Novela de Folletín-1 PDF
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La novela histrica, junto con la novela de folletn y por entregas, goz de gran aceptacin por parte del lector decimonnico. Bien es verdad que la primera ofrece mayor calidad literaria que sus coetneas, no as en cuanto a recepcin por parte del lector de la poca. A primera vista estas novelas podran parecemos distantes en cuanto a recursos narrativos se refiere, pues el folletn y la entrega al estar considerados como productos subliterarios, paraliterarios o infraliterarios, su anlisis escapa de la atencin del crtico en general. Sin embargo, se observa una mayor atencin hacia la novela histrica, que si bien no es digna sucesora de la novela cervantina tendramos que esperar a la novela de la segunda mitad del XIX es considerada, al menos, con cierta dignidad. Estos tres tipos de novela guardan en ms de una ocasin una cierta vinculacin en cuanto a recursos narrativos se refiere, y si la calidad literaria brilla por su ausencia en el folletn y en la entrega, no sucede lo mismo con la novela histrica. Sin embargo, es fcil encontrar en ellas 269
una especial predisposicin por las descripciones propias de la novela gtica o de terror, por la especial preocupacin en dejar al lector en suspense, por la comunicacin autor-lector, por la divisin que del mundo novelesco se hace entre protagonistas y antagonistas; en definitiva, un largo etctera de concomitancias suministradas en pequeas o en grandes dosis segn se trate de la novela histrica, del folletn o de la entrega. Uno de estos ejemplos es el misterio o suspensin que protagonizan no pocas pginas de la novela histrica, de suerte que en ms de una ocasin el hroe novelesco desaparece o muere inesperadamente cuando tan solo han transcurrido escasos captulos. Su muerte aparente no es ms que un juego del autor, a sabiendas de que con ello va a provocar un estado de expectacin total, creando esa suspensin anteriormente aludida y motivando al lector a seguir la peripecia argumental con tal de conocer o aclarar los misteriosos lances que pudieron ocasionar la desaparicin o aparente muerte del protagonista. Este juego protagoniza, por ejemplo, el captulo XIV de El seor de Bembibre, cuando el fiel criado Milln encuentra a su amo y hroe novelesco en el lecho de muerte: Aguard, pues, otro rato bueno, durante el cual comenz a inquietarse, pensando que tanto dormir podra hacer dao a su seor; pero pasada una hora y media ya no pudo contener su impaciencia, y metiendo la llave en la cerradura y dndole vuelta con mucho tiento, entr de puntillas hasta la cama de don Alvaro, y despus de vacilar todava un poco, por fin se decidi a llamarle menendole suavemente al mismo tiempo. Don Alvaro ni se movi ni dio respuesta alguna, y Milln de veras asustado acudi a abrir una ventana: pero cul no debi de ser su asombro y consternacin, cuando vio el cuerpo de su seor inanimado y fri, apartados los vendajes, desgarradas las heridas y toda la cama inundada en sangre d). La fatal noticia llegar a la herona que quedar sumida en la ms triste y desgarradora desesperacin. La herona, Beatriz, al creer en la fatdica misiva perder todo atisvo de felicidad, siendo ya fcil presa de ese mundo novelesco que la envuelve. La presencia de un progenitor obcecado en buscar para su hija pinge dote empujar a la herona a los
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brazos del antagonista; el fatal infortunio perseguir para siempre los destinos de Beatriz que casada ya con el conde de Lemos presenciar con no poco asombro la aparicin de un ser misterioso que no es otro que don Alvaro. Echaron pie a tierra los desconocidos poco antes de llegar a doa Beatriz, y el caballero de las armas negras con un paso no muy seguro se fue acercando a ella seguido del templario. La seora con ojos espantados y clavados en l, segua con ademn atnito todos sus movimientos, como colgada de un suceso extraordinario y sobrenatural. Si el sepulcro rompiese alguna vez sus cadenas, sin duda creera que la sombra de don Alvaro era lo que as se le apareca. El caballero se alz lentamente la celada y dijo con una voz sepulcral: Soy yo, doa Beatriz! (2). Es necesario, sin embargo, avanzar en la peripecia argumental para tratar de conocer este misterioso lance. Ser entonces cuando el autor proporcionar al lector todo tipo de explicaciones, retrocediendo la accin u ofreciendo de forma relentizada los sucesos acaecidos con anterioridad: El resultado de sus esfuerzos fue el que vimos; y en la misma noche Ben Simuel prepar un filtro con que todas las funciones vitales de don Alvaro, se paralizaron completamente. En tal estado entr por una puerta falsa, y desgarrando los vendajes de don Alvaro y regando la cama con sangre preparada al intento, facilit la escena que ya presenciamos y que tanto afligi al buen Milln, desasosegando tambin al principio al mismo Lara con la tremenda semejanza de la muerte. Nada, pues, ms natural que su resistencia a soltar el supuesto cadver que en la noche despus de sus exequias, fue trasladado por don Juan y su fsico a un calabozo muy hondo que caa bajo uno de los torreones angulares, el menos frecuentado del castillo. All le sujetaron fuertemente y le dejaron solo para que al recobrar el uso de sus sentidos no recibiese ms impresiones que las que menos dao le trajesen en medio de la debilidad producida por un tan largo parosismo (3). El suspense no decrecer a lo largo de la presente novela, pues el destino de Beatriz estar supeditado al sino trgico del romanticismo. Con
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la muerte del conde de Lemos se abre otra interrogante sobre un posible desenlace feliz entre los hroes. Los hechos corren ya vertiginosamente; el lector espera encontrar soluciones felices, pero los obstculos, con sus posibles soluciones, no cambiarn el destino trgico de nuestros hroes. Otro tanto sucede en El doncel de don Enrique el Doliente donde lo misterioso juega un papel primordial. La desaparicin de personajes dados por muertos recurdese el caso de doa Mara de Albornoz, esposa de Enrique de Villena al comienzo de la novela es ciertamente revelador. Este personaje desaparece del mundo novelesco para surgir en las postrimeras de la novela. No sin antes envolvindola el autor en una maraa misteriosa al no revelar al lector las causas de su desaparicin. Suspense tambin en el ininterrumpido desfile de embozados y seres misteriosos que no son otros que Elvira o los fieles servidores de Macas o de Enrique de Villena. El autor lejos de facilitar la personalidad de tal o cual personaje los envuelve en esa maraa misteriosa anteriormente aludida (4). Los ejemplos de muertes aparentes se prodigan en la novela histrica, recurdese tambin el duelo que mantienen Sancho Saldaa y Hernando. El escenario no puede ser ms truculento, ambos se enfrentan con tal odio que la muerte se hace presumible desde el primer instante; el resultado no es otro que el que ofrecemos a rengln seguido: Haca ya tiempo que peleaban y estaban heridos por mil partes, sudando y faltos de aliento, cuando de repente Saldaa, arrojndose sobre Hernando, le tir a manteniente un golpe tal sobre la cabeza, que dividi el yelmo en dos partes, y echando un ro de sangre por ojos, orejas y narices, le derrib en el suelo sin movimiento. Qued Saldaa en pie, victorioso del desafo, pero su vista empez all poco a poco a desvanecerse; qued inmvil, apoyndose sobre la cruz de la espada; sus miembros se estremecieron, inclin lentamente el cuerpo hacia adelante, dobl las rodillas, hizo dos o tres esfuerzos intiles para llegar hasta su caballo, y, dando
(4) Vid. a este respecto El doncel de don Enrique el Doliente, Imprenta de Repulas, Madrid, 1834, vol. II, pp. 70-75 y 112. Elvira se nos presentar como la mujer tapada que trata de desenmascarar al perverso Villena. Otro embozado misterioso ser el montero de Maclas, Hernando, que en vol. IV irrumpe en la escena sbitamente, dejando al lector en suspensin unos momentos, sin llegar a agotar su paciencia.
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un suspiro, cay en tierra cubierto todo de sangre y privado, por ltimo, de sentido (5). Ambos personajes curarn de sus heridas, curacin realizada tambin por pcimas misteriosas suministradas por otro personaje arquetipo de la novela histrica: el judo. Fantstica y no menos misteriosa es la desaparicin de Elvira, hermana de Saldaa, que causa con su cadavrica figura no pocos lances de misterio. Su presencia provoca todo un mundo de alucinaciones entre la banda capitaneada por el Velludo. An as debemos esperar a la aparicin del personaje Usdrbal, dado por muerto en la novela de Espronceda y resucitado al final de la novela para defender a Zoraida de las acusaciones formuladas en el Juicio de Dios. Cuando el tribunal inquisidor decide condenar a muerte a Zoraida un misterioso caballero se presenta ante el estupor de las gentes, decidiendo enfrentarse con Jimeno acusador de Zoraida con tal de salvar a la juda de la terrible y funesta prueba que supona el Juicio de Dios. El acusador y futuro adversario de este caballero misterioso que no es otro que Usdrbal no da crdito a lo que realmente est sucediendo, increpando a su contrincante de la siguiente forma: Jimeno palideci; aquella voz le pareca haberla oido otra vez; pero no era la voz de un vivo; aquel cuya era haba muerto haca mucho tiempo. Quin eres? le pregunt en voz muy baja, temblando. Pronto me conocers repuso el incgnito; monta a caballo y luego vers quien soy. No, yo no me bato contigo; tu eres el alma de... De Usdrbal quieres decir replic el campen de la mora; calla y monta a caballo, o te declaro cobarde y manifiesto tu villana. Eso no, vive Dios! Mas que seas el demonio mismo,'no te temo respondi el paje, y si eres Usdrbal y vives todava, lo que es imposible, yo har que no vuelvas otra vez a presentarte delante de mi (6). Una vez que el autor ha conseguido la suspensin del lector decide no
(5) J. Espronceda, Sancho Saldaa o el castellano de Cullar, Barral Editores, Barcelona, vol. I, pp. 237-238. (6) Ibld., vol. II, p. 210.
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retrasar en demasa las explicaciones del misterioso lance, que no es otro que el trueque de cadveres. Un ser mutilado o desfigurado terriblemente por las heridas ocupa en no pocas ocasiones la personalidad del personaje en cuestin, de suerte que el lector creer que la muerte de Usdrbal es cierta, sin sospechar que tan solo ha sido una confusin de los personajes de ese mundo novelesco, confusin, por otro lado, intencionada y preparada laboriosamente por el autor. El suspense o la suspensin tambin la provoca el autor de novelas histricas mediante la ruptura de la peripecia argumental. Ocasiones hay en que el lector est recrendose en una escena o pasaje y el autor la interrumpe hbilmente, introduciendo a continuacin unas pginas que nada tienen que ver con lo anteriormente relatado. El lector queda momentneamente desilusionado; sin embargo lee con avidez todo lo que se le ofrece con tal de enlazar con la escena que tan despiadadamente le haba privado el autor. Esta tcnica narrativa aparece en la novela de folletn con mayor insistencia aunque es en la novela por entregas donde mayor relevancia adquiere. En esta ltima los captulos finalizarn siempre con una interrogante dejando en suspenso al lector, motivndole de tal foma que espera la siguiente entrega con gran impaciencia, pues ansia encontrar en la continuacin la resolucin del conflicto presentado con anterioridad. De ah que el xito de la entrega dependa sobre todo en dejar en continuo suspense al lector. Cuando dicho lector pierde el inters por la entrega, la novela constituye un fracaso, presentndose como nica solucin el precipitar los hechos y teminar la novela que al igual que un acorden se encoge y alarga segn goce o no de la aceptacin del pblico. Existen, como ya indicbamos con anterioridad otros recursos narrativos que se dan indistintamente en la novelstica romntica; si bien en mayores o menores dosis segn se trate de la novela histrica, el folletn o la entrega. Con ello queremos ofrecer la especial predisposicin que hace gala el escritor de novelas histricas en lo que a elementos gticos o de terror se refiere. El gusto por los pasadizos ocultos, puertas secretas, subterrneos que conducen a lugares inslitos, descripciones ambientales envueltas en extraos sucesos, palacios o castillos aislados, celdas recnditas y ocultas en los lugares ms insospechados... De todo ello tenemos prueba evidente entre los escritores de novelas histricas. Por ejemplo en El doncel de don Enrique el Doliente encontramos numerosas muestras de esta inclinacin por los recursos propios de la novela gtica: Volvi el conde al mismo tiempo las espaldas, sonrindose 274
con cierta expresin sardnica de desprecio y de indignacin y sin proferir una sola palabra que pudiese dar a Elvira la clave de lo que entre sus seores habfa pasado; anduvo varios pasos; escondi su pual en la vaina, y al llegar a la pared apret con su dedo un resorte oculto en la tapicera, el cual cedi y manifest una puerta de la altura y ancho de una persona, secretamente practicada en aquella parte. Por ella desapareci como un espectro que se hunde en una pared, o que se borra y desvanece al mirarle detenidamente (7). Ms adelante la citada sala ocupa prcticamente el protagonismo en el rapto de la esposa de don Enrique de Villena, cuando de improviso aparecen unos embozados y raptan a doa Mara de Albornoz (8).Lo mismo sucede en cuanto a mansiones o castillos se refiere. La atmsfera de misterio que rodea el castillo que encierra a Macas est tambin en esta lnea anteriormente aludida: De noche tambin, y cuando se columbraban las temerosas sombras, era cuando sola mezclarse con el silbido del viento, y el ruido de la lluvia o el estruendo de la tempestad, una voz aguda y dolorosa, que era la que tena espantada a la comarca... (9) Espronceda en Salcho Saldaa ofrecer a los lectores innumerables pginas de idntico corte. De la mano de Zoraida, Espronceda ir ofreciendo toda una serie de pasadizos y puertas secretas, conjugando lo mgico y fantstico para darnos una sensacin de misterio y terror. Las apariciones y desapariciones de Zoraida ante los ojos atnitos del vulgo y de la soldadesca provocan en el lector esa sensacin de misterio, a sabiendas de que el lector conoce o sabe que no se trata de un personaje demonaco o movido por fuerzas ultraterrenales, pues conoce la causa de tales apariciones misteriosas; sin embargo, los personajes de ese mundo novelesco quedarn en ms de una ocasin petrificados por esas apariciones que no dudan de tachar de fantsticas al desconocer la existencia de esos intrincados y complejos laberintos. La misma Zoraida mostrar a Usdrbal la existencia de estos pasadizos, conocimiento que transmitir este ltimo a Jimeno para llevar a cabo sus planes:
(7) El doncel..., op. cit., vol. I, p. 69. (8) Vid. vol. II, pp. 25-31. (9) El doncel..., vol. IV, p. 58.
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Acrcate continu, tomndole una mano y hacindole que tocase la pared . Ves este muro de piedra y slido al parecer? Pues est hueco, y entre las piedras de este lado y las del otro hay un pasadizo que, siguiendo toda la muralla, da vuelta a la fortaleza, tiene salidas y comunicaciones con todas las habitaciones y las scaleras. Pero hay muy pocos que conozcan estos secretos. Yo mismo no saba nada de ello hasta que Zoraida me los comunic para que pudiese sacar a Leonor sin peligro (10). Circunstancia nada extraa y que viene propiciada por una novela histrica Los bandos de Castilla que ocupa cronolgicamente uno de los primeros puestos de la novela histrica espaola. Ya en esta novela el gusto por lo ttrico o macabro aparece en no pocas pginas. En unas ocasiones la ambientacin provocar esta atmsfera de irrealidad; en otras, los personajes quienes protagonicen misteriosos lances: Encaminronse a una capilla medio arruinada que se elevaba a mano izquierda, en la que oan misa los antiguos duques de Castromern, antes de dirigirse a la caza, en tiempos que habitaban de asiento en aquel castillo. Entrbase a ella por una puerta, sobre cuyo arco de arquitectura gtica haba una estatua de piedra, nico y sencillo adorno de la fachada. Aplic Blanca la trmula mano a un cerrojo lleno de orn y an no haba acabado de correrlo cuando una rfaga de viento empuj la puerta con tal mpetu, que abri de repente entrambas hojas, sacudindolas contra las desmoronadas paredes del reducido santuario. Salieron al estruendoso golpe feas aves nocturnas, dando espantosos aullidos; y tembl por un momento la ruinosa techumbre ni). Cuando se abandonaba ms absorta al rpido vaivn de sus pensamientos oy pasos a sus espaldas, y observ, volviendo la cabeza, que se adelantaba hacia ella una monja de alta estatura, plida y descarnada, cuyos ojos hundidos, lvidas facciones y speros contornos ms bien que por una figura humana podan hacerla creer un cadver que se escapase de su fretro (12). En la prolfica produccin de novelas histricas encontramos copiosos ejemplos como los aqu reseados, dato, por otro lado, muy pa-
(10) Sancho Saldaa, op. cit., vol. I, p. 346. (11) Felicidad Buenda, Antologa de la nove/a histrica espaola, Ed. Aguilar, Madrid, 1973, p. 73. (12)//>., p. 112.
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recido al de las novelas de corte folletinesco, aunque bien es verdad que en estas ltimas tanto los hroes como las descripciones llevadas a cabo son introducidas como clichs, sin ninguna originalidad por parte del autor. Otro rasgo tpico de la novela histrica es la clara divisin que del mundo novelesco se ofrece. El autor podr documentarse con mayor o menor acierto del pasado histrico, sin embargo sus opiniones o juicios harn que esos personajes novelescos formen un abismo o barrera infranqueable que los ir distanciando paulatinamente hasta llegar a odiarse. De ah esa divisin entre personajes buenos, dadivosos, con alto concepto del honor y de personajes malvolos, diablicos y perversos. No existe el justo medio entre ambos bandos, de suerte que sus comportamientos conforme avanza la novela van distancindose y odindose mortamente. De acuerdo con esta premisa el protagonista o antagonista presentar a su vez una serie de tipos que estarn en perfecta adecuacin con la actitud de sus respectivos seores. El hroe dispondr de unos personajes intachables; por el contrario, el antagonista utilizar para sus fines personajes de dudosa reputacin y sin ningn tipo de escrpulos. Don Enrique de Villena se servir para sus fines de personajes que nada tienen que envidiarle en cuanto a perversidad se refiere. Recordemos, por ejemplo, a Ferrs o al mismo Abenzarsal, intrigantes y verdaderos forjadores de la vileza y felona con tal de ganarse el favor de su seor y poder as cobrar buenas piezas de oro. En el bando de Maclas los personajes sern el dechado de la virtud, actuando siempre en esa coordenada que del alto concepto del honor siente su seor. La actuacin de Hernando, montero del doncel Macas, es prueba evidente de este tipo de comportamiento. El odio enfrentar siempre a estos dos bandos antagnicos. En ocasiones sern los hroes de la respectiva faccin quienes se enfrenten; sin embargo, en otras sern los seguidores del respectivo bando quienes combatan entre s. La novela Sancho Saldaa proporciona ambos modelos de los aqu reseados. Por ejemplo el enfrentamiento entre Hernando y el propio Saldaa en un principio; ms tarde el duelo a muerte entre Jimeno y Usdrbal. En otras ocasiones la rivalidad entre las facciones respectivas proporcionar la muerte de uno de sus jefes, muerte que no ejecutar el protagonista, sino un personaje adscrito al ideario del hroe, como sucede en El seor de Bembibre. Observamos tambin que en estas rivalidades el progenitor de la herona ocupa un papel relevante. La autoridad paterna sobre la fmina 277
en cuestin enfrentar al padre y al hroe novelesco. Los mviles suelen ser casi siempre los mismos: un matrimonio ventajoso. Sera el caso de El seor de Bembibre, donde don Alonso, padre de Beatriz, ve con buenos ojos el matrimonio con el poderoso conde de Lemos; sin embargo el arrepentimiento llega al final de la novela, haciendo todo lo posible para que su hija contraiga nuevas nupcias con don Alvaro sin reparar en esfuerzos ni sacrificios, no obstante el fatal desenlace muerte de Beatriz empaa el tardo arrepentimiento del progenitor. Otro tipo de progenitor es el que aparece en Sancho Saldaa, aunque su presencia de fado no se lleve a cabo en la novela, su recuerdo y su ideologa la heredan las distintas familias. En esta ocasin el teln de fondo ser el de la poca alfons con sus revueltas y luchas habidas entre el propio don Alfonso y su hijo Sancho. El partidismo respectivo de Hernando y Saldaa, heredado de sus mayores, enfrentar a estos personajes a lo largo de la novela (13). Se puede afirmar que la figura del progenitor est presente en gran parte de las novelas histricas, ya de forma directa tomando parte activa en los destinos de los hroes o como herencia transmitida a los mismos; sin embargo no siempre sus decisiones son inmutables sino que en ms de una ocasin los intereses personales provocan un cambio en la actitud del correspondiente progenitor. Vase por ejemplo la actitud de Gerif, tutor de Mara, que pasa del desdn a la splica: No me huyas la repeta, no me huyas, y dame tu brazo para sostenerme, pues de cansado me desmayo, y no acierto a dar un paso. Ven, ven, mi Mara, yo te librar de que te arrebaten para el frica; si t tienes tanto apego a esta tierra infaliz, tambin, ay!, yo le tengo, por mi mal. Ven, ven, Mara, yo te dar todo gusto fuera de separarme de ti: yo quiero ser contigo, verte conmigo, y bajar a la tierra entre los brazos tuyos. Mrame cmo lloro; no hayas penas de que yo abogue por Muley; concdeme t el no dejarme, y yo alzo la mano en mis splicas (14). Actitud por otro lado muy semejante a la existente en los folletines romnticos, donde los progenitores de las familias respectivas rivalizaban
(13) Vid. por ejemplo Sancho Saldaa, op. cit., cap. IV, en donde el autor dedica varias pginas para explicar la situacin de las familias rivales. (14) Estbanez Caldern, Cristianos y moriscos, BAE, Madrid, 1955, p. 129.
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por su ideario poltico o porque los intereses monetarios se superponan a los sentimientos. Existen otros elementos ciertamente reiterativos en el campo de la novela histrica. Uno de ellos sera el de las digresiones, rompiendo con ello la peripecia argumental e introduciendo al lector en un mundo que no tiene nada que ver con lo que all est ocurriendo. Cuando la digresin se utiliza de forma insistente la novela pierde agilidad y no sera extrao que cierto tipo de lector, vido de conocer el curso de los personajes saltara estos prrafos que para nada influyen en el argumento y poder as seguir los sucesos novelescos. Estas digresiones son en ms de una ocasin fiel trasunto de la propia ideologa del autor, materializando en la novela juicios acerca del sistema penitenciario, pena de muerte, libertad de opinin, etc., etc. Por ejemplo Larra en El doncel analiza el comportamiento de la gente desde su perspectiva, semejante a la de su artculo Un reo de muerte. Cuando el pueblo espera impaciente la presencia del defensor de Elvira, Fgaro nos dir las siguientes palabras: Circunstancia que prueba que el pblico de Andujar en el siglo XV se pareca a los pblicos de todas las pocas y pases. Haba consentido en recrearse con los foribundos mandobles y reveses del combate: haba contado con una diversin, porque generalmente las calamidades particulares son diversiones pblicas (15). El autor en ms de una ocasin detendr la accin para ofrecer al lector su criterio o enjuiciamiento sobre cierta costumbre, personaje histrico u orden religiosa, por citar los casos ms significativos, paralizando momentneamente la accin. Ms de un novelista no est exento de cierto afn erudito, como si quisiera demostrar al lector sus conocimientos tanto histricos como arquitectnicos. De ah que sea frecuente como de hecho ocurre en casi la totalidad de las novelas histricas las descripciones de monumentos histricos, que si en la poca del autor son tan solo ruinas, en un pasado fueron centro o foco de cultura. Todo esto lo explicar el autor, en ocasiones sucintamente; en otras, de forma extensiva, agotando' la paciencia de ms de un lector. Otro aspecto que asoma con cierta frecuencia en las novelas histricas lo proporciona la intercalacin de relatos, historias o leyendas que
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interrumpen la peripecia argumental. El autor utiliza el citado relato como un ingrediente ms para provocar en el lector un estado de ansiedad que rara vez se aparta del motivo o asunto que se trata. Por ejemplo en Los bandos de Castilla dos damas se alejan del castillo sorprendindolas la noche cerrada con gran aparato elctrico. Ambas damas contrastan por su fragilidad y actitud temerosa con las notas descriptivas del lugar, su temor nace precisamente de los elementos tpicos utilizados en los relatos de terror cipreses quebradizos, sombras humanas, panteones, aves nocturnas que irrumpen violentamente, e t c . Este ingrediente unido al relato no menos misterioso de tal o cual leyenda sumergen al lector en una atmsfera terrorfica, pues el personaje cree que la misteriosa leyenda o historia se est llevando a cabo en ese preciso momento. La historia narrada por Beatriz a su interlocutora Blanca provoca este estado de expectacin y excitacin al mismo tiempo. Tambin es frecuente en las novelas histricas dedicar varias pginas, incluso un captulo, para hablar sobre un personaje de fugaz aparicin. Intercalndose un cuento o narracin que nada tiene que ver con la peripecia argumental. Tal sucede en la novela de Larra, El doncel, recurso utilizado por Cervantes en El Quijote y de quin el propio Fgaro fue profundo admirador. La historia de la mora Zalindaja es una prueba evidente de esta intercalacin de relatos que si bien rompen con la historia novelada son como cuas independientes que se pueden desgajar de la novela, sin sufrir el argumento merma alguna (16). Las patronmicos eufnicos tambin son una constante en la novela histrica, nombres como Alvaro, Leonor, Blanca, Beatriz, etc., sirven para identificar en la mayora de los casos al hroe o herona; de igual forma el patronmico con claras connotaciones despectivas tambin tiene su hueco en esas novelas. Existe una relacin directa entre el patronmico eufnico y la descripcin fsica del hroe, de forma que este hroe novelesco servir como modelo arquetpico de la belleza masculina. Su porte, ademanes, valenta y, en definitiva, su comportamiento altruista motivar al autor a bautizar esta criatura literaria con el consabido patronmico. En cuanto a la herona se refiere el autor aplica la misma tcnica, aunque bien es verdad que su pasividad contrasta enormemente con la del hroe. Su destino parece estar propiciado por decisiones ajenas, no pudiendo actuar por s solas debido a los prejuicios sociales de la poca.
(16) Espronceda en Sancho Saldaa intercala tambin cuentos o leyendas cuando el escenario es propio para el terror o el misterio. Otro tanto ocurre en Los bandos de Castilla de Ramn Lpez Soler.
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Existen otros aspectos que se dan con menor insistencia. Por ejemplo el abuso del dato histrico que aunque encaja perfectamente en el marco medieval sirve para demostrar al lector que los conocimientos del autor son lo suficientemente amplios como para engarzar a sus personajes en ese entramado histrico. El uso reiterativo de estas citas produce, en ocasiones, fatiga en el lector, pues se le priva del entramado novelesco y por contra se le ofrece copioso material histrico. De igual forma el subjetivismo del escritor romntico le llevar a interpretar estos acontecimientos desde su peculiar perspectiva, censurando o reivindicando actitudes y hechos que nada tienen que ver con el acontecer histrico. Las ideas vertidas en ms de un personaje novelesco son fiel trasunto de la personalidad del propio autor que proyecta en no pocas ocasiones su peculiar ideologa. Desde el punto de vista editorial la novela histrica espaola tuvo una gran aceptacin entre el lector decimonnico. El aspecto crematstico puede ser en este caso fiel reflejo de las apetencias del pblico romntico. No es extrao que en este sentido tanto el folletn como la novela histrica gozaran del especial favor de los editores, sector que an pagando fuertes sumas de dinero recurdese los casos paralelos de Fernndez y Gonzlez y Espronceda vea aumentar con creces sus arcas particulares. Circunstancia, por otro lado, repetitiva en pocas ms recientes, y que incluso ha empujado a autores de indiscutible calidad literaria a novelas de corte folletinesco con tal de paliar su precaria situacin econmica.
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