Encuentro - Otoño 1996
Encuentro - Otoño 1996
Encuentro - Otoño 1996
R E V I S T A
D E L A C U LT U R A C U B A N A
Homenaje
Gastn Baquero
POEMAS INDITOS
3 4
Felipe Lzaro
5
s
DIRECTOR Jess Daz DIRECTOR ADJUNTO Po E. Serrano SECRETARIO DE REDACCIN Carlos Cabrera EDITA ASOCIACIN ENCUENTRO LA CULTURA CUBANA
DE
Entrevisto
14 22
EL PERIODISMO EN CUBA : OTRA VUELTA DE TUERCA . PRCTICAS COMUNICATIVAS Y DESAFOS PROFESIONALES BAJO EL MODELO DE PRENSA SOCIALISTA
31 38 39
81
Ral Rivero
89 91 92
(O
REALIDAD )
MATAR A UN POETA
Ral Rivero
LEDO EN LA HABANA
95
A l a n We s t D u r n
105 112
otoo de 1996
Csar Lpez
113
ACERTIJO
122
DISEO
Y MAQUETACIN
130
Luis G. Fresquet
LAS PRISIONES DE REINALDO ARENAS
Fabio Murrieta
131
Precio de suscripcin (4 nm.): Espaa: 3.600 ptas. Europa: 6.250 ptas. / $ 52.00
49 68
s
es una
Mihly Ds
97
s
Las ideas vertidas en cada artculo son responsabilidad de los autores. Todos los textos son inditos, salvo indicacin en contrario. No se devolvern los artculos que no hayan sido solicitados.
En proceso
Carlos Victoria
123
s
Te x t u a l
Guillermo Gortzar
139 142
s
Buena letra
MAACH: LA TRANSPARENCIA / Rafael Rojas 144 LA IMPLACABLE ENERGA DE CAN / Alan West 147 UNA MIRADA HABANERA / Noem Luis Gutirrez 149 DEL HROE GALLO AL HROE GAYO / Mario Merlino 152 ANCAS DE RANA A LA CRIOLLA / Fernando Villaverde 154 EL PREMEDITADO AZAR DE LA CUERDA / Luis Manuel Garca 157 LA HISTORIA DESPUS DE LA BATALLA / Leopoldo Forns 158 UN HOMENAJE MERECIDO / Joaqun Ordoqui 161 PALABRA DE KOZER / Orestes Hurtado 162 MODELOS DE TRANSICIN, UNA POLMICA / Felipe Ruiz Alonso 164
Portada
Conquista del espacio
(148 X 110 cm.) 1995
Ramn Alejandro
La isla en peso
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Cartas a Encuentro
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El jardn de la muerte
Gastn Baquero
encuentro
POEMAS INDITOS
El abnegado perrito del Duque de Enghien quiso morir junto a su amo. Metido entre las balas saltaba de un lado al otro como si jugase con el destino, pero la muerte pareca desdearle, porque a su vez la muerte iba y vena, como jugueteando, entre el trmulo cuerpo del duque y los saltos del perro. El fiel animalito se empe en cubrir de rosas el sepulcro de su amado dueo: recorra las avenidas del cementerio, recogiendo rosales en flor, plantas, races, para llevarlas al lecho funeral del duque. Tapiz el entorno con lucientes guirnaldas, y se echaba a dormir entre las rosas, all donde senta los lejanos latidos del corazn amado. El perrito del Duque de Enghien fue tomando ms y ms figura de rosal, se volvi rosa l mismo, y un da ya nadie pudo distinguir, entre los ramajes, cules eran las puras rosas del jardn y quin era la transfigurada imagen del perrito abnegado: todo era ya rosas en aquel resplandeciente jardn de la muerte.
El canto de Carolyn
Gastn Baquero
Me despert domingo esa maana que era jueves, porque los jueves viene a visitarme la seorita Carolyn Plowright, de origen desconocido. Trae entre los brazos carnosos tulipanes, y la boca llena de canciones. Nunca he sabido si Carolyn viene de Madagascar o de la Isla de la Reunin; no me hace falta saberlo. Muda de nacimiento, nos lo decimos todo con el idioma de la mirada. Los ojos hablan en amor, no en turkestan, no en rumano, no en japons. Abro para ella una botella de champagne. Se moja apenas los labios. Le basta para embriagarse. Cuando la dulce Carolyn Plowright se embriaga, baila una violenta danza. De su tierra posiblemente: no s cul es su tierra. No necesito saberlo. Mueve su gran abanico de plumas de garza escarlata, y la habitacin se transforma en un suntuoso navo. Viajamos sin movernos ella y yo, Carolyn Plowright y su feliz esclavo, viajamos hasta fuera del mundo. Constelaciones desconocidas nos rodean, paisajes coloreados, canto coral de inslitas aves, y extraos ngeles trasvestidos de mariposas ren estruendosamente. Cuando Carolyn Plowright cierra su abanico, descendemos. Consumido ya el jueves vestido de domingo, me echo a dormir. Duermo hasta el prximo jueves al amanecer, cuando me despertar domingo siendo jueves, porque ella, Carolyn Plowright volver a entrar por la ventana, con su fastuoso abanico de plumas de garza, y traer blancos tulipanes pegados a su pecho. Traer adems las canciones, las nunca antes odas canciones de su tierra.
encuentro
POEMAS INDITOS
ENCUENTRO
DE LA CULTURA CUBANA
cimeras de la literatura escrita en espaol en este siglo: nuestro entraable Gastn Baquero. La excelente entrevista y los provocadores apuntes de Efran Rodrguez Santana constituyen una muestra del entusiasmo y la seriedad con que los escritores de las ltimas promociones de la isla se estn acercando a la obra de quien durante dcadas fue un autor inexistente en su patria. La publicacin en Espaa, en 1995, de los volmenes de Poesa y Prosa de Baquero ha supuesto, para muchos, el descubrimiento de un gran escritor. Gastn Baquero es un lujo cubano (...) que hemos tenido, casi sin notarlo, mucho tiempo en Espaa, escribi Luis Antonio de Villena, y el crtico Vctor Garca de la Concha no duda en considerarlo como uno de los ms cuajados creadores lricos actuales de nuestra lengua. Un escritor, en resumen, que ha alcanzado la condicin de clsico, y en cuya poesa encontrar el lector el enriquecedor goce esttico que proporciona siempre una obra de excepcin. Defensor de una cultura nacional que se nutre con los aportes de todos, su actitud ha sido un ejemplo de amor y tolerancia. Cuando public, en 1991, sus Poemas Invisibles, los dedic a los muchachos y muchachas nacidos con pasin por la poesa en cualquier sitio de la plural geografa de Cuba.
PENSAMIENTO
encuentro
encuentro
con el poeta Gastn Baquero tardes que se han inscrito para m como inolvidables. Realizo un estudio de su obra potica y ello me ha permitido adentrarme, digamos, en las primeras estancias de sus recintos ms confiables. Como es bien conocido, l observa y escucha con finsimo odo los rumores y el estruendo de lo que lo rodea, y la amistad le asiste con frecuencia y admiracin desde las partes ms inimaginables del planeta tierra. Su natural capacidad de incisin, su sentido de la equidad, la mana de buscar aquel ngulo indito de cualquier tema que caiga en sus manos, lo singulariza, lo extraa, lo hace apetecible a la inteligencia y la msica de la comunicacin. Es as cmo yo he descubierto a Gastn, en el privilegio de la otra cubana no contaminada de etiquetas espurias. Y es as, que por razones muy profundas, yo, que provengo de una Cuba presente, he descubierto, gracias a l, otros miradores, otras dimensiones de la insularidad que nos empapa y a veces nos enceguece. Asistir, como buen oyente, a la diseccin de personajes de inmensa vala, a trozos de nuestra historia que se han desdeado por desidia, a sarcasmos amorosos, a puntillosas reiteraciones de los hechos que nos fueron vedados, ha constituido el imprescindible reconocimiento de cunto nos espera por recomponer. Dentro de ese reconocimiento se yergue la poesa de Gastn Baquero, desafiando la sonoridad universal, buscando el espacio que le pertenece, al lado de Jos Lezama Lima, Dulce Mara Loynaz, Eugenio Florit, Eliseo Diego, Cintio Vitier o Fina Garca Marruz. All se encaja para hablar de sus cien mil fugas mentales y para esbozarnos otras aristas de la invencin.
ENTREVISTO
Siempre, peridicamente, cada ser humano, generacin, raza, pueblo, tiene una manera de acercarse o alejarse de Dios. Siempre se repite eso, porque en el fondo no hay ms que un slo episodio en el mundo, que es el del Paraso, Can, Abel, Adn. Volvemos a los orgenes, estamos en el origen, reiterndonos. Exactamente lo veo como un seor que se libera de lo que le rodea: antecedentes, historias y recuerdos, inclusive enseanzas, para volver por s mismo a empezar la historia del universo dentro de l. Es bueno reencontrar el mundo, y entonces l vuelve a pensar, digamos, en la primaca del mundo a travs de las palabras que va descubriendo. Por ello, el gran ideal de todo poeta, se supone que es llegar a construir su propio lenguaje. Hay poetas que no tienen palabras muy nuevas, sin embargo, poseen una manera. Lo ideal es encontrar el vocablo personal, propio. Los grandes poetas son dueos de un idioma exclusivo, ese es el caso, por ejemplo, de Vallejo. Ya hemos explicado muchas veces cmo Vallejo entra en el lenguaje, no slo digamos de peruanidad, sino de vallejidad, que es lo que le da singularidad a su poesa. Porque puede pasar que dos o tres poemas sean casi iguales en autores distintos; s, pero cada uno de ellos ha encontrado palabras y modos de decir, que es lo que lo convierte en personal. El poeta viene a ser como un Adn ante el universo y va bautizando el mundo con sus signos. Pues, ya tiene usted ah un productor, un creador, un poeta. Cada hombre supone que puede hacer como un Dios, como un Adn; de ah esa idea que a m me gusta mucho de la adanizacin de la palabra.
PONER EN CLARO
Bien, creo que uno es de todas maneras contemporneo, no puede evitarlo. En el mundo actual, el que me toc vivir, cuando yo aparezco, digamos, por la puerta de la poesa, la voz para m ms importante, ms reveladora fue la de Eliot, puesto que hall un modo tan distinto de decir las cosas, una manera de hablar del yo, que no es la del romanticismo, del yo enfermizo y personalista, se que habla de s mismo permanentemente; no, sino del ser humano, del ser. Eliot es el gran poeta del ser, no dir que enloquecido, pero s confundido por el universo que lo rodea, rastreando con bastante dificultad sus caminos y sus catarsis. Cuando l abre la boca y empieza a comentar se est liberando de
encuentro
ENTREVISTO
E F R A N R O D R G U E Z S A N TA N A / G A S T N B A Q U E R O
muchas cosas, al tiempo que explica un mundo muy difcil de entender. Entonces yo creo que s, que la poesa es una herramienta de trabajo. En mi situacin no es que escriba poemas para explicarme el mundo, sino que con ellos descubro la forma ms concreta, ms clara de expresar una idea, un entendimiento del mismo, una nocin de las cosas. Nunca dira una inspiracin, no creo en eso de la inspiracin, sino en la bsqueda de la explicacin de lo que me rodea, del ser que est ah, cmo se manifiesta ese ser relacionndose con el mundo y expresndose. En ese sentido, pienso que mis poemas tienen algo que enunciar, porque son, vamos a decirlo con una frase antigua, el mensaje de mi verdad personal, es decir, en cada poema de uno est la persona completa y lo que la persona es, inclusive en el poema que parezca ms alejado, ms trivial. Todo lo que el hombre hace tiene la huella completa del hombre. Uno no puede nunca separarse de su sombra ni de su ser, y el ser se expresa a plenitud, con totalidad. Cada minuto de nuestra vida, cada segundo, es un sumando y un resultado de toda nuestra existencia. Todo lo que hemos vivido est vivo en cada segundo que vivimos. Aqu entramos en un punto que vale la pena revisar un poco; se trata de lo que hemos llamado biogrfico, por una parte, y confesional, por otra; lo que se llama creador. Es decir, todo lo que el hombre hace es biogrfico, cada gesto de la mano, cada idea que surge, cada palabra que brota de los labios, pues llena completa la vida de uno, desde que naci y quiz desde antes, hasta que muera. El yo est siempre ntegro en todo eso. Por lo tanto, me parece obvio, y por eso huyo de la poesa del puro yo, de esbozar las cosas personales que estn ya contadas, que estn implcitas. Buscamos otra cosa, lo que puede aadir la imaginacin, es decir, el yo que usted aade al yo de la naturaleza suya; lo que usted aade, busca, crea, lo que usted inventa. Me gusta pensar en mis poemas sencillamente como un acta notarial de las cosas que he visto y sentido en el mundo, o que veo y siento. La manera que tengo de contarle a los dems y quizs a m mismo lo que se me ha ocurrido, que me ha ocurrido, porque puede ser que te haya ocurrido a ti o que se te haya ocurrido, las dos cosas. Es lo que puede hacer la poesa: poner en claro esa sensacin o esa novedad, ese aadido que t le pones al mundo tuyo, puesto que se supone que el hombre es el nico ser viviente que puede aadir cosas.
PRIMACA DE LO BELLO
encuentro
La poesa es una penetracin en la sustancia del universo. Tienes que entrar rectificando mucho lo personal privado. Si esa manera, que es un poema ahora distinto, puede ser bella, mejor. Se supone que en la poesa interviene, aparte del elemento filosfico, ontolgico de la averiguacin, la bsqueda de la belleza. No slo basta que sea ontolgicamente valiosa, sino que adems ha de ser bella. Y ese es el problema de la poesa, uno de los problemas ante los cuales yo me he enfrentado y me sigo enfrentando. Si no hay ritmo no hay belleza, si no hay armona no hay nada. No s si realmente en mi poesa est todo lo bello que yo hubiese querido. En realidad, me molesta mucho mi tendencia a lo bonito. Lo bonito no es lo bello propia-
ENTREVISTO
Lezama, que tena esa manera de ser bastante exigente, me dijo una vez: Lo malo de usted es que escribe con el odo. Yo escribo con el ojo, porque el verso ha de caer del ojo como una gota de resina. A m esa definicin me parece maravillosa. Creo que s, que el verdadero gran verso debe ser como un diamante que cae hecho ya sobre la tierra. Pero no es mi caso, nunca le he dado tiempo a mis versos para ser gotas de resina, la sonoridad me ha arrastrado y tengo muchos poemas que son puramente musicales. Yo he escrito con el odo. No es que sea un defecto, porque cada uno tiene su manera de expresarse. l era ms bien un ojo en el universo y yo soy un poco un odo. S, tengo cierto sentido de la msica y casi todo lo observo desde la msica. Cuando yo no cierro un poema con cierta forma precisa, que termine con una coda elegante, el poema sencillamente no lo siento hecho. No trabajo el poema desde el punto de vista gramatical, ni silbico, sino auditivo. Tengo, inclusive, muchos poemas que son puramente msica, que luego resultan muy creativos, y se aducen criterios diversos, sin embargo, lo son en razn de su msica. En realidad, a m me hubiera gustado escribir himnos, grandes himnos como los griegos, Novalis, Hlderlin. Existe un problema muy importante en la poesa, digamos antillana, del Caribe, la ma. El verbo tiende a desatarse, es como una especie de furia y en no-
encuentro
ENTREVISTO
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sotros se produce un exceso de verbalidad. Es que tenemos una tendencia al discurso. Me gustara escribir himnos, todo lo hecho, transformarlo en grandes cantos. Por ejemplo, hay ah un poema que algunas veces he comenzado y he vuelto a dejar, se llama Himno a la soledad de Haydn, pero no acabo de soltarme, de soltarle el pelo, para alzar la voz en grito hacia afuera, porque el himno es muy arduo, sobre todo si uno quiere que al mismo tiempo se contenga dentro de los lmites de la belleza, es decir, de una msica bella.
MI TEMA ES LA DESTRUCCIN DE LO BELLO
Mi esperanza es que la muerte sea otra estancia, otra manera de ser. Pero mi experiencia, digamos vital, mi conciencia vital, es que es una destruccin. Y entonces entre esas dos cosas, entre la esperanza de que sea una nueva forma de vida y la sospecha, digamos, emprica, de que sea una destruccin, se bambolea el espritu, porque la muerte me atrae a veces como una gran promesa de otro mundo, y a veces me aterra la aniquilacin del mundo. Eso en la poesa se da mucho. Realmente yo tengo, como todo el mundo, una vieja lucha con la muerte, sobre todo se tiene ms lucha con la muerte en la adolescencia que en la madurez. Yo ahora lo pienso mucho menos que cuando era muy joven, paradjicamente, porque cuando somos muy jvenes vemos la muerte casi como una cosa lejana pero que podemos casi dominar, y cuando ya nos vamos acercando a ella de verdad o ella se acerca a nosotros, pues se van borrando los lmites, y no la vemos con tanta nitidez como en la juventud. En la juventud es cuando se ve clara la muerte porque es mayor la destruccin que va a producir. En realidad, nunca he considerado que la muerte sea uno de mis temas. Lo que muere o lo que desaparece. Mi tema verdadero es, segn creo, la desaparicin de las cosas, la destruccin de lo bello, sobre todo. Ese poema mo que se llama Manos, lo cito porque me parece atrapa mucho de eso. Son unas manos tan bellas, que uno desea que sean eternas, y se llega al extremo de que para evitar la destruccin, preferira comrselas asadas, con un fino polvo de azafrn / Unas cucharaditas de aceites de la Arabia perfumante. Esa es la idea, lo imperecedero de la belleza. Lo que en el fondo, pues, es pura retrica, porque, por supuesto que la belleza es imperecedera, pero es que nos olvidamos de que todo es imperecedero, y tambin la fealdad.
CENIZAS DE UN GRAN INCENDIO
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encuentro
Valry deca que en realidad lo que entregamos como poema, son como las cenizas de un gran incendio. Y yo insisto en que mi poesa, s, es aplaudida y tal, pero se aplaude porque tenemos una idea muy pobre, muy pequea de la poesa. El hombre ha achicado tanto las cosas del mundo, que tambin ha achicado la nocin de la poesa y no le exige todo lo posible. La poesa es efectivamente una creacin, una recreacin del mundo, una adanizacin como hemos dicho al principio. Es decir, tenemos que darnos cuenta de que Adn era un gigante fabuloso, tremendo, posiblemente tena una estatura de veinte o de treinta metros de alto, y unos msculos terribles, y caminaba casi
ENTREVISTO
M INA
ENTREVISTO
Mi infancia transcurri en una tpica casa cubana, donde la gente, aunque su situacin econmica no era muy buena, era de mucha lectura. Era una casa donde se lea mucho, se trabajaba y se lea mucho. Mi madre era una lectora tremenda, creo que ley los peores libros del mundo, aunque ley ms que nadie. Yo le llamaba el prontuario de los libros malos. Aparte de que trabaj toda su vida mucho. Siempre estuve en un ambiente de libros, eso es lo que te puede interesar para el aspecto de la literatura luego. Pues bien, inclusive, en aquella casa estaba esa ta ma, que era como las tpicas muchachas de aquella poca, todas tenan una libreta de poesa, les gustaba recitar, gran ambiente
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aquel; creo que en casi toda Cuba pasaba eso, en Banes era muy general. Y esa fuente te acerca al mismo libro. Y yo busqu fundamentalmente la poesa porque esa ta ma, Mina, pues tena esa locura y siempre estaba con sus libretas. Era costumbre que los muchachos se pasaran libretas unos a otros, haba hasta una rivalidad en eso de los poemas. Cuando yo empec a leer con cierta fluidez, yo le lea poemas y ella los iba copiando. Poesa de aquella poca: Amado Nervo, Daro, y los poemas, por supuesto, de Juan de Dios Pesa, una de las peores poesas de Amrica. Imagino que eso me dio tambin cierto sentido del ritmo. Siempre tuve esa inclinacin, y de pronto escrib, sin saber cmo; hice unos versitos y se los mostr a Mina. Ella dijo, ah qu bonito, vamos a ponerlo en la libreta. Fue mi primera, digamos, entrada en la literatura escrita, porque ella los puso en su libreta.
LA VIDA SOLA SE HACE UN PROYECTO
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encuentro
La verdad es que no s, porque las cosas van apareciendo naturalmente, por s mismas, inesperadas. Es decir, yo nunca he hecho un proyecto de literatura ni de nada, la vida sola se hace un proyecto. Veo personas que tienen unos objetivos fijos, yo apuesto a lo que sale, eso tiene el peligro de la improvisacin, pero tiene la maravilla de la espontaneidad, he hecho lo que se me ha ocurrido. Yo nunca me he proyectado ni me he programado para escribir, no, no, yo escribo. Las cosas van surgiendo de una manera muy espontnea. Yo siempre he hecho lo que yo he querido, lo que he deseado hacer. Lo que puede tener algn inters es la intercomunicacin, la relacin que uno establece espontneamente entre todas las cosas por opuestas que parezcan, es decir, que de una cosa que la gente llama no potica puede salir un acto potico y a la inversa, de un acto supuestamente potico no sale nada luego. Y ah est lo maravilloso del intento de creacin que uno hace, porque transformas las cosas. La poesa es lo que no est, uno intenta poner en un lugar algo que uno cree que falta, o que no est bien como est. En definitiva, puede decirse que todo seor, cuando escribe poesa, lo que hace es reescribir la vida que l quiso vivir. Yo pongo siempre de ejemplo las Coplas de Manrique, sabemos que el padre de Manrique era un verdadero horror, era una desgracia aquel hombre, entonces cuando el padre muere, l crea el padre que quiso tener. Las Coplas son tan maravillosas, precisamente, porque son falsas. Siempre queremos crear lo que idealmente deseamos y yo comprendo que toda mi poesa sea eso. En el fondo, uno casi siempre escribe el mismo poema, con distintas variantes, mscaras y puertas, matices. El hombre no puede saltar fuera de su sombra y siempre escribe su propia biografa. En el fondo uno tiene dos o tres temas. El asunto de mi poesa es el viaje. Por ejemplo, en ese poema donde yo hablo del pobre seor gordo y herido, y digo: cenizas esparcidas en la luna, quiere que sean las suyas cuando eleve su mscara de hoy. Esa idea, de las cenizas en la luna, eso es constante en m, la idea de estar en otro sitio, de viajar a otro mundo, de ir a otro planeta, eso lo hago constantemente. La poesa es siempre lo lejano, es decir, uno pone lo que no est, por eso me molesta mucho la poesa que sea textualmente des-
ENTREVISTO
Si alguien me preguntara cul es mi palabra, no quiero decir mensaje, porque es muy solemne, mi comunicacin con colegas, hermanos de Cuba, poetas cubanos donde quiera que se encuentren, aqu no hay ms que unos poetas cubanos en todas partes, pues sera decirles que recordemos siempre que pertenecemos a una colectividad muy valiosa y muy importante. Yo creo que realmente es un honor, dentro de los mritos que cada uno pueda aportar, de lo que signifique cada persona, es un honor participar en una manifestacin como sa de la poesa en Cuba. Es evidente que en nuestro pas, como ocurre en Colombia tambin, la fuerza de la poesa ha sido siempre muy determinante, y que vamos a decirlo de una manera un poco solemne, ser poeta cubano implica un compromiso con la poesa. Lo que yo tengo que decirles a los nuevos, a los que vienen detrs, es que estn demostrando que tienen el mpetu, tienen el instinto muy bien logrado. He sentido esa necesidad de participar, de pertenecer de veras, con los hechos, con lo que uno pueda aportar, a ese gran movimiento. Porque efectivamente la historia de la poesa cubana me parece de una importancia enorme. Se podra sealar los momentos que parecen ms oscuros de la historia nuestra, y sin embargo, siempre la poesa est all presente. Los acontecimientos cubanos, ms grandes o ms pequeos, han tenido detrs un poeta, como mnimo. Eso ha pasado siempre en Cuba, por ejemplo, hay toda una poesa que yo llamara del 20 de Mayo, la poesa de la Independencia. Es como si se rompiera una mazorca de maz, que salen los granos saltando por todas partes. Cuntos poetas salieron enseguida a cantar la gloria de la independencia, de la nueva repblica! Y en todos los momentos, as pas en el 68, en el 95 y sigue pasando. Ahora mismo, me parece a m que estas circunstancias especiales por las que est atravesando Cuba, que no es ms que un episodio de su historia, que una evolucin propia que el destino le tiene asignada a esa historia; pues, ah la presencia de los poetas es determinante. Lo que quiero decir, es que me satisface pertenecer a una colectividad que tiene un significado, que tiene un sentido, que est cumpliendo una misin, la misin de mantener la presencia de la poesa en Cuba en el alto nivel que siempre tuvo.
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encuentro
ENTREVISTO
La primera mirada
Apuntes de un lector deslumbrado
PENSAMIENTO
1. Acercarnos a la poesa de Gastn Baquero, desde el primer poema hasta el ltimo, nos permite vislumbrar un universo participativo, estructurado, con paciente quehacer, sobre la base de una especial capacidad inventiva y de una sensible recepcin de las sonoridades que acompaan a la naturaleza humana. Sern la antologa Diez poetas cubanos (1948) y el estudio de La visin potica de Baquero en Lo cubano en la poesa, ambos de Cintio Vitier, los que con ms amplio registro iniciarn el delineado del mapa baqueriano, asumiendo puntos de anlisis que se convertirn en obligada referencia para cualquier interpretacin posterior. Recordemos algunos de los ttulos antologados que constituyen piezas emblemticas de la poesa de Gastn Baquero: Soneto a las palomas de mi madre, El caballero, el diablo y la muerte, Testamento del pez, Palabras escritas en la arena por un inocente, Octubre, ySal sobre la espada. O aquella definicin de Vitier que abre espacio al discernimiento de uno de los temas recurrentes en esta obra: el del trnsito, la transformacin y los cambios de estado de la naturaleza y del ser humano. El poeta sabe (...) que l, forma soada, inocencia soada, es el testigo absoluto, el bufn de Dios, el que inventa nuevos sueos y testifica inocentemente los reinos de la muerte 1. 2. Junto a estas y otras definiciones, proponemos una serie de inferencias que toman en cuenta constantes, obsesiones y preferencias de este dinmico y sorpresivo cuerpo potico: a) La muerte como acto de fragilidad de la existencia, pero tambin como transformacin y cambio.
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encuentro
VITIER, CINTIO: La visin potica de Baquero (decimocuarta leccin), en Lo cubano en la poesa. Universidad Central de Las Villas, Impresores car, Garca, S.A. La Habana, 1958, p. 419.
La primera mirada
b) La otredad como indagacin perpetua del ser que es uno y otro a la vez, a travs del ciclo de las metamorfosis. c) Presuncin de la mascarada, del conjunto de mscaras incruentas, necesarias, forzadas al desempeo de mltiples papeles debido a la existencia en medio del caos. d) Dentro de las apelaciones al sueo de las formas, la venia de lo aparencial lo que es no es. Y una nueva interrelacin: nutrirse de lo aparencial para llegar a lo no aparencial. e) La forma como fondo (cita que Baquero hace de Valry). Lo aparencial como lo esencial. La irrupcin de una o varias preguntas definiciones, azares dinmicas, distributivas, interrogativas, al acecho de una respuesta presumiblemente imposible. f) La latencia como expresin de transgresiones temporales y espaciales en una poesa que se nutre de lo intemporal y de lo simultneo. g) Encanto de lo dramtico, con una ineludible presencia opertica. Intensidad descriptiva de la redencin a travs del dolor que engendra la muerte real, no la especulativa. h) La inocencia ms all de su denotacin primitiva. Tambin como evidencia a travs de la cual se constata el registro de lo imposible. La inocencia como bufn de Dios. El poeta como bufn de Dios. La inocencia con sus preguntas imposibles a Dios, formas aproximadas de la supervivencia en medio del caos. i) Dilema entre inocencia y culpabilidad puntos equidistantes del lento sueo inocente de las formas que tambin es culpable. j) Adn condenado, pero tambin la adanizacin de la palabra en el camino de la reconstruccin de Dios. k) Proliferacin de los pares relacionables de Memorial de un testigo sern profusos y permanentes. Pares opuestos slo en su especificidad, ya que sern perfectamente intercambiables, deslizantes a uno y otro lado de sus fronteras significativas. Es este procedimiento uno de los pilares sobre los que se asienta el sistema de invencin de Gastn Baquero. 3. Baquero ya es muy consciente de que el hombre se enfrenta por igual, y a veces con la misma crudeza, al enigma y la nada. Que la sustancia del ser humano est religada a algo superior, o est condenada al vaco. La poesa sirve para poner en relieve tales dicotomas, y por esa funcin excepcional es que ha valido y valdr. Es por ello que este poeta es nuestro contemporneo. La poesa, el poema, el poeta, ante su principal materia de creacin: el caos. 4. Cuando se intenta explicar la potica de este autor, se suele tener muy poco en cuenta una serie de definiciones capitales contenidas en sus numerosos ensayos y estudios sobre el tema. Definindola, explicndose la poesa contempornea, Baquero pone en claro su propia concepcin creativa. En los ensayos La poesa como problema, La poesa como reconstruccin de los dioses y del mundo, La poesa de cada tiempo; en los estudios y acercamientos a poetas de la magnitud de Juan Ramn Jimnez, T. S. Eliot, Luis
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encuentro
PENSAMIENTO
E F R A N R O D R G U E Z S A N TA N A
Cernuda, Saint-John Perse, Csar Vallejo, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Rubn Daro, podemos extraer las coordenadas filosficas, ideolgicas, religiosas, poticas y estilsticas que pudieran definir la lrica del cubano. 5. Gastn Baquero es un diligente examinador del acontecer potico. l mismo se encarga de construir una especie de rbol genealgico del cual se siente heredero. Intentemos al menos un esbozo parcial del mismo, a partir de sus propia definiciones: Edgar Allan Poe (bsqueda de lo trascendente: rebelin) Baudelaire (El misterio: el mal y lo diablico) Mallarm (Lo potico como acto puro) Verlaine (la msica pura) Rimbaud (purificacin, adanizacin de la palabra, nueva gloria de nombrar las cosas) J. Laforgue (rehacer a Dios) Apollinaire (andamios verbales ms estrepitosos. Poesa totalmente nuestra, la de Apollinaire en adelante) Ezra Pound (forma de hermetismo creciente) T. S. Eliot (desconcierto moderno ante la nocin del tiempo. Anlisis objetivo, fenomenolgico de las emociones cotidianas) Saint-John Perse (el cronista de los elementos del mundo) Paul Valry (sentimiento contemporneo ante la muerte y la renuencia a morir, testimonio de la irregularidad y del neohelenismo) Trakl, Dylan Thomas, Cocteau (poesa llena de smbolos vivientes y tan actuales. Cobertura del mundo por la va del milagro) R. M. Rilke (la sntesis entre la poesa moderna y la reconquista del saber metafsico a travs de la poesa) Juan Ramn Jimnez (Reencuentro con Dios deseante indeseado) Csar Vallejo (Baquero cita al poeta peruano: cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios ms all de la muerte, tengo un defensor: Dios) El detallado estudio que Baquero realiza del itinerario maldito de buena parte de estos poetas nos conduce a una primera clave definitiva dentro de su creacin: el camino de la reconstruccin de Dios. 6. El cubano da buen testimonio del tironeo que se produce entre los dos polos significativos del dilema de sentimiento y pensamiento que envuelve a nuestro siglo: el del milagro o presencia del enigma y el de la nada o la entera disolucin. Expresa categricamente que acercarse a uno u otro polo, en ltimo trmino, comporta el camino de reconstruccin de Dios. En la siguiente cita se define con precisin este concepto de la reconstruccin. Dice Baquero: Se ha recordado en ms de una ocasin el trmino griego poiesis y en ocasiones se ha indicado aquella palabra querida por los telogos medievales: heurstica. Pero en trminos corrientes puede afirmarse que se ha redescubierto el valor de invencin del mundo, de capacidad para fabricar, mediante fbulas, los contornos verdaderos de la realidad, y que, en
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encuentro
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consecuencia, se comprende que la poesa es la prolongacin en el hombre de la imagen y semejanza de Dios, en cuanto a creador 2. Baquero que es un relativista, y en esa dimensin un hombre de gran comprensin, sabe que el poeta forzosamente debe y tiene que acomodarse a la imaginacin ms an a lo imaginable porque la realidad en s misma es insatisfactoria. Lo que importa es partir de esa realidad, de sus signos ms ocultos, para subvertirla y sobredimensionarla. Y este ha sido su principal empeo, para ello se ha valido de lo hermoso y de la msica que encanta para acercarse con sus interrogantes al flamante enigma que nos es correspondiente. Esto lo hace ms origenista y lo emparienta al pensamiento lezamiano. Jos Lezama Lima establece su cosmogona fabulosa e hiperblica sobre la base de un principio pascaliano capital para l: como la verdadera naturaleza se ha perdido, todo puede ser naturaleza y nosotros hemos colocado la poesa en el sitio de ella 3. Lo que nos permite entrever aquel afn incomparable de completamiento de lo perdido, de llenado del vaco, que tiene diversas complementaciones aglutinadoras en un solo y hermtico cuerpo verbal. 7. El cuerpo verbal de Gastn Baquero se enarca, se estira como un gato. Su poesa es resistente junto al decursar del tiempo. Se vale de l, lo mistifica, lo enrarece, lo disuelve y reconstruye dentro de espacios inauditos, a travs de lo que l ha denominado tiempo unsono y juego de permutas. La invencin disea nuevos derroteros y fronteras dentro de lo real-imaginario, con lo cual se intenta siempre una recuperacin de las esencias espirituales y de existencia en una especie de evolucin humana muy decantada. La resistencia es lo imaginable, la realidad es el mbito de contriccin de lo inventivo que para Baquero emerge de la hondura de lo bello y de una sntesis pluralizada y reordenada libremente a partir de los cdigos culturales, sociales, religiosos, filosficos y estticos vigentes. Es as que se parte del conocimiento previo en el autor y en el lector para, con afn deleitoso y ejemplar, demostrar que esos cdigos, todos los cdigos, pueden ser trastocados, subvertidos, reemplazados y as poder llegar a una lectura nueva de los acontecimientos. Una lectura indita de la naturaleza humana y de los objetivos que la acompaan ante la eterna fabulacin que Dios hace de nosotros. Volvamos a recordar al inocente, al poeta, ambos son el bufn de Dios. 8. Se insiste no solamente en un procedimiento, sino en el valor tico. Hay ms esttica cuanto ms tica. Y sta es quiz la ms profunda raz de los origenistas catlicos. Baquero, uno de sus insignes integrantes, deja sentada su filiacin a ese concepto cuando afirma: Podemos ir reconociendo ya que si el hombre volvi a buscar a tientas el cuerpo secreto de la poesa fue porque intuitivamente descubri que necesitaba sustitutos para el Dios que haba perdi-
BAQUERO, GASTN: La poesa como reconstruccin de los dioses y del mundo, en Ensayos, Fundacin Central Hispano. Salamanca, Espaa, 1995, p. 14.
Interrogatorio a Lezama Lima, en Recopilacin de textos sobre Jos Lezama Lima, Serie Valoracin mltiple, Ediciones Casa de las Amricas. La Habana, 1970, p. 31.
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do 4. Y aade: pero ambos lados del parntesis que encierra un acto puro est la nada territorio inhabitable para el hombre 5. 9. El poeta cubano, sin embargo, no se aferra a una simbologa catlica ortodoxa, ms bien muchos de esos smbolos pasan por la matizacin de los mitos domsticos de la tierra oriental de la infancia, del mestizaje visto y escuchado a travs de su flamante sensualidad, de la rica trabazn de ambientes y costumbres hispano-cubanos, y de la copiosa y universal cultura con la cual recrea. Gastn es un poeta con Dios. Y Dios es la adanizacin de la palabra, es la bsqueda de la belleza para volver a nombrar las cosas y es tambin una presumible parada en los infiernos. Dice Baquero: por la belleza siempre se llega a Dios, aun cuando se haga una estacin en el infierno, y hay quienes se sienten tan seguros en el infierno, como otros se sienten seguros en el paraso 6. Es su peculiar modo de aproximarse a la gloria y a la angustia, a lo plausible y a lo escptico, al s y al no, a la vida y a la muerte. Es, al mismo tiempo, una forma convincente de palpar la cosmologa viva de la poesa contempornea, estudiada e incorporada acuciosamente por l, en tanto es la va que lo puede conducir a la nueva originalidad, al redescubrimiento de la sustancia de la poesa que tiene un sentido afirmativo para l: siempre hay algo detrs de la nada: este es el infierno del pensador y el paraso del poeta 7. Llegados a este punto, vale la pena citar aquellas certezas de Mara Zambrano sobre dos grandes de la poesa cubana:
Bastaran la poesa de Lezama y la de Gastn Baquero para que se probara esto: que la suntuosa riqueza de la vida, los delirios de la substancia estn primero que el vaco; que en el principio no fue la nada. Y antes que la angustia, la inocencia, cuyas palabras escritas y borradas en la arena permanecen sin letra, libres para quien sepa algo del Misterio... 8.
10. Toda la obra potica de Baquero es una suerte de fundicin de ismos, de hitos poticos, donde se asienta lo hermoso en total pujanza y reivindicacin. Ante la expresin uniforme y desgastada de la realidad ordinaria, l impone lo bello como acto de fundacin. De aqu su apego a la definicin heideggeriana de creacin: poetizar es fundar por la palabra de la boca 9. O la
BAQUERO, GASTN: La poesa como reconstruccin de los dioses y del mundo, En Ensayo, Fundacin Central Hispano. Salamanca, Espaa, 1995, p. 14.
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Op. cit., p. 15. Ibid., p. 22. Ibid., p. 40. ZAMBRANO, MARA: La Cuba Secreta, en Orgenes, no. 20, Invierno, La Habana, 1948.
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BAQUERO, GASTN: La poesa de cada tiempo, en Ensayo, Fundacin Central Hispano. Salamanca, Espaa, 1995. p. 49. Al respecto, Baquero es mucho ms explcito: Se trata de que la poesa es la tarea ms directa, individual, solitaria y espontnea que el hombre puede acometer. Poetizar dice Heidegger es fundar por la palabra de la boca. Fundar, o sea, construir el universo, descubrir los
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que traduce de Horacio, Fray Luis de Len: clavarse como una viga entre las estrellas 10. 11. Esa palabra bella lo es en la medida que se impregna de una msica inefable y de una sensorialidad extrema, irreprimible e irrepetible, emparentada con la mxima gobernabilidad de los recursos inteligentes de lo combinatorio. En tal medida, la historia para nuestro poeta es como la construccin de una sinfona. Todo vestigio de causalismo queda rechazado de plano y en cambio es predominante la consistencia rtmica de los grandes momentos histricos que se remodelan a travs de su vehemencia y plausibilidad sonora. Al respecto, Baquero testimonia: El hombre es sonoro, como es sonora la estrella. Esa msica lejana que nos llega subterrneamente del pasado, esa remota meloda que denominamos La Historia, slo es apresable bajo especie de forma. Y de forma audible, por supuesto, aunque los materiales empleados por el hombre para darle caza sean a tenor de la vocacin de cada cual la palabra o la piedra, el color o el sonido 11. 12. Otro aspecto concluyente es el referido a la composicin del poema como acto deliberado. Baquero se refiere, sin duda, a la premeditacin constructiva, arquitectnica, estructural del poema, y al alcance que puede ofrecer semejante entramado. Para ello se vale de un sinnmero de recursos, aunque son tres los rectores: a) El instrumento incorporador de la mirada, para disear y pintar. b) El tacto como equilibrio y mezcla de los pares opuestos y relacionables a la vez, a saber: la verosimilitud de lo inverosmil. la realidad de lo irreal. c) La capacidad auditiva, el excepcional registro que posee de manera innata para combinar parejamente meloda y concepto. 13. Dentro de ese amplio marco composicional debemos destacar adems: a) La mirada recelosa hacia la inspiracin y la fiebre creadora al decir de Baquero. Y apuntamos nosotros que aunque su verso es suntuoso y expansivo, el poeta ha entablado desde siempre una tenaz batalla contra la retrica balda y la exuberancia ilmite.
fundamentos de lo circundante, explicarnos la fundacin de nuestro propio ser. Y todo eso, hecho a pura meloda, rtmicamente, traduciendo en msica cuanto sea nocin, descubrimiento, relato, testimonio.
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BAQUERO, GASTN: La poesa como reconstruccin de los dioses y del mundo, en Ensayo, Fundacin Central Hispano. Salamanca, Espaa, 1995, p. 13. Y completa la idea de la siguiente manera: Horacio afirmaba que al recibir el vate, el poeta, los favores de la diosa poesa, creca de tal manera su estatura, que llegaba a enterrar su cabeza entre las estrellas. (Fray Luis virilmente traduca clavarse como una viga entre las estrellas). Pero no poda adivinar Horacio que siglos despus procuraran los hombres, con vivo ardor, enterarse de por qu puede ocurrir eso y de por qu la poesa significa tanto.
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b) Lo anecdtico y narrativo, bajo el imperio de una correlacin a veces irnica, con ciertas dosis de humor explicativo, nunca corrosivo. c) La simultaneidad. d) El juego de permutas de lo histrico-cultural. e) Fusin mtica de lo trascendente y lo cotidiano. f) Relacin del pasado con lo augural y premonitorio. g) Atomizacin y reordenamiento de lo espacial y temporal hacia la esperanza. A este propsito, Baquero aclara: Pero un caos que perdura se convierte en un orden nuevo, en otra arquitectura. Una desesperacin demasiado desolada, demasiado terrorfica, demasiado nihilista, acaba por convertirse en una forma sui gneris de esperanza 12. 14. Al observar cmo la poesa cubana va hoy reorientando su definicin mejor, aquella que tiene que ver con una porcin de libertad ilimitada, me pregunto: Qu nos brinda y brindar la obra de Gastn Baquero? En qu parte de su vasta sabidura y arrogancia de bien se detendrn los muchachos y muchachas nacidos con pasin por la poesa en cualquier sitio de la plural geografa de Cuba, la de dentro de la Isla y la de fuera de ella?. En consecuencia, aqu aventuro algunos de los dones poticos que como brjula servirn para orientarnos: a) La poesa est por encima de todo sectarismo poltico. Toda su poesa, desde Soneto a la rosa hasta Canto de Carolyn. Baquero es incisivo con respecto a tales actitudes: Se mantiene en pie la peticin de sectarismo poltico, y no falta el zngano que antes de opinar sobre la poesa de un poeta inquiere su filiacin. Es el terror a elogiar a un contrario o rechazar a un correligionario. Es la cobarda de los antifranquistas que niegan a Aleixandre porque est en Espaa, y de los franquistas que olvidan la grandeza de Juan Ramn Jimnez porque est en el exilio. Unos y otros, los que someten a esta circunstancia la apreciacin de un poeta, son unos enemigos mortales de la poesa y sembradores sempiternos de guerras civiles. (De La poesa de Luis Cernuda). b) La repeticin junto a Heidegger: lo seguro no es en el fondo seguro; es inseguro. c) Ese sentirse muerto de antemano nunca le ha impedido a un hombre continuar viviendo, sobre todo si hace de su vivir una llama de lo amoroso (De La poesa de Luis Cernuda). d) El poeta es el ciego que ve ms. Es el nico capaz de relacionar iluminativamente las cosas entre s. e) Hoy la poesa es til de nuevo. Trae los avisos, las sentencias, las anticipaciones. (De La poesa como problema). f) El poema Brandenburgo 1526, un canto de amor a Cuba. g) Un canto contra la tirana: el poema En la noche, camino de Siberia.
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BAQUERO, GASTN: La poesa como reconstruccin de los dioses y del mundo, en Ensayo, Fundacin Central Hispano. Salamanca, Espaa, 1995. p. 40.
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(...) Todo mi delirio haba consistido en recitar en voz alta a Mallarm, mientras el camarada Stalin lea montonamente su Informe anual al Partido: cuando l deca usina, yo deca Aparicin, cuando l hablaba del Este, yo deca en voz muy alta: esa noche Idumea, esa noche Idumea!. Y en los momentos en que enumeraba tanques, caones, y tractores, yo deca: Nevar blancos racimos de estrellas perfumadas. h) Fidelidad a la integracin racial y a la cultura universal. Amor a lo cubano desde una decantada Tradicin. Un ensayo: Tres siglos de prosa en Cuba. Un estudio: Indios, blancos y negros en el caldero de Amrica. Dos patriotas: Jos Mart y Antonio Maceo. i) Jos Mart: De un amor como de un dolor brotaba en l un poema (De Prembulo a Mart poeta) j) Un tipo de resistencia ante la adversidad cubana de hoy: (...) Cuando yo mismo sueo que estoy solo, tiendo la mano para no ver el vaco, y esta mano real, este concreto universo de la mano, con destino a s misma, inexorablemente creada para ser osamenta y ser polvo, me rompe la soledad, y se aferra a la mano del nio, y partimos hacia el bosque donde el Unicornio canta, donde la pobre doncella se peina infinitamente, mientras espera, y espera, y espera, y espera, acompaada por las rotas soledades de otros seres, conscientes del misterio, decididos a insistir en sus preguntas, reacios a morir sin haber encontrado la clave de esta trampa.
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1991, LA POETISA MARA ELENA Cruz Varela lleg a Radio Enciclopedia, la emisora habanera donde yo trabajaba como periodista y director de programas musicales. Fue a pedirme la firma para una Declaracin de Intelectuales Cubanos. La copia de la Declaracin que mi amiga y antigua alumna extrajo de su enorme bolso y me dio a leer all mismo, en la puerta de la emisora, ya traa las firmas de ella, del poeta Ral Rivero, de los periodistas Fernando Velzquez Medina y Vctor Manuel Serpa y del escritor Roberto Luque Escalona. Puse mi nombre en aquel papel, y tuve la certeza de que en ese instante cambiaba el curso de mi vida. Que una decena de intelectuales divulgue un pliego de peticiones moderadas dirigidas a su gobierno que otra cosa no es la famosa Declaracin puede ser que no alcance ni el rango de noticia de tercera plana en un pas donde sea normal que los ciudadanos intervengan libremente en la vida poltica, pero en la Cuba de Castro nuestro pacfico gesto de autonoma adquiri la calidad de una insurreccin. En la Declaracin pedamos, entre otras cosas, un dilogo cvico, en el que estuvieran representadas todas las tendencias polticas existentes en el pas, para hallar una solucin cubana a la crisis cubana; la eleccin de los diputados a la Asamblea Nacional mediante el voto directo y secreto de la ciudadana; la libertad inmediata de los presos polticos; la supresin de las trabas que impiden a los ciudadanos cubanos salir del pas y regresar a l libremente; y la reimplantacin de los mercados libres campesinos para estimular la produccin agrcola y reducir la escasez de comida. Se entregaron sendas copias del documento en el Consejo de Estado y en el comit central del Partido Comunista el nico partido que permite Castro, que es, casualmente, el suyo. Al mismo tiempo, teniendo presentes las orientaciones de Fidel que ha dicho y repetido que toda la prensa, menos la cubana, es para sus opositores, se enviaron copias a peridicos y radioemisoras de Estados Unidos y Europa, gracias a lo cual nuestras demandas fueron conocidas por los cubanos de la isla, quienes para enterarse de lo
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nunca protestaron por eso, pero Pablo Armando conden con firmeza mi expulsin de la UNEAC. En unas declaraciones que dio al periodista canario Juan Cruz dijo: ...la expulsin de Manuel Daz Martnez de la Unin de Escritores por haber firmado constituye una gran estupidez, que atenta contra todos los escritores cubanos. No es la primera vez que sucede, pues en 1971 Reynaldo Gonzlez y yo tambin fuimos expulsados de la Unin de Escritores (por su apoyo a Heberto Padilla). En 1991 es an un atentado peor recurrir a estos mtodos (El Pas, Madrid, 28.10.91). Otros cuyos nombres figuran al pie del Pronunciamiento, como el pintor Alberto Jorge Carol, en aquel momento presidente de la Seccin de Artes Plsticas de la UNEAC, poco tiempo despus pidieron asilo poltico en el extranjero. Carol, en carta que me envi a Cdiz desde Madrid con fecha 10 de junio del 92 (y que consta en mi archivo, como todos los documentos que aqu cito), revela que en la UNEAC usurparon las firmas de muchos intelectuales. Prueba de ello es que el pintor Mariano Rodrguez, ya entonces fallecido, y el tenor Ral Camayd, que por aquellas fechas agonizaba de cncer en un hospital de Miami, aparecen suscribiendo el Pronunciamiento. Dice Carol en su carta: Poco despus de conocerse vuestro manifiesto, la Presidencia de la UNEAC redact dos declaraciones respondindolo. En ambas figur mi nombre. Pues bien, yo no fui partcipe de esas declaraciones, supe de ellas por la prensa y no slo nunca las firm, sino que hice constar mi protesta por la manipulacin de que haba sido objeto. Si algn da aparecen los documentos originales, se comprobar que no los he suscrito. (...) El apoyo masivo de los miembros de la Unin a esos textos de la Presidencia fue bastante dudoso e irregular. Mariano Rodrguez, el pintor, resulta que firm desde el otro mundo. Amigos mos presenciaron cmo varios artistas hacan cualquier garabato irreconocible al lado de su nombre en la lista de firmantes y adems, junto a otros nombres, con el consentimiento de las personas encargadas de recaudar adhesiones, que as cumplan ms pronto su meta. Pero conozco a artistas que s firmaron porque tenan miedo y ahora viven en Espaa. Hubo quien me reproch mi temeridad y me amonest fraternalmente por haber suscrito la Declaracin de Intelectuales Cubanos. Una noche, un diplomtico europeo amigo mo me llam por telfono para decirme que en su casa me esperaba alguien recin llegado del extranjero que quera verme. Acud a la cita. El incgnito recin llegado result ser un intelectual cubano muy vinculado al rgimen, que va de pas en pas haciendo creer a todo el mundo que l cree en la revolucin. Despus de abrazarme e interesarse por mi salud y mi familia, este viejo conocido, que de tonto no peca, provoc mi asombro dicindome: Ests loco, Manolo? Cmo vas a firmar una cosa como sa en este pas? Es que t no sabes que vivimos bajo una dictadura totalitaria? Te van a cortar las manos, amigo mo, como vuelvas a hacer eso. Parando en seco y a la tremenda la manifestacin de autonoma que significaba nuestra Carta, el rgimen, que conoca el malestar existente en la intelectualidad, sobre todo en el sector ms joven de sta, quiso evitar que el ejemplo cundiese.
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de atenderme. (En Cuba, cada escritor o artista de alguna significacin tiene asignado un polica, un psiquiatra, especie de confesor a domicilio, por lo general con grado de teniente, que vigila, analiza y orienta a su oveja para salvaguardarla de las seducciones del lobo contrarrevolucionario. De vez en cuando, este hermano de la costa que as tambin los llamamos confa alguna misin sencilla a su pupilo o pupila para comprobar su fidelidad a la patria, es decir, a Fidel, ya se sabe.) Mi psiquiatra se haca llamar Octavio y era una rplica del teniente Colombo, ese detective desaliado y socarrn que ha hecho famosa una teleserie policaca norteamericana. Octavio Colombo, duplicando aquella tarde la dosis de bobalicona amabilidad que empleaba siempre en su trato conmigo, me llev en su tartajoso automvil a un chalet de aspecto hogareo que la Seguridad tiene en el reparto Siboney. En el saln nos esperaba, de completo uniforme, un tal coronel Reynol o Reiniel o Renoir. Sin andarse con rodeos, con ademanes cortantes y cara de piedra, el coronel me someti a un corto pero severo interrogatorio que concluy con una sana admonicin: si no me apartaba de la disidencia, correra riesgos muy serios, porque ellos (los de la Seguridad) estaban decididos, incluso, a matar para impedir que regresara a Cuba la gente de Mas Canosa, que los asesinara a ellos. Terminado el interrogatorio, mi psiquiatra se brind a llevarme en su coche hasta mi casa. En el trayecto se pas todo el tiempo aconsejndome remedios caseros para mejorar el funcionamiento de mis riones. De los diez primeros firmantes de la Carta, slo uno, Ral Rivero, permanece en la isla. (Contra todo riesgo ejerce la profesin, ilegal all, de periodista independiente.) Los dems emigramos: Mara Elena Cruz Varela est en Espaa, el novelista Manuel Granados vive en Francia, el tambin novelista Jos Lorenzo Fuentes, Bernardo Marqus Ravelo, Nancy Estrada, Vctor Manuel Serpa y Roberto Luque Escalona estn en Estados Unidos, y yo envejezco en Las Palmas de Gran Canaria (mi isla de repuesto, segn mi amigo chileno Hernn Loyola). Algunos conocieron las ergstulas de Castro Cruz Varela, Jorge Pomar, Fernando Velzquez, Luque Escalona y los cineastas Jorge Crespo Daz y Marco Antonio Abad, mucho ms numerosas que las plazas hoteleras de toda Cuba. Nuestra Carta tuvo una pronta y vasta repercusin internacional, potenciada por los castigos denunciados de inmediato que nos infligi la dictadura en su afn de poner coto a lo que se anunciaba como el nacimiento de una disidencia a cara descubierta dentro de los crculos intelectuales. El 31 de mayo de 1991, El Nuevo Herald, de Miami, publicaba una declaracin de apoyo a nosotros firmada por escritores cubanos en el exilio y por intelectuales extranjeros. Este documento, en el que se reconoca nuestro derecho a asumir un papel activo, libre, honesto y comprometido en la sociedad cubana, ante la delicada situacin que padece la isla y se recababa la atencin de los gobiernos, las organizaciones de prensa, los medios de comunicacin y las instituciones de derechos humanos para que siguieran atentamente en el futuro prximo nuestro destino dentro de Cuba, apareca suscrito por Mario Vargas Llosa, Oscar Arias, Franois Revel, Susan Sontag, Hugh Thomas, Jorge Semprn, Fer-
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Mi mujer y mi hija Claudia me esperaron en la calle, dentro de aquella densa y tensa muchedumbre. Las encontr aterradas por lo que vieron y oyeron mientras en el interior de la escuela se desarrollaba el juicio. Esperamos a que salieran la madre y la hija de Mara Elena para acompaarlas a su casa, y con ellas fuimos en busca de nuestro coche. Los hombres y mujeres que la dictadura haba congregado en torno a la escuela para que nos agredieran nos dejaban paso, y sent que nos miraban con ms curiosidad y respeto que odio. Al calor de estos hechos escrib un artculo para que todo el que quisiera saberlo supiera qu son y cmo nacieron los actos de repudio y cmo fue el que sufri Mara Elena. El artculo se lo di en La Habana al periodista Juan Cruz y apareci en el peridico El Pas, de Madrid, el 8 de enero de 1992, un da despus de haber firmado yo el Proyecto de Programa Socialista Democrtico con Elizardo Snchez Santa Cruz, Vladimiro Roca y Gustavo Baguer, entre otros. Aquel 8 de enero recib llamadas de Madrid, de Sevilla, de Cdiz, de Las Palmas de Gran Canaria: mis amigos espaoles, alarmados por el artculo, queran saber si haba tranquilidad en mi casa y si haca falta hacer algo por m. Echado del trabajo en un pas en que el Estado es el nico empleador, a expensas de lo que a la dictadura se le ocurriera hacerme y, sobre todo, harto de vivir en el cepo de Castro, decid salir de la isla. La Diputacin y la Universidad de Cdiz me haban invitado a dirigir un seminario de poesa cubana en aquella ciudad. La carta-invitacin que me haban enviado la present en el ministerio de Cultura antes de mi expulsin la habra presentado en la UNEAC para que all me gestionaran el permiso de salida, como era habitual. Pero result que al ministerio de Cultura no le interes que yo fuese a Cdiz a hablar de la poesa cubana. El funcionario que me atendi cumpli la orden de decirme, a los once das de tener en su poder la carta-invitacin, que yo deba gestionar mi salida del pas por va particular, esto es: internndome en el laberinto cubano de los trmites de emigracin, que pueden demorar interminables meses y hasta aos. Y no me qued ms remedio que iniciar los trmites por la nica va que aparentemente me dejaban, la que, para m, tena obstculos adicionales. Me di cuenta, tan pronto como di los primeros pasos en el laberinto, de que la dictadura haba tomado la decisin, muy propia de su estilo y calaa, de no prohibirme la salida, pero no dejarme salir. Despus de unas fracasadas gestiones de Pablo Armando Fernndez para que el ministerio de Cultura cambiara de actitud hacia m y de no s ya cuntas visitas mas a negociados, departamentos, direcciones, secretaras, dependencias, sectoriales, unidades, etctera, sin obtener otra cosa que ms confusin y peloteo, una tarde, de pronto, tropezaron en la puerta de mi casa dos oficiales de inmigracin enviados por dos mandos distintos para que me presentara con los papeles en dos sitios a la vez. Al da siguiente, un vecino nuestro, oficial de la Seguridad del Estado, se present en casa como comisionado para facilitar todo lo concerniente a la salida. Y en veinticuatro horas nos dieron el permiso para irnos, y en cuarenta y ocho tomamos el avin. Ni tiempo tuvimos de hacer las maletas. Ahora estbamos conminados a partir en el acto. Decisivas fueron las gestiones que para lograr nuestra salida de Cuba hicie-
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ningn acto de repudio, ni ahora ni despus. Si ustedes quieren hacerlo luego, el acto lo tendrn que organizar ustedes con gente de otro barrio porque de ste no van a poder movilizar a nadie para eso. Pero la dictadura me tena preparada una despedida especial, sin las patadas en la puerta, el altoparlante largando injurias, las pedradas en las persianas ni la comparsa barriotera del acto de repudio clsico, lo cual es de agradecer. El domingo 23 de febrero del 92, el da anterior al de mi partida, en el suplemento de cultura de Juventud Rebelde (peridico de la Unin de Jvenes Comunistas), apareci un artculo titulado Puente de plata, que cubra de apiadas letricas mal impresas ms de una pgina del suplemento, que ya son ganas de incordiar. Junto a alabanzas como un buen poeta, un hombre de innegable talento, que contaba con prestigio y reconocimiento intelectual, para admitirlo en su seno, la Academia Cubana de la Lengua debe haber tenido en cuenta sus buenos versos, que sin duda son la mayora, etctera, con las que se busca impresionar bien al lector para que no dude en acoger como cierta, justa y equilibrada la aviesa imagen que de mi vida y milagros le ofrece, el articulista se burla con acierto (acto fallido), con una sorna que sin duda parte de sus propios e inconfesados desengaos, de mis viejos ardores comunistas. Donde se muestra chapucero es en las mentiras que se atreve a decir, confiado en la impunidad que supone el absoluto control que ejerce sobre la prensa la dictadura que le orden infamarme. Antes de ese artculo, no pens jams que mi obra fuera tan asiduamente leda ni que sera objeto alguna vez de un elogio tan alto. Despus de la devocin de un lector, el odio de una dictadura es el mejor premio a que puede aspirar un poeta. Lo nico que realmente me disgusta, porque ah reside la verdadera ofensa, es que, para ocultar el nombre del autntico autor de la diatriba encargada para despedirme, hayan escogido el del mecangrafo que la copi al dictado, un hombre tan poco escritor y tan patoso. La presencia constante de periodistas y escritores extranjeros en Infanta 15 y mi condicin de miembro correspondiente de la Real Academia Espaola fueron, a mi entender, factores que nos libraron a Ofelia y a m del mitin de repudio y de otras felonas similares con que el gobierno de Castro suele atormentar a quienes no se le doblegan. En nuestros ltimos das en Cuba tuvimos la suerte de recibir varias veces la visita del hispanista italiano Antonio Melis, que ese ao era jurado del premio literario de la Casa de las Amricas, y de los periodistas espaoles Diego Talavera (director del diario La Provincia, de Canarias), Fernando Orgambides y Juan Cruz (ambos del madrileo El Pas). Diego Talavera fue quien condujo el automvil en que nos trasladamos al aeropuerto, y permaneci a nuestro lado, junto a mi padre y al poeta cubano Rafael Alcides Prez, hasta que el avin de Iberia que nos sacara del jardn de los suplicios levant vuelo.
Las Palmas de Gran Canaria, 7 de abril de 1996.
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Ponencia presentada durante el panel Poltica y Cultura en Cuba, en la 43 Conferencia Anual de The South Eastern Council on Latin American Studies. Universidad Internacional de la Florida, Miami, 11-13 de abril de 1996.
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te en la que se debaten sus opciones de sobrevivencia. La crisis econmica de la isla ha trado drsticas consecuencias para los medios de comunicacin. A partir de 1990, cuando el gobierno puso en prctica el primer corte a las publicaciones peridicas y espacios informativos, las restricciones han sido de un 80 por ciento en la circulacin de la prensa escrita y casi de un 40 en la programacin radial y televisiva. La tradicionalmente limitada circulacin informativa dentro de la isla podramos decir que atraviesa hoy por su etapa de minimalismo. En trminos cuantitativos, el reordenamiento de los medios de comunicacin cubanos a raz del denominado perodo especial en tiempos de paz ofrece cifras verdaderamente dramticas. Segn datos oficiales, de las 733 publicaciones existentes en Cuba hasta 1990, slo han continuado editndose 265; de ellas 212 son revistas y folletos de carcter cientfico-tcnico, cuya circulacin es vital para posibilitar el intercambio de informacin especializada por concepto de canje con universidades, bibliotecas y organismos internacionales. Slo existe un diario nacional Granma, rgano oficial del Partido Comunista de Cuba que se edita de martes a sbado, con ocho pginas en formato tabloide,
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Nunca antes en la historia del pas la prensa peridica haba estado en una situacin tan precaria. Durante los aos cincuenta, que fueron de gran crecimiento y diversificacin de los medios de comunicacin nacionales, Cuba ocupaba el quinto lugar entre los pases de Amrica latina y el Caribe en cuanto a distribucin percpita de ejemplares de prensa: 70 por cada mil habitantes (Estadsticas de la UNESCO). En el Registro del Seguro Profesional de Periodistas de Cuba, de 1954, aparecen inscritos 19 peridicos y catorce revistas de La Habana, y otros 13 peridicos de localidades del interior del pas, sin incluir en estas cifras publicaciones de tirada, circulacin y permanencia limitadas, muchas de las cuales jugaron un importantsimo rol en el panorama cultural cubano de esos aos.
La definicin pertenece al terico Leonard L. Chu, que ha estudiado detalladamente el funcionamiento de los medios de comunicacin en China. Ver Chu, Leonard: De la Revolucin a la evolucin: treinta aos de comunicacin en China. Dilogos de Comunicacin, n. 24, junio 1989, pp. 50-59.
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En una cuerda fina y tensa (Entrevista con Julio Garca Luis). Juventud Rebelde, 21 oct. 1990, pp. 8-9.
Matterlat, Armand: La comunicacin en Nicaragua: entre la guerra y la democracia. Estudios Sociales Contemporneos, n. 41, may-ago. 1986, pp. 25-25.
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Acuerdo del Bur Poltico del Partido Comunista de Cuba del 4 de marzo de 1976, dado a conocer pblicamente y discutido entre los periodistas.
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BARREDA, LISBET, ROLANDO NPOLES y ROLANDO SEGURA: La construccin de la noticia en Cuba. Trabajo de Diploma para la Licenciatura en Periodismo, facultad de Comunicacin, Universidad de La Habana, 1991.
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9 El artculo 53 de la Constitucin de la Repblica (1976) que fue reformada en 1992 dice: Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y de prensa conforme a los fines de la sociedad socialista. Las condiciones materiales para su ejercicio estn dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televisin, el cine y otros medios de difusin masiva son propiedad estatal o social y no
pueden ser objeto, en ningn caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del inters de la sociedad. Constitucin de la Repblica de Cuba, Editora Poltica, La Habana, 1992, p. 26.
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NICOLS GUILLN
LA HABANA A FINALES DE MAYO LTIMO me encontr con la renovada efervescencia de un viejo tpico, hacia el cual los cubanos se aproximan con mucha cautela: el negro en Cuba. A sus 72 aos, la seora Elvira Cervera, veterana actriz negra, acababa de presentar un proyecto teatral en el cual peda romper el apartheid que impide al actor negro interpretar personajes de la dramaturgia universal, al tiempo que propona constituir un espectculo que sirva de marco a los actores (...) para testimoniar, analizar, enjuiciar, denunciar y rechazar la evidente limitacin del actor de piel oscura en su intervencin profesional en la escena cubana (teatro, cine y televisin). Para que no quedaran dudas de que actuaba de buena fe, la seora Cervera invoc el sagrado pensamiento del apstol de la patria, Jos Mart justo en el centenario de su cada en combate por la independencia de Cuba del colonialismo espaol: Racismo justo es el derecho del negro a mantener y probar que su color no lo priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana... Hombre es ms que blanco, ms que mulato, ms que negro.
UANDO LLEGU A
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Muchas leyendas se han tejido alrededor de Jos Antonio Aponte, el esclavo que encabez en 1812 la primera rebelin contra la dominacin espaola de un modo prctico.
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Para el estado en el que se encuentran las relaciones raciales en casi todos los pases del mundo, el caso de Cuba no es el ms alarmante, aunque no sera sensato postergar ms su atencin, a riesgo de provocar una repeticin de los acontecimientos ocurridos en la capital en 1994, cuando en el intenso verano de aquel agosto tuvo lugar frente al malecn habanero, en la barriada de Centro Habana, lo que la prensa internacional describiera como la mayor protesta antigubernamental en los 35 aos de rgimen revolucionario. Aquellos acontecimientos fueron los eslabones iniciales de una serie de secuestros de embarcaciones estatales por parte de ciudadanos cubanos que queran escapar hacia los Estados Unidos. Aquella frustrada multitud la emprendi a pedradas contra varias tiendas que venden sus productos solamente en dlares, ubicadas en medio de una zona marginal densamente poblada por familias de todas las razas, pero predominantemente negras. Era una seal de aviso. En 1966 Fidel Castro declar que la discriminacin racial desaparecera cuando desaparecieran los privilegios de clase. Si tomamos lo anterior como punto de partida, podemos concluir que en los ltimos cinco aos tales privilegios se han regenerado en una extraa alianza de materia prima nacional y componentes extranjeros. Las relaciones entre los cubanos de la isla (aproximadamente 11 millones) y los de fuera (unos dos millones, principalmente en los Estados Unidos y Espaa) ha logrado acercar parientes y amigos que han aportado importantes remesas de divisas al pas. Esto ha favorecido principal-
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La reflexin sobre la identidad es una enfermedad de pueblos jvenes, los pueblos de antigua tradicin no se preguntan lo obvio; primero, porque las identidades de los pueblos, siendo fciles de percibir, son difciles de definir; segundo, porque la identidad ya establecida de una nacin no se desintegra, incluso, cuando desaparecen sus estructuras nacionales y su organizacin estatal (Polonia es un caso tpico). Se inquiere o reflexiona sobre la misma, a mi juicio, en los casos en que la sociedad habiendo recorrido un trecho breve considera a ste una dimensin suficiente que hace posible en la reflexin o en la pregunta fijar ciertas constantes, ciertos rasgos estables, en momentos en que est sometida a violentos o acelerados cambios. El resultado de la reflexin, o la respuesta a la pregunta, no es tan importante como quin hace la pregunta y por qu; como de igual modo, quin no se la hace, no es por eso menos ajeno, gestor y/o participante de la identidad. Para ste ltimo, por el contrario, ella se da por sentado. Dicho en otras palabras: el nadador, (en lugar de ponerse a explicar la esencia y caractersticas del nado) sencillamente, nada.
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La pregunta, adems, est localizada y fechada. Para que un grupo social se haga la pregunta, tiene que existir o haber existido alguna vez en un determinado territorio (este evento, por ejemplo, ubica a Miami y a la Isla como los trminos que enmarcan la reflexin). Nadie que no haya vivido algn tiempo en la zona rtica, se preguntar la esencia del lugar; sin embargo, es raro que la pregunta venga de un esquimal. La pregunta o la reflexin sobre la identidad, en realidad se refiere a mi identidad en ese territorio.
II . LA HISTORIA DE LA PREGUNTA
En Cuba, esta reflexin toma cuerpo terico a principios del siglo XIX, en la primera etapa reformista (Francisco de Arango y Parreo y Jos Antonio Saco). Luego, en la Repblica, a fines de los aos veinte (Fernando Ortiz y Alejo Carpentier, entre otros). Bajo el rgimen castrista, en distintas etapas del perodo revolucionario; y en el exilio, a partir del impacto del xodo del Mariel hasta la fecha.
LA SACAROCRACIA , LOS CRIOLLOS Y LA IDENTIDAD
A principios del siglo XIX Cuba entr en un proceso de acelerados cambios. La lite criolla haba logrado afianzarse econmicamente a la vez que mantena un equilibrio tnico; aproximadamente el 43% de poblacin blanca y 57% negra (el 36% eran esclavos), segn el censo de 1817. La fuerza, la represin y el poder econmico equilibraban el desbalance numrico del 14%, garantizando de ese modo el predominio de la poblacin blanca. El intento de convertir la isla en una economa de plantacin que sustituyera a Hait como principal productor azucarero a la vez que impona un significativo aumento de la importacin de esclavos conduca a un dramtico desbalance tnico a favor de la poblacin negra del pas. La sacarocracia cubana, que ya tena una identidad establecida, pensndose duea (lo cual es cierto) y hacedora (verdad a medias) del pas, inicia la primera reflexin sobre la identidad. En el momento en que abogan por aumentar la trata de esclavos, tratan a la vez de prefijar, en perspectiva, qu medidas se tomaran para evitar que la necesaria preponderancia numrica del negro pusiera en peligro la identidad de la sacarocacia en el futuro. El primer idelogo importante de esta corriente de pensamiento fue Francisco de Arango y Parreo, Conde de la Gratitud, que en su Discurso sobre la agricultura de La Habana y modos de fomentarla, publicado en Madrid en 1793, conceptualiza el problema de la lite criolla y de su identidad en los trminos de dos culturas y razas que entran en contacto y en conflicto:
Dirn algunos que la diferencia entre negros y esclavos separar sus intereses, y ser para nosotros en cualquier caso una barrera respetable. Todos son negros: poco mas o poco menos tienen las mismas quejas y el mismo motivo para vivir disgustados de nosotros. (...) Prevengmonos de este lance ya que por nuestra desgracia no podemos excusarnos del servicio de estos hombres, ... cuidemos de combinar las miras
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La agudeza sociolgica de Arango es deslumbrante, descarta que la diferencia entre negros y esclavos sea una condicin suficiente para que el negro libre deje de identificarse con el esclavo, todos son negros: el elemento cultural y racial prima segn Arango sobre el clasista. Los esclavos son sometidos a la esclavitud; los negros libres al apartheid. Los negros libres solidarios con los esclavos, por poner en peligro la estabilidad de la lite criolla no deben tener acceso y participacin en la vida socio-poltica, por eso pide Arango que se eliminen los dos batallones de milicias de negros y mulatos libertos que acostumbrados al trabajo, a la frugalidad y a la subordinacin, son sin disputa alguna, los mejores soldados del mundo (idem). Teme que estos soldados, una vez licenciados, se conviertan en elementos subversivos. El discurso de Arango apunta a eliminar toda posibilidad de que los negros libres adquieran autoestima, pues la misma los conducira a no aceptar el asignado papel de ser la ms desgraciada porcin de toda la especie humana (idem). Sin dudas, Arango es el idelogo que introduce el miedo al negro como categora poltica y sociolgica que marcar la conducta de la lite cubana, y el primero que propone medidas para eliminar paulatinamente al negro como futuro grupo social de peso mediante el estmulo de la inmigracin blanca. La posicin de Arango tiene dos momentos que pueden ser rastreados como una conducta constante de la lite cubana: a) los negros deben ser usados cuando sean necesarios (como esclavos, mambises, cortadores de caa, domsticos, sindicalistas, milicianos, deportistas, hroes nacionales del trabajo, etc.); b) de algn modo deben ser eliminados al pasar esta necesidad. Es evidente que en Arango existe una idea clara del horizonte problemtico donde, a su juicio, se devela nuestra identidad: los trminos de la confluencia de dos culturas, dos razas y slo en ltimo trmino dos clases (esclavistas y esclavos), ms all de la relacin clasista, interpreta la identidad de la lite como algo diferente y en contra de lo que el negro representa en el pas. El dilema (yo dira que agnico) de la sacarocracia es que necesita a los negros y, a la vez, percibe su identidad en peligro por la presencia de stos. La disyuntiva se resuelve a travs de un proyecto de ingeniera social tendiente a eliminar a los negros en el tiempo, mediante una poltica migratoria dirigida a ese fin y una poltica social que les restrinja derechos y oportunidades. Las formas que adopta esta doble actitud de la lite a lo largo de los siglos XIX y XX convocar a los negros o excluirlos son varias, pero en todas, de un modo u otro, el problema de la identidad se plantea con referencia a, y muchas veces en contra de, el negro. En tal esquema caben las actitudes de la lite cubana del siglo XIX en muchas de sus variantes. Por ejemplo, en la segunda etapa reformista, Arango se une a Saco abogando por la supresin de la trata de esclavos. La coincidencia con Saco es una consecuencia lgica de su planteamiento anterior, a favor de la misma. La poltica de trata irrestricta puso a la poblacin blanca en minora.
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Para 1846 haba, aproximadamente, un 47% contra el 53% de la poblacin negra; y ya, para 1867 haba en la isla alrededor de un 58% de poblacin blanca, y un 42% de poblacin negra. La cual se reduce an ms como efecto de las dos guerras de independencia hechas sobre la espalda de este sector de la poblacin. La disminucin que se aprecia antes de las guerras de independencia, es consecuencia de una poltica tendiente a eliminar paulatinamente a los negros del paisaje demogrfico del pas, es por eso que ya desde 1832 Arango, junto a Saco, pide que se impida la entrada de ms negros africanos a la isla. Desde 1826 Arango est convencido de que Cuba no puede tener completa seguridad si no es blanqueando a sus negros y propone: quiero que... al propio tiempo... que se piense en destruir la esclavitud... se trate de lo que no se ha pensado, que es borrar su memoria (Obras 1952, II, 306-307). El nico modo de borrarla era desapareciendo a los negros del mapa, y/o blanquandolos. No ser la lite criolla la encargada de blanquear al pas, por ello es necesario alentar la inmigracin blanca los canarios para que se encarguen de esa labor. Arango se presenta as como un precursor de la teora del mestizaje, visto no como la sntesis de culturas diferentes que generara una cultura nueva, sino como la difusin de una en la otra. En esto pues, no existen diferencias entre Arango y Saco. En Saco hay un desarrollo de las primeras posiciones de Arango, por eso ste las suscribe. De hecho no existe una diferenciacin ideolgica de principio entre los idelogos reformistas que estn a favor de la trata y luego en contra, los abolicionistas y los anexionistas; a todos los une un hilo conductor: el miedo al negro y la pretensin de eliminarlos o mantenerlos al margen, aunque sean libres. Los delmontinos abolicionistas comparten la misma posicin de Saco en cuanto a la inmigracin, y ello explica su oposicin a la trata y a la esclavitud; responden al momento (b) del pensamiento de Arango, el cual establece la necesidad de eliminar a los negros de algn modo, pasada ya su utilidad. Lo especfico de los delmontinos es que a tono con la poltica abolicionista que Inglaterra le impone a Espaa, son abanderados del abolicionismo y opuestos a la trata desde el manto de una posicin paternalista, tpica de los miembros ms avanzados de la lite cubana, an vigente en muchos de ellos hasta nuestros das. El paternalismo criollo hacia los negros, una actitud muy a tono con la ideologa del Despotismo Ilustrado, est en no asumir respecto al negro una actitud moderna, lo que implicara tratarlo como a un igual. Por el contrario, radica en la magnanimidad de por su superioridad hacerles saber que se les trata como si fueran iguales, debido a una bondad inherente de la cual el negro debe estar eternamente agradecido. Se trata de favores, no de derechos. De condescendencia, no de respeto. La respuesta que se espera del negro es la sumisin; de lo contrario, es un malagradecido. La otra variante que diferencia el patrn espaol del anglosajn es considerarlo igual, a pesar de ser negros, si ste es portador de alguna cualidad que, por naturaleza, es propia de los blancos. Tal igualdad por salvedad, propia del paternalismo ilustrado de los delmontinos, se aprecia con claridad en su actitud hacia el esclavo poeta Francisco Manzano. Domingo del Monte encabeza una colecta
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Mart discute o evade el problema en su artculo Mi raza: En Cuba no hay temor alguno a la guerra de razas. Hombre es ms que blanco, ms que mulato, ms que negro. Cubano es ms que blanco, ms que mulato, ms que negro. (...) En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco, hubo siempre un negro. (...) Los derechos pblicos, concedidos ya de pura astucia por el gobierno espaol e iniciados en las costumbres antes de la independencia de la isla, no podrn ya ser negados... El humanismo martiano se destaca en sus palabras. Hombre es ms que raza, y es cierto; como tambin es cierto que esta humanidad es abstracta y sin contenido si no se concreta en culturas y especificidades socio-histricas donde la raza est incluida. Ni Saco ni Arango desdeaban la pertenencia de los negros al gnero humano, estn hablando de hombres concretos en situaciones sociales y culturales concretas a los cuales la lite domina y explota, y donde la raza forma parte del sistema de justificacin de la situacin. El humanismo martiano, por lo general, no resuelve la comprensin a esa instancia, ms bien lo enmascara. La segunda instancia martiana es la apelacin a la necesidad: cubano es ms que raza. La humanidad y la nacionalidad eliminan las diferencias. El intento de reconocer la identidad sobre la base de abstracciones que eliminan las diferencias, en aras de un objetivo comn si leemos el desarrollo posterior de la historia cubana es esencialmente peligroso. Los partidos polticos dice Mart en el mismo artculo son agregados de preocupaciones, de aspiraciones, de intereses y de caracteres... La semejanza especial se busca y se halla, por sobre las diferencias de detalle (La cursiva es ma). Precisamente, lo que diferencia a negros y blancos a fines del siglo XIX cubano, eliminada la esclavitud despus de la primera guerra de independencia, no era un problema de detalle, al contrario eran problemas serios de segregacin y discriminacin, de acceso a la propiedad, de derechos civiles y polticos, de valoracin cultural, los cuales no pueden soslayarse en aras de una humanidad o cubanidad entendida al margen de esos problemas. Contrario a Saco y Arango, Mart es ms poltico y hombre de letras que socilogo. Arango y Saco, como socilogos, estn muy por encima de Mart. Los planteamientos de los dos primeros son crudos, objetivos, brutales. La solucin racista, que esos problemas sufren en el pensamiento de tales autores, no elimina los trminos reales del planteamiento. El humanismo martiano, tratando de rechazar la solucin racista de Saco y Arango, elimina el problema en s. Sin dudas, hay un avance en Mart, en el sentido de que no elimina, al menos, a los negros como cubanos, no obstante los elimina como negros, como sujetos con una historia y problemas sociales especficos. Ese detalle hace que el horizonte del pensamiento martiano no rebase a su pesar el espacio de la ideologa racista de la lite cubana; y aparece con l, uno de los rasgos tpicos de esa ideologa en el siglo XX cubano: el discurso de la negacin. La mejor forma de resolver el problema desde esta perspectiva, es no hablar de l. Es imposible que un grupo social afectado no abogue y luche en pro de sus reivindicaciones; desde los esque-
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Mientras la sacarocracia cubana del siglo XIX se planteaba el problema en tales trminos, a nivel social y cultural se desarrollaban procesos de un carcter diferente a los mtodos de ingeniera social que proponan. Mientras ellos pensaban a los esclavos como negros desde que llegaban de frica, estos no existan en la realidad. Los esclavos venan ya con una identidad establecida; eran congos, mandingas, ibos, yorubas, fulbes o carabales cuyas lenguas y culturas eran diferentes. Fue la esclavitud la que mezcl africanos de distintas razas y culturas para convertirlos en negros. La conversin del africano en negro es su proceso de cubanizacin, un proceso violento y obligado que produjo el ajiaco de estas culturas africanas con los valores occidentales y del cristianismo. Mientras la sacarocracia, anclada en el criollismo, todava se senta ligada a Espaa, ya haba negros que, ontolgicamente, eran cubanos. El estadio de lo criollo en el blanco (del que muchos an no han salido) fue un proceso muy largo, mientras que la cubanizacin del negro, por su carcter obligado y violento fue muy rpida. El negro estaba forzado a asimilar la cultura occidental, a hablar espaol, a practicar el catolicismo, mientras que el blanco lo que recibe del negro es debido a la influencia que genera el contacto. Los negros son
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producto de una mezcla forzada de las culturas africanas con la occidental, son un producto del nuevo mundo, son tan primos de los africanos como de los europeos. Los primeros en constituirse como una entidad tnica y cultural propia en el nuevo mundo, sin apellidos trados de su lugar de origen, sin la posibilidad de regresar, estaban histricamente obligados a la mezcla y al arraigo. La evolucin de los blancos no se da a igual velocidad. La poltica de la sacarocracia aceler la cubanizacin de los negros, a la vez que ella se mantena en el estadio de criollez la conciencia de s del descendiente de espaol sin mezclas que no reconoce al negro y a lo negro como parte de su identidad, reducindolos slo a uno de sus lados, acaso el ms dbil, el de la africanidad. Los negros, por su naturaleza peculiar, no pueden rechazar lo europeo de lo cual tambin, culturalmente, forman parte. En la repblica, el proceso de cubanizacin tambin ya est avanzando entre los blancos de las clases bajas que conviven y se mezclan con los negros. Precisamente, es en ese momento en que se pone en prctica la poltica migratoria de ingeniera social propuesta por los reformistas del siglo XIX. Cuba se llen de espaoles los negros antillanos slo entraban en funcin de las necesidades de la cosecha azucarera. Si la poblacin blanca ms antigua del pas transitaba ya por un lento proceso de cubanizacin, la impronta migratoria del siglo XX la desacelera, por lo que la criollez se constituye en el elemento predominante de la poblacin blanca que, adems, concientiza ese estadio como la expresin plena de la cubanidad. Es precisamente en este sector donde se genera la nueva lite econmica y gran parte de la clase media y profesional, creando en ellas un coto exclusivo donde la poblacin negra del pas casi no puede entrar. Los negros, aunque en minora, se convierten en un vector cualitativo de cubana, son los que mantienen la cualidad, el carcter, en un mundo que cambia y que introduce, adems, a chinos, judos y libaneses. Productos ellos mismos de una sntesis, siguen sintetizndose con todo lo que llega. Habiendo dejado atrs el estadio de la criollez; su desarrollo est en enriquecer su cubana, no en hacerla. No ha habido un grupo social que haya desarrollado una batalla ms larga y exitosa preservando el carcter de una nacin. Pero su mayor hazaa y aporte ha sido la permanencia contra viento y marea, y la propuesta de vivir la cubana como la concrecin y el desarrollo de un permanente enriquecimiento cultural. Siempre apostando por la apertura y la asimilacin sin perder el carcter, por la creacin. La manifestacin ms importante de la cultura cubana por la huella que ha dejado en la forma que tiene el cubano de percibir y valorar la realidad es la msica popular. Los negros la ocuparon, tenindolo todo en contra, para darle, incluso imponerle, un perfil al pas. Mientras la lite criolla miraba a los negros y a su herencia como algo que, si no puede eliminarse, debe de estar en la periferia, stos llevaban a cabo la evangelizacin cubana del pas. Para los negros nunca ha sido importante si son mayora o minora, ni cul es nuestra identidad. No es un problema como tal en la percepcin que tienen de Cuba. Su presencia no es importante por
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trados en la lengua yoruba (que se escribe desde el siglo XVII) o en rabe, aristcratas y plebeyos. Todos, por negros, son salvajes. (Todos son negros deca Arango). Las religiones de los negros, en realidad variadas, se reducen al fenmeno de la brujera, desde la acepcin catlica del trmino. El delincuente, en general segn Ortiz aunque tenga cultura, adolece de una primitividad moral irreductible. Los negros, por su impulsividad brutal, son portadores de esta primitividad moral que hace que en la actualidad, cuando ya algunas generaciones de individuos de color han vivido en el medio civilizado, cuntanse tambin hampones negros... relativamente civilizados intelectualmente (que) conservan todava rasgos de su moral africana, que los precipita a la criminalidad. (ob. cit. p. 21). El negro tiene que dejar de ser, tiene que borrar toda reminiscencia con la cultura africana y asumir el patrn criollo-europeo para ser civilizado. Sin embargo, su civilizacin ser siempre sospechosa, pues los rasgos africanos, lo determinan como delincuente, como un brbaro. La opcin del negro es imitar y blanquearse, cualquier otro proceso cultural que implique sintetizar lo afro con lo hispano o europeo, significa incivilizacin. El negro, en Cuba, es en s mismo esa sntesis; ms que asimilarse se ha recreado y reconstituido uniendo esos dos elementos. Esa sntesis pos su componente afro es descalificada por Ortiz, y por ella, el negro est desterrado del paisaje civilizado del pas, hacindolo siempre un elemento sospechoso. Tal especificidad, lo ubica como factor del delito, en la versin maniquea de Ortiz. Es mejor en aras de un propsito nacional no hablar de esos detalles en la visin humanista de Mart. La esclavitud en Ortiz no es vista como un acto inmoral en s, sino porque permitiendo el contacto de los blancos con los africanos las clases espiritualmente ms bajas de los primeros, se hicieron ms inmorales en contacto con los segundos; de modo que las clases ms altas las ms beneficiadasdel sistema esclavista aparecen, en esta concepcin, como morales. Ya en este libro, Ortiz tropieza con fenmenos nuevos que su enfoque no le permite valorar en su real dimensin; de hecho, tratando de explicar la naturaleza del hampa cubana, se tropieza con la transculturacin y el sincretismo, nociones que an no formaban parte de su sistema de conceptos. Analizando los factores tnicos del fenmeno delictivo, Ortiz dice que todas las razas aportaron a este fenmeno sus respectivos vicios formando un estrato comn a todas por la fusin de sus diversas psicologas, estrato que constitua y constituye el ncleo de la mala vida. Para llegar a esto fue preciso que algunos estratos sociales resultaran accesibles a la vez a blancos y negros especialmente, en que ambas razas, desde varios puntos de vista, vivieran en un ambiente comn favorable a la fusin, o, lo que es lo mismo, que las psiquis del blanco y del negro en ciertas capas sociales tuvieran unas mismas exigencias intelectuales, emotivas, etc., que fueran, en fin homogneas (p. 16 dem) (Cursivas mas) Se destacan dos elementos importantes en el anlisis de Ortiz: 1. La existencia de una fusin en el nivel psicolgico (lase cultural), de un estrato comn entre los negros y ciertos sectores blancos, rompiendo con eso la dicotoma entre la identidad excluyente de los criollos y la sint-
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y Brasil uno de sus focos ms importantes, por su capacidad de irradiacin y universalidad. No es que el blanco no aportara a la cultura cubana elementos de tanto peso como frica, es que el negro en s es, en su existencia diaria, la sntesis de ambas culturas, mientras que el criollo puede mantenerse por mucho tiempo sin permearse de la cultura negra. La propuesta cultural del blanco en sus inicios fue unipolar. La del negro fue sinttica, abarcadora; creando ac no slo la mezcla o la universalidad de lo africano, sino tambin la sntesis de sta con lo europeo y cualquier agregado subsiguiente. Los negros, en mayora o minora, se convierten en un vector de cubana, son los que mantienen la cualidad en un universo abierto y cambiante que introduce nuevos vectores culturales como chinos, judos, libaneses, etc. En Ortiz, en esta etapa, hay una transmutacin de presupuestos. La permanencia de las creencias africanas, ya no es vista como elementos brbaros, ahora se percibe en el sentido de las religiones populares como Hegel consideraba a la religin de la Grecia Clsica no son instituciones muertas, son elementos dinmicos que forman parte de la cotidianidad y de la trascendencia del colectivo que las practica, un espritu que es la base de autnticas producciones culturales, el alma de una civilizacin. No hay civilizacin sin una peculiar mitologa, los negros le brindaron a Cuba, con el sincretismo, una mitologa viva, propia, y en desarrollo. La existencia y el carcter de una civilizacin estn en sus producciones culturales, y en la capacidad de influir en otras. Los negros en Cuba lograron ambas cosas: por un lado crearon, con la msica, el ncleo de la cultura nacional; msica que, por otra parte, ha influido en el mundo dando a conocer a Cuba, introducindose y dejando sus sellos en otras culturas. En su trabajo La msica sagrada de los negros yorubas en Cuba (Revista Ultra, La Habana, julio 1937) Ortiz destaca esta especificidad, los negros dice tienen su propia msica, adems, es necesario decirlo una y otra vez, pues todava la vaciedad presuntuosa suele afirmar que los negros no tienen msica, sino ruidos, ignorando quienes tal dicen la trama mlica de los ritmos que brotan de los tambores, y la exquisitez de sus melodas... Ortiz achaca este desdn a la supervivencia de una vieja postura de blancos coloniales... que, en su afn de justificar la subyugacin por la supuesta inferioridad del esclavo, quisieron ver en los fervores musicales del negro, no slo un entretenimiento infantil, desprovisto de valor esttico, sino hasta una tara, propia de razas calificadas como deficientes y destinadas a la dominacin ajena. Como se ve, Ortiz ha cruzado el puente, el segundo Ortiz critica al primero. Pero es ms, negar el valor, calidad y aporte de esa msica es muy lamentable en Cuba, donde tantos sienten la embrujadora ritmacin negra en las venas y donde tantos componen msica negroide sin desearlo, o al menos sin decirlo, a veces sin comprenderlo y, casi siempre, hasta renegando (Cursivas mas) Las afirmaciones de Ortiz son fuertes y, porque implican actitudes presentes en nuestra cultura, son trasladables al proceso histrico y poltico. Los negros creando algo propio su msica le han dado algo propio al pas, algo que tanto sienten y, a partir de tal patrn, muchos componen msica ne-
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La concepcin de Ortiz sobre la cubana se expresa en forma lapidaria en el trabajo Factores humanos de la cubanidad donde afirma: La cubana fue brotada desde abajo y no llovida desde arriba. El elemento germinal (de abajo) y el estril de arriba(no hace llover), es una contradiccin de la cultura y la sociedad cubana donde pueden rastrearse las causas del actual descalabro nacional. El conflicto no es slo poltico, es cultural. El totalitarismo sera la ltima expresin criolla de imponer una idea restringida de la cubana como modelo sociopoltico, a la vez que impide que sta brote; nunca ha llovido caf. En la historia ha habido diferentes interpretaciones de la identidad cubana desde el punto de vista de Ortiz. Sus esquemas seran los siguientes: 1. La identidad criolla, exclusiva y excluyente, del siglo XVIII y XIX conceptualizada por Arango y Saco. Alrededor de la misma se generan proyectos polticos tales como el reformismo, el abolicionismo blanco, el anexionismo y el independentismo del 68 en sus inicios. 2. La identidad como abstraccin que elimina las diferencias (Mart) y que, en definitiva, se disuelve en la prctica, en la primera, fuente del independentismo del 95. 3. La identidad como concrecin y sntesis de culturas diferentes el sincretismo donde lo negro representa el elemento portador y ofertador de la sntesis (Ortiz). Que no ha tenido real expresin poltica, pero que se manipula por el rgimen actual. Todas estas teorizaciones tienen an presencia en nuestra conciencia social y en el comportamiento de determinados grupos sociales. Incluso la posicin de la cubana abstracta, surgida en el discurso poltico martiano, de uso corriente a ambos lados del Estrecho de la Florida, se usa indistintamente a la de Ortiz que es su negacin a menudo en el mismo discurso. A su vez, la concepcin orticiana an no ha sido sometida a crtica. Es caracterstico en la repblica, contrario a la situacin del siglo XIX, la enajenacin entre el sector de la lite intelectual criolla que se plantea el problema y la lite econmica y poltica que se mantiene en los patrones de la sacarocracia reformista del siglo XIX. As, mientras el proyecto autonomista tiene una realizacin prctica, la visin orticiana queda recluida al mundo de las ideas que maneja cierta lite, sin influir en la prctica social. Esto se aprecia, incluso en los gobiernos surgidos a partir de la Constitucin de 1940. La herencia espaola se expone a voz en cuello, la africana se ubica en la trastienda. A escala econmico, social y cultural, los negros, los primeros cubanos segn Ortiz son los nicos para los cuales, a priori, la isla es hostil. Los nicos que no pueden acceder libremente a las ventajas del desarrollo econmico y social. Es interesante el contrapunteo entre el concepto de Fernando Ortiz sobre las bases de nuestra identidad, y la versin oficial de la misma. Mientras que Ortiz se refiere a un proceso que integra a los distintos componentes culturales y tnicos; la lite en el poder, a lo largo de todo el perodo republicano no asume ese discurso y propaga la idea de la identidad en la figura del culto a un individuo: Mart. Las races de la canonizacin de Mart por parte de la ideologa oficial, elevando su figura como el ideal de la identidad nacional, y
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A pesar de la ruptura que la Revolucin cubana significa respecto al estado anterior, no se observa una clara ruptura de principio respecto a las nociones que, sobre la identidad, profesa la nueva lite en el poder. Las nociones sobre la identidad han sido esencialmente las mismas. Las de Mart, sobre todo, en el discurso y en algunos momentos de su prctica. La faccin revolucionaria en el poder es el resultado de una escisin en el seno de la lite anterior, y arrastra con ella la cosmovisin de la misma, su patrn de comportamiento. La promesa revolucionaria de restaurar el proceso constitucional de 1940 y de llevar a vas de hecho los preceptos constitucionales, pendientes de legislacin algo muy importante si no eran postulados directamente conectados con el discurso de la identidad nacional, estaban indirectamente relacionados; era de suponer que una sociedad abierta, democrtica hara aflorar los distintos intereses y visiones, que, en un proceso democrtico pueden legitimarse; lo cual era una premisa para que los negros alcanzaran la voz. Sin embargo, despus del triunfo, el proyecto revolucionario adopta, sobre el tema de la identidad, la parte ms endeble del discurso martiano, cercenando la visin plura-
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lista y democrtica no ausentes en el discurso martiano pero no es este aspecto que haba prometido. No slo se adopt el aspecto reduccionista del discurso martiano, sino que se llev a la prctica con una consecuencia pertinaz. Se eliminaron por decreto las manifestaciones exteriores de la discriminacin racial (hoteles, playas, clubes) sin que con ello se atacara o se sometieran a crtica los valores eurocntricos en que se fundamentaban. Atacaron los sntomas ms que a la enfermedad. Pudiera decirse que, en el nivel de la conciencia cotidiana, seguan funcionando sin crtica las representaciones del primer Ortiz. El modelo del discurso martiano sirvi de base para decretar la igualdad: revolucionario es ms que negro, ms que blanco, ms que mulato. A la vez, es el poder, en la figura del lder criollo totalmente absolutista y por lo mismo ms cercano a la mentalidad del plantador criollo que cualquier otro gobernante o rgimen anteriores quien define constantemente qu se entiende por ser revolucionario. Los negros son considerados iguales siempre y cuando todos los detalles para ellos importantes se sacrifiquen en aras de la unidad poltica alrededor de un partido y un lder auto-impuesto. Eliminando los factores externos de la discriminacin, el rgimen elimin tambin las sociedades negras que, con todas sus limitaciones, eran un elemento que, en un rgimen de autntica democracia, tenan un potencial de organizacin con una base suficiente para desarrollar un movimiento de derechos civiles. Con un movimiento de este corte, los negros habran podido lograr mucho ms que lo que hicieron esas medidas revolucionarias. Mucho ms que eso, habran logrado como derechos lo que el rgimen les ofreca como prebendas. Las medidas en s, no tuvieron consecuencia jurdica alguna. De hecho en toda la historia jurdica del pas no se legislaron criterios que permitieran medir y probar, ante las leyes, la discriminacin de facto. El rgimen, adems, estaba imposibilitado de crearlas, pues su razn de ser est en sobredimensionar la discriminacin la poltica y de clase en este caso sin eliminar la racial. Nunca una lite cubana en el poder elimin de un plumazo y de la manera ms sutil e inteligente la voz de los negros. Por vez primera en la historia republicana, los negros dejaron de estar organizados. Las sociedades de descendientes de espaoles, hebreos y rabes no fueron suprimidas. Por qu? Acaso por ser los negros el nico grupo social que objetivamente, a lo largo de toda la historia de Cuba, ha tenido una agenda de derechos civiles, slo realizables o slo se pueden luchar por ellos en un rgimen de autntica democracia. Adems, es un grupo social que, interesado en el avance econmico y social de sus miembros como grupo y como individuos, prefiere la economa abierta a la economa cerrada. La contradiccin entre los negros y la antigua lite se expresaba, por una parte, por la pobreza que les limitaba el ejercicio de sus derechos civiles y el disfrute de beneficios sociales como la salud y la educacin; y, por otra, por su apartamiento, eliminacin como grupo, del ejercicio del poder poltico. Con la nueva lite la contradiccin se basa en la ausencia total de participacin como grupo en el ejercicio del poder poltico, y por la existencia de una economa cerrada que, a pesar de su capacitacin profesio-
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presencia ejerci en la independencia de Namibia, la integridad territorial angolea y el fin del rgimen segregacionista de Surfrica. Adems de restablecerse un contacto que haba sido cortado a finales del siglo XIX. A la luz del discurso y la prctica de la revolucin, habra que hacerle algunas preguntas al discurso de Ortiz, ms all del hecho evidente de la desvinculacin entre sustancia (lo brotado) y conciencia (lo llovido), que su obra destaca. a) El peligro de confundir la cubana con la ciudadana (algo que Ortiz no confunde) puede conducir a un poder autoritario a autoproclamarse el administrador de la cubana, como pretendi Arango y, de hecho, eliminar los derechos de miles de cubanos como ha ocurrido en el rgimen actual y en los anteriores. b) La cubana en el sentido orticiano es una percepcin tambin criolla del proceso de nuestra identidad, que no destaca quien impone la sntesis, y cmo los mecanismos de la imposicin estn presentes en la sntesis misma. No sera la teora de la mulatez, una forma ms refinada del enmascaramiento que elevndola al status del ideal cubano, discrimina al blanco slo en teora, y al negro, en la teora y en la prctica? c) Puede definirse la cubana ms all de indicar los mecanismos de un proceso?
EL EXILIO Y LA IDENTIDAD
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La variante ideal de la visin de Arango y Saco, se dio fuera de Cuba. Las clases alta y media, desplazadas por el castrismo, se instalaron en Miami. Debido al hecho de que el grueso de los miembros de estas clases era blanco, y de que la clase media negra exiliada, en su mayora, se instal en el norte, se cre el espejismo o el sueo realizado de la sacarocracia criolla: los cubanos eran blancos. El sueo se haba realizado, claro que fuera de Cuba. Muchos hijos de cubanos! an se preguntan si hay negros en Cuba, y hasta los norteamericanos del rea se hacen la misma pregunta. Por otra parte, hubo una consolidacin de las races espaolas, producto del contacto familiar, el exilio en Espaa y los viajes. Para el cubano-americano criollo promedio el racismo es un problema de los americanos que los cubanos no han tenido nunca. Los negros que vinieron al exilio no vivan, sin embargo, en los mismos barrios que los blancos, y antes de las leyes de derechos civiles, sus compatriotas no les alquilaban. La comunidad negra cubana se ubicaba en una zona intermedia, Allapahatta, y en la medida en que dominaban el idioma ingls, se integraban a la comunidad negra americana o, en otras reas, a otras comunidades latinas, o a ambas. Al parecer, la unidad tensa entre ambos grupos, hasta el momento, slo es posible en Cuba. Posiblemente ha sido el exilio quien ha introducido en los negros cubanoamericanos el problema de la identidad. Los cubanos, negros y blancos, son clasificados en Estados Unidos como hispanos. El criollo, que siempre se ha sentido un hispano de carcter particular, no se siente molesto con la clasificacin, aunque sea falsa; el negro cubano s. La clasificacin le tacha parte de su ser, lo diluye. Mientras no es negro en los documentos, s lo es con todas sus consecuencias en la realidad. A modo de correccin, muchos negros cubanos se han clasificado en los documentos, con tal de ser negros, como afroamerica-
Obras consultadas 1. ARANGO Y PARREO, FRANCISCO DE, Discurso sobre la agricultura de La Habana y medio de fomentarla. Obras de Francisco de Arango y Parreo, T. I Direccin de Cultura, Ministerio de Educacin, La Habana, 1952. 2. SACO, JOS ANTONIO, Papeles sobre Cuba, Ed. Nacional de Cuba, La Habana, 1962-1963. 3. MART, JOS, Obras Completas, Artculos. 4. ORTIZ, FERNANDO, Los negros Brujos, New House Publishers, Miami. 5. Estudios etnosociolgicos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991. 6. FERMOSELLE, RAFAEL, Poltica y color en Cuba, Ediciones Gminis, Montevideo, 1974.
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provienen de aquellos lejanos y siempre presentes das de una dcada sangrienta en nuestra historia patria. Su autor, hoy Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la Repblica de Cuba, y Primer Secretario del Partido Comunista que es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado (Constitucin de la Repblica de Cuba, Captulo I, artculo 5), describa de esta forma verdaderamente grfica la situacin de un pas, Cuba, antes del todava lamentable golpe de estado de marzo de 1952. El contexto en el cual fueron pronunciadas estas palabras es bien conocido: un juicio secreto en el hospital civil de Santiago de Cuba, donde el entonces incipiente lder de un movimiento armado haca su autodefensa, acu-
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Lo acontecido en estas cuatro dcadas es bien conocido. Hoy la situacin es especial. Ha quedado atrs el perodo romntico de la revolucin. La mxima que condiciona la estabilidad poltico-social a la estabilidad econmica tambin se cumple en Cuba. Hablemos entonces de sociedad civil. Si alguien piensa en sociedad civil cubana, no debe establecer su base partiendo de otras experiencias, como las que se dan hoy en diferentes naciones latinoamericanas donde, ante el quebranto de las instituciones y perdida toda confianza en los partidos polticos tradicionales, los nuevos movimientos polticos y sociales, nacidos de los barrios, de los sectores indgenas, intelectuales o econmicos, liderados muchas veces por figuras inexpertas, se convierten en verdaderos protagonistas de las transformaciones sociales, no sin ser aupados, en ocasiones, por los medios de comunicacin, aunque posteriormente puedan caer tambin por inexperiencia, por presiones o por debilidad, en la misma rbita de aquellos que antes denunciaron y se propusieron erradicar. Nuestro caso es diferente. En Cuba se ha hablado de sociedad civil por estas
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Llegados a este punto, se hace necesario dar una visin eclesial sobre la situacin cubana actual y el trabajo pastoral, irrenunciable, que la Iglesia puede hacer en ese contexto. Hace varias semanas, una delegacin de la fundacin estadounidense ARCA visit Cuba, coincidiendo con la celebracin del ya mencionado V Pleno del CC del PCC. En un encuentro con funcionarios del Gobierno cubano, uno de los miembros de la delegacin manifest su inters y cierta preocupacin por la lectura intolerante que es posible hacer del informe del Bur Poltico. El funcionario interpelado asinti al respecto, aadiendo seguidamente (cito libremente): pero vea usted que no se ha mencionado a la Iglesia, de lo cual podramos deducir que el problema no es con la Iglesia. Ciertamente no se le menciona, pero tampoco se le reconoce entre aquellas instituciones o asociaciones que componen la sociedad civil cubana, lo cual, por otro lado, no es una contradiccin dentro del sistema social imperante, pues la Iglesia no tiene entre sus tareas la edificacin, consolidacin y defensa de la sociedad socialista, como define el artculo 7 de la Constitucin vigente. Por otra parte, el modelo que prevalece en Cuba hoy no es precisamente lo que la Iglesia considera como el ideal de la sociedad civil. Suelo afirmar, ante conocidos y desconocidos, que por parte de la Iglesia todo ha quedado dicho, con respecto a la situacin cubana actual, en la carta pastoral El amor todo lo espera del ao 1993. Pero tambin antes se haba pronunciado, de forma individual o colectiva, a travs de sus obispos, desde los aos iniciales de la Revolucin, cuando era evidente el rumbo marxista que tomaba el nuevo gobierno revolucionario, el cual no dej ya espacio para restablecer una opinin publica respetada, la discusin pblica de los problemas polticos, los partidos polticos, las horas doctrinales de radio, los programas polmicos de televisin y otros elementos de la sociedad cubana tradicional que haban desaparecido bajo la dictadura de Batista y haban sido denunciados por el propio Fidel Castro en el juicio del Moncada. Estos pronunciamientos eclesiales, en estas cuatro dcadas, han sido tanto de carcter privado como pblico, no es cierto que haya habido silencio, al menos no de forma absoluta. Es cierto que la Iglesia fue golpeada duramente, perdi protagonismo e influencia social. Padeci con el padecimiento de sus hijos, fueran laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes u obispos; pero en honor a la verdad, debo decir, que mantuvo, y mantiene hoy, su independencia frente al Gobierno: no hubo
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Considero que la Hermandad ha alcanzado cotas elevadas, y ha palpado, desnuda de ideologas y corrientes polticas antagnicas, la tersura de la verdadera libertad: la libertad del espritu. La libertad, en su expresin humana, nos es necesaria, y cunto! Se le compara incluso con el aire que respiramos. Pero la libertad del espritu es el apndice nasal, sin ella no disfrutaremos del aire; nuestra angustia nos resultar crnica; nuestros propsitos siempre por alcanzar; el enemigo poltico no ser jams un digno contrincante, sino obstculo que debemos aniquilar; la lucha no ser por el bien comn, sino por el bien del grupo; el consenso social puede ser enterrado; la pasin aplastar a la razn.
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1. Es bueno reconocer nuestra dbil experiencia en la responsabilidad civil, y por tanto, nuestra pobre experiencia democrtica durante la primera mitad de este siglo. Un mayor respeto hacia las libertades y derechos de los ciudadanos habra ayudado a la ciudadana a asumir con mayores fuerzas su responsabilidad social. No culpo a ningn cubano porque no haya sido as. Nos falt tiempo para madurar nuestra nacionalidad. 2. Las intervenciones extranjeras en los asuntos cubanos slo deben ayudar a implementar una estrategia desarrollada por los propios cubanos. Cierto que somos parte de una comunidad internacional, y las sugerencias y consejos no deben ser subestimados, especialmente cuando no se dan dentro de un pas las condiciones necesarias para el entendimiento de las partes y la convivencia de los diferentes pensamientos sociales o polticos. En los ltimos tiempos se ha visto una mayor incidencia de los organismos internacionales en los conflictos internos de determinados pases, lo cual refuerza la tesis de la interdependencia global, aunque, lamentablemente, esta incidencia o preocupacin internacional se somete a intereses econmicos por sobre los intereses que ataen a la dignidad humana; si los Balcanes fueran ricos en petrleo, la rpida intervencin que vimos en el Golfo Prsico se hubiera repetido en la antigua Yugoslavia. Si Cuba fuera rica en recursos naturales estratgicos, cul habra sido la poltica de los fuertes respecto a nuestro pas? No podra responder y no gusto de las especulaciones, pero recuerdo con amargura cmo los cientos de muertos de Tiananmen, por demandar reformas polticas, no constituyen obstcu-
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Luis G. Fresquet
1 Alto ejemplo de patriotismo estn dando los obispos espaoles al promover en sus dicesis respectivas la formacin de batallones de voluntarios que defienden en Cuba la integridad de la patria, el honor de la bandera y con ello la fe de nuestros mayores... (Blanco y negro, Ao VI, N 262, Madrid, 9 de mayo de 1896)
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acto de la Cuba colonial con la independencia de la Isla, una causa por la que haban luchado los cubanos a lo largo de casi toda la centuria. La Guerra de independencia, que el patriotismo, autoridad moral y la inteligencia poltica de Jos Mart lograron que fuese realidad con el apoyo del valor y la capacidad estratgica de Antonio Maceo y Mximo Gmez, se inici signada con una slida declaracin de principios, el Manifiesto de Montecristi, y la autoridad que le prestaba la presencia de tres jefes insurrectos infiltrados en territorio de la Isla. Incluso la muerte de Mart, poco tiempo despus, dio a la epopeya un sentido de oblacin casi sagrado. La Iglesia espaola no mostr ninguna comprensin hacia los deseos de los cubanos, empapadas como estaban la Iglesia y la Corona de un integrismo hispano-catlico que vea la secesin de los territorios coloniales de Amrica como poco menos que una hereja y en todo caso una grave infidelidad.1 Los obispos de la Pennsula se dedicaron a la triste tarea de enviar tropas de voluntarios a Cuba para aplastar la insurreccin. Los de Cuba tampoco entendieron unos anhelos de independencia que se planteaban con la mayor generosidad y nobleza. De los dos obispos de la Isla, el de La Habana, que rega eclesisticamente su mitad occidental, tuvo la desgraciada iniciativa de conceder que las iglesias de su dicesis fuesen utilizadas por el ejrcito espaol para fortalezas. Slo al final tuvo palabras
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comprensivas para los cubanos en armas. El arzobispo de Santiago de Cuba, menos intransigente y ms piadoso, intent por lo menos detener aquella lucha pidiendo al Capitn General espaol la capitulacin de la plaza. Todo esto a despecho de que el Pontfice romano entonces reinante, Len XIII, que al parecer in pectore guardaba simpatas por los anhelos de los beligerantes cubanos, acept llevar a cabo una mediacin, a instancias de Alemania, en el conflicto de la Isla. Los espaoles, exhaustas sus tropas, aceptaron una tregua, pero los cubanos, que seguramente no queran pasar por otro Zanjn, se negaron a dejar la lucha, aunque para entonces ya haba cado en el campo de batalla otro de los tres grandes jefes insurrectos, Antonio Maceo. La Providencia de los gobiernos norteamericanos sobre la Isla era ms que ambigua y los sucesos que apoyaron la intervencin de sus tropas en la guerra hispano-cubana resultaron misteriosamente sospechosos. Esta ocurri cuando la guerra estaba moralmente ganada por los cubanos y tcticamente haban logrado xitos espectaculares. La fuerza de los efectivos en la intervencin norteamericana precipit las cosas y Espaa fue derrotada. Imper la pax americana con olvido casi siempre del herosmo de los cubanos. Al final se supo que buena parte del clero nativo haba apoyado la insurreccin cubana al precio de prisin, muerte, destierro y penas cannicas.
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La reorganizacin de la Iglesia catlica en Cuba a partir del final de la guerra hispano-cubano-norteamericana con la capitulacin de Espaa como potencia colonial y el establecimiento de un gobierno intervencionista norteamericano, la situ en una perspectiva ciertamente difcil e incierta. Si por una parte se vio liberada de las interferencias que le supona el Patronato regio espaol, una reestructuracin dentro de esa situacin de independencia debera contar con las coordenadas polticas que la intervencin armada, a ltima hora, de los Estados Unidos haca presentes. Es evidente que la Santa Sede debi elegir entre dos posibilidades: la que le pedan los sacerdotes cubanos en su Manifiesto2: constituir una Iglesia de carcter nacional, y la menos viable de una pro-norteamericanizacin. Slo as se explican los nombramientos de obispos estadounidenses, de un prelado italiano avezado en las lides diplomticas con Norteamrica por su posicin, y de un Delegado Apostlico para Cuba que, aunque de origen francs, haba estudiado la carrera eclesistica en EE UU y llevaba aos de obispo de la Iglesia estadounidense. Aparte de que todo ello sirviese para negociar con el Gobernador norteamericano, sobre todo las indemnizaciones econmicas a la Iglesia de Cuba por los bienes incautados durante la vigencia espaola de las leyes desamortizadoras, pronto se vio que el destino de la Gran Antilla era marchar hacia el status de una Rep-
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Manifiesto del clero cubano nativo al M.H.P. de la R.C., Habana y septiembre de 1898. Impreso en Key West, Fla., U.S of A.
A partir de 1940 el Episcopado cubano se estabiliza. Con los nombramientos de nuevos prelados para Pinar del Ro y La Habana, se constituye, con permanencia, uno de los Episcopados ms brillantes y activos de la historia eclesistica de Cuba. Y fue precisamente este Episcopado el que cre y puso en marcha en Cuba la Accin Catlica, incorporndole movimientos laicales creados en dcadas anteriores. Esta etapa eclesial coincide con el segundo perodo constitucional de la Repblica; despus del septenio de incertidumbre poltica que sigui al derrocamiento en 1933 del Presidente Gerardo Machado. Por primera vez los obispos hacen una declaracin colectiva dirigida a los delegados a la Asamblea Constituyente, y las asociaciones laicales se movilizan conjuntadas para que por su voz fuese tenida en cuenta la opinin catlica en la redaccin de la nueva Carta Magna. En este estado de espritu crece el organismo eclesial a travs de las instituciones educativas y por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Los laicos asumen la conciencia de su misin participativa en la organizacin de la sociedad, tambin por la va poltica, a despecho de una cierta opinin liberal-laicista y secularista a ultranza que pretenda negar la sal y el agua a los catlicos cuando, como tales, reclamaban su derecho a una intervencin civilista en los asuntos de la sociedad.
IV
Cuando una segunda crisis se produce en la mitad del siglo con el golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952, los catlicos ya estn maduros para mostrar una sensibilidad en los asuntos de Estado. Les falt, sin embargo, una comprensin ms cabal por parte de la Jerarqua de la Iglesia y de sectores del catolicismo, que no dejaron de rodear con suspicacias alguna legtima accin poltica laical. Sin embargo, esos mismos obispos levantaron su voz responsablemente para denunciar una situacin dolorosa de lucha civil que resultaba insostenible moralmente.
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Se iniciaba as una larga etapa, an no concluida, en la que todo el catolicismo, jerarqua, clero y fieles quiso hacerse presente con los altibajos propios de una accin proftica que a menudo era mal comprendida o interesadamente rechazada.
V
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La difcil relacin de la Iglesia catlica con el rgimen revolucionario implantado en 1959, ha sido y es ms que una simple confrontacin ideolgica entre contrarios. La naturaleza de ambas instituciones ha hecho que esta relacin tenga motivos de inters en la observacin de la dialctica de los hechos histricos que se pueden contrastar y que en gran medida son incomparables con otros aparentemente similares. Una voluntad de permanencia de la Iglesia catlica, por su irrenunciable deber de predicar el Evangelio ad gentes y en toda ocasin, ha hecho que sea ella la nica institucin sobreviviente en un mapa social que tiene borrado todo vestigio institucional del pasado. Pero su presencia no es ni pasiva ni de erizado enfrentamiento; est situada en medio de su pueblo con vocacin de anuncio salvador, como una instancia que quiere discernir los signos de cada tiempo para tambin intentar humanizar la vida social. Por su parte, el rgimen revolucionario implantado casi desde sus inicios bajo la inspiracin de unos principios llamados marxistas-leninistas, calcados de textos cannicos y de unos regmenes que se haban establecido en otras latitudes, postulaba el atesmo como confesionalismo de Estado y buscaba la supresin de todo vestigio religioso como rmora de un pasado de explotacin capitalista. Un elemento aadido a esta relacin dialctica en el escenario cubano es que ambas instancias han ensayado una adaptacin de sus respectivas actitudes al comps de cambios operados a escala universal, aunque sin renunciar a principios fundamentales. Un buen observador podra notar las lneas tensionales que pautan los diversos tiempos. Algn comentarista afecto al rgimen seal en cierta ocasin que la Iglesia catlica en Cuba actuaba en zig-zags. Sin embargo, pueden apreciarse tambin los vaivenes de una poltica de Estado que tiene siempre presente su voluntad de desvalorizar todo lo posible la presencia de la fe cristiana en la sociedad cubana. Y puesto que debe tolerarse transitoriamente esa presencia no deseada, opta por la poltica un tanto rudimentaria de el palo y la zanahoria, para dar tiempo al tiempo. Pero parece evidente que a despecho de todo esto, la Iglesia, puesto el odo y el corazn en un pueblo que sufre las consecuencias de alternativas poltico-econmicas en el escenario mundial prximo y remoto, sigue su accin proftica de anuncio y denuncia, ofreciendo a la vez un espacio de humanizacin en la vida de sus comunidades de fe, sin sombra de oportunismo.
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La elevacin en 1994 del arzobispo de La Habana a la dignidad cardenalicia el segundo Cardenal cubano parece culminar un perodo que se inici con
El Cardenal Ortega proclama que en Cuba la Iglesia est llamada especialmente a testimoniar la esperanza cristiana y a sembrarla en el corazn de los cubanos, a despecho de que la fe del cubano ha sido sometida a dura prueba del silencio sobre Dios, del rechazo de la misma fe como un elemento anticientfico, retrgrado e innecesario para la vida. Pero a esto ha sucedido en el pueblo un acercamiento, una apertura a los valores del espritu. Y as la Iglesia con pasos firmes, comenz a andar por nuevas sendas de mayor empuje evangelizador, dejando atrs temores e inhibiciones. Se da en la actualidad un reconoci-
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miento social de la Iglesia no nicamente en su funcin cultural o celebrativa sino en su misin integral de anunciar profticamente a Jesucristo, cuyo Evangelio convoca a todos los hombres a la fraternidad, a la paz y a la justicia. Esta mirada de esperanza puesta en la Iglesia, no deja de plantear cuestiones contradictorias. El Cardenal Ortega sabe que puede haber una mirada poltica sobre ella. La Iglesia dice no es discernible si no se considera la fe que anima su actuacin, no puede ser analizada con criterios meramente sociolgicos, no es posible tener sobre la comunidad de los creyentes en Cristo enfoques meramente polticos. Sin embargo, en su misin de reconciliar y sembrar el amor, la Iglesia no puede ser ajena a todo cuanto preocupa o angustia al pueblo de Cuba. Es toda la Iglesia la que debe mostrar su solidaridad en la caridad con tantos hermanos nuestros que sufren a causa de las carencias materiales. Del trabajo de la Iglesia en Cuba; que es la evangelizacin del pueblo cubano, vendrn la revitalizacin de los valores sociales, familiares y personales y muchos otros bienes. Dice que la tarea de dar a conocer a Jesucristo es ingente y enorme, para que descubriendo en l la verdad, la verdad nos haga libres con esa libertad del corazn cristiano... Aqu est el verdadero quehacer de la Iglesia en Cuba. Saliendo al paso de ciertas crticas, el cardenal Ortega seala: No tengo la misin de proponer o iniciar negociaciones polticas. Nadie nunca ha solicitado esto a la Iglesia en Cuba. Sin embargo, para fomentar la reconciliacin entre personas, familias o pueblos, la Iglesia no tiene que esperar que nadie solicite su servicio. Esa es una parte de su propia misin. Dice tambin que la Iglesia en Cuba es una Iglesia de reconciliados, de conversos, de catecmenos que hacen el aprendizaje del amor cristiano... Es una Iglesia desbordada en su misin de sembrar paz y amor en las almas de muchos de nuestros compatriotas. En contraste con aquellos tiempos en que pareca que el atesmo iba a ser el pensamiento comn del pueblo cubano y que haba que preparar a las futuras generaciones para que pudieran vivir en un mundo sin fe, nuestra Iglesia vive un nuevo Pentecosts no estruendoso, sin lenguas de fuegos visibles, pero con un nuevo ardor evangelizador en los corazones.
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El Cardenal Ortega sita el sentido de la Patria para un cristiano con estas palabras: La Iglesia universal, abierta a toda raza y nacin, catlica, no suprime el enraizamiento de los hombres en una patria terrestre, como trataron de hacerlo algunas ideologas en este siglo. El amor a la Patria es siempre un deber para todo cristiano. Y aade estas palabras desgarradas: Cunto necesitamos los cubanos hoy sentir la Patria y amarla con todos los sacrificios que sean necesarios. Las grandes figuras de la Patria cubana son asimiladas a un pensamiento de esencias cristianas que est en los orgenes: Luz y Caballero, Mendive, Mart, son herederos directos e indiscutibles de ese pensamiento cristiano que est en la fragua de nuestra cubana como fuego integrador. Especialmente Mart, que fue el artfice de la libertad de Cuba, aquel que plasm con su
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El Cardenal Ortega pronuncia palabras sobre la misin de la Iglesia que contienen un anuncio y denuncia sobre la sociedad cubana actual: Mover las conciencias para que los hombres y mujeres cambien en el sentido del bien; denunciar el mal, la injusticia, la falsedad y la falta de amor como pecados que ofenden a Dios; sobre todo anunciar caminos de esperanza para el pueblo. Esta misma voz proftica de la Iglesia debe tambin recordar a todos, sea a los ms sencillos o a los de algn rango social, a la sociedad entera o a sus mismos gobernantes, que cada uno debe hacer lo que le corresponde por el bien de todos los seres humanos. Nuestro pueblo necesita una cura de amor, que sane tantas heridas.
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Recuerda aquellos momentos de ruptura en los cuales, durante estas tres ltimas dcadas, se vieron enfrentados tantos hermanos: La poca difcil en que era casi obligado llamar rezagos del pasado a aquellos recuerdos maravillosos que haba que reprimir internamente, porque una mentalidad falsamente cientfica, en nombre de un atesmo extrao a nuestra cultura as lo exiga. Pero el atesmo fracas... porque sobre un no ser no se puede fundar nada. El atesmo no cal en los corazones; ha dejado huellas, huellas de bsqueda, a veces angustiosa y desesperada, a veces exaltante, a veces sorprendente y consoladora para los pastores de la Iglesia. Porque fue la fe la que conform nuestra manera de pensar, de ver la historia, de considerar al prjimo, de concebir la familia, la amistad, el bien y el mal, la vida y la muerte... Fue la fe cristiana la que nos ayud a cuajar como nacin. El Cardenal Ortega aborda uno de los problemas de la sociedad cubana actual: Instalarse fuera del pas... sigue siendo hoy para no pocos hermanos nuestros su nica esperanza. Esto es tambin un dolor de la Patria y de la Iglesia. A partir del proyecto de dejar nuestro pas, cuya ejecucin puede durar aos, se produce una especie de exilio interno que hace que muchos no tengan su centro de inters aqu. Slo el poder del Espritu Santo puede arrancar del alma del cubano sus ansias de escapar, que ha venido a reemplazar, en cierto grado, la verdadera esperanza cristiana. Pero tambin reconoce que en el futuro ser imposible escribir la historia de Cuba sin estudiar la contribucin que han hecho a ella los cubanos que en estos aos han vivido fuera del pas. No obstante, es necesario deponer an actitudes severas all y aqu. En el reciente viaje a Miami y a Newark cuenta el Cardenal habl el lenguaje eterno del Evangelio, el nico verdadero cuando queremos promover la autntica fraternidad y acercar corazones. Pero palabras como perdn y reconciliacin propias de nuestra fe cristiana, eran rechazadas inmediatamente por algunos hermanos cubanos, incluso cristianos... Es mucho amor lo que necesitamos los cubanos de aqu y de all. Cuba necesita del abrazo fraterno de los cristianos cubanos, que sea como fermento de reconciliacin y anuncio de paz en el seno de nuestro pueblo de los dos lados del estrecho floridano.
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En una homila pronunciada ante la Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad en su santuario del Cobre, el Cardenal Ortega incluy esta oracin que resume cuanto quiere la Iglesia para la Patria cubana: Madre de todos los cubanos: sana las heridas de tantos corazones, ensanos a tratarnos con amor, aydanos a superar nuestras dificultades econmicas y polticas, que Cuba no sea aislada y bloqueada, sino ayudada para superar esta crisis. Que nuestra independencia sea preservada y protegidas la justicia y la libertad de todos los cubanos.
El boulevard de San Rafael limita al noroeste ya en el Paseo del Prado con la Repblica de Hait No hay ceremonial en la frontera sino un eclipse y una penitencia Este kilmetro de geografa cubana esta feria comienza abruptamente no en el mar ni en las estribaciones de una montaa prodigiosa ni en el borde de un ro como ciertos pases Se inicia en la desolacin de un parque donde una noche ardi hasta las cenizas el encanto Aqu estn los perdedores Este es su estado natural En l ofrecen al transente su mercadera de chorombolos y hojalata Las damas pueden comprar en esta calle los aretes de legtima chatarra pero adems se cogen ponches, infecciones se traman direcciones y fechoras se venden panes con toda la familia de microbios y emparedados con todas las epidemias Tenemos crucifijos imgenes de todos los santos la Oracin de la Santa Camisa la del Buen Parto la del Buen Camino el Padrenuestro y el Ave Mara Este es seguramente el nico sitio del mundo donde las flores abren en el clandestinaje y donde una muchacha instala una boutique que ofrece slo una caja de cigarrillos un par de sandalias defectuosas una estola de uso y una bufanda negra
En el boulevard de San Rafael se puede comprar un vaso de agua fra por diez centavos de nueve de la maana a nueve de la noche Se puede adquirir una botella de alcohol de los olvidados el Hueso de Tigre Golden el Chispa de Tren Dry Light y el Salta Patrs Gran Reserva recin pasados por un sinfn de angustias riesgos y penalidades Y en los portales de las tiendas de la burguesa se ha socializado la pobreza Y junto a la figura de yeso del Indio Carinoa de un prpura de un rojo de un verde muy intenso se puede comprar una camisa de un verde de un rojo muy intenso que dice Tallahassee Florida USA Es un mercado abierto moneda nacional o la noble divisa convertible en el sueo y la pesadilla del hombre nuevo Aqu estamos los perdedores vestidos por el enemigo Zapatillas Cad de cuatro dlares un blue jean de dos mil pesos en una casta de comisiones y un pullover criollo con la consigna Socialismo o Muerte Aqu vamos con unas botas rusas y una gorrita del Cincinatti tratando de vender una pizza casera tres bolgrafos chinos y un jabn Ncar robado anoche en los almacenes de Sabats
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PENSAMIENTO
Este es el mundo que nos pertenece En l ejercemos la libertad de orinar desafiantes en el lobby del Royal Palm abandonado por sus huspedes a toda prisa el amor a medio hacer el sueo interrumpido Mejor que nosotros vendindonos y comprndonos chucheras? Ni J Valls! Porque en el reflejo de sus vidrieras desnudas nuestras mujeres se retocan y piensan mucho en su peinado Esto es un planeta aqu pedimos el agua por seas que slo nosotros conocemos Y hablamos un espaol susurrante y cortado cuyo diccionario se reescribe cada maana Las pelculas
los dramas las comedias son nuestras vidas que pudieron ser algo contados en la acera del Cabaret Nacional o bajo la borrosa cartelera del cine Duplex que anuncia todava el estreno de Memorias del Subdesarrollo Este es el mundo de nosotros el planeta de los anillitos de lata las resistencias de aluminio los grifos de fregadero los zapateros remendones los llenadores de fosforeras desechables las cucharas de zinc y los vasitos plsticos Es el boulevard de San Rafael nuestro como un aguinaldo de fin de siglo que limita como se sabe en el Prado con Hait y en Galiano con toda la sombra del porvenir.
Maite Daz
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Matar a un poeta
Ral Rivero
Es muy hermosa la muerte de un poeta Lo recuerdan sus viudas ms piadosas Hay muchas flores y ofrendas oficiales y los compinches de bares y cantinas lo evocan en las barras habituales con oleadas de rones melanclicos Es excelente la muerte de un poeta Porque podemos recordarlo con poticos discursos donde se disimulan con tinta de notario las odiosas manas que acosan a esos seres Un poeta muerto permite que miremos condescendientemente sus atrocidades Se le perdonan los escndalos pblicos, su amor por los aviones comerciales, el abandono de sus hijos, la fidelidad a los alcoholes y su vocacin de perdulario Las pocas irreverencias permitidas se convierten en leves pecadillos y las dudas, los traspis, esas borrascas, la sospecha, lo oscuro, lo sombro bajan en el atad con l prendido en el alfiler de la corbata Es maravillosa la muerte de un poeta Enseguida surgen testimonios redactados por un ntimo enemigo y los atribulados editores de revistas garantizan el nmero que viene Tenemos adems un nombre nuevo
para instaurar un premio literario y otra fecha para relleno en los peridicos Una muchacha de provincia ajada y sin jardn por unos versos malos en su caja de msica llora el viernes como nunca por el destino de la protagonista de la telenovela Pero es bellisima la muerte de un poeta porque la muerte es una celada del amor terrestre Cuando se ha muerto un poeta siempre hay alguien alegre en una estancia deshabitada de ternura Es imprescindible la muerte de un poeta porque sus cantos a la patria se liberan y quedan fuera del dominio autoral los poemas que escribi a sus mujeres Claro es mucho ms difcil abandonar con naturalidad las rosas secas, visitar el zoolgico y cortar los crisantemos, recoger los vidrios, mirarse en los espejos y ocultar en las gavetas o en otros intersticios los amores frustrados
PENSAMIENTO
Pero siempre es mejor un poeta muerto Nos queda limpia toda su poesa y nos libramos del conflicto diario de convivir con un hombre que ama la vida desastrosamente un hombre que no quiere la muerte ni en poesa.
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Ledo en La Habana
Jos Prats Sariol
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OS RASGOS ESENCIALES DEL COLOQUIALISMO se acendran y diversifican en el ms reciente libro de Ral Rivero1. Al reflexionar sobre los artificios que singularizan esta modalidad expresiva se verifica la relevancia de este poeta dentro de las letras cubanas de hoy. Con independencia de los motivos temticos necesaria y saludablemente polmicos la potica autoral vitaliza una estilstica que an resulta engaosa, que an exhibe su apariencia de espontaneidad. En efecto, la poesa conversacional tiene su paradigma en el emblema de su propio nombre, aunque desde luego nadie hable en prosa. Lograr la conversacin, sin embargo, exige tanto talento y esfuerzo como cualquier otro sendero connotativo. Sus sintagmas los poemas quizs hayan producido la mayor avalancha de mediocridades en la historia de la poesa no slo en Cuba pero ello no invalida a sus voces genuinas, ello no hipoteca el fragor encantado de los textos del venezolano Hugo Figueroa o del colombiano Juan Manuel Roca; de los que como Ginsberg o Enzensberger, Gelman o Padilla, sirven de referencias. Tampoco hace mella en el efecto de vigor y desenfado que viene logrando Ral Rivero ininterrumpidamente desde Papel de hombre (1968), Poesa sobre la tierra (1970), Poesa pblica (1981), Cierta poesa (1984)... Que muchos crean que textos conversacionales pueden ser escritos por cualquiera no significa que sea cualquier poesa. Los cualquiera, los sudorosos asedios de la oligofrenia culturosa, resbalan sin manchar sobre el cauce conversacionalista. Un breve comentario al que considero el poema ms representativo de Firmado en La Habana puede dar las argumentaciones mnimas:
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Ledo en La Habana
PREGUNTAS Por qu, Adelaida, me tengo que morir en esta selva donde yo mismo aliment las fieras donde puedo escuchar hasta mi voz en el horrendo concierto de la calle. Por qu aqu donde quisimos rboles y crecieron enredaderas donde soamos ros y despertamos enfermos en medio de pantanos. En este lugar al que llegamos nios, inocentes, tontos y haba instalada ya una trampa una cinaga con un cartel de celofn que hemos roto aplaudiendo a los tramposos. Por qu me tengo que morir no en mi patria sino en las ruinas de este pas que casi no conozco. La interpelacin preside. Las preguntas de respuestas implcitas desenvuelven el conversacionalismo lrico y pico. El tono confesional logra desde el yo del tercer verso la atmsfera ntima, la revelacin y el zumo de la complicidad. Las paradojas balancean cada reproche que la interrogacin abre, los profundiza, les da el calado imprescindible para que naveguen por el extraamiento, por los avatares ontolgicos y ticos, sobre lo circunstancial y lo accidental. Hasta que la pregunta final sntesis del escarnio resume la imprecacin, funciona estructuralmente como retroalimentadora de cada uno de los versos precedentes, dentro de la ilacin ininterrumpida, continua, que favorece la ausencia de comas. La soltura conversacional revela, cuando la lectura detiene cada artificio, cada figura, una coherencia que con sabidura ha logrado que la curva tonal del poema cierre arriba, intensamente, sin nada superfluo. Todo Preguntas forma una sola metfora, una superposicin analgica continua cuya espiral se guarda de cerrar la puerta, que como la tcnica del ubi sunt segn Lausberg se limita a enunciar los indicios imprescindibles para que el receptor sea quien forme la sincdoque: la parte hacia el todo. Slo as la irona alcanza verdadera mordacidad, queda en la memoria afectiva, vuelve a cada por qu para entrar con Orfeo en el Infierno del poeta, en la condicin de extranjero en su propio pas. O al revs: en su condicin de viajero por un pas extrao. Tal ambivalencia, desde las paradojas existenciales, es la que recrude-
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ce el pasmoso vigor de Preguntas, su energa de lava y de cicln, de terremotos y furias erinnias o eumnides las diosas griegas que acosan a Adelaida y al poeta, que representan el castigo. Los veintinueve poemas de Firmado en La Habana donde el autor vive se mueven con mayores o menores mrgenes por los artificios observados en Preguntas. Son signos bien fehacientes de un frtil desafo verbal que se remonta a la adolescencia del autor, nacido en 1945, y que se ha mantenido como la compleja vida cubana contradictorio y controvertido, pero siempre sin la purulenta mscara del oportunismo. Desde Malos sueos hasta Anda y dile as se arma un bolero, un lirismo triste que da fe de su andar y simultneamente tiene fe en su andar. As se aprecia en la niebla de No, si yo no estoy llorando; en los juegos temporales de Pan y circo; en las ingeniosas burlas de Ejercicio No. 1 sin piano ni guitarra; en las intertextualidades presididas por una directa alusin de Vida y haciendas; en la sobrecogedora interpelacin de Patria o en el sarcasmo de La americana fea; en el asesoramiento de Dylan Thomas de Leccin I o en la proclama de Orgullo Nacional; en el reportaje desolador de La cancin de los perdedores o en los desdoblamientos develadores y desveladores de Disfraces. Ante cada poema el lector siente un adjetivo que no por tener diversos significados, de estar abrumadoramente discutido, ha dejado de perder resonancias: revolucionario. Pero el adjetivo exige una profunda limpieza. Liberarlo de acepciones mecanicistas y astronmicas, neohegelianas. Es claro que afirmar que la poesa de Ral Rivero es revolucionaria quiere decir que se trata de una potica rebelde, perturbadora, sediciosa. O mejor: disidente. Indica la accin y efecto de revolver, de no aceptar, de crtica permanente que a todo riesgo huye de fundamentalistas y restauradores. Es la eterna inconforme, la que nunca se arregla ante el espejo, la que no apuesta ni al pasado ni al futuro. Es la de panfletos a lo Dante y a lo Swift. Su eticidad unen el sol y la luna del mundo moral. Pone en crisis las teleologas. Le saca la lengua hasta su propia imagen. Y por supuesto que no otorga talento ni nos obliga a coincidir con sus ideas, pero tampoco pierde en elegancias edulcorantes, en abulias de cansancio y cobarda, su emblema de escptica lucidez. Y salta de nube en nube a sabiendas de que los pusilnimes y miedosos la burocracia del espritu no le perdonarn la vida. No le importa. Paga su precio. Sabe que los fantasmas de la anarqua son siempre preferibles a las medallas y los cerdos de la abyeccin, de la doble moral, en aquellos intelectuales carentes de autenticidad. Firmado en La Habana es una excelente muestra de que por encima de crisis espirituales y materiales, los poetas cubanos mantienen su juventud expresiva, su estilete afilado. Ni se esconden ni esperan. Las desgarradoras razones vitales que aqu compartimos con Ral Rivero dulale a quien le duela confirman una vez ms que se trata no slo de un poeta insoslayable sino en profundo proceso creador. Cada poema parece sugerir la difcil espontaneidad, la compleja sencillez conversacional. Parece decirnos de nuevo que ama la vida desastrosamente, que no quiere la muerte/ ni en poesa.
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entregar una pequea muestra de poesa cubana actual a la direccin de la revista Cpulas del Instituto Superior de Arte de La Habana. La muestra fue aceptada por la direccin de la revista, pero, posteriormente, fue mutilada por la rectora de dicha institucin, Graciela Fernndez Mayo. Alegando razones polticas, elimin los textos del escritor Rolando Snchez Mejas. Finalmente, retiramos la muestra de la revista; y su directora se vio forzada a abandonar su cargo en sta. En la situacin actual, este hecho, de abierta censura, no debe observarse como un caso aislado. Hay que recordar el cierre de la revista Credos, del mismo Instituto Superior de Arte, as como la censura parcial sobre los libros de narrativa de los premios organizados por la Unin Nacional de Escritores, y dos libros de la coleccin Pinos Nuevos del Instituto Cubano del Libro. (El ltimo nmero de la revista Credos permanece en las oficinas del Instituto Superior de Arte, y uno de los libros de la coleccin Pinos Nuevos permanece en los almacenes; el otro, no se public). Los funcionarios y dirigentes de las instituciones culturales cubanas no cesan de hablar de una apertura, en el campo de la literatura que borrara los errores y tendencias negativas del pasado. Hace poco, el actual presidente de la Unin Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (y miembro del Bur Poltico), Abel Enrique Prieto, en carta pblica de respuesta a la carta abierta de Rolando Snchez Mejas, expres lo siguiente: hemos puesto al margen prejuicios y distanciamientos, enconados durante dcadas de hostilidad, y las posiciones polticas (pasadas y presentes) de los que hacen o han hecho su trabajo de creacin lejos de Cuba. Ms adelante, contina: Sentimos que la responsabilidad por todo el patrimonio cultural de la nacin pertenece
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R I C A R D O A L B E RT O P R E Z / R O L A N D O S N C H E Z M E J A S
a las instituciones e intelectuales de la isla. Respecto a lo primero, es posible extraer dos contradicciones: lo que realmente ocurre es que se publican aquellos autores y trabajos que no representan ningn signo evidente de dilogo, es decir, son asumidos, por las revistas cubanas, como mera arqueologa; adems, ese gesto deja fuera todo lo que se produce dentro de la isla que no encaje en los lmites impuestos por la censura. Respecto de lo segundo, resalta el nacionalismo barato y no exento de violencia cultural: pues que se sepa, ninguna cultura viva es exclusiva de instituciones e intelectuales, menos que menos de funcionarios dirigidos por un Comit Central. Para qu crear tantas instituciones culturales, escuelas de arte, etc., si finalmente la censura y la vigilancia sobre la produccin artstica e intelectual se imponen; si el exilio blando o duro va siendo el nico camino para gran parte de las nuevas promociones de artistas y escritores cubanos? Adems del fuerte aparato burocrtico y de vigilancia por parte del Estado, la censura en Cuba durante ms de 30 aos: infinidad de libros censurados, autores congelados, revistas clausuradas, libros convertidos en pulpa, proyectos rechazados... tienen otras causas; una de ellas concierne a la imposibilidad legal de grupos literarios, publicaciones privadas y formas pblicas de intervencin social al margen de las instituciones del Estado; la otra, concierne al mal llamado intelectual cubano. Si por intelectual se entiende aquel hombre que a travs de la palabra interviene en la vida cvica y cultural de su pas sin que medie el Estado y sin que sea obstaculizada su libertad de palabra, se hace muy difcil explicar su presencia en Cuba. La mayora de los intelectuales cubanos han sido comprados con viajes, sueldos, puestos y otros tipos de compensaciones... Cultura y civilidad no son dos aspectos de la misma cuestin: eso deben aprenderlo los polticos cubanos. Cundo lo aprendern? La Utopa parece haberles concedido todo el tiempo: el aprendizaje, como muestran los hechos, siempre puede ser postergado.
La Habana, octubre 9 de 1996
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Luis Marn
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La Isla Continental
La Cuba que vi fuera de Cuba
Mihly Ds
Cuba convierte a todos sus visitantes en pequeos colones potenciales, dispuestos a formular sentencias de trascendencia histrica sobre sus experiencias en la Isla, sean positivas, negativas o mixtas. Un viaje organizado de unos das, con playas y criaderos de cocodrilos incluidos, proporcionan suficiente material a cualquiera para hablar con soltura y conviccin sobre los cubanos y el rgimen que padecen u ostentan, segn el enfoque del Coln contemporneo y multiplicado por el turismo masivo. De hecho, todos los viajes, todos los encuentros con el Otro, inspiran juicios parecidamente fundados. Se es capaz de opinar sobre realidades absolutamente ajenas e ininteligibles por mucho menos que un viaje trasatlntico. Unas secuencias del telediario resultan ms que suficientes para que uno se haga una composicin de lugar de los ms enredados conflictos internacionales, para que tome partido y, sobre todo, para que logre su pequeo orgasmo moral, su catarsis de cada da. Amn. Lo que pasa es que en el caso de Cuba se mezclan demasiadas cosas y a menudo la implicacin (pro o contra, da lo mismo) es mayor. El hoy menguado mito de una revolucin diferente slo ha sido uno de los elementos de vnculo y muchas veces apenas un elemento para disfrazar otras atracciones. La fascinacin por Cuba, por sus paisajes geogrficos y humanos es muy anterior a la revolucin castrista y al aliciente de la carne fresca y barata; pero lo cierto es que ha crecido despus de ella. En el fondo se trata de una variante de la fascinacin por el trpico, lo extico y por el buen salvaje, con todas las implicaciones culturales que esto supone. En el caso del inters de Espaa hacia la Isla intervienen, adems, otros elementos sobradamente conocidos
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que convierten el afecto hacia Cuba en una relacin paternalista nunca confesada. La lengua comn en lugar de servir para un cabal entendimiento slo acenta esa desigualdad: el arrebatador acento cubano y el genio idiomtico de los isleos se convierte en una gracia folclrica, un hecho pintoresco, una manera de hablar simpticamente infantil, y el cubano en un encantador salvaje que habla nuestro idioma de un modo tan curioso y divertido que impide tomarlo en serio del todo tanto a l, como a sus problemas. Otro tanto hace la necesidad de ver al cubano siempre presto a bailar, a entregarse a la pachanga y a la fiesta. Esa visin despectiva disfrazada de admiracin permite explicar la terrible situacin de los cubanos con el recurso de que ellos, a pesar de todo, lo estn pasando bien, sonren, bailan y fornican despreocupadamente, porque ellos son as de alegres. La relacin del espaol con lo cubano es mucho ms compleja que la del ex-colonizador que mantiene una relacin nostlgica-posesiva con la Isla. Parafraseando el dicho popular: en Cuba se perdi ms que una colonia. Y lo que de veras se perdi fue nada ms y nada menos que el paraso, al menos para los espaoles que queran hacer (e hicieron) dinero y encontrar una realidad menos ruda y opresiva que la peninsular. Y curiosamente se perdi no con la independencia (ya que la verdadera invasin de los indios espaoles-catalanes continu en la poca republicana de Cuba), sino con la dependencia de la doctrina marxista-leninista, cuando la idea del paraso terrenal fue sustituida por la del utpico. Resulta muy comprensible que en el contexto de uno de los regmenes ms reaccionarios, autoritarios y provincianos de Europa todo espritu mnimamente democrtico, toda persona con una pizca de sentido de justicia social simpatizara con la revolucin cubana. Pero tambin resulta lgico que esta simpata, precisamente porque se alimenta no de un conocimiento real y ni siquiera de una autntica afinidad sino de una necesidad ideolgica, construya una imagen artificial de Cuba, ms basada en los deseos que en las realidades. Nace entonces, alentada por el rgimen de Fidel Castro, esa visin de una Cuba prerrevolucionaria tercermundista, analfabeta, sumida en la miseria, burdel y colonia de los Estados Unidos, que la revolucin viene a transformar en una sociedad igualitaria y justa. De hecho, nunca me he encontrado a ningn progre espaol ni latinoamericano que conociera siquiera mnimamente la Historia y la Economa cubanas ms all de los lugares comunes y las medias verdades. Que supiera, por ejemplo, que en los aos cincuenta Cuba ocupaba el segundo lugar entre los pases latinoamericanos en cuanto al PIB, adelantada slo por Venezuela, pas que gozaba de la efmera bendicin del boom del petrleo, y donde el reparto de los bienes era mucho ms desigual que en Cuba. Hasta el Partido Socialista Popular (antiguo Partido Comunista cubano), propicio, como todos sus correligionarios, a anunciar el derrumbe definitivo ante cada bache, se vio en la necesidad de redactar una resolucin en plena dictadura de Batista segn la cual si bien haba en Cuba una profunda crisis poltica, no se poda hablar de crisis econmica. Los que hasta hoy hablan de la poca americana no saben que la economa
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cubana de entonces dependa menos de la norteamericana de lo que despus de la revolucin dependera de la sovitica, que la mayora de la industria azucarera estaba en manos cubanas y que uno de los mayores males de la economa, el monocultivo, result ser un mal menor en comparacin con lo que se convirti la dependencia del azcar en la poca castrista. Los nuevos colonos suelen utilizar el giro lo construyeron los americanos cuando se refieren a edificios pblicos y privados que denotan cierta opulencia y modernidad, cuando en realidad la inmensa mayora de ellos es obra de capital y arquitectura cubanos, incluidos tneles y el imponente conjunto de la plaza de la Revolucin (Biblioteca Nacional, Teatro Nacional, Ministerios, el monumento a Mart). En cuanto al analfabetismo, naturalmente exista, pero mucho menos de lo que quisieran los que necesitan un pasado prerrevolucionario subdesarrollado. De hecho, Cuba fue uno de los pases ms alfabetizados de Amrica, tan slo adelantado por Argentina y Uruguay. Esto no quiere decir que en Cuba las cosas iban bien y mucho menos se pretende justificar o magnificar la poca batistiana, rgimen corrupto y represivo, pero helas, esas cosas pueden ocurrir (Chile de Pinochet, Corea del Sur, Hong Kong, Taiwn, etc.)! en una economa boyante. Para Espaa la comparacin con Cuba es casi humillante. A nivel poltico ninguno de los regmenes tena que envidiarle nada al otro. Pero en cuanto a libertades individuales, costumbres, consumo, y nivel econmico, Cuba estaba mucho ms desarrollada que la Espaa de los 50. Basta ver las ruinas de supermercados, grandes almacenes, coches, salas de cine y diversin, basta ver los pisos de El Vedado. Un poeta cubano me cont la siguiente historia: como su familia no tena suficientes recursos para enviarle a estudiar a Estados Unidos lo mand a Espaa. En la residencia universitaria, despus de unas semanas, trab amistad con un chico espaol, quien, en un momento de intimidad, le pregunt si tena alguna enfermedad de la piel. No, por qu?, contest el cubano. Entonces, dijo el espaol, por qu te pones una pomada o que s yo en el sobaco cada maana? El malentendido de esos estudiantes de medicina (sic) espaoles que no conocan el desodorante resulta ser tierna ignorancia anecdtica en comparacin con el malentendido histrico de generaciones de jvenes ilusos que defendan una Cuba ideolgica y se negaban a reconocer la real. Pero en vez de seguir disecando esas imgenes distorsionadas de la Isla, se me ha ocurrido recuperar algo de mis primeros encuentros con Cuba, an antes de llegar a visitarla.
UNA RADIO Y UN MAPA
La primera vez que recuerdo haber odo el nombre de Cuba, debi ser en 1962, cuando la Crisis de los misiles. Yo tena once aos y estbamos delante de la radio. La televisin prcticamente no exista an en Hungra (en Cuba empez justo doce aos antes). As que la vida social hngara giraba alrededor de la radio, concretamente uno de esos aparatos con una lucecita verde, un ojo en el centro y que nosotros llambamos cazamundo, lo que quera decir que se poda escuchar algo ms que las dos emisoras oficiales. Debi ser
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despus de la cena y las noticias de las ocho. Debieron decir algo terrible acerca de Cuba que lleg a excitar a mi padre, un comunista duro pero tambin puro, esto es, idealista. Contradicciones mayores han existido. Miremos en el mapa orden mi padre, y nunca sabr si quera averiguar dnde estaba Cuba o, como reconocido estratega en la familia de la poltica internacional, quera ubicar el conflicto en su ms general contexto geopoltico. Yo naturalmente no saba dnde se encontraba Cuba, ni siquiera su nombre me sonaba. Me acuerdo haber mirado incrdulo aquel gusanito (an no saba que se trata de un lagarto verde) tratando de penetrar en el coloso del norte. No poda imaginar qu dao poda hacerle a los americanos ni qu tena que ver con ellos. Pero se me contagiaba la excitacin de mi padre y llegu a desear de todo corazn que se hiciera justicia y que los cubanos dispararan aquellos misiles de una vez y luego, viniera lo que tuviera que venir. Gracias a la revolucin ahora nadie tiene que recurrir al mapa para encontrar a Cuba. Pero ste es un logro que comparten todos los pases que alcanzan un sitio duradero en las primeras planas de los peridicos, desde Bosnia, Palestina o El Salvador hasta Afganistn, Chechenia o Burundi. La diferencia radica tan slo en que ningn otro pas pequeo logr permanecer como centro de atencin durante tan largo tiempo como la Cuba castrista. Despus de aquel episodio delante de la radio y frente al mapa, no volv a tener una relacin directa con Cuba hasta los veinte aos, salvo una experiencia gastronmica que no registr como cubana. Ocurri ms o menos por las mismas fechas de mi descubrimiento de la Isla. Las tiendas de comestibles se llenaron con unas extraas conservas de origen tropical, que contena una especie de crema o sirope de color amarillo y de un extico sabor dulzn afrutado. Por aquellas fechas, principios de los sesenta, en los pases comunistas no era precisamente comn encontrar vveres de origen tropical. A lo que s estbamos acostumbrados era a ver en las tiendas conser vas oriundas del Campo de la Paz, esto es, del COMECON, del Campo de la rbita sovitica. Por lo general eran las mismas cosas que Hungra ya produca con mejor calidad y presentacin: pepinos polacos, mermeladas soviticas, compotas blgaras... El negocio consista en comprarle a los pases hermanos productos que no podan venderles a nadie y que, por lo general, tampoco podamos utilizar nosotros. Una variante an ms perversa de ese intercambio tribal de la solidaridad se produca cuando un pas se vea obligado a entregar barato, casi regalado, productos para los que hubieran podido encontrar un mercado mucho mejor. En el caso de Cuba esto ocurra con el azcar, por ejemplo. Hungra intercambiaba autobuses Icarus por un azcar cubano que no necesitaba ya que tena su propia azcar de remolacha, ciertamente de peor calidad, pero mucho ms barata y absolutamente comestible. Tanto el azcar cubano como el autobs hngaro hubieran podido encontrar mejores compradores. Por esa misma razn, la Unin Sovitica estaba invadida por los ms exquisitos cigarros cubanos que los isleos no haban visto desde principios de los sesenta, que en Occidente no se encontraban ni a precio de oro, y que los rusos, acostumbrados a sus majorkas, no queran ni regalados.
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A partir de finales de los sesenta empezaron a aparecer productos ms exticos en Hungra: guisantes y judas verdes en conserva chinos, bastante buenos, unas incomestibles mini-conservas de carne vietnamitas (de las que el sutil humor de Budapest decida que eran hechas de sobras de soldados norteamericanos) y unas curiosas naranjas cubanas, que luego no logr encontrar en la isla, que daban un abundante y sabroso jugo. Pero en los tiempos de la extraa mermelada no se encontraba ningn producto ultramarino en Hungra. Sin embargo, ni el exotismo ni la rareza pudieron con el conservador estmago de los magiares, entrenado en grasa de cerdo, paprika y pimiento. Las misteriosas conservas tropicales se amontonaban en las tiendas y ni siquiera rebajadas a mitad de precio hubo manera de venderlas. Mi padre, un hombre de principios, no poda dejar de expresar su solidaridad con la conserva socialista y compr cantidades industriales de ellas. ramos seis hermanos pero an as demoramos ms de un ao en consumirlas. La comamos en el desayuno, como mermelada, la llevbamos a la escuela untada en el pan como si fuera mantequilla, se hacan pasteles con ella y muchas veces la comamos para la cena acompaada de un t mejorado con una pastillas de sabor a limn. Al principio nos gustaba, pero, como es natural, con el tiempo lleg a empalagarnos. Mas cuando finalmente se acab, empezamos a sentir nostalgia por ella. En fin, lleg a formar parte de nuestra infancia, un recuerdo irrecuperable ms, como el de un verano en el lago Balatn, o el olor de los libros de texto a principios de septiembre. Muchos aos despus logr identificar la misteriosa conserva: era una especie de mermelada de mango cubana.
FRAUDE Y EXPULSIONES
Volv a tener contacto con Cuba a los 20 aos, en mi primer curso en la Universidad de Budapest. Una de mis especialidades era Letras Hispnicas y el contacto con los latinoamericanos result para m no slo natural sino tambin necesario, ya que en la facultad se poda hacer cualquier cosa menos aprender de verdad una lengua. Fueron los aos de la Unidad Popular en Chile y nosotros, hijos de un rgimen socialista no electo (y, aunque ms llevadero y goulash que las otras dictaduras del proletariado, con la experiencia del 56 en Hungra y del 68 en Checoslovaquia a nuestras espaldas), estbamos fascinados con la idea de un socialismo democrtico que llegara al poder por sufragio universal. De manera nebulosa y hoy difcilmente reconstruible, Cuba entraba en el mismo paquete de mis simpatas con el Chile de Allende. Otra vez la ignorancia, el wishfull thinking y esa fascinacin por lo extico que, sin saberlo o quererlo, es desprecio: es verdad que esos negritos y mulaticos siempre tan alegres y entusiastas con su revolucin sufren necesidades a causa del pasado y el criminal bloqueo, pero ellos estn contentos con lo que tienen, con lo que han logrado y lo que les ha dado la vida, Fidel Castro y la cartilla de racionamiento. Tienen lo que tenan que tener. Porque en aquel entonces ya haba ledo, fascinado, a Guilln. Y tambin a Carpentier. Yo tena mis dudas respecto de los regmenes marxistas-leninistas. Pero si en Cuba se podan escribir libros tan sutiles sobre las contradicciones y las fuerza destructora de las revolu-
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ciones como El siglo de las luces y El reino de este mundo, de Carpentier, la cosa no deba estar tan mal. Adems, y sobre todo, el rgimen comunista cubano no lo percibimos como tal, sino como una revolucin diferente, ms espontnea y popular, que buscaba una solucin propia a una situacin intolerable: miseria, subdesarrollo, esclavitud, enfermedades, explotacin... En fin, no saba nada, pero actuaba como quien lo tiene todo claro. Mi ignorancia fue compensada con una supuesta tica de la justicia social y esto me dio una fuerza de argumentacin imbatible. Me acuerdo de una discusin con un estudiante de espaol que acababa de regresar de Cuba donde estuvo un ao como becario. Era un tipo ya en s deleznable: un viejo de al menos veinticinco o veintisis aos, que andaba con traje y corbata como un funcionario, tena entradas, cara que ahora identifico como de futuro ejecutivo pero entonces simplemente me pareca un imbcil, cara de queso, rasgos que ya empezaban a diluirse y una manera de hablar pedante. l hablaba mal de su experiencia en Cuba. Deca que aquello era el Tercer Mundo; miseria, ignorancia y represin y que los cubanos no eran serios, no les gustaba trabajar y otras cosas por el estilo. Yo protest indignado y l me respondi con la siguiente imagen automovilstica, que an me indign ms: la diferencia entre el comunismo y el capitalismo es como entre el Moskvich (un coche sovitico todava peor que el Volga) y el Mercedes. Cmo puedes comparar?, le dije preso de una furia incontenible... Ni hoy estara de acuerdo con l, aunque por otras razones. Como es lgico, su postura prepotente slo me afianz en mis creencias y, como tambin es lgico, ese caballero hizo despus una carrera en el aparato del Partido. Ms o menos por esas mismas fechas hice amistad con algunos becarios cubanos. La verdad es que fue algo ms difcil. En lugar de una ligereza tropical, los estudiantes cubanos parecan ms bien reservados. O mejor, reservadas. Porque mala jugada de la memoria o signo de mis autnticos intereses?, slo me acuerdo de chicas. Concretamente de dos, las ms abiertas, las que a veces se atrevan a aparecer en las Fiestas Latinas que organizaban los estudiantes hispanoamericanos. Curiosamente las dos terminaron casndose con hngaros, pero an ms curiosamente, esto ocurri muchos aos ms tarde. Antes, en el presente del que estoy hablando, fueron expulsadas de Hungra. Fue un caso que sacudi a la pequea comunidad latina de Budapest. Una sacudida que vali por un despertar ideolgico para muchos. Las cosas ocurrieron de esta manera: haca tiempo que las cubanas no aparecan por ningn lado. Yo pensaba que era por esa reserva que las caracterizaba. Llamarlas por telfono era prcticamente imposible: haba un slo aparato para cientos de residentes. Adems, tampoco tenamos una relacin tan estrecha. En cualquier caso no me extraaba demasiado porque con estas amistades uno siempre queda en algo que luego slo se cumple por casualidad. Pero un da me encontr con una amiga ecuatoriana, hija de un lder comunista, bajita ella y gordita, tmida y amorosa, buena gente, en definitiva. Ella me lo cont: casi todos los estudiantes cubanos del curso preparatorio (donde ensean la lengua hngara y los conocimientos bsicos del pas), unos treinta en total, fueron botados, como diran los cubanos (o debera de-
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Julio Girona
cir retirados?) por las autoridades cubanas por fraude en el examen del idioma magiar. Fraude?, pregunt porque no entenda nada. Mi espaol a la sazn era bastante limitado y ni siquiera conoca el concepto de fraude electoral, debido a que en nuestras elecciones unicandidistas no hacan falta semejantes artimaas. Pero fraude en un examen! Sonaba muy grave, sobre todo, cuando me enter de que esos criminales del estudio slo haban utilizado sus notas de clases para responder el examen. Una compaera de ellos los chivate y la embajada arm un show acusndolos de no haber actuado como revolucionarios de las aulas, sino como estudiantes normales y corrientes. Fueron expulsados en muy poco tiempo, ni les permitieron despedirse de sus amigos y compaeros. La ecuatoriana, cuya versin me fue confirmada diez aos ms tarde por las dos amigas a las que volv a ver en Cuba, estaba desolada: ni siquiera la autorizaron a acompaar a su mejor amiga al aeropuerto. En una situacin mucho ms pintoresca y artstica volv a tener una experiencia parecida. No en cuanto al fraude escolar, sino por la actitud indigna de alguien que despierta los celos de las autoridades cubanas. En septiembre de 1971 me llamaron a trabajar en Budapest como traductor con el Ballet Nacional de Cuba. Me acuerdo del impacto, cmo voy a olvidarlo!: esas chicas
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de todos los colores de la paleta, exageradamente pintadas, flacas y estilizadas como tteres o maniques con gruesas medias de calentamiento, haciendo movimientos extraos y, para un servidor que vena del campo de las letras, hasta obscenos, en cualquier lugar, pasillos, cantina, camerinos... No parecan de este mundo, pero en m despertaron sensaciones ms bien mundanas. Como yo era el ltimo mono entre los intrpretes y tena menos experiencia, no se me haba asignado ninguna tarea especial. Estaba como en reserva, por si haca falta acompaar a alguien al mdico o cosas por el estilo, as que me pasaba la vida en la cantina y alrededor de los camerinos, resolviendo pequeos servicios caseros, como ayudarles a pedir un sandwich a la plancha. Tena mis amores imposibles entre las solistas, pero finalmente slo pude trabar amistad con algunas de las jvenes promesas. No sospechaba que de esas plticas tontas, de ese coqueteo torpe saldra un agravio mayor contra la revolucin. Ms tarde me enter de que una de mis amigas haba sido devuelta fulminantemente a Cuba en la siguiente escala de la gira, Polonia, y entre las acusaciones contra ella figuraba la supuestamente demasiado buena relacin conmigo. Como en el caso de los becarios acusados de fraude, esta chica tambin vio truncada su carrera de por vida. Fue expulsada del Ballet Nacional, al igual que a aquellos les fue vedada la carrera universitaria. Jams me he encontrado con semejante ambiente de represin y miedo en ningn colectivo. Todos los pasos, los gestos y las relaciones de los cubanos estaban controlados. Y no solamente por los encargados del Ministerio del Interior, sino tambin por sus compaeros y nadie saba quin denunciara a quin. Siempre haba entre ellos muchsima gente encantadora, cosa que entre cubanos no es difcil de encontrar, pero su gracia se reduca por fuerza a la bobera, a los chistes, a lo banal. No slo tenan miedo a hablar de poltica o a iniciar una aventura amorosa, sino a seguir un programa de visitas por la libre o comprar ciertas cosas que podan ser consideradas como concesiones al imperialismo. Me acuerdo de una ruleta de bolsillo que un bailarn finalmente no se atrevi a comprar. As conoc Cuba antes de llegar all y lo ms pattico del asunto fue que esas experiencias no fueron suficientes para ayudarme a desarrollar una posicin crtica. Consideraba esos horrores cotidianos como exageraciones acaso inevitables; como la enfermedad infantil de una revolucin justa y necesaria. Hizo falta que, independientemente de Cuba, tomara una postura crtica frente al marxismo-leninismo, que conociera mejor la historia de los pases socialistas para que, ya en mi primer viaje, pudiera entender tambin esa versin tropical del comunismo. El resto era ver y leer. Como siempre.
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En homenaje a Enrico Mario Sant
A l a n We s t D u r n
GNGORA EN sus soledades (o quizs a Bobby Cap con Hola, soledad?); son-ando, silbando a plena voz, sinsontes que dibujan arabescos y abismos, serens de vaciln, historia y memoria. Ninguna cultura vive sin msica, es tan medular como respirar. Moverse, circular; tomemos la ruta de un vasilabn, all se conjugan los elementos en jugo deleitoso: Res-pir-a)ndo. En Cuba respirar es ritmo, condicin esencial de la vida, tan misteriosa como la vida misma y la energa csmica. Por eso Longinus deca que el ritmo viene de Dios. Pas endiosado (endemoniado?) Cuba: res rhythmus, que viene de rhuthmos (ordenar, educar, propocionar), del verbo fluir (rhein), y de rhusmos (forma). Res rhusmos: forma de la vibracin, figura del tiempo. Es cosa que ordena, evento, continuidad, dentro y fuera de la historia: res. En otra ocasin dije que la msica es ms espesa que la sangre. Luego leo que Eximeno, en el siglo XVIII, hizo estudios para demostrar la conexin entre los movimientos de la sangre y la msica. Ese movimiento es energa nace de una conflagracin de signos histricos, se consume en la pira. Aire y fuego se hermanan para dar calor: soneo y canto de transculturacin. Ritmo es locucin: hoguera de slabas en loca ecuacin buscando el locus de la libre corporeidad: notas que se sacrifican para entreabrir el comps del corazn. Sacrificio en huida, en fuga, y que va de juerga. Trashum(e)ante, va con ese ritmo de andar, camina as.
PENSAMIENTO EN TEMPO RUBATO , MULATO
Carpentier cita a Pierre Boulez, de un encuentro de 1956 en Caracas: Durante aos me tuvieron fastidiado hablndome de folklore en pases donde en ninguna parte hallaba yo valores folklricos verdaderos... Hasta que fui al Brasil y pude escuchar una batucada... Ese da entend que el folklore no era lo que haba conocido hasta entonces... De la batucada brasilea a la Ionizacin de Varese, slo hay un
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La msica de origen africano crea un ambiente de comunidad, primero mediante la voz, segundo por el tambor. Los dos producen una unin, pero no es unanimidad. No recuerdo quien haya dicho la gente cree en lo que canta, pero es justo en describir la capacidad de agrupar a las personas, colocarlas en ese torrente electrificante de ser parte de una sola voz. Los tambores simbolizan la tribu, es el medio de comunicacin entre los vivos y los muertos, los humanos y los dioses. El tamboreo es evento pblico, un rito social y siempre una convocatoria participativa. La complejidad rtmica es tan extraordinaria que siempre cabe una voz ms. Un slo ritmo no domina, es ms, un ritmo no tiene sentido si no es conversando con otro ritmo. Diramos la afinidad polirrtmica refleja una sensibilidad pluralista. Es decir, a mltiples ritmos corresponde una diversidad de fuerzas (naturales/sobrenaturales), y en lo social a una multiplicidad de pensamientos. Son rasgos que son dignos de mantener o recuperar, lo cual no quiere decir que el tambor sea de por s un instrumento capaz de producir la democracia, pero igual que el folklore, no es el tema, es el espritu lo que vale. Hay que tener cuidado en asignar a la msica una tica, pero las siguientes palabras de San Agustn tienen un gran encanto persuasivo: Si vivimos en la virtud, estamos bajo su disciplina, pero cuando cometemos una injusticia estamos sin msica. Los cielos y la tierra, incluso todas las cosas en ellos que son dirigidos por un poder ms alto, comparten esa disciplina de la msica, porque Pitgoras dice que el universo fue fundado (y es gobernado) por la msica. O sea, hay que estar pendiente de ese ritmo oculto, el toque que no se oye, el que va organizando todos los ritmos distintos. Por eso se ve en los tambores el lema El tiempo de Dios es el mejor, o tal vez ms preciso sera El comps de Dios es el toque del absoluto.
TCALO CON ABSOLUTO ABANDONO
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Hegel colocaba el arte (la msica) en el reino de lo absoluto. Para l no era algo esttico, es decir, evolucionaba, as que tena que ver con el espritu y por
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eso su insistencia en comparar el absoluto de Schelling con la noche en la cual todas las vacas son negras. (El absoluto cubano sera el da en que todos los blancos se confiesan mulatos?). No ser esta cita de Nietzsche una especie de mulatez germnica? Nadie ha podido observar que la msica emancipa el espritu, que le da alas al pensamiento, y que mientras ms msico uno se hace, ms filsofo? El cielo gris de la abstraccin se conmueve con los relmpagos: la luz tan fuerte que revela los detalles de todo, le permite resolver problemas; y el mundo se ve desde la cima de una montaa. Cmbiese esa ltima palabra a monte y podra entenderse como un bello homenaje a Chang. Pobre Schopenhauer, quera alejarse de nuestras penas cotidianas y la msica era la forma ms perfecta para transportarlo al nirvana (pero no por esto vea la msica de forma escapista). Su toque no se qued en el mundo, bien hubiera hecho falta un toque de santo para enterarse que la voluntad se menea y que lo absoluto, la cosa-en-s o como quiera llamrsele, est en la tierra; que se puede tocar, con todos sus registros y cuerdas. Para Hegel, la msica es capaz de demoler el espacio y dar un paso ms directo paso a la subjetividad, la (auto)conciencia del espritu. Es smbolo de la creatividad de la conciencia de poder llegar a lo absoluto sin mediacin de conceptos u otras dificultades de la representacin. Slo la religin, el arte y la filosofa nos revelan una verdad sobre el espritu, nos llevan a la comprensin del absoluto. Confluyen estas vertientes en un delicioso son montuno de Cachao, donde Rolando Laserie canta No quiero honores / No quiero riqueza / slo la belleza / de cantarle a mi gente. Aunque no parece ser una cancin abiertamente religiosa no olvidemos que el son viene del monte, como Obatal, y ese coro al final es un himno bello casi handeliano (una aleluya de as), dando ese toque especial al final cuando termina la meloda: De pelcula!!! El espacio cubano, nombrado, brota en manantiales, est a su vez en todas partes y en ninguna (un espacio gnstico de jodedera?): queda abolido el espacio y florece una subjetividad de pelcula. Lo disoluto abraza lo absoluto.
DIVERTIMENTO
TOCCATA DE UN TOCADO
Juan Blanco es bajito y a primera vista (y de lejos) parece un poco como el abogado especialista en impuestos que fue en los aos cincuenta. Pero de cer-
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Me acuerdo de un concierto de Celia Cruz con Eddie Palmieri y Tito Puente en el Boston Common. Al aire libre, en pleno verano. Estaba con miles de sillas, pero cuando la cosa se calent de verdad y Celia empez a cantar Bemba Color, la gente se bot. Empez a bailar all mismo donde los asientos y hasta encima de ellos, pero la polica lo prohibi. Algunos atrevidos empezamos a bailar en una pista que haba no muy lejos de las sillas. All trataron de parar la cosa tambin. De repente, centenares, tal vez ms de mil personas estaban bailando, por la pista, por los asientos, en la grama, en la calle. La polica, dndose cuenta de su tarea imposible, se rindi. La cintura pudo ms que la censura.
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Una de las primeras peras cubanas se llamaba El Diablo Contrabandista (1840). Curioso porque hay que ser un poco de los dos para sobrevivir en la isla en el perodo especial. Pero sigamos el ejemplo de Saumell (y su pera Antonelli, no estrenada), al proponer una actual-imaginaria, que incluso pode-
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mos robar de Beethoven (el nombre por lo menos): Fidelio. Tal vez actualizarlo y ponerle Fideln. Opera de rescate, y no hay isla en mayor necesidad de rescate en este momento que Cuba. Adems, se puede seguir una buena tradicin cubana de travestismo: acurdense que Leonor se viste de hombre (con el nombre de Fidelio) para rescatar a su marido preso, Florestn. Nomino a Reinaldo Arenas como personaje de esta obra, vestido de Obatal. Por qu no? Su El Color del Verano es un libretto de pera y la cantidad de personajes, coros y extremismos de todo tipo lo coloca en una dimension faranica digno de Aida. Luego, impersona a Fidel para rescatar a su amante preso Floresnoestnmarchitas, un jaguar que de da se parece a Lezama, de noche a Virgilio. La crcel es en forma de pia. Pero da la casualidad que Fidel viene de visita a la crcel ese da y se encuentran los dos Fideles. Cada uno acusa al otro de impostor. Quin es ms fiel (o ser ms fiera)? Se necesita un juez: buscan a Ral vestido de Rita Montaner. En un toque wagneriano, sin duda, los dos cantan arias ms largos que sus discursos, dejando a los otros personajes y el pblico roncando. Entre las tinieblas y los suspiros de todos los durmientes se aparece un fantasma, a lo Macbeth: el general Ochoa. Fulmina al Fidel de verdad con un machetazo ms directo que el de Oggn. Se casan Arenas y su amante con Severo Sarduy oficiando en la boda y Ral-Rita Montaner cantando un aria de bendicin mientras el coro va construyendo balsas hechas de manuales de marxismo-leninismo soviticos. Baja el teln.
EN MONTUNO
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Decir que la msica cubana es alegre es obvio. Los ritmos, las melodas y el espritu bullanguero que emanan de un son, una guaracha, o una rumba levantan no slo el pie sino hasta el nimo de Kafka. Antdoto a nuestras desgracias histricas, con la esclavitud, el dominio por pases extranjeros, el exilio? Poco importa por qu: ms provechoso es saborearlo. Pero hay veces que uno est abrumado, que ni siquiera Benny Mor o la Orquesta Aragn le saca a uno de la nota baja. Ests invadido de una melancola que slo hace pensar en Wagner, esa enfermedad del espritu como deca Nietzsche. La nica persona capaz de quitarme ese desconsuelo sin fallar es Chocolate: no importa cun aplastante la tristeza, acoplado al fro atroz, con su cielo gris carcelario. No es poca cosa hacer desaparecer un invierno de Boston, ms bien dira que es tan milagroso como bajar el santo. La dulzura de su tono, el fraseo tan preciso y libre a la vez, su manera de llenar el espacio con una ternura sandunguera es nada menos que un prodigio. Bien cabe la frase de Ortiz: un ron sonoro para los odos. Sin olvidar las penas, los rechazos, y los fracasos, la trompeta de Chocolate habita un espacio que me atrevera a llamar la esperanza. Pero es tan sutil, como la falda de mujer ondulando en la brisa. Hay algo muy femenino en Chocolate que hace pensar en Oshn con su o, la miel que us para embadurnar los labios de Oggn. Si Oshn tocara trompeta se llamara Chocolate.
No es tan raro afirmar que la msica es idnea para estimular la memoria, casi tan efectiva como el olor o un perfume. Incluso lo que a veces hace inolvidable una pelcula es la msica: la obra de Brahms en Monsieur Hire, la de Ignacio Cervantes en Fresa y Chocolate, Beethoven en La Naranja Mecnica, Prokofiev en Alexander Nevsky, Michael Nyman en The Piano. Pero podemos decir que la estructura de la memoria es musical? Muchos han comentado que la memoria es esencial para entender una meloda, hilvanar su rumbo y coherencia; otros que evoca la infancia. (Un cha-cha-ch de la Aragn siempre me recuerda a los juegos de pelota entre el Habana y el Almendares). Hegel habla del recuerdo (algo ms que memoria) como una forma de conocimiento mediante imgenes (Bild), formacin o educacin por la imagen-bildung). No es una imagen dibujable, ms bien cercana a lo que dijo Bergson, al afirmar que la materia es un agregado de imgenes. Por imagen queremos decir una cierta existencia que va ms all de lo que un idealista llama representacin, pero menos de lo que un realista llama una cosa. Entre la cosa y la representacin, la msica tiene su materialidad, su cuerpo. Msica: memoria del cuerpo que despierta al mundo.
PENSAMIENTO RUMBERAS EN MXICO : A LARGA DISTANCIA , PERO NO SIEMPRE POR TELFONO
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En una entrevista Rosa Carmina habla de sus tiempos de gloria en los cuarenta cuando el cine mexicano se enloqueci con eso de las rumberas. El prototipo era el de la mulata sensual y sandunguera que transgrede los cnones sociales, y, despus, claro, la caonean, a veces a caonazos. Como dice la cancin: El amor de la mulata / no se puede resistir / pura pasin que
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mata. Carmina trabaj con Juan Orol, ese cineasta que llev el camp a su mxima apoteosis: al meta-kitsch. Vi algunas de sus cintas por televisin hace un par de aos en Cuba y me qued azorado: tenan un encanto desquiciante que siempre rayaba en lo grotesco. Cualquier gana de parodiarlas queda coartada por su propia autoparodia, conciente o no. Asombrosamente Carmina dice: Orol me ense a bailar rumba de cajn. No te sorprendas, porque l era espaol de nacimiento y cubano por formacin. Lleg a Cuba pequeo y vivi en los solares. Vestido de diablito, le bailaba a la ceiba en los ritos y le encantaba todo lo de Chang. Sin duda el orisha guerrero se filtr en su sensibilidad gangsteril film noir mezclado con el meneo de Tongolele. Oshn parece ser el orisha ms prominente en la pelcula Danzn, otra muestra de la cubamana mexicana. En una escena breve pero reveladora, Julia, la protagonista, camina desde el malecn en Veracruz, entrando al agua hasta los tobillos, y empieza a bailar un danzn con las luces de la ciudad en el fondo. Es un presagio del resto de la pelcula, de la libertad/libertinaje del viaje, el amor, el anhelo, la desilusin, todos vinculados a una marea de imgenes y melodas. Presagio y advertencia: si el ser humano intenta vivir fuera del ritmo, la Naturaleza lo castiga seguramente, ms que si aqul hubiese tratado de vivir sin luz. Ms tarde, con irona enternecedora, Julia ve los barcos por los muelles con sus nombres de boleros o danzones: Lgrimas Negras, Puras Ilusiones, Amor Perdido, Me Ves y Sufres. Pero en vez de mulata transgresora hay una mestiza medio apenada: el mulato, Carmelo Bentez, se desvanece y reaparece como una flecha, figura esquiva del deseo. En el amor, navegar y naufragar se confunden, la memoria del cuerpo vence al tiempo.
FINAL :
RUMBN
Sones peregrinos, Les Annes de Pelerinage en manos de Liszt, que comienza con La Capilla de Guillermo Tell. Una descarga romntica, con un drama y unos acordes que enardecen, as para abrir la camisa y recibir el primer balazo. Surgen imgenes de Rousseau bailando por el rbol de la libertad. Mejor pensemos en la sombra frtil de la ceiba, pleroma caribeo que nutre a todos con su poder divino, como la voz de Lzaro Ros o Mercedita Valds. Es difcil no pensar en la cancin de Carlos Varela, ese otro aficionado al suizo, tal vez con mango en vez de manzana. Pero ya se acab la poca de los hijos de Guillermo Tell, ni siquiera la flecha de Ochosi podra atrapar el futuro cubano, que slo se deja ver por las hojas movidas de la manigua. El ciervo fue el detonante para San Huberto. Lo sern los siervos para la isla? Varela lo evoca con otro espacio geogrfico, en otra cancin: Y llegas al muro / Donde acaban todos / Donde empieza el mar. A la reduccin de la utopa le corresponde la seduccin de la meloda. El vaco, lo vacuo se vence en el vacunao. La rumba tiene rumbo, el de ser rumboso. Abre caminos porque es la posibilidad, no como espejismo de lo pasado en el presente, sino como piedra de poder, canto e imagen.
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Cierto da, digamos un jueves por la maana, un joven y humilde camalen decidi que a partir de aqul momento su piel no adoptara el color del lugar en que se hallara. As, sin otros motivos que los que su conciencia le suministr, renunci a la propiedad que ms distingue a un camalen de otras especies y menos de su entorno. Hastiado de tanta hipocresa y doblez moral, segn declar, en lo adelante se empeara en recalcar sus diferencias con la realidad. Si, por ejemplo, se hallaba sobre un fondo verde, volvase rojo; negro, si lo rodeaba el azul o a cuadros si se mova por una superficie a rayas. Esto, crenme, le complic la vida al punto de verse obligado a huir constantemente de aquellos que, en circunstancias normales, lo hubiesen tomado por un trozo de csped o una ramita. Fue una fortuna que al poco tiempo le diera por escribir versos de tal suerte que, tras alguna difusin de su obra, los ms sagaces especialistas en la caza del camalen no lo vean ya como tal sino como todo un poeta. En el presente es de admirar el sosiego del poeta cuando aun luciendo el color que ms desentone con sus alrededores se atreve a recitar frente a sus peores enemigos, poemas en los que predice un futuro en que el mundo cambiar de color segn la piel de los camaleones y no al revs como hasta ahora viene sucediendo.
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Maite Daz
Esta ponencia fue leda en el coloquio por los cincuenta aos de la fundacin de la revista Orgenes. En la Casa de las Amricas, La Habana, Cuba, junio de 1994.
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prolongadas conversaciones anteriores, Jos Lezama Lima y Jos Rodrguez Feo, unidos de cierto modo a Alfredo Lozano y a Mariano Rodrguez, deciden, a falta de las clsicas estaciones en la isla, inventarlas. As aparecen sucesivamente, a partir de esa supuesta y a la vez real primavera de 1944, los nmeros mtico-estacionales de la revista Orgenes; hasta que de forma casi inadvertida, tal vez sin ser notada (estando ya la casa sosegada?) queda la publicacin slo con la fecha y su creciente prestigio, desde el primer nmero de 1950, a mitad del camino de su vida, y desaparecen las inquietantes estaciones. Lezama, que tiene que ver mucho con la seleccin del nombre, proporciona claves, secretas unas, evidentes otras, pero constantemente deja en el lector el gusto por la cetrera nominal. Y si Gngora aporta el inicio, casi obligado, de estas notas, se hubiera podido sorprender un guio secreto del conde de Villamediana al descubrir, ms tarde o ms temprano, que Era la verde juventud del ao. Claro que si se hubiera tratado de poetas cubanos muy anteriores y no se piense tan solo en el siglo XIX quiz Gaspar Nez de Arce hubiera sido el elegido con aquello de que Era a principios del ardiente julio, harto de Marco Tulio, Ovidio, Anquises, Plautos y Medeas... Pero no, pues tal hartura no poda existir: se trataba de un inicio que si poticamente tena sus antecedentes -es decir, en una supralgica convincente- habra de ofrecer sabrosos consecuentes. Orgenes se propone ir a la raz, de ah su bautismo; pero, sin embargo, no deja de ser inquietante y hasta diverti-
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do en alto grado considerar una supuesta polisemia en el ttulo. Cosa que por lo dems ha sido negada por casi todos los participantes en esta aventura, especialmente por los dos Jos. Nada tiene que ver este nombre con la filosofa y los filsofos. No obstante, la tentacin es grande... El filsofo llamado Orgenes entronca con San Clemente de Alejandra en su incorporacin al cristianismo de la tradicin filosfica griega, y su doctrina identifica el mal con la privacin y el no ser. Proclama la vuelta de todo a dios. Por la redencin del Logos se produce una paulatina purificacin mediante la cual todo vuelve al seno de Dios, pues el mal y la privacin quedan completamente destruidos, relegados a la nada absoluta. La Apocatstasis. Todo cuanto es, por el mero hecho de ser, tiene que volver, purificado, a la bondad y unidad originarias del Creador. Dios lo es todo en todo. Orgenes, revista, reclama un cristianismo trascendido e incorporativo. Ahora bien, lo ms interesante de esta picarda interpretativa es que Orgenes, el filsofo y la revista, siempre han sido alabados y denostados. Admirados y rechazados. El pensamiento. La poesa. El poeta. El poema. El pensador. Lo pensado. Agrego algo que puede, traspolndose, constituir revelacin o gua, Hay que advertir que seguir a Orgenes no significa siempre adherirse a todas sus doctrinas fundamentales... y menos an a la que fue considerada como errnea: la teora de la recapitulacin del todo en Dios. De cul Orgenes se trata? Del filsofo? De la revista? Tambin hay que traer a colacin en este delicioso y supuesto paralelismo interesado la existencia de otro Orgenes (Premonicin del apcrifo lezamiano que apunta a Rodrguez Feo?), el neoplatnico, compaero de Plotino, guardadores de doctrinas secretas. Lo inquietante, al menos para nuestros fines concordes, es la escritura de este Orgenes. Un tratado Sobre los demonios y otro, ms enmarcado todava en nuestro tema: Que solamente el rey es poeta. Dilucidacin de la identidad entre el plasmador del mundo y el Supremo Dios. Pero Dios, al decir de Spinoza, se identifica con la naturaleza. Deus sive Natura, y esta carga sostiene por anulacin de los postulados el edificio filosfico-potico de la obra y lleva sutilmente a un enunciado abarcante y abarcador. Naturaleza, Historia y Dios, como mucho ms tarde lo vera Xavier Zubiri. Y as, como Dios es la naturaleza, nos queda en el centro la Historia. Aunque con extensiones a sus gemelos acompaantes, Naturaleza y Dios. Mara Zambrano parece percibirlo e insiste en ello en La Cuba Secreta, mas siempre matizando en el peculiar sentido de la historia que informa a Lezama y a la poesa en Orgenes. No olvidar que Jos Lezama Lima afirma: Orgenes es algo ms que una generacin literaria o artstica, es un estado organizado en el tiempo. Pero antes de entrar en el corpus que puede considerarse razonablemente como la poesa de Orgenes, independientemente de los conceptos generacin, grupo, promocin Poesa en la Poesa y para la Poesa. En Orgenes y de Orgenes permtasenos detenernos en el primer nmero de la revista, primavera de 1944, y en lo que all se presenta en el ms amplio sentido de la Poesa.
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En el baile, extrao a la manera martiana, Cintio Vitier reproduce la vibracin, eco, resonancia. Oye nuca gradual de roco / junto a la flor de la amena cuchillada marina. / Tu cabeza escinde su dogma, / su encendido paje risas y terror. La aventura que comienza se orienta, pues a la fiel epifana de alga y ojo / en secretos diamantes sedentarios, / fiesta ignota, su adis, recaudada de tu culpa. As que nacer es aqu una fiesta innombrable ignota para Vitier, quien poda tocarse y al pjaro de o, durmiente / jardn... y acordar las notas de los jardines invisibles, porque segn Lezama un pjaro y otro ya no tiemblan. No son estatutos, ni leyes, ni mandamientos. Sino una poesa que se ofrece en su revista, secreta gestin paradjicamente abierta. Veamos ahora lo que traa y lo que inauguraba en su descomunal juego de tradicin y ruptura. Como el tiempo puede deslizarse y moverse en mltiples direcciones, y tambin detenerse en su centro henchido, muchas ocurrencias de esta poesa aparecern, o permanecern ocultas, de maneras no precisamente cronolgicas, no sincrnicas, ms bien en una diacrona espeluznante. Ubique daemon, ubique daemon. Ubique Deus, ubique Deus. Entre el gongorino rayo del reencuentro y reconocimiento y las bienaventuradas aguas placentarias de San Juan se mueven Lezama y los poetas de Orgenes en Orgenes, pero sin olvidar, ms bien subrayndolo, su estirpe insular de afanes fundacionales. Sin embargo, no sera, tal vez, ocioso recordar que en Gngora se reitera el bienaventurado albergue a cualquier hora y en San Juan de la Cruz vuelan flechas, las flechas que recibes, para justificar poticamente todas estas imbricaciones. Para que no queden dudas, o para que aumenten las dudas ya existentes, Lezama Lima lo deja dicho unos aos ms tarde en la propia revista: Cuando ese dualismo sea vencido, volviendo a sumergir en ese infuso espejeante, en el que el propio sentimiento de vivir adquiere una forma ms sacramental, un misterio conocido al tocar la carne del hombre, volver a presentarse la necesidad potica como alimento que rebasa la voracidad cognoscente y de gratitud en el cuerpo. Y como va la metfora hacia la imagen con una decisin de epstola Cintio Vitier, en 1948, agrupa en Diez poetas cubanos (1937-1947) lo que puede constituir, impugnaciones y alborotos aparte, el motor actuante de la poesa de Orgenes. El antlogo y prologuista, juvenil y sapiente, no se inhibe al presentar poetas y puntos de vista, lo realmente distinto, corte profundo en el hervor (ya en buena parte cristalizado) de un trabajo potico que representa, junto al vigoroso movimiento pictrico que lo acompaa, la ms secreta y penetradora seal de nuestra cultura en los ltimos diez aos. De esta condicin de secreto surgir el texto de Mara Zambrano, ya paradigmtico para adentrarse en estos afanes. Vitier no vacila y enuncia categoras: poesa de penetracin, aventura metafsica o mstica, y por lo tanto muchas veces hermtica, bsqueda de su propio canon, de su propia y distinta perfeccin (claro que aqu tiene que aclarar que se trata de la perfeccin que muere de rodillas como afirmaba Lezama en el verso sptimo de Muerte de
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Fernndez, Luis Marr, Pedro de Ora, Fausto Mas, Edmundo Desnoes, Carlos M. Luis, Isidoro Nez Mir, Alvar Gonzlez Palacios, que aparecen ya en los aos cincuenta pero ciertos nombres ausentes, frecuentadores en distintos momentos de Orgenes, pueden llamar la atencin. El primero sera Samuel Feijo, nacido en 1914 y quien publica en la revista a partir del invierno de 1945, es decir antes de la composicin de la antologa. Luego se podra extraar a Alcides Iznaga y a Aldo Menndez, 1914 y 1918 respectivamente; aunque es justo sealar que ambos comenzaron a publicar en la revista a partir de la dcada del cincuenta, despus de publicada la antologa. Otro nombre sera Cleva Sols, nacida en 1926, estrechamente ligada al grupo, pero esto ya avanzado los aos cincuenta. Sus proyecciones poticas, sin embargo, se insertan ntidamente en la atmsfera origenista. Y alguien que parece tener un extrao e incierto destino flotante en la literatura cubana, Oscar Hurtado, una suerte de alma de Garibay lrica. Hurtado publica desde el segundo nmero de 1944 unas notas crticas y ms tarde Liras y Sonetos a la ceiba en 1945 y 1946 respectivamente. Desaparece del mbito injustamente en vida y en muerte. Quizs sean stos, aferrados a una nomenclatura lezamiana que tambin viene de Gngora, poetas no poetizables. Lo que no quiere decir en modo alguno que los diez poetas seleccionados y mantenidos en el tiempo y en el espacio como los poetas de Orgenes hayan tenido la misma resonancia ni gravitan de igual forma en la poesa de la lengua. Gastn Baquero, en el artculo citado, al hablar de los nombres principales que los precedieron Emilio Ballagas, Eugenio Florit, Mariano Brull, Nicols Guilln, etc. afirma: Hubo mucho de mal entendu en lo de llevar y traer a un poeta, no por su poesa misma, sino por su condicin tnica, por su filiacin poltica o por su capacidad para movilizar la propaganda. Aquellos poetas que merecieron la distincin de ser considerados como estelares en el movimiento renovador de nuestra poesa, coincidieron en valor propio y nombrada pero no nos atrevemos a asegurar que esta ltima obedeciese de veras a una apreciacin cabal de su obra. /.../ Aqu a la gente le interesa en la obra de Emilio Ballagas, antes que su poesa trmula, llena de sentimiento elevado, enamorado de lo estelar, los estrpitos del negrismo; de Guilln, apenas interesa su gracia extraordinaria, su musicalidad de puro trpico, que da una de las pocas notas autctonas de nuestra poesa, sino su temtica poltica y su racismo rimado. Insiste entonces en aquello que haga historia, aquello que explique una de las formas histricas, de crecimiento, de cultura, para el pas y el tiempo respectivo. Agrega, no sin cierto dejo humorstico de irnica confesin: Se conocan entre ellos, adoptando, sin quererlo, aire de capilla y de tradicional sociedad de bombos mutuos... y con la suerte inmensa de que casi ninguno de ellos encontr cabida en el cajn de sastre o desastrosa gua telefnica de Juan Ramn Jimnez.... No s cul ser la extensin real de ese casi ninguno, ya que de los diez poetas de esta antologa cuatro aparecen en aquel cajn de sastre, gua telefnica de J. R. J. o granero, como tambin fue llamada, compilado por el propio J. R. J., Camila Henrquez Urea y Jos Mara Chacn y Calvo.
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Vienen a la mente, como por imantacin potica tan cara al fabulador de las aventuras sigilosas, fuentes homricas. Caballos de Aquiles que con Cavafis continuaran llorando por el interminable desastre que es la muerte si el propio J. L. L no hubiera reinvencionado el ser para la resurreccin. Si aceptamos lo anterior lezamiano, en una aceptacin polmica y no del todo adherente, tendremos que reconocer que del resto de los diez poetas es Cintio Vitier quien ms se acerca a la tensin de la imagen del caballo y a la multiplicidad de sus posibilidades metafricas. Desde temprano. Bailaba naranja herida, olfato / de la muerte del caballo en lo infinito / bebiendo fastuosas celosas, / gruesas retricas, tronos. Y Lezama le establece hermtico contrapunto, fuga per canon, pasando hasta la fuente donde cae el caballo risible de alas amieladas. Escndalo, otra vez, porque todo este llegar me ocupa la dentadura del caballo al medioda. A partir de entonces se establece el recorrido, diferenciado, sutil e insistente. No puede ir solo el animal segn Gaztelu, pues Grande es el oficio, jinete, que se impone a tu mano / para guiar el paso del caballo y su cudruple danza; la danza es en Piera un paseo que los suspicaces censores eliminaron de la edicin de La vida entera en 1969 (aunque haba sido publicado en la dcada del cuarenta): Encanta el caballo viniendo de flanco, / el caballo con sus cuatro cascos provocando la tierra; / encanta en las maanas con descargas de fusilera. / Pero advertid que el caballo no comparte nuestra admiracin. // El caballo es llevado por su carne / y lo
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Acertijo
Emilio Ichikawa Morn
Si en un rincn de Salamanca usted se encuentra en una tienda donde se comercia con santos, es decir, un lugar donde se lucra con lo sacro; y observa enfrente una sala de cine pornogrfico, donde se adora devotamente el sexo: dnde creera que hay, hombre religioso, ms fervor depositado?
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Luis G. Fresquet
en proceso
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dieron por azar en un bar clandestino en las afueras de Camagey, una tarde de abril del ao 80. El local, un rancho de madera y guano, en el fondo de un enorme patio totalmente tapiado, tena un aire de efmero pegote si se le comparaba con la casa principal de la quinta, construida en los tiempos coloniales y carcomida por lluvias y vientos, ennegrecida, de ventanas ladeadas y condenadas por gruesos tablones, pero con un semblante patriarcal que ni aun la ruina poda desvanecer. En ella viva un ciego llamado Julin. l y su esposa atendan el negocio. Gatos y perros convivan sin agravios bajo los gajos de mangos frondosos que daban sombra y frescor en el patio, ajenos al trajn de los clientes que entraban y salan de la choza convertida en taberna. Frutas cadas antes de su tiempo, algunas ya pintonas, hojas y desperdicios enmascaraban la tierra rojiza, emanando un olor empalagoso que se sumaba al tufo de la cerveza cruda. Pjaros agitaban el tejido de las ramas, trinando, pero su canto perda resonancia ante el escndalo de los bebedores, pues el licor aumentaba el volumen de las voces vehementes que definan, juzgaban o transformaban el orden del mundo. Pero esta tarde en la que el padre y el hijo, desconocidos el uno para el otro, coincidieron en el bar ilegal, los escasos clientes no armaban tanta bulla. El cielo encapotado oscureca an ms la sombra natural bajo los rboles, donde el ciego y su esposa haban puesto unos bancos. Dentro del rancho, donde se despachaba la cerveza, y algunos conversaban o echaban pulsos o tiraban los dados, la mujer haba encendido dos quinqus; la electricidad no llegaba a este sitio. La luz temblequeante reflejaba en el piso, las paredes y el techo las siluetas de los bebedores, y
CARLOS VICTORIA
al proyectarlas las descompona, las deformaba, las agigantaba; cada ademn y cada movimiento se repetan exageradamente, como trazados con carbn. El padre haba escogido el interior del rancho para tomar con un amigo de su juventud, al que no haba visto en un montn de aos. Los dos beban en una mesa al fondo, junto a una ventana, apartados de los jugadores. Tenan un pasado en comn que evocaban interminablemente, citando nombres de lugares y gentes y describiendo acciones con pelos y seales; con sus gestos materializaban escenarios y rostros, mientras vaciaban las botellas sudadas. El hijo, acompaado de una mujer y un viejo, se haba sentado afuera, a la sombra de los mangos. La primavera haba degenerado en un prematuro verano, contaminado por nubes de mosquitos. En el verdor de la hierba y las ramas haba algo amenazante, como si aquel color, que haba llegado a su culminacin, slo pudiera ahora causar algn perjuicio: fabricar espejismos, entorpecer la vista. Los animales, dispersos en el patio, dormitaban en el denso sopor. Hace falta que llueva. El ciego Julin atravesaba el patio sin la ayuda del bastn, custodiado por un par de perros. Tena una voz profunda, un poco enronquecida, pero su sonrisa desmenta la gravedad del tono. Sus espejuelos, oscuros como su piel, mantenan un riesgoso equilibrio sobre la nariz, tan sumamente chata que se poda pensar que un puetazo la haba hundido en el rostro. Pese a la ceguera y a la vejez, su cuerpo flaco y musculoso se desplazaba con completa certeza, sorteando las races, los tachos de basura, los pedruscos; el dominio de su territorio lo investa de aplomo. En torno a su cabeza los mosquitos zumbaban. Todo bien? Una pregunta ms bien dirigida a las plantas, o al cielo nublado. Los nicos clientes que tomaban afuera (el joven cuyo padre desconocido beba adentro, la mujer y el anciano) se limitaron a decir un s quedo, o a asentir con la cabeza, olvidando que el hombre que cruzaba ante ellos no poda ver. Pero nada importaba. El ciego y el calor slo demandaban que el lquido espumoso se bebiera, y el tro cumpla a cabalidad la funcin. La mujer, que no pasaba de los treinta aos, llevaba la batuta: su vaso de cartn se encontraba vaco. Los tres tomaban la cerveza en perga, ya que la embotellada resultaba ms cara, y aunque el viejo, que era el que invitaba, guardaba en su bolsillo un fajo de billetes, a ninguno se le hubiera ocurrido que tomar era un lujo, o algo relacionado con el paladar. La cerveza cruda en los toscos envases bastaba. La mujer quera ms. Ahora te toca a ti ir a buscarla, Miguel dijo el viejo, poniendo en las manos del joven un billete de a diez. No me toca, ya yo fui la otra vez. Y la otra. Que vaya Mara, a ella le sirven ms. A m? Esa mujer me odia. Mentira. Ese es su carcter. A ti te llena los vasos hasta el borde, es un asunto de mujer a mujer. A m me los deja casi a la mitad.
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Mara se puso de pie, convencida. Su mirada, que siempre se posaba sobre gentes y cosas con intensa fijeza, pareca ahora dispersa, dndole un aire de reflexin a un rostro que todava era hermoso. Yo te acompao, dijo el viejo, tomndola del brazo. La irregular pareja se alej hacia la choza entre filas de rboles y bancos, jaraneando con falsa intimidad; la tarde y el alcohol contribuan a la simulacin y el arrumaco. El joven bebi un poco de cerveza y entrecerr los ojos. Senta un poco de sueo: haca dos noches que no dorma en su casa, deambulando por bares, por parques, por esquinas, discutiendo, jugando, contando o escuchando tramas enrevesadas, visitando personas a las que slo lo ligaba el gusto por la juerga, haciendo el amor en camas que chirriaban, o en matorrales, o en callejones sin rastro de alumbrado, mataperreando por barrios dudosos, timando con su pltica a borrachos dispuestos a pagarle un trago, enredando a veces en locas controversias que en ms de una ocasin se haban resuelto en bronca. Ahora una rfaga repentina daba vida a los rboles, estremeca la verja de la entrada, meca las barbas de los curujeyes, levantaba de la tierra las hojas, ahuyentaba el enjambre de mosquitos y haca girar con frentico impulso, sobre el caballete de la senil casona, una veleta coronada por un gallo de hierro. La brisa adormeca al muchacho, que en ese instante senta una rara calma. Sus pensamientos, siempre atropellados, haban cedido ante el roce del viento.
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Adentro, el padre, al escuchar el aire que silbaba en el guano, se haba quedado absorto. Al igual que su hijo, llevaba varios das de parranda, slo que en un ambiente diferente: militar de alto rango, tena acceso a atenciones y a lugares que para el hijo se encontraban vedados. Su presencia esta tarde en el tugurio obedeca a un capricho, o a un afn de aventuras: los credos polticos, los grados en los hombros, no haban mermado su avidez por la vida. Ni su sed de licor. Ni su atolondramiento. Jams poda permanecer tranquilo en un mismo lugar por varias horas; y en esto el hijo, a pesar de no haber visto jams al padre, era su vivo retrato. Este desasosiego haba puesto en peligro varias veces la carrera y el prestigio del padre; pero a la larga antiguos camaradas intercedan por l. Porque el padre se ganaba a la gente con sonrisas, con labia, con gestos generosos. Y adems tena un pasado heroico, haba luchado en las montaas, dinamitado puentes, asaltado cuarteles, dormido a la intemperie con un fusil de almohada. Haba cambiado, en esa poca de insurreccin, sus prebendas de joven de buena cuna, como decan entonces, por los riesgos de la guerra. Y poco despus del final de la lucha, cuando el triunfal gobierno la haba emprendido contra los ricos, el padre haba accedido de buen grado, personalmente, en nombre de la revolucin, a despojar a su propia familia. De eso haca veinte aos. Precisamente ahora, cuando el viento arrastraba un aroma de lluvia, se acord de su hermano mayor, que haba acabado de morir en Miami, luego de casi dos dcadas de exilio. Nadie como su hermano para atisbar los cambios en el cielo, para augurar sequas, ciclones y chubascos. Bebi con prisa el resto de cerveza que burbujeaba en la botella oscura. Nada ms vergonzoso que ser un capitn sentimental. Afuera el hijo cabeceaba en el banco, sumido en la modorra. Tena el cabello largo, una barba y un bigote ralos que no se haba afeitado en varios das, la ropa sucia, los zapatos rotos. A diferencia del padre, que cuando joven era presumido, el hijo apenas cuidaba su apariencia. Mucho menos en los ltimos aos, despus de haber estado preso un par de veces; menos an cuando pasaba por rachas como sta, en las que slo le importaba beber, atarantado. Un bolero a toda voz interrumpi su ensimismamiento: era el ciego sacando agua del pozo, al parecer feliz al olfatear la lluvia. Cantaba con vigor, en un puro arrebato, mientras doblndose sobre el brocal manipulaba la roldana. El hijo, para desentumirse, se puso a caminar por el inmenso patio. La quinta haba albergado, en los comienzos de la Guerra Grande, a un grupo de patriotas que conspiraba contra los espaoles bajo la direccin de un famoso hacendado. Los ideales y las estrategias se haban examinado con febril conviccin en los salones de la imponente casa, o tal vez bajo los mismos rboles; luego se redactaron manifiestos, se inventariaron armas y machetes, se leyeron sonetos sobre la libertad. Ahora, ms de un siglo despus, el hijo, que en otro tiempo haba estudiado Historia, y que haba ledo apasionadamente manuales gruesos, biografas enjundiosas, hasta llegar a sentir como inmediatos sucesos de otras pocas, apenas recordaba que este sitio tuvo un significado en el extrao avatar de su pas.
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viejo; se preguntaba si seran amantes. Le complaca ver en el sitio a otra mujer adems de la esposa del ciego, que no era joven ni hermosa; en realidad al padre le resultaba casi imprescindible tener una presencia femenina cerca de l. Obligado, como militar, a moverse casi siempre entre hombres, valoraba con creces la imagen de una hembra; unos senos, una boca pintada, un sencillo contoneo de caderas, le devolvan su razn de ser. Sus tiempos de seductor haban perdido brillo; a los cincuenta aos, aunque en pleno dominio de su virilidad, con una esposa, tres hijas, dos queridas, la ardua supervisin de almacenes de vveres, su aficin al alcohol, las pequeas (pero peligrosas) intrigas entre mandos, alimentadas por rivalidades y por desconfianzas, apenas le quedaba lugar para nuevas conquistas. Pero esas trabas no le impedan apreciar, como ahora, la visin de los pechos redondos, pugnando por abrirse paso entre la blusa, y de los muslos a los que la tela se adhera con fruicin. Disfrutaba a la vez de la voz femenina, del lenguaje y el tono que inexplicablemente denotaban una educacin, no la vulgaridad que se poda esperar de una mujer que comprara cerveza en este cuchitril, a esta hora inslita del medioda. Me preocupa Miguel le deca en ese instante la mujer al viejo. Siempre es tan alegre, tan comunicativo, y hoy hay que sacarle las palabras de la boca. Y la forma en que anda, sucio, hasta con mal olor. Es un caso perdido dijo el viejo. No s por qu tienes que andar con l. No me pesa pagarle la cerveza, porque es tu amigo, pero es un tipo problemtico. l no es as. T no lo conoces como yo. No hay peor ciego que el que no quiere ver dijo el viejo. De inmediato la mujer le hizo una sea con el rostro alarmado, indicando que la esposa de Julin, que machacaba bloques de hielo a la luz del quinqu, poda haberlo escuchado. El padre, que se esforzaba por seguir la conversacin de lejos, por encima del dilogo de los otros bebedores, sonro al ver el gesto, la sutil consideracin de la mujer. Luego se oli con disimulo debajo de los brazos, porque era posible que al igual que el Miguel que mencionaba la desconocida (el nombre del padre era tambin Miguel) l apestara. Bajo el efecto de una feroz resaca, haba salido de Holgun el da anterior rumbo a La Habana, inquieto por las inesperadas noticias: el asalto a la embajada de Per, que en este instante se encontraba repleta de gente que reclamaba asilo; la intempestiva decisin del gobierno de permitir la salida de Cuba por el puerto de Mariel. En el camino se haba tranquilizado con una botella de aguardiente de caa, y al pasar en su jeep por Camagey, la ciudad en la que haba nacido, y en la que haba transcurrido gran parte de su niez y juventud, no haba podido resistir el deseo de encontrarse con un viejo amigo, compaero del bachillerato, que con el tiempo haba cado en desgracia. El padre actuaba muchas veces as, por impulso, zafndose del cepo de los pro y los contras. Le haba dado permiso a su chofer para que visitara a unos parientes, haba
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Fabio Murrieta
S que hay palabras malditas, que hay prisiones y que en ningn sitio est el rbol que no existe R. ARENAS
mente, un lmite fsico en la experiencia del conocimiento, que marca la imposibilidad de continuar acumulndolo a la vez que una imperiosa necesidad de comunicarlo, como si la expresin fuera a transformarse en la nica prueba tangible de su existencia y en vehculo de alivio para la soledad del pensamiento. Ese impulso, que opera como una fe en la liberacin de las palabras, requiere, como consecuencia, los espacios apropiados que contengan su propagacin. Pero al retornar el agotamiento, la resequedad y la duda, el espritu reclamar volver a los estados anteriores, el autoconfinamiento donde germinan y alborotan nuevamente las ideas. La soledad es el factor incoativo de la entrega: Zaratustra abandonaba la montaa amenazado por el desbordamiento de aquellos mares dentro de s, pero intermitentemente debi regresar a ella como se busca una fuente para mitigar la sed. Hay algo de perentorio para el alma humana en la fluctuacin desde los marcos constringentes que la estrechan e incitan, hacia las vastedades desconocidas que la liberan. De las elogiosas diferencias atribuidas a la condicin del artista, la ms real puede ser precisamente esa capacidad desarrollada para vivir y calibrar como nadie todas las formas de la plenitud. Carecindola, el esfuerzo
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se orienta a alcanzarla, an cuando haya que recurrir al aislamiento forzoso que violente y desate su conquista. Para muchos escritores (Miguel de Cervantes, Fiodor Dostoievski, el Marqus de Sade, scar Wilde, Carlos Montenegro, et al), el haber padecido la fra humedad de una celda, lejos de entorpecer sus labores creativas, incidi en el mbito esttico verificndose en la constitucin de un signo que se trasladaba de lo personal a lo cultural. La prisin, como distanciamiento impuesto, ha asumido a lo largo de la historia diversas implicaciones epistemolgicas formales y significativas1, entre ellas la oposicin fijada entre las modalidades del castigo, que exige reduccin, y el anhelo de reafirmacin vital que en ese instante dicta estallido y profusin. Ansia dominada por el rechazo a la esterilidad del sufrimiento y ennoblecida por el empeo de fraguar la dureza de un objeto tan frgil como la palabra. Decretar restricciones es promulgar el poder que se ostenta queriendo confinar el sonido, la presencia o la imagen que molesta. Insistir, convencer, volver sobre la idea, borrar el silencio ser entonces lo que quede al proscrito. A pesar de que Celestino antes del alba permanece todava como la nica obra de Reinaldo Arenas publicada en Cuba, no podra afirmarse que el resto de su produccin sea absolutamente desconocida hoy en el pas.2 Sorteando las prohibiciones, sus libros han llegado un poco como ya una vez lo hizo el Don Quijote a Amrica. En todo caso, habra que hablar de una lamentable resistencia que ha pretendido mantenerse ajena a los rumbos de la novelstica hispanoamericana contempornea, contexto donde la narrativa de este autor ha sido sealada por su riqueza imaginativa, el temprano grado de participacin en la tendencia superadora de las estticas boom y la innegable fuerza de cohesin, independencia y singularidad que con el tiempo alcanz a dar a sus propuestas creativas. La integracin retardada e interferida de su obra en el seno del relato cultural cubano contemporneo, orientado mayormente por el discurso poltico rector de la poca, le instal en la zona marginal de nuestra literatura, regin donde ha permanecido apropindose concientemente de sus cdigos, negndose a aceptar su suerte y repensando a cada instante un camino de soledades, incomprensiones, vacos y desvirtuaciones de sentidos.
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Cfr. Vigilar y castigar, Michel Foucault. Siglo XXI, Mxico, 1984 (Primera edicin en francs: Gallimard, Pars, 1975).
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Diversos especialistas, entre los que se cuentan Gerardo Mosquera y Rufo Caballero, han coincidido sealando la existencia de una va cultural soterrada (catacumba criolla de la posmodernidad) por la cual se han hecho circular textos tericos que han incidido contrarrestando la falta de informacin o beneficiando la actualizacin ideocomposicional de muchas obras. Yo hara aqu extenso el comentario a la literatura propiamente artstica, no slo de autores cubanos residentes en el exterior, sino a todo tipo de materiales, a veces fragmentados o mecanuscritos. Especficamente en el caso de las interrelaciones o referencias mantenidas con la obra de Reinaldo Arenas por narradores cubanos, vase la ltima novela de Guillermo Vidal Ortiz, Matarile, Letras Cubanas, 1994, un caso donde me parece sugerente la recuperacin y el homenaje.
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bajos forzosos en los tristemente recordados campos de la UMAP3, asumir la marginalidad para Reinaldo Arenas se convierte en un proceso de asimilacin y proyeccin, cuya fe en la libertad radica en las posibilidades de aprehender las esencias de lo vital desde una perspectiva socioculturalmente sometida:
pero a poco que descubri que es fcil integrarse a cualquier realidad siempre que no se tome en serio, siempre que secretamente se desprecie, y que en cualquier sitio hay oportunidad para perderse... 4
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La tentadora invitacin al riesgo, asociada a la obsesiva preocupacin por los lmites, y la atrapante voluptuosidad del que conoce las ventajas de la tendencia a la indefinicin, devinieron en un apremio por vivir, expresado a travs de la exploracin de la metfora de los encierros, recurrencia permanente que identifica el universo potico de Reinaldo Arenas. La infancia, el campo, el amor, la muerte, el mar y la escritura sern los signos personales; esos que siempre tendrn una explicacin y a los que habr que regresar aunque se deseen olvidar. La persecucin, el confinamiento, la ausencia de aire, la irreconciabilidad con la poltica y la defensa a travs de la irona, una mezcla de interminables pesadillas mientras el tiempo, por supuesto, acaba. Arenas siempre parte de establecer el dilogo consigo mismo, interpretndose en una persistente correccin de los hechos. Una buena parte de estas insistencias narrativas se da mediante grandes recuperaciones y dilatados regresos a los propios diseos, esquemas y configuraciones. Sera til precisar, sin embargo, que no hay, a pesar de lo dicho, esa finitud que suele acompaar a los autores que se agotan en una pera prima. Existe una renovacin que sentimos escondida quizs tras el logro de esas historias totalmente definidas, sintcticamente bien articuladas, dosificadas informativamente, todo lo cual nos conduce a pensar que en el fondo del novelista est, bsicamente, el autor de esos cuentos, en el sentido ms tcnico de la palabra, agrupados en Termina el desfile.5 Arenas se interesa en esbozar, ms que una potica definida por contornos personales, un modo potico con una serie de potencialidades que se descompactan a lo largo de la obra, hasta el momento en que presumiblemente adquieren el dominio del texto, ya sea por naturaleza, o sencillamente porque estn programados para escapar al control del autor. Cuando esto ocurre, la mayora de las veces se logra un efecto desencadenante desde el punto de vista narratolgico, que desajusta toda previsibilidad en la sintagmtica de las acciones.
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UMAP:
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Arturo, la estrella ms brillante, Montesinos Editor, Barcelona, 1984, p. 23 (Fechado en La Habana, 1971). Termina el desfile, Seix Barral, Barcelona, 1981.
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Las palabras importarn slo en tanto remedio obligado y falso y casi nfimamente en su resonancia esttica. En Arturo, la estrella ms brillante se seala en ms de una oportunidad la paradoja del vaco que se obtiene al considerar la alternativa del verbo como posibilidad de redencin, an cuando esto resulta la primera evidencia de un fracaso tenido de antemano, de toda una obra y de una vida volcada a ella:
He visto un lugar remotsimo habitado por elefantes regios, haba escrito haca unos aos, no muchos, cuando an pensaba que un grupo de signos, que la cadencia de unas imgenes adecuadamente descritas, que las palabras podran salvarlo... 7
Para este escritor, en parte vctima de los lineamientos de una poltica cultural que desatendi cualquier otra manifestacin que no fuera la de exacerbar el proceso de transformaciones iniciado en 1959, y una de cuyas consecuencias ms actuales se enmascara todava tras el concepto de novela cubana de la revolucin 8, la literatura no puede ser una profesin de fe. Condenado en 1974 a dos aos de privacin de libertad, en un proceso entre
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Celestino antes del alba, Ediciones Unin, 1967, p. 108. Arturo, la estrella ms brillante, Op. cit. p. 9.
No me declarara por la definicin del concepto siempre que metodolgicamente se aplicara para explicar la variante temtica que refleja el proceso de transformaciones iniciado en 1959, as como todas las implicaciones formales que conlleve. Mientras se contine utilizando para insistir en la separacin de un sistema ya de por s bastante lacerado y manipulado, lo considerar una estratagema burda e incapaz.
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cuyas agravantes se encontraba el haber publicado sus textos en el extranjero sin permisos oficiales, la creacin adquiere para l un estado de duda que apela a lo germinal, no tanto a los significados concretos como a los procesos virtuales de significacin que se podran operar.
Escribir. Dejar que todas las ocurrencias le salieran de la cabeza. No desperdiciarlas como ahora en que las ideas iban y venan y se difuminaban entre la oscuridad de la prisin. Cuntas ideas! Y sin embargo, pens mientras gritaba por agua y por luz, como un nuevo y reciente mito, las mejores ideas son las que nunca logr llevar al papel, porque dicho y hecho ya les hace perder la magia de lo imaginado y porque el resquicio del pensamiento en que se alojan no permiten que sean escudriadas, y, al sacarlas de all, salen trastocadas, cambiadas y deformes.9
En numerosas ocasiones ms de una obra debi ser reescrita a causa de su extravo o usurpacin. Ante el inesperado palimpsesto que se obtena, la escritura nunca llegaba a ser considerada un fin: Crees que algn da podrs terminar de escribir lo que ests escribiendo? No s lo que me falta todava. Pero ya siento que estoy al empezar!10 En medio de tal desazn, el amor jams ser esperanza; ms bien urgencia. Para llegar a la verdadera comprensin y significado del tratamiento del erotismo que brota de esta prosa, incluso para superar las valoraciones superficiales de que ha sido objeto el tema del homosexualismo en esta narrativa, ser necesario descubrir el camino de la plenitud basada en la complementacin de la satisfaccin sentimental con el goce fsico. Nemesia era la amante ms pura no porque viviese para un amor determinado sino porque lo haca para el amor absoluto.11 Entre pares que establecen un litigio voluptuoso: escritura-silencio, tierramar, razn-imaginario, discurre el juego de la atraccin y el rechazo, generndose la indecisin y la sospecha de una vida que se apresura hacia su fin. El mar, salida geogrfica y sicolgica, recuerdo forzoso de que el aislamiento es arbitrario y contractual, ser el reflejo de la cercana y del encuentro de los espacios fronterizos, que limitan y al mismo tiempo convidan a una incesante transposicin. Otro de los aspectos relevantes que emprende el autor, no desligado de sus constantes ideoestticas, es la potenciacin de lo imaginativo, dato que funciona en sus relatos con la cualidad de un subsistema que irrumpe obligando
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El mundo alucinante, Montesinos Editor, Barcelona, 1981, p. 47. Celestino antes del alba , Op. cit. p. 113. La loma del ngel, Dador Ediciones, Barcelona, 1987, p. 49.
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En medio de esos temas ineludibles para la contemporaneidad que son el acceso al poder y las ironas histricas, debe verse la carnavalizacin y el empeo ldicro del autor. La inalterabilidad del discurso dominante prevaleciente en Cuba en los ltimos aos, as como el rechazo por parte de ste al tema de las alternativas polticas, ha propiciado un reflejo de in(con)movilidad colectiva, as como ciertas formas de un estatismo teatral sorprendente.13 Y Reinaldo Arenas desacraliza y transfigura el mundo obsesivo de las neurosis de la ambicin, logrando hacer del desenfado y el divertimento el otro extremo de su potica. De encierros est llena su obra; enclaustramientos que son como modelos no slo del mundo real, sino de su propio quehacer, cada vez ms ntido, perceptible en sus tonos ms originales. En Arenas, la referencia a las prisiones est impuesta por su propio existir. La bsqueda de la libertad es la reaccin lgica frente a la persecucin y la represin:
No creo que seas tan tonto como para pensar que existe alguna manera de liberarte. El hecho de buscar es liberacin no es acaso entregarse a otra prisin ms terrible? 14
Entre prisiones voluntarias tambin queda el mundo potico del creador. Desde Fray Servando, que se haba ido adaptando a las prisiones 15, y Arturo, hasta los captulos dedicados a las detenciones que el autor sufriera y que constituyen, obviando ficciones, la parte central y ms amarga de Antes que anochezca:
antes haba tenido ya la visin, por lo dems exacta, de que si el mundo en general era terrible, para l era una prisin estricta y asfixiante que se reduca cada da.16
La prisin es el smbolo generalizado e histrico del ejercicio del poder, y en la circunstancia nacional de las novelas de Arenas, un espacio que frena e
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En esencia, el mismo aire de mutismo escenogrfico que transparentan los Pequeos Teatros de Roberto Fabelo, emparentados por la esttica del grotesco poltico con otra de sus series ms actuales, la titulada Celebraciones. El mundo alucinante, Op. cit. p. 106. Idem Op. cit. supra, p. 168. Antes que anochezca, Tusquets, Barcelona, 1992, pp. 203-241.
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interroga los conceptos de emancipacin y transformacin mediante la presencia de los costados que hacen frgil y vulnerable la rigidez de todo sistema humano. La celda que se erige entre una realidad histrica y los deseos de un hombre, circunfiere las posibilidades y anticipa las marcas del destino que se espera. En qu medida favorecemos a construirla es algo que debemos preguntarnos. La vida de Reinaldo Arenas transcurri en una relacin de entrega literaria y vital. De los rasgos anteriormente sealados, la muerte es donde se prefigura con mayor fuerza una connotacin mtica en la inquietud por la trascendencia. Desde Celestino antes del alba hay un enfrentamiento a ella como posibilidad solucionadora, que va a ir paulatinamente permeando toda la obra. Ese sentido del fin fue cada vez mayor tras la certeza de lo irreversible de la situacin a que arrib. Enfermo en fase terminal de SIDA concluye Arenas sus pginas de memorias17, que pueden ser entendidas tambin como una relectura de toda su existencia y escritura, cerrando uno de los ciclos novelsticos de mayor autonoma en la literatura hispanoamericana contempornea. El ensayo que definitivamente recupere su importancia en la literatura cubana siempre estar por hacer. Reinaldo Arenas termin su obra entregndose a s mismo el 7 de diciembre de 1990.
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Cuba: los requisitos de la competencia de la economa global
Guillermo Gortzar
(Intervencin en el seminario Cuba y la Unin Europea. La Habana, 16 de noviembre de 1995)
cia del Presidente del Gobierno espaol, D. Felipe Gonzlez, el profesor italiano de Ciencia Poltica, Carlo Pelanda ret al Sr. Gonzlez a manifestar abiertamente su intencin y deseo de unir la peseta a la moneda nica europea en un plazo definido. Pelanda espet textualmente al Presidente que no era capaz de hacerlo puesto que si haca eso, en ese momento, los operadores financieros de todo el mundo venderan esa divisa cayendo en picado su cotizacin. Si esto es as, me quiere decir quien manda en la nueva economa global, usted o el mercado?. Creo que la ancdota viene a cuento por cuanto pone a los polticos, a los lderes polticos, en un papel mucho ms humilde y limitado de lo que se ha venido creyendo. El nuevo orden internacional es un nuevo equilibrio entre las soberanas nacionales, territoriales, y la soberana de los ciudadanos de la economa global. Los estados nacin surgieron para garantizar seguridad y desarrollo en un mbito territorial delimitado por las fronteras. Las guerras, los tratados y el derecho internacional fueron expresin e instrumentos de la concurrencia entre las naciones entendida en trminos de lucha por la hegemona. Hoy la hegemona no es el resultado de una superioridad militar sino de la capacidad tecnolgica y de las mejores posiciones
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G U I L L E R M O
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en la economa globalizada. El siglo XX ha demostrado la imposibilidad de un imperialismo hegemnico, lo cual ha costado la dura leccin de dos guerras mundiales y largas dcadas de tirana del comunismo sobre ms de la mitad de la humanidad. A diferencia del siglo XX, el siglo XXI se anuncia como el escenario de una dura batalla econmica entre los ciudadanos del mundo, a la vez pacfica y generadora de progreso y bienestar. Quiere esto decir que los estados nacin han perdido por ello su operatividad, su sentido histrico? En absoluto. Esto quiere decir que los estados, que los sistemas polticos, deben ser conscientes de esta nueva realidad y facilitar el mbito de competencia de su territorio, de su soberana, para ganar posiciones de sus ciudadanos e instituciones en la economa globalizada. Por ello, la competencia en el nuevo orden internacional se plantea en un doble nivel: por un lado los ciudadanos globales entre s y por otro los antiguos estados nacin entre s tratando de ofrecer los mbitos ms favorables para la inversin y la produccin. Y es que los mercados castigan duramente la inseguridad, la inestabilidad y los altos costes agregados a los productos por la sencilla razn de que es relativamente fcil encontrar otros mbitos territoriales que ofrezcan seguridad, estabilidad y menores costes. En los pases en los que la estabilidad y seguridad se da por garantizada, los costes son el dato fundamental: por eso los polticos tienen tantas dificultades en aumentar los costes generales (seguridad social, salarios, impuestos, etc). Llega un momento en que el pas no es competitivo y en vez de ser un reclamo de inversin internacional se convierte en una zona de expulsin de capitales. En el nuevo orden internacional, Cuba posee todos los elementos estructurales necesarios para ser altamente competitiva en productos agrcolas especializados, en turismo, en nuevas industrias y
como centro estratgico de toda Amrica, resultado de su privilegiada ubicacin y de su tradicin histrica. Sus ciudadanos, con elevados niveles de educacin e iniciativa, han demostrado que, en condiciones de libertad e igualdad, son capaces de superar y ganar posiciones all donde se han instalado a pesar de las dificultades de idioma o de integracin. Cuba, el pueblo cubano, lejos de su tradicin de economa abierta y competitiva, ha sido durante treinta aos una vctima ms de la economa no competitiva y subsidiada por la URSS. Con el derrumbe del comunismo, el Gobierno de la Repblica trata de variar su modelo econmico sobre la base de su integracin y abierta competencia en los mercados internacionales. Desde hace tres o cuatro aos las llamadas a la inversin en la Isla han chocado con la desconfianza e inseguridad de los inversores salvo en los casos en los que la rentabilidad y desproporcin de condiciones en relacin con otros mercados han compensado a algunos empresarios a realizar ciertas inversiones, sobre todo en el sector turstico. El Gobierno de Cuba puede realizar reformas econmicas en la nica direccin posible: es decir, preparar a su pas para que se desenvuelva en la nueva economa global. Pero muy a nuestro pesar observamos que las limitaciones y desconfianzas son mayores que el ritmo y alcance de las reformas necesarias. El Gobierno de Cuba ha creado una economa paralela del dlar, a la que slo tienen acceso los extranjeros y una minora privilegiada de la sociedad cubana. Con ello se limita el sentido profundamente moral que tiene el capitalismo de igualdad de oportunidades (a diferencia del socialismo) a la vez que se crea una suerte de apartheid, percibida y vivida muy intensamente por la inmensa mayora de los ciudadanos de Cuba, ajenos a los beneficios derivados de la apertura econmica.
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De cmo, si seguimos, as, un Trucut exiliado ser el nico capacitado para liberar a un Robinson Crusoe cubano.
a los cristianos sociales, y a todo ese tejido de siglas bajo las cuales se agazapan los comunistas o los fidelistas sin Fidel.
EL NICO QUE CLASIFICA
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Quines quedan, pues? Quines son los puros, los verdaderos patriotas que van a liberar a los hermanos de la Isla? La drstica eliminacin deja a salvo a un solo exiliado, a un tal Trucut, que vive en Hialeah, quien lleg de Cuba en enero de 1959. Trucut es sordomudo, y no ha odo jams hablar de Batista o de Castro, se dedica a coleccionar sellos, y nunca ha participado en ninguna organizacin poltica, ni expresado opinin alguna que tenga que ver con Cuba. Trucut es el nico exiliado que clasifica y sobrevive en todas las encuestas como adecuado liberador de la Isla. Ahora bien, quines son los hermanos cubanos a los cuales tenemos intenciones de liberar? Desde luego, no a los cubanos que simpatizan con el rgimen castrista, lo cual excluye a un quince por ciento de la poblacin de la Isla. Ni a los soldados que combatieron en Angola, ni a los milicianos, ni a los que forman parte de los indignos Comits de Defensa de la Revolucin, ni a los que han ocupado casas robadas, ni a los miembros del Partido Comunista, ni a todos los presos polticos, porque muchos
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Quin queda entonces? Queda un ciudadano que vive en una finquita, cerca de Remedios, tan hirsuto y solitario que los vecinos lo llaman Robin-
son Crusoe. El rgimen castrista lo ha dejado en paz, y Robinson, cuya edad se desconoce y de quien se rumorea que es sordo y mudo, no ha participado jams en ninguna actividad poltica, social, cultural, partidista, comunista, oposicionista o entreguista. Robinson Crusoe, vive hermtico, insensible, inasible e injuzgable. Robinson Crusoe justifica nuestra lucha. Robinson Crusoe es nuestro hermano. He aqu que, de acuerdo con los cidos juicios de algunos extremosos exiliados, slo Trucut, el exiliado puro, est aceptado para liberar a Robinson Crusoe, el nico cubano limpio que queda en la Isla. Lo nico malo es que ninguno de los dos se ha enterado de la enorme responsabilidad que pesa sobre sus respectivos hombros. Mientras tanto, peor que las cigarras de las famosa fbula, nosotros continuamos aserrando alegremente nuestro propio prestigio.
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Maach: la transparencia
RAFAEL ROJAS
Jorge Maach Obras I. Glosario Editorial Trpico Cuenca, Espaa, 1995, 177 pp.
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1967, ALEJO CARPENTIER LE REPROCHABA a Jos Ortega y Gasset aquella mana de escribir un ensayo sobre cualquier tema. En Cuba, durante la Repblica, hubo muchos de esos maniticos, afanosos cultivadores del centauro de los gneros, como Fernando Lles, Jos Mara Chacn y Calvo, Jos Antonio Fernndez de Castro, Juan Marinello, Jos Lezama Lima y Cintio Vitier. Pero, tal vez, el ms representativo haya sido Jorge Maach; a quien Carpentier, que no se destac en el ensayo como en la novela y la crnica, atribua la introduccin del orteguismo en nuestra cultura. Qu amenaza haba en el ensayo republicano, para motivar el reproche de este gran novelista, siempre leal a su gnero, en plena Ofensiva Revolucionaria? A mi juicio: la amenaza de la transparencia. Lo que Carpentier quera decir de la Revolucin cubana, en El siglo de las luces, El recurso del mtodo o La consagracin de la primavera, debi expresarse por medio de alegoras. Lo que Maach quiso decir de la Repblica de 1940, del golpe militar del 10 de marzo de 1952, del asalto al cuartel Moncada, de la Revolucin de 1959 y del socialismo de 1961, fue dicho de manera directa, aunque reposada: con el estilo y la lucidez que siempre caracterizaron su escritura. La obra de Jorge Maach est dominada por esa transparencia pblica. El ensayo es para l un texto en el que se inscriben los grandes problemas de la cultura, la poltica y la nacin. De ah el extraordinario parecido entre su fisonoma intelectual y la de otros dos grandes ensayistas latinoamericanos, con quienes mantuvo una sostenida corresN
pondencia: el mexicano Alfonso Reyes y el dominicano Pedro Henrquez Urea. Los tres encarnan el arquetipo del intelectual moderno en Amrica Latina: en ellos se consuma la fusin entre elitismo y civismo, entre aristocracia y democracia, entre monarqua y repblica, entre la raz hispnica y el injerto norteamericano. Maach fue un intelectual moderno, con todo el alcance y las limitaciones de dicha condicin. La voluntad pblica de su escritura lo llev a algunos certmenes las sonadas polmicas con Ral Roa y Jos Lezama Lima, por ejemplo de los que no siempre sali airoso. Pero su ubicacin en el centro de las polmicas culturales confirma su modernidad como intelectual, esto es: su gravitacin constante hacia el espacio pblico. Se hizo de una filosofa nos dice Mario Parajn. Toda una proeza doctrinal en el trpico. Se trata, como ha documentado Rosario Rexach, de una amalgama eclctica o ms bien electiva: palabra que tiene entre nosotros tradicin en la que se entrelazan ideas de Heidegger, Husserl, Bergson, Scheler, Dewey, Whitehead, Zubiri y Ortega. Sin embargo, su idea de la nacin cubana, que es el eje de toda su ensaystica, no era, propiamente filosfica, sino sociolgica y axiolgica. Para Maach, la nacin era un tejido social, cuyo grado de integracin y solidaridad morales le proporcionaban un mayor o menor civismo, una mayor o menor voluntad republicana y democrtica. En este sentido, Cuba, por la debilidad de su cuerpo cvico, no era, segn l, una nacin moderna: era un conato de Estado en una patria sin nacin, un simulacro de Repblica, que reproduca, a gran escala, los vicios del antiguo rgimen colonial. A pesar de esta sombra visin de su propia cultura, toda la obra de Maach gira alrededor de la nacionalidad cubana, su historia y sus posibilidades. En otra parte hemos sealado lo difcil que es no toparse, incluso en sus textos ms ajenos a la cuestin cubana Examen del quijotismo, Dualidad y sntesis de Ortega, Dewey y el pensamiento americano con alguna alusin implcita o explcita a los
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dilemas de la isla. Esta pasin por Cuba, aunque en su propio estilo, es equiparable a las grandes pasiones cubanas de Mart, Guerra, Ortiz, Lezama y Vitier. Tal vez por esa pasin, que involucra al lector, las lecturas de Maach han sido tan accidentadas. Despus de 1961, su nombre, que tan ligado estaba en los orgenes de la Revolucin, desapareci de la cultura oficial de la isla. En cambio, en el exilio, a donde lleg despus de una inevitable y resuelta oposicin al marxismo-leninismo, su obra ha corrido mejor suerte. En la isla no se publicaba una pgina de Maach hasta hace apenas unos aos, cuando se reedit su clebre biografa Mart, el Apstol. En el exilio, mucho de sus textos primordiales han sido publicados y reeditados. Baste mencionar su libro pstumo Teora de la frontera (Puerto Rico, 1970), El espritu de Mart (Puerto Rico, 1976), La crisis de la alta cultura en Cuba e Indagacin del Choteo (Miami, 1991) y la excelente edicin facsimilar de Historia y estilo (Miami, 1994) que hiciera la Editorial Cubana. En la isla, raras veces los crticos se refieren a Maach, y cuando lo hacen es para descalificar ideolgicamente su obra. Al parecer, en los ltimos aos, esta situacin ha ido cambiando lentamente. En 1994, La Gaceta de Cuba public dos ensayos sobre el importante pensador cubano. Los nuevos ensayistas de la isla demuestran un marcado inters por la obra del autor de El sentido trgico de la Numancia. Fuera de Cuba, escritores y crticos, como Gastn Baquero, Andrs Valdespino, Rosario Rexach, Mario Parajn, Jorge Castellanos y Gustavo PrezFirmat le han dedicado una buena cantidad de libros, ensayos, artculos y comentarios. De modo que la figura de Maach se ha integrado al patrimonio cultural del exilio. Esto es una ventaja: su obra no ha sido totalmente olvidada, sus textos son reledos y reinterpretados. Pero es tambin una inquietante desventaja: Maach es, hoy por hoy, un desconocido para los lectores ms jvenes de la isla. Cuando falta una pieza clave del pasado deca Michelet la memoria es incompleta, el presente es borroso y el futuro imperceptible. La advertencia se
puede aplicar al caso de Maach en nuestra cultura. Por eso nos alegra tanto la edicin del primer tomo de sus Obras, con el que se estrena, adems, la editorial Trpico. Glosario (1924), el primer volumen de esta coleccin es, en realidad, el segundo libro de Maach. Pues el primero fue la novela Beln el Aschanti, que apareci en La Habana, publicada por la Imprenta Prado, aquel mismo ao. Glosario es un conjunto de crnicas y estampas que Maach escribi durante sus viajes por Europa, los Estados Unidos y el interior de Cuba, entre 1921 y 1923. Estas pginas nos presentan a un escritor que, con menos de 25 aos, ya es un prosista elegante, riguroso, que ha sabido depurar su estilo antes de entregar el primer manuscrito. Guy de Maupassant recomendaba a los escritores jvenes que afinaran su prosa por medio de la crnica, el diario, los cuadernos de viaje y las cartas. Estos gneros, en los que la narracin y el anlisis deben coexistir, servan como entrenamiento para llegar a la novela y el ensayo. Maach, despus del fracaso de Beln el Aschanti, parece seguir este consejo, como lo demuestra no slo en su Glosario, sino en sus excelentes Estampas de San Cristbal. Las crnicas de Glosario estn escritas en forma de cartas a una seora. Recurso que le permite al autor insertar, cmodamente, su persona en el texto: colocarse en el centro de las sensaciones que transmite cada ciudad, cada pueblo, cada paisaje que visita. As, se logra el efecto del flneur, que Walter Benjamn observaba con Baudelaire, y que, entre nosotros, tiene dos antecedentes decisivos: las crnicas habaneras de Julin del Casal y las neoyorquinas de Jos Mart. Llama la atencin que Maach haya agrupado sus estampas sobre Europa bajo el ttulo de Sensaciones exticas. Lo extico, atribuido a Colonia, Pars, Chantilly, Chateau Thierry y Santiago de Compostela, resulta una eficaz irona. En la esttica ilustrada y romntica, y an en la modernista, que es con la que Maach polemiza, la regin extica siempre se ubica fuera de Europa: en el Otro de Occidente. Para Baudelaire el exo-
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tismo estaba en el trpico. Para Casal, criatura del trpico, estaba en Japn. De ah que trasladar la extraeza, lo extico, a Europa, denote una apropiacin intensa del espacio de origen, una familiaridad mayor con lo cubano: otra vuelta de tuerca al discurso de la identidad. As lo confirma la segunda serie de crnicas, titulada Sensaciones de la tierra. Maach recorre la isla, desde La Habana hasta Bayamo, pasando por Crdenas, Sagua la Grande su pueblo natal Santa Clara, Trinidad, Camagey y Santiago de Cuba. El cronista es ya un habanero empedernido, que, siendo del interior, adopta la capital como su patria actitud que abunda en la literatura de la isla: Guilln, Carpentier, Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y la celebra con el fervor del inmigrante. En la noche habanera, caminando por el Prado hacia el Malecn, divisando la vieja farola del Morro, Maach habla consigo mismo: es l mismo. De ah que el viaje sea un reencuentro con el interior: una peregrinacin en la que cada pueblo se le revela con una fresca novedad de amanecer. En Trinidad, Maach encuentra la marca de Espaa, el milagro retrospectivo de una villuela andaluza en el Caribe. Sus temores de que, en Cuba, el pasado colonial no dejara huellas tangibles, como en Mxico, Colombia o el Per, se amainan un poco al llegar a este souvenir espaol. Bayamo, en cambio, es el desvanecimiento de esa huella: las ruinas de la ciudad criolla, que fuera incendiada por sus patricios en un gesto numantino, son ahora las alegoras de una ciudad taciturna y heroica. Acaso es otra cosa escribe Maach este rastro de ciudad que una tumba ilustre? Hay un denso silencio, silencio de pueblo fatigado de leyendas... Pero la villa, tpicamente cubana, es Crdenas, Santa Clara, Camagey, Santiago de Cuba. En estas ciudades, donde, segn Maach, lo histrico-esttico es dbil, se da ese entramado de modernidad y tradicin que caracteriza a la experiencia cubana. El monte, la naturaleza, es todava una presencia, que se ofrece al vecino a slo cuatro o cinco cuadras del centro. El parque con su
glorieta, la iglesia, los edificios pblicos encarnan una cmoda mezcla entre el barroco colonial y el neoclsico republicano. Son los pueblos provinciales prsperos: creaciones de un pujante nietzscheanismo municipal. No hay dudas de que en este libro temprano de Maach se insinan su estilo y, tambin, como un anuncio de lo que vendr, sus tpicos recurrentes. Aqu se habla ya de la falta de integridad moral y poltica de la Repblica; de la difcil y, a la vez, inevitable, aceptacin del verdadero y riguroso cinismo; de los peligros de un frenes modernista que no deja rastro de las tradiciones. Pero hay un tema decisivo en toda la obra de Maach, que aparece desde Glosario, y que, finalmente, quisiramos comentar: se trata de su flexible y, a ratos escptico, nacionalismo. Al final de su estampa Como la vieja farola, dedicada a La Habana, surge la figura nocturna de un centinela: pero un centinela de la Repblica, que tiene criterio con qu juzgar a los suyos, al par que avizora al enemigo malo de afuera. Su gran ojo encendido, visto desde el ocano y en el instante en que mira al Norte, fulgura agresivamente; en cambio, cuando se torna hacia la ciudad, unas veces parece que hace guios irnicos; otras, que se vela lacrimosamente. Se observa aqu el problema central de La crisis de la alta cultura en Cuba, de Indagacin del choteo , de Historia y estilo , de El drama de Cuba, de la Teora de la frontera, esto es, la difcil definicin de una nacionalidad que colinda con un imperio multinacional. Frente a este dilema Maach intent razonar como Mart, eludiendo la exaltacin y el chauvinismo, la humillacin y la deshonra. En otro pasaje de Glosario, dedicado a Nueva York, queda clara su postura. Rechaza a quienes no entienden el latinismo sino diciendo tonteras superficiales sobre los rascacielos y comparndolos a cajones volcados, o bien condenando el trfico febricitante, la intensa trepidacin de la gran ciudad. Y propone contemporizar: comprender las bisectrices de la opinin y evitar que una actitud, por el hecho de parecer falsa e incierta, sea llevada al extremo, con tal de fortalecerla. s
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Jacobo Machover El heraldo de las malas noticias: Guillermo Cabrera Infante (Ensayo a dos voces) Ediciones Universal, Miami, 1995, 151 pp.
GUILLERMO Cabrera Infante no slo para conocer el mundo de mis padres en Cuba, sino tambin lo que les rodeaba y no conoca. Luego intervinieron otros motivos que todava no dejan de conmoverme: un amor a la palabra, un embeleso con el cine, pasiones polticas. Me intriga su facilidad en cruzar y deshacer los gneros (literarios, claro) con asombrosa picarda. Pero Can cansa. La fatiga que induce en parte se debe a sus obsesiones: Cuba, sexo, Fidel aunque no siempre en ese orden; a su retrica de roa, y tal vez a su inimitable y corrosiva monomana (personal y poltica). El autor dira que Cuba es eso, una repeticin alucinante de unos pocos temas o realidades. No importa. Al escritor le corresponde que sus obsesiones despierten no slo inters sino fascinacin en sus lectores. Autor obsesivo por excelencia, Virgilio Piera nos leg una obra que produce en el lector una especie de delirio de persecucin, y, como dice Mara Zambrano, cuando nacen/aparecen los dioses hay una persecucin del hombre. (Tal vez para ambos ese perseguidor es el dios de la literatura). Cabrera tiene su lugar en las letras cubanas asegurado hace tiempo, pero su produccin en los ltimos diecisiete aos deja mucho que desear. Desde el coco rallado de Tres Tristes Tigres (TTT) ha venido el disco rayado de Mea Cuba. Su Delito por bailar el Chachach, con tres relatos, recicla dos cuentos de hace veinte y treinta y cinco aos respectivamente. Esta queja no es agravio ni regao sino lamento sobre un autor cuya obra
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he admirado toda mi vida. Mientras ms se le ha alejado de la isla, mayor ha sido la prdida de amplitud en visin y creacin. El libro de Jacobo Machover cavila sobre las dos pasiones de Cabrera: literatura y poltica. Escrito en un lenguaje periodstico (en el buen sentido), con algunos brotes poticos, Machover es un buen antdoto a los anlisis postestructuralistas que abundan en la crtica ms acadmica sobre la obra de Cabrera, sea en vertiente derrideana, bajtiniana, o barthesiana. Con evidente destreza, Machover va desde la biografa a la crnica, del anlisis literario al comentario poltico, en un ensayo de noventa y tantas pginas, seguido por tres entrevistas a Cabrera Infante. El retrato de Cabrera escritor y persona es matizado: una persona contradictoria, que a veces es hostil o bondadoso, ora intransigente, ora flexible, entregado al rigor y al laberinto de su memoria, e igualmente entregado a denunciar la injusticia y reclamar por los derechos humanos de los cubanos. Ms que nada su estampa revela un escritor de una honestidad admirable, devoto a (y devorado por?) la literatura con una pasin que raya en el delirio Machover escribe con soltura y perspicacia, ya que tiene amplio conocimiento de Cabrera como persona y escritor. Para los que no conocen bien la obra y vida del autor sirve como introduccin; para el especialista es un buen repaso sucinto e informativo. Comenta distintas obras del autor, pero sobre todo Tres Tristes Tigres, La Habana para un infante difunto, Delito por bailar el Chachach y Mea Cuba. Es curioso que trate poco su trabajo sobre cine salvo cuando discurre sobre La Habana... Es una lstima porque entre las mejores pginas de Cabrera estn las que ha escrito sobre cine. Cuando versa sobre Vrtigo (De entre los muertos) de Hitchcock, sobre todo en Arcadia todas las noches, Can vincula la cinta con lo rfico y la historia de Tristn e Isolda. Tal vez all est la clave de la obra de Cabrera: su inquietante (y a veces fatigante) exploracin de la memoria es un descenso rfico donde La Habana (o cierta parte de ella) vuelve viva en la palabra, en la recreacin de la oralidad rica y sonora de lo cubano. Se abrazan Orfeo y Scottie
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Ferguson en un soneo de los cincuenta, vacilando por el Malecn. Scottie literalmente recrea a Madeleine cuando conoce a Judy, y de igual manera Cabrera trata de convocar a La Habana antes de su desastroso regreso en 1965. La Madeleine nunca existi, fue un simulacro interpretado por Judy para encubrir el asesinato de la esposa de Gavin Elster, quien contrata a Scottie como detective. Sin duda, La Habana de Cabrera existi como tambin la actual (aunque l la considera irreal), pero cabra preguntarse si esa Habana de los treinta, cuarenta y cincuenta no es un simulacro del deseo (histrico?) de Cabrera, ya que, como ha dicho el autor, La Habana es una metfora de Cuba. Un lacaniano se dara un banquete (platnico y lezamiano) con estas asociaciones. Este aspecto fantasmtico de La Habana como encarnacin del deseo est en ese mismo ensayo sobre Hitchcock cuando Cabrera cita a Valery: Los mitos son las almas de nuestras acciones y amores. Slo podemos obrar movindonos hacia un fantasma. Slo podemos amar lo que creemos. Y Cabrera cree en ese fantasma llamado La Habana y la memoria es la forma de rodearla, amarla en ese coito fuera del tiempo que anhela su escritura como acto conmemorativo. Cabrera ha dicho que la nostalgia es la puta del recuerdo y a la vez que la nostalgia es la memoria del alma. Cmo entender estas dos frases? Volvamos a Hitchcock: Judy es realmente una puta, a hired gun, o ms exacto, a hired Cupid(oll) para darle el flechazo (slo de carne) a Scottie. Pero el flechazo es un rol, un disfraz, que no funciona porque se enamora de l. Al reverso de Parsifal, la lanza no cura la herida, sino que la abre ms. Traiciona su disfraz y si no, se traiciona a s misma. (Hay un subtexto, o mejor, contratexto feminista en Vrtigo que Cabrera, y claro, Hitckcock ignoran). Cabrera dice que la memoria es infiel, lo cual es cierto (aunque nada original), pero si la nostalgia es la puta del recuerdo, no quiere decir que todas las putas son nostlgicas, o memorables. Cabrera parece contradecir su propia postura histrica (histrica? el histrico es un rebelde nos dice Lacan), donde la memoria s tiene una funcin de ser fiel a lo que pas o
testimoni, en particular cuando desmiente el silencio o el embuste. Creo que Cabrera andaba en tierra menos movediza con el epgrafe de Lewis Carroll que da comienzo a TTT: Y trat de imaginar cmo se vera la luz de una vela cuando est apagada. Machover dedica algunas pginas a un ensayo de Mea Cuba sobre el suicidio como ideologa poltica cubana. Escrito polmico y argumentado con lujo de detalles, en resumen es un ensayo reduccionista y aplanador. Tanto la muerte de Mart como la de Hayde Santamara o la de Carlos Pro Socarrs son echados en el mismo saco conceptual, lo cual me parece un disparate descomunal, para no hablar del trato superficial de Freud, Camus y otros en la parte final del ensayo. No obstante, el artculo suscita una discusin importante sobre el papel de la violencia en la historia de Cuba, retomando, a mi parecer, su ms lcida meditacin sobre la historia del pas, Vista de amanecer en el trpico (1974). Tanto Cabrera como Machover podran aprovecharse de los comentarios de Ren Girard (La violencia y lo sagrado) sobre la naturaleza social del sacrificio y del ensayo de Nelson P. Valds La cultura poltica cubana: entre la traicin y la muerte, para mejor comprender esa relacin con la muerte y la violencia, matizndolo no slo con lo histrico sino con lo personal. Por ejemplo, no dudo de que el suicidio de Hayde Santamara tenga una dimensin poltica, pero el 26 de julio no es slo el herosmo o suicidismo del Moncada; para Hayde Santamara como persona, hermana, mujer y amante, es la fecha de la doble muerte de su hermano y ex-novio. Esa dimensin personal y traumtica (por encima de ideologas) est ausente en el ensayo de Cabrera. Tambin es curioso que un escritor tan atento a la palabra como Can, analice la expresin Patria o Muerte de forma tan parcializada, es decir, suicida. Si mal no recuerdo el lema es Patria o Muerte! Venceremos! Est de acuerdo o no con el lema, esa ltima palabra revela mucho y no slo un culto a la muerte. Claro, implcito est que morir por la patria es tarea gloriosa, pero sobre todo la suprema conviccin de que los revoluciona-
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rios van a ganar. Sern locos, voluntaristas, hasta descabelladamente precipitados los revolucionarios, pero no son pendejos. Su llamado culto a la muerte es el reverso de su optimismo y triunfalismo descomunal es que siempre convierten la muerte en un talismn del futuro. Si hay culto a la muerte es porque en el fondo no creen en la muerte; por eso existen los mausoleos comunistas (el cuerpo muere, la ideologa no). El pesimismo de Cabrera en este ensayo demoledor va ms all de su contenido, y cumple su misin de antdoto al falso optimismo (cuasi religioso) del rgimen, tal como lo haca la obra de Virgilio Piera, dcadas antes, en otros contextos. Ms sorprendente es que Machover recoja los comentarios de Cabrera que equiparan a la Cuba castrista con el Tercer Reich nazi sin la menor reserva o comentario. Pocos pueden dudar a estas alturas que el rgimen de Cuba es unipartidista, antidemocrtico, y carente de ciertos derechos humanos, pero de eso a decir que es el equivalente a un pas que conquist a otras tierras, esclavizando a millones, cuya ideologa racista extermin con furia genocida a millones de judos, gitanos, homosexuales, etc., y que desat una guerra mundial donde murieron ms de 50 millones de personas, es irrisorio e insultante. Tan igualmente extremista como las acusaciones que ha hecho el gobierno cubano en contra de Cabrera, tildndolo de fascista, reaccionario y agente de la CIA, cuando no es remotamente ninguna de las tres cosas. Cundo vamos a aprender los cubanos esa advertencia de Canetti de que las guerras primero se preparan con palabras? En otra parte he aludido a la pobreza de esta comparacin, pero creo que los escritores que contribuyen a esta revista son una muestra concreta de que no es cierto. Si me he detenido en lo histrico-poltico, es porque creo que tanto el empiricismo aplanador del ensayo sobre el suicidio y la analoga nazismo-fidelismo le resta especifcidad y complejidad a la realidad cubana, igual que el vacuo cientifsmo del Partido Comunista de Cuba, vinculado a un voluntarismo heroico, abstracto, acartonado. Parece que la nostalgia del exiliado y la arrogancia
del comisario convergen: congelan el tiempo, desprecian la historia. Cada una produce su izquierdismo infantil, una como el sueo, volcada al pasado; la otra una locomotora disparada al futuro, dnde est el presente? Estas crticas surgen de un libro que suscita muchos temas de discusin siempre bienvenidos. El libro invita a examinar tanto la literatura como las posturas polticas del autor; pero es importante no invalidar su importancia literaria por algunos aspectos de su pensamiento poltico, como tampoco es provechoso darle brillo a su poltica por el prestigio literario que tiene el autor. Machover, retomando a Cabrera, no usa la palabra persecucin hasta el final, pero de eso trata su libro: de todas las grandes y pequeas persecuciones que constituyen lo que es Cuba. Virgilio tambin las document con hilarante y pavorosa minuciosidad: los juegos del poder, el erotismo y la muerte, los sucesos cotidianos que revelan abismos absurdos. Pensando en esas persecuciones (y en Mara Zambrano), habra que decir que Cuba es un pas donde los dioses siempre estn naciendo. Le debemos a Cabrera su implacable energa en lidiar con (y liquidar a) algunos de esos dioses, entre paroxismos y paranomasias. s
Antonio Jos Ponte Un seguidor de Montaigne mira La Habana Ediciones Viga, Matanzas, Cuba, 1995, 81 pp.
PONTE ES POETA Y ENSAYISTA. Naci en Matanzas en 1964 y vive en La Habana. Unos pocos libros constituyen la obra publicada en Cuba por este escritor. Sus libros son, por lo dems, breves. Una
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mano basta para contarlos, apenas una tarde para leerlos. Pero an ese justo lmite de pginas permite acercarnos a la calidad esencial de su escritura. Ahora he trado al alcance de mi mano esos finsimos ejemplares. Provienen de colecciones de poesa joven o son sencillas plaquettes. Algunos han surgido de la editorial Viga nica de su gnero en Cuba y que destaca por la ingeniosa manufactura de sus libros, pues todo el proceso editorial se lleva a cabo de forma artesanal. De ese curioso taller es el libro de Ponte que aqu nos ocupa. Este libro es como sus anteriores breve, detenido, tangencial y hecho tal vez como en voz baja. Marca un itinerario sobre ruinas tangibles y nostalgias interiores, sobre otros libros y otros ojos que las recorrieron. La Habana se hace itinerario ntimo y vuelve a ser inventada, ahora con la vigilia de los ojos entreabiertos de la poesa. Ponte lleva algunos aos publicando en revistas literarias cubanas excelentes ensayos y poesas y alguno de sus poemas estn incluidos en antologas hispanoamericanas. Tambin existen textos suyos en algunas revistas no cubanas, pero el lector interesado en su obra de limpia y fecunda brevedad tendr que buscar en la ciudad que mira este escritor para dar, con esos tomitos de futuras obras completas, como dira l mismo con irona. Su primer libro publicado es Trece poemas, en 1989. Otro cuadernillo, Poesas, rene las de ese primero y otras nuevas tituladas Poesa en Miradero. Desde esos primeros Trece poemas, Antonio Jos Ponte se sita en el punto de mira de un grupo naciente de jvenes poetas. Con sus poesas y algunas colaboraciones de crtica y ensayos en revistas literarias cubanas, inicia su periplo dentro de un reducido crculo que desde entonces ha ido creciendo y que lo sitan ya entre los mejores de la literatura escrita en Cuba en los ltimos aos. Este libro es uno de esos de asunto frgil, de voltil levedad. Tiene signos de viaje, pues transita una ciudad; de memorias, pues se detiene en confesiones, en hbitos menudos, en dilogos con otros libros y otras Habanas literarias. Est construido ba-
sndose en fragmentos. Poesa, ensayo y memoria se interfieren, se interconectan y el sujeto y el objeto, o la voz y el espacio recorrido por la prosa, se hacen de una sustancia indistinta, comn. Lo que a un habanero podra sorprender es la ausencia de los lugares emblemticos con que solemos identificar a esa ciudad. La Habana de Ponte est como en la lejana, es una ciudad hecha de deseo, de la soledad de algunos hbitos, surcada de nostalgias. Vivida y creada a partir de un itinerario privado y convertida en espacio interior, espacio de la imaginacin y de la memoria, an cuando nos hable de un rbol del Paseo del Prado o de un parque del Vedado, nadie podra identificar tal rbol o tal parque, pues la referencia ha sido sustituida por la evocacin y cierra para el viajero ansioso de turismo la posibilidad de tales hallazgos. Estructuralmente el libro se divide en ocho sesiones, la primera de ellas es Ciudades del origen. Ese punto inicial es el fragmento del libro de mayor hondura profesional. Cuenta el adolescente que fue, desasosegado por las preguntas sobre el origen del mundo. De esa infinitud nos dice no sin cierta irona opt por mudarse a preocupaciones ms modestas; hacia el origen de su nacimiento. Pero ese paso lo lleva a otro sobresalto metafsico; a la idea de que todo nacimiento as como toda pertenencia a una genealoga privada es tan slo el fruto de una exacta, inescrutable y fatal coincidencia de innmeros azares. Las pginas iniciales van degradando, uno tras otros, algunas formas de lo infinito con el propsito de ir hasta una medida que no sobrepase como lo hace ese concepto tan resistente la medida humana. Mi nacimiento, nos dice el autor el de cualquiera era el big-bang, el primer libro de las escrituras. Y aade que para no hacerlo infinito, limit ese mundo a una ciudad... Llega as hasta donde naci, Matanzas, y ms tarde a la ciudad de su segundo nacimiento, La Habana. Contina la segunda parte con Un poco de desasosiego. Ahora la ciudad no es ya el vientre primigenio, sino que se ha trasmutado en libro. Sale a caminar las calles
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conocidas con la inquietud de ver lo que tal vez haya cambiado en ellas o lo que, en anteriores recorridos, su distraccin le haba ocultado. Las camina como se vuelve a la relectura que nos hace ganar nuevos significados. Lo dice con prosa transparente, pulida. El yo gramatical y el relato de sus hbitos confieren un intimismo, un tono de confesin que nos trae la ilusin de la palabra oda. En todos los fragmentos escritos en prosa aparecer ese yo. En otros fragmentos del libro, sin desprenderse del todo de lo referencial, los nexos con un yo lrico se hacen ms intensos. El autor haba comenzado su libro obligndose a una sucesin de claudicaciones ante los desasosiegos que despiertan las preguntas sobre el origen, y haba llegado a una especie de certeza, de posesin de un espacio medible. Pero esa ganancia, a partir de la tercera parte del libro titulada Lugares perdidos, se disolver en captulos de nostalgias. Aparecen aqu los lugares transitados y vividos, los lugares irrecuperables. La prdida del amor se asimila a la imagen de una ciudad tragada por el tiempo, por la violencia de los dioses, de los crteres o de los hombres en contienda: Atlntida o Cartago o Guernica o Pompeya, dice el poeta. Un poema titulado En el antiguo barrio de las putas cierra esta parte del libro. He seguido una trayectoria lineal, he ido a travs de las diferentes partes que componen Un seguidor de Montaigne... agrupando y enlazando los sentidos segn la sucesin, el orden del texto. Tal vez lo he hecho as por el prejuicio de que toda estructura oculta o pretende un significado, de que todo orden establece un principio de interpretacin. Sin embargo, no es una ciudad u otra (La Habana o Matanzas) lo que ofrece la resistencia potica a este libro, no es la complacencia en esos portentos de cualquier gnero, en esas marcas que hacen atractiva o singular una geografa dada. Lo que importa aqu es la adquisicin esttica, imaginativa y vivencial de los espacios. No es por ello casual que un ensayo como el de La Habana en Paradiso sea uno de los ms reveladores de esa potica de los espa-
cios que reivindica Un seguidor de Montaigne... Ese ensayo contiene los signos por los que ha transitado el protagonista. En el imaginario personal de Lezama la ciudad, extensin donde el hombre participa (podra decir l mismo), puede expresar y realizar lo ficcional, lo mtico, lo ms constante y creador de lo humano. En ella el hombre es capaz de vivir y experimentar la dimensin del imago, de esa potencia activamente creadora que hay en ese concepto tan caro a Lezama. Reglas secretas, prohibiciones, acechanzas, adivinaciones con que los juegos infantiles signaban las calles de asfalto, es el punto de partida con que Ponte nos acerca a esa idea, que luego ampliar refirindose a la ciudad-bosque, la que se vuelve espacio de fbula, ganancia de la imaginacin. Aqu, Ponte sigue los pasos transitados por los personajes de Paradiso. Establece los circuitos y smbolos que adquiere la geografa habanera en esta novela de Lezama y, un gil contrapunto, distingue entre las habanas de Cem, Fronesis y Focin, y la de Tres tristes tigres, de Cabrera Infante. Nos dice que mientras la de Lezama es la ciudad de intramuros, donde cumplen sus ritos iniciticos, sus andanzas por la amistad, los demonios y las luces los personajes de Paradiso, y donde ms all de esa topografa, los peligros acechan, la de Cabrera Infante es la joven Habana de El Vedado. Es por esa zona que transita la noctmbula farndula de TTT. Cierra las pginas de Un seguidor de Montaigne... una bella apologa del ser habanero, un toponmico que cobra tintes de entelequia, que haciendo con sus hbitos de ruido y su vicio de mirar y ser mirado, el espritu vivo de la ciudad. El habanero vive napolitanamente al aire libre, abre grandes ventanas a la calle, se anuncia a gritos, dialoga en voz alta, trata de intimidar.... Y en otra parte dice, El habanero mira a la cara y pone en ello todo. Mirar a los ojos es una pasin habanera. Mirar y ser mirado. Casi ofender con la mirada, y a su vez, recibir la ofensa devuelta. Esa paradoja final nos revela medio ttulo de este libro de Ponte. Nos dice que son los habitantes de La Habana los que le dan la existencia a la ciudad, porque van marcando un estilo de ser y de sentir que ex-
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hiben en nombre de ella. Todos los das se hace creer que vive y cada uno de sus gestos, de sus hbitos y de sus sorpresas suman La Habana. Parece decir: soy el nico lujo de esta ciudad ms miserable cada da.... La ciudad se desdibuja, esta vez por la doble accin de la ficcin potica y la imagen real de sus edificios en ruinas. La Habana es una ciudad de paredes tan despintadas que parece estar siempre bajo la lluvia. Y es que en ellas, sin pintar desde hace aos, queda impresa la lluvia. Quedan en ellas las mismas manchas de limo que en las fuentes de agua secas... En La Habana, donde parece estar lloviendo siempre en las paredes, el tiempo echa su aliento demasiado pegado a los muros. Tumba vigas, desprende balcones, y en tanto el habanero (...) opone al tiempo su nico lujo, el lujo de vivir. Simulacro de vida, ruidos, gestos y voces que ocultan el vaco de lo que no se quiere exhibir: el temor de sentir que por todas partes falta algo de la sustancia real de la vida. Ciudad universo, ciudad libro, ciudad de rincones vistos y perdidos, y al final, ciudad tragada por la lluvia, por el abandono y el tiempo, tragada por los gestos y los ojos de quienes viven en ella. Esa, y otras cosas que toca a cada uno descubrir es la mirada habanera de Antonio Jos Ponte. s
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Ian Lumsden Machos, maricones and gays: Cuba and homosexuality Temple University Press Philadelphia, 1996.
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HROE MAYSCULO Y LA MASA SUceden, aunque en breve espacio, los herosmos individuales. La ecclesia como asamblea del pueblo, como comunidad, ha derivado en Iglesia, reunin de masas, plaNTRE EL
gada de Ministros de la verdad, funcionarios inapelables, empresarios de la razn, que slo es tal si la administra un iluminado Yo Supremo. Un Yo que se atribuye el sentimiento de la colectividad y que, por tanto, es ajeno a los azares de lo subjetivo; un Yo que es Estado de nimo, con clulas destinadas a vigilar y contener las desviaciones, las salidas de tono, y que admite una sola perversin posible: la pre-version, la versin del Padre. Monotesmo, monolitismo, monismo. Y, en una lucha que parece no terminar nunca, otros Padres con apariencia comprensiva, se presentan como los salvadores capaces de acabar con este Estado de Cosas. Recalcitrantes de varia tendencia (Papas, Billies o Johnnies, Fieles de teta inagotable) aspiran a cuidar de la salud de sus Bebs que, desde luego, son infantes (ya lo dijo Mara Elena Walsh hablando de Argentina como pas jardn de infantes) y necesitan, por tanto, consejos y guas para la accin. Si los bebs nacen normales, la tarea resulta mucho ms sencilla. Si son machos, estn por su naturaleza destinados a la funcin heroica. Si son hembras, al hogar; a respaldar con su esfuerzo el proceso revolucionario, con lo que rozan peligrosamente los bordes de lo masculino; a procrear, en lo posible hroes fervorosos. Pero si nacen raros, si no se ajustan rigurosamente a las pautas del gnero, si gustan de machihembrar u oscilan entre lo hombruno y lo hembruno, la cosa se complica: hay que vigilar, medir, indicar de grado o por fuerza la va recta (no la rectal, que apunta a Sodoma). Y, al fin y al cabo, cmo es posible realizar una tarea heroica si no se pertenece a un gnero definido? Quienes as se preguntan, seguramente olvidaron las cuitas del fornido Hrcules por la prdida de su amado Hylas. Quienes todava insisten en tales silogismos, acaso piensan que la Razn Macha reside en que un hombre no debe entregarse del todo (abismarse, perderse, ser fugazmente el otro) ni siquiera a una mujer. Si as fuera, habra que expurgar un buen nmero de boleros en los que l lamenta y llora la ausencia de Ella.
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Es hora de que nombre a Ian Lumsden, el autor del libro que an no he reseado. Gracias a su lectura, he podido desgranar los apuntes anteriores. Profesor canadiense de ciencias polticas, ha publicado un libro sobre la homosexualidad en Mxico y prepara otro sobre la misma cuestin en Costa Rica, investigaciones stas que le sirven para establecer comparaciones con la situacin de los homosexuales en Cuba. l mismo seala en la introduccin que su inters por el asunto concreto de la marginacin y las trabas que los gays han sufrido histricamente, no excluye tener en cuenta los aspectos contradictorios de la revolucin cubana y, en un marco ms amplio, la situacin poltica y social de los pases latinoamericanos. Por otra parte, segn sigue sealando, a diferencia de los americanos, los canadienses no tendemos a convertir en hroes ni en demonios a los polticos de nuestro pas o del extranjero. Estos rasgos otorgan al libro un rigor y una visin equilibrada dira mejor inteligente, lejos de cualquier fundamentalismo ideolgico (sexual o poltico). El libro abarca nueve captulos: sobre la Cuba contempornea, el machismo y la homosexualidad antes de la Revolucin, la homofobia institucionalizada, la homosexualidad y la ley, la homosexualidad y la educacin sexual en los aos 80, la erosin del machismo tradicional, la vida gay en La Habana de hoy, el impacto del Sida y una revolucin imperfecta en un mundo imperfecto. Estos temas se complementan, adems de con las notas y la bibliografa, con tres apndices que incluyen el artculo de Toms Fernndez Robaina sobre Valores sexuales cubanos y creencias religiosas africanas, el texto de la cancin El pecado original de Pablo Milans y el Manifiesto de la Asociacin Gay Lesbiana de Cuba. Entiende Lumsden que no se puede comprender ni abarcar el tema de la opresin de la homosexualidad masculina (despus de dejar en claro que carece de elementos para abarcar tambin la cuestin lesbiana) desprendida de su contexto histrico y poltico, en Cuba y fuera de Cuba. Y en este sentido fallan las crticas que se realizan al respecto, tanto desde la derecha (Arman-
do Valladares) como desde la izquierda (Duncan Green). Una mirada lcida y desapasionada permitir captar mejor los logros de la revolucin cubana, sus desviaciones burocrticas y autoritarias, su a veces cerril negativa a incluir los derechos individuales dentro de un proyecto colectivo, la homofobia an presente en ciertas leyes y entre algunos funcionarios, justificada en ocasiones por el propio Fidel como un lmite de la propia conciencia popular. Pero, se pregunta Lumsden, cmo una revolucin que se precia justamente de haber difundido salud, educacin y cultura para la mayora, de haber estimulado el sentimiento de la propia dignidad, puede apoyarse de manera tan cnica en ese lmite? Es evidente que an quedan muchos pasos que dar en el camino de la autocrtica, en el reconocimiento de los excesos cometidos , en no haber sabido ni querido educar en un nuevo modelo de familia y no en el comn a muchos pases (de Estados Unidos a otros menos desarrollados), el de clula bsica, basado en la reproduccin del valor de los gneros tradicionales. Por todo ello el autor deja entrever que el futuro de Cuba est en encontrar un camino que no caiga en el juego de los modelos antinmicos al uso. Y eso slo es posible haciendo una revisin rigurosa de los logros y de los fracasos, de las razones de la esclerosis y de los intentos aislados por superarla. En los ltimos aos, entre otros motivos tal vez por las urgencias impuestas por el acoso y la escasez, la vida de los gays se ha vuelto ms libre, libertad visible en la calle y en las fiestas (de diez o cinco pesos), que se organizan no slo en La Habana, sino tambin en Santiago y Santa Clara. Desde el punto de vista de las artes y el espectculo, el xito de la pelcula Fresa y chocolate, la recuperacin editorial de Virgilio Piera y Jos Lezama Lima, la presentacin del musical Ocaa, pasin infinita (cuyo texto original pertenece al espaol Andrs Ruiz Lpez), el estreno de pelculas extranjeras con tema gay, son algunos de los hechos prometedores que prueban lo que Lumsden llama erosin del machismo tradicional. A estos datos, puede agregarse la convivencia respetuosa
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en becas o residencias universitarias con los estudiantes gay, hecho inconcebible en los perodos de mayor persecucin y tambin difcil de encontrar en ciertas universidades norteamericanas, por no hablar de otros pases latinoamericanos. Esta mayor libertad se explica, paradjicamente, porque la misma Revolucin que reprima la homosexualidad, hizo nacer la expectativa del desarrollo personal, una ambicin ausente en las vidas de los que estn sumergidos en las miserables condiciones materiales y sociales que prevalecen en gran parte de Latinoamrica. La homofobia en Cuba procede, como la de otros pases, de varios siglos de cultura machista y, en su propio contexto, de la existencia de ciertas corrientes de las religiones afrocubanas que no admiten mujeres, marginan o condenan lisa y llanamente a los homosexuales. Si se lograse la democratizacin total de la vida cubana a pesar de muchos indicios que atentan en su contra, difundiendo como valores el respeto a las diferencias (de opinin, de conducta sexual); si Estados Unidos hiciese un esfuerzo por despejar la situacin abandonando leyes destructivas y concediendo una pausa a su vocacin de Padre Salvador deseos que lamentablemente parecen remitir al mundo de los sueos, si cierto sector del exilio superase su visin nostlgica y maniquea, tal vez se podran conservar y ampliar los logros obtenidos (educacin y sanidad fundamentalmente) y, adems satisfacer las nuevas necesidades de una sociedad reformada distinta a la de hace 37 aos y a la actual. Y adems, especialmente con respecto al tema del que hablamos a partir del apasionante estudio de Ian Lumsden, sera la ocasin de proclamar un nuevo herosmo, el herosmo gay (o gayo, que dice la Real Academia) en su doble sentido: alegre y dueo de hacer el amor de hombre a hombre. Y tambin mujeres gayas, de mujer a mujer. Habr en todo caso hroes con minscula, no por menores, sino porque no tendr lugar Hroe Maysculo que todo lo decida. No tendrn lugar Iglesias sealando con mano admonitoria la va recta. No habr lnea recta. s
ARA LLEGAR A T, LA OSCURIDAD HAY QUE DIsipar primero las tinieblas exteriores. De ah, un consejo al interesado en saber por qu caminos anda de verdad esta nueva novela de Mayra Montero: omitir la contratapa puesta por la editorial, que pretende explicarlos. Aunque no dice mentiras, su manejo es tramposo. Es un prrafo demasiado cargado de malos presagios literarios, muestra del equipaje preferido por ese vendedor de collares exticos en que se ha convertido tanto editor con pretensiones primermundistas de la literatura que decide tercermundista. Los ingredientes esenciales del brebaje de feria estn dados ah, en un comercial patrn: folclore, pintoresquismo, barruntos sociales, ese rastro de los esquemticos paternalismos legados por tantas opacas luces francesas del XVIII. Como para asustar a cualquiera, el anuncio de que la novela fue escrita por una cubana que vive en Puerto Rico y presentarla con el embadurnado maquillaje geogrfico de llamarla uno de los mximos exponentes de la literatura caribea escrita en espaol, buena manera de insinuar a Mayra Montero que no se salga de su prescrito nicho. Y como la novela sucede en Hait, el pie es forzado: gente de supersticiones y leyendas, pas de sangre y muerte, hombres armados hasta los dientes. Pero hay que olvidar este vocero engaoso; esta vez, el producto es legtimo: pocas pginas bastan para notar que aunque estos ingredientes de la superchera estn presentes, aqu no hay ms engao que la fbula, sin turismo literario. La autora se conoce su mundo y su propsito no es pre-
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parar una receta donde el picante excesivo disimule la falta de sustancia sino un buen plato con sazn criolla y con el punto suyo: su secreto. En su apariencia ms exterior, T, la oscuridad narra las aventuras de un herpetlogo palabra saboreada, que designa bilogo especializado en ranas que, acompaado por un gua del lugar, se lanza en busca de un ejemplar de rana, puede que extinto, por varios montes de Hait que fueron su hbitat; a la vez, recuerda con apagado disgusto recientes incidentes de su matrimonio tambin en vas de extincin. Junto a este relato narrado en primera persona aparece de inmediato otro, tambin en primera persona y tambin, as sea la autora mujer, de boca de varn, el centro del libro, su fluir ms fascinante: la historia familiar efectivamente, de amor y de muerte de este gua que el cientfico extranjero se ha buscado para que lo ayude a encontrar la desvanecida grenouille du sang. Este hombre, Thierry, es la voz de Hait en la novela y su logro ms definitivo. Ms atrs de este do, un teln de fondo que tarda en aparecer y cuyo aleteo, hacindose con los captulos cada vez ms alarmante, pretende a ratos dominar la escena: la conmocin social vivida por Hait a principios de los aos noventa, en su faceta ms devastadora: la violencia militar. Y un ingrediente menudo pero esencial: si la narracin que hace Thierry de amores y desamores familiares, engaos e incestos, es la masa ms suculenta del libro, por otro lado le viene su mayor aroma. Parecido al perfume que destil Sskind, ese toque ltimo es el pespunteado de datos sobre herpetologa, breves informes intercalados a lo largo del libro acerca de especie de ranas y sapos que se han ido extinguiendo por el mundo en las ltimas dcadas. Acierto doble: con la ltima pgina de la novela comprendamos del todo hasta qu punto han sido emotivamente cruciales estos informes cientficos y cmo Mayra Montero los cosi en su nudo final al ncleo de su trama; pero otra carga tambin traen: con ellos y con los dems datos sobre el mundo de las ranas que esparce el cientfico por el libro, a todas
las pginas de esta novela no les queda ms remedio que terminar a caballo entre la ficcin y el tratado, justamente un poco a la manera de Sskind y sus perfumes o Eco y sus alquimias medievales. Ms todava: al hacernos una narracin contempornea en un contexto histrico conocido y sumarle de paso este caudal biolgico, Mayra Montero logra una interprenetacin de realidad y ficcin que amalgama la novela entera y consigue que cualquiera de sus episodios, por real o imposible que parezca, pueda ser cualquiera de ambas cosas. Una decisin fundamental salta pronto a la vista: haber convertido a Thierry, el gua, en Scheherezada de la narracin sobre Hait y, a la vez, en su protagonista, relator y actor de un minucioso microcosmos: la lenta y dramtica pendiente por la que, viviendo desde el principio en una miseria de super vivencia, se va descomponiendo su familia, unida esencialmente por los lazos de unas relaciones amorosas que se hacen y se deshacen, en una sucesin de episodios alternativamente trgicos y picarescos que seducen al lector, y no por gusto: en este enredillo de zigzagueos sexuales Mayra Montero no dedica una lnea a arrepentirse ni pesadumbres, como no sean las de los escasos amores no correspondidos. El universo narrativo del amor es de una sensualidad sin constricciones, un impulso vital enrgico y deleitoso que arrastra al lector junto con el frenes de sus personajes. Mayra Montero hace avanzar el tejemaneje amoroso con la gozosa desenvoltura de unos personajes en los que late, con sordina o a las claras, un disfrute siempre sabrosn, y que ella recoge en frases, descripciones, imgenes, a ratos carnosas y sensuales y, ms de una vez, de entretenido relajo, como cuando Thierry recuerda el dictum de su padre acerca de la mujer que merece confianza: debe tener tres matas de pelos abundantes, dice, y aclara dnde. Tambin da mucha vivacidad a su narracin una constante de la escritura: el cuidadoso orden de su sintaxis es alterado slo por la persistente coda de frases que, cuando parecen a punto de acabar, embragan en una coma y siguen sin pausa adelante, hasta
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concluir un prrafo de dos alientos en uno, como cuando dice; Frou-Frou estara seca y se vera distinta, pero los labios los tena igual que siempre, muy sabrosos y muy pintados, sent la rabia ma y la de mi padre muerto porque aquel haitiano de Port-auPrince la pis todo lo que quiso. Para salirse en este libro con la suya, metindose por rumbos de cansados estereotipos y no dejar sin embargo de dar carne y hueso a sus personajes y escenas, Mayra Montero tom una decisin fundamental: sa de que el relato sobre Hait, tanto familiar como legendario o histrico, est puesto en boca de Thierry. Se desliga as un paso del texto y responsabiliza a su personaje de lo que narra, con la misma decisiva distancia con que un autor que escribe con gramtica perfecta puede poner en boca de sus personajes las jergas ms descompuestas sin necesidad de integrarse l mismo a una literatura costumbrista o folclrica. Y sin perder vistosidad, la narracin tiene mesura: desprovista de elementos baratos, como podran ser ubicuas citas en vocabulario abaku, recetarios de hierbero o descripciones de ritos vud. La narracin de Thierry, en muchos aspectos muy universal, posible en cualquier parte, da a lo haitiano, en sus episodios ms increbles, la duplicidad que les conviene: aceptables como supersticin de un crdulo, ganan a la vez credibilidad al superponerse a los textos cientficos del herpetlogo: sern estos cuentos sobre montes de nios perdidos o zombis errantes pura invencin o datos cuidadosamente recogidos y transcritos sobre leyendas de la gente? La respuesta no importa, la incgnita es la gracia de la novela, perdido el lector por esas posibles fantasas. Elaboracin que tiene un cabal remache: salvo en los episodios que cuentan, en bien poco se diferencian los discursos del cientfico y del gua; sus gramticas son prximas y las palabras de ambos tienen igual prestigio, sin crear piadosas diferenciaciones entre primitivo y civilizado. Medidamente escasas las apariciones remotas, como de distantes tiroteos, de la violencia militar, quedan en lo que deben ser: no un documento de circunstancias que ha-
bra podido oler a folleto de las Naciones Unidas sino una constante terrible de la vida en Hait, sin importar nombres, un rasgo permanente que supera las acotaciones periodsticas. Una parte de la narracin que, aunque sirve de contraste, est mucho menos lograda y s se queda en contrapunto elemental, es la trastienda familiar del cientfico. Quiz Mayra Montero quiso darle su aburrida aridez para precisamente contrastarlo con la energa que reluce en los episodios vividos por la gente haitiana. Es posible pero ninguna de sus habilidades novelescas logra hacer atractivo este drama tan falto de vigor. Queda en apunte borroso, escritura sin color, una presencia casi transparente. Tambin se echa de menos a la larga en el libro un poco de calado; se deja, con excesiva confianza, que el relato contenga por s mismo la carga necesaria como para, ms all de la idea inicial, brindar una lectura que entregue ideas originales, personales. Pero aunque tan hondo no va el libro, es engaoso: en medio de su suave ligereza que da una huella, ese rastro agradecido que deja quien sabe contar cuentos. Por todos estos curiosos caminos recorridos por la autora para impulsar su narracin, la lectura de T la oscuridad es un grato encuentro. Bastara su tema, una novela que no se parece a otras. Doblemente grato me resulta, y digo esto en primera persona, el que lo haya escrito una cubana, por mucho que puedan haberla cosmopolitizado sus emigraciones o destierros. Metida como est la literatura cubana, de dentro y de fuera, por la fuerza de un destino de caractersticas y asuntos uniformes desde hace dcadas, en como un tnel donde la temtica resulta agotadoramente monocorde muchas veces, consuela encontrar escritores con voz propia, capaces de navegar por encima de las circunstancias sin permitir que alteren sus propsitos. Me regocija por eso que esta aventura en los montes haitianos en busca de ranas sea parte de la literatura escrita por cubanos o de raz cubana o lo que sea, que ya ni siquiera sabemos cmo definir esto y necesitamos ms palabras de la cuenta. s
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Atilio Caballero El azar y la cuerda Editorial Letras Cubanas La Habana, 1996. 92 pp.
CUBA CENTRAL HAY una regin donde cualquier espelelogo se perdera con gusto para siempre. Miles de cavernas: archipilago subterrneo que subyace al otro. En aquellos tiempos me interesaban tanto los laberintos de la Tierra como los de la imaginacin, y tuve el privilegio de recorrer algunas. Tras la lectura de El azar y la cuerda, cuentos de Atilio Caballero (nacido frente por frente a esas cuevas, en la costa sur de la Isla) una de ellas convoca mi memoria. Discurra, extensa y casi horizontal, a poca profundidad. Dado su tortuoso juego de galeras, la oscuridad era total. Pero de repente podas chocar contra una columna de luz: una claraboya, abierta por un desplome de la bveda, permita minsculos pero frondosos bosquecillos. Los trnsitos entre la intimidad de la sombra y la lujuriosa fronda que poblaba la luz, eran tan sbitos (y memorables) como efmeros. Ya se sabe que de los escritores cubanos, y en especial de los que viven en Cuba, se espera incluso una sintaxis poltica. Pero quien busque en este libro, escrito y publicado en Cuba, una narrativa al servicio de la circunstancia circunstancial, diramos, quedar felizmente defraudado. Desde Dark Side of the Moon, declaracin de intenciones, arte narrativa que hace las veces de prtico, Atilio nos advierte que no se trata de describir, testificar o enjuiciar. La subjetiva visin individual, lo exterior trasuntado a travs de la agnica experiencia personal, son las materias primas con que intenta construir sus ficciones: La percepcin se legitima a travs de lo parN LA COSTA NORTE DE
ticular, porque la realidad exterior nunca es la misma cuando es observada por ms de una persona (p. 8) De modo que el ejercicio narrativo se convierte en espeleologa de la naturaleza humana, bsqueda de los resortes ms oscuros e inmanentes, signado a trechos por atisbos de luz, cuando la realidad exterior asoma en las colas que la mujer del amigo exiliado en Rusia no desea hacer (Un aire que bate), en el presunto trueque de tenedores de plata por quincallera y shampoo (Una tranquila sobremesa...), ininteligible para ajenos, en la kafkiana muerte sin confirmacin burocrtica (Los caballos de la noche) o en el inquietante final de Manguar, buena msica, porque, del otro lado, los policas cruzaron la calle (p. 40). Como nos dice Atilio en la pgina 9, Observo a mi alrededor y no puedo hacer otra cosa que interpretar. Pero su ejercicio de interpretacin es el equivalente metafrico de comprobar que el siete y medio de su pie encaja perfectamente en la huella fsil de quien huy corriendo sobre la lava. No se trata de datar la erupcin o diseccionar el metabolismo del volcn, sino de convocar la angustia, el miedo, la soledad o la esperanza de salvacin. Tampoco deber pretender el lector de El azar y la cuerda una dramaturgia al uso, ni el obediente sumplimiento de declogos u otras preceptivas cuya validez no discuto los hombres, nios al fin y al cabo, necesitamos que nos cuenten una historia, masticando pernil de mamut a la orilla de una hoguera o va Internet; pero que distan de la intencin y el cumplido propsito de Atilio: operar con la materia prima en su estado prstino: el juego de espejos entre la vida y la muerte en Los caballos de la noche, la evasin salvadora en Manguar, buena msica, la amistad y esas trampas que tiende la distancia en Un aire que bate, o la soledad abisal que trasunta Steinway & Sons. No se trata de contar una historia, sino de arrancar un fragmento de la realidad (incluyo en este concepto continentes completos de la imaginacin) y condensarlo de tal modo que las evidencias salten, como tigres, al cuello de los lectores.
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El tratamiento del idioma dista tanto, por su parte, de cierto slang facilongo como del protagonismo barroco (que en ocasiones oculta el vaco del qu bajo la cscara del cmo: puro cobertor de palabras). El idioma es aqu una herramienta, no exenta de dosificadas alegras y lujos verbales. Aunque no se pretende la implacable precisin de un lser, sino el efecto de crculos concntricos y espirales que nos van conduciendo de los arrabales al centro, ya que, segn Atilio: Mallarm pensaba, con mucha razn, que nombrar un objeto priva al lector del placer de ir descubrindolo poco a poco, ayudado por la sugerencia de las palabras que no lo nombran. (p. 12) Efecto conseguido a pesar de la reincidencia filosofante, raras veces imprescindible y frecuentemente innecesaria. Vicios ensaysticos o alardes bibliogrficos, lo cierto es que restan fluidez a los textos, adensan el discurso sin aadir otra cosa que acotaciones al margen, ofensivas para la percepcin del lector atento e inteligente. El lector que, precisamente, exige este libro, dada su necesidad de hallar cmplices y no de conquistar mercados. Al final del libro, tropezamos con De Rerum Novarum, cuyo sorprendente arranque nos saca de un discurso cuidadosamente homogneo para dejarnos caer en los pastizales de la alegora, pero no es sino el prlogo a La escalera de Jacob (Coloquio-Pieza Narrativa Dialogada), que apela al ejercicio de la parbola sin explicitar moraleja alguna, dejando caer esa inquietante cuerda, como una invitacin. Confirmacin de algo que ya Atilio nos anunciaba al inicio: Yo persegua una ilusin, y ahora padezlo la inmovilidad del perseguido. No hay testigos, y tengo la impresin de estar tartamudeando la visin del ltimo invitado. Bien visto, nunca los hubo, aunque pienso que de esa forma es mucho mejor: la presencia del otro convierte en espectculo lo que desde el inicio est concebido como experiencia personal. (p. 9) Libro, en suma, que exige con la misma intensidad que entrega, que devela sin reve-
lar, persiste en cierta anfibologa conceptual porque, como todo buen texto literario, nos descubre que la ambigedad es no slo una materia prima respetable, sino imprescindible. Un libro que no se conforma con la superficie esmeralda del mar lamiendo un arenal vigilado por escuadrones de palmeras (cuando vienes a ver ya ests preso dentro de una postal turstica camino a Hamburgo Va Air Mail); sino que intenta bucear, no slo porque el mar es su espesor ms que su superficie, sino porque a ras de fondo yacen los peces y los corales vivos, no etiqueteados en la vitrina del bazar. Aunque los folkloristas de la literatura puedan argumentar en su defensa, que es una temeridad aventurarse a la vecindad de los escualos. s
Fidel Castro y de la revolucin cubana sobresale este testimonio histrico directo, producto de la visin de un periodista europeo de gran formacin y experiencia. Quizs a ello se deba su comprensin global del proceso cubano actual, de cuya gestacin fue testigo privilegiado durante los once meses que vivi con los guerrilleros de la Sierra y con los combatientes clandestinos del llano, pertenecientes al Movimiento 26 de Julio, durante los aos cruciales de 1957 y 1958. El ensayo est redactado en 19 captulos breves de rpida lectura e insertadas en su parte central ofrece nueve de las mejores fotografas que de los principales jefes guerri-
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lleros el autor hizo. Gracias a su publicacin en la revista Paris Mach, estas imgenes dieron la vuelta al mundo. El estilo directo, periodstico y la agilidad narrativa del autor, y su privilegiada posicin como testigo del pensamiento de Castro, de Guevara y de Ral en este perodo, hacen el relato doblemente interesante, ya que refleja el pensamiento de los guerrilleros en aquella etapa. Curioso es percatarse de la coherencia de las ideas y posteriores actitudes de Guevara y Ral. Al Che se le atribuye, cuando reproduce sus conversaciones, simpatas por la experiencia china, su extremismo quiz romntico y sus indudables inclinaciones campesinas, coherencia que mantiene hasta morir en Bolivia en octubre de 1967. Ral queda retratado como el hombre duro pero pragmtico, revelador de una visin sociopoltica proclive a las experiencias histricas de los soviticos. Al parecer, la visita a los pases del Este a principios de los cincuenta dej en el menor de los Castro una profunda huella. Llama la atencin que las manifestaciones que entonces escucha de Fidel Castro parecen las de un justiciero autoritario de raz cristiana pero con un aparente respeto por la democracia y la tolerancia, algo totalmente incoherente con su comportamiento posterior. Ese discurso moderado, al parecer, fue la fuente del enorme apoyo que sus planteamientos consiguieron en el fatdico perodo de 1959-1962. Meneses sostiene que es imposible desde el punto de vista psicolgico que un hombre, por carismtico y autoconsciente de su destino que sea, consiga no filtrar a nadie sus verdaderos pensamientos, ni siquiera a sus ms allegados. Nadie es capaz de predecir su destino y Castro tampoco saba que la suerte y su voluntad le acompaaran hasta convertirlo en conductor casi absoluto de los destinos de los cubanos. Las confesiones de Fidel Castro, expresadas a un periodista hispano-francs en un momento bajo para la guerrilla, cobran una enorme importancia para demostrar que fue la necesidad, nada romntica, de su permanencia en el poder y la consecuente y pretendida eternizacin de su proyecto po-
ltico, los factores que determinaron el golpe de timn que sus pensamientos experimentaron a partir del triunfo revolucionario en 1959. En la primera parte del libro se hace un breve relato de la historia de la isla en la segunda mitad de nuestro siglo, un parangn entre los dos dictadores: Batista y Castro; las vivencias de ste ltimo en Mxico y el peligroso viaje del yate Granma. Dos captulos completos dedica el autor a la trgica y fallida huelga general del 9 de abril de 1958 de la que el periodista fue testigo. Entre los lderes del 26 de Julio con los que conviva en La Habana se encontraba Faustino Prez, organizador de la huelga, al que exculpa en parte de no haber dado a tiempo las rdenes para desarrollar las acciones de sabotaje por temor a filtraciones entre los cuerpos represivos batistianos. Donde s concentra las culpas es en la conducta que durante la huelga tuvieron los militantes del Partido Socialista Popular (PSP), los comunistas histricos. Dado que Castro y el 26 de Julio no les garantizaban una futura posicin poltica, sus militantes llegaron a boicotear sus acciones tal como hicieron a las puertas de la emisora CMQ Radio, destacando dice el autor piquetes antidisturbios contra el comando del 26 y reventando as la accin saboteadora en la maana del 9 de abril. Esta desavenencia interna cost ms de cien muertos entre los jvenes militantes del 26 de julio en las represiones inmediata y posterior de la huelga. Durante los cruciales meses que el periodista pasa en la Sierra junto a Castro, llega a la conclusin de que ste no tena un ideario comunista y que era un hombre que se manifestaba convencido de las virtudes democrticas y civiles. Para ello reproduce frases que afirma le oy decir: Somos un ejrcito de civiles que volver a sus ocupaciones tan pronto termine esta lucha sangrienta! Los comunistas representan un imperialismo peor que el yanqui, y tan extrao a nuestras costumbres y a nuestra fe como ste ltimo... ! Odio tanto al imperialismo yanqui como al sovitico!
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Narrando los estertores del rgimen batistiano y los albores de la revolucin, el autor seala que uno de los principales elementos que perturbaran a Castro para el resto de su vida fue la embriaguez moral que le produjo el viaje de una semana que realiza desde Holgun hasta La Habana despus del 1 de enero. Un verdadero bao de multitudes y popularidad donde el lder se percata a fondo de la envergadura del poder que el pueblo cubano le confiere. Esta circunstancia estima el autor sera fatal para el futuro destino de la democracia en Cuba. Sin embargo, el entusiasmo popular generado por la cada del odiado rgimen batistiano comienza a nublarse por los numerosos fusilamientos de militares, confidentes y civiles vinculados a la tirana. Los medios de comunicacin nacionales e internacionales reproducen en imgenes estos actos, realizados en un pas donde todava no exista jurdicamente la pena de muerte. La reaccin no se hizo esperar pues cre en el exterior, y tmidamente en el interior, una atmsfera de crticas y rechazo. Esto gener en Castro la agresividad verbal del fundamentalista justiciero que se cree en la posesin de la verdad. Meneses afirma que ya por entonces se haca evidente, dada la limitada visin poltica de Castro y sus escasos viajes, que: ... no sabe distinguir entre opinin pblica y Departamento de Estado. As contina manifestando que lo que Castro consigui en su primer ao de gobierno como lder fue asustar a mucha gente dentro y fuera de Cuba, cerrar todos los peridicos de oposicin, posponer las elecciones democrticas sine die y hacer desaparecer de la escena poltica a las personalidades del Movimiento 26 de Julio que hubieran podido contrarrestar la influencia emergente de los lderes del Partido Socialista Popular, impopulares por su apoyo a Batista entre 1938-1944, por el boicot que ejercieron en la huelga del 9 de abril y por su escasa participacin guerrillera. Qu sucedi con Fidel? se pregunta Haba engaado a la opinin pblica y al pueblo sobre su anticomunismo? Le con-
vencieron los de fuera del 26 de Julio? Aquilatando la personalidad del lder Meneses sentencia: es un teorizante, un hombre incapaz de llevar a cabo sus propias ideas y plasmarlas en la realidad. Su egocentrismo, su sentido mesinico, su afn de publicidad le convierten en un monologuista que rehsa toda clase de dilogo, cualquier crtica por constructiva que sea. Los nicos que lo han comprendido y no discuten con l son los comunistas. Sus antiguos compaeros discrepantes ya no lo son. Son saboteadores de la revolucin. El periodista tampoco se explica cmo la evidente dependencia de Cuba del mercado norteamericano no hizo reflexionar y atemperar a los dirigentes de La Habana. Y explica que, al parecer, debido a sus charlas en crculos cerrados, donde todos opinaban ms o menos lo mismo, reforzaron en l la idea de que el culpable del supuesto subdesarrollo de Cuba eran los EE UU. As, sin apenas buscar apoyos en Amrica Latina o en Europa Occidental, Castro convierte a Cuba en un portaaviones de los comunistas a slo 150 km de los EE UU. El periodista tambin cuenta en detalles los pormenores del ataque realizado por la brigada 2506 compuesta por 1400 exiliados cubanos, atribuyendo su fracaso principalmente a la falta de apoyo areo, probablemente prometido por la anterior administracin de Eisenhower y nunca cumplida por Kennedy. Ms de 1.100 de los invasores son hechos prisioneros en Baha de Cochinos. Con ellos Castro entabla inculpa el periodista una operacin de trueque entre seres humanos y mercancas que no tiene paralelo en los tiempos modernos. El autor trata en su ensayo de ser justo y equitativo con las dos tendencias en que se encuentra dividida la familia cubana. Por un lado estima tarea muy loable que el proceso revolucionario haya realizado ingentes esfuerzos en pro de una educacin gratuita al alcance de todos. Tambin celebra un sistema sanitario que, aunque ha perdido algo en profundidad y adelantos, lo ha hecho llegar a los ms recnditos puntos de la geografa del caimn. De la otra Cuba, la del exilio floridano,
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encomia sin ambages el evidente xito econmico del milln largo de cubanos que ha hecho de la Florida, despus de 37 aos, un emporio de riqueza, percatndose de que es la minora norteamericana ms trabajadora y rica de todas las emigradas en este siglo a los EE UU. Este libro, de necesaria lectura para cualquiera que desee iniciarse en la historia del perodo revolucionario, termina dando una visin algo esquemtica de las organizaciones polticas surgidas en el exilio, a saber: la Fundacin Nacional Cubano americana, que dirige Jorge Mas Canosa, a la que atribuye cierto conservadurismo y vinculacin con el Partido Republicano; y la Plataforma Democrtica, de corte ms europeo y verdadera panoplia de las tendencias liberal, democristiana y socialdemcrata. Sin embargo, confiere gran importancia a los grupos disidentes dentro de la isla, de los que menciona casi una docena, aunque con especial inters se detiene en tres grupos de carcter no partidista: el Comit de Derechos Humanos y Reconciliacin, que dirige Elizardo Snchez Santacruz; el Comit Cubano Pro Derechos Humanos, de Gustavo Arcos, veterano del ataque el cuartel Moncada en 1953; y pone especial nfasis en Tercera Opcin / Una Alternativa de Izquierdas constituida, segn dice, por jvenes intelectuales. Para finalizar, el autor es muy duro al enjuiciar tanto el proceso como a su lder. Aduce que aunque la isla no se asemeja a ningn otro pas que conozca, a lo que ms se le pudiera parecer es a la aislada Albania de sus ltimos aos marxistas. Meneses esboza soluciones acerca de cmo emerger de la crisis. En ellas atribuye al exilio miamense y a su lobby en Washington un futuro y estelar papel en la recuperacin de la atribulada isla, pero al afirmar que el estado de revolucin es siempre un trmino temporal, indica con firmeza que la causa de que Cuba se encuentre estancada en este impasse finisecular es la inmensa testadurez de Castro. El viejo hroe de otros tiempos arrastra a todo un pueblo, que ya no le necesita, a la autodestruccin colectiva. s
Un homenaje merecido
JOAQUN ORDOQUI
VV. AA. Homenaje a Luis Rogerio Nogueras El cisne salvaje Editorial Letras Cubanas La Habana, 1995
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R OGELIO N OGUERAS (L A H ABANA , 1945-1985), entra en la literatura cubana en 1967, al obtener el premio David de poesa en lo que fuera su primera entrega1. Como sucede en muchos concursos, el libro premiado, Cabeza de Zanahoria, sirvi para avalar el recin nacido concurso y no al contrario. Se trataba de una pera prima contundente y, para quienes no lo conocan, de la aparicin de una nueva voz en la polifona de nuestra potica. Adems de su talento potico, Wichi el Rojo (como era conocido por su llameante cabeza de zanahoria y sus pecas) fue tambin desde un principio una personalidad conspicua, un individuo cuya presencia nunca pasaba inadvertida, un animador cultural y un ser humano literalmente encantador. Como hombre de cultura que siempre fue, dej huella de su presencia en todas las instituciones donde particip de una u otra forma: las revistas literarias Casa de Las Amricas y El Caimn Barbudo, la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana (en lo que fue su ltimo mejor momento), el Instituto de Arte e Industria Cinematogrfica (ICAIC). Como persona tena algunas cualidades ciertamente atpicas en nuestro medio: la carencia de grandilocuencia y el ejercicio de un fino y perenne humor que aplicaba siempre all donde otros solan colocar solemnidad estril; una amabilidad extrema, aun cuando discuta o incluso cuando asuma la necesidad de aniquilar a un contendiente; una sobria elegancia que persista a pesar de las
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limitaciones materiales que todos padecimos en determinados perodos. Por todo ello, la publicacin de El Cisne Salvaje no slo no es un acontecimiento extrao, sino una necesidad previsible. Se trata de una compilacin de textos, casi todos publicados en diferentes revistas literarias cubanas, donde por medio de poemas, bromas, crtica, narrativa y ensayo se rinde homenaje a quien fue uno de los mejores poetas de su generacin. Entre las huellas que dej Luis Rogelio Nogueras en la cultura cubana hay que destacar sus importantes contribuciones al suplemento cultural El Caimn Barbudo, del que fue uno de sus principales gestores. As resulta natural que gran parte de quienes rubrican los materiales publicados en El Cisne Salvaje hayan participado, de una u otra forma, en El Caimn: Rodrguez Rivera, Victor Casaus, Antonio Conte, Helio Orovio, Flix Contreras, Eduardo Heras.... La lectura de El Cisne Salvaje permite sentir uno de los atributos esenciales de Wichi: su casi infinita capacidad de fascinar. Al parecer, todo cuanto Nogueras tocaba trascenda a perfeccin: Midas literario. A tal punto llega la mitificacin, que el lector termina por preguntarse si Wichi era un ser humano o un personaje literario, menos real que Yves Moor, su propia criatura. Segn la compilacin, Nogueras amn de amigo cabal, amante de ensueo y el formidable poeta que realmente fue era tambin un gran guionista cinematogrfico y un novelista intachable. El personaje literario El Rojo homenaje de Jess Daz a Luis Rogelio Nogueras en su novela Las Palabras Perdidas es ms real que el personaje real Luis Rogelio Nogueras que emana del homenaje al Rojo que encontramos en las pginas de El Cisne Salvaje. Sin embargo, no se trata slo de la vocacin de encantador de serpientes del poeta; en nuestros pases iberoamericanos, en general, y en Cuba, en particular, practicamos dos curiosos ritos que obnubilan todo posible juicio esttico: el primero es la consagracin de la fama; el segundo, la consagracin de la muerte. Con Luis Rogelio Nogueras temo que est pasando lo mismo. Sus mejores amigos alguno de los cuales comparto escriben
acerca de su poesa, sus novelas policacas y sus guiones cinematogrficos, equiparndolos, lo cual es un gran insulto a la poesa de Wichi. Vi las dos pelculas para las que escribi el guin (El Brigadista y Guardafronteras) e incluso escrib una versin radial de la ltima; tenan momentos divertidos y, en general, no eran aburridas. Son los dos mejores elogios que puedo emitir acerca de estas dos obras de encargo. De Y si muero maana... no me atrevera siquiera a tanto. Es cierto que se trata de un homenaje y en los homenajes nunca falta el ditirambo. Slo que me pregunto si es ditirmbico comparar la mediocridad de encargo con la mejor poesa que escribi la generacin que nace en la dcada del cuarenta, aun cuando ambos eventos hayan llevado la misma rbrica. Con excepcin de estos excesos y de algunas ausencias El Cisne Salvaje es un libro grato y un bello y merecido homenaje a una de las personalidades ms singulares y queribles de nuestra cultura. s
Palabra de Kozer
ORESTES HURTADO
cambia, de ese que contaremos a nuestros nietos (a nuestros poemitas vacilones y sufrido). De asomarse y seguir siendo t y yo, pero no ser los mismos, nos habla Jos Kozer en su ms reciente libro. De qu y de dnde nos podr hablar este poeta nacido en La Habana del ao 40. Digamos que aqu importa el quin. Jos Kozer, hablamos de Jos Kozer. Del poeta hijo de judos centroeuropeos que nace en Cuba por el exilio de sus padres, que vive en
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la Isla veintipocos aos y se va a Estados Unidos a principios de los 60. No hace falta subrayar el peso de la palabreja exilio en su vida. El exilio de siempre, el de su sangre. El exilio de su infancia y juventud, con sus cosas pequeas y queridas. El exilio de su lucidez y de su crear. Y ms innombrables desplazamientos, roturas, distancias. Kozer ha mencionado su lejana situacin cuando se intenta fcilmente domarlo bajo la denominacin de poeta cubano. Lo traidor que puede ser decir Jos Kozer, poeta cubano, as y ya. Pero con igual destreza aclara que su lejana es cubana. Que esa costumbre de lo remoto pertenece a la islita caribea. Ese ir, irse, estar all, del cubano. Todo a priori es traidor y alivio. Kozer nos obliga a no desperdiciarnos en sentencias ms o menos pobres. A que leamos, notemos, reaccionemos. Al final casi diremos lo mismo, pero no. Cuando enumeramos algunos de los libros de Kozer casi podemos eslabonar un poema con sus ttulos. Su insistente, su paciente obrar sera: De Chepn a La Habana escrito junto al poeta peruano Isaac Goldemberg (1973), Este judo de nmeros y letras (1975), Jarrn de las abreviaturas (1980), Bajo este cien (1983), La garza sin sombras (1985), Carece de causa (1988), De donde oscilan los seres en sus proporciones (1990), Trazas del lirondo (1993). Hoy nos ocupa et mutabile. Si tuviramos que envolver a su autor en generaciones y estirpes literarias, resistira. Sin embargo, lo podramos aclimatar a sus contemporneos latinoamericanos. A los que se unira en entender la escritura como dificultad, cartografa, mescolanza, duda, impertinente avanzar. Necesitan autonoma, espacios creados desde sus poemas. Sometidos a una esttica de lo deteriorado, pretenden ofrecer el hundirse en la alocada circunstancia, en una bsqueda machacona conque las cosas digan sus nombres, las ya enterradas nominaciones. Un regreso sucio y brbaro a donde puede estar lo cierto o lo sagrado. La va elegida es su inmersin dinamitadora en el lenguaje. Antonio Cisneros o Severo Sarduy estaran en el grupito de que se habla en este prrafo. Utilizadas como instrumentos que nos
acerquen a Kozer, las anteriores frases nos meteran someramente en zona esencial del poeta comentado: el sentido de la palabra, sus poemas como maniobras del lenguaje. Lo real surgido desde el verbo. El poema: paisaje lingstico, pas, entidad alentada con las necesidades y posibilidades del decir. Colocado por Jorge Rodrguez Padrn en su Antologa de la poesa hispanoamericana (1915-1980) dentro del grupo de nacidos entre el 20 y el 45, hemos acudido a la generalizacin para anotar estancias que Kozer comparte y as nos acercamos a sus posesiones solitarias. Precisamente et mutabile es enumeracin de posesiones, la dictada sucesin de verdades que pueden tenerse. Mientras transcurrimos por el libro, los poemas se mueven. Son movimientos, cuerpos. Cada poema, cerrado lugar en que sucede un mundo. Casi recibimos la leccin de que moverse es conocer. De que en nuestros actos vamos nombrando, mirando las cosas como si nadie antes lo hubiera hecho. En el afortunado caso de que et mutabile llegue a Cuba, el lector que conoca a Kozer a travs de sus escasos poemas en una revista cubana o le hubiera sorprendido en antologas, recibira con este libro a todo Kozer. Creo que leer uno de sus textos es dar lectura a toda su obra. Ante nosotros tenemos anotaciones, testamentos, furtivas palabras que se irn cuando se hable de nuevo. Kozer va acumulando apuntes, muestras que considera ciertas para escribir su trnsito. Lo primero que ver ese hipottico lector de la Isla es que no se trata de una acumulacin de poemas, sino de una aventura con su inicio y su fin (o viceversa). Desde Preludio a De exaltacin sabemos que ha vivido algo. Antes dijimos que en cada poema suceda un mundo. Ellos, los versos, nos dicen ms. Se refieren al hombre como al escenario de la batalla, sitio de encuentros, vientre del huracn. El lenguaje, entre las manos, se nos ha hecho naturaleza. Nos rodea, nos manda, nos ocurre. Dice Kozer: ... solo me / bojeo y recompongo, bostezo, sonro, dormito / en muelle lecho insomne (doy vueltas) (doy / vueltas) (deja ya de dar tantas vueltas) (te / estars quieto ya de una vez
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por todas) a la/ luz de una luz elctrica o natural (persianas) / procuro la rotura que se filtra astronmica. Este es el final de su poema Clueco, y me sirve para proponer que veamos su libro como una rendija. Un atender a la intemperie del hombre, al cambio. Un dilogo entre muchos. Y un nico personaje. Las cosas en su estando. El personaje en su siendo. Nos suena a recuperada conversacin del hombre con sus adentros y con sus dioses. Estamos asistiendo a un testimonio. El testigo lanza su habladura. Su resucitar discurre hacia el origen. En sus poemas, Kozer va desde el segundo en que escribe (con sus obvios sonidos burdos, su momentneo delirar) hacia lo infantil inamovible (donde todo parece grande, elevado, inmortal, abundante sonrisa de trpico) y, ms all, a sus padres (a la dispora que marca toda permanencia, a las reminiscencias europeas vividas casi bblicamente). Su mirada siempre acude a la tierra. Jos Kozer lanza su habladura. Aqu veo un enumerar que se convierte en descripcin, ese barullo que el cubano arma para atesorar lo cercano. Parece un frentico baile desde el que vemos girar el mundo a nuestro alrededor. Una verdad que se siente a nuestro lado. Recurre el poeta a lo que la tierra trae desde siempre. Lo telrico. Lo que, apartado y sepultado el hoy, todava est ah. Kozer insiste en rancios vocablos de turbio linaje, en dichos de diablo viejo, en todo aquello que sola decirse y ya no se mastica ms que en la pequeita voz de un verso. Entonces, esas certezas de la tierra aparecen. et mutabile, decamos, es cambio, rendija. Agregamos barullo. Nos detendramos con rapidez en tres libros que podran ser tambin minuciosas algarabas sabias: el Diario de Mart, las Memorias de Lola Mara o La isla en peso de Piera. La palabra de Kozer, inquieta, bfida, balsmica, se adentra en lo que parece ser a descubrir centros, nacimientos. Una travesa entre lo remoto y la costumbre. La costumbre: la suciedad exacta de lo comn, lo presidido una y otra vez por lo mismo, la cotidianidad con toda su raqutica mitologa. Lo remoto: la inmaculada borradera de la
circunstancia en favor del presente, el hundimiento del momento frente a la claridad del instante, la trascendida bsqueda, el espritu. Nos adentramos en una epidemia. Al fondo arribamos a la renuncia. Nos encontramos ante las brumosas fronteras (piensa el autor mientras fuma y habla su poema) entre lo que sucede sin importar y lo que importa (slo en la mirada sucede). Quiz se vea al poeta conquistando y extraviando a un tiempo el antdoto, la salud. En esos vaivenes se reconoce y nombra. El libro de Jos Kozer, poeta cubano, ofrece la armona de un presente, la musiquita de lo que es (en su forma y su fe). s
VV. AA. La democracia en Cuba y el diferendo Centro de Estudios sobre Amrica, Ediciones CEA. La Habana, 1995.
de una serie de colaboraciones, fruto de las ponencias que se presentaron en unas jornadas celebradas en La Habana en marzo de 1994, organizadas por el Centro de Estudios sobre Amrica (CEA) y que tenan por ttulo el mismo que lleva el libro. El tema de mayor inters desde el punto de vista de la ciencia poltica es el que se trata en la segunda parte del libro: las caractersticas del modelo democrtico cubano. El primer problema que surge a la luz de las distintas colaboraciones es el concepto de Democracia segn se entiende en Cuba, en contraposicin con el que se utiliza en los pases con democracia representativa y pluripartidista. En el texto se observan las dos tendencias, si bien los crticos del sistema cubano se muestran bastante moderados.
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Hay que partir de la consideracin de que las jornadas se celebraron en La Habana, los ponentes fueron invitados desde La Habana, y la publicacin se realiza por un centro oficial cubano. Resulta muy interesante la extensa aportacin de William I. Robinson, de la Universidad de Nuevo Mxico, Albuquerque, que desarroll el tema de la promocin de la democracia, segn los propsitos norteamericanos y su relacin con la poltica exterior de los EE UU en el contexto del nuevo orden mundial. Analiza lo que quiere decir para los EE UU esta promocin de la democracia para Cuba y cmo puede influir en las relaciones en los prximos aos. La definicin de Democracia que presenta el profesor Robinson la extrae del terico Robert Dahl cuando se refiere a la poliarqua como el sistema en el que gobierna un pequeo grupo y la participacin de las masas en la toma de decisiones se limita a seleccionar a la dirigencia en elecciones cuidadosamente manipuladas por las lites competidoras. Esta concepcin de la Democracia resulta bastante estrecha y un tanto caricaturizada al momento de establecer una comparacin con la prctica de la Democracia en Cuba. El profesor de la Universidad de Puerto Rico, Jorge Rodrguez Beruf, expone los trminos en que puede entenderse la democratizacin perseguida desde los EE UU en sus acciones de poltica exterior. Debera comprender un sistema electoral multipartidista, garantas de derechos civiles y polticos, resultados democrticos aceptables y, por fin, institucionalizacin democrtica que propicie la economa de mercado. En el libro se exponen por una serie de autores las peculiaridades que tiene el sistema cubano a partir de las reformas introducidas en la Constitucin de 1992. Las numerosas crticas vertidas sobre la Constitucin de 1976, que careca de planteamientos democrticos homologables con las democracias representativas y pluripartidistas, posibilitaron algunas reformas que sirven de anlisis en la mayor parte de las ponencias presentadas. El Jefe del Departamento de Relaciones Internacionales en el CEA, Rafael Hernndez, sintetiza estas reformas aludiendo a la des-
centralizacin y el pluralismo, que aparece en una mayor democratizacin de la vida interna del Partido Comunista de Cuba (PCC), mayor peso de los rganos del Poder Popular en la direccin de la poltica, mayor pluralismo en los medios de difusin, la mayor presencia de los sectores ligados a la inversin extranjera directa (IED), y mayor presencia e influencia de los distintos sectores de la sociedad cubana en los rganos representativos. Si bien estos aspectos que destaca Hernndez son algunas de las modestas reformas realizadas en la Constitucin, debe reconocer, tambin, que el PCC sigue siendo el partido nico, los medios de difusin mantienen el control del Partido, y la presencia e influencia de los sectores sociales es insignificante y no se encuentra institucionalizada. Otro investigador, Juan Valds, del Departamento de Cambios Estructurales en el CEA, analiza la legitimidad del sistema poltico cubano y sus posibilidades de evolucin. Trata de demostrar la legitimidad del gobierno cubano apoyndose, adems de otros argumentos, en la democraticidad del sistema que es fruto de las elecciones mediante las cuales se establecen las instituciones y los actores que las animan. La insuficiencia de esta argumentacin se deriva del dficit de libertades polticas que se manifiesta ante un sistema electoral donde no hay pluralidad de opciones y donde no se reconocen los derechos de la oposicin de programas polticos. Valds se apoya en la idea de que la sociedad cubana est en transicin y el propio sistema poltico se encuentra en esta fase de evolucin. Las sociedades en transicin no se dan exclusivamente en las formaciones sociales sometidas a la dialctica marxista. Esta caracterstica es propia de todas las sociedades y las que realizan una transicin ms dinmica son aquellas donde las libertades polticas son plenas y la participacin plural. Valds considera que la transicin cubana en el momento presente plantea dos opciones: perfeccionar el sistema o constituir uno nuevo. Su opinin se dirige hacia el perfeccionamiento del sistema y en esta lnea sita los cambios introducidos por el IV Congreso del PCC, los cambios constitucionales de 1992 y las elecciones para los rganos del Poder
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Popular en 1993. Esta transicin resulta totalmente insuficiente y retrasada en el camino hacia la democratizacin como consecuencia del mantenimiento del partido hegemnico y un cmulo de carencias constitucionales que no permiten hablar de un estado de derecho democrtico. La va de la transicin democrtica est bloqueada por dogmatismo ideolgico, la ausencia de divisin de poderes y la centralizacin burocrtica de funciones sometidas al rigor de los controles del PCC. La ponencia presentada por Jorge Domnguez, de la Universidad de Harvard, plantea el problema de la democratizacin de Cuba con un profundo sentido crtico partiendo de la inexistencia de verdadera democracia en Cuba y del deseo de que se den todos los pasos necesarios para llegar a ello para el bien de todos, como dira Mart. Entre los defectos que descubre en el ordenamiento constitucional y electoral cubanos destaca: ausencia de derechos para las minoras polticas, imposibilidad de elegir libremente a los diputados para la Asamblea Nacional, falta de transparencia electoral, falta de asociacionismo poltico y libertad de hacer campaa poltica de sus ideas con vistas al proceso electoral, deficiente funcionamiento de la Asamblea Nacional que se rene pocos das y carece de tiempo para realizar funciones legislativas, y no se garantizan las libertades polticas. Desde el punto de vista de Jorge Domnguez no puede haber verdadera democracia en Cuba si los ciudadanos no tienen opciones libres y concretas de seleccionar o de rechazar candidaturas y programas de gobierno, si no existe la posibilidad de una eleccin competitiva en la que los electores tengan libertad de seleccionar otro programa, si no hay garanta de que los resultados electorales no se puedan conocer de antemano, y si no hay elecciones libres y competitivas donde puede en efecto ocurrir un cambio del equipo gobernante. Las ponencias que presentaron Luis Surez Salazar, Haroldo Dilla y Hugo Azcuy, elogian el modelo constitucional actual de 1992, aunque estn abiertos a reformas. Haroldo Dilla se apoya en el concepto de democracia que explica Joseph Schumpeter
para enfatizar la idea de que en el orden poltico de los sistemas pluralistas solamente gobiernan las lites polticas y que la democracia es el gobierno de los polticos. Explica la configuracin del sistema cubano mediante el recurso a la sociedad en transicin y las circunstancias geopolticas que condujeron a Cuba a una alianza con el bloque sovitico. Para Dilla los cambios introducidos en la sociedad cubana actual, como consecuencia de la desaparicin de la URSS y otras crisis, hacen necesarios cambios en la organizacin econmica y poltica. La dinmica del cambio prev modificaciones en la organizacin poltica inducidos por las reformas econmicas. En la interpretacin de Dilla, Cuba requiere una mayor democracia y debe aceptar la economa de mercado, pero rechaza que el mercado deba ser el principio organizador de la sociedad y de la poltica. No acepta de buen grado la necesidad objetiva del pluralismo poltico con la inclusin de varios partidos alegando el clsico prejuicio, o excusa, de que son frmulas liberales. Se pierde de vista que tambin el socialismo progresista ha aceptado el multipartidismo y, no solamente ha participado en la actividad nacional e internacional, sino que ha contribuido de una manera decisiva a la consolidacin de los sistemas democrticos. El captulo con el que se cierra el libro, perteneciente a Luis Surez Salazar, Director del CEA, analiza el sistema electoral cubano. Interesa referirnos a la presentacin que hace del sistema actualmente vigente, a partir de la Ley Electoral de 1992. El autor hace un gran elogio del alto grado de participacin electoral que supera el 90% del electorado, pero segn los analistas polticos, esto no debe entenderse como un sntoma de salud democrtica, ms bien al contrario. Debe constatarse un grado de abstencin tcnica normal entre el 20% y el 30%, en ocasiones algo ms, como algo caracterstico de un buen funcionamiento democrtico y que nunca se corresponde con las elecciones o referndums que organizan las dictaduras. Se elogia tambin la frmula de partido nico, como pretende Surez Salazar, pero no es fcil justificar la legitimidad del poder ni la representatividad. Las democracias po-
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pulares de la Europa central y oriental practicaron el mismo sistema de partido nico y en cuanto fue posible el pluripartidismo, los Partidos Comunistas tuvieron que renunciar radicalmente a su papel hegemnico ante la amenaza de una posible desaparicin. El libro que comentamos contiene un aspecto positivo al enfrentarse con un tema poltico polmico que es muy difcil discutir en Cuba con objetividad. Al haberse realizado en La Habana tanto el debate como la publicacin, al amparo de un organismo oficial como es el CEA, es normal encontrar una corriente favorable hacia el modelo de democracia que se disea en el ordenamiento constitucional derivado de las Constituciones de 1996 y 1992. Este modelo dista mucho de ser homologable con las democracias establecidas en la mayor parte del mundo desarrollado. Un rpido anlisis de la Constitucin de 1992 nos permite encontrar aspectos discrepantes con las Democracias pluripartidistas. En el prembulo se declara al PCC empeado en el objetivo final de edificar la sociedad comunista; el Art. 5 mantiene el calificativo de marxista-leninista para el PCC; el Art. 7 asigna al Estado socialista el estmulo de las organizaciones de masas para la edificacin, consolidacin y defensa de la sociedad socialista; en el Art. 10 se obliga a todos los cubanos a observar estrictamente la legalidad socialista; el Art. 12 reconoce la legalidad de las luchas por la liberacin nacional; el Art. 39 promueve la formacin comunista de las nuevas generaciones; en el Art. 53, al reconocer la libertad de palabra y prensa, se puntualiza que debe ser conforme a los fines de la sociedad socialista; el Art. 62 limita las libertades si se ejercen contra la existencia y fines del Estado socialista o contra la edificacin del socialismo y el comunismo. Entre las atribuciones de la Asamblea Nacional, el Art. 75 cita la de reformar la Constitucin con una mayora de los votos de los dos tercios, as como decidir sobre la constitucionalidad de las leyes. En la Constitucin no est definida la divisin e independencia de los distintos poderes, recayendo los ms importantes sobre el Consejo de Estado (34 miembros) que
sustituye a la Asamblea Nacional entre sesiones y toma decisiones por mayora simple (Art. 89). El Consejo de Estado da instrucciones directas al Fiscal General de la Repblica (Art. 123). Las atribuciones asignadas al Presidente del Consejo de Estado, Fidel Castro, entre otras, son las siguientes: Jefatura del Gobierno, Jefatura Suprema de las Fuerzas Armadas, determinar la organizacin general de las mismas, presidir el Consejo de Defensa Nacional, declarar el Estado de Emergencia y las dems no atribuidas por la Constitucin y las leyes (Art. 93). En la Constitucin de 1992 se han introducido dos Consejos que tiene gran poder en injerencias sobre los rganos de Poder Popular y que no son elegidos directamente por la poblacin: los Consejos Populares (Art. 103) y los Consejos de Defensa Provinciales, Municipales y Zonas de Defensa (Art.119). Los primeros constituyen una organizacin paralela al Poder Popular elegido, y los segundos al depender del Consejo de Defensa Nacional (presidido por Fidel Castro) que los organiza, tambin representan una injerencia personal sobre los rganos elegidos. Al considerar la posibilidad de homologacin del ordenamiento constitucional cubano con las democracias pluripartidistas deberan modificarse, como mnimo, los siguientes artculos: el Art. 1, que establece el reconocimiento de una sola clase (trabajadores); el Art. 5, que reconoce el poder hegemnico del PCC; los Arts. 6 y 7, que son derivados del anterior y asigna funciones similares a la Unin de Jvenes Comunistas y las organizaciones sociales y de masas; el Art. 10, que fundamenta la legalidad socialista como exclusiva; el Art. 12, en sus referencias al antiimperialismo e internacionalismo; los Arts. 14 y 15, que fundamentan la propiedad socialista; el Art. 16, sobre la planificacin de la economa; y prcticamente todos los siguientes, hasta el 28, que regulan el sistema productivo con una fuerte centralizacin. Un mejoramiento de la democracia en Cuba precisara de reformas en el Captulo VII sobre derechos y deberes, para garantizar las libertades fundamentales, entre ellas deberan reconocerse los derechos polticos de asociacin. s
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Homenaje a Gastn Baquero El poeta Gastn Baquero recibi un homenaje en el Ateneo de Madrid, en el marco de la Jornada de Poesa Hispnica ante la Crtica, con la participacin de los intelectuales cubanos Po E. Serrano, Felipe Lzaro y Orestes Hurtado. Serrano dict una conferencia sobre Poesa Cubana en el siglo XX, el contexto inmediato de la obra de Baquero; Lzaro se extendi sobre la significacin de la obra del autor homenajeado en el marco de la poesa de lengua espaola de este siglo; y Hurtado hizo una introduccin a Jos Kozer, otro de los grandes poetas cubanos actuales. Zo Valds, finalista del Planeta La narradora cubana Zo Valds result finalista de la edicin de 1996 del Premio Planeta, el ms importante premio econmico de las letras hispanas, con su novela Te di la vida entera, que evoca la vida de una mujer cubana desde los aos treinta hasta los noventa. Es una novela con mucha msica y supone una reflexin sobre la sociedad cubana a partir de la vida de una mujer. Pen Club Internacional El Pen Club Internacional informa que el escritor cubano Cecilio Ismael Sambra Hubert, condenado a diez aos de prisin en 1993 por el delito de rebelin (distribuir octavillas criticas sobre el gobierno cubano), sufri un ataque cardiaco como consecuencia de una huelga de hambre en protesta por las condiciones carcelarias. Sambra Hubert se encuentra en la crcel de Boniato, pese a su precario estado de salud, y el Pen Internacional subraya la necesidad de que sea trasladado a un centro donde pueda recibir la atencin mdica que necesita. Reporteros Sin Fronteras Fernando Castellona, presidente internacional de la organizacin europea Reporteros Sin Fronteras, hizo entrega en la Embajada de Cuba en Madrid de un escrito interesandose por la situacin de los periodistas independientes en Cuba, ya que cerca de cuarenta profesionales han sido detenidos, desterrados o exiliados en lo que va de ao. Rafael Solano, director de HabanaPress, y Roxana Valdivia, directora de Patria, se vieron forzados al exilio; Norma Brito y Jos Manuel Canciano, del Bur de Prensa Independiente de Cuba, Rafael Solano y Hctor Peraza, de HabanaPress y Bernardo Fuentes, de Patria, estuvieron detenidos ms de dos das, Hctor Peraza y Olance Nogueras fueron desterrados a provincias. Un balsero en Pars El poeta cubano Armando Valds ha llegado a Pars, ayudado por un grupo de amigos, tras cuatro intentos fallidos de abandonar la isla en balsa. Valds, que cooper con el Bur de Prensa Independiente de Cuba, desea que la crisis cubana se resuelva de forma pacfica, pero ve difcil el dilogo. Presentada en Madrid la Fundacin Hispano-Cubana El diputado Guillermo Gortzar, el economista Alberto Recarte, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, el diplomtico Jos Antonio San Gil y el eurodiputado Jos Ignacio Salafranca son algunas de las figuras que encabezan la nueva Fundacin Hispano-Cubana que segn una nota de prensa publicada en Madrid, promover el desarrollo de los principios y valores de la libertad en todos los aspectos de las relaciones entre Cuba y Espaa. Debate televisado Alarcn-Mas Canosa Los cubanos Ricardo Alarcn, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y Jorge Ms Canosa, presidente de la Fundacin Nacional Cubano Americana sostuvieron un debate televisado por cmaras norteamericanas que se difundi en ms de veinte pases de Europa y Amrica, pero que no se ha visto en Cuba. Alarcn y Ms Canosa ex-
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pusieron sus visiones diferentes acerca del presente y el futuro de su pas, incluidas unas hipotticas elecciones pluripartidistas. Es la primera vez que un representante del gobierno cubano y otro del exilio discuten pblicamente sobre la nacin cubana. Legans honra a Titn La Asociacin Cultura, Paz y Solidaridad, de la madrilea localidad de Legans, organiz una Semana de Cine dedicada a la obra de Toms Gutirrez Alea. El escritor cubano Senel Paz inaugur la muestra cinematogrfica contando a los espectadores su amistad con Titn y ancdotas de la filmacin de Fresa y Chocolate, filme que se exhibi a continuacin. Cineasta cubano en Pars Ricardo Vega, un joven realizador cubano, ha mostrado en Francia su mediometraje (65) Te quiero y te llevo al cine. Vega comenz su filmacin hace siete aos en Cuba y termin la edicin en Pars, donde reside desde hace dos aos. Mi divina guajira... La pelcula Guantanamera, de los directores Toms Gutirrez Alea y Juan Carlos Tabo, gan los premios a la Mejor pelcula y Mejor actor (Carlos Cruz) del Festival Internacional de Cine de Gramado, que cada agosto acoge esa ciudad brasilea. Cruz, que se mete en la piel de un funcionario obsesionado con la gloria oficialista, sobresale en el elenco dramtico que cont con figuras como Jorge Perugorra, Mirta Ibarra, Ral Eguren y Conchita Brando, entre otros. 24 horas en Fin de Siglo La productora belga Paradis Film, en colaboracin con el Programa MEDIA de la Comunidad Europea, ha distribuido el documental Fin de Siglo, un reportaje sobre una jornada laboral en la que fue una de las mayores tiendas por departamento de La Habana. Sus directores, Szymon Zalasky y
Marilyn Watelet, filmaron y obtuvieron testimonios de los dirigentes y empleados de la tienda, sin incluir comentario alguno de su parte. El resultado expone, con la crudeza del cinema verit, la precariedad de las ofertas y la recurrente explicacin que los empleados dan ante la ausencia de las mercancas solicitadas. El reportaje incluye una asamblea sindical que se pronunci por garantizar agua fra a los trabajadores y cubos de agua para los servicios sanitarios, as como que se les permita visitar la planta destinada a los trabajadores de vanguardia. El filme ofrece imgenes de un desfile de modelos, una asamblea para elegir la Trabajadora Ejemplar y su recomedacin para el ingreso en el Partido Comunista. Pogolotti contra Matanzas La cultura Arar fue debatida en un primer encuentro celebrado en La Habana, patrocinado por la Fundacin Fernando Ortiz y la Asociacin Jovellanense de la capital cubana. Los grupos de Matanzas y Pogolotti barrio habanero tuvieron un mano a mano de danzas y canciones al estilo de los viejos cabildos que abundaron en la Isla en los siglos XVIII y XIX, pero sin poder traerse los instrumentos de fundamento (culto), pues su liturgia prohbe que crucen ros y entre el Yumur y el Almendares hay varios. Perico, Agramonte, Jovellanos, Matanzas y Pogolotti son los focos ms activos de cultura Arar en Cuba, declar Lino Neira, presidente de la Sociedad PerCuba, y copatrocinadora del evento. Ramn Alejandro expone en Caracas El pintor Ramn Alejandro ocupa hasta noviembre prximo una de las salas de la Torre La Previsora, en Caracas, con catorce piezas repletas de frutos cubanos entre los que sobresale la papaya, fruto carnoso donde los haya e imaginativo ms all del lienzo. Guillermo Cabrera Infante es uno de los que escribe en el catlogo de la muestra y dice as: ...Pocos pintores, sin embargo, han colocado las frutas (o una sola fruta repetida, la papaya) como centro de su
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universo plstico. Ese pintor es Ramn Alejandro, cubano de Pars, que as disfruta. La Papaya es para l la presencia, no el recuerdo, de un Edn particular pero no privado: el pintor regala al ojo que mira y no ve y a la vez ve. Se trata de un nuevo Arcimboldo animado no por la paranoia sino por un erotismo desmesurado porque es barroco. Es decir, un orden pictrico que regula el desorden de los sentidos o de un solo sentido. Ana Mendieta a la bsqueda de las Meigas Si una artista cubana tiene todas las papeletas para encontrarse con una Meiga (bruja) gallega esa es la pintora Ana Mendieta que con 37 aos se fue al cielo con sus pinceles y obsesiones desde la mtica Nueva York. Unos dicen que se suicid, otros que la suicidaron, pero su obra est repleta de smbolos tan abarcadores como la naturaleza y de detalles tan ntimos como la huella de una de sus manos. La crtica espaola parece encantada con el embrujo de Ana, a la que dedica sendas pginas en los peridicos ABC y El Pas, invocando su estrecha ligazn de lo afrocubano quizs ya un trmino muy manido y las influencias neoyorquinas de los setenta-ochenta donde creci la pintora y su pintura. La muestra pictrica viajar este otoo e invierno a la ciudad alemana de Dsseldorf, a la Fundacin Tpies de Barcelona y al Center for Fine Arts de Miami. Waldo Balart El pintor cubano Waldo Balart present una exposicin de su obra plstica en Miami, de la que el crtico Aldo Menndez dijo: Presenta formas, dira ligeras, geometrizaciones sintcticas que se concretan y evolucionan mediante un ejercicio disciplinado, controlado, donde parece que solo al color le corresponde el despliegue imaginativo y el juego. Narciso suea y Bordelois expone Augusto Bordelois Gonzlez premio Servando Cabrera 1995 expuso catorce leos
sobre lienzo y nueve dibujos en la galera Domingo Ravenet, de La Habana, bajo el ttulo de Los sueos de Narciso, que abarca la ms reciente creacin de uno de los pintores cubanos con mayores lauros y reconocimiento de la crtica especializada. La nave va, pero slo con siete Un grupo de pintores y especialistas del Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana organiz una muestra pictrica para conmemorar el veinte cumpleaos de Cubanacn, como se conoce a esa institucin desde su fundacin. Segn el catlogo, la exposicin trata de ofrecer un panorama de la creacin plstica auspiciada por el ISA, al que califica como algo ms que un centro docente, aunque reconoce que la muestra es pequea en correspondencia con la cantidad de egresados. Los curadores creen que debe rescatarse la memoria de los aos de esplendor, cuando el ISA era un fenmeno que rebasaba sus muros y era un campo detonador de irreverencias y carcter crtico. La nave va, ttulo de la muestra, acoge algunas obras, entre las que destacan las de Agustn Bejerano, Saidel Brito, Ernesto Pujol, Tania Bruguera y una conjunta de Ral Cordero y Jos A. Vincench. La crtica dijo que La nave va confirma la variedad de estilos y recursos expresivos y formales de la plstica cubana ms actual, a la que considera el resultado de poticas muy diferentes. Aglutina, aglutinador La galera Aglutinador nico espacio de gestin privada de las Artes Plsticas en La Habana ha mantenido sus puertas abiertas durante el primer semestre de 1996 con una variedad de muestras que incluyeron un homenaje al desaparecido Chago Armada, exposiciones individuales de Alberto Casado, Jorge Luis Marrero, Lzaro Saavedra, Manuel Vidal, Colette Rodrguez, Glexis Novoa, Sandra Ceballos, Carlos Garaicoa, Pedro lvarez, Benito Ortiz, Ponjuan y Ren, Luis Gmez, Marta Mara Prez, Cleva Sols, Manuel Alcaide, Ernesto Pujol, Ernesto Leal, Umberto Pe-
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a, Ral Martnez, Carlos Rodrguez Crdenas, Samuel Feijoo, ngel Delgado, Lisette Mataln y Carlos Jos Alfonzo. Sus gestores afirman que Aglutinador es una trampa, aunque luego aclaran que a lo nico que le huyen como a la sarna es a la coherencia, esa aburrida y nauseabunda bondad de la conciencia. Piano con sabor El pianista cubano Enrique Chia ha sacado al mercado su nuevo compacto Piano con sabor, que cuenta con la colaboracin de Israel Lpez, Cachao, y del flautista Nstor Torres en la grabacin de los danzones y de Papito Hernndez, Ren Luis Toledo, Teddy Mulet, Mario Escobar, Juan Pego, Nelson Padrn, Eggie Castillo y Orlando Hernndez Son de la loma, Almendra, Ahora seremos felices, La ltima noche que pas contigo, En el mar, La Mora, Frenes, Virgen de Regla, A la loma de Beln, Pica mi caballo, Quin ser la que me quiera a m?, La mcura, Cgele bien el comps y Me voy pal pueblo, entre otras piezas, componen el nuevo disco del msico cubano radicado en Miami. Andy Garca; elige t que canto yo El actor Andy Garca debut como cantante y compositor en la banda sonora de la pelcula Das de Fortuna y quienes la han escuchado elogian su timbre e inspiracin, aunque lo siguen prefiriendo como actor. Para su debut musical, la estrella cubana estuvo acompaado por un equipo todos estrellas: Albita Rodrguez, Cachao, Armenteros y Paquito DRivera. Mi vida saxual El saxofonista cubano Paquito DRivera publicar prximamente un libro de memorias con el ttulo de Mi vida saxual, que recoge ancdotas y recuerdos desde su infancia hasta su madurez musical y personal, con prlogo de Guillermo Cabrera Infante. DRivera confiesa que en 1980, cuando decidi abandonar al grupo Irakere en una gira europea, su vida estaba acabada en Cuba y recuerda con agradecimiento a un gru-
po de msicos espaoles que lo acogi de inmediato en Madrid. Estoy tratando de buscar un antdoto contra el sndrome de Carmen Miranda para convencer a los norteamericanos de que la msica latina consiste en algo ms que La Bamba o La Cucaracha, declar el msico a Carlos Galilea en la capital espaola, a donde acudi el pasado verano a presentar su The Caribbean Jazz Project junto a Dave Samuels (marimba y vibrfono) y Andy Narell (tambores metlicos de Trinidad). Lecuona: seis mujeres y un maestro Seis mujeres se juntaron para enamorar a Miami con msica de Ernesto Lecuona, bajo la batuta de Marlene Urbay y el genio de Rosario Surez (Charn), autora de la coreografa. La profesora Urbay fue la promotora del homenaje al gran msico cubano, conducido por Caridad Ravelo, y que cont con las interpretaciones de la soprano Brenda Feliciano, acompaada al piano por Zenaida Manfugs, y las ejecuciones de Charn y Aydmara Cabrera que estrenaron el ballet Contrapunto. Suite Andaluca, Danza Negra, Siempre en mi corazn, la Romanza de Mara la O, La Comparsa, Para Vigo me voy, Rapsodia negra donde Urbay desbord la emocin sin perder la virtuosidad, en palabras de Luis Felipe Marsans Crisantemo , Encantamiento, Conga de Medianoche y Habanera fueron las piezas ejecutadas por la orquesta y la pianista Manfugs, incluidos algunos arreglos del orquestador cubano Jos Ramn Urbay. La velada concluy con Aires de Cuba, de Frank Purcel, que uni a las seis mujeres en el escenario del Dade County Auditorium. El maestro Alfredo Munar acaba de reconstruir en Miami la opereta cubana Lola Cruz, cuya partitura original se conserva en La Habana. Munar reconstruy, partiendo de una grabacin, acorde por acorde, esta obra de Lecuona con textos de Gustavo Snchez Galarraga y la present los das 27 y 28 de julio, con gran xito de pblico y crtica. Es el cuarto trabajo de este tipo que realiza el msico cubano, que ha reconstruido de igual manera Cecilia, de Gonzalo Roig, Amalia Batista, de Rodrigo Prats, y El cafetal, tambin de Lecuona.
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Segovia al paso de Flores Chaviano El compositor y guitarrista cubano Flores Chaviano, fundador y director del Ensemble Ciudad de Segovia, clausur la XXVII Semana de Msica de Cmara que cada ao se celebra en el Patio de Armas del Alczar de esa ciudad castellana. De la contradanza al danzn, es el ttulo de una suite en la que Chaviano ha integrado pginas de Lecuona, Cer vantes, Romeu, Delfn, Garca Caturla y Avils, adecundolas al estilo del Ensemble. El concierto fue completado con tangos de Astor Piazzolla y la Suite onrica del compositor madrileo ngel Luis Rodrguez. Chucho Vldes y Arturo Sandoval se reencuentran en un disco Los virtuosos Chucho Valds y Arturo Sandoval se han reencontrado al ms puro estilo de Jazz latino en el disco Straight Ahead, cuarenta y cinco minutos de un concierto ofrecido por ambos msicos cubanos en el Ronnie Scotts de Londres, la meca europea de los jazzistas de raza. Dos piezas de Sandoval y dos de Chucho se complementan con dos piezas de la mtica New Orleans, My Funny Valentine y Blue Monk. Todo ello salpicado con la chispa cubana del piano y la trompeta de estos hombres que un da tocaron juntos y ahora vuelven a hacer de las suyas. Que se repita! A solas con Meme Sols Es un decir, pues con l estuvieron Malena Burke, Luis Garca y sus vocalistas acompaantes: Susana Ramos, Diana Denis y Lizette Hernndez, ms el pblico de Miami que acudi en masa a escuchar al compositor y cantante cubano. Bolero, balada, feeling, son y guarachas fueron la columna vertebral del concierto, que tuvo sus mejores momentos cuando Malena y Luis se juntaban al piano de Meme. Deca que yo no vena y aqu usted me ve El Festival Internacional de Msica Popular Benny Mor se celebr en Santa Isabel
de las Lajas (pueblo natal del Brbaro del Ritmo), Cienfuegos y La Habana con msicos de Estados Unidos, Venezuela, Puerto Rico y los cubanos Isaac Delgado que presidi el festival Rolo Martnez, Fernando lvarez, Elena Burke, Pablito y su lite, y Manoln, el Mdico de la Salsa. Los estudiosos de Benny Mor se reunieron en un coloquio en la ciudad de Cienfuegos para debatir sobre su repercusin en la msica popular latina. Por su parte, la empresa Milan Entertainment lanz en Mxico un disco compacto con diecinueve canciones de Benny Mor. Los promotores escriben en la cartula que el msico cubano no slo fue un buen cantante, sino un compositor de calidad y elogian la versatilidad del Benny al crear su Banda gigante, con formato de Jazz Band, pero con clulas ritmticas cubanas. La Sinfnica en Broadway La Orquesta Sinfnica Nacional ofreci varios conciertos en el teatro Broadway de Buenos Aires con el pianista Jorge Luis Prats, que cerr el ciclo de actuaciones con Preludio Coral y fuga de Franck y la Sonata en Si menor de Lizst. Para la presentacin en la capital argentina en agosto la orquesta estren Misa en Do menor a Buenos Aires, del compositor de ese pas Martn Palmieri. En septiembre, la agrupacin sinfnica cubana viaj a Lima para asumir el acompaamiento, por segundo ao consecutivo, de la temporada que organiza la Sociedad Pro Arte Lrico. En opinin de su directora ejecutiva, Mara Brbara Sampera, la gira sudamericana representa un escaln en la madurez del conjunto y record las difciles condiciones en las que trabajan sus msicos la mayora con menos de cinco aos en la orquesta y sin una sede fija en La Habana. El Atlas de Chang El Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Msica Cubana tiene listo para su publicacin el Atlas de Instrumentos de la Msica Folclrica Popular Cubana, que incluye un anlisis de la composicin etno-demogrfica
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de la nacin cubana desde sus orgenes hasta nuestros das. El libro, dividido en secciones temticas, describe y comenta diecisiete tipos diferentes de instrumentos musicales, algunos de ellos en desuso, y a varias agrupaciones folclricas cubanas. Compay Segundo, la Vieja Trova Santiaguera, G + 4, etc., etc. Los espaoles todava no pueden bailar como los cubanos, pero tanto da Compay Segundo a Madrid hasta que lo consigue. Y no est solo en el empeo, pues de Cuba parece haber llegado un barco cargado de buenos msicos: la Vieja Trova Santiaguera, que se despidi recientemente del Foro, como llaman a la capital espaola; las vocalistas que componen el cuarteto G + 4, Isaac Delgado, Vox Sampling, El Mdico de la Salsa, Irakere, Giraldo Piloto, Farah Mara, Jacqueline Castellanos, Los Van Van, y as hasta el mismsimo Tropicana, que ha ocupado el otoo del teatro Apolo. Alicia no bail El Ballet Nacional de Cuba actu en Madrid durante el verano que acaba de concluir, con xito de pblico y crtica y bajo la atenta mirada de su directora general, Alicia Alonso, que hasta el ltimo momento mantuvo en suspense su decisin de bailar o no. Al final opt por no salir al escenario del teatro Albniz de Madrid, donde declar que ella baila hasta cuando respira. Para la crtica local, lo mejor fueron Lorna Feijoo, Alihaydee Carreo y la labor del coregrafo Alberto Mndez, que no acudi a Madrid, y la mayor decepcin fue el hasta hace poco mtico Lago de los cisnes, con el que la escuela cubana llegaba al virtuosismo. Macbeth francs y cubano La directora francesa Claudine Hunault reuni a los cubanos Tito Junco, Hilda Oates, Mario Balmaseda, Alden Knight y Asseneh Rodrguez para llevar a escena El Macbeth en el Gran Teatro de La Habana, con la esperanza de que sus actores se alejen de Shakespeare y bailen con tambores internos.
Hunault confes que su dramaturgia transita caminos nada convencionales respecto del quehacer en las tablas francesas, pero reivindic su derecho a conseguir actores y actrices cuya formacin cultural est relacionada con la esencia de sus obras. Luego de su presentacin en La Habana, El Macbeth recorrer frica, Europa y Amrica, en una gira auspiciada por el Consejo Nacional de las Artes Escnicas y Judith Production, de la ciudad de Nantes. Hctor Quintero sigue esperando Hctor Quintero acaba de estrenar en La Habana su ltima obra, Te sigo esperando, que ha hecho rer y llorar al pblico, segn las opiniones vertidas por los asistentes a la prensa cubana. La pieza es una comedia dramtica en dos actos protagonizada por Corina Mestre, Paula Al y Elio Mesa, que recrean a cubanos de los aos 90 sin polisemias ni disfraces posmodernistas, segn la vio la crtica Ada Oramas. La virtud del asesino El actor Jos Antonio Rodrguez est rodando en Madrid el serial policiaco La virtud del asesino, una coproduccin de Televisin Espaola y Verso Films, en la que el cubano comparte escena con Patxi Andin, Sancho Gracia y el bailarn Nacho Duato, que acaba de colgar las zapatillas y quiere dedicarse a la actuacin. Rodrguez, uno de los ms prestigiosos actores cubanos, aprovecha su estancia en Madrid para presentar en salas alternativas monlogos y fragmentos de piezas del teatro universal. Un papalote para Mxico Los titiriteros Rubn Daro Salazar y Senn Calero Medina, del grupo de teatro infantil matancero Papalote viajaron a Mxico para colaborar en el montaje del primer museo de tteres del norte de ese pas, que estar ubicado en la ciudad de Monterrey. Daro Salazar actuar ante el pblico mexicano con la obra Historia de burro, de Ren Hernndez Santana.
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Artesano cubano recibe homenaje en Toledo El artesano cubano Juan Francisco Cires Lpez recibi un homenaje en la Feria de Artesana de Castilla La Mancha ( FARCA MA), que se celebr este octubre en la ciudad de Toledo, donde est enterrado el artista cubano. FARCAMA mostr una de las lmparas estilo Art Noveau de Cires Lpez en el vestbulo principal de la muestra y dedic un stand, atendido por su viuda e hijos, para exponer la obra del desaparecido artesano cubano. Juanito, como le llamaban los ms allegados, resida temporalmente en Espaa desde 1993 y falleci el 12 de enero pasado en un hospital madrileo.
Era sensato, nada temerario en sus juicios. Pero se cas varias veces y se divorci otras tantas. En el transcurso de uno de esos matrimonios recuerdo que lo visit y la conversacin dur hasta la madrugada. No se me olvida el momento en que me seal una butaca y me dijo que su aspiracin era permanecer en su mbito de comodidad para reflexionar tranquilamente. Como crtico teatral fue riguroso y hasta duro. Creo que se senta mejor entre los modernos que entre los clsicos. Y que sera interesante recoger en un volumen lo que escribi sobre los dramaturgos cubanos de nuestro tiempo. Pero su gran obra ha sido la historia del teatro cubano. Rine se meti en los archivos y las bibliotecas, se cubri de polvo, ley y reley manuscritos, public uno o dos volmenes de esa obra, ahora no tengo la certeza. De lo que s la tengo es de que ha dejado otro volumen o dos manuscritos y que eso no se puede perder, espero que haya quienes recojan la obra dispersa y procedan a publicarla. l fue siempre cordial, de trato inteligente y nunca exagerado ni extremista. La cultura cubana ha perdido uno de sus valores y quienes lo conocimos hemos perdido a un amigo. Creo que reconociendo esto es como mejor lo despedimos. Mario Parajn
Fin de partida
Rapindey, dicen que no es vida... El compositor, guitarrista y cantante Marcelino Guerra, muri a los 82 aos en la ciudad de El Campello, en el Levante espaol. Rapindey, como le conocan los ms allegados y entendidos, abandon Cuba en 1944 y vol directamente a Nueva York donde trabaj con Frank Grillo, Machito y su hermana Graciela y asisti al noviazgo entre la msica cubana y el be pop de Estados Unidos, donde actu junto a Dizzy Gillespie, Chano Pozo y Tito Puente. Valorado, adems, por su sentido de la amistad y tica, en 1995 tras largos aos de
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retiro la empresa discogrfica Nubenegra le propuso grabar un disco junto a Omara Portuondo, Compay Segundo, Jacqueline Castellanos y Reinaldo Hierrezuelo para ser lanzado en el macrofestival Bilbao Tropical del pasado verano. Rapindey no lleg a tiempo para ver su renacimiento musical, pero quiz l mismo se encarg de tranquilizarnos a todos: quiero cuando quiero.... Descanse en paz, Maestro. Jos Soler Puig El escritor Jos Soler Puig muri el pasado 30 de agosto en Santiago de Cuba, donde haba nacido haca 79 aos. Premio Casa de las Amricas en 1960 con su novela Bertilln 166, Soler Puig es uno de los novelistas cubanos ms importantes de la segunda mitad del siglo XX. Aunque su novela ms conocida fue la premiada por el jurado de Casa, incluso traducida a ms de cuarenta idiomas, sus lectores ms fieles y los crticos consideran a El pan dormido su mejor aporte a la novela moderna en Amrica Latina. Si Lezama nicamente se senta a gusto en La Habana, y mejor an en la casa de Trocadero, Soler Puig slo se conceba en Santiago de Cuba, ciudad en la que oy las mejores historias y luego se las devolvi hechas literatura. Era un oidor atento, como se defini a s mismo una noche en un costado del parque Cspedes, tras presenciar una acalorada discusin sobre pelota. Tucho Rodrguez Ha muerto en Madrid Antonio Tucho Rodrguez Galego, pionero de la fotografa, el montaje y la tcnica de laboratorio cinematogrficos en Cuba. Nacido en Galicia, lleg a La Habana en 1933 y desde 1946 hasta 1969 no dej de aportar innovaciones al cine cubano. Desde su salida al exilio y hasta su muerte continu su labor de fotgrafo y tcnico cinematogrfico. La labor de Tucho en Cuba se inici como fotgrafo de cortometrajes, experiencia que ampli en los canales 6 y 2 de la televisin cubana donde dirigi los departamentos de cinematografa. Para el ICAIC, Tucho fue director de fotogra-
fa de varios documentales, entre los que se encuentran Habla un campesino, Trincheras de Azcar y Cinaga de Zapata, de los largometrajes Giselle, de Enrique Pineda Barnet y El Bautizo, de Roberto Fandio. Entre otros trabajos realizados en Espaa sobresalen la fotografa de Scrates de Roberto Rossellini y del cortometraje Expediente, Premio Concha de Oro del Festival Internacional de San Sebastin (1977).
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ARSMAGAZINE. (Nm. 4. Primavera-Verano, 1996. Pgs. 78). Revista bilinge bsicamente dedicada a las artes plsticas. Cubierta y artculo central dedicados al pintor y arquitecto cubano Hugo Consuegra. Adems, ensayos sobre los artistas cubanos Amelia Pelez por Carlos Franqui, Osvaldo Lugo por Zo Valds y un extenso homenaje al creador cubano Flix Gonzlez-Torres por Marcia Morgado y Xavier de Castro Mori. Tambin extensas reseas sobre el filme Te quiero y te llevo al cine del realizador cubano Ricardo Vega y sobre la puesta en escena en La Habana de Calgula de Albert Camus. Ral E. Romero en La Lupe o la Cuba rota aborda la figura de la mtica cantante cubana. Director Gustavo Valds. Direccin: 220- 45th St. Suite 3, Union City, NJ 07087, EE UU. s ARTECUBANO . (Nm 2, 1995. Pgs. 96). Revista de artes visuales. Contiene: homenaje a Fidelio Ponce por Juan Snchez y Toni Piera. Tambin, ensayos sobre el arte negro cubano por Lzara Castellanos, sobre Antonia Eiriz (fallecida recientemente en Miami) de Mercedes Santos Moray, sobre Carlos Enrique Prado. Reseas de las exposiciones de Ren Francisco Rodrguez y Eduardo Ponjun de Jorge Rivas Rodrguez, de Flora Fong por Marta Rojas y de Gustavo Echevarra por Mariela Prez Valenzuela, entre otros. Noticias sobre plsticos cubanos residentes en Mxico y Santo Domingo. Directora: Margarita Ruiz. Direccin 3 Ave. 1205, Miramar, La Habana, Cuba. s APUNTES POSTMODERNOS. (Vol. 6. Nm. 1. Otoo, 1995. Pgs. 76). Publicacin semess
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tral. Nmero monogrfico dedicado a la lectura del texto de Reinaldo Arenas y su temtica. Entre otros trabajos: Arenas: homoerotismo y crtica de la cultura de Vctor Fowler; La catarata de Carlos Victoria; Traducir a Arenas de A. Hurley, L. Hasson, K. Laabs y Monika Lpez. La obra grfica que acompaa al nmero es obra original para esta ocasin del pintor cubano Jorge Camacho. Su editor es: Jos A. Solis Silva. Direccin: P.O. Box 654305, Miami, FL 33165, EE UU. s BOLETN DEL COMIT CUBANO PRODERECHOS HUMANOS. (Nm. 19, Otoo, 1996) Incluye la declracin firmada en La Habana por Gustavo Arcos, Martha Roque, Vladimiro Roca, Ren Gmez, Flix a Bonne y Jess Ynez Pelletier, de la Plataforma del grupo de trabajo de la disidencia interna cubana, donde se propone la libertad de los presos polticos, regreso de un estado de derecho y fortalecimiento de la sociedad civil, plena independencia econmica para los trabajadores cubanos, legalizacin de los grupos disidentes, reconocimiento de otras corrientes ideolgicas organizadas dentro y fuera del pas y plena vigencia de los derechos humanos. El actual presidente checo, V. Havel, reflexiona sobre el significado de Carta 77; Ricardo Bofill resume el nuevo informe presentado ante el Relator Especial de la ONU para Cuba; Leopoldo Forns escribe sobre el destino de la disidencia cubana; Ana M Grille mira hacia el futuro y reflexiona sobre la figura del Defensor del Pueblo en una nueva sociedad democrtica; Antonio Cobelo sobre las vas para la reconciliacin entre cubanos; y Manuel Fernndez resume los diez libros que, a su entender, son bsicos para la comprensin de la historia de Cuba. Directora: Dra. Martha Frayde. Direccin: Apartado de Correos 45011, 28080, Madrid, Espaa. s CARTA DE CUBA. LA ESCRITURA DE LA LIBERTAD. (Nm. 1. Verano, 1996. Pgs. 36). Revista de informacin poltica y cultural que tiene como fuente primaria textos producidos por distintas agencias de prensa independiente en el interior de Cuba. Entre ellas: CubaPress, HabanaPress, Bur de Periodistas Independientes de Cuba, Agencia de Prensa Independiente de Cuba, Agencia Pa-
tria y Centro Press. Destacan en este nmero las denuncias recibidas desde las crceles de La Caoba y Boniato, en Santiago de Cuba; as como poemas de Ral Rivero y Reinaldo Arenas. Entre otros, Yndamiro Restano reflexiona sobre Concilio Cubano, Ulises Cabrera analiza el fracaso azucarero cubano y Tania Quintero informa sobre la persecucin a los trabajadores por cuenta propia. Director: Carlos Franqui. Direccin: P. O. Box 9352, Santurce, San Juan, Puerto Rico 00908. s COLORS . (Nm. 16. Julio-Agosto, 1996. Pgs. 107). Revista del Grupo Benetton. Dedica este nmero monogrfico a la ciudad de Baracoa, en la regin oriental de Cuba. Centenares de fotos, textos y entrevistas hurgan en el imaginario de una poblacin que se descubre ante la mirada extranjera. Director: Alex Marashian. Direccin: 70, rue des Archives, Pars 75003, Francia s CONTRACORRIENTE. (Ao 1. Nm. 2. Diciembre, 1995. Pgs. 137). Revista auspiciada por el Ministerio de Cultura de Cuba y por la UNEAC. Destacan entre sus colaboraciones: Nacin y sociedad en Cuba de Fernando Martnez Heredia; Cuba: Museo Histrico o Laboratorio social? de Juan Antonio Blanco; Tres divertimentos y otras seriedades de Emilio Ichikawa; Debate entre Cintio Vitier y Arcadio Daz Quiones sobre La Ciudad Letrada, presentacin de Jorge Luis Arcos; y Entrevista a Mario Benedetti por Enrique Ubieta y Rubn Zardoya. Director: Enrique Ubieta Gmez. Direccin: Calzada 807. Ciudad de La Habana. Cuba. s CUBA NUESTRA. (Ao 2. Nm. 5. Agosto. Pgs. 32). Incluye dos trabajos de carcter histrico: uno sobre la ciudad de La Habana y otro sobre la vida de Jos Antonio Saco, ambos de Carlos Manuel Estefana; una polmica sobre la figura de Fidel Castro entre Iris Flores y Alberto Landa. Adems, amplia resea sobre La nada cotidiana de Zo Valds, discurso de Mara Elena Cruz Varela al recibir el Premio Mariano de Cavia en Madrid y resumen de informaciones procedentes de la prensa independiente cubana, entre otros. Es una publicacin vinculada a una seccin de la Unin Liberal Cubana. Director: Carlos M. Estefana. Direccin: Krongardsvg 3, BV 143 46, Varby, Suecia.
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DEBATES AMERICANOS . (Nm. 1. Junio, 1996. Pgs. 113). Revista semestral de estudios histricos y socioculturales promovida por profesores universitario y cientficos sociales de Cuba. Destacamos de su ndice: En el tricentenario de Voltaire: Voltaire y la ansiedad americana de Emilio Ichikawa; una entrevista a Fernando Martnez Heredia bajo el ttulo Pensar es un ejercicio indispensable; el ensayo Qu marxismo est en crisis de Jorge Luis Acanda; Necesidad de la historia, conversacin de varios historiadores con Julio Le Riverand. Director: Eduardo TorresCuevas. Direccin: Ave. 31, n 1413. Playa. La Habana. Cuba. s DISIDENTE . (Ao X. Nm. CX. Agosto, 1996. Pgs. 20). Revista independiente y pluralista que informa sobre los Derechos Humanos en Cuba. Incluye entrevistas con Elizardo Snchez, presidente de la Comisin de Derechos Humanos y Reconciliacin Nacional, donde discrepa de las tesis rupturistas de algunos sectores del exilio y critica la poltica de sanciones econmicas de EE UU; y con Manuel Cuesta, nuevo presidente de la Corriente Socialista Democrtica, tambin desde La Habana. Adems, palabras de Oswaldo Pay Sardias, coordinador del Movimiento Cristiano Liberacin, ante la Comisin del Parlamento Europeo durante su visita a Cuba y reflexiones sobre Cambio Cubano por Eloy Gutirrez Menoyo, entre otros. Director: ngel W. Padilla. Direccin: P.O. Box 360889, San Juan, Puerto Rico 00936-0889. s HERENCIA. (Vol. 1, nmero 4. Edicin Especial). Publicacin en ingls y espaol patrocinada por la Asociacin Cuban National Heritage, presidida por Alberto S. Bustamante, con el fin de preservar los archivos, edificios y otros bienes del patrimonio cultural y artstico de Cuba. Editor: Miguel Rodez. Direccin: 300 Aragn Avenue, Suite 260. Coral Gables, FL. 33134, Estados Unidos. s EL CAIMN BARBUDO. (Ao 30. Nm. 278, s/f. Pgs. 32). Edicin dedicada al 30 aniversario del que fuera suplemento cultural del peridico Juventud Rebelde, fundado por Jess Daz, Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Rodrguez Rivera, Ral Rivero, Orlando Alom, Vctor Casaus y Eduardo Heras Len, entre otros. Contiene, adems, homenaje a Gutirrez Alea por Bladimir Zamora, frags
mento de novela de Elio Fidel Lpez, extensa entrevista al dibujante Jos Luis Posada, ensayo sobre el neobarroco por Omar Calabres y entrevistas de B. Zamora al artista cubano Javier Guerra, radicado en Madrid, y al msico Adalberto Alvarez por Carlos M. Prez. Director: Fernando Rojas. Direccin: Prado 553, Habana Vieja, La Habana, Cuba. s EL HERALDO CUBANO. (Nm. 16. Agosto, 1966. Pgs. 22). Publicacin de temas culturales, religiosos, polticos y de actualidad cubana. Incluye un dossier, Realidad Cubana, sobre la violacin de los derechos humanos en Cuba. Desde La Habana, Oswaldo Pay Sardias, Coordinador del Movimiento Cristiano Liberacin, denuncia el acoso de la polica poltica cubana a miembros de su organizacin. Director: Rigoberto Artiles Ruiz. Direccin: Fridhemsgatan 66, 112 46 Estocolmo, Suecia. s FUNDACIN. (Ao 5. Nm. 15, s/f. Pgs. 64.). rgano de la Fundacin Nacional Cubano Americana. Edicin conmemorativa de los 15 aos de vida de la organizacin. Incluye A los 15 aos de una lucha digna de Jorge Mas Canosa, Chairman de la FNCA. Direccin: P.O. Box 440069, Miami, FL 33144-9926, EE UU. s LA GACETA DE CUBA. (Ao 34. Nm. 4. Julio/Agosto, 1996. Pgs. 64). Publicacin bimestral de la Unin de Escritores y Artistas de Cuba. Nmero homenaje a Toms Gutirrez Alea en el que colaboran, entre otros: Artur Lundkvist, Mirtha Ibarra, Senel Paz, Ambrosio Forns y Roberto Fernndez Retamar. Adems, entrevista a Ernesto Sbato por Nelsn Herrera Ysla, ensayo sobre el grupo plstico Los Once por Pedro de Ora, cartas inditas de Regino Pedroso y una amplia muestra de jvenes poetas de Holgun. Mara Antonieta Henrquez y Humberto Arenal rememoran la figura y la obra de Alejandro Garca Caturla en el 90 aniversario de su nacimiento. Director: Norberto Medina. Direccin: 17 n 354. Habana 4. Cuba. s LA HABANA DOS MIL. (Nm 1. Segundo semestre, 1996. Pgs. 72). El subttulo anuncia su propsito: Mito, ilusin y licencia de una potica en cubano. Es una publicacin independiente dedicada ntegramente a la
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poesa. Este primer nmero rene obra de 20 poetas cubanos que viven en la geografa plural del exilio cubano. Entre ellos: Jos Kozer, Mercedes Cortzar, Mauricio Fernndez, Pablo Le Riverend, Teresa Mara Rojas, Rita Geada, Orlando Rossardi y Nicasio Silverio. Editora: Silvia Eugenia Odio. Direccin: 661 N.W. 102 Court., Miami, FL 33172, EE UU. s LA REGLE DU JEU. (Ao 7. Nm. 19. Mayo, 1996. Pgs. 276). Revista francesa de literatura, filosofa, arte y poltica. Dedica un dossier de 57 pginas a Guillermo Cabrera Infante, integrado por una introduccin de Jacobo Machover y una entrevista del mismo autor a GCI. Se completa con Entre la Historia y la Nada de Cabrera Infante. Director: Bernard-Henri Lvy. Direccin: 23, rue Nollet, 75017 Pars, Francia. s LINDEN LANE MAGAZINE. (Vol. XV. Nm. 2. Junio, 1996. Pgs. 28). La revista literaria cubana de mayor continuidad publicada fuera de Cuba. Este nmero conmemora el centenario de la muerte de Juana Borrero con texto de Belkis Cuza Mal y poemas de Manuel Daz Martnez, Maya Islas, Pablo Medina y Rafael Bordao. Pedro A. Ynes recuerda el reciente fallecimiento del poeta cubano Miguel Gonzlez. Adems, un fragmento de las memorias de la escritora cubana Ofelia Gronlier, fallecida en diciembre pasado; reproduce las palabras del poeta Armando Alvarez Bravo en la presentacin de su libro Al curioso lector y Csar Leante reflexiona sobre el caso Padilla. Directora: Belkis Cuza Mal. Direccin: P. O. Box 331964, Fort Worth, Texas 76163, EE UU. s PALABRA NUEVA. (Ao V. Nm. 49. Agosto, 1996. Pgs. 20). Publicacin del Departamento de Medios de Comunicacin Social de la Arquidicesis de La Habana. Destacan, entre otros: La tolerancia y el sentido comn, entrevista realizada por Miguel Castellvi al telogo dominico Georges Cottier; un anlisis econmico de la ltima zafra, La hora de contar, por Andrs Rodrguez y Salvador Larra; e Imgenes de la otra orilla, resumen de las experiencias de Mons. Carlos Manuel de Cspedes durante su estancia en Miami para asistir a la sesin anual del Instituto de Estudios Cubanos. Director: Orlando Mrquez. Direccin: Calle
Habana n 152, esq. a Chacn, La Habana Vieja, C.P. 10100, Cuba. s TEMAS. (Nm. 4. Diciembre, 1995. Pgs. 136). Publicacin trimestral, dedicada a la teora y el anlisis de los problemas de la cultura, la ideologa y la sociedad contemporneas. Diez autoras cubanas completan un dossier focalizado en la mujer desde distintos ngulos -sociolgicos, histricos, psicolgicos, culturales- y diversidad de criterios. Entre las colaboradoras: Luisa Campuzano, Mirta Yez, Mayra Vilasis, Nara Araujo y Margarita Castro Flores. En la seccin Controversia se debate el tema La globalizacin: una mirada desde la izquierda. Director: Rafael Hernndez. Direccin: Calle 4 Nm. 205, El Vedado, Ciudad de La Habana, C.P. 10400, Cuba. s TRAZOS DE CUBA. (Ao 2. Nm. 13. Agosto, 1996). Revista de reflexin poltica y cultural. Incluye una carta de protesta de Reporteros sin Fronteras ante el hostigamiento del gobierno cubano a los periodistas de la agencia independiente Cuba Press; El ojo de Almendros, un homenaje al cineasta cubano de Jacobo Machover; Comandante Cero: Guerrillero y demcrata, entrevista con Edn Pastora, realizada por Patrick Massay; Caritas Cuba, un bello ejemplo, reconocimiento a la labor que realiza la institucin en la Isla, por Isaura M. Mari (Habana Press); Lzaro Jordana entrevista al poeta Armando Valds, recin salido de la crcel. Directores: Lzaro Jordana y Jacobo Machover. Direccin: 15 Av. de la Garenne, 77270 Villeparisis, Francia. s TROPICANA INTERNACIONAL . (Nm. 1. 1996, s/f. Pgs. 64). Publicacin bimestral de la Asociacin Cubana de Compositores y Autores Musicales de Cuba. Destacan, entre otras colaboraciones, entrevistas a Chucho Valds, director de los Irakere; a Jos Luis Corts, director de NG La Banda; a Paulo Hernndez Gallo, director del grupo Elite; a David Calzado, director de La Charanga Habanera; y a Giraldo Piloto, director del grupo Klmax. Leonardo Padura escribe sobre Mario Bauz, el padre del jazz latino, muerto en Nueva York en 1993. Homenaje a dos clsicos de la cancin cubana: Roberto Esp, vocalista de el Conjunto Casino; y Tito Gmez, cantante de la orquesta Riverside.
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Director: Nstor Mili. Direccin: Calle 6, nm. 313, Vedado, La Habana, Cuba. s UNIN . (Ao VII. Nm. 23. Abril-Junio, 1996. Pgs. 96). rgano de la Unin de Escritores y Artistas de Cuba. Contiene una seleccin de los textos ledos en el ColoquioHomenaje a Ezequiel Vieta (La Habana, diciembre, 1995), destacan entre ellos: Ezequiel Vieta: siendo por Beatriz Maggi, Y por qu no vivir en Candonga por Mirta Yez y Potica por Alberto Garrands. Adems, homenaje a Gutirrez Alea por Alex Fleites, Carlos M. Luis escribe sobre Sexualidad y violencia en la obra de Carlos Enrquez, Francisco Lpez Sacha reproduce el prlogo a su antologa La Isla Contada, Jaime Saruski recuerda La aventura de los suecos en Cuba y Jos Prats Sariol reflexiona sobre la obra pictrica de Jos Luis Farias. Director: Jorge Luis Arcos. Direccin: Calle 17, nm. 354, Vedado, La Habana, Cuba.
Libros recibidos
ALVES CARBALLOSA, COSETTE, Mi infancia en Cuba, Ediciones Universal, Miami, pp. 122. Un libro singular, escrito por una adolescente (naci en 1980), cuyo subttulo precisa su contenido: Lo visto y lo vivido por una nia cubana de doce aos. Una crtica aguda al sistema desde una mirada que temprano perdi la inocencia. s AGUIRRE RENCURRELL, RAFAEL A., Amanecer. Historias del clandestinaje, Ediciones Universal, Miami, 1996, pp. 119. Relato novelado sobre la lucha de la resistencia contra Castro dentro de Cuba. s COR , FERNNDEZ ORLANDO y DE LUI FERNNDEZ, MARA B., El universo de los escritores cubanos, Asociacin de profesores jubilados de escuelas universitarias, Madrid, 1995, pp. 77. El volumen rene ensayos sobre la relacin entre la Astrofsica y la obra de los cubanos Jos Mart, Carlos Manuel Loynaz, Reinaldo Arenas y Severo Sarduy. s ANNIMO, El cocinero de los enfermos, convalecientes y desganados. Arreglado todo al gusto de la Isla de Cuba, Prlogo de Eusebio Leal, Betania, Madrid, 1996, pp. 184). Edicin facsis
milar de la primera edicin fechada en 1862. Si los pueblos son lo que comen, esta es una buena muestra del discurso gastronmico cubano. Memoria de una abundancia perdida en el tiempo y que se suea melanclicamente. Decenas de imaginativas recetas. Incluye un Glosario sobre los trminos de la cocina criolla. s BAZN DE HUERTA, MOISS, La escultura monumental en La Habana, Universidad de Extremadura, Cceres, 1994, pp. 166. Panorama escultrico y monumental de la ciudad de La Habana hasta 1959. El mbito principal escogido es el de La Habana Vieja, Centro Habana y el Vedado. La obra se desarrolla en una secuencia temporal continuada, reflejo de la evolucin ambiental y poltica del pas. Incluye algunas referencias urbansticas y trabajos de ornamentacin en edificios pblicos. Ampliamente ilustrado. s CABRERA INFANTE, GUILLERMO, Ella cantaba boleros, Alfaguara, Madrid, 1996, pp. 309. Cuenta el autor que en 1994, Vargas Llosa le aconsej que publicara Ella cantaba boleros no como el hilo conductor de Tres tristes tigres, sino como un texto independiente; posteriormente el novelista espaol Javier Maras, recin aparecida La Habana para un infante difunto, le sugiri que publicase por separado su ltimo captulo, pues lo consideraba perfecto. Y aqu estn, juntos pero revueltos consigna Cabrera Infante. s CRDOVA, EFRN, Clase trabajadora y movimiento sindical en Cuba, Vol. II (1959-1996), Ediciones Universal, Miami, 1966, pp. 462. El autor, ex profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana hasta 1960, ensea en el Centro de Investigaciones y Estudios Laborales de la Universidad Internacional de la Florida. El primer volumen de esta obra se public en 1995 y cubre el perodo 1819-1959. Este segundo volumen abarca el perodo 1959-1996. Se trata de un documentado estudio sobre la disolucin del movimiento obrero cubano y su posterior institucionalizacin. s DE DIEGO, EMILIO, coord., 1895: La guerra en Cuba y la Espaa de la Restauracin, Editorial Complutense, Madrid, 1996, pp. 346. Un anlisis multidisciplinar (Historia, Geografa, Sociologa, Economa, Ciencia Militar, etc.) que rene diecisis estudios sobre los
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antecedentes y las consecuencias para Cuba y Espaa del perodo 1895-1898. Especialmente interesantes para los estudiosos del tema cubano: La Administracin espaola en Cuba y la economa cubana de M S. Gmez de las Heras, La cuestin cubana en el Parlamento de 1895 de Antonio Fernndez, El ejrcito espaol y las operaciones militares en Cuba (1895): La campaa de Martnez Campos de Miguel Alonso y Cuba en las publicaciones peridicas: Un captulo de historiografa hispnica de Luis E. Togores. s DE LA CUESTA, LEONEL A. y HERRERA, M CRISTINA, editores, Razn y pasin. Veinticinco aos de estudios cubanos, Ediciones Universal, Miami, 1996, pp. 313. Con este volumen el Instituto de Estudios Cubanos celebra un especial aniversario. Diecisis extensos y rigurosos ensayos, entre cuyos temas encontramos estudios sobre la identidad cubanoamericana, la funcin de la Iglesia Catlica en Cuba, modelos de democracia en Cuba, el desarrollo del turismo, azcar y desarrollo, la dolarizacin de la economa cubana, aspectos de la obra de Mart y Varela, entre otros. Poemas de Gustavo Prez Firmat y Emilio C. Cueto completan el volumen. Entre sus colaboradores: Jorge I. Domnguez, Mauricio A. Font, Carmelo Mesa Lago, Lisandro Prez y Marifeli Prez-Stable. s DE LA CUESTA, LEONEL A., Mart, traductor, Ctedra de Potica Fray Luis de Len, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1996, pp. 236. Prlogo de Gastn Baquero. Eplogo de Alfonso Ortega Carmona. Un exhaustivo estudio de la labor de Mart como traductor y de sus ideas sobre traductologa. Incluye las versiones martianas de poemas de Emerson, Horacio, Longfellow y E. A. Poe; un informe completo sobre las traducciones de las obras de Mart; una amplia bibliografa y tablas cronolgicas. s FERIA, LINA DE, Los rituales del inocente, La Rueda Dentada, La Habana, 1996, pp. 89. El libro mayor de una autora que nos ha acostumbrado a una escritura que transcurre siempre debajo de su piel. ntima, pudorosamente desolada, su palabra segrega un retrato, un paisaje, apenas el proyecto de un sueo. Pero no se distrae. Su memoria nos repite con Anna Ajmtova soy el reflejo de vuestro rostro.
s GIL, LOURDES, El cerco de las transfiguraciones, La torre de papel, Coral Gables, 1996, pp. 51. Quince poemas de limpia escritura que hurgan en la memoria, remueven, meticulosos, fragmentos de una conciencia que se niega a olvidar. Pesadilla, gozo, fulguracin. Y un excelente texto en prosa, Confesiones de la condesa de Merln o lamento de la escritora cubana que regresa a la isla. s HOROWITZ, IRVING L., FALKOFF, MARK y CASTRO, RAL, Cuba: Political Pilgrims and Cultural Wars, The Free Cuba Center of Freedem House, Washington, 1996, pp. 42. Horowitz y Falkoff desarrollan en sendos ensayos la visin de la lite intelectual norteamericana que continan viendo en Cuba la realizacin de un destino utpico, al tiempo que deforman en sus anlisis la realidad del proceso cubano. Los editores aaden fragmentos del informe de Ral Castro al Comit Central del PCC (23.03/96). s ICHIKAWA MORN, EMILIO, El pensamiento agnico, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996, pp. 78. El autor, joven profesor de Filosofa, aborda algunos de los extravos y frustraciones del pensamiento latinoamericano y se acoge para ello a un discurso inquisitivo que no excluye la actitud escptica y dubitativa. Desde esa disposicin de nimo suspensiva Ichikawa desgrana, al tiempo que problematiza, temas que acoge en ttulos como Elogio de la desnudez (Para una tica de la investigacin social), Amrica Latina y el discurso europeo: la postmodernidad y Occidente: las trampas de la decadencia, entre otros. s LPEZ LEMUS, VIRGILIO y LONGO, GAETANO, Poetas de la Isla, Portada Editorial, Sevilla, 1995, pp. 222. Seleccin de veintinueve poetas cubanos, desde Jos Z. Tallet a Miguel Barnet. Polmica como toda antologa, sin embargo, Lpez Lemus, pese a la brevedad de su prlogo, informa con eficacia sobre las principales corrientes poticas del siglo. El lector sentir la ausencia de Emilio Ballagas, Heberto Padilla, Armando Alvarez Bravo y Luis Rogelio Nogueras, entre otros. s MADRIGAL, ROBERTO, compilador, Voces del silencio, Trmino Editorial, Cincinnati, 1996, pp. 136. Un volumen que recoge ensa-
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yos de Roberto Valero, Reinaldo Garca Ramos, Manuel Ballagas y Roberto Madrigal, cuyo tema central es el de la subordinacin de la expresin literaria a los dictados de la poltica cultural. Los trabajos aqu recogidos aparecieron en las revistas literarias del exilio Trmino y Mariel. s MNDEZ ALPZAR, SANTIAGO L., Plaza de Armas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1996, pp. 55. Un paradjico poemario donde la ternura y una humansima calidez, escapadas de la ancdota, se abrazan en un lenguaje que busca la limpidez de la categora filosfica. s MENDOZA, PLINIO APULEYO, CARLOS ALBERTO MONTANER y ALVARO VARGAS LLOSA, Manual del perfecto idiota latinoamericano, Plaza & Jans, 1996, pp. 318. Un texto que se inscribe en la tradicin del panfleto para abrir una polmica confrontacin con los tpicos de la izquierda latinoamericana al tiempo que expone las virtudes del neoliberalismo. s ORSENNA, ERIK, Mes aventures du Paradis, Seuil, Pars, 1996. Relato de las aventuras y desventuras del autor durante su viaje a Cuba para rastrear flecos de la genealoga familiar. El autor, acompaado por el fotgrafo Bernard Matussire, logra una obra donde el claroscuro posibilita un testimonio honesto, donde no faltan el humor, el frenes amoroso y la frustracin desgarrante. s PELEZ HUERTA, ANTONIO R., Imgenes de La Habana antigua, Agualarga Editores, Madrid, 1996, pp. 160. Una coleccin de 154 fotos de La Habana correspondientes a los primeros aos de la Repblica, acompaadas de breves textos que ofrecen la historia y la evolucin de la arquitectura habanera de principios de siglo. s PREZ, ALBERTO, Nietzsche dibuja a Csima Wagner, Casa Editorial Abril, La Habana, 1966, pp. 83. Un libro de poemas que es puro apetito inteligente, sensibilidad que todo imanta. Minucioso, el poeta levanta una espiral donde las palabras se abrazan y encadenan a una realidad que parece no tener lmites; se abrasan y reducen en un sueo que se agota en s mismo. s VZQUEZ DAZ , REN , Berusad Kyckling (Pollo borracho), Editorial Bonniers, Estocolmo, 1996, pp. 160. Noventa recetas de
cocina cubana acompaadas de textos literarios. Contiene adems una treintena de ccteles de ron, as como una historia del rey de las Antillas, desde Coln hasta nuestros das, pasando, por supuesto, por los aportes de E. Hemingway. La editorial El Pas-Aguilar publicar la versin espaola en 1997 bajo el ttulo de Pltanos de tentacin. s WEISS, JOAQUN E., La arquitectura colonial cubana, Agencia Espaola de Cooperacin Internacional, Junta de Andaluca e Instituto Cubano del Libro, Sevilla, 1996, pp. 510. Se trata de la fundicin, revisada y ampliada, de dos clsicos de la historia del arte arquitectnico cubano, La arquitectura cubana de la poca colonial y La arquitectura cubana del siglo XX, realizada por su autor en 1968 y que ahora, por primera vez, ve la luz en un solo tomo. Weiss fue profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, y esta obra, la ms importante de su gnero, es la culminacin de una vida dedicada a una investigacin llena de pasin y de rigor.
Convocatorias
INVESTIGACIN
s Premio de Investigacin lvarez Tendero. Ciento cincuenta mil pesetas. Ayuntamiento de Arjona. Delegacin de Cultura. Cervantes, 9 23760 Arjona, Jan, Espaa. Hasta el 31 de diciembre.
NARRATIVA
Premio Baporea de Literatura infantil. Un milln de pesetas para el ganador y doscientas mil para el finalista. Fundacin Santa Mara Vizcaya. C/ Txaco Auzoa, 3, 48480, Arrigorriaga, Vizcaya. Novela con extensin mnima de treinta y cinco folios. Pueden enviarse cuantas obras se deseen. Hasta el 15 de noviembre. s Premio Plaza & Jans Internacional de Novela. Diez millones de pesetas. Editorial Plaza & Jans. Hasta el 31 de noviembre. s Premio Ciudad de Morn de Literatura infantil y juvenil. Cincuenta mil pesetas. Ms
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de diez y mximo de treinta folios, incluidas las ilustraciones. Hasta el 15 de diciembre. s Premio Cceres de Novela corta. Medio milln de pesetas. Instituto Cultural El Brocense. Diputacin Provincial de Cceres. Ronda de San Francisco s/n. 10005, Cceres, Espaa. Hasta el 19 de diciembre. s Premio J. L. Castillo Puche de Novela corta. Trescientas mil pesetas. Instituto de Educacin Secundaria J. L. Castillo Puche, Asociacin de Padres de Alumnos. C/ Jtiva, s/n, 30510, Murcia, Espaa. Ms de cincuenta y hasta cien folios. Por duplicado y convenientemente cosidas. Hasta el 22 de diciembre. s Premio Prez Galds. Trescientas cincuenta mil pesetas. Comisin de Cultura del Cabildo Insular de Gran Canaria. Hasta el 30 de diciembre. s Premio Juan Pablo Forner de Novela. Un milln de pesetas. Ayuntamiento de Mrida, Biblioteca Municipal, c/ Moreno de Vargas, 16, 06800, Mrida, Badajoz. Espaa. Ms de ciento cincuenta folios y hasta trescientos. Hasta el 31 de diciembre. s Premio Infanta Elena de Literatura juvenil. Cuatro millones de pesetas. Fundacin Privada Biblos. Dirigirse a: Toray. Escuelas Pas, 103-108. 08017 Barcelona. Hasta el 31 de diciembre. s Premio lvarez Tendero de Relato Breve (Arjona). Doscientas mil pesetas. Ayuntamiento de Arjona. Delegacin de Cultura. Cervantes, 9 23760, Arjona, Jan, Espaa. Hasta el 31 de diciembre. s Premio Ateneo de Valladolid de Novela corta. Un milln de pesetas. Ateneo de Valladolid. General Ruiz, 1, 47004 Valladolid, Espaa. Hasta el 31 de diciembre. s Premio La Felguera de Cuentos o Narracin corta. Un milln de pesetas. Sociedad de Festejos y Cultura San Pedro. Ingeniero Fernndez Casariego, 16. 33930, La Felguera, Asturias, Espaa. Hasta el 31 de diciembre. s Premio El Eria de Novela. Treinta mil pesetas para el ganador y veinte mil para el finalista. Editorial El Paisaje. C/ La Peorra, 8, 48850, Aranguren, Vizcaya, Espaa. Ms de cincuenta y menos de setenta folios. Pueden enviarse cuantas obras se deseen, firmadas con seudnimo y en sobre aparte los da-
tos del autor y la(s) novela(s) enviada(s). Hasta el 8 de enero. s Premio Llorienzu Novo Mier. Cincuenta mil pesetas y publicacin de la obra. Academia de la Llingua Asturiana. C/ Marqus de Sta. Cruz, 6-2, 33007, Oviedo, Asturias. Extensin mnima de cincuenta folios. Hasta el 16 de enero. s Premio Miguel Cabrera. Edicin de la obra y cien ejemplares. Fundacin Municipal de Cultura Fernando Villaln. Apdo. Correos 48, 45530, Morn de la Frontera, Sevilla. Ms de ocho y menos de quince folios. Hasta el 19 de enero. s Premio Sonrisa Vertical de Novela ertica. Un milln de pesetas. Tusquets Editores. Hasta el 31 de enero. s Premio Ana Mara Matute de Relato para mujeres. Ciento cincuenta mil pesetas para la ganadora. Ediciones Torremozas. Hasta el 28 de febrero. s Premio Lena de Cuentos. Cincuenta mil pesetas. Ayuntamiento de Lena. Casa de la Cultura. 33630, Pola de Lena, Asturias. Espaa. Hasta el 28 de febrero.
POESA
Premio Ciudad de Palma. Quinientas mil pesetas. Ayuntamiento de Palma de Mallorca, Negociado de Cultura. Almudaina, 7, 07001, Palma de Mallorca. Islas Baleares, Espaa. Hasta el 5 de noviembre. s Premio Joan Alcover. Medio milln de pesetas. Ayuntamiento de Palma de Mallorca. Almudaina, 7, 07001, Palma de Mallorca, Islas Baleares, Espaa. Hasta el 5 de noviembre. s Premio Barro de Poesa. Publicacin de la obra. Grupo Potico Barro, c/ Otoo, 1, 41009, Sevilla. Quinientos versos como mnimo y hasta setecientos cincuenta mximo. En sobre aparte, datos del autor con breve nota bio-bibliogrfica. Hasta el 15 de noviembre. s Premio Ciudad de Alcorcn de Poesa. Seiscientas veinticinco mil pesetas y edicin de la obra. Un accsit de ciento veinticinco mil pesetas para un autor menor de 30 aos. Ayuntamiento de Alcorcn, c/ Mayor, 50, 28920, Alcorcn, Madrid. Mnimo de trescientos versos. Hasta el 15 de noviembre. s Premio Ciudad de El Ejido. Doscientas cincuenta mil pesetas. Crculo Cultural y Res
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creativo, c/ Granada, 123, 04700, El Ejido, Almera. Mnimo de doscientos versos por cuadruplicado. Hasta el 15 de noviembre. s Premio Esteban Manuel de Villegasde Sonetos. Cien mil pesetas para el ganador y cincuenta mil para el finalista. Asociacin Cultural de Amigos de Matute, c/ Sta. Ana, 15, 26321, Matute, La Rioja. Espaa. Slo para exaltar al poeta Esteban Manuel de Villegas. Por sextuplicado. Hasta el 1 de diciembre. s Premio Gabriel y Galn. Cincuenta mil pesetas. Patronato Casa-Museo Gabriel y Galn, de Guijo de Granadilla, 10665 Guijo de Granadilla, Cceres, Espaa. Hasta el 15 de noviembre. s Premio Martn Descalzo de Poesa mstica. Treinta mil pesetas y placa conmemorativa. Grupo Literario De par en par, Apartado de correos 4, 28340 Valdemoro, Madrid, Espaa. Entre catorce y cincuenta versos. Hasta el 20 de noviembre. s Premio Gerardo Diego. Doscientas cincuenta mil y cien mil pesetas para el ganador y finalista, respectivamente. Universidad Nacional -Aula Tercera Edad. Argentina, 6 39008 Santander. Espaa. Hasta el 30 de noviembre. s Premio Jos Luis Hidalgo. Trescientas mil pesetas. Ayuntamiento de Torrelavega, Cantabria. Espaa. Hasta el 30 de noviembre. s Premio Luis Cernuda. Un milln de pesetas. Ayuntamiento de Sevilla. Pajaritos, 14. 41004, Sevilla, Espaa. Hasta el 30 de noviembre. s Premio Hiperin. Publicacin de la obra ganadora. Ediciones Hiperin. Hasta el 15 de diciembre. s Premio Jara Carrillo de Poesa y narrativa corta. Ciento treinta mil pesetas para el ganador, noventa mil pesetas para el finalista y una escultura para un accsit. Biblioteca Municipal de Alcantarilla., c/ Cartagena, s/n. Casa de las Cayitas, 30820, Alcantarilla, Murcia. Espaa. Entre cincuenta y seis y ciento cincuenta versos. Cada concursante slo podr enviar dos trabajos por cada gnero. Hasta el 18 de diciembre. s Premio Provincia de Len. Setecientas cincuenta mil pesetas. Institucin Fray Bernardino Sahagn, c/ Puerta de la Reina, 1, 24003 Len. Espaa. Mnimo de setecientos cincuenta versos. Hasta el 31 de diciembre.
Premio El Eria de Sonetos. Cuarenta mil pesetas para el ganador y veinte mil para el finalista. Revista El Eria, c/ Arangoiti, 8, 2 izq., 48850, Aranguren, Vizcaya. Mnimo de 90 sonetos y mxima de ciento cincuenta. El Jurado puede designar a ms de un finalista. Hasta el 1 de enero. s Premio San Lesmes Abad de Poesa. Un milln de pesetas. Ayuntamiento de Burgos, Comisin de Cultura, Turismo y Festejos. Plaza de Jos Antonio, s/n, 09071 Burgos, Espaa. Mnimo de quinientos versos. Originales por quintuplicado con las hojas unidas y numeradas. En sobre aparte datos del autor con breve currculum. El Ayuntamiento de Burgos editar las obras premiada y finalistas. Hasta el 15 de enero. s Premio Angelines de Poesa. Ciento cincuenta mil pesetas. Junta Vecinal de Barcenaciones, 39590, Reocn, Cantabria, Espaa. Mximo de cien versos de mtrica libre. Hasta el 31 de enero. s Premio Campo de Cartagena de Juegos Florales. Ciento cincuenta mil pesetas y una flor. Centro Cultural y deportivo. C/ Ignacio Aznar, 2, 30593, La Palma, Cartagena, Murcia, Espaa. Por sextuplicado. La obra premiada quedar en poder de los organizadores que se reservan todos los derechos. Hasta el 11 de enero.
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ENSAYO Y VARIOS
Premio Fundesco de Ensayo. Tres millones de pesetas y publicacin de la obra. Fundesco Gabinete de Comunicacin y Publicaciones, c/ Alcal, 61, 28014 Madrid. Los trabajos deben abordar las relaciones entre comunicacin, tecnologa y sociedad con una extensin mnima de ciento cincuenta folios de treinta lneas. Hasta el 31 de octubre. s Premio Joan Maragall de Investigacin o Ensayo. Un milln de pesetas. Fundacin Joan Maragall, c/ Rivadeneyra, 3 baixos, 08002, Barcelona, Espaa. Referido a tica y cristianismo. Mnimo de ciento veinticinco pginas y mximo de trescientas. Originales por quintuplicado. Hasta el 31 de octubre. s Premio Sant Ramn de Penyafort de Ensayo cientfico. Cien mil pesetas. Museo de Villafranca, Plaza de San Jaume I, 1, 08720, Villafranca del Peneds, Barcelona, Espaa.
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Mnimo de quince folios. Hasta el 10 de noviembre. s Premio Jovellanos Internacional de Ensayo. Tres millones de pesetas. Ediciones Noble, c/ Asturias, 8, 33004, Oviedo, Asturias, Espaa. Mximo de trescientos folios. Las obras podrn enviarse en disquetes informticos en lenguaje de cualquiera de los procesadores de textos de uso comn. El autor que lo prefiera puede firmar con seudnimo, pero enviando en sobre aparte sus seas. El tema es libre, pero se valorarn especialmente los ensayos referidos a la problemtica de la sociedad actual, en cualquiera de sus aspectos, sea en la dimensin universal o nacional de Espaa. Hasta el 15 de noviembre. s Premio Lil lvarez de Ensayo. Doscientas cincuenta mil pesetas. Fundacin Lil lvarez, c/ Alberto Bosch, 3, 28014, Madrid, Espaa. Entre cinco y siete folios. Originales por quintuplicado. Hasta el 30 de diciembre. s Premio Jaume Nualart de Ensayo. Medio milln de pesetas. Comunidad Autnoma de Catalua, Direccin General de Accin Cvica. Plaza Pau Vila, 1 -2n (Palau del Mar), 08003, Barcelona. Espaa. Los ensa-
yos slo sern referidos al tema del ao que designe Naciones Unidas. Mnimo de cien folios y por cuadruplicado. Hasta el 31 de enero. s Premios ABC. Mariano de Cavia (Periodismo). Luca de Tena (Historia) y Mingote (Ensayo). Doscientas cincuenta mil pesetas para cada modalidad. Prensa Espaola. Serrano, 61, 28006, Madrid. Hasta el 28 de febrero. s Premio Anagrama de Ensayo. Un milln de pesetas en concepto de anticipo de derechos de autor, estipulados en el diez por ciento de la venta para el autor hasta los primeros diez mil ejemplares y del doce por ciento a partir de esta cifra. Editorial Anagrama, c/ Pedro de la Creu, 458, 08034, Barcelona. Las obras podrn desarrollar un tema o varios agrupados de forma orgnica. En ningn caso se admitir la simple recopilacin de artculos. El jurado preferir los trabajos de imaginacin crtica a los de carcter erudito o estrictamente cientficos. Se valorarn especialmente los que representen una apertura en el concepto literario de ensayo. Hasta el 1 de enero.
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Nelson Villalobo
Cartas a
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D E L A C U LT U R A C U B A N A
nuidad. Una multiplicacin de encuentros es lo que necesita Cuba, y no esa improvisacin de encontronazos que nos viene marcando desde hace tiempo. Jos Kzer (Nueva York).
ENCUENTRO llena un espacio importante para la ya tan diseminada y maltratada cubanidad y puede llegar a convertirse en un punto de referencia cultural y de reunin de la intelectualidad cubana y puede, en fin, hacer mucho por nuestra cultura, tanto por el grupo de intelectuales que de inicio ha logrado aglutinar a su alrededor, como por las expectativas que despierta el fin mayor que se ha trazado: abrir un espacio democrtico serio a la expresin cultural cubana. Andrs Jorge (Ciudad de Mxico). ENCUENTRO... me parece un hito histrico en las relaciones pancubanas. He ledo con inters y deleite el primer numero que, a mi juicio, parece haber cumplido cabalmente con su propsito de contribuir a que la cultura cubana aparezca en su diversidad, ya que incluye temas muy variados desde el mbito poltico y religioso hasta el literario y artstico, y desde varios puntos de vista (...) Puedo informarles que me encontraba en Cuba cuando ENCUENTRO empez a circular y pude comprobar un gran y vivo inters entre los que haban tenido acceso a la revista, a la vez que se rumoreaba que las autoridades haban prohibido su circulacin, lo cual me parece muy lamentable. Willy Rasmussen (Noruega).
ENCUENTRO se reg por ac entre no saben cunta gente. Este empeo demuestra el talento de los intelectuales de ac y de acull para sta y otras empresas culturales. En este nmero, donde hay un sancocho apetecible, nos damos cada vez (ms) cuenta de que el contexto cultural, independientemente de los perfiles ideolgicos, resulta apropiado para promover lo que todos, en definitiva, deseamos: un pas democratizado. (...) Es posible que les enviemos materiales relacionados con la actualidad cultural de la isla. Sobre todo de msica, que, a mi modo de ver, le falt a la revista. Jos Rivero Garca (La Habana). Voy a criticar duramente el primer nmero; grosso modo: decidirse o no por la ficcin, no es bueno ver dispersos esos corticos y escasos poemas en la revista; encargar, tal vez, dossiers especiales as el proyecto se vera ms claro incorporar un veinte por ciento de ficcin, pensar que la ficcin no piensa es un error, y le dara un atractivo a la revista; no moverse tanto a favor de los ltimos acontecimientos polticos alrededor de Cuba (...) Y cerrar filas en busca de calidad y, sobre todo, calidad. Pero en general creo que es la nica revista cubana legible en la actualidad. Rolando Snchez Mejas, (La Habana). Sirva esta para manifestarles mi agradecimiento por haberme enviado el primer nmero de ENCUENTRO, una buena publicacin, a tono con los tiempos que vivimos. Orlando Mrquez Hidalgo (La Habana). Qu emocionado estoy leyendo ENCUENTRO. No se lo pueden imaginar. An me quedan cosas por leer, mas de momento, qu desgarrador lo de Eliseo Alberto, qu bella reminiscencia la de Adriano Gonzlez Len, qu bien reflexionado todo lo de Domnguez y Prez-Stable. Han hecho la revista: soemos ahora con la conti-
Creo que vuestra iniciativa es digna de todo aprecio, bien ensamblada grficamente y de contenido lo suficientemente vario como para darle libre y respetuosamente cabida en sus pginas a opiniones y posturas incluso muy distintas. Est bien que los de dentro y los de fuera tengan a su alcance un medio que, precisamente por salirse de los cauces ms acostumbrados y no estar manejado por entidades polticas ni centro de poder alguno, se encuentra en condiciones, fomentando un debate serio y civilizado, de prefigurar aquella venidera sociedad plural a la que hacis referencia en la introduccin (...) La revista no ignora que no podr haber paz ni verdadera reconciliacin ( y tampoco, con anterioridad, dilogo fructfero) sin plantearse, desde hoy, la exigencia de conjugar la convivencia y el restablecimiento de los derechos con la justicia... En fin, muy bien y adelante! Daniele Capanelli (Universit di Pisa)
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C A RTA S A E N C U E N T R O
C O L A B O R A D O R E S
Luis Aguilar Len, (Manzanillo, 1925), Profesor jubilado de Georgetown University. Ha publicado cinco libros sobre la Historia de Cuba, entre ellos Cuba y su futuro. Es director de las pginas de Opiniones del Nuevo Herald. Reside en Miami. Ramn Alejandro, (La Habana, 1943). Pintor. Reside en Miami, despus de una larga estancia en Pars. Constantino Arias, Fotgrafo de prensa. Desarroll su actividad en los principales medios periodsticos cubanos. Gastn Baquero, (Banes, 1918). Uno de los grandes poetas vivos de la lengua. Pertenece a la generacin de Orgenes. En 1995 public los volmenes Poesa y Ensayos, en los que rene su labor en ambos gneros. Reside en Madrid. Wilfredo Cancio Isla, (Cuba, 1960). Fue profesor de la Facultad de Comunicacin de la Universidad de La Habana durante doce aos. Actualmente es profesor de Barr y University, en Miami. Enrique del Risco, (La Habana, 1967) Escritor e historiador. Ha publicado Obras encogidas y Prdida y recuperacin de la inocencia. Reside en Madrid. Mihly Ds, (Budapest, 1950) Director de la revista Lateral. Reside en Barcelona. Maite Daz, (La Habana, 1963) Pintora y dibujante. Pertenece al grupo Aglutinador. Reside en Zaragoza. Manuel Daz Martnez , (Santa Clara, 1936) Poeta y periodista. Premio UNEAC de poesa, 1968. En 1991 firm la llamada Carta de los Diez, donde se hizo pblica su ruptura con el rgimen de Fidel Castro. En 1995 recibi el Premio de Poesa Ciudad de Las Palmas por su libro Memorias para el invierno. Reside en Las Palmas de Gran Canaria. Manuel Fernndez Santalices, (La Habana), Licenciado en Periodismo por la Escuela de Madrid. Miembro fundador del Instituto de Estudios Cubanos en Estados Unidos. Dirige la revista Mensaje iberoamericano. Reside en Madrid. Leopoldo Forns, (La Habana, 1938). Historiador y escritor. Reside en Madrid. Luis Manuel Garca, (La Habana, 1954). Narrador y periodista. Premio Casa de las Amricas 1990 por su libro de relatos Habanecer. Reside en Jan. Luis G. Fresquet, (La Habana, 1946). Dibujante, diseador y caricaturista. Reside en Madrid. Julio Girona, (Manzanillo, 1914) Pintor, escritor y poeta. El dibujo reproducido pertenece a la serie La Guerra (Pars 1944-45). Reside en La Habana. Guillermo Gortzar, (San Sebastin, 1951), Profesor universitario de Geografa e Historia. Secretario de Formacin del Partido Popular. Miembro del Congreso de los Diputados de Espaa. Reside en Madrid. Ofelia Gronlier, (La Habana, 1931Las Palmas de Gran Canaria, 1995). Escritora y pintora. Orestes Hurtado, (La Habana, 1972) Periodista y escritor. Reside en Madrid. Emilio Ichikawa, (Bauta, 1962). Ensayista y poeta. Ha sido profesor de Filosofa en la Universidad de La Habana. Reside en Bauta, Cuba. Csar Lpez, (Santiago de Cuba, 1933) Poeta y ensayista. Premio de poesa Ocnos (1971) por Segundo libro de la ciudad. Reside en La Habana. Noem Luis Gutirrez, (Sancti Spritus, Cuba, 1967), Graduada en Filologa Hispanoamericana por la Universidad de La Habana. Prepara tesis doctoral sobre la poesa de Orgenes. Reside en Madrid. Luis Marn, (La Habana, 1948). Pintor y dibujante. Reside en Miami. Orlando Mrquez, (Cuba) Director de Palabra Nueva y Vivarium, publicaciones de la Arquidicesis de La Habana, donde reside. Mario Merlino, (Argentina, 1948) Traductor literario, ensayista y poeta. Director del grupo Ache de accin potica. Reside en Madrid. Eduardo Muoz Ordoqui, (La Habana, 1964). Fotgrafo. Fue curador de la Fototeca de La Habana. Reside en Arizona. Fabio Murrieta Rodrguez, (Pinar del Ro, 1970), graduado de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Ha publicado La esperanza en Pailock (ensayo), Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1994. Reside en Cuba. Joaqun Ordoqui, (La Habana, 1953). Escritor, cineasta y director de televisin. Reside en Madrid. Enrique Patterson, (Holgun, 1950) Ensayista y profesor. Publica en medios de prensa norteamericanos y de Amrica Latina. Reside en Miami.
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COLABORADORES
Ricardo Alberto Prez, (La Habana, 1961). Poeta. Ha publicado tres poemarios y aparece en otras tantas antologas. Premio de la Crtica 1994 por su libro Nietzsche dibuja a Csima Wagner. Reside en La Habana. Pedro Prez Sarduy, (Santa Clara, 1943) Poeta, ensayista y periodista. Su ltimo libro publicado, No longer Invisible/Afro-Latin Americans Today (1995). Reside en Londres. Jos Prats Sariol, (La Habana, 1946). Ensayista y narrador. Ha publicado, entre otros, La materia artizada (Madrid, 1996), donde rene la crtica de arte de Jos Lezama Lima. Reside en La Habana. Ral Rivero, (Morn, Cuba, 1945) Poeta y periodista. En 1991 firm la llamada Carta de los Diez, donde se hizo pblica su ruptura con el rgimen de Fidel Castro. Desde entonces colabora desde La Habana, donde reside, con varias publicaciones en Estados Unidos y Europa. Dirige la agencia de prensa independiente CubaPress. Efran Rodrguez Santana, (Palma Soriano, 1953) Ensayista y poeta. Ha publicado, entre otros, Cuentos de la risa del horror, (Bogot, 1993), una seleccin de cuentos de Virgilio Piera que tambin prolog. Ha quedado entre los catorce finalistas que aspiran al Premio Fernando Lara, 1996, con
su novela La mujer sentada. Reside en La Habana. Rafael Rojas, (La Habana, 1965). Historiador y ensayista. Completa su doctorado en el Colegio de Mxico. En la actualidad disfruta de una beca en EE UU. Felipe Ruiz Alonso, (Espaa), Profesor Titular de Historia de las Ideas Polticas y Sociales de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociologa de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid. Reside en Madrid. Rolando Snchez Mejas, (Holgun, 1959). Poeta, narrador y ensayista. Desde 1993 dirige el Proyecto Dispora(s), de escritura alternativa. Carlos Victoria, (Camagey, 1950) Su ltima novela publicada es La travesa secreta (1994). Reside en Miami. En este nmero publicamos el primer captulo de una novela en preparacin. Nelson Villalobo, (Cienfuegos, 1956) Pintor, dibujante y poeta. Reside en Zaragoza. Fernando Villaverde, (La Habana, 1938) Narrador y periodista. Su volumen de cuentos, Los labios pintados de Diderot, fue Premio Letras de Oro (Miami, 1992). Reside en Miami. Alan West, (La Habana, 1953). Poeta, ensayista y profesor Prepara un libro, Tropic of History, sobre literatura, arte y msica del Caribe. Reside en Estados Unidos.
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COLABORADORES
D I S T R I B U I D O R E S
Alicante
DISTRIBUCIONES ALBA, S.L.
Murcia, Albacete
DISTRIBUCIONES ALBA, S.L.
Catalua y Baleares
DISTRIBUC. PROLOGO, S.A.
Valencia, Castelln
ADONAY, S.L.
Canarias
LEMUS DISTRIBUCIONES
Polgono La Chaparrilla, parcela 3436 41016 Sevilla Tel.: (95) 440 63 66 Fax: (95) 440 25 80
Asturias
DISTRIBUC. CIMADEVILLA
Galicia
M. ALONSO LIBROS
Va Faraday, 41 bis Polgono del Tambre 15890 Santiago de Compostela La Corua Tel.: (981) 58 86 00
E X P O R T A D O R E S
DELMO LIBROS CELESA
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Conde de Romanones, 5 28012 Madrid Tel.: (91) 369 45 32 Fax: (91) 369 44 61
Moratines, 22, 1 B 28005 Madrid Tel.: (91) 517 34 81 Fax: (91) 517 34 81
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