Corsi, J - Modelos de Intervencion en Hombres Que Ejercen Violencia Contra Las Mujeres

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MODELOS DE INTERVENCIN CON HOMBRES QUE EJERCEN VIOLENCIA EN LA PAREJA

JORGE CORSI Universidad de Buenos Aires (Argentina)

1. ANTECEDENTES La violencia hacia las mujeres por parte de sus parejas ha sido documentada, al menos en 42 pases1. En la mayora de esos pases se han desarrollado recursos legales, mdicos y sociales para dar proteccin a las vctimas y a sus hijos e hijas. Simultneamente, se ha comprobado que las intervenciones dirigidas a los hombres que ejercen la violencia, ha recibido relativamente poca atencin, tanto en los mbitos gubernamentales como en los no gubernamentales. Los programas de atencin a los hombres que han ejercido violencia contra las mujeres surgieron a finales de la dcada del 70, en los Estados Unidos y Canad. Su objetivo fue complementar los programas de atencin y prevencin de la violencia hacia las mujeres, teniendo en cuenta que la responsabilidad primaria de dicha violencia corresponde a quienes la ejercen. Desde un comienzo qued claro que no se trataba de un tratamiento para una enfermedad, sino de un proceso que procuraba la responsabilizacin frente a la violencia y el cambio en las relaciones abusivas hacia las mujeres. Uno de los grupos pioneros en la implementacin de estos programas fue EMERGE, que introdujo la idea de la necesidad de partir de una base conceptual con perspectiva feminista si se quera ir hasta el fondo del problema. La diferen-

1. ADINKRAH, M.: Uxorcide in Fiji, Violence Against Women, 5:11 (1999), pp.1294-1320. GARCIA MORENO, C.: Violence Against Women: International Perspectives, American Journal of Preventative Medicine, 19:4 (2000), pp. 330-333. HEISE, L.; ELLSBERG, M. y GOTTEMOELLER, M.: Ending Violence Against Women, en Population Reports, Series L, n 11, Baltimore, Johns Hopkins University School of Public Health, Population Information Programme, 1999. HORNE, S.: Domestic Violence in Russia, American Psychologist, 51:1 (1999), pp. 55-61. KOZU, J.: Domestic Violence in Japan, American Psychologist, 54:1 (1999), pp. 50-54. SUBRAMANIAM P. y SIVAYOGAN S.: The prevalence and pattern of wife beating in the Trincomalee district in eastern Sri Lanka, Southeast Asian Journal of Tropical Medicine & Public Health, 32:1 (2001), pp. 186-195. Feminismo/s, 6, diciembre 2005, pp. 137-146

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cia entre un programa meramente tcnico y uno que adopte un punto de partida feminista es que el primero se limitar a la implementacin de procedimientos tendentes al control de la conducta agresiva, mientras que el segundo supone una revisin profunda de las ideas sexistas y de los estereotipos de gnero que estn en la base de las conductas de dominio y control sobre las mujeres. La experiencia norteamericana y canadiense comenz a ser imitada en otros pases en la dcada siguiente, especialmente en Australia, los pases escandinavos, Francia y Reino Unido. En pases de habla hispana, el primero en contar con un programa especfico para hombres fue Argentina donde, a partir de 1990, realic una adaptacin de los programas originalmente diseados en un contexto anglosajn, para ser aplicados a poblaciones latinas. Luego siguieron Mxico, Nicaragua y Costa Rica. En la actualidad, en todos estos pases, la mayora de las leyes que intentan dar una respuesta jurdica al problema de la violencia domstica, incluyen el mandato judicial de tratamiento para los agresores. 2. EL FORMATO DE LOS PROGRAMAS En la Conferencia sobre Violencia contra las Mujeres (Finlandia, 1999), se recogieron una serie de recomendaciones para las buenas prcticas en los programas dirigidos a los hombres que ejercen violencia en la pareja. En estas recomendaciones se hace referencia a los objetivos bsicos que deben dirigir este tipo de programas, a la necesidad de justificarlos con rigor cientfico, a la no sustitucin de medidas penales, a mecanismos que garanticen por encima de cualquier cosa la seguridad de las vctimas, a las fuentes de financiacin y a la duracin de estos programas, as como a la completa y amplia formacin de los profesionales que trabajen en estos programas. Por otra parte, hay distintas concepciones acerca de la etiologa de la violencia masculina en la pareja2, que orientan las intervenciones en direcciones diferentes, segn cual de ellas se adopte. Algunas de las hiptesis ms frecuentes son: 1. Hiptesis cultural. El origen del maltrato a las mujeres por parte de los hombres se halla en los valores culturales patriarcales que lo favorecen, justifican o toleran como instrumento del mantenimiento del orden social y familiar. 2. Hiptesis estructural. Las races de la violencia residen en las desigualdades sociales y en la falta de oportunidades, que desencadenan en los individuos tensiones y agresividad, de la que acaban siendo vctimas sus cnyuges. 3. Hiptesis psicopatolgica. El origen de la violencia masculina se halla en disfunciones de la personalidad como la impulsividad, la psicopata o en el consumo abusivo de alcohol u otras drogas.

2. WALLACE, H.: Family violence: Legal, Medical and Social Perspectivas, Boston, Allyn and Bacon, 1996.

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4. Hiptesis de la interaccin. La etiologa de la violencia en la pareja se halla en los estilos de relacin verbal, de comportamiento y emocional que existen entre los cnyuges y, en general, en el seno de la familia. 5. Perspectiva jurdica. No constituye una explicacin del maltrato sino que su propsito es incrementar el grado de deteccin, denuncia y condena penal de los maltratadores familiares. La mayor o menor eficacia de este tipo de programas depende en gran medida de las bases ticas, ideolgicas y tericas en las que se apoye su diseo. Por lo tanto, resulta decisivo que el formato que adopten se ajuste al conocimiento especfico del problema de la violencia de gnero. Algunos de los riesgos cuando se disean programas a la manera de tratamientos psicolgicos convencionales son: La tendencia a psicopatologizar y por tanto a tratar psicopatolgicamente el problema: La violencia de gnero en sus diversas manifestaciones hunde sus races en factores histricos, culturales, sociales, institucionales y familiares. La conducta violenta en el contexto domstico debe ser entendida como un emergente de una compleja combinacin de tales factores y no como el producto de alguna estructura psicopatolgica. Las investigaciones en el campo de la Salud Mental han demostrado que es necesario invertir el razonamiento causal, para comprender que el maltrato y el abuso no slo no son consecuencia de alteraciones psicopatolgicas, sino que muy a menudo se constituyen en uno de los orgenes ms frecuentes de dichas alteraciones. En tanto no hay patologa a tratar, es conveniente pensar los programas como de reeducacin, rehabilitacin o de tratamiento psicosocial. El intento de abordar el problema desde los modelos psicoteraputicos convencionales: Cuando el modelo terico y metodolgico, de cualquier orientacin, se convierte en el eje del accionar teraputico, sin un conocimiento adecuado de la especificidad del problema, se corre el riesgo de agravarlo. A menudo se termina culpabilizando a la vctima del maltrato o utilizando estrategias teraputicas adecuadas para el tratamiento de conflictos familiares, pero absolutamente contraindicadas cuando de situaciones de violencia se trata. La no consideracin de la variable gnero en el diagnstico del problema: Las diversas manifestaciones de las situaciones de maltrato y abuso estn atravesadas por dos variables indispensables para su comprensin: poder y gnero3. Cuando en un espacio teraputico se desconoce el proceso de construccin de los gneros y su relacin con las problemticas emergentes de los vnculos abusivos, se corren serios riesgos de cometer errores teraputicos que conduzcan a nuevas victimizaciones. Las nociones de neutralidad, secreto y privacidad: Las situaciones de maltrato y abuso se pueden perpetuar en el tiempo gracias, precisamente, a la

3. BONINO, L.: Violencia de gnero y prevencin: el problema de la violencia masculina, en C. Ruiz Jarabo y P. Blanco (comp.): La violencia contra las mujeres. Prevencin y deteccin, Madrid, Daz de Santos, 2004, pp. 199-207.

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neutralidad de los otros y al secreto que garantiza la privacidad del hogar. Slo comienzan a revertirse cuando una mirada externa las devela, las denuncia, no las legitima. Un contexto teraputico de neutralidad, secreto y privacidad no hace sino reproducir simblicamente las condiciones en las que la violencia encuentra su mejor caldo de cultivo Definicin estilo etiqueta de las personas que utilizarn el programa. Habitualmente suele utilizarse el trmino maltratadores o violentos para definir a los hombres objeto de estos programas. Con esta definicin, aun sin quererlo, se cataloga el problema como una cuestin de ser, de identidad y por tanto de no responsabilidad propia. Hablar en cambio de hombres que ejercen violencia, supone una definicin en la que se incluye la violencia como algo, no de la identidad, sino del hacer, del comportamiento, que como tal, podra no ejercerse, y supone responsabilizacin, a la que debe apuntar estos programas Por lo tanto, a la hora de disear un programa de intervencin con hombres que ejercen violencia contra las mujeres, es necesario: Partir de un marco conceptual que incluya la perspectiva de gnero y la nocin de maltrato como forma de ejercicio del poder masculino. Dar prioridad a la seguridad de la mujer, por sobre cualquier otro objetivo. Integrar el programa a la red comunitaria de atencin al problema de la violencia domstica. Elaborar un formato especfico, que lo diferencie claramente de los tratamientos psicolgicos convencionales. Supervisar en forma permanente su evolucin, as como la de sus profesionales, en intercomunicacin con las organizaciones de ayuda a la mujer. Una revisin de los programas de este tipo que existen alrededor del mundo fue realizada por Emily Rothman4, en el marco de una investigacin encomendada por la Organizacin Mundial de la Salud. Despus de haber hecho el relevamiento, describi cuales son los tpicos que caracterizan el trabajo de los grupos dirigidos a hombres que ejercen violencia en la pareja, tal como se puede ver en el siguiente cuadro:

4. ROTHMAN, E.; BUTCHART, A. y CERD, M.: Intervening with Perpetrators of Intimate Partner violence: A Global Perspective, World Health Organization, Geneva (Switzerland), 2002.

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Tpico Proporcin en que los Programas utilizan el tpico 90% 88% 86% 81% 76% 76% 76% 66% 58% 50% 50% 44% 44% 15%

Masculinidad: Discusin acerca del modo en que las normas culturales estereotipadas acerca de lo masculino afectan el estilo que adoptan las relaciones ntimas Relaciones Intimas: Discusin acerca de las diferencias entre relaciones ntimas saludables y nocivas Resolucin de Conflictos: Mtodos de resolucin de problemas que no incluyan el uso de la violencia Tradiciones Culturales: Discusin acerca del modo en que la cultura patriarcal alienta el uso de la violencia por parte de los hombres Espiritualidad: Discusin acerca del modo que la fe y la dimensin espiritual afectan o no a la tendencia hacia las conductas violentas Control de la Ira: Tcnicas para el control de las reacciones violentas frente a situaciones que producen ira. Habilidades para la paternidad: Entrenamiento para desarrollar una paternidad no abusiva Sanciones penales para quienes utilizan la violencia en las relaciones ntimas: Explicacin de las leyes locales acerca de la violencia en la pareja. Uso de Alcohol y de drogas: El efecto del alcohol y de las drogas como desinhibidores de la conducta violenta. Trauma: Los efectos de experiencias traumticas infantiles sobre la conducta adulta Estrs: Los efectos del estrs sobre la conducta. Salud sexual: Discusin acerca de las enfermedades de transmisin sexual en la pareja. Opresin y discriminacin: Discusin acerca de cmo el racismo, el clasismo, el sexismo y otras formas de opresin y discriminacin afectan la conducta Organizacin comunitaria: Movilizacin para comprometer a otros a luchar contra la violencia

Como se puede apreciar en este cuadro, el consenso ms amplio est referido al hecho que la construccin de la masculinidad, en nuestra cultura, representa un verdadero factor de riesgo5, no slo para la salud de los propios hombres, sino que sienta las bases de un desequilibrio de poderes que pone en riesgo la seguridad de las mujeres y de otros hombres6. 3. ALGUNOS RESULTADOS En muchos de los pases anteriormente mencionados, cuando son las administraciones pblicas las que han buscado implementar estos programas, no siempre se han esperado resultados realistas: ninguno de estos programas puede garantizar la recuperacin de hombres irrecuperables, la paz familiar sin separacin, o la disminucin de la necesidad de proteccin a las mujeres

5. BONINO, L.: La violencia masculina en la pareja, en VVAA: Crcel de amor, Madrid, Museo Nacional de Arte Reina Sofa, 2005, pp. 98-101. 6. CORSI, J. y BONINO, L.: Violencia y Gnero: la construccin de la masculinidad como factor de riesgo, en J. Corsi y G. Peyr: Violencias Sociales, Barcelona, Ariel, 2003, pp. 117-137.

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vctimas. Slo pueden ser un complemento a las acciones para proteger a las mujeres, y no deben servir para crear falsas expectativas de seguridad para ellas o para des-responsabilizar a los poderes pblicos de las acciones judiciales y preventivo-educativas necesarias para erradicar el problema. En general, la motivacin para el cambio es muy baja en los hombres que ejercen violencia contra las mujeres, pero la inclusin en un programa adecuadamente orientado suele incrementar la conciencia y el grado de responsabilizacin por su conducta, abriendo las puertas para comenzar a trabajar sobre su sistema de creencias sexistas, que es lo que realmente puede provocar el cambio. Donde los hay, no todos los hombres que acuden a este tipo de programas se sienten motivados a seguirlo, y entre el 20 y el 60% de los casos que acuden por vez primera no lo hacen, especialmente si no hay sancin por ello. Este porcentaje disminuye si el programa est incluido en una red de recursos coordinados, donde tanto la derivacin al programa como las deserciones puedan ser controladas En los pases en amplia experiencia en el tema, el criterio mnimo de xito de estos programas se evala principalmente en funcin del abandono de la violencia fsica y de la violencia psicolgica grave (especialmente el acoso e intimidacin). Desde este parmetro suele lograrse, con programas adecuados, un buen resultado entre el 30 y 60% de los casos que siguen el programa, excepto en el caso de los hombres violentos en general o psicpatas en el que el resultado slo es positivo en el 5-10% de los casos. Se ha evaluado positivamente su utilidad para evitar reincidencias. La disminucin de la violencia psicolgica y el aumento de los comportamientos respetuosos es de ms difcil evaluacin, pero si se toma en cuenta la sensacin de seguridad y confianza de la mujer que fue victima del maltrato, los resultados son menos positivos, siendo mayores cuanto ms duradero sea el programa (no menos de un ao), y la consulta del hombre haya sido por cuenta propia (lo que se logra en programas ya muy conocidos por la comunidad). El programa llevado a cabo en Buenos Aires desde el ao 19907 ha demostrado que la cantidad de hombres que consultan por voluntad propia aumenta a medida que es mayor el tiempo de permanencia y continuidad del servicio. En los aos 1990 y 1991, el porcentaje de quienes concurran espontneamente, no llegaba al 1% de los casos. Diez aos ms tarde, haba llegado al 42%. Esto significa que cuando un programa tiene continuidad, la comunidad lo incorpora dentro de su red de servicios y, al mismo tiempo, permite revisar el conocido mito de que los hombres no cambian ni quieren cambiar. En primer lugar, he tenido que resolver un problema de terminologas, ya que la literatura especializada ha utilizado distintas denominaciones para aludir a los procedimientos que se llevan a cabo con maltratadores orientados a

7. La descripcin del programa puede consultarse en CORSI, J. y otros: Violencia Masculina en la Pareja, Buenos Aires, Paids, 1995.

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disminuir o eliminar su conducta violenta. He descartado el uso de las palabras tratamiento o terapia, ya que ambas se refieren a las acciones que se emprenden con el objetivo de curar una enfermedad, y de ningn modo podemos considerar a la violencia masculina como tal, sino ms bien como una conducta que, basada en un sistema de creencias sexista, tiende a asegurar el control y el dominio de la mujer como objeto de su posesin. Tampoco me parecen adecuados los trminos rehabilitacin o reeducacin, ya que en ambos casos, se entendera que existen habilidades o aprendizajes que en algn momento han existido, que luego por algn motivo se han daado, y nuestra tarea consiste en restaurarlos, del mismo modo que se rehabilita o se reeduca la motricidad de alguien que ha sufrido un accidente y presenta una secuela que dificulta la movilidad de sus miembros. Al pensar en este tema, me he planteado que estas dificultades terminolgicas se derivan de los intentos de psicologizar o medicalizar el problema de la violencia masculina hacia las mujeres, ignorando el fuerte componente cultural que tiene como subproducto de una cultura patriarcalmente construida. En el pronstico del potencial de cambio de los hombres que ejercen violencia, adems de evaluar la demanda propia, hemos diseado un instrumento que permite rpidamente diagnosticar a cual de los tipos descriptos por Donald Dutton8 pertenece el consultante. Cuando el perfil se corresponde con el Tipo B, el pronstico es negativo, siendo la respuesta judicial la nica posible. En cambio, los tipos A y C tienen un mayor potencial de cambio, dependiendo de que la intervencin profesional sea la adecuada. Se transcribe el mencionado instrumento de evaluacin en el Apndice de este artculo. 4. CONCLUSIONES Despus de haber evaluado alrededor de 2000 casos de maltratadores que concurrieron al programa de intervencin psicoeducativa que he coordinado en la ciudad de Buenos Aires (y teniendo en cuenta que en Argentina la violencia en el mbito domstico no se halla penalizada, sino que se tramita en los juzgados civiles), algunas de las conclusiones que surgen de dicha evaluacin pueden ser sintetizadas del siguiente modo: Los hombres que concurren a servicios de atencin especializados en violencia masculina y lo hacen como resultado de la presin social o judicial, suelen presentar, en un primer momento, un incremento de los sentimientos hostiles y una tendencia a percibirse como perjudicados frente a lo que consideran una injusticia. Al tratarse de hombres que no estn cumpliendo una condena sino que, como mucho, tienen una orden de alejamiento del hogar, esto representa un aumento del riesgo para la mujer, a quien perciben como la responsable de haberlo metido en problemas con su denuncia.

8. DUTTON, D.: El golpeador, Buenos Aires, Paids, 1997.

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Con el transcurso del tiempo, se ha ido incrementando el porcentaje de hombres que concurren por propia voluntad a pedir ayuda. Sin embargo, la mayora de ellos est guiado por objetivos tales como recuperar la pareja, defender la unin de la familia, etc. Existe un alto porcentaje de la denominada desercin inicial, es decir, aquellos hombres que cuando se les plantean los verdaderos objetivos que nos proponemos en el proceso de cambio, abandonan rpidamente el programa. Cuando se logran superar las etapas de los objetivos inaceptables y de las deserciones tempranas, el remanente de hombres que contina en el programa requiere de un tiempo prolongado de trabajo psicoeducativo (nunca menos de un ao) para comenzar a demostrar cambios. Los seguimientos realizados en los casos de hombres que han completado el programa, muestran que los mejores resultados los encontramos en aquellos que han comenzado nuevas parejas luego de completar su proceso. En cambio, el porcentaje de recadas en los hombres que continan con la misma mujer que en el pasado han maltratado, es mucho mayor. Una primera conclusin que podemos extraer de esta sntesis es que las intervenciones con maltratadores, an las especficamente diseadas, tienen una eficacia restringida a un cierto porcentaje de hombres que, por sus caractersticas, resultan ms permeables a la revisin en profundidad de sus sistemas sexistas de creencias, que estn en la base de su conducta violenta. No obstante, seguimos pensando en la necesidad de incorporar las intervenciones dirigidas a los hombres, como parte integral de la estrategia de disminucin de la tasa de violencia hacia las mujeres. Si tenemos en cuenta que la sancin judicial solamente alcanza a un pequeo porcentaje de hombres (aquellos que han cometido los actos de mayor gravedad), la mayor parte de la poblacin de quienes ejercen diversos tipos de violencia hacia las mujeres queda fuera de todo tipo de intervencin. Hasta el momento, la mayor parte de los esfuerzos dirigidos a erradicar la violencia contra las mujeres estuvieron dirigidos a paliar las consecuencias de dicha violencia. El propsito de operar sobre las causas del problema nos lleva a distinguir entre las causas inmediatas (la conducta masculina que ocasiona el dao) y las causas estructurales del problema (la socializacin masculina y femenina en el contexto de la cultura patriarcal). Mientras aguardamos que las estrategias de prevencin a largo plazo produzcan cambios sustanciales en estas ltimas, no podemos descuidar las acciones posibles para operar sobre las primeras.

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APNDICE
Tipologa de hombres que ejercen violencia domstica SI 1. Los episodios de violencia son espordicos 2. Presenta la caracterstica de doble fachada (una imagen en pblico y otra en privado) 3. La conducta violenta se produce exclusivamente en el contexto intimo 4. Tiende a minimizar su conducta violenta (quitarle importancia) 5. Utiliza justificaciones para su conducta violenta 6. Recurre a la teora de la provocacin externa (la culpa la tiene la otra persona) 7. Siente remordimientos despus de cada episodio de violencia 8. Tiene dificultad para identificar y describir sus sentimientos 9. Presenta conductas celotpicas (se muestra celoso y controlador) 10. Tiene un humor cambiante (puede variar de un momento a otro) 11. Puede graduar su conducta violenta, de modo de no dejar huellas 12. Tiene antecedentes delictivos, penales o de conductas antisociales 13. No experimenta culpa despus de los episodios violentos 14. No es capaz de comprender el sufrimiento de la otra persona 15. Tiene proyectos poco realistas para el futuro 16. Se resiste a analizar o discutir los problemas del pasado 17. Tambin ejerce violencia con otras personas o en otros contextos 18. Calcula framente la utilizacin de su conducta violenta para dominar 19. Su objetivo principal es obtener sumisin y obediencia 20. Es minucioso, perfeccionista y dominante 21. Acumula tensiones sin reaccionar, hasta que explota 22. Frente a los conflictos, toma distancia o se cierra 23. Utiliza largos monlogos y tcnicas de lavado de cerebro con la mujer 24. La critica, la humilla, pone a los hijos en su contra 25. Tiene ideas rgidas acerca de divisin de roles, educacin de los hijos, etc 26. Espera que la mujer se ajuste a las normas que l considera las correctas 27. Utiliza ataques verbales y/o supresin del apoyo emocional (indiferencia) 28. Se muestra colaborativo en la entrevista con un/a profesional Referencias: 1-10: Tipo A (Perfil bsico del maltratador) 11-18: Tipo B (Maltratador Psicoptico) 19-28: Tipo C (Hipercontrolador) Aclaraciones: No se trata de un cuestionario de auto-aplicacin (las respuestas de los hombres a estos tems no reflejaran la descripcin real de sus conductas). Puede ser llenado a partir de una evaluacin especializada y/o con la colaboracin de la mujer. NO

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Los 10 primeros tems suelen ser comunes a los distintos tipos. Cuando no aparecen combinados con caractersticas de los otros tipos, constituyen el denominado perfil bsico del hombre que ejerce violencia domstica. Para clasificar a un hombre dentro de los tipos B C, es necesario que, adems de los rasgos pertenecientes al perfil bsico, presenten el 50% de tems positivos del tipo correspondiente.

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