Elementos Esenciales de La Doctrina de La Iglesia Sobre La Vida Religiosa
Elementos Esenciales de La Doctrina de La Iglesia Sobre La Vida Religiosa
Elementos Esenciales de La Doctrina de La Iglesia Sobre La Vida Religiosa
ELEMENTOS ESENCIALES DE LA DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE LA VIDA RELIGIOSA DIRIGIDOS A LOS INSTITUTOS DEDICADOS A OBRAS APOSTLICAS
INTRODUCCIN 1. La renovacin de la vida religiosa durante los ltimos veinte anos ha sido en mltiples aspectos una experiencia de fe. Se han hecho esfuerzos generosos para explorar a fondo en la oracin qu signica vivir la vida consagrada segn el Evangelio, el carisma fundacional de un instituto religioso y los signos de los tiempos. Los institutos religiosos de vida apostlica han intentado, adems, afrontar los cambios exigidos por la rpida evolucin de la sociedad a la cual son enviados y por el desarrollo de los medios de comunicacin que condicionan sus posibilidades de evangelizacin. Al mismo tiempo, estos institutos se han encontrado con cambios imprevistos en su misma situacin interna, elevacin del promedio de edad de sus miembros, disminucin de vocaciones, merma consiguiente de sus efectivos, diversidades en los estilos de vida y en las obras y, con frecuencia, incertidumbre acerca de su identidad. El resultado ha sido una experiencia comprensiblemente compleja, con muchos aspectos positivos y algunos otros notablemente dudosos. 2. Ahora, pasado el perodo de experimentacin extraordinaria ordenado por Ecclesiae Sanctae II, muchos institutos religiosos dedicados a obras de apostolado estn revisando sus experiencias. Con la aprobacin de sus Constituciones revisadas y la entrada en vigor del nuevo Cdigo de Derecho Cannico, se adentran en una nueva fase de su historia. En este momento de reiniciacin, escuchan una vez ms la llamada pastoral del Papa Juan Pablo II a hacer una evaluacin objetiva y humilde de los aos de experimentacin, de modo que puedan identicar los elementos positivos, as como las posibles desviaciones (Disc. a la UISG 1979; a los Superiores Mayores de religiosos y religiosas en Francia 1980). Superiores religiosos y Captulos han solicitado de esta Sagrada Congregacin directrices para valorar el pasado y preparar el futuro. Tambin algunos
Obispos, debido a su especial responsabilidad en la promocin de la vida religiosa, han pedido orientaciones. Por todo ello, la Sda. Congregacin para los Religiosos e Institutos seculares, siguiendo las indicaciones del Santo Padre, ha preparado esta sntesis de principios y normas fundamentales. Su intento es presentar una sntesis clara de la doctrina de la Iglesia acerca de la vida religiosa, en un momento especialmente signicativo y oportuno. 3. Esta doctrina se halla ya formulada en los grandes documentos del Concilio Vaticano II, particularmente en Lumen gentium, Perfectae Caritatis y Ad Gentes. Ha sido desarrollada posteriormente en la Exhortacin Apostlica Evangelica testicatio de Pablo VI, en las alocuciones del Papa Juan Pablo II y en los documentos de esta Sda. Congregacin para los Religiosos e Institutos seculares, especialmente en Mutuae relationes, Religiosos y promocin humana y Dimensin contemplativa de la vida religiosa. ltimamente, esa riqueza doctrinal ha sido condensada en el nuevo Cdigo de Derecho Cannico. Todos estos textos, basados en el rico patrimonio de la doctrina preconciliar, ahondan y anan la teologa de la vida religiosa, que vino desarrollndose y adquiriendo densidad durante los siglos pasados. 4. La vida religiosa es un dato histrico a la vez que una realidad teolgica. La experiencia vivida, hoy como en el pasado, es variada; lo cual tiene su importancia. Es una experiencia que necesita ser comprobada a la luz de los fundamentos evanglicos, del magisterio de la Iglesia y de las Constituciones aprobadas de cada instituto. La Iglesia considera ciertos elementos como esenciales para la vida religiosa: la vocacin divina, la consagracin mediante la profesin de los consejos evanglicos con votos pblicos, una forma estable de vida comunitaria, para los institutos dedicados a obras de apostolado, la participacin en la misin de Cristo por medio de un apostolado comunitario, el al don fundacional especco y a las sanas tradiciones; la oracin personal y comunitaria, el ascetismo, el testimonio pblico, la relacin caracterstica con la Iglesia, la formacin permanente, una forma de gobierno a base de una autoridad religiosa basada en la fe. Los cambios histricos y culturales traen consigo una evolucin en la vida real, pero el modo y el rumbo de esa evolucin son determinados por los elementos esenciales, sin los cuales, la vida religiosa pierde su identidad. En el presente texto, dirigido a los institutos dedicados
a obras de apostolado, esta Sda. Congregacin se limita a identicar y rearmar estos elementos esenciales. I. LA VIDA RELIGIOSA: UNA FORMA PARTICULAR DE CONSAGRACIN A DIOS 5. La consagracin es la base de la vida religiosa. Al armarlo, la Iglesia quiere poner en primer lugar la iniciativa de Dios y la relacin transformante con El que implica la vida religiosa. La consagracin es una accin divina. Dios llama a una persona y la separa para dedicrsela a Si mismo de modo particular. Al mismo tiempo, da la gracia de responder, de tal manera que la consagracin se exprese, por parte del hombre, en una entrega de s, profunda y libre. La interrelacin resultante es puro don: es una alianza de mutuo amor y delidad, de comunin y misin para gloria de Dios, gozo de la persona consagrada y salvacin del mundo. 6. Jess mismo es Aquel a quien el Padre consagr y envi en el ms alto de los modos (cf. Jn 10, 86). En El se resumen todas las consagraciones de la antigua Ley, que simbolizaban la suya y en El est consagrado el nuevo Pueblo de Dios, de ah en adelante misteriosamente unido a El. Por el bautismo Jess comparte su vida con cada cristiano; cada uno es santicado en el Hijo; cada uno es llamado a la santidad; cada uno es enviado a compartir la misin de Cristo, con capacidad de crecer en el amor y en el servicio del Seor. Este don bautismal es la consagracin fundamental cristiana y viene a ser raz de todas las dems. 7. Jess vivi su consagracin precisamente como Hijo de Dios: dependiendo del Padre, amndole sobre todas las cosas y entregado por entero a su voluntad. Estos aspectos de su vida como Hijo son compartidos por todos los cristianos. A algunos, sin embargo, para bien de todos, Dios da el don de seguir ms de cerca a Cristo en su pobreza, su castidad y su obediencia por medio de la profesin pblica de estos consejos con la mediacin de la Iglesia. Esta profesin, a imitacin de Cristo, pone de maniesto una consagracin particular que est enraizada en la consagracin del bautismo y la expresa con mayor plenitud (PC 5). La expresin con mayor plenitud nos hace pensar en el dominio de la Persona divina del Verbo sobre la naturaleza humana que asumi y nos
invita a una respuesta como la de Jess: un don de s mismo a Dios de una manera que slo El puede hacer posible y que es testimonio de su santidad y de su ser absoluto. Una tal consagracin es un don de Dios: una gracia gratuitamente dada. 8. Cuando la consagracin por la profesin de los consejos es conrmada, como respuesta denitiva a Dios, con un compromiso pblico tomado ante la Iglesia, pertenece a la vida y santidad de la Iglesia (cf. LG 44). Es la Iglesia quien autentica el don y es mediadora de la ,consagracin. Los cristianos as consagrados se esfuerzan por vivir desde ahora lo que ser la vida futura. Una vida semejante maniesta ms cumplidamente a todos los creyentes la presencia de los bienes.celestiales ya en posesin aqu abajo (LG 44). De esta manera, tales cristianos dan un testimonio contundente y excepcional de que el mundo no puede ser transgurado y ofrecido a Dios sin el espritu de las bienaventuranzas (LG 31). 9. La unin con Cristo por la consagracin, mediante la profesin de los consejos, puede ser vivida en medio del mundo, puede actuar con obras del mundo y expresarse a la manera del mundo. Esta es la vocacin especial de los institutos seculares, denidos por Po XII como consagrados a Dios y a los otros en el mundo y con los medios del mundo (Primo felicter, V y II). Por s mismos los consejos no separan necesariamente del mundo. En efecto, es un don de Dios a la Iglesia que la consagracin mediante la profesin de los consejos pueda tomar la forma de una vida para ser vivida como fermento escondido. Los cristianos as consagrados realizan su obra de salvacin comunicando el amor de Cristo, por medio de su presencia en el mundo y de su santicacin desde dentro del mundo. Su estilo de vida y presencia no se distingue externamente del de los otros cristianos. Su testimonio se da en el ambiente comn de sus vidas. Esta forma discreta de testimonio proviene de la misma naturaleza de su vocacin secular y forma parte del modo propio con que su consagracin debe vivirse (cf. PC 11). 10. En cambio, no puede decirse lo mismo de aquellos a quienes la consagracin por la profesin de los consejos constituye como religiosos. La naturaleza misma de la vocacin religiosa lleva consigo el testimonio pblico de Cristo y de la Iglesia. La profesin religiosa se realiza mediante votos que la Iglesia recibe como pblicos. La forma estable de vida comn
en un instituto cannicamente erigido por la autoridad eclesistica competente, maniesta en forma visible la alianza y comunin que la vida religiosa expresa. Desde el momento mismo del ingreso en el noviciado, una cierta separacin de la familia y de la vida profesional, habla potentemente de lo absoluto de Dios; pero al mismo tiempo, se establece un vnculo nuevo y ms profundo en Cristo con la familia que se ha dejado. Este vnculo se refuerza an ms cuando el desprendimiento de otras relaciones, ocupaciones y formas de diversin en s legtimas, siguen reejando pblicamente en la vida lo absoluto de Dios. Otro aspecto de la naturaleza pblica de la consagracin religiosa est en el apostolado de los religiosos que, en cierto sentido, es siempre comunitario. La presencia religiosa es visible tanto en las formas de actuar, como en las de vestir o en el estilo de vida. 11. La consagracin religiosa se vive dentro de un determinado instituto, siguiendo unas Constituciones que la Iglesia, por su autoridad, acepta y aprueba. Esto signica que la consagracin se vive segn un esquema especco que pone de maniesto y profundiza la propia identidad. Esa identidad proviene de la accin del Espritu Santo, que constituye el don fundacional del instituto y crea un tipo particular de espiritualidad, de vida, de apostolado y de tradicin (cfr. MR 11). Cuando se contemplan las numerosas familias religiosas, queda uno asombrado ante la riqueza de dones fundacionales. El Concilio insiste en la necesidad de fomentarlos como dones que son de Dios (cf PC 2b). Ellos determinan la naturaleza, espritu, n y carcter, que forman el patrimonio espiritual de cada instituto y constituyen el fundamento del sentido de identidad, que es un elemento clave en la delidad de cada religioso (cf ET 51). 12. En el caso de institutos dedicados a obras de apostolado, la consagracin religiosa presenta an otra caracterstica: la participacin en la misin de Cristo en forma especca y concreta.Perfecta Caritatis recuerda que la naturaleza misma de estos institutos exige la actividad apostlica y las obras de caridad (PC 8). Por el mero hecho de su consagracin, los miembros de estos institutos estn dedicados a Dios y disponibles para ser enviados. Su vocacin implica la proclamacin activa del Evangelio por medio de obras de caridad, conadas al instituto por la Iglesia y realizadas en su nombre (PC 8). Por esta razn, la actividad apostlica de tales institutos no es simplemente un esfuerzo humano para
hacer el bien, sino una accin profundamente eclesial (EN 60) que hunde sus races en la unin con Cristo, enviado por el Padre para realizar su obra y que expresa una consagracin por parte de Dios, que enva a los religiosos para servir a Cristo en sus miembros de determinadas maneras (cf EN 69), de acuerdo con los dones fundacionales del instituto (cf MR 15). Toda la vida de tales religiosos debe estar imbuda de espritu apostlico y toda su actividad apostlica de espritu religioso (PC 8). II. CARACTERSTICAS 1. LA CONSAGRACIN MEDIANTE LOS VOTOS PBLICOS 13. Es propio, aunque no exclusivo, de la vida religiosa, profesar los consejos evanglicos por medio de votos que la Iglesia recibe. Estos son una respuesta al don de Dios, que siendo don de amor, no puede ser racionalizado. Es algo que Dios mismo realiza en la persona que ha escogido. 14. Como respuesta al don de Dios, los votos son la triple expresin de un nico si a la singular relacin creada por la total consagracin. Son ellos la accin, mediante la cual, religiosos y religiosas se dan a Dios de manera nueva y especial (LG 44). Por los votos, el religioso dedica con gozo toda su vida al servicio de Dios, considerando el seguimiento de Cristo como la nica cosa necesaria (PC 5) y buscando a Dios, y solo a El, por encima de todo. Dos razones fundamentan esta oblacin: la primera el deseo de liberarse de los obstculos que podran impedir a la persona amar a Dios ardientemente y adorarle con perfeccin (cf ET 7); la segunda, el deseo de ser consagrado de forma ms total al servicio de Dios (cf LG 44). LOS votos mismos maniestan el inquebrantable vnculo que existe entre Cristo y su esposa la Iglesia. Cuanto ms fuertes y estables sean estos vnculos, ms perfecta ser la consagracin religiosa del cristiano (LG 44). 15. Los votos son tambin, en concreto, tres maneras de comprometerse a vivir como Cristo vivi, en sectores que abrazan toda la existencia: posesiones, afectos, autonoma. Cada uno pone de relieve una relacin con
Jess, consagrado y enviado. El fue rico, pero se hizo pobre por nuestra salvacin, despojndose de todo y no teniendo donde reclinar su cabeza. Am con un corazn indiviso, universalmente y hasta el n. Vino a hacer la voluntad del Padre que le envi, y lo hizo permanentemente, aprendiendo la obediencia por el sufrimiento y convirtindose en causa de salvacin para todos los que obedecen (Hb 5, 8). 16. La seal distintiva de cada instituto religioso se halla en el modo con que estos valores de Cristo se expresan visiblemente. Por esta razn, el contenido de los votos de cada instituto, como est expresado en sus Constituciones, debe aparecer claro y sin ambigedad. El religioso renuncia al libre uso y disposicin de sus bienes, depende del legtimo superior de su instituto en cuanto a sus necesidades materiales, pone en comn los dones y retribuciones que recibe, como propiedad que son de la comunidad, acepta y participa en un estilo sencillo de vida. El religioso o religiosa se compromete a vivir la castidad por un nuevo ttulo, el del voto, y a vivirla en el celibato consagrado por el Reino. Esto lleva consigo una manera de vida que es testimonio convincente y verosmil de una entrega total a la castidad y que cierra la puerta a todo comportamiento, relacin personal y forma de recreacin, incompatibles. El religioso se compromete a obedecer a los mandatos del superior legtimo segn las constituciones del instituto y acepta, adems, una particular obediencia al Santo Padre, en virtud del voto de obediencia. Implcita en el compromiso que los votos producen, est la exigencia de la vida comn con los hermanos o hermanas de comunidad. El religioso se compromete a vivir en delidad a la naturaleza, n, espritu y carcter del instituto, como aparecen expresados en sus constituciones, en las normas propias y en las sanas tradiciones. Finalmente, el religioso se compromete generosamente a emprender una vida de conversin radical y continua, como la reclama el Evangelio, especicada ulteriormente en el contenido de cada uno de los votos. 17. La consagracin, por medio de la profesin de los consejos evanglicos en la vida religiosa, inspira una forma de vida que tiene necesariamente una repercusin social. No es que los votos pretendan convertirse en una protesta social; pero, sin duda, la vida segn los votos siempre da testimonio de unos valores que desafan a la sociedad, como desafan a los mismos religiosos. La pobreza, castidad y obediencia religiosas pueden hablar con fuerza y claridad al mundo de hoy, que sufre
de tanto consumismo y discriminacin, erotismo y odio, violencia y opresin (cf RPH 15). 2. COMUNIN EN COMUNIDAD 18. La consagracin religiosa establece una comunin particular entre el religioso y Dios y, en El, entre los miembros de un mismo instituto. Este es el elemento fundamental en la unidad de un instituto. Tradicin compartida, trabajos comunes, estructuras racionales, recursos mancomunados, constituciones comunes y espritu de cuerpo, son todos elementos que pueden ayudar a construir y a fortalecer la unidad; pero el fundamento de la unidad es la comunin en Cristo, establecida por el nico carisma fundacional. Esta comunin est enraizada en la consagracin religiosa misma. Esta animada por el espritu del Evangelio, alimentada por la oracin, marcada por una morticacin generosa y caracterizada por el gozo y la esperanza que brotan de la fecundidad de la cruz (cf ET 41). 19. Para los religiosos, la comunin en Cristo se expresa de una manera estable y visible en la vida comunitaria. Tan importante es esa vida comunitaria para la consagracin religiosa, que cada religioso, cualquiera que sea su trabajo apostlico, est obligado a ella por el mero hecho de la profesin y debe normalmente vivir bajo la autoridad de un superior local, en una comunidad del instituto al que pertenece. Normalmente, tambin, la vida de comunidad lleva consigo el compartir la vida de cada da segn unas estructuras concretas y las prescripciones de las Constituciones. Compartir la oracin, el trabajo, las comidas, el descanso, el espritu de grupo las relaciones de amistad, la cooperacin en el mismo apostolado y el mutuo apoyo en una vida de comunidad, escogida para seguir mejor a Cristo, son todos ellos otros tantos valiosos factores en el diario caminar (ET 39). Una comunidad reunida como verdadera familia en el nombre del Seor goza de su presencia (cf Mt 18, 25) por el amor de Dios que es infundido por el Espritu Santo (cf Rm 5, 5). Su unidad es un smbolo de la venida de Cristo y es una fuente de poderosa energa apostlica (cf PC 15). En ella la vida consagrada puede desarrollarse en condiciones ideales (cf ET 38) y queda asegurada la formacin permanente de sus miembros. La aptitud para vivir una vida comunitaria, con sus gozos y sus limitaciones, es una cualidad que es ndice de vocacin
religiosa para un determinado instituto y criterio clave para aceptar un candidato. 20. La comunidad local, como lugar en que la vida religiosa es vivida prevalentemente, tiene que ser organizada de forma que queden en evidencia los valores religiosos. Su centro es la Eucarista, en la que participan los miembros de la comunidad a diario, en lo posible, y que es venerada en un oratorio donde puede tener lugar la celebracin y donde el Santsimo Sacramento est reservado (cf ET 48). Tiempos de oracin en comn a diario, basados en la palabra de Dios y en unin con la oracin de la Iglesia, como ocurre especialmente en la Liturgia de las Horas, alimentan la vida comunitaria. Es igualmente necesario un ritmo de tiempos ms intensos de oracin, ya semanal, ya mensual y, en especial, el retiro anual. La frecuente recepcin del sacramento de la Reconciliacin es tambin parte de la vida religiosa. Adems del aspecto personal del perdn de Dios y de su amor renovador en el plan individual, el sacramento construye la comunidad gracias a su poder de reconciliacin y crea tambin un vnculo especial con la Iglesia. De acuerdo con las normas propias del instituto, se ha de dar tambin un tiempo conveniente para la cotidiana oracin privada y para una provechosa lectura espiritual. Se han de encontrar maneras de profundizar las devociones propias del instituto y muy en especial la devocin a Mara Madre de Dios. La comunidad debe igualmente tener presentes en su oracin las necesidades del entero Instituto, as como el afectuoso recuerdo de aquellos miembros que han pasado de esta vida al Padre. La promocin de estos valores religiosos de la vida comunitaria y el establecimiento de una organizacin adecuada, que los fomente, es responsabilidad de todos los miembros de la comunidad, pero en particular del superior local (cf ET 26). 21. El estilo mismo de la vida comunitaria est en relacin con la forma de apostolado que los miembros deben mantener, as como con la cultura y sociedad en que ese apostolado se ejercita. La forma de apostolado puede ser causa determinante de la magnitud y ubicacin de una comunidad, de sus necesidades particulares y de sus standards de vida. Mas, sea el que fuere el apostolado, la comunidad debe esforzarse por vivir con sencillez, segn las normas establecidas para todo el instituto y para la provincia, aplicadas a su propia situacin. En su forma de vida debe ocupar un lugar importante el ascetismo, que es parte integrante de la consagracin
religiosa. Finalmente, ha de proveer a las necesidades de sus miembros, conforme a sus propios recursos, teniendo siempre en cuenta sus obligaciones para con el entero instituto y para con los pobres. 22. En vistas de la importancia crucial de la vida de comunidad, es necesario notar que su calidad se ve afectada positiva o negativamente por dos tipos de diferencias dentro del instituto: en sus miembros y en sus obras. Es esta la variedad que encontramos en la imagen paulina del Cuerpo de Cristo o en la imagen conciliar del Pueblo peregrino de Dios. En ambas, la diversidad es, en verdad, abundancia de dones que tienden a enriquecer la nica realidad. Por lo mismo, el criterio de aceptacin de miembros y obras en un instituto religioso es la construccin de la unidad (cf MR 12). Prcticamente habr que preguntarse: los dones de Dios en esta persona, o proyecto, o grupo, contribuirn a la unidad y a hacer ms profunda la comunin? Si as fuere, sean bienvenidos. Si no, sin que importe lo buenos que tales dones puedan parecer en s mismos o lo deseables que puedan resultar para algunos miembros, no son buenos para ese instituto en particular. Es un error pretender que el don fundacional de un instituto lo abarque todo. Ni es razonable fomentar un don que, virtualmente, separa un miembro de la comunin con la comunidad. Tampoco es prudente tolerar lneas de desarrollo fuertemente divergentes que carezcan de una recia conexin de unidad en el instituto mismo. La diversidad sin divisiones y la unidad sin uniformismo son una riqueza y un reto que favorecen el crecimiento de la comunidad de oracin, de gozo y servicio, como testimonio de la realidad de Cristo. Constituye una responsabilidad peculiar de los superiores y de los maestros de formacin, el asegurarse que diferencias que conducen a la desintegracin, no sean tomadas equivocadamente por autnticos valores de diversidad. 3. MISIN EVANGELICA 23. Cuando Dios consagra una persona, concede un don especial en orden a la realizacin de su propio designio de amor: la reconciliacin y la salvacin del gnero humano. El no slo escoge, segrega y dedica a S mismo la persona, sino que la compromete en su obra divina. La consagracin inevitablemente implica misin. Se trata de dos facetas de una misma realidad. La eleccin de una persona por parte de Dios, es para la salvacin de los dems: la persona consagrada es enviada para
realizar la obra de Dios, con el poder de Dios. Jess mismo tena clara conciencia de ello. Consagrado y enviado para llevar la salvacin de Dios, estaba por entero dedicado al Padre en la adoracin, el amor y la obediencia, y totalmente entregado a la obra del Padre, que es la salvacin del mundo. 24. Los religiosos, por su forma peculiar de consagracin, estn necesaria y profundamente comprometidos en la misin de Cristo. Como El, son llamados para los otros: enteramente orientados hacia el Padre por el amor y, por eso mismo, entregados del todo al servicio salvador de Cristo a favor de sus hermanos y hermanas. Esto es verdad en todas las formas existentes de vida religiosa. La vida contemplativa claustral tiene su propia escondida fecundidad apostlica (cf PC 7) y proclama ante todos que Dios existe y que es amor. Los religiosos dedicados a obras de apostolado prolongan en nuestros tiempos la presencia de Cristo que anuncia el Reino de Dios a las multitudes, que sana a los enfermos y heridos, que convierte a los pecadores a una vida mejor, bendice a los nios, hace el bien a todos, siempre obedeciendo la voluntad del Padre que le envi (LG 48). Esta obra salvadora de Cristo es compartida a travs de determinados servicios, conados por la Iglesia al instituto al aprobar sus constituciones. Esta aprobacin determina la naturaleza del servicio emprendido, que debe ser el al Evangelio, a la Iglesia y al instituto. Establece, adems, ciertos lmites, dado que la misin del religioso se ve, al mismo tiempo, reforzada y delimitada por las consecuencias de la consagracin en un determinado instituto. An ms, la naturaleza del servicio religioso determina cmo la misin ha de ser realizada: en unin profunda con el Seor y con una gran sensibilidad respecto a los tiempos, la cual capacitar al religioso para transmitir el mensaje del Verbo Encarnado en trminos que el mundo pueda comprender (ET 9). 25. Cualquiera que sea el servicio apostlico a travs del cual se transmite la palabra, la misin es emprendida como responsabilidad comunitaria. Es al instituto en su totalidad, a quien la Iglesia encomienda la participacin en la misin de Cristo, que es caracterstica suya y se expresa a travs de las obras inspiradas por el carisma fundacional. Esta misin corporativa no signica que todos los miembros del instituto hagan las mismas cosas o que las cualidades y dones de las personas no sean respetados. Signica que la actividad de todos los miembros est directamente relacionada con
el apostolado comn, el cual - como la Iglesia ha reconocido - expresa en concreto la nalidad del Instituto. Este apostolado comn y permanente forma parte de la sana tradicin del instituto. Est tan ntimamente relacionado con la identidad, que no se puede cambiar sin tocar el carcter mismo del instituto. Es, por tanto, la piedra de toque en la evaluacin de nuevas obras, sea que estos servicios hayan de ser realizados por un grupo o individualmente. De la integridad del apostolado comn son especialmente responsables los superiores mayores: deben velar por que el instituto sea, a la vez el a su misin tradicional en la Iglesia y abierto a nuevas maneras de realizarlo. Las obras tienen necesidad de ser renovadas y revitalizadas, pero esto ha de hacerse mantenindose siempre eles al apostolado aprobado del instituto y en colaboracin con las autoridades eclesisticas correspondientes. Tal renovacin deber estar marcada por las cuatro grandes delidades, puestas de relieve en el documento Religiosos y Promocin humana: delidad a la humanidad y a nuestro tiempo; delidad a Cristo y al Evangelio; delidad a la Iglesia y a su misin en el mundo; delidad a la vida religiosa y al carisma del instituto (RPH 13). 26. El religioso o religiosa realiza su propia accin apostlica dentro de la misin eclesial del instituto. Fundamentalmente, ser un trabajo de evangelizacin que tender, en la Iglesia y de acuerdo con la misin del instituto, a ayudar a difundir la Buena Nueva entre toda la humanidad y, por medio del Evangelio, a transformar la humanidad desde dentro (EN 18; RPH intr.). En la prctica, llevar consigo alguna forma de servicio compatible con la nalidad del instituto, emprendido de ordinario con otros hermanos y hermanas de la misma familia religiosa. En el caso de algunos institutos clericales o misioneros, el religioso podr a veces encontrarse solo en su actividad apostlica. En el caso de otros institutos, una actividad solitaria podr ser emprendida solamente con permiso de los superiores, para hacer frente a una necesidad urgente por un tiempo limitado. Al nal de la vida, el apostolado ser, para muchos, slo una misin de oracin y sufrimiento. Pero en cualquier situacin, el trabajo apostlico de cada religioso es el propio de una persona enviada en comunin con un instituto, que ha recibido una misin eclesial. Tal actividad tiene su fuente en la obediencia religiosa (PC 8; 10). Por lo mismo, se diferencia, en su modo de ser, del apostolado propio de los laicos (cf RPH 22; AA 2, 7, 13, 25). Precisamente por su obediencia en sus obras eclesiales y corporativas, los religiosos ponen de maniesto uno de
los aspectos ms importantes de su vida. Ellos son genuinamente apostlicos, no precisamente porque ejercen un apostolado, sino porque viven como los apstoles vivieron: siguiendo a Cristo en servicio y comunin, segn las enseanzas del Evangelio, en la Iglesia que El fund. 27. No cabe duda que actualmente, en muchos lugares del mundo, los institutos religiosos que se dedican a actividades apostlicas se enfrentan con especiales dicultades que afectan a su apostolado. El menor nmero de religiosos, la disminucin de vocaciones, el envejecimiento general, las presiones sociales provocadas por movimientos contemporneos, estn coincidiendo con la constatacin de un mayor nmero de necesidades, un mayor individualismo en el desarrollo personal, una conciencia ms aguda de los temas referentes a la justicia, la paz y la promocin humana. Existe la tentacin de querer hacerlo todo. Existe la tentacin de abandonar obras estables, genuina expresin del carisma del instituto, por otras que parecen ms ecaces inmediatamente frente a las necesidades sociales, pero que dicen menos con la identidad del instituto. Existe un tercer peligro: el de dispersar los recursos de un instituto en una multitud de actividades a breve plazo, con muy poca conexin con el carisma de fundacin. En todos estos casos, los efectos no son inmediatos, pero, a la larga, sufre la unidad y la identidad del instituto mismo; y esto sera daoso para la Iglesia y su misin. 4. LA ORACIN 28. La vida religiosa no se puede sostener sin una profunda vida de oracin, individual, comunitaria y litrgica. El religioso, que abraza una vida de total consagracin, est llamado a conocer al Seor resucitado con un conocimiento ferviente y personal y a conocerle como a uno con el cual se est personalmente en comunin: Esta es la vida eterna: conocer al nico Dios verdadero y a Jesucristo a quien El ha enviado (Jn 17, 3). Su conocimiento en la fe trae consigo el amor: aun sin verle le amasteis y sin verle todava os alegris ya con gozo tan glorioso que no se puede describir (1 Pt 1, 8). Este gozo de amor y conocimiento, se produce de muchas maneras, pero fundamentalmente, y como medio necesario y bsico, a travs de encuentros personales y comunitarios con Dios en la oracin. Aqu es donde el religioso encuentra la concentracin de su corazn en Dios (DmC 1), que unica vida y misin.
29. As como ocurri con Jess, en cuya vida la oracin como acto diferenciado, ocup un espacio amplio y esencial, el religioso necesita orar para ahondar su unin con Dios (cf Lc 5, 16). La oracin es, adems, una condicin necesaria para proclamar el Evangelio (cf Mc 1, 35-38). Viene a ser el contexto de todas las decisiones y acontecimientos importantes (cf Lc 6, 12-13). Tambin como en Jess, el hbito de oracin es necesario si el religioso quiere lograr aquella visin contemplativa de las cosas por la que Dios se revela, por la fe, en los acontecimientos ordinarios de la vida (cf DmC 1). Esta es la dimensin contemplativa que Iglesia y mundo tienen derecho a esperar del religioso, por el hecho de su consagracin. Dimensin que debe ser robustecida con tiempos prolongados, dedicados exclusivamente a la adoracin del Padre, a amarle y a ponerse silenciosamente a su escucha. Por esta razn, Pablo VI insista: La delidad a la oracin diaria sigue siendo siempre una necesidad fundamental para el religioso. La oracin debe tener un lugar preferencial en vuestras constituciones y en vuestras vidas (ET 45). 30. Al decir en vuestras constituciones , Pablo VI nos recuerda que para el religioso la oracin no es slo volverse la persona amorosamente hacia Dios, sino tambin una respuesta comunitaria de adoracin, intercesin, alabanza y accin de gracias, que debe ser regulada en forma estable (cf ET 43). No puede dejarse al caso. A nivel de cada instituto, de cada provincia y de cada comunidad, son necesarias normas concretas para que la oracin adquiera profundidad y madurez en la vida religiosa, individual y comunitariamente. Slo a travs de la oracin ser capaz el religioso, en ltimo trmino, de responder a su consagracin; pero la oracin comunitaria tiene una funcin importante en orden a proporcionar el necesario apoyo espiritual. Cada religioso tiene derecho a ser ayudado por la presencia y ejemplo de los otros miembros de la comunidad en oracin. Cada uno tiene el privilegio y la obligacin de orar con los otros y de participar con ellos en la liturgia, que viene a ser el centro unicador de sus vidas. Esta ayuda mutua estimula el esfuerzo por vivir la vida de unin con el Seor, a la cual los religiosos son llamados. La gente tiene que sentir que alguien est obrando a travs de ti. En la medida en que vives tu total consagracin a Dios, ests comunicando algo de El y es El en ltimo trmino Aqul por quien el corazn humano est suspirando (Juan Pablo II, Alttting).
5. ASCETISMO 31. La disciplina y el silencio, necesarios para la oracin, nos recuerdan que la consagracin por los votos religiosos exige un cierto ascetismo que abarca todo el ser (ET 46). La respuesta de Cristo, de pobreza, castidad y obediencia, le condujo a la soledad del desierto, al dolor de la contradiccin y al abandono de la cruz. La consagracin del religioso se adentra por ese mismo camino, no puede ser un reejo de la consagracin de Cristo, si su vida no lleva consigo la abnegacin. La vida religiosa misma es una expresin permanente, pblica y visible, de conversin cristiana. Exige el abandono de todas las cosas y el tomar la propia cruz para seguir a Cristo con la vida entera. Lo cual lleva como consecuencia la asctica necesaria para vivir en pobreza de espritu y de hecho, para amar como Cristo ama, para someter la propia voluntad, por Dios, a la voluntad de otro que le representa, aunque imperfectamente. Exige el don de s mismo, sin el cual no es posible vivir ni una vida comunitaria autntica, ni una misin fructuosa La armacin de Jess que el grano de trigo necesita caer en tierra y morir si ha de dar fruto, tiene una aplicacin particular para el religioso a causa de la naturaleza pblica de sus votos. Es cierto que muchas penitencias del da de hoy se hallan en los hechos mismos de la vida y deben ser aceptadas all. Sin embargo, es cierto que los religiosos, si no construyen su vida sobre una austeridad alegre y bien equilibrada (ET 30) y una renuncia decidida y concreta, arriesgan la prdida de la libertad espiritual, necesaria para vivir los consejos. En efecto, sin esa austeridad y renuncia, su misma consagracin puede verse en peligro. Por eso, no puede darse un testimonio pblico de Cristo, pobre, casto y obediente, sin asctica. An ms, por la profesin de los consejos por medio de los votos, los religiosos se obligan a adoptar todos los medios necesarios para ahondar y promover lo que han prometido, y esto signica una eleccin voluntaria de la cruz, que ha de ser como lo fue para Cristo, la ms grande prueba de amor (ET 29). 6. TESTIMONIO PBLICO 32. Por naturaleza, la vida religiosa es un testimonio que debera manifestar claramente la primaca del amor de Dios con una fuerza que proviene del Espritu Santo (cf ET 1). Jess realiz este cometido de manera perfecta: dando testimonio del Padre con el poder del Espritu en
si (Lc 4, 14), en su vida, muerte y resurreccin, permaneciendo para siempre el testigo el. A su vez envi a sus apstoles, con la fuerza del mismo Espritu, para ser sus testigos en Jerusaln, Judea y Samara y hasta los ltimos connes de la tierra (cf Act 1, 8). El objeto de su testimonio era siempre el mismo: Lo que fue desde el principio, lo que hemos odo y visto con nuestros ojos; lo que hemos observado y tocado con nuestras manos: el Verbo que es vida (1 Jn 1, 1); Jesucristo El Hijo de Dios, proclamado en toda su gloria por su resurreccin de entre los muertos (Rm 1, 5). 33. Tambin los religiosos en su propio tiempo estn llamados a dar testimonio de una experiencia similar, profunda y personal de Cristo; y a compartir la fe, la esperanza, el amor y el gozo que esa experiencia va produciendo. Su continua renovacin individual de vida debiera ser fuente de nuevo crecimiento en los institutos a los que pertenecen, recordando las palabras del Papa Juan Pablo II: Lo que ms cuenta no es lo que los religiosos hacen, sino lo que son como personas consagradas al Seor (Mensaje a la Plenaria de la Sda. Congregacin, marzo 1980). No solamente con las obras, con que directamente anuncian el Evangelio, sino, con mayor fuerza an, con su mismo modo de vivir, debieran ser voz que arma con conviccin y conanza: Hemos visto al Seor. Ha resucitado. Hemos escuchado su palabra. 34. El carcter absoluto de la consagracin religiosa requiere que el testimonio del Evangelio se d pblicamente con la vida entera. Valores, actitudes y estilo de vida han de atestiguar con fuerza el lugar de Cristo en la propia vida. La visibilidad de este testimonio lleva consigo el abandono de hbitos de confort y de conveniencias, que seran por los dems legtimas. Reclama una limitacin de las formas de descanso y de diversin (cf ES 1 2; CD 33-35). Para asegurar este testimonio pblico, los religiosos aceptan voluntariamente un gnero de vida que no es permisivo, sino minuciosamente reglamentado. Usan una vestimenta que los distingue como personas consagradas y tienen un lugar de residencia, establecido detalladamente por su instituto de acuerdo con el derecho comn y sus propias constituciones. Asuntos como viajes y relaciones sociales han de estar de acuerdo con el espritu y el carcter de su instituto y con la obediencia religiosa. Estas medidas, de por s, no aseguran el deseado testimonio pblico del gozo, la esperanza y el amor de Jesucristo,
pero ofrecen importantes medios para ello, y lo cierto es que el testimonio religioso no se da sin ellas. 35. El modo de trabajar es tambin importante para el testimonio pblico. Tanto lo que se hace, como el modo de hacerlo, debieran anunciar a Cristo desde la pobreza de quien no busca su propia realizacin y satisfaccin. En nuestros tiempos la carencia de poder es una de las mayores pobrezas. El religioso acepta compartirla ntimamente en la generosidad de su obediencia, convirtindose con ello en uno de los pobres y volvindose particularmente insignicante, como Cristo lo fue en su Pasin. Una persona as sabe lo que es permanecer ante Dios en estado de indigencia, lo que es amar como Jess y lo que es trabajar en la obra de Dios al modo de Dios. Por delidad a su misma consagracin, el religioso procura fomentar estas actitudes, siguiendo las normas concretas de su propio instituto. 36. La delidad al apostolado que el propio instituto ejerce por mandato de la Iglesia, es tambin esencial para un autntico testimonio. El dedicarse personalmente a socorrer necesidades a costa de las obras propias del instituto, no puede ser ms que perjudicial. Ciertamente existen modos de vivir y obrar que dan testimonio de Cristo muy claramente en el ambiente contemporneo. El constante control del uso de los bienes y del estilo de relaciones de la propia existencia, constituye uno de los medios ms ecaces que tiene el religioso para promover la justicia de Cristo en el tiempo actual (cf RPH 4e). Ser voz de los que no tienen voz es tambin un testimonio religioso, cuando se hace de acuerdo con las directrices de la jerarqua local y de las normas del propio instituto. El drama de los refugiados, de los perseguidos por creencias polticas o religiosas (cf EN 39) de aquellos a quienes se niega el derecho de nacer y vivir, las restricciones injustas de la libertad humana, las deciencias sociales que son causa de sufrimiento para los ancianos, los enfermos y los marginados, son otras tantas continuaciones de la Pasin, que elevan su clamor, particularmente hacia los religiosos dedicados a obras de apostolado (cf RPH 4d). 37. La respuesta ser diversa segn sea la misin, tradicin e identidad de cada instituto. Algunos se vern en la necesidad de solicitar la aprobacin de nuevas misiones en la Iglesia. En otros casos, se tratar de institutos
nuevos que son reconocidos para enfrentarse con necesidades especicas. En la mayora de los casos, el uso creativo de obras ya aanzadas, para enfrentarse con nuevos desafos, ser un claro testimonio de Cristo, ayer, hoy y siempre. El testimonio del religioso que, con delidad a la Iglesia y a las tradiciones de su instituto, se dedica con empeo y amor a la defensa de los derechos humanos y a la venida del Reino en el orden social, puede ser un eco claro del Evangelio y de la voz de la Iglesia (cf RPH 3). As es como se maniesta pblicamente el poder transformante de Cristo en la Iglesia y la vitalidad del carisma del instituto ante la gente de nuestro tiempo. Finalmente, la perseverancia que es un don ulterior del Dios de la alianza, es el silencioso pero elocuente testimonio que da el religioso del Dios el, cuyo amor no tiene lmites. 7. RELACIONES CON LA IGLESIA 38. La vida religiosa tiene su propio lugar dentro de la estructura divina y jerrquica de la Iglesia. No constituye un estado intermedio entre la condicin clerical y laical, sino que procede de ambas, como don especial para la Iglesia entera (cf LG 43; MR 10). En particular, por ser un signo visible del misterio de la accin de Dios, que consagra a travs de la vida y, sindolo as por mediacin de la Iglesia para bien del entero Cuerpo, la vida religiosa participa de modo especial de la naturaleza sacramental del Pueblo de Dios. Y porque es parte de la Iglesia, misterio y realidad social, no puede existir sin ambos aspectos. 39. Fue esta doble realidad la que el Concilio Vaticano II subray al insistir en la naturaleza sacramental de la Iglesia, que es en primer lugar y necesariamente misterio, invisible, comunin divina con la nueva vida del Espritu; y necesariamente tambin, realidad social, visible, comunidad humana bajo la autoridad de uno que representa a Cristo Cabeza. Como misterio (cf LG 1) la Iglesia es la nueva creacin, vivicada por el Espritu y reunida en Cristo para acercarse con conanza al trono de gracia del Padre (cf Hb 4, 16). Como realidad social, presupone la iniciativa histrica de Jesucristo, su ida pascual al Padre, su capitalidad objetiva de la Iglesia, que El fund, y el carcter jerrquico que de ah deriva: esa diversidad de ministerios que concurren al bien del entero Cuerpo (cf LG 18; MR 15). El doble aspecto de organismo social visible y presencia divina invisible unidos ntimamente (MR 3) es lo que conere a la Iglesia su especial
naturaleza sacramental en virtud de la cual es sacramento visible de la unidad salvca (LG 9). Es a la vez sujeto y objeto de fe, transcendiendo esencialmente los parmetros de toda perspectiva meramente sociolgica, incluso cuando renueva sus estructuras humanas a la luz de las evoluciones histricas y de los cambios culturales (cf MR 3). Su misma naturaleza la hace sacramento universal de salvacin (LG 48): signo visible del misterio de Dios y realidad jerrquica; un designio divino, merced al cual ese signo puede ser comprobado autnticamente y se torna ecaz. 40. La vida religiosa toca ambos aspectos. Los fundadores y fundadoras de institutos religiosos piden a la Iglesia jerrquica que garantice pblicamente el don de Dios, del que proceden sus institutos. Al hacerlo, los fundadores y sus seguidores dan tambin testimonio del misterio de la Iglesia, porque cada instituto existe para construir el Cuerpo de Cristo en la unidad de sus diversas funciones y actividades. 41. En sus orgenes los institutos religiosos dependen de manera especial de la jerarqua. Los obispos, en comunin con el sucesor de Pedro, forman un colegio que conjuntamente ostenta y ejercita en la Iglesia Sacramento las funciones de Cristo Cabeza (cf MR 6; LG 21; PO 1, 2; CD 2). Ellos tienen no slo la funcin pastoral de alimentar la vida de Cristo en los eles, sino tambin la obligacin de vericar los dones y carismas. Son responsables del coordinamiento de las energas de la Iglesia y es misin suya guiar al Pueblo entero a vivir en el mundo como seal e instrumento de salvacin. Por eso poseen de manera especial el ministerio del discernimiento en relacin con los mltiples dones e iniciativas del Pueblo de Dios. Como ejemplo particularmente rico e importante de estos mltiples dones, cada instituto religioso depende, en cuanto al discernimiento autntico de su carisma fundacional, del ministerio conado por Dios a la jerarqua. 42. Esta relacin se da no solamente en el primer reconocimiento de un instituto religioso, sino que perdura a travs de su desarrollo. La Iglesia hace ms que dar existencia a un instituto; lo acompaa, lo gua, lo corrige y estimula en su delidad al don fundacional (cf LG 45) porque es un elemento vital en su propia vida y desarrollo. Recibe los votos hechos en el instituto como votos de religin, con consecuencias eclesiales, que suponen una consagracin hecha por Dios mismo, a travs de su
mediacin (cf MR 8). Conere al instituto una participacin pblica en su propia misin, concreta y comunitaria a la vez. (cf LG 17; AG 40). Confa al instituto, de acuerdo con su propio derecho comn y con las constituciones que ella misma ha aprobado, la autoridad religiosa necesaria para una vida de obediencia consagrada. En resumen, la Iglesia contina siendo mediadora de la accin de Dios, que consagra, de un modo especco, reconociendo y fomentando esta forma particular de vida consagrada. 43. En la prctica diaria, esta relacin permanente del religioso con la Iglesia se realiza, con mayor frecuencia, a nivel diocesano o local. El documento Mutuae Relationes est dedicado por entero a este tema, desde el punto de vista de su aplicacin actual. Es suciente decir aqu que la vida y la misin del Pueblo de Dios son una sola realidad. Todos estn llamados a realizarla en conformidad con las funciones y tareas propias de cada uno. La contribucin exclusiva dada por el religioso a esta vida y misin, se funda en la naturaleza total y pblica de su vida cristiana consagrada, segn un don fundacional aprobado por la autoridad eclesistica. 8. LA FORMACIN 44. La formacin religiosa promueve el desarrollo de la vida de consagracin al Seor, desde las primeras etapas, en que una persona empieza a interesarse seriamente por ella, hasta su consumacin nal, cuando el religioso encuentra denitivamente al Seor en la muerte. El religioso vive una forma particular de vida; y la vida misma est en permanente proceso de desarrollo. No se mantiene estable. Tampoco el religioso es llamado y consagrado de una vez para siempre. La vocacin de Dios y la consagracin por El, continan a lo largo de la vida, capaces de crecimiento y ahondamiento, en formas que van ms all de nuestro entender. El discernimiento de la capacidad de vivir una vida que promueva este desarrollo, de acuerdo con el patrimonio espiritual y las normas de un determinado instituto y el acompaamiento de la vida misma en su evolucin personal en cada miembro de la comunidad, son las dos principales facetas de la formacin.
45. Para cada religioso, la formacin es el proceso de llegar a ser ms y ms un discpulo de Cristo, creciendo en unin y en conguracin con El. Se trata de ir asimilando cada vez ms el Espritu de Cristo, de compartir ms intensamente su don de s mismo al Padre y su servicio fraternal a la familia humana y de hacerlo de acuerdo con el don fundacional del instituto, por medio del cual uye el Evangelio hacia los miembros de cada instituto religioso. Tal proceso requiere una genuina conversin. Revestirse de Cristo (cfRm 13, 14; Gl 3, 27; Ef 4, 24) exige desprenderse de la autosuciencia y del egosmo (cf Ef 4, 22-24; Col 3, 9-10). El mero hecho de caminar segn el espritu signica abandonar los deseos de la carne (Gl 5, 16). El religioso hace de este revestirse de Cristo , con su pobreza, su amor y su obediencia, la tarea esencial de su vida. Es una tarea que nunca termina: antes bien, es un proceso constante de maduracin, que abarca no solamente los valores espirituales, sino tambin todo aquello que contribuye psicolgica, cultural y sociolgicamente a la plenitud de la personalidad humana. A medida que el religioso crece hacia la plenitud de Cristo segn su estado de vida, se comprueba la verdad de lo que arma Lumen Gentium: Si bien la profesin de los consejos evanglicos lleva consigo la renuncia a bienes que indudablemente merecen ser altamente estimados, eso no constituye un obstculo al verdadero desarrollo de la persona humana, antes por el contrario, por su misma naturaleza es sumamente benecioso para ese desarrollo (LG 45). 46. La creciente conguracin con Cristo se va realizando en conformidad con el carisma y normas del instituto al que el religioso pertenece. Cada instituto tiene su propio espritu, carcter, nalidad y tradicin, y es conformndose con ellos, como los religiosos crecen en su unin con Cristo. Para los institutos dedicados a obras de apostolado, la formacin incluye la preparacin y continua actualizacin de sus miembros para las obras peculiares del instituto, no simplemente como profesionales, sino como testigos vivos del amor sin lmites y del Seor Jess (ET 53). Aceptada por cada religioso como asunto de responsabilidad personal, la formacin se convierte no slo en crecimiento personal, sino tambin en una bendicin para la comunidad y una fuente de fructuosa energa para el apostolado.
47. Puesto que la iniciativa en la consagracin religiosa est en la llamada de Dios, se sigue que Dios mismo, actuando por medio del Espritu Santo de Jess, viene a ser el primer y principal agente de la formacin del religioso. El acta a travs de su palabra y de los sacramentos, de la oracin y la liturgia, del magisterio de la Iglesia y, en forma ms inmediata, a travs de aquellos que han sido llamados por la obediencia a secundar de modo especial la formacin de sus hermanos y hermanas. Respondiendo a la gracia y gua de Dios, el religioso acepta con amor la responsabilidad de su formacin personal y de su crecimiento, acogiendo las consecuencias de esta respuesta, que son para cada persona nicas y siempre imprevisibles. La respuesta, sin embargo, no se da en el aislamiento. Siguiendo la tradicin de los antiguos padres del desierto y la de todos los grandes fundadores, en la organizacin de cuanto se reere a la direccin de cada instituto religioso, algunos miembros son especialmente preparados y dedicados a ayudar a sus hermanos o hermanas en este campo. Su tarea es diferente segn la etapa en que se halla cada religioso, pero sus principales funciones son siempre: discernir la accin de Dios; acompaar al religioso por las sendas de Dios; alimentar su vida con slida doctrina y con la prctica de la oracin y, principalmente en las primeras etapas, la evaluacin de la jornada. El maestro de novicios y los religiosos responsables de los recin profesos, tienen tambin el deber de comprobar si el joven religioso tiene vocacin y capacidad para hacer su profesin temporal o perpetua. Todo el proceso en cualquier etapa tiene lugar en comunidad, ya que el ambiente natural para la formacin es una comunidad orante y entregada, que edica sobre Cristo su unin y comparte conjuntamente su misin. Deber ser el a las tradiciones y constituciones del instituto y estar bien insertada en el instituto en todo su conjunto, en la Iglesia y en la sociedad a quien sirve. Deber sostener a sus miembros y mantener ante ellos en la fe, durante toda su vida, las metas y valores que la consagracin implica. 48. La formacin no se consigue toda de una vez. El trayecto que media entre la respuesta inicial y la postrera, se puede dividir de modo general en cinco fases: el prenoviciado, en que ha de comprobarse la autenticidad de la llamada, en lo posible; el noviciado, que da inicio a una nueva forma de vida; la primera profesin y el perodo de maduracin previa a la profesin perpetua; la profesin perpetua y la formacin permanente de la edad adulta; y, nalmente, los aos del ocaso, de cualquier modo que se
presente, que es preparacin prxima para el encuentro con el Seor. Cada una de estas fases tiene su propio objetivo, contenido y normativa. Las etapas de noviciado y profesin, a causa de su importancia, son cuidadosamente reguladas en sus lneas principales por la Iglesia en su derecho comn. De todas maneras, es mucho lo que se deja a la responsabilidad de los institutos en particular. A estos se les pide que jen concretamente en sus constituciones; normas detalladas para un considerable nmero de asuntos, a los cuales el derecho comn hace referencia slo en principio. 9. EL GOBIERNO 49. El gobierno del religioso apostlico, al igual que los dems aspectos de su vida, est basado en la fe y en la realidad de su respuesta de consagracin a Dios, en la comunidad y en la misin. Se trata de mujeres y hombres, miembros de institutos religiosos, cuyas estructuras reejan la jerarqua cristiana, cabeza de la cual es Cristo mismo. Personas que han escogido vivir la obediencia consagrada como valor de vida; y, por ello, necesitan una forma de gobierno que exprese estos valores y una forma particular de autoridad religiosa. Esa autoridad, caracterstica de los institutos religiosos, no proviene de los miembros; es conferida por Dios mediante el ministerio de la Iglesia, al reconocer el instituto y aprobar sus constituciones. Es una autoridad de la que estn investidos los superiores, mientras duren sus perodos de servicio, ya sea a nivel general, intermedio o local. Debe ser ejercida de acuerdo con las normas del derecho comn y propio, con espritu de servicio, respetando la persona humana de cada religioso como hijo de Dios (cf PC 14), estimulando la cooperacin para el bien del instituto, pero siempre preservando el derecho del superior de discernir y decidir lo que ha de hacerse (cf ET 25). Estrictamente hablando, esta autoridad religiosa no se comparte. Puede ser delegada, segn la constituciones, para determinados nes, pero, normalmente, es ejercida por razn de ocio y es la persona del superior la investida de autoridad. 50. Sin embargo, los superiores no ejercen la autoridad aisladamente. Cada uno debe tener la asistencia de un consejo, cuyos miembros colaboran con el superior, segn unas normas que son establecidas constitucionalmente. Los consejeros no ejercen la autoridad por derecho de ocio, como los
superiores, sino que colaboran con ellos y ayudan con su voto deliberativo o consultivo, segn las prescripciones de la ley eclesistica y las constituciones del instituto. 51. La autoridad suprema en un instituto es tambin ejercida, aunque de manera extraordinaria, por el Captulo general mientras est en sesin. Tambin esto debe hacerse en conformidad con las constituciones, que deben denir la autoridad del captulo, de tal forma que se distinga perfectamente de la del superior general. El captulo general es esencialmente un rgano ad hoc. Est compuesto por miembros ex ofcio y delegados elegidos, que ordinariamente se renen para un solo captulo. Como signo de unidad en la caridad, la celebracin de un captulo general debiera ser un momento de gracia y de accin del Espritu Santo en un instituto. Debiera ser una experiencia jubilosa, pascual y eclesial, que benecie al instituto mismo y, tambin, a toda la Iglesia. Al captulo general le incumbe renovar y proteger el patrimonio espiritual del instituto, as como elegir el supremo superior y sus consejeros, dictaminar sobre los asuntos ms importante y dar normas para todo el instituto. Los captulos son de una tal importancia que la ley propia del instituto tiene que determinar minuciosamente cuanto tiene relacin con ellos, ya a nivel general, ya a otros niveles; a saber, su naturaleza, autoridad, composicin, modo de proceder y frecuencia de su celebracin. 52. La doctrina conciliar y posconciliar insiste en ciertos principios relativos al gobierno religioso, que han estado a la base de considerables cambios durante los ltimos veinte anos. Dej bien en claro la necesidad de una autoridad religiosa, efectiva, personal, en todos los niveles: general, intermedio y local, si se ha de vivir la obediencia religiosa (cf PC 14; ET 25). Subray adems la necesidad de consultar la base, de comprometer apropiadamente a todos los miembros en el gobierno del instituto, de compartir la responsabilidad y fomentar la subsidiariedad (cf ES II, 18). La mayora de estos principios han encontrado su expresin en las constituciones revisadas. Es importante que estos principios sean entendido y llevados a la prctica de modo que se cumpla el objetivo del gobierno religioso: la edicacin de una comunidad unida en Cristo, en la cual Dios es buscado y amado sobre todas las cosas y la misin de Cristo es generosamente realizada.
Mara, gozo y esperanza de la Vida religiosa. 53. En Mara, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, la vida religiosa se comprende a s misma ms profundamente y encuentra su signo de esperanza cierta (cf LG 68). Ella, que fue concebida inmaculada, porque fue escogida de entre el Pueblo de Dios para ser portadora del mismo Dios ms ntimamente y para darlo al mundo, fue consagrada totalmente por la infusin del Espritu Santo. Ella fue el Arca de la nueva Alianza. La sierva del Seor con su pobreza de pobre de Jahw ; la Madre del amor hermoso desde Beln hasta ms all del Calvario; la Virgen obediente cuyo si, a Dios cambi nuestra historia; la mujer contemplativa que conserv en su corazn todas estas cosas ; la misionera que se apresur hacia Hebrn; la nica sensible a las necesidades de Can; la testigo rme al pie de la cruz; el centro de unidad que mantuvo unida a la Iglesia recin nacida en su expectacin del Espritu Santo. Mara mostr, a lo largo de su vida, todos aquellos valores que van unidos con la consagracin religiosa. Ella es la Madre del religioso, al ser Madre de Aqul que fue consagrado y enviado, y en su at y magnicat la vida religiosa encuentra la plenitud de su entrega y la emocin de su gozo por la accin de Dios que consagra. III. ALGUNAS NORMAS FUNDAMENTALES El nuevo Cdigo de Derecho Cannico transcribe en normas cannicas las ricas enseanzas conciliares y posconciliares de la Iglesia acerca de la vida religiosa. Junto con los documentos del Concilio Vaticano II y las declaraciones de los ltimos Papas, ja la base, sobre la cual se funda la praxis actual de la Iglesia con relacin a la vida religiosa. La evolucin natural, necesaria para la vida de cada da, continuar siempre; pero el perodo de experimentacin especial para los institutos religiosos, establecido por el Motu Proprio Ecclesiae Sanctae termin con la celebracin del segundo Captulo General ordinario, a partir del Captulo Especial de renovacin. Ahora, el nuevo Cdigo de Derecho Cannico es la norma fundamental jurdica de la Iglesia para la vida religiosa, tanto para la evaluacin de la experiencia realizada, cuanto en lo que concierne el futuro. Las normas fundamentales siguientes son una sntesis de la actual legislacin de la Iglesia.
I. VOCACIN Y CONSAGRACIN l. La vida religiosa es una forma de vida a la cual algunos cristianos, ya clrigos ya laicos, son libremente llamados por Dios para que gocen de un don peculiar de gracia en la vida de la Iglesia y puedan contribuir, cada cual a su propio modo, a la misin salvca de la Iglesia (cf LG 43). 2. El don de la vocacin religiosa est enraizado en el don del bautismo, pero no es dado a todo bautizado. Es dado gratuitamente y sin mritos; es concedido por Dios a aquellos a quienes ha escogido libremente de entre su pueblo y para el bien de su pueblo (cf PC 5). 3. Al aceptar el don de Dios, la vocacin, los religiosos responden a un llamamiento divino: morir al pecado (cf Rm 6, 11) renunciando al mundo y viviendo slo para Dios. Sus vidas estn completamente dedicadas a su servicio y ellos buscan y aman sobre todo a Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4, 10; PC 56). Punto focal de sus vidas es el seguir ms de cerca a Cristo. 4. La dedicacin de la vida entera del religioso al servicio de Dios constituye una consagracin especial (cf PC 5). Es una consagracin total de la persona, que maniesta el desposorio admirable establecido por Dios en la Iglesia, signo de la vida futura. Esta consagracin se realiza por votos pblicos, perpetuos, o temporales que han de renovarse al vencer el plazo. Con sus votos, los religiosos se comprometen a observar los tres consejos evanglicos, se consagran a Dios por el ministerio de la Iglesia (cc. 607, 654), y se incorporan a su instituto con los derechos y obligaciones denidos por la ley. 5. Las condiciones para la validez de la profesin temporal, la duracin de este perodo, y la posibilidad de prolongarlo, se hallan determinados en las constituciones de cada instituto, siempre en consonancia con el derecho comn de la Iglesia. (cc. 655, 658). 6. La profesin religiosa se hace con la frmula de votos aprobada por la Santa Sede para cada instituto. La frmula es comn, porque todos los miembros contraen las mismas obligaciones y, cuando se incorporan plenamente, tienen los mismos derechos y deberes. El religioso,
individualmente, puede agregar una introduccin o una conclusin, si la autoridad competente lo aprueba. 7. Considerando su carcter y sus nes especcos, cada instituto debe denir en sus constituciones la manera con que los consejos evanglicos de castidad, pobreza y obediencia, han de observarse en su estilo peculiar de vida (c. 598 1). II. LA COMUNIDAD 8. La vida de comunidad que es una de las caractersticas de un instituto religioso (c. 607 2) es propia de toda familia religiosa. Rene a todos los miembros en Cristo y debe ser denida de modo que se convierta en fuente de ayuda mutua para todos, sosteniendo a cada uno en la plena realizacin de su vocacin religiosa. Debe adems ofrecer un ejemplo de reconciliacin en Cristo y de comunin, enraizada y fundada en su amor (cf c. 602). 9. Para los religiosos, la vida comunitaria se vive en una casa legalmente erigida, bajo la autoridad de un superior designado por la ley (c. 608). Las casas son erigidas con la previa aprobacin escrita del obispo diocesano (c. 609) y deben ser capaces de proveer sucientemente a las necesidades de sus miembros (c. 610 2), dando a la vida comunitaria la posibilidad de expandirse y desenvolverse con una comprensin y cordialidad tal, que alimente la esperanza (cf ET 39). 10. Cada casa debe tener, al menos, un oratorio en el que pueda celebrarse y reservarse la Eucarista, de modo que verdaderamente sea al centro de la comunidad (c. 608). 11. En todas las casas religiosas, en conformidad con el carcter y misin del instituto y segn las prescripciones del derecho propio, debe haber una parte reservada exclusivamente para los miembros de la comunidad (c. 667 1). Esa forma de separacin del mundo, que ha de estar de acuerdo con la nalidad del instituto, viene a ser parte del testimonio pblico que el religioso da de Cristo y de su Iglesia (cf c. 607 3). Adems es necesaria para el silencio y el recogimiento, que hacen posible la oracin.
12. Los religiosos deben vivir en su propia casa religiosa, observando la vida comn. No deben vivir solos sin motivos graves, y no deben hacerlo si hay una comunidad de su instituto razonablemente cercana. No obstante, cuando resulte necesaria una ausencia prolongada, el superior mayor, con el consentimiento de su consejo, puede autorizar a un religioso vivir fuera de las casas del instituto por una causa razonable, dentro de los lmites jados por el derecho comn (c. 665 1). III. IDENTIDAD 13. Los religiosos deben considerar el seguimiento de Cristo propuesto en el Evangelio y expresado en las Constituciones de sus institutos como suprema regla de vida (c. 662). 14. La naturaleza, n, espritu y carcter del instituto, como fueron establecidos por el fundador o fundadora y aprobados por la Iglesia, deben ser salvaguardados por todos, junto con las sanas tradiciones del instituto (c. 578). 15. Para salvaguardar la vocacin propia y la identidad de los institutos en particular, las constituciones de cada instituto deben establecer las normas fundamentales relativas al gobierno del mismo, al modo de vida de sus miembros, a su incorporacin y formacin y al objeto propio de los votos (c. 587 1). Adems de los asuntos a que se alude en el nmero anterior. 16. Las constituciones son aprobadas por la autoridad eclesistica competente. Para los institutos diocesanos, sta es el Ordinario local; para los institutos de derecho ponticio, la Santa Sede. Las modicaciones subsiguientes e interpretaciones autnticas estn reservadas a la misma autoridad (c. 576, 587 2). 17. Por su profesin religiosa, los miembros de un instituto se comprometen a observar las constituciones elmente y con amor, porque reconocen en ellas el modo de vida aprobado por la Iglesia para el instituto y la expresin autntica de su espritu, tradicin y ley. IV. CASTIDAD
18. El consejo evanglico de la castidad, abrazada por el Reino de los cielos, es signo del mundo futuro y fuente de fecundidad ms abundante en un corazn indiviso. Lleva consigo la obligacin de la perfecta continencia en el celibato (c. 599). 19. Debe observarse la necesaria discrecin en todo aquello que pueda resultar peligroso para la castidad de la persona consagrada (cf. PC 12; c. 666). V. POBREZA 20. El consejo evanglico de la pobreza a imitacin de Cristo, exige una vida pobre de hecho y de espritu, sujeta al trabajo, sobria y desprendida de los bienes materiales. La profesin por voto lleva consigo para el religioso la dependencia y limitacin en el uso y disposicin de los bienes temporales, en conformidad con el derecho propio del instituto (c. 600). 21. Por el voto de pobreza, los religiosos renuncian al libre uso y disposicin de los bienes que tienen valor material. Antes de la primera profesin, ceden la administracin de sus bienes a quien lo deseen y. a menos que las constituciones determinen otra cosa, disponen libremente de su uso y usufructo (c. 668 1). Todo lo que el religioso adquiere con su propio trabajo, por donacin o en cuanto religioso, es adquirido para el instituto; todo lo adquirido a modo de pensin, subsidio o seguro, es tambin adquirido para el instituto, a no ser que el derecho propio establezca otra cosa (c. 668 3). VI. OBEDIENCIA 22. El consejo evanglico de la obediencia, vivido en la fe es un seguimiento amoroso de Cristo, que se hizo obediente hasta la muerte. 23. Por el voto de obediencia, los religiosos aceptan someter su voluntad a los legtimos superiores (c. 601) en conformidad con las constituciones. Las mismas constituciones determinan quin puede dar un precepto formal de obediencia y en qu circunstancias. 24. Los institutos religiosos estn sometidos a la suprema autoridad de la Iglesia de manera particular (c. 590 1). Todos los religiosos estn
obligados a obedecer al Santo Padre, como a su superior supremo, en virtud del voto de obediencia (c. 590 2). 25. Los religiosos no pueden aceptar cargos u ocios fuera de sus propios institutos, sin autorizacin del legtimo superior (c. 671). Al igual que los clrigos, no pueden aceptar cargos pblicos que lleven consigo ejercicio del poder civil (c. 285 3; tambin c. 672 con los cnones adicionales a que hace referencia). VII. ORACIN Y ASCTICA 26. La primera y principal obligacin de los religiosos es la constante unin con Dios en la oracin. Participan a diario, en cuanto sea posible, en el Sacricio Eucarstico y se acercan al sacramento de la Penitencia con frecuencia. Parte integrante de la oracin de los religiosos son: la lectura de la Sagrada Escritura, el tiempo de meditacin, la digna celebracin de la Liturgia de las Horas, de acuerdo con las prescripciones del derecho propio, la devocin a la Santsima Virgen y un tiempo especial para el retiro anual (c. 663, 664, 1174). 27. La oracin debe ser tanto personal como comunitaria. 28. Un ascetismo generoso es constantemente necesario para la diaria conversin el Evangelio (cf Poenitemini, II-III, 1, c). Por esta razn, las comunidades religiosas deben ser no solamente grupos orantes, sino tambin comunidades de ascetismo en la Iglesia. Adems de ser interna y personal, la penitencia debe ser tambin externa y comunitaria (cf DmC 14; SC 110). VIII. EL APOSTOLADO 29. El apostolado de todos los religiosos consiste en primer lugar en el testimonio de su vida consagrada, que ellos deben alimentar con la oracin y la penitencia (c. 673). 30. En los institutos dedicados a obras de apostolado, la accin apostlica forma parte de su propia naturaleza. La vida de sus miembros debe estar imbuda de espritu apostlico y toda actividad apostlica debe estar imbuda de espritu religioso (c. 675 1).
31. La misin primordial de los religiosos que ejercen actividades apostlicas es la proclamacin de la palabra de Dios ante todos los que encuentra en su camino, de modo que los atraiga a la fe. Tal gracia requiere una ntima unin con Dios, que haga capaz al religioso de transmitir el mensaje del Verbo Encarnado, en trminos que el mundo de hoy sea capaz de entender (cf ET 9) . 32. La accin apostlica es realizada en comunin con la Iglesia y en nombre y por mandato de la Iglesia (c. 675 3). 33. Superiores y miembros deben conservar elmente la misin y obras propias del instituto. Deben acomodarlas con prudencia a las necesidades de tiempos y lugares (c. 677 1). 34. En las relaciones apostlicas con los obispos, los religiosos se rigen por los cc. 678-683. Tienen especial obligacin de estar atentos al magisterio de la jerarqua y de facilitar a los obispos el ejercicio del ministerio de la enseanza y del testimonio autntico de la verdad divina (cf MR 33; LG 25). IX. TESTIMONIO 35. El testimonio del religioso es pblico. Este pblico testimonio de Cristo y de la Iglesia implica separacin del mundo en conformidad con el carcter y nes de cada instituto (c. 607 3). 36. Los institutos religiosos deben esforzarse en dar testimonio, de algn modo colectivo, de caridad y pobreza (c. 640). 37. Los religiosos deben llevar el hbito religioso del instituto, descrito en su derecho propio, como seal de consagracin y testimonio de pobreza (c. 669 1). X. FORMACIN 38. Nadie puede ser admitido a la vida religiosa sin una adecuada preparacin (c. 597 2).
39. Las condiciones para la validez de la admisin, del noviciado, de la profesin temporal y perpetua, estn sealadas en el derecho comn de la Iglesia y en el propio del instituto (cc. 641-658). Tambin se han de dar normas acerca del lugar, tiempo, programa y modo de llevar el noviciado y de los requisitos para ser maestro de novicios. 40. La duracin del perodo de formacin, entre la primera profesin y los votos perpetuos, es determinada por las constituciones en conformidad con el derecho comn (c. 655, 659 2). 41. A lo largo de toda la vida, los religiosos deben continuar su formacin espiritual, doctrinal y prctica, aprovechando las oportunidades y tiempo, destinados para ello por los superiores (c. 661). XI. GOBIERNO 42. Pertenece a la competente autoridad eclesistica, constituir formas estables de vida por medio de la aprobacin cannica (c. 576). A esta autoridad le estn tambin reservadas las agregaciones (c. 580) y la aprobacin de las constituciones (c. 587 2). Las fusiones, uniones, federaciones, confederaciones, supresiones y cualquier cambio de algo ya aprobado por la Santa Sede, est reservado a la misma Santa Sede (cc. 582-584). 43. La autoridad para gobernar en los institutos religiosos, reside en los superiores, que deben ejercerla en conformidad con las normas del derecho comn y propio (c. 617). Esta autoridad se recibe de Dios mediante el ministerio de la Iglesia (c. 618). La autoridad del superior, en cualquier nivel, es personal y no puede ser asumida por un grupo. Por un cierto tiempo y con un n determinado, puede ser delegada a otra persona. 44. Los superiores deben cumplir su cometido con generosidad, edicando junto con sus hermanos y hermanas, una comunidad en Cristo, en la cual Dios es buscado y amado sobre todas las cosas. En su funcin de servicio, los superiores tienen la especial obligacin de gobernar de acuerdo con las constituciones del instituto y de promover la santidad de sus miembros. En sus personas, los superiores deben ser modelos de delidad al magisterio de la Iglesia y a las normas y tradicin de su instituto. Deben tambin
promover la vida consagrada de sus religiosos con su vigilancia y correccin, su apoyo y su paciencia (cf c. 619). 45. Los requisitos para la eleccin o nombramiento, la duracin de los perodos para los diversos superiores y la forma de eleccin cannica para el superior general, deben estar denidos en las constituciones, de acuerdo con el derecho comn (cc. 623625). 46. Los superiores deben tener cada cual su propio consejo, que le asista en el cumplimiento de sus obligaciones. Adems de los casos prescritos por el derecho comn, el derecho propio determina los casos en los cuales el superior debe obtener el consentimiento o el parecer del consejo para la validez de la accin (c. 627 1, 2). 47. El captulo general debiera ser un verdadero signo de unidad en la caridad del instituto. Representa a todo el instituto y, mientras dura, ejerce la suprema autoridad de acuerdo con el derecho comn y las normas de las constituciones (c. 631). El captulo general no es un rgano permanente; su composicin, frecuencia y funciones son establecidas por las constituciones (c. 631 2). Un captulo general no puede modicar su propia composicin, pero puede proponer modicaciones para la composicin de los prximos captulos. Tales modicaciones requieren la aprobacin de la autoridad eclesistica competente. El captulo general puede modicar aquellos elementos del derecho propio que no estn sujetos a la aprobacin de la Iglesia. 48. Los captulos no deben ser convocados tan frecuentemente que intereran en el buen funcionamiento de la autoridad ordinaria del superior mayor. La naturaleza, autoridad, composicin, modo de proceder y frecuencia de los captulos o de asambleas similares en el instituto son determinadas con precisin por el derecho propio (c. 632). En la prctica, sus elementos principales deben estar en las constituciones. 49. Las normas acerca de los bienes temporales (c. 634-640) y su administracin, as como las normas referentes a la separacin de los miembros del instituto, por paso a otro instituto, abandono o dimisin (cc. 684-704) se encuentran en el derecho comn de la Iglesia y deben ser incluidas, aunque no sea ms que en resumen, en las constituciones.
CONCLUSIN Estas normas, basadas en la doctrina tradicional, el nuevo Cdigo de Derecho cannico y la praxis comn, no contienen toda la legislacin de la Iglesia en lo referente a la vida religiosa. Indican, sin embargo, su profunda preocupacin por que la vida de los institutos religiosos dedicados a obras de apostolado, se desarrolle pujantemente como don de Dios a la Iglesia y a la familia humana. Al redactar este texto, que el Santo Padre ha aprobado, la Sagrada Congregacin para los Religiosos e Institutos seculares, desea ayudar a estos institutos para que asimilen la legislacin revisada de la Iglesia, que les atae, y la comprendan en su contexto doctrinal. Ojal encuentren en l un fuerte estmulo para seguir ms de cerca a Cristo en la esperanza y el gozo de sus vidas consagradas. Dado en el Vaticano, en la esta de la Visitacin de la Bienaventurada Virgen Mara, 31 de Mayo de 1983.
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