero sin experimentar ningn sentimiento especial frente a ellas. Conscientemente le extraaba su fobia, porque de chica siempre le haban gustado los insectos. Recordaba que su hermano le haba regalado un saltn cuando ella tena cuatro aos. Lo quera mucho y lo guardaba en la cocina, hasta un da en que su abuela materna, intencionalmente, lo aplast. La relacin de la nia con su abuela era muy tensa. sta tena adoracin por su nieto, el hermano de la nia, y le cela-
ba el cario y la dedicacin que ste tena a Isabel. Siempre le prohiba jugar con el hermano. Asociaba, pues, su asco a las cucarachas al episodio del saltn, ms porque la abuela lo haba aplastado, y porque lo que menos pudo tolerar ms tarde era la vista de cucarachas aplastadas. Sin embargo, no comprenda por qu asociaba lo del saltn con la fobia, que haba aparecido slo a los trece aos, y frente a otro insecto. Cuando nia sus padres le decan siempre que ella no debera casarse: su madre no la consideraba lo bastante bonita ni sana, y su padre opinaba que era demasiado inteligente para una vida corriente de mujer. En realidad, era muy agradable, aunque tal vez no tan linda como su hermana mayor. Su padre quera que se dedicara a una carrera universitaria sin que ningn amoro la distrajera de ello. Adems, se enfureca si la sorprenda cosiendo o cocinando, ya que estas ocupaciones le parecan tiempo perdido. A pesar de la oposicin de sus padres Isabel se cas, pero nunca se hubiera animado a tener hijos en su pas natal, donde vivan sus padres. En su anlisis empez a preocuparse por este problema, y pronto se decidi a tener un hijo. El embarazo no se produjo en seguida, sino que se present una de esas esterilidades pasajeras, tan frecuentes, que suelen interpretarse como perodos seguidos sin ovulacin, sin que los gineclogos se preocupen en comprender los factores psicolgicos determinantes. Expondr ms adelante lo que pude concluir como causa de la dificultad de Isabel (pg. 144). En la poca que describo, la fobia se haba intensificado. Le interpret que posiblemente el saltn haya representado para su inconsciente un hijo de ella y de su hermano, y que ella haya vivido la prohibicin de su abuela de jugar con su hermano como una prohibicin de algo sexual y la muerte del saltn como el castigo correspondiente. Isabel rechaz esta interpretacin. Aleg que nunca haba querido a
su abuela y que, aparte de la rabia impotente que le haba producido la muerte del saltn, no sola dar importancia a las actitudes de su abuela. Finalmente, Isabel qued embarazada. La fobia continu durante su embarazo. El parto ocurri en otoo. En esta poca empez a olvidarse de las cucarachas, lo que le result fcil debido a que desaparecieron con la llegada de la estacin fra. Unos meses despus del parto se le ocurri sbitamente analizar el significado de su fobia. Se acord de mi interpretacin, que esta vez hizo surgir en ella un recuerdo olvidado. A los trece aos, cuando se haban mudado a la otra casa, su madre manifest gran asco frene a las cucarachas que all haba, diciendo que se trataba de bichos inmundos que se alimentaban de excrementos. Ah empez la fobia. Despus de haber surgido este recuerdo, se le ocurri a la enferma que ya no tendra ms temor o asco a las cucarachas. Pocos das despus pudo verificar esta suposicin: la fobia haba desaparecido. Lo mencion en su anlisis, sin contarme mayores detalles. Pocos das despus not que su actitud frente a las cucarachas haba cambiado nuevamente. Cuando vea alguna, la observaba atentamente para cerciorarse que de veras no le causaba asco ni miedo. Tuvo un sueo, parte del cual expondr. Vea dos cucarachas, empaladas en escarbadientes. Entonces se acord que de nia le gustaba mucho salir a juntar castaas con su hermano, quien le haba enseado a hacer lindos muecos con ellas, unindolas con palitos. Las cucarachas empaladas del sueo representaban tanto a los dos nios que jugaban con castaas, como a esos muecos, hijos fantsticos de ella con su hermano. En el mismo sueo apreci otra cucaracha, de un aspecto raro. Se pareca ms a un trozo de excremento que a un insecto. Isabel asoci con esto la teora sexual infantil de que el
nio se forma dentro de la madre para salir como un excremento. Slo entonces me cont la conversacin tenida con su madre despus de la mudanza a la casa de las cucarachas, y que sta haba relacionado a estos insectos con excrementos, expresando viva repugnancia. As se pudo reconstruir el origen de su fobia: cuando la abuela mat su saltn la nia tena cuatro aos y estaba en plena situacin edpica, es decir, rivalizaba con su madre y pretenda el amor de su padre. Pero como su padre era un hombre severo, que ms bien la angustiaba, ella busc y encontr un sustituto paterno en su hermano, siete aos mayor que ella y muy carioso y comprensivo. As haba sustituido a su padre como objeto de amor y admiracin infantil. Cuando la abuela, celosa del amor de su nieto preferido, protestaba contar la amistad de los dos nios, Isabel senta indignacin. La sinti todava con ms intensidad cuando mat al saltn, tiernamente amado como regalo de su hermano. Pero no se produjo ningn sntoma neurtico porque despreciaba a su abuela y no necesitaba de su cario. en la pubertad la situacin se present en forma distinta. Ya dije que los conflictos infantiles, que llega a su culminacin con la situacin edpica, se calman y quedan reprimidos por un tiempo -el perodo de latencia, rico en sublimacin- para reaparecer en la pubertad. Cuando la menarqua se present a Isabel sta estaba reviviendo la poca de sus cuatro aos. Surga en su inconsciente el amor por su hermano y el deseo de tener un hijo. Se ahorraba as, aparentemente, un grave conflicto con su madre. Al querer a su hermano no entraba en competencia con ella, sino con la despreciada abuela. As haba solucionado su conflicto incestuoso en la infancia. Sin embargo, ahora, en su pubertad, tambin su amor a su hermano se converta en algo peligroso.
Todos sus deseos eran, por supuesto, de carcter inconsciente. Pero lo que los volva angustiantes era el hecho biolgico de su menarqua, acompaado de la conviccin de que como ella ya era mujer, esos deseos, hasta entonces fantsticos, se haban vuelto realizables. Cuando su madre reaccion con asco y crtica frente a las cucarachas que se alimentan de excrementos pero se parecan a su querido saltn, Isabel lo experiment como si su madre la condenara, como si le hubiera dicho: "El hijo que pretendes tener es una asquerosidad, una inmundicia". Adems, esta vez ya no era la abuela despreciada quien criticaba su vinculacin con su hermano, sino su madre, necesitada y querida ambivalentemente por ella. Se angusti y se produjo su fobia. Evitar las cucarachas significaba no tener un hijo incestuoso. La fobia significaba para su inconsciente una advertencia de su madre. Como si le dijera: "Acurdate que no debes tener un hijo con tu hermano". En el sueo relatado antes aprecan dos cucarachas empaladas. Es decir, las cucarachas simbolizaban a ella y a su hermano en la suciedad de sus juegos sexuales infantiles y repelentes para su madre. La tercera cucaracha, hecha de excremento, corresponda a la idea de Isabel sobre maternidad y nacimiento, cuando el hermano le regal el saltn. Adems, al excremento estaba ligado el rechazo de su madre frente a las cucarachas y las cosas sucias en general. Ms tarde, cuando se cas, su marido signific para su inconsciente un representante de su amado hermano. En muchos de sus sueos se confundan las dos figuras. En su pas natal, cerca de su madre, ni se animaba a tener hijos. Llegada a Buenos Aires empez a familiarizarse con esta idea. Consecuentemente, la fobia, expresin de la prohibicin materna, se intensific. Su esterilidad pasajera expresaba su sometimiento a la madre severa de su infancia. Logr vencerla parcialmente, concibiendo. Pero la coexistencia de su fobia con el embarazo era un indicio de que su conflicto con la madre no se haba solucio-
nado. Es decir, la prohibicin materna, que le haba causado, en el plano psicolgico, una fobia, origin en el plano somtico primeramente una esterilidad pasajera y despus otros trastornos, de los cuales hablar ms adelante. Durante los primeros meses de su anlisis tratamos principalmente todos los conflictos que la posibilidad y ms tarde la realizacin del embarazo le produca frente a sus padres y representantes paternos. Para su inconsciente yo represent a su madre. Mediante la interpretacin tolerante de sus conflictos infantiles me convert poco a poco en una madre que le permita la maternidad, que le devolva el saltn. Por eso al nacer un hijo sano, con mi autorizacin, podra decirse, desapareci la fobia, sin que ella siquiera se diera cuenta de ello. Es un fenmeno frecuente, que veremos tambin en otros historiales presentados aqu, el que desaparezcan sntomas sin ser interpretados plenamente y hasta, a veces, sin que el enfermo se d claramente cuenta del momento de su desaparicin. Esto ocurre porque, desaparecido el conflicto en la situacin transferencial el sntoma neurtico correspondiente pierde su razn de ser. La analizada slo empez a ocuparse nuevamente de su fobia, analizndola y verificando con cierta compulsin si realmente haba desaparecido, cuando sinti deseos de tener otro hijo. Me habl por primera vez de estos deseos en la misma sesin en que me cont el sueo de las cucarachas. El sntoma de observar muy bien a las cucarachas para asegurarse de que ya no les tena miedo significaba, pues, cerciorarse de que el deseo de tener otro hijo no le estaba prohibido ni le produca angustia. Resumamos en pocas palabras. Isabel se haba educado con un padre severo, que quera a toda costa hacer un varn de ella, y una madre rechazante que conceda femineidad nicamente a su hija mayor. sta trataba a su hermana menor con compasin humillante. La abuela la rechazaba totalmente.
Su hermano la quera, pero esta amistad sucumbi a las prohibiciones familiares. Poda conseguir el cario de su padre si renunciaba a su femineidad. No es extrao, as, que Isabel hubiera preferido ser varn (envidia al pene) y que la aparicin inconfundible de su condicin femenina, la menarqua, le causara angustias y conflictos. stos no se hicieron conscientes sino que apareci la fobia. Ms tarde, casi en cada etapa de su vida procreativa, se presentaron diversos sntomas como derivativos de su conflicto no solucionado. No se atreva a ser mujer porque de nia le estaba prohibido soar con su maternidad futura. He descrito ya cmo la primera menstruacin puede ser aceptada alegremente por la nia como la manifestacin de su madurez y la promesa de su futura maternidad. Sin embargo, la reaccin contraria es frecuente, y observamos en casi todo el material clnico expuesta aqu el efecto traumtico de la menarqua y de la menstruacin sobre la nia. Veamos, pues, por qu la menstruacin tiene a menudo un carcter siniestro. Para comprender esto tratemos de imaginar lo que puede sentir una criatura cuando percibe el estado menstrual de la madre u otra mujer, sea al descubrir unas manchas en las sbanas, o al encontrarse con bombachas manchadas con sangre, etc. Comprende que esta sangre sale del genital, es decir, de un rgano capaz de dar mucho placer, pero que, por el carcter prohibitivo de este ltimo, es centro de muchas ansiedades. Adems, viendo la sangre, evidentemente la criatura pensar que proviene de una herida. El varn la ver como una herida externa y lo relacionar con la falta de pene del genital femenino y fantasear con una castracin sufrida, que deja una herida sangrante. La nia se dar cuenta de que la sangre sale del interior del cuerpo. Entonces considerar la herida tambin como algo interno y pensar que algo dentro del cuerpo de la mujer est lastimado. Dentro del
cuerpo femenino crecen los hijos. Entonces, la hemorragia sera indicio de que estos futuros hijos han sido daados y se estn desangrando paulatinamente (Helene Deutsch, Melanie Klein, l. c., vase Ind. Bibl.). Existe siempre, pues, la idea de la herida; de que la mujer haya sufrido una agresin. Por otra parte, el rgano que pierde sangre es el genital. Entonces, la herida es la consecuencia de un acto genital. El primitivo ve en la menarqua la consecuencia de un acto sexual entre la nia pber y el espritu ancestral (Winterstein, l. c.). La nia vive inconscientemente en la misma forma, es decir, su menarqua sera la consecuencia de un coito sdico con su padre (Melitta Schmiedeberg, l. c.). Adems, si la hemorragia es un castigo por sus actividades sexuales prohibidas, se asocia inmediatamente a la masturbacin, y la sangre es el indicio del dao que se ha infligido en sus actos masturbatorios. Finalmente para el inconsciente se equipara todo lo que sale del cuerpo (Melanie Klein, l. c.), y de ese modo la menstruacin puede tomar tambin el carcter de prdida de materia fecal o de orina. Sin embargo, hasta ahora se subestim el valor de la menstruacin como manifestacin sexual instintiva y de madurez sexual y como proteccin contra angustias. Unicamente Th\rse Benedek y Melanie Klein toman en cuenta este aspecto, pero insistiendo siempre mucho ms en sus consecuencias negativas. Creo que nos acercaremos ms a una comprensin objetiva del fenmeno menstrual en su totalidad si analizamos con detencin tambin su efecto positivo. Expondr con este fin algn material clnico. Primeramente presentar el historial de Ana. Fue sta una nia independiente. Hija nica de padres ms bien despreocupados. Haba frecuentado un colegio mixto, siendo muy buena estudiante. Durante sus estudios rivalizaba con xito con sus condiscpulos masculinos. En su vida sexual se
permita toda clase de libertades, que por lo general, y ms en su poca, se concedan nicamente al hombre, argumentando que, como trabajaba tan bien como sus compaeros, tena derecho a vivir como ellos. Sin embargo, fue frgida durante los primeros aos de su vida sexual, logrando el orgasmo nicamente si se imaginaba fantasas de contenido masoqustico. El mismo carcter tenan sus fantasas de masturbacin. Su fantasa predilecta era una nia que un educador severo maltrataba por delitos nimios. En su infancia no jug con muecas, pero le gustaban mucho los libros y jugar a la pelota. Durante casi toda la poca de la latencia se entretuvo a menudo representando con su mejor amiga juegos dramticos de contenido masoqustico. Ana desplegaba ms fantasa que su amiga, y tena toda la iniciativa. A la edad de diez aos Ana se enter por los diarios de un proceso, causa de un gran escndalo. Se acusaba a una mujer de haber maltratado y pegado a su hija delante de seores de la alta sociedad, que pagaban bien por este espectculo. De pronto se hizo consciente en Ana que el sadismo era algo "muy malo y prohibido". A pesar de haberse identificado conscientemente en sus juegos siempre con la vctima maltratada, reaccion con sentimientos intensos de culpabilidad. Declar a su amiga, desconcertada, que no practicara nunca ms "esos juegos". Durante el veraneo del mismo ao conoci a unas nias que le explicaron, en forma algo confusa, cmo y de dnde provenan los hijos. Su madre se enter de estas conversaciones y, reaccionando con mucho enojo, prohibi terminantemente a Ana tan mala compaa. Ana, herida por la conducta de su madre y en un intento de elaborar sus nuevos conocimientos, trat en sus fantasas de prescindir de la mujer en el proceso de la procreacin. Supona que el hijo creca dentro de la madre por alimentarse con la sangre normalmente eliminada en la menstruacin.
Se imaginaba que se podra llegar a cultivar los espermatozoos como bacterias, en medio nutricio, y, regndolos con sangre, criar nios sin intervencin femenina. En esa poca un drama de celos haba causado mucha sensacin en su ciudad natal. La mujer de un famoso cantante haba agredido a la querida de ste arrojndole a la cara cido sulfrico concentrado. Ana aprovech este episodio como material para proseguir sus fantasas. Como ya no se necesitaba de las mujeres, se poda eliminarlas obligndolas a beber cido sulfrico concentrado. Ana eliminaba en sus fantasas a todas las mujeres del mundo, imaginndose con lujo de detalles cmo el lquido custico les quemaba la boca, el esfago y el estmago, hasta que moran miserablemente. Ana era una nia alta y bien desarrollada. Cuando tena trece aos comenz a esperar con ansia los indicios del primer perodo. Se despert cuando cumpli catorce sin haber menstruado. Tema no poder tener hijos nunca en su vida. Ped a su madre que la llevara a consultar a un gineclogo. Su madre intent consolarla restando importancia al asunto. Por eso Ana la acusaba como responsable de que ella ms tarde no podra tener hijos. Cuando sobrevino su primera menstruacin, a la edad de catorce aos y medio, su alivio fue indescriptible. Al mismo tiempo cambi su conducta. No se preocup ms por sus estudios y se enamor intensamente de un joven, algunos aos mayor que ella. Deseaba casarse tan pronto como fuera posible, para tener hijos. Haba anhelado ardientemente tener la menstruacin, pero siempre con el temor de no lograrla. Tal vez por sentimiento de culpa haba realmente retrasado la fecha de su primer flujo menstrual. Reaccion ms tarde en forma similar a todos los acontecimientos de su vida femenina. Muy joven an tuvo sus primeras relaciones sexuales, debiendo insistir mucho frente a su amigo, que no quera desflorarla por escrpulos y temor a
la responsabilidad. Cuando se inici en la vida sexual not que era frgida. Luego se cas; al no quedar embarazada durante el primer ao de su matrimonio se desesper, persuadida de ser estril. Otra vez tena la vaga idea de que su madre era la culpable de su supuesta esterilidad. Ya capaz de concebir, abort varias veces. Se desesper nuevamente, porque tema no poder nunca llevar a cabo un embarazo. Cuando finalmente tuvo un hijo no pudo amamantarlo. Soport las molestias inherentes a la vida sexual femenina, es decir, la menstruacin, la desfloracin y los dolores del parto con suma facilidad y sin quejarse nunca. Por el contrario, todos estos acontecimientos la alegraron, y calmaron por un tiempo sus ansiedades profundas. Antes de analizarlas, presentar otro historial, el de Berta. Aunque su carcter parezca bastante distinto del de Ana, las races de sus neurosis tienen mucho en comn. Ya expuse un sueo de Berta al hablar de la imagen introyectada de la madre mala. Ahora contar, en forma resumida, toda su historia. Berta era atractiva, inteligente y ambiciosa, pero se senta muy inferior por ser mujer. Tena un concepto sumamente doloroso del amor. Para ella, la mujer que se entrega por amor a su compaero debe sufrir mucho y ser inevitablemente abandonada. Aunque admiraba a los hombres y despreciaba a las mujeres, se consideraba homosexual. Haba tenido algunas amistades femeninas platnicas, en cuya ocasin se haba sentido muy enamorada y excitada. Se comportaba en ocasiones como un caballero que hace la corte a su amada, pero nunca intent llegar a una materializacin de su amor. En discusiones, le gustaba exhibir su supuesta homosexualidad. Por eso su asombro en el anlisis fue tan grande cuando se dio cuenta de que todo lo relacionado con la homosexualidad, es decir, con el contacto ntimo con otra mujer, la horrorizaba. Esto se puso en evidencia en la situacin
transferencial, al parecerle que la analista quera seducirla. Su horror se manifest en una pesadilla (ya descrita en la pg. 63): Ve un rbol y observa a su sombra varios chanchitos. Dirige su mirada hacia arriba y, suspendida de la cima del rbol, ve una araa- cangrejo enorme, que de pronto empieza a descender. Todos los chanchitos huyen, menos uno, que se queda como paralizado y fascinado. La araa se le echa encima y empieza a succionar su sangre. La durmiente ve con horror cmo el pobre chanchito no puede defenderse y cmo el color rosado de su piel se vuelve plido y blanco porque la araa le ha succionado toda la sangre. En este sueo los tres chanchitos representan a ella y a sus dos hermanas menores, mientras que la araa-cangrejo simboliza a su madre o, en la actual situacin transferencial, a su analista. Berta siempre se haba desesperado al ser mujer y haba sentido conscientemente su envidia del pene. Tena dos hermanos mayores, de los cuales estaba celosa porque les estaban permitidas muchas cosas que a ella se le prohiban. Su padre era un industrial de importancia, orgulloso, que adoptaba frente a su hija mayor una actitud seductora, pero que despreciaba a las mujeres. Su madre era callada, tranquila, y dispuesta a sentirse la vctima de cualquier conflicto familiar. Berta, de nia, adoraba los juegos de varn: armas de cualquier ndole, mquinas, etc. Odiaba y admiraba simultneamente a su padre por su hombra orgullosa y exhibicionista, y despreciaba a su madre por su hipcrita humildad. Una vez sta la sorprendi mientras azotaba con toda su fuerza, con un ltigo, una imagen de la Virgen que perteneca a su madre. Tuvo su primera menstruacin a los doce aos. Despus cambi radicalmente. Relat que vivi entonces los dos aos ms felices de su vida. Se hizo femenina, coqueta, y se entu-
siasm con Tarzn. Pero a los catorce aos su estado psquico cambi otra vez, a raz de una desilusin grave sufrida en relacin con un sustituto materno. Su estado depresivo empez con crisis de llanto hasta que, poco a poco, se estableci una despersonalizacin que dur en toda su intensidad varios aos y nunca desapareci por completo. No recuper ya jams la alegra de la infancia. Durante su despersonalizacin intensa se quej de dos sntomas: que todo que todo haba perdido su relieve para ella (esto significa para su inconsciente que ya no quera ms a las mujeres) y que no le gustaban ms los hombres. La depersonalizacin de Berta fue la consecuencia de la represin, tanto de sus tendencias hetero como homosexuales. Por el odio a su madre, renovado por una ltima frustracin, ella ya no poda identificarse con sta, amando a Tarzn -sustituto del padre hiperviril-, ni poda acercarse a ella ni a figuras sustitutivas en un intento amoroso de carcter homosexual. Cuando conoc a Berta estaba ya casada, en un matrimonio sin amor. Segua siempre deprimida y despersonalizada. Cuando quiso tener hijos, sufri una esterilidad pasajera. Finalmente tuvo un hijo, pero no pudo amamantarlo por temor de entregarle sus senos. A pesar de que tanto Ana como Berta sufran indudablemente de una envidia intensa del pene, su primera reaccin a la menstruacin fue muy distinta de lo que se podra esperar. No la vivieron con humillacin ni deprimidas, como si se tratara de otra experiencia ms de castracin, sino experimentaron algo como un triunfo, un gran alivio y un sentimiento vago de gratitud. Ambas cambiaron de conducta y se volvieron femeninas durante cierta poca. Se dira que no haban adoptado antes su papel femenino porque dudaban de su
capacidad de ser mujeres y madres. Cmo se comprende, pues, que la menarqua no las angustiara, sino que les trajera un alivio visible de sus situaciones neurticas? Karen Horney (3) observ frecuentemente en mujeres el temor de no poder tener hijos por haberse masturbado en la infancia, y sentirse culpables porque esta masturbacin infantil iba acompaada de fantasas sdicas contra otras mujeres. Melanie Klein (l. c.) habla de las ansiedades irracionales, provenientes de ataques fantaseados contra el cuerpo de la madre y de su contenido, y del temor de haber sido vctimas, como castigo, de ataques idnticos. Ser menester ver, pues, si en nuestras dos enfermas existen manifestaciones de odio contra sus madres, de tal ndole que las llevaran a dudar de su propia femineidad intacta. Observamos una elaboracin consciente de estos ataques en las fantasas sdicas de Ana de eliminar a todas las mujeres del mundo y el juego de Berta de azotar a la imagen de la virgen, smbolo mximo de maternidad. Pero, cul fue la procedencia de tal odio, su carcter especial y sus consecuencias para ambas nias? Las fantasas vengativas surgieron en Ana despus de la prohibicin de su madre de enterarse de cmo se procrean y nacen los hijos, interpretndolo como prohibicin de ser madre, a lo que reaccion fantaseando sobre cmo podra eliminarse a las madres del proceso de la procreacin. Sin embargo, hay indicios de que ya anteriormente odiaba a su madre y la consideraba como mala. Aunque nunca Haba sido castigada con brutalidad, durante aos en sus juegos se torturaba a nios por delitos inexistentes. Ella se identificaba con el nio castigado, y el delito inexistente sustitua el delito real de su odio y de sus ataques inconscientes contra su madre. Cuando ley en un diario que la madre que castigaba a su hija en presencia de hombres era una criminal, Ana se asust: lo sinti como si se acusara a su propia madre de tratarla con violencia y
sin cario en presencia de su padre indiferente. Sin embargo, no se anim a justificar estas acusaciones contra su madre, porque se sinti culpable y merecedora de cualquier castigo por su odio. Ana, pues, odiaba a su madre y quera destruirla. Pero la quera y la necesitaba: por ello no la acusaba sino que la tornaba masoquista, reprimiendo su odio. As poda perdonar a su madre, gozando del castigo en lugar de temerlo. Pero, en su inconsciente, su odio a su madre o a las madres en general persista a pesar de su masoquismo y de su amor, imposibilitando toda identificacin. La raz oral de su odio se ve en la forma misma en que en sus fantasas conscientes pretenda eliminar a la mujer. Veamos ahora la situacin de Berta. Mientras que Ana fantasea con envenenar a las madres, Berta suea que la araa-madre la mata sorbindole la sangre. En una etapa muy primitiva de su vida Ana debe haberse sentido envenenada por su madre y se vengaba envenenndola en sus fantasas. Berta debe haber sentido que su madre no la saciaba, que no la alimentaba bien, que el hambre la vaciaba. Por eso debe haber deseado sorber y vaciar ella totalmente a su madre. Como castigo, la madre la succionaba en sus pesadillas. As llega ella a sentirse vaca por dentro. Conscientemente, no quiere ser mujer; inconscientemente, teme no poder serlo. Por eso no puede identificarse con su madre, que siempre est llena de hijos. Adems, teme la identificacin con ella, objeto odiado y despreciado. Por eso se refugia en la homosexualidad. Pero tambin sta trae peligros. Berta no puede colocarse en una actitud pasiva frente a la mujer, repitiendo en un plano ertico la relacin madre-hija, porque se expone, precisamente, a revivir sus primeras experiencias con su madre, a todo lo temido: ser otra vez vctima de una madrearaa, como en su pesadilla. Elige como defensa otra forma de homosexualidad, la virilizacin. Desea ser hombre, tener un pene, y se comporta como un caballero frente a la mujer amada. Sin embargo, la teme y la odia demasiado para expo-
nerse al peligro de un contacto ntimo, que demostrara lo ilusorio de su defensa viril. Por eso, en su anlisis, frente al peligro de un enamoramiento homosexual con su analista, surge la situacin primitiva y angustiante de su sueo, en que ella se convierte de nuevo en nia indefensa. Vemos, pues, que tanto Ana como Berta fracasan en su femineidad en la identificacin con la madre. Esto ocurre por la persistencia de su odio oral y por su temor de haber sido destruidas como consiguiente castigo. Se quedan en esta posicin porque les falta tambin la ayuda paterna. El padre de Ana es demasiado dbil y pasivo para que ella se atreva a enfrentar a su madre como rival e inclinarse en actitud femenina hacia l. El padre de Berta, por el contrario, es aparentemente demasiado fuerte y viril, desprecia a las mujeres, humilla a su esposa, y Berta teme acercarse a l en actitud femenina porque no quiere sufrir el destino de su madre. En ambos casos las nias, al no lograr conquistar a su padre se identifican con l, adoptando una actitud varonil y exhibiendo su envidia del pene. Es decir, ambas nias hubieran tal vez superado sus dificultades con su madre si el padre las hubiese apoyado. La falta de ese apoyo agrav el conflicto, que las llev a la perversin. Esto parece claro. Pero, cmo se explica que la menarqua las llevara a una aceptacin mucho mayor de su femineidad, en contraste con todo lo que se dice generalmente del efecto traumtico de la menstruacin precisamente en la mujer de tendencias viriles que siente la envidia del pene? Melanie Klein describe las fantasas inconscientes de la nia de destruir el interior del cuerpo materno para despojarlo de su contenido de hijos y penes. Por esta razn puede surgir a su vez en la nia el temor de ser destruida interiormente. Es ste el mecanismo que encontramos en nuestras enfermas. Tanto Ana como Berta tenan una fijacin oral intensa y ambivalente con su madre. Sus deseos hostiles de incorporarla to-
tal o parcialmente, destruyndola, las angustiaban. Por sus sentimientos de culpa, proyectaban su propia hostilidad oral sobre la madre. Pero esta proyeccin equivale al temor de la agresin materna, como lo demuestra el sueo de la araa. La idea de no estar fsicamente intacta por culpa de la madre es consecuencia de este temor. Esta idea primitiva es reprimida. Ms tarde el descubrimiento de la diferencia sexual y de la propia falta de un pene es vivida como una castracin, porque hace resurgir el antiguo temor de haber sufrido una destruccin interior, que se relaciona ahora con un dao genital. Otra enferma, al interpretarle su reproche contra su madre por la castracin de un supuesto pene, me contest: "No creo que reprocho simplemente a mam mi castracin, sino el haberme castrado mal. Ella no me ha hecho ni hombre ni mujer". Cuando, en el anlisis, se discuti su temor a la sexualidad, surgi en ella una imagen de su infancia. Vio a su padre degollando una gallina -que asoci con prdida del pene-, y despus a su madre que, introduciendo la mano en el interior del animal, le sacaba las vsceras y los huevos, vacindolo totalmente. Sigui asocindolo con su incapacidad para dedicarse a estudios profundos, dando como razn que ella misma estaba vaca. La paciente expres as los dos temores de castracin de la mujer. El segundo est siempre ligado al temor a la esterilidad. Volvamos a nuestro problema principal. Qu significado psicolgico poda tener para nuestras enfermas la primera menstruacin como seal de fecundidad, cuando sobrevino a pesar de todas sus dudas y temores? En primer lugar, fue vivido como una reconciliacin con su madre, de quien reciban su madurez sexual, como un regalo inesperado e inmerecido. Equivala a una absolucin de su madre, la cual as les permita ser como ella y tener hijos en el futuro. Esto, y el hecho de que sangrasen y sintieran ligeros dolores, aliviaba sus
sentimientos de culpa. La hemorragia satisfaca tambin sus fantasas masoqusticas en una forma aceptable para su yo. Adems, su sentimiento de triunfo y alivio provena de no sentirse ms como nias, dependientes sino como mujeres capaces de renunciar a su dependencia homosexual de la madre. Eso mismo se puede observar en los ritos de iniciacin que los primitivos realizan despus de la menarqua para separar a la nia de sus padres, y especialmente de su madre (Winterstein l. c.). En muchas tribus la nia debe abandonar a la madre al aparecer la primera menstruacin. Vive despus con una mujer vieja, smbolo de la madre asexual, hasta que es entregada al esposo. En algunas tribus, durante la primera menstruacin y durante los meses subsiguientes, se enclaustra a las nias en una casita, una jaula o una hamaca. El abandonar este lugar, smbolo del seno materno, despus de cierto lapso, corresponde a un renacimiento y significa la separacin definitiva de la madre. Adems la menstruacin, como toda manifestacin somtica femenina, puede servir de arma contra la homosexualidad. Pero, como vimos en el caso de Berta, la misma homosexualidad no es generalmente el problema de fondo, sino que sirve para ocultar la conviccin ms angustiante de la mujer, de estar destruida como tal. Pude observar claramente en una psictica cmo la preocupacin por su menstruacin, smbolo de su femineidad intacta o daada, fue sustituida por una idea delirante homosexual. Padeca de una esquizofrenia hipocondraca. Durante mucho tiempo su preocupacin hipocondraca se concentr sobre su amenorrea relativa. Se senta angustiada si llegaba a parecerle que la menstruacin no duraba bastantes das o no era bien abundante. Tema estar gravemente enferma y senta que algo dentro de ella no andaba bien. Pero este sntoma persisti solamente mientras no se resign a una posicin homosexual,
luchando todava por conservar su femineidad. Tuvo un sueo en el cual, siendo un hombre, realiz el coito con su madre. Cuando, poco despus, crey sentir que dentro de sus genitales le creca un pene, y que se estaba transformando en varn, perdi todo inters por la menstruacin. As, pues, su preocupacin por la regla expresaba su lucha contra la percepcin de que algo dentro de ella, algo de su femineidad, estaba mal. Renunci a su femineidad destruida porque encontraba en la idea delirante de su transformacin en hombre una salida psictica para sus angustias. Ahora poda perdonar a su madre y retenerla como objeto, porque ya no era una mujer destruida sino un varn. En esta enferma se trataba de una preocupacin psictica; pero, en general, la preocupacin hipocondraca por su menstruacin, que se observa en menor escala con tanta frecuencia en mujeres neurticas, proviene de un temor de estar daadas en su femineidad. Adems, la menstruacin -la primera y las siguientespuede servir para satisfacer tendencias agresivas dirigidas a la madre. En estos casos la matriz misma, por ser el rgano ejecutivo de la maternidad, es identificada con ella, ms an cuanto que la matriz es lo primero que conocemos de nuestra madre. En castellano existe una relacin filolgica muy clara entre las palabras madre y matriz. En alemn esta relacin es an ms evidente ("Mutter" = madre, "Geb)ren" = parir, "Geb)rmutter" = matriz). Tuve ocasin de observar este mecanismo en una paciente homosexual que haba quedado fijada a su madre a causa de una frustracin oral intensa. Describi en su anlisis el placer sdico que senta al observar su sangre menstrual corriendo por sus muslos. Se acordaba haber sentido una excitacin intensa cuando ley en una novela la descripcin de cmo corra la sangre menstrual de una campesina sobre sus piernas desnudas, manchando el suelo. Para ella, la matriz era su propia madre, que
sangraba y sufra durante la menstruacin. Las madres de las tribus primitivas perciben la agresividad de la hija pber que menstra. Winterstein (l. c.) explica que en muchas tribus la madre o un sustituto de sta ejecutan la parte ms cruel de los ritos de iniciacin de las pberes para vengarse y defenderse inconscientemente de los impulsos incestuosos y sdicos de sus hijas. Resumamos todo esto. La nia normal aceptar con placer y orgullo su menarqua, pese a cierto sentimiento de extraeza y ansiedad, porque ver en ella el inicio de su madurez femenina y la promesa de su futura maternidad. La nia neurtica, en cambio, que se siente despreciada por ser mujer, rechazar la menarqua por vivirla como una castracin o por interpretarla como castigo, como una consecuencia del dao que se haya causado en actos masturbatorios. Hemos visto esta segunda situacin en Teresita, que rehusaba su femineidad por considerarla como la causa de la falta de amor de su madre. Tambin vimos en su caso cmo la prdida de sangre menstrual puede hacer revivir angustias pasadas en relacin con una incontinencia de orina. En otros casos se equipara tambin con la prdida de materia fecal. Muchas nias rechazan o esconden su menstruacin porque ser mujer significa rivalizar con la madre, provocando su odio, o identificarse con ella, con el peligro de sufrir todos los males que la nia le haya deseado anteriormente. El primero de estos mecanismos pudimos observarlo en Mary, y ambos en Molly. En Molly y Adela vimos tambin que la menarqua provoca angustia, porque la nia no est dispuesta todava a abandonar su posicin infantil y teme, adems, la realizacin de sus fantasas sexuales, inofensivas mientras ella era inmatura.
Este mismo mecanismo se demostr tambin en Isabel, donde adems pudimos ver cmo un conflicto menstrual reprimido caus ms tarde trastornos psicosomticos. En Ana y Berta observamos, por el contrario, una aceptacin entusiasta de la menarqua. Eran nias que aparentemente rechazaban su femineidad porque se sentan incapaces de ser mujeres y madres. La menarqua les sirvi para calmar sus angustias profundas de castracin femenina y sus sentimientos de culpa frente a la madre; pero en el fondo seguan convencidas de su esterilidad, y por eso reaparecan sus dificultades en las distintas pocas de su vida procreativa. Pero por un tiempo la menarqua haba calmado su angustia. Vimos en todos los ltimos casos expuestos que la menstruacin puede estar, adems, al servicio de otras situaciones neurticas o perversas. De todo lo dicho se desprende que mientras el rechazo violento de la menarqua o de la menstruacin en general siempre indica un conflicto, su aceptacin puede ser tanto indicio de normalidad como de angustias reprimidas. Slo un anlisis ms detallado permite diagnosticar la situacin de fondo.
Notas
(1) Varios de los historiales presentados en este captulo ya fueron publicados. Vase: Marie Langer, "Algunas aportaciones a la psicologa de la menstruacin", en el Indice Bibliogrfico.
(2) Una fobia es un temor invencible frente a un peligro inexistente en la realidad o, tambin, un temor cuya intensidad no est justificada por el peligro real. (3) "The overvaluation of love" (vase Ind. Bibl.).
Indice ::::::: Pgs. cccccc Captulo Iii. La imagen de la "madre mala" .......... 5 Notas ........................ 31 Captulo Iv. Parte clnica ... 34 Notas ........................ 103 Captulo V. La menarqua y los trastornos ulteriores 104 Notas ........................ 146
Captulo Vi El temor a la desfloracin El tab de la virginidad. Wilhelm Steckel: Los peligros de la desfloracin. Las causas del rechazo de la femineidad. Historial de una fobia a la desfloracin. Una sesin psicoanaltica.
En los captulos anteriores se ha tratado de la menstruacin, es decir, de un proceso biolgico que concierne nicamente a la mujer. La experiencia de la desfloracin se produce entre ella y su compaero. Mientras que hasta ahora hablamos de cmo fantasas e imgenes internas influyen sobre los procesos de su propio cuerpo, entramos ahora a dilucidar una situacin que implica a una pareja que se eligi, por lo menos generalmente en nuestra sociedad actual, libremente y por amor. Pero ya en esta eleccin actuaron muchos factores inconscientes, una percepcin inconsciente tambin del carcter y la manera de ser del otro, quien, en adelante, servir de pantalla para proyectar sobre l y su cuerpo imgenes internas idealizadas u horrorficas. Adems, la decisin de la mujer contiene ya, aunque lo excluya conscientemente, la promesa o amenaza de su futura maternidad. En culturas primitivas la desfloracin es un acontecimiento que, al igual que la menstruacin, es rodeado de mltiples tabs y ceremoniales. Segn Freud (1), surge el tab all donde el primitivo teme un peligro. Siente el valor de afrontarlo siempre que cumpla con ciertas medidas protectoras. Por ejemplo, la desfloracin suele ocurrir en medio de una fiesta, con el consentimiento de toda la tribu y con la ayuda de los sacerdotes. Aun cuando estemos ya lo bastante alejados de las sociedades primitivas, nosotros seguimos ritos idnticos. La virginidad de la mujer soltera es tab, y para que la desfloracin ofrezca un mnimo de peligros hay que cumplir con la ceremonia nupcial, presenciada por un pblico benvolo. Adems, hay que atenerse a ciertos ritos simblicos, como el que dispone que la novia entre en la iglesia del brazo del padre, y salga al lado del esposo, que se vista en determinada forma, etc.
Pero contra qu temor se defiende el novio por medio de todos estos rituales? Segn Freud el hombre teme la hostilidad de su joven esposa, de la virgen desflorada, por varias causas. Durante la desfloracin el novio vierte la sangre de su compaera. La idea de la sangre est ligada a violencia, hostilidad y crimen. Haberla vertido despierta sentimientos de culpa y de temor a la hostilidad de la vctima. Por otra parte, este temor estara justificado: la joven esposa sentira, efectivamente, rencor contra su marido por haberle infligido una injuria narcisstica, destruyndole un rgano: el himen. Asimismo, como muchas mujeres rechazan su condicin femenina y envidian al hombre la posesin de su pene, odian a quien las obliga a renunciar a sus fantasas varoniles y a reconocerse mujeres. En este plano la desfloracin significara, al igual que la menarqua, la castracin del pene ilusorio. Encontramos, pues, de nuevo, el concepto de castracin flica de la mujer como causa de angustias del hombre frente a ella. Adems, el hombre, que ve en el coito un acto humillante y bajo para la mujer y siente que la domina durante el mismo, vive la desfloracin como una perversin y prostitucin de su compaera, como un acto hostil contra ella. Hay otras causas ms que hacen temer al hombre la desfloracin. Las analic en un artculo: "El viaje al centro de la tierra" (v. Ind. Bibl.). El nio se imagina el interior del cuerpo materno lleno de peligros. En el inconsciente del adulto persiste tal temor. No ser ste tan grande cuando se relacione, aun por primera vez, con una mujer que ya ha tenido relaciones sexuales: su cuerpo no puede albergar peligros mortales, si sus amantes anteriores salieron indemnes de la aventura. Pero ser el primero en penetrar dentro de una mujer significa explorar una selva virgen y exponerse a peligros desconocidos. Debemos la comprensin de estos temores a los descu-
brimientos de Melanie Klein sobre las fantasas tempranas del nio frente al cuerpo materno. Vemos, pues, tambin en el hombre con respecto a la mujer dos temores y que su fantasa que ella tenga un pene ilusorio representado por el himen en lo que concierne a la desfloracin, le sirve de obstculo y proteccin contra la penetracin ms temida de su cuerpo. Todos estos temores inconscientes tienen como efecto el que se exagere mucho la importancia de la primera experiencia genital de la mujer. Se olvida que las consecuencias de esta experiencia ya estarn predeterminadas por la posicin de la joven frente al hombre y a la sexualidad. Una novia tomar la excitacin de su novio por pasin, mientras que otra, en las mismas circunstancias, se sentir asustada y amargada de la brutalidad de los hombres. Adems, la novia que se queja de la brutalidad o torpeza e inexperiencia de su compaero, inconscientemente lo ha aceptado como marido precisamente por estas caractersticas. Lo mismo ocurre en las experiencias extramaritales. Steckel, en "La mujer frgida" (v. Ind. Bibl.), insiste mucho en la importancia de la conducta del hombre frente a la mujer durante su primera experiencia genital. Dice haber visto perturbaciones graves en mujeres "hasta entonces totalmente normales, por los procedimientos de hombres neurticos". Ahora bien, parece una ingenuidad el suponer que una mujer "hasta entonces enteramente normal" eligiera como a su primer -y a menudo nico- compaero a un hombre de conducta tan inadecuada que pudiese perjudicarla para toda su vida. Entre los casos que cita Steckel est el de una joven que haba enfermado de una psicosis. Se consulta a Steckel, quien logra descubrir el suceso desencadenante. La seorita M. G., nia de 19 aos, de un ambiente muy estricto, es educada en altos conceptos morales. Trabaja como empleada en una oficina. Est enamorada perdidamente del encar-
gado de su seccin; pero, siguiendo el mal consejo de una compaera, se entrega a otro hombre a quien no quiere, y enloquece. Steckel sostiene que esta joven no se hubiera enfermado si se hubiera entregado al hombre querido y en el matrimonio. Pues bien, lo que le impidi llegar a esta solucin satisfactoria fue precisamente su neurosis, previa al acontecimiento traumtico. Steckel culpa del desenlace trgico a la compaera, por haber aconsejado mal a su amiga. Es otra ingenuidad pensar que haya bastado este consejo para que la joven se decidiera, a menos que haya existido una situacin de dependencia muy neurtica frente a esta amiga. Sin embargo, basndose en este tipo de historiales suele hacerse la propaganda de libros de sexologa del tipo de "El matrimonio perfecto", de Van der Velde. Se trata aqu de lo mismo que ya dije antes, con respecto al concepto de los pedagogos sobre la importancia del esclarecimiento sexual de la nia prepber. Tanto la menarqua como la desfloracin despiertan angustias profundas y pueden, en determinados casos, desencadenar estados patolgicos. Las causas de la angustia son inconscientes, y desconocidas por los legos. Tratan de explicarlas y acusan de todos los daos a la ignorancia sexual. Pretenden evitar trastornos dando explicaciones adecuadas a la nia pber y a la novia, y enseando al novio, en forma bastante ingenua, cmo debe proceder. Con eso no quiero decir que los libros del tipo de "El matrimonio perfecto" no tengan cierta utilidad. Lo sexual en nuestra sociedad est prohibido. Esta prohibicin causa inhibiciones que se traducen en una conducta sexual torpe y artificial. Un libro serio sobre el tema, escrito por una figura paternal, independientemente de lo que ensee sobre anatoma y sexologa, calma angustias: porque, exponiendo como natural lo que era hasta entonces prohibido, disminuye sentimientos de culpa y
autoriza a los novios a proceder con ms libertad. Pero la necesidad misma de esta enseanza es otro ndice del carcter antiinstintivo de nuestra cultura. Por otra parte corremos el riesgo de convertir a travs de estas "enseanzas amorosas" lo que antes era el gran acontecimiento en la vida de la pareja, en un examen lleno de angustia especialmente para el hombre. Mientras que l carga actualmente casi con toda la responsabilidad, la ansiedad consciente de la mujer ha disminuido mucho, desde que la virginidad ha dejado de ser tan apreciada y exigida por las normas sociales; los temores conscientes, las experiencias muy dolorosas y los cuentos de desfloraciones seguidas de grandes hemorragias prcticamente han desaparecido. En apariencia la mujer virgen, pues, ya no tiene miedo y sus posibles conflictos con la vida sexual suelen manifestarse slo cuando ella la haya iniciado. Existen, sin embargo, bastantes casos, conocidos nicamente por el gineclogo, el psiquiatra o el psicoanalista, de parejas en apariencia bien constituidas, en las cuales un temor aparentemente invencible de la joven esposa o compaera impide la desfloracin y su iniciacin en la vida sexual completa de la mujer adulta. Observamos en estos casos que persiste en el inconsciente de la mujer un concepto sado-masoquista de la relacin sexual, con mucha mayor intensidad de lo que ocurre corrientemente. Pero, de dnde proviene este concepto? La relacin sexual implica pasividad para la mujer. Si una nia tiene oportunidad de observar el coito entre los padres o aun entre animales, tiene la impresin de una pelea en la cual la mujer llevara la peor parte. El hombre est encima de ella y penetra en ella con movimientos bruscos.
Es como si la castigara. Esta representacin infantil del coito muy a menudo no es rectificada ms tarde, sino sigue obrando desde el inconsciente. Por eso las jvenes tienen sueos angustiantes en los cuales se ven perseguidas por ladrones con armas de fuego. Por eso en el simbolismo onrico el pene es representado como un cuchillo u otra herramienta cortante. Significa todo eso que la aceptacin placentera del coito y ms adelante el parto por parte de la mujer implica masoquismo o aceptacin gozosa del dolor? Freud, (2) equiparando pasividad con masoquismo femenino, lo ve as. Helene Deutsch (l. c.) escribe que la mujer considera sus fines sexuales como peligros para su yo, por el carcter masoqustico de su sexualidad. Sin embargo, creo que el problema permite tambin un enfoque totalmente distinto. Cuando habl de los dolores de la menstruacin, pude demostrar que stos dependen en alto grado tanto de las normas de cada sociedad, como de la disposicin psicolgica de cada mujer frente a aqulla. Encontramos la misma "ecuacin personal y social" en lo que concierne a los dolores de la desfloracin y del parto. Es cierto que queda algo de temor y de dolor, objetivamente inevitables, pero este remanente no ser lo bastante grande como para que la mujer deba ser masoquista para poder aceptar su femineidad. Queda el otro problema: el coito. La penetracin del hombre ha de ser experimentada normalmente por la mujer como acto agresivo y peligroso? Si as fuera, para poder gozarlo tendra ella que volverse masoquista. Sandor Lorand (vase Ind. Bibl.), en un artculo sobre la frigidez, sostiene que en el fondo la incapacidad orgstica de la mujer proviene de su fijacin a experiencias penosas de su lactancia. Considero esta opinin como muy acertada. Durante los primeros meses de vida el ser humano forma la base para su actitud ulterior frente a las dems personas. La expe-
riencia del coito trae de vuelta una intimidad y unin perdida mucho tiempo atrs y perteneciente a esta poca. El feto dentro de la madre formaba un solo ser con ella. Esta unin, que se rompe bruscamente durante el nacimiento, es restablecida en parte por la lactancia. Si la primera relacin madrehija fue satisfactoria, si la penetracin del pezn en la boca de la lactante signific una experiencia feliz para la nia, experiencia que durante el curso de su infancia no fue anulada por un cmulo de acontecimientos penosos, de adulta no tendr causas para vivir la penetracin del pene de su amado como un acto sdico y humillante. Su vagina aceptar el esperma con tanto goce como acept su boca la leche de su madre. Pero justamente esta analoga de situaciones y revivencia de sentimientos y sensaciones tempranos despierta tambin las ansiedades experimentadas entonces. Si la nia, en sus fantasas inconscientes, atac los pechos de la madre violentamente, sea por frustraciones o sea por envidia, temer ms tarde la penetracin de un rgano que su inconsciente equipara con el pecho. Ya describ (nota pg. 60) las relaciones existentes entre envidia del pecho y envidia del pene. Si la nia atac intensamente, por sus celos violentos a la unin sexual de sus padres y al pene paterno, ms tarde sentir este rgano cargado con su propia hostilidad como arma peligrosa. Temer su contraataque en la relacin sexual y se defender contra sta y la entrega implcita con una actitud masculina o masoquista, y si cree que sus ataques celosos a la pareja fueron exitosos, porque ve a una madre desgraciada y destruida que se queja y sufre por la sexualidad y su destino de mujer, tendr temor de correr la misma suerte. Podr ocurrir entonces, como describe Helene Deutsch (l. c.), que sus fantasas erticas tengan tal carcter autodestructivo que su yo, sometido totalmente al temor por su in-
tegridad fsica, la llevar a evitar la vida sexual y todo su destino femenino con sus supuestos peligros. Si sus ansiedades son menos intensas buscar, cuando llegue a elegir pareja, a menudo un compaero tmido y poco potente para protegerse contra la entrega temida. An as, si sta se volvi muy peligrosa, se defender contra ella de distintas maneras, y, a veces, con una fobia a la desfloracin. Ocurre en estos casos que la mujer virgen ama a su compaero y conscientemente est dispuesta a entregarse a l. Aun siendo soltera, vence por amor sus dudas morales y el temor a la sociedad. Se decide a quedar a solas con su amante en un ambiente que permita la realizacin de coito sin ser molestados por nadie; va para entregarse, pero a ltimo momento retrocede. Ms adelante hablar de una adolescente, Laura, que sufra de fobia a la desfloracin. Despus de haber visitado a su amado en su departamento describe en su diario, con un dramatismo propio de su edad, sus sentimientos y angustias: "Nuestro ltimo momento juntos y despus -el ultimtum- s o no! tienes que decidirte! Primero fue un xtasis maravilloso, rojo y azul, una danza de fuego ante mis ojos, va a matarme con sus besos. Pero, no puedo. l me dice: /Nos queremos o nos separamos, pero as, a medias, no puedo seguir, me vuelvo loco/. Hubiera querido explicarle, pero no se puede, no existe explicacin. Podra decirle: /No s por qu, pero no puedo, soy demasiado joven, no comprendo, no me atrae/. Es sin salida. Tengo una tempestad en mi cabeza. De golpe hay dos caminos y hay que elegir. Querido, no puedo elegir, porque un camino est cerrado para m (sin darse cuenta, Laura habla en trminos simblicos de su virginidad) y el otro es triste y negro (el de la separacin, de la soledad) realmente, no
existe otra solucin?" Se me podra objetar que en el caso de Laura no se puede hablar de fobia a la desfloracin. Es natural que una nia joven, inexperta, soltera, se resista a entregarse a su amante y a los peligros que la vida sexual significa en estas condiciones. Que aun conscientemente los reprima, que tenga escrpulos morales. Todo eso es cierto. Sin embargo, creo que en Laura se trataba, a pesar de todos estos argumentos, de una situacin fbica. Lo veremos ms adelante. Pero, para justificar el trmino de fobia, me referir ahora a mujeres casadas que sufren del mismo cuadro. Admito que es un cuadro muy poco frecuente. Ocurre con cierta frecuencia que la desfloracin no se realice durante las primeras semanas despus de la boda. Por otra parte, existen matrimonios de conveniencia, que nunca se consuman. Pero yo me refiero a una situacin distinta, en la que, a pesar de que los esposos deseen conscientemente iniciar la vida sexual en comn, la mujer no puede entregarse por la angustia intensa que siente en el momento en que su esposo se acerca para intentar la penetracin. Quiera o no, la mujer se ve obligada a cerrar las piernas y, con su llanto o hasta luchando con l, llevar a su esposo a desistir por esa vez. Al otro da ella misma le pedir que intente de nuevo. Esta situacin puede prolongarse durante aos. Se busca entonces, a veces, una solucin drstica. La pareja recurre, de comn acuerdo, por lo general, al gineclogo, para que proceda a la eliminacin del himen. Sin embargo, dado que la intervencin mdica no modifica los temores inconscientes, la mujer suele defenderse despus con vaginismo contra la penetracin temida. El vaginismo es una contraccin de los msculos involuntarios de la vagina y la cierra, como afirma Simone de Beauvoir acertadamente (l. c.), con ms seguridad frente al coito que el himen. Forzar a una mujer con vaginismo, igualmente como obligarla a la entrega, a pesar de su fobia a la desfloracin, convierte el acto
sexual en una violacin. La mujer que sufre estos cuadros, logra, generalmente, con su temor, provocar la impotencia de su compaero que se siente frente a ella y a su ansiedad descabellada como un verdugo frente a su vctima. Por eso, para obtener un xito psicoteraputico en casos de ya larga duracin, se impone el tratamiento simultneo de ambos integrantes de la pareja. Obtuve un buen resultado teraputico en un caso, porque puede convencer al marido de mi enferma a que se analizara simultneamente con otro analista. De esta manera mientras que ella se volva ms femenina mediante el tratamiento, l se haca ms viril. As pudieron llegar a una solucin feliz. Mi analizada se llamaba Gabriela. Era una nia de diecinueve aos, bonita, aunque de aspecto ms bien viril. Era alta, huesuda, delgada, de rasgos muy pronunciados y con mucho vello. Cuando acudi al anlisis ya llevaba dos aos casada, sin haber permitido a su esposo la desfloracin, por sentir una angustia insuperable cuando l intentaba introducir el pene. Adems, sufra de una depresin profunda y de hasto de vivir. Nada sabemos de la primera infancia de Gabriela. Pero puede deducirse de ciertos aspectos de su relacin transferencial y de la imagen que transmita de su madre, que la tema y la odiaba, en rebelin secreta. En su anlisis, su deseo y fantasa de tener un pene se pusieron pronto en evidencia. Tema el coito como amenaza, en el sentido de castracin masculina. Pero adems present temores hipocondracos que ya conocemos, como temor a la castracin femenina. Tema por su femineidad, por el interior de su cuerpo. Deca que el marido puede desgarrar y destrozar a la mujer en el coito, y que ella lo rechazaba por temor de quedar enferma por el resto de
su vida si se entregaba a l. En un sueo equiparaba la desfloracin con la esterilizacin operatoria; el resto diurno provena de una pelcula antinazi, en la cual se amenaz con esterilizar a una joven como castigo por querer entregarse al enemigo. Para comprender cmo lleg Gabriela a temer castigos tan crueles si se iniciaba en la vida matrimonial, debemos conocer algunos datos de su historia. Era oriunda de un pueblo pequeo del interior del Brasil e hija menor de una familia numerosa y adinerada, pero primitiva y llena de prejuicios y supersticiones. De nia comparta el dormitorio de sus padres y ms tarde dorma en una habitacin contigua. Su madre era una mujer sumamente hipocondraca. Sola rechazar violentamente a su esposo si ste se le acercaba. Gabriela se acordaba perfectamente de haber odo discusiones al respecto, y del horror que le inspiraban. Cercana a la menopausia, la madre desarroll una paranoia de celos. Se negaba totalmente a su esposo, culpndolo de infidelidad y amenazando a sus supuestas queridas. A los diez aos, y por voluntad expresa de la madre, la nia ingres de pupila en un colegio religioso sumamente estricto, especialmente en todo lo referente a lo sexual. Al principio Gabriela sufra mucho por la separacin de sus padres y hermanos. Regresaba cada fin de semana a su casa, pero cada lunes experimentaba reiteradamente un intenso dolor ante la separacin. A los doce aos logr, a pesar de la estricta vigilancia de las monjas y de su madre, establecer un flirteo inocente con un muchacho. Cuando su madre se enter la critic violentamente, como si hubiera cometido un grave pecado. Tuve la impresin de que desde esa poca empez la virilizacin fsica de Gabriela. Como lo sexual estaba tan prohibido para la nia y como su madre se enojaba tanto porque ella se estaba transformando en mujer, hubo de virilizarse pa-
ra no perder el cario de su madre. A los catorce aos dej el colegio religioso para volver a su casa. Mientras tanto la situacin entre sus padres haba empeorado tanto que se separaron. Gabriela se qued con su madre, extraando mucho a su padre. La madre le reprochaba a menudo que se viera con su padre clandestinamente y que siguiera querindolo. A los quince aos se puso de novia. Su madre no estaba muy de acuerdo, pero no se opona abiertamente porque el muchacho era un buen pretendiente. Sin embargo, aconsej a Gabriela que hara mejor en no casarse, para no sufrir todo lo que ella haba sufrido. La previno especialmente contra los sufrimientos de la maternidad. Gabriela se cas a los diecisis aos. Pero, sometida a su madre y a la prohibicin de querer al padre, eligi un hombre muy distinto de ste. Su novio era un muchacho pasivo, tmido, muy joven y poco viril. Gabriela cont que durante la noche de bodas ella no se defendi mayormente, pero que l le propuso esperar unos das porque estaba nervioso y tema ser impotente. Al prximo intento de coito Gabriela ya reaccion fbicamente. En cierto sentido, su fobia serva tambin para salvar la dignidad de su esposo. Adems, cuando, durante su anlisis, estuvo en una ocasin dispuesta a entregarse, su marido fall. Situaciones como estas se observan con frecuencia en parejas incapaces de consumar el acto sexual. Cuando l o ella est dispuesto, uno u otro se hace cargo de evitar la unin peligrosa. Comprueba esto que la eleccin mutua de la pareja ya estaba supeditada a los temores de ambos. Pero qu pasaba en Gabriela, por qu intentaba siempre de nuevo tener relaciones sexuales, huyendo de su realizacin a ltimo momento? Tema sufrir en el coito, como su
madre, cuyas quejas haba odo a menudo. Simultneamente deseaba ese sufrimiento, porque quera a su padre y hubiera deseado estar junto a su marido como su madre lo haba estado con su padre, aunque se quejara siempre y no lo supiera apreciar. Sin embargo, no se atrevi a sustituir a su madre en el coito, es decir, a hacer vida sexual y tener hijos, porque para su inconsciente esto significaba atraerse los violentos celos de su madre paranoica y sufrir todos los castigos imaginables, como se vio en el sueo de la esterilizacin. Porque quera a su padre y tema la convivencia con su madre, busc enamorarse y casarse, siendo an muy jovencita, pero para no perder el cario de su madre, que tambin necesitaba, y para evitar sus castigos, eligi una transaccin, insostenible a la larga: se caso sin hacer vida sexual, e intent vivir con su marido con toda inocencia, como una buena nia con sus padres. Ya vimos en las fantasas masturbatorias de Teresita cmo, para no tener que enfrentarse con su madre y no arriesgarse a perderla, se resolva ella a renunciar a la genitalidad y a transformarse de nuevo en una nia pequea. Este mecanismo, tan frecuente, es el que encontramos tambin en Gabriela. El psicoanlisis logr con relativa rapidez modificar esta situacin, pues para Gabriela fue fcil sustituir la imagen de su madre por la ma, siendo yo bastante mayor que ella podra haber sido su madre- pero de caractersticas muy distintas. Senta mi simpata y comprensin por sus intentos de convertir su matrimonio aparente en un matrimonio real y desear vivir como las dems mujeres, con un esposo amado y con hijos. Pero cuando ya ms desligada de su madre y con menos temor frente a ella su fobia empez a ceder poco a poco e iniciaba ya su vida sexual, apareci otro tipo de defensa contra su sexualidad no satisfecha. Ocurri esto porque ella exiga de su marido ms virilidad de la que l dispona en ese momento. Gabriela, por fan-
tasas inconscientes, en las cuales buscaba un hombre tan fuerte como su padre, comenz a impresionarse por los piropos que le decan por la calle. Hizo tmidos esfuerzos de independizarse, de no vivir ms como una nia de pueblo sino como una joven portea. Despus de haber ido, por primera vez sola, una tarde al cine, se present una agorafobia, que felizmente cedi pronto al anlisis. As se pudo establecer cmo su fobia a la desfloracin era una forma de defensa contra los peligros de la vida sexual. No siendo ya virgen, recurra a otro mecanismo de defensa. Adems, la agorafobia le serva para evitar el anlisis, porque no hubiera podido concurrir ms a la consulta si este sntoma se hubiera intensificado. Lo deseaba, porque tomarme inconscientemente como sustituto materno significaba perder simultneamente a su madre real. Sin embargo, ya la tema mucho menos. Por eso qued pronto embarazada. Al tratar sobre los trastornos del embarazo demostrar que la subsistencia de cierto temor a su madre le provocaba dificultades, que pudieron ser solucionadas analticamente. Recapitulemos en pocas palabras el conflicto de Gabriela. Una nia, muy ligada a una madre dispuesta a quererla solamente si renunciaba a su sexualidad, se siente atrada intensamente en su infancia por su padre y ms tarde por los jvenes. No puede entregarse siguiendo sus deseos por temor de perder a su madre, de exponerse a sus cruentos castigos o de identificarse con su triste destino. Se viriliza para evitar la competencia con su madre. Pero como en el fondo contina deseando ser mujer, busca la transaccin entre su deseo y su temor en un matrimonio no consumado, defendindose de lo prohibido y anhelado con una fobia a la desfloracin. En otros casos en que se presente tambin un conflicto entre el deseo de ser mujer y el temor de realizarlo, puede ocurrir que la joven busque precisamente la solucin opuesta.
Tanto Ana como Berta, de las cuales habl en el captulo anterior, solan vencer su temor reprimindolo, y precipitndose ellas mismas en lo que teman inconscientemente. As lograron poder negar sus angustias profundas. Ambas buscaron activamente la desfloracin. Se puede observar a menudo este mismo mecanismo en mujeres desprejuiciadas pero frgidas. Intelectualmente niegan todo temor a la sexualidad, pese a lo cual por medio de su frigidez logran escapar a la temida entrega total. Describir una sesin psicoanaltica de Laura, la adolescente citada ms arriba (3). Me parece interesante por dos factores. Primero, porque en Laura se ve cmo la fobia a la desfloracin es seguida directamente por su frigidez y cmo ambos sntomas corresponden al mismo conflicto. En segundo trmino creo til para el lector no analizado presenciar una sesin psicoanaltica, aun cuando no se muestre aqu la intervencin del analista. Debido a que Laura recin iniciaba su tratamiento y hablaba fluidamente, exponiendo sus pensamientos, no tuve motivo para intervenir. Quiero dar una nocin de cmo el psicoanalista llega, a travs de las asociaciones libres del enfermo, a una comprensin de sus conflictos. Eleg esta sesin porque demuestra con claridad, aunque en un solo plano (el edpico), toda la situacin neurtica de la joven. Antes dar algunos detalles de su vida, que ya me eran conocidos en esa poca. Se trataba de una joven inteligente, vivaz y agradable, de veinte aos. A los dieciocho se haba enamorado de un muchacho, quien insisti durante mucho tiempo en tener relaciones sexuales con ella. Haban llegado a una gran intimidad fsica y, conscientemente, la nia, educada en un ambiente bastan-
te desprejuiciado, no tuvo temores morales de entregarse al amado. Pero siempre que llegaban al momento en que la desfloracin pareca inevitable, senta una angustia insuperable y lo rechazaba violentamente. Sufra, pues, de una fobia a la desfloracin. A consecuencia de una de las escenas violentas que solan producirse despus de los intentos infructuosos de vencer su resistencia, los novios se disgustaron y rompieron. La joven no sufri, al principio, mayormente por esta situacin. Slo cuando se enter de que l tena otra novia empez a desesperarse. Entonces hizo todo para recuperarlo, y con este fin se le entreg con suma facilidad y libre de angustia. Pero result ser frgida. Un ao despus de la ruptura definitiva ella empez su tratamiento, presentando diversos trastornos. Era frgida, se senta a menudo angustiada y deprimida, y sufra de diversos sntomas de conversin. Yo era de la relacin de su madre, que sola llamarme por mi nombre de pila. Laura entr en la sesin que voy a describir, esbozando una sonrisa tmida y algo culpable. Lo primero que dijo fue: 1) Usted me permite que la llame Mara? 2) Ahora recuerdo que una vez, de chica, mam me peg. Fue una sola vez. Habr tenido unos cinco o seis aos. No s por qu me peg. 3) De nia tena frecuentemente un sueo angustioso: yo y mi hermana estbamos en el claro de un bosque. All, encima de una rama, estaba colgado el pullover de mi padre. Mi hermana desapareca y el pullover se transformaba de pronto en un lobo. Yo me asustaba. Y despus haba dos posibilidades: A veces, en el sueo, yo corra, corra y el lobo siempre detrs de m y yo con el temor de que me comiera. Me despertaba gritando.
Otras veces en el sueo yo no hua del lobo. Me haca la muerta, acostndome en el suelo, inmvil, y l se acostaba encima de m. Como yo estaba como muerta, l no me poda hacer nada. Entonces me despertaba con una opresin en el pecho. 4) Hace poco tambin so con mi padre. Lo vi sentado delante de mi escritorio y l era joven. Tan joven como casi no lo he conocido. Mi madre no estaba en el sueo. 5) Este verano un muchacho me cont sus problemas. Mantiene relaciones con una mujer casada. Ella quisiera divorciarse de l, pero l no quiere porque es la mujer de un amigo. No sabe qu hacer. Cuando l termin de contarme todo eso, me fui a mi pensin. En el camino, que ascenda, me dio fatiga y, cuando llegu, un gran dolor al corazn. Nunca he sentido algo parecido. Me asust muchsimo. Pens que iba a morir. Pocos das antes, en una conferencia que escuch, hablaron de dolores hipocondracos y locura, y me asust ms. Pens que lo que me pasaba podra ser un indicio de alguna enfermedad mental. 6) Algunos aos atrs fui invitada a una estancia. Tena mi habitacin en el segundo piso. Estaba una noche sentada a la ventana, leyendo "La muerte blanca". De pronto o un grito como de un animal moribundo. Me asust muchsimo. Me lata el corazn. Me acerqu a la ventana y sent como si afuera alguien respirase con dificultad. Pero eso era imposible, porque era un segundo piso y no viva nadie al lado. Poco a poco me calm y creo que lo de la respiracin era imaginacin ma. 7) Hoy, de maana, me paso una cosa rara. Pap tiene un amigo que viene a menudo de maana porque trabajan juntos en algo. Hoy fui al bao, vestida slo con un batn. No saba que l estaba en la pieza que tena que atravesar. Me disculp cuando lo vi, pero sin sentirme molesta. Para m es
un viejo. Es cierto que no tiene ms edad que pap. l me dijo: "No te disculpes, el batn te queda muy bien". Despus me pidi que le alcanzara algo. Cuando se lo di intent besarme y abrazarme. Yo no sent nada y me defend tranquilamente, sin decir palabra. l tampoco habl. Por eso, despus, todo me pareci tan irreal. Y ahora mismo s que eso ocurri, pero tengo la sensacin de que todo fue slo un sueo. 8) Ahora se me ocurre otra cosa. Usted se acuerda del hombre casado del que le habl? Le dije que me interesa tanto..., pero que es mejor no verlo ms. Se lo cont hoy a mi amiga ntima. Ella me aconsej primero que lo viera tranquilamente. Yo le dije que no quera, que era una lstima que uno quiera siempre lo inalcanzable. Pero que l era para m un hermoso imposible. 9) Termin la sesin y Laura se despidi emocionada con un "Adis, Mara". Qu significan los temas presentados por Laura y cmo se vinculan entre s? Veamos el contenido de cada asociacin. El "Usted me permitira que la llame Mara?" parece hallarse en funcin de la bsqueda de una relacin amistosa con la analista. La segunda asociacin: "Mam me peg", representa un recuerdo encubridor. La paciente recuerda el castigo recibido, reprimiendo la causa por la cual lo sufri. Por su edad cuando ocurri el hecho, y por las siguientes asociaciones, es de suponer que Laura interpret la actitud de su madre, al pegarle por alguna travesura infantil, como si la castigara por su masturbacin, provocada por la excitacin ertica dirigida hacia el padre.
Ya la prxima asociacin (3), la pesadilla infantil, nos lleva a la relacin de Laura con su padre. En el sueo, ella est con su hermana, un sustituto materno. Encuentra al padre, que primeramente est representado por su pullover, prenda inofensiva que abriga. Este aspecto tranquilizador del padre, que la durmiente busca para calmar su angustia, no perdura. El pullover se transforma en lobo y la hermana desaparece. Es decir, la nia se ve sola frente al padre excitado. Freud demostr que en las fobias infantiles a los animales, stos representan siempre a uno de los progenitores, y que el temor de ser devorado expresa, en un plano regresivo, un deseo genital. Es la propia excitacin sexual que, angustiante para la criatura, se proyecta en el padre y lo hace aparecer bajo el aspecto de animal peligroso. La nia, en su pesadilla, intenta evitar el ataque del padre-lobo empleando dos tcnicas defensivas distintas. Utiliza una tcnica fbica, huyendo del lobo; y una tcnica de despersonalizacin, hacindose la muerta. Veremos cmo ms tarde, ya adolescente y frente al "peligro" real de entregarse al lobo -a un hombre, sustituto paterno-, recurri a las mismas tcnicas. Sigue elaborando su situacin con el padre (4): Relata un sueo reciente con l. Aparece en el sueo rejuvenecido, representando la edad que habr tenido cuando Laura era pequea y tema al lobo. Esta vez es un sueo agradable. Laura no se angustia ni presta un aspecto terrorfico al padre, porque ha encontrado otra solucin aparente a su conflicto. Niega su rivalidad edpica con la madre -"mam no estaba"- y la supuesta agresividad ertica del padre -"l est sentado tranquilamente delante de su escritorio". El intento de solucin fracasa cuando Laura no se tolera haber alejado, en su sueo, a la madre. Surge otro recuerdo angustiante (5): Habla del muchacho que quiere a una mujer casada, pero su sentimiento de culpa frente al amigo impide la realizacin de su amor. Cambiando los sexos, nos encon-
tramos otra vez con el conflicto edpico de Laura. Es ella quien quiere a su padre, hombre casado, y que desea separarlo de su mujer. El relato del muchacho reactiv su sentimiento de culpa. Si su madre supiera que ella quiere traicionarla, le dolera el corazn. Laura se castiga a s misma, sintiendo ella este dolor. El temor a la locura corresponde al temor a sus instintos. A travs de la prxima asociacin (6), sigue elaborando su preocupacin frente a los padres. Se enfrenta con "la escena primaria", el coito de ellos. De nia habr espiado en la noche, por los ruidos, las relaciones sexuales de sus padres, interpretndolos en un sentido sado-masoquista. Su lectura y la soledad nocturna reviven este recuerdo. El grito del animal moribundo corresponde al orgasmo de la madre, y la alucinacin auditiva de una respiracin penosa, a la respiracin agitada de los padres en coito. Surge otra asociacin en relacin con el padre (7): Esta vez se trata de un acontecimiento reciente, donde el padre queda sustituido por su amigo, hombre de su misma edad. La paciente rechaza sin angustia consciente la tentativa de seduccin porque logra reprimir sus afectos. Dice que "no senta nada", es decir, recurre otra vez, como tcnica de defensa a la despersonalizacin. Contina el tema del hombre mayor y casado (8): Esta vez l ya aparece como el querido, el deseado. Laura ya no se defiende de reconocer su amor, sino renuncia conscientemente. Este amor es "un hermoso imposible". Su renuncia le permite despedirse de m, sustituto materno, cariosamente (9): "Adis Mara". Comprendemos hasta ahora los contenidos inconscientes de cada asociacin. Nos queda por ver el dinamismo, la fuerza que impone determinado rumbo a los pensamientos de Laura en el anlisis y en sus actos en la vida.
Lo que la mueve es su deseo amoroso de conquistar al padre o a un sustituto paterno, deseo que entra en conflicto con angustias infantiles frente a la vida sexual y su temor de enojar y perder a su madre, que necesita y quiere ambivalentemente. Qu significa, pues, esta sesin? Laura viene optimista a verme. Quiere negar su conflicto. Yo soy de la edad de su madre, una relacin de ella y, lo que importa ms, por la misma situacin analtica, me convierto en un sustituto materno. Pero Laura quiere que seamos buenas amigas y pide llamarme Mara (1). Su intento de negar as sus temores fracasa. Recuerda el castigo de su madre por sus deseos incestuosos con el padre (2). Esta asociacin surge porque teme inconscientemente que la misma situacin de castigo pueda repetirse conmigo en el anlisis. Adems, para prevenirse mejor de realizar sus deseos, recuerda a qu peligros se expuso fantaseando con el padre. El lobo podra devorarla (3). Tal vez habra otro camino: alejando a su madre y despojando su relacin con el padre del contenido ertico, ella podra quererlo sin miedo. La imagen del padre joven (4), sentado tranquila y serenamente ante el escritorio -smbolo de amistad sublimada, que ella realmente siempre intent establecer con su padre- representa este plan. La ilusin de que esto fuera factible no perdura. Si mam est ausente, ella tiene la culpa (5). Ha separado a los padres. Ha traicionado a la madre. Por eso le duele el corazn, aparece el temor hipocondraco a la locura. Adems, si ha logrado ocupar el lugar de la madre, est sola con su padre y otra vez en la situacin de peligro ya expresada en la pesadilla. En su inconsciente, Laura sigue siendo una nia, demasiado joven para hacer vida sexual. Aparece el recuerdo de la respiracin jadeante y el grito del animal moribundo (6). Su padre la va a matar en el coito.
Pero, cmo defenderse? tal vez si adoptara la actitud de ser fra (frgida), negando su angustia y excitacin... Hay que darse la apariencia de ser ya una mujer adulta, que no tiene miedo y sabe rechazar tranquilamente al hombre maduro (7). Pero en el fondo le cuesta hacerlo, porque lo quiere. Sin embargo, renunciar (8) y as podr conservar a su madre (9). Creo que hasta aqu el dinamismo de la sesin ya resulta lo bastante claro como para poder apresarlo en un esquema: A: asociaciones B: contenidos inconscientes C: relaciones con los padres D: consecuencias neurticas A: (asociaciones) B: contenidos inconscientes. 1) ("Mara") Negacin del conflicto edpico. Falla por temor al 2) ("Mam me peg") castigo materno y a su propia 3) (Pesadilla infantil) destruccin, por el padre, en el acto sexual. 4) (Sueo con el padre. "Mam est ausente") Intento de sublimacin. Fracasa, por el deseo de eliminar a la madre. ste provoca 5) (Separar a un matrimonio -dolor del corazn y temor a la locura) castigo de dolores cardacos, temor a la locura y 6) (Angustia de escena primaria -el grito del animal moribundo-) temor a la destruccin por el padre. 7) (Intento de seduccin por parte del amigo paterno) Por eso es mejor rechazar al padre, 8) (El hombre casado "un hermoso imposible") o renunciar a l 9) ("Mara") y conservar a la madre. A: (asociaciones) C: relaciones con los padres. 1) ("Mara") Busca apoyo maternal por su 2) ("Mam me peg") temor de perder a su madre por su 3) (Pesadilla infantil) deseo incestuoso hacia el padre, que la lleva al 4) (Sueo
con el padre. "Mam est ausente") intento de eliminar a la madre. 5) (Separar a un matrimonio -dolor del corazn y temor a la locura) Fracasa, por amor a la madre y sentimientos de culpa 6) (Angustia de escena primaria -el grito del animal moribundo-) y temor a la relacin sexual con el padre. 7) (Intento de seduccin por parte del amigo paterno) Rechaza al padre, 8) (El hombre casado "un hermoso imposible") renuncia a l 9) ("Mara") y vuelve a la figura materna. A: (asociaciones) D: consecuencias neurticas. 1) ("Mara") Bsqueda de la madre. 2) ("Mam me peg") Fobia a la desfloracin (huida). 3) (Pesadilla infantil) Frigidez (simulacin de muerte). 4) (Sueo con el padre. "Mam est ausente") Capacidad de sublimacin alterada. 5) (Separar a un matrimonio -dolor del corazn y temor a la locura) Conversin histrica. 6) (Angustia de escena primaria -el grito del animal moribundo-) Ataque de angustia. 7) (Intento de seduccin por parte del amigo paterno) Despersonalizacin (frigidez psquica). 8) (El hombre casado "un hermoso imposible") Eleccin de objeto prohibido. 9) ("Mara") Fijacin a la madre.
Ya estudiamos las dos primeras series (A y B) del esquema de nuestra sesin analtica. No hace falta explicar en detalle la serie siguiente (C). Se trata otra vez del conflicto edpico de Laura, del problema sin solucin: cmo lograr el
amor del padre a pesar de sus temores infantiles a la vida sexual y de su necesidad de proteccin y amor por parte de su madre. La fijacin de Laura a la situacin edpica le causa diversos trastornos que ella, sin darse cuenta, expone en su sesin. Vemos en el esquema que el anlisis del contenido inconsciente de sus asociaciones (serie B) nos lleva a comprender su dependencia de los padres (serie C) y la consecuencia, los sntomas (serie D). Laura es una nia inteligente, de gran capacidad para el estudio, pero no fue perseverante en su trabajo intelectual ni logra utilizar bien los conocimientos adquiridos. Su capacidad de sublimacin est evidentemente inhibida. Trabajar intelectualmente significa para su inconsciente estar con su padre y excluir a su madre (4, sueo con el padre, "mam est ausente"). Busca otras soluciones neurticas a su conflicto. Dije ya que sufra de una fobia a la desfloracin, que, una vez superada, fue sustituida por frigidez. La frigidez representa una transaccin entre el deseo y el temor a la vida sexual. Significa entregarse fsicamente, negndolo al propio tiempo. No hay peligro ni culpa, porque la mente no participa de la entrega. Existe a menudo en la mujer frgida, durante el coito, una sensacin de extraeza frente a lo que est pasando a su cuerpo. Esta sensacin tiene mucho en comn con la despersonalizacin, estado que Laura experiment frente al intento de seduccin por parte del amigo de su padre (7). Ella misma lo describe con las palabras caractersticas para tal estado: "Yo no senta nada" y "todo me pareca tan irreal". Por otra parte, la frigidez consiste en una insensibilidad fsica y pertenece as a los sntomas de la conversin histrica. Encontramos una conversin histrica como reaccin al relato de su amigo (dolor de corazn, 5). Cuando el estmulo es demasiado intenso, fracasan los mecanismos neurticos que sirven para dominar la angustia y sta surge
directamente. Esto ocurri con Laura, cuando se situ en el lugar de su madre en la escena primaria (6). Es interesante observar que Laura y demostraba en su pesadilla, soada a los cinco aos, la misma reaccin frente al peligro sexual que reapareci ms tarde durante su adolescencia. En su sueo, cuando el encuentro con el lobo ya pareca inevitable, buscaba alternativamente dos soluciones: hua del lobo, es decir, adoptaba una actitud fbica, precursora de su fobia a la desfloracin, o se haca la muerta. Esta forma de defensa corresponde a su frigidez posterior. Todos sus sntomas son expresin de su fracaso de amar al hombre y separarse de la mujer. Ella cree y aparenta no querer mucho a su madre y ser independiente de ella. Sin embargo, la necesita y la busca continuamente. Lo demuestra tambin a travs de su ltima asociacin, del "adis, Mara". As, vuelve a la madre despus de haber luchado infructuosamente para desprenderse de ella.
Notas
(1) "El tab de la virginidad" (vase Ind. Bibl.). (2) "El problema econmico del masoquismo" (vase Ind. Bibl.). (3) Publicado bajo el ttulo. "Una sesin psicoanaltica" (vase Ind. Bibl.).
Qu es frigidez? Es un sntoma neurtico o un fenmeno normal? La sexualidad de las mujeres de Arapesh, de Samoa, de Mundugumor. En nuestra sociedad. Investigacin psicoanaltica de las distintas causas de la frigidez. La envidia del pene. Ana, Berta, Laura. La fijacin del padre. El masoquismo femenino. Las frustraciones tempranas con la madre. Frigidez por homosexualidad reprimida. Existe incompatibilidad entre maternidad y goce sexual? Otra vez las mujeres de sociedades primitivas. El problema de la mujer en nuestra poca. A pesar de la gran importancia clnica que tiene la frigidez, tratar brevemente este tema. Una razn de esta restriccin estriba en la gran cantidad de investigaciones que ya existen al respecto. Abunda la literatura psicoanaltica sexolgica, ginecolgica, etc., sobre ella. Dar una revisin completa a sta sobrepasara en mucho el marco de este libro. Por otra parte la relacin de la frigidez con los trastornos procreativos femeninos, que son nuestro tema central, es indirecta y muy discutida. Sin embargo, la frigidez est vinculada ntimamente con el vaginismo y la fobia a la desfloracin, ya que las tres representan un rechazo del coito. Pero mientras que los dos ltimos trastornos impiden a menudo totalmente a la mujer la realizacin biolgica de la maternidad, la frigidez constituye un obstculo muy relativo. Hay muchas
mujeres frgidas que logran un embarazo y parto aparentemente normales y amamantan bien a sus hijos. Algunos autores sostienen que la frigidez no causa esterilidad y que, en cambio, un amor fsico muy apasionado puede ser obstculo para la fecundacin, porque es exclusivo y rechaza la admisin de un tercero, del hijo. Otros, y creo que la mayora, ven en la frigidez un factor coadyuvante de la esterilidad. En todo caso la mujer frgida teme la entrega y la femineidad igualmente como la mujer que se cierra al coito. Pero la acepta fsicamente, dado que logra ausentarse mentalmente. As tolera la penetracin temida, porque al no sentirla del todo, la niega en su inconsciente. Si teme al orgasmo como una prdida de control, al no lograrlo, se siente a salvo. Si teme depender de otro para el logro de su placer y odia esta dependencia, ya que inconscientemente equipara a su compaero con objetos hostiles o frustrantes, al anular su propio placer invierte la situacin. Observa entonces framente, a menudo con una mezcla de cario y curiosamente superficial, al hombre excitado y sbitamente desarmado por el placer. Es ella quien controla la situacin. Pero, cmo logra ausentarse de esta manera? Qu es la frigidez, este trastorno tan frecuente? Existe mucha confusin sobre el tema y estadsticas sumamente divergentes respecto a su frecuencia. Oscilan en encontrar frigidez desde en un 40% hasta en un 90% de las mujeres. Esta discrepancia proviene de quien se elige para hacer la estadstica mujeres sanas o que acuden al gineclogo, del tal o tal otro nivel social, etc.- de las diferentes maneras de interrogatorio, pero tambin de los diferentes conceptos y definiciones de la frigidez. Utilizar aqu la de E. Bergler (vase Ind. Bibl.), que corresponde al criterio de otros autores importantes y que me parece la ms acertada y concreta. Segn l, es frgida toda mujer que no pueda alcanzar el orgasmo vaginal en el coito.
Describe en la siguiente forma lo que l entiende como sensaciones normales de la mujer durante el coito: "El acto sexual normal incluye tres fases para la mujer. Primeramente, su genital se humedece y se produce una ereccin y pulsacin del cltoris. Al placer en el contacto fsico, los besos y abrazos sigue el deseo de la penetracin del pene. Despus empieza el deseo por el comienzo de las fricciones. La mujer es consciente del incremento gradual de stas y quiere que continen. Simultneamente o tal vez ms a menudo un poco despus del orgasmo del compaero, se produce el orgasmo de la mujer y va acompaado por contracciones de la musculatura involuntaria de la regin plvica y genital. El orgasmo es seguido de una sensacin de relajamiento de la tensin sexual. En contraste con el apasionamiento del hombre, que cede ms rpidamente, el de la mujer perdura durante ms tiempo. Por eso tambin despus del orgasmo quiere permanecer unida al hombre, quedarse abrazada a l y guardar su pene dentro de ella". Por lo tanto, segn Bergler, toda mujer que no experimente el coito en esta forma sera frgida. Adems, habla de frigidez "obligatoria" y "facultativa". La primera se refiere a una incapacidad absoluta de la mujer para el orgasmo, mientras que las mujeres que sufren de frigidez "facultativa" pueden alcanzar la forma descrita de orgasmo con determinados compaeros o en determinadas circunstancias. Desde luego que hasta cierto punto toda mujer es facultativamente frgida, porque no llegar al orgasmo en situaciones desfavorables o con un compaero inadecuado. La definicin estricta de Bergler no concuerda con la opinin del lego. Existen mujeres incapaces del orgasmo vaginal que no se sienten frgidas y que su compaero no considera tales porque no son "fras". Gozan de la vida sexual, y en muchos casos la buscan compulsivamente. Otras mujeres no experi-
mentan un placer vehemente, pero gustan del coito porque aman a su compaero y se sienten felices en complacerlo. Sin embargo, la gran mayora de las mujeres frgidas, incluyendo las "apasionadas", sufren consciente o inconscientemente de su frigidez. La misma diversidad de opiniones que vimos en lo que se refiere a la definicin apropiada de la frigidez, la encontramos en el intento de esclarecer sus causas. La opinin lega sostiene generalmente que una mujer es frgida porque no encontr todava un compaero adecuado. Pero mientras que los adictos a los libros de esclarecimiento sexual afirman que la panacea de la frigidez consiste en descubrir la "tcnica" adecuada para despertar a determinada mujer, los analistas, p.e. Bergler (l. c.) sostienen que la mujer percibe inconscientemente la manera de ser sexual del hombre. Si, como ya vimos en otra oportunidad, a pesar de esta percepcin o, a menudo, precisamente por ella, se decide a entregarse a l, ella misma debe sufrir de una neurosis que la lleva a tal eleccin de objeto. Si nos ponemos de acuerdo en considerar la frigidez como causada por una neurosis, cmo debemos clasificarla? Adems, siempre debi considerrsela como tal o hubo pocas y circunstancias culturales en las cuales la frigidez fue una reaccin normal? La primera pregunta es importante porque nos lleva directamente a la dificultad de diagnstico y pronstico con que clnicamente nos enfrenta cada caso de frigidez. Visto desde un enfoque tal vez sobresimplificado, se tratara nicamente de una anestesia histrica pasajera de la mucosa vaginal. Basndose en ello se considera la frigidez como un sntoma de conversin, es decir, histrico. En tal caso el pronstico sera muy bueno porque la histeria es perfectamente accesible a mtodos psicoteraputicos.
Pero si aceptamos una paciente de acuerdo con este diagnstico, podemos encontrarnos con la desagradable sorpresa de que la curacin de la frigidez resulte sumamente larga y difcil, porque lo que pareca un sntoma histrico resulta ser la expresin de un profundo conflicto y trastorno de la personalidad. Veamos ahora el segundo interrogante planteado. Es cierto que actualmente y en determinados crculos no encontramos oposicin a nuestro criterio de que la frigidez sea una neurosis y de que la mujer sana sea capaz de gozar sexualmente. Ms an, como ya dije, en ciertos ambientes se exige actualmente capacidad orgstica a la mujer y ella la exige y se siente culpable frente a s misma y a su compaero cuando no logra el orgasmo. A menudo esconde su incapacidad como una tara, fingiendo su logro frente a l. Pero unas cuantas dcadas atrs se consideraba todava que la esposa buena y decente no siente orgasmo ni debera sentirlo. Mientras que poda sentir agrado en las caricias, excitacin en un beso fogoso y cierto placer maternal durante el coito, el orgasmo era triste privilegio de las "locas", de las Mesalinas y de las mujeres histricas. Y, lo que parece ms extrao, no era un criterio nicamente sostenido por hombres, sino que la mayora de las mujeres lo comparta. Parece, pues, que para comprender todo el problema debemos tomar en cuenta, aparte de los factores individuales, tambin los antropolgicos. Recurramos otra vez a Margaret Mead. Dice en "Male and Fermale" (vase Ind. Bibl.) que la capacidad de la mujer para alcanzar el orgasmo es considerada en forma distinta segn las sociedades. A travs de todas sus investigaciones llega a la conclusin de que el orgasmo constituye una potencialidad femenina que puede o no ser desarrollada individualmente o por toda una sociedad. Es decir que, al parecer, as como hay actualmente en nuestra sociedad mujeres frgi-
das, hay tambin sociedades frgidas. Es cierto que en estas sociedades se encuentran tambin algunas mujeres capaces de goce sexual, pero stas son las inadaptadas, sufren por su inadaptacin y su ambiente las considera "neurticas". Por otra parte, existen sociedades que esperan de la mujer que sienta igual placer que el hombre. En stas, la mujer fra es la excepcin neurtica. Entre los Arapesh (1) tanto hombres como mujeres tienen un comportamiento sumamente suave y maternal. El nio es tratado con mucho cuidado y cario. Se lo amamanta bien y durante largo tiempo. Pues bien, en esta sociedad se supone que la mujer no siente ningn orgasmo. Es cierto que el coito le es placentero y la deja con una sensacin agradable de calor, pero ella no aprecia mayormente la potencia de su marido ni insiste en llevar una vida sexual intensa. Margaret Mead nos describe la historia trgica de una joven, Amitoa, que era muy distinta de las dems mujeres Arapesh. Era una mujer fuerte y activa. Insatisfecha de su marido, de constitucin enfermiza y poca potencia, le reproch abiertamente el no satisfacer sus necesidades sexuales. Lo abandon, en bsqueda de otros hombres. Fracas en este intento, y los parientes de su marido la llevaron de nuevo a su casa por la fuerza. Qued embarazada e intent matar a la criatura recin nacida. Se lo impidieron y la obligaron a amamantar a su hija. Cuando dio a luz por segunda vez, nadie estaba presente. Aprovech la oportunidad para aplastar con el pie la cabeza del recin nacido. Amitoa era, evidentemente, una inadaptada. Pero en sus exigencias erticas ligadas al rechazo molesto de la maternidad se comportaba en la misma forma que muchas mujeres de nuestra o de otras sociedades. Ya describ la vida en Samoa (2). Ah el nio se cra en grandes comunidades familiares. Aparte de su madre, muchas mujeres ms alimentan y cuidan al lactante y educan al nio pequeo. Se quiere a los nios,
pero con cierta tibieza. Los adolescentes tienen plena libertad sexual. Se considera la sexualidad como una diversin muy agradable para ambos sexos. Raramente ocurren tragedias pasionales. No hay ni frigidez (en el sentido amplio de la palabra) ni impotencia. Margaret Mead supone que esto proviene de la falta de amor individual y de la libertad con que se admite como norma y corriente cualquier juego sexual que nosotros consideraramos como perverso. En Mundugumor (3) tanto hombres como mujeres son altivos, irascibles y enrgicos. Rechazan la maternidad, no quieren a los nios. Entre ellos se espera que la mujer experimente el mismo placer sexual que el hombre. Sin embargo, los actos sexuales se parecen ms bien a una lucha que a un contacto amoroso. Para que una muchacha pueda disimular que ya tiene amante, se la aconseja en la forma siguiente: "Si tus aros se han desprendido de tus orejas, si tu falda est desgarrada o manchada, y tu cara y tus brazos rasguados y con sangre, di que oste un ruido en la manigua, que te asustaste y caste al correr. De lo contrario, dir la gente que te encontraste con un amante". Dice Margaret Mead que "...el amor en estos rpidos encuentros toma la forma de un violento abrazo y una pelea a mordiscos calculada para producir la mxima excitacin en un mnimo tiempo". Supongo que la mujer de Mundugumor consigue en esta forma mucha gratificacin sexual, pero no logra experimentar el orgasmo vaginal. Tambin entre ellos hay personas inadaptadas a su ambiente. Margaret Mead nos cuenta la historia de Kwenda, cuya inadaptacin consista en su carcter maternal. Era tierna y cariosa. Su marido la abandon por otra porque ella se negaba a que matasen a su hijo recin nacido. Durante la lactancia de este nio su marido la dej. Ms tarde adopt una nia, cuya madre no se senta capaz de criar a dos mellizos simult-
neamente. No encontraba ya marido porque no la estimaban y, adems, porque teman a su irascible esposo. Viva sola con las dos criaturas, pero no demostraba amargura y tena un natural alegre y carioso. En Mundugumor, una sociedad en que la mujer experimenta placer sexual violento, Kwenda era, pues, considerada como neurtica por su carcter maternal. En las islas Marquesas (4), por la escasez de mujeres, el hombre tiene sumo inters en satisfacer a su compaera sexual. No es fcil de lograr. Kardiner dice al respecto: "Constitua el papel del hombre excitar a la mujer mediante cunnilingus y succin de los pechos hasta que alcanzaba aqulla un grado extremo de excitacin y daba la seal de permitir el coito; esos preliminares estaban completamente desprovistos de ternura y con frecuencia llevaban aparejados araazos y mordiscos de una y otra parte. Los juegos sexuales eran, al parecer, mucho ms importantes que la verdadera experiencia orgstica. Todos los indgenas eran sexualmente potentes, pero la potencia de la mujer dependa de esos complicados preliminares, sin los cuales le era imposible llegar al orgasmo". En esta sociedad, desprovista de sentimientos maternales, la mujer es capaz de gozar, pero ese goce no proviene del contacto vaginal. Comparar antes, a pesar de las grandes diferencias evidentes, la cultura de las islas Marquesas con la nuestra. En ambas, la mujer ha adquirido igualdad de derechos con el hombre en lo sexual y lo social, a costa de una renuncia parcial a sus capacidades de maternidad. Es cierto que en muchos aspectos la situacin vigente en las islas Marquesas parece una caricatura de la nuestra. Por otra parte, Kardiner sostiene que no existe la frigidez entre las indgenas, lo que revelara una diferencia fundamental entre ambas culturas. En nuestra sociedad las estadsticas sobre la frecuencia de la frigidez en la mujer dan un porcentaje sumamente elevado.
Pero leyendo atentamente la descripcin que Kardiner da de la vida sexual de las naturales de las Marquesas, me aparece hallar tambin en este terreno cierto parecido con nuestra situacin. La mujer de las Marquesas, en su promiscuidad, su insaciabilidad y sus complicados juegos sexuales, recuerda a cierto tipo de mujer de nuestra sociedad, frgida y desinteresada en la maternidad, que, impulsada por su frigidez e insatisfaccin psicolgica, va continuamente de un hombre a otro y les exige complicadas tcnicas sexuales para lograr su satisfaccin. Supongo, pues, que en la sociedad de las islas Marquesas, que rechaza la maternidad, existe, a pesar de la apariencia de gran apetito sexual de la mujer, por lo menos tanta frigidez vaginal como en la nuestra. Lo mismo, evidentemente, es aplicable a la salvaje y orgullosa sociedad de Mundugumor. La situacin en Samoa es algo distinta. Ah el nio es bien recibido y tratado. Pero aparte de su propia madre muchas otras mujeres se ocupan de l con cariosa indiferencia. Es interesante ver cmo se repite esta situacin en el adolescente cuando empieza su vida sexual. Tanto hombres como mujeres se tratan cariosamente, pero obran como si desconociesen el amor individual. Las mujeres sienten placer sexual, pero no se puede deducir de lo expuesto por Margaret Mead si logran un orgasmo vaginal. Finalmente, la situacin entre los Arapesh se parece a la que exista todava a principio del siglo Xx en nuestra sociedad. La mujer estimada es buena madre y buena esposa. Pero no precisa de vida sexual y en el coito no siente nada ms que un calor agradable y simpata por su compaero. La mujer de grandes necesidades erticas, como Amitoa, es para ellos una loca que se lanza activamente a la bsqueda del hombre y del placer sexual y que rechaza la maternidad y descuida sus deberes.
Temo haber llegado a un resultado harto contradictorio en la presente investigacin antropolgica. Parecera que la nia educada cariosamente por su madre ser ms tarde buena madre a su vez, pero sin inters por lo sexual, mientras que la nia a quien su propia madre no le d todo el cario y cuidado necesario y, ms todava, la nia criada en forma ruda y desamorada, ms tarde buscar vidamente la sexualidad y encontrar satisfaccin en ella. Antes de intentar la aclaracin de estos hechos aparentemente contradictorios, volvamos a nuestro planteo anterior: que en nuestra sociedad actual la frigidez se considera como una neurosis. Creo que la mujer frgida sufre por serlo y que su frigidez se manifiesta como inhibicin tambin en otras actividades, alejadas del plano sexual. Pero si consideramos la frigidez como una neurosis, debemos estudiar qu factores la provocan. Entonces podremos comprender tambin mejor los datos antropolgicos expuestos. Freud, en "El tab de la virginidad" (l. c.), interpreta la frigidez como hostilidad contra el compaero sexual, hostilidad que puede estar basada en la envidia del pene y un rechazo de la propia femineidad. Esto se manifiesta ms intensamente frente al primer compaero sexual, porque la mujer le reprocha haberla privado del himen y haberla obligado a aceptar un papel pasivo. La afirmacin de Freud puede ilustrarse con material clnico abundante. Pero la pregunta de por qu la mujer quiere ser varn y desempear un papel activo queda sin respuesta. En todo caso, si siente ese deseo, es lgico que sea frgida y hostil al hombre, que desempea el papel anhelado por ella. En estos casos la excitacin de la mujer se limita al cltoris, que filogenticamente representa un rudimento del pene; no logra erotizar su vagina. Freud lo explica por el desarrollo sexual de la nia que, segn l, carece de sensaciones vaginales, mientras que co-
noce tempranamente la excitabilidad del cltoris. Slo el hombre le ensea a descubrir su vagina. Logra gozar vaginalmente cuando puede desplazar parte de la excitabilidad del cltoris a la vagina. Necesitamos analizar entonces por qu una mujer prefiere desempear el papel activo, reivindica un pene y, negando la existencia de su vagina, queda fijada, para su goce, al cltoris. Veamos esta situacin en Berta, enferma ya presentada en este libro. Ella reprimi toda reaccin de angustia frente a la desfloracin. Fue ella quien convenci a su novio para que la desflorara antes de la noche de bodas. As tom la iniciativa y logr restar importancia al hecho, humillante para su sentir, que un hombre la desflorara y la penetrara activamente. Adems, tena una gran sensibilidad en el cltoris, pero era frgida. As manifestaba su rechazo de su papel femenino en lo sexual. Ya mucho antes del anlisis tena plena conciencia de su envidia la pene. Sin embargo, no lograremos comprender su frigidez si queremos reducirla a esta envidia. Porque tanto su envidia del pene y su frigidez, como su rechazo de toda situacin pasiva, provenan del mismo conflicto. Vimos, al exponer sus temores, que su actitud viril y activa era ya una posicin defensiva. Provena de su incapacidad de identificarse con su madre, muy femenina pero odiada por ella, y de su horror de estar pasivamente a merced de alguien que siempre representara en el fondo para ella a su madre mala, que quiere succionarla y destruirla interiormente. Como otra causa frecuente de la frigidez, Freud da la persistencia inconsciente de una fijacin incestuosa de la mujer a su padre. ste ha sido el gran amor de su infancia. Ms tarde ver en todo hombre querido a su padre, pero la prohibicin moral y el temor a la venganza de su madre, que pesan sobre este lazo, le impedirn todo goce sexual. Vimos
claramente esta situacin en la sesin analtica de Laura, expuesta en el ltimo captulo. Laura quiere a su padre, pero se imagina la relacin con l en forma masoqustica, como algo muy cruel y destructor (la pesadilla del lobo y la fantasa de la escena primaria). Vemos ah la posicin masoqustica de la nia frente al padre, que Helene Deutsch ha destacado en muchas publicaciones suyas. Esta autora ve en el masoquismo femenino demasiado intenso una causa frecuente de la frigidez. Reflexionando un poco, esto parece obvio. Una mujer que tiene su imaginacin llena de fantasas cruentas, no podr abandonarse al orgasmo, porque teme que en ese momento de abandono se le puedan infligir daos terribles. Esto se pudo observar muy bien en Berta. sta senta odio por su padre, pero tambin una gran admiracin por su virilidad agresiva. En sus sueos apareca como un toro. De nia haba sufrido de una fobia a estos animales. Dije antes que el temor a la maldad de su madre le impeda la entrega al hombre. Sin embargo, si no hubiera temido tambin a su padre, si l hubiera sido ms protector y tierno, Berta ms adelante hubiera podido encontrar en el hombre cierta proteccin contra la mujer. Tambin en Ana era muy evidente que su masoquismo le impeda la entrega total. En su ltima investigacin sobre la psicologa femenina Freud lleg a nuevos conceptos, en cierto contraste con lo sostenido anteriormente por l. Dice que la relacin primitiva de la nia con su madre es de suma importancia porque repetir despus con su padre esta misma experiencia. Deduce de ah que muchos matrimonios fracasan porque la mujer repite con el marido la antigua situacin conflictual con su madre. Este concepto aparece ampliado y profundizado por Sandor Lorand (l. c.), quien
ve como la causa ms profunda de la frigidez las frustraciones orales tempranas con la madre. Laura senta conscientemente envidia del pene. Sufra fobia a la desfloracin. Ms tarde fue frgida. En ella vemos, pues, como causales de su frigidez, las ya descritas psicoanalticamente. En un plano ms superficial, Laura quera ser hombre. As se defenda contra su deseo y temor de entrar en una relacin amorosa con su padre. Adems, realizar sta significaba para ella convertir en reales sus fantasas masoqusticas. Si ella, por sus celos, haba convertido la unin de sus padres en algo sumamente doloroso (recurdese su representacin de la escena primera y su equiparacin del orgasmo de la madre con el grito de un animal moribundo) no poda arriesgar la aceptacin del papel femenino en la relacin sexual. Pero tambin converta en sufrimiento el placer de su madre, por su viejo rencor contra ella por tempranas frustraciones orales y por temor a su propia agresividad oral. En su inconsciente equiparaba la leche con calor materno. No pudo dar amor porque no haba recibido bastante. Adems, si perda el control, tema convertirse en un animalito voraz y agresivo como lo haba sido en su primera infancia. Tomo las siguientes lneas de su "Diario", escritas tiempo antes del anlisis. En ellas expresa claramente que ser frgida significa estar hambrienta. Dice de s misma: "Emocionalmente soy como una nia, aferrndome a todo, pero nunca satisfecha, siempre hambrienta e incapaz de dar. Hasta soy incapaz de recibir debidamente, pero a pesar de eso me aferro siempre al otro. l (se refiere al novio) tiene razn al afirmar que estoy as porque tengo hambre emocional y siempre creo que l no me da bastante. Por eso voy y flirteo con otros.
Pero me siento sola. Trato de buscar satisfaccin fsica aun sabiendo que no me dar resultado y perjudicar a otros. Entonces siento nuseas por todo". Laura establece, pues, una relacin causal clara entre su frigidez e insatisfaccin oral. Adems, las nuseas que siente de s misma son manifestacin de su asco por sus persistentes apetitos infantiles. Anhela todava el pecho, sin poder admitrselo a s misma. Laura nos explica tambin que la tpica infidelidad de la mujer frgida proviene de su hambre e insatisfaccin. Pero tiene otra causa ms, proviene de la infancia. La nia insatisfecha por su madre cree que sta la frustra porque le es infiel: la abandona por el padre. Se identifica con esta imagen de una madre mala e infiel y trata ms tarde a sus amantes como ella misma se senta tratada. Los tienta para frustrarlos despus. Laura no se resigna a su frigidez. En cada ocasin intenta nuevamente llegar al orgasmo. Describe en su "Diario" la nica experiencia sexual durante la cual casi lo alcanza, percibiendo claramente qu era lo que le impeda entregarse del todo. Lo llama en forma errnea su "subconsciente" y despus, mucho ms acertadamente, "el monstruo". "Esta noche casi ocurri, nunca he tenido tan cerca a mi subconsciente como en ese momento. Nunca lo enfrent as. Surga de las profundidades de los valles oscuros como el brazo invisible de un gigante, como el viento que se siente nicamente sin que se lo pueda ver, para oprimirme, y empujarme otra vez hacia lo incompleto y los deseos insatisfechos. Sbitamente, histricamente ech a llorar y te dije que me dejaras. Era una sensacin muy rara, casi hubiera vencido al monstruo, pero l se defenda y me atacaba con dientes y uas".
El monstruo que su amante despierta en ella tiene las caractersticas de su madre frustradora de la primera infancia -el brazo gigantesco que la agarra y la empuja otra vez a lo incompleto e insatisfecho. Adems, el monstruo lucha contra ella con dientes y uas, es decir, tiene las caractersticas de su primera insatisfaccin oral. En Laura la vagina se ha convertido en boca hambrienta y el monstruo que la separa de su amante tiene tantos rasgos de la nia frustrada como de la madre frustradora. Tambin en mujeres capaces de gozar, la vagina tiene caractersticas de boca. Sorbe durante el orgasmo "la leche" que el amante le ofrece, es decir, el semen. Pero en muchas mujeres frgidas la vagina ya no es boca que succiona sino pecho que es sorbido. Racker (5) explica este fenmeno, que a primera vista parece extrao, en esta forma: la nia pequea vive la frustracin oral como si algo la comiera ("el hambre que devora"); con eso se convierte, para su inconsciente, en pecho. Cada vnculo ertico ulterior tiene, en el fondo, un significado anlogo y envuelve el peligro correspondiente. Frente a esta situacin, la nia intenta defenderse identificndose con el objeto frustrador (devorador), negando as su desamparo. Ms tarde no puede darse porque proyecta su propia insaciabilidad infantil sobre su amante. Entonces el pene de ste se convierte en boca que succiona. Entregarse del todo significara dar la vagina como un pecho y arriesgarse a ser vaciada totalmente, del mismo modo como ella hubiera deseado destruir y vaciar a su madre frustradora. Este concepto parece extrao porque, evidentemente, durante el coito el pene es el rgano que da y la vagina el que recibe. Sin embargo, es de la mujer de quien se dice que se entrega, que brinda su cuerpo. Para el inconsciente de la mujer frgida, el hombre satisfecho se convierte en lactante bien
alimentado, y ella, que le ha dado la satisfaccin sin recibir nada en cambio, en madre vctima. Laura, por ejemplo, conoca muy bien la sensacin de furia, envidia y cansancio frente al compaero satisfecho. De Berta conocemos, por su pesadilla de la araa, su temor de ser vaciada. Tambin Laura padeca de esta fobia a las araas, tan frecuente. Otra mujer frgida llamaba "sanguijuelas" a las personas que la amaban. Hablaba del pene como de una jeringa de inyecciones. Pero explicaba que senta que esta jeringa, durante el coito, no le inyectaba nada, sino, por el contrario, aspiraba y aspiraba continuamente hasta dejarla deshecha y vaca. En los sueos de otra paciente frgida el pene apareca simbolizado por la trompa de un elefante o por un hocico, es decir, siempre por un rgano que succiona. Las prostitutas generalmente son frgidas. Hubo una prostituta famosa por su costumbre de comer una manzana durante el coito. Es decir, que siempre que ella comiera la manzana (smbolo famoso del seno ya desde las pocas bblicas) poda tolerar que el hombre, al gozar de su cuerpo, comiera de ella. Hay buenas amas de casa (frgidas) que, si se les interroga con detencin sobre sus pensamientos durante el coito, admiten con cierto pudor que se ocupan de confeccionar el men del da siguiente. Tambin ellas, para contrarrestar la angustia de ser comidas durante el coito, tienen que asegurarse que podrn restaurar lo perdido con el men del otro da. Finalmente, mencionar otra causa posible de la frigidez, que observ en una paciente. Se trataba de una joven que durante su pubertad haba mantenido relaciones sexuales con su hermana. Ms tarde se cas con un hombre que para su inconsciente representaba a aqulla en muchos aspectos. General-
mente era frgida con su esposo. Despreciaba la sexualidad y aceptaba muy bien su frigidez. Pero las veces que llegaba al orgasmo senta furia, sentimientos de culpa y de humillacin, porque alcanzar el goce sexual significaba para su inconsciente caer de nuevo en el vicio humillante de gratificarse homosexualmente. La diferencia entre este caso y los expuestos anteriormente consiste en que la primera relacin de esta enferma con su madre - hasta el nacimiento de su hermana- haba sido muy buena. Fracas afectivamente cuando, resentida con su madre por el nacimiento de la hermana, quiso inclinarse hacia el padre, quien la frustr. Se identific con l y eligi por eso en la pubertad, poca normal del primer enamoramiento un objeto homosexual. Logr ms tarde reprimir su homosexualidad y hacer una eleccin de objeto aparentemente normal. Pero, para su inconsciente, el goce sexual qued ligado con sus experiencias infantiles. No se toleraba a s misma la satisfaccin, porque rechazaba su homosexualidad, por temor de ligarse afectivamente, al lograr el goce de antes, y de exponerse as de nuevo al peligro de sufrir la misma desilusin que haba experimentado con el objeto homosexual primitivo, con su madre. Recapitulemos brevemente las distintas causas de la frigidez expuestas ms arriba. La mujer fijada a la satisfaccin clitoridiana, que rechaza su femineidad, es frgida e incapaz de orgasmo vaginal. Lo mismo ocurre a la mujer ligada intensamente a objetos incestuosos, porque para ella el goce adquiere un carcter prohibitivo. La mujer masoquista no puede abandonarse durante el acto sexual porque teme la realizacin de sus fantasas crueles. En su ltimo trabajo sobre el tema, Freud aclara que la causa ms importante de los trastornos sexuales femeninos radica en conflictos tempranos entre madre e hija. La nia
frustrada oralmente repite ms tarde en su vida sexual estas primeras experiencias traumticas. Para su inconsciente su vagina puede representar su boca hambrienta y el pene el pecho frustrante; o puede temer que el pene, a travs de su vagina, aspire como una boca el interior de su cuerpo. No entrar en detalles sobre las causas superficiales de una frigidez de tipo pasajero, como ser el rechazo del compaero, sentimiento de culpa por una relacin prohibida, temor consciente por las consecuencias del coito, etc., porque se entienden por s solas. Pero hemos visto aqu cuntas determinantes puede tener el sntoma de la frigidez, y que tanto puede provenir de un conflicto relativamente superficial y de fcil solucin psicoteraputica como ser expresin de trastornos afectivos profundos, provenientes de la primera infancia. Otro factor importante de la frigidez es la incompatibilidad que tiene para muchas mujeres la maternidad con el goce sexual. Ocurre a menudo que una mujer con plena capacidad orgstica se vuelva frgida despus de un parto. Es porque en su inconsciente conserva el concepto de la madre pura, es decir, asexual, la madre que hubiera querido tener, para poder quererla, libre de ambivalencia. Ms an, ocurre con frecuencia que una pareja de amantes, que llevaron una vida sexual muy satisfactoria, a poco de haberse casado descubren desilusionados que ella, de golpe, desde que tienen derecho a una unin sexual permitida, se volvi frgida. Se preguntan extraados cmo el mero hecho de haber pasado por el registro civil, donde un seor desconocido autoriz su unin, haya tenido consecuencias tan desastrosas. Hay dos causas de este proceso. Si para la mujer la sexualidad qued ligada a juegos infantiles prohibidos, no puede gozar de ella, cuando ya perdi este carcter. Adems, estar casada, ser una seora, ya implica una futura maternidad que, como dijimos recin, para muchos es incompatible con el sexo. En su inconsciente disociaron de
nias la figura de la madre en una buena y pura que alimenta y protege y otra celada, odiada, y mala por eso, que abandona para gozar con el padre. La maldad misma de esta imagen impide a menudo la identificacin con ella. Encontramos este mismo rechazo de la madre sexual entre los Arapesh, tribu ejemplar por sus sentimientos maternales, compartidos, adems, por ambos sexos. Desde el parto los padres deben abstenerse de relaciones sexuales, hasta que la criatura sea capaz de dar sus primeros pasos. Eso significa en ese ambiente primitivo que la criatura empieza a independizarse de la madre. Dicen que si no se observa estrictamente esta regla de abstinencia, se causa un grave mal a la criatura. Es decir, ellos se identifican con el nio pequeo y perciben perfectamente que ste, mientras dependa de sus padres, siente odio y rabia impotente frente a su unin sexual, y la percibe como un rechazo de l y como una frustracin. Entre los Mundugumor y los indgenas de las Marquesas la situacin es la opuesta. No se observa ninguna abstinencia despus del parto y las madres reducen la lactancia a un mnimo para no verse restringidas en su libertad sexual. Son malas madres, pero amantes exigentes. La nia Arapesh es muy gratificada por su madre. sta la acostumbra a jugar con sus pechos mientras la alimenta. La acaricia, le da golpecitos cariosos en los genitales. Pasan a veces horas enteras as, jugando y lactando. La figura del padre, en su actitud cariosa, se confunde con la de la madre. Es como sta, pero tiene una gran desventaja para la mentalidad infantil: le faltan senos. Ms tarde la nia no puede gozar con su compaero, porque las gratificaciones recibidas en su primera infancia, ms la identificacin con una madre desinteresada de lo genital, hacen que sienta placer nicamente en la maternidad. La figura del padre fue demasiado dbil para romper la unin, extremadamente placentera, de madre e hija.
La nia, entre los Mundugumor, es destetada pronto. Su madre la alimenta con dureza, su padre la rechaza. Los dos la abandonan para que no estorbe en sus relaciones sexuales. La nia queda fijada a su primera infancia, por las frustraciones mismas que le trajo. Ms tarde ella misma ser una madre rechazante, pero apreciar la sexualidad, por causa de la cual sus padres la abandonaron. Reivindicar agresivamente frente al hombre las gratificaciones que le fueron negadas en su infancia. Entre las mujeres frgidas de nuestra sociedad podemos encontrar "mujeres Arapesh y de Mundugumor". En la actualidad, en que las mujeres, por lo general, se restringen mucho en sus funciones maternales, prevalecen en ellas las de Mundugumor, que, insatisfechas, buscan vidamente la sexualidad. En sus anlisis se ve que han sido frustradas de nias por la madre y rechazadas por el padre y que estn fijadas en su vida ertica a esta situacin. En el fondo siguen siendo nias hambrientas, aunque sean mujeres maduras que a menudo adoptan una actitud al parecer muy independiente y "viril". Otras, las mujeres de antao, siguen el camino de las Arapesh. Subliman su erotismo en la maternidad, y son frgidas sin sufrir por ello, porque la genitalidad no les interesa. Obran as con el deseo inconsciente e infantil de negar e impedir, por identificacin, la sexualidad de sus propias madres. Adems, desprecian la genitalidad porque lo que ofrece les parece un placer inferior al que han recibido en su primera infancia y que estn brindando a sus propios hijos. Tambin ellas estn en el fondo fijadas a la situacin madre-hija. No siguen siendo nias porque se han identificado con su ideal, la madre asexual, y porque gozan los placeres infantiles a travs de la identificacin con sus hijos. Finalmente, existen mujeres que por haber sido gratificadas excesivamente en su primera infancia y frustradas despus, no logran la maternidad sino que
buscan en el marido a la madre y se mantiene en una posicin infantil. De todo lo expuesto se puede deducir la constelacin familiar que garantice a la nia una evolucin sexual favorable. Ambos padres deben darle bastante cario para que ella acepte sin demasiada envidia sus relaciones sexuales. Un padre fuerte y lleno de ternura para con su hijita le facilitar abandonar a la madre como objeto amoroso e inclinarse femeninamente hacia l. Una madre feliz con su marido no se ver en la tentacin de poner todo su amor insatisfecho en su hija, sobreestimulndola, ni de rechazarla ni de despreciarla por no ser varn, porque ella misma est contenta con su femineidad. Permitir a su hija identificarse con una madre cariosa con los hijos y amante con el esposo. stas son las condiciones ideales. Pero, cmo puede superar sus frustraciones infantiles la mujer que no haya tenido un hogar feliz? Evidentemente existe maternidad sin capacidad orgsticas. Por el contrario, segn una observacin muy acertada de Helen Deutsch, no existe orgasmo vaginal sin la aceptacin psicolgica de la maternidad. Por otra parte la maternidad, a travs de la identificacin con el hijo y una buena relacin afectiva con l, brinda a la mujer la mejor posibilidad de superar las frustraciones infantiles sufridas con su propia madre. En nuestra sociedad la mayora de las mujeres busca el orgasmo con avidez, sin lograrlo porque ya muchas de nuestras madres fueron frustradas en su maternidad y frustradoras para sus hijas. Adems, fracasan erticamente porque se sienten restringidas y amenazadas en el logro de sus instintos maternales. Eso las hace sentirse culpables y malas madres. Para compensar esta frustracin buscan afanosamente la satisfaccin sexual, sin comprender que se mueven en un crculo vicioso, porque a menudo el mismo tipo de bsqueda del placer sexual las hace sentirse culpables e incapaces pa-
ra la maternidad y les dificulta ms an entonces el logro del anhelado placer orgstico. En nuestra poca, tanto por factores internos como sociales, los deseos maternales de la mujer chocan ms que nunca con sus necesidades, deseos y ambiciones personales. Sin embargo, la mujer que renuncie del todo a la maternidad generalmente no ser feliz ni capaz del pleno goce sexual. Hasta que la sociedad no venga en su ayuda, toda mujer deber encontrar la forma ms adecuada para ella que le permita, sin prescindir de sus intereses generales ni reprimir su erotismo, realizar parte de sus instintos maternales y satisfacer en una sublimacin adecuada sus restantes fuerzas procreativas. Podr as recuperar sus frustraciones infantiles y sentir haberse realizado plenamente en sus facultades psicobiolgicas como individuo y como mujer.
Notas
(1) Margaret Mead: "Sexo y temperamento" (vase Ind. Bibl.). (2) Margaret Mead: "Adolescencia y cultura en Samoa" (vase Ind. Bibl.). (3) Margaret Mead: "Sexo y temperamento" (vase Ind. Bibl.) (4) Abraham Kardiner: "El individuo y su sociedad" (vase Ind. Bibl.). (5) Vase Ind. Bibl.
Esterilidad psicgena. Inseminacin artificial. Angustia de muerte y procreacin. Esterilidad curada sin tratamientos. Esterilidad pasajera. Lina. Isabel. Compulsin a la concepcin. Aborto provocado. Retrasos menstruales. Seudociesis. Maternidad fraguada. La fecundacin ocurre cuando un espermatozoo sano penetra en el vulo maduro. Pero hay muchas relaciones sexuales realizadas sin ninguna medida anticonceptiva que no dan este resultado. Slo en las ltimas dcadas se pudo aclarar bien este problema, al llegar a conocerse la fecha corriente de ovulacin. Esta ocurre -segn Knaus y Ogino- en la mitad del ciclo menstrual. Normalmente la mujer es frtil durante los das anteriores y posteriores a la ovulacin. Una vez aclarado esto ya pareca comprensible que el acto sexual a menudo no llevara a la fertilizacin, por haber ocurrido en la poca (antes, durante o despus de la menstruacin) que suele denominarse actualmente "de esterilidad fisiolgica". Sin embargo, pronto surgieron nuevos problemas. Ocurra que una mujer se embarazaba por un coito que haba tenido lugar poco antes o despus de su menstruacin.
Que otra, que ya haba comprobado su fertilidad en embarazos anteriores, no se fecund, aunque la relacin tuvo lugar en los das correspondientes a su ovulacin. El primer hecho puede explicarse nicamente por irregularidades en la ovulacin. Volver ms adelante sobre este tema. El segundo hecho puede corresponder a muchos factores. Excluyo aqu, al hablar de esterilidad, todos los trastornos causados por graves anomalas anatmicas, por operaciones mutilantes, estados infecciosos agudos, etc. Lo que en la presente exposicin interesa es la esterilidad pasajera y crnica por causas hormonales o por espasmo tubario, es decir, la esterilidad psicgena. Este enfoque, segn el cual existe tal tipo de esterilidad, siendo mucho ms frecuente que cualquier otro, no es nada novedoso. El pueblo siempre vio en la esterilidad un castigo de Dios, castigo que poda ser anulado con votos y peregrinaciones, es decir, lo trataba como un problema psicolgico y de conciencia. Muchos primitivos ven en la esterilidad una consecuencia de la promiscuidad y en el hijo un premio a la fidelidad conyugal. Hay mujeres que atribuyen a su frigidez, es decir, a su incapacidad de amor y entrega, su falta de descendencia. Pero la medicina desdeaba hasta hace poco estas explicaciones de la esterilidad, que corresponden a una realidad psicolgica, como ingenuas y errneas. Ultimamente este concepto parece sufrir cambios importantes. Va aumentando el nmero de gineclogos que indican psicoterapia a sus enfermas estriles, al darse cuenta que, a pesar de la creciente perfeccin de la tcnica ginecolgica tanto en el terreno operatorio como en la medicina hormonal, la esterilidad est aumentando.
Debe, adems, su mayor comprensin de la influencia de los factores psicolgicos en estos trastornos a la gran difusin del psicoanlisis y al auge de la medicina psicosomtica. Un logro importante de las ltimas dcadas en el terreno de perfeccionamiento de tcnicas ginecolgicas ha sido la inseminacin artificial. Pero justamente sta nos sirve para comprobar las limitaciones de las terapias mecanicistas. Therese Benedek y sus colaboradores estudiaron profundamente este tema (1). Mientras que en animales una sola inseminacin da un resultado exitoso en un 99%, el xito de la inseminacin en la mujer oscila, segn el caso, desde un 4 hasta un 30%. Y esto, aunque se realice en condiciones fsicas ptimas y desde luego durante el perodo de fertilidad mxima. Los autores observaron que mujeres de ovulacin perfectamente normal empezaron a presentar ciclos anovulativos, una vez empezada la inseminacin artificial. Estudiaron detenidamente a seis mujeres que se haban sometido a la inseminacin artificial porque sus maridos tenan problemas de infertilidad relativa. Ellas eran consideradas como normalmente frtiles, pero les fue indicada psicoterapia, dado que sin ella la inseminacin artificial no daba resultado. Comprobaron los autores que el procedimiento de la inseminacin artificial ejerca una influencia desfavorable sobre la potencia y fertilidad del marido y sobre la vida sexual de la pareja en general. Pero pudo demostrarse tambin que la influencia favorable de la psicoterapia sobre una de las mujeres mejor la fertilidad del esposo a tal punto que pudo embarazarla normalmente. Ocurri esto despus que haba interrumpido los intentos de inseminacin y decidido la adopcin de un nio. Pero en los 5 casos restantes no pudieron lograrse resultados positivos. Una sola mujer se embaraz debido a la in-
seminacin artificial, pero entr en pnico y en temor de sufrir de un cncer. Qued visiblemente aliviada al abortar espontneamente a las pocas semanas. Las otras mujeres desarrollaron tal angustia que interrumpieron los intentos de inseminacin artificial y, dos de ellas, tambin la psicoterapia. Este estudio est lleno de sugestiones. Discutiremos brevemente dos puntos. El primero ya nos es conocido: la interrelacin entre la pareja. Del punto de vista fsico las 6 mujeres eran sanas. Sus esposos sufrieron de una fertilidad limitada. Por eso tuvo que recurrirse a la inseminacin artificial. (En 5 de los 6 casos pudo usarse el semen del esposo). Sin embargo, cuando las mujeres se vieron enfrentadas con la posibilidad de realizar sus deseos conscientes de maternidad, se angustiaron tanto que perdieron, temporariamente por lo menos, su fertilidad. Podemos deducir de nuevo que ya su conflicto inconsciente con la maternidad influy en la eleccin marital, como perturb despus su posibilidad de concebir o (en el segundo caso) de llevar a trmino un embarazo. Y, segundo, esta perturbacin fsica era provocada por su ansiedad. Es posible, pues, que angustias intensas o crnicas (el "stress" de los norteamericanos, un estado de tensin ansiosa crnica, responsable de muchos trastornos psicosomticos) influyan seriamente sobre la fertilidad femenina. Dejamos de lado aqu, deliberadamente, la influencia del stress sobre la fertilidad del hombre. No pertenece a nuestro tema. Adems, est poco estudiado. Pero que resulta igualmente influenciable y determinada por factores psicolgicos, lo demuestra bien el estudio citado como lo subrayan tambin sus actores, como asimismo los experimentos de Stieve, que citaremos ahora en forma muy resumida y nicamente en lo que se refiere a la mujer.
Suceda en la Alemania nazi, que nadie habra podido acusar de psicologismo. Los libros de Freud haban sido quemados pblicamente. Sin embargo, preocupados por la grandeza de la raza, las autoridades apoyaron todos los estudios de factores que pudiesen ser causantes de una disminucin de la fertilidad. H. Stieve (vase Ind. Bibl.) logr demostrar por mtodos objetivos, e. d. anatmicos e histolgicos la influencia de los procesos psicolgicos sobre el aparato genital. Una persona sana expuesta durante semanas a una amenaza continua de muerte, evidentemente sufre de angustia. Se le ocurri a Stieve hacer la autopsia de los cadveres de presos de ambos sexos que hubieran muerto ajusticiados, para investigar el estado de sus rganos genitales. Previamente, mientras los sujetos de su investigacin estaban todava con vida, los interrog sobre la normalidad de su vida sexual. Result que el 75% de las mujeres que haban menstruado normalmente antes de su detencin, dejaron de menstruar inmediatamente despus. Evidentemente estaban presas de gran angustia, porque ya suponan que seran condenadas a muerte. Fueron ajusticiadas algunas semanas ms tarde. Durante su encierro no fueron maltratadas y recibieron una alimentacin adecuada. Sin embargo, result que todas ellas haban sufrido graves daos en sus rganos procreativos. La mucosa de la matriz de una ajusticiada de veinte aos de edad, que haba estado 68 das en prisin, tena el mismo grosor y aspecto que normalmente tiene la mucosa de una matrona de sesenta aos. Los ovarios de otra presa, de veinticuatro aos, que haba tenido su ltima menstruacin sesenta y dos das antes de su muerte, se parecan a los ovarios de una mujer en pleno climaterio. Todas estas mujeres jvenes haban envejecido en su aspecto procreativo durante
esos dos o tres meses de mortal angustia, y moran al final de su sufrimiento convertidas fsicamente en ancianas. Eso, por supuesto, implica que se haban vuelto estriles. Stieve deduce de sus investigaciones que no se puede negar la influencia daina de emociones angustiosas sobre el aparato genital, y que es de suponer que tambin temores mucho menos intensos pueden ser causantes de dificultades procreativas. La necesidad de recurrir a experimentos tan drsticos para demostrar esta influencia es prueba de la extraeza del mdico de la Alemania nacionalsocialista frente al descubrimiento del proceso psicosomtico. Sin embargo, una vez que se convencieron de su existencia, los gineclogos se empearon en averiguar sistemticamente las causas psicgenas de la esterilidad de sus enfermas. Por falta de la formacin cientfica correspondiente no podan profundizar en la materia, pero la abundancia del material clnico recogido les permiti llegar a conclusiones halladas empricamente. El doctor Anselmino, mdico en una gran clnica de obstetricia, averiguaba de cada paciente si haba pasado por perodos largos de esterilidad. En los casos afirmativos haca una anamnesis (2) somtica y psicolgica minuciosa, para establecer los factores causantes de esa esterilidad y las circunstancias por la que haba cedido finalmente. En esta forma reuni gran cantidad de historiales, parte de los cuales public en su trabajo "Embarazo logrado despus de una esterilidad no tratada y de larga duracin" (vase Ind. Bibl.). El autor lleg a las siguientes conclusiones: la mayora de las enfermas provena de ambientes familiares neurticos y conflictuales. Adems, en la vida matrimonial de todas ellas podan descubrirse tambin factores causantes de tensin nerviosa y estados conflictuales. Estos factores fueron dificultades mari-
tales, situaciones econmicas muy difciles, la necesidad para la mujer de desempear un trabajo exhaustivo o en desacuerdo con su posicin femenina, etc. Cuando el estado de tensin desapareca, por un cambio favorable de su situacin externa, las enfermas se embarazaban. El doctor Anselmino incluy en sus historiales tambin el transcurso del parto de sus enfermas, por un hecho que le llam poderosamente la atencin: el porcentaje extremadamente elevado de intervenciones quirrgicas durante el parto. Interpret esta necesidad como una prueba de la disposicin a trastornos funcionales por parte de las enfermas anteriormente estriles. Evidentemente, Anselmino est en lo cierto con su observacin. Pero aadir otra explicacin. Cuando los trastornos psicosomticos procreativos curan espontneamente, no se logra solucionar por eso el conflicto bsico. Por esta causa, a menudo, cuando una mujer ha superado un trastorno de una poca de la vida procreativa, se presenta otro obstculo en la siguiente. Las enfermas del Dr. Anselmino no podan embarazarse por determinado conflicto. Se embarazan cuando su situacin psicolgica se modificaba, aunque superficialmente; pero las dificultades durante el parto son un indicio de que en el fondo persista su ambivalencia frente a la maternidad y de que su conflicto bsico frente a sta no estaba del todo solucionado. La mayora de los cambios favorables en la vida de las enfermas ocurra en relacin con la guerra y sus exigencias. Efectivamente, es un hecho bien conocido que las neurosis suelen disminuir en pocas de emergencia. Pero parece, por lo aqu expuesto, que lo mismo ocurre tambin con ciertos trastornos psicosomticos que resultan de los mismos conflictos. Finalmente, Anselmino cita un grupo de enfermas en cuya curacin la intervencin de la guerra fue directa e inmedia-
ta. Describe cuatro de los muchos casos que observ de mujeres estriles que haban presenciado bombardeos muy graves, durante los cuales sus casas quedaron totalmente destruidas. Sus maridos estaban ausentes en esa poca. En el primer encuentro con ellos, despus de la catstrofe, quedaron grvidas. Veremos ms adelante que una dificultad importante de la mujer estril reside en su fijacin a la madre (3). Otra, en sus sentimientos de culpa. El haber presenciado un grave bombardeo sin llegar a sufrir ningn dao fsico, probablemente haba sido experimentado por estas mujeres como si Dios o el destino les perdonase la vida o, dicho en otras palabras, como prueba de que no eran tan culpables como haban credo. Por otra parte, la casa es un smbolo materno y su prdida puede corresponder, para el inconsciente, a una destruccin del vnculo con la madre. Por eso la coincidencia de esos dos acontecimientos: la sobrevivencia al bombardeo y la destruccin de sus casas, permiti a estas mujeres concebir. Vemos ahora ms profundamente qu tipo de conflictos puede perturbar la fecundacin normal y cules son los trastornos que pueden acarrear. Primeramente me ocupar de un fenmeno que pasa por lo general inadvertido, porque la misma enferma no lo valoriza lo bastante como para consultar a su mdico. Es la esterilidad pasajera, de poca duracin. Es sumamente frecuente, y su base fisiolgica consiste en los ciclos menstruales carentes de ovulacin. Puede evitarse tambin la fecundacin, aunque la ovulacin se haya producido normalmente, por un espasmo de las trompas. ste se produce a raz de una tensin constante (stress) o accidental e impide la unin del vulo con el espermatozoide (4). Puede observarse concretamente durante la insuflacin y cede momentneamente a la medicacin o a medidas sugestivas.
Pudimos observar claramente en varios anlisis que la falta de fecundacin es la expresin de factores psicolgicos negativos para el embarazo. Analizaremos primeramente un episodio de esterilidad de cuatro meses de duracin en una joven que llamar Lina, casada desde hace algunos aos. Ella haba querido tener hijos, pero su marido se haba opuesto. Finalmente lo persuadi, pero result ser estril. l reaccion con angustia a esta esterilidad, dudando de su virilidad. Ahora tambin l deseaba un hijo. Para comprender bien su problema, dar algunos datos de su historia infantil. Lina fue hija nica. Sus padres se haban llevado mal, siendo el padre un hombre violento y dominante. Recuerda a su madre llorando y preguntndole si quera irse de casa con ella o quedarse con pap. Cuando ella tena seis aos su madre enferm del corazn. La nia relacionaba vagamente esta enfermedad con las consecuencias de la vida sexual. A los pocos meses la madre muri, y una ta fue a vivir con ellos. Con el tiempo, Lina empez a preocuparse de si no existiran relaciones amorosas entre su padre y su ta. Sin embargo, la quera mucho. Era inseparable de ella. Su gran necesidad y amor por su ta se explicaba por varias causas. Lina haba perdido a su madre y tema que tambin su ta pudiera dejarla, si ella no haca todo lo posible por retenerla. Adems, como en una poca haba deseado la muerte de su madre, para sustituirla al lado del padre, su sentimiento de culpa la llevaba a suprimir ahora toda hostilidad contra su ta, compensndola con un amor exagerado. Para no entrar en conflicto con su ta se mantena tambin apartada de su padre. Adems, reprochaba a ste que la rechazara por ser mu-
jer. Efectivamente, su padre deca a menudo que hubiera preferido tener un hijo varn. La reaccin de Lina frente a esta actitud de su padre fue de odio, pero tambin de identificacin con l, tendiendo a masculinizarse para ser ms a su gusto. Buscaba tambin a su ta, en rivalidad con su padre. Ms tarde se cas con un hombre que tena para ellas muchos rasgos similares a su padre. Ya dije que su esterilidad databa de cuatro meses. Dar ahora algn material analtico de esa poca de su tratamiento. A la primera menstruacin que sigui a relaciones sexuales realizadas sin medidas anticonceptivas, Lina reaccion con ambivalencia. Se angusti por no haber logrado un embarazo, pero se alegr tambin de frustrar a su marido, identificndolo inconscientemente con su padre, que antao no la haba querido aceptar como mujer, del mismo modo como su marido no le haba permitido ser madre. Ahora que ste la acepta y le pide un hijo, ella, resentida y desconfiada, reprime su femineidad y no lo complace. En el mes siguiente continuaron las relaciones sexuales sin precauciones, pero Lina senta que no se embarazaba. En la noche anterior a la menstruacin tuvo el sueo siguiente: Est acostada al lado de una mujer rubia, que tiene los senos desnudos. Succionando por una pezonera le extrae leche que corre por dentro de un vaso. Lina le dice: "Ves, no ests casada. Pero no importa, ahora, desde que he mamado tu leche, podemos alimentar a este nio", indicando a un lactante que est acostado en la cama, junto a ellas; Lina no sabe de quin es el nio. En la segunda parte de su sueo, Lina se entera de que una amiga soltera tuvo un hijo. Se extraa que la madre de su amiga, generalmente tan severa, le haya per-
mitido eso. No puedo entrar aqu en una interpretacin completa de estos dos sueos. Quiero sealar nicamente lo ms importante en relacin con la esterilidad de la paciente. Lina, resentida con su marido-padre, se refugia de nuevo en la relacin infantil. La imagen de la mujer en el sueo representaba una condensacin de la analista y la ta. Lina expresa en su sueo que no quiere tener un hijo de su marido, sino que quiere ser ella misma la hijita, que mama todava. Adems, la posibilidad del embarazo hace surgir en ella una vieja fantasa: la de tener un hijo con su madre (como ya he mencionado en pginas anteriores, tpica para determinada etapa del desarrollo infantil). En la segunda parte del sueo, en la cual ella queda representada por la amiga y la analista por la madre de sta, trata de obtener la autorizacin de su analista para la realizacin de tal fantasa. En las sesiones siguientes al sueo Lina record que antes de conocer a su futuro esposo haba pensado siempre en no casarse jams sino vivir ms tarde sola con su ta o con una amiga. Adems, durante toda su adolescencia se haba imaginado que deba existir una posibilidad de tener hijos sin la intervencin del hombre. Por su temor al embarazo -su madre muri de una enfermedad que, segn rumores que le llegaron de nia, fue la consecuencia de varios abortos exigidos por su padre- y por su resentimiento contra su esposo, Lina volva a sus fantasas infantiles y a una exposicin homosexual. Fue esta situacin la que le impidi embarazarse y le provoc el sueo. Durante el mes siguiente Lina sigui elaborando su situacin. Culp a su padre por su homosexualidad y mantuvo muchas querellas con su marido.
Unos das antes de la fecha de la menstruacin -la tercera de su poca de esterilidad- me dijo: "Durante todo este tiempo, cada vez que le tena rabia, pensaba que aunque el huevito hubiera quedado preado, con mi rabia lo habra raspado y deshecho". Efectivamente, sobrevino la menstruacin. Durante el mes siguiente surgi en el anlisis gran cantidad de material referente a su padre. Lina se hizo consciente de su amor reprimido por l y la intensidad de su resentimiento por haberse sentido rechazada como hija mujer. Comprenda que este rechazo era un factor importante en su envidia del pene y en sus deseos de ser hombre. Empez a preocuparse por su esterilidad y a desear seriamente un embarazo. Esta vez se deprimi cuando tuvo la menstruacin. Tuvo un sueo, en el cual se preocup de averiguar las circunstancias de su propio nacimiento, la muerte de su madre y si sta habra sido realmente una mujer de poco valor moral, como siempre haba sostenido su ta. Empez a reconciliarse con el recuerdo de su madre muerta y a temer menos su identificacin con ella. Tuvo una larga conversacin amistosa con su marido sobre su esterilidad. Se sinti aliviada cuando l prometi hacerse practicar un examen de esperma, admitiendo as la responsabilidad de ser l el responsable del fracaso. Lina tuvo luego una relacin sexual con el marido en la supuesta fecha de la ovulacin. Despus suea que camina por un sendero estrecho. Se siente hombre. Dirige un contraataque contra un adversario invisible, llamado "el otro" que la ataca a ella y sus compaeros junto con indios que arrojan flechas envenenadas. Si uno extrae rpidamente estas flechas no pasa nada. Pero si uno se descuida y las deja, muere. Lina siente que est por perder la batalla. Despus se encuentra con "el otro" en un departamento para hacer un pacto (Lina, efectivamente, qued embarazada).
Este sueo parece ser la representacin psicolgica de sus defensas fisiolgicas contra la fecundacin, y de su entrega final. Lina, a veces, hablando de su marido, sola llamarlo "el otro". El estrecho en que "el otro" la ataca es su vagina. Las flechas envenenadas representan a los espermatozoos. Quedar envenenada significa quedar embarazada y morir; sacarse las flechas rpidamente, salvarse del peligro evitando la fecundacin. Para alcanzar esto ltimo hay que virilizarse. Ella est por perder la batalla, es decir, siente que esta vez qued embarazada. Pero ya no se defiende porque se reconcili con "el otro", el enemigo. No quiero entrar aqu a discernir hasta dnde "el otro" representa otra parte de su yo, y que la hostilidad que ve en el marido sea hostilidad propia, proyectada sobre l. Lina asocia el pacto con la amistosa conversacin mencionada anteriormente. Como su marido ya admite que ella tal vez no sea culpable del fracaso de su embarazo, admite que ella no es "mala" y puede quererla. Entonces ella disminuye su propia agresividad contra l y teme menos abandonar sus defensas, entregarse femeninamente a l y concebir. Lina estaba muy contenta cuando comprob su embarazo. Pero a los pocos das tuvo otra discusin violenta con su marido. Reaccion con el siguiente sueo: "Estoy con mi marido y una mujer del tipo que le gusta a l. l se mantiene pasivo. Entonces yo le hago la corte a la chica y la conquisto, experimentando mucho placer". Es decir, frente a la primera frustracin sufrida a causa de su marido Lina vuelve a sus reacciones anteriores. Se siente despreciada por su padre (el marido), le roba su virilidad (lo deja pasivo) e, identificndose ahora con l, conquista a la ta. Lina ya estaba embarazada. Pero por este sueo vemos que se siente arrepentida de haber cedido. Efectivamente, su ambivalencia persistente frente a la maternidad se expres
durante todo su embarazo por distintos trastornos y la expuso, en los ltimos meses, a un peligro continuo de un parto prematuro. Hemos visto en esta enferma una constelacin familiar muy desfavorable para un desarrollo femenino normal. Una madre tmida, reprimida y sometida, que por su muerte abandona a su hija a un padre violento y seductor. ste, para defenderse contra su vnculo incestuoso, no la quiere aceptar como hija mujer. Lina conscientemente siempre temi un embarazo, por miedo a morir en el parto o de quedar deformada para el resto de su vida, perdiendo as el cario de su esposo. Adems, inconscientemente tema el enojo celoso de su madre si ella tuviera un hijo del maridopadre. Teme, pues -si realiza su maternidad-, la destruccin interior y la prdida del amor de ambos padres. Se defiende contra estos peligros virilizndose. As es del agrado de su padre y, rivalizando con l, puede conquistar a su madre. Rechaza su femineidad, oponindole su envidia del pene y su deseo de ser hombre. Adems, esta posicin viril, que la vuelve pasajeramente estril, le sirve contra el peligro mayor de una castracin de su genitalidad femenina (la deformacin o la muerte). Mediante el anlisis de sus conflictos y por una recuperacin parcial de su madre en la figura de la analista y una reconciliacin con su padre por la actitud ms comprensiva de su marido, logra el embarazo. Sin embargo, esta victoria de su posicin femenina todava no es firme. Frente a la primera rencilla con su marido vuelve a su posicin defensiva anterior. Relatar ahora otro caso de esterilidad pasajera ocurrida durante el anlisis. Se trata de Isabel, ya mencionada en pginas anteriores, cuya fobia a las cucarachas haba yo interpretado como expresin de conflictos infantiles, reavivados o intensificados por la aparicin de la menarqua.
Quiero ahora recordar brevemente al lector algunos datos de la constelacin familiar infantil de Isabel y referir, adems, otros de su vida de adulta, necesarios para la comprensin de los factores que intervinieron en su esterilidad. Su padre era severo, la impulsaba a los estudios y le negaba todo derecho a placeres y actividades meramente femeninas. Su madre era rechazante y arbitraria y nunca haba perdonado a Isabel su existencia, porque se habra sentido ms cmoda con dos hijos ya en edad escolar, sin tener que atender otra vez a un beb que la molestaba. Su hermana, orgullosa de su belleza, despreciaba a la pequea. El nico que la trataba con cario era su hermano. Pero su abuela le envidiaba y prohiba esta amistad. Isabel era de un temperamento pasional y violento, que en su infancia haba sucumbido casi totalmente a la severidad de su ambiente familiar. Durante su pubertad lleg a sentirse tan desgraciada que hizo dos intentos de suicidio, envenenndose una vez y tirndose al agua otra. Conoci a su futuro esposo en la Facultad de Medicina, al principio de sus estudios. Cuando se puso de novia no se atrevi a comunicar el hecho a sus padres. En el mayor secreto mantuvo relaciones ntimas con su novio, quedando varias veces embarazada. Tuvo que abortar bajo condiciones sumamente difciles. Finalmente se recibi y se cas. Como ya he contado, no se atrevi a embarazarse en su pas natal. Slo aqu, lejos de su familia y ya en tratamiento psicoanaltico, se decidi a prescindir de toda precaucin en su vida sexual, para embarazarse. Como antes de su matrimonio su gran fecundidad la desesperaba a menudo, qued muy extraada y pronto tambin deprimida y angustiada al verificar que no quedaba encinta. Veamos ahora, a travs del anlisis de algunos de sus sueos de esta poca, qu temores le impedan realizar su
gran deseo consciente de tener un hijo. Antes de la segunda menstruacin tuvo un sueo en dos partes. Ha dado a luz mellizas. A una de las dos no le da el pecho. sta queda dbil y callada. Alimenta bien a la otra, que se convierte en una criatura fuerte y esplndida. En la segunda parte del sueo se ve con sus amigos huyendo despavorida de la ciudad y perseguida por un demonio, la "hija del fuego". Sabe que es la hija que ella atendi tan bien. Ahora lamenta no haberse ocupado de la otra, la "hija del agua", que era una nia mejor. Posteriormente a este sueo sobrevino la menstruacin. La hemorragia no cedi en la fecha normal. Despus de haber tenido prdidas menstruales durante diez das, Isabel consult a su gineclogo, quien diagnostic una insuficiencia del cuerpo lteo menstrual y le recet las inyecciones correspondientes, que terminaron con la hemorragia. Aun cuando no es mi intencin dar todas las asociaciones de Isabel con respecto al sueo, vemos ahora su interpretacin en lo ligado directamente a sus temores de embarazo. Concebir significaba para Isabel satisfacer sus deseos instintivos, desafiar a su madre - como su hermana, la fuerte y esplndida, que tiene hijos- y dejar salir lo que tiene adentro. Ambas, la "hija del fuego" y la "hija del agua" la representan a ella. Si ella se atreviera a levantar sus represiones, seducida por el buen trato que yo le doy -la analista como la madre que da el pecho-, surgira su personalidad fuerte y violenta, que ella, identificada con el juicio de sus padres, considera como a un demonio. Pondra en peligro a toda su familia. Por eso se arrepiente en el sueo de haber abandonado a su otra personalidad, la "hija del agua", que fue tratada sin cario, que hizo el intento de ahogarse (de ah tambin la representacin de "hija del agua"), pero que, por los malos tratos que le dieron, se haba vuelto tranquila, sumisa e inofensiva.
Isabel, pues, teme concebir y dar a luz o desarrollar su verdadera personalidad porque, sometida a su madre, la considera como sumamente peligrosa y hostil. Para defenderse mejor contra la tentacin de levantar sus represiones, produce una prolongacin de su hemorragia menstrual, postergando as la posibilidad de un embarazo. Isabel empieza muy lentamente a darse cuenta de que yo, en contraste con su madre interna, quiero ayudarla en la realizacin de su maternidad. Desconfa de mi "bondad". Suea con un personaje que quiere hacer ingerir veneno en ampollas a otra persona. Se sabe que anteriormente ya asesin a alguien de la misma manera. Como el siniestro personaje se ve impedido de realizar sus propsitos, intenta envenenarse a s mismo. Isabel asocia el veneno en ampollas con las inyecciones que le prescribi su mdico para detener su hemorragia. Adems, mientras que en el otro sueo haca una alusin a su segundo intento de suicidio, esta vez, a travs del veneno, alude al primero. Porque quiero ayudarla en la curacin de su esterilidad me identifica con su mdico. Adems, confundindome inconscientemente con su madre, desconfa de mis propsitos. Su madre, por su falta de comprensin y amor, la llev una vez a envenenarse; yo, aparentemente le quiero hacer un bien, pero seguramente la rechazar y la har sufrir mucho una vez que est embarazada. Por eso, en su sueo, el siniestro personaje -condensacin de su madre y de m- ya envenen una vez a una persona y pretende repetir ahora su crimen. Para su inconsciente, no quiero curarla sino llevarla al suicidio. Por eso se defiende, impidiendo el peligroso embarazo y fantaseando en atacarme con las mismas armas con que yo la ataco (el personaje criminal finalmente debe suicidarse).
Detrs de su odio consciente a su madre aparece, poco a poco, un anhelo de ella. En un sueo expresa su deseo nostlgico de volver al seno materno. Tambin esta nostalgia le impide la concepcin, porque transformarse en madre significa para ella dejar definitivamente de ser hija. Como Isabel fue tan frustrada de nia, reivindica todava sus derechos infantiles y no puede decidirse a renunciar a ellos siendo madre a su vez. En el mismo sueo de bsqueda de su madre, Isabel puede "mantenerse suspendida en el aire, habilidad que haba conocido muy bien de nia y que haba olvidado". La paciente no suministra asociaciones con respecto a esta parte del sueo. Pero, interpretando simblicamente, parece tratarse de las sensaciones experimentadas durante su masturbacin clitoridiana olvidada (la habilidad olvidada, que conoci de nia). Por la primera parte del sueo, que expresa una bsqueda y vuelta cariosa a su madre, se puede deducir que las fantasas erticas que acompaaban a su masturbacin infantil clitoridiana se dirigan hacia aqulla, y que Isabel, exasperada por el rechazo de su madre y en su afn de conquistarla, adoptaba una actitud ertica varonil (el sueo de volar es tpico en hombres para expresar una ereccin). Reproduzco la ltima parte de otro sueo, ligado a nuestro tema: Isabel me est esperando. Cuando llego, le indico que tengo que cortarle el pelo. Le corto un mechn. Ella est muy asustada y piensa: "Menos mal que era el mechn de adelante. Pero hubiera sido un desastre si lo hubiera cortado todo". Isabel vuelve a un tema del sueo anterior, pero en forma mucho ms elaborada. Ha comprendido que si logra acercarse a m, identificndose conmigo en mi calidad de madre, puede prescindir de su pene imaginario ("el mechn de adelante" lo simboliza) y a su excitabilidad clitoridiana,
acompaada de fantasas inconscientes de conquista de su madre. Puede renunciar a su defensa viril siempre que yo "no le corte todo" (es decir, no destruya su genitalidad femenina, que anteriormente su madre haba coartado) y le permita su realizacin en la maternidad. Vemos, pues, aparecer en un solo sueo los dos temores de castracin caractersticos para la mujer, el ms superficial referido a la prdida de un pene imaginario, y el ms profundo, de una destruccin total de su femineidad. Isabel no queda encinta a pesar de haber renunciado, en el sueo, a su virilidad. Reacciona a la aparicin de la regla con una depresin profunda. Tiene un sueo que nos explica su estado de nimo. Debe pasar por un camino estrecho, cerrado por telaraas, por el cual otras personas de su familia, incluso la abuela despreciada, pasan sin dificultad; intenta pasar, pero cuando siente las telaraas en la cara cae al sueo gritando de dolor y de angustia. Los otros acuden para ayudarla y ven que est llena de ronchas, causada por las telaraas, que le queman. Como ya dije antes, Isabel teme perder a su madre si ella, a su vez, tiene un hijo. Quiere estar ella misma todava dentro de la madre, quiere no haber nacido (ms tarde explicar el contenido de estas fantasas, tan frecuentes, de vuelta al seno materno). Para su inconsciente, nacer y dar a luz son sinnimos. Pero est comprendiendo que tendr que separarse de su madre y adoptar su papel de mujer adulta, como lo hicieron en su debida poca su propia madre, su hermana y las dems mujeres de su familia. Su grave depresin corresponde al duelo por la separacin anticipada de su madre. Volvamos al sueo. Pasar por un camino estrecho significa tanto nacer como dar a luz. Muchas mujeres de su familia, hasta su abuela despreciada, saban hacerlo bien. Solamente ella no se atreve.
La telaraa que le cierra el camino simboliza su fijacin a la madre mala. Ella se siente como una criatura, gritando echada en el suelo al no poder desprenderse. Finalmente, los otros -yo- la ayudan a pasar, es decir, a nacer, a separarse de su madre. Pero si pasa, estar llena de ronchas, es decir, embarazada (ronchas - hinchazn de la piel, embarazo - hinchazn del vientre). Las ronchas queman. A travs de esa sensacin dolorosa expresa su sufrimiento por la separacin de su madre y los temidos dolores del parto. Despus de una interpretacin profunda de este sueo y de su estado depresivo, este ltimo desaparece. Supongo que la fecundacin ocurri en uno de los das transcurridos entre este sueo y el siguiente, que Isabel tiene poco despus. Suea que est en el stano de su casa paterna; ve todo lleno de polvo, y cucarachas muertas que cuelgan del techo. Una se cae. Le da asco, pero no le causa horror (como expuse anteriormente, sufra de fobia a las cucarachas). Tranquilamente empieza a limpiar el stano. En su depresin a causa de su supuesta esterilidad, Isabel se reprocha a menudo haberse arruinado por sus abortos provocados. Su madre tuvo tres partos y un aborto. Ella, tres abortos ya adelantados y uno al principio de un embarazo. Isabel era la hija menor. Inconscientemente se explicaba que su madre no tuviera ms hijos despus de haber nacido ella como prueba de que sus ataques imaginarios contra el cuerpo de su madre haban dado resultado y le haban quitado toda posibilidad procreativa. Por eso teme, como castigo ms adecuado, haber agotado -como su madre- su capacidad procreativa despus de cuatro embarazos. Pero en el fondo, tanto este temor como su misma esterilidad ya son una defensa contra la angustia de que su madre vengativa la des-
truira ("le cortara todo", en el otro sueo) si ella se atreviera a abandonarla. Por otra parte, fijada por sus frustraciones a su madre, Isabel se senta incapaz de separarse de ella, aun cuando conscientemente negaba esta situacin. Interpret su depresin como expresin de esta dificultad (la incapacidad de Isabel de pasar por el estrecho en el sueo anterior). Es el haberse hecho consciente esta situacin y el sentirse apoyada por mi comprensin lo que le permite desligarse de su madre y del pasado y tener el sueo optimista del stano. La casa paterna en el sueo representa a su madre (la casa perteneciente al padre) y a ella, en su identificacin con la madre por sentimiento de culpa. El stano simboliza la matriz de ambas. est vaco, lleno de polvo, es decir, en desuso. Las cucarachas muertas representan tanto a sus hermanos (asesinados por ella en sus fantasas inconscientes infantiles) como a sus propios hijos, que ella mat abortndolos. (En pginas anteriores he explicado que las cucarachas llegaron a tomar el significado de hijos para Isabel). En el sueo, Isabel se extraa de no sentir horror a la vista de las cucarachas. Ese horror era la expresin de su sentimiento de culpa y temor al castigo. Su desaparicin le permite limpiar el stano, lo que equivale a preparar la matriz para un nuevo embarazo. Isabel tema un embarazo por su propia hostilidad a su madre y por la hostilidad de sta hacia ella. Su actitud viril desempeaba dos funciones importantes: defenderla contra un embarazo, que para ella hubiera significado su destruccin interior, y vincularla con su madre, que la rechazaba como hija mujer. Pudo renunciar a su pene imaginario y concebir cuando sinti que su analista-madre no la abandonara por sus culpas pasadas ni la rechazara por su femineidad. Sus abortos haban tenido un sentido de desafo y sumisin ulterior a su madre. Cuando sinti que su analista no la castigaba por tal actitud sino que la comprenda plenamente, disminuy
su sentimiento de culpa y su propia hostilidad reactiva y defensiva, permitindole por medio del embarazo una identificacin con su madre sana, no destruida, capaz de dar a luz. Sin embargo, sus conflictos persistan todava, aunque con menos intensidad, y se agudizaron varias veces durante su embarazo, causndole distintos trastornos psicosomticos de que hablar ms adelante. Lo expuesto nos plantea varios problemas. Qu significado tienen las fantasas de vuelta al seno materno? Son meras fantasas o corresponden acaso a recuerdos olvidados que vuelven de la represin? Como vimos, Isabel expres a menudo tales fantasas, en forma disfrazada, en sus sueos. Ahora bien, la explicacin de aparicin de tales fantasas en Isabel es obvia. Desde pequea se senta maltratada por una madre sumamente nerviosa e irritable. Interpretaba sus actitudes como rechazo, como indicio de que no la quera. Pero es intolerable para el nio pequeo, que depende tanto de su madre, comprobar que sta no lo quiere. Se remonta entonces cada vez ms en su breve pasado para encontrar una poca durante la cual su madre lo haya querido y una explicacin del cambio sufrido. Los pueblos en desgracia suelen volverse religiosos, acusndose de sus pecados y fantaseando con la felicidad del paraso. Para no acusar a Dios de maldad por haberlos expulsado -es decir, dejado de quererlosculpan a Adn y Eva por la prdida del paraso. Del mismo modo el nio, en su desamparo, no puede admitir la maldad de su madre. Prefiere creer que sta dej de quererlo por su culpa, pero que por lo menos antes lo quiso, cuando l era todava inocente y formaba parte de ella misma. Por eso ms tarde estar fijado a su madre por las mismas frustraciones sufridas, y en momentos de peligro de perderla volver en sus fantasas a la poca intrauterina, feliz y libre de peligros. Hay un segundo problema que llama la atencin en el historial de Isabel. En determinada poca de su vida, durante
la cual un embarazo era realmente catastrfico para ella, Isabel era sumamente fecunda, mientras que tuvo dificultades en concebir cuando lo ansiaba conscientemente y cuando ya no haba ningn obstculo exterior para la realizacin de sus deseos. Helene Deutsch (l. c.) nos da la explicacin de este fenmeno aparentemente contradictorio. Habla de una "compulsin a la concepcin" en los casos en los cuales la mujer concibe con suma facilidad justamente en circunstancias psicolgicas y exteriores muy desfavorables. La autora demuestra con material clnico abundante que los mismos factores psicolgicos que en una mujer originan una esterilidad, en otra pueden ser causa de una compulsin a la concepcin. Esto mismo explica, a mi criterio, cmo una mujer puede evidenciar alternativamente ambos sntomas. Volvamos a Isabel. Su madre le prohiba ser mujer. Conscientemente, ella la odiaba y quera negar su fijacin desafindola. Inconscientemente, la necesitaba y estaba fijada a ella. Sus embarazos ilegtimos tenan varias funciones psicolgicas: eran expresin de su desafo; se comprobaba a s misma que no le preocupaban las prohibiciones de sus padres y que, a pesar de todo, era mujer y poda tener hijos. Pero los desafi en una poca en que saba perfectamente que tendra que eliminar sus embarazos abortando. En esos abortos se someta a su madre, volva hacia ella y, privndose de tener el hijo anhelado, se castigaba por haber impedido a su madre -en sus fantasas- tener otros hijos despus de nacida ella. Adems tema que, si desafiaba a su madre al tener un hijo, aqulla la destrozara interiormente. El aborto significaba una transaccin entre este temor y su negacin. Isabel comprobaba su fertilidad sin arriesgarse a enfrentar el castigo de su enojada madre al llevar la prueba a trmino. Veremos ms claramente esta situacin al estudiar,
ms adelante, los trastornos que sufri durante su embarazo, finalmente logrado. Al casarse, su situacin exterior haba cambiado radicalmente. Pero tener un hijo segua significando para ella un desafo a su madre, acompaado del temor inconsciente de perderla por ello o de sufrir un castigo cruento. Adems, ya no poda permitirse un embarazo como afirmacin de su independencia, porque, como faltaba todo pretexto para su interrupcin, tendra que llevarlo hasta el temido final. Se defenda entonces con su esterilidad, expiando simultneamente sus culpas con su sufrimiento. Pudimos ver tambin en Isabel que atribuyera conscientemente su esterilidad a sus abortos, que realmente la haban traumatizado mucho. Esto se deba a las razones psicolgicas ya mencionadas, pero tambin, evidentemente, porque en su pas el aborto provocado era en esa poca un delito grave, perseguido por la ley con todo rigor. Esta circunstancia dificultaba mucho su ejecucin, y la rodeaba de peligros reales para su salud y su libertad. No quiero aqu entrar a fondo en el problema tan discutido del derecho de la mujer de decidir libremente por s misma a seguir o no con un embarazo. Quiero llamar nicamente la atencin sobre el hecho de que la mujer embarazada contra su voluntad consciente, pero obligada a tener el hijo, est en un conflicto grave. Al concebir busca inconscientemente un castigo para s misma y una venganza contra su medio ambiente. Obligarla a tener a su hijo en estas circunstancias es satisfacer esas tendencias destructivas y responsabilizarse de la existencia de una criatura que, tanto por la situacin psicolgica de su madre frente a ella, como, a menudo, por las dificultades econmicas y el rechazo de su medio ambiente, se convertir en un individuo resentido y neurtico para toda su vida. Esas mismas circuns-
tancias desfavorables tarde o temprano harn de l una carga para la sociedad. Por otra parte, es importante para el gineclogo y el psicoterapeuta saber que un raspaje o un aborto provocado siempre significa un trauma grave para la mujer. No me refiero al dao meramente somtico que le podra traer, porque un raspaje hecho por un especialista y en las circunstancias adecuadas es, evidentemente, hasta menos peligroso para su salud fsica que un embarazo llevado a trmino. Pero quiero recalcar que ella sufre un traumatismo psicolgico. Hasta la mujer para quien un raspaje no tenga, aparentemente, ms importancia que una visita a su dentista, en el fondo se siente como una asesina. Parece que tambin la mujer atea, en su inconsciente admite el concepto catlico, segn el cual el vulo fecundado tiene alma y es un hijo. Esto ocurre porque, consciente o inconscientemente, ha fantaseado durante toda su vida anterior con el hijo que algn da tendra. Basta para ella enterarse de su embarazo para que resurjan estas fantasas y se liguen como promesas a lo que lleva dentro de s. Se considera una criminal porque, en su inconsciente, no destruye por el raspaje el vulo fecundado pocos das atrs, sino asesina al nio, centro de todas sus fantasas maternales. Buscar y encontrar siempre el medio de castigarse a s misma, y a menudo tambin a su compaero, sentido como un cmplice del crimen que pretende quedar impune. Y si se trata de una mujer que ya tiene hijos, stos percibirn consciente o inconscientemente con horror el raspaje que su madre se practica. La sentirn bruja y asesina peligrosa, preguntndose gracias a qu suerte extraa ellos pudieron salvar su vida y nacer. Y se sentirn culpables, ya que ella, al eliminar al hermano celado, ejecuta las fantasas criminosas de sus hijos. Por todo lo expuesto debemos considerar, por lo general, la concepcin indeseada como un sntoma neurtico, a
pesar de la importancia de la actitud del compaero, la ignorancia de la mujer y otros factores que influyen en el proceso y que pueden, de por s, estar desvinculados de su neurosis. Podramos decir que la mujer somatiza su conflicto por medio del embarazo. Ciertos retrasos menstruales, cuyas causas psquicas nunca fueron discutidas por los mdicos, constituyen una somatizacin menor. Es un hecho bien conocido que la mujer soltera, en su temor al embarazo, su bsqueda de castigo y, finalmente, tambin por su deseo rechazado de maternidad, sufre con mucha frecuencia de retrasos menstruales. Se cree encinta, se desespera, busca angustiada cualquier solucin, hasta que, con la aparicin de la regla, se tranquiliza instantneamente, para sufrir la misma tragedia al mes siguiente. En la mujer estril deseosa de un hijo se pueden observar los mismos retrasos menstruales por motivos aparentemente opuestos. Al igual que la mujer soltera, comienza a observarse y sentir sntomas de embarazo antes de la fecha menstrual. Est segura de haber logrado esta vez lo anhelado cuando an slo lleva unos pocos das de retraso. Se autoobserva y se cuida continuamente, fantaseando con su hijo, hasta que, generalmente entre los ocho y quince das de retraso, aparece la menstruacin, destruyendo sbitamente todas las ilusiones. Ambas mujeres expresan a travs del mismo sntoma somtico -el atraso menstrual-, pero por un estado psicolgico aparentemente opuesto, el mismo conflicto: su posicin ambivalente frente a la maternidad y su deseo de un hijo, que, por una u otra causa, no se sienten con derecho a tener. El retraso menstrual es una expresin somtica de su fantasa frustrada de maternidad. En raros casos esta fantasa toma contornos aparentemente ms reales.
Me refiero al cuadro de seudociesis o falso embarazo, donde la menstruacin desaparece y la mujer toma el aspecto de embarazada y tiene ciertos sntomas aparentemente inequvocos, como ser movimientos abdominales que parecen fetales, sin que exista un embarazo. En esta forma hace una transaccin imaginaria entre su deseo de tener un hijo y su incapacidad de alcanzar la maternidad, basada en causas reales, psicolgicas o psicosomticas. En un intento de negar tal incapacidad se tiende as misma y a los dems una trampa, est aparentemente segura de esperar un hijo, logrando transformar su cuerpo hasta tal punto que convence tambin a los dems, y a menudo hasta a su mdico partero. Para que podamos estudiar este trastorno expondr un caso clnico tratado y publicado por Ruth Moulton (ver Ind. Bibl.). Se trata de Winifred N., soltera, de diecisiete aos, hija de una familia numerosa y muy catlica, perteneciente a la clase obrera. Se presenta en el hospital para dar a luz. Sin embargo, a pesar de su abdomen grande y prominente, en el cual se observan ciertos movimientos de tipo espasmdico, el mdico de guardia diagnostica de inmediato un falso embarazo. Ruth Moulton hace la interesante observacin de que nicamente mujeres que ya han tenido hijos o que estn muy familiarizadas con los procesos biolgicos de la maternidad son capaces de producir con gran realismo todos los sntomas exteriores de embarazo, tales como la pigmentacin de los pezones, la hinchazn de los senos, etc. Winifred no tena ninguna experiencia personal al respecto, pero haba visto a su madre y a sus hermanas mayores embarazadas. Las vea con el vientre abultado y estaba acostumbrada a or sus quejas sobre nuseas y dolores lumbares. Entonces copi estos sntomas en su simulacro de maternidad, pero lgicamente no poda imitar lo que era desconocido para ella. Dos das despus de su admisin en el hospital, Winifred sinti inten-
sos dolores abdominales, interpretndolos como trabajo de parto. Duraron algunas horas y fueron seguidos por una hemorragia vaginal. Unos das despus la Dra. Moulton se encarg de tratarla psicoteraputicamente, reuniendo datos que presentar en forma muy resumida. Winifred haba tenido una infancia difcil. Sin embargo, pareca bien adaptada a su medio ambiente. Desde muy pequea ayud a su madre en los quehaceres de la casa y gustaba de cuidar de sus dos hermanos menores, como si fuesen sus propios hijos. Nunca permiti a su madre explicarle cmo se originan o cmo nacen los nios y cuando se intern en el hospital "para tener a su hijo" an no saba "de dnde vienen los chicos". Aunque pareca ms ligada a su madre, estaba en buenos trminos con su padre. Pero le molestaba que su madre durmiera con l, y de noche intentaba retenerla a su lado. Se resinti con su familia cuando la mandaron a trabajar en seguida despus de haber salido del colegio. Poco despus se enamor de un muchacho de dieciocho aos, pero rechaz su propuesta de matrimonio por considerarse demasiado joven para casarse. Dos veces se dej persuadir a tener una relacin sexual con l, sin saber bien conscientemente lo que pasaba. Despus del segundo coito el muchacho le dijo: "Ahora vas a tener un beb y tendrs que casarte conmigo". Desde entonces se consider embarazada y no menstru ms durante los nueve meses siguientes. Cuando su madre se enter de lo que haba pasado, denunci al joven a la justicia y consigui que el juez fallara que el muchacho tuviera que casarse con Winifred en el trmino de un ao o debiera sufrir una pena de prisin. El padre de Winifred no le dirigi la palabra desde que se enter de su supuesto embarazo. La nia pas los nueve meses de espera haciendo un complicadsimo ajuar para su beb, fantaseando con el casamiento y exhibiendo su emba-
razo frente a las mujeres de su familia para acallar ciertas dudas de stas con respecto a su estado. Al llegar al tratamiento psicoteraputico, estaba todava convencida de su embarazo. Deseaba una hija, diciendo que sera lo nico que su madre nunca le podra robar, porque ella no se lo permitira. Cuando finalmente tuvo que admitir que no tendra un hijo se deprimi mucho. Deca que su madre se haba salido con la suya porque por sus rezos haba logrado que ella no tuviera un hijo y que ahora no podra casarse ni abandonar el hogar paterno. La autora ve las causas psicolgicas de la seudociesis de Winifred principalmente en su fijacin a la situacin edpica. Aunque reprimida para su consciente, exista en ella una fuerte inclinacin amorosa hacia su padre y gran resentimiento y envidia contra su madre porque sta tena relaciones sexuales y reciba muchos hijos del padre. Viva los mismos conflictos con sus hermanas casadas, que eran para ella sustitutos maternos. Para rivalizar con ellas, quera tener un hijo, casarse y formar su propio hogar. Evidentemente esta interpretacin es correcta, pero parece ser incompleta. Opino que el mayor conflicto de Winifred consista en su fijacin preedpica a su madre y en la persistencia de sus anhelos infantiles de cario. El nacimiento seguido de sus hermanos no le haba permitido ser la hija menor, la niita mimada del hogar, durante un lapso suficiente. Buscaba y reclamaba todava estos mimos, pero la nica forma de satisfacer sus deseos consisti en la identificacin temprana con una madre cariosa, tratando ella a sus hermanitos y sobrinos con el cario que le haba faltado. Pareca contenta de esta forma de vida, y ms an porque su madre la estimaba, diciendo de ella que sera capaz de tomar su lugar en cualquier momento. Perdi esta sublimacin de sus deseos infantiles cuando la mandaron a trabajar, menospre-
ciando as indirectamente sus cualidades maternales y negndole el derecho a identificarse con su madre. A esto se sum el incremento de sus tendencias heterosexuales. En su despecho decidi enamorarse lo ms pronto posible, para poder casarse y abandonar a su ingrata familia. A ltimo momento desisti, sintindose demasiado joven, es decir, ligada a su madre. Pero persista su conflicto. Intent tener hijos a su vez. Lo impeda su sentimiento de culpa y su resentimiento frente a su propia madre. Cuando Winifred dice: "Nunca permitir que mi madre me robe a mi hijo", expresa, en el plano edpico, que no permitir que su madre -que ya acapar a su padre- le robe a su esposo, ligado a ella por el nio esperado. Pero, ms profundamente, intenta negar su temor ms grande: de que su madre, a la cual hubiera querido quitar mgicamente sus hijos, los rivales de Winifred, le haga ahora lo mismo, robndole su nio. Cuando dice: "Mi madre consigui con sus rezos (es decir, con medios mgicos) que no tuviera mi hijo", admite, con furia y dolor impotente, que su madre logr frente a su "embarazo" lo que ella no consigui durante su infancia: destruirle el feto mgicamente. Por lo tanto, para ella es su madre la que hizo desaparecer a su hijita. Winifred da la misma explicacin de la desaparicin de su embarazo que la hallada por las mujeres de las islas Marquesas, cuando acusan a las "vehinihai" de la prdida de sus hijos imaginarios. En resumen, en su despecho por sentirse expulsada de su casa, en el conflicto entre su deseo naciente de tener una vida heterosexual adulta y de maternidad autntica y su vnculo con su madre y su temor infantil a ella, Winifred elige el falso embarazo como transaccin del momento. Satisface as sus deseos de maternidad sin exponerse al peligro del castigo materno de destruccin mayor, y se venga de su madre con su inconducta de un embarazo ilegtimo, que le permite, adems, quedarse otra vez en su casa y al lado de su
madre. Finalmente se castiga y expa su culpa por sus deseos destructivos contra su madre embarazada, al aceptar ella la desilusin final de su fantasa de maternidad con la desaparicin mgica de sus esperanzas cifradas en su hija. Winifred no poda ser madre. Posiblemente protegi su integridad fsica conformndose con jugar a la maternidad. Pero existen transacciones mucho ms autodestructivas de conflictos psicolgicos parecidos. Me refiero al embarazo extrauterino, que expone a la mujer embarazada a un peligro mortal. Tambin en estos casos entran en conflicto un deseo de maternidad y una prohibicin estricta de sta, mantenida por sentimientos de culpa y necesidad de castigo. Tanto el deseo como la prohibicin encuentran as su somatizacin. El primero lleva a la fecundacin, mientras que la prohibicin interna de seguir el embarazo pecaminoso se materializa a travs de un espasmo relativo de las trompas, dando paso al espermatozoide, pero ya no al vulo fecundado, provocando de esta manera su anidacin en un rgano inadecuado. Cada da de crecimiento del vulo acerca ms a la mujer embarazada al peligro y la expone a la alternativa de muerte o renuncia a su hijo por medio de una operacin peligrosa. Pude observar en varios casos que el fruto del embarazo extrauterino significaba para el inconsciente de la mujer el hijo de una relacin incestuosa y sumamente prohibida, aunque en la realidad proviniese del propio marido. No dispongo de suficiente material para dar un anlisis detallado y a fondo de la situacin y lamento que no exista todava, que yo sepa, literatura psicoanaltica al respecto. Sin embargo, aun los anlisis minuciosos no han podido responder hasta ahora al interrogante de por qu el mismo conflicto lleva a una mujer a la esterilidad, a otra a una compulsin a la concepcin, a una tercera a la seudociesis, y a una cuarta al embarazo extrauterino. Conocemos los conflictos, pero nos falta comprender todava por qu una mujer recurre a deter-
minado tipo de somatizacin, mientras que otra los expresa a travs de mecanismos de conversin histrica o elabora su situacin conflictual en un plano meramente psicolgico de actuacin. A esta ltima situacin quiero referirme ahora. Existen mujeres que, frente a la imposibilidad de realizar sus intensos deseos de ser madres, recurren al robo o a la mentira. Helene Deutsch (l. c.) describe y analiza en su libro las causas psicolgicas que llevan a algunas mujeres a robar nios pequeos. Aunque no dispongo de ms detalles que los aparecidos en los diarios, intentar analizar el fondo psicolgico de una situacin parecida, que conmovi algn tiempo atrs a Buenos Aires. Se trataba de lo siguiente: Un acaudalado hacendado, soltero, ya de cierta edad, denuncia a su amante de haberle hecho reconocer la paternidad de un supuesto hijo de ambos, por haber posteriormente descubierto que ella haba simulado el embarazo. Haba comprando el nio con anticipacin, a la duea de la clnica de partos, en que ms tarde se intern con los dolorosos fines mencionados. Los motivos de tal actuacin de la mujer, que tena una larga historia de aventuras y estafas, parecan obvios. Llegada a los cuarenta y cuatro aos, vio venir su ltima oportunidad: si tuviera un hijo del seor X., ste lo mantendra debidamente. Adems, despus de su muerte, ella se convertira en "la madre" del nico heredero de una gran fortuna. Sin embargo, leyendo con ms atencin la crnica policial se tiene la impresin de que Pastora de Verissimo (as se llamaba la falsa madre) obr impulsada por motivos distintos. sta debe haber sido tambin la opinin de algunos periodistas que, para aclarar los motivos de Pastora, averiguaron diversos hechos significativos de su vida: Nunca haba tenido un hijo, pero siempre vivi obsesionada por la idea de la maternidad. Joven, dej su casa y su pas. Del extranjero anunci a su madre su casamiento, para mandarle, a los diez
meses, la fotografa de un supuesto hijito suyo. Hasta la muerte de su madre, que ocurri unos aos despus, no volvi a su patria, pero sigui anuncindole anualmente el feliz nacimiento de otro nieto. Volvi a su pas natal. All provoc un escndalo, acusando a un hombre casado y de posicin de haberla embarazado. Se neg a una revisin mdica que se le exigi para verificar el supuesto embarazo, y el asunto qued en la nada. Tuvo otros episodio parecidos. Se cas con un mdico, pero enviud al ao. Escribi un libro, que fue todo un xito. Se llama "El hijo de nadie" y es la exaltacin del amor libre y del hijo ilegtimo, que pertenece nicamente a su madre. Ya cerca del climaterio tuvo una breve vinculacin ntima con el seor X. Pronto se distanci de l, pero un tiempo despus le avis que estaba embarazada. Ms tarde le pidi que fuera a verla a la clnica obsttrica de su amiga -la que le facilit el nio- para conocer a su hijo, que acababa de nacer. X no sospech nada en un primer momento y reconoci su paternidad. Slo comenz a dudar cuando encontr, escrita al dorso de la partida de nacimiento de su hijo, la siguiente leyenda, puesta por Pastora: "Hijo mo, la ltima y nica vez que estuve con tu padre fue el ltimo sbado del mes de abril y al da siguiente la reaccin de Friedmann dio resultado positivo". Su "hijo" haba nacido a principios de noviembre. Pero, segn lo escrito, Pastora lo habra concebido a fines de abril. Cuando X conoci a su hijo recin nacido en la clnica, se admir de ver un beb tan fuerte y sano (en realidad el nio ya haba cumplido un mes). Slo entonces se enter de que el nio habra nacido prematuramente. Empez a dudar, a reconstruir hechos pasados, y poco a poco se desmoron todo. La partera confes, las enfermeras tambin, nicamente Pastora sostuvo hasta el final, y ya contra toda argumentacin lgica, que el pequeo era su hijo y ella la nica con derechos sobre l.
Pastora era estril. No conozco la causa. Pero debe haber sido muy importante para ella, porque durante toda su vida trat de imaginarse y convencer a los dems de que tena hijos. Finalmente, ya lo haba logrado. Qu la llev, entonces, a poner esa burda inscripcin en el dorso de la partida de nacimiento, que le hizo perder lo adquirido y la expuso al castigo de la ley? No lo s, pero es de suponer que haya sido el mismo factor psicolgico que provoc su esterilidad fsica. En el argumento de su novela "El hijo de nadie", Pastora expone una fantasa infantil, que ya nos es conocida y que se encuentra con frecuencia en madres solteras. Tratan de tener un hijo sin padre para vivir con el nio a solas, como en su propia infancia hubieran deseado vivir con su madre, a solas y sin la intervencin de nadie. Si Pastora no hubiera sido estril, habra podido realizar su ideal. As, tuvo que conformarse con expresarlo nicamente como tesis en su libro. He hablado, en la exposicin terica (Cap. Ii), de otro anhelo fantstico, descrito por Freud. Es el deseo preedpico de la nia de recibir un hijo de la madre o de darle uno. Pastora enviaba a su madre los retratos de sus supuestos hijos. Aqulla probablemente le contestara felicitndola, dndole consejos sobre la crianza, pidindole ms noticias de los nios, etc. Esos nios, pues, existan nicamente para ella y su madre, nadie ms saba de ellos. Esa sera una forma de realizar, aunque en el plano de la ilusin y la mentira, la vieja fantasa del hijo recibido de la madre o regalado a ella, pero que, en todo caso, perteneciera nicamente a ellas dos. Pastora dio un paso ms en la realizacin de esa fantasa cuando pidi a la partera duea de la clnica que le consiguiera un nio. As realmente recibira a su "hijo" de otra mujer.
Pero las dos eran pobres. Necesitaban dinero. Por eso tenan que buscarle un padre adinerado. Creo que lo que Pastora expres en el fondo cuando buscaba un padre rico para su hijo, no era su afn de dinero, sino su resignado reconocimiento de que las mujeres no pueden tener un hijo entre ellas. Son pobres porque carecen de lo necesario para engendrarlo, del pene. Por eso, finalmente, aunque no quieran, deben recurrir al hombre. Lo que Pastora escribi al dorso de la partida tena varios significados. Intent agradar a su hijo y a s misma, reduciendo a un mnimo -a un solo coito- la intervencin del pene, desgraciadamente necesaria. As aseguraba a su hijo que l era su nico amor, y reduca en lo posible el sentimiento de odio celoso frente a los padres unidos sexualmente -que ella, de nia, debe de haber experimentado con violencia, para temer tanto que surgiera en su "hijo". Ella debe de haber exigido a su madre una renuncia total al hombre, porque, al confesar a su hijo en la partida de nacimiento su unin sexual con un hombre, lo haca en tal forma que se entregaba a la justicia, perdiendo su propio derecho a la maternidad pura. Lo expresa a travs de esas palabras que ms arriba denomino "su resignado reconocimiento", por el cual confiesa el fracaso de su fantasa infantil del hijo que le dio su madre. Cuando tiene que admitir frente a l que tiene padre, que no es fruto de ella y de otra mujer, ya se derrumba su querida fantasa; y ya no le importa denunciarse a s misma y -por medio del mensaje a su hijo- hacer fracasar todo. Probablemente haya otra causa ms de su raro proceder. Pastora de Verissimo tuvo una vida desdichada. Ha sido estril, mitmana, aventurera. Todo eso hace suponer que su infancia no fue nada feliz. De su actuacin se desprende que su padre ha estado ausente, o fue demasiado dbil o rechazante como para desligarla de su madre. Su misma situacin de dependencia de aqulla debe de haber
sido tanto el resultado de frustraciones como una fuente de odio. Probablemente su sentimiento de culpa por ese odio no le permiti realizar una maternidad fraguada y la llev a denunciarse indirectamente a la justicia, a travs del torpe mensaje a su hijo, en bsqueda de castigo.
Notas
(1) Therese Benedek, George Ham, Fred Robbins, Boris Rubenstein: "Some emotional factors in infertility" (vase Ind. Bibl.). (2) Interrogatorio acerca de la historia clnica. (3) Benedek y sus colaboradores comprobaron lo mismo en su artculo recin citado. (4) Vase Ind. Bibl. Langer y Parks Odiandorena.
Indice ::::::: Pgs. cccccc Captulo Vi. El temor a la desfloracin ................ 5 Notas ........................ 51 Captulo Vii. Frigidez ....... 52
Notas ........................ 92 Captulo Viii. Trastornos de la fecundacin ........... 93 Notas ........................ 158
Causas tpicas de esterilidad en una joven. Historiales psicoanalticos de mujeres estriles: Silvia, Sra. Z., Sra. B., A. Nn. Factores comunes en los distintos historiales. Esquema basado en otros factores. Estudio del esquema. Historiales de mujeres infrtiles. Sra. M., Olga. Esquema ampliado. Frida. Deducciones finales. En el captulo anterior describimos cmo la angustia impide la fecundacin y hablamos de las creencias populares que ven en la esterilidad un castigo por nuestros pecados. Y aunque este enfoque ya carece de validez razonable, sigue vlido para el inconsciente de la mujer estril. Cul es, entonces, su culpa? Relatar el comienzo del psicoanlisis de una joven estril, porque revela inmediatamente el factor tpi-
co causante de su esterilidad. En la primera consulta cont a su analista: "Cuando nos casamos, no quise tener hijos. Por suerte, mi marido comparta mi opinin. La idea de un embarazo me angustiaba mucho. Yo era muy joven. Quisimos gozar un poco de la vida antes de convertirnos en padres. Unos aos despus cambiamos de idea. Pero aunque hicimos durante los ltimos cuatro aos todo lo posible, yo no qued embarazada". Detalla a continuacin todos los tratamientos seguidos infructuosamente para curar su esterilidad. Dice despus: "Yo soy la mayor de varios hermanos. De nia estaba obsesionada por el temor de que mam tuviera otro chico. De pequea la golpeaba en el abdomen, como en un juego o por descuido. Si ella no reaccionaba, yo quedaba aliviada, pensando: /Bueno, si no cuida su vientre quiere decir que no est embarazada/. Tena siete aos cuando mam volvi de un viaje. No la haba visto durante meses. Pero en el puerto y ya desde la escollera, cuando pude reconocerla en el barco, me di cuenta de que esperaba un beb. Efectivamente, tena razn, mam estaba en el cuarto mes de su ltimo embarazo". Empez el anlisis con un atraso menstrual y en la duda de estar embarazada o no. Su primer sueo durante el tratamiento fue el siguiente: "Estoy en una baera, que es ms cerrada y con paredes ms altas de lo comn. Me siento muy bien. El agua es agradable, azulverdosa. Mi madre saca el tapn de la baera. En este momento aparece en el agua un hilo de sangre y s que me ha venido la menstruacin". Se despierta, va al cuarto de bao y ve que efectivamente es as. Vemos cmo la enferma relaciona espontneamente su esterilidad con su temor infantil de que su madre tuviera ms hijos. Tiene plena conciencia de esta relacin. Sin embargo, me cont como una ancdota graciosa sus intentos de averiguar de nia si su madre estaba o no embarazada, dndole golpes en el vientre. Ah no perciba conscientemente que
haba odiado a su madre embarazada y deseado destruir a los hermanos que llevaba adentro. En este odio y el temor consecutivo al castigo ya encontramos un factor bsico de su esterilidad. Habl antes de la utilizacin del trmino "culpa" en el problema de la esterilidad. El odio es la primera culpa de la persona estril. Por eso en el primer sueo que relata la enferma, un acto de la madre que representa el castigo justo por su culpa, hace aparecer mgicamente la menstruacin, es decir, la madre, como las "vehinihai" de las Marquesas, le deshace su embarazo (1). Otro sueo que la enferma tuvo despus de algunos meses de tratamiento nos revela otras causas de su esterilidad, por las cuales se siente culpable inconscientemente. Suea que intenta diluir con leche una masa compacta para poder hacer de ella panqueques rellenos. Va aadiendo leche, y cada vez la masa parece diluirse, pero despus absorbe el lquido y queda igual. En otra parte del sueo ve una mujer en un parto difcil, y a la partera amasando una masa sobre el bajo vientre de la parturienta. Este procedimiento le parece muy peligroso. En la primera parte ella misma representa la masa, a la cual agrega leche infructuosamente. La "leche" significa "semen" en el lenguaje vulgar, y representa el esperma de su esposo. ste tendra que servir para embarazarla, para que la masa se convierta en panqueques rellenos. Pero ella no se ablanda. Absorbe toda la leche y se queda igual, es decir, es insaciable. Quiere gozar de la vida sexual sin consecuencias, quiere todo el cario del esposo para s misma, como de nia haba pretendido ser hija nica y tomar toda la leche de su madre, y quiere seguir siendo una nia mimada y atractiva, en lugar de deformarse y convertirse en madre. La segunda culpa de la cual se acusa inconscientemente la persona est-
ril es, pues, su insaciabilidad y su egosmo infantil, ambos sentimientos consecuencia de frustraciones tempranas. En la segunda parte del sueo aparece una mujer en un parto peligroso, y otra, la partera, que amasa sobre ella. Como ya se haba visto en sueos anteriores, la partera representaba para el inconsciente de la enferma simultneamente a su analista y a su madre. La partera amasa, para hacer tortillas. En el lunfardo porteo se llama "tortilleras" a las mujeres homosexuales. Su tercera "culpa", que le hace evitar el parto y lo convierte en demasiado peligroso, es su inconsciente fijacin homosexual e infantil a su madre. Las tres causas citadas -el odio a la madre embarazada, el deseo de seguir siendo una nia mimada y la inconsciente fijacin ertica a la madre- la hacen sentirse culpable y le impiden madurar y transformarse en madre a su vez. Diferentes autores, p.e. Lewin Robbins (vase Ind. Bibl.) en "Suggestions for the psiychological study of sterility in women" insisten actualmente en la necesidad de investigar las causas psicolgicas de la esterilidad para distinguir en el plano psicolgico y psicosomtico dos tipos de mujeres estriles: La mujer infantil y la masculina, de carcter dominante, criterio que concuerda con el del endocrinlogo Maran (vase Ind. Bibl.). Ambas padecen la insuficiencia ovrica, teniendo como base la primera una hipoplasia primitiva de la hipfisis y la segunda una hiperfuncin de los parnquimas endocrinos virilgenos, que conduce a un proceso de luteinizacin del ovario. Nuestra enferma padeca de una leve insuficiencia ovrica que se manifestaba en su tipo fsico y en frecuentes atrasos menstruales. Creo, sin embargo, que stos y la insuficiencia eran ya consecuencia de sus problemas psicolgicos. En todo caso, perteneca al tipo infantil de mujer estril. Pero tambin en mujeres que parecan virilizadas observamos que esta virilizacin no era sino una defensa contra la situacin bsica de la mujer estril, su fijacin infantil a una
madre frustradora, y odiada por esta causa. Esta fijacin la obliga a retener a la madre a su lado. Para eso trata de encontrar la mejor forma. Si su madre la quiere y la mima an como a una nia indefensa, ella quedar infantil. Si espera poder lograr ms de su madre fingiendo ser varn y dominndola, se viriliza y fantasea tener un pene. La virilizacin le permite, por otra parte, como ya hemos visto, eludir todos los supuestos peligros inclusos en su femineidad. Para que se mantenga en la hija una fijacin intensa hacia su madre interviene generalmente otro factor importante, que exista tambin en la historia infantil de nuestra enferma. Es la falta de un padre capaz de conquistar el amor de su hija y bastante fuerte para defenderla contra sus temores inconscientes frente a su madre. El padre de la joven estril era un hombre fro y totalmente absorbido por su profesin. Si no hubiera sido as, si su padre le hubiera permitido inclinarse amorosamente hacia l, la nia habra roto el vnculo frustrador y estril que la ligaba a su madre, y ms tarde hubiera podido convertirse en una mujer normal. Veamos ahora si encontramos los mismos determinantes en varios historiales clnicos de mujeres estriles. Primeramente dar el resumen de un caso tratado por Edith Jacobson (vase Ind. Bibl.), que sufre de graves trastornos hormonales. Ya se denotan en su aspecto fsico. Silvia, de treinta y cinco aos, casada, aparenta mucha menos edad. Parece extremadamente delgada y poco desarrollada. Recurri al tratamiento psicoanaltico por una depresin aguda que relacion con su esterilidad. La determinacin de esto pareca evidente. Desde los diecisis aos Silvia no haba tenido ms la menstruacin, excepto algunas veces, bajo tratamientos hormonales intensos. En la poca del anlisis
haba renunciado ya desde haca tiempo a estos tratamientos y era totalmente amenorreica. Su depresin se haba desencadenado por un acontecimiento ntimamente relacionado con su esterilidad. Unos meses antes, de comn acuerdo con su marido, Silvia haba adoptado una criatura. Pero, al parecer, as como fsicamente no poda lograr la maternidad, tampoco estaba madura para actuar de madre. Empez a angustiarse frente al nio, a dudar si podra criarlo bien, a temer por su salud. Finalmente se enferm y tuvo que devolver el nio a la agencia de la cual lo haba tomado. A consecuencia de este fracaso cay en una depresin aguda. Silvia haba estado en tratamiento hormonal durante aos. Por su evidente trastorno glandular, su crnica falta de apetito y su debilidad, se haba diagnosticado -por suerte errneamente- una casquexia de Simmonds. Cuando empez su tratamiento analtico su analista le pidi que se hiciera revisar una vez ms. El resultado fue el siguiente: presin 90-70, pulso 64, matriz pequea y atrfica. La biopsia del endometrio dio clulas pequeas y atrficas. El gineclogo desanconsejaba cualquier tratamiento futuro de su esterilidad porque no vea ninguna probabilidad de xito. Sin embargo, Silvia empez a cambiar fsicamente desde el principio de su anlisis. Engord, sus senos se desarrollaron. Qued embarazada en el octavo mes de su tratamiento psicoanaltico, sin haber menstruado antes. A continuacin, Edith Jacobson relata los datos de la vida de su enferma que nos hacen comprender los determinantes de su esterilidad y trastorno glandular. Silvia era la cuarta hija de ocho hermanos. Perteneca a una familia sumamente pobre de inmigrantes judos. Su madre era de carcter rgido y exigente, su padre ms comprensivo, pero un hombre vencido por las dificultades de la vida. Adems, su trabajo lo apartaba mucho de su familia. Silvia fue alimentada en forma insuficiente por su madre porque sta no tena bastante le-
che. Adems, debi destetarla pronto por hallarse otra vez embarazada. Silvia tena quince meses cuando naci Mary, su cuarta hermana. Parece que reaccion a la llegada de su hermana con muchos celos y envidia oral. Su madre sola contar ms tarde, como ancdota graciosa, que de noche dejaba siempre la mamadera preparada para Mary al lado de su cama. Silvia, cada noche, se iba gateando hasta all y tomaba la mamadera, sin saber que su mam la llenaba despus de nuevo para su hermanita. Adems, ella se neg a renunciar a su propia mamadera hasta los cinco aos. La situacin de miseria en que viva la familia incitaba a cada hermano a pelearse continuamente con los dems para conseguir alimento suficiente y evidentemente no era propicia para que Silvia lograra superar las frustraciones orales de su primera infancia. Efectivamente, hasta el da de su casamiento, Silvia necesitaba succionar su dedo para dormirse, como una criatura. Hasta los cinco aos padeci de enuresis y de crisis de pavor nocturno, durante las cuales ensuciaba los muebles con excrementos. Evidentemente, su rivalidad con Mary la llevaba al deseo de prolongar ms all de su edad su condicin de beb. Mary era la ms fea y dbil de las cinco hermanas. Sufra de estrabismo, y Silvia se senta culpable por eso, porque tema inconscientemente haberlo ocasionado por haber robado el alimento (la mamadera) a su hermana. Cuando Silvia tena cinco aos y medio naci un hermano, el primer hijo varn de la familia, que coincidi con la poca en que ingres a un jardn de infantes. Conoci ah nios limpios, bien vestidos y bien alimentados. En su casa vio a su madre alimentar a su hermanito. Imagin que a una criatura le crece el pene y resulta ser varn si la madre lo alimenta bien. Su envidia del pecho y de la mamadera se convirti en envidia del pene. Pero no se permita estos malos pensamientos.
Para negarlos cuid muy bien a su hermanito. Vivi su circuncisin con sentimientos de culpa, como si le hubieran cortado un pedacito del pene para satisfacer su hostilidad y envidia. Ms tarde expresaba su envidia del pene a travs de fantasas ambiciosas. Se imaginaba que alcanzara grandes xitos que le atraeran la profunda admiracin de una mujer buena y noble, que la haba adoptado. Es decir, que Silvia crea que su madre podra quererla si ella fuera varn. Por eso necesitaba un pene o xitos, que segn ella eran nicamente asequibles al hombre. Amargada por el amor que su madre demostraba a su primer hijo varn, fantaseaba con tareas varoniles y una madre ideal que le perteneciera nicamente a ella. Expresaba su envidia del pene tambin en forma directa. Con sentimiento de culpa record en su anlisis haber manejado rudamente a su hermanito, cuando tena que cambiarle los paales, o tocarle el pene. A los diez aos oy que su madre deca a una vecina: "No s por qu llaman a los hijos un regalo del cielo. Para m son una maldicin". En esta poca Silvia empez a preocuparse conscientemente por la vida sexual. Como comparta el dormitorio con sus padres, tena frecuentemente oportunidad de observarlos en sus relaciones genitales. Se forj un concepto cruel y angustiante del coito, embarazo y parto. Su fijacin oral la llevaba a imaginarse que la mujer se embarazaba por comer algo del pene del hombre. En esa poca la madre qued embarazada. Silvia oscilaba entre dos posiciones opuestas: a veces quera ser varn; su envidia del pene, rgano que segn sus teoras infantiles era un indicio de haber sido bien alimentado por la madre y una garanta de seguir sindolo en el futuro, fomentaba este deseo. Otras veces envidiaba a su madre el embarazo, consecuencia, como crea, de que sta se haba alimentado de algo que su padre le haba dado.
Es decir, tanto su envidia del pene como del embarazo eran, en el fondo, consecuencias de sus frustraciones orales. Silvia tena fantasas hostiles contra su madre embarazada. Esperaba que su vientre abultado estallara, que su madre morira y ella se quedara con el nio. Naci otro varn. Por sus sentimientos de culpa y por rivalidad con su madre, lo cuidaba muy bien. Desgraciadamente, al ao y medio el nio muri en un accidente. La madre reaccion con una depresin aguda, que slo super por otro embarazo. Silvia, una vez ms, se sinti culpable. En su anlisis record angustiada haber sentido alivio, al par que tristeza, por la muerte de su hermano, al pensar que ahora haba uno menos en casa para alimentar. Reprimi estos pensamientos y se convirti en una nia buena, triste y sumisa. Sobrevino su pubertad. Su menstruacin era normal. Pero sus instintos recin despertados luchaban contra su sumisin a la rigidez moral y la tristeza del ambiente familiar. Se enamor de un muchacho cristiano e insisti frente a sus familiares en estudiar y seguir una carrera universitaria. As intentaba escapar de su casa, tan pobre y tan triste. Adems, por sus estudios quera realizar sus fantasas de xito de tipo masculino, susceptible de lograr el cario de una madre ideal. Su familia se opuso. Sus hermanas, que haban tenido que trabajar inmediatamente de terminar la escuela, le reprocharon su egosmo. Silvia sigui luchando y venci la resistencia familiar. Pero se castig y se someti interiormente al juicio de su familia, reduciendo a un mnimo su alimento. De esa poca data su delgadez y su falta de apetito. Adems, intent reprimir su pasin prohibida por su novio cristiano. Empez a menstruar irregularmente, hasta que, a los dos aos de la menarqua, se estableci una amenorrea completa. Pero no logr vencer del todo sus instintos. Slo cuando se entreg a su amigo su remordimiento fue tan grande que pudo renunciar a sus deseos.
Rompi con l, y durante los aos siguientes se dedic nicamente al estudio, sin tener ningn trato con sus compaeros varones. Ms tarde se cas con un hombre del agrado de sus padres. Al principio de su matrimonio sigui con su labor profesional. Pero poco a poco se volvi cada vez ms dbil y enfermiza, convirtiendo inconscientemente a su marido en una madre cariosa, que la cuidaba y alimentaba como si ella fuera una nia pequea. Logr en esta forma lo que haba conseguido en su infancia. Pero sus viejos deseos de tener un pene o una profesin -para conseguir el cario materno- o de ser madre -para conquistar a su madre, identificndose con ella- se mantenan vivos dentro de ella. Consigui convencer a su marido de que adoptasen una criatura. l acept, pero ella fracas lamentablemente en su intento de maternidad. Fue este fracaso lo que la llev finalmente al anlisis. Antes de intentar la comprensin de la esterilidad de Silvia, debemos analizar los dos sntomas que la provocaron orgnicamente: la inapetencia crnica y el trastorno glandular. Edith Jacobson vio en la falta de apetito de su enferma un autocastigo por su envidia oral. Surgi por primera vez cuando quera estudiar, robando en esta forma el pan a su familia por no contribuir a su sostn con un trabajo remunerado. Le serva, adems, para reprimir sus deseos sexuales, que para su inconsciente significaban deseos de comer algo prohibido. Por otra parte, su inapetencia la satisfaca tambin. Silvia no se atreva a acusar a su madre por haberla alimentado mal. Pero su mismo aspecto fsico lamentable era una acusacin visible para todos. Finalmente, su cuerpo, delgado, sin formas, parecido al de un adolescente, corresponda a una realizacin parcial de su deseo de ser varn. Este mismo deseo se expresaba a travs de su otro sntoma, la amenorrea, cuyas causas psicolgicas eran mltiples. Silvia haba
envidiado y odiado a su madre embarazada, le haba deseado la muerte. Creci y se hizo mujer. Cuando ella misma estaba enamorada y ansiosa de un hijo, tema el castigo por aquellos deseos de muerte. La salida ingeniosa que encontr a este conflicto angustiante fue su amenorrea. sta significaba tanto escapar de su femineidad como realizar imaginativamente sus deseos de embarazo. Adems, no tener la menstruacin era ser como los hombres. Ms tarde, durante su matrimonio, surgieron deseos ms regresivos. Ya renunciaba a su seudovirilidad. Entonces utiliz la amenorrea como la inapetencia y todo su estado fsico precario para poder ser una nia pequea y mimada por el esposo-madre. Silvia qued encinta a los ocho meses de tratamiento, con el cual continu hasta poco tiempo antes de su parto. Segn Edith Jacobson, se haba modificado lo suficiente como para lograr el embarazo y, en lo general, una mejor salud fsica y psquica, pero distaba mucho an de obtener una curacin completa de sus neurosis. Sin embargo, era tan feliz con su hija que no quiso reanudar el tratamiento. La persistencia de sus conflictos bsicos pronto se manifest de nuevo a travs de sntomas orgnicos. El parto fue fcil, pero la lactancia tuvo que interrumpirse pronto por una mastitis. La menstruacin apareci en fecha normal luego del parto -la primera en muchos aos- y desde entonces ambos esposos tomaron medidas anticonceptivas, a pesar de las cuales pronto qued embarazada otra vez. Silvia se someti a un raspaje e intensific despus sus cuidados preventivos, con el nico resultado de un nuevo embarazo. Despus de otro raspaje, quiso recurrir a una esterilizacin quirrgica para
evitar definitivamente futuros embarazos. Desisti despus de una conversacin acerca de ello con su analista. Edith Jacobson llama la atencin sobre esta evolucin sorprendente del cuadro endocrino de su enferma, que es una demostracin evidente del grado de influencia de los factores psicgenos sobre los procesos hormonales. El anlisis haba transformado a una estril en una mujer hiperfrtil. Esto pudo ocurrir porque no se haban solucionado los conflictos bsicos de la enferma. stos -su envidia a la madre, que tiene muchos hijos, y su tendencia a castigarse por esta envidia, la llevaron a lo que Helene Deutsch llama "concepcin compulsiva", es decir, en este caso, a embarazarse y castigarse cada vez con un raspaje, torturndose hasta decidirse a renunciar definitivamente a su femineidad por medio de la esterilizacin artificial. Parece que vivi en su inconsciente como un perdn de su madre la conversacin con su analista, quien le desaconsej esta medida drstica. Encontr entonces un medio menos doloroso de evitar futuros conflictos y angustias: se volvi de nuevo amenorreica y logr as ser estril sin intervencin cruenta. Al mismo tiempo empez a trabajar de nuevo, pero no en su profesin anterior -que significaba para ella masculinidad- sino en algo que la satisfaca mucho: escribi con xito artculos sobre psicologa infantil en revistas de divulgacin. Es decir, finalmente se convirti, de una nia abandonada con muchos hermanos preferidos por la madre, en la madre ideal y comprensiva que haba anhelado durante toda su vida y encontrado, parcialmente por lo menos, en su analista. Adems tena una sola hija, a la cual brindaba todo lo que ella haba deseado tan fervientemente. Esta doble identificacin con una madre buena y con una nia feliz -su propia hija- le permita abandonar su rivalidad con la madre frustradora -la que tiene muchos hijos-, y sus deseos varoniles, que haban estado destinados a convertir a esta madre frustradora en tan buena y comprensiva como lo era con el hijo varn.
Relatar a continuacin gran parte del historial clnico de una enferma del Dr. Crcamo. Tanto su historia como los dos siguientes fueron publicados por nosotros en 1944 en la "Revista de Psicoanlisis", en un trabajo escrito en comn con el Dr. Crcamo, y en forma algo ms completa, en "Patologa psicosomtica" (vase Ind. Bibl.). Se trata de la seora Z., de treinta y cuatro aos, que sufre de inseguridad en s misma, de accesos de depresin, tristeza e impulsos suicidas. En la esfera somtica, presenta constipacin, que aumenta en los perodos menstruales, que son irregulares y dolorosos. Exmenes clnicos diversos acreditan el diagnstico de disfuncin ovrica e insuficiencia luteinica. Al lado de una madre neurtica tuvo una niez triste. Su hogar infantil fue teatro de frecuentes reyertas conyugales. El padre, de aspecto varonil, afectuoso, tolerante ms por indiferencia que por bondad, fue una figura un tanto borrosa en las escenas familiares, desempeando papeles de segundo orden. La vida familiar estaba regida por la madre, caprichosa, extravagante y tirnica; era la personificacin de la protesta viril y de la ambivalencia. Admiraba y odiaba al hombre, acusndolo de cuantos males aquejaban a las mujeres; el embarazo figuraba entre los ms intolerables. Trat de inculcar estos sentimientos a sus hijas, comprendiendo el amor slo como juego de burla y desquite. el nacimiento de esta hija decepcion a la madre, que deseaba un nio. Nunca le perdon su sexo, ni las molestias del embarazo, ni los sufrimientos del parto, anormalmente largo y dolorosos. Adems, creci un poco desgarbada, menos bella que las otras hijas, lo que aument el resentimiento materno y contribuy a agravar cualquier traspi de su conducta infantil. La nia intuy los medios de congraciarse con su madre: se convenci que sta la odiaba por su falta de pene. Reprimi
entonces su feminidad y exalt los rasgos masculinos, expresados en una conducta independiente y en gustos varoniles. Se hace audaz en la accin y estoica en el sufrimiento. Inconscientemente fantasea con su retorno al seno materno. El contenido de estas fantasas constituye la recuperacin de la madre o su posesin violenta y sdica. Pero volviendo contra s misma la agresividad, sufre masoqusticamente, consiguiendo en un mismo acto la satisfaccin y la anulacin del impulso destructivo, destruccin y salvacin del objeto materno. Este mecanismo queda fijado como ulterior modelo de su carcter masoqustico. A cada intento de genitalizacin, alejamiento de la madre, seguir una serie de fracasos y conflictos punitivos. Se siente muy feliz lejos de la madre y simultneamente la extraa. Los fracasos y torturas morales eran el camino tortuoso de regreso a la madre. A la incomprensin y rechazo de la madre, equivalentes al destete, se suman en su infancia el trauma de su falta de pene (castracin) y sus intentos por recuperarlo. Lo expresa en recuerdos encubridores, uno de los cuales es el siguiente: Soplando por una pajita haca pompas de jabn, cuyas gotas, al romperse aqullas, reciba sobre su cara voluptuosamente, cerrando los ojos. El recuerdo alude a sus fantasas de castracin y a prcticas masturbatorias. Las pompas son un smbolo del pene perdido y de las ideas viriles a que hubo de renunciar. Espera compensar lo perdido en la relacin heterosexual, representada por la lluvia de gotas vivificantes. Pero la pompa de jabn representa tambin el vientre o seno materno, que ella destruye y anhela recuperar por retorno a la madre. La enferma asocia la sensacin de frescura producida por las gotas sobre su cara con el recuerdo de fuentes y lagos, es decir, con smbolos maternos. Expresa, pues, por su fantasa, la creencia de haber perdido a su madre por su falta de pene y la esperanza de poder recuperar, en su vida genital heterosexual, las gratificaciones anheladas.
Sin embargo, en el fondo busca a su madre en su compaero sexual. Esto se confirma por el contenido de sus fantasas inconscientes durante el coito: son de agresin oral y de robo del pene paterno. Efectivamente, toda su sexualidad est dominada por intensas pulsiones destructivas. Pero el anlisis descubre que ella esconde detrs de su aspecto exterior viril y dominante una afectividad fina y tierna. Lleg al matrimonio con inmadurez sexual; su protesta viril y fijacin inconsciente a la madre impiden su entrega pasivo-femenina al esposo. La imagen materna contina prohibiendo y frustrando todo anhelo personal legtimo. El psicoanlisis de la enferma descubre que la depresin es el resultado de conflictos internos, vividos antes con la madre y vinculados luego a su marido y al mundo exterior, cada vez que pulsiones instintivas la comprometan en un gesto de independencia, exponindola a la amenaza de castigo y abandono de la imagen interior de la madre frustradora. El sometimiento a sta se lograba a costa del renunciamiento instintivo, mediante el mecanismo infantil, ahogando la rebelin y obligando a la agresin liberadora a volverse contra s misma. Por eso tiene crisis depresivas e ideas de suicidio cuando su novio le propone fijar fecha de casamiento, episodio que se repite en renovados conflictos. El anlisis logra ponerlos al descubierto. La enferma, al ir despojndose de la exuberancia de su virilidad reactiva, empieza a desarrollar su feminidad y a modificar su carcter. Con el despertar de su feminidad descubre tambin sus deseos de maternidad. stos son expresados al comienzo de una manera tmida y ansiosa, como temor de estar embarazada, vigilancia obsesiva de la menstruacin y luego pesadillas en las que se ve con cara de idiota, aterrorizada ante las amenazas del analista, representante de la madre. Su madre sola tachar de idiotas a las mujeres que se embarazan. La
frigidez desaparece, as como la constipacin, los dolores e irregularidades del perodo. Luego sobrevienen atrasos en la menstruacin, que permiten deducir la repercusin de sus deseos de ser madre sobre la funcin menstrual. Cuando sobreviene un atraso de dos meses, se verifica el embarazo, que contina sin trastornos, mientras el tratamiento psicoanaltico sigue resolviendo paulatinamente la fijacin materna y el sentimiento de culpa. Veamos ahora otro historial. La seora L., de treinta y dos aos de edad, se someti al anlisis exclusivamente para curar su esterilidad. Casada haca doce aos, trat en vano de embarazarse, habindose sometido a todos los tratamientos ginecolgicos y hormonales corrientes. El marido era perfectamente sano. Era una mujer sensata, agradable e inteligente, conforme con su vida actual y sin trastornos sexuales. Su infancia haba sido difcil. De nia se haba enfermado de una poliartritis aguda, que le provoc una lesin cardaca. Cuando acudi al anlisis, su cardiopata estaba compensada desde haca tiempo. Pero en su infancia haba sufrido por las restricciones que le impona su estado de salud. Tena una hermana mayor y dos hermanos varones menores. Muy joven se enamor de un adolescente, con quien se cas ms tarde. Fue feliz en su matrimonio. Su nica pena era su esterilidad, que la haca sentirse inferior frente a otras mujeres y la llenaba de sentimientos de culpa frente a su marido, que deseaba tener un hijo. La concepcin se efectu despus de un tratamiento de nueve meses, en el cual analiz casi exclusivamente su relacin con la madre. Debemos, pues, buscar la causa principal de su esterilidad en su reaccin preedpica. En los primeros meses del anlisis la enferma empez a comprender la inten-
sidad de su fijacin a la madre, su gran envidia del pene y su rivalidad y celos frente a los hermanos menores. Evidentemente, estos tres temas tenan una ntima relacin entre s. Luego transcurri el anlisis casi hasta la concepcin con cierta monotona. Despus de cada menstruacin volva la misma queja de que la madre no quiso que ella tuviera hijos, por lo tanto no tena la culpa de su esterilidad; en parte esto era real, ya que su familia haba tomado su cardiopata como motivo para desaconsejarle un embarazo. A veces culpaba tambin al padre o al marido. Sin embargo, existan sueos que demostraban un sentimiento intenso de culpabilidad y deseos de autocastigo en relacin con la madre encinta. Qued grvida cuando comprendi que sus reproches a la madre eran en el fondo reproches que se haca a s misma -la madre que le prohiba embarazarse era ella, de nia, intentando mgicamente prohibir a su madre ms embarazos y logrndolo las veces que su mam abortaba-, y que ella tena la "culpa" por el temor de abandonar su virilidad protectora y la gratificacin de sus resentimientos contra su madre. Antes de darse cuenta conscientemente de su embarazo, sus sueos delataban que ella tena algo valiosos que quera guardar y esconder a su analista. Su temor de comunicarme su embarazo era un temor a la venganza de la madre, en la cual proyectaba su propia agresividad, sentida contra ella en este estado. En resumen, lo que impeda a la enferma quedar encinta era una fijacin oral intensa a la madre, probablemente consecuencia de un destete y brusco retiro de cario ocurridos por el nuevo embarazo de la madre y el nacimiento de un hermano menor. Esta fijacin no fue nunca superada completamente. El nacimiento de un segundo hermano hizo revivir el mismo trauma. Adems, la madre se embarazaba frecuente-
mente, provocndose abortos. La nia debi sentir contra ella un odio intenso en esta situacin. Este odio le impeda identificarse con su madre embarazada y lograr as la maternidad. Adems, quiso, con su esterilidad, impedir mgicamente la vida sexual de sus padres confirmada por los embarazos maternos. Satisfaca esta fantasa identificndose con una madre asexual, que no puede tener hijos. Para librarse de sus sentimientos de culpa, niega y proyecta su rechazo de la mujer embarazada. Dice que no es ella quien quiere prohibir a su madre la maternidad, sino que son su madre y ms tarde su analista quienes no le permiten a ella tener un hijo. Su padre apareca poco en sus conflictos infantiles. Era un hombre que no desempeaba ningn papel importante en la familia. La madre tena que hacerlo todo, ocuparse de los hijos, de la casa y del negocio. As quedaba poco tiempo para los hijos, que se criaron en un ambiente de frustracin afectiva. El padre no les daba mucho, y aun les quitaba el cario de la madre, durmiendo con ella y embarazndola. Por eso nuestra enferma estaba en franca rivalidad con su padre. Tanto frente a l como a sus hermanos senta envidia del pene, que en sus sueos se simbolizaba a menudo como envidia oral. Esta envidia tambin le impeda embarazarse. No poda tener un hijo sin renunciar definitivamente a la esperanza de tener un pene algn da y conquistar a la madre. Su situacin psquica cambi de aspecto desde su embarazo. Lo vivi al principio con sentimientos de culpa frente a su padre, como si le hubiera robado el pene (fantasa en la cual equiparaba por una parte el pene con el feto y por otra se acusaba de haber privado as a su madre de las relaciones sexuales con el padre). Intent, pues, esta vez satisfacer sus deseos infantiles ya no con su esterilidad sino con su embarazo. Ms tarde revivi en su anlisis el pesar que le causaba
abandonar a la madre. A pesar de su cardiopata toler bien su embarazo, y dio a luz sin complicaciones y en un buen estado psquico. Interrumpi despus su anlisis, al cual recurri de nuevo cuando, en ocasin del destete, se le produjo un estado cardaco grave. Relatar ms adelante esta situacin y sus causas. Referir ahora el historial de la seora B. Mujer fsicamente sana, de aspecto ms bien viril, de treinta y cinco aos de edad, casada hace doce aos; se somete a un tratamiento psicoanaltico porque sufre de una grave depresin con estados de angustia, ideas de suicidio e impulsos obsesivos. Se senta compulsada a matar a sus familiares y especialmente a dos sobrinas que convivan con ella. Nunca haba estado embarazada, a pesar de haber seguido varios tratamientos, que abandon algunos aos antes de empezar su tratamiento analtico conmigo. La enferma era la sptima de once hermanos. En el anlisis se revel que haba sufrido dos veces una serie de traumas casi idnticos. En su primera infancia, a los seis aos, su madre, muy querida por ella, muri a consecuencia de un parto. Abandonada por la madre, ella, que era la hija preferida del padre, vuelca su amor en l. Queda defraudada cuando ste se casa, despus de un ao, en segundas nupcias. Por haber perdido al padre, trata de identificarse con l. Adems, desplaza gran parte de su cario sobre su hermano Juan. Ms tarde se repite la misma situacin traumtica de su infancia: Juan se casa poco antes que ella. Y otra vez no es ella quien tiene hijos, sino su cuada, que tiene dos partos y varios abortos. Alicia, la cuada, muere en circunstancias dramticas por un aborto provocado. La enferma decide, entonces, hacerse cargo de su hermano y de sus dos sobrinas, entregndose con gran dedicacin y sacrificio a educarlas.
Cuando, ms tarde, se entera que su hermano tiene una amante, trata de esquivarla, como hizo antes con la madrastra. Adems, es ella el hombre de la casa, maneja todo y domina al marido y al hermano. Algunos aos ms tarde, Cuando Mara, la mujer de su hermano menor, queda encinta, la paciente tiene una breve amenorrea. Poco tiempo despus empieza su melancola, que llega a un punto culminante en la poca del parto de Mara. El sentimiento ms evidente que la enferma demostr en la primera fase de anlisis fue el odio. Odio consciente contra Alicia, su cuada muerta, y odio mal reprimido contra su madre. Transfiri este odio sobre m. Adems, en las sobrinas, que haba adoptado, y en mis hijos, odiaba a sus hermanos menores. Tena fantasas de matar a las nias o de matarme, de robarme mis hijos y torturarlos, etc. Simultneamente no se perdonaba este odio. Por eso se atormentaba con autorreproches melanclicos y tena ideas de suicidio. stas representaban deseos agresivos, dirigidos contra la madre introyectada. De nia haba estado muy apegada a sta. Sin embargo, Cuando la madre muri en el puerperio, la nia no demostr ningn pesar. Durante la primera fase de su anlisis se reprochaba esta aparente indiferencia -que era el resultado de un conflicto de ambivalenciade tipo melanclico. Ms tarde admiraba conscientemente en su madre su bondad, su complacencia con el padre, su modestia y capacidad de sufrimiento y sacrificio. Inconscientemente rechazaba todas estas cualidades como indicio de debilidad femenina. Hubiera preferido ser hombre. En la infancia sufri una hernia inguinal, que la molestaba en sus juegos y actividades deportivas. Sin embargo, no se decidi a separarse de su hernia, que describi con las si-
guientes palabras: "Me avergonzaba desnudarme delante de otras mujeres, porque me senta muy distinta a ellas. Tena un bulto cerca de mis genitales". El "bulto" representaba para su inconsciente un pene escondido, que tal vez algn da podra salir, convirtindola en hombre. Solamente ya de novia, poco tiempo antes de casarse, renunci a l y se decidi a la operacin. Siempre haba seguido una conducta ms bien viril. Muy activa, capaz y enrgica, era el "hombre" de la casa. En su vida sexual, ms bien frgida, su placer aumentaba adoptando la posicin masculina. Sin embargo, Durante su depresin, parece haber abandonado su papel viril. No comprende cmo pudo ser antes tan independiente. Conscientemente desea con ansiedad quedar embarazada. Habla a menudo de someterse a otro tratamiento gienecolgico, de que un hijo propio sera su salvacin, etc. Pero siempre asocia parto con muerte. En un lapso significativo, confunde la Natividad con el Viernes Santo, sosteniendo que Jess muri el 24 de diciembre, y asocia la muerte del hijo con la posible muerte de la madre. A menudo me pregunta, con mucha insistencia, si el tratamiento psicoanaltico podra cura su esterilidad. Teme que yo, representante de su supery materno, le exija quedar encinta. Pero mientras hablaba del futuro y de su posible embarazo, su depresin iba siempre en aumento, junto con sus ideas agresivas y de suicidio. Un da fantasea: "Voy a quedar embarazada con ayuda del tratamiento, pero a pesar de ello me voy a suicidar". Cuando comprend que quedar encinta significaba para ella introyectar a su madre y morir, matndola de nuevo, le expliqu que no exista ninguna necesidad de que ella tuviera un hijo, que muy bien podra curarse sin eso y ser una persona til y productiva. La enferma se calm visiblemente. Le interpret, adems, consecuentemente sus sentimientos de culpa por la muerte de su madre,
su agresividad contra sta y su temor inconsciente de morir en el parto. Desde entonces su anlisis entra en una nueva fase. La melancola desapareci totalmente casi de un da a otro. En el anlisis, la paciente empieza ahora a elaborar su fijacin a su hermano Juan. Despreciada por su padre al casarse ste nuevamente, ella haba desplazado sobre el hermano sus sentimientos infantiles heterosexuales, continuando con l su complejo edpico positivo. Los sentimientos de culpabilidad, originados por esa fijacin, no fueron la causa directa de su depresin sino una de las razones de su esterilidad. Deca a veces en el anlisis: "Si Juan se fuera de casa, entonces s podra tener hijos". Esta idea volva tambin en sus sueos. Adems, aparece en sus sueos su gran desilusin causada por Juan, al unirse ste, despus de la muerte de su esposa, a otra mujer. En la enferma se repite la desilusin sufrida de nia, Cuando su padre se cas por segunda vez. Y repite tambin su rechazo de la feminidad. En su adolescencia, Juan le haba parecido ms viril que su marido. Ahora ve que l tampoco es un verdadero hombre, que ella es mucho ms activa y se desempea mejor en la vida que l. Recuerda haber ledo una vez en un diario que una mujer haba cambiado de sexo por una operacin. Observa que en su familia las hijas se parecen ms al padre que los varones, y que valen tambin ms que ellos. Durante su depresin se identificaba a veces con una parienta suya, que en un ataque de locura sali semidesnuda a la calle, exhibiendo sus paos manchados por la menstruacin. Posteriormente esa mujer se suicid. Demuestra con estas asociaciones una vez ms la estrecha relacin que existe para ella entre feminidad, locura y muerte. Adems, la enferma viva siempre su menstruacin en forma traumtica. Tena hemorragias muy fuertes y molestas.
Ahora surgen otros recuerdos y sueos relacionados con la menstruacin, y, en parte, directamente con Juan. Como ya dije, la mujer de Juan haba muerto a consecuencia de un aborto. Por esta razn, teme que Juan, si juega un papel activo en sus relaciones, la har menstruar, abortar y morir como la cuada. Su fijacin a Juan le trae as dos peligros: uno, de entregarse a l, y el otro, de atraer sobre s el castigo de la madre, por querer robarle a Juan, representante del padre. El primer conflicto se soluciona provisoriamente, adoptando una actitud activa frente a Juan. Lo protege y domina, y en sus sueos lo castra. El otro problema causa una resistencia tenaz en su anlisis. En la transferencia vive su deseo de robar a la madre el padre o su pene como si quisiera robarme algo a m, o se defiende invirtiendo la situacin y sospechando que yo quiera despojarla de algo valioso. Desea interrumpir el anlisis porque le parece muy caro. Asocia dinero con heces y con el pene del hermano. Suea que me comunica haber conseguido un buen empleo; despus se va, y solamente cuando ya est alejada de mi casa, se da cuenta que se ha llevado consigo a mi hijo mayor; regresa, me encuentra en el zagun de una casa vieja y me devuelve al nio. Yo, en el zagun, represento a su madre; el nio, mi hijo mayor, tanto a uno de los hijos de su madre como al pene de Juan o de su padre, mayor que el de su marido. La interpretacin del sueo es la siguiente: Ella desea dejar su anlisis, temerosa de que yo descubra sus intenciones de robo, y de sus consecuencias. Quisiera tener un buen empleo para ser poderosa (tener dinero) y desempear una actividad ms viril, tal como en su infancia, frente a su madre, quiso usurpar el lugar del padre. Para poder realizarlo roba a la madre o a m el pene del padre o de Juan o de mi hijo. Se ve impulsada a esta actitud viril porque no es mujer como su madre o yo, no tiene hijos.
Entonces intenta robarlos; fracasada esta solucin porque al robarlos destruye a la madre y a s misma (atribua su enfermedad a haberse quedado con las hijas de su difunta cuada), no le queda otra salida que renunciar del todo a su femineidad, devolver lo robado y tratar de adoptar una actitud viril. Cuando comprende que yo no le exijo separarse de Juan, su actitud hacia m cambia. Le parezco ahora buena, pero muy dbil y sumisa, como lo era tambin su madre. Poco a poco entra en una fase ligeramente manaca. Se siente muy bien y llena de actividad. Pero es muy agresiva. Por ejemplo, se pone en conflicto con los inquilinos de la casa alta, porque ellos riegan las flores de su terraza sin preocuparse de si mojan la vereda. La interpretacin de su protesta sintomtica es que ella no quiere que la mojen porque no quiere ser tratada como mujer. Desea dominar a la familia y ocupar el lugar que antes tena su padre. Sin embargo, inconscientemente duda de su capacidad y, como se pudo ver en la interpretacin de un sueo biogrfico, comprende que se ha enfermado por haber querido desempear sucesivamente el papel de su madre, de su padre, de las dos mujeres de su hermano, mientras que ahora prefiere ocupar el lugar de un cuado, que es un poco el dictador de la familia. Adems de entrometerse en todos los asuntos familiares y de desplegar una actividad hipomanaca, tiene otro sntoma: una gran agresividad contra las dos sobrinas que viven con ella. Al adoptar una actitud viril, su homosexualidad se refuerza. Ya no insiste tanto en que Juan siga viviendo con ellos, pero quiere quedarse con sus sobrinas. Simultneamente, para defenderse del recrudecimiento de su homosexualidad, es muy agresiva con las nias, que inconscientemente representan para ella tambin a su madre y a su cuada. En un sueo ve a la mayor de las nias durmiendo echada en una actitud provocativa sobre la cama de su madre. Asocia que la nia se parece ahora mucho a su cuada muerta.
Luego tiene fantasas de haberme visto durmiendo, en la misma actitud provocativa como la de la sobrina en el sueo. En la misma poca empiezan a surgir ideas agresivas contra mujeres embarazadas. Cree acordarse de mi aspecto grotesco estando encinta, a pesar de no haberme visto nunca en este estado. Le parece que sus sobrinas son muy enamoradizas a pesar de la buena educacin que les ha dado, que los hijos tienen que sufrir por los pecados de los padres y que las nias van a terminar mal. Por el material de sus ocurrencias y sueos se le pudo interpretar que ella haba estado muy celosa de su cuada encinta y que, para vengarse de su infidelidad, haba adoptado a las sobrinas para pervertirlas. La enferma asimila poco a poco esta interpretacin y, cuando la ha aceptado, cambia su actitud frente a las nias. Ya no es agresiva y las trata con cordialidad. Adopta nuevamente una actitud ms pasiva. Se siente muy bien y quiere dejar el anlisis, dndose por curada. El 1 de junio tiene la menstruacin. Al da siguiente se entera que su padre enferm gravemente de una hipertrofia de la prstata. Ella no haba pisado la casa paterna durante doce aos porque el padre se haba opuesto a su casamiento. Ahora se reconcilia con l y la madrastra. Para ella, el tumor de la prstata equivale a la castracin del padre. Se comporta muy bien con los padres y tambin se permite por primera vez ser muy cariosa con sus sobrinas. Una de ellas comenta: "La ta ha cambiado, no s qu le pasa, pero es como una seda". Al propio tiempo que su padre enferma, ella se entera que su cuada Mara est encinta otra vez. Por esto no llama mayormente la atencin no tener su regla a fin de junio, porque, como la he dicho, su enfermedad empez con una amenorrea al quedar esta misma cuada encinta por primera vez. Sin embargo, empieza poco a poco a penar en un embarazo, pero ms bien rechaza esta posibilidad. En sus sueos re-
aparecen autorreproches y cierta ambivalencia, pero la enferma, ansiosa de dejar el anlisis, se resiste a cualquier interpretacin ms profunda. Algunos das despus de mi propuesta de hacerse una reaccin Friedmann, suea "que est bajando apresuradamente una gran escalera y ve en un patio algunas mujeres haciendo ejercicios; ella pasa furtivamente detrs de la profesora de gimnasia". Bajar rpidamente la escalera se interpreta como terminar pronto su anlisis. El edificio la hace recordar la maternidad. Las mujeres haciendo ejercicios son mujeres en parto, y la profesora de gimnasia es el analista. As, ella quiere entrar en la maternidad sin ser vista por m. Finalmente se decide a la reaccin Friedmann, y en su ltima sesin comunica el resultado positivo. Se despide amistosamente. Quince das ms tarde aborta. Ya repuesta, viene a verme y conversamos frente a frente. Ella confiesa que se da cuenta de haber provocado inconscientemente el aborto. Est serena y espera quedar pronto nuevamente embarazada, admitiendo que no quiso tener un hijo que hubiera sido para ella "un triunfo del anlisis". Ya no quise ahondar ms, pero por la revisin de sus ltimos sueos parece evidente que este hijo, engendrado durante el anlisis, que fue pagado por una ta, hermana de su difunta madre, significaba para ella un hijo robado a la madre. Adems, por su ambivalencia, no quiso darme la satisfaccin de "un triunfo del anlisis". Durante los meses siguientes mantuvimos de vez en cuando conversaciones, discutiendo el porqu de su aborto. Un ao despus de haber dejado su anlisis y, como ella misma observ, justamente en el da de mi santo qued otra vez embarazada. Tanto este embarazo como otro, cuatro aos ms tarde, lleg a trmino sin complicaciones.
Dar todava un breve resumen del historial clnico de la enferma. De nia, muy fijada oralmente a la madre, la odia por su infidelidad, comprobada por varios partos. Cuando muere la madre, teme ser la culpable de esta desgracia, por haberla matado mgicamente con la fuerza de su odio. Desde entonces maternidad y muerte estn ligadas en su inconsciente. Sin embargo, necesita amor y se inclina en actitud femenina hacia el padre. ste la rechaza, casndose. Se siente desprecida, e identificndose con l, adopta entonces una actitud viril. Con esta defensa logra salvarse de la identificacin peligrosa con la madre, protegerse de su castigo (la destruccin interior y muerte) y superar la desilusin sufrida por el padre. Pero su oposicin todava no es definitiva. Mantiene una actitud de cario femenino hacia su hermano preferido. Ms tarde, a raz de los embarazos y la muerte de su cuada por un raspaje, repite sus vivencias infantiles con un agravante: se anima a realizar sus fantasas pecaminosas, al llevar a su hermano y a las hijas de l y de la cuada muerta a su propia casa. Eso significa para su inconsciente haber cometido un nuevo crimen: adems de haber matado de nuevo a su madre, en la figura de su cuada, la ha despojado de su esposo -su hermano- y de sus hijos. A costa de la muerte de otra mujer ha logrado tener nios, sin correr el peligro de muerte que significa el parto. Despus de tanta culpa ya su nica proteccin contra el castigo ser la esterilidad. Ante la prdida amenazante de Mara, su cuada embarazada, que es otra representante materna, y amada ambivalentemente por esta razn, la introyecta y se enferma de melancola. Relatar en forma muy reducida otro caso ms, por cuyos datos agradezco al doctor Wencelblat. Se trata de una joven, A. N., de veintitrs aos, casada desde tres aos atrs,
que acudi al anlisis por su esterilidad, tratada infructuosamente por los diversos tratamientos ginecolgicos. Logr embarazarse durante su psicoanallisis, que permiti comprender las causas de su esterilidad. Era la segunda de cinco hermanas. Su destete fue brusco y ocurri tempranamente, a causa de un nuevo embarazo de su madre. Cuando tena tres aos naci otro hermano ms. Tuvo la menarqua a los diez aos y medio. Algn tiempo despus su madre qued de nuevo encinta. Intent abortar y tuvo que ser internada en grave estado en un sanatorio. Cur, abandonando asustada sus intentos de aborto. El embarazo termin en un parto difcil, efectuado por una operacin cesrea. A. N. estaba sola con su madre cuando empezaron los dolores del parto. A pedido de ella, le alcanz una chata y vio con asombro que la madre la llenaba de sangre. Despus del parto de su madre, A. N. enferm de una peritonitis y tuvo que someterse a una intervencin quirrgica. A. N. se acordaba en su anlisis cmo haba celado a su padre el lugar al lado de su madre en la cama matrimonial. Adems, lo quera poco. El padre ocupaba un lugar ms bien secundario en la vida familiar. A. N. haba desplazado sus afectos, que primitivamente diriga hacia su padre, sobre su hermano mayor. Le gustaba jugar con l y sus compaeros a juegos masculinos. Nunca se sinti realmente femenina. El anlisis pudo aclarar cmo A. N. inconscientemente experiment y elabor los acontecimientos de su infancia. Puso de manifiesto que su brusco destete la haba frustrado mucho, intensificando por eso su envidia oral. Reaccion con hostilidad hacia la madre embarazada. En ocasin del segundo embarazo y parto de su madre revivi un ao ms tarde la misma situacin. El psicoanlisis de Silvia, la enferma de la doctora Jacobson, demostr que con motivo del nacimiento de hermanos arones ella haba transformado su primitiva envidia oral, es decir, envidia por-
que su madre les daba el pecho, en envidia del pene. Lo mismo le ocurri a A. N. Mientras su madre estaba embarazada, la odiaba fantaseando con destruir el feto dentro de ella. Cuando su hermano naci y la madre lo amamantaba, ella lo odiaba y lo envidiaba porque su madre le daba el pecho, desplazando despus esa envidia sobre su pene. Ms tarde oscilaba entre intentos de identificarse con sus hermanos, envidindoles su sexo, o de reprimir su rivalidad, mostrndoles mucho amor. Cuando se senta abandonada por su madre, que se dedicaba a los hermanos menores, intent abandonarla por su parte e inclinarse cariosamente hacia su padre, pero su indiferencia no le permiti lograr una buena vinculacin con l. Empez entonces a reprimir sus sentimientos por l, desprecindolo y despreciando la vida genital de sus padres. Volvi a su madre frustradora y agresiva, a la cual en lo futuro se someter humildemente. No logr identificarse con ella, dudando de si podra ser mujer todava, de si su madre no la habra castigado destruyendo su femineidad por sus deseos hostiles contra ella embarazada. Por dudar de su femineidad intacta, y por su temor a la venganza de su madre, se afirm ms en su posicin viril, reforzando su envidia al pene; que sta era secundaria y ella anhelaba en el fondo ser mujer, se puso de manifiesto por su tipo de reaccin frente a la menarqua, reaccin que por otra parte ya conocemos en otras enfermas (Ana y Berta). Relat en su anlisis que la menarqua no la asust porque su mam ya le haba explicado antes que eso iba a ocurrir. Adems, la aparicin de la menarqua la alegr porque significaba que ella era ya igual a su mam, a la mucama y a las dems mujeres. Es decir, cuando comprendi que su madre la haba perdonado, autorizndola a ser mujer, y que su capacidad procreativa estaba intacta, acept su femineidad con alivio y alegra.
Pero esta situacin cambi fundamentalmente cuando su madre qued de nuevo encinta. Cuando enferm como consecuencia de intentos infructuosos de abortar, A. N. sintise llena de angustia y sentimientos de culpa. Para su inconsciente, esta enfermedad significaba la realizacin tarda de sus malos pensamientos de antao. Ea como si su madre hubiera intentado abortar y se hubiera daado por habrselo ella deseado en la infancia, al odiarla por sus embarazos. El haber visto la hemorragia de su madre cuando empezaron los dolores del parto, su internacin, y la noticia de que el nio haba nacido por una cesrea, intensificaron su sentimiento de culpa y su temor de ser mujer. Se castig con la peritonitis para tener, tambin ella, que sufrir una operacin abdominal. Era la mejor forma para ella de aminorar su culpa. Se haba sentido responsable de la cesrea de su madre, ahora le pasaba lo mismo, ahora tambin a ella le abran el vientre. En el postoperatorio, su madre tuvo que aplicarle enemas calientes que le provocaron intensos dolores. Su reaccin fue tal que su madre sola decirle: "Con estos dolores ya hubieras podido tener dos hijos". Su castigo, aplicado por la madre, consista, pues, en sufrir como aqulla en el parto, en correr los mismos riesgos sin la felicidad de tener un hijo y ser mujer, compensatoria del sufrimiento. Cuando tuvo la menarqua, A. N. la acept como seal de haber expirado sus agresiones infantiles contra la madre. Hubiera podido entonces renunciar a su defensa viril, porque, siendo igual a su madre y a las dems mujeres, ya no necesitaba envidiar a su padre y a sus hermanos la posesin del pene. Saba que ms tarde gozara las gratificaciones de su sexo. Pero el embarazo accidentado de su madre hizo surgir en ella otra vez su sentimiento de culpa y los temores consiguientes. Se castig con la peritonitis y se refugi una vez ms en su defensa viril. Dudaba de su capacidad de ser mujer;
adems, tema serlo porque esto significaba sufrir y ser destruida, como en realidad, pero an ms en su fantasa, le haba ocurrido a su madre. Por eso se volvi estril. Adems, conviviendo con su marido sin tener hijos, ella poda negar frente a s misma que haca vida sexual y realizaba los mismos actos que en sus padres le haban parecido tan despreciables. Si A. N. hubiera tenido un padre fuerte y carioso, capaz de defenderla contra la imagen inconsciente de su madre mala y destruida, el desenlace probablemente hubiera sido distinto. Haber encontrado esa figura paterna en su analista le permiti quedar embarazada. Veamos ahora qu puede deducirse, ya en trminos generales, de todo el material clnico aportado. Para eso vuelvo al material tpico de la primera sesin de una joven estril ya dos de sus sueos (pg. 157). Lo que me impresion durante la primera conversacin con ella fue su nocin intuitiva de que la causa de su esterilidad radicaba en el conflicto con su madre. Adems, ella asocia su "obsesin por los embarazos de su madre" con su intento infantil de averiguar su estado golpendola en el vientre. Lo contaba sin darse cuenta de que delataba as que la fuente principal de su conflicto era su resentimiento por los embarazos maternos y su agresividad contra la madre en ese estado. En su primer sueo responsabiliza a su madre por su esterilidad. Esta acusacin aparentemente irracional proviene del inconsciente y puede ser traducida a nuestro lenguaje lgico en esta forma: "Yo golpe el vientre de mi madre embarazada para daarla y destruir el feto; ella comprendi mis malos deseos y me prohibe por ello embarazarme a mi vez ahora que soy adulta". sta es una de las causas por las cuales la madre aparece como responsable de su esterilidad. El segundo sueo de la enferma descubre otras causas tpicas ms. Pone de
manifiesto en su primera parte la insaciabilidad oral de la enferma (la masa que absorbe eternamente la leche) insaciabilidad que tanto puede ser consecuencia de una falta real de alimento, de una avidez interna o de la falta de cuidado carioso, necesario para el lactante y percibida por l en trminos orales. Ms tarde esta insaciabilidad se desplaza a menudo a lo genital, manifestndose en una apariencia de insaciabilidad sexual. La segunda parte del sueo muestra la consecuencia de las frustraciones experimentadas con la madre y la ausencia de un buen padre. La inseguridad afectiva en que se halla la nia la obliga a aferrarse erticamente a su madre, en la esperanza de retenerla y apaciguarla en esta forma. Hay un detalle, tambin tpico, en la historia de esta joven estril, que ya llam la atencin de muchos investigadores, sin que intentasen encontrar su explicacin. La joven me dijo que al principio de su matrimonio no quera tener hijos y que slo ms tarde, cuando deseaba tenerlos, comprob su esterilidad. Efectivamente, en los historiales de muchas estriles se encuentra que al principio de su vida sexual usaron medidas preventivas diversas. Ms tarde, cuando consultan ya al gineclogo por su esterilidad, ste suele decirles: "Es lo que pasa por haber pretendido ir contra la naturaleza. sta no permite que se juegue con ella y ahora toma su venganza". Generalmente, la mujer acepta sumisa esta explicacin; podemos aceptarla tambin nosotros despus de haberla despojado, por una interpretacin, de su aparente sentido mstico. Si sustituimos la palabra naturaleza por la de madre, ecuacin simblica que nos es bien conocida por diversos materiales, comprendemos que tanto el gineclogo como la mujer han comprendido el problema instintivamente. La mujer estril comprende que no puede tener hijos por haberse rebelado contra su madre. Ella no quera que su madre concibiera
y tuviera hijos; ahora aqulla se venga y no permite la maternidad de su hija. A menudo la mujer que ms tarde lo har todo para curar su esterilidad, deprimindose gravemente por cada nueva menstruacin, pas los primeros aos de su vida sexual obsesionada por su temor a embarazarse y esperando con ansiedad la llegada puntual del perodo. Pareciera que para ella tanto su posible fertilidad como su esterilidad desencadenasen el mismo caudal de angustia. Eso comprueba en primer trmino que su capacidad procreativa presentaba dificultades a estas mujeres an antes de poder comprobar el hecho de su esterilidad. Adems, que el embarazo, aparentemente tan deseado ms tarde, fue muy temido en una poca anterior; lo que explicara que, aunque ms tarde la mujer conscientemente quisiera que se produzca, su inconsciente siga tratando de evitarlo con todos los medios psicosomticos a su disposicin. Podemos deducir de esto que para estas enfermas el embarazo ya no es un proceso biolgico destinado a terminar en un nacimiento, sino una exposicin a graves sufrimientos y peligros, que pueden llevar hasta la destruccin de su feminidad o a la muerte. Si a pesar de ello se deciden a embarazarse, fracasan, y se angustian tanto por su esterilidad porque la interpretan como comprobacin de haber sido ya destruidas anteriormente. Esta destruccin, justo castigo de su hostilidad infantil, las angustia como una prueba de su culpa. La mujer estril que quiere embarazarse suele oscilar entre dos posiciones igualmente penosas: teme la menstruacin como prueba de su esterilidad y culpa, y teme la falta de la regla como indicio de embarazo, es decir, de la posibilidad de tener que sufrir slo entonces su castigo. Por eso observamos su falta de alegra cuando finalmente queda embarazada. Hay un elemento frecuente en la historia de mujeres estriles, que falta en nuestro "historial tpico", pero al que he
aludido ya en pginas anteriores. Se trata de un acontecimiento trgico, ocurrido durante su infancia, que puede hacer creer a la nia en la eficacia y omnipotencia de su odio. Esto ocurri en varias de las enfermas citadas. Silvia odiaba a sus hermanos y les envidiaba el alimento proporcionado por su madre. Su hermanito muri a raz de un accidente trgico. Se cort un dedo al romper su mamadera. Como sangraba mucho, su madre lo llev al mdico. ste lo anestesi para coser la herida. El nio muri durante la anestesia. Es decir, muri por haber tomado la mamadera que Silvia le envidiaba. La seora L., siendo nia, enferm de artritis y tuvo una cardiopata. Cuando, ms tarde, oy decir a sus padres que por su corazn enfermo nunca debiera casarse y menos an tener hijos, sinti que su hostilidad contra la madre, que tena vida sexual e hijos, debi haber sido muy grande y peligrosa para que Dios (representante de sus padres) la castigara en tal forma. La seora B., de nia, odiaba inconscientemente a su madre por sus embarazos; sta muri al nacer un undcimo hijo. El nio, privado de su madre, muri pocos meses despus. A. N. haba deseado en su infancia que su madre abortara o muriera antes que diera a luz nuevos hermanos. Ms tarde, cuando ella era pber, y su madre casi muere por haber intentado abortar y tuvo despus un parto dificilsimo, efectuado por una cesrea, la nia se sinti responsable. Hemos observado, pues, en los casos de mujeres estriles cuyos historiales tuvimos a nuestra disposicin, la existencia de ciertos factores tpicos. Aunque pueda parecer aventurad generalizar con un material clnico tan reducido, expondr lo observado como tpico en un esquema, que desde luego estar sujeto a toda modificacin ulterior proveniente de nuevos conocimientos en esta materia (3).
Esquema -Constelacin familiar. Madre, figura central. Padre, figura secundaria. Silvia: s Sra. Z: s Sra. L: s Sra B: s A. N.: s Frustracin durante etapa oral... Silvia: s Sra. Z: ... Sra. L: s Sra. B: s A. N.: s -en relacin con nacimiento de hermanos menores. Silvia: s Sra. Z: ... Sra. L: s Sra. B: s A. N.: s -Odio contra madre embarazada: s. Silvia: s Sra. Z: ... Sra. L: s Sra. B: s A. N.: s -Acontecimientos que hacen creer en la eficacia de este odio. Silvia: s Sra. Z: ... Sra. L: s Sra. B: s A. N.: s -Resultado: 1) Temer como peligrosa la identi 17369 ficacin con la madre embarazada. 2) Esterilidad: Silvia: infantilismo Sra. Z: virilizacin Sra. L: virilizacin Sra. B: virilizacin A. N.: virilizacin Vemos, efectivamente, a travs de este esquema una gran concordancia de factores en las enfermas. Todas tienen determinada constelacin familiar: la madre es la figura central, el padre tiene relativamente poca importancia para ellas. Sin embargo, esta misma constelacin la encontramos tambin en la mayora de los neurticos y psicticos. Eso es fcil de comprender. El nio pequeo depende totalmente de su madre. Ella es el nico objeto de su amor. Pero esta misma
dependencia y las frustraciones que ha de sufrir por ella determinan tambin que ella concentre sobre s todo su odo y su angustia consecutiva. Si en la primera infancia el nio tiene un padre capaz de convertirse en otro objeto igualmente importante, le ser mucho ms fcil independizarse de su madre y manejar sus sentimientos y ansiedades. Si carece de tal padre y otro objeto sustitutivo, no lograr librarse de tal dependencia y ms tarde se transformar en un neurtico. Veamos la segunda serie: efectivamente, todas nuestras enfermas haban sido frustradas durante la etapa oral, es decir, durante el primer ao de su vida. Este factor es ya ms especfico para el cuadro de esterilidad, Aunque se encuentra tambin con frecuencia en otros trastornos. En cuatro de ellas esta frustracin provena de un destete brusco, determinado por un nuevo embarazo de su madre. Pero al hablar de frustracin en la etapa oral no me refiero nicamente a una alimentacin inadecuada. sta puede ser, desde el punto de vista peditrico, muy adecuada, y el nio sentirse frustrado. Probablemente, el lactante sienta tambin toda falta de cario y las ms diversas molestias en el plano oral como hambre. Esto provoca su odio contra la madre frustradora y su deseo de succionarla, vaciarla y quitarle a la fuerza el contenido negado de su cuerpo. Estas fantasas inconscientes pueden llevar ms tarde a la nia a creer que su madre, en justa venganza, la haya vaciado y privado as de su capacidad de tener hijos. Por otra parte, puede causar temor de embarazarse a la mujer ya adulta. En su inconsciente teme que ahora su madre podra privarla del contenido valioso de su propio cuerpo, representado por el nio. En cuatro de nuestras enfermas la frustracin oral y el odio consecutivo se ligaban, adems, directamente con la idea de la madre embarazada, por el hecho del destete debido a la gravidez de aqulla. Su odio contra la madre se haba reforzado y haba causado su envidia contra
los hermanos cuando observaban que la madre los alimentaba. En una de nuestras enfermas, la seora Z., faltaba ese factor, por lo cual, al parecer, no podra hablarse de odio contra la madre embarazada, ya que ella era su hija menor. Sin embargo, Helene Deutsch (l. c.) sostiene que a menudo precisamente la hija menor vive en el temor y en la obsesin continuos de que su madre podra estar embarazada y cree, si no nace otro hermano, haberlo impedido mgicamente por la violencia de sus malos deseos. Este concepto es vlido para la seora Z., cuya madre viva, adems, despreciando a su propio sexo obsesionada por la idea de un embarazo. Acontecimientos trgicos en relacin con la maternidad de la madre intervienen como factor fundamental para crear un obstculo serio que impide a la hija la identificacin con su madre justo en sus funciones maternales. Le hacen creer en la eficacia de su envidia, sus celos y su odio y en la debilidad e inutilidad de su amor y deseo de reparacin. As la maternidad se vuelve extremadamente peligrosa para ella, hacindola temer, si se expone, a sufrir, como castigo, un destino igual o peor que el de la madre. En la ltima serie del esquema he situado lo que podra llamarse "el infantilismo o la virilizacin" de las enfermas. Excluyendo el caso de Silvia, que presentaba un infantilismo hormonal evidente, los trminos se refieren prevalentemente a actitudes caracterolgicas de las enfermas. Hubiera omitido esta serie si en la literatura respectiva no se insistiera tanto sobre este aspecto, tomndolo errneamente como causa de la esterilidad. La nia pber no queda infantil, ni se viriliza, volvindose ms tarde estril por este motivo sino para protegerse contra los peligros que la fertilidad entraa para ella. Tambin se viriliza si teme no poder ya ser mujer. Finalmente, he hablado de su dificultad de identificacin con la madre. Entonces elige otra forma de acercarse a ella; quedar nia o intentar transformarse parcialmente en varn, segn crea poder retenerla o conquistarla mejor.
Las causas que pueden haber provocado la esterilidad de estas enfermas evidentemente se encuentran tambin en mujeres frtiles. Pero creo que siempre causarn dificultades psicosomticas o psicolgicas a sus capacidades maternales. Relatar brevemente tres historiales demostrativos al respecto para incluirlos en nuestro esquema. El historial de la seora M. fue publicado por Crcamo en nuestro trabajo en comn (l. c.). Era una de las mayores de una larga serie de hijas mujeres. Su madre, psictica, sufri un episodio melanclico despus de haberla dado a luz. Por esa causa ella fue sacada de su casa y entregada primeramente a un ama de leche y despus a un matrimonio amigo, sin hijos, que la trataba muy bien. Volvi a su casa cuando tena cuatro aos. La madre no la quera. Se irritaba y la castigaba cuando la nia reclamaba llorando a su querida madre adoptiva. Nacieron otras hermanas. El padre era un hombre carioso y suave, que adoraba a su mujer y sufra por su psicosis. Se sinti desilusionado por la falta de un hijo varn. Sin embargo, trataba bien a sus hijas, teniendo una gran predileccin por una sola de ellas. La enferma quera a su padre, pero senta que l no la apoyaba ni se preocupaba mayormente por ella. No entrar en ms detalles del historial infantil, pero resumir los accidentes de la vida procreativa de la seora M., accidentes que fueron evidentemente consecuencia psicosomtica de los conflictos de su infancia. Se cas enamorada y al principio pareca que todo iba a andar bien. Al ao naci una hija, ms tarde otra, que por su sexo desilusion a su madre. Unos aos ms tarde la seora M. se embaraz de nuevo, abortando en el cuarto mes. Esta vez hubiera sido el varn anhelado por ella y su esposo. (Parece que su sentimiento de culpa frente a su madre no le permita superarla dando a luz un hijo varn (4)). Luego tuvo un embarazo extrauterino, sobreviniendo despus de ste una amenorrea completa. A los
treinta y cuatro aos se le hizo el diagnstico de menopausia precoz. Sin embargo, el anlisis logr provocarle de nuevo un perodo menstrual, permitindole una elaboracin de sus conflictos infantiles y mejorando su estado psicofsico en general. Pero despus de esta menstruacin diagnosticada como ovulacin tarda, la enferma se volvi, a los cuarenta y un aos, definitivamente menopusica. Encontramos en la enferma todos los factores traumticos descritos anteriormente. Tampoco faltan en su historia los acontecimientos exteriores, que ella puede haber vivido con sentimiento de culpa y como castigo. Su madre la abandon en seguida. Perdi a su nodriza y despus a su querida madre adoptiva, para encontrarse con una madre fra y psictica que la rechazaba. Por otra parte, se enter que su nacimiento haba sido la causa de uno de los episodios de melancola de su madre. La enferma cuyo historial resumir, se trat con el Dr. Len Grinberg, a quien agradezco haberme facilitado los datos correspondientes. La llamaremos Olga. Era de una familia pobre. Su padre, sordo e irritable, era un hombre difcil, que afortunadamente no intervino mucho en su educacin. Su madre, mujer sufrida y amargada, la quera, pero, como tena que trabajar en una fbrica, la atenda el mnimo estrictamente necesario para poder criarla. Dos hermanos mayores haban muerto pequeos antes que ella naciera. Su madre se embarazaba a menudo, y se provocaba abortos. Cuando la nia ya haba entrado en plena pubertad, su madre le pregunt un da si quera todava tener un hermanito, pidiendo en esta forma indirecta la autorizacin a su hija para seguir con un embarazo. Olga protest violentamente. La madre se someti a su juicio, muriendo a los treinta y siete aos, poco despus, a consecuencia del aborto que haba provocado. Olga recurri al anlisis por un estado depresivo con compulsiones y angustias.
Estaba casada, apreciaba a su marido y tena una hija. Posteriormente haba abortado un varn. Al mes del aborto casi muri de una grave hemorragia genital. Su depresin y sus temores datan de entonces. Pero ya anteriormente haba vivido obsesionada por la idea de que debera repetir exactamente el destino de su madre. Tendra una hija viva, dara a luz a dos varones que no podran vivir y morira a los treinta y siete aos de un aborto. Interpret su aborto como equivalente al nacimiento de su hermano mayor, que muri pequeito. Ahora estaba an ms segura de que el destino de su madre sera el suyo tambin. Por eso se protegi con una esterilidad pasajera contra los peligros de su fertilidad. Se embaraz de nuevo cuando estaba por iniciar su anlisis y esperaba del tratamiento una proteccin mgica e inmediata contra los peligros de un embarazo. Pero al progresar ste, y todava incapaz de liberarse de sus sentimientos de culpa infantiles, adquiri la conviccin de que otra vez iba a abortar antes de llegar al cuarto mes. Consult a su gineclogo sobre ello, quien no encontr nada anormal. Efectivamente, prxima la fecha, empez con prdidas. Hizo reposo absoluto y la medicacin adecuada, pero abort precisamente en el da previsto por ella, que corresponda a la cuarta falta de la menstruacin. Incluir ahora esas dos enfermas en nuestro esquema, ms una tercera, Frida, cuyo historial relatar despus.
Estriles: Silvia: s Sra. Z: s Sra. L: s Sra B: s A. N.: s Infrtiles: Sra. M.: s Olga: s Frida: no conoci a su madre Frustracin durante etapa oral... Estriles: Silvia: s Sra. Z: s Sra. L: s Sra. B: s A. N.: s Infrtiles: Sra. M.: s Olga: s Frida: s -en relacin con nacimiento de hermanos menores. Estriles: Silvia: s Sra. Z: ... Sra. L: s Sra. B: s A. N.: s Infrtiles: Sra. M.: ... Olga: ... Frida: ... -Odio contra madre embarazada: s. Estriles: Silvia: s Sra. Z: () Sra. L: s Sra. B: s A. N.: s Infrtiles: Sra. M.: s Olga: s Frida: ... -Acontecimientos que hacen creer en la eficacia de este odio. Estriles: Silvia: s Sra. Z: ... Sra. L: s Sra. B: s A. N.: s Infrtiles: Sra. M.: s Olga: s Frida: al nacer ella enloqueci la madre -Resultado: 1) Temer como peligrosa la identificacin con la madre embarazada. 2) Esterilidad: Infrtiles: Sra. M.: Aborto espontneo. Embarazo extrauterino. Menopausia precoz. Olga: Abortos espontneos. Hemorragia grave. Frida: Infertilidad psicolgica. -Mecanismo para mantener el resultado. Estriles: Silvia: Infant. y virilizac. Sra. Z: Virilizacin. Sra. L: Virilizacin. Sra. B: Virilizacin.
A.N.: Virilizacin. Infrtiles: Sra. M: Virilizacin. Olga: Infantilismo. Frida: Infantilismo. Me referir ahora al ltimo caso incluido en el esquema, el de Frida (5). A raz del nacimiento de Frida su madre haba enloquecido de una psicosis puerperal. Hubieron de internarla en un nosocomio, del cual nunca sali. Su hija fue criada en casa de los abuelos. Tuvo una infancia difcil y triste. Cuando se cas, quiso conscientemente tener hijos. Se embarazaba con facilidad para entrar poco despus en tal estado de angustia y desesperacin que los mdicos, temiendo por su razn o su vida, aconsejaban la interrupcin del embarazo. Esto ocurri cuatro veces, hasta que finalmente, apoyndose en su tratamiento psicoanaltico, recin iniciado, pudo llevar un embarazo a trmino. Despus del parto desmejor rpidamente. Empez a angustiarse, a deprimirse y a llenar la casa de paos de menstruacin usados y bombachas manchadas de excrementos. Hubo de recurrir de nuevo al anlisis, que haba interrumpido prematuramente a causa del nacimiento de su hijo. Su sntoma de locura tena un doble sentido. Por una parte mostraba con la exhibicin de su sangre menstrual que no estaba en la situacin de su madre, no estaba embarazada, y por eso no necesitaba enloquecer. Por otra parte, simulaba hasta cierto punto locura y destruccin interior, exhibiendo sangre y excrementos. Los perda para no tener que perder, como su madre, su sexo y su razn, y era como si dijera as al mundo y al destino: "Ya s que por mi nacimiento destru a mi madre. Pero no me castiguen ms por eso, ahora que yo tambin soy madre.
Yo misma ya me castigu bastante, ya estoy destruida y loca, como ella". En Frida no existe la envidia contra sus hermanos menores ni el odio contra la madre embarazada. La haba perdido ya al nacer. Por eso, para ella, convertirse en madre significaba perderse a s misma, es decir, perder la razn. Su historia nos hace comprender que, a pesar de la importancia de todos los dems factores mencionados, el mayor obstculo para la maternidad de la hija reside en dificultades de identificacin con su propia madre en su papel maternal. Sin embargo, en modo alguno hemos de deducir del esquema presentado que toda mujer que haya pasado por episodios dramticos en su infancia o slo se haya sentido defraudada en su vinculacin con su madre por el nacimiento de un hermano menor, sea incapaz de ser una buena madre. Afirmar esto sera interpretar errneamente y con excesivo pesimismo el material presentado. Aunque la primera infancia influye notablemente en el desarrollo futuro, tambin cuentan los aos posteriores: un trato comprensivo y realmente bondadoso por parte de las personas que rodean al nio puede mitigar las consecuencias tanto de las primeras vivencias infantiles como de acontecimientos dainos ocurridos durante la infancia. Adems, el propio efecto traumtico de las vivencias depende del comportamiento de los padres. Una madre que no prive de cario y dedicacin a su pequea hija, aunque espere un nuevo hijo, no provocar los celos desesperados que suscitar otra, preocupada y amargada por un nuevo embarazo, que rechace a la nia sin darse cuenta a menudo de su actitud hostil. Hasta acontecimientos trgicos, siempre que no lleven a los padres a subordinar el bienestar de sus hijos vivos y sanos a la preocupacin por un hijo enfermo o a sacrificarlos al duelo insuperable por un hijo muerto, les permitirn superar la tragedia al no tener que cargar inconscientemente con toda la
responsabilidad y culpa por lo ocurrido. Pero las madres de las enfermas cuyos historiales he descrito eran sumamente neurticas y frustradoras y no haba nadie bastante fuerte en el ambiente de la nia para contrarrestar eficazmente su influencia daina.
Notas
(1) Con esta interpretacin, el sentido simblico del sueo no queda agotado. Ella en la baera significa tanto ella dentro de la madre -dentro de un receptculo lleno de lquidocomo una identificacin tpica con un feto -su hijo dentro de ella-. As como su madre no le permiti seguir indefinidamente dentro de ella y la ech al dar a luz, tampoco le permite revivir, por un embarazo y la identifiacin con el feto, sus fantasas de regreso al seno materno. El sueo signficara, pues: "Mi madre no me quera, por eso me ech y no me deja tener hijos". En otra parte vimos la fantasa de regreso al seno materno como tpica para personas tratadas con desamor en su infancia. (3) Mis observaciones posteriores, hechas tanto en mi prctica privada de psicoanalista como durante mi actividad de psicoterapeuta, dirigiendo un servicio psicosomtico hospitalario, comprobaron la importancia, a menudo fundamental, de los factores expuestos aqu. (4) Observ a menudo, a travs del anlisis clnico de sueos de embarazadas, que la mujer percibe inconscientemente el sexo de la criatura que lleva dentro de s. (5) Comunicacin personal del Dr.
D. Liberman.
?Son normales los trastornos del embarazo y parto Sus causas psicolgicas. La doble identificacin de la mujer embarazada. El nio robado a la madre. Gabriela, Isabel, Lina. El instinto maternal. Resumen de las diferentes barreras psicosomticas erigidas contra la maternidad. Manifestaciones de un conflicto frente a la maternidad: hipermesis fravdica, estreimiento (Gabriela), diarrea (Erica) y abortos habituales (Ana). Gratificaciones del embarazo. El concepto sobre el parto en nuestra sociedad. "Anxiety in pregnancy and childbirht". Conclusiones. Angustia frente al parto. Prdida del nio. El parto bajo anestsicos. "Childbirth without fear". Preparacin psicoprofilctica para el parto sin dolor: interpretacin y conclusiones. El embarazo y parto constituyen un episodio normal de la vida procreativa femenina, por lo que podra suponerse que transcurren en la mujer sana sin mayores molestias. Pero, en realidad, en nuestra sociedad hasta hace poco no ocurra as, sino por el contrario, los trastornos del embarazo, los dolores, dificultades y angustias del parto son tan frecuentes que se los consideraba como fenmenos normales y casi inevitables. Sin embargo, un examen psicolgico ms profundo nos reve-
la que estos trastornos provienen de conflictos psicolgicos y de identificaciones con otras mujeres ya trastornadas en su feminidad. Margaret Mead (2), por sus estudios antropolgicos comparados de diferentes sociedades, lleg a la conclusin de que cada una de stas tiene sus preconceptos frente a las funciones procreativas de la mujer, preconceptos a los cuales la mayora de ellas se adapta. En las sociedades que consideran que el embarazo debe estar acompaado de nuseas y el parto de dolores y peligros, la mayora de las mujeres embarazadas sufre efectivamente de estados nauseosos y tiene partos difciles, mientras que en otras sociedades que no rodean de peligros y tabs a la mujer en este estado, los embarazos y partos suelen transcurrir con facilidad y sin mayores incidentes. ?Cmo puede explicarse fenmeno aparentemente tan extrao Es fcil, si tenemos presente lo dicho anteriormente sobre la identificacin de la mujer con su madre en sus funciones maternales. Grantly Dick Read expone en "Childbirth without fear" (vase Ind. Bibl.), su observacin de que mujeres criadas en un ambiente y por madres que describan la experiencia del parto como muy angustiosa y llena de dolor, solan tener partos difciles, mientras que pudo comprobar en mujeres que daban a luz con facilidad el haberse educado en un ambiente de enfoque opuesto. La escuela reflexolgica dedicada al parto sin dolor (vase Ind. Bibl. A. Baner) sostiene lo mismo. Lo que Margaret Mead observ en distintas sociedades ocurre, pues, tambin con respecto a crculos mucho ms reducidos. Hay familias en las que las hijas, siguiendo los conceptos de sus madres, temen poco el embarazo y parto y, efectivamente, sufren entonces menos en este caso que en otras familias donde las nias se educan en el temor de su feminidad por las quejas y temores que oyen expresadas a sus madres al respecto. Aunque exis-
tan estas diferencias, pertenecemos a una sociedad que, por lo general, ve en todas las funciones femeninas algo doloroso y lleno de peligros. Por eso tambin, por ejemplo, la primera visin que Freud tuvo de los procesos psicolgicos que acompaan a la menarqua fue que la nia la vive como un proceso de castracin. Sin embargo, aunque la actitud de cada mujer frente a su feminidad depende hasta cierto punto de la actitud del ambiente que la rode en su infancia, intervienen adems factores mucho ms personales que condicionan su conducta ulterior. Esto nos explica por qu en la misma sociedad, y hasta en el mismo reducido crculo familiar, cada mujer desarrolla un caudal de angustia y de trastornos distinto frente al embarazo y al parto. Dije que nuestra sociedad acepta como prcticamente normales las dificultades del embarazo y del parto. Sin embargo, ltimamente un nmero siempre creciente de investigaciones dentro y fuera del anlisis comprobaron que estas dificultades son la consecuencia de conflictos psicolgicos y, por eso, accesibles a medios psicoteraputicos. Ms adelante hablar de Read y de los reflexlogos. Por el momento mencionar solamente algunas observaciones de enfoque estrictamente psicoteraputico: Flanders Dunbar y R. Squier (vase Ind. Bibl.) recomiendan que la mujer embarazada sea atendida no slo por un mdico obsttrico sino tambin por un especialista en medicina psicosomtica, y demuestran la utilidad de este procedimiento con la exposicin de material clnico. Salerno (vase Ind. Bibl.) aporta su experiencia exitosa de doble desempeo: trataba a sus pacientes simultneamente como gineclogo y psicoterapeuta, pudiendo lograr, p. e., que una enferma, despus de haber abortado o alumbrado prematuramente doce veces, lograra llevar un embarazo a feliz trmino. Pude observar en el hospital que conversaciones
psicoteraputicas breves (30 minutos) una vez por semana mantenidas durante toda la duracin del embarazo, bastaban para que ste transcurriera satisfactoriamente, en mujeres que haban sufrido de diferentes trastornos y especialmente de abortos espontneos en embarazos anteriores. Las causas de trastornos del embarazo que se descubren en una investigacin psicolgica pueden ser mltiples. Pero siempre la aparicin de los trastornos significa un rechazo del nio, rechazo provocado a menudo por circunstancias econmicas adversas, sociales, por desamor al marido, etc. Por ejemplo, tres autores norteamericanos (3) realizaron un estudio estadstico durante la ltima guerra, investigando en un ambiente social y econmico sumamente pobre las ansiedades provocadas por el embarazo y parto en 27 primerizas. Parte de las mujeres embarazadas eran solteras, otras haban sido abandonadas por sus esposos, otras vivan separadas de sus maridos porque stos estaban en el frente de guerra. Casi ninguna dispona de un hogar propio y de cierta seguridad econmica para ella y su futuro hijo. Estas circunstancias influan visiblemente en los trastornos y ansiedades del embarazo. Sin embargo, aun en este ambiente haba mujeres que aceptaban y toleraban muy bien su embarazo. Los autores las denominan personalidades ms maduras, y destacan que provenan de hogares, aunque pobres, afectivamente bien estabilizados. Pero en la mayora de los casos, la situacin econmica difcil ya haba trastornado la infancia de las enfermas y les haba robado la seguridad afectiva de la cual tanto necesita el nio. Como consecuencia de esta situacin, ya adultas, no fueron capaces de encontrar un compaero adecuado que les garantizara el mnimo de estabilidad exterior que necesitaban para poder aceptar bien su embarazo. Vemos, pues, la interaccin entre factores econmicos y afectivos y, nuevamente, la repeticin por parte de la mujer adulta de su situacin infantil. Durante el embarazo y parto repite especialmente su relacin primitiva con su propia
madre. Este hecho ha sido observado a fondo en tratamientos psicoanalticos. Helene Deutsch (l. c.) lo interpreta como consecuencia de una doble identificacin. La mujer encinta se identifica con el feto, reviviendo as su propia vida intrauterina. (Esta identificacin pudo observarse, por ejemplo, en el sueo de la joven estril, descrito en la pg. 157). Adems, el feto representa para el inconsciente de la mujer embarazada a su propia madre y especialmente a su supery materno, y as su relacin ambivalente con la madre es revivida con su hijo futuro. Pero, segn pudimos observar, el feto puede adquirir otras representaciones ms para la mujer. La ms frecuente es la de algo robado a la madre. Este algo puede ser tanto un hijo que pertenece a la madre, como el pene del padre que la madre lleva dentro. Volvemos, pues, a encontrarnos otra vez con las fantasas tempranas e inconscientes de la nia, de haber despojado a su madre de los contenidos valiosos de su cuerpo (Melanie Klein). La reagudizacin de estas fantasas durante el embarazo y el parto es la causa de mltiples angustias y trastornos somticos. Para ilustrarnos recurrir al material de enfermas que ya present en captulos anteriores. Hablar nuevamente de Gabriela, la joven brasilea que tema la desfloracin; de Ana, que necesita sufrir fracasos en cada etapa procreativa para poder da un paso adelante; de Isabel, que senta un temor fbico a las cucarachas, y de Lina, hurfana de madre, y expondr adems en forma condensada el caso de Erica que qued embarazada despus de una psicoterapia breve. Cuando Gabriela ya hubo superado su temor a la desfloracin e iniciado su vida sexual, tuvo un retraso en su menstruacin. No quiso interpretarlo como indicio de un embarazo ni enterarse de ste por medio de una revisin mdica. Hablaba de abandonar su anlisis y volver a su patria, y tuvo el siguiente sueo: "Est en el hotel, ocupada en arreglar su equipaje para volver a su casa. Est muy apresurada, me-
tiendo algunas cosas que no caben bien en su valija. Se siente nerviosa porque afuera est la mucama y ella desea salir del hotel sin que la otra se d cuenta, para no tener que darle propina". La valija representa su tero, las cosas que no caben bien, el feto y el pene; la mucama, a su analista. Para su inconsciente, ella todava una nia demasiado pequea para poder embarazarse y tener derecho a la maternidad. Por eso, su tero aparece como una valija demasiado pequea para contener tantas cosas: el pene del marido y el feto. En el tratamiento yo le haba prometido solamente curarla de su temor a la desfloracin, es decir, de darle el pene del marido. Su embarazo era algo que yo no le deba, que ella tena que esconder ante m para que yo no le pidiera que me lo devolviera en forma de propina. La interpretacin completa del sueo sera, pues, que ella dese con ansiedad volver a su patria sin que me enterara de su embarazo para no tener que darme la propina, es decir, algo a que tena derecho, el hijo que me haba robado. Este sueo, que expresa el temor de la joven embarazada frente a la analista-madre, por haberle robado el feto, nos recuerda otro, ya descrito. Es el sueo sobre la profesora de gimnasia (pg. 172) de la seora B., quien, cuando se haba curado de su esterilidad, reaccion en la misma forma que Gabriela. No quiso comprobar su embarazo y hasta abandon el anlisis el da en que se enter de su reaccin de Friedmann positiva. La aparicin en sueos del temor a la madre por encontrase posiblemente embarazada, aun antes de haber confirmado clnicamente su estado, result ser sintomtico para el desarrollo del embarazo de ambas mujeres. Me puso sobre aviso de la probabilidad de dificultades somticas. No pude ayudar en nada a la seora B., porque dej su anlisis cuando obtuvo la confirmacin de su estado. Abort espontneamente algunas semanas ms tarde. Gabriela prosigui su anlisis, y sus trastornos y ansiedades pudieron ser resueltos analticamente, sin una repercusin orgnica mayor.
Isabel sufra del mismo temor, que tambin en ella hizo peligrar el embarazo. Ella viva de los suyos y no quera comunicar por carta la noticia de su embarazo a su madre. Ocult tambin el mayor tiempo posible su estado delante de sus compatriotas, para que no divulgasen la noticia, que en esa forma podra llegar hasta su familia. En uno de sus sueos, su mejor amiga (representante materna) se entera de su estado por una indiscrecin de su marido. Entonces ella le dice furiosa: "Como t ahora ya sabes que estoy esperando un hijo prefiero abortarlo", y sale corriendo del departamento en que se encontraba su amiga. sta la persigue por las escaleras. ste fue el primero de toda una serie de sueos de persecucin. En el sueo aparentemente desafa a su amigamadre y la amenaza con abortar. Pero despus se escapa, perseguida por la otra. Es decir, que su desafo es aparente. Teme que su madre, una vez enterada, pudiera quitarle el hijo, y su primera reaccin de resentimiento es, entonces, la de renunciar a l abortando. Su segunda reaccin es ya la fuga, para conservarlo. Algunas semanas despus de este sueo un amigo, compatriota suyo, y por el cual indirectamente su familia podra enterarse de su embarazo, le hizo observar que ella estaba engordando. Esta observacin la llen de furia. So en la misma noche que su hermana se estaba muriendo lastimeramente por un aborto, frente a la indiferencia de su hermano y de su madre. Ve con terror cmo su hermana, junto con la sangre, est perdiendo sus rganos internos. A la maana siguiente empezaron dolores uterinos que, felizmente, pudieron ser suspendidos antes de que determinaran un aborto. Esto ocurri cuando ella estaba en el tercer mes de su embarazo. Dos meses ms tarde comunic la noticia a sus padres. Al da siguiente tuvo una ligera hemorragia.
En el primer sueo de Isabel, en que su amiga se entera de su secreto por una indiscrecin de su marido, para perseguirla despus, se condensa su situacin infantil y actual y se ve la importancia de esta ltima para la aparicin de las dificultades de embarazo. En su infancia el padre tomaba a menudo su defensa contra su madre nerviosa e irritable. Pero despus se pona siempre de acuerdo con su mujer, abandonando a la hija otra vez a la ira de aqulla. Por su situacin infantil, Isabel ya estaba predispuesta para ciertos trastornos de embarazo. Pero influy, para que se produjesen realmente, el que su marido se ocupara poco de ella precisamente durante el embarazo, es decir, en una poca en que la mujer generalmente necesita ms amparo. Esto la hizo revivir su desamparo infantil por parte de su padre e intensificar su temor, ahora ya irracional, a su madre. Por esta condensacin de situaciones infantiles y actuales, sus padres parecen representados en su sueo por el marido y la mejor amiga, a la cual la una una relacin llena de sentimientos muy ambivalentes. En el segundo sueo la situacin traumtica infantil aparece todava con ms claridad. Pero nuevamente surge en funcin de su conflicto actual, de la indiferencia de su marido frente a los peligros del embarazo. Isabel, de nia, haba desplazado su amor edpico del padre al hermano. Ms tarde sustituye a ste por su marido. En el sueo, su hermana representa a Isabel, y su hermano, tanto a su marido como a su padre. La indiferencia de su marido la hace revivir fantasas tempranas y masoqusticas, en que padre y madre unidos ven con indiferencia cruel cmo ella sufre el castigo por su odio y rivalidad con la madre. El castigo mismo consiste en la destruccin de su feminidad.
Como ltimo material comprobatorio de que el feto puede simbolizar algo valioso robado a la madre, por lo cual la joven embarazada teme su venganza, describir una crisis de angustia que sufri Lina ya adelantada en su embarazo. Era de noche, Lina estaba sola en casa. Tena, en una caja de hierro, dinero que su padre le haba entregado para que se lo guardara. De pronto fue presa de una ansiedad terrible. Crea or pasos, ruidos extraos, ver sombras raras. Pens que algo terrible haba pasado. Tal vez la sirvienta haba envenenado a su marido y vendra ahora con sus cmplices para forzar la caja de hierro y robar el dinero que su padre le haba dado en custodia. Lina no perciba que estaba fantaseando; crea vivir una terrible realidad. El contenido de su crisis de angustia es fcil de interpretar, por cuanto sus elementos principales ya nos son conocidos por otro material analizado. Nos encontramos de nuevo con la despreocupacin del joven esposo por su mujer encinta, que desencadena el estado de angustia y el resurgimiento de viejas fantasas infantiles. A la mucama la conocemos ya como representante de la madre rebajada. En su fantasa, Lina intenta disculpar a su marido. l no la cuida porque la madre mala y envidiosa lo envenen. Pero, ?por qu y con qu fin La caja de hierro cuidadosamente cerrada representa el vientre embrazado de Lina; el dinero del padre, su valioso contenido, el feto, pero simultneamente tambin el pene del padre. El padre de Lina est ausente, abandonndola a sus angustias. En el inconsciente de Lina, las figuras de su padre y su marido estn condensadas en una sola. Para ella su embarazo significa haber robado a la madre el pene del padre. Si ste est cerca, se siente segura. Pero en el momento en que se siente desamparada por el marido y el padre, surge su temor a la venganza de su madre muerta. Hasta ahora he hablado de la mujer embarazada que intenta defender el feto contra la madre, la "vehinihai", que quiere quitrselo. Pero en ella frecuentemente existe tambin
un rechazo del feto mismo. Cit antes el concepto de Helene Deutsch de la doble identificacin en que la mujer encinta vive su embarazo. Si se identifica con el feto, proyecta sobre l su propia voracidad infantil, sus deseos de la primera infancia de comer a la madre. Cuando el feto representa a su madre, cuya venganza oral teme, es experimentado como algo angustiante y destructor que ella lleva dentro. En el temor de tantas mujeres embarazadas de dar a luz un monstruo, un ser anormal, ellas expresan que juzgan sus propios deseos infantiles como monstruosos, que en sus fantasas exigentes frente a sus madres se comportaron como monstruos. En los sueos, el feto toma a veces al representacin de un cangrejo (el feto las destruye con la misma crueldad y falta de consideracin con que ellas queran destruir a sus madres) o de una araa (es otra representacin de la nia pequeita y deseosa de succionar a la madre; o de sta, que la sorbi en su primera infancia por medio del hambre que le haca sentir). Lina, por ejemplo, soaba durante su embarazo estar en el comedor de su casa paterna, al lado de su ta, ambas cubiertas de araas chiquititas. El miedo de dar a luz un monstruo proviene tambin del temor a los propios sentimientos destructivos contra el hijo, representante del marido, de uno de los padres o de un hermano, pero siempre de algo que para el inconsciente pertenece a la propia madre. Cuando hablamos de esterilidad, expuse que la mujer puede interpretarlo como un castigo impuesto por su madre. En contraste con eso, la mujer embarazada que teme ser destruida por el feto experimenta a menudo el embarazo como una trampa peligrosa tendida por su madre, y el mismo embarazo se convierte tambin en castigo. A esto la embarazada suele reaccionar con intentos semiconscientes de abortar, seguidos por un intenso sentimiento de culpa. Isabel, al principio de su embarazo, decidi andar a caballo. Sostena
que su estado era normal y que no vea por qu cuidarse. Esta actitud deba servir para despistar a su madre y esconderle su embarazo. Al mismo tiempo, andar a caballo significaba para Isabel un intento de abortar y liberacin del peligroso embarazo, tan anhelado por ella poco tiempo antes. Realmente particip en una excursin, pero estaba sumamente angustiada porque se le impuso la idea obsesiva de que el caballo iba a tirarla, matndola. Es decir que Isabel trataba de abortar, impulsada por su angustia. Pero ya no haba salida para ella, porque si intentaba eso el destino la castigara con algo peor, con la muerte. La propia frustracin oral que lleva al rechazo del feto suele expresarse tambin en una negativa desafiante de alimentarlo, que significa un dilogo tardo con la madre, como si le dijera: "?Cmo puedes pedir que yo d lo suficiente a mi hijo si t no me has dado lo necesario" Isabel expres esto durante su embarazo en una serie de sueos en que se vea continuamente fastidiada y angustiada por tener que ofrecer comida a personas que ella no haba invitado o por no poder atender bien a visitas queridas e importantes porque no dispona de los medios necesarios. Si slo hubiera un rechazo del hijo o si ste fuera muy intenso, el embarazo ni se producira. Para que se produzca, pero contine lleno de trastornos, deben existir dos tendencias opuestas que entren en conflicto. La causa fundamental por la cual la mujer desea tener un hijo es biolgica. Su instinto maternal exige esta gratificacin directa. Ya expuse por qu creo justificado hablar de tal instinto. Pero como el instinto sexual lleva al enamoramiento, y los enamorados satisfacen en su unin, junto con su apetito sexual, determinadas necesidades psicolgicas, el instinto maternal, como parte integrante de la sexualidad femenina, gratifica a travs de su realizacin mltiples deseos de la mujer: Desea un hijo porque esto significa recuperar a su propia madre y tambin por-
que le permite identificarse con ella. Tambin anhela un hijo para comprobar su propia fertilidad. El deseo de un hijo puede corresponder a su deseo infantil de regalar un nio a su padre. El feto puede representar para su inconsciente el pene anhelado. Desde luego, en su deseo de maternidad influyen tambin causas ms conscientes o ms racionales. Puede anhelar un hijo para revivir su propia infancia en l o para darle precisamente lo que ella no tuvo. Puede desear un hijo por rivalidad con las dems mujeres, o para retener a su marido o por necesidad de status o por cualquier otra causa actual. Pero, en el fondo, el deseo de la mujer de dar a luz un hijo, proviene de su necesidad psicobiolgica de desarrollar todas sus capacidades latentes. Hay mujeres que logran esta finalidad sin mayores dificultades. Y otras, las que describimos en este libro, que estn en conflicto con su feminidad. Este conflicto podra formularse tambin como provocado por dos corrientes diferentes de fantasas inconscientes: Las primeras pertenecen a la posicin esquizo-paranoide y las segundas a la posicin depresiva, ambas descritas por Melanie Klein (vase Ind. Bibl., ""Some schizoid mecanims""). Albergar el pene, el semen o el feto dentro de ella, significa entonces para la mujer haber robado algo que pertenece a la madre, significa ganarle y triunfar sobre ella. Por eso mismo implica el peligro de castigo y de su destruccin. Entonces la salvacin consiste en negarlo todo frigidez- o en esconderse de la madre (los sueos de Gabriela, de la Sra. B., de Isabel, etc.) o aun de desprenderse de un embarazo robado (Sra. B. y, como veremos ms adelante, Ana). Pero estos temores paranoides entran en conflicto con el deseo de reparar (posicin depresiva) a travs de su propio embarazo y parto feliz a la madre destruida, de devolverle lo robado a travs de
un hijo sano y de dar la fe de esta manera, tanto de su bondad y tolerancia, como de la bondad e integridad del propio cuerpo. En la mujer estril e infrtil prevalecen los temores paranoides (Langer: "Sterility and Envy"). Por eso erige segn su estructura personal diferentes barreras contra la incorporacin del pene y del semen o el albergar el feto dentro de ella. La barrera ms superficial, a la cual la mujer que teme el embarazo puede recurrir, es la fobia a la desfloracin y, cuando sta haya sido vencida, el vaginismo. La frigidez es otro intento de defensa, aunque de carcter fantstico. La mujer frgida, al no sentir el acto sexual, espera eludir sus consecuencias peligrosas. Otras recurren al trastorno hormonal, y de esta manera anulan pasajeramente su feminidad, que se ha vuelto peligrosa. El espasmo de las trompas es la defensa ms ntima y primitiva contra la fecundacin. Detrs de su disfraz histrico no percibe la actitud autista de cortar toda comunicacin con un mundo hostil. La mujer estril se embaraza impulsada por su necesidad de reparacin. Pero mientras el nio crece dentro de ella, siente que su perseguidor, que atacar desde adentro todo lo bueno que contiene, crece tambin (el sueo de la hija del fuego pg. 144). Impresiona a menudo la intensidad de angustia que sienten muchas mujeres al principio de un embarazo deseado conscientemente. Si la angustia se vuele intolerable, intentarn liberarse del feto persecutorio por todos los medios a su alcance. Vi dos mujeres lograr la interrupcin de sus embara-
zos, por indicacin psiquitrica, una tercera que logr lo mismo a travs de sus vmitos incoercibles y dos que prcticamente destruyeron el embrin por la fuerza de su ansiedad. Pero la defensa psicosomtica ms frecuente contra la angustia provocada por el feto que crece y crece consiste en el aborto, en la expulsin prematura del perseguidor, que ocurre a menudo, sin poder ser frenada por ninguna medida preventiva o mediacin. Pero si el conflicto frente al embarazo es menos intenso y despierta menor ansiedad, sus manifestaciones sern ms inofensivas. La ms frecuente es de carcter oral y consiste en nuseas, vmitos y antojos. Otro sntoma frecuente, de carcter anal, es el estreimiento. Surge el interrogante de si la gran frecuencia de estos dos tipos de sntomas puede explicarse por los cambios fisiolgicos que la mujer sufre durante su embarazo, o si las tensiones psquicas provocadas por el embarazo tienden a descargarse por determinada conversin. Freud llam la atencin sobre las teoras fantsticas que los nios conciben para explicar el misterio de la concepcin, del embarazo y del parto. Estas teoras estn de acuerdo con las etapas libidinosos por las cuales atraviesa el nio. Ms tarde sucumben a la represin, pero se mantienen inalterables en el inconsciente. La teora ms frecuente, que por lo dems se encuentra tambin en muchos mitos y en las creencias de pueblos primitivos, es que la mujer se embaraza por haber comido algo. Este algo simboliza generalmente el pene. Por otra parte, el nio reprime su conocimiento de la existencia de la vagina, confundindola con el ano. Por eso y por sus propias sensaciones y vivencias durante la defecacin supone que la criatura es expulsada por el ano y la equipara a un excremento. Parece que los trastornos ms frecuentes de la gestacin, los
vmitos y el estreimiento, se producen por la persistencia en el inconsciente de esta fantasa infantil. La intervencin de factores psicgenos en la hipermesis gravdica fue reconocida hace mucho tiempo. Se observ que por medio de cambios ambivalentes, de tratamientos persuasivos, de raspajes fingidos, etc., se pueden obtener xitos teraputicos, poniendo as en evidencia el origen psquico de este trastorno. Ya en 1921 Schwab consider la hipermesis incoercible (4) como una huelga de hambre contra el embarazo, y la muerte por hipermesis como un suicidio. Susana Hupfer (vase Ind. Bibl.), en 1932, explica los vmitos y su contraparte, el antojo de la mujer grvida, sealando la relacin inconsciente que existe entre estos trastornos y la teora infantil de la concepcin. Sostiene que, mientras la hipermesis significa un rechazo de la gestacin, en el antojo se expresa un deseo de afirmacin del embarazo y una repeticin simblica de la concepcin. Segn Helene Deutsch (l. c.), la embarazada reacciona durante los primeros meses del embarazo frente al feto con ambivalencia oral, y trata de expulsarlo con los vmitos y reincorporarlo con los antojos. Agregar algo a lo expuesto por estos autores. Evidentemente, tanto los vmitos (o la nusea, que es un principio de vmito) como el antojo son expresin del conflicto de ambivalencia que el embarazo provoca en la mujer. Aunque el antojo a veces se interpreta como actitud positiva frente al feto, por expresar una necesidad de reafirmar el embarazo, esta misma necesidad ya indica la existencia de un deseo contrario, el de expulsar el feto o lo que ste representa para su inconsciente. Esta expulsin imaginaria se realiza por la boca por varias causas. Primeramente, por chocar con un deseo de proseguir con el embarazo. Si as no fuera, el inconsciente no se conformara con un intento de interrupcin del embarazo que (excepto la hiper-
mesis gravdica incoercible, que obliga al mdico a practicar un aborto), no tiene ms valor que el de una protesta simblica y de una descarga de tendencias negativas. Adems, como lo sealaron los distintos autores, el inconsciente elige para su protesta el tracto alimenticio por la persistencia de viejas teoras infantiles con respecto a la concepcin. Otra causa, a mi juicio, sera que las angustias de la mujer embarazada provienen en gran parte de sus frustraciones orales y de su desconfianza y resentimiento oral hacia la madre. Adems, la embarazada, en su identificacin con el feto, vive una profunda regresin a la primera infancia, y por ello en sus trastornos ocurre a los mecanismos por los cuales ya el lactante rechaza lo que le es desagradable o nocivo, es decir, los vmitos y la diarrea. De esta ltima hablar ms adelante. Tambin en el antojo, que es un hambre incontenible, se expresa una conducta sumamente infantil. El rechazo oral de la embarazada se desplaza a veces tambin sobre otros rganos, por ejemplo, el tracto respiratorio. Observ a una mujer embarazada que tuvo en determinada situacin de conflicto una tos expulsiva proveniente de una inflamacin farngea. El anlisis de este sntoma demostr que intentaba expulsar el feto por medio de la tos. Isabel, durante los primeros meses de su embarazo, pas en su anlisis por un perodo en que caa en un profundo silencio. Acuda puntualmente a su sesin, pero pasaba toda la hora sin decir palabra. Modific su actitud cuando comprendimos que ella no poda hablar por representar su analista, para su inconsciente, a su madre mala, frente a la cual quera mantener el secreto de su embarazo.
Retener las palabras equivala por eso a retener el feto, mientras que hablando, es decir, dejando escapar sus palabras, poda perder a su hijo. Lina, ya adelantada en su embarazo, pas por un perodo en que exista el peligro de un parto prematuro. Tuvo un sueo, en el cual tosa hasta eliminar pedazos de pulmn. Durante su sueo se senta muy culpable porque lo eliminado simbolizaba el feto. Pero aunque el rechazo del embarazo puede expresarse tambin por trastornos respiratorios, los sntomas digestivos son los ms frecuentes. Si el rechazo del feto es tan intenso que el sntoma oral ya no es suficiente para calmar la angustia de la embarazada, la lucha se libra a menudo en la parte terminal del intestino, con mucho mayor peligro para la prosecucin del embarazo. El tero se halla ntimamente vinculado con el resto de los plexos viscerales, por lo que las variaciones tonales del sistema vagosimptico se trasmiten a l por intermedio de sus conexiones neuromusculares. Gran parte de los remedios populares para provocar un aborto obran sobre el intestino, provocando clicos y diarreas intensas y desencadenando as un estado de sobreexcitabilidad neuromuscular y de contraccin de la matriz que puede desencadenar un aborto. Aun la mujer sin conocimiento terico alguno de esta interrelacin la percibe por propia experiencia, dndose cuenta que cualquier estado anormal de su intestino repercute sobre su embarazo. Adems, como ya dijimos, en su inconsciente persiste la teora de la cloaca, es decir, la idea de que el nio es dado a luz como un excremento por va anal. Creo que sta es la razn por la cual la diarrea es un trastorno del embarazo menos frecuente que el estreimiento. En el nivel oral, el peligro de la expulsin del feto es muy relativo. El yo percibe esta situacin y por ello permite a las tendencias inconscientes expresarse por el sntoma, as como durante el reposo les permite exteriorizarse en el sueo. En ninguno de estos casos hay peligro
de que esta exteriorizacin tenga consecuencias graves en la realidad. Pero si su forma de mecanismos de defensa lleva a la mujer a expresar sus conflictos en el plano intestinal, la continuacin de su embarazo corre peligro y tendr que luchar para mantenerlo: se defender de sus tendencias hostiles de expulsin por medio del estreimiento. Gabriela, conscientemente, deseaba con fervor un hijo. Pero su temor constante al aborto delataba la existencia de intensas tendencias inconscientes contra un embarazo. Sufri un fuerte estreimiento durante las primeras semanas de su gravidez, hasta que se le hizo consciente que su constipacin provena de su deseo de retener el feto frente a un temor irracional de expulsarlo defecando, tratndolo como excremento. Su obsesin por el aborto provena del temor de que su madre, enojada y celosa, le quitara a su hijo. Cuando analiz su estreimiento, ste desapareci, dejando lugar a otro sntoma meramente psquico: repentinamente se sinti incapaz de tratar a mujeres mayores, y especialmente a su mucama, que le recordaba a su madre; le tom una antipata invencible. Es decir, su temor a la madre ya no se expresaba en un plano psicosomtico, provocndole un estreimiento como defensa contra la diarrea, sino que apareci en forma de fobia a las mujeres que podan ser representantes de su madre. Ms claramente an que en Gabriela, pudo observarse en Erica cmo el estreimiento le serva de defensa contra su impulso de expulsar al feto. Erica me haba venido a ver para aclarar, a travs de algunas conversaciones amistosas, si quera tener todava un hijo. Contaba 35 aos entonces. Estaba ligada, en una unin conflictual, a un hombre a quien quera mucho. En el transcurso de sus conversaciones conmigo me describi la siguiente fantasa de masturbacin que haba surgido ya en su infancia y a la cual volva a recurrir en pocas de frustracin genital: dan de beber a una nia aceite de
ricino; cuando quiere ir al bao lo encuentra cerrado con llave; trata de retener sus excrementos durante bastante tiempo y con mucha angustia, hasta que su necesidad es ms fuerte que su dominio y defeca en los calzones. La paciente llega al orgasmo en el momento de imaginarse la defecacin. Se trata de una fantasa de rebelin masoqustica dirigida contra su madre. sta haba sido una mujer mala y fra, con exigencias muy exageradas de limpieza. La nia se vengaba en sus primeros aos de las exigencias impuestas por la madre de darle un buen excremento y a la hora prevista por ella, reteniendo la materia fecal o eliminando excrementos destrozados, diarreicos y fuera del tiempo establecido. Esta conducta puede deducirse de la fantasa mencionada, en la que el aceite de ricino significa el desamor y el alimento malo que la madre obliga a aceptar a la nia y contra la que sta se rebela. Erica vino a verme para tratar distintos problemas personales, de los cuales el fundamental consista en su duda acerca de tener o no un hijo, a causa de su situacin econmica y familiar harto complicada. Tuve la impresin de que, a pesar de todo, en el fondo ya estaba decidida a tener el nio y que slo necesitaba mi aprobacin, porque despus de unas pocas conversaciones se resolvi en este sentido. Sin embargo, una vez embarazada, Erica entr en nuevos conflictos. Se enamor del marido de su mejor amiga, inici relaciones sexuales con l, y el feto se convirti, de algo deseado, en un obstculo para la realizacin de su amor y de su unin definitiva con su amante. Podremos comprender nicamente su cambio de actitud durante el embarazo frente a su marido, al esposo de su amiga y a la maternidad, si seguimos el juego complicado de identificaciones inconscientes que Erica hizo con estos objetos. Sus dificultades primordiales con el marido provenan de que l era un representante materno para ella. La historia de su embarazo y parto parece una nueva edicin de su fantasa masturbatoria infantil. l la embaraza,
es decir, la da de beber el aceite de ricino. Despus decidi ausentarse durante su embarazo, antes de la fecha normal del parto, para cumplir una misin poltica importante para l pero peligrosa, dejando desamparada a ella y a la criatura que iba a nacer. Traducido al plano de su fantasa masturbatoria, esto equivala a la accin de la madre sdica, que despus de haberla dado el aceite de ricino se despreocupa de la nia y cierra la puerta del bao con llave, privndola as del lugar adecuado para sus necesidades. Como veremos ms adelante, ella se veng siguiendo otra vez su fantasa. Dio a luz en forma tan apurada e inadecuada, despreciando al hijo que l le haba dado, como en la fantasa emiti su excremento diarreico. Por otra parte, tambin el feto significaba un sustituto materno para ella, pero un sustituto ms angustiante todava que su marido, porque su relacin y convivencia con el feto era mucho ms ntima que con aqul. En esta situacin recurri al marido de su amiga, como en su infancia intent infructuosamente aferrarse a su padre. Erica tena cuatro aos cuando estall la primera guerra mundial. El padre hubo de partir para el frente, abandonndola a su madre mala. Ella lo quera mucho; para su mente infantil no era la guerra la que los haba separado, sino su madre, celosa tanto de l como de ella, que se interpona como obstculo a su amor infantil por su padre. Ella debe haber pensado que si su madre no existiera, su padre no la hubiera abandonado. El marido de su amiga era, pues, un representante paterno, y el feto, la madre que la separaba de la realizacin completa de su amor. Finalmente, ella misma, embarazada, estaba identificada tambin con su madre. sta haba estado desamparada y abandonada por su marido cuando Erica era chiquita y cuando naci su hermana, cinco aos menor.
Ahora Erica, al separarse de su marido, quitando el padre al hijo que iba a tener, repeta su situacin familiar, castigando a la parte de su personalidad que estaba identificada con su madre y sufriendo simultneamente el destino materno como castigo por su odio contra la madre. La situacin infantil y la actual ofrecan a Erica objetos muy inadecuados para una identificacin favorable a la maternidad. Su fijacin a determinada gratificacin sexual infantil y pregenital determinaba la forma en la cual intent liberarse de sta. La vi algunas veces durante su embarazo, que, excepto un estreimiento tenaz, no le caus ninguna dificultad. Al contrario, daba la impresin de negar su estado. Viva absolutamente como antes; hasta el sexto mes casi no se notaba su embarazo, no se ocupaba de preparar un ajuar, etc. En el sexto mes, cuando, despus de haber tomado un laxante liviano para combatir su constipacin, estaba tratando de defecar, empezaron de sbito contracciones uterinas. Se le prescribi reposo absoluto y la medicacin adecuada. Desde entonces empez su lucha desesperada contra un parto prematuro, lucha que sostuvo durante algunas semanas, hasta que, repentinamente, se inici el trabajo de parto con tanta vehemencia que no pudo esperar la llegada de la partera, sino que dio a luz en menos de una media hora a una criatura apenas viable. Me llam la atencin la similitud entre su fantasa de masturbacin y el desarrollo del embarazo. De su aparente indiferencia frente al embarazo, que equivala a una negacin de su estado, se deduce su duda de poder llevarlo a feliz trmino. Intent, inconscientemente, salvar a su hijo, defendindole a travs de un estreimiento tenaz contra la repeticin de su actitud infantil, que corresponda en la actualidad a un aborto. Ya vimos antes que, para su inconsciente, su marido, al dejarla embarazada, le haba dado aceite de ricino. Sin embargo, mientras se estaba tratando conmigo su transferencia positiva con una figura maternal tolerante contrarrestaba esta idea del embarazo, ms an porque se senta auto-
rizada por m a la maternidad. Pero una vez a solas con el marido empez a angustiarse. Busc refugio en el amante. Pero a la larga su angustia y rechazo del embarazo iba creciendo. A medida que aumentaba, ms se acercaba a su fantasa infantil, hasta que, a consecuencia de haber tomado un laxante (y aqu vuelve la fantasa del aceite de ricino sin disfraz) estuvo a punto de tener un parto prematuro. Empieza la lucha contra este desenlace, lucha que es comparable con la situacin de la nia de su fantasa, en la que aqulla se defiende desesperadamente de la catstrofe de ensuciarse. Y Finalmente, expulsa al nio como un excremento, sin poder esperar ni la fecha normal ni siquiera su traslado al sanatorio o la llegada de la partera, en la misma forma en que la nia defeca sin poder esperar que le abran la puerta del bao. En Erica se pudo observar con toda claridad que, por sus experiencias infantiles, estaba desde un principio inclinada a deshacerse de su embarazo, y que intent con su tenaz estreimiento proteger a su hijo de sus tendencias de expulsin. Cuando ya no pudo mantener ms la defensa de su estreimiento, estuvo en peligro continuo de un parto prematuro, que finalmente ocurri. La misma rapidez con que se efectu el parto de una primeriza de treinta y cinco aos llama la atencin y recuerda la defecacin explosiva de la nia en su fantasa. Relatar Ahora con ms detenimiento partes del historial de Ana, en quien la relacin entre la diarrea y el aborto era muy evidente. Para comprenderla tenemos que remontarnos a sus primeros recuerdos infantiles. Interpretndolos como un sueo se llega al contenido latente, que expresa en forma condensada vivencias y fantasas importantes pero reprimidas. Uno de los primeros recuerdos de Ana era el siguiente: A los cuatro aos de edad fue a visitar a su ta, y sinti un deseo vehemente de defecar.
Quiso volver a su departamento, situado en el mismo piso de la casa, pero no alcanz a salir cuando, estando en el vestbulo, sinti como el excremento, en forma de bastn y de consistencia dura, se le escapaba y caa sobre la alfombra colorada. Asustada, sali e intent tocar el timbre de su departamento. Demasiado pequea, no poda alcanzarlo. En ese momento volvi su to a casa, y hablndole con mucho cario toc el timbre. Muchos aos despus recordaba en forma muy vvida dos detalles de este pequeo episodio: la sensacin experimentada Cuando el excremento se desliz por su bombacha, y la vergenza que sinti cuando se encontr con su to y pens: "Si l supiera lo que hice y cmo he dejado su casa!" Otra vivencia inolvidable ocurri a los seis aos. Tena lindas trenzas de color castao. Su madre le haba dicho que el peluquero se las iba a cortar un poco para que crecieran mejor. Pero la enga. Antes de que pudiera protestar, le haba cortado la melena. Siendo adulta recordaba an muy bien la furia sentida contra su madre y la desesperacin por haberle ocurrido algo irreparable. Senta la misma furia cuando su madre le aplicaba enemas. En cierta oportunidad, teniendo unos ocho aos, caus gran hilaridad en la familia porque, en ocasin de que alguien pidiera un cortaplumas a su padre, dijo en tono despectivo: "Qu va tener pap un cortaplumas! Nunca lleva cosas de hombres consigo". Antes de analizar estos recuerdos debo sealar que el excremento puede tener para la nia tanto el significado de un feto como de un pene. El primer recuerdo de Ana, el de haber ensuciado la casa de su to, significara por lo tanto la expresin disfrazada de una fantasa en la cual habra robado el pene a su padre (representado por el to), para tener as una relacin sexual con su madre (el rgano genital de sta queda representado por el "vestbulo" de la casa del to con la alfombra colorada). Se acuerda de
sus sentimientos de culpa por haber cometido frente al to un acto agresivo, un robo, y frente a la ta, un acto sucio-sexual. En el segundo recuerdo expresa sus reproches a la madre por haberle quitado a la fuerza los excrementos y el pene (las trenzas castaas). Esta misma situacin es revivida durante la aplicacin de las enemas. Ya vimos en el primer fragmento de su historial que sus fantasas de ser vaciada por la madre y privada de los excrementos, el pene paterno y los hijos, que crea haberle robado, eran el resultado de su odio oral contra ella, de su propio deseo de vaciarla y del temor al castigo correspondiente. Por sus palabras despectivas referentes a que su padre no era viril, Ana expres su reproche de que no saba defenderla contra su madre y que lo consideraba un ser castrado por eso y por su propia hostilidad con l. En realidad, su padre era un hombre bondadoso, pero dbil y masoqustico, sometido a la mujer, que dominaba en el hogar. Cuando Ana era una adolescente su padre enferm de diarrea, que le sirvi de base para mltiples sntomas fbicos. No poda ir ni a la peluquera, ni al teatro, ni viajar en ciertos vehculos por temor de que le viniera un deseo incontenible de defecar. Era el menor de tres hermanos y el nico que no era universitario. Como careca de hijo varn, esper siempre que su hija obtuviera un ttulo. Por consiguiente, para ella estudiar significaba tambin adquirir un pene. Hasta no ingresar en la facultad, las fobias de su padre no la haban afectado; cierta vez, durante el primer ao de estudios, estaba sentada en una fila posterior del aula escuchando al profesor ms temible del curso, de quien corra la voz de que era un adversario acrrimo de las estudiantes mujeres. Ana sinti repentinamente una gran angustia y necesidad de defecar. Tuvo que levantarse y abandonar el aula, bajo la mirada extraada del profesor y de sus compaeros. Desde entonces padeca de diarre-
as como su padre. stas aparecan en todas las ocasiones en que estaba por emprender algo muy deseado, pero simultneamente temido. Por ejemplo, cuando haba de encontrarse con un hombre anhelado o cuando estaba por enfrentarse con personas importantes, con autoridades, etc. El contenido de este sntoma pudo ser interpretado en la forma siguiente: en su fantasa haba robado el pene del padre. Cuando se encontraba frente a alguien a quien consideraba fuerte y capaz de conquistar a su madre, surga el mismo deseo de robarle. Necesitaba un pene para acercarse a su padre, para defenderse de su madre, para ser varn (ya que crea no poder ser mujer), pero, muy en el fondo, para unirse a su madre, amada y odiada simultneamente. Por su deseo de robar el pene, de castrar al hombre con quien se enfrentaba, tema represalias, se senta culpable y quera conseguir su benevolencia, arrepintindose y expulsando lo robado en forma de excrementos. Obtener un ttulo sin ser varn o conquistar a un hombre interesante significaba, pues, robar al profesor o al amante su pene. Proyectando su agresividad sobre el objeto, se angustiaba y defecaba. Pero la defecacin no tena nicamente el sentido reparador de devolver lo robado, sino tambin un significado rencoroso, pues devolva lo robado en forma desvalorizada. Ya no era el excremento duro en forma de bastn de su recuerdo infantil, sino un excremento destrozado, diarreico. Adems, en su trastorno expresaba su identificacin por sentimiento de culpa con su padre castrado y diarreico. Ana deseaba siempre tener hijos, deseo que comparti con su madre. Pero siempre dudaba tambin de su fertilidad. Efectivamente, fue estril al principio de su matrimonio. Despus se embaraz, para abortar espontneamente en el segundo mes. El aborto se inici con una diarrea violenta. En el sexto mes de su segundo embarazo se encontraba en una
situacin exterior difcil. Se plante el problema de separarse de su futuro hijo y dejarlo por un ao al cuidado de su madre. Conscientemente estaba muy de acuerdo con sus familiares de que sta era la mejor solucin. Pero poco tiempo despus de haber tomado tal decisin, empezaron contracciones uterinas y diarreas que, a pesar de toda la medicacin, la llevaron a un parto prematuro con fallecimiento del nio. Unos meses ms tarde se embaraz de nuevo. Como persista la situacin anterior, quiso hacerse un raspaje. Su madre insisti en que siguiera con el embarazo. Entonces pens: "Total, no tiene importancia. En todo caso, voy a abortar otra vez". Abort espontneamente en el cuarto mes. Slo logr llevar un embarazo a trmino cuando la situacin exterior haba cambiado fundamentalmente. Viva sola con su marido, independiente de sus padres y en una posicin que le permita sentir a su futuro hijo no como algo robado a su madre, sino adquirido a travs de sacrificios y por su propio esfuerzo. El mecanismo de sus abortos habituales era el mismo que el de su diarrea. Su reproche infantil, de que su madre la despojaba de los contenidos de su cuerpo -del pene, los excrementos y los hijos- provena, en parte, de actitudes agresivas de su madre hacia ella, y era, en parte, la proyeccin de su propio deseo de hacerle eso a su madre. sa era la razn por la que, ms tarde, el feto simbolizaba al hijo robado y a su madre. Cuando sta le aconsej que le dejara su criatura, Ana lo interpret como si le reclamara el hijo robado. Se angusti y devolvi su robo en seguida. Simultneamente, se veng de su madre, devolvindole hijos destrozados por el aborto. Antes de proseguir con nuestro tema resumir lo ya expuesto. Vimos que la mujer embarazada necesita amparo y proteccin, porque sufre una regresin parcial. Su estado despierta sus angustias tempranas y principalmente las liga-
das a la relacin con su madre. A menudo la teme porque siente al nio como robado a ella. En otros casos, se puede observar la conducta contraria, de gran apego y sometimiento a la madre. Es otra forma de elaborar el mismo problema. Las tendencias favorables y adversas al embarazo entran en conflicto y se manifiestan en el plano psicolgico y psicosomtico, provocando angustias y trastornos tpicos. Entre estos ltimos los ms frecuentes son de tipo oral y anal. La hipermesis y el antojo significan un intento inconsciente e irracional de abortar por va oral y la defensa contra este deseo. En la diarrea y el estreimiento el intento de aborto y la defensa se desarrollan en el plano anal y adquieren ms gravedad para la prosecucin del embarazo. En el aborto real, las tendencias inconscientes hostiles al embarazo son tan fuertes que salen victoriosas, actuando sobre los rganos adecuados. Un embarazo difcil es, pues, indicio de conflictos. Pero la ausencia de trastornos en s no es prueba de una aceptacin gozosa y libre del embarazo. Aqu se presenta el mismo planteo que con respecto a la actitud de la mujer frente a la menstruacin. La mujer normal no sufre por su regla, ni se siente inferiorizada por este estado. Pero tambin la mujer que se viriliza por temor a su feminidad a menudo no se resiente por la menstruacin, porque logra ignorarla y la acepta porque calma sus angustias y dudas. Analizamos antes los graves conflictos que el embarazo haba despertado en Erica, conflictos que llevaron al parto prematuro y casi a la muerte del nio. Sin embargo, aparte del estreimiento, se trataba de un embarazo sumamente fcil. Erica no se senta coartada en absoluto en sus actividades, y fsicamente empez a notarse su estado slo cuando casi ya haba llegado a su trmino. Es decir, que Erica, en el fondo muy angustiada por su embarazo, intent negarlo, desplazando sus temores y dudas sobre
problemas aparentemente erticos y de enamoramiento. La rapidez de su parto, que podra parecer un desarrollo ideal de un proceso fisiolgico complicado, fue la consecuencia de una situacin neurtica. Pero aunque no exista embarazo exento de angustia y conflicto, justo por el gran cambio y logro que implica, normalmente va acompaado por un gran sentimiento de felicidad. La mujer se siente serena y tranquila, identificada con su ideal de madre y con su hijo bien protegido por ella. Vive, en este estado, la unin ms ntima que pueda existir entre dos seres. Desde que naci, por primera vez no est ms sola (5). Es difcil traducir en palabras esta sensacin de dar y recibir amparo y amor. Recurrir a poetisas que fueron capaces de expresar lo sentido por ellas (6). C\ecile Sauvage se dirige en la siguiente forma al hijo que est esperando: Describe en una carta a su marido las sensaciones que le despierta el embarazo: "Je n.ai jamais \t\ si prs de la vie. Je n.asi jamais si bien ""Tu m.appartiens ainsi que l.aurore la plaine autour de toi ma vie este une chaude laine O tes membres frileus poussente dans le secret"" (7). senti que je suis soeur de la terre avec les v\g\tations et les sves. Mes pieds marchent sur la terre como sur un b(te vivante" (8). Es interesante que la novelista francesa Colette, al hablar de su embarazo, describa la misma intimidad lograda con la tierra, smbolo materno. Dice: "J.\etais reprise; comme dans mon enfance, para le besoin de dormir sur la terre, sur l.herbe, sus la terre \chauff\e. Unique /envie/, saine envie" (9).
Cuando Colette habla de su embarazo lo ahce con estas palabras: "Sixime, septime mois... Premires fraises, premires roses. Puis- je appeler ma grossesse autrement, qu.une longue f(te? On oublie les affres du terme, on n.oublie pas une longue f(te unique: je n.en ai rien oubli\" (10). Pero el trmino del embarazo, el parto: ?es forzoso que sea difcil y que el dolor lo vuelva insoportable, sin anestesia, para la mujer de nuestra sociedad Dar a luz est considerado en cada cultura en forma distinta, como experiencia que puede ser peligrosa o dolorosa, interesante y satisfactoria o importante, pero acompaada de ciertos riesgos. Margaret Mead (11) sostiene que este enfoque tiene poco que ver con los peligros y seguridades reales que se den a la mujer en este trance, como, por ejemplo, en nuestra sociedad, donde la estadstica demuestra que los peligros del parto son mnimos. Dice: "Que el parto sea considerado como una situacin en que la mujer arriesga su vida o en la cual se adquiere un hijo o un nuevo estado social o derecho al cielo, no tiene que ver con las estadsticas de mortalidad materna, sino que depende del enfoque frente al parto. El argumento de que el fondo biolgico del proceso del parto influya mucho ms en la conducta instintiva de la mujer que la actitud y las experiencias de su ambiente choca con la gran variedad de conceptos sobre el parto. No se puede argumentar que dar a luz sea tanto un dolor intolerable como tolerable al mismo tiempo, tanto una situacin que la mujer naturalmente teme con toda su alma como una situacin hacia la cual la mujer naturalmente se acerca dispuesta y feliz, tanto un peligro que tiene que ser evitado, como un cumplimiento deseado con fervor. Hay que admitir que parte de estas actitudes deben considerarse como algo adquirido, y tomando en cuenta nuestros conocimientos actuales, parece ms justificado suponer que la actitud de ambos sexos frente al parto contiene elementos com-
plejos y contradictorios, y que cada sociedad puede tomar como molde una u otra, a veces hasta una serie de actitudes opuestas entre s". ?Cul es la actitud de nuestra sociedad frente al parto Una corriente dominante y discutida solamente en estos ltimos aos considera el parto como un proceso sumamente doloroso y la misin del gineclogo es evitar casi a toda costa ese dolor, si no quiere correr el riesgo de ser considerado como inhumano. Esperamos de la mujer embarazada que se interne tranquila y confiadamente en una clnica de maternidad cuando sienta los primeros dolores, cediendo desde este momento toda responsabilidad y actividad a su mdico partero, quien le prometi que no experimentar ningn sufrimiento. En ambientes ms "progresistas" su situacin va an ms all. El partero determina cundo debe producirse el parto, por mutua conveniencia de fechas. Cita a la mujer al sanatorio para un da prefijado e induce el parto. El parto inducido se desarrolla en esta forma: primeramente se aplica una enema a la paciente, despus una serie de inyecciones, hasta provocar el comienzo del trabajo de parto. Entonces se anestesia a la mujer, para presentarle, horas ms tarde, Cuando ella despierta medio confusa, dolorida e indiferente, su hijo desconocido, bien lavado y vestido con su mejor ropa (12). Racionalmente todo eso es hecho para proteger a la mujer contra los dolores y peligros del parto. La tendencia inconsciente propia de esta evolucin de la obstetricia moderna parece ser la de despojar a la mujer en lo posible de toda participacin consciente y activa en la experiencia nica de dar a luz un nuevo ser, y de convertir este proceso en algo totalmente dirigido por el mdico partero. Cuando Helene Deutsch discute esto (l. c.), da una interpretacin interesante para esta tendencia: menciona los deseos infantiles y reprimidos del hombre de dar a luz. De-
nomina a la obstetricia moderna una pieza maestra de eficacia masculina que despoja a la mujer de su participacin activa en el parto, y por eso, en un plano irracional, tambin de su monopolismo en este campo. Sospecha que el hombre, en esta forma, sin darse cuenta induce a la mujer a su vez a penetrar cada vez ms en los campos de actividad que l reclama como genuinamente masculinos, contribuyendo as a la progresiva disminucin de las diferencias psicosexuales y sociales entre los seres humanos. La nueva obstetricia tendra entonces un parentesco psicolgico con la "couvade" o con ciertos ritos de iniciacin de los jvenes que se practican en muchas tribus primitivas. Estos ritos y costumbres representan una expresin por parte de los hombres de su envidia a la mujer por su capacidad procreadora de nuevos seres y un intento de sustituirla en esta funcin. ?Pero por qu se somete la mujer complacida a este intento La mujer que teme al parto, en su inconsciente teme a su madre airada y vengativa. En un plano ms superficial, el mdico, que lo hace todo, es el padre que la protege contra la ira de su madre. Pero en un plano ms profundo, el entregarse sin conciencia en las manos del mdico significa un sometimiento infantil a la madre mala y un intento de conseguir su benevolencia demostrndole debilidad y falta de agresividad. Las mujeres dejan al mdico hasta la decisin de la fecha en que tendrn que dar a luz y que l induzca el parto con una enema. Es porque equiparan en su inconsciente al hijo con un excremento y vuelven a la posicin de la nia pequea que obedientemente da el contenido intestinal cmo y cundo se lo exige su madre. Sin embargo, hablando con ms etendimiento con las pacientes agradecidas a los mdicos parteros modernos, es fcil descubrir su rebelin contra este trato. A Lina su mdico le haba fijado determinado da y hora para su internacin con el fin de inducir el parto diez das
antes de la fecha probable. En la noche anterior le hizo avisar por su enfermera que estaba ocupadsimo con una enferma grave y que por esta causa no podra inducir el parto a las ocho horas del da siguiente. La joven se durmi indignada para despertarse a las cinco de la maana con dolores de parto, que iban rpidamente en aumento. Hubo de internarse exactamente a las ocho, obligando as al mdico a atender el parto precisamente a la hora que l haba fijado anteriormente y postergado despus por resultarle incmoda. Creo que existe an otra causa para "mecanizar" el parto. Esta transformacin de un proceso biolgico de gran contenido psicolgico individual en una operacin est arraigada en una tendencia caracterstica de nuestra poca antiinstintiva. Tiene su paralelo en los nuevos regmenes que recomiendan pldoras de vitaminas en lugar de verduras o regularizan las horas de sueo y de vigilia mediante distintas drogas. Ya el lactante tiene que adaptarse a esta tendencia cuando, despus de despertar de la somnolencia que la anestesia general de su madre a menudo le ha provocado, se le ofrece la mamadera en lugar del seno. La ltima innovacin cientfica en este terreno, aunque indiscutiblemente necesaria en algunos casos, ya adquiere cierto carcter grotesco: la inseminacin artificial de la mujer en lugar de la fecundacin normal y placentera. Nuestra sociedad actual tiene, pues, una actitud mecanicista y antipsicolgica frente al parto. Sin embargo, existe tambin la tendencia opuesta, la de estudiar hasta dnde ciertos procesos psicolgicos influyen en el desarrollo normal del parto o que podra denominarse normal. Henriette Klein, Homard Potter y Ruth Dyck ("Anxiety in pregnancy and childbirth", l. c.) se propusieron estudiar los trastornos y las angustias ms frecuentes del embarazo y parto en un grupo de veintisiete primerizas que acudieron a la maternidad.
Se trataba de mujeres que vivan en una situacin econmica y social sumamente difcil, agravada por la guerra y la falta de viviendas. Los estudios se realizaron a travs de conversaciones largas, mantenidas espordicamente durante el embarazo y despus del parto. Adems, el personal hospitalario, debidamente instruido, colaboraba en la investigacin, observando las actitudes y peripecias de las enfermas durante y despus del parto. Como resultado de esta labor los autores publicaron todo el material clnico y varios esquemas que permiten deducir hasta dnde la estructura psicolgica de la mujer y su actitud frente al embarazo ha interferido en la evolucin de ste y del parto. Har una sola objecin a este material: por el mtodo por el cual fue obtenido, refleja bien la actitud consciente de las mujeres, pero da indicios muy inseguros sobre su actitud inconsciente. Esto parece particularmente importante en todo lo referente a la aceptacin o al rechazo de la mujer frente al embarazo. Antes de reproducir los dos esquemas ms importantes del libro aclarar la acepcin que los autores dan a distintos trminos usados en ellos. Hablan de ""buen trabajo de parto"" y de ""un parto fcil"" si su desarrollo fue de una rapidez relativa, si las contracciones uterinas fueron regulares en intensidad y tiempo, si el nio naci sin presentar dificultades obsttricas serias y la condicin fsica de la madre e hijo fueron satisfactorias. Consideran como ""buena"" la ""reaccin psicolgica"" de la madre durante el parto si su tensin emocional y su ansiedad no fueron excesivas, si la paciente no se quej demasiado, si su cooperacin fue eficaz y utiliz bien las contracciones. Se habla de un ""mal trabajo de parto"" cuando ste no evolucion normalmente y de una ""reaccin psicolgica pobre"" cuando la actitud de la madre durante el parto constituy una dificultad para las personas que la asistan. Adems los autores usan los trminos actitud ambivalente "positiva" o "negativa" siempre que, existiendo en la mujer
Esquema de interrelaciones psicosomticas, reproducido de "Anxiety in pregnancy and childbirth" -Buen trabajo de parto y parto con buena reaccin psicolgica. Personalidad.- Estable: 10 Inestable: 4 -Buen trabajo de parto y parto con reaccin psicolgica pobre. Personalidad.- Estable: 4 Inestable: 1 -Mal trabajo de parto y parto con reaccin psicolgica pobre. Personalidad.- Estable: 0 Inestable: 4 -Mal trabajo de parto y parto con buena reaccin psicolgica. Personalidad.- Estable: 3 Inestable: 1 -Total. Personalidad.- Estable: 17 Inestable: 10 -Buen trabajo de parto y parto con buena reaccin psicolgica. Concepcin.- Aceptada: 5 Ambiv. posit.: 2 Ambiv. negat.: 5 Rechazada: 2 -Buen trabajo de parto y parto con reaccin psicolgica pobre. Concepcin.- Aceptada: 1 Ambiv. posit.: 3 Ambiv. negat.: 1 Rechazada: 0 -Mal trabajo de parto y parto con reaccin psicolgica pobre.
Concepcin.- Aceptada: 0 Ambiv. posit.: 0 Ambiv. negat.: 4 Rechazada: 0 -Mal trabajo de parto y parto con buena reaccin psicolgica. Concepcin.- Aceptada: 0 Ambiv. posit.: 2 Ambiv. negat.: 2 Rechazada: 0 -Total. Concepcin.- Aceptada: 6 Ambiv. posit.: 7 Ambiv. negat.: 12 Rechazada: 2 -Buen trabajo de parto y parto con buena reaccin psicolgica. Embarazo.- Fcil: 9 Difcil: 5 -Buen trabajo de parto y parto con reaccin psicolgica pobre. Embarazo.- Fcil: 4 Difcil: 1 -Mal trabajo de parto y parto con reaccin psicolgica pobre. Embarazo.- Fcil: 1 Difcil: 3 -Mal trabajo de parto y parto con buena reaccin psicolgica. Embarazo.- Fcil: 2 Difcil: 2 -Total. Embarazo.- Fcil: 16 Difcil: 11 -Buen trabajo de parto y parto con buena reaccin psicolgica. Total de casos: 14 -Buen trabajo de parto y parto con reaccin psicolgica pobre. Total de casos: 5 -Mal trabajo de parto y parto con reaccin psicolgica pobre. Total de casos: 4 -Mal trabajo de parto y parto con buena reaccin psicolgica. Total de casos: 4 -Total. Total de casos: 27 Los resultados de la investigacin, expuestos con claridad en este esquema, estn muy dentro de lo previsible.
El promedio de las mujeres efectivamente estables, es decir, maduras, tuvieron un parto fcil. Igualmente las que tuvieron un embarazo bueno. Hasta dnde stas son las mismas que corrientemente aceptaron su maternidad, nos lo revelar el esquema siguiente. El nico hecho que parece extrao a primera vista: el que las dos mujeres que rechazaron totalmente y hasta el final su embarazo tuvieran un parto fcil, quedar explicado ms adelante. En este segundo esquema da todos los datos importantes de cada una de las veintisiete mujeres.
Notas
(1) Partes de este captulo ya aparecieron publicadas en "Psicologa psicosomtica" bajo el ttulo de "Aspectos psicoanalticos de algunos trastornos del embarazo" (vase Ind. Bibl.). (2) Margaret Mead: "Male and female" (vase Ind. Bibl.). (3) Klein, Potter y Dyck (vase Ind. Bibl.). (4) Vmitos que por su intensidad ponen en peligro la vida de la embarazada. (5) Una enferma cuya grave agorafobia no le permita salir a la calle sin estar acompaada, pudo hacerlo perfectamente durante su embarazo. El feto sustitua la compaa de la madre. (6) Citado por Simone de Beauvoir (l. c.).
(7) "Como la aurora a la llanura me perteneces t En torno a ti mi vida es clida la na Donde tus miembros violentos secre tamente crecen". (8) "Jams he estado tan prxima a la vida. Jams he sentido tan bien que soy hermana de la tierra con su vegetacin y su savia. Mis pies andaban sobre la tierra como sobre una bestia viviente". (9) "Fui retomada, como en mi infancia, por la necesidad de dormir sobre la tierra, sobre la hierba, sobre la tierra caldeada. Unico /antojo/, sano antojo". (10) "Sexto, sptimo mes... Primeras fresas, primeras rosas, ?Puedo llamar mi embarazo de otro modo que una prolongada fiesta Se olvidan las ansias del fin, no se olvida una larga fiesta nica; nada he olvidado". (11) En "Male and female". (12) Desgraciadamente, existen algunos reflexlogos que interpretando errneamente el concepto del "parto 157 sin dolor" siguen el mismo camino. Sustituyen sencillamente las drogas y la anestesia general por sugestin e hipnosis.
Indice ::::::: Pgs. cccccc Captulo Ix. Cinco historiales psicoanalticos de mujeres estriles ................... 5
Esquema reproducido de "Anxiety in pregnancy and childbirth" Datos psiquitricos y obsttricos (Claves) Personalidad estable: pe Personalidad inestable: pi Embarazo deseado: ed Embarazo reaccin ambivalente: era Embarazo rechazado: er Embarazo fcil: ef Embarazo difcil: edi Trabajo de parto fcil: tpf Trabajo de parto difcil: tpd Buena reaccin en el parto: brp Mala reaccin en el parto: mrp Nio grande: ng Trabajo de parto prolongado: tpp Caso n.o 1: pe ed ef tpf brp Caso n.o 2: pi era ef tpf brp Caso n.o 3: pe ed ef tpf brp Caso n.o 4: pi er edi tpf brp ng Caso n.o 5: pi er edi tpf brp Caso n.o 6: pe era ef tpd brp ng tpp Caso n.o 7: pi era edi tpd mrp tpp Caso n.o 8: pi era edi tpd mrp Caso n.o
9: pe era ef tpf brp Caso n.o 10: pe era ef tpf brp Caso n.o 11: pe era edi tpf brp Caso n.o 12: pe ed tpf brp Caso n.o 13: pi era edi tpd mrp Caso n.o 14: pe ed edi tpf brp Caso n.o 15: pe era ef tpf mrp Caso n.o 16: pi era edi tpf mrp Caso n.o 17: pe era ef tpf mrp Caso n.o 18: pe era ef tpf brp Caso n.o 19: pe era ef tpf brp Caso n.o 20: pi era edi tpd brp ng Caso n.o 21: pi era ef tpd mrp ng tpp Caso n.o 22: pe ed ef tpf brp Caso n.o 23: pe era ef tpf mrp Caso n.o 24: pi era edi tpf brp Caso n.o 25: pe era edi tpd brp tpp Caso n.o 26: pe ed ef tpf brp Caso n.o 27: pe era ef tpd brp tpp Las conclusiones a las cuales nos lleva este esquema son, de nuevo: las madres que estuvieron ms libres de trastornos psicolgicos o psicosomticos durante el embarazo son las que pertenecen al grupo de "mujeres estables", es decir, psicolgicamente maduras. Otras del mismo grupo tienen ciertas dificultades, cuyas causas probablemente pondran al descubierto un estudio detenido. Por ejemplo, la paciente n.o 6 figura entre las mujeres maduras y deseosas de un nio. Sin embargo, tuvo un parto difcil, dando a luz un nio muerto. Nos extraamos menos si nos enteramos de que su madre muri en el puerperio y que ella misma era soltera y tuvo a los treinta y seis aos su primera relacin sexual, resultado inmediato de la cual era el presente embarazo. Las dificultades abundan en el grupo de mujeres "inestables". Las dos pacientes que rechazaron francamente y hasta el final su embarazo pertenecen a este grupo. Tuvieron embarazos difciles, pero partos fciles. Posiblemente expresaron por la facilidad y rapidez de sus partos su rechazo del nio y su deseo de verse desembarazadas de l, mecanismo que ya observamos en el caso de Erica. Veamos el problema de normalidad que este estudio nos plantea. De nuevo, los autores designan a la paciente n.o 6
como personalidad madura, es decir, bien adaptada a la realidad. Sin embargo, su concepcin fuera del matrimonio, de un hombre a quien casi no conoca, y que por estar movilizado hubo de abandonarla, dejndola en un desamparo afectivo y econmico total, habla ms bien en contra de la acepcin corriente de esta palabra. Adems, la enferma estaba durante la ltima parte de su embarazo muy angustiada y segura de que morira en el parto. Cuando se enter que haba dado a luz un nio muerto, se reprochaba en forma compulsiva ser la culpable de la muerte del nio por no haberse cuidado en forma debida. Tambin este desenlace y su reaccin son indicios de problemas neurticos, seguramente en relacin con la muerte de la madre de la enferma. Sin embargo, los autores clasificaron en forma debida a las pacientes. Ellos mismos dicen que las mujeres provenan de hogares muy pobres e inestables y que la gran mayora estaba viviendo -en parte tambin por la guerra- en condiciones sumamente precarias. Es decir, entre este material de enfermas, ellos denominaron como "estables" a las que reaccionaron mejor frente a su maternidad y a sus mltiples dificultades internas y externas. Hay que juzgar los trminos de embarazo y parto fcil en la misma forma. Entre las mujeres que tuvieron embarazos "fciles" muchas vomitaban, casi todas padecan de nuseas, muchas sufran cerca del final del embarazo de pesadillas, de tobillos hinchados, etc. Todos teman tanto por su salud como por la del nio. Los partos eran "fciles" si no excedan en muchas horas y las mujeres se mostraban "bien dispuestas" si no se quejaban demasiado. Todas reciban analgsicos. Evidentemente, los embarazos y partos eran "normales" en relacin con lo observable entre estas veintisiete pacientes en especial, y con lo que los autores, en general, estaban acostumbrados. Pero si tomamos en cuenta embarazos prcticamente exentos de trastornos y partos libres de dolores, aunque en nuestra sociedad eran, hasta hace poco una excep-
cin, comprobaremos que el concepto de normalidad aqu expuesto es muy relativo y dependiente de mltiples factores complejos. Los autores encontraron que la combinacin de factores econmicos desfavorables con una vida marital desgraciada actuaba siempre en contra de las tendencias positivas hacia la maternidad. Generalmente, las mujeres que desearon un nio eran emocionalmente maduras y de estructura psicolgica estable, mientras que los individuos inestables tomaron una actitud ambivalente frente al embarazo o lo rechazaron totalmente. En los casos en que la madre, hermanas o amigas haban descrito embarazo y parto como una experiencia feliz y satisfactoria, la mujer esperaba lo mismo para ella, y a menudo ocurra efectivamente as. Finalmente, en todas las mujeres se encontraron temores y angustias relacionados tanto con el embarazo como con el parto. La ansiedad se centraba en el feto o en la embarazada, desplazndose a menudo de uno a otra. Ya vimos que la angustia al principio del embarazo se basa en un sentimiento de culpa de haber robado el nio a la madre y en el temor a su venganza. ste se ve reforzado por la persistencia en el inconsciente de la fantasa de haberle prohibido embarazarse, por haberle envidiado su capacidad creadora y por haberla odiado si la realizaba. Por eso se vuelve peligroso tomar su lugar y exponerse a su odio. Adems, al transformarse la nia en madre, el feto toma su papel y se vuelve peligroso al adquirir su propia voracidad y su "monstruosidad" instintiva. Todas estas situaciones psicolgicas persisten durante el embarazo, pero madre y feto llegan a una mayor adaptacin a medida que ste prosigue y se va intensificando su unin. La mujer que al principio de su embarazo dudaba, por sus temores y por la experiencia del fracaso de sus fantasas maternales en su infancia, de si jams podra tener un hijo, empieza a sentirlo ya no como po-
sible promesa sino como realidad, cuando comienza a percibir sus movimientos. Muchas mujeres sostienen no haberse sentido nunca en su vida tan felices y serenas como en la segunda mitad de su embarazo. Pero esta paz se ve perturbada cuando el embarazo est prximo a su fin. Por cierto que la parte ms madura y adaptada a la realidad de la personalidad femenina desea que llegue pronto su nio. Empezar a apurarse en sus preparativos, a gozar de que su hijo pronto se convierta en algo que siente, pero que desconoce, que tiene un carcter fantstico para ella, en una realidad tangible. Pero siempre una parte de ella tambin rehuye el parto. Este temor al parto parece no haber sufrido ninguna disminucin, a pesar de toda la evolucin de la obstetricia moderna, que despus de haber reducido a un mnimo el peligro fsico para la parturienta, est actualmente eliminando el dolor, tan temido, del parto. La angustia frente al parto tiene races mucho ms inconscientes. Ahora renacen todos los temores irracionales que acompaaron esencialmente las primeras semanas del embarazo porque la mujer se siente frente a un examen final. Slo ahora, cuando haya dado a luz lo que lleva dentro y que ella cre, sabr si su interior estaba intacto, si su madre no la ha castigado, si ella, por su maldad, no perjudic a su hijo. ste es un aspecto de los temores, el aspecto negativo. Pero tambin la felicidad de la segunda mitad del embarazo se convierte ahora en un obstculo para el parto, en una fuente importante de angustia. Para Helene Deutsch (l. c.) el parto es la reviviscencia ms exacta que podamos tener de nuestro trauma de nacimiento. La mujer, identificada con su hijo, vive a travs de l todo el temor de separarse de su madre. Se identifica con su desamparo y siente no poder continuar protegindolo contra la vida. Siente que l pierde a la madre y vive el parto como prdida de l. Este temor a la separacin es la ansiedad ma-
yor del parto y la que debemos tomar ms en cuenta si queremos lograr partos fciles. Veremos ms adelante en qu forma esto es factible y por qu es tan importante. Antes ilustrar con dos sueos cmo la mujer, cerca del final de su embarazo, vive el parto que se acerca. Isabel, la noche siguiente a haber percibido que la cabeza del nio estaba bajando, tuvo un sueo del cual despert muy angustiada. Vea a su hijita como si ya hubiera nacido, durmiendo tranquilamente en la cuna. Su marido sacude la cuna y ella protesta enojada. No quiere que molesten a la nia. Despus, ella la est baando. La ve en el fondo de la baera, debajo del agua, con la cara radiante y sonriendo. Isabel piensa: "Parece muy contenta, pero tendr que sacarla, si no se podra ahogar". Y la saca, dndole golpecitos en la espalda para que pueda escupir el agua y respirar bien. La nia est bien, pero comienza a empequeecer. Isabel se angustia mucho. Piensa que las camisitas que ella le prepar ya le quedan grandes. La niita sigue achicndose, pronto desaparece del todo. Isabel se despierta desesperada. La interpretacin del sueo es fcil: Isabel est deprimida porque va a perder a su hijita. Dando a luz tendr que separarse de ella, e, identificada con ello, teme exponerla a una infancia tan desgraciada como la suya. La nia que duerme tranquilamente en su cuna es el feto y es ella misma, feliz dentro de su madre. Su marido que sacude la cuna es el padre que se interpone entre madre e hija, no tolerando por ms tiempo su relacin ntima que le excluye. La imagen de la nia debajo del agua pero feliz, sonriendo, es la representacin que Isabel tiene sobre el estado fetal y hace recordar los cuentos infantiles en que los nios antes de nacer viven contentos en las aguas de un estanque. Pero Isabel sabe que ya no puede prolongar la experiencia feliz del embarazo sin exponer a un peligro a su futuro hijo. A
pesar de sus temores debe sacar a la criatura del agua, debe dar a luz. Cuando la saca, la nia se achica rpidamente, ya no le sirven las camisitas preparadas con tanto cario y smbolo de su amor protector hacia ella. Sigue achicndose, desaparecer pronto. Isabel expresa en esta forma su temor de perder a su hija, perderla por la vida -crecer, crecer y ya no podr protegerla- o por la muerte, si no resiste la separacin del parto. En todo caso, su unin feliz con la hija habr terminado. Esta situacin conflictual de Isabel frente al parto se expres en una prolongacin del embarazo por ms de tres semanas ms all de la fecha prevista. Expondr otro sueo de separacin y fin de embarazo, en que la identificacin de la madre con el feto es ms intensa. Ana, pocos das antes del parto, suea: Es como si fuera una nia de nuevo. Se encuentra en el vestbulo de su casa paterna. Es de noche, por eso la puerta de entrada est cerrada con cadena. Alguien llama. Ella, sin soltar la cadena, abre un poco la puerta. Ve afuera, con terror, a una bruja que introduce su mano como una garra por la hendidura para sacarla a la fuerza de su casa. Se despierta gritando. Aqu la durmiente se siente como nia en la casa paterna o como feto dentro de la madre. Quisiera quedarse, pero la bruja viene a sacarla. Eso significa que ella reprocha a su madre el haberla parido, el haberse separado de ella. Simultneamente, ella ahora va a ser madre-bruja y habr de echar a la fuerza a la criatura que lleva dentro. La angustia del parto es, pues, la reviviscencia de la angustia ms antigua y arcaica que conocemos, la de la separacin de la madre. Sin embargo, aunque se trate de una angustia tan primitiva, puede ser manejada con cierta facilidad.
Eso es importante, si queremos comprender lo que podra ser el "parto normal" y evitar muchas ansiedades y trastornos. Muchos farmaclogos, anestesistas y gineclogos se afanan en obtener el mejor medio de evitar a la parturienta el dolor del parto. Hasta ahora lograron mtodos ms o menos perfectos que, sin embargo, siempre envuelven cierto perjuicio y peligro, especialmente para el nio. Nicholson J. Eastman, en una publicacin titulada "Prevention of fetal anoxia" (v. Ind. Bibl.), sostiene que la causa ms frecuente de la muerte del feto durante el parto, o del recin nacido o del lactante de pocos das, es la aplicacin de anestsicos durante el parto, que reducen el oxgeno en la sangre materna. Eso puede ocurrir si la anestesia se prolonga por ms de tres minutos, o en la anestesia espinal o caudal. El peligro es mayor para nios prematuros. Con la prctica del parto inducido, en que no se espera ya el parto espontneo sino que se fija su fecha, un error en el clculo de duracin del embarazo aumenta considerablemente el nmero de nios prematuros. Los partos inducidos prcticamente siempre se desarrollan bajo anestesia. Expondr otra opinin ginecolgica con respecto a la anestesia. Stewart H. Clifford ("Fetal anoxia at birth and cyanosis of the newborn", v. Ind. Bibl.) ve en la anoxia la causa del 60% de las muertes entre recin nacidos, y un gran factor de morbilidad. La anoxia proviene de daos causados a los centros respiratorios durante el parto por injurias traumticas o la anestesia. Antes de que se usaran corrientemente analgsicos durante el parto, el 9095% de los recin nacidos gritaba y respiraba espontneamente. Actualmente, el 75% de los recin nacidos est en esta condicin normal. stos seran, pues, los daos somticos que puede sufrir el nio por la aplicacin de anestsicos a la madre. Existen tambin daos psicolgicos.
La madre que no est consciente en el momento mismo en que nace su hijo, que no oye su primer vagido, se priva de una experiencia sumamente gratificadora. Ya comprendimos el temor de la parturienta de perder a su nio al darlo a luz. No lo conoce hasta ese momento. Lo siente en parte como real, en parte producto de sus fantasas. Para que pueda vencer sus temores irracionales y superar el trauma de su separacin del nio, es importante que pueda confrontar la realidad buena y tranquilizadora con estos temores, y que est consciente y despierta cuando se produzca su nacimiento. La depresin que a menudo sigue al parto es mucho ms liviana y corta en estas mujeres, y se unen ms rpidamente con su hijo real que aquellas que estuvieron inconscientes durante el parto, sea debido a una anestesia general o a la hipnosis. En estas ltimas casi siempre se observa, entonces, una sensacin de extraeza, indiferencia y desilusin frente al hijo. No se puede juzgar hasta dnde este rechazo del nio en el primer momento de su existencia real puede ser percibido por ste, ni hasta qu punto puede obstaculizar la reaccin futura de la madre frente a l y tener una influencia duradera sobre la relacin de madre e hijo. En oposicin con los investigadores que intentan evitar a la parturienta la percepcin del dolor por medio de anestsicos cada vez ms perfectos, Grantly Dick Read (l. c.), cuyas investigaciones fueron ridiculizadas o ignoradas en un principio, pero que actualmente tienen divulgacin y comprensin siempre crecientes, intent acercarse al problema con un enfoque totalmente distinto. Se pregunt si el dolor era realmente inherente al parto y en s inevitable. Mejor dicho, no fue l quien hizo esta pregunta bsica del problema, sino, muchos aos atrs, una parturienta a la cual atenda. Se trataba de un parto fcil que transcurri sin quejas ni complicaciones. Uni-
camente cuando Read quiso ofrecer cloroformo a la parturienta, ella lo rechaz firmemente. Extraado, le pregunt despus del parto por qu causa haba rechazado la ayuda del anestsico, destinado a aliviar su sufrimiento. Ella le contest con sencillez: "No doli, no tena por qu dolerme, verdad, doctor?" Desde entonces intent aclarar si realmente deba doler. Estudi el problema desde todos los ngulos, observ bien a sus enfermas, cundo y bajo qu circunstancias empezaban a sufrir durante el parto, y finalmente lleg a la conclusin que aquella primera paciente haba tenido razn: No tena por qu doler. Sin embargo, generalmente dola. Pero, por qu causa? Porque la mujer de antemano est a la espera del dolor. Segn Read, esto ocurre porque durante toda su infancia le inculcaron que el parto es algo sumamente doloroso y lleno de peligros, creando as una especie de reflejo condicionado entre la percepcin del comienzo del trabajo de parto y la aparicin del dolor. Pero cul sera la base fisiolgica de tal reflejo? Son varios los msculos que gobiernan los movimientos del tero. Unos, con sus contracciones espontneas e inevitables, avisan a la mujer que ha empezado el proceso del alumbramiento y van expulsando gradualmente el feto. El segundo grupo protege su salida del tero y debe permanecer flojo y laxo durante un alumbramiento normal, para no entorpecer la labor de expulsin. Cuando la mujer que tiene su primer hijo percibe estas sensaciones nuevas para ella, que provienen de las contracciones uterinas, y se encuentra en un ambiente que influye en un sentido psicolgico desfavorable, cree experimentar en estas primeras y necesarias contracciones un "dolor" y entonces ese imaginario "dolor", de naturaleza puramente subjetiva, suscita el miedo. ste, por su parte, provoca tensin muscular, que, a su vez, obstaculizando el trabajo de expulsin, causa verdadero dolor, prolonga la duracin del alumbramiento y hace necesaria la anestesia. En el
momento en que la mujer angustiada y sintindose a merced de un proceso desconocido y doloroso pierde el control psquico sobre s misma, tambin pierde, aunque parezca paradjico, por tratarse de musculatura involuntaria, el control sobre el complicado mecanismo del parto. Una parte de la musculatura obstruye el trabajo de otra parte, y el alumbramiento se convierte en algo sumamente doloroso y a menudo peligroso para madre e hijo. Read cita varios ejemplos en que pudo estudiar bien cmo la actitud del ambiente, tanto en el sentido de una exagerada proteccin de la parturienta, que corresponda en realidad a una sugestin del dolor, como de indiferencia y desamparo, intensificaba primero su temor, para provocar despus dolores intensos o, por el contrario, la inhibicin del trabajo de parto. Si la mujer llega al lmite de su tolerancia psicolgica, muy a menudo recurre a este medio. Ilustrar esto con el parto de Isabel. Ya conocemos sus dificultades durante el embarazo. Sin embargo, cuando sinti las primeras contracciones se intern muy bien dispuesta. Efectivamente, al principio todo anduvo bien. Pero despus su mdico, en quien depositaba mucha confianza, hubo de dejarla para atender un parto en otro sanatorio. La partera no se ocupaba de ella. Finalmente, la dejaron sola. Entonces empez a sentir dolores insoportables, a angustiarse, a gritar y llorar. Al final estaba descontrolada y exhausta. Cuando, despus de varias horas, su partero volvi, la encontr desesperada y prcticamente sin contracciones uterinas. Su ausencia y el abandono que Isabel sufri tuvieron por resultado que un parto que se haba iniciado con plena normalidad hubo de ser terminado con inyecciones para reavivar el trabajo uterino y con una intervencin quirrgica seria, desde luego efectuada bajo anestesia. Margaret Mead cuenta en "Sexo y temperamento" (l. c.) que entre los Tchambuli el parto es considerado como algo ms bien fcil, siempre que se cumpla con ciertos preceptos.
El marido, aunque en una habitacin alejada de la parturienta, debe esperar con seriedad el nacimiento de su hijo en compaa del hechicero y de sus amigos. La parturienta est rodeada de mujeres e hincada entre las rodillas de su ta paterna. En el caso que describe Margaret Mead, el marido, un joven irresponsable, no estaba penetrado de la seriedad del momento. Su mujer, Tchubukima, al or la risa de su marido y sus compaeros, sbitamente interrumpi su lamento rtmico, indicio del buen progreso del parto, y se durmi profundamente. Los hombres, avisados de esta complicacin, se asustaron y se quedaron serios. Tchubukima se despert y el parto sigui normalmente, hasta que de nuevo se pudo or en la habitacin de la parturienta la risa irresponsable de los hombres. La parturienta intensific primeramente sus gritos, y como esto no dio ningn resultado, cay otra vez en un profundo sopor. Esta escena se repiti continuamente, desde la maana temprano. A medioda los hombres estaban un poco asustados. Recurrieron a prcticas mgicas, que no dieron resultado, para apresurar de nuevo el parto. Entonces las mujeres llegaron a la conclusin de que la casa de Tchubukima estaba embrujada y que dara mucho mejor a luz en una casa en el otro extremo del pueblo, es decir, lo ms alejado que fuera posible del marido y de su charla perjudicial. Se trasladaron all y se volvi a encerrar a Tchubukima, quien de nuevo se hinc entre las rodillas de la hermana de su padre. Pero ahora se agreg una nueva complicacin: las mujeres tambin haban perdido la paciencia. Su ta charlaba alegremente con las dems. A intervalos se volva a la furiosa muchacha arrodillada y le deca: "Ten tu nio". Nuevamente Tchubukima se enojaba y se dorma. Slo a las dos de la maana, cuando el esposo, ahora genuinamente preocupado, pag su "Kina" al representante
de los espritus satnicos, Tchubukima se dispuso a tener su beb. Este parto, ocurrido en un ambiente tan extrao a nosotros, sin embargo en mucho se parece a nuestros partos. Tanto la mujer Tchambuli como la europea o la americana necesitan apoyo afectivo para tener el valor de dar a luz, porque ambas se siente solas y angustiadas en este trance. No importa que el apoyo del medio ambiente se exprese a travs de hechiceras o por la presencia de un especialista partero importante. Lo esencial es que la mujer no se sienta abandonada e incomprendida en su angustia. Margaret Mead interpreta la interrupcin del trabajo de parto de la joven Tchambuli como agresin contra su marido y su ta y como un intento de darse importancia. Sin embargo, la joven estaba angustiada y se senta sola. Tal vez no se atrevi a seguir con el parto en esas circunstancias y tuvo que interrumpirlo hasta lograr, por esta misma interrupcin, despertar bastante preocupacin en su ambiente para que colaborasen con ella y no la abandonasen ms a su trance difcil, a merced de sus terrorficas imgenes interiores. Pero volvamos a la teora del doctor Read. Sostiene, pues, que el miedo causa tensin muscular y que sta, dificultando el trabajo de expulsin del tero, causa el dolor. Intenta eliminar el miedo explicando a la mujer qu est pasando en su cuerpo durante el embarazo y parto. O, hablando en trminos psicoanalticos, intenta oponer a la realidad psquica, basada en angustias irracionales y representaciones sexuales infantiles sobre la concepcin, el embarazo y el parto, una realidad exterior, buena, tranquilizadora y racional. El exponente de esta realidad es el mdico y la partera, que asisten desde el primer momento a la parturienta, dndole las indicaciones adecuadas para que sepa colaborar durante el parto. En los ltimos quince aos la escuela reflexolgica (Pavlov) de preparacin psicoprofilctica del parto ha tomado un
auge enorme. Ocurre esto no solamente en las naciones socialistas, sino tambin en Francia, la Argentina y otros pases. La teora de los reflexlogos es distinta de la de Read (ver Bauer, l. c.). El dolor del parto existe para ellos objetivamente, pero puede ser inhibido por medios psicolgicos. Difiere tambin en parte de su prctica: sustituyen, por ejemplo, el relajamiento de la ltima fase de dilatacin por la respiracin jadeante de la parturienta. Sin embargo, ambos mtodos tienen mucho en comn. Usan el esclarecimiento previo de los procesos fisiolgicos, cuya utilidad, aunque relativa, ya nos es concida por otros temas de este libro. Insisten en la necesidad de modificar en la embarazada el concepto caracterstico de nuestra sociedad de que el parto "debe" doler. Ensean durante el embarazo a la futura parturienta los ejercicios que le permitirn colaborar adecuadamente durante el parto y establecen, a travs de las clases dictadas regularmente, un firme contacto previo al parto entre la mujer y quien la atender en el trance. Ambas escuelas dan resultados excelentes, siempre que sus representantes no conviertan su sistema en una nueva rutina que ya no permita a la mujer la expresin individual de sus sentimientos y aun dolores que acompaan a su parto. Cmo podemos explicarnos estos resultados obtenidos por mtodos tan sencillos? Creemos que la mayor parte del xito ya est dada por el nuevo enfoque que fue expresado por la enferma del doctor Read al preguntar: "No tena por qu doler, verdad, doctor?" Segn la Biblia, los dolores del parto son el castigo que la mujer debe sufrir por haber cometido el pecado original. La Biblia expresa en esta forma algo que es realidad psquica, tanto para la mujer creyente como para la atea: que su hijo es el fruto de un pecado y darlo a luz la hace merecedora de castigo. El partero que la asiste, admitiendo el hecho "inevitable" del dolor, pero intentando mitigarlo por analgsicos y anestsicos, significa para el inconscien-
te de la parturienta un cmplice que la ayuda a eludir el justo castigo. El mdico que sostiene que el dolor del parto no corresponde a las intenciones de la naturaleza, sino que es consecuencia de errores de su medio ambiente, absuelve a la mujer del pecado original. Pero cmo lo logra? En primer trmino, la angustia experimentada generalmente durante el alumbramiento que desencadena el crculo vicioso de temor, tensin y dolor proviene de una identificacin con la madre por sentimientos de culpa. Es como si sta dijera a su hija en parto: "T quisiste usurpar mi lugar, robarme mis hijos. Ahora lo has logrado, pero sufrirs como yo sufr al darte a luz o morirs como t deseaste que yo muriera al parir a tus hermanos". El mdico que la asiste, negando la necesidad del dolor, representa al padre, aliado a ella para protegerla, y a una madre buena que contrarresta las amenazas y la maldicin de la madre mala interior. Esta ltima atemoriza a la parturienta por representaciones cruentas e infantiles del parto. Las contracciones son experimentadas como indicio de que algo horrible est pasando dentro de su cuerpo. Las explicaciones racionales del mdico son como la voz de la madre buena que dice a su nio angustiado: "No te asustes de esta sombra! No es un fantasma. No es ms que una prenda de vestir". Igualmente como la madre que dice esto a su hijito no logra curarlo del temor a los fantasmas, pero s calmarlo por el momento, la mujer angustiada por lo incomprensible e indomable del proceso que se desarrolla dentro de ella, se calma al recibir las explicaciones tranquilizadoras del mdico. Finalmente, ste le da indicaciones realmente muy tiles y acertadas con respecto a su colaboracin en el parto. Indicaciones, por otra parte, que no son nuevas, que antao toda buena partera sola dar a sus pacientes, pero que ahora se han perdido por el apuro y tono impersonal de la sala de operaciones moderan, de las inyecciones, inducciones, la anestesia y el frceps. Estas indicaciones son tiles por varias causas. La mujer que colabora con inteligencia realmente
apresura y facilita el proceso del parto. Adems, cuando sigue las indicaciones de su mdico y nota el alivio y progreso, se siente comprendida por l. Pero sentirse comprendida significa de nuevo sentirse perdonada. Adems, al recuperar su actividad, se sobrepone la mujer a la angustia ms profunda del parto, causada por la separacin de su hijo, que se acerca a travs de este proceso aparentemente tan indomable e inevitable que es el parto. Mientras lo percibe en esta forma, se siente tan indefensa y desamparada como un nio. Se siente vctima de fuerzas y dolores incontrolables, y por eso, como cuando ella misma era una niita, a mereced de sus imgenes terrorficas interiores. Identificada con su hijo, se ve arrojada a un mundo fro e indiferente. Al seguir las indicaciones del mdico y convertir el parto en un trabajo difcil, pero dentro de sus capacidades, recupera la confianza en s misma, deshace la identificacin con el nio inerme, se convierte en madre activa y eficaz y ya no teme la separacin del nio, porque sabr protegerlo despus como lo protege en este momento, ahorrndole un parto difcil. El dominio del proceso del parto le da as el medio de superar ms fcilmente el trauma de la separacin de su hijo, y de llevar a trmino con todas sus fuerzas, pero sin temor y castigo, es decir, sin dolor, el magno proceso del parto. Evidentemente, el procedimiento fracasa en mujeres muy neurticas, las llamadas "nerviosas", donde la imagen de la madre mala est demasiado arraigada para poder ser modificada, aun temporariamente, por influencias exteriores favorables. Por otra parte, el intenso temor a la madre puede ser el estmulo que provoque un parto rapidsimo y por eso casi indoloro, como lo vimos en el caso de Erica. De todo lo expuesto llegamos a las siguientes conclusiones: el embarazo y parto estn acompaados de malestar, angustia y dolor por factores psicogenticos. Si logramos educar hijas sanas que tengan un mnimo de angustia y sen-
timiento de culpa y que puedan aceptar gozosamente su feminidad, podemos esperar que el embarazo y el parto sean nuevamente lo que son an en algunas sociedades o para algunas mujeres felices de nuestra sociedad: el mximo logro de sus facultades biolgicas acompaado por la plena conciencia de intervenir en la ms grande experiencia posible: haber gestado y alimentado dentro de s a un nuevo ser y haberlo dado a la vida.
Por qu actualmente se tiende a sustituir el pecho por la mamadera? Consecuencias. Importancia del cario para el lactante. La madre de alambre y la madre de trapo. Por qu tan a menudo se presentan dificultades en la lactancia? Causas inconscientes: la propia frustracin oral. La persistencia en una posicin infantil. Berta. Una enferma agorafbica. Ana. El amamantar experimentado como una actividad sexual y prohibida. El temor a la hostilidad oral del lactante. Las fisuras de los pezones. Un caso: Lina; otra vez Berta. Dificultades frente al destete: la seora L. La dificultad de integrar maternidad y sexo. Entre las funciones procreativas de la mujer la lactancia desempea un papel secundario, a tal punto que muchas mu-
jeres se sustraen a ella. En la conocida obra de Beaumarchais, Fgaro dice, resentido, que la nica molestia a que se someten los grandes seores en su vida es la de nacer. Idntico comentario podra aplicarse, si bien antes parafrasendolo, a ciertas grandes damas: la nica molestia a la cual tienen que someterse es la de dar a luz a sus hijos, y abandonando su crianza a mujeres extraas. Durante mucho tiempo se consider indecoroso criar a sus propios hijos, y an al principio de nuestro siglo en muchos pases europeos era de buen gusto tomar un ama de leche, pues se pretenda que as el lactante sera criado debidamente y no padecera su salud. Sin embargo, sufra un dao indirecto al faltarle el lazo afectivo que la crianza establece entre madre e hijo. En el inconsciente del nio criado por una nodriza mercenaria se establecen fcilmente dos imgenes distintas: la de una madre buena de su primera infancia -el ama de lecheen contraste con la de una mujer mala y frustradora, que es su madre real. Pero actualmente se suele recurrir a la alimentacin artificial, y esto en todas las clases sociales. Entre las veintisiete mujeres de la encuesta que sirvi de base a la publicacin de "Anxiety in pregnancy and childbirth" (l. c.), ninguna amamantaba ms all de los tres meses. Gracias a nuestros progresos tcnicos, esto apenas perjudica fsicamente al lactante. Si se prefiere con tanta frecuencia el alimento artificial a la leche materna, deben de existir, adems de causas sociales, razones psicolgicas. Las sociales son evidentes; la mujer que trabaja fuera de su casa a menudo no puede dedicar a su hijo el tiempo necesario para criarlo durante varios meses, y desiste de la lactancia si no quiere o no puede renunciar a su profesin. A primera vista, el problema econmico y social de la madre que trabaja parece insoluble; pero si los estadistas modernos prestasen tanta atencin y diesen tanta importancia a las funciones biolgicas de la mujer como conceden a su trabajo en pocas de emergencia o de prosperidad, podran resolver este problema, que ya ha
sido abordado por la legislacin social de algunos Estados progresistas. Una solucin til la ofrecen, por ejemplo, las nurseries instaladas en las fbricas; otra, es la subvencin por el Estado mientras dura la lactancia. Pero adems de estos factores sociales, cuya consideracin no quiero profundizar aqu, actan otros, psicolgicos, no menos importantes. Ya he hablado de la tendencia, inherente a nuestra poca, de desexualizar las funciones procreativas femeninas, de convertirlas de un proceso instintivo y espontneo en algo mecanizado y controlado. La desfloracin indolora por el gineclogo; el parto inducido, que transcurre bajo anestesia, y la eliminacin medicamentosa de la subida de la leche, seguida por la alimentacin artificial del lactante, corresponden todos a esta tendencia. Conocemos las consecuencias psquicas de la alimentacin artificial a travs de numerosos anlisis. Pero no es necesario el anlisis para comprobar la insatisfaccin oral resultante de una educacin que frustra ya los primeros deseos del nio. No es por cierto mera casualidad que en los Estados Unidos, donde la alimentacin artificial est ms difundida que en otros pases, haya surgido la costumbre de mascar goma para satisfacer deseos orales frustrados, ni que all el problema de la toxicomana sea especialmente candente. No solamente el nio sino tambin la madre se perjudica por la renuncia a amamantar al hijo. Estamos acostumbrados a interpretar unilateralmente el trauma del nacimiento, adjudicando todo su efecto al nio; pero tambin la madre sufre tal trauma, como ya lo expuse en el captulo anterior. Helene Deutsch (l. c.) ve en el parto una oportunidad para la mujer de elaborar su propio trauma de nacimiento. Encuentra una relacin estrecha entre el trabajo del parto y la lactancia, al comprobar que la succin del lactante estimula las ltimas contracciones del tero, de modo que con el co-
mienzo de la lactancia termina la funcin dinmica de este rgano, que cede su supremaca a las mamas. Pero cree que la lactancia, adems de ayudar a la madre a vencer el trauma que le causa la separacin brusca de su hijo, tambin sirve al nio para mitigar el efecto de su trauma de nacimiento. La lactancia restablece tambin su intimidad con la madre y el destete se efecta paulatinamente, en contraste con el nacimiento, que signific una separacin repentina. Los anlisis de personas adultas que no fueron amamantadas o que sufrieron un destete brusco, a menudo revelan que el trauma de nacimiento adquiri posteriormente para ellas una importancia excesiva. La falta de la lactancia, que envuelve la relacin ntima con la madre, puede traer ms tarde perturbaciones del ya adulto frente a la mujer. George Santayana plantea este problema en "The last puritan" (v. Ind. Bibl.), con la intuicin propia del artista. Citaremos el pasaje que expresa este concepto con toda claridad: Mario, muchacho optimista y feliz, le pregunta al sobrio Oliver, el protagonista de la obra: "Dime una cosa, Oliver, te criaron con bibern o con ama?" Oliver se ech a rer a la idea de un ama... Las amas de cra no existan en los Estados Unidos. Naturalmente que lo haban criado con bibern. "Eso me pareca -exclam Mario triunfalmente-. T no sabes lo que es la mujer. No te sientes a gusto con ellas. Todo ello porque no quisiste nunca a tu madre, ni ella te quiso nunca a ti. Hay un mundo de diferencia. A m me cri mi propia madre..." Aqu se trata de una conversacin entre hombres. Pero vimos, a travs de todo este libro, la gran importancia que tienen las primeras vivencias de la nia con su madre para todo su destino y especialmente para su futura capacidad de amar y saber entregarse. Parece tambin que hay una relacin directa entre el amor a la vida y las primeras experiencias orales. Ya refer
que entre los Arapesh (Margaret Mead, "Sexo y temperamento" (l. c.), que se empean mucho en proporcionar a los nios una primera infancia feliz y que los alimentan generosamente, cmo y cundo el nio desea, el suicidio es desconocido; y que entre los habitantes de las Islas Marquesas (Abraham Kardiner, "El individuo y la sociedad", l. c.), cuyas mujeres alimentan a sus hijos un mnimo de tiempo y sin mostrarles mayor afecto, el suicidio es sumamente frecuente. Los Mundugumor nos demuestran algo que ya discutimos anteriormente: que lo esencial para el nio no es el amamantamiento en s, sino la forma en la cual se le da el alimento y el cario necesarios. Porque, aunque entre los Mundugumor las mujeres cran a sus hijos, los tratan con tanto rechazo que, ya adultos, ellos por su parte rechazan a sus nios. Entre ellos tambin el suicidio es muy frecuente y el amor, como tal, casi desconocido. La sexualidad se reduce a una lucha entre los sexos lo mismo que el amamantamiento se reduce a una lucha entre una madre malhumorada, que intenta dar su seno el menor tiempo, precisamente lo suficiente para que la criatura deje de llorar, y un lactante que se prende de su pecho con avidez y enojo, atragantndose con la prisa con que intenta ingerir un mximo de leche en un mnimo de tiempo. Margaret Mead, en "Male and female" (l. c.), describe las consecuencias de esas primeras experiencias de los Mundugumor en esta forma: "En su vida de adultos, hacer el amor es llevado como el primer /round/ de una pelea de /catchascan/, y morder y rasguar forman la parte ms importante del placer previo. Cuando los Mundugumor capturan a un enemigo lo devoran, y ms tarde se ren de ello al contarlo. Cuando un Mundugumor se enoja tanto que su propia furia se vuelve contra l, toma su canoa y se va a la deriva, ro abajo, para ser comido por la tribu ms prxima. sta es la forma de suicidio ms corriente entre los Mundugumor".
Si hablamos, pues, de frustraciones orales, lo que equivale a frustraciones ocurridas durante la etapa oral, ello no quiere decir forzosamente que el nio no recibi el pecho o que la cantidad de leche no era suficiente. Una mamadera dada con todo el cario y lentamente a un nio que la madre tenga en sus brazos y al cual no teme mostrar su amor y permitirle estar bien cerca de ella cuando lo requiera -aunque sea en el intervalo entre dos mamadas-, significar menos frustracin oral que el pecho dado framente. Pero ser ms fcil hacer sentir al nio la proximidad de su madre y de su amor si est prendido de ella, succionando su seno, que si est tomando su alimento mediante un bibern. Y lo que tiene tal vez todava ms importancia para el buen desarrollo de la relacin madre-hijo, que slo ahora se est iniciando en la realidad exterior, es el hecho de que en la madre se despertar ms fcilmente un cario instintivo y espontneo frente al nio al que d el pecho que frente a la criatura que alimente cumpliendo con todos los preceptos mdicos sobre la alimentacin artificial ms adecuada, como si realizara un complicado experimento de laboratorio. La importancia de la cercana fsica para el lactante fue demostrada de muchas maneras desde que Spitz (ver Ind. Bibl.) descubri el cuadro del "hospitalismo", al notar que lactantes atendidos "correctamente", pero sin cario durante una estada prolongada en un hospital o asilo, sufran de un grave trastorno en su evolucin psicofsica. Peor el experimento ms convincente y espectacular en este terreno es tal vez el realizado por el profesor Harlow en Wisconsin (ver Ind. Bibl.). Separ unos monos rhesus recin nacidos de su madre. Un grupo fue enjaulado con una "madre de alambre" y otro con una "madre de alambre" y una "madre de trapo". La madre de alambre es un artefacto que tiene, al fcil alcance
de los monos, mamaderas siempre bien llenas. La madre de trapo es otro artefacto cubierto por un gnero suave que bien pronto, por el contacto con los monitos, adquiere olor a mono, a mam, podra decirse. Cuando los monos haya aprendido a criarse aparentemente bien de esta manera, se introduce en ambas jaulas un juguete mecnico como estmulo provocador de miedo. Pudo comprobarse que los monos desprovistos de madre de trapo no recurren a la mamadera, sino se retraen asustados, se paralizan al rato. A la larga desarrollan una conducta bastante parecida a la del autismo precoz del nio carente de contacto y comunicacin con el mundo. Los monos que disponen de una madre de trapo, se refugian en ella. Una vez que se hayan tranquilizado de esta manera desarrollan frente al juguete antes temido toda la curiosidad e inteligencia normalmente inherente a su raza. Pero pudo comprobarse ms tarde (2) que estos monos, bien alimentados y en contacto con una especie de robot carioso en lugar de una verdadera madre, sufrieron de adultos de una grave deficiencia; aunque desarrollaron normalmente todos los signos fsicos de la madurez sexual, no eran capaces de tomar ninguna iniciativa "amorosa", si puede decirse as, ni saban cmo comportarse frente al compaero o la compaera sexual. Observamos, pues, de nuevo, la importancia del contacto fsico, pero tambin de la lactancia, para el desarrollo posterior. Sin embargo, en muchos lugares y ambientes, principalmente en Estados Unidos y otros pases altamente industrializados, la costumbre de amamantar a los hijos est por desaparecer. Este cambio trae diferentes problemas, cuyo alcance recin empezamos a vislumbrar. Spitz (l. c.) se dedic especialmente a estudiar cmo se forman en el lactante los primeros intentos de comunicacin y los principios del proceso de pensamiento. Dado que stos surgen dentro de la rela-
cin madre-hijo, supone que el hecho de que el hombre occidental moderno de nio ya no teme el primer contacto con su madre a travs de parte de ella, del pecho, sino a travs de un artefacto, la mamadera, influya en su manera de comunicacin, en sus relaciones posteriores con el ambiente, sus smbolos verbales y no verbales y modifique, quizs tambin, sus procesos de pensamiento. En nuestro ambiente latino todava se espera que una mujer amamante a su hijo. Pero muchas fracasan en esa tarea. Explican que no tenan bastante leche o que sta no era bastante fuerte o que tuvieron que destetar al nio por fisuras dolorosas de los pezones causadas por su succin. Desde el punto de vista puramente fisiolgico, la produccin de la leche materna depende de una interaccin adecuada de diversas hormonas. Pero cuando un proceso biolgico cualquiera tropieza con dificultades tan frecuentes, es evidente que en su origen deben intervenir factores psquicos. En lo concerniente a la lactancia, hace tiempo que tambin mdicos y profanos, ajenos al psicoanlisis, reconocieron la gran influencia que ejercen los factores psquicos sobre el proceso. Las creencias populares siempre han afirmado que el estado psquico de la nodriza tiene gran influencia sobre la produccin de la leche. Los mdicos, por lo general, tienen frente a este problema el mismo concepto dualista que adoptan ante otros trastornos hormonales, sosteniendo que la causa de la disfuncin puede radicar tanto en lo somtico como en lo psquico, pero sin advertir que realmente lo hormonal y lo psquico son dos aspectos del mismo proceso. Ultimamente se intent demostrar a travs de experiencias con madres que lactaban, hasta dnde las distintas emociones intervienen en la afluencia de la leche a la boca del nio (3). Pero tal vez ni sea necesario recurrir a este tipo de experimentos, un poco ingenuos -porque la madre que tiene conciencia de ser objeto de un experimento ya no reacciona con naturalidad y con la prescindencia de sus vivencias diarias interiores, ms importantes, posiblemente,
que los estmulos exteriores a que la expone el experimentador- para demostrar algo obvio. La lactancia suele desarrollarse sin dificultad ninguna en mujeres primitivas, que todava no han tenido la oportunidad de adquirir ciertas inhibiciones inherentes a nuestra cultura. En la gente del campo podemos observar que las dificultades de la lactancia son bastante raras y que las mujeres todava se permiten el goce libidinoso que les ofrece el amamantar a sus hijos, siendo frecuente que continen criando al hijo menor durante dos o tres aos. Pero tambin mujeres de otros ambientes recuperan esta facultad, si el amamantamiento es lo nico posible. Spitz (l. c.) nos trasmite el relato de un mdico que fue prisionero en un campo de concentracin nazi. Dijo que a ninguna de las internadas que tuvieron all familia les faltaba leche, y supone que esto ocurra porque las madres saban que, si no amamantaban a sus hijos, las autoridades los dejaran morir de inanicin. Cules son las razones inconscientes que llevan al impedimento del desarrollo normal de la lactancia? Los ms frecuentes son fcilmente subdivisiones en dos grupos: 1) Trastornos causados en la mujer por el rechazo de la maternidad, por su deseo de permanecer en una actitud receptiva e infantil; 2) los que se originan por la persistencia de tendencias agresivas infantiles dirigidas hacia la propia madre. Ambos casos tienen como base comn la insatisfaccin oral de estas mujeres. Si han sufrido tales frustraciones, y si ms tarde no logran considerar al nio como parte de su propia persona, se niegan inconscientemente a darle lo que ellas mismas no han recibido. As se vengan en el nio, identificndolo con su madre mala, por lo que sa les hizo sufrir. O se identifican con su madre frustradora, tratando al nio como se sintieron tratadas en su primera infancia. Durante la lactancia persisten, pues, los dos tipos de identificacin que ya estudiamos al analizar la psicologa del embarazo. La no-
cin inconsciente de que el apetito que la propia madre no pudo satisfacer en su infancia constituye la causa de su incapacidad para criar se expresa en los mltiples consejos que suelen darles las comadres a las jvenes madres, aconsejndoles comer alimentos de tipo infantil, tomar mucha leche, etc., para poder alimentar mejor a sus hijos. El deseo de satisfacer sus propios deseos orales, en lugar de los de su hijo, pudo observarse muy bien en Berta, cuya intensa fijacin a la madre ya nos es conocida. Durante su primer embarazo tuvo el sueo siguiente: So que estaba con una mujer en una habitacin y saba que sta la hara rer. Despus ella mamaba de los senos de la mujer o sta de los suyos; no lo saba exactamente. Perciba que su vientre se pona duro y puntiagudo. Durante el sueo pensaba que al fin comprenda el significado del endurecimiento de la matriz. Se deca: "El beb tiene una ereccin". Las asociaciones dieron como resultado que el hacerla rer equivala a producirle una gran satisfaccin oral y el orgasmo. Su duda de estar amamantando o mamando expresa su deseo de beber ella misma del pecho de su madre, en vez de amamantar a su futuro hijo. El endurecimiento del tero -una contraccin- ya lo haba notado antes, en ocasin de excitaciones sexuales. Para ella la matriz y el feto tienen el significado de un pene propio y la satisfaccin oral de la lactancia la excita sexualmente. Expresa as, por el sueo, su creencia de que si hubiera tenido un pene su madre la habra alimentado bien. La hubiera querido y hecho feliz. Rechazaba su propia feminidad ella inconscientemente la culpaba por el rechazo sufrido por su madre. sta, en realidad, la haba criado con mamadera. El sueo de Berta nos hace recordar la creencia infantil de Silvia de que a un lactante le crece un nene y se convierte en varn siempre que su madre lo quiera lo suficiente como para darle mucha leche.
Ambas enfermas demuestran as la razn oral de su envidia del pene y su rechazo de la feminidad. Poco despus del parto de Berta aparecieron serias dificultades en la lactancia. En esa poca so lo siguiente: "Est en un potrero, junto con sus hermanas. Ellas se alejan por una pradera, donde hay toros, sin tenerles miedo. La paciente se queda en el potrero, con las vacas". En esa poca las hermanas estaban comprometidas y eran muy felices. Siendo nia haba padecido una fobia a los toros, que simbolizaban a su padre. En el sueo, sus hermanas se separan de su madre -la vaca- y se animan a acercarse al hombre, al toro. Ella no se atreve, hagis acercarse al toro significa enamorarse del hombre, tener hijos y -en ltimo trmino- criarlos. Pero por su temor al toro y a ser adulta anhela ser satisfecha todava por su madre, se queda con las vacas y no puede alimentar bien a su nio. Relatar otro caso. Una mujer casada haca poco tiempo enferm de melancola despus que su madre emprendi un viaje muy largo. Al regresar la madre, el estado depresivo mejora y cura poco a poco, siendo sucedido por una agorafobia. Slo puede salir a la calle acompaada de su madre o de su marido, pero tampoco puede estar a solas en la casa, sin la compaa de uno de ellos. Ms tarde queda encinta y ya sabe de antemano que no podr criar a su hijo. Efectivamente, tiene muy poca leche, y el mdico le recomienda ciertos alimentos. Comienza a comer exageradamente. Me explic ms tarde en su anlisis; "Era muy raro; coma mucho, pero toda la comida se me converta en grasa, en lugar de transformarse en leche para el nio". Ms tarde quiso adelgazar, sin conseguirlo, porque cualquier rgimen era causa de una recada en un estado de angustia y depresin. Recapitulemos en pocas palabras: para contrarrestar la prdida real de su madre, la introyect y enferm de melancola. Vuelta la madre, no quiso exponerse otra vez al riesgo de perderla y la oblig, con su
fobia, a permanecer constantemente a su lado. Cuando tuvo el hijo, tema ya haberse convertido definitivamente en adulta y haber perdido por eso la proteccin materna. Entonces se incorpor la madre en forma de alimentos y se neg a eliminarla en forma de leche. Ms tarde, el hacerla adelgazar significaba obligarla a desprenderse de la madre. Al parecer, el deseo de permanecer dependiente y recibir la leche materna est tan difundido que se encuentra tambin en animales domsticos. Una de mis pacientes me relat que tiene dos gatas, madre e hija, que quedaron ambas preadas en la misma poca. La hija por primera vez. Cuando la madre dio a luz, la gata joven se interes mucho por sus hermanastros, se apeg a la madre y varias veces logr ocupar el lugar de la cra, mamando de la madre. Unos das despus, Cuando ella dio a luz a su vez, no mostr ningn inters por su propia cra y la abandon completamente, negndose a amamantar o a calentar a sus cachorros. Cuando no estaba la madre y trataba de mamar, se paseaba, coqueta y despreocupadamente, por el jardn. A pesar de los esfuerzos de sus dueos, murieron todos los cachorros. Simultneamente con el deseo pasivo de ser amamantada puede coexistir el deseo activo de criar, situacin que se manifest en la fantasa infantil de Ana. Tena siete u ocho aos cuando observ cmo una ta suya daba el pecho a su beb, quedando muy impresionada por lo que haba visto. Concibi varias fantasas, una de las cuales record en el anlisis: Una madre y su hija se han perdido en el Sahara; estn a punto de morir de sed y rezan para que se produzca un milagro; ste ocurre, efectivamente, pues los senos de ambas mujeres se llenan de leche y pueden amamantarse mutuamente y salvar as su vida. En esta fantasa Ana intenta superar su propio trauma del destete. ste, simbolizado por el Sahara, lugar desprovisto de todo lquido. Ana experiment
su desamparo frente al destete como estar a punto de morir de sed. Fantaseaba que su madre seguir dndole leche, siempre que ella le ofrezca la suya propia en compensacin. Siendo ya una persona adulta, persista an en su inconsciente el deseo de recibir esta recompensa. Fijada a su propio destete, encontraba dificultades en la lactancia de sus hijos. Tena poca leche, es decir, en contraste con su fantasa infantil compensatoria, dejaba "morir de sed" a sus hijos. Sin embargo, la persistencia de los propios deseos orales tambin puede facilitar la lactancia si la madre logra identificarse con el lactante y superar as las frustraciones sufridas. Fracasa en esta identificacin si el mamar retuvo o adquiri para ella un carcter francamente ertico, es decir, homosexual e incestuoso, como ocurri en Ana inconscientemente o en Berta con toda conciencia. Los conceptos de homosexual, sucio y animal, muchas veces son idnticos para el inconsciente, y precisamente las mujeres que pretenden no poder amamantar suelen rechazar esta funcin por considerarla animal e indecorosa. Le niegan al nio una satisfaccin que ellas mismas an anhelan, pero no se toleran por su contenido ertico. Si en la mujer el deseo oral queda fijado completamente a la madre y es aceptado por el yo, lleva a determinado tipo de relaciones homosexuales, en las que toda actividad sexual se reduce a succiones mutuas de los senos, ya veces al cunilinguo, satisfaciendo as deseos activos y pasivos provenientes de la primera relacin entre madre e hija. La fantasa de Ana sobre el milagro en el Sahara se basa en los mismos deseos. He expuesto, pues, cmo las ansias insatisfechas de ser nia y de mamar y el rechazo de este deseo como homosexual, pueden causar dificultades en la lactancia. Pero hay adems una incapacidad de lactar por temor a las propias tendencias oral-sdicas, que estn ntimamente ligadas a la insatisfaccin oral mencionada. Mujeres que reaccionaron du-
rante su primera infancia a la frustracin materna con deseos intensos de morderla y destruir sus pechos, ms tarde se castigan frecuentemente durante la lactancia de sus hijos, infligindose lo que quisieron infligir a su madre. Lo obtienen a travs de las fisuras de los pezones, que dificultan la lactancia u obligan al destete. Pero estas fisuras no significan nicamente un castigo, sino al mismo tiempo una proteccin, porque permiten a la mujer evitar un contacto tan peligroso para su inconsciente. El lactante reacciona al pecho que le frustra con deseos de morder y destruirlo porque l mismo se siente mordido y destruido por el hambre que le provoca su madre. Es para l como si ella lo mordiera. Ms tarde, el propio hijo representa, en la doble identificacin que ya no es conocida (Helene Deutsch), tanto al nio voraz que la madre joven fue una vez, como a su propia madre cruel. Amamantarlo significa entonces exponer el seno a su cruel voracidad. Por eso las fisuras de los pezones significan un mal menor, una transaccin. Aceptando una pequea parte de la destruccin temida, la mujer soborna a su supery y a su medio ambiente y se permite desistir del amamantamiento. Si se observa a las mujeres que presentan grietas, se obtienen la impresin de que la causa principal reside en un descuido inconscientemente intencional por parte de ellas; siguen todos los consejos del mdico al pie de la letra, pero se ingenian para provocarlas, dejando succionar al lactante durante un tiempo excesivo, no ponindole bien el pezn en la boca, o no tratando inmediatamente un principio de lesin. El primer recuerdo infantil de una analizada que sufra durante la lactancia de fisuras muy dolorosas con una mastitis subsiguiente, era: "Ella y su hermano menor estn sentados en el zagun, cada uno tomando una botella grande, llena de leche". Se trata de un recuerdo encubridor, surgido para rechazar una vivencia opuesta y traumtica. La paciente conta-
ba once meses ms que su hermano, y fue destetada precozmente a causa del nuevo embarazo de su madre. Ms tarde observ muchas veces con envidia al hermano tomando el pecho. La madre prolong excesivamente la lactancia de este hijo. Su recuerdo -o fantasa- expresa precisamente lo contrario de esta situacin, es decir, aparecen ella y su hermano tomando los dos, muy contentos, mucha leche de grandes botellas. El nacimiento del hermano la haba privado no solamente de la leche sino tambin del amor maternal, porque su madre prefiri pronto al hermanito. La enferma se vengaba con fuerte odio que encubra casi completamente su amor hacia la madre. Sus depresiones temporales revelaron el componente oral-sdico de este odio. Asimismo, la paradentosis crnica que empez a manifestarse en su adolescencia, poco despus de que su madre enfermara de una psicosis manaco-depresiva. Durante sus accesos de locura sola culpar a su hija de todas las desgracias que le haban ocurrido y acusarla de querer seducir al padre. Cuando la enferma se cas, conscientemente repudiaba todava a su madre. Fue feliz la primera poca de su matrimonio. ste solo se hizo desgraciado con el nacimiento de un hijo. Cuando la enferma hubo dado a luz, cambi bruscamente su carcter. Empez a "comprender" a su madre y a reprocharse su actitud hostil hacia ella. Es decir, cuando la tema, por haber usurpado su lugar de madre y por tener que exponer sus pechos al ataque de la boca de su hijito representante tanto de su propia agresividad oral como de la madre-, se protegi contra el contacto directo con l por las grietas e intent sobornar a su madre, reconcilindose con ella. Para que sta ya no tuviera nada que envidiarle y que reprocharle, se transform en una mujer tan desdichada como haba sido ella.
Lina pas muy mal la segunda noche despus del nacimiento de su hijita. Tuvo pesadillas continuas en las cuales perros grandes y malos perseguan a su perrito "Shugar" para morderlo y devorarlo. Dos das ms tarde se le presentaron fisuras muy dolorosas en los pezones. Por causa de ellas destet a la nia cuando slo tena diez das de edad. Poco despus se le present una idea fbica. Cuando paseaba a su nena en cochecito evitaba cuidadosamente a los perros por temor de que pudieran asaltar el coche y comerse a la pequea. Qu interpretacin cabe de la sucesin de estos hechos? Por la aparicin de las grietas parece evidente que su perrito "Shugar" representaba sus pechos. Por su nombre, ya estaba asociado a algo dulce que despierta la gula de los nios. Entonces, los perros peligrosos que queran morder y comer a "Shugar" representaban a su hija, deseosa de morder y comer sus senos. Lina estaba obligada a exponerse a esta agresin de su hija. Sinti miedo. Pero sta no irrumpi en su conciencia, sino que fue sustituido por las grietas, heridas causadas efectivamente por la boca y el hambre de su hija. Con la aparicin de las grietas anticip lo que su hija podra hacerle y calm su angustia, porque las heridas en la realidad eran mucho menos peligrosas que las mordeduras a las cuales el perrito "Shugar" estaba expuesto en sus sueos. Simultneamente soborn a su supery, representado en el mundo exterior por su marido, con la exhibicin de su sufrimiento causado por las fisuras, logrando as su autorizacin de desistir de la lactancia peligrosa. Pero una vez a salvo de este peligro, surgi un sentimiento de culpa por lo que haba hecho. Entonces se identific con su hijita, expuesta al sufrimiento de un destete precoz. La nia amenazada de ser comida por los perros es ella, de pequeita, la merced del hambre devoradora representante de la frustracin oral temprana. (En el temor fbico de que
sus senos o la nia podran ser comidos por los perros, existe la misma constelacin psicolgica y el mismo juego de identificaciones que ya estudiamos a fondo en el anlisis del mito del "nio asado"). Ambas enfermas, temiendo la agresividad oral, procedente de frustraciones sufridas en la propia lactancia, evitaban el contacto temido con su hijo por medio de la produccin de grietas. Berta, expuesta por su historia a los mismos temores, recurri a otro mecanismo. Tambin sus sueos revelaron que tema la hostilidad oral de su beb. Cierta vez ste apareci en un sueo, representado por un cangrejo -que era el smbolo materno para ella (vase el sueo de la araacangrejo, pg. 100)- y en otro como un cachorro de tigre: a ste asoci un tigre de juguete que su madre le haba regalado en su infancia y con el cual se haba identificado en sus juegos infantiles. Otra vez aparece, pues, el temor al hijo como resultado de una doble identificacin. ste representa tanto al cangrejo (la madre) como al tigre (la durmiente durante la infancia). Ambos animales son temidos por su agresividad oral. A pesar de su temor y aversin a la lactancia, no quiso renunciar a su funcin de amamantar. Sufra una intensa envidia al pene y tener leche significaba para ella ser potente. Adems, su madre haba fracasado como ama de leche. Quera demostrarle que vala ms que ella; que saba alimentar mejor a su hijo. Pero en el fondo se decidi a alimentarlo para que ste no la odiara como ella haba odiado a su madre. Sin embargo, no poda darle el pecho. Tema la agresividad del cangrejo-tigre, tema el contacto ntimo, que para ella era incestuoso y de carcter homosexual. Recurri entonces a una pequea transaccin.
Alegando que el nio era perezoso en la succin, durante varios meses se extrajo leche artificialmente y se la dio al beb con mamadera. La percepcin inconsciente de la propia agresividad, respuesta a las frustraciones orales anteriores que fueron experimentadas como agresiones por parte de la madre, tambin puede trastornar de otra manera la lactancia, proyectndose la maldad de la madre sobre la leche. Reviviendo la propia lactancia se considera entonces la leche como una sustancia destructiva y peligrosa, no debiendo recibirla el nio por este motivo. Eso explica a opinin de muchas mujeres que encuentran su leche insuficiente y perjudicial para su hijo (4). Pero si la mujer logra sobreponerse a sus temores y alimentar exitosamente a su hijo, destruye dentro de s misma sus viejos temores hipocondracos y grvidos de sentimiento de culpa, de que ella y todo lo que pudiera producir sea daino y peligroso para los dems. Vimos como diferentes mecanismos neurticos llegan a dificultar la lactancia. Pero puede ocurrir tambin lo contrario. Ya en la lactancia que transcurre normalmente interviene siempre la identificacin de la madre con su lactante. Una fuerte fijacin oral a la madre no debe originar necesariamente dificultades en la crianza, si el deseo pasivo de mamar se satisface en la identificacin con el lactante y si se logra tener el deseo activo de amamantar por la identificacin simultnea con una madre ideal que alimenta bien. La mujer consigue as satisfacer deseos infantiles frustrados y dar al nio lo que no tuvo. En otras mujeres se encuentra una intensa aversin contra el destete, como nico indicio superficial de un componente neurtico. Isabel aliment a su hijo muy satisfactoriamente durante siete meses.
Una enfermedad aguda la oblig a destetarlo bruscamente. Observ con ansiedad al nio para ver cmo reaccionaba a lo que ella consideraba una grave frustracin. Sin embargo, el nio, rodeado de cario y ya capaz de encontrar otras gratificaciones que el pecho, no mostr ninguna seal alarmante. entonces Isabel se entristeci. Se siti ofendida de que su hijo la necesitara tan poco, demostrando su extraeza hasta tal punto que su marido, observador psicolgico intuitivo, le deca: "Te comportas como si el nene te hubiera destetado a ti y no t a l". Tampoco la seora L. pudo aceptar el destete de su hija. En los primeros das despus del parto haba tenido poca leche. Estaba todava en el sanatorio, ambiente generalmente bastante desfavorable para la evolucin de una lactancia normal. La enfermera (representante materna para ella), viendo sus esfuerzos y su inhabilidad inicial para dar el pecho a su beb, en lugar de ayudarle se impacient y se ofreci a darle la mamadera. La seora L., acostumbrada por su cardiopata a ser considerada menos capaz que otras mujeres y especialmente que su madre o su hermana mayor, se vio otra vez vencida por la eficacia de una figura materna. Reaccion a este fracaso con una depresin que slo cedi cuando, de vuelta en su casa, logr, apoyndose en la comprensin de sus familiares inmediatos, alimentar perfectamente a su hija. Cuando la criatura tena algunos meses, sali de veraneo con ella. Un empeoramiento de su estado cardaco, provocado por una enfermedad sin importancia pero molesta de la nia, la oblig, por indicacin del mdico, a un destete inmediato. Reaccion con una grave descompensacin cardaca y un estado psicolgico confuso y regresivo. Como la descompensacin no ceda a la medicacin, recurri otra vez al anlisis. Result que el desencadenamiento de su estado haba sido el destete de su hija. La seora L. haba sido feliz y exenta de trastornos fsicos mientras la alimentaba, porque,
identificndose con ella, realizaba algo que nunca haba experimentado: ser la hija nica, mimada y bien alimentada de una madre buena y totalmente dedicada a ella. El destete cambi todo, porque rompi esta identificacin feliz. La nia, de una reedicin de ella misma, se convirti para su inconsciente en una rival en el amor de su marido y de su madre; es decir, en una madre unida al padre o en un hermano menor. Por otra parte, la seora L. oscilaba entre dos posiciones psicolgicas igualmente insatisfactorias: la de sentirse de nuevo nia excluida o hermana mayor, abandonada por la llegada de un nuevo hermanito o -por haber frustrado a su hija por el destete- una madre tan mala como haba considerado a la suya propia cuando sta la destet prematuramente a causa de un nuevo embarazo. La identificacin con la madre buena, que alimenta bien, es, pues, tanto en mujeres normales como en neurticas, el fundamento mismo de una buena lactancia y de un destete adecuado. Pero debido a la persistencia de deseos infantiles en el inconsciente, la madre buena que alimenta bien debe ser asexual. Por sentimientos de culpa por haber atacado en fantasas pretritas la unin sexual de los padres y por identificacin con los celos del hijo, hay mujeres que entregan bien sus pechos, pero pierden, despus del parto, sus deseos sexuales y su capacidad orgstica. Hay otras que niegan sus senos al hijo, por considerarlos nicamente su atractivo sexual. Ambas disocian maternidad y sexo, para ambas la madre es santa y asexual. La misma necesidad est en la base del culto a la virgen, cuya imagen, con el nio en brazos, ha sido durante muchos siglos el smbolo mximo de la maternidad para el hombre occidental. El mismo conflicto lleva al protagonista de la "Sonata a Kreutzder", de Tolstoy, a exigir a los esposos abstinencia sexual durante la poca del amamantamiento. Tambin algunos gineclogos la reclaman. En muchas socie-
dades primitivas existe el tab de la vida sexual durante la lactancia. La creencia de que la mujer es estril en esta poca no se apoya nicamente en la observacin de que su capacidad de concebir est disminuida biolgicamente, sino que corresponde al deseo inconsciente de su asexualidad. Este deseo proviene de nuestra infancia ms remota, cuando pertenecamos exclusivamente a nuestra madre y creamos que ella tambin nos perteneca: cuando todava no habamos reconocido a nuestro padre como objeto de amor, pero tampoco como rival. Paulatinamente, nuestro conocimiento de la realidad nos arroj del paraso. Pero en nosotros, ya adultos, sigue persistiendo el deseo de mantener la antigua ilusin de nuestra niez. Resumiremos lo visto: la mujer que alimenta a su hijo est reviviendo inconscientemente su propia lactancia. Si sta fue feliz, gozar en repetir la misma experiencia satisfactoria con su propio nio. Si fue muy conflictual y angustiosa, puede ocurrir que viejos recuerdos, al resurgir en su inconsciente, obstaculicen la lactancia y hasta la impidan del todo, desapareciendo la secrecin lctea. Pero puede ocurrir tambin lo contrario: que la mujer logre sobreponerse a sus viejos conflictos y halle en la lactancia un medio adecuado para superar frustraciones pasadas y olvidar antiguos resentimientos y reivindicaciones, al identificarse con su hijo satisfecho y con una madre ideal.
Notas
(1) Parte de este captulo ya apareci bajo el mismo ttulo en la "Revista de Psicoanlisis". (2) Debo el conocimiento de esta parte del experimento a una comunicacin personal del Dr. Mirsky. (3) Michael y Niles Rumely Newton (vase Ind. Bibl.). (4) No me atrevera a destacar del todo la posibilidad de que el rechazo que experimenta la madre por el amamantamiento influya desfavorablemente sobre la composicin qumica de la leche. Pero no existen hasta ahora, que yo sepa, estudios al respecto.
La edad crtica es crtica forzosamente? Vivencias psicolgicas del climaterio. Involucin o fase evolutiva? La mujer mayor en otra sociedad. En la nuestra. Diferentes causas de la crisis. La bruja. La menopausia como test. Cmo educar a nuestras hijas. En este libro hemos acompaado a la mujer desde el principio de su madurez sexual hasta el destete de su hijo, es decir, hasta el final de su tarea procreativa frente al nio. Lo haremos tambin hasta el final de su capacidad biolgica de ser madre, cuando maternidad y sexo pierden definitivamente
toda interdependencia fisiolgica. Esta fase, la menopausia, parece definida tan ntidamente como la menarqua, ya que se establece despus de la ltima menstruacin. Sin embargo, la aparicin de las manifestaciones psicosomticas que la acompaan a menudo y forman el cuadro tan temido de la "edad crtica", no se producen justo en este momento. Antes, cuando considerbamos ya "vieja" a la mujer de 40 aos, esperando de ella que renunciara a mucho, para llevar una vida digna y resignada, era sta la edad en la cual empezaba a sufrir de tristeza, de olas de calor o de sudor -de crisis de angustia, diramos actualmente. Freud, unos cuantos decenios atrs, aconsejaba todava no aceptar en tratamiento psicoanaltico a una mujer de esta edad, dado que, por ser poco elstica psicolgicamente, ya no podan esperarse cambios favorables de su estado. Actualmente consideramos joven a la mujer de 40 aos, desde luego la aceptamos en anlisis; y tambin la mujer de 50 y 60 aos tiene en nuestra sociedad posibilidad de realizarse en muchos terrenos. Consecuentemente las crisis de edad aparecen, siempre que se presenten, en una edad bastante posterior a la de antes. Flanders Dunbar (v. Ind. Bibl.) sostiene que el considerar las psicosis involutivas consecuencia directa de los cambios hormonales climatricos nos parecer, dentro de un tiempo, tan irracional como la creencia de fin del siglo pasado de que la masturbacin o excesos sexuales sean causantes de psicosis. Habla en favor de su tesis el hecho de que las psicosis involutivas no son modificables a travs de tratamientos hormonales. Estudios cuidadosos demostraron, adems, que las mujeres que presentan trastornos menopusicos ya sufran con anterioridad de trastornos nerviosos. Son las mujeres de ajuste sexual pobre, de carcter rgido con dificultades de adaptarse a cambios, y de un campo
de intereses limitado, que corren riesgos de envejecer. Eso es fcil de comprender. La mujer que gozaba sexualmente hasta entonces, comprobar pronto que no perdi esta facultad, ya tan firmemente establecida, que adquiri independencia de los procesos hormonales, mientras que la mujer que no goz nunca, ahora ve desaparecer su ltima posibilidad. La mujer de carcter rgido tolerar peor los cambios que ya sufre su cuerpo, y que padecer ms an su vida con la vejez que se avecina. Y la mujer de intereses limitados, al ver desintegrarse el campo de sus actividades (la labor del hogar a menudo pierde importancia cuando los hijos se van) se sentir fcilmente intil y centrar ahora todos sus cuidados, que antes dedicaba a la familia, en actitud hipondraca en su propio cuerpo. En contraste con ella, la mujer que siempre tena intereses mltiples, renunciar ms fcilmente y casi sin darse cuenta a su capacidad de crear biolgicamente, ya que es creativa en otros terrenos. Aunque envejecer siempre es penoso, y ms an si se quiere a la vida, este proceso se volver "crtico" nicamente debido a un interjuego de factores personales, ambientales y sociales. Pero el cambio concreto biolgico, que experimenta la mujer en esta poca de su vida, revivir en su inconsciencia siempre las experiencias y los conflictos psicolgicos de cambios vividos anteriormente por ella. Helene Deutsch (l. c.) ve en el climaterio y sus reacciones psquicas y somticas tanto una repeticin como la contraparte de la menarqua. La mujer para por un estado psicolgico de dudas, vacilaciones, temor al futuro, intensificacin y rechazo de su sexualidad, de oscilacin entre deseos de aislarse y una gran actividad social, etc., que se parece en mucho a las reacciones de la nia pber. Adems, hasta parte de las reacciones fsicas, como, por ejemplo, los frecuentes trastornos vasomotores, son parecidas. Helene Detusch dice que estudiando los conflictos de
determinada mujer frente a su menarqua se pueden prever sus futuras dificultades climatricas. Pero esta semejanza est en contraste con una diferencia fundamental: todo lo que la nia adquiere en la menarqua, la mujer madura lo pierde en la menopausia. Esta significa para ella una muerte parcial y su anulacin para las funciones dedicadas a la especie. Por eso, mientras que el clima de las fantasas, los deseos y conflictos puberales es el resignado "demasiado temprano", la mujer climatrica tropieza en sus intentos de realizacin con un triste "demasiado tarde". Los parecidos y el carcter de crisis del estado psicolgico de ambas etapas provienen de esta imposibilidad de realizacin, impuesta por la edad, demasiado corta de la nia, demasiado avanzada de la mujer envejecida. Los conflictos psicolgicos que conmueven a la nia pber son una reedicin de sus luchas edpicas. Segn Helene Deutsch, tambin la mujer climatrica repite los mismos conflictos. Pero mientras que para la nia su amor prohibido hacia el padre era la fuente de sus luchas, rebeliones y humillaciones, la mujer madura sufre porque debe reprimir su amor incestuoso hacia su hijo u otro objeto sustitutivo. En su inconsciente el hijo ha tomado el lugar del padre y la nuera es la madre que la excluye. Pero mientras que la nia pber intenta activamente separarse de sus objetos incestuosos, los padres, la mujer envejecida sufre pasivamente la prdida de sus hijos, que tratan de emanciparse de ella. Helene Deutsch ve la crisis psicolgica que acompaa al climaterio como inevitable. Pero explica cmo sus caractersticas y su intensidad estn determinadas por la estructura psicolgica de la mujer, por sus conflictos infantiles y por todo lo que supo lograr o en que fracas durante su poca biolgica. Th\rse Benedek mantiene otro punto de vista en un vasto estudio sobre la menopausia con el ttulo sugestivo y
muy discutido: "Climaterium: a developmental fase" (El climaterio, una fase del desarrollo, vase Ind. Bibl.). Explica que los cambios biolgicos, inherentes al climaterio, a pesar de su carcter regresivo, estimulan procesos psicolgicos en la mujer, capaces de llevarla, bajo condiciones favorables, a un mejor dominio de las dificultades de la vida y a una adaptacin progresiva. Como Helene Deutsch, compara la reaccin de la nia frente a la menarqua con la reaccin que ms tarde tendr, ya mujer envejecida, frente a la menopausia. Pero est en desacuerdo con esta autora cuando afirma que el climaterio priva a la mujer de todo aquello que recibi en su pubertad. Th\rse Benedek se hizo famosa por sus investigaciones sobre las reacciones psicolgicas de la mujer provocadas por los cambios hormonales durante su ciclo menstrual. Compara la situacin hormonal climatrica con la del premenstruo. Sostiene que la mujer adulta que logr la maternidad bien realizada y una gratificacin sexual adecuada, y por eso ya prcticamente no sufre de sntomas regresivos durante el perodo premenstrual, llega al climaterio (durante el cual desaparecen definitivamente las mismas hormonas cuya desaparicin temporaria caracteriza al premenstruo) sin experimentar trastornos psicolgicos o fsicos. Opone a lo dicho por Helene Deutsch que el climaterio no puede privar a la mujer de lo adquirido en madurez psicolgica y en vnculos afectivos con su compaero, con sus hijos, y con todo su ambiente social. Sostiene, por el contrario, que la desexualizacin de sus emociones puede servir a la mujer madura para dar a sus relaciones afectivas un carcter ms sereno, libre ya de ambivalencia y conflictos emotivos. Pone, adems, a su disposicin, energas que antes estaban ligadas erticamente y que le facilitan ahora la vinculacin en una forma nueva para ella con su ambiente social. En contraste con este destino de la mujer que no slo envejeci,
sino que logr madurar psicolgicamente y gratificar completamente sus instintos tendientes a la maternidad, la mujer neurtica que sufre por la conciencia de no haber logrado el fin de su sexo, a menudo es presa de angustia frente a la edad que se avecina y a la inminente prdida de sus atractivos sexuales. Th\rse Benedek demuestra esta tesis con material clnico adecuado. Adems, basndose en diversos datos antropolgicos, esta autora supone que, as como la reaccin de cada mujer frente a su menopausia est determinada por su historia individual, tambin depende de la reaccin que toma su sociedad frente a la mujer madura. sta ser distinta en sociedades que valorizan primordialmente en la mujer sus atractivos erticos, y en otras, como parcialmente la nuestra, en la actualidad, en que el envejecer le ofrece nuevas posibilidades basadas en su mayor experiencia y comprensin. Entre los indios Mohawe, por ejemplo, George Devereux (vase Ind. Bibl.) no pudo registrar ningn indicio segn el cual el climaterio fuera en el concepto de los hombres o de las mujeres un perodo traumtico deprimente. La mujer no restringe su vida sexual en esa poca. Al contrario, nuevos casamientos son frecuentes. El hombre joven, divorciado y con hijos, la busca a menudo. Est decepcionado de su joven esposa que no atiende bien ni a l ni a ellos. Busca en la mujer madura una compaera experta y dispuesta a cuidar de l y a educar a sus hijos. Es tambin la poca en que sus nietos quedan al cuidado de ella. Adems, la menopausia la libra de todas las restricciones que pesan sobre ella en lo referente a su intervencin en la vida de la tribu en forma parecida a la de los hombres. Aunque tampoco ahora pueda tener una actuacin oficial y bien circunscripta, de hecho ocupa un lugar importante en la organizacin, desde que se ha convertido en una mujer ma-
yor. Psicolgicamente da la impresin de una persona que est consolidando lo obtenido durante su juventud y madurez y adquiriendo nuevos valores. Parece que tambin en otras sociedades primitivas el climaterio no siempre tiene carcter traumtico, sino, siguiendo la expresin de Th\rse Benedek, se define como "fase evolutiva". En cambio, en nuestra sociedad, un climaterio libre de trastornos y reacciones depresivas es considerado por muchos como algo excepcional. Deducimos de la gran frecuencia de trastornos psicosomticos en las funciones procreativas de la mujer de nuestra poca, que no logra gozar plenamente de su feminidad. Igualmente se puede deducir de su reaccin frente al climaterio que su vida no ha sido satisfactoria. La reaccin a la menopausia es como un test que indica si una mujer ha sido feliz o desgraciada, colmada en sus instintos o en bsqueda continua de inadecuadas gratificaciones erticas o sublimaciones durante su infancia, adolescencia y madurez. Desgraciadamente, en nuestra sociedad el test a menudo da un resultado negativo. Es cierto que la mujer pasar mejor esta prueba si no ha malogrado su maternidad. Sin embargo, el pleno logro de sta de por s es ya casi irrealizable en nuestra sociedad. Margaret Mead, en su estudio antropolgico de la vida norteamericana actual ("Male and Female. The role of sexes in a chanping world"), dice que la cuarta parte de las mujeres norteamericanas llegan al climaterio sin haber tenido un hijo. Pero tambin las madres no tienen, generalmente, ms que uno, dos o tres a lo sumo. Conscientemente, ni pretenden tener ms. Slo que no puede decirse que hayan satisfecho plenamente sus instintos de maternidad. Pero no quieren ms hijos porque su educacin bajo las circunstancias actuales ya les ha sido difcil y llena de sacrificios. La familia actual de la cla-
se media est reducida al padre, la madre y los hijos mientras son nios. Como la mujer ya no convive como antes con sus padres o suegros o alguna ta, hermana soltera o viuda, que pueda ayudarla en la crianza de los hijos, si no est en condiciones de costear una ayudante adecuada, debe renunciar a su trabajo o a su carrera. Se queda en casa, trabajando ms todava que si tuviera un empleo, pero sintindose inferior e insegura frente a sus compaeras que trabajan fuera del hogar y se ganan la vida. Despus, los hijos crecen, el trabajo disminuye poco a poco y finalmente, cuando aqullos abandonan la casa, desaparece tambin la causa que la sustrajo de su carrera o profesin. En esta poca la mujer generalmente es todava demasiado joven como para quedar inactiva, pero a menudo ya demasiado vieja para reiniciar el trabajo que abandon muchos aos atrs, o para dedicarse seriamente a nuevas actividades. No es porque a su edad ya sera realmente imposible estudiar; pero no se ocup en estudios sistemticos desde hace mucho, ya que sus obligaciones no le dieron el tiempo necesario. Ahora, que tiene tiempo de sobra a su disposicin, su mente ya perdi la costumbre de la disciplina. Entonces queda sola en casa, ociosa por primera vez en muchos aos. Antes deseaba disponer de tiempo libre para ella. Ahora ya no sabe qu hacer de esta libertad. Su marido viene al medioda, viene a la noche, pero las maanas y tardes pronto le parecen interminables. Esta poca crtica de su vida generalmente coincide con el climaterio. Segn Margaret Mead, las reacciones depresivas no se deben principalmente a esto, sino a la situacin descrita, por la cual tantas mujeres de nuestra sociedad tienen que pasar, por haber renunciado, en favor de la educacin de sus hijos, a crearse valores y ocupaciones que pertenezcan exclusivamente a ellas. Esta es la reaccin de la mujer que ha tenido hijos y se ha dedicado a ellos. Es cierto que la reaccin de la mujer, que
no realiz su maternidad, frente a la menopausia, es todava ms intensa, aunque tenga su profesin, su ambiente social bien establecido y otras fuentes ms de gratificaciones. En este libro hemos estudiado las angustias profundas de la mujer, su temor inconsciente de no ser fsicamente intacta por los pecados que cometi en sus fantasas. La prueba ms contundente de su inocencia es que no ha sufrido castigo, que puede dar a luz un nio sano. Cuanto ms una mujer rechace conscientemente la maternidad, ms necesitar su inconsciente de esta prueba, y ms la evitar por sentirse culpable e incapaz. Pero mientras la mujer no llega a la menopausia, consciente o inconscientemente se forja durante cada ciclo menstrual la fantasa de gestar un hijo. Hasta que con la desaparicin de la menstruacin se da cuenta de que todas sus fantasas ya son irrealizables, que pertenecen irremisiblemente al pasado. Esto es tan doloroso para ella que busca a veces por todos los medios mantener por lo menos la ilusin. Conoc una viuda sin hijos, ya cercana a los sesenta aos, y menopusica desde diez aos atrs, que rechaz a un pretendiente tardo por el temor, como explicaba, de quedar embarazada. Sin embargo, hay excepciones: tanto la mujer muy reprimida, que sufri mucho por su sexualidad insatisfecha, queda a veces aliviada frene al climaterio, que al fin la libra de toda obligacin de cumplir con su feminidad, como la mujer muy infantil. sta, si no tuvo hijos porque pretenda ser la nica nia muy mimada de su hogar, pasar bien por el climaterio siempre que logre perpetuar la actitud protectora de su ambiente hacia ella. La mujer que concentr todo su inters en el culto de sus atractivos fsicos y la conquista del hombre es la que generalmente sufre ms por el advenimiento de la vejez. Al estudiar la psicologa de la frigidez vimos que ella intenta com-
pensar, a travs de su avidez sexual, su insatisfaccin oral primitiva. Para ella la menopausia tiene carcter tan catastrfico porque representa algo como un destete irremediable y definitivo. Pero por qu su atractivo fsico es tan importante para la mujer? Freud explica que ella compensa su falta de pene, erotizando todo su fsico. Pero repetimos que no es tanto la falta del pene como la imposibilidad de saber qu ocurre dentro de su cuerpo lo que la hace depender, a menudo ansiosamente, de la perfeccin de su belleza. Si est linda por fuera, lo ser tambin por dentro. Y si lo es, eso implica que no atac sus objetos dentro de ella, ni se hizo merecedora, en castigo por eso, de ser atacada y destruida. Ya para la nia pequea ser linda o buena son prcticamente sinnimos. La princesa de los cuentos de hadas es joven y linda, la bruja mala es vieja y fea. Entonces la princesa es querida y la bruja odiada, con justa razn. La mujer que sufre frente al espejo por cada nueva arruga, en su inconscientes siente transformarse de nia buena y querida en bruja fea y odiada. Se siente culpable por no saber cmo preservar su belleza y est de duelo por la prdida de sus atractivos fsicos como parte integrante de su identidad y de su yo (ver los conceptos de Len Grinberg sobre la culpa persecutoria y duelo por el yo, Ind. Bibl.). Ya no se reconoce ms a s misma. Pero qu es la bruja? La madrastra de Blanca Nieves era linda, y slo mostr su fealdad y sus malas artes cuando la nia, hacindose mujer, la haba superado en belleza. La bruja es la imagen interna de la madre, transformada en mala por haber sido vencida por la hija y despojada del padre-prncipe y de todo atractivo sexual femenino. Por eso est dotada de atributos flicos (la nariz larga y la escoba) que representan su unin con el pene malo del padre. La nia, en sus fantasas inconscientes, anticipa su triunfo manaco sobre la madre y su transformacin en vieja -
y bruja mala por lo que le est haciendo- al atacarla envidiosamente por todo lo que tiene. Por eso, al hacerse mujer de veras, cuando le llega la menarqua, a menudo teme a la madre por sentirse victoriosa. Pero la mujer mayor reconoce frente al espejo de golpe a la bruja en su propia cara y se siente tan odiada y despojada, como odi y despoj internamente a su madre. Hay dos ideas predominantes, segn las cuales se califican las psicosis involutivas: La idea paranoide, de ser perseguida y robada, expresa la identificacin talinica con la madre despojada y a quien la hija rob el sexo y el padre. La idea depresiva de la mujer que envejece, de que ya nada vale la pena, de que ya no tiene sentido vivir, expresa el rechazo de sobrevivir al cambio y al tiempo que la transform de nia triunfante y preferida por el padre en esta imagen de madre destruida que ya nadie quiere ni alimenta. Junto con el envejecer y la declinacin de la vida sexual vuelven, a menudo, viejos deseos y temores homosexuales. Detrs de la revivencia edpica, detrs del hombre, del padre, aparece la mujer, la madre. Y esta madre ser bruja, Vehinihai y temida, en la medida en que la nia se burl de ella, cuando la venci, creciendo y yndose con el hombre. Relatar la pesadilla, breve e impresionante, de una mujer de "cierta edad". No vea nada ms que una puerta de madera y un cerrojo que, despacito, despacito, se retiraba. Sinti suspenso y pnico frente a esta puerta que se iba entonces a abrir, pronto, muy pronto, inexorablemente. Quin iba a pasar, una vez abierta la puerta? Se despert, baada en sudor, con taquicardia. La puerta con su cerrojo le hizo acordar a otra parecida, perteneciente a una casa vieja, en la cual sola reunirse con su amante. Pero detrs de esta asociacin amorosa estaba, expresado en trminos simblicos, su angustia frente al envejecer. Era ella la casa vieja y el cerrojo que se retiraba de la puerta era el pene que se alejaba, dejando
abierto e indefenso su genital, para dar paso a la madre. Que sta era una madre-bruja temida, lo dedujo la soante, del clima de angustia que reinaba en el sueo. Pero la invisibilidad de la bruja anticipaba adems otro temor: el temor a la nada, a la muerte que se avecinaba. Hemos subrayado los conflictos y temores que acompaan la menopausia, pero tambin los logros especficos importantes pertenecientes a esta poca, en la cual la mujer puede gozar de su mayor experiencia y serenidad. Si su vida de adulta ha sido satisfactoria, habr contrarrestado muchos de sus temores infantiles. Sin embargo, dijimos ya que por la gran frecuencia de la reaccin negativa frente a la menopausia, incluso de la mujer que ha vivido feliz con su marido y sus hijos, hay que deducir que ella no se satisfizo con lo realizado durante la larga poca de su vida que biolgicamente estuvo destinada a la maternidad. Lo comprendemos al tomar en cuenta las grandes restricciones que nuestra sociedad impone a sta. Para que la mujer de hoy no quede frustrada en sus instintos maternales, debe sublimar en forma adecuada la parte de sus instintos procreativos que no puede satisfacer directamente. Necesita trabajar en algo fuera del crculo tan reducido de la familia actual. Esta necesidad plantea dos problemas sociales inmediatos, como: quin le ayuda en la vigilancia y educacin de sus hijos mientras ella est trabajando?, o, cmo adaptar el horario de su empleo a las necesidades del hijito que amamanta?, etc. Hasta que el Estado no logre resolver estos problemas, cada mujer tendr que buscar individualmente la solucin ms aceptable para ella. Quise nicamente sealar un aspecto del problema: igualmente como una vida sexual satisfactoria de la madre no perjudica, sino favorece a su hijo, el trabajo de la mujer, en sentido psicolgico, no choca con su maternidad, sino la complementa. Porque si ella sacrifica, por sus hijos, las gratificaciones que su posicin social actualmente le ofrece, y que de jvenes, sus madres y abuelas tan a menudo envidiaron a los hom-
bres, no estar conforme con su destino de mujer y esta disconformidad conspirar contra la felicidad de sus hijos. He citado ya varias veces a las habitantes de las Islas Marquesas. Ellas se conducen como si creyeran que tienen que pagar como precio de sus derechos sociales y sexuales la renuncia a los placeres de la maternidad. Las mujeres de nuestra sociedad se comportan a menudo como si compartiesen esta conviccin inconsciente. Esto nos explica tambin la tendencia actual, discutida a travs de todo este libro, de privar a su vida procreativa de todo carcter instintivo y placentero. En lugar de abandonarse libremente a su naturaleza, intentan limitarla, dirigirla y suprimirla. Ya he mostrado estos aspectos, principalmente al hablar del parto inducido y de la alimentacin artificial del lactante. Pero la mujer va muy a menudo ms all en su renuncia, cree tener que elegir entre la maternidad, el goce sexual, o un trabajo satisfactorio y creador, una actividad poltica o social importante. Pero cada renuncia tiene sus consecuencias. El resultado ser que la mujer que renunci a tanto para ocuparse de sus hijos, a menudo lo har con amargura y con un continuo reproche manifiesto en palabras o nicamente en actitudes inconscientes, en sus gestos, en los matices de su voz. Descontenta con el destino de su sexo, lo estar tambin con el de su hija. Le har sentir en mil formas que la mujer es inferior, que es una vctima de la vida, que hubiera preferido un hijo varn para que no sufra su triste destino. A travs de todos los historiales presentados vimos las consecuencias funestas que tiene para la hija el rechazo de su madre por su femineidad. Qu debemos hacer frente a este problema? No podemos modificar nuestra propia infancia. Pero podemos inten-
tar educar a nuestras hijas, las madres de las generaciones futuras, para que no sufran de esta contradiccin entre sus instintos y sus ambiciones, para que no envidien al hombre el tener un camino claramente trazado, es decir, para que estn contentas de ser mujeres. Que no repudien su feminidad al comprender que sta puede darles un mximo de placer sin impedirles otro logro; que ellas pueden realizar tanto como el hombre, aunque estas realizaciones, por ser ellas mujeres, en muchos terrenos tendrn otro matiz que las del hombre, por no ser el resultado de sublimaciones del instinto sexual masculino sino del femenino y, en especial, sublimaciones de su maternidad. Al discutir las causas de los diferentes trastornos psicgenos, que expresan todos un conflicto de la mujer con su feminidad, encontramos, casi como denominador comn, determinados factores y determinada constelacin familiar, influencia perniciosa, especialmente durante la primera infancia de los pacientes. Fue el gran mrito de Freud habernos hecho conocer la importancia casi decisiva, para el desarrollo posterior, de los primeros aos de la vida, y fue mrito de Melanie Klein incluir aun el primer ao en el campo de investigaciones, al mostrar la complejidad de los procesos tempranos y su persistencia en la evolucin posterior. Esta tesis de la importancia fundamental de la primera infancia para la evolucin posterior, dio lugar a investigaciones en los ms diversos terrenos, con distintos mtodos, hasta tornarse indiscutible. Si queremos educar hijas sanas y contentas de su sexo, debemos asegurarles, en todo lo posible, un comienzo de vida, es decir, una lactancia feliz. Si la madre no puede dar todo el calor, cario y toda la leche necesaria a su pequea hija aunque sea con mamadera- adaptndose a su ritmo y a sus necesidades particulares, sta sufrir ms tarde las consecuencias psicolgicas que estas frustraciones tempranas desencadenan en ella. Al mamar, el lactante espera la satisfaccin de una necesidad vital, en plena dependencia de su
madre. Si la nia hambrienta recibe la leche deseada y necesaria, sin tener que esperar mucho ni forzar a su madre con sus gritos de rabia impotente a que le d lo que pide, si puede tomarla apoyada contra un cuerpo clido, sostenida con cariosa firmeza por sus brazos seguros, habr hecho un aprendizaje muy importante para su vida futura, que quedar fijado en su inconsciente. Esta experiencia le servir de modelo para sus vnculos personales y con el mundo. Teir su amor por el padre, y ms adelante le permitir entregarse confiadamente a su compaero sexual para repetir en un nivel ms evolucionado las experiencias felices de su primera infancia. Por otra parte, habr aprendido tambin, por propia experiencia, el valor de una actividad adecuada, desarrollada por su madre para satisfacerla. Cuando ms tarde a ella se le exija actividad, sabr cmo desempearse, identificndose con una madre buena y activa. Somos mortales. Llevamos desde el principio, junto con el instinto de vida y la necesidad de amar, el instinto de muerte dentro de nosotros, que se expresa por odio y envidia. Por eso tambin la madre mejor dispuesta no puede ahorrar a su hijo cierta medida de frustraciones. Pero el nio lograr sobreponerse a sus efectos si estn contrarrestados por muchas experiencias felices. Podra decrseme que abogo por que la madre tenga su trabajo profesional y a la vez atienda a su beb exageradamente. Insist precisamente en la importancia de la primera poca de la vida infantil, porque este aspecto hasta ahora no ha sido bastante comprendido por la mayora de las madres. Sienten que el nio mayor necesita mucho de ellas -mientras a menudo sera provechosa para l una mayor independencia-, pero creen que el lactante no necesita ms atencin que paales limpios y una mamadera, preparada segn la frmula
peditrica ms moderna, cada cuatro horas. Si pide algo en el intervalo entre dos mamadas, argumentan que no hay que prestarle atencin, pues de lo contrario podra acostumbrarse mal. No se dan cuenta de que necesita algo ms que llenar su estmago, ni de que por la falta de experiencia del nio acerca de lo pasajero del hambre, del dolor o del tiempo, la media ahora que est llorando se le convierte en una eternidad. Pero al lado de su madre, la nia (como el nio tambin, desde luego) precisa muy pronto que su madre entre en accin y se preocupe por ella. Esto le permitir distribuir sus afectos y salir, poco a poco, de su dependencia primitiva y total de la madre. Adems, vivimos en un mundo de dos sexos. Los nios necesitan, para situarse bien en este mundo y dentro de su propio sexo, aprender ya desde el principio cmo situarse frente a ambos. Lo logran a travs del vnculo que se establece entre ellos, la madre y el padre. Pero para que este aprendizaje sea exitoso, hace falta el ejemplo de padres que se quieran, que sepan gozar juntos sexualmente y respeten mutuamente su individualidad. La hija de una madre amada y feliz, tratar de identificarse con ella y las dems personas de su sexo, y aprender cmo complementar su carcter con el del padre, primer representante masculino para ella. Hablamos mucho tambin en este libro de las consecuencias dainas de la envidia y del odio a la madre embarazada y de los celos de los hermanos. Pero estos sentimientos, que coexisten, desde luego, tambin con otros de amor, tomarn caractersticas perniciosas nicamente mientras el yo de la nia est todava demasiado dbil para elaborarlos y su dependencia de la madre
demasiado grande como para poder compartirla. Y esto ocurre en la criatura de corta edad. Muchas madres creen que poca diferencia de edad entre los hijos es una ventaja. "As se cran juntos -piensan- y son mejores compaeros entre s y dan menos trabajo". Para el menor de tal pareja de hermanos, el mayor, efectivamente, puede servir de modelo al principio, para convertirse ms tarde en un buen compaero de juego. Pero para el mayor la situacin es muy distinta. Todos necesitamos durante el principio de nuestra vida ser el nico hijo muy mimado de nuestra madre. Las restricciones que desde un primer momento nuestra cultura impone al lactante -separado de su madre, arropado y alimentado, generalmente, a horas fijas- son tan serias para l, que necesitan ser compensadas con un mximo de afecto. El nio pequeo no puede ceder su lugar de preferencia a otro sin quedar con un vivo resentimiento y la sensacin de haber sido vctima de una gran injusticia. Slo estar capacitado para superar sus celos frente a la llegada de un hermano menor cuando ya sepa encontrar satisfacciones fuera de su relacin exclusiva con su madre. Por otra parte, la mayora de las madres se inclinan hacia su beb nuevo, el hijo menor. Generalmente ya basta el principio de un nuevo embarazo para que la madre rechace al nio. Su primera medida siempre ser el destete ms o menos brusco, ms o menos precipitado y prematuro de su hijo. Generalmente ni tiene conciencia de su rechazo, ni nota que se pone ms impaciente, ms severa con el mayor. Pero le quita el pecho o apresura su educacin en la limpieza esfinteriana, pensando: "tengo que educarlo rpidamente, para que ya sea un poco ms grandecito cuando venga mi beb". As convierte sbitamente a su hijo de uno o dos aos en "el mayor", a quien ya se le exige juicio y que se bas-
te, en lo posible, a s mismo. Este no comprende el cambio de su situacin. Lo nico que intuye desde un principio y con gran perspicacia es que su madre ya no lo quiera de la misma manera. Lo rechaza porque espera o tiene otro beb. A ste le da el pecho, le permite que grite y se ensucie, a l no lo quiere ni lo comprende ya. Reacciona con odio y desesperacin. Por eso, en los historiales de nuestras enfermas reapareca siempre el odio contra la madre embarazada, el odio contra la madre que da a luz, el odio contra los hermanos menores. Si queremos ahorrar estos sufrimientos a nuestros hijos mayores, debemos esperar que lleguen a los cuatro o cinco aos para darles un hermano menor. Eso es fcil en nuestra familia actual, en que los padres generalmente regulan la aparicin de los hijos y reducen su nmero. Desde luego, la evolucin del nio y su transformacin en hombre o mujer adultos no depende nicamente de estos factores, sino de una interrelacin compleja entre sus capacidades innatas, su educacin, su ambiente social, etc. Est integrado en una sociedad que influye sobre l y sobre la cual l influye durante su niez y posteriormente. Pero al darle su primera infancia segura, se le ha dado la base para su evolucin feliz. Vivimos un momento difcil y en un mundo en cambio constante. No ofrecemos a nuestros hijos la seguridad, pero tampoco la limitacin de antes. Pero gracias a Freud y a las inquietudes que sus descubrimientos despertaron en otros investigadores, de la misma y de diferentes disciplinas, hemos aprendido cmo darles un mximo de seguridad interna. Quisiera recordar al lector de nuevo el experimento de los monos de Wisconsin (pg. 219).
El monito criado con madre de alambre no puede elaborar el enfrentamiento con algo desconocido -el juguete mecnico- porque ve a priori algo malo en ello y no tiene quien modifique este primer impacto. Entonces se retrae, se psicotiza. Un monito que puede buscar refugio en la madre de trapo, aprende a enfrentarse lo nuevo, a perder el miedo y a curiosear, lo que trasladado al cachorro humano significa sentar la base de la capacidad de adaptacin e investigacin. Pero nicamente un monito criado por una madre-mona verdadera sabr ms adelante elegir su pareja y unirse adecuadamente. O, trasladado esto de nuevo al terreno humano, en este mundo nuestro con un futuro que nos lleva, en muchos aspectos, a lo desconocido, nicamente una criatura criada por una verdadera madre -y esto implica de por s la presencia real del padre- podr amar la vida y enfrentarla adecuadamente. Y si es mujer sabr, el da de maana, transmitir su salud a la generacin futura.
El doctor Moggia nos ha expuesto, en clase magistral, toda la complejidad desconcertante de la problemtica anticonceptiva actual en el nivel biolgico; tratar a continuacin las consecuencias psicolgicas -benficas o dainas- que estos descubrimientos traen para la pareja y para el mundo.
Pero como son consecuencias y causas de cambios sociales, intentar antes ubicarme en este nivel. El hombre siempre ha buscado controlar las consecuencias del acto sexual con todos los medios a su disposicin. Se han mencionado los yuyos :::::::::::: (") Conferencia dada en el curso que fue organizado por el Dr. Eugenio Koremblit en 1969 en la maternidad de Zerola. anticonceptivos, utilizados por las diferentes tribus primitivas. Ya en la antigedad una "lite romana" empleaba la vejiga del pescado. Pero es la revolucin industrial del siglo pasado, con sus posibilidades tcnicas y su necesidad creciente del trabajo femenino la que impuso el uso del preservativo, como primer anticonceptivo barato, seguro y al alcance de todos. Lo puso a disposicin del hombre. Y la mujer? El preservativo no cambi su rol social ni su manera de vivir. Dej intacta la estructura patriarcal, esto es, su situacin de dependencia. Es en este siglo, cuando la industria y dos guerras mundiales necesitaron de la mujer ya no como obrera sino en todos los niveles de produccin (menos, generalmente, en los puestos realmente directivos) cuando se produce el gran cambio y el control de la natalidad pasa del hombre a la mujer. Creo que todava no nos hemos dado cuenta de la importancia de este cambio. Durante milenios la mujer dependa del hombre, sostn de la familia, cuyo crecimiento constante absorba por entero su vida biolgicamente til. Desde la creacin de la familia patriarcal surgi la "doble moral" con todas sus consecuencias. La industria moderna no exige ya fuerza fsica de quien trabaja. La mujer actual puede mantenerse y mantener a sus hijos y adems, es ella quien decide
cundo quiere tenerlos. Por primera vez en la historia humana, el acto sexual es separado de la procreacin. Esta separacin revolucionaria, complementada por la inseminacin artificial que permite la procreacin sin acto sexual, trae aparejadas consecuencias psicolgicas y sociales de alcance imprevisible. Es el resultado de muchos esfuerzos y fondos invertidos en investigaciones trabajosas durante decenios y creados para combatir el conocido peligro de la explosin demogrfica. Para contrarrestarlo se busca constantemente perfeccionar los mtodos anticonceptivos, abaratarlos y hacerlos de uso tan simple que aun la mujer inculta que vive en condiciones primitivas, sea capaz de emplearlos adecuadamente. O, dicho de otra manera, cuando se habla de explosin demogrfica, generalmente se alude al aumento de natalidad del hombre blanco del pas desarrollado. Es un factor importante en el Japn, la India o la China continental. El gobierno de esta ltima, recomienda y favorece el uso indiscriminado de anticonceptivos para toda la poblacin. No s si esto ocurre de la misma manera en los otros pases asiticos superpoblados. Pero tengo la impresin de que por lo menos en Amrica el empleo masivo de los anticonceptivos tiene cierto carcter discriminatorio. En Caracas, un alto funcionario de Salud Pblica me explic lo difcil que les resultaba imponer algn control de natalidad entre los indios. No me habl de la poblacin blanca. Y en el senado norteamericano siempre se alzan voces que propugnan supeditar la ayuda econmica a Amrica latina al planeamiento familiar impuesto por los gobiernos. Son muchos los que piensan que eso no es realmente nuestro problema principal. Abundan todava tierras en Amrica latina, pero lo que nos hace falta es un profundo cambio estructural. (Es este uno de los puntos clave, en el cual concuerda la izquierda y la iglesia posconciliar).
Y en los Estados Unidos? En una reunin tuve la oportunidad de escuchar una interesante conversacin al respecto. La esposa de un alto funcionario diplomtico de este pas comentaba a otra seora la utilidad del trabajo mdico al cual se dedicaba su nuera. "Trabaja en un Centro de Family Planning en el gueto negro de Chicago. Ella me dice siempre que no tendramos que preocuparnos tanto por el poder negro y el futuro, siempre y cuando se siga apoyando la labor de estos centros. All logran convencer a muchas mujeres. Si se puede seguir trabajando en esta lnea, dentro de pocos decenios habrn resuelto el problema negro pacficamente". Yo agregara tambin que del mismo modo reduciramos por lo menos en parte el peligro de la desocupacin. Pero ambas hiptesis demuestran el carcter discriminatorio del control de la natalidad. Esto constituira el aspecto social del problema. Por supuesto que hay muchos otros. Veamos qu ocurre en la clase media. Cmo influyen ah sobre la pareja y la familia el hecho de que la mujer sea econmica y socialmente independiente? Qu sienten el hombre y la mujer cuando estn en discordancia abierta con su ideal del yo? Cul ser el ideal o el esquema de masculinidad y femineidad de los hijos? El padre ya no es su nico sostn, el gran protector. Muchas veces la mujer gana ms y el hombre tiene que tomar su lugar en la casa. Pero qu sienten ella o l en una relacin de pareja tan distinta a la de sus padres? Todos estos factores inciden en el aumento de divorcios y de mujeres agradables, inteligentes, madres de varios hijos que sin renunciar al sexo, no vuelven a casarse. Ah los extremos se tocan, y reencontramos la familia matriarcal del norte argentino o de la villa miseria, donde una mujer sola o acompaada en encuentros casuales que no influyen en su vida, mantiene y cra a sus hijos.
Podra decirse mucho ms sobre el aspecto polticosocial del control de la natalidad. Pero me confieso insuficientemente informada. Supongamos que una adolescente decide tomar pldoras anticonceptivas en los prximos aos de su vida. Pero qu es una adolescente? La respuesta depende del nivel en el que buscamos la conceptualizacin. A nivel sociolgico, es una persona joven, sometida a determinadas exigencias, que ya tiene determinados derechos y que busca definirse. A nivel psicolgico, tiene determinada problemtica, cuando se enamora "de veras", si puede decirse as, etc. Pero, a nivel biolgico, adolescencia significa una determinada maduracin y un determinado cambio hormonal. Y si interrumpimos esta maduracin? La nia pber menstra, pero recin en la adolescencia la ovulacin se establece con regularidad. Pero si ella elige ser anovulativa, es decir, detenerse en su desarrollo? Se supone que cuando aos ms tarde quiere transformarse en mujer completa recupere toda su capacidad. Pero mientras tanto ser a nivel psicolgico una adolescente igual que las dems? O faltndole sistemticamente la ovulacin, le faltar tambin algo en los niveles restantes? Gran parte de la problemtica de la juventud actual se vuelve comprensible a la luz de un anlisis social. Pero tal vez ciertos rasgos sean consecuencia de las deficiencias hormonales que ellas mismas se imponen. Formulo una hiptesis: no dispongo de ninguna prueba fehaciente, nadie la tiene. Adems, las pruebas en este terreno son difciles. Veamos como ejemplo la lactancia y la alimentacin artificial del beb. El acto de dar el pecho al nio implica tambin que la madre lo tiene en brazos varias veces al da, por un lapso prolongado: significa un determinado vnculo entre madre e hijo, al cual se adjudica en psicologa mucha importancia. Mientras tanto, en los pases anglosajones hace ya tiempo
que se alimenta a bibern. Esto no es solamente una renuncia biolgica: tambin se altera la atencin del nio. No hace falta tomarlo en brazos, y cualquiera, madre, padre o quien fuese, lo puede alimentar. Esta diferente crianza, trajo consecuencias? No pude encontrar ninguna bibliografa al respecto, pero propongo una hiptesis: los hippies, tan numerosos en los pases anglosajones y casi no existentes en los otros, tienen algo que ver con el problema. Los hippies: entremos nuevamente en lo social. Ellos estn contra la sociedad que se les ofrece, contra la injusticia de clase, contra la guerra en Vietnam y contra un mundo sin futuro -el futuro de guerra total- que sus mayores les preparan. Se los entiende; el contenido de su protesta parece plenamente justificado. Pero la forma, lo es? La forma parece bastante autodestructiva. Y sus caractersticas -las que irritan tanto a sus mayores-, la suciedad, la droga, la promiscuidad indiscriminada en el terreno hetero u homosexual, parecen tener sus races en la crianza que tuvieron. Parecen un reclamo constante a sus mayores. Por qu? Las investigaciones analticas de la escuela norteamericana insisten mucho en la importancia del vnculo, de la simbiosis madre-hijo. En el transcurso de un largo proceso que empieza desde el vamos, el nio logra diferenciar, poco a poco, entre l mismo y el mundo a travs de la gradual disolucin de esta simbiosis. El beb aprende a querer su piel -el lmite entre su self y el mundo- a travs de los mimos, las atenciones y el contacto fsico entre l y la madre. Pero frente a esta nueva crianza mecanizada e indiscriminada (con el bibern cualquier puede atenderlo) podemos todava hablar de simbiosis madre-hijo? Y si esta piel no ha sido suficientemente libidinizada, por qu quererla y cuidarla ms adelante: por qu no estar sucio?
Es la protesta al hecho de sentir que lo nico que recibi como beb fue limpieza y confort, en lugar de cario. Y si no pudo establecerse la raz de la identidad sexual, porque faltaba el trato carioso con un solo objeto de sexo definido -con la madre- cmo no ser despus sexualmente indiscriminado. Y si el bibern ofrece alimento, pero nada ms, mientras que el pecho tambin da amor, cmo no va a quedar un anhelo no satisfecho de algo maravilloso que se cree poder recuperar slo a travs de la aventura psicodlica? Pero tal vez, como suger antes, tambin tendramos que agregar al problema hippie el hecho de que la mayora de las adolescentes que participan en l son sexualmente indiferenciadas y transmiten indiferenciacin, porque ya no son mujeres. No ovulan. Y, de nuevo, mientras que no me convenzan de que nuestra biologa carece de influencia sobre nuestra conducta, no puedo creer que esa situacin prolongada durante aos, no tenga su importancia. Qu hacer entonces? Volver a lo de antes? Por supuesto que no. Adems, es imposible. Nos hallamos en un proceso que escapa a nuestra decisin, pues forma parte de toda la evolucin humana. Pero el camino est claro: existen por un lado los anticonceptivos hormonales y por otro los mecnicos (me refiero especialmente a la espiral y no al diafragma, del cual ya sabemos que es fsicamente inofensivo) que cientficamente recin estn en sus comienzos. Desde ya que hay que seguir adelante. Me dijeron, por ejemplo, que el futuro no est en ellos, sino en el logro de una inmunidad reversible contra los espermatozoides. Hay que encontrar en cada caso el camino adecuado. Antes de ubicarnos en casos especiales deseara subrayar algo referido a nosotros mismos y ms generalizado: nuestra propia dificultad frente a la juventud. No hablo de lo que ocurre en otros pases ni en otros estratos sociales, sino de nuestras hijas solteras, por lo general estudiantes de clase
media, que adquirieron libertad sexual. El sexo es algo hermoso. Su goce ha sido frenado para la mujer, casi desde siempre. Por eso hay tanta frigidez en el mundo. Padecerla es una automutilacin grave; por eso hay tanta desdicha marital. Debemos ayudar a nuestras hijas ya que "per se" pueden amar sin temor racional a las consecuencias, y formar pareja sin que la culpa ancestral por el placer del sexo las perturbe. A principio de siglo se habl mucho de una nueva obligacin de los padres: el esclarecimiento sexual de sus hijos considerados "inocentes" hasta entonces. En el presente este esclarecimiento se sobreentiende, pero ahora hace falta uno nuevo: el de la importante funcin que tiene la madre de hija adolescente. Debe hacerle entender, explcita o implcitamente, que tiene derecho a gozar de relaciones sexuales premaritales, sin que por eso deba ineludiblemente casarse con su compaero sexual, pero que ha de tomar las precauciones adecuadas para evitar angustias, daos y abortos. En esos caos lo aconsejable no sera la pldora, ni la espiral que estara contraindicada no solamente por causas estrictamente mdicas. El hecho mismo de que la muchacha no pueda manipularla sola implica una contraindicacin psicolgica, ya que al delegar en el gineclogo su fertilidad, la pierde psicolgicamente. Todo anticonceptivo tiene su problemtica. Hay mujeres que por una prohibicin inconsciente, no pueden colocarse el diafragma. Confunden este acto con una actividad masturbatoria. Sin embargo, en la mayora de los casos colocado bastante antes del acto sexual, el diafragma es lo ms adecuado ("). :::::::::::: (") Al corregir este texto record parte de un sueo de una muchacha. Ella usaba la pldora. Quera mucho a los nios. So que estaba tomando un refresco. Se lo trajo un mozo que nunca llegar a ser el dueo del bar porque tena una prte-
sis. Desde el talle hasta abajo era de madera. Ser el dueo del bar significa ser una madre con pechos llenos de leche que alimentan. Ella tema no poder llegar a eso porque senta su barriga joven y frtil transformada en prtesis -algo que aparenta y no es- y en objeto muerto. El sueo era muy rico en significados. Pero supongo que la pldora era una de las causas que hicieron que ella se soara mutilada y materia De todos modos, de una u otra manera, se logr liberar a la mujer de sus justificadas angustias. Sin embargo, todava durante mucho tiempo la mujer soltera e incluso la casada, seguir oscilando -segn las fechas del ciclo, alerta a cualquier sensacin fsica- entre el miedo al embarazo y el terror a la esterilidad. Tambin alternativamente la perspectiva de un hijo podr significar para ella un castigo cruel o un logro sublime. Antes, el azar y la realidad se encargaron de cortar el nudo de dudas y transformar el anhelo-temor de embarazo en un hecho real. Hoy en da no es as, ya que para tener un hijo se debe tomar la decisin en pareja, pensada y razonablemente. En nuestra sociedad portea de clase media, generalmente el primer hijo no se discute. Muchas veces la pldora se acepta recin despus de varios nacimientos. Sin embargo, aunque la mujer ya no es adolescente, ya est reasegurada con respecto a su fertilidad y a su capacidad materna; la pl- :::::::::::: sin vida. dora igualmente suele ser causa de conflictos personales y de pareja. Por lo comn el marido impone un lmite. Ya no quiere tener ms hijos. Ella, mentalmente tampoco quiere, pero se siente fsicamente frustrada y despreciada en su capacidad ms valiosa. Qu pasa entonces? Se resiente con el marido y se vuelve frgida o desganada. "Querido, estoy tan cansada hoy, ser otra vez!" A la mujer casada y madre le cuesta muchas veces emancipar el placer sexual de la posibilidad -
deseada y temida- de un nuevo hijo. Durante dos mil aos slo las prostitutas tenan la lacra-derecho de gozar sin consecuencias. Las esposas nunca. Y, repetimos, aunque conscientemente est de acuerdo con el marido, muchas veces la mujer siente que l la rebaja y lo acusa de que "eso" es lo nico que le interesa. No pretendo afirmar que siempre las cosas ocurran as. Pero se pueden sealar conflictos que se producen con bastante frecuencia. Un ejemplo concreto: una paciente ma me vino a ver de nuevo despus de unos aos de haberse analizado conmigo. Profesional exitosa, madre de tres hijos, su matrimonio era armnico, pero el marido no quera tener ms hijos y logr convencerla mentalmente. Sin embargo su cuerpo se rebel. A pesar de las medidas de precaucin qued embarazada. El marido no cedi. Se decidi que abortara y que sustituyera al diafragma (tan expuesto a un manejo "inhbil" inconsciente que burle su finalidad) por la pldora. Ella le hizo caso, pero se deprimi profundamente. Por eso me vino a ver. En esos das tuvo un sueo. Antes de dormir haban tenido una relacin sexual con orgasmo. Y en el sueo se repeta esta situacin, pero ocurra que el marido durante la eyaculacin y ante su horror y su asco, simultneamente estrangulaba a una gata. Mi paciente empez a asociar con los elementos del sueo. Cuando nia, haba tenido una gata muy querida. Esta tuvo cra y solamente a ella permita tocar a los gatitos. Pero un da estos desaparecieron -su madre los haba ahogado- y cuando ella se acerc a la gata sta en su desesperacin la ara furiosamente. En el sueo la gata simboliza, pues, a una madre desesperada cuya cra es despreciada y matada, y que ella no sabe defender, pero s vengar, rasguando. Pero si ella se identifica con esta parte gata-madre corre peligro
que su marido la mate. Adems, quiere a su marido y quiere gozar. As el acto sexual se vuelve conflictivo porque dentro de ella la parte madre, desesperada, asesinada y asesina est atacando, rasguando, a la otra que goza. Como mencion antes, la pubertad se caracteriza por una menstruacin que con frecuencia es de ciclo anovulativo. Pero lo mismo ocurre en la menopausia: la ovulacin empieza a hacerse poco frecuente, mientras que la menstruacin todava persiste. Los trastornos psicolgicos de esta poca de la vida son bien conocidos: sensacin de vaco, de tristeza aparentemente injustificada, de falta de entusiasmo. Menciono esto relacionndolo con un encuentro que tuve hace poco. Una ex analizada ma me llam por telfono para convenir una entrevista, porque ltimamente se senta muy mal. Mujer joven, de menos de cuarenta aos, delgada, muy atractiva, buena profesional y madre de tres hijos. Sola llevarse bien con su marido. Sin embargo, como me explic, estaba muy mal. Todo careca de sentido, ltimamente. Le pregunt: "Y los chicos?" "Si, bien, gracias, pero..." "Y con Jorge?" "Si, si, todo como siempre, aunque..." "El trabajo?" "Mire, no tengo problema ah; pero tengo que confesarle que no me interesa demasiado". Si, obviamente se trataba de una depresin endgena: ninguna causa externa justificaba, ni para ella misma, su estado. Pero "no hay nada, que pueda entusiasmarla?" "S", me contest con una viveza hasta entonces adormecida. "Quisiera mudarme afuera, tener una casa con un jardn, con muchas plantas. Creo que esto me sacara de mi estado. Pero mi marido no entiende, no quiere y, francamente no tengo la fuerza de voluntad para convencerlo". Miraba a mi paciente. Era linda, como siempre, tal vez un poquito gordita; pero era joven. Y, con todo, esta entrevista se pareca tanto a otras con mujeres menopausicas, para las que "todo en la vida est bien, pero carece de sentido". Muy
sobre el final de la hora me dijo: "Pens, adems, que tendra que ir a ver a mi gineclogo. Tal vez sera til suspender los anticonceptivos". "S, tal vez, pero, hace mucho que los est tomando? "Y, siete aos y sabe lo que me han hecho?, mreme, yo me siento totalmente deformada". Quedamos en que iba a ir al gineclogo y que, adems, me llamara pasado un tiempo, para ver qu hacer. Pero no tuve ms noticias de ella. Tiempo despus la encontr en una reunin social. "Hola, que tal". Estaba radiante. "Sabe doctora, voy a tener mi casa con jardn; convenc a mi marido. Ahora ya no necesito retomar el tratamiento". "Claro que no, y el gineclogo y los anticonceptivos?" "S, me los suprimi. Es gracioso, tengo un atraso menstrual ahora. Se acuerda?, antes siempre me enloqueca de miedo a que fuese un embarazo. Ahora no, lo tomo con tanta tranquilidad. Ya se ver si es realmente y qu hacer". No tengo idea del equilibrio o desequilibrio hormonal concreto de esta paciente. Pero desde el punto de vista psicolgico no me cabe duda de que estaba sufriendo un proceso menopusico, y tambin de que supo conquistarse su casa con el jardn lleno de plantas, cuando ya haba recuperado su propia fertilidad y su seguridad de mujer joven frente al esposo. Parece que insistiera mucho en lo hormonal. Sin embargo, no es ms que un factor que entra en todo un interjuego psicosocial. Causas hormonales justifican los vmitos de gestacin o los dolores menstruales. Pero sabemos -son bien conocidos los estudios de Margaret Mead sobre el comportamiento sexual en diferentes sociedades- que existen pocas y ncleos sociales en los cuales para la mujer embarazada lo normal es sufrir una serie de trastornos, y otros en los que generalmente el embarazo o la menstruacin transcurren sin ellos. Y existe, adems de esta frmula de comportamiento social, otra personal que lleva a un pequeo nmero de
mujeres a conducirse en forma opuesta a lo que socialmente se espera de ellas. Una psicoanalista norteamericana que trabaja con pacientes negras de nivel social inferior, me coment que todas ellas se deprimen si toman medidas anticonceptivas, porque pierden su "women-power". Pero ocurre que las que toman la pldora se sienten justificadas en su depresin, mientras que las que usan la espiral se consideran neurticas. Tambin en los trastornos provocados por la pldora ocurre algo similar. Como nos ha sealado el doctor Moggia, la pldora no perjudica a la mujer sana, mientras que en la enferma trae secuelas de tromboflebitis, hepatitis, etc. Pero muchas veces no sabemos si somos totalmente sanos. Y un conflicto psicolgico puede predisponer a una mujer sana para las enfermedades. Referir lo que me relat una mujer joven en consulta. Casada, madre de cuatro hijos, se dej convencer por su marido para tomar la pldora. Lo hizo contra su conviccin. Odiaba los mtodos anticonceptivos, pero cuatro hijos son un argumento convincente. Tom la pldora durante un mes. Se senta mal. Dej de tomarla, pero algn tiempo despus enferm de tromboflebitis. Le haba hecho mal la pldora? Tal vez tambin le hizo mal renunciar a embarazarse otra vez. De todos modos algo ya no anduvo ms. Al poco tiempo se separaron. Empez un nuevo vnculo, cargado con los conflictos de separacin, con una relacin inestable. Pero esta vez realmente quera protegerse de un nuevo embarazo. Volvi a tomar la pldora. Al final del mes se enferm de hepatitis. Ya la primera vez que tom el anticonceptivo su gineclogo le haba advertido sobre las posibles consecuencias. Pero, era realmente la pldora la que la enferm dos veces y de manera distinta o eran sus conflictos los que la dejaron desarmada contra su efecto? Tal vez debiera exponer ms ejemplos. Pero creo que no hace falta.
En cualquier ejemplo interpretado analticamente, quedaremos con la duda sobre cul haba sido el factor determinante del trastorno o, tambin, si ste es consecuencia psicolgica del uso de anticonceptivos. Hay demasiados factores en juego como para determinar eso en forma inequvoca. Prefiero aclara mi posicin frente al problema. En la medida en que cambia nuestra sociedad, debido al aumento vertiginoso de sus logros tcnicos y cientficos, tambin cambian la familia, la pareja y la relacin entre el hombre y la mujer. En un mundo cuyos gobiernos planifican la produccin, tarde o temprano, aparece tambin la planificacin de la reproduccin. No hace falta que esto ocurra en forma explcita. La prohibicin ms o menos estricta del aborto o de la propaganda de anticonceptivos en cada pas, es un ndice muy claro de determinada poltica al respecto. Igualmente, determinada propaganda y facilidad dirigida especialmente a ciertas partes de la poblacin o exigida hasta ciertos pueblos implican un intento de planificacin discriminada de la poblacin del futuro. Cada nuevo descubrimiento puede ser utilizado para bien o para mal, como, por ejemplo, la fuerza del tomo que sirve para la guerra o para la paz. Cuando estaba corrigiendo estas pginas, le en "La Nacin" (26/2/70) una breve nota sobre "Los peligros de la gentica controlada". En ella un cientfico importante, el Dr. Max Tishler, advierte que "en caso de caer en manos inescrupulosas, la gentica podra ser peligrosa y menos controlable que el poder del tomo. Hay quienes expresan temores, incluidos muchos cientficos, sobre las consecuencias que en un mundo carente de preparacin pueden tener la labro de los hombres de ciencia que trabajan en la qumica de los genes, una vez aprenden por fin a manejarlos".
Pero, acaso por eso el hombre debe renunciar a la ciencia? Obviamente eso no es la solucin.
Indice Bibliogrfico Todas las citas de pginas de este ndice se refieren al presente libro y no a las obras mencionadas.
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Indice de materias
A Aborto espontneo: 38, 98, 172, 179, 180, 184 s., 187 s., 190 s., 196 s., 199 s. Aborto provocado: 19, 23, 142, 144, 147 s., 163 s., 168 s., 172, 173 s., 176, 180 s., 182, 191, 193 s., 199. Adopcin: 23 s., 160 s. Amamantar: Ver lactancia. Amenorrea: 86, 88 s., 104, 160 s., 168, 179. Antojo: 192 s. Aphanasis: 53 s.
C Castracin de la feminidad: 49, 54 s., 59, 83, 89 s., 91, 98 s., 103 s., 113, 143, 146, 148 s., 153, 174, 176, 178, 198 s., 208 s., 233. Castracin del pene imaginario: 35 s., 40 s., 44, 49, 56, 75, 78, 82, 93, 108, 113 s., 146, 165, 185, 197 s.
Castracin, complejo de en el varn: 39, 98. Climaterio: 29 s., 139, 179 s., 229 s. Cltoris: 40 s., 44, 46, 50, 54, 56, 123, 128. Complejo edpico: 39 s., 54 s., 67 s., 84 s., 96, 116 s., 128 s., 142, 152, 169, 195, 197 s., 230 s. Complejo de masculinidad: ver defensa viril. Compulsin a la concepcin: 148 s., 154, 163. Concepcin: ver fecundacin. Couvade: 22, 202.
D Defensa viril: 19, 27, 48, 55 s., 59, 76, 89 s., 91, 98 s., 100 s., 113 s., 142 s., 146, 159, 164 s., 166, 168 s., 173 s., 177 s., 181. Depresin climatrica: 29, 229 s. Depresin premenstrual: 86 s. Desfloracin: 107 s., 110 s., 114 s., 116 s., 122, 128, 217. Despersonalizacin: 101, 118 s. Destete: 160, 167, 173, 178, 217, 223 s., 229, 234, 238. Deutsch, Helene: 13, 46 s., 72, 83 s., 98, 110, 129, 134, 148 s., 154, 163, 178, 186, 189, 192, 202, 208, 217, 224, 230 s.
Educacin: 20, 23, 27 s., 35, 51 s., 74 s., 113, 125 s., 229, 235 s. Embarazo extrauterino: 153 s., 179 s. Embarazo falso: v. Seudociesis. Embarazo significado del: 176, 190, 201. Embarazo trastornos del: 115, 184 s., 203 s. Envidia de la feminidad: 20 s., 202, 207, 238. Envidia del pecho: 20, 60, 116, 161, 237. Envidia del pene: 20, 35 s., 40, 43, 46 s., 50, 52, 59 s., 74, 80 s., 97, 100 s., 108, 128, 142, 146, 161, 166 s., 173 s., 222, 226. Esclarecimiento sexual: 74 s., 109 s., 124, 213. Espasmo tubario: 140, 191. Esterilidad: 87, 154 s., 157 s., 190. Esterilidad fisiolgica: 136. Esterilidad masculina: 137 s. Esterilidad pasajera: 95, 97, 101, 136 s., 140 s., 180. Estreimiento durante el embarazo: 192 s., 196 s.
F Falta de pene: ver envidia del pene. Familia, historia de: 18 s. Familia, constelacin de: 21 s., 83, 84 s., 87 s., 91, 94 s., 97, 100, 113 s., 129, 134, 139, 141 s., 144, 151 s., 159, 160 s., 164, 166, 173, 177 s., 179, 180 s., 195 s., 198 s., 232 s., 236 s.
Fantasas infantiles, fecundacin, embarazo y parto: 38, 42, 90, 95, 99, 142, 155, 192 s., 213 s. Fecundacin: 136, 143, 147, 150, 153 s., 166, 203 s. Fecundidad excesiva: ver compulsin a la concepcin. Fobia a la desfloracin: 110 s., 114 s., 115 s., 122, 129, 186 s., 191. Freud: 14, 17, 32 s., 58 s., 71 s., 107 s., 110, 128, 132, 155, 185, 192, 229, 234, 236, 239. Frigidez: 45, 49, 51, 98 s., 110 s., 115 s., 122 s., 166, 169, 191, 234. Frigidez, definicin de la: 123. Frigidez y maternidad: 122, 132 s.
H Historia del psicoanlisis: 32 s. Historiales clnicos de: --Adela B.: 87 s., 91, 106. --Ana: 98 s., 101, 115, 129, 173, 186 s., 191, 197 s., 209, 216, 223. --A. N.: 173 s., 176 s., 180. --Berta: 100 s., 115, 128 s., 131, 173, 216, 221 s., 225. --Erica: 187, 194 s., 200, 206, 214. --Frida: 180 s. --Gabriela: 113 s., 184, 186 s., 191, 194. --Isabel: 94 s., 106, 144 s., 184, 186 s., 190 s., 193, 208 s., 211, 226 s. --Laura: 110 s., 11 s., 128 s.
--Lina: 140 s., 184, 187, 189, 193, 203, 216, 225. --Mary: 88 s., 106. --Molly: 84 s., 88, 91, 106. --Olga: 180 s. --Pastora Verssimo: 154 s. --Silvia: 159 s., 173, 176 s., 180, 222. --Sra. B.: 167 s., 176 s., 180, 191. --Sra. L.: 166 s., 176 s., 180, 216, 227. --Sra. M.: 179 s. --Sra. Z.: 164 s., 177 s., 180. --Teresita: 76 s., 86, 91, 114. --Winifred: 151 s. Homosexualidad femenina: 39, 43, 73, 100 s., 104 s., 131 s., 141 s., 159, 171, 175, 223, 226, 235. Hormonales trastornos: 136 s., 140, 144, 150 s., 159 s., 191.
I Identificacin con la madre buena: 42 s., 48, 104, 134, 148, 152 s., 164, 184, 190, 221 s., 226 s., 237. Identificacin con el feto: 157 s., 186, 189, 193, 207 s., 214. Identificacin con el padre: 48 s., 56, 103, 141, 198 s. Identificacin peligrosa con la madre: 70 s., 82, 103, 143, 169 s., 178, 180 s., 207, 225. Identificacin por culpa: 89 s., 106, 169, 180 s., 196, 198, 213 s., 225.
Imposibilidad de identificacin con la madre: 76 s, 82, 91, 101 s., 106, 113 s., 128, 133, 142, 167, 173 s., 176. Infantilismo: 77 s., 106, 114, 134, 142, 158, 162, 177 s., 181, 234. Infertilidad: 180 s. Inseminacin artificial: 137 s., 203. Instinto maternal: 20, 29 s., 52, 134 s., 184, 190, 231, 235. Instinto de paternidad: 29.
K Klein: 13, 36, 53 s., 60, 98, 101, 103, 108, 186, 191, 236. Krafft-Ebing: 20, 33.
L Lactancia: 18, 23 s., 37, 125, 133, 216 s., 235 s. Lactancia trastornos de: 18, 23 s., 163, 216 s.
Mamadera: 160, 176, 203, 216 s., 237. Masculino y femenino: 19 s., 26 s., 34, 41, 202. Masoquismo: 99, 129, 164 s., 188, 195. Masturbacin: 39 s., 47, 50, 76, 80 s., 98, 101, 114, 118 s., 146, 165, 194 s. Matriarcado: 20 s. Mead, Margaret: 13, 21 s., 25 s., 51 s., 73 s., 125 s., 184 s., 201, 211 s., 218 s., 232 s. Menarqua: 21, 44, 59, 70 s., 93 s., 162, 173 s., 185, 299 s., 234. Menopausia: vr climaterio. Menstruacin: 30, 70 s., 93 s., 170, 176, 179, 182, 200. Mujer, la, en sociedades primitivas: 20 s., 25 s., 51, 53, 59, 63, 73 s., 86 s., 125 s., 133 s., 184 s., 201, 211 s., 218 s., 228, 229, 231 s., 236.
N Norma social: 18 s., 71 s., 86 s., 110, 124 s., 184 s., 201 s., 210, 213, 216 s., 229 s.
O Odio, omnipotencia del: 102, 111, 162, 172, 173 s., 176 s., 180 s.
Orgasmo: 122 s., 194, 221, 227. Orgasmo vaginal: 26, 28, 123 s., 134. Ovulacin: 136, 142, 150.
P Parto: 184 s. Parto atrasado: 209. Parto bajo anestesia: 184, 202 s., 206, 214. Parto difcil: 38, 164, 173, 176, 184, 204 s., 211 s. Parto fcil: 184, 204 s. Parto, felicidad del: 210 s. Parto inducido: 202 s., 209, 214, 217, 236. Parto prematuro: 143, 185, 193, 195 s., 199. Parto y reflexologa: 185, 202, 213. Parto sin dolor: 184, 210 s. Parto, temor al: 85 s., 169, 184 s., 201 s., 206 s. Pubertad: 42, 44 s., 47, 51 s., 70 s., 93 s., 125 s., 153, 179, 180, 230.
R Relacin temprana madre-hijo: 15, 23 s., 37, 42 s., 49, 51 s., 54, 57, 60 s., 86, 102, 110 s., 129 s., 216 s., 219 s.
Resentimiento oral: 130, 160, 167, 173, 175, 177 s., 180 s., 198 s., 217 s., 234. Ritos de iniciacin: 21 s., 71 s., 104 s., 107, 202.
S Sadismo: 39, 47, 99, 105, 110, 118, 224. Sexualidad: 19, 28, 33, 44 s., 52, 83, 108 s., 115, 122 s., 227 s., 230. Sexualidad infantil: 36 s., 51. Seudociesis: 23 s., 59, 151 s., 154. Sueos: 63, 95 s., 100 s., 104, 110, 113, 116 s., 141 s., 144 s., 157 s., 168, 170 s., 175, 187 s., 190, 193, 208 s., 221 s. Suicidio: 25, 144 s., 164, 192, 218 s. Supery femenino: 40, 58, 224 s.
U Unidad psicosomtica: 17 s., 25, 30, 38 s., 53, 59, 86 s., 91, 94, 97, 136 s., 150 s., 153 s., 159, 184, 199 s., 220 s.
V Vagina: 47, 51, 54, 56, 130 s. Vagina, desconocimiento de: 41, 45 s., 128. Vagina, despertar de su excitabilidad: 45, 49 s. Vagina, nocin temprana de: 49 s., 54 s. Vaginismo: 112, 122, 191. Vehinihai: 24, 63 s., 153, 158, 189, 209, 235. Virilizacin: v. defensa viril. Vmitos de embarazo: 191 s., 206.
Captulo Xi. Problemas psicolgicos de la lactancia ..... 36 Notas ........................ 75 Captulo Xii. El climaterio. Consideraciones finales .... 76 Apndice ....................... 110 Indice bibliogrfico ........... 135 Indice de materias ............. 156