20 - Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana - Evangelizacion Nueva en Un Mundo Nuevo

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Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo

EVANGELIZACIN NUEVA EN UN MUNDO NUEVO


Paulino Sahelices, OSA

CNTICO DEL EVANGELIZADOR


Que toda la tierra cante un cntico nuevo: que la nueva casa del Seor se edifique cantando, pues el mismo cantar es ya edificar. Que este cntico nuevo sea el amor de Dios y que este amor resuene en los odos de los hombres, pues no es posible amar y callar. La casa de Dios es toda la tierra y se edifica con el canto, la lectura de su palabra, el amor y la predicacin del evangelio. Dios nos dice: predicad da tras da, edificad mes tras mes; que se multipliquen los obreros y que anuncien mi gloria a todas las naciones. Los que anuncian su propia gloria no cantan el cntico nuevo ni edifican la casa de Dios: son los que construyen murallas en lugar de casas, dividen a los hombres en lugar de unirlos, fomentan la hipocresa y la simulacin en lugar de la unidad y el amor. La casa del Seor se construye construyndonos nosotros, como lo hizo el Seor Jess, que lo hizo todo por amor. Revstete de Cristo, djate guiar por el amor de Dios; podrs entonces cantar el cntico nuevo y ser obrero en la casa del Seor. (Comentarios a los Salmos 95)

TESTIGOS Y MAESTROS
Aunque el ttulo de esta coleccin sea Cuadernos de espiritualidad, es necesario recordar el tema de la evangelizacin. No hay que olvidar que san Agustn, "De 391 a 426, fue un pastor de almas de cuerpo entero, a pesar de la vida conventual que llevaba con su clero, a pesar de la solicitud por las Iglesias de toda frica que su metropolitano cargaba sobre l, a pesar de su fama literaria, en constante crecimiento" Van der Meer, F., San Agustn, pastor de almas, Ed. Herder, Barcelona 1965, p.16). Sobre la evangelizacin se ha escrito mucho en los ltimos aos. Lo publicado abarca propiamente todos los apartados y aplicaciones posibles. Pero qu decir de la vivencia? Pues que es una de las cosas que ms se exigen al evangelizador. Hoy la gente mira ms a la conversin y al testimonio; dos de los rasgos ms sobresalientes en la vida de Jess, el primero y el ms grande evangelizador. Pablo VI lo recordaba en su exhortacin apostlica El anuncio del evangelio (EN). Escribe, entre otras cosas: "El hombre contemporneo escucha ms a gusto a los que dan testimonio que a los que ensean, o si escucha a los que ensean es porque dan testimonio" (n. 41). Y en el nmero siguiente dice que el hombre moderno est "hastiado de discursos". Es lo que san Agustn haba observado en los oyentes de su tiempo. Segn l, la lectura del evangelio pide ejecutores ms que expositores (Sermn 85, 1). sta podra ser una de las primeras novedades agustinianas en el tema de la evangelizacin: la insistencia en la prctica o la coherencia entre mensaje y vida. El objetivo de este cuaderno es triple: recordar al evangelizador la necesidad de actualizarse, pues una sana espiritualidad supone una sana teologa y una sana antropologa; invitarle a un sincero examen, ya que sin conocerse a s mismo y la realidad en que viven aquellos a quienes intenta evangelizar, difcilmente la semilla podr dar fruto; y animarle en su misin. Como el tiempo actual se caracteriza por el tedio y el desnimo, vamos a dar prioridad a este objetivo sealado en tercer lugar

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Evangelizacin nueva en un mundo nuevo Este bello pasaje evanglico puede proporcionar al evangelizador un aire fresco. Por eso, y porque contiene algunas verdades fundamentales, aconsejo que lo leamos con frecuencia. Por ejemplo: el valor y dignidad de la persona humana (de todas, incluyendo tambin el cuerpo), la fe en Dios que es Padre (su preocupacin y amor por sus hijos), la confianza en la divina providencia (en la cual entra el esfuerzo humano), la contemplacin y el respeto de la naturaleza (lo mucho que se puede aprender de ella), lo relativo y pasajero de las cosas de este mundo, la bsqueda primordial del Reino de Dios y su justicia, etc. Adems, es importante por las muchas preguntas que nos hace. En espiritualidad es una de las cosas que ms necesitamos hoy da. Porque de doctrina, aunque no andemos sobrados, tampoco estamos mal. Pero de vivencia? Y en la vida espiritual, de qu nos servira la cultura religiosa si faltara la experiencia religiosa? san Agustn era un maestro en hacerse preguntas; pero tambin en la bsqueda y en la aplicacin a s mismo de las respuestas. sta sera otra de las novedades agustinianas. Si queremos llevar a cabo una verdadera evangelizacin, tenemos que comenzar haciendo un examen serio y profundo, como lo hace l en sus Confesiones.

I NECESIDAD DE ANIMARNOS
EN nuestro mundo abundan los problemas. Quiz el ms profundo, desde la espiritualidad agustiniana, sea el pretender organizar la vida sin contar con Dios. De ste naceran el racionalismo, materialismo, consumismo y otros ms. Juan Pablo II dice que es necesario "mirar cara a cara este nuestro mundo" porque en l existen "problemas y dificultades ms graves respecto a aquel que describa el concilio Vaticano II" (Los fieles laicos 3). En concreto, seala la indiferencia religiosa, el secularismo, las violaciones a la persona humana, la conflictividad que, en ocasiones, se traduce en formas de violencia, de terrorismo y de guerra (ib. 3-6). En la carta apostlica Ante el tercer milenio completa el cuadro. ste es el campo, "inmenso y apesadumbrado", en que el evangelizador trata de cumplir su misin. No es, pues, de extraar que, en ocasiones, sienta "cansancio " desilusin" y "desesperanza, ya que esos problemas "afectan profundamente a la Iglesia". Sin embargo, no debe desanimarse, porque no est dominada por ellos, ya que "el Espritu Santo, que es su alma, la sostiene en su misin". Por eso, y "a pesar de todo, la humanidad puede esperar, debe esperar. El evangelio vivo y personal, Jesucristo mismo, es la "noticia" nueva y portadora de alegra que la Iglesia testifica y anuncia cada da a todos los hombres" (Los fieles laicos 7). "No tengis miedo" es la consigna alentadora que Jess da a sus discpulos. La repiti el Papa Juan Pablo II en su primera homila. Y ha venido siendo un lema de su pontificado. Es una buena consigna para animarnos mutuamente. Propongo la lectura pausada de Mateo 6, 25-34. Puede sosegar el nimo del evangelizador ms desalentado. "No estis agobiados por la vida pensando qu vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qu os vais a vestir. No vale ms la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pjaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. No valis vosotros ms que ellos? Quin de vosotros, a fuerza de agobiarse, podr aadir una hora al tiempo de su vida? Por qu os agobiis por el vestido? Fijaos cmo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomn, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy est en el campo y maana se quema en el horno, Dios la viste as, no har mucho ms por vosotros, gente de poca fe? No andis agobiados pensando qu vais a comer, o qu vais a beber, o con qu os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo dems se os dar por aadidura. Por tanto, no os agobiis por el maana, porque el maana traer su propio agobio. A cada da le bastan sus disgustos" Mateo 6, 25-34).

PARA EL DILOGO Preguntas tomadas de la exhortacin ya citada de Pablo VI (n. 76). Creis verdaderamente en lo que anunciis? Vivs lo que creis? Predicis verdaderamente lo que vivs?

II NECESIDAD DE EXAMINARNOS
DENTRO de este prlogo agustiniano, me gustara recordar una parte de la carta apostlica Ante el tercer milenio (nn. 31-36). Se trata de algo que hoy da nos cuesta hacer, pero que en la evangelizacin del mundo actual no se puede pasar por alto. Me refiero al "examen de conciencia" en sus tres apartados: el pasado (los acontecimientos dejan huella, como ya observaba san Agustn); el presente (el tiempo que nos ha tocado vivir), y la doctrina del Vaticano II (que es la que debemos ensear en este nuevo siglo). Enumero algunas preguntas, por si alguno de los que utilizan el material de este cuaderno no las hubiera ledo:

Admitimos los "errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes?" (n. 33) Reconocemos los "pecados" cometidos contra la unidad de la Iglesia? (n. 34) Nos damos por aludidos cuando se habla de "mtodos de intolerancia e incluso de violencia" en el servicio a la verdad? (n. 35) 2

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Evangelizacin nueva en un mundo nuevo II, las palabras "evangelio" y "evangelizad suman 188 veces. Y pensar que hay tantos evangelizadores que siguen actuando como si el Vaticano II no hubiera existido! PARA EL DILOGO EN GRUPO Por qu, en la evangelizacin, es necesario conocer el pasado? Cul es la dificultad ms grande que encuentras en la actualidad? Qu trascendencia ha tenido en la Iglesia el Vaticano II?

Qu estamos haciendo ante la "indiferencia religiosa" de los muchos que viven "como si Dios no existiera o se conforman con una religin vaga?" (n. 36) "En qu medida los cristianos estamos afectados por la atmsfera de secularizacin y relativismo tico?" (n. 36) "La vida espiritual atraviesa en muchos cristianos un momento de incertidumbre que afecta no slo a la vida moral, sino incluso a la oracin y a la misma rectitud teologal de la fe" (n. 36). Estamos nosotros entre esos cristianos? Nos sentimos corresponsables en alguna de las "graves formas de injusticia y de marginacin social"? (n. 36).

Es necesario que el evangelizador responda a preguntas como stas, porque la verdadera evangelizacin no se hace al margen de la historia ni de la realidad. Sin el conocimiento del mundo nuevo en que vivimos, y de las personas a quienes tratamos de anunciar la "Buena Nueva", nuestro trabajo no producir muchos frutos. Es otro de los aspectos en que insista san Agustn: la necesidad de conocer la realidad. Lo saba muy bien porque, en su tiempo, estaba en auge la formacin de una nueva sociedad. Por eso, podamos considerarlo como otra novedad agustiniana. Tampoco podramos cumplir bien nuestra misin si desconociramos el contenido "actualizado" del mensaje. La exposicin ms apropiada al mundo actual es la que nos ofrece el Vaticano II. Pablo VI consideraba dicho concilio como "el gran catecismo de los tiempos modernos" (Catecismo de la Iglesia Catlica 10). Por eso, est ms que justificada la segunda parte del examen que Juan Pablo II propone en su carta Ante el tercer milenio. Lo resume en cuatro preguntas, que corresponden a las cuatro Constituciones del concilio:

III LA "NUEVA EVANGELIZACIN"


TODO aquel que conozca y que viva de verdad la palabra de Dios se ver "obligado" a comunicarla a los dems. El mismo vivir es ya anunciar. Sin decir nada, sin pronunciar palabra, podemos ser evangelizadores. Tanta es la fuerza de la vivencia! Con el fin de facilitar la reflexin, seguimos los siguientes apartados: 1. QU ES EVANGELIZAR Literalmente significa "proclamar una buena noticia". Y evangelio, la buena noticia que se proclama o comunica. En el Nuevo Testamento no aparece el trmino "evangelizacin"; slo el verbo "evangelizar" y el sustantivo "evangelio". stos se encuentran sobre todo en los escritos de san Lucas y de san Pablo. La evangelizacin comporta, segn Pablo VI, "una realidad tan rica, compleja y dinmica", que no es posible dar una definicin exhaustiva. El pensamiento agustiniano camina en esta misma direccin. Definir conceptos religiosos (la fe, el amor, Dios...) generalmente es reducir y limitar. La realidad nos invita a contemplar un horizonte mucho ms amplio. Un ejemplo lo tenemos en la palabra "sacramento", cuyo contenido es tan rico en los santos Padres y tan pobre en la Escolstica. Y todava ms pobre en los antiguos catecismos. Por esta razn, y tambin por falta de espacio, no me detengo en las diferencias que hay entre evangelizacin, pastoral, misin, catequesis, predicacin, etc. Considero que lo mejor es acudir a la fuente principal: la palabra de Dios. Segn el Nuevo Testamento, evangelizar es:

En qu medida la palabra de Dios ha llegado a ser plenamente el alma de la teologa y la inspiradora de toda la existencia cristiana como peda la Constitucin sobre la divina revelacin?" (n. 36) Se vive la liturgia como fuente y culmen de la vida eclesial, segn las enseanzas de la Constitucin sobre la sagrada liturgia? (n. 36) "Se consolido, en la Iglesia universal y en las Iglesias particulares, la eclesiologa de comunin, de la Constitucin sobre la Iglesia, dando espacio a los carismas, los ministerios, las varias formas de participacin del pueblo de Dios?" (n. 36)

anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios (Lucas 4, 43) dar a conocer a Cristo, "misterio escondido" de Dios (Colosenses 1, 26) "hablar de Cristo" (Lucas 2,38; Romanos 10, 17) predicar a Cristo (Hechos 8, 5); predicar el evangelio de Jess (ib. 8 35) distribuir la palabra de la verdad (2 Timoteo 2, 15) 3

La ltima pregunta es calificada de "interrogante fundamental". Se refiere al "estilo de las relaciones entre la Iglesia y el mundo, segn la Constitucin sobre la Iglesia en el mundo actual (n. 36). En este apartado, el Vaticano II marca "una poca nueva en la vida de la Iglesia porque contiene una "enorme riqueza", presentada en un "tono nuevo, desconocido antes" (nn. 18, 20 y 21). Segn Yves Congar, el concilio Vaticano I emple la palabra "evangelio" slo una vez; en el Vaticano

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana El vocabulario que utiliza es muy variado: evangelizar, pastorear, proclamar, anunciar, predicar, ensear, hacer discpulos, ser testigos, etc. Por el contexto, es fcil deducir que no se queda en la palabra", sino que incluye el testimonio (vivir lo que se anuncia) y la actuacin (anunciar lo que se vive). Segn san Agustn, evangelizar es:

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo Este es uno de los ejes principales, sino el principal, de la doctrina pastoral agustiniana: la unin inseparable entre Cristo, la Iglesia y el evangelizador. Las afirmaciones son claras: "Cristo se predica ("evangeliza") a s mismo; ya hable la Cabeza, ya hablen los miembros, Cristo es el que habla" (Comentarios a los Salmos 74, 4). Por eso, el evangelizador debe mirar continuamente a Cristo, porque es el Modelo en todo; debe ser el hombre, o la mujer, del amor, como lo fue Cristo. Y la Iglesia debe comenzar por ser evangelizada: "Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a s misma... siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el evangelio" (El anuncio del evangelio 16). 3. POR QU SE LLAMA "NUEVA" Las palabras "evangelio", "evangelizacin" y "evangelizar" comenzaron a recobrar fuerza en Amrica Latina, a mediados del siglo pasado. Fueron los obispos del "nuevo" continente los que trajeron esa preocupacin al concilio Vaticano II y, con ms insistencia, al snodo convocado por Pablo VI y celebrado en el ao 1974. El Papa recogi la iniciativa y aadiendo sus reflexiones personales sobre el tema, public al ao siguiente la exhortacin apostlica El anuncio del evangelio, uno de los documentos ms importantes de los publicados despus del Vaticano II. Su lectura es casi imprescindible si se quiere llevar a cabo una autntica evangelizacin. Juan Pablo II recogi el hilo y comenz a hablar de una "nueva evangelizacin". Primero, para Amrica Latina, con motivo del Quinto Centenario de la evangelizacin de Amrica. Luego, para Europa, con motivo de la nueva Europa que se est formando. Y finalmente, para toda la Iglesia, en la exhortacin apostlica Los fieles laicos, publicada en 1988. En este documento el Papa dice que "la Iglesia advierte y vive la actual urgencia de una nueva evangelizacin" (ib. 35). La "nueva evangelizacin" es tan importante para el Papa que algunos autores han escrito, y con razn, que no es una tarea de la Iglesia, sino la tarea de la Iglesia. Otros, que es "el primer plan de pastoral orgnica de toda la Iglesia". Y otros, que es "la consigna central del Papa para los prximos aos". Por eso, hablar hoy de evangelizacin es hablar de "nueva evangelizacin". Por qu? Por dos razones principales. La primera se refiere a la realidad. Juan XXIII, al convocar el concilio Vaticano II, haba hablado de "un orden nuevo que se est gestando". El mismo concilio, al describir la sociedad contempornea (GS 4-10), presenta una nueva situacin del hombre y del mundo: segn este documento, estamos viviendo una "nueva etapa". Juan Pablo II afirma que aquella realidad ha cambiado en los ltimos aos. En consecuencia, debemos hablar tambin de un nuevo modelo de Iglesia, comunidad, parroquia, etc., si queremos no quedar rezagados. El Vaticano II introdujo muchas novedades y habl de renovacin a todos los niveles de la Iglesia y de la sociedad. El terreno, pues, estaba preparado. Precisamente, una de las expresiones que mejor re4

anunciar a Cristo (Sermn 99, 11) anunciar la salvacin (Sermn 163, 5) comentando el pasaje de la samaritana, dice que evangelizar equivale a anunciar o comunicar lo que Cristo hizo en ella (conversin y testimonio). Y aade: aprendan los que deseen evangelizar (Tratados sobre el Evangelio de san Juan 15, 30) habla de "traficantes del evangelio", porque algunos no dan gratis lo que recibieron gratis (Comentarios a los Salmos 103, 3, 13). Tambin que no debemos evangelizar para comer, sino comer para evangelizar; pues si evangelizamos para comer, el aumento valdra ms que el evangelio. Hay que evangelizar por amor, no por necesidad (El Sermn de la Montaa 2, 16, 54). El evangelio no es un libro, sino la buena nueva" (Sermn 133, 6).

Pablo VI afirma que "no hay evangelizacin verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jess de Nazaret Hijo de Dios" (El anuncio del evangelio 22). Y la define del modo siguiente: "La evangelizacin es un proceso complejo, con elementos variados: renovacin de la humanidad, testimonio, anuncio explcito, adhesin del corazn, entrada en la comunidad, acogida de los signos; iniciativas de apostolado" (ib. 24). 2. EVANGELIZAR. MISIN DE JESS Y DE LA IGLESIA Evangelizar es la palabra que resume toda la actividad pblica de Jess: "Principio del evangelio de Jesucristo..." (Marcos 1, 1). Y tambin el contenido o mensaje de su predicacin: "Cuando arrestaron a Juan, Jess se march a Galilea a proclamar el evangelio de Dios; deca: se ha cumplido el plazo, el Reino de Dios est cerca, convertos y creed en el evangelio" (Marcos 1, 15). "Debo anunciar tambin en otras ciudades el evangelio del Reino de Dios, porque para esto he sido enviado" (Lucas 4, 43). La Iglesia contina la obra de Jess. Por eso, "evangelizar constituye la dicha y vocacin propia de la Iglesia, su identidad ms profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y ensear, ser canal del don de la gracia" (El anuncio del evangelio 14). Y ms adelante: "La Iglesia nace de la accin evangelizadora de Jess y de los Doce" (ib. 15). Fue la misin que el Maestro encomend a sus discpulos: "Id y proclamad que el Reino de Dios est cerca" (Mateo 10, 7; Lucas 10, 9). Y a todos sus seguidores: "En la misin de la Iglesia... a nadie le es lcito permanecer ocioso... No hay lugar para el ocio: tanto es el trabajo que a todos espera en la via del Seor" (Los fieles laicos 3).

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana sumen el contenido y la direccin a seguir hoy da es "nueva evangelizacin". La segunda est relacionada con el anuncio del mensaje. Por qu se llama "nueva" si la evangelizacin en su contenido no cambia? Las respuestas forman un autntico abanico. Para unos, es un adjetivo innecesario, ya que toda evangelizacin, si es autntica, es de por s nueva. Para otros, sin embargo, es lo que habra que acentuar, pues hara referencia a otras evangelizaciones, pertenecientes a pocas pasadas. Aqu me parece suficiente la explicacin de Juan Pablo II, que habla de nueva en su ardor, en sus mtodos y en su expresin". Lo primero se refiere al entusiasmo, lo segundo a la metodologa y lo tercero al lenguaje. 4. QU ES LA "NUEVA EVANGELIZACIN" Son muchos los documentos de Juan Pablo II en los que hace alusin a la nueva evangelizacin. Una prueba de su importancia.

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo proyectos. La necesidad de programar es uno de los apartados sobresalientes de la carta apostlica El nuevo milenio (nn. 29 y 42). Tambin nos impulsa a revisar las estructuras y actuaciones, a adquirir nuevas actitudes y a vivir en una situacin de continua conversin. En concreto, la "nueva evangelizacin" nos invita:

a mirar al evangelio a leerlo y meditarlo ms a entenderlo como "Buena Noticia" a descubrir en l a Jess, que viene a anunciar el Reino de Dios que el centro del Reino es tener a Dios como Padre y vivir todos como hermanos que el Reino se encarna en Jess, una persona ms que una doctrina que lo central en la vida de Jess, es, como escribe san Pablo, su pasin, muerte y resurreccin: "Esto es lo que predicamos" (1 Corintios 15, 11). Jess ha resucitado; nosotros resucitaremos tambin. Hay noticia mejor que podamos anunciar? Jess es el centro, el foco de luz que ilumina la vida del evangelizador. Por eso mirar al evangelio significa tambin, mirar al hombre. En el evangelio no slo encontramos a Jess, sino tambin a nosotros mismos.

"Una grande, comprometedora y magnfica empresa ha sido confiada a la Iglesia: la de una nueva evangelizacin, de la que el mundo actual tiene una gran necesidad" (Los fieles laicos 64). "Esta nueva evangelizacin... est destinada a la formacin de comunidades eclesiales maduras" (ib. 34) "El momento que estamos viviendo es ms bien el de un formidable desafo a la nueva evangelizacin" (El esplendor de la verdad 106). "La evangelizacin -y por tanto la "nueva evangelizacin" - comporta tambin el anuncio y la propuesta moral" (ib. 107) "La evangelizacin es un acto profundamente eclesial, que exige la cooperacin de todos los operarios del evangelio, cada uno segn su propio carisma y ministerio". (El evangelio de la vida 78). "Jess es el nico evangelio: no tenemos otra cosa que decir y testimoniar" (ib. 80) "La nueva evangelizacin, como la de siempre, ser eficaz si sabe proclamar desde los tejados lo que ha vivido en la intimidad con el Seor" (La vida consagrada 81). "He repetido muchas veces en estos aos la "llamada" a la nueva evangelizacin. La reitero ahora sobre todo para indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orgenes, dejndonos impregnar por el ardor de la predicacin apostlica despus de Pentecosts" (El nuevo milenio 40).

Descubrimos:

cmo somos y cmo debemos ser la dignidad de la persona humana la igualdad y respeto a los dems el amor como norma principal de la vida, etc.

Y mirar al evangelio y al hombre, significa tambin mirar al mundo:

conocer la realidad es necesario para asimilar la palabra de Dios conocer las ciencias humanas como ayuda (sicologa, sociologa...) conocer unos mnimos de pedagoga y metodologa. Hoy no es aconsejable hacer el trabajo "a la buena de Dios". Tampoco creer en frmulas mgicas cuidar el lenguaje. En la Biblia abundan los signos, smbolos, comparaciones, y sobre todo la vida. Hay que explicarlas, "actualizarlas".

De estos textos seleccionados se pueden sacar muchas conclusiones. La primera, que la "nueva evangelizacin" es ante todo un "espritu" y un "ideal". Sin el espritu todo lo dems se quedara en normas o en piezas; como un buen coche o un buen motor, pero sin gasolina, sin fuerza. Naturalmente, tampoco se puede olvidar que un "espritu" necesita un "cuerpo". En la evangelizacin no se trabaja solamente con "ideales", sino tambin con proyectos. Pero el espritu es lo que nos impulsa, nos anima y hasta nos obliga a hacer

5. JESS, EL MODELO El que desee saber lo que es evangelizacin, slo tiene que leer el captulo 10 del evangelio de san Juan. Y el que quiera saber cmo evangelizar, que lea los pasajes de Nicodemo, la Samaritana, los dos de Emas, las parbolas del hijo prdigo y del buen samaritano. Son verdaderos modelos de evangelizacin, predicacin, catequesis. etc., en todos los sentidos: anuncio del mensaje, lenguaje, pedagoga, etc. Pero 5

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana en el evangelio descubrimos tambin a Jess evangelizando no slo con la palabra, predicando. Lo haca tambin con:

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo El mirar al evangelio y a los cristianos de los primeros siglos nos ha dado como resultado el Vaticano II, con un modelo nuevo de Iglesia que parte del bautismo, el cual nos hace a todos iguales, aunque con distintos servicios y funciones. Los pastores tienen la misin de "unir, construir e incrementar el pueblo de Dios con el poder de ensear; santificar y pastorear". Los religiosos "contribuyen a la misin salvfica de la Iglesia siendo testigos del Absoluto... y preanuncio de la vida futura". Y los laicos "edifican la Iglesia desde su carcter secular...son levadura que transforma el mundo desde dentro del mundo, son sal y luz all donde slo ellos pueden serlo". La participacin de los laicos ha aumentado considerablemente, pero todava "hacen falta evangelizadores" (Los fieles laicos 35). Difcilmente la "nueva evangelizacin" se podr llevar a cabo sin ellos; especialmente sin la mujer (La vida consagrada 57). Ellas deben ocupar un puesto especial, como lo hicieron al principio. San Agustn hace la observacin de que ellas evangelizaron a los discpulos, "anunciaron a los mismos anunciadores quin era Jess" (Sermn 236A, 4). La Iglesia es comunin y participacin. Y lo que se nos pide a todos es trabajar unidos. El modelo que se suele proponer (tambin el Vaticano II) es el de san Agustn: "con vosotros soy cristiano, para vosotros obispo" (Sermn 340, 1)

sus gestos (haciendo signos en el suelo) su silencio (ante Herodes y Pilato) su mirada (el "sermn" a Pedro) sus lgrimas (ante la tumba de Lzaro) sus acciones (lavando los pies a los apstoles, abrazando a los nios) su descanso (venid a un lugar tranquilo a descansar)

Y una observacin importante: Jess no es solamente el modelo. Es tambin el agente principal (la escena de la pesca milagrosa). Uno de los peligros ms grandes y de consecuencias graves es que al hablar de pastoral (de las ovejas) nos olvidemos del Pastor. Sin l, como insiste san Agustn, no podemos hacer nada. 6. LA INCULTURACIN Y LOS LAICOS Estos dos temas merecen un trato especial. Son dos de los apartados en que ms se detienen los estudiosos al hablar de la "nueva evangelizacin". La cultura abarca toda la vida de cada persona y de cada pueblo. La "nueva evangelizacin" trata de llegar a ella, a sus valores ms profundos y, si fuera necesario, renovarlos. Lo deca ya san Agustn. "el evangelio trata de penetrar hasta el fondo del alma y busca el quicio del corazn" (Sermn 301A, 1). Y Pablo escribe: "El evangelio y, por consiguiente, la evangelizacin no se identifican ciertamente con la cultura y son independientes con respecto a todas las culturas. Sin embargo, el Reino que anuncia el evangelio es vivido por hombres profundamente vinculados a una cultura, y la construccin del Reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas. Independientes con respecto a las culturas, evangelio y evangelizacin no son necesariamente incompatibles con ellas, sino capaces de impregnarlas a todas sin someterse a ninguna. La ruptura entre evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo" (El anuncio del evangelio 20). La evangelizacin, pues, implica un dilogo entre fe y cultura. El problema est en averiguar hasta dnde llega una y otra. El modelo de toda inculturacin es la Encarnacin, pero en la prctica no es fcil saber dnde se encuentran los lmites (cfr. La vida consagrada 79, 80 y 89; Los fieles laicos 44). Dentro de este tema hay otros que el evangelizador no debe olvidar: la evangelizacin en la ciudad, la influencia de la poltica, la sociedad de la imagen en que vivimos, etc. El apartado de los laicos es uno de los ms importantes de la "nueva evangelizacin". Habra que comenzar por admitir que la Iglesia se haba clericalizado demasiado. El clero y los religiosos habamos "acaparado" muchas de sus funciones. Esto se deba a una mentalidad que comenz a formarse hace muchos siglos y que lleg a un modelo piramidal de Iglesia.

con vosotros soy cristiano: todos participamos en la construccin de la Iglesia; todos somos "fieles", discpulos, hermanos, testigos; para vosotros soy obispo: preocupacin por los dems, servicio a los dems. La finalidad de los ministerios es servir; aplicaciones: dignidad de las personas, respetar a todos, necesidad de escuchar, compartir, admitir las limitaciones, la autoridad es servicio, importancia del testimonio, etc.

Es el mismo significado de la palabra "condiscpulos", que tanto le gustaba repetir al obispo de Hipona: somos condiscpulos, es decir, todos estamos en la misma escuela, con un solo maestro: Cristo. Lo resume en una frase lapidaria y dinmica: todos unidos, alrededor de Cristo, caminando hacia el Padre" (Comentarios a los Salmos 147, 28). Es una sencilla definicin de Iglesia, parroquia, comunidad y movimientos cristianos. PARA EL DILOGO Hasta qu punto los cristianos somos responsables de la descristianizacin actual? Estamos preparados para llevar a cabo la "nueva evangelizacin"? Nos creemos suficiente mente evangelizados para evangelizar? Estamos fomentando la cooperacin de los laicos por la escasez de sacerdotes y religiosos o porque tienen derecho a participar?

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo sar de que, en ocasiones, no oan bien lo que deca (tena una voz dbil) y otras no le entendan. Habra que destacar la invitacin muchas veces repetida a "volver al interior", no salir fuera", "conocerse a s mismo", etc. Son llamadas continuas a la interioridad, pues se daba cuenta de que las acciones sin la "atencin al interior" se quedaban en puras actuaciones externas. Adems, el conocimiento de nosotros mismos nos ayuda a conocer a los dems, a comprender mejor sus necesidades y aspiraciones, y tambin el mensaje que anunciamos. En este sentido, Agustn no olvid nunca lo que haba sido, ni lo que era cuando hablaba o actuaba. Otra invitacin que repite continuamente es con relacin al testimonio. Agustn no quera cristianos slo de nombre. Por eso comienza por vivir lo que predica o escribe despus. Tampoco habla de memoria. Sus escritos estn llenos de vida y de alusiones personales. Los hechos -escribe- hablan ms que las palabras. Y de Dios, dice: "Doctor que ensea con los hechos ms que con las palabras" (Sermn 99, 11). Y de Cristo: "de poco hubiera servido lo que mand de palabra si l no hubiera cumplido primero con la obra" (Confesiones 10, 4, 6). Y en otro lugar: "El caminar en Cristo, debemos de aprenderlo, no tanto por sus palabras, como por su ejemplo" (Sermn 157, 2). RASGOS DE SU ACCIN EVANGELIZADORA Todos los escritos de San Agustn son fruto de su labor evangelizadora. Pero, en lo que se refiere a la doctrina, a los rasgos de su accin hay algunos que son una verdadera mina. Los enumero como ayuda para los que deseen profundizar en el tema: La Catequesis a principiantes. Este libro es una autntica joya. Tiene como objetivo: integrar el evangelio en la vida. Como centro del mensaje: Cristo: Y centro de la catequesis: el catequizando. Como columnas sobre las que debe apoyarse la catequesis (la evangelizacin): el amor, la alegra, la esperanza, la claridad y el testimonio. Mtodo: historia de la salvacin. Cualidades del catequista: la vivencia y la preparacin. La doctrina cristiana. El libro IV que trata de la predicacin, es un verdadero tratado de oratoria. En l establece los tres fines del predicador: "ensear para que el oyente entienda, deleitar para que atienda y, sobre todo, estimular para que practique". Todo va dirigido a la vivencia. Cartas 54 y 55. Sobre la liturgia y el culto. Sermones 46, 47, 137, 138, 296, 340A y 45-48 de los Tratados sobre el Evangelio de san Juan. En estos sermones se encuentra doctrina abundante sobre Cristo: pastor y oveja, amor a las ovejas, escuela de Cristo, presencia en los que enva, maestro de humildad y de paciencia, etc.

IV RASGOS AGUSTINIANOS
CASI todos los rasgos agustinianos que he mencionado se encuentran en los documentos de la Iglesia que he citado. Y se encuentran como apoyo o testimonio de las afirmaciones que los acompaan. Lo cual indica su importancia y actualidad. Aqu, voy a tratar de presentarlos juntos y en breve resumen. Con ello no pretendo afirmar que san Agustn introdujera algn rasgo nuevo que no descubriera en el evangelio. Tampoco, que en la actualidad no se estn viviendo o poniendo en prctica. Simplemente, quiero decir que stos seran los rasgos ms sobresalientes de una evangelizacin estilo agustiniano. En pastoral, la experiencia de san Agustn puede ayudarnos mucho porque l fue ante todo un evangelizador, un pastor, un gua, un servidor. Tambin porque, aunque en su tiempo no existiera la expresin "nueva evangelizacin", l trat de hacer una con la finalidad de renovar la sociedad en que vivi, una sociedad con ms problemas y dificultades que la nuestra. Siguiendo la lnea de la vivencia ms que la exposicin de la doctrina, voy a fijarme en dos apartados. Uno, mirando a la persona de Agustn, y otro, a su actuacin como evangelizador o pastor. RASGOS DE SU PERSONALIDAD Con frecuencia, hoy da, los libros y proyectos de pastoral se reducen casi exclusivamente a fijar objetivos y dictar normas, como si por "saber mucho" o "hacer mucho" cumpliramos mejor el "oficio de la caridad", la obligacin de evangelizar. La dificultad ms grande est en las personas, no en las normas, y menos en la doctrina. Por eso, est ms que justificado el hablar de actitudes personales, experiencia de Dios, interioridad, vivencia, testimonio, etc., porque es lo nuclear en la evangelizacin. De una lectura de los Soliloquios, sus primeros escritos, y de las Confesiones, su autobiografa, descubrimos en Agustn una serie de cualidades y actitudes, envidiables en cualquier evangelizador. Por ejemplo:

una gran sensibilidad (ante la forma de ser y de actuar de los dems una gran capacidad para el dilogo y la convivencia una gran inquietud por superarse un deseo insaciable en la bsqueda de la verdad una gran habilidad para hacer amigos un carcter alegre y optimista una gran paciencia (virtud tan necesaria en el evangelizador), etc.

Y leyendo sus sermones, uno tambin descubre que Agustn era un hombre sencillo, que actuaba siempre con todo su corazn y que nunca se daba a medias. Su forma de ser y de actuar deba impresionar mucho a la gente. El poder de la imagen y de las formas! Por eso el pblico le aplauda y le quera con delirio, a pe-

La Iglesia: la "Amada", la "Esposa" de Cristo, que arde de amor por l; unin entre Cristo y la Iglesia, amar a la Iglesia, Mara y la Iglesia, etc. Pastoral (evangelizacin): testimonio, obrar con alegra, actuar ms que hablar, administrar bien la palabra y los sacramentos, etc. 7

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Pastores: unin con Cristo y con la Iglesia: deber de anunciar el evangelio, orar por los fieles, corregirlos, buscar a Dios por Dios, conocer las ovejas, caminar delante de ellas (dar buen ejemplo), etc. Predicacin: que el contenido sea el evangelio: preparacin, perseverancia, etc. Los fieles: "somos Iglesia", las ovejas no son de Pedro, sino de Cristo; unin, participacin, etc. Medios: oracin, dilogo, buscar juntos, lenguaje sencillo, utilizar ejemplos, etc. PARA EL DILOGO

DECLOGO DEL EVANGELIZADOR AGUSTINIANO


1. Alimentarse de la palabra de Dios. La Biblia debe ser la fuente principal; el libro del evangelizador. En ella encontrar abundantes modelos tanto de personas como de exposiciones del mensaje. La metodologa a seguir: la historia de la salvacin, etc. 2. Conocer la realidad. En primer lugar, al sujeto de la evangelizacin. Este conocimiento incluye las necesidades, aspiraciones, medios, etc. Para ello, el evangelizador necesita escuchar, dialogar, admitir la colaboracin de los dems, etc. 3. Planificar las actuaciones. Proyectos hay muchos. Pero es conveniente que cada comunidad o grupo haga el suyo. Fijar unos objetivos, disponer de unos agentes, contar con unos medios, etc. 4. Evangelizar desde la comunidad. El centro de la fe es Dios-Trinidad. La fe cristiana se vive en comunidad. Nadie debe ir por lo libre. 5. Formar comunidades. Es uno de los objetivos principales. Las comunidades o grupos de Casiciaco y Tagaste pueden servir de ejemplo. En ellas sobresalen el dilogo, la participacin, respeto, oracin, trabajo, animacin, etc. 6. Participar todos. Cada uno en supuesto; como lo hacen los componentes de un coro o una orquesta. Fomentar la participacin y formacin de los laicos. 7. Actuar por amor y con amor. Como deca el mismo san Agustn: predicar siempre el amor de Dios y practicar siempre el amor al prjimo. Unir predicacin y testimonio. Acentuar la motivacin ms que la argumentacin, etc. 8. Dar preferencia a los ms necesitados. El centro es el evangelizando. Hay que respetar a todos. Y no rechazar a nadie. 9. Acentuar lo proftico y lo escatolgico. Lo primero quiere decir tratar de descubrir la voluntad de Dios, la vocacin personal, el camino a seguir. Y acentuar lo escatolgico, mirar hacia el futuro. La vida es algo ms de lo que pueden ver nuestros ojos. 10. Reconocer las limitaciones y los errores. No sabemos responder a todas las preguntas ni podemos solucionar todos los problemas. Como seres humanos, cometemos errores. Pero al creyente, lejos de desanimarle, le invitan a intensificar la bsqueda, a consolidar la humildad y a pedir ayuda a Dios

La Iglesia, hoy, cuenta con ms agentes y medios de evangelizacin que nunca antes. En qu estamos fallando? Hay suficiente coordinacin? Faltan proyectos viables? Ponemos el esfuerzo necesario? Vivimos de verdad lo que anunciamos?

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SAN AGUSTN Y LA IGLESIA


Pedro Langa Aguilar, OSA vicisitudes previas al presbiterado, ya en los avatares precedentes, inmediatos y subsiguientes a la consagracin episcopal, bien, en fin, bajo el peso pastoral (sarcina episcopatus deca l) de su ministerio apostlico. Ella en definitiva, la Iglesia, seguir siendo hasta el fin de sus das paradigma, norte, pauta, referencia de fundaciones monacales primero, de actuaciones presbiterales despus, de solicitudes episcopales siempre, ya al principio como auxiliar de Valerio, ya ms tarde, a partir del 397, como titular sede plena de Hipona [cf. Langa, P., "La ordenacin sacerdotal de san Agustn", Revista Agustiniana, 33 (1992) 51-93; id.: "Valerio de Hipona", Avgvstinvs, 38 (1993), 303-327]. Su respiracin y la de aquella Madre y Maestra, luz de sus ojos y aire de su alma, discurrieron iscronas, acompasadas, rtmicas, convergentes. Su ministerio de la palabra y del sacramento, lo mismo en Hipona que en Cartago, y por toda la provincia de frica del Norte a la redonda, es el propio de un Padre y Doctor de la Iglesia sin apenas parangn (cf. Juan Pablo II: "Carta Apostlica Augustinum Hipponensem", esp. III. El Pastor). Ningn testimonio de contemporneos mejor para corroborarlo que el de san Posidio, su dulce y fiable Posidio, amigo del alma, confidente durante media vida y bigrafo de cuerpo entero, quien afirma: "Dej a la Iglesia clero suficientsimo y monasterios llenos de religiosos y religiosas, con su debida organizacin, su biblioteca provista de sus libros y tratados y de otros santos; y en ellos se refleja la grandeza singular de este hombre dado por Dios a la Iglesia, y all, los fieles lo encuentran inmortal y vivo" [VA 31 : Obras completas de san Agustn 1, BAC, Madrid 1969, p. 363]. Consuela mucho para nosotros hoy, por tanto, beneficiarnos de este estupendo regalo de Dios a la Iglesia con slo acudir a sus escritos, sencillamente deliciosos y completos ya, por fortuna, en espaol. Decir que san Agustn fue hombre de Iglesia no basta, claro que no. Es preciso aadir que lo fue como siervo, hijo, pastor y telogo. Qu dir telogo, el telogo de la Iglesia segn ha escrito alguien, o sea, el diligente servidor de la Palabra y fiel custodio de la fe y riguroso expositor de las verdades eclesiales a la luz de la teologa. Un agudo anlisis eclesiolgico, recostado en la ternura, centr siempre su entero pensamiento, desde la doctrina cristolgica a la pneumatolgica, sin descuidar tampoco ni la monstica ni la de la Gracia, ya en disputas doctrinales, ya en exposiciones serenas y sin mpetu polmico [cf. Langa, P., "La Iglesia en la vida religiosa agustiniana", Confer 97 (1987), 79-105, 8691; Congar, Y., "Eclesiologa. Desde San Agustn hasta nuestros das", Schmaus, M. (y otros), Historia de los Dogmas, III, 3c- d, Madrid 1976, p. 2-10]. Siervo de Dios, dir ms de una vez de s mismo aludiendo a la vida monstica. Servus Christi - Servus Ecclesiae, agregar otras para subrayar actitudes pas9

I SIGLO Y CONCILIO DE LA IGLESIA


SE ha dicho y escrito que el XX pasar a la historia como el siglo de la Iglesia. Tambin del Vaticano II, concilio que fue de la Iglesia sobre la Iglesia. Tenemos acerca de esto probada constancia, desde los estudios del obispo evanglico Otto Dibelius, all en el perodo de entre guerras, hasta el mencionado concilio y la actual eclesiologa de comunin, pasando por el buen hacer en esta materia de Romano Guardini (castillo de Rothenfels), Henri De Lubac (Fourvire), Hans Urs Von Balthasar (Basilea) e Yves Congar (Saulchoir), amn de un nutrido grupo de eclesilogos eminentes y de la inestimable ayuda prestada en este saludable proceso renovador y aperturista por el movimiento teolgico que desde 1948 empez a llamarse Nouvelle thologie. Que los Padres de la Iglesia, liturgos ellos de ctedra y pastoral juntas, celosos pastores de almas, fidelsimos servidores del divino Verbo y maestros insignes en la fe, guarden relacin con la eclesiologa moderna es argumento trabajado de un tiempo a esta parte a base de monografas cientficas y tesis doctorales muy puestas. Que ocurra eso de modo particular en san Agustn, la voz eclesial ms potente y mejor timbrada del armonioso coro patrstico, es cuanto pretendo aadir en el reducido espacio de estas pginas. Agustn de Hipona y la Iglesia son, desde luego, argumentos de actualidad. Sobre los dos existen publicaciones de mucho respiro y ambos, asimismo, cuentan con desbordante bibliografa en estos albores trimilenarios, siendo la suya, en consecuencia, realidad a no preterir ni rebajar en cualquier estudio que se precie de riguroso. El obispo de Hipona constituye una intensa biografa eclesial de 76 aos: fue hombre de Iglesia en el sentido ms genuino de la palabra, igual en cuanto laico que de monje y obispo. Dirase que su vida hubiera discurrido en, para y con la Iglesia. Antes y despus de la conversin, en efecto, sinti lo eclesiolgico de tal suerte que sera en adelante clave, diapasn y pentagrama para interpretar su partitura de conversin y bautismal. Desde entonces hasta la feliz hora de las fundaciones, su espritu va decantndose entre gozoso y esperanzado con la eficiente ayuda de la madre Iglesia por Casiciaco, Miln, y la regin del Lazio, acogido al calor mistrico de las liturgias ambrosiana y romana (cf. Langa, P., "San Agustn y su 'conversin pascual' del ao 387", Aa.Vv., Jornadas Agustinianas, Valladolid 1988, pp. 89-116). La Iglesia, por su parte, ir tambin determinando su pasos de catecmeno, radiante nefito, joven monje, presbtero recin ordenado. Su vivir ser siempre un suspiro eclesial, esto es, un vivir en ella, con ella, por ella y para ella, bien desde las

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana torales al servicio de la Catlica. Siervo, en suma. Siempre siervo. Rendido a la finura de aquella Madre hasta en el oficio de amor (amoris officium) del ministerio, que l desempe en la plural condicin de monje/pastor. Siervo de Dios y de la Iglesia, segn felices expresiones suyas de aquella hermosa vocacin al munus de servicio. El encabezamiento de algunas cartas -"Agustn obispo, siervo de Cristo/siervo de Cristo y de los siervos de Cristo"- deja traslucir este preciso y precioso matiz. El mismo ejercicio pastoral no ha de ser otra cosa, en su opinin, que mantenida disponibilidad servicial. En modo tal "presidir es servir" que, puntualiza desde el acostumbrado malabarismo retrico, "presidimos si servimos": praesumus, sed si prosumus (Sermn 340 A,3; cf. Langa, P., "Llamado a presidir sirviendo", Jornadas de Filosofa Agustiniana XI, Caracas 1996, pp. 29-43). PARA EL DILOGO * Matices y argumentos con que argir para mejor probar el actual inters que los estudios sobre la Iglesia vienen suscitando desde el siglo xx y el Vaticano II. * Qu notas especiales concurren en san Agustn para poder afirmar que fue hombre de Iglesia? Resltalas desde su condicin de monje, presbtero y obispo. * El beato Juan XXIII recuper la bella definicin siervo de los siervos de Dios. Seras capaz de recomponer su contexto con las referidas de san Agustn? II HIJO Y SIERVO A DE LA MADRE IGLESIA LA clebre conversin del Tolle, lege ("Toma y lee") no fue, en realidad, un retorno a Cristo como suele repetirse hasta la saciedad, sino a la Iglesia catlica, porque el dispersivo itinerario hacia el error haba hecho del joven retrico de Tagaste no tanto un pnico anticristiano cuanto un nmida anticatlico, es decir, verdadero contestador de la Iglesia de su niez, cuyo maternal influjo va a notarse hasta en la escena del jardn: Monica da gracias a Dios gozosa y llorosa y esperanzada por haberle devuelto el hijo de sus entraas al regazo de la madre Iglesia catlica y no haberlo dejado entre los fros brazos de la mujer procaz llamada maniquesmo, que lo tena retenido en sus mallas sectarias, ni abandonado a su suerte all entre los zarzales y breales arrianos, o quin sabe si flotando en la espesa negrura del paganismo, o hundido tal vez en la cinaga materialista, o en el confuso tirn excptico, ni tampoco, en fin, presa de las fanticas manas de los obispos del Cisma. No. Haba vuelto al calor de la Catlica. Durante la sugestiva ceremonia de aquella Vigilia madre de todas las vigilias, celebrada la noche del 24 al 25 de abril del ao 387, cuando el sacramento del agua que san Ambrosio le administra regenera su alma de aguerrido contestador, siente de pronto que renace dentro de s la ternura, nota que resucita por dentro como el hijo de la viuda de Nan, y que la luz del Cristo pascual ilumina su corazn. Siente, adems, que la Iglesia catlica, tiempo atrs combatida y ultrajada, le deja en el alma limpia la dulce caricia de un beso. Ya Obispo de Hipona, seguir recordndolo en un desahogo memorable con Dios: Cunto llor con tus

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo himnos y tus cnticos, fuertemente conmovido con las voces de tu Iglesia, que dulcemente cantaba!" (Confesiones 9, 6, 14). Fueron las suyas, entonces, lgrimas de contestador arrepentido, de futuro Padre de la Iglesia enamorado, de Doctor de la Gracia comprometido; llanto y suspiros, mezcla de aleluyas y cnticos pascuales, los tpicos de una juventud renacida. Y esa Iglesia que en aquella noche santa le sonre y acoge y mece en su regazo maternal, no tardar en llamar delicadamente a las puertas de su generoso corazn ahora nefito. Lo har por boca del anciano Valerio, necesitado de un presbtero que exponga en latn la Palabra al pueblo de Dios que peregrina en Hipona. Sonar entonces la hora del ministerio: monje presbtero primero, y obispo auxiliar y en sede plena despus; pastor de almas en uno y otro caso. Ya antes haba modelado l sus fundaciones monsticas por los pagos africanos, a ejemplo de la koinona eclesial de la primera Comunidad de Jerusaln, disponiendo en la Regla vivir todos los miembros bajo un mismo techo, unnimes y concordes, a base de tener "una alma sola y un solo corazn orientados hacia Dios" (Regla 1, 3. 9). Pero cuando todo pareca encarrilado, contento de ser el ltimo en la casa del Seor, lleg suplicante la Iglesia necesitada. Lgrimas le cuesta aceptar el presbiterado, s, pero la solicitud de una Iglesia menesterosa se le hace irresistible y compulsiva. l mismo no se recatar en escribir a san Paulino de Nola: "He temido mucho el excusarme, porque estimo que sa es la voluntad de Dios, por la gran caridad y solicitud por el pueblo que Valerio tiene" (Carta 31, 4). Es de suponer que, algn tiempo despus, este momento biogrfico flotara en su espritu al recodarle al abad de Cabrera, Eudosio, que la misericordia exige que los pobres sean evangelizados y la copiosa mies del Seor no se pierda por falta de segadores. La exhortacin en todo caso es clara y sin paliativos: "No antepongis vuestro ocio a las necesidades de la Iglesia, pues si no hubiese buenos ministros que se determinasen a asistirla, cuando ella da a luz, no hubisemos encontrado medio de nacer" (Carta 48, 8). Vino tambin a cumplirse entonces lo que san Posidio escribira ms tarde: "Comunicaba a os dems lo que del cielo reciba con su estudio y oracin, enseando a presentes y ausentes con su palabra y escritos" (Vida 3). Porque comunicaba, acept. Y porque acept, comunicaba, es decir, segua comunicando. Y en ambos casos, a causa de permanente estudio y oracin. Cuando sea ya obispo de altos vuelos, habr de ilustrar con ricas imgenes el misterio de la Iglesia madre. Sern famosas las destinadas a expresar la estrechsima unin -slo inferior a la hiposttica- entre la Iglesia madre y maestra universal y su Esposo. La frmula Ecclesia Mater, que viene como prstamo de una patrstica anterior, llena de contenido y presta cabal sentido a la eclesiologa agustiniana, sin cuyo concepto, por cierto, quedara manca. Ninguna idea le conmueve tanto. A sus escritos llegan la madurez y la perfeccin, el profundo anlisis teolgico-dogmtico y la oportuna vertiente pastoral; en una palabra, la exacta dimensin.

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Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana El argumento reviste particular relieve durante la disputa donatista, trabajado desde una perspectiva histrica, geogrfica y visible. Suyo es el mrito de haber definido las relaciones mutuas entre las cuatro realidades esenciales de la salvacin: la fe, la Iglesia, los sacramentos y la caridad, consiguiendo una sntesis, pauta de la teologa posterior. Es, como digo, en el epicentro catlico- donatista donde analiza de cerca este misterio: en cuanto Iglesia madre de la verdad, madre espiritual, madre solcita, madre de la caridad, es decir, del amor a los hijos congregados en la unidad de una sola familia, madre vigilante, atenta, dolorida, siempre acogedora. Madre nica. Fecunda gracias a Cristo y por el Espritu, pues "la predicacin evanglica y la administracin de los sacramentos estn en el centro mismo de la actividad maternal de la Iglesia, puesto que los hombres nacen a la vida de la gracia, recibiendo, en una comunidad de vida, estos beneficios" (Rplica a las cartas de Petiliano 3,56, 68). Por la fe indefectible, ntegra que la Iglesia conserva en Cristo, sigue sta siendo virgen. Por su indisoluble unin con el Esposo, esposa. Y, fecundada por la donacin de s misma en la unidad, madre. Conocida es la expresin de san Cipriano Ecclesia Mater-Deus Pater. San Agustn la enriqueci luego con numerosos textos. Sirvan de ejemplo dos: "Nadie puede tener propicio a Dios Padre si desprecia a la Iglesia madre" (Sermn 255 A). "Amemos al Seor nuestro Dios; amemos a su Iglesia; a l como a Padre, a ella como madre [...] Este matrimonio se halla unido por un gran amor; nadie que ofenda a uno de ellos puede merecer al otro" (Comentarios a los Salmos 88; Sermn 2, 14). La sugestiva eclesiologa del Vaticano II brilla con luces hiponenses, la de Ecclesia Mater entre ellas. Tiene esta conciencia de ser pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espritu Santo, pero tambin de la tensin hasta convertirse en madre celeste. Lejos de rechazar a los pecadores, los busca con materno amor para purificarlos. La originalidad agustiniana estriba en haber sabido, bebiendo a sorbos en la tradicin, contrastar aqu sus puntos de vista con la situacin histrica de entonces. A consecuencia de ello, la tradicin eclesial result notablemente enriquecida. Con Ecclesia Mater discurre correlativo Agustn hijo (filius sum Ecclesiae), de uso ya menos corriente. La Iglesia se dirige a los donatistas como a hijos malos, perdidos, desertores de la madre. Ella, sin embargo, espera recobrarlos luchando contra el Cisma hertico un poco a la manera de David con su hijo Absaln, aunque con esta diferencia: que los donatistas que se pierden no perecen como Absaln por un accidente blico, sino por su propia contumacia. Buen inciso para mejor conocer una actuacin agustiniana, malinterpretada no pocas veces por no incluir estos detalles de la Sagrada Escritura. He aqu una muestra: "No voy a perseguir -se pregunta- a quien blasfema de la Iglesia? S -responde- lo perseguir abiertamente, porque soy miembro de la Iglesia; lo perseguir abiertamente, porque soy hijo de la Iglesia (quia filius sum Ecclesiae). Me sirvo de la voz de la misma Iglesia, que dice por m en el salmo: Perseguir a mis enemigos y les dar alcance, y no cesar hasta que desfallezcan (Sal 17, 38). Desfallezcan en su mal, progresen hacia el bien"

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo (A los fieles de la Iglesia de Cesarea, 8; cf. Palmero, R., "Ecclesia Mater", en San Agustn, Madrid 1970; Langa, P., n.c. 58, "Ecclesia Mater", "filius sum Ecclesiae", Obras completas de san Agustn, 33, pp. 681684). "Mirad a aquellos de quien sois miembros; poned los ojos en aquella de quien sois hijos" recuerda para enjoyar luego a la madre con las mejores galas: "Merece ser descrita, alabada, recomendada, amada como madre por todos nosotros, pues es esposa de un solo marido [...] Es eminente, clebre, gloriosa, ataviada, brillante; para decirlo brevemente, extendida por toda la tierra" (Sermn 37, 2). Maternidad y filiacin, pues, interrelacionadas. Da l por supuesta en la fraternidad la filiacin, consecuencia de haber nacido de la misma madre: "A vosotros, pues, hermanos; a vosotros, hijos; a vosotros, retoos nuevos de la madre Iglesia, os ruego, en nombre de lo que habis recibido [el bautismo, pues predica a los nefitos], que pongis vuestros ojos en quien os llam, en quien os am, en quien os busc cuando estabais perdidos, os ilumin una vez encontrados, para no seguir el sendero de los que se pierden, en quienes desentona el nombre de fieles. No se les preguntar por el nombre que llevan, sino por la concordancia entre vida y nombre" (Sermn 228, 2). Concibe y alumbra la madre Iglesia, y exhorta a morir por Aqul de quien los concibe y alumbra (cf. Sermn 301, 1). Es la Iglesia, pues, madre de incesante fecundidad. Tampoco la dimensin diaconal de la Iglesia escapa a su perspicacia. Rendido a su amor de sierva y l mismo siervo entre los siervos de Dios (monjes), cuando llegue el ministerio vencer su inicial reluctancia, considerndose as: "Mas, como dije, el siervo no debe contradecir su Seor" (Sermn 355, 2). Y el Seor, en efecto, dispone que sea siervo tambin de la Iglesia, compaginando la vocacin de monje con la de presbtero: ambas de servicio. Al servicio, pues, del otium sanctum (vida monstica) viene a sumarse el del negotium iustum (vida apostlica) de la sarcina pastoral. "Si nadie nos impone esta carga (sarcina) debemos aplicarnos al estudio y al conocimiento de la verdad. Y si se nos impone debemos aceptarla por la urgencia de la caridad" (La ciudad de Dios 19, 19). He aqu una clave decisiva de su ministerio. PARA EL DILOGO Podras precisar la incidencia eclesial que tuvieron en san Agustn los sacramentos de la iniciacin cristiana y la posible repercusin de sus vivencias hoy? * Destaca los principales conceptos de anlisis y el papel eclesial de un telogo presentando la Iglesia al mundo del siglo XXI con el estilo de san Agustn. * Qu alcance eclesiolgico puede tener el sentimiento agustiniano de filiacin y de servicio dentro de la Iglesia para este mundo del nuevo milenio?

III TELOGO Y PASTOR DE LA IGLESIA TELOGO de la Iglesia, en efecto, lo fue, y perspectivas con que probarlo no faltan en sus escritos y en su vida. Se revela telogo, por ejemplo, exponiendo la 11

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana maternidad eclesial -maternidad y filiacin son trminos correlativos en su doctrina-, tambin la catolicidad y unidad eclesiales, facetas una y otra, por cierto, muy bien desarrolladas frente al Cisma, de las que existen vestigios perceptibles en el Vaticano II; y, en fin, telogo del ministerio dentro y fuera de la Iglesia, sobre todo gracias a conceptos y expresiones como in domo/ex domo, los falsos hermanos, los malos hijos de la Iglesia y el delicado amor filial que l, celoso pastor de almas, siempre nutri por la Iglesia. Otra prueba de su teologa es la catolicidad de la Iglesia, muy socorrida y detectable por los vestigios de la vera Ecclesia, la eclesiologa de integridad, malinterpretada por los del Partido, y la de universalidad, predilecta suya frente a stos. Reclama la catolicidad ser acompaada de unidad: "La Iglesia es solamente una, por nuestros antepasados llamada Catlica para demostrar por el solo nombre que est en todas partes". Ser su pensamiento constante. Tambin premisa de la que partir y, a la vez, conclusin a la que llegar. De qu servira si no ser universal de espaldas a la unidad? Una catolicidad sin unidad va camino del caos. Lo prueba el donatismo. Sus cismticos ofrecieron al principio la peregrina tesis de una integridad excluyante, hasta que se impuso su carcter inviable. Bajo pretexto de salvaguardar la unidad en aras de la integridad -slo la Iglesia ntegra, sin mancha ni arruga, puede llamarse Iglesia de Cristo, argan ellos-, terminaban recluidos en frica, cargndose la catolicidad. De ah luego la comunidad montense fundada en Roma, aunque aquello no pas de ser un leve maquillaje. Brill el argumento de la catolicidad en la clebre Conferencia Ecumnica de Cartago del ao 411, convocada por el emperador Honorio, presidida por el conde Marcelino, celebrada por ambos episcopados con el fin de encontrar la va de solucin al contencioso catlicodonatista. Lo debatido all fue, en el fondo, cuestin eclesiolgica. En tan magna cumbre intereclesial confluyen dos modos de entender la Iglesia. El catlico, cuyo enfoque ser el propio de una Iglesia de los Padres, flexible de medio a medio y abierta, plural, enriquecida con elementos escritursticos, histricos, dialcticos y tradicionales. Y el donatista, anclado en la Iglesia de los mrtires, inflexible de todo punto y cerrada, integrista y rigorista a ultranza, es decir, opuesta a cualquier atisbo de novedosa iniciativa. Ambos planteamientos dimanan de la misma eclesiologa africana, basada en san Cipriano, sinodal por ambos lados. Aunque comn, el esquema eclesiolgico de tales grupos registra luego una interpretacin pragmtica de la realidad completamente diversa en desarrollo y, de especial manera, en las consecuencias: porque es en los sacramentos donde ms se deja sentir el desacuerdo, propio de conceptos distintos de Iglesia. San Cipriano, maestro de catlicos y donatistas, no lo es en los mismos trminos. Para los catlicos lo ser por su manera de concebir la unidad eclesial; no, desde luego, del bautismo, pues llega al rebautismo de herejes. Para los donatistas, en cambio, tambin respetable autoridad, lo ser no en el modo de plantear la unidad de la Iglesia, cuyos postulados les son desfavorables, sino en las tesis bautismales, y

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo concretamente la del rebautismo, cuya problemtica san Agustn analiza en el Tratado sobre el bautismo. Las tesis eclesiolgicas donatistas se encadenaban as: El donatismo es la verdadera Iglesia; la de los mrtires; la santa y pura. El verdadero sujeto de la accin sacramental es, pues, la Iglesia; su validez est condicionada a la santidad del ministro; con lo cual, el bautismo administrado por cismticos o herejes es invlido, y, en consecuencia, quienes as estn bautizados debern ser rebautizados (tesis del rebautismo). Las catlicos, en cambio, propugnaban que: La Iglesia de Cristo es una y nica; santa y pura; catlica y apostlica. Y en cuanto a los sacramentos: Su valor objetivo dimana de Cristo, no de la Iglesia; su eficacia, independiente del ministro; y su plena eficacia sacramental, slo en la unidad catlica. Esquema preferentemente subjetivo, en suma, el donatista. Ms bien objetivo, al menos en la praxis sacramental, el catlico. Porque unos y otros respondan a una eclesiologa africana, enfrentada tiempo atrs a las tesis romanas del Papa Esteban I. En Cartago-411 salen ms o menos a relucir estos principios. Los de Donato pretendan a toda costa identificar la causa de los catlicos con la de Ceciliano. Y san Agustn, que advirti al vuelo la trampa, hubo de replicar distinguiendo entre causa de la Iglesia (de Cristo, de la Iglesia en s, santa y pura) y causa de Ceciliano (es decir, del hombre, cualquiera que ste sea) [cf. Langa, P., n.c. 57. "El objetivo de los catlicos en la Conferencia de Cartago del 411", en Obras completas de san Agustn, 32, 1988, pp. 923 y s.; n.c. 65. Causa de la Iglesia y causa de Ceciliano, pp. 932 y s.]. Obviamente, la Catlica no era la Iglesia de Ceciliano, sino la Iglesia de Cristo difundida por todo el mundo (toto orbe diffusa), es decir, catlica. Los del Cisma, empeados en radicalizar la interpretacin de la Iglesia santa y pura, tenan que saber de la diferencia agustiniana entre Iglesia de ahora (Ecclesia quae nunc est) e Iglesia del futuro (Ecclesia qualis futura est) (cf. Borgomeo, P.: L'glise de ce temps dans la prdication de saint Augustin, Pars 1972, pp. 32-34; Langa, P.: "Introduccin", en Obras completas de san Agustn, 32, 1988, pp. 72-86). La eclesiologa catlico-donatista de Cartago-411 parte, pues, de un mismo presupuesto: el principio paulino, que ya san Cipriano haba tambin compartido: un Dios -una Iglesia un Bautismo (Efsios 4, 5). No caba, siendo as, salvacin sin bautismo. Ni bautismo sin Iglesia. Ni Iglesia sin Espritu. De modo que bien en Roma, bien en frica, bien en la Iglesia universal a la postre, la compartida tesis paulina consista en relacionar a la vez Espritu Santo- Iglesia, remisin de los pecados por el bautismo-salvacin. Pero compartir premisas, claro es, no quiere decir sin ms hacer otro tanto en conclusiones. Si se perciben matices diferenciales y diferenciadores ya entre Tertuliano y Cipriano, mucho ms entre catlicos y donatistas. Pretenden demostrar unos y otros con la Sagrada Escritura que admiten y utilizan en sus escritos y en su culto, sobre todo mediante la llamada Biblia de san Cipriano, es decir, la que el santo mrtir de Cartago haba usado en su tiempo, no ya la autoridad de la 12

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana Iglesia, sobre la que unos y otros estn de acuerdo, evidentemente, sino las dotes de su autenticidad, visibilidad y catolicidad. Mas como lo que importa es el modo de interpretar, de ah el decisivo papel de la exgesis (en la que no hay figuras donatistas descollantes, a excepcin de Ticonio, ausente de Cartago411). Habr que echar mano de la Tradicin. Y a menudo, en este contencioso intereclesial de los archivos, o sea de la Historia. Y en no pocas ocasiones, inclusive de la Dialctica. Comprobar el intercambio de agudeza dialctica entre sus dos mximos exponentes en este contencioso, y muy concretamente durante la Conferencia de Cartago- 411, como fueron el obispo Petiliano, de parte del Cisma, y su adversario el obispo de Hipona, por parte de la Catlica, es una verdadera delicia intelectual y, para el estudioso de la Teologa patrstica, una experiencia de veras apasionante. Pero adems de telogo de la Iglesia, san Agustn de Hipona fue ante todo Pastor de la Iglesia. Corren por ah ttulos genuinamente eclesiales, como el de Pastor de almas, que bien est y mejor sabe. Quin no recuerda la obra ya clsica de F. Van der Meer? Lo cierto, sin embargo, es que Pastor de la Iglesia es el que a san Agustn corresponde de lleno, dada su condicin de Padre y Doctor el ms grande, sin duda, de la Iglesia latina, y en l, por tanto, queda, dirase, como compendio toda la extraordinaria riqueza ministerial de uno de los genios ms grandes del cristianismo. Presupone los anteriores, sobre los que ya se dijo algo arriba, y en los que, si bien se repara, no est necesariamente implicado ste. Porque se puede ser todo lo que los precedentes ttulos significan sin, por ello, ser pastor de la Iglesia. Pero lo que de ningn modo cabe, al menos en san Agustn, es ser pastor de la Iglesia, obispo de la Iglesia sin ser o sentirse al mismo tiempo hombre, hijo, siervo de la Iglesia. Y fue un pastor de Iglesia, adems, activo y contemplativo, facetas ambas que supo encarnar dichosamente, y armonizar, y vivir. Extraordinario genio a la postre, llev hasta las ms airosas cumbres de la espiritualidad mistrica su vocacin de telogo en la pastoral y de pastor en la teologa, mas sin crispacin, sin aspavientos, sin sobresaltos, con suavidad, con armona, con apasionado amor a la Iglesia, eso s. San Posidio lo califica de "principal miembro del Cuerpo del Seor, siempre solcito y vigilante por el bien de la Iglesia universal" (Vida 18). Slo as se explica que al morir dejase su Iglesia repleta de clero, de monjes y de sabidura hablada y escrita como incondicional servicio a la comunidad cristiana desde la explanacin de las Sagradas Escrituras. Por eso los autores de todas las razas y pueblos no dudan hoy en considerarlo acabado modelo de obispos y predicadores, ornamento y decoro de la santa Iglesia. Sus actividades episcopales, digamos, ordinarias -el episcopado fue para l ms una carga que un cargocomprendan el ministerio de la palabra (predic sin interrupcin dos veces por semana, sbado y domingo; a menudo, varios das seguidos; y aun dos veces al da); la audiencia del obispo (audientia episcopalis), en la que atenda a todos y entenda de las causas ms dispares, y que a veces le ocupaba la jornada entera; el cuidado de los pobres y hurfanos, la formacin del

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo clero, con el que se mostr, a la vez, paternal y severo; la organizacin de los monasterios masculinos y femeninos; la visita a los enfermos, la intervencin a favor de los fieles ante la autoridad civil (apud saeculi potestates); la administracin de los bienes eclesisticos. En cuanto a las extraordinarias, fueron, si cabe, ms intensas y lgicamente de mayor magnitud que las ordinarias: numerosos y largos viajes para tomar parte en frecuentes concilios -no se olvide el carcter eminentemente sinodal de la Iglesia africana-; o para atender las peticiones de sus colegas; el dictado de cartas y ms cartas en respuesta a las numerosas demandas que a diario le llegaban de las ms diversas clases sociales y desde los ms apartados rincones del orbe entonces conocido; la ilustracin y defensa de la fe, que le llev a intervenir sin tregua contra maniqueos, donatistas, pelagianos, arrianos y paganos. Como orador -l haba entrado en la jerarqua de la Iglesia para ser ministro, es decir, dispensador de la Palabra y del Sacramento- supo combinar la hondura y precisin dogmtica del doctor, la elevacin lrica del poeta, la inefable finura del mstico y la proverbial sencillez evanglica del pastor que se hace todo para todos. Fue pastor, en fin, en el pleno sentido evanglico de la palabra. El sermn 46 sobre los pastores puede suministrar muchos datos autobiogrficos. Se dice y vuelve a decir eso de con vosotros, cristiano y para vosotros, obispo sin calibrar el alcance. En realidad es idea sobre la que insiste en varios sermones: 46, 2; 47, 2; 176 A; 301 A, 8. No era, pues, inquieta mariposa voladora que pasaba por all. La tena bien arraigada. Vemosla rica de matices en el primero de los sermones citados, todo l certera glosa de Ezequiel 34, 1-16: "Nosotros, pues -dice de s mismo-, a quienes el Seor nos puso, porque as l lo quiso, no por nuestros mritos, en este puesto del que hemos de dar cuenta estrechsima, tenemos que distinguir dos cosas: que somos cristianos y que somos superiores vuestros. El ser cristianos es en beneficio nuestro; el ser superiores es en el vuestro. En el hecho de ser cristianos, la atencin ha de recaer en nuestra propia utilidad; en el hecho de ser superiores, no se ha de pensar sino en la vuestra. Son muchos los que, siendo cristianos, sin ser superiores, llegan hasta Dios, quiz caminando por un camino ms fcil y de forma ms rpida, en cuanto que llevan una carga menor. Nosotros, por el contrario, dejando de lado el hecho de ser cristianos, y segn ello, hemos de dar cuenta a Dios de nuestra vida; somos tambin superiores, y segn esto debemos dar cuenta a Dios de nuestro servicio. Si os digo esto es para que, compadecindoos de nosotros, oris por nosotros" (Sermn 46, 2). Qu delicia de pensamiento el de Agustn de Hipona comentando la estrecha relacin de fieles y pastores! Se advierte la gracia, se nota el acento, se siente la vida, se intuye al Seor de por medio. Se marca tambin lmite a competencias y deberes: "Quienesquiera que seamos los obreros que el Seor puso en su campo, a nosotros corresponde exponeros estas cosas: sembrar, regar, cavar alrededor de algunos rboles y echarles algn cesto de abono. Toca a nosotros hacerlo con fidelidad y a vosotros recibirlo con la misma fidelidad; al Seor toca ayudarnos a nosotros a trabajar 13

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana y a vosotros a crecer, a todos a pelear y a vencer con l al mundo [...] Mas yo pienso que es mucho mejor que en recproca y mutua caridad nos pertenezcamos todos" (Sermn 101, 4). Qu diversas estampas ministeriales sta de san Agustn y la que algunas veces observa uno en la Iglesia de nuestros das, cuando desdichadamente distancia, interpuesto, un denso vaco entre obispo y fieles! Precisamente con la Iglesia de fondo bajo la bella metfora familiar -la Iglesia, se ha dicho, es la gran familia de Dios- as prosigue Agustn de Hipona trabajando la estrecha relacin entre obispo y fieles: "Ciertamente, pertenecis a una familia y nosotros somos los administradores de esa misma familia; todos pertenecemos a un nico Seor. Lo que doy no lo doy de mi propia cosecha, sino de la despensa de Aqul de quien tambin yo recibo" (Sermn 101, 4). A fin de no confundir ni confundirse sobre el puesto del obispo en la Iglesia de Dios, y el peso de su ministerio, Agustn ser ms explcito an predicando en Hipona: "De donde saco para alimentaros a vosotros, de all saco para alimentarme yo; soy un siervo, no un padre de familia. Os sirvo de lo mismo de lo que yo vivo: del tesoro del Seor, del banquete de aquel padre de familia que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para que nos enriquecisemos con su pobreza (2 Corintios 8, 9). Si os sirviera pan, habra que partirlo; cada uno tomarais un pedazo, y, por mucho que sirviese, no llegara mas que una mnima porcin a cada uno. En cambio, lo que digo lo tienen todo todos y cada uno en particular" (Sermn 339, 4). Es, pues, la idea del pastor de la Iglesia y en la Iglesia, administrador y no dueo (el amo es Cristo), obligado a dar de lo que recibe: el pan de la Eucarista una veces, o el multiplicado y recin horneado de la palabra, como aqu, que llega generosa, y total y plenamente, a cada uno sin dividirse en slabas para que toque a ms o a menos, como podra suceder con el pan material. Subyace aqu tambin la bella imagen del Cirio pascual, que expande su luz a todos sin gastarse, y que a todos llega plena y compartida. Canta solo su exhorto: Expngase la palabra de Dios por el pastor, de modo que "quien te escucha, escuchando crea, creyendo espere, esperando ame" (La doctrina cristiana 4, 8). Basta con acercarse a los decretos Christus Dominus, sobre el oficio pastoral de los obispos, y Presbyterorum ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbteros, del concilio Vaticano II, para intuir presente en ellos la seera figura de Agustn de Hipona IV ECLESIOLOGA DE COMUNIN EN el servicio incansable del hiponense a la unidad eclesial cabe destacar, entre otras aportaciones de relieve a mayor mrito y justicia, la de comunin, muy empleada en la teologa de esta aurora trimilenaria. Heredada en cierto modo de la patrstica, sobremanera de san Cipriano de Cartago, la afronta san Agustn acudiendo, como quien busca el manantial, a lo que de ella dice el Nuevo Testamento, donde las dos relaciones constitutivas de la esencia de la Iglesia (comunin del creyente con Dios y comunin de los creyentes entre s) se designan con una sola y misma palabra: koinonia. De tal suerte es ello as, que lo mismo la

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo dimensin vertical que la horizontal de la Iglesia, lejos de verse como contrapuestas o simplemente en un paralelo discurrir, aparecen complementarias. El lenguaje y teologa patrsticos permanecen fieles, in extenso, a este empleo del trmino en la Escritura Sagrada. La nocin ir diversificndose y tomando un lenguaje ms tcnico, segn progresen los estudios teolgicos, pero la bilateral interdependencia de su contenido jams decrece. Es cuanto permiten concluir la "comunin de los santos", esto es, comunin a la vez "en las cosas santas", o sea la Eucarista, y "de los santos", o sea de los creyentes. Asimismo inconfundibles expresiones suyas como societas sanctorum (o congregatio sanctorum) y communio sacramentorum. La palabra koinonia, en latn communio (ms a menudo en san Cipriano communicatio), tambin a veces pax, concordia, societas, unitas, designa la comunin entre Iglesias, y conserva siempre un lazo interior con la Eucarista. Pero igual sucede a la inversa, esto es: que su empleo eucarstico remite de modo invariable a la comunin intereclesial. De este supuesto cumple partir al estudiar los principales aspectos de koinona en la Iglesia antigua. Y en la communicatio in sacris u hospitalidad eucaristica del moderno ecumenismo. Entre todos los Padres de la Iglesia, es san Agustn, quizs, el que expres de manera ms explcita y radical, tambin aguda y profunda y sutil, este lazo de amor entre Eucarista (cima de la iniciacin cristiana) e Iglesia. Desdichadamente algunas afirmaciones suyas de indiscutible acento ecumnico resultan hoy, pese a ello, lastimosamente "ignoradas de la mayor parte de los telogos ortodoxos, y olvidadas a menudo del Occidente protestante" (Tillard, J. M. R.: Chair de l'glise, chair du Christ. Aux sources de l'ecclsiologie de communion, Pars 1992, p. 53; cf. tambin su glise d'glises. L'cclsiologie de communion, Pars 1987). El P. Tillard, recientemente desaparecido, se hizo consumado especialista de esta eclesiologa, de tanta trascendencia para el ecumenismo de esta hora del nuevo milenio, y, lejos de perderse por las ramas, supo cavar en su tierra hasta dar con las hondas races patrsticas y, sobremanera dira yo, con el estilo genuinamente agustiniano de las mismas. La Iglesia, por eso, no es la suma de los bautizados, ni mera reunin asamblearia desprovista de alma, sino su vida de comunin en el indivisible Espritu de Cristo, que nos adentra hasta Dios y nos sumerge en Dios. Ese requisito de pertenencia total a la Iglesia que llamamos comunin fue tema nuclear en la disputa con los donatistas. Nada extrao, por lo dems, si se piensa que su mayor aspiracin monstica fue, como al principio indico, hacer de sus comunidades verdaderas eclesiolas -o pequeas Iglesias- en las que vivir el espritu de la Comunidad apostlica de Jerusaln a tope, con amor de plenitud, es decir, en comunin. En la doctrina agustiniana dirase que dicho concepto alcanza el pice de su expresividad en los sectores monstico y antidonatista. "El verdadero sacrificio es toda obra hecha para unirnos a Dios en santa alianza" (La ciudad de Dios 10, 6). Sus famosas palabras al principio de la Regla ilustran de maravilla la faceta eclesial de la vida monstica: "Vivid en la casa unni14

Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana mes y tened una sola alma y un solo corazn (Hechos 4,32 y 35) orientados hacia Dios [...], todos en unin de alma y corazn" (Regla 1, 3). Ello no significa, ni mucho menos, que fuera de tales mbitos sea imposible hallar otras referencias. La comunin es hoy, por fortuna, voz de la eclesiologa moderna. "Unido por el triple lazo de la fe, de la vida sacramental y del misterio jerrquico, todo el Pueblo de Dios realiza lo que la tradicin de la fe desde el Nuevo Testamento (cf. Hechos 2, 42) ha llamado siempre la koinona (= comunin) [...], concepto clave que ha inspirado la eclesiologa del Concilio Vaticano II y la enseanza del Magisterio reciente le ha dado una gran importancia" (Directorio sobre el Ecumenismo, Madrid 1993, p. 13). El Snodo de 1985 fue concluyeme: "La eclesiologa de comunin es la idea central y fundamental de los documentos conciliares" (Relatio finalis). "Experta en humanidad", dijo Pablo VI un da; "solidaria del gnero humano y de su historia", repuso en otro el Concilio (Gaudium et spes; Constitucin sobre la Iglesia en el mundo actual 1); la Iglesia, haba dicho muchos siglos antes san Agustn, y los conciliares del Vaticano II decidieron hacer propia la frase, "va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios" (La ciudad de Dios 18, 52, 2; cf. Lumen gentium 8) convencida de que, por su caridad, "con nadie es enemiga y con todos es madre" (La Catequsis a principiantes 15, 23). Madre y Maestra, lo fue de modo total, pleno, remecido en este Padre y Doctor de la Iglesia el ms grande, hijo y siervo suyo siempre fidelsimo, telogo y pastor asimismo suyo en plena conjuncin, pensador eminente y lumbrera reconocida entre las grandes religiones y, en fin, uno de los ms grandes genios de la Humanidad. PARA EL DILOGO * Qu protagonismo podra tener y hasta dnde debiera llegar, a la luz de san Agustn, un telogo de nuestros das con sus reflexiones sobre la Iglesia? Seras capaz de sealar coincidencias, o divergencias si procede, entre la imagen de telogo y pastor de la Iglesia que san Agustn dio y la que hoy se lleva? * Qu alcance tiene para nuestros das la doctrina agustiniana de la Iglesia desde las eclesiologas de servicio y de comunin?

Evangelizacin nueva en un mundo nuevo

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