El Significado Del Habitar
El Significado Del Habitar
El Significado Del Habitar
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El
significado
SARAVIA
de
habitar
MADRIGAL
Espigando en los textos del propio Ivan Illich, veamos qu significa, en su pensamiento, el hecho de habitar.
Insiste en la profunda relacin entre habitar y vivir, y en sus derivaciones: la habitacin, como huella de la vida (nunca acabada, nunca completamente planificada), florece y decae al comps de los esplendores y fracasos de sus habitantes.
La casa no es una madriguera ni una cochera. En muchas lenguas, en vez de habitar puede decirse tambin vivir. Dnde vive usted?, preguntamos, cuando queremos saber el lugar en el que alguien habita. Dime cmo vives y te dir quin eres.
Considera Illich que, al igual que en otros mbitos a los que dedica sus anlisis, tambin en el campo que ahora denominamos la vivienda, ha habido una prdida. La equiparacin de habitar con vivir procede de una poca en la que el mundo era habitable y los hombres habitantes. Toda actividad se reflejaba y repercuta en la habitacin. La habitacin era siempre huella de la vida. Una huella que poda adoptar mltiples formas, pero siempre dejar rastros, seales, vestigios. Y siempre, permanentemente inacabada. Como elemento vivo, reflejo de la vida, siempre considerada inacabada hasta que concluye la vida de los moradores:
La vivienda tradicional nunca estaba acabada en el sentido en que hoy decimos que un bloque de pisos o de apartamentos se entrega llave en mano. A diario remiendan la tienda sus moradores, la 1
levantan, la extienden, la desmontan. La casa de labor florece o decae con la prosperidad y el nmero de sus ocupantes; a menudo puede apreciarse desde lejos si los hijos han abandonado ya el hogar paterno o si los viejos han muerto.
(ILLICH, 1989!). Habitar un territorio es, digmoslo otra vez, tomarlo y marcarlo; aun bien con nuestras emociones, sentimentalmente, y con nuestras ilusiones. Qu equilibrios, pues, hay que garantizar? Los de la movilidad, el descanso, la conservacin. Tres facetas radicalmente amenazadas.
Y como condicin de convivencia: la austeridad, la renuncia (que no excluye, en absoluto, los placeres, sino slo los que degradan la relacin personal). Hablamos ms arriba del equilibrio. Illich seala como una de las piedras angulares de su pensamiento el concepto del umbral de mutacin. El umbral en el que, al verse superado, se rompe algn equilibrio social bsico. En lo que nos ocupa: el lmite que separa el terreno inhspito del habitable. En este sentido puede hablarse de la ltima mutacin que afecta al territorio y las ciudades: la de la hospitalidad. Que no puede definirse desde la arrogancia del tcnico (esas figuras de una caridad pervertida), sino como condicin de que las personas puedan mirarse cara a cara, sin intermediarios (cabe aqu recordar la dursima crtica de Illich a los planificadores, en el artculo de la choza de Ghandi o en el libro Profesiones inhabilitantes). Abrir el territorio, la ciudad, al de fuera. A que lo recorra, lo comparta, lo construya, lo entienda. Habitar un territorio es apropirselo (hacerlo propio), pero tambin extraarlo (abrirlo al otro). Incorporarlo al juego de los signos de apropiacin y extraamiento. Creo que tambin puede formularse esta idea conforme a uno de los autores preferidos de Illich, Karl Polanyi, para quien en nuestra sociedad conviven superpuestos dos dominios, dos mundos (dos redes de organizacin social entrelazadas): uno dominado por la economa del mercado nico (con la tecnocracia, el progreso tcnico, la tecnoutopa); y otro propio de la proteccin social. Este ltimo sera el que permite y conserva la habitabilidad, en el mismo espacio que quiere a su vez hacer suyo el mercado.
Habitar es construir
Habitar es construir. Usando sus manos y sus pies las personas transforman el espacio, simple territorio para el animal, en casa y patria. Puede ayudarse en su quehacer de herramientas, de mquinas. Aunque ms all de un cierto punto, el uso de energa motorizada inevitablemente empieza a oprimirlo. Por eso decimos que habitar es hacer, manipular, utilizando una herramienta manejable y manipulable. Por medio de la tecnologa denominada intermedia. Desde el momento en que se te hace necesario un micrfono, te apas inevitablemente a una plataforma demaggica. Y algo parecido podra decirse del coche o del ordenador (recordar aqu el significado de lo vernculo y las cuatro bandas de Cuernavaca). Es lgico Illich que valorase la autoconstruccin. En la introduccin al libro coordinado por su amigo Franco de La Cecla (Il potere di abitare) escribi: Hablamos de la fabricacin de la vivienda o de la entrega a la asistencia mdica. Los hombres ya no se consideran aptos para curarse a s mismos ni para construirse sus viviendas. Y sin embargo slo a travs de esas acciones (cuidarse, construir la propia morada, cuidar al vecino, colaborar en las construcciones de los vecinos) se vive la libertad. Debe quedar claro que la dignidad del hombre slo ser posible en una sociedad autosuficiente, y que disminuye al desplazarse hacia una industrializacin progresiva. Habitar un territorio es construirlo, valorando los materiales primeros que ponen en marcha la imaginacin material. Y los vestigios (de un mundo pasado) en el lugar, donde la economa queda afuera. Como dijimos, Illich advierte de la conveniencia de observar la evolucin de varios umbrales de mutacin, cuyo desbordamiento quebrara la posibilidad de habitar. Habitar es ser consciente del espacio vital y la limitacin temporal. La
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persona integra a los dos por medio de su accin. La energa, transformada en trabajo fsico le permite integrar su espacio y su tiempo. Privado de energa suficiente se ve condenado a ser un simple espectador inmvil en un espacio que le oprime. Habitar un territorio es construirlo, atendiendo al impulso natural a la construccin, excluyendo el uso herramientas opresoras. Pero en los ltimos tiempos la evolucin de la construccin de la ciudad se ha dirigido en sentido contrario. Illich nos ofrece su propio relato de estos hechos. En la primera mitad del siglo XIX, el capitalismo y la revolucin industrial produjeron cambios drsticos en la configuracin de las ciudades, especialmente en la Europa noroccidental. Cada vez ms gente flua a los viejos barrios, proliferaban las fbricas y los humos industriales flotaban sobre las calles cubiertas de aguas de albaal. Superpoblada y desordenada, la ciudad enferma, como deca la metfora, demandaba un nuevo tipo de planeamiento que diera soluciones al desenfrenado caos urbano. Ciertamente, los funcionarios y reformadores de esas ciudades eran quienes estaban ms preocupados con las normas de la salud, las obras pblicas y las intervenciones sanitarias, y quienes primero pusieron las bases de un planeamiento urbano global. La ciudad comenz a ser concebida como un objeto, analizada cientficamente y transformada segn los dos requerimientos principales del trfico y la higiene. Se supuso que la respiracin y la circulacin deban ser restaurados en el organismo urbano, que haba sido abrumado por una presin sbita. Las ciudades fueron diseadas o modificadas para asegurar una apropiada circulacin del aire y del trfico y los filntropos se propusieron erradicar los espantosos barrios marginales y llevar los principios morales correctos a sus habitantes. El rico significado tradicional de las ciudades y la ms intima relacin entre ciudad y morador fueron entonces erosionados a medida que el orden higinico-industrial devino dominante. Mediante la deificacin del espacio y la objetivacin de la gente, la prctica del planeamiento urbano conjuntamente con la ciencia del urbanismo, transform la configuracin espacial y social de la ciudad, dando nacimiento en el siglo XX a lo que se ha llamado la taylorizacin de la arquitectura.
algo enteramente nuevo e inhumano. En la pobreza tradicional, la gente poda contar con algunos colchones culturales. Y siempre estaba el nivel del suelo del cual de ender, como ocupante ilegal o como mendigo. De este lado de la sepultura nadie poda caer ms abajo que el piso. El infierno era un verdadero pozo, pero era para aqullos que no haban compartido con el pobre en esta vida, y deberan sufrirlo despus de la muerte. Esto ya no vale. Los marginales modernizados no son mendigos ni holgazanes. Ellos han sido embaucados por las necesidades que les atribuye algn alcahuete de la pobreza. Frente a la innovacin obligada, aprender a cuidar el entorno a la vez que reaprendemos a cuidarnos por nosotros mismos. Sin definicin tcnica de lo que nos falta, lo que necesitamos. Ni el territorio ni la ciudad se pueden definir a partir de ningn sistema de necesidades. Ni de un conjunto de hechos econmicos. Visto as, nunca lo entenderemos. De hecho, hoy (que se leen las ciudades desde la perspectiva economicista) no se entiende el significado de la pobreza urbana. Entender para celebrar el territorio (la ciudad, la casa) y tambin para lamentarlo. Valorar los ciclos, las estaciones, el tiempo cclico que lo recorre. Perseguir la proporcionalidad, frente a la desmesura y el despilfarro. Habitar, en fin, un verbo de vida.
Referencias Bibliogrficas
CECLA, FRANCO DE LA (1982) Il potere di abitare Rimini, Libreria Editrice Fiorentina ILLICH, IVAN (1985) La reivindicacin de la casa, Alternativas II, ed. Joaqun Mortiz/Planeta, 1989, Mxico ILLICH, IVAN (1985) H2O y las aguas del olvido ed. Ctedra, Madrid, 1989 ILLICH, IVAN (1978) El mensaje de la choza de Gandhi, Ixtus, Espritu y cultura (Ivan Illich: La arqueologa de las costumbres), N 28 ao VII, Cuernavaca, Mxico, 106 pgs (Disponible en la red en: http://www.ivanillich.org/LiIxtus.htm)