ACTORES POLÍTICOS. Klaus Peter Japp
ACTORES POLÍTICOS. Klaus Peter Japp
ACTORES POLÍTICOS. Klaus Peter Japp
Esser (2004).2 Desde el punto de vista de la teora de sistemas, el actor es, por el contrario, un destinatario (Adresse) social, que es generado con fines de autocontrol de la comunicacin por ella misma. Lo importante en todo esto es la atribucin simplificante de notificaciones a los actores y/o las personas, gracias a las cuales se vuelven justo en ese momento reales. La comunicacin se reduce a acciones (Luhmann, 1984:225s), sobre todo a la responsabilidad por sus consecuencias. Tambin se puede decir que la volatilidad de la comunicacin su simetra entre informacin, notificacin y comprensin gana capacidad de vinculacin a travs de su reduccin a acciones. Los conceptos de actor y de persona se refieren precisamente a esta funcin.3 No es la accin sino la comunicacin la que tiene la primaca, puesto que de sta se derivan continuamente acciones por medio de la atribucin. Se ve al instante que el concepto de actor est concebido demasiado abstractamente como para que pueda designar la realidad personal de un destinatario de la comunicacin: de inmediato se nota que los destinatarios, que poseen nombres y hacen referencia a individuos, se individualizan automticamente si se les toma en consideracin en trminos comunicativos. As, se convierten entonces en personas.4 Pero stas no son introducidas en la comunicacin como sujetos, de alguna forma, completamente vlidos, sino como expectativas de comportamiento individualmente atribuidas (Luhmann, 1995a), es decir,
Esto, naturalmente, en la tradicin de Max Weber, para quien, como se sabe, el sentido subjetivamente mentado del actor era un momento fundamental de la accin individual (Weber, 1980 [1972]:1). Junto a ste, tambin era importante para Weber la relacin con la expectativa de los otros, pues es esta relacin la que funda la socialidad (ibid.). No nos ocuparemos de la prcticamente interminable discusin en torno a este tema. Slo queremos hacer referencia aunque sea de manera reprensiblemente poco sistemtica a la duda extendida acerca de la posibilidad de poder aprehender rdenes sociales complejos con un tipo de concepto de la accin tan estrecho. En la sociologa se encuentra como respuesta a esta duda la ulterioridad constitutiva del sentido subjetivo, que, cuando la situacin lo exige, es desarrollado posteriormente y atribuido en la forma del motivo. De cualquier manera, el sentido subjetivamente mentado y los motivos son descartados, desde una perspectiva sociolgica, como causas de la accin, ya que entran en consideracin demasiadas causas alternativas de una accin individual (Warriner, 1970; Weick, 1995; Luhmann: passim). El mismo Weber se atuvo en gran parte al segundo momento de su conocida definicin, es decir, al posibilitante de la socialidad. 3 Se habra de inquirir qu son realmente estos () sujetos actuantes (agents, actors), cuando lo que conforma en ellos () su personality tan slo se diferencia en el sistema de accin, es decir no pertenece previamente al sistema (Luhmann, 1984:151). 4 Se podra decir, quizs, que las personas se encuentran acopladas ms estrechamente con la conciencia, mientras que los actores de un modo ms holgado. O tambin que los actores son destinatarios generales o estndar (como por ejemplo, los actores de la bolsa de valores, a los cuales se les atribuyen crisis econmicas sin que se les conozca en persona), mientras que las personas son destinatarios individuales que uno conoce.
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como unidades de la comunicacin. El lado opuesto del actor ficticio no es un actor real en el sentido de una persona completa an por localizar. Si, despus de todo, sta existe, entonces solamente lo hace de manera cerrada en la conciencia y percibiendo su cuerpo y registrando dolores. En lo que a la comunicacin incumbe, todo esto se vuelve nicamente un efecto de la atribucin o un tema de la autodescripcin, pero, a diferencia del concepto de accin, no es un componente de sta. Por tanto, habra que desechar el concepto del actor ficticio con todo y las distinciones vinculadas con ste como las del actor real y el actor ficticio. Su lugar lo ocupara la distincin de la persona y del actor. Tal parece que no existe ningn destinatario para la atribucin de acciones en s o, expresado con otras palabras, no hay destinatario sin un trasfondo personal.5 Nadie sealara a una persona, a la cual se conozca ms o menos, como un actor. Por el contrario, hablamos de actores cuando se trata de portadores de roles y sobre los cuales no hay ningn conocimiento personal (o nicamente uno muy marginal) y, no obstante, se les supone capacidad de accin, precisamente puesto que uno puede adquirir este conocimiento de las personas.6 Lo normal es, por tanto, que se utilice un concepto de actor abstracto, que exclusivamente est orientado a la eliminacin de las indeterminaciones de la comunicacin. Los actores aseguran a la comunicacin capacidad de conexin mediante la simplificacin en referencia a la accin condicionadamente atribuible, la cual, de cualquier manera, tiene que comunicarse nuevamente. Los actores llevan una vida entre, por un lado, individuos de alguna manera correferidos y, por el otro, capacidades de accin generalizadas comunicativamente o, precisamente, destinatarios (Fuchs, 2003:18ss).7 El problema consiste, pues, en una imprecisin de un concepto
O un trasfondo corporativo en el caso de los actores organizados. Debido a que este contexto de manera demasiado obvia remite a las metforas teatrales de Goffman, no es necesario citarlo en detalle. 7 Uno encuentra la variante general sobre todo (y, seguramente, no por casualidad) en las concepciones de regulacin y control de la teora de sistemas (Willke, 1994: passim ) y, especialmente de manera un tanto burda, en el denominado institucionalismo centrado en el actor de la Escuela de Colonia (Mayntz y Scharpf, 1995). En este contexto hay que anotar que no queremos revivir de nuevo la divisin entre individuo y rol. Cmo podra desearse tal cosa si esta divisin es ya inevitable debido a la diferencia entre la comunicacin y la conciencia? Lo que a nosotros nos interesa es la divisin entre la persona y el rol (actor), que, por un lado, se documenta en las correspondientes expectativas dirigidas a las personas y a los roles (Luhmann, 1984:430) y, por el otro, es igualmente inevitable si se piensa el problema de la constitucin de la accin mediante atribuciones a las personas, de las cuales se puede esperar notificaciones. Quin esperara esto de un rol (de un actor!)? Un actor es, justamente, un artefacto puro de atribuciones. Por su parte, no habra una persona sin complemento psquico en la comunicacin, es decir, justo cuando la persona se convierte en un destinatario.
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ciertamente central. La apora gira, en efecto, no slo alrededor de la imprecisin, ya que sta resulta, de acuerdo con nuestra hiptesis, tambin de elementos restantes de origen terico-accionalista mal digeridos, es decir, de un obstacle epistemologique (Luhmann, 2005:32s). Y esto tiene como consecuencia abrir un flanco especfico a la crtica (por ejemplo, Esser, Greshoff, Schimank, entre otros) y, ms all, provocar incertidumbres en la investigacin terico-sistmica, la cual no puede hacer otra cosa que remitir a actores. Con mucha frecuencia el concepto del actor encuentra puertas abiertas en la crtica comn y corriente a la teora sociolgica de sistemas como un presumible punto dbil en relacin a la subjetividad y la personalidad. Pero una vez introducido el concepto de la persona (Luhmann, 1984: 125s), ya no ser posible hablar de dicha debilidad. Ms bien uno podra imaginarse una diferencia que divida al concepto abstracto de actor del concepto concreto de persona que apunta a las limitaciones personales de las expectativas de comportamiento. Pensada desde las funciones basales de la atribucin personal de acciones de notificacin, lo siguiente es asimismo lgico: la repeticin y la diversificacin de esta atribucin genera, de modo necesario, un esquema de persona, del cual dependen constitutivamente tanto la conciencia como la comunicacin. Uno puede ver que la persona soluciona el problema de la doble contingencia mediante limitaciones de lo posible. A todo aqul que tiene que tratar con personas, se le estrecha de forma considerable el mbito de comunicaciones aceptables. Los actores estn vinculados con mayor fuerza a expectativas estndares (impersonales) y, a este respecto, tienen menores rendimientos. Pero esta disolucin de la comunicacin simtrica presupone siempre la atribucin comunicativa de la notificacin a actores o personas. Y de qu otra manera se hubieran logrado las limitaciones necesarias de las situaciones doble-contingentes? Ciertamente, la diferencia entre actor y persona se omite de manera notoria. En un trabajo de Hutter y Teubner (1994) se introduce el concepto del actor racional.8 ste debe sealar los criterios comunicativos directivos, a los cuales se refiere la comunicacin especfica de la funcin en el caso de la racionalidad, y, del mismo modo, al actor individual que se comporta racionalmente. Por medio de la orientacin en torno a la diferencia costos/beneficios o a la diferencia normas/comportamiento, el homo oeconomicus y el homo juridicus entran en accin. En este concepto de actor es evidente que se
8 En el neoinstitucionalismo se encuentra una idea semejante del actor racionalizado (Meyer y Jepperson, 2005), si bien recurriendo a Weber y, en este contexto, como tipo ideal de la racionalizacin social. Como tipo ideal, esta opcin terica yace muy cerca de lo que queremos entender como actor.
ha borrado todo momento de la personalidad: se le puede apropiar si slo se trata de la construccin comunicativa de la racionalidad de la accin especfica de la funcin, o sea, de un esquema que cumple para la comunicacin la funcin de una estructura de expectativas altamente generalizada.9 A todas luces, los autores disuelven la diferencia entre los conceptos de actor y de persona al identificar a ambos. De ello resulta la circunstancia curiosa de un concepto de persona totalmente despersonalizado, a saber: en el constructo de un actor racional especfico de la funcin, que, al mismo tiempo, debe ser una persona. De esta inconsistencia, por no decir paradoja, se encuentra una salida si, por un lado, se parte de la definicin de la persona como limitacin individualmente atribuida de comportamiento (Luhmann, 1995a:148); y, por el otro, se entiende a los actores racionales especficos de la funcin como estructuras (de destinatarios) que no necesitan recurrir a la personalidad, mas, en cierto modo, pueden ser tomados contrafcticamente en consideracin de manera personal. Uno no conoce a la persona, pero no logra eludir tratarla como tal. El esquema de racionalidad se liga con personas (en las cajas de los supermercados, en el despacho jurdico, en la oficina pblica). As se entiende mejor cmo se llega, en general, a la nocin de los actores ficticios (Hutter y Teubner, 1994). Son el producto final de la generalizacin del esquema de la persona en el proceso de la disminucin de la personalidad en la adopcin de roles sociales. Para decirlo con Mead, son el otro generalizado (Mead, 1972[1934]:152s) hacia el cual se orienta el individuo como hacia una identidad generalizada del rol social (o sea, hacia el me), cuando ha dejado ampliamente tras de s las especificaciones personales (del self). Debido a que el individuo sigue siendo lo que es, es decir, conocido slo como persona, se puede ver ahora que el esquema de la persona a diferencia del actor posibilita un acoplamiento estructural entre el individuo y la sociedad. El concepto de actor remite a la capacidad racionalizada de accin (Meyer y Jepperson, 2005). As, se restringe a muy pocas posibilidades como para que pudiese adoptar las funciones del esquema de la persona. Uno se encuentra ahora, ciertamente, en aquel nivel despersonalizado de la generalizacin tanto de los actores racionales comunicativamente genera9 En relacin al problema de la doble contingencia, los medios de comunicacin simblicamente generalizados se apropian, en este nivel de abstraccin, de la funcin (liberadora) de la persona. En el sistema poltico, por ejemplo, para el ejercicio de un poder simblico de amenaza es suficiente la suposicin de los actores que ordenan y obedecen. En el momento en que se demanda ms informacin o se resiste al poder, la comunicacin comienza ya a personalizarse. Por otra parte, para ofrecer una ltima ilustracin propia del sistema econmico: al vendedor de autos posiblemente no se le conoci como persona, pero s como actor.
dos como tambin de las personas participantes (psquicamente). Por eso, en este punto interesa cmo hay que imaginarse estas generalizaciones en cierto modo complementarias. La relacin con la memoria (que no sera concebible sin generalizaciones que han de ser reespecificables) y la relacin con la complementariedad de las operaciones psquicas y comunicativas sugieren (Luhmann, 1984:153s y 311s) que es necesario ocuparse del concepto de esquema, pues los esquemas son lo que se recuerda, sin embargo, a pesar del olvido. Esquemas del yo Los esquemas son reducciones de entramados complejos de eventos. El esquema descarga la comunicacin (as como tambin la conciencia) de exigencias de racionalidad y conforma a partir del no-conocimiento modelos conocidos y generadores de significados. En particular, las situaciones caracterizadas por su equivocidad extrema (mltiples interpretaciones inconsistentes) y por su incertidumbre (no-conocimiento) desencadenan la movilizacin de esquemas que se conectan con lo ya conocido (con lo recordado) (Moscovici, 2001:36s). Lo importante es que los esquemas no simplifican sencillamente una realidad comprensible de mejor o peor modo. Los esquemas son simplificaciones ms bien ante el trasfondo de una complejidad, en principio, incontrolable (por ejemplo, la comunicacin poltica). En esa media los esquemas son nicamente esquemas: su reverso no es la realidad autntica y completa10 sino la intrasparencia o, tal vez, otros esquemas. Lo que en la bibliografa se discute poco es la cuestin de dnde obtiene la comunicacin (poltica) los esquemas. Si para responder esta interrogante se recurre al concepto de memoria, se trata, en la mayora de los casos, de una memoria colectiva, en la cual subyace lo colectivo, pero no la comunicacin (Assmann, 1999; Rydgren, 2007). No obstante, hay que partir de que los sistemas procesadores de sentido cuentan cada uno de ellos (es decir, para la comunicacin y para la conciencia) con una memoria que los dirige. De otra manera no sera explicable cmo la comunicacin puede orientarse siguiendo la comunicacin precedente, la cual, en tanto mero evento, ya ha desaparecido. Asimismo tampoco sera comprensible cmo llega a producirse comunicacin consistente (y de igual modo pensamiento consistente), si estas operaciones no son capaces de apoyarse en su propia memoria.11
10 As es de acuerdo con el mainstream de la bibliografa sobre social cognition (por ejemplo, Johnson-Cartee, 2005). 11 En este caso, la comunicacin no sera ms una operacin independiente tal y como la entiende el mainstream terico-accionalista. No podemos ocuparnos en este artculo de
Como es sabido, la funcin primaria de la memoria consiste en olvidar. Lo que sobra despus del olvido son, justamente, los esquemas o guiones, cuando se trata de planes de accin. Para los fines aqu perseguidos, el esquema de la persona tiene un significado central, ya que logra el acoplamiento estructural de la conciencia y la comunicacin. Que esto sea as no es de suyo evidente. Hubo pocas en que la conciencia no alardeaba mucho acerca de s misma y en que las acciones se atribuan a espritus, a dioses, a la naturaleza o a la razn (Meyer y Jepperson, 2005). Con la individualizacin de la persona hace acto de presencia la individualidad de la exclusin (Moos, 2002) y no se puede suponer ms a la persona como algo por s mismo evidente o natural. El individuo no es parte de la sociedad. En esta situacin, el esquema ofrece a la persona la oportunidad de reducirse a la accin y da a la conciencia la posibilidad de comprometerse como persona. La atribucin comunicativamente forzada, por asimtrica, de la accin de notificacin (sobre todo como responsabilidad por las consecuencias de la accin) a la persona, en realidad produce a la persona misma en ese momento (Luhmann, 1984: 125s). De cualquier forma, la conciencia ha de cooperar en este proceso. En efecto, debe interpretar la atribucin como auto atribucin y expandirla, acumulativamente, hacia la experiencia de un yo capaz de accin. Se atribuye a la persona permanentemente acciones de notificacin, cuya conciencia reelabora sucesivamente en forma de esquemas del yo. Todo ello en contacto con esquematismos binarios como pasado/futuro, sistema/entorno, ego/alter, incluyendo el ms elemental: conforme/inconforme. El esquema de la persona permanece como una construccin puramente comunicativa en cuanto a sta concierne (Luhmann, 1995a); pero el esquema tambin sirve al individuo, el cual, por esta razn, se puede reducir a ser-una-persona para los fines de la inclusin social. Se podra afirmar: por s misma la persona no es una persona. En la psicologa social norteamericana se representa este proceso de socializacin con ayuda del concepto de esquema (Fiske y Taylor, 1991; Fong y Markus, 1982). Detrs de ello se encuentra un programa de investigacin que no describe de forma primaria la construccin del yo y su identidad desde la perspectiva de la internalizacin de expectativas normativas, sino
cmo esta memoria, pero tambin la de la persona individual, se mantiene en consonancia con el presente interpretado a travs de diversas heursticas y biases y, viceversa, cmo estas interpretaciones se hacen compatibles con una supuesta memoria representativa. Comprese, sin embargo, Kahneman, Slovic y Tversky (1982), as como el resumen de Rydgren (2007), quien fija los biases selectivos del recuerdo en las deducciones mediante analoga y en la narrativizacin.
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que se ocupa de las expectativas cognitivas, y apuesta, correspondientemente, por la cognicin en lugar del comportamiento conforme a normas o del comportamiento desviante (DiMaggio, 1997). El yo se desarrolla en la medida en que gana esquemas a partir de sus experiencias de participacin en la comunicacin, por medio de los cuales puede concebirse a s mismo como una persona especial. Estos esquemas del yo son representados como ordenados jerrquicamente con un concepto generalizado del yo en la cima. Uno se percibe a s mismo, por ejemplo, como una persona independiente y observa tanto las propias acciones como las de los otros, de modo correspondiente, de acuerdo al esquema independiente/dependiente. Inclusive se puede hablar simultneamente de esquemas ajenos que reflejan la dependencia de las percepciones ajenas de los esquemas del yo ganados por uno mismo (Markus y Wurf, 1987).12 Por medio de atribuciones corrientes de notificaciones y de consecuencias de la accin, el compromiso psquico (commitment) y la aprobacin comunicativa de la personalidad limitan las posibilidades en ambos lados con el fin de que la cooperacin entre conciencia y comunicacin no llegue a colapsarse (Schneider, 1998). El esquema de la persona garantiza, por as decirlo, que en ambos lados se utilicen para un mbito amplio los mismos esquemas de diferencia sin intersubjetividad dependiendo del sistema en cuestin.13 Esto es vlido sobre todo para la moral (Luhmann, 1984:317s). Pero en la sociedad moderna esto vale justamente tambin para los esquematismos abstractos de los sistemas de funciones, con respecto a los cuales uno (como el poltico) puede comportarse, no obstante, en estilo personal (traits) aunque no lo tenga que hacer as necesariamente (como el votante). Aunque lo anterior slo funciona cuando en el mismo esquema (de la persona) se contra observa comunicativamente. De otra forma nadie lo notara, porque la intencin queda atorada en la conciencia.14 Debe, entonces, notificarse y, entonces y de algn modo, atribuirse. De un actor racional slo se espera que aspire a tener capacidad de pago y/o acte rigurosamente conforme a derecho, mas no que sea un hombre bueno. El actor racional es precisamente un
12 Lord y Foti (1986) diferencian los esquemas en: esquema del yo, esquema de la persona, guin (script) o esquema de evento y esquema-de-la-persona-en-una-situacin. 13 Sin intersubjetividad dependiendo del sistema en cuestin significa que la conciencia puede presuponer la intersubjetividad, y que la comunicacin apoya esta suposicin a pesar de que ha renunciado a esta premisa (Schneider, 1998). 14 Con respecto a la funcin de las intenciones hay que decir, en este punto, que aqu tambin se trata de una atribucin (tipificante, como lo expresara Schtz) a las personas, por medio de la cual la comunicacin se puede descargar y controlar a s misma. Es obvio que se trata de una simplificacin a travs de la distribucin de responsabilidad (construida causalmente). Lo que alter o ego realmente queran o pretendan no es accesible (Schneider, 1998).
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esquema en relacin al cual la comunicacin y la conciencia, de igual manera, pueden orientarse ms personalmente o bien ms impersonalmente. Ello depende nicamente del acoplamiento de expectativas de momento realizables que el esquema de la persona tolera y posibilita al mismo tiempo.
La socializacin de la persona Cmo es posible que los individuos se apropien de diversos esquemas del yo con cuya ayuda pueden participar en comunicaciones diferenciadas con distintos grados de intensidad? De acuerdo con Mead, se trata de dos procesos basales.15 Por un lado, la adopcin de orientaciones, roles sociales o, de manera general, expectativas; y, por el otro, de su generalizacin (temporal, objetiva y social, como hoy diramos). Para el mismo Mead esto vale tambin tanto para la conciencia como para la interaccin. La adopcin de expectativas mediante role o attitude-taking es el proceso basal de la constitucin de un yo que, en una medida crecientemente diferenciada, puede comprometerse comunicativamente como persona. Y este compromiso ha de entenderse como una participacin comunicativa, es decir, no subjetivamente preeminente. Pero este compromiso es de orden comunicativo y no subjetivo (Luhmann, 1995b). En este contexto, Luhmann llama la atencin sobre la capacidad de divisar y distinguir otros sistemas en el entorno del sistema, a los cuales se pueden remitir expectativas (Luhmann, 1995c). Frente a esta formulacin general, Mead (significancia) y Schtz (problema de la significatividad) aumentan, como quien dice, la presin a la adopcin de expectativas. En ambas tradiciones tericas la comunicacin (conducida como interaccin) depende de la adopcin de la perspectiva de un alter ego (respectivamente ego). Aqu yace la referencia primaria a la socialidad en las dos teoras. En particular, Mead hace depender, adems, la generacin comunicativa del meaning (sentido) de la capacidad de anticipar en s mismo la reaccin del otro (lo que equivale a la constitucin del yo o s mismo) (Mead, 1972 [1934]:67ss). Por supuesto, Luhmann no deja de advertir que la adopcin de expectativas ajenas slo es posible si uno las anticipa y, entonces, las puede corregir dado el caso
15 No se puede desarrollar aqu, por supuesto, una teora original de la socializacin. Lo que nos interesa es mostrar que los conceptos basales para la inclusin del lado psquico (como quien dice, sin prdida con lo que respecta a la preeminencia de la comunicacin) existen ya, sobre todo, en los clsicos de la sociologa. Ms all de esto, es evidente que tambin la teora sociolgica de sistemas, que ms bien evita el contacto con la conciencia, apenas si sera concebible sin los trabajos preliminares de autores como Mead o Schtz.
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(Luhmann, 1984:199). Pero para Luhmann este uno es siempre ya comunicacin. El acoplamiento a su entorno psquico nicamente interesa de manera genrica (Schneider, 1998). A causa de la divisin estricta (desconocida para Mead) entre la conciencia y la comunicacin, no se pueden reconstruir totalmente los conceptos relevantes para nuestra discusin como si la articulacin meadiana de la reaccin interna del s mismo y la reaccin comunicativa del otro (=significado significante) pudiesen o hasta debiesen adoptarse. La transparencia interna o la transparencia externa de la conciencia son eliminadas de la teora sociolgica de sistemas. Sin embargo, la comunicacin permite observar el acto de comprensin (en referencia psquica) de tal forma que ste identifique, ya sea mediante crtica (incomprensin) o aceptacin de la comprensin actual, las expresiones comunicativas como acts of confirmation (Warriner, 1970), ya que as posibilita una suposicin comunicativamente apoyada de la reaccin meadiana del s mismo (como una que sucede de tal modo como la reaccin del otro). Por supuesto, esta suposicin es contradicha constantemente mediante la comunicacin. Como sea, partimos de la consideracin de que sin esta suposicin no seran imaginables ningn encadenamiento de comunicaciones ni ningn encadenamiento de acciones. Esto significa para el concepto de persona que requiere, en todo caso, de esta suposicin en la forma del acoplamiento estructural de la conciencia y la comunicacin. De acuerdo con lo anterior, tenemos a una persona frente a nosotros siempre y cuando las expectativas de conducta sean atribuidas individualmente y esta atribucin sea acompaada de una reaccin significante del s mismo, que nicamente reconocemos en las formas (incluyendo la de la omisin) de los acts of confirmation. Con lo anterior no vamos, esencialmente, ms all de Luhmann. Empero se muestra que el estrechamiento accionalista de la comunicacin necesita de la activacin del polo psquico. Y, a saber: una activacin que no quede exclusivamente en mero susurro o en una complejidad disponible. Justo aqu ha de verse el sentido del acoplamiento estructural: en que estos sistemas acoplados se dejen irritar entre s con una selectividad extrema correspondiente. En nuestro caso la irritacin se logra slo por medio del esquema de la persona, que, por un lado, se extiende nicamente a una pequea parte de las operaciones propias de la conciencia y, por el otro lado, a una pequea parte de las operaciones comunicativas justo la parte que es delimitada a travs de las expectativas personalizadas. Si fuera de otra manera, se vendra abajo la autonoma de los sistemas participantes.16
16 Esto devendra en la sobre socializacin de las personas o bien en la despersonalizacin de la comunicacin.
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Mediante diversificacin y repeticin de este proceso se produce su generalizacin primaria social llegando hasta la abstraccin del otro generalizado. Lo que en la obra de Mead es pensado todava como colectivo, por as decir, como un grupo enorme, ha de concebirse como un conjunto de graduacin de niveles de generalizacin. La teora de Mead se ocupa, sobre todo, de interacciones; sin embargo, su concepto de games apunta, al menos implcitamente, a expectativas estratgicas como, por ejemplo, los envites del juego o las secuencias de acciones en la sala de operacin.17 Para Luhmann se trata de expectativas programticas ms all de las personas y de los roles, que, no obstante, deben presuponerse naturalmente, pero que mediante la person o role-taking no alcanzan ms la complejidad del nivel del programa. En cierto modo, ha de haber un game o program-taking. La generalizacin de expectativas de conducta (temporal, objetiva y socialmente: normatizacin, conformacin de roles, institucionalizacin) captura esta presin de complejidad (no slo) en organizaciones. En las organizaciones formales (adems del sistema jurdico) pueden optimizarse, en el mismo sentido, estas tendencias de generalizacin, a saber: a travs de formalizacin de una parte de las expectativas generalizadas de conducta. Estas adoptan la forma de expectativas de membresa. La conjugacin de una disposicin poco especfica para el cumplimiento de expectativas (de membresa) congruentemente generalizadas ms all de la persona y el rol y, al mismo tiempo, de la constitucin de la organizacin como actor generalizado, estructura aqu la adopcin de cargas de complejidad que seran inimaginables nicamente mediante la interaccin. Y no en ltimo trmino, una confianza generalizada en el sistema demuestra, como condicin y consecuencia de estos procesos de generalizacin, que sin ella estara notablemente reducido el espacio de posibilidad de la comunicacin organizada (Erikson y Parent, 2007). A la conciencia participante se le ofrecen aqu oportunidades de generalizacin totalmente diferentes, pero tambin exigencias. En grado creciente debe desprenderse de las esquematizaciones del yo y generalizar la propia personalidad para expectativas ms abstractas. Esto vale en mayor medida para la participacin en la comunicacin que se orienta hacia la significatividad funcionalmente especfica (hacia los medios de comunicacin codificados). Aqu depende, en menor medida, de la persona individual; lo que se puede observar sin ninguna dificultad todos los das (por decirlo as, a pequea es17 Las consecuencias para la comunicacin, surgidas de la escritura, de la impresin de libros, de los medios generales de difusin y, finalmente, de los medios de comunicacin (Luhmann, 1997a:captulo 2), se encuentran ms all del marco de interaccin de Mead. Lo cual no significa que su anlisis basal del surgimiento comunicativo de la conciencia, la identidad y la persona no tenga una importancia central para la descripcin de las formas aqu tratadas.
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cala) en la caja del supermercado o al llenar el formulario para el pago del impuesto de la televisin y la radio pblicas. Se trata de la forma de manejar la verdad a travs de peer review; del empleo del poder amenazante a travs del clculo estratgico de la diferencia de valores e intereses; del mantenimiento de la capacidad de pago a travs del clculo de costos y beneficios; de la conservacin de la salud en el contexto de intervenciones quirrgicas complejas. Se trata de la comunicacin abstracta del programa al precio de la reduccin de la personalidad tal y como puede verse en las mscaras de los actores: la del cientfico que hace carrera; la del poltico inclinado a los medios de comunicacin de masas; o la del director de empresa cool (y, por decirlo as, completamente mercantilizado). Como quien dice, la comunicacin fluye con poca personalidad quizs habra que escribir: con poca personalidad autntica, pero de ningn modo sin conciencia. Y justamente esto es lo que tiene que soportar la conciencia participante. No lo puede hacer por s misma, ya que depende de la comunicacin, como ya lo muestra el yo interactivo de Mead: no hay ego sin la reaccin de alter ego. La comunicacin sale al encuentro de esta carencia mediante la dependencia de la reduccin de complejidad, mediante la bsqueda de destinatarios simplificados inclusive tambin en constelaciones de expectativas altamente generalizadas (actor racional). No es, pues, el actor que se interpone sino la comunicacin, que continuamente lo constrie y, de esta manera, encuentra un contrapeso en la conciencia cuando se hace la atribucin a la persona.18 Cuando se habla de los actores de la Bundesliga, si bien para la comunicacin que fluye da lo mismo quines son las personas (las personalidades del juego) que se esconden detrs de los actores y qu es lo que estn pensando; sin embargo, cuando estas personas se observan a s mismas como actores en un sistema complejo, las personas deben poder reflejarse en los actores de manera perso18 Luhmann habla de re-entries recprocas de la diferencia de la conciencia y la comunicacin sin que las operaciones especficas de cada una se traslapen (Luhmann, 1995c). Estas herramientas conceptuales hacen visible, a la vez, que la persona encarna la diferencia y que es sociolgicamente intil la bsqueda de la unidad de la persona. nicamente puede aparecer en la re-entry ya sea consciente o comunicativamente es decir, justamente no como la unidad de la diferencia sino slo como su reentrada en s misma. Y es esta prdida de unidad la que parece no ser aceptable en trminos de una teora de la accin (cfr., por ejemplo, Esser, 2004). Esto vale tambin para la teora norteamericana de la cognicin social en la medida en que pretende ser constructivista: A social category is thus both ascribed and selfunderstood, and although its distinguishing characteristics can be real enough, social categorization ultimately depends on peoples perceptions, interpretations, and cognitions (Rydgren, 2007:227). Es la atraccin por la unidad esencial lo que obstruye la mirada para lo que es siempre solamente selectivo y temporal tanto de la persona como tambin de la comunicacin en relacin mutua. Pinsese especialmente en el novelista Marcel Proust.
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nal (en el sentido de un alter ego generalizado). Si no sucede as, se rompe el vnculo entre la conciencia y la comunicacin construido por medio del esquema de la persona.19 Para el nivel de los games (Mead) configurados para funciones especficas o programas, esto vale de modo dramticamente mayor. Justo en la secuencializacin apuntalante y en la reespecificacin continua, la complejidad de la expectativa programtica nicamente puede encontrar suficiente apoyo y descarga a travs de la inclusin de muchos otros precisamente mediante la comunicacin. Adems este tipo de complejidad relacionada con el programa es aumentada, a travs de la circunscripcin a un solo medio (diferenciado) de comunicacin generalizado (poder, dinero, salud, etc.), en una indeterminacin mayscula, la cual, como horizonte generalizado en la comunicacin, es co-transportada y, al mismo tiempo, debe ser especificada en las formas concretas.20 Los sistemas de conciencia participantes no pueden evitar cambiar de las expectativas normativas a las expectativas con un acento cognitivo ms fuerte. Esto significa tambin que dependen de los esquemas como resultado del procesamiento propio de informacin y no exclusivamente de normas externas que han internalizado en parte mediante sanciones, de la tipificacin y de su procesamiento a travs de criterios propios de significatividad (temticos, interpretativos y motivacionales) en el sentido de Alfred Schtz (Schtz y Luckmann, 2003).21 Los esquemas o las tipificaciones se han ganado de la comunicacin, de igual manera que los criterios de la significatividad, que se configuran mediante la participacin en la comunicacin. Con Mead y los psiclogos sociales posteriores como Daryl Bem (1972) se puede decir que la conciencia conoce sus preferencias y moviliza sus esquemas en tanto que observa sus propias acciones y las reacciones de los otros.22 nicamente as puede saber lo que sabe y qu preferencias tiene.23 El entrenador, que observa los juegos, o el mdico-jefe, que observa la operacin, se orienta de acuerdo al cdigo del sistema (ganar/perder o sano/enfermo); se orienta segn el es19 En esto se puede ver que el esquema de la persona contiene, como todo esquema, una distincin, a saber: la de la persona y el actor. 20 Sobre la relacin de la diferenciacin y la generalizacin, vase Parsons (1966:21-29); y para la relacin de la generalizacin y la especificacin, consltese Luhmann (1964:139s). 21 La diferenciacin en horizontes de sentido temporal, objetivo y social puede entenderse como la generalizacin del esquema schutziano, el cual ms bien est orientado a la persona. 22 Este argumento elemental deriva, sin ms, del supuesto de Mead de que uno tan slo conoce algo sobre la propia intencin cuando el ego reacciona (Mead, 1972:75). 23 Las expectativas presuponen siempre ya esquemas (y esquematismos). Se puede tener un esquema del yo que enfatiza la independencia. Pero tan slo puede sentir decepcin cuando otros torpedean la expectativa correspondiente (cfr. Luhmann, 1984:123s y 158). Las expectativas son, por as decirlo, el contenido de prognosis de los esquemas.
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quema del actor racional y de manera absolutamente diferente que la persona participante. Lo importante es justamente la desviacin incorporada (por la persona individual). Esto puede preverse cognitivamente, pero solamente concretizarse en la comunicacin actual, es decir, observarse. Slo en ella puede observar el entrenador (o, tambin, descubrir) sus preferencias relacionadas a las jugadas del partido; y tambin el mdico-jefe puede observar sus orientaciones relacionadas a la secuencia (Weick, 1995:captulo 2) sin que importe qu previsiones cognitivas se presupongan.24 Asimismo, en su praxis de atribucin la comunicacin se relaciona con aquellas preferencias y orientaciones que debe, por su parte, presuponer. El cambio de los roles simples de interaccin a los roles de programa ms complicados es, de acuerdo con esto, una conjugacin del incremento de dependencia de la comunicacin y de la descarga de la persona, pero de ninguna manera de la conciencia. Y la no obstante siempre operante significatividad de la persona puede reconstruirse, entonces, a travs de la vinculacin con valores atribuidos (como genialidad o soberana) que igualmente son esperables. Se trata, pues, de la diferencia de la persona y del actor en lugar de la muda diferencia del actor real y del actor ficticio.
Observacin de segundo orden Considerando a Mead y a Luhmann, ambos hacen referencia a que la constitucin del modo de ser del actor (Akteurhaftigkeit) y ante todo de la personalidad no se asegura puramente mediante la comunicacin, como se supone con harta frecuencia (las ficciones del actor),25 pero tampoco es un simple resultado de efectos culturales de atribucin (Meyer y Jepperson, 2005), en los cuales se desconoce cmo habra que representarse las operaciones de atribucin.26 Cuando se toma en cuenta a la conciencia, se ha de tratar de una observacin de segundo orden en ambos lados del esquema de persona. En
24 Debe haber, por as decir, una zona de acoplamiento dbil, que funcione como amortiguador entre exigencias de una autoridad central y jugadores activos localmente, colegas, etc., para que la descarga complementaria y el incremento complementario se puedan engarzar armnicamente (Erikson y Parent, 2007). Segn lo expresa Weick (1979:5): How can I know what I think until I see what I say?. 25 No podemos ocuparnos aqu de la perspectiva terico-accionalista opuesta que considera a los subsistemas como ficciones de actor (Schimank, 1988). 26 Son de nuevo los actores mismos los que al final realizan las atribuciones? De cualquier modo, no es evidente ninguna relacin obligatoria entre la atribucin por medio de la comunicacin y la atribucin a travs de la conciencia, que coloque al actor contingentemente, es decir, que lo haga visible como efecto de la atribucin comunicativa.
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los dos polos se posibilita la autorreferencia mediante la construccin de heterorreferencia. La conciencia observa cmo afecta a la comunicacin y saca las consecuencias de ello. Por su parte, la comunicacin observa cmo afecta a la conciencia y hace, entonces, sus propias conjeturas. Ambas cosas no seran posibles sin la mediacin del esquema de la persona. Y es justamente en este lugar que se puede identificar la disolucin de la doble contingencia mediante el esquema de la persona. Bajo la condicin de las personas individualizadas, el proceso de disolucin obliga a la aceptacin de la dependencia de los otros para el propio yo, es decir, a la observacin de segundo orden. El propio yo puede ser marcado slo bajo la condicin de que se observe cmo los otros observan este yo. Y huelga decir que todo esto sera totalmente impensable sin la comunicacin operativamente clausurada (frente a la conciencia). El esquema facilita irritaciones hacia ambos lados, en donde son reelaboradas respectivamente de acuerdo a sus propias conexiones. Cuando se acepta el taking of the other meadiano (ya sea como persona, papel, programa o relacin de valor) como un elemento central para la diferenciacin de la capacidad de accin en contextos especficos (como el econmico o el poltico, por ejemplo), entonces se debe partir en efecto del hecho de que este proceso vara histricamente. Una sociedad, cuyo horizonte de interpretacin se caracteriza por criterios religioso-clericales de un estrato dominante de la alta nobleza europea, as como por el vnculo con la naturaleza o con dios de una comprensin del mundo uniforme y cristiana y, tambin, por medio de una necesidad comparativamente menor de identidad individualizada de la persona (Huizinga, 2006), tender a acuar destinatarios simples (Fuchs, 1997). Pondr a disposicin muchas heterorreferencias de tipos fijos en la figura de normas fundamentadas religiosamente y ancladas moralmente, que se internalizan con diferencias especficas a los estratos y que permiten poca autorreferencia de la persona. En cuestin de incalculabilidad, a esta sociedad le son ms que suficientes el bufn de la corte o el hroe desafiante de la muerte (Huizinga, 2006). De manera correspondiente, el taking of the other resulta muy austero, esto es, limitado normativamente, y el otro generalizado es para cualquiera el mismo, si bien siempre en relacin al estrato particular. Tanto para la nobleza como para el pueblo, se trata del hombre cristiano del medioevo integrado moralmente. La socializacin de la persona se las arregla con pocos esquemas de tipos fijos. El mundo es lo que es, o sea, un mundo de primer orden. La secularizacin, que inicia en el otoo de la Edad Media, comienza a disolver este cosmos unitario. La creciente individualizacin de la persona en los albores de la nueva poca liquida las seguridades religiosas y morales de la persona en la sociedad medieval tarda (Moos, 2002). El cosmos unita-
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rio del cristianismo se hunde lentamente en un asunto privado y confesionalmente especfico. A la moral le acontece lo mismo si no logra salvarse en una de las reglas pblicas de conducta de los sistemas de funciones. Finalmente, la diferenciacin funcional de la sociedad genera un alto requerimiento de personas individualizadas personas que deben ser capaces de arreglrselas con la nueva complejidad de los papeles sociales y proveer suficiente micro diversidad para los sistemas auto organizados (Luhmann, 1997b), de tal suerte que los trminos se vuelcan en su contrario: la autorreferencia de la persona se torna en su ancla de identidad, pero siempre en vista a una heterorreferencia inevitable.27 sta ltima no se copia ms internamente en el sujeto mediante algunas pocas distinciones de tipos fijos sino, ms bien, se apropia en el modo de la observacin de segundo orden, puesto que se ha disuelto el modelo a copiar de un actor general unitario para todos. Por esta razn, el individuo moderno se sabe a s mismo dependiente de las observaciones de los otros y, de manera correspondiente, las selecciona esto es, en correspondencia con los esquemas del yo que se consolidan en la observacin. Hoy todos somos bufones de la corte y, rara vez, hroes. Pero sobre todo lo que un actor (y tambin una persona) es, depende de cmo y por quin es observado y de cmo se observa a s mismo y a los dems.28 Uno podra decir tambin que la persona pierde su naturalidad y es observada como lo que siempre fue: una construccin social que corresponde a una construccin relativa a la conciencia. El actor del riesgo, que hace su aparicin en el escenario en los siglos XIII y XIV, ya muestra esta conversin (Japp, 2000): el propietario del navo, que enva al mar a ste junto con la tripulacin y la carga, se convierte en un actor del riesgo, en tanto que a l se le atribuye la posible prdida (Bon, 1995). Ms tarde aparece el Rey Sol y es, solamente para los creyentes ms convencidos, lo que se representa para la observacin de otros. Por otro lado, la comunicacin tampoco puede prescindir de que, en su entorno, exista un individuo no transparente (conciencia, nervios, organismo) para la comunicacin, sin cuya interpenetracin permanente (Luhmann, 1984:286ss.) la persona se hundira en una mera ficcin
El hecho molesto de la sociedad de Dahrendorf. Siempre considerando que en todo ello subyacen atribuciones comunicativas y no alguna forma de un modo de ser del actor. Las reglas para estas atribuciones cambian del siglo XIV al XVII de manera fundamental mediante el amor corts en el estrato superior (la estilizacin del amor) y tambin a travs de la influencia eclesial en el pueblo (Huizinga, 2006:148ss). Elias (1980) describe este empuje civilizatorio de las formas de comunicacin del medioevo tardo. Al final de este desarrollo se encuentra la opinin pblica, que apoya e impulsa el cambio de la auto y la hetero observacin (poltica) al modo de la observacin de segundo orden (Luhmann, 1992b).
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como una construccin social. Para que esto no suceda, la comunicacin acarrea consigo la unidad del individuo y de la persona como una ficcin operativa (como una ficcin real). Esto se puede percibir cuando se apela al ser humano en el rol (por ejemplo, el de ejecutor de una orden judicial). El llamado tiene cierta oportunidad por supuesto nicamente hacia una personalidad aumentada. El ser humano permanece desconocido. A l le corresponde que la persona slo sea observable cuando se convierte en tema (componente de la informacin), en destinatario (componente de la comprensin) o en autor (componente de la notificacin) de la comunicacin. Algo anlogo vale para la conciencia. sta nicamente se puede fingir a s misma tambin como parte del ser humano particular. Para la conciencia, este ltimo permanece, asimismo, una ficcin operativa, si bien necesaria. La disolucin de la doble contingencia mediante la personalidad (respectivamente mediante la capacidad colectiva de accin) es reconstruible en el modelo de la observacin de segundo orden, puesto que la persona ya no puede ser tratada ms como un objeto fuertemente atado a un orden estable del mundo.29 Se debe aceptar el hecho de que la persona observada modifique su comportamiento precisamente al saberse observada. Pero, a qu se refieren estas observaciones cuando se trata de la comunicacin poltica?
Valores e intereses Si uno se remite a la ciencia poltica como una instancia de informacin, los trabajos acerca de las relaciones internacionales son particularmente interesantes. Estos apuntan a los valores y a los intereses como componentes estructurales de estas relaciones, justamente como Luhmann considera a estos componentes como la memoria de la poltica (Luhmann, 2000a). Los intereses movilizan apoyo para programas basados en valores cados en el olvido. Por eso, aqu yace el punto de interseccin entre una sociologa del sistema poltico y el estado del arte en la tradicin clsica de la ciencia poltica, en tanto que sta se orienta principalmente en torno a los intereses o alrededor de los valores y los intereses (Ulbert, 2003). En este contexto, los trabajos sobre las nuevas guerras (Kaldor, 1999; Mnkler, 2002) y en particular sobre las relaciones internacionales son relevantes en especial cuando hacen referencia a los conflictos interestatales (y trasnacionales). El estado del arte de estas teoras se distingue, de manera principal, por el debate entre la concepcin neo-realista (Waltz) y la cons29
Slo se necesita leer a Marcel Proust, y ello sin la necesidad de entender sociologa.
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tructivista social (Wendt). Mientras que la tradicin neo-realista descansa en el supuesto de intereses dados en el mantenimiento y el aumento de la seguridad estatal y el poder (Schrnig, 2003), la concepcin del constructivismo social intenta, por su parte, vincular normas y valores, los cuales son los que, en primera instancia, conducen en realidad a la definicin, fundada en la identidad, de los intereses (Ulbert, 2003; Zrn, 1998:192s). A pesar de lo sumamente esquemtico que pueda ser esta caracterizacin del estado del arte de las teoras de las relaciones internacionales (para una visin ms detallada, vase Keohane, 1988; Katzenstein, Keohane y Krasner, 1998; Zrn, 1998), no obstante s da cuenta de su ncleo: por un lado, se trata de la racionalidad instrumental de intereses materiales y, por el otro, de procesos de aprendizaje socioculturales centrados en los valores que conforman identidades colectivas (frames) y que tienen consecuencias para la posible negociacin de intereses.30 Desde una perspectiva de una teora de la comunicacin recursiva, esta crtica es esperable. La comunicacin poltica parte justamente del hecho de que los intereses son constituidos de acuerdo a las orientaciones identitarias en el sentido del sensemaking apoyado en la memoria (Weick, 1995).31 Con la ayuda de la teora de los sistemas autorreferenciales se puede radicalizar an ms este estado del arte de la ciencia poltica. Las teoras de la ciencia poltica pueden concebirse como teoras de la reflexin del sistema poltico que manejan analticamente aquellas distinciones que se utilizan en el sistema mismo como diferencia operativa (Japp y Kusche, 2004). En conexin con la funcin de la memoria en el sistema poltico y con el estado del arte isomorfo de las teoras (de la reflexin) de las relaciones internacionales (valores e intereses), las ideas aqu presentadas apuntan hacia que el sistema poltico delimita su indeterminacin interna con ayuda de la diferencia entre valores e intereses cuando se trata de las operaciones del sistema operaciones que descargan la racionalidad, utilizan esquemas y son especficas de la memoria.32 Desde la perspectiva de la observacin sociolgica, el para30 Wendt responsabiliza a la orientacin racionalista tanto del neo-realismo como tambin de algunas concepciones neoliberales de que no hayan sido tomados en consideracin los procesos de aprendizaje complejo, los cuales hubiesen contribuido a una redefinicin de los intereses y de las identidades de los actores (Ulbert, 2003:400). 31 Constructivists seek to understand how preferences are formed and knowledge is generated, prior to the exercise of instrumental rationality (Katzenstein, Keohane y Krasner, 1998:681). Para el caso de la sociologa, Lepsius (1990) se ocupa de la relacin entre valores e intereses (en referencia, por supuesto, a Weber). 32 Comprese, tambin, Luhmann (1990) que considera los intereses como constructos generados en el sistema. Estos ofrecen soporte al derecho (moderno) y a la poltica (moderna) en sus heterorreferencias respectivas (intereses dignos de proteger, es decir, dignos de fomen-
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digma de los valores y los intereses es considerado como un almacn de reserva para la autodescripcin de la comunicacin poltica. Lo anterior no tiene que ver con una renovacin de la crtica de la ideologa, puesto que los valores y los intereses pueden definirse como esquemas basales de programas polticos (apoyados en el poder) de manera similar como funcionan los costos y beneficios para los programas de la economa o las normas para los programas del sistema de derecho. Junto a la memoria y a la auto descripcin, una tercera razn para la importancia de esta diferencia yace en su reflejo de la diferencia indispensable para la comunicacin poltica entre talk y action (la poltica simblica e instrumental), que se relaciona, dicho de manera un tanto burda, con la diferencia entre poltica y administracin pblica (Brunsson, 1989:captulo 2; Luhmann, 2000b). En la circulacin informal del poder, la poltica moviliza orientaciones de valor mediante las cuales pueden absorberse constelaciones inconsistentes de intereses de modo generalizado. Tras este paraguas legitimador de la comunicacin poltica, la administracin pblica puede negociar y lograr soluciones especficas para los intereses. Se puede pensar, por ejemplo, en el debate reciente en Alemania en torno a la criminalidad de los extranjeros, que se confecciona polticamente siguiendo la indiscutible orientacin de valor de una convivencia pacfica entre culturas distintas, pero que para su realizacin requiere de medidas concretas (action). Qu consecuencia tiene lo anterior para un actor racional poltico? ste debera conocer el poder como el medio poltico especfico.33 As como el homo oeconomicus ha de procurar la continuacin de la comunicacin de pagos y el homo juridicus la de la comunicacin de normas, el actor racional poltico tendra que ocuparse de la continuacin de la comunicacin del poder. Esta condicin abstracta y altamente generalizada de la pura continuacin de la comunicacin se expresa en un esquema de diferencia, hacia el cual deben referirse todas las comunicaciones polticas (es decir, relacionadas con el poder) si han de especificarse de acuerdo al programa del sistema poltico. As como toda comunicacin econmica toma en cuenta la diferencia costo/beneficio y toda comunicacin jurdica la diferencia norma/comportamiento, la comunicacin poltica se orienta, de modo tpico, de acuerdo
tar) una vez que ha desaparecido el recurso a una estructura de privilegios dada por la naturaleza y/o por dios. 33 Inclusive debera estar familiarizado con las reglas de atribucin (condicionadas por el sistema) de los polticos y sus efectos en el poder. En este punto observamos de nuevo: un actor (o actor racional) puede observar nicamente su identidad de actor cuando se observa a s mismo como persona. Expresado en otras palabras: solamente como persona puede un actor entender tambin psquicamente las heterorreferencias comunicativas.
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con valores reconocidos como la libertad, la justicia o la igualdad. Como se sabe, los valores no determinan nada especfico. Slo sealan preferencias generalizadas, que, en el contexto de la comunicacin poltica, ganan en capacidad de instruccin gracias a que entran en conflicto con otros valores como, por ejemplo, la libertad frente a la seguridad, la justicia frente al crecimiento, la igualdad frente a la libertad, etc. Ya sea por medio de programas de decisin o a travs de exigencias del pblico, la comunicacin poltica puede utilizar valores como criterios de la disposicin a cooperar sin tener que definirse demasiado temprano. Igualmente puede probar dnde surge resistencia y dnde no. Por supuesto, la pura competencia de valores no sera realmente instructiva, pues los valores valen de manera general y son capaces de consenso en trminos generales. Los valores ganan realidad slo a travs de los intereses, que, por ejemplo, nos recuerdan un valor como la igualdad cuando ste ha sido lastimado largamente (en trminos de la memoria poltica: olvidado) por efectos estructurales del crecimiento econmico. O cmo las cmaras del parlamento norteamericano desarrollan un inters por las soluciones pacficas cuando por mucho tiempo ha sido sembrado el encono (el olvido de la preferencia de la paz). Luhmann dira: las cmaras nos recuerdan el valor de la paz (Luhmann, 2000b) cuando anuncian con ello intereses relacionados con sta en un cuidado mayor de los problemas domsticos, por ejemplo, como la poltica social. En este sentido, los valores y los intereses forman la memoria del sistema poltico y, por tanto, una reserva de esquemas de programacin de la comunicacin poltica. Pero la diferencia entre valores e intereses no slo estructura la dimensin temporal de la comunicacin poltica. En la dimensin objetiva, los valores han de especificarse a travs de los intereses y los intereses tienen que justipreciarse mediante los valores. Desde la dimensin social, los conflictos de inters se soportan con mayor facilidad si pueden vincularse con orientaciones de valor generalmente reconocidas. En relacin a todas estas dimensiones de sentido, se puede decir que los intereses tienen un efecto disciplinario en los valores, sobre los cuales Weber haba dicho que seducen para realizar acciones indiferentes a sus consecuencias. Tambin saba, ciertamente, que la accin racional con arreglo a fines slo es un caso lmite raro y que lo natural es la ponderacin de fines alternativos mediante relaciones de valor (Weber, 1980 [1972]:12s). Quizs se pueda decir que los valores y los intereses (fines) contribuyen a una relacin mutua de racionalizacin (Hirschman, 1980). Los intereses y los fines afloran, por supuesto, por todos lados. En cambio, los valores parecen ubicarse en una relacin especial con la funcin de la comunicacin poltica es decir, con la toma de decisiones vinculante colectivamente (vase Luhmann, 1990): legitiman y delimitan qu es polti-
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camente oportuno; y lo oportuno en trminos polticos es lo que atrae apoyo para s o, formulado de manera diferente, lo que aparece orientado al bien comn.34 Esto no se puede afirmar con la misma capacidad vinculante en relacin a la comunicacin econmica (inters propio), cientfica (neutralidad valorativa) o religiosa (la religin como cuestin privada). Si adems de ello es acertado que estos aspectos se dejan resumir en la funcin de la memoria del sistema poltico, entonces se hace obligatorio suponer para el homo politicus el esquema de diferencia, generador de expectativas, de los valores y los intereses. De acuerdo con lo dicho hasta ahora, para un actor racional del sistema poltico no solamente parece natural orientarse de acuerdo al esquema de los valores e intereses sino, tambin, hacerlo en el modo del observador de segundo orden. En condiciones modernas, nicamente as puede realizar en vista a s mismo la coordinacin de sus propias expectativas desde la observacin de otros. Con ello, por supuesto, hay una prdida de una perspectiva central. Lo que uno observa, depende de quin observa; y esto asimismo significa a quin observa (Luhmann, 1992a).35 En la evolucin de las ideas polticas, este cambio de la observacin de primer orden a la de segundo orden es marcado por Maquiavelo. La cesura ms significativa es la exigencia de Maquiavelo dirigida a los prncipes italianos de su poca de observar al pueblo para definirse a s mismos (Maquiavelo, 1990 [1513]). El prncipe de Maquiavelo seala el ingreso del clculo de inters en el mundo de los valores y las pasiones. Para la conservacin del poder no solamente se pueden considerar los valores buenos. Inclusive los prncipes deben poder ser brutales o injustos debido a que el mantenimiento del orden pblico es jerrquicamente superior, en todo caso, a la violacin ocasional de los valores. La razn de Estado se vuelve el nico imperativo, y los intereses relacionados con sta son discutidos hasta entrado el siglo XVII como herramientas para disciplinar las pasiones (Hirschman, 1980). En el transcurso de esta racionalizacin de la dominacin poltica, Maquiavelo recomienda a los prncipes erigir sus fortalezas en el corazn de los hombres. La despedida del cosmos de valores y virtudes del medioevo construye el tipo moderno de la observacin de segundo orden, que obliga a los prncipes a la larga a hacer depender su auto observacin de la observacin del pueblo (y no nicamente de los rivales inmediatos). Esta exhortacin conduce, entonces, hasta el concepto de la opinin
34 Bien podra ser esta correlacin entre bien comn y valores la que indica lo especficamente poltico en la semntica de los valores. 35 Si uno desea evitar esto, todava existe la racionalidad con arreglo a valores como restriccin normativa como en el caso de Hamas en oposicin a El Fatah o como en el de Zarquawi en Irak en oposicin a Zawahiri en Afganistn, etctera.
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pblica en los siglos XVIII y XIX (Fichte, Kant, Rousseau), en cuya soberana se reflejan, en medida creciente, las oportunidades de la dominacin poltica. La taking the attitude se pone de moda, inclusive en las comunicaciones cordiales desde las cuales las fuertes relaciones de funcin migran lentamente y hacen lugar a la observacin del alter ego con fines del propio desarrollo personal (Luhmann, 1980). En vista de la erosin de criterios generalmente compartidos, uno se vuelve persona en la medida de cmo se es observado, es decir, como persona individual (y no solamente como alguien de valor superior o inferior de acuerdo al rango social).36 Ha de recordarse que, aqu, la observacin es entendida como una comunicacin que distingue y cuya simplificacin como accin (atribuida al que comunica) posibilita la experiencia de la persona. El mismo mecanismo vale para los actores corporativos. En este lugar no se hablara de personas (o nicamente como personas jurdicas), lo cual depende de la abstraccin de expectativas de membresa vlidas para muchas personas al mismo tiempo. Por esta razn, las organizaciones son vistas, de modo tpico, como actores racionalizados (Meyer y Jepperson, 2005). Las organizaciones se pueden comunicar hacia fuera, pero inclusive para este caso la comunicacin (posiblemente independiente de la interaccin) requiere de apoyo psquico, por ejemplo haciendo inversiones en roles de vocero que se refieren a personas. Lo mismo vale para la observacin de segundo orden mediante la organizacin como sistema emergente. Los sistemas psquicos deben ser capaces de atribuir a la organizacin las observaciones propias y ajenas. La persona individual debe en tal medida poder prescindir de s con el fin de que la organizacin se mantenga como horizonte de expectativas en el primer plano. La generalizacin congruente de roles de membresa es la condicin para ello, de tal suerte que se pueda asegurar la consecucin de las expectativas sociales dirigidas a la persona individual (a pesar de todo tipo de organizacin informal). La realizacin comunicativa de la observacin debe, realmente de esta manera, ser apoyada psquicamente justamente a travs de la separacin de las referencias sistmicas social y psquica. Las personas
36 Se habra de inquirir qu son realmente estos () sujetos actuantes sealados como ego y alter, cuando lo que en ellos hay [de actor] slo se diferencia en el sistema de accin, es decir, no pertenece previamente al sistema (Luhmann, 1984:151; aadido de K. P. J.). Y, para mencionarlo aunque sea de paso, en ningn caso est dada previamente cualquier racionalidad del actor (compatible con conceptos de autodescripcin de la ciencia poltica). Comprese tambin Luhmann (1981), en donde, de manera insuperable, se expone cmo la gnesis del actor individual se correlaciona, a la vez, hacia adentro con la diferenciacin de los derechos subjetivos.
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ms o menos idiosincrsicas obstruiran la formalizacin de las expectativas dirigidas a la membresa. Suponiendo lo anterior, las organizaciones pueden ser tratadas como si fuesen actores estructuralmente anlogos al esquema de la persona individual. stas sustituyen la voluntad individual homogneamente presupuesta mediante jerarquas y, por esta razn, pueden hacer vinculantes las observaciones internas y externas de los otros para el sistema en su conjunto. En conflictos estratgicos, surgen, con cierta probabilidad, las inseguridades doble-contingentes (Japp, 2007). Ninguno de los partidos quiere ser calculable y supone justo esto para la contraparte. En estas condiciones, la construccin de una persona corporativa, que quiere alcanzar la requisite variety, depende de la observacin de segundo orden. Debe observarse cmo uno mismo es observado por otro observador relevante. Los observadores que toman en consideracin esto pueden disfrazarse, engaar, tender trampas, etc. Sin embargo, se puede evitar tambin a las contingencias as resultantes del manejo del conflicto mediante la observacin de primer orden, a travs del autorreforzamiento terco, por ejemplo, de una preferencia predeterminada. Al-Qaeda se estructura por medio de la taking the attitude de la poltica norteamericana en Medio Oriente, pero tambin de la cultura estadounidense en general, y as toma parte en la disolucin de la doble contingencia mediante la restriccin de expectativas de comportamiento individualmente (en nuestro caso, corporativamente) atribuidas: el horizonte de conflicto es delimitado a marcaciones poco importantes (inferioridad moral, infidelidad al dios verdadero, etc.). Con ello tiene la posibilidad de evitar las inseguridades de la observacin de segundo orden o de utilizarlas. En trminos tradicionales, la eleccin consiste entre la racionalidad con arreglo a valores (indiferente a las consecuencias/observacin de primer orden) y racionalidad con arreglo a fines (control de consecuencias/observacin de segundo orden).37 Zawahiri, el consejero de Osama Bin Laden, ha pasado, en su momento, del enemigo cercano al enemigo lejano (Schneider, 2007). Esta observacin se debe a que el pueblo no aprueba la lucha en contra del enemigo cercano (Egipto, el atentado contra Sadat). Zawahiri ha logrado, entonces, que AlQaeda dependa de la observacin de la poblacin egipcia, debido a que tena un inters en su apoyo a la lucha poltica. Esta no fue la consecuencia que Zarquawi sac en Irak. Con una actitud ms orientada a la racionalidad de
37 Debemos sealar que Weber habla de racionalidad con arreglo a valores, es decir, de una actitud racionalizada hacia los valores. Esto incluye naturalmente las posibilidades de la observacin de segundo orden. Al mismo tiempo, es menos probable que en el caso de la comunicacin con arreglo a fines. Para hacerla totalmente improbable, uno debera arrimar la racionalidad con arreglo a valores a la sombra del fanatismo (extremando la intencin de Weber).
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los valores, nada lo distrajo de combatir como infieles al enemigo cercano ms inmediato, los chitas, sin considerar las consecuencias de ello (guerra de religin, posiblemente una guerra civil), que una observacin de segundo orden es decir, la observacin de la propia distincin como una de la lucha religiosa (ibid.) probablemente s las hubiera hecho visibles. Algo similar es observable en la relacin de Israel y Hamas. En ambos casos, una racionalidad orientada a los valores interpretada por el fundamentalismo obstruye la conformacin de un actor racional en el sentido del dominio calculado de los valores e intereses en el conflicto poltico. Tambin se puede expresar as: la disolucin de la doble contingencia y los efectos de atribucin del acto de notificar se quedan por debajo de sus posibilidades.38 En un caso la consecuencia es la guerra civil, y en el otro el entorpecimiento de las soluciones polticas.
Homo politicus Los actores polticos son esquemas de la comunicacin poltica, con cuya ayuda la comunicacin se gobierna, observa y describe a s misma. En este sentido, estos esquemas sealan capacidad de accin y responsabilidad por las consecuencias de la misma en el contexto de valores e intereses. Sin el apoyo psquico en la forma de esquemas del yo altamente generalizados y reespecificables de acuerdo con la situacin y que compelen, en cierta medida, a la auto-negacin, los esquemas del actor no seran, evidentemente, pensables. Segn esto, los polticos son seres humanos que pueden manejar el esquema del actor racional, de tal modo que es posible sospechar que detrs de ellos hay una persona. Por tanto, no se puede hablar de las ficciones del actor, pues, en cuanto esquemas, stas son tan reales como la comunicacin que orientan. En todo caso son ficciones operativas, es decir, tan reales como todas las operaciones. Slo una observacin que distinga entre real y ficticio tiene la capacidad de generar actores ficticios. Pero esta distincin lleva a un callejn sin salida, a saber: la cuestin de qu distingue a un actor real de un actor ficticio. Inclusive como ficciones en la referencia co-realizada al ser humano total stas poseen, no obstante, efectos operativos y reales: tanto como destinatarias de atribuciones, tema e instancias de notificacin, as como sistemas psquicos que disponen de conceptos altamente generaliza38 El esquema amigo/enemigo est acoplado demasiado estrechamente (Japp, 2007). Los eventos negativos (por ejemplo, la ocupacin de la franja de Gaza por parte de Hamas o su aislamiento poltico) no pueden ser atribuidos por s mismos .
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dos de s mismos y de los otros por medio de los cuales toman parte en la comunicacin poltica. Ahora bien, en tanto que las ficciones se reducen (y son reducidas) a personas, podemos considerar a stas ltimas tranquilamente como tales, es decir, justamente como personas. De otra manera debera hablarse inclusive de personas ficticias, lo cual es manifiestamente poco comn. Como se dijo al principio, no hay ningn actor real, que, de alguna manera y a diferencia del actor ficticio, pueda tener efectos en la comunicacin o solamente como una suposicin de la comunicacin misma. En relacin a los sistemas sociales existen tanto actores como personas, pero slo como construcciones, como resultado de la atribucin o como tema. Personas completas o actores completos en el sentido del concepto del ser humano pueden muy bien aparecer en la conciencia, no obstante permanecen encerradas en ella. Y tambin como tema de la comunicacin no son realmente asibles.39 Con todo, el concepto de la persona posee una ventaja frente al del actor, pues hace referencia a formas de comportamiento individual, de tal suerte que uno no tiene que enfrentarse a un destinatario ms o menos annimo. Esto implica, empero, el problema de si se puede ir ms all, de si el ser humano puede aparecer en la comunicacin, adems de como tema. Las dificultades as resultantes con el concepto de actor pudieron haber llevado a Luhmann a hablar, de una manera ms bien neutral, (slo) de observadores, y de modo alguno de seres humanos, porque de otra forma todo se torna inevitablemente diletante.40 A los observadores (en la jerga poltica: los seres humanos) pertenecen, finalmente, tambin los portadores de roles pblicos polticos, es decir, los electores. En las urnas, stos estn volcados hacia s mismos slo como conciencias. Pero la relacin con el rol (el actor!) atrae hacia s la observacin de expectativas correspondientes y, por eso, los votantes producen una notificacin al cruzar la boleta electoral, que puede resultar de muchas observaciones en el esquema de valores e intereses y se les puede atribuir (a los votantes) como una accin de notificacin.41 En esta medida se puede hablar de actores, pues la notificacin de la decisin de la eleccin tan slo es observable cuando la persona tiene de nuevo otra cosa en la cabeza. Traduccin del alemn de Marco Estrada Saavedra
39 Los conceptos accin y persona no pueden delimitarse a procesos sociales o psquicos, ni a procesos bioqumicos o neurofisiolgicos. Ms bien presuponen que estos procesos en su conjunto realizan una contribucin a la accin y a la persona sin que por medio de estos conceptos sea averiguable cmo se constituye esta sinergia (Luhmann, 1996:68). 40 A pesar de esta reverencia, podemos decir: hay actores y personas! 41 Apoyado por los estudios electorales que observan a los votantes.
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ESTUDIOS SOCIOLGICOS XXVI: 76, 2008 Recibido: septiembre, 2007 Revisado: noviembre, 2007
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