Alcalde, Alfonso - Alegría Provisoria

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ALFONSO ALCALDE

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nlpreso en los laUerts de la Editorial Nascimenco, S. A. Arturo Pral 1428 Santi:l.go de Chile, 1968

N. Jt02

A Cridy, pidindolr dirwlpo$ PO' na1N,la drjado dr ama, fugazmrntr mlrn_ tra$' ucriba u/os curn/os.

LA BOCA, LA BOCA

Personajes:
Un charlatn, vanos poJO$ bJanco$, tranuntn. un nio, una boa v:Lrias cajitas de pomada.

Lugar dt la accin:
Alameda casi de Bandera.

El charlatn sac del canasto la boa autntica. Un ro corto en movimiento que tena comienzo y fin para iniciar el espectculo y atraer la curiosidad de los transentes de la gran ciudad. El sol de medioda estaba dividiendo las cosas: los destdlos, los rostros, sus sombras, los edificios, la soledad, los ruidos. Entonces la boa se movi como d ocano tranquilo, apenas una oscilacin mnima, un fantasma saliendo del sue o con pereza. Se le notaba la responsabilidad profesional: haba llegado la hora del trabajo junto al hombrecito que pona en orden las pequeas cajas de pomadas. A su lado el

gento caminaba entrando y saliendo de las puertas sin fono do dd comercio y las iglesias, "Por encargo de la fbrica", grit el charlatn ponindose la boa como una soga en el cuello, curvndose al sentir su peso, explotando ese brillo aceitoso, pero rpido' de reptil redondo como manguera de bombero. Era el momento de predicar en el desierto su verdad en medio de los rostros planos, de las gentes sin nada apenas los ojos pasando como chispazos entre los semforos y el tictac de sus pasos vistos desde la altura como si les hubieran dado cuerda a cada uno antes de salir de sus casas. "Por encargo de la fbrica", repiti, escrutando la nada, la multitud vaca. Tal vez la boa sinti fro; el sol cambi de Jugar en su piel, contra su piel: las pequeas luces tambin se mudaron con estremecimiento. El charlatn continu hablando con nadie, a s mismo, a la boa, repitiendo las 3.500 nicas palabras de su discurso sin fin. remarcando las 3.500 pausas tan metdicamente controladas por la experiencia de los aos. En ese momento llegaron sus colaboradores, los "palos blancos", los compradores ficticios, los estimuladores del inters callejero. Uno era alto y el otro bajo; se dira que la boa se movi al verlos. Era el resto del equipo. ... "por encargo de la fbrica traigo esta pomada milagrosa. Yo no pago patente, ni arriendo, y por eso estoy en condiciones de ... " Cortarle el paso a la gente, detener el trajn, es como abrir un hoyo en el agua, deca el charlatn a su mujer en las horas de descanso cuando confesaba las dificultades del oficio.

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Es como si la voz del charlatn (ma) marcara un n. mero equivocado y acertara y en el otro extremo otra persona escuchara, el nico ser sobre la tierra dispuesto a or, mientras los otros hablan, hablan, hablan, se hablan ellos de ellos mismos y se contestan ellos mismos contra ellos mismos y la voz no se detiene nunca, desde que viven hasta que mueren en un solo chorro, un solo canal, el nico precipicio que se eleva y desciende y transfigura las cosas, y las deforma o las hace ms bellas y siguen hablando, hablando, hablando ... sin poder escuchar. - Cunto le costara esta pomada milagrosa en una farmacia que tiene tantas luces, tantos empleados, tantos gas. tos?: el triple. Yo no tengo nada contra el comercio legal. mente constituido, pero no crean ustedes que lo digo por in. ters. No se vern en otra -repeta el charlatn, moviendo el dedo en forma sentenciosa, como un apstol. Su voz se elevaba sobre las otras miles y miles de voces superpuestas y escalonadas que iban pasando en ese momento por la calle, voces que se haban quedado afuera de los rostros y del alma, refunfuando, protestando, amando, comprendiendo, solicitando, huyendo, martirizndose hasta volver a su reducto original, el gigantesco silencio de la ciu. dad, de las frenadas bruscas y los escndalos rojos de las no ticias de primera plana de los diarios y el man caliente y el ruido hondo de las campanas. La voz del charlatn adquira entonces un color distinto, un volumen diferente, una capacidad para trepar entre las otras voces de la selva, como un trapecista equilibrando su nmero, su gracia, entre slaba y slaba.

-Es como tirar muchos anzuelos -le confesaba el charlatn a su mujer. Hay rostros que compran y otros no. Estn haciendo hora. Eso se sabe. Uno mira y puede descubrir los que estn escuchando, los que se hablan a s mismo dejando la conver sacin del charlatn en otro plano, de fondo, pero a la larga compran, a veces a la segunda rueda, despus que el discurso de 3.500 palabras empieza a repetirse y dice las mismas exac tas cosas igual que un hombre a su mujer despus de vivir mucho tiempo juntos. Entonces se deciden y sacan la plata y el "palo blanco" dice con voz solcita: "Por favor, deme una" y yo contesto: "Con mucho gusto, seor", "es un pro-ducto garantido". Y luego "pica" el resto, hasta cinco por rueda los das de suerte y con eso ya uno saca su utilidad. Yo mismo donde usted me ve, estoy costeando los estudios de mi hijo poniendo la cara en la caBe. Primero la cara se cae y despus no. Mi hijo todava cree'que trabajo en una oficina, nunca quise decirle. Yeso que tiene 12 aos. Est en un colegio caro, en un colegio particular. . . . "esta pomada es el producto de pacientes aos de es tudios en los mejores laboratorios del mundo ... " Rostro indi!erellu. ... cuntos hombres de ciencia se han quemado las pcstanas ....I Rostro curioso. . . . "estos cientficos han pasado aos enteros, da y noche, mirando por el microscopio los bichitos, vindolos ca minar, saltar, jugar ... " Rostro ambiguo.. Cinco rostros ms. Un rostro lleno de rayas como el di.

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bujo de un nio, irregular, inseguro: una madeja con las hue. lIas de la vida, trozos de experiencia, del dolor humano. . . . "as es la cosa, seores y seoras. Esto no es juguete de nios chicos. La pomada lleva el sello de un laboratorio solvente, sol-ven-te, que lo distribuye por el mundo entero". La boa hace ondular los reflejos del sol desde la cabeza a la cola, ocres resbaladizos bajando a tropezones por su piel, como un ciego huyendo de un incendio, verdes ms encen. didos por el calor, azules directos, destellos casi de plata, pla. ta pobre, plata vieja. El crculo de rostros curiosos aumenta. Primeros, segun. dos y terceros planos. Cuando recin empec parecan todos iguales, pero ms tarde con la experiencia, uno descubre que son distintos y algo extrao: no se olvidan nunca. ... "aqu tengo un documento (lo muestra), es una carta de una persona que estaba desahuciada por los mdicos. Vendi una casa para costear su enfermedad. Con decirles que fue hasta donde una meica y nada. Pero un da que iba pasando por este lugar escuch mi palabra y llev una cajita de pomada y a la semana me vino a dar las gracias, esta ba sana y buena y pareca que vena de! liceo, yeso que te na 80 aos, la viejuca". Rostros en hilera, en fila, casi transparentes, movibles, desplazndose, intercambiados. Se mira con e! rabillo. El que va a comprar tiene un fulgor en los ojos, es una lucecita, y eso tambin se aprende. Es como si se pusiera gulloso, se mueve. Y uno va sacando la cuenta . y ra olra vez la mul.titud indiferente y veo el rostro de mi hiJO.

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Me estaba condenando con la mirada, y el grupo de sus' compaeros de curso no entenda, pero la clav descubrien. do al padre actor que (soy yo) con su impecable camisa blanca, retrocediendo, levantando las manos en un gesto de espanto y luego de tomar un poco de aire, volver a la caro ga: conmover, estremecer a ese bloque de curiosos que coso teaban su matrcula, sus libros, su uniforme, los zapatos. Quise arrancar, dejar la boa botada y la mercadera, pero record que era un profesional y llegu hasta la palabra 3.500 y vend ms que nunca y hasta uno de los muchachos que acompaaba a mi hijo me compr una cajita. Y despus dije: "Est bueno por hoy". y nos dispersamos. Le d su parte a los palos blancos y comenc a enrollar la boa ms temprano que en otras oportunidades. Y mi hijo mirando la maleta donde guardaba la mercadera, las cajitas sobrantes. Escuch su voz como debi or la ma separada por completo del ruido infernal de los motores y las palabras tantas veces entrelazadas de los transentes. Entonces tomamos el camino de regreso. El me iba haciendo cargos (creo yo), pero el trabajo no deshonra a nadie, el trabajo de hablarle a la gente para que compren lo que no les hace falta. Yo le iba contando lo que haba sido mi vida y las difi cultades que encuentra un padre para educar a su nico hi. jo. Tena miedo que no me entendiera, por eso le hablaba, aunque slo para m. Pero l contestaba con orgullo que ramos amigos, que le gustaba' contarme todo 10 que le pasaba. Pero segua sin hablar rodeado por nuestros dos silencios, escuchando los in-

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finitos ruidos. Los ruidos solemnes y los fabricados en serIe por la frivolidad y la costumbre de vivir. Yo tengo la impresin que nos mirbamos por una esquina de los ojos, sin apurar mucho el paso, como tratando de preparar el terreno para decir algo, para decirnos alguna cosa, pero ninguno de los dos quera hablar primero. A m me pareca que el muchacho iba reflexionando, ya un poco anciano en ese momento, pensando a lo mejor que su ma. m tampoco saba que yo era "charla", que me ganaba la plata en la calle subido a una tarima como un actor aficio. nado, exagerando los gestos,estudiando a la gente para venderles las cajitas. Yo le iba diciendo a mi hijo, sin decrselo, que muchas veces intent hacer algo distinto, entrar de nuevo como empleado de alguna tienda o almacn, pero me sofocaba ah dentro de las cuatro paredes, hablando poco o casi nada, sin libertad. Y sobre la libertad le voy a hablar si me dice algo, pero no me dice nada, sigue callado mientras caminamos por la gran ciudad ,escuchando cada uno su voz y ahora me pide si puede llevar el canasto con ia boa que siempre guardo en la casa de un amigo y yo le tomo el bolsn y seguimos hablando metidos en nuestros silencios. Sien to que el silencio de l es ms tierno, como debe sentir un padre el silencio de su hijo cuando el hijo comprende. Cuan do comprende todo o una parte del silencio de su padre y as pueden llegar casi abrazados a la casa, rindose, rindose en tal forma que la gente que no sabe de qu se trata, tambin se pone a rer.

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NOSOTROS, LA CRUELDAD

Pusonajes:
Un ladrn ocasiona!, un pavo, d pasajero de un tren, un abogado. varios detectives.

Lugar de la accin:
La comisara, una crcel.

Podemos tener la certeza de encontrar orn en las paredes: manchones y parches ciclpeosJ cataratas; unos listones de dos pulgaebs para proteger el csped amarillento y barrio do y un quiosco rojo y azul rebosante de pintura donde se

protege el carabinero de guardia en las nocbes invernales, arropado con su trabuco del siglo XIV. Luego alguien se topa con el carcelero de doble papada y triple barriga, dividi
do por la gruesa correa con la hebilla cuadrada apenas con los ojos que entreabren las grasas dd rostro, las subidas y bajadas de esos poros con suplicios rebanados en la estrechez,

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en su desarrollo imposible, apretujados entre s casi redondos en el mentn y luego su salida hacia los bloques exte. riores: una cara cuajada con ira, a machetazos y convincente, de acuerdo con 10 establecido por la ley. Despus, el in. fiemo, las rejas desmesuradas, el olor de los mismos porotos que vienen hirviendo desde el tiempo de la Colonia, amarillos y redondos como balas de buque, como man ms y adentro el hacinamiento de los delincuentes, los nichos que le sirven de camastro, apenas una cerradura bloqueando cada celda como para que mirara el solo ojo curioso de un gi. gante y los rostros indigentes el residuo, el ganado judicial tomando sol a cuadros. Los hechos relacionados con mi captura tuvieron lugar de la siguiente manera. Estando yo casado con una matrona: que era efectivamente, usa, una mrtir y por las circunstan. cias de tener dos hijos, cuyas edades fluctan entre los tres y los cinco aos, y por estar cesante y por el hecho de sobrevivir en una pieza tan estrecha como la misma cama en que dormamos decid. esa tarde (en que estuve a punto una vez ms de degollarla) salir. No resulta difcil, usa, entender mi estado de nimo. Es efectivo -como consta en actas- que anduve mirando las vitrinas de la vspera de navidad y la gente me chocaba con sus paquetes, con rumas tan altas que no ven nada y se 10 pasan a llevar a uno. afou, de pasada, como a dos de estos distrados que cayeron dando vueltas con las porqueras que haban comprado. Yeso, produce risa. No s"cmo llegu hasta una calle solitaria, faltaba poco para la noche y, que no veo un pavo? Era ms o menos menudo, aunque bien alimentado (de buena familia); modales de: acuerdo con su edad, un poco su

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pcrficial en el trato a primera vista. Me acord del sapo Livingstone. Una asociacin disparatada, es efectivo. Es cuan. do van a patear el penal y el jugador le hace antes una morisqueta al arquero y ste se tira para el lado contrario en que va la pelota, el caonazo. Le pegu una patada al pavo y vol, pero al caer yo lo estaba con los brazos abiertos. Y comenc a correr, con el animal debajo de la chao queta, con tan mala suerte, que fui a parar a la comisara, tuve que entregar los cordones, la corbata, un viejo reloj Ome. ga, recuerdo de familia, y una transcripcin (que siempre llevo en los bolsillos) de los viajes que Ibn Rlttuta le cont a Ibn Juzayy cuando estuvo en el Sudn en el siglo XI[. Me colocaron un foco con una ampolleta grande cerca de los ojos y comenc a ver todo blanco, como si estuviera rodeado de puntas de alfileres y los tiras con voces de colores, en su mayora verdes en esa espesura de la oscuridad me esta ban obligando a que largara la pepa. Cuando se inici el interrogatorio, posiblemente existi una mezcla de esos tonos, un azul sobrecargado, la cara de uno de los verdugos que tomaba tal vrtigo atravesando los blancos (de la ampolleta) como un alud, saltando las chispas de nieve, con las puntas erizadas de pequeos zarpazos. La danza de los colores fue aumentando de iotensidad y al acercarse al odo, bajaron los matices agrandndose. Uno me pregunt: -Qu sinti al robarle el pavo? Le contest: -Me puse muy triste. Se anduvo desconcertando. -Triste? Por qu6?

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-Por la cara que t(na ti pavo, Ims o menos como la luya! Recib (recibi) del delineu<n'e el primer combo. -No me entiende el hombr( desde la sombra.-. Vamos al grano del asunto. Qu sensacin metafsica? -Ah, s -le contest--: calor.

-Qu ms?
-Apuro, sensacin de culpa. que ms tarde, al. gn da, no pude precisar cundo, podra regresar con dos pavos y dejarlos en el mismo lugar para pagar la deuda quehaba contrado con la sociedad. -Y el pavo? -Me mir asombrado, pero no indiferente, responsable de la aventura que estaba viviendo -les dije-, lanzado fue. ra de su pequea rbita mezquina de morir entre julio y agosto. Se senta fatuo -agregu para darle ms soga al trompo. El que estaba de azul hizo un traslado del color al reverso de la ampolleta, de modo que tuve que acostumbrarme a otras cabriolas de la luz, como si brotaran desde el sue lo como un barco patas para arriba, con la chimenea hundi. da en el ocano. -Pero, qu pudo traducir, por as decirlo, en la mira d. del pavo? -Cierta perversidad -le dije. - Complicidad? -pregunt el tira desde el interior de la sombra de colores mltiples. -No -k contest para liquidarlo-. Ira. La pose de un actor que sube esa noche al escenario por ltima vez y se despide con la carne de gallina, melanclico.

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- Haba algo en su rosrro -indag el detecrive- de la furia de un fantico o de un penitente? ' -Las dos cosas mi capitn -le repliqu-o Pero la verdad es que pareca un fantico de esos que se dejan la barba y hablan en los parques, el domingo a las cuatro de la tarde, recin iniciado en el arte de meterse en la trifulca del garabato limpio. -Pero ... no le entr la duda al estirar la mano? -S -le dije-, me temblaba, pero creo que el pavo comprendi. No ve que son fatalistas y con las primeras lluvias se ponen saltones? - Vio usted en el rostro del pavo un sntoma de reproche, como si fatalmente 10 condenara, por lo menos haciendo prevalecer su inferioridad? (en cuanto a condicin humana se refiere) -aclar. -Sin duda que s. Pero yo le rir una mirada mJtacaba 110 al recordar que en la casa me estaban esperando en me dio del campanilleo de navidad de las radios vecinas y los coros chillones, con la servilleta puesta, cuchillo y tenedor en mano y el plato vaco. - y en ese juego de las miradas no comprendi usred que estaba pecando? -S. - Y, adems, no comprendi que transgreda las leyes, e! patrimonio de la nacin, la lucidez del alma que slo pue. de salvarse mediante la bondad, el desinters, la beatitud, al margen de! encono, la ira y la avaricia? -Como sea su cario -le contest para cortar la Jara. Me acercaron ms el foco y al parecer abrieron una ven-

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rana para que escaparan los lingotes de humo dd cigarrillo; en todo caso los colores de los tiras se hicieron ms livianos. - Sabe mted los traumas que le ha podido ocasionar al ave con su actitud de rapia? Baj la cabeza tratando de encontrar el origen de la voz que era en realidad un pozo, un molino creo yo. -No me haba 6jado en ese detalle -te expliqu al caballero. Comenz otra vez el sermn: -Es el dolo el que condenamos. Esa mano alargndose para tocar lo ajeno, esa transgresin del cdigo, esa expansin de la sola idea de robar, de sumar capital, de ambientarse con lo extrao, de irrumpir en lo sellado, pisotear la frontera de la pureza y 1a inocencia. -Pero el pavo tiene la culpa -grit en el colmo de la indignacin, cuando me acercaron el foco casi hasta quemarme las pestaas. Adems, me haban amarrado los brazos. - Por qu? -grit tambin uno de los tirar. -Por ser pavo, pues -le contest-, mientras uno anda cortado de hambre. El interrogatorio dur una semana con sus noches. Ya al 6nal comenc a hacerle el juego y los echaba por la tangente, hasta que reciba un chincharrazo. Estances me llevaron a la celda y qued solo. Como a los tres meses pens por qu no haba venido a verme mi mujer y los cabros. Otro condenado me pic la gua: UNo vienen nunca ms", sentenci con amargura y yo comenc entonces a sacar mis cuentas porque el juez confirm la condena: once aos y un da por abigeato. Como al ao y cinco meses y dos das apa reci un abogado de los pobres, que daba pena por lo libre

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que era, con una carpeta roosa. Dijo que le diera el nombre de un amigo. - De dnde? -le contest-; si no tengo ninguno. Crey que le estaba tomando el pelo. - Cmo no va a tener uno siquiera? -insisti. -As es, no ms -fue la respuesta. -Pero piense bien, haga memoria ... Entonces qued un largo momento en silencio, revisan. do, y le contesto: -No. - Ser un enemigo? -explic que era importante para pedir una revisin de mi causa. -Tampoco -le dije-; paso. Aunque pensndolo bien -rectifiqu-, bien podra ser el pavo. -No, no sirve -dijo-. Alguien de carne y hueso. -Al agua -le contest-o No recuerdo a nadie tampoco. -Un pariente, alguien que certifique que usted es una persona deceme. -Uf, mucho menos -le dije cortando por lo sano-. Estoy en blanco, fjese. -Pero en la infancia, en el colegio, nunca le peg un combo a nadie: no se tom un trago con alguien? Entonces se me encendi la ampolleta. -Fue en Contulmo -le confes. El otro crea que le iba a dar ms datos, pero nada. No.. quedamos mirando, tambin por ese lado tena borrada la pelcula. - Usted naci en Contulmo, a ]0 mejor? -pregunt el leguleyo. -No -le dije-o Pero un da fui a ese lugar con un pa-

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pel buscando un primo. La direccin que me dieron era chueca y nadie conoca a mi pariente. Perd el viaje. -lUstro d6nde ha vivido? -&pa Moya -k contest-o Y de nuevo le doy luz al gas. Fjese que una vez iba en un tren. en un carro de terce ra, y que no me pKk fuego una persona? El letrado empez a anotar hecho un loco. -Cmo se llamaba? -No s. Mire que le iha a estar preguntando d nomo bre slo porque le haba prestado un fsforo! es cierto -dijo por lo bajo--. En eso le encuentro toda la razn. - No ve? -le contest, rem:lchndomelo--. Pero otra vez me subo a un tren y que no me siento por casualid:ld al lado del mismo pasajero? -Entonces ya se hicieron amigos. -No, pues. Yo llevaba un pollo y una botella de tino to y nos fuimos miti miti tonti mota. - y sobre qu hablaron? -Sobre nada; despus de comer quedamos tristes y l se baj. - Usted cree que podra identificarlo si lo viera de: nuevo? -Estoy casi seguro. - es lo que ms le llam la atencin? -La maleta. fjese. -y su mujer. Cmo se l1ama? -Bah -le dije con amargura-o Ya le pas la goma. -Y sus hijos? - Borrados!

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Se le estaba poniendo pesada la pista al amigo.

- Pero cmo no va a recordar ni siquiera el nombre de


la madre de sus hijos? - Quiere que le cuente la firme? -le dije, sin esperar
respuesta-o Un da que yo iba en otro tren conoc a un seor de apellido Andrade y me pregunt si quera ganarme unos pesos llevndole un recado a una mujer del sur; de regreso, l iba a estar en la estacin Alameda, esperando. Tena que entregarle una misiva. Hicimos el trato y parto y por primera vez en la vida al tocar un timbre se abri6 una puena y encontr a la perso.. na que buscaba y ella ley6 la cana y empez6 a rer y se tom la punta del delantal -coqueta-, y yo le pegu una pa lada yeso le gust y cuando me encaram al poste de la luz p3ra hacer unas seales, puso los ojos en blanco y con el en tusiasmo -como soy tmido-, no le pude decir que yo no era el que haba escrito lo que estaba leyendo sino otro seor y al presentarme a su familia dijo que nos casbamos la semana siguiente y dijo que no estuviera preocupado que le haba cado en gracia y yo con el remordimiento con el seor Andrade, pensara que era mal mensajero al verme con los dos cros, pero eso no ocurri y ms tarde aclaramos el asunto, resultando que por carambola nos tiraron arroz a la salida de la iglesia, yo repartiendo saludos por aqu y por all y apenas termin la fiesta me entr la pereza y dej bien en claro que por amor propio jams le trabajara un cinco a nadie, porque pulmones no hay de repuesto en Huachipato. Pero ese da de navidad al escuchar tantas historias de los Reyes Magos cargados hasta la tusa, se me meti la de comer pavo y hasta so un poco viendo la cara de mIs ca-

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bros y la vicja secndose las manos en el delantal y ponien. do la olla a hervir para pelarlo mientras la radio deda "Noche de paz, noche de amor". Yo le expliqu todas estas cir cunstancias, a lo mejor pueden atenuanta, a1 dueo del pavo, pero el Kor Andrade no qUIso entrar en razones.

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LA TIA KI-KI-KI-RI-K[

Personajes:
Una anciana de unos 68 aos, una gallina trinque.

Lugar de la accin:
Departamento censor. en un cuarto piso
Sin

as-

Cuando mi ta qued sola se le puso en la cabeza llevar una gallina a su estrecho departamento apenas con un livingy cocina de utilera. Ya viuda, despus del ajetreo y fastidio del sepelio, hizo un balance de sus 68 aos y lleg a la conclusin que slo le quedaban algunos pequeos sentimientos como para cuidar animales menores y aves. Descart la idea de un gato o un perro por el elevado costo de su mantencin, pues ella misma tena serias di ficultades para alargar los 30 das, el miserable montepo que le dej el general. Le bastaba con bajar a la fuente de soda y pedir medio

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litro de ese caldo de salchichas y gordas, grasoso, espeluzo nante, hbrido como aceite de carreta, pero ms blando, como dulce de alcachofa y una taza de arroz, porcin que re peta todos los das en forma metdica. Ya su cuerpo slo tena exigencias mnimas: respirar, mirar por el hueco negro de la nica ventana, esperando la llegada de la muerte que siempre tarda en estas circunstancias. Empez a poner a prueba sus nuevos sentimientos -la soledad tiene extraas formas de ramificarse- con una po])ona castellana, inspida (de actitud), extranjera en cuanto a la reciprocidad de los afectos, desvada y sonoramente escasa. Primero, el ave se pase por la casa con insolencia, re visando los muros de la prisin, las armas de fuego del di funto, su retrato de cuerpo entero, arengando la tropa, rojo el rostro alcohlico y vestido de marinero con un pito en el bolsillo izquierdo. En la habitacin, dando un corto vuelo, poda chocar con libros fascinantes que fue conociendo pgina por pgina, como el Salterio de Lil1dsay, que el difunto usaba para planchar sus pantalones. Por ltimo, se acomod en un rincn jun. to al viejo globo de Martn Behaim, mirando con insospechado aburrimiento la reparticin de los mares y la tierra. Mi ta continuaba dialogando con el difunto ya en la etapa de los cargos irremediables, inventando una segunda voz mucho ms grave y sostenida y desenfrenada envolvien do el cuarto en una atmsfera explosiva aunque slo una de las vctimas estuviera de cuerpo presente. Casi siempre la difunta era la encargada de quedarse con la ltima palabra. Pona en juego argumentos irrefutables que su marido no poda rebatir en aras de la felicidad del matrimonio que se

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haba llevado en ese juego, 50 aos. Cuando la gallina era consultada -slo en pocas oportunidades- y no porque el violento cambio de palabras alcanzara su apogeo, miraba a la anciana con cierto desconcierto y beatitud: una demostracin de serenidad esperando que le trajeran el maz: el so. lemne puado de 25 granos cada seis horas, dos veces al da. Pronto las dos personalidades comenzaron a chocar despus de una mutua pulsacin de las fuerzas. El ave en su afn por dominar el ambiente y moverse con ms soltura en medio de ese mundo complejo y arbitrario; mi ta en su necesidad de imponer su criterio dominante, sus ideas recordando d precio del maz como si cada 24 horas hiciera un balance pa. ra ver en qu sentido era favorable o contraproducente la castellana, equilibrando las entradas y las salidas, tratando de medir con ecuanimidad el propsito de seguir albergando este husped difcil y poco condicional. Por su parte, el ave se mova dentro de un clima de dudas y vacilaciones, tratando de atisbar el futuro cercenado por la palabrera sin remedio de su propietaria cuando separaba la jornada de tra bajo desde las siete de la maana a las nueve de la noche con un breve refrigerio para retomar el hilo antes que el general saliera de maniobras como en esa foto. El intercambio de experiencias, tornando en cuenta la reducida cantidad de aos de la gallina, no permita un dilogo ms equilibrado entre las partes, casi siempre la vctima era el ave. Siempre escuchando hasta que comenz por cerrar primero un ojo y luego los dos, pero sin que esta actitud afectara en mayor medida a la seora que describa en forma minu. ciosa los detalles ms increbles de su noviazgo con' el uniformado despus de un rapto sbito. Pero otras sutilezas en

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rurbiaron posteriormente las relacjones. En primer trmino, la decrepitud irremediable de la veterana r la juvtntud avasallante del ave, triz, al parecer, la posibilidad de ligar con mayor animosidad las dos vidas. Por un descenso natural de la capacidad de asociacin, la viuda realizaba trueques de &aS(s cada da ms desconcertantes. Cuando. por ejemplo, deca: "No hay ninguna sardina en el volador del disco", significaba que se estaba haciendo tarde, o bien: "Si una nu be tuviera amor propio, hace tiempo que el candado presta ra sus servicios en el ReRJstro Civil", es decir: uNunca es tarde cuando la dicha es buena". En cambio, la gallina con su vulgar ki.ki.ki.ri.ki, apenas lograba sostener una conversacin mediocre, rondando alrededor de la idea fija del huevo y sus derivados. La crisis poda estallar en cualquier mo mento siempre y cuando la rivalidad rebasara los lmites de la prudencia. El ave opt por tomar una actitud ms indiferente, sin recibir las ofensas, las malvolas indirectas como cuando le dii::ron en una oportunidad que sala en forma misteriosa en la noche, usando de peluca un tricornio del neral, aseveracin mal intencionada que la vctima pudo aclarar, aunque con algunas dificultades. Por su parte, mi ta tambin lowaba escaparse a alguna fiesta, creyendo que la gallina estaba dormida, accin que fue denunciada en su oportunidad para vergenza de la anciana que opt entonces por empezar su tejido interminable. Al margen de los roces, del choque de conceptos y con duetas, se esparca en el interior de la habitacin un clima tenso. La vrrdad es que el ave, por esos irremediables artificios de la ley de las compensaciones, se pareca cada vez ms a mi ta, con sus anteojos colocados a media nariz, la boca

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estrecha no cerrada, las orejas en punta, el pelo grisceo desplegado en toda su magnitud. En cuanto a mi ta era una gallina perfecta, levantada cola, ms bien ala, de pechuga numerosa, inRada, contando, uno por uno su maz. Estos cambios no eran permanentes, sino fugaces, anrquicos: resultaba difcil comprobar cmo los rostros S(: acomodaban en circunstancias tan dispares corriendo el riesgo que tanto mi ta como la gal1ina quedaran de una sola vez con las dos indumentarias; pero esta situacin no se: produjo resultando evidente que cuando la difunta se converta en gallina, respiraba el aire de un tiempo nuevo, sin recato, mi. randa de nuevo al general con ojos provocativos, incitndolo a desmontarse del caballo, ocupado en ese trance inmortal, mirando al fotgrafo con el mentn en alto y egregio. Mas 31 regresar a su estado natural, la anciana pareca soslayar esas temperaturas fuera de temporada, mientras el ave, rasgu aba el piso, sin hnura, tratando de imaginar -pues jams lo haba visto- cmo sera un gallo que hablara su mismo idioma, joven, apuesto y con acciones en una fbrica de ali. mentas para aves -50 por ciento de conchuelas y 50 por ciento ele afrecho. Hasta que un da, con el escndalo correspondiente, la gallina puso un huevo, corno una expresin de protesta suprema mirando el suceso con vengativa (nada se haca en forma gratuita), aumentando la confusin reinante, el clima de recprocas venganzas, que comenzaron a multiplicarse con la llegada de otros huevos y las plumas que volaban por la habitacin ablandando el aire. jaspendolo, con ese mbito de ceniza para cuhnr el movImiento de la difunta en su silla de ruedas, atisbando tales

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nieves, olros crculos que empezaban a cubrir el piano de la familia, el sof de las fiestas de otrora, la alEombra de los valses, la lmpara enrarecida por los fragmentos como si se tratara de una selva virgen en que cada da, la luz era me nor y sus consecuencias, en que la voz de la difunta, al sol. tar el chorro perpetuo de sus palabras intiles deba abrirse: paso entre verdaderos tneles de plumas derramndose como vilanos, pegando un salto entre los libros o bien dcsenre:. dando la madeja de lana inconclusa. como una casilla reple. ta de corre:spondencia e:n que hasta los recuerdos ocuparan sitio, en que hasta el aire se estirara, chocante, de: elstico y la sangre, para Aotar (en los dos circuitos opuestos y enemi. gos de la anciana y la gallina), subiera una escalera para que de tales 3lturas alcanzaran el rudimentario corazn y empujar, dar otro impulso a sus respectivas vctimas, ciegas, como si ya no existiera un lugar para respirar en el universo y siguieran cayendo las plumas, las plumas, las plumas hasta el extremo que las ms blandas de las palabras, incluyendo la laboriosidad de los verbos, no rielaran como era su hbito, atascndose casi en la mitad del camino, es decir entre el ori. gen de la idea y la mitad de la boca rellena de plumas para siempre sin sonoridad. envueltas en su desconcierto como si en realidad las dos difuntas caminaran, sin tropiezos, libre mente, por el Paraso.

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50"1.

ME OS AL ALBA

Personajes:
Un nochero, una mUjer triste, un neficiado.
y un be-

Lugar de la accin:
U na pieza .azul de hotel con vidrios rotos pintados de amarillo.

Los que alguna vez en la vida han sido nocheros, con una luz amarillenta encima de la cabeza, durmiendo sobre el libro de registro del hotel, los que despiertan cuando el marinero y su mujer orilunda, coqueta, turulata, hace mover la cartera con la certidumbre de los 40 pesos, la media menor, las piernas a destajo, sin contragolpe, ese montn de 55 kilos que tiene forma de cono y pirmide y arco de salteo al tren del oeste, agria un poco y como si slo le faltara la carpa para instalar el espectculo: la pista de aserrn, sus mejillas elaboradas con carmes, con betn de organo y oro mientras dura el suplicio de colgarse a la billetera de la me

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dianoche y luego de bruces, antes de ser finiquitada esta he. rramienta todava balbucea el bolero, la estridencia del amar que la est rompiendo, planchando, todo en complicidad con el somier de resortes rotos y disparejo de tal suerte que la mujer slo se dispara hacia un lado, digamos la parte frontal de los senos y el resto, el saldo del equipo se contraviene, se irrumba, queda de soslayo hasta que por la posicin el ma rinero acomoda su velamen, sus venas y ya se viene de mus lo, se va de contrapartida y dobla la boca y se queda pegada, para siempre, eternamente, en el contrafuerte de los labios, que irrumpen el ceceo, el manoseo del alma hurgando en el pasado all donde estn los hijos de nadie: todos son de padres solteros, de solemne subterfugios cuando el marinero la ahorca, la brinda de cortafuego, de arrecimo, de contra puerta, de muslo que horada el olor de la piel y de cadera que va en zaga como buscando petrleo y sale un chorro no se sabe nunca de qu oquedades, slo los vecinos pasajeros cuando saben que se despiden desde el muelle iracundo de la mdula y una cuchara sopera les raspa el espinazo, el ano c1a, la orden de resistirse y partir, todo en rojo, como si cim braran el abismo final de la muerte y la prostituta le busca el acomodo, el esquince, el fulminante desvo, la carne que se encima a todas las posibilidades del peligro. En ese instante se suman los aos, quedan fundidos alientos y sabores y dolores, y hasta los vieios se tornan lquidos cuando pasan a mansalva como huyendo de la polica. Oh, Dios mo! ts el placer, dice uno, efectivamente, afir. ma la mujer, notificando la accin, la ofensiva y luego se desmaya mirando el objetivo, la grasosa billetera sin nada adentro, slo direcciones imposibles y el color y el olor nue

vo, el precio del instante cuando piden una segunda botella y ya reideros, pusilnimes, estupefactos y convictos se confidencian I.a menor de los sentimientos, el zarpazo que les dlO la vIda en un encuentro disparatado y luego descaminan lo que soaron, hacen crujir, de regreso la escalera de otra forma, bajan de las pirmides, de la cspide de todos los hechos esenciales, ambos dos boquiabiertos, sin destino y se despiden tomados de la mano, cada uno, con su vaco particular y ella va despedazando en la mente los 40 pe. os: la taza, el cuello funisecular, la harina, el pantaln nuevo para el hijo de padre desconocido, el buque que ya est piteando en la rada, la oquedad del mar que hace temblar sus sorpresas como si fuera a partir slo sin nadie adentro, apenas con sus olas y el ritmo escalofriante. En otras circunstancias, es slo el marinero el que parte, el que soluciona el pedido, el desenredo de ir despegando los senos, la colusin de los entredichos (desde los dientes a los recuerdos), el hombre que aparece en medio de las primeras tinieblas del universo detenidas en este cuarto miserable de hotel de cuarta categora y lleno de hoyos alrededor con su correspondiente ojo vaco en cada orificio de los vidrios amarillos pintados con leo al agua y se dispersa (el navegante) cumplida la misin, cero faltas, el oneroso ataque mientras la mujer arde an, antes de armarse de nuevo, pedazo a pedazo, soplndole la ternura por el cido con trapeso de la hora, en el ltimo minuto de la madrugada cuando recin es una herida mojada y en torno a ese acci. dente se desenvuelve, mueve sus poleas, sus columnas, todo el artificio maravilloso de la vida al extremo que puede pul. sar sus propios poros, sin ningn esquema previo, y luego po-

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nrrJos rn ordrn con un sentido tan justo dr la hermosura como para que su c1J(rpo camine dr nuevo moviendo la carfumando fuego, rastreando el hambre de otro delirio anta de abandonar la cama como un navo que, previo a la ceremonia de la lxndicin, todava prueba sus maderas, sus clavijas. En esos momentos, el nochero, en condominio con la ejecurame, derramada en la cama, puede salir a la calle, gris y vaporosa y decir, por ejemplo, que en el altillo tiene a disposicin (de usted) una mujer de segunda o tercera mano, un poco inundada por el artificio del amor que le cay encima como una desgracia y an blanda, blanda y sancochada, con los ojos en blanco, puede mover su ro, erradicar sus fuegos, el sostn de su sostn que es como el trapecio donde podra columpiar d resto ele la energa para demostrar que una parte de la humanidad pisa en falso cuando ama fugazmente. Entonces sulx la escalera. sin hacerla crujir y no se inscribe en el libro (porque est en complicidad con el nochero) y p1J(de y debe abrir la ventana, tado dentro del mayor de los silencios y las complicidades que hace latir su rostro y su cuerpo como si efectivamente estuviera viva, sonrosada dentro del sueo. Y si despus de algunos regateos, le paga una parte de la tarifa. con la rebaja correspondiente, puesto que los costos tambin son menores: menos com:umo de luz, palabras y sbanas, usted, feliz, le da un abrazo apasionado y ella se estremece con economa, como un nufrago que primero separa una ola y luego olra sabiendo que tarde o lemprano llegar el momento de eSlruiar el ocno sin asidero, vaco, separando las aguas y sus infinitas transparencias, sin sentido.

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EL RATON DE CADA UNO

Ptrsono/es:
Pasajeros de un microbs del r(:corrido Conc(:JXinCorom:J.Lola. min(:fOs y ralon(:s.

Lugar de la accin:
El (ondo d(: la ti(:rra.

Usted sube a el micro, y a los pescados a cuadro de ca. mo, grises estn, brillantes fueron, un ardor de plata bruma, como cuando el viento suelta las sotanas de los ocanos y en lances se arma ese enredo prolijo de las aguas, de las espu mas: muchedumbres que van huyendo y se escucha, de fono do, el tableteo, los dientes con diente del mar hecho aicos con su correspondiente sopor y vaho sobre los habitantes de la noche y desfilan t()(!os aquellos que van huyendo con la lluvia a cuestas, con un pedazo de agua que se dobla y tamo balea, bandera rada y blanda con bordes agitados tambin por el acontecimiento del vendaval que no arrecia, sino al

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contrario, apura sus bocinas, es decir, sus estruendos en me dio del cido roto. Usted tambin entra en las cebollas, en su clamor como si ese desorden redondo ya hubiera encontrado por fin su quietud, su nuevo estacionamiento como una campana que con la vejez de los aos slo permanece colgando, olorosa con su presencia callada y solemne apuntando los siglos, la vejez mltiple de los transentes arrugados por el agua. Se dira que son de cera, en los bolsones extendidos por los pasillos del armatoste antes que comiencen a desfi lar los rostros de los mineros, sin escarpadura, como si de escamas se tratara ubicados en el orden estricto de los asientos, escalonados y seguidos por sus familiares luminosos por la sorpresa de la maana, esos golpes que entran a los ojos para asaltar a mansalva el gesto, la indiferencia de las narices alineadas en su escalafn de rutina, con tanto platera muerto encima de la cabeza, blancos sucios, empolvados por la densidad de la tierra y de la hora, la tierra subiendo, libre mente por sus cuerpos antes de tiempo de5de que nacieron hasta este preciso momento en que van regresando a la mina, en su ms larga epopeya al aire libre slo mirando las correntosas tajadas del Biobo, tambin plomizo que corre, que salta de un nido a otro con su mugre y peripecia, como si fuera amarillo el destello anterior que empuja las aguas y todos los ojos, entonces, pasan a travs de sus aguas, pero sin caerse, y el regreso les paga con la misma moneda: se instala en los ojos, bate su molino, su estrechez de anilina en ditirambo, diestro en la habilidad de quedarse metido en el ojo, contando su historia de tantos siglos, siempre igual, aunque ms lento, y curvado el anciano ro, masticando con debilidad el barro, el tiempo que pas por su lomo endurecin-

dolo, hacindolo escptico y voltil, pasmoso y despavorido a la vez, lleno de asaltos y dudas. El Biobo sube hasta el carromato y examina las mercaderas por doquier: las habas ilustres y de cobre viejo en los extremos, corno cuchillos fue. ra de uso, las pescadas blandas como seales de humo, tan extendidas en su muerte, con el ojo de gato preciso y casi rojo y el traqueteo, bruces en los vidrios, allos en las orejas cuando el sol de la maana ya muerde su propio destello y empieza a rielar incompleto por los rostros de los pasajeros, salpicando, bullicioso en su contorno broncneo, dibujando algunos parches otras cicatrices, vaivenes de la vida, marco superficial y decoroso del hombre-topo, hombre.garra que lIe. va el mar de techo, que usa las olas de sombrero, la espuma de sol callado y seco, entremedio de la tosca y las tripas mi. lenarias y centurientas, agujeros pertinaces de la luz y las sombras sorpresas que no soportan el resto del cielo y se ensaan en esta ceja, luego en ese labio casi torcido por el do. lar de vivir en un cuadrado donde apenas entran las manos y sobre todo los huesos a la intemperie. Nadie hablara en esas circunstancias, slo entonces el ruido del motor mientras los rostros se enlazan por la velocidad de la hora apiados p3ra siempre en un solo montculo, para liberarse de pronto, con euforia cada uno, otra vez dentro de su marco y porfa para llamarse Juan Sep{l1veda N.O 2.345 de la mquina contadora, sumadora y restadora de desdichas, un nmero marcado a fuego en la espalda, en el alma, mientras toda la sangre vecina se emparenta con el movimiento del carromato, como si los sentimientos pudieran llegar o alcanzar un solo nivel y tambin el dolor tragado, el holln devorado a cam bio del aire, de la esperanza de seguir respirando entre las

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rocas, es decir, entre los cadveres de todos nuestros antepa que ya no son otra cosa que pura cscara, resonando. Quin vive?, grita uno en medio de la sorpresa, como si en el centro de la oscuridad slo la respiracin existiera aleteando, buscando la forma de encontrar una nariz, y luego un pulmn, formas rudimentarias de la existencia y despus su metro de tripa, algo de corazn, un cogulo y en esta forma ir armando al hombre que est yaciendo al azar, debajo de su lamparilla de luz polvorienta, que no esparce sino un foco como la primera luz del mundo, hablando a tientas en medio de bs tinieblas, con la obligacin de ir desnudando los hechos, las tragedias de las explosiones, cuando ya arma(lo el conjunto: la certeza de una piel y todos sus atributos, estallan, bajo el mar. los acantilados, los carbones, los gases del cielo y del infierno y entonces vudan otra vez las trituraciones, los fragmentos, de tal suerte que si usted viene llegando a esos escenarios recibe en sus propias manos los homenajes: troncos mutilados, ojos a brazos en esguin. ce. cabellos ramificndose, dedos sin piano, dientes sin plato, sombras sin asidero. Mas la porfa de la existencia, insiste entonces y vuelve, con el coro del fondo del mar en la cabeza a restablecer el orden, dentro de tanta orfandad, el llanto o mejor dicho la crujidera de las viudas, los ayes de sus negros azafranes y campanarios, el rojizo estandarte de sus rodillas, de sus ovillos que se revuelcan por la arena clamando movimiento para el fallecido, para el tritmado, y el muerto slo atisba un poco de serenidad en medio del caos, como si fuera una mquina espermntica, truncado en su raz, con los sentimientos (la ternura y el amor) que se le derrama por la herida como un vulgar ro de esos que usted lleva en

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el alma y se va el ser humano por esos oleoductos, se ausenta


para siempre lento y llorado en medio de las Aores de pape! del incendio de los llantos que tratan de pegarlo contra muro y su bandera: porfiar por su niez en primer trmino en e! ltimo piso de su casa y luego e! sopor, la columna tebral quebrada en mil pedazos, pero como insinuando el velamen de otra orilla que no podr alcanzar y, sin embargo, alguna vez estuvo presente en e! rescoldo de su destino, arrimado a sus hijos, como un viejo madero ruinoso al atardecer y al amanecer ah crujiendo de impotencia, ganando nada a cambio de ese cuchillo que cada 14 horas le raspa los huesos y 10 va haciendo pequeo, un punto, la seal que sale del mar como si se tratara de un aparecido al que todava le quedan unos dientes para morder los das, un peso para hundir la sbana negra. Una vieja cae en el camino y patalea en el aire y los pa sajeros contestan con un coro de risas y todo el estruendo del micro se estremece de nuevo y las carcajadas estallan, sao len de una boca para entrar en otra y la anciana agarra su montn blanco y negro y mira de soslayo y comienza a desprenderse del polvo con la mano: atrs, una nubecilla que entreabre sus arrugas. Vamos avanzando, se puede hacer un cambio, torcer las fuerzas, equilibrar la velocidad, apurarla, apretar el acelera dor y el cemento se va, etreo, no fijo, como si usted estuviera subiendo y no bajando y se sienten caer al suelo hasta los recuerdos, los pinos de Escuadrn, rodeado de los otros de un rboles compactos, impenetrables de paso, color ladrillo en la punta, la casa del maquinista soplando el humo del cielo y hay el caballo de siempre en la colina, del

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4-A'egra rro\iSr'ria

gado, Bautista, 6jo en su melancola: una lmina donde se notan las escalonadas costillas de acero, las crines de fierro, el origen descomunal de sus zapatos de barro yagua y el reslo de la carrocera jaspeada por el sudor y el uso del trabajo tal como los mismos mineros porque la explotacin de. forma las ancas, los belfos, crea lales contornos que hace de un caballo una rueca, de un hombre, un pozo sin seales, y cambia su sombra en vida, se le vienen encima los aos y lo deforman, guardabajo, se hace batifondo de extravagancia, se corroe, trizndole el hambre y se transforma en lo primero que encuentra, rarro viejo, ancla vendida en el Mercado

de las Pulgas.
Parrido en dos el ocano, el minero avanza, raudo. trajinando por el holln y su copiosa nieve que es como si ano duvieran tambin poros suehos por el aire (otro sntoma del origen de la vida) y avanza bajo el agua, entre las aguas, en la profundidad de! mar: se dira que los mineros son de camo cuando las casas grises comienzan a sumergirse en Pueblo Hundido, todo queda sepultado en esas calles, la ma yor altura es la de los tobillos y entre tobillos hablamos, us1e<1 ve los pequeos soles derribados y duros, usted slo ve esas monedas sin herrumbre an, esas ruedas que costalean el saldo del esqueleto y all abajo el resto de la casa, una mesa a la allura de la fila de los primeros muertos y la nica cama flotando en la oscuridad perfecta de la tierra. Negro es cada vidrio que no existe y e! humo rebasa su postura, el andarivel de sus postraciones tocando fondo, aqu en medio de los rostros y los fuegos J tal extremo que algo pasa por sus tutanos, medio a medio, para entender las seales de estos sobrevivientes, mientras el micro abre estas espesu

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ras e.n direccin del pique tercero pasando por la playa donde. f1ame.a Recabarre.n. Ya no est: slo se le. ve. de. vez en cuando, cuando baja de. la montaa a tomar agua y es til su sombra, an, cuando cae de. nue.vo al mar y sue.na e.n la espuma, transparentcrnente, y entonces traquetea su palabra, en cada una de las gotas y cuando pasa el carromato en esta maana de verano se hace escuchar: -Soy Recabarren -dira el mar, y el coro no se aguanta: suelta su campana. rio como en la celebracin cuando parten los mineros de Lota y Coronel y chocan en la mitad del camino y traen los estandartes con terciopelo y oro y el lder se sube a la mono taa y habla desde esas alturas y por fin se va de nuevo al mar y se ausenta en el vaivn azul hasta el otro ao y cada pasajero lo recoge de pasada, usted no puede evitarlo, est ah, ntegro, latiendo en el aire y al dejarlo atrs no se empequeece con la distancia, el ojo no lo niega y su recuerdo coincide con su imagen, clavado en la pupila de los siglos.

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REPORTAJE

Pcriodista.- En qu circunstancias fue usted advertido del problema? bajar al pique nmero 33.

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Y por qu no al nmero 47? Minero.-Porque como todo minero soy supersticioso. Ha pasado alguna vez debajo de una escalera? Minero.-Nunca; all abajo no usan. Cul fue su primera reaccin al conocer las proyecciones del asunto? sent desconcertado. Usted es ateo? Minuo.-Claro. PtrioJista.- Cunto tiempo hace que dej de creer en Dios? Minuo.-Desde el mismo da en que baj al pique. Qu es un pique? Mintro.-Un lugar <Ionde uno entra vivo y sale muerto. Puiodista.- Su palabra favorita?

Mintro.-Aire.
Considera usted que la medida tomada por la empresa es un poco deshumanizada? tengo la ficha N.O 2.126 Y los dems tie nen otros nmeros hasta llegar a 4.357. Nadie habla de humanos, sino de los nmeros. En este instante, el 748 est en fermo, el 2.357 fue padre otra vez, el 3.779 anda en las tomas. Puiodista.- Usted de quin es ms amigo? 357 y del 4.199 que es mi cuado. Piensan hacer algn reclamo? 2.236 habl esta maana en la asamblea y dijo que se estaba estudiando el problema. Ptriodista.- Usted cree que la asamblea se pronunciar a favor o en contra?

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Minero.-No se sabe todava porque las cosas se pueden


enredar con la huelga. Periodista.- Qu opina de Gagarin? Minero.-Lo vi en una foto, pareca libre: sin nmero. Periodista.- Cuntas ratas, exactamente, hay en este momento en el pique? Minero.-4.357 obreros; 4.357 ratas. Periodista.- Quin se encarga de contarla? Minuo.-La Comisin de Ratas. Periodista.-Quines la integran? Minao.-Los encargados de relaciones industriales de la Empresa. Periodista.- Cunto dura una rata? Minuo.-Depende del minero. Periodista.-Pero para informar a los lectores, para que tengan una idea ... Mil1ero.-Con suerte, SI le toca uno sin silicosis: un ao ... Periodista.- Y despus? Minero.-Le ponen una de repuesto ... Periodista.- Considera que esta resolucin de la empresa lesiona la moral de sus compaeros? Minero.-S y no. Periodista.- Por qu? Minao.-Porque no hay mucho que elegir. Periodista.-Entonces usted est de acuerdo con la me dida. Minero.-Los hechos son los hechos. Periodista.- Cmo identifica cada rata su minero? Mj!lero.-Se produce, cmo decirlo?, una espeCie de

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amistad, entre el animal y el que saca las piedras de carbn;


se conocen desde lejos en la oscuridad. pmodisuz.-y si un minero pega la fallada, qu pasa con la rata que tiene que alimentar? Minero.-Espcraj son pacientes, por eso son ratas. PerioJisuz.- Y no se da el caso de ratas glotonas? Minero.-Tienen un orden interno, se nota que son dis. ciplinadas. Si ocurre eso le llaman la atencin. Periodista.- No puede la organizacin de ustedes exi. gir que la empresa coloque alcantarillado? Mint'ro.-Sacaron las cuentas y no les convena. No se olvide que vamos cuatro kilmetros mar adentro ... Periodta.-Entonces surgi la idea de las ratas. Minero.-S. Periodista.-Hbleme de usted y su rata. Minero.-Bueno, es chora; pero sabe esperar y se pone a mi lado cuando estoy descascarando el muro ... Periodista.- Son amigos, entonces? Minero.-Amigos, amigos, no. Pero las circunstancias obligan a muchas cosas ... Periodista.- Usted se la llevara a su casa? Minero.-Para qu, si all hay W.C. Colectivo, pero hay. Periodista.- Son de carcter parejo los animalitos? Minero.-Depende, como no ven nunca la luz, tienen el odo muy sensible. Por eso lo distinguen a uno, por los pasos. No ve que ningn cristiano pisa igual al caminar? Periodista.- Cundo nota usted que su rata se pone ms contenta? Cuando llega o cuando se va? Minero.--Cuando me voy; ellas tambin aprecian la li4 hectad.

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Paiodista.-No considera usted que realizan una labor


repugnante? Millcro.-Quiere que le conteste que s o que no? Periodis/a.-Ojal me contestara que s. Millero.-Hacen un trabajo como cualquier otro y le pJgan menos de lo que ganan: eso salta a la vista ... Periodista.- Le lleva usted algo de sobras? Minao.-Ojal pudiera hacerlo ... Periodista.-Pero si tuviera la oportunidad? Minao.-Lo pensara. Hay, adems, un acuerdo de la' organizacin. Paiodista.-En qu sentido? Minao.-En el que cada compaero tiene que cuidar su rata para proteger la salud de los dems ... Periodista.-A lo mejor se va a molestar con esta pre gunta, pero quiero saber lo siguiente: se le pega algo del carcter del minero a la rata que le toc en suerte? Minero.-Por supuesto que s. Pcriodista.- Cmo se nota? Minero.-En que la rata es ms blanca. Paiodis/a.-Y ahora, que pasar con la huelga?

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El minero entrevistado regres a su nmero, saltando los cordones de la grabadora, los hilos del micrfono y la cinta magntica que todavJ continu:lba gir<lIldo, sin sU!> p:l.

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labras, mientras el obrero con la luz en la &ente (slo se dIstingua el rollo amarillento del haz que llevaba en la cabe. za) se incorpor a tocla esa masa de nmeros bullentes, ca si tocios iguales, como si colocaran en ese instante en fila sus rostros negros, con las ranuras de los ojos y la boca -he ridas bb.ncas- y no hubiera otra identificacin que latiera sobre la tierra que su edad y su infortunio para luego entrar a sus tneles familiares caminando tocios con los mismos pies, como un bloque de grandes proporciones, humillado hasta )a mdula de los tutanos. Entonces los mineros del ltimo tUfno comenzaron a cerrar la oscuridad, el pique, de acuerdo con la directiva de la organizacin. Se haba iniciado la huelga. Era la hora del crepsculo cuando el holln ya est ter minando de enturbiar las nubes, los rboles, el intersticio de los dientes y los vidrios y las uas, cuando todo el aire lleva una porcin de arena negra y los colores de la tarde dan la sensacin de estar mezclados con agua sucia de lavadero y en el fondo del horizonte emergen las chimeneas con humo slido, pegado al viento que no se mueve. A los pocos das un nuevo rumor comenz a recorrer la ciudad como bajo cuerda, iR'ual que una sirena de alarma sonando trapicada, con algo de agua en la garganta ululante. Esa misma tarde se reuni la organizacin. Dijo el 3.456: -Hemos echado sobre nuestros hombros una enorme responsabilidad. Qu haremos con las ratas. quin las va a alimentar ahora? Entonces se inici el debate (que el reportero tambin grab) cuando las voces tocaban los muros: el pobre hom

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brc que somos, compaeros, el sudor de menos que tenemos ahora que estas ratas morirn de hambre o invadirn la ciu: dad, compaeros, no somos responsables y no bast la infamante necesidad de tenerlas a nuestro lado, esperando, como si el proceso biolgico no terminara ya en forma natural y victoriosa, sino que los pobres alimentos, compaeros, an tenan que rendir una ltima utilidad como si las ratas fue. ran la prolongacin de los eslabones finales de la civilizacin, del progreso de la especie para ahorrar unos pesos a b compaa mientras se escuchaba el rumor de los dientes de las ratas, dando una seal de:: alerta, re::c1amando su derecho a se guir pululando debajo del mar, el ltimo residuo del movi. miento de la accin y el desplazamiento de vivir, y sin embargo, necesarias, como la muerte, dando saltos vengativos, alistando sus herramientas porque esta vez no estaban dis puestas a devorarse unas a las otras, como si el hbito de ha ber elevado el nivel de su magra alimentacin les hubiera dado nfulas supremas como para desbordarse por los cerros mineros con una trituracin amarilla, poco saludable, gol. peando la oscuridad, perforndola, acribillada. hirviendo, pe. ro con una tonalidad nueva que no era bulliciosa. sino apre. miante, con una cautela irreverente, pero custica. sintitndose que desde el fondo de la mina, las ltimas ratas presiona. ban por subir, como si su ulular ya no fuera recto, sino cir culante, estremecedor corno miles de partculas de metal que iban cayendo a un horno de 2 mil grados y esas chispas se convirtieran en ruidos, gritos incompletos, espantados de su garganta de lana, dispuestos a comer, a comerse todo cuanto caminara y estuviera caliente, sin importarles la forma que los sobrevivientes tenan, en ese instante cuando comenzaban

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a vaciarlos, ahora torciendo esa ley discriminatoria que por

el solo hecho de ser ratas las llenaba de basuras, sobras de la


condicin humana: lo que queda del amor cuando se el amor, lo que sobra de la energa cuando luchamos, cuando, compaeros, abrimos la boca y desde ese instante, como el pobre bolo agrio, dulce, gustoso, amargo, trgico, de piedra, fuego yagua entran en funcin todos los sentimientos, la nrdad y la mentira y las contradicciones ms bellas y ab surdas, compaeros, y somos como el espejo donde se mira 1a accin, el movimiento interno que nos permiti tirar las aletas, las R:ualetas, la capacidad para nadar solos despus en nuestra sangre y construir la sociedad ---eompaeros- comiendo y evacuando ese residuo que ahora las ratas reclaman con su coro chirrioso, brutrifrante, brabretrfico, trotringrimo, cuando el aire ya estaba lo suficientemetne blando con su aguja desde el fondo del pique, cuando se derramaran con la fuerza de un ro frentico. este ejrcito gris, que viene subiendo y bajando por los rboles y los almacenes, triturando las mangueras de los bomberos, comindose el cordel de los badajos de las campanas de las iglesias, perioran. do los sacos de harina y maz, metindose en el agujero de los quesos en el fondo de la ms completa irona, sin probarsino llevados por un afn implacable de transgrelo dir la posibilidad de que el hombre, su socio, su dependiente, tambin dejara de comer y se igualaran en la desdicha de sentarse en los bancos de la plaza pueblerina, cruzados de braws, leyendo un viejo diario en blanco, vendidas las cucharas. empeados los platos hondos y planos, tirando al mar las ollas, y la esperanza de sobrevivir, jubilados perennes, mustios ancianos, que somos, compaeros, de la vileza.

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-Los ejecutivos de la empresa se fueron! -notific el 2.347 llegando agitado con la informacin-o Dejaron un representante que no sabe nada; est atrincherado en su oficina llamando por telfono y nadie le contesta -dijo. Porque las madres, compaeros, estn ah -(la versin de la asamblea se segua grabando )-, sujetando el portn, con sus hijos hecho un ovillo, esperando, y yo pregunto esperando? qu?, compaeros?, que nos vengan a devorar cuando sabemos que la compaa tiene otras diez mil ratas para lanzarlas contra nosotros si no aceptamos la contrapuesta de ellos, compaeros, y yo megunto si esta decisin est incorporada al cdigo de la tica humana, a los acuerdos internacionales de Ginebra, cuando la desolacin del hombre llega al extremo de iniciar el xodo, sealarle a los ms viejos y a los ms nuevos el camino de la salvacin, sin mordeduras venenosas, mientras continuaba el debate y el rumor aumentaba en su distorsin: todos los dientes de las ratas ya finos como alfileres, removiendo el holln del pique negro, preparando el terreno para invadir las bocas y despedazarlas, para irrumpir en todo el cuadro de la conformacin biolgica de los 80 mil habitantes acosados, con sus estandartes de oro, indefensos, amarrndose a este nuevo derrumbe, cada uno agarrando la pala, la carga de dinamita como para volar el pique, suelta por fin la sangre sin atenuantes, en una batalla en que se derrumbar la tosca tripera de los viejos araucanos petrificados en las laderas de la mina, despertando con la lanza en la mano cuando invadan al enemigo y sigue el martilleo acompasado, sumndose a las rdenes dramticas de los comerciantes tapiando sus negocios, mientras los altoparlantes daban las ltimas instrucciones, las mu-

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quin pueda! y algulen estaba lim. piando un vidrio con un diario y las uas largas y los
gritos: "Ya salieron, ya vienen, las vimos con nuestros propios ojos", con esos miles de pasos de lana sobre la piedra y la arena, suavcs y agrios, meticulosamente abyectos mien. tras los 4357 mineros tomaban el acuerdo de abandonar la asamblea encaminando sus pasos hasta el pique con la caro ga de queso necesaria, con los rostros de lata, tensos. cornp:!eros, vencidos por la necesidad de: seguir escarbando la en traa de la noche, el cogulo sideral de las estrellas muer tas, de las lgrimas endurecidas hasta el origen del agua que puede existir, sin justificar para nada dolor mientras las ratas empezaban a devorar su porcin de alimento ilcito y a la vez el ms honesto y puro que haban recibido en su vida, disminuyendo luego el rumor de su hambre sao ciadas. tristes tambin, como pidiendo que alguien entendiera que ellas tampoco tenan la culpa, que el hambre era la primera y ltima condicin de las ratas explotadas por el solo hecho de ser ratas con un fatalismo letal, sangriento y por eso hacan sonar los dientes como si estuvieran devorando una enorme porcin de goma silvestre, con sus dientes como la aguja de una mquina de coser a toda carrera, entonando, en conjunto, ese himno torpe, con el mismo restringido hlito de paz que existe a la hora de la liturgia en las iglesias cuando los pobres ceremoniosos seres permanecen de rodilla con la boca abierta esperando la hostia.

prinKro,

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I

CALCULO DE POSIBILIDADES

Persona;es:
Un hombre y una mujer.

Lugar de /a accin:
Una piez:J con tres espejos.

Es un hecho que la pareja humana desnuda no puede reproducirse en tres espejos a la vez. Uno queda en blanco, silencioso: no acata la orden de la imagen, expectante y furo tiva. Si d hombre y la mujer enfrentan el espejo del medio, el ltimo es como si fuera de cartn, rechaza cuanto puede imaginar, soar, denigrar, convenir. En su ojo nada delira, y todo tiembla en cambio con esos fulgores del fuego mudo cuando iza su crepitacin tan numerosa que al medio tiene una herida, girando. En cambio, d primero devuelve la ima. gen como el original, aunque con algunos cambios, moti. va de otras tramitaciones. Resulta evidente que entre la ima.

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gen y d esxjo algo queda reducido, dudoso, imxrtinente, en su acecho, marcando un lmite que con roda seguridad no es d verdadero. Todo dexnde de la ocupacin de los senos de oro de la mujer y d JXcho varonil dd galn con su erupci6n de musgo al medio dd cuerpo como si efectivamente se tratara de la decoracin propia de una medalla conmemorativa. Si la pareja se abraza, el movimiento, de un solo salto se dirige a toda velocidad en demanda del primer espejo: es un enredo de bOCJS y muslos iguJles de tal suerte que hace dudar de otras interferencias. Aqu entonces. la imagen no desprende ms escollos y esbozos de hermosura bien en 5U deidad mtica, bien en su prolijJ articulacin ovillndose en d volcn del sexo que irrumpe biselJdo y completo. La oscuridad queda de fondo, como si se cuajara con lentitud en medio dd delirio de los asaltos, de los estallidos, dd castigo secular de los msculos cuando el cuerpo es como una pirmide, fragmento de atisbo de otros universos, arracimados ntre s, por la costumbre del abismo csmico. Este tipo de Imagen cambia pronto de lugar y desplazamien. ro a la velocidad de la luz. tocando aqu, all esos poros, y esas olas ocupan casi todo el ojo del espejo para quedar, de nuevo en blanco, sin palpitacin. Si la imagen de los cuerpos entrecruzados repercute en el segundo csxjo, en el tercero slo calza un fragmento; bien un gesto que atisba, aislado por lo general del resto del conjunto: es decir, se.aks, pruebas de concomitancia, dd c:splendor del placer dibujado tan plenamente no tiene forma en su contradiccin y por eso elige la image.n de la mirada para alcanzar el 0;0 Yborrar toda huella y distincin

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y hasta disturbio en la escena que tiene que saltar con su bagaje completo. En el primer y tercer espejos -valga la redundanciaS( reproduce otra confusin de sombras de modo que nadie ya puede determinar con precisin si la pareja todava liqui. da sus entelequias, bifurcada, horizontal, ora en su mecni. ca soplndose, ora en su preludio mortal dando los saltos en el vaco correspondiente y que no tiene eco, solvencia para erradicar la sorpresa del placer (lgicamente el dolor del pbcer); se dira una foto internacional enviada por el tele tipo con rayas que no calzan a la perfeccin en absoluto y en cambio enturbian la presencia de la sonoridad del espejuelo y su escenario completo. En todo caso, una de las imgenes clavadas entre s llegar a su destino, la otra perecer an sin insinuarse siquiera en el espejo N.O 3, corno la idea de un hijo que puede recorrer todo el sueo de una madre y pasa de largo en la noche con su acopio de agravantes y desear. gas, soplo al fin. La carrera tiene lugar en sordina, tal como si un pez de fuego irrumpiera de s<lbito en el espejo de agua y disparara para todos lados su velocidad, su ira, trepando, escalan. do, zambullido en las otras aguas que lo circundan, claman. do a vo(es su inocencia, su estupor de abrir el aire de la imagen ames de empezar a clavarla en definitiva en su cruz, es decir, en el espejo N.O 1. Si las bocas de la pareja humana se rdmen en los espejos N.O 1 Y N.O 2, se buscarn en vano en el espejo N.O 3, que permanece vado como la parte de adentro de un golpe, cansado de complicidad, agobiado por el peso de la conciencia y en b confusin, se lo podra ver a la vera de su plata,

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b llevara en el interior de) una mejor oportunidad con la pa-' mn la tregua de un anciano, es de-# h escala y sus utensilios de tra-' al- atento, pero frustrado con fectivamente hasta el espejo' su dibujo, su imagen corriabismo supremo de la cama. a humana se funde en el otro* tres' espejoe, es como si se produjera un carnpa- ': a eai M fragmento de menos, una mueca de campana, slo subterrneas, ms bien
* E l

1~

Si nn Nerpo de la pareja humana se funde con el otro en hrma defiNtiva, es probable que los espejos NP 1 y N . O 3 reprduzcan el suceso a ocho columnas con algn ttulo escan- ! daha, pero dejando tambin la posibilidad remota que el espejo NP 2 contine escuchando a la expectativa, como un ni- , a la honda y espera la mejor oportunidad para lor elsticos y lanzar la primera piedra contra ' de los tres espejos donde 41 se mira hacindose la , ~ x e r h con , un ojo cerrado.
1

UNA HISTORIA DE AMOR

Persona/cs:
Cern, IsolinJ.
GUQIQ

Lugar de la accin:
Botadero de basura, no muy distante de un terio.
mInIS-

La mosca contra el sol era verde y azul, ms verde que ocre y tambin con un tinte rojizo en movimiento temblan do confuso: es decir, un diamante ardiendo en pleno desvaro. Las otras moscas moscas moscas moscas del basural cam biaban ese orden, bien al derrumbarse desde las alturas de los verdes ms deslumbrantes hasta los amarillos siniestros con toda una gama de desrdenes de por medio, con opor tunidad para un rojo ambarino y ambiguo y tiznes en tonos a.pagados en que no estara ausente, por ejemplo, el concho de vino y el verde agua, el verde nilo, el verde esmeralda.

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Las gemas ramificaban redondas y cuadradas y los otros oros, los distintos oros parecan perezosos dentro del hervor general, levantando una sombra, un techo casi lquido aun que no tanto sobre el lugar en los suburbios de la ciudad. Los dtsperdicios reunidos a lo largo de cuatro kilme tras cuadrados como un inmenso pastel de mil hojas (malig. no, Aotando suelto), todo el desperdicio de la felicidad y el dolor humano acumulado tntre las moscas-slabas, las moscas-mordiscos, las moscas.avispas, las moscas aterradas y tornillos husmeando el olor verde y pstumo trado y llevado por el vitnto y los garfios de los cachureros, basureros, estero caleros, que se ganan la vida juntando huesos, cartones, vi. drios, botones. cartas de amor en desuso, colchones destripados: el sntoma oculto de la existencia, la trastienda de las sobras, el saldo innoble de la gran ciudad. Cuando Cern comenzaba su trabajo en el extremo sur del basural, rompa el equilibrio de las moscas que se despla. zaban en grupos distintos, agrupndose en diferentes llamas secas. corrodas por el peso del sol cuando las mujeres guan nadando, bogando, envueltas por otras nubes negras y apareca, de pronto, lsolina en un extremo y las moscas altas, divididas, era la seal que otro ser humano se tstaba incorporando a los miasmas. al aceitoso vaivn, al ocenico buque de alas de aluminio. La carrera de la joven pareja resultaba inevitable: reS().. piaba el colchn espumoso, crujiente y a la vez suave de la basura y el movimiento dd rilmo de la mugre tena algo de etrro bajo los pies de los enamorados. La desesperaci6n por abrazarse enfureca las moscas que miraban pasar por los pequeos cubos de vidrios de sus ojos: el muchacho y su mu-

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jcr alzando los brazos sin poder juntarse nunca, envueltos por el vaho que casi manchaba la nica tonalidad limpia del aire tapando el sol y el resto del mundo y el suburbio de la Candelaria. An ya mirndose para iniciar el eterno juego, las moscas no lograban rehacer su furtivo trabajo devorador, en me dio de los papeles y el saldo abyecto de la condicin humana creando una especie de color inexistente, tan rpido que no poda ser captado y que, sin embargo, se desplazaba a veloci. dad cambiante, atemorizadas con ese campanilleo de los vue los en masa: un sol rabioso y negro sin duda pintado por Van Gogh en una noche de locura con ribetes espesos que se incrustan en la piel y en la alta copa de los rboles }' en la rueda de los autos circulantes en forma de haz, }' de pez, de sacrlego encono. un mordisco a mansalva en el ojo. y si la pasin llegaba al extremo, como ocurra con freo cuencia, dejando caer una lgrima en la cara de Isalina, era rpidamente devorada por las moscas que se encimaban formando una cinta no muy ancha, pero excesivamente larga y encima de los insectos rabiosos se instalaban otras moscas, armadas con la prolijidad de las arenas del desiertos o como las gotas de un ocano que de pronto se quebr movido por el viento y entra en dispersin, y dentro de tales circunstancias reinara el caos, toda la gama del desorden, temblorosamente. Se amaban desde nios. Tenan que llenar dos sacos dia. rios de basuras y ahora estaban reuniendo el dinero para comprar el carrito de mano; escondindolo bajo una piedras, protegido, tambin por las moscas. A medioda. dejaban de trabajar para ir a la Vega y robarse de paso alguna fruta,

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comprar un pedazo de pan hasta que un da que haban entrado a un almacn, en el momento de salir arrancando se les cay una ruma de tarros de conserva y las latas comenzaron a rodar. La carrera, en medio de los duraznos y tomates y hasta los zapallos, y el grito de las seoras termin cuando Isolina y Cern quedaron acorralados junto a los puestos de mariscos. - j Arranca, Isolina! -le alcanz a decir el muchacho en el momento de separarse por primera vez en la vida. Ella qued como ciega, sin odo y movimiento mirando cmo la imagen se adelgazaba por completo al final de la calle barrida. Con el tarro en la mano, Cern fue llevado a la comisara para que confesara "soy hurfano y nada s del resto de mis ocho hermanos", todos vagos, usted conoce el asunto, mi madre lavandera, el padre borracho, salir a pedir la limosna, y primero se fue mi hermano mayor y luego el otro y el otro hasta que no qued ni uno solo, todos perdidos en las calles y la miseria y el abandono. Isolina, como todas las noches, prepar el fuego bajo el puente y se puso a esperar con slo la mitad de su cuerpo, vivo, mientras los humos arrastraban la espesura de la noche. Intent dormir con un solo ojo, midiendo el peso de la oscuridad y tambin su peligro: sombras nuevas para ella, sin proteccin. Los otros desamparados la dejaron encorvarse alrededor de las brasas, casi al alba, rendida por el sueo y despus junt su saliva con la ceniza y hecha un nudo intent esperar el da, escuchando el chapoteo de los pasos negros caminando sobre el ro sucio, cada uno buscando su ltimo refugio y cuando por fin cerr el otro ojo, compren di que era demasiado tarde: el "Guata e'Lpiz" ya estaba

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encima, la espuma separada de la boca y los dientes astillados, intentando crucificarla en el escombro de las ltimas brasas y el corto lecho del ro. El la estuvo golpeando y gozando con su risa de caballo, con sus gritos de tigre, con sus maullidos de ratn, con su vocinglera astucia de zorro estru. jndala cuanto pudo como si la tarea consistiera en no de. jar nada de ella, pero sin que muriera: slo el aire necesario para que se parara de nuevo y armarse reuniendo la veja. cin, el desorden, tan amplio de su cuerpo y los cabellos azotados, intiles y sus uas sangrantes. Cuando empez a llegar la maana busc una sombra dispuesta a morir esperando las nuevas luces como detrs de una pe:;adilla que girara por encima del puente donde desfi. laban de nuevo los camiones y los transentes, andando el camino de todos los das, mirando las aguas sucias del Mapocho y aun esas sombras no levantadas de los pelusas y otros residuos pidiendo a gritos un pedazo de pan. -Cern, fue as como te estoy contando, no te rompas la cabeza contra la pared, por qu te muerdes las manos, la espalda, las tripas? Deja de derretir ese fierro, de un solo golpe has desinAado un caballo, mordiste una estrella, cmo tuerces la mano del mar y de una pala, soplando, haces un cuchillo. Clmate, huachito!, si sigues rugiendo no podrs escucharme, si sigues bufando no conocers los detalles. cuan do yo estaba alrededor de la ceniza, tambin 10 mord, pero no quiso soltarme, bajate de esa nube, aterriza, cuelga tu bozal, tu aceite hirviendo, tu gula de tornillo candente; ven y escucha como antes, cuando en las noches me deClas que eras bueno y ahora vas al basural volando, apenas puedo se guirte, y las moscas se separan de nuevo en abanico por la

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violencia del peso, forman un hongo puntiagudo, chocan, estallan descentradas por el huracn humano Cern tu cabcu va como una cuadra adelante y luego pasa el resto y a1 final la mano que lleva el cuchillo, tal como la noche que persigue al da, pero sin que se :Jdelanten, y ruge rn, agarrado de los barrotes de la tarde, es de fierro el aire, los lingotes del viento y se mueven los gelatinosos decretos municipales, los archivos resecos de los montepos, las horas del hombre perdidas en el mar de las estampillas intiles, de las sillas so1itarias, de los estacionamientos catastrficos, do subi y baj y volvi a subir un nmero, una suma y una resta y la multiplicacin de su desdicha al por mayor, sin hora, y volvi a repetir no su nombre sino su horario, su nmero inconfundible y el archivo en el cual estaba toda su vida, desde el primer vagido, tiene que desaparecer si no ga la coima y es don nadie, sentado en la intolerable silla de la tramitacin humillada. Pisa Cern todos los recibos de defuncin, la confirmacin oficial de la muerte mordidJ. por las moscas, las letras del sueo dorado de la caJita propia y las moscas vuelven a abrir sus impresionantes vilrales, ese sopor de sus tonalidades que estallan como si se tratara de un ptrido juego de artificio, en que cada tono es como el trasluz de la frustracin y del fracaso rotundo, ca:-comidos por Jos colores de sus alas pegadas con cola de carpint,:ro. Cern no levantes tanto el cuchillo. Isolina si me quieres, sgueme, las dos sombras planas y magn'ficas motorizadas por la ira y la venganza, torvas y casi lentas por presuncin, cada paso abriendo un nuevo olor, un distinto tono entre las capas superpuestas y las hendiduras del miasma, una nueva nusea. El Guata e'Lpiz se dobl al

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verlo, desde lejos y al hacer un gesto de rechazo las moscas lo dejaron libre Y, sin durante unos para luego caer sobre el corno SI fuera granizo que rebotara en el peligro mientras Isolina esperaba arandose el dolor y slo las moscas entorpecan el silencio, el movimiento titu. Ixame de los dos cuchillos, Cern, como un remolino. espt. randa el asalto y su conlrincante haciendo ms exagerado el sopor de la basura humana, mirando desde dos metros los ojos, el mutuo alereo de la nariz, la saliva corriendo por las dos bocas y las moscas a la caza de la vctima husmeando el final de la muerte. e! color de la sangre que ya estallara fue. ra de las venas mientras los cuchillos, slo los cuchillos acechaban, cada uno detrs de la mano para tan distantes de! cuerpo, nervudos, ciegos, temblorosos, esperando la oportunidad, c:t1cubndo el nudo del corazn. Recuerdas, Isolina, cmo Cern, a pata pelada, clav el cuerpo en la b3sura, certifico que. y las moscas se despech,zaron en tantos verdes en ese volumen ferruginoso y amarillo latente y negro y runruneame, con aspas, como si cayera una lluvia de aserrm y granizo salmn en las orillas, hme. das en su nuevo contubernio, aptnas como litros que no de jaban ver el sol hervido, colndose por los ojos de las moscas y los contrincantes, doy fe, acuso recibo, atentamente, nos es grato, la montaa vomitada por la burocracia ablica. prce. res marchitos a media tinta y media agua como el cardumen de las moscas, amasadas, fritanga de oro y melaza, de color diurno aunque con holln en sus aureolas, nos informar, porque en el curso de la presente, y giraba Cern como la rueda de una locomotora, pero fuera de su eje, varias veces contenido en l, pero temblando fuera de esos l

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mites con varias lneas sueltas, que: le sostenan el cuerpo, las moscas usurpadoras, vagas, atolondradas como querubines diestros en el estacionamiento inseguro del cielo picando en ese verde derramamiento de las lneas ptridas, de los crculos onerosos de todas las comunicaciones en bancarrota que. rido espero que al recibir la presente te encuentres bien, nosotros bien, hasta que empez a volar el victimario, el vi([imante, el que iba a morir danzaba como si tuviera en cada clula un resorte y tambin una mosca, un disparo de alas transparentes y veteadas con ramificaciones azules, como v. rices del aire pegajoso llegando a su destino con dificultad y Cern segua fijo en el espacio que acarrea el tiempo: un solo nudo indestructible, como la muerte que nos destina la vida, completa, ni ms ni menos y hecha a nuestro molde y semejanza, croando, trasbriendo, cubriendo, amontonando en su rincn con las moscas disueltas en su escapatoria y de dnde viene saliendo el Guata e'Lpiz, este nufrago al revs que se levanta de las m:Jscas como si tuviera temor del azul que viene derivando en golpes tenues, ocres, borrando todo lo que huye, el hocico de las moscas repartindose el cadver de antemano, nos veremos en la obligacin de, otro cmulo de moscas que nadan a horcajadas, en herrumbre de plata, en aciag:J de muela vieja, sin oficio de masticar, y quie. re hundirse en el pantano puro, muy seor mo, sus atentos servidores, tendra usted que ini-::iar nuevamente la tramitacin, cuando la primera cuchillada dej el da partido en dos: las moscas decapitadas, el viento destrozado, el aire hueco y reventado mientras esralla Cern, tirando espuma, ba. rro, acero, garabatos, dientes que salen como disparos, los huesos que nadie detiene: y husmea el lugar preciso donde cae

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r de un solo golpe Guata e'Lpiz apenas un ovillo engendrado en el miedo, saldo de tocios los residuos, de los oficios y caro ras devueltas por falso domicilio y recuerdas Isalina?, cuan. do empez a estremecerse como si le estuvieran tirando agua hervida en el espinazo y recuerdas? cmo el Guata e'Lpiz se dio cuenta que estaba perdido y trataba de esconderse tre las moscas, inventando esa frgil sepultura de azules desconocidos, rojos de ftima, verdes de regocijo invernal, como si fuera l mismo una mosca mayor arrepentido y renegando de las tripas, del bulto de tener ojos, orejas, algo de estatura y de la vulnerable posibilidad de respirar y sentir que la san gre le segua llegando muy a su pesar al corazn, como cuando un nufrago llega al fin a la playa de las moscas, las moscas y le runrunean en el odo la pesadilla del mar col. gante, el pequeo abismo de la mosca y el Guata e'Lpiz pi. de clemenCia, con un puado de moscas e-n cada m:l.110 con una cruz de moscas en la espalda, ciego est y no ve el sol pstumo, lleno de vetas, rado estambre, y recuerdas? los ala ridos de Cern, moviendo otra vez el resorte tambaleante que bufaba y recuerdas? que casi se fue de espaldas cuando levant el brazo con tanta fuerza que se dio una vuelta de carnero y tocio el mosquero pareci imitarlo entrando en ti. rabuzn, en ovillo de molino: fragua de fuego enloquecido y levant el cuchillo )' levant el cuchillo como si en reali. dad se tratara de una pirmide dejando en equilibrio el res to del cuerpo como si fuera a saltar al vaco de las que se enredaban en el apremio tirante, cortante, como di. vidiendo el aire, por donde iba a pasar la tajada, el ffrcgo, el trgamo, la palada caliente de la hoja hirviendo, do la muerte, con los dientes abiertos igual que un torbellino

que arrastrara casas y puentes, gallineros, y galpones y re. cuerdas? que ya nunca volvi a cerrar los ojos y las moscas lo colmaban de sbitos desvados negros, soplidos y resoplidos: toro que henda su tusa en la sangre de la tarde y el Guata e'Lpiz continuaba atornillado a c:l miasma, como que rindose devolver al primer barro dc:l universo y tomar cualquier forma que pudiera respirar siquiera, no comer ya. no andar ladrando por las calles tras un tarro de sopa caliente, sino atisbando cualquier caparazn annima no humana con los ojos conectados pegados.incrustados a ese cuchil10 que se mova con las moscas, blando entre los azules que se astillaban de repente, plateado entre los verdes redondos y sobran tes y recuerdas? que entonces Cern, aplastando las mos cas, triturndolas, haciendo pedazo el aire a patadas y mordiscos, empuj el cuchillo y con todo el peso dc:l cuerpo lo dej caer sobre las moscas sonando como un relmpago sobre el crneo dc:l Guata e'Lpiz y lo hundi entre nos veramos en la imperiosa necesidad, querida, si cuando no ests, y algo cruji como cuando se corta un puente con soldados, algo de astilla se fue perforando, seco, mientras el Guata e'Lpiz quedaba dividido en dos partes tan exactamente iguales que nunca la mitad del lado izquierdo volvi a saber el destino de la mitad del lado derecho.

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HABLA OS CLAUDIA.JULlA

Un:) nia, sus pensamientos y una. mueca,

Lugar

la accin:
Donde disponga el lector.

Una nia mira su mueca. Hay una relacin de misterio, mOVImIento y silencio, Misterio de la percepcin de las dos imgenes, de las dos confrontaciones, Movimientos rgidos y adelantados, acciones mutuas aunque slo un cuerpo se tuerce quebrado. El otro, las pequeas manos, los brazos rgidos obedecen rdenes, una ternura manifestndose en dos o tres posibili. dades: la esclavitud de la mueca. En cuanto al silencio, la mueca y la nia se miran sin sentido, algo las intercepta y las calla dividindolas, muro por medio, vida y muerte por medio, accin y movimiento en el centro de la escena. Exis-

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ten sensaciones pequeas y an dentro de esta escala otros matices mnimos: fugas insignificantes, seales casi imperceptibles como si una voz grande cayera en otra ms pequea hasta llegar al silencio absoluto despus de una larga jornada, sin nombrarlo. Cierta incertidumbre en el cuerpo de la nia, seales, vaguedades, confusiones, imprecisiones como si la cantidad total de un dolor intentara vaciar en su completa integridad el mismo dolor, pero en otro idioma sin perder nada, en su trasvasijamiento, sin que ningn peso, volumen y color de las palabras quedara afuera, como si la coincidencia fuera absoluta, como si una boca se moviera para decir amor y fuera amor, realmente: como si la muerte existiera en tal plenitud y arrobamiento que no significara otra cosa, que no dejara un margen para especular, sentir o temer como si la muerte fuera vaciando las gentes, los nombres" las calles, las edades y los tiempos y los espacios y entonces, por la misma precisin, por el mismo acertijo matemtico, no existiera la duda, la inmensa alegra de vivir. La niebla irrumpe en el dormitorio de Claudia-Julia, en su rincn como explosiones simultneas, ros del porte de un alfiler, gemas titubeantes, lluvia disparada por un can solo mojando un espejo para que miles de otras pequeas lluvias cayeran sobre esa imagen y no sobre el mundo. Las palabras que la nia necesita en este momento en que mira su mueca no llegan, siguen distantes, imposibles. Estn detrs de otras palabras, detenidas, son embriones, sospechas, atentados en la trastienda del silencio, slo preparativos, mascarillas, segmentos, rayas, brincos no bruidos, ecos no empezados. Por eso llegan a su boca pedazos, murmullos truncos,

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una vibracin que avanza y retrocede sin significar naJa. Por lo tanto, la sensacin se expande, es un anzuelo en medio del ocano que est vaco todava sin el proceso de la gesta. cin del movimiento del mar, slo el anzuelo antes del pez cn una actitud ridcula y lo que es ms grave: innecesaria. La nia nterroga, se libera, en su jaula, aferrada a los barrotes dc la niebla y an de su propio sueo y vuela aferra. da al aire y en esas fronteras se hunde sumergida, cae. se pre. cipita, agoniza, nadie la salva y est llorando. Escucha la radio. "Concurso infantil de poesa. Tema libre". Mira a travs de la ventana la prisin de los rboles, la incertidumbre de las calles, las horas encarceladas, la noche en sus numerosas prisiones, demandando ms espacio y por eso las estrelbs se retuercen como los transentes que van all abajo abrumados por el peso de la edad, de los sacrificios, de los horarios fuera del mundo de Claudia-Julia para siempre. Y tambin fuera de todos los mundos. Empez a comer poco despus que escuch la noticia del concurso, porque las palabras para armar su primer poe. ma se amontonaban precipitndose como en un juego de palitroque: puados de olas tenues, trucos de la imaginacin, manchas confusas, rupturas, confirmaciones que entran por los ojos a raudales y desaparecen. No existe tregua entre este mundo de su mueca y las voces que le venan desde adentro enredadas, sin paradero fijo, caos, luminosidad, oscuridad sin una sola tentativa de equilibrio, de quietud, entre lo que quera decir y entre lo que estaba escribiendo. Slo la mueca tumbada y el padre llegando a la casa a medianoche, el padre que la golpea ho-

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rracho y la y grita y su mam se recoge como sus palabras: la madre ovillo, la madre piedra, la madre san lgrima, la madre piedad, el padre grito, el padre con los bolsillos vacos y ella sin cuadernos, se gastaron los zapa. tm, los remiendos de la pobreza hasta que despus llega una calma completa cuando la tormenta retrocede. cuando el rayo cesa, y las bocas quedan sujetas a cuanto se dijo y no se alcanz a decir y se mezclan la madre fuego y el padre agua, todos los elementos de la ternura de la casa humana, dd vidrio familiar, de b cuchara y su parentesco con la energa de la existencia: brotan tantos perdones, formas inslitas de resignacin con ansias de empezar otra vez y poner la pri. mera piedra, espantar los maleficios, eludir las epidemias, los sobresaltos del hambre a la hora de la mesa vaca y los 31i. mentas solitarios con lgrimas que son de aceite sin duda y los cuc:rpos se maldicen y se atraen sin remedio y Claudia.Julia toma su mueca como nica defensa y la estrech3 calladamente como si entendiera, pero no sabe. La nia escucha el hondo sonido del sueo de su padre, despus de confesar qu: encontr una botella azul-rub y se sumergi en el vino y no se explica cmo entr en sus apo sentos y delirios hasta que sali a recorrer las calles y todos los letreros que dicen "No hay vacantes", "Se escombros", "Sonra por favor", "Ust:d puede llegar lejos", mientras mira pasar a Claudia-Julia con su canasto con digees, gritando pro-li.ja.men.te los pcsca<los, por ejemplo, bajo la lluvia, roda por las .aguas, acicateada por esas burbujas me rlicas que la hundirn en el pavimento, cuando sea vieja como ahora y nadie la escuche para comprarle y a lo mejor eslara llevando su mueca en el c.anaste para hablar con dJa

como ahora, escuchndose en su soledad enclenque, con las canillas como flautas. Toda esa posibilidad est distante y cercana, fue, puecie . . . o,. , estar, vel1lr, Irse, ya no eXIste, regresa, pm.as ocurnra, pero est ocurriendo cuando puede suceder hoy mientras se cie. rran las ventanas de los rostros al verla pasar hundida en el crepsculo, como azotndose contra ese sol descascarado y ferruginoso. Mand el poema al concurso y el da de la entrega de los premios el locutor pronunci con claridad su nombre: Claudia-Julia. Ella no se movi de su asiento y cuando sinti el aplauso de jos otros nios que la estaban rodeando, recin vino a comprender que haba dicho todo lo contrario de lo que se le vino a la cabeza y no pudo contarlo, sino a travs de las engaosas palabras. Era lo ltimo que le iba quedando de la infancia, aquel da aciago cuando comprendi que se haba engaado.

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DOMI GO SAGRADO

Un hincha. futbolslico, multitudes iracunda.s y \-ictoriosas, 22 jugadores. una seora y algn visitante.

Lugar de la accin:
El Estadio Nacional.

Puede abrirse una puerr3 , ese domingo fue en la ma ana el comienzo de la emocin, la idea de la libertad. Di. rase que el tiempo es uno solo, amplio y t()(lo lo que cayera dentro de sus andamios no envejecera en ningn juego. Al contrario, slo se movera, no por la obligacin de hacerlo, sino para disfrutar de la absoluta seguridad de estar vivo, sin compromisos. Otras puertas, otros movimientos, otros zapatos y trajes y camisetas con nmero a la espalda fueron ocupadas en lugares opuestos y distantes, sin control de nin. guna naturaleza en ese caos inexorable y casi perfecto que marca el equilibrio de un domingo sin nada, pero aferrado

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a una cantidad concntrica -mayor a menor-, jugando. Dirase un rjrcito disperso, pero uniforme en la crrteza ele su ritmo, como si el mar (para ponrr un burdo rjrmplo), brotara con su fritanga ocrnica slo en un puado de agua. Estr es el rscrnario dr la accin del jugador Nancho Scpl. vMa. rojo, blanco (camiseta pantaln blanco y calcetines rojos) cuando rntra a la cancha y le cae una lluvia de papel picado, las vociferaciones que registran el anti. cipo de la violencia, antes que cada uno de los 80 mil espec tOldares d la orden de partida a su motor, y a la doctrina: la vlvula de todos los sentimientos y anticipos en continua postergacin por su trampa, el equilibrio de la especie, el traspi de los hijos, las utilidades de su cabeza, el margen de sus brazos, pies y omplatos, en fin, ese balance que sostiene un cuerpo en lo alto de una gradera, fusil en mano, nube en ristre, marcando su equipo, su agona, su afn de estar quieto movindose, muerto que grita las faltas, andariego que se calma a la vera del camino y escucha gemir, roer su gol, su hueso fro, todo el movimiento que se desplaza desde los dientes al alma cuando es un hombre de verdad y activa la escritura, el cartapacio, el ruidoso enjambre de una maquinaria para dar en el clavo de la felicidad la vsp:ra recin cobrado, leer los titulares, irse de sueo parado ochenta aos en la misma cruz de la de escribir, y tener fe en el nmero 7 que se desplaza haciendo aicos su espejo mvil. mgico, elocuente. urdiendo las sumas pequeas del uno al oncr que sabe de memoria, con todas las posibilidades malNTlticas que ahora se reAejan en el csped, la suma y la resta dr las ganancias y las prdidas con la leora de comprar barato y vender caro el ganado humano, en nombre de

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las muchedumbres que de pronto enarbolan la bandera la , 1 pelota, y estan aul ando en su odo, en esta combinacin de los nmeros que tienen un jugador que va zurciendo las posibilidades del azar, la miseria y la alegra de vivir cuando cruza las fronteras, las mltiples rayas del gran peligro y est solo ahora frente al arco, sus enemigos quedaron de rodi. Ilas, y avanza an ms, para tener la certeza absoluta de la venganza, dd gol, y estira su resone, la pata sideral y empuja la piedra y se eleva, fuera, rozando el poste. Almorz a las once su empanada dominguera par3 estar a tiempo en la escalerilla del estadio. tiene conciencia Nstor Cruz de su raya, de su fino volumen estadstico cuando lo sumen con el "bordereJux" de millones, apen3S corno si la punta de un alfiler que fuera enviado en una coso monave a las sonoridades y silencios exteriores, despegn. dose de la piel, de la identidad, para sumarse a la hinchada como si la bandera del club fuera creciendo de pronto en espesura y volumen. a tal extremo que puede cancelar su nombre y apellido. y el saldo de todas sus liquidaciones humanas y empezar a vivir quinientos metros ms abajo en otras bocas, saltar. encumbrar sus nostalgias, la rebelda de seguir siendo esclavo, la voluntad perdida de tener una casa. de ambicionar una mujer callada, que se fuera renovando y no tuviera los senos cados para arriba. y aumentara t31 vez su repertorio de unas 900 palabras, y pusiera brillo a la esperanza. al silln del abuelo, al canario letal. en fin, ser uno y todo mientras el Nancho se estira, y rola suelto a media cancha comunicativo. llevando su mensaje, su buena y mala noticia, abriendo los brazos pidiendo sanciones contra el ene migo mientras los reporteros grficos aplastados, de una so-

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la lmina, captan el instante de liberacin cuando los negros se bajaban de los rboles, despus de decirles que haban de. jada de tener dueo y ya no eran esclavos y hasta podan mover la mandbula y mirar por largo rato la cada de la taro de sin recibir un golpe en la raz del pdo. Porque lo malo de Nstor, fjate oye, es ese fanatismo por el ftbol; se lo pasa soando toda la semana y no habla de otra cosa frente a la radio desde el lunes, el pobre, yeso que cuando joven no pudo jugar nunca, pero se sabe de me maria los equipos desde 1918 adelante, y una es como un mueble, nadie la toma en cuenta y hasta en el sueo dice cosas de goles y avanza siempre y reta al rbitro, eso no es malo porque as no le pega tanto a los nios y por eso ape. nas sale entra el otro y ponemos la radio, el domingo, vamos a la segura, sabemos que nunca regresar porque en el estadio cuando se produce el nuevo avance, es como si la humanidad entera se precipitara en los pequeos mrgenes de la alegra y de la posibilidad de triunfar, la pelota tiritando en el botn, bordada en todos los esguinces va y viene con algo de campanario, es el corazn del hincha, dicen, y no es para menos, resta y suma, escarba, ejercita el derecho de estremecer la conciencia, la bondad, la posibilidad de salir airoso dentro de un clima titubeante, inseguro, nadie puede saber si c1 gol se produce no por venganza, querido, lo tienes que entender, hace tanto tiempo de esta historia, pero est atornillado hace siglos en la galera, en la galera y sabe que t ests ac dirigiendo la barra, el coro que enlaza la victoria, la angustia de el gol contra viento y marea cuando a veces es como un verdadero muro tapiado, sin ojos, ni odos .y por eso los disparos dan en los postes, en los altares, y no

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entra la pelota y lo vieras como llega amargado, todos pagamos el pato y los nios, que ya lo conocen, son los primeros en salir arrancando y en cambio, cuando gana el equipo, algo nos toca, como si le hubieran aumentado el sueldo, por. que entonces sonre, descansa en su silla, habla de otras cosas, se pone solemne hasta que empiezan los comentaristas por la radio y se divide en dos para tener un odo junto a nosotros y otro pegado al parlante acercndose a la voz del locutor y nosotros, nuevamente quedamos en la penumbra de los 22 perseguidores y perseguidos, como en medio de una tormenta, dale hachazos, expresiones de la bondad y la sabidura, la posibilidad de escurrir el bulto, de salir sin pagar a medianoche de una pensin, de abrir un forado en la crcel, de ideas lcidas que se pueden patentar, para hacer un paso ca rrecto y desconcertar con una ambigedad como de pjaros quedado en rezago en las migraciones, y se arman, querido esas pirmides de jugadores, y entre las patas parece que sao liera la primera luz del mundo y t eres distinto, si algn da por fin llegara de golpe como ha amenazado tantas ve ces, pero tienes mied de comprobar esta historia, y por eso 1e tira la botella al rbitro, yo la siento caer en mi vientre, como la noticia de un nuevo hijo, eres vengativo, por encima de todas las cosas, los domingos, cuando ests all arriba en medio de la barra, haciendo flamear tu bandera, tu victoria, atormentado por la idea que llegaras disparando a mansalva sobre la honradez y la limpieza de vivir, encima y abaio de una cama, pero siempre van dos a dos y faltan pocos minutos para que termine el partido, para que se inicie el 'juicio final, pero l se viste, calculando todo, la ducha de los jugadores, los comentarios finales desde el camarn hasta.
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CHILENA

a desatornillarte de la masa de los otros scres, de las otras partes, de los otros movimientos, cohibido, falto de: nmero y accin, lisiado en tu imaginacin y amo plitud, como si no tuvicras bicicleta siquiera, sino la posibilidad de sentarte maana frente a los libros y sumar y restar hasta la mucrtc, blanco, neutro, final, sacando la cuenta de los das que faltan para el prximo domingo, pequeo el lunes, germen el martcs y por ltimo victorioso el fin de na. cuando parece que puedes decir buenos das y tocios te contestamos con un rostro febril, acomodaticio, consciente de tus dcsvelos por comprarnos zapatos. cuchillos. la comida, as como un jugador que parte de la media cancha y en el colmo de la generosidad. se desplaza hermanando las lneas, nevando. rpido, su diezmo, entrando a la casa del enemigo sin golpear su puerta, rebosando hilaridad, pasos de dan. zas, derechos adquiridos por d talento de la velocidad, como antes cuando t, desnudo y joven. comenzabas a con !arme esas cosas de la vida y yo te crea. ingenua, escuchan. do a medio volumen los resultados de la competencia oficial.

t recin

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DIVERTIMIENTO

Personajes:
3 viudas, la Autoridad, el paisaje.

Lugar de la accin:
Escuadrn de Mengue.

3 mujeres salen de sus casas. 3 mujeres de negro salen de sus casas. 3 delgadas mujeres de negro salen de sus casas una tarde. 3 delgadas mujeres de negro salen una tarde y caminan por las angostas calles del pueblo. Son anchos los pies de las mujeres de luto. Parecen 3 bloques de piedra las 3 deJo gadas mujeres caminando una tarde por las angostas caIJes del pueblo. Las 3 mujeres van en silencio. Si alguien les hablara, nadie contestarfa. Si un nmo fi jara sus ojos en las 3 mujeres vestidas de negro, ellas no lo miraran. Si un intruso las estuviera llamando, ellas no con testaron. El cielo fue gris para las 3 mujeres vestidas de ne-

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gro. Sus cabellos chocan con el viento y el viento se estrella con ellas, de 3 en 3 y no las pasa por alto y les alborota el pliegue de sus vestidos y sus prolijas enaguas blancas bordadas. El viento irrumpe en estas figuras y los pliegues estallan redondos como fantasmas sueltos, pero arracimados como nidos contra la luz: nidos son de temible acerera cuando el sol tambin enreda sus cuerdas entre sus ropas interiores que son blancas como una espuma que crujiera, seca, por encima de todo el aire. Los 6 ojos de las 3 mujeres van fijos en el horizonte. El resto de los 3 rostros s se mueve, pero los ojos, no. Los oios van quietos, detenidos, cumpliendo con el requisito de mirar y llevar agua a su molino, es decir, las pausadas imgenes del horizonte y cuanto lo rodea, pero todo dentro de la prisin de su mirada estrecha que le pone profundidad, campaneo a la tarde. alrededor de las estrechas cal1es de huevilla con algn caballo de perfil ultimando la colina rO:OS3 y roscea. Los ojos van fijos, ms bien clavados en alguna referen. cia, bien fugaz, bien perecedera. Son iguales los 6 ojos de las 3 mujeres. Son de distinto color y tamao y forma: almendras, pequeos hitos del camino, sombras con agujeros, pozos de agua, dlmenes a la carrera, en fin, pero se parecen cuando mirarn, cuando miraron: un hilo los ata por dentro como es la costumbre, un enjambre comn y particular para que nadie ponga a Aamear su bandera, la imagen de la realidad que sobrevuela la nia, la sorpresa. Los 6 ojos de las 3 mujeres miran la misma distancia que no se acorta, como si las mujeres caminaran sobre una rueda sin fin, y sobre un da que estuviera anclado y slo cal11-

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biara la estacin de los cielos, y el rumbo incesante de las nubts no las marcara en absoluto. Los rboles avanzan, pero ellas no. Y as todo el paisaje, el movimiento de las bestias, las aves y los insectos de ese crculo perfecto de la tarde resquebrajada en el fondo, estampndose en el agarradero del horizonte: parches ilustres,

baldones.
Las 3 mujeres vestidas de negro van trotando con tres nubecitas de polvillo suelto a la zaga, corno la luz que entra a travs de los vitrales de las iglesias, con esa misma diafani. dad dificultosa, con ese mismo estallido adentro, alrededor y encima de los pies. Ninguno de los tres rostros tiene que ver entre s: resul. ta fcil distinguir su independencia, su soltura fronteriza, salvo que van colocados a un mismo nivel movible, como nada tienen que ver las ltimas olas del mar en su destruccin pstuma, como la clula que sujeta a la otra por orden expresa de la vida, odindose sin duda en su tesonera, pero irremediable promiscuidad. As estas tres mujeres negras y viudas parecen lingotes, no rboles, ramificadas en su sequedad, en su huesero enju. to, con 6 puntos en los senos que no son puntiagudos, sino volcados al revs tal corno si el sol irrumpiera en esos sitios con un corto nudo, un puado de fuego mientras caminan sin decir una palabra. Al trotar hacen un ruido corno de cristales que se rompen en la guerra, arduamente de noche y desplazan la orquestacin de los almidones de sus vestimentas, como car pas, como orejas de algo grande y torpe. Las 3 mujeres de negro son de igual tamao, ni

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altas ni ms bajas, como cortadas por la misma tijera, aunque pertenecen a distintas familias, a otros muertos que ya sembraron en la tierra en el otoo sucesivo. Cada nariz, no obstante, cada boca, cada oreja, el mentn, la parte directa de la cintura, el callejn de las caderas para ser ms grfico, tambin es dura, durable mejor dicho como las rayas en comn: las arrugas, los ovillos de cada rostro que se inician en una cara para saltar a la otra, como si se tratara de un so lo camino que llevara a ninguna parte: el colmo del dolor sufrido y compartido. Algo d< mad<ra hay grabado con gubia, algo de golp< que se acomod con el correr de los aos, de mordisco disparado que no se acicala, de herida que se hunde irremedi3ble en esta o tal mueca, iniciando la seal del rencor, de la ira, en la frente. Las 3 mujeres de negro llegan por fin a la oficina de la Autoridad del pueblo que est sentado, obeso, militando al. rededor del sueo como si la realidad fuera una fogata, pre parado en su silla giratoria que a cada instante toma vuelo y empieza a girar, a girar y girar como el piso de un pianista que slo midiera 20 centmetros para alcanzar su instrumento de 5(X) metros o ms y sube o baja por su caracol de hiJo metlico que tiene en el asiento. Luego, otro impulso, pero al revs, girando en sentido contrario para desvolar lo andado, desgirndose como un elstico fruncido y tortura do hasta que se detiene por completo como una hlice de un molino sin viento, como el cansancio tan usual de un guerrero y pregunta de atrs para adelante, vociferando lleno de vocales oblicuas, cercenadas y redondas a la vez: - Qu quieren?

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Las dos palabras pueden llegar a los 6 odos como un trompo desplazndose a toda velocidad enroscado en una sola direccin no muy fija. No eran palabras quietas como lanzadas de la boca al odo directamente; se enredaron en el camino, destrozndose, y despus al recuperar, por fin, el orden, mejoran el equilibrio: su significado. Por lo menos, esa fue la intencin del hombre que es. taba esperndolas en la silla giratoria. -Es por el desayuno de los nios en la escuela -<orea ron las 3 mujeres delgadas vestidas de negro fijas en su sitio. La Autoridad le dio un nuevo impulso a la silla an ms violento, hasta que su semblante, la corbata, por ejemplo, el doble cinturn de plstico negro se parti en varias estras blancas en su comienzo, el color de su camisa que dej de ser amarilla para despedazarse con toda certeza y el tono de su chaleco a cuadros cuando estaba recin quieto, pero lleno de crculos en la medida que ascenda en la velocidad del vrtigo. Todos estos colores quedaron Aotando, naufragando en medio de tanta actividad y desorden que las 3 mujeres vestidas de negro no atinaban a dar en el blanco ni mucho menos en la persona que estaba cerca del techo, como si fue. ra papel picado, nieve absurda, cayendo con toda su demoli. cin. Cuando el resorte dej de escalar, volvieron a aparecer los varios rostros de la autoridad, los lingotes de sus mlti pies corbatas, los atisbos casi de diamante de sus colleras, mpetu de sus dientes calmados, pero sin calzar con precisin en su modelo original donde haban partido momentos antes. Despus tambin los otros colores se serenaron al dejar de moverse como si alguien les hubiera dado la orden de

lOl

permanecer "firme" en un cuartel, en un regimiento y hasta SI: podla <scuchar d _lo vaco d< una mosca. -El erario! -replic6 ]a autoridad sin moversc. Las 3 mujeres de negro alargaron el odo, juntaron las sds orejas para escuchar mejor el vuelo de la mosca y de fon. do, la voz quieta de la autoridad. No entendieron. -Las arcas estn vacas -dijo, sealando la caja fuerte, verde de No hay plata para el desayuno escolar, ni un centavo para comprar la leche, el pan. Se dio un nuevo impulso quedando guarnecido en sus temblores verticales, circulares, como si alguien estuviera copiando su imagen coloreada con el sistema Morse. Una de las 3 delgadas mujeres vestidas de negro clav los pies en ngulo recto -un paso de danza- como atornillada, dejando caer el peso mltiple de los pliegues de su vestido solemne. Las otras dos se cubrieron el rostro con sus mantos, tapndose la boca para decir: -Seor Autoridad, respetuosamente, i venda los cabanas del regimiento! Las mujeres juntaron las manos -manos trenzadas-, manos estrujadas, manos hechas un nudo ciego y movieron su nico color negro de un lado para otro con el mismo cuidado que los cargadores de una mudanza pueden bajar un piano desde un quinto piso, pisando algo fr:igil que no exis. te, temblando con el esfuerzo. Cuando miraron de nuevo comprobaron que la Autori. dad ya se haba convertido en torbellino, que despeda colores como chispas calientes: una sartn con aceite hirviendo al que le cae agua fra. En este caso, cada chispa tendra un co-

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lor diferente, un volumen distinto, un tono rpido, divorciado de su vecino, buscando para Sl un destello mayor, un relmpago mnimo, pero riguroso y tan efmero al fin de Argument la Autoridad: a) La Defensa Nacional; b) El Honor Patrio; e) Nuestro Orgullo de Chilenos; d) La Estrella de la Bandera; e) El Mar que Tranquilo nos Baa. La voz hablaba con ese ruido de alguien que entorpece con una lata un ventilador en movimiento, como la bolita de la ruleta cuando se va parando y toca las bandas circulares de los nmeros errantes. -Yo recibo rdenes -grit la Autoridad-. Qu diran mis superiores? El Estado Mayor? El Estado Menor? El Comando Estratgico?, y en secreto, entre 110S (pidi a las 3 mujeres de negro que se acercaran y ellas aceptaron proli. jarnente la orden): El Enemigo nos Acecha! Fuera! -grit dndose un nuevo impulso para que las palabras empeza ran a vibrar y derramarse y otra vez la amenaza sonora comenz a degollar el aire, los odos y los obstculos que en conrraba a su paso transparente. Las 3 delgadas vestidas de negro iniciaron el regreso con una sola lgrima en el ojo que iba saltando de un rostro a otro, poniendo brillo al largo camino interminable. Las 3 mujeres de negro lloraban con una sola lgrima. Las tres mujeres de negro se separaron largamente y as en forma sucesiva.

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MATAR A PEREZ

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E l l q ~ h,a E tivido algusa ,vez jungg mar, est4 c~denado a levarlb a aicsta, e a .k -vi&.> .lo~iente-amque :.b trasladen al kertow respirktr,.bu& ~ 0 dehrquirB 1 ~ ~ >pm pW,pils. kaisji mtdar-;[email protected] ted~ l a exipiosiohw de d e m ' . i ~ a en F&~DQS c l o & p a c t ~ slo , ~oubtn ~ y b.baj&ra-mo:, mo si ai realidad1 focra. Lrpers,wiaque hablara por ~QSQWM
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, . a cada hora. , . , ,, , Gho a r n .depsnde ~ de 811s) e*& ,&- h i m c ; t , ( w que cbn: sus W a s . y grandeza parece w e n d w k 1.ak -das ojos m& de la cuenta, irse de lengua por algunos i n s w ~ con algn transente en particular. & 9 esas-ggg .sg@@icio'1

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J)('s. As y todo nosotros quedamos tan consternados los aos que vivimos en el litoral que un da, con unos pocos ahorros. compramos un pedazo de lierra en el cementerio que por un lado, hacia el sur, tambin limita con el mar. En el invierno las olas invaden los acantilados, hacen temblar las piedras con sus lenguas y golpes y tanto cavan, tanto se estrellan que corroen por fin la raz de los muertos, y los atades se precipitan guardabajo con un chasquido de espumas, huesos, cruces yaguas mezcladas. Siempre tuvimos la esperanza que, algn da, sepultados uno aliado del otro con mi mujer, se desencadenara una tempestad con cielos grises.pardos y el mar con sus torres, barriles, monturas y cristaleras escarbara el cerro, debajo del cementerio apiadndose de nosotros, para navegar, otra vez, antes de hundirnos para siempre. Algunos atades han ido a parar a la isla Quiriquina, flotando hasta 16 millas, pero ese no era nuestro deseo: no somos ambiciosos y la felicidad de navegar largamente con el atad de velero debe ser para otros con ms suerte. A usted le ha ocurrido que cuando es pala de perro camina por aqu y por all, y de repente en el lugar menos pensado, encuentra el sitio preciso para vivir y morir? Es una especie de golpe. El afectado se va incorporando al paisaje, al inventario total de la atm6sfera con el mar al fondo, hifino en las borracheras, sumado al tren qu::: pasa a las seis de la tarde por la sangre y los huesos de todos los tome cinos, incorporado a los bandazos crujientes de la lluvia in vernal, con su hucHa propia en las calles, en el color de una hora. Entonces se instala.

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A veces no puede ser de inmediato: hay que pedir tras. lado en el trabajo. Pero es para peor porque el lugar que uno eligi lo empieza a tirar de los huesos y ya no se pone delante de los ojos ninguna cosa que no sea el mar y la casa que va a llenar con su mujer y los hijos. Debe ser lo que la gente llama una obsesin. Usted est detrs del mostrador y zas! le aparece el mar en la oreja y tintinea. Va por la calle, a lo mejor silbando, cuando el mar se le aparece en un ojo y hay que mover la cabeza, estremecer el cuerpo, para que regrese a su sitio en el sur y no siga molestando, dale que dale con su batido. Nosotros tuvimos suerte porque llegamos a Tom antes del invierno, en el tiempo de la vendimia, promediando marzo, anticipndonos l las lluvias. Los cerros permanecen ver des con los colores derribados por el aire suave de la estacin. Cuando uno comienza a vivir definitivamente frente al mar, necesita un tiempo para irse acostumbrando, no es fcil resistirlo todo el da porque pesa su presencia: es un invitado de piedra que est en la mesa y en la mquina de es cribir, runruneando sus historias, anda con sus cuchilleos, saltando de un lado para otro, poniendo su ruido en tndm los rincones y luego -cuando llega la noche-, todava pe sa ms que una matraca, con sus torniquetes, arrastrando por lo bajo el sonido de la arena que entra por los intersticios de la casa. Arriba , desde el altillo se dominaba la calle .Werna, la borrachera de Custodio y la subida al cementerio de muro alto. Muchas veces las parejas se estremecan contra sus paredes anudadas como empujando l los muertos teniendo ca

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si encima de la cabeza la seal de las cruces en una demos-

traci6n irrefutable de l. fuerza de l. vid. Los ancianos descendan, curvados, como dispuestos a
cruzar el muro y su transparencia, vecinos inevitables y familiarn de la muerte que los esperaba al otro lado de su piel y de la muralla pintada con cal, y las carretelas con los cabanos en punta llevando su carga y los nios jugando (los ms distantes pasajeros de ese predio compacto dominado JNlr los cipreses y pinos) siempre con humo de basura (flores secas), atenuando el paisaje. En esas circunstancias el mar entra hasta la garganta de mientras en el muelle pareca dominar la caleta Los el clima y el sabor de otros tiempos en medio del trfico constante de 105 toneles de vino de Guarilihue, Pissis y el desembarco de habas limeas, ruibarbo y fresas. En general, las tripulaciones que desembarcaban seguan un camino de rutina invadiendo los bares de la planada, el rincn de los restaurantes de mala muerte que tienen como distintivo una botella azulina en la puerta para evitar la confusin de la clientela. Algunos de los recin llegados, ya al soltar la lengua con los vinos nuevos, hablaban de una posible ruta secreta que servira como tnel para demostrar que el mundo era redondo como una pera, mientras los tranquilos parroquia. nos -los lugareos- escuchaban los ms absurdos relatos: las visitas a Lap, regin perteneciente al Gran Khan cuyas fronteras estaban custodiadas solamente por leones, y la Rep6btica de Joliba que era 13 regin donde se concentraban los para iniciar sus invasiones sangrientas. Muchos de los borrachos haban traficado por el camino

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63 N . '

del Eufrates, pasando por el oasis de Palmira, con escalas escalofriantes en el reino de los nabateos, fondeando en Petra, punto de enlace entre las caravanas que se dirigan del Yemen a Damasco. Por ltimo, los marineros no aceptaban la idea de que Tom se llamara en esa forma tan simple, porque segn sus mapas rudimentarios (que mostraban a los ms incrdulos) el verdadero nombre de este puerto era Thule y su ubicacin exacta en el siglo 12 antes de Cristo:

Los navegantes de ms experiencia sostenan que Thule se encontraba a la misma latitud de los Montes Hiperbreos habitados por unas 40.000 almas, toda gente tranquila dedicada a la pesca y a la explotacin de algunas factoras de tejidos. Cuando los viejos lobos de mar regresaban a sus puntos de origen, la escenografa del muelle volva a cambiar, casi por completo, como si cayera desde una altura no mayor de 40 50 metros otro cartn, torpemente dibujado, con algunos barcos camaroneros en plena labor de desembarque y, en general, con una atmsfera contempornea hasta con algn avin de pasajeros, buscando la pista de aterrizaje de Carriel Sur. Pero al cabo de algunas semanas, los tramoyistas repetan el cambio de cartones con el solo anuncio de otra nave y nuevamente el tiempo retroceda en forma veloz y se escuchaban voces remotas celebrando la recuperacin de Luis XVI, purgado 22 veces con antimonio, condenando la labor de los cirujanos, mejor dicho de los lacayos con botas blandiendo navajas, o bien mostrando su simpa. ta con Jean Denis que tuvo, en esos das, la descabellada idea de hacer una transfusin de sangre de cordero a un ser hu mano.

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Pero la mayor parte del poblado se continuaba levantan. do a las seis de la maana para llegar a la fbrica junto con el pito de las siete en forma tan metdica que el administrador de la empresa luca con orgullo las tarjetas de registro de trabajo. En los 300 aos que llevaba la industria en funcio. nes, jams se haba registrado un solo aeraso. Es efectivo que muchas veces los operarios chocaban en el camino con grupos de marineros que cantaban himnos patriticos en los idiomas ms inconcebibles, pero nunca nadie pretendi descifrar sus leeras ni hacer preguntas sobre la materia. Un da sucedi un hecho inesperado que rompi por completo nuestra tranquilidad. Recibimos un misterioso telegrama fechado en la ciudad de Carnurum; traa la firma de un tal Pra. El mensajero no tuvo dificultades en reconocer que para dar con nuestro paradero debi cruzar el golfo de Venecia (Sinus Venedicus) y despus de rodear las islas de Escandia, siguiendo la misma trayectoria del griego Pytheas, enfil rumbo a Thule en una travesa que se prolong casi 485 das. Dijo que haba eliminado no menos de 9.000 posi. ciones (que eran otros tantos laberintos) antes de arribar l nuestra casa marcada con una cruz en el mapa provincial (",ccin 26). Un amigo conocedor de 24 idiomas, escuch en los bares frecuentados por las tripulaciones extranjeras, una conversacin -algo extraa -con alusiones a Prez asegurando que su especialidad consista en embarcar voluntarios con rumbo desconocido a los que dejaba girando en rbitas martimas absurdas, retrocediendo en el tiempo. Citaban por ejemplo, la expedicin que parti rumbo a Massilla, tocan-

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do el Asia Menor en direccin de Serica con la finalidad de


las Islas Afortunadas en las Canarias. Los nos, siempre enclaustrados en el mismo barco, perecieron en este crculo vicioso de girar en el mar resignndose a ver la costa para ser reemplazados en el viaje por sus hijos y luego por los hijos de sus hijos, pues Prez, antes de la partida, conceba con mucha precisin la manera de prolongar su venganza. Olros navegantes -en un circuito diferente- giraban en la rula Srica Bectra (Balkh) PamirTorre de Piedra con leves escalas en Icaria cada 70 90 aos, slo para reempb. zar a los tripulantes ms ancianos por versiones renovadas de sus descendientes. Los testigos de estas maniobras decan que los elegidos por Prez no podan eludir su invitacin y taro de o temprano eran embarcados hasta de viva fuerza corriendo el peligro de aparecer muertos en los sitios ms inespera. dos, habitualmente en las cercanas de los muelles. Se conla ba tambin el hecho de que no todos los crculos de las rutas sealadas por Prez giraban en la direccin del sol y del tiem po. De modo que si se produca algn conato de motn, los responsables eran desembarcados en un puerto, generalmente el de Cattigara. para luego ser incorporados a olro navo que se desplazaba en una rbita en sentido contrario y en esta forma desandaban los aos. el tiempo que haban con sumido en su trayectoria y las vctimas quedaban rlucidas hasta el mismo }' apasionado deseo y propsito de su padre en la noche de la gestacin: es decir, a la nada, porque su navo segua girando en tirabuzn hasta que su padle no era ot.ra cosa que un puado de polvo venttlado por el viento del oeste.

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Un segundo de de tono ms te, nos chba un plazo 15 das para con una maleta por todo equipaje en CamUlUD1. Numerosas familias nos presentaron sus por anticipado con frases (OIDO tsta: "Estara Dios!" "El ti destinar', sealando (00 d dedo las otras casas vacas que ya existan Thulc mientras sus antiguos ocupantes navegaban en las rbitas dispuestas por el repreKntante de la isla revolucio. naria. "An hay tiempo para huir", dijo uno de nuestros amigos. "'Yo conozco un lugar seguro", pero, agreg des. pus, con voz trirurada, o temprano Phez dar con el paradero de y esto significara a una rbita an ms despiadada, como la que parta desde Maurasia para borfkar Hircania, el Mar Caspio, las Columnas de Hrcules, Gadcz, Hircania. Porque la inspiracin de Prez no consista en enviar a sus vctimas al despeadero, al borde sui cida dd horizonte donde po<lra existir el mismo inherno o los abismos inhnitos, sino que los lanzaba a los vacos des plazamientos del Ii... mpo altos y bajos de acuerdo con la tr gica correlacin de los siglos produciendo los estados de angustia ms d...scomrolados entre los tripulantes, sin perder la vida, sino desplazndose en otros cuerpos (elegidos con pr m...ditacin por Prez), desempeando mltiples ohcios d acu...rdo con su poca, inmorrales en su desvaro y en S1l que al sublimarse, prorluca por contraste, en Phn, cierta refinada forma de plac...r, a veces una sonrisa como cuando tomaba uno de sus telfonos (comunicado di. rectamente con Suiza, siglo XX) y peda, con tranquila sao tisfaccin los mltiples estados de sus cuentas en los bancos. Con resignacin, aceptamos iniciar el viaje llevado por

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de chilenos, escuchando un coro lgubre. famlhar que apareclo en el muelle de Thule mientras las gras desembarcaban una partida de los primeros estetoscopios lle. gados al pais. Pregunta de Prcz.- De cuntos siglos disponen para llegar a las Islas Afortunadas? Respuesta.-Usa, depende. Lo que pasa que sus tiem. pos no son como los nuestros y mientras nosotros vamos, us. ted viene. Prez.- Pero, qu le parece unos doscientos aos? Respuesta.-Bien, siempre y cuando nos incorpore a la primera rbita. Prez.-No hay contactos con la isla, est rodeada de enemigos. Respuesta.-Nosotros tambin. Prcz.-Si nosotros llamamos, ellos no contestan. Los mismos isleos han perdido la clave de su idioma y ahora utilizan las manos para hacer seas y an as la traduccin de estas seas es incorrecta. Pregunta.-Usa, por qu nos eligi a nosotros para ha. cer este viaje, cuando tenamos la esperanza en Thule, de esperar el su raza para navegar y Rotar en direccin de la Qui. riquina? Prez.-Ustedes resultaron elegidos en el sorteo que rea lizo cada seis meses. Tomarn la ruta del Mar Perifrico. Pregunta.- Pero, cules son las seguridades concretas que tenemos para llegar a la isla? Prez.-Ninguna (debi pensar "porque en caso contra rio terminara mi negocio" previno): en todo caso se les

ese

as

anotar una cruz cada 50 aos en su hoja de servICIo, una SC'al para dejar constancia de su madurez revolucionaria. Pregunra.- Pero los hijos, Usa? Prez.-No se preocupen, dios pagan medio pasaje (pasando violentamente a otro tema). Cules son los oficios que bajo declaracin jurada se comprometen a ejercer a travs de los siglos? Respuesta.-oficia1 de salud, termpilo, trabante, bilago, transitorio y periodista. Entonces nos mostr el mapa en que estaba marcado con rojo nuestra travesa. Safala a los 20 grados sur sera el mer puerto de recalada para aproximarnos en los prximos lustros a Zanzbar. Prez nos anticip que haba enviado un cable va Pamir.Torre de Piedra (sujeto a una confirmacin previa en Quipchab) donde un observador de la isla estara esperando, motor en marcha, con la re:omendacin expresa al cruzar el ro Itil y luego entrar en una serie ele laberintos de unos 1.500 kilmetros de extensin cada uno para entregar su misiva a otro voluntario en Iw:ltan, a unas dosciemas millas de Tombuct y de ah romper el cerco enemigo y enviar un mensaje por radio, evitando que ste pasara por Taghaza. Como alternativa, figuraba la posibilidad de entregar cada palabra del mensaje de Prez (con un total de doscientas), a otras tantas personas, las que deban partir desde los puertos m.s opuestos y reunirse en un punto clave que era un secreto de Estado y despus de comprobar que t()(los seguan sobrevivientes, mezclar las palabras, el texto, en tal forma que aunque llegaran los atletas a las Islas Afortunadas, nadie poda descifrar el mensaje, de modo que Prcz, valindose de los adelantos de las computadoras e1ec-

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u6nicas, podra ir dando detalles de la vida de cada uno de Jos para que, en un resumen 6na1, posiblemente en un informe en un Congreso de Especialistas se tomara esa existencia como la sospecha de una letra que haba que poner patas para arriba para tener, no ya la clave sino la sos. pecha de una referencia, porque en ltima instancia era neo cesario discernir sobre el origen del idioma que se haba usa do para despistar al implacable enemigo que bloqueaba la isla diccionario en mano, provisto de todas las claves conQ.. cidas en la tierra. El amigo nuestro que siempre escuchaba las conversaciones exticas de los navegantes en los bares de Thule, nos manifest, en una oportunidad, das antes de partir, que ha. a uno de los habituales viajes de P. ba odo una rez a la localidad de Fez, en demanda de Sijilmasa, en pleno Sahara central, en la zona secretamente conocida como hasa y en ese lugar entr en contacto con un emisario (tak. shif) quien lo llev a una universidad donde sigui un curo so intensivo de filosofa casera que le permiti confirmar que el hombre era un ser cambiante, navegable, movible, pero dentro de su propio interior. Sus df'splazamientos no eran otra cosa que una serie de viajes sucesi,'os, )' esta forma de existir se llamaba la edad, pero entre rl punto de partIda" el fin, entre el comienzo y el trmino de este intervena en Corma arbitraria la muerte, que era la confirmacin de la ruga, el interminable peregrinaje que iniciaban los humanos por regiones de pura arena y donde las rfagas de viento borraban las huellas con una velocidad pasmosa sin dejar ras tro en el juego siempre cambiante, porque en el desierto (que vena a ser la soledad del hombre), el paisaje se transo

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formaba todos los das, a cada instante, acuerdo con las corrientes del aire. De modo que cuando Pez nos cmbarc6 rumbo. 1 .. Isl.s Afortunadas (a 11 22' N. 08 18' O) no hizo otra cosa que aplicar su conocimiento en el sentido que los pasajeros jams llegaran a su destino por la sencilla razn de que la meta final (para los incautos), era recin el punto inicial de la travesa. Sus ideas aunque un tanto fras, las aplicaba en c:I juego del pensamiento, habilitando determinados resortes de ciertas zonas, de tal manera que las iniciativas de Prez nadaban en una dispersin insostenible, acumuladas en las formas ms inslitas dejando margen a que la idea se cortara en la mitad y luego enturbiara la sosptcha de otras sensaciones (de ah su frustracin familiar y la coleccin de sus hijos deformes) todo engendrado por una tmida posibilidad no definida, en blanco o en un espejo donde la nada se miraba multiplicndose con tanto fervor como su ptrversidad, sus decisiones malignas para destruir otras vidas, nica forma en que sus ideas se acomadaban a un ideario, a un pensamiento ms o menos ordenado. Pero en el colmo de su refinamiento tambin la idea del placer (mnimo goce) arrancaba no de la satisfaccin de en tregar un ser y traspasarlo a otro, sino a la idea brutal de ver la imagen movible de los tripulantes que navegaban para siempre en las ms inslitas 6rbitas equivocadas como si su funcin biolgica de buscar su prolongacin, Aujo y reRujo dd sentimiento y la brutalidad fsica se intercambiara por esos imposibles desplazamientos, metdicos, infinitos, graduados a su antojo, escuchando la lamentacin de los tripulantes sobrevivientes de su facultad de discernir y discriminar. Ellos caminaron encima del mar, cada uno llevando 118

a su reducto una porcin incalificable de alegra. En el fon. do, las propias rbitas que l haba elaborado para su venganza, lo estaban consumiendo por el debilitamiento de su imaginacin y se senta prisionero, ligado de pies y manos, sin movimiento interior, contando el dinero, producto de esta forma de traficar con el alma humana. Como consta a fojas 1.239 del proceso en que debi reno dir cuenta de sus negocios por la va trans-sahariana, especialmente con las piedras de sal (la innoble denuncia que motiv el juicio), sealaba a Prez vendiendo agua a los traficantes de mijo de Nigeria que deban tomar la ruta de Taghaza con una detencin ligera en Tasarahla en la mitad dd camino. El viaje demoraba diez das y aunque logr el monopolio del agua, ningn comerciante lleg a su destino, desviando su ruta por los mapas falsos proporcionados por el leguleyo. De este hecho, se dej expresa constancia en las memorias de ruta de lbn cuando habla que un tal Prez que enviaba a los jinetes a la muerte "pues las caravanas co menzaban a circular dentro de un radio estrecho (ntese la aplicacin de la filosofa del sabio de Taghaza) sin avanzar ms all de unos 5.000 metros en los penosos das de delirio y locura". Fondeamos entonces en Cao para luego tomar la plcida direccin oeste tras un pas llamado -en la clave entregada por Prez- Haggar, guarida de los comerciantes "wanjarata". En este punto se nos dijo que la manera de ahorrar tiempo y romper el cerco enemigo, era aproximarse por la costa a la regin de Mandigo o Mandey. Demoramos en re correr estas nuevas 487 millas alrededor de 4 lustros. Fue

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alentador el encuentro con Juan de Pian de Carpini quien nos mostr una botella lanzada al mar con un mensaje de Prez en que enviaba un saludo al grupo de navegantes que circulaba cuatrocientos aos en la quinta rbita Massilia. Serica.lslas Afortunadas, diciendo: "Todo conforme, cariilos. Alejandro". Esta meticulosidad de Prez motiv una verda. dera fiesta entre los pasajeros al comprobar que el paso de los aos no lograba desalentarlos en su afn de hacerlos llegar a su destino. De paso, su frrea disciplina reRejaba la directa inRuencia de los principios ticos puestos en prctica por el gran Khan, el personaje que visit cuando estuvo en Taghaza. El dato fue proporcionado, en el curso del proceso (fojas 2.367), por el navegante flamenco William de Rubruck que lo vio entrar al saln del maestro (mientras haca antesala despus de regn."sar de un viaje vra Karakorum, en Mongoli.). De Mandigo, en la continuacin de nuestro viaje, dimos una vuelta en falso para luego colocarnos en el anillo del mar donde viviramos prisioneros alrededor de 200 aos entre Cacurim y Syra Orda, ciudades que siempre vimos a la distancia, hasta que una tormenta, nos volvi al punto de origen: Thule. Yo tengo un amigo que puede disparar contra una moneda cayendo, con los ojos cerrados y acierta y 10 encontramos por casualidad en Tabriz, casi a la entrada del Golfo Prsico en una de las tantas recaladas, cuando ya nos habamos incorporados al segundo circuito, segn el mapa falso proporcionado por Prez. "Ests ms anciano", me dijo, mirndome el pelo blanco. Tuve que confesarle: "Y no slo eso, sino viudo y sin hijos porque se fueron quedando por el ca-

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mino". Y le la cuando mi mujer, despus de recorrer la reglOn de Parolr y con los nervios hechos pedazos dej el navo para atravesar los oasis de Kashgar y Khotan a la vista del palacio de verano de Gubilai Khan en Chand' y subi a unos acantilados y se lanz al mar, volando. Le pliqu cmo sus pliegues transparentes se inRaron, en forma atropellada, como rosas sbitas, como lgrimas al revs que salieran de las mejillas para entrar en los ojos, antes de esparcir, victoriosamente, las aguas sin protestar, dejndole esa tierna misiva a Prez que tuvo buen cuidado de arrojar en una botella al mar en las cercanas del cabo Non, a 28 47' N. Un da le cont a Carlos cmo mis hijos aparecan y desaparecan en una rbita siem1;Jre cambiante, incontrolada, subiendo y bajando por los siglos como esas puntas de diamantes que perfOian las rocas buscando petrleo, muer los y vivos, ancianos y jvenes, en forma simultnea. Apenas tenan el tiempo necesario para saludarme y decir que todo marchaba "correcto" y luego con ms suene, existira la posibilidad de vernos de nuevo, siempre con la fugacidad de un parpadeo fulminante, ya despidindonos en el mismo mo mento de saludarnos, inconclusos en nuestros sentimientos, preguntas y respuestas y saludos que jams iban ms all de un: "Qu bueno padre verlo con tanta salud!", habitantes confusos de la pesadilla inventada por Prez. Carlos resolvi viajar en forma peridica a Carnutum, para ubicarlo en la ciudad, porque resolvi, sin decirlo, hacer justicia por su propia cuenta. Ms tarde dijo que arrend un departamento estratgico desde el cual puede ver a Prez a no mas de 50 metros lineales. A travs de la mira de su arma aparece el rostro abultado por el vidrio de aumento, (01110 si todo su

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cuerpo fuera un rompccabeza, que a simple vista conservara una integridad ficticia -y no por eso menos convincente en d sentido oficial de la palabra-, pero que mirado con ms detencin est, estuvo, estar completamente astillado (va. se como referencia esos castillos de los aserraderos sureos, cuadriculados en tal forma que hasta cuando se incendian conservan su enjambre, el vigor de su nudo vegetal). y la misma facultad para destruir la vida de otros seres, ahora se volva en contra de Prez. como si la medida extre ma de la venganza, agotados los resortes en el viaje de ida, estuvieran regresando con el mismo sntoma de violencia, con la absurda resolucin que pretendiera detener la ira del sol, su paso regular y meticuloso sobre la tierra mojada, un da de verano. Por eso Prez apareca dividido en los ms inesperados fragmentos, hitos, manchas, sorbos del dolor causado, estrujamiento de las entraas que envileci, de las uas que continuaron creciendo de sus vctimas, pero con el dolor de seguir viviendo, urdido con camo, con soplos inconstantes como andamios movibles, todos inseguros y desordenados como el anticipo del caos encabezado por su sangre y luego una horma, un molde sin lmites, ambiguo y confuso que, sin embargo, era capaz de juntar su lengua tambin mcticulosamente triturada despus de delatar el rbol donde e! "Che Guevara" dorma esa tarde sobre un mapa de Kumasapa, y luego diluirse, tiempo adentro, llevado por el azar, por la posibilidad de existir, pero sin un nombre definido como e! engendro sobrante que debi quedar cuando el primer hombre salt de! mar a la arena, y tuvo miedo, sin ro pajes estaba, no tena siquiera e! cuerpo que iba a usar, ni la inteligencia que le permitiera mover el primer resorte

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para hacer un mOVimiento, no de pie, sino aplastado, lento, circunstancial y vecino eterno de la muerte, auscultando con los ojos que todava no tena, sufriendo con la sola idea del dolor futuro, agazapado del enemigo invisible en el horizon. te, sumando y restando toda la posibilidad de unirse a algo, en su afn de sobrevivir en medio de una inslita confusin de branquias, cartlagos, escamas y espumas abandonadas y pulmones sin soplar, y todava ciego y sordo (no mudo) ubic su primera mscara y algo le qued sobrante lo recogiera (corno un cdoso funcionario mupara que nicipal que trata con su escobilln que la especie regresara a su punto de partida), dando otra vuelta de acuerdo con su rgimen, renegando de la posibilidad de volar y multiplicar. se, dar saltos cada 500 millones de aos y detenerse, por fin con el cielo nuevo debajo de los ojos. Por eso deca Carlos, es difcil, mralo t, apuntar tan tos perfiles juntos y separados, tantos ojos horizontales, las hileras de las clulas no ms gruesas que el porfiado comienzo de un da a pesar de tenerlo a boca de jarro. Y cuando por ltimo, lleg el momento y Carlos suspir hondo para que no se le moviera el pulso y levant el seguro y abri6 las piernas para asegurar el centro de gravedad de su cuerpo y apret el gatillo y dispar, la bala empez a girar primero en una rbita pequea que iba aumentando lentamente su mbito, dando primero en el eje de la rueda de un carromato antiguo que en ese momento p:1saba, veloz. por la calle Ahumada y luego rebotar sobre un cajn lustrn y dar tumbos en el alfizar de varios departamentos, cucarra, msolvente, transgrediendo todas las leyes fsicas, sin peso, doble velocidad y triple equilibrio, corno si de pronto tUVle-

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ra pequeas alas absurdas para inc61ume en el aire antes de detener5C, vertical, sobre la delgada cabeza de Prcz y pcrforark el plexo solar y seguir con rumbo des<:onocido sus circuios, la rbita de su inconstante: navegacin mortfera.

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EL MAR ES COMO UNA CASA

Un buzo, dos

Lugar de la accin:
Alguna playa, Lirqun.

Dale con la botella, dale con el bote, dale con el mar como si )'.1 efectivamente el buzo estuviera bajo el agua, abrindose paso a cmara lenta, separando el bloque del ocano, los listones, los pilones, las burbujas de metal, esos cristales de palo, pero ms transparentes, el lento bosque que estaba verde en ese momento y dale con la botella azul, pareca como si el cielo estuviera combado en la copa cuando con los pies de plomo tocaba el fondo de todas las cosas, las arenas del origen, la piel endurecida que qued sobrante, la piel de tantas vidas que ni siquiera se insinuaron, mas tuvieron la posibilidad, remota, de salir a Rote manoteando rotas burbujas corno los ahogados, buscando como un cc:1aje

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la luz y despus el sufrimiento escalonado de la edad, el porvenir de la desventura: el hecho de incorporarse a una forma, digamos tambin a un nombre y apellido con una casa y un nmero y nios afuera, jugando y los perros olfatendose. Los suaves corpsculos huyen, son pedazos absurdos de la muerte, cuajarones que sirvieron de seales, vaya uno a saber, la llave que pareca reloj a no ser por los ojos que la estn cubriendo, cuerdas flojas de ahorcados ya luego el lgamo, el tlago, todas las asonancias de las palabras inventadas para producir belleza que tambin cayeron alguna vez al mar, retazos flccidos y licuosos de los sueos, la usurpacin de la realidad asaltada en medio del caos y del delirio como una forma natural, verde con todas sus precipitaciones movibles como aspa de molino para hacer una burda comparacin y tambin como es lgico, los naufragios escalonados en los estadios de los siglos, apenas como una escalerilla, manchas, parpadeos que ya nadie entiende, signos tel'ricos de la nada, un hueco por donde el mar pasa silbando callado, limando sus asperezas y pule por fin aquel hueso, ese otro corazn, las tripas que conformaron la energa del amor y besaron, por ltimo, la boca que flota a la: deriva nadie sabe dnde sino cuando la toca, es decir, la besa; en fin, las calles que hay que recorrer y hacer trizas para dar otro paso, no el ltimo, dirase que es de aceite la: trampa, la puerta, la salvacin y dale con la botella y mostrar ese traje lleno de remiendos, como si fuera de payaso, tan triste, con sus colores distintos, recauchados, cmo se puede ser un buzo tan tirillento? -dijo el fotgrafo-, colgado cabeza abajo secndose al sol, es como un gangocho y

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los nios miran por algn agujerito y el hombre no est aden. trO porque dale que dale con la botella y anda tres das con sus noches cado en el chuico, nadando morado, rosado, ambarino, cmodo en la botella, redondo en ella, cuadrado en su profundidad, fino en sus destellos cuando llega la maana y el sol comienza a morder: ve todo amarillo el mar, las lucirnagas de las olas que son metlicas, mas siempre es de oro el fulgor que rompe los ojos, la cicatriz que va quedando en vez de la mirada, el orificio para auscultar el primer da del mundo. Emergen los peces duros, las viejas con sus tarros de leche en la cabeza, como si efectivamente llevaran el universo, un saco de lgrimas endurecidas y hasta los perros se ven largos, largos y no terminan de pasar nunca cuando el sol entra por la rendija mojada de los ojos, el sol que explota adentro y se siente cido y pican sus destellos como si el buzo estuviera metido en una ola, en un fondo opuesto al fuego y la vieja le preparara su explosivo, su caldillo sangriento, que enrula la lengua, la tuerce con sus vahos y jugosidades areas pero ms chicas en relaci6n con el sol que sigue cayendo a patadas y sorbe el buzo su contenido. El mar no disminuye el volumen y mira el traje de buzo; ningn pjaro se para a la redonda y los cristianos que pasan pegan un salto aunque sea disimulado y ven a Cristo en su atm6sfera natural, pero al revs, inventando un nuevo suplicio, patas para arriba, de goma rosada el pobre, sin manos eso s, en la cruz, secndose. y dale con la historia de meterse al mar y con un poco de sal el trago maanero no ,es tanto, pero se siente que algo se estruja y vienen los tiritones con el m?tor malo, has:a que el segundo medio pato hace abrir los OJos y se ve la 1s1a al

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9-Alegra provisoria

otro lado, un solo listn que tira destellos 3 la chua. y los vderos como cuchillo, pero que dan bote y cabecean inRa. dos como si fueran a estallar. rompiendo el agua, }' el pecho de los borrachos (porque en esa cavidad del cuerpo navegan) cuando uno est en tierra y llegan los compadres, muo tilados por la sro, se le nota por la arena que tienen en la boca y los velos que les cubren los dientes. Aspero es su refugio tanteando el mundo de amanecida y van descubriendo que no hay una pizca de sombra a su alrededor, sino todo es furor de la tierra lo que se levanta. Reunido el tro sobre el muro amarillo de madera comenzaron a vestir al astronauta, ponerle su escafandra, con el vidrio molido y roto, los zapatos de plomo, pero rebajados a la mitad de su peso (porque el saldo lo fueron vendiendo de a poco por culpa de la ca a) y entonces flota COIllO un badajo, es decir, no est nunca firme sino que se estruja para todos lados, haciendo glu-glu, pero la experiencia le sirve para sujetar medio lado aunque a veces regresa a la superficie como un blido y en esos casos es preferible que baje con un ancla manual para solucionar el problema. Se fondea con toda tranquilidad en los al. rededores del cholguero, del banco de mariscos y cuando tiene que partir, leva el ancla, toca el pito y esparce las burbujas y se empieza a elevar como si se tratara de un querube en medio del ocano aferrado al agua, casi siempre al revs, manoteando temeroso de escapar en sentido contrario al bote que le suministra el aire. Se instalaron en la embarcacin rumbeando al sur. no distante de la playa, porque el sol les cortaba el mar, los ojos, los brazos, ora de arena el agua y los remos pasaban en banda y los aventureros no podan avanzar como si el mar fuera mantequilla y duro y la trifulca

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y d enredo se poda ver desde la costa, porque en realidad to-

dava no dejaban la arena, confundidos entre la goma del aire, levantndose y cayendo, como si hubieran sido laceados a mansalva por un cow-boy, tratando de salir del enredo para enlrar de nuevo en el lo, todo en medio de carcajadas y mal. diciones y el sol derramando sus mordiscos hasta que enfila. ron la proa y se metieron por fin al agua para regresar de nuevo a la arena. - y sabs que ms? -dijo uno. - Qu ms? -contest el otro. -Que el mar no es ninguna cosa. El buzo trat en vano de abrir los ojos. - Cmo? Toda esta inmensidad, no es nada, entonces? -Eso mismo. -Est tonto, compadre. Ya se le empez a trabar el mate. -Es que usted no entiende. - Cmo que no lo entiendo, compadre? -porfi el otro-. No ha dicho usted que el mar no es ninguna cosa? -Ninguna cosa es, pues. -Est mal, compadre. -Mire -argument-. Supongamos que algo. el mismo mar (c13ro el mar), es tan grande, que no es nmguna cosa. El olro dud, tambalendose. _ Usted dice que las cuestiones grandes son tan gran (les que son chicas? -Rotundo -dijo el otro, bajando un dedo con todo el peso de su cuerpo, cayendo de cabeza en la arena. El otfO 10 persigui intrigado, todava confuso.
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-Porque la grandura es una sola. Entiende, compadre? No se le puede sumar ms grandura. O sea, es una cuestin .Id porte de un buque: grande, grande ... Le empezaron a aliar los argumentos. decir que es tan grande que se pas para el otro lado. -Eso mismo. Por ejemplo, la grandura, es mucho ms que un milln de pichintunes, pongamos por caso. -Es ms que las estrellas. -las estrellas ... -El cielo. -Ms que el cielo. -Es todo lo bueno que hay en la tierra y entonces ah? se mezcla. Y qu sale?: la grandura. El otro empez a titubear mientras el buzo peg el grit: -Sera mejor que remaran antes de seguir hablando tantas leseras. -Usted se calla -casi repitieron a do los remeros-o No ve que perdemos el hilo? -Como le iba diciendo, compadre, con el lDar pasa la misma cosa. No es una baratura. No. Es grande el mar, u sta, chico. -Est atravesado, compadre el otro con el rostro enrojecido. . -U sea, que para ponerle un ejemplo, una pulga es igual a un elefante. -No pues, compadre, no es lo mismo. lo que pasa es que usted no se presta para seguir el curso de las ideas. Recibi un codazo. -Claro, claro -fue la respuesta irnica.

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-El elefante es el elefante, y la pulga, la pulga. Usted puede tener ni que media coleccin de elefantes, pero de mar, no. No ve que es uno solo? - Y usted qu dice? -le preguntaron al buzo que segua indiferente el curso de la conversacin. -Yo creo -dijo-, que los dos estn echando fuera del tarro. Los remeros lo miraron con respeto. -Yo creo -afirm-, que el mar es como una persona, como un cristiano. -Grande -acot el otro. -Djeme terminar -dijo el que estaba de oro por el sol que le caa en la cara encendida-o Hay gallos que son como una pulga y cuando se van al patio de los callados le hacen una raya en el Registro Civil y ... - Qu hizo? -pregunt el buzo abriendo los dedos de la mano derecha para contar las hazaas del difunto. Cam bi de voz para contestarse-: No hizo ninguna cosa! ... - De qu est hablando? -pregunt uno de los remeros. -Por ah se peg sus trancas, le plant seis o siete cros a su pescata y qued conforme. - A dnde quiere ir? -interrog uno de los que tena el remo en la mano. El buzo se entristeci para contestar. -Eso es lo mismo que yo pregunto. A dnde queremos ir? - Que no vamos a sacar una percha de piures? -dijo el ms realista del grupo. -No es eso -replic el buzo-. El mar es como una
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casa. S610 los que viven adtntro saben lo que: ocWTe entre: sus paredes. -Est ms curado que nosotros -afirm el remero ves tido de ntgro. -Pero cuando se muera el mar ... -Nol Nol -protest el pequeo coro. -Es un decir -dijo el Si se muriera ... -No! No! -porfiaron los otros. -Yo creo que todo el mundo ira al entierro -agregy con las mismas lgrimas del velorio, se formara otro mar, porque el mar est condenado, no puede morir. Luego se pusieron a escuchar el silencio, la quietud ner viosa dd mar tempranero, cuando est como cido y plano parecido a un ttcho de puro tranquilo. Y dale que dale con la botella y llega el instante en que rompen el cogote, el go nete, el Hquido chispeando y se lamen los pescadores el pe cho tihio y rosc<o: la pesadilla de no saber a qu lado del mundo estamos, el cielo aplastado por el mar con toda su fuerza y los tres hombres tratando de salir del atolladero con la lengua afuera para seguir respirando. Hasta que bajaron al buzo como una hlice, haciendo crculos parejos en el mar y los otros remeros girando la rue da al mismo comps, llevados por la fuerza de su cuerpo in seguro, sin escuchar los reclamos que llegaban desde abajo, tirando la cuerda vital hasta que el buzo volvi a la superficie flotando, gordo, parndose para seguir a la costa como si pisara en el aire, a cmara lenta. Subi al mercado marisquero, apareciendo en el puesto de doa Tulia algo oblicuo y retorcido, como una tajada de fuego vertical, absurdo y chorreando algo de mar como un

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nadador abriendo en seco, sin tener nada que espe. rar, que dqar de oleajes que devastar, burbujas que crUjen como estampidos menores pegando su borbQ[n en el traje de goma con mangas asalmonadas, escarbando con su garfio, en tierra firme, los canastos de pejerreyes file. teados, las apancoras cocidas, rojas, con sus dedos tambin al sol, sus cucharas con ribetes negros echando espuma por la boca, un agua azul y suelta y los ayudantes dale que dale con la rueda, desde la distancia, apurando el milagro del es pantapjaros torpe que apenas abra los brazos rodeado de abismos cortos, un ngel sujeto por sus anclas de plomo pero seguido por los nios que eran vistos a travs de la rejilb de la escafandra como si en realidad fueran querubes a pata pelada y coloreados por el sol, sealndolo con el dedo, y el resto de la poblada como si se tratara de una procesi6n en que el san tito diriga el trnsito llegando hasta la ventanilla para pedir un boleto de segunda clase a Concepcin, miran do los corridos vagones, la borrosa locomotora en medio de las aguas, con el humo vidrioso, de goma)' el rostro del con ductor hablando desde la profundidad de! ocano)' el buzo arrellanado pierna arriba en e! asiento de madera aplastado por las aguas en movimiento y los remeros dale que dale con la botella y la rueda, ceudos, severos en la tarea de seguir inventando aire, como una enorme manivela de un Ford T de bigotes, sumergidos en el oficio de no fallar al hombre que estaba buscando mariscos entre las aguas, llenando su bolsa, viendo pasar el campo, la velocidad de los rboles, las nubes rasantes, las gaviotas, los bueyes, las cruces )' los pasajeros que llenaban e! convoy, rodeados de canastos con pe. ces inmviles.

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EL FLASH DE LOS AHORCADOS

Personajes:
Un locutor y su mujer, una cuerda, un radiodifusor.

Lugar de la accin:
La conciencia de un ser humano y un patio de luz.

Si alguien mirara por poner un ejemplo, que agarran a un hombre y le pegan un combo primero en el rostro, en el hueco -indefenso de un pmulo y luego en la cavidad de los ojos, y despus en las mltiples esquinas de la nariz y vue lan, por as decirlo, las plumas, los dientes, y el pelo se detiene como estampado y tambin su sombra se rompe y despus le despellejan el alma, cada treinta das y siguen el trabajo descuajndole las tripas, vamos a decir, los sentimientos que tiene guardados nunca se sabe dnde, es decir los recuerdos de la infancia: un trineo que se desliza cortando la nieve desde la cumbre del cielo y despus, todava, le raspan los huesos y se lo siguen gastando, implacablemente,

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cuando le doblan y rebanan las clulas, cuando se va de estampida, cuando de su andamio si apenas le queda un par de resortes, el atisbo de un da siguiente, cuando si apenas toda la vida le alcanzara para comprar tantos kilos de alimentos, no ms de tres o cuatro trajes en cincuenta aos mientras la mujer lo descuelga de su cruz y le dice: "Hay que tener paciencia, ya pasar todo", y todava lo siguen succionando, desaJojndolo de su mbito de cuarzo, y le restan Jos ojos en un movimiento fugaz, y cavan an sobre su es tertor, y vacian su aire, su copa, su ferruginosa capacidad para amar, y todo eso incluyendo las uas, no le pertenece, mientras es armado de nuevo cada 24 horas al llegar a su casa lisiado hasta los tutanos, combado, en forma de zapato, vidrio, piedra, en fin, tomando la forma de un salario, pues ya no tiene fuerza para huir de sus mtores y deudores y no puede salirse de esa rbita maldita y todava lo siguen escarbando porque el fin es s610 el comienzo, atado a todas las circunstancias y propsitos y est anudado desde la vida a la sin un atisbo siquiera de libertad y su mujer lo un ta con ternura, inAndolo de nuevo, lo arrulla, 10 recompensa, abre una propuesta pblica para darle forma, siempre inesperada, sin meterlo de nuevo en su vientre, pero de atrs para adelante, de tal suerte que la vida decreciera desde la cspide a la nada, y no s610 eso, el deseo a la tentacin de 13 especie, a la atraccin de los enemigos, y luego todas esas posibilidades se diluyeran en otras tantas centenas de fracasos y en esos crculos concntricos, ganar la primera batalla, agarrar, mientras se cae al abismo, una clula, otras otras sonoridades y armonas, que no son sino rnnotas consuencias del sntoma de una existencia, de Urt

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hombre que despus ser enganchado al carro de la civiliza. cin y al progreso y luego Rotar i vaya a saber cuntos si. glos!, en esos residuos magnficos de las mareas lunares, letales y terrestres, cada uno a la espera de la mejor oportunidad en la maravillosa selva de la corporacin de la muerte, cada uno arrastrando su carro y conveniencia, haciendo clculos en la sombra, asociados los indignos contra los puros y en estos satnicos coloquios tener la certidumbre que por ltimo ya existe el suficiente material biolgico como para arremeter y aparecer en los ojos de la madre de uno -y lo que es ms grave- en el deseo de ella, cuando registra la natura. leza, auscultando sus mritos y peligros y rene tales cose. chas para elaborar el hijo y se sumerge en tantos trabajos asediada por el amor, por la voluntad de echar a andar su motor: todos los sentimientos y los valores que nos rigen para ser perpetuos, eternos entonces como un blido -nada menos que- la primera criatura emerge, radiante y se caJienta con el vaho del buey en el pesebre y el candado de la piel que le servir de prisin por los siglos de los siglos. Recuerdas, Matilde, cuando lleg el analfabestia desde Espaa, con una mano adelante y otra atrs, husmeando las piedras, todo lo que tuviera rendimiento, la familia con ms sillas, el rbol de ms sombra, la secta de ms utilidad, mostrando esa chaqueta con sangre de la guerra civil, que recin haba rociado en la carnicera de la esquina con bofe fresco dispuesto a hacerse una situacin, la Amrica. auscultando el campo de batalla y contrat entonces un pedazo de aire, una tajada solemne de 30 minutos cada da y luego se de var al socio para comprar ms aire, raspando la olla de los beneficios que puede dar un ser humano, inventando la

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posibilidad de vender toda la atm6sfera del mundo (como efectivamente lo hizo) y no imJX)rta que ahora los muertos dd radioteatro naden entre pompas de jabn y detergentes, las vulgares burbujas de plomo cuando llega el engaado y llueve (el ruido se produce con papel celofn) y descubre a su mujer en la cam3 y el acompaante retrocede, todo 3. micrfono abierto, en medio de los ms iracundos "No", COMe vengar". "Escuche el captulo siguiente", y saca su cuchillo en la pgina 7 del libreto y se queman las comidas del barrio y la mujer se cubre el rostro con las manos y como prc ms jabn y el marido engaado avanza, y compra ms detergentes, y ya eleva el arma -compre los cuchillos en la Mercera "El Trigo Fresco"- y entonces el sonidista ngarra un zapallo y otro lo revuelve con un fierro, y es as como suena control separacin musical cuando abren al sorprendido galn y la accin queda detenida en medio de una llantera general: el corazn se pone de madera, y ning'n sentimiento sirve, endurecido y recuerdas, Matilde, que cada semana me obligaba a matar ms y ms gente, para vender esos jabones de ballena en medio de la armona de! comer cio, pero no aAoj ni un pelo, me defiendo como gato de espaldas para no abrir la reclusa de mi otro mundo, pero dnde? lo sostengo, querida, si ya no me quedan ni nervios, ni ganglios, ando suelto y en lo primero que pillo me afe rro, hay que comer, dices, puedes ir a dejar uno de los nios a la redaccin de un diario y yo mismo te escribir e! prrafo a dos col. y titular: "Madre necesitada regala su hijo o lo rifa" a tanto el nmero mientras el ana1fabestia mete el aire en su mquina, la radioemisora, y te van sacando los meniscos, los frutos perennes de tu cuarzo y t alargas el

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caudal de las mismas repetidas palabras en Jos textos comer. ciales en el burdo y grotesco libreto que oficializa la des. ventura. Cuando nuestro hijo sea grande que no siga esta carrera de libretis..ta.locutor, no permita nadie que jams tiren de su piel cada treinta das y lo manden desfondado pa. ra la casa y luego la madre lo desabolle y desbroce, porque la pobre tiene de reserva todos los materiales de la ternura y cree en ti, pero no aflojes esa sola imagen tan tuya, cuan. do redactes e! aviso de Jos barbitricos, te condenaramos para siempre. De qu valdra entonces e! cajn con flecos que has heredado, el solsticio que llen de auroras todas nuestras hambres?, no entregues la oreja, ni un solo verbo fuera de! presupuesto, si quieres ser escritor, as te pongan cabeza abajo y te usen de arado (como ya lo han hecho en repetidas oportunidades), por eso no culpes a nadie de nuestro suicidio, Aameantes cama una bandera de un lado para otro, ding-dong, en el nico aire no vendido por e! analfabestia que nos rob e! pelo, la presencia de nuestras som bras, pero nos sentimos compensados, estimados radioescuchas han engordado en forma oportuna, tienen autos, compran algo barato y 10 vendieron caro, la felicidad completa devor kilmetros de pintura, vidrios, frutas a grane!, mate riaJes, vestimentas, ganado trado y llevado desde el matade. ro a las tiendas de mayor consumo, estrujado en cmodas cuotas mensuales. Seor Juez, vivimos con un cheque a fecha, con una mirada a fecha, maana es otro da, nos deca. mas ayer, cuando de pronto se produjo la estampida: el ayer fue maana, nos pill la mquina para pagar la luz, el aire, el nuevo diente, la silla postrera, se nos corrieron las fechas, los inviernos en vez de los veranos y el analfabestia metido
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dentro de su embudo, haciendo .u balance, dla y noche, mor diendo cada moneda de modo que ya est decidido y hemos dejado nuestro testamento, Jua, planchada nuestra ropa y por eso hijo no aflojes y toma el Lpiz y cuenta lo que tengas que dccir aunque sea en sueos, alguien te traducir y con lgrimas de sangre, como en nuestros melodramas, al. guien podra escucharte, Usa, ya ha llegado d momento, antes que aparezcan los fot6grafo. en primer plano: la idea es tirarnos al vaco, discretos eso s, por el patio de luz, ata dos por la soga del cordn umbilical que nos da tanta risa si no fuera porque vamos a morir, y nos acercamos a la ventana, tomados de la mano sin tocar como antao una pared tibia, lista para su expansin y complicidad, cuando alguien nos empuj6 como un resorte sideral sin abrir los ojos, escuchamos el peso de la vida, all afuera madre, t latiendo por nosotros en ese vaco tan oscuro, querida Mat1.ldc, mame siempre, djame acomodarte los huesos redondos tomando la forma del sol, ahogados en medio de la sangre antes que se quiebre la mdula y como un corto ro, ahora, analfabestia, te saludamos con la lengua afuera, integrados a la vaciedad de la nada, unidos tibios, un poco fuera del tero. perdn hijos, que les valga la comparacin.

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UNA MONEDA, UN SENO

lo-Alera provisoria

Nio de 12 aos. una madre, Lo. chos en la vara de un bar.

borra-

Lugar

la accin:
Una casa, un almacn. pieza con rio y jarr6n de porcelana.
Un.1

cama, lavato-

Entre las lgrimas -mojado le:ntarne:nte-, d hombre con las manos cruzadas era y fue: un paisaje otoal detrs del cristal movible dd atad. Los ojos, la frente: combada crepitando en una gota de agua y sus arrugas corriendo como el curso de las arenas y su boca ligera, boca activa, aunque muerta, boca descuartizada a travs de Jas lgrimas que lo continuaban despedazando al mirarlo, copiosamente: dividido entre filas negras desde la raz del pelo hasta la barbilla a travs de ese muro lquido, conteniendo el rostro co-

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mo si formara espejos naturaJes entre Jos espectadores: un pequeo fuego que no se secaba por el exceso de dolor, "Subin-on las coronas, a m me gust Una blanca", La muerte se lo estaba llevando; nadie quera Permanecan rgidos, su mujer y sus siete hijos y slo la luz chocando con la profundidad de los colores extraviados de la tarde, las manos blancas contra la caja negra, el ojo blan. ca contra la mirada negra, el silencio blanco contra el ruido negro, los aos blancos pasados contra el futuro negro y en menor porcentaje, el olvido contra el olvido, siempre en ese juego de contrastes que hierven, que estallaran, que estaran estallando, haciendo breves explosiones, blancas y los los negros, los dos muros irreconciliables de la vida blanca y negra, separados y divididos para siempre, cortados por la incertidumbre que retuerce los candelabros y las Aores de papel, las rosas acuticas, los claveles rodeando al ausente, al difunto. "Una ta me mand a jugar, pero 110 quise". Llegaron Olros rostros que venan a trabajar una jornada, sacados de sus casas con precipitacin. ubicados en fila, blancos y negros y hasta polvorienlOs, lOmando conciencia de la muerte, la posibilidad de urdir los recuerdos mutuos, acumulados con una promiscuidad que el difunto funda en las mltiples memorias de los asistentes aptas para alejar cualquier pensamiento, menos ese costra que se haba ido de este mundo unas horas antes, negado ahora de movimiento y de capacidad para mirar, contestar, observando los hijos con una piedad inaudita y tensa, pues esta compasin minara maana, estaba terminando ahora mismo; ya no exista (cuando muri6 mi pap').

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mis tos hablaron". Los deudos se fueron dividiendo en los otros compartimientos. Las voces enredadas en numerosos planos: las ms duras y tambin otras suaves, las que tenan dueo o extraviadas. Surgen los coros impetuosos, la grotesca fastuosidad pobre de la ceremonia, aunque slo existe el cajn y los can delabros y las mujeres de rodilla como pedazos de piedra que son, como montones de ropa que parecen, como algo de mar cortado y transparente en la oscuridad que se mue ve sufriendo y agitndose. "Entonces el to Fermn dijo que yo tena que Dijo que todo era duro: el pan y la vida y las escaleras, los das y los pjaros y los cuadernos y mi lpiz y el bolsn tambin y mi asienlO en el liceo y mi cuchara tambin era dura y las campanas y el aire y los platos de la comida y la cama tambin. y los vidrios y la ropa. Y que tambin era duro el maana y los seres humanos, tambin, los hombres y las mujeres. "Por eso me emplearon en el emporio "Las Tres Moras". Se present el nio por la maana, enclenque. con el pe. lo revuelto, los once aos temblando, temblndole -por as decirlo-, el miedo en los ojos. "Es para ayudarse"; dijo mi to al almacenero". Llegaron los hombres de negro y dijeron que venan a buscar a mi pap y yo mir a la calle. Afuera estaba la ca rroza con cuatro caballos grandes, pero no me la quisieron' prestar porque estaban apurados. Otro da s, dijeron. Parecan extraviados, tambin blancos y negros, salidos de la penumbra insolemnes, blandos, no muy limpios, con el rostro y b camisa endurecidos por y para el oficio, el ros-

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tro fatigoso, profesional que vive de la muerte, sin hacer da. o. Slo el hbito de existir entre las lgrimas y las escenas desgarradoras cuando el jefe de la familia comienza a desaparecer lentamente y las mujeres de la casa se botan al suelo y muerden el atad, quieren ultimarlo y lo estn pateandoaraando, lo estn hundiendo, Aotando, mascando y lo elevaran metindose el atad en la memoria y en los huesos y cierran su paso, entre las Aores desp4:dazadas: todas las pasiones humanas urdidas en un solo dolor que en ese instante no quiere caminar, no puede olvidar, no quiere olvidar y, sin embargo, ya olvid6. Me dijo el seor del almacn que tomara el triciclo y sal a repartir unos pedidos, en canastos. Me gust el traba jo. Les expliqu a mis amigos cuando me vieron con el uniforme, con el ddantal de brin azul, que como yo soy el ma yor de mis hermanos, tena que baar a los perros y darle de comer a los cuatro nios y lustrar el piso, cortar la lea y salir a buscar la polica cuando se armaba el escndalo en el bar del lado que tambin era del mismo dueo. Andaba de un lado para otro movindome todo el da y casi la mitad de la noche, para dormir despus en el suelo. Y les dije que coma un plato de agua caliente con fideos nadando y les dije que era distinto porque mi pap traa plata para la casa y la comida tena otro gusto, no tanto por el sabor, sino que era hecha por mi mam, creo que a cambio de nada, slo por el cario y la obligaci6n que tena, eso les dije y, en cam bio, en el almacn cuando sobraba algo, cuando ya los pe. rros no coman, me lo daban y aunque andaba medio muer to de hambre, les dije, no me la poda comer.

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"Yo no llor mI pap estaba muuto, W10 porque los otros /loraban". Sacaron el atad. Sali a flotar el navo sin brillo en que se estaba hundiendo el mundo y qu tena sentido? Las casas vacas, los pjaros sin nada adentro, la gente sin destino que van a la deriva fuera de este dolor, y los caballos negros cubiertos por una red con pompones apelotonados. Entonces bajaron las coronas y algunos curiosos se pusieron a mirar y luego tooo termin. Adelante el carruaje, atrs primero el silencio y despus nosotros, y la nada, y los ltimos testigos. "Dorma el suelo encima de una tabla". A veces tena que levantarme para caer de nuevo y le contaban los segundos: "uno", "dos", y de rodillas quera despegarme del sueo y no lo dejaba y tm golpe y otro y l (yo) no comprenda -otros golpes-, que ese sueo estaba roto se estaba rompiendo -golpe-, era un camino -golpe-, un aroma de infancia, algo de los primeros das -golpe-, un juego, un nido de pjaros recin descubierto -golpe- y el almacenero dejaba el palo para regresar a su lecho y apernarse otra vez en su sueo. Les cuento a mis amigos: -Dejaba el jabn en el balde y 10 revolva con la escoba muchas veces porque me mandaban a limpiar la vereda y la calle. A travs de las burbujas miraba el comienzo de la maana, la gente que iba escondida a su trabajo, sumergiendo la cabeza en el pecho, los caballos de las carretelas repartidoras de pan y los diarios, como si fueran un espejo de barro las burbujas y era entreteni. do (creo yo) y uno miraba las casas dentro de esos globos

un nuevo golpe dd almace. nero que lo pillaba distraldo. Tengo que esconder las monedas de la propina porque d dueo no quiere que la reciba, pero los borrachos tienen compasin por sus hijos. Ellos conocen d hambre en la cara -salud!- Ycuando yo mucra la chiquillera partir en desbandada, die<n. Sern zapateros, vagos, bandidos, cada uno para su lado y los primeros das se vern bien seguidos y des pus menos y despus nunca -salud!- y no se reconocern siquiera en la calle, no sern hc:rrnanos porque hay que protcgt:rse, y se irn a otras provincias sin decrselo a nadie y se casarn y tendrn sus hijos, todo para callado nunca, los otros hermanos - j salud !- recibirn una foto de los otros her manos con sus cros cayendo en el silencio de las cartas no con testadas, de los aniversarios de matrimonio, nacimiento y muate pasados por alto por el temor de encontrarse, de te ner el mismo apc:llido, y el mismo nombre y la misma mise ria - j salud!- y habr poca ropa para intercambiar y por eso yo digo -isalud!-, cuando uno ve a un mocoso como hay que darle su propina no? es? cierto? cabrito? las sobras del vmo de los borra Yo tena que chos en los vasosj el almacenero despus se los daba a tom:J:r a los carabinuos de la ronda. As poda cerrar ms tarde. Un da pens: cuando junte toda la plata de las propinas lo pri. muo que vaya hacer es comprarle un vestido a mi mam. a ycr de vez en cuando. A veces compra Ella me algo, cualquier cosa para conversar un poco; yo mismo le vendo, pero sin llapa como quisiera porque el almacenero me est mirando, me mirar, me mirara con tocios los ojos que tiene en el cuerpo mientras peso el arroz, la hierba. Pe

y de pronto, "pWf' y

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ro mi mam se va contenta y da vuelta la cabeza varias veces antes de desaparecer, si es que salgo a mirarla a la puerta, hasta que recibe el golpe en las costillas del almacenero que lo amenaza: "A trabajar, a trabajad" El primer da libre fui a la tienda par.1 comprar el vestido. Todo el mundo se dio cuenta, aunque yo no haba dicho una sola palabra, pero se notaba que era para mi mam. Yo creo que sospecharon, porque uno mira con un poco de vergenza y parece que no se atreve. Y como uno no sabe bien lo que quiere lo ayudan y la empleada le va sacando muchos modelos y entonces ya se toma ms confianza y yo pude decir con orgullo: "Es para mi mam, que nunca nadie le dio nada en la vida y yo s y es mi primer sueldo" y uno lo muestra con orgullo y la empleada llama a las otras vende. doras y a uno lo dejan al medio como si fuera un jugador de ftbol y todas se ponen contentas con mi caso y hacen un descuento y entonces bajaron una caja grande y despus una cinta azul y yo parto feliz. En el centro me encuentro con dos amigos del barrio y apenas si puedo abrazarlos con la caja y dicen que van donde La Tentaci611 y que ellos tienen algo de plata. Los tres muchachos caminan por la calle angosta. Es gris la calle, es agria tambin. Se oscurecen hasta los perros vagos y los vidrios rotos y la madera. No tiene color la calle, la calle no es negra, todava. Las mujeres estn sentadas en su silla de mimbre, abanicndose esperando la clientela que comenzar a llegar ms

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tarde y los llaman, pero siguen derecho en direccin de la ventana iluminada donde "La Tentacin" los espera. Era una mujer gorda y vieja y dijeron que yo era "el nuevo". Entonces ella me mir como si fuera mi mam y sonri como ella, mostrando sus arrugas, todas las noches metidas en su rostro, la msica incorporada al huracn de sus arrugas redondas, los sonidos que haban ahogado sus dientes, las risas que golpearon sus ojos, los fuegos que tran sitaron por su cuerpo en la juventud (yo tambin la salud como a la profesora de mi colegio), pero el perfume de ella me dio miedo como si a lo mejor se quedaba pegado mucho tiempo y me persiguiera hasta llegar al almacn. Entonces ella pregunt cunta plata traamos. y nosotros le dijimos que poca. y ella dijo que cunto. y nosotros le dijimos que en total, seis mil pesos. y ella se enoj mucho. y nosotros nos revisamos los bolsillos sin encontrar una sola moneda ms: apenas unas migas. y yo le la historia del vestido. Ella abri entonces la bata y mostr sus senos. y los tres la quedamos mirando y parecan que estaban blanditos como la parte de atrs de la bocina de un auto viejo y eran grandes y brillaban un poco bajo la luz amarilla de la ampolleta. Los otros dos amigos me pegaron un codazo y dijeron quc yo estaba asustado, que temblaba entero yeso era cierto porquc tcna miedo. Ella pidi que dejramos las monedas sobre la mesa, en

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un plato, las cont y los otros muchachos me empujaron y

la mujer y yo quedamos ms cerca. Nadie hizo nada hasta que me dijeron: "Tcale uno!" y yo alargu la mano y re. cin comprend que las monedas dejadas en el plato eran para pagar las caricias. Le toqu el seno; me dio fro en too das partes y hasta en las manos, nunca haba tocado el cuerpo de otra mujer, era como aceitoso, creo yo, como un cua derno nuevo y mi mano pareca haber tocado unas brasas, como si algo quisiera volar entre los dedos y despus esta sensacin, este sentimiento no lograba contacto con el resto del organismo, no lograba despertar el deseo, la idea, la posibilidad, la sospecha que un ser poda ir donde otro, entrar en l por un instante, como cuando se quiere arrendar una ca sa y se examinan las dependencias, una por una, entonces la mano retrocedi y otra vez se escuch la voz de los muchachos dicindole casi al mismo tiempo: "Tcase!o otra vez! Tcase!o otra vez!", porque en realidad, esta caricia estaba avaluada en 500 pesos y por los mil que haba puesto sobre la mesa tena derecho a una tocada rpida de los dos senos gastados, maltrechos, expandidos, ofendidos senos y despus se puso a pensar que t:ste iba a ser el secrelu ms grande de mi vida y cuando llegara con el paquete de regalo, mi mam poda sospechar. Despus los otros dos mucha. chos siguieron tocando el cuerpo usado de La Te11taci6n y se arm 1,ln enredo por el tiempo que duraba cada caricia y ella se puso furiosa y dijo que nunca se haba dejado estafar y que para eso exista una tarifa y que en tiempos pasados cuando fue joven los hombres ms ricos que llegaban en auto a visit:ula, le regalaran joyas y no como ahora que estaba volando tan bajo como para vender sus senos a los mucha155

<has del barrio para pagar el taxi de la revisin de los lunes y le pusieran el timbre y la estampilla rlifitando qu<: no era clandestina. Qued solo. Creo que en medio del lo arrancaron con la plala. Yo estaba con mi caja frente a ella mirando la pucrta: 4'Si le dijera algo", pienso, pero lo malo es que no se me ocurra nada, pero quera decirle esas palabras como a mi mam, cuando no haba nada que echarle a la olla entonces yo le hablaba, no s era, pero mi mam ya no lloraba tanto y esto es lo que quiero hablar ahora, "pcro no puedo". Entonces La se fue a la cama metindose entre las sbanas y daba lstima, a lo mejor tena fro y por eso se rda y para distraerla abr la caja para mostrarle el vestido. Entonces ella se levant para quedar frente al espejo y se puso a mirar su cuerpo por todos lados; le qued muy bonito, preguntando: - Cunto vale? -y yo le digo que nada, que es un re galo y comenz6 a besarme hasta que me puse a tiritar y sen t algo como si tuviera pegado un papel en la suela de mis zapatos y yo trataba de despegarlo, pero el papel segua en su sitio. Lo dijo que me sacara la ropa y yo le contest que bueno, pero siempre y cuando apaKara la luz para no mostrarle las costillas, porque estoy creciendo y tena miedo y vergenza de que la mujer se cayera encima, aplastndo. me. Esto lo pensaba tcxlo el tiempo. Entonces la mir ms cerca como si fuera un edificio alto, por partes, con sus glo. bos por todos lados, un poco lustrosa, pero no me daban de seos de nada. Me haban dicho lo que tena que hacer con

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una mujer cuando estuviramos juntos, desnudos, pero voy a inventar una mentira. No importa que se quede con el vestido. Dije que me dola el estmago y ella comprendi, pero sin ofender ni hacerme burla, quedamos en que bamos a ser amigos y la visitara los das lunes. Se me hizo tarde por el camino, estaba libre en la calle y despus de pasar de largo -al retroceder- estaba mi mam en la puerta y no me mir a las manos sino a los ojos, comprendiendo, todava sin oler el perfume de La Tentacin como si estuviera orgullosa. Cuando me sent en el mismo lugar que ocupaba mi viejo, grit desde la cocina que haba preparado el plato que ms me gustaba: batido y migado.

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EL SIMULADOR

Personajes:
Pilotos, ingenieros de vuelo, supersnicos ficticios, torres de control.

Lugar de los hechos:


Bresigny.

En las afueras de la ciudad, caminando en direccin de Bresigny, dejando atrs la red ferroviaria, los humos deteni. dos y azulencos, los grises corridos y redondos como filudos altares, existe el doble edificio experimental que los tcnicos conocen con el nombre de "El Simulador". En realidad, no es un edificio, sino un conjunto de equ. vocos que tiene en apariencia la armona- de las constelacio nes: dlmenes furtivos en vez de puertas, anclas demolidas que -sirven de base de sustentacin, chatarras de aviones, -ce menterios de autos viejos estructuran la marquesina. Las jaulas de aves exticas encubren una primera ms

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II-Alegra provisoria

cara de acero y cemento licuado que siempre est en movi. miento en medio de un sorprendente derroche de colores y matices para culminar con algunos velmenes metlicos y de acrlico en la parte ms elevada de la construccin sin puertas ni ventanas. El problema del sol cayendo a raudales sobre esta selva tan confusa de ruidos y formas se haba resuelto en el uso sistemtico de alerones de Diametrodn, apro. vechando su capacidad para absorber el calor de tal suerte que verdaderas cascadas de piel de piedra formaban sucesi. vos estadios, pero manteniendo la premisa de la vela dorsal tan en boga en el perodo carbonfero. Aunque en esos mi. 1I0nes de aos el proceso de desarrollo qued frustrado por la falta de fuegos infernales, los calculistas concluyeron al disear "El Simulador" que podan tomar el ltimo hilo de esa evolucin y colocarla en el frontis como una protesta: de ah los inmensos vasos colgantes como ojos tormentosos de virulenta platera irradiando luz, como una mano hueca que necesitara calor para moverse. La vasodilatacin promova un choque de los rayos solares, distribuyendo el calor por los acueductos inducidos desde el exterior hasta la planta de la primera serie de pantallas de radar. En todo caso, tos 276 funcionarios especializados que prestaban sus servicios en el laboratorio tenan la clave que les permite mover las cerraduras (casi siempre sostenidas en el aire) incrustadas en los portalones de madera de la entrada principal. Y aunque es ta accin, en apariencia supona una forma de humillacin, la tarea para la que han sido pro1ijamente seleccionados, los est obligando a superar estas precarias deficiencias de la tecnologa. Los expertos en aeronutica viendo atiborrado los cielos

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se abocaron a la posibilidad de limpiarlos en la forma ms orgnica posible. tomando en consideracin que la velocidad Mach 2,7 (2.900 kilmetros por hora) slo era el balbuceo de otros desplazamientos mayores, a corto tiempo. "El Simulador" fue acondicionado para hacer un estudio exhaustivo de esta saturacin, producto de la sostenida competen. cia de las empresas de aviacin comercial. El peligro de choques colectivos (algunos dejaban saldos que superaban el miliar de vctimas). obligaba a adiestrar a las tripulaciones con un nuevo criterio, estimulando sus reAeios, acelerando su sen tido del peligro. El hecho de recibir en muchas oportunidades pilotos, ingenieros de vuelo y radiotelegrafistas convertidos en nios (con sus vistosos trajes de marineros, boina azul, pompn y pito), indujo a los fabricantes de supersnicos a estudiar la manera de no trastrocar los valores domsticos en relacin con el paso del tiempo. Y si bien en algunos casos, el hecho de partir en direccin del Mar del Norte a los 43 aos de edad, significaba arribar a Ban-Sur-Aube, con 15 29 aos menos, el peligro mayor consista en no poder precisar el destiempo, el descargo de las horas de cada pasa jera. No era posible mantener un control tan exacto como para detener ese retroceso en un instante determinado, llegndose a la conclusin (confusa) de que la velocidad y la distancia eran un factor secundario. Los procesos criminales estaban afectando tambin a las empresas de transporte areo por el hecho de que varios pasajeros al subir, por ejemplo, en Orly, desaparecieron. pulverizados. antes de descender en Ceyln, despus de retroceder violentamente todos los mo mentas de su edad y desandando lo vivido se convertan en ltima instancia en el deseo que alguna vez haba motivado

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su primer vagido, el grito confirmatorio de la existencia. ro como 1 .. parejas rcspomoblcs de la gcsuci6n de esa vida llO viajaban en el mismo avioo, no podan ser motivadas pa. ra que. intercedieran en una reparaci6n, por lo menos moral, rn el afn de superar el dao que: camaba la velocidad Mach, no s610 en los sentimientos, sino en la fuente misma genera dora de la accin biolgica: el proceso de vivir rn un vulo supersnico, dc:scspcradamente inmvil. En "El Simulador" existen 1.58 pantallas de radar, las que registran los vuelos imaginarios que lugar el aire compaginado por los tcnicos para llevar adelante sus conjeturas. Los pilotos se incorJX>ran a la cabina de prueba como si subieran a un supersnico pa. ra dar examen y su grado perfeccin en d domi. los instrumentales. Apenas el avin Ir:van. nio ta vudo, se producen hechos trampas dr: la imaginacin, delitos de la naturalr:za, r:ncrucijadas dr: los impon. daabla, conjr:turas policialr:s ubicadas en una partr: dcl fugas dr: las clulas, los car tlagos, salpicacin dr: los g6nadr:s, a1tr:raci6n de la hip6fisis, derramamiento de las suprarrenales, todo un desorden librado, un caos perfecto, una fuga detenida los ciber nticos conocen con cI nombre de fudhacl{. Porque es un hc:c.bo la vdocidad Mach no slo produce una disocia cin externa y superficial haciendo cmplice de este subterfugio a los que se adentran en ese aire desplazado y calien. te del sonido, sino muchos nudos, desaloja las he. churas clsicas de la constitucin biolgica y la tripulacin es una vctima del azar, de la casualidad de un cuerpo vulnerable, atolondrado y formalnxnte difuso. Y aunque en

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la pantalla se produca una fusin entre el mecanismo biol' gico y las estructuras del supersnico, algo vagaba entre esos dos poderes, una frontera intransitable, como una estampida de un ejrcito en retirada: el inexorable pavor de la de. rrota que cunde a medida que avanza la tarde, el rumor de las turbinas silbantes. Los estmulos de la velocidad producan en la regin del ncleo centro mediano o en la zona del caudado en el tegmento mesenceflico de los tripulantes, atochamientos de imgenes, saturacin de ejercicios de la memoria, estragos que se unan como un disparo en su despeadero, enredos inslitos como si toda la carga de los recuerdos se desestibara, por momentos, en una sola direccin (se sobreentiende que en la direccin de la proa de la nave) como en los naufragios cuando los tripulantes huyen de la escoracin y las olas amenazantes, las ideas brotando como rfagas, destellos del amor, usurpaciones de los tiempos, cadas sbitas que no eran sino parpadeos, remembranzas que no tena un sitio para ubicar se y en esas condiciones su estallido era doloroso, todo sin asidero, sin una raz donde dejar una mancha, una sensacin de dolor, un sntoma de disgusto, ruptura. Cuando el piloto del Boeing 909 dice: llVoy a grefulgebrar la trila que emer ge del sotrapo, trgala, drmene", significa: "Si el domingo hace buen tiempo, ir con mis nios al campo". "Ngrese, cropatrem funfideramo telicptero": "Ustedes que estn en tierra, me pueden hacer el favor de resen'ar dos plateas para el concierto de la noche". La traducci6n correcta de es tos mensajes deba realizarse tomando en consideracin la velocidad Mach que vulneraba, la resistencia de las vocales y consonantes, produciendo un odioso hacinamiento, una pro .

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miscuidad vtrgonzante de palabras, como los sufridos pasa jeros de un nico autobs rural, ensamblados por el apremio de llegar, pero incrustados por la violencia, la usurpacin del sentido comn, la lgica, )a regularidad de los significados producindose pifias del entendimiento, ese juego que enfu. reca a los destinatarios. Una solucin propuesta con carcter experimental fue identificar cada sentimiento o posibilidad de expresin de los tripulantes con colores bases-difercntcs y as, proyectar toda gama de sensaciones dentro de un espectro universal, legible. Hasta las pulsaciones xxIan lograr, en esas circunstancias, un registro, un matiz para un nuevo tipo de interpretacin porque si un tono, en primera instancia, afirmaba la existen. cia de una idea, sta se desplazaba en otros matices, primero rgidos hasta que despus, llevada por la natural convulsin de los verbos, el fragmento se irisaba, meterico, para dar paso a una especie de nieve de colores y cada fragmento a su vez, es decir, cada copo, no era otra cosa que el anuncio de ciertos rojos saltarines, naranjas sorpresa, verde de torvo ata va, negros de hasta 5.000 mscaras, puntadas de oro y sangre, adimatamiento de las torres, ros de obispo retenido confluyendo en otros saltos derramados y en todas las direcciones, cuando la frase, al llegar su culminacin armaba Jos nudos ms perfectos: bolos de pardos disgustos, divorcios de los bJancos metidos en toda la procesin y en cada pantalla. Entonces se vdan esas tempestades de colores, los vel menes vados y llenos simultneamente, las campanas amarillentas y negras y luego combinadas con el zumbido de las turbinas y los badajos de luces y sombras cayendo en el pri. mer despeadero, es decir, su primer punto de apoyo para

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otras catstrofes y rupturas y rehacer ese fragmento gris, un pedazo azulenco, crstrigo, trmigo, brnutri, catalogado en la albura extrema para descender en forma abiena a la base ms honda como petrleo que va en ristre ensuciando las orillas, los deseos, la posesin de los pomos destripados que se achicharran al sol de hielo, que irrumpen con su fuego ne vante y traducidos en forma burda por el funcionario de turno, libreta en mano. Las pruebas que se realizaban en "El Simulador" tenan carcter experimental porque las lneas de las pantallas de radar y las calculadoras electrnicas no estaban conectadas con el exterior. Los dilogos entre los examinadores y los tripulantes eran de carcter privado, no oficial; una ociosa certidumbre de seguir en el juego para que los vuelos registrados en cinta magntica sirvieran de referencia para los estudios de los especialistas. Un da se escuch una voz diciendo: "Aqu el Boeing 939 llamando; se ha incendiado una turbina!" La respuesta fue: "Se ruega al seor comandante evitar las bromas dentro de las horas de trabajo". Segundos ms tarde, los timbres rectificadores de las operaciones sealaron que la imagen que se estaba registrando en ese instante en las pantallas corresponda a un intruso, pues no figuraba en d registro de "El Simulador". "El circuito electrnico ha amanecido con mucho sentido del humor", fue la respuesta tcnica que dio uno de los ingenieros consultados. El piloto insista: "Vamos a caer al mar, los comandos no obedecen; el resto de la ttipulaciH cl pasaje duerme, aburrido ... "

Las pantallas adicionales comenzaron a captar en foro ma simullnea WIa sola lnea que despeda confusas tonali. dades, secas, pasmosas, beligerantes, destruyndose entre s: el desorden previo a la muerte en el coraz6n del piloro, en su memoria, crculos que al agrandarse parecan una carca jada con su sonido adicional o datdlos de gran expansin constreidos despus a un diamante o frenadas bruscas del rccurrdo, del amor, un contacto, un Ixso blando, mojado, un espasmo sostenido y fugaz, el primer registro de la muerte, esos puntos luminosos para sealar que 16 kilmetros de filamentos encierran en su crcel la inmovilidad del piloto pegado a los comandos, el ojo abierto antes de crujir para despcdazatS(', la mano cerrada para saltar hecha aicos con la explosin, el alma en un hilo, vaco entre todos los va cos, que tomaban colores esplendorosos, como subprod lletos del pavor de perecer, manchas de la memoria, sin asidero, fragmentos de los huesos preparados para irrumpir en otros preparativos de la existencia, casi siempre sobrantes, intiles, la VOZ llegando slo hasta la boca despus de registrar minuciosamente los aposentos de la fantasa , de la utilidad de bar llevado una chispa intcrior para mover tal accin, la conducta, la moral sobrnivicnte dc tantos acechos, la ruptura entre c:1 sentido comn y la posibilidad de no aceptar el vasto mar que en esos momentos, e:n la pantalla, suMa con sus vulgarcs cristala gruesos y aceitosos enmarcando el suceso desde el ngulo cada vez ms verdc, fondo de botella, "'cstamos todos rouaros", y las aguas decreciendo, cada tono regresando a su punto de origen al dejar constancia de: la frusrucin de UDl avetura, el tpico regreso del soldado, el slenc10 absoluto. la luz principal cansada. Pero ante la sor-

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presa de los curiosos, que continuaban mirando las pantallas sin comprender, despus de la muerte definitiva, otros her. vores se insinuaron, algo como barro que entraba en ebulli. cin, y luego las formas misteriosas de la vida desfilaron; un segmento del corazn, hueco; los canales de las venas, vacos; la boca sin nada, perentoriamente, la posibilidad de sumar y restar la urdimbre glandular, un sntoma de un cuerpo des prolijamente armado, accionando un complejo metabolismo de estrellas, cogulos csmicos de las clulas enfundadas en su anillo semiabierto (fauces) dispuestas al asalto; cada saldo buscando su enemigo y salvador, detrs de la muerte, cami. nando en el sentido que usted lee este libro, las clulas coro porales identificadas en la nueva aventura persiguiendo su primera rueda, el centro sagrado de algo que slo perdi fu. gazmente el equilibrio (al chocar el supersnico con el oca. no) dejando que el azar descubra en ltima instancia, esa virtud del polvo que roe hasta el final el rostro, la magnitud (le los siglos cursados en el aire, para luego ver en la panta lIa el estampido de un color que barre una casa, abre las ven tanas y deja entrar el sol sin haber recuperado esa lamenta. ble piel que dej en la catstrofe vestido de etiqueta como si fuera un traje de buzo nadando entre las los ros de la sangre cortando de vez en cuando la certeza de una vi. da, los huesos mutilados por orden superior tomando las foro mas ms inesperadas de acuerdo con los estrictos caprichos del cliente.

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INDICE

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Pgs. Dedicatoria
La boca. la boca

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Nosotros, la crueldad
La ta Ki-ki-ki-riki

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50% mc:nos al alba .


El ratn de: cada u
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Una historia de: amlr .


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Una moaeda, un sc:oo


El simu1adot

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5fCC. CONTROL y CAT.

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