Prólogo A La Primera Edición Crítica de La Razón Pura
Prólogo A La Primera Edición Crítica de La Razón Pura
Prólogo A La Primera Edición Crítica de La Razón Pura
de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razn, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades. La perplejidad en la que cae la razn no es debida a culpa suya alguna. Comienza con principios cuyo uso es inevitable en el curso de la experiencia, uso que se halla, a la vez, suficientemente justificado por esta misma experiencia. Con tales principios la razn se eleva cada vez ms (como exige su propia naturaleza), llegando a condiciones progresivamente ms remotas. Pero, advirtiendo que de esta forma su tarea ha de quedar inacabada, ya que las cuestiones nunca se agotan, se ve obligada a recurrir a principios que sobrepasan todo posible uso emprico y que parecen, no obstante, tan libres de sospecha, que la misma razn ordinaria se halla de acuerdo con ellos. Es as como incurre en oscuridades y contradicciones. Y, aunque puede deducir que stas se deben necesariamente a errores ocultos en algn lugar, no es capaz de detectarlos, ya que los principios que utiliza no reconocen contrastacin emprica alguna por sobrepasar los lmites de toda experiencia. El campo de batalla de estas inacabables disputas se llama metafsica. Hubo un tiempo en que la metafsica reciba el nombre de reina de todas las ciencias y, si se toma el deseo por la realidad, bien mereca este honroso ttulo, dada la importancia prioritaria de su objeto. La moda actual, por el contrario, consiste en manifestar ante ella todo su desprecio. La matrona, rechazada y abandonada, se lamenta como Hcuba: modo maxima rerum, tot generis natisque potens - nunc trahor exul, inops (1). Su dominio, bajo la administracin de los dogmticos, empez siendo desptico. Pero, dado que la legislacin llevaba todava la huella de la antigua barbarie, tal dominio fue progresivamente degenerando, a consecuencia de guerras intestinas, en una completa anarqua; los escpticos, especie de nmadas que aborrecen todo asentamiento duradero, destruan de vez en cuando la unin social. Afortunadamente, su nmero era reducido. Por ello no pudieron impedir que los dogmticos intentaran reconstruir una vez ms dicha unin, aunque sin concordar entre s mismos sobre ningn proyecto. Ms recientemente pareci, por un momento, que una cierta fisiologa del entendimiento humano (la del conocido Locke) iba a terminar con todas esas disputas y que se iba a resolver definitivamente la legitimidad de aquellas pretensiones. Ahora bien, aunque el origen de la supuesta reina se encontr en la plebeya experiencia comn y se debi, por ello mismo, sospechar con fundamento de su arrogancia, el hecho de habrsele atribuido falsamente tal genealoga hizo que ella siguiera sosteniendo sus pretensiones. Por eso ha recado todo, una vez ms, en el anticuado y carcomido dogmatismo y, a consecuencia de ello, en el desprestigio del que se pretenda haber rescatado la ciencia. Ahora, tras haber ensayado en vano todos los mtodos --segn se piensa--, reina el hasto y la indiferencia total, que engendran el caos y la noche en las ciencias, pero que constituyen, a la vez, el origen, o al menos el preludio, de una prxima transformacin y clarificacin de las mismas, despus de que un celo mal aplicado las ha convertido en oscuras, confusas e inservibles.
Es intil la pretensin de fingir indiferencia frente a investigaciones cuyo objeto no puede ser indiferente a la naturaleza humana. Incluso esos supuestos indiferentistas, por mucho que se esfuercen en disfrazarse transformando el lenguaje de la escuela en habla popular, recaen inevitablemente, as que se ponen a pensar algo, en las afirmaciones metafsicas frente a las cuales ostentaban tanto desprecio. De todas formas, esa indiferencia, que se da en medio del florecimiento de todas las ciencias y que afecta precisamente a aqullas cuyos conocimientos -de ser alcanzables por el hombre-- seran los ltimos a los que ste renunciara, representa un fenmeno digno de atencin y reflexin. Es obvio que tal indiferencia no es efecto de la ligereza, sino del Juicio (2) maduro de una poca que no se contenta ya con un saber aparente; es, por una parte, un llamamiento a la razn para que de nuevo emprenda la ms difcil de todas sus tareas, a saber, la del autoconocimiento y, por otra, para que instituya un tribunal que garantice sus pretensiones legtimas y que sea capaz de terminar con todas las arrogancias infundadas, no con afirmaciones de autoridad, sino con las leyes eternas e invariables que la razn posee. Semejante tribunal no es otro que la misma crtica de la razn pura. No entiendo por tal crtica la de libros y sistemas, sino la de la facultad de la razn en general, en relacin con los conocimientos a los que puede aspirar prescindiendo de toda experiencia. Se trata, pues, de decidir la posibilidad o imposibilidad de una metafsica en general y de sealar tanto las fuentes como la extensin y lmites de la misma, todo ello a partir de principios. Este camino --el nico que quedaba es el que yo he seguido y me halaga el que, gracias a haberlo hecho, haya encontrado el modo de acabar con todos los errores que hasta ahora haban dividido la razn consigo misma en su uso no emprico. No he eludido sus preguntas disculpndome con la insuficiencia de la razn humana, sino que las he especificado exhaustivamente de acuerdo con principios. Una vez descubierto el punto de desavenencia de la razn consigo misma, he resuelto tales preguntas a entera satisfaccin suya. Claro que las contestaciones a esas preguntas no han correspondido a las expectativas del exaltado y dogmtico afn de saber. Tal afn slo podra quedar satisfecho mediante poderes mgicos, de los que yo nada entiendo. Pero tampoco era se el propsito de la constitucin natural de la razn. El deber de la filosofa consiste en eliminar la ilusin producida por un malentendido, aunque ello supusiera la prdida de preciados y queridos errores, sean cuantos sean. En este trabajo he puesto la mayor atencin en la exhaustividad y me atrevo a decir que no hay un solo problema metafsico que no haya quedado resuelto o del que no se haya ofrecido al menos la clave para resolverlo. Y es que la razn pura constituye una unidad tan perfecta, que, si su principio resultara insuficiente frente a una sola de las cuestiones que ella se plantea a s misma, habra que rechazar tal principio, puesto que entonces tampoco sera capaz de solucionar con plena seguridad ninguna de las restantes cuestiones. Al decir esto creo ver en el rostro del lector una indignacin mezclada con desprecio ante pretensiones aparentemente tan ufanas y arrogantes. Sin embargo, tales pretensiones son incomparablemente ms moderadas que las de cualquier autor del programa ms ordinario en el que pretenda demostrar, pongamos por caso, la simplicidad del alma o la necesidad de un primer comienzo del mundo. En efecto, este autor se compromete a extender el conocimiento humano ms all de todos los lmites de la experiencia posible, cosa que desborda por completo mi capacidad, lo confieso humildemente. En lugar de ello, me ocupo de la razn misma y de su pensar puro. Para lograr su conocimiento detallado no necesito buscar lejos de m, ya que encuentro en mi mismo ambas cosas. La misma lgica ordinaria me ofrece una
muestra de que todos los actos simples de la razn pueden ser entera y sistemticamente enumerados. La cuestin que se plantea aqu es la de cunto puedo esperar conseguir con la razn si se me priva de todo material y de todo apoyo de la experiencia. Hasta aqu lo que se refiere a la completud y exhaustividad de todos y cada uno de los objetivos que, como objeto de nuestra investigacin critica, nos plantea, no un propsito arbitrario, sino la misma naturaleza del conocimiento. Hay que considerar an la certeza y la claridad, dos requisitos que afectan a la forma de dicha investigacin, como exigencias fundamentales que se pueden imponer razonablemente a quien se atreva a acometer una empresa tan escabrosa. Por lo que se refiere a la certeza, me he impuesto el criterio de que no es en absoluto permisible el opinar en este tipo de consideraciones y de que todo cuanto se parezca a una hiptesis es mercanca prohibida, una mercanca que no debe estar a la venta ni aun al ms bajo precio, sino que debe ser confiscada tan pronto como sea descubierta. Todo conocimiento que quiera sostenerse a priori proclama por s mismo su voluntad de ser tenido por absolutamente necesario; ello es ms aplicable todava a la determinacin de todos los conocimientos puros a priori, la cual ha de servir de medida y, por tanto, incluso de ejemplo de toda certeza apodctica (filosfica). Si he realizado en esta obra la tarea a la que me he comprometido, es algo que dejo enteramente al juicio del lector. Al autor le corresponde nicamente aducir razones, no el enjuiciar el efecto de las mismas sobre sus jueces. De todas formas, permtasele al autor, a fin de que nada motive involuntariamente un debilitamiento de tales razones, sealar por s mismo los pasajes que puedan dar lugar a cierta desconfianza, aunque afecten slo a un objetivo secundario. As se evitar a tiempo el influjo que una duda acerca de este punto, por muy pequea que sea, pueda ejercer sobre el juicio del lector en relacin con el objetivo principal. Para examinar a fondo la facultad que llamamos entendimiento y para determinar, a la vez, las reglas y lmites de su uso, no conozco investigaciones ms importantes que las presentadas por m en el segundo captulo de la analtica trascendental bajo el ttulo de Deduccin de los conceptos puros del entendimiento. Esas investigaciones son las que ms trabajo me han costado, aunque, segn espero, no ha sido en vano. Esta indagacin, que est planteada con alguna profundidad, posee dos vertientes distintas. La primera se refiere a los objetos del entendimiento puro y debe exponer y hacer inteligible la validez objetiva de sus conceptos a priori. Precisamente por ello es esencial para lo que me propongo. La segunda trata de considerar el entendimiento puro mismo, segn sus posibilidades y segn las facultades cognoscitivas sobre las que descansa, y, por consiguiente, de estudiar su aspecto subjetivo. Esta discusin, a pesar de su gran importancia en relacin con mi objetivo principal, no forma parte esencial del mismo, ya que la pregunta fundamental contina siendo sta: qu y cunto pueden conocer el entendimiento y la razn con independencia de toda experiencia? Y no esta: cmo es posible la facultad de pensar misma? Dado que esto ltimo es, en cierto modo, buscar la causa de un efecto dado posee, en este sentido, cierto parecido con una hiptesis (aunque, como mostrar en otra ocasin, no ocurre as de hecho), parece como si me permitiera aqu la libertad de opinar y como si el lector quedara tambin libre para opinar de otro modo. Teniendo esto en cuenta, debo adelantarme recordndole que la deduccin objetiva, que es la que me interesa especialmente, adquiere toda su fuerza aun en el caso de
que mi deduccin subjetiva no le convenza tan plenamente como yo espero. De cualquier forma, lo dicho en las pginas 92 y 93 puede ser suficiente. Finalmente, en lo que atae a la claridad, el lector tiene derecho a exigir, en primer lugar, la claridad discursiva (lgica) mediante conceptos, pero tambin, en segundo lugar, una claridad intuitiva (esttica) mediante intuiciones, es decir, mediante ejemplos u otras ilustraciones concretas. La primera la he cuidado suficientemente. Ello afectaba a la esencia de mi propsito, pero ha sido tambin la causa fortuita de que no haya podido cumplir con la segunda exigencia, la cual, sin ser tan estricta, era tambin razonable. A lo largo de mi trabajo he estado casi constantemente dudando acerca del partido a tomar en relacin con este punto. Los ejemplos y las ilustraciones siempre me han parecido necesarios y por ello fluan realmente en sus lugares adecuados dentro del primer esbozo. Pero pronto advert la magnitud de mi tarea y la multitud de objetos de los que tendra que ocuparme. Al darme cuenta de que, en una exposicin seca, meramente escolstica ellos solos alargaran ya bastante la obra, me pareci inoportuno engrosarla an ms con ejemplos e ilustraciones que slo se precisan si se adopta un punto de vista popular, mxime cuando este trabajo no podra en absoluto conformarse a un uso popular y cuando a los verdaderos conocedores de la ciencia no les hace tanta falta semejante alivio; aunque siempre es agradable, podra llegar aqu a tener efectos contraproducentes. El abate Terrasson dice que si se mide un libro, no por el nmero de pginas, sino por el tiempo necesario para entenderlo, podra afirmarse que algunos libros seran mucho ms cortos si no fueran tan cortos. Pero, por otro lado, cuando nuestra intencin apunta a la comprensibilidad de un todo de conocimiento especulativo que, aun siendo vasto, se halla interrelacionado con un principio, podemos decir con la misma razn: algunos libros seran mucho ms claros si no hubiesen pretendido ser tan claros. Pues, aunque los medios que contribuyen a la claridad ayudan en algunos puntos concretos, suelen entorpecer en el conjunto, ya que no permiten al lector obtener con suficiente rapidez una visin panormica, y con sus colores claros tapan y hacen irreconocible la articulacin o estructura del sistema, que es, sin embargo, lo ms importante a la hora de juzgar sobre la unidad y la solidez del mismo. Creo que puede reportar al lector un no pequeo atractivo el unir su esfuerzo al del autor si, de acuerdo con el esbozo presentado, espera llevar a cabo de forma completa y duradera una obra grande e importante. Segn los conceptos que ofrecemos en este libro, la metafsica es la nica, entre todas las ciencias, que puede prometerse semejante perfeccin, y ello en poco tiempo y con poco, aunque concentrado, esfuerzo. De tal manera, que no queda a la posteridad sino la tarea de organizarlo todo de forma didctica segn sus designios, sin poder aumentar el contenido de la ciencia en lo ms mnimo. En efecto, la metafsica no es ms que el inventario de todos los conocimientos que poseemos, sistemticamente ordenados por la razn pura. En este terreno, nada puede escapar a nuestra atencin, ya que no puede ocultarse a la razn algo que sta extrae enteramente de s misma. Es ella la que lo trae a la luz tan pronto como se descubre el principio comn de ese algo. La perfecta unidad de este tipo de conocimientos, a base de simples conceptos puros, donde ninguna experiencia, ni tan siquiera una intuicin especial conducente a una determinada experiencia, puede tener sobre ellos influjo ninguno para ampliarlos o aumentarlos, hace que esta incondicionada completud no slo sea factible, sino necesaria. Tecum habita et moris, quam sit tibi curta supellex, dice Persio.
Semejante sistema de la razn pura (especulativa) espero escribirlo yo mismo bajo el ttulo de: Metafsica de la naturaleza. Aunque no tendr la mitad de la extensin de la presente crtica, su contenido ser incomparablemente ms rico. La crtica que ahora publico deba, ante todo exponer las fuentes y condiciones de su posibilidad, y necesitaba desbrozar y allanar un suelo completamente inculto. Frente al presente libro espero del lector la paciencia y la imparcialidad de un juez. Frente al otro espero, en cambio, la benevolencia y el apoyo de un colaborador. Pues, por muy completamente que se expongan en la crtica todos los principios del sistema, la exhaustividad del mismo exige que no falte ninguno de los conceptos derivados. Estos ltimos no pueden ser enumerados a priori, sino, que han de ser buscados de forma gradual. Y, dado que en la crtica se agota toda la sntesis de los conceptos, en el sistema se exigir, adems, que ocurra lo mismo con el anlisis, todo lo cual constituye una tarea fcil y es ms bien un pasatiempo que un trabajo. Me resta simplemente hacer algunas observaciones con respecto a la impresin. Por haberse retrasado algo su comienzo, slo he recibido para su revisin alrededor de la mitad de los pliegos. En ellos encuentro algunas erratas, pero no confunden el sentido, a no ser la de la pgina 379, lnea 4 empezando por abajo 2 donde debe leerse especfico en lugar de escptico. La antinomia de la razn pura, pginas 425-461, est dispuesta en forma de tabla: todo lo que corresponde a la tesis va siempre a la izquierda y lo que pertenece a la anttesis, a la derecha. Lo he ordenado as con el fin de que fuera ms fcil confrontar entre s la proposicin y su contraproposicin. Immanuel Kant Prusia, 22 de abril de 1724 - 12 de febrero de 1804
Notas 1. Hasta hace poco la mayor de todas, poderosa entre tantos yernos e hijos, y ahora soy desterrada como una miserable (Ovidio, Metamorfosis XIII, 508-510). 2. De cuando en cuando, se oyen quejas sobre la frivolidad de pensamiento en nuestra poca y sobre la decadencia de la ciencia rigurosa. Sin embargo, yo no veo, que las ciencias bien fundamentadas, como la matemtica, la fsica, etc, merezcan en absoluto tal reproche. Al contrario, mantienen el viejo prestigio del rigor y, en el caso, de la fsica, incluso, lo sobrepasan. El mismo espritu se mostrara eficaz en otras especies de conocimiento si se pusiese una atencin primordial en la rectificacin de sus principios. A falta de tal rectificacin, la indiferencia, la duda y, finalmente, la critica severa, son ms bien muestra de un pensamiento riguroso. Nuestra poca es, de modo especial, la de la crtica. Todo, ha de someterse a ella. Pero la religin y la legislacin pretenden de ordinario escapar a la misma. La primera a causa de su santidad y ]a segunda a causa de su majestad. Sin embargo, al hacerlo, despiertan contra s mismas sospechas justificadas y no pueden exigir un respeto sincero, respeto que la razn slo, concede a lo que es capaz de resistir un examen pblico y libre. 3. Ocpate de tus cosas y vers cun reducidos son tus recursos.