Literatura Y Revolucion de Victor Serge PDF
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Victor Serge
Literatura y revolucin
por Victor Serge fecha de publicacin febrero de 1932 Resumen Victor Serge plantea la cuestin del papel de los escritores en la sociedad, a quin deben servir? A los poderosos o a los oprimidos? Est claro que si se ponen al servicio de los primeros podrn llevar una vida material mucho mejor que lo hacen al servicio de los oprimidos. Ese es el dilema de los escritores. Los escritores deberan escribir sobre los problemas que afectan a la mayora de la poblacin, sin que por ello se dejaran de escribir libros, novelas, agradables a la lectura. No toda literatura proletaria debe ser rida. Es necesario que la literatura sirva tambin a pasar un rato agradable. De una buena novela se puede aprender mucho. El autor se queja de que en la URSS se intenta imponer un tipo de literatura que entre dentro de una ortodoxia ideolgica, no permitiendo adems que libros, y en concreto novelas de autores occidentales, entren en la URSS. No se puede impedir que la clase trabajadora lea de todo, es en el debate en donde se puede formar y afianzar en sus opiniones socialistas, en la necesidad de la Revolucin y en su compromiso en ella.
Publicado por Matxingune taldea en 2011
Tabla de contenidos
Advertencia al lector ........................................................................................................... iv 1. La condicin del escritor .................................................................................................... 1 2. Y hay treinta millones de proletarios .................................................................................... 3 3. Cambio de tono ................................................................................................................ 5 4. El callejn sin salida .......................................................................................................... 6 5. Hora es de reparar en la revolucin ...................................................................................... 7 6. Funcin ideolgica del escritor ............................................................................................ 9 7. Pensar en los hombres ...................................................................................................... 11 8. Las crceles del alma ....................................................................................................... 12 9. Nuestra crisis .................................................................................................................. 14 10. En torno a una teora obrerista ......................................................................................... 15 11. Es posible una cultura proletaria? .................................................................................... 16 12. La poltica literaria del Partido Comunista de la URSS ...................................................... 18 13. Esquemas ..................................................................................................................... 20 14. Del esquema a la idea falsa ............................................................................................. 22 15. Escritores y proletarios ................................................................................................... 24 16. El pensamiento proletario y el miedo al error ...................................................................... 25 17. El problema de los intercambios intelectuales ...................................................................... 27 18. Respuestas al lector malicioso .......................................................................................... 28 19. El doble deber ............................................................................................................... 29 20. La tradicin revolucionaria francesa .................................................................................. 31 21. La novela de la produccin. Hamp .................................................................................... 32 22. El humanismo proletario ................................................................................................. 33
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Advertencia al lector
El tema de este ensayo es limitado slo a primera vista. La literatura no es sino uno de los diversos elementos que constituyen la cultura general. Por eso habra que plantear todo el problema de la cultura y la revolucin, estudiar el papel de los intelectuales en la lucha de clases y tratar ampliamente el movimiento obrero. Mas, por difcil y delicado que ello sea, no nos queda otro remedio que abordar un trabajo limitado. Aun as, no he dudado en salirme de los limites si de ese modo lo abarcaba mejor. Me ha parecido interesante ocuparme de algunas obras recientes, al objeto de incorporar ms fcilmente el presente trabajo a una serie de investigaciones y ensayos que van marcando poco a poco los perfiles de la nueva literatura. Lamentndolo mucho, me ha resultado imposible hacerme con diferentes obras que me habran sido de provecho: aun cuando sus autores o algunos amigos abnegados me los envan, no siempre llegan los libros a mi poder. De ah los fallos, a veces bien claros, de mi documentacin. Leningrado, febrero de 1932
iv
Georges SOREL (Les Illusions du progrs, pp. 124 y ss.) tiende a quitar importancia a este papel de los enciclopedistas; Lenin les hizo ms justicia. 2 La falta total de inters e incluso de curiosidad de que dan muestra las grandes revistas burguesas tales como La Nouvelle Revue Franaise, en relacin con el lector perteneciente a las clases inferiores de la sociedad, tiene algo de estupefaciente y hasta de torpe. Es evidente que dichas revistas consideran la literatura como monopolio de una pequea lite privilegiada; de ello se resiente hasta su propio lenguaje.
Las ms de las veces el escritor debe recurrir a un segundo trabajo, que cuanto ms emparentado est con la literatura, ms inmediata har la dependencia del que lo realiza con respecto a los fabricantes de papel impreso. El periodismo hace depender al novelista de un patrono, que no es sino un capitalista al servicio de las clases poseedoras. Desde ese momento, el escritor debe hacer gala de un color o por lo menos de una tonalidad poltica que no desentone de la del patrono; y si no que se vaya a otra parte a buscar el sustento. La influencia del medio hace lo dems; se tienen las convicciones que dictan los intereses propios. Todo esto es archisabido. Que un editor reciba al mismo tiempo dos manuscritos de igual valor literario (en principio, para nosotros, su autntico valor no podra ser nunca el mismo). Que nos encontrramos en uno de ellos con el Seor, la Dama y el Amante, con palacios, cafs, amoros rodeados de lujo y la agudeza (custica, por supuesto, pero al tiempo bienpensante) del parisiense inteligente que tiene la panza bien llena. Y en el otro con la lucha por la supervivencia, con el mundo del trabajo, con el amor hecho aicos, con las casas sombras de la zona de la Charonne, con la vida hacinada de la masa o con la subversiva inspiracin de un Valls, para quien todos los chalecos son demasiado grandes. Cul de los dos sera elegido o resultara mejor visto? Cul de los dos, una vez editado, se vendera mejor? Cual de los dos gozara de las alabanzas de los crticos, del incienso de los peridicos y de los galardones de los jurados? Sin lugar a dudas, el menos humano de los dos, aqul que resultara halagador para los gustos del pblico acomodado; el que, como es costumbre inveterada, hubiera sido concebido para entretener a los ricos. Cul de los dos escritores podr desenvolverse mejor? Sin duda alguna, el que sirva de distraccin a los ricos. Y este es el problema. El callejn sin salida.
El censo de 1921 ha permitido la elaboracin del siguiente cuadro con respecto a la composicin social de la poblacin francesa.
Poblacin activa (incluidos los extranjeros)..................................................... 20.000.000 Burguesa ... 1.500.000 Clases medias (pequea burguesa, campesinado, funcionarios y otros) 4.500.000 Proletarios (obreros, empleados modestos, artesanos y campesinos pobres) 14.000.000 2 Ilustrarlos, distraerles... Toda la obra de Paul Bourget es claramente didctica, Paul Morand, en sus mejores pginas, est movido evidentemente por el deseo de divertir al lector. En un sentido un tanto distinto, se puede decir que Gide y Proust ilustran al lector al tiempo que le amplan su experiencia intelectual. 3 Tres son las que conozco: L'Insurg de Valls, La Commune de P. y V. Margueritte (1904) e I.N.R.I. de Len Caludel, recientemente editada por la Librairie Valois. Sealemos que la obra de un Valls no ha sido reeditada desde hace muchos aos. Hay que decir que la mentalidad burguesa de los libreros impide que ni siquiera los editores progresistas reediten al comunero, lo que, sin embargo podra resultar un pinge negocio. Pero habra mucho que hablar sobre esta cuestin. Los partidos obreros tienen en Francia varios millones de electores; las centrales sindicales cuentas con un milln de miembros aproximadamente; el partido socialista, el comunista y los grupos sindicalistas y libertarios agrupan muy bien en total a unos cien mil militantes. Y yo pienso que el militante obrero, por su naturaleza curiosa, su carcter independiente, su temperamento activo, combativo incluso, y su realismo, es un tipo humano de gran valor. Detrs de estas formaciones estn las masas propiamente dichas, cantera humana tan vasta como el ocano. Que existe ah un publico literario al quite, para el que se debe trabajar, escribir, editar... todo un pblico de sobra capacitado, al que slo hay que saber interesar por esta literatura, es algo que me parece indiscutible. Si los
automvil y ser rentista para tener carta de ciudadana en la novela tradicional; la nica excepcin a esta regla la constituye el personal femenino que sirve de objeto de placer a quienes andan en automvil.
editores no se han interesado an por el mismo, es sin duda debido en primer lugar a las presiones que sobre ellos ejercen los libreros burgueses, muy recelosos con respecto a cualquier revolucionismo real. Las dificultades de supervivencia de libreras obreras, tales como la heroica Librera del Trabajo, son debidas a la falta inicial de recursos y, acaso ms, a la funesta mentalidad sectaria de las organizaciones obreras. El xito permanente de una Zola viene a demostrar la posibilidades que tiene una literatura popular en el sentido proletario de la palabra.
Endurecimiento por parte de la -segunda Repblica: jornadas de junio de 1948. Endurecimiento por parte de la Tercera Semana sangrienta de mayo de 1871. 2 An de Paul Morand y de la misma obra son las siguientes lneas: Un da no lejano (...) la raza amarilla y la negra se aduearn de nuestras tierras frtiles; habr una lucha interracial para disputarse los mejores climas, igual que hay una lucha de clases por la posesin de las riquezas. Si de aqu a entonces no se inventan sustancias qumicas propagadoras de pestes y sistemas de inundacin artificial, tendremos que esperar innumerables guerras csmicas (...). Slo quedar el recurso de meterse a trapense.
No es mi intencin hablar mal de las novelas de amor, basadas en un tema eterno, pero creo que es preciso que dicho tema vuelva a ocupar sin ms el lugar que le corresponde entre otros muchos ms densos; tanto el hombre como la mujer dependen en todo instante de su vida, de su entorno social; la literatura burguesa, cuando finge ignorar dicha dependencia, est falseando y empobreciendo la imagen que nos ofrece de la realidad, reemplazando el mundo real por otro tan convencional como un decorado de opereta. La literatura rusa, por otro lado, tampoco tiene por qu enorgullecerse de no haber dado en diez aos ni una sola novela de amor, ni siquiera la ms discreta; eso slo prueba que no est respondiendo a todas las necesidades de la sociedad.
Al igual que antao una parte de la nobleza se pas a la burguesa (K.Marx-F.Engels, El manifiesto comunista).
gran escritor de toda una poca o el gran escritor del momento hablan para millones de hombres sin voz y a travs de ellos hablan stos. No olvido, en efecto, ni el snobismo, ni las modas literarias, ni la fatuidad bufonesca propia de muchos hombres-de-letras; pero hemos llegado al punto en el que el escritor ha de decidirse, al momento de la eleccin; desde ahora tan slo nos interesarn quienes opten por ponerse al servicio de algo ms importante que sus propias personas.
Intencionadamente, no empleo aqu las expresiones masas o clases, que habran de parecer ms correctas a los partidarios del esquematismo pseudomarxista. Las relaciones entre los medios intelectuales y las categoras del modo de produccin estn lejos de ser lo directas que se imaginan los simplificadores que no encuentran nada mejor que eliminar dogmticamente las dificultades. Evidentemente, tal mtodo no tiene nada que ver con los anlisis marxistas.
yo lo contrastara con el poltico proletario para quien una obra vigorosa y viva, embebida de un espritu revolucionario -aun difuso-, una obra mancillada incluso por todo cuanto los doctrinarios baratos denuncian tan duramente como desviaciones ideolgicas, vale ms, resulta ms til que cualquier otra que responda a todas las exigencias propagandsticas, pero en la que se hallen ausentes esos elementos inexpresables e indefinibles, que nos conmueve, que nos emocionan hasta lo ms hondo y encienden en nuestros adentros la llama benfica de un sentimiento profundo2. Un ejemplo: la novela de Helene Grace Carlisle, Mother's Cry, traducida al francs por Magdeleine Paz con el ttulo Chair de ma chair [Carne de mi carne]. Pocas obras recientes conozco fraguadas con aleaciones ms nobles. Me trajo a la memoria ciertas patticas esculturas de bronce de Constantin Meunier. Cuando se ha seguido paso a paso -expresado con un lenguaje con tanta ms garra por cuento refleja todas las torpezas, todas las indigencias del autntico habla de una pobre mujer de Nueva York-, cuando se ha seguido hasta el final la trayectoria de su vida, sentimos sobre nuestras espaldas un algo de la mole inhumana de los rascacielos. Le dej este libro a un joven militante de esos que lamentablemente, todo lo politizan; en sntesis, su respuesta fue: Dese cuenta de que este libro responde a una mentalidad pequeo burguesa; en el mismo no se condena al capitalismo americano; el final est presidido por un tono de resignacin combinado de esperanza, seal de que el autor an alberga ilusiones sobre la democracia americana; ste, a imagen de sus personajes, no ha sabido descubrir el camino del partido..., etc. Se necesita ser corto de alcances para no darse cuenta de que precisamente al abstenerse de formular una condena explcita del capitalismo americano, al mostrar incluso que dicho sistema logra aduearse hasta tal punto del espritu del oprimido que ni siquiera le deja entrever nada al margen de lo que le envuelve, el escritor est ponindonos bien de relieve -tal vez a pesar de sus esperanzas muy reales en la democracia americana-, con una fuerza inigualable, la incidencia de la civilizacin americana sobre los explotados.
Habra que examinar aparte el punto de vista de la crtica. Una crtica incisiva y combativa, que no se contentara con destacar slo los mritos de la obra, tendra que insistir ampliamente en los fallos ideolgicos de la misma; este tipo de crtica me parece condicin indispensable para el desarrollo de una literatura revolucionaria.
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Les ser fcil, bien es cierto, contribuir a la aparicin de muchos malos, truncando al tiempo algunos buenos con un poco de suerte, pero est claro que lo uno no compensa lo otro.
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Resulta muy falaz reducir el pensamiento burgus a la literatura e incluso a la filosofa; no es ni mediante la una ni la otra con lo que la burguesa conserva su dominio, sino gracias a la accin ininterrumpida de la que deriva una ideologa flexible, ingeniosa y con inventiva, que se vuelve vida por la voluntad de poder que la entrevera. Quines han sido los que encarnaron la ideologa burguesa en la Alemania de posguerra? Los escritores Heinrich Mann, Thomas Mann, Dudwig, Von Unruh o Remarque? Los filsofos? Spengler? No sern ms bien un Hugo Stinnes, un Walter Rathenau, un Helferich, un Cuno, un Schacht o los Hugenberg, los Thyssen, los Kloeckner o los Krupp, a quienes no hay que considerar en este caso como individuos pensadores, sino como una clase pensante representada por individuos? Tiran de los hilos y hay una serie de idelogos que se ponen a hablar; y ese es slo uno de entre los medios de dominacin y no precisamente de los ms importantes. Tomo el ejemplo de Alemania, donde el retraso de la literatura burguesa ante las necesidades de la propia burguesa es manifiesto, sin que por ello se resienta la autntica ideologa burguesa. 2 A propsito de los surrealistas escriba yo un una revista sovitica en 1926: El error fundamental de los surrealistas es hablar con gran facilidad del hombre sin ms, identificndose a s mismo, jvenes intelectuales pertenecientes a una pequea burguesa machacada por la Historia en un pas capitalista desangrado, en una sociedad burguesa insegura y debilitada, con el hombre moderno. Egocentrismo muy fcilmente explicable, que sera ridculo si no fuera tan triste. El hombre frustrado para quien el suicidio es una solucin, el ensueo un supremo recurso y el delirio una obra de arte, no es en la Francia de nuestros das sino el producto de un medio social preciso. Es un hombre que no trabaja, mientras en el pas existen millones de trabajadores que sufren, a los que s les interesa la realidad, que no piensan ni mucho menos en el suicidio, que prefieren la accin a la ficcin y para los que la vida conserva todo su eterno gusto, pues saben de sobra o presienten al menos que se les ofrece plena a sus ojos, a la espera de que sepan conquistarla. 3 L'Evolution cratrice, pp. 166 y ss. 4 El Capital, ed. Fr. De Costes, t. I, p- 54.
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por vez primera acerca de algunas de las ideas fundamentales del hombre moderno, en especial la idea de libertad. El pensamiento actual, moldeado por el capitalismo, suele tener siempre algo de profundamente antidialctico, en especial el pensamiento francs, nutrido de cartesianismo y de positivismo, tan prendado en la expresin de una claridad acaso incompatible con las contradicciones y la dinmica de lo real. De ah en cierta medida, sin duda, la impopularidad de Marx y de sus seguidores en Francia. El intelectual no podr evadirse de esta crcel del alma mas que en la medida en que sepa asimilar la ideologa del proletariado, unindose a la nica clase cuyos objetivos e influencia histrica aparecen marcados de manera tangible e irrevocable en sus propias condiciones de existencia, as como en toda la organizacin de la sociedad burguesa; la nica que puede y debe, liberndose a s misma, liberar al hombre. Adhesin extremadamente difcil. Cmo sacudirse de encima el yugo espiritual del viejo humanismo burgus cuando el propio socialismo lo padece tambin? La lucha de algunas mentes valerosas contra las ideas fantasmas arraigadas en su propio ser tiene un no s qu de trgico.
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Les Intellectuels et la rvolution, Ed. Gallimard, 1927, p.128. Pienso que Pierre Naville se super a s mismo hace ya tiempo con respecto a esta obra. 2 Lenin, Que faire?, Librairie de l'Humanit, 1925, pp.32, 96 y ss.
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L. Trotsky, Littrature et Rvolution. Karl Marx, La Sainte Famille. Oeuvres philosophiques (La Sagrada Familia. Obras filosficas), Ed. Costes, t. II, p. 62. 3 L. Trotsky, Littrature et Rvolution.
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generaciones de trabajadores no conocern probablemente otros tiempos y tendrn que dedicarse a luchar sobre todo: mucho tendrn que destruir y que sufrir; hay que empezar a construir el mundo de nuevo. Pero, al igual que los ejrcitos del pasado, dispondrn de bardos, de juglares, de msicos y de filsofos. Ello es tanto ms cierto por cuanto que el proletariado, para conseguir la victoria, ha de ser conducido por autnticos jefes, pensadores y estrategas, que -al igual que Marx y Lenin- hayan sabido asimilar lo esencial de la cultura moderna; el proletariado precisa de grandes intelectuales propios. Tambin precisa de otros no tan grandes para empresas menores pero asimismo vitales. Lo esencial es que tanto lo unos como los otros sepan ponerse a su servicio. La obra que llevarn a cabo de esta manera poseer un valor cultural intrnseco. En este sentido histricamente restringido habr -se puede decir que hay ya- una cultura del proletariado militante4.
Vctor Serge, Une littrature proltarienne est-elle possible?, en Clart, n 72, 1 de marzo de 1925.
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desde entonces. La prensa sovitica considera hoy en da la hegemona de la literatura proletaria como algo ya conseguido; los compaeros de viaje de otros tiempos seran todos, sin la menor excepcin, socialistas convencidos y sumisos a la lnea general del partido; y sin embargo la prensa denuncia cada semana el carcter antiproletario de nuevos libros, cuyos autores no tardan en negar la paternidad. En conjunto, han sido escasos los nombres nuevos que surgieron, no ha habido obras de relieve o en todo caso su nmero ha sido muy pequeo. Segn veremos, la literatura sovitica revela al observador -quiero decir al revolucionario proletario que se dedique a observarla- lagunas evidentes y determinados defectos lamentables, contra todo lo cual pona en guardia la resolucin del partido comunista. Pravda criticaba en el pasado mes de noviembre los fallos de la Asociacin de escritores proletarios de Rusia, que se olvid a menudo de que constituye una organizacin literaria y educativa y no estatal y administrativa1. La asociacin lo reconoci enseguida: conden tales desviaciones y puso en marcha una nueva lnea.
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Esquemas
No trato de negar a los esquemas utilitarios -de una utilidad limitada- todo valor literario. Las estampas de Epinal tienen tambin su encanto y un inters propagandstico que nadie les puede negar. Unas obras en las que se viera al Autntico-Proletario-Marxista que prevaleca frente a las dudas clsicas del IntelectualPequeoburgus-Individualista y se alzaba con la victoria en la pgina 250 -tras las convenientes peripeciasante el Gran-Burgus-Liberal-Reaccionario-y-Fascista (chistera, barriga y habano), podran resultar -a condicin de que los autores tuvieran autntico talento- grandes frescos simplistas con los rasgos resaltados, idealistas y caricaturescos a un tiempo, y de unos efectos positivos. Lo admito encantado, por ms que todas las tentativas en este sentido que conozco hasta la fecha disten mucho de ello. E incluso si lo consiguieran, tales obras no podran ser tenidas por las ms importantes de una literatura empeada en la transformacin social. Tendran tambin su sitio junto (o debajo) a otras obras diferentes y destinadas a interesar, a emocionar, a expresar, a revelar cosas, a entusiasmar a una serie de personas con unas necesidades ms complejas, con grandes anhelos de verdad, una gran pasin por la realidad y una enorme preocupacin por conocer al hombre como para no satisfacerles un simbolismo elemental e incluso rudimentario.
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Churkin, Las brigadas de choque. Pravda, 20 de diciembre de 1931. 3 A propsito de este ttulo, hay que sealar los inconvenientes y la falsedad de una concepcin militarista de la produccin, aunque slo sea insinuada en el lxico. La produccin no es la guerra; la industrializacin socialista no es la lnea de fuego (sera ms pasable si se tratara de la industrializacin capitalista, esa devoradora de hombres); el trabajador no es un soldado. El sistema de produccin y la guerra requieren distinta organizacin, distintos mtodos y actitudes humanas diferentes.
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El gran peligro de estos esquemas es que destruyen la inteligencia y falsean las ideas. La imagen convencional grabada en la mente, impide, llegado el momento, la recta comprensin de lo real. El arte pierde la riqueza y la variedad de la vida. Evita los errores fecundos para caer en los infecundos. La propia dialctica de la vida, ese juego constante de las contradicciones que se confunden, se provocan y se utilizan entre s, se niegan, se anulan y renacen, todo esto lo ignora4.
No me resisto a la tentacin de citar aqu algunas lneas de Romain Rolland: Sea cual sea la obra emprendida (...) slo hay dos formas de arte en el mundo: la que parte de la vida misma y la que parte de convencionalismos. Y tambin: En poltica se ha luchado valientemente por la verdad; pues en el arte no resulta menos necesario hacerlo tambin; la de aqulla y la de ste no son distintas. El principio de la justicia no es el corazn, el intil sentimiento, sino la inteligencia, la lcida inteligencia; por eso la buena salud de sta habr de tener una importancia mxima en orden a la accin y a la Revolucin (Le Poison idaliste [La ponzoa idealista], dirigido a Charles Pguy, julio de 1900, y reproducido en Europe, 15 de febrero de 1926).
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Aspectos diferentes, valores diferentes de un libro: los conqurants [conquistadores] que Malraux nos describe, dilettanti nietzscheanos que viven de una revolucin, no tienen casi nada en comn con los revolucionarios proletarios. No quiero decir con esto que los primeros no existan en las revoluciones; stas mezclan gentes de todo tipo y el papel de los aventureros no resulta desdeable. Pero el revolucionario de nuestros das es el revolucionario profesional de Lenin, el hombre del partido bolchevique, el militante de los pases latinos, por lo que Garin se encuentra a aos-luz de stos. Malraux est totalmente ajeno a la concepcin proletaria de la revolucin; si analizamos sus ideas resultaran tal vez las de un enemigo, claramente burguesas. Y, sin embargo, por las sensaciones que nos sabe dar de la calle en Cantn, por la descripcin que con cuatro lneas nos hace de las multitudes chinas -que tan bien sabe apreciar y transmitirnos- y por la profunda visin que nos da del drama cotidiano, su libro nos resulta valioso; y no hablo de sus valores puramente literarios, que quedan fuera de toda duda.
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es segn mi modo de ver la nica verdaderamente cientfica. Es sta una razn suficiente para preferir cualquier joven redactor de la seccin literaria de L'Humanit a un Saint-Beuve? En la revolucin, este joven y yo estaramos del mismo lado de las barricadas, mientras que el gran crtico estara probablemente del otro; y sin embargo, ms tarde, a ste y no a aqul habra que recurrir a la hora de comentar a Goethe. Por ltimo, la premisa Todos los que no son totalmente de nuestro parecer estn contra nosotros, cuyas consecuencias prcticas son profundas, es acaso justa? Es tan falsa como una perla de medio duro. Todos los revolucionarios lo saben bien, pues en la lucha han tenido que recurrir al apoyo de hombres muy distantes de ellos en tantos sentidos. Las cosas van desde una ayuda individual prestada por simpata al exiliado, hasta el trabajo de los especialistas en el Ejrcito Rojo y en la industrializacin. Se me responde que no se puede prescindir del ingeniero ni del artillero, mientras que es posible hacerlo con respecto al escritor pequeo burgus o al militante sindicalista? Yo arguyo que ni uno ni otro pueden ser eliminados sin que ello suponga un terrible empobrecimiento. Mucho menos que las desviaciones del pensamiento individual, el proletariado en el poder habr de temer el mimetismo de la mediocridad, el enmascaramiento o la adaptacin interesada a su lenguaje, a sus ideas, a sus costumbres; toda esa falsa imitacin fraudulenta de la cultura proletaria basada en el mnimo esfuerzo, el nada de cuentos, hay que bailar al son que tocan o el las cosas claras y el chocolate espeso. La bsqueda mecnica de la ortodoxia rigurosa slo conduce a una seleccin de lo malo. Tomemos dos autores: uno de ellos lleno de energas, entregado a la causa de la revolucin, que entiende a su modo, y artista autntico, se empea en defender en algunos puntos -indirectamente, como sucede por lo general en la novela- ciertas ideas tenidas por errneas (pongamos, para agravar su caso, que sea seguidor de Freud en el campo psicolgico, o de Bergson en el filosfico, o de Sorel en el sociolgico); el otro, carente de todo inters, no tiene nada que defender a no ser una insignificante situacin personal. Pues bien, quin puede no presentir que el segundo se adaptar mejor a cualquier exigencia, mientras que la intransigencia burocrtica terminar por eliminar al primero? La sociedad socialista en formacin debe recelar de esta adaptacin pasiva o interesada que, en las grandes luchas futuras, muy bien puede volverse en contra suya. Habr de inculcar a sus ciudadanos el valor cvico. El hombre que no sepa defender con energa o estoicismo, segn los casos, sus convicciones no ser nunca ni un autntico revolucionario, ni un escritor digno, ni un buen ciudadano de las Repblicas del Trabajo. Y ms que a los errores ideolgicos habr que temer a la esterilidad. Nuestra intransigencia de pensamiento slo puede vencer en la lucha, nunca en el vaco.
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Al contrario de los que ocurra en el periodo anterior; se tradujo muchsimo hasta 1928. Incidentalmente, un crtico calificaba -en la Gaceta literaria de Mosc (26 de febrero de 1932)- a Jean Giono como idelogo de los kulaks (campesinos ricos) (!), lo que le dispensaba de cualquier demostracin.
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No voy a sealar, a ttulo de ejemplo, ms que tres obras interesantes sobre la industrializacin: Sed, de Leonid Leonov, El Volga desemboca en el Caspio, de Boris Pilniak y La central hidrulica, de Marieta Chaguinian.
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El doble deber
podr considerarse victorioso si logra acabar con ellas. Los diez das que estremecieron al mundo en octubre de 1917 y los catorce aos que les han seguido estn precedidos en la Historia por tres siglos de despotismo. Una revolucin no constituye un proceso homogneo, nico, comparable a la cascada de un torrente: es ms bien la suma de una multitud de movimientos variados, entre los cuales los hay afortunados y funestos, revolucionarios, en el autntico sentido de la palabra y reaccionarios, sanos y malsanos. De ah la imposibilidad de un conformismo revolucionario, de ah el doble deber. No quiero decir con ello que un conformismo pseudorrevolucionario no pueda tratar de imponerse, pero estara en contradiccin con la naturaleza profunda de la revolucin obrera y slo conseguira prevalecer en detrimento de sta. Cuando Julien Benda escribe: Sin embargo, habra que comprender que la idea revolucionaria, desde el momento en que se ha realizado ha dejado de ser revolucionaria, al igual que la lava desde el momento en que se petrifica deja de ser lava2, est usando una metfora bastante falaz al comparar el desarrollo de la vida misma con la petrificacin de la lava. Pero es que Benda maneja unas ideas tpicamente burguesas acerca de la revolucin. Para la burguesa, una vez alcanzado el poder y garantizado el orden, slo queda dejar que se petrifiquen las lavas populares. Terminada su obra, el Seor descansa. La sociedad burguesa queda creada para toda la eternidad. Los idelogos del Estado llano no podran imaginar las cosas de otra manera, pues la burguesa, en sus pocas de esplendor no piensa nunca en la sucesin. Muy otra es la dialctica proletaria; el proletariado slo vence para extinguirse; su dictadura no aspira a ser eterna, sino que se sabe algo transitorio y busca su propio fin para llevar a la humanidad del rgimen de la necesidad al de la libertad. Vemos bien claramente en qu desemboca la revolucin burguesa, mientras la revolucin proletaria no termina, sino que quiere ser permanente, segn la expresin de Marx3, hasta que se llegue a establecer una sociedad sin clases, sin Estado y sin fronteras: es, pues, una lava ardiente que prosigue su camino. Y si llegara a suceder que esta lava se petrificara, eso seor Benda, sera sntoma de que la revolucin no se habra realizado, sino que habra sido derrotada. Los intelectuales que, en su ansia de servir a la revolucin, se quedan en una especie de conformismo revolucionario, estn faltando en realidad a un deber esencial para con aqulla, dando pruebas de las dificultades que experimentan para entenderla y demostrando que an la siguen viendo desde fuera, como espectadores simpatizantes y no desde dentro, como protagonistas. Estn as por debajo de sus posibilidades y carecen de penetracin o de valor cvico segn los casos. Lo que menos se le puede tolerar a la revolucin es que ponga en peligro por s misma su propio destino. La situacin de los dems, por el contrario, puede no ser optimista en ciertos momentos. El cumplimiento del doble deber puede colocarlos entre la espada y la pared. Qu hacer entonces? Pues cumplir con su deber! Se me puede objetar que los intelectuales estn tan slo a favor de cierto inconformismo anarquizante, individualista y contrario al esfuerzo de pensar conjuntamente con millones de trabajadores, reacios a la disciplina proletaria que exige la accin, a la firmeza de los juicios de clase y a la nitidez flexible pero rigurosa del marxismo. Este espritu de fronda pequeo burgus no encuentra un contrapeso decisivo mas que en una escrupulosa adhesin al marxismo.
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Scholis, La Nouvelle Revue franaise, 1 de noviembre de 1929. Karl Marx, Comunicado al comit central de la regin de los comunistas, 1850.
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Henry Poulaille, Nouvel Age littraire. Uno de los mritos de este libro es el de reunir -en relacin con el tema que nos interesa- una gran cantidad de textos difciles de encontrar, si no imposible, algunos de los cuales son interesantes. Tal es el caso de las pginas que Martinet escribe acerca del arte de clase.
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Sealemos una fecha al respecto. J.M. Gayau escriba en 1897: Segn algunos especialistas en esttica, tales como Ruskin y SullyPrudhomme, la industria humana se har cada vez ms incompatible con el arte. Y luego algunas reflexiones sobre lo que hay de antiesttico en los ferrocarriles, llamados por los dems railways... (Les problmes de l'esthtique contemporaine).
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Reparemos en los sentimientos en que se inspiran libros tales como el de Georges Duhamel, Scnes de la vie future; advierto en el mismo, ms que la protesta del viejo humanismo contra el americanismo, el apogeo del maquinismo capitalista. Me ha gustado mucho una novela de Luc Durtain, Ma Kimbell, porque las relaciones entre el hombre y la mquina se nos presentan de la manera ms feliz: simplemente se nos muestra el placer que una moto puede proporcionar a quien va sentado en ella; hasta qu punto la mquina puede aumentar las posibilidades del hombre, con qu fuerza y con qu fidelidad se pone al servicio de ste y por qu hay que saber comprenderla. 2 Walt Whitman es en este sentido un precursor magnfico. Creo haber mencionado ya la obra de los unanimistas. El librito de Dominique Braga, titulado 5.000, me impresion hace algunos aos por el vigor al descubrir en la emulacin una asociacin y por la comunidad vital que revelaba entre el campen, sus rivales y la muchedumbre del estadio. 3 Ejemplos: La Pain quotidien, de Henry Poulaille, es una obra autnticamente proletaria, no ciertamente a causa de la cuidadosa reproduccin de la forma de hablar de los obreros o del tema, referido enteramente a un momento de la vida de algunas familias obreras (se podra tratar este mismo tema, con el mismo lenguaje y de una manera totalmente burguesa), sino en razn del carcter del carpintero de obras, Magneux. Otro tanto podra decirse del Collignon de Tristan Rmy (A l'Ancien Tonnelier). Las novelas de Panait Istrati, que exaltan la insurreccin y la amistad, las hacemos nuestras por esa misma razn. Creo advertir en una novela poco conocida de Louis Hmon, Battling Malone, pugiliste, unos sentimientos de clase expresados con fuerza inusitada.
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El humanismo proletario
nada significa mientras no tome cuerpo en millones y millones de hombres... Mas queremos comprender al hombre -a cualquier hombre- a fondo, concienciarle de su vala, luchar por desvincular a la civilizacin moderna de la barbarie capitalista e ir hacia el futuro por caminos autnticos. El humanismo proletario, ms amplio que el tradicional4, es real, viril, innovador y heroico. Las luchas en el seno de la sociedad, sin embargo, y sobre todo en el terreno de las ideas, no suelen ser lo sencillas que se piensa normalmente. Toda lucha supone siempre asociacin -incluso colaboracin-, interpretacin y enriquecimiento mutuo. As, los dos humanismos contrapuestos se confunden a veces en un mismo mbito y en la mente de un mismo hombre. Esta interpretacin no deja de tener sus peligros para nosotros, pues, como ya vimos, somos los ms dbiles en muchos aspectos. ...Si queremos aportar al mundo una serie de principios revitalizadores capaces de llevar a cabo la reconstruccin de la Ciudad en plena podredumbre, al igual que los cristianos tendremos que tratar de que tanto la ideologa como la accin socialista conserven su carcter de intransigencia absoluta, rechazando categricamente toda invitacin a contemporizar. ...este proletariado heroico y revolucionario (...) no podr cumplir su misin histrica, poniendo en marcha una civilizacin original y autnticamente proletaria, a no ser que se provea de una filosofa que est a la altura de la gran transformacin que ha de efectuar. Suscribo enteramente estas palabras de Edouard Berth5, siempre y cuando se entienda por civilizacin proletaria la de los productores libres, humanos -en el ms amplio sentido de esta palabra- y por la que lucha la clase obrera cuando se bate por la supresin de las clases. Todos estos problemas parecen ms complejos de lo que son en realidad. Igual sucede en la vida real: siempre se pueden ver las cosas claras si se pone empeo en ello. Cada cual puede comprobarlo; no hace falta mucho esfuerzo para distinguir entre lo que es justo y lo que no lo es, entre lo verdadero y lo falso, entre el deber y el inters o entre el valor y la cobarda. Las ms viejas virtudes siguen hoy vigentes para quienes comprenden que el mundo en plena transformacin precisa de hombres valerosos. Para ellos (y los dems qu nos importa?) no es cuestin de sueos ni de intereses, sino de sentirse tiles, tanto en los oficios literarios como en cualesquiera otros, en sus respectivos campos y para la revolucin que se avecina o que se lleva a cabo por encima de todo. Muchas cosas en el presente ya slo pertenecen al pasado; incluso en lo nuevo muchas cosas conservan an la impronta del peor pasado. Indefendibles tanto unas como otras. Para hablar de ellas hace falta tener mentalidad de leador. Toda sinceridad es til, con tal que no haya blandengueras ni tibiezas. Nuestro tiempo exige espritus viriles; su literatura tiende a identificarse con la vida: quiere obras que sean accin o justificacin de la accin, testimonio, llamamiento, ejemplo... El escritor ocupa su puesto al lado de millones de hombres en movimiento. Algunos de estos, los ms afortunados por cuanto que hayan sido los ms decididos, transmitirn a los proletarios, vanguardia de estas masas, una literatura de combatientes apasionados. Leningrado, febrero de 1932
El humanismo burgus sigue siendo el de la raza blanca. Sus representantes ms progresistas son los nicos que manifiestan, con respecto a las razas de color, cierta simpata comprensiva. Se les puede tomar como una seal de evolucin hacia el humanismo proletario? 5 Guerre des Etats ou Guerre des classes, pp. 155 y 160.
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