8° Agosto en La Ciudad de Los Césares
8° Agosto en La Ciudad de Los Césares
8° Agosto en La Ciudad de Los Césares
El mito de lo Ciudod de los Csorr>:; l, r ,i' l, distintos pocos foco de otroccir)r | | , r' r novelistos imoginotivos. A los versic.rr r, .', , l, I nuel Rojos y Hugo Silvc (Pocha Pultttt ,, ,ii o fines de los oos cuorento. este dcr,lr r r rl ,r' reloto de Luis Enrique Dlono, 956il, ' , r ' muchos cuentos onteriores hobio otrr 1, l, , l, los temos de lo oventuro. Tomondo como punto de oorticl I l, r r , ,r t, rioso desoporicin de unos expedicit,r ri r|, t, portieron o ciertos zonos del sur chilel r, r | ,, 1, ' , ,l mondo de Jorge Lowrence, el ouior nr,'. ll,, ' o trovs del "Diorio" de Armondo C)rl( rr |,,,l todos los peripecios y desvenfuros qu() ('r r{ r'., tro este grupo. "Hon muerto! iTodos l)r r r rrrr r, ,r to!", dice Green cuondo lo encuenlror l ( r{ t ,r ri zonte. "No los hollorn nuncol Todo -ro| ,.l ,,r,, molditol" Escrito en uno proso omeno, gil ! oovr ,r lr ,,' En la Ciudod de los Csares ser u ()rr./r rr ,1, clovodo en lo imoginocin del lector. (lu{. rr, se le desprender hosto que hoyo otribt r l, , , lo ltimo lneo.
I
L"
d
r-
t'
_-l
-t
,l
,*'il I
..
,r,ii
';''
ltllliliffif
rl i
h.
op..r.t\l lt NtvEL 5
oj
^,v^ -,,.,
tr
lii{
llilffiillllilil 155 6
sBN 95-13 155 4
:L1
L.
-,.. a
itu'.:
LUIS ENRIQUE
Ninguna partc de esta prblicacin. incluido el diseo cle la cutricrta. pucclc ser reproducicla, almacenada o transmitida cn manera alguna ni por ningrn mcclio. ya sea elctrico. qumico. mecnico. ptico. de grabacin o de fotocopizr. sin permi-so previo del editor.
@ Sucesin
I)crechos exclusir.os O EDITORIAL ANDRS BELLO Av. Ricardo Lyon !4(r. Santiago dc Cliile Rcgistro de 1)ropiedad Intelectual
tcrmin dc in.rpr-in.rir csta prin.rcn edicin dc 8.(Xl0 cjcnrplalcs cn cl tttes de novicmhre dc 199ti
Sc Il\ltl'RESORES: Salcsianos S.A.
IMPRESO EN CHILE
PITINTED IN CI+LE
isBN 9i6-13-1ii6-4
Barcelona
Mxico D.F.
Santiago de Chile
'/t guJ
Q
L-',IREOTOF
.'
INTRODUCCION
ffi:;x
nt}
r'r-N
"l-
-l
,d
Es indudable que en 1917 el servicio cablegrfico no hal>a alcanzado la perfeccin que tiene hoy en lo que se refiere a la clistribucin de noticias perioclsticas. por otra parte, el mundo estaba, en aquella poca. enredado en la ms injtrsta. salvaje y (.nrel cle las {uerras de que se tiene memoria. En medio cle esa trageclia colectiva es mlly posible que nadie detuviera sus ojos en algn diminuto prrafo de prensa que trataba <1e una pequea tragedia individual ocurrida a una expe-
dicin cientfica en el lejano pas de Chile. er_r cle raro tiene, entonces, que en la memoria de los lectores de este libro no exista ni la sombra del recuerclo de ella! El nico recuerclo que de 1)17 puede queclar es el del ran naufragio que sufri el mundo. Me he propllesto dar a conocer ese desastre tal como ocurri. Es cierto que aqu en Chile dio mucho que hablar. A lo que todo Chile supo sobre el desdichado fin de la Expedicin Lawrence, voy a agregar lo que no supo, qlle es bastante, como veris. Para daros un antecedente del asunto, es decir, para que quedis en las mismas condiciones que aquellas pocas personas que no han olvidado los rasgos principales del hecho, voy a reproducir dos informacio-
t
i
In'lttoutrcclN
;il;,"-p",
que he
copiaclcr
t t
detalla la partida de la que se llam Expedicin Lawrence, y la segunda encierra un relato del encuentro y muerte del nico sobreviviente de ella.
sr-r edicin del 23 de 1916: "Ayer, por el tren nocturno, parti a La Unin la Expedicin Lawrence, que har importantes exploraciones de carcter cientfico en la provincia de Valdivia, Regin de Los Lagos australes y Cordillera de los
cle diciernbre
Andes. Hasta ahora hay en los mapas de esa zona grandes extensiones de tierras donde se lee la palabra 'INEXPLORADO', lo que constituye una vergenza para un pas. Gracias a los esfuerzos del seor Lawrence y sLls acompaantes, Chile podr saber dentro de poco qu es lo que posee en esos lugares hasta ahora no explorados, qu selvas, qu frtiles tierras, qu lagos o qu riquezas animales y forestales. "La expedicin, cuyos trabajos durarn aproximadamente tres meses, es financiada, en su totalidad, por el seor Jorge Lawrence, srbdito ingls, nacionalizado en Chile, persona que por sus antecedentes cientficos constituye Llna laranta cle xito y seguridad. A tal jefe acompaan hombres decididos, de cuyo amor a la ciencia han dado ya mLrestras en excursiones scmejantes. Van, en ef-ecto, el profesor cle Ciencias Naturales en el Liceo Francs, don Jos Zamora; el conocido minero don Armandc Green; el entomlogo don Pedro de la Cruz, del Museo de Historia Natu-
ral; el botnico don Vicente Ziga; el estudiante de medicina don Ral Sagredo, que ser mdico de la expedicin; y nLlestro redacto seor Marcial Ortega, que ha conseguido ser enrolado en el grupo con el fin cle informar a este peridico. "No hay dudas de qr:e la labcr que realizar tan selecto coniunto ser de nna eviclente utilidad para el pas. "El Gobierno, por otra pafte, no ha querido permanecer indiferente ante inir:iativa de tanta importancia como sta, y ha telegraflado a los gobernactrores y funcionarios prblicos de la provincia de Valdivia para que presten a la Expedicin Lawrence todas las facilidades posibles. Sabemos, adems, que la Comandancia del Ejrcito ha proporcionado a los exploradores carpas de campaa, armas y otros elementos indispensables para afrontar la lucha contra Llna naturaleza virgen y exuberante como es la de nltestra regin austral.
"Antes de que el tren partiera, nuestro deber de informadores nos llev a interrumpir las expansiones y despedidas entre los expedicionarios y sus familias, para solicitar de cada uno de ellcs una impresin. To, dos parten llenos de fe y optilxismo y contentos de realizat una obra que, directa o indirectamente, contribuir al proreso del pas. "El seor Lawrence, con quien hablamos ms largo, nos dijo que lhabra preferido que la expedicin paftiera privadamente, casi de incgnito. Al interrogarlo sobre el posible itinerario que se seguir, nos manifest que nada poda adelantarnos al respecto pues l
INTR()DULTCI()N
II
clc las .',.:;::,) ,""r,uricas, estucliadls cn el tcrrcno rnisruo. "-Posiblemente -agregr-, cstal>lezc:lmos nuestr()
il.p.ra.,ra
cuartel general en la ciudad cle La LJnirn, descle donde iniciaremos 1r rnarcha, gr-riaclos por los mejores baqLleanos de la regirn. "Deseamos a la Expedicicin Lawrence un viaje fructfero y feliz."
Hsta es, sin qr-ritarle ni agregarle una coma, la cr<inica aparecicla. No pretendo la inmortrlidad para el anrnimo reportero que la escribi. S que no estr reclactada nj con soltura ni con elegancial Qr-r qr,reris! El muchacho la escribira a la carrere., a 1 una de la rnaclrugacla, apremiaclo por el tiempo y por sr-r jefe. Mucho mejor que ste es el relato aparecido, clos rneses y medio despus, el da 16 de mayo d.e 1977, en el mismo peri<idico. Posiblernente clespr-rs dc leerl<r jr-rzguis conmigo que es ms vivcr, ms gil que la crnica cle la partida, y que, sobre todo, tiene un mayor caudal de ernocin y de inters humanos. Helo aqu:
reanimar :l quicn creyer()n, a primer:r vista, un borracho. Muy pronto, sin embzrrgo, iban a convencerse cle que aquel hombre haba cado por inanicin, hirinclose al golpearse la sien contra una pieclra. "Los czlmpesinos lo subieron 1 Llna cle las cab:llgacluras y lo trajenrn a I-r L.lni<in, dejnclolo en el retn, rl cuidaclo cle la polica. "En un principio reslrlt inrtil cuanto se hizo por conseguir que volviera en s. El hombre, clne tenr en un rostro flaqtrsimo y cubierto cle heridas una espesa trarlra, presentaba las ropas clesgarraclas y los zapatos extrzlordinariamente gastados. En los bolsillos se le encrontraron los sigtrientes olrjetos: una brrjula corriente, Lln paLrelo cnsanlrentado y un1 cartera que contena Lln retrlto de mrrjer, la suma cle ochenta pesos en billetes y cliez o doce tarjetas de visita con este notnbre:
ARNIANDO GREEN
lo siguiente: Dos campesinos de las orillas del Lago llzrnco, qLle se dirigan a La Unin, enc()ntraron en
la maana de ayer, en un h-rgar sitr-rado a unas doce leguas de esta ciudacl, el cuerpo inanimaclo cle un hornlrre, tendido, cuan largo era, en el camino. Los
"En un departamento de la cartera, el Jefe clel Retn de P<;licer, teniente Rivzls, hallt, cuicladosamente envtrelto en Lln papel, un curioso objeto c1e oro, cle forma crnic:t, cle unos cltatro centmetros de largo. "El teniente creyt recorclar que el nomtrre de Armando Green corresjponda a1 cle uno de los miembros cle la Expeclicin Lawrence, cle la cual no se tenan noticias clesde que abanclonara La Unirn, hace dos meses y meclio, clespus cle contratar los servicios de los baqueanos Fermn y Rarl Muoz, hombres muy
INTRODUCCIN
13
.o,ro."oores cte,"
nos Mr-roz a sus amigos, la expedicin parta con nmbo al Lago Ranco. "Avisados por el teniente Rivas, se trasiadaron al cuartel el gobernador del departamento, seor Gacitra; el seor Liechberg, propietario del hotel en qlle los expedicionarios estuvieron alojados antes de partir; el seor Torres, periodista local; y el mdico, seor Serrano. Liechberg y el gobernador reconocieron inmediatamente a don Armando Green en aquel ser inanimado, cubierto de mofial palidez. "El doctor Serrano examin detenidamente a Green, y declar que la herida de la sien no tena importancia, pero que de donde tema algo grave era del corazn, que lata muy dbilmente y con ciertas intermitencias. "Se intent reanimar al seor Green, lo que consigui el mdico despus de no pocos esfuerzos. Hubo qLre separarle con la hoja de un cr-rchillo los dientes, que apretaba tenazmente, y hacerlo tragar algunas gotas de coac. Green abri los ojos y pareci manifestar extraeza. El teniente Rivas, sin perder tiempo, procedi a interroarlo: "-Y slrs compaeros? Qu se han hecho sus compaeros? -le pregunt. "Hubo como una corriente de sorpresa y emocin cuando de los labios lvidos de Green sali la respuesta, en palabras dbiles y temblorosas: "-Estn muertos!... Todos estn muertos!... "-Cmol -exclam el oficial-. Y dnde estn?...
.";;. ;ffi
"-No los hallarn nunca -respondi Green con voz tan baja que apenas pudo ser odo. y luego agreg una frase incomprensible, que ha venido a poner una sombra de misterio en el fin de la malograda Expedicin-: Todo por el oro maldito!... "Dicho esto, el seor Green pareci debilitarse ms y cerr los ojos. El mdico comprob que el corazn l'ta ca<1a vez con menos fuerza, y envi a la farmacia en busca de una caja de inyecciones. Cuando el guardin volvi con ella, Green haba dejado de existir. "Este hecho ha producido en la ciudad una peno-
creyndose, como se cree, que Green ha dicho la verdad. El doctor Serrano ha declarado que sa es su conviccin, que descarta en absoluto la posibilidad de que la fatiga provocara en l un trastorno mental. "Los guas, hermanos Muoz, eran muy estimados en la regin por sus prendas personales. El mayor de ellos, Fermn, deja rnujer y un hijo. "El teniente Rivas manifest al gobernador que a todo trance hallara a los expedicionarios, muertos o vivos, y sali ayer a hacer un reconocimiento por las afueras. Estuvo en el lugar en que fue hallado el cuerpo de don Armando Green, y desde all comenz a seguir las huellas de los zapatos claveteados del explorador. Desgraciadamente, a poca distancia stas se perdan, confr-rndindose con otras pisadas. El teniente Rivas regres esta tarde, de anochecido, sin lograr xito en su rnisin.
11
rNtttoortcc:t
I)
Lr
"El gobern".,,,, activictrcl est/r ort2lnizanclo una expeclicin cle voluntarios qLre se internar en l:r regin corclillerrna. Se han inscrito ya mirs cle cloce jvenes, los cuales serrn acompaados por gu:rrclianes de polica y baqueanos. Sc cree clue es al Este del Lago lLrnco clonde ha oclrrriclo el desa.stre qLle parece clcsprenclerse cle :rquellas pzrl:rbras cle Green: Hzrn muerto! 'l'oclos han mr-rerto! "No se ha hallado en los bolsillos del explorador ni un sokr papel que pueclzr arrojzrr alguna luz solrre este sitio tan lejano, tan misterioso, como pr-recle cledr-rcirse de la ltima expresirn del desventurlclo Green: 'No los hallarn nlrnc2r!'..." qlle este relato es interesante, contiene cierta hr-rmedacl, cicrta emocirn, cierto crlido latido hulnano, cap'Jz cle tocar cr-ralcluier sensibilidad? Tampoccr pretendo, por eso, qt-le pase r ll inmortaliclacl sr-l redactor... No creo en la inmortalidad. Creo en una vivcnci:r cliscreta cle lrs cosas. en una duracicin con lmite cierto. Hay un momento en qlre nada se sostiene, y lo <:e ayer creamos ms firme, se derrumba cstrepit()samente, destn:ido por miserables gllsanos. S, La Ilada y el rltimo libro cle mi amigo el poeta V. dormirn en 1l misma fosa... Pero, perdn. Divago. Aquellas palabras del muefto: "No los hallarn nunca!", cuirn ciertrs iban a sllir: no los hallaron nllnca. Dcspus de doce das cle clesesperacla brsquecla, la expedicin entlrsiast:t y voluntzrria regres a La Llnin,
Verdacl
..,1]'il|iil"
f:rtigacla y cabizbaia. Ill misterio no alrri str boca. aventLlra no clevolvir sns vctimas.
Posteriormente plrtieron clos cxpeclicionej, qLle tamp()co consiguieron enc()ntrar ni la menor huella cle Lawrence y los suyos. Una clc ellas era clirigicla por el tenientc ltivas, que, segn parece, tena solrre el par_ ticr-llar mayor nmero cle cllto.s que la generaliclacl cle las gentes. Rivas hizo ctranto ptrclo por l-rallar los cl_ clveres, me consta, sin consegr_rirlo. y digo qlle 1ne consta, por una raz,<n rnuy sencillrr: por-c1tre el tenien_ te Rivas soy y(). Es clecir, era yo. Ahora soy ltivas a sectas. Hace mu_ chos aos qtre dej cle pertenecer a la polica. Me es_ taba ernbruteciendo en el servicrio, en Llna cir-rclacl pequea, sin posibilidades de rscenso, cleclicrckr a caD_ turar borrachos y bandiclos cle poca rn()ntA. Abenclirn, pues, la carrera, que por lo clernrs nllnca haba siclo enteramente cle mi araclo, y entr, primcro, en Lrna escllcla primaria cle Chilln, c()lrr() pnrfesor, y ms tarcle cn un diario cle provincia, en el c1r-re rctualmente ocupo el caro de sr_rltdirector. En estos rltintos tt-abajos no he tenido, no lo creris, sueldos muy apetecibles; pefo 1xe quedaban ciefta tranquilidacl y tiempo pua escribi que es lo miis grato que he hecho en mi vida. Siempre escrib, incltrso cuando estaba en la polica. En mi oficina del retn, por las noches, oyenclo lo.s estrepitosos ronquickrs clel sargento Quiones, compona yo mis pocmAs, nis so_ net()s, qtre h-rego se pr_rblic:rban con seudnimo en Lrn cLario cle Valdivia.
16
INTRODL]CCION
INTRODI]CCIN
\I
Ahora bien, tengo que decir algo muy importante. Cuando el periodista de El Uniuerso, de Santiago, escribi: "No se ha hallado en los bolsillos de Green ni un solo papel que pueda arrojar alguna luz sobre el sitio en que ocurri la catstrofe", etc., tena razn, pero hasta cierto punto nada ms. En los bolsillos no se ha1l nada; mas, en el lugar en que aquella maana los campesinos haban encontrado el cuerpo inanimado de Green, s que se hall. Recog yo un grLleso cuaderno, escrito a veces con tinta, a veces con lpiz, que contena indicaciones mLly importantes. Era el Diario de Armanclo Green. Al comienzo no habl a los periodistas de mi hallazgo, porque cre de mi deber terminar primero la lectura del cuaderno. Luego no habl, porque... Ya comprenderis, despus de leer las pginas que seguirn, por qu razn me call. Pero, guiado por las escasas indicaciones geogrficas (Green no se interesaba mtrcho por la geografa), recor todos aquellos sitios donde verosmilmente hubiera podido hallar los cadveres..., y lo dems. (Cualquiera se lanza en un peligroso viaje por regiones clesiertas de la cordillera, para buscar solamente cadveres!) Haba algo ms: el "maldito oro" del cual habl antes de morir Armando Green y del cual habla mucho ms larga y detalladamente en su curioso Diarc. Es el que vais a leer. Utilidad prctica? No tiene ninlr-lna. Ya comprenderis: mis manos fueron las primeras que volvieron sus desordenadas pginas, y he hecho todo 1o posible... Utilidad novelesca s que tiene, y grande.
Yo no lo he tocado casi. Segn parece, Green era bastante aficionado a las letras. Escriba con soltura, con gracia. Slo he corregido la ortografa de algunos nombres regionales y diviclido el relato en cliez cao_ tnlos, a los que he dado nombre. He borraclo tambin, velando por la unidad de la accin, algunos prrafos qlle se referan a cuestiones ajenas, al margen clel asr,rn_ to: Green era hombre desordenado, qlle acostumbra_ ba alternar notas sobre sus sentimientos ntimos con cuentas de dinero que deba cancelar al da sigr-riente. Eso es todo. Ms no he intervenido. Se va a saber, pues, despus de casi veinte aos de misterio, cmo murieron los miembros cle aquella famosa Expedicin Lawrence.
Captrllo I
LA\TRENCE Y GREEN
l_l
)lil.A\o
ItN LA
clll)Al)
I)u l_os
CSARES
27
pedicioncs. Mientras le oa haltlar cle un viaje cle carcter cientfico qtre piensa reLizar en cl verano prxirno, rneclitalra yo en lo que habra octtrriclo en sll nimo si la suerte le hr:biera sido aclversa. Cuando tralr:rjbamos en las tninas, hace y:r diez o cloclc :tos, tcnamos un comptero, Gttsttvct Sholt, tan esforzrdo, tan entusirsta como nosotros. Pero la cosr es clara: los yacimientos clescttbiertos por Lawrence le han permitido llevar una vicla regaladsima, tener Lln peqr.reo palacio, fin:lncirr expecliciones cientficas, viajar, ir clos veccs a E,uropa, reunit una preciosa lriblioteca, publicar librcjs, qu s yo. Conmigo la fortuna no fue trn prdig:r, pero no me Pirrece propio quejarme; 1l mina Desesperamza, a pesar cle su tenel;roso nombre, me c1a para vivir mucho ms modestamente, pero con ciertr holgura. Sholt, en cambio, pobre Gustavo!, qr-re cogi bajo el sol del desiefio tantas insolaciones como nos()tros, nLlncta ha conseguido sino batir sus esperanzas en meclio de unr franciscana pobreza. Vive de esperanzas, colrlo todos lc>s mineros. Ya podran ofrecerle Lln clrgo honorable y bien rentado, en la segr-rriclad cle que no abanclonar, hasta que se mllera, stt arr:rigacla flebre de lruscaclor cle rninrs. Ahora bien, yo me pregllnto qu halrra ocurriclo si la suerte clistribr-ryese de otro modo sus favores, colmando a Gustavo Sholt y clescLriclanclo a Lawrence. Qu habra hecho ste'i A primera vista pc> dra crcerse qlre lo mismo qtte Gu.stavo Sholt hace ahora: buscar. Pero no. Aun ctlanclo Lawrence hizo stl fortuna en las tninas, no es tninero, es decir, no tiene
Lawrence. Lo cierto es que quedaban ocultas muchas acciones de menor cuanta, qLle yo conozco muy bien: sus clescubrimientos minel'o.s, clasificrciones cle
:rlml de minero. Es ms inquieto, m/rs curioso, ms clisperso. Lo que yo me pregunto es clno mi arnigo haltra podido soportar la convivencia cle t,no pobrl_ za extrema con un afn profr-rndo de viaje, de explo_ racirn y de clescubrimiento. Grave problerna hbra ^sido para 1. Lawrence es hombre de accin. Lo atestigLla una serie de hechos, algunos de ellos meritsimos, que ha Ilevaclo a calr.. curanclo la socieclacl cle Hist.ria y Geqgrafa acord invitarlo a forrnar parte cle ella, el presiclente, en el discurso de bienvenicla que ley, iit a su habcr los siguientes trabzljos: seis viajes de exploracin a tierras desc.n,ciclas en la Patagonia chilena; Desenterramiento de clos enormes estattras tallaclas en lava traclufica gris, de 18 metros cle altura, en la Isla de Prscua (tan descuidacla por nllestrrs gobiernos); Descubrimiento de cuatro nuevas espccics vcgetir_ les en la regin rnagallnica; Descr:brimiento de un pequeo canal que lleva su nornbre -Canal Lawrence- en la patagonia; Descr-rbrimiento de un coleptero que vive en la zona central de la Corclillera cle los Andes; Salvamento del gegrafo alemn Kurf Schneicler, en la Ilnsenada Ilolecha, etc. No recuerclo qtr otros hechos citaba el presiclente
'us
ll
EN LA ctLD)AD DE LOs
csAREs
25
un sistema de carpa
Yo no puedo imaginarme a Lawrence quieto. Me clresta trabajo el pensar tan slo que, abandonado de la fbrtuna, hubiera clebido, para ganarse la vida, trabajar en la burocracia o en el comercio. Imposible! Lawrence, despus de desatar a mi lado todo un temporal de recuerdos, se march, invitndome a comer maana en su casa.
lengua y costumbres aprencli. Ms tard,e estableci una pequea lnea de vapores entre puerto Montt y Punta Arenas, y luego, para completar su ruta cle aven_ turero de cepa, cay en el Norte, qlle en aquel tiem_ po, 1905, era como un abanico de posibilidacles. yo lo conoc en Antofagasta. Acababa de recibir una pe_ quea herencia de mi padre, y aconsejaclo por Guita_ vo Sholt, Lrn camarada de la Universidad, haba id,o a
catear minas.
./ulio lO
Esplndida comida y esplndida rer-rnin. El palacete de Jorge Lawrence es uno de los ms vistosos, de los ms audaces del Parque Forestal. El gran hall, severo, adornado apenas con una que otra cabeza disecada de animal que tumb la escopeta de Lawrence, tiene todo el sello de la distincin britnica. Patricia, la mujer de mi amigo, estaba muy bien, muy bien con su discreto traje de noche, con sus cabellos que comienzan a blanquear. Patricia ha tenido el buen gusto de no terselos. Respondiendo a la insinuacin de uno de los invitados, dijo que no se teira jams las canas, qlle aquello le pareca innoble. Jorge Lawrence vino a Chile cuando era muy joven, recin graduado en la Universidad de Oxford. Desde que llegara, el ao p0, sn vida ftre una cadena de aventuras, hecha de eslabones ms o menos poderosos, pero todos labrados con metales de nctbleza y valor. Vivi en la Araucana, entre los indios, cuya
Cuando la fortuna comenz a coquetear con 1, Lawrence se cas con patricia Jones, una lincla mu_ chacha descendiente de ingleses. Cuanclo tuve noti_ cias del matrimonio, pens que no seran felices, a causa de esa tirante llamada de la aventllra que Lawrence senta. Sin embargo, mis clculos fallarn, de lo qlle me regocijo. No obstante viajes, no obstan_ te exploraciones, parece que la corriente de simpata y af-ecto, de decorosa amistad de aquel matrimnio, no se ha qr-rebrado nunca. Es extrao) pero Lawrence, inquieto y todo, se cas y fue feliz. Yct, que he sido siempre un hombre tran_ quilo, nlrnca me decid a aftontar la aventura matri_ monial, que acaso habra sido para m una fuente de
p^2.
Interesante figura la de Lawrence. Cuanclo anoche de mentalidad tan g11, hablanclo y fuman_ do sus aromticas pipas, pensaba que Inglat erca, as como nos manda telas para los trajes, bien podra man_ darnos un cargamento de hombres como 1, emprendedores, esforzados, capaces de afiontar la vid con
1o miraba,
(]ESARES
27
'r'".i"o,
cuanto ingls pata la elemento buen un ha sido ha llegado a Chile construccin de nuestro pas, desde Cochrane, el marino, hasta Latcham, el sabio. Y no se crea que yo digcr esto porque desciendo tambin de ingleses: mi tatarabuelo fue un joven guardiamarina britnico que vino en 1818 acompaando a Lord Cochrane, de quien lleg a ser ayudante de campo. Nada mas leios de m
gr-ra.'
.o,' no,''r,,'i";l'.::
ffi
que presumir en ese aspecto. Haba anoche otros invitados. Conoc a Pedro cle la Cruz, un zologo muy destacado, que trabaja en el Museo de Historia Natural. Cont, sin pedantera algLlna, cosas muy interesantes de la vida animal. Cuando Patricia dijo haber ledo una novela de \/ells, qlle trata cle una invasin de hormigas gigantes en cierto Iugar del Brasil, De la Cruz intervino: -No crea usted, seora -dijo-, que Vells ha hecho abajar mucho la imaginacin. La hormiga es uno de los himenpteros ms violentos y destructores. Hay en las costas de frica una especie, la Anrmna arcens, que ataca a los pequeos y a los grandes animales, incluso al hombre. Combaten en fantsticas escuadras, con tal fiereza ql-le en una hora no dejan sino el esqueleto de un tigre o de un elefante. Lueo nos explic algunos aspectos verdaderamente deliciosos de la vida de las termitas. Estaba tambin en la reunin Ral Sagredo, un joven estudiante de medicina que, segn me pareci, va a la casa atrado por una nia encantadora, sobrina de Patricia, que pasa un tiempo con sr-ls tos. Este
obseruacio_ nes muy atinadas. La sobrina de Patricia se llama Luisa Jones. Sr_rs pa_ clres viven en Valparaso. Es mr-ry hermosa y cle caric_ ter alegre; ama los deportes, las novelas y los viajes. En un tiempo ms, sus padres la llevarn a completar su educacin en Europa. Cr-rando clijo esto, Sagreclcr enrojeci hasta la raz cle los cabellos. Se ve que aquel viaje no le hace ninguna gracia. Not que los jvenes, cada vez qLle las circunstan_ cias de la conversacin se lo permitan, hablalran en voz baja, y tuve entonces la idea -que me agraclece_ ran del fondo de sus corazones- de proponer Llna par_ tida de bridge. Nos sentamos a jugar patricia, Lawrence, el zologo, eue apenas conoce el bridge, y yo. Lr-risa y Sagredo se crllzaron en animado dilogo, mientras yo sonrea con cierta celestinesca complicidad. Lawrence slo en tono muy general habl de su expedicin al Sur, que se realjzar en el verano prxi_ mo. Parece ser que De la Cruz y Sagredo formarn parte de ella. Tambin en forma muy general me pro_ puso sentar plaza de explorador de tierras vrgenes, y yo acept la idea en principio. En el verano veniclero es seguro que habr terminado ya una monografa es_ tadstica que he emprendido sobre el desarrollo cre la industria minera en Chile. No tendr nada que hace y un viaje al Sur me selir de distraccin y de cles_ canso.
Sagredo es, a primera vista, un muchacho vivo e inte_ ligente. Demuestra amor por su carrera, sabe escuchar
28
t.tils
UNRIQLJFI DEI-ANO
Despr-rs de medianoche nos despedimos los visitantes. Lawrence y yo nos dimos cita para el prximo lunes, en que me dar datos ms precisos del viaje. Patricia me alarg su fina mano, sonriendo. Hay tanto seoro en su figura, que cada vez que la saludo siento renacer, en el hombre rudo que soy, viejas cortesas ancestrales, y tentado estoy de inclinarme proftrndamente y besar su mano.
Captulo II
Julio 16
Ayer he visto nuevamente a Jorge Lawrence. Andaba preocupado, con una idea clavada entre las cejas. Como dudando, como presa de grandes vacilaciones, me dijo que quera hablar largo conmigo sobre la expedicin del verano prximo. Nos hemos dado cita para pasado maana.
COSAS DE SUEO
Julio 18
Qu cosa ms extraordinaria! Si alguien me lo hubiera jurado por su honor, habra tenido que decirle: -Yaya, hornbre... No doy una moneda de plomo por su honor... Y, sin embargo... Almorzamos en un restaurante prximo al Cerro Santa Luca, y despus nos marchamos a buen paso (haca mucho fro) en direccin a la casa de Lawrence. Mi amigo fumaba su eterna pipa, y yo, un exce_ lente habano. Corra un vientecillo gil y penetrante, precursor de la lluvia, que comenz a cae por la no_ che. La entrada en la casa de mi amigo fue como el encuentro de un oasis. Jorge me condujo a su escritorio, una sala inmensa, con pinturas, fotografas y mapas en los muros; con seis o siete grandes estantes repletos de libros; con vitrinas conteniendo piedras, cuarzos, insectos, maripo_
J0
sas, herbarios, huesos humanos, muestras de oro y otros cien objetos de procedencia distinta, rer-rnidos all por la mano ms caprichosa que pudiera darse. Nos sentamos en sendos sillones c1e cuero, y entonces empez nuestra conversacin, que es una de las ms curiosas que he sostenido nllnca con ser viviente. Lawrence carg su pipa con toda lentitud, como quien vacila, buscando la manera razcnable c1e plantear Lln problerna. Luego me dijo: -Green, ha notado usted algo extraordinario en m? -Algo extraordinario?... No -respond extraado. -Si le dijeran qLle estoy loco, 1o creera usted? Me re, confuso y asustado, con risa qute seguramente sonara falsa, como esas moneclas que clavan en los mostradores de las tiendas de comestibles. -De modo que no lo creera usted? Pues bien, mi mujer llega a pensar que s 1o estoy. Tan absurda le parece la idea que tengo. -Y se puede saber, Lawrence, qu idea es sa o e qu se refiere? -S: a la prxima expedicin.
apariencia cle ,orp.",'did,, liagrante delito de poseer ideas absurdas. -Y, sin embargo -dijo-, yo tenao qr-re confiar esto a alguien, tenlo que hablar cle esto con alguien. Cuanclo le en los peridicos la noticia de su llegada a Santiago, sent una gran alegra y me fui en su busca. Desde ese da estoy por contarle estas cosas. promtame, Green, en primer lugar, qLle me guardar reservtr,y,luego, escucharme hasta el fin antes de clarme su precioso juicio. -Desde luego -exclam-. Usted sabe, Lawrence, qLle conmigo se puede contar absolutamente. Y entonces Jorge, que hasta haba olvidado vaciar las cenizas que desbordaban de la hornalla de su pipa, me cont sus pensamientos. Si no se hubiera tratado del ingls serio y equilibrado que conoca a travs de tantos aos de estrecha amistad, en realidad me ha_ bra visto en el trance de atribuirle la razn a pafricia. -Bueno -dijo Lawrence-, todo se resume en cua_ tro palabras: mi prxima expedicin tiene por objeto buscar la Ciudad de los Csares.
-Qu?
l.
Hl'I#.J:'",
"l
-Ahl -Patricia cree qLle he perdido el juicio... Yo llego a preguntarme si no tendr razn... En realidad, la conversacin entraba en Lln terreno rnr-ry peligroso. Yo no saba qu actitud tomar: si ponerme serio o regocijarme de antemano, pensando en aquella idea que claba a Lawrence prestigio de loco ante los ojos tan puros de su mujer. Not que mi amigo me miraba con splica. Tena
Haba sido mi exclamacin tan espontnea, tan viva y aguda, qr-re Jorge se turb. Lo vi llevarse Llna mano a los cabellos con cierto ademn desesperanzaclo. -Ve usted? -me dije. Entre ese grito suyo y el pen_ samiento de qr-re estoy clemente hay slo un paso. Le ruego que no lo d, que me escuche antes... -Pero es que est usted edificando palabras so_ bre un mitol -clije-. Es que no puede hablarse de la
Ciudad de los Csares como de algo que tiene existencia reall -Oh! -respondi Lawrence-. No me crea ustecl vanidoso. Pero guardando la debida distancia -que es interplanetarit-, le recordar qtte cuando Cristbal Coln hablaba de Antilia. de la Isla de las Siete Ciudades, los que lo oan pensaban, tambin, que era un loco, que corra tras Lln mito, tras el vellocino de oro. Y he ah que Antilia no era otra cosa que Hait. "ltepare ustecl en que durante los siglos XVII y XVIII, y aun en pafie del XIX, se ha estado hablandcr de la Ciudad de los Csares. Repare usted en que han ido a buscarla expediciones bastante serias. Repare usted en que la Ciudad de los Csares aparece en los mapas antiguos. No se habla tanto ni dtlrante tantos aos de un burdo mito. Hay un refrn que dice: "Cuando el ro suena, piedras lleva". Pues bien, yo me digo qr-re si ha habido gentes que se dedicaron a buscar la Ciuclad de los Csares, es porqlle algrn dato concreto, algn derrotero real tenan... Que no la hallaron? Eso no prueba nada. No cree usted que una ciudad puede estar cuatro o cinco siglos perdida en sitios donde el terreno es un perpetllo accidente, entre montaas, junto a volcanes rodeada de selvas? No estamos viendo que da a da se descubren rutinas de ciudades de las que no se tena ni la ms remota idea? Se detuvo Lln momento y, como obseruara que yo lo escuchaba con inters, prosigui ms animado: -Yo s, naturalmente, que esto no es tan fcil. Pero dieme contarle. Cuando estuve en la Isla de Pascua,
pensaba u., vorcn o"",Cau, en el esfuerzo horrendo de aquellos remotos escultores, que segLlramente gastaran vidas enteras en Iabrar esa.s estatuas simples, grotescas, pero de un tamao fabuloso. Y de pronto not que la roca en qlle rne apoyaba tena algunas lneas particLllares, que parecan hechas por mano de hombre. kabai dos meses, ayudado por un regimiento de indgenas paados a precio de oro -usted sabe que son de Lrna pereza increble-, hasta desenterrar dos colosos de pieclra, cle dieciocho metros de altura cada uno... "Me doy perfecta cuenta de que llegar a la Ciudad de los Csares no es nacla fcll. Muchos la han buscado en otro tiempo y eran faentes poderosas, como Jernimo Luis cle Cabrera, un fuincionario espaol de Tucumn, en el siglo XVII. Daz de Ilojas, Ignacio cle Pimier, Francisco Delgado, etc... Tengo cuanto se ha escrito sobre ella. Si viera usted qu interesantes son los relatos cle Prez Orcondo, ylllagrn, Lozano; Crdil, Falkner... Vale la pena, cramelo, Green. Consiclere que antes era difcil la exploracin, y adems esos buscadores eran unos codiciosos, que se peleaban slo de pensar en la hora del reparto. Nosotros no vamos a buscar oro. No tenemos sino un inters cientfico en llegar hasta ella. Por lo dems, ahora existen elementos de que antes no se dispona... Mire usted. De uno de los cajones de su enorme escritorio sac un papel amarillento enrollado, que despleg sobre la carpeta. -Acrquese usted, Green.
""".i;;:,:il;ui':"'
31
un antiguo mapa Ftri a ver cle de la regin austral de Chile, dibujado exclusivamente para recordar los lugares en que se desarroll la guerra de espaoles y araucanos. Tena indicaciones muy curiosas, como stas: "Batalla de Mataquito y muefte de Lautaro". "Aqu muri Valdivia". Y de pronto un punto que Lawrence haba marcado con lpiz rojo. -Lea usted -me dijo.
Le:
,J H;;;1,,
"Aqu debe encontrarse la Ciudad de los Csares". -Qu me dice de eso? Lawrence me miraba con el triunfo acusado en sus ojos azules.
Compuesto por el mapa manuscrito de Poncho Chileno: Por clon Toms Lpez, Gegrafo de los Dominios de S. M. de las Reales Academias de S. Fernando, Sociedacl Bascongacla, y cle la de Buenas Letras de Sevill;r.
Madrid, ao
cle 1777
Jo
o sea, 0.,- -r,u,',',1';.,il,"il et mapa 'an.scrito cle Poncho Chileno. Ahora bien, quin era ese Poncho Chileno-i Cmo haba siclo su nrapa manuscrito, para qLle inclujera a r-rn gegrafo del siglo XVIII a ubicar clentro cle una carta una ciuclacl mitolgica-i Le agregu que la cartogr:lfa es una ciencia qr-re no pr-rede basarse en relatos ni mepes manuscritos, sino en observaciones directas, en conclusiones a las que colaboran instmmentos cxactos, en viejes reales y no en fbLrlas de sujetos fantsticos... Jorge Lawrence no pareci descorrzonar'ic por mi
escepticismo.
cn ruinas, ,rt u,-r oor'"", tal vez oclrpada por uno ",-r rlrre impenetrrltle, de esos innumer:rbles lagos cltre hay en la regin. S1o Dios lo sabe... Y pr,recla ser qlte lo sepzrntos nosotros tltn_
;#;,';
"-'"."t*
bin...
-Pero, es que una fbula tiene que ser fbrzosamente una invencin-/ No! Por qr,r?' La fblrla es lo que resta, clesfigr-rrado, ampliaclo o reducido, de un hecho, de una realidacl. Si la Ciudacl cle los Csares ha dado tanto qr:e habl:ir, es porque h:l existido. De eso no me cabe duda. Lo interesante, querido Green, es saber si existe hoy. Para rn -agreg, cada vez ms animacl<>, nada se pierde enteramente, rnenos lrne cilrdacl. Cada da se estn descubrienclo ruinrs de cir-rdades en Europa, en frica, en Asia. Si la Ciudad de los Csares ha teniclo, hace siglos, vicla, cuerpo, realidad, qu podra impedirnos hallarla, aunque slo ser en
ruinas? "Naturalmente -continu-, yo no pretenclo qr.re est intact:1, qlle nos la toparemos a la vlrelta de cr-ralquier camino, como a Valparaso o Talcahttano. No. Pensar eso no sera curerclo. Si se ha escondido dur:rnte tres o ms siglos a los ojos de los hombres, es porque est
Lo deje halrlar sin interrurnpirlo. I_o escuchrba no yzl con la sensrcirin cle qtre su equililrrio mental se habll roto, sino como a Lln iluminado. y he aqu que parzr clescribir ese eshclo cle Lawrence recllrro a Llna comparacin que 1 mismo haba empleaclo momentos lntes: el Almirante, el primer Virrey de las Indias, Cristbrl Coln. ilajo sus cabellos blancos, Coln habra teniclo ante los consejeros cle Isabel la Catcilica sus claros ojos italianos iluminaclos por.ese mismo resplandor cle fe. Sin embargo, y() no poseo el talento ni la viclencia de Isabel; no tengo su sentido de aclivinacirn ni soy tan permeable a les emociones, y as se explica que no rle haya clejado penetrar clel convencimiento quc tan firmemente se ha asentaclo en rni viejo arnigo. Si bien reconozco una dosis preciosa cle liri.smo en estc hombre qlle se clecide a separarse por tres meses cle sll encantlclor:l mujer, para partir en bnscr de una ciuclacl perdida, me resisto absoltrtrmente a cleiar de creer qtle no scJ esl() Ltnlt coslt inscnsltlt.
Agosto 1
He estado varios das sin ver a Lawrence. Un viaje cle negocios me mlntLlvo Llna semana fuera cle Santiago.
38
N da siguiente de mi regreso recib una invitacin pan ir a su casa. Cuando llegu, encontt, adems de mi zologo y mi joven estudiante de medicina, que por
ciefio estaba sentado iunto a Luisa, a dos desconocidos. Lawrence me present a ellos con palabras muy halagadoras para n, pero que me parece no corresponden exactamente a lo que en realidad soy y valgo. Uno de ellos, don Jos Zamota, me result
particLllarmente grato. Es profesor en el Liceo Francs, donde tengo yo Lln amigo. Ensea ciencias naturales y es muy aficionado a las investigaciones. Se quei de que en Chile el Gobierno no apoya las iniciativas privadas en ese sentido. Le respond que, a mi juicio, nuestro pas es todava muy joven para interesarse en funciones de las cuales no puede obtener un provecho econmico inmediato. Recuerdo que us un smil bastante acertado. "Es como un nio -le diie- que no estudia por el placer de saber, sino porque al da siguiente deber recitar la leccin en la clase." Estamos toclava, y esto 1o creo firmemente, en la era del comercio, de las exportaciones, de la venta y el trueqtre de nuestros productos. Es decir, en el perodo fenicio. Pero ya llegaremos, naturalmente que se requicren siglos, a nuestto perodo griego. Y cle pronto, imbcil de m!, dirig a Jorge, que ftrmaba pcnsativo sr: pipa, una indiscreta pregunta: *Qu hay, Lawrence? Sigue ustecl pensando en descubril la Ciudad de los Csares? Not crrc pzrlideca. Se llev un dedo a los labios y me clio ltna miracla suplicante. Por fortuna no nos
habanoio zn,'il.; "',"onojl con Patricia en una conversacin sobre hierbas medicinales. En cuanto al joven galeno no pareca tener odos sino para las palabras de su compaera. Me aproxim a Jorge y le dije: -Perdneme! Lo he hecho sin mala intencin. Me condujo a su escritorio, para poder hablar con libertad. -No me atrevo -dijo- a tocar este tema en presencia de esas gentes. IJsted es distinto, es Lln viejo amigo. Pero ya ve, Green, usted que sabe que no soy un soador, sino ms bien un hombre de espritu prcfico, ha estado a punto -no me lo niegue- de tomarme por loco. Qu pensaran esas gentes? Hay que guardar silencio, y si ellos, como espero? me acompaan en la expedicin creern que se trata de descubrir tierras no holladas, simplemente, o de buscar especies animales y vegetales desconocidas. Aprob con la cabeza. -Me prestara usted -dije despus- aquel curioso mapa del siglo XVIII, para examinarlo ms detenidamente?
;"ffi;'.:,.,rn,'
-Qu! -exclam Lawrence-. Se interesa Llsted en el asunto?... S, hombre, llveselo y cudelo. -Dnde lo consigui? -Lo encontr en Espaa, hace tres aos. Lo envolvi cuidadosamente y me lo entreg, despus de prometerle yo que se lo llevara hoy o maana. Y heme aqu ante el pequeo mapa de don Toms Lpez, que es mlly interesante, por ciefio. Mide
fN
J-A (-IL
I)AIJ
Df
L()S LTSAITTS
41
unos treinta centmetros de ancho por cincuenta o sesenta de largo. En las indicaciones de la latitud y longitud coincide, como es natural, con un mapa moderno, con el que 1o he comparado. El litoral s que se diferencia del qlle aparece en las cartas actuales. Es muy hermoso el mapa, mirado desde el punto de vista esttico. Entre la red de ros y caminos aparecen clibujados pequeos montes, en grupos o en cadenas. Los ros mayores semejan culebras o lombrices y los volcanes de alguna importancia arrojan humo y llamas por la boca. Hay una serie de signos extraos para sealar las ciudades en pie y ruinadas, las villas, las
parroquias, las misiones, los obispados, los barcos, los baxos, los arrecifes, los surgideros, los caminos, los minerales, los presidios, los sitios en que se libraron batallas, las fortalezas, los alojamientos en despoblado, los fuertes destruidos, las haciendas de religiosos y particulares, los pueblos de indios, etc. No hay duda: los antiguos cartgrafos eran ms afiistas que hombres de ciencia; concedan mayor importancia a la belleza de los mapas que a su exactitud geogrfica. Se encuentran nombres indgenas bellsimos, que las cartas de hoy, tan distantes del Descubrimiento y de la Conquista, no contienen, como Mamahualla Chumpull, Donahuil, Cudihuel, Huanahuc, Mallababqun, etc. Y por ah, emplazada ms o menos a los 40 grados de latitud Sur y a los 72 grados de longitud Este, la Ciudad de los Csares, objeto de las preocupaciones de Jorge Lawrence.
Agosto 4
Ayer fui a casa de Lawrence para devolverle sll mapa, qlre tanta gracia y tanto nimbo de vejez tiene. Por el otro lado no me convence. Diga Jorge lo que quiera, el hecho de que r-rn gegrafo del siglo XVIII colocara en un mapa una ciudad de leyenda, no asegura que esa ciudad haya existido. Confieso que si alguien me hubiera propuesto antes la cuestin, me habra encogido de hombros. Qu necesidad hay siquiera de molestarse en pensar en la existencia o inexistencia, en la vercJad o en la mentira en torno de un mito? Pero se trata de Lawrence, y me Llnen a l sentimientos demasiado profundos para ql-le me niegue yo a afrontar Lln problema qlle me ha propLlesto.
Jorge no estaba en casa, y dej el mapa en manos de Patricia, hermosa, cordial como siempre. Not que no quera tocar el punto, y hace bien. Para una mujer digna no es grato poner en duda ante un extrao la estabilidad cle la nzn de su marido.
Agosto 6 Me junt con Jorge en un restaurante del centro. Cuando lleg, envuelto en su gabn, comenzaba yo a despachar un esplndido plato de ostras. Flablamos largo y se interes por conocer mis impresiones definitivas acerca del mapa. Le dije, sin reservas, mi opinin sobre la antigua cartografa, ms cetcana de la poesa oue de Ia ciencia.
12 n,revas cle'enJorge sonri ,, .:;;;;':,},,.,ir sas de slrs icleas. -Qu piensa ustecl -le pregunt- cle la Cir-rdad cle los Csares en s misma? Cmo cree que es? -Oh! -respondi-. Es tan difcil fbrmarse una idea. Las versiones son contraclictorias, con lagunas, con grancles aspectos baldos. Sin emb:rrgo, yo tcngo 1o que poclra llamarse una peqllea visin c1e conjunto, que me he formaclo con fiagmentos de todos los relatos, cle todas las crnicas qlle he leclo. "f)escle luego, las leycnclas coinciden en qLle era una ciudacl grancle, verclad? Pero esto dice poco. Qu era una ciuclacl grande en el siglo XVI o en el XVII? Seguramente ni la que Aristteles propona, de cliez mil habitantes, ni la Nueva Ycrrk de hoy, con ms gente ella sola que Chile entero. Imagnesc usted Talc--a... No, es mucho. Piense ms bien cn San Bernardo. Eso es. L]na ciudld como San l]ernarclo. de constrncci<;nes
bajas...
:,parece en ra nn rugar -.,";_ to, cleshabitado. "I)escle luego, habr que creer clue existe en ella oro, oro trerb:rj:rc1o. Quizs esculturas, quizs barras, y restos cle un:r civilizlcinl en vzlsos, platos y pequeos objetos cle Lrtilidad clomstica. Aparte de esto no me atrevo e clccirle ms. Sera eclificar sobre arena movediza. As termin Jorge Lawrence la descripcin de su frntstica ciudad. No hay duclas. Son su sangre britnica, su vieja secl cle aventuras, su potica imaginzrcin, las que en estrecha convivencia lc llevan a meterse en especulaciones de esta especie. Para un novelista el tema no estara mal. Sn compatriota H. G. Wells podra tejer una linda intriga con elementos tan pintorescos.
Agosto 15
tJ;; ;ilH"
-Y por qir h:rban cle ser Lraj:rs-i -pregunt. -Porque se tratzr de una regin de actividad volc.nica importante, someticlzl a terremotos, a fiecuentes sismos. Las construrcciones no pcldan, pLles, ser lltas. -MLry buena rtzn. Siga r-rsted... -Bien. La ciuclacl tendra sus calles, sus pl:rzas, sr-rs construcciones nts o ntenos uniformes y tambin sus palacios, para los que gobernaban, y sus templos para los dioses. Conjetur:rr ms alrecledor de esto me parece inf-antil, pues no se sabe qu hornbres la polrlaron ni a qu dioses acloraban. La Ciud:rd de los Csares
con Lrn pretexto la invitacin qt-le tena para ir aycr a almclrzr cn casa cle Lawrence. No niego que lo lamento. Es tan agradable, tan tibia esa casal LIno ;e siente tan gratamente mecido por la mirada de Patricia! Pero es que Jorge est ponindose insistente con su etern() tema. Qu inters tendr en convencerlne de algo que me imp()fia tan poco como la existencia de la Ciudad cle los Csares-i Podra fingir que me he clejaclo penetr.lr por slts razonamientos y hasta mlnif-estar un mentiroso entusiasmo. Pero no ouiero hacerlo.
Rehr-rs
por Lawrence un aprecio de verdad y me repugna un engao, tan simple, sin embargo, tan enormemente simple.l
Sera desleal, sera indigno. Siento
Fr^
.n--*.4d
Captulo III
*uh
PREPARATIVOS
Nouiembre
]2
tVt, me propone
Ayer recib una carta de Lawrence, fechada en Valparaso. Fue acompaando a Patricia, que pasa unos das en casa de su hermano, el padre de Lui,r;!(l,tt sa. La cosa se aproxima, y Lawrence
abiertamente qlle lo
acompae. Parece que la p^rtida de la expedicin est fiiada para comienzos de diciembre. Se habla de ella en la prensa. Ayer le en El Mercurio una breve nota, anunciando un viaje al Sur del conocido explorador, etc. Me ha contado Marcial Ortega, un joven periodista que he conocido hace poco, que El Llniuerso publicar un editorial haciendo ver la necesidad de que el Gobierno se interese por obras semejantes y coadyuve a ellas. Copio un prrafo de la carta de Jorge:
11
me parece -a, .urol simplemenre como un hombre entllsiasta, qlle quiere reaccionar contra la triste situacin de r-rn pas que no conoce integralmente su territorio. Olvdese de todo lo dems. Si resulta lo qLle me propongo, participar usted de una merecida fama. Si no obtenemos xito, me ay-r-rdar a poner nombres a algunas tierras que no 1o tienen. eu pensara ustecl del 'Monte Green' o cle la 'Ensenada Green'? Vaya conmigo como van De la Ctuz, Zamora, Vicente Ziga o el joven Sagredo, que ha prometido a mi sobrina Luisa dar su nombre a la primera tierra que se explore..." Esta noche pensar en el asunto. Si la excursin no es incompatible con el trabajo estadstico en que estoy metido, bien puede ser que me decida.
l,louiembre 14
ffit.""'"
i\ruiembre 15
As, pues, voy. Estoy ya embarcado en esta excursin rle tres o cuatro meses por el Sur. Por instantes me rrrrepiento, pensanclo en qlle me estoy ya poniendo vicjo para perder tfes lneses de vida en explorzrr parejes vrgenes. No todos tenemos el carcter y la sangre de Lawrence. Pero luego me conformo: este pedacito de vida qlle estoy defendiendo -tres meses- es tan inrtil, tan rido como los cuarenta y un aos que llevo vividos, y de los cuales, en realidad, no he hecho nada. . Si siqr:iera hubiera sido capaz de formar un hoar, cle llevar a l una mujer hermosa, digna y sabia, una mujer como Patricia, por ejemplo... Pero nada, ni eso.
Mi respuesta ha sido lacnica. Hela aqu: "Querido amigo: no hay ms que hablar. Voy, como Zamora, De la Cruz y los dems, a explorar tierras vrgenes. Pero voy tambin a sujetar Lln poco a ese euijote que busca molinos de viento contra los cuales
estrellarse... Cuente, pues, con mi moclesta compaa. Cundo regresar? Es bueno comenzar los preparativos, y me gllstara alrudarle en ellos. No se olvide de presentar mis saludos ms finos a
SLI CSDOSA".
l{ouembre 25
La partida, que esperbamos que fuera el 6 de diciembre, ha debido ser aplazada para fines de ese mes. Zamora no terminar sus clases hasta el 20. De la Crvz, qlle tiene Lln carflo en el Museo de Historia Natural, ha obtenido tres meses de vacacictnes, a contar desde el 15. El futuro mdico quiere presentar, tambin por esos das, su tesis doctoral, para rendir el ltimcr examen en marzo prximo. Y son tres elementos impoftantes, a los cuales es necesario hacer algunas concesiones.
r.tlls
FrNRtQl rE I)I.AN()
Ncuiembre 28
La actividad de Lawrence es realmente fantstica. Lcr he acompaado en zrlgunas diligencias relacionaclas con ll expedicin. Lawrence se mueve, lo arregla todo, no deja nada por hacer. Lo acompa al Ministerio de Instruccin, para solicitar del ministro "qlle se sila oficiar a su colega de Guerra" (como se dice en lenguaje administrativo), pidindole que el Ejrcito nos facilite algunas cosas que necesitamos, y que no vale la pena comprar: tierrclas de campaa, armas, cuerdas, etc. Esto cle la burocracia es en Chile un verdaclero problema. Hicimos antesala durante dos horas, mientras el rninistro firmaba el despacho. Luego, cuando ya nos iban a introducir, resulta que el ministro recibi r-rna importante llamadr cle la clirectiva clel Partido Liberal. Culndo regres, una hora y meclia ms tarde, tampoco pudo recibirnos, porque ya no era ministro. El Gabinclc acel'raba dc renunc'iltr. Todava (acabo de leer los diarios cle hoy) no se sabe quin lo reemplazar. Diciembre 2
,,n re exrraa 0",u",. Ji tiempo", colrro me dijo, en esa excursin. Bueno, Irmi4o. Cmo revela usted su espritr-r prctico! perct se olvicla cle trn refrn que dice: "Cada loco con str tema"...
l,)tatemDre
,"0.;;;;;';""';:^",u"
Los periclicos traen hoy abundante informacin solrre nuestro prximo viaje: Dan el nombre cle todos los que iremos "a contribuir en esr forma al progreso cultural del pas".
Diciembre
Hoy a medioda celebramos una reunin plenarizr en casa de Lawrence. Se tratlba cle tomar una fotografa
para la prensa.
Hoy habl largo con mi abogaclo, porque quera recomendarle especialmente el asunto de la concesinl durante los meses que yo est ausente. A Roclrguez
I Se refiere a un negocio crot-npletauente ajeno, de que ha hablado en notas anteriores, qlle yo hc suprimiclo. (Nota del T. R.)
El reportero Ortega, a quien me presentaron no hace mucho, anda vuelto loco con lzr expedicin; todos los das publica no menos de media columna, aplicnckrnos acljetivos que son todava algo prematuros... Ortega consigui con Lawrence que nos reuniere a todos para tomar Llna fotografa: teniendo a la espalcla la gruesa biblioteca de Jorge, hemos posado. Compuso Ortega la foto, situanclo a Lrwrence en el centro, entre Zamora y yo. A la izquierda, De 7a Cruz, y en el otro extremo Z(riga y el estudiante Sagredo, que se hace llamar con cierta simptica desenvoltura "el mdico de ia expeclicin". Me pareci todo eso algo artificial, de comedia.
50
CSARI.]S
51
como si fuera poco, ortega pfopuso ms tarde que Patricia posara al lado de su marido. -Resultar una foto magnfica -deca-. Le pondr como leyenda: "El intrpido explorador, acompaado de su seora, posa para nllestro diario". Patricia se opLlso de modo seco y cortante a las proposiciones del periodista. Su fino sentido de las cosas le advirti de inmediato 1o ridculo qr-le era eso. Yo estaba f-eliz. Parece como si hubiera escuchado los ruegos que yo le haca mentalmente.
Diciembre 8 En tercera pgina, bajo el rubro La primera.f'otogra.fa en coniunto de la Expedicin Lautrence, ha aparecidcr hoy en el diario nuestro grupo. Un grupo lamentable, por cierto. El nico que est Lrien es Jorge. En los dems hay cierta ttrantez, cierto forzado deseo de aparecer ergllidos, atltic<-rs... Y pensar que pudo haber aparecido, con se, otto clis mostrando a Patricia y al intrpido explorador...
rcsaclos, patriotas, qu s yo; nos paranlona a cada [)aso con todos los descubridores y conquistadores que cn el mundo han sido, desde Hernando de Magallanes para abajo. Pero 1o hace con buena intencin, llevado de sn entusiasmo; es excesivo, pero no irnico. Lo que quera Ortega era bien simple. pudo habrmelo dicho en pocas palabras, pero us toda clase de rodeos y los ms absurdos eufemismos. En resllmen, quiere ser de los nuestros. Es joven y valiente; no tiene experiencia en asllntos de esta ndole, pero s buena voluntad, y est a nuestra disposicin. Ha hablado con el clirector de su peridico, y considera qlle a la Expeclicin Lawrence le es indispensable Lln cronista. Estuve a punto de decirle qt-le yo, siguiendo una vieja costumbre, anotara diariamente en este cuaderno todo lo que ocllrra de extraordinario durante el viaje. Pero el chico manifestaba tantas ilusiones qLle me dio pena, y le promet interceder ante Lawrence para que 1o aceptase.
Diciembre 18
Marcial Ortega va. Le habl a Lawrence y acepta. Ser su secretario, como quien dice su ayr_rdante de rdenes. Ortega vino a agradecerme mi ayuda. poco falt para que me abrazara. Est feliz. Diciembre 20
Diciembre 16 Hoy ha venido a verme Ortega, el periodista, que clespus de todo parece ser Lln buen chico, algo fantstico y con la cabeza llena de noveleras. Lo heroico, el carcter romntico de que nuestra empresa se est revistiendo es obra suya, que en su periclico jams habla de nosotros sin clecir "los esforzados exploradores", o "los intrpidos expedicionarios", nos llama desinte-
Ya todo est listo. Hoy salieron, con direccin a La L]nin, cllatro grancles cajones que contienen las tien-
52
LA (]ILJDAI) DE LOS
CESAIiES
5J
das, armas, herramientas, cuerdas, tiles y ropas de la expedicin. La Unin ser el punto desde el cual iniciaremos nuestra marcha, despus de contratar guas y adquirir las provisiones ne('esarias. Pasado maana oartiremos nosotros.
y los compaeros de redaccin de Ortega, la mujer y los hijos d,e Zamora, y algr-rnos parienres de Ziga y de De Ia Cruz. Confieso que me sent empequeecido, desmedrado. Slo a m nadie iba a despedirme. A las 70.20 de la noche, es deci dos minutos antes de que el tren arrancara, comenzaron los adioses y los abrazos. S1o yo no tena a quin abrazar ni quin me abrazara. Algunas seoras derramaron lgrimas. Luisa y su ta estuvieron cordiales pero dignas. Como la rltima visin de Santiago conselvo la mirada de despedida de Patricia, tan afectuosa, tan hondamente verde.
Las despedidas fueron emocionantes, si se quiere. Estaban Patricia y Luisa -qLle parece vino especialmente de Valparaso-, las hermanas de Sagredo, el paclre
Diciembre 22
Esta noche.
Hoy estuve con mi alrogado. Ya no le parece que vaya "a perder el tiempo". Clato, ha visto mi fotografa en los peridicos, y le han impresionado los adjetivos heroicos que Marcial Ortega me dedica con tania prodigalidad.
Diciembre 23
Tengo las piernas agarrotadas por la falta de ejercicios. Llevamos ya diez y seis horas de tren, y apenas puedo escribir, con el movimiento del convoy. Lawrence viene muy alegre. Por primera vez he vuelto a recuperar ante l la sensacin de hace doce aos, cuanclo trabajbamos en el Norte. Es el mismo de entonces, rejuvenecido, regocijado ante la proximidad de las grandes batallas. Nuestra partida ha sido el acontecimiento ms sonado de ayer en Santiago. Los diarios estuvieron abundantes de elogio, y en la estacin hubo gento, magnesio, periodistas, todo un ensayo de manifestacin popular. Slo falt la consabida banda de msicos.
DIRECTOR
Captulo IV
EN RUTA
Diciembre 27
Maana saldremos en busca de tierras plantas para los dems; de la Ciudad de los Csares, para Jorge y yo. Se pens en un comienzo seguir hasta Ro Bueno, y paftir desde all con direccin a la cordillera. pero en el Hotel Germania, donde estamos alojaclos, nos asegu_ r el propietario que en ninguna parte logra."-o, n_ llar dos baqueanos de la calidad de los hermanos Muoz, sujetos que viven en La Unin, y que son los mejores conocedores de toda la zona. Los tres das que llevamos en este pueblo, un poco gris, han sido de afanes, de trajines. El gober_ nador, un seor Gacita, estuvo a saludarnos en el hotel y a ponerse a nLlestra disposicin. Iremos a almorzar con 1. Es muy corts y se ve que cumple
56
Jorge lo ha hecho todo, personalmente, desde confeccionar la lista de provisiones -que Ortega y Sagredo se han encargado de adquirir- hasta contratar los caballos y mulas que utilizaremos. Yo he sido el encargado de despachar a los curiosos que han venido a desearnos buen viaje. Gente ociosa, por lo dems, acostumbrada a la vida de pueblo chico, sin grandes desequilibrios, y en la cual se aprovecha la menor novedad para pasar el tiempo. Vinieron un tal Torres, periodista local; un mdico cuyo nombre no recuerdo, y otros distinguidos caballeros de La Unin. Al da siguiente de nuestra llegada, acompa a Lawrence a almorzar a casa del gobernador. He terminado por darme cuenta, a juzgat por los honores y preferencias, de que soy llna especie de segundo jefe
glo XVII las fronteras entre Argentina y Chile eran todava muy relativas? no estaban demarcadas clefinitivamente. Imagnese -agreg- que hasta ha habido
un cronista que
zonas...
r_rbica
contrarse ai.", 'lg,.i' "" dra nada "" de extrao. -Aunque la leyenda -me confes- la sita en Chile, no sera raro que ocurriera lo qlle temo. En el si-
t"o";;"';":;";".,
*jl
de la expedicin.
Gacita estllvo muy amable. Nos proporcion abundantes informaciones, cartas geogrficas de la regin, de mucha utilidad, y nos confirm la opinin del seor Liechberg, el dueo del hotel, sobre los hermanos Mnoz. Segn parece, no hay en toda la provincia de Valdivia quin conozca mejor la zona cordillerana en el lado que nos interesa. Esa zona, en trminos generales, podra ser un cuadriltero cLlyos vrtices estuvieran en los lagos Ranco y Lacar, extremo norte del Nahuel-Huapi y Puyehue. Sospecha Lawrence que acaso tendremos que desviarnos hacia el Este, y tiembla al pensar que la Ciudad de los Csares pudiera en-
De anochecido fuimos a la casa de los hermanos Muoz; viven en las afueras del pueblo, en Llna construccin ba1a, de adobes. Junto a ella haba Lrna vara de madera, a la cual estaban atados dos caballos. Se oa, dentro, un llanto persistente de nio. Nos abri una mujer morena, de facciones finas e interesantes, que llevaba un cro en los brazos. Los hermanos no estaban, por supuesto. Los hallaramos en la taberna ms prxima. Les dejamos recado de que fueran al hotel, y en la noche, cuando nos levantba_ mos de la mesa, se presentaron dos hombres cie treinta y cinco a cuarenta aos, pequeos de estatLua, de cuer_ po duro, musculoso, resistente. El mayor, Fermn, es moreno tostado, tiene unos ojos negros vivos e inteli_ gentes y unos desordenados bigotes obscuros, cle pe_ los gruesos y brillantes. El otro, moreno tambin, parece ms reconcentrado, ms introvertido. Tiene en la mejilla izquierda una Targa cicatriz, recuerclo cle quin sabe qu brava pendencia campesina. Estaban aguardndonos, sombrero en mano, mlly correctos con sus estrechas chaquetas adornadas de
58
Lrils
I'INRIQLIE l)l.ANO
numerosos botones, con sus pauelos de seda blanca anudados al cuello. -A sus rclenes, patrn -dijo Fermn, el mayor. Lawrence, tcnico en reconocer al gua inteligente y entendido en su oficio y su regin, les hizo algunas preguntas, a las cuales respondieron como hombres de experiencia. Dijeron conocer la regin "como la palma de su maIo" y citaron un nmero extraordinario de nombres de volcanes, cerros, pasos cordilleranos, caseros y lagos. Desde hace muchos aos se ocupan de traer aanado de la Argentina, y no hay hacendado cie la regin qlle no utilice sus servicios cuando compra animales en las estancias del pas vecino. Usan indistintamente -segn a qu pLlnto conducen el ganadoel paso de Lilpela o el de Cacho y "conocen de memoria" los cerros de Llollehue, la sierra de Lilpela o las cadenas que rodean el Lago Seoret. Terminaron dicinclonos que podamos confiar en ellos, que eran capaces cle andar "con los oios vendados" por toda la regin' Lawrence me consult con una mirada y yo' por el mismo vehculo le transmit mi opinin favorable' Hablaron de precios y quedaron de acuerdo' Jorge no regte los ochocientos pesos que peda cada uno por sus selicios. Muy por el contrario, les dio un anticipo de trescientos pesos que solicitaron para dejar "asegurada" a la famllia. Fermn. -Y cundo partimos, pan? -pregunt -El 28, a las cinco de la maana. para -Perfectamente. Puede disponer de nosotros lo que mande... Y eligi ya los animales?
.,n,,,", ,, ,",, ,,',1 -S -conte,,. las para la carga. -Muy bien. Se ve que el patrn sabe mucho de estr,rs cosas.
;;;."-:jli.'"
Lawrence sonri complacido. Tal vez Fermn haba tocado, sin salrerlr, la cuerda rns tensa de su sensibilidacl de explorador. -Bien, bien -dijo-. Ser bueno qr-re ustedes nos a),.11clen a acondicionar las mulas. Partieron los hermanos Muc2, clespus de darnos las buenas noches. -Yzr, pues, est todo listo. Maana, al alba, dejaremos La Unin, rumbo al Sudeste. Las mulas estn cargzrclas. Los caballos duermen en sus corrales, inquietos, tt:merosos, rascando a veces la tierra con slls cascos, como acostumbran donnir los calrallos. Es necesrrio que yo tarnbin me acueste. Lawrence hace dos o tres horas qlle se retir<i a su habitacin. En la alcoba vecina, donde dr:ermen los clos jvenes, alguien ronca estrepitosamente. Es el periodista, que rumia estupendas crnicas, o es Sagreclo, que acaso suea con el rostro delicioso cle Lr_risa. I)iciembre 28
lfenos aqu, en pleno viaje. Hemos hecho una jornacle siete u ocho leguas hacia el Sur, hasta llegar a cste peqlleo poblaclo de San Pablo, en qlle pernoctlmos. Llegamos de atardecido, ya sin sol, por un caclr
yr se
acaban
sendero. Se acaban tambin las noches en poblado, 1o que equivale a penetrar de lleno en la aventurI, con todo lo que ella tiene cle poco confortable... Seguiremos un sendero que corre un buen trecho paralelo al rc Chirre, afluente del pilmaiqun. pero en Lln h-rgar fijado por los hennanos Mnoz, abandonaremos todo camino para seguir el rumbo Este, que parece ser el pLlnto cardinal bajo cuya advocacin nos hemos puesto. Nrestra salida de La Unin fie bastante pintoresca. A las cuatro de la maana me despert. Se oa abaio ese caracterstico n-rido de caballos impacientes, que dan patadas sobre el pavimento. Me a.som a la ventana: era todava noche cerrada, pero a la luz de un farol pude ver un grllpo de cabalgacluras, y junto a ellas, a los hermanos Muoz envueltos en sus "ponchos" obscuros. O ruido en la habitacin del lado, y poco despus golpe en mi puerta Ortea, quien, por orden de Lawrence, se haba dedicado a despertar a los viajeros. Uno a uno bajamos al comedoq donde se nos tena preparado un zrgradable desal'r-rno de caf caliente y tostadas. Primero entr Jorge, que vesta un coffecto pantaln ris de montar y botas amarillas. Bajo la chaqueta asombale un lrLleso jersey de lana. Llevaba guantes de piel y Llna gorra inglesa de recio pao. Ms tarde descendieron los jvenes, tambin en traje de montar; luego De la Cruz y Ziga, y, por rltimo, baj el profesor Zamora, con Lln traje mr-ry pintoresco, qlte nos hizo son-
r-rn pequeo
rollinas negras, de cuero, hasta las rodillas. Si no hul,ic'r'a sido por su sombrero de paja, se le habra tomai lo por un comandante de polica de alclea. Nos despidieron el seor Liechberg y el gobernat lr r' Gacita, que tuvo la sealadsima atencin de leviurtlrse antes de que amaneciera. A las cinco y quince t lc la maana, precedidos por Fermn y Ral Muoz, iniciamos la marcha. l)iciembre 29 todo el cla hemos marchado al paso, para no l:rtigzrr a los caballos sin necesidacl. El sendero es bastante transitable. En este camino montono, a marcha tan lenta, quiene.s nos fatigamos somos nosotros. Se divisa hacia el Norte la Cordillera Nevada, qlle ciertamente jr-rstifica su nombre: a pesar de que estal)r,rrrnte
mos a fines de cliciembre se siguen viendo los picachos m/rs altos coronados de nieve. A ambos lados del camino hay vegetacin qr:e se hace cada vez ms espesa. No ha hecho fro. A la vanguardia han marchado casi toda la maana los Lraqueanos, entre los cuales va Lawrence en su caballo tordillo. Hablan y fi:man, el ingls su pipa de toda la vida, Fermn y Rarl sus cigarros de hoja. Siguen, en charla amable, De la Clrz y Ziga. Este ltimo va dnclonos pequeas lecciones de botnica ante cada rboI cuyo nombre ignoramos los profanos, ante cada helecho gigante. Ms atrs, el profesor Zamora
lucin-i...
en un born de la americana el cordn de su sombrero de paja, con el cual el viento se complace en divertirse. Va solo, entregado a st-ls pensamientos, a Dios sabe qu reflexiones. A la retauardia los closjvenes, alegres, regocijaclos. Camin una media hora al lado de ellos. Sagredo, con poqusimo respeto, por cierto, insista en burlarse de la facha del profesor Zamora, que monta con lrs asentaderas todo lo levantadas clue puede, como si llevara agujas en la montura. Sus polainas, sus pantalones cle comisario n:ral, su inoportuno sombrero de paja son constante motivo cle regocijo para Sagleclo y Ortega. Yo trmbin me re un poco, pero cle pronto record qr-le no soy ya un muchacho, que tenao cLlarenta y Lln aos cumplidos, y que no es pr-opio qLle me divierta a costa cle un compaero de viaje, mxime tratnclose de una persona tan respetable como es clon Jos Ztmora. Entonces adelant mi caballo y fui a hablar con el prof'esor. Me conf-esr que va horriblemente cansaclo. -Haca muchos aos -me clijo- que no montaba. a caballo, <1uizs clescle los tiempos de lr Revolucin del 91... Usted comprende qLle a mi edad... -Cmo/ -le pregr-rnt-. Llsted pele en la Revo-
."-t", melanclic;;":';;l""oto"
dije-. Es .o,.,t".rrtj -No se,"ort"r" uc los primeros das duelan las piernas. Pero ya mar)rlnl o pasado maana estar usted acostumbrado... Cerrando la marcha van las mulas con el equipajt', guiadas por Lln arriero a quien llaman El Manco, a ( rrlrsa de su mano izquierda, a la cr-ral faltan dos detlos. Es un hombre de poca estatura, de escasos pel<>s en la cabeza. Nos lo recomend el dueo de los
,
"r#";"ra'r"
rrnimales.
A medioda nos crllzamos con una caffeta de bueyes, que se diriga a Ro Bueno, procedente de las orillas del Lago Puyehue. El boyero interrumpi una tonada que cantaba, para saludarnos con campesina
cordialidad:
-S: me enrol en el ejrcito leal al Presidente Balmaceda y cornbat en Concn y Placilla... -Ah!... Hablamos c1e otras cosas. Antes de clefarlo, lo consol como pude.
64
I-TJIS
ENITIQUE DELANO
gente se ha echado a dormir, apoyando la cabeza en los blandos "peleros" de las monturas. A la hora en que escribo, todos duermen, excepto Fermn Muoz, que est fumando sentado junto al fuego. Los caballos, atados a los rboles, mastican y resoplan. Parecen sombras. Es nuestra primera noche al raso. Ser por lo dems, segn supongo, la nica que pasemos bajo la luz fra de las estrellas. A medida que se avanza hacia la cordillera, el fro va aumentando, y no hay razn para coger tan estpidamente una pulmona.
Captulo V
No es posible hacer otra cosa, en viajes como stos, que obseruar a los camaradas, estudiar sus caracteres, entrar a saco en sus profundidades psicolgicas. El paisaje fatiga, aunque sea este paisaje del Sur, tan violento, con tanta fuerza vital. A ambos lados del sendero, que se angosta a veces extraordinariamente, est la selva pura y bruta, creciendo, ganndole de nuevo al hombre todo el espacio que ste le haba quitado. Suelen verse grandes bosques, cuyos rboles fueron talados por los industriales madereros. Empiezan a crecer de nuevo, a surgir de la tierra como las cruces en un cementerio, a avanza; la repoblacin forestal se est operando sola, por obra de la naturaTeza y contra la voluntad del hombre. Solemos meternos por espesas selvas, obscuras, sombras, de una tremenda humedad, en las cua_ les las hojas se pudren suavemente sobre el suelo y
" aqu. Todo retorna a 7a gran fuente Nada se pierde generaclora de la vida. A veces los pasos se hacen tan estrechos que debernos, dirigidos por Muoz y EI Manco, emprenclerlas a machete limpio contra lrs ramazones clensas que nos impiclen seguir. Arribr el ciekr, yt azt:l pursimo, ya encapotado. De pronto parece que en la atmsfera se cien'e Ltnl grrn puerta y entonces empieza a cee la lluvia, bajo la cual marchamos y marchamos, cLlatro, seis, ochct horas seguidas. Intil decir que el sombrero de paja clel prof'esor Zamovt dur poqusimo. A los dos das de lluvia era ya una especie de engruclo amarillentcr sobre su cabeza. Fue preciso que Jorge le diera un espeso "poncho de castilla", con capuchn. Zamota, con la capucha metida hasta la nariz, parece a veces ttn mt-rnjc. a veces rrn fhntasma. Hace ya tres o cuatro das que no vemos ms caras humanas que las de estos diez hombres solitarios qlle somos nosotros, que vamos en busca de lo desconocido, en medio del gran silencict austral. Los rltimos hombres con quienes nos cnlzamos fueron dos gar-rchos que venan c1e la Argentina; haban cruzadcr la cordillera por el paso de Cacho, y nos clieron noticias del tiempo. Les clejamos ciarrillos; la lluvia les haba inutilizado su tabaco. Es ahora, verdaderamente, cuando estamos solos, en Lrna soledad a veces silenciosa y a menLldo rumorosal curnclo crllzamos bosques llenos de ese mur-
11".,.,"r..",.,
r" ,r"r.'ll;,
;":
)""
las fuerza, tnrales. Suele espantar esta soledad. Los compaeros van entregados a sus reflexiones, cada uno pensando en sus propios problemas. Jorge Lawrence suele perder sus ojos azules hacia una lejana sin .sitio en el espacio, hacia un punto de magia y de ensueo: la Ciudad de los Csares. El joven mdico piensa continuamente en Luisa. Hasta ha llegado a hablarme de ella, de cunto la quiere y de sus deseos de graduarse en mazo1 para pedirla en matrimonio. De otra manera, dice, sus padres se la llevarn a Europa y la distancia puede mucho; puede, incluso, cerrar los corazones a todos los recuerdos. Zliga lleva el morral lleno de hierbas y pequeas plantas; ha descubierto clos especies que, segn cree, no son conocidas por los botnicos modernos. Zamora piensa ms en su mujer y en sus hijos que en la expedicin en la cual se ha enrolado. Se le siente en todas las actitudes un cansancio extremo. Cuando me mira con sus ojos tristes, parece revelarme todo sLr arrepentimiento de haber dejado la tibieza de un hogar en vacaciones, para entregarse a las qr_rijoteras. Marcial Ortega escribe, por las noches, estupendas crnicas, algunas de las cuales me ha ledo. Antenoche sal de la tienda y me instal junro al fuego a escribir en este cuaderno. Momentos despus lleg 1, con una libreta y un lpiz. -Holal -me dije. Se escribe... Est usted escribiendo alguna carta?
.rtrllo or"
oroor.;.'Jl ili.i"-",*"
Jl
,,x
Ll
l\ L\RI(JI t lrtl\\(-]
-S -le dije-. Y usted? -Yo hago Llna pequea crnica sobre estos primeros das de viaje -me contest-. Me est resultando realmente ernocionante. Quiero terminarla y mandarla a La Unin o a Ro Bueno, con la primera persona qLle crLlcemos, para que la ponga en el cofreo. -Pero, est usted seguro cle que nos cruzaremos con rlgrrit'n? -le dije. -Cmo!... Usted, qu piensa? -Qr-re hemos entrado en terreno virgen, que mlly difcilmente hallaremos seres humanos. -Diablo! -dijo-. Pues yo crea... -Nada; qr-re tiene usted que renllnciar a enviar esas crnicas. Hal':r que esperar hasta el regreso. Estamos ya en el ccrazn de la aventura... -Hombre! Hermoso ttulo para mi primera crnica: "En el corazn de la aventura!" Magnfico. No se enfaclar usted si lo empleo? -No -respond riendo-. No tengo ninguna vanidad de mi hallazgo; le cedo la propiedad. -Gracias! "En el corazn de la aventura"l... Est realmente bien. Cacla uno en su libreta, nos pusimos a escribir. De pronto, Marcial levant 7a cabeza y me pregunt: -A quin escribe usted? Como yo guardara obstinado silencio, se disculp: -Perdrneme si he cometido una indiscrecin; pero creo que los hombres no deben tardar en abrir sus
orazones ..,n.'uii empresa .l,rri; crrando estn metidos "en el corazn de la aventura", c()mo tan exactamente ha dicho usted. Me re. -En realidad -le dije, inventando una fbula con inar-rdita rapidez-, en realidad no le escribo a ningn lrariente, porque no los tengo. Le cuento mis impresiones a una amiga de infancia con quien me casar el ao prximo.
(
ffi;.," T;
-Oh! *S; le escribo a Adelaida Parker, una inglesa con quien estoy prometido... Le extraa a usted que un hombre que ha pasado ya los cllarenta piense en casarse? Vamos, Ortega, no ser yo el primer soltern que renuncie a su celibato... Es que resulta -agreguque Adelaida se cas, mientras yo trabajaba en las minas. Cuando volv, con un poco de dinero y otro poco de experiencia,ya no era libre. En cambio, ahora... -Ha enviudado? -No -dije, enredndome en mi cuento-. Se divorciar de su marido... -Ah, qu historia tan interesante! El explorador que despus de muchos aos vuelve a los brazos de su amiguita de infancia, la cual se ha divorciado de su marido... Sera motivo parauna linda crnica. Naturalmente habra que cambiar los nombres... El explorador Murphy, por ejemplo, y su amiga... cmo dice que se llama? Adelaida?... Pues ella sera Elisabeth... Hombre, cuanclo se case le agradecer que me lo participe.
Enero 6
Hoy ha cado sin piedad la lluvia. Era como una obscura cortina gris, desde el cielo cerrado hasta la tierra vida. Lawrence ha marchado taciturno, melanclico, envuelto en su "poncho de ca.stilla". Habla con uno o con otro, sin abandonar su aire distrado, su meditati_ va faz. En cuanto a m, siento cada vez el pesat de haberme embarcado en una aventura tan estpida. Al atardecer acampamos a las orillas de una laguna qlle no figura en las cartas. Ral Sagredo rog a Jorge, que est haciendo un croquis para componer ms tarde el mapa de la regin que exploramos, que la baufizar con el nombre de Laguna Luisa. Lawrence sonri, pero muy pronto volvi a su distrada actitud. Qu piensa? Qu recuerda? eu proyecta? Tentado estoy de preguntrselo, pero las dos o tres veces que he llegado hasta l con ese objeto, me ha alejado, me ha detenido el mpetu sll rostro excesivamente serio. Dejarlo hasta que se presente una oca.sjn ms propicia... Los compaeLos, al ver los patos y otros voltiles que permanecan mansamente en las orillas de la Laguna Luisa (llammosla as, para dar gllsto a nuestro amigo), quisieron cezar algunos. Es que se siente ya
1J
la nostalgia de la carne fresca, despus de algunos clas de alimentos secos o en conserua. preparamos, pues, las escopetas y dispar yo el primer tiro, con tan bue_ na fofiuna que derrib un voltil blanco y gris. para cogerlo fue preciso que me metiera hasta las roclillas en el agua. Ha sido un error imperdonable no traer dos o tres peffos. Fermn Mr-roz estaba a mi lado. Se ha habituado a mi compaa, y frecuentemente coloca su caballo jun_ to al mo, al mismo ritmo de marcha. -A ver, Fermn -le dije-. Dispare usted. pueda ser que matemos otro. -Disparar yo? -me respondi-. Eso no lo vern sus ojos, don Armando! -Yaya, hombre! Y por qu? -Hace mucho tiempo -me dijo- que jur no tomar una escopeta en mis manos, y he cumplido mi pro_
mesa.
,.r,.,r,"0", o" tiro, tos patos ","r1 tra inslita presencia. -Cunteme eso, Fermn -dije a rni compaerG-; me
interesa mucho. Nos sentamos iunto al fuego. Herva sobre l el agua dentro de una olla. Echamos el pato, y mientras se desplumaba por efectos del calor, Ortega y yo escuchamos asombrados la historia cle Fermn. Rarl Muoz Ia oa tambin, con el cigarrillo de hoja de maz entre sus labios delgados. Es posible que ya la hubiera escuchado en zrlguna ocasin anterior. Ortega, obedeciendo a su repllgnante mana, sac su cuadernito y comenz a tomaf notas. Estos periodistas son muy desagradables, muy interesados. La profesin los habita a no or nada, nada, sin propsito especulativo, por el solo placer de escuchar. Las bellas historias no son bellas para ellos, sino cuando pueden dar motivo para una clnica. Yo lo miraba algo picadc. Si no hu-
J#:.;;"r"*
guarda en la cintura, dentro de una vaina de oiel de cerdo. Dej el voltil en manos de Ortega, eue, ayudado de El Manco y Ratl Muoz, haba encendido una fogata. Lejos se escuchaban los disparos de Ziga y de De la Cruz,los cuales se haban apartado del campa_ mento, bordeando el lago. Cada vez que sonaba un
-Es curioso. Y qu origen tiene su enemistad con las armas? No lleva ni siquiera un revlver? -No; solamente este pual. Y me mostr un largo y afilado cuchillo que
biera sido por el secreto que haba prometiclo a Lawrence, le habra dicho, subrzryzrndo la frase con el
tono ms irnico posible: -No se afane tanto, hombre. Ya tendr informacin sensacional cuando descubramos la Ciudad de los Csafes.
Pero no se poda.
-Data de cuando hice la guardial -comenz Fermn-, en el Dragones 6, en Curic. Hace ya bastante tiempo, no menos de diecisis o diecisiete aos, yo
I El scrvicio militr oblisatorio. (Nota del Eclitor.)
F
ll l, I lrlrrl I lrll \t\t(,
EN LA CIL]DAD DE LOS CESARES
{'t.t 'ilr, ll,r, lt. r.illr )lt(.('.\. l,lrr cl pr-reblO haban Conde_ lr,ltftr .l tltu(.tl('tr ult l>lrndido, un tal Lpez, cuatrero 1' :r,..t,silrr), lx'l'() rrtr,ry valiente. Se deca que lo fusila_ lrr, rr llr l':rana siguiente, al all-a. pero ocurri qr_re los gcnclarmes de la crcel no saban casi maniar l<rs f'usiles, y a la madrugada, cuando recin haban tocado diana,lleg al cuarrel el alcaide y habl con el comandante. parece que mi comanclante haba be_ bido un poco en la noche -era mlly aficionaclo a la copa-; llam a mi teniente Rojas, el jefe de mi es_ cuadrn. -Teniente -dicen que le dijc>, lleve cuatro hombres de su escuadrn y pngase a clisposicin clel al_ caide. Hay que fr-rsilar a uno. Rojas se puso plido, y quiso replicar que era abu_ sivo emplear para esta tarea a los conscriptos. pero el comandante era hombre mlly seco, no le gustaba que le discutieran. Dicen qr-re le dio cuatro gritos a mi teniente Rojas, y qlle a ste no le qued ms remedio que cuadrarse, decir a su orden, mi comanclante, y clar media vuelta. All lleg a donde estbamos nosotros en fila. lis_ tos para irnos a desayunar al comedor. -A ver -dijo mi teniente-, se necesitan cuatro vo_ luntarios para fusilar a un reo. Los que se presten que den dos pasos al frente. Salieron de la fila tres hombres que no eran cons_ criptos, sino soldados de lnea. yo estaba temblanclo de mieclo. -Falta uno an -grit Itojas.
acuerdo,
rrlguien que estaba en la fila de atrs, nunca pude salrer quin fue el maricn,l me empuj en tal forma que tlrve, para no caerme, que dar dos pasos adelante. -Muy bien! -dijo mi teniente, sin reparar en mi cara clc asombro y clera al verme metido en semejante rrventura-. A buscar los fusiles, icaffera ma arrrt Yo ya estaba jodido. No tena manera de zafarme clel encarguito, sin pasar por Lln cobarde. Fui, pues, cn busca de mi fusil y luego a la crcel Era esta una casa muy vieja, con murallas de barro. Yo no s cmo no se ftigaban los presos. En el patio los tenan en formacin a todos, para que el espectculo les sirviera de ejemplo, segn dijo mi teniente; haba tambin un lrupo de gendarmes y civiles. Cuando llegamos nosotros, trajeron al condenado, que era un hombre corpulento, medio calvo, de gesto duro. Lo acompaaba un curita que vena hablndole de f)ios y del cielo, sin que el otro le hiciera mucho caso. Le preguntaron qu quera, es decir, cul era su ltima voluntad. Nosotros cremos que deseara manclarle un recado a su madre tal vez... Nada; el tal Lpez pidi una silla y un cigarrillo; dijo que quera morir senI Ms adelante encontrar el lector expresiones ms crudas que
sta. Se ve que Armando Green escriba este diario para 1 solo. En caso contrrrio, no se habra ajustado en e1 lengr-raje de tal modo a la realidad. Pero estas palabras, aunque dr-rra.s, siruen para que el relrto no pierda su verdadero carcter, y por esta raz(>n no me he decidido a suprirnirlas. (Nota del T. It.)
76
tado. Encendi el pitillo y se sent. Luego se levant para quitarse la chaqueta, y se abri tambin la camisa para que las balas le entraran ms fcilmente. Cuanclo se sent de nuevo, el cnra, que era muy jovencito, se acerc a l: -Arrepintete de tus pecados, hijo rno -le dijo. Y sabe lo que le contest ese "roto,, sacrlego? Le dijo: "Oiga, padrecito, no podra irse a jocler a ota
parte?... "
El deslenguado rir la cola del cigarrillo y clijo que esperaba. Yo estaba temblando y not que dos de los soldados qlle se haban ofrecido voluntariamente temblaban rambin. Mi teniente nos orden colocarnos en fila a doce pasos de Lpez, apuntar al pecho y disparar cuando lbajara la espada. Yo estaba tan nerwioso que no poda dar con el punto de mira del arma. El can iba para all y para ac. -Apunten! -grit mi teniente, levantando el sable_.
Fuego!
Se repiti la escena en forma parecida, pero esta vez siqr-riera una Lrala le dio en el costado. El bandido se inclin un poco, del dolor, y se enfureci. Haba qlre ver la lluvia de injurias! -Mtenme de una vez, hijos de puta! -gritaba. Entonces a mi teniente le dio lstima y acercnclose a 1, le vaci, a boca de jarro, los cinco tiros de su revlrer en la clbeza. Slo entonces Lpez cay. -Usted comprender, don Armando -termin Fermn-, que qued escamado. Desde entonces les he hecho la cruz a las armas de fuego.
Enero
1O
Hoy he hablado con Lawrence, y me ha dicho que permaneceremos aqr-r definitivamente. A orillas de la Laguna Luisa quedar instalado el campamento, y desde l partirn los grupos de exploradores. Hacia el Sur se divisa el volcn Puyehue, levantando su cresta ne'ada. Al Este se yergue una inmensa cadena de grancles montes, que vamos a explorar por secciones. Lawrence rne dijo que quera qr-re la expedicin se dividiera en dos lrupos: uno formado por Ziga, De la Cruz, El Manco y Ral Muoz, que recorrera la regin en sll parte baja. El otro partira hacia los montes. Los tcnicos han opinado que los alrededores c1e Laguna Luisa son mlly interesantes como materia explorable, con prodigalidad cie plantas y animalillos qlle estudiar. Insinu a Lawrence la conveniencia de que el prcrfesor Zamora, que est fatigado, no vaya con no-
No se oy una detonacin, sino cuatro seguidas. Estbamos tan temblorosos que todos habamos clisparado a destiempo. El condenado ni se haba movido. El alcaide se aproxim a l y Lpez entonces, quitndose la venda que le haban puesto en los ojos, nos mir, suplicante, llevndose Llna mano al pie. -Disparen bien, pues, maricones! -diio con voz lastimera-. Me han dado en un pie... En realidad, le haba tocado una bala en el oie derecho, qLle sangraba abundantemente.
-8
Lt
I\ f \Rtet t I)FLA\O
sotros. Aqu la vida ser para l menos dura que en la pane montaosa. Tal vez lo podramos reemplazar por El Manco. Aprobada mi idea. Dije tambin a Jorle que me pareca mtly acertado el que nos llevramos a Fermn Muoz y dejramos a RaI. *Claro -afirm Lawrence*. Como ambos son conocedores de la tierra, es necesario que uno se quede y el otro nos acompae. -No es tanto por eso -dije. Y le refer, entonces, una escena que haba presenciado dos noches antes. Sal yo de la tienda, que comparto con el mdico,. para pasear un poco, antes de dormir y (esto no se 1o dije a Lawrence) para mirar las estrellas, la hermosa Cruz del Sur que parece tener los brazos abiertos sobre la noche austral; para evocar algunos rostros amigos y lejanos, ba)o la claridad de la noche. Paseaba, pues, silenciosamente, cllando sorprend a los Muoz que ataban los caballos a unos rboles, mientras discutan acerca de sus propios problemas. -Es que si no me pagas -deca Fermn-, le pedir a don Jorge que te retenga la plata. -Me cago en don Jorge -respondi Rarl con su seca voz de siempre. -Pero si el dinero me lo debes, sinvergenza! -Ya te lo pagar algrn da, y bien pagado. Se acaloraban. Parece ms violento Fermn, pero el otro es sin duda ms malo, tiene el corazn ms seco. Hablaba poco, framentel pero en cada una de sus palabras e.staba vibrando la amenaza.
l)isputan, cre ar,",o q,l F'emn prest a su hermano hace algn tiempo, iir"t-r cunstancias bien clifciles para ste. Ilatl "se acriminci", como dicen'ellos; mat a un sujeto, hablando en buen fomance, en una ria a cr-rchillo. (La cicatriz que tiene cn la mejilla es recuerdo de ella). Tuvo que huir hacia la Argentina, solo, desamparado, miserable. Fermn, que tiene lruen corazn, prepar su caballo y palfi a alcanzarlo, llevndole alimentos y dinero. Le cost hallarlo, por cierto, pero sospechando que su hermano intentaba crLrzar la frontera pof Lrn paso Secfeto, desconocido de la polica -un paso que ambcts solan utilizar cuando se trataba de br-rrlar los puestos de Aduana-, all se dirigi y alI lo encontrr. Le dio provisiones y cuatrocientos pesos en dinero, para qlle se areglara la vida clurante el tiempo que tenclra que permanecer oculto. Pero los aos pasaron, la hericla de su cara cicatriz y la justicia se olvid del prfugo. Entonces Ral volvi(r a la regin. Haba transcurrido un lustro, y lo hall toclo muy camlriado. Fermn se haba casado con nna muchacha de Valdivia, llamada Florencia, y tena Lrn hijo. Olvidanclo que algunos acs antes Ratl haba pretendido a Florencia, Fermn le abri sus brazos y lo llev a su casa. Pero el pag r mal por bien es una costumbre muy propia del animal humano, que tan pomposamente se llama a s mismo racional. RaI, aparte de no pagarle el dinero a su hermano, trat de "faltarle" (segn la expresin de ellos) a F-lorencia. Ferrnn se vio obligado a despedirlo de su casa, lo que hizo sin saa, con ms lstima que ira.
,"*;ffi;ffi':ma
IJO
]N LA (]TIJDAI)
DI
LOS
CSARES
IJl
Agrguese una nueva racin de aos, durante los cuales se tiende un velo de olvido sobre el pasado, y ya tenemos de nuevo a los dos hermanos viviendo juntos, trabajando jr-rntos, a veces disputando un poco; Fermn, cordial y sincero; Ral, reconcentrado y seco, quizs fencoroso, quizs alentando un secreto cainismo, quizs enamorado todava de Florencia, que es aquella mujer que nos abri la puerta cuando fuimos a la casa de los baqueanos en La Unin. Le refer a Lawrence esta historia, deducida de la violenta disputa de antenoche y de alguna que otra confidencia que me ha hecho Fermn, que tiene gran confianza en m. Lawrence se felicit cle su iclea de separar a aquellos hombres, qLle no se miran con fraternidad, no obstante sLl estrecho vnculo.
Enerc 13
No bien la noche apoya slls patas en el mundo, comtenza, sobre la cara obscura de la tierra, una intensa, una eufrica vida. La sombra es como Llna campana
que hiciera salir de sus habitaciones a todos los pequeos seres cle las orillas del lago. Vuelan y revuelan bichos rumorosos, qlle pasean por el aire, con insistencia torturante, su gil mnrn. Los mosquitos, si no est la mano alerta para aplastarlos contra la piel, se inclinan sobre sus patas delanteras, y hunclen el vido aguijn en nuestra frente. Ahtos de vitaliclacl y de jugo despegan ms tarde y siguen zumbando, esta vez dinmicos y segllros.
Sobre la cara de la tierra aquella vida nocturna, desesperada y ansiosa, crece con silencio, pero con intensiclad. Recorren la faz rugosa del suelo batallones cle insectos diferentesr pequeos y giles los unos, grandes como ratas, los otros. Se cruzan, se entrechocan, hacen crujir los litros, crda uno en busca cle lo sLlyo, que prleden ser latwas soterradas o sangre de rrnimales mtyorrs. Alrecledor de la fogata se zangolotean torpes mariposas noctllrnas y pequeos escarabajos de traje azul. Su noctlrno rito dura escasamente unos minutos: el firego attae t las unas y a los otros con su resplanclor, y all van a terminar sr_rs frgiles existencias. El mundo animal que comienza su vida cuando la noche cae sobre el lago, es de una autonoma insolente. Nacla les importa a los insectos que esremos roclava ah nosotros, jLlnto al fuego, escuchanclo las melanclicas tonadas que canta Fermn. Las caceras son horrendas. Basta ql-le un bicho presente la ms mnima particularidad para que Ziga se precipite sobre 1 y lo sumerja en su venenosc frasco de cianuro.
Enero 16 Maana partiremos. El campamento, con sus cuatro tienclas en pie, con slls mulas pastando constantemente :rlrededo con el plateado lago al fondo, est, sin ducla, pintoresco. Van transcurridos varios das hermosos, al maren de la pesadilla de la lluvia. Aunque el bar-
:r"*"
.r".r,,r"1,,;;;
Ill gruro A, cs clecir, cl c1c los c1r-re se qr-recl:-rrrn :r orillas clcl lago (pcrclrn, Sagreclo, qr-riero clecir cle lzr I-agr,rna Lr-risa), srle casi todos los clas cle cxcursirin. Z(tiga va siempre c()n Ilal Mu<)z, cr()n qr.rren parece helrer intimaclo, a pes'.rr cle la seclueclacl casi brr:tal cfel bzrqueano. Zrmorr estir ya tranquilizacl<. Los scis o sicte clas sin lluvia cluc llevamos lo han reconcili:rclo cron la nrtlrraleza. 'Ibclas lrs malnas sale. casi sonlicnte, en busc:r clc cjcmplal'cs inclitos. Pot>re Ztrncret
Captulo VI
F]L DERROTI]ITO
Enerc 19 Antezryer, por la maana, pafiimos l pie, naturalmente. Hemos iniciado la rscensin cle estl cadena cle rnontes, alguno.s cle kr.s ctrales tienen una altura insospechada, por encima cle los clos mil iltetros. Llevamos una mulr con el equipaje. Hay lLrgares ttn escarpados, cle pen_ diente tan aclrsaclr, qLle el pobre animal sr.rfie par:l subir. Entre toclos le ayuclarnos, lpuntllrnclolo con pies y ntanos. Llegar Lln molnento en que no puecla subir ms, y tenclremo.s clue clejar-lo, ataclo a algrn rbol, en paraje con hierba y attua, para recroaerlo al regreso. Fermn est asomlrraclo cle anclar por cloncle nda. l crea conocer pz,Llmo a palmo la regin y l-re ah qlle nLlnca haba pisaclo los cerros que estatxos cs_ calanclo. Hemos pasaclo las noches en lugares ms o rne_ nos abrigaclos, en quebraclas cubiertas cle pinos, bajct
EN LA
cluDAr) DE Los
CSARES
15
li.n, sobresarie"*,:;;:';;
rro, y ra manra no es suficiente para el sueo al raso, bajo las grandes noches de Dios. Hacemos fuego y pequeas guardias, a fin de mantener viva la llama para que el calor aliente el sueo de los dems.
-Gracias por la deltcadeza _me responcli_. Le con_ tar a mi mr-rjer su fina actitlld. Despus de recorrer toda la parte que roclea el cr_ te descendimos y acampamos en la falda. Jorge ha hecho numerosos dibujos cle este cono gris que lleva el amable nombre de su muier.
Enero 25
Enero 22
Creo que esto es lo nico serio de la Expedicin Lawrence, 1o nico qr-re quedar una vez que mi pobre amigo se convenza de que en el mundo existe el ensueo, pero tambin la realidad. Escribo todava con un secreto regocijo. Hemos descubierto un pequeo volcn apagado. Hemos descubierto, digo, porque hasta hoy en Chile no se tena noticias de su existencia. Fermn lams haba odo hablar de 1, ni se menciona tampoco en Llna detalladi
sima cafia cordillerana qt-le trae Lawrence. Ascendimos hasta el crter, de grandes grietas pardas, Jorge lo examin detalladamente, hizo dibr-rjos de 1, recogi muestras de lava, piedras y cenizas, y dijo qlle, a su juicio, el volcn lleva por lo menos un siglo sin actividad. -Hay que bautizarlo, Armando. Cmo 1o llamamos?... Volcn Green?... Vacil un momento. -No, gracias -dije despus-. Tengo una idea: dmosle el nombre de su esposa. "Volcn Patricia" suena mucho mejor. Lawrence me mir hondo a los oios.
Anoche me despertaron unas gotas en la cara: estaba lloviendo. La noche haba siclo tibia, y nos acosramos al raso. Despert a mis compaeros y rpidamente iza_ mos la tienda que Jorge no haba juzgad"o necesario Jfmaf. Dentro de ella hemos pasaclo el tiempo hasta el alba. Ya no pude volver a dormirme, sintiendo el ale_ teo de las horas y de la lluvia. El volcn Patricia ha quedaclo atrs. Lo abanclona_ mos antes de ayer, despr-rs de una segunda ascen_ sin. En sus faldas ha quedado nllestra mula. que no fue capaz de seguir subiendo, la pobrecita. A eclida que nos internamos en este alto cordn, la corclillera se vuelve ms violena, ms difcil, ms inabordable. Nosotros, sin embargo, no damos muestras cle can_ sancio. No hay nada que nos deten ga, ni siquiera la lluvia, bajo cuya ruda fusta hemos escalaclo hoy nue_ vos cerros. La dificultad es el equipaje, que nos he_ mos repartido, dejando a El Manco, a Fermn y a los dos jvenes la parte ms pesada. Toclos se sienten bien. Fermn habla mucho; parece que con su hermano hu_
86
CESAITES
]7
biera dejado, a orillas de la Laguna Luisa, un peso, un lastre. Me habla del Norte, es decir, me pide que le hable yo del Norte, del Desierto de Atacama, de los puertos salitreros, de las minas. No se imagina cmo es aquello, pero el Norte 7e atrae con la fuerza de affaccin que todo lo desconocido tiene para el hombre. l -dice- por el Sur slo ha llegado hasra Puerto Mont, y por el Norte hasta Curic, cuando hizo el servicio militar en el Dragones 6. El periodista y Sagredo han tomado la mala costumbre de discutir todo el tiempo, por los motivos ms nimios y absurdos. Si Sagredo habla en las noches de la Cruz del Sur, Marcial levanta sus ojos hacia el cielo, y dice, muy seriamente, que es el Cinturn de Orin. Siempre estn as, discutiendo tonteras, con rivalidad, con mala fe.
Enero 26
Hemos decidido llevarlo con nosotros. Al anochecer lo dejamos atado junto a la tienda, y ha llorado Lrn poco, quien sabe si de fro. Esto, como digo, ha sido Lln peqlleo incidente, cndido y simptico, que ha dado lugar a frecuentes rias entre Marcial y el mdico: como 7o cazaron entre ambos, se disputan su propiedad para cuando el viaje termine. Tambin han reido por el nombre del cachorro. Mientras el mdico lo llama "Lucero", el periodista le dice "Gazapo", pensando en su profesin... Hemos seguido internndonos cada vez ms en la cordillera. Se levantan, frente a nosotros, formidables montes que maana empezaremos a escalar. El cielo se presenta encapotado. Pueda ser que tengamos buen tiempo para nuestra ascensin.
Enero 27
Un gracioso acontecimiento. Esta tarde, los dos jvenes han cogido, sin herirlo, vivo, un cachorro de puma, que quizs abandonaba por primera vez el regazo materno. No es ms grande que un gato crecido, pero s ms gordo, ms gracioso, de movimientos ms torpes. Se le ven unos colmillos que sern temibles, en seis o siete meses ms. Es juguetn y simptico. Le dimos algn alimento, que devor con alegra: no tardara treinta segundos en comerse los despojos de dos conejos cazados por
Lawrence.
Anoche se sintieron cerca del campamento rugidos de pumas. Parece que se hubieran reunido en grr-lpos, para no dejarnos dormir, aun cuando el len americano es animal solitario. Salimos de la tienda, con nuestras carabinas prontas para defendernos de cualquier ataque; Jorge dispar un tiro, y los rugidos cesaron. ya avanzada la noche volvieron a orse, y esta vez mucho ms prximos. Salimos, de nuevo, y El Manco nos seal, a seis o siete metros, dos puntos fosforescentes en la obscuridad. -Es la leona que viene por su cachorro -dijo.
Deliberamos rpidamenre. Ortega y Ral Sagredo eran partidarios de clar caza aI animal; Fermn y yo, ms viejos, opinamos en favor de su maternidad des_ pierta, es deci de qr-re el hijo le fuera devuelto. Jorge se inclin de nuestro lado, y l mismo quit la cuercla al linclo cachorro. Luego nos ocultamos y vimos aproxi_ marse a Ia madre, cautelosa y con desconfianza, pero apasionada y decidicla. Bello ejemplar de pwma Cbi_ lensis. Lami amorosamente el cuetpo clel cachorro y pronto salieron ambos al trote, alegres, hacia el lugar donde deben tener su casa. As, con esta escena, cligna de la pluma de Kipling, termin nuestra breve posesin de ,,Lucero,, o ,,Gaza_ po", el joven len de las soledades cordilleranas. El da est encapotado. Llueve a ratos, a ratos aparece el sol. El barmetro se inclina hacia el lado bue_ no; si se afirma, maana emprenderemos la ascensin del monte principal. Fermn nos ha hecho confidencias, a Lawrence y a m. Su hermano -dice- lo odia, y hasta lo ha amena_ zado alguna vez de muerte. -Si yo hubiera sabiclo, patrn -le dilo a Jorge-, que eran ustedes tan buenos caballeros, no traigo a RaI, sencillamente. No faltan en La Unin otros baqueanos conocedores. Por la tarde ha llovido, y hemos permanecido <len_ tro de la tienda, leyendo bajo nuestro potente farol de minas. Jorge estudia cartas geogrficas, compara ma_ pas, hace dibujos y anotaciones; Ral lee un texto de anatoma; el periodista escribe, segn parece, el inci_
trcnre det puma;1' hablan ",' "oj lr:rja; yo tengo abierto los Recuerdos clel Pasado, de l'rez Rosales, uno de mis libros favoritos y el que, a rni juicio, tiene ms valor humano, ms vitalidad en toda la literatura chilena. Ha cesado la lluvia al anochecer. A la hora en cue escribo, las estrellas brillan cercanas, vivsimas, como recin lavadas por el aguacero; la Cruz del Sur, maternal y prxima.
Emero
ffi."';';;;
28
Escribo en la cumbre de este enorme monte, cuya ascensin ha sido el trabajo ms pesado de nuestro viaje. Como se trata no ya de avanzar, sino simplemente de explorar, slo hemos subido Lawrence, Sagredo y yo. El Manco y Ortega partieron temprano, con direccin a un lejano bosque de pinos, a cazar. Otra vez estamos vidos de carne fresca, rcja... Fermn se ha quedado en el campamento. La subida ha durado ms de diecisis horas, y ha sido dura y peligrosa; tuvimos que emplear los bculos y las cuerdas, y rompernos las uas para escalar rocas duras y secas, casi sin arbustos, cortadas a pique. Lleamos al atardecer ala cima, y el panorama del alrededor se presenta obscuro. Hemos juzgado intil regresar hoy al campamento. Qu adelantaramos con ello? Adems, el descen-
"0
_llts
Ft\tilot It l)il
AN(
s() (lc noche es peligrossirno; estarurnos expLlesto.s u r'()nlpefnos lr crisl-na contta las roc:ts, 1.r cler en Lln pre_ t ipit io. rrrc s yo. I),rante la asccnsin, clivisamos cl's anir.':rles cluc: huyer.n r1 aclvertir n,estr. p'esencia. N, salrem,s cle c1u especie se tratarr; parecan cielos o lrtremules. Ellos, adet'urs clc los pjaros (estuve a pllnto cle clemi_ lrar un aguilr,rcho cle lrn tirct), cleben scr los nicos ha_ bitantes cle estas regiones, sin hablar cle l.s c,neios v l.s coipos, q,e suelen escrblrllirsc esprrntrrcr()s, L'Lll[nclo nos ven, hucti:r .sll.s sccl-etrs maclrigueras. Hrcc un poc() cle fl-o, y he'ros l'rscacl. erl hueccr m:rs abrigacl. para pasar la noche. T.mamos aliment,s scc,s. No trajirnc)s nLlerstro frr.l. Ileina. fr-rera clel reclio cle ltrz cle la pecltrea fogat:r, Llnl ptvoros:t obs_ culiclacl. .fctrge chtenne ya, envuelto en sll mantil, c<tn las oics tenclicl.s hacir el cal'r clcl firego. se .yc un lcjun. rrlctco. Yo tarnlrin tengo sueo. lJuenas noches, S:rgr-eckr.
La cresta o"t pic.s, ahnenas, clescle los cuales se vea el panoiama clel alrecleclor, compuesto de cerros parecidos al nuestrct, aLlnqlle lnenores. Se vean las crspicles de ellos, en sucesivas zrgrupacictnes. I)e pronto o qr-re me llamaban: erl Lawrence, que desde la cresta de un montculo, en la cima, rne haca se:rs. Me renn con 1, que extencliendo su mano ha-
-;;:#;
-".n",
.o-l
cia abajo,
n-re
dijo:
Iinerr 29
Mirs clue la clal-idacl cle lr ha siclo el fl-, el 'arna, que lne clespert. La fogat:r estaba y:r totalmente ex_ tinguicl:r; no queclaltan cle ella sino ceniz:.rs y carl>o_ nes. El cla cstL fio. nebukr.so. S:rgreclo ronc:lba a mi laclo, c()mo en el rnejol le_ cho clel r'uncl.. En clrant() r Lawrence, n() estalra all. I)espert a sagrccl,, y le pecl cre encencliera lr h-r-nll'e y plepurara cl curf, mientl-as yo br-lscalta a.forge
.
-Mire usted. Mir. Se tratal>a cle un enorme espacio intercorclillerano, Llna especie de hondo valle, rocleado, apretado estrechamente por un cinturtn de altos cerros. Un pozo, un embr-rdo, qu s yo cmo se llama esto en trminos geogrficos. Pcro 1o curioso efa qLle no se divisaba el fondo del valle. Haba entre l y rni vista algo as cofiro una espesa cortina horizontal, cle color gris obscuro, ondulante y cerrada. La sensacin que a primera vista me dio fue la de Lln mlr, Lln mar lejano hacia abajo, Lrn rrar zlgiturdo, como clebe verse clescle r-rn globo navegando en la atmsfera. Despus de algn tiempo sin ozarla, recuperabayo la sensacin del ocano, hasta tal punto que exclam sin darme cLlenta del disparate: -El nrerl -S -dijo Lawrence-, Lln rlar de nubes. -Claro! Qr-r extraordinario! pero se fija, Lawrence, qu cerracla la capa de nr-lbes? Es fantsticcr el espectculo. Y cmo puecle proclucirse tal cantidad de nubes-/
?
92
LrJrS t.NrilQtrFl I)EI-AN()
fr\
LA
(in.DAI)
t)r
l.OS cl:ts,\ttris
-'Cmo? -preunt.Jorge, riendo-. Pues lo mistn<r qLre se prodncen toclas las nubes: por Lln enfiiamien-
slcr se ver hacir abajc> la ^sablna cle nubes; la circlacl perm:rnecelr oculta.
Qr-riere
verlas tne-
Y me dio sr,r anteoj() cle campaa. El mar de nubes se aproxirrr considerablemente a rnis ojos con la ayuda cle los poclerosos cristales. Vi cmo volvan
y revolvan acluellos jirones negros y griscs, en un movimiento circular o cle rvrnce, burscnclose, chocne, rechaznclose. Eran nutres enonrlcs, larg'.rs algunas colno sabrnas cle cclopcs, hacinaclas las otras conro rueclas o globos. Un especticulo fantstico, clue coga los ojos y no los soltabr, qlle mareabr con :iLl ct()nstante varizrcin, con su perenne sacuclimiento. -Homlrre -clije, asombrado, clevolviendo :r Jorge sr-r anteojc>. Es muy curioso c..jto... Qu habr debajo? -Qu habr clebajo-/ Es lo mismo, exactttlrente lo mismo qt-re me prefaLlnto yo -dijo Jorge, dndome una miracla rnuy significttiva. Le gui un ojo. -Cree ustecl qr-re all abajo...l -Por qu no? -clijo-. Sera r-lna razn clue justificara el clue hay:r permaneciclo tanto tiempo oculta. Imagnese ustecl... D una miracla y se convencer de que zr ese valle, "el valle de lrs nlll)es", como clira nuestro joven zrrnigo Ortega, no es posible llegar, a primecl<rse, zrtraynclos
lct
barril, verroclean, y que son com() las parecles de clacl? Pues bien, desde cualquier cumbre qtte se mire,
-Entonces usted cree -le pregunt, asombrrcloque esa^s nubes pueclen estrrse a.s, en strspensin, eternamente'/ -Se trata cle estratocmlrlo^s, y ese tipo cle nr:be ltaja se fenueva... -S?... Y en c1u las conoce? -Pues en sll forna, en sll color, en sll altura... Son trna rnezclr cle cmulos y estratos. Ahora bien, estas nubes suelen presentar brechas cle cnalquier fbrrna, cluc clejan pasar el sol, y, por lo tanto, la vista... -Y espera trsted...? -Si Dios lo pennite, clivisar, con mi antcojo, lr Ciu_ drrtl de los Csarc's. -I3ien, Lawrence, pero eso querra clecir cltre la Ciu_ dacl cle los Csares es Llna ciuclacl obscurr... -Obscurr no, pero por lo menos sombra... -Btreno -clije-, y qu piens:r hacer? No se qtrecla_ rr todo el da en observacin. -No, hombre -respondi-. prirnero desayr_tnar. Lue_ 9o..., ya veremos. Fuimos. El caf herva en la rnrrmita cle Sareclo. Qu delicioso eshba, / crno nos hiz. entrrr en calor! Luego relresamo.s al obseruatorio elegiclo por Jor_ ge, qnien, anteojo en mano, comenzt su escruDuloso exarlen cle los estratocmulos. Miracla a travs de los gernelos, la srlrana segua su ntovimiento perenne, cletenienclo tocla visin. y aqtrella brecha de que hablaba Lawrcnce no se abra.
e,
-y, sin embargo faffi;", J,.u"o"ros, a m que le escuchaba atentarnente y al pobre rndico que no
poda cornprender nllestro afn de conocer lo que haba clebajc,r, y, sin emlrarpo, las brechas son caractersticas de los cstratocmulos; no suelen presentarse sin ellas. Esperemos. -Mientras tanto -clije-, poclremos hrcer Ltn rcconocirniento por las cimas. Y echamos a andar. Tuve lstima de Sagredo, qlle nos miraba mr-ly interesaclo. -Puede saberse -dijo, por fin- c1u les preocLlpa
tanto?
I-awLence, .r.-," se-ores t,, n.,r;zontttl cortina cle nubes, clescr-rll'it, con sLl anteojct, c:rsi exactamente debajo cle nosotl'oj, Lln pequeo hueco, un hoyo en la sabana cle estratocrnurkr.s. Lo vi ponerse p:'rliclo y v:rcilar. Luego .se repuso y clav cle nuevo el :rntcojo. Su rostl'o ilta exprcsanclct sr,rs irnprc.siones: primero la esperanz:1, luego la incrietucl, clespr_rs el clesconcierto.
.,;,;ilil;"'
I
H
-Ah! Ocupamos la maana en recorrer todas las cLestas, toclas las sinuosiclades en la cumbre del monte. Entrado ya el medioda, regresamos al sitio en clue habamos pasado la noche, con el fin c1c comer algo. Jorge estalta nelvioso, intranqr-rilo, apenas poda tenerse all, sentadcr sobre el suelo. Senta vibrar la atmsf-era de las vsperas, de lls grancles vsperas. Aquel luar era, sin dtrcla, para sLr esperanza la antesrlr de la Ciuclad de los Csares. -El clescenso al valle ser difcil -dije. -No 1o crea usted *respondi Lawrence-, no lo crea usted. Si mis sospechas no me clefraudan, bajaremos (()rno sollrc ricles... Tenninaclo el sobrio almtterzo, partimos hacia las almenas de roca que Jorge haba elegido como c-rbservatorio. A primera vista no halt brecha alguna, pero
-Qu
ve-i
perefltos -agreg,, me parece qtre la ]lecha pr_recle cnsanchrrsc cle aqu :r un par cle horas. Nos scntrrnos sobre el suelo perrdo. -lolge tena la carr clcfinitivamente optinlista.
-Pcro de qLr lc cla iclea? -I)e r-rna sr-rpcrl'icie metlica. -A n"r tarnbin -clijo Jorge, con aiLe cle trir-rnfc>. Es-
-Algo
qr-re brill:r.
){)
\o rnor"r'r-l)lc rlc rl(lLl l)or' 1r:lrl1l (lcl nrLlnLl() r-cslx)lxli(i Si nlu'lal'ur n() se lurr-l lrtslrtclo lus lrul)es, enr
lrrcnrlcrrnros rlc nlllLlrLrgllclrr Lrl (lcsccns(). -Al cnrirtrcloi -1-rt'cuLlnt(i cl nrclico. S. lrl crlrrrclo, (]tr iirn sltlrc si ()t'tcglt no estlu'1i ntrlrrir-to... ilrri
.'QLr pienslt
lllrc'tri'
ie' plc'gtrnl.
ltue. .f orgc l'ct()r'lr(i u llr lculicllrtl. No irtlrlt l'ccror-clltrlo trrc ()r'tt'grr y los otr'os rlos nos csl)cltl)lln lrlrltio. Illrlr:r ol virlltclt tlultltin (lLiL' L'r-.ull()s ll()sutros s<ilt l:t Initlttl clc Lln gl'ulx) cxrrclic'ionlu'io rlc rlit'z llonrlxcs. -l'is vt'rcllrrl! -clijo c()nl() r'olvicntlo clc ru'i srrco lls vclcllrtl. I)orlr'lr clrscentlcl Iilil lr blrscr:tr-los... h'lir rrl nruc'hucho. (]rr rlit"t rrstcci!' -(]Lrt" cst( )\'. ('( )nr( ) :;icnrl'rlr:, lt llts tirciclrcs clc tlolr orge. f (JLlcclo crlrr cniclo (lric ll llr rllirlnlt .sicrricntc rl cstrrclilrntc curpr-cnclcr'e cl l-rgles(). I)cl>lr llcgur hrrs tli llr f llrllr clcl llor-lic. clontlt n()s tsl)el'lrlrltn ()r'trgrt. lrcnrrn t' [il N'lurit'o. F]ste ltinro sulcit-rt hrlrriu Lrtgr.rn:t [.rrislr , cn l)us(]rt rle los rlcnrlts. irntrctltnto. cl cstLrclirtt'ttr, {)rtaglr V licrnrr-r slrlrirlrlr llt.st ilt c'inrlt. ti'1t1,ttciot'ios 1rr-or"isir trt's. I)ln'ur-ltr llr tlrrclc. cl pcilLrcno ojo, lrlrirlto cn lu trr ti'lrnrr rle l:r nLrlrc, n() sc ct-ls:urchri, ('on gr:rfr pc.srtr 1r.lcst1'(). \,rr llrs nLlcvc rlc Lr lr<lcl1c n()s clisprrsinros lt rlonriir'"
ii,, ,i
,r
,:ii
-,ir'ti: ll':l
,llii.,,,rli.
:ill]l:l:l
.';rt$i
l.tN LA
(
jt
Iinero -J0
cla! Escrilro estas poc:-ls lneas presill cle la mayctr cmocirin. Vivirttos cn Ltn rnLul rlo cn cluc la palabra irnposiltle resurlta riclcula, falta cle toclo scntickr. Hrstr anoche crea a -Jorge Lawrencc
',i.ilttl.:l,
un ilurninuckr, ltero un ilutninlclo algo ingcnlro, algcr lrobo. Ahora kr tcngo sirnplementLr po1'el genio, por r.rn viclentc cltrc, sin prr-rel>as rnatct'iules, sin otruts clclncnt()s qr-re c-iertos inclicios legenclarios y poticos, lcept lo inaccptablc, crey<i lo incrcltle. FLre l qr,rien nos clcspcrtci estr ma:rnu, s:rltanclo, l>ailanclo, lloranclo clc alegra. Me cogici cle lr ntano, y mc an'astrci hacia cl ol>servatodo. El estudiantc nos segu:l, cctrricnclo z.clr'.tcl<. -Mire, Arntando, rlirc, J>ctr lavor! Y r-ne entrefa el anteojo... En la sabrna esfrica heba unr lrrech2l, y2l n() an.qosta colno la cle ayer, sint) :unpli:r, rn:rgnfica. Y rltajo se vea... se vea una ciuclacl, s, una ciuclacl, sin cletalles, qllc n() eru posible c^zLtt con el lente clcsdcr nril novecientos mctros clc altura. Pcrc hrLba abajo -y csto lo rflrn'lo ponienclo Llna lllno en el fuegr> algr-rnas clsus agnrp:rclas, cc)nto colnrenas o cu s yo... Yo no he sr,rbiclo nlrnca en globo, per() tcltgo un amigo acr()naLrtl qLle me ha explicaclo c('rlnc) sc vc ut-ra ciuclacl clcscle dos rnil lnetr()s cle altura: Llna egn-lpacin cle pequeos cubos ol>scnros. Eso cs cxllcrtlillente lo cluc ri. Antes clc entrcgal el anteoj() :r Sugredo, que mc kr cxiga ton intprcicncirr,
f]
I,I,IS I]NRIQI]I I)ILANO N l.A CnJI)Al) 1)I L()S
C!]SARI.]S
t)9
abrac a Lawrence, a quicn nllnca haba visto trn clichoso. -La Ciuclacl cle los Csares? -preunt. -La Cir-rclacl cle los Csares -responcli<i. El esttrcliante se volvi hacia nosjotros, con los ojos clilataclos en grancles circnnf'ercncirs cle asombro. -Qr-r cliccn ustecles? -Que 1o clue estr trstccl rniranclo es la Cir-rclrcl cle los Csares -contestci Jorgc, ricnclc>. S, homltre, l:r rnisma clc los cuentos de viej:rs... No 1o clej:rrnos preguntar ms, y nos fr-rimos r prep.lrIl' el desayuno. Lrwrence escribi<i en Llna hoja clc su lilrrcta crLrltro palabr;rs al prcfesot' Z'Jr-m.tr'.r, piclinclole que vengl el gn-rpo A a rcunirse con nosotros. Natr-rralmente no le habla ni lrnr sola palabra cle la Ciuclacl clc los Csares. A Sagreclo le hernos enc:lrglclo cltrc guarcle l:r rnayor reserva. A la hora en qlre escribo, el muchrcho h:rce ya mucho qr-re partir. Suponienclo qr,re el clesccnso sc2l rnas rpick) que 1r rscensin, clebe haber llegaclo abajo y tal vez El Mrnco vrr yrr en r'rtrnino hacia Lagun:t Ltrisa con cl mensaje a Zan<>rtt. As, pues, nos henros clucclaclo solos. Jorge qr-rer:r iniciar hoy misrlo el peligroso clescenso ul vallc clc las nlrl>es, pero lo he convcnciclo cle qLle es preferible esperal. Yr casi n() nos cuccLtn provisioncs. y p()clra crLrrrirnos algn percrzrnce; el embotellamiento cn... la Ciuclacl clc los Csares, o cllr s yo... Pero, es qLlc estaln()s a las puertas cle la Cittclacl clc los Csares, a clos mil metros sobrc clla'/ Es cltre
rlanana vamos a desentraar el aran sccret<t, o s(tlct se trrta cle algn pueblo de montaeses, cLlyos habitantes lo abanclonaron por cualquier motivo? l)escle aqu cliviso a Jorye, que no se lnlleve de srr obselatorio; all est, con lr vista clavadr haci:r la prc> ftrnclidacl, perforanclo lrs nubes que cubren la Ciuclacl
cle los Csrres.
'\l
Captulo \/II
esta-
mos en la Ciudad de los Csares, desde hace casi dos das. Dos das que han sido para m una pesadilla, un sueo, lo increble. Dos das de movimiento intenso. Tengo tantas cosas en los ojos y en el espritu, que no acierto a vaciarlas. Estoy confuso. Deb ir escribiendo cada seis horas, o cada dos, mis impresiones, para que no me llegara esta perplelidad en que ahora me encuentro. En esa forma, siguiendo un estricto orden cronolgico, todo habra andado bien. Esta noche voy a intentar reconstituir las ltimas cuarenta y ocho horas, las ms intensas de mi vida. Lo har como pueda: si acierto, bien; si no, peor para los que algn da lean este diario, mis hijos, o quin sabe quin. Mis hijos?... Pero es que yo me he vuelto loco, inventndome hijos que no tengo y que pro-
IO2
bablemente no tendr tampoco? O es que la fbula que le cont una noche a Marcial Ortega acerca de mi prximo matrimonio con una tal Adelaida Parker ha influido en mi imaginacin hasta el punto de que piense en futuros herederos de mi mediocridad? Pero, en fin, alranclonemos estas tonteras y adelante con la Ciudad de los Csares. Al da siguiente de la marcha de Sagredo, las provisiones estaban casi agotadas. Fue preciso reducir el desayuno a una simple taza de caf. La desgarradtra en la sabana de niebla se haba hecho ms ancha todava, y pudimos distinguir, con mayor precisin, el hacinamiento de cubos obscuros. Pero ms que a la Ciudad de los Csares, mirbamos Jorge y yo hacia el Oeste, atalayando el camino por donde deban llegar nuestros compaeros. Slo al atardecer estllvieron entre nosotros. A pesar de que Sagredo recordaba medianamente la ruta del primer viaje, les fue difcil ascender, y llegaron fatigados, con las ropas desgarradas por los espinos y las piedras, agudas como cuchillos. El periodista vena anhelante. Antes de saludarnos, nos pregunt: -Pero... es verdad? Mir severamente a Sagredo, que no haba sabido guardar el secreto. Se disculp diciendo que haba asegurado a los otros que algo extraordinario les esperaba, y como Marcial se mostrara escptico, irnico, se dej llevar de la ira y lo refiri todo. -Al fin y al cabo -termin-, tarde o temprano iba a saberlo.
;z
'"'
,orr", .o,-r oo.nr';*t*luu.|lo nt .or.ienre al periodista y a Fermn de lo que ocurra y hasta les confes que el viaje no tena otro propsito que encontrar la misteriosa ciudad. Ambos estaban anonadados. Fermn refiri, con palabras entrecortadas, que en su infancia haba odo historias acerca de una ciudad oculta entre los cerros, y llena de oro... Fue preciso ponerlos en antecedentes de nuestras sospechas; Jorge resumi los relatos del siglo XVII, y habl de cmo se le haba ocurrido partk en busca de la Ciudad de los Csares, y cmo, reuniendo indicaciones de todos los viajeros, habamos logrado dar con ella. Comimos alegremente. El Manco -dijeronsali al amanecer en busca de los otros, hacia Laguna Luisa. Se convino con l en que el punto de reunin sera la cumbre de aquel ceffo, que El Manco llama "Cerro Grande", para distinguirlo de los montes vecinos, de tamao menor. Al alba deI da siguiente iniciamos el descenso hacia el hondo embudo, hacia el valle de las nubes; hacia la Ciudad de los Csares. Se trataba de bajar dos mil metros casi verticales, por una pendiente que habra asustado a un alpinista. Yo confieso que por deporte jams me habra decidido a seguir aquel camino. Nunca lo hara, de no mediar la perspectiva que nos aguardaba. Muchas veces tuvimos que emplear las cuerdas, atarnos con ellas de la cintura, fijarlas a rocas salientes, y luego dejarnos rodar, evitando, a fuerza de pies y manos, el estrellarnos contra las sinuosidades del
monte st
"r.",.1'1ffi?"il";
pclig*)s()
1, rr('h
cost ms de doce horas de sacrificio. Alrecledor de las cinco de la tarde nos detltvitttos en una suave colina; Jorge supona con razon tlttt' estaba por debajo de las nubes. Avanzando llegamos hasta el borde c1e ella, es decir, a donde pasaba a ser pared del pozo. Lawrence y yo bamos adelante, sucios de tierra, con las manos y la cara llenas de heridas, con las ropas desgarradas. De pronto nos detuvimos, lanzando un grito. -Mire usted! -deca Jorge. Pero no tena yo necesidad de que me apremiara, c1e que me indicara 1o que haba de mirar. Bajo mis ojos, a escasos cien metros de profundidad, se extenda la Ciuclad de los Csares. Cmo describirla? Cmo hablar de un inmenso estadio de terreno, embotellado entre montaas, y cubierto de casas, unas casas crbicas, de color gris? Pero todo esto es inexacto, todo es vago' porqr-le ni siquiera se puede clecir que existe uniformidad. La ciudad presenta escasos grllpos de casas en pie; est en su mayor pafte en ruinas. Estos grupos, diseminados como barrios, tampoco aparecen completos. La sacudida que destn-ry, slo Dios sabe cundo, esta metrpolis hundida en la Cordillera de los Andes, ha debido ser violentsima. Miradas desde la colina que tan grata visin nos regal, las casas parecan ser ms o menos iguales, cle piedra continuamente lavada por la lluvia' Por aqu y por all se destacaban construcciones de mayor superficie y altura, y algunas con brillantes techos
T
llt'ttret.E I)lAN()
I-l Jls
[N
metlicos. (iorge cree qLre cuando rnirbamos clesde lo alto, a travs clel prirner boquete qlle se proclujo en la sabana de estratocrmulos, era en uno cle esos techos donde se detenan nllestros ojos.) Las casas son bajas, cle poca alturra, Llnos cLlatro o cinco rnetrcts toclct lo ms. Entre los hombres qlle habitaron estr ciuclacl la arquitectura era Lln arte simplsimo. No conocan los eclificios de dos o rns pisos o bien no se atrevieron a con.struirlos, temerosos de los sismos. Las fonnas que usaban, aparte de las empleadas en las columnas, son todas rectas. Grlndes sectores de la ciudacl ap:rrecen en el snelo, clerribaclos, hacinaclos en clramticos montones. Me hicieron recorclar pavorosos clern-rmbes causaclos por el terremoto c1e 1906, en Valparaso, y cle- los cuelcs slo he visto fotografas. Entre las casas de los sectores en pic, corrcn calles anchas, simples, parejurs, cruzndose perpenclicr-rlarmente, como en las ciudrdes moclernas. La vepetacin crece en ellas mr-ry alta por efectos de la lluvia, qr-re debe visitar este lugar con mucha frecuencia, segn clice Jorge, 'uzg:rndo por la proxiniidad de unas nubes tenaces, que no se nrLleven cle su sitio. El s<>1, pues, clelti sjer poco conocido de los csares. (Hemos decidido usar esta palaltra part clesignar a los extinguidos habitantes de esta ciLrdad en clerrota.) Descle la colina se vea tarnbin trn edificio ubicado al centro cle lr qtre clebi ser la poblacin, meclio en pie, medio en ruinas. Parece cle mayor caliclacl, de ms cr-ridaclosa construccin; no presenta decoracio-
nes exteriores, pero s tlna especie de crpula clbic:t' como los c:rmp:rnarios de las iglesias romrnicas; est't clistincin hace pensar en que sera posiblemente Lln templo. Es esta, lo comprendo perfectamente, una vision incornpleta, fiagmentaria, c1e la citldacl. Responde slo a mi primera ojeada desde la colina. Cttando estn terminaclos los dibuios que Lawrence empez' cltanclo en r-rtilicemos las mquinzis fotogrrficas qr-le nos traer el equipaje el grupo A, la cosa cambiar/1, y poclr agregar mtrchsimos cletalles que ahora se me escapan' Es i1.," t".tg,r, adems, en la cabeza,la iclea de la ciuclad recorricla, no ya slo vista, y como qr-riero escribir todo en Lln estricto orclen, no me aclelanto; temo confi'rndir las cosas, darles un sitio qtle no sea el que tienen en la realidacl. La Esta breve visin, pLles, queclrr tal como est' complementar ms adelante, para mis hijos"' (He escritc estas clos lltimas palzlbras burlndome un poc() cle m misnlo. ;Qtre irnbec'il soyl) tuDescle esa colina la pendiente erl slllve. y no vimos clificultacles para bajat. Qu momento soleflne aquel en qtle pusimos los pies sollre la misteriosa cltlclacl corclillerana! En silencio, como cluien camina por que Lrn cementerio (qtl otra cosa es -por lo demshacn el cementeri<; cle s misma?'), echamos a anclar un EIrLlpo cle constrtlcciones en ruinas' H:ba tozos cle murallas, fi-agmentos de columnas simples colno hrboles, y mucha tierra, mucho mr-lsl() entre ellos' 5e amontonaban como hongos las pieclras rotas, qutzlt's
t.r
[s E\RIQt]u
t)Hr.AN()
milenarias, de un color al qtre el tiempo ha agregado su matiz. Carninamos entre las ruinas, piedra pllra, de montaa. Tenan cloncle escoler materiales para constntir sLls casas estos csares ya clormidos! Pero ms curiosiclad que l:rs ruinas nos provoc1lban las ca.sas tctdrva en pie, sepr-rlcros qr-te iban a entrclarnos el cadver de aquella civilizacin. Estaba ya casi obscllro, y hubo qLle encender el f-arol pzrr:r pocler carrinrr por :rlgo que antao fue una calle, y que se presentaba cubierta de altos arbustos hasta cle un inetro cle altura. Era preciso altrirse pasada. Ante nosotros, Lln grupo cle casas zrgitab:r su palpitante llamarniento, sr-r arquitectrra extrra, por cierto cle una bella simplicidad. Los csarcs arquitectos, gcntes c1r-re indr_rclablemente n() conocieron otrl crivilizacin qr_re la suya, no eran pr:eblo vi:ljero, sino seclentrrio. 'fenan a sLt favor la ptreza que nimba lo cstrictarnente ftrncional. Qu lejos de ellos toclo retorcimiento, toclo aclorno intil, tocla rltundancia acljetiva. Sus lnezrs, crsi totalmente rectas, pllrrs en sl-l despcrtar hacir ia seruidur-nltre fiel, firrmlban tambin las figuras rnirs simple^s: cuadrackrs y rectngulos. No haba mucha cliferencia entre las casas) sino en el talnao o en 1l altlrra, qne varilba mlly poco, () en la cctlocrcirn de puert:rs y vcntanas, las cuales ertn tnLly grancles; estct tena una explicacin inmeclirta en un ltrar de poca luz. Penetramos en la primera cle las casas qlle se nos present al paso. Adentro nos esperaltan la oltsctrriclacl, el silencio, tra desnudez. Jorle pasi: por todos
r,,s rincc,n",
:;:,Tjj'.":.,"'nt,t,
nll
con p.ntas crnicrs de oro. Oro!, oro, oro! Y eso quc era cle noche, y que buscbamos en un est:.rclo cle nervios especial y e \a lr-rz de un sirnple farol. Aquella noche, a pesar de nuestras f:rtigzrs fsicas, n<;s cost muchct clormir. Nos instalamos, profan:rdores, en una de las crbicas ctasas, y tenclimos nLlestras mlntai. Yo no senta fro, sinct calor; mi s:rngre realizrbr su acosturnbraclo itinerario con velociclad no hrbitual. Senta arder mi fiente, y en el interior un:r canticlacl de agujas plrnzndome. Sareckr insisti en que me pusiera el termrmetro, tal vez clichoso cle ejercer por primer^ vez sus funciones de mdico en zrqncl viaje. Marc 39,2 grtdc-ts. Era unr confluencia clesconocicla de lmbiciones que nLlnca antes haba sentido. "Las mil y Llnl noches" estrltan all. Los csares no nos dejaban muchos vestigios cle su criviliza.cin, pero s una czlntidad fabulosa cle riquezas. Con slo los cLlarenta o cincuenta platos de oro l-rallaclos en media clocena de casas habran ooclido firrmrrse diez rnillonrrios. Not qtre los c<;mpaeros ttmpoco clorman; Lawrence fumaba su pipa, los dems se volvan de un laclo a otro, intranquilos, madr:ranclo en la sombrr secretos proyecrtos. Por mi parte, yo no habra creckr jzrmirs que el oro producirzr en m reacciones tan violentas, qLle determinara cle inmediato un peroclo de excesiva vida interior, de imaginacin clespielta, y, por qu no decirlo?, de clesmedicla ambicin.
r" rr"itnl cuanclo "rn";u Es hombre cle espejo cle mano. en su ba mirnclose viei<;s hbitos, clc refinamientos que nada podr'a h:rccr variar. Nosotrcs vamos casi tctclcls con unas horribles barbas. Yo, por cjemplo, no mc afeito desde aquell:"rs horas clc trancltrilidad, a orillas cle Laguna Luisa. Pero Lawrence se rasura implacablemente toclas las maanas. Fermn y los jvenes n() estaban. -Qr,r se hln l'rccho'i -pregunt. -saliercn en blrsca de agttur. I)ebc haber en los alrecledores algr-rna cascrda o algrn pozo -contest
":il;"r*^i]*.",.'."
Jorge. -'Y por qr-r no me clespert a m tambin?' -Porque usted pas muy mala noche, afielrraclo, durmiendo agitadarnente. Orteg:r dice qlle no ces cle hablar entre sueos. Comenc a levantarme... -A ustecl, Lawrence -clijc-, puece que el desculrrirniento del oro no le ha inqr-rietado... -No. en realidacl. Dorm colno cle costttmltre. I-o qLle me interesa es 1r ciuclacl. Se sientc ustecl bien para que vryamos a dar un vistazo? -S, s -clije-. Estoy perfectamente. Salirnos clel lugar qLle nos hrba albergaclo, y otra vez el pan()rama cle las casas y cle las ruinas se ;rbrici ante nuestra vista. Hacia el cielo. los estratoctmulos presentabzrn grancles ltrechas; por las cttrles un alegre sol bajaba r besar las ruinas, iluminaba los hacinamientos cle picdras, se meta r las casas por los htrecos de puertas y ventanas, lO recorra todo. Jorge
sus clctrlos respecto de lr obscuriclacl en la CiLrdacl c1e los Csares han fllado. Esta es mucho ms clara de 1o qLle en un principio crey. El nrmero cle las horrs clilrias de lr-rz s que cs menor. Mientras afuera estr todav claro, el entbuclo aparece en sombra. Si bien brechas y ntrbes de pc.rco espesor permiten pasar la luz clel sol, apenas esta clislninr,rye lzls tinieblas se apoderan cle la ciuclad en ruinas. -Quiero qlle vayamos a ver lo que ayer, clesde la colina, nos pareci un templo -dijo.forge. Y echamos a anclar por lzrs calles verdes. f)e vez en cuando nos asornlbamos a Llnl qlle otra clszt, corriente. No haba necesiclad cle afnarse mucho para encontr2u pieclr:rs cle formrs rarasl platos y copas de oro. Jorge hall<i, tambin, dentro de r.tna casa. Lln troz<> cle hueso petrificaclo: un hueso humrno. El templo aqr,rel elevbase por sobre ruinrs y barrios en pie. Guiados por la cpula, que clespedt. reflejos /mreos, lleg:rmos hasta 1, clespr-rs cle cuarenta minutos c]e marcha. Estaba situaclo en el centro de un grrn espacio balclo, Llna especie cle pleza principal. Exteriormente, el templo, aparte c1e sus clintensiones que erln mlly sLlperiores a las corrientes, pero no monnmentr.les, en nacla se clistingua de las clemrs casjas. Sent qLre Lawrence me coga de un l-:tvtzo y me cleca. con voz trmula: -Armando... se ha fijaclo ustecl?
-'QLr?...
Arc ros n,,'.,n, ",", cerr, cegaclo: aquello refr-rlg:r cle tal manera qlle no se le pocla mirar al sol. -Cree usted?... *Estoy segLlro. -Eso quierc clecir cluc serelxos ricos, Jorge. -Seremos? .Por c:? Esto no nos peftenecte. Es propieclad clel Estaclo *replic Lawrence. -fr,rzgu intil responcler a tan estpiclas palabras. Penetrrmos en el templct o en lo qr-re fuera. En lrs p:rrecles, cle pieclra lisa, se vean zrlgunzrs rudimentariLs lners tra.zacls a cincel formando dibujos tnrs cr llenos primitivos: flechas, rzlyos en zigz:.tg y alguna clue otra figur:r que me pareci la representacin cle un lnirnal. Bn el centro cle la estancia, qlle era enorme, tres gr:lncles bloques de pieclra formaban r-rna especie c'le mesa o cle altar. Sobre 1, nuevos vlsos y nllevos plltos cle oro, pero labraclos con mayor esmero, con lnayor perf'eccin. Y empezarlos a hallar h,rego, bajcr el pasto que creca libremente, muchas lanz..ts cle maclera ya podrida, con slls conos cle oro en el extremo. Apoyacla en Llno de los mllrosl tuve la suerte de hallar una placa metlica cle ms cle un metro cuaclrado c1e superficie, cr-rbierta por la herrurubre. La toqu con el puo cerrrdo y clespicli un hermoso sonido qr.re llenri la estancilr, y clly().s ccos se escucharon despus rebotanclo entre las ruinas. Repet la oper:icin golpeanclo esta vez m:'rs fuerte, c()mo quien cla unr bofetacla sobre el pecho cle su enemigo: cle nnevo mi golpe arrancr al metal su lastimero soniclo; de ntrevo
l;" ilil'?o..
yrll
ruerc,n ;;;;.:," ;" piedr:r en piedra, hasta perderse hacia arribr. -Es un gong -dijo Jorge-, que incluclablemente serva p,:.r;t llamar a reunin a los csares. Y frotnclolo enrgicamente le arranc cleslumlrrntes brillos. Salimos con la cabeza abombacla cle acluel recinto, templo, cuartel o gobierno de 1r remota gente que aqu vivi. Afuera se escuchaban gritos. Eran los jvenes y Fermn que andaban en nllestra busca y, guiados por lo sones del gong, qr-re al parecer se hrban escuchaclo en todos los mbitos de la ciudad, venan a reunirse con nosotros, ansiosos de participarnos sus descubrimientos. Como hablaron todos a la vez,.forge les exigi orden, pidiendo que fuera Sagredo quien refiriera lo que haban visto. -En primer lugar *dijo el estudiante, echanclo una rnirada de superioridad sobre Ortega-, en primer lugar hemos hallado un pozo mr-ry cerca de aqu, casi en el centro mismo cle la ciudad, Pero la boca est tapacla a medias por una piedra, que ser preciso mover entre todos. Hay tambin, en las afueras, Lrna esplndicla cascada que forma un riachuelo: agua pura, cristalina, sabrosa. Traemos las cantimploras llenas. -Muy bien -aprob<i Lawrence-. Y despus? -Despus... Pero es neceiario qtre vengan ustedes a ver... Buscando platos cle oro hcmos encontrado dos cuerpos humanos, petrific:rclos.
i:;, ,,,.",
Era
aquer",
-Oro -dijo.
portancia que seguir buscando platos y copas. -Por ahora -clijo-, los platos no n()s interesan ms. Medir clocenr que tengamos bastarn pxa reconstruir Lrn aspecto cle la civilizacin de los csares. Los cuerposl en cambio... Marchbamos a pasos apresurados. Dejamos atrs lun barrio enorme, totalmente derribado. Se vean grandes bloques de pieclra, tumbados los unos sobre los otros, y coltrmnas casi enteras, cle una grecia extl.lordinaria: eran simples cilinclros sin capiteles de ninguna especie Qu cuadros clesolaclores, qu muestrario ms eloctrente de kr qr-re puede 7e fuerza en marcha cle los hombres, hasta conseguir levantar una inmensr cir-rdad de pieclra, y cle 1o que pr,reden las fuerzas naturzrles, clerrilrando con Lln soplo, con un mnimct estremecimiento, toda esa labor, fruto de una lucha ciclpea cle aos y aosl Yo me daba cuenta de la emocin qr-re un espectcr-rlo como el de los vegetales crecienclo entre las ruinas provocaba en mis colnpaeros. Despus de rtravesar grandes extensiones y de seguir una larga calle, llegamos a Llna casa, en el hueco cle cuyzr pLrerta haban dej:rclo nLlestr()s compaeros, a mlnera cle seal, una de las cantimploras. *Entren -dijo Ortega. En un rincn de la estancia, sentaclas en el suelo, cle espaldas a la pzlred, dos formas humanas sonrean con la macabra sonrisa qr-re la mllefie se complace en dejar en las calaveras. Eran seres casi esquelticos: lts
;;"1;;J..:T;,.n,
-ouo,,,i_
."" el crneo petriaparecan #":;.a:, piel apergaminacla, amarificado y escasos trozos dc llenta. rclheridos a la cara. Los troncos tenan rns piel que las c:rbezas, tambirr de color amarillo sLtcict, como el cltero con qt-le se encnrclernaban los viejos libros... Era algo asqLleroso, sin clr-tda, la visin de esos clos cadveres converticlos en piedra por l:r accin del fro. Sobre los cr,rerpos no haba ropts, pero bzrio ellos, tambin cubiertas cle cristrles ptreos, algr:nas pieles de animales qr-le no nos fue tntty difcil reconocer: cLleros de llamas. Lawrence no se cansalta de examinar los cLlerpos de los clos csarcs converticlos en estattlas de pieclra. Fue clifcil an'ancarlo cle all. -De qu poca sern? -le pregunt. -Ah! -contesto -forge-, es muy clifcil detcrminarlo, por ahora. Pero estos cllerpos aaregan mttchsimcr material al cmr-tlo de antececlentes que permitirr conoccr la civilizacin cle los csares. ."0"r^
-Nrturalmente. Yo voy reunienclo mis not2ls, y mLly pront() poclr decirles, por lo menos fizrgmentariamente, cmo viva este pueblo... -Honbre, Lawtence -cliie riendo-. Ser la tns interesante de todas sus conf'erencirs cientficas. I)urante la tarcle hemos seguido recorrienclo la citrclacl, sin encontrar otra cosa que nuevos ejemplares clc los ya conocidos, cle oro plrro. As ha terminaclo nues-S?
a"'ffiil;'
l'ra
ciudrcl
.r"
1,.,;
Parr dormil nrs herlos meticlo en Ltna casa sctlitaril entre l:rs ruina.s; se la l'econoce fcihnente por su nayor altura y por su aislamiento en meclio cle las pieclras clerribadas. Ser nuestro refirgirt, nucstro culftel general durante el tiempo que permanezcamos aqu. Cunto? El grupo A no llegar antes de ocho clas. Cuanclo vengan el profcsor Zmora y los clerns, la ciucllcl no tenclr ya secretos para nosotros.
Caprulo VIII
Hoy hemos salido a explorar los alrededores, es decir, el cinturn de cerros que rodea la ciudad. Jorge pensaba, con razn, que all encontrara indicios interesantes. Y no se equivocaba. Si alguna cualidad por encima de las que le son habituales ha demostrado mi amigo en toda Ia aventura esta, es la videncia, una videncia extremada, verdaderamente notable. Todo lo haba previsto y sera yo injusto si no confesara lealmente que la Ciudad de los Csares coincide en su aspecto general con la visin de ella que Jorge tena en Santiago, exceptuando el tamao, eu es mayor del que mi amigo le supona. En eso ha errado: hablaba de una San Bernardo de adobes, y nos hemos hallado un pueblo mucho ms grande que San Bernardo, y de piedra.
1-0
Por la maana recorrimos los cerros clel Oeste, es clecir, aquellos por cloncle llegamos a la citlclacl. Ntl presentan naclr de cxtraorclin:rrio. Loramos caz'.lr clos concjos que nos han serviclo plrtt lr ccxnida: estal)an exqr-risitos. Pcro orillando los cerros hacia el Nortleste, hemos h:rllaclo la fr-tcnte generaclora de la ciltclacl: grancles canter'.ts se rbren cofllo quebraclurs; en sitio cloncle la lhrvia cae 21 menttclo, la piec'lra se presenta lisa y lin"rpia. En las falclas de la canterzl h:ry todava lrloqucs preparzlclos, listos para ser traslrdaclos r la ciudad. La catstrofe cltre clcspobl<i este sitio (guerra?, epidemia?, terremoto?) sorprenclir a los csares en sll viclr activr cle toclos los clrs. Lcls olrreros prepar:rban ah mismo las moles cle pieclra qtre lueo arrrstraban (crmo?) hastr las constrltcciones en que iban a servir. Hemos hallado -nos cost mucho trabajo cle.senterrarla, y est pafiida en clos trozos- ttna singular herramientr de oro qlre serva para trabajar la piedra; es unzr especie cle hacl-ra con el mango cilnclrico, uuy
gftreso. A rnecliocla volvimos a nttestro cttartel, cttyo interior limpiarnos cle p'.tstos y pieclras. Hemos traclo hojas secas y zt+la en rbr-tnclancia, y con peqtleos trozos cogiclc>s en las rttinas hemos r:onstruido ttna especie cle horno. Lr tarcle la pasamos tambin en los alrecleclores, pero sin hacer clescttbrimientos cle irnportrncia. Marcrbr lrs cinco mi reloi cttrnclo se sinti Lln trlleno, que reson espantosamente clentro clel emlrttclo en clue estamos encelrlclos. Arriba, las nttbes iniciallan
grancres,',o.,,-,.1,::
;^.ffi;":.u
.".,n.,"
u',1i
obscr-rriclad se aguclizci en el valle. Pocos momentos desplrs comenzaton a caer grLlesas gotzls tiltias, qlle nos laman las rnanos colno lenguas cle perros familiares.
Nos retiramos, puej nada se pocla hacer bajo 11uvia tln cerracla y en una tarcle oltsclrr1. En casa hemos encendido fuego y comido alegremente. Los jvenes discl-rten, como sietnpre, p()r tonteras. Los he odo hablar de "cuando regresen a Santiago, ricos y famosos..." Por rni pafte, yo tengo ya mi plzin. La fama rne deja fro; que se la llevejorge, qr_re la merece. Como sin cluda poclr disponer de muchos miles (no me cloy siqr-riera el trabajo cle calcular), viajar por Europa, con()cer el Asia y parte cle frica, vivir la vida cle otra gente. Ya Santiago no lne interesr. QLl se puede hacer en Santiago, allnqlle se tenga muchcr clinero? Para qu sirve el clinero en Santiago? eu placeres nllevos, qu sensaciones inditas pr-rede proporcionar Santiago? Si siquiera fuera verdica la historia de amor que cront a Marcial Ortega!
I"ebrerc 4
Con lluvia y toclo hemos salido y estLlvo muy bien qtre saliramos, porque Fermn descubri en la falcla cle un cero Llna gran madriguera cle conejos. Fue el clesblnde, la desesperada firga; pero ms cle cliez grandes piezas quedaron tendidas en el sr-relo. La lluvia se hizo despus tan gruesa que hemos teniclo cue volver.
122
Son las cLratro de la tarcle, y nuestro farol cle minas proyecta caprichosas sombras sobre los mttros. Afuera, la obscuridacl es clnea cle toclo.
I'-ebrero 9
Clminanclc hacir el Oeste hemos hallaclo, hrce cltttro cl:rs, 1o que menos habramos imaginado hallar en
cazal'anu nn,u,.");;;;"1;" pescar,r"-", recorrido las mrgenes de ste y encontrado dos canoas ms, apafie de algunas caas con pllntas de oro. Sus mtodos de pesca eran bastante primitivos. Desde entonces hasta ahora son incontables nuestros descubrimientos, qlle empezaron con esl salida secreta de la ciuclad -qr-le por cierto nos costr hallar al regreso-, y termintron pof un vasto campo sembraclo cle pequeos monclitos, que es el cementerict cle los csares. Hemos defaclo las uas escarlando lr tierra, sin hallar otra cosa qLre platos y copas. Apenas algun<rs huesos. Olrjetos de oro y nada ms hay bajo las piedras funerarias, algunas de las cuales adoptan formas humanas muy primitivas. La tierra es gelatinosa y de un mrtiz amarillento. Ayer paltieron hacia la cumbre del Cerro Grande -como lo llama El Manco- F'ermn y Ortega. Van a esperar al gn-rpo A, que seguramente est por llegzrr. Jorge no cesa de escribir en sll cuaderno cle notas. Se ha ocr-rpaclo tarnbin de los dibujos; tiene unas decenasj de croquis de los aspectos ms interesantes de lr cir,rdacl y sLls alrededores. Febrero 10
lalrrada en Lrn tronco cle rrbol, destmida, petrificacla. Aqu toclo 1o qLle no es de pieclra originaria se ha vuelto de piedra. Lina canoa . Para qu podan Llsar canoas los csares? Para qu-i Pues, prrr lo que las emplean todos los hombres: para navegar. Pero ccimo navefaz1t'en el fondo de un pozo seco, como es el valle de las nubes-i Jorge, clue estaba entr-rsi:rsmaclo por el descr:brimiento, inici inmecliatamente la lrsqueda clel lugar en que la canoa pudo algun'.r vez prestar selicios. Durantc clos das hemos recorrido toclo el lrclo Este de la ciuclzrcl, y el hecho no tard en explicarse, cLllnclo hrllam()s Lln clesfilaclero entre dos ccrrcs, qlle tttvimos qr-re seguir en flla indiana, clc tan angosto qlle es. Lo seguimos, alejirnclonos cle la cittcl:rcl, hasta clesembarcrr en Llna extensa llanura cubierta cle clecicla vegetacirn. Y cle repente, tl atrtvesar un maciz< cle rbolcs, dirnos con el objeto cle nuestrrts pesqttisas: ttn lago cle pequeo tarnao, cruyas orillas se pierclen entre la velciura. As, ptres, los csares no estabrn embctellaclos en str valle. Prr cl clesfilaclero sal:rn a la llanura. clonde
clno1
Hoy ha terminado Jorge el informe, pLles es Lln infbrme lo qr-re escrilra, del qr-re irn copias, tan pronto como sea posible mandarlas, al Ministerio cle Instruccin y a la Socieclad de Historia y Geografa. Slo despus de imponer al Gobierno cle los hallazgos, enviarr
c*e s.. romen ;-:;";:::;","re '" para evitar Llna afluencir de aventureros, qLle necesariernente se vl e producir, y cle la
a
rnediclrs previ:rs
,"..-".,ones
curl nrdr buenc puccle esper11'se. En clos palabras: desea aclelantarse con trnr realiclacl mrs o rnenos cientfic;r a las peligrosas f:rntasas de Marcial Ortega. Nos leyri a Ital y a m su infbrnte, que es mlty extenso y cle un inters extraorclinrrio. Ptrestas las cosls cn sll lugar por Lawrence se ha hecl-ro en nosotros ll luz respecto cle muchos puntos oltsclrros y sobre todo clel gran problema: el oro. Lo escuchbamos embobados. Jorge, en meclio cle la estrncir, c()n slt crr,raclerno en la mano, era Ltna figura mtrchct ms interesrnte qLle las cle esos confrenciantes huecos, cle pecho baldo, que comienzan en el S:rln cle Honor de la Llniversidrcl sus insopottrble.s conferencirs: "Seoras y seoles". .lo1ge lea sencillamente, sin una brizn cle peclrntera en el gesto, en la voz o en las icleas. 'l'entaclos estuvimos cle :rplauclir cnando terminr su infctrme con el clrsico "Dios guarcle a L.l. S.", que se le dice a los ministros. Le pecl los papeles y he estaclo releynclolos; ms arn, me clispongo rhora a resumir los puntos nrrs interesantes, aquellos qr-le se refieren a la civilizacin cle los csares. Ernpiezo.
na cle Amrica, ;""":;:::;:'incas y u,,"',,, cas. El hallazgo de los clos ejemplares ntomificaclos rne ha serviclo parr comprobar qLle pertenec:ln a Ltn tipo indgena sirnilar al araucrno: color cobrizo, pelo ne!aro, lnlcso y relrelcle; c:rrt recloncla, neriz ctrtu y rrncha, pmulos salientcs, fiente estrecha y barlta r:rla.
Pueblo seclentario, clesprencliclo posiblemente cle los huilliches u hcntlrres clel sur, llegci en su culttrra hlstt procrlrarse hrbitrciones magnficas, cle pieclra, con las calactcrsticas ya sealaclrs.
I.
C]IVILIZACION Y RAZA
Los csrres vivan, suponiendo que sn cxistencil se remonte a los siglos XV y XVI, en r-rn plan de civilizacirn mr-ty superior al cle cr-ralquier otro pueblo indge-
126
LIIIS
[NlilQlll'] I)Fll.AN()
t21
hba relrniones o conscjos convocxclo; por los que mandaban. Un gobierno popular, posiblemente. Los csares eran monrgamos, vivan en parejas. La flornra y el tamao de sus casas son pruebas suflcientes para justificar csta afirmaci(rn.
III.
ORO E INDUSTRIA
rraclo, tan secreto. Hsto inclicr q.e conocranla clura experienci:r de la guerrl y que le teman. Sus armas, lan_ zas delgadas de cra o pino, c()n Lrna afilada contera de oro, estaban clestinrclas m:1s qtre a los hombres, l los animales salvajes (pr-rmas), huiclizos (coneios. hue_ mules), o a los peces clel lago. V. CTILTO Y ARTE
El valor clel oro no era conocido por ellos, pLlest() qr-le lo utilizaban como un elemento corriente, en la constrtrccin cle armas y objetos cle uso domstico, cepas, platos, hachas, etc. No es clifcil asegurar que su obtencin no presentaba para ellos clificr-rltacl zrlgtrna. Deben existir en los alrecleclores de la cittdad valiossimas minas, quc no nos ha sido posible ulticar, pero que los tcnicos que el Gobierno enve hzrllarn, sin dr-lda alguna. Aun cuando no tengo inclicios exactos, me inclincr a creer que los csares saban trabajar la ltna, que criaban la llama y la oveja, prra aprovechar sr-l carne y sus cueros. Se trata de una regin fra y cle lluvias constantes, y no es cle creer que vistieran simples pieles, sino quc falrricaban mantas. Dorman sobre cueros de aninales y se alunllrraban con teas. IV.
I)I ]TII]LO IAC]IF-ICO
l)e
pt'lnltivos
sr-r religi;n no quecl:rn vestigios. Seguramente era lun pantesnto ms o firenos btrrclo. No hay pueblos
Ltlcos.
pucblo +lerrero, sino pacfico y solitario. Jir(rn clesprendiclo de alguna de las randes tribus cle la pzrrte austral -insisto en que se trata de huilliches-, str rnismo fn de paz los irnpr-rlsr a separarse cle los belicosos clanes, y a instalarse en un valle tan enceNo
crr r-rn
Descle hrego, gr:arclalran el ctrlto cle los muertos, en cuya vivencir ms all de la tumba crean. En la llanura qLle se extiencle ll Este de la ciudacl, y para llegar a la c,al es prcciso usar el clesfilacrer., se encLlentra ,n enorme cementerio lnrterialmente semtraclo cle peque_ o^s monolitos. Enteffaban su.s ntuert()s en la tierrzr y cc> locaban j.nto a ell.s platos con crrne y otros alimentos. El cementerio tiene ciertr semejanza con algtrnas pequeas necrpolis cle rlcleas chilenas. Scilo clue en uez cIe cruces plantaclas en la tierra, hay csrrs .rtrt.,". firnerarias cle pieclra, muy imperfectamente trabajzlcl:rs. Toclas las manif-estrciones rrtsticas hrblrn cle cierto atraso en qLle los csares vivan en colrparrcin con otros pLlebl.s. Aparte cle la ar-qr_ritectura, lo clem,rs es rnuy simple. Lo^s platos, las copas, lrs esculturas fne_ bres son cle trn primitivisnto extfemo. Estas y los di_ br-rjos hallados en las parecles clc-l templo revelan el nacimiento cle un trabzljo artsticrc sin aplic:rcirn inmediata a lo clomstico.
128
VI.
DESTRUCCIN DE LA CIUDAD
Sobre la poca aproximada de la extincin del pueblo de los csares, nada puedo decir, como tampoco
acerca de las callsas determinantes de ella. Lo ms probable es qLle un violento terremoto devastara la ciudad en su mayor parte, aplastando a sus habitantes. Es posible tambin que los sobrevivientes huyeran aterrorizados hacia la llanura y buscaran refugio en otras tierras menos propensas a los sismos, sin osar volver a sus lares. As, el recuerdo de la Ciudad de los Csares se fue perdiendo; subsisti slo la leyenda de una metrpolis fabulosa, leyenda que, como oct-lrre siempre, fue adornndose, desfigurndose al pasar de boca en boca, hasta referirse en el siglo XVII que estaba pa-
vimentada con oro. Lo cierto es que el oro existe y que cuando se encuentren las minas de donde los csares lo arrancaban, se hallarn riquezas insospechadas.
1" Declrra' Estacl. l" ci;: clad de los Csares y sllj ;rlredeclores en un radio de
#ffi
-"-:'.:l
veinte kilrnetros; 2" Nombrrrnicnto de r-rn organisrno clirectivo qr:e tenga a sLl czlr[a(), con amplia alltonoma y pocleres sin restriccin, toclo lo relacionado con la Cir-rdacl de los
Cszrres;
3" Envo cle un regimiento de 1r guarnicin del Strr para colaborar en krs traltajos y clefender la ciudrd del asalto de aventureros y buscaclctres cle rtr<t; 4" Contrato cle prof-esores en Chile y en el extranjero pan qr:e interwenplan en la investigacin cientfica cle la civtlizacin de los csares: 5" Declarar "monument<t nacional" la ciuclad, tanto en su parte en ruinas como en la qlle permanece en pie; y 6" Acordar una recompensa a las personas que han colaborado conmigo (yo la declino) en el desculrrimicnto.
Captr-rlo IX
Hoy han llegado. Casi con pesar escribo esta frase. Para nosotros, libres ya de la fiebre que nos acometi la primera noche, cuando el oro desplegaba sus seducciones, ha resultado un espectculo casi repugnante el de esos hombres con las barbas crecidas y los ojos como carbones, revolvindolo todo; abalanzndose como tigres sobre los platos ureos, sopesndolos codiciosamente. Hasta el profesor Zamora, tan tmido por n tutaleza, andaba enloquecido a \a zaga de los dems. Pero a quien ms implesin causaron las riquezas qlle hemos descubierto, fue a Ral Muoz. Sus duros ojos parecan agujas que fueran a horadar el metal, cuando el baqueano, a la cabeza del grupo A, se meta a una casa y luego sala corriendo, con copas y platos en las manos, para introducirse en las dems. Qu gente! De la Cruz y Ziga, qu
ljz
Lllls IINRI()trfi
[)EI-ANC)
tipos de homltrcs de ciencia son, si lntes de contcrnplar el panoram:r o de preocuparsc de la arquitectLlrI, rnclrn enloqueciclos cletrs de los platos cle
oro?
Sin que l reparzrra en tn, mc fil en el profcsor Zamora, qtte, cogiendo ttnr c<lpa cle ortl cle las ms pequeas, la guarcl t:n Lln bolsillo cle stt chaquct:r... Ann cttanclo nacla cliio, not qtre Jorgc estabe tltnbin cscandalizclo. Corrtprendi que frente a esa reaccin primeriza no haba tn/rs remcclio que esperar la calma. Habl largc-r con el profesor Zamcxa. Me cont<i, con su cara ms lamentable y mirnclome con ojos hrnedos como los cle Lln perro que haba pasado momentos muy penosos a orill:rs cle la Laguna Luisr. Stts cor-npaer()s no se ocupaban cle l en absoluto; clescle por la maana estaban ftleta, de excursin, sin invitarlo. Como se llevaban con ellos al Lraclueano, el pobre prof-esor debr, inchtso, prepar.lrse la con"licl:t. El viaje al Cero Grancle, y sobre toclo el clescenso al valle cle las nttbes, hrba sido penossitno y Zatn<lrlt tenr los hltesos molidos. Si no hubierr existiclo la curiosiclacl qlre le inspiraba la Cilrdacl de los Csares, se habra qucclaclo tencliclo en la mitad del camino, sin pocler clar un paso mas. -Qr-rin le clio la noticia del descubrimiento'/ -le pregunt. de in-Qr-rin? Nadie. Ni siqtricr:r se hrn octtpaclo del orillrs firrmarme -diic>. Cuando llegl El Mancn a lago, not que se procluca entre los cotnprreros unl
gran :rgira.io,' e,', Er r"'.'.1 nombraba misteriosamente la Cir-rdad de los Csares, descubiertl por Lawrence. Los otros clijeron que no crean en trl descubrimiento, pero que cle ser efectivo, ser:1mos riqusimos, porque las leyendas hrlrlan cle una ciudacl empeclr:lcll con oro. "Ms aclelante, cuanclo terminantos cle subir ese malclito Cerro Grande, Ortel:l y F-ennn, qlle nos esperaban locos cle impaciencizr, nos 1o refirielon toclo. Fue corno si una corriente elctrict nos hubiel'l saclldido, y, sin tomarnos siquiera dos horas de descanso, comenzamos a descencler, guizrdos p()r ellos. Yo he estado dos veccs a punto de rnatarme. Y al profesol' se le quebraba" 7a voz en srcucliclas
rmargas.
;;J"';:'";';,rar;
a.
Lrwrence) Llna sensacin cle intranquilidacl, de pesar. Pero por otro lado llegan con ellos las pl'ovisi<)nes, quc han siclo bajzrclas en pilrte; ms de la mitacl quecla arriba, sobre lr cumbre clel Cerro Grande. Nuestra cornicla cle hoy ha sido abunclante. I)escle hace cerca cle una semana s;lo conejos y concj()s, glllletas y saln-rrn en conserva. Ahora hemos variaclo nllestro repetido men. Cerca cle nuestrlr c;lslr. il Lln()s ciento cincuentl metros, justamente en el extremo opllesto clel campo de ruinas, han alojado krs camaradas. Fln casas vecinas aguarclan nuestra hamlrre los cajones con alimentos, tan penosantente llevados al valle.
rJ/r
l-llls ENI{lQllll
I)F:LANO
Maana salclr Jorge con los recin llegaclos, como un gr:a al frente de un lrllpo de tttristas' para mostrarles la ciudad. A pesar cle la fatiga que sienten, nos acosaban a prelllntas, qLte hemos tratltlo clc slrtisfrr-
don Jorge repzrrtir los platos y las copas de oro? -No s -respond confuso-. Por qu me lo pregunta?
-usted
.."",'),'i,-|T;# --"
or"r""ru-, ur:
-Porque anoche Ral me prometi paaarme... "Ahora no te podrs quejar -me dijo-. Te pagar tus cuatrocientos pesos apenas se haga el reparto." Lcr interrogu y me explicr que don Jorge tenclra que distribuir entre todos el oro, que era preciso enterrarlo y no llevrselo de Llna vez, sino de a poco,
para no despertar sospechas en Chile. "Y cmo sabes t -le pregr-rnt- que repartir el oro7" "Oh! -me contest-, tenclr que hacerlo; si no lo. reparte por las buenas, lo repartir por las malas." No le dije nada y me fui a acostrr, muy inqrrieto. Pensaba advertrselo a usted, pero no me atrev r venir anoche, por temor de que Rarl sospechara cle rn. Me consta que clespus estuvieron hablando hasta tarde, Ortea, mi hermano y los dems. No pude escr:char na.d.a, pero estas conspiraciones me dan rnuy mala espina. Me burl un poco cle las aprensiones clel baqueano; le clije que no haba nada que temer, que todo se arreglara, que Rarl se clejaba llevar de su matonera, y que yo tambin esperaba qlle Lawrence hiciera un
reparto.
fon. Temprano en la tnaana salieron los recin llegaclos con Lrwrence al frcnte, hacir los alrecleclores' Mi amigo tena el tcito propsito cle clesviar l-racia un fln cientflco el morboso inters clue l)e la Crttz y c()mpaa hrban clcmostraclo por el oro. Yo me cltled con Zrm<>ra, ql-le no poda trloverse a callstl cle l:r fatiga, y con Fermn. Muy preocupado, el baqueano lrle r"efirir Lll-r:l conversacin s<stenida anoche clon sLl hermancl'
vida tranquila -agregu. A medioda el profesor Zamora empez a quejarse cle fuertes dolores a los huesos. Lo traiimos a nuestra
136
vivienda, donde poclr estar ms crmodo, sobre un lecho de mantas y hojas secasl y Sagredo le hizo r-rn reconocimiento general. No hzry lesiones, slo fatiga. Le dirnos enrgicas fricciones con alcohol y se sinti ms tranquilo. F-ue en la tarde cuando se produjo la increble rebelin. Estbamos entre las ruinas, cerca cle nuestra crasa, clranclo Ortega plante el problema. Lawrence-, en qu forma se har el reparto? -Qu reparto? -clijo ste secamente. -Qr-r reparto?... Pues el reparto de los platos, las copas y las pr-rntas de las lanzas... Jorge palideci. Pero no era hombre par^ titubear. Oa las frases entrecortadas c1e Rarl, El Manco y los otros clos, fiases incompletrs, pero de las cuales se cogan significativas palabras: "Claro, hay que repartif", "No 1o permitiremos", "Toclo para ellos", etc. -No somos krs clueos de este oro para repaftrnoslcr -clijo con voz autoritarta-. El Golrierno es el nico propietario legtimo. En el infbrme qLle he redactado, pidcr al ministro que se le otorgr-re a cada uno de ustedes rrne huenrr rc('ornpcnsr. El det'iclir. Se escuchr una risa irnica. Era Rarl Mnoz. -El Gobierno'i -dijo-. Esperar algo del Gobierno, es 1o mismo que nacla. Venclr a salir para el da del Juicio Final... Itecompensmonos nos()tros mismos,
mejor. Not que Jorge, intransigente en esto como en tocla cuestin cle conciencia. estaba encoleriznclose. Las
Esruve 0.',';:, iban a " "-;;;":;;.,J: cle intervenir, pero no s qu malvadl fuerzt secreta me detuvo, y no dije nacla. Mi pensamiento, no obstante, era mtly claro: yo estaba tambin por el reparto! Hay que s:lber lo que es el Gobierno y cmo paga a los qr-re le siruen. Basta con acordarse de los veteranos clel 79 qr-re piden limosna en las calles... Y esos ancianos no entrelaron al pas slo una vieja ciuclacl de pieclra y algunos cientos de objetos cle oro, pens... Es riclculo lo que hace.|orge. Si l no quiere repartir, por 1o menos qr-re cleje a los otros llevarse lo que quieran, fingiendo qt-le no los ve.
cos2,s
Lawrence estaba lviclo. Sus ojos azlrles, de orclinario tan serenos, despeclan fuego. -Aqu mando yo -grit con voz duta-, y se me obedece! He dicho qLre no tocaremos nacla y se
acrb!
Entonces se destacr del gn-rpcr A, I{aI, el h,rgarteniente de Ortega, y grit a slr vez: -Aqu manda el qr-re es capaz de hrcerlo, y descle ahora ndese con mucho cr-ridaclol La lucha estaba planteacla y no caba retrocecler, por 1o menos en ese instante. Lo comprend as y ftri a poncrm(' junto r mi lmig,o. -De modo qt-le esto es un motn? -gritr Jorge*. Pr-res ya vers, carajol Y sacci su rev(rlver. Los otros retrocedieron sin responder, alejndose hasta la casa que haban tomaclo por su cuenta. Junto a Jorge, qLle no os romper el fuego, haba tres hombres: Fermn, Sagredo y yo. Den-
l.Js
r.Llts
[NRtQl]L I)ELAN()
rre
tro cle la
estancir, el prof'es<>r Zamora, lamentndose de sus fatigas. Ello.s eran cinco tambin, pero...
-er-r
o..',,",")1,';"';,;::'o,u
0t,0".,",
calteza'. s, eran cinco, slo cinco, pero... tenan l:rs armas y las provisiones.
-Lawrence! -exclam-. Se ha vuelto usted k>co? Ellos ticnen las armas... -Se las quitarcmos. -Y las provisiones! -Las recuperaremos -respondir Jorge-. Tienc ustecl su revlver. Armanclo?
-S. -Y ustecl, Sagredo? -No, clon Jorge. Traer
r,rnr
carabina.
Zan-rcrt, qr-re haba escuchado lzrs palabras qlle se pronunciaron c()n voz ms alta durante la disputa, in<1uietsimo, cluiso atatarlo para qlle le refiriera lo ocurrido; Ral sali sin hacerle ceso y fue a reunirse
CON NOSOITOS.
Y avanzamos. No mucho, por cierto. No llevararnos anclaclos todava treinta nletros ctrando se escucharon algunas cletonaciones que llenaron el silencioso valle, y ckrs cr tres balas silbaron iunto rr n()sotr()s. Una cle ellas se clav en Ia tierra, a cinco centmetros de mi pie. -Atrs! -grit-. Vamos a refugiarnos! Corrimos hasta alcanzar nuestra casa, dctnde nos recibieron los afligidos lamentos del profesor Zamc>ra.
Nadie se clign contestarle. Afuera los clisparos haban cesado. -Ya est planteado el problema -clije-. Jorge, me parece qr-le se empccina usted en Llna idea ridcula, y perdneme mi cn-rdeza. Estrmos en grave peligro, casi sin armas y casi sin provisioncs. La situacin no puede ser ms clesesperacla. Esa gente, loca por el oro, est dispuesta a toclo. Qu inconveniente l-ralta en que se llevaran algr-rnos platos? Mi viejo amigo me mir duramente, en forma casi ofensiva. Pero no eran los momentos cotrlo para enfaclarse por Llna mirada ms o una mirada lnenos. -No habra ningn inconveniente -respondi con terqr,redad-. Ya pudieron llevr'sekrs. Pero queran meterme a m en un rep2lrto cle esa naturrlezr, y con rni conciencia no se juega. -Pero, Jorge -insist-, cs Lrna testaruclez inrtil. Nos rn<rriremcrs cle han-rbre o nos matarn al':,'tlazc:ls, y luego se llevarn los platos, clc toc'los moclos. -Tcndremos la conciencia tranquilzr. -Y el Gobierno se queclar sin el oro... Me ech una mirada a lo hondo. como sola hacedo. -Si se tratara de otra persona, Green, le dira, sencillamentc: "Puesto que usted est de acuerdo con ellos, o le teme al hambre y a las balas, vyase con ellos". Pero se trata de ustecl y s que no puedo hacerlo. No le respond, pero le alargu la mano, que estrech; con leal fuerza. Ya no haba rns clue hablar.
t t{)
I)L,\\O
Lr
muerte, el hambre, qtt s yo. Para toclo tenclramos el hombro clispuesto. Ral Sagreclo, que segtta atentamente nllestres palabr:ls, nos clijo que estaba decidiclo t:rmbin a toclo. Fermn permzrneca call:rdo meticlo, segln pzlrece, en honclls rellexiones. Cremos clue estara pcsando el pro y el contr:r zrntes cle aclopLtr una actitttcl y tomar particlo en tlno u otro bando. Pero lo cierto es, y lo anoto para su honra, que el b:rqueano ya tena stl particlo tomaclo, el nlrestro, y que sus prolllemas intcrnos cle ese instante eran clistintos. de orclen sentimental. -Nunca quise convencerme -dijo- de cltre crl Lln mrlclito. Ahora n() tengo ms remeclio que crcerlo. Se ref'era a su hcrtnano. El prof'esor apenas respiralra. Hrbase enterado por nuestras palabras cle la rerliclacl tan poco tranqtttlizeclora. Como n() se le oyera ms me acerqr,t a su tosco lecho, creyenclo qllc se halla clormiclo. Estalra lloranclo silenciosatnente. LJn rrpiclo balance cle la sitr-racin ac'.rbr cle convencern()s clel gr:rve peligro que corr:rmos. Se acorcl h:lcer gu'.rrclias de cttrtrct horas cada uncl, en la ventana, con la caral>ina pront, y l:-r prirnera le crlrresponcli a Fermn. Fiel a sr: iur:rmento, clej el
rrmr
ustedcs.
cibimos p:rra ta t" .nrrtrr,rn, .iri ge y yo ernpu:rmos nLlestros rev(>lveres. -Qu hay? -Sale algr-rien dc l:r casa de los mrlditos. -Trate de no ofiecerles Lrlanco -aclvirti Jorge. -A ver?... Vicne con banclera blancal Nos aproximalrr()s entonces a la ventana. Al otro lado cle las rarinas, en la puerta de la casa que selvzr cle refr-rgio a los "malclit{)s", como los llamaba Fermn, clestacbase una figr-rra con fusil en lnano. Atravesando esr especie cle plaza cle piedras derribadas, avanzeba un homlrre -era Rrrl Muoz- con una clrabina levantlcla. atrclo a crLlyo can se vea un par,relo blanco. Se cletuvo a Llnos treinta pasos cle la ventana: -lll jefe quiere tener Llna entrevista con alguno cle
apoyacla
cle
contfil el mttro
mayor cficaci:t pa.re L Antes de qr-re llegara el at:rrclecer -haba grancles lrrechas en la salrlna cle nltbcs, qr-te permitan el pas<r clel sol- el lraqr:e:rno dio la alartna y nosotros nos aper-
-Aqu no hzry ms jef'e que yol -replic Jorge. Le apret un ltrazo, rnirnclolo con splica. -I)jeme il, Jorye! Tratar cle arreglar las cosas clen_ tro cle Lln terreno cligno. Vacilr un instante. -Bien, vaya. Confo en ustecl, Green. -Dile a Ortega -grit a ltal Mr-roz- que si quiL-rc n()s encontraremos all, junto l esa piedra grancle, a la nisma distanci:r cle aqu que de allh. y si estars tr -agregr,r-, yo tarnltin llevar a Llno cle mis hombres. Err el mnimo c1e seguridacl cir:e se pocla exigir. Prrtir el traiclor sin lnirerno.s, con tr:rnqr,riliclacl digna cle conciencia ms limpia. Lo vi llegar hastl la puerta cle su reftrgio, hablar con el qtre all se hallaba y vol-
I4).
s'\\-
.-.
ver hasta el centro de las n:inas acompaado del hombre que no era otro que Ortega. Slo cuando estuvieron junto a la piedra que haba fijado yo como sitio de reunin, sal acompaado de Fermn. Aun cuando haba algo de luz en el valle, evit mirarlo a los oios. I)e pie, junto a l -nuestros acompaantes se haban quedado algo alejados- le dije: -Qu quiere usted? -Que acabe esta situacin -respondi. lo que -Pues bien, cedan ustedes. Es una estupidez hacen. Nunca podrn llevarse todo el oro, fjese usted cunto pesa cada plato... En cambio, marchando de acuerclo, el Gobierno los recompensar esplndidamente, se lo aseguro. -Imposible -dijo-. Lo ridculo, verdaderamente' es, teniendo todo esto en la mano, ponerse a pensar en el Gobierno. Por 1o dems, las leyes son las leyes; y quien encuentra un tesoro, puede disponer de la mitacl;la otra mitad pasa a poder del Estado. Ahora bien, nos resignaremos a que se reparta la mitad. -Y en caso de que Lawrence no ceda? -Puede darse por muerto, 1o mismo que todos ustedes. Mi gente est furiosa, vuelta loca, dispuesta a toclo, Green... Trae usted plenos poderes de Lawrence paru pactaf? -S. -Entonces. ;.acepta? -No. Hablemos ms... a us-Pero de qu vamos a hablar? No le parece nuestras en tenemos Los pasa? ted ridculo esto que
\*
-:l
t--
{--
"
w--0r
LJ{
manos. Con ponernos el arma al lxezo, a esperar qLle el hamlrre los eche fuera de la c:rsa, todo est arreglaclo. Y entonces? -Es 1o qLle yo me prelunto, Ortega. Y entonces? Por qu quiere usted pactar cltando esa sohcicin es tan simple? -Por usted, por Sagredo y por ese pobre viejo Zamora, qlle me inspira lstima. Lawrence no me impoma nrda. Es lrruto, empecinaclo, y no se pone en la realidad. Estoy seguro, Green, de que Llstecl mismo piensa
como nosotros, que hay que repartir el oro, verdad'/ -S -confes. -Y entonccs, por qu sigue con Lawrence? -He trataclo de convencerlo, pero no cecle ni una pulgada. -Pues, v:ngzrse con nosrtttosl -No puedo, soy un hombre lerl. -Lo qlle t:s usted, es Lln irnbcil, Green -dijo exasperndose-. A Lawrence le pegamos un tiro y se aca b. En Surntiago diremos qlle se ha despeaclo. que nos tepartitnos el oro y nos vamos. Para ustecl las cosas seran magnficas: la rnujer de Lawrence queclar viuda y r-rstcd podr casarse con
-'Y-i Pues
-.Y?
sin pocier .",,, ,'.,'Ji gesto mc perclir. Halra obscureciclo y Ortega hiry rpiclamente hacir la casa. Su secuaz, Rarl Muoz, me apuntaba su cural>ina, per() no tuvo tiempo cle clisparar. Mrs rpiclo que 1, tir de mi revolver y clispar, hirinclole en Ltn pie. Solt la carabina y vacil; no alcanz 1 caer: su hennano lo haba coidcr cle los cabellos y lo alrastraba sin picdad l-racia nuestra casa, gritnclole palaltras que yo no pocla or: del cuartel enemigo clisparaban a granel y un ruido espantoso llenr la ciuclad, que ya ccn la visita de lrs sombras sobre las ruinas presentaba un aspecto f'antstico, Tuve lr iclea cle recoger lr carabina qr,re haba soltrdo Ral. Muy Lruena iclea, por cierto. Entre una lluvia cle ltalas que arrancaban astillas a las piedras cle las ruinzrs, corrr cloblado, tropezancl(), cayenclo, h:rsta llegar l nllestra casa. Entonces el fr_rego
ces1.
.",;;;,'";"';:.'il:" .r
fuect
cle lrs crralrinas ces. Porque adentro, en nuestra casa, el fuego viva caclr vez mrs violento en los ojos y en las p:rlalrras cle los hermanos Mr-loz. Fermn tena aco-
ella...
-Qu dices, miserable? -grit. -Es inrtil que se exalte. No se olvicle cle la primera noche que pzrsamos aqu, cltanclo ltsted cstaba con fiebre. Se le solt lzr lengr-ra y yo estaba despierto, escuchndolo...
rralaclo a Ral contrzl Ltn lrLlro y lo golpeaba ^sin compzrsin en la cara, en el pecho, en el estmago, rnientras le deca: -Mariccin! Parece qr-le no tc hubiera pariclo mi madre, perro clc mierda! Ral, herido porrn, aunque levemente, y acos:rdo pol Ia clera de su hermano, no atinaba a clefenderse; ni siquiera hablaba. Y Fermn:
.i6
-Perro juclo! No te hrs contentado con robarme' Queras quitarme a la mr:jer, maricn, mal hermano' y matarme. Para qr-redarte con ella, no es cierto? Contesta, perro! Intentamos quitarle a su vctimzr y guardarlr en rehenes. Es cierto que de bien poco nos halra ser-vido' No hay clucla cle que los rebeldes, en su exasperada coclicia, hubieran prescindido con gusto del bzlqucano, que al fln y al cabo era Llna boca ms en el festn' Pero un diirlogo brutal se cruzaba entre Fermn y Itarl' -Contesta, Perrol -exiga aquI. -Qu te crontesto?... Tl eres el maricn, porque no me permites defenclerme. el cr-rchillo, -Que no te permito def'enderte? Saca y vers, miercla... No hubo tiempo de intervenir. Las ctlchilladas rayaban el aire, loczls, desp:rvoridas, h:rcia todas las direcciones. Aproximarse a los combatientes ela ya Lln serio peligro. Los brazos se cruzaban en altos n4ulos, rpiclos, violentos, rectos' Y lzrs rcspit'ecioncs llcesantes se confundan tambin. A veces los puales se encontraban en el aire con un ruido seco y de su conjunci<in brotaban chisPas. El profesor Zamort, qLle se haba incorporaclo, gritaba: -Seprenlosl... Se van a matar!... Eso cle que se illan a m:ltar lo estbarnos viendo ya. Pero, cmo separarlos? De pronto tuvc ttna iclel: clispar:rrles a las piernas. Pero cuando saqu el revlver, yl era trrde: ttno cle los adversarios haba caclo
suelo, tu,',rn',uo ..,,.,r, ,,.,r,u,r,1t., en meclio cle un de sangre que brotaba cle sr-r "r.oyi, pecho y se qr-recl muclo parzl siempre. Flra Ral. Abel acababa de matar a Can. Sagredo se inclin junto a L La sangre manaba toclava con un ligero glugl. No haba nada cue hacer. Fennn se haba quedaclo cle pie, con la mano vaca: el cuchillc> haba cackr rl suelr y rniraba con asombro el cadver de su hermano. Se agach, lo palp; despus lo cogi de lzrs piernas y lo arrastr hasta un rincn, sin decir nada. Se ha queclado jr-rnto a l y all est, de.sde hace cuatro horas, llorando pacficamente. A ratos se le oye sollctzar con convlllsiones drarnticas. Despus vnelve cle nuevo a sns crllad:rs lgrimas. Est de guarclia Lawrence; atent(), junto a la ventanzr, f'uma su pipa, con la carabina pronta. Lo veo volverse cle vez en cuando y mirar tristemente a los herrnanos. Zamora duerme desde hace rato, venciclo por el cansancio y las emociones. El estudiante cluenne tambin, con sueo atormentado, lleno de alternativas.
zrl
ffi. .;"'il:,a
Febrerc 71
Qu cosas estaban clestinadas a contener las pginzrs cle este cuaderno! Qu cosasl eu coleccin cle infbftunio, de traicirin, de pasiones y cle muerte! Es de noche. He atenuado todo lo posible la luz cle nuestro f'arol para no ofrecer trlanco a los rebel-
1 1+u
cles. Cada dos o tres minutos me asomo a la ventana e intento perforar las tinieblas que invaclen el campcr cle ruinas. Al fiente, un ligero resplandor indica que tambin en el campo enemigo hay pente en vela' para Qu extraa me resulta la palabra enenrigo designar a De la Cruz, Ortega y Ziga' Ayer todava eran nuestros aliados; todos trabajbamos en una empresa comtn. Hoy son adversarios, tienen sus almas il"t-tut de ambiciosos demonios. Estn frente lr nosotros, acechndonos para matarnos a balaz<>s, como a perros. Y nosotros, a nr-lestra vez. estamos vigilndoio, po.u defendernos de ellos como cle chacales' Mi ..rntto de 4uardia se presenta tranquilo, sin que eso quiera clecir que la amenaza deie de ronclar al de-
"nemig.s y "rrrb": aLlsentes, visitanclo la ciudacl, las provisiones las armJS a nuestro t'rrarlel. l{unca como esta noche haba aguardaclo el alba con ms imper'iencie.
I"'ebrero 1 5 (Meclicda. )
."ffi il
t"r-
rredor.
Aqu toclos cluermen. El pobre Fermn' renclido, ha clejaclo caer su calteza sobre el pecho con sangre negra cle su hermrno. Lawrence duerme imperturllable; su sueo es tranquilo, no acosado por f'antasmas ni preocupaciones. Zamora est agotzldo por la fatiga y ia emocin, y Sagredo, nuestro excelentc compaero' en quien veo Lln mtlchacho clecidido y leal, hr cadtr en su sueo habitr-ral Y ronczr..' Slo yo velo y a rzltos me entra tal desesperafizLr' que clese la ventene sc mc entojrr qr're hay sotnbrts que se mueven: un asalto se prepara' Alistcl entonces li caralrina... Pero no hay nadie, nadie ' Y pensar qlle soy yo el callsante de esta sitl-racin' Fermn me haba hablado de las amefiazs de su hermano, y no le hice caso. Ni siquiera ttlve Ia precllt
Ya est enterraclo, jurnttr e nLrestrll cesa, el cadver de Ral Muoz; fue rntes de amanecer, durante la guardia de Sagredo, cuando clespert Fermn y comenz su llanto y su obscura melancola. El estudiante lo convencit de que era pref-erible cavar una fosa afuera, y sepultarlo. Los dos, empleando el cuchillo fratricida y las lanzas cle los csares, han abiefto un hoyo en la tierra, junto a las masas de piedra gris, y enterrado al difunto. Durante la maana, tranquiliclacl absoluta. A mecliocla. cuando nos llevbamos a la boca nllestros pobres alimentos -las provisiones estn racionaclas-, .|orge pareca exasperado. Ha reflexionad. y quizs se iiente culpable de la tirante situacin actual. Y lo peor es que no se vislumbra un cambio, un arreglo. Ellos no se [tLteven ni nosotros tampoco. Ortega tiene rzn: lo ms cuerdo es sitiarnos por hambre y lnatarnosj uno a Llno, a medida que la desesperacin nos vaya haciendo salir de nuestro refugio.
Febrero 15 ('farcle.)
El profesor Zamora ha salido unos rromentos de sr-r Iecho, pero de ningn modo osa asomarse a la venta-
t50
na. Habla con mucha nostalgia de Santiago; recuerda a su mujer y a sus hijos. No me cleciclo a preguntar a Lawrence, el cual anda taciturno, pensativo, qu haremos' A pesar de mi impaciencia, de mis deseos de que este conflicto termine pronto, temo un poco la resolucin qr-re Jorge acloptar: ya no cabe otro armisticio que la mLlertc' Estoy sell.tro cle que, tarde o temprano, clat la orden de avanzar par^ tomarnos la plaza enemiga, y qtle es ms posible que los otros nos venzan. Ar'lnque sea en esta intil espera, en esta desesperadr esperanza' vale estar, vivir; para qu arrojarse a la mllerte todava? Esta noche, es decir, apenas la Ciudad cle los Csares comience a clormir en sr-l larga sombra, salclremos en busca de zrgua, qLle se nos est terminando' El hambre, pase. Pero la secl." Febrero 15 0{ocbe.) Vengo llegando de mi excursin en hltscr cle agr'ra, la cual ha siclo un peligroso viaje. Qr-re lo diga Sagredo, que ha estado a Punto cle morir. Parece que se nos vigila atentamente, pLles a nuestro regreso cle la cascada, cuando venamos con las cantimplrzrs llenas, ftiimos tiroteados. Nos arrojamos el suelo con tanta oportunidacl que de no hacer este movimiento... Lawrence estara casi solo para def'ender la Citrclacl de los Csares de la rapia y la traicin' Creyeron que nos haban dado. Tirado de cara en el pasto, o a unos cincuenta metros la risa falsa y ca-
re r'.iiq.,e I nata cre Er Ilal que preparara el revlver. No pas mucho sin que se sintieran pasos cerca cle n<tsotros; dos sombras nos lrnscaban. Entonces, slo entonces clisparamcts, Rarl y yo al rnistno ticrnpo. Algr-rien cay y alguien hr-ry, saltando y ocr,rltnc1()se entre los rboles. Nos costr mucho enc()ntrzlr el caclver cle Vicente Zniga (Q. E P. D.). Btten viajc. Fil Manco, sLl acomplante, mirs ducho en etnboscaclas, ha sabido desaparecer a tiempo. Ahora ellos son tres y nosotr()s solnos cinco, incluyendo al prof'esor Zamora, que en estos menesteres blicos es intil. "Ahora -dice Lawrence- es cuandc se podra intentar el asalto de la fortaleza confrarie." Lo intentaremos maana a la madrugacla. Est ya convenido de que poco antes de que amanezca, trataremos cle sorprender a los adversarios durmiendo y de clesarmarlos. Ya estamos crnsaclos de violencia y de muefte.
ru"''.]il;;il;;':uro;
Captulo X
EL EXTERMINIO Y LA MUERTE F-ebrero 1 6 CMed,ioda.) Pobre compaero mol Tcdava lloro, todava te lloro, Jorge; no hago sino mirar tu cllerpo extendido en la tierra y tLl rostro verde, donde la barba comienza a poner su sombra aztl, y me muerdo las manos de desesperacin. Slo ayer estabas aqu y eras el mejor de todos nosotros, el jefe... Asesinos, ladrones! Bien han pagado, es cierto, tu muerte, camarada. Si tu vida vala diez de las de ellos, por lo menos el que te encaon 7a carabina ha sido muerto por mi propia mano. Si ms all hay algo, bien sabrs, Lawrence, qLle no me temblaba el revlver cuando le dispar, que mis zapatos estaban firmes cuando despus remat a patadas al miserable. Pobre Jorge! Aqu ests, y yo no ceso de llorar. No se podra pedirme otra actitud: ya tuve mi reaccin de hombre cuando dispar sobre Ortega, tres, cuatro
I
1
154
veces, cllando despus le mol su repugnante cara. Pero ahora, djame llorar, djame recordar nuestra antigua tromba, dispuestos a sorprender, a obtener rendicin, pero no a matar. Esto nos perdi. Ortega, que velaba con su fusil entre los brazos, no tena consideraciones ni escrrpulos, y dispar. Vi tambalearse a Jorge, y sin sospechar todava que se era el fin, dispar mi revlver: el periodista cay fulminado a mis pies. En un rincn, Fermn luchaba con De la Cruz, a quien haba sorprendido durmiendo. Pero nada cle eso nos preocupaba. Como entre tinieblas haba visto a Sagredo inclinarse sobre el cuerpo de Jorge y decir: -Est muerto! Slo haba odo eso; todava no senta pena, no pensaba qtr el corazm iba a abombrseme- Slo me dola el odio, un odio repentino y ciego, y entonces comenc a ensaarme con el sucio cadver de Ortega... Sin decir nada, Fermn se levantaba vencedor y limpiaba su cuchillo, tinto en sangre por la segunda vez. El Manco, en cuya attsencia ni siquiera habamos reparado, dio seales de vida mucho ms tarde. Habamos enviaclo a Fermn en busca de provisiones' donde las guardaban los rebeldes, y como no regresara, Sagredo ftre por l: lo hall con un pual clava' clo en la garganta. S1o entonces se nos apareci la figura f'atdica de El Manco... Hemos trasladado a nuestra casa el cuerpo querido clel ief'c, y l:rs provisiones. Ahora es de noche y la barba clcspunta sombra en el mentn de Lawrence.
,"" En er bors'ro 'fal podr devolvez tografa de Patricia. La guarclo. vrsela y decirle que Jorge la llevzrba con l el da de su muerte. No quiero dortnir, porqlle es espantoso; prefiercr mirar el cuerpo muerto, r,r or el llanto varonil de ltaI. Incluso, me quedo con los ayes clel profesor Zamota, que otra vez esf ah, tirado sobre su manta, como un trapo, lleno de pertllrbaciones y dolores. Me quedc.r con todo, fflenos con el sueo. Apenas pego los prpados aparecen cadveres y ms cadveres, muertos verdes, puales, cataratas que me salpican de sangre. Despierto sobresaltado y saco mi pauelo para pastmelo por la cara; cuando despus lo miro, me extraa que no est rojo. Pero no, es en mis oios, en mi sueo donde caen esas cascadas de sangre; all donde est la desembocadura de una vena colosal... Y todo ha sido esta maana. Anoche, Jorge tena su reposado sueo. Ahora duenne con los prpados difuntos. con los labios violceos.
Febrero 17
."* ;'";;';':T."ntrado
;:
Odio la Ciudad de los Csares, donde en Llna misma fbsa descansan Fermn y Lawrence. Quisiera estar lejos, muy lejos de aqu, o desconocer sLl existencia, o llegar a Santiago y reunirme con Jorge y disuadirlo, dicindole: -La Ciudad de los Csares? Eso no existe. En todo caso, es un lugar de muerte y exterminio.
156
LLIS ENRTQt
:r.]
!)ELAN()
Febrero 18
Ya no hablo con nadie, porqlle nadie me importa nada; ni los vivos, ni los muertos, ni el profesor Zamora, ni Sagredo, sino Jorge Lawrence. Lo nico que deseo es terminar cuanto antes una inscripcin que estoy grabando sobre un plato de oro, para <lejarla visible de alguna manera, en la tumba de Lawrence. Dir as:
Yo tambi" ",,:;"::';:,;,'""'.u," ", o.or",i, Zam<>ra tiene fiebre. Yo tambin. Adems hace clos das qr.re no me llevo ni una galleta a la boca, seor cloctor.
Febrcro 24
-El
,o*#ii{fri*.n
f,.zado exploraclor.
Desctibri la Ciudac'l cle los Csares el 30 de enerc cle 1917. Murici :rscsinado el 15 dc febrero del misrno ao.
FUE VENGADO.
Febrero 19
Cundo podremos salir de aqu? Descle la muerte de Lawrence ya no quiero nada con esta ciudad maldita, sino htrir de ella. Cuando encuentro a mi paso r,rn plato de oro, lo arrojo lejos con todas mis fuerzas. Yo tengo el proprsito de irme, diga lo que quiera ItaI, y siga como siga el profesor Zamora... Que est mal?... Que se mllera. Qu importa? No han muerto acaso Jorge y Fermn? Y no han muefto los otros, aunque fueran nuestros enemigos? Si Sagredo dice que no puede abandonar al viejo, que se quede; yo me voy, o si no, comprendo qr-le dejar mis huesos aqu, en este maldito valle del oro y de la desgrecia.
prcrfesor Zam<>r estr mlry mal -clice Rarl-, y l parece que lo comprende. Nos mirr con sus ojos fieles, que clan lstima. No nos moveremos de aqu hasta que se mejore o... Ral Sagreclo, el mejor de la expedicin despus c1e Lawrence, ha daclo muestras cle un espritu abnegado. No se del lecho del prof-esor. Lo velzr, lo ^parta cura, 1o anima, lo conforta. Cttando el anciano cluerme) me habla de Luisa, tan ignorante cle lo que ocurre, o recordamos jllntos a nltestro Jorge. Parece ser qlle Z'mor no tiene remedio. Dara cualquier cosa por evitarlo... Ya no ms pesaclilla, ya llo ms nluerle. por favot'... Pero dice el rnclico que ahora se le ha complicaclcr el cotazn, y que a slls eos y en estts concliciones, sLr mal resulta peligrossimo.
I,'ebrero 26
Y toclava este buen Ral tiene nimo para todo, inclus< para obligarme a comer. Sabe perfectamente qlle
esta aventLlra me ha qr-rebrantado el sistema netvioso, que clesde que Jorge muri hay algo desajustado, en clesequilibrio clentro de m.
l5J
159
Cuando el mdico fue hoy en busca de agua, el profesor Zamora, que ve prximo su fin, me habl de str mujer. de sts hijos. -Los pobres -me dijo- quedarn desamparados... Salvo en el caso de que el Gobierno les acuerde Llna pensin dc grrcir... Me sent proftrndamente cronmoviclo y trat de alejarle pensamientos tan tlubios, pero me faltaron el nimo y sobre todo la conviccin. -Querra usted -me pregunt Zamora- encargarse de llevarle esto a mi mujer-i... Dgale que 1o he guardado para ella y para los nios... Y me dio aquella f'amosa copa de oro, seluramente la ms pequea, la ms humilde de toda la ciudad, qLle se haba guardado la noche de su llegada. Pobre Zamoral Cr-rando despus le contalra esto a Sagredo, el joven se conmovi casi hasta las 1grimas...
I"ebrero 27
El profesor Ztmc>ra est mLly mal. Sagredo me ha peclido qr-re prepare hoy la comida, porque no quiere apartarse de su lado. La comida... Es bien sencilla, por cierto, y casi no hay nada que hacer, aparte de encender el fuego para calentar el caf. He salido a dar una vuelta. Necesitaba desentumecer las piernas. El tiempc-r se est volviendo fro; por las noches frecuentemente llueve en el valle.
He caminado entre la piedra gris, que tiene ya para m un sentido distinto. Las casas cbiczts y pequeas, de lneas rectas, me pltrecen mausoleos... Estuve tambin en el lugar donde reposan los restos de Jorge y Fermn, y mir el disco en que he cscrito sn epitafio. En cuanto a los otros... que se pudran en su maLlsoleo. Estr-rve a punto cle cn-tzrr el umbral y asomarme, para saber cmo quectan clurmienckr los traidores... Pero la verdad es qlre sala de all un olor muy desagrzldable. Mientras paseaba por esas calles que, aparte cle nosotros, nadie ha crutzado desde quin sabe qu remotos tiempos, y que dejan crecer la hierba sobre su superficie, he pensado tambin que tendr qt-le comunicar a Patricia la muerte de su marido. Al regreso le telegrafiar desde Ro Rueno o La Unin. Y verdaderamente no s ctmo lo har. Pobre y querida amiga ma! A estas horas vive tranqr-rila. Es verclad que hace ya dos meses que no tiene noticias de l; pero no es la primera vez que Jorge se interna en sitios desconocidos y, adems, ella confa de tal manera en el mpetr.r y la fuerza de su I'razo poderoso. De modo que yo he hablado de ella, dormido y con fiebre! De modo que en el sueo me visita... Qu peligroso es ser somnl()cuo, cuando se tiene al lado a un canalla como era Marcial Ortega.
Mcrzo 1
(Maana.)
lr
Ha entrado en
160
LLJTS
ENRIQLIE DHI.AN()
Marzo 2 Maana nos vamos, al fin!, de esta ciudad con su maldito oro. Parece cosa de novela, llegamos cliez y saldremos dos. Uno se ha perdido; Dios sabe dnde 'ndari el desgraciado.l S1o RaI, que ha sido testigo de mi rpido envejecimiento, y yo, qtle, a mi vez, he presenciado el despertar de su virilidad. Cmcr cambi el joven que alborotaba y discuta! Cmo dej su piel trivial por la de un hombre de vitalidad de hierro!
I Mi opinir-i es qlrc El Manco sigui el clesflladero, pasr a la llanr,rra, y crminando hacia el llste, lleg a la llepblica Argentina, cloncle puclo vivir gracias a algunos oltietos de oro qtte incluclable
mcnte se llev. Me he fort-nado cste criterio clespus clc las pesctLisas que realic pala clar con 1. Ya se cotnprcndert qr-te senclo El Manco el ltimo poseeclor del secreto, el nico conocedol'del calninci para llegar a la Ciuclad cle los Csares, me interesaba cspecialmente clar con 1. Durante lalgo tiempo vigil secretalnente e str farnilia, en La Llnin. El Manco no volvi jarns al pueblo, pero he sabido no hace muc1-xr
hemos ,r. ["Tenemos var. En mi saco van el informe de Jorge al Gobierno, los mapas, los dibujos y dos platos de los ms pequeos; me he debilitado mucho en este ltirno tiempo y ncr tendra fuerzas pan c rgar con ms. Llevo tambin la vieja pipa que usalra Lawrence, y la ingenua copa del profesor Zamo), a qltien, aunque slo muri ayer, veo ya como una figura lejana, de tmida y dulce memoria.
rir,u'r'il;-;""J""
Marzo 3 (Meclioda.)
Condenada lluvia! Comenz a caer cuando inicibamos la ascensin de la colina; esa colina que tan grato panorama nos de.j ver a nuestra llegada, y desde la cual Jorge, extendienclo la mano, me mostr la metrpoli en ruinas, lleno de entusiasmo. Entonces era una caravana la que llegaba hasta la rica ciudad. Ahor,l somos clos hombres vencidos, que vuelven confesando su derrota... Bajo el agua implacable con que nos despecia el valle, agudo llanto de los estratocmulos, hemos sltbido toda la maana, resbalando a cada cinco pasos, con las ropas pegadas al cuerpo, bajo el alado filo del fro. Es Lln fro agudo, propio de la cordillera, que los campesinos llaman "penetro" y que se mete hasta los huesos. Es medioda y nos hemos detenido para mirar por ltima vez el fatdico pas de los csares. All est, obscuro, gris, bajo la lluvia que har florecer los huesos de Jorge Lawrence. All se ven los mausoleos,
t()i
LLJTS
ENIUQLIE D!:LANC)
all el palacio cle gobierno -del cual tanto particlo sac) jorge en sus investigaciones-; all Ia plaza en ruinas de nuestro primer combate, y al fbndo, los cerros por donde serpentea el clesfiladero... Aclirs, adis! Adis, Lawrence; adis, F-ermn. Aclirs, profesor Zamora, cr-rmplir su encargo! Marzo
.3 (Nc
che.)
A ratos pienso que el valle c1e las nul;cs es como ciertos lr:gares que pcrmiten entrar, pero qtle no clejan salir. Es verdad que la lh-rvia nos ha difictlltadc> enormemente la ascensin, pero apafte de elle, strr se hace casi imposible, inspira temor. Hemos subido, en todo el clzr, no ms de trescientos metros, resbalando, cayndonos, rodanclo por la penclicnte, azotnclonos contra las roczts, desgarrndonos la riel y los vestidos. Y la lluvia sin cesar, fientica, iracunda. No hemos hallado ni ttn hueccr donde guarecernos. Es de noche. Yo he perdido mi saco y no podemos seguir aclel;rnte. Marzo 4 (Medioda.)
No me resuelvo a clejar este lugzrr sin encontrar la mochila: contiene toda la documentacin cle Jorge, su infbrme sobre la Ciudacl de los Csares, y sobre todo los mapas que permifirn al Gobierno tomar posesin del territorio. Es verdad que llevo en mi cuaderno rn extracto del inforrne, pero es verdad tambin qLle no me interesaron el aspecto geolgico ni el 4eogrficcr
de 1. De toclos rnodos, bastar su lectura para que me crean? Y en el caso de que se rechazaran por increbles mis inclic:tciones, sabramos Sagredo y yo guiar una expeclicicin hasta :rqu-i No s, lo dttclo, son tan intrincados los lug:rrcs cpre hemos recorriclo, hay en la cordillera trntos nr()ntci p:rrcciclos, qLle me parece que nos pcrclcr:lmos mil veces antes de dar con el Cerro Grancle, el cr-ral poclra ser el gran punto de referencia. Las indicaciones exactas, la longitr-rcl y lzr latitud de la Cir-rclacl de los Csares, deterrninadas por
Lawrence, estn en los mapas extraviaclos. Cuando pienso qr-le toclo ese trabajo, que por lo lnenos podra selir de fr-rndamento a la estatua que Jorge tenclr en la ciudad qr-re clescultri, anda perdiclo en un saco de cuero obscuro, me invade la desesperacirn. l)urante gran parte cle la maana hemos buscrdo inrtilmente. Los cerros se han tragado mi bolsa cle crmpaa.
llal
no me resuelvo. 'I'oclava est la lluvia cayendo. Su rumor insistente me fatiga. 'fengo la cabezt como si un moscardrn empecinado estuvier:r clando vueltas a su rededor con sll murmullo afiebrante. Me vence la fatiga. Incluso escribir es ya un esfierzo considerable. Siento esa misma sensacin que acometi al profesor Zamora y que l traduca en Lrn deseo de quedarse a todo trance, de no dar un paso ms, de tenclerse a esperar o a morir. S;lo que el profesor tena un aliciente y su viaje terminaba en Lln pLlnto seguro y maravilloso, mientras que a m no lne espcran sino tristes deberes,
LI
1()5
todos los cuales giran alrecledor del infcrnunio y la muerte: ser mi boczr la que diga a Patricria qtle su marido ha muefto, que le dimos septlltura en meclio cle las n-rinas cle pieclra. Y tamirin con mis propias palabras abrir Lrna zona de clesespera\tzLt en el pecho de la esposa clel profsor. Ni siquiera podr darle ya esa cndida copl qLle me fr-re conflada y que ha seguickr idntica sllerte que los planos cle Lrwrence. No s si poclr lnoverme. La lh,rvia me Penetrr clc tal manera, qr-le y21 ni siquiera sr-tfro. Lo rnico ql-le podra desear es clisolverme en ella, tenclido en lzr costra rocrosa clel cerro. Rarl me apremia, me alienta, me '.lyucla, incluso carl2r conmigo, qtle a cada momento cstoy rns fetigaclo y con mayores deseos cle ascciarme al egtla qtlc mana cle hericlas sin labios... Ma,rzo
prenclo que sufie de verme tan maltrecho, y cluiercr evitarle el trabajo cle arrastrarrne. Me arrastro yo.
Marzr,t 5 (l{oche.)
se
abrir para nosotros, cllanclo Lawrence nos cliria, r,rn nundo nuevo. Ojalr nuncr las nubes hnbierrn razgzrdo sr.r piel cle plon-ro! Hrllamos lzrs provisiones bajo Llna lrln roc:r 1r hsmos comiclo en abunclancia. No poclremos llevar much:rs, porqr-re slo somos clos y no hay manera de ('rrglil' t'()n cqttipltjc cxt'csiv(). Maana bajaremos. Pero la lluvia... Sus hilos son como los barrotes cle nna jaulzr dentro de lr curl estlrviramos encerraclos. Prrece ql-le no fururos a salir jams.". Marzr 6 S que hernos lleg:rdo, pero, cmo!, clespus de un cla de rnarcha. La malclicirn del agua ha pllesto toclos los obstllculos posibles en nllestro camino. La verclacl es que no se pocla rndar. Yo resbal, :r caLlsa del agua, y rod ms de cincuenta metros, estrellnclome contra pieclras :rfilaclas y pasando, comc) una bola, entre charcos y espinos. Cuanclo pr-rcle agarrarme a unas matas, que me clestrozaron las manos, ya no me mov ms... Ilrrl me dio alcrnce, agitado, temeroso de qr-re me hr-rbiela detenido, no un arbusto, sin< ll rnttcrlt'...
41arde.)
Apenas si hemos tlnzacTc. La cumllre estt toclava mr-ry lejana. Qttedan aln muchas desgarradtlras en la piel, mtrchas tensioncs cle los msculos relajados, mtlchas exigencias a la voh-rntad deprimida... Materialmente no ptretlo sr'gllil'.
Marzo
5 (Medioda.)
Hoy he estado con ms nimos ql-le ayer. Camino, snbo, resltalo, trepo, rueclo. Toclo eso, ms qtle por llegar, por complacer a este valiente cetnrlrada. Com-
I,IJIS
E\R]QI]]]
DF]I,ANO
167
A duras penas pude levantarme y ensayar algunos pasos, con la timidez de tln nio qr-re aprencle a andat' Despus se dej crer la noche y no poclamos detenernos a clormir en meclio cle l:r acusada pendiente. Hemos seguido descendiendo y rodando... Involuntariamente nos separzrmos, nos pc'rdimos el uno del otro entre la obscuriclacl con lluvia. Y despus hemos estado llamnclonos lgul-rrenente en la ciega noche, aterrorizdcts y medio mllertos cle fro y fatiga' Yo haca portavoz con las manos y gritzrba:
-Raruuul!... Las slabas se :rlargaban con clramtico acento y recorran la soleclacl moiada de la sombra. Hzrsta que logramos, guiados por nuestras voces' reunirnos. Qu angustioscls motnentos!..'
Por supuesto que llegamos allajo sin equipaje ni alimentos. Toclo se ha perclido en el camino. Ahora es cuando estamos vercladeramente desamparados, perclidos. Es como si se echar2l a un nio clesnuclo en un estanque de cocodrilos... Marzo
7
Cuando despertamos, era ms de meclioda, y guiados por unzr brjr-rla, que por fortuna guardaba en mi bolsillo y no en la mochila, nos hemos dado a transportar hacia el Oeste, sienlpre hacia el Oeste, nuestros ataclos clc hue.srs malheridos, clolientes. Escribo al rtardecer. Descansam()s, tenemos hambre y desaliento. La cadena cle cerros que nos queda por cftizar, antes cle llegar a I-aguna Luisa, es t()dava mny densa, muy dura y difcil. Las ltimas galletas las despachamr>s en la maana, antes de srlir. Rarl habla de retornar y escalar de nuevo el Cerro Grzrnde, en busca cle provisiones. Es un proyecto ridctrlo, impracticable. Por mi parte, yo segr-rir anclando hasta qrrc rnis pics resistan. Si encuentro algn conejo, le vaciar mi revlver en el cLlerpo. Si no, me comer las uas.
Marzo
1O
Cuanclo llegamos abejo, estaramos inconocibles de barro, cle sangre, de fatiga. Buscarnos un sitic abrigaclo, y sin pensar ya en nuestra angustia, nos echamos a dormir. Durrnte doce horas no hemos salido del sueo, que es un pas ms prodigiclso que el clc los csares, porou(' tt'rc el olviclo.
Oh, las cosas qlle trae el hambre! No he podido detenerlo, y se ha iclo en busca de las provisiones. El inf.eliz, enflaquecido, con los ojos empapados de locura, ha ruelto atrs. Cree que llegar hasta la cumbre, pobre compaero! El hambre 1o ha hecho retroceder a la eclad de las ilnsiones, de las quimeras... Yo he caminado unas dos horas, todo lo qr-re he podiclo, viendo en el aire burbujas, pequeas burbujas que aparecen junto a mis ojos y van retrocedienclo, retrocediendo con Llna rapiclez de vrtigo hasta perderse hacia atrs. Es el hambre.
16ti
ca en .,r'
he clormido.
or.r.,i';: H"
']"""
,u cu/rnt' tiempo
Veo caseros a mi alrecledor. Bstoy en el centro de nn apretaclo tbrazo dc pr:eblos, de caballos, de campesinos. All no llueve y lograr acercarme y pedirles cle comer... Ah, RaI, no debi<i ustecl apartarse de m! Fjese en el pan, fjese en el caf, cmo hierve en el fuegol... All viene Lawrencel L:rwrence no ha mllerto, Rarll... Corratnos, corlalnos, que nos tiencle los brazos!."
EPILOGO
Con esrs palalrras, qlle sLlponen Llna visin anticipada de la muerte, termina el descrrdenadc Diario cle Arman do Green, minero y piorteer, hombre de gran vitaliclad y resistencir dentro de las posibilidades humanas. Lo derns es muy fcil suponerlo. Esa clrrera desesperada hacia un fantasma construido con rnaterizrles psquicos en su interio y qlle luego abandon su huevo para plantarse en mitad clel camino con lo.s lrazos abiertos. fue la carrera hacia la rnuerte. Antes cle sumergirse en ella, tuvo Green un postrer relmpago cle luciclez, del cual fi-ri testigo. Entonces habl del "maldito oro" y de la sllefte que comieron
sus carnaradas. Despr-rs se huncli calladamente, ante nuestros ojos, en el gran sueo sin salida, en el pas que trae el olvido.
FIN I)I] IA NOVELA Meclrid, rrr:ryo jrrnio cle 1935
esta ltinla inclicacirin. escrita con letra irrc gr-rlar, que me ha crostecl() mrtcho descifl'ar, no tl'ac lcha Dc qlt
(r) En
cl
cttrclern<>
cla clata? No pttcdo asegttrarlcl. l{ay gentes, segn clicen, qlrc le sistcn rnucho sin corner. No cre(r qtlc Green en la sittlltcicin en qllc vena clcjara clc corlcr cuanclo lr.tenos raccs y vegetalcs. (Nota clcl
'I.
tt.
Luis Enrique Dlano naci en Santiago en 1907. Durante sll adolescencia -cuando ya se manifestaba filertemente en l la inclinacin literaria-, estudi los ltimos aos del liceo en la ciudad de euillota, donde fue alumno, amigo y compaero de bohemia del poeta Romeo Murga. Sus libros se empezaron a publicar cuando atn era muy joven y los crticos de la poca 1o situaron en la corriente "imaginista", junto a escritores como Augusto D'Halmar y Salvador Reyes, quienes representaban una alternativa al "criollismo" que haba puesto en boga Mariano Latorre. Entre sus primeras obras figuran La nia cle laprisin (7928), Luces en la isla (1930), Viaje cle sueo (7935), Balmacecla, el presidente romntico (.1937), En la Ciud,ad cJe los Csares 093r. F,n 1934 viaj a Espaa con Lola Falcn, sl-l esposa, para estudiar literatura en la Universidad Central de Madrid. All, adems de sus estudios, rcaliz tareas en el Consr-rlado de Chile, primero junto a la Cnsul Gabriela Mistral y luego iunto a Pablo Neruda, qr-rien la reemplaz en el cargo. De ambos lleg a ser lran amigo. La experiencia de la Guerra Civil Espaola, que marc fuertemenfe a la Generacin del 38 en Chile
(Nicomecles Gttzmn, Fernando Alegra, Volodia TeiDtelboim, Francisco coloane), llev a Luis Enrique lano hacia otros caminos literarios, inclinndolo a la cle stt novela de compromiso social' Como clespedicla poca "imagini-sta", public Viejos relatos, ttna antolonlleva teng?a de sLls cLlento' (1940), y muestra cle stt La base encia son las novelas Puertc cle F'uego 1956), remd'el (1958), El rumrtr ttr'e la bata'tta 0962), El uentc cor (1964il. Entre mtlchos otros ttltlos de novelas y libros de conjLtntos cle cuentos, cierran su, obra clos de esmeorirs, Sobre toclo Maclrid (196' y Aprendiz crilcr ( 1995. psttrmo). Bntre 1f,4n y 1949, Dlano se desempe comcr York' Cnsul cle Chile en Ciuclacl de Mxico y Nueva y <le 1971 a 7973, como Embajaclor en Suecia y prl_ ses escandinavos. La larga labor periodstica que este escritor realiz en Chile y otras partes, le mereci el Premio Nacional cle Periodismo en 1970. El escritor falleci en marzo cle 1985, a los pocos meses cle regresar a Chile tras un largo exilio'
I. APROXIMACION A LA NOVELA
Escoge siete de estas preguntas y comenta tu respuesta:
e inventa otro que tambin te parezca aoecuado. 2. A quines dedica el autor su obra y por qu motivos? 3. Describe la portada del libro y explica con qu pasaje de la obra se relaciona. 4. Qu particlpacin tlenen en la gestacin de la obra:
Quin dice estas palabras y por qu motivos?: "Todo por el oro maldito".
Describe sicolgicamente a Jorge Lawrence y compralo con su amigo Armando Green. Titula tu descripcin destacando un rasgo dominante de su personalidad. 7. Por sus caractersticas, esta novela es realista o fantstica? Fundamenta. B. Quines formaban parte de la expedictn de Lawrence? 9. Por qu motivos Lawrence no revel a sus.seguidores el verdadero objetlvo de la expedicin? 10. Seala tres lugares importantes que aparecen en la novela y relacinalos con tres hechos. 1 1. En qu condiciones fue encontrado Armando Green por los campesinos que iban a La Unin? 12. Cuenta, como si fuera una noticia, el descubrimiento de la Ciudad de los Csares. Recuerda usar un lenguaje preci-
t74
quin? so y contestar estas preguntas: Que^sucedi? A Como? Por ts. jOue camio provc en los hombres el hallazgo de qrutat de la Ciudad de los Csares? qu? Donde? Cuando'i
las
ls
16. Investiga
en la sus anlecedentes lltrarios (el autor se refiere a ellos Rojas' Manuel de Csares' los de dedicatoria) . La Ciudad y Pacha Pulai, de Hugo Silva' se en17. scribe un captulo e el cual la viuda de Lawrence tera de su triste suerte.
cunta el final del libro, desde la perspectiva de Jorge Lawrence. sobre la leyenda en que se basa este libro y en
a) b) c) d)
2.
Por sus caractenslicas esta obra es una: Novela policial Novela sicolgica Novela de aventuras Novela fantstica
Los sentimientos de Armando Green por Jorge Lawrence eran de: a) Admiracrn y amistad b) Amistad y envidia c) Celos y desconfianza d) Ninguna de las anterlores
1. Motn
a) sublevacin
2 Mostrar
a) exhibir
b)estrPito c) insurreccin
d)rebelin e) insubordinacion Alteracion
b)colegir
c) exponer d) ensear e) descubrir
5. Aniquilar
a) Era de nacionalidad inglesa. b) Su matrimonio con Patricia Jones lo hizo rrco. c) Forrn parte de la Sociedad de Historia y Geografa. d) Fue un hombre audaz, riguroso y metdico.
5.
a)irritacin
a) eliminar
b)anular
c) suprimir
b)embestida
c) saa
d)extinguir
e) atosigar
d)arremettda
e)ataque
Fogoso
lmpdico
a) deshonesto
a) b)
La causa de la rebelin de los hombres de la expedicin fue: El excesivo trabajo que debreron realizar.
r76
INDICE
7.
parte del plan de Cul de estas afirmaciones no formaba trabajo de Lawrence?: a) Declarar monumento nacional la Ciudad de los Csares' b) Declarar propiedad del Estado de Chile la Ciudad de
los Csares. c) Nombramiento de un organismo directivo que tenga a su cargo, con amplia autonoma y poderes sin restriccin, tdo lo relacionado con la Ciudad de los Csares' .{\ Recompensar materialmente la labor de la Expedicin Lawrence. SOLUCIONES
Introcluccin
I. Lawrence
y Green
27
ll.
Trminos excluidos
1. b
4o
6.c
7a
B.d
lll,
Seleccin mltiPle
1. c
II. Cosas de sueo III. Preparativos IV. En ruta Clima humano VI. El derrotero VII. La Ciudad de los Csarcs VIIL La Ciudad de los Csares (Continuacin) . . . . IX. La quimera del oro X. EI exterminio y la muerte Eplogo
Nota sobre el autor
Sugerencias
)q
+>
55
o)
B3 101
.
r19
737 153
r69
T77
2.a
EF\
6.d
7A
4.b
los
Csares
para la lectura
d.e
En la Ciudad de
I73