Pastor Esn 03

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REVISTA PASTORES.

AO 1 N 3 Septiembre 1995

SUMARIO Editorial Testimonios I Jornada Nacional de Sacerdotes Villa Cura Brochero, 2-4 agosto 1994 Pbro. Carlos I. Heredia (Crdoba) Estudios La espiritualidad sacerdotal en las cartas del Cura Brochero Pbro. Carlos O. Ponza (Crdoba) Formacin humana Hacia una psicologa de la madurez integral del sacerdote Dr. Gastn de Mzerville Zeller Experiencias El acompaamiento de los sacerdotes jvenes. Una experiencia Rev. Franco Brovelli, Rector del Instituto Sacerdotal Mara Inmaculada, Miln Teologa Espiritual La Palabra de Dios en la vida del sacerdote Espiritualidad Apuntes para un retiro espiritual Pbro. Manuel Pascual (Buenos Aires) Recensiones Noticias

EDITORIAL Publicamos un nuevo nmero de Pastores. Desde que empezamos a pensar este proyecto fuimos conscientes del desafo que consiste no slo en comenzar sino tambin en permanecer en el camino emprendido. Gracias a Dios, y al aliento y la suscripcin de muchos, hemos podido seguir adelante. Nos llegan noticias y comentarios de distintos lugares; constatamos con alegra que Pastores est prestando el servicio para el que fue pensada. Sabemos que nuestra revista ha sido aprovechada por muchos para su lectura y reflexin personal. En algunas dicesis los sacerdotes han podido reflexionar juntos sobre alguno de los artculos publicados. Tal como decamos en el editorial del nmero 2: "...la periodicidad (tres nmeros por ao) y el contenido hablan de una revista que se aprovecha durante un tiempo prolongado; que da material para la reflexin personal o comunitaria y sobre la cual se vuelve una y otra vez. Al mismo tiempo con la variedad de artculos se intenta responder a distintas expectativas y necesidades, segn sea el momento y las circunstancias de cada destinatario... En este sentido nos ha parecido oportuno insistir en una de las ideas centrales que nos movi a iniciar este proyecto: la formacin permanente de los presbteros es un proceso personal y comunitario en el que, a travs de distintos medios, vamos madurando nuestra vocacin sacerdotal en el camino del seguimiento e identificacin con Jesucristo, el Buen Pastor. La nuestra es una de las tantas iniciativas que se vienen realizando para recorrer este camino. En otros pases existen publicaciones semejantes, con las que estamos ponindonos en contacto (ver seccin "Recensiones"). Se trata, entonces, de perseverar en el camino emprendido de manera responsable y comprometida ya que "la formacin permanente, precisamente porque es permanente, debe acompaar a los sacerdotes siempre, esto es, en cualquier perodo y situacin de su vida, as como en los diversos cargos de responsabilidad eclesial que se le confen...." (PDV 76). Sin perder de vista la responsabilidad que corresponde en este proceso al Obispo, al presbiterio y a todo el Pueblo de Dios, es indudable que el primer responsable sigue siendo el mismo sacerdote (cfr. PDV 78 y 79; Directorio 87 a 92). De all la necesidad de contar con medios adecuados para responder a este llamado a "reavivar" el don recibido, conforme al dinamismo propio de la gracia sacramental y al derecho que el Pueblo de Dios tiene de contar con pastores santos. Ofrecemos nuestro medio para dar a conocer otras iniciativas en favor de la formacin permanente; creemos que puede ser de gran provecho para los dems el compartir alguna experiencia que haya sido valiosa sea para el clero de una dicesis o para un grupo determinado; como tambin lo ser hacernos llegar recensiones de libros sobre temas de inters para los presbteros e informacin de cursos, retiros o actividades que sirvan a este cometido y que podamos promover desde aqu. Como ya lo expresamos anteriormente deseamos hacer de esta publicacin un mbito de comunin, reflexin e intercambio de dones. En este nmero hemos querido recoger algo de la rica experiencia de la I Jornada Nacional de Sacerdotes, organizada con motivo del 80 aniversario de la muerte del Cura Brochero, con el auspicio de la Comisin Episcopal de Ministerios. El Pbro. Carlos Heredia, de la Arquidicesis de Crdoba y uno de los responsables de la organizacin, nos ofrece una detallada crnica del encuentro. Tambin publicamos la exposicin del Pbro. Carlos Ponza, Director Espiritual del Seminario Mayor de Crdoba, sobre los rasgos ms significativos de la espiritualidad del Siervo de Dios.

Con las autorizaciones correspondientes hemos trascripto varios artculos tomados de otras publicaciones. Del Boletn de la OSLAM (Organizacin de Seminarios de Amrica Latina) tomamos un estudio del Dr. Gastn de Mzerville Zeller, de Costa Rica, sobre la madurez humana y sacerdotal; de la Revista Seminarium, de la Congregacin para la Educacin Catlica, hemos traducido un artculo del Pbro. Franco Brovelli, que describe la experiencia del Instituto Mara Inmaculada, dedicado a la formacin permanente del clero de Miln. Tambin publicamos un estudio sobre el sacerdote y la Palabra de Dios, que fue presentado en el Congreso sobre Espiritualidad Sacerdotal, organizado por la Comisin Episcopal del Clero de la Conferencia Episcopal Espaola, en el mes de septiembre de 1989. Cada uno de estos artculos ampla y enriquece el horizonte de nuestro empeo en favor de la formacin permanente. Por ltimo, publicamos el trabajo de un miembro de nuestro equipo, el Pbro. Manuel Pascual, quien ha predicado retiros a los cleros de varias dicesis. Fruto de esta tarea son las reflexiones que transcribimos. Comenzamos estas lneas aludiendo al valor de la permanencia. La resonancia jonica de esta expresin nos lleva a descubrir aqu un camino y una invitacin que queremos compartir con todos nuestros lectores. El Dios que permanece siempre junto a nosotros nos llama a permanecer fieles en el camino emprendido, para ser as, a pesar de nuestra fragilidad y pecado, sacramento de su fidelidad en medio de nuestro pueblo, que tanto necesita del testimonio de hombres y mujeres que permanezcan fieles, a pesar de todo...

I JORNADA NACIONAL DE SACERDOTES Villa Cura Brochero, 2 - 4 agosto 1994 Pbro. Carlos I. Heredia - Crdoba Muchos sacerdotes de varias dicesis argentinas pasan sus vacaciones en Traslasierra. As el descanso necesario se une a la fraternidad sacerdotal en la bsqueda de renovar el sacerdocio en la cercana del Siervo de Dios Jos Gabriel del Rosario Brochero. Desde varios aos antes, estos sacerdotes haban avisorado la oportunidad de reunir al clero y a los seminaristas de Argentina alrededor de la figura sacerdotal del Cura Brochero, para extender esa experiencia veraniega a otros hermanos sacerdotes. As, el Pbro. Mario Poli entre otros, lo propusieron a la Comisin Episcopal de Ministerios, pero por diversas circunstancias ninguno de los eventos lleg a concretarse1. Antecedentes haba de eventos que nuclearon gran cantidad de sacerdotes en Villa Cura Brochero: al inaugurarse el monumento (1922), en el cincuentenario de la inauguracin de la Casa de Ejercicios (1927), en el centenario del nacimiento (1940) y en el cincuentenario del fallecimiento (1964). No obstante, la inquietud no se apag. Muy por el contrario, creci, retomando nuevo impulso en el verano de 1993. El Arzobispo de Crdoba, Card. Ral F. Primatesta, y el Obispo de Cruz del Eje, Mons. Omar Colom, -ambos coactores de la causa de canonizacin del Cura Brochero- la hicieron suya y propusieron a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina en abril de dicho ao la posibilidad de reunir a los sacerdotes en Villa Cura Brochero, lo que fue unnimemente aceptado. El 9 de agosto de 1993, la CEMIN informaba a los obispos argentinos que "ha dispuesto organizar, a nivel nacional, una Jornada Nacional Brocheriana" en 1994, coincidente con el 80 aniversario de la muerte del Cura Brochero. Se form una Comisin que qued finalmente conformada bajo la presidencia de Mons Luis Donato Ricardo, Vicario General de Cruz del Eje, por el Pbro. Ido Ricotti, prroco de Villa Cura Brochero, por el Pbro. Juan Carlos Martnez, prroco de Libertad (Dioc. Morn), y quien escribe como Secretario Ejecutivo. Por su proximidad, Mons. Carlos aez, Obispo auxiliar de Crdoba y miembro de la CEMIN, sera nuestro enlace con la misma. Al diagramar la Jornada prontamente apareci que deba ser muy sacerdotal, que necesitbamos reunirnos por el slo hecho de ser sacerdotes, para orar juntos, compartir experiencias, a la luz de un hermano mayor que se haba gastado y desgastado totalmente en la evangelizacin y promocin de una porcin de la Iglesia en Argentina: el Cura Brochero. Al mismo tiempo, percibimos que si bien esta reunin sacerdotal se hara con ocasin de un aniversario brocheriano, no deba ser la ltima, sino la primera, de all que no convena adjetivarla brocheriana. As qued plasmado el ttulo que era en s todo un objetivo: Jornada Nacional de sacerdotes. Se elabor un primer cronograma, que luego de varios retoques, fue finalmente aprobado por la CEMIN el 7 de marzo de 1994. El programa, con una carta firmada conjuntamente por Mons. Carmelo Giaquinta, Arzobispo de Resistencia y Presidente de la CEMIN, y Mons. Donato, fue remitido a cada una de las parroquias de toda la Repblica Argentina, conjuntamente con una publicacin sobre el Cura Brochero preparada por uno de los Vicepostuladores de la causa2.

En la carta, fechada el 26 de enero de 1994, al cumplirse los ochenta aos de la muerte del Cura Brochero, se enunciaban los objetivos: "Ya que debes ejercer tu ministerio en momentos tan especiales, este encuentro sacerdotal quiere ser de reflexin y oracin. Cmo debe ser hoy nuestro estilo de vida? Debemos adaptarnos a las circunstancias, para sostener la fe de nuestro pueblo en el tiempo que nos toca vivir. Brochero puede ser un modelo para nuestro sacerdocio de hoy. Queremos compartir esta experiencia con todos los sacerdotes de la Argentina". No nos proponamos estudiar un documento ni preparar uno nuevo. Slo quisimos reunirnos para orar y reflexionar junto a uno de los grandes sacerdotes argentinos, lo que muchos participantes nos agradeceran despus. La invitacin tambin se envi a todos los Obispos y a la Conferencia Argentina de religiosos para su difusin en los institutos de vida consagrada. Si bien asistieron muchos religiosos, considero que hubiese sido ms conveniente enviar la invitacin tambin a todos los superiores generales, provinciales o regionales de Argentina. Como en tiempos de Brochero, la hotelera no est muy desarrollada. Pensamos que podamos contar con algn hotel en Mina Clavero, pero las distancias limitaran uno de los objetivos: la fraternidad sacerdotal. Mientras pensbamos que con cien participantes podamos estar satisfechos, prontamente las inscripciones treparon a doscientos y muchos nos decan que venan -incluso en grupossin estar previamente inscriptos. El susto fue grande, pero el Seor abri el corazn de los serranos que alojaron a todos los sacerdotes y diconos en la Villa del Cura Brochero. A cada inscripto, Mons. Donato responda por escrito dicindole: "Recib tu inscripcin con alegra que se acrecentar en el encuentro... Te recomiendo no dejes de traer algn abrigo, y un espritu gozoso para compartir esta experiencia". Fro hizo, pero no tanto, lo que llev a un serrano a decir: "es que el Seor Brochero nos prest su poncho". Y dnde le daramos de comer a tantos curas? Un grupo de feligreses coordinados por Blanca Bibiloni, todos brocherianos de corazn, tenan todo previsto, tanto para la recepcin y distribucin de los alojamientos, como para los lugares de comidas. Las autoridades municipales y zonales tambin dieron su apoyo. El P. Ricotti llen de pasacalles la Villa, con frases alusivas al Cura Brochero y al sacerdocio. Y empezaron a llegar los sacerdotes... se podra decir que copamos Villa Cura Brochero, y por tres das todo habl de esto. Los medios de comunicacin de Crdoba, sin siquiera pedirles, comenzaron a hacer largas notas, y luego los de otras zonas, y tambin de Capital Federal. Cul era la noticia? Una muy simple: haba varios cientos de sacerdotes reunidos junto al Cura Brochero. Las Hermanas Esclavas Argentinas dispusieron todas las instalaciones para el evento, y transformaron el refectorio en cafetera, que fue un esplndido mbito de dilogo y esparcimiento. Llegaron poco ms de cuatrocientos sacerdotes y diconos de 43 iglesias particulares de la Repblica Argentina, con la presencia de 16 obispos, que vinieron desde la Puna a Neuqun, y desde los Andes hasta el mar. Un testimonio elocuente: el sacerdote que vino desde la Quiaca viaj varios das, y pas varias horas en la Estacin terminal de Crdoba hasta encaminarse a Traslasierra tomando su tercer colectivo... y todo para encontrarse con sacerdotes de otras dicesis! Casi al medioda del da inicial, peregrinamos desde la entrada de la Villa hasta la iglesia parroquial donde presidi la Eucarista Mons. Colom, el Obispo del lugar, quien aplic a

nuestro encuentro el pasaje del salmista que dice: "Qu bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!" (Sal 133, 1). Luego del almuerzo, bajo el ttulo Vida y ministerio de un sacerdote modelo, present la vida del Cura Brochero. Naci en el llano, en Santa Rosa de Ro Primero el 16 de marzo de 1840, y muri leproso y ciego en las sierras 74 aos despus. Luego se hicieron visitas guiadas al Museo Brocheriano de la Casa de ejercicios y al Colegio de nias, regenteados por las Esclavas Argentinas por donacin del Cura Brochero. Tambin se visit la Casa del Cura, donde vivi y muri el Siervo de Dios. Pero lo ms importante del da, -cuando el sol ya se haba ocultado- fue el traslado de los restos del Siervo de Dios a la iglesia parroquial. Desde su fallecimiento, el Cura Brochero descans en la Capilla de la Casa de Ejercicios, cuidado con afecto de hijas por las Esclavas Argentinas. De all fue exhumado y colocado en una urna lateral en 1975. Para dar comodidad a la cada vez mayor cantidad de peregrinos, todas las partes involucradas acordaron trasladar los restos a una pared medianera entre la iglesia parroquial y la Casa de Ejercicios. Una inmensa muchedumbre de fieles venidos desde lejos e incluso desde otras provincias acompa en silencioso respeto y ungida oracin el traslado de los restos. Entre ellos tambin estbamos los sacerdotes, las autoridades, las escuelas de la zona. Las palabras del Pbro. Ricotti muestran bien el climax que vivimos entonces: "Los restos del Cura Brochero estn custodiados en una urna de algarrobo. Madera tpica de esta zona. Es el rbol que ms expresa las caractersticas del Cura gaucho. rbol sufrido, retorcido por la sequa y los vientos, de corteza spera y de buena madera en el corazn, que da sombra al rancho y cobija al caminante, que al decir del poeta es catedral de los pjaros. Madera oscura de color y firme en su estructura. Como el Cura Brochero, hombre de su tierra y comprometido con su pueblo, que sabe del dolor de la gente y de la ternura en el hogar del pobre, de la bondad del pan casero y del afecto del mate amargo dado al amigo. La urna ser llevada por ejercitantes, hombres del lugar, con la firmeza de sus hombros y con el cario y devocin del hombre de campo. Daremos una vuelta a la plaza, como los viejos ejercitantes que a la llegada al pueblo, despus de una larga cabalgata, al taido de las campanas y aplausos de la gente, daban vuelta a la plaza donde hoy esta el recuerdo del Cura en su estatua de bronce. No es una procesin, no es una manifestacin: es un homenaje carioso y piadoso a los restos del Siervo de Dios". Viendo esto, a ms de uno se nos cruz un pensamiento en forma de anhelo: Dios mediante, si la Santa Sede as lo dispusiese, cmo ser el da de la beatificacin! Luego de la oracin inicial del segundo da, el Pbro. Carlos O. Ponza, Director Espiritual del Seminario Mayor de Crdoba, present La espiritualidad sacerdotal en los escritos del Cura Brochero. Sigui un dilogo en grupos, y luego del almuerzo, en una larga caravana de autos y mnibus, visitamos algunos lugares brocherianos cercanos, entre ellos la poblacin de Panaholma, delineada por el Cura Brochero, quien tambin construy la iglesia. Al regresar realizamos un momento de oracin comunitaria ante el Santsimo Sacramento. Las meditaciones fueron hechas por el R.P. Jos Antonio Sojo S.J., Vicepostulador de la causa de canonizacin del Cura Brochero. Al caer la tarde, la Misa fue presidida por el Card. Primatesta. A la noche nos visit una abuela de la zona: Doa Jovita. Un popular personaje que interpreta Jos Luis Serrano, quien nos alegr y emocion con sus ancdotas serranas.

Claro, hubo que explicar qu era la peperina a un sacerdote hind y a otros hermanos alemanes recin llegados al pas. El ltimo da, coincidi con el da del prroco por ser la memoria del Santo Cura de Ars. El R.P. Mario LLanos sdb, superior de la Casa salesiana de formacin de Crdoba, present los rasgos de Brochero pastor en base a los escritos del Siervo de Dios proporcionados por la causa de canonizacin. Al medioda, la Misa conclusiva fue presidida por Mons. Giaquinta, quien en su homila recordando los dos grandes desafos de la evangelizacin de Argentina: el secularismo y la creciente injusticia- nos dijo: "Es preciso que a las ideas claras correspondan las actitudes correspondientes, que podemos enunciarlas as: ser hombres de oracin, ser hombres de gran bondad, ser hombres conscientes de los propios lmites, ser profundamente hermanos de los dems sacerdotes. Pero tampoco bastan las actitudes. Las actitudes que no se cultiven, que no se expresen a travs de medios, de instrumentos adecuados, comienzan a marchitarse hasta que desaparecen... Y me animo a enunciar algunos medios adecuados que expresen y alimenten estas actitudes interiores, que lleven a nuestros fieles a entender ms fcilmente nuestras grandes convicciones evanglicas. Primero, saber determinar en nuestra vida de cada da, un tiempo y un espacio adecuado para la oracin personal, como lo haca Jess y como lo practicaron todos los apstoles despus de El. Muy pegadito a esto de la oracin, otro medio: saber determinar maneras concretas, momentos, lugares para meditar y estudiar la Palabra de Dios... Y diagramar nuestro tiempo para hacer posible el contacto con las comunidades cristianas de nuestras inmensas parroquias, inmensas geogrficamente, inmensas por la poblacin, sea en el campo, sea en la ciudad... Y tambin facilitar el contacto a los fieles que desean hablar con el pastor. Parece imposible... Humanamente es imposible. Pero lo vemos en Jess, y en los Apstoles, y en el Cura Brochero, que no es imposible... Diagramar el tiempo para formar nuestros agentes pastorales: para formarlos como cristianos y para formarlos como apstoles. No slo como apstoles: para formarlos como cristianos llamados a ser apstoles. Estas son algunas pequeas sugerencias, muy sencillas, pero que me parecen muy acordes con la vida de un cura que tuvo la mente en el cielo, pero los pies bien sobre la tierra". El clima era fro, pero el encuentro fue muy clido, y una serena alegra rein en todos los participantes. Muchos dijeron que era un milagro de Brochero: tantos sacerdotes, rezando juntos, y todos contentos. La Jornada se hizo bajo un lema tomado de una carta del Cura Brochero: "Por tantas cosas de las manifestaciones de que me han hecho objeto, he podido pispar que vivir siempre siempre en el corazn de la zona occidental, puesto que la vida de los muertos est en el recuerdo de los vivos"3. Ciertamente, Cura Brochero, tu fallecimiento no fue muerte, fue nacimiento para el cielo, y hoy los argentinos que te recuerdan, piden a Dios seas proclamado santo por la Iglesia!
NOTAS: 1 Luego del Congreso Eucarstico nacional de Santiago del Estero, a iniciativa de los seminaristas, la CEMIN ha encomendado la preparacin de un Encuentro nacional en Villa Cura Brochero para 1996 2 Se trata de: ENARDI L. Brochero. Santos Ejercicios. Catequesis serrana. Caridad heroica. s.d. (Crdoba 1988) 32 pags. 3 Carta a Miguel Jurez Celman, 8.11.1905

LA ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL BROCHERO Pbro. Carlos O. Ponza* - Crdoba

EN

LAS

CARTAS

DEL

CURA

El presente trabajo quiere ser un aporte destinado especialmente a los sacerdotes, ya que la consideracin de la vida y los escritos del Siervo de Dios Jos Gabriel del Rosario Brochero, nos invitan a descubrir en este sacerdote, lo que podramos denominar la "mstica" del presbtero diocesano. Ahora bien, es conveniente precisar a qu nos referimos al hablar de "mstica"1: desde el punto de vista filolgico, la palabra "mystiks" deriva de "mysts": el que ha sido iniciado en los misterios. Nosotros nos referiremos al concepto bblico de "misterio" a fin de entender qu es la "mstica cristiana". Para San Pablo, como para los Sinpticos y San Juan, el "Misterio" es la actualizacin del designio de Salvacin, mediante el cual Dios se acerca al hombre para comunicarle la participacin en su misma Vida divina. Por tanto, "Misterio", significa la comunicacin de la Vida trinitaria al hombre rescatado por Dios. Ahora bien, como este Misterio se realiza en Cristo y por medio de Cristo, podemos decir que la vida cristiana es de suyo vida mstica ya que es el cumplimiento del Misterio de Cristo en sus miembros2. Tal comunin de vida con Dios en Cristo, implica tambin una transformacin del hombre en Dios. Al afirmar esta transformacin, que es atribuida especialmente a la obra del Espritu Santo, San Pablo usa una palabra que literalmente significa "metamorfosis" (2Co 3,18). Esta es una expresin muy fuerte que nos indica la profundidad de la transformacin realizada por Dios. No en vano, los Padres griegos hablaban de la "divinizacin" del hombre. Podemos sealar, entonces, estos tres elementos que nos ayudarn a captar mejor qu cosa entendemos por "mstica": unin con Dios, transformacin en l y comunin de vida con l. La Tradicin de la Iglesia, dio a esta nocin la caracterstica de conocimiento misterioso de Dios como pice de la experiencia religiosa3. Vale decir, cuando hablamos de "vida mstica", estamos refirindonos a la vida cristiana que ha llegado a su madurez: una vida de comunin con Dios, fruto de la unin con l y de la transformacin de la vida en l. De esta forma, sealando estos elementos, indicamos lo esencial de la vida cristiana, en cuanto vida mstica. Esta afirmacin es la que hallamos en el Catecismo de la Iglesia cuando hablando de la santidad cristiana y del llamado universal de Dios a ella nos dice: " [...] Esta unin [ntima con Cristo] se llama 'mstica' porque participa del Misterio de Cristo mediante los sacramentos los 'santos misterios' y, en l, del Misterio de la Santsima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unin ntima con l, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mstica sean concedidos solamente a algunos para manifestar as el don gratuito hecho a todos"4. Tambin es importante distinguir entre vida mstica y oracin mstica. La vida mstica cristiana que es esencialmente la unin con Dios por la fe, la esperanza y la caridad puede conocer o no, una experiencia de algn modo directa y pasiva de Dios y que denominamos "oracin mstica"; pero siempre es necesario recordar que la vida mstica cristiana, en sus elementos esenciales no conlleva necesariamente la experiencia de la oracin mstica, ni mucho menos se identifica con ciertos fenmenos que podramos denominar "paramsticos" (xtasis, visiones, levitaciones, estigmas, etc.), que pueden

relacionarse con la experiencia mstica autntica, pero que a pesar de ello son sustancialmente exteriores a ella5. Lamentablemente, a menudo se sigue hablando de la "mstica" para referirse exclusivamente a dichos fenmenos extraordinarios, lo cual significa una reduccin en la comprensin de la vida espiritual cristiana. En sntesis, podemos decir que la vida mstica cristiana consiste en el desarrollo pleno de la gracia bautismal, por el ejercicio de las virtudes teologales y morales, vividas en la oracin y en las tareas de la vida cotidiana segn el propio estado de vida. Nos pareca importante hacer estas aclaraciones al abordar el estudio de las cartas del Padre Brochero. En ellas hallaremos muchos elementos acerca de cmo vivi su unin con Dios; descubriremos su "mstica" tan cargada del ejercicio continuo de la fe, esperanza y caridad, en medio de sus tareas de Pastor. Sin embargo, no encontraremos en sus relatos nada de "extraordinario" en cuanto que este trmino podra indicar ciertos fenmenos que a veces se vinculan a la "oracin mstica"; y no obstante esto podemos hablar con toda propiedad de una profunda "vida mstica" en Jos Gabriel Brochero. La mstica del Cura Brochero es un claro ejemplo de lo que se denomina la mstica apostlica, vale decir, aquella unin con Dios centrada en la accin evangelizadora, nucleada en la clara y permanente conciencia de ser instrumento de la accin redentora de Jess. En los escritos del Siervo de Dios Brochero, no encontramos una teologa de su vida interior, y por tanto, tampoco hallamos una "exposicin doctrinal" acerca del sacerdocio; sin embargo, descubrimos a cada paso y con mucha fuerza su vivencia sacerdotal, esto es la experiencia espiritual de su ser sacerdotal. En toda experiencia espiritual cristiana podemos distinguir6: por una parte, un contenido objetivo, formado por una serie de elementos que nos vienen entregados por la mediacin eclesial y que constituyen el ncleo a partir del cual decimos que una experiencia espiritual es autnticamente cristiana. En el caso de Brochero, objetivamente hablando, se trata de la experiencia espiritual de un presbtero diocesano, con todo el cmulo de realidades que la configuran: el lugar primordial de la Eucarista, la vinculacin a su Dicesis, la unin con su Obispo y su presbiterio, la caridad pastoral desplegada en el ministerio de la Palabra, en la santificacin por la celebracin de los Sacramentos y en el pastoreo de su comunidad. El sujeto de la vida espiritual no es "la naturaleza humana" considerada en abstracto, sino el hombre concreto, la persona definida por las condiciones fisiolgicas, psquicas, sociolgicas, histricas. Por esto, el estudio serio de una determinada experiencia espiritual hace que asumamos con toda seriedad lo que se podra denominar las "estructuras naturales propias" de la persona: su psicologa, carcter, afectividad, su historia personal y familiar, el contexto histricoeclesial, su lenguaje. En Brochero, debemos conocer bien el tiempo nacional y eclesial que le toc vivir, su cultura, su familia, su formacin sacerdotal, a fin de poder descubrir las caractersticas personales de su experiencia espiritual. Teniendo en cuenta los presupuestos sealados, tratemos de sealar algunas caractersticas del "corazn sacerdotal" de Jos Gabriel Brochero. Algo que impacta fuertemente en sus escritos es la clara conciencia de su misin de prroco; todo su ser est orientado hacia un "proyecto espiritual unificador": ser apstol y por ello l se considera siempre instrumento de Cristo "como el mortero y la mano sirven para hacer la mazamorra"7

Evidentemente sabe que todo instrumento es eficaz si est unido a aquel que es capaz de utilizarlo para obrar, por lo tanto, tiene conciencia clara de que ser un instrumento eficaz si vive unido a Dios. Brochero no descuid nunca el ejercicio de la caridad no slo para con sus fieles, sino tambin para con sus hermanos sacerdotes. En la carta en la que solicita uno o dos sacerdotes como ayudantes para su Curato, veamos cules son los compromisos que asume frente a su Obispo, Fray Juan Capistrano Tissera. Este texto es interesante para conocer los rasgos brocherianos de lo que hoy denominamos "la fraternidad sacerdotal": "[...] El Cura procurar que sus cosas sean tambin de los ayudantes, esto es, ver de no reservarles nada de lo de l [...] Los ayudantes le avisarn al Cura Brochero lo que les parezca mal en el trato con ellos o con los feligreses o con las personas particulares, para enmendarse de dicho mal o darles la razn de su proceder [...] [los ayudantes] han de hacer cada mes un da de retiro junto con el Cura y se han de confesar cada 8 das a no ser que la distancia u otra circunstancia impida esa frecuencia, pero se har a la mayor brevedad, de suerte que no pase de quince a veinte das. El Cura les dar ejemplo en esa lnea confesndose ya con el uno ya con el otro [...] Cuanto sean ms pecadores o ms rudos o ms incivilizados mis feligreses, los han de tratar con ms dulzura y amabilidad en el confesonario, en el plpito y an en el trato familiar. Y si encuentran algo digno de reto, que lo avisen al Cura para que l reprenda a fin de que los feligreses no se resientan con los ayudantes sino con el Cura, porque ya sabe l cmo los ha de retar [...] que harn los entierros y funciones [...] por algo menos que el arancel, porque as se gana ms plata y [se gana] ms fama de desinteresado [...] que ayudarn al Cura a confesar sanos a derecha e izquierda; y pueden predicar cada vez que quieran y puedan, porque oyentes tendrn siempre"8. Brochero tiene clara conciencia de que su unin con Cristo pasa no solamente por la vida de oracin sino que sta debe estar ntimamente unida con la accin apostlica. Sabe que la vocacin sacerdotal implica que Dios lo quiere "contemplativo en la accin" y que, precisamente, en la accin apostlica es donde l desarrollar su camino de unin con Cristo y de transformacin espiritual. Pero la tarea evangelizadora es imposible realizarla individualmente sin la cooperacin de los dems; por esto, no solamente busc colaboradores sino que supo generar en los dems el deseo de trabajar por Dios y el bien del prjimo. Aqu notamos otro rasgo tpico suyo: a Brochero la cualidad que le importaba que tuvieran sus colaboradores, era la decisin seria de trabajar por el bien de los dems: "[...] segn un adagio de un to abuelo mo, ms da y puede dar un hombre duro o un hombre derruido, esto es, un hombre ignorante e incompetente y sin influjo pero decidido, decidido por la obra, que un hombre sabio, influyente y con poca o ninguna decisin [...] yo espero en Dios y en la Virgen de la Pursima que con estos tres [colaboradores] ignorantes y sin influjo, se hace la iglesia tal cual yo la haba proyectado, para que se vea, para que se vea que no es obra ma, ni de los tres que forman la comisin, sino que es obra de Dios pedida por la Santsima Virgen [...]"9 El Cura Brochero fue un hombre interiormente muy libre a la hora de buscar la cooperacin de todo aquel que quisiera darle una mano en sus proyectos sacerdotales10, lo cual le acarre ms de una murmuracin, tanto de sus hermanos sacerdotes como de otras personas. Algunas de estas crticas llegaron a odos del Obispo. Escuchemos lo que dice a su amigo el Pbro. Eduardo Ferreira, Secretario del Obispado:

"[...] a los muchos sacerdotes y no sacerdotes que innumerables veces me han increpado porque me juntaba y daba confianza a los Seores A o B que eran tan escandalosos y pecadores, contestbales: porque a pesar de sus pecados y escndalos me ayudan a mis benficas empresas"11 Su proceder responde al Evangelio: "[...] se vali Dios de los hombres ms rudos e ignorantes, y an de ladrones como era San Mateo, para que se viera que en esa vuelta de costumbres del gnero humano haba andado el Dedo de Dios [...]12 Siguiendo el ejemplo del Seor Jess, "el Buen Pastor que conoce a sus ovejas", incansablemente recorri su Parroquia: as pudo descubrir las verdaderas necesidades tanto espirituales como materiales de su Curato: "[...] aunque no soy nadie, ni sepa nada, ni sea capaz de expresarme en forma elegante, conozco palmo a palmo y mejor que cualquier literato todas las sierras de Crdoba y he pasado en ellas los mejores aos de mi vida, levantando templos y escuelas y luchando con las dificultades [...] y creo que mi palabra debe ser creda, pues que ella ser siempre la verdad"13. Uno de los rasgos personales ms notables de la espiritualidad brocheriana es la fortaleza para hacer frente a todo aquello que se interponga en su camino obstaculizando lo que en su conciencia de sacerdote descubre como querido por Dios en favor de sus fieles. Podemos decir que a Brochero le basta saber que sus feligreses necesitan tal o cual cosa para vivir ms plenamente su condicin de cristianos para que l no se vuelva atrs y busque de todas las maneras posibles lograrlo: "[...] yo bien comprendo que la carrera eclesistica se toma para trabajar en bien de los prjimos hasta el ltimo [momento] de la vida, batallando con los enemigos del alma, como los leones que pelean echados cuando parados no pueden hacer la defensa"14. Por esta razn, est dispuesto a golpear todas las puertas y a buscar a todos aquellos que puedan darle una mano, a fin de conseguir los medios temporales necesarios, para que sus feligreses alcancen una vida ms digna y cristiana. Tomemos por ejemplo una carta dirigida a un Diputado Nacional: "[...] es tan grande y tan sentida [la necesidad] de este ramal para los Departamentos de la Sierra, que lo piden y viven privados en absoluto hasta el presente de todos los beneficios del progreso y de la civilizacin alcanzados para nuestra Repblica, que todos sus habitantes con su pobre Cura a la cabeza le enviamos a Usted con nuestras bendiciones, la expresin de nuestra gratitud eterna, si tomase Usted sobre s la patritica y humanitaria tarea de hacer sancionar este ramal, nica salvacin posible de aquella regin [...] Yo, Seor Segu, soy tan agradecido como persistente, por no decirle molesto y cuando le tomo aficin a un hombre de valer como Usted y creo que con su ayuda puedo realizar el bien de mis semejantes es intil que me ponga mala cara o quiera sacarme el bulto, pues ni a empujones me sacar de su lado, como no saldra jams de mi corazn la gratitud que le deber, si como lo espero, me ayuda a la realizacin de esta grande obra, reclamando apasionadamente por 65 mil argentinos que cifran en ella todo su porvenir [...]"15 Es interesante notar cmo cuando Brochero expresa su constancia en la bsqueda de aquello que debe hacer como sacerdote para el bien de sus fieles, utiliza imgenes militares. Por ejemplo, cuando se refiere a los diversos trmites que ante el Gobierno Nacional debe realizar para traer su ansiado ferrocarril, su terminologa claramente se "militariza" y habla de "plan de ataque"16, "estrategia", de seguir adelante aunque lluevan "lanzas de punta"17, o

se compara al almirante japons Togo (vencedor en la guerra de Japn contra Rusia) o cuando se presenta como soldado "siempre listo para la lid"18. "[...] En cuanto al trabajo sacerdotal desde que pens que me deba ordenar, cre que la corona que se me abrira luego me impona el deber que crey el valeroso Negro Barcala le impona su valor y deber militar: de esperar a Quiroga sentado sobre el can, pero que despus que l y los pocos soldados que tena haban quemado el ltimo cartucho, para que sobre l [el can] lo degollasen; esto es, yo me felicitara si Dios me saca de este planeta o sentado confesando y predicando el Evangelio [...] Yo le he dicho al Seor Obispo y le he repetido hasta el fastidio quizs, que [...] lo acompaar hasta la muerte, pero como simple soldado que desea morir en las peleas de Jesucristo"19. En su terminologa "militar", puede haber influencia de la experiencia familiar de los Brochero, ya que varios miembros de esta familia fueron militares comprometidos en el servicio y defensa de la Patria. Sin embargo, pensamos que en l el uso de las imgenes militares est vinculado sobre todo a su compenetracin con la espiritualidad de San Ignacio de Loyola y su ideal de poner todo bajo la Bandera de Cristo el Gran Capitn y de luchar virilmente por la expansin de su Reino. El Siervo de Dios sabe bien que las luchas y contratiempos que todo apstol encuentra en su misin, van ms all de la consideracin de ciertos factores humanos, porque el Enemigo, es quien traba y obstaculiza el camino del Seor. Sin embargo, no teme, ya que hacindole frente en el Nombre de Dios, ser pronto vencido. Frente a ciertas dificultades en la construccin de la Capilla de Ambul, Brochero expresa lo siguiente: "[...] me han odo decir en la iglesia con repeticin que la parte de la nueva iglesia se hace, aunque salga Luzbel con todos los diablos a oponerse [...]"20 Otro ejemplo ms claro lo hallamos cuando plantea la importancia de la permanencia de los Padres Claretianos en el Trnsito. l haba proyectado y logrado establecer una comunidad religiosa a Villa del Trnsito cuya misin sera hacerse cargo, de manera estable, de la predicacin de los Ejercicios, asistir espiritualmente a la Comunidad de las Esclavas y, en un futuro, dirigir una escuela de varones. Diversos malos entendidos, recelos e incomprensiones humanas desembocarn finalmente en la decisin de levantar la Comunidad de los Misioneros Claretianos de la Villa del Trnsito. En medio de estos debates, Brochero ve en toda esta situacin ms all de las miserias humana la estrategia del Demonio que busca dividir, oponer y as hacer fracasar esta misin de la Iglesia que tanto bien estaba haciendo a los cristianos. Escuchemos las palabras que dirige al Padre Superior General de los Misioneros Hijos del Corazn Inmaculado de Mara: "[...] la Casa de Alta Crdoba da muy mucha gloria accidental a Dios Nuestro Seor [...] pero esa gloria accidental no llega ni con mucho a igualar la gloria que da la casa del Trnsito [...] no bien los asent yo y los coloqu en la casa que Usted conoce y que les prestaron las Hermanas religiosas, empez a bufar Satans como macho o mula que est viendo al len, esto es, pretendiendo echarlos al instante [...] Satans ha hecho con la Congregacin del Trnsito lo mismsimo que hizo cuando Jesucristo por primera vez dijo a los miles que le seguan: 'mi carne es verdadero manjar y mi sangre verdadera bebida' y en el momento dijeron esos miles, en mi modo de expresarme: 'disparates! desatinos!... tienen razn los escribas y fariseos en decir que es un embaucador y mentiroso...'; y le dejaron solo, de manera que Jesucristo volvindose a sus Apstoles les dijo: 'y vosotros no os vais tambin?' Entonces Pedro en nombre de todos dijo: 'adnde iremos, si Vos Seor, tenis palabras de Vida eterna?'. Usted, Revmo. Padre sabe mejor que yo por qu puso

Satans tan mala voluntad cuando se habl por primera vez del Santsimo Sacramento: porque la comunin de un solo cristiano le quema ms que el infierno y querra que nadie comulgase para no recibir tanto tormento; y por eso ha levantado tanto errores, tantas herejas y dificultades para creer en tan augusto Sacramento. Lo mismo y mismsimo ha hecho Satans con su comunidad del Trnsito, que le quema ms su estada en el Oeste que no lo que le queman las obras o comuniones que hacen o hacen hacer sus misioneros que viven en la capital de la provincia y por eso bufa tan fuerte Satans y pretende intrigarle al cura para con los padres a fin de que Usted los levante del Trnsito [...]"21 Todo esto pone una vez ms de manifiesto con cunta fuerza y decisin encara su misin como ministro de la Iglesia: est llamado a evangelizar, a hacer presente el Reino en medio del mundo, a dar gloria a Dios haciendo que la Luz de Cristo ilumine a los hombres que el Seor le ha confiado. Es interesante notar que tanto en la carta dirigida al Padre General de los Misioneros Claretianos como a la Madre General de las Esclavas Brochero pone por encima de toda consideracin el tema de la gloria de Dios22. Ahora bien, la "gloria de Dios es el hombre viviente" y todo hombre vive plenamente, si posee el Espritu Vivificador de Dios. Precisamente, y con el fin de brindar a sus parroquianos, un medio particularmente eficaz en el camino de la conversin, nace en l el proyecto de que sus fieles hagan los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: das de meditacin y silencio contemplando al Seor Jess, en los cuales la gracia de Dios se derrama dando nueva vida. Conocemos bien cmo primero llev a sus fieles a la Casa de Ejercicios en la Ciudad de Crdoba y cmo ms tarde concebir la idea de hacer en Villa del Trnsito, una Casa de Ejercicios. Es importante que recordemos que en Crdoba los Ejercicios Espirituales formaban parte de la vida espiritual de los cordobeses, gracias a la tarea evangelizadora de la Compaa de Jess que lleg a la Dicesis del Tucumn en 1599. Poseemos datos acerca de lo que significaron la prctica de los Ejercicios en la historia de la evangelizacin de Crdoba. Un relato escrito en 1770 por el Padre Lorenzo Casado, uno de los jesuitas expulsados de Amrica por Carlos III, y que vivi en Crdoba desde 1762 a 1767, testimonia lo siguiente: "[...] Llegada la Pascua de Resurreccin sale el Padre Prefecto de la Congregacin de espaoles por las casas de los principales, les convida para los santos Ejercicios: Teniente Gobernador, Cabildantes, Cannigos, Eclesisticos, mercaderes y espaoles [...] vanse formando las listas [...] entran no slo los de la ciudad, sino muchos de la campaa que vienen galopando veinte y treinta y cuarenta leguas, para que les apunte el Padre Prefecto [...] siguen despus las dos semanas de naturales, esclavos y libres, mulatos, mestizos y negros [...] Lo que ms me enterneca y que apenas puedo referir sin lgrimas al acordarme de ello, es lo que me suceda todos los aos. Venan los padres y las madres con sus hijas, otras veces las mujeres casadas o viudas y me decan: 'Padre, treinta, cuarenta leguas he venido por estar en Ejercicios, por Dios no me deje fuera, que he dejado mis hijitos al cuidado de una vecina por lograr estos santos Ejercicios, que quiz sern para m los ltimos! Padre, me he dejado mi chacrita, mis animalitos, slo por venir a esto"23. As, notamos cmo los Ejercicios venan influyendo benficamente en nuestro Pueblo y cmo fueron una potente fuerza evangelizadora. Creo que es un deber reconocer y rendir un sincero homenaje a una mujer que un siglo antes que Brochero con mirada proftica, no slo valor los Ejercicios Espirituales como fuente de encuentro vital con Cristo, sino que logr que la prctica y la benfica influencia

de los Ejercicios ignacianos continuaran en nuestras tierras, an cuando los jesuitas ya no estuvieran (a causa de su expulsin). Nos referimos a la santiaguea Mara Antonia de la Paz y Figueroa (1730-1799)24. Esta mujer criolla desde la profunda intuicin que brota de la fe ayud a crear en nuestras tierras la conciencia de que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio son patrimonio de toda la Iglesia y no una modalidad peculiar de los jesuitas. Ms all de que la Compaa hubiera sido expulsada de nuestras tierras, comprendi que era necesario proseguir esta misin con dominicos, franciscanos, clrigos diocesanos y con mujeres laicas, como era ella. Mara Antonia, "la Beata de los Ejercicios" ir casa por casa, rancho por rancho, invitando a todos a "estar unos das juntos y a or contar las cosas de Dios". Comenzando en Santiago del Estero, Mara Antonia organiz Ejercicios ms tarde, en Jujuy, Salta, Tucumn, Catamarca, La Rioja y Crdoba. Precisamente en Crdoba, naci una gran amistad entre Ambrosio Funes (hermano del Den Funes) y Mara Antonia, los cuales mantuvieron correspondencia con los jesuitas expulsados. Con los informes de Ambrosio Funes y las cartas de Mara Antonia, los jesuitas redactaron la primera biografa, en vida de ella, y que hicieron circular por Europa, con el ttulo de "El estandarte de la mujer fuerte". Sus cartas, fueron traducidas al latn, ingls, francs, alemn y se difundieron hasta en Rusia, en donde sobrevivan legalmente los jesuitas. En una carta, "Mam Antula" (como fue llamada cariosamente por la gente) deca: "En esta ciudad de Crdoba se han dado (los Ejercicios) durante catorce semanas, y en cada semana ha habido ms de doscientas personas y alguna vez trescientas, sin que, gracias a Dios, haya habido jams confusin, ni se hayan sufrido molestias por las habitaciones o los vveres, a pesar de que todos los gastos se hayan cubierto con limosnas. La Providencia nos ha provisto de tal suerte, que al mismo tiempo se ha podido ayudar a los pobres y a los presos". Estos datos numricos nos permiten afirmar que la mayora de los cordobeses de aquel tiempo hicieron con ella Ejercicios. Algo similar se podr decir despus de Buenos Aires en donde fund la Casa de Ejercicios, que contina an hasta hoy. Mara Antonia escribe: "[...] casi no hay clrigo que no haya hecho los Ejercicios" y es tan grande el cambio que el Obispo impone la obligacin de hacer un retiro en la Santa Casa a los que se van a ordenar. Esta breve alusin a Mara Antonia de la Paz y Figueroa, sirva de aliciente para recordarnos la talla de cristianos que trabajaron en el campo de nuestra Patria sembrando el Evangelio. Ojal podamos un da venerar a esta gran mujer como Santa. En la Crdoba del tiempo de Brochero haban surgido iniciativas a fin de reavivar la prctica de los Ejercicios Espirituales: pensemos en la Madre Catalina Rodrguez, fundadora de las Esclavas del Corazn de Jess, nacidas como un grupo de mujeres dedicadas entre otras cosas a colaborar en la atencin de la Casa de Ejercicios de Crdoba, proyectndose ms tarde en la promocin integral de la mujer. La Sierva de Dios Catalina Rodrguez, estuvo acompaada en su misin por el Pbro. David Luque y el jesuita Jos Mara Bustamente (fundador tambin de las Adoratrices Argentinas). Es notable cmo todos ellos estuvieron vinculados profundamente con Brochero y trabajaron juntos en diversas empresas evangelizadoras. De hecho, la primera fundacin que harn las Esclavas fuera de la ciudad de Crdoba ser en Villa del Trnsito: el Siervo de Dios las llevar a fin de contar con su valiosa colaboracin en la Casa de Ejercicios y como educadoras en el Colegio de Nias, fundado por l. El Padre Bustamente nos ha dejado un testimonio impactante en el informe que en el ao 1881 escribe al Padre Visitador de la Compaa, Jos Saderra; en dicho informe queremos

destacar la admiracin con la que Bustamante describe a sus Superiores la obra que el Cura Brochero est realizando en base a los Ejercicios de San Ignacio. Extraemos algunos prrafos: "[...] el Sr. Brochero, que sabe por experiencia cun grande es la eficacia de los Santos Ejercicios para comunicar la verdadera luz del Cielo a las inteligencias y hacer que la gracia triunfe en los corazones ms rebeldes, no vacil un instante en adoptar esta arma poderosa para la santificacin de los fieles encomendados a su cuidado [...] muchos, aunque no tan pobres, pero a pretexto de pobreza u otras razones aparentes, se excusaban de ir a los Santos Ejercicios. l entonces les daba cuanto necesitaban y les allanaba todas las dems dificultades, deshaciendo as los ardides del demonio y triunfando de los corazones ms obstinados. Dbese notar, adems, que a estos sacrificios una tambin otros actos heroicos de virtud de una constancia inquebrantable. Cuntas veces se le vio de rodillas a los pies de ciertos pecadores, que duros a sus paternales amonestaciones y lgrimas, se resistan a recibir el bien que en nombre del Santo Cristo que tena en sus manos, les ofreca!"25 El Padre Bustamante nos informa acerca de las tandas que los jesuitas de la Residencia de Crdoba dieron, durante los aos de su superiorato: en el ao 1878, tres tandas con un total de 3.169 ejercitantes; en 1879 hubieron ocho tandas con ms de 2.000 ejercitantes en total y en 1880 (hasta el mes de junio) se realizaron dos tandas de 400 mujeres cada una bajo la direccin de los Padres Franciscanos de Ro Cuarto. Bustamante cuenta con asombro cmo llega gente desde La Rioja y San Luis que han viajado durante tres, cuatro y cinco das. En el ao 1879 una nevada de agosto haba impedido la llegada de ejercitantes, sin embargo el da que se iniciaron los Ejercicios se reunieron ms de 500 mujeres. Brochero, adems de atender sus obligaciones de prroco, haca las meditaciones y lecturas de los ejercitantes, estaba en todos los detalles organizativos de la Casa y, por supuesto, se dedicaba con ahinco a confesar a los ejercitantes. Uno de los frutos que junto con la reforma de la vida dejaban los Ejercicios en los feligreses de Brochero, era as lo atestigua tambin el Padre Bustamante la asiduidad en la recepcin de los Sacramentos; l mismo dice: "[...] el que anden [los feligreses] cuatro, seis y ms leguas para confesarse todos los meses o antes, se ha hecho tan comn, que se mira ya como el modo ordinario de vivir entre aquellos cristianos"26. Pero adems de la preocupacin de Brochero por los Ejercicios Espirituales, sabemos cmo en cada etapa de su vida sacerdotal se interes adems por el desarrollo socioeconmico de sus fieles, la enseanza, los caminos, el ferrocarril. En sus cartas aparece, a cada paso, la clara conciencia de que todas estas cosas las realiza por amor a Dios y a su gente. El gran cario hacia sus fieles es un rasgo tpico de su estilo sacerdotal: ama a sus serranos, se identifica con ellos, con su modo de ser y de hablar, los conoce, los defiende. De hecho, cuando Brochero habla de s mismo en sus cartas, en varias oportunidades se autodescribe como alguien que posee una "agreste personalidad"27, que explica las cosas "a lo criollo"28 y por ello habla siempre "con la franqueza serrana" que lo caracteriza29. Esta identificacin con el modo de ser de sus fieles, nunca es fruto de una postura artificial, ni tampoco externa, sino que brota de su sincero amor sacerdotal por aquellos a quienes siempre mir como hijos suyos. Cuando presenta, por primera vez, su renuncia al Curato luego de veinte aos de ministerio en Traslasierra, dir al Obispo Fray Reginaldo Toro: "Ilustrsimo Seor, para m es muy penoso y doloroso el tener que dejar a unos feligreses tan amorosos, tan progresistas y tan generosos, que me han soportado, en primer lugar, 20

aos sin quejarse jams y no ha habido, en segundo lugar, obra pblica que haya iniciado aunque sta fuera en Departamentos extraos que no me hayan ayudado con sus intereses y personas [...]"30 Si pide al Obispo dejar su querida Parroquia es porque siente que se est poniendo viejo, y por ello: "[...] aunque siente en el alma de su alma dejar a sus feligreses [...] el deseo de que sean mejor servidos le obliga a separrseles, como pastor; pero nunca se le separar con el afecto"31. Cuando, hacia el final de su vida se encuentra leproso, una de las cosas que quiere evitar es, como dice al Obispo Fray Zenn Bustos: "[...] si contino viviendo en el Trnsito, estara siempre espantando a mis feligreses con mi enfermedad"32. Precisamente por esta razn, uno de sus dolores morales ms grandes, fue ver cmo sus mismo feligreses que lo amaban y admiraban sinceramente atemorizados por su enfermedad, se irn alejando y ms an le pedir que sea l mismo quien tome distancia de la Parroquia: "[...] como algunos de los mdicos, no todos, dijeron que mi enfermedad era lepra, me dijeron las Esclavas, los Jesuitas, y hasta la Seora de Recalde a pesar de ser ella y su esposo unos de los principales amigos y de los que ms me quieren me dispare y por eso le acaban de pedir que me saque pronto del Curato [...]"33. Sealemos ahora, un rasgo sumamente interesante de su personalidad, que emerge de sus escritos mismos: nos referimos a su exquisita afectividad. Brochero que fue un criollo de pura cepa, sobrio, esforzado, viril y tenaz, supo simultneamente vivir los valores humanos de la cordialidad, el sentido del humor, la amistad. Sus escritos manifiestan un espritu sensible, que se expresa en un lenguaje sumamente dctil en el que abundan las imgenes, las alegoras y las fbulas tomadas muchas veces del mundo campestre y cuyo uso persigue la finalidad de hacer ms vivo el mensaje, acercndolo a la expresin oral34. Algunos ejemplos: cuando habiendo cumplido 25 aos en la Parroquia del Trnsito solicita al Obispo que considere su renuncia, apela a la fbula de Samaniego "El cazador y el perro" comparndose al viejo perro Mustaf que, aunque fuerte en otro tiempo, ahora est viejo y achacoso35. Si no llega a pedir a tiempo el decreto de construccin del ferrocarril nos dice le puede suceder como a los chanchitos que no se apresuran a llegar a las tetas de la chancha y tienen que contentarse con chillar36. El Cura Brochero fue un hombre que cultiv profundamente el valor de la amistad: cuid a sus amigos, se jug por ellos, les abri su corazn. Ilustremos estas afirmaciones con algunos ejemplos. El relato de la conversin de Santos Guayama37, nos descubre al Pastor que sabe amar con corazn sacerdotal al pecador y que busca su bien. Cuando se refiere a Guayama le denomina "mi buen amigo"; sale a su encuentro porque tiene conciencia de que es Dios quien lo busca por su intermedio y ste fue el comienzo de una sincera amistad. Frente a Guayama, lo que pretendi el Cura Brochero, fue ayudarlo para que empiece una vida nueva; le enviar una medalla y la imagen de un Cristo para que lleve al cuello; tambin le regalar un retrato suyo a este hombre perseguido que de ahora en ms mirar como a un amigo querido; llegar a decirle:

"[...] Don Santos, son tantos los deseos que tengo de verlo y estrecharlo entre mis brazos que los das me parecen aos. Ojal Dios me hiciera el favor de proporcionarme los medios de verlo, en la expedicin que har a los Llanos de La Rioja!"38 Ahora bien, con sentido realista y prctico, el Cura pens en todos los detalles del caso: asumi el compromiso de cancelar todas las deudas econmicas de Guayama, lograr un indulto del Gobierno Nacional y conseguirle un empleo; todo esto a cambio de que Guayama y 300 de sus secuaces participaran en los Ejercicios. Esto pone de manifiesto cmo el estilo evangelizador de Brochero piensa siempre en el bien integral de la persona. No obstante todas las preocupaciones y diligencias de Brochero, Santos Guayama ser encarcelado y ms tarde fusilado sin juicio alguno, lo que provocar en el Cura un "profundo dolor en su alma". En torno a este tema, quisiramos sealar otras dos grandes amistades que entre otras cultiv a lo largo de su vida: Miguel Jurez Celman y la Sra. Zoraida Vieira de Recalde. Las cartas a Jurez Celman su condiscpulo en el Seminario "Nuestra Seora de Loreto" abundan en expresiones de una gran confianza. Sirva como ejemplo, sta que le dirige con motivo de la inauguracin de una obra en Villa del Trnsito: "[...] Hac una gauchada, carajo, viniendo a ver mi obra antes que te vayas a Buenos Aires, porque era preciso verla, para que te glores de una obra que la debes considerar tuya porque la he hecho yo, as como yo me hincho de todo lo que t has hecho"39. Se muestra como amigo fiel no slo en el momento del triunfo sino tambin y sobre todo en el momento de la dificultad. He aqu sus expresiones cuando Jurez Celman debi renunciar como Presidente de la Nacin debido a la revolucin de 1890: "Querido: con sorpresa he sabido de tu renuncia, pero t sabrs lo que haces. Yo me hallaba en Ejercicios en Crdoba junto con 80 hombres [...] Repito, t sabrs lo que has hecho. Yo nunca he valido nada, pero puedes contar con mi amistad, como siempre"40. A travs de las cartas dirigidas a la Sra. Zoraida Vieira de Recalde, nos enteramos, por ejemplo, cunto extraaba su Parroquia del Trnsito, cmo senta nostalgia por su gente y la permanencia en la Ciudad se le hizo difcil. Escuchemos su testimonio: "Sra. de todo mi aprecio y respeto: [...] Yo no estoy contento porque no me agrada el oficio de cannigo efectivo. Muy triste me puso lo que encontr una carta suya (vieja la carta) en que me deca que renuncie a la canonja y me vaya al Trnsito; tambin otra de Don Erasmo [su marido] en que me deca que yo deba morir entre Ustedes. Le garantizo que no s lo que he de hacer respecto a mi estada en Crdoba, pues en la ciudad no valgo nada, y en saliendo de ella soy de algn valor, y en su Curato valgo mucho"41. Las cartas brocherianas nos colocan frente a un hombre que, ms all de sus sentimientos, ha puesto toda su vida al servicio del Evangelio. El corazn sacerdotal de Brochero, se volcar siempre en el servicio hacia los ms necesitados. Durante sus aos de permanencia en Crdoba cuando fue nombrado Cannigo de la Catedral (Agosto 1898-Agosto 1902) realiz en esta Ciudad un intenso apostolado con los presos. Es interesante sealar que a los encarcelados a quienes aplica la expresin "mis queridos hijos espirituales"42 daba con periodicidad tandas de Ejercicios Espirituales, lo cual provoc en algunos una serie de crticas, frente a las cuales defendi publicando sus razones en el diario Los Principios43. Como en todo hombre de Dios, hallamos la presencia del dolor purificador en su vida sacerdotal.

Brochero conoci el fracaso (su gestin nunca lograda del ferrocarril), las incomprensiones y dificultades con otros sacerdotes (Campmany, Acevedo), religiosas (conflictos con las Esclavas) e incluso con su propio Obispo (ante el cual siempre se mostr filial y obediente) hasta llegar el momento culmen, su "hora": la lepra, que lo redujo a la inactividad y a la soledad. El misterio del dolor en la vida de Brochero va gestando cada vez ms un corazn humilde que busca slo la conformidad con la Voluntad de Dios. l mismo nos da testimonio de esto cuando dice: "En fin mi amigo, yo, Usted y todos los hombres somos de Dios en el cuerpo y en el alma; l es el que nos conserva los cinco sentidos del cuerpo y las tres potencias del alma; y el mismo Dios es quien inutiliza algunos o todos los sentidos del cuerpo, y lo mismo hace con las potencias del alma. Yo estoy muy conforme con lo que ha hecho conmigo relativamente a la vista, y le doy muchas gracias por ello. Cuando yo pude servir a la humanidad me conserv ntegros y robustos mis sentidos y potencias, hoy que ya no puedo, me ha inutilizado uno de los sentidos del cuerpo. En este mundo no hay gloria cumplida y estamos llenos de miserias. Sin ms, salude a mis pocos amigos que supongo me han quedado"44. El desarrollo del ministerio sacerdotal de Jos Gabriel Brochero, nos muestra a un hombre inmensamente activo quien, al final de su vida, se vio reducido a la pasividad. Sin embargo, en la pasividad de la purificacin es capaz de descubrir desde la fe la mano de Dios que hace misteriosamente fecunda su vida. En este perodo duro de su vida, merece particular atencin una imagen que hallamos repetidas veces en sus cartas: el "caballo chesche"45. Segn los estudiosos46, "el caballo" entre otras cosas es smbolo de la impetuosidad del deseo, de la juventud del hombre, con todo lo que sta contiene de ardor, fecundidad y generosidad. Simultneamente, el caballo revestido de color claro, representa el instinto controlado, dominado, sublimado. El smbolo del caballo pasa con igual facilidad de la noche al da, de la muerte a la vida, de la pasin a la accin. Ata los opuestos en una manifestacin continua. Precisamente, en Brochero, este smbolo aparece en cuatro cartas en las que quiere expresar la paradoja de su vida: l, en otro tiempo, fuerte y brioso, ahora se halla viejo y enfermo, reducido a la debilidad total, a la inactividad. Podemos afirmar que "el caballo chesche" es un smbolo que le ayuda a expresar su conciencia actual de debilidad. El chesche, es un smbolo que despierta en Jos Gabriel la conciencia de la humildad como verdad. Veamos un fragmento de una de las cartas ms hermosas de Brochero. Es la que dirige a su compaero de ordenacin sacerdotal Juan Martn Yaiz (en esos momentos, Obispo de Santiago del Estero): aqu no slo describe lo que est viviendo, sino que comparte con su amigo cmo experimenta esta etapa de su vida, que presiente ser la ltima: "Mi querido: Recordars que yo saba decir de m mismo que iba a ser como el caballo chesche que se muri galopando; pero jams tuve presente que Dios Nuestro Seor es quien vivifica y mortifica y quien da las energas fsicas y morales y quien las quita. Pues bien, yo estoy ciego casi al remate y apenas distingo la luz del da y no puedo verme ni mis manos; a ms, estoy casi sin tacto desde los codos hasta la punta de los dedos, y de las rodillas hasta los pies; y as otra persona me tiene que vestir o prenderme la ropa. La Misa la digo de Memoria y es aquella de la Virgen cuyo Evangelio es: 'extollens quidam mulier de turba...'; para partir la hostia consagrada y para poner en medio del corporal la hijuela cuadrada, llamo al ayudante para que me indique que la forma la he tomado bien para que se parta por donde la ha sealado [...] me cuesta mucho hincarme y muchsimo ms el levantarme, a pesar de tomarme de la mesa del altar. Ya ves el estado a que ha quedado reducido el chesche, el enrgico y el brioso. Pero es un grandsimo favor el que me ha

hecho Dios Nuestro Seor en desocuparme por completo de la vida activa y dejarme con la vida pasiva; quiero decir, que Dios me da la ocupacin de buscar mi fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del mundo. No ha hecho as contigo Dios Nuestro Seor, que te ha cargado con el enorme peso de la mitra hasta que te saque de este mundo, porque te ha considerado ms hombre que yo, por no decirte en tu cara, que has sido y sos ms virtuoso que yo. Me ha movido escribirte tal cual sta, porque tres veces he soado que he estado en funciones religiosas junto contigo, y tambin porque el 4 del entrante, entramos 47 aos a que nos eligi Dios para prncipes de su Corte, de lo cual le doy siempre gracias a Dios y no dejo ni dejar aquellas cortitas oraciones que he hecho a Dios a fin de nos veamos juntos en el grupo de los Apstoles en la Metrpoli celestial"47. Hacia el final de sus das, ciego, leproso y solo, es cuando Brochero habla con ms explicitud en sus cartas, de la oracin. Ahora fsicamente ciego ve con ms claridad que est celebrando vitalmente su "ltima Misa", que es la identificacin con Cristo en la Pasin. Sus palabras evocan la oracin sacerdotal de Jess, que intercede ante el Padre por todos los hombres del mundo. All en su pequeo cuarto, este anciano sacerdote siente que su corazn sacerdotal es capaz de abrazar con Cristo a todos los hombres de la historia48. Este breve recorrido por los escritos del Siervo de Dios Jos Gabriel del Rosario Brochero, nos abren un horizonte nuevo y real de este hombre casi legendario que como Jess "pas haciendo el bien", que supo entregar todas sus energas fsicas, morales y espirituales sirviendo al Pueblo de Dios aqu, en Traslasierra, en donde su amor y sacrificio le hicieron entrever profticamente que se quedara siempre en el corazn de sus serranos: "Por tantas cosas de las manifestaciones de que me han hecho objeto, he podido pispar que vivir siempre siempre en el corazn de la zona occidental, puesto que la vida de los muertos est en el recuerdo de los vivos"49. La figura del Cura Brochero, nos ayuda enormemente porque en l vemos reflejado lo que todo sacerdote anhela ser segn las mociones interiores del Espritu Santo. Brochero es una clara manifestacin, una proclamacin viviente, de lo que el Pueblo de Dios espera que seamos sus sacerdotes. En el Siervo de Dios Jos Gabriel del Rosario Brochero, vemos no solamente la aspiracin realizada de lo que ansa ser espiritualmente todo sacerdote, sino tambin nos alerta acerca de todo aquello que puede hacernos perder el rumbo hacia la santidad: bien sea en la intimidad de la experiencia personal, en el plano humano-social o incluso dentro de la vida eclesial. Nosotros ministros del Seor que compartimos el carisma apostlico, queremos mirar a Jos Gabriel del Rosario Brochero como un verdadero estmulo para la fidelidad a la misin sacerdotal que en este tramo de la historia nos toca realizar, para la mayor gloria de Dios y la salvacin de todos los hombres.

Notas * El autor es Director Espiritual del Seminario Mayor "Ntra. Seora de Loreto" de la Arquidicesis de Crdoba. Cf. CHARLES A. BERNARD, Teologa Espiritual, Madrid 1994, 30-33.483-498. 2 JOSEPH DE SAINTE-MARIE, "Peccato e vita mistica" en Rivista di vita spirituale 3 (1979) 257-276. 3 Cf. DIONISIO AREOPAGITA, Teologa mstica I,1: PG 3,997B-1000A. 4 Catecismo Iglesia Catlica n 2014.
1

Cf. G. MOIOLI, "Mstica cristiana" en Nuevo Diccionario de Espiritualidad dirigido por De Fiores-Goffi, Madrid 1991. 6 Cf. Ch. BERNARD, Teologa spirituale, Milano 1989, 69-97. 7 Carta a Nicols Castellano (5 de Diciembre de 1904). 8 Carta al Pbro. Filemn Cabanillas ( 13 de Diciembre de 1884). 9 Carta al Sr. Jos Mayo (5 de Junio de 1893). 10 El anlisis psicografolgico de sus manuscritos (realizado por el Perito graflogo Profesor Jos Armando Pucheta) muestra una personalidad que no se deja atar por los prejuicios o lmites impuestos por los convencionalismos. Hay en l una tendencia a pasar sobre los formalismos o las exigencias rgidas. 11 Carta al Pbro. Eduardo Ferreira (2 de Febrero de 1907). 12 Carta al Sr. Jos Mayo (5 de Junio de 1893). 13 Carta al Ingeniero y Diputado Nacional Francisco Segu (Agosto de 1905). 14 Carta al Obispo Fray Reginaldo Toro (19 de Noviembre de 1889). 15 Carta al Ingeniero y Diputado Nacional Francisco Segu (Agosto de 1905). 16 Carta a Jurez Celman (16 de Julio de 1905). 17 Carta a Agustn Gonzlez (24 de Junio de 1905). 18 Carta a Agustn Gonzlez (24 de Junio de 1905); a Guillermo Molina (31 de Agosto, 19 de Setiembre de 1905, carta y telegrama); a Romn Pereira y Eufrasio Pez (19 de Setiembre de 1905); telegrama a Guillermo Molina (30 de Setiembre de 1905); al Congreso de la Nacin (21 de junio de 1907); a Elpidio Gonzlez (4 de Octubre de 1912). 19 Carta al Secretario del Obispado Pbro. Eduardo Ferreira (2 de Febrero de 1907). 20 Carta al Sr. Jos Mayo (5 de Junio de 1893). 21 Carta al Padre Martn Alsina, Superior General de los Misioneros claretianos (11 de Febrero de 1912). 22 Cf. Cartas a la Madre Victoria Mara Ros, General de las Esclavas Argentinas (25 de Febrero de 1912; 10 de Marzo de 1912; 28 de Marzo de 1912; 24 de Junio de 1912). 23 "Narracin de la obra de los Ejercicios en la antigua Provincia del Paraguay" citado en Apuntes biogrficos, cartas y otros documentos referentes a la Sierva de Dios Mara Antonia de la Paz y Figueroa, recopilados por el P. Justo Beguiriztain sj, Buenos Aires 1933, 14-18. 24 Para la presentacin de los datos que se refieren a la vida y tarea de Mara Antonia de la Paz y Figueroa hemos utilizado, fundamentalmente, el trabajo del Padre IGNACIO PREZ DEL VISO SJ, "Mara Antonia de la Paz y Figueroa y la Nueva Evangelizacin" en Cuadernos Monsticos 102 (1992) 311-324. 25 J.M.BLANCO, R.P.Jos Mara Bustamente de la Compaa de Jess, Fundador del Instituto de las Adoratrices y organizador del Instituto de las Esclavas del Corazn de Jess, Buenos Aires 1935, 83-104. 26 Ibd. 99. 27 Carta a Jurez Celman (5 de Setiembre de 1904). 28 Carta al Honorable Congreso de la Nacin (21 de Junio de 1907). 29 Carta al Ingeniero y Diputado Nacional Francisco Segu (Agosto de 1905); Carta al Presidente de la Nacin, Dr. Manuel Quintana (2 de Noviembre de 1905). 30 Carta al Obispo Fray Reginaldo Toro (19 de Noviembre de 1889). 31 Carta al Obispo Fray Reginaldo Toro (1 de Diciembre de 1894). 32 Carta al Obispo Fray Zenn Bustos (26 de Julio de 1907). 33 Carta al Obispo Fray Zenn Bustos (7 de Julio de 1907). 34 As lo expresa en la carta que dirige a Elpidio Gonzlez, presidente del Comit Central de la Provincia (8 de Octubre de 1912): "[...] aunque [la palabra] escrita no es tan enftica y persuasiva como la de viva voz". 35 Carta a Mons. Fray Reginaldo Toro (1 de Diciembre de 1894). 36 Carta a Miguel Jurez Celman (28 de Abril de 1905); Carta a Figueroa Alcorta (4 de Junio de 1905). 37 Carta a Cipriano Bez Mesa (21 de Diciembre de 1894). 38 Carta a Santos Guayama (1876). 39 Carta a Miguel Jurez Celman (11 de Agosto de 1882). 40 Carta a Jurez Celman (10 de Agosto de 1890). 41 Carta a la Sra. Zoraida Vieira de Recalde (15 de Agosto de 1902). 42 Carta a los presos de la Penitenciara de Crdoba (22 de Diciembre de 1900). 43 Artculo en "Los Principios" (Enero de 1901). 44 Carta a Romualdo Recalde (6 de Octubre de 1910).

45

"Chesche" indica al caballo blanco con pequeos puntos rojos o rosados. Carta a Jos Mara Castellano (22 de Setiembre de 1904); a Nicols Castellano (28 de Abril de 1905); a Mons. Juan Martn Yaiz (28 de Octubre de 1913); a Nicols y Santos Castellano (29 de Octubre de 1913). 46 "caballo" en Diccionario de los smbolos bajo la direccin de J. Chevalier, Barcelona 1991. 47 Carta al Obispo de Santiago del Estero, Juan Martn Yaiz (28 de Octubre de 1913). 48 Cf. Carta a Nicols Castellano (2 de Noviembre de 1913). 49 Carta a Miguel Jurez Celman (8 de Noviembre de 1905).

HACIA UNA PSICOLOGA DE LA MADUREZ INTEGRAL DEL SACERDOTE Dr. Gastn de Mzerville Zller I. LA MADUREZ HUMANA INTEGRAL Entre los psiclogos que han tratado el tema del desarrollo hacia la madurez humana, ninguno como el Dr. Erik Erikson nos ofrece una sntesis de los elementos fundamentales que caracterizan al adulto maduro, consistente en la adquisicin de fortaleza en las reas de la identidad personal, la intimidad en la relacin con otros, y la generatividad de vida que trasciende a las futuras generaciones. Este esquema fundamental de Erikson, complementado por el concepto del Dr. Viktor Frankl de la voluntad de sentido como la fuerza motivadora primordial en la vida del ser humano, nos ha permitido definir a la persona madura como ...aquella, que a lo largo de su vida, ha desarrollado un sano sentido de identidad, un clido sentido de pertenencia y de fraternidad con sus semejantes, y un slido sentido de misin como significado ltimo de su existencia. Aunque el planteamiento original de la madurez, que Erikson presenta en su libro Infancia y Sociedad (1966), corresponde a un enfoque longitudinal del desarrollo humano que se va adquiriendo a travs de la maduracin de etapas sucesivas, estos elementos fundamentales de la identidad, la intimidad y la generatividad trascienden una concepcin meramente evolutiva, para constituirse en los criterios que permiten evaluar el grado de madurez alcanzado por la persona adulta, en cualquier edad cronolgica en que se encuentre. De esta manera, el esquema bsico de tres conceptos fundamentales propuesto por Erikson puede asociarse, para los fines de este ensayo, con otras caractersticas ms especficas de la madurez humana, cristiana y sacerdotal en la vida de los formadores de seminarios, constituyndose as como en el esqueleto que sostiene los diferentes sistemas vitales que integradamente posibilitan la existencia de toda la persona. El Cuadro N 1, por lo tanto, nos presenta un diagrama en el que se sealan las caractersticas del individuo bien adaptado a nivel psicolgico en las reas bsicas de la salud mental y el ajuste afectivo-sexual, correlacionadas con su sentido de identidad, intimidad y generatividad personales (Ver Cuadro N 1). Estos parmetros, que caracterizan a la persona que goza de una buena salud mental, se fundamentan en una interpretacin personal del enfoque, ms general, que propone el Dr. James Whittaker en la tercera edicin de su libro Psicologa (1977, pp. 538-539), y que pueden redefinirse en trminos de tres componentes bsicos, a saber: La auto-estima, la capacidad de dar y recibir afecto, y el buen manejo del estrs. Por otra parte, el desarrollo a nivel afectivo y sexual se basa en el enfoque propuesto por el Dr. Michael Cavanagh (1983), consistente en la maduracin plena de las dimensiones cognitiva, emocional, social y moral de la sexualidad, a travs de la etapa de la identidad sexual, as como de las fases de la mutualidad y la integracin psicosexual, en el proceso de maduracin de la persona adulta. 1. EL SENTIDO DE IDENTIDAD PERSONAL Como resultado de la etapa de la adolescencia, la persona que ha desarrollado un sano sentido de identidad como individuo adulto, particularmente en cuanto a la definicin satisfactoria de su rol sexual y ocupacional, trasciende las reacciones de confusin y preocupacin excesivas sobre s mismo, que son caractersticas del adolescente inmaduro, y

se orienta hacia el otro, tras la bsqueda de una vivencia de la afiliacin y el amor concreto en las relaciones humanas. Esta capacidad de entrega personal, sin embargo, no se ver plenamente realizada a menos que se fundamente sobre las bases de una sana auto-estima. El mismo Jess, al proclamar el mandamiento del amor, seal que ste consista en amar a Dios sobre todas las cosas y al prjimo como a s mismo (Mc 12,28-34), estableciendo de esta manera que el amor a s mismo deba constituir no slo la medida, sino el requisito previo y una de las fuentes principales del amor a los dems. Es muy conocido el adagio popular de que nadie da lo que no tiene, reafirmndose as la necesidad personal de desarrollar una estima propia adecuada, sin la cual el individuo se ver imposibilitado para vivenciar un amor trascendente. La auto-estima se manifiesta en las dimensiones actitudinal y conductual, pudiendo describirse operacionalmente en trminos de seis elementos, que en mi prctica clnica ha llegado a sintetizar como sus componentes esenciales, a saber: La auto-imagen, la autovaloracin y la auto-confianza, que representan los elementos actitudinales de tipo inferido; y el auto-control, la auto-afirmacin y la auto-realizacin, que constituyen los elementos conductuales de tipo observable. * La auto-imagen es la capacidad de verse a s mismo, no mejor ni peor, sino como uno realmente es. El problema principal en esta rea es el auto-engao, y la meta a alcanzar consiste en el conocimiento propio, equilibrando apropiadamente los elementos positivos y negativos de la personalidad. * La auto-valoracin es apreciarse como una persona importante para s mismo y para los dems. En este caso, el problema se manifiesta en la auto-devaluacin, proponindose como meta la necesidad de la persona de verse con agrado, de forma que le preste valor a las dimensiones de la propia personalidad que son importantes, tanto ante s mismo como ante los dems. * La auto-confianza se caracteriza por creer que uno puede hacer bien distintas cosas y sentirse seguro al realizarlas. El problema en esta rea se define como la inseguridad, consistiendo la meta de superacin en edificar una actitud de fe en s mismo, as como en las propias capacidades personales, junto a una disposicin de probarlas de maneras adecuadas para crecer en ellas gradual y satisfactoriamente. * El auto-control se manifiesta en administrarse correctamente a nivel personal, cuidndose, dominndose y organizndose bien en la vida. El principal problema lo constituye el auto-descuido, as como otras conductas de descontrol, desorden e indisciplina en la vida de la persona. Ante esta realidad, la meta a alcanzar consiste en la adopcin de hbitos adecuados de cuidado personal y patrones de conducta caracterizados por una buena disciplina y organizacin de las cosas que se hacen. * La auto-afirmacin es la libertad de ser uno mismo y poder tomar decisiones con madurez. A esta capacidad se opone el problema de la auto-anulacin, requirindose como meta de superacin el buscar formas sanas de manifestar el pensamiento y las capacidades personales ante otros, y en conducirse con autonoma, sin caer en los extremos de la sobredependencia o la autosuficiencia exageradas. * La auto-realizacin, finalmente, consiste en el desarrollo adecuado de las capacidades propias, para vivir una vida buena y poder servirle mejor a los dems. Aqu el problema se define en trminos de una situacin de estancamiento y esterilidad personales. La meta, por lo tanto, exige la proyeccin del individuo a travs de distintas reas de entrega, inters o aptitud, que le permitan ir dejando, personal y significativamente, su huella en la existencia.

En el campo afectivo y sexual, el Dr. Michael Cavanagh define cuatro dimensiones a nivel cognitivo, emocional, social y moral, que caracterizan la plena madurez en la identidad psicosexual del individuo (Cavanagh, 1983). * La dimensin congnitiva consiste en una percepcin positiva del propio cuerpo, del sexo personal y sus manifestaciones, as como del de los dems. * La dimensin emocional se manifiesta en un sentirse la persona cmoda, confiada y competente con la sexualidad propia, al igual que con la de los dems. * La dimensin social se caracteriza por la capacidad del individuo de relacionarse con personas de ambos sexos de forma abierta, tranquila y potencialmente realizante. * La dimensin moral se expresa en la valoracin que hace la persona de las formas sanas y apropiadas de manifestarse sexualmente, as como el rechazo de las conductas inmaduras o desviadas de expresin sexual. Para del Dr. Cavanagh, cuando se da el crecimiento adecuado durante las etapas de la infancia y de la adolescencia, el individuo va adquiriendo una sana identidad sexual, lo que le permite acceder a una vivencia madura de su sexualidad en la vida adulta. Esto implica la superacin satisfactoria de las fases infantiles de la inconciencia y el despertar sexual, seguidas por la fase de sexualidad camuflada, las cuales corresponden a las etapas oral, anal, genital y de latencia, propuestas originalmente por Freud. Asimismo, en la adolescencia debe darse la experiencia sana de las fases de fantasa y preocupacin por lo sexual, as como de la fase de relaciones superficiales, que posibilitan finalmente la adquisicin de una identidad sexual madura. 2. EL SENTIDO DE INTIMIDAD PERSONAL La persona madura no slo necesita adquirir una comprensin positiva sobre quin es ella, sino que este conocimiento debe complementarse con una vivencia satisfactoria de con quin est ella, lo que redundar en un clido sentido de pertenencia y fraternidad con sus semejantes. Este elemento de la madurez personal, que Erikson define como el sentido de intimidad, se caracteriza operacionalmente por la capacidad de dar y recibir afecto. El afecto es una fuerza dinmica que, como la corriente de un ro, necesita estar en movimiento para revitalizarse y crecer en su caudal; pues si la capacidad de dar y recibir afecto se queda estancada, se va pudriendo como el agua empantanada que pierde su capacidad de producir vida, para convertirse ms bien en un agente propagador de enfermedad y muerte en medio de su entorno. A este respecto, se pueden presentar tres tipos diferentes de patologas: la primera se manifiesta en las personas que se encierran sobre s mismas, bloqueando toda posibilidad de entrar en relacin profunda y significativa con los dems a nivel afectivo. La segunda se caracteriza por una conducta sobredemandante del afecto de los dems, sin que concomitantemente ocurra una correspondencia afectiva, debido a la incapacidad de dar de la persona. Finalmente la tercera patologa se expresa en una actitud de autosuficiencia y superioridad que pretende todo el tiempo dar, sin recibir nada a cambio, pues el recibir se interpretara inconscientemente como una postura humillante de dependencia de los dems. Estos tres tipos de conducta patolgica requieren de una orientacin apropiada, que le permita al individuo desajustado equilibrarse afectivamente, sin lo cual no podr experimentar esa interaccin clida y afectuosa con las personas que lo rodean y que representa una de las fuentes ms importantes de satisfaccin a nivel existencial.

En la adquisicin de esta capacidad para dar y recibir afecto, resulta de gran utilidad el aprendizaje de las tres condiciones que caracterizan un buen ambiente teraputico, segn la teora rogeriana, y que tienen una aplicacin directa en la prctica de las relaciones humanas, a saber: la empata, el respeto y la autenticidad (Rogers, 1961). * La empata es la capacidad de identificarse con los dems, ponindose en el lugar de las otras personas de manera que stas se sientan comprendidas en su situacin particular. Esta capacidad emptica requiere de una actitud interesada en el otro, as como de un aprendizaje conductual en las reas de la atencin hacia los dems, y del reflejo de sentimientos y significados que las distintas circunstancias producen en las personas. El respeto es definido por Rogers como una aceptacin incondicional del otro como persona valiosa, nica e irrepetible. Esta capacidad de respeto implica el aprender a aceptar a quienes nos rodean, an cuando se condenen algunas de sus conductas particulares, siguiendo as la mxima cristiana que aconseja rechazar al pecado sin dejar de amar al pecador. * La autenticidad se caracteriza por la congruencia entre lo que las personas piensan, sienten, dicen y hacen. Esta tercera condicin para las buenas relaciones humanas demanda el desarrollo de la integridad personal, sin la cual los individuos no podrn experimentar la confianza que propicia una verdadera entrega mutua, requisito fundamental para el establecimiento de lazos estrechos y profundos de intimidad. En el plano de la vida afectiva-sexual, Cavanagh define la madurez del joven adulto como la capacidad de experimentar mutualidad psicosexual, la cual describe de la siguiente forma: Esta fase marca el paso de una visin de la relacin heterosexual como instrumento para obtener auto-afirmacin y auto-gratificacin, a una nueva visin (de la relacin heterosexual) como la oportunidad de expresar y compartir cuidado, confianza y afectos mutuos. En el desarrollo sano, los jvenes adultos aprenden mucho sobre s mismos al experimentar relaciones de distintos grados de profundidad, comprendiendo lo que ellos necesitan o no dentro de una relacin, lo que son sus reas de fortaleza y de debilidad personal, as como sus propios valores en trminos de aquellos que pueden o no ser negociables. De esta manera, ellos aprenden a caminar por el delicado camino entre la intimidad y la vulnerabilidad, el centrarse en s mismos y la auto-negacin, el afecto y la posesividad, la realidad y el romance. (Finalmente), ellos tambin aprenden sobre la belleza y la tensin que forman parte de compartir su espacio vital, con otra persona (Cavanagh, 1983, p. 104). De acuerdo con Cavanagh, esta fase de maduracin resulta ser de la mayor importancia porque, independientemente del estilo de vida que la persona escoja, la confianza y dems cualidades que el individuo desarrolla durante este perodo se hacen verdaderamente necesarias para el establecimiento de relaciones interpersonales mutuamente gratificantes. 3. EL SENTIDO DE GENERATIVIDAD PERSONAL El individuo que ha encontrado su propia identidad, contestando a la pregunta de quin soy yo?, y que ha desarrollado la capacidad de relacionarse de manera ntima y personal, respondiendo as al interrogante de con quin estoy yo?, necesita tambin proyectarse significativamente en su vida, buscando una respuesta satisfactoria al dilema existencial de para qu estoy yo?. Erikson define esta caracterstica de la madurez humana como la capacidad para la generatividad, sin la cual la persona cae en una situacin de estancamiento, asociada con un sentimiento de vaco y esterilidad existencial.

Esta necesidad de generar vida, como parte del propsito vital de la persona madura, est estrechamente relacionada con la capacidad del individuo para asimilar sanamente todas aquellas tensiones, que inevitablemente deber enfrentar en el desarrollo de su misin particular. Hacia mediados del siglo XX, el renombrado investigador mdico Dr. Hans Selye acu el trmino "estrs" para describir con l todo el desgaste y tensin causados por la vida, convirtindose de inmediato en un revolucionario concepto de gran impacto en el campo de la salud fsica y mental (Selye, 1956). El buen manejo del estrs se considera hoy en da como uno de los parmetros ms relevantes, junto con la auto-estima y la capacidad para convertirlo positivamente en una fuerza de gran poder motivador de su existencia. El Dr. Viktor E. Frankl afirma tambin que no es la homeostasis sino la tensin la que da sentido a la vida (en Idoate, 1992). Se hace necesario, entonces, desarrollar esta aptitud para manejar el estrs, como una de las expresiones ms importantes y concretas del nivel de madurez en la persona adulta. El estrs negativo se caracteriza por un estado psico-fisiolgico de tensin acumulada que produce una reaccin de alarma, desgaste y descontrol, ya sea localizada en una parte especfica del organismo, como tambin generalizada a la totalidad de la persona. De acuerdo con el Dr. Selye, si existe proporcionalmente demasiado estrs en una parte del individuo, ste necesita redirigir esa tensin hacia otras partes o sistemas del organismo. Si, por el contrario, se da una situacin severa de estrs en la persona como un todo, sta necesitar de un tratamiento adecuado de descanso para poder reponerse (Selye, 1956, pp.267-269). En cualquiera de los casos, al enfrentar el estrs negativo lo que se pretende prevenir no es la tensin o el cansancio, inherentes a toda actividad intensa, sino el hecho de que stos se acumulen excesivamente durante mucho tiempo, sin permitirle al individuo reponerse para seguir trabajando, con redoblado esfuerzo, como parte de la generatividad que es propia de la vida de las personas maduras. Despus de analizar muchas investigaciones en este campo, tras la bsqueda de aquellos elementos que posibilitan un mejor manejo del estrs negativo y su reconversin en estrs positivo, aparecen tres conceptos que guardan relacin directa con el tipo de estrs que experimentan el comn de las personas. Estos conceptos son la estima propia, el control y el significado. En lo que atae a la estima propia, la psicloga Virginia Price ha comprobado que una gran mayora de individuos que presentan conductas estresantes, caracterizadas por un alto grado de urgencia en el tiempo y un elevado sentido de perfeccionismo en todo lo que hacen, frecuentemente son personas con una auto-estima muy baja. Segn Price, este tipo de individuos creen que para ser merecedores de estima personal, ellos necesitan presentar una serie de logros y actuaciones sin falla, superando en el camino a otros competidores, en un aparente esfuerzo desenfrenado por probarse a ellos mismos a toda costa. Los cardilogos Meyer Friedman y Ray Rosenman han designado como "Tipo A" a estas conductas provocadoras de estrs negativo, reconocindolas como la causa principal de problemas cardiovasculares y otras patologas importantes. Las personas que, por el contrario, no hacen depender su buena estima y valor personal del nivel de logro que puedan alcanzar, se mantienen significativamente libres del efecto pernicioso del estrs negativo en sus vidas (en Gill, 1981, pp. 112-121). El control personal ha probado ser un segundo elemento de trascendental importancia para el manejo adecuado del estrs. En un artculo titulado Crtele las Garras al Estrs, el Dr. Peter Hanson propone que las personas deben aprender a pasar por alto lo que es

incontrolable y, ms bien, ejercer control sobre todo aquello que es susceptible de ser controlado. A este respecto, el Dr. Hanson describe ... un interesante proyecto de investigacin en dos grupos de trabajadores expuestos a molestos ruidos ambientales: el de maquinaria, los procedentes de la calle y las voces de personas que hablaban en idiomas extranjeros. Un grupo dispona de un botn, colocado en un escritorio, para apagar el ruido a voluntad; el otro grupo no dispona de ese botn interruptor. La productividad del grupo que dispona del botn fue la esperada: constante, y mejor que la de los que no disponan de un medio de control. Lo interesante en este caso es que realmente nadie oprimi el botn; el solo saber que lo tenan al alcance de la mano bastaba para aminorar el estrs. (Hanson 1989, p. 108). Para Hanson, la leccin que se deriva de esta investigacin es que resulta esencial para las personas poder recurrir a ciertos botones de control, que les ayuden a sobrellevar bien los distintos tipos de estrs que deben enfrentar como parte de sus vidas. En consecuencia, l propone siete medidas de control que, a pesar de su aparente sencillez, han probado ser de gran efectividad para el buen manejo del estrs: * El sentido del humor, pues se ha comprobado que la risa eleva la concentracin sangunea de las endorfinas, lo que contribuye a aumentar el nivel de tolerancia a las situaciones de frustracin o de dolor, al igual que a mejorar la resistencia ante las enfermedades. * La dieta y el ejercicio apropiados, que fortalecen y equilibran al organismo para enfrentar satisfactoriamente las responsabilidades, a veces extenuantes, de la vida moderna. * La prctica del relajamiento, aplicado de manera regular y sistemtica, le permite al individuo hacer un alto durante el da y revertir muchas de las reacciones naturales de tipo psicosomtico del organismo ante el estrs. * El cambio de actividades, que le hace posible a la persona cambiar de marcha, mediante el paso de una actividad estresante que involucra ciertos circuitos del cerebro, por ejemplo a nivel intelectual, a otro tipo de actividad, como puede ser el caso de la prctica de un instrumento musical, permitindole as al individuo redirigir el estrs a otras partes del organismo. * Las metas realistas, ya sean a corto, mediano o largo plazo, hacen que la persona experimente diariamente el estmulo de tener cosas importantes por realizar, aunado al hecho de que la obtencin de logros frecuentes, refuerza al individuo en su capacidad de seguirse esforzando a pesar de los obstculos. La preparacin cuidadosa para el trabajo, en las reas de competencia y habilidad personal, reducen significativamente el nivel de tensin en el desempeo de funciones que demandan un alto nivel de rendimiento. La armona en la convivencia humana, tanto a nivel de matrimonio y familia, como de amistad y compaerismo en los ambientes en que la persona se desenvuelve, le ofrecen una oportunidad continua de minimizar el estrs cotidiano y, por as decirlo, disfrutar de una "mini-vacacin" frecuente, sin tener que abandonar sus responsabilidades para experimentar descanso (Hanson, 1989, pp. 108-109). El significado es el tercero y ltimo concepto que parece correlacionar altamente con la experiencia del estrs, tanto positivo como negativo, que consiste en la interpretacin que el individuo hace de las situaciones tensionantes que le toca enfrentar. Cuando la persona le encuentra sentido a sus circunstancias, por presionantes o difciles que stas sean, el nivel de estrs disminuye considerablemente en comparacin al que experimentan otros individuos quienes, en esas mismas circunstancias, las visualizan como absurdas y vacas de significado.

En este respecto, la terapia existencial de Viktor Frankl, conocida como "Logoterapia", procura un cuestionamiento profundo sobre los valores, creencias y tradiciones fundamentales que puedan aportarle sentido a la vida de las personas, preparndolas as para el enfrentamiento adecuado y la asimilacin positiva de las situaciones estresantes, que inevitablemente forman parte del llamado de generatividad que caracteriza la realizacin vital del adulto maduro (Idoate, 1992). Finalmente, al considerar la vida afectiva y sexual de la persona que ha asumido una misin significativa a nivel existencial, el Dr. Michael Cavanagh se refiere a esta etapa como la culminacin en el proceso de maduracin individual, denominndola como la fase de Integracin Psicosexual. En sus propias palabras, Cavanagh afirma que ...este perodo comienza hacia el final de la adultez joven (aproximadamente a los treinta aos de edad), y dentro del contexto del desarrollo saludable contina hasta la muerte. Durante este tiempo, las necesidades de tipo psicosexual gradualmente asumen su lugar entre otros valores de similar importancia. Dependiendo del compromiso de vida personal, las necesidades psicosexuales compartirn prioridad con otras necesidades igualmente relevantes, tales como el ganarse la vida y progresar en el trabajo, el ejercicio de la paternidad, el cultivar amistades, la realizacin de proyectos comunitarios o de apostolado y la bsqueda de metas espirituales...Cualquiera que sea el estilo de vida que la persona escoja, su dimensin psicosexual se entrelazar con los dems hilos que conforman la tela de su vida, embellecindola significativamente en su conjunto. De esta manera, la sexualidad se manifiesta en un adecuado balance con las otras dimensiones, sin que predomine ni tampoco resulte menos importante para las dems (Cavanagh, 1983, p.105). II. LA MADUREZ DEL SACERDOTE COMO PASTOR El Papa Juan Pablo II y los obispos asistentes al Snodo de 1990 Sobre la Formacin de los Sacerdotes en la Situacin Actual, insistieron claramente en la necesidad de la madurez sacerdotal como requisito indispensable para el adecuado ejercicio de este ministerio. A este respecto, en la exhortacin apostlica postsinodal Pastores Dabo Vobis (1992), se afirma que ...sin una adecuada formacin humana toda la formacin sacerdotal estara privada de su fundamento necesario. A lo que aade Juan Pablo II: Esta afirmacin de los Padres sinodales expresa no solamente un dato sugerido diariamente por la razn y comprobado por la experiencia, sino una exigencia que encuentra sus motivos ms profundos y especficos en la naturaleza misma del presbtero y de su ministerio (P.D.V.,43). Estas manifestaciones del Papa y los Obispos, reafirman la conviccin de que la madurez humana debe considerarse como el requisito previo, sin el cual no puede fundamentarse apropiadamente el anlisis, ms especfico, de los parmetros asociados con la vivencia madura el ministerio sacerdotal. Es un hecho, resaltado en la misma "Lineamenta" que se ofreca a las iglesias particulares como preparacin para el debate sinodal, que ...la complejidad y el peso del ministerio de los sacerdotes y de sus condiciones de vida exigen hoy una madurez ms slida que en el pasado (Lineamenta, 10). Por esta razn, resulta de la mayor importancia analizar ciertos elementos propios de la madurez sacerdotal, tanto en su ...ligazn ontolgica especfica que une al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y buen Pastor (P.D.V., 11), como en los aspectos que ataen a la vivencia madura del celibato, que segn el rito latino debe caracterizar la vida y el ministerio de los sacerdotes diocesanos.

En el cuadro N 2 se correlacionan los parmetros de identidad, intimidad y generatividad, anteriormente propuesto, con el sentido de misterio, comunin y misin, caractersticos de la vida sacerdotal; asimismo, se establece la correlacin correspondiente de estos conceptos con la vivencia del celibato, enmarcado dentro de una opcin consciente y libre, canalizada sana y significativamente, constituyndose tambin en elementos esenciales para un sacerdocio maduro (ver cuadro N 2). En cuanto a lo primero, Juan Pablo II sintetiza la enseanza conciliar al presentar a la Iglesia como misterio, comunin y misin, sealando que ...ella es misterio porque el amor y la vida del Padre, del Hijo y del Espritu Santo son el don absolutamente gratuito que se ofrece a cuantos han nacido del agua y del Espritu (cf. Jn 3,5), llamados a revivir la comunin misma de Dios y a manifestarla y comunicarla en la historia (misin) (P.D.V., 12). Por otra parte, en lo que se refiere al celibato sacerdotal y religioso, el padre George A. Aschenbrenner, S.J., propone la necesidad de un equilibrio entre una soledad apacible y una interaccin afectuosa, proyectados hacia una misin generadora de vida, como los tres elementos primordiales que, adecuadamente integrados, posibilitan una vivencia madura y satisfactoria del celibato (Aschenbrenner, 1985, pp.27-33). 1. EL SENTIDO DE IDENTIDAD SACERDOTAL La identidad fundamental de la Iglesia, y por ende de todos sus miembros, tanto sacerdotes, religiosos como fieles laicos, no puede ser entendida fuera del sentido de misterio que la caracteriza en su relacin sobrenatural con Dios. En particular, refirindose a la identidad del sacerdote, el Papa Juan Pablo II la define de la siguiente manera: Es en el misterio de la Iglesia, como misterio de comunin trinitaria en tensin misionera, donde se manifiesta toda identidad cristiana, y por tanto tambin la identidad especfica del sacerdote y de su ministerio. En efecto, el presbtero, en virtud de la consagracin que recibe con el sacramento del Orden, es enviado por el Padre, por medio de Jesucristo, con el cual, como Cabeza y Pastor de su pueblo se configura de un modo especial, para vivir y actuar con la fuerza del Espritu Santo al servicio de la Iglesia y por la salvacin del mundo (P.D.V., 12). El sentido de misterio, por lo tanto, define la identidad del sacerdote como del orden de la fe, configurndolo a Jesucristo por su ordenacin sacramental; lo que de ninguna manera reduce su dimensin humana, sino que la realza al convertirlo en testigo del Evangelio de la gracia de Dios y dispensador de los misterios sagrados. De acuerdo a la "Lineamenta", propuesta para el Snodo Sobre la Formacin de los Sacerdotes en la Situacin Actual, esta educacin al sentido del misterio ...supone una vida de oracin personal y silenciosa. Esta vida de oracin es relacin personal con Dios, en Jesucristo, por su Espritu..., (y necesita) nutrirse de la palabra de Dios leda y meditada, lectio divina, que el futuro ministro de la Palabra debe haber largamente practicado. En un mundo de agitacin y de ruido, una atmsfera de silencio facilita esta bsqueda interior y este encuentro personal con el Seor (Lineamenta, 26). Esta necesidad del silencio, como requisito para la plena vivencia del sentido de misterio en la identidad sacerdotal, es confirmada por el padre Aschenbrenner en su artculo Celibato en Comunidad y Ministerio. Al hablar de una soledad apacible, el padre Aschenbrenner insiste en que ...si no se da primaca a la relacin central de soledad (del sacerdote), a solas con Dios y en Dios, las relaciones a nivel comunal pueden demandar una prioridad tal

que lleguen a confundir, o incluso destruir, la identidad celibataria, la cual debe estar fundamentada slidamente en la vivencia de una relacin personal de compaerismo con Dios. A este comentario, el padre Aschenbrenner aade que aunque su artculo se refiere primariamente al sacerdocio religioso, ...puede ser aplicado al celibato del sacerdote diocesano, con las debidas adaptaciones (Aschenbrenner, 1985, p.28). Esta soledad apacible brinda el contexto dentro del cual el sacerdote, que desea abrazar el celibato como una forma de vida para el ejercicio de su ministerio, opte por l de manera consciente y libremente aceptada. De lo contrario, las consecuencias de una vivencia celibataria, inconscientemente asumida e interpretada como una situacin impuesta, pueden ser altamente patolgicas, acarreando para el sacerdote una carga agobiante de angustia, que en tiempo de crisis puede dar al traste no slo con su celibato, sino con la totalidad de su vida ministerial. 2. EL SENTIDO DE INTIMIDAD SACERDOTAL Al considerar el mbito relacional en la vida de los sacerdotes, la Iglesia seala el sentido de comunin como el segundo elemento que resulta esencial para la expresin madura del sacerdocio. De acuerdo al texto antes citado de la "Lineamenta", o documento para la preparacin del Snodo sobre este tema, se afirma que ...en un mundo dividido, los sacerdotes estn llamados, en virtud misma de su funcin pastoral, a servir a la comunin. Ellos renen la comunidad cristiana en la unidad de una misma fe nutrida de la Palabra de Dios, en la caridad renovada por la gracia de los sacramentos, de modo especial por el de la Eucarista... Este servicio de la unidad exige testigos de la compasin, de la misericordia, del perdn y de la reconciliacin... Todos los sacerdotes diocesanos o miembros de comunidades religiosas de vida contemplativa, activa o misionera, estn llamados pues a vivir ellos mismos, en el presbiterio, una ntima unidad de espritu y de accin (Lineamenta, 13). Por lo tanto, y utilizando las palabras de Juan Pablo II en su exhortacin apostlica Pastores Dabo Vobis, ...se puede entender as el aspecto esencialmente relacional de la identidad del sacerdote (P.D.V., 12). Desafortunadamente, en el caso del sacerdote diocesano, muy frecuentemente se ha interpretado este sentido de comunin, nicamente en trminos de la funcin que ste desempea como centro al servicio de la comunidad parroquial, excluyndose, en la prctica, la necesidad psicolgica bsica que experimenta el sacerdote de vivenciar una interaccin clida y afectuosa con las personas significativas que lo rodean, y que resulta esencial para mantener un equilibrio afectivo satisfactorio en su vida ministerial. A este respecto, el padre Aschenbrenner sugiere, en el artculo mencionado, la exigencia de un balance entre una soledad apacible y una interaccin afectuosa, como la frmula requerida para que la persona clibe pueda experimentar una autntica paz y satisfaccin en su vida a nivel psicosexual. Aunque la raz de la identidad celibataria, explica el padre Aschenbrenner, consiste en un compaerismo con Dios, caracterizado por un tipo especial de soledad, tambin una vida y una fe corporativas resultan esenciales para un servicio dedicado dentro del contexto del celibato. Puede concebirse el que una persona clibe, an reconociendo su necesidad crtica por la oracin contemplativa, que regularmente mantenga en foco su fe celibataria, debiera orar menos para estar ms involucrada con la comunidad de manera que su celibato se mantenga vivo y entusiasta en aras del servicio (Aschenbrenner, 1985, p. 30).

Por lo tanto, es dentro del contexto de una interaccin afectuosa y un sentido vlido de pertenencia con quienes lo rodean donde el sacerdote, que ha abrazado libre y conscientemente el celibato, podr asumir sanamente todo el caudal energtico que le aporta su vida afectiva y sexual, para canalizarlo hacia la realizacin del propsito altamente significativo que le ofrece su servicio ministerial, particularmente en su sentido de comunin. 3. EL SENTIDO DE GENERATIVIDAD SACERDOTAL Todo lo expresado hasta aqu en cuanto a los sentidos de misterio y de comunin, inherentes a la identidad personal y comunitaria del sacerdote, encuentra su plena realizacin al considerarse, finalmente, el sacerdocio en su sentido de misin. Se afirma en la "Lineamenta", antes citada que, ...los sacerdotes estn as llamados a la misin. Si algunos son preparados especialmente para situaciones y tareas misioneras especficas, a todos se les pide servir a la obra misionera, en virtud misma de su ordenacin. Su primera funcin es, en efecto, anunciar el Evangelio de Dios a todos los hombres y extender la fe... Todos ellos sacerdotes diocesanos y religiosos, son solidarios en el anuncio del Evangelio y deben llevar en el corazn la preocupacin por todas las Iglesias (Lineamenta, 14). Esta tercera dimensin, directamente correlacionada con la generatividad propuesta por Erikson, sin constituir uno de los elementos primarios sobre los que se fundamenta la madurez en la persona adulta, como lo son el sentido de identidad y de intimidad personales, s se constituye en un elemento esencial que permite la plena realizacin de la persona, en este caso del sacerdote, dentro del contexto de su sentido especfico de misin. El padre Aschenbrenner lo expresa con las siguientes palabras: De acuerdo a la visin del desarrollo humano de Erikson, la etapa adulta de la generatividad se hace efectiva slo cuando las etapas inmediatamente anteriores de la identidad y la intimidad se mantienen vivas (y actualizadas). Consecuentemente, cuando el ministerio de una persona clibe, que de previo haba sido gozosamente generativo, parece desinflarse, sta no es necesariamente una indicacin de que debe realizarse un cambio de ministerio. Puede ser que la persona se encuentre tan excesivamente ocupada, que su identidad contemplativa (i.e., a solas con Dios) haya cado en la vaguedad, y las relaciones en comunidad no sean lo suficientemente ntimas, con el resultado inevitable de que un ministerio previamente percibido como generativo deja de ser retante y disfrutable. Sin una clara identidad, compartida ntimamente a nivel comunitario, la generatividad no puede sostenerse ni mantener su impacto en el corazn de la persona clibe (Aschenbrenner, 1985, p. 33). El celibato, por lo tanto, alcanza su completa madurez cuando la persona, que lo ha asumido libre y conscientemente como parte de su identidad sacerdotal, con un deseo autntico de redirigir toda su energa afectiva hacia un objetivo distinto del de la intimidad sexual y la procreacin, aunque siempre dentro del contexto de una interaccin afectuosa con quienes lo rodean, lo interpreta finalmente como su opcin, fundamental y significativa, de realizarse existencialmente en la vivencia de su ministerio sacerdotal. Del Boletn OSLAM 25, abril de 1994

CUADRO N 1 CONCEPTOS QUE CARACTERIZAN LA MADUREZ HUMANA

IDENTIDAD

SANAAUTO-ESTIMA -Auto-imagen -Auto-valoracin -Auto-confianza -Auto-control

IDENTIDADPSICOSEXUAL -Cognitiva -Emocional -Social -Moral MUTUALIDAD PSICOSEXUAL

INTIMIDAD

CAPACIDAD DE DAR Y RECIBIR AFECTO -Empata -Respeto -Autenticidad BUEN MANEJO DEL ESTRES -Objetivar -Controlar -Interpretar

GENERATIVIDAD

INTEGRACIN PSICOSEXUAL

CUADRO N 2 CONCEPTOS QUE CARACTERIZAN LA MADUREZ SACERDOTAL IDENTIDAD SENTIDO DEL MISTERIO (Configuracin con Cristo) CELIBATO como opcin CONSCIENTE y LIBRE, en el contexto de una SOLEDAD APACIBLE CELIBATO como CANALIZACIN sana de la AFECTIVIDAD, en el contexto de una INTERACCIN AFECTUOSA

INTIMIDAD

SENTIDO DE COMUNIN (Vivencia eclesial plena)

GENERATIVIDAD

SENTIDO DE MISIN (Celo por el servicio ministerial y la evangelizacin)

CELIBATO como opcin FUNDAMENTAL y SIGNIFICATIVA, en el contexto de un PROPSITO VITAL existencialmente realizante.

EL ACOMPAAMIENTO DE LOS SACERDOTES JVENES. UNA EXPERIENCIA Rev. Franco Brovelli, Rector del Instituto Sacerdotal Mara Inmaculada, Miln

En el marco amplio y articulado de la Exhortacin Apostlica Pastores dabo vobis, el captulo conclusivo (Te recomiendo que reavives el don de Dios que est en ti), est enteramente dedicado a La formacin permanente de los sacerdotes. En los nn. 76-77 se traza, con conocimiento y fuerza, un sugestivo esbozo para cualquier edad y situacin de vida: La formacin permanente, precisamente por ser "permanente" debe acompaar a los sacerdotes siempre, esto es, en cualquier perodo y condicin de vida, as como tambin a todo nivel de responsabilidad eclesial... (n.76). Y a propsito de la etapa inicial del ministerio afirma: La formacin permanente es un deber ante todo, para los sacerdotes jvenes y ha de tener aquella frecuencia y programacin de encuentros que, a la vez que prolongan la seriedad y solidez de la formacin recibida en el seminario, lleven progresivamente a los jvenes presbteros a comprender y vivir la singular riqueza del "don de Dios" -el sacerdocio- y a desarrollar sus potencialidades y aptitudes ministeriales, tambin mediante una insercin cada vez ms convencida y responsable en el presbiterio, y por lo tanto en la comunin y corresponsabilidad con todos los hermanos. Si bien es comprensible una cierta sensacin de "saciedad", que ante ulteriores momento de estudio y de reuniones puede afectar al joven sacerdote apenas salido del seminario, ha de rechazarse, como absolutamente falsa y peligrosa, la idea de que la formacin presbiteral concluya con su estancia en el seminario. Participando en los encuentros de la formacin permanente, los jvenes sacerdotes podrn brindarse una ayuda mutua, mediante el intercambio de experiencias y reflexiones sobre la aplicacin concreta del ideal presbiteral y ministerial que han asimilado durante los aos del seminario. Al mismo tiempo, su participacin activa en los encuentros formativos del presbiterio podr servir de ejemplo y estmulo a los otros sacerdotes de mayor edad, testimoniando as el propio amor a todo el presbiterio y su afecto por la iglesia particular necesitada de sacerdotes bien formados. Para acompaar a los sacerdotes jvenes en esta primera delicada fase de su vida y ministerio, es ms oportuno que nunca, e incluso necesario hoy, crear una adecuada estructura de apoyo, con guas y maestros apropiados, en la que puedan encontrar, de manera organizada y continua, las ayudas necesarias para comenzar bien su ministerio sacerdotal. Con ocasin de encuentros peridicos, suficientemente prolongados y frecuentes, vividos si es posible en un ambiente comunitario y residencial, se les garantizarn buenos momentos de descanso, oracin, reflexin e intercambio fraterno. As ser ms fcil para ellos dar desde el principio una orientacin evanglicamente equilibrada a su vida presbiteral. Y si algunas iglesias particulares no pudieran ofrecer este servicio a sus sacerdotes jvenes, sera oportuno que colaborasen entre s las iglesias vecinas para juntar recursos y elaborar programas adecuados. Las notas que siguen se sitan precisamente a este nivel. Refirindome a la experiencia que estoy viviendo desde fines de 1986 como responsable del ISMI (= Instituto Sacerdotal Mara Inmaculada), estructura que en la dicesis de Miln acompaa a los sacerdotes jvenes durante los cinco primeros aos del ministerio, me propongo exponer el mtodo, estilo y finalidad que han orientado un servicio de este tipo; al hacerlo, por otra parte, me

siento en conexin directa con los puntos relevantes que el documento anteriormente citado destaca con claridad1. 1. El cuadro y los diversos itinerarios La dimensin muy vasta de la dicesis de Miln (se extiende sobre el territorio de cinco provincias de la Lombarda, con una poblacin superior a los 5 millones de habitantes, 1144 parroquias distribuidas en 73 decanatos que integran 7 zonas pastorales y 2283 sacerdotes diocesanos) impone necesariamente un trabajo organizado. Sabiendo que en estos aos el promedio de ordenaciones sacerdotales asciende a alrededor de 30 por ao, se ha manifestado especialmente oportuno y eficiente el criterio de continuar a privilegiar aunque no de un modo rgido, como aparecer ms claramente en estas pginas- la subdivisin por clases de ordenaciones2. En cuanto a los ritmos, en el primer ao est previsto un momento residencial de casi dos das semanales (desde la cena del lunes hasta el almuerzo del mircoles, durante un perodo de veinte semanas comprendidas entre octubre y mayo); en los cuatro aos restantes se prevn en cambio 8/9 das residenciales entre octubre y mayo (desde la cena del mircoles hasta la cena del jueves). En el curso de un quinquenio pensado con estos ritmos, los itinerarios de cada grupo presentan rasgos especficos, y asimismo, como es obvio, muchas analogas. El primer ao, particularmente, presenta una fisonoma singular: apunta a favorecer en primer lugar la insercin en el ministerio y a acompaar el primer impacto con las responsabilidades y los ritmos requeridos por las condiciones de la comunidad a la que el joven presbtero ha sido enviado (en la dicesis casi todos, salvo alguno destinado a los estudios, inician su ministerio en parroquias, con el encargo prioritario de la labor pastoral con nios, adolescentes y jvenes). Alternando tiempos de oracin, de descanso, de dilogo, de trabajo personal, se crea un espacio propicio tambin para una reflexin en comn, organizada sobre diversas reas y desarrollada, en general, con la ayuda de expertos (laicos y pastores): la revisin "ponderada" del ministerio que se est viviendo (gua de la comunidad, presidencia de la plegaria litrgica, ministerio de la Palabra); una atencin especfica a los mbitos dentro de los que se sitan primordialmente las responsabilidades pastorales del joven sacerdote (oratorio, pastoral juvenil en su conjunto, escuela...); un esfuerzo de interpretacin de algunos aspectos relevantes de la evolucin de la sociedad civil que inciden en las costumbres de vida y en la mentalidad de la gente, en fin, el dilogo sobre experiencias de vida pastoral y sobre temtica de actualidad, ya sea eclesial o civil. En la prctica la experiencia ha ayudado a incluir una posible y natural especificidad del segundo ao: ste, en efecto -tras un conocimiento global de la comunidad- encara el encaminamiento efectivo del trabajo pastoral programado para tiempos prolongados, y requiere, juntamente, una primera reorganizacin global de la propia vida para ajustarla a una situacin radicalmente nueva. En esta prospectiva, nos hemos visto ayudados a encontrar momentos de profundizacin y de verificacin en una doble direccin: por una parte, elaborando las condiciones y coordinaciones para construir un proyecto pastoral para un camino comunitario; por la otra, reflexionando sobre los ritmos y modalidades de vida impuestos por la nueva responsabilidad, de modo de ayudarse a construir una adecuada experiencia de unidad, no obstante el cuadro de fragmentacin dentro del cual nos movemos.

Durante el tercer y cuarto ao a todos nos pareci natural, despus de un amplio intercambio de pareceres, la atencin que ha de prestarse a algunos puntos temticos considerados particularmente significativos, para encararlos luego con la ayuda de maestros, pero asimismo con el compromiso personal de todos: sea en lo que se refiere propiamente a la pastoral (temas debatidos han sido por ejemplo, la accin pastoral en las parroquias, la educacin de los jvenes a la fe y las condiciones para la apropiacin personal de la propuesta de vida cristiana, el itinerario pastoral de la dicesis, las problemticas de la adolescencia...), sea en lo que respecta a una comunicacin sapiencial relativa a los modos y al estilo de un continuo "devenir sacerdote" en un contexto pastoral y cultural como el de hoy, y a la experiencia espiritual que le est unida. En el quinto ao se contina con esta orientacin. Como rasgo especfico se aade el amplio espacio concedido a la relectura global de la experiencia de todo el quinquenio, ya sea desde el punto de vista de la labor desempeada en comunidad, ya al nivel de la progresiva apropiacin personal del ministerio diocesano en una vivencia que lo exprese correctamente. Esta instancia de sntesis encuentra un espacio apropiado y amplio en la "semana residencial" conclusiva del camino del ISMI3 y su expresin valiosa en el encuentro personal con el Arzobispo4. Como se intuye fcilmente, el camino comn tiene su implantacin terica y sus referencias constantes; toma forma a travs de un dilogo con "la base" que permite involucrar un poco a todos en la eleccin de la programacin, asumiendo una fisonoma totalizadora por dems diversa de la escuela, de los cursos de aggiornamento, de la profundizacin por sectores de la reflexin teolgica5. Y parecera revelarse eficaz y grata: no repite el seminario, ni anticipa algunas expresiones de la formacin permanente que sern habituales en los aos sucesivos. 2. Conjunto de modos de expresin Considero en extremo oportuna la invitacin del documento post-sinodal anteriormente recordado, a privilegiar para los encuentros la forma residencial. Efectivamente, sta favorece el que se puedan expresar mltiples posibilidades: no slo el trabajo de escuchar y confrontar, sino tambin la plegaria en comn, el descanso, el dilogo amistoso, y la "charla" informal. Si la reunin fuese slo por pocas horas, p.ej., desde la maana hasta la tarde, se empobrecera mucho su potencialidad y se reducira inevitablemente a un encuentro, aunque ste tambin es til. Tras resaltar esto, quisiera asimismo sealar el doble "registro" para la comunicacin que precede a la eleccin de los temas de trabajo. Por un lado, transita el sendero altamente alabado que privilegia los mbitos propios de la labor pastoral, sus expresiones fundamentales, y enfoca algunos captulos importantes que tocan de cerca el ejercicio del ministerio. Por otro lado, se cultiva una atenta reflexin sobre el ministerio en acto, y ms particularmente, sobre nosotros mismos en cuanto comprometidos en el servicio del Evangelio. Vengo comprobando continuamente cmo este ltimo sendero, que podemos connotar como "sapiencial", hace emerger con fuerza la dimensin propiamente espiritual, cualifica la comunicacin entre los presbteros y torna productiva la labor comn: prueba de esto es el hecho de que va aumentando la expectacin de esta clase de encuentros y la participacin se vuelve cada vez ms profunda.

En este sentido, se revelan muy valiosos algunos momentos simblicos vividos a lo largo del ao con la participacin conjunta de todos los grupos: algunos retiros espirituales con personalidades ricas en experiencia, la participacin anual en los Ejercicios (distribuidos con la posibilidad de tres fechas distintas en el transcurso del ao); los "tres das" de escucha de una experiencia espiritual importante. Esta ltima, especialmente, se configura con un momento fuerte, porque se la vive con el Arzobispo y bajo su gua: conducindonos a lugares significativos, nos dejamos interpelar por el mensaje espiritual que lo caracteriza, atendiendo a sealar la relacin que pueda tener con la vida de quienes hoy ejercen el ministerio. Los considero como puntos de referencia valiosos y comunes vividos y retomados con frecuencia como etapas de gran resonancia a nivel personal y de grupo. 3. Conexiones mltiples e importantes En el desarrollo de la labor de acompaamiento de los sacerdotes jvenes, es siempre importante atender a un conjunto de conexiones que facilitan la relacin de lo que la dicesis les propone autorizadamente y las personas y situaciones particularmente importantes para el ejercicio de su ministerio. En efecto, estoy convencido de que debe evitarse toda forma, y hasta la mera impresin, de aislamiento de la labor del ISMI del conjunto de la dicesis y del presbiterio en particular. De hecho, lo que se realiza con los sacerdotes jvenes no puede concebirse como un captulo aparte, casi como si fuese una iniciacin "secreta"; por el contrario forma parte de una ms extensa atencin a la dicesis. La preferencia del Obispo por designar un responsable que le dedique todo su tiempo -ahora me ayuda otro sacerdote a causa del continuo aumento de trabajo en una dicesis como la nuestra- se inscribe sobre este fondo. Algunos aspectos en particular, me parecen especialmente relevantes al respecto. Ante todo la colaboracin directa que se establece entre los responsables y cada una de las comunidades dentro de las cuales trabajan los sacerdotes jvenes. Efectivamente, para un sacerdote que se inicia la relacin fundamental es aquella que se establece en este mbito: sobre todo con el prroco (y con otros presbteros cuando se trata de parroquias o comunidades muy populosas), con los colaboradores laicos, con los responsables del decanato y con la gente en su conjunto. Por nuestra parte hemos establecido una forma de colaboracin que permita un dilogo continuado y una confrontacin7: encuentros con los prrocos, jornadas transcurridas en la parroquia para predicar o animar momentos de estudio o de retiro, coloquios personales... Igualmente, se mantiene una vinculacin constante con los educadores del Seminario. Los modos de realizarlo son diversos y complementarios entre s: desde la posible presencia de los educadores en las diversas ocasiones de encuentro, al dilogo fecundo con los sacerdotes jvenes (por ejemplo, al finalizar el primer ao o al trmino del quinquenio) sobre el ciclo formativo ledo a la luz del impacto con el ministerio, para favorecer as tiles "retornos"; y hasta algunos momentos de sntesis que, como responsables de la formacin, vivimos regularmente con el equipo educativo del Seminario. Hay luego un terreno directo en el que se manifiesta significativamente esta vinculacin: el de la pastoral vocacional, que en nuestra dicesis ha asumido formas variadas muy estimulantes; sea porque los sacerdotes jvenes se afirman habitualmente sobre la propuesta formulada por el propio Seminario, sea porque en general se esmeran en acompaar los caminos vocacionales de los nios y de los jvenes.

La extensin de la dicesis exige adems una atencin especial a las relaciones ms "institucionales" entre los responsables del ISMI, el obispo y sus colaboradores inmediatos. Tambin en este sector la experiencia va madurando la oportunidad de algunas atenciones especficas: desde el trato directo con el Arzobispo y el Vicario General, hasta la colaboracin con los Vicarios episcopales de las siete zonas pastorales (facilitado por el hecho de que el Rector del ISMI participa normalmente en los encuentros semanales del Consejo episcopal y en el de los Vicarios), y la vinculacin con los responsables de aquellas obras e iniciativas diocesanas (Caritas, pastoral juvenil, comisin catequstica, comisin para la familia, escuelas para agentes pastorales y de formacin socio-poltica...) ms directamente relacionadas con los mbitos del ministerio en los que trabajan los sacerdotes jvenes. El mayor beneficio que reportan estas relaciones se sita a un nivel de indiscutible importancia. El joven puede percibir que es en verdad conocido y acompaado personalmente: ya sea por la relacin personal que se establece, ya porque se siente situado en la trama de referencias constitutivas de su labor como sacerdote diocesano. Veo la posibilidad concreta de que todo esto puede realizarse de modo de mantener el equilibrio entre la confianza y la discrecin necesarias para una relacin personal, por una parte, y por la otra el realismo de saber mantenerse en dilogo con el contexto concreto de la vida diocesana y de quienes tienen autoridad para conducirla. 4. El conjunto del presbiterio Prosiguiendo en esta misma direccin, se manifiesta lo oportuno que es el cuidado que la dicesis debe prestar a la coordinacin entre la atencin a los sacerdotes mas jvenes y la preocupacin ms global y amplia de la "formacin permanente" de todo el presbiterio diocesano. Estoy plenamente convencido de que el hecho de ser sacerdote hoy merece un conjunto de atenciones precisas y pertinentes por parte de la dicesis: parece lgico, pues, que la etapa inicial del ministerio tenga rasgos particulares que legitiman ampliamente la dispensacin especfica de recursos. No puedo ahora detenerme en ilustrar la forma que va tomando en la dicesis la propuesta totalizante de formacin permanente del clero8. Me limito a algunas indicaciones acerca de los modos en que se traduce esta atencin a todo el presbiterio, a travs de opciones de trabajo en la programacin de la labor del ISMI. Un nivel primario, pero no por esto menos importante, es el que se empea en articular toda su propuesta formativa con modalidades y ritmos objetivamente compatibles con un arraigamiento serio y continuado de los jvenes sacerdotes en la vida de la comunidad a la que estn destinados, en las estructuras pastorales del decanato y de la zona, en el ms amplio proyecto pastoral de itinerario diocesano. De nuestra parte es conveniente valorizar la actividad de algunas instituciones especialmente importantes (pinsese, en particular, en la sede central de la Facultad Teolgica de Italia septentrional, en la Universidad Catlica del Sagrado Corazn)9. Un nivel ulterior y ms decisivo es el vinculado con la calidad de la propuesta formativa en cuanto tal; si su primer objetivo est constituido por la atencin del ejercicio concreto del ministerio hoy, y slo secundariamente al hecho de que quienes lo ejercitan sean sacerdotes jvenes -en el caso del ISMI, los jvenes que se inician en el sacerdocio- la garanta de continuidad con la prolongacin de la labor formativa para el presbiterio se hace realmente estimable10. Un pasaje de la homila de nuestro Arzobispo con ocasin del Jueves Santo de 1992 comentando la Pastores dabo vobis, lo expresa con claridad: Estoy seguro de que la

atencin a los primeros aos del ministerio -tan recomendada por la exhortacin del Papaser interpretada por todos como atencin simblica a todo el ministerio, no como un privilegio de pocos sino como estmulo y posibilidad de gracia para todos. De hecho, vivir la acogida a los sacerdotes ms jvenes es para un presbiterio ocasin singular de renovacin, que remite gozosamente a las races del ministerio. No perjudica por tanto a la unidad de la formacin, porque sus frutos son as accesibles a todos y porque en los decanatos las tareas refluyen sobre todos11. Efectivamente, la lnea rectora que inspira la reciente orientacin diocesana programada tratando de conjugar armoniosamente la atencin a la edad y a los papeles de los presbteros, pone de manifiesto que es realmente transitable el camino de una atencin al conjunto del presbiterio, con la innegable ventaja de proyectos de formacin mas especficos y precisos12. 5. Sentido y finalidad He dejado intencionalmente para el final estas alusiones sintticas que hubieran merecido el primer lugar. Pienso efectivamente que la descripcin que he hecho, aunque sobria y esencial, ayuda a comprender mejor qu invierte la dicesis -en cuanto a recursos y esperanzas- en la actividad del ISMI. Desde los primeros pasos en el lejano 1953, fue cobrando forma progresivamente, por impulso de maestros autorizados (recuerdo a los tres rectores que me precedieron, mons. Giulio Oggioni, mons. Angelo Mascheroni, mons. Luigi Serenth). El snodo diocesano XLVI en 1972 -que precede inmediatamente al que est en curso en estos meses- sintetiza as su fisonoma: El ISMI tiene el cometido de perfeccionar la formacin recibida en el seminario, de guiar la insercin progresiva de los mismos presbteros en la actividad pastoral y de identificar las aptitudes propias de cada uno, con el fin de prepararlos mejor para las diversas especializaciones del ministerio (Cost. 39). El camino ha continuado coherentemente con estas prospectivas, pero procurando adaptarse a las novedades propias de la evolucin cronolgica de nuestro tiempo: en el aspecto institucional, por ejemplo, recuerdo slo que se aadi el itinerario seminarstico en sexto ao, que anticipaba muchos de los temas de estudio de los programas del ISMI. Por otra parte, la experiencia est mostrando que el continuar poniendo (y en lo posible incrementando) gran atencin a los aos iniciales del ministerio, constituye, sin duda, una opcin sabia. Puntualizando sistemticamente la experiencia que estoy viviendo, escriba hace poco unas palabras que cada da considero ms verdaderas: El sentido general del ISMI parece ser mas bien el de ofrecer la experiencia de un modelo significativo de formacin para el clero. Desde este punto de vista si los ritmos y las modalidades estn pensados para acompaar a quien se encuentra solo al comienzo del ministerio, el proyecto como tal, en la variedad de sus expresiones, radica primordialmente en el ser presbtero, y slo subordinadamente en el ser presbtero joven. Por lo tanto la estructura no tiene como fin primordial la custodia o tutela, sino que procura ms bien estimular, promover una exigencia de formacin, favorecer la verificacin personal, para que el ministerio presbiteral se realice segn las coordinadas ms objetivas y profundas y no se exponga a los riesgos de la arbitrariedad y del subjetivismo descontrolado, se configure segn ritmos prudentes y armoniosos de vida personal y comunitaria. Creo que todo esto revela la fisonoma de una Iglesia y de un presbiterio cuidadosos de aquellos que dedican todo su tiempo al servicio del Evangelio, porque nace del aprecio por

el don que el Seor hace a la comunidad entera a travs de la llamada a los jvenes al ministerio ordenado, porque sabe tambin afrontar el esfuerzo para traducirlo hoy en modalidades que mantengan viva una tradicin rica que se trasmite por herencia; y porque no evita afrontar los peligros de las exigencias nuevas provenientes de un contexto en radical transformacin13.
NOTAS: 1 He retomado un primer enfoque, acompaado de una serie de reflexiones de mbito ms amplio, en la intervencin Jvenes sacerdotes hoy. Para ayudar al dilogo, La Rivista del Clero italiano 72 (1991), n.11, 724-753. 2 En detalle: 30 en 1982; 27 en 1983; 27 en 1984; 35 en 1985; 29 en 1986; 43 en 1987; 46 en 1988; 10 en 1989 (a causa de la introduccin del sexto ao de teologa); 32 en 1990; 34 en 1992; 38 en 1993; o sea 381 presbteros en total. 3 Se est revelando acertado realizar esta semana residencial en una casa situada en una iglesia local diferente de la nuestra: programada para cierto tiempo, facilita la reflexin de sntesis acerca del camino recorrido y posibilita un encuentro fecundo con personas, lugares y experiencias que inducen al dilogo con la andadura de otra dicesis. 4 Durante el sexto ao de teologa, todos los diconos ya han tenido, de a grupos reducidos, unos das de convivencia con el Arzobispo, en su casa; este reiterado "llamado" es el coronamiento de la fase de puesta en marcha del ministerio. 6 Para ayudar a comprender mejor: en Ass la experiencia de Francisco ha sugerido una confrontacin con el sermn de la montaa; la Camldula ha favorecido la reflexin sobre el tema de la unidad de vida que se halla en el corazn de la experiencia monstica; Ars (y Taiz) sobre el itinerario de una posible transfiguracin del ministerio; Loyola provoc la escucha de cmo Dios forma sus guas para tiempos difciles en la perspectiva de la experiencia espiritual de Ignacio. Prximamente, en cambio, el contexto se relacionar con la figura de Mara. 7 Quisiera sealar en particular, la fecundidad de una iniciativa que he visto realizar en cada una de las siete zonas pastorales: un encuentro presidido por el Vicario general y el Vicario episcopal de la zona, entre los responsables del ISMI y todos los sacerdotes del primer quinquenio, sus prrocos y decanos (algunos folletitos de la coleccin Aspetti di vita, de la que se hablar ms adelante, son el eco fiel). Despus de cuatro aos de experiencia, veo que esta oportunidad ayuda a mantener viva una mentalidad de colaboracin y un tipo de atencin a aspectos particularmente importantes en el itinerario pastoral y espiritual. 8 Para una visin de conjunto puedo slo remitir a la carta del Arzobispo para el Jueves Santo de 1992: C.M.Martini, Il tesoro dello scriba. La formazione permanente del presbitero. Centro Ambrosiano, Miln 1992. El amplio Appendice (27-45) firmado por el Vicario general y por la Junta diocesana para la formacin permanente del clero, presenta con detalle el cuadro de Formacin permanente del clero propuesta a todo el presbiterio. 9 Algunas determinaciones ms precisas permiten la concreta realizacin de este criterio de conjunto: recuerdo, por ejemplo, la disposicin de no hacer iniciar ms, durante el primer ao de ministerio la enseanza de la religin catlica en la escuela (en cambio son bastante numerosos los sacerdotes que comienzan esta experiencia en el segundo ao, generalmente en el territorio de su parroquia); la no superposicin entre las actividades del ISMI y los encuentros del decanato; la limitacin del nmero de horas de enseanza semanal a una medida compatible con el conjunto de compromisos del ministerio... 10 Se inscribe sobre todo dentro de esta lgica la opcin de dar vida tambin a algunas publicaciones sobre las actividades del ISMI; de este modo se favorece el conocimiento y la colaboracin de muchos otros presbteros, tanto ms porque estn siendo, de hecho, bien acogidas. Me parece til citar los ttulos de los volmenes publicados hasta ahora por la editorial ncora de Miln, subdivididos en tres colecciones: - Testi spirituali: 1. L. SERENTHA, Il Regno di Dio qui. Il discorso della montagna, 1988. 2. C.M. MARTINI, Coenae Tuae Itinerario sacerdotale, 1988. 3. C.M. MARTINI, Paolo nel vivo del ministero, 1989. 4. R. CORTI, A servizio dell'Alleanza. Meditazioni sul ministero presbiterale, 1990. 5. C.M. MARTINI, Il Vangelo alle sorgenti. Meditando ad Assisi il Discorso della Montagna,1990. 6. Aa.Vv., Dalla dispersione all'unit. L'esperieza monastica interroga il cristiano, 1991.

7. P. STANCARI, I passi di un pellegrino. I Canti delle ascensioni (Salmi 120-134), 1992. 8. Aa. Vv., Nel mistero della Trasfigurazione. Giornate di spiritualit ad Ars e Taiz, 1992. 9. Aa. Vv., Guide nel deserto. Mos, Pietro, Ignazio e... noi, 1993. - Contributi l'azione pastorale: 1. Aa. Vv., Scommessa sulla parrocchia. Condizioni e percorsi dell'azione pastorale, 1980. 2. Aa. Vv., Educare i giovani alla fede, 1990. 3. Aa. Vv., Percorsi di Chiese. Un cammino pastorale: Milano 1980-1990, 1990. 4. C.M. MARTINI e Collaboratori, Il Vangelo per la tua libert.L'itinerario vocazionale del Gruppo Samuele, 1991. 5. F. BROVELLI (a cura di), Comunit cristiana: la cura per ragazzi, adolescenti e giovani. L'Oratorio oggi, 1991. 6. F. BROVELLI - G. BUSANI - R. TAGLIAFERRI, L'iniziazione cristiana oggi. Riflessioni dall'esperienza, 1992. 7. Aa. Vv., Il seme e la terra buona. Giovani e fede: per un cammino di appropiazione, 1993. - Aspetti di vita: 1. R. CORTI - F. BROVELLI, Servire insieme il Vangelo. La condivisione del lavoro pastorale da parte dei presbiteri, 1990. 2. R. CORTI, In dialogo con giovani preti, 1991. 3. R. CORTI - G. GIUDICI - F. BROVELLI, Lo sguardo sulla Chiesa. Un presbiterio che rende visibile la Chiesa universale, 1991. 4. C.M. MARTINI, Camminare sulla seta. La comunicazione nel ministero pastorale, 1991. 5. G. GIUDICI - F. BROVELLI - F. GALLIVANONE, Divenire apostoli. Note sull'esercizio del ministero oggi, 1992. 6. G. GIUDICI - F. BROVELLI - F. GALLIVANONE, Tra memoria e consegne. Al cuore della vita apostolica, 1993. 7. F. BROVELLI, Camminare nella luce. Dialogo sulla vita del prete oggi, 1993 (in preparazione). 11 C.M. MARTINI, Il tesoro dello scriba..., cit., p.18. 12 Remito al Appendice di cui alla nota 7 (in particolare, alle pp. 33-42). 13 F. BROVELLI, Preti giovani oggi..., cit., pp. 733-733.

LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA DEL SACERDOTE Antonio Bravo, Espaa Comunicacin de Antonio Bravo en el Congreso de Espiritualidad sacerdotal organizado por la C.E. del Clero de la Conferencia Episcopal Espaola y celebrado en Madrid del 11-15 de Setiembre de 1989. Publicado en Espiritualidad Sacerdotal. Congreso. C:E: del clero. Edicee (Ed. de la C:E: Espaola) 1989. Madrid. INTRODUCCIN El tema de la Palabra de Dios en la vida del sacerdote es capital para su espiritualidad. Como cooperador del Orden episcopal, el sacerdote ha sido escogido para el Evangelio de Dios (Rm 1,1). Este Evangelio lo engendra y lo estructura incesantemente, tanto en su existencia como en su servicio apostlico. Siguiendo las huellas de los apstoles y de los profetas, el sacerdote ha sido destinado a hacer obra de evangelizador (2Tm 4,5). Ha de velar y trabajar para que la Palabra de Cristo habite con toda su riqueza (Col 3,16), en los miembros del pueblo de Dios. Seducido y agarrado por la Palabra, el ministro del Evangelio deber adecuar su vida al dinamismo de Aqulla. La existencia apostlica y proftica, por la fuerza del Espritu que se ha posesionado de unos hombres concretos, se convierte en palabra que interpela de parte de Dios al creyente. La plenitud de este proceso de simbiosis entre el mensajero y la Palabra la encontramos en Jess de Nazaret. Por virtud de la Encarnacin y de su obediencia filial, su existencia es la Palabra definitiva y ltima de Dios al hombre. El mensajero es el mensaje. l es la Palabra. Habla lo que ha visto donde su Padre (Jn 8,38). Con autoridad y libertad reclama ser escuchado y credo. El que es de Dios, escucha las palabras de Dios: vosotros no las escuchis, porque no sois de Dios (8,47). El sacerdote, al dirigirse a los hombres, en nombre de Dios, reclama tambin de ellos la escucha creyente. Ha de recordar, en consecuencia, que su misin no consiste en ensear su propia sabidura, sino la Palabra de Dios (P.O.4). Y esto solamente es posible, en la medida que consentimos al designio de Dios, expresado en la oracin de Jess: Consgralos en la verdad: tu Palabra es verdad (Jn 17,17). Esta consagracin, participacin en la santificacin y envo del Hijo al mundo en la condicin de Siervo y Pastor (cf. Jn 10,36), exige de los presbteros un esfuerzo de recepcin de la Palabra que proponen a la fe de los oyentes: Como ministros que son de la palabra de Dios, diariamente leen y oyen esa misma palabra de Dios que deben ensear a los otros. Esforzndose por recibirla en s mismos, se harn cada da discpulos ms perfectos del Seor (P.O. 13).La dimensin apostlica y proftica del sacerdocio ministerial postula de los sacerdotes la comunin con las actitudes del Siervo de Yahvh, tal como Isaas nos lo presenta: El Seor Yahvh me ha dado lengua de discpulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Maana tras maana despierta mi odo, para escuchar como los discpulos: El Seor Yahvh me ha abierto el odo (Is 50,4-5).

La Palabra del Siervo brota de la escucha y es palabra de discpulo, capaz de comunicar vida y esperanza. Yo no he hablado por mi cuenta, nos dir Jess, sino que el Padre me ha enviado, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar... Por eso las palabras que yo hablo las hablo como el Padre me lo ha dicho a m (Jn 12,49-50). Yo hablo lo que he visto donde mi Padre (Jn 8,38; cf. 3,11). Los apstoles, hacindose discpulos de la Palabra, han llegado a ser sus testigos y servidores en la historia. De ah su autoridad y libertad para solicitar una adhesin de fe y conducir a los hombres a la obediencia de la fe. Con la Palabra edificaban al pueblo santo. Y, como discpulos, vivan el combate del Siervo para implantar por la Palabra el derecho de las naciones. Los sacerdotes han sido puestos a parte para proclamar esta Palabra de vida y conducir a los hombres y a los pueblos a la obediencia de la fe. Por ello no pueden anunciar su sabidura o limitarse a predicar una nueva tica. Han de anunciar la Palabra que recrea para las buenas obras (cf. Ef 2,10). Antes de pasar a desarrollar estos aspectos, conviene recordar que la Palabra de Dios nos llega en la Tradicin eclesial por la accin del Espritu; y que toda oposicin entre palabra y sacramento no puede provenir sino de una comprensin sesgada de la Palabra de Dios. En efecto, la Palabra viva y operante de Dios engendra al pueblo de la Nueva Alianza, actuando en la predicacin y en el sacramento de manera complementaria. Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, acta en el sacramento y est presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es l quien habla (S.C. 7). Al alimentarnos y alimentar al pueblo proftico de la mesa de la palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (V.D. 21), no cesamos de hacerlo del nico Verbo de Dios. Por ello vamos de la Palabra al sacramento y del sacramento a la Palabra, a fin de que Cristo habite por la fe en nuestros corazones y lleguemos hasta la total plenitud de Dios (cf. Ef 3,17-19). Tanto al dispensar la palabra apostlica como el sacramento, los presbteros han de superar la tentacin del funcionalismo o de la pura exterioridad. Vivir de la Palabra y para la Palabra, es tremendamente exigente. En la entrega de la Palabra, el presbtero ha de entregarse l mismo: Amndoos a vosotros, queramos daros no slo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser (1Ts 2,8). De esta manera el apstol, en la predicacin de la Palabra, se proclama servidor de la comunidad: No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jess como Seor, y a nosotros como siervos vuestros por Jess (2Co 4,5). Teniendo en cuenta estos presupuestos, que mereceran, sin duda, desarrollos ulteriores, pasamos ahora a estudiar sus consecuencias para una espiritualidad sacerdotal. Como se me indicaba, al pedirme esta comunicacin, me centrar en la relacin existencial de la vida del sacerdote con la Palabra de Dios, tal como sta sale a su encuentro de manera privilegiada en las Escrituras. I. LA ESCUCHA DEL DISCPULO No basta con ser oyentes de la Palabra, hay que recibirla como discpulos. No os contentis slo con orla, engandoos a vosotros mismos... El que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, se practicndola, ser feliz (St 1,21-25). El discpulo la recibe, ante todo, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en l (1Ts 2,13). Esta palabra de verdad (St 1,18) tiene poder para engendrar a la vida de Dios a quienes la acogen en la obediencia de la fe. Habis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por medio de

la Palabra de Dios viva y permanente... Y esa es la Palabra, la Buena Nueva anunciada a vosotros (1P 1,22-25). El discpulo no investiga las Escrituras para servirse de ellas, sino para dejarse recrear por la Palabra. Jess, dirigindose a los judos, que crean tener vida eterna en las Escrituras, les dir: Vosotros no habis odo nunca su voz, ni habis visto nunca su rostro, ni habita su Palabra en vosotros, porque no creis al que l ha enviado (Jn 5,37-38). Los judos se haban apropiado las Escrituras, dejando de ser sus discpulos. Como lo explica San Ireneo, inspirndose en el pasaje de los discpulos de Emas, slo la Palabra hecha carne, es el intrprete de las Escrituras. Leer las Escrituras es hacerse discpulo del Verbo de Vida y de Verdad. Nos acecha siempre la tentacin de reducir las Escrituras a un libro o a una simple memoria colectiva de un pueblo, que pudiramos interpretar segn la razn humana. La gnosis orgullosa y mentirosa crea su propia verdad, aunque invoque las Escrituras. Ahora bien, el discpulo espiritual deja que sea el Verbo de Dios quien le explique las Escrituras, tal como el Espritu no cesa de hacerlo en la Tradicin apostlica. Es Jess el nico revelador y exgeta del Padre. Y slo el discpulo que vive en comunin con Jess y sus apstoles puede entrar en la inteligencia y vida de las Escrituras. Escuchar como los discpulos comporta: 1. Reconocer la prioridad absoluta de la Palabra El Evangelio de S. Juan subraya de mltiples formas esta prioridad absoluta de la Palabra. En el principio exista la Palabra (1,1). No me habis elegido vosotros a m, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado a que vayis y deis fruto y un fruto que permanezca (15,16). La Palabra nos conoce antes que nosotros la oigamos y acojamos (cf. Jn 1,48). El discpulo no puede indicar a la Palabra la direccin de su movimiento, sino que ha de marchar detrs (cf. Mt 16,22-23). Maana tras maana despierta el Seor el odo del discpulo, que debe caminar sin resistencias y con prontitud. El discpulo ha de saber que es el Padre quien le conduce hasta su Verbo (cf.Jn 6,44), y no la carne o la sangre; que es la Iglesia apostlica la que nos transmite esta Palabra de vida (cf. Jn 1,1-5), y no otros mensajeros o doctores. La actitud primordial del discpulo, en consecuencia, consiste en reconocer esta iniciativa absoluta de la Palabra que, proveniente de Dios, conoce, elige, llama y marca el camino a seguir. Mara, prototipo del discpulo y de la Iglesia, nos recuerda cmo hemos de acoger esta sorprendente iniciativa de Dios en los acontecimientos (cf. Lc 2,19-51). Otra Mara, la hermana de Marta, eligi la parte buena, pues, sentada a los pies del Seor, escuchaba su Palabra (cf. Lc 10,38-42). Lucas nos la presenta como modelo del discpulo, no porque haya que contraponer la contemplacin a la accin, pues en la 7 morada Marta y Mara van juntas, como apunta Santa Teresa, sino porque la accin en el discpulo ha de nacer de la escucha de la Palabra. Slo sta tiene poder para edificarnos y edificar segn Dios. El sacerdocio del Nuevo Testamento se funda en la escucha obediente, pues como lo subraya San Pablo, el ministro no tiene poder sobre la verdad, sino slo a favor de la verdad (2Co 13,8). Cristo instituy a los Doce, en primer lugar para que estuvieran con l (Mc 3,14). Antes de hacer resonar la Palabra en el mundo entero, han de escucharla y entrar en comunin de vida y destino con ella. Slo as se convierten en sus testigos oculares y servidores. Y slo en la comunin con ellos, el discpulo har resonar de nuevo la Palabra entre los pueblos. Los mensajeros han de identificarse con el mensaje que los precede, configura y afirma ante el mundo.

2. La escucha del corazn No basta con reconocer la prioridad absoluta de la Palabra. Hay que dejarla penetrar en el corazn, para que fructifique en la vida segn sus virtualidades, insospechadas para el hombre. La Palabra de Dios es espritu y vida (Jn 6,63), el discpulo escucha abriendo su corazn a la energa misma de Dios, que quiere salvar por la necedad de la predicacin (1Co 1,21). Por la escucha del corazn el discpulo entra en dilogo vital con Alguien. En los libros sagrados, el Padre, que est en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos (D.V. 21). Este dilogo se sella con la entrega del discpulo a la Palabra y a su designio de salvacin. La inteligencia del corazn no busca ya controlar y dominar, sino que reconoce la autoridad y la libertad de la Palabra para dirigir su vida. De tal forma que el discpulo, despojndose de s, ama la Palabra y la deja vivir en l. As se cumple la promesa del Seor: Si alguno me ama guardar mi Palabra y mi Padre le amar, y vendremos a l, y haremos morada en l (Jn 14,23). As actualiza el discpulo la experiencia del Apstol: Y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en m; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me am y se entreg a s mismo (Ga 2,20). Por ello el discpulo vive con alegra y libertad. En la escucha del corazn no slo oye la palabra, sino que tambin la ve y se siente habitado por ella. En l se actualiza la experiencia misma del Hijo. Y porque deja fructificar esta Palabra en su corazn, la vida del discpulo se convierte en una Palabra actual de Dios a los hombres, aun antes de proclamarla. La alegra y la fecundidad apostlicas se juegan en la escucha del corazn. Con la sencillez del nio y con la audacia de los humildes de corazn, el discpulo contribuye al desarrollo de la Palabra viva y operante de Dios entre sus hermanos. 3. Discpulos de la Palabra en una Tradicin Dios toma la iniciativa. l habla personalmente con cada uno de nosotros, pero lo hace siempre introducindonos en la Tradicin. El dilogo de Dios con el hombre acontece siempre en la historia del Pueblo apostlico, fruto y portador de la Tradicin divina. La escucha de la Palabra, por tanto, aunque se realice en la interioridad del corazn, es siempre un acto comunitario y eclesial. La Palabra, que luce como lmpara en lugar oscuro, no puede interpretarse por cuenta propia; pues nunca profeca alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espritu Santo, han hablado de parte de Dios (2P 1,19-21). La mediacin de la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (1Tm 3,15), es querida en todo momento por Dios. Somos discpulos en y de una Tradicin (cf. Ef 3,8-10; 2Tm 1,12-14). El Concilio insiste en ella al afirmar: Dios, que habl en otros tiempos, sigue conversando siempre con la esposa de su Hijo amado; as el Espritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo (D.V. 8). El don del Magisterio ha de ponerse al servicio de esta escucha armnica, donde la experiencia personal y eclesial de la Palabra es el fruto del nico Espritu de Dios.

Es evidente que la escucha de la Palabra de Dios no se agota en la acogida de las Escrituras. Se realiza tambin en los Sacramentos, en la vida de la comunidad y en sus pastores, en la vida de los pobres, en la creacin y los acontecimientos, mediaciones por las que la voz de Dios nos llega en la historia. Pero las Escrituras permanecern por siempre, como el lugar privilegiado de la escucha de la Palabra que crea y salva. 4. La escucha asidua de la Palabra de Dios Los sacerdotes, de manera especial, recuerda el Concilio, han de leer y estudiar asiduamente la Escritura para no volverse predicadores vacos de la palabra, que no la escuchan por dentro. En ella han de adquirir la ciencia suprema de Jesucristo(Flp 3,8), "pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo" (V.D. 25). Para que se realice esta escucha por dentro, exigencia radical del ministerio, el discpulo ha de dejarse seducir por la verdad de Dios. Para permanecer en Cristo, hay que dejar que sus palabras permanezcan con nosotros (cf. Jn 15,5-7). Se olvida con frecuencia lo que deca Jess a los judos que haban credo en l: Si os mantenis fieles a mi Palabra, seris verdaderamente mis discpulos, y conoceris la verdad y la verdad os har libres (Jn 8,3132). La escucha asidua de la Palabra de Dios es, por tanto, comunin con Jess, acogida de la fuerza de Dios, obediencia que nos hace caminar de fe en fe (cf. Rm 1,16-17). Por la escucha del corazn y la inteligencia de la fe, el discpulo avanza adecuando su vida al designio de Dios, sin desvirtuar la Cruz de Cristo. En el estudio de las Escrituras, el discpulo no busca poseer la Palabra, sino dejarse poseer por la Verdad para que su actuacin sea segn Dios y no ya segn la carne o la sangre. El sacerdote, como el apstol y el profeta, se templa, por tanto, en la fragua de la escucha, del estudio y de la contemplacin cotidiana de la palabra de Dios. II. LENGUA DE DISCPULO Cuando en el libro de los Hechos se afirma que los Apstoles anunciaban la Palabra de Dios, no quiere decirse solamente que su palabra deca algo de Dios, que posea cualidades divinas, o que Dios haba pronunciado esa palabra en el pasado y ellos eran sus transmisores sino que era Dios quien pronunciaba esa Palabra en el momento en que ellos la predicaban. San Pablo lo expresar de manera lapidaria al escribir a los corintios: Y todo proviene de Dios, que nos reconcili consigo por Cristo y nos confi al ministerio de la reconciliacin. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nuestros labios la palabra de la reconciliacin. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros (2Co 5,18-20). La iniciativa de Dios se prolonga en el ministerio del apstol. En sus labios pone incesantemente la palabra de la reconciliacin. Con el don de la salvacin, la Iglesia recibe el don del ministerio. Por el sacramento del Orden, los sacerdotes estn llamados y enviados a actualizar en la Iglesia y en el mundo la Palabra de la reconciliacin. En ellos Dios sigue pronunciando la Palabra de vida que salva e invita a la conversin. Sus labios, en consecuencia, han de ser los del discpulo, no slo en la celebracin sacerdotal, sino tambin cuando anuncian el Evangelio y dirigen el pueblo que Dios les ha confiado. Para desarrollar esta lengua y labios de discpulo, los sacerdotes debern cultivar las actitudes siguientes:

1. La obediencia del testigo El servidor de la Palabra es, ante todo, un testigo de sta. Llevados ante el Sanedrn, Pedro y Juan contestaron: Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros ms que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar lo que hemos visto y odo (Hch 4,19-20). En una segunda comparencia afirman: Nosotros somos testigos de estas cosas, y tambin el Espritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen (5,32). La fuerza y libertad de los testigos brotan de la obediencia de la escucha y de la contemplacin. La obediencia del servidor evita tanto las gnosis mentirosas como las cobardes acomodaciones de los falsos doctores. El discpulo no se apropia la Palabra, testimonia y comunica el Evangelio recibido, sin buscar agradar a los hombres, ni inventar su propio evangelio (cf. Gal 1,6-10). Esta obediencia del testigo es comunin con una Tradicin viva (cf. 1Jn 1,1-5), nico camino establecido por Dios para darnos lengua de discpulo. El Evangelio ha de ser recibido y transmitido por los sacerdotes dentro de una Tradicin. Tienen labios de discpulos quienes son hombres de Tradicin. 2. La solidaridad con un pueblo Los labios del discpulo no se limitan a repetir una doctrina o unas verdades sobre Dios y el hombre. El Seor da lengua de discpulos para hacer saber al cansado una palabra alentadora. Dios elige y quiere servirse de mediaciones para entrar en dilogo con hombres histricos. La predicacin no es atemporal. Es una palabra que Dios dirige al hombre de hoy, prolongando as por el Espritu la Tradicin. El apstol, como el profeta, anuncia la Palabra viva y permanente en el hoy de los hombres. Es exigencia de los buenos pastores, es decir, de los sacerdotes, conocer a sus ovejas (cf. P.O.4). Consiguientemente, la predicacin sacerdotal, que en las circunstancias del mundo resulta no raras veces dificilsima, para que mejor mueva a las almas de los oyentes, no debe exponer la Palabra de Dios slo de modo general y abstracto, sino aplicar a las circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del Evangelio (P.O.5). Esto requiere del discpulo solidaridad y comunin con los hombres, as como fidelidad y obediencia a la Palabra. En el corazn de los sacerdotes han de darse cita todos los das la Palabra de Dios y la experiencia concreta de los hombres. Como Mara y con Mara, los sacerdotes han de meditar en sus corazones los acontecimientos que la Palabra ilumina y en los que ella comunica todas sus riquezas por la accin del Espritu. Este encuentro con la Palabra en los acontecimientos, requiere del ministro de la Iglesia una escucha cordial del Magisterio. Tambin deber estar atento a la fe del pueblo sencillo y a la reflexin teolgica. No podemos olvidar que Dios ha querido revelarse preferentemente a los pequeos y sencillos, y que entre los dones con que el Espritu enriquece a su Iglesia se encuentra tambin el de los doctores. La predicacin del discpulo, por tanto, se alimenta de la escucha eclesial de la Palabra y de la solidaridad con los hombres. El discpulo no es un mero repetidor. Est al servicio de un encuentro libre y sorprendente entre Dios y los hombres. Pero tampoco es un "inventor", sino un servidor de quien se reclama fidelidad, obediencia y creatividad. Su modo de hablar ha de ser sencillo y directo. Con la palabra, denuncia invitando a la esperanza. Con la Palabra, afirma la esperanza del pobre, llamndole a la conversin. Con la Palabra de la verdad, juzga al mundo prisionero de la mentira. El sacerdote con temor y

temblor busca que la fe de sus hermanos se apoye en el poder de Dios y no en sabios discursos (cf. 1Co 2,1-5); con la transmisin de la Palabra, pone el nico fundamento, Jesucristo (cf. 3,11), y conduce a los hombres a la obediencia de la fe (cf. Rm 1,5). 3. Con la fuerza de la Palabra Quien hable con labios de discpulo correr la suerte de los profetas y de los apstoles, es decir, de la Palabra que vino a los suyos y no la recibieron. La experiencia creyente nos recuerda que el anuncio de la Palabra incluye la contradiccin con el mundo y con todo lo mundano de la comunidad eclesial, siempre proclive a acomodarse a este mundo. Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y ms cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espritu, hasta las junturas y mdulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazn (Hb 4,12). El discpulo de la Palabra no puede eludir el combate de la verdad. El Siervo no se "hizo atrs", pues confiaba en Yahvh. Tampoco el sacerdote ha recibido un espritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza, que le permiten afrontar los sufrimientos y el combate del anuncio del Evangelio (cf. 2Tm 1,6-18). Para anunciar y defender el Evangelio de la Esperanza, recibe el sacerdote el Espritu y las Escrituras. En ellas ha de buscar todos los das la luz y la fuerza, para irradiar en el mundo la esperanza de la gloria (Col 1,27). Como discpulo de la Palabra, los sacerdotes han de asumir la defensa de los pobres, y de los derechos de los hombres y de los pueblos. Con cunta entereza, los profetas, los apstoles y Padres de la Iglesia, secundaron la Palabra, defendiendo a los pobres. San Isidoro, en el L.3. de las Sentencias, cap.45, escribe: Al que hace distincin con la persona del poderoso y teme decirle la verdad, se le aplica la sentencia de culpa grave. Porque muchos sacerdotes, por miedo al podero, ocultan la verdad y se apartan del bien obrar, y de la predicacin de la justicia por temor a cualquier dificultad o porque les intimida el poder. Y ms adelante aade: Como el pastor solcito suele proteger de las fieras a sus ovejas, as tambin el sacerdote de Dios debe cuidar la grey de Cristo, para que el enemigo no la devaste, el perseguidor no la infeste, ni perturbe la vida de los pobres la ambicin de cualquier poderoso. Por el contrario, los malos pastores no cuidan de las ovejas, sino que, como se lee en el Evangelio acerca de los asalariados, ven acercarse al lobo y huyen. Porque entonces huyen cuando callan ante los poderosos y temen enfrentarse a los malos. Si guardan silencio a este respecto, se les declarar culpables de la maldad de aqullos. En la lnea del profeta Ezequiel, nos recuerda as S. Isidoro la necesidad de mantener el combate de la verdad y de la justicia como verdaderos discpulos. San Pablo nos dir que este combate es contra los Principados, Potestades y Dominaciones de este mundo tenebroso. Para librar este combate, el discpulo empuar la espada del Espritu, que es la Palabra de Dios (Ef 6,17). Dicho con otras palabras, el discpulo ha de hacerse colaborador de la Palabra, que tiene poder para hacerlo todo de nuevo. Ha de identificarse con ella ante los hombres, de otra forma el Hijo no se declarar por l ante el Padre (cf. Mt 10,32-33). 4. Pobres para anunciar la Palabra Para transmitir la Palabra de Dios se requiere vivir la pobreza del Siervo. No est el discpulo por encima del Maestro. Ya le basta al discpulo ser como el Maestro (Mt 10,2425). Est llamado a implantar el derecho y la justicia, que viene de Dios, con la

mansedumbre y la paciencia del Servidor manso y humilde de corazn (cf. Mt 11,29;12,1721). El discpulo ha de dar gratuitamente lo que ha recibido gratuitamente (Mt 10,8). No puede negociar con la Palabra. La pobreza del ministro del Evangelio se funda en la iniciativa libre y gratuita de la misma Palabra, que se entrega al decirse. Otro aspecto esencial de la pobreza y humildad del ministro, proviene de ser un hombre de la Tradicin. Transmite lo que ha recibido. l no inventa la Tradicin, la recibe del Espritu en un pueblo, y no puede disponer de ella para sus intereses. Bajo la autoridad del ministerio apostlico, el sacerdote trabajar para conocer la fe del pueblo proftico y transmitirla a las generaciones venideras. San Ambrosio, comentando la fe sencilla de los pastores, no duda en afirmar que Mara recibe y aprende de ellos los elementos de su fe: A pastoribus etiam Maria fidem colligit. Maria a pastoribus discit (Exp. Evang. Sec. Lucam L.II,53-54). El sacerdote ha de mantener siempre una actitud de aprendiz en medio de su pueblo. Por otra parte, los labios apostlicos no buscan persuadir con sabios discursos, sino que anuncian la sabidura de Dios con temor y temblor. La fe del pueblo ha de apoyarse en el poder de Dios y no en los hombres (cf. 1Co 2,1-5). Ha de predicar la necedad de la cruz, pues la Palabra se humill para enriquecernos con su pobreza (cf. Flp 2,6-8; 2Co 8,9). Finalmente, el mensajero de la Palabra ha de aceptar el correr su propia suerte. Como ella fue calumniada y suscit la oposicin, tambin el sacerdote ha de estar dispuesto a semejante pobreza. Si al dueo de la casa le han llamado Beelzebul, cunto ms a sus domsticos! (Mt 10,25). III. EDIFICAR EL PUEBLO DE DIOS POR LA PALABRA En la primera parte de mi exposicin he insistido en cmo el servidor de la Palabra ha de hacerse discpulo de sta. En la segunda he intentado mostrar las exigencias que comporta el tener lengua de discpulo. En esta tercera parte desarrollar cmo el sacerdote edifica el pueblo de Dios por la Palabra. La existencia sacerdotal ha de estar animada del dinamismo mismo de la Palabra, que viniendo de Dios, vuelve de este mundo al Padre, despus de haber convocado y congregado al pueblo de la Nueva Alianza. San Pablo escriba a Tito: El motivo de haberte dejado en Creta fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbteros en cada ciudad, como yo te mand. Que est adherido a la palabra fiel, conforme a la enseanza, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen (Tt 1,5.9). Falsos doctores se haban introducido en la comunidad. San Juan Crisstomo en su De Sacerdotio, despus de exaltar al sacerdote como dispensador de los misterios de Dios, dedicar largos desarrollos al ministerio de la Palabra, por la que el sacerdote edifica la Iglesia santa. La oikos de Dios se edifica por una dispensacin justa de la oikonomia de Dios. El instrumento privilegiado es la Palabra. En esta misma lnea se mueven los grandes Padres de la Iglesia, tanto griegos como latinos. Puestos al frente de la casa del Seor para dispensar a los consiervos el pan de la Palabra, en el tiempo oportuno (cf. Lc 12,42), los sacerdotes han de dispensar con fidelidad la Palabra que tiene poder para edificar. 1. Dios salva por la necedad de la predicacin (1Co 1,21)

En la predicacin apostlica, como ya he sealado, Dios sale al encuentro del hombre para reconciliarlo consigo en Cristo. La predicacin no es slo invitacin e interpelacin a la conversin. La Palabra de Dios es fuerza de Salvacin (cf. Rm 1,16). A quien la acoge con fe, se le da el poder llegar a ser hijo de Dios (Jn 1,12). Ahora bien, la fe viene de la predicacin, y la predicacin, por la Palabra de Cristo (Rm 10,17). En los Hechos de los Apstoles se repite con insistencia cmo la Palabra est creciendo y desarrollndose en el mundo entero. El sacerdote ha de trabajar para que la comunidad entre en el ncleo de la fe y viva con obediencia incondicional sus consecuencias prcticas. Este ncleo es la confesin: Jess es el Seor. El Siervo ha sido constituido Hijo de Dios con poder, segn el Espritu de Santidad, por su resurreccin de entre los muertos, Jesucristo Seor nuestro (Rm 1,4). Esta fe ha de hacerse operante por el amor y la esperanza (cf.Ga 5,5-6). De tal manera que los cristianos no tengan otra deuda que la del amor mutuo (Rm 1,38). 2. La Palabra apostlica congrega al pueblo de Dios Los apstoles predicaron el Verbo de la verdad y engendraron las Iglesias (S. Agustn, In Ps 44,23). En este sentido los presbteros como cooperadores que son de los obispos, tienen por deber primero el de anunciar a todos el Evangelio de Dios (P.O.4). Por la predicacin de la Palabra, el sacerdote est llamado a formar a Cristo en sus comunidades (cf. Ga 4,19). Como recuerda San Gregorio Magno, el sacerdote ha de llegar a vivir una autntica maternidad a travs de la predicacin apostlica. El que es hermano y hermana de Cristo creyendo, se hace su madre predicando. En efecto, se puede decir, que l engendra al Seor que ha infundido en el corazn de su oyente, y se hace madre por su predicacin si, por su voz, el amor del Seor es engendrado en el alma del prjimo (Hom.III in Evang.). Como Pablo, el sacerdote ha de poder decir: por el Evangelio, os engendr en Cristo Jess. Os ruego, pues, que seis mis imitadores (1Co 4,15-16). Lo que supone dejarse hacer por Cristo palabra viva y eficaz para dar vida a los que la oyeren (S.Juan de vila, Carta 1, v.18). Esto supone no negociar con la Palabra de Dios, antes bien, hablar con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios (2Co 2,17); asumir las actitudes de una madre que engendra a sus hijos para la vida nueva (cf. 1Ts 2,7-12). Cuando se minusvalora esta dimensin maternal del ministerio de la Palabra, la actividad misionera de la Iglesia se debilita; los sacramentos pierden su dimensin de proclamacin y celebracin de la fe, para convertirse en ritos, que pueden alimentar una religiosidad mgica, pero no el dinamismo de la fe; y la predicacin se reduce a moralismo o a una ideologa. 3. La palabra en la comunidad Los nuevos convertidos acudan asiduamente a la enseanza (didaje) de los apstoles (Hch 2,42). La comunidad cristiana ha de buscar incesantemente el sentido de su existencia y la fuente de inspiracin de su hacer en la enseanza de los apstoles, es decir, en Jess muerto y resucitado. El sacerdote hace obra de evangelizador cuando transmite fielmente la palabra apostlica.

La dedicacin a la oracin y al ministerio de la Palabra (Hch 6,4), ser siempre el primer deber del sacerdote. En la oracin y en el discernimiento eclesial ha de recibir la Palabra que viene de Dios, de otra forma el riesgo del vaco o de la manipulacin ideolgica sern inevitables. Por el ministerio de la Palabra cumple su misin principal: comunicar la fuerza de Dios que crea la comunin y pone en camino hacia la casa del Padre. Slo la Palabra tiene fuerza para hacer entrar en la verdad que libera para la justicia y el amor. Para conducir al Pueblo de Dios en la verdad y en el amor, el sacerdote ha de ayudarle a releer su vida y acontecimientos a la luz de la Palabra. Debe tambin ayudarle a discernir cmo Dios le habla en los mismos acontecimientos. Y esto el sacerdote no lo puede hacer ms que si l mismo est penetrado de la Palabra y si medita noche y da los acontecimientos en los que nos llega su luz y en la cual adquieren todo su sentido. Para configurar al pueblo proftico, el presbtero comunicar con sencillez la Palabra que acoge en el silencio del corazn. Su misin no es otra que la de la Iglesia: Tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la Mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (V.D.21). Si la Palabra no es central en su vida, tampoco lo ser en el pueblo. Si su vida no se adeca a la Palabra, el pueblo se resistir a su verdad. Por culpa del doctor, a veces aun la misma doctrina verdadera pierde su valor, y quien no vive conforme a sus enseanzas hace despreciable hasta la verdad que predica (San Isidoro, Sentencias L.3, cap.37). 4. La libertad apostlica que viene de la Palabra En momentos difciles, el sacerdote encontrar su libertad en Dios y su Palabra. De otra forma corre el peligro de dejarse arrastrar por el miedo a las novedades, por las ideologas o el rechazo del mundo. Las Escrituras nos han sido dadas para hacernos crecer en la esperanza. En efecto todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribi para enseanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza (Rm 15,4). Ms todava, quien se enraiza en las Escrituras como discpulo, encontrar los caminos de la novedad de Cristo, frente a las novedades engaosas (cf. Mt 13,52; Hch 17,21). Encontrar tambin la sabidura para conducir a su pueblo, pues toda Escritura es inspirada por Dios y til para ensear, para argir, para corregir y para educar en la justicia; as el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena (2Tm 3,16-17). San Pablo, al despedirse de los presbteros de feso, tras ponerlos en guardia sobre los peligros vecinos y recordarles su ministerio, concluye: Ahora os encomiendo a Dios y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y daros la herencia con todos los santos (Hch 20,32). El sacerdote ha de encontrar en la Palabra su fortaleza, su libertad y la fuente inagotable de su creatividad pastoral. Saquemos ahora las consecuencias para la vida del sacerdote: a) Este ha de tener una fe prctica en la Palabra. Fe que le lleve a hacerse su discpulo, testigo y colaborador para edificar el pueblo de Dios. Slo la Palabra viva y eficaz tiene poder para edificar el Templo del Espritu que es la Iglesia. b) El sacerdote ha de vivir una apertura incondicional a la verdad. El amor pastoral no es tal, si no da como alimento al pueblo la Verdad del Evangelio, y no podr comunicar la Verdad quien no la haya recibido y buscado incesantemente conducido por el Espritu en la Iglesia. c) El sacerdote ha de hacer suya la misma pedagoga de la Palabra. Esta se ha revelado en la historia de forma progresiva, hasta la entrega total. Ha venido en medio de las tinieblas

para irradiar la luz y comunicar la esperanza. No ha cesado de recorrer el mundo, para reunir a los hombres en un pueblo y pasar con ellos al Padre. El Evangelio de S. Marcos se cierra con estas palabras significativas: Ellos (los apstoles) salieron a predicar por todas partes, colaborando el Seor con ellos y confirmando la Palabra con las seales que la acompaaban (16,20). En la predicacin del enviado Dios sigue actuando. La pedagoga entonces, es el camino de la entrega, de la solidaridad, del combate paciente y tenaz para conducir a los hombres a la libertad filial. La pedagoga es mucho ms que un mtodo, es comunin con el dinamismo de la Palabra que edifica su casa en el hoy de la historia. d) La Palabra exige del sacerdote tomar el camino de la iniciativa de Dios. Con la Palabra ha de salir incesantemente en busca de los que estn lejos. En torno a la Palabra ha de crear la comunin y no en torno a s mismo. Con la Palabra ha de defender a los humillados y suscitar la esperanza en las dificultades. Con y por la Palabra ha de hacer que todas las cosas sean recapituladas en Cristo. e) Para ser colaborador de esta Palabra eficaz y dinmica, el sacerdote recordar que su ministerio es un ministerio de vigilancia. Ha de estar vigilante para descubrir y proclamar la Palabra que viene al encuentro de los suyos: vigilante para defender a los suyos, pero tambin vigilante para denunciar en ellos todo lo que no se adecua al designio de Dios. f) Finalmente, el sacerdote ha de vivir la desapropiacin radical de la Palabra, hecha carne. Y esta desapropiacin le lleva a estudiar las Escrituras para el crecimiento de su pueblo y no slo para su utilidad personal. Por ello, Santo Toms recordar que la contemplacin de los pastores ha de estar marcada por la desapropiacin de la caridad pastoral. Ellos contemplan no slo para s, sino para la instruccin de los otros (S.Th. II, IIac. Q.184. A.7). IV. EL ESTUDIO DE LAS ESCRITURAS En las reflexiones anteriores hemos visto la relacin existencial y ntica entre la Palabra y la vida sacerdotal. Para cultivarla, el presbtero ha de estudiar incesantemente las Escrituras. Veamos ahora algunas de las caractersticas que debera tener este estudio, efectuado por un pastor. 1. Un estudio vital "El discpulo" estudia las Escrituras para acoger la Palabra viva y operante de Dios. En ellas no acoge solamente un libro o el testimonio de la memoria colectiva de un pueblo; acoge, ante todo, al Verbo hecho carne, que viene a entablar un dilogo, en el que toda la persona del discpulo queda implicada. La finalidad del estudio del discpulo es la comunin y el seguimiento del Verbo de Vida. Es un estudio que busca la Vida, que acoge la Verdad y le hace avanzar por el camino; consiguientemente es un estudio que conduce al conocimiento, del conocimiento al amor y del amor al seguimiento y comunin. Estructurado por el encuentro con la Palabra personal de Dios, este estudio vital se realiza en las etapas siguientes. El discpulo acude a las Escrituras con sus cuestiones vitales. Su experiencia se inscribe en la historia de un pueblo de creyentes. A travs del dilogo con su pueblo, el discpulo encuentra luces y tambin nuevas cuestiones que le obligan a avanzar. En el momento en que el discpulo se encuentra con la Palabra viva, deja de conducir el dilogo. Su bsqueda inicial se hace recepcin, de una Palabra que llama, elige, interviene,

cuestiona y enva. La dinmica de este estudio proviene de la conviccin siguiente: el discpulo no asimilar a la Palabra, sino que la Palabra lo asimilar. Es el mismo dinamismo del Sacramento. La tentacin de los judos es querer reducir la Palabra a su Ley. La de los griegos es reducirla a su razn. Ahora bien, no son las prcticas de la Ley, ni la gnosis, las que salvan, sino la Palabra acogida en la fe. As el discpulo, por la fuerza del Espritu que habita en la Palabra, es recreado para las buenas obras y para el ministerio. Este estudio vital en la vida del sacerdote estar acompaado por el estudio de la exgesis y la teologa, pues el discpulo ha de recibir correctamente la Palabra de Dios en la experiencia de un Pueblo y ha de comunicarla con la misma correccin a la experiencia del hombre de hoy. Pero el estudio vital ser siempre el que determine a los otros en la vida de la Iglesia. Este trabajo requiere, ante todo, la sencillez del hombre guiado por el Espritu. Es la sencillez y la libertad de quien escucha con la docilidad del nio. Busca al Maestro, y cuando lo encuentra la escucha y se deja conducir hasta la verdad plena por el Espritu Santo. 2. Un estudio en la Tradicin Eclesial El estudio vital del discpulo ha de realizarse siempre en la comunidad de los discpulos, conducida por los pastores que Dios le ha dado. Vital no se contrapone a eclesial. La Tradicin eclesial nos permite acoger la Palabra en toda su riqueza. Esto es decisivo para quien pretenda tener labios de discpulo y vivirse como mediacin de un encuentro irrepetible entre Dios y el hombre. El sacerdote no puede imponer su experiencia a los otros miembros de la Iglesia. Su misin es velar y discernir, si la experiencia de los otros discpulos acontece realmente en el marco de la Tradicin del Pueblo de Dios. Como hombre de la Tradicin, el sacerdote ha de estudiar la totalidad de las Escrituras, tal como el Pueblo de Dios, guiado por el Magisterio y animado por el Espritu, va comprendindolas. De otra forma, se corre el riesgo de reducir la Palabra a la propia experiencia o a la experiencia de un momento particular de este Pueblo. No quiere decir que estas experiencias no sean correctas, pero hemos de recordar que la Palabra no agota sus riquezas en una experiencia. El pastor de un pueblo ha de conocer la totalidad de las Escrituras para poder discernir los carismas y los caminos insospechados de la Palabra en la historia. Ningn lenguaje, experiencia o realizacin pueden agotar su riqueza. Si el creyente puede vivir desde un aspecto determinado el misterio de Cristo, el sacerdote, por el estudio de la totalidad de las Escrituras, ha de permitir a la comunidad de discpulos discernir y acoger la diversidad de expresiones que suscita el Espritu. Estamos aqu ante un punto central y original de la espiritualidad de quien es llamado a hablar en nombre de Cristo cabeza y de ayudar al crecimiento de todos por un justo discernimiento. Sin esta apertura realmente catlica, el sacerdote desarrollar una dinmica sectaria en el Pueblo de Dios, pues pretender reducir a la uniformidad la llamada a vivir la comunin en la diversidad. Punto central en la espiritualidad y en la formacin ser esta apertura a la totalidad del designio de Dios. Este estudio eclesial comporta una ascesis de la inteligencia de la fe. Ha de ir constantemente del ncleo de la fe: Jess es el Seor, al desarrollo de todas sus riquezas en la historia; y de la diversidad de expresiones, al ncleo de esa fe. Tal ha sido la disciplina

de la Tradicin apostlica, que el sacerdote debe recorrer animado por el Espritu y en dilogo cordial con el Magisterio. 3. Un estudio para la edificacin del pueblo Para edificar el pueblo santo, el sacerdote debe brillar tanto por la doctrina como por la vida. Porque la doctrina sin la vida lo hace arrogante, la vida sin doctrina le vuelve intil (S. Isidoro. Sentencias L.3, cap.36). Santa Teresa, con su finura espiritual y con su olfato femenino, pone en guardia a sus comunidades ante los riesgos que se derivaban de los sacerdotes ignorantes. No basta la "piedad" para conducir un pueblo. Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo (S. Jernimo), y el camino de la Iglesia en el mundo. San Isidoro, despus de afirmar que se ha de descartar del ministerio sacerdotal, tanto a los inicuos y pecadores, como a los ignorantes e inexpertos, afirma con gran crudeza: as reprueba el Seor a los sacerdotes ignorantes por boca del profeta Isaas: Los propios pastores no entendieron. Y nuevamente: Todos guardianes ciegos -esto es, obispos inexpertos- todos fueron ignorantes, cual perros mudos que no pueden ladrar (Is 56,11 y 10); esto es, que no pueden defender al pueblo que les ha sido confiado oponindose a los malos con la exposicin de la doctrina (Sentencias L.3, cap. 35). Es evidente que no se trata de una ciencia sin amor, sino de entrar en la sabidura de Dios (1Co 1,24), en la que el amor y la inteligencia se anan para la edificacin. Este conocimiento sapiencial de las Escrituras obliga al sacerdote a renovarse incesantemente en el conocimiento amoroso del designio de Dios: La ciencia hincha, el amor en cambio edifica. Si alguien cree conocer algo, an no lo conoce como se debe conocer. Mas si uno ama a Dios, se es conocido por l (1Co 8,1-3). Estudiar las Escrituras para la edificacin del pueblo, es entrar en el designio amoroso de Dios por su pueblo, tal como se ha desarrollado en la historia Santa y tal como se prolonga bajo la accin del Espritu en nuestros das. El sacerdote, como colaborador de Dios (1Co 3,9) est urgido a conocer cmo Dios quiere guiar y conducir a su pueblo. Slo as podr discernir y tomar las iniciativas adecuadas para conducir ese pueblo hacia su plenitud. El sacerdote es un pastor y no un funcionario que pudiera aplicar un esquema de conducta atemporal. Como pastor ha de conocer el designio de Dios en toda su riqueza, para hacerlo descubrir con pedagoga paternal, en la que se conjuga la inmensa paciencia y la apasionada exigencia de la Santidad de Dios. Dios conduca a su pueblo, como un padre a su hijo (cf. Dt 8,5; Sb 11,10; 1Co 11,32; Hb 12,5-13; 1Ts 2,11-12). El sacerdote, en consecuencia, ha de conocer el designio de Dios en su integridad y la pedagoga divina para conducir al pueblo con toda autoridad y libertad. Ahora bien, eso slo es posible si en el estudio y la oracin va progresando en la ciencia suprema del conocimiento de Jesucristo (Flp 3,8). La pedagoga apostlica nos lo recuerda incesantemente. Los apstoles, confrontados a culturas tan diferentes como la hebrea, la griega u otras, tal como nos sucede hoy, anuncian la nica verdad de Dios de formas mltiples. Conscientes de que es el Espritu quien puede conducir a la verdad plena, alimentan a los oyentes con la leche espiritual y con alimento slido (cf.1Co 3,1-12; Hb 5,12), de acuerdo con su capacidad. Sabiendo la debilidad y fragilidad de los jvenes, Pablo escribe: Padres, no exasperis a vuestros hijos, sino formadlos ms bien mediante la instruccin y la correccin segn el Seor (Ef 6,4). Y en su lucha contra las desviaciones de la comunidad de Corinto escribe: Y estamos dispuestos a

castigar toda desobediencia cuando vuestra obediencia sea perfecta (2Co 10,6). El Pastor conduce al pueblo de Dios con la solicitud y lucidez de la Palabra, que tiene poder para construir el edificio (Hch 20,32; cf. 2,19-22). El estudio del Pastor no disocia, pues, el contenido de la pedagoga. Del contenido brota la pedagoga y la pedagoga conduce a la plena vivencia del contenido por parte del discpulo. Quien no se haya familiarizado con la Palabra de Dios, ni podr transmitir la integridad del designio de Dios, ni tendr la discrecin o el discernimiento necesario para conducir a su pueblo (cf. San Isidoro, Sentencias, L.3, cap.43). Esto hace que el estudio de las Escrituras haya de asumir con absoluta seriedad la vida del pueblo. 4. No aislar las Escrituras de la Eucarista El estudio de las Escrituras no puede aislarse de la Eucarista, presencia y actualizacin perenne de la Palabra que viene y se entrega. La Iglesia, segn su Tradicin, no ha separado nunca la mesa de la palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, unidad que ningn estudio puede olvidar. Las Escrituras conducen a la Eucarista y la Eucarista interpreta las Escrituras. En efecto, por ser la Eucarista memorial del acontecimiento pascual, a su luz han de ser entendidas y vividas las Escrituras. En la Eucarista se actualiza todos los das la Palabra enunciativa de filiacin y exigitiva de fraternidad (O. Glez. de Cardedal). La Eucarista, por otra parte, congrega en acto la comunidad, en cuyo seno la Palabra entrega todo su sentido. La comunidad eucarstica, presidida por los pastores, se convierte, pues, en el lugar privilegiado de la lectura y de la escucha de las Escrituras. A su luz, el discpulo escudria los testimonios de los profetas y de los apstoles, para proclamar la realizacin de las promesas, tal como se est anticipando en la celebracin de la Eucarista y de los otros Sacramentos. As, los sacerdotes no cesan de edificar el pueblo de Dios por la dispensacin de la Palabra y del Sacramento. As, el marco litrgico, en el que las Escrituras han visto con mucha frecuencia la luz, seguir siendo siempre el ms apropiado para el estudio de discpulo y ministro del Evangelio entre los hombres. CONCLUSIN Como el centinela, el sacerdote ha sido puesto al frente de la casa de Dios para comunicarle sus palabras. Como el profeta Ezequiel, sostenido por la fuerza y la docilidad del Espritu, ha de escuchar de pie en medio del pueblo desterrado y rebelde, para comunicarle la Palabra que Dios tiene a bien dirigirle. Por ello ha de alimentarse, vivir de la Palabra y para la Palabra. Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel... Hijo de hombre, alimntate y sciate de este rollo que yo te doy... Hijo de hombre, ve a la casa de Israel y hblales con mis palabras (Ez 3,1-4). Pero la escucha del discpulo, es decir, del Siervo, no se limita a vivir la transmisin con toda integridad, con atrevida libertad, con inmensa paciencia y apasionada exigencia (M.Legido). l acoge de tal manera la Palabra que, dejndola habitar y fructificar en su corazn toda su existencia, se convierte en Palabra de Dios para su pueblo. Entonces y slo entonces, el sacerdote tendr la audacia del apstol para decir a los suyos: Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo (1Co 11,1). Entonces, los sacerdotes van siendo modelos o tipos de la grey de Dios (1P 5,3), pero no tanto porque sean superiores a los dems, sino porque en ellos habita con toda su riqueza la Palabra de Dios; al servicio de la edificacin de un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes.

"APUNTES PARA UN RETIRO ESPIRITUAL" Pbro. Manuel Pascual - Buenos Aires Los textos que transcribimos a continuacin fueron preparados como "apuntes" para predicar un retiro a sacerdotes. Hemos respetado su estilo escueto y sugerente para favorecer la reflexin personal de los lectores. 1. Del bautismo a la eucarista Dios ha querido llevar al hombre a la accin de gracias no porque necesite de su alabanza, sino porque supone que quien da gracias lo hace porque se sabe agraciado, amado. Quien no se sabe "don" no puede ser religioso. Humildad y gratitud son hermanas. El humilde tiene dones pero sabe de dnde vienen. No es humildad decir no sirvo para nada. Darle la vida a un hijo es mucho ms que un hecho biolgico; tambin es dar: afecto, educacin, alimento, un techo, lo imprescindible para crecer. Pero la vida o el verdadero nacimiento para el hombre, un ser con vocacin de sentido, es cuando agradece a su padre o madre el que lo haya ayudado a encontrar el para qu de la vida, a estar agradecido de vivir. As el padre se hace maestro y el hijo se hace discpulo. Ms que una cuestin intelectual o, mejor dicho, no solamente intelectual, es una cuestin afectiva. Dar la vida puede ser algo meramente biolgico pero reconocer un hijo, hacerse cargo de l, celebrar su existencia en el quehacer cotidiano, mirarlo con amor, dialogar con l, corregirlo y retarlo si fuese necesario, sin que altere en lo ms mnimo la calidad del amor, es en otras palabras decirle, hacerle sentir, experimentar que su vida vale la pena: qu buena es tu vida!, qu maravilla! Slo quien se sabe amado tiene la posibilidad de afirmarse en su ser, cree que vale la pena desplegarlo y se abre confiado a la totalidad, sabiendo que as como un da al nacer indefenso lo acogi la ternura de una madre dotada de alimento y cario para satisfacer su indigencia, as todas las hambres de verdad y amor pueden ser tambin correspondidas. Slo desde all se comprende la aventura de ser hombre. Todo esto no es solo una experiencia original. El hombre de todos los tiempos se deslumbra con la vida, se maravilla y celebra el sol, la noche, el amor, el calor del fuego, la cosecha, lo bello; el arte es de alguna manera parte y expresin de esto. Sin embargo tambin el hombre de todos los tiempos, cuanto ms se anima a celebrar, ms expuesto al escndalo, la desesperacin y el hasto se encuentra al constatar el mal, la muerte, el lmite y la terrible insatisfaccin del corazn. Por eso tambin el hombre desea morir. A veces en forma vehemente no soportando la realidad, a veces en forma solapada renunciando a vivir, a esperar ser feliz. No es difcil dar gracias de joven, lo difcil es poder dar gracias por todo. Por cada hoy con todas y cada una de las circunstancias. Slo desde la conciencia del don se puede aceptar lo que duele, lo que falta como un espacio para la creatividad del que nos ama. La liturgia nos ensea a dar gracias "siempre y en todo lugar". La esperanza es la certeza de un futuro pleno, de una alegra que nadie nos podr quitar. Desde esa certeza podemos aceptar, hasta con gratitud no exenta de lgrimas, que veamos desmantelarse nuestra casa terrena. Mientras damos gracias estamos constatando nuestra certeza de sabernos amados. Eso es tener salud espiritual. Si llegamos a entender profundamente esto seremos capaces de reconocer an en el dolor la mano amorosa del Padre que nos introduce en el misterio de su Hijo Jess. Dar gracias no significa siempre y fundamentalmente canto, palabras o una sonrisa, sino ser capaces de

abrazar el presente, intuyendo lo que los apstoles temerosos escucharon una noche de tormenta en su frgil barca "soy yo, no teman", o de un modo ms grfico "si ustedes que son malos no le dan piedras al hijo que le pide pan...". Cuando se est muy complicado hay que ser simple. Quien da gracias no ha dejado de maravillarse, comprende que nada es normal, rutinario, debido; que la vida es un milagro permanente. Una de las preguntas capitales de la filosofa es por qu el ser y no la nada. Quien da gracias es ms que filsofo, es religioso. Es pasar de la duda a la fe... Es miopa espiritual vivir amargado por lo que falta y no saber gozar ms de la inmensa promesa que significa y asegura lo que ya est. Es difcil que la gratitud no vaya acompaada con lgrimas cuando se constata la fidelidad del amor a pesar de nuestras miserias e indiferencias. El amor al prjimo y especialmente al enemigo es la oportunidad por excelencia donde agradecer concretamente la misericordia de Dios. "Cristo entre nosotros, la esperanza de la gloria". Jess es el gran motivo de accin de gracias. Pero al mismo tiempo es maestro y posibilitador, al comunicarnos su Espritu que nos capacita para amar. Amar como se es amado es la mejor manera de agradecer. No por justicia sino como signo de que el amor fue tan profundo que nos hizo, an siendo pobres, capaces de amar. Amor con amor se paga. La gratuidad cristiana por ser hijos supone la gratitud humana. No se puede agradecer a Dios que sea Dios y todo lo que l dispuso si estamos menospreciando la vida, las cosas materiales, nuestro cuerpo, nuestra personalidad, las circunstancias de la vida, porque en el fondo lo estamos menospreciando a l. La vida de Jess est abocada a eso: a dar gracias revestido de la condicin humana por toda la creacin y por su sublime vocacin. Para eso convoc a sus discpulos y predic las bienaventuranzas. No quiso que se alegren por sus xitos apostlicos sin antes valorar por encima de todo "que sus nombres estn escritos en el cielo". La cena pascual fue la gran ocasin donde sacramentaliz su presencia y su misin en un sacramento que lleva ese nombre: "accin de gracias". Eso es su persona, una gracia, eso es su misin. "Hagan esto en memoria ma" es mucho ms que reglamentar un sacramento. La Iglesia tiene la alta responsabilidad de llevar al hombre a la fe y ayudarlo a ser consciente de su condicin de hijo, de heredero del Padre, de tener una multitud de hermanos, a llevarlo del bautismo a la eucarista pasando por la penitencia... Si la piedra de toque de la evangelizacin es convertir al evangelizado en evangelizador, podemos decir que si los bautizados, ms an los consagrados y los sacerdotes, no tienen la necesidad imperiosa de celebrar, se ha fallado en lo fundamental, al no haber otorgado la posibilidad de saborear en nuestro amor, inteligente y eficaz, la experiencia del amor. "Lo que gratuitamente recibieron denlo gratuitamente". La necesidad de oracin es signo de la salud espiritual. Del Gnesis al Apocalipsis, de la confesin de fe a la confesin de amor. De la anunciacin al magnificat. Esto es haber entendido el don. 2. Encuentros con que Dios nos sale al encuentro La sabidura de Dios sabe tratar a cada ser segn su naturaleza, segn su condicin.

El hombre es un espritu encarnado. Todo lo que sale y entra en l es a travs de sus sentidos. Por eso hasta lo ms espiritual nos lo ha dado en y a travs de lo material, por ejemplo, en los sacramentos. El mismo Dios en su Hijo Jess ha querido tener un rostro humano. Un hombre que sale al encuentro de los hombres. Por otra parte Dios que obra y toma la iniciativa, tambin obra a travs de sus creaturas. Hasta para dar la vida quiso necesitar de un hombre y una mujer. Y no solo las personas sino tambin los acontecimientos son mensajeros de Dios. Ms an, toda creatura es una palabra. La creacin entera es de alguna manera autorretrato. Pero un encuentro no se da por mero contacto. El hombre tiene interioridad. Las personas, los acontecimientos, las cosas, tienen un misterio que slo se hace descifrable con una actitud de humilde y casto despojo, no en actitud conquistadora y dominadora, ni siquiera de inteligente curiosidad, sino en sintona amorosa, en actitud de acogida, de estar dispuesto a ser interpelado. Los mensajes estn, somos nosotros los que tenemos que aprender a escuchar. Nada es casualidad y por eso es imprescindible releer nuestras vidas en clave de amor y tratar de comprender qu caminos ha empleado Dios para dirigirse a cada uno de nosotros y para irnos moldeando el corazn. No se trata de que las personas o los acontecimientos pierdan densidad, sino de captar y vivir plenamente lo que son, porque es "en" y "a travs" de ellos donde se comunica Dios. Hay una instancia donde las cosas mismas nos invitan a trascenderlas. Filosficamente hablando la metafsica nos recuerda que todo nos grita que se le ha dado el ser y la Escritura nos revela nuestra comn identidad de creaturas. Los msticos, que en su afn de encontrar al Amado y no perder ningn rastro de l han recorrido todos los caminos, valles, alturas y se han expuesto a fieras y fronteras, han terminado gimiendo: "no me enves ms mensajeros que no saben decirme lo que quiero". Y recin all apelan con todo su ser a interrogar a la fe. Hay que tener mucha sed para beber a fondo, hay que haber padecido el infierno de la soledad para estar dispuesto a acompaar al amor donde quiera que vaya. No podemos por nuestra condicin de creaturas, y ms an despus de la encarnacin, pretender ir al encuentro de lo pleno sin asumir lo parcial, y al encuentro de lo absoluto sino por caminos relativos, no podemos ir al cielo sino atravesando la tierra. No hay que dar un rodeo sino que hay que atravesar. Hay atajos que cuestan caros. Por santificarnos, nos deshumanizamos y por deshumanizarnos nos alejamos del corazn. Pero es justo all donde todo hombre puede encontrar todava fresco el murmullo de Dios que le dice "busca mi rostro" o, ms an, al Espritu ensendonos a decir "Abba". Todos los caminos tiene riesgos y por eso San Juan de la Cruz nos dir "no coger las flores", las sillas que nos invitan a sentarnos al borde del camino. Pero el peor riesgo de todos nos lo recuerda el Evangelio: enterrar los talentos, cometer el error de no vivir por no equivocarse nunca, cometer el error de no aceptar el riesgo de ser hombre e indirectamente decirle a Dios que nos hizo mal y que su auxilio no existe, o pensar que ser hombre es una trampa sin salida. La mirada de fe no le quita realismo a la vida, por el contrario le da su pleno sentido. As nuestra fe debe leer los encuentros, los acontecimientos, las creaturas todas. Los hombres tenemos encerrados, como la semilla, muchos tesoros y sin embargo no nos podemos desplegar en una autorrealizacin. Solo los encuentros profundos despiertan lo

profundo. Necesitamos ser descubiertos y sostenidos por el amor. Como el sol que da luz y calor y as obliga a la apertura, a la madurez. Es real que la calidad de una vida se mide por la calidad de los encuentros y que la estatura de un hombre la da aquello frente a lo cual vive. La vida no es superficial, as la hacemos si la tratamos superficialmente. Si somos profanos la vamos a profanar, si somos hombres de fe la vamos a consagrar, si tenemos hondura tambin la vamos a descubrir en todo. La mirada humana iluminada por la fe participa de la mirada de Dios que como dice Juan de la Cruz "el mirar de Dios es amar, es poner bondad", una mirada solar. Una mirada de amor puede cambiar una vida, puede despertar a la conciencia de dignidad, puede reconciliar consigo mismo, puede animar al despliegue fecundo del propio ser. "No hay que despreciar nada" nos dir Francisco de Ass en "Sabidura de un Pobre". Hay que tener el coraje de la vulnerabilidad: tenemos huesos y no caparazn, no somos un insecto sino un hombre. A pesar de ser pobres y pecadores cada uno de nosotros tiene que recuperar su propia conciencia de sacralidad, cada uno de nosotros es mensajero de Dios para los otros. Cada uno de nosotros es portador de la imagen y semejanza de Dios. Mucho ms por nuestra condicin de cristianos y sacerdotes. Las mediaciones son inadecuadas pero eso no significa que hay que rechazarlas sino que hay que trascenderlas. Mara acogi al ngel como mensajero de Dios y a su vez visit a su prima Isabel. En esos y otros tantos encuentros Dios nos sale al encuentro.

RECENSIONES Presentamos en este nmero cinco recensiones. Las dos primeras se refieren a nuevas publicaciones en Amrica Latina, destinadas a la Formacin Sacerdotal Permanente. Las siguientes comentan libros de inters para la vida espiritual del sacerdote. "SACERDOTES" Este es el ttulo que lleva una revista de reciente aparicin en Mxico, destinada a ser "crear puentes y espacios de dilogo y relacin entre nosotros (los sacerdotes) y sobre todo desea impulsar la fraternidad sacramental que nos hace familia..."; se propone, adems, "hacer accesible al mundo de los presbteros una cultura cristiana que nos ayude a dialogar con la modernidad e impulse a nuestra formacin integral y permanente..." Para poder alcanzar estos objetivos la revista se publica tres veces por ao y cuenta con distintas secciones: bblicas, litrgica, teolgica, eclesiolgica, espiritualidad pastoral, psicolgica, actualidad. Adems se aaden recensiones, noticias eclesiales y experiencias pastorales significativas. Los responsables de esta publicacin son la Fraternidad de Cristo Sacerdote; SAYS (Servicio de ayuda y superacin), organizacin de laicos dedicada a promover el bienestar integral de los sacerdotes; y la Editorial La Cruz. El Director es el P.Manuel Rubin de Celis, Misionero del Espritu Santo. Para informes y suscripciones dirigirse a SAYS A.C. divisin sacerdotes. Av. Universidad 1686 Coyoacn - 04010 MEXICO D.F. "PASTORAL SACERDOTAL" Es la publicacin de la Seccin de Pastoral Sacerdotal del Episcopado Colombiano. Est destinada a difundir las actividades de dicha seccin y a contribuir mediante notas y artculos a la formacin sacerdotal permanente. En su primer nmero han publicado dos artculos tomados del primer nmero de Pastores: la reflexin del Cardenal Pironio sobre la Fidelidad y el Documento de la Conferencia Episcopal Italiana sobre la formacin permanente de los presbteros. Deseamos que este rico intercambio de dones acreciente la comunin entre nosotros y nos ayude a ofrecer un mejor servicio a los sacerdotes de ambos pases. SERVIDOR DE VUESTRA ALEGRA (Ed. Herder) Barcelona - Card. Joseph Ratzinger Las reflexiones del Card. Joseph Ratzinger, tienen su acento en la misin sacerdotal y en la llamada e invitacin al seguimiento que hace Jess. Desde la certeza de que el ministerio sacerdotal nace de la voluntad de Jesucristo y hace de cada sacerdote un ministro proftico, es decir: dejar que Dios hable a su pueblo por medio de su santidad. El seguimiento es la apertura del corazn a la fe (a la confianza en lo divino), para gastar y desgastar la vida en renunciamientos, en audacia de presentarse en nombre de Jesucristo como testigo de la esperanza de Dios en todos los hombres. Por ello se nos presenta el valor central que tiene la vida sacerdotal: la oracin y la bsqueda de estar cerca del Fuego que desgasta en bien de Dios y de los hermanos. La vida del discipulado la descubrimos en la convivencia de Jess con sus Apstoles, quienes pueden entender todo el contenido del mensaje vivido por el Seor gracias a la

presencia del Espritu Santo. Con su llegada -el da de Pentecosts-, la Iglesia se hace valiente y habla de la experiencia del amor misericordioso de Dios Padre manifestado en el Misterio Pascual de Jesucristo. Las condiciones del seguimiento se acentan en: conocer y reconocer a Jesucristo; amar, apacentar, seguir y acompaar a los hombres, llevarlos a la luz, fortalecer sus momentos de debilidad, socorrerlos en sus dificultades y dar la vida por uno y por todos. La alegra de la vida sacerdotal nace de la certeza en la configuracin con Cristo sacerdote, profeta y rey, que nos lanza a la comunidad con la misin de hacer una tierra nueva donde Dios sea el centro del corazn humano. El ttulo de las reflexiones: "Servidores de vuestra alegra" cierra la invitacin a vivir en la alegra sealando aspectos de la espiritualidad sacerdotal: amor a la Iglesia, como lugar teolgico donde la Palabra leda y vivida expresa la historia de la fidelidad de Dios a su familia; reconocimiento de que el camino del apostolado es una vida sacramental; de que la vida de oracin es la contemplacin del Amor y el dejarse contemplar por el Amado; de que la misin (la nueva evangelizacin) es fundante de la identidad eclesial. Pbro. Ramn Peralta - ORN (Pcia. de Salta) ITINERARIO ESPIRITUAL DEL CRISTIANO (Ed. Paulinas) Bogot - Card. Carlos M. Martn La propuesta del autor del libro, Card. Carlos Mara Martini, es reafirmar la identidad sacerdotal, para concluir en el servicio. "Pueblo mo, sal de Egipto" expresa la invitacin a caminar en la constante conversin para formar la COMUNIDAD. El Sacerdote, Cabeza del Pueblo de Dios, es el artfice, el "hacedor" de la comunidad. La lectura que hacemos del hoy del hombre, de la comunidad, nos lo muestra dividido, egosta, y en este marco la persona del Sacerdote es presentada como la que hace la unidad. Hoy el hombre presenta una vida frustrada, sin esperanzas, individualista, dispersa, solitaria... Frente a esta radiografa el sacerdote, en nombre de Cristo, es el que est para reanimar el corazn triste, interesado por la vida de su comunidad, el que acompaa, comunicando el amor de Dios, fuente de vida del hombre. La expresin ms clara del acompaamiento al pueblo de Dios es la vida de oracin del sacerdote, la oracin pastoral. El pastor puede reconocer su incapacidad; pero, desde la contemplacin en la oracin apostlica, encuentra que en la raz de su ministerio es el amor de Jess por nosotros el que le confa su pueblo. Buscando la fidelidad vocacional, en el don de la oracin descubrimos tres actitudes fundamentales del ministerio sacerdotal: -humildad: silencio de adoracin reconociendo la incapacidad; -adoracin: encuentro del Corazn de Dios y del Corazn del sacerdote, en la mirada de amor y de bsqueda; -dar tiempo a Dios: defender el tiempo de oracin, hacer comprender que la fecundidad del servicio al pueblo nace en la oracin. Siendo por vocacin el sacerdote testigo de lo invisible, desde la fe, la oracin y la esperanza, hace de su vida ministerial una teofana, presencia de Dios-Amor, seguridad del amor divino. En la conciencia de ser ordenados sacerdotes de la Iglesia, que por vocacin es misionera, animados por el Espritu de Amor, vamos los "evangelizadores" donde somos llamados a anunciar el Reino de Dios.

La lectura reflexiva del presente libro, nos ayuda a reafirmar el don sacerdotal y llena de entusiasmo el corazn buscando ser ungidos por el Espritu Santo para anunciar con alegra que la salvacin es obra del Misterio Pascual de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Pbro. Ramn Peralta ORN (Pcia. de Salta) EL EVANGELIZADOR EN SAN LUCAS (Ed. Paulinas) Bogot - Card. Carlos M. Martn EL Card. Carlos Mara Martini toma en las presentes reflexiones el Evangelio de San Lucas, el Libro de los Hechos de los Apstoles y la Segunda Carta a los Corintios, y desde all orienta al sacerdote para dar respuesta a las preguntas: cmo se forma el evangelizador?, cmo se forma en la Iglesia el que tiene el ministerio, el servicio, la diacona de la evangelizacin? Seguramente en el corazn del pastor ,del presbtero, encontramos una cierta frustracin, el fracaso de una evangelizacin no lograda. Tambin vemos que la actividad misionera de Jess encuentra fracasos; sin embargo la invitacin es a transmitir el mensaje liberador, que es Dios mismo. All donde vemos el fracaso surge la necesidad de la paciencia, de la bondad, del dilogo, de la proclamacin del Kerigma, es decir, del anuncio de la salvacin. Desde esta proclamacin se inicia el camino de la transformacin, puesto que la persona de Jess es la razn de cambiar la mentalidad y la vida. En la vida del evangelizador la invitacin del Dios misericordioso es a confiar en El, a arriesgarse, a confiar en el Don de Dios. La educacin del discpulo es: desapego y libertad de corazn; abandono de s en el Padre Dios (confianza en la promesa de Dios); sentido redentor del sufrimiento. As el corazn del evangelizador experimenta la misericordia salvadora y forja la capacidad de una compasin sin lmites por sus hermanos en la Iglesia. Tener capacidad para atender a uno solo, al ms pequeo, ya que Dios se alegra aunque sea uno slo quien goza de la salvacin. Desde la fe eclesial el evangelizador se hace servidor de la fe, vida de amor y firmeza en la esperanza. Este libro incluye cinco homilas del Arzobispo de Miln: 1. Mirar a la comunidad confiada (dicesis, parroquia) con ojos de fe. 2. Gustar de la adoracin Eucarstica y de los momentos de oracin litrgica. 3. (Fiesta de Santa Mnica) remarca el principio mariano de la Iglesia es decir: interioridad de la fe, caridad, escucha de la Palabra, dulzura en las relaciones interpersonales. 4. (Fiesta de San Agustn) resalta la inquietud del corazn humano que encuentra descanso en Dios, como tambin gratuidad de la salvacin, porque Dios nos ama como somos. 5. (Martirio de San Juan Bautista) proclama que es Dios quien gua la vida, que estamos en las manos de Dios para ser su signo en la vida. Pbro. Ramn Peralta ORN (Pcia. de Salta)

ORACION DEL CRISTIANO POR SUS SACERDOTES Seor Dios Padre Nuestro que ests en los cielos! Aqu est tu Pueblo! Seor, ya hicimos a ti la mejor ofrenda que tenamos y lo ms precioso de nosotros. Te dimos con gracia, afecto y amor, para tu altar y servicio, nuestros hijos, hermanos, sobrinos, parientes y amigos. Son tus sacerdotes! Salieron del seno de nuestras familias. Son parte de nosotros Escchanos Seor! Dales la plenitud espiritual de su sacerdocio. Dales la caridad de tu Hijo. Dales la virtud de la Virgen. Dales no caer en tentacin. Dales el perdn de los pecados. Dales ser libres de todo mal. Dales todas las gracias del Espritu y del cielo. Te pedimos Seor, con fervor y como Pueblo tuyo, no te olvides de darles a ellos tambin: el pan de cada da, la amistad en el dolor, la luz en la duda, la comprensin en el error, la esperanza en la tormenta, el cario en el llanto, la sonrisa en el xito, la mano en la cada, la asistencia en la enfermedad, la atencin en la invalidez, el apoyo en la vejez, la dignidad en el vivir, y la tumba, una flor y la paz en el morir. Amn

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