Roger Chartier

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Historia, antropologia y fuentes orales

Representacin de la prctica, prctica de la representacin (Representation of practice, practice of representation) Author(s): Roger Chartier and Celia Filipetto Source: Historia, Antropologa y Fuentes Orales, No. 38, ATRAVESAR EL ESPEJO (2007), pp. 29-34 Published by: Historia, antropologia y fuentes orales Stable URL: http://www.jstor.org/stable/25703110 . Accessed: 02/09/2013 11:33
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Representacion de practica
Roger Chartier
En su articulo

de

la practica,

(ft D O u L. a >* (ft 0> e o u O +* C (ft 01 t. a 01

la representacion
posiciones
pero no me

?Recorridos de la practi me dirige criticas in Torre ca?, Angelo fundadas y artificiosas. El reproche de ?idealismo? que me ha ce, no dejara de sorprender a todos aque llos que, por el contrario, critican mi pos tura por su excesivo ?sociologismo?,

son discutibles
parece en

(y discutidas),
razona

absoluto

ble calificarlas

de ?idealistas?.

en los casos en que esta especialmente a ultima tiende incluir (se considera que de forma demasiado directa) las produc en las constriccio ciones discursivas nes objetivas que las limitan y, al mismo tiempo, las hacen posibles. En contra de las formulaciones del linguistic turn que

sentaciones habria hecho que conside rase ?superfluo el estudio del mundo re en las que se al?. Las representaciones basan las percepciones y los juicios que las formas de hablar y de gobiernan actuar no serian tan ?reales? como los procesos, los comportamientos, los con flictos ?concretos? que Torre pretende
La insisten observar ?eoncretamente?.

Segun Angelo Torre, el enfasis que mi trabajo pone en el estudio de las repre

consideran las realidades sociales co mo puros juegos linguisticos, he afirma do la diferencia irreductible entre las practicas que construyen las relaciones sociales y las que gobiernan la produc tion de los discursos. En contra de la pro

da determination social, he recordado que los individuos estan constantemen te ligados por relaciones reciprocas que, percibidas o no, delimitan (con mayor o menor fuerza segun la position) lo que es posible pensar, decir y hacer.1 Estas

puesta de un ?regreso a la politica? que separa la parte refleja de la action de to

resulta preocupante. Al recordar a Fou cault, se induce al lector a preguntarse si Angelo Torre no tendra, como le ocu rre a demasiados historiadores, una ?idea de lo real?, que se identificaria unicamente con las situa tions locales y ?concretas?. Foucault es bastante reductiva cribia: ?Lo "real" que podria alcanzar se con la condition de hablar de todas o de determinadas cosas mas "reales" que

cia sobre lo ?concreto? (opuesto a la pre tendida abstraction de la representation)

otras, y que se perderia de vista si nos li a hacer aparecer otros ele mitaramos

1. He

583-600,

esta doble expuesto y en mi coleccion

critica

de articulos

en The Johns Hopkins publication El presente articulo fue publicado originalmente to 1996, ps. 487-493. Desde aqui agradecemos cion para publicarlo en espanol.

en MLN, entre recit et connaissance*, 109 (1994), ps. On the Edge of the Cliff. History, Language, Practices, de proxima University Press. al autor y a los editores en italiano en la revista Quaderni Storici, num. 92, agos de Quaderni Storici la autoriza

en ?L'histoire

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mentos y otras relaciones (...), no existe. una forma de Un tipo de racionalidad,


pensar, un programa, una tecnica, un

nalaba la tension (y el riesgo) presente en todo intento de dotar de sentido a la realization de las practicas: ?Los proble mas surgen cuando, en lugar de ser un discurso sobre los discursos que la pre cedieron, la teoria se aventura por am bitos no verbales

guirlos, etc., todo eso forma parte de lo real, incluso aunque no pretenda agotar "la realidad" misma ni toda la sociedad?.2 Esta advertencia berar la discusion deberia bastar para li intelectual de falsas

conjunto de esfuerzos racionales y coor dinados, de objetivos definidos y per seguidos, de instrumentos para conse

o preverbales, en los van de que las practicas acompanadas discursos. El cambio es brusco y el fun

mente

(como la planteada por An oposiciones gelo Torre) que siguen pesando sobre ella. La culpa que mancharia mi enfoque es la de ?una historia que subsume las prac ticas dentro de las representaciones y que renuncia a entrecruzar fuentes documen tales?. Es evidente que para mi critico se trata de un pecado mortal. ?Pero lo he cometido realmente? De hecho, todas las que realice sobre las investigaciones practicas culturales parten de la consta tacion en base a la cual las practicas identificadas, de las formas mas diver son siem sas, por las representaciones

damento que ofrece el lenguaje, normal tan seguro, se tambalea. La ope ration teorica no tarda en situarse en

el extremo de su terreno normal, como un coche que llega al borde de un acan tilado. Mas alia solo hay mar. Foucault trabaja al borde del acantilado y trata de inventar un discurso con el que hacer frente a las practicas no discursivas?.3 Toda historia de las practicas trabaja, al borde de ese acanti necesariamente, lado. Al comportarse como si fuese posi ble evitar esta position incomoda, Ange

lo Torre nos llena de curiosidad. <> Acaso cree que, entre todas las fuentes que el historiador debe entrecruzar, algunas es capan al registro de la representacion y permiten una observation ?concreta? de comportamientos ?concretos?? Si es asi, ?que fuentes gozan de una inmediatez documental tal que permiten ?el estu dio del mundo real? sin la mediation del

pues, ni ?subsumidas? ni absorbidas por las representaciones que las designan. El punto que sigue sin resolver es es

pre irreductibles a los discursos que las describen, las regulan, las prescriben y las proscriben. Dichas practicas no son,

te: icomo puede el historiador poner de relieve practicas mudas, que se manifies tan con una logica distinta de la de los sea cual fuere su genero, que legibles? En su comentario a de Certeau se

?estudio de las representaciones?? Las ultimas paginas de su articulo, en las que, citando a Alain Cottereau, se pre ocupa de distinguir entre las ?situaciones? y sus ?transcripciones?, parecen desechar semejante posibilidad. Esas paginas su brayan la distancia y las desviaciones

discursos, las hacen Vigilary

castigar, Michel

2. M. Foucault, ?La poussiere et le nuage?, en L'impossible prison. Recherches sur le systeme penitentiaire au XIXe s/'ec/e reunies par Michelle Perrot. Debat avec Michel Foucault, Pan's, 1980, ps. 34-35. un quiproquo*, en De Certeau, Histoire et 3. M. de Certeau, et discours panoptique: ((Microtechniques psychanalyse entre science et fiction, edicion de L. Giard, Paris, 1987, p. 44.

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Representaci6n

de

la practica,

practica

de

la representacion

siempre presentes entre el documento, sea cual fuere, y la ?realidad? que constru ye registrandola. No cabe mas que suscri

bir esta afirmacion. Pero entonces, <?por mino de ?apropiacion?.4 que lanzar los mas tremendos ataques epistemologicos sobre mi trabajo que tra ta, de forma analoga, sobre las relaciones

que constituyen las matrices de las for mas de decir y hacer, o de eso que, en dis tintos trabajos he designado con el ter

(ft D U o a ft.

entre representaciones y practicas? Tomemos el ejemplo de las practicas de lectura. Para mi, su historia es posible unicamente si se trata de articular la re presentacion de la practica y la practi ca de la representacion. Es decir, nin que es guna de las series documentales preciso utilizar para esta historia puede tener relaciones inmediatas y transpa rentes con las practicas que designa. la representacion

Para mostrar que en mi trabajo ?la ma triz de las apropiaciones diferenciadas no se explora en absoluto?, Angelo To

>* tf> o> c o u 0 c o 0) 01 ft. a 01

XVI publicado
nels) que, con

rre toma como ejemplo el estudio que de dique al relato de un milagro del siglo en dos libritos distintos
variantes, na

(pertenecientes al genero de los occasion


numerosas

En cada una,

de las

rran la ?misma historia*. El reproche mas grave que me hace, en un comentario que me parece una contradiction respecto de mi ensayo, es que no he prestado ningu na atencion la elaboration

obligado y todas las dicoto mias apreciadas por Angelo Torre (entre ?representaciones? y ?mundo real?, entre el estudio de los textos y las ?observacio nes concretas?) no aplazan el problema. Intentare explicarme. A mi modo de

constituyen el objeto de su discurso. No me parece que podamos sustraernos a es te camino

practicas posee justificaciones, codigos, destinatarios finalidades, especificos. Identificarlos es condicion obligada pa ra aproximarse a las formas de hacer que

a ?la situacion que permitio especifica de un esquema ya conocido*. Se supone que para mi ?la situacion en la que se produce un men saje no se halla entre los elementos que determinan su significado o sus signi ficados?. Como se ve, ?situacion? es otro

de los terminos preferidos por Angelo Torre. Pero, <?deque ?situacion? se habia aqui? <?Creede veras mi censor que, in cluso empleando todos los recursos del

no supo ver, esta postura metodologica ne en modo alguno la reduction, y mu

cho menos, la anulacion de la ?forma lidad de las practicas? (por expresarlo con palabras de Michel de Certeau) en los discursos y en las representaciones las indican y las eluden al mismo tiempo. Dicha postura no implica siquie ra una renuncia a inscribir en lo social los esquemas de perception y valoracion

?realismo documentab por el que aboga con tanto ardor, es posible identificar a los autores, a quienes los encargaron o las circunstancias de la escritura y la de dos libritos, uno de los publication cuales, el de 1588, contiene indicaciones tipograficas mas que dudosas? Por mi parte, creo haberme acercado al mode

que

lo de comprension que se propugna; he intentado reconstruir los significados particulares, politicos y religiosos, con los que entre 1588 y 1589 podia iden

4. R. Chartier, ?Le monde

comme

representation*,

en Annates ESC,

1989, ps.

1505-1520.

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errado Pero me parece profundamente decir que en mi analisis ?el hecho de que en el ocasional analizado se hable de un milagro en la ultima etapa de las guerras de religion no constituye un elemento capaz de orientar el analisis, es mas, ni

tificarse una historia que retomaba y de formaba motivos antiguos. No cabe du da de que se puede hacer mas y mejor.

siquiera constituye el objeto de un ana lisis del tipo que fuere?. Jamas he pensado que el genero al mis mo tiempo discursivo y editorial en el que milagrosamente salvada definiera antici padamente su significado. Al contrario. Mi analisis, con la prudencia requerida se expresaba la historia de la ahorcada

de production y de las representaciones de sus productores. Y luego anade: ?En los anos ochenta, el material-documento queda completa mente nivelado en la dimension del "tex to"?. ?Completamente? y ?nivelado? me parecen un exceso. Nada me resulta mas extrano que la idea en base a la cual las que presiden la produc tion de los textos tendrian ?una matriz determinaciones puramente planteado den White, asi como, por lo demas, mi trabajo sobre Moliere, y mas en gene ral respecto de las constricciones que subyacen en la escritura y la edicion en la epoca del mecenazgo monarquico,5de berian haberle indicado a Angelo Torre que incluso en este punto me estaba ha ciendo una critica infundada. retorica?. Las criticas que he respecto de la postura de Hay

gunas interpretaciones historicas que ol vidan que todo documento, incluso el mas ?objetivo?, lleva siempre las marcas de sus condiciones

perspectiva critica. Torre recuerda que desde hace mucho tiempo hago adver tencias respecto de la ingenuidad de al

por la falta de todo indicio de las lecturas hechas de los dos ocasionales, se esfuer za en hallar las distintas tradiciones tex (la hagiografia, el re lato, el sermon, etc.) a partir de las que podian comprenderse. Dicho esto, es evi dente que una de mis intenciones era re tuales o culturales

tos que manipulan se encuentran inscri tos en sistemas de convenciones de larga data que gobiernan tanto su produccion como su apropiacion. La desenvoltura con la que Angelo Torre considera las aporta ciones del estudio bibliografico y ?litera rio? (el termino es suyo) de los dos oca sionales demuestra que no se trataba de
advertencia inutil...

cordar a los historiadores de lo ?local?, lo ?concreto? y las ?situaciones? que los tex

categorias, no tenemos las mismas preocupaciones. Sin embargo, no es esta razon suficiente para estigma tizar como una ?involucion? un itinerario de investigation que juzga conforme al patron de sus propios intereses (que no po demos considerar universales). El ambito hacia el que he dirigido mis investigaciones en estos ultimos anos tra

Es evidente que la historia que practi ca Angelo Torre no es lamia. No nos ocu pamos de los mismos objetos, no utili zamos las mismas

una

Quisiera calmar (si soy capaz) la in quietud que lo asalto ante lo que con sidera un peligroso arredramiento de mi

5. R. Chartier, ?Quatre questions a Hayden White* en Storia della Storiografia, 24, (1993), ps. 133-142; ((Ge en Annates ESC, 2, (1994), ps. 277-309; ou le social en representation*, Forms and Mea orges Dandin 1995. nings. Texts, Performances, and Audiences form Codex to Computer, Filadelfia,

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Representacion

de

la practica,

practica

de

la representaci6n

Esta convergencia de enfoques general mente separados se propone un objeti vo fundamental: comprender que las creativas de los lectores (o apropiaciones de los oyentes) estan siempre inscritas en un conjunto de constricciones que las en camina y las guia. Estas constricciones son multiples y de orden diferente. Son el resultado de los efectos de significa do que se proponen los textos a traves de los dispositivos mismos de su escritura,

ta de articular la historia de los textos, con el de los soportes de su circulation y e interpretation. el de su reception

cretos,

observados

concretamente?.

<?Es

preciso recordar aqui, ante una lectura tan precipitada, los tres registros de experien cia y realidad que esta notion (de repre sentation) permite relacionar? Por una

(ft o o ? u a >* (A o c o u o c 01 (A 01 L. a 01 ec

clasifican, juzgan y ac tuan. Por otra, indica las formas de exhi bition de la identidad social a traves de los individuos signos y practicas simbolicas. Por ultimo, indica la delegation en un ?representan te? (individuo, organo colectivo, instan cia abstracta) de la continuidad y la esta bilidad Pensada de las identidades colectivas. con estas categorias, la historia

parte, designa las representaciones colec tivas que organizan los esquemas de per ception y valoracion a partir de los que

mision, o por las competencias y conven ciones que caracterizan toda ?comunidad de interpretation)) (por decirlo con la ex

de los Kmites impuestos a las apropiacio nes posibles por las formas de su trans

de la construction de las relaciones y las identidades sociales pasa a ser una histo ria de las relaciones de fuerza simboli ca. Dicha historia define la construction del mundo social como resultado de la efi (o ineficacia) del trabajo simboli co que los grupos llevan a cabo sobre si mismos (y sobre los demas) para transfor mar las propiedades sociales comunes a los propios miembros en una relacion de pertenencia percibida, exhibida y reco nocida (o negada). Dicha historia en tiende la domination simbolica como un proceso a traves del que los dominados aceptan o rechazan las identidades im cacia

presion empleada por Stanley Fish). Por lo tanto, no se trata en modo alguno de abandonar una historia de las practicas

de lectu (de escritura, de publication, ra, etc.) en detrimento de otra, que no ten dria otro objeto que las representaciones. Al contrario, se trata de analizar las re presentaciones
zadas, ?literarias?

(objetivadas
o corrientes)

o interiori
en cuan

to matrices y rastros de estas practicas. La tarea no es facil y quien acepta ese de safio corre el riesgo de caer al fondo del
acantilado... Pero me parece que en ello

no hay una renuncia ni una ?involucion?, mas bien el esfuerzo por hacer operativa -en un ambito de investigation espeti

fico- la hipotesis que he planteado so bre la articulation teorica y metodologi ca entre practicas, representaciones y
apropiaciones.

puestas que tratan de asegurar y perpe tuar su sometimiento. Dicha historia ins cribe en el proceso de larga duration de limitation de la violencia y las pulsiones, tal como lo describe Elias, la importancia

Segun Angelo Torre mi definition del concepto de representacion estaria des conectada de los ?comportamientos con
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creciente alcanzada, entre los siglos XVI y XVIII, por conflictos que tienen como puesta en juego y como instrumento las formas simbolicas y su utilization. Me sorprende que Angelo Torre pueda identificar en esta perspectiva teorica,

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retomada aqui a grandes rasgos, un os curecimiento de los ?comportamientos


concretos?. Al eontrario, estos estan pre

las identidades, en los pro manifiestan cesos de delegation que nombran a los representantes. Sin duda, es posible que se prefieran otras formas de entender

sentes en todas partes, en las acciones derivadas de los esquemas de perception y juicio, en las practicas simbolicas que

las determinaciones terdependencias, y los modelos que delimitan el espacio de los pensamientos y los comportamien tos posibles para cada comunidad y ca da individuo.

sociales?, en el ?valor intrinseco de la accion?, se corre el ries go, tambien ?idealista?, de ignorar las in tan los fenomenos

la construction del mundo social. La que el sugiere al final de su articulo puede compartirse totalmente y considerarse util, aunque si se pone el acento en la
((interaction concreta?, en las ((situacio

IAcaso esta perspectiva investigadora carece hasta tal punto de seguridad que debe presentarse y legitimarse a traves de una critica tan infundada como bru decision tal de otras posturas metodologicas? corresponde a los lectores.
Traduccion de Celia

La

nes en las que se producen y manifies

Filipetto

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