Género y Subjetividad G. Bonder 1998

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Tomado de

http://rehue.csociales.uchile.cl/genero/mazorka/debates8.html

MAZORCA, Revista del Universidad de Chile

Grupo

Interdisciplinario

de

Estudios

de

Gnero,

MAZORKA nace como una iniciativa del Encuentro de Universidades de Latinoamrica y del Caribe "Gnero y Epistemologa: mujeres y disciplinas" -realizado en Santiago de Chile en julio de 1998 y organizado por el PIEG- como una manera de conjuntar, comunicar y poner en relacin a los distintos Programas y reas de Mujer y Gnero que existen en las universidades de Amrica Latina y el Caribe.

GNERO Y SUBJETIVIDAD: AVATARES DE UNA RELACIN NO EVIDENTE Gloria Bonder*

Gnero, Cul gnero? Los estudios basados en la categora de gnero han recorrido un largo camino desde las tempranas y decisivas investigaciones de Stoller(1) y Rubin(2). Surgidos a partir de la dcada del 60, recorrieron un trayecto epistemolgico en dos sentidos simultneos. Por una parte, se abocaron a una crtica sistemtica de las nociones convencionales acerca de lo masculino y lo femenino que circulan no slo en los discursos de sentido comn, sino tambin en aquellos que se designan como cientficos y que, de una u otra forma, han proporcionado las explicaciones que asumimos como "legtimas" y/o "verdaderas" acerca de las diferencias sexuales y sociales entre varones y mujeres. En constante crecimiento y difusin mundial, estos anlisis se han ocupado de develar y cuestionar las premisas biologistas, esencialistas y universalistas con las que se han concebido estas diferencias, as como la lgica binaria y jerrquica en las que se apoyan; de problematizar la exclusin, silenciamiento o tratamiento sesgado de la condicin de la mujer en los principales cuerpos de teora y en la informacin que "dice" de lo social; de explicar y proponer cambios respecto de los diversos dispositivos sociales que participan en la construccin de una jerarqua entre los gneros en la que las mujeres y lo femenino ocupan el lugar devaluado, discriminado, subordinado u omitido. Postestructuralista y postmodernista, avant la lettre, la crtica feminista ha puntualizado el carcter situado del conocimiento, la parcialidad de todas las afirmaciones, la ntima relacin entre saber y poder, en definitiva ha colocado a las grandes narrativas en el incmodo contexto de la poltica, retirndolas del "confortable dominio de la epistemologa"(3). En este sentido y como dice Giroux(4) el feminismo ha sostenido, en clave de gnero, una pregunta fundamental frente al saber instituido: "Quin habla en esa teora; bajo qu condiciones sociales, econmicas y polticas formula ese discurso; para quin y cmo ese conocimiento circula y es usado en el marco de relaciones asimtricas de poder?". En forma simultnea ha avanzado en la creacin de nuevas categoras tericas e instrumentos metodolgicos en su intento de explicar cmo se ha constituido, a lo largo de

la historia y en las diversas culturas, diferencias jerrquicas entre varones y mujeres, y cmo se reproducen y transforman. En ese contexto se inscribe la formulacin de la categora de gnero. Originalmente, el gnero fue definido en contraposicin a sexo en el marco de una posicin binaria (sexo y gnero), aludiendo la segunda a los aspectos psicosocioculturales asignados a varones y mujeres por su medio social y restringiendo el sexo a las caractersticas anatomofisiolgicas que distinguen al macho y la hembra de la especie humana. Los anlisis basados en esta nocin se concentraron insistentemente en explicar cmo los sujetos adquieren y actan los roles e identidades de gnero. Aunque no estuviera explcito, este enfoque presupona la existencia de una identidad personal o de un yo delimitado originario, que a travs del proceso de socializacin, primero en la familia, y luego en los distintos mbitos sociales, adquira las capacidades, motivaciones y prescripciones propias de su identidad genrica adaptndose a las expectativas y mandatos culturales. En otros trminos afirmaba que la sociedad tiene un libreto que debe ser aprendido y que ese aprendizaje garantiza la reproduccin de un orden de gnero sin fisuras. Como es evidente, esta concepcin no tard en ser cuestionada por su sesgo funcionalista y mecanicista. Si se tratara slo de roles (a la manera de Parsons), podra pensarse que son complementarios, lo cual despolitiza la problemtica de la desigualdad y, consecuentemente, oculta las cuestiones de poder y conflicto que atraviesan las relaciones entre mujeres y los varones. Por otra parte, esta concepcin demuestra su incapacidad para explicar las variaciones entre personas pertenecientes a un mismo gnero, y el cambio de los discursos y prcticas en esta dimensin de lo social(5). Otra caracterstica central de esta primera fase fue el centramiento de los estudios de gnero en la interpretacin y denuncia de la condicin discriminada o subordinada de la mujer, negando o ignorando que en su sentido ms cabal, gnero, alude a una relacin de poder social que involucra tanto a las mujeres y lo femenino, como a los varones y lo masculino. A la manera de los anlisis sobre la clase social, la comprensin inicial de la desigualdad de gnero se despleg en trminos de opresin, discriminacin y reproduccin montona de un orden patriarcal. A propsito de este enfoque Young(6) afirma que la teora de gnero surge como un "gran relato", quizs el ltimo de la modernidad, una explicacin omnicompresiva y totalizante, justificada en el deseo del feminismo de los aos 70 de establecer una contrateora respecto del marxismo, mediante la creacin de una nueva categora, la de gnero, con tanto peso terico como la clase. Esta primera fase, que se ha dado en llamar de bsqueda de la "hiptesis represiva", es decir, de la explicacin acabada y universal de la condicin desigual de la mujer, ha producido notables trabajos que, si bien hoy son cuestionables en muchos aspectos, lograron situar con argumentos fuertes la problemtica de la discriminacin de la mujer en la agenda del debate poltico y terico. En poco ms de dos dcadas de "uso intensivo", si bien no se podra afirmar que esta nocin se ha desgastado, lo cierto es que est siendo revisada a partir de posturas tericas que cuestionan incluso las mismas premisas que le sirvieron de fundamento. Como lo seala Anderson(7): "Los fciles eslganes de ayer ("el gnero es una construccin social y cultural a partir de las diferencias sexuales"), ya no sirven de mucho". Polmicas rigurosas; posiciones distintas e incluso divergentes, dan cuenta de que el concepto se ha vuelto mucho ms complejo y "movedizo". Lejos de plantear un obstculo, este fenmeno da cuenta de la vitalidad de la prctica terica y de su empeo consecuente con la revisin crtica de toda forma de dogmatismo. Como deca ya hace unos cuantos aos Sandra Harding(8), es necesario aceptar y aprender

a ver como un recurso valioso la inestabilidad de las categoras analticas creadas y utilizadas por la teora feminista . De ah que hoy sea posible establecer, como lo plantean Linda Nicholson(9) e Iris Young(10), una genealoga de las concepciones de gnero, en la que hay fases y recorridos que demuestran la interrelacin del pensamiento feminista con las corrientes tericas dominantes en distintos momentos: funcionalismo, marxismos, diversas escuelas dentro del psicoanlisis, postestructuralismo, postmodernismos, etc. Estas genealogas son importantes para demostrar que las propias categoras analticas elaboradas y/o utilizadas profusamente por el feminismo (gnero, patriarcado, divisin sexual del trabajo, mbito privado vs. mbito pblico, etc.) no han escapado a la crtica, a las transformaciones de sentido, e incluso a su rechazo por la misma comunidad intelectual que se constituy a su alrededor. Veamos entonces cuales son las principales lneas de debate, las tensiones en torno al gnero que priman en los trabajos contemporneos, que demuestran que no hay una teora de gnero sino varias. a) la crtica al binarismo sexo/gnero que sirvi para diferenciar lo supuestamente natural e inmodificable: el sexo, de lo cultural y por lo tanto modificable: el gnero. Al respecto, Butler(11) afirma que este binarismo es expresin de un imaginario masculino, devenido en discurso cientfico, en el que la naturaleza ha sido representada como un espacio vaco, inerte, femenino, dispuesto a ser penetrado por la inscripcin cultural masculina. Este tratamiento sera parte de una prctica regulatoria que produce los cuerpos de varones y mujeres como diferentes y complementarios, que asume la heterosexualidad como la norma. En este sentido el sexo lejos de ser algo dado o presimblico es, en su opinin, una categora poltica. "El sexo no es lo que uno es sino en lo que uno se convierte". Por lo dems, este dualismo de lo biolgico y lo cultural, no sera ms que otra expresin de una lgica binaria que funda y legitima ordenamientos jerrquicos al oponer hombre y mujer, cuerpo y espritu o psique, razn y emocin, etc. b) el cuestionamiento del supuesto de que existen solamente dos gneros : femenino/masculino, como categoras inamovibles y universales, excluyentes una de la otra, desconociendo como dice Flax(12) que los procesos de subjetivacin son intergenricos(13). c) la crtica del sustancialismo hacia el que se habran deslizado las teoras de gnero al construir a la mujer e incluso al gnero femenino, como una categora nica, y muchas veces deshistorizada. Este fenmeno activa otras polticas de exclusin al ignorar la heterogeneidad de mujeres dentro de la categora mujer, y fundamentalmente la diversidad existente en cada una de ellas en tanto que sujetos no unitarios sino mltiples y fragmentados, en diversas posiciones genricas y sociales. Esta nueva y sugerente concepcin se expresa de manera radical en el influyente trabajo de Haraway(14). En su figura mtica del cyborg, esta autora nos enfrenta con una imagen transgresora de las dicotomas tradicionales masculino/femenino, humano/mquina, al proponer el cyborg como una figura hbrida, expresin de subjetividades que conviven con la evidencia de que las identidades de este fin de siglo son permanentemente parciales y contradictorias(15). c) el rechazo a la concepcin "victimista" de la mujer que se desprende de los primeros anlisis de la opresin. En los ltimos aos, esta visin fue contestada por estudios dedicados a recuperar y revalorizar las experiencias y cultura femenina a lo largo

de la historia, demostrando la enorme riqueza y significacin social de sus vidas y labores en los mbitos "privados" a los que fue asignada, as como tambin su actividad en el plano de la resistencia y trasgresin de los mandatos culturales. d) la problematizacin de la visin teleolgica que, en cierto sentido, cristalizaron los anlisis iniciales de la subordinacin de gnero, segn la cual no cabra pensar en la posibilidad de los sujetos de agenciamiento y transformacin de los mandatos genricos. Cuestionado este criterio, Butler(16), revitalizando la famosa afirmacin de Simone de Beauvoir acerca de que no se nace mujer sino que se hace, afirma que el gnero no es un constructo acabado, producto y productor de un determinismo social inexorable, aunque muchas veces nos lo parezca. Desde otro ngulo, tambin De Laurentis suscribe a esta crtica al modelaje diciendo "la construccin del gnero est tambin afectada por su deconstruccin... por que el gnero como lo real, es no slo el efecto de la representacin sino tambin su exceso, lo que permanece fuera del discurso como trauma, potencia, que si no se lo contiene, puede romper o desestabilizar cualquier representacin. Ello coloca a la coherencia del gnero como una ficcin y lo abre a desplazamientos de sentido"(17). e) el progresivo giro hacia utilizar el gnero como una categora de anlisis de todos los procesos y fenmenos sociales en lugar de reducirlo a una cuestin de identidades y roles, al tiempo que viene creciendo desde el influjo de estudiosas negras, latinas o de otros grupos minoritarios, el reconocimiento de la heterogeneidad interna a la categora y la necesidad por lo tanto de comprender las diversas formas en que se articula en cada contexto con otras posiciones sociales como etnia, clase, edad, orientacin sexual, etc. En este aspecto son especialmente interesantes las contribuciones de la as llamada corriente de feminismo "postcolonial" que plantea como la subjetividad emerge de una compleja interrelacin de identificaciones heterogneas situadas en una red de diferencias desiguales. En este sentido, habra que pensar el proceso de subjetivacin en trminos de una trama de posiciones de sujeto, inscriptas en relaciones de fuerza en permanente juego de complicidades y resistencias. Esto es diferente a suponer que existe una identidad de gnero definida, unitaria, que en forma sucesiva o simultnea se articula con una identidad de clase o de raza, con las mismas caractersticas. Por lo dems, se hace necesario revisar crticamente las significaciones simblicas e imaginarias contenidas en la nocin de articulacin que tanto abunda en los escritos feministas. f) la crtica de la concepcin de gnero basada en los roles sexuales que ya anticipramos, as como tambin, de la idea de que exista un sujeto o identidad personal anterior al gnero. En contraste se asume la simultaneidad de la construccin sujeto gnero, o en otros trminos, el proceso de en generizacin como una dimensin fundante del proceso de subjetivacin. En suma, en los ltimos aos el gnero ha dejado de ser una nocin "llave" para explicar todos los procesos y fenmenos relativos a la situacin social de la mujer, una contrasea inobjetable de la comunidad intelectual y poltica ligada al feminismo, para convertirse en el centro de una controversia que de una u otra manera va construyendo una "genealoga poltica de las ontologas del gnero", es decir, una deconstruccin de su apariencia sustantiva, iluminando los procesos de naturalizacin que producen ese efecto. Ello puede llevar a rechazarla de plano como ocurre en el caso de algunas autoras postmodernas como Braidotti(18) y Cornell(19). La primera plantea las limitaciones del concepto de gnero para explicar la formacin de la subjetividad femenina y masculina, debido a su fuerte connotacin sociolgica y a la idea de que esta se reduce a una cuestin de roles impuesta desde la sociedad. Este enfoque simplista no toma en cuenta que la subjetividad se construye en y a travs de un conjunto de relaciones con las condiciones materiales y simblicas mediadas por el lenguaje, lo cual requiere aceptar , entre otros aspectos, que

toda relacin social, incluida la de gnero, clase o raza, conlleva un componente imaginario. Por ello opta por utilizar la nocin de diferencia sexual con la cual afirma la centralidad de la divisin sexual en la formacin de la cultura humana, cultura sustentada en un orden simblico de primaca flica que ha expulsado lo femenino, salvo como objeto fantasmtico del deseo masculino. Como su posicin puede ser vista como esencialista, Braidotti aclara que hablar de diferencia sexual en lugar de gnero tiene el sentido de evitar caer en las trampas de la lgica falocntrica que exige de las mujeres soportar la carga de la inexistencia, la falta, o en el otro extremo, alcanzar la posicin de sujeto a partir de su homologacin con el varn. Otras autoras, sin ser tan radicales, plantean no obstante, la necesidad de la "implosin" de la categora de gnero tal como ha sido utilizada hasta ahora, para hacer emerger las mltiples posiciones de gnero que se derivan de un proceso de subjetivacin atravesado por relaciones de poder asimtricas, relativas a la etnicidad, raza, clase, edad, orientacin sexual, entre otras(20). Tambin hay voces(21) que, si bien comparten la crtica al sustancialismo y universalismo hacia el que se habra deslizado la nocin de gnero, ven tambin con ojos crticos a quienes estaran listos por "tirar el beb con las aguas del bao", privando as al movimiento feminista de una de sus ms potentes herramientas a nivel terico y poltico. En su opinin, se ha llegado a este extremo como corolario de la retraccin del movimiento feminista, la "academizacin" de la teora feminista y su afn de ganar prestigio intelectual en las Universidades y, consecuentemente, su separacin de las vidas y sufrimientos del conjunto de mujeres. Ahora bien, pese a sus diferencias, cualquiera de las posiciones antes esbozadas coinciden -hoy por hoy- en admitir que el gnero no es una propiedad de los sujetos ni es un constructo fijo y terminado, condenado a una perpetua repeticin. Ello abre la fascinante posibilidad de colocarnos frente a la "cuestin de gnero" desde una posicin diferente a como lo hicimos dcadas atrs. Nos impulsa a detectar y explicar cmo los sujetos se engeneran en y a travs de una red compleja de discursos, prcticas e institucionalidades, histricamente situadas, que le otorgan sentido y valor a la definicin de s mismos y de su realidad. Ello implica abrir el interrogante acerca de qu, cmo y por qu invisten y negocian, en y a travs de estos dispositivos, posiciones y sentidos singulares. Esta lnea de pensamiento nos conduce en primer lugar, a una reflexin sobre la nocin de sujeto y subjetividad tal y como est siendo tratada en los ltimos aos en el pensamiento filosfico, social y, en particular, en la teora feminista. Detenernos en esta cuestin nos parece fundamental para clarificar no slo nuestra produccin terica, sino tambin nuestras prcticas. Despus de todo cada vez que enunciamos y realizamos alguna accin dirigida a revertir la discriminacin o subordinacin de las mujeres, estamos sosteniendo consciente o inadvertidamente, alguna concepcin sobre el sujeto de esta accin, le asignamos determinadas caractersticas, modos de "funcionar" y suponemos, aunque pocas veces lo hagamos explcito, que ser afectada/o de alguna manera particular por la intervencin de la que se trate. Por lo dems y como lo seala Braidotti, la problematizacin sobre la mujer, lo femenino, e incluso el gnero, est inextrincablemente vinculada a la crtica y deconstruccin del sujeto racional, universal moderno(22). De la muerte del sujeto al anhelo de subjetividad Las nociones de sujeto y subjetividad parecen haberse instalado, como una referencia insoslayable en gran parte de la produccin feminista contempornea. Trabajos, congresos, conferencias apelan a estas nociones, y en especial a la subjetividad, con tal insistencia, que pareciera operar como una suerte de emblema imaginario de un tan necesitado cambio de discurso que, supuestamente, esta vez s podra decir algo nuevo respecto de

viejas cavilaciones de la teora social. Nos referimos a la recurrente tensin individuo vs. sociedad(23). Sin embargo, es necesario comenzar destacando que estamos lejos de disponer de una definicin nica o inequvoca de ambos trminos. Respecto de la nocin de sujeto no pocas veces se lo utiliza como sinnimo de individuo, otras de yo, persona, identidad, subjetividad; cuando no de objeto de fuerzas y determinaciones histricas y sociales y/o agente o actor en estas. Sin embargo estos trminos no son equivalentes y antes bien, remiten a concepciones tericas no slo diferentes, sino que en algunos casos directamente opuestas. De ah que podamos afirmar como lo seala Manuel Cruz(24) que la cuestin del sujeto se ha constituido en un "genuino espacio de intensidad terica"; en el que convergen y confrontan diversos discursos tributarios de tradiciones intelectuales y disciplinarias notablemente dismiles. As segn Cruz, mientras que para los socilogos la nocin prevalente de sujeto se emparenta con la de individuo y su inters principal pasa por determinar sus rasgos caractersticos en cada contexto social, la preocupacin de los antroplogos se centra en reconocer de que manera cada cultura adjudica a alguien su condicin de persona; los ticos se sirven de la nocin de identidad moral; algunos filsofos contemporneos se ocupan preferentemente de la relacin del sujeto con la conciencia de s y el psicoanlisis, por ltimo, devela los procesos inconscientes operantes en la constitucin de la subjetividad y en su funcionamiento. Esta afirmacin podra hacer suponer que estamos en presencia de un conjunto de enfoques que iluminan diversas facetas de un mismo fenmeno, por lo que sera posible proponernos, sin mayores dificultades, integrarlas en una visin a la que se suele denominar interdisciplinaria. Lejos de ello, un anlisis de la realidad terica contempornea da cuenta de muy distintas y en muchos casos contradictorias representaciones del sujeto. En un intento de tipificacin de las versiones ms en boga Cruz distingue entre: el sujeto escindido, (se refiere a las posiciones influidas por el discurso crtico de inspiracin benjaminiana y adorniana), el inevitable (originado en el pensamiento de Nietzche), el sujeto enunciado (influido por los desarrollos de la filosofa analtica); y el construido (de raz sociolgica e histrica, el que de alguna manera esta presente en todos los anteriores). Lo cierto es que la teorizacin en torno al sujeto ha ocupado un lugar central en la historia de la filosofa moderna. Segn Vilar(25) su tratamiento filosfico abarca tres grandes etapas. La primera, que va desde el Renacimiento hasta la Ilustracin, est signada por la constitucin de la categora normativa del sujeto, fundada en conceptos como libertad, autonoma, responsabilidad, conciencia moral, igualdad, derechos, sentimientos, entre otros. En este perodo el sujeto se perfila como una unidad social autodeterminada, racional, capaz de sentido moral y de alcance universal. La segunda etapa se iniciara con Hegel, Marx y Freud llegando hasta Adorno, Foucault, Deleuze, Guattari y Derrida. Se caracteriza por la deconstruccin sistemtica de la nocin de sujeto metafsico, autnomo racional, origen de la palabra y de la accin, para colocar en su lugar la idea de un sujeto descentrado(26) y sujetado a las condiciones sociohistricas e inconscientes. Este proceso que podra denominarse de los tres descentramientos(27): el lingstico, el psicoanaltico y el histrico social , han proporcionado poderosas argumentaciones para justificar a quienes en los ltimos tiempos anuncian o confirman la muerte del sujeto unitario, racional, universal, autodeterminado, enunciador de la verdad. A partir de la filosofa postestructuralista y postmoderna se nos incita a reconocer nuestra sujecin a una

trama de discursos y dispositivos de poder, a convivir con nuestra fragilidad, contingencia e ignorancia, a "renegar de lo nico y exaltar las virtudes de lo mltiple, rechazar lo universal y reemplazar la razn por lo "otro de la razn". La idea de la existencia de una identidad singular y coherente es denunciada como una construccin ilusoria, un artificio -quizs inevitable-, en la conformacin de subjetividad , una coartada frente a la incerteza. De ah el reemplazo que las corrientes postmodernas hacen de la pregunta filosfica fundamental "quien soy", por la de "desde dnde hablo"; es decir desde que posicin de sujeto hablo y acto en determinado contexto, lo que implica haber aceptado la multiplicidad de posiciones en y desde las cuales los sujetos se conforman, y por ende sus posibles tensiones y contradicciones. Aunque este acercamiento a la nocin de sujeto parece pregnar el pensamiento contemporneo, segn Vilar(28), en los ltimos aos tambin estaramos asistiendo a una tercera etapa de "reconstruccin y rehabilitacin" de la subjetividad normativa de la mano de pensadores como Rawls, Rorty y Taylor(29). Mas all de sus diferencias, estos intentos parecen responder a una demanda de las sociedades actuales por refundar una tica que rescate o cree un nuevo horizonte normativo superador tanto del dogmatismo como del relativismo absoluto y justificador del individualismo de las sociedades postavanzadas. Ello pareciera requerir la afirmacin de alguna clase de sujeto responsable de decisiones y capaz de transformaciones, sin que ello signifique necesariamente retornar a la visin metafsica. Volveremos sobre este punto. La cuestin de la construccin: un breve intermedio En nuestro breve recorrido analtico en torno a la nocin de sujeto hemos afirmado o supuesto, al pasar, la idea de que este sujeto es construido. Pero qu entendemos por construccin?. No ser este tambin otro de los lugares comunes del discurso terico contemporneo que, como afirma Valdecantos, transcurre cmodamente en medio de una "curiosa complicidad verbal semejante a la que supone quien enuncia, por ejemplo, que el poder es, naturalmente, algo pluriforme o que el significado es, sin lugar a dudas, social (o que la ciencia es, como se sabe, un producto cultural, o que la tica es, por supuesto, narrativa)(30)" El que acordemos entonces que el sujeto sea construido no supone necesariamente que las premisas desde las cuales entendemos cmo se produce esa construccin sean compartidas. Incluso algunas autoras denuncian a la teora feminista contempornea de un "abuso del construccionismo". Fuss(31), por ejemplo, alerta sobre el hecho de que en este construccionismo tan generalizado en la teora feminista en su crtica del esencialismo biologista, se deslicen,- como en una suerte de "retorno de lo reprimido", y bajo otros disfraces -, posiciones esencialistas, obviamente ya no de carcter biologista, pero s de naturaleza social. Se refiere a una nocin sustancialista de la sociedad y la Historia ,en la que no se problematiza la idea de la opresin universal de las mujeres, la diferencia hombre/mujer, y la visin de estos como objetos estables ontolgicamente y coherentes en s mismos(32). Aparentemente, la tensin esencialismo vs. constructivismo atraviesa las luchas de todos los movimientos sociales que se fundamentan en una poltica de las identidades. En ese marco las posturas esencialistas pueden entenderse como momentos contestarios, como forma de protesta ante las categoras socialmente impuestas a travs de resaltar una

identidad "propia" como base de resistencia y valorizacin (pensemos por ejemplo en el black is beautiful del movimiento por los derechos de los negros en USA). Lo reiteramos, apelar a una concepcin construccionista en relacin a la formacin del sujeto, implica enfrentarse con no pocas aristas problemticas. Una de ellas es el hecho que en este tpico esta presente explcita o tcitamente el lugar y, si cabe, el papel que le asignamos al propio sujeto no slo en tanto producto o "artefacto" del proceso de construccin, sino como artfice de dicho proceso. De ah que no podemos eludir formularnos y, dentro de lo posible, responder al menos a las siguientes preguntas: Cules son las condiciones, factores o determinantes particulares que participan en cada contexto sociohistrico de esa construccin? De qu modo condiciones sociales y simblicas preexistentes llegan a convertirse en nuestra "naturaleza"? Cmo imaginamos el "origen" del proceso de construccin del sujeto? Continuamos creyendo que lo social se imprime en la tabla rasa Roussoniana? Aceptamos por el contrario la existencia de un "yo artfice originario"? Le adjudicamos a ese yo artfice la condicin de una primera naturaleza o disponemos de otra interpretacin para ese movimiento/accin constitutiva? Es posible que un sujeto originariamente construido en y a travs de determinadas estructuras sociales simblicas se transforme radicalmente y sea capaz de enunciar otras verdades, otros placeres y otras relaciones de poder? Si esto fuera posible, cmo se producen esas transformaciones? Cules son sus condiciones de posibilidad y cules sus lmites? Sujeto, Subjetividad, Identidad: puntualizaciones necesarias. Es lo mismo el sujeto que la subjetividad? Y qu la identidad? Respecto de nuestra primera pregunta interesa la ref$lexin que aporta Paola Di Cori(33). En su opinin la equivalencia entre uno y otro trmino es errnea y cuando esto ocurre, en realidad suele encubrir por parte del autor un deslizamiento, quizs inadvertido, de la idea de sujeto a la de persona, en el sentido de la afirmacin de una individualidad plena, concreta y autnoma; es decir, concebida ms en trminos de facultades mentales que de posiciones en una trama discursiva. En la misma lnea estara la asimilacin de la subjetividad con el yo personal. Como historiadora Di Cori cuestiona esta tendencia, observable en quienes exaltan lo autobiogrfico, la propia experiencia, como una forma sustantiva de autoconciencia individual y un criterio vlido y/o privilegiado para acceder a la verdad histrica. Esta idealizacin de la experiencia como criterio de verdad, observable en otros campos adems de la investigacin histrica, se sostiene en la creencia de que tal experiencia sera una suerte de receptculo primario de sensibilidad, que habitara por "debajo" de los condicionamientos culturales y por ello portara una inocencia y veracidad que la torna incontrastable. En una realidad cada vez ms consciente de la falta de certeza, no es raro que como dice esta autora "El pasaje: subjetividad-experiencia-verdad tenga un poder fascinante". Al igual que la nocin de sujeto, la de subjetividad est cargada de una polisemia que no es ajena a las intenciones generalmente no explicitadas de quienes la utilizan y que por lo dems impide, por el momento, formular una definicin omnicomprensiva "que rena todas las acepciones".

En algunos casos remite a una abstraccin, pero en muchos otros su uso refiere a caractersticas psicolgicas o emocionales de las personas; una suerte de interioridad, y/o una energa vital. Vale la pena destacar que el trmino subjetividad no aparece en el Diccionario Filosfico, lo que segn Ortega(34) no es sorprendente, y a su criterio tampoco necesario. "No existe una definicin precisa de subjetividad y quizs tampoco debiramos buscarla. Es una definicin por hacerse, procesal y provisoria, esto es temporal, o sea tan histrica como hipottica". Sin embargo, cuando se recurre a este concepto entendemos que, de una u otra manera, est en juego lo que Lopez Petit(35) llama el residuo del proceso de subjetivacin, es decir, la singularidad, el particular tejido de las hebras que componen cada biografa, la densidad de la vivencia del s mismo. No obstante, y como venimos planteando, esta acepcin de la subjetividad se distancia notablemente de cualquier asimilacin con una identidad supuestamente esencial o an definida, completa. Tampoco justifica pensarla como una interioridad recndita, que podra emerger haciendo gala de autenticidad, y por que no pureza, si se le quitaran los velos distorsionantes que impone la cultura; lo que sin embargo parece ser una tentacin muy frecuente, como se constata en muchos escritos recientes(36). Por cierto que en todo sujeto anida un deseo de identidad, en el sentido de autoidentificacin, de mismidad, de permanencia y coherencia a travs del tiempo y el espacio. "Ninguno de nosotros vive sin referenciarse a una singularidad imaginaria a la que llamamos nuestra identidad. Esa singularidad o individualidad corresponde al registro imaginario, -el conjunto de imgenes identificaciones y narrativas que aparentan consolidar una naturaleza distintiva del sujeto/ individuo. Como un "agente de bolsa" de esa formacin imaginaria est el yo, cuya funcin es asegurar una adaptacin dialctica a las presiones de la vida social que lo han producido y a las que ayuda a producir"(37). O como dice Rosa Montero, "Ignoro de que sustancia extraordinaria est confeccionada la identidad, pero es un tejido discontinuo que zurcimos a fuerza de voluntad y de memoria. La identidad no es ms que el relato que nos hacemos de nosotros mismos"(38). Pero una cosa es reconocer estos deseos y descifrar sus motivaciones y otra, sustancializarlo como se ve en no pocas teoras psicolgicas y filosficas, suponiendo que cada uno tiene una identidad, y an ms, afirmar que uno es eso que dice ser y no otra cosa. O que en nombre de una identidad universal, logofalocntrica como dira Derrida(39), o etnocntrica o feministocntrica, se imponga compasivamente un modelo nico de vivir, pensar y sentir. De ah que, en contraste con estas concepciones, algunos anlisis postmodernos sugieran la opcin por la des-identidad o como propone Nelly Richard la "disidencia de identidad en el sentido del cuestionamiento de la cultura masculina paterna por la subjetividad fluida y no codificada de lo femenino"(40). Para otros autores como Ortega no es necesario renunciar a la identidad (se refiere en este caso a las identidades colectivas y en especial a la identidad latinoamericana) pero s subvertir su codificacin autoritaria, las imgenes unvocas de nacin y ciudadana, sin aceptar tampoco caer en el relativismo extremo.

Este ltimo planteo, es afn a algunas corrientes actuales dentro de la teora feminista, quienes ven con cierta sospecha que la filosofa y la teora social declaren la muerte del sujeto y la renuncia a toda forma de identidad, precisamente en el momento en que sectores objetificados y silenciados durante siglos, como las mujeres, emergen en el escenario social reclamando su palabra y actuando como sujetos polticos. Eisenstein(41), por ejemplo, desconfa de que la "muerte del sujeto unificado surja justo en el momento e que las feministas estaban decidiendo que el sujeto humano poda ser femenino". De manera irnica acusa a los varones intelectuales europeos de anunciar la muerte de la libertad, la igualdad y la verdad justo en el momento en que "el resto del mundo -los grupos previamente excluidos- dicen: esperen, queremos algo de eso". En sentido similar, Amors(42) nos invita a adherir al saludable cuestionamiento de la "hipertrofia megalmana y los delirios partenognicos del sujeto moderno, su pretensin de ser el amo y seor de la significacin, el paladn de la razn, pero tambin nos incita a estar alerta y recelar de la liason dangereuse del feminismo y la postmodernidad que convierte al sujeto en un simple juguete de un orden lingustico(43), o lo recuperan reificndolo en la exaltacin de su supuesto sustrato subjetivo genuino, rodeado de espiritualidad como hacen las italianas discpulas de Luce Irigaray. En su opinin, que comparte con Benhabib(44), el feminismo presupone un sujeto "mnimo" como condicin para su proyecto emancipatorio y las acciones de transformacin que de este se desprenden y este sujeto no puede sino basarse en los valores de autonoma, reflexin y crtica, responsabilidad y reciprocidad. Un sujeto en fin, capaz de "interrumpir la cadena del significado constituida, tomando distancia crtica y alterndola creativamene." En todo caso, hay que convenir que estas controversias en torno al sujeto y en especial sobre las caractersticas deseadas y rechazadas, actuales o potenciales del sujeto femenino y feminista se despliega una riqusima produccin de ideas que mantienen vibrante el debate terico. En ese marco, y como ya venimos anticipando, algunos grupos de intelectuales optan, -por conviccin terica y/o tctica poltica-, por afirmar y revalorizan la especificidad de las vivencias y experiencias de las mujeres, su diferencia radical de la identidad y cultura masculina, su identidad colectiva como mujeres. Otras(45), por el contrario, insisten en denunciar la alienacin de la experiencia femenina en los espejos patriarcales, y preservar como meta emancipatoria la bsqueda de la igualdad social como condicin necesaria para el surgimiento de una nueva diferencia. Como este es el punto central en la argumentacin que venimos haciendo queremos dejar planteado que, en nuestro criterio, una cosa es la lucha poltica para reivindicar una identidad negada, o en otras palabras asumir una poltica de la identidad, y otra cosa es que, en ese gesto se renuncie a deconstruir la propia nocin de identidad que moviliza esa accin, lo cual corre el riesgo de establecer nuevos dogmatismos esencialistas(46). Sobre este punto es muy interesante la advertencia que hace Braidotti(47) sobre la propuesta utpica de algunas corrientes del "feminismo de la diferencia" cuando reivindican la afirmacin de "lo especficamente femenino" como la posibilidad de hacer emerger un nuevo rgimen de verdad, sin cuestionar la relacin de poder en la que este se ha constituido como tal. Al respecto considera que esta utopa es sumamente peligrosa polticamente e incorrecta tericamente. Representa a la Mujer como LA clase revolucionaria autntica y crea una ilusin de dominio y transparencia de la subjetividad inadmisible.

En todo caso, la lucha de las mujeres por la "autodesignacin", por la autonoma, pareciera necesitar, al menos en estos tiempos, de una estrategia compleja; por un lado la crtica a las nociones tradicionales y masculinas del sujeto en su versin moderna, ya que desde esa nocin ellas han sido definidas, como ya lo deca Simone de Beauvoir como el Otro; junto con el develamiento y cambio de valor de algunos rasgos construidos como especficamente femeninas que han sido ignoradas o devaluadas en la cultura patriarcal; pero tambin la deconstruccin de todo esencialismo, sin que ello las haga caer en un descentramiento tan radical que lleve a la impotencia y el individualismo(48). Estamos hablando de una estrategia poltica que intenta evadir algunas opciones dilemticas que caracterizan el debate feminista contemporneo y, en este sentido, nos sentimos cerca de la lnea eclctica y pragmtica que sugiere Nancy Fraser(49) como un acto de rebelda y afirmacin de autonoma vis vis la "monogamia" terica de muchas autoras contemporneas y en paralelo como un poderoso recordatorio de la necesidad de vincular la teora con las necesidades prcticas y estratgicas de las mujeres en cada contexto y momento. Ahora bien, este somero recorrido problematizador de algunas nociones que usamos cotidianamente, -y que aqu abordamos no por una mera inquietud enciclopedista sino fundamentalmente por sus implicancias para las prcticas sociales y polticas-, haremos mencin por ltimo a otro problema, que en realidad atraviesa toda la reflexin en torno al sujeto. Nos referimos a una pregunta fundamental: cmo un sujeto construido puede transformarse, reconstruirse? Segn muchas de las posiciones que hemos esbozado, y en especial aquellas que se sustentan en un constructivismo radical, slo podramos concebir al sujeto como sujetado a una forma particular de dominacin, a una ideologa o a uno o varios dispositivos de poder. As pensado queda reducido a la pasividad, a la repeticin de un destino, sino ya de designio divino, s pensado/armado por otros. Llevando a un extremo esta argumentacin se podra concluir que el "ser humano estando cautivo en la trabas de la sujecin o atravesado por las formaciones sociales en las que habita, no es nunca enteramente un sujeto". Y sin embargo la historia nos demuestra que los sujetos resisten, resignifican y crean nuevas representaciones y prcticas sociales vis vis los diferentes rdenes discursivos y dispositivos institucionales que a su vez los han constituido . Las ideas de Hollway(50) al respecto nos resultan particularmente interesantes. Ella sostiene que en cada poca histrica se ofrece a los sujetos una gama reducida, pero gama al fin, de discursos y posiciones de gnero en cada discurso , por consiguiente los sujetos invisten libidinalmente determinadas opciones, siendo este acto de investimiento una expresin de su "libertad" personal. Ello explicara la diversidad de estilos de vida femeninos y masculinos en cada contexto histrico, as como ciertas condiciones subjetivas para la transformacin de prescripciones y estereotipos. Tambin Teresa de Lauretis(51) rescata el hecho de que la subjetividad se en- genera (engender en ingls) por un "compromiso subjetivo" con determinadas representaciones ofrecidas por una matriz de discursos, hbitos y prcticas. Todo ello implicara aceptar que es consustancial a la construccin de las subjetividades, la existencia de lneas de fuga respecto de la docilidad a los modelos imperantes; que como

dira Guattari, estamos atravesados por flujos deseantes, semiticos, materiales y sociales. Somos sujetos y sujetados; lo que nos devuelve una cuota de libertad y tambin en consecuencia de responsabilidad. Tambin el pensarnos como un conjunto heterogneo de posiciones de sujeto que en ciertas circunstancias "armonizan", en otras cristalizan y en otras se colocan en tensin, nos permite explicar el "agenciamiento" sin necesidad de apelar a una metafsica del voluntarismo, ni recrear la idea de un sujeto histrico teleolgicamente designado. Aunque si nos habilita a reconocerle su capacidad de devenir en actor/actora "poltico tico" en determinados contextos y situaciones. Pensarnos de esta manera supone una invitacin o una obligacin a actuar reconociendo la imposibilidad de estar fuera de las relaciones de poder; pero aceptando tambin que las reglas del juego pueden ser cambiadas mientras se juega con ellas, aunque el juego pueda estar a favor de algunos jugadores y en contra de otros(52). Entonces hacia donde "jugar" desde el feminismo en este fin de siglo, con que reglas y contra que reglas? Del anhelo de subjetividad y sus posibles respuestas. Refirindose a las tensiones y nuevas demandas que atraviesan el malestar en la cultura de este fin de siglo, Birules(53) destaca la emergencia de un "anhelo de subjetividad". Con ello se refiere al ansia de quienes vivimos en esta poca inmersos en el vrtigo de lo efmero y retrados o acorralados en el "yo plano" del individualismo narcisista, por "hacerse de una trama nueva de experiencias que nos ofrezca la posibilidad de conservar y de innovar; una necesidad de reconocerse en y a travs de la memoria para poder articular nuestro presente y ordenar nuestro hacer y padecer". Ello justifica, a su criterio, que en plena poca postmoderna necesitemos hablar de un tiempo de subjetividad. Con esta afirmacin se subraya la necesidad de incursionar, desde el pensamiento filosfico y tambin desde las prcticas sociales, en la bsqueda de nuevas respuestas a problemticas que siguen vigentes en la sociedad postmoderna. Tales son la bsqueda de la verdad (y no la universal pero si alguna forma de verdad que permita eludir el riesgo nihilista del relativismo extremo); el desarrollo de una posicin tica en torno a las diferencias sociales que haga posible dar fundamento a trminos como solidaridad y responsabilidad; y la conformacin del sentimiento de identidad. Respecto de este ltimo concepto su posicin es inequvoca "Ya no es posible pensar la identidad del yo como algo meramente dado o constituido como resultado de las "supuestas continuidades del sistema de accin individual. La identidad nunca debe concebirse como punto de partida, sino como la siempre renovada capacidad de referirse a s mismo o a s misma y al propio actuar en el mundo". En este sentido, afirma el carcter ilusorio de la identidad entendida como interioridad para vincularla ntimamente con la relacin del sujeto con el tiempo y en especial con el "duro deseo de durar" como afirma Paul Eluard. Visto desde otro ngulo, este anhelo de subjetividad puede leerse como una reaccin a las profundas transformaciones de las identidades colectivas (nacionales o sectoriales), la ruptura de las fronteras polticas, el surgimiento de nuevos sujetos sociales y nuevos conglomerados supranacionales que han socavado los emblemas identitarios tradicionales, colocando a las sociedades actuales ante alternativas dramticas. Crear o recrear, desde la nostalgia y/o el furor identidades sectarias, como se ve en el resurgimiento de los

fundamentalismos; o aprender a revertir la tentacin de afirmar el "uno" bajo el modo de la exclusin del otro, reconociendo en el sentimiento de identidad, como dice Mouffe(54), la multiplicidad de elementos que lo constituyen, as como su contingencia e interdependencia. Lo que estamos sealando es que desde distintos enfoques y disciplinas, en nombre de la subjetividad, se advierte una preocupacin de los/as intelectuales por comprender y proponer alternativas al malestar que aqueja al sujeto de fin de siglo. Profundamente inquietante, en gran medida inesperado, e inasible con nuestras categoras habituales de desciframiento de la realidad, excede como dice Bleichmar(55) la "cuota" de malestar en la cultura que toda sociedad debe aceptar en razn de las renuncias pulsionales que hacen posible la convivencia con otros seres humanos. Se tratara, en todo caso, como ya lo adelantaba Marcuse, de una suerte de "sobremalestar o malestar sobrante" efecto de relaciones de poder injustas que obliga a resignar aspectos fundamentales de la existencia. En este sentido, es indudable que la vivencia de malestar social, que hoy en da parece extenderse como mancha de aceite, guarda una estrecha relacin con las devastadoras restricciones en las oportunidades sociales impuestas por el modelo econmico hegemnico. Sin embargo sus amargo sabor alude tambin a otras fuentes; fluye de la incapacidad de los sujetos de sostener un proyecto trascendente, condicin esta fundamental para "soportar la prima de malestar que cada poca impone,...esperanza de remediar los males presentes, la ilusin de una vida plena cuyo borde movible se corre constantemente, los que posibilita que el camino a recorrer encuentra un modo de justificar su recorrido"(56). Ante la impotencia de perfilar futuros posibles y estar compelidos por el vrtigo de las mutaciones culturales a descreer de modelos y valores del pasado, a los sujetos de este fin de siglo aparentemente solo les quedara el refugio en las estrategias de supervivencia; a someterse a la tirana del presente continuo, idealizar el pragmatismo y asumir un temple paranoide frente a cualquier forma de esperanza, ilusin y entrega a ideales o metas colectivas(57). Y sin embargo...cmo entender esta recurrente apelacin a la subjetividad sino como un "algo" que bulle entre los intersticios de nuevas ideologas que, como dice Bleichmar, hoy nos trampean con el carcter irreversible de un futuro deplorable, cuando antes lo hacan con la idea de un futuro promisorio. Y que es lo que bulle? Tenemos la impresin que en este anhelo de subjetividad conviven en tensin la nostalgia de la vivencia de la ilusin, que busca reencarnarse en ideales tranquilizadores de viejo cuo; y tambin la experimentacin de otros modos de percibir, sentir y expresar la subjetividad y vivir las relaciones intersubjetivas, que en este fin de siglo quizs pueda hacer posible cumplir una deuda civilizatoria pendiente: la construccin de diferencias no jerrquicas . En efecto en algunos planteamientos, tanto tericos como polticos actuales, se atisba la aparentemente inagotable pretensin narcisista de restituirnos en una unidad imaginaria que unifique pulsiones antagnicas, deseos errticos, contradicciones y contrariedades; es decir encontrar un refugio en una imagen completa y acabada de nosotros mismos, sin conflictos ni fisuras, un supuesto pasaporte garantizado hacia una va de acceso sin obstculos a la felicidad. En algunos discursos religiosos y en ciertas ofertas de la cultura new age, resuenan estas promesas seductoras. Tambin nos parece reconocerlas en algunas posturas feministas

actuales que, en nuestra opinin suturan el malestar femenino de un fin de siglo turbulento y plagado de desencantos, con versiones sofisticadas de parasos "olvidados" (como la recreacin de un supuesto orden simblico con la madre como estrategia de resignificacin de una identidad femenina plena, cuya recuperacin o creacin? brindara a las mujeres la anhelada felicidad de "ser una misma"). Nos referimos en particular a las corrientes italianas de la Librera delle Donne, influidas por el pensamiento de Luce Irigaray(58). Pero tambin es posible advertir el surgimiento de bsquedas estticas y de prcticas micropolticas vertebradas en torno a la experimentacin de nuevas formas de relacin con la alteridad, la tica, el saber y la memoria. Nos referimos por ejemplo a realizaciones en el plano literario, flmico, terico y educativo(59) que incursionan en el camino de la experimentacin de formas de autorepresentacin que intentan romper de manera radical las categoras de gnero hegemnicas, yendo mas all de la denuncia de la opresin para propiciar y celebrar la explosin de modos de subjetividad atascadas o congeladas durante siglos del reinado de lo Uno. Estos recorridos necesitan construir , aceptar, disfrutar de una nocin de subjetividad mucho ms fluida, ms permeable a la "escucha" de las diversas voces que nos han interpelado en el pasado y las que lo hacen hoy ; una subjetividad menos iracunda o aterrada respecto de su paradjica condicin de ser una trama de posiciones y referencias en transicin permanente .Esto no debera confundirse con una apelacin voluntarista a desarrollar la remanida "aceptacin de la diversidad o del cambio", que, por lo comn, termina expresndose en una tolerancia condescendiente del "otro" (por supuesto externo a m) y en un "aguantar" la velocidad e incontrolabilidad del cambio, a condicin de conservar imaginariamente la expectativa de un puerto seguro y constante adonde llegar. Tampoco se trata de reivindicar una fiesta contracultural que necesariamente termina siendo elitista, y por que no, funcional al orden vigente. Creemos que el desafo es generar experiencias polticas, educativas, que contribuyan a lo que planteaba lcidamente Connolly(60) "convertir un antagonismo de identidad en un agonismo de diferencia" desactivando el potencial de violencia que est inscripto en toda construccin de un nosotros/ellos". Desde donde hacerlo? En esa lnea algunas respuestas ,al menos en el plano simblico, la encontramos en lo que Mouffe(61) llama "identidades nmades" y Braidotti(62) sujetos nomdicos, es decir en un visin ,quizs sera mejor hablar de una apuesta ,tanto en el plano terico como poltico a la emergencia de una nueva subjetividad resultante y garante de procesos permanentes de desterritorializacin de las codificaciones patriarcales , racistas, capitalistas, etc. ; una subjetividad de fronteras porosas en relacin a la alteridad , que al abrirse a las diferencias que la han conformado se singulariza a travs de procesos de mestizaje cultural(63). Desde ah estamos pensando en la importancia de imaginar y experimentar situaciones, encuentros, prcticas que inciten a los-as sujetos a extraarse de lo que viven como ms propio o singular y a familiarizarse con lo que sienten ms ajeno. Este proceso llevar a reterritorializar la historia, la cultura, el imaginario, en claves que hablen de coaliciones de identidades - ni universales ni particulares-; de flujos , laberintos y maraas de identificaciones, de mltiples asimilaciones y reinterpretaciones; de la transicionalidad de la experiencia, tanto en su dimensin de temporalidad como de espacialidad (objetiva, subjetiva)(64). En otros trminos, nos planteamos la necesidad de inventar espacios de experiencia que puedan hacer carne lo que Alfredo Bryce Echeique propone en el plano del lenguaje:

cambiar el yo por el y/o para significar que el yo opera como este y aquel, o como este o aquel; reinterpretando los signos y rituales que insisten en confinarnos a una identidad de "archivo". Ello implica asumir como responsabilidad poltica el hbito del distanciamiento, objetivacin y problematizacin de la cadena de significados cristalizados, incluyendo aquellos que vamos construyendo desde la propia prctica feminista; mantener la chispa de la subversin creativa de las definiciones y normatizaciones de gnero , pero tambin la aceptacin del carcter siempre tentativo de toda normativacin incluso la mas "progresista", y finalmente la afirmacin de una tica de la esperanza como condicin indispensable para relaciones intersubjetivas sustentadas en la solidaridad, el interjuego de la diversidad y la unidad en la accin. NOTAS *Directora Posgrado Interdisciplinario de Estudios de la Mujer. Facultad de Psicologa, Universidad de Buenos Aires, Argentina. (1) Stoller, Robert: "Overview: The Impact of New Advances in Sex Research on Psychoanaltic Theory" en American Journal of Psyquiatry, 1973. (2) Rubin, Gayle: "The Traffic in Women: Notes on the Political Economy of Sex" en Rayna Reiter (Ed): Towards an Anthropology of Women, New York, 1975. (3) Tadeuz da Silva Tomaz: El proyecto educacional moderno: identidad terminal? en Propuesta Educativa No 13 FLACSO, Mino y Dvila Ed., Buenos Aires, 1995. (4) Giroux, Henry: Border Crossings. Cultural Workers and the Politics of Education, Routledge, London, 1992. (5) Dentro de este esquema, la teora de la socializacin (primaria y secundaria) ofreca la explicacin para comprender la internalizacin en los sujetos de los modelos y valores de gnero. Trminos como condicionamiento, modelaje, instruccin, aprendizaje de roles, servan para demostrar como la identidad de gnero deba corresponderse necesariamente a las expectativas sociales. Se supona tambin que la familia, la escuela, el grupo de pares y los medios de comunicacin actuaban en base a una suerte de guin predeterminado y consensuado que incida directamente y sin transformaciones en las personas. Los lmites de este enfoque son evidentes: ni los sujetos, ni las instituciones operan con esa coherencia, determinacin y simpleza. (6) Young, Iris M.: Justice and the Politics of Difference, Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 1990; "Vida poltica y de diferencias de grupo: una crtica del ideal de ciudadana universal" en Carme Castells (comp.): Perspectiva feminista en teora poltica, Paids, Barcelona, 1996. (7) Anderson, Janine: "Propuestas para la formacin en Gnero y Desarrollo dirigida a ONGs Latinoamericanas", Documento de trabajo presentado a REPEM/CEAAL, 1996. (8) Harding, Sandra: "Feminism, Science and the Anti-Enlightenment Critiques", en Nicholson, L. (Ed.), Feminism/Postmodernism, Routledge, New York, 1990. (9) Nicholson, L.(Ed): Feminism/Postmodernism, Routledge, New York, 1990.

(10) Young, I.: op. cit. (11) Butler Judith: Gender Trouble: Feminism and the Subvertion of Identity, Routledge, 1990. (12) Flax, Jane: Thinking Fragments, The University of California Press, California, 1991; "The end of Innocence" en Feminists Theorize the Political, New York, Routledge, 1992. (13) Se estudian afanosamente sistemas de terceros y cuartos gneros. Cfr. Herdt, Gilbert (comp): Third Sex, Third Gender: Beyond Sexual Dimorphism in Culture and History, Zone Books, 1994. (14) Haraway, D.: "A Manifiesto for Cyborgs: Science, technology and socialist feminism in the 1980s" en Nicholson, L.(Ed): op. cit. (15) Cfr. la propuesta de Haraway en torno a la necesidad de erradicar el impasse creado por los dualismos como masculino/femenino, natural/artificial y vivir "identidades trasgresivas, fluctuantes". (16) Butler, J.: op. cit. (17) De Laurentis, Teresa: Technologies of Gender, Indiana University Press, Bloomington, 1987. (18) Braidotti, R,: Nomadic Subjects. Embodiment and Sexual Difference in Contemporany Feminist Theory, Columbia University Press, New York, 1994. (19) Cornell, Druscilla y Fraser, Nancy: Feminist Contentions, Routledge, New York y Londres, 1995 (20) Cfr. Correa Nydza, Et Al: "Las mujeres son, son, son...Implosin y recomposicin de la categora"en Figueroa-Sarriera, Heidi (Ed): Ms all de la bella (in) diferencia. Revisin post-feminista y otras escrituras posibles, Publicaciones Puertorriqueas, Rep. Dominicana, 1994. (21) Oackley Ann: "Science, Gender and Womens Liberation: an argument against postmodernism" en Womens Studies International Forum, Vol 21, No 2, 1998. (22) Braidotti, Rosi: Patterns of Dissonance, Polity Press, UK, 1991. (23) Desde otro ngulo De Brassi sugiere que la "popularidad" de la nocin de subjetividad en particular en los mbitos "psi", tiene que ver con la necesidad de posicionar y discriminar una nocin diferente de sujeto, de la concepcin tradicional del psiquismo "que es donde el "psicologismo" lo recluy y el psicoanlisis, con su formulacin indita de inconsciente intent excarcelar. Sin embargo, segn este autor, en este forcejeo entre psicologismo y psicoanlisis, no impidi que la mayora de las formas de institucionalizacin de este ltimo hayan construido slidas jaulas de oro de la subjetividad. (24) Cruz, Manuel (comp): Tiempo de Subjetividad, Editorial Paids, Barcelona, 1996. (25) Vilar Gerard : "La Identidad y la Prctica. Concepciones del sujeto en la filosofa prctica moderna y contempornea", en Cruz, M. (comp): op. cit., 1996.

(26) Vilar alude a 3 modos de descentramiento del sujeto: el lingstico como consecuencia de la importancia asignada al lenguaje en la formacin de las subjetividades, el psicolgico derivado del descubrimiento del inconsciente, y el sociohistrico al poner de relieve la condicin social e histrica de la existencia humana. Cfr. Ibid. (27) Vilar aade un cuarto descentramiento; el esttico hermenutico emprendido por Nietzche y continuado por Foucault, en el que est en juego el yo moral universal. Cfr. Ibid. (28) Ibid. (29) Ortega caracteriza esta fase con la afirmacin "la muerte del sujeto ha muerto". Cfr. Ortega, Julio: "La identidad revisitada" en Revista de Crtica Cultural, No 11, Chile, 1995. (30) Valdecantos, Antonio: "El sujeto construido" en Cruz, M.: op. cit., 1996. (31) Fuss, Diana: Essentially Speaking Feminism , Nature and Difference , Routledge, London, 1990. (32) Por cierto el esencialismo tambin se expresa en algunas corrientes de teora feminista especialmente francesa, (Cfr. Annie Leclerc: Parole de femme, Grasset, Pars, 1974), que postulan la existencia de una femineidad original pura y reprimida por el orden patriarcal que podra articular su voz en condiciones particulares. (33) Di Cori, Paola: "Edipo y Clo. Algunas consideraciones sobre subjetividad e historia" en Mora No 1, Facultad de Filosofa y Letras, UBA, 1996. (34) Ortega, J. , op. cit. (35) Lpez Petit, Santiago: "El sujeto imposible" en Cruz, M.: op. cit., 1996. (36) El supuesto de la existencia de una interioridad femenina pre o extra simblica (y por ende social), que cual fuente de liberacin y placer podra brotar emancipando a las mujeres de sus ataduras patriarcales, est presente en muchos de los trabajos del as llamado "feminismo de la diferencia".( Cfr. Luce Irigaray: This Sex Which is not One , Cornell University Press, New York, 1985; Helene Cixous: "The laugh of the Medusa" en Marks & Courtibron Eds., 1981. ) (37) Smith, Paul: Discerning the Subjetc, University of Minnesota Press, USA, 1988. (38) Montero, Rosa: La hija del canbal, Espasa Calpe, Espaa, 1997. (39) Derrida, Jacques: The Post Card: From Socrates to Freud and Beyond, University of Chicago Press, Chicago, 1987; Margins of Philosophy, The University of Chicago Press, Chicago, 1982. (40) Richard, Nelly: Masculino/Femenino: prcticas de la diferencia y cultura democrtica , Francisco Zegers, Chile, 1992. (41) Einsestein, Hester: Practising Feminism on Two Continents, Allem and Unwin, Australia, 1991.

(42) Amors, Celia: Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, Ediciones Ctedra Universidad de Valencia, Instituto de la Mujer, 1997. (43) Dice Amors que la postmodernidad ha convertido al sujeto-chamn de la modernidad en sujeto-poseso, "funcin o efecto de fuerzas impersonales que inducen en el una conciencia ilusoria de ejercer un papel rector cuando en realidad no hace sino estar sujeto a regmenes que lo constituyen. Cfr. op. cit. (44) Benhabib, Seyla: "Epistemologies of Postmodernism, en Nicholson, L., op. cit. (45) Amors sera una representante evidente de esta concepcin. (46) Esta distincin est presente en un interesantsimo trabajo de Lidia Cirillo Meglio Orfane. Pere una critica feminista del pensiero della differenza, Nuove Edizione Internazionali, Miln, 1993. Ella afirma que slo cuando las identidades estn ligadas a un proyecto emancipatorio, es decir a una lucha poltica, no se ontologizan ni se reifican, sino que son funcionales a la propia lucha en cuyo proceso se transforman y redefinen. (47) Braidotti R.: op. cit., 1991. (48) El riesgo de que los enfoques postmodernos crecientemente influyentes en la teora feminista lleven a la atomizacin, la desmovilizacin poltica y, en definitiva, la retraccin del movimiento feminista ya ha sido planteado por muchas autoras (Young: op. cit.; Segal Lynne:1987; Riley Denise: "Am I that name? Feminism and the categorie of women in History, Mc Millian, London, 1988). Esta ltima contestando a la afirmacin de Lacan sobre que la Mujer no existe, ha argumentado que aunque la Mujer no exista, debemos en la prctica comportarnos como si lo hiciera. (49) Fraser, Nancy: Unruly Practices: power, discours and gender in contemporary theory , University of Minnesota Press and Political Press, 1989. (50) Hollway, Wendy: Changing the subject: Psychology, social regulation and subjectivity, London Methurn, 1984. (51) De Lauretis, T.: op. cit. (52) En trminos de Derrida, esta confrontacin entre sujecin al poder y transformacin se libra entre "la subjetividad crtica" y la "subjetividad funcionaria o institucional". Otro autor que aporta enfoques sugerentes en este aspecto es sin dudas Giroux al afirmar que "el poder no es unidimensional; se ejerce no slo como un modo de dominacin, sino tambin como un acto de resistencia o incluso como una expresin creativa cultural o social". Cfr. Giroux, Henry: Theory and Resistence in Education: A pedagogy for Opposition, 1983. (53) Biruls, Fina: "Del sujeto a la subjetividad" en Cruz , M.: op. cit., 1996. (54) Mouffe, Chantal: "Por una poltica de la identidad nmada" en Debate Feminista, Mxico, Ao VII, Vol 14, 1996 (55) Bleichmar, Silvia: "Acerca del malestar sobrante" en Topia, Ao 7, Nro. 21,Buenos Aires, 1998.

(56) Ibid. (57) Piera Aulagnier nos adverta en Los Destinos del Placer de las consecuencias patolgicas de la incapacidad del Yo de formular un proyecto identificatorio que concierne su futuro. (58) Milan Womens Bookstore Colective, Introduction to sexual difference: a theory of social-symbolic practice, ed., Bloomington, 1990.. (59) Estamos pensando en las experiencias pedaggicas de atravesamiento de los bordes propuestas por Giroux Henry y en investigadoras feministas como Valerie Walkerdine,Patti Lather. (60) Connolly, William: Identity/Difference, Ithaca, Cornell University Press, London, 1991. (61) Mouffe, Ch.: op. cit. (62) Braidotti, R.: Nomadic Subjects. Embodiment and Sexual Difference in Contemporary Feminist Theory, Columbia University Press, New York, 1994. (63) Ello significa tener en cuenta que el camino de autoidentificacin del sujeto es autoreflexivo: una imagen, como haba previsto Lacan, formada en los espejos, un "producto" de un proceso de interlocucin en el espejo del habla, segn el cual el yo al anunciarse, se descubre en otro. Afirmar una identidad implica, pues, posicionarse en relacin al otro o a los otros, los que no son tanto portadores de otra identidad sino la pregunta por la nuestra. El "problema" es que en la cultura occidental esta configuracin se establece en trminos binarios y jerrquicos (algunos, los varones, los blancos, los ricos, ocupan los lugares "top" en esta lgica identitaria). Problematizar esta lgica debiera ser una dimensin vertebral del proceso educativo. (64) Sobre este punto es particularmente sugerente la teorizacin que hace Donald Winnicott sobre la existencia de una fase transicional en la experiencia subjetiva. La fase transicional caracterizada por la no diferenciacin de sujeto y objeto, exterior e interior, remite tanto a los momentos de formacin primaria del self como a "el lugar de la ilusin, del juego, de la creacin cultural". Otros debates

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"Epistemologa de gnero ... epistemologa y gnero?"Ins Iens.

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