Montesquieu - Del Espíritu de Las Leyes

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Del Espritu de las Leyes

MONTESQUIEU
La ordenacin del universo (Del Espritu de las Leyes, libro I) CAPTULO I: De las leyes en sus relaciones con los diversos seres.Las leyes en su ms amplia significacin son las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas En este sentido, todos los seres tienen sus leyes: las tiene la divinidad, el mundo material, las inteligencias superiores al hombre, los animales y el hombre mismo. Los que afirmaron que todos los efectos que vemos en el mundo son producto de una fatalidad ciega, han sostenido un gran absurdo, ya que cabra mayor absurdo que pensar que los seres inteligentes fuesen producto de una ciega fatalidad? Hay, pues, una razn primigenia. Y las leyes son las relaciones que existen entre esa razn originaria y los distintos seres, as como las relaciones de los diversos seres entre s. Dios se relaciona con el Universo en cuanto que es su creador y su conservador. Las leyes segn las cuales lo cre son las mismas por las que lo conserva. Obra conforme a estas reglas porque las conoce; las conoce porque las ha hecho y las ha hecho porque tienen relacin con su sabidura y su poder. Comprobamos que el mundo, formado por el movimiento de la materia, y privado de inteligencia, sigue subsistiendo. Es preciso, por tanto, que sus movimientos tengan leyes invariables, de modo que si se pudiera imaginar otro mundo distinto de ste tendra igualmente reglas constantes, pues de lo contrario se destruira De este modo la creacin, que se nos presenta como un acto arbitrario, supone reglas tan inmutables como la fatalidad de los ateos. Sera absurdo decir que el Creador podra gobernar el mundo sin estas reglas, pues sin ellas no subsistira. Dichas reglas constituyen una relacin constantemente establecida. Entre dos cuerpos que se mueven, todos los movimientos son recprocos, y segn las relaciones de su masa y su velocidad, aumentan, disminuyen o se pierden. Toda diversidad es uniformidad y todo cambio es constancia. Los seres particulares inteligentes pueden tener leyes hechas por ellos mismos, pero tienen tambin otras que no hicieron. Antes de que hubiese seres inteligentes, stos eran ya posibles. Antes de que se hubieran dado leyes haba relaciones de justicia posibles. Decir que slo lo que ordenan o prohben las leyes positivas es justo o injusto, es tanto como decir que antes de que se trazara circulo alguno no eran iguales todos sus radios Hay que reconocer, por tanto, la existencia de relaciones de equidad anteriores a la ley positiva que les establece; as, por ejemplo: imaginando posibles sociedades de hombres, sera justo adaptarse a sus leyes; si hubiera seres inteligentes que hubiesen recibido algn beneficio de otro ser, deberan estarle agradecidos; si un ser inteligente hubiera creado a otro, ste debera permanecer en la dependencia que tuvo desde su origen; un ser inteligente que hubiera hecho algn mal a otro ser inteligente merecera recibir el mismo mal, y as su cesivamente. Pero no se puede decir que el mundo inteligente est tan bien gobernado como el mundo fsico, pues aunque aqul tiene igualmente leyes que por naturaleza son invariables, no las observa siempre, como el mundo fsico observa las suyas. La razn de ello estriba en que los seres particulares inteligentes son, naturalmente, limitados, y, por consiguiente, estn sujetos a error. Y por otra parte corresponde a su naturaleza el poder obrar por s mismos, de suerte que, no slo no siguen constantemente sus leyes originarias, sino que tampoco cumplen siempre las que se dan a ellos mismos. No sabemos si los animales se rigen por las leyes generales del movimiento o por una mocin particular. Sea como fuere, no tienen con Dios una relacin ms ntima que el resto del mundo material y su facultad de sentir no les sirve ms que en las relaciones que tienen entre s, con los otros seres particulares y consigo mismos. Los animales conservan tanto su ser particular como su especie por el atractivo del placer. Tienen leyes naturales porque estn unidos por el sentimiento, pero no tienen leyes positivas

porque no estn unidos por el conocimiento. Sin embargo, no cumplen invariablemente sus leyes naturales. Las plantas, en las que no advertimos sentimientos ni conocimiento, las cumplen mejor. Los animales no poseen las ventajas supremas que poseemos nosotros, pero poseen algunas que nosotros no poseemos: no tienen nuestras esperanzas, pero tampoco nuestros temores; como nosotros, estn sujetos a la muerte, pero sin conocerla; la mayor parte de ellos se conservan incluso mejor que nosotros y no hacen tan mal uso de sus pasiones. El hombre, en cuanto ser fsico, est gobernado por leyes invariables como los dems cuerpos. En cuanto ser inteligente, quebranta sin cesar las leyes fijadas por Dios y cambia las que l mismo establece. A pesar de sus imitaciones, tiene que dirigir su conducta; como todas las inteligencias finitas, est sujeto a la ignorancia y al error, pudiendo llegar incluso a perder sus dbiles conocimientos; como criatura sensible, est sujeto a mil pasiones. Un ser semejante podra olvidarse a cada instante de su Creador, pero Dios le llama a S por medio de las leyes de la religin; de igual forma podra a cada instante olvidarse de si mismo, pero los filosofas se lo impiden por medio de las leyes de la moral; nacido para vivir en sociedad, podra olvidarse de los dems, pero los legisladores le hacen volver a la senda de sus deberes por medio de las leyes Leyes naturales y leyes positivas (Del Espritu de las Leyes, libro I) CAPTULO II: De las leyes de la naturaleza.Antes que todas esas leyes estn las de la naturaleza, as llamadas porque derivan nicamente de la constitucin de nuestro ser. Para conocerlas bien hay que considerar al hombre antes de que se establecieran las sociedades, ya que las leyes de la naturaleza son las que recibi en tal estado. La ley que imprimiendo en nosotros la idea de un creador nos lleva hacia l, es la primera de las leyes naturales por su importancia, pero no por el orden de dichas leyes. El hombre en estado natural tendra la facultad de conocer pero no conocimientos. Es claro que sus primeras ideas no seran ideas especulativas. Pensara en la conservacin de su ser antes de buscar su origen Un hombre as slo sera consciente, al principio, de su debilidad, su timidez sera extremada. Y si fuera preciso probarlo con la experiencia, bastara el ejemplo de los salvajes encontrados en las selvas, que tiemblan por nada y huyen de todo. En estas condiciones cada uno se sentira inferior a los dems o, todo lo ms igual, de modo que nadie intentara atacar a otro. La paz sera, pues, la primera ley natural. Hobbes atribuye a los hombres, en primer trmino, el deseo de dominarse los unos a los otros, lo cual no tiene fundamento ya que la idea de imperio y de dominacin es tan compleja y depende de tantas otras ideas, que difcilmente podra ser la que tuvieran los hombres en primer lugar. Hobbes se pregunta Por qu los hombres van siempre armados si no son guerreros por naturaleza, y por que tienen llaves para cerrar sus casas? Con ello no se da cuenta de que atribuye a los hombres, antes de establecerse las sociedades, posibilidades que no pueden darse hasta despus de haberse establecido, por no existir motivos para atacarse o para defenderse Al sentimiento de su debilidad el hombre unira el sentimiento de sus necesidades, y, as, otra ley natural sera la que le inspirase la bsqueda de alimentos. He dicho que el temor impulsara a los hombres a huir unos de otros pero los signos de un temor recproco y, por otra parte, el placer que el animal siente ante la proximidad de otro animal de su especie, les llevara al acercamiento Adems, dicho placer se vera aumentado por la atraccin que inspira la diferencia de sexos. As, la solicitacin natural otro constituira la tercera ley. Aparte del sentimiento que en principio poseen los hombres pueden, adems adquirir conocimientos. De este modo tienen un vinculo ms del que carecen los dems animales. El conocimiento constituye, pues, un nuevo motivo para unirse. Y el deseo de vivir en sociedad es la cuarta ley natural. CAPTULO III: De las leyes positivas.Desde el momento en que los hombres se renen en sociedad, pierden el sentimiento de su debilidad; la igualdad en que se encontraban antes deja de existir y comienza el estado de guerra.

Cada sociedad particular se hace consciente de su fuerza, lo que produce un estado de guerra de nacin a nacin. Los particulares, dentro de cada sociedad, empiezan a su vez a darse cuenta de su fuerza y tratan de volver en su favor las principales ventajas de la sociedad, lo que crea entre ellos el estado de guerra. Estos dos tipos de estado de guerra son el motivo de que se establezcan las leyes entre los hombres. Considerados como habitantes de un planeta tan grande que tiene que abarcar pueblos diferentes, los hombres tienen leyes que rigen las relaciones de estos pueblos entre s: es el derecho de gentes. Si se les considera como seres que viven en una sociedad que debe mantenerse, tienen leyes que rigen las relaciones entre los gobernantes y los gobernados: es el derecho poltico. Igualmente tienen leyes que regulan las relaciones existentes entre todos los ciudadanos: es el derecho civil. El derecho de gentes se funda en el principio de que las distintas naciones deben hacerse, en tiempo de paz, el mayor bien, y en tiempo de guerra el menor mal posible, sin perjuicio de sus verdaderos intereses. El objeto de la guerra es la victoria; el de la victoria, la conquista; el de la conquista, la conservacin. De este principio y del que precede deben derivar todas las leyes que constituyan el derecho de gentes. Todas las naciones tienen un derecho de gentes; lo tienen incluso los iroqueses que, aunque se comen a sus prisioneros, envan y reciben embajadas y conocen derechos de la guerra y de la paz. El mal radica en que su derecho de gentes no est fundamentado en los verdaderos principios. Adems del derecho de gentes que concierne a todas las sociedades, hay un derecho poltico para cada una de ellas. Una sociedad no podra subsistir sin Gobierno. La reunin de todas las fuerzas particulares, dice acertadamente Gravina, forma lo que se llama estado poltico. La fuerza general puede ponerse en manos de uno solo o en manos de muchos. Algunos han pensado que el Gobierno de uno solo era el ms conforme a la naturaleza, ya que ella estableci la patria potestad. Pero este ejemplo no prueba nada, pues si la potestad paterna tiene relacin con el poder de uno solo, tambin ocurre que la potestad de los hermanos, una vez muerto el padre, y la de los primos_hermanos, muertos los hermanos, tiene relacin con el gobierno de muchos. El poder poltico comprende necesariamente la unin de varias familias. Mejor sera decir, por ello, que el Gobierno ms conforme a la naturaleza es aqul cuya disposicin particular se adapta mejor a la disposicin del pueblo al cual va destinado. Las fuerzas particulares no pueden reunirse sin que se renan todas las voluntades. La reunin de estas voluntadesdice tambin Gravinaes lo que se llama estado civil. La ley, en general, es la razn humana en cuanto gobierna a todos los pueblos de la tierra; las leyes polticas y civiles de cada nacin no deben ser ms que los casos particulares a los que se aplica la razn humana. Por ello, dichas leyes deben ser adecuadas al pueblo para el que fueron dictadas, de tal manera que slo por una gran casualidad las de una nacin pueden convenir a otra. Es preciso que las mencionadas leyes se adapten a la naturaleza y al princi pio del Gobierno establecido, o que se quiera establecer, bien para formarlo, como hacen las leyes polticas, o bien para mantenerlo, como hacen las leyes civiles. Deben adaptarse a los caracteres fsicos del pas, al clima helado, caluroso o templado, a la calidad del terreno, a su situacin, a su tamao, al gnero de vida de los pueblos segn sean labradores, cazadores o pastores. Deben adaptarse al grado de libertad que permita la constitucin, a la religin de los habitantes, a sus inclinaciones, a su riqueza, a su nmero, a su comercio, a sus costumbres y a sus maneras. Finalmente, las leyes tienen relaciones entre s; con sus orgenes, con el objeto del legislador y con el orden de las cosas sobre las que se legisla. Las consideraremos bajo todos estos puntos de vista. Lo que me propongo hacer en esta obra es examinar todas estas relaciones que, juntas, forman lo que se llama el espritu de las leyes (...). La causalidad fsica y su influencia sobre la sociedad (Del Espritu de las Leyes, 3 parte, libro XIV)

CAPTULO I: Idea general.Si es verdad que el carcter del alma y las pasiones del corazn son muy diferentes segn los distintos climas, las leyes debern ser relativas a la diferencia de dichas pasiones y de dichos caracteres.. CAPTULO II: Los hombres son diferentes segn los diversos climas.El aire fro contrae las extremidades de las fibras exteriores de nuestro cuerpo; ello aumenta su actividad y favorece el retorno de la sangre desde las extremidades al corazn. Disminuye adems la longitud de dichas fibras, por lo que su fuerza queda aumentada. El aire clido, por el contrario, relaja las extremidades de las fibras y las alarga, por lo que su fuerza y su actividad disminuyen. As, pues, el hombre tiene ms vigor en los climas fros: la accin del cora zn y la reaccin de las extremidades de las fibras se realizan con ms facilidad, los liquidas se equilibran mejor, la sangre fluye con ms facilidad hacia el corazn y, recprocamente, el corazn tiene ms potencia. Este incremento de fuerza debe producir muchos efectos, por ejemplo: ms confianza en s mismo, es decir, ms valenta; mayor consciencia de la propia superioridad, es decir, menor deseo de venganza; idea ms afianzada de seguridad, es decir, ms fran queza, menos sospechas, menos poltica y menos astucias. Finalmente, ello debe dar origen a caracteres muy diferentes. Pongamos a un hombre en un lugar caliente y cerrado: por las razones que acabo de exponer experimentar un desfallecimiento muy grande del corazn. Si en estas circunstancias le proponemos una accin atrevida, creo que le encontraremos poco dispuesto a emprenderla; su debilidad presente produce el desaliento en su alma y temer todo porque se da cuenta de que no puede nada. Los pueblos de los pases clidos son tmidos como los ancianos; los de los pases fros son valientes como los jvenes. Si fijamos nuestra atencin en las ltimas guerras que son las que tenemos ms a la vista y en las que podemos observar mejor ciertos efectos leves, imperceptibles de lejos, veremos fcilmente que los pueblos del Norte, trasladados a los pases del Sur, no han llevado a cabo tan bellas acciones como sus compatriotas, los cuales, combatiendo en su propio clima, disponan de todo su arrojo. La fuerza de las fibras de los pueblos del Norte hace que extraigan de los alimentos los jugos ms bastos, de lo que se derivan dos consecuencias: que por su gran superficie, las partes de quilo o de la linfa pueden aplicarse mejor sobre las fibras y nutrirlas mejor, y que, por su tosquedad, son menos apropiadas para dotar de sutilidad al jugo nervioso. Estos pueblos tendrn, pues, gran corpulencia pero poca vivacidad. Cada uno de los nervios que llegan de todas partes al tejido de nuestra piel est constituido por un haz. Normalmente slo acta una parte infinitamente pequea del nervio, y no todo l. En los pases clidos, donde el tejido de la piel est relajado, los extremos de los nervios estn desplegados y expuestos a la mnima accin de los ms dbiles objetos. En los pases fros el tejido de la piel est contrado y las papilas comprimidas; los hacecillos estn en cierto modo paralizados, de manera que la sensacin slo pasa al cerebro cuando es fuerte y cuando se ejerce en todo el nervio. Pero la imaginacin, el gusto, la sensibilidad, la vivacidad, dependen de un nmero infinito de pequeas sensaciones. He examinado el tejido exterior de una lengua de carnero por la parte en que aparece, a simple vista, cubierta de papilas. Con un microscopio he visto sobre dichas papilas unos pelillos o una especie de pelusilla; entre las papilas haba unas pirmides que formaban en su extremo como pequeos pinceles. Es muy posible que dichas pirmides sean el principal rgano del gusto. Hice congelar la mitad de la lengua y, a simple vista, he notado que las papilas haban disminuido notablemente; algunas filas de ellas se haban metido incluso en sus fundas. Examinando el tejido al microscopio ya no se velan las pirmides. Pero a medida que la lengua se fue deshelando, las papilas se fueron elevando a simple vista, vindose reaparecer los mechones al microscopio. Esta observacin confirma mi opinin de que en los pases fros los hacecillos nerviosos estn menos desplegados, semiocultos en sus fundas, donde quedan a cubierto de la accin de los objetos exteriores. Las sensaciones son, pues, menos vivas. En los pases fros se tendr poca sensibilidad para los placeres; pero dicha sensibilidad ser mayor en los pases templados y muy grande en los pases clidos. Del mismo modo que se distinguen los climas segn el grado de latitud, se podran distinguir tambin, por decirlo as, segn los grados de sensibilidad. He sido espectador de pera en Inglaterra y en Italia; los

mismos actores interpretaban las mismas obras, pero la misma msica produca efectos tan diferentes en ambas naciones, una tan sosegada y la otra tan apasionada, que parece increble. Lo mismo ocurrir con el dolor, que tiene su origen en el desgarramiento de alguna fibra de nuestro cuerpo. El autor de la naturaleza ha dispuesto que el dolor sea ms fuerte a medida que el trastorno sea mayor; ahora bien, es evidente que los cuerpos grandes, o las fibras toscas de los pueblos del Norte, Son menos susceptibles de trastornos que las fibras delicadas de los pueblos de pases clidos. As, pues, en dichos pases el alma es menos sensible al dolor: hay que desollar a un moscovita para que sienta algo Con la delicadeza de rganos propia de los habitantes de pases clidos, el alma se conmueve grandemente por todo lo que se relaciona con la unin de los dos sexos: todo conduce a este fin. En los climas nrdicos apenas se hace sensible lo fsico del amor; en los climas templados, el amor, acompaado por mil accesorios, se hace agradable por cosas que parecen ser amor, pero que an no lo son; en los climas ms clidos se ama al amor por s mismo: es la nica causa de felicidad, es la vida. En los pases del sur, una mquina delicada, dbil pero sensible se entrega a un amor que nace y se extingue sin cesar en un serrallo, o bien a un amor que, al disponer las mujeres de mayor independencia, est expuesto a mil perturbaciones. En los pases del Norte, una mquina sana y bien constituida, pero pesada, encuentra el placer en todo aquello que puede poner el espritu en movimiento: la caza, los viajes, la guerra y el vino. Encontraris en los climas nrdicos pueblos con pocos vicios, bastantes virtudes y mucha sinceridad y franqueza. Pero si nos acercamos a los pases del Sur nos parecer que nos alejamos de la moral: las pasiones ms vivas multiplicarn los delitos y cada uno tratar de tomar sobre los dems todas las ventajas que puedan favorecer dichas pasiones. En los pases templados veremos pueblos inconstantes en sus maneras y hasta en sus vicios y virtudes; el clima no tiene una cualidad lo bastante definida como para hacerlos ms constantes. El calor del clima puede ser tanto, que el cuerpo se encuentre sin vigor. En tal caso el abatimiento pasar tambin al espritu: no habr curiosidad, ni noble empresa alguna, ni sentimientos generosos; las inclinaciones sern todas pasivas, la pereza constituir la felicidad, los castigos sern menos difciles de soportar que la actitud del alma, y la esclavitud menos insoportable que la fuerza de espritu necesaria para guiarse por s mismo (...). Las distintas necesidades en los diferentes climas han dado origen a los diferentes modos de vida, y stos, a su vez, han dado origen a las diversas especies de leyes. En una nacin donde los hombres se relacionan mucho unos con otros harn falta leyes determinadas; pero harn falta otras distintas en un pueblo donde no haya apenas relacin entre los hombres (...). CAPTULO XI: De las leyes que se relacionan con las enfermedades propias del clima. Herodoto nos dice que las leyes de los judos sobre la lepra se haban tomado de la prctica de los egipcios. En efecto, las mismas enfermedades pedan los mismos remedios. Dichas leyes eran desconocidas para los griegos y los primeros romanos, as como la enfermedad de la lepra. El clima de Egipto y de Palestina las hizo necesarias, y la facilidad con que esta enfermedad se propaga nos debe hacer comprender la sabidura y la previsin de dichas leyes. Nosotros mismos hemos experimentado sus efectos: Las Cruzadas nos haban trado la lepra, pero los prudentes reglamentos que se hicieron impidieron su propagacin a la masa del pueblo (...). (Del Espritu de las Leyes, libro XVII) CAPTULO II: Diferencias de los pueblos en lo referente al valor.Hemos dicho que los grandes calores enervan la fuerza y el valor de los hombres, y que hay en los climas fros cierto vigor del cuerpo y del espritu que predispone a los hombres para acciones largas, penosas, grandes y atrevidas. Comprobamos esta diferencia no slo entre unas naciones y otras, sino tambin en distintas zonas dentro de un mismo pas. Los pueblos del norte de la China son ms valerosos que los del sur; los pueblos del sur de Corea no lo son tanto co mo los del norte. No hay, pues, que extraarse de que la cobarda de los pueblos del Sur sea casi siempre la causa de su esclavitud, mientras que el valor de los pueblos del Norte sea lo que les hace

mantenerse libres. Son efectos que derivan de una causa natural. Lo mismo ocurre en Amrica: los imperios despticos de Mjico y Per estaban localizados en los trpicos, mientras que casi todos los pequeos pueblos libres habitaban y habitan an hacia los Polos. CAPTULO VI: Otra causa fsica de la esclavitud de Asia y de la libertad de Europa.En Asia ha habido siempre grandes imperios; en Europa no han podido nunca subsistir. Ello se debe a que el Asia que conocemos tiene mayores llanuras, est dividida por los mares en fragmentos mucho ms grandes, y como est ms al Sur, las fuentes se agotan ms fcilmente, las montaas estn menos cubiertas de nieve y los ros son menos caudalosos, formando as barreras ms franqueables. El poder debe ser siempre desptico en Asia, pues si la servidumbre no fuese extremada, se producira una divisin que la naturaleza del pas no podra soportar. En Europa la divisin natural forma varios Estados de mediana extensin, en los cuales el gobierno de las leyes no es incompatible con la conservacin del Estado, sino que, por el contrario, es tan favorable que, sin ellas, dicho Estado caera en decadencia y quedara en inferioridad con respecto a todos los dems. Esto es lo que ha dado origen al espritu de libertad que dificulta la sumi sin de cada una de las partes a una potencia extranjera, a no ser por las leyes y la utilidad de su comercio. Por el contrario, en Asia reina un espritu de servidumbre que nunca la ha abandonado, de modo que en la historia de aquellos pases no se puede encontrar un solo rasgo que sea indicio de un alma libre: nunca podremos ver ms que el herosmo de la esclavitud. (Del Espritu de las Leyes, libro XVIII) CAPTULO I: Cmo influye sobre las leyes la naturaleza del suelo.La buena calidad de las tierras de un pas establece en l la dependencia de manera natural. Los campesinos, que constituyen la parte principal del pueblo, no son muy celosos de su libertad, ya que estn demasiado ocupados con sus asuntos Particulares. En el campo, donde se producen bienes en abundancia, se teme el pillaje y los ejrcitos. Quines forman el buen partido?preguntaba Cicern a tico. Sern acaso los comerciantes y campesinos, a menos que pensemos que se oponen a la Monarqua, ellos, indiferentes a todo Gobierno desde el momento en que se sienten tranquilos? As, pues, encontraremos con frecuencia el Gobierno de uno solo en los pases frtiles y el Gobierno de varios en los que no lo son, lo cual es a veces una compensacin. La aridez del suelo del tica estableci all el Gobierno popular; la fertilidad del de Lacedemonia, el Gobierno aristocrtico, pues en aquel tiempo nadie quera en Grecia el Gobierno de uno solo; ahora bien, el Gobierno aristocrtico es el ms parecido al Gobierno de uno solo (...). CAPTULO II: Continuacin del mismo tema.Los pases frtiles son llanuras donde no se puede disputar nada al ms fuerte: todos se someten a l y, una vez sometidos, es imposible recobrar el espritu de libertad; los bienes del campo son una prenda de la fidelidad. En los pases montaosos se puede conservar lo que se tiene, pero es muy poco lo que hay que conservar. La libertad, es decir, el Gobierno de que se disfruta, es el nico bien que merece defenderse. As, pues, hay ms libertad en los pases montaosos y abruptos que en aquellos que parecen ms favorecidos por la Naturaleza. Los habitantes de las montaas conservan un Gobierno ms moderado porque no estn expuestos a la conquista. Se defienden fcilmente y se les ataca con dificultad: reunir y llevar hasta all las municiones de guerra y boca necesarias, supone grandes gastos, pues el pas no las suministra. As, pues, es ms difcil hacerles la guerra y ms arriesgado emprenderla. Apenas tienen all objeto las leyes que se hacen con vistas a la seguridad del pueblo. CAPTULO III: Cules son los pases ms cultivados.Los pases no estn cultivados segn el grado de su fertilidad, sino segn su libertad. Si dividimos la tierra mentalmente nos asombraremos al ver, casi siempre, desiertos en las zonas ms frtiles, y grandes pueblos all donde parece que el terreno lo niega todo. Es natural que un pueblo abandone un pas malo para buscar otro mejor, y no que abandone uno bueno para buscar otro peor. La mayor parte de las invasiones van a recaer, pues, en los

pases creados por la Naturaleza para ser felices. Y como nada est ms cerca de la invasin que la devastacin, los mejores pases suelen estar despoblados"mientras que el espantoso pas del Norte est siempre habitado, por la nica razn de que es casi inhabitable (...). CAPTULO IV: Nuevos efectos de la fertilidad y la aridez del pas.La aridez del suelo hace a los hombres industriosos, sobrios, curtidos en el trabajo, valientes y aptos para la guerra, pues es preciso que busquen lo que la tierra les niega. La fertilidad de un pas da, junto con la comodidad, cierta blandura y cierto amor por la conservacin de la vida. Se ha observado que las tropas alemanas reclutadas en lugares donde los campesinos son ricos, como en Sajonia, no son tan buenas como las otras. Las leyes militares podrn remediar este inconveniente por medio de una severa disciplina. CAPTULO V: De los pueblos insulares.Los pueblos insulares tienden ms a la libertad que los pueblos del continente. Las islas tienen generalmente una extensin pequea; no es fcil que una parte del pueblo pueda oprimir a la otra; el mar los separa de los grandes imperios y la tirana no puede auxiliarse Los conquistadores se ven detenidos por el mar; de ese modo los insulares no son envueltos en la conquista y conservan ms fcilmente sus leyes. CAPTULO VI: De los pases formados por la industria de los hombres.Los pases que son habitables gracias a la industria de los hombres y que necesitan de dicha industria para existir, prefieren el Gobierno moderado. Hay principalmente tres de este tipo: las dos hermosas provincias de Kiang_Nam y Tche-Kiang en China, Egipto y Holanda (...). CAPTULO VII: De las obras de los hombres.Los hombres han hecho la tierra ms apta para vivir en ella gracias a sus cuidados y a sus buenas leyes. Vemos correr ros all donde antes haba lagos y pantanos, y esto es un bien que no ha hecho la Naturaleza, pero que ella conserva (...). Del mismo modo que las naciones destructoras causan males que duran ms que ellas, hay naciones industriosas que producen beneficios que no se terminan con ellas. CAPTULO VIII: Relacin general de las leyes.Las leyes guardan estrecha relacin con el modo en que el pueblo se procura el sustento. Un pueblo que se dedica al comercio y al mar necesita un cdigo de leyes ms extenso que uno que se limita a cultivar sus tierras. Este necesita uno mayor que el pueblo que vive del pastoreo. Y este ltimo necesita uno mayor que un pueblo que viva de la caza. CAPTULO IX: Del suelo de Amrica.La causa de que haya tantas naciones salvajes en Amrica, es que la tierra produce por s misma muchos frutos con que poder alimentarse. Si las mujeres cultivan una parcela de tierra alrededor de su cabaa, plantan maz en primer lugar La caza y la pesca acaban de poner a todos en la abundancia. Adems, los animales que pastan, como los bueyes, bfalos, etc., se cran mejor que los animales carnvoros, los cuales han tenido su imperio en frica. Creo que en Europa no tendramos todas estas ventajas si se dejasen las tierras sin cultivar: slo se daran bosques de roble y otros rboles improductivos. CAPTULO X: Del nmero de habitantes con relacin al modo de procurarse el sustento. Cuando las naciones no cultivan las tierras, la proporcin en que se encuentra su nmero de habitantes es la siguiente: el nmero de los salvajes en un pas donde no se cultivan las tierras es al nmero de labradores en uno donde se cultivan, como el producto de un terreno inculto es al producto de un terreno cultivado. Cuando el pueblo que cultiva la tierra cultiva tambin las artes, la proporcin que guardan pedira muchos detalles. Tales pueblos no pueden formar una gran nacin. Si son pastores necesitan un pas extenso para poder subsistir en gran nmero; si son cazadores, son menos numerosos y forman, para vivir, una nacin ms pequea. Su pas est por lo comn cubierto de bosques, y como los hombres no han dado salida a las aguas, est lleno do pantanos, donde cada horda se acantona formando una pequea nacin. (Del Espritu de las Leyes, libro XXIII) CAPTULO I: De los hombres y los animales con relacin a la multiplicacin de su especie.Las hembras de los animales tienen ms o menos una fecundidad constante. Pero en la especie

humana, la manera de pensar, el carcter, las pasiones, las fantasas, los caprichos, la idea de conservar la belleza, la molestia del embarazo y la de una familia demasiado numerosa, alteran la propagacin de mil maneras. CAPTULO XI: De la dureza del Gobierno.Las personas que no tienen nada en absoluto, como los mendigos, tienen muchos hijos. La razn es que se encuentran en el caso de los pueblos jvenes: no le cuesta nada al padre legar su of icio a sus hijos que son ya, al nacer, instrumentos de dicho of icio. Estas gentes se multiplican en un pas rico o supersticioso, porque no sufren las cargas de la sociedad, sino que son ellos los que constituyen una carga para la sociedad. Pero los que son pobres por vivir en un Gobierno duro, los que miran sus tierras ms como pretexto para vejaciones que como fundamento de su subsistencia, tienen pocos hijos Carecen de alimento, cmo podran pensar en compartirlo?; no pueden cuidarse en sus enfermedades cmo podran criar nios aquejados continuamente de esa enfermedad que es la infancia? La ligereza para hablar y la incapacidad para examinar, es lo que ha hecho decir que cuanto ms pobres son los sbditos, ms numerosas son las familias; que cuanto ms cargados estn de impuestos, mejor pueden pagarlos: dos sofismas que han perdido siempre a las Monarquas y que las perdern para siempre. La dureza del Gobierno puede llegar a destruir los sentimientos naturales por medio de los mismos sentimientos naturales. Acaso no abortaban las mujeres americanas para que sus hijas no tuviesen amos tan crueles? CAPTULO XVI: De las miras del legislador sobre la propagacin de la especie.Los reglamentos sobre el nmero de los ciudadanos dependen mucho de las circunstancias. Hay pases donde la Naturaleza lo ha hecho todo y, por consiguiente, el legislador no tiene nada que hacer. Para qu incitar a la propagacin por las leyes, si la fecundidad del clima da bastante poblacin? A veces el clima es ms favorable que el terreno; el pueblo se multiplica, pero el hambre lo destruye: es el caso de China, donde los padres venden a sus hijas y exponen a sus hijos. Las mismas causas, producen en Tonkn los mismos efectos, y para explicar esto no hay que recurrir a la creencia en la metempsicosis, como hacen los viajeros rabes, de los que Renaudot nos ha dado la relacin. Por los mismos motivos, la religin de Formosa no permite a las mujeres traer hijos al mundo hasta los treinta y cinco aos: antes de esa edad, una sacerdotisa las hace abortar. CAPTULO XIV: De las producciones de la tierra que requieren ms o menos hombres.Los pases de pastos estn poco poblados, porque son pocas las personas que encuentran ocupacin en ellos; las tierras de pan llevar ocupan ms hombres, y los viedos muchsimos ms. En Inglaterra ha habido con frecuencia quejas de que el aumento de los pastos haca disminuir el nmero de habitantes, y se observa en Francia que la gran cantidad de viedos es una de las causas importantes de su gran poblacin. Los pases en que las minas de carbn proporcionan materias combustibles, tienen la ventaja sobre los dems de que no necesitan bosques, pudindose cultivar todas las tierras. En los lugares donde se da el arroz, son necesarios muchos trabajos para regular las aguas, y as se da trabajo a mucha gente. Adems, para atender a la subsistencia de una familia se necesitan menos tierras que en los pases donde se cultivan otros granos, y, finalmente, la tierra que se emplea en otros lugares para el alimento de los animales, sirve en stos inmediatamente para la subsistencia de los hombres, pues el trabajo que realizan los animales en otros pases, lo hacen all los hombres, y el cultivo de la tierra se convierte as en una inmensa manufactura. CAPTULO XV: Del nmero de habitantes con relacin a las industrias.Cuando existe una ley agraria, y las tierras estn repartidas con igualdad, el pas puede estar muy poblado, aunque disponga de pocas industrias, ya que cada ciudadano encuentra con qu alimentarse en el trabajo de su tierra, y todos los ciudadanos juntos consumen todos los frutos del pas. Esto es lo que ocurra en algunas antiguas repblicas. Pero en nuestros Estados actuales, los terrenos estn distribuidos con desigualdad, producen ms frutos de los que pueden consumir quienes los cultivan; si se descuidan las industrias, dndose solo importancia a la agricultura, el pas no puede estar poblado. Los que cultivan o

hacen cultivar, tienen frutos de sobra y nada les obliga a trabajar al ao siguiente: los frutos no seran consumidos por las gentes ociosas,. pues stas no tendran con qu comprarlos. Es preciso, pues, que se establezcan las industrias para que los frutos sean consumidos por los labradores y los artesanos. En una palabra, estos Estados necesitan que muchas personas cultiven ms de lo que precisan, y para ello hay que inspirarles deseos de tener cosas superfluas que slo pueden proporcionar los artesanos. Las mquinas, cuyo objeto es abreviar la industria, no son siempre tiles. Si una obra tiene un precio medio, que conviene igualmente al que la compra como al obrero que la ha hecho, las mquinas que simplificaran su manufactura, es decir, que disminuiran el nmero de operarios, seran perniciosas; si los molinos de agua no se hubieran establecido en todas partes, yo no los creera tan tiles como dicen, porque han dejado ociosos una infinidad de brazos, han privado a mucha gente del uso de las aguas y han hecho perder la fertilidad a muchas tierras. CAPTULO XXVIII: Cmo se puede remediar la despoblacin.Cuando un Estado se encuentra despoblado por accidentes particulares como guerras, pestes o hambre, hay recursos para repoblarlo. Los hombres que quedan pueden conservar el amor al trabajo y a la industria, pueden tratar de reparar las desgracias, y la misma calamidad los har ms industriosos. Pero el mal e casi incurable cuando la despoblacin tiene su origen profundo y remoto el un vicio interior o en un mal Gobierno. Los hombres han perecido, en ese caso por una enfermedad insensible y habitual: nacidos en la inaccin y en la miseria, en la violencia y en los prejuicios del Gobierno, se han visto destruir, sin comprender siquiera las causas de su destruccin. Los pases devastados por el despotismo o por las excesivas ventajas del clero sobre los laicos constituyen dos grandes ejemplos. Para restablecer un Estado despoblado de este modo, se esperara en vano el socorro de los nios que podran nacer. Ya no es el momento; los hombres, en su desierto, estn sin nimo y sin industria. Con tierras para alimentar a un pueblo, apenas tienen con qu alimentar a una familia. El bajo pueblo, en estos pases, ni siquiera tiene parte en su miseria, es decir, en las tierras incultas que abundan por todas partes. El clero, el prncipe, las ciudades, los grandes y algunos ciudadanos principales, han ido aduendose de todo el territorio y ste queda inculto; las familias destruidas les han dejado los pastos y al trabajador no le queda nada. En esta situacin habra que hacer en toda la extensin del imperio lo que los romanos hacan en una parte del suyo: practicar en los perodos de escasez lo que ellos observaban en la abundancia; distribuir tierras a todas las flameas que no tienen nada, procurarles medios para roturarlas y cultivarlas. Esta distribucin debera hacerse en el momento en que existiera un hombre para recibirla, de manera que no hubiera un momento perdido para el trabajo. El comercio (Del Espritu de las Leyes, libro XX) CAPTULO II. Del espritu del comercio.El efecto natural del comercio es la paz. Dos naciones que negocian entre si se hacen recprocamente dependientes: si a una le interesa comprar, a la otra le interesa vender; y ya sabemos que todas las uniones se fundamentan en necesidades mutuas Pero si el espritu de comercio une a las naciones, no une en la misma medida a los particulares. En los pases dominados solamente por el espritu del comercio se trafica con todas las acciones humanas y con todas las virtudes morales las cosas ms pequeas, incluso las que pide la humanidad, se hacen o se dan por dinero. El espritu de comercio produce en los hombres cierto sentido de la justicia estricta, opuesto, por un lado, al pillaje y, por otro, a aquellas virtudes mora les que hacen a los hombres poco rgidos cuando se trata de sus propios intereses, y descuidados cuando se trata de los intereses ajenos La privacin total del comercio produce, por el contrario, el pillaje incluido por Aristteles entre los modos de adquirir. Su espritu no es opuesto ciertas virtudes morales, como, por ejemplo, la hospitalidad, rara en los pases comerciantes, pero muy extendida entre los pases que se dedican al pillaje. (...) El espritu general (Del Espritu de las Leyes, libro XIX)

CAPTULO IV. Qu es el espritu general.Varias cosas gobiernan a los hombres. El clima, la religin, las leyes, las mximas del Gobierno, los tiemblos de las cosas pasadas, las costumbres y los hbitos, de todo lo cual resulta un espritu general. A medida que una de esas causas acta en cada nacin, con ms fuerza, las otras ceden en proporcin. La naturaleza y el clima dominan casi exclusivamente en los pases salvajes; los hbitos gobiernan a los chinos; las leyes tiranizan el Japn; las costumbres daban el tono antiguamente en Lacedemonia, las mximas del Gobierno y las costumbres antiguas lo daban en Roma. CAPTULO V Hay que tener mucho cuidado de no cambiar el espritu general de una nacin. Si hubiera una nacin en el mundo que tuviera humor sociable, corazn abierto, alegra de vivir, gusto, facilidad de comunicar su pensamiento, que fuese vivaz, agradable, a veces imprudente, a menudo indiscreta, y que tuviese adems valenta, generosidad, franqueza y cierto pundonor, no se deberan poner estorbos a sus hbitos, mediante leyes, para no estorbar a sus virtudes. Si el carcter es bueno en general, no importa que tenga algu nos defectos. En estas naciones se podra contener a las mujeres, hacer leyes para corregir sus costumbres y limitar su lujo, pero quin sabe si con ello se perdera cierto gusto que constituye una fuente de riqueza para la nacin y cierta cortesa que atrae a los extranjeros? Corresponde al legislador acomodarse al espritu de la nacin, siempre que no sea contrario a los principios del Gobierno, pues nada hacemos mejor que aquello que hacemos libremente y dejndonos llevar por nuestro carcter natural. Que no se d un espritu de pedantera a una nacin naturalmente alegre, el Estado no ganara nada con ello, ni interna, ni externamente. Dejadla que haga seriamente las cosas frvolas y alegremente las cosas serias. CAPTULO VI: No hay que corregir todo.Que nos dejen como somos deca un hidalgo de cierta nacin muy parecida al pas del que acabamos de dar una idea. La naturaleza lo enmienda todo. Nos ha dado una vivacidad capaz de ofender y propia para faltar a todo miramiento; pero esta vivacidad va corregido por la cortesa que nos proporciona, al inspirarnos gusto por el mundo, y, sobre todo, por el trato con las mujeres. Que nos dejen como somos. Nuestras cualidades indiscretas, unidas a nuestra poca malicia, no hacen convenientes entre nosotros las leyes que ponen trabas al humor sociable. CAPTULO VIII: Efectos del temperamento sociable.Cuanto ms se comunican los pueblos, ms cambian de hbitos, porque cada uno constituye un espectculo para el otro y se ven mejor las singularidades de los individuos. El clima que hace que a una nacin le guste comunicarse con otra, hace tambin que le guste cambiar; y lo que hace que a una nacin le guste cambiar hace tambin que se forme el gusto (...). CAPTULO IX: De la vanidad y el orgullo de las naciones.La vanidad es un estmulo para el Gobierno, tan bueno como peligroso el orgullo. Para darse cuenta de ello no hay ms que recordar, por una parte, los beneficios incontables que resultan de la vanidad, como son el lujo, la industria, las artes, la moda, la cortesa y el gusto, y, por otra parte, los males infinitos que derivan del orgullo de ciertas naciones, como la pereza, la pobreza, el abandono de todo, la destruccin de las naciones que el azar ha hecho caer en sus manos, y la ya propia. La pereza es consecuencia del orgullo; el trabajo se deriva de la vanidad el orgullo de un espaol le inducir a no trabajar, mientras que la vanidad de un francs le estimular a trabajar mejor que los dems. Toda nacin perezosa es solemne, pues los que no trabajan se consideran soberanos de los que trabajan. Si examinamos todas las naciones, veremos que, en la mayora, van a la par a solemnidad, el orgullo y la pereza (...). CAPTULO XI: Reflexin.No he dicho esto para disminuir en nada la distancia infinita que hay entre los vicios y las virtudes, no lo quiera Dios! Slo he querido hacer comprender que, no todos los vicios polticos son vicios morales, y que no todos los vicios morales son vicios polticos, cosa que no deben ignorar los que hacen leyes opuestas al espritu general.

MONTESQUIEU: Del Espritu de las Leyes. Trad. de M. Blzquez y P. de Vega. Madrid: Tecnos.

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