Narrrativa Femenina

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OCHO ENSAYOS SOBRE NARRATIVA FEMENINA DE NUEVO LEN

PRESENTACIN

Si bien para la estructuracin del presente trabajo se han seguido criterios semejantes a los establecidos por Jos Javier Villarreal en su antologa del cuento en Nuevo Len, 1 el punto de partida es la bsqueda, a travs de una visin ensaystica, de la tradicin narrativa femenina desde los aos cuarenta a la fecha, tomando en cuenta una serie de libros que por su representatividad autoral y aciertos estilsticos podramos llamar clsicos, y de entre los cuales apenas dos escapan a la cuentstica. As, de los nueve libros que aqu se tratan tendramos siete volmenes de cuentos y slo dos novelas Aprtate, hermano, de Josephina Niggli, y El hombre de barro, de Adriana Garca Roel. Otra diferencia con relacin al estudio de Jos Javier Villarreal la marca el tiempo en que realiz su trabajo. Aunque en el suyo hable de Irma Sabina Seplveda, Cris Villarreal Navarro, Patricia Laurent Kullick y Rosaura Barahona, no lo har en cambio de Dulce Mara Gonzlez quien public Detrs de la mscara en 1993, ni aun de los libros que en ese ao y 1994, respectivamente, dieron a conocer las citadas Patricia Laurent y Rosaura Barahona: Estn por todas partes y Abecedario para nias solitarias. Mucho menos, por cuestiones obvias, se referir a una autora como Josephina Niggli, nacida en Monterrey pero cuyos libros fueron publicados en ingls. Por su parte, el autor de esta serie de ensayos slo se detuvo en Agua de las
1

A saber: que los autores a estudiar sean oriundos del estado o que se hayan avecindado permanentemente en l, o bien hayan vivido una larga temporada que les haya permitido producir su obra en Nuevo Len y manifestarse a incidir en el desarrollo literario del estado ( Nuevo Len, entre la tradicin y el olvido. Cuento (1920-1991), Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Letras de la Repblica, Mxico, 1993, p. 17); que los autores sean trabajados en forma individual, de tal manera que la atencin se canalice a sus obras y no a lo circunstancialmente anecdtico; y, por ltimo, que los textos, tanto comentados como antologados, estn publicados; esto con el fin de trabajar material que ya forma parte del acervo de la literatura del estado (idem. ). 2

verdes matas, de Irma Sabina Seplveda, teniendo en cuenta el valor y el prestigio que rodea a este libro, aun cuando su autora public dos ms que, a su juicio, son menos importantes que el antes mencionado: Los caones de Pancho Villa (1968) y El agiotista (1974). Un razonamiento parecido lo orient al escoger de Rosaura Barahona nicamente su Abecedario para nias solitarias, un libro cuya intencionalidad literaria merece atencin no obstante sus altibajos. Abecedario..., por lo dems, ha pasado a ser ya, y en muy poco tiempo, un libro clsico de narrativa femenina en el estado. Por ms paradjico que resulte, la precursora de la narrativa femenina regiomontana del siglo XX, por antigedad y, sobre todo, por su ejemplo creador escribi poemas, novelas, guiones cinematogrficos y varios volmenes de cuentos, es Josephina Niggli (Monterrey, 1910), cuya obra completa, incluyendo la novcla Aprtate, hermano (Step Down, Elder Brother), fue escrita en ingls. Pese a ello, Aprtate, hermano constituye un hallazgo envidiable por dedicarse a un periodo de la vida y el pensamiento regiomontanos los aos cuarenta de los que se crea nadie haba pergeado textos en verdad significativos. Aprtate, hermano es as la historia ms o menos comn y corriente de un vendedor de bienes races que se enamora de una mujer de diferente clase social, lo que da pie para destacar la preeminencia de ciertas relaciones opresivas a veces inconscientes que surgen en el marco de clanes adinerados donde el clculo y el control de los paterfamilias se vuelven del todo indispensables para conservar el orden de cosas en el que han podido medrar y prosperar. Y si en su momento fue un texto en clave, hoy que el tiempo impide acercarse a leerlo as, el ms grande encanto de Aprtate, hermano es que pareciera ms bien como si alguien, cualquiera, lo hubiese escrito desde el presente. Adriana Garca Roel (Monterrey, 1916), quien desde muy joven resalt la

capacidad de su aliento creador con la publicacin, en 1943, de la novela El hombre de barro, es a nuestro parecer otro de los puntales de la narrativa femenina contempornea en Nuevo Len. En dicho libro campea un claro afn social cuyo propsito es recordar la pobre condicin del campesinado. Reacia a la sonrisa y a la compasin, Adriana Garca Roel, en una suerte de epifana, observa con seriedad tanto a los hombres como a los elementos naturales. De sus constantes intromisiones pasa a tomar distancia para narrar con una buena dosis de crtica y escepticismo hospitalario. Acaso por esta razn, El hombre de barro se antojar a momentos un trabajo desigual. Adems de abrirnos una puerta al campo como en su momento lo hiciera El hombre de barro, Agua de las verdes matas, publicado en 1963, de Irma Sabina Seplveda (Villaldama, N. L., 1930), nos muestra el ingenio de una serie de personajes mediante el cual se acorazan contra la desolacin rural. Asistidos por la esperanza, no escapan del todopoderoso calor de la cancula. Gracias a l, sin embargo, se reconcentran para narrar sus historias, ajenos as a la tentacin de perderse en la montona descripcin del paisaje. Narrados en un estilo directo, de gran economa, sus cuentos son de una desnudez esencial a cargo de hbiles verbalizadores cuya oralidad es unas veces amarga y otras plena de humor. Al margen de la constante ginecomana de Rosaura Barahona (Ciudad de Mxico, 1942) en Abecedario para nias solitarias, publicado en 1994, habra que prestarle la atencin debida a los trabajos mejor logrados. En ellos, de una factura estupenda, la imaginacin corre parejas con el ritmo libre de la prosa, a diferencia de aquellos textos cuyo ritmo montono se origina del empleo de la frase corta. Sin embargo, una cabal comprensin de Abecedario... ser slo posible si revisamos a conciencia la serie de detalles que desfavorecen al libro: su ingenua inclinacin fabulatoria; la manera gazmoa en que toca

el tema sexual; y la casi declaracin de guerra que se le rinde al hombre, elemento discordante y perturbador de la felicidad de las mujeres, sea para emularlo o, lo que es peor, deshacerse para siempre de l. Los cuentos de Nosotros, los de entonces, publicado en 1983, de Cris Villarreal Navarro (Anhuac, N. L., 1949), se caracterizan tanto por su atmsfera confesional como por la fuerza y el lirismo de su voz narrativa. Inteligentes por sugerir de manera elptica universos y relaciones ms complejas que las mostradas a primera vista, su temtica gira en torno de un periodo concreto de la vida universitaria en el estado. Por figurar en muchos de los 11 cuentos, Marcia, una estudiante identificada con la izquierda radical, parece a momentos el protagonista central de Nosotros, los de entonces. De ella ha advertido con razn Jos Javier Villarreal en su antologa:

Marcia viene a representar una especie de alter ego del cual los personajes se aferran para adquirir una personalidad, una identidad social. Marcia es el sueo, la oportunidad que se fue, la juventud idealizada.2 En Detrs de la mscara, publicado en 1993, Dulce Mara Gonzlez (Monterrey, 1958) entrega una notable galera compuesta de relatos cortos y largos. Sitios de encuentro de amantes que usufructan la hechicera y la magia para llevar a cabo su unin amorosa y custodiar as el frgil equilibrio del mundo; tributarios del sueo y del humor; ominosos por cuanto sugiere su ambigedad; elpticos al grado de producir espectacin, los cuentos de Detrs de la mscara retan al lector a descifrar una verdad ltima que perturba por su malicia e inteligencia. Fieles al verbo y a sus juramentos, sus personajes buscan a toda costa traspasar la frontera de su ceida realidad o, bien, mimetizndose, consiguen ese desnudamiento donde el cuerpo es slo la herramienta del ascenso espiritual. A partir de los
2

Ibid., p. 36. 5

temas histricos, Dulce nos muestra al hombre como un animal de viejas costumbres, tan obediente al llamado del tiempo, que soslaya y ofrenda su existencia actual a cambio de restaurar una vida anterior. Pero el tiempo cclico lastra a sus personajes, y al trasponer realidades que los encarcelan suelen caer en otras que los cercarn igualmente. En Esta y otras ciudades, publicado en 1991, Patricia Laurent Kullick (Tampico,
1962)

conforma un universo particular dividido en dos vertientes: el cuento fantstico y el

relato de introspeccin. En ambas los personajes muestran un constante afn de permutar sus pieles, disfrazndose, metamorfosendose, en busca de su liberacin. Pero la representacin los trasciende peligrosamente, dndole incluso al juego al que tanto suelen frecuentar una maliciosa dimensin de vrtigo. Pobladores de paisajes otros en razn su marcado exotismo geogrfico, sus personajes siempre se estn debiendo algo entre s. La impresin inquietante que dejan algunos de estos cuentos radica en el hecho de que una dimensin netamente terrena enmascara realidades atroces. La diversidad de hombres y mujeres que puebla Esta y otras ciudades cobra un singular realce gracias sobre todo a la intuicin del fondo humano que tiene su talentosa autora. Los 21 relatos cortos que integran Estn por todas partes, el segundo libro de relatos de Patricia Laurent publicado en 1993, se distinguen por un lirismo preciso y una desaforada autoconciencia que roza la locura. En lugar de ampararlos, la auto-observacin en que se regodean sus personajes los deja a merced del mundo que tanto temen. Estn por todas partes tiene bastante de esa concepcin histrica del medievo que vea al mundo infestado de millares de invisibles demonios. Su ttulo de hecho puede leerse como la llamada de socorro de un personaje colectivo que se cree perseguido, en consecuencia de su hipersensibilidad, por fantasmas de toda laya: obsesiones, miedos, murmullos. As, Patricia Laurent nos muestra cmo el horror se despliega no slo en los socorridos caserones de la

tradicin gtica, sino en hogares comunes y corrientes como los de sus personajes solitarios. A pesar de que hibride especies diversas para convocar el humor, sus alucinaciones, si bien caricaturescas para el lector, no lo sern nunca para aqullos. Pese a los tropiezos que evidenciaba su primer libro, Tiempos de arcilla (la mezcla poco afortunada de una seccin de poesa; la indiscernible unidad temtica que justifica la seleccin de los relatos; la monotona rtmica, semejante a la que presentan algunos de los cuentos de Rosaura Barahona), la joven narradora Gabriela Riveros (Monterrey, 1973) encontr madurez y equilibrio en Ciudad ma (1998), un volumen donde se impone la fascinacin por una urbe que convierte en insobornables devotos a cuantos intentan descifrar su sentido ltimo. Posesivo y tierno, generoso y vigilante, el Monterrey de Gabriela Riveros regresa por sus fueros como la tierra original, espacio anterior a la urbe presente, al tiempo que sus personajes se comunican entre s desde el asombro melanclico que les produce descubrirse tan antiguos como la rumorosa ciudad. Que establezca el lector, pues, las afinidades y las diferencias pertinentes entre las autoras actuales o aqullas que ha separado el tiempo; pero, sobre todo, que este trabajo lo invite a leer o releer sus libros, clsicos, importantes y fundamentales dentro de la tradicin narrativa contempornea en el estado de Nuevo Len.

JOSEPHINA NIGGLI (1910)

Resulta en verdad paradjico que la precursora invisible de la narrativa femenina regiomontana del siglo XX haya escrito en ingls todos sus libros, incluyendo una novela que retrata Monterrey en los aos cuarenta y de la que nos ocuparemos en este trabajo. Aunque Aprtate, hermano (Step Down, Elder Brother) aparezca hasta 1947,3 y se le haya adelantado Adriana Garca Roel con El hombre de barro en 1943, Josephina Niggli, nacida en Monterrey en 1910, precede a la nmina de narradoras que van desde la mencionada Garca Roel (1916), hasta Gabriela Riveros (1973), no slo por antigedad, sino sobre todo por su ejemplo creador: autora de poemas, novelas, guiones cinematogrficos y varios volmenes de cuentos, entre los que destaca Mexican Village, sealado por los estudiosos de las letras chicanas como uno de los primeros testimonios literarios de un latino acerca de las speras relaciones entre los mexicanos avecinados en los Estados Unidos y los orgullosos norteamericanos nativos, como seguramente las padeci la propia Niggli, quien se trasladara con su familia a San Antonio, Texas, en 1913. Para los interesados en la ciudad desde la ptica de la narrativa, Aprtate, hermano constituye un hallazgo envidiable por dedicarse a un periodo de la vida y el pensamiento regiomontanos de los que se crea nadie haba pergeado textos en verdad
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1947 es un ao significativo en la produccin novelstica mexicana por haberse publicado entonces la magnfica Al filo del agua, de Agustn Yez. En un recuento que realiza Emmanuel Carballo a propsito de las obras que surgen ese mismo ao en las principales literaturas, apunta: En el mejor de los casos, las novelas aparecidas en Mxico son mediocres. Ellas son: Lola Casanova de Francisco Rojas Gonzlez, Donde crecen los tepozanes de Miguel N. Lira, Ms all existe la tierra de Magdalena Mondragn, Lluvia roja de Jess Goytorta Santos y El coronel fue echado del mar de Luis Spota. En Hispanoamrica tampoco surgen obras narrativas importantes. Entre las menos indecorosas se cuentan: Huairapamuschcas de Jorge Icaza, Solar Montoya de Enrique A. Laguerre, Carne de quimera de Enrique Labrador Ruiz, Plenilunio de Rogelio Sinn y El hombre y su verde caballo de Antonio Mrquez Salas (Agustn Yez, novelista, en Tierra adentro, nm. 88, Mxico, octubre-noviembre de 1997, p. 18).

significativos, confirmando la idea del pramo intelectual con que se calific a la regin durante muchas dcadas del siglo XX hasta el advenimiento, en los aos noventa, de una docena de escritores, mujeres y hombres, que han tenido un favorable destino editorial, acorde a la calidad de su obra. Aprtate, hermano es as la historia ms o menos comn y corriente de Domingo Vzquez de Anda, un vendedor de bienes races que se enamora de una mujer que no pertenece a su clase social. Sin embargo, el encanto del libro de Niggli es que cuanto nos resulta venturosamente cercano a una poca concreta o de lo que se nos hace pensar que fueron los aos cuarenta, y simultneamente a una serie de momentos imprecisos, se vuelve ms entraable para algunos al advertir que el texto se nutre novelsticamente de Monterrey. Pero por la singular recreacin a la que es sometida la ciudad, siempre quedar en el lector la sensacin de que sus historias e intrigas pudieron ms bien haber ocurrido en otra parte. De hecho, Niggli rompe con el exotismo tpico de Monterrey, el calor, e inicia su novela en el invierno inspido de nuestra ciudad, en un fro mes de febrero. Por otra parte, el encanto de esta novela poco tiene que ver con el que produce cualquier roman clef: si en su momento fue un texto en clave, hoy el tiempo impide acercarse a leerla as. El nombre de los banqueros Palafox no nos dice nada ahora, como tampoco el apellido de la familia protagonista, Vzquez de Anda. Atrae entonces por despertar una fuerte dosis de chauvinismo provinciano? No, en realidad. Acaso el ms grande encanto de Aprtate, hermano es que pareciera ms bien como si alguien, cualquiera, la hubiese escrito desde el presente.

La reinvencin de Monterrey Debido a la diferencia entre los nombres reales de edificios pblicos y negocios, el lector

pensara en dos posibilidades: la falta de investigacin o el propsito de reinventar la ciudad. Un caso semejante es el de la leyenda de Graciela Miranda, de la cual ignoramos si la autora la relata tal como pudo circular hace ms de 50 aos entre algunas familias de la ciudad, o si inventa as el pasado de Monterrey. Un recurso del que Niggli se vale en exceso para subrayar la insoslayable ndole urbana de Monterrey, al grado de parecer cmico, es la constante mencin de los turistas. Pero, se trata en verdad de un exceso o, por el contrario, de invencin, de pura voluntad narrativa? Para un lector escptico no slo debe resultarle sospechoso que haya turistas en Monterrey en pleno invierno, sino la insistencia en mencionarlos una y otra vez.4 Sin embargo, tan reiterada referencia hace pensar, ms bien, en el cosmopolitismo que aguardaba entonces la ciudad. La reaccin que tiene Serafina, la sirvienta de la familia Vzquez de Anda, cuando vive en un pueblo como era entonces el municipio de Santa Catarina:

La muchacha nunca haba vivido fuera de la ciudad, y la vida de pueblo le fascin. Tena muchas historias que contar acerca de la gente: del carnicero, de la mujer que criaba pollos y de la que criaba patos. Le cont [a Domingo] de todos ellos con un espritu de una descubridora, como si estos personajes nunca hubieran existido sino hasta que ella los vio.5 confirma por cierto la visin de ciudad cosmopolita que Niggli tiene del Monterrey de 1947. Las referencias histricas que aparecen en Aprtate, hermano podran hacernos
4

Los turistas aparecen, como meras figuras incidentales (en algunas cantinas situadas en el trayecto entre Monterrey y Santa Catarina; en la Plaza Zaragoza; en el Casino; en el Obispado) o incluso mencionados, en los captulos V, XIII, XIV, XV, XVIII y XIX. Slo toman estrictamente parte en la historia en el captulo XXIV, cuando a bordo de su automvil unos turistas llevan a Jaime, primo de Serafina, desde Santa Catarina hasta Monterrey.
5

Josephina Niggli, Aprtate, hermano, Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo Len, rido reino, traduccin de David Toscana, Monterrey, 2003, p. 319. Step Down, Elder Brother cuenta con dos versiones en ingls: una publicada por Rinehart, en New York, en 1947, y una segunda que apareci en Londres, Inglaterra, publicada por Sampson Low, Marston & Co. en 1949.

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pensar en una reelaboracin semejante a la que Niggli hace con la ciudad, si no fuera porque alude a nombres reales y a que, en demrito de la narracin, en ocasiones se pierde en consideraciones y digresiones del todo innecesarias. Adems, algunas inexactitudes son tan enormes que se antojan simples vaciladas.6 Por ejemplo Pablo Gonzlez, un general revolucionario, es llamado Gonzalitos, como el ilustre mdico tapato que se radic en Monterrey desde 1833 hasta 1888, el ao de su muerte. Tal vez como consecuencia de esta reelaboracin, Niggli decide crear para sus personajes un Monterrey tan confiable, tan pequeo al alcance de la mano, prximo, inmediato, que a cada momento, al andar en un camin o en un taxi, se detienen para darse mensajes o conversar, y donde incluso escenas como sta son posibles:

Debieron esperar a que pasara un camin para cruzar la calle. Una voz chillona grit el nombre de Domingo y el camin se detuvo en seco frente a l, con el chofer y los pasajeros esperando mientras un joven se asomaba peligrosamente por la puerta. Oye, hermano, tengo un mensaje para ti. Dice mam que vengas hoy a cenar a la casa. To Agapito est invitado. 7

As, sin complicacin alguna y, curiosamente, sin que les produzca asombro, los personajes se enteran de cuanto les sucede a los dems y se encuentran unos a otros en los lugares ms insospechados.8
6

En la versin original, por ejemplo, a Velarde, un mdico asociado con Victoriano Huerta, se le atribuye durante la revolucin haberle cortado la lengua a Ruperto Martnez, cuando la verdad es que este soldado republicano, defensor de la causa juarista, muri en junio de 1868. Josephina Niggli se refera, ms bien, a Belisario Domnguez, dato que aparece correctamente en la versin original en el captulo XVIII.
7 8

Ibid. , p. 24.

Mateo Chapa se entera sin ms que Domingo Vzquez de Anda necesita un chofer. El agente del Hotel Ancira asignado a la estacin de ferrocarril alcanza a Domingo para darle un mensaje de su casa. En la Universidad, un compaero de clases de Cardito reconoce a Domingo con una facilidad pasmosa a pesar de nunca haberlo visto antes. Mrgara sabe que Domingo Vzquez de Anda se llama as porque alguien le dijo su nombre en la plaza. A Lucio no le asombra en lo ms mnimo que su sobrino Domingo aparezca de pronto en la oficina del general a cargo del campo militar: cuando lo ve, lo invita sencillamente a tomarse con ellos una cerveza. Aos atrs del momento en que se desarrolla la novela, un aduanal en el puente 11

Novela de periplos, de andanzas, a pesar de cierta vocacin turstica Niggli consigue crear perdurables espacios interiores en su texto: la oficina taurina de Wilfrido Vidal, el bar de Primitivo,9 la propia oficina de Domingo, etctera. Visitamos tambin un Monterrey secreto, algunas de cuyas atmsferas la que se percibe en la descripcin del estudio fotogrfico de Brcenas, el padre de Mrgara nos recuerdan a Hoffmann por un sugerente toque de misterio.

La devocin a una ciudad Al replicarle a su hermana Brunilda el desdn que experimenta hacia la ciudad nativa en su afn por conocer las cosas del mundo, ser precisamente Domingo quien explique tambin por qu la nuestra es, ha sido siempre, una ciudad novelable: Y Monterrey no es parte del mundo? No nace y muere la gente en Monterrey? No hay pasin aqu? Llanto? Alegra?. Y debido precisamente al gran amor que siente por la ciudad, Domingo detesta al capitalino Jorge Palafox, el pretendiente de Brunilda, a causa del entusiasmo que siente por Monterrey, siempre desde la perspectiva de un turista que, adems, la encuentra deliciosamente nave tanto como para que en medio de una funcin de pera se presente un violinista y toque a lo largo de 45 minutos, satisfaciendo todas las peticiones del pblico . Pero la visin de turista que Domingo atribuye a Jorge Palafox10 no es al fin muy
internacional de Laredo identifica a Brunilda cuando intenta pasar la frontera y huir con el novio que tiene entonces. De hecho, la ciudad es tan pequea que Domingo se va con Mrgara a Saltillo para hacer el amor. Sofa y Mateo harn ms tarde lo mismo. Y, sin embargo, cuando Niggli lo desea, se las ingenia para que Domingo no se encuentre con nadie en la calle.
9

Adems de que la excentricidad de Primitivo refuerza esta idea: slo permita la entrada a este paraso a la gente que le agradaba. A los dems les cobraba tan caro que no hacan otro intento por volver ( ibid. , p. 43).
10

Domingo subraya ms adelante la para l inseparable condicin de turista de Jorge Palafox cuando lo ve sumarse al grupo que canta el corrido de Monterrey en la cantina de Primitivo: Jorge se uni tmidamente a los gritos, inseguro, [...], como un extranjero tratando de ganarse la simpata ( ibid. , p. 326). 12

diferente de la que sin duda tendrn los lectores actuales, sorprendidos tambin ante un Monterrey tan nave como indito. Para Domingo, cuyo mayor problema, al decir de Tito, es llevar a Monterrey en la sangre, el comentario que escucha una vez de boca de su to Lucio debe parecerle perturbador, al grado de cuestionarse lo que en una situacin lmite tendra que hacer slo con el fin de demostrar que es digno de la urbe. Segn el to Lucio, el amor por Monterrey implica un singular sacrificio en el que acaso no habr recompensa:

es como amar una mujer diablica. Sabes que es un demonio. Te muestra toda su perversin sin avergonzarse. Si t le fallas, ella te abandonar sin una lgrima, pero no te le puedes resistir. Te arrastrars de rodillas con tal de ganarte una sonrisa suya, y tolerars cualquier humillacin con tal de que te ame. Monterrey no es para el poeta, para el artista o el soador. Pertenece al guerrero, al hombre con puos de acero. Monterrey no es para el dbil. Mantnte fuerte, Domingo. Mantnte fuerte y conqustala.11 Es significativo que sea Lucio quien haga esta observacin por representar el universo que en Aprtate, hermano se opone al bando imperante de los hombres prcticos: el de los infantiles.12 Maniaco de los cursos por correspondencia en una poca en que stos deban gozar de prestigio, Lucio ve el mundo como si fuese muy nuevo para l, lo disfruta, pero, a diferencia de los prcticos, no lo usufructa para fines materiales. Identificables a primera vista por ser quienes logran sus objetivos sin importarles el sinsentido de los planes infantiles, los hombres prcticos son enemigos del ocio, del juego, de todo aquello que obstaculice el proyecto regiomontano de progreso y
11 12

Ibid., p. 73.

Ante la negativa de Domingo de cenar un plato de cabrito al pastor en consideracin a su estmago, Lucio reitera su condicin infantil explicndoles a sus compaeros de mesa: [mi sobrino] es un hombre viejo. En cambio don Primitivo y yo an somos unos nios. No tenemos que cuidar nuestra dieta (p. 293). Como dato accesorio, el propio don Primitivo no siente vergenza alguna de su monomana infantil: cantar Mam Carlota.

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prosperidad a ultranza. Y estn igualmente a salvo de la tentacin artstica (en una poca en que, paradjicamente, a los regiomontanos no los avergonzaba ser artistas) por ser conscientes de que nadie puede, ni vale la pena, aventurarse a seguir una carrera sin talento. Este mismo sentido prctico hace que Brunilda, cuando es enviada a estudiar piano a Nueva York, decida no engaarse ms a s misma a cambio de engaar todo ese tiempo a su familia hacindole creer que mejora su tcnica pianstica y que volver a Mxico como una gran ejecutante. Brunilda no emprender una batalla contra el talento y el destino por saber que ser en vano.

La oscura dignidad de Domingo Vzquez de Anda Mientras observa su recmara y reflexiona en que aun los das ms soleados estaba llena de sombras, Domingo se hace una pregunta que nos ayudar a entender la razn de muchos de sus actos y la decisin que respecto a Mrgara tomar al final de la novela: Acaso estaba condenado a una digna oscuridad?, que a poco cambiar por oscura dignidad. Atpico para el Monterrey de ese tiempo no slo por ser un autntico soltern de 35 aos, sino por una proverbial esplendidez que a su modo lo vuelve excntrico, Domingo Vzquez de Anda es demasiado consciente de lo que son o cmo son los dems, no obstante en muchos casos sea falible y hasta cmico en sus razonamientos, como por ejemplo cuando reflexiona sobre el fotgrafo Brcenas:

Domingo not el alto puente de su nariz, la cada de los pmulos, la curva del crneo, y pens automticamente, Es de sangre india. Probablemente de los alrededores de la ciudad de Mxico, cerca de Xochimilco.13 Las cortinas verdes se abrieron apenas y una mano de mujer coloc un gran lbum negro sobre el mostrador. Luego desapareci en la oscuridad. Esta pequea accin le agreg otra faceta a la imagen mental que Domingo tena
13

Ibid. , pp. 29-30. 14

sobre Brcenas. No es totalmente indio, pens. Tiene una fuerte ascendencia espaola que data de la poca de los moros, si es que la mujer enclaustrada significa algo.14 Sin embargo, muchos de sus razonamientos son, ms que atinados, temerarios para la ciudad en la que vive. Valga de muestra el que lo visita cuando observa en s mismo la expresin Vzquez de Anda, permanente entre los hombres de su familia a lo largo de las generaciones:

Domingo concluy que lo que verdaderamente necesitaban los Vzquez de Anda era sangre nueva. Despus de todo, pens, somos parientes de tres cuartas partes de Monterrey.15 El hallazgo de Mrgara la sangre nueva que su apellido y su vida necesitan en el estudio fotogrfico de Brcenas, un sitio que Domingo descubre una tarde en que acompaa a su amigo Tito, divide su existencia entre el eficiente y calculador sentido prctico que lo caracteriza,16 y la magia, el misterio que supone para l la aparicin de la hija de Brcenas. (De la misma manera que Agapito, su to, es idealizado al revs, detestado pero invocado constantemente, Domingo idealiza a Mrgara sin saber cmo realmente es sino hasta mucho ms tarde.) Domingo crea entonces para s un mundo paralelo: la tierra encantada donde habita la Xtabay, es decir, Mrgara. Este mundo alternativo es sin embargo tan real y consistente como el de su propia clase. Tanto, que ante la dicotoma Mrgara-ciudad
14

Ibid. , p. 30.
15

Ibid. , p. 60.

16

Esta visin prctica la vemos cuando, de manera inmediata, Domingo planea el despido de Serafina al ver su inters por Cardito. De igual manera, Domingo es tan inequvocamente prctico que sabe el destino exitoso que le espera a Mateo confindole la suerte de la agencia.

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(casarse con Mrgara equivale renunciar a Monterrey por el escndalo que implicara rechazar a Vernica, su prometida oficial), Domingo opta por Mrgara, a quien amaba an ms de lo que amaba a su ciudad. Haba que subrayar aqu la enorme importancia que tiene esta decisin para Domingo en tanto que el mundo que intenta dejar por Mrgara es ordenado y capaz de darle seguridad, pues ms que ser visto como falso, es visto por aqul como un mundo transparente que aparece etiquetado:

No haba misterios, ninguna frase que debiera analizarse para extraerle la verdad. En este mundo la gente no deca ser una cosa cuando en realidad era otra. Aqu todos tenan su etiqueta: ingeniero, corredor de bienes races, doctor, banquero. Algunos incluso llevaban una doble etiqueta, como en el caso de Irineo Miranda, un abogado-historiador. Pero lo importante era que existiera la etiqueta para que nunca hubiera duda sobre la relacin entre ellos.17 El deseo de llevar una vida privada, como la de cualquiera otro, se opondr en su fuero interno a la dorada colectividad de la clase alta a la que pertenece, la metafamilia, una idea tan audaz como inteligente para entender esta ciudad:

Tal vez haba una metafamilia, y l estaba atrapado en esa sustancia y era uno con la sustancia, y por lo tanto l, como Domingo, como el hombre Domingo, como el deseo ardiente Domingo, no tena importancia.18 En cuanto a las otras mesas [del Casino], pareca ms un banquete privado que una reunin pblica. Todas estas personas haban ido juntas a la escuela y juntas hicieron sus primeras comuniones, en sus propias generaciones. Haban asistido a las bodas de cada quin y eran compadres. Se trataba de la familia regiomontana reunida para disfrutar un sbado por la noche.19
17

Ibid. , p. 120. Ibid. , p. 166. Ibid. , p. 312.

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Mas, cul ser la causa por la cual Domingo revoque al final su decisin y elija cuidar y criar al hijo de Cardito y separarse de Mrgara? En una de las varias dicotomas a las que se ve enfrentado Domingo, la narradora lo sita en oposicin a Mateo Chapa, el chofer de la familia que acabar desposndose con Sofa Vzquez de Anda:

Siempre, desde que era nio, [Domingo] razonaba un problema hasta resolverlo, slo para descubrir demasiado tarde que la mayora de las dificultades las haba creado l mismo. Eran los Mateos sin imaginacin los que en verdad podan ver el mundo tal como era.20 Es entonces la imaginacin de Domingo la que magnifica los problemas, y su afn de razonarlo todo a pesar de su sentido prctico la causa de que no pueda imponerse al entorno o de que asuma papeles que los dems no le asignan? Es muy probable, sobre todo si tenemos en cuenta que se ve envuelto en situaciones por dems ambiguas que amenazan con cercarlo, trtese de la forma como lo compromete Vernica, la novia oficial que la familia y la ciudad le asignan; o el modo como Domingo se ocupa de la suerte de Serafina, embarazada en realidad por su hermano Cardito, quien abandona inopinadamente la casa para luego de algn tiempo ser localizado por Domingo en una pensin de la Ciudad de Mxico. Enemigo de protocolos y ceremonias, Domingo oficia a su pesar un ritual que lo victima la ocasin en que Vernica Miranda, frente a su familia, lo cita a la salida de misa, un privilegio exclusivo de las parejas comprometidas, no obstante momentos antes Domingo le haya aclarado que no tiene inters en casarse con ella. Precisamente a causa de las formas y del respeto que todos, incluido l, observan hacia ellas, Domingo se sabe inerme para
20

Ibid. , p. 462.

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escapar del cepo social. Su amor propio, empero, su voluntad de romper con esas formas, lo obligan a maniobrar subterrneamente, tal como lo vemos en la cena-baile del Casino, mostrndonos hasta qu punto puede ser maquiavlico al no bailar una sola vez con Vernica y, por el contrario, conseguir que los dems hombres de la mesa lo hagan con ella, a sabiendas de que las mujeres comprometidas no bailan con nadie ms, ni siquiera con parientes. Su amor filial hacia Cardito es ms complicado en cuanto que ste no se lo ha solicitado nunca y que Domingo no puede sustraerse a preferir la felicidad de su hermano antes que la de sus padres, sus hermanas o aun la suya propia. Si bien el embarazo de la sirvienta es un suceso desafortunado en el seno de la familia, Domingo lo toma como una responsabilidad que lo fortalece y convierte incluso en un hombre nuevo. As, una suerte de razn de familia a la manera de una razn de Estado asiste a Domingo cuando decide evitarle a Cardito los tropiezos que Serafina pudiera ocasionarle. Mas cuando al fin Domingo encuentra a Cardito, su reaccin lo sorprende:

Si quieres la verdad te la voy a decir. No me escap por el banco de to Agapito. Todo lo que tena que hacer era cruzarme de brazos y quedarme quieto. Qu podra hacer to Agapito contra eso? Del que estoy huyendo es de ti.21 Es en verdad tanta la ingratitud de Cardito como para olvidar que su hermano se ha culpado ante los dems del embarazo de Serafina? No, desde luego, y ello por una razn evidente, la misma que explica el ttulo de la novela: lo que ha sido el terrible to Agapito para casi todos los Vzquez de Anda (de cuyo parecer desptico han dependido siempre, no obstante formen una familia bien avenida que vive casi desahogadamente), lo es ahora Domingo para Cardo.
21

Ibid., p. 453-454.

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Conocidos tanto el manifiesto afn de Domingo de contradecir a Agapito 22 como su odio hacia l, tan inmenso que incluso lo afectaba fsicamente, al punto de tenerlo exhausto en la cama un odio hasta cierto punto justificado si recordamos que Agapito intervino en la eleccin de carrera de Domigo, alejndolo de su ambicin de ser mdico; lo peor que a Domingo podra pasarle no es que su to se oponga a sus planes, sino que acabe parecindose a l, asumindose lder de la familia. Hermano mayor como Agapito, Domingo se descubre pensando igual que su to cuando proyecta empujar a Jorge Palafox hacia un matrimonio con Vernica para liberarse de ella y casarse con Mrgara: sus planes eran muy del estilo de los Vzquez de Anda, que trataban a la gente como si fueran piezas de ajedrez. En efecto, y le agrade o no, su estilo personal de hacer las cosas se ha vuelto cada vez ms semejante al de su to. Incluso su cuidado por las formas no lo hace muy distinto de Agapito o de cualquiera de los integrantes de la metafamilia.23 Si puede hablar con bastante desenvoltura de las relaciones sexuales, por ejemplo, y sabe que es bastante usual que una pareja se ame extramaritalmente, como l mismo y Mrgara, o su hermano Cardo y Serafina, sabe tambin que volvindose un hecho pblico se convierte en un escndalo que debe evitarse a toda costa. Pero no ser la amenaza de un escndalo la razn por la que se separa
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En tanto que Agapito habita una casa utilitaria, sin libros, y como deplora que su sobrino gaste el dinero en ellos, Domingo compraba muchos ms de los que poda leer. Por lo dems y no obstante el villano del libro aparezca en l cuando el lector ha ledo ya, ms o menos, las tres cuartas partes de Aprtate, hermano, la presencia de Agapito gravita sobre la familia en todo momento: enemigo de que las mujeres manejen, especialmente las Vzquez de Anda, es capaz, si se lo propusiera segn el temor de Domingo, de ensombrecer la felicidad de una reunin, o de tratar de hallarle defectos a la elegancia de ste, por ms acicalado que estuviese. De hecho, y a causa de los muchos prejuicios que la parentela tiene de l, un momento hay en la novela en que, tras la intriga que Sofa y Domingo aventuran que ha tramado Agapito en torno a Brunilda, el lector bien puede pensar en cosas ms terribles, por ejemplo que el anciano sostiene relaciones incestuosas con su sobrina, cuando simplemente la apoya para que contine en Nueva York sin obligarla a llevar ms sus clases de piano.
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Una reflexin del propio Domingo da buena cuenta de ello: Para bien o para mal, todos estaban hechos con el mismo molde, y para Domingo era un milagro que alguien pudiera escapar. Y en ese momento supo que era precisamente ese molde el que levantaba una barrera entre l y Mrgara ( ibid., pp. 127-128).

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definitivamente de Mrgara, sino un morboso sentido de la responsabilidad que a ojos del lector vuelve detestable a Domingo. As, decide quedarse en la ciudad, en el pas que para la mujer significa slo lgrimas y miedo, y hacerse cargo del hijo de Cardo y Serafina ahora que sta ha muerto:

intent en vano dar con las palabras adecuadas. Quera decir: Fracas con Cardito, que fue ms mi hijo que mi hermano. Y este beb naci porque yo le rob a Cardito todo el sentido de la responsabilidad. Tengo una deuda con este nio y debo pagarla. Es una deuda ms grande que cualquier promesa que te haya hecho, que un hombre pueda hacerle a una mujer. Es una deuda que tengo con el futuro porque fall en el presente.24 Al cabo, el amor que dice sentir por Mrgara, ni aun con el exotismo implcito en su origen por venir del sur ella es lo otro, el otro, reforzado por la lectura que Domingo hace del libro de Antonio Mediz Bolio, La tierra del faisn y del venado, de donde aqul toma el nombre de la Xtabay para Mrgara; no conseguir imponerse al hombre prctico que hay dentro de Domingo, por lo dems el hombre al uso en ese momento:

estaban en los cuarenta, la era del hombre prctico, del progreso social. No haba espacio para las leyendas. No hay espacio, suspir en su mente, para la Xtabay.25 La decisin nunca dejar de resultarnos decepcionante a causa de esa como patriotera de la paternidad que embarga a Domingo, sobre todo porque se trata de una paternidad que nunca tuvo sino vicariamente, apropindose del destino y el cuidado de su hermano Ricardo como Agapito de los de todos los Vzquez de Anda, en un proceso semejante al que vive el personaje de Miguel de Unamuno, Manuela, al asumir el papel de Gertrudis, la ta
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Ibid., p. 492. Ibid. , p. 432. 20

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Tula en la novela del mismo nombre, a fin de cuentas una especie de parsito afectivo por cuyo temor a construirse una vida propia, junto a un marido e hijos, se arroga el papel de la ta, tan santurrona como marisabidilla, para dirigir la existencia de una familia incapaz de librarse de su tutela. Pero mientras que Agapito acciona de esa manera por una evidente devocin al poder que puede ejercer sobre los dems, Domingo se escuda en valores familiares que, justo en ese momento, estn cambiando.

La afortunada visin de Tito Gmez Voluntarioso como Mateo Chapa, amigo ntimo de Domingo y pretendiente insobornable de Brunilda (con la que, para despecho de Jorge Palafox, terminar casndose), Tito Gmez se propone redimensionar el tradicional comercio citadino valindose de la publicidad. La intuicin de todo cuanto puede lograr con ella panacea, frmula mgica, da a Tito no slo una positiva conciencia de s mismo se percibe dotado de genio, sino que adems destaca esa preeminencia de la forma sobre el fondo que caracterizar a muchos de los personajes de la novela. Interesado menos por el valor autntico de algo que por el prestigio y la fama que se puedan crear en torno suyo, a Tito le parecer un reto idneo implementar su plan publicitario convirtiendo un estudio fotogrfico de tercera categora en uno de moda y, a partir de ello, formar su propia agencia. Brcenas sin embargo, el propietario del estudio, estar por completo ajeno a la ambicin de Tito. Por ello, cuando ste pone en marcha su tesis publicitaria llevando a Brunilda, Sofa y Vernica al local para que se retraten y distingan as el negocio, slo irrumpirn en su espacio secreto, el nico posible donde Brcenas goza de seguridad y calma, a juzgar por su reaccin de nio perdido y temeroso, como si el mundo fuera demasiado extenso para l, con que lo sorprende Domingo en el

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bar de Primitivo. Pese al desinters absoluto de Brcenas, la reaccin del pblico ha dado a Tito la razn:

La sociedad de Monterrey sigui la ruta que Tito le marc y Brcenas tuvo tantos clientes que otros fotgrafos comenzaron a quejarse. No deban preocuparse, pues Brcenas se neg a hacer citas. A veces ni siquiera abra la puerta cuando alguien la golpeaba. Desafortunadamente, ese aislamiento aviv el hambre de los regiomontanos. Estaban listos para comprar. Por qu Brcenas no tena inters en vender? Entonces un fotgrafo de la avenida Madero capitaliz la reputacin de Brcenas y publicit sus fotografas como estilo Brcenas, subi los precios por sobre sus competidores y finalmente dejaron a Brcenas en paz.26 Si al establecerse en Monterrey, Brcenas y su hija Mrgara vieron la posibilidad de no mirar hacia atrs sino hacia el futuro, la relacin de la mujer con Domingo ha echado todo al traste. Y ms todava por la decisin blandengue de ste cuando decide no seguir junto a Mrgara, dentro o fuera del pas, para ocuparse del hijo de Cardo, no obstante haberse enterado ya desenredando una suerte de trama policiaca que salpimenta y da tensin a la lectura, de todo el misterio que envuelve el pasado de Brcenas, en realidad un mdico asociado con el tristemente clebre Victoriano Huerta.

Mateo Chapa, el representante del nuevo orden En ste que es tambin un mundo de pobres y de ricos Cardito y Serafina, Domingo y Mrgara, donde por uno u otro motivo no hay posibilidad de superar la escala social, ser Mateo Chapa, ambicioso, prctico y enamorado del poder de la tierra, quien haga posible el deseo de Domingo de romper la endogamia ambiente, tanto en la metafamilia que compone la ciudad, como dentro del propio clan Vzquez de Anda, casndose con Sofa.
26

Ibid., p. 401.

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Primero chofer de la familia y en poco tiempo un exitoso vendedor de bienes races, Mateo Chapa es un personaje que, al igual que Domingo, se sale de la norma. Sin embargo, esta suerte de Pigmalin con sentido prctico encarna ms bien esa juventud ambiciosa de la que Domingo se siente cada vez ms ajeno, de tal manera que su personalidad subraya, en contraste, el extrao idealismo del primognito de los Vzquez de Anda:

Ante los ojos de Domingo, Chapa dej de ser un individuo para convertirse en todos los jvenes de Monterrey, quienes, al igual que don Agapito, vean la vida en trminos econmicos y no de valores humanos. Toda su curiosidad sobre Chapa se abati en una ola de repulsin.27 Mas por ver as su vida futura y por ser fuerte, un hombre con puos de acero, como sos a quienes, al decir del to Lucio, slo puede pertenecer la ciudad, Mateo podr ascender social y econmicamente. Fiel representante del nuevo hombre, del mestizo si bien no se le describe estrictamente como tal, sino robusto y de quijada firme, Mateo ser la contraparte del criollo, del regiomontano recalcitrante a la manera de Domingo, en una de las dicotomas ms importantes de la novela, por subrayar significativamente la etapa que, segn Josephina Niggli, vive Monterrey en ese tiempo: el final del dominio del criollo y el ingreso, en todos los mbitos, del mestizo, en la novela de una ciudad en la que, como una provocativa nota de modernidad, la autora nos presenta a personajes que no se emocionan al heredar los grandes destinos financieros, sino que odian apenas ser consultados acerca del sesgo que los mayores le darn a su destino. Una ciudad, el Monterrey de la segunda mitad de la dcada de los cuarenta, que Domingo ve simbolizada por la entonces prspera y rutilante calzada Madero, llamativa como una mujer maquillada, carente de sutileza as como del encanto y la placidez del sur
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Ibid. , pp. 81-82. 23

de Mxico, y por ello francamente interesada en una sola cosa: el dinero; una autntica ciudad Fnix, ciudad viva que se consume a s misma para crecer, de modo que siempre vuelve a nacer, surge del fuego; y que, al decir de Agapito Vzquez de Anda, no es hermosa para quien ama la belleza, pero s magnfica para todo aqul que ama el poder, como Mateo Chapa o Tito Gmez, pero nunca para Domingo Vzquez de Anda, condenado a su oscura dignidad.

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ADRIANA GARCA ROEL (1916)

El hombre de barro o, mejor, la hoy crptica distincin del Premio Lanz Duret, otorgado por El Universal a la novela de Adriana Garca Roel en 1942, le dio una aura de prestigio a su autora a lo largo de seis dcadas. Una de las prerrogativas de que goz entonces El hombre de barro fue su publicacin en un folletn diario del propio Universal, y luego, al ao siguiente, 1943, contarse entre los libros de Porra. Ediciones Botas, 13 aos ms tarde, editara tambin esta novela. Por una resea un tanto cida que escribiera Jos Luis Martnez sobre El hombre de barro28 sabemos, entre otras cosas, que Adriana Garca Roel recibi en su momento algunos homenajes. Habra que pensar que el premio provoc un alboroto provinciano en Monterrey y que desde entonces la narradora se dedic a vivir de aquella antigua fama? Para contestarnos una parte de esta pregunta tengamos en cuenta, primero, que el Premio Lanz Duret fue instituido en 1941, de modo que El hombre de barro fue la segunda novela en merecerlo, y su autor era nada menos que una mujer, para ms seas una regiomontana de 26 aos de edad, por lo cual es muy probable que hubiese un prolongado alboroto. Sobre la otra consideracin, pensemos en los Apuntes ribereos, publicado en
1955,

que denota una gran madurez estilstica, resultado de un poderoso como evocador

aliento creativo que viene a dar al traste con la especie de que, satisfecha y muy segura de s, doa Adriana se durmi, desde los aos cuarenta, en la gloria de sus laureles. Valdra entonces la pena orientarse al pie de la letra en la lectura que Jos Luis Martnez hiciera en
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Literatura mexicana Siglo XX 1910-1949, Tercera Serie, Lecturas mexicanas, 29, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Direccin General de Publicaciones, Mxico, 1990, pp. 238-243.

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1943

y, de buenas a primeras, desderamos sin ms la novela de Adriana Garca Roel? En lo

personal me parece que no. El imperativo de la creacin lleva a darle peso y profundidad a las descripciones en contra de la idea de que la escritora se ocup, en principio, de hacer un reportaje, y a diferencia de los Apuntes ribereos, donde la voz, de manera sobria y precisa, se encuentra con una realidad de suyo exuberante. Una vieja y hoy casi olvidada costumbre la de observar los momentos de la naturaleza: atardeceres y albas, el curso de los ros, el contorno de las montaas conduce a Adriana Garca Roel a apreciar la dimensin y la fuerza de los elementos. El ro cautiva cuando suele mostrarse manso y procura solaz y vida al poblado miserable que crece a su vera; pero la voz no vacila en llamarlo el demonio del ro cuando las lluvias lo desbordan y presagia la tragedia. El ro, o el demonio de la avenida, sume a los lugareos en una suerte de fatalidad: todos se asoman por la noche para ver su curso creciente. Si ste sigue en aumento, tendrn que movilizarse. Por qu esperar tanto el roce de la desgracia?, se pregunta el lector. Cmo va el ro?, preguntan las mujeres a los hombres de barro. Resignado a sufrir la catstrofe, pareciera que el poblado entero se complace en observar su prxima ruina. La constante intromisin autoral, en la primera parte del libro, recuerda la participacin de los narradores en las pelculas de los aos cincuenta que abordaban temas sociales entre muchos, un ejemplo memorable lo constituye el comienzo de Los olvidados, de Luis Buuel. En El hombre de barro, este afn social tiene como propsito recordarnos lo poco que se ha hecho a favor de aquellos seres por cuyas acciones la escritora, si lo quisiera, podra sonrer para s con la misma suave malicia que poseen sus personajes.29
29

Y quin no lo hace al saber que la pareja de profesores, la gente ilustrada del poblacho, se ve obligada a 26

Elaborando una especie de antropologa de las costumbres,30 Adriana Garca Roel se asume a ratos como un observador distante a la vez que comprensivo. Gracias a ello puede entender las aristas que componen las relaciones humanas. Pero eso no es todo: sabe observar tambin con escepticismo hospitalario y entiende as que el luto, manifestacin del dolor, nunca deja de ser rigurosamente una representacin. La charla entre dos cercanos de una mujer a la cual velan, torna a preocupacin cuando se recuerda la presencia de la muerte; pero la teatralidad de dolor no est todava a punto: la narradora sabe, tanto como nosotros y los lugareos, que las escenas de histeria vienen mejor a cuento cuando hay un mayor pblico.31 Buena parte del valor de El hombre de barro radica, pues, en la negativa de la autora a ser tentada por la sonrisa y la compasin a cambio de tomar en serio a los hombres como a la furia o fuerza de los elementos. Aumentamos de ser, adquirimos verdadera importancia cuando somos vistos o nos volvemos actores de las relaciones humanas:

Tena entonces Blas unos seis meses de haber enviudado; y ya comenzaba la gente a hablar, que si no pensara volver a casarse, que si ya ira olvidando a la difunta, que todo como el que a la hora que quisiera escoger mujer ningn trabajo tendra. Porque, a poco cualquiera de las muchachas le iba a decir que no? Buena de zonza sera! Blas era mayordomo y no dejara de ganar harto. 32

hablar en clave, con la efe, para conservar, frente al alumnado, la intimidad de sus plticas; o al saber del remedio que para una torcedura del cuello recomienda el prodigioso curandero Teodoro de Amarante a sus enfermos: enrollarse sus propios calzones, usados, en el pescuezo?
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Consigna, por ejemplo, que los familiares deben propinarle una buena zurra a la novia para animar al novio a que la saque de su casa y acto seguido la despose, hacindole creer que es por culpa suya que la golpean.
31

Ms adelante la voz narradora profundiza y especula sobre las razones que llevan a Lorenzo Alemn a meterse de santn y hacerse llamar San Lorenzo: En el fondo de tanta audacia nos dice, en lo ms profundo de aquella desfachatez, slo haba hambre. Ya que la mirada se vuelve abiertamente crtica, vemos que esta visin hospitalaria campea slo en la primera mitad del libro.
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Adriana Garca Roel, El hombre de barro, Ediciones Botas, Mxico, 1956, p. 160.

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Y no es este campesino pobre, Blas, tan importante como un viudo de ciudad, rico o de clase media? No lo vuelven las relaciones humanas tema de inters, de estudio y reflexin precisamente por su capacidad para tender lazos hacia los otros? Pero volvamos a nuestra dimensin inicial: el mundo de El hombre de barro se hunde en la miseria, la mugre y el olvido. De Blas se dice que gana mucho, s, pero qu poco es en realidad. No podemos, por otro lado, ignorar el riesgo que existe en esta novela. Para Adriana Garca Roel el hombre de barro es el rudimentario y esencial hombre del campo vido de ser cocido, moldeado plenamente. Se refiere con esto a que el hombre de la urbe debe ser quien, como en las cosmogonas indgenas, se encargue de traerlo a la vida cocindolo en el fuego de la creacin? O es el Dios Progreso quien debe encargarse de la tarea? (Llamados por la autora seres de color de tierra , en La casa que arde de noche Ricardo Garibay nos habla de hombres minerales.)

A propsito de la narracin Hay un gradual convencimiento de tomar la narracin con distancia y crtica aunque, una vez logrado, el distanciamiento no ser del orden moral. Tal vez por ello El hombre de barro da la impresin de ser un trabajo inconexo, hecho bajo temperaturas distintas, aunque s dueo de una atmsfera que preside un espacio comn cuya coloracin sube gradualmente de tono. De hecho, a una cierta altura del libro, digamos que aun en el captulo VIII, Quejas de enamorado, tenemos la impresin de que Adriana Garca Roel factura, ms que una novela, una serie de estampas. Sin embargo, desde el captulo IX, El demonio de la Avenida, el texto toma conciencia de s; poco a poco se da un distanciamiento entre la narradora y los hechos, lo cual le da fuerza y verosimilitud al texto:

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poco a poco, tambin, se convierte en novela.33 En En busca del ahogado, captulo X, la narradora parece ya advertir su difcultad en presenciar todos los hechos. Si se ha enterado de algunas historias a travs de los testimonios que vierten los personajes, tiene ahora la prerrogativa, apartndose al fin de la oralidad, de poder instalarse en la ominisciencia. Para darnos una idea del mecanismo de la narracin, habra que imaginar una ronda de lugareos contando el suceso de modo orquestado, dndole forma a una secuencia de acontecimientos; enseguida, la voz se eleva del corro y, al cabo, urde panormicamente la historia. Pero la narradora recorre los hechos tanto como ha gustado de recorrer el lugarejo. De pronto se encarama en los prrafos: All me fui con l nos confiesa, y luego, dejndole el lugar a la voz, su voz, desaparece de la escena verbal. Hay tambin una especie de tcnica o descuido? por medio de la cual la narracin deja ver sus fuentes. Partculas como sta delatan el origen del testimonio y, por tanto, de la escritura: Blas no llegara con ellos, saba bien que Manuel y ella [Patricia] jams se interesaban en ningn mitote. Despus me lo deca:.... Algo en lo que gana este libro es la forma, tal vez involuntaria, como el personaje-narrador da cuenta de su estancia en el campo. Es decir: aunque sepamos que est de visita en un mundo que no es el suyo, el desarrollo de El hombre de barro representa una suerte de epifana. Ahora bien, si el personaje que narra pasa una o varias temporadas en el poblado, la seduccin que en l ejerce no le impide poseer lucidez suficiente para procurar la sntesis: o sucedi todo en la realidad siguiendo ese orden? Quin nos podra decir que entre el baile del tamborazo, inmediatamente posterior a la fiesta escolar del 16 de
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Significativamente, el romance de que tenemos noticia en el captulo VIII, el amor contrariado de Rodrigo y Chonita, le da al resto del libro carcter de novela por la forma como tal historia se vuelve un hilo conductor que cruza los captulos.

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Septiembre, y la aparicin de San Lorenzo no haya una secuencia estricta, y sea el ltimo, en realidad, un episodio que tuvo lugar uno o varios aos ms tarde, o acaso antes, en el feliz pasado mtico? (Acaso Adriana Garca Roel fue dejando cocer su voz, hecha de barro como su hombre, y conformando una prosa que paulatinamente gana en invencin y distancia.) La narradora tiene cabal conciencia del desamparo que desola al poblado cuando nos habla de la maestra:

Ahora que la conocemos, nosotros tampoco podremos decir nada de la seorita Diamantina. Pobre y olvidada; tan triste y tan excluida como cualquiera de los que en los jacales del camino viven, qu querramos exigirle?34 Pero es esto vlido? Al describirse indemne para juzgar, no se pone a cubierto tras un halo de asepsia? Retrata y registra nada ms? Ya que ha seguido el destino de seres como Rodrigo tanto humana como literariamente hablando, quiere decir que ste representa, con su mezcla de deseo y temor, el espritu del lugar, y que por ello encarna su fatalismo el as tena que ser que explica todos los tropiezos y retrasos, su modo de recelar ante

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Ibid., p. 238. 30

la posible fortuna? Porque el final de El hombre de barro est lleno de una fatal admonicin: muere la juventud brava, anhelante, bajo el poder ciego del cacique, y, al mismo tiempo, est a las puertas de la vida un ser ms. Pero tal ser es concebido por la misma mujer que, captulos antes, supimos ha dado a luz a un hidrocfalo y una nia sin brazo. Es se el destino de la poblacin de barro, cuyo referente ms cercano no es siquiera la ciudad sino un pueblo seguramente no tan miserable y olvidado? Es sta la cifra ltima de un villorrio ansioso de milagros y prodigios con que sobrellevar la miseria, crecido en un camino polvoriento junto a un ro a veces plcido, a veces tirnico?

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IRMA SABINA SEPLVEDA (1930)

Ilustrado por Manuel Durn con una serie de grabados notables por su ceido dramatismo, Agua de las verdes matas es un volumen compuesto por siete cuentos donde a lo yermo del campo, a su desolacin tanto como a la brutalidad con que perciben su vivir, se le antepone el ingenio de los personajes. Y si entre otras cosas pensamos en su soledad, es cierto que en ello habr mucho de Juan Rulfo. Pero si a travs de la cotidianidad rural Rulfo recre la visin trgica de una existencia que vive en la muerte y slo en ella puede explicarse, Irma Sabina nos historia un mundo diferente. Como a Rulfo, a ella tambin el campo la ha enseado a ver de nuevo. Pero, a diferencia de aqul, a sus personajes los asiste la esperanza. Contra la latitud desrtica cuentan con los rboles para guarecerse. Se protegen as del todopoderoso calor de la cancula, y se reconcentran en sus pensamientos para relatar sus historias: Cleto lo hace bajo una anacua en Agua de las verdes matas; el nio de Chicharrones bajo un mezquite; la narradora de La cruz de Jacinto Rocha observa los primeros eventos de la historia a la sombra del nogal donde se instala por un rato con su metate. El calor los guarda adems de la tentacin de abandonarse a describir el paisaje. Slo hay tiempo y ocasin para mirar dentro de s, y sacar luego, como de un pozo, la historia que los contiene y los cifra. Narrados en un estilo directo y claro, de gran economa construidos principalmente con oraciones breves donde las subordinaciones le dan mucha elegancia al texto, por su desnudez esencial los cuentos de Irma Sabina se antojan tal como sus descripciones de los esqueletos: como ua de gaviln, escribe en Agua de las verdes

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matas; secos y limpios, anota en El hambre. Siempre con algo qu contar y a quin contrselo, los suyos son cuentos de hbiles decidores, cuando no de verbalizadores35, que nos convidan a paladear, a veces amarga, a veces llena de humor, su oralidad memoriosa. o Agua de las verdes matas narra la experiencia de un hombre que debe evitar el trago pero que, para nuestro humor, se ver impelido hacia l a pesar de su labor de autoconvencimiento. La reiteracin de la frase Yo no quera beber repetida tambin bajo la forma Yo no deba beber nos seala con malicia el posible rumbo del cuento, sin restarle sorpresa. La manera de desarrollar este texto se antoja una hbil leccin narrativa asentada en el principio de que las palabras iniciales de un cuento deben escribirse cuando ya aquellas otras, las que nos darn cabal cuenta de la historia, han asomado en el campo mental del narrador. El de Agua de las verdes matas es un mundo en el que los empleadores, los dueos, se muestran a disgusto con quienes rompen la norma, violentando lo normal: es absurdo, loco quizs, hablar en verso, y ms a mitad de la calle. El temor al ridculo que expresa el patrn es reforzado por la voluntad de Cleto de no tomar, traducida para s en valenta. Sin embargo, en todo momento Cleto coquetea con el mezcal, sacndolo primero de la bolsa trasera del pantaln y luego colocndolo a tiro de mano. Antes de que el lector se pregunte si en efecto Cleto beber, ya ste lo habr hecho, asumiendo toda eventualidad con su patrn el disgusto, el despido segn nos lo dice mediante una frase cuya dramtica solemnidad no puede sino devenir el humor: La vista se me nubl cuando agarr la botella, pues es inevitable pensar en la supuesta venda
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Con la excepcin de El pajarito triste, contado en la tercera persona del singular, los trabajos de Aguas de las verdes matas son relatados cada uno por un narrador protagonista.

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roja que cubre la mirada de los asesinos en el momento de dar muerte a sus vctimas, cuando Cleto en rigor slo se pondr a decir su versos.36 Hay una simetra evidente en el hecho de que la carne que ofrece cecinas, entre las cuales oculta una anforita de mezcal sea rechazada de manera unnime, rotunda, pblica:

Ese da la gente no quiso comprarme la carne. Unas mujeres decan que eran de cabra vieja, otras que de animal enfermo, otras que mi patrn era un chivo. No s cuantas burlas y ascos me hicieron, el caso es que me cans de andar cargando la canasta.37 Y el que Melesio, luego de escuchar sus versos, le diga que acaso han perdido la tonada rechazndolos, como lo ha sido antes la carne. Ante el doble repudio, Cleto opta por resolver el ltimo, incluso a costa de perder su trabajo: Para m, que soy solo, mis versos son mis hijos. El patrn quera que dejara el mezcal para que perdieran la tonada, pero yo no iba a dejarme. Paradjicamente, una vez que ha empezado a beber, dicha cuestin pasar a un segundo trmino: lo fundamental no es tanto la rendicin al trago, sino que ste es el ingrediente que le da chispa a sus versos. o La narradora protagonista de El hambre, como los de Agua de las verdes matas y Las cabras mancas, es tambin una verbalizadora. Pero a diferencia de Cleto, no malgasta su don en abono del amor propio, sino que se valdr de l para dormir a su hermano menor y
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La reaccin de Cleto raya en lo melodramtico: Yo me qued callado. Sus palabras me cayeron como una cuchillada. Un sudor helado me recorri el cuerpo y en vez de respirar, sent que algo me roncaba en el pecho (Irma Sabina Seplveda, Agua de las verdes matas, Editorial Vallarta, Monterrey, 1963, p. 11). Irma Sabina incorpora adems en textos como El hambre cierto humor originado en las bromas corrientes que los norestenses solemos gastarnos; la narradora describe as a su ta Remedios: Vieja sudona chonguda. Con sus patas zambas y sus talonzotes rajados. Dice la gente que puede pasar un pleito de perros por entre sus piernas y ni se las rozan (ibid. , p. 17). 37 Ibid. , p. 9. 34

distraerlo del hambre. Puesto que la muchacha teme a ratos que sus cuentos puedan volverse ciertos, se le da a la palabra una carga que debe observarse y, desde luego, manejarse con sumo cuidado. En su poder se asienta la atmsfera mgica que envuelve al texto. Por su poder, tambin, es muy probable que los males que la muchacha les desea a sus parientes se materialicen. Sin embargo, para ella ser suficiente elaborar un cuento con los dones del verbo. As, aquello que la desvelase una noche la elevar a esa distancia gratificante donde se origina la imaginacin, dispensndola del hambre y del dolor fsico38 y la intemperie social al alejarla por un momento de su realidad. Por tanto, el efecto deber ser semejante en Chemito, su hermano menor. En su cuento, el Sol y la Luna cobran animacin y traza antropomrfica, figurando cada cual como en una cosmogona. La Luna se encarga de enmendar los males diarios que causa el Sol como achicharrar parcelas y secar arroyos llevando a la tierra miles de grangenos, tunas y pitahayas. Como el escenario ficticio y el real son idnticos, salvo en lo que toca al papel de los astros, la estrategia de la narradora resultar balsmica para el escucha al introducirse ella misma en el cuento:

Una noche en que ella se entretena desempolvando las flores de anacahuita que brotaban a montones desparramadas por todo el cerro, oy la voz de una muchacha que le estaba contando un cuento a su hermanito ms chico.39 Pues en ste que parece un juego de espejos, la imagen reflejada descubre un mundo donde
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Por arrastrar hasta la tienda de su to Merc los huesos de un burro que encuentra muerto en un socavn, la narradora se lastima un pie.
39

Ibid. , p. 19.

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la esperanza es posible: las lgrimas de la Luna forman un arroyo de leche que alimenta a los nios ficticios, inspirados en los tres reales que integran la parentela de la narradora. A cambio de la leche real que no puede darles, el cuento que les contar por la noche a sus hermanos ser, literalmente, una golosina verbal. o Si en El pajarito triste asoma en principio el llamado religioso, tras l se cierne el de la carne, sorpresivo y sinuoso, por encima de las sencillas elucubraciones de los lugareos. Pero, es en verdad un llamado tan maquiavlico y apremiante como para montar un complejo aparato religioso? Recordemos, empero, que no todo es trapacera carnal. El pajarito triste ha podido convertir a la fe a personajes poco edificantes como Abundio, el matn del camino real, adems de que Sus acertadas profecas y curaciones maravillosas le ganaron el fervor del pueblo que agradecido multiplic con cerdos y gallinas las exiguas pertenencias de San Andrs.40 Qu clase de pensamientos y deseos cruzan entonces por la cabeza del flamante San Andrs? Es que desde que recibiera el llamado maquin a costa de sus elegidos el modo de desembarazarse de su mujer para quedarse con otra ms joven? No lo sabremos. Su interpretacin de la palabra divina como el origen y razn de los nombres sucesivos de Cstulo Rodela puede parecer tan crptica a sus coterrneos como a ojos legos resultan los papeles y atributos de las personas del Espritu Santo. Por ello es que nadie dudar, segn su decir, de que deban ser 13 los apstoles, puesto que el Seor le ha manifestado su preferencia por los nmeros nones. Ni, claro est, del designio divino conforme al cual no tocar ya sexualmente a Pajarita, su esposa, para dedicarse ms en cuerpo que en alma a la joven sobrina de San Melitn.
40

Ibid., p. 24. 36

La ventolera religiosa les da a todos la oportunidad de mudar nombres y personalidades. En este trasiego se anuncia la veleidad de los papeles que el hombre interpreta en la Tierra, y lo sencillo que resulta arrogarse la investidura apostlica si para ello slo es necesario ponerse el disfraz verbal, la mscara del nombre: el alias sacro, sancionado por la fe colectiva. Singularmente, a partir de los apodos civiles41 y de los sacros podemos distinguir una divisin social del desempeo religioso. En torno a la figura rectora del bendito San Andrs (antes El pajarito triste, antes Cstulo Rodela) sobresale una especie de panten apostlico del que slo se nos da noticia de seis nombres: el glorioso San Pascual (Abundio); San Melitn (Rosendo Mocha, el cantinero, cuya sobrina ser desposada por San Andrs); el casto San Romn (don Benito, el de la tienda); San Hilarin; San Bonifacio y San Honorato. Despus aparece el personal operativo, penetrado de la fe si bien no parte de los elegidos, tales como Paula, apodada La ardilla nogalera (comadre de El pajarito, y de la cual se vale para anunciar a los pueblerinos su conversin); Chole, La coyota mielera (mujer de San Bonifacio, que corta flores de sauco para adornar la corona ceremonial); Chencho, La pachorra (toca la tambora en la fiesta del desposorio); y doa Olegaria (encargada de preparar la comida de la fiesta con la ayuda de las esposas de los apstoles). Y al final los laicos, cuyos nombres no devienen apodos, y quienes, beneficindose considerablemente con l, hacen posible el aparato religioso: don Emilio, el arabe (vende las piezas de linn amarillo huevo para las tnicas), y doa Chita, la costurera, (confecciona las tnicas de los elegidos).
41

Irma Sabina emplea igualmente apodos de alguna elaboracin en Agua de las verdes matas (El Mechas), en La cruz de Jacinto Rocha (La melga y media), y en Las cabras mancas (el Gero Rendijas y Celso El pinto). Es frecuente tambin que utilice diminutivos o apodos sencillos construidos a partir de los nombres propios: Cleto el protagonista y Chito, en Agua de las verdes matas; Merc, Cholita y Chemito, en El hambre; Chencho, Ticho y doa Pancha, en Chicharrones; La melga y media, en La cruz de Jacinto Rocha, es llamada Chona en lugar de Concepcin.

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Habra por ltimo que mencionar el inevitable parentesco de El pajarito triste con Anacleto Morones. Aunque el tema de ambos trabajos sea semejante, en el de Juan Rulfo el dispendio sexual de su protagonista no es para nadie secreto. En El pajarito triste el desenlace se abre apenas al erotismo, de tal forma que, en relacin a aqul, podramos pensar que el cuento de Irma Sabina detalla una de las primeras etapas que Anacleto debi cumplir para consagrarse como un santn de polendas. o A partir del entierro de Serafn Contreras, Antonio, el narrador de Como los troncos del puente, hace el recuento de la lejana ocasin en que enfrentara al primero por un motivo religioso, la procesin de la Santa Cruz. En lugar de que el agrarista sea la vctima del terrateniente arbitrario, sus lderes nos son mostrados bajo su otra cara: la del patrimonialismo y el abuso. De hecho, Serafn Contreras puede ser visto como una especie de Pedro Pramo:

A ltimas fechas, tena cierta fama de hombre formal. Pura cartula. El mal natural que traa adentro, nunca se le sali. Lo que hizo fue chalpaquearlo por fuera para disimular.42 A diferencia de El pajarito triste, donde la fe no causa escisin alguna entre los habitantes del pueblo, en Como los troncos del puente la religin es un factor de cohesin social que atrae la atencin pblica y, en consecuencia, es temida por los incipientes agraristas. La disputa de agraristas contra beatos tiene as su expresin el 3 de mayo, da de la Santa Cruz, cuando Sotero y Serafn desacralizan la ceremonia en la persona del Capitn de Festejos, Antonio, vejndolo pblicamente aun con la cruz que lleva a cuestas. Juanita 43,
42

Ibid. , p. 31.

43

Hay un tono premonitorio de algn modo semejante al yo no quera beber de Agua de las verdes matas en la forma como el narrador describe a Juanita la maana del tres de mayo: Tengo muy presente 38

la hija nica de Antonio, increpa entonces a Serafn:

le cant sus verdades. l, que siempre la persigui, quiso abrazarla. Pero ella corri a mi lado y se cogi de la Santa Cruz. Por ms que el infame quiso acercarse, algo lo rebotaba para atrs. Era la mano de Dios.44 Sin embargo, el milagro es soslayado en la narracin por una cuestin ms importante para Antonio: la muerte de Juanita a causa del susto. Si bien no est expresado, entre lneas podemos advertir la enorme amargura de Antonio ante la voluntad de Dios y la paradoja de que un milagro ciego le haya alargado tanto la vida es viejo ya en la poca del incidente cuando su hija, por el contrario, muere el da en que cumple 16 aos. Por ello es que no sentir alegra siquiera de saber muerto a Serafn. El ttulo del cuento obedece pues a la desolacin de morir sin vstagos que perpeten su memoria: nos quedamos como los troncos del puente. Sin un retoo. o Chicharrones se vincula con El hambre en el tema que le da ttulo a este ltimo. En Chicharrones, sin embargo, la miseria es dirigida: obedece al clculo de un paterfamilias mezquino cuyo propsito de hacer economas extremas tiene como fin, tal vez, mejorar una posicin en ningn modo pauprrima. De no ser sta la razn, habr entonces muy pocas que expliquen la avaricia del tendero. Una de ellas es sa que nos lo presenta como un intruso que ha burlado la sangre de una familia al casarse con la hermana de Chencho. La intromisin ha llegado al punto de envilecer su progenie heredndole muy probablemente su baja estatura. Ante la cercana de madre e hijo con ese extrao, Chencho to y padrino del nio, asume al pie de la letra
a mi hija con su vestido azul y sus trenzotas negras y relumbrosas que le daban dos vueltas en la cabeza. No s que me dio al verla tan bonita ( ibid., p. 34).
44

Ibid. , p. 35. 39

su compromiso sacramental: se preocupa de aqul como de su propio hijo y tal como si el padre estuviese ausente. El divorcio que se establece entre el tendero y su esposa e hijo es subrayado por Chencho cuando asegura que de no ser alimentado, su sobrino se quedar enano. La madre llora ante tal posibilidad, y ya antes, de hecho, ella misma ha esgrimido ese argumento para que su hijo consuma los huevos crudos que le consigue a espaldas del padre: dijo que si no me los coma iba a quedarme chaparro como pap. Y yo quiero ser alto. Muy alto. Igual a mi padrino Chencho. La mezcla de humorada y visin trgica de este trabajo se debe a la solucin temporal que le da Chencho a una de las suponemos que tantas privaciones de su sobrino: le regala un peso para que compre chicharrones en la tienda de su padre y se los coma, delante suyo, a la sombra de un mezquite. Anotaba que, al menos en este cuento, el imperativo econmico resultaba hasta cierto punto cuestionable. Aun as, la situacin de los personajes de Agua de las verdes matas aparece confinada a un vivir austero. Podemos incluso apreciarlo en su manera de metaforizar. Por remitir con frecuencia a hechos que tienen lugar no fuera sino dentro del mundo que habitan, las comparaciones parecen hallarse siempre a la mano de los narradores:45 Me gusta morderlos fuerte [a los chicharrones] para sentir cuando escurre la mantequita. Truenan en la boca como palos secos cuando los aplastan las carretas.46 o
45

En Agua de las verdes matas las moscas dejan el esqueleto del difunto Chavarra como ua de gaviln (ibid., p. 10). En El hambre, las imgenes y smiles que retratan a Merc son, no obstante su ingenio, elementales y llanas: Que se le reviente a to Merc esa barriga melonuda que se le ve como una piedra encajada en una estaca por lo flaco que est. Por eso dicen que parece mecate con un nudo (ibid., pp. 16-17; mas las cursivas). Recordemos asimismo la sencillez con que en La cruz de Jacinto Rocha es descrito el jacal incendiado de Chona Miranda: Slo se miraba el caballete como un tizn apagado (ibid., p. 50; mas las cursivas).
46

Ibid., pp. 39-40; mas las cursivas. 40

Salvo el inquieto revoloteo del zenzontle, en La cruz de Jacinto Rocha lo sobrenatural se anuncia cuando la tosca realidad cotidiana permanece inamovible:

Siempre que pasaba algn coche, yo corra a cerrar las ventanas para que no entrara polvo al jacal. Esa tarde no lo hice. No hubo necesidad. El coche de Juan pas sin levantar polvareda. Pareca que las ruedas no rozaban el suelo.47 Ni una rama se mova. El campo estaba tan quieto como un paisaje fotografiado. No volaba un solo pjaro, ni se oa ms ruido que el que yo haca al machacar los granos tostados. 48 Las mujeres que Juan ha recogido al atardecer en la estacin se convierten de pronto en una legin de lechuzas que por la noche invade, sin mayor dificultad, el jacal de la narradora, quien se halla sola porque su hija y su yerno han salido a regar las labores. Luego de divertirse con ella levantan entre todas la cama y, prxima al techo, la dejan caer entre carcajadas, las brujas huyen al grito de Ave Mara Pursima!. Su aparicin, al azar, precede a un evento de semejante naturaleza aunque ajeno a las brujas, puesto que tiene su origen en un trabajo de hechicera que tiempo atrs la narradora encarg a Chona Miranda:

Apenas iba cruzando para la cocina cuando sent que me rozaba el cuerpo una sombra alargada que pas dando gemidos. Estuve sin moverme hasta que la vi perderse entre la nogalera.49 De quin es esta sombra que remata el poco valor que le resta a la mujer despus de ser visitada por las brujas? En la madrugada del otro da, la hija de la narradora le da cuenta del incendio
47 48 49

Ibid., p. 47. Ibid., p. 48. Ibid., p. 50. 41

que ha destruido el jacal y la vida de Chona Miranda, conocida tambin como La melga y media porque era ms larga y flaca que una garrocha. La manera como encuentran los restos de Chona no permite dudas acerca del carcter vindicativo a la vez que ritual de la ejecucin:

Alrededor de la cama de la bruja, vieron tirados a sus trece borregos negros humeando como incensarios. Tenan maneas de alambre, lo mismo que Can, el gato consentido de la hechicera. A este pobre animal le cortaron la cabeza. Dicen que la vieron ensartada en un filoso machete junto a la cabecera. Amarrado a los respaldos de la cama de fierro, estaba el largo esqueleto de La melga y media. Tena los brazos abiertos y las piernas juntas. Como formando una cruz.50 Sin embargo, el horror se atempera al enterarnos de que tras esta tragedia se oculta una historia que concierne exclusivamente a la narradora y a Chona Miranda. El hecho de que sienta un poco menos de temor por la presencia sobrenatural que por el riesgo de ser atacada y, eventualmente, asesinada en manos de las brujas, se explica en buena parte porque la narradora ha convivido antes con La melga y media y la ha visto volar y convertirse en sombra, entre las muchas cosas que presenci y no se atreve a contar por haber sido amenazada de muerte. Ms all de esta familiaridad, habra que pensar que, tanto como la propia Chona, la narradora ha aceptado las corruptelas del mal bajo la forma de hechicera, a costa de la cual mantiene el orden de las cosas, la felicidad y armona conyugal entre su hija y su yerno. El eplogo de este maravilloso y escalofriante cuento de brujas detalla cmo la narradora, aconsejada por La melga y media, arranc del panten la cruz de Jacinto Rocha y la enterr bajo de la cama de su hija para que su esposo, amancenbado entonces con otra mujer, regresara a su lado. Si el compromiso con la bruja y lo sobrenatural haba sido
50

Ibid., p. 51. 42

devolver la cruz al panten tan pronto el yerno volviese, la narradora ha faltado a su palabra. La sombra alargada que la noche anterior pasa junto a ella es la de Jacinto Rocha, un pobre cristiano muerto a machetazos, cuyo descanso se ver interrumpido mientras la cruz que lleva su nombre contine, como la cabeza cercenada de un cuerpo, separada de su sepultura.

Algunas veces, al acostarme, oigo unos quejidos largos que salen del rincn donde ellos [su hija y su yerno] duermen. S muy bien que es la cruz del muerto que clama por su sepultura, pero me hago la sorda. No tengo confianza en mi yerno, y como ya no est La melga y media para sacarme de otro apuro, prefiero orle los clamores a Jacinto Rocha.51 o Las cabras mancas es una carta que dirige Nicanor a su compadre Leandro para contarle de los sucesos que en das pasados lo llevaron por corto tiempo a la crcel. Dueo del don de las palabras tanto como Cleto, el versificador borrachn de Aguas de las verdes matas, y la muchacha miserable de El hambre, su habilidad para contar historias lo meter en problemas cuando en el velorio de Paula Luna decide poner en prctica su arte potica, acaso la misma de Irma Sabina Seplveda:

T sabes que para eso de las historias no hay quin me gane. Y no es que me crea una lumbrera, lo que pasa es que tengo odo y memoria para guardar las cosas que oigo y siento, y s decirlas cuando llega la ocasin. No niego que la mayora de las veces le pego alguna cosa a lo que me cuentan, pues no tiene chiste contarlo a como fue. Esa no es habilidad. Lo bueno es saber arreglar las cosas de modo que no se te duermen las oyentes. Las historias que le llegan a uno son como pedazos de gnero sin forma. Uno tiene que recortarlos y componerlos aqu y all, como le hacen las costureras para dejarnos la ropa a la medida.52 As, contndole algo ms real a su auditorio, 53 Nicanor provocar involuntariamente la
51 52 53

Ibid., pp. 53-54. Ibid., pp. 58-59. Se trata de la historia de tres hombres que cruzan a nado el ro Bravo, dos de ellos desnudos por haber 43

molestia de varios de los presentes que se dicen familiares de los personajes. A diferencia de El hambre, donde sin otro fin que el de dormir a su hermano la muchacha construye un mundo a la vez mgico y prspero a partir de la miseria en que vive como una transposicin casi exacta en la que se cambian slo algunos detalles en Las cabras mancas la ficcin asalta la realidad y toma su forma por originarse de elementos de una y otra naturaleza.54 Adems del imperativo de remitirle noticias a Leandro, el motor de la carta es el silencio a que sus coterrneos lo han confinado encarcelndolo. Escribiendo puede contar a placer, sin cortapisas; dgalo si no el modo como pinta a la difunta Paula Luna. Si en Aguas de las verdes matas Cleto sucumbe al alcohol para darle chispa a sus versos, en Las cabras mancas Nicanor piensa en irse a Texas con su compadre porque ya en el pueblo no puede expresarse con libertad. La falta de solidaridad de all el nombre del cuento y la estrechez de criterio para los pueblerinos cuentista y difamador son sinnimos chocarn de manera irremisible en el nimo de un verbalizador tan experimentado que incluso se da el lujo de titular sus historias.

guardado sus ropas en una tina, y las vergenzas que pasan en territorio norteamericano al perder sus cosas en la corriente, historia construida a partir de un episodio real que protagoniz un tal Juan Salinas.
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Adems de que la historia de Juan Salinas es autntica, tal como se lo dice a Leandro en su carta, Nicanor ha inventado a sus personajes segn los nombres de tres individuos que en la realidad cruzaron el ro. 44

ROSAURA BARAHONA (1942)

Al margen de la, a momentos, molesta ginecomana que profesa Rosaura Barahona en Abecedario para nias solitarias (el tema de la mujer siempre ha sido de su inters; todos los epgrafes estn tomados de textos escritos por mujeres, etctera), habra que prestarle la atencin debida a los trabajos mejor logrados en comparacin con los que no. Hablar primero de estos ltimos y de ciertos detalles.55 Con mucha razn la autora prefiri llamar a su libro Abecedario para nias solitarias en lugar de Abecedario: cuentos para nias..., pues en efecto no todos sus textos son cuentos. Campea en muchos una clara intencin fabulatoria, por ejemplo Abril, el que inicia la serie. Hago mencin a la fbula porque una de sus acepciones seala que se trata de un relato inverosmil, y Belisa, adems de ser ligero y reacio a aterrizar, no deja de parecerlo en cuanto que su personaje, como las personas de bajo nivel econmico, cosecha flor de palma la narradora no explica si alguien ms lo hace en su lugar y degusta a la vez la comida internacional. Sin tener luchas internas o externas con sus semejantes, los personajes salvan obstculos considerables como lo hacen los de los cuentos de hadas: en respuesta a la orden de que se alejase de los libros por resultarle perniciosos, Camila ignor la preocupacin de

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Significativamente, sobre los trabajos publicados por Rosaura Barahona en Por qu no ferlos o cardo? (Oasis, Mxico, 1984) y El pescador de estrellas (Fernndez Editores, Mxico, 1984), Jos Javier Villareal ha hecho notar algunas de las fallas que se harn presentes una dcada ms tarde en Abecedario para nias solitarias: Uno de los logros ms sealables de estos cuentos es sin duda que la realidad que nos ofrecen es de ndole femenina; es decir: la otra cara de la moneda, el mundo visto desde la perspectiva que da el ser mujer en una sociedad patriarcal y machista como la nuestra. Esta ptica cuando no se logra del todo queda en caricatura de lo pretendidamente femenino, y es entonces cuando se presentan los mayores tropiezos y cadas de esta narrativa; por ejemplo, un exacerbado solipsismo en los protagonistas da por resultado un clima similar al de la novela rosa donde el universo se nos presenta en blancos y negros, donde el amor es amor y el odio, odio (op. cit., p. 32).

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su madre y continu leyendo. Simplemente, y adems obtuvo una beca para estudiar fuera del pas. Tal como Victoria, en el trabajo del mismo ttulo, que deja el antiguo mineral donde nace y crece y, como quien decide ir a Saltillo o a Montemorelos un domingo por la maana, viaja a Florencia en una misin indeterminada. La japonesa Kaori ilustra con el suyo el desenfadado racionamiento gracias al cual Camila y Victoria debieron decidir su destino:

Cuando le preguntaron cmo haba llegado a Monterrey, [Kaori] respondi: Vi lista universidades Amrica Latina ofrecen carrera Letras escog Mxico; vi lista universidad mexicanas ofrecen carrera Letras escog Monterrey.56 Recordemos, sin embargo, que tan aguzada muchacha viene de una de las primeras potencias econmicas del mundo, y debe por tanto tener ms opciones reales de viajar y estudiar en el extranjero que un par de mexicanas con slo una suerte brbara para ganarse becas. A otras el tiempo les ningunea a tal grado su vida, que slo a los 38 aos Dreisde empezar a despertar a su cuerpo. Fue monja de tiempo completo o nadie, desde su temprana madurez, se le acerc? Personajes no improbables sino huecos y difciles de creer, cuyas decisiones las toman muy a la ligera recordemos el suicidio de Ivana.

Sexualidad Por otra parte, se habla en ellos del sexo muy gazmoamente. Al saber que el archivo de Belisa con la informacin sobre sus novios tena cosas, tan agradables!, da la impresin
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Rosaura Barahona, Abecedario para nias solitarias , Ediciones Castillo, Coleccin Ms All, nm. 1, Monterrey, , 2 ed., 1994, p. 59.

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de que nuestra herona no hizo ms que departir con cada uno. Ms adelante, es cierto, en la complaciente conclusin del trabajo, la aparicin de los agradecidos ancianos nos explicar lo tanto que Belisa supo hacerlos felices sexualmente, siempre y cuando pongamos mucho de nuestra parte y omitamos, como Rosaura, que Belisa es seguramente una mujer gordita as se les dice en realidad a las gordotas, a juzgar por la gran cantidad de comida que ingiere a cambio de dedicarse al ballet. Incluso luego de leer Yennie no deja el lector de preguntarse si de haber presentado a una fodonga y no a una gringa apetecible, gera y de ojos azules Rosaura la hubiera escarnecido de la misma forma y puesto un nombre menos tonto, o al menos uno que no recordara al de Barbara Eden en Mi bella genio.

Hombres El elemento en discordia que les estropea la vida a las mujeres de Abecedario... son, sin duda, los hombres. Hago notar, pues, la misandria que recorre el libro. Cuando en Belisa se nos anuncie al hombre ideal no creamos al pie de la letra en ello: David lo es, en principio, salvo que es taimado y curioso, los vicios indicados para que hurgue en los archivos secretos de su esposa, all donde todos sabemos que guarda la informacin necesaria acerca de sus exnovios. Adems de curiosos los hombres son machos, y adems de machos son unos pelmazos: no se las huele el esposo de Franlise que su mujer puede huir, dado el idlico encuentro que tiene con un desconocido en plena calle? Ivana es un cuero digno de figurar en las pginas centrales de Playboy, slo que comete el error capital de su vida: se casa, y lo hace con un tipo que si bien es guapo es tambin mentiroso, flojo, simptico, encantador y donjun. De all que los atributos de la mujer se desvanezcan en el aire y se convierta, de una pgina a otra, en una gorda bonita.

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A m me resulta de lo ms natural que una mulata alta y esbelta, que tiene la gracia de su madre negra y los rasgos de su padre blanco, inquiete a los hombres, si bien difiero en que se les llame manada de lobos, como si en el hecho de perseguirla hubiera una violencia intrnseca. Es que pretenden violar a eca? En este texto mi desacuerdo con la visin que Rosaura tiene de los varones fue extremo: adems de machos, mentirosos, pelmazos, los hombres como Joao son unos autnticos tarados que llevan literalmente la msica por dentro, pues en l es caracterstica la gracia contagiosa con la que bailaba y pona a bailar a todo el mundo ante el menor pretexto. eca adems es mujer de una pieza, en tanto que Joao jams se regenera: no tiene opcin de salir de sus rutinas autodestructivas. En Prudencia no slo los hombres son pelmazos y, ahora, ingenuos y faltos de intuicin, sino todo un pueblo de pescadores que se traga la torpe e inverosmil historia de una mujer que se viste de militar y que encima se casa con otra mujer. A diferencia de Ivana, la narradora piensa que el amor y la comprensin femeninas difcilmente sirven para hacer cambiar a un hombre que se las gasta de mentirossimo, flojsimo, simpatiqusimo, etctera. En su intento las mujeres que se meten a redentoras salen infaliblemente crucificadas. Pero este no es todo el lastre que deben soportar. Serena, un marimacho en la niez que no devino lesbiana, est inconforme en que Natura la hubiese dotado con eso que la narradora llama cola y que deben ser sus genitales aunque por el momento su deseo de cambio slo obedece a la comodidad de que goza el varn para orinar. Pero una vez que ha crecido, y que casi se ha domesticado, Serena nunca se resign a que las mujeres hubiesen salido con la peor parte en cuanto al diseo de colas se refiere, como si la forma de la intimidad femenina fuese reprobable per se. Tan pronto Uka experimenta su primera menstruacin, y pasa de nia a mujer, sabe que ya no podr jugar con las dems nias y deber aprender a cuidarse de los

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hombres. De los machos, mentirosos, flojos, tarados e ingenuos de los hombres.

La mujer liberta Aunque pondere el anlisis de Ins Senz, no estoy de acuerdo con l por entero. Ms que asumir el mando de su cuerpo para convertirlo en instrumento de venganza, de represin y tambin de liberacin57, las mujeres de Abecedario... quieren sobre todo quedarse solas, anulando su cuerpo como vnculo con el hombre. Puede tal vez ser muy respetable todo este afn de deshacerse del varn en este caso, lo admito, para irse con otro, si slo por un momento nos olvidamos de pensar en los familiares, esposo e hijos, que deja una mujer como Franlise. Pero algo le faltaba. Siempre, escribe Rosaura. Experimentar la infidelidad para realizarse como mujer? Es que su marido oblig a Franlise casarse con l? De no ser as, resulta imposible aplaudir actitudes tan veleidosas. Tengamos en cuenta que si un hombre abandona casa y familia ser

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cfr. La escritura y el cuerpo en Abecedario para nias solitarias, Correo Literario de Monterrey , no. 2, diciembre/1994-enero/1995, pp. 33-35.

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censurado olmpicamente. O incluso si golpea a mujer e hijos, un tipo como Raymundo ser escarmentado por Enedina, quien calienta las planchas al rojo vivo para pedirle luego que se las baje del ropero segn es la costumbre.58 En cuanto a su afn liberador en la variante de emular al hombre, tengo mis dudas. As como la autora dispone su material para que los hombres sean con frecuencia detestables y las acciones de las mujeres sublimes, dignas de aplauso, en Tere le fall el clculo y present no a una mujer esforzada que lucha por desempearse en ciertas tareas masculinas, sino a una soberana imbcil que por subestimar la precaucin y los consejos del chofer que la adiestra pudo ocasionar las mismas o mayores prdidas humanas que provocan por ejemplo los conductores ebrios.

Los cuentos Un rasgo ligado a los trabajos de factura ligera es su ritmo montono, resultado del fraseo corto que utiliza la autora. Baste de ejemplo el inicial, Abril, para saber como nos sonarn la mayor parte de los textos. En los cuentos bien logrados pasa al revs: la imaginacin corre parejas con el ritmo de la prosa, ahora libre, sin atarse a esa socorrida ligereza que sirve, es cierto, para ganar lectores, aunque no el respeto literario de propios y extraos.59 El panorama mejora en Gracia y Helena, una buena estampa donde la
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Lo que hasta ahora no logro comprender es cmo consigui subirlas, ya calientes, si bajarlas fras implicaba de por s algunas dificultades: para hacerlo Enedina se par de puntas sobre una silla y apenas pudo acercarlas con un gancho para colgar ropa. Baj primero una y luego otra (Rosaura Barahona, op. cit. , p. 36). Misterios narrativos como ste se antojan poco logrados.
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Omit mencionar en este apartado las historias de nombres exticos. Trabajos como Radha (historia de amor hind con adecuado tono local y final previsible), Uka (el rito de la menstruacin inicial), Widad (el machismo exasperante versus la maternidad maldita, empecinada en prohijar mujeres en lugar de hombres) y Zhu (la paternidad que remunera sancionada por una ley criminal que se ensaa contra el hecho de nacer mujer), me resultaron, adems de secos y esquemticos, propios para figurar en alguna de esas colecciones que suelen llevar ttulos tan horrendos como Las leyendas de amor y desamor ms hermosas del mundo.

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nostalgia en ningn momento neutraliza el propsito de describir un par de vidas cicladas en una rutina intil como la que debi observar Dreisde para descubrirse sola con su cuerpo luego de 38 aos de existir en el mundo:

Treinta y cinco aos de venir domingo a domingo al mismo sitio, a la misma hora, con el mismo tipo de ropa, el mismo peinado, las mismas palabras? Treinta y cinco aos de qu? De vida? De rutina? De disciplina? De soledad?60 Se podra incluir a Negra entre los textos mejor logrados por su buen tono y por la acertada descripcin del ambiente selvtico. Sin embargo, habra que ver el pobre papel que, de nuevo, se le asigna al hombre. Tal vez ya una mujer, Negra le debe su orfandad y su desazn a la temeridad de un padre que cual pocos arriesg a su familia cuando aqulla tena ocho aos en la aventura absurda de cruzar por pasajes escalofriantes para llegar a Honduras. Recalco que es un lance absurdo porque no se trata de un xodo motivado por la persecucin poltica o el apremio econmico la familia tiene automvil propio y puede desplazarse en avin desde Mxico a Tuxtla Gutirrez, sino de un simple viaje de nostalgia cuyo saldo es la desaparicin del padre de Negra. Ogla es un cuento delicioso que, partiendo del tema de la vida de los artistas, da una mirada antropolgica al mexicano desde el punto de vista de ese lenguaje crptico en que nos amparamos, lleno de sobrentendidos y malicia, de claves e hipocresa. Llegada a Mxico con su esposo, el escultor Juanjo, la polaca Ogla se nos presenta como una mujer inteligente, polglota, cantante y actriz, aunque

Su principal defecto era que detestaba la superficialidad de los actos asociados a la apertura de las exposiciones, a los conciertos o a las conferencias. No entenda las pginas de sociales y le pareca idiota que se pagara porque los
60

Ibid., p. 45. 51

pobres vieran cmo se divertan los ricos en sus fiestas. Se negaba a hablar con personas que no tuvieran nada que decirle y cuando alguien le peda su opinin acerca de alguna cosa era absolutamente sincera y directa. 61 Ogla recuerda los libros de memorias de los viajeros del siglo pasado, como Madame Caldern de la Barca, en cuanto a su extraamiento por la violencia, el clima, la comida y el lenguaje del pas explorado, si bien tal comparacin es un tanto peligrosa, pues podramos pensar en una coleccin de nuestros peores lugares comunes verbales y su exposicin literaria. Al margen de ello, me parece de lo ms original y lcido que sea el lenguaje, y no una tifoidea, el agente mexicano encargado de cobrarle la venganza a Moctezuma. Derrotada, apabullada por un idioma cuyo significado subyacente se vuelve contra ella, Ogla ve roto su frgil equilibrio emocional y enloquece. Quica est a la misma altura en calidad literaria e imaginacin que Ogla. Su desarrollo y su ritmo son tan naturales, que el lector no repara siquiera en la forma del cuento; en realidad no hace falta. Ms bien, el lector despierto pensar en la magnfica paradoja que Rosaura arma con el alcohol y la religin. Asombra la manera en que Quica crea necesidades para un pueblo que no tiene ya otro remedio sino crecer como la misma Quica no tiene otra salida sino prosperar cuando Justo le ofrece el negocio de artculos religiosos, as como el rstico argumento de que echa mano para vender aguardiente a los lugareos: acept porque ayudara a que los trabajadores no se fueran al pueblo a dejar su dinero all y disminuiran los riesgos de viajar borrachos. El consumo del alcohol conduce a la creacin de un centro de Alcohlicos Annimos. Mas cuando aqul es excesivo y muere alguno de congestin alcohlica, Quica cubre esta necesidad gestionando para el villorrio una clnica del Seguro Social una vez que gestion la escuela y un dispensario. Antes de que ella y su esposo tengan que montar
61

Ibid., p. 84. 52

el burdel y pagar as, irremisiblemente, el precio del progreso, Quica ha debido explicarle al matrimonio de maestros rurales encargado de la escuela la ceida cadena de necesidades con la cual est tejida la vida de la poblacin:

Si no hubiera borrachos, a quin le dara clases de moral el maestro? Adems, el negocio de las veladoras tambin se vera afectado: entre ms arrepentidos hubiera, ms veladoras vendidas y ms milagritos prometidos por las esposas para que el viejo se alejara del vicio.62 Entre tantas otras cosas la semilla de una esplndida novela, el tema de un buen guin cinematogrfico, Quica puede ser tambin la alegora de cualquier ciudad cuyos resortes econmicos se han apoyado en la venta del alcohol Monterrey en la cerveza, por ejemplo. A pesar de que consigue llevarlo con desparpajo y buen humor, Serena es un trabajo en el que Rosaura, no s por qu clase de temor o recelo, evit entrar de lleno en el tema del lesbianismo, del mismo modo como en Prudencia el travestismo acapar la atencin y no sus causas ms ntimas, sas que nos explican por qu una mujer gusta y, eventualmente, se enamora de otra. En Xochitl debemos leer que tanta bondad no puede anunciar sino una tragedia. Julio, el marido, a diferencia de la imagen masculina a que se nos ha acostumbrado en Abecedario..., es un hombre bueno y comprensivo que lleva a su mujer desde Tlatlauquitepec a un moderno hospital de la ciudad de Mxico para que d a luz la hija que ambos esperan. El buen trazo y la ambientacin se vienen un tanto abajo por ser ste uno de esos cuentos cuya historia ntima se inserta y se explica, ante el supuesto asombro del lector, en el marco de la Historia en maysculas. As, la maternidad heroica de una moribunda que

62

Ibid., p. 103. 53

protegi y aliment a su beb bajo los escombros tendr este eplogo: 63

Xochitl naci el 19 de septiembre de 1985 pero su acta seala que fue el 21. Sus padres adoptivos alteraron por unos das la fecha del nacimiento de su hija, a quien llamaron Guadalupe, porque les pareca doloroso festejar su cumpleaos el da en que haban muerto sus padres, sus abuelos y miles de mexicanos.64 Termino este ensayo convencido de que una frase de Abril se aplica sin tropiezo a la propia Rosaura Barahona: Por qu insista en complicarlo todo cuando slo deba repetir una receta infalible que haba permanecido en la familia durante aos?, si pensamos que tal familia es la compuesta por mujeres que escriben como ngeles Mastretta y Laura Esquivel, y la receta, infalible para tener lectores, escribir con la ligereza que demandan los tiempos. Cmo explicarse, si no, el que junto a varios cuentos estupendos coexista la serie de historias planas que conforman el resto de Abecedario para nias solitarias?

CRIS VILLARREAL NAVARRO (1949)

Contados desde la nostalgia y en torno de cierto periodo de la vida universitaria de Nuevo Len; desde el otro lado del espejo social (SOS. y La rectificacin), o bien desde el otro lado de la experiencia, de la asuncin de los apetitos carnales (Al aire libre), los cuentos de Nosotros, los de entonces se caracterizan por el vigor y el lirismo de su voz narrativa. Inteligentes por abrirse de manera elptica a mundos y relaciones ms complejas,

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A propsito de finales forzados o flojos, haba ya apuntado mis reservas respecto al de Belisa; habra que sumar a l los de Joana no es lo mismo que Juana y Mar.
64

Ibid. , p. 139.

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su ntima atmsfera confesional se produce a partir del empleo de la segunda persona del singular65, dirigida a interlocutores como Marcia, el psiquiatra, el diario, Natalia o, bien, al propio protagonista desde el mirador de la conciencia. Puesto que Marcia, una estudiante universitaria identificada con la izquierda, figura en muchos de los 11 cuentos, da la impresin de que fuera ella quien se dirige a sus mulos y condiscpulos. Pero, quin es Marcia? Conforme lea uno por uno los cuentos de Nosotros, los de entonces el lector armar la imagen y la errancia poltica de quien parece a momentos su protagonista central.66 Palabra cataplasma para aliviar un poquito estas punzadas insistentes cerquita del corazn, segn el muchacho de SOS., otros ms de sus amigos cercanos tienen presente su idealismo radical en La rectificacin; su tesn activista en Hasta el viernes, donde se le recuerda dirigiendo un crculo de estudios. El director de El precio a pagar evoca su pasado en comn con Marcia, y la profesora de Por el sur se cartea con ella. Luis, en Estela furtiva, la conoce de forma circunstancial. Protagonista ella misma de textos como Jugada clsica, Nmero equivocado y Nosotros, los de entonces, los narradores de estos dos ltimos trabajos la retratarn con gran fidelidad. Mas, cmo ser de grande nuestra nostalgia cuando al leer el libro de Cris
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Con la excepcin de Jugada clsica, narrado en la tercera persona del singular, los cuentos Estela furtiva, Gente importante, La rectificacin, El precio a pagar, Por el sur y Nosotros, los de entonces estn narrados en la segunda persona del singular. Por remitirse desde una primera persona a interlocutores especficos, SOS. Marcia , Al aire libre el psiquiatra, Hasta el viernes el diario y Nmero equivocado Natalia tienen tambin esa atmsfera de intimidad comn a la segunda persona del singular.
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Otro elemento de cohesin en Nosotros, los de entonces , tan importante y evidente como Marcia, es el lenguaje, sealado sin embargo por Jos Javier Villareal como uno de sus ms graves problemas: es uniforme en todo el libro e indistinto en todos los personajes. Pareciera que la autora en su afn por conferirle a la ciudad una memoria se olvidara de la individualidad de sus agentes, y sta la quisiera presentar slo a partir de las ancdotas, los accidentes y la ubicacin social de los mismos. Nunca los enfrentamos a los sentimientos en directo, como en la novela rosa, siempre se nos cuenta o se nos narra acerca de ellos. Los personajes obedecen los designios de un narrador dictatorial celoso de la menor posibilidad de libertad (op. cit., p. 36).

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Villarreal Navarro notemos que en muchos de sus cuentos los personajes aoran el tiempo y las oportunidades perdidas; cmo ser de grande la nostalgia si el libro data de 1983 y remite a la dcada de los setenta?67 o SOS. es la crnica de la batalla que, tiempo atrs, entablara el padre del protagonista y el grupo social que aqul representa contra Marcia. Crnica de una derrota o del triunfo de la clase a la que ha podido ascender su familia, el narrador cuenta desde la perspectiva del desencanto, donde la utopa es imposible, impensable. Qu acab entonces con todos estos buenos propsitos; quin le dio el tiro de gracia a la ideologa? Acaso por debatirse entre dos figuras de poder su padre, un hombre enrgico a la par que inteligente, y la omnipresente Marcia, su vida se ha vuelto una piltrafa. Tena en realidad ms opciones? Es sta una metfora del debate que durante tanto tiempo hizo de la eleccin poltica un maniqueo campo de lucha donde nicamente lidiaba la derecha contra la izquierda? Hacia qu esfera plegarse, hacia qu mundo rendirse? Qu pasa con el hombre de las inmediaciones, o con el que prefiere habitar los mrgenes? (Pero, qu clase de personaje pudo haber sido el protagonista de continuar por el camino que sigui Marcia: un hippie envejecido y trasnochado, un izquierdista asimilado al sistema?) Por un lado, el padre del narrador busca vindicarse socialmente ante sus parientes ricos. A su xito econmico le sigue el inevitable xodo social: del lugar donde reside se cambia, con su familia, a la colonia del Valle. Marcia, por el otro, representa una
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El paso que ha dado el tiempo desde la poca en que ocurren las acciones del libro a la nuestra es tal, que la mayor parte de los frecuentados entonces por los personajes han perdido su novedad o desaparecido. Como ejemplos estn el caf del Pasaje y la Latino que aparecen en SOS. El Siglo XX en Jugada clsica. El bar Stein and Toklas en Al aire libre. La revistera de Zaragoza en Hasta el viernes. Y el Girasol, de Ciudad Tienda SyR , en Nmero equivocado. Por otra parte, el narrador de Al aire libre ve la estatua del buen Jurez en su bao sauna en el crucero de Constitucin y Venustiano Carranza, emplazada actualmente en la Explanada de los Hroes. l mismo, adems, hace uso del biorritmo, hoy desprestigiado y en completo desuso.

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profesin de fe universitaria, asociada al sectarismo y a una obsesiva entereza por lograr la realizacin de sus ideales.68 Emisario de un grupo que a manera de rescate ideolgico intenta politizar el colegio privado conforme a la direccin de Marcia (el proceso de politizacin dirigido, como en La rectificacin), el protagonista se enfrentar a a la cunnocracia ejercida por Sonia, a su vez emisario de un grupo que ve en peligro la fidelidad de un integrante. La dura realidad del activismo contrasta con el cuento de hadas que lo hace vivir Sonia, vista por l como

la coyuntura dentro de ese sentimiento generalizado y subyacente de rechazo hacia m, el advenedizo, el que vena de la de los pobres, pecado difcil de perdonar por estos hijos de Reagan.69 Si el protagonista proyecta su nostalgia hacia un tiempo reciente el de los mtines frente a Palacio de Gobierno, una vez que se sabe cercado su nostalgia deviene estigma, en vergenza escondida tal como la educacin popular, segn el criterio de su padre, mancha, estigmatiza. As, y no obstante la idealizacin de Marcia que ronda los textos, el narrador puede verla imparcialmente:

te vi ah, de pie, junto a la parada del camin, esperando a ver si me veas; pretendiendo rescatarme, pero yo ya estaba del otro lado , Marcia, te vi y me hice el que no te vi, me pareciste tan ordinaria con tu actitud decidida y tu ropa desteida y pasada de moda.70

68

El protagonista se debate en efecto entre dos figuras con un poder semejante respecto a l: hay incluso un momento en que su padre y Marcia se lo disputan, cuando sta busca conseguirle empleo para que pueda abandonar su casa. Por otra parte, resulta irnico que el narrador busque antiguallas junto a Marcia, y sean stas las que formen la fortuna del padre de aqul.
69

Cris Villarreal Navarro, Nosotros, los de entonces, Universidad Autnoma de Nuevo Len, Facultad de Filosofa y Letras, Monterrey, 1983, p. 15.
70

Ibid., p. 17; mas las cursivas.

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Irnicamente, el llamado de auxilio que el protagonista dirige a Marcia tiene ya muy poco que ver con el deseo de ser reintegrado por ella a la militancia poltica, pues alude al apremio de conseguir droga. El protagonista est ya del otro lado, no slo de la lucha universitaria, sino del otro lado de la existencia normal: el ritmo de vrtigo de su nueva vida o de la vida que le perteneca lo ha reducido a la drogadiccin ms aparatosa. o Tras la ancdota de un hombre que ha plantado a su novia y su intento de reconciliarse con ella llevndole serenata, se desarrolla un singular cuento romntico en el que la locura del amor ultraterreno es siempre preferible al diario vivir lleno de frustraciones y conformidades. De hecho, la serenata que Luis le ofrenda a Laura es uno de los tantos actos mecnicos que, como un autmata urbano71, viene realizando desde la ocasin en que recibe un golpe en la cabeza. As, Estela furtiva puede leerse bajo el supuesto de que una presencia sobrenatural reconforta y alienta a Luis o, bien, de acuerdo a la versin desnuda que nos lo presenta como un desequilibrado mental a causa del golpe. Lo que sin embargo consigue darle un tono trgico es la voz esa mezcla de fatalidad y de vigor, de inminencia y fuerza narrativa, salvndolo de la cursilera o del torpe desenlace fantstico. Derrotado en lo que toca a su vida profesional Luis no se titula y es slo un empleado bancario, presta ya muy poca atencin al grito interior en que aflora esa antigua conviccin de intuirte predestinado para figurar, para ser importante. A su conformismo crnico, opone la libertad de no negociar con el mundo la direccin ni el empeo de su vida:
71

Este pasaje da buena cuenta de ello: Llegas a casa sin poder creer que ests ah, piensas que de seguro el cuerpo debe tener algn radar interno que se conecta automticamente para guiarte, por instrumentos, a lugar salvo y seguro (ibid. , p. 28).

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no ests dispuesto a embarcarte en quimeras consumistas, que tienen aniquilados a tus hermanos mayores y a tantos amigos casados, con la libertad vendida por una casa, que cuando terminen de pagarla va a hacer las veces de caja de muerto.72 Por ello es que, fiel al menos a sus propias reglas, se refugia en su mundo interior, ms gratificante que la deriva cotidiana. Pero, qu es o a quin pertenece la estela furtiva? Surgida a raz del accidente como un contacto clido de unos dedos rozando tu mejilla, Luis conviene para s su disposicin a ser abordado, aconsejado, asistido y aun dirigido por una presencia evanescente que ser como un auxilio en los momentos desagradables o como un paliativo en las dichas ausentes. Confundindose a veces con un scubo, tanto por la manera de presentrsele

poco a poco percibiste en el ambiente un aroma de jazmines y bajo la mesa su presencia regalada en el roce rtmico y acompasado que cosquilleaba tu regin pbica.73 como por el despliegue ertico que tiene lugar durante las duchas nocturnas y luego durante los sueos, la estela furtiva, segn una probable alucinacin auditiva que se le manifiesta a Luis al encender la radio del automvil74, es un enviado de la muerte o la sombra de su muerte que en lugar de recogerlo permanece un tiempo con l, conmovida, enamorada tal vez, de su voluntariosa lucha por no contaminarse de los intereses mundanos. Sin embargo, perdida la influencia celestial que permiti a la estela furtiva

72 73

Ibid., p. 32. Ibid., p. 29. 74 Como dato curioso habra que subrayar las inflexiones de oratoria sindical que asume la voz de la estela furtiva. En Hasta el viernes el novio de la narradora, buscando reconciliarse con ella, emplea una terminologa semejante: ya tena elaborada una manta que pensaba enclavar en el jardn de la entrada a la escuela, para exigir su reinstalacin ( ibid. , p. 90).

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acompaarlo largo tiempo, habr de separarse definitivamente de Luis debido a que su expediente se ha traspapelado. Rendirse, reducirse a vivir significa adaptarse a todo lo otro que no le d la estela furtiva, Laura en primer trmino, y enseguida la desolacin de la vida rutinaria. o Jugada clsica narra una jornada preelectoral en la que participa Rogelio, un estudiante originario de Sabinas por cuyas caractersticas es belicoso, contestatario y crtico parece la contraparte masculina de Marcia. Y de hecho lo es, al final del texto, cuando la Planilla Negra, izquierdista sectaria, es derrotada y a manera de consuelo Marcia le hace una invitacin sexual. El ttulo alude a un procedimiento que sola ser frecuente, clsico, durante la poca de elecciones de las planillas universitarias antes de y propiamente en 1970: el triunfo usurpado, arrebatado a cualquier opositor, asegurndolo no slo con campaas ms atractivas, sino con la sustitucin de las urnas ante la vista de los estudiantes. Tendremos as noticia de la reparticin de tareas y los preparativos de la propaganda poltica, los manejos y asignaciones, al igual que las transacciones y concertacesiones entre las planillas, y la desvergenza y el cinismo que muestran tanto el director de la facultad como los integrantes de la Planilla Verde, oficialista y protegida, a la hora del cmputo: por espacio de dos minutos se perder la energa elctrica, se escuchar cerrar una puerta, y la luz volver con otra urna en la mesa ostensiblemente ms abultada de votos con el crculo verde cruzado.75 A pesar de que buena parte del texto se torna crptica por los sobreentendidos y claves, desconocidos para cierta clase de lector, as como por la fugacidad con que cruzan algunos
75

Ibid. , p. 48.

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personajes sin aparecer luego ya ms,76 Jugada clsica tiene adems de su valor documental el mrito de su velocidad y desenvoltura, gracias a las cuales es posible la tensin narrativa.

o Al aire libre narra la seduccin homosexual que emprende un joven de desahogada posicin econmica en uno de condicin modesta, al que conoce de un automvil a otro en un crucero de la ciudad. Puesto que resultan patentes los escrpulos de clase y los prejuicios sociales: era la clase de amistad que jams invitara ni a una comida informal a mi casa, el narrador salpimenta su goce ertico por aventurarse no slo sexual, sino socialmente. Ajeno al tema universitario y a todo activismo poltico, Al aire libre establece un puente de interlocucin entre el narrador y su psiquiatra. Tal vez por ello ese aire de desenfado y crudeza, esa desenvoltura en historiar una simple cada ms. Teorizante a propsito de s mismo, optimista y cnico, la suya se antoja una crnica triunfalista, narrada sin culpa y aun con una especie de regodeo introspectivo, por saberse vctima, resultado de una educacin blanda y de las perversiones familiares. La indolencia crnica o la crnica de la indolencia. Cmo podra serlo, si no, quien obligado por su padre a visitar el psiquiatra, confiesa que su hermano lo inici desde la niez en la homosexualidad? Sin embargo, cuando dice aventurarse en un mundo que no es manejable, como el que suele compartir con su amigo Paco un mundo heterosexual, segn su deseo de reeencontrar a una vieja amiga, debemos ver en l no slo una desaforada disposicin hacia el placer, sino su hambre de comprender a cabalidad lo que es algn otro, sea mujer o
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Si los nombres de El Duro, El Pelos, El Perro, Vidales, Montoya, Rolando, Martell, Horacio, Panchito, Hermilo, Mario, Luis, Guerra, Charras, Pmanes, Argelles, Adriana, Romualdo y el jesuita Obeso no llegan en cierto momento sino a ambientar el trabajo, lo mismo puede ocurrir, sin poseer un conocimiento preciso de la poltica universitaria de esa poca, con la nmina de las facciones: Liberales Progresistas, Jotaceros, Juventud Comunista, Espartas o Espartacos y los Ocus (o los cristianos alivianados). 61

un hombre. Por ello es que al debatirse entre el simple reto ertico y la piedad, y proponerse

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normar la noche con otros valores que no son ya los de la cultura y la educacin afines, 77 ha escogido por la piedad, por la comprensin de los otros; tal vez por el amor. Aunque exageradas y fantasiosas, ha podido cumplir sus expectativas: me gusta irme con la finta de que todas las personas que conozco en circunstancias excepcionales pienso que tienen que ser as como muy fuera de serie. Muy probablemente para sorprender al lector con la escena de los dos hombres en la cama, el nombre de Abel es retardado hasta el final,78 si bien al describir ciertos detalles de su vestimenta (las botas picudas, o los dos botones desabrochados a la altura del pecho con el fin de lucir sus cadenas) el lector puede muy bien intuir que se trata de un hombre. Abel, la clase de compaa que da entre lstima y vergenza, se constituye para el narrador en el vnculo humano mediante el cual puede serle fiel a una visin literaria de Monterrey, penetrando

hasta su mdula al involucrarme con personas fuera de mi medio, vivir una fraccin de vida propia, sin los modelos de los dems o a lo mejor en el trasfondo estaba afirmar una frgil independencia de la familia.79 Es pues este epicuro generoso, experimentado y desinhibido, el espritu de cierta zona de los setenta, abierto a todas las tentaciones y los retos? Recordemos que su derrota por ser descubierto en falta es slo aparente, a juzgar por el salero y morosa salacidad con que

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Mientras que el narrador tiene un hermano que estudia en el Colegio de Mxico, y se caracteriza por la desenvoltura de su lenguaje adems de que lleva consigo un disco de Pablo Neruda con fragmentos de Canto General y el libro Mi ltimo suspiro, al tomar del tablero del automvil la autobiografa de Luis Buuel, Abel le pregunta al narrador si es se el dueo del cine que lleva su nombre. Luego califica la pelcula que ven, una de Sylvia Kristel, como muy perpicaz ( sic).
78

Abel ser llamado sucesivamente miradas inevitables, mirada sugestiva, mirada misteriosa, mirada inquisidora, mirada trivial, mirada escudriadora, mirada atenta y, por ltimo, amorcito nuevo.
79

Ibid. , p. 57. 63

refiere su encuentro con Abel (a diferencia del fracaso real que sufre el protagonista de SOS., confirmado por el tono narrativo); y que su desencanto y la impronta de su corazn endurecido se desle por el cinismo con que da cuenta de un lance que, al parecer, no ser el ltimo, pues de entrada ha advertido al psiquiatra que su visita obedece al ms puro inters material: Vine porque si no, pap me la cumple, y adis carro. Nada de lo que diga va a alterar las cosas. o Gente importante narra la espera de un porro que acecha a un hombre para matarlo de acuerdo a la solucin radical que emana de la junta, encabezada por el director que ha susituido, en fechas recientes, al llamado ingeniero. Destituido de su cargo, el ingeniero se niega a dejar de servir a la universidad, y para ello cuenta con el apoyo de sus alumnos.

A pesar de que el porro es visto como un autmata que tiene siempre el rostro del doctor en la mente con seguridad se refiere al rector, El Tanque anuncia al espa telefnico de Nmero equivocado en cuanto que su trato con sus probables vctimas ha llegado a humanizarlo:

todo ese enjuague de guerrero a sueldo te parece sospechosamente incierto; te sientes permeado por la vida en las aulas, no pudiste evitar que se filtrase en tu cabezota de piedra algn rollo de aquellas discusiones con el ingeniero en el caf.80 Por eso es que el arma con la que planea ejecutar al ingeniero puede acabar tambin con lo ltimo bueno que aun quede en l mismo. Por qu liquidar a alguien que se tom el tiempo de asesorarlo para mejorar sus calificaciones?
80

Ibid., p. 65. 64

Animal de presa al servicio de autoridades usurpadoras y falsarias, por su rango de actividades El Tanque puede ser alguno de los porros que boicotean la propaganda de la Planilla Negra en Jugada clsica aun cuando, como en el texto anterior, Marcia no aparezca. Aunque bien remunerado por su trabajo, su ascenso econmico ser inversamente proporcional a su desgaste moral. Personaje simple cuya vida personal apenas existe, sus das se reparten entre espordicas visitas a su casa (donde lo atiende una madre en sombras, trazada elpticamente, que rechaza el dinero que le deja en la mesa) y otras que hace a Viviana, una bailarina del Reno, con quien halla un momentneo solaz sexual. Sin tomar la decisin por s propio, el sueo que lo envuelve menos que nunca un sueo de los justos salvar la vida del ingeniero. o El tema de La rectificacin es el espionaje de un grupo radical de izquierda, llamado llanamente la Organizacin,81 que infiltra mujeres como la protagonista en las junglas de los consorcios trasnacionales, las industrias estratgicas, en las centrales oficiales. Una vez all, la Organizacin tratar de incorporar su personal en el sistema, tambin secreto, de la prostitucin bancaria el servicio sexual que un reducido grupo de empleadas presta a la casta dirigente, con el probable fin de realizar sabotajes o secuestros de figuras claves. La cunnocracia al servicio de la ideologa. Al igual que en algunos otros cuentos de Nosotros, los de entonces, Marcia
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Se ha tenido noticia ya de una junta en Gente importante. Sin la complejidad ni los objetivos de la Organizacin, la junta se antoja de un carcter siniestro por la misin que le es encomendada a El Tanque. Sin embargo, haba que tomar en cuenta que por concurso de la elipsis la voz narradora de La rectificacin omite con mucho tino todo cuanto la Organizacin planea hacer con los objetivos en su poder, es decir, con un ejecutivo de alto nivel como rehn; acaso, de acuerdo a la circunstancia, obre tan radicalmente como la junta. Ilustra su ndole, peligrosa y al margen de la ley, el hecho de que, entre otros, uno de los apremios del espa telefnico de Nmero equivocado sea hacerle ver a Marcia que su solicitud a la escuela de cuadros de la Organizacin era firmar su sentencia de muerte ( ibid. , p. 122). El espa se entera tambin de algo que debe resultarle irnico al lector: Marcia no les resulta lo suficientemente sectaria a los militantes de la Organizacin; sospechan de su entrega y su seriedad; adolece a su juicio de cierta fragilidad poltica y puede pasar por polica.

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aparece como una vaga figura de fondo personaje furtivo de un documental, jugando empero su papel segn las directrices de la Organizacin: totalmente desmadejada, cumpliendo con su cuota en el servicio domstico de la casa de un funcionario. La protagonista, una muchacha sinaloense que debi conocer a Marcia en la universidad, lleva una vida doble. Por una parte, a travs de un elaborado sistema de carteo ha hecho creer a su familia que estudia ingeniera nuclear en Alemania Occidental. Por otra, mediante una falsa papelera ttulo acadmico, cartas de recomendacin y siguiendo un constante proceso de refinamiento, ha logrado colocarse como cajera en un banco citadino. La Organizacin, su mundo secreto e inmediato, se compone slo de varios personajes visibles (sin contar a Mony, Esthela y Roco, infiltradas en puntos estratgicos): una Coordinadora, que le da la lnea de accin; Jos, el enlace, encargado de comprobar la existencia del sistema de prostitucin bancaria; y Javo, que ocupa el puesto de chofer en la casa del objetivo. A su vez, el objetivo representa el enemigo a vencer a espar, secuestrar, etctera. En principio uno de los accionistas principales, es desplazado a poco por el gerente, hijo de otro accionista importante del Consejo Nacional, quien se interesa en formalizar relaciones con la protagonista. Mina, una de sus compaeras cajeras, forma parte del exclusivo servicio sexual. Izquierdista radical empeada en socavar las bases del sistema capitalista desde adentro, la protagonista critica el reducido universo de los otros, como si el suyo fuera muy vasto o fascinante Marcia de hecho resulta a ratos inaguantable82. Si a cambio de la vida personal escoge pertenecer a una fraternidad poltica y entregarse a fondo en un proyecto de destino comn, cmo es entonces su vida interior? O, mejor, qu la llena, qu le da sentido? La utopa, el cambio social que Marcia expresa aqu con desesperacin:
82

No obstante pueda cansar su sectarismo, su rabiosa radicalizacin, Marcia representa en s el alto grado de profesionalismo que tiene la Organizacin.

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haba que educar la violencia entre las masas, impulsar la toma de terrenos, para seguirle con las industrias, y en Nmero equivocado como una invitacin de ingenuidad exultante:

maana en la madrugada nos lanzamos a tomar El Norte por asalto, para poner en primera plana la noticia de la desaparicin del PRI y los festejos a celebrarse en el extemplo de El Roble.83 Sin embargo, al ver a Marcia totalmente desmadejada y recordarla antao tan vistosa, tan responsable de su arreglo personal, la protagonista no puede evitar llorar por ese pasado en comn, asociado al activismo poltico, que de manera inevitable da forma a su tiempo ntimo. La cuota de nostalgia en proporcin a la intensidad de todo lo que dejaron atrs, de lo renunciado. Pero, aun as, le importa valerse de un hombre para conseguir los fines polticos de la Organizacin? Al convencerse de tomar por s sola una decisin, ya que no ha tenido un contacto reciente con la Coodinadora, lo que en su fuero interno llama la alternativa gerente se traduce en aceptar la proposicin matrimonial de un hombre que acaso siente amor por ella84, y del que slo le interesa su cercana para enterar a la comisin de informacin de

fechas de convenciones nacionales, lugares de las juntas de accionistas y consejeros, tal vez hasta habra listas de personajes y sus programas de hospedaje y actividades.85
83

Ibid. , p. 121.

84

As como se parapeta en la terminologa del grupo para justificar su proceder, puede igualmente encontrarla hueca, o insuficiente, si la situacin la afecta. Reacia a hacer el amor con un desconocido, el que sus camaradas califiquen el expediente como un operativo poltico no la convence del todo: De pronto los compas se te hacan una caterva de perfectos imbciles, y veas a la revolucin fuera de tu vida, como que era muy alta la aportacin que te exiga ( ibid. , p. 77).
85

Ibid., p. 78. 67

Las recientes detenciones y asesinatos de sus amigos la apremian a resolverse por la accin unilateral. Mas aun cuando Marcia, segn cree, hubiese aprobado su decisin de replegarse desmantelar parcialmente su destino, rectificar, modificar su vida personal con un matrimonio, har en verdad la protagonista algo ms tarde, sin la lnea de la Organizacin, o se replegar de manera definitiva? Qu tan fuerte y efectivo ha sido en ella el proceso de politizacin? o En Hasta el viernes la protagonista le cuenta a un diario los problemas que tiene con su novio y su resolucin de hacer el amor con l a pesar de que luego, segn lo intuye, deje de verlo. Si ste, por un lado, tiene una gran autoestima sin un sustento real, es un chantajista emocional y para colmo un mal estudiante; por el otro, su padre es intransigente y colrico, al grado de ser visto como alguien ajeno por su propia hija. En medio de estos dos

extremos, elige dar los primeros pasos en su iniciacin sexual a manera de un acto de rebelda contra el padre. Habra que subrayar la importancia de este episodio por tratarse de una activista que frecuenta el crculo de estudios dirigido por Marcia, capaz por lo tanto de emprender en un futuro inmediato acciones que implican cierto riesgo, como la cajera de La rectificacin, para echar abajo el sistema establecido. 86 Aunque a diferencia de la Marcia que conoceremos en Nosotros, los de entonces, es capaz de separar su preocupacin poltica de la sentimental.

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Su politizacin es evidente por sus lecturas compra Proceso y Nexos peridicamente; lleva a la biblioteca de su facultad unas revistas cubanas; por los discos que escucha Pablo Milans y Amaury Prez; y por su cantilena, aburrida para el novio, de la disciplina, el espritu de lucha superior y el valor en la bsqueda de la perfeccin.

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El retrato que hace de Marcia y la relacin que establece con ella despunta hacia una figura cada vez ms compleja y difcil de encuadrar:

Hay algo sintomtico en este desinters que me inspira la Facultad; aprendo ms en las reuniones del crculo de estudios que dirige Marcia, la chava de quien estoy enamorada.87 Complejidad que ser confirmada, por cierta inclinacin lsbica de Marcia, en Nmero equivocado o El precio a pagar refiere el lance en el que el director de una facultad, sometido a presiones de ndole poltica, ve perdida su oportunidad de reelegirse en su puesto por haber conspirado con la izquierda. Abandonado por sus protegidos en la junta directiva donde se ventila la sucesin del poder, su nostalgia por el tiempo anterior a la molicie del dinero malhabido ser tanta como la del muchacho de SOS. por la poca de los mtines universitarios. Parecido al porro de Gente importante por su ascenso econmico y el rechazo familiar: Qu fcil te adaptaste a la prosperidad, a este nuevo status que tu pap no perdona: y que primero muerto que pararse en tu casa, se contrapone sin embargo a Luis, de Estela furtiva, pues a diferencia de l no tiene empacho en plegarse a sus superiores para resultarles grato. En el frecuente recuerdo de Marcia encontrar ms razones para potenciar su nostalgia. As, es muy significativo que la evoque en actividades relacionadas con la disidencia estudiantil: en el pasillo frente al jardn, panfleto en mano, despus de haber pasado la noche en blanco junto al mimegrafo de la escuela. Tambin en conflicto con su hijo Claudio a causa de su corrupcin, le sugiere
87

Ibid., p. 87; mas las cursivas. 69

dejar la Universidad, para evitar ser provocado por los activistas de su escuela, sin xito alguno. (Recordemos por contraste el padre del protagonista de SOS., quien sin concesiones y mano dura obliga a su hijo a tomar esa misma determinacin no obstante el esfuerzo de Marcia en ganarlo para su causa.) Podramos pensar que de antemano intuye cada, su derrota? Acaso no, pero antes de la junta directiva se ha convencido de que lo peor que puede sucederle, ms que no reeligirse, es ser aprehendido. Incluso en la junta, al notar la frialdad de sus aliados, se dice:

nada podrn contra ti, cualquier acusacin implicara sacar a luz los nombres de gentes que ocupan posiciones de primera importancia en el equipo del jefe de gobierno.88 Sin embargo, se le ha presentado el da que muy seguramente empez a esperar desde que se hundiera en la corrupcin. Sin el apoyo suficiente para ser reelecto como director, no slo su vida poltica se ha ido al traste sino tambin los negocios que poda hacer valindose de ella. Al despertar, en adelante, se sentir absurdamente concluido: como si, en el sueo, hubieras perdido horas vitales, con la febril opresin de que haba algo urgente que deberas, sin subterfugios, haber hecho. Como si ese sueo fuese la poca de bonanza y poder, desaprovechada y para siempre perdida, que le dio su desempeo en la Universidad. o A diferencia de aquellos personajes de Nosotros, los de entonces que tienen la cultura para sobrellevar el fracaso (Luis en Estela furtiva), o para conceptualizar sus desviaciones sexuales (el narrador de Al aire libre), la profesora que aparece en Por el sur cuestiona sus hbitos ilustrados al residir en la remota comunidad de La Escondida, en el municipio de
88

Ibid. , p. 100. 70

Zaragoza. Estn de ms su mana por comprar las revistas mensuales del DF y la asistencia a los ciclos de cine de las universidades, puesto que ah no haba peridico que te programara alguna audicin, una conferencia. La decisin de trabajar en la ms lejana zona rural, resulta como un encierro espiritual que la purifica. Entregada al pas nio, elige los das rurales, los das silvestres a cambio de la monotona citadina: la vuelta al campo. Por su amistad con Marcia rentaban juntas un departamento y los peridicos de la Liga que aqulla le enva, se infiere que es tambin una activista. Lo confirma de algn modo que su devocin por Emiliano Zapata sea colmada al encontrar sus ojos de orgullo magullado en los de Mundo, un lugareo de quien se enamora por su honestidad y su fuerza primaria. Aunque en ningn momento la mueve el afn experimental que caracteriza al joven epicuro de Al aire libre, la profesora tiene el cuidado suficiente de no idealizar a Mundo y verlo en su dimensin justa: grotesco y desaseado, sin conversacin, torvo: sin gracia. Cuando al fin resuelve su conflicto interior y decide dejar a Pablo, el fantasma ilustrado, para permanecer en el sur al lado de Mundo, experimenta de hecho esa vieja tristeza que trae consigo alternar con gente que est en la comedia sin fin de la conversacin inteligente. La cultura vencida o, mejor, subordinada a los instintos, a la vida sin

maquillajes ni artificios. o En Nmero equivocado, la voz que narra es la de un escucha que se dirige a una segunda persona, Natalia, y alude a un tercero: Marcia. Este tringulo narrativo puede definirse en la comprensin y el amor por parte del escucha hacia Marcia, al cabo una situacin imposible; Marcia tras un escaparate, inasible para quien, tal vez, la pudo comprender.

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Pero, quin es el fantasma de quin? A ratos el espa es el fantasma que ronda a Marcia, deseoso de aparecer en escena y materializarse ante ella para darle su apoyo como si la presencia de Estela furtiva se pudiese comunicar realmente con Luis. Lejana e inmediata al mismo tiempo, el lector sabr mucho ms de Marcia que en todos los cuentos anteriores donde con la excepcin de Jugada clsica slo haba referencias y apariciones fugaces por tomar para s el papel del espa telefnico. Figura opuesta a la cajera de La rectificacin, un trabajo de rutina convertir al empleado telefnico en el odo de un mundo que no es el suyo, si bien no le resulta del todo ajeno:

Yo haba estudiado en la lvaro; anduve manejando el comando, moviendo brigadas en el 68, y ahora, en las asambleas de Sindicato, pues dos tres estaba con la raza que pugnaba por desafanarse de los charros. 89 Como antes lo ha sido por el lector adivinada, presentida, querida o desdeada, Marcia es inventada para solaz romntico del espa a travs de los matices de su voz. Tanto como l, el lector sorprender a una Marcia decepcionada por la ignorancia, el machismo, la desvergenza, la suciedad y la homosexualidad encubierta de sus compaeros. Una Marcia compleja y un poco lsbica, ayuna de un amor que no tiene empacho en pedir, desesperada, a su amiga Natalia, quien de hecho podra ser la joven de Hasta el viernes, que a un paso de iniciarse en la sexualidad con su novio dice estar enamorada de Marcia. Vulnerable y sentimental, Marcia muestra una necesidad compulsiva de estabilidad que la hace, paradjicamente, buscar a su pareja en los cuerpos de muchos hombres. Magnetizado por Marcia al punto de escuchar los casetes con sus charlas en la soledad de la noche, el espa tendr que enfrentar a su esposa al regresar a casa. A pesar de
89

Ibid. , p. 116. 72

que ha conseguido verla un par de veces una con Eduardo y varias junto a Natalia en el cine , no la abordar por un prurito moral:

cmo iba a tomar mi presentacin figrate que aqu donde me ves no soy ningn extrao, tengo algunos aos de conocerte; mi siniestro trabajo me ha permitido penetrar en tu intimidad.90 Luego de escuchar sus conversaciones telefnicas a lo largo de tres aos del 69 al 72, no obstante su simpata y el deseo de encontrarse con Marcia, no olvida que es tambin un verdugo y que forma parte de la represin oficial. Orillado a pasarse al otro lado no por el dinero abundante como el director de El precio a pagar, sino por presiones econmicas elementales, puede sin embargo dar un paso atrs, rectificar como lo hace involuntariamente el porro de Gente importante, y prevenir a Natalia para salvar la vida de Marcia cuando es detenida por la polica judicial. Ahora sin la posibilidad de siquiera escucharla al telfono, Marcia ser vista de nuevo de manera fragmentaria, como figura de fondo. o En Nosotros, los de entonces aparece una Marcia ntima desde la perspectiva de uno de sus amantes. A juzgar por la dedicatoria y la intensidad de su relacin, se trata muy probablemente de Eduardo, el mismo que se ve con ella en Nmero equivocado y del que se tiene ya noticia en Por el sur. Decepcionada acaso por los hombres del grupo revolucionario al que pertenece, Marcia escoge una relacin de orden clandestino con alguien que no es militante y quien a la postre, dndose a la tarea de evocarla (como otros, los protagonistas de SOS. y La rectificacin, se han dado antes a la tarea de pensarla), har uno de los retratos fsicos y
90

Ibid., p. 120. 73

emocionales ms completo de ella. Por una parte est la aplicada y comedida estudiante universitaria; y por otra la mujer inmediata y sensual, rodeada de un sentimiento de orfandad y de constante despedida, nostlgica por unos padres a quienes dej por su autoritarismo y su mezquindad y a los que quisiera, a veces, poder ver de nuevo. Si bien es cierto que ella y el profesor universitario que la recuerda

forjaron un mundo a su medida, lejos del trato camaraderil, de la grilla carnicera e implacable: vivieron lo suyo, en esta ciudad paradjica y extraa, donde cambiar de crculo implica viajar en una mquina del tiempo al encuentro de etapas acabadas.91 Al grado de dominar un mecanismo de identificacin tal, que bastaba con una mirada significativa para desaprobar al mundo o darle el visto bueno, la ilusin de separar su vida sentimental de la vocacin de militante dura muy poco en el nimo de Marcia. Una mujer habituada a pensar que fuera de su trabajo poltico nada poda ser importante, tendr slo en la revolucin su forma de vida, sea la interior o la exterior. Su estado anmico se torna as en una suerte de termmetro que le indica al profesor universitario su partida irrevocable:

Aunque nunca te habl de las fases por que atravesaba su grupo poltico t lo adivinabas en el amor; en la creciente melancola de sus ojos, en la desesperacin de sus manos que clamando silenciosas te asan a su vida, anunciando la separacin.92 Un ao despus de marcharse, Marcia habr de ser capturada en la Ciudad de Mxico por agentes de la Federal de Seguridad. En una tarjeta postal enviada poco antes de su detencin alude al ttulo del cuento y del libro, refirindose a la pareja que fueron antao: Nosotros,
91 92

Ibid. , p. 132. Ibid., p.


134.

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los de entonces.

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DULCE MARA GONZLEZ (1958)

Posterior por cuatro aos a su participacin en el volumen colectivo De mujeres y otros cuentos (UANL, 1989), y dos a la publicacin de sus trabajos de crtica teatral en el volumen Gestus (Gobierno del estado de Nuevo Len, 1991), Detrs de la mscara es el primer libro que rene la cuentstica de Dulce Mara Gonzlez. Dividido en dos partes por criterios de extensin, en la inicial, Prodo, Dulce se vale de las formas cortas y del presente de las 35 narraciones, 21 estn escritas en ese tiempo, as como de la primera y tercera persona del singular. La segunda parte, xodo, agrupa 14 trabajos largos narrados con mayor frecuencia en tiempo pasado y en la primera persona del singular en comparacin con aqullos que narra en presente y en la tercera persona. Dulce Mara Gonzlez parece retar al lector a que desentrae cuentos cuya verdad desnuda produce una gozosa perturbacin. Elpticos, y tan maliciosos como inteligentes, son la sede de seres que proyectan fuera de s profundidad, igual que una aura (Hacia la playa) y, sobre todo, de los amantes, custodios con sus prcticas del frgil equilibrio del mundo (Demiurgos, Kama sutra). Empecinados, tenaces, sus personajes usufructan la hechicera y la magia para hacer llevadera la vida y posible su unin amorosa. Generadores y depositarios de historias, las guardan bajo sus prpados para compartirlas con los otros (Miguel). Tributarios del sueo y de la historia, del amor posible y del humor, los textos de Detrs de la mscara deben su afortunada escritura al empleo frecuente de una frase corta cuya autora trabaja con celo, apelando a su buen odo, para evitar la monotona rtmica.

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La unin de los amantes Muchos de los personajes de Detrs de la mscara buscan menos la sexualidad propiamente que su unin ms all o fuera del mundo. En El infierno el mal es aquello otro personificado en alguien cercano, en medio de una fiesta que an no hemos domesticado con el cuerpo. Mientras que el deseo es impuro y mancha, la accin de los cuerpos lo purifica, cumplindolo. As, ya que ha neutralizado la srdida naturaleza del deseo y nos dice:

Escucho cmo las puertas del infierno se cierran tras de m: Ya puedo estar contigo, ya puedo tocarte hmedo si me da la gana. Una paz repentina me transforma en ngel.93 la narradora cruza una frontera luego de la cual la unin de los amantes, anglica por el concurso de la carne, es posible. En Carteles, una pareja traspasa tambin la frontera de su ceida realidad y converge en un espacio fuera del mundo para llevar a cabo la ceremonia del amor: un cartel turstico del Caribe. Sin embargo, el tiempo utilitario del hombre echa por tierra el encuentro:

habindose consumido el verano, se llevaron aquel cartel donde solamos amarnos. En su lugar han colocado la montaa cubierta de nieve que anuncia una de tantas promociones para viajar en fin de ao.94 En Hacia la playa, los amantes permanecen un momento tras la delgada capa de la vigilia y
93

Dulce Mara Gonzlez, Detrs de la mscara , Premi editora, s. a., El pez soluble, nm. p. 11.
94

21,

Puebla, 1993,

Ibid. , p. 12.

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coinciden en un verdadero sueo compartido95 cuyo escenario es el ocano. Pero desde su fondo la mujer observa la llamada de la realidad en la hora del reloj que suele despertarlos. El tiempo de la vigilia los trae de vuelta a la rutina. En Labios ms rojos, los amantes se dan cita en una ceremonia sadomasoquista para hallarse en el placer. No obstante ignoremos qu emociones suscite en el otro la escena, el placer convocado transporta a la mujer hacia un ocano semejante 96 al de Hacia la playa, segn nos dicen las metforas acuticas:

Vinieron el dolor, la confusin, una ola que subi al cielo y me trajo con lentitud hacia abajo. El estmago se me iba a la garganta al tiempo que me deslizaba sobre aguas cada vez ms clidas.97 Gracias a una suerte de literatura interactiva vago resabio de Continuidad de los parques, de Julio Cortzar, la mujer que lee un libro en Verano invoca a un hombre y se encuentra con l por unos instantes en el espacio de la escritura. De la gradual conciencia de ser los personajes de una historieta, las criaturas de un demiurgo cuyo voyeurismo es indispensable para dotarlos de vida y pasin:

95

Si bien Hacia la playa, La leyenda de Takako, El viaje y Mujer tienen que ver con el sueo, Cacahuates es el ms paradojal de todos incluso que Mujer en vista de que, por su nitidez y persistencia, el sueo logra confundirse con la vigilia. As, el hombre que la narradora suea arribando a su cama en la madrugada con el peregrino propsito de comer cacahuates es percibido como uno real, tanto que al desear correrlo le resulta imposible por estar soando con l en ese momento. Como si por virtud de su fuerza, el sueo proyectara esa especie de ncubo miserable y de malos modales hacia la vigilia circundante de la mujer.
96

En I En una recmara de palacio hay una descripcin ms completa de ese espacio de convergencia y unin: Ocultos bajo el manto de la noche, somos capaces de internarnos en el ocano profundo donde la vida y la muerte unen sus labios ( ibid. , p. 26). Igualmente, en El muro la unin de los amantes es expresada con smiles marinos: La existencia es una ola inacabable que revienta, que los convierte en espuma y sudor y sbanas y gritos inaudibles (ibid., p. 62).
97

Ibid., p. 16.

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sin ti la pasin se esfumaba y nos convertamos en muecos planos y estticos. 98 cuando te alejabas, las horas volvan a llenarse de humo, Isabel y yo nos desvanecamos en el espacio que habas abandonado.99 Isabel y su compaero deciden en Demiurgos deshacerse de su creador una noche en que se queda dormido mientras fingen amarse. As, ser transportado hacia su dimensin fuera del mundo.100 La libertad de la que gozan, sin un testigo omnipresente, estar empero limitada por la aparicin de un demiurgo ms poderoso que ellos: el prximo dibujante, quien quiz opte por cambiar la historieta. En El muro, como caso frontero, la unin de los amantes, si bien propicia en un principio, se ver frustrada por el deseo de Isabel de perderse en la nada, no obstante Carlos se d a la tarea de buscarla bajo cualesquiera de las formas que asuma su mimetismo101: ni siquiera le importara que Isabel de pronto fuera viento, ya inventara la manera de aprehender algo tan frgil. Este empeo de autoanulacin explica, adems de tal mimetismo, el hecho de que, como un desnudamiento, Isabel quiera despojarse de ciertos imperativos sociales: advirti que al lado de Carlos era ms fcil olvidarse del peinado y los zapatos. Mimetizndose en l, Carlos ser el filtro del que se sirva para observar el mundo. Insuficiente, limitado ms adelante Isabel sentir un deseo de romper con todo aquello que la limita, el filtro Carlos es suplido a poco por un espejo, el muro perfecto.
98 99
100

Ibid., p. 53. Ibid., p. 54.

Esta creacin con vida propia, contenida en un objeto plstico, recuerda el lienzo ejecutado en Enero, que atrae haca s las cosas reales del cuento los pinceles que caen sobre un charco, ficticio, del cuadro .
101

Su vocacin mimtica es tal siente que su silueta se disuelve en la pared ( ibid., p. 61); apenas se mueve, le resulta suave y clida esa existencia de ladrillo rojo, que al acariciarla Carlos es como si su mano recorriera alguna banca (idem.).

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Refugindose por ltimo en el mar el muro cristalino, ahora integrada al mundo por su vocacin pantesta, Isabel asume, lejos de Carlos, la felicidad de saberse libre de las cosas, de la gente. En A cielo abierto, la narradora se dirige a un interlocutor historindole su encuentro, una maana en un caf, con Otto von Karloff. Ms que ser seducida por l, la narradora lo escoge por ser el opuesto de su amante original: Otto es nervioso, inseguro y da la impresin de desmoronarse. Su relacin con l es slo tributaria:

Otto nunca fue importante. Sin embargo, el vaco detrs de los abrazos, la indiferencia de mi cuerpo ante su cercana me provocaba buscarte desesperadamente, aguardar sin aliento que tu mano se posara, al fin, en mi regazo. Otto se iba convirtiendo en el prisma a travs del cual nuestros encuentros cobraban trascendencia, su presencia aumentaba el valor de aquellas citas, aquel ritual en donde, despus de fingirnos extraos [...], nos despedamos sabiendo que volveramos sobre nuestros pasos desde la banqueta, ahora abrazados.102 Dotndolo de la destreza y morosidad del otro, imntandolo con sus expresiones, la mujer ha hecho de Otto un amante a la medida de su deseo que no le produce ya temor alguno, a diferencia de la atmsfera de dominio impredecible y acaso violenta asociada al amante primero, cuyas ideas y expresiones faciales aqulla suele repetir tal como si lo hubiese atemperado. La paradoja mayor de este cuento, y su sorpresa, sera sin duda que el interlocutor fuera no el amante de la mujer sino su esposo, y Otto, al cabo inocuo y manipulable, el tercero en discordia necesario para mechar la unin amorosa. De vaga semejanza con El muro, Endimin ilustra la afortunada manera en que luego de su muerte un hombre se ha integrado al mundo inmediato de la mujer que lo ama, volvindose para ella ms cercano y propio incluso que en vida. Asociado con cierta frecuencia a las palmas:
102

Ibid. , p. 85; mas las cursivas. 80

te encuentro de nuevo entre las palmas de la estancia.103 [est segura de que la puede] observar desde las paredes, desde las palmas de mi estancia, copia fiel de aquella otra, la de tu casa.104 ello tiene probablemente su razn en la idea de que al morir la humanidad se torna una con los elementos. Como Isabel, la narradora se ha instalado en la visin de su amante: puede nombrar las cosas del mundo con palabras llenas de asombro, porque he llegado a verlas en la relacin que guardan con tus ojos (mas las cursivas). An ms: se ha apropiado para siempre de su deseo Cierro los ojos porque en mis manos respira tu deseo y de las viejas tentativas con que sola ser saciado: Yo me conformo con cerrar los ojos y avanzar por el camino de todas las noches, sentir las yemas de tus dedos que ahora bajan hacia el vientre.

Transmutaciones Una modalidad ms compleja de la unin de los amantes es la transmutacin que en ellos se opera para encontrarse. Si bien visto ya en el apartado anterior, Carteles, por ejemplo, prefigura la transmutacin en el hecho de que en pos de la unin la mujer ensaye todo tipo de hechizos y confiese: Al observarte imaginaba ser lluvia y pjaro. Adems, los amantes mutan su ser en imgenes fotogrficas. Por engaar con un prncipe al emperador Seiwa, de quien es concubina, Takako recibe una maldicin que la convierte en flor de cerezo en La leyenda de Takako como si la condenara a dar un paso atrs en la rueda transmigratoria. Sin embargo, quien ingiere cierta bebida elaborada con los ptalos de estas flores se une a la princesa fuera del
103 104

Ibid. , p. 87. Ibid. , p. 88. 81

mundo: La nica prueba de la cpula es el ligero cansancio que se presenta al abandonar las sbanas. Hasta ahora, nadie ha logrado recordar el sueo. Quintaesenciada en la bebida narctica, Takako se ha vuelto una figura de sueo que espera en l el espritu de sus eventuales amantes.105 Kama sutra compendia de manera notable la idea de la transmutacin. La puntual obediencia que dos amantes rinden al Kama sutra, llevndolo a la prctica, los invita a asumir las caractersticas de un rbol, una serpiente o un pjaro.

Sin reflexionarlo, sin darnos cuenta, una noche fuiste rbol; con races y hojas que deba morder, con un alma verde para seducir, con viento entre tus cabellos y tus manos a los cuales deba enlazarme mientras escuchaba el arrullo de los ros arcaicos.106

Al igual que la narradora de Carteles, ambos echan mano de la magia: preparamos encantos y hechizos con el fin de transformar la apariencia de las cosas. Segn la potica que ha presidido cuentos como El infierno o Hacia la playa, el placer se desplaza de la epidermis del exterior hacia el interior el espritu. En la bsqueda de una mayor pureza deciden recorrer los cuatro estadios de la existencia humana. La sorpresa del texto es la sencilla afirmacin que cierra el trabajo, acorde a su desarrollo y al aprendizaje progresivo del Kama sutra: Ahora somos pjaros. Los amantes se transforman, salen fuera de s. Una transmutacin involuntaria y repulsiva, opuesta
105

al proceso

de

Este cuento anuncia la fantasa sexual alimenticia de Carlota en Los placeres de Carlota, en cuanto que luego de comer carne la mujer se traslada, posiblemente masturbndose, con el carnicero: supera la carne para merecer los goces del espritu.
106

Ibid. , p. 77.

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espritualizacin de Kama sutra, es la que por un instante padecen los amantes de Cucarachas al hacer el amor en un cuarto de hotel de paso. Luego de matar cuanta cucaracha encuentran por toda la pieza y de empezar a amarse, algo extrao los violenta y transforma:

crio que se nos meti el diablo, porque nos pusimos como locos noms de pensar en esa cochinada que train dentro y que se escurre cuando las aplastas. Terminamos todos sudorosos y llenos de esa caca como amarilla.107 Aunque no para el amor sino ms bien para ganarse el halago pblico, la mujer de Ritual se somete a una transmutacin esttica que recuerda un autntico proceso de recomposicin:108 de la serie de redondeces fofas, labios resecos y piernas flcidas de que est realmente hecha, resulta al final una mujer joven, bella y bien formada. De modo semejante, Bajo la cpula presenta un mundo que si bien al principio su protagonista percibe como un divertimento, se vuelve de pronto ominoso de acuerdo a la tcnica empleada por Salvador Dal en cuadros como La carreta fantasma o El hombre invisible, donde el espectador ve simultneamente una realidad dada e inamovible y otra, superpuesta a ella, sugerida por el ttulo del trabajo. As, una vez que la ciudad oscurece por la cpula gris que forman las nubes al juntarse, 109 el cerro con apariencia de criatura prehistrica, atento al fluir del trfico, se transforma en un dinosaurio a punto de moverse, y

107 108

Ibid., p. 40.

Baste de ejemplo el tratamiento que le da a la nariz: Extendi sustancias de varias tonalidades sobre su nariz hasta lograr una correccin del tamao, un ocultamiento de la forma ( ibid., p. 37).
109

Y de pronto la noche se antoja un prembulo de cuanto en la realidad visible puede ocurrir una vez que, por la noche, el mundo queda en suspenso. De hecho, la frase final El mundo oscurece es muy parecida a aqulla que en Bajo la cpula anuncia los cambios, imaginarios o reales, que estn por ocurrir: En un segundo la ciudad oscurece. Todo entonces adquiere connotaciones humanas u ominosas: las cucharas y tenedores suspiran; los chcharos murmuran enfermos; el calor se convierte en un espritu maligno que amenaza desde los candiles y se apodera poco a poco de los muebles ( ibid., p. 17).

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el Volkswagen en un escarabajo rojo que puede acabar aplastado bajo su pie. Por fortuna la transmutacin es momentnea: la cpula de nubes se dispersa y la realidad torna a ser la misma de antes. La literalidad Fieles a la palabra, hacen de lo literal su condena. En Gourmet, por ejemplo, a partir de una premisa como no era un hombre como lo dems, era una sonrisa de pan recin horneado, un silencio de manzanas rojas, la accin se volver realmente literal: la mujermar, en cuyo pecho hay un ocano, se engulle al hombre como un pastel. A la manera de una viuda negra frutal, sinti cmo su amor creca a medida que Pablo iba desapareciendo. Arrepentida lleva hasta sus consecuencias ltimas la voluntad sin quebranto de aquellas mujeres que prometen seguir al hombre que aman hasta el fin del mundo:

Eso fue hace cuarenta aos. Ahora las cosas han cambiado. Resulta difcil sobrevivir tan lejos, en el punto ms apartado de la tierra. Adems el viejo olvida hasta su nombre y se pone cada da ms necio.110 Los marcianos volvieron ya potencia la carga de humor que caracteriza a la pieza Los marcianos llegaron ya al presentar una situacin en que la letra de toda aquella msica que los mencione confirmar la amenaza de su segunda visita a la tierra. La realidad sobrepuesta a la ficcin por el llamado de la palabra. Como en Verano, donde por obra del verbo una mujer llama a un hombre, en Final de televisin la palabra es el conducto involuntario de la magia. Sin saberlo, la narradora ha invocado el mal: An no puedo explicarme cmo fue que sucedi. Lea un libro de hechizos y magia negra cuando escuch, entre sollozos, su voz. Pero no ser ella

110

Ibid., p. 31.

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quien cruce hacia ese otro lado de la realidad que custodia el televisor tal como sucede en Poltergeist, la cinta de Steven Spielberg, sino su beb.111 En A mitad de la noche dos personajes comparecen en las palabras, si bien uno es real, y autor de las lneas que forman el texto, y el otro una entelequia, un ente de la escritura. Llamado por una historia que quisiera abandonar como por el personaje que la encarna, una mujer, el narrador acude a ella y la hace seguirlo hasta un caf donde pareciera que conversan, cuando en rigor aqul slo se ha puesto a escribir. Al cuerpo desnudo de esta sombra le es dado recostarse sobre las palabras que forman el nombre del narrador. Pero de sus caricias, una vez revisado el texto por la voz en primera persona del singular, slo queda una imagen, un nmero determinado de letras sobre una superficie blanca. El breve desdoblamiento de las voces de la segunda persona del singular ha pasado a la primera, y de all nuevamente a la segunda permite advertir la honda frustracin del narrador, encadenado a un personaje que habita dentro de la escritura.

La doble lectura Algunos de estos trabajos ofrecen una doble lectura al proyectar en la imaginacin del lector historias diversas a partir de una, determinada pero ambigua.

Elpticos al grado de ni siquiera aludir en sus ttulos a los personajes que los protagonizan, Zacate y Biografa producen cierta atmsfera de espectacin por cuanto tienen de adivinanza literaria.112 No obstante se piense en personas, ambos narran la vida y el
111

La mam y el lobo, versin remozada del viejo cuento del lobo feroz, guarda alguna semejanza con Final de televisin. Tal como en ste la magia negra ha enviado al beb de la protagonista al universo del televisor, el lobo mete a la madre en una caja para separarla de sus hijos. A poco, Claudia se volver por entero ajena a ellos: una voz que los arrulla y un nombre que no les dice nada.
112

La persiana tiene ese mismo efecto: el lector debe imaginar la historia que la anciana presencia en la calle a partir de una serie de acciones precisas y en apariencia inconexas.

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drama de los pequeos seres: de una hormiga, el primero, y de una ave, el segundo. (Su contraparte, en ms de un sentido, sera Fastidio divino: sabemos siempre que el cuento habla de Dios, y lo cotidiano divino tiene un escenario monumental: la inmensidad del ocano.113 La sorpresa, empero, radica en los estropicios que el bao de Dios suele dejar en el Universo.) ngel psicodlico puede leerse como la saga de un admirador de Jim Morrison que, despus de su muerte, experimenta en su bsqueda con toda clase de drogas para, al cabo, perturbado mentalmente, cantar con l entre las nubes. O bien, de manera ms objetiva, como la historia de tantos jvenes cuya enorme admiracin por el msico los lleva a tocar, cantar y vestirse como l ganndose de paso la vida. A sugerencia de su ttulo, Nias, sed juiciosas (Historia de amor con final trgico y moraleja) permite o exige una lectura simultnea tanto de la historia de una manzana que del rbol pasa al frutero y de all a su destino alimenticio, como de la gnesis de las muchachas engaadas por sus amantes. Clase de msica detalla los intentos de un menor puede ser un nio o una nia por aprender a tocar. Puesto que su maestra le ha explicado que la ejecucin de la nota s es un pajarito que se pone contento cuando tocamos la flauta, el lector no sabr a ciencia cierta si el ave que dice sentir dentro del estmago anuncia la temprana sexualidad que la instructora ha despertado en ella o l merced a su cercana fsica:

Como la maestra sabe que batallo, se acerca para ayudarme: primero acomoda mis dedos con sus manos tan blancas y tan suavecitas, despus se inclina a mi
113

Mujer describe ambas dimensiones, la minscula y la colosal, a travs de un juego onrico que sugiere una partenognesis infinita: una mujer suea que sobre su mano hay otra, diminuta; al rechazarla y ver que se ha ido, descubre que una mujer gigantesca la observa. En Demiurgos un pasaje subraya el gigantismo del creador frente a la insignificancia de sus criaturas: En las noches nos gustaba embriagarnos de tus ojos que eran como los ojos de la luna (ibid. , p. 53).

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lado, muy pegadita para escuchar.114 O se trata tan slo de su sentido musical a un paso de manifestarse. Acostumbrado a tener de confidente y compaero de juegos a un mueco que ha llamado Chito, el nio del cuento que lleva este ttulo dibuja una figura a la que interpela a lo largo del texto en vista de que, enojado con l, Chito no ha querido hablar en todo el da. Aunque es vctima y testigo de violentas escenas familiares (su padre es un alcohlico que suele pegarle por cualquier motivo, como a su madre la noche anterior, y ha llegado incluso a encerrarlo en el bao), ve el mundo sin comprenderlo cabalmente. Cuando descubre que no puede pegarle a su madre segn se lo ordena Chito y, rigurosamente, por imitacin paterna, tan comn entre los nios, su mueco ha roto lazos con l. Otra lectura de Chito es sa que describe el momento justo en que el nio, ms bien, rompe sus ligas con la fantasa no obstante trate de asirse a ella hablndole a un dibujo y empieza a comprender, oscuramente, su entorno inmediato.

Revelaciones infantiles Los nios tienen un papel principal en estos cuentos. En El marm una historia ingeniosa y de un fondo tan terrible como algunos cuentos infantiles es superada por otra cuyo final, sorpresivo y balsmico, suscita una esplndida imagen plstica: Coque trae de vuelta, tranquilo como un animal doblegado, a ese mar que, segn las consejas, se retira y convierte a la playa en una enorme sabana con el nico fin de engaar y tragarse a los nios que lo buscan.
114

Ibid. , p. 42. 87

Revelacin ilustra la inocencia del mal en una nia cuyos razonamientos y la certeza de haberse comportado de manera incorrecta se vienen abajo cuando, contra todo pronstico, la maana de Navidad descubre junto al rbol lo que haba antes pedido:

[entre una montaa de juguetes] haba una mueca con un orificio en la boca y una caja de paales. Un gato se abri paso de manera majestuosa, era blanco, peludo, luca manchas oscuras en el lomo y las patas. Ni quien lo dude, pens, soy una santa.115 Miguel narra la relacin de dos nios cuya fraternidad biolgica trasciende los lmites convencionales al grado de parecerse a la unin de los amantes de la que se ha hablado atrs:

yo no tena necesidad de ver con mis ojos, era como si los de Miguel nos pertenecieran a ambos. An ahora, despus de que han ocurrido tantas cosas, existen momentos en que percibo la realidad desde las pupilas de Miguel.116 Miguel, el menor de los dos hermanos, manifiesta un gran gusto por la oscuridad tanto como una adoracin por las lucirnagas que acaba transmitindole al narrador. De la captura de lucirnagas para darles un nombre y enseguida la libertad, pasan a una etapa de enseanza que anticipa los sucesos futuros:

poco a poco habamos comprendido que las lucirnagas tenan su universo y nosotros el nuestro, as que nos limitbamos a observarlas en espera de que alguna vez nos permitieran compartir aquella extraa existencia de luces, aquel mundo que era un espejo de estrellas.117 Anudados por un sentimiento comn, tras la muerte de Miguel ste regresar al poco tiempo
115 116 117

Ibid. , p. 43. Ibid. , p. 50. Idem. . 88

por su hermano para introducirlo en el universo que brota de sus ojos. Al transmutar su naturaleza por la de las lucirnagas, entablan un juego de planos y dimensiones como el de Mujer:

Hay dos nios que juegan con nosotros cuando el sol se ha ocultado. En una ocasin atraparon a Miguel, pero se dieron cuenta de que ya tena nombre y le permitieron marcharse.118 Los temas histricos Desde La leyenda de Takako hemos visto el empleo de los temas de corte histrico. En la primera parte, Prodo, hay una serie corta que debe leerse como una triloga. Al cabo, I En una recmara de palacio, II Mientras tanto y III En Itaca conforman una historia aparentemente circular cuyo ncleo es la ausencia que deja el hombre en la mujer, sea por razones blicas Menelao en el primero o por cuestiones de honor Odiseo en el tercero. Si bien el proceder de Odiseo en el ltimo tiene sus causas en el inicial (la seduccin que Paris Alejadro ejerce en Helena para separarla de su marido, chispa de la guerra de Troya), III En Itaca rompe la circularidad viciosa por la clebre estratagema de Penlope, subestimada por Ulises antes de partir, que a la postre guardar a la mujer de abandonarse al deseo y a la infidelidad: su obstinacin en tejer. Irnicamente, II Mientras tanto narra el rescate de Helena, muerto Paris Alejandro, por un Menelao distante obligado a recordar a la mujer ms hermosa del mundo para volver a amarla. A travs de la ingestin de hongos, un joven regiomontano de visita en Oaxaca En la sierra mazateca convoca en su persona las antiqusimas existencias de Minos y Pericles, tanto como los lugares donde ambos gobernaron: Cnosos de Creta y Atenas. Cuando dice saber que no existe la soledad eterna de Minos, de Pericles, la ma propia,
118

Ibid., p. 51. 89

confirma la existencia de un limbo comn. Muerto, presencia su funeral por estar encadenada su alma al cuartucho de la sierra mazateca donde Juana le ha dado a comer teonancates. Como en el cuento anterior, Las voces de Agamenon suma al discurso en este caso un diario; en aqul un monlogo un testimonio objetivo que al procurar distancia da una idea ms completa del estado emocional del protagonista. En tanto que En la sierra mazateca leemos el fragmento de una nota periodstica que sita fsicamente al personaje, en Las voces... el catedrtico Gabriel Roll presenta el texto redactado por el escritor Samuel Wilcox, El caso Atrax, introduccin a su vez del diario de Agamenn Atrax Villatoro. El caso Atrax pone de resalto la influencia que el padre de Agamenn ejerci en l a propsito de un inters desmesurado y enfermizo por el estudio de antiguas culturas mediterrneas:

lo inundaba de palabras y en su interior nacan ciudades, vidas, seres lejanos que de pronto eran los grandes amigos que nunca haba tenido, y se le haban ido metiendo entre los poros de aquella piel morena que empezaba a parecerle extraa.119 En su afn de restaurar la leyenda, Agamenn se desposa con una joven griega de nombre Helena. Apremiado por las voces y lamentos de los hroes de sus libros y ante la incgnita que para l representa la pequea tablilla con singulares inscripciones que le heredara su padre, Agamenn se decide a emprender un viaje a Atenas. En algo que se antoja un viaje astral como el del protagonista de En la sierra mazateca, ayudado por los hongos, Agamenn es capaz de desprender su conciencia de su cuerpo. (Recordemos que su espritu
119

Ibid., p. 69.

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oscila ante el poder de una fuerza desconocida). En la isla de Creta, poco antes de dirigirse con Helena al Palacio de Cnosos, se siente seguido por una de las voces de la biblioteca. Cuando su razn le sugiere que tales voces pueden venir de s mismo, le espanta menos la locura ordinaria que perder la pista que lo ayudar a descifrar las inscripciones de la tablilla. Es indicativo que en su diario no haya una fecha precisa de su encuentro con el pasado, en el restituido palacio de Cnosos, dentro de los lmites del universo que ha mencionado al inicio del diario y cuya existencia y poder son necesarios para hallarle sentido a la tablilla; se trata de un encuentro fuera de tiempo. Pero ya que ha traspuesto la realidad que lo encarcela ingresar a otra, contenida en el universo, que paradjicamente lo cercar tambin. El dueo de la voz que lo ha guiado hasta la sala del trono ha logrado escapar es el vagabundo que asegura haber vivido en Creta durante el reinado de Minos, mientras que de Agamenn Atrax slo ha quedado su cadver, descubierto cerca del palacio, y cuya antigedad, no obstante vestir ropa contempornea, se calcula de una era anterior a la cristiana. Ambos, el vagabundo y Agamenn, tienen alrededor de 30 aos. Ha vuelto en verdad Agamenn a su viejo mundo, desligado de l antao por la muerte biolgica? Reencarn en un joven tijuanense y, en lugar de hacer una vida propia, obedeci el llamado del tiempo y se reincorpor al pasado, al universo? Y, por ltimo, Una conversacin entre los rboles refiere el encuentro del narrador con un viejo amigo, Ernesto, desterrado para siempre de la razn. En el plano objetivo, Ernesto ha presenciado cmo un perro degella a un nio. La terrible escena lo ha trastornado al punto de creer que el nio era su hijo, y que la causa de la tragedia se debi a que el perro de Alcibades tom as venganza por enterarse de sus investigaciones sobre el tema. Muestra de su obsesin erudita es el pasaje en que narra la aparicin del animal en

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Inglaterra, el ao de 1837, durante una manifestacin de la recin creada Unin de los obreros de Londres. En el plano subjetivo, dentro de ese tiempo cclico120 que lastra a los protagonistas de En la sierra mazateca y Las voces de Agamenn y que permite al lector hacer una puntual doble lectura, Ernesto concibe el hecho como una vindicta perpetua: ese hijo mo viene muriendo desde hace siglos. Segn su lgica, la raz del suceso se remonta al ao 420 a. C., cuando en un acto impo cuyo slo fin aparente era el escndalo en realidad el excntrico general apelaba a la adivinacin, Alcibades degoll a su perro. 121

120

Aunque ajeno al tema histrico, Frente l, que finge estar dormido tiene ligas evidentes con Las voces de Agamenn y Una conversacin entre los rboles, pues a lo largo de una espera de 10 minutos Jorge reactiva, a su pesar, un viejo trauma infantil de desamparo materno en su discontinua relacin con Clara.
121

En Prodo, La perrucha anticipa Una conversacin entre los rboles por la ndole fantasmal que se le imputa a los animales que aparecen en ambos cuentos: Decidimos matarla porque desebamos dormir tranquilos y acabar con el cuento de los nios que aseguraban verla en los rincones de sus cuartos ( ibid. , p. 34). Una vez que le dan muerte, los vecinos se reparten el cuerpo de la perrucha y fortifican su amistad restaurando el antiqusimo rito de dispersar los restos de un cadver por los cuatro puntos cardinales. Otra relacin conflictiva entre personas y animales es la que tiene con un gato la narradora de Un dominio redondo. Son tantos su dependencia y su odio hacia l, que se aplica a la hechicera plstica armando un rompecabezas que tiene dibujada su muerte.

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PATRICIA LAURENT KULLICK (1962)

En sta y otras ciudades, el primer libro de cuentos de Patricia Laurent Kullick, matices, sensaciones y tonos melanclicos o humorsticos son fundamentales para la conformacin de un universo regido por dos vertientes: el cuento netamente fantstico, con su final inslito; y el relato de introspeccin, intimista, que poco a poco se acerca al terreno de la novela. En ambos, los personajes se vern posedos por un constante afn de permutar sus pieles en un aparente deseo de nulificarse, disolvindose en otros, donde hay menos autodestruccin que necesidad de liberarse. La aldea de Gal-Ehl, una vez completo el Vaso ritual, podr liberarse hacia la nada desrtica en la que el protagonista se halla al final del relato; Martina y rik sern fantsticamente otros al recuperar su vieja identidad, para dar los primeros ejemplos.

El tiempo del juego Por obra del juego, los personajes de Patricia Laurent ritualizan sus actos hasta adquirir, a ojos del lector, un peso dramtico. Se disfrazan, mutan sus personalidades por hallarse a disgusto dentro de pieles mezquinas. Pero la representacin los trasciende peligrosamente: lo que en Niebla en Berln empez como una simple puesta en escena, al ritualizarse con la quema de una prenda y una fotografa, cuyas cenizas ingiere la mujer, lleva a rik a figurar como nazi y a Martina como una juda desprotegida. Castigo o fatalidad? Si pueden volver a la edad primera es posible que no haya condena ni castigo. Estn tan ansiosos de reconocerse como otros, en otros, que rik observa a Martina mientras realiza la ceremonia desde otra dimensin. (De hecho, rik Golchack posee una gran imaginacin de viajero

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mediante la cual busca acceder hacia una realidad distinta.) En La aldea de Gal-Ehl el juego es un asunto de lo ms serio. Quebrar un vaso para que con uno de sus fragmentos pueda completarse el Vaso ritual y conseguir el perdn divino, es fundamental para los aldeanos. Si el narrador debiera sentir asombro e incluso temor, muestra desafo en consecuencia de la atmsfera absurda, consiguiendo un logrado efecto cmico:

Para entonces ya no me molest la situacin, sino que mi orgullo de turista engaado y los quince vasos que me beb, me hicieron jurar que me terminara el barril esa misma noche enfrente de todos esos pares de ojos que esperaban mi fracaso.122 El plan del robo en Pan de barro trasciende el simple juego, dndole una maliciosa dimensin de vrtigo. Lupe Babas, una deficiente mental, hurtar un par de pasteles de acuerdo a las instrucciones de la narradora y una amiga suya. Desde las azoteas imaginan el recorrido que har Lupe luego de llevar a cabo el plan. En el entrenamiento vemos la parte oscura del juego: Lupe salta la cuerda para ganar condicin fsica. La narradora y su amiga cambian de nombre para protegerse y Lupe, a pesar de no necesitarlo, se exotiza con el de Yesenia. Incluso en la ocasin del robo la camuflajean con lodo: se vea realmente diferente. El juego adquiere suma gravedad cuando Lupe estrella una bscula en la cabeza del hijo del tendero y es recluida en el manicomio. El protagonista de ste era un rey se da a la tarea de montar un ltimo escenario: el personaje asiste, disfrazado, a su muerte ceremonial para reencontrarse consigo mismo en el origen.

122

Patricia Laurent Kullick, sta y otras ciudades , Fondo Editorial Tierra Adentro, nm. Nacional para la Cultura y las Artes, Mxico, 1991, p. 14. 94

21,

Consejo

El peso del disfraz Asumir un disfraz permite a los protagonistas de Niebla en Berln, a la vez que sentirse otros, emprender una escatologa ertica:

Martina se pona la sbana en forma de toga y jugaba al Csar ordenndole que le chupara el sexo y, mientras l paseaba la lengua por su cltoris, ella beba vino y hablaba en latn. Ahogada en sollozos de placer, Martina se quitaba la toga y la converta en un capote blanco. Entonces l bufaba muerto de risa y ella lo toreaba pasando el capote por su pene erecto hasta dejarse cornar por el trasero.123 El director de teatro de sta y otras ciudades puede elevarse de su condicin mediocre a travs del disfraz:

En este escenario he fingido la locura que espero, juego a la revolucin francesa, me emborracho en una taberna italiana vestido a la manera del siglo XV.124 Herminia es presa de la fatalidad del disfraz. Una vez que se cubre con un hbito de monje para asistir a una fiesta, no abandonar la prenda un solo momento. Cuando la narradora se pregunta qu haca Herminia era curandera, vagabunda o, tal vez, misionera?, piensa que fue algo que ley o que tuvo una conversacin con alguien para lanzarse a aquella aventura. La presuncin de una lectura sediciosa la explican ciertos detalles suscitados durante una huda que acometieron con muy poco xito la narradora y Herminia en la adolescencia. La silenciosa e introvertida Herminia, para gran sorpresa de su hermana, crea entonces una realidad paralela:

Invent la existencia de una ta malvola que, a la muerte de nuestra madre, se haba hecho cargo de nuestra frgil existencia. Que nos utilizaba como sus
123 124

Ibid., p. 10. Ibid., p. 28. 95

sirvientas, malcomamos y nos pegaba. Que a m me haba puesto a trabajar en una tienda explotndome hasta el ltimo centavo y a ella la obligaba a vender empanadas desde haca tres aos.125 La fluidez como se alza este mundo convence incluso a la narradora: Desde ese momento no haba ms verdad que la que ella haba creado para nosotros. Es tan slida su fuerza imaginativa, que puede repetir con increble exactitud cuanto ha dicho momentos antes. Pero no slo crea historias, sino los nombres y empleos de los seres que pueblan su mundo verbal: Ah vamos, a Linares. Andamos buscando a nuestro hermano Memo. Maneja un bulldozer en una constructora. Lo otro en Hermana Herminia pareciera existir como sola condicin del personaje, no obstante el paisaje, el escenario las calles de Linares, aparezca como parte de una cotidianidad muy prxima, si tenemos en cuenta el exotismo geogrfico de muchos de los relatos de Patricia Laurent: paisajes, al cabo, otros. Porque Linares, tan cercano a nosotros qu distancia entre esta ciudad y Berln, representa para las dos mujeres una gran aventura. La ruptura con lo cotidiano nos instala en la desolacin ms absoluta, en el pnico, el miedo, la tristeza, la total desesperanza. Si en la niez Herminia se haba vuelto una especie de pasatiempo y un chiste en los recreos de la escuela, en gran parte por la indiscrecin y el desinters de su propia hermana yo aportaba nuevas ancdotas de mi hermana que provocaban risa entre la bola, en la vida adulta su presencia incomoda a la narradora por esa lejana y extraeza llevadas al extremo del juego. Mientras Herminia va hacia su propio encuentro, actualizando un rico universo interno mediante el disfraz como Martina y rik en Niebla en Berln, o el violinista que reta al expectador en Duelo, la voz narradora nos sumerge en su bsqueda angustiante,
125

Ibid. , p. 79. 96

en su irremediable nostalgia.

La edad original En Duelo, un espectador toma, al parecer sin quererlo, el reto de un violinista. Entre ambos ofician, como los personajes de Niebla en Berln, rituales secretos, ntimos: como signo de cambio el espectador percibe un vapor interior que lo aliena: Reconoc el vapor de cenizo hervido y el olor a hierba reseca. La identidad original, como en el cuento mencionado, aparece en el lugar menos previsto: el violinista se duplica; al tiempo que ejecuta su pieza se refleja en el espejo del bao. Al suplantar la personalidad (o al fundirla?), ya que es el espectador quien se haba arrancado la corbata y los botones de la camisa, ste aparece distante en el escenario a los ojos de la mujer que lo acompa al concierto. Lo ms perturbador no es tanto el trueque de identidades, sino el saldo de la aventura: qu clase de hbrido encarna en la piel del nuevo violinista? Qu se tiene a fin de cuentas al barajar as las personalidades?

La otra realidad Entre los cuentos de Patricia Laurent cuyos sucesos derivan en una realidad fantstica, hemos visto ya Niebla en Berln y Duelo, relatos con ms aristas por la incursin del juego, el disfraz o el reencuentro con la edad original. Habra que incluir igualmente El ltimo grito, donde un carterista se halla, por el azar del robo, un terrible objeto custodio: una billetera que es como la lmpara del genio.126 Las imgenes que suscitan este relato me recuerdan Metamorfosis en marfil, donde una aparente incompletitud da paso a imgenes
126

La fantasmagora visual, como en Duelo La puerta del retrete estaba encendida y los azulejos al rojo vivo, ayuda en mucho a conseguir el efecto: la calavera del broche tiene ojos de esmeralda que se encienden furiosamente. 97

perturbadoras: es una morsa vuelta mujer o viceversa? El ms sorpresivo de esta serie, impregnado de un discreto humor y de olor a ajo es Se solicita sirvienta. Pareciera que al conocer los recados que se dejan Angulema y Jonas Kushner furamos a asistir al inicio de una relacin amorosa o de una amistad que pudiera suavizar la distancia que pone el dueo de la casa entre su persona y la de su nueva sirvienta. Pero si cremos habernos solazado con una estampa de buenos modales y mejores costumbres entre una sirvienta y su patrn, presencia ausente, ste es nada menos que un vampiro cuya no-vida es puesta en peligro por los afanes domstico de Regulema. Si bien se desarrollan en una dimensin netamente terrena, podemos asociar a esta vertiente aquellos relatos que, por enmascarar realidades atroces, dejan una impresin inquietante al cabo de su lectura. En Al cerrar los prpados, por ejemplo, la distancia con que la voz narradora se recuerda (desconoce la razn por la cual llevaba puesta una blusa de enormes bolas rojas) y un alucinante efecto verbal hace que reparemos muy poco en el hecho de que quien narra es posiblemente una nia o adolescente anda descalza y sucia, cuya necesidad de droga hay humo multicolor en sus prpados obliga a su amigo o hermano (en todo caso no un adulto: lleva canicas en los bolsillos), a prostituirse en la cantina. Hay mucha familiaridad entre la narradora y el entorno, y por ello mismo debe haberla tambin entre Mundo y ella: Antes de entrar a casa vimos por la ventana que mam arrullaba a Beto. Patricia se vale de este recurso en Donovan en el 68. La nia que recibe a Donovan narra a travs de la distancia una relacin cmplice en la que no hay brutalidad sino evocacin y nostalgia. La presencia del personaje es tan inusitada como su nombre: Donovan Mndez. Donovan es una aparicin terrenal descendida del cielo poltico de aquella poca; incluso en la forma en clave de aludir a los sucesos hay resabios de lirismo.

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La ltima imagen de Donovan se hibrida de lo terreno y lo espectral: Tena un ojo cerrado, un pmulo de carne al descubierto y la boca distorsionada. Pero enseguida, con la lectura de una nota que Donovan deja a Alfredo, hermano de la nia, sabemos que aquella aparicin rodeada de magia y misterio no es ms que un hombre perseguido por pertenecer a un movimiento poltico. Martn sigue en el cuarto produce asimismo un hondo desasosiego en funcin de la atmsfera opresiva en que se mueve la narradora, aligerado un tanto por el humor absurdo del Simio, quien tan pronto conoce a la mujer le pregunta si juega a la oca.

Las tramas cclicas Algunos de los cuentos de Patricia Laurent violentan las posibilidades de los personajes, su capacidad del disfraz, la seriedad con que emprenden el juego, hacia la solucin del texto. Martina y rik, en Niebla en Berln, ofician rituales gracias a los que pueden volver a la edad primera. rik, condenado por una especie de reproche cclico, encarna con uniforme de nazi. El juego ertico anticipa la transformacin final:

Aunque siempre era diferente, muchas veces [Martina] se fue asustada hasta un rincn del cuarto y rik tuvo que entender el juego. Se pona las botas negras de su trabajo y caminaba desnudo, hablando como los nazis, hasta la celda de aquella pobre y desprotegida juda que temblaba verdaderamente al ver la sombra de l que se acercaba a violarla.127 Desde el inicio de En la aldea de Gal-Ehl se nos anuncia su condicin fantasmal: Me dio la impresin de estar en un pueblo fantasma, donde los espectros requeran de lmparas de querosn para iluminar sus tumbas. Porque al acabar la lectura encontraremos al narrador solo, con el despertador y la maleta semienterrados en la arena, en medio de las dunas.
127

Ibid. , pp. 10-11. 99

La poca de ahorro y esfuerzo descrita en ste era un rey prepara un despertar explosivo, pero es un sueo terrible, premonitorio, lo que decide al personaje a montar su escenografa final:

ya estaba yo entre ceja y ceja del Orate aquel que rige el destino. Lo vi en sueos, muerto de risa, frente a un computador donde apareca, lnea por lnea, toda mi historia. Por entre sus dedos huesudos, dej caer gruesas gotas de insatisfaccin en mi vida.128 El protagonista, empeado en organizarse una muerte simtrica y bien ensayada, se turba por las imgenes de caos y violencia que pueblan La taberna del Elfo: Vea sesos embarrados en los tablones de mi taberna, mandolinas tiradas, guitarras rotas y sonrisas evaporndose en el alcohol. No lo pude soportar. Vend el negocio. En La revelacin un sueo anticipa a Tolstoy la obra maestra. La computadora del sueo visionario registra las varias reencarnaciones que ha tenido el escritor a la vez de confirmar su talento: aquel hombre de barba pinta y larga, alto y corpulento, de cejas pobladas y nariz de coliflor, sera sin duda una gran figura literaria. Esta escritura cclica se cumple con mayor exactitud en Seor M, puesto que el principio:

Estruendo de vidrios. Una navaja hundindose en la carne. La lluvia. Una calle vaca. Dos sombras que se confunden. El parpadeo de una M mayscula difuminada en un fondo naranja. La msica: cuerdas, violines, timbales, teclados, viento? El silbato de la fbrica. Sueo obsesivo.129 y final del cuento coinciden incluso en la escritura:
128

Ibid. , p. 54.
129

Ibid. , p. 71.

100

Mi sombra se reflej en la pared hmeda de una fbrica. Creca, se desfiguraba alta y cuadrada, trepaba por mi espalda ahogndome; desenfund una navaja que sent entrar zigzagueante en los bajos de mi espalda. Las luces de la calle parecan estrellas reventadas por la lluvia. Escuch la msica, los vidrios. Doblada por el dolor agudo, ca en un charco de la calle, sobre el reflejo de unas letras de nen naranja que anunciaban parpadeantes: welcome to Mathews Palace.130 Opera la violenta escena del travesti victimado como un anuncio de la muerte del narrador?

La bsqueda del amor Los personajes que pueblan estos cuentos siempre se estn debiendo algo: la nia de Donovan en el 68 oculta para s, como prueba de fiel complicidad con la aparicin terrenal, un mensaje que Donovan deja a Alfredo. En Pan de barro, cinco aos despus de que Lupe estrelle la bscula en la cabeza del hijo del tendero, la narradora la visita para entregarle su parte del robo, una taza, y Lupe le entrega a cambio el botn: unos pasteles hmedos y enverdecidos. La relacin se acaba entonces. Hay en la narradora mucha frialdad: haber manipulado a Lupe con consecuencias tan desastrosas no le causa remordimiento. En Desencuentro Silvestre identifica a una mujer con la que, siendo nios, tuvo en el pasado su iniciacin sexual: en el solitario velatorio de su madre. Si la narradora de Hermana Herminia muestra hacia sta una preocupacin omnipresente: Me doy cuenta que recuerdo todo de ella. Era como un enorme ojo siguindola; la voz de Silvestre planea sobre los actos de la mujer cuando, nia en ese tiempo, lo busca la tarde en que muere su madre. Incluso, a travs de ella, accede en una dimensin imaginaria: El camino era sinuoso. Podra haber animales salvajes, hadas esperando. Reptaste por el pasto, escondida
130

Ibid. , p. 73.

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de los gigantes. En sta y otras ciudades los amantes se rehuyen, se desencuentran una y otra vez. pero en Martn sigue en el cuarto nos convencemos que, despus de todo, el amor, cmico o absurdo, es aun posible.

Le acarici [al Simio] el pelo de pas grises, hund mi lengua en las quemaduras de cigarro escondidas en su barba rala. Le bes las cejas llenas de caspa y el cuello; lam la sangre de sus encas negras.131 La pelea en Seor M obedece menos a la violencia gratuita que al loco amor suscitado en el agresor por su vctima:

Encontr al bailarn rubio a mi lado. Peda perdn al hombre que lo golpeaba. Era ms atractivo fuera de las luces verdirrojas de su danza. An vesta los calzones de tiras plateadas. El hombre que lo haba bajado del escenario lo agarr furioso por las orejas para acercarlo a su boca en un beso apasionado. Al levantar la cara, tena entre sus dientes la nariz del bailarn. La apret fuertemente en sus quijadas. Tom la copa vaca de mi mesa y la quebr dando un grito de cuerno africano. Luego enterr la copa astillada en el ojo del bailarn, de la cuenca sali sangre a borbotones.132 Una consideracin: sta y otras ciudades Alguna parte de sta y otras ciudades cuando el director dice vestirse a la manera del siglo XV, me obliga a recordar ste era un rey, por su desplante, su desparpajo, su ridcula magnificencia. De hecho, el recorrido que hace el protagonista por el mundo en ste era un rey puede compararse con el que ha realizado Cleotilde. Pero ella se nos presenta ms triste y desprotegida que nunca por ignorar la razn de su angustia al volver del extranjero. Esperaba hallar a su regreso una mejor
131

Ibid., p. 63. Ibid. , p. 72; ; mas las cursivas.

132

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relacin con el director? Acaso creer que la sola ausencia iba a disolver su gran fracaso interior y descubrir que fue intil, la conducen al suicidio. Su exilio le ha dejado un gran peso de culpa: busca siempre el perdn (por haberse ido?):

Ella me contagiaba [en sus cartas] con frases cargadas de ansiedad, insomnio y tristeza, describiendo una hermosa reconciliacin impulsada por el arrepentimiento y el deseo de volver con la cabeza baja, dispuesta a todos los castigos que debiera someterse para ser perdonada.133 La colectividad sin rostro a la cual pertenece no es capaz de brindarle fortaleza: es una Cleotilde que haba dejado de ser nuestra minutos, horas, quizs aos atrs o desde aquel instante en que decidi partir. De hecho, el director se obligaba a explicarle que nadie jugaba contra ella, pero, igualmente, se ignora su ausencia: aqu nadie esperaba a Cleotilde hasta que lleg. o sta y otras ciudades es ms que un libro-inventario. Tal diversidad de hombres (de carcajada elctrica, sonrisa morada, ojos oxidados, dientes empalmados y brillantes); de mujeres con decepcionantes carcajadas de hachs; de personajes que quisieran borrar su pasado con gestos fciles; de seres que con la sola mencin de un nombre se abandonan a la evocacin de la lluvia en septiembre o al olor de un trapeador de petrleo en los corredores de la escuela Donovan en el 68, o que piensan en faldas percudidas y tierras congeladas al decir la palabra Irlanda Despus del muro, convirtiendo las presencias en pasatiempos y chistes en los recreos escolares Hermana Herminia; cobra mayor realce gracias a la capacidad de sntesis y la intuicin del fondo humano que posee la narradora.

133

Ibid., p. 29. 103

Estn por todas partes Patricia Laurent escoge para ttulo de su segundo libro de relatos el de Estn por todas partes gracias a una discreta sabidura: de haberlo escrito entre signos de admiracin y consiguiera as un determinado efecto, el dramatismo visual habra entorpecido la carga que guarda esta en apariencia inofensiva frase. Estn por todas partes es la llamada de auxilio de un personaje colectivo y sin nombre o el mismo de todos estos relatos? que, a no dudarlo, se sabe perseguido por los nmeros fosforescentes del reloj, por los incontables fantasmas y demonios que pueblan el aire y, tal vez, si est en vena, por las voces de la gente oculta tras las paredes y aun por las miradas de los retratos. Habra que imaginar a los personajes de Patricia Laurent musitando su derrota, diciendo: ellos estn aqu, mirndome, obsedindome por todas partes. Pero, qu es lo que est por doquier, llenando el aire cotidiano? Las obsesiones, los miedos, los murmullos, todo en razn de su sensibilidad abierta, desgarrada, as como por una excesiva autoconciencia que limita con la locura.

Asuntos de conciencia Una de las novedades de Estn por todas partes respecto al libro anterior es la aparicin de la autoconciencia. El narrador del segundo relato asegura que puede observarse a s mismo y a su pareja aun en los momentos ms ntimos, o bien que es capaz de registrar todo como un ojo observador. Esto no sera tan grave si esa mitad vigilante, acaso la Conciencia gazmoa que conoceremos en el relato XVII, no se volviera contra la voz que intenta ordenar las palabras al grado de deformar la escritura y confirmar lo que se nos ha dicho en el sptimo relato No se puede escribir desde la intensidad:

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siempre estoy en observa, observemo, fingiendo, observome escribiendo, observome borrachza como ahora, SIEMPRE estoy en continyua observacin.134 Alguin me persigue, alguin esta viendo si soy capaz,. alguin, e 4sta viendo si puedo con el mundo o no, pero yo, paranoica quizs, desde ahora declaro., no ella, nho puede con el mundo, no soporeta la oscuridad aunque la pro 9cure.135 Tampoco sera tan grave si tal posibilidad de observarse fuese un acto independiente de la escritura, ya que por su concurso, por su evidente tentacin me pregunto a veces, si yo realmente escribiera todo lo que observo, a estuviera viva aan?, el personaje de Patricia corre el peligro de convertirse en una paradoja desquiciante como el memorioso Funes de Jorge Luis Borges, por cuya infalible como implacable memoria es capaz de recordar minuciosamente todo cuanto vive y ha vivido puede reconstruir, verbigracia, un da entero requiriendo para ello... un da entero. De hecho en el relato XI un peligro semejante se ha cumplido: tan persistente auto-observacin, a pesar de la complacencia que le rinde al personaje, en lugar de procurarle una coraza que lo proteja, lo desampara. Pues esa atroz vigilancia impide que sea capaz de acometer cualquier acto rutinario (le impide concentrarse):

Dejo de ver el sol por verme viendo al sol.136 Hace tiempo pagu una fuerte cantidad de dinero para obtener la clave de la concentracin y todo el tiempo estuve tratando de concentrarme en los consejos del conferencista mientras me vea cmo me vera si fuera su discpula eternamente.137
134

Patricia Laurent Kullick, Estn por todas partes, Presidencia Municipal de Ciudad Guadalupe, N. L., Serie Abrapalabra, nm. 9, Cd. Guadalupe, 1993, p. 11.
135 136
137

Idem. Ibid. , p. 30. Idem. 105

Y aun lo deja inerme ante una agresin que de seguro lo aniquilar:

Me veo concentrada en la carrera del camin mientras el seor de atrs, sin aguantarse ms las ganas, apresa mi cuello e intenta ahorcarme. No me puedo zafar porque la mitad de mi conciencia est viendo que me torno plida, luego morada. Los ojos se me ponen en blanco. No siento ahogo, slo observo lo mal que me veo morada.138 Pero, a quin pertenece ese otro yo que, en primer trmino, convoca la escritura, y a continuacin la sola existencia de algunos de estos personajes? Puede tratarse de una voluntad? Tengamos presente que en su prlogo a los Doce cuentos peregrinos, con algo que a primera vista parece socarronera y con mucho de ese tono fulminante y sabio con que sus personajes pronuncian cualquier frase, Gabriel Garca Mrquez apunt que escribir, o el puro placer de narrar, era quizs el estado humano que ms se pareca a la levitacin. Y por qu a primera vista? Si nos detenemos, y meditamos, y le damos un par de vueltas, veremos que el autor colombiano, fuera de toda broma, se refiere a esa escisin comn que dualiza al escritor, segn ha observado con frecuencia el poeta Octavio Paz: el que escribe y aqul que mira al que escribe.139 Aunque de modo provisional Paz menciona en el acto creativo la irrupcin de una voluntad ajena, la misteriosa colaboracin ajena, con la no invocada aparicin de otra voz, el poeta dubita no slo a propsito de la procedencia de esa otra voluntad ya se ha preguntado, por cierto, si el que escribe y aqul que lo mira son una misma persona, sino acerca de su verdadera naturaleza:

138

139

Ibid. , pp. 30-31.


1985,

Pasin crtica , Seix Barral Biblioteca Breve 664, Mxico, 2a reimpr., 106

p. 212.

La voluntad que aqu nos preocupa no implica reflexin, clculo o previsin; es anterior a toda operacin intelectual y se manifiesta en el momento mismo de la creacin. Cul es el verdadero nombre de esta voluntad? Es de veras nuestra?140 Patricia Laurent, segn notamos, no escapa a esta condicin?, fatalidad?, puesto que adems de dualizar a su narrador, llevando el experimento tan lejos como puede, igualmente desdobla a otros, no ya en el acto de narrar sino en el puro y simple de existir como vimos ya en el relato XI. Pero, no debera ser tal voluntad cosa ajena a la conciencia, esa madrastra de la creacin? O, ms bien, si se trata de su otro yo, no estar manipulando al narrador de estos relatos para configurar propsitos que nos parecern siempre arcanos? La potencial actividad literaria que despliega el personaje del relato XII a partir de los pasajeros que observa en un vagn del Metro, tiene su principio en estos dos enunciados: la rutina es a toda madre. Que otros nos cuenten sus historias. Pero esta actividad revierte contra s mismo al advertir que si bien su imaginacin puede inventarles historias, desdoblando su existencia en otra (traduciendo a palabras la lectura que hace en el rostro de las personas, o alguna escena que, en principio, parece absurda e inexplicable), cualquiera de los pasajeros podra asumir esa misma funcin y traicionar la intimidad del obstinado observador. Creo que el grito que concluye el trabajo, quin de ustedes est contndose mi cuento?, aparece en funcin del temor que invade al personaje femenino no ya porque le sea inventada alguna historia, sino porque le da a la imaginacin literaria una suerte de implacable adivinacin al travs de la cual, como una conciencia que todo lo viera su doble insobornable, uno de sus congneres podra inventar o, mejor, revelar su verdad ms profunda: que est frustrada y lleva una rutina que ya no soporta. 141
140 141

Ibid., p. 215.

El peso y el mucho valor que guarda la imaginacin en este relato se ponen de manifiesto cuando la mujer 107

Adems de vigilar o participar en la escritura (o censurarla, como en el relato


XVII,

aunque de manera infructuosa: despus de todo el texto, escrito, muestra que la voz

narradora ha podido burlarla), la conciencia es capaz de desplazarse. En el relato XI, el personaje nos dice que su energa est elevada siempre a la altura de mi cabeza, nos observaba a los dos [a la discpula y el maestro] y tomaba apuntes sobre nuestra forma de sentarnos, dndonos un tanto la idea de que el cuerpo fuera un autmata subordinado a una generosa conciencia panormica. Este poder de desplazamiento permite que el personaje del relato XIII visite una zona del tiempo con la cual, creemos, no est del todo conforme: despus de sobrevolar la escuela y aterrizar en una escena de su niez se dirige al knder de junto, latigueando la cuerda mientras formulo, despus de veinte aos, el perdn por la tardanza, pues su hermana, antao, la esper all durante tres horas. Si al decir de viejas creencias un moribundo puede darle un repaso completo a su vida, en este caso la conciencia o energa del personaje lo desplazan slo hacia un determinado momento del pasado. Incluso la concepcin de observarse protagonizando una cinta, la pelcula que fue nuestra existencia, es reasumida por Patricia Laurent cuando describe la calle de la escuela: ahora pavimentada, se convierte en un rollo de pelcula muda y lenta. Lmina a lmina aparece mi huida, mis calificaciones mediocres.142 A diferencia del relato XIII, en que el personaje carga un instante con su atadura

ha visto a una pareja de payasos tras de los que no duda de que siempre habr un gran cuento y a otra de hippies: no obstante se queden en el anden del Metro, surge la idea de hacer un cuento sobre ellos y la imaginacin no se hace esperar; es decir, aparece y ejecuta su trabajo de forma independiente, al margen de la conciencia pero ser precisamente la conciencia quien meta al personaje en consideraciones tan puntillosas como exasperantes y lo haga sospechar que alguien cuenta su historia.
142

En el relato XIV hay tambin una suerte de desplazamiento de la conciencia, que se traduce en algo as como un generoso estar en el mundo, cuando la mujer piensa en los grillos que esperan a que pase la luz del coche para cruzar la carretera, lo cual, de igual forma, nos hace pensar en los movimientos de cmara que siguen dentro del camin al personaje del relato XI.

108

corprea: Reviento las uas al recorrer los muros pintarrajeados de la escuela. Me aferro a un poste de luz para no continuar el viaje, el XIX nos remite a un riguroso viaje astral en el que el cuerpo permanece en el mundo:

Vi cmo me arrancaba poco a poco elevndome hacia el techo. Un grito mudo. Mi cuerpo se qued esttico sobre la barda, con la boca abierta, la mirada sorprendida y la taza de caf sostenida entre el pecho y la boca. 143 Y ya en vuelo, atravesando tneles de luz resplandeciente echando mano de la fantasmagora visual que tan bien se emple en Esta y otras ciudades, quin o qu tiene que perseguir el alma para reintegrarla al cuerpo que espera sentado sobre la barda? Se trata realmente de la conciencia, de suyo vigilante y sobreprotectora? O se refiere a alguna de toda esa serie de distinciones truculentas que ciertas cienciologas hacen del hombre, en una especie de diseccin metafsica: cuerpo, alma, cuerpo astral, espritu, velo etreo, etctera? Aunque en un grado menos obsesivo, o ms bien de manera ms cotidiana, el personaje del relato XX es autoconciente en la medida en que al observarse se ha reconocido distinto. Y si bien se compara con una mscara colgada de un clavo y emprende un ritual, una ceremonia del vaco, para construirse un rostro,

Con un pincel azul me delneo estos ojos insoportablemente tristes. El rmel impermeabiliza el toldo del alma. Una brocha de cerdas naturales construye un canal de tierra egipcia para hundir las mejillas. Un lpiz color vino dibuja una boca ficticia. Un labial chedrn y oro rellena unos labios carnosos, redondos y estrechos.144 parece prepararse para sus encuentros con fantasmones como la propia Conciencia, quien
143 144

Patricia Laurent Kullick, op. cit. , p. 44. Ibid., p. 46. 109

cuando al fin aparece, en contraste con el papel que ha venido cumpliendo en los relatos que he citado presencia vigilante y aun motora, al desplazarse del cuerpo, se corporiza para figurar como un personaje ms en el volumen de Estn por todas partes.

Los cadveres exquisitos Menos esperpntica que la Trascendencia (pues lleva apenas una capa negra y una cofia de enfermera de la Cruz Roja, as como unas gafas de caracol), la Conciencia que visita a la narradora del relato XVII puede por un momento instalarse en el lugar del hipcrita lector y vomitar por l cuando su anfitriona le cuenta su proyecto narrativo sobre aquella inopinada multitud de cebollitas que ve nacer en casa de su vecina porque, segn sta le contara

la semana anterior pasaron por la cuadra un cebollo y un ajo que venan hasta las chanclas cantando que no quede huella, que no, que no, que no quede hueeella y al pasar por la ventana abierta olieron la cebolla que dorma plcidamente en el frutero y...145 Y si inferimos por este relato que mucho de o, si se quiere, todo cuanto escribe Patricia Laurent ha burlado la custodia de la Conciencia, no suceder as con la Trascendencia, por cuya visita el personaje toma una ducha para sacudirse la depresin, compra vinos y frutas y pone incluso la mesa. Pues este cadver exquisito creado por un voluntarioso ritual semejante a como la mujer del relato XX arma su rostro:

Como no era luna llena, no entr por la puerta sino que la vi erguirse, moldearse a s misma con la cera derretida. Para su cabellera us mi sacudidor de plumas. De senos se puso dos melones pelados y escurrientes. De ojos us huesos de durazno. Sus manos exquisitas las cort de una salamandra nocturna y cuando termin de forjar el torso y empezaba con la cola, me levant y corr hasta la
145

Ibid., p. 42.

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pecera. Intil. Estaba vaca.146 beber con ella y la besar en la frente antes de desaparecer.

Los preparativos de la soledad o las ceremonias del vaco Ya que hemos advertido cmo este personaje se acicala, reparemos tambin en que lo hace para hacerse acompaar de quimeras como las dos anteriores o, peor an, por ausencias. Porque si se ver abatido por los fantasmas que lo acosan acoge muy bien, en cambio, a los fantasmas que engendra su soledad. Como en el relato XV el personaje del dcimo prepara una cena exquisita y dispone botellas de vino, amn de ataviarse y maquillarse minuciosamente. Pero su visitante es nadie: se esfuma de pronto. Y, segn lo describe,

sube al peldao de la ansiedad. Se agarra al barandal de la nostalgia. Respira hondo en el vestbulo del insomnio. Toca fuertemente en los recuerdos y yo le doy a su silueta fra una clida bienvenida.147 a momentos podramos pensar que se trata de l mismo. A ello se deber la visin del suicidio que le tienden el cielo y la altura del edificio? Como ya he mencionado, los preparativos del relato XX parecen enderezados para recibir a alguien por lo menos a la Trascendencia, pero, vimos ya, nadie acompaa a este personaje. O si lo hace, ser para protagonizar relaciones sepultadas por la abulia y el desencanto relato cuarto, encuentros tan frustrados XIV: la cena con el examante;
XVIII:

la tentativa con el mesero, como sinuosos XVI: la mujer desmoronada; XXI: el

poeta y la mentirosa.
146 147

Ibid., p. 38. Ibid., p. 28. 111

De poco sirve, pues, que la mujer del relato XIV tenga la coquetera de sumir el estmago para simular esbeltez cuando su examante le pasa la mano por la cintura, o incluso que, solidaria, complete con efectivo el precio del cuarto del motel en vista de que no aceptan all tarjetas de crdito. Ni aun que estos personajes se solazen en el intercambio de toda clase de fluidos la saliva y las legaas saladas, por ejemplo (relato cuarto); o que se colmen las llagas de besos (XXI), si, a final de cuentas, la abulia y el fracaso los acabarn cercando, reducindolos al estado autista, inerme de la mujer quebradiza, hecha polvo del relato XVI, desmoronada y sola, deshabitada de s: Cada vez que l se acercaba a besos, ella negaba, sonrea, lo acariciaba como a un perro y luego le deca: pa qu.

El horror cotidiano o la personificacin animal Luego de algunas reflexiones podramos creer que personajes como el del primer relato, a pesar de hallarse prisioneros de s mismos, pueden mirar ms all del encierro a que se ven confinados (recordemos que el discurso blico le da sentido y soltura a la voz narradora, en contraste con sus tropiezos para aludir a su situacin inmediata), aunque no deja de rondarnos la sospecha de que aun en el exterior continuarn esclavizados por sus obsesiones. Aquello mismo, pues, lo pensaramos de los personajes sitiados por el desamparo y el completo abandono de s mismos del relato cuarto, desencantados y sucios, pero de los cuales uno tiene nimo para escribir un par de lneas, acaso para as poder imaginar todo aquello que quisiera vivir la escritura describe un sueo en que la casa est limpia y huele a sbanas oreadas, entre otras pequeas aspiraciones ms. Sin embargo, tendramos que ser cautos y considerar, sobre todo, que el principio de la extraeza se verifica ahora puertas adentro: Patricia Laurent nos ensea que el horror puede ser un pasatiempo que se practica en casa no bien se traspasa el umbral. Han

112

quedado atrs no slo los grandes espacios abiertos los parques solitarios, las calles de la ciudad nocturna, sino tambin los escenarios fastuosos castillos, caserones. Esto es muy claro en el tercer relato, el del secuestro del conejo del bote de Quik, cuya transicin hacia el delirio nos recuerda que en tratos con la locura y el sueo, las obsesiones alucinantes y las pesadillas dan comienzo apenas uno lo desea, del mismo modo como en El pabelln de oro Mishima nos muestra que sucede con los abismos del alma, pues basta poseer una simple disposicin a la fantasa y hacer una simple llamada para que, al instante, el infierno aparezca: Desde que vi su blancura [la de un sobre] resaltar en el piso de cemento gris reconoc la angustia y no me equivoqu. Ahora bien, cmo es posible la existencia de este horror cotidiano? Marcel Schwob sugiere que la peculiar intensidad lograda por Robert Louis Stevenson en sus libros, merced a la cual resulta difcil abandonar la lectura, consiste esencialmente en aplicar los mtodos ms simples y ms reales a los temas ms complicados y ms inexistentes. Segn Schwob,

La ilusin de realidad nace del hecho de que lo que nos presentan son objetos cotidianos, a los cuales ya estamos acostumbrados; y la fuerza de la impresin que nos hacen surgir cuando las relaciones entre estos objetos materiales son sbitamente alteradas.148 Y qu mejor ejemplo que la animacin de las velas en el sptimo relato semejante a la de los fideos raptores en el tercero, donde la exactitud de sus movimientos La persecucin dur poco, exactamente doce metros de largo por cuatro de ancho y ellas solitas se acorralaron en la cocina, detrs del bote de basura consigue pillarnos y crear una perdurable ilusin de realidad cuyo efecto deviene un prodigioso humor macabro. O en
148

Ensayos y perfiles, Cuadernos de la Gaceta,

32,

Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1987, pp. 81-82.

113

la descripcin de los seres de la alacena del tercer relato, tan cotidianos para nosotros, pero entre quienes las relaciones han sido alteradas ahora participan de una animacin gracias a que se expresan bajo el supuesto de su existencia:

La gallina Knorr se hizo la dormida. El sol de Raisin Bran se puso lentes oscuros. El torero del aceite de oliva ni siquiera me mir. El venado del vinagre se intern en el bosque. La Viuda de Snchez balbuceaba puras incoherencias.149 Entre el horror y el humor La animacin de los nmeros fosforescentes del reloj en el primer relato llegara a ser en verdad desquiciante si no mediase el recurso de contraponer especies distintas, 150 asociaciones y smiles que, al cabo, nos roban la sonrisa: Como un depravado vera miles de tetas, yo veo los nmeros fosforescentes del reloj. Tal es el caso del fideo en el tercer relato que, como un raptor comn y corriente, finge su voz pidindole al personaje que le muestre el billete del rescate. O la intromisin, en el sexto relato, de un tipo venido de otro sueo y cuya apariencia cantinflesca contrasta con el elegante grupo que asiste al teatro:

Un hombre bajito atrajo mi atencin. Llevaba unos pantalones de mezclilla que le llegaban a media nalga. Discuta acaloradamente con un gordo que usaba un bigote terminado en dos largas y puntiagudas colas de pato. 151 A pesar de todo este humor, hbrido de la mezcla de una especie con otra (nada tiene de raro practicar una entrada al estilo Jesse James, salvo si quien lo hace, convencido de que en su

149

Patricia Laurent Kullick, op. cit. , p. 12.

150

En el relato XX asistimos a un singular intercambio de especies el personaje imagina que espolvorea de talco el corazn en lugar de hacerlo con los pies, donde, ms que humor, se adivina el dolor tras de la autocompasin. 151 Ibid. , p. 20. 114

casa espantan, cree que de esa forma podr contrarrestar a los espritus relato octavo), debemos detenernos en algo fundamental: si en principio pensamos que estas alucinaciones resultan caricaturescas, habra que advertir, con una buena dosis de distancia, que cualquier alucinacin resulta cmica para quien no la padece. Recordemos, adems, que trabajos como el quinto y el octavo tienen mucho de aquella concepcin del Medievo segn la cual el aire del mundo estaba infestado de diversas categoras de invisibles demonios cuyo nmero se calculaba en millares al grado de hacernos pensar, hoy da, en una especie de demonios larvarios, de tal suerte que nuestros antepasados estaban condenados a transitar el diablo mundo con su pureza como nico escudo.152 Teniendo en mente los clsicos cuadros de histeria que tanto se gastaban durante el siglo XIX, leemos en algunos versos del quinto trabajo el nico poema de este libro:

Estoy embrujada Alguien me llama y danza las navajas rojas de sus manos sobre mi cabeza y re chimuela en mi costado y deja cabellos calcinados a los pies de mi cama Sopla fuego verde sobre mis sueos suelda yunques en mi espalda sujeta la caravana de mis pasos.153 Y qu con ello? Si una premisa de esta locura es: en verdad estn all, por todas partes, pero se ocultan a tiempo porque son demasiado astutos ; todos estos seres, no mantienen
152

En el octavo relato leemos: En ese instante se oye el motor del refri. Me tapo la cara con la colcha y oigo a los espritus muertos de risa sobrevolando mi cama como zopilotes; aullando a coro: no existimos, no existimos, no existimos. Justo en ese instante entra la receta que me dio una buena amiga. Padre nuestro que ests en el cielo. Mientras rezo, mi mano temblorosa enciende la vela blanca y le doy un trago al ltimo ingrediente de la receta: un vaso con agua previamente colocado sobre mi mesa de noche ( ibid., p. 22).
153

Ibid. , p. 16.

115

vivo a nuestro personaje, a fin de cuentas, y consiguen que por lo menos alguien, o algo, lo acoja, en lugar de confinarlo a la soledad ms descarnada? Tal vez por eso es que el personaje del octavo relato reflexiona:

Ya soy parte de ellos. Los conocer. Haremos tertulias en los escombros del patio. Nos contaremos nuestras respectivas muertes y juntos, aburridos, esperaremos el futuro habitante de la casa. Pero es un riesgo. No cualquiera los tomara en cuenta como yo. S de esto porque cada vez que contemplo la posibilidad del suicidio dejan de molestarme. Tampoco quieren sentirse culpables.154 Sin embargo, segn lo notamos en las entrelneas de la alucinacin, una de las velas, aludiendo al personaje, le dice a sus compaeras: quin le manda, en tanto que acto seguido ste sufre elaboradas flagelaciones por una legin de amigos, examantes y enemigos formados por cierto humo gris. De qu es culpable este pobre ente verbal que en el quinto relato se ha confesado inapetente por la vida y que en el sptimo relato se ha vaticinado muerto? Por qu se desgarran tanto las criaturas, invariablemente mujeres, de este libro? Como una paradoja insana, macabra, al humor le sigue el contrahumor cuando el personaje intenta salvar las formas de la cordura. En el tercer relato decide olvidarse del conejo desaparecido, pero en cuanto se dispone a consumir los alimentos que ha preparado: Saqu la leche del refri, la serv en un vaso, fui por el... Quick y romp en llanto. Y, por otra parte, si al personaje del noveno relato le causa desasosiego la violencia que se desarrolla bajo su ventana, y de la refriega resulta que el agredido no es una persona de carne y hueso sino el huevo ms literalmente estrellado que jams hubiera visto, a punto de caerse a pedazos en cualquier momento, no tiene el menor empacho en darle una suerte de salida a su alucinacin: completando el destino comn y corriente de cualquier huevo; esto es, comindoselo.
154

Ibid., p. 23. 116

Aun as, el texto cierra con la aparicin de la madre del huevo. La alucinacin que persiste, en una escena propia del sueo (la seora hueva, a pesar de que usa rebozo negro, pregunta por un tal Henry en lugar de hacerlo, ms consecuentemente, por Enrique), lo abatir al cabo? Y si el huevo es un ser animado, con una madre que inquiere por l, no comete nuestro personaje, en realidad, un acto brutal, violento, demencial, al tomrselo en un licuado? Dnde termina y empieza nuevamente el humor? o Retratista y descriptora astuta, capaz de evocar o asimilar el bagaje emocional de sus criaturas verbales valindose de apenas un par de lneas, Patricia Laurent parte de esta brevedad para dirigirse velozmente al asunto de sus historias y entregarnos 21 relatos cortos llenos de lirismo, locura y precisin. Segn nos da cuenta la buena andadura con que ha dirigido estas dos travesas Esta y otras ciudades, primero, y ahora Estn por todas partes, es seguro que dentro de muy pronto, como por sortilegio, podr lograr que una palabra, es decir un nombre, conjure no slo una persona sino un instante de su singular existencia, tal como lo hace la conciencia etrea del relato XIX.

117

GABRIELA RIVEROS (1973)

Pese a los tropiezos que evidenciaba Tiempos de arcilla, su primer libro publicado en 1994 (la mezcla poco acertada de una seccin de poesa; la indiscernible unidad temtica que presida la seleccin de los relatos; la monotona rtmica, semejante a la de algunos de los textos de Rosaura Barahona), Gabriela Riveros encuentra madurez y equilibrio cuatro aos ms tarde en Ciudad ma, un volumen donde se impone la fascinacin por una urbe que convierte en insobornables devotos a cuantos intentan descifrar su sentido ltimo. En una especie de involuntario como afortunado sincretismo, Gabriela Riveros conjunta adems el legado de Irma Sabina por su filiacin a ciertos temas rurales y el de sus predecesoras inmediatas, Patricia Laurent y Dulce Mara Gonzlez, por su acercamiento a la vertiente fantstica. As, a cambio de dedicarse a elaborar una visin sociolgica del consabido contraste de la ciudad la riqueza rutilante sustentada en la existencia misrrima de gran parte de sus habitantes, Gabriela opta por subrayar una antinomia no menos emblemtica y aun ms fecunda para su literatura: la ciudad contempornea, retratada en su fin de siglo, y el estrato indgena que sepult aqulla y sobre el cual fue erigida. Al igual que en La regin ms transparente, la clebre primera novela de Carlos Fuentes, donde el universo indgena irrumpa en el Mxico de mitad de siglo XX, en Ciudad ma la tierra hostil de los brbaros estar all, omnipresente como la mirada de sus personajes, para recordarnos que hay algo ms viejo y perdurable en las ciudades que su voluntad fundacional, incluso anterior a la polis, y que, en lugar de coexistir armnicamente con sta, estar siempre en pugna el indio que don Chucho, el velador de Ven por chile y sal, dice que la ciudad esconde en sus entraas; la mujer tatuada e inmensa que custodia

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Monterrey en Ciudad de nadie.

La otra ciudad A lo largo de esta serie de cuentos protagonizados, encarnados por mujeres que se despliegan en todas sus edades; la ciudad anterior, la tierra original, traicionada, violentada, las reclamar puntualmente. Territorio de voces, la noche citadina emerger primigenia, elemental, y por ello feroz y celosa, presta a cobrar vctimas entre los confiados pobladores de un territorio que, en realidad, les es ajeno: ciudad de todos y de nadie. En Micaela, un poder irracional y difuso, manifestado como una serie de siluetas, se ensaa contra la nia que le da nombre al relato. Acaso la fuerza de la ciudad, potenciada por la noche, haga que todo cuanto cae en ella se vuelva naturaleza muerta:

Las siluetas que la persiguen se encienden por el olor de azahar y naranja, por las semillas y cscaras ahora inmunes que se vuelven escombro, piedra bola que refleja la luna.155 Aunque pueda admitirse una doble lectura y se piense que tales siluetas son las de simples delincuentes urbanos, la nota espectral que recorre el libro hace ver que probablemente se trata de viejas presencias, provenientes del Monterrey prefundacional.156 Ven por chile y sal sumerge al lector en un relato de brujera e iniciacin anclado en las tradiciones y leyendas del noreste. 157 Llamada, reclamada por el tiempo
155

Gabriela Riveros, Ciudad ma, Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo Len/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Monterrey, 1998, p. 10. 156 En Homenaje hay una significativa mencin a ellas, al principio y al final del cuento: No te percatars de las siluetas deformes que se arrastren por el piso de mrmol retorcidas bajo el peso de la luz nen (ibid. , p. 22); Las siluetas danzarn en el aeropuerto mudo ( ibid. , p. 46). Asimismo, en Ciudad de nadie las siluetas se manifiestan como presencias remotas, espectrales, ante la joven atrapada en la tierramadre durante la lluvia: Tus voces internas se funden con las siluetas que danzan alrededor de la zanja (ibid., p. 91). 157 En la charla del anciano que acompaa un rato a Isabel en Homenaje hay rezagos del norte mgico, urdido con leyendas, al que alude el viejo velador en Ven por chile y sal. 119

anterior, como algunos de los personajes de Dulce Mara Gonzlez en Detrs de la mscara, Mariana acepta la invocacin de las ancestrales tribus rayadas que poblaron el valle mucho antes de que lo hollaran por primera vez los europeos para volver a su noche original, la honda, larga noche del territorio brbaro, y cumplir en ella su destino a manos de los indios nativos.158 Vctima ritual, ser emparedada viva, bajo su encarnacin de nia indgena, para avisarle a los suyos cuando la lluvia amenace con destruir la presa. Ese otro por antonomasia del Monterrey ardiente y desrtico, la lluvia a raudales que lava su conciencia colectiva, revela en Ciudad de nadie la voz de la propia urbe. La ciudad memoriosa victima y cobija a una mujer que cae en una zanja durante un aguacero. Cautiva, vuelta una con la tierra, el espacio en que se asienta la ciudad, la joven se internar por los recuerdos colectivos, pasados y presentes, al mismo tiempo que por los suyos propios mientras se reintegra al origen, al seno materno. Conformada de voces y

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El constante retorno a esa edad original a la que, igualmente, algunos de los personajes de Patricia Laurent vuelven o aspiran en sta y otras ciudades , se advierte en Ciudad ma no slo en Micaela y la joven de Ciudad de nadie, tragadas por la urbe, sino tambin en Isabel, la protagonista de Homenaje, cuya memoria gentica la lleva de vuelta a la etapa inmediatamente posterior al Descubrimiento en 1492, cuando 20 princesas aztecas le son entregadas a los hombres de Castilla, de Corts, para formar una raza de semidioses. 120

tiempos, de olvido y memoria, ser tambin una ciudad de muertos que desfilar desde la poca de la fundacin, pasando por la Invasin Norteamericana en 1846, hasta la noche trgica del huracn Gilberto en septiembre de 1988 ante la presencia inerme de la joven. As, Ciudad de nadie dar al lector una visin panormica de la historia regiomontana: el pasado explica el presente de la ciudad, aunque no siempre con fortuna. 159

La msica: entre la conciencia y la polifona colectiva Aunque la ciudad se adivina tumultuosa y mltiple fuera de los espacios donde viven y mueren los protagonistas de estos cuentos, Gabriela sabe silenciarla para mostrarnos el drama ntimo e irrepetible de algunos de ellos bajo el signo de la msica. De all que lo que Paula piensa de Monterrey en La casa de los Leones articula vivencias tan distintas bajo un mismo nombre, pueda tambin decirse del modo como se percibe el fenmeno musical. Y si, precisamente en dicho relato, la msica ejecutada en un piano cataliza, en la conciencia de Paula, el recuerdo de la tarde en que arrostr la premonicin y luego el misterio de la muerte en su encuentro con un jardinero empleado en casa de sus abuelos; en Homenaje Isabel esbozar el arte potica de Los tres rostros del cuarto piso al decir sobre la msica: esa voz que llevas enterrada en el cuerpo, tu memoria innegable, la unificadora de la multitud interna y de la polifona externa. En este cuento, espectros menos antiguos que las tribus rayadas de Ven por chile y sal se dan cita en un edificio que, en contrapunto con la msica, convoca tiempos y seres: el centro de una ciudad siempre a punto de hacerse y siempre a punto de sucumbir y
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Tal vez un conocimiento superficial de la historia de Nuevo Len llev a Gabriela Riveros a tratar de ver un antecedente del Monterrey fabril, con sus chimeneas emblemticas, en la condena que sufri Luis de Carvajal el Mozo a manos de la Inquisicin: La industria moderna es monumento a este hombre que perece en la hoguera (ibid., p. 95). Adems de que no se trata de una figura histrica tan relevante como la de su to homnimo o la de cualquiera de los otros fundadores, Luis el Mozo muri, en efecto calcinado en la hoguera, mas no en Monterrey sino en la Ciudad de Mxico. 121

desmoronarse.160 Si bien la noche de la ciudad, duea de todos sus tiempos y todos sus destinos, se empea en reincoporar a sus habitantes al polvo del origen, la mujer que escucha al pianista, quizs antepasada suya, se conformar con orlo tocar y protegerlo, si est de su mano o de su compaera en la muerte, Raquel, la narradora cautiva, emparedada en el edificio como la nia Mariana en la presa india.

La mirada En ninguno de los libros de Patricia Laurent, Dulce Mara Gonzlez, Cris Villarreal o Rosaura Barahona, la mirada figura y funge tanto como en este volumen, cuyos personajes se manifiestan por su capacidad de escrutar y descubrir el otro que es ese uno en el que se detiene la narracin. Antes de ser abatida, la nia Micaela es seguida por miradas. El indio ancestral de Ven por chile y sal se hace presente, ms que por sus tatuajes, por su mirada: Vi unos ojos inmensos pegados a mis prpados. En Los tres rostros del cuarto piso, Raquel pende visualmente de lo que haga el joven pianista. En La casa de los Leones, la imagen fantasmal del jardinero llega a Paula por el recuerdo de su mirada ambarina. Mientras Paula lo evoca en su recmara, 16 aos despus del recuerdo, mltiples rostros de muecos de ojos
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Ambiguo y sugerente, muy a tono con la condicin espectral que permea Ciudad ma, Los tres rostros del cuarto piso redondea con acierto la propuesta que la autora se propuso cumplir, sin xito y en demrito del volumen, en Punto cero: la bsqueda de una ciudad ideal que integre a todas las ciudades la ciudad como agujero negro que apresa todos los tiempos y espacios, cuyo encuentro conducir al iniciado hacia su propio centro existencial. Polifona de tiempos, espacios y voces, donde lo mismo hay cabida para la calurosa urbe exterior que para la ciudad secreta, urdida con leyendas y el imaginario colectivo, Los tres rostros del cuarto piso propone el antiguo Edificio de Msica y Danza y la asamblea fantasmal que lo habita como el Punto Cero que Alicia, la protagonista del cuento homnimo, se empea en buscar en distintas ciudades europeas y en Monterrey a travs de su alter ego, el personaje que aparece en el cuento dentro del cuento que estructura el trabajo: un fotgrafo que viene a captar imgenes de la ciudad de Monterrey con motivo de los cuatrocientos aos de su fundacin ( ibid. , p. 72). El texto ms largo del libro, Punto cero se desbarranca por su carcter autocelebratorio como por el afn de evidenciar cosmopolitismo y cultura libresca en cada una de sus pginas y, ms all de ello, por la serie de ideas sobre el proceso creativo que Alicia y su interlocutor intercambian en medio de elogios mutuos y que resultan, cuando no cuestionables, ya rebasadas o inoportunas, verbigracia: Me parece espectacular escuchar directamente del autor cmo cede a sus personajes sus teoras personales, es una estupenda forma de canalizar tu visin de la vida o tus problemticas (ibid., p. 73). 122

grandes la observan desde las repisas. Ella misma, cuando es consciente de estar destinada a ser una voz oculta, se visualiza como unos ojos suspendidos en el viento que todo lo miran y se humedecen cuando cae la noche violeta Sin embargo, el texto donde mayor juego tiene la mirada es en Homenaje, donde Isabel, al tiempo que repasa sus desencuentros europeos con Mauricio durante una espera en el aeropuerto, se recuerda observada obsesivamente por aqul:

(Mauricio te sonre a travs de la cmara. Te observa. Mauricio con las manos en las bolsas, gabardina verde. Te observa. Mauricio bajo la lluvia. Te observa. Mauricio sonre; muerde sus uas. Te observa.)161 Mauricio con su mirada insistente en ti estar en el centro de todos los pueblos, autobuses, hoteles, puentes y plazas desde el encuentro en el hotel frente al Sena.162 (Mauricio con las manos en los bolsillos. Te observa. El viento juega con su cabello. Te observa. La noche enmudece y enmarca su rostro. Te observa.)163

161 162 163

Ibid. , p. 36. Ibid. , p. 38. Ibid. , p. 41. 123

Invocacin de la ciudad Hay que destacar por ltimo la manera como la prosa ntida de Ciudad ma, que no teme caer en la ternura ni en la compasin y que con tanta naturalidad afronta y convoca la muerte, crea con pocos trazos un magnfico retrato del Monterrey finisecular. Impelidos siempre por imgenes que los perturban, sus personajes piensan, suean, confrontan una ciudad que puede ser vista, y acaso entendida, como Paula en La casa de los Leones: fruto de una sucesin de reemplazos, de muertes imperfectas, todas y nunca la misma. O, desde luego, como la criatura tatuada por los millones de individuos que la han habitado en las superficies y rincones de su cuerpo que aparece, memoriosa y total, en Ciudad de nadie.

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BIBLIOGRAFA

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NDICE

PRESENTACIN

JOSEPHINA NIGGLI (1910) ADRIANA GARCA ROEL (1916) IRMA SABINA SEPLVEDA (1930) ROSAURA BARAHONA (1942) CRIS VILLARREAL NAVARRO (1949) DULCE MARA GONZLEZ (1958) PATRICIA LAURENT KULLICK (1962) GABRIELA RIVEROS (1973) BIBLIOGRAFA

9 27 34 48 58 80 99 126

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