Ciudad Dispersa

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La Ciudad Dispersa

suburbanizacin y nuevas periferias

Artculos e informacin tomada de www.cccb.es Este seminario "La ciudad dispersa. Suburbanizacin y nuevas periferias" se celebr en el aula 2 del Centre de Cultura Contemporneaa de Barcelona entre los meses de febrero y abril de 1996. Publicaremos dos ponencias por nmero a partir del actual.

Los fenmenos de la suburbanizacin y la dispersin se abordan aqu desde distintas perspectivas y poniendo el acento en aspectos diversos, aunque estrechamente vinculados entre s. Por un lado, las visiones ms territoriales y metropolitanas consideran las dinmicas de expansin urbana y descentralizacin, enfatizando los aspectos estructurales de tipo econmico, social y poltico. Otras aportaciones se plantean, en cambio, desde la dimensin medioambiental, poniendo de manifiesto la incidencia de dichos fenmenos en los ecosistemas urbanos, dada la ocupacin indiscriminada de suelo y la des-estructuracin de los sistemas naturales inherente a los mismos. El papel del planeamiento urbanstico y la ordenacin del territorio se considera, por ltimo, en las intervenciones ms interesadas en las posibilidades de controlar unos procesos que, en los ltimos aos, conocen una aceleracin ms que notable, no slo en el mundo anglosajn sino, tambin, en nuestras ciudades y conurbaciones urbanas mediterrneas.

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introduccin Suburbanizacin y nuevas periferias. Perspectivas geogrfico-urbansticas
Fco Javier Moncls (ED)*

Las zonas suburbanas ya son ms grandes que las ciudades! J. L. Sert, 1942 El hecho ms contundente del urbanismo del siglo XX ha sido la creacin de un nuevo tipo de ciudad descentralizada!

R. Fishman, 1994

El inters por los procesos de suburbanizacin y la eventual disolucin de la ciudad compacta tradicional en una ciudad cada vez ms dispersa y fragmentada resulta ya una constante en la reflexin urbanstica de las ltimas dcadas. Cuando, en 1942, uno de los protagonistas y portavoces del nuevo urbanismo funcionalista Josep Llus Sert adverta de la entidad del fenmeno suburbano, se refera fundamentalmente a las grandes metrpolis norteamericanas y recoga ya toda una preocupacin anterior centrada en ese problema. El hecho de que slo recientemente se haya planteado de forma generalizada en las ciudades europeas lo que ya haba sido objeto de intenso debate al otro lado del Atlntico no deja de ser significativo. En realidad, una buena parte de la discusin actual retoma, a veces casi con los mismos argumentos, la reflexin de la literatura anglosajona que se desarrolla, sobre todo, en los aos cincuenta y sesenta. La proliferacin de neologismos para referirse a las nuevas realidades urbanas o metropolitanas ya no se dirige exclusivamente a las ciudades anglosajonas y es sintomtica de la percepcin de esas transformaciones en toda la cultura urbanstica europea. Si las ltimas generaciones de suburbia han podido calificarse de ex-urbs, outer-cities, edge cities, etc. (Fishman, 1987; Garreau, 1991), tambin en la Europa continental y mediterrnea se habla a partir de los aos setenta de ciudad difusa, metpolis, hiperciudad, etc. y se comienza a considerar obsoleto o limitado el mismo trmino de rea metropolitana, al mostrarse incapaz de dar cuenta de las nuevas situaciones urbanas y territoriales (Indovina, 1990; Ascher, 1995; Corboz, 1995). En cualquier caso, las visiones ms apocalpticas que anuncian la desaparicin o el fin de la ciudad no parecen corresponderse con la vitalidad generalizada que muestran la mayor parte de las reas urbanas centrales, sobre todo en el contexto europeo. Ms adecuado resulta hablar de la aparicin de un nuevo tipo de ciudad descentralizada coherente con los nuevos procesos sociales, econmicos, tecnolgicos y culturales (Fishman, 1994). Para algunos, esto significa que el modelo anglosajn y, en concreto, norteamericano se va imponiendo inexorablemente en otras ciudades. Visiones a veces excesivamente deterministas y fatalistas que llegan a identificar ese modelo tendencial con el caso extremo de Los ngeles, olvidando la diversidad de las metrpolis norteamericanas y menospreciando la especificidad de las europeas. Por el contrario, otros estudiosos consideran que las diferencias entre ambos modelos urbanos son tan sustanciales que invalidan los tpicos intentos de comparacin o de utilizacin de aquellas referencias como punto de partida o de llegada de nuestras realidades urbanas ms prximas. Visiones ms voluntaristas estas ltimas desde las cuales se tiende a minusvalorar la metamorfosis que nuestras ciudades experimentan en los ltimos aos. En particular, la idea genrica de la ciudad mediterrnea, como sinnimo de compacidad, densidades relativamente altas, mezcla de usos y diversidad, ya no encuentra una correspondencia clara con nuestras aglomeraciones urbanas y metropolitanas. Pues, sobre todo en las grandes ciudades, solamente el ncleo o ncleos centrales de las mismas conservan dichos atributos.

El hecho es que muchos de los sustanciales cambios que se observan en las ciudades europeas recuerdan a los que ya se haban producido en las norteamericanas hace algunas dcadas. Si nos referimos nicamente a algunos parmetros de tipo demogrfico, no cabe duda de que las distancias son todava muy notables, sobre todo en lo que se refiere al vaciamiento de las reas centrales con el formidable reforzamiento de los C.B.D. (Central Business District) , a pesar de la descentralizacin de una parte del terciario en las famosas Edge Cities. Sera efectivamente bastante forzado establecer paralelismos mecnicos con los procesos de prdida de poblacin que sufren los centros europeos dada la entidad de sus cascos histricos y la importancia relativa de la residencia en un rea considerable en torno a los mismos. Pero la ciudad europea no debe ser idealizada y si los centros son todava muy diferentes, como tambin los son los suburbios tradicionales, no es tan fcil distinguir ya las nuevas periferias de cualquier gran ciudad, incluso del sur de Europa, de las de otras de Estados Unidos. El predominio de las bajas densidades tanto en reas residenciales de vivienda unifamiliar como en las agrupaciones de vivienda colectiva apoyadas en diversos sistemas de infraestructuras viarias y dotadas de extensos espacios libres est en la base del fenmeno de la dispersin suburbana. Pero ese fenmeno va asociado tambin a la descentralizacin y al carcter cada vez ms extensivo de las nuevas reas industriales, los parques vallados de oficinas, los equipamientos deportivos y de todo tipo, universidades, aeropuertos e implantaciones civiles o militares, centros comerciales, instalaciones tcnicas cada vez ms devoradoras de espacio, etc. (sin contar usos semiurbanos como vertederos, canteras, embalses, invernaderos plsticos...). Piezas cada vez ms autnomas que se yuxtaponen en forma discontinua y entre las cuales proliferan espacios intersticiales, vacos urbanos y terrains vagues, lo que produce un efecto final de descenso generalizado de las densidades brutas. Un espacio urbano fragmentado y disperso en el que se pueden distinguir zonas destinadas a distintos usos y con diferente contenido social, desde los guetos y bolsas de marginalidad hasta los ms excluyentes conjuntos residenciales o reas de centralidad. El creciente protagonismo de esos nuevos paisajes suburbanos resulta innegable: al menos hay que reconocer que, como ya adverta J. L. Sert, son cada vez mayores, ocupan mucho ms espacio en relacin a lo que todava estamos acostumbrados a identificar con las ciudades propiamente dichas.

Barcelona

Si se tienen en cuenta, por ejemplo, el aumento generalizado de la movilidad urbana o el exponencial incremento de las superficies ocupadas, habremos de convenir que estamos asistiendo a una aceleracin muy notable de procesos ya iniciados hace tiempo. La descripcin de esos fenmenos no vara demasiado y se constatan paralelismos notables al comparar las dinmicas de suburbanizacin de las distintas ciudades europeas. Sin embargo, las interpretacin de las causas de esos procesos oscilan entre los que asocian las transformaciones, bsicamente, con un cambio de escala territorial de los fenmenos en cuestin y los que, por el contrario, las entienden como final de un largo periodo e inicio de un nuevo ciclo urbano. Estaran pues, por un lado, los ms continuistas que consideran las tendencias a la descentralizacin vinculadas a los cambios en la estructura urbana y en la tecnologa como un proceso progresivo que dara lugar a la fragmentacin espacial en nuevos mbitos metropolitanos cada vez mayores; y por otro, los que, partiendo del concepto del fin del ciclo fordista y del comienzo de otro nuevo postfordista, atienden a las coherencias de las nuevas lgicas productivas con las transformaciones urbanas en curso.

Aunque no hay por qu considerar las visiones anteriores como hiptesis excluyentes, el acento que se ponga en una u otra interpretacin de los procesos recientes de suburbanizacin implica un grado diferente de novedad de dichos fenmenos. Porque si se tratara de un cambio de escala territorial, no estaramos sino ante una prolongacin de los mecanismos ms o menos clsicos de descentralizacin que tambin en las ciudades europeas tienen una larga tradicin. Desde la segunda mitad del siglo xix, las industrias y una parte de la residencia de las clases medias se haban ido desplazando hacia la periferia, en busca de espacio y huyendo de la congestin de las reas centrales. Un proceso que va estrechamente ligado a la dinmica de crecimiento de cada ciudad, as como a la disponibilidad y caractersticas de los medios de transporte. De esta manera, podramos hablar de comportamientos similares en las distintas ciudades aunque con los desfases lgicos derivados de los diferentes ritmos de incremento de los niveles de ingresos y motorizacin (Johnson, 1974; Jackson,1985; Hall, 1988). En cambio, si la aparicin de las nuevas periferias se pone en relacin con el cambio en las condiciones productivas o en factores tcnicos y culturales propios de un nuevo ciclo posfordista, las interpretaciones tendern a enfatizar los aspectos ms novedosos y de ruptura con los viejos modelos urbanos (Ascher, 1995; Corboz, 1995). Las ltimas innovaciones tecnolgicas unidas a complejos cambios de carcter econmico y social estaran dando como resultado una ruptura generalizada en las pautas de localizacin de prcticamente todos y cada uno de los elementos que componen las aglomeraciones urbanas por distintas que stas sean. Tanto en Norteamrica como en Europa estaramos asistiendo de forma ms o menos simultnea a la aparicin de nuevos paisajes suburbanos. De todos modos, conviene precisar mnimamente los trminos del debate, ya que existe bastante confusin debido a la utilizacin algo contradictoria de cierta terminologa. Probablemente esa confusin conceptual est relacionada con las diferentes escalas a las que se observa el fenmeno. Mientras algunos se refieren a la descentralizacin metropolitana, otros atienden ms estrictamente a la dispersin suburbana, es decir, a las caractersticas fsicas del crecimiento propio de las reas de transicin urbano-rurales. As, resulta importante diferenciar los aspectos ms estructurales ligados a la dinmica de las aglomeraciones metropolitanas de los rasgos espaciales de la dispersin del crecimiento. Es con esta ltima acepcin que podemos asociar la idea de la ciudad dispersa como resultado de los procesos de suburbanizacin, un trmino que goza de gran tradicin tanto en la literatura anglosajona como en la de los estudios italianos o espaoles sobre el tema (Precedo, 1996). Fenmeno, este ltimo, que puede darse tambin en torno a ncleos urbanos de menores dimensiones y que responde a la nocin anglosajona de sprawl o a ciertas acepciones de la rurbanisation y priurbanisation de la literatura francesa, muy presente tambin en los estudios de los gegrafos espaoles (Whyte, 1957; Bauer, Roux, 1974; Dezert et al., 1991; Valenzuela, 1986). En ese sentido, resulta interesante destacar la importancia de toda una serie de aportaciones sobre las ciudades francesas en investigaciones llevadas a cabo en los ltimos aos. Su situacin actual en relacin a los procesos aqu analizados puede considerarse intermedia entre los estadios ms avanzados de las ciudades anglosajonas y los de las ciudades europeas ms latinas o meridionales. Se puede mencionar, por ejemplo, el resultado de un estudio reciente sobre veintids ciudades francesas: entre 1950 y 1975, la poblacin se duplica mientras que la superficie aumenta un 25%; entre 1975 y 1990 ocurre lo contrario, al aumentar la poblacin slo un 25% y doblar la superficie (Clement, Guth, 1995). No parece que, a la vista de estos datos, se pueda seguir manteniendo la idea tradicional de una contraposicin intemporal entre los modelos anglosajones y latinos. Desde esa perspectiva, tampoco se puede minusvalorar el fenmeno en el caso de la mayor parte de las grandes ciudades italianas y espaolas que pierden poblacin en las reas centrales debido a su desplazamiento hacia las periferias metropolitanas en proporciones nada desdeables. Para dar unas cifras redondas, ese desplazamiento de poblacin de las reas centrales a las nuevas periferias metropolitanas supone entre 10.000 y 20.000 habitantes al ao en Madrid o Barcelona, respectivamente. Pero mucho ms decisivo resulta el proceso de dispersin fsica, como consecuencia de la exponencial ocupacin de suelos suburbanos con promociones residenciales de baja densidad, de la descentralizacin de las industrias y de ciertos equipamientos, etc. Algunos datos referidos a esos procesos son suficientemente significativos: a pesar de cierta contencin en los ltimos aos, se calculan unas 1.000 has. anuales ocupadas por usos urbanos tambin en esas dos ciudades. Se constata as la caracterizacin fundamental de los nuevos procesos de suburbanizacin en unas ciudades en las que no slo el centro tradicional sino tambin los suburbios de los aos cincuenta y sesenta se haban configurado mediante una expansin vertical y densificadora, por un desarrollo relativamente compacto. Esa es todava la imagen que se tiene del suburbio que se conforma en las ciudades europeas durante el ltimo gran ciclo de crecimiento demogrfico y urbano (1945-1975). En cambio, las nuevas periferias aparecen en un nuevo contexto de crecimientos dbiles o de estancamiento demogrfico. La fractura que se produce entre esas densidades tradicionales de entre 150 y 300 viv/ha en los polgonos y colmataciones residencia- les de esos aos, frente a las de las nuevas periferias actuales

bastante inferiores a las 75 viv/ha que permite la legislacin, resulta un fenmeno general en las ciudades meridionales. Incluso en los nuevos polgonos de manzanas o nuevos ensanches populares madrileos, las densidades suelen estar por debajo de las 60 viv./ha, mientras las reas ocupadas por la edificacin pueden resultar inferiores al 30% del suelo urbanizado (Lpez de Lucio-Hernndez Aja, 1995). Adems, si se consideraran las densidades brutas (incluyendo no slo la superficie de viarios y espacios libres generales sino tambin espacios intersticiales de todo tipo), la sensacin de disolucin generalizada de la edificacin sera todava mayor. Por otro lado, la proporcin de viviendas unifamiliares respecto al total experimenta un considerable aumento en los ltimos aos, siendo espectacular en algunas ciudades. En la Regin Metropolitana de Barcelona, por ejemplo, pasan del 22,4% en 1985 al 39,5% en 1993 (Mancomunitat de Municipis AMB, 1995). Todas esas cuestiones estn relacionadas con la de los ritmos o los tiempos de la suburbanizacin, que se corresponden a su vez con las nuevas formas dispersas. En realidad, el ltimo ciclo, que es el que da lugar a los nuevos territorios del automvil en las ciudades europeas, resulta claramente coherente con la modificacin de las pautas de movilidad que se traduce en un incremento exponencial de la misma en los ltimos aos (Dupuy, 1995). Se constata as que esa inflexin de los niveles de motorizacin viene a coincidir sensiblemente con el nuevo ciclo de urbanizacin, caracterizado por un estancamiento o ralentizacin del crecimiento demogrfico y la expansin territorial de los usos urbanos. Y esa alteracin de las tendencias anteriores resulta quiz ms acusada en las ciudades meridionales (Moncls, Oyn, 1996). Como muestran los datos sobre el incremento espectacular del parque de vehculos y el declive relativo del transporte pblico en casi todas las ciudades, aquellos procesos, que hace unos aos resultaban casi ajenos a las ciudades del sur de Europa, estn en consonancia clara con unas transformaciones que no por especficas dejan de tener muchos elementos en comn con los que han configurado desde hace tiempo las ciudades anglosajonas. En los artculos que forman parte de esta publicacin, resultado de un ciclo de conferencias desarrollado en el Centre de Cultura Contempornia de Barcelona entre febrero y abril de 1996, coexisten diversas nociones sobre los procesos de suburbanizacin. Esa diversidad de puntos de vista puede resultar un tanto sorprendente cuando se trata de abordar una cuestin en principio tan especfica como son los procesos de suburbanizacin. No es fcil, desde luego, etiquetar el tipo de reflexin en el que se inscribiran las aportaciones que presentamos: geografa histrica?, historia urbana?, estudios urbanos? A estas alturas, no parece necesario insistir en la necesidad del dilogo multidisciplinar, aunque aqu el nmero de disciplinas representadas sea, todava, bastante reducido (no hay, por ejemplo, ninguna aproximacin sociolgica ni antropolgica, perspectivas tambin claves para explicar la suburbanizacin). En cualquier caso, podramos agrupar las aportaciones en tres bloques correspondientes a tres tipos de problemas que focalizan los anlisis efectuados. Estaran, en primer lugar, las visiones ms territoriales y metropolitanas a cargo de tres gegrafos que se han dedicado largamente a este tipo de estudios. El primer artculo (G. Dematteis) constituye una reflexin sobre la naturaleza de los procesos de suburbanizacin en las ciudades europeas a partir de la consideracin de las distintas dinmicas de expansin urbana y descentralizacin, entendidas como fenmenos estructurales. El anlisis pone en cuestin las distinciones tradicionales entre modelos de suburbanizacin anglosajones y latinos y se basa en las transformaciones experimentadas en las reas urbanizadas de la Padania centro-occidental. Otro trabajo (O. Nello) explora los mecanismos y las consecuencias de un proceso paradjico, por el cual la ciudad pierde sus lmites en relacin al territorio circundante pero, a la vez, se convierte en una realidad cada vez ms fragmentada desde el punto de vista social y administrativo. Se analiza as la proliferacin de lneas divisorias y de fronteras en las aglomeraciones urbanas contemporneas, con los diversos problemas que ese fenmeno comporta, y se argumenta en favor de un proyecto colectivo que permita controlar el crecimiento urbano difuso. A continuacin (J.E. Snchez) se efecta un anlisis sobre las transformaciones experimentadas por la regin metropolitana barcelonesa, centrndose en un estudio ms especfico sobre los cambios en los sistemas productivos durante las ltimas dcadas y su eventual repercusin en la naturaleza de la expansin urbana. Una aproximacin en la que destaca la aceleracin de esas transformaciones y su relacin con las nuevas condiciones de accesibilidad metropolitana. En un segundo bloque se incluyen dos artculos a cargo de sendos especialistas interesados en las relaciones entre los procesos de suburbanizacin y el medio fsico. El primero (S. Rueda) plantea la incidencia de dichos procesos en la prdida de complejidad de los ecosistemas urbanos, prolongando la reflexin que Ripa di Meana y otros han efectuado en el trascendental Libro Verde del Medio Ambiente Urbano de la Unin Europea (1990). Recogiendo diversos datos sobre la Regin Metropolitana de Barcelona, se pone el acento en las repercusiones de la ocupacin indiscriminada de suelo en la desestructuracin de los sistemas naturales y en el empobrecimiento general de la ciudad entendida como ecosistema. El siguiente trabajo (F. Pellicer) analiza el

ciclo del agua en las ciudades de la red C-6 (Barcelona, Valencia, Zaragoza, Palma, Toulouse y Montpellier), posibilitando una visin comparada de un tema que tiene especial incidencia en el funcionamiento de los sistemas urbanos y que constituye uno de los aspectos ms crticos en la gestin de los nuevos espacios periurbanos. El ltimo bloque rene otras tres aportaciones que tratan diversas cuestiones relacionadas con el papel del planeamiento urbanstico y la ordenacin del territorio. La primera de ellas (F.J. Moncls) se centra en las concepciones y las estrategias urbansticas asociadas de forma ms o menos explcita a las distintas generaciones de planes urbansticos y territoriales de las ciudades espaolas tomando como referencia el caso de Barcelona. Se constata as la permanencia de ciertas nociones bsicas como la contencin del crecimiento perifrico y la descongestin de las reas centrales que, sin embargo, se incorporan de distintas maneras y con distintos instrumentos en la formulacin del planeamiento urbanstico. En el segundo artculo de este bloque (R. Lpez de Lucio) se explican las tendencias a la configuracin de una regin urbana dispersa en el rea de Madrid. El papel de los distintos planes y las polticas territoriales recientes sirven aqu de eje conductor del trabajo. Por ltimo (N. Portas y A. Domingues) se analiza el caso de Oporto y la regin urbana del norte de Portugal. Un rea metropolitana atpica en la que se observan tendencias contradictorias hacia la configuracin de un conjunto de interrelaciones urbanas y territoriales de naturaleza singular en relacin a otras experiencias europeas. Una de las primeras conclusiones que se pueden deducir de este tipo de enfoques es la de la necesidad y la utilidad de las visiones procedentes de distintas disciplinas, a pesar de las conocidas dificultades del dilogo transdisciplinar (comenzando por la misma diversidad terminolgica). La combinacin de las perspectivas geogrficas con las urbansticas, ambas entendidas en un sentido francamente amplio, permite abordar el tema en un entorno ms adecuado que el estricto de gegrafos, bilogos o arquitectos que son los propios de cada una de las disciplinas aqu representadas. Es significativo, de todos modos, que las diferencias en las valoraciones ms o menos favorables o crticas con los fenmenos analizados, no se den nicamente en funcin de la especificidad de los puntos de vista adoptados. As, los aspectos ms positivos de las nuevas periferias son resaltados desde un punto de vista sociogeogrfico y no ya arquitectnico como resulta ms habitual (Ingersoll, 1996). En lugar de la habitual celebracin del desorden metropolitano asociado a las teoras del caos que priman en determinada cultura arquitectnico-urbanstica, prevalece la consideracin de los eventuales efectos favorables de cierta descentralizacin como la aportacin de centralidad a reas perifricas o la posibilidad de un mayor contacto con la naturaleza. Y las visiones ms crticas, centradas en los costes econmicos, sociales y ecolgicos de la nueva suburbanizacin, no son patrimonio de los eclogos sino que tambin forman parte de la cultura geogrfica y urbanstica ms actual. Todo ello, si bien no se deduce exclusivamente de las aportaciones aqu reunidas, s se refleja de una manera u otra en las mismas y constituye el fondo de la discusin actual desde los puntos de vista propuestos. Un tipo de publicacin como la presente no pretende dar respuestas acabadas y menos efectuar propuestas de cara al tratamiento de los procesos de suburbanizacin. Se trata sobre todo de problematizar, antes que de pontificar. Aunque ello no significa renunciar a esbozar posibilidades y a plantear claramente los peligros de unas tendencias que respondan nicamente a la lgica del mercado. No se encontrarn aqu las posturas indiscriminadamente metropolitanistas ni, en el otro extremo, tampoco las visiones antiurbanas de los reductos ruralistas. Pero es importante advertir que la generalizada reclamacin de una reconsideracin de las virtudes de la ciudad compacta tradicional no forma parte nicamente de los sueos nostlgicos de algunos sino que tambin convergen en ella muchos otros intereses y puntos de vista: desde el citado Libro Verde hasta la heterognea coalicin californiana formada por entidades conservacionistas, ciudadanas y financieras (como el Banco de Amrica, el mayor del Estado) que ha elaborado un importante informe significativamente titulado Beyond Sprawl: New Patterns of Growth to Fit the New California (Ms all del Sprawl: nuevos modelos de crecimiento para la nueva California). Lo que interesa destacar aqu es que tanto en los documentos de carcter ms o menos institucional, como en las aportaciones acadmicas procedentes de distintas disciplinas, se parte de la necesidad de proceder a una evaluacin realista de los beneficios y costes ocasionados por esas nuevas periferias que estn transformando nuestras ciudades como condicin bsica para superar el nivel de la discusin actual en la que, frecuentemente, se trata con excesiva superficialidad un tema que resulta extraordinariamente complejo. Slo de esa manera, y antes de que sea demasiado tarde, se podr desarrollar con rigor el imprescindible debate sobre los modelos de ciudad que nos interesan.

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Bibliografa

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Suburbanizacin y periurbanizacin. Ciudades anglosajonas y ciudades latinas Giuseppe Dematteis*

Los recientes procesos de periurbanizacin y de difusin reticular de la ciudad (ciudad difusa) estn dando origen a periferias urbanas de un tipo muy distinto de aquellas que se han formado en Europa desde la revolucin industrial hasta la dcada de 1960. Estas nuevas periferias son el resultado de profundos cambios en las estructuras territoriales urbanas (desurbanizacin, contraurbanizacin), en las tecnologas de la comunicacin y de la informacin (telemtica), en la organizacin y en la regulacin social (posfordismo), que han transformado a los pases industrializados a partir de finales de la dcada de 1960. Con la periurbanizacin y la ciudad difusa los modelos de la suburbanizacin de tipo latino-mediterrneo y de tipo anglosajn, que durante mucho tiempo han seguido caminos diferentes, tienden ahora a converger en un modelo nico comn a toda Europa de ciudad sin centro de estructura reticular, cuyos nodos (sistemas urbanos singulares) conservan y acentan su identidad a travs de procesos innovadores de competicin y cooperacin. Las nuevas periferias parecen as destinadas a convertirse en la verdadera metrpoli, hecho que se refleja tambin en una mutacin de las imgenes de las periferias mismas, de una negativa propia de la ciudad fordista a otra positiva caracterstica de la ciudad difusa posfordista. Todo ello tiene adems importantes consecuencias para las modalidades del gobierno y de la planificacin urbana, las cuales deben apoyarse tambin en conexiones de tipo reticular entre los actores pblicos y los privados.

Madrid

I. Suburbanizacin: el modelo histrico latino-mediterrneo y el anglosajn Segn una opinin general, la periferia suburbana sera un modelo anglosajn, una forma de asentamiento tpica de la Europa septentrional que, slo recientemente, se habra extendido a la Europa mediterrnea. Si bien es cierto que en los ltimos cien aos el modelo anglosajn ha influido en las formas de la expansin urbana

mediterrnea, hay que recordar que cada una de estas dos civilizaciones urbanas ha tenido en el pasado modalidades de suburbanizacin propias, muy diversas. Y, tal como veremos, esta diversidad reaparece actualmente en las matrices territoriales de la periurbanizacin. En Europa, la ciudad mediterrnea tradicional se caracteriza por su compacidad y por la neta separacin entre paisaje urbano y paisaje rural. Este fenmeno no depende slo de motivos de defensa sino, ms en general, del hecho de que la sociedad urbana (la civitas) ha marcado durante milenios su distincin de la rural tambin en trminos fsicos, concentrndose en la urbs. La distribucin de elementos urbanos en el territorio (castillos, monasterios, ferias y mercados, lugares de culto e incluso universidades) con los centros correspondientes de poder es en cambio un rasgo originario de la civilizacin germnica y anglosajona que slo durante la Edad Media penetr en cierta medida en el rea latina mediterrnea, as como en el mismo perodo, y particularmente en la poca bajomedieval, algunos rasgos tpicos del modelo concentrado meridional se impusieron en la Europa central y septentrional. En cambio, la diferencia en el habitar qued bastante marcada a largo plazo: en edificios de varios pisos en el modelo latino y en casas uni o bifamiliares con pequeo jardn en el modelo anglosajn, aquel que ya Thomas Moro indicaba como tipologa nica y ptima para las 54 ciudades de la isla de Utopa. Tambin hay que tener en cuenta que la relacin de fuerte dependencia econmica social y cultural del campo respecto de las ciudades, presente en casi toda el rea mediterrnea, no se encuentra del mismo modo en el resto de Europa occidental, donde durante la poca moderna tuvo lugar la formacin de una burguesa empresarial agrcola y artesanal tambin en los pueblos. La misma revolucin industrial nace, como es sabido, en tanto que fenmeno extraurbano. Todo esto no significa, sin embargo, que la burguesa urbana mediterrnea ignorara la vida suburbana. Muy al contrario: aquella costumbre de dividir el tiempo entre la domus (urbana) y la vila (rural) que en la Antigedad romana era propia de las familias patricias o muy ricas, se convierte, en el medioevo, en una costumbre difundida tambin entre los estratos sociales medios. Censos del siglo xiv muestran que en ciudades como Gnova, Florencia y Perugia casi todos los propietarios de casas urbanas tenan tambin una casa y un predio rural. Datos anlogos aparecen para ciudades como Marsella, Montpellier y Toulouse.1 Giovanni Villani escriba que, en 1350, Florencia estaba rodeada por seis mil habitculos (abituri) ricos y nobles que, de juntarlos, hubieran hecho dos Florencias y, adems, siempre en la campia suburbana, tienen quintas de recreo los comerciantes, y los artesanos ms viles y vulgares.2 Villani y otros tras l, como Leon Battista Alberti, explican tambin el fenmeno, no tanto en trminos de amor hacia la naturaleza (como suceder despus con el romanticismo) sino como evasin frente a los condicionamientos sociales de las ciudades, como bsqueda de la libertad en un ambiente agradable. Para decirlo con palabras de Lewis Mumford: aislarse del mundo como un monje y vivir como un prncipe: estos son los objetivos de los primeros suburbios.3 Unos hbitos que duraron hasta el inicio de nuestro siglo. De este modo, en el rea latina la vida suburbana tradicional es una expresin de la dependencia del campo cercano respecto de la ciudad. Es un fenmeno difuso, pero que sigue siendo rural, en el sentido de que est basado en segundas residencias que son tambin predios rsticos, es decir, unidades de produccin agrcola, donde trabajan aparceros o jornaleros. Es una suburbanizacin sin expansin de la ciudad. Crea aquello que E. Sereni llama el bel paesaggio4 que es un paisaje rural creado por la ciudad: una especie de gran jardn productivo. En los pases anglosajones, en los que la dependencia del campo respecto a la ciudad cercana era bastante menos acentuada, la suburbanizacin es ms reciente, en tanto que deriva de la expansin urbana consiguiente a la revolucin industrial. Una expansin como esta se extiende en forma de mancha de aceite con el acceso de las clases medias y obreras a la vivienda individual, aislada o en hilera, y estallar con el acceso de las mismas clases a la propiedad del automvil. Con todo, esta suburbanizacin no ser de tipo rural, sino una invasin de los espacios rurales por parte de la ciudad, que incluir, conservndolo, algn elemento, como el verde de las arboledas, de los pequeos jardines, de los parques existentes. Tenemos as dos modelos tpicos de expansin suburbana. En el mediterrneo tradicional, muy precoz, la ciudad fsica (la urbs), hasta el final del siglo xix no se dilata mucho ms all de las viejas murallas, mientras la sociedad urbana (la civitas) coloniza el campo circundante a travs de un vasto radio y transforma su paisaje, que, con todo, sigue siendo rural. En el anglosajn, ms tardo, la urbs, en cambio, se dilata junto con la civitas: el paisaje urbano sustituye al rural precedente y recrea en su interior algunos de sus elementos. En el primer caso, lo suburbano es el jardn de la ciudad; en el segundo, es la ciudad-jardn. Ciertamente, se trata de

tipos ideales con muchas variedades regionales, especialmente en el rea mediterrnea, donde, por ejemplo, la permanencia de estructuras agrarias latifundistas (en la Italia y en la Espaa meridionales) produce variantes significativas. Cuando, en el siglo xx, las grandes ciudades mediterrneas inicien tambin su expansin incontrolada, seguirn al hacerlo el modelo funcional anglosajn de las periferias dormitorio, manteniendo sin embargo la tipologa formal de la vivienda en altura y, por consiguiente, la gran densidad edilicia y demogrfica de los viejos centros. Hasta fechas relativamente recientes, la expansin urbana ser por lo tanto ms contenida, ms densa y ms compacta. Se mantendr adems la separacin entre campo y ciudad, pero se ir perdiendo la vieja simbiosis entre la ciudad y las aldeas y los villorrios cercanos, basada en la pequea propiedad agrcola de ciudadanos en rgimen de tenencia directa o en aparcera.

II. Desurbanizacin, contra-urbanizacin noroccidental al mediterrneo

periurbanizacin

desde

la

europa

El proceso de suburbanizacin de las ciudades europeas occidentales sufre un cambio considerable a partir de finales de los aos sesenta. No slo los ncleos centrales de las grandes ciudades comienzan a perder poblacin, sino que tambin las coronas suburbanas comienzan a ralentizar su crecimiento hasta el extremo de que, hacia los aos setenta, en muchos grandes sistemas urbanos tanto los ncleos como las coronas entran en una fase de desurbanizacin, presentando prdidas conjuntas de poblacin. Algunos estudiosos como P. Hall, P. Chesire, L. Van den Berg, R. Drewett y otros5 ven en estos cambios las fases sucesivas de un ciclo de vida urbano que, iniciado con la concentracin de la poblacin en el ncleo central o core (urbanizacin), proseguira luego con el crecimiento de las coronas o ring (suburbanizacin), pasando entonces al declive demogrfico (desurbanizacin) y a la espera de una hipottica recuperacin del ncleo central (reurbanizacin). Las ciudades europeas de los aos setenta y ochenta, en conjunto, parecen seguir la trayectoria que va de la suburbanizacin a la desurbanizacin, aunque en momentos diferentes: primero las de la Europa noroccidental y ms tarde las de la Europa mediterrnea,6 en las que las coronas perifricas siguen extendindose en las viejas formas de mancha de aceite hasta los aos ochenta y, en algunos casos, aunque con cierta aminoracin del ritmo, hasta la actualidad. En el nterin se manifestaba un fenmeno paralelo y en parte relacionado con la transicin demogrfica negativa de las grandes ciudades: el crecimiento generalizado de los centros urbanos menores o incluso los rurales, tras un largo perodo de declive o, si se quiere, de crecimiento menos fuerte respecto al de las ciudades medias y grandes. Este fenmeno, que ya haba sido descrito en los Estados Unidos por B. Berry con el nombre de contraurbanizacin, caracteriz a buena parte de la Europa occidental entre los aos setenta y primeros aos ochenta. Aquello que lo distingua de una simple dilatacin de las coronas urbanas era el hecho de que los centros menores en recuperacin demogrfica se distribuan ms all del radio de influencia o de la pendularidad de las grandes ciudades. Una desconcentracin tal era relevante a escala de las grandes regiones y de pases enteros, incluyendo a las zonas ms alejadas de los polos metropolitanos. Por ejemplo, en Italia, durante el perodo de la mxima concentracin urbana (1958-1964), tan slo el 24% de los municipios italianos experiment un crecimiento demogrfico, mientras que en los aos 1968-1980 los municipios en crecimiento pasaron a ser el 55%, distribuidos un poco por todas partes.7 Entre los aos 1980 y 1990, este proceso de desconcentracin urbana contina, pero en la forma ms selectiva de una desconcentracin concentrada.8 La geografa de las variaciones demogrficas ms recientes revela la presencia contempornea de dos dinmicas positivas diferentes. La primera (que en la literatura francesa sobre el tema se denomina periurbanizacin) consiste en la recuperacin de la polarizacin urbana que ahora, en cambio, se manifiesta como dilatacin progresiva de las coronas externas y de las ramificaciones radiales de los sistemas urbanos con una reduccin tendencial de los residentes en los ncleos centrales. Este fenmeno se observa casi por todas partes, aunque en las regiones ms desarrolladas (como son, en Italia, el Norte y parte del Centro) los campos de polarizacin urbana se sobreponen y yuxtaponen a expansiones reticulares no polarizadas, dado lugar a una vasta zona urbanizada continua. La segunda dinmica se manifiesta en aquellas formas de expansin urbana independientes de los campos de polarizacin de los grandes centros, que en Italia se indican con la denominacin de ciudad difusa. Estas

tienen como soporte el crecimiento de las estructuras de asentamiento reticulares en forma de mallas ms o menos tupidas. Cuando estas mallas se corresponden con las de la trama de los municipios, o con tramas an ms menudas, este tipo de crecimiento origina reas de relativa densificacin urbana extensas y compactas, como las de la llanura lombardo-veneciana en Italia9 o de la regin del curso bajo del Rin en el corazn de Europa. De la combinacin de estas dos dinmicas se derivan tres tipos morfolgicos: la periurbanizacin, la difusin reticular y la superposicin de ambas. La mera periurbanizacin puede interpretarse como la situacin de desarrollo ms dbil, en la cual el crecimiento depende slo de las funciones de servicio (y eventualmente industriales) de un polo urbano dentro de un contexto regional relativamente pobre tanto en servicios como en actividad productiva. La difusin reticular (ciudad difusa) es caracterstica de los tejidos mixtos residenciales y productivos (industriales, terciario-productivos, agro-industriales, tursticos) derivados ya sea de dinmicas endgenas del tipo distrito industrial ya sea de la descentralizacin metropolitana de amplio radio. Se trata de realidades a menudo muy dinmicas, caracterizadas por actividades de nivel cualitativo y territorial medio y medio-bajo. All donde estos dos tipos se suman, aparecen las reas metropolitanas (monocntricas o policntricas), es decir, los contextos territoriales favorables al desarrollo de niveles industriales y terciarios ms avanzados. El hecho de que las reas metropolitanas de este tipo estn presentes sobre todo en las regiones europeas ms desarrolladas y estn prcticamente ausentes en las perifricas mediterrneas (el Sur italiano, la Espaa meridional y occidental, Grecia) indica el agravamiento de los desequilibrios territoriales. Adems, la estrecha dependencia entre desarrollo territorial y los grandes ejes de comunicaciones hace presumir que la integracin de estos ltimos en el sistema europeo tender a marginar ulteriormente a las periferias mediterrneas, en tanto que menos aventajadas por los efectos positivos de esta integracin.

Pars

Hay que hacer constar, no obstante, que las formas del desarrollo periurbano y difuso-reticular que caracterizan a las regiones ms desarrolladas presentan graves debilidades desde el punto de vista territorial y medioambiental. En la mayora de los casos se presentan como formas de desarrollo no sostenible a mediolargo plazo, en tanto que grandes consumidoras de suelo y de energa, fuentes de contaminacin del aire y del agua con unos costes de infraestructuras y de gestin de los servicios destinados a crecer rpidamente a partir de umbrales de densidades relativamente bajos.

Especialmente en las regiones mediterrneas, donde el paisaje rural presenta estructuras histricamente muy elaboradas, existe el peligro de una degradacin cualitativa. Se trata de algo que ya se puede advertir en las primeras fases de la periurbanizacin con crecimiento desequilibrado de los asentamientos rururbanos y de las formaciones lineales segn los ejes viarios principales. Una degradacin como sta se hace cada vez ms evidente con la excesiva densificacin que, al reducir progresivamente los espacios abiertos, lleva a la eliminacin del paisaje rural originario. Este proceso va acompaado de la desarticulacin de los tejidos urbanos y territoriales histricamente consolidados, cuyos ricos legados materiales y culturales dejan de ser las matrices generadoras de nuevos desarrollos en los asentamientos, reducindose a un cierto hallazgo fsil aislado y protegido, en un contexto dominado por dinmicas exgenas. Por todos estos motivos, la periurbanizacin y la forma de la ciudad difusa son procesos que pueden ser controlados. Pero para controlarlos hay que pensar ante todo que se trata de algo estructuralmente nuevo y no de una simple dilatacin de las viejas periferias urbanas a escala regional.

III. La desconcentracin urbana como fenmeno estructural El anlisis de la contraurbanizacin y el modelo del ciclo de vida de las ciudades ha permitido recoger y confrontar datos sobre regiones y pases diferentes, encontrando ciertas regularidades inesperadas que requeran una interpretacin. Un primer paso en esta direccin ha consistido en la caracterizacin de las unidades territoriales pertinentes, es decir, los mbitos y las escalas geogrficas significativas. En particular es importante distinguir entre la escala de decenas y de centenas de kilmetros. A la primera pertenecen aquellas que se han denominado regiones o sistemas funcionales urbanos. Se trata de los mbitos de vida, de movilidad pendular cotidiana y de movilidad residencial de quienes viven y trabajan en un territorio urbanizado. A estos mbitos les corresponden mercados laborales y de servicios geogrficamente distintos. Sin embargo, al poder tener un dimetro de diversas decenas de kilmetros, y al estar por tanto articulados en ms centros de variadas dimensiones, son el equivalente, en la poca del automvil y de los medios de comunicacin rpidos, de lo que era el mbito de un municipio urbano cuando se circulaba a pie o en carruajes. Este salto de escala debido a las nuevas formas de movilidad territorial de las familias hace que los desplazamientos demogrficos relevantes dentro de una regin funcional urbana tengan el mismo significado de aquellos que en el pasado se daban entre los barrios de un nico centro urbano. Resulta evidente por tanto que el crecimiento de los centros menores o de los municipios rurales comprendidos en un sistema territorial de este tipo se atribuya a la regin urbana en su conjunto y no pueda entenderse como una contraurbanizacin, as como resulta tambin impropio hablar de desurbanizacin slo porque algn centro de ese mismo sistema se encuentra en fase de decadencia, aun en el caso de que se trate del centro principal. Si la redistribucin geogrfica de la poblacin se limitara a estos mbitos, la contraurbanizacin sera entonces una especie de ilusin ptica, debida a un error de escala de nuestras observaciones. Muy distinto es su significado si el crecimiento demogrfico se redistribuye entre sistemas urbanos y territoriales diferentes, movindonos en una escala de centenares de kilmetros. En este sentido, si la variabilidad regional de los saldos naturales es dbil y si excluimos algunas reas de inmigracin de jubilados, debemos concluir que la variacin demogrfica depende de una redistribucin de los puestos de trabajo. Si adems este fenmeno se generaliza, cabe suponer que se est produciendo alguna mutacin importante en las localizaciones de las empresas. En particular, si la ocupacin crece en los sistemas urbanos territoriales menores con menoscabo de los metropolitanos, cabe hablar de una desconcentracin efectiva, es decir, de algo diferente del mero crecimiento en mancha de aceite de las reas metropolitanas. En realidad, el mayor crecimiento de los sistemas menores y perifricos deriva del saldo de dos movimientos: uno de descentralizacin (es decir, puestos de trabajo durante un tiempo localizados o localizables en los sistemas metropolitanos que se trasladan o se crean ex novo en los sistemas menores) y un movimiento de centralizacin que afecta al desarrollo en los centros metropolitanos de nuevos puestos de trabajo, en la mayora de los casos ligados a una actividad muy cualificada, no presentes, al menos por ahora, en los sistemas menores. En otras palabras, no se pasa slo de la polarizacin a la descentralizacin, sino tambin de una fase de polarizacin poco selectiva, que afectaba a las actividades industriales de alta intensidad de trabajo poco cualificado, a una fase mucho ms selectiva.

El hecho de que la poblacin de las ciudades centrales mayores y de algunas reas metropolitanas disminuya no es entonces una regla fija y general. En situaciones metropolitanas particularmente dinmicas, donde la ocupacin industrial hace ya tiempo que se haba redimensionado, el crecimiento de nuevos empleos y de las nuevas clases sociales puede dar lugar a una recuperacin demogrfica en las mismas reas metropolitanas centrales. Y viceversa, all donde tenemos polticas urbanas dbiles, grandes herencias de reconversin industrial y ambiental y un abanico de funciones metropolitanas restringido, se pueden dar situaciones de declive o de estancamiento demogrfico aun en presencia de una fuerte dinmica, tambin ocupacional, de los sectores avanzados. Segn esta interpretacin, la desconcentracin y la contraurbanizacin a escala suprarregional observadas en el ltimo cuarto de siglo se relacionan con los procesos de restructuracin econmica que han actuado a escala global. Esto explicara entre otras cosas la aparicin casi contempornea del fenmeno en todos los pases y las regiones industrializados. Si examinamos las modalidades del desarrollo regional perifrico de los aos setenta, vemos que junto a factores puramente coyunturales han intervenido otros de tipo estructural, con efectos territoriales no reversibles. Me refiero tanto a las innovaciones de carcter tecnolgico y organizativo que han permitido una articulacin ms estrecha de carcter territorial de las empresas multilocalizadas, como al nivel de infraestructuracin material y social alcanzado por una gran parte del territorio en los pases industrializados, nivel que ha permitido una mayor difusin de las actividades econmicas en el territorio. Estos dos rdenes de factores han comenzado a actuar conjuntamente desde finales de la dcada de los sesenta, con el efecto de extender a los sistemas urbanos menores aquellos campos de externalidad que en la primera mitad del siglo se haban desarrollado en forma de mancha de aceite alrededor de las ciudades principales, originando, en este perodo, las reas metropolitanas de forma compacta. Actualmente los nuevos campos de externalidad no tienen ya una forma de rea compacta, ni un radio tan limitado, sino que se configuran como retculas articuladas en centros y sistemas urbanos pequeos o grandes, en extensiones territoriales macrorregionales (figs. 1 y 2). El hecho de que, contemporneamente a la formacin de estos campos de externalidad extensos, se hayan realizado nuevas externalidades metropolitanas favorables al desarrollo concentrado de actividades terciarias superiores y de tecnologas avanzadas, no slo no obstaculiza la descentralizacin en forma de red de muchas de las viejas actividades metropolitanas, sino que ms bien la facilita mediante mecanismos de filtering down. Sera entonces esta desconcentracin funcional la que creara lo periurbano y la ciudad difusa. De hecho, sta se distinguira de la simple difusin urbana y de la urbanizacin del campo porque est dotada de una estructura funcional urbana autnoma que le es propia. Incluso en el caso de que la dependencia jerrquica entre el nivel metropolitano y el de los sistemas urbanos menores permanezca y tal vez se refuerce, tal dependencia se basa hoy bastante ms en las diferencias cualitativas que en las cuantitativas. Esto explica la razn por la que se pueden dar contemporneamente desarrollos demogrficos fuertes, ya sea en sistemas urbanos menores, ya sea en sistemas metropolitanos, independientemente de aquellos factores de distancia y de dimensin de los asentamientos que en el pasado, y todava en la fase ms reciente de contra-urbanizacin, podan parecer decisivos. En la actualidad, todo centro, en tanto que nodo de una ecumenpolis tendencial reticular, crece, se estanca o entra en declive segn sus especializaciones, de la naturaleza de los intercambios que tiene con otros nodos de la red o de sus condiciones ambientales locales. Entre stas revisten particular importancia las culturales, que forman el sustrato de la continuidad y de la innovacin. A fin de hacer representables esta nueva dinmica y las formas espaciales que se derivan de la misma es preciso sustituir la idea clsica de posicin geogrfica relativa o absoluta, que se refiere a un espacio continuo y homogneo, por la posicin relacional, que hace referencia a otro tipo de espacio virtual, discontinuo y heterogneo. Se trata de un espacio cuyas caractersticas varan de un lugar a otro segn la disposicin y superposicin de las diversas redes de relaciones econmicas, culturales y polticas que atraviesan cada lugar. Esto significa que todo lugar y todo sujeto localizado puede pertenecer contemporneamente a redes diferentes, que interactan a escalas distintas.

Bogot

Si queremos identificar la periurbanizacin y la ciudad difusa con las nuevas periferias urbanas, hemos de reconocer su diferencia respecto de las periferias urbanas de la fase precedente, diferencia que no radica slo en la forma (baja densidad, viviendas unifamiliares o pareadas, tramas reticulares) sino tambin en las modalidades de organizacin territorial, de composiciones sociales y de desarrollo. Ms en general, esta diferencia entre viejas y nuevas periferias se adscribe al gran cambio que se ha producido entre los aos 1960 y 1970 en los pases industrializados (con consecuencias de carcter indirecto a escala planetaria), marcado por el trnsito de la organizacin y la regulacin social denominada fordista a la posfordista, caracterizada por la relajacin de las relaciones jerrquicas, por la flexibilidad de la organizacin productiva y del trabajo, por la multiplicacin de las conexiones horizontales y por la aparicin consiguiente de las identidades o especificidades locales como otras tantas ventajas competitivas, en un contexto tendencialmente global.

IV. Viejas y nuevas imgenes de las periferias urbanas Si examinamos la prolija literatura especializada sobre las periferias urbanas entre los aos 1950 y la dcada de 1980 encontramos muchas definiciones ms o menos explcitas, que corresponden a una imagen en conjunto negativa.10 El criterio lateral de la posicin topogrfica (la periferia comprendida como parte de la ciudad que rodea al centro) se carga de significados valorativos cuando se convierte en metfora de dominacin (el centro que decide y controla) y de dependencia (la periferia que se estructura pasivamente en funcin del centro, alojando aquello que el centro rechaza). Tambin el criterio residual, segn el cual la periferia no es una verdadera ciudad, ni verdadero campo, no es meramente descriptivo sino valorativo, en tanto que, especialmente en los pases mediterrneos, sugiere la imagen de un rea en la que tanto los valores generalmente asociados al hecho urbano como aquellos propios de la cualidad medioambiental son mnimos. Una imagen negativa de este tipo queda explicitada en las definiciones de la periferia como no-centro, por consiguiente como espacio carente de los valores de la centralidad. La misma idea se halla presente aunque tal vez lo sea en una forma menos radical en aquellas definiciones que consideran los valores urbanos como gradientes negativos que, de las puntas ms elevadas del centro, decaen ms o menos gradualmente hacia la periferia. Esta ltima se reducira por ello a un espacio cuyas cualidades nunca pueden alcanzar las del centro, aunque intenta hacerlo continuamente en un empeo intil. Por si eso no bastara, en muchos casos las periferias de las grandes ciudades se han concebido como espacios donde las patologas urbanas y las desvalorizaciones son mximas: la degradacin fsica y social, la marginalidad, la exclusin, la desviacin. Adems de estas formas aparentemente objetivas (en realidad metafricas y valorativas) las periferias urbanas se han definido tambin a partir de las valorizaciones y de los comportamientos de los sujetos, y una vez ms lo

han sido en trminos prevalentemente negativos. El criterio de la deseabilidad se ha utilizado por ejemplo para definir las periferias como lugares que la gente habita por necesidad, al no tener la posibilidad de vivir en otro lugar; al considerar luego la vivencia cotidiana se han relacionado como lugares donde o no se vive o se vive una vida alienada, es decir, lugares donde slo se duerme, se trabaja, se pasa (yendo y viniendo del centro o al salir de la ciudad); espacios, por consiguiente, que no producen identidad, ni sentido de pertenencia ni enraizamiento en quienes los habitan. Quienes han buscado explicaciones, o cuando menos justificaciones, a estas imgenes negativas, a menudo se han referido a la historia. As, la escasa cualidad formal, la repeticin sin orden ni concierto, la atopa (el espacio sin lugares), la falta de identidad, se han asociado con los tiempos demasiado rpidos del crecimiento perifrico, que no habran permitido la sedimentacin de las cualidades culturales, sociales y estticas caractersticas de la ciudad tradicional, representada por el centro. Otros relacionan la falta de cualidad con el perodo histrico en que las periferias se formaron, un perodo dominado por procesos homologados tpicos del capitalismo industrial y de la economa monetaria que, como ya observara G. Simmel a propsito de la metrpolis moderna, reduce toda cualidad y peculiaridad a la cuestin de la mera cantidad.11 Las periferias seran entonces la expresin negativa de la modernidad urbana que, sin embargo, algn aspecto positivo deben de haber tenido, si en el ltimo siglo y medio ha inducido a algunos miles de millones de hombres y mujeres a adentrarse en esos lugares tan despreciados, teniendo en cuenta que se era para ellos el nico modo posible de pasar de la premodernidad de la vida rural a la modernidad, representada precisamente por la metrpolis. Todo esto nos hace reflexionar sobre el hecho de que hasta hace poco tiempo, al menos en Europa, la imagen negativa de la periferia urbana ha sido producida por una cultura hegemnica cuyos representantes se identificaban sobre todo con el centro, donde solan habitar. Esto era posible, todava y especialmente, en la fase fordista, en la que la estructura jerrquica y clasista de las relaciones sociales haca, en este caso, que se representaran bien en la oposicin ideolgica entre el centro (las clases burguesas) y la periferia (las clases proletarias y subproletarias). La fase posfordista ms reciente, al hacer ms compleja la composicin y la geografa social de la ciudad, ha reducido mucho la eficacia de la metonimia social centro-periferia. Tal como muestra el cuadro 1, las nuevas periferias actualmente no se definen ya de un modo negativo respecto al centro. En las preferencias de los sujetos que las escogen y las habitan, stas presentan cualidades medioambientales que el centro no tiene (entonces, los gradientes negativos van ahora tambin de la periferia al centro) y en los espacios reticulares de la ciudad difusa se reduce tambin mucho la vieja dependencia del centro metropolitano como lugar de trabajo y de los servicios cualificados, en cuanto que, con la difusin de uno y otros en el territorio periurbano y en la ciudad difusa, stos, convertidos en sistemas urbanos reticulares autnomos, se presentan hoy como periferias sin centro. Adems de la cualidad medioambiental y la autonoma respecto a los centros metropolitanos, las nuevas periferias revelan cada vez ms otro carcter positivo: el de ser los laboratorios sociales y territoriales en los que se experimentan innovaciones y cambios importantes en la forma de habitar, en los estilos de vida, en las relaciones sociales y asimismo en los movimientos polticos.12 Pero esto tambin se podra afirmar de las viejas periferias fordistas que, como lugar ejemplar del conflicto capital-trabajo, han producido tambin su mediacin, es decir, el pacto social del welfare state. Y si queremos remontarnos ms en el tiempo podemos decir que la misma revolucin industrial ha sido, en la Inglaterra del siglo xviii, un hecho esencialmente perifrico y sustancialmente antiurbano, en conflicto con el orden corporativo que tena en las ciudades sus centros de poder. Siguiendo esta tnica se llega a invertir completamente la imagen negativa de la periferia, afirmando que durante los ltimos aos la periferia ha sido metrpolis, en el sentido etimolgico de ciudadmadre (mtr-polis), generadora de nuevos modelos culturales, sociales y polticos. Aquello que hoy es nuevo y significativo no es, entonces, el hecho de que la periferia desempee este papel, sino que comience a serle generalmente reconocido, que est con- virtindose en un elemento constitutivo de su imagen. Signo tal vez de que la hegemona social y cultural se est desplazando de las viejas lites enrocadas en los centros histricos de las grandes ciudades a las nuevas lites emergen- tes en los espacios urbanos perifricos? Es pronto an para afirmarlo, pero, con todo, una cosa parece a partir de ahora cierta: que la globalizacin, entendida como acceso directo a las redes globales de los intercambios y de la informacin, no es ya una prerrogativa de los grandes centros urbanos, sino que est ahora ya al alcance de los sistemas territoriales perifricos y de sus actores locales. Por ejemplo, una imagen reciente ha revelado que 415 de los 784 sistemas funcionales urbanos reconocibles en Italia a principios de la dcada de 1990 presentan funciones internacionales significativas,13 con una presencia particularmente elevada en las reas periurbanas de la ciudad difusa.

V. Hacia polticas de red En conclusin, se puede afirmar que hasta la revolucin industrial las periferias urbanas han sido los lugares de la innovacin y del cambio, pero slo recientemente esta vocacin metropolitana ha empezado a abrirse camino como valor positivo en el imaginario social, que lo considera como atributo fundamental de las nuevas periferias. Esto sucede precisamente cuando los dos caminos principales histricos de la suburbanizacin occidental europea el anglosajn y el latino-mediterrneo acaban convergiendo en un nico modelo, que bajo una diversidad de denominaciones (ciudad difusa, periurbanizacin, ciudad reticular) presenta en toda Europa caracteres comunes e innovadores. En particular, la nueva periferia de las dcadas de 1980 y de 1990 aparece como la ciudad sin centro que deriva de la interconexin fsica y funcional de los lugares y de los sistemas urbanos que conservan y potencian la propia identidad, porque ven en la misma un recurso que pueden hacer valer en la competicin global. La imagen de las nuevas periferias es entonces compleja: en la escala macro aparece una nica gran estructura difusora en forma de red, mientras que en la escala micro cada nodo de esta red revela caracteres especficos, identidades particulares y, por tanto, principios de organizacin espacial caractersticos de la misma. Los modelos generales aptos para describir estas nuevas realidades territoriales y sociales son precisamente aquellos de los sistemas complejos, de la autoorganizacin, de la autopoyesis.14 Todo ello tiene consecuencias notables en el modo de concebir las polticas urbanas y la misma planificacin urbanstica. Aunque este aspecto se aparta del tema aqu abordado, no se puede dejar de hacer referencia al mismo en tanto que el gobierno de las nuevas periferias es probablemente la cuestin en la que se decide el futuro urbano de Europa. Desde este punto de vista, el trnsito a la fase posfordista no slo ha comportado un cambio de imagen. La globalizacin ha vuelto ineficaz tanto el control territorial directo por parte de la administracin pblica (del municipio al Estado) como la estructura jerrquica a travs de la cual ese control se haba ejercido tradicionalmente. La posibilidad de los sujetos locales de establecer entre s relaciones horizontales directas, que superan cualquier confn geogrfico, sustrae su funcionamiento territorial de los controles tradicionales. Por otro lado, las redes de interacciones globales que as se forman, deben encontrar lugares de interconexin y arraigo en medios locales como fuentes de externalidad. En un mundo donde todo parece deslocalizado, la localizacin de los asentamientos y el uso del suelo continan as siendo cuestiones decisivas que ningn sujeto, ni pblico ni privado, consigue por s slo controlar. Las nuevas formas de la ciudad-red imponen entonces nuevas formas de programacin de los asentamientos, no ya simplemente basados en la autoridad ni racional-comprensivos, sino interactivos, empresariales, contractuales, capaces de conectar entre s a los actores y sujetos pertenecientes a redes diferentes, para la realizacin de proyectos comunes a una escala territorial local. Las polticas urbanas pasan a ser as tambin reticulares y conectivas, como la ciudad sin centro que deben gobernar.

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bibliografa autores

Francisco Javier Moncls Fraga (Zaragoza, 1951)


Arquitecto, (1978) y Doctor arquitecto (1985). Profesor titular de la Escola Tcnica Superior dArquitectura del Valls, Departamento de urbanstica y ordenacin del territorio (Universitat Politcnica de Catalunya, Barcelona). Redactor y consultor en diversos trabajos de planeamiento y proyectos urbansticos. Miembro del Consejo de la International Planning History Society, de la Asociacin de Gegrafos Espaoles y de los consejos de redaccin de las revistas Planning Perspectives (desde 1990) e Historia Urbana (desde 1991). Autor de diversos estudios sobre teora urbanstica, colonizacin agraria en Espaa y ordenacin del territorio, transporte y crecimiento urbano e historia urbana en ciudades espaolas especialmente sobre Zaragoza y Barcelona, publicados en revistas especializadas de geografa, arquitectura y urbanismo (Ciudad y Territorio, Planning Perspectives, Historia Urbana, etc.), as como en varios libros de los cuales es coautor, como Polticas y tcnicas en la ordenacin del espacio rural (con J. L. Oyn, 1988), o codirector y colaborador, como Atlas Histrico de Ciudades Europeas, vol. I, Pennsula Ibrica, CCCBSalvat, Barcelona 1994; vol. II, Francia, CCCB-Salvat, Barcelona 1996.

Giuseppe Dematteis (Cagliari, 1935)


Diplomado en ciencias polticas por la Universidad de Turn. Ha enseado geografa econmica en el Ateneo torinese entre 1968 y 1982. Despus, geografa urbana y regional en la Facultad de Arquitectura del Politecnico di Torino, donde ha sido director del Dipartimento Interateneo Territorio. Ha efectuado estancias durante algunos perodos en el extranjero: London School of Economics de Londres, la Sorbonne de Pars, la U.C. de Berkeley y la Universidad de Toronto. Es miembro de varias sociedades cientficas, entre las cuales la Societ Italiana degli Economisti y la Societ Italiana degli Urbanisti. Ha sido vicepresidente de la Asociacin de gegrafos italianos. Entre sus obras, destacan: LItalia emergente, Miln 1983; Le metafore della Terra, Miln 1985; Il fenomeno urbano in Italia, Miln 1992; Urban networks, Bolonia 1995; Progetto implicito, Miln 1995 y (en preparacin) Il sistema urbano italiano nel contesto europeo.

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