La Castidad
La Castidad
La Castidad
Hay que escribir sobre el tema porque hace falta. Durante muchas dcadas los grandes errores sobre este tema han venido relacionndose con S. Freud; como si l tuviese la culpa de todos los enredos en este mbito. Y no hay duda de que debe caberle una gran parte de la responsabilidad en la sexualizacin (es decir, genitalizacin) de la cultura contempornea. Pero Freud tambin fue parte de un tiempo y un movimiento que quera prestar odos a doctrinas como la suya. La culpa no es toda del predicador, aunque lleve la mayor parte; si tanto fall el discernimiento de sus oyentes, por algo habr sido. Considero que Freud ense lo que muchos queran or, y que el mundo occidental vena pudrindose de mucho antes; el clebre psiquiatra aport el catalizador que aceler el proceso. Algo semejante ocurre en nuestro tiempo, caldo de cultivo de las ms trastornadas doctrinas... que muchos quieren or. Por eso, con el terreno preparado por el cine y la literatura New Age, y los odos (y las almas) acostumbrados al desenfreno y a la necedad por el hedonismo y el relativismo, hemos llegado al punto que muchos de nuestros contemporneos no se sorprenderan si la prxima semana el planeta amanece gobernado por extraterrestres, o si encuentran el difunto espritu de algn ilustre antepasado desayunando en su cocina. Esto,
dentro de todo, es parte de la ensalada que reciben cada da a travs de los medios. En cambio, quedaran atolondrados, fastidiados y molestos si alguien intenta hablarles de castidad o pureza. No son tiempos, estos, de zonceras!
Es la virtud exiliada
El destierro de esta virtud ha llegado a la misma educacin infantil. Lo demuestra el hecho inauditamente doloroso de constatar que ya no luchamos para impedir el aborto o la esterilizacin en la sociedad, sino para que los padres conserven el derecho de decirles a sus hijos que sean virtuosos, o de modo ms crudo pero no irreal: que sus maestros no les enseen que fornicar est bien, o les instruyan cmo hacerlo sin tener hijos (por justicia habra que aadir tambin que muchos maestros y profesores honestos estn en el lado correcto de la batalla, y no quieren ser obligados por las autoridades superiores a cooperar en esta verdadera deformacin de las conciencias de sus alumnos). Muchos gobiernos pelean actualmente como energmenos para imponer con una fuerza e intolerancia tan proverbial como la de los ms renombrados totalitarismos histricos una educacin que convenza a la niez y a la juventud de que ser castos es anormal y enfermizo; y que lo normal es ser un sinvergenza (respetando el sentido etimolgico de la palabra) y llevar una libertad sexual exenta de lmites morales y de consecuencias sociales (es decir, embarazos) y sanitarias. En esta poca que tanto exalta a los jvenes idealistas del pasado, y que si realmente hubiesen sido tales, habran debido encauzar su idealismo a mejores puertos, me tomo el atrevimiento de dirigir estos pensamientos a los muchos jvenes y adultos que an en nuestros das no han perdido la capacidad de forjar en sus corazones un ideal sublime. A ellos quiero decirles que la castidad es posible y es necesaria; adems, es cautivante.
El problema interior procede del pecado original. Lamentablemente muchos no creen hoy en el pecado y menos en un pecado de origen. Y digo lamentablemente porque la negacin del pecado no lo suprime; eppur si muove, dicen que pronunci Galileo cuando sus objetores lo obligaron a afirmar que la Tierra est quieta mientras el Sol gira a su alrededor: y sin embargo se mueve. S, se puede afirmar que la Tierra est inmvil, incluso en una junta cientfica, pero esto no la detendr. Tena razn Galileo (en esto, aunque no en todas las cosas) y la Tierra, cuyo movimiento l defenda, avanzaba y avanza en torno al Sol a una velocidad de 2,5 millones de kilmetros por da 100.000 kilmetros por hora, 30 kilmetros por segundo! arrastrando en su movimiento a la Luna, su satlite que se mueve a 1 kilmetro por segundo en torno a ella. Eppur si muove. Del mismo modo pueden juntarse todos los filsofos, los polticos, los literatos, los militares, los psiclogos, los psiquiatras, los moralistas y hasta los estibadores del puerto, para declarar que no existe el pecado, y sin embargo, ste existe, crece, se propaga y arrastra la historia de los hombres hacia un trgico final. A menos que se desmonten a tiempo del caballo desbocado y admitan que hay cosas que estn mal, no porque nos hayamos puesto de acuerdo entre todos para no darles cabida en la sociedad (el nico sentido del pecado que se admite en algunas sociedades modernas) sino porque as lo tenemos grabado en nuestra naturaleza. Eppur si muove. Nos pueden ensear, con Freud en la mano, que la fornicacin o la masturbacin forman parte del proceso de maduracin de la persona (cosa que ni siquiera Freud aceptaba) y sin embargo, los que fornican, aun pensando que no hacen nada malo, no aprenden con su comportamiento a amar sino a usar a los dems para su placer, y los que se masturban se encierran paulatinamente en un movimiento de ensimismamiento tpico de toda neurosis. Si alguien nos dice que se puede martillar un clavo con un jarrn de porcelana, con su teora no salvar al jarrn, ni tampoco lo pagar; el que paga las consecuencias es siempre el dueo del jarrn. Hay un pecado en el origen de nuestra historia humana. Lo cometieron nuestros primeros padres y se transmite a cada hombre y a cada mujer que llega a este mundo, junto con la naturaleza que sus progenitores le dan al concebirlos. Nosotros, los que aceptamos la tradicin bblica (y los
creyentes de otras religiones que tambin aceptan esta verdad) creemos que este pecado fue cometido en el Paraso terrenal. Y tambin creemos que Dios tuvo piedad de los hombres y les prometi un Salvador, y que por su obra, y por medio del bautismo que el Salvador nos dej, ese pecado se nos borra verdaderamente. Pero tambin afirmamos que algo queda como resabio de ese pecado: la inclinacin desordenada al pecado. Con el bautismo, Dios nos da la gracia que nos hace hijos de Dios, y sta no se pierde del alma sino cuando un nuevo pecado (personal) destruye nuestra relacin con Dios; pero la gracia no impide que cada una de nuestras potencias (inteligencia, voluntad, afectos, instintos) busquen por su cuenta los bienes que las perfeccionan (el conocimiento a la inteligencia; el bien a la voluntad; a los afectos los bienes sensibles), sin mirar si ese bien es un bien para toda nuestra persona o solamente para esa potencia. Son nuestras potencias superiores (inteligencia y voluntad) las que tienen que velar para que tanto ellas como las dems facultades que son inferiores y les deben estar sometidas slo busquen y alcancen los bienes que nuestra persona necesita para su perfeccin y slo en la medida en que realmente nos perfeccionan. Cuando tenemos hambre queremos comer; pero nuestro apetito no sabe instintivamente si tal o cual alimento nos hace bien o mal, o en qu medida nos beneficia y en cul nos perjudica; esto lo regulamos con la razn; si nos dejsemos llevar por nuestra inclinacin, comeramos mucho ms o mucho menos de lo que necesitamos, hacindonos dao. Lo mismo se diga del instinto sexual. Cuando ste se despierta, es la razn la que debe guiarlo para saber de qu modo, cundo y con quin su satisfaccin perfeccionar a nuestra persona; y en algunos casos, la razn deber decirnos que no se debe ejercer esa inclinacin con nadie. Esta herida que ha dejado el pecado original no es igual en todas las potencias. Podemos decir que, en cierto modo, mientras ms abajo entramos en la naturaleza humana, ms catica se vuelve la herida. As, es ms fcil conocer la verdad (inclinacin de la inteligencia) que hacer el bien espiritual (inclinacin de la voluntad); y ms difcil que el regular nuestra inclinacin al bien espiritual es dominar el instinto de poder y de
lucha (inclinacin irascible), y mucho ms difcil todava el dominar y encauzar nuestro instinto de placer sensible (apetito concupiscible). Difcil no significa imposible; slo quiere decir que es algo trabajoso. Pero este dominio o seoro es necesario, pues aunque sea la parte ms baja de la naturaleza humana, y por tanto no la que se corrompe de modo ms grave (de hecho es peor la perversin de la inteligencia por el error y la mentira y la de la voluntad por el odio y el egosmo), sin embargo, ocurre con ella como con la estatua de Daniel, cuya cabeza era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla; pero una piedra golpe la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulveriz y toda la estatua se vino abajo1. Tambin en nuestro caso muchos se derrumban por sus pies de barro mezclados de mal fraguada arcilla. Sin embargo, ms grave que nuestra inclinacin desordenada es el esfuerzo encarnizado por precipitarnos en el desorden que nos viene de afuera. En la Biblia existe una sugestiva imagen de los enemigos que empujan una tapia ruinosa para desplomarla (Salmo 62,4). As parece el asedio al que nos somete nuestra cultura. Mientras escribo estas pginas ha aparecido en algunos informativos la noticia de que en la Millais School, de West Sussex, Inglaterra, se ha prohibido a varias jvenes llevar un anillo de plata en su mano por ser contrario a las reglas de vestimenta; este anillo simboliza para esas adolescentes el compromiso que (1) han asumido de guardar la castidad y la pureza hasta el matrimonio. Al mismo tiempo, el mismo colegio no considera contrario al uniforme el velo de las adolescentes musulmanas, ni los brazaletes de las jvenes sikhs. Es la pureza y la opcin por ella, la que no puede ser simbolizada en nuestra sociedad. (2) La televisin y el cine estn casi totalmente genitalizados; es muy poco lo que puede verse hoy en da en estos medios sin que se exija un estado de alerta. Las propagandas comerciales, las pelculas, los programas de entretenimiento, los argumentos de las novelas y hasta las mismas
noticias cotidianas encierran imgenes cargadas de contenido ertico cuando no explcitamente pornogrfico. Y la imagen visual es un elemento impactante y condicionante en la psicologa humana, que difcilmente se borra y que vuelve una y otra vez a la memoria sensitiva de la persona! Internet el elemento ms simblico de nuestra cultura actualse ha convertido en un terreno privilegiado por la industria de la pornografa. sta es, de hecho, el tercer sector econmico en la web, moviendo ms de mil millones de dlares anuales. Lo cual significa que un sector gigantesco de los que usan Internet recibe y buscan pornografa. Y no estamos hablando aqu de la erotizacin encubierta que caracteriza a muchsimas pginas que no estn comprendidas en la categora de pornogrficas! Algo anlogo se debe decir de las dems artes y de otras manifestaciones culturales como la literatura, la pintura, la msica, y los medios de comunicacin grficos (peridicos y revistas) y orales (radio), etc., que hacen constante referencia al sexo y ms propiamente a la lujuria. En muchos casos se usa el pretexto de incursionar en temas maduros y en problemas actuales; pero en el fondo se pone de modo insidioso y porfiado el tema sexual ante los sentidos. De esta manera la sexualidad desordenada se ha convertido en una verdadera obsesin para muchas personas. Es una idea obsesiva y agotadora. Y hay que reconocer que es heroico mantenerse firmes ante tantas arremetidas diarias. Y muchos no lo logran, terminando no solo con una vida sexual desordenada (masturbacin, pornografa, homosexualidad, relaciones no matrimoniales) sino con autnticos problemas de adiccin al sexo (o sea, a la lujuria). Esta ofensiva contra la castidad no sera tan efectiva, como lo es, si no fuera por el terreno que le preparan las ideas culturales en que se asientan nuestras cabezas. De hecho hacen tanto dao (o tal vez ms) las ideas contrarias a la castidad que las mismas imgenes pornogrficas (de la naturaleza que sean) que se presentan a nuestros sentidos. La falta de reaccin ante el hostigamiento diario (o la reaccin equivocada de algunos) se debe en gran medida a haber aceptado
algunas ideas distorsionadas sobre la sexualidad. Teoras que sostienen, por ejemplo, que la castidad es imposible, o que no se debe ligar la actividad sexual al mbito del matrimonio, o que toda manifestacin de amor debe estar abierta a la expresin genital, y muchas otras que estn en la base de las actuales propuestas educativas que se denominan ambiguamente educacin sexual. Esto es lo que principalmente trunca de raz toda lucha a favor de una vida afectiva ordenada segn los mandamientos de Dios y de la ley natural. Todos golpean como a una pared ruinosa que termina por derrumbarse quejosamente!
La abstencin por s sola, no hace a una persona casta. As como los abstemios no son sobrios sino accidentalmente (pues la sobriedad es virtud y el ser abstemio puede ser una cuestin de gustos y no de virtudes) del mismo modo, evitar todo contacto sexual puede ser signo de insensibilidad o impotencia y no necesariamente una cuestin de virtudes. Se abstienen tanto los que pueden pero no quieren, como los que quieren pero no pueden; y la diferencia entre unos y otros es la que va del da a la noche. La castidad tampoco es mojigatera ni pudibundez. Mojigato es el beato que finge escrpulo de todo. No es casto quien se escandaliza del sexo; menos an quien se avergenza de l cuando es lcito. Nada tiene que ver la castidad con la onesta a un punto tale, que cuenta Trilussa, che spesso inciampicava pe le scale / pe nun volesse tir{ su la veste. Una falda larga no es siempre manifestacin de castidad, porque para la imaginacin no hay faldas ni paredes y la castidad es ms una cuestin de mirada interior que de ojos externos: si tu ojo est sano, todo tu cuerpo estar luminoso (Mt 6,22). De nuestros primeros padres se ha escrito que estaban desnudos y no se avergonzaban. La vergenza empez con el pecado, y el pecado con la rebelda a la voluntad de Dios, no con una cuestin de sexo. Menos an es maniquesmo. El maniquesmo es la doctrina que sostiene que el cuerpo es malo y todo lo que depende de l, incluido el sexo. Cuando esta doctrina intent infiltrarse entre los primeros cristianos tom inmediatamente la forma de negacin de la Encarnacin. La Encarnacin, en efecto, es la aprobacin de la materia; Dios no la rechaza, la asume y la redime. Para el maniquesmo esto es inconcebible, por eso prefiri tergiversar la verdad de Jesucristo afirmando de l que slo es Dios pero no hombre verdadero; su humanidad no sera ms que un vestido transitorio, una apariencia; Dios no puede, para los maniqueos, asumir un cuerpo y un sexo. No debe resultarnos extrao que este aspecto sea deliberadamente omitido entre los modernos reivindicadores de las principales obras del gnosticismo cristiano, como son los evangelios apcrifos, nacidos en este ambiente dualista y maniqueo; los evangelios apcrifos les son tiles en la medida en que presentan una visin del cristianismo distinta de la de los evangelios cannicos; pero se hace incmoda cuando manifiesta su desprecio por el
cuerpo, el sexo y la mujer, por eso toman de ellos lo que sirve contra la Iglesia y silencian aquello que explica el rechazo de la Iglesia por estas obras malparidas. La castidad no es, finalmente, la frialdad o dureza de trato de quien no ha entendido que el afecto sano, la cortesa, la amabilidad, e incluso el cario, forman parte de las actitudes honestas de las personas sanas. Si la pudibundez es una grotesca caricatura de la castidad, la insensibilidad, dice Santo Toms, es pecado (3). San Pablo manda a los romanos a alegrarse con los que se alegran y a llorar con los que lloran, y en suma, a tener un mismo sentir los unos para con los otros (cf. Ro 12,15-16); pero esto no es posible sin una fina sensibilidad y un corazn capaz de captar los sentimientos ajenos. Si la castidad apagara la capacidad de afecto hacia el prjimo (como algunos equivocadamente han pensado) sera un obstculo y no una virtud. El casto no es ni el estpido, ni el escrupuloso, ni el impotente, ni el estril, ni el feo o la fea, ni el soltern o la solterona. Estas son, en todo caso, las grotescas caricaturas que el mundo propone sobre la castidad para ridiculizarla.
cuando nos infectamos el cuerpo avisa subiendo la temperatura y temblando. Tenemos factores de conservacin individual como es nuestro sistema linftico que nos defiende de los enemigos que se introducen en nuestro cuerpo, el hambre y la sed que mandan seales al cerebro de la falta de comida o de bebida (o sea, de fuentes de energa e hidratacin) que pone en riesgo nuestra conservacin, etc. Como animales tendemos a conservar nuestra especie; de aqu surge el instinto a unirnos sexualmente con quien puede colaborar en la procreacin de nuevas vidas. Esto da origen a la institucin del matrimonio y al amor de los padres a sus hijos y de estos a sus padres. Como seres racionales tendemos a conocer la verdad (especialmente la verdad sobre nosotros mismos y sobre Dios, es decir, sobre nuestro origen y destino), a buscar y descansar en el bien espiritual y a vivir en sociedad. Esta inclinacin funda el instinto religioso y de superacin espiritual. Cada uno de los fines que est|n al trmino de estas inclinaciones (conservacin, placer, verdad, bien, religin, etc.) son los bienes que perfeccionan nuestra naturaleza. Sin ellos quedaramos truncados en nuestro deseo natural de perfeccin. Pero no somos como las montaas de piedra formadas por la acumulacin de capas heterogneas con el transcurrir de siglos y milenios. Todas estas dimensiones no estn en nosotros como estratos superpuestos y aislados, como vemos en los cortes de la tierra en los caones y quebradas. Somos un todo unificado. Somos personas; tenemos un yo que nos unifica. No tengo un aspecto sustancial; soy una sustancia. No tengo una dimensin animal; soy un animal (y algunos pueden decirlo con cierto temor de no poder aadir nada mejor). Y no slo poseo una razn y una voluntad, sino que soy un ser racional y volitivo. Esto quiere decir mucho. Porque si antes mencionbamos que cada una de nuestras dimensiones tiende al bien propio que la perfecciona, debemos tambin aadir que hay un bien que es de toda la persona; es el bien integral de la persona. Esto que llamamos bien integral de la persona es algo an|logo al bien comn de la sociedad, del que participan todos los miembros de la sociedad pero que supera el bien individual de cada uno de esos
miembros. Al modo del bien comn, hay un bien integral propio de la persona humana, superior al de cada una de las partes de esa persona. Este bien y esta perfeccin integral exigen que cada uno de los bienes propios de las dimensiones particulares de nuestra naturaleza, se procuren slo en la medida en que lo exige el bien integral; y al hablar de medida, hablamos de restricciones. No todos los bienes que se presentan ante cada una de las inclinaciones son bienes que perfeccionan nuestro bien integral; pueden entrar accidentalmente en colisin con otros bienes. El deseo sexual que despierta en un hombre una mujer puede colisionar con su inclinacin a vivir en sociedad si esa mujer no es esposa suya sino de otro. El bien de la comida que excita nuestras ganas de comer, puede ser contraproducente para nuestra inclinacin a mantener la salud, si alguno de los alimentos que tenemos delante nos hiciese mal. A quin corresponde velar por esta integridad del bien? A la razn, perfeccionada por la prudencia. No son las inclinaciones por s mismas las que pueden discernir cu|les bienes son bienes en s, pero no para m, es decir, son bienes pero no son convenientes para uno. Un alimento humeante y perfumado estimula mi apetito; pero slo mi razn puede darse cuenta si es bueno o contraproducente para mi salud (o en qu medida me har bien). Una persona del otro sexo puede resultarnos atractiva, pero no es nuestra afectividad la que puede discernir si esos afectos son ordenados o no, porque no es el afecto sino la razn la que capta los atributos de casada, soltera, comprometida, etc., que pueden hacer que ciertos sentimientos atenten contra los compromisos contrados. De lo dicho puede comprenderse cmo, de modo espontneo, nuestra razn capta ciertas leyes (grabadas en la naturaleza de las cosas y particularmente en nuestra misma naturaleza) que protegen el bien integral de la persona humana y de la sociedad de las personas. Esas leyes forman el conjunto de lo que denominamos ley natural precisamente porque la razn las descubre en el fondo de las inclinaciones y de la estructura de la naturaleza humana. Adems, Dios nos ha hecho la gracia de revelar esas mismas leyes, debido a la debilidad que aqueja a nuestra razn para descubrirla por s misma
(debilidad derivada de la oscuridad que ha dejado en ella el pecado original). Esa es la sustancia de los mandamientos de Dios, que en forma de declogo (diez preceptos fundamentales) custodian esos bienes fundamentales de nuestra persona y su perfecta asociacin en el bien integral de la persona humana. De ah que no podr alcanzar el bien integral de su persona quien no respete los diez mandamientos (los diez; no siete, ni cinco, ni nueve). Quien deja de respetar el legtimo derecho del prjimo a su propiedad (robndole) destruye las relaciones sociales; lo mismo hace el que miente. El que atenta contra su vida o contra la del prjimo, quita el bien fundamental en el que se sostienen todos los dems (la vida). Quien busca el placer sexual desmochando la capacidad procreativa de nuestra actividad sexual, atenta contra el bien de la especie, etc. Pero nuestra realidad no se agota en esta dimensin natural. Somos, adems, imagen de Dios y templos del Espritu Santo. Tanto en el alma como en el cuerpo. Al comienzo de la Biblia nos dice el relato del Gnesis que Dios hizo al hombre y a la mujer a su imag en y semejanza (Gen 1,26). Esta prerrogativa consiste fundamentalmente en la espiritualidad de nuestra alma; es decir, en la capacidad racional de conocer y de amar; y, en el fondo, en nuestra capacidad de Dios: de conocer a Dios, amarlo y unirnos a l por la gracia (capax Dei, capax gratiae). San Pablo escribe por el mismo motivo que somos templos del Espritu Santo: No sabis que vuestro cuerpo es santuario del Espritu Santo, que est en vosotros y habis recibido de Dios, y que no os pertenecis? Habis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo (1Co 6,19-20).
Es un hbito. Es decir, una cualidad estable, permanente; una buena inclinacin o energa para obrar de un modo determinado; en este caso, para obrar en el plano de la sexualidad, segn el recto criterio de la razn (perfeccionada por la prudencia y por la fe). En una oportunidad escuch a una persona de pocas luces intelectuales, hablando de los religiosos, decir que estos hacan voto de pobreza, castigo y obediencia. No estaba tan lejos de la idea original de la castidad, pues castitas (castidad) y castigare (castigar) tienen races emparentadas; y la castidad tiene como funcin secundaria el refrenar, sujetar, o castigar el apetito sexual; o sea, reprimirlo para que no se salga de sus cauces. Pero sta no es su nica funcin; ms importante es la de encauzar la energa de este apetito hacia un amor autntico. El fuego es una energa con la que se pueden lograr efectos buenos y malos, segn se maneje. En manos de un herrero el fuego transforma el hierro duro en materia incandescente y maleable, y con l forja obras de arte. Pero el fuego sin control es destructivo y mortal. Tambin el eros o tendencia sexual de la persona puede ser constructivo cuando la razn lo domina y encauza y la caridad lo sublima en donacin; pero puede destruir cuando consume a uno mismo o al otro como objeto de pasin. El amor humano tiene dos caras que se distinguen pero no pueden separarse totalmente: el amor de concupiscencia y el amor de benevolencia. El primero es el querer para s; el segundo el que se dona al otro. No hay que confundir estos dos aspectos del amor con las especies del amor: el amor sexual (eros, en griego) y el amor de amistad (phila, en griego), ni este ltimo con el amor de caridad sobrenatural (en griego agap). El amor de concupiscencia y el amor de benevolencia estn presentes en las especies de amor mencionadas. Son aspectos que no pueden separarse totalmente porque en nuestros movimientos estn presentes tanto la donacin como la posesin, aunque en alguno parezca mostrarse ms uno que otro. Para hablar con exactitud hay que decir que no podemos tener un amor de entrega o benevolencia que no implique cierto inters por uno mismo; aunque s podramos tener un amor de deseo, amor de posesin, sin elementos de generosidad (porque lo primero es lo natural; lo segundo una corrupcin). En el amor de
amistad por el que las personas amigas ponen en comn los bienes que poseen, tambin hay cierto amor de s mismos, porque al amigo se lo ama porque La Castidad posible? eso nos perfecciona, y esto manifiesta que el deseo de perfeccin de la propia naturaleza no puede lograrse sino paradjicamente! en la entrega total a los dems. Por eso, aun cuando uno da la vida por los dems (amigos, cnyuge, hijos, desconocidos, o incluso enemigos) busca (tal vez inconscientemente) y alcanza su plena madurez, su perfeccin. Tena mucha razn aquel esposo que exclam, viendo el sacrificio que termin en la muerte de su esposa por su pequeo hijo (ella haba rehusado el tratamiento de un tumor para no daar al hijo que llevaba en su seno): Me has enseado a ser hombre!. S, y tambin ella alcanz en ese acto su perfeccin de mujer y de madre. Pero podra darse todo lo contrario: un amor que slo se busca a s mismo, sin importarle nada los dems. Como dijo Agustn del amor mundano: amor de s mismo hasta el desprecio de Dios. Tal es el amor egosta o egocntrico: que gira sobre uno mismo. Todos los amores destructores son as. Tanto el movimiento de verdadero amor natural como el sobrenatural, incluyen ambos aspectos, pero integrados y subordinados: es decir, el amor de concupiscencia sometido al de benevolencia. Jesucristo lo expres al decir: el que encuentre su vida, la perder; y el que pierda su vida por m, la encontrar (Mt 10,39). Dar la vida es encontrarla? Buscarla equivale a perderla? Slo a la luz de los prrafos anteriores se entiende esta paradoja de prdidas que son encuentros, y hallazgos que son prdidas. Pero no puede dudarse que estamos ante una fuerza que, como el fuego o como la energa atmica, puede construir o destruir; asolar o madurar. Esas dos caras (deseo y entrega) no son separables en el amor verdadero; pero pueden sublimarse en una entrega total que slo manifestar el trmino del deseo (del amor de s) en una dimensin ms alta y sublime (el que da su vida por los dems se perfecciona pero en un plano muy superior; como el que dona su sangre o un rin, slo obtiene un beneficio para s en el orden espiritual, en la perfeccin social y en el
plano de la caridad, no en el fsico en el que pierde algo), o pueden desintegrarse ambas arrastrndose hacia abajo en la bsqueda de s mismo, en el egosmo ms exacerbado (como se ve en el lujurioso, el violador o el porngrafo). En todo caso, lo dicho evidencia que es necesario un hbito, una cualidad eficaz capaz de contener y encauzar esta energa hacia el bien. El instinto sexual verdaderamente canalizado puede planificar a la persona de la que emana, a la persona que lo recibe, y a la vida en la que puede fructificar: el hijo.
Dominio de s
La castidad implica un aprendizaje del dominio de s, que es una pedagoga de la libertad humana (4). La libertad humana exige como pedagoga el dominio de s por parte del ser humano; y la castidad es uno de los mbitos donde se aplica dicho dominio (tal vez uno de los ms importantes). La falta o ausencia de la castidad comporta la falta de dominio del hombre sobre las fuerzas ms poderosas que experimenta en su interior; falta de dominio o falta de control equivale a esclavitud, y esclavitud es sinnimo de postracin, derrota y desgracia. La dignidad del hombre requiere, en efecto, que acte segn una eleccin consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presin de un ciego impulso interior o de la mera coaccin externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberndose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre eleccin del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados (5). La castidad, de algn modo, nos hacer recuperar (en la medida en que esto es posible) la armona original, es decir, del dominio de las potencias afectivas inferiores por parte de la inteligencia y de la voluntad. San Agustn ensea: La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habamos perdido dispers|ndonos
(6) En nuestro estado actual, esta unidad no se logra, como en el Paraso,
humana adquirida elevada al orden sobrenatural por la gracia o bien acompaada por una virtud infusa complementaria.
Castidad es capacidad
La castidad y la pureza son, por eso, una capacidad; es decir, algo positivo, no algo negativo (est mal, o al menos es incompleto, el definirlas como mera ausencia de mancha moral). Es una energa interior que da al que la posee el poder de realizar algo; esta capacidad es poder de ordenar la facultad del apetito concupiscible, con toda su fuerza y bro, y encauzar toda su potencia ya sea hacia un objeto concupiscible que debe ser amado con toda la fuerza de la persona, incluida la fuerza sexual (como en el caso de los esposos), o bien concede la capacidad de transformar esas fuerzas (sublimar) integrndolas en la energa espiritual de la persona (sea en la bsqueda de la verdad, en el amor de misericordia hacia el prjimo, en el amor a Dios, etc.). Es interesante a este respecto lo que escriba Juan Pablo II: la pureza es una capacidad, o sea, en el lenguaje tradicional de la antropologa y de la tica: una actitud. Y en este sentido, es virtud. Si esta capacidad, es decir, virtud, lleva a abstenerse de la impureza, esto sucede porque el hombre que la posee sabe mantener el propio cuerpo en santidad y respeto, no con afecto libidinoso. Se trata aqu de una capacidad prctica, que hace al hombre apto para actuar de un modo determinado y, al mismo tiempo, para no actuar del modo contrario. La pureza, para ser esta capacidad o actitud, obviamente debe estar arraigada en la voluntad, en el fundamento mismo del querer y del actuar consciente del hombre. Toms de Aquino, en su doctrina sobre las virtudes, ve de modo an ms directo el objeto de la pureza en la facultad del deseo sensible, al que l llama apetito concupiscible. Precisamente esta facultad debe ser particularmente dominada, ordenada y hecha capaz de actuar de modo conforme a la virtud, a fin de que la pureza pueda atribursele al hombre. Segn esta concepcin, la pureza consiste, ante todo, en contener los impulsos del deseo sensible, que tiene como objeto lo que en el hombre es corporal y sexual. La pureza es una variante de la virtud de la templanza (9). Un texto importante para entender este aspecto es lo que dice San Pablo en 1Tes 4,3-5: Porque sta es la voluntad de Dios: vuestra santificacin; que os alejis de la fornicacin, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasin, como hacen
los gentiles que no conocen a Dios. En este texto se puede observar la dimensin de contencin que ejerce la pureza sobre las pasiones (es propio de la naturaleza de la pureza o castidad la capacidad de contener los impulsos del deseo sensible, razn por la cual esta virtud es una parte de la virtud de la templanza); pero aqu se subraya tambin otra funcin y dimensin positiva indicada como capacidad de mantener la santidad y honor del cuerpo. En realidad ambas funciones (abstencin de la pasin libidinosa y mantenimiento del orden corporal) son recprocamente dependientes porque no se puede mantener el cuerpo con santidad y respeto, si falta esa abstencin de la impureza, mientras que dicho mantenimiento de la santidad y respeto corporal da sentido y valor a la lucha para abstenerse de los desrdenes pasionales.
Parte de la templanza
Pero la castidad es, sin embargo, una parte de la virtud de la templanza. Templanza o temperancia, es la virtud cardinal que regula todos los apetitos del bien deseable. Con lo de parte, quiero decir que no puede sostenerse por s sola. No se mantiene en el aire una mesa a la que le han quebrado la mitad de las patas. Ante todo, la castidad entendida restrictivamente como virtud que modera el apetito sexual (inclinacin a los actos generadores de vida) necesita complementarse con otro hbito que no es una virtud perfecta sino un complemento de la castidad: la pudicicia. ste es el h|bito que regula el entorno o marco de la sexualidad: las miradas, los tactos, los gestos, los modos. Sin el entorno correcto, la castidad no es posible. Comparamos la castidad con el fuego; el objeto de la pudicia o pudicicia, es el combustible del fuego. De hecho, la batalla por la sexualidad se gana o se pierde en el terreno del pudor. El que mira a una mujer desendola, ya pec con ella en su corazn, dice Nuestro Seor (Mt 5,28). Tampoco basta con las virtudes que directamente se relacionan con la materia sexual en las miradas, tactos, pensamientos, etc. Tambin son necesarias otras cualidades que preparan el terreno a la castidad (y evitan que lo socaven sus vicios contrarios).
As, por ejemplo, la generosidad, la capacidad de mortificacin, el dominio de s mismo, la humildad, la capacidad para perdonar, etc. Todas estas cualidades tienen mucho que ver entre s. No se puede, por ejemplo, ser realmente casto si uno no es manso. Parece que esto tuviera poco que ver con la castidad, y estoy seguro de que muchos no comprendern fcilmente esta afirmacin. Pero qu experiencia tan contraria y triste tienen los (y especialmente las) que sufren violencia dentro de sus matrimonios! Muchas veces he aconsejado a novios y novias que observen el comportamiento sexual o sensual de sus enamorados. Si estos dicen (como varias veces me han comentado) que no pueden contenerse o que necesitan expresar sus deseos sexuales (o sea, tener relaciones), es una clara seal de que un da tal vez tampoco puedan contener su mano castigadora o sus deseos de vengarse, o simplemente de tirarse una cana al aire con una mujer atractiva, del mismo modo que ahora sienten deseo de desfogar su pasin sexual. Y tambin vale lo contrario: el que no domina el egosmo de su corazn, su terquedad, sus exigencias injustas, la dureza de sentimientos, etc., cmo podr contener sus deseos sexuales cuando estos lo empujen a buscar el placer sin respetar los tiempos del otro, o exigindole actitudes humillantes?, o, por el contrario, qu disposiciones se tendrn para acceder a los pedidos del cnyuge cuando le pida el dbito que no se tiene deseos o ganas de dar, o cuando se sientan tentaciones de negarlo por estar enfadado o por guardarle rencor? La vida sexual impone tambin sus sacrificios y renuncias, tanto para darse sin tener ganas, como para abstenerse cuando se sienten ganas pero no es conveniente al cnyuge. Cmo puede lograrse esto cuando no hay dominio de las pasiones en general? El que no domina la lengua, la ira, el rencor, la envidia, el egosmo; cmo dominar su sensualidad? El que no domina su sensualidad, cmo dominar su violencia, su afn de dominio y su soberbia que humilla a los dems? Los actos son de la persona y revelan a la persona. Una persona mantiene una unidad psicolgica a travs de las diversas manifestaciones de su vida interior y exterior. Por eso podemos descubrir la conducta que una persona tiene en los campos en que no lo hemos
visto actuar, observando cmo se conduce en las dimensiones de su vida que s conocemos. Cmo ser en la vida ntima tal o cual persona? Tal como es en sus otras manifestaciones. Pero cuidado; no basta observar la conducta consciente y refleja de la persona, porque muchos tienden a forjar una imagen para los dems que no responde a la realidad. Algunos esposos violentos son personas amables con el prjimo. Muchas personas que exigen actos degradantes a sus cnyuges, han sido corteses en su noviazgo o son unos caballeros con las esposas de sus amigos. Pero este rostro oculto de todo hombre y de toda mujer, se trasluce cuando observamos, no slo sus modales y sus actos externos, sino su manera de pensar, de juzgar, su docilidad ante la realidad o su terquedad de juicios, y sobre todo, su relacin con Dios. Deca Chesterton que una matrona que recibe un inquilino en su casa, ms que saber cunto gana y en qu trabaja, necesita saber cul es su filosofa. Ojal se fijasen en esto los que se preparan para el matrimonio; las cosas seran distintas. Los novios miran muchas veces el aspecto exterior, menos frecuentemente los modos de comportamiento; casi nunca los hbitos mentales de sus enamorados. El amor es ciego! No; sera ms sincero decir que el amor muchas veces quiere ser tuerto. En mi experiencia personal, he topado con muchas personas que siendo novios ya conocan ciertos defectos de sus futuros cnyuges, pero prefirieron entornar los ojos antes que morir solteros o solteras o se les escapase el ltimo vagn del tren matrimonial; y el dicho, en muchos casos, se trastoc por el amor hace ciegos, porque terminaron arranc|ndose los ojos a picotazos. Muchos matrimonios que terminan en el fracaso no llegaran a este extremo si estudiaran mejor durante el noviazgo los hbitos de sus posibles futuros cnyuges. Los hbitos tienden a arraigarse ms, no a desarraigarse. Una persona con corazn duro, es ms fcil que se vuelva violento antes que manso. Una mujer egosta y frvola, es ms probable que se vuelva mundana, derrochadora y alocada antes que asentada matrona de casa. En el tiempo del noviazgo (y en los primeros aos de matrimonio) es necesario, por lo dicho, cultivar las virtudes, y en especial la castidad. Si
las virtudes les parecen a los jvenes de hoy, cosa de monjas, entonces que no se asombren de bajar, como Dante, al infierno en esta vida. Claro testimonio de esta tendencia a agudizarse que tienen los hbitos es la realidad, cada vez ms extendida, de aquellos que esperan solucionar algunos dramas sexuales con el matrimonio y terminan descubriendo que durante su matrimonio se han agudizado. Me ha tocado ayudar a personas a quienes, durante su vida matrimonial, la masturbacin, la pornografa, la homosexualidad, la infidelidad y el egosmo, se les han vuelto ms ingobernables que en su soltera. Mi experiencia como sacerdote que ha atendido cientos e incluso miles de consultas de novios, esposos, separados, divorciados, viudos y solteros, es que, sin castidad, no es posible una vida feliz en este mundo. La castidad sola no hace feliz al hombre: slo Dios puede satisfacer totalmente el corazn del hombre; las virtudes son slo medios para llegar a l. Pero la lujuria ciertamente hace infelices a sus amadores.
adecuada con la cual casarse, o porque sufren un miedo patolgico a comprometerse en una vida de intimidad sentimental o sexual, o bien porque luchan contra alguna desviacin sexual; en todos estos casos hay que considerar que, de hecho, se debe plantear como ideal la vida casta. Tambin hay un modo de vivir la castidad que es propio de los esposos, denominado por este motivo castidad conyugal. Hay adem|s una castidad propia de las personas que, habiendo realizado su vocacin matrimonial, por distintos motivos no pueden ya vivir en este estado (las viudas y los viudos, las personas casadas que se han separado de sus cnyuges). Las normas morales son diversas para unos y otros.
El fin primordial de la virginidad y del celibato es el amor a Dios y a sus cosas o empresas, y no el reputar el matrimonio como algo indigno o abominable (lo que puede suceder en algunas personas, especialmente cuando han sufrido algn tipo de abuso sexual o afectivo durante su infancia). Lo que da valor a la renuncia al matrimonio es aquello que se intenta seguir (no la renuncia sino el seguimiento por el cual se renuncia a algo tan grande y noble como el matrimonio y la familia). Hay personas que son materialmente vrgenes, pero esto no constituye en ellos una virtud sino en la medida en que existe un motivo virtuoso que impulse a la persona a realizar esta eleccin. No pueden considerarse vrgenes en el sentido cristiano de la palabra quienes se abstienen del matrimonio o de todo acto sexual ya sea por puro egosmo, o para eludir las cargas que impone una familia, o tal vez para jactarse farisaicamente de la propia integridad corporal. El nico motivo legtimo es la misma belleza y santidad de la virginidad. Por eso deca San Agustn: No alabamos a las vrgenes porque lo son sino por ser vrgenes consagradas a Dios por medio de una piadosa continencia (13). Lo mismo afirman Santo Toms y San Buenaventura: la virginidad no goza de la firmeza propia de la virtud si no nace del voto de conservarla siempre intacta14. La virginidad cristiana, adems, permite a quien la elige, tender nicamente hacia las cosas divinas, empleando en ellas el alma y el corazn, el querer agradar a Dios en todas las cosas, pensar slo en l, consagrarle totalmente cuerpo y alma, a diferencia del casado y de la casada, como explica San Pablo: El que no tiene mujer, anda solcito de las cosas del Seor y en qu ha de agradar a Dios... En cambio, la mujer no casada y la virgen piensan en las cosas del Seor, para ser santas en cuerpo y alma (1Co 7,32.34). Se puede justificar esta eleccin? S, y por muchas razones, entre las que podemos indicar: porque es la forma ms elevada de renuncia al mundo, por el valor del servicio y del amor divinos por los cuales se abraza, por la primaca del espritu sobre el cuerpo, que es resaltado por ella, por la vocacin sobrenatural que ella supone. Podemos resumirlas en tres principales: a. Lo primero es que constituye una imitacin de Jesucristo virgen. San Agustn exhortaba: Seguid al Cordero, porque es tambin
virginal la carne del Cordero... Con razn lo segus donde quiera que va con la virginidad de vuestro corazn y de vuestra carne. Pues, qu significa seguir sino imitar?(15). Realmente todos estos discpulos y esposas de Cristo se han abrazado con la virginidad, segn San Buenaventura, para conformarse con su Esposo Jesucristo, al cual hace asemejarse la virginidad (16). b. En segundo lugar, da libertad para servir mejor al Seor. Es una razn secundaria pero no menos importante. F|cilmente se comprende por qu los que desean consagrarse al divino servicio, abrazan la vida de virginidad como una liberacin para ms plenamente servir a Dios y contribuir con todas las fuerzas al bien de los prjimos. Para poner algunos ejemplos, de qu manera hubiera podido aquel admirable heraldo de la verdad evanglica, San Francisco Javier, o el misericordioso padre de los pobres, San Vicente de Pal, o San Juan Bosco, educador asiduo de la juventud, o aquella incansable madre de los emigrados, Santa Francisca Javier Cabrini, sobrellevar tan grandes molestias y trabajos, si hubiesen tenido que atender a las necesidades corporales y espirituales de su cnyuge y de sus hijos?(17). c. Finalmente, da libertad para las elevaciones espirituales a Dios. El uso del matrimonio impide que el alma se emplee totalmente en el servicio de Dios (18). Entendmoslo bien: el matrimonio no es un impedimento para dedicarse a Dios ms an, los casados deben ocuparse de Dios, a riesgo de fracasar en su vida matrimonial , pero no podrn tener nunca una dedicacin total a las cosas de Dios, pues su corazn est, por principio, dividido, como recuerda San Pablo (cf. 1Co 7). De aqu que puedan destacarse tantos frutos en la virginidad debidamente llevada por Dios, entre los cuales: las obras de apostolado (uno de los motivos fundamentales para renunciar al matrimonio es precisamente el poder dedicarse al bien del prjimo; de ah que sean principalmente clibes los que se encargan de muchas de las obras de misericordia: orfanatos, pobres, predicacin, misiones, etc.), la oracin y penitencia por el prjimo (muchos la abrazan para dedicarse a la oracin y penitencia por la conversin de quienes estn ms alejados de Dios y en riesgo de condenarse por sus pecados); el testimonio de fe (es
un acto de fe en la realidad y valor del Reino de los Cielos, por el cual se renuncia al matrimonio en esta vida), el ejemplo atrayente de la virtud (a la virginidad se atribuye una excelentsima hermosura, dice Santo Toms (19); el ejemplo de la virginidad hace atrayente la virtud a los hombres) y manifiesta la unin de Cristo con su Iglesia (las vrgenes son imagen perfecta de la integridad que une a Cristo con la Iglesia). Permanecer vrgenes o clibes tiene sus sacrificios. Y estos manifiestan la medida de nuestro amor. A este respecto siempre me gust la historia del joven Jos de Anchieta, quien sera el fundador de la ciudad de San Pablo, en Brasil. Despus que los franceses se establecieron en Ro de Janeiro, en 1555, trabaron amistad con los indios tamoios y comenzaron a hostilizar a los colonos portugueses, llegando la situacin a hacer imposible la vida para los portugueses que eran constantemente emboscados, llevados prisioneros y asesinados en medio de cruentas orgas. El gran misionero jesuita P. Nbrega, resolvi ir hasta los tamoios para intentar la paz. Era una empresa muy arriesgada y casi temeraria. Escogi como compaero al hermano Jos Anchieta, joven en quien confiaba enteramente, experto ya en la lengua de los tupis. Anchieta, sin embargo, no era an ni siquiera dicono. Llegaron a Iperu y comenzaron los grandes peligros. Pas el tiempo y las paces no se concluan mientras que crecan los riesgos. Finalmente fue necesario que Nbrega volviese a San Vicente y esperase all a los jefes indios que iban a comerciar. Entre tanto, Anchieta qued como rehn en Iperu, constantemente amenazado de muerte. Pero una de las cosas que ms misteriosas resultaban para aquellos salvajes, era la castidad del gran misionero. Por eso, ms an que el hambre, el fro y las amenazas de muerte, Jos se vio permanentemente tentado contra esta virtud. Los indios incesantemente le ofrecan y enviaban mujeres para que tentaran su castidad. Jos Anchieta se encontraba solo, con 29 aos, dbil, en medio de la selva, sin el consuelo de ser sacerdote, privado de su director espiritual, sin el Santsimo Sacramento y sin confesor. En un arranque de sufrimientos morales hizo voto de escribir toda a vida de la Santsima Virgen en versos latinos, a cambio de que Ella protegiese su virtud y lo mantuviera exento de todo pecado.
En ese momento sinti que la Virgen lo haba escuchado y tuvo la seguridad de que no pecara ni morira sin haber escrito su poema. A los indios que venan a decirle: Jos, hrtate de ver el sol, porque tal da te mataremos y comeremos, l responda con voz segura: No me mataris porque todava no lleg mi hora. Su hora era el momento en que terminara el poema. Comenz inmediatamente a cumplir su voto. Paseaba por la playa y sin papel ni tinta, compona los versos de memoria. A veces, cuando se trataba de estrofas ms difciles, se agachaba y con el dedo las escriba en la arena. De ah surgi la leyenda del Poema escrito sobre la arena. Cuando el Beato Anchieta fue liberado y pudo volver con las paces ya hechas, escribi casi de un tirn, en 1564, el Poema de la Virgen (De Beata Virgine Dei Matre Maria) con casi 5800 versos latinos, que son una de las glorias de esa lengua. Alcanz lo que quera: conserv su castidad; y nos leg esa maravillosa vida de Mara escrita en delicados versos. Slo se lamentaba de no haber muerto mrtir. l deca que tal vez no era digno de tanto. Cuando uno ama la virtud (y especialmente la virtud de la pureza) tiene que estar dispuesto a hacer cosas grandes para luchar por ella.
obligacin: el sexto mandamiento que manda ser castos en los actos prohbe los actos impuros y el noveno que manda ser puros en las miradas, deseos y pensamientos y prohbe los pensamientos y deseos impuros (20). Adems hay un mandamiento, el primero, que manda que Dios est en el primer puesto en todo corazn y que no se ponga ningn dolo en su lugar; tambin por este deber de amor para con Dios, el soltero, mientras permanezca tal, debe obligarse a las mismas leyes que el clibe. Para muchos solteros a la fuerza, su situacin puede resultar dolorosa, e incluso algunos/as llegan a considerarse fracasados. La soledad puede ser, en sus casos, un doloroso estigma y una gran dificultad para vivir plenamente la castidad. Pero aunque vivan sin familia humana, deben recordar que est|n muy cercanos al corazn de Jess y que no deben sentirse sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos estn fatigados y agobiados (Mt 11,28)
(21).
Esta situacin nos recuerda que el celibato es un carisma, pero no se restringe al aspecto carismtico. En estos casos bien puede, la persona soltera, pensar que, si ella no eligi este modo de vida, Dios, en cambio, la ha elegido a ella (o a l); y que debe descubrir en su vida aquella misin que la ayude a madurar y realizarse plenamente (y que probablemente hallar entre las obras de misericordia corporal y espiritual). Cuntos clebres personajes pertenecen a esta categora, como el mdico santo, san Jos Moscatti (1880-1927) y tantos semejantes a l! Para llevar adelante una vida clibe con verdadera altura espiritual es necesario aspirar a tener estilo en la vida: una vida soltera con estilo, como la define el P. Groeschel (22), lo que implica forjar un nutrido grupo de buenas y sanas amistades (porque tambin para estas personas vale el dicho: no es bueno que el hombre est solo), dedicarse a obras de monta, interesarse realmente por los dems y sobre todo tener una slida vida espiritual.
Noviazgo y castidad
Los que an no estn casados pero se preparan al matrimonio (los novios) deben vivir, mientras dure este estado, en perfecta castidad, lo
que no excluye de sus planes, evidentemente, la actividad sexual para el momento en que estn legtimamente casados, ni excluye un trato ms afectuoso con aquella persona con la que esperan contraer matrimonio. Estamos aqu ante una lnea muy delicada, en la que a muchos resulta difcil mantenerse, pero que quienes la cruzan en mal sentido se arrepienten. Los principios morales que siempre ha dado la enseanza cristiana se resumen en tres: 1. Son lcitas las demostraciones de afecto, aceptadas por las costumbres y usanzas, que son signo de cortesa, urbanidad y educacin; 2. son ilcitas tanto las expresiones pdicas (abrazos, besos, miradas, pensamientos, deseos) que se realizan con la intencin expresa y deliberada de producir placer venreo o sexual, aunque no se tenga voluntad de llegar a la relacin sexual completa; y 3. con ms razn son ilcitas las expresiones obscenas y lujuriosas y las relaciones sexuales completas. La Asociacin de Laicos por la Madurez Afectiva y Sexual (Almas) ha publicado Diez razones para vivir la abstinencia en el noviazgo que considero oportunas. Las retomo modificadas con libertad (23): 1. La pureza ayuda a tener una buena comunicacin con tu novio/novia, porque la abstinencia sexual hace que los novios no se centren solamente en el placer sino en la alegra de compartir puntos de vista y vivencias, adems, sus conversaciones son ms profundas; la intimidad fsica es una forma fcil de relacionarse pero eclipsa otras formas de comunicacin; evita el trabajo que supone la verdadera intimidad emocional, como hablar de temas personales y profundos y trabajar en las diferencias bsicas que hay entre ambos. Y uno de los temas que hay que hablar en esta etapa es todo lo concerniente a la moral conyugal, a la vida espiritual y a la prctica religiosa futura de los esposos! 2. Crece el aspecto amistoso del noviazgo. El noviazgo es una forma especial de amistad (como el matrimonio lo ser en un grado mucho mayor). En este sentido, la cercana fsica es engaosa, pues hace creer que dos personas estn emocionalmente cercanas por estar fsicamente juntas, cuando no es as. Muchas personas casadas tienen sexo pero no viven una profunda amistad entre ellas; al contrario, pueden estar sentimental y espiritualmente muy lejos uno del otro. Este aspecto de la amistad debe ser el que se
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cultive exclusivamente en esta etapa, dejando el complemento sexual para el momento del matrimonio. Hay mejor relacin con los padres de familia de ambos. Ordinariamente los padres de familia quieren que sus hijos solteros vivan la continencia sexual, y no estn cmodos sabiendo o sospechando que sus hijos ejercitan su sexualidad sin estar casados. Hay excepciones a esto (y en nuestra sociedad extraviada se ve cada vez ms un poco de todo), pero en general, cuando los padres aman a sus hijos, y tienen una formacin elemental sobre lo que es la sexualidad y el matrimonio, ste es su pensamiento. Al vivir la pureza y tratarse como personas puras, dan confianza y serenidad a sus padres y estos se sienten ms dispuestos a aceptar el noviazgo de sus hijos. Cada uno de los novios tiene ms objetividad y libertad para ver si ese noviazgo le conviene o no. En cambio las relaciones sexuales crean lazos que condicionan la libertad. Cuntas personas se dan cuenta de que sus noviazgos no son convenientes o que sera un desacierto casarse con esa persona, pero se sienten atadas por los compromisos que supone el haberse entregado sexualmente! He escuchado muchas veces la expresin: Quisiera cortar pero no puedo!. Se fomenta la generosidad en vez del egosmo, pues las relaciones sexuales en el noviazgo invitan al egosmo y a la propia satisfaccin, como veremos ms adelante al hablar propiamente de las relaciones prematrimoniales. Hay menos riesgo de abuso fsico o verbal, ya que el sexo fuera del matrimonio se asocia a la violencia y a otras formas de abuso. Por ejemplo, se da ms del doble de agresin fsica entre parejas que viven juntas sin compromiso, que entre las parejas casadas. Hay menos celos y menos egosmo en las parejas de novios que viven la pureza que en las que se dejan llevar por las pasiones. Aumenta el repertorio de las expresiones de afecto. Los novios que viven la abstinencia encuentran detalles nuevos para mostrar afecto; cuentan con inventiva e ingenio para pasarla bien y demostrarse mutuamente su inters. La relacin se fortalece y tienen ms oportunidad de conocerse en cuanto a su carcter, hbitos y en el modo de mantener una relacin.
8. Hay ms posibilidades de triunfar en el matrimonio; ya que las investigaciones han demostrado que las parejas que han cohabitado tienen ms posibilidades de divorciarse que las que no han cohabitado (24). 9. Si alguno de los dos decide romper esa relacin, le doler| menos, pues los lazos que crea la actividad sexual por naturaleza, vinculan fuertemente, y si hay una ruptura, el dolor que esto causa es ms grande. 10.Te sentirs mejor como persona, ya que los adolescentes sexualmente activos, frecuentemente pierden autoestima y admiten vivir con culpas; en cambio, quienes viven castamente crecen como personas. Sobre las relaciones prematrimoniales hablaremos en el captulo dedicado a las formas de lujuria. Slo adelanto que, para muchos, el no considerar el ideal de la castidad en el noviazgo, significa muchas veces, romper sus verdaderos ideales y caer en la postracin, como aquella muchacha de 24 aos que me escriba: el hecho de tener relaciones sexuales en el noviazgo ha marcado mi vida; yo tena la ilusin de casarme virgen por la Iglesia. Me siento muy mal, no quiero hacer nada, siento la necesidad de hacer las cosas bien y luego las echo a perder; no puedo salir de este abismo. Tal vez siento que inconscientemente estoy decepcionada de m. Siento mi mente en blanco. El noviazgo es el tiempo de fomentar el verdadero conocimiento mutuo y en particular los novios deben preocuparse por conocer la capacidad virtuosa de aqul o aquella que puede terminar siendo su cnyuge. En varias casas religiosas he visto un cartel que dice: un misionero es lo que fue; quiere decir que el comportamiento actual de un religioso que est| en su etapa de formacin ya nos permite prever cmo ser el da de maana en su lugar de misin; en el trabajo apostlico vemos los frutos de lo que sembr al formarse. La aplicacin vale para los novios y esposos: un esposo o una esposa es en el matrimonio lo que fue en su noviazgo; es cierto que en muchos casos cambian para mejor o para peor; pero tambin es cierto que adems de los cambios que siempre pueden suceder, hay otras cosas que puede preverse que no cambiarn espontneamente a menos que se las trabaje con firmeza: las virtudes
que ahora no tenga la novia o el novio y que ellos no intenten adquirir, difcilmente (y dira: milagrosamente!) las conquistarn ms tarde; los vicios y defectos que ahora no se esfuercen en combatir slo extraordinariamente se perdern al casarse. La felicidad en el matrimonio depender principalmente de las virtudes de los esposos y esposas; la infelicidad, de su falta de virtudes. El noviazgo debe ser, por eso, la etapa en que principalmente los novios sometan a prueba de fuego las virtudes de sus candidatos y candidatas. Son capaces del sacrificio, de la entrega generosa, del dominio de s mismos? Saben negar sus propios caprichos, imponerse renuncias a s mismos, tolerar los defectos de los dems? Son mansos de corazn, dan lugar a Dios en sus vidas personales y en sus relaciones sociales, tienen afabilidad verdadera (la que se muestra en los momentos difciles)? Cuntos novios se preguntan estas cosas? Ms an, cuntos novios han visto la falta de estas virtudes en sus novios/as y han seguido adelante? Tantos! Y qu han cosechado? Fracasos matrimoniales. Hace tiempo una joven de 22 aos, me escriba preocupada desde Estados Unidos,: Hace seis meses que estoy de novia con un muchacho al cual estoy segura que amo y con quien me gustara compartir toda mi vida. Pero l tiene diferentes maneras de ver la vida con respecto a las relaciones sexuales en el noviazgo y a pesar de que durante estos meses me ha respetado, da a da me sale diciendo que se le est haciendo muy difcil y que adems fsicamente necesita hacer el amor. Yo no s qu tan ciertos sean esos problemas que tiene con el deseo sexual; no s qu hacer. No puedo negar que a veces me cuesta mucho decir 'basta'. Pero en todo momento pienso en Dios, en lo que mi madre me ense y sobre todo no quiero hacer nada con mi cuerpo de lo que me tenga que arrepentir m|s tarde. Las convicciones de esta muchacha son dignas de elogio; piensa acertadamente sobre el noviazgo y el matrimonio; y elogiable es tambin la formacin que su madre le dio. Pero es preocupante el apremio de su novio. A ella le contest en su momento: El noviazgo se ordena, entre otras cosas, a demostrarse que pueden quererse y amarse aun cuando no puedan tener sexo durante algn tiempo. En la vida matrimonial hay muchas circunstancias en las cuales no se pueden tener relaciones sexuales cuando uno de los dos no est en condiciones: durante cierto tiempo del embarazo, despus de un parto,
en algunas enfermedades, etc. Sern capaces de amarse afectiva y espiritualmente sin faltar a la fidelidad? Podrs ser la nica mujer de tu esposo, aunque no puedas satisfacer sus apetencias sexuales en algunos momentos de tu vida? Esto hay que responderlo en el noviazgo. Cmo? Demostrando que se aman sin exigirse algo que no pueden darse todava (por no estar casados). Esto no es algo que tu novio pueda ignorar. De cmo lo eduques en el noviazgo depender en gran medida cmo ser cuando te cases con l si llegan al matrimonio. No tengas miedo en quedarte para vestir santos. Si eres virtuosa y exiges virtud en tu novio, no podr faltarte un buen esposo. Adems, no hay ninguna persona psquicamente equilibrada que tenga necesidades sexuales tan imperiosas como las que tu novio dice tener. Si no puede contenerse ahora, puedes estar segura de que no debe haberse contenido anteriormente con otras (novias o pasajeras); y tambin puedes suponer que no podr contenerse en el futuro, cuando estn casados y t no puedas responder a sus deseos por los motivos que hemos dicho. Si el sexo es para l tan urgente e irreprimible, debera consultar un mdico pues puede ser un potencial adicto sexual. Tu novio debe demostrarte que es capaz de mantener la castidad durante el noviazgo, es decir de que es normal; de lo contrario, cuando ests casada con l, te engaar con otra mujer cuando vuelva a sentir esos deseos fsicos y t no puedas responderle adecuadamente por enfermedad, indisposicin o por cualquier otra cosa. Adem|s, si no puede contener sus necesidades sexuales, cmo saber si es capaz de frenar tambin sus otras pasiones como la violencia, la mentira, el rencor, la envidia, la gula, en la bebida? Cuidado con la unidad de la persona! El que no se domina en una pasin, por qu habra de dominarse en las otras? Si los/as novios/as toleran los desmanes sensuales a sus novios/as, no deben quejarse si como esposos/as les salen borrachos, golpeadores, celosos o infieles. Piensan todos los novios y novias en probar la normalidad psicolgica de sus futuros cnyuges en un terreno tan serio como es la sexualidad? Si lo hicieran no habra tantos matrimonios fracasados despus de pocos aos o meses de casarse. Qu distinta es la figura de aquella Luca, inmortalizada por Manzoni en su novela I promessi sposi (Los Novios). Luca es la enamorada casta,
capaz de amar sin dobleces a su novio por Dios y segn Dios. Es capaz de decir con firmeza, aunque llen|ndose de rubor, a su buen Lorenzo: yo quiero ser tu mujer, pero ha de ser por el camino derecho, en la iglesia, como lo manda la ley de Dios. Y eso que Lorenzo slo le peda que lo ayudase a presionar un poco al seor cura que no quera casarlos por miedo a un influyente personaje que se haba apasionado de su joven novia! Amaba Luca tanto su castidad como a su prometido; al punto tal que al ser raptada por un inescrupuloso delincuente, prometi a la Virgen, como voto y sacrificio a cambio de que Ella la hiciese volver sana e ntegra, guardar virginidad perpetua y renunciar a su matrimonio con Lorenzo... Lorenzo a quien amaba ms que a su vida! S, pero no ms que a su virtud y a Dios a quien se deba casta y pura! Luca no ha pasado de moda como no ha pasado de moda el valor de la castidad. Todo est en lo que estemos dispuestos a sacrificar y por qu estemos dispuestos a sacrificarlo.
Castidad y matrimonio
Las personas casadas tienen un rgimen especial de castidad que consiste en realizar sus actos matrimoniales abiertos a la vida. El amor de los esposos, si es verdadero, es fecundo, pues a eso tiende por naturaleza. Por eso la Iglesia ensea que todo acto matrimonial, en s mismo, debe quedar abierto a la transmisin de la vida (25). Dios ha puesto una inseparable conexin entre los dos significados o aspectos del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreativo(26). Esto quiere decir que en todo acto sexual, por naturaleza, se dan dos dimensiones: el acto une a los esposos ntimamente (fsica, afectiva y espiritualmente) y al mismo tiempo es potencialmente fecundo (no siempre un acto sexual produce una concepcin de un hijo, pues esto depende de otros factores, pero siempre, si se respeta la naturaleza, los esposos ponen las condiciones, en lo que est de su parte, para que se d una concepcin humana). El hombre no tiene derecho a romper por propia iniciativa ese vnculo entre esas dos dimensiones. No se puede querer uno destruyendo el otro (ya sea la unin sexual volviendo al mismo tiempo infecundo el acto, como sucede con la anticoncepcin; o la
procreacin sin conexin con la unin sexual, como ocurre en la fecundacin extracorporal o in vitro) (27). Esta realidad de los dos significados implicados en el acto sexual no es fcil de comprender para todos. Es una verdad grabada en la naturaleza misma del acto conyugal, pero que exige una mirada intelectual para comprender su sentido profundo. Toca el misterio del lenguaje corporal, que ocupa un elevado porcentaje de nuestras comunicaciones humanas (los gestos). El acto sexual es, por su naturaleza, una palabra fsica, con la que dos personas expresan sus afectos y su ms ntima voluntad. Una palabra que tiene un doble significado que todo hombre y toda mujer ya encuentran acuado en ese gesto, al igual que un abrazo es signo de amistad o de consuelo, un beso es signo de benevolencia y saludo, un puo alzado y una mirada crispada son signo de amenaza y venganza, etc. No somos dueos de estas palabras naturales; slo tenemos dominio (y poder de cambiar) sobre los signos convencionales (como los colores con los que indicamos el peligro o la seguridad; o advertimos que nuestro perro muerde o que un alambre tiene electricidad). El acto sexual quiere decir y dice, por naturaleza: te doy todo lo que soy y recibo todo lo que eres, ya no somos dos sino una sola carne y un solo corazn. Rbrica de este profundo significado es que la naturaleza, por el mismo apasionamiento que acompaa el instinto sexual, prev una psicologa de fundicin: quienes se unen, en el momento en que lo est|n haciendo, quisieran disolverse fsica y psquicamente uno en el otro. El acto, por naturaleza (no por libre convencin humana) tiende a perpetuarse (y psicolgicamente la persona querra que ese momento se detuviera inmortalizando la mutua inhesin). Las poesas amatorias estn plagadas de frases que dicen de diversos modos una misma verdad: quisiera que este momento fuera eterno. Esto lo realiza la entrega del uno al otro a travs de la capacidad procreadora. Como escriba un poeta a su esposa: ...suea la meloda, la gracia de la sangre que fue de m a tu vida, al hallazgo del hijo. El egosmo, muchas veces, abusa de esta palabra y le roba uno de sus indisolubles significados. Pero al hacerlo, el lenguaje humano se torna caprichoso y mentiroso. Judas bes a Cristo en el Huerto, pero el traidor
no cambi (no poda) el significado del beso; por eso traicion doblemente: a Cristo, entregndolo a sus enemigos; al beso, falsificando el gesto de amor. De todos modos, los esposos pueden, en algunos casos, abstenerse durante los perodos de fertilidad de la mujer (cuando haya motivos graves que sugieran la conveniencia de no poner las condiciones de una nueva concepcin) eligiendo para sus actos completos (es decir, la unin sexual plena) los momentos de infertilidad. En esto consisten sustancialmente los llamados mtodos naturales para regular la fertilidad. Adems, siempre les es lcito expresar su amor por medio de manifestaciones sensuales y sexuales incompletas (es decir, que no terminan en ningn acto pleno u orgasmo). La castidad tambin les exige encauzar todos sus deseos y pensamientos slo hacia su legtimo consorte y les prohbe dar lugar en la imaginacin o en las miradas a imgenes que tengan por objeto otra persona que no sea su esposo o esposa (aunque esto sea buscado como medio para realizar luego el acto conyugal con el cnyuge legtimo). En todo caso, la castidad de los esposos nada tiene de frialdad. Los cnyuges deberan rezar antes de sus relaciones ntimas, pidiendo a Dios la capacidad de darse sin reserva y con pureza, como Tobas antes de unirse a Sara (cf. Tobas 8,5-8). El mdico francs Ren Biot, en uno de sus libros, recuerda una oracin que corra en su tiempo, puesta en boca de la esposa, pero que vale para ambos cnyuges, que cito ligeramente retocada: Oh, Dios Creador, que has querido este contacto ntimo del hombre y la mujer, aydame a ser a la vez casta y ardiente; casta para complacerte, ardiente para que mi esposo(a) querido(a) reciba de m todo el amor que T le das el derecho de buscar y desear. Y si permites que un nio nazca de nuestra unin, bendcelo, protgelo, que sea para siempre tuyo, til a las almas y a la Iglesia, fuera cual fuese la vocacin a la que lo llamas en este mundo. Ten piedad, Dios mo, de los que se aman as en la carne, sin tener derecho a ello, y dales valor para separarse a fin de obedecer tu ley.
Pero a todos los esposos, dales, Dios mo, por la gracia del matrimonio, un mutuo atractivo que facilite su unin para el mayor bien de las familias cristianas (28). La castidad conyugal no es apata!
Viudos, casados separados de sus cnyuges y quienes no pueden llevar una vida sexual plena
En este grupo heterogneo debemos colocar casos diversos que guardan entre s alguna analoga. Ante todo el de las personas casadas que ya no viven con su legtimo cnyuge por haberse separado (a veces de modo inculpable por parte de uno de ellos). Si bien no les es lcito realizar actos sexuales con quien no estn legtimamente casados, sin embargo, no es pecado para ellos pensar o recordar los actos realizados con su cnyuge legtimo, porque todo lo que es lcito hacer, es tambin lcito desearlo y recordarlo (salvo que esto sea peligro prximo de consumar sus deseos en un acto ilcito sea solo o con otros). Este estado es para muchos una cruz, pero es una cruz a la que deben abrazarse por amor a Cristo y por fidelidad a lo que le prometieron delante de Dios, aunque su fidelidad no sea correspondida por su cnyuge. Estos no deberan hablar, como lamentablemente se oye a menudo, de mi ex-esposo o mi ex-esposa o simplemente mi ex. El vnculo matrimonial contrado ante el altar de Dios no se ha roto. No viven juntos y puede ser que haya de por medio heridas muy grandes que los han llevado a la separacin; pero siguen siendo esposos ante Dios, obligados a rezar uno por el otro. El lenguaje as empleado tergiversa el concepto de perpetuidad que es propio del vnculo matrimonial (hasta que la muerte los separe); y el concepto tergiversado termina por hacer borrosas las motivaciones para mantenerse firmes en estas circunstancias. Hay otras situaciones anlogas como la de quienes, estando legtimamente casados, no pueden llevar una vida matrimonial plena por
enfermedad (fsica o psquica) de uno de los dos. Es sta una dura cruz, pero que con la ayuda de Dios puede llevarse. Hace un par de aos recib una carta que me result particularmente interesante. Entre otras cosas me deca lo siguiente: He ledo que despus de hacer sus votos finales, slo el 10% de los sacerdotes se apartan del ministerio. En comparacin, ms del 50% de los matrimonios fracasan. No estoy seguro, pero me parece que podra decirse que los sacerdotes son ms felices que los hombres casados. Hay muchas cosas que se combinan para efectuar un estado de felicidad o de lo opuesto en la vida de una persona. Pero me parece que una de las cosas ms grandes que nos trae felicidad o dolor es la castidad. Todo ser humano es llamado por Dios a vivir una vida casta. Todo cristiano entiende, o debe entender, que el placer sexual ha de limitarse solo a los abrazos amorosos de las parejas legalmente casadas. Los solteros por edad o por condiciones fsicas o por el celibato no pueden gozar legtimamente del placer sexual. La diferencia, tal vez, entre los religiosos y los casados es que un sacerdote se ha dedicado por completo a la castidad. Desde el principio de su formacin religiosa tiene como uno de sus propsitos centrales el gran deseo de ofrecerse por completo a Jesucristo: mente, corazn y cuerpo. Est dispuesto a sacrificar el placer sexual por toda la vida como una muestra de la unin que desea hacer con Dios. El hombre casado, en cambio, usualmente no ha pensado jams en la castidad de esta manera. Consideran que el placer sexual es como cualquier otro apetito: que al sentir el deseo hay que satisfacerlo inmediatamente. Me parece que el amor se pierde rpidamente cuando no hay autodominio, y cuando lo que se espera es la gratificacin propia. Los que nos ponemos a nosotros mismos primero, y al placer sobre todas las dems cosas, vamos a dejar de amar y terminaremos buscando el divorcio. Los que ponemos primero a Jesucristo en nuestras vidas, y que vivimos como si la virtud fuera lo principal, vamos a crecer en nuestro amor hacia nuestras esposas y no habr tantos divorcios.
As, me parece que, en cierto sentido, el sacerdote, por el hincapi que pone en lo que realmente es de importancia, tiene una ventaja. Pero el celibato es horriblemente difcil (29). Entiendo que algunos sacerdotes tienen el don del celibato. Pero los que no tenemos, debemos luchar constantemente por mantenernos puros de corazn y mente y continentes de cuerpo. Yo estoy casado desde hace ms de treinta aos. Tenemos hijos ya grandes que han hecho sus propias vidas. Mi esposa sufre depresin. Ya cuando ramos novios siempre padeca de tristezas. Me gustaba poder elevar su espritu y hacer que se riera de nuevo. Despus de casarnos su depresin empeor. Siempre fue una buena madre y una cocinera maravillosa. Hasta el da de hoy somos grandes amigos y hacemos todo juntos. Siempre hemos trabajado dentro de nuestra iglesia en muchos llamamientos y cargos diferentes. Los dems no tienen la menor idea de nuestra vida personal. Sucede que hace ya ms de un cuarto de siglo me encontr viviendo en mi propio dormitorio. He dormido solo por todos esos aos. Me parece que la soledad en el matrimonio puede ser mucho ms dura que la soledad del soltero. Cmo podra explicarle lo que he tenido que hacer para conformarme con mi vida? He orado mucho. He tenido que aprender por la dura prctica lo que se puede decir y lo que no hay que mencionar. Creo que he llegado a ser un hombre mucho ms paciente y tolerante y amoroso de lo que jams habra logrado si mi esposa hubiera sido cariosa y si hubiramos compartido el lecho. Pero Dios no me ha dado esas cosas. Ha sido MUY difcil llegar aqu, pero puedo decir que me siento casi contento, y que estoy dispuesto a vivir as hasta que muera. No voy a separarme de mi esposa. Y el gran secreto de esto es la castidad. Yo me entrego a mi esposa cada da con mi castidad. No soy perfecto y a veces no he luchado como corresponde. Pero no me doy por vencido jams, y tengo fe que al fin de todos mis esfuerzos llevarn fruto.
Le escribo todo esto slo para decirle que creo entender un poco lo que ustedes sacerdotes tienen que enfrentar para entregarse por completo a Jesucristo con el sacrificio del placer sexual. Ruego al Seor en mis oraciones que cada da nos ayude a ser ms como l en nuestra bsqueda de la perfeccin. Sigo esperando, pidiendo y anhelando que Dios me d el don de la castidad perfecta. Pero l nos ama. l tiene sus propios propsitos para nuestras vidas. Sabe lo que realmente necesitamos para ser felices. Qu Dios lo bendiga! A propsito, aunque no soy catlico (serv en una misin para mi iglesia durante tres aos en un pas de Sudamrica, donde aprend tambin a hablar y a escribir en castellano), he pensado muchas veces en la vida de los sacerdotes catlicos y en el gran sacrificio que hace un joven catlico al entrar al seminario. Esa eleccin me parece profundamente difcil. He estudiado en Internet muchas pginas de los conventos y monasterios catlicos. Creo que estos muchachos y muchachas son completamente normales fsica, social, intelectual y emocionalmente. No puedo sentir otra cosa que admiracin por su dedicacin total a la fe y al Seor Jesucristo. Al llegar a las lneas finales de esta carta qued admirado de encontrarme con la sorpresa de que su autor no era catlico, sino un misionero protestante. Los protestantes en general (tanto anglicanos como en las dems iglesias de la Reforma) no tienen clero clibe; sus sacerdotes pueden casarse; sus Iglesias tambin aceptan el divorcio y muchas cosas ms que estn lejos de las enseanzas catlicas sobre la castidad (al menos en lo que hace al matrimonio). La vida matrimonial de este hombre ha sido muy dura, pues una de las pruebas ms difciles en esta vida es convivir con una persona depresiva. A l lo oblig a vivir en habitaciones separadas tan solo cinco aos despus de casarse. Y sin embargo este hombre ha encontrado en la prctica de la castidad (y no la castidad conyugal de un matrimonio sexualmente activo, sino una castidad total obligada por la enfermedad) el secreto de su serenidad. Esta comprensin de la castidad y del celibato como expresin del equilibrio y de la madurez afectiva, es lo que le
permite captar la normalidad de quienes abrazan voluntariamente la virginidad. Tambin tenemos en una situacin anloga, a los viudos y viudas. Estos pueden, ciertamente, volver a casarse, pero muchos de ellos no lo hacen y permanecen solos o con sus hijos, si los han tenido de su matrimonio. El mantener la castidad en este nuevo estado merece un ttulo particular de honor. Honra a las viudas, dice San Pablo; y aade: a las que son verdaderamente viudas (1Tim 5,3). Las verdaderamente viudas son las que no slo han perdido a sus cnyuges sino que han quedado solas desamparadas en el mundo. Al haber incorporado la actividad sexual como parte de sus vidas, la viudez puede representar una dificultad para la castidad de estas personas. Los hbitos relacionados con la sexualidad que han adquirido legtimamente, siguen exigiendo su satisfaccin al margen de que la persona decida no volver a casarse, o no pueda hacerlo. Los viudos y viudas deben tener en cuenta que el rgimen de la castidad es, para ellos, particular: como cualquier otra persona deben mantener la pureza de cuerpo y alma, y si quieren continuar con una vida sexual activa, tendrn que pensar en casarse nuevamente; sin embargo, no representa para ellos ningn pecado el recordar y gozarse de los actos que legtimamente ejercitaron con su cnyuge cuando ste viva. El principio es el mismo que hemos sealado para los separados de un matrimonio legtimo: es lcito recordar y gozar de lo que se hizo lcitamente. El lmite, sin embargo, lo determina los actos que estos recuerdos puedan ocasionar: no es lcito consumar ningn nuevo acto sexual (ni solo ni acompaado) que no sea dentro de un nuevo matrimonio; esto impone moderacin en los recuerdos e imaginaciones. Para poder llevar adelante una viudez con plenitud espiritual, ser necesario, para estas personas, tener una vida espiritual seria y con altura. Para muchos y muchas el camino ms adecuado para colmar la laguna que la viudez ha dejado en el corazn ser encauzar el amor a travs de la caridad misericordiosa con los ms necesitados (pobres, enfermos, presos, abandonados). Los que viven situaciones irregulares
Un caso especial lo representan las personas que conviven como esposos sin estar casados; el ms grave y complicado de estos casos es el de quienes estuvieron antes casados con otras personas y, despus de separados, se han unido nuevamente. Algunos llaman a esto rehacer la vida. No ignoro que hay situaciones muy especiales; casos en que se arrastran dramas de aos, matrimonios fracasados, injusticias sufridas sin culpa de quien ahora quisiera vivir en paz con Dios, pero est conviviendo con quien no es su esposo o su esposa. Estas situaciones irregulares son muy penosas para las mismas personas implicadas, para quienes forman parte de su familia, para sus hijos, para sus amigos y para quienes quieren ayudarlos. Aun en los casos ms dolorosos hay que ser fieles a la verdad: no hay aqu verdadero matrimonio, ni puede haberlo mientras subsista algn vnculo anterior. Para ser coherentes con las exigencias de Dios y con los compromisos tomados una vez ante el altar de Dios (aunque ahora se considere un error el haber contrado aquel matrimonio) deberan separarse; y si esto no es posible (especialmente cuando hay hijos pequeos de por medio que necesitan de la referencia constante tanto de su padre biolgico como de su madre biolgica), deberan intentar vivir como hermanos bajo el mismo techo, es decir, vivir en la misma casa, pero en habitaciones separadas y sin tener ningn tipo de trato propio de los esposos; adems de esta norma elemental de convivencia casta, deberan reparar el esc|ndalo en la medida de lo posible(30), lo que slo pueden hacer tratndose pblicamente no como casados sino como amigos, pero evitando ante los dems (as como en privado) todo trato de palabra o de gesto que pueda prestarse a equvocos o ambigedades. Se comprende que estas normas habrn de resultar duras y difciles de cumplir para muchas personas que se encuentran en esta situacin, pero lo exige la coherencia cristiana y la obligacin que tienen hacia sus hijos de educarlos sin confusiones morales. Slo viviendo la castidad de esta manera pueden acceder a los sacramentos de la confesin y de la eucarista (a veces en forma privada), como ha enseado Juan Pablo II; a saber: a. si por motivos serios, como por ejemplo, la educacin de los hijos no pueden cumplir con la obligacin de la separacin (tngase en cuenta, pues, que el Papa sealaba en primer lugar que hay una obligacin de intentar separarse, o sea, de dejar
incluso de vivir bajo el mismo techo, por el escndalo que puede representar, y slo motivos serios puede permitir esta va extraordinaria); b. y asuman el compromiso de vivir en plena continencia, o sea, de abstenerse de los actos propios de los esposos (31). Por actos propios se entiende no slo los actos sexuales plenos, sino toda intimidad conyugal y muestra de afecto que no corresponde a personas que no estn casadas entre s.
eso suelen fracasar en su vida matrimonial si se han embarcado en ella (por los motivos que sea), o bien llevan como una llaga una especie de doble vida (aunque no necesariamente se envuelvan afectiva o sexualmente con personas de su mismo sexo; pueden ser fieles a su compromiso matrimonial, pero con una profunda desazn). Puede servir de ejemplo la siguiente carta que me escribi una persona con tendencias homosexuales y varios aos de matrimonio: Soy un hombre de 39 aos, casado desde hace doce. Antes de casarme tuve algunas experiencias homosexuales que me hicieron sentir muy mal conmigo mismo y con Dios Nuestro Seor. Soy catlico y siempre he tratado de mantenerme dentro oracin y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfeccin cristiana (Catecismo de la Iglesia Catlica, n 2358-2359). Tambin pertenezco a un movimiento de oracin y siempre estoy buscando acercarme a Cristo, pero desde hace cuatro aos volv a tener experiencias de este tipo, e incluso he llegado a sentirme enamorado de otros hombres, siempre tratando de poder sobrellevar ambas cosas: mi matrimonio y la relacin con otro hombre. S definitivamente que no es correcto pero en realidad me cuesta mucho trabajo desprenderme de esto, lo he platicado con algunos sacerdotes y me han aconsejado, pero me siento muy vulnerable ya que en muchas ocasiones, y sin siquiera yo buscarlo, se presenta la oportunidad y caigo. Definitivamente esto me hace sentir muy solo, a veces hasta despreciable conmigo mismo. Amo de verdad a mi esposa y a mi familia, pero siento un vaco grande en ese aspecto; quisiera llenar ese vaco con la presencia de Cristo pero a veces no s cmo hacerlo. En verdad me siento desesperado. Como puede verse, el matrimonio no ha sido la solucin para este hombre (como para muchos como l). Ms adelante hablaremos de la posibilidad y medios para aspirar a la curacin de la homosexualidad. Quienes se sienten atrados hacia personas de su mismo sexo, tampoco pueden aspirar a la vocacin sacerdotal ni religiosa, como ha sealado claramente la autoridad de la Iglesia. Para que el llamado de Dios sea autntico (o sea, venga efectivamente de Dios) se requiere idoneidad fsica, psquica, intelectual y moral. No hay que confundir esto con la atraccin que algunos adolescentes sienten hacia jvenes de su mismo sexo como tentaciones pasajeras durante la adolescencia (se reconoce
que se trata slo de tentaciones propias de la etapa del descubrimiento de la propia sexualidad en que pueden ser fcilmente rechazadas, no llegan a perturbar la conciencia ms de cuanto lo puede hacer cualquier otro tipo de tentacin salvo cuando el adolescente que las experimenta no se anima a consultar y se preocupa obsesivamente por lo que experimenta y terminan por desaparecer con el tiempo); en este caso no parecera haber ningn impedimento para la vocacin a la vida religiosa o sacerdotal. Pero si en cambio se trata de una inclinacin propiamente dicha, firme y arraigada, fuente constante de tentaciones, aunque no estemos ante una persona declaradamente homosexual, sin embargo, tal inclinacin es signo de que no hay idoneidad moral o psicolgica para esta vocacin particular(34). Para el sacerdocio y la consagracin religiosa en una comunidad o instituto de vida consagrada es fundamental la vida del celibato y la posibilidad de vivirlo con serenidad y sin dramaticidad. La tendencia homosexual es una desviacin de orden afectivo que perturba la convivencia equilibrada y la vida emotiva de la persona y, si es consentida, se convierte en pecado grave contra la castidad (ya sea de pensamiento o de obra). Por estos motivos las personas que sufren estas inclinaciones independientemente de los tratamientos teraputicos que puedan intentar deben considerarse llamadas a una vida que exige valor, pero que representa el nico camino seguro y sano: la castidad perfectamente vivida en la vida privada. Puede pensarse, para todos los estados y situaciones que hemos mencionado, una castidad posible? Ser el tema de los siguientes captulos.
casa o una camisa; ninguna de esas cosas soy yo mismo). Nosotros, en cambio, como personas, somos un todo, una perfecta unidad sustancial de cuerpo (material) y alma (espiritual). Tan es as que no es sino a travs de mi cuerpo, que mi alma se expresa; y tambin que se alcanza a la persona misma en su realidad concreta. Con una feliz expresin, el Concilio Vaticano II habl del hombre corpore et anima unus: una sola cosa en cuerpo y alma. Un psiclogo, el Dr. Abelardo Pithod, titul uno de sus libros con una acertada frmula: el alma y su cuerpo. Por eso, en el hombre, todo es humano, incluso los procesos ms inconscientes de su biologa, porque todo en l est asumido de modo eminente (o sea, elevado) por su alma espiritual que es lo que le da unidad. Y, por su parte, nuestra corporeidad no existe sino sexualmente diferenciada, es decir, caracterizada por elementos sexuales masculinos o femeninos en todas sus dimensiones fsicas; caracteres que son distintos en el varn y en la mujer, pero a la vez complementarios. En un diagrama lo presentaramos as: En todas sus dimensiones el varn y la mujer tienen caractersticas diferentes, pero que apuntan mutuamente como complementarias: En sus cromosomas: XX para la mujer; XY para el varn. En sus clulas sexuales: vulo en la mujer, espermatozoide en el varn. En los conductos precursores del aparato reproductor: conducto de Mller en el caso de la mujer, conducto de Wolff en el del varn. En los caracteres sexuales primarios (rganos productores de las clulas sexuales y hormonales): ovarios en la mujer, testculos en el varn (internos en el caso de ella y externos en el de l). En los caracteres sexuales secundarios: la voz, el vello, la musculatura, la distribucin de la gordura, la estructura sea especialmente en la formacin de los hombres y caderas (preparados para el trabajo duro en el varn y para engendrar un hijo en la mujer). En los mecanismos hormonales: la mujer tiene una estructura hormonal cclica (con perodos de fertilidad e infertilidad) y el varn no. Tambin las hormonas responsables de los caracteres
propios son diversas (testosterona en el varn, estrgenos en la mujer). Los caracteres psicolgicos: la mujer, por lo general, es ms concreta, afectiva, centrada sobre s, constante, etc.; el varn, tambin por lo general, suele ser ms abstracto, racional, exterior, cambiante, etc. Estas son algunas de las caractersticas del varn y la mujer. Todo lo corporal est, pues, signado por estos elementos dados por la naturaleza; en ellos no slo vemos la diversidad sino tambin la complementariedad y mutua atraccin (a nivel de clulas sexuales, mecanismos hormonales, rganos sexuales, psicologa, etc.). Esto no puede ser un elemento sin inters ni incidencia en la determinacin sexual de la persona. Veo una notable aplicacin a nuestro tema en las sabias palabras de Cicern (106-43 a.C.): para distinguir la ley buena de la mala no tenemos m|s norma que la naturaleza. Y explica a continuacin: no slo lo justo y lo injusto, sino tambin todo lo que es honesto y torpe se discierne de la naturaleza. La naturaleza nos dio, de esta manera, un sentido comn que esboz en nuestro espritu, para que identifiquemos lo honesto con la virtud y lo torpe con el vicio. Pensar que esto depende de la opinin de cada uno y no de la naturaleza es cosa de locos (35). Esta opinin de locos (dementibus est), como la llama el retrico romano, es la que intenta imponer en nuestro tiempo la llamada perspectiva de gnero. Para esta corriente, poltica y econmicamente muy influyente, todos los elementos arriba mencionados, carecen de valor. No hay determinaciones sexuales; lo que prima es el gnero, el cual es una nocin construida culturalmente segn el rol que decida desempear en la sociedad: hombre, mujer, homosexual, bisexual, etc. Es indudable que algunas personas presentan conflictos en algunos de los niveles que hemos mencionado. Algunos son biolgicos debido a malformaciones genticas y son casos excepcionales en que se nace con rganos sexuales de los dos sexos (pseudohermafroditismo y hermafroditismo); en estos casos la medicina debe intentar solucionar
los conflictos fsicos segn algunos criterios que la biotica se encarga de aclarar (36). Sin embargo, fuera de estas raras excepciones de anomalas biolgicas, todos los dem|s conflictos de identidad sexual se dan en el plano psicolgico (personas que no estn psicolgicamente de acuerdo con el sexo con que han nacido o que sienten atraccin por su mismo sexo, etc.), y se explican, como veremos ms adelante por traumas psicolgicos o defectos en la educacin (generalmente durante la infancia) o por desviaciones de orden moral. Al hablar de la homosexualidad ampliaremos el tema. Somos, pues, personas sexuada; somos varn o mujer en toda la persona, no espritus encarnados en un cuerpo de varn o en cuerpo de mujer (como creen los reencarnacionistas). Tal vez alguien se sienta as, pero sta es una sensacin enfermiza.
por eso, ocuparse de encauzar, dominar, refrenar, etc., segn cul sea el objeto (bueno o malo) de nuestras inclinaciones. En lo que tienen de despertar espontneo, no somos responsables de tales movimientos. Muchas personas quedan turbadas ante tales experiencias; y quienes han tenido una educacin defectuosa pueden llegar a sentirse culpables de tales acciones (que ms que acciones debe ser llamadas todava pasiones porque la persona las padece (es decir, experimenta) sin haberlas causado (y en algunos casos sin haberlas previsto). Esto puede dar origen a una perturbacin del sentido moral (al llamado hipermoralismo o incluso al dismoralismo) como es el caso de los escrupulosos que creen ser culpables de actos en los que no han tenido, en realidad, ninguna responsabilidad. Si bien es ms frecuente encontrarse hoy en da con los problemas opuestos, es decir, con la atrofia del sentido moral (amoralismo, hipomoralismo e inmoralismo), se dan casos de conciencia falsamente culpable, especialmente en nios y adolescentes, sobre el despertar involuntario del instinto sexual. Es importante, pues, que se pueda educar convenientemente en la distincin de estas manifestaciones sexuales preconscientes (o sea, anteriores al momento en que tomamos plena conciencia de ellas). Uno de los momentos en que se verifican estas manifestaciones sexuales es en nuestros sueos, algunos de los cuales pueden tener cierto contenido ertico. Ms an, muchas personas tienen sus primeros encuentros con el fenmeno de la sexualidad en algn sueo del despertar de su adolescencia. Esto puede dejarlas perturbadas. Nuevamente vale aqu la distincin del movimiento pre-consciente: uno slo debe considerarse responsable de sus sueos si los ha intentado provocar voluntariamente antes de acostarse (por ejemplo, viendo o leyendo literatura obscena o escenas televisivas erticas, o detenindose voluntariamente en pensamientos impuros). Fuera de estos casos, el sueo no es ms que una expresin simblica de nuestras preocupaciones, deseos, anhelos, o incluso de nuestro malestar o bienestar fsico (una mala digestin puede llevarnos a tener pesadillas y un desequilibrio hormonal un sueo con escenas obscenas). Asimismo, en nuestra vida consciente muchas veces refrenamos movimientos pasionales indebidos (arranques de clera, o curiosidad morbosa hacia
alguna mala imagen); mientras estamos despiertos y nuestras facultades superiores estn trabajando en plenitud, podemos refrenarnos voluntariamente. Pero cuando, durante el descanso, la inteligencia y la voluntad dejan de ejercer su funcin ordenadora normal, la fantasa puede llegar a expresarse de las formas ms desinhibidas e incluso absurdas. Estos sueos no representan nuestra autntica personalidad, aunque puedan dar pistas a un profesional que entienda bien del tema, sobre nuestras preocupaciones, deseos, malestares profundos, aunque slo de modo confuso y a veces equvoco. Dar un valor real y literal a tales sueos es, por eso, una fuente de despropsitos con graves consecuencias para la persona, aunque puedan ser tiles, tomados con mucha moderacin. Especialmente los sueos relacionados con la ira, el miedo y la sexualidad pueden llegar a ser tan intensos y fsicamente perceptibles, que la persona llegue a creerse responsable y culpable de ellos (en algunos casos lo que ocurre es lo contrario: es la naturaleza la que produce una reaccin fsica mientras dormimos por ejemplo una polucin espontnea nocturna y esto provoca las imgenes que nuestra fantasa asocia con tales sensaciones). Para algunos esto es causa de turbacin, desaliento e incluso angustia neurtica. Vuelvo a insistir: si no hay comportamientos plenamente deliberados cuando an estamos despiertos que nos hagan responsables de estos fenmenos, hay que aplicar el dicho: lo que ocurre en sueos, no tiene dueo. Al decir deliberados quiero excluir las tentaciones o fantasas no queridas y rechazadas; el haber tenido muchas tentaciones de este tipo, aunque las hayamos rechazado, puede explicar lo que ocurre ya dormidos, pero no nos responsabilizan de lo que despus ocurre, pues al no haber querido lo primero, tampoco somos dueos de lo segundo. Tambin debemos mencionar las imaginaciones o fantasas, que, en el plano sexual, pueden ser especialmente fuertes y molestas. Jesucristo mand la pureza de pensamientos y deseos (cf. Mt 5,28-29). A menudo, sin embargo, estos pensamientos comienzan de forma indeliberada o involuntaria; simplemente aparecen a nuestra conciencia, reiter|ndose muchas veces de forma obsesiva. Nuestra obligacin no es no tener
estas imaginaciones, pues esto no siempre depende de nuestro querer; sino no aceptarlas, es decir, no prestarles atencin deliberadamente. Este rechazo no debe hacerse al modo de una oposicin directa. Si alguien quiere entrar en mi casa por la fuerza, deber empujarlo fuera; en cambio, si un pensamiento obsceno quiere captar mi atencin, no debo enfrentarlo de modo directo, pues a pesar mo habr conseguido su objetivo (captar mi atencin), sino huirle atendiendo otras cosas, por ejemplo, distrayndome, desviando mis pensamientos hacia otra imagen, pensamiento bueno o idea fuerza que me ayude a reducir la intensidad de la obsesin en que trabaja esta tentacin. A algunos tal vez sirva el primer mandamiento: Amars al Seor tu Dios con toda tu fuerza, con todo tu corazn, con toda tu alma. Para otros podr ser el pensamiento del juicio final; para otros servirn las palabras de Cristo: Nada hay encubierto que no se haya de descubrir, ni oculto que no se haya de saber (Mt 10,26), etc. De todos modos, muchos quedan igualmente turbados frente a este tipo de imaginaciones, incapaces de determinar su grado de consentimiento (y alimentando, a menudo, escrpulos enfermizos). A ellos el P. Groeschel les sugiere un prctico examen de tres preguntas (37): (a) (b) He aumentado voluntariamente la imaginacin? He respondido fsicamente a ella, ya sea por medio de estmulos sexuales voluntarios o con actos para aumentar la fantasa, por ejemplo, mirando objetos provocativos? Al darme cuenta de lo que estaba haciendo, rehus dirigir mi atencin a una cosa distinta?
(c)
Si la respuesta a todas estas preguntas (especialmente a la ltima) es clara e inequvocamente s, entonces pienso dice el autor mencionado que la persona es culpable (...) Sin una respuesta afirmativa a estas cuestiones, yo presumira que no se hizo nada moralmente malo. No se puede cometer un pecado mortal de modo puramente accidental. El plano de la sexualidad pre-consciente tambin se extiende a las atracciones que alguien puede experimentar de modo espontneo. Siendo el varn y la mujer complementarios por naturaleza, son tambin
mutuamente atractivos. Esta atraccin, debidamente encauzada, debera terminar en un feliz matrimonio; pero esto no ocurre sino cuando la primera reaccin atractiva ha pasado a ser autntico enamoramiento sentimental y sta ha terminado por transformarse en amor espiritual. Es una cuestin de niveles: la atraccin por lo fsico y externo, la atraccin por la esfera de los sentimientos y la atraccin por los valores espirituales presentes en una persona. Slo cuando se llega al tercer nivel puede considerarse que la persona est enamorada; en el primero hay fascinacin o seduccin (como los insectos nocturnos ante la luz de un farol); en el segundo, embobamiento. Estos dos niveles, por s solos, no tienen garanta de amor ni de permanencia (de hecho el primero desaparece con el tiempo, y el segundo puede quedar bloqueado en muchos momentos de la vida a causa de enojos, incomprensiones, desavenencias, etc.). Estas atracciones pueden ocurrir, por tanto, sin voluntad de quien se siente atrado. Puede suceder incluso que se d respecto de alguien prohibido (una persona casada o una consagrada o alguien del mismo sexo). Es importante que no se confunda este fenmeno con amor, ni que se piense que siempre es voluntario. Slo hay que dar cabida a estos movimientos cuando se advierte que la persona hacia la cual se dirige nuestra atraccin puede ser honestamente amada, y slo en la medida en que lo permite la honestidad. Pero del primer movimiento espontneo no somos totalmente responsables; aunque podemos hacernos responsables si, una vez advertido, no desviamos la atencin o no actuamos prudentemente. Puede incluso ocurrir que uno no haya tomado conciencia de esta atraccin sensible sino demasiado tarde: cuando existe ya un compromiso de los propios sentimientos (enamoramiento sensible). A veces esto se expresa de alguno de los siguientes modos: estoy muy confundida (...) en realidad no s lo que siento por l, pero la verdad es que me agrada mucho; hubo un flechazo entre los dos; se dio sin que lo busc|ramos; me cas con otra, pero ahora veo que nunca dej de amarla; mi vida se ha vuelto triste y no pasa una noche sin que no llore por l; etc. Estos son extractos de las muchas cartas de personas que me han consultado porque creen estar enamoradas de quien no deberan: de
mujeres u hombres casados (o estando casados ellos mismos con otras personas), de un sacerdote, de alguna religiosa, etc. Cuando el corazn ha quedado comprometido tenemos un problema muy serio. Es posible que haya casos en que se llegue a este punto sin malicia. Tal vez se han malinterpretado las atracciones de las que hemos hablado pensando que slo eran expresiones de amistad, de camaradera, etc., y cuando se ha advertido que haba algo ms, ya el corazn estaba hundido hasta el tutano. An as, el corazn puede hacerse cargo de la situacin, aunque no sin dolor ni sufrimiento: sacar una venda de una herida seca es desgarrador; pero cuando hay que hacerlo, se debe hacer.
algn vicio (adiccin), tales impulsos o movimientos interiores, se convierten en compulsivos. Las expresiones compulsin y compulsivo indican la idea de reaccin instintiva que es casi imposible de refrenar una vez que ha brotado de las oscuras profundidades del instinto herido, pues arrastran la voluntad fatigada como los desplazamientos de lodo que se ven en las montaas inestables, que bajan sepultando a su paso rboles, animales y vidas humanas sin piedad. Por eso no deben confundirse estas compulsiones con las tentaciones. Estas ltimas son provocaciones o invitaciones a obrar el mal, y pueden llegar a ser particularmente fuertes y persistentes, e incluso obsesivas, pero, salvo raros casos, en las personas sanas dejan siempre intacto el ncleo ms ntimo de su libertad. En cambio, los neurticos, adictos (al sexo, al alcohol, al juego, etc.) y enfermos mentales ms graves, sufren fcilmente de compulsiones. Para ayudarnos a distinguir las tentaciones fuertes de las compulsiones pueden servirnos algunas preguntas: (a) (b) (c) (d) (e) He dado libremente cabida en mi corazn a estos sentimientos o surgieron espontneamente? He dejado discurrir libremente la imaginacin en un terreno peligroso para la pureza? He querido lo que poda ser el trgico desenlace de estas tentaciones? Lo he buscado libremente? Intent poner los medios ordinarios y extraordinarios para luchar contra las tentaciones?
Como puede verse, las preguntas giran en torno a la libertad frente a la tentacin, pues la diferencia entre la tentacin (fuerte) y la compulsin es una cuestin de libertad. Sin embargo, no hay que confundir libertad con conocimiento; la libertad implica el conocimiento pero entraa algo ms. Los impulsivos obsesivos no pierden el recto juicio de la moralidad de sus acciones, pero a menudo no son capaces de obrar siguiendo el juicio de su conciencia, pues lo que est debilitado y desgastado es su voluntad. Por eso las preguntas formuladas en el prrafo anterior no slo apuntan a nuestro conocimiento (saba que esto era malo?) sino a la libertad con que hemos actuado frente a las tentaciones.
Teniendo en cuenta todo lo dicho, se comprende mejor aquello que hemos sealado pginas ms arriba: la castidad es el hbito moral que perfecciona, purifica y eleva (sublima) todos estos apetitos, integrndolos armnicamente en la persona humana.
Lo repetimos, la castidad es posible aunque sea ardua; y si en nuestros das resulta particularmente difcil no es slo por razones intrnsecas al ser humano (fuera del desorden introducido por el pecado original, del que ya he hecho mencin) sino por la poca vida interior de la mayora de nuestros contemporneos. La continencia es perfectamente posible al ser que tiene salud psquica. Es innegable que as como hay cleptmanos y pirmanos hay tambin seres que tienen su responsabilidad disminuida y algunos aun extinguida, tratndose de la sexualidad, pero tales casos constituyen la excepcin (...) En cambio, temperamentos ardientes triunfan de sus apetitos (...) De ordinario, pues, cuando el instinto sexual se impone como una necesidad es porque el hombre le ha permitido arraigarse. La castidad no es cuestin de temperamentos: es asunto de educacin, de principios, de voluntad (39).
Por eso la castidad no es posible para quien tiene una visin antropolgica distorsionada, para quien reduce al ser humano a pura materia, o da primaca a los instintos y pone un manto de incertidumbre sobre la capacidad espiritual que tiene el ser humano de gobernarse. Es indispensable cierta seguridad sobre la aptitud del espritu y sobre su supremaca sobre la materia (aunque esta conviccin presuponga la ayuda de la gracia divina). No se puede negar que hay causas que influyen notablemente en las cadas del ideal de la pureza; hay causas fsicas (ciertas propensiones hereditarias, estados nerviosos, enfermedades, estados climticos, etc.), causas debidas a hbitos que dificultan la guarda de la castidad sin tratarse, ellos mismos, de vicios (falta de higiene, vida sedentaria, desgano, etc.); pero las causas principales son psquicas: la curiosidad, la imaginacin y la memoria cuando estn indisciplinadas y sobre todo cuando estn privadas de un marco filosfico sano (o sea, cuando se carece de principios rectores correctos) o estn enmarcadas en un sistema de pensamiento distorsionante (materialismo, hedonismo, freudismo, consumismo, liberalismo, etc.). Evidentemente la formacin del hbito de la castidad no es slo cuestin de principios racionales sino que exige varias cosas ms, la primera de las cuales es la formacin de la voluntad por los hbitos de la justicia, la fortaleza y la templanza (aplicada a otros campos diversos del sexual, como la templanza en el comer y en el beber), la vigilancia, el deporte y el trabajo fsico, etc. Adems de esto, quien se empea en el camino de la castidad debe tener en cuenta lo que el P. Groeschel llama con justeza ocasiones ocultas de lujuria (42). Entre estas menciona cuatro principales. La primera es la autocompasin; sta sentimiento injustamente negativo respecto de s mismo puede representar en muchos casos una autntica posibilidad de regresin psicolgica hacia conductas infantiles; es comn que las personas que ceden a la autocompasin caigan en cierta tolerancia sexual y especialmente en la masturbacin. Estos pensamientos destructivos estn en la base de todas las adicciones sexuales. Esta autocompasin es necesario decirlo toma a veces la forma de una falsa humildad; es en realidad una forma de sentimiento de
inferioridad; su contrario no consiste, como podra pensar una moderna terapia de autoapoyo estilo New Age, en afianzar la confianza en s mismo o formar grandes ideas respecto del propio yo; lo que nos llevara a un egosmo o a la estril soberbia; lo contrapuesto a la auto-compasin es un sano realismo, de equilibrio natural y sobrenatural; es decir, el tomar conciencia del valor que tiene nuestra persona ante los ojos de Dios y la grandeza de nuestra vocacin tanto social como sobrenatural. El segundo peligro son los sentimientos de odio y rabia; muchas personas, incluso cristianas, guardan un gran resentimiento hacia el mundo, hacia s mismos, y en el fondo hacia Dios. Los motivos de estos sentimientos pueden ser daos sufridos injustamente, abandono de parte de los padres, incomprensin o incluso fracasos personales de los que uno se siente responsable y no se perdona, o no perdona a quienes los han causado. Esta rabia est profundamente enterrada en el corazn y se manifiesta exteriormente como frustracin y depresin (43); puede, en consecuencia, exteriorizarse a travs de una conducta sexual desordenada; en estos casos la conducta sexual toma el carcter de autocastigo. El tercer peligro est representado por los inesperados enamoramientos que suelen tener lugar cuando dos personas que estn pasando malos momentos espirituales se encuentran. Sucede a veces que una persona, en algn momento de debilitamiento espiritual o psicolgico, de resentimiento o de abandono de los ideales, de fracasos espirituales, etc., se topa con la persona ideal que la comprende como nadie lo haba hecho hasta el momento. A veces el juego comienza con algo inocente: charlas largas, confidencias de las propias dificultades, consejos, consuelos, etc., y puede terminar (a menudo sucede as) en un enamoramiento ilcito (por ejemplo, cuando se trata de personas casadas, de religiosos o religiosas). El cuarto peligro lo encarnan las mismas fuerzas del maligno, es decir, la accin diablica que puede ser en gran medida responsable de muchos abusos en el plano de la sexualidad. El desorden sexual degrada al ser humano y el demonio es enemigo de nuestra naturaleza. l debe tener mucho que ver en la corrupcin de la esfera sexual, especialmente cuando el desorden sexual se relaciona con dos cosas: con la perversin y
la desviacin sexual, y cuando se empalma con la destruccin de la vida (aborto) o la cerrazn a la vida (anticoncepcin). Volviendo a nuestro tema de la posibilidad de la castidad, una de las claves en su pedagoga y conservacin est en el trabajo sobre el sentimiento del pudor.
estrechamente con aquellos actos. Viene a ser una defensa providencial de la castidad, en razn de la constitucin psicofsica del gnero humano, perturbada por el pecado original (47). En el plano puramente instintivo podemos decir que consiste en una resistencia inconsciente a todo lo que revelara en nosotros el desorden de la concupiscencia de la carne. Cuando se hace consciente, consiste en la elevacin de ese sano instinto por obra de la virtud de la prudencia, ya que tiende a excluir circunstancias y a frenar pensamientos previendo que mediante su actividad causaran una violacin del orden moral. En este sentido, siendo la educacin humana la actuacin de los valores humanos que estn en todo hombre en potencia y la afirmacin de los valores espirituales sobre la materia, puede muy bien concluirse que la bondad de una educacin se mide por el desarrollo y afinamiento dados a la pudicicia, la cual tiende a fortificar el espritu ms que ningn otro hbito operativo(48). No puede existir educacin de la castidad sin el desarrollo del sentimiento del pudor. De la preservacin de esta facultad natural depende en gran parte la posibilidad y la capacidad de resistencia a las causas externas que continuamente atentan contra la integridad moral y contra la pureza (49). Pudor instintivo y pudor convencional. Existe un pudor instintivo, ligado a la constitucin psicolgica del hombre, y por tanto universal, que se manifiesta como sentimiento de miedo, de vergenza, ligado de algn modo, a la emocin sexual. Aunque algunos niegan este car|cter natural del pudor, afirmando que se trata slo de un hbito adquirido como fruto de la educacin, hay que decir, sin embargo, que los estudios antropolgicos revelan la existencia del pudor en todos los pueblos, tambin en los primitivos, en los que, a lo ms, vara slo lo que llaman la individuacin secundaria del pudor, es decir, su localizacin en distintas zonas del cuerpo, que por lo dems no depende del convencionalismo o de la costumbre, sino que en sus lneas esenciales es un proceso racional, conforme a la naturaleza del hombre (50). Pero la educacin y las condiciones ambientales influyen notablemente en la elaboracin personal que cada uno hace de este pudor, el cual, aunque instintivo, no excluye una cierta plasticidad comn a todos los instintos, sino que la implica. Las condiciones concretas a las que el
pudor adapta su accin prudencial son diversas, como por ejemplo, la edad, la diferencia de atraccin ertica ejercitada por las distintas partes del cuerpo, el tipo psicolgico individual, etc. Estos distintos factores explican las diferencias de las distintas formas de pudor entre los pueblos (51), es decir, explican la existencia de un pudor convencional que depende esencialmente de las pocas, de la educacin, de los individuos, de las regiones. Las mltiples reacciones de pudor en una persona no son todas manifestaciones de pudor instintivo. Es decir: son manifestaciones de pudor instintivo las que estn ligadas a excitantes absolutos (stos son relativamente pocos), mientras que son manifestaciones convencionales las ligadas a excitantes condicionales. El pudor convencional merece respeto, pero no siempre es sincero ni revelador de una virtud profunda. Ciertas personas depravadas, pero que no ignoran las convenciones sociales, se rodean de precauciones superfluas para ocultar sus perversos instintos. Pero ste no es el verdadero pudor. Falsa educacin del pudor: la pudibundez. Se debe educar en el pudor con prudencia. Una educacin demasiado estrecha en este campo multiplicara las dificultades y no hara sino agravar la inquietud y el malestar de los adolescentes y de los jvenes. Es un hecho innegable que, mediante una educacin demasiado rgida, los siglos pasados llevaron el pudor a terrenos en los que no entra para nada, y de esta manera hicieron ver el mal en todas partes. Lamentablemente este tipo de mala educacin del pudor no puede causar sino reacciones contrarias, es decir, conduce a la impudicia. Educar en el pudor significa, pues, al mismo tiempo que cultivarlo, tambin defenderlo de toda mezquindad que tan fcilmente se confunde con el pudor. Justamente la falsificacin del pudor, tiene un nombre y ste es pudibundez. Se denomina as al pudor desequilibrado o excesivo, causado en general por una falsa educacin. La pudibundez no hace a las personas castas sino caricaturas de castidad. La pudibundez es enemi ga nata del pudor, como la beatera es enemiga de la religiosidad verdadera
y consciente. El espritu del adolescente se rebela y le molestan las ideas mezquinas y ruines (52). La autntica educacin del pudor. La educacin del pudor debe ser indirecta, porque una educacin directa implicara necesariamente orientar la atencin sobre los objetos que justamente el pudor debe atenuar en su atractivo. No obstante, aunque indirecta, debe ser positiva, es decir, debe preparar aquella atmsfera espiritual que adems de impedir la degradacin en el campo de la sexualidad animal, har ms fciles las revelaciones graduales necesarias en su tiempo oportuno. Esta educacin del pudor debe ser parte de una educacin moral del sentimiento, es decir, de la afectividad en general (que algunos llaman educacin del corazn). Educar el corazn se resume en conseguir enamorar a la persona de la virtud y corregir toda desviacin anormal del amor sensible. Implica tambin educar la voluntad; sta exige, junto al ejercicio constante y cotidiano, la gimnasia espiritual que nos plasme y nos doblegue de modo que seamos capaces de poner en acto lo que comprendemos con tanta facilidad y que proclamamos todava con mayor facilidad, pero que realizamos con muchsima dificultad. No hay que olvidar que la virtud de la castidad, en cuanto virtud moral, tiene su sede en la voluntad. Pero por encima de todo, ha de reinar la educacin de la religiosidad: para la vida casta, la educacin religiosa es el coeficiente primero y ms poderoso, porque los dems coeficientes humanos tienen valor solamente temporal, es decir, mientras perduran los intereses correspondientes en el espritu del nio. Slo la religin posee una eficacia que sobrepasa los lmites de tiempo, de lugar, de espacio, de ambiente, de circunstancias, con tal que sea sentida, consciente y activa La religin ha constituido siempre para la pedagoga sexual una potencia nica. La religin valoriza la pureza y la presenta al joven como una de las virtudes ms altas y ms hermosas, a la vez que indica los medios para conservarla y defenderla con esmero, con reserva, con la disciplina interior de las imaginaciones y de los deseos, y con la disciplina exterior de los sentidos(53).
porque lo que cuenta no es nuestra profesin o el sexo sino la bsqueda de la fe y generosidad. De acuerdo con los amigos de Jess; pero el prostbulo y la mesa de recaudacin de impuestos fueron los lugares de donde el Seor sac a sus amigos, no donde les dijo que podan seguir estando. Una llor amargamente sus pecados y el otro se ofreci a pagar cuatro veces ms a quienes hubiera perjudicado. El Seor saca amigos del barro de la lujuria y de la injusticia (porque Dios puede hacer hijos incluso de las piedras, como dice Jesucristo), pero los pone sobre roca firme y los hace caminar sobre la virtud. Veamos, pues, algunas de esas principales ofensas de la castidad, de donde tal vez el Seor est llamando a algunos de sus posibles futuros amigos ntimos.
Pensamientos y deseos
Distingamos, ante todo, los pensamientos deshonestos de los impuros. Los deshonestos son aquellos pensamientos e imaginaciones intiles que, aunque en s no incluyan la aceptacin de la impureza como tal, en la prctica pueden suscitar movimientos y tentaciones impuras (56). La gravedad de los pecados por pensamiento deshonesto se mide por el peligro que entraa para la castidad y por la falta de seriedad y de respeto con que se toman las partes secretas del cuerpo. Los pensamientos deshonestos se insinan sutilmente hasta los lmites de los pensamientos impuros y de la complacencia morosa, que consiste en el deleite que resulta de imaginarse una accin impura.
No es, en cambio, deshonesto ni impuro, el pensar decentemente y con respeto sobre asuntos sexuales, o gozarse espiritualmente del poder que Dios deposit en el sexo; pero nadie debe dar cabida a pensamientos y deseos sexuales, aun de las cosas permitidas (por ejemplo, los casados), sino en cuanto es capaz de dominarlos, ya que puede fcilmente resbalar hasta lo pecaminoso. Los pecados internos de impureza se reducen a cuatro: complacencia morosa, gozo pecaminoso, deseos eficaces e ineficaces. Por complacencia morosa se entiende el deleitarse voluntariamente en la imaginacin de un pecado impuro (se distingue del deseo de realizar un acto de impureza); ese deleite impuro, con la representacin del mal en la mente y en la fantasa, seala una infraccin positiva del respeto y la decencia, y la inexistencia de aborrecimiento por el pecado. El pecado no proviene nicamente de la tentacin a que se expone de resbalar ms profundamente; la complacencia interior voluntaria refuerza la defectuosa disposicin interior, y ello es ya un pecado. Ser grave o leve segn sea grave o leve el pecado externo en el que se complace (57). El gozo ilcito implica, sea gozarse en los pecados de impureza ya cometidos en el pasado (recuerdos), o dolerse de no haber aprovechado alguna ocasin de pecar. Hay en esto ms culpa que en la complacencia morosa. El deseo ineficaz es el deseo voluntario de realizar un acto impuro, de no ser por algn impedimento que a ello se opone (por ejemplo, en el caso del que desea un pecado impuro y slo se detiene por temor de la deshonra o de contagiarse una enfermedad, aunque no aborrece la maldad de ese pecado; algo semejante ocurre con quien slo se abstiene de la impureza por temor del infierno, pero sin aborrecer su perversidad). Esto muestra claramente que si la educacin sexual slo se preocupa de evitar los pecados externos, no ser ms que una tica superficial que slo mira a los resultados, sin llegar a lo ms esencial, que es la virtud (58). En cambio, el deseo eficaz, es la decisin voluntaria de llevar a cabo una accin impura, aunque por algn motivo no llegue luego a realizarse. Es
siempre pecado de la misma especie y gravedad que el acto externo que se desea. Estas formas de impureza interior tienen la misma especie de los actos externos que ellas aprueban implcitamente; por tanto, quien se lamenta de haber perdido una oportunidad de adulterar, es adltero en su corazn; el que desea un acto homosexual comete un pecado de homosexualidad en su corazn.
Actos externos
Los actos externos caen bajo el sexo mandamiento (adems del noveno que necesariamente implican): no cometer actos impuros. Entre los principales sealemos las miradas, tocamientos, besos y abrazos, conversaciones, lecturas, cine y televisin. Para que la mirada sea pecado es necesario detenerse a mirar voluntariamente cosas deshonestas; pues hay obligacin de evitar todo peligro de excitacin carnal, a no ser que haya razn proporcionada que lo justifique. Para juzgar de la pecaminosidad y de la gravedad de las miradas del cuerpo humano (tanto propio como ajeno) hay que atender a la intencin con que se realizan y al influjo que pueden ejercer en nuestra carne y a las razones que hay para permitirlas. Segn esto, en algunos casos podr ser pecado grave, en otros, slo pecado venial, y en otro ningn pecado. A veces los ojos se van sin querer y uno cae en la cuenta de que est mirando algo deshonesto despus de un tiempo; en estos casos no hay intencin de pecar con la mirada, por lo que no debe preocuparnos, siempre y cuando en ese momento retiremos nuestra mirada dirigindola hacia algo honesto. Se considera impdica toda mirada innecesaria y libre que acepta el peligro de caer en alguna tentacin y movimiento sexual. Tambin es gravemente deshonesto el considerar curiosa y sobre todo prolongadamente el cuerpo desnudo o muy inmodestamente vestido de una persona del otro sexo. Cuando no hay mala intencin ni es ocasin de movimientos sexuales ni tentaciones, cae ms bajo la categora de la
curiosidad imprudente, la cual tambin puede ser pecado por imprudente. No es pecado, en cambio, el hacerlo por examen mdico, para curar un paciente, etc. En cuanto a la consideracin del rostro o del cuerpo de una persona del otro sexo, aunque por s misma inofensiva, podra llegar a ser deshonesta y peligrosa, si se hace con mala curiosidad, o en forma provocativa, etc. Hay que aplicar estos mismos principios al caso de la televisin y del cine, que son instrumentos en s mismos indiferentes y que admiten un buen uso, pero lamentablemente en nuestro tiempo canalizan frecuentemente pasiones lujuriosas. Algo semejante puede decirse de los tocamientos y con mayor razn los besos y abrazos. Una persona normal ha de permanecer indiferente respecto de su propio cuerpo al baarse, vestirse, etc. Todo manipuleo innecesario en las regiones sexuales es deshonesto; y es leve o gravemente pecaminoso segn sea el peligro de provocar el placer sexual. Con mayor razn, el respeto y la honestidad exigen que se guarde la distancia conveniente con el cuerpo de las dems personas, sobre todo de diferente sexo. Pero la experiencia ensea que una persona normal no tiene por qu temer algn peligro en los tocamientos que exige y ocasiona el verdadero amor cristiano y la caridad, el servicio de los enfermos, etc. Por supuesto que son lcitas aquellas muestras de cario y veneracin establecidas en los diversos lugares por la costumbre. Nada malo puede sospechar una persona normal en las caricias acostumbradas entre miembros de familia. Son de especial peligro las ligerezas amorosas entre personas frvolas, aun cuando no lleven intenciones libidinosas. Cuando se toca o manosea el cuerpo de otra persona con intencin impdica es pecado contra la castidad y la caridad (por faltarle el respeto) y puede terminar por constituir una adiccin sexual.
Del mismo modo, son deshonestos e ilcitos, los bailes que por la manera de abrazarse y tocarse y por la msica que los acompaa, despiertan generalmente la sensualidad. Adems, la persona que sabe por experiencia que ciertos bailes, admisibles en s, le causan a ella tentaciones y movimientos malos, tiene que evitarlos. Es claro que peca mortalmente contra la castidad quien, en el baile, no busca solamente el placer sensible, sino propiamente el placer sexual, aun cuando evite llegar a la polucin. Quien, por el baile, ha recado en graves faltas y contina entregndose a l sin eficaces garantas, muestra que no aborrece verdaderamente el pecado. En cuanto a las palabras y conversaciones, hay que decir que son impuras las que se pronuncian conscientemente para seducir, o las que pblicamente expresan por lo menos la aprobacin de pecados impuros. Son deshonestas las palabras que, sin contener una aprobacin de la impureza como tal, encierran, sin embargo, un peligro y un escndalo, porque destruyen el respeto y tientan al pecado. El pecado ser entonces leve o grave conforme a la gravedad del peligro y del escndalo. Dice San Pablo: En cuanto a la fornicacin y cualquier gnero de impurezas, que ni siquiera se nombre entre vosotros. As conviene a santos (Ef 5,3). Respecto de las lecturas, es pecado grave leer escritos impuros y deshonestos con el fin de despertar la sensualidad. Debera interrumpirse inmediatamente toda lectura emprendida de buena fe si se advierte que ofende el pudor y despierta tentaciones; a no ser que, por razones bien fundadas, le parezca necesaria o muy til (como es el caso del estudio necesario de estos temas); pero en este caso hay que preocuparse por fortificar la voluntad con la oracin y la virtud. Sobre las revistas que son explcitamente pornogrficas, hablaremos en el punto dedicado a este tema.
La masturbacin
No todos utilizan los mismos trminos para referirse a esta realidad. Algunos prefieren referirse a este acto como ipsacin (del latn ipse que significa mismo ego ipse quiere decir yo mismo; el trmino resalta en este acto la bsqueda de s mismo), otros como masturbacin (palabra de etimologa no clara, aunque se ha propuesto
que tiene origen en los vocablos latinos manus manos y stuprare profanar); pecado o vicio solitario; autoerotismo, etc. No debe confundirse con la polucin involuntaria que es algo espontneo ligado a veces al sueo u otras actividades; sta es una actividad fisiolgica de la naturaleza que, en s misma, no implica ninguna responsabilidad moral por parte de la persona a menos que sea prevista y buscada intencionalmente (por ejemplo, con miradas obscenas, pensamientos y deseos impuros antes de dormir, etc.). Ya nos hemos referido a este tema. Una persona que comienza a masturbarse, si no se corrige a tiempo, puede pasar por un triple estadio: primero el acto masturbatorio aislado (en el que cae de vez en cuando), luego el comportamiento masturbatorio (el vicio de la masturbacin, que es un hbito arraigado), y finalmente la adiccin a la masturbacin que conlleva tambin una estructura psicolgica masturbatoria (inmadurez, egocentrismo, cerrazn). Esta ltima etapa es compulsiva y patolgica (hablaremos de ella en otro captulo). Para considerar adecuadamente el problema de la masturbacin debemos hacer dos juicios complementarios: uno desde el punto de vista objetivo y otro sobre la responsabilidad subjetiva de la persona que lo realiza.
Un juicio objetivo
La Iglesia ha demonizado la masturbacin, me escriba una persona. Demonizar significa considerar obra del demonio (o al menos calificar de pecado o de malo) algo que en s es indiferente o bueno. Debo decir que la ms seria tradicin cristiana ha considerado desde siempre la masturbacin como un desorden objetivo, es decir, considerado en s mismo; adems lo ha considerado prohibido por el sexto mandamiento de la ley de Dios (no cometer actos impuros); y por tanto, cuando este comportamiento se elige voluntariamente (y con conciencia de su desorden y prohibicin) es pecado grave. Uno de los documentos ms importantes de la Iglesia sobre este tema considera esta posicin como doctrina tradicional
1. Es la usurpacin de un derecho: porque la persona no casada no tiene ningn ttulo para ejercer los actos sexuales ni naturales (o sea, los que se cometen con una persona del otro sexo y abiertos a la vida) ni contra la naturaleza (ya sea con otro de su mismo sexo, consigo mismo, o cerrados a la vida). Hemos hablado ms arriba de la autntica dimensin de la inclinacin sexual y cmo debe ser encuadrada. 2. Adems, implica la perversin de la facultad generativa: porque los rganos sexuales son dados por el Creador para que la pareja humana coopere con la propagacin de la especie humana; en este sentido el uso infecundo de la sexualidad contradice esa Voluntad divina (59). 3. Por otra parte, este acto es incapaz de expresar el amor porque los rganos sexuales (por su misma constitucin fsica) se reclaman mutuamente en orden a expresar el amor entre el hombre y la mujer (son evidentemente complementarios), por eso la sexualidad en todos los animales sanos hace tender al macho hacia la hembra y viceversa; la masturbacin, en cambio, es esencialmente incapaz de esta expresin. Por eso es una expresin de una sexualidad inautntica, esencialmente incompleta. 4. Es, por otro lado, un acto cerrado (como lo expresa el trmino ipsacin): la masturbacin es una bsqueda exclusiva del autoplacer o placer consigo mismo; es una concepcin cerrada del placer. En el acto sexual entre el hombre y la mujer, el placer es donacin: cada uno es causa del placer del otro. En la masturbacin la referencia es el sujeto mismo que se lo procura; es fundamentalmente egosta. 5. Como consecuencia de lo anterior, ste es un acto que fija al sujeto sobre s mismo, hacindolo, muchas veces, incapaz de donarse y sacrificarse. 6. Es un acto que encierra muchos riesgos de perversin: tiende a producir el vicio, es decir, la inclinacin permanente y tirnica de repetir el mismo acto, aumentando la fantasa y buscando nuevas tcnicas con la ilusin de encontrar una satisfaccin que no llega nunca. Es por este motivo que, a menudo, detenga o al menos
retarde el crecimiento de la personalidad y puede llevar a la homosexualidad, pues as como la masturbacin es el amor consigo mismo, la homosexualidad es el placer con otra persona del mismo sexo. 7. Finalmente, si aceptamos la Biblia como Palabra de Dios, debemos recordar que San Pablo nos dice que es una profanacin del cuerpo: No sabis que vuestro cuerpo es santuario del Espritu Santo, que est en vosotros y habis recibido de Dios, y que no os pertenecis? Habis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo (1Co 6,19-20).
La Biblia y la masturbacin
Dice la Sagrada Escritura algo sobre la masturbacin? Explcitamente no. El trmino no aparece expresado en ella. Sin embargo, esto no puede ser usado como argumento para afirmar que en la Biblia no se condene el acto, como me arga una persona: una tradicin eclesial, bastante cuestionable, ha entendido que se condena en el Nuevo Testamento, cuando se habla de impureza, inmoralidad. Debemos reconocer que en ningn lugar del Antiguo o del Nuevo Testamento hay una explcita confrontacin con el tema de la masturbacin, y que el trmino no se menciona en los escritos de los Padres Apostlicos (primeros siglos cristianos), pero este silencio no puede ser entendido como una aprobacin o una indiferencia hacia este comportamiento; de hecho, de los principios que ellos elaboraron sobre la tica sexual y sus actitudes generales podran fcilmente haber concluido con la explcita condenacin de la masturbacin. No sabemos por qu no lo hicieron; probablemente se debi al hecho de que los primeros escritores cristianos estaban principalmente preocupados con los pecados sexuales que son, por naturaleza, interpersonales (60). Y si bien en el Nuevo Testamento no se hace alusin a este acto concreto, hay que tener en cuenta, como dice un autor, que la condenacin del mismo pecado puede deducirse aqu indirectamente de la enseanza de San Pablo tomando como punto de partida aquellos textos en los que condena la pasin ignominiosa en general y en los que los telogos encuentran condenado tambin el vicio solitario... De modo anlogo se puede considerar el autoeroticismo como un elemento de la condicin en
la que se encuentran los solteros a los que San Pablo les aconseja el matrimonio: si no puedes contenerte, csate; porque es mejor casarse que quemarse (1Co 7,9) (61). Otros ven condenaciones implcitas de la masturbacin en otros textos como: las obras de la carne son (...) fornicacin, impureza, libertinaje (...); quienes hacen tales cosas no heredarn el Reino de Dios (Gal 5,19.21); purifiqumonos de toda mancha de la carne y del espritu (2 Cor 7,1) y cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasin como hacen los paganos que no conocen a Dios (1Tes 4,4). En ninguno de estos textos aparece la palabra masturbacin, pero puede alguien afirmar y demostrar que no podamos o debamos entenderla presente en los abusos sexuales mencionados por el Apstol? Por eso han dicho muy bien algunos autores que si bien en la Sagrada Escritura no aparece mencionada, est incluida en la condenacin que hace del uso irresponsable del sexo, que incluye la masturbacin (y a los textos mencionados podemos aadir los de Gn 38,8-10; 1Co 6,9; Ro 1,24). Por eso el Magisterio de la Iglesia afirma que la tradicin de la Iglesia ha entendido rectamente que est condenado en el Nuevo Testamento cuando ste habla de impureza, falta de castidad y otros vicios contrarios a la castidad y a la continencia (62).
La responsabilidad de la persona...
Lo que acabamos de expresar es el juicio objetivo sobre la masturbacin. No queremos decir con esto que todo acto de masturbacin sea un pecado grave por parte de la persona que lo comete; para que haya pecado grave hacen falta tres condiciones: la primera es que sea agraviado un bien fundamental de la persona humana, constituyendo por eso materia grave (y esto ocurre en todo acto de masturbacin, por lo que sealamos ms arriba); la segunda condicin es que la persona sea consciente de la gravedad de su acto; y la tercera que lo realice libremente. Debemos reconocer que en algunos casos falta alguno de los dos ltimos elementos. De hecho encontramos casos en que algunas personas desconocen la gravedad de lo que hacen; o la desconocan cuando comenzaron a hacerlo y as adquirieron un hbito que termin por volverse compulsivo,
y cuando tomaron conciencia de la gravedad de su acto, ya tenan una libertad daada y continuaron obrando impulsivamente. Hay casos en que la libertad de la persona est comprometida por alguna enfermedad psicolgica que la lleva a obrar compulsivamente en varios campos, uno de los cuales puede ser el de la masturbacin. Hay casos en que este acto se realiza sin plena conciencia, como ocurre a quienes lo hacen estando dormidos, o en estado de vigilia. En otros casos a las personas les queda la duda de si obraron con libertad o no, y puede ser difcil formularse un juicio exacto; es muy difcil determinar desde afuera de la misma persona el grado de responsabilidad sobre sus acciones, especialmente cuando puede observarse que esa persona tiene otros desrdenes psicolgicos (fobias, compulsiones, escrpulos, ansiedades, estados o cuadros depresivos, etc.). En todo caso, podemos indicarles algunos elementos orientadores: a. La persona debe siempre intentar acomodar su razn con la regla moral objetiva que hemos indicado ms arriba; por eso, aun cuando hubiera realizado sus actos sin culpa, por falta de plena advertencia o libertad, como en los actos compulsivos, debe ser consciente de que si bien no ha cometido pecado grave por la falta de conocimiento o de libertad, igualmente ese acto no es en s bueno u ordenado. b. Como consecuencia de lo anterior, debe seguir poniendo los medios para continuar la lucha; medios serenos y proporcionados; sin caer en angustias, pero sin darse tampoco por vencido definitivamente. Tal vez sea la cruz que tenga que llevar durante mucho tiempo. c. Y ciertamente no debe conformarse con su situacin como un derrotado se conforma con ser esclavo.
Deja consecuencias?
Es una pregunta que he escuchado repetidamente. Muchos quieren saber si la masturbacin puede traerles consecuencias fsicas, o si alguno de los problemas fsicos que ya tienen son efecto de su vicio de masturbacin. Reconozcamos que mucha literatura de los siglos pasados resaltaba las secuelas fsicas que ocasionara este hbito y que al no poder demostrar estos hipotticos efectos dejaban en descrdito la doctrina moral sobre el
problema. Con mucha razn esto ha sido calificado de leyendas exageradas (63). Sin embargo, hay que afirmar que la masturbacin, conlleve o no efectos fsicos nocivos, s produce (por la estructura psicolgica que va desarrollando en la persona que incurre en este vicio, especialmente cuando se ha vuelto adicto o adicta a este comportamiento) variados efectos psicolgicos nocivos. Entre otros: 1. Conlleva un sentimiento de inadecuacin psicolgica: ocasiona frustracin y ansiedad por la falta de una satisfaccin sexual completa por la ausencia del objeto (el otro o la otra persona real). Por eso, es que muchsimos de los que son vctimas de este vicio quieren dejarlo, aunque no pueden, como me escriba un joven peruano de 20 aos: mi problema es la masturbacin; hace cuatro aos que comenc en esa adiccin y no puedo salir; por favor, recomindeme qu puedo hacer. 2. La prolongacin del autoerotismo hace tambin problemtica la tendencia a la apertura: la satisfaccin solitaria puede producir un incesante desarrollo del narcisismo (enamoramiento de s mismo), pues se busca el propio yo en detrimento del mundo exterior, la capacidad de soportar tensiones desagradables se debilita a fuerza de recurrir ante cualquier suceso problemtico a la consolacin que la masturbacin pone a su alcance. Al no enfrentarse con la realidad, el individuo corre el riesgo de perder el espritu de superacin y de iniciativa necesaria. El adolescente puede quedar fijado en objetivos infantiles, evitando un autntico compromiso con la realidad. 3. El hbito de la masturbacin encierra el peligro de acentuar el sexo en detrimento del verdadero amor, ya que quedar fijada la vida interior ms sobre lo genital que sobre la entrega de s al otro y determinando una preferencia por la bsqueda del propio yo en lugar de la persona del otro. 4. El placer autoertico conlleva elementos de angustia, culpabilidad y temor. El sentimiento de culpa producido por la prctica masturbatoria puede determinar al sujeto a recurrir de nuevo a ella, persiguiendo la solucin ilusoria para su ansiedad, pero entrando en un crculo vicioso.
El P. Jorge Loring, en su conocido libro Para Salvarte, al hablar del tema cita varios testimonios al respecto; entre los cuales el mismo de Freud, para quien el masturbador incurre en riesgo de bloquear el desarrollo y maduracin de su psicoafectividad (64). Otros sostienen cosas semejantes, como que conduce a graves desequilibrios nerviosos (65), neurastenia (66). Un moralista como Bernard Hring, que en cuestiones sexuales ha sido tan laxo que ha llegado a tomar distancia de varias enseanzas de la Iglesia, reconoca sobre este punto: La masturbacin hecha costumbre da por lo general seres psquicamente replegados sobre s mismos, especialmente incapaces de elevarse a un autntico amor sexual (67). En mi trabajo pastoral he encontrado a varias personas que han defendido la licitud de la masturbacin e incluso a otras que me han hablado de los efectos benficos que les ha reportado en el conocimiento de la sexualidad y en su preparacin para la vida matrimonial; pero ha sido mucho ms frecuente encontrarme con testimonios como el del muchacho que me escriba lo siguiente: Estimado Padre: Tiene mucha razn; es verdad que la masturbacin y el dejarse llevar por las sensaciones placenteras, a la larga produce vaco, depresin, y te crea un malestar psicolgico y espiritual, porque esto lo he experimentado; y la verdad, no da buenos resultados. Lo que mejor me hace sentir bien, es la oracin y el deporte; esto me fortalece la voluntad, me crea bienestar psicolgico y consolida el espritu. Masturbacin = depresin; oracin y deporte = alegra fortaleza, entusiasmo. Digamos, pues, que la principal consecuencia es la actitud psicolgica que conlleva este comportamiento, que debe tomarse en serio, y una estructura psicolgica replegada sobre la misma persona. Para decirlo con las palabras de un autor de mucha autoridad mdica: Entre las derivaciones consiguientes, una muy principal es la habituacin a excitaciones sexuales inadecuadas, que en muchos casos son causa segura de ulteriores trastornos de la potencia y de la sensacin en el matrimonio. Los efectos psquicos de la ipsacin han de tenerse por serios. La prctica habitual acarrea una actitud psquica peligrosa, que se caracteriza por la prdida de la confianza en s mismo y de la
conciencia del propio valor, cuyo lugar ocupan con fijeza sentimientos crecientes de inferioridad; a ello se agrega siempre un aislamiento psquico cada vez ms opresivo. El primer apartamiento deliberado fija el autoerotismo; y esta fijacin va acompaada de prdida de la verdadera capacidad de amar, de la aptitud para desbordar el propio yo, por lo que conduce indefectiblemente a la concentracin egocntrica. A veces se llega a una grave alteracin de los deberes religiosos, e incluso a una actitud consciente de reto y aborrecimiento (68).
Masturbacin y matrimonio
Cura el matrimonio el problema de la masturbacin, como algunos creen? No, porque raramente el matrimonio cura por s mismo el egosmo que est en la base de la conducta masturbatoria y menos an la malformacin psicolgica que crea este vicio. Hay que tener mucho cuidado con los que llevan este vicio al matrimonio creyendo que l les solucionar su inclinacin a la actividad sexual. Algunos ven el matrimonio slo como remedio de la concupiscencia; de ser as probablemente fracasarn en l. Dice Bless al respecto de quienes tienen problemas de masturbacin compulsiva por problemas neurop|ticos: En todos estos casos hay que ser muy prudente cuando se trata de dar un parecer acerca del matrimonio. Aunque el matrimonio sea, para los casos normales, un remedio de la concupiscencia, en los casos anormales no es siempre una solucin, aunque haya potencia para procrear. No es tan raro que algunos hombres busquen en el matrimonio un remedio a su masturbacin. Hay mdicos y confesores que dan este consejo, de buena fe verdaderamente, pero intil. Aunque se considere que muchas de estas personas son capaces de realizar el acto conyugal, la cuestin, sin embargo, no se resuelve. En efecto: esa capacidad no nace del amor, sino que parece ms bien depender de la fantasa que reemplaza la realidad por ciertas representaciones. Adems, la mayora de esas personas son impotentes desde el punto de vista psquico (la masturbacin despus de la pubertad, acompaada de imaginaciones perversas, es un sntoma grave de neurosis. Lleva a una conducta egocntrica.
Hay peligro en que el hombre habituado a la masturbacin acompaada de imaginaciones perversas no halle su satisfaccin en el coito normal. El matrimonio no es solucin en este caso) (69).
La pornografa
Algo mucho ms serio que la masturbacin es el problema que representa la pornografa, verdadero desastre e incontenible avalancha que amenaza seriamente con destruir la psicologa humana. Datos para agarrarse la cabeza... He aqu algunas estadsticas sobre la pornografa que pueden ayudarnos a tener una imagen ms precisa del problema (70): Los adolescentes entre las edades de 12 a 17 aos son los ms grandes consumidores de pornografa, de acuerdo con estudios gubernamentales de varios pases. El 86% de los violadores convictos en los Estados Unidos han admitido el ser usuarios frecuentes de pornografa, y el 57% han admitido que imitaron escenas sexuales vistas en materiales obscenos en la comisin de sus delitos. El 87% de los abusadores de nias y el 77% de los abusadores de nios usaban regularmente la pornografa fuerte. El tpico enfermo sexual serial puede llegar a abusar y molestar a ms de 300 nios en toda su vida, jugando la pornografa un papel de importancia en crmenes y en actos de violencia sexual contra nios. En los Estados Unidos una mujer mayor de 18 aos de edad es violada cada 46 segundos y la pornografa violenta sirve a menudo como un manual de instrucciones para el violador. En la actualidad hay ms de 1.000 servicios de BBS (Bulletin Board Service) que ofrecen pornografa en los Estados Unidos. Robert Thomas, quien fue convicto por la distribucin interestatal de material obsceno a travs de su BBS tena en su sistema unas 25.000 fotografas sexualmente explcitas (hard-core o XXX), siendo 6.000 de ellas, fotos de nios. Las imgenes de los nios (pornografa infantil) fueron solicitadas y distribuidas por este convicto en ms de 600.000 ocasiones.
Se estima que los norteamericanos gastan entre 8.000 y 10.000 millones de dlares anuales en pornografa. Esta cantidad supera a la suma de las ganancias en bruto de las cadenas ABC, CBS, y NBC, que en conjunto representan 6.200 millones de dlares anuales. Anualmente se distribuyen 200 millones de ejemplares de las revistas pornogrficas Hustler, Penthouse y Playboy en los hogares de Estados Unidos. La circulacin combinada de Playboy y Penthouse excede las de las revistas Time y Newsweek sumadas. La edad promedio en que los varones ven por primera vez Playboy u otra revista similar, es de 11 aos. Una pelcula pornogrfica puede filmarse a un costo entre u$s 20.000 y u$s 125.000, generando luego hasta u$s 2 millones en ganancias. Se cree que un 70% de las mujeres involucradas en la pornografa han sido vctimas de incesto o abuso sexual en su infancia. Estudios de laboratorio han demostrado que el hecho de ver pelculas pornogrficas puede incrementar los niveles de agresin hacia las mujeres. La industria de la pornografa infantil genera ganancias de 2.000 a 3.000 millones de dlares por ao. Se estima que el 7% de la industria de la pornografa en EE.UU. involucra actividades entre nios o entre nios y adultos. Segn el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, el abuso sexual infantil se elev un 175 % entre 1981 y 1985. La tasa de violaciones en los Estados Unidos ha aumentado ms del 700 % desde 1933. Esto tiene en cuenta el aumento de poblacin. Desde 1984, ms de 150 negocios orientados al sexo (peep shows, salas de masaje, libreras, teatros, etc.) han sido cerrados en la ciudad de Oklahoma, y en un perodo de 5 aos, la tasa de violaciones en el condado disminuy un 27 %. Durante este mismo perodo, la tasa de violaciones aument el 19 % en el resto del estado. La polica de Cincinnati encontr una disminucin del 83% en crmenes mayores tales como la violacin, la ratera y el robo entre
1974 y 1979 en un rea de la ciudad donde las tiendas de sexo fueron cerradas. La polica en Phoenix, Arizona, encontr en 1978, que un vecindario con negocios de pornografa experiment 47% ms de crmenes contra la propiedad, 44% ms de crmenes violentos, y 1035% ms de crmenes sexuales que en las reas de la ciudad sin las tiendas sexuales. Varios estudios han demostrado que todas las personas, normales o desajustadas, que ven pornografa desarrollan el deseo de ver material pornogrfico cada vez ms perverso, as como los adictos a las drogas desean drogas cada vez ms fuertes. El captulo 18 del estudio de la Comisin sobre la Pornografa del Fiscal General de Estados Unidos, realizado en 1986, seala que las principales revistas pornogrficas para hombres (Playboy, Penthouse, Hustler, Chic, Club, Gallery, Gnesis y Oui) tienen una tasa de circulacin cinco veces ms elevada en los Estados de Alaska y Nevada que en el de Dakota del Norte. Es muy significativo que las tasas de violaciones sexuales de Alaska y Nevada son ocho veces ms elevadas que la de Dakota del Norte. Hustler public imgenes de nios a un promedio de 14,1 veces por ejemplar entre 1953 y 1984. Dos tercios de las escenas en las que aparecan nios en estas revistas eran sexuales y/o violentas, la mayora involucrando a nios entre 3 y 11 aos, con 80% de los nios activamente involucrados. La pornografa por Internet representa el tercer negocio ms lucrativo de Internet (moviendo mil millones de dlares anuales). Un estudio de los primeros aos del siglo XXI afirmaba que en ese momento haba 100.000 sitios pornogrficos en la Web, y que diariamente se introduca 200 sitios nuevos (71); sacando cuentas esto equivale a 73.000 sitios nuevos cada ao. Si las cifras son ciertas hoy en da el guarismo casi se ha quintuplicado. Segn un libro escrito por Patrick Carnes, David Dolmnico y Elizabeth Griffin, en enero de 1999 se contaban 19.542.710 visitantes mensuales distintos en las cinco principales pginas pornogrficas pagas, y un total de 98.527.275 visitantes mensuales
en las cinco principales pginas gratuitas; en el mes de noviembre de ese mismo ao la cifra se haba elevado un 140%. Los mismos autores reportan que cerca del 17% de los usuarios de Internet tiene problemas con sexo en la Web; el 1% de los usuarios tiene problemas serios (casos extremos) y de este grupo el 40% son mujeres, el 60% varones. Asimismo sealan que cerca del 70% de la navegacin pornogrfica se realiza durante los das de semana, entre las 9 de la maana y las 5 de la tarde (o sea, que es ya un problema abierto y a la luz del da y que se realiza no slo en lugares privados sino incluso en el trabajo y en la escuela) (72). Tenemos un problema muy serio instalado en el corazn de nuestra sociedad!
En qu consiste el fenmeno
Pornografa es, en sentido estricto, la obscenidad exhibida a travs de escritos, fotografas, dibujos, espectculos, filmaciones, etc. Se la llama literatura de la desviacin sexual(73), ya que alimenta las diferentes desviaciones sexuales (dichas en general parafilias) como el exhibicionismo, voyeurismo (excitacin a travs de la curiosidad), fetichismo (excitacin por medio de fetiches o smbolos sexuales), travestismo, pederastia (la bsqueda de la sexualidad con nios del mismo o del otro sexo), homosexualismo, sado-masoquismo (la excitacin sexual a travs de la crueldad activa o pasiva), la necrofilia (que haya satisfaccin sexual en ver, tocar o mutilar cadveres); al punto tal que existe pornografa especializada (literatura, revistas, pelculas, videos, boletines y en nuestros das cientos de pginas de Internet) para cada una de las diferentes parafilias. La pornografa es un fenmeno de degradacin reduplicativa, una especie de prostitucin de la prostitucin (74), porque a la degradacin propia del envilecimiento de la sexualidad y del amor humano, le aade la comercializacin, el escndalo provocado, y la intencin degeneradora del prjimo. La pornografa propiamente no comercia con la sexualidad humana, puesto que el contenido de este concepto (sexual, sexualidad) es mucho
ms grande que el objeto al que tiende la industria pornogrfica. Por eso, hay que decir ms propiamente que la pornografa se relaciona exclusivamente con la genitalidad. Es comercio, venta, oferta, ofrecimiento y subasta pblica de la genitalidad humana. Y como la reduccin de lo sexual a lo genital es una degradacin que prepara nuevas degradaciones, la pornografa es el primer escaln descendente en la zoomorfizacin del ser humano. Ms an, debe decirse que la pornografa es un auxiliar de la masturbacin y se relaciona directamente con ella; a la masturbacin apunta quien busca y usa pornografa, como seala un especialista (75). Se trata, por tanto, de una depravacin del instinto sexual. Como se habr podido observar en los datos escalofriantes que hemos aportado ms arriba, el ofrecimiento pornogrfico tiene cauces muy diversos: la literatura (entre la que contamos los libros con material escrito de orden pornogrfico; la literatura pseudo-cientfica que pretende divulgar estudios serios, pero que en realidad no hacen ms que ensear el uso indiscriminado de la sexualidad; las revistas pornogrficas con material grfico), la msica (en letras, ritmos y melodas excitantes de la sensualidad), en algunos tipos de baile, en el cine y la televisin, en los servicios telefnicos (las llamadas lneas calientes cuya oferta llenan muchas p|ginas de conocidos peridicos), los videojuegos, el cibersexo en sus diversas variantes (programas para tener sexo real time, en tiempo real; chateo sexual; programas multimedios se calcula que los CD-Rom de contenido ertico ocupan el 20% del negocio de CD-Rom). El ofrecimiento de pornografa por Internet ha multiplicado el problema de una manera alarmante, probablemente por cinco factores que seala el psiclogo Patrick Carnes
(76):
1. La facilidad de acceso, porque Internet ofrece ingreso fcil e increblemente amplio a toda clase de sexo, veinticuatro horas al da, los siete das de la semana y desde puntos muy diversos (el propio hogar, el trabajo, un ciber-caf, la misma escuela o universidad). 2. El aislamiento: pues ofrece sexo sin la distraccin que representa la realidad, ni el riesgo de contraer enfermedades como el Sida,
herpes, sfilis, etc.; el hecho de aislarse tambin permite, a quienes recurren a este consumo sexual, justificar sus actitudes pensando que no hacen dao a nadie. 3. El anonimato, que es uno de los mayores atractivos para los dominados por la lujuria. 4. El bajo costo econmico, porque a diferencia de otras actividades que suponen tener dinero suficiente (como la prostitucin o el material pornogrfico impreso), Internet ofrece mucho material gratuito o casi. 5. Y la fantasa: el cibersexo promete todo tipo de sexo (hetero y homosexual, sadomasoquista, con adolescentes, adultos, ancianos o nios, con consentimiento o sin l, etc.) y esto sin peligro de ser rechazado por la otra persona. Estos factores contribuyen a que el recurso a Internet sea un problema tan grande y una amenaza enorme para quienes quieren luchar con una compulsin sexual y para las personas emocional y psicolgicamente vulnerables a estas tentaciones.
Efectos de la pornografa
La pornografa tiene consecuencias muy serias tanto en el orden moral, como en el psicolgico, social y cultural. Mencionemos slo algunos efectos puestos de manifiesto en estudios realizados por diversos equipos de psiquiatras y psiclogos. Ante todo produce insensibilidad ante los comportamientos desviados; incluso disminuye la compasin masculina y femenina ante la violacin y la condicin de la vctima violada; se ha constatado que a raz del incremento de la pornografa comienza a juzgarse a la vctima menos agraviada de lo que realmente ha sido, menos digna y ms responsable de su propia situacin (77). No slo insensibiliza, sino que tambin produce un aumento de inters morboso en la desviacin sexual (78). Por otra parte, aumenta la hostilidad y la violencia individual y social, especialmente dentro de la actividad sexual. Poco a poco los sujetos adictos a la pornografa comienzan a desinteresarse de la llamada
pornografa soft, suave o blanda (sin contenido violento), y empiezan a necesitar pornografa hard core, dura, violenta, para alcanzar los mismos niveles de excitacin que tenan tiempo atrs. Es tristemente aleccionador el ejemplo de Theodor Robert Bundy, proveniente de una familia normal, graduado en psicologa y abogaca, con unos prometedores pasos en la carrera poltica, pero que, al ser ejecutado el 24 de enero de 1989 en la silla elctrica de la prisin del estado de Florida, dejaba tras de s 31 mujeres estranguladas y violadas, luego de haberlas sometido a la tortura y al horror. Antes de enfrentar la muerte hizo declaraciones que nunca deberan olvidarse: a los 12 o 13 aos comenc a encontrar material pornogrfico en los negocios, y me convert en un adicto obsesionado. Mientras fui creciendo, mi adiccin me llev a consumir material de violencia sexual. Finalmente lleg el punto en que nada de lo que viera me satisfaca. Pens sobre esto durante casi un ao... Entonces decid dar el salto trgico de matar a una mujer. No poda creer lo que haba hecho... Me sum en una profunda depresin durante los prximos seis meses... Pero luego eso desapareci. La locura sexual regres y mat nuevamente... esta vez el remordimiento fue menor... Ustedes me van a matar, y eso proteger a la sociedad de m mismo. Pero all afuera hay muchas personas adictas a la pornografa, y ustedes no est|n haciendo nada(79). En un estudio, el 86% de los violadores convictos confesaron haber usado regularmente la pornografa, y 57% de ellos admitieron que trataron de revivir una escena pornogrfica durante la violacin (80). El mismo estudio revel que 87% de los que abusaron de nias y 77% de los que abusaron de nios usaban regularmente la pornografa fuerte. Otro estudio revel que el 51% de los estudiantes varones expuestos a la pornografa violenta indicaron que consideraran la posibilidad de violar a una mujer si pudieran evitar las consecuencias (81). Aumenta tambin el apetito por pornografa cada vez ms rara, grotesca y desviada. Los sujetos analizados, dice un investigador, informan no estar satisfechos con el material que ya les es familiar; necesitan material ms raro, grotesco y desviado, incluyendo representaciones de sadomasoquismo y violacin (82). Sobre el matrimonio la pornografa blanda conduce, dice Jennings Bryant (83), a la insatisfaccin sexual tanto en hombres como en mujeres,
y esto los torna insatisfechos e infelices con el comportamiento sexual y la apariencia de su propia pareja; conduce tambin a la desvalorizacin y menosprecio de la monogamia y a la falta de confianza en la viabilidad y duracin del matrimonio como institucin (84). Al mismo tiempo, puede conducir en muchos casos al suicidio. Investigaciones hechas por el FBI han determinado que muchas revistas pornogrficas se convierten en guas para la llamada muerte autoertica, especialmente en adolescentes. En efecto, algunas de estas publicaciones describen actos sexuales realizados con el excitante adicional de arriesgar la vida; as ha ocurrido (repetidamente en Inglaterra y Estados Unidos) el caso de jvenes que han realizado actos masturbatorios teniendo al cuello una soga de nudo corredizo, o bolsas plsticas para disminuir la capacidad respiratoria, buscando experimentar lo que se siente en esas situaciones; en muchos casos murieron ahorcados o asfixiados. Y tal vez la consecuencia ms extendida y la primera que se presenta en la prctica de la pornografa es la adiccin o dependencia compulsiva a este comportamiento; pero sobre este punto hablaremos en un captulo posterior.
corrupcin de menores, y debera ser gravemente penado por la ley. Por sus consecuencias y efectos sobre el individuo, la familia y la sociedad, la pornografa debe ser considerada manifestacin privilegiada de la cultura de muerte que amenaza a nuestra sociedad contempor|nea. La pornografa est condenada por el sexto y el noveno mandamiento de la ley de Dios; y cae bajo la censura de Jesucristo: Yo os digo que todo el que mira a una mujer desendola, ya adulter con ella en su corazn (Mt 5,28). Considerando el fenmeno desde el punto de vista psicolgico, hay que decir que los productores de pornografa han sido adecuadamente calificados por un psicoanalista como fabricantes de ansia 85. No es un fenmeno que pertenezca a la esfera del amor humano sino a la de la ansiedad y angustia. El consumidor de pornografa es, por lo general, un ser frustrado y fracasado en su capacidad de amor; es indudablemente un ser insatisfecho, lo que explica su bsqueda ansiosa de nuevas experiencias sexuales; la ansiedad y angustia que despierta en l la bsqueda de material pornogrfico y las expectativas que pone en el placer que esto le producir (en su imaginacin) lo convierten fcilmente en un enfermo neurtico y le abren el camino a alguna de las diversas formas de psicosis. La pornografa es un fenmeno de inmadurez que confunde la capacidad biolgica de reproducirse (y por tanto, de tener actos sexuales solo o con otras personas) con madurez sexual. El progreso sexual no es mera perfeccin tcnica, sino evolucin armnica de funciones en el respeto de los valores humanos; y la madurez sexual consiste en la capacidad de llevar a cabo una eleccin, de vivirla y renovarla en un acto de amor; el adicto a la pornografa es incapaz de esto. Como seala Gianfrancesco Zuanazzi (86), el fenmeno de la pornografa reproduce o perpeta la actitud egocntrica de la infancia, en que el nio vive cerrado sobre s mismo y sobre el crculo de sus propias impresiones, adoptando actitudes defensivas, negativas y de oposicin (los nios son caprichosos y egostas). Una buena educacin consiste, precisamente, en hacerles trascender su propia persona y buscar a los dems con generosidad. Cuando alguna actitud impide que se supere este egosmo infantil (manteniendo en l la dimensin posesiva y competitiva), se cae
en una neurosis. Esto hace precisamente la pornografa, centrada en el propio inters y en el uso y abuso del cuerpo ajeno como objeto de excitacin sexual. La persona adicta a la pornografa debe ser considerada como enferma, puesto que se trata de: Alguien profundamente utilitarista y antisocial (ya sean hombres misginos o mujeres misandrias): no aman sino que usan. Esto supone siempre desprecio o menosprecio, materializacin e instrumentacin del otro. Alguien en realidad antisexual, pues, como indica el Dr. Zuanazzi, las revistas de sexo son profundamente antisexuales, ya que, en realidad, diluyen y disipan la autntica sexualidad. Una persona afectada de neurosis, biolgicamente desarrollada pero afectivamente retrasada (descaradamente egosta). Una persona frustrada. A. Kaplan ha dicho que la pornografa slo se nutre de la frustracin. La pornografa es el alimento del hombre o la mujer para quien el amor verdadero y la autntica sexualidad ha sido una experiencia de frustracin. Las variantes sexuales que la publicidad pornogr|fica le ofrece son escapismos del verdadero amor, que a l o a ella, no los satisfacen. Es en este sentido que un autor dijo que la masturbacin es la rbrica que uno pone a su fracaso. Adems es alguien psquicamente pervertido ya sea en acto o al menos en potencia. Sealaba H. Bless en un clsico estudio sobre la enfermedad psquica (87) que, con frecuencia, los que tienen una vida sexual pervertida (tendencias sadomasoquistas, fetichistas, exhibicionistas, pulsiones al bestialismo, travestismo, homosexualismo, o a la necrofilia) lo deben al hecho de haberse quedado en una fase infantil de su vida apetitiva sexual. En ellos se han fijado formas infantiles de satisfacciones erticas. Esto suele ser causa del sentimiento de insuficiencia, que puede fcilmente dar lugar a conflictos, los cuales, a su vez, causan perversiones sexuales.
A esto hay que aadir como agravante los malos hbitos adquiridos durante la juventud, y el condicionamiento que causa el ambiente pornogrfico de la sociedad actual: al que no nace con estos problemas, nuestra sociedad se los ofrece o se los crea.
Un estudio comparativo sobre el problema de la promiscuidad sexual entre adolescentes estadounidenses, destacaba algunos elementos graves; se trata de un seguimiento sobre el aumento de la promiscuidad en jvenes de distintas edades a lo largo de los aos 1955-1987. Tomando slo estas dos fechas extremas resulta este cuadro de aumento de la promiscuidad entre jvenes de las siguientes edades: EDAD Promiscuidad sexual en el ao 1955 2,5% 7,5% 14% 23% Promiscuidad sexual en el ao 1987 27% 33% 50% 70%
15 16 17 18
Tengamos en cuenta que para la fecha final del informe (ao 1987) no haba explotado an el problema sexual creado por Internet. Las causas de esta estampida sexual la encontramos en diversos factores que se han combinado produciendo un poderoso caldo virsico; entre las principales yo enumerara: (a)la reduccin del amor al sexo; (b)la reduccin del sexo a la genitalidad; (c) la trivializacin del noviazgo (por ejemplo, con la nueva categora de amigovio o amigo con derechos a tener sexo o roces); (d)d) el bombardeo de pornografa en los medios de comunicacin social; (e) la facilidad del recurso a los medios anticonceptivos y la mentalidad anticonceptiva y abortista dentro del mismo matrimonio; (f) la prdida del sentido de la castidad y de la virginidad; (g)la falta de educacin del carcter y de la afectividad en general por parte de los padres y de la escuela;
(h)la lamentable educacin sexual que se da en algunas escuelas, muchas veces contra el consentimiento de los mismos padres.
encuentran en circunstancias extraordinarias o difciles y supuestas la voluntad seria de casarse pblicamente en su debido momento. Estas afirmaciones no tienen fundamento en la tradicin de la Iglesia, ni en la Sagrada Escritura, ni tampoco en la sana psicologa. Psicolgicamente las relaciones sexuales no son expresin del verdadero amor humano, y no son una preparacin adecuada para el matrimonio, a pesar de lo que digan en contrario sus defensores. Por el contrario, como afirma el psicoanalista y profesor de Psicologa Clnica, Tony Anatrella, las experiencias sexuales no facilitan la madurez, por el contrario, frecuentemente la retrasan (93). Las relaciones prematrimoniales estn mal por su misma naturaleza (es decir, no por las consecuencias, ni por las circunstancias, ni por un mal fin; sino por s mismas, porque les falta algo esencial a la relacin sexual lcita). No niego que muchos novios se amen verdaderamente; tampoco niego que muchos novios ignoren por qu tales relaciones no son buenas; pero esto no cambia las cosas; debemos decir igualmente que la relacin sexual no es una manifestacin autntica del amor en esa etapa de sus vidas. Por qu? Fundamentalmente porque el acto sexual entre el hombre y la mujer es la manifestacin plena y exclusiva de la conyugalidad, y los novios carecen de la conyugalidad aunque se estn ordenando a ella y estn preparndose para ella. La relacin sexual es la manifestacin plena del amor conyugal, porque es all donde los esposos alcanzan la mxima unin fsica y, a travs de ella, fomentan la m|xima unidad afectiva y espiritual. All son una sola carne y mediante este acto tambin un solo espritu. Pero esta manifestacin es exclusiva de la conyugalidad. Como hemos explicado al hablar del matrimonio, por el lenguaje del cuerpo el acto sexual es parte del lenguaje humano; tiene un significado nico, irrepetible e irrenunciable que dice donacin total. Una donacin es verdaderamente total cuando incluye: 1. Todo cuanto se tiene;
2. de modo exclusivo; 3. en el estado ms perfecto en que puede estar lo que se dona; y 4. para toda la vida. Ahora bien, la donacin entre los esposos es total cuando incluye: 1. todo cuanto se tiene (cuerpo, alma, afectividad, presente y futuro); 2. de modo exclusivo (es decir, a una sola persona con exclusin de todas las dems); 3. en estado perfecto (no disminuido o deteriorado, como ocurre cuando las capacidades han sido anuladas previamente por medio de anticonceptivos o la esterilizacin); 4. para toda la vida (lo cual es garantizado slo tras el compromiso pblico que se da en el consentimiento matrimonial). Estos elementos slo pueden ser vividos en el matrimonio vlidamente celebrado. La relacin prematrimonial no rene estas condiciones. En efecto: 1. No se da cuanto se tiene: porque no ha dado todo quien an no ha pronunciado pblicamente el s matrimonial ante la sociedad: no ha dado su futuro, no ha dado su nombre, no ha dado su compromiso, no se ha hecho responsable ante la sociedad de sus actos. El verdadero amor es un acto oblativo de don total de s al otro; en cambio, en la relacin sexual prematrimonial (y lo mismo se diga de la extramatrimonial) lo que prima psicolgicamente no es la oblatividad sino la bsqueda egosta del placer: el otro no es aqul a quien se da sino aquello que se toma para uno mismo. 2. No es exclusivo, o al menos no es necesariamente exclusivo: pues la falta del compromiso matrimonial lleva muchas veces a la ruptura del noviazgo (incluso los ms serios) y a la instauracin de nuevos noviazgos; de este modo las relaciones prematrimoniales se tienen con distintas mujeres o distintos hombres. 3. Generalmente la capacidad sexual no se da en el estado ms perfecto, pues ordinariamente se recorta de ella la dimensin procreativa: las m|s de las veces excluyen la prole (94).
4. No es para toda la vida: pues falta rubricarlo por el nico acto que hace irretractable el compromiso, el cual es la celebracin vlida del matrimonio. Como escribi un poeta: Qu esconde esa belleza? Solo espumas.
descubiertos, temor a ser traicionados despus (siendo abandonadas), temor a la fecundacin, temor a la infamia social. Adems crean otra alteracin pasional, a saber, el temperamento celoso: la falta de vnculo legal hace siempre temer el abandono o desencanto del novio o novia y la bsqueda de satisfaccin en otra persona; de hecho no hay ningn vnculo que lo pueda impedir; por eso la vida sexual prematrimonial engendra en los novios un clima de sistemtica sospecha de infidelidad. b. Da excesiva importancia al sexo, al instinto sexual, al goce sexual. Esto produce un detrimento de las otras dimensiones del amor: la afectiva y la espiritual. Normalmente esto resiente el mismo noviazgo y luego el matrimonio. Asimismo, esta centralizacin del amor en el sexo frena el proceso de maduracin emocional e intelectual. Una relacin sexual precoz, llevada a cabo regularmente, dice Tumlirz, ...ejerce tambin su efecto inhibidor sobre el desarrollo intelectual y la evolucin consecutiva de la mente.... c. Introduce desigualdad entre el varn y la mujer. De hecho nadie puede negar que en las relaciones prematrimoniales quien lleva la peor parte es la mujer. sta, en efecto: pierde la virginidad; se siente esclavizada al novio que busca tener relaciones cada vez con mayor frecuencia; no puede decirle que no, porque tiene miedo de que l la deje, reprochndole que ella ya no lo quiere; vive con gran angustia de que sus padres se enteren de sus relaciones; participa de las molestias del acto matrimonial, sin tener la seguridad y la tranquilidad del matrimonio(96); vive en el temor de quedar embarazada; si queda embarazada es empujada al aborto por el novio que la deja sola ante los problemas del embarazo, por familiares y amigos e incluso por instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones que luchan por la difusin del aborto en el mundo(97)(a pesar de esto, conozco casos, tal vez excepcionales, en que ha sido el novio, enterado de su paternidad, quien ha querido el nacimiento de su hijo, mientras que ha sido la novia la que se ha empecinado en abortar). d. Sexualidad prematura, depresin e intento de suicidio. Un tema poco conocido es la relacin entre el ejercicio adolescente de la sexualidad y los problemas de depresin y suicidio. En junio de
2003 el Center for Data Analysis Report public un informe titulado Los adolescentes sexualmente activos son ms proclives a deprimirse y a intentar suicidarse, obra de Robert Rector, Kirk Johnson y Lauren Noyes (98). Segn la declaracin se calculaba que en 1997 el 48% de los adolescentes norteamericanos eran o haban sido sexualmente activos; y a continuacin sealaba: los problemas asociados con la actividad sexual adolescente son bien conocidos; cada da 8.000 adolescentes en Estados Unidos quedan infectados por alguna enfermedad de transmisin sexual(99), y calculaba para el 2003 cerca de tres millones de jvenes infectados; en total cerca de un cuarto de los jvenes sexualmente activos americanos han sido infectados por enfermedades de transmisin sexual(100). Sin embargo, menos conocidos son los problemas de orden psicolgico y emocionales relacionados con la actividad sexual adolescente. El estudio indicaba que cuando se compara con los adolescentes que no son sexualmente activos, los jvenes y las jvenes sexualmente activos son significativamente menos proclives a ser felices y estn ms inclinados a sentirse deprimidos... (y) son significativamente m|s propensos a intentar el suicidio. De aqu que concluya: la actividad sexual temprana es un factor substancial en el deterioro (undermining) del bienestar emocional de los adolescentes americanos. Y yendo a datos concretos, el informe reportaba, respecto de la relacin entre depresin y actividad sexual (tomando como modelo las encuestas de una semana): Durante ese tiempo el 25% de las muchachas sexualmente activas sealaban haber estado deprimidas todo el tiempo, o casi todo el tiempo y gran parte del tiempo; contra el 7,7% de las muchachas que no eran sexualmente activas. Por tanto las sexualmente activas son tres veces ms proclives a la depresin que las que no lo son. Durante el mismo tiempo, en los jvenes varones el porcentaje de depresin era del 8,3% para los sexualmente activos contra el 3,4 de los no activos; o sea el doble de propensin.
De estos datos la doctora en medicina adolescente Meg Meeker escriba: La actividad sexual adolescente rutinariamente lleva a una tormenta emocional y a angustia psicolgica... [La permisividad sexual conduce] a relaciones vacas, a sentimientos de auto-desprecio y de inutilidad. Todo esto es, por supuesto, precursor de la depresin(101). En cuanto a la relacin entre actividad sexual e intento de suicidio (tomando como medida el lapso de doce meses y la encuesta entre jvenes de 14 a 17 aos): El ndice de intentos de suicidio entre las muchachas sexualmente activas era del 14,3%, mientras que los intentos de suicidio en el mismo lapso entre las jvenes no activas sexualmente slo llegaba al 5,1%. Encontramos el triple de inclinacin al suicidio entre las sexualmente activas. Entre los muchachos varones el 6,0% de los sexualmente activos haba intentado quitarse la vida, en contra del 0,7% de los que no tenan actividad sexual: casi ocho veces ms (102). De aqu que ante la pregunta de si hubiesen preferido esperar ms tiempo antes de iniciarse sexualmente, el 55% de los varones y el 72% de las muchachas respondi que s; en cambio slo el 32% de los varones y el 25% de las muchachas estaba de acuerdo en haber empezado sus actividades sexuales en la edad en que lo hicieron. 3. En el orden social: a. Casamientos precipitados. La experiencia demuestra hasta el cansancio que los embarazos no intencionales o la infamia social, lleva muchas veces a apurar el matrimonio cuando se carece de la debida madurez para enfrentarlo y ste a su vez termina en una ruptura ya irreversible. Lo sabemos bien los sacerdotes, que tenemos que enfrentar muchas veces dramas matrimoniales que tienen este origen. b. Abortos procurados. La experiencia tambin nos muestra el nmero cada vez mayor de abortos y sobre todo la relacin entre la mentalidad abortista y la mentalidad anticonceptiva (103). Ahora bien, nadie puede negar que esta ltima es el ambiente ms comn para quienes practican el sexo prematrimonial;
consecuentemente, tambin el aborto ser una de sus ms nefastas consecuencias. c. Maternidad ilegtima. Cuando no se efecta el aborto y no se opta por el casamiento apresurado, se termina arrostrando una maternidad ilegtima. Una de las preocupaciones ms angustiosas de nuestra poca es el problema de las madres solteras adolescentes. Segn algunas estadsticas, el mayor porcentaje de hijos ilegtimos que no son segados por el aborto corresponde a las jvenes de 15 a 19 aos, luego siguen las que tienen entre 20 y 24 aos; la tasa ms baja es la de las menores de 15 aos. d. Fracasos matrimoniales. Hay muchas personas que sostienen la necesidad o al menos la conveniencia de las relaciones sexuales antes del matrimonio en orden a asegurarse que estn preparados para el matrimonio. Esto es falso y lo demuestran los hechos. El Dr. Lpez Ibor ha dicho con claridad que las relaciones sexuales prematrimoniales no son necesarias para la futura armona matrimonial (104). Las relaciones sexuales prematrimoniales no garantizan el xito en el matrimonio. Porque el matrimonio explica Loring es mucho ms que armona sexual. La prueba es que la mayora de los matrimonios fracasados que acuden al psiquiatra han tenido relaciones sexuales antes de casarse... Carlos Soler, del Tribunal de Causas Matrimoniales de Barcelona, (afirma) que la gran mayora de los matrimonios fracasados que acuden a los tribunales para deshacer su matrimonio (algunos antes del ao de casados) haban practicado relaciones sexuales antes de casarse. Luego esto de nada les sirvi. Un estudio llevado a cabo por socilogos de la Universidad de Wisconsin (EE.UU) sobre una muestra de 13.000 individuos de ambos sexos, ha puesto de manifiesto que las parejas que tuvieron relaciones sexuales antes del matrimonio fracasaron como cnyuges en un nmero muy superior al de las parejas que no las tuvieron (105).
La homosexualidad
La homosexualidad es la atraccin afectiva (y/o sexual) hacia personas del mismo sexo. Cuando se da en mujeres recibe el nombre de lesbianismo. No se trata de un fenmeno uniforme sino complejo donde se dan cita aspectos diversos como la orientacin, los actos homosexuales, las pulsiones fsicas y la cultura homosexual. No todas estas cosas van siempre juntas y no son equivalentes, por lo que debemos hacer varias aclaraciones.
Por este motivo las personas involucradas en estas tendencias y comportamientos, deben ser divididas en varias categoras; las ms importantes son dos: los llamados homosexuales esenciales y los ocasionales (107). Los homosexuales esenciales (tambin llamados primitivos, constitucionales o primarios) son quienes estn sujetos a una especie de instinto compulsivo que los orienta hacia personas de su propio sexo. Entre estos hay que separar a quienes rechazan de modo total la relacin afectiva con personas de otro sexo y experimentan un impulso casi
irresistible hacia el propio sexo (denominados homosexuales totales y exclusivos), y los que pueden sentir tambin una atraccin heterosexual (son m|s propiamente bisexuales). Homosexuales ocasionales son aquellos que, conservando sus tendencias heterosexuales, buscan relacionarse afectiva o genital-mente con personas de su mismo sexo por motivaciones ms superficiales (aventuras, dinero o falta de pareja de otro sexo). Tambin se los llama homosexuales veleidosos o secundarios. La homosexualidad constituye para muchos un doloroso drama interior. Un joven me escriba: Tengo 22 aos de edad y mi problema es que soy homosexual. Desde los 14 aos he tenido relaciones sexuales con personas de todas las edades: de menores de edad hasta casados. Yo ya me hart de vivir esta situacin. Creo en Dios y tengo fe en l; no quiero ser homosexual y he querido cambiar pero no puedo. Se me hace difcil porque toda mi vida he vivido esto; pero quiero cambiar (...) ltimamente he sentido tanto odio contra m por ser homosexual que he pensado quitarme la vida. Asisto a misa cada domingo, e iba a un grupo de oracin; pero me alej del grupo porque no me senta bien, ya que yo me preguntaba: por qu vengo aqu y nada me ayuda; sigo haciendo sexo con hombres? Llevo casi dos aos sin confesarme; tengo necesidad de hacerlo pero no me animo porque tengo miedo de que me rechacen. No s qu hacer; y le escribo para que me ayude o me d unos consejos; por favor aydeme!. Esta carta, elegida entre muchas de tenor semejante, manifiesta varios de los componentes del drama de la homosexualidad: desprecio de s mismo, en algunos casos odio, insatisfaccin sexual (como lo demuestra el constante flujo de compaeros sexuales), tentaciones de suicidio, miedo, sensacin de rechazo y aislamiento, etc. Hay que reconocer que muchos que estn en esta situacin durante aos, terminan entregndose a una conducta homosexual desenfrenada, ms bien por no haber encontrado respuesta a sus cuestionamientos interiores que por atraccin verdadera hacia este tipo de vida. Es por la misma razn que el desenfreno al que se rinden no soluciona sus problemas sino que aumenta su resentimiento contra s mismos y contra quienes los rodean.
La tendencia homosexual es una anomala (108), pero puede responder a causas muy diversas: desde las puramente morales (perversin moral) a las psicolgicas y culturales. De ah que no sea claro el origen del problema ni siquiera en quienes se sienten constitucionalmente homosexuales. Se han propuesto varias hiptesis, de las cuales, tal vez la ms aceptable sea la que remonta el origen del problema (sin descartar que pueda haber predisposiciones orgnicas y funcionales) a una intrincada red de relaciones afectivas y sociales. Se han estudiado los eventuales factores hereditarios, sociolgicos, e incluso hormonales que pueden influir en la aparicin de este fenmeno. Algunos han querido identificar una raz biolgica, ya sea apelando a particularidades neurolgicas (base neuroanatmica) o bien genticas (un gen gay, como ha sido llamado por sus defensores). Si as fuera, se podra hablar de predeterminacin biolgica (neurolgica o gentica) a la homosexualidad, y consiguientemente, de irresponsabilidad o al menos impotencia de revertir la tendencia homosexual; esto, segn algunos, justificara los comportamientos morales al menos en estos casos. Pero, en realidad, todos los intentos de demostrar un determinismo biolgico de la homosexualidad han resultado vanos; y los estudios que se han divulgado sosteniendo tal teora no han podido responder las objeciones que se les ha puesto desde el mismo mbito cientfico. Al respecto se puede ver el sinttico informe de Nicols Jouve de la Barreda: La homosexualidad a la luz gentica (109). En realidad, como dice Polaino-Lorente, ignoramos por el momento cu|l es la etiologa de la homosexualidad (110). Esto significa que las hiptesis son muchas y no todas compatibles entre s. De todos modos, parece ser la ms acertada la que se apoya en la influencia del clima educativo familiar, especialmente en el perodo que va de los 6 a los 12 aos (segn Sgreccia). El dinamismo original de la desviacin homosexual parecera consistir en una fracasada identificacin afectiva del nio o de la nia. Por lo tanto, hay que decir que no es algo innato y que si bien puede hablarse de personas que estn en riesgo, no estn, en cambio, predestinadas (111). Pero en todos los casos indicados es necesario distinguir la tendencia hacia personas de su mismo sexo, y el acto homosexual (bajo cuyo
concepto no slo incluyo los actos externos fsicos sino tambin los actos internos plenamente consentidos de deseo y pensamiento). Como se trata de dos realidades diversas voy a analizarlas por separado.
El acto homosexual
Entiendo por acto homosexual no solo los actos externos consumados (relaciones genitales y toda clase de actos incompletos, como caricias, besos, etc.) sino tambin los actos internos de deseo y pensamiento plenamente consentidos. De todos estos actos hay que decir que son intrnsecamente desordenados, es decir, malos en s mismos (en moral se dice intrnsecamente injustos o malos por su objeto moral: ex obiecto). Esto significa que ninguna circunstancia, ni finalidad, ni consecuencia, puede hacerlos moralmente buenos o justificables; por tanto, cuando son realizados con plena advertencia y consentimiento, constituyen objetivamente pecado grave. Hay personas que no estn de acuerdo con este juicio, incluyendo algunos telogos catlicos. Pero, estn de acuerdo o no, nadie puede negar que sta es la clara enseanza de la Sagrada Escritura, de la Tradicin y del Magisterio de la Iglesia. Y una sana consideracin antropolgica puede explicar el motivo de este juicio. La condenacin de la conducta homosexual es uniforme a lo largo de toda la Sagrada Escritura; nadie que haya ledo el Antiguo y el Nuevo Testamento puede negarlo. As, por ejemplo, dice el libro del Levtico: No te acostars con varn como con mujer; es abominacin (Lev 18,22); Si alguien se acuesta con varn, como se hace con mujer, ambos han cometido abominacin: morirn sin remedio; su sangre caer sobre ellos (Lev 20,13). San Pablo escribe en sus cartas: Igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en s mismos el pago merecido de su extravo (Ro 1,27); No os engais! Ni los impuros... ni los afeminados, ni los homosexuales...heredarn el Reino de Dios (1Co. 6,9-10). La doctrina de la Iglesia (tanto la tradicin como el magisterio) es igualmente uniforme, sin fisura alguna (112). All se seala que segn el
orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En la Sagrada Escritura estn condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios (cf. Ro 1,24-27). Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen de esta anomala son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los actos homosexuales son intrnsecamente desordenados y que no pueden recibir aprobacin en ningn caso (113). Tambin la razn nos hace comprender el sentido de esta consideracin. En efecto, estos actos estn absolutamente desposedos de la finalidad procreativa que es propia del acto sexual humano (la cual no puede ser excluida voluntariamente (114). Tales actos, niegan, asimismo, la complementariedad entre el varn y la mujer, que est inscrita en la naturaleza humana; es indudable que el varn y la mujer son, como ya hemos visto, complementarios genitalmente, gondicamente, germinalmente y psicolgicamente. Los actos homosexuales constituyen, por eso, una violacin de las estructuras del cuerpo humano. Los actos homosexuales niegan la sabidura creadora de Dios, pues al contradecir la antedicha complementariedad entre el varn y la mujer, inscrita en la naturaleza psico-biolgica del ser humano, niega el plan de Dios sobre la creacin. Finalmente es un acto antisocial porque de suyo no contribuye con la generacin de nuevos hijos a la sociedad. El sexo se ordena a la perpetuacin de la especie y la prctica homosexual es socialmente estril. Si la prctica homosexual fuese una opcin lcita y la mayora se decidiese por ella, esto equivaldra al suicido social.
La tendencia homosexual
Decamos ms arriba que hay que distinguir claramente los actos homosexuales de la tendencia que una persona puede experimentar hacia personas de su mismo sexo. Tal tendencia puede responder a factores no voluntarios, como puede ser tambin el fruto de una prctica
reconocida como inmoral por la persona (a veces practicada por dinero, curiosidad, simple complemento de una promiscuidad ms amplia): la repeticin de actos genera el hbito. Lo que suele ocasionar mayores perplejidades y dudas es el caso de las personas que experimentan esa tendencia involuntariamente. Hay que decir en trminos generales que, mientras no se consienta, no constituye pecado; pero tambin hay que aadir que en s misma, por tender como fin a un acto desordenado, es un desorden. Puede no constituir pecado: Un nmero apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condicin homosexual; sta constituye para la mayora de ellos una autntica prueba (115). Esto es un hecho comprobado, al menos en la mayor parte de las personas que reconocen sus tendencias homosexuales (quienes, por otra parte, guardan con mucha discrecin este problema). Pero es objetivamente desordenada: La particular inclinacin de la persona homosexual, aunque en s no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, ms o menos fuerte, hacia un comportamiento intrnsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinacin misma debe ser considerada como objetivamente desordenada (116). Esta expresin desorden objetivo no debe ser mal entendida; no implica ninguna referencia a la responsabilidad de la persona que lo experimenta; puede haber personas que teniendo este desorden objetivo alcancen la santidad, y tal vez una gran santidad. Algunos han querido defender la inculpabilidad de los actos homosexuales de las personas cuya tendencia no es voluntaria, afirmando que ellos no son libres. De este modo, en vez de ayudarlos, se los injuria, porque con esta afirmacin se los despoja de su autntica libertad: Se debe evitar la presuncin infundada y humillante de que el comportamiento homosexual de las personas homosexuales est siempre y totalmente sujeto a coaccin y por consiguiente sin culpa. En realidad tambin en las personas con tendencia homosexual se debe reconocer aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le confiere su particular dignidad (117).
Homosexualidad y curacin
Decamos que muchas personas que experimentan tendencias homosexuales, sufren por su condicin. La pregunta de muchos es: puede curarse? Hay que reconocer que son muy pocos los que estn en condiciones de ayudar a estas personas, en parte como consecuencia de que en el ambiente profesional de psiclogos y psiquiatras no se considere la homosexualidad un problema en s (118) y en parte porque los grupos activos han conseguido convencer a muchos incautos de que lo suyo es un estilo de vida libremente elegido e irreprochable (a esto apunta la poltica de la ideologa de gnero (119). Sin embargo, debemos decir que la homosexualidad es curable, al menos en la mayora de los casos. Tal es no slo la opinin sino la experiencia de los mdicos, terapeutas y grupos de apoyo que trabajan en esta rea (120). Los tratamientos pueden ser diversos, pero los resultados son esperanzadores. Negar la posibilidad de la curacin es cerrar los ojos a los resultados reales de quienes trabajan en este campo.
Pero es evidente que para un catlico con atraccin hacia su mismo sexo, la meta de toda terapia debiera ser la posibilidad de vivir libre y castamente de acuerdo a su estado en la vida. Por la experiencia de grupos que ayudan a personas con tendencias homosexuales, como Courage (catlico) y Exodus (cristiano interdenominacional), queda abierta la esperanza a la vida matrimonial plena an para personas que han practicado activamente en algn tiempo de vida la homosexualidad. No me refiero a contraer matrimonio como terapia (lo que no cura en absoluto y lleva al fracaso) sino al matrimonio posterior a una terapia exitosa. Es claro que hay casos que demuestran esta posibilidad. En general toda terapia adecuada tiende a ayudar a que estas personas descubran y comprendan las causas profundas de los traumatismos emocionales que dieron origen a la atraccin por el mismo sexo y a resolver ese problema. En muchos varones con tendencias homosexuales su identidad masculina ha sido negativamente afectada por sentimientos de rechazo por parte de su padre, o de sus iguales, o de una imagen corporal pobre que resulta en tristeza, rabia e inseguridad. En el caso de las mujeres con atraccin por su mismo sexo a menudo ha sido el conflicto con sus padres u otros hombres importantes para ellas, lo que las ha llevado a desconfiar del amor de los hombres, o bien la carencia de afecto maternal las ha llevado a una profunda necesidad de amor femenino. En ambos casos, al mejorar el sufrimiento emocional en la terapia, la identidad sexual es reforzada y la atraccin por el propio sexo disminuye. Sostiene el psiclogo y catedrtico holands Gerard J. M. van den Aardweg que mucha gente no sabe que la gnesis psquica de esta condicin sexual carece en absoluto de misterio y que su terapia es posible. El mtodo que he utilizado consta de dos partes: la primera consiste en hacer adquirir al interesado una visin clara de la propia identidad y de su propio mundo afectivo; la segunda, en afrontar esa situacin. Llevamos a las personas a rerse de s mismas (el humorismo puede ser muy saludable) y a la adquisicin de hbitos positivos: valenta, honestidad consigo mismo, autodisciplina, capacidad de amar a los dems; as, hasta lograr que el homosexual pierda sus hbitos neuroinfantiles. Es esencial neutralizar la autoconmiseracin crnica (121). En cuanto a los resultados, este mdico dice que en un 30% de los
casos, la curacin es completa (acaban desarrollando actitudes y hbitos sexuales normales y afectivos y una vida emotiva adulta); otro 30% cambia ms o menos gradualmente, pierde sus obsesiones homosexuales y asume una actitud emotiva nueva, aunque no lo suficiente para poder hablar de curacin completa; y hay otros que progresan con extremada lentitud por su estado neurtico grave, pero tambin stos, si son ayudados por una asistencia y un tratamiento constructivos, adquieren fuerza y coraje y poco a poco van perdiendo sus depresiones, nerviosismos y ansiedades (122). A pesar de esto la literatura y propaganda a favor de la irreversibilidad de la homosexualidad es abrumadora, as como la negativa a considerar los estudios y evidencias presentados por los profesionales que defienden que es curable; evidentemente las motivaciones no son cientficas sino ideolgicas o basadas en algn inters particular. Robert Spitzer, el investigador psiquitrico de la Universidad de Columbia, que estuvo envuelto directamente en la decisin de 1973 de retirar la homosexualidad de la lista de desrdenes mentales de la Asociacin Psiquitrica Americana, recientemente se ha implicado en un estudio sobre la posibilidad del cambio. Afirm en una entrevista: Estoy convencido de que muchas personas han hecho cambios sustanciales para llegar a ser heterosexuales... Creo que eso hace noticia... Empec este estudio escptico. Ahora afirmo que se pueden sostener tales cambios (123). La curacin es, pues, posible; pero para que consideremos que sta es total, la persona que padece esta inclinacin debe alcanzar dos objetivos. El primero es aceptar intelectualmente que el acto homosexual es antinatural; que se opone a la estructura objetiva de la sexualidad humana, tanto en el plano gentico, como fsico y psicolgico. Aceptar que es antinatural significa tambin que se debe aceptar que todo acto homosexual (es decir, que tenga por fin buscar un placer venreo en el contacto real o imaginario con una persona del mismo sexo) es inmoral (ya sea un acto plenamente consentido de deseo o de pensamiento o un acto externo). Significa tambin entender que la mera tendencia homosexual (inclinacin hacia el propio sexo) no es pecado mientras no sea consentida; pero reconociendo al mismo tiempo que es algo objetivamente desordenado, por lo cual no se debe aceptar de modo
complaciente y hay que esforzarse por evitar las consecuencias en que puede acentuarse o provocarse. La curacin total implica igualmente el desear la heterosexualidad, o sea, el querer sinceramente desarrollar en uno mismo la inclinacin heterosexual (124). Es importante enfatizar que esto es posible. Debemos tener en cuenta las siguientes palabras del ya citado van der Aarweg: Hay directores espirituales que animan correctamente a los homosexuales a vivir la castidad y el dominio de s mismos, pero de hecho consideran que es imposible desarraigarla. Es muy equivocada la actitud de quienes, de buena fe, pero vctimas probablemente de la escasa difusin de las experiencias teraputicas, consideran que el mejor modo de ayudar a las personas homosexuales es slo ensearles la resignacin y la aceptacin del sacrificio que supone su situacin, renunciando a animarlos y ayudarlos a salir de ella, con paciencia y perseverancia. El camino de la curacin de los homosexuales no pasa por una mala entendida compasin y mucho menos por la aceptacin de su situacin como normal. Es impresionante y doloroso constatar cu|ntos mdicos, terapeutas, sacerdotes, psiclogos ignoran el deseo de cambiar que tienen muchas personas con tendencias homosexuales (125). Creo que tambin es muy importante sealar que as como con el uso de las terapias tradicionales slo se registraban cambios hacia la heterosexualidad en un ndice inferior al 30% de los casos tratados, con el empleo de terapias que apuntan a reorientar todas las dimensiones de la persona dando un lugar importante en la terapia al perdn y a la espiritualidad cristiana, la tasa de curacin se acerca al 100% (126). De todos modos, sea cual sea el caso y la profundidad del desorden que se sufra, vuelvo a reafirmar que la castidad es posible. En el captulo dedicado a la castidad en cada rgimen, estado y situacin de la vida, dijimos a propsito de la homosexualidad, que el camino que deben transitar estas personas es el de la castidad. Muchos cuestionan, injusta e infundadamente, que tal modo de vida sea posible para ellos; pero debemos sostener con fuerza que, an cuando el deseo de la heterosexualidad no pueda alcanzarse en algunos casos (ya
sea por dificultades particulares o por inadecuacin en la terapia empleada) y por tanto no pueda hablarse de una curacin total, la castidad s es posible. El hecho de que una persona no llegue a cambiar su tendencia homosexual por la tendencia heterosexual implicar que no ser capaz de establecer un matrimonio y una familia, pero no quiere decir que no pueda vivir la castidad, incluso en grado eminente. Lo puede hacer del mismo modo que muchas personas heterosexuales que deseando casarse no han podido concretar su anhelo o estando casadas se ven obligadas a vivir una vida de continencia forzada. El P. John Harvey, fundador de Courage (127), tiene un pequeo escrito titulado Un plan espiritual para re-orientar la vida de un homosexual (128). En el mismo, el autor uno de los ms experimentados en este tema defiende la posibilidad real de vivir la castidad en forma gozosa siempre y cuando la persona con inclinaciones homosexuales lleve una vida espiritual ordenada (el autor les traza las lneas de un plan de vida espiritual que debe incluir oracin, meditacin, Misa frecuente, examen de conciencia diario, confesin regular, devocin mariana y algn apostolado de obras de misericordia); en algunos casos hace falta el apoyo de un grupo como Courage (129) y un profundo trabajo sobre el perdn. Este ltimo punto es esencial en esta terapia como en muchas otras pues la tendencia a la homosexualidad es muchas veces consecuencia de profundas heridas recibidas en la infancia o adolescencia (aislamiento, abandono, burlas, rechazos, etc.). Sin alcanzar una autntica actitud de perdn es poco probable que se terminen las tendencias a la homosexualidad (130). En el fondo todo cambio comienza por aferrarse a una visin sana y realista (un autor ha dicho con justeza que la salud mental depende del compromiso con la realidad a todo costo). Realismo significa en nuestro caso, una visin clara de la sexualidad, del plan divino, del problema que enfrenta la persona con tendencia homosexual, una visin de fe, una esperanza firme (en la viabilidad del cambio o al menos en la certeza de que es posible una vida casta). Para estas personas es necesario el apoyo de sanas amistades (de ah el gran bien de grupos ortodoxamente orientados como el ya citado Courage) y el trabajo en la pureza de corazn (con todo lo que esto
implica: rectitud de intencin, evitar las ocasiones de pecado, una vida espiritual ordenada e intensa). En esta tarea de recuperacin cumplen funciones muy importantes no slo los profesionales de la salud, sino tambin los familiares (y en especial los padres de la persona con tendencias homosexuales), los profesores de colegios, en particular los sacerdotes y la comunidad catlica en general (131). Finalmente, no debemos dejar de notar que la persona que debe luchar por su castidad experimentando una inclinacin homosexual estable forma parte del rostro sufriente de la Iglesia. La necesaria aceptacin de la realidad, que ms arriba mencion como el comienzo de toda autntica terapia, pasa tambin por lograr una visin sobrenatural de esta cruz y de este sufrimiento con el que estas personas transitan su propia va crucis acompaando a Cristo. Para ellos no encuentro mejor ayuda que invitarlos a meditar aquella pgina admirable de Elisabeth Leseur: Creo que Dios ha concedido el sufrimiento al hombre por un gran pensamiento de amor y de misericordia. Creo que Jesucristo ha transformado, santificado, casi divinizado el sufrimiento. Creo que el sufrimiento es para el alma el gran obrero de redencin y de santificacin. Invito a su lectura. Creo que el sufrimiento es fecundo, tanto y acaso ms que nuestras palabras y nuestras obras, y que las horas de la Pasin de Jesucristo fueron ms eficaces para nosotros y ms grandes y sublimes ante el Eterno Padre que los mismos aos de su predicacin y de su terrenal actividad. Creo que existe entre las almas que estn en el mundo, entre las que expan, entre las que han alcanzado ya la verdadera vida, una vasta e incesante corriente constituida por los sufrimientos, los mritos y el amor de todas estas almas, y que nuestros ms nfimos dolores,
nuestros ms leves esfuerzos pueden, con la accin divina, alcanzar a otras almas queridas, prximas o lejanas, y llevarles la luz, la paz y la santidad. Creo que en la Eternidad encontraremos de nuevo a los seres queridos que han conocido y amado la Cruz, y que sus sufrimientos y los nuestros se perdern en lo infinito del divino Amor y en los goces de la reunin definitiva. Creo que Dios es amor y que el sufrimiento es, en su mano, el recurso de que se vale su amor para transformarnos y salvarnos. Lejos pues de una visin cristiana el apagar la mecha que an humea o terminar de quebrar la caa aplastada. Nada hay tan frgil ni tan sagrado como el alma humana. A las personas con tendencias homosexuales debemos darles esperanza y los medios para hacerla realidad.
Cuando un individuo confiesa atraccin por el mismo sexo, fantasas o actos homosexuales, el sacerdote debiera saber que ellos son frecuentemente manifestaciones de traumatismos de la infancia o adolescencia, abuso sexual en la niez, o necesidades infantiles no satisfechas de amor y afirmacin de parte del padre del mismo sexo. A menos que estos problemas subyacentes sean resueltos, el individuo puede verificar que las tentaciones vuelven, lo que puede hacerlo caer en la desesperacin. Aquellos que rechazan las enseanzas de la Iglesia y estimulan a las personas con atraccin por el mismo sexo, a que entren en las as llamadas uniones homosexuales amorosas estables no comprenden que tales arreglos no pueden resolver los problemas subyacentes. Al mismo tiempo que se estimule la terapia y el ingreso a los grupos de apoyo, el sacerdote debiera recordar que a travs de los sacramentos, puede ayudar a los penitentes no slo a resolver el pecado, sino tambin las causas de la atraccin por el mismo sexo. Despus de estos prrafos ofrece una serie ilustrativa de actos con los que el sacerdote puede ayudar a estas personas cuando se acercan al sacramento de Reconciliacin: a. Ayudarlos a perdonar, que es el primer paso hacia la curacin: las personas que experimentan atraccin por el mismo sexo, o se confiesan de pecados en esta rea, casi siempre tienen una carga de profundo dolor emocional, pena y resentimiento contra aquellos que los han rechazado, descuidado o herido, incluyendo sus padres, sus iguales y los que los hayan molestado sexualmente. b. Ayudarlos (cuando es el caso) a que descubran y manifiesten sus dramas escondidos: algunas personas que experimentan atraccin por los de su mismo sexo a menudo cuentan una larga historia de experiencias sexuales tempranas, y traumatismos sexuales, y es probable que se hayan visto envueltas en formas extremas de actividad sexual con otra persona a edad muy temprana o que hayan sufrido abusos en su infancia. Muchos no le han contado a nadie sobre estas experiencias y llevan encima un gran sentimiento de culpa y vergenza. El sacerdote, con mucha delicadeza puede ayudarlos a levantar el velo que tapa estos hechos y a
volverlos a la realidad (perdonndose o perdonando a quienes pueden haberles hecho el mal). c. Ayudarlos a recuperar la esperanza de librarse de sus adicciones, si las hubiere: no es infrecuente que algunas personas que se involucran en actividades homosexuales sufran distinto tipo de adicciones sexuales. La adiccin no es fcil de superar, pero el recurrir frecuentemente a la confesin puede ser el primer paso hacia la liberacin. El sacerdote puede recordar al penitente que aun los pecados ms graves pueden ser perdonados, y as alentarlos a resistir la desesperacin y a perseverar, y al mismo tiempo sugerir algn grupo de apoyo que sirva para controlar la adiccin. Del mismo modo, hay personas con tendencias homosexuales que con frecuencia abusan de alcohol y de drogas. El sacerdote puede recomendar ingresar a un grupo de apoyo que se preocupe de tales problemas. d. Ayudarlos a reencontrar la esperanza de vivir: pensamientos de desesperacin y de suicidio son tambin frecuentes en la vida de individuos afectados por atraccin por el mismo sexo. El sacerdote puede asegurar al penitente que hay muchas razones para esperar que la situacin cambie y que Dios lo ame y quiere que viva una vida plena y feliz. Nuevamente, el perdonar a los dems puede ayudar mucho. e. Ayudarlos a ampliar el horizonte moral y educarlos en el trabajo espiritual: personas que experimentan atraccin por el mismo sexo pueden sufrir de problemas espirituales tales como envidia o autocompasin. El sacerdote puede ayudarlos a comprender que las tentaciones sexuales no son su nico problema. f. Ayudarlos a recuperar la figura paterna: la inmensa mayora de hombres y mujeres que experimentan atraccin por el mismo sexo reportan una pobre relacin con sus padres. El sacerdote, como figura paterna que los quiere y los acepta, puede a travs de los sacramentos comenzar la labor de reparar el dao y facilitar una relacin curativa con Dios Padre.
Actitudes sociales con las personas homosexuales (132). Una palabra final sobre uno de los tpicos ms controvertidos: el de las actitudes sociales que se pueden y que se deben tomar respecto de las personas con tendencia homosexual (hoy en da objeto de campaas contra la discriminacin de las personas homosexuales o simplemente discriminacin sexual). Hay que poner las cosas en claro. Ante todo, a estas personas no se las debe discriminar pastoralmente: hay que tratar de convertir a las que practican la homosexualidad, y hay que asistir a quienes no la practican pero tienen tendencias homosexuales. Es un pecado la violencia contra unas y otras. Estas personas, como toda persona humana, son sujetos de derechos fundamentales: derecho al trabajo, a la casa, etc. Con todo, esos derechos no son absolutos; pueden ser limitados legtimamente por la autoridad a causa de comportamientos externos objetivamente desordenados que atenten contra el bien comn o contra los ms dbiles (fsica o moralmente). Esta reduccin de los derechos no absolutos se practica en muchos casos: en determinadas enfermedades contagiosas, enfermos mentales, individuos socialmente peligrosos, etc. De este modo, existe una discriminacin justa: Existen |mbitos en los que no se da discriminacin injusta cuando se tiene en cuenta la tendencia sexual: por ejemplo, en la adopcin o custodia de nios, en la contratacin de profesores o instructores de atletismo, y en el servicio militar (133). En los ltimos aos uno de los campos de batalla ms speros ha sido el reclamo de algunos grupos de homosexuales y lesbianas exigiendo el derecho de adopcin por parte de personas homosexuales. La finalidad de la adopcin no consiste tanto en dar un hijo a unos padres que no pueden tenerlo sino dar unos padres idneos a un nio que carece de ellos. Aprobar la adopcin de nios por parejas homosexuales va contra el sptimo principio de la Declaracin Universal de los Derechos del Nio, que estipula que El inters superior del nio debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educacin y orientacin. La pediatra, miembro de la Asociacin Espaola de Pediatra y de la European Society for Pediatric Research, Ana Martn Ancel afirma que la adopcin existe para acompaar a un nio que ha sido privado de su
familia, y pretende darle un mbito lo ms adecuado posible para su desarrollo. Mnica Fontana, profesora de Orientacin y Terapia Familiar en la Universidad San Pablo CEU de Madrid y especialista en psicologa clnica y terapia familiar abunda en la idea de la necesidad de un padre y una madre, ya que es mejor para el nio adoptivo que su emplazamiento filial sea lo ms parecido posible al de su familia biolgica. Y aade que la adopcin, sin ser la nica respuesta a la situacin de desamparo del nio, con el tiempo se ha reconocido como la mejor solucin, por imitar en la manera ms precisa la forma en que ese nio vino al mundo y la realidad que vivira de no haber sido entregado por sus padres en adopcin En este sentido, la familia es indispensable para el desarrollo de cualquier ser humano. Esta relacin que inicia con la familia ser necesaria para el nio no slo para su desarrollo, sino para llegar a ser l mismo. Se cuestiona con justeza: En el caso de las parejas homosexuales hay un impedimento para poder satisfacer esta necesidad de todo ser humano. Si la relacin entre dos mujeres o entre dos hombres es natural -como se argumenta-, por qu hay una imposibilidad biolgica para procrear?. A los dos aos, un nio ignora conscientemente si es varn o mujer. Esta identidad se aprender de los que le rodean en su infancia. Por eso el nio tiene derecho a ser formado en una familia para satisfacer uno de los conocimientos ms importantes en la existencia de cualquier ser humano: quin soy yo? Y, por tanto, quin eres t?. Fontana arguye adem|s que est| comprobada la mayor promiscuidad de la uniones homosexuales, que se rompen cuatro veces ms que las heterosexuales. Imaginemos de nuevo las consecuencias sobre los nios, tan necesitados de seguridad y estabilidad, de un segundo abandono. Por ltimo, necesariamente surgirn en el nio problemas de socializacin. Lo quieran o no, las uniones homosexuales sern siempre minoritarias y los nios adoptados por ellas, por muchos que se les diga, nunca podrn sentirse iguales a los dems. Qu respuesta puede darse a un hijo que pregunta por qu sus amigos tienen un pap| y una mam|? O bien, qu es una mam|?. La Asociacin Espaola de Pediatra tambin se ha manifestado reiteradamente sobre esta cuestin, y ha sido contundente:
Un ncleo familiar con dos padres o dos madres es, desde el punto de vista pedaggico y peditrico, claramente perjudicial para el armnico desarrollo de la personalidad y adaptacin social del nio (134). Adems, la discriminacin verdadera, es decir, la que afectara a una persona con tendencias homosexuales que quiere vivir castamente, es casi nula, porque por regla general, la mayora de las personas con tendencia homosexual, que procura llevar una vida casta, no da a conocer pblicamente su tendencia homosexual. En consecuencia el problema de la discriminacin en trminos de empleo, casa, etc., normalmente no se plantea (135). Por el contrario, los homosexuales que declaran su homosexualidad son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento o su estilo de vida homosexual como indiferente o, sin m|s, bueno, y por eso digno de aprobacin pblica (136). Por tanto, con estas personas la pretendida discriminacin es, en realidad, una defensa social de los m|s dbiles (los inocentes que pueden ser inducidos a tales comportamientos). Por eso, el slogan de la discriminacin sexual se usa, en realidad, como un arma poltica para manipular la sociedad y la misma Iglesia (137). Y el objetivo ltimo no apunta a encontrar un lugar en la sociedad, viviendo castamente, sino explcitamente a lograr la aprobacin de sus comportamientos homosexuales como es el caso del reconocimiento jurdico-social y la equiparacin de la cohabitacin homosexual con el matrimonio heterosexual, e incluso la implantacin de un derecho a contraer matrimonio entre personas del mismo sexo. A este respecto hay que decir con Juan Pablo II: Lo que no es moralmente admisible es la aprobacin jurdica de la prctica homosexual. Ser comprensivos con respecto a quien peca, a quien no es capaz de liberarse de esta tendencia, no equivale a disminuir las exigencias de la norma moral. Cristo perdon a la mujer adltera, salvndola de la lapidacin (Jn 8,111), pero, al mismo tiempo, le dijo: Ve y de ahora en adelante ya no peques m|s. Y refirindose a la resolucin del Parlamento Europeo sobre este tema, aade: El Parlamento ha conferido indebidamente un valor institucional a comportamientos desviados, no conformes al plan
de Dios: existen las debilidades lo sabemos, pero el Parlamento al hacer esto ha secundado las debilidades del hombre (138).
algunos de estos problemas, no sean ms que estriles gestos. En efecto, al mismo tiempo que se declara ilegal y se condenan algunos comportamientos por su potencial efecto corruptor (pensemos en la pedofilia), se acta con gran lenidad o se tolera o incluso se benefician las causas que los originan (pinsese en la pornografa y efectos corruptores de la sexualizacin televisiva, los programas de educacin sexual, la reivindicacin de derechos reproductivos para menores, la permisin de la adopcin de menores por parte de homosexuales y lesbianas, etc.). Estamos, pues, ante un problema naciente y para nada controlado. Algn autor se anima incluso a decir que la sociedad actual educa a las futuras generaciones poniendo las bases para producir potenciales violadores. En segundo lugar porque, aunque parezca increble, hay grupos interesados en promover en el plano educativo una visin positiva de las perversiones sexuales. Por ejemplo de la bestialidad (relaciones sexuales con animales) y otras aberraciones sexuales. El autor del libro Boys and Sex, uno de los textos ms utilizados en Estados Unidos, dice: He conocido casos de jvenes del campo que han tenido una relacin sexual amorosa con un animal. De forma similar, el libro Conciencia crtica, del programa de Colombia, se refiere a las aberraciones sexuales con el nombre de parafilias y dice que la gran mayora de las parafilias son inofensivas y que antes se llamaron, con criterio moral y no cientfico, desviaciones o aberraciones, basndose en la mentalidad precientfica maniquea de lo bueno y lo malo (141).
(3)de tipo fetichista (fetichismo, travestismo fetichista, coprofilia, urofilia, etc.); (4)(4) con trastornos en la eleccin del partner (gerontofilia, incesto, bestialismo, necrofilia, pedofilia, etc.); (5)con alteraciones de la propia imagen sexual (infantilismo, adolescentismo, etc.); (6)con significacin mercantil (pornofilia); (7)de realizacin grupal (sadismo grupal, violacin grupal, etc.); (8)otras. Me limito a sealar las principales entre las que se cuentan: El narcisimo o auto-homo-sexualismo: es la admiracin morbosa del propio cuerpo unida a la indiferencia respecto del otro sexo; a menudo estas personas llegan a realizar actos obscenos en pblico. Estos enfermos tienen una naturaleza muy egosta, se buscan a s mismos y concentran toda su atencin sobre su propia personalidad; a menudo se manifiesta en comportamientos masturbatorios que se caracterizan por la falta completa de otra persona en las imaginaciones concomitantes (realizan el acto, por ejemplo, frente a un espejo) (142). El exhibicionismo: comporta el impulso a mostrar los genitales a personas de otro sexo o a nios con consiguiente satisfaccin sexual. Fetichismo o simbolismo sexual: implica la atraccin ertica hacia objetos tomados como smbolo para la satisfaccin sexual. El fetiche constituye, bien directamente, bien por imaginacin, un elemento de la excitacin sexual. Esta forma de perversin se manifiesta por las ms variadas y singulares tendencias y tiene por objeto ropa interior, calzado, excitantes sensibles, por ejemplo un perfume, un olor, que actan asociados a la imagen del otro sexo... La inversin en el vestir es una forma especial de fetichismo: la libido sexual se excita por llevar vestido del otro sexo (143). Sadismo o algolagnia activa (144): designa la bsqueda compulsiva del placer sexual a travs de actos de violencia fsica que pueden empujar hasta el homicidio de la vctima y a menudo a la amputacin de sus rganos sexuales. Son formas de sadismo la
coprolagnia y coprofagia (comer excrementos), la necrofagia (comer cadveres) y la antropofagia (comer carne humana) (145). Masoquismo o algolagnia pasiva (146): es la bsqueda compulsiva del placer sexual a travs de la violencia sobre el propio cuerpo que puede llegar hasta el suicidio por ahorcamiento (una de las variantes es la denominada hipoxifilia que consiste en intentar intensificar el estmulo sexual por medio de la de privacin de oxgeno, sea a travs de la utilizacin de bolsas de plstico cubriendo la cabeza, o por alguna tcnica de estrangulamiento; un informe cuyo valor ignoro afirma que en Estados Unidos cada ao mueren de 500 a 1000 personas accidentalmente por esta prctica sexual). Necrofilia: designa la bsqueda compulsiva del placer sexual con un cadver o en un ambiente fnebre. Se conoce cierta extensin de esta perversin entre momificado-res del antiguo Egipto, razn por la cual, segn Herodoto a las mujeres fallecidas no las entregaban a los momificado-res sino de dos o tres das despus de muertas. El bestialismo o zoofilia consiste en la bsqueda del placer en el coito con animales. El incesto designa la realizacin del acto sexual con familiares directos (padres e hijos, hermanos). La patofilia es la realizacin del acto sexual con enfermos mentales. Gerontofilia designa la unin sexual con ancianos. Pedofilia (y efebofilia) es la unin carnal o simplemente el abuso sexual de nios y adolescentes.
Posibles causas
Como dice Mons. Sgreccia (147), se hace ms difcil determinar las causas y la dramaticidad del problema en una sociedad que tras la revolucin sexual de los aos 60 se ha convertido en una sociedad sexualmente obsesionada (al punto de que aquellas manifestaciones que tradicionalmente eran consideradas como anomalas pueden llegar a ser exaltadas como progresos culturales). Se han propuesto diversas explicaciones; entre ellas:
La explicacin psiquitrica (por ejemplo Krafft-Ebing y Kraepelin); para sus defensores que han acuado el trmino degeneracin psicop|tica se trata de alteraciones del objeto de la pulsin. Freud y los discpulos fieles a su escuela explicaron las perversiones por un doble mecanismo: la interrupcin del desarrollo psicolgico en un estadio inferior y la sustitucin de un objeto real, ms o menos simbolizado, en lugar del natural. Las teoras positivistas-behavioristas, que pueden remontarse a Pavlov y sus experimentos sobre reflejos condicionados, explican el fenmeno por las leyes de los estmulos-respuestas (por ejemplo Kinsey, Masters, Johnson y Kaplan). As la Nueva Sexologa tendera a dificultar el establecer dnde se encuentra la frontera de lo patolgico desde el momento en que se considera normal aquello que tiene eficacia para producir placer sexual (orgasmo). Otras teoras tratan de explicar el fenmeno por medio de los componentes endocrinolgicos de ciertas perversiones (hiper o hipo sexualidad). Otros, en fin, rechazan limitarse a una causalidad nica y atribuyen tambin una gran responsabilidad a la enfatizacin del sexo que es realizada de modo sistemtico por los mass-media y las grandes mafias de la pornografa. Bless atribuye el problema a varias causas (148): una constitucin psicoptica (al menos como terreno favorable para trastornos de este gnero) favorecida por algunas circunstancias externas; con frecuencia tiene mucho que ver un desarrollo psicosexual defectuoso (haberse quedado en una fase infantil de su vida apetitiva sexual; estas formas infantiles tienen siempre un carcter auto-ertico); y los excitantes exteriores (malos hbitos, lecturas pornogrficas, abuso de alcohol, drogas, cibersexo, etc.).
Aspectos morales
Trat|ndose de perversiones (es decir, perturbaciones psquicas) se hace difcil establecer el grado de responsabilidad de las personas afectadas. Por eso, resulta ms importante fijar algunas pautas objetivas en tres planos: prevencin, terapia y responsabilidad.
En el plano de la prevencin hay una grave obligacin por parte de los padres, educadores y mdicos de hacer todos los esfuerzos posibles para evitar que se instauren estos disturbios. El problema radica en la posibilidad de identificar preventivamente los sntomas de una perversin. Resulta ms fcil luchar contra las causas que podran desatar algunos de estos problemas, cuando se originan en algn trauma infantil: los malos ejemplos, la descomposicin familiar, la violencia y el abuso sexual o no infantil, la exposicin a la pornografa, la falta de un marco moral y religioso (por ejemplo, la adopcin por parte de parejas de homosexuales). Si los padres o tutores de un nio tomaran conciencia de los efectos que causan sus actos sobre los menores a su cargo, y evitaran aquellas acciones que pueden causarles daos psicolgicos difcilmente reversibles, se evitara la mayor parte de los conflictos neurastnicos y psicticos que suelen luego aparecer en la pubertad, adolescencia y adultez. En el plano teraputico se impone una terapia multimodal (149) segn cada caso, es decir, la combinacin de terapia psiquitrica y psicoterapia (tanto individual como familiar si es necesario) y terapia de orden farmacolgico (por ejemplo en algunos casos de hipersexualismo satiraco o ninfmano). Tambin puede imponerse la internacin obligatoria cuando la persona represente un peligro para s misma o para el bien comn (hay casos en que estas patologas se mezclan con problemas de desdoblamiento de la personalidad y con gran agresividad). En cuanto a la responsabilidad de la persona, hay que sealar que en muchos casos est muy disminuida, al punto tal de que podra incluso no tener ninguna responsabilidad personal. De todos modos, respecto del fenmeno de la perversin sexual, puede ser que existan otras responsabilidades muy serias, en concreto la de los medios de comunicacin quienes, mediante la difusin de pornografa y violencia (incluso en niveles de sado-masoquismo) actan como factores incentivantes o desencadenantes sobre personas con predisposiciones ya marcadas.
estructura mental que la sostiene, que siempre ha existido. Las organizaciones pedfilas, como est sucediendo para otras formas de perversin, aspiran a actuar pblicamente y a transformarse en un fenmeno masivo. Uno de los factores que ms influyen en el problema es la utilizacin de Internet al servicio de la pedofilia; ste es el principal canal para ofrecer o buscar material pornogrfico infantil. El mercado de la pedofilia maneja 5.000 millones de dlares anuales; una fotografa de nios retratados en escenas de sexo violento puede costar entre 30 y 100 dlares. Entre 1996-2000 fueron denunciados 29.000 sitios pedfilos en Internet y 12 millones de fotografas difundidas por la web (155). La pedofilia es un fenmeno complejo que tiene rasgos comunes con el exhibicionismo y el voyerismo: tienen en comn la eleccin de un objeto indefenso, impotente o inconsciente (156). En muchos casos hay, en el origen del desorden, experiencias traumticas sexuales en la infancia del perturbado, causadas por adultos, aunque no puede darse esto por regla universal. Si miramos este comportamiento de modo objetivo, debemos considerar algunas circunstancias agravantes: (1) (2) los efectos devastadores en las vctimas (nios); el cinismo implicado en el no tener en cuenta los terribles daos infligidos a los inocentes, ni, en algunos casos, las enfermedades sexuales que pueden transmitir (Sida, sfilis, etc.); la bajeza que significa el aprovecharse de la indigencia y miseria de los nios y de sus familias (como ocurre, por ejemplo, en quienes hacen lo que se llama turismo sexual en pases pobres); los daos fsicos, que adems de los traumas orgnicos que causa el comercio sexual entre un adulto y un nio, se traduce en enfermedades infecciosas; se calcula que el 73% de los menores implicados en el mercado del sexo ya ha contrado Sida (157);
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los daos psicolgicos y espirituales de por vida; muchos de estos nios sufren en el futuro de sentido de soledad, falta de confianza, comportamientos sexuales inadecuados, incapacidad de establecer relaciones conyugales, recuerdos obsesivos, recurso al alcohol y estupefacientes, depresiones, etc.; ms gravedad en las consecuencias se observa sobre todo cuando el abuso tiene carcter de incesto entre padre e hijo, fenmeno que, lamentablemente, se ha visto crecer en los ltimos tiempos (158).
Puede resultar, en cambio, muy difcil establecer el grado de responsabilidad subjetiva del pedfilo compulsivo; fuera de los casos de personas con graves psicopatas, en los cuales la responsabilidad personal est evidente y gravemente comprometida, hay que ser muy cautos tanto en el culpa como en el disculpar; hay que examinar cada caso atentamente (159). En la mayora de los casos ms graves se trata de enfermos con grandes desequilibrios psicolgicos. Ciccone dice que en lnea orientadora se puede afirmar con fundamento que, al menos en la pedofilia propiamente dicha, es frecuente la ausencia o al menos un serio compromiso de la libertad de eleccin. Pero cuando se trata de pedofilia en sentido impropio hay que inclinarse ms bien por la culpabilidad plena del sujeto, con los agravantes de todo pecado de escndalo grave. Esto no quita que la sociedad, dejando el ltimo juicio de la conciencia a Dios, busque los cauces ms oportunos para evitar cualquier dao que stos, con culpa o sin culpa, puedan hacer a los ms indefensos que son los menores. De todos modos, tengamos en cuenta que la mayor parte de los abusos de menores no son realizados por psicpatas compulsivos (por ejemplo, violadores) sino por personas con cierto dominio de s mismos y con la complicidad de muchas personas que no tienen ningn tipo de compulsin (por ejemplo, en la organizacin de la prostitucin infantil). Adems, tengamos tambin en cuenta que a muchos de estos casos extremos se llega por el desenfreno sexual y el libertinaje que reina en nuestras sociedades; muchos de los abusadores han terminado en este tipo de conductas despus de incursionar por otras como el consumo de pornografa, la homosexualidad y la prostitucin.
Finalmente, sealo la gravedad de ciertas polticas educativas que, bajo el pretexto de educacin sexual, ejercen un verdadero abuso sexual infantil, enseando o alentado incluso, comportamientos masturbatorios, homosexuales, sexualidad precoz, aborto, etc. Esta conducta, aunque no llegue al contacto fsico entre el educador y el nio, tiene elementos comunes con la psicologa pedfila.
conceptivos. En efecto, si bien de ellos no se sigue la concepcin de una nueva vida, los esposos no han realizado ningn acto positivo para destruir sus propias capacidades procreativas, lo que s ocurre cuando se recurre a alguno de los mtodos que hemos llamado anticonceptivos. Esta diferencia entre los actos anticonceptivos y los mtodos naturales o la apertura a la vida, no es una cuestin puramente tcnica, sino que detrs hay dos conceptos opuestos del hombre y del matrimonio (dos distintas antropologas): en la primera (anticonceptiva) los esposos se consideran a s mismos como dueos absolutos de su cuerpo, de la vida y de las leyes morales sobre el matrimonio, por eso se toman como rbitros del bien y del mal sobre la sexualidad y el matrimonio; en el segundo caso, se reconocen slo administradores de un don dado por Dios y grabado en la naturaleza humana, y aceptan sus lmites y las leyes que el Creador ha puesto en su misma naturaleza y que la luz de su razn les descubre. Otra ofensa al matrimonio proviene del uso deshonesto de su sexualidad. Entendmonos bien. A los esposos son lcitos no slo los actos sexuales completos (la unin sexual perfecta) sino todos los actos que se ordenan a ella (actos preparatorios) y los actos que tienen como fin fomentar el amor conyugal (caricias, besos, abrazos, conversaciones, tactos, etc.). Los esposos no obran mal mientras se encuadren en estos actos y tengan como propsito algunos de los fines del matrimonio (la unin sexual o fomentar el mutuo amor). Es un abuso de su sexualidad, en cambio, los actos que sean plenos (o sea, que terminen en el placer sexual pleno) sin implicar la unin sexual del modo natural. Por tanto, se deben considerar ofensas a la castidad, la masturbacin aunque sea practicada de comn acuerdo, las relaciones sexuales plenas realizadas de modo innatural (los hoy en da tan mentados sexo anal y sexo oral), y las caricias que pueden ocasionar un orgasmo sin unin sexual. De todos modos debemos aadir que todo cnyuge debe respetar tambin la sensibilidad psicolgica de su consorte. Puede ser que algunos de estos actos sean en s mismos legtimos (por ejemplo, por ordenarse a la mejor realizacin de la cpula sexual) pero que, por razones de educacin o afectividad, a uno de los esposos les resulte chocante o fastidioso; en tal caso, el amor conyugal exige que se respete su
sensibilidad. Exigir un acto de ese tenor a quien le resulta impropio, vergonzoso o degradante, no atentara contra la castidad, pero s contra la caridad a la que principalmente se han comprometido los cnyuges. Finalmente, atenta contra la castidad matrimonial la infidelidad. Hay que reconocer que ste es uno de los grandes dramas actuales que amenazan la institucin matrimonial. La infidelidad dentro del marco del matrimonio se denomina adulterio, como ensea el Catecismo de la Iglesia Catlica: Esta palabra [adulterio] designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno est casado, establecen una relacin sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio (160). El adulterio es un pecado grave que transgrede la ley natural y la ley divina, prohibido por el Antiguo y el Nuevo Testamento; los profetas vieron en l la imagen del pecado de idolatra. Es una grave injusticia que lesiona el signo de la Alianza que es el vnculo matrimonial, quebranta el derecho del otro cnyuge y atenta contra la institucin del matrimonio, violando el contrato que le da origen (161). Algunos datos estadsticos, que hay que tomar con pinzas, arrojan cifras estremecedoras sobre este fenmeno. Segn una informacin el 66% de los hombres y el 54% de las mujeres consultado en los Estados Unidos afirmaban haber tenido al menos una aventura adulterina (162). Otro sondeo ms confiable sealaba una praxis del adulterio en el 21,2% de los hombres y en el 11% de las mujeres norteamericanas (163). Sean cuales sean los datos reales, la situacin es una lgica consecuencia del brete cultural y religioso en que nos encontramos metidos. Las circunstancias que pueden conducir a la infidelidad matrimonial pueden ser muy variadas: inmadurez por parte de uno o de ambos cnyuges, el aislamiento dentro del matrimonio, la exposicin en ambientes erotizados (malas amistades), el consumo de pornografa, celos infundados, matrimonios que slo buscan el placer, etc. Por encima de estas ocasiones de infidelidad hay que indicar causas ms profundas, que ponen las bases culturales para la infidelidad. Entre stas quiero destacar dos.
La primera es la mentalidad divorcista que ha sumergido a la institucin matrimonial en una crisis agudsima. La experiencia en Argentina es elocuente: una dcada despus de su implantacin, el divorcio haba engendrado ms divorcios y separaciones, menos matrimonios, ms concubinatos, menos hijos por matrimonio, ms hijos fuera del matrimonio (un estudio del INDEC estableca que en 1995 el 45% de los argentinos nacieron fuera del matrimonio) y envejecimiento poblacional (164). La situacin de los divorciados vueltos a casar, aunque sea dolorosa y pastoralmente merezcan un cuidado singular por parte de la Iglesia (165), es, sin embargo, una situacin de adulterio; el hecho de que el fenmeno se extienda cada vez ms debe preocuparnos seriamente. La segunda causa es la incomprensin por parte de muchos catlicos incluso telogos y pastores de la enseanza de la Humanae vitae sobre el acto conyugal: la indisolubilidad de los dos significados o dimensiones del acto conyugal (unitivo y procreador) a los que ya aludimos ms arriba. Mantener la unidad de ambos aspectos es condicin esencial para respetar la totalidad de la entrega matrimonial. El matrimonio es uno con una para siempre, para darse totalmente cada vez que se entregan en su relacin conyugal. No comprender la intrnseca malicia de privar al acto sexual de su dimensin procreativa, termina por hacer perder tambin la nocin de la malicia de privar al matrimonio de su exclusividad y totalidad. La anticoncepcin, al robarle al acto conyugal su valor procreador, plantea una donacin mezquina y un amor a medias. Y quien se acostumbra a este modo (parcial) de darse, puede terminar por preguntarse qu mal hay en reservarse parte de sus sentimientos para compartirlos con alguien distinto de su cnyuge legtimo. El mismo Pablo VI advirti en la Humanae vitae que el uso generalizado de anticonceptivos conducira a la infidelidad conyugal y a la generalizada degradacin de la moralidad, y asimismo que el hombre perdera el respeto hacia la mujer y ya no le importara su equilibrio fsico y psicolgico, hasta el punto en que l la considerara como un mero instrumento de disfrute egosta, y ya no como su respetada y amada compaera(166); lo mismo vale para las mujeres respecto de sus esposos. La mentalidad hedonista, con su conceptos tergiversados del sexo seguro, de las relaciones prematrimoniales, de los matrimonios a
prueba, con su desprecio de la virginidad, etc., han extendido inquietantemente este modo de ponderar el amor y la sexualidad. Para comprender el valor de la fidelidad conyugal es necesario vivir la fidelidad en todas sus dimensiones (167). El amor verdadero tiene como caracterstica la suficiencia intrnseca, es decir, que los que se aman no necesiten de nadie m|s. Si necesitan de alguien de afuera para dar plenitud a su corazn, est fallando el amor. El amor exige la fidelidad, y a su vez la fidelidad protege al amor. Todo esfuerzo por ser fiel, especialmente en los momentos de tentacin fuerte, repercute aumentando, purificando y transformando el amor de los esposos. Normalmente la infidelidad en el sentido de engao del cnyuge con otro amante es algo que sucede porque se entiende la fidelidad conyugal en un sentido restrictivo. La verdadera fidelidad implica tres dimensiones: cordial, mental y carnal. Lamentablemente, muchos la identifican exclusivamente con esta ltima; pero sta sin las otras no puede mantenerse en pie. Fidelidad cordial, del corazn, quiere decir reservar el corazn para el cnyuge, y renovar constantemente la entrega que se le ha hecho la vez primera en que se declar el amor. Dice Gustave Thibon: La verdadera fidelidad consiste en hacer renacer a cada instante lo que naci una vez: estas pobres semillas de eternidad depositadas por Dios en el tiempo, que la infidelidad rechaza y la falsa fidelidad momifica. Charbonneau aade: el marido que deja dormir su corazn ya es infiel. Fidelidad implica, por tanto: a. como dimensin positiva: reiterar la entrega del corazn; los esposos estn obligados, en virtud del amor, a ser afectivos entre s; a demostrarse el cario. Flor que no se riega se marchita; corazn que no es alimentado, busca comida en otros platos. b. como dimensin negativa: exige evitar todo trato imprudente con personas de otro sexo. Entiendo por trato imprudente aquellas manifestaciones de afecto que pueden empezar a ablandar el corazn. La persona con quien no se convive, la que es tratada slo espordicamente, siempre revela menos defectos que aquella que comparte el propio hogar... Y... el prado del vecino siempre parece ms verde... por el solo hecho de mirarlo de lejos.
As, los tratos reblandecidos (lo que no quiere decir que no debamos ser corteses y cordiales con el prjimo) pueden ser inicio de enamoramientos. Fidelidad mental, porque no slo es adulterio e infidelidad el contacto carnal con la persona ajena al matrimonio, sino tambin el pensar en ella y desearla. La fidelidad exige castidad de pensamientos, memoria y deseos. El que maquina, imagina, suea despierto aventuras, aunque no tenga intencin de vivirlas en la realidad, ya es infiel, y esto prepara el terreno para la infidelidad en los hechos. En este sentido, difcilmente guardar la fidelidad conyugal quien mira o lee revistas o pelculas pornogrficas, o con algn contenido pornogrfico; quien no cuida la vista ante otras mujeres u hombres; quien asiste o frecuenta ambientes donde no se tiene pudor en el vestir o en el hablar. La castidad exige, para poder ser vivida, un ambiente casto. Esto no es puritanismo; esto es simplemente lo normal, lo adecuado a la norma. Considero que la falta de seriedad en esta dimensin es causa principal de las infidelidades matrimoniales, y no se puede poner remedio a este problema si no se empieza por cortar con el caldo de cultivo de toda infidelidad que es la falta de castidad en las miradas, en el pensamiento y en el deseo. Fidelidad carnal, lo que resulta bastante claro y evidente por s. La infidelidad carnal es siempre una profanacin del cnyuge inocente, porque el matrimonio ha hecho de ellos una sola carne (Mt 19,5); al entregarse uno de ellos a una persona ajena al matrimonio, ensucia y rebaja la persona del cnyuge. Por ltimo, hay que tener siempre en cuenta que la fidelidad es una gracia; como tal, los esposos deben pedirla, es decir, rezar pidiendo a Dios no faltar nunca a la palabra dada en el matrimonio. Especialmente quienes se encuentran en situaciones ms difciles, ya sea por el ambiente en que viven o por hbitos desordenados, deben recordar que la Iglesia nos ensea a orar con San Agustn: Da quod iubes et iube quod vis (da lo que mandas y manda lo que quieras)(168). El Concilio de Trento complet esta afirmacin con una expresin magnfica: Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas (169).
sentimental con una persona? Slo cuando este afecto puede terminar en un matrimonio legtimo ante Dios. Hay que tener cuidado con el corazn; cuando uno juega con l puede perder. Muchos no llegan a darse cuenta del juego que hacen con sus afectos, especialmente si uno se rodea o frecuenta personas con heridas afectivas graves, como es el caso de separaciones, divorcios, abandonos, matrimonios fracasados; o si uno mismo arrastra este problema. Estas situaciones tienen como mayor contra la capacidad de racionalizacin de nuestros sentimientos; ellos empujan a encontrar docenas de razones por las cuales no hay ningn peligro, o es slo una buena amistad, o l o ella comprende mi situacin porque ha pasado por el mismo drama. Siempre se encuentra una pena que consolar, un dolor que mitigar, una cruz que compartir. Pero como enseaba san Agustn, esos sentimientos inocentes terminan por ser afectos no tan inocentes, y de aqu se abre el camino hacia un enamoramiento que no tendra que haber existido. Son amores equivocados. Y todo camino equivocado tiene solo dos soluciones: no comenzarlo, o volverse atrs habindolo comenzado. No comenzarlo es la nica va prudente. Y para no comenzar lo que no se debe comenzar, lo mejor y ms sensato es no ponerse nunca ante el comienzo del sendero. Cuando nos quedamos demasiado tiempo ante una bifurcacin de caminos: uno que sabemos que es correcto y el otro que no lo es, ya estamos en un mal terreno. Si sabemos que uno de ellos nos conduce a donde no debemos ir, por qu detenernos a contemplarlo? Qu queremos ver en el horizonte? Nos mueve la curiosidad de saber qu hay unos pasos ms all o jugamos con nuestros sentimientos? La curiosidad es el anzuelo de los necios; Chaucer ha escrito: Prohibidnos algo, y lo desearemos. Tal vez no sea la curiosidad sino el querer probar si todava somos atractivos, si podemos brindar firmeza a una mujer quebrada por un marido violento e indiferente, o ternura a un hombre cuya mujer nunca lo entendi o lo abandon por otro. Tal vez tampoco sea esto sino una autntica intencin de consolar al que sufre o a la angustiada. Pero en todos estos casos, es evidente que no es esta persona concreta (la de corazn dbil, enamoradiza, frgil, soadora o cndida) la que tiene que realizar estos actos. Lo demuestra
el desenlace: el cario que comenz en amistad termin en lujuria. No comenzar, no pararse ante el camino que no es mi camino. Pero si ya se ha comenzado a andar por esta senda, no queda ms remedio que volverse atrs. Todos los que se han perdido alguna vez en el bosque saben bien que cuando uno toma conciencia de que el sendero por el que transita es el equivocado, hay una sola reaccin inteligente: volver sobre sus pasos; y hay una sola estupidez: seguir caminando. Cuando se hace lo segundo se termina en un resultado catastrfico. An as, cuntos son artfices de su propia catstrofe! No hay que alimentar el corazn con ilusiones que no pueden ser. Y a todo esto, dnde qued la ley de Dios?
sexual una especie de xtasis material. Psicolgicamente este comportamiento nace de un gran vaco interior, una decepcin o un dolor que desangra a la persona, y que lo lleva a reaccionar de esta manera para compensar su insatisfaccin. La fogosidad de esta bsqueda manifiesta la intensidad del dolor o del vaco que experimentan; tambin explica que este tipo de comportamientos al revelarse incapaces de dar lo que se esperaba de ellos conduzca a buscar nuevas experiencias, supuestamente ms excitantes e intensas (combinando el sexo y las drogas, la violencia, los comportamientos contra la naturaleza o incluso castigados por la ley civil), y a combinarlas con el riesgo (riesgo de ser atrapados, de quedar infamados, de contagiarse, etc.). La literatura sobre perversiones sexuales, drogadiccin y comportamiento sexual, sexo y cultos satnicos, etc., abundan en ejemplos de este tipo. En la psicologa de estas personas, por el motivo que sea, hay un profundo egosmo que las lleva a usar de s mismas y de quienes las rodean como instrumentos del placer, incluso sin medir el dao que pueden hacer a los dems (como ocurre en los violadores y abusadores). En todos los casos (los que no llegan a encuadrarse en patologas sexuales y los que son estrictamente patolgicos) para superar sus problemas sexuales, la persona debe salir de s misma y combatir con firmeza su egocentrismo; de lo contrario es imposible revertir su comportamiento. 2 Un segundo mecanismo psicolgico es el de quienes recurren al acto sexual como medio de sedacin. Es una actitud an|loga a la que manifiestan los alcohlicos que beben para olvidar, para consolarse, o para calmar sus nervios, o en quienes recurren a drogas sedantes, herona, etc. Son personas de estructura psicolgica ansiosa y tensionada. El comportamiento sexual ms representativo de este paradigma psicolgico es la masturbacin compulsiva y sedante, especialmente entre aquellos que se masturban para calmar tensiones, ansiedades, para poder dormir, para terminar con una tentacin obsesiva. La bsqueda (que puede ser adictiva) de la saciedad, tiene aqu como fin mantener a raya la ansiedad. Una mujer me relataba su problema diciendo que
haba comenzado cuando tena diez aos, a causa de una carencia afectiva fuerte (falta de madre) y adems una peor carencia de consejo y enseanza (...) que le suceda muchas veces como una reaccin inesperada, no buscada, como un escape; en la actualidad, segua dicindome, vuelve en casos de estrs o de mucha tensin psicolgica, como algo compulsivo. Estas compulsiones sexuales son usadas como un acto analgsico solitario. Puede presentarse en personas muy nerviosas, alteradas, escrupulosas enfermizas, etc. Este mecanismo no excluye el anterior, sino que pueden combinarse en una misma persona; as ocurre con quienes gastan parte de sus noches buscando sexo de alto riesgo (zonas de prostitucin, bares homosexuales, etc.) y al volver a sus casas no pueden conciliar el sueo, para lo cual recurren al alcohol, a la masturbacin o a alguna droga. Si estamos ante casos de este tipo, adems de los tratamientos mdicos que un buen profesional deber disponer, es necesario ayudar a la persona a crecer en la confianza en Dios, en el abandono de sus actos y de su vida en la Providencia divina y en centrar sus preocupaciones en el momento presente, recordando que a cada da le basta su propia preocupacin. 3 El tercer mecanismo es la evasin fantasiosa, por la que algunos se escapan de la realidad. En el fondo estas personas no pueden manejar el desencanto que sienten del mundo real o de sus propias personas. Ocurre as con quienes sienten vergenza obsesiva consigo mismos (vergenza de su apariencia fsica pensado que nadie puede enamorarse de l/ella, o de su situacin econmica, o de sus capacidades intelectuales, etc.), con algunos melanclicos y depresivos, etc. stos, al considerar sus vidas montonas, deslucidas y opacas, tienden a evadirse por medio de su imaginacin y fantasa. Pueden hacerlo a travs de drogas psicodlicas, LSD, marihuana, etc., o tambin en actividades sexuales que son tpicas manifestaciones de evasin: la adiccin al romance (el vivir de enamoramientos ficticios, romances quimricos), el consumo de pornografa en revistas, televisin y especialmente en Internet, etc. Todos estos actos pueden estar unidos sea a la masturbacin como a las relaciones sexuales, pero lo que es central en estos actos es que con ellos
estas personas buscan huir de la realidad sombra en que creen estar sumergidos. Estos comportamientos, que fcilmente se vuelven adictivos, se presentan con frecuencia en personas con historias complejas (por ejemplo, quienes arrastran traumas infantiles, complejos fsicos o psicolgicos, los que han vivido situaciones familiares complicadas, etc.), tambin en los que tienen un crecido egosmo y autoestima que les exige huir de la humilde realidad que los rodea hacia un mundo en que ellos sean personajes, hroes y protagonistas. Hasta cierto punto este tipo de ilusiones pueden pasar sin dao alguno en la vida, y son muy frecuentes en la etapa de la adolescencia. Pero cuando (sea por problemas psicolgicos o espirituales como los que acabo de mencionar) se arraigan, creando un estado de adolescencia o inmadurez persistente, entonces se produce un estado de disociacin de la personalidad, en el cual se abandona la vida real para refugiarse en su mundo de fantasa (literaria, ertica, heroica o cual fuere). Este problema puede potenciarse hoy en da por el auge de la literatura de fantaciencia (y fenmenos relacionados, como los juegos de rol, el mundo de la magia, etc.). Una persona as, adems de los remedios naturales y sobrenaturales que todos han de poner para luchar contra sus malos hbitos, necesita enfrentar con resolucin la vida real, aprender a gozar de ella; tomarle el pulso y aceptar la realidad, sin perder la sana cuota de idealismo que condimenta todo pensamiento que tiene al mismo tiempo ideales elevados y pies en la tierra.
significa consentir a ella. Hay que tener una conciencia clara al respecto; en nada ayuda una conciencia escrupulosa, as como tampoco ayuda una conciencia sorda a la voz divina que resuena en el corazn de toda persona. Junto con esto hay que tener la seguridad de que toda tentacin puede vencerse (aunque no toda compulsin, que es ya otro problema, segn vimos). En segundo lugar vigilar y hacer penitencia. La vigilancia es absolutamente necesaria en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida, porque como dice San Pablo la carne tiene tendencias contrarias a las del espritu, y el espritu las tiene contrarias a las de la carne (1 Co 10,13). Po XII ha escrito: Si alguno fuese indulgente, aun en cosas mnimas, con las seducciones del cuerpo, fcilmente se sentir arrastrado hacia aquellas obras de la carne que enumera el Apstol (cf. Gl 5,19-21) (171). Es necesario velar sobre los movimientos de las pasiones y de los sentidos, refrenarlos con una vida austera y con las penitencias corporales dice Po XII en el mismo lugar para someterlos a la recta razn y a la ley de Dios: Los que son de Cristo tienen crucificada su carne con los vicios y las pasiones (G|l 5,24). Todos los santos han vigilado sus sentidos y pasiones. Aun quien no puede, por alguna razn, hacer penitencia corporal, al menos no puede excusarse de estar alerta y de hacer mortificacin interior. Algo clave: apartarse del peligro. Uno de los consejos ms sabios que nos han legado los santos es que es m|s f|cil superar las seducciones de las pasiones huyendo de ellas que combatindolas de frente. Huyo para no ser vencido, deca San Jernimo (172). En qu consiste esta huida? En evitar diligentemente la ocasin de pecar, y principalmente en levantar el alma a las cosas divinas durante las tentaciones, fijando la vista en Cristo virgen. Es verdad que no podemos salir del mundo fsicamente. Pero no debemos estar en l con el corazn y los sentidos. Nadie puede mantener la pureza si no comienza por evitar las miradas, conversaciones, pensamientos, no slo impuros sino, incluso, turbios. Por qu? Porque est escrito: El que ama el peligro, perecer| en l (Sir 3,26). Y San Agustn: No me digas que tienes el alma pura, si tienes los ojos impuros; porque el ojo impuro es mensajero de un corazn impuro (173). En este sentido hay que recordar
la necedad de quienes quieren (o dicen querer) vivir la pureza y concurren a algunos lugares de baile en que abunda la sensualidad, el desenfreno, la impureza e incluso el alcohol y la droga; o los que pasan horas en los ciber-cafs, en medio de vdeo-juegos o navegando por Internet o rodeado de personas que all buscan pornografa, excitacin sexual, etc. Fundamental en este trabajo es cultivar el pudor, del que ya hemos tratado aparte, puesto que ste es, como lo llam Po XII, la prudencia de la castidad (174); y est| escrito en el Catecismo: la pureza exige el pudor (175). Finalmente, el equilibrio general: mantener una buena higiene fsica, una alimentacin equilibrada, ejercicio fsico (deporte), descanso y buenas amistades. Evidentemente que no bastan los medios naturales; hay que recurrir tambin a los medios sobrenaturales porque la castidad es un don de Dios. De manera particular hay que apelar a la oracin. Hablando del don de la castidad, dice San Jernimo que les fue concedido a los que lo pidieron, a los que lo quisieron, a los que trabajaron por recibirlo. Porque todo el que pide, recibe, y el que busca, halla, y al que llama, se le abrir| (Mt 7,8) (176). Y San Alfonso ensea que no hay medio tan necesario para vencer las tentaciones contra la castidad, como la oracin a Dios (177). Adems, hay que recurrir a los sacramentos de la Confesin y la Eucarista. A la oracin hay que aadir la confesin frecuente, que es medicina espiritual que purifica y sana. Y tambin la Eucarista que fue llamada, en este sentido, remedio contra la sensualidad (178). La Eucarista, recibida con las debidas disposiciones, hace puros los corazones, porque se recibe al Autor de toda Pureza. Por ltimo, un medio excelente para conservar la castidad (o recuperarla cuando se ha perdido) es la slida devocin a la Virgen Madre de Dios. En cierta manera, deca Po XII, esta devocin contiene en s todos los dems medios; pues quien sincera y profundamente la vive, se tiene que sentir impulsado a velar, a orar, a acercarse al tribunal de la Penitencia y al Banquete Eucarstico (179). Mara Santsima es Virgen de las
vrgenes y maestra de virginidad, como dice San Ambrosio (180). San Agustn escribi que por la Madre de Dios comenz la dignidad virginal (181). Y San Jernimo ha asegurado: Para m la virginidad es una consagracin en Mara y en Cristo (182). Por eso quien quiera ser virgen debe seguir el consejo de San Bernardo: Busquemos la gracia, y busqumosla por Mara (183). Hay casos, sin embargo, en que la castidad est tan comprometida (especialmente en los casos de adiccin sexual) que no alcanzan ni estos medios sobrenaturales, ni los naturales ordinarios, sino que hace falta un trabajo especial que mencionar en el prximo captulo.
X. Hablemos de la adiccin...
A lo largo de mi ministerio he recibido numerosas cartas y correos electrnicos de personas que sufren algn tipo de adiccin sexual, ya sea adiccin a la pornografa, a la masturbacin, a las relaciones homosexuales, a las relaciones sexuales compulsivas con personas solteras, casadas, y otros tipos de problemas de esta ndole. Salvo algunas excepciones en que sus autores han hecho alguna aptica defensa de sus actitudes, todas las dems pedan desesperadamente ayuda.
Algunos testimonios...
Sera prolijo e intil transcribir por extenso esos testimonios conmovedores, aunque s algunos de sus prrafos que pueden darnos una idea clara del problema. Claudio, un masturbador compulsivo de 21 aos, me deca: de a momentos soy consciente de que esto me enceguece por completo de lo bello de la vida, de la luz, pero igual siempre caigo. Jorge, de 23 aos y con el mismo problema, se refera a l llamndolo gran, pero gran problema. Roco, de 36 aos, con adiccin a la pornografa, deca despus de hacerlo me siento horrible. Una joven de 26 aos, Regina, que se senta impulsada a tener relaciones con hombres casados, hablaba de grave conflicto emocional; y se refera a su comportamiento diciendo no s cmo detenerme, algo que no me hace sentir bien, no quiero sentirme como una cualquiera.
Pablo hablaba de la depresin que padezco a causa de la masturbacin y exclamaba: ojal| pueda salir de esto y ser feliz como hace diez aos atr|s!. Rom|n, casado y de 29 aos, subrayaba enf|ticamente: me he sentido realmente mal conmigo mismo ya que mi comportamiento, en primer lugar me aleja de Dios, en segundo lugar falla a mis principios morales y en tercer lugar me hace muy infeliz. Otro joven de 20 aos, con problemas homosexuales y de adiccin a la masturbacin, escriba: confo que algn da alcanzar la castidad y la pureza de corazn con la que se har| posible ver a Dios; y tambin: estoy dispuesto a asumir cualquier riesgo con tal de dejar esto. Un hombre, casado, de 40 aos, divorciado y con hijos, adicto a la pornografa, confesaba: mi sexualidad me causa tremenda culpa... Me siento sucio, tengo rencor (...) y creo ser un mal padre. Otro hombre tambin casado, en torno a los 40 aos, con problemas de homosexualidad, que crea amar a su esposa y sufra por su doble vida, afirmaba: definitivamente esto me hace sentir muy solo, a veces hasta despreciable conmigo mismo (...), siento un vaco grande (...), en verdad me siento desesperado. Un muchacho de 17 aos, con profundas tendencias homosexuales, escriba con desesperacin: s que est| mal y de todo corazn me quiero curar, me siento muy mal, no quiero que Dios me odie. Paola, de 25 aos, que practic la masturbacin durante diez aos, reconoca: he cado en la cuenta del dao que me ha hecho la masturbacin, creo que me ha afectado demasiado emocional, profesional y psicolgicamente; ya no soy normal; slo pienso en mi misma y no vivo en la realidad; lo digo con una profunda tristeza y preocupacin, puesto que he hecho mucho dao y he lastimado a muchas personas con este egosmo, y sobre todo, me he perdido de muchas cosas en la vida, que Dios me ha puesto, por tener a esta edad una mentalidad de adolescente. No quiero vivir as. Estos testimonios pertenecen a jvenes y adultos, algunos solteros y otros casados, varones y mujeres, de Argentina, Honduras, Estados Unidos, Espaa, Per, Mxico y otros pases. Podra seguir extrayendo frases de las cartas que amontono, pero el tenor de los sentimientos que ellas expresan no cambiar sustancialmente. Ninguna de las personas que he encontrado con este tipo de problemas es feliz. Una vez pregunt a una persona que luchaba contra una
esclavizante pasin lujuriosa: Alguna vez tu lujuria te hizo feliz?. Su respuesta fue inmediata y contundente: Nunca. Aad: Has pensado que tal vez esta infelicidad se deba a tus principios morales que te hacen ver como malos estos actos? Piensas que si tuvieras ideas ms liberales sobre la sexualidad encontraras felicidad en algn acto de lujuria?. Su respuesta tambin fue pronta: Estoy seguro de que lo que siento no cambiara nada. Y qu sientes?, pregunt. Frustracin y tristeza, respondi.
Malas perspectivas...
Estamos hablando de una adiccin. Paulatinamente nuestra sociedad va siendo atenazada por diferentes adicciones: a la droga (drogadiccin), al alcohol (alcoholismo), a la violencia, al juego y las apuestas (ludopata), al consumo y al lujo (consumismo) y otras. Algunas se extienden cada vez ms entre los nios (hay propuestas de declarar enfermedad infantil el alcoholismo). Pero la que ms crece es la adiccin al sexo, o ms propiamente a la lujuria. Sin lugar a dudas entre las muchas causas de esta extensin la principal es la difusin de la propaganda sexual por los medios de comunicacin, y en especial por Internet. No esperemos que esta tendencia cambie, pues la pornografa, como ya hemos visto en los captulos anteriores, es un drama cada vez ms actual. El psiclogo Patrick Carnes cita en una de sus obras a Cooper, quien llama al cibersexo (el sexo por Internet) la crack cocaine de la adiccin sexual. Este comportamiento que afecta a personas de toda edad, incluidos numerosos nios, acelera las conductas adictivas y obstaculiza a quienes quieren desenredarse de este tremendo ovillo esclavizante. La adiccin sexual tiene muchas caras en nuestro tiempo. Las ms extendidas son la adiccin a la pornografa y a la masturbacin, que a menudo van juntas. Pero tambin la adiccin se refiere a otros comportamientos, algunos con los que la sociedad no se siente incmoda y los tolera (como adems de la masturbacin y la pornografa la homosexualidad, la prostitucin, los porno shows y los locales erticos, ciertas formas de sexo degradado dentro del matrimonio como el llamado sexo anal y oral, etc.); otros comportamientos adictivos ante los
cuales la sociedad se pone en guardia hasta cierto punto (como el exhibicionismo, el voyerismo, las llamadas indecentes, los manoseos contra la voluntad de sus vctimas autntica miniviolacin, segn un autor); y estn tambin los comportamientos que la mayora de las sociedades condenan por ahora (como el incesto, la violacin, la pedofilia, la pederastia, etc.); y decimos por ahora, porque qu barrera puede poner una sociedad que no cree en una ley natural ni en una ley revelada? De hecho ya se ha presentado en Holanda un grupo de pedfilos que quieren formar un partido poltico que promueva la pedofilia (184). Todos estos comportamientos son altamente adictivos; especialmente los ms graves por corresponder a perturbaciones psquicas y a comportamientos desviados (parafilias). En realidad algunos autores distinguen, y creo que acertadamente, tres especies de adicciones relacionadas con una falsa concepcin del amor: la adiccin al romance, la adiccin a establecer relaciones dainas y la adiccin propiamente al sexo (185). En las tres el sexo juega un papel fundamental, pero el foco de atencin sobre el que gira la adiccin es diverso. En la adiccin al romance, la persona est esclavizada por su aficin a seducir a otros y vivir romances novelescos en su fantasa; puede (y muchas veces as sucede) pagar entregndose sexualmente a aquellos que manipula en su afn de seduccin. En el caso de las relaciones compulsivas destructivas el eje de la atencin de la persona adicta est puesto no tanto en el placer sexual cuanto en la necesidad compulsiva compaa (aunque tenga que sufrir por ello); a cambio de esta satisfaccin afectiva habitualmente sacrifican su vida sexual, e incluso su tranquilidad fsica (estas personas muchas veces aceptan situaciones de violencia domstica, de humillacin, mltiples abortos, e incluso enfermedades venreas, con tal de no ser abandonadas) (186). En la adiccin propiamente llamada sexual, el foco de atencin recae sobre el sexo por s mismo. Todas estas adicciones pueden afectar tanto a varones como mujeres, aunque estas ltimas son ms propensas a sufrir adicciones al romance y a las relaciones destructivas; los varones, en cambio, cuando se deslizan en alguna de
estas adicciones, suelen ser atrapados ms fcilmente por las propiamente sexuales. Todas tienen elementos comunes (y evidentemente algunas diferencias importantes). Me referir, en adelante, a las adicciones al sexo; cuanto dir se aplica de modo anlogo a las adicciones al romance y a las relaciones dainas.
Adiccin = esclavitud
En realidad, las adicciones sexuales son adicciones a la lujuria, no al sexo; el sexo es algo bueno y querido por Dios dentro del marco ordenado del matrimonio. Todos estos comportamientos pertenecen al campo del desorden sexual, o lujuria. Pero no se trata de un simple desborde lujurioso, sino de una adiccin a este tipo de comportamientos. Adiccin significa una inclinacin compulsiva hacia un objeto; la compulsin es una inclinacin irresistible hacia algo o a realizar una accin. Al decir que es algo irresistible, queremos indicar que llega a anular la razn; por tanto, destruye la libertad y esclaviza. Se trata de un deseo posesivo, es decir, su punto de referencia es mi propio yo; quiero algo un placer, en este caso para m. Es, pues, autorreferencial, egosta. Toda adiccin es destructiva, porque es despersonalizante (el adicto termina viviendo para aquello que lo ata, y que exige la inmolacin de todo lo que tiene y ama, incluso su familia, sus proyectos, sus ideales y su vida; como puede verse en los drogadictos, alcohlicos y dems tipos de adictos). Por todo esto, es algo doloroso y humillante. Es lo que reflejan los testimonios que hemos citado ms arriba. La adiccin no es amor si queremos usar esta palabra en su sentido ms humano y elevado. Las descripciones que los adictos hacen de sus compulsiones no corresponden al amor. De un adicto puede decirse que ama el sexo slo en un sentido metafrico y abusivo; del mismo modo que podramos decir que un alcohlico ama el vino, o un jugador compulsivo ama las apuestas. Eso no es amor, sino absorcin compulsiva de parte de un objeto. La adiccin semeja al ficus estrangulador, planta parsito y canbal que consume los rboles en que se arraiga; cuando
una semilla del ficus es depositada en una rama alta de algn rbol por algn mono o murcilago que deja all sus excrementos, sta germina, echando races que se van enroscando en el rbol husped, hacia abajo, buscando la tierra; mientras ms crece envuelve y ahoga el otro rbol, el cual, finalmente muere, se pudre y ahueca. En las selvas americanas se ve el espectculo de estos rboles huecos y muertos en los que ha cobrado vida la planta canbal que los nativos llaman, con razn, matapalo. As acontece con la adiccin que carcome el carcter y la psicologa del adicto hasta no dejar de l ms que un vaco interior rodeado de una gran cscara compulsiva. En cambio, el amor humano es perfeccin de la libertad: cuando amamos somos ms libres, porque el amor nos da la capacidad de dar algo nuestro, de desprendernos, lo que supone posesin y facultad de disponer de nuestras cosas. Es donacin, y no apropiacin; es capacidad de salir de s, de vivir la generosidad, de comprometerse y mantener los compromisos. Es fuerza personalizadora del ser humano: quien ama verdaderamente crece como hombre o como mujer; madura, se perfecciona. Es un movimiento pleno y gratificante, a pesar de exigir sacrificios. En la lujuria, como ya hemos visto, no hay amor verdadero. Faltan los elementos propios de todo amor: o falta la entrega de s a otro (como en la masturbacin y la pornografa), o el compromiso (como en la fornicacin), o se excluye el fruto (como en la anticoncepcin), o carece de complementariedad verdadera (como en la homosexualidad), o daa (como en el abuso, la violacin, la corrupcin). Toda forma de lujuria elimina algn valor propio del amor: el otro (masturbacin), el matrimonio (fornicacin, adulterio, concubinato), el hijo (aborto y anticoncepcin), la alteridad (la homosexualidad). Es muy importante tener en cuenta esto, porque ese desorden intrnseco de la lujuria, junto al hecho de enraizarse en una de las inclinaciones bsicas del ser humano (el instinto sexual) explica que, fcil y rpidamente, degenere en adiccin. Ocurre otro tanto con los otros instintos bsicos: el instinto de supervivencia al deformarse (o no madurar) degenera en egosmo,
autorreferencia, enfermedad de la queja, sentimiento de inferioridad y complejo infantil (187); el instinto religioso desviado de su centro de equilibrio se torna en supersticin, credulidad, bsqueda morbosa de lo mgico y lo demonaco.
Es mi problema?
En la p|gina oficial de los Sexo Adicto Annimos se encuentra un cuestionario con diversas preguntas que orientan a una persona que tiene dudas sobre la gravedad de sus actividades sexuales; esas interrogaciones pretenden ayudar a descubrir una posible adiccin (188). Algunas de ellas haran preocupar a ms de una persona que pensaba no tener problemas; por ejemplo: Guardas secretos sobre tus actividades sexuales o romnticas? Mantienes una vida doble? Tus necesidades te han llevado a tener sexo en sitios o en situaciones o con gente con las que normalmente no te involucraras? Te sorprendes a ti mismo buscando artculos o escenas sexualmente excitantes en peridicos, revistas u otros medios de comunicacin? Te has dado cuenta de que tus fantasas romnticas o sexuales causan problemas en tus relaciones o que te impiden encarar tus problemas? Frecuentemente sientes remordimiento, vergenza o culpabilidad despus de un encuentro sexual? Cada nueva relacin, contina con los mismos patrones destructivos que te incitaron a romper con la ltima? Tus actividades sexuales y romnticas, necesitan cada vez mayor variedad y frecuencia slo para sentir los mismos niveles de excitacin y alivio? Tu bsqueda de relaciones sexuales o romnticas, contradice o interfiere con tus creencias o desarrollo espirituales?, etc. Responder s a m|s de una de estas preguntas, es ya una nota de alarma.
El ciclo de la adiccin...
La adiccin sexual acta en forma de ciclo esclavizante, que es en realidad el resultado de dos ciclos que se alimentan mutuamente: el ciclo del comportamiento adictivo y el ciclo del pensamiento o sistema adictivo. El siguiente diagrama (que he adaptado del presentado por otros autores) puede darnos una idea de todo este proceso (189):
El primer ciclo (ciclo adictivo) es el que primero cae bajo nuestra observacin. Cuando una persona pide ayuda, llega generalmente
preocupada o agobiada por un comportamiento compulsivo que no puede dominar y que se manifiesta en forma de ciclo en el que podemos distinguir, con mayor o menor claridad, algunos pasos claves. El primer paso de su comportamiento (pongamos el caso del adicto a la pornografa) es la obsesin o preocupacin obsesiva: una idea, una compulsin o deseo irresistible de ver pornografa lo asalta y molesta una y otra vez, y no puede desasirse de ella. Este primer paso puede ocurrir ya sea por haberse puesto en una ocasin de pecado, o bien, cuando la adiccin ya est arraigada, estando en un tiempo tranquilo; simplemente se presenta de imprevisto como una idea obsesiva. El segundo paso se da al ceder a esta obsesin y es lo que un autor ha llamado cacera: comienza todo un proceso o serie de acciones que conducen al acto voyerista (el ver pornografa). El adicto concede un valor incalculable a cada uno de estos pasos, que ejecuta como si fuera un autntico ritual religioso, por razones que luego diremos. Baste aqu tener en cuenta que este rito es algo solemne y hasta parece estudiado (busca la hora adecuada, casi siempre la misma; mira si est solo; tal vez ponga msica que puede ser casi siempre la misma; cuida la iluminacin del ambiente para que sea sugestiva, casi a media luz; enciende la computadora, etc.). A travs de todos estos actos rituales, llega as, finalmente, a la consumacin del placer, que es el tercer momento, y el ms efmero de todos; dura tan solo un instante. Al placer sigue el cuarto paso: el retorno a la normalidad, es decir, los niveles de excitacin bajan y las pulsiones se tranquilizan. Esto abre camino a un quinto momento que podemos caracterizar como torbellino emotivo porque se conjugan, como una tempestad, una serie de emociones intensas, entre las que debemos destacar: la justificacin (todos lo hacen, o hubiera sido imposible evitarlo, o ya no poda m|s, o se comprende que obre as en mi situacin, etc.), son todas razones o racionalizaciones que intentan explicar, atenuar o negar la responsabilidad en estos actos. Cuando las justificaciones no son crebles, la persona adicta pasa a buscar culpables: alguien tiene que ser el culpable de este problema; tal vez culpe a sus padres por la educacin
que le dieron, a quienes fueron instrumentos de su degradacin o quiz al mismo Dios; pero pocas veces estas personas asumen que ellos tambin son principales responsables de su estado. Como el echar las culpas a otros tampoco soluciona sus dramas, siguen los remordimientos y la vergenza, ms por el estado en que han cado, que por lo que han hecho. De estos sentimientos surge la desesperacin e impotencia, y, como reaccin la persona se hace numerosas promesas (esta fue la ltima vez, nunca m|s caer en esto, no volver a ese lugar etc.); pero todas estas promesas, no hacen ms que focalizar nuevamente la atencin en el objeto de su adiccin, el cual termina por obsesionar nuevamente a la persona, presentando la idea compulsiva y haciendo recomenzar el ciclo una vez ms. He mencionado la importancia que ocupa en el comportamiento de todo adicto el ritual con el que realiza sus actos compulsivos. Yo creo que esto es debido a su intuicin del carcter fugaz que tiene el xtasis sensible del placer. Sabe de antemano que ser efmero y huidizo, y que no puede prolongarlo por ningn medio a su alcance. Llega en un instante y se va, dejando un sabor a poco y nada; no satisface las expectativas puestas en l. Por eso, al no poder extender ms ese momento (que, por el contrario, parece cada vez ms breve a medida que se adentra en la adiccin) procura extender los momentos previos que son los que excitan su imaginacin y su deseo voluptuoso; esto es lo que hace por medio del ritual que no es otra cosa que arrojar carbn a la caldera encendida de su lujuria. Hasta que sta estalla en frustracin. Parecieran compuestos para este espectculo aquellos versos de uno de los inmortales sonetos de Lope: Oh siempre aborrecido desengao, amado al procurarte, odioso al verte, que en lugar de sanar abres la herida! Pluguiera a Dios duraras, dulce engao, que si ha de dar un desengao muerte, mejor es un engao que da vida. El dulce engao del que habla Lope, es esa idealizacin del placer exagerada por la fantasa del lujurioso; l apuesta toda su energa a ese momento en que cree que alcanzar un xtasis pleno, una borrachera de placer y una felicidad sin lmites. Pero al llegar muestra lo que es:
desengao. La realidad no corresponde a la fantasa ertica, y se vuelve odiosa al hacerse presente por ser tan breve y frustrante. Aborrecible y heridor por el vaco que deja, arrastra al adicto a preferir vivir no de la realidad que desengaando le deja sabor de muerte, sino del engao que da vida (es decir, de su fantasa, de la idea grandiosa del placer que se ha hecho en su imaginacin, lo que intenta hacer por medio del ritual que tiende a volverse cada vez ms rgido y largo). Esta es la historia trgica de todo adicto.
Pero s se dan en todos los adictos tengan o no criterios moralmente equivocados lo que podemos llamar juicios o pensamientos esclavos o dainos. Estos juicios esclavos pueden ser sentimientos de inferioridad que aslan al adicto y lo vuelcan sobre s mismo (no importo a nadie, no soy querido, no sirvo para nada) o que lo llevan a tener una idea equivocada del placer o del amor (como miedo al entregarse y darse totalmente a otra persona, temor de no encontrar placer en el amor para toda la vida, o recelo de los dems a veces como consecuencia de haber sido abusado, etc.). Estos y otros juicios dainos suelen llevar a las personas a buscar el placer de modo egosta, aislado (pornografa, masturbacin), forzando a los dems (violadores), sin compromiso (antes del matrimonio, sin vistas de l o incluso excluyendo el matrimonio; o por medio de la prostitucin, etc.). En una oportunidad, despus de dar una conferencia sobre este tema, un joven me hizo llegar unos versos que haba escrito unos aos antes, y que aqu transcribo con su permiso, pues considero que pintan realmente lo que he querido decir ms arriba. Se titula Vaco: En mi mundo ya no hay luces, las veredas son muy fras, las miradas son de piedra, ya no existe el porvenir... Yo me siento en una tumba y sin luz, no ven mis ojos, los momentos son de asfixia, no podr sobrevivir... En mi alma hay una pena, que no s cmo extinguir, como el fuego va quemando, mi esperanza de vivir... Y no encuentro mi refugio, busco luces por seguir, y no encuentro ms que penas, que me incitan a morir... Corro y corro tras la nada, corro y corro y sigo aqu, esperando a que regrese, lo que nunca ha de venir... Y el vaco me consume, Ya no s qu hago aqu, Mas yo vaya donde vaya, S que no me ir sin m... Y la lucha se hace ardua, y las llagas arden penas, en las lgrimas no hay luces cmo har para seguir? Siento el hielo aqu en m... Pensamientos dainos de este tipo crean un estado de vulnerabilidad tanto para el vicio como para la adiccin; cuando sobrevenga algn disparador (una ocasin de pecado muy fuerte, una desgracia, un estado depresivo, un fracaso considerado como insuperable, etc.) la
Aclaraciones
Algunos aspectos claves de la adiccin que debemos sealar son los siguientes. Ante todo, toda adiccin es algo penoso y esclavizante; ningn adicto es feliz. Tambin hay que decir que el adicto puede haber sido (y muchas veces lo es) culpable en su origen (por ser la adiccin resultado de muchos actos libres desordenados), pero que no hay que descartar que en algunos casos la adiccin no sea fruto de actos culpables (como en algunos enfermos mentales compulsivos, en algunas personas que han crecido en ambientes donde les han enseado desde pequeos que todos esos actos son normales y lcitos y tal vez han cado en la cuenta de su error cuando ya eran esclavos). Asimismo debemos tener en cuenta que no debemos confundir cualquier conducta desviada (mala) con una adiccin; la adiccin implica ya un estado de compulsin y de falta de libertad; pero s debemos sealar que cualquier conducta desordenada de manera particular en el plano de la sexualidad fcilmente se vuelve viciosa y el vicio rpidamente degenera en adiccin, es decir, vicio ya transformado en perturbacin mental. Adems advirtamos que cualquier adiccin es algo que no est circunscripto a ningn temperamento, ni clase social, ni nivel econmico, ni sexo, ni edad, ni buena o mala familia. Hay adictos entre ricos y pobres, hombres y mujeres, nios, jvenes y ancianos, melanclicos y sanguneos, etc. Todos deben cuidarse. Especialmente los que, de una manera u otra, piensen que de esa agua no van a beber. Finalmente, digamos que las adicciones no se reemplazan sino que se refuerzan: el alcohol refuerza la adiccin sexual, la pornografa o la prostitucin pueden fcilmente llevar a la drogadiccin, etc. No se sale de una adiccin reemplazndola por otra.
Tampoco es solucin de una adiccin sexual el matrimonio; por el contrario, las adicciones sexuales anteriores o posteriores al matrimonio son causa de la destruccin de los matrimonios.
7. Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos (y si estos defectos tenan una raz voluntaria, pedimos humildemente perdn por medio del sacramento de la confesin). Sal. 25,18; Sal. 51,11 8. Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el dao que les causamos. Lc. 19,8 9. Reparamos directamente a cuantos nos fue posible, el dao causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros. Lev. 5,15-16 10.Continuamos haciendo nuestro examen de conciencia particular, es decir, sobre nuestro defecto o adiccin personal y cuando nos equivocbamos lo admitamos inmediatamente ante nuestro director espiritual. Sal. 16,7-8 11.Buscamos, a travs de la oracin y la meditacin (en particular sobre la Pasin de Jesucristo y sobre sus promesas de vida eterna), mejorar nuestro contacto consciente con Dios, pidindole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla. Sal. 143,10 12.Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a otros adictos sexuales y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos. 1Jn. 1,1-3 Estos Pasos no han sido elaborados al azar; tocan de hecho los profundos recursos psicolgicos y espirituales por los que la persona puede con ayuda de Dios y de sus semejantes (terapeutas, confesor, director espiritual, etc.) rehacer su personalidad destruida por la adiccin. Adhiero plenamente a la conviccin del eminente psiquiatra Dr. Carlos Velasco Surez quien seala que en todo enfermo mental, la distorsin afectiva e intelectual no conforma el ncleo ms profundo de la personalidad (tesis propiamente freudiana) sino que en lo m|s profundo del hombre el psicoterapeuta se encuentra no con una instintividad catica sino con las fuerzas saludables de la persona que mantiene viva la esperanza de un normal desarrollo del paciente(190). Esto est en perfecta consonancia con la doctrina tomista; Toms de Aquino, al preguntarse por los efectos del pecado explicaba que el pecado original nos priva totalmente del don de la justicia original (estado de privilegio
preternatural del que gozaban nuestros primeros padres en el paraso terrenal), y todo pecado (original sea el que cometieron nuestros primeros padres como el que nosotros heredamos de ellos y personal, o sea, cometido actualmente por nosotros mismos) disminuye la natural inclinacin a la virtud (o sea la inclinacin a los bienes que perfeccionan nuestra naturaleza, quedando debilitadas y pudiendo fcilmente desviarse nuestras naturales inclinaciones), pero que, en cambio, ningn pecado quita ni disminuye nuestros principios constitutivos naturales (nuestra natural apertura a la verdad, por ser intelectuales; nuestra natural tendencia al bien, por ser volitivos; y nuestra capacidad de Dios, por ser espirituales) (191). En esto radica este ncleo luminoso que nos da esperanza tanto de recuperacin espiritual y moral, como de restauracin psquica. En el trasfondo de estos Doce Pasos creo individuar cuatro elementos que hacen de columnas a todo proceso de reparacin psicolgica y espiritual. a. La aceptacin de la realidad. El primero es la conviccin de que toda terapia comienza por (y en gran medida consiste en) un retorno a la verdad, a la realidad. La salud mental es un acuerdo con la verdad. La salud mental es cordura, acuerdo con la realidad, manifestacin de una vida en la que, como dice Landsberg, el corazn est conformado al orden del mundo y no el mundo al capricho del corazn (192). Es lo que hace el primero de los Doce Pasos que dirige el trabajo a que se tome conciencia de la enfermedad; todo adicto (al alcohol, a la pornografa, al sexo, a la violencia) tiene como principal obstculo el aceptar su condicin de enfermo. El primer paso es aceptar la verdad y adems corregir la falsa conviccin de que el enfermo es una persona fundamentalmente mala y aborrecible. Parte de la verdad que debe asumirse es el estado de desgobierno de la propia vida y la incapacidad de manejarla, pero tambin debe admitirse que el problema no es constitucional en la persona sino con el modo de vida adictivo que es lo que est destruyendo sus valores. Este primer paso apunta asimismo a destruir los ocultos mecanismos de defensa que tiene la adiccin, y que actan a modo de confianza humana en las propias percepciones de la persona enferma, en sus juicios, sus
mtodos; todo adicto cree en el fondo que puede manejar su problema o que podra hacerlo si l quisiera. Este desesperar (admitimos que ramos impotentes) de la propia capacidad en cuanto independiente de Dios es clave para empezar a dejar que Dios se convierta en el verdadero artfice de la salud mental. Por eso, el segundo paso completa el primero y seala el salto de una engaosa confianza en uno mismo hacia la verdadera esperanza y confianza en Dios (cremos... que Dios... podra devolvernos el sano juicio). Tambin aluden a este compromiso con la verdad los pasos 4 y 5, con el examen de la propia conciencia y la admisin de los propios defectos. El hacer un inventario moral de sus faltas les exige ser claramente honestos consigo mismos. Reconociendo lo que somos podemos llegar luego a dejar atrs lo que no debemos ser o lo que no debimos ser nunca. Este paso se completa con la exigencia de que la verdad de nuestra conciencia sea compartida con alguien; desde el punto de vista catlico esta funcin cuadra adecuadamente en la confesin sacramental o la direccin espiritual. No quito que, siguiendo la terapia de los Doce Pasos, un grupo de ayuda sea muy til. As como hemos dicho que el problema adictivo tiene generalmente su origen en un sistema cultural falsificado, tambin este trabajo de recuperacin de la realidad habr de pasar por la regeneracin de los autnticos valores humanos (la verdad moral, sin la cual no hay autntica libertad). El psicoterapeuta catlico, as como el director espiritual del enfermo (si lo tiene), tendrn mucho que corregir en el plano de los principios morales y tal vez doctrinales del paciente. b. La necesidad de Dios. El segundo elemento es una verdad fundamental de la sana psicologa: no hay recuperacin desde el hombre solo. Es necesaria la intervencin de Dios. Un hombre puede arrojarse a un profundo pozo por s mismo; pero no puede salir de l por s mismo; y cuando el pozo tiene dimensiones que ningn ser humano puede traspasar... es absolutamente necesario que intervenga Dios. Los pasos 2 y 3 se encargan de hacerlo notar.
Son pasos esencialmente espirituales. En la formulacin que propuse, expres estos dos principios desde la fe cristiana, como un reconocimiento intelectual de Dios y de su poder y misericordia. El psiclogo Patrick Carnes, desde un punto de vista no religioso ni confesional, seala que establecer una relacin con Dios es el primer puente para confiar en las relaciones con los dem|s () Los adictos y los coadictos, al aprender a confiar en un Sumo Poder y en la amistad, descubren que no estn solos, que no estn abandonados y por tanto no son personas malas ni despreciables (193). El tercer paso es fundamental porque salta de la religiosidad puramente terica (aceptacin intelectual de Dios en el segundo paso) a una autntica vida espiritual. Sin este paso el reconocimiento de Dios no tiene eficacia en la vida personal. Lo mismo volver a manifestarse en los pasos 6 y 7. En la recuperacin de un adicto ste debe ponerse dcilmente en las manos de Dios. Si alguien no se deja ayudar, no hay ayuda posible para l. Los catlicos sabemos que para esto es necesaria la mediacin sacramental, es decir, la confesin (y la direccin espiritual). Y que para esto es necesaria cierta actitud fundamental: la obediencia al confesor o director. Por eso completara estos pasos con la siguiente formulacin: Para esto nos pusimos en las manos de un director espiritual y confesor, a quien abrimos totalmente el corazn y a quien nos comprometimos a obedecer en todo lo que nos indicara para librarnos de nuestra adiccin. c. El perdn y reparacin. El tercer elemento clave es que toda tarea de sanacin conlleva dos actos: perdonar y reparar. La mayora de los dramas morales con profundas repercusiones psicolgicas tienen entre sus races problemas irresueltos de perdn y/o reparacin: injusticias sufridas y no perdonadas explcitamente; o injusticias cometidas y no reparadas. A esto apuntan los pasos 7, 8 y 9. El rencor tiene una asombrosa fuerza destructiva, tanto en el plano social, como en el personal, y esto incluso cuando la vctima haya sido slo vctima (inocente). Un enfermo puede ser vctima de una injusticia sufrida y al mismo tiempo vctima del rencor que guarda hacia su agresor. El perdn tiene un efecto no slo espiritual sino psicolgico. En su experiencia clnica de ms de veinte aos, el psiquiatra Richard Fitzgibbons ha sido testigo de la curacin del dolor emocional que
causaba la homosexualidad en varios cientos de hombres y mujeres; su proceso de curacin ocurri cuando, despus de haber identificado los orgenes de sus conflictos, se dispusieron al perdn y a una espiritualidad catlica (194). Creo que se puede aplicar perfectamente a los casos de adiccin sexual en cualquiera de sus variantes. Lo mismo se diga de nuestros errores e injusticias, tan presentes cuando se han dado traiciones (conyugales), mentiras, abusos (incluso sexuales), etc. La disposicin a reparar en la medida en que la prudencia no aconseje otra cosa es una verdadera fuerza restauradora de la personalidad. d. La reforma de vida. El ltimo elemento es la reestructuracin de la vida personal. La terapia (psicolgica y espiritual) no consiste en un tratamiento aislado y pasajero, sino en un cambio de vida. No hay mejora ni rehabilitacin si no se re-forma (dar nuevamente forma) la vida con un programa que reintegre en la vida cotidiana (de aqu en adelante, y para siempre) las dimensiones que se haban perdido y que tal vez condujeron a la adiccin o al desastre moral. Los pasos 10, 11 y 12 tienen como cometido mantener la conciencia del adicto de que el trabajo de recuperacin es lento y largo y es un trabajo cotidiano; ayudan a corregir el falso pensamiento de que es necesario el objeto de su adiccin para vivir y le recuerdan que sin un plan espiritual anual, mensual, semanal y diario serio y a la vez flexible (que incluya oracin diaria y meditacin; sacramentos en el caso del creyente, obras de misericordia con los ms necesitados, etc.) no es posible la perseverancia en una lucha que es realmente ardua. Estos pasos, llevados adelante en entrevistas semanales durante varios meses con ayuda de un profesional, o al menos de un sacerdote que est familiarizado con este mtodo, y que sepa usar el gran medio de formacin de la voluntad que es el examen particular de conciencia de San Ignacio de Loyola, puede ser la nica salida para los que son adictos a alguna de las especies de lujuria (195). Por tanto, afirmo que, aunque pueda resultar muy difcil, con la gracia de Dios, es posible salir de una adiccin. La libertad es posible, porque Cristo nos ha trado la libertad. Pero la libertad viene por la virtud y no por
otra va (las virtudes son hbitos que perfeccionan la libertad). En este caso, la libertad depende del compromiso con la castidad, el pudor, la generosidad, la firmeza de carcter y la mortificacin. Hay esperanza de salir de una adiccin, siempre y cuando se est dispuesto a vivir la verdad (reconociendo nuestra impotencia de salir solos de este problema, y abriendo el alma ante Dios y ante alguien que nos pueda ayudar), confiando totalmente en Dios, que puede sacarnos de los peores pozos que nos hayamos cavado por nuestra necedad, reestructurando nuestra personalidad sobre la base de la virtud y los buenos ambientes y teniendo un buen apoyo espiritual de forma permanente en nuestra vida (196). En fin, tanto para no caer en este problema como para salir de l, hay que conocer el verdadero amor; y nuevamente Lope nos presta su pluma cuando, hablando de Cristo, escribe: No sabe qu es amor quien no te ama, (...) Mas si del tiempo que perd me ofendo, tal prisa me dar, que una hora amando venza los aos que pas fingiendo. Si nos fastidiamos (ofendemos, dice el poeta) por tanto tiempo que hemos perdido mal-amando, debemos apurarnos tanto, amando tan intensamente, que en una sola hora de amor crecido hagamos lo que no hicimos en los aos gastados en amores falsos y fingidos.
sus hijos, y a ellos se los debe ayudar en esta tarea, pero no suplantar y menos usurpar su derecho; y (c) el objeto de la educacin: la sexualidad es un elemento integral del cuadro ms amplio que podemos llamar el corazn o la afectividad; consecuentemente no se puede plantear una educacin de la sexualidad sino una educacin del corazn que deber dirigir la sexualidad de la persona.
Un implcito reconocimiento de esta verdad lo tenemos en los mismos polticos que siempre defienden (con palabras al menos, aunque sin hechos las ms de las veces) ser justos, equitativos, honestos y sinceros; es decir, virtuosos. Educar, pues, significa perfeccionar, y perfeccionar equivale a hacer virtuosos a los educandos. El eminente psiquiatra Gianfrancesco Zuanazzi, expresaba de modo ms moderno la misma idea, al decir: educar significa no slo hacer partcipe al sujeto de un mundo de valores () sino volverlo capaz de recrear en s estos valores (198). Una segunda confusin u olvido lamentable es la reduccin de la perfeccin educativa a una perfeccin cognoscitiva: educar, en muchos ambientes actuales, es visto como perfeccin del conocimiento. Pero el ser humano no tiene solamente una cabeza, ni es una mquina de archivar datos. Educacin puramente cognoscitiva (no me atrevo a decir intelectual pues este trmino tiene una connotacin que le queda demasiado grande a nuestro actual sistema educativo) no es educacin sino informacin. La lectura de una enciclopedia no hace a un hombre perfecto; lo convierte simplemente en enciclopdico; y como los primeros enciclopedistas puede hacerlo partidario de la guillotina para quienes no piensen como l, porque la amplitud del conocimiento no garantiza la rectitud del corazn; puede significar hipertrofia del conocimiento e hipotrofia del corazn. Por las mismas razones, el dictado de un conocimiento enciclopdico durante los aos de la infancia, adolescencia y juventud no puede ser llamado por s solo educacin. La educacin debe ser integral apuntando tanto a la inteligencia como a la voluntad y a los afectos, con el objeto propio de cada potencia: la verdad a la inteligencia, el bien a las facultades apetitivas, espirituales y afectivas. Slo la verdad intelectual asimilada puede ser gua de una voluntad que quiera seguir el bien, y slo una voluntad que quiera seguir el bien puede garantizar el recto uso de las verdades intelectuales, como not ya Aristteles, porque las virtudes intelectuales (ciencias y artes) son virtudes imperfectas que dan una excelencia a la inteligencia, pero no garantizan por s mismas su recto uso (o los creadores de las bombas atmica y bacteriolgica no fueron, acaso, luminosos intelectuales de la fsica y la qumica?) sin la prudencia (virtud anfibia,
mitad intelectual y mitad moral) y las virtudes morales, que garantizan el amor del bien y la armonizacin entre la verdad y la bondad. ste ser el tema del prximo captulo. Baste lo dicho para poder hacer las aplicaciones necesarias en nuestro campo.
educandos. Puede verse a este respecto la presentacin hecha por el Dr. Jorge Scala a mediados de los 90; este autor, despus de analizar varios manuales escolares muestra cmo el objetivo pedaggico de los mismos apunta a la perfecta asimilacin de seis principios bsicos: 1 Cada alumno debe elaborar su propia moral sexual, diferente de la de sus padres; 2 Hay muchos tipos de unin sexual, todas de idntico valor social: matrimonio, concubinato, cohabitacin, apareos ocasionales, homosexualismo o lesbianismo, etc.; 3 La nica diferencia entre una mujer y un hombre son las anatmicas de sus genitales (no la femineidad y la maternidad ni la masculinidad y la paternidad); 4 El sexo sirve fundamentalmente, para procurarse cada uno el mximo placer; secundariamente, se utiliza para reproducirse; 5 El sexo es bueno (tambin moralmente), slo en la medida en que produce placer; por ello deben eliminarse los miedos al embarazo y a las enfermedades de transmisin sexual, a travs del sexo seguro (que es en definitiva el objetivo final de la materia); 6 La nica irresponsabilidad e inmoralidad sexual es el uso de los genitales sin la debida proteccin, contraceptiva o preventiva de enfermedades venreas. Por eso, algunos de estos manuales promueven positiva y explcitamente la masturbacin, las relaciones sexuales homo y heterosexuales, el bestialismo, la anticoncepcin, la esterilizacin y el aborto, exigiendo que se garantice a los jvenes la privacidad y confidencialidad, sin el conocimiento o permiso de los padres (201). Si as estn las cosas, no resultar extrao que cuanto dir a continuacin venga a contrapelo con la actual corriente educativa latinoamericana y argentina. Quines deben educar y a quines educar Deca E. de Marchi que el mejor modo de educar a los hijos es educar a los padres. Creo que aqu est la base de la que se debe partir al hablar de educacin sexual por parte de los entes educativos (sea la escuela o las autoridades gubernativas o educativas, nacionales o provinciales). El motivo es muy simple: la educacin de los hijos, mxime en el terreno donde se toca su identidad sexual y su madurez psicosexual, es un derecho de los padres: esencial (porque est relacionado con la transmisin de la vida humana),
original y primario (respecto del deber educativo de los dems entes) e insustituible e inalienable (porque ni lo pueden delegar totalmente ni puede serle usurpado por otros) (202). Y no slo es un derecho, sino que constituye tambin un deber: si los padres no educan a sus hijos se hacen culpables de su deformacin, as como si tolerasen una formacin inmoral o inadecuada impartida a los hijos fuera del hogar. Los principales educadores son los padres y precisamente por ser tales: son educadores por ser padres. La educacin de los hijos es una continuacin de la generacin, la cual conoce dos momentos: la generacin de la vida humana y la generacin de la personalidad del hijo. Hay padres que no abortan a sus hijos en la primera generacin, pero lo hacen en la segunda dejndolos afectivamente inmaduros e incapaces de enfrentar la vida. En esta tarea los padres pueden ser ayudados, pero no sustituidos, salvo cuando existan graves razones de incapacidad fsica o moral para educar a sus hijos. Por eso todo otro colaborador debe actuar en nombre de los padres, con su consenso y, en cierta medida, incluso por encargo suyo (203). Es ms que evidente que muchos padres a menudo no pueden enfrentar esta tarea solos, a veces por falta de preparacin, de tiempo o por inmadurez. Por eso es necesario que se capaciten y se hagan ayudar. A ellos debera, pues, apuntar toda educacin verdadera. Incluso hay situaciones, y cada vez se ven con mayor frecuencia, de padres que no slo no desempean esta tarea sino que corrompen a sus hijos. nicamente en estas situaciones extremas, por el bien de los hijos, estos pueden ser quitados de la tutela paterna para ser educados por quien pueda llevar a cabo de modo integral esta misin. Pero esta incapacidad debe ser probada en cada caso y con argumentos irrecusables; de lo contrario el derecho natural ampara a los padres. Por su parte, los padres deben tener conciencia de sus derechos y deberes en este campo y de la obligacin estricta de hacerlos respetar: educando preventiva y crticamente a los hijos, es decir, procurando que sepan discernir lo bueno de lo malo y que no se pongan en ocasiones de pecado, denunciando valientemente ante las autoridades todo intento de educar mal, o enfrentndose con las mismas autoridades (no con violencia sino
con la resistencia pasiva de la que los inviste el derecho natural) cuando son estas autoridades las que usurpan sus derechos respecto de sus hijos y pervierten sus corazones. Este es un asunto demasiado serio, donde no puede haber medias tintas. Que se trate de una tarea primordial e indeclinable no significa que los progenitores puedan realizarla solos. Deben ser ayudados, y en esta ayuda intervienen en el orden natural el Estado y la Escuela, y en el sobrenatural la Iglesia. Pero esta ayuda cae dentro del principio de subsidiariedad que ordena, como su nombre lo indica, subsidiar la tarea paterna; subsidiar significa colaborar, ayudar, pero no suplantar ni usurpar ni violentar. Donde los padres no lleguen (por falta de capacitacin, de tiempo, de medios) todos estos organismos deben ayudarlos. En el caso de la educacin de los hijos ayudando a los padres a que alcancen esos medios necesarios para tal educacin; por eso, respecto de la educacin sexual, es a los padres (y siempre y cuando sea necesario), a los que se debe fundamentalmente apuntar, y ellos debern luego acomodar lo recibido a la psicologa, edad, madurez y capacidad receptiva de cada uno de sus hijos, a quienes nadie como sus propios padres conocen. Por este motivo, hablar de educacin sexual en la escuela, es una expresin ambigua. En la escuela debe impartirse, como es lgico, una instruccin (prudente) de la biologa humana; en este contexto es donde con el mayor recato y delicadeza deben ubicarse las necesarias referencias a la fisiologa de la reproduccin, para la cabal compresin de la corporeidad humana. Pero esta instruccin debe ser dada en el momento oportuno, y debe ser equilibrada con la que se da sobre los dems temas de la biologa y fisiologa humana. Lamentablemente, cuando se habla de educacin sexual en la escuela, por lo general no se entiende as, sino de una enseanza focalizada en la problemtica sexual, genital y reproductiva, y en general con una orientacin dudosa o explcitamente reprobable. No es sta la funcin de la escuela (204).
Un serio problema est| constituido por la homologacin de educacin sexual con educacin del uso del sexo o del comportamiento sexual. Lo que demuestra que el trmino es inapropiado. Todo ser humano necesita que se lo eduque para el amor, por tanto la educacin debe tener por objeto el corazn o la vida afectiva general de la persona, de la cual su sexualidad y genitalidad es una parte. El problema de los reduccionismos es sumamente serio, y aqu estamos ante una triple reduccin: la de la persona a su dimensin corporal, la de afectividad a sexualidad y la de sexualidad a genitalidad. La campaa que en muchos pases se lleva a cabo bajo el eslogan de sexo seguro es una muestra: se trata de una campaa para que se usen los genitales del hombre y de la mujer sin riesgo de embarazo. Esto demuestra que la actual controversia sobre la educacin sexual se convertir en un camino sin salida si no se discuten con antelacin y se aclaran muchas nociones previas que pertenecen no a la sexologa sino a la antropologa y a la tica. La orientacin de toda educacin sexual est necesariamente condicionada por la concepcin antropolgica y moral que subyace en la mente del educador (y de las autoridades gubernativas). Por eso, a menos que se respete al hombre en su integridad, como una unidad substancial de alma espiritual y cuerpo, con una jerarqua de facultades en que la inteligencia y la voluntad priman sobre los afectos o pasiones, y por debajo e ntimamente unidos tenemos las tendencias biolgicas de la persona, no podremos decir qu es educar el corazn o la sexualidad. Para llevar a la perfeccin un ser, es necesario que sepamos cul es el estado de perfeccin de ese ser. Y si, a la ignorancia de estos conceptos, sumamos la confusin introducida por la llamada ideologa del gnero que rechaza la diferencia sexual enraizada en la construccin bio-psquica de la persona, promoviendo la idea de los roles sexuales, quedamos empantanados en una anarqua educativa(205). La perfeccin del ser humano es el bien integral que lleva a pleno desarrollo todas sus potencias, como ya vimos al comienzo de este libro. La educacin sexual, reducida a la informacin sobre las funciones y
posibles usos de la genitalidad (en el mejor de los casos, cuando no se despierta la curiosidad de nios y adolescentes, o se deforma su conciencia llamando bien al mal y mal al bien, y se los incita al uso ilcito pero dudosa o falsamente seguro de su genitalidad), no es educacin, sino deseducacin (y, tal vez, en algunos casos al menos, corrupcin de menores).
De aqu se sigue que la educacin sexual de los nios, adolescentes y jvenes, siendo educacin del corazn a la castidad, debe apuntar a tres objetivos fundamentales. El primero es producir y conservar en la familia un clima positivo de amor, de virtud y de respeto a los dones de Dios; particularmente al don de la vida. El segundo es ayudar gradualmente a los hijos a comprender el valor de la sexualidad y de la castidad y sostener su desarrollo con el consejo, el ejemplo y la oracin. El tercero, consiste en ayudarlos a comprender y descubrir la propia vocacin al matrimonio o a la virginidad; la familia tiene un papel fundamental en el descubrimiento de la vocacin de sus hijos, la cual, como ya hemos dicho, puede ser vocacin al matrimonio o a la virginidad o celibato. Este ltimo punto tiene mucha importancia y es parte fundamental de la educacin del corazn, pues cualquiera de las dos elecciones que el ser humano haga exigen preparacin y ayuda para que se realicen con plena libertad. La mayora de las personas (como las estadsticas y la observacin comn nos permiten percibir) seguir en la vida la vocacin matrimonial; pero para que no se equivoquen en este camino, deben aprender que el matrimonio es una vocacin; y, en cuanto tal ha de ser una eleccin meditada. Los padres deben plantear a sus hijos la verdad del matrimonio, para que puedan elegirlo maduramente. Deben ensearles que se trata de un amor singular, humano a la vez sensible y espiritual total, fiel y fecundo; que para dos bautizados es un sacramento; que tiene dos dimensiones inseparables: la unin de los esposos y la procreacin; que slo puede ser vivido maduramente si se vive la castidad, es decir, si los cnyuges tienen dominio de sus instintos y capacidad de darse por entero con sacrificio. Para esto, los padres deben formar la castidad de los hijos en vista del matrimonio. Tambin es necesario advertir a los jvenes acerca de los simulacros del amor y sus consecuencias: esterilizacin, aborto, sexualidad extraconyugal, relaciones prematrimoniales, tales como son, es decir, como amenazas al amor y no como variantes o circunstancias del mismo.
Pero otros seguirn en su vida la vocacin del celibato o la virginidad. Los padres deben preparar el terreno para que los llamados por Dios a consagrar su virginidad comprendan esta vocacin, y para que quienes no puedan casarse (aun querindolo, como en el caso de muchos enfermos fsicos o psquicos y otros que por diversas circunstancias quedan solteros) comprendan que su vida no es un fracaso sino un modo legtimo aunque misterioso de realizarse. En cualquiera de los casos, deben prepararlos para que vivan con alegra y madurez su estado clibe.
educando. En el siguiente captulo desarrollaremos ms este punto; aqu podemos indicar algunos elementos claves en este proceso educativo: (a)El primer elemento que deben procurar los padres (y que deben subsidiar los educadores y las autoridades gubernativas) es crear un clima afectivo familiar sano. Todas las ciencias psicolgicas, pedaggicas y la experiencia destacan la importancia decisiva en orden a una vlida educacin sexual del clima afectivo que reina en la familia, especialmente en los primeros aos de la infancia y de la adolescencia y, tal vez, incluso en la fase prenatal. Los desequilibrios, discusiones, discordias, infidelidades, etc., entre los padres son factores capaces de causar en los nios traumas emocionales y afectivos que pueden marcarlos para toda la vida. Para crear este clima, los padres deben encontrar el tiempo para estar con los hijos y para dialogar con ellos, porque educar no se trata de imponerles una determinada lnea de conducta, sino de mostrarles los motivos, sobrenaturales y humanos, que la recomiendan (208). No hay educacin posible si los padres no comprenden que los hijos son su tarea m|s importante..., m|s que el trabajo, ms que el descanso, ms que la posicin social (209). (b)Deben a su vez crear un ambiente ejemplar. Los nios, y esto vale tambin para los adolescentes y jvenes, estn dispuestos a vivir segn las verdades morales practicadas por sus padres y educadores. El olvido de este principio fundamental de la educacin tiene consecuencias trgicas. Vivimos en una sociedad preada de antimodelos y escasa de modelos verdaderos y moralmente buenos y heroicos. Entre un educador y un enseante hay un abismo. Deca Alberto Hurtado que es mucho m|s f|cil ensear que educar; para lo primero basta saber algo, para lo segundo, es menester ser algo. La verdadera influencia del educador no est en lo que dice, hace o ensea sino en lo que el educador es. La verdadera educacin consiste en darse a s mismo como modelo viviente, como leccin real. Jesucristo as lo hizo. Muchos padres (y educadores) se limitan a ser enseantes. No dudamos de las buenas enseanzas que muchos dan a sus hijos o alumnos: por lo general les explican que deben ser buenos, generosos, perdonadores, ordenados, corteses, estudiosos, aplicados, amables,
caritativos, fieles pero muchas veces tambin les dan ejemplo en sus propias vidas de vivir bajo el signo del capricho, la revancha, la rivalidad, el materialismo, la infidelidad, la mentira, la inconstancia. Cmo sorprenderse de que crezcan malas hierbas en lugar de manzanas si hemos pasado aos sembrando malas hierbas al tiempo que recit|bamos: no se deben sembrar malas hierbas sino manzanas? Los padres cosechar|n en sus hijos salvo las excepciones que no faltan nunca lo que hayan sembrado con sus ejemplos de vida aunque estos hayan sido viudos de palabras, y no lo que hayan arrojado al voleo con bellas palabras viudas de ejemplos. Y lo mismo digamos de todos los educadores en general. El educador que olvida que el principal pizarrn en el que escribe las verdades que ensea por conviccin es su propia alma y sus propios actos, ignora el principio ms bsico de la educacin. Insistamos en este punto clave. Deca Marcelino Champagnat, hablando del pedagogo: Para ensear la virtud, o mejor para infundirla y comunicarla, es necesario ser virtuoso; lo contrario es hacerse charlatn y mentiroso de profesin, lo cual es el extremo del envilecimiento. Y aada: Para llegar a ser santo el que est| encargado de la educacin de la juventud, basta que no sea hipcrita ni mentiroso. Basta que ponga en prctica lo que dice, y siga sus propios consejos: recomienda usted a los nios la pureza de costumbres, sea usted mismo muy puro e irreprochable; los excita al amor de la verdad, a la obediencia, a la humildad, a la piedad, sea usted mismo veraz, humilde, dcil, piadoso; sea para ellos un modelo de todas las virtudes. Dar a los nios lecciones de prudencia, y contradecir con malos ejemplos las mximas que se emiten es una vergenza y un crimen, es acariciar con una mano y pegar con la otra. Las palabras han de estar acordes con las acciones: si la conducta est en oposicin con las palabras, ningn provecho traern stas al nio, y slo servir|n para condenacin del maestro (210). No es ste el drama de muchas familias actuales y sobre todo de muchas escuelas que piden peras al olmo? Si tenemos una generacin de educadores sin virtud, por ms que enseen el evangelio en sus aulas, la prxima generacin ser de viciosos, porque sus maestros han borrado con el codo lo que iban escribiendo con la mano.
(c) En tercer lugar, la educacin debe ser global e integral, es decir, debe apuntar al mismo tiempo, al espritu, a la sensibilidad y a los sentimientos. Es educacin, en general, de un conjunto muy amplio de virtudes (m|s concretamente, de todas las virtudes): porque es necesario el dominio de s, la templanza, la modestia, el pudor, la caridad cristiana, la capacidad de sacrificio, la fe, la oracin, etc. (d)En cuarto lugar, si hablamos principalmente de la educacin sexual, debemos determinar con toda claridad que esta educacin comienza creando un clima adecuado de pudor y modestia. (e) En quinto lugar, hay que ensear el autodominio porque sta es la nica forma de que un ser sea capaz de poseerse y de darse. Slo puede darse quien se posee a s mismo. Autodominio significa la capacidad de decir y decirse a s mismo no en determinados deseos; o de obligarse a hacer cosas sin el incentivo del gusto o de la recompensa. Exige, evidentemente, sacrificio y energa espiritual. Un ser sin autodominio es caprichoso, egosta y a la larga, incontinente.
Por otra parte, este dilogo se realiza mejor cuando el progenitor es del mismo sexo que el nio, es decir, cuando los padres hablan a los varones y las madres a las nias. Plantear, pues, una educacin sexual masiva y escolar, indiscriminada y mixta, contrara todas las reglas de la prudencia y de la sensatez educativa. En segundo lugar, la valoracin moral siempre debe formar parte de las explicaciones sobre sexualidad. Si se habla de la castidad, ha de ser presentada como virtud positiva; si del uso del sexo, ha de ser colocado en el contexto de la unin conyugal, etc. Los padres deben ensear el bien y el mal sobre el uso de la sexualidad segn la ley natural y divina. Adems, han de mostrar con claridad que ciertos comportamientos estn mal porque van contra la naturaleza del hombre y contra la ley divina revelada por Dios y no slo porque pueden traer consecuencias sociales indeseadas (como madres solteras, abortos, casamientos de apuro, etc.). La sexualidad humana ha de ser presentada segn la ley natural (y, para nosotros los catlicos, segn la enseanza doctrinal y moral de la Iglesia, que es expresin privilegiada de esa ley natural, enseando que, por causa del pecado original, el hombre est debilitado y necesitado de la gracia de Dios para superar las tentaciones). En tercer lugar, la educacin de la castidad y la informacin sobre la sexualidad deben ser ofrecidas en el contexto de la educacin al amor. Es decir, que no basta con informar sobre el sexo y dar principios morales objetivos; es necesario tambin ayudar a que los hijos crezcan en la vida espiritual, esto es, que aspiren a la virtud. Educar la sexualidad es educar la virtud de la castidad; por tanto se trata de hacerlos virtuosos (y por ende, castos) o dejarlos librados al vicio. Finalmente, la informacin sexual debe ser dada con extrema delicadeza, en forma clara y en el momento oportuno. Hay que respetar cada momento del desarrollo del nio o del joven; no hay que quemar etapas. Para poder hacerlo los padres deben pedir luz a Dios, hablarlo entre ellos y aconsejarse con quien pueda asesorarlos. La informacin no debe entrar en muchos detalles, pero tampoco debe ser vaga o imprecisa; ha de ser decente, es decir, salvaguardando la virtud de la castidad. Tambin hay que darla a tiempo, porque si se retrasa excesivamente, la
curiosidad natural del nio har que pregunte a quien no corresponde arriesgndose a recibir una informacin errnea. (b) A la luz de estos principios, qu es lo que conviene ensear en cada momento del desarrollo humano? (212) Los aos de inocencia (desde los 5 aos a la pubertad) son un perodo de serenidad que no debe ser turbado por una informacin sexual innecesaria. Hay que preparar al amor casto de un modo indirecto. En esta etapa conviene, ms bien, ensear a los nios a ser autnticos varones y autnticas mujeres (evidentemente, doy por supuesto el error radical de la llamada ideologa de gnero a la que alud m|s arriba). Deben aprender que los varones y las mujeres han de comportarse de modo distinto y desempear tareas diversas; hay que ensearles las virtudes propias de la caballerosidad y de la delicadeza femenina. Los padres deben fomentar en los nios el espritu de colaboracin, obediencia, generosidad, abnegacin y favorecer la capacidad de autorreflexin. sta no es una tarea fcil en nuestro tiempo, amenazado de graves tormentas como los intentos programados y predeterminados de imponer una informacin sexual prematura (especialmente en la escuela); el bombardeo sexual (y pornogrfico) de los medios de comunicacin que llega incluso a los ms pequeos (cuando esto ya ha tenido lugar, los padres debern limitarse por el momento a corregir la informacin inmoral y errnea o controlar el lenguaje obsceno); los cada vez ms frecuentes casos de violencia sexual sufridos por muchos nios, etc.
matrimonio y de la familia. En este momento, a las nias habr que ensearles a recibir con alegra el desarrollo de la fecundidad (fsica, psicolgica y espiritual); normalmente tambin se podr hablarles de los ciclos de la fertilidad y de su significado. Pero no es necesario hablar a menos que lo pregunten expresamente sobre la unin sexual. A los varones se les debe ayudar a comprender su desarrollo fisiolgico antes de que obtengan la informacin de compaeros o personas sin recto criterio. Siempre aludiendo en estos temas al contexto del matrimonio, la procreacin y la familia. Los padres deben imbuir a sus hijos de una visin serena de la sexualidad, resaltando la belleza de la maternidad y de la procreacin, as como el profundo significado de la virginidad. De este modo se les ayudar a oponerse a la mentalidad contraceptiva y abortista hoy tan extendida. Tambin deben ser conscientes los padres de que en este perodo los hijos son muy vulnerables a las tentaciones de experiencias sexuales. Por eso deben estar cerca de ellos, corrigiendo la tendencia a utilizar la sexualidad de modo hedonista y materialista. Es ste el momento de formarles la conciencia presentndoles los mandamientos divinos como camino de vida y como don de Dios. A las preguntas de los hijos que son muchas en este perodo los padres han de ofrecer argumentos bien pensados y crear criterios que los independicen de las modas, especialmente las que banalizan la sexualidad en el vestir y en el hablar. La adolescencia representa el perodo de la proyeccin de s y tambin del descubrimiento de la propia vocacin. Hay que hablarles del matrimonio, de la virginidad y del celibato como vocaciones divinas, entre las que ellos deben descubrir el llamado personal de Dios. En este tiempo los problemas sexuales se tornan ms evidentes. Ms que nunca hace falta el consejo prudente y el llevarlos a vivir la castidad, la oracin y los sacramentos (especialmente la confesin regular y la comunin frecuente). Tambin hay que ensearles en este tiempo los puntos esenciales de la moral cristiana: la indisolubilidad del matrimonio, el amor y la procreacin, la inmoralidad de las relaciones prematrimoniales, del aborto, de la contracepcin y de la masturbacin.
Hay que explicarles tambin la razn profunda que hace que los pecados libres y deliberados contra la sexualidad sean siempre pecados objetivamente graves, es decir: implican una visin egosta de la sexualidad; adems, el desorden en el uso del sexo tiende a destruir progresivamente la capacidad de amar de la persona, haciendo del placer en vez del don sincero de s el fin de la sexualidad; reduce a las otras personas a cosas y objetos ordenados a la propia satisfaccin; cierra a la vida y lleva al desprecio de la vida humana concebida que se considera como un mal que amenaza el placer personal (213). A los hijos se los ayuda si stos evitan las ocasiones de pecado. Esto exige, de los padres, que sepan decir no cuando sea necesario, ensendoles a caminar contra las modas sociales que sofocan el verdadero amor, ensendoles a cultivar el gusto por todo lo que es bello, noble y verdadero. Pasada la adolescencia los padres todava siguen teniendo obligaciones en la educacin de sus hijos: promoviendo el sentido de responsabilidad, poniendo cuidado en que no disminuyan sino que intensifiquen la relacin de fe con la Iglesia. En particular hay que ayudarlos tambin en la etapa del noviazgo para que sea una verdadera preparacin a un matrimonio serio.
Un par de conclusiones
De lo que hemos dicho, se deduce con claridad que hay un derecho inviolable de todo ser humano, y en particular del nio, del adolescente y del joven, a vivir su propia sexualidad de modo virtuoso. Se trata de algo vital para su desarrollo psicolgico y espiritual. Este derecho brota de la inclinacin natural hacia la propia perfeccin; pero debe ser enseado, porque no siempre es conocido con claridad por el nio o el joven. Por la misma razn el nio y el joven tienen derecho a ser informados adecuadamente para que puedan vivir castos. Es un crimen ensearles un uso de la sexualidad que atente contra su integridad, sea sugirindoles un uso fuera del matrimonio o antinatural. Por su parte, los padres deben garantizar que sus hijos se formen segn los principios naturales (y cristianos). Para esto, deben informarse de
manera exacta sobre los contenidos y las modalidades con que se imparte la educacin de sus hijos en los colegios. Y deben, tambin, saber que pueden, por derecho natural, exigir estar presentes en estas clases; e incluso retirar a sus hijos cuando la educacin no corresponda a sus principios. En cuanto a los mtodos que se proponen para la educacin sexual, debemos decir que el mtodo normal y fundamental es el dilogo personal e individual entre los padres y los hijos, en el mbito de la familia. Eventualmente puede encargarse de una parte de la educacin en el amor a otra persona de confianza, cuando hay cuestiones que exceden la competencia de los padres. Este mtodo incluye una catequesis sobre la moral familiar. Evidentemente esto exige capacitar primero a los mismos padres. A su vez, debe evitarse la educacin sexual secularizada y antinatalista, que pone a Dios al margen de la vida y considera el nacimiento de un hijo como una amenaza. Este mtodo se basa en sofismas ideolgicos como la amenaza de la superpoblacin, salud reproductiva, derechos sexuales y reproductivos, etc. Apunta a difundir la prctica del aborto, la esterilizacin y la anticoncepcin. Tambin debe considerarse nociva aquella educacin sexual que apunta a ensear a los nios todos los detalles de las relaciones genitales (y en concreto las falaces campaas para educar en el sexo seguro, aun con la legtima y comprensible intencin que puede animar a algunos de evitar los riesgos de enfermedades venreas, porque en el fondo no hacen otra cosa que esconder los intereses de las grandes industrias del preservativo y de la anticoncepcin). Es igualmente reprobable el mtodo por el que se anima a los jvenes a que reflexionen, clarifiquen y decidan las cuestiones morales con la mxima autonoma, ignorando la realidad objetiva de la ley moral; de este modo, se infunde en los jvenes la idea de que ellos deben crear su cdigo moral, apuntando a implantar una cultura moral relativista y permisiva. Todo esto parecer tirado de los pelos a quienes no compartan aquella idea del gran educador Marcelino Champagnat, quien deca: la educacin no es obra de especulacin, ni un oficio; es un verdadero
apostolado que busca almas para conducirlas a Dios. Pero quienes sean educadores de corazn no encontrarn difcil su comprensin.
Existe un tal? Conozco un planeta dice el Principito en donde hay un seor carmes. Jams ha aspirado una flor. Jams ha mirado una estrella. Jams ha querido a nadie. No ha hecho ms que sumas y restas. Y todo el da repite: Soy un hombre serio! Soy un hombre serio! Se infla de orgullo. Pero no es un hombre... es un hongo! (214). Estos son hombres interiormente muertos. Es una de las clases de duros de corazn (que no agota la especie, pues hay otra dureza de corazn que nace del odio pasional ensaado). Si quisiramos representarlo en un esquema, podramos hacerlo del modo siguiente:
MODO
Inteligencia
Voluntad
Voluntad
Como se ve, son mitad inteligencia y mitad voluntad; con afectos tan disminuidos que apenas se notan. En el otro extremo colocamos al hombre desequilibrado por los pies: ste es el sentimental o afectivo; es decir, el sumergido en los sentimientos. No pensemos encontrar bajo este ttulo nicamente al mendigo de cario; hay que pensar tambin en todos los tiranizados por la pasin: al romntico, al colrico, al temerario, al sensual, al depresivo. Es decir, a todos aquellos cuyo mundo espiritual naufraga en la tormenta de los afectos y sentimientos. Como encierra dos tipos (el afectivo y el ablico), su imagen es una de las dos siguientes:
MODO
Afectos
Inteligencia
Voluntad
MODO C
Inteligencia
Afectos
Voluntad
El primer tipo (B) es el apasionado en quien dominan los afectos, la inteligencia se aplica a justificar sus actitudes pasionales, y la voluntad viene en ltimo lugar prcticamente sin jugar ningn papel importante en su vida. El tipo (C) es el bien pensante pero ablico: juzga bien especulativamente, sabe lo que est bien y lo que est mal, lo que tiene que hacer, e incluso hace planes... pero el lugar que debera ocupar la voluntad lo tiene dominado la afectividad.
Por eso es inconstante, dbil, flojo, incapaz de perseverar en sus propsitos. Y llora sus fracasos y su impotencia espiritual. Y en el centro, lejos de las anteriores desbarrancadas clases, nos topamos con el hombre centrado, el equilibrado, el que es seor o sea dueo de s y de sus afectos. Un hombre que siente, pero que tiene puestos los sentimientos al servicio del alma. Su imagen es sta: MODO D
Inteligencia
Voluntad
Afectos
Para alcanzar este estado de aplomo humano, la razn y la voluntad deben regular, no anular, la afectividad sensitiva, ordenando e integrando los valores sensibles en el conjunto armnico de la personalidad humana.
movimiento pasional. Por eso se puede sentir pasin por la ciencia, por la belleza, por la justicia, etc. (215). Y por esta misma razn hay sentimientos que empiezan muy espiritualizados y terminan con los pies en el barro. Deca san Agustn: el amor espiritual engendra amor afectivo, el afectivo el obsequioso, el obsequioso el familiar y el familiar el carnal. Y San Pablo: Tan insensatos sois? Comenzando por espritu, terminis ahora en carne? (Gal 3,3). Las pasiones o afectos tienen, por un lado una dimensin fisiolgica; es decir, se manifiestan a travs de una modificacin corporal; por ejemplo, al hombre que est alegre le brillan los ojos, est animado, a veces hasta hiperactivo; el triste, en cambio, est inerte, abatido, se mueve con lentitud; el airado grita, se enrojece, los ojos parecen salirse de sus rbitas, etc. Estos son movimientos orgnicos interiores y/o exteriores, que estn presentes y son esenciales a toda pasin. Son variables en intensidad segn el temperamento del sujeto en quien se producen. Pero por otro lado estas perturbaciones fisiolgicas se originan en un fenmeno psicolgico: se trata de un afecto sensitivo que es experimentado por causa del conocimiento de un mal o de un bien. En efecto, el hombre que tiembla atemorizado, lo hace porque se ha dado cuenta (conocimiento) de que lo amenaza algn mal y su afecto lo retrae y lo incita a huir del peligro; el hombre que est triste se siente as porque se ve desposedo de un bien que amaba o le era de utilidad (afecto). El conocimiento pone al hombre en presencia de bienes que desea o de peligros que amenazan tales bienes. La sede de las pasiones es el apetito sensitivo y no la voluntad. Se trata, en efecto, de movimientos corporales que pueden influir accidental o indirectamente en el alma, como hemos dicho al referirnos al sentimiento. Santo Toms, siguiendo las clasificaciones clsicas, distingue once movimientos pasionales especficamente distintos: en el apetito concupiscible encontramos el amor y el odio, el deseo y la fuga, el placer y la tristeza; en el apetito irascible tienen sus races la esperanza y la desesperacin, la audacia y el temor y, finalmente, la ira. Cmo surge una pasin?
En la gnesis de todo afecto hay que distinguir los factores que solamente predisponen y los que propiamente lo ocasionan. Existen predisposiciones que previenen el nacimiento de la pasin. Son predisposiciones generales las necesidades e instintos que hacen al hombre salir de s para obtener los bienes que necesita; nadie es indiferente al deseo de tales bienes, a la alegra de su posesin o a la tristeza de su prdida. En cambio, se considera como predisposicin particular el temperamento de cada individuo (colrico, sanguneo, melanclico o flemtico, segn la antigua clasificacin). Sin embargo, ni las inclinaciones ni el temperamento son causa suficiente de la pasin; sta est en relacin directa con el conocimiento que hace de intermediario entre un bien sensible y el apetito sensitivo. Teniendo esto en cuenta debemos distinguir en las pasiones dos modos de origen. A veces surgen espontneamente, anticipndose a la advertencia de nuestra conciencia; son no premeditadas. Los antiguos filsofos las llamaban pasiones antecedentes, y decan con justeza que arrastran nuestra voluntad hasta un cierto punto, aunque casi nunca (salvo casos excepcionales o patolgicos) nos excusan de toda responsabilidad (la razn siempre mantiene un rayo de luz, incluso en los movimientos ms vehementes). Otras veces, en cambio, los afectos pasionales nacen causados deliberadamente por nuestra voluntad; son excitados por nosotros mismos. En este caso se les da el nombre de pasiones consecuentes. Pensemos en el libertino que excita su lujuria para gozar sus placeres, o el colrico que aviva su ira para vengarse ms cruelmente de sus enemigos. Ante uno y otro tipo de pasiones la responsabilidad del sujeto es distinta, como distinta es la causa y la libertad que se juega en estos actos.
En la antigedad los filsofos estoicos sostuvieron que todas las pasiones son malas. Pero las pasiones no son ni buenas ni malas, sino indiferentes en s. La moralidad depender del influjo que ejerzan sobre ellas la inteligencia y la voluntad (216).
lo
afectivo
sobre
nuestra
Al ser la afectividad de orden material, no puede influir directamente sobre nuestras potencias espirituales. Puede, sin embargo, ejercer un influjo indirecto. (a)Influye ante todo de un modo dispositivo (a travs de su objeto) en cuanto el hombre, bajo la disposicin pasional, juzga bueno y conveniente lo que, libre de aquella pasin, no estimara as. La pasin, por tanto, influye sobre la voluntad a travs de la razn y sobre sta por medio de la imaginacin (y de la cogitativa). Una determinada pasin, si es muy vehemente, fija de alguna manera la imaginacin en un objeto y esto predispone para el juicio racional proclive a la pasin, es decir, para que uno sea favorable y tendencioso hacia el objeto de su pasin y siempre indulgente para juzgar lo que ama afectivamente. Esto es ms fuerte todava cuando la pasin se ha arraigado por la repeticin de actos pasionales a modo de hbito pasional. En este caso es capaz de ejercer un predominio absorbente sobre la razn cautivando la atencin y exigiendo su justificacin. Ante todo, digo que la pasin cautiva toda la atencin de la conciencia: un estado pasional tiende a monopolizar todo el campo de la conciencia. Atrae hacia su objeto la atencin con obsesin creciente. Cuntos dicen: no me puedo sacar de la cabeza a tal persona!; no puedo dejar de pensar en aquella ofensa!. El que ama pasionalmente est| constantemente preocupado por lo que ama y slo piensa en ello sin poder apartar su imaginacin. Se dice en este sentido que la pasin ciega el alma; m|s propio sera decir que la obsesiona. Adems la pasin se vale de la actividad del espritu para su propia justificacin: absorbiendo la atencin, utiliza tambin la razn a favor suyo para justificar su aficin hacia el objeto pasional. El apasionado
siempre tendr| razones para hacer lo que hace, es decir, para no desafectarse de aquello a que est pasionalmente atado. Por supuesto que estas razones no sern otra cosa que lo que san Ignacio llama sofismas, sutilezas, falacias y aparentes razones. Se puede decir de l que tiene m|s razones que un loco. Muchas veces nos encontramos con personas que, por ejemplo, tienen malas amistades que pueden hacerles dao, pero si uno trata de aconsejarles que se alejen de ellas, encontrarn una docena de razones para demostrar que a ellas tales amistades les hacen bien. Cuntos dramas se habran evitado si las pasiones no tuviesen tanta fuerza argumentativa! (b)En segundo lugar, la pasin puede influir sustrayendo o dividiendo las fuerzas de la persona. Cuando una potencia (en este caso la pasional) acta vehementemente, las restantes no pueden hacerlo sino con cierta debilidad. Quien lee algo con entusiasmo parece insensible y sordo a las cosas que ocurren a su alrededor, como si no viese, ni oyese, ni sintiese nada; e igualmente la jovencita perdidamente enamorada de su prncipe azul es incapaz de ver en su amado los defectos que ven hasta los tuertos tapndose el nico ojo sano. La pasin, pues, influye en la razn y en la voluntad al apropiarse de la energa anmica que sta necesita para su accin. Por eso le cuesta razonar contra la pasin a quien est enamorado, y es de voluntad ablica quien est ya esclavizado por una pasin viciosa.
Igualmente ocurre con la voluntad: la pasin ordenada multiplica nuestras energas, nos hace tenaces e inspira actos que llegan al herosmo. Qu no es capaz de hacer o qu no es capaz de sufrir quien ama con pasin un bien, un ideal, una noble ilusin? Por esto asegura santo Toms que los santos y las almas purificadas provocan deliberadamente las pasiones para una ms subida perfeccin del acto virtuoso (217). Las pasiones puestas al servicio de la virtud nos lanzan al arduo combate por conquistarla y nos dan la tenacidad necesaria para perseverar hasta la victoriosa adquisicin de la virtud eminente. Difcilmente, pues, encontraremos virtudes en un corazn que tenga, como dice el vulgo, sangre de pato. (b) Las pasiones desordenadas: el sentimental En cambio, el (mal) apasionado tpico es el que llamamos sentimental. ste tiene, o puede tener, varias de las siguientes caractersticas: Es voluble: es decir, inestable, ciclotmico (de |nimo circular); pasa del entusiasmo al desaliento; experimenta alternativamente sentimientos contrapuestos. No tiene estabilidad de |nimo, porque nuestros sentimientos no son estables por s mismos; tienen la variabilidad de la materia. La estabilidad es una condicin del espritu; y precisamente en el afectivo no manda el espritu. Es hipersensible: o sea valoriza exageradamente las sensaciones hasta vivir de ellas. El sentimental incluso juzga de las cosas, de las personas y de las acciones humanas segn sus sensaciones. Rehuye lo que no le gusta, abandona lo que le indigna, es indulgente y excusa lo que lo emociona (aunque sean comportamientos inmorales... pero presentados romntica o dramticamente). Es fugitivo: huye de lo real. Prefiere el mundo de sus sueos y suea despierto. Estas escapadas constantes hacia lo irreal pueden ir hacia el futuro (cuando tiene el pensamiento absorbido con sus vacaciones, con sus futuros romances, con sus futuros xitos laborales, sociales, etc.; lo mismo ocurre con los miedos y con las tentaciones de futuro). Puede ir tambin hacia lo pasado (cualquiera tiempo pasado fue mejor dice Manrique con m|s rima que exactitud; el sentimental vive de suspiros por lo que es ido; o, al contrario, vive anclado en traumas y rencores del pasado
que no puede o no quiere superar). Puede, finalmente, ir hacia el futurible o potencial (si yo no estuviera casado... si yo tuviera veinte aos menos..., si yo tuviese dinero, si yo no fuese consagrado...; piensa que todo lo que es ahora fracaso, no sera as si l fuese en cambio...). En el fondo es alguien que no enfrenta la realidad y que no tiene los pies en la tierra. Es terco: el mal apasionado siempre tiene razones (que no son objetivamente tales) para justificar sus actos pasionales. La pasin, pues, es una de las causas del juicio propio o terquedad de juicio. Es impulsivo: muchos de nuestros afectos se encienden como el fuego en un pajar: con una sola chispa. As la ira, la temeridad, la desesperacin, el amor sensible, la indignacin, el odio. El sentimental no pondera, no delibera, no consulta. Toma decisiones segn sus impresiones y sus decisiones son en realidad explosiones afectivas. A veces consulta despus de haber decidido apresuradamente, pero es slo para tranquilizar su conciencia (aunque si le aconsejan lo contrario, se aferra a su juicio). As le va: de fracaso en fracaso. El dicho del buen carpintero es: hay que medir dos veces pero cortar una sola. Es frgil de carcter: su fragilidad de carcter puede manifestarse de modos diversos. Una de las manifestaciones ms frecuentes es el dramatismo: cualquier problema normal es visto con tonos cargados. Vive una telenovela. Este dramatismo descubre una persona volcada sobre s misma; tanto llora y lamenta sus males que pierde de vista o simplemente no percibe las necesidades del prjimo, a veces ms grandes y ms urgentes que las suyas. Otras veces esta fragilidad de carcter se pone de manifiesto en cierta desidia: no se juega, no se arriesga, no se mete... En realidad es un cmodo que rehye el sacrificio. Esta fragilidad revela que el afectivo es un inmaduro; afectivamente infantil. Es superficial: sta es una de sus caractersticas ms notables y se deriva de la dependencia de sus afectos, es decir, de los sentidos y sentimientos que estn en la superficie de la persona.
Por ser superficial huye de los razonamientos abstractos, de las ideas que exijan una lgica rigurosa, del pensar arduo. Se inclina por el facilismo, se queda en lo accidental, en lo anecdtico. Esto lo afecta en que no llega a conocerse a s mismo, no descubre la raz de sus defectos, no combate la causa de sus desordenes. As acaba por ser frvolo e improvisador. Es pesimista y melanclico: la volubilidad que indicamos como primera caracterstica hace que se alternen en l entusiasmos y depresiones; sin embargo, lo ordinario es que sean menos duraderas las euforias que los pozos en que se hunde. Y as por lo general estas personas son vctimas de la melancola, de la tristeza, del desgano, de la falta de ilusin; incluso de la desesperanza. Es pasivo: el sentimental es una persona en quien la voluntad y la inteligencia estn debilitadas. Es lgico: stas no ejercen su funcin de dominio de las pasiones y afectos, y, al no actuar, de algn modo se atrofian. Por eso este car|cter es una voluntad desinflada. Un veleidoso. Un amigo de soluciones mgicas donde no haga falta mucha voluntad ni transpiracin; sus ideales: adelgace comiendo, aprenda ruso sin esfuerzo, cmo triunfar sin agotarse, h|gase rico en pocos meses. Ellos son los compradores de ilusiones irrealizables, de recetas para haraganes. Estas caractersticas se combinan en varios grados de desorden afectivo de los que destaco tres. El primero es el infantilismo afectivo o sndrome de Peter Pan (218) (o sea, cuando los vicios o defectos de un nio se instalan en una persona adulta); se manifiesta en la excesiva dependencia de otros, irresponsabilidad, egosmo exacerbado, imprudencia en su gobierno personal y en el de otros, etc. Como hemos visto ms arriba, una de sus expresiones lujuriosas es la masturbacin, aqu llamada con toda propiedad ipsacin (bsqueda de s mismo) por tener la caracterstica propia del nio: el egocentrismo o predominancia de la referencia a s mismo. El segundo es la perpetuacin de la edad del pavo (o instalacin de los defectos y vicios del adolescente en un adulto): se manifiesta en la imprudencia en el trato con las personas de otro sexo, y ms que nada en
la bsqueda del aparecer, del tratar de deslumbrar ante los otros. Estas personas viven gran parte de su tiempo volcados a lo exterior (su ropa, su peinado, sus apariencias), son superficiales, y por lo general sensiblemente tornadizos. No viven sino que actan en la vida. El tercero, es lo que llamo el complejo de viejo verde (expresin que uso con mucha amplitud, para referirme tanto a la instalacin en una persona, ya madura por su edad, de actitudes corrompidas y corruptoras, as como de la presencia en personas mayores de desrdenes afectivos que pueden conducir a estos vicios). Lo encontramos expresado en sentimientos desordenados de soledad afectiva, necesidad de compaa de otro sexo o del propio sexo, pero siempre con connotaciones sensuales; sentimientos de esterilidad o miedo a no ser ya fecundos; en el complejo de se me est| pasando la hora, lo que lleva a algunos a querer probar si todava son seductores y atractivos con otras personas, cayendo incluso en el adulterio o la fornicacin; en el sentimiento de frustracin sexual cuando de pronto empiezan a sentir que se les pas la vida sin haber experimentado la felicidad afectiva o sexual plena, especialmente si no han sido felices en su matrimonio o si han quedado, por diversas razones, solteros, o si han elegido el celibato. Esto explica por qu tantos matrimonios se destrozan, despus de muchos aos de casados, por causa de la infidelidad de uno de los dos cnyuges con personas mucho menores que ellos.
rato, cuando todo qued en silencio sali despacito y se aventur sigilosamente. Se preguntaba: Qu le habran hecho a la Boga?. Traz dos crculos silenciosos y se incorpor de un salto. Vio el cielo, el sol, el ro, los rboles, el Hombre en su canoa... y el relmpago de la fija mortal, que lo traspas desde lo alto. Y as acab miserablemente. To..., no entiendo bien esta fbula, le pregunta el nio al escritor. La Boga muri a causa del vicio de la gula. Pero el Sbalo muri tambin y no tena vicio. No tena vicio; pero tena dice el to una pasin indomada. Entendis?. Las pasiones indomadas, son tan peligrosas como los vicios.
Principios psicolgicos
La pasin, salvo en las situaciones lmites (pasiones sbitas y excesivamente vehementes, estados de ebriedad, etc.) y en los casos patolgicos (dementes), como hemos dicho, no anula el ejercicio de la voluntad. Pero el dominio racional sobre la vida afectiva fue llamado por los antiguos poltico, en contraposicin del dominio desptico. Con esto queran significar que la inteligencia y la voluntad no tienen dominio directo ni absoluto sobre la vida afectiva, sino indirecto, por convencimiento, por distraccin, por sublimacin, segn los casos (219). Cabe distinguir as diversos modos de actuacin de la voluntad respecto del movimiento pasional: (a) La voluntad frente a la pasin que se despierta repentinamente, sin que la voluntad la haya querido ni la inteligencia previsto, suscitada por la presencia (inesperada) de su objeto (como ante la sbita aparicin de un objeto nocivo se despierta el miedo), puede actuar distrayendo, desviando si intenta amortiguarla; o, por el contrario, dejando seguir a la pasin sus cauces naturales, es decir, consentir con ella. Puede tambin alimentarla para que crezca; como se dice: echar lea al fuego.
(b)
(c)
Cuando es la voluntad la que determina la existencia de una pasin (pasin consecuente) tiene, como es comprensible, ms dominio en los primeros momentos mientras an est encendiendo el fuego; aunque lo pierda cuando ya la pasin est en pleno ardor. Tengamos tambin en cuenta que la voluntad es causa de una pasin no slo cuando deliberadamente busca excitarla centrando su atencin sobre un objeto pasional (por ejemplo, mirando una mala imagen), sino tambin en la medida en que advierte el posible nacimiento de una pasin y por negligencia no pone los medios para impedirlo. La duracin de la pasin. Una vez que un acto pasional ha surgido (de la manera que sea) la voluntad puede continuar su influencia porque sigue teniendo dominio sobre lo que es esencial a la pasin, aunque no siempre sea capaz de influir sobre los movimientos corporales que se verifican en determinadas pasiones.
Lo que es esencial a la pasin es la presencia del objeto que causa la reaccin del apetito sensible. Por eso, durante el desarrollo de la pasin la voluntad puede alimentarla y excitarla, para lo cual no tiene ms que dejarse llevar por ella, manteniendo fija la atencin, la imaginacin o los sentidos sobre el objeto. Pero puede tambin intentar dominarla desviando la atencin del objeto que la motiva particularmente con ideas directivas que conduzcan a tener presente otros objetos o ideales elevados.
Aplicaciones educativas
Con estos principios psicolgicos la voluntad debe actuar enseoreando la vida afectiva. (a) En las situaciones normales...
...Debemos usar enrgica y oportunamente nuestras facultades superiores. Evidentemente tanto el combate contra las pasiones desordenadas cuanto la moderacin y el encauzamiento de nuestros afectos al bien son obra de un ejercicio soberano de la inteligencia y de la voluntad sobre nuestra vida sensible. Ya hemos dicho que, si bien se trata de un gobierno limitado (poltico), es, sin embargo, gobierno. En situaciones ordinarias la voluntad y la inteligencia actuando con energa
pueden encauzar, moderar y suscitar las pasiones necesarias para que nuestro obrar sea plenamente humano. Esto es obra no de milagros sino simplemente: de aprender a pensar antes de obrar; este pensar toma la forma de reflexin, meditacin, ponderacin de los fines y de los medios, del consejo (incluso de la direccin espiritual); de tener propsitos nobles e ideales que realmente hagan valer la pena nuestros esfuerzos; de robustecer la voluntad con el espritu de sacrificio, con el saberse negar algunos gustos, con el olvido de s mismo, con la abnegacin y el espritu de mortificacin, etc. (b) Adquiriendo las virtudes morales.
Debemos convencernos de que, para la educacin de los sentimientos o pasiones, no hay otro camino que la adquisicin de las virtudes morales correspondientes a los apetitos (fortaleza y templanza), y el desarrollo de la virtud que dicta la justa moderacin de los actos pasionales (la prudencia). Retomaremos esto un poco ms adelante. Sin virtudes la vida humana es bestial y pasional (en sentido peyorativo). Si no hay virtudes, necesariamente se crean caracteres caprichosos, egostas, ensimismados, crueles o simplemente fofos y estpidos. (c) La ayuda sobrenatural
Por ltimo, hemos de tener en cuenta que, en la lucha y conquista de la afectividad, la naturaleza no se basta a s misma. Con el pecado de Adn la naturaleza cay en un estado inferior al que tena antes del pecado (220). Ha quedado herida, o sea con un enflaquecimiento que se manifiesta a modo de dificultad para alcanzar las verdades fundamentales (herida de la inteligencia), debilidad para tender al bien verdadero (herida de la voluntad), flaqueza para contener y encauzar las tendencias del apetito de placer (herida de la concupiscencia) e incuria para realizar el bien difcil (herida del apetito irascible). Estas heridas son en parte remediadas por las virtudes morales (prudencia, justicia, templanza y fortaleza).
Sin embargo, la restauracin llevada a cabo por estas virtudes humanas no es suficiente, puesto que el bautismo no anula la inclinacin desordenada de nuestra concupiscencia (ms que desordenada debera llamarse an|rquica en cuanto su desorden consiste en tender a su objeto propio en s bueno en el plano sensible pero sin la medida o sin las circunstancias que lo hacen apto para perfeccionar al hombre). Esto nos ha sido dejado, dice tambin el Concilio de Trento, ad agonem, o sea, para nuestra lucha y mrito espiritual (221). Por eso dice Nuestro Seor que el reino de los cielos slo lo conquistan los que luchan (Mt 11,12). Podemos darnos cuenta as de la necesidad que tenemos de la ayuda sobrenatural. La gracia y las virtudes sobrenaturales tanto teologales como morales rectifican, fortalecen y elevan nuestras potencias para que puedan alcanzar los fines que las perfeccionan. El mismo Seor que dijo: Sin M, nada podis hacer (Jn 15,4), tambin aadi: Yo estoy con vosotros (Mt 28,20), no temis, yo he vencido al mundo (Jn 16,33).
finalmente, que somos catlicos y sabemos por fe que el hombre no puede realizar sin la ayuda divina todo el bien natural, y ciertamente sin esa ayuda ningn bien sobrenatural, por lo que es tambin indispensable el conjunto de los hbitos infusos (gracia y virtudes sobrenaturales). Supuesto esto, para que se comprenda adecuadamente la funcin de las virtudes morales en el plano de la afectividad creo muy conveniente hacer notar que tanto en el ejercicio del bien (actos buenos) como del mal (actos malos) hay tres posibles modos de accin. Ante todo, un acto bueno que involucre nuestra afectividad puede hacerse de tres modos: (a) De modo puramente casual, como cuando una persona se sirve una cantidad juiciosa de vino simplemente porque sa es la nica cantidad que quedaba en la botella o porque el encargado de servir slo ofrece esa cantidad, pero no porque l elija tomar esa medida y no ms ni menos. Esto es un acto humano en sentido impropio, porque no hay eleccin personal propiamente dicha. Cuando la voluntad refrena el instinto imponindole con firmeza la medida. Y esto es lo que hace la virtud imperfecta de la continencia, la cual, sin embargo, por ser virtud que acta sobre el afecto desde la voluntad, slo puede ejercer su seoro ante inclinaciones pasionales normales, pero no puede hacerlo (ordinariamente) en las pasiones vehementes imprevistas y a veces en las muy vehementes, aunque sean confusamente previstas. Finalmente, cuando la misma afectividad ha sido ordenada desde adentro, imprimindole una inclinacin propia a seguir el dictamen prudencial; y esto es lo que hace la virtud moral (templanza o fortaleza). Esta inclinacin, por ser intrnseca al afecto previene la pasin imprevista o da la capacidad de corregirla desde adentro cuando surge.
(b)
(c)
(a)
(b)
(c)
El primero es cuando ocurre de modo causal, como cuando alguien se embriaga involuntariamente, bebiendo poca cantidad por ignorar que es una bebida demasiado fuerte o por alguna indisposicin. Al ser algo involuntario, no lo consideramos aqu. En segundo lugar, cuando se carece de la fuerza de voluntad para resistir las pasiones (no tiene continencia) y no slo se deja arrastrar por la pasin imprevista, como un arrebato de ira ante una injuria inesperada, sino por pasiones ms o menos fuertes aunque uno las viera venir, como se dice vulgarmente. Se denomina a este estado incontinencia, es decir, cuando ni se posee la virtud de la continencia, ni el vicio contrario (hbito adquirido o adiccin). Finalmente, cuando se tiene el vicio en la facultad afectiva por el cual (surja una tentacin pasional o no) se tiene la inclinacin estable a elegir el comportamiento desordenado.
Esta distincin que acabo de hacer es clave en la doctrina de las virtudes de Aristteles y Santo Toms y nos lleva a plantear un principio psicolgico y moral de enorme importancia, y es el siguiente: para la recta eleccin de un bien moral (o sea para hacer un acto bueno) en el orden afectivo, es suficiente la virtud imperfecta de la continencia mientras no haya ataques pasionales repentinos (o tentaciones vehementes imprevistas, que es lo mismo); pero para tener un equilibrio afectivo estable no basta esta virtud imperfecta sino que hace falta la virtud moral correspondiente. Veamos ms detenidamente la psicologa del continente y del incontinente y luego la del virtuoso.
El continente y el incontinente
La palabra continencia indica un freno, en cuanto que uno se abstiene de obedecer a las pasiones (222). La tomamos aqu como el h|bito que hace que el hombre resista a los malos deseos que se dan en l con fuerza. As considerada, posee algunas cualidades de la virtud, en cuanto que reafirma a la razn contra las pasiones para que stas no la venzan, pero no cumple totalmente las condiciones de virtud moral, que somete
incluso el apetito sensitivo a la razn para que no se levanten en l pasiones fuertes contrarias a la razn. Por eso dice Aristteles que la continencia no es virtud, sino una mezcla, porque tiene algo de virtud pero, en parte, no cumple las condiciones necesarias para la virtud (223). Es, pues, una virtud imperfecta puesto que no lleva a la realizacin de ninguna obra positivamente buena, sino que se limita a impedir el mal refrenando los mpetus vehementes de las pasiones (no realiza actos positivos sino que contiene los negativos). Las virtudes perfectas, en cambio, dominan de tal modo las pasiones opuestas, que ni siquiera se producen vehementes movimientos pasionales en contra de la razn. Por eso la continencia es como una condicin previa a la templanza, una simple preparacin. Slo hablando en sentido amplio podemos llamarla virtud. Tiene el mismo objeto que la templanza: las delectaciones del tacto, es decir, de la comida y la generacin, sobre todo estas ltimas cuando son ms vehementes. Pero se diferencia de ella en que la templanza modera las inclinaciones desordenadas de la naturaleza poniendo un hbito bueno, una cualidad que llega a penetrar la naturaleza rectificando la direccin de las concupiscencias; en cambio, la continencia se limita a ofrecer resistencia decidida a esos movimientos en ebullicin. Se dice, as, con toda propiedad, que la continencia es una parte de la templanza en la que se salva el juicio de la razn frente a las ltimas consecuencias de un principio de desorden. De aqu que el sujeto de la continencia no sea el apetito concupiscible, como en la templanza, sino la voluntad. Si fuera el apetito sensible, debera ste cambiar su anterior disposicin y adquirir la nueva, propia de este hbito; pero esto no sucede con la continencia; en el continente, el apetito sensible sigue revelndose contra la razn lo mismo que antes de adquirir la continencia. Est, por tanto, en la voluntad: la persona continente, sintiendo el embate de las pasiones elige (acto de la voluntad) resistirlas en vez de seguirlas. Por contrapartida, la incontinencia (224), no designa propiamente un hbito malo sino la privacin de la continencia en el apetito racional (voluntad); es la debilidad ante el asalto de las pasiones que vencen al hombre. La incontinencia triunfa cuando el juicio de la razn no logra en
la voluntad una decisin recta y por eso se entrega al placer. Se relaciona con la intemperancia, pero se distingue de ella, pues la intemperancia es un hbito malo por el que se elige el mal como bueno y se deleita en tal eleccin, la incontinencia, en cambio, es una falta de firmeza y de dominio de s. El vicioso se goza en su mala eleccin; el incontinente se entristece de haber cedido por debilidad a la pasin. Con estos elementos se puede comprender la diferente manera en que procede la psicologa del continente, del incontinente, del vicioso y del virtuoso. En todos estos casos el razonamiento personal por el que toma una decisin o se consiente a una inclinacin se realiza a modo de razonamiento (silogismo) pero de distinto modo (cito el ejemplo de Santo Toms (225): (a) El virtuoso se mueve slo segn el juicio de la razn. Usa, pues, un silogismo (razonamiento) de tres proposiciones, ms o menos de este modo: No hay que cometer ninguna fornicacin. Este acto es fornicacin. Por tanto no hay que hacerlo. El vicioso, en cambio, sigue completamente a la concupiscencia, por lo que tambin l usa un silogismo de tres proposiciones deduciendo de este modo: Hay que gozar de todo lo deleitable. Este acto es deleitable. Por tanto, hay que gozarlo. El continente silogiza as: No hay que hacer ningn pecado; y esto lo propone conforme al juicio de la razn; pero, segn el movimiento de la concupiscencia reside en su corazn el principio de que hay que hacer todo lo deleitable. Pero como vence en l el juicio racional, asume y concluye segn el primer silogismo: Esto es pecado. Por tanto no hay que hacerlo. El incontinente, en quien vence el movimiento de concupiscencia, asume y concluye segn el segundo: Esto es deleitable. Por tanto hay que hacerlo y este tal es el que peca por debilidad. Por eso es evidente que si bien conoce en abstracto (universal) lo que hay que hacer, sin embargo, no conoce en el caso particular; porque no asume segn la razn, sino segn la concupiscencia.
(b)
(c)
(d)
Como puede observarse, cuando hay un hbito en la misma potencia afectiva el razonamiento es directo, con slo tres proposiciones. Ya sea el virtuoso porque la virtud residente en el apetito inclina a ste al fin mismo que propone la razn por medio de la prudencia; ya sea el vicioso porque su mal hbito lo inclina a manejarse por los principios y criterios de su concupiscencia viciada. En cambio cuando en la afectividad ni hay vicio ni virtud (que es el mejor de los peores casos), tenemos siempre una lucha de principios entre lo que quiere la razn y lo que desea la pasin (porque no podemos vivir sin sufrir pasiones). Slo que aqu caben dos posibilidades: la primera, si existe esta semi-virtud de la continencia, que ms que un hbito es una fuerza de voluntad particular, entonces termina por vencer el juicio racional (siempre y cuando las pasiones no sean vehementes ni repentinas) o la inclinacin pasional cuando es inesperada, o muy fogosa. Puede deducirse que una persona slo puede estar fijada en el equilibrio afectivo cuando posee las virtudes propias que perfeccionan la afectividad. Creo que este punto es muy importante, porque solemos confundir a menudo la persona continente con la persona virtuosa. Y no son equivalentes. Una persona particular es posible que por su temperamento, por su edad, o por otras condiciones intrnsecas o extrnsecas, no se encuentre a menudo agitada por algunos movimientos pasionales (por ejemplo, un nio no suele experimentar movimientos sexuales vehementes), y por este motivo puede considerarse errneamente que su afectividad en este terreno est controlada. Pero llegan los cambios fisiolgicos, o aparecen tentaciones no experimentadas anteriormente, o cualquier cosa similar, y el edificio afectivo se tambalea si no hay virtud propiamente dicha. La experiencia de haber vivido en ambientes contenidos crea a menudo la errnea conviccin de que el plano afectivo est bien gobernado (por ejemplo, el clima de serenidad, paz u oracin de una casa religiosa o una buena familia). Pero al salir repentinamente de estos ambientes, perdiendo la continencia ambiental, la afectividad puede verse
fcilmente envuelta en una inesperada tormenta. Si no se trabaja en las virtudes propiamente dichas, y ms an si no se ha distinguido bien el plano de la continencia del de la virtud, pueden surgir confusiones y dudas respecto de la propia vocacin o inseguridades hasta de orden psicolgico.
como saborear (sapere), gustar. El cristiano instruido pero no virtuoso, conoce que no debe fornicar; pero el casto adem|s siente interiormente que la castidad es atractiva. Porque el hbito virtuoso modifica o moldea la potencia afectiva segn la forma propia de su objeto, produciendo una connaturalidad o semejanza entre el afecto y el objeto del hbito (por ejemplo, la pureza o castidad). Y lo semejante gusta y apetece lo semejante. La virtud moral deja, dice santo Toms, el gusto bien dispuesto; o sea el apetito rectamente inclinado. Sobre esta base interviene la prudencia encontrando la realizacin precisa (segn el estado, condiciones, etc., de la persona en cuestin) de esa tendencia virtuosa. As encontrar| el modo concreto y diverso en que debe realizar la castidad el casado y el clibe; y no slo de modo general sino en cada circunstancia, porque el casado deber ejercer su castidad de modos muy diversos segn las circunstancias lo requieran (as por ejemplo, de modo diverso cuando debe dar el dbito conyugal sin apetecerlo l, o cuando en cambio lo apetece; respetando las disposiciones o indisposiciones de su cnyuge, etc.). Pero la prudencia no podra encontrar este justo medio si no existiera antes la tendencia al fin virtuoso que da la virtud moral (en el ejemplo citado, la castidad), porque busca este justo medio impulsada por esa virtud (porque quiere ser casto es que indaga y busca el modo de realizarlo aqu y ahora). Pero a su vez, la virtud moral (la castidad, por ejemplo) sin la prudencia no sabra cmo hacer realidad sus aspiraciones. Ambas virtudes (la moral y la prudencia (227)) se exigen y necesitan. Adems, la virtud moral perfecciona la libertad dando fuerza para elegir el bien conocido. No basta saber qu hay que hacer o qu no hay que hacer, sino que hay que elegirlo. ste es el aspecto ms importante y esencial de la virtud moral, la cual es un h|bito electivo: un h|bito de elegir bien, un hbito que hace recta la eleccin. Hace encontrar digno el elegir el objeto al que est inclinada por su propio hbito, ya que ste le hace connatural y amable su objeto. Con esto queda claro que la accin virtuosa no se realiza instintiva o automticamente, sino de modo electivo.
Al elegir bien (o sea lo indicado por la prudencia) la virtud se arraiga. De aqu que sea tan importante, para transformar en virtud determinados comportamientos que siendo buenos y perfectivos slo los hacemos por obligacin, el elegirlos, o sea el querer hacerlos libremente y no slo por la obligacin que de suyo tienen. A veces por no comprender la importancia de esta definicin de la virtud como hbito electivo (que quiere decir no slo que la virtud inclina a elegir bien sino que ella se va perfeccionando ms en la medida en que elige bien) es que algunas personas realizan durante aos actos buenos sin que alcancen la virtud. Esto sucede cuando esos actos slo se hacen por obligacin y nunca se eligen libremente. As los religiosos que slo rezan diariamente por estar obligados, no adquieren la virtud de la oracin, ni quienes madrugan slo por obligacin adquieren la virtud de madrugar, ni la del estudio quienes slo lo hacen obligados. Slo se har|n virtuosos quienes elijan (o sea, quienes quieran hacer libremente) estos actos. Muchas virtudes se pueden adquirir interiorizando las obras buenas que ya hacemos diariamente; es decir, hacerlas nuestras. Finalmente, la virtud perfecciona la libertad dando vigor y energa para ejecutar y terminar la accin elegida, y adems dando deleite en su ejecucin. Este aspecto, cuando proviene totalmente del anterior (eleccin), desarrolla plenamente la virtud. Digo cuando proviene totalmente para volver a sealar lo ya dicho: podra venir slo a medias, en cuanto acto tolerado por la obligacin pero no elegido personalmente. En cuanto a la adquisicin de las virtudes me limito a sealar algunos elementos claves que no deben descuidarse: Ante todo, la educacin debe ser integral, es decir, sin descuidar aspectos. Es cierto que no se pueden trabajar al mismo tiempo y con la misma intensidad todas las virtudes, pero debemos tener claro que las virtudes forman un organismo y que estn unidas. Ya lo vimos ms arriba: las intelectuales (especialmente las que afectan a los principios morales) son necesarias a las morales como gua; y las morales son esenciales a las intelectuales que sin ellas son imperfectas. A su vez, las morales forman un conjunto armnico que hace flotar la personalidad humana sobre las aguas agitadas del mundo pasional; y como cualquier nave, basta un
agujero en cualquier lugar del casco para hacer agua y terminar hundindose. El trabajo en una virtud especfica, por tanto, no debe ser excusa para descuidar otros hbitos. En segundo lugar, como todo trabajo educativo, aunque sea de autoeducacin, debe alimentarse en la imitacin de los grandes ejemplos. Si queremos arraigar las virtudes las debemos amar, y si queremos enamorarnos de ellas, debemos verlas encarnadas en algn ideal. De aqu que la meditacin de las virtudes deba ser meditacin de la vida de hombres virtuosos, empezando por la del modelo perfecto, Nuestro Seor Jesucristo. Adems de esto, debemos tener presente que las virtudes son cualidades, y que, como tales slo crecen y se arraigan cualitativamente, es decir, intensivamente. De aqu que para su arraigo y crecimiento importa ms que la cantidad de actos virtuosos la intensidad con que los realizamos. Un acto heroico arraiga una virtud; y cien actos tibios la mantienen en estado superficial, dbil y desarraigable. Este es el motivo por el que personas que practican frecuentemente actos de virtud, pero lnguidos y apocados, pueden fcilmente perder la virtud. En cuarto lugar, al ser hbitos electivos, se adquieren al elegir libremente el bien propio de cada virtud; como bienes para m y no slo bienes en s o abstractos. Y un ltimo aspecto importante es lo que podemos llamar ocasiones ocultas de la virtud. As como antes hemos sealado que hay ocasiones ocultas de la lujuria, tambin debemos decir que hay algo anlogo en el orden de la virtud. Es m|s propiamente hablando un marco psicolgico de la virtud, la cual necesita un terreno adecuado para surgir. El primer elemento de este marco es la gracia divina necesaria para nuestra naturaleza herida por el pecado (228). El segundo elemento es el realismo psicolgico: debemos conocernos como somos, sin falsas autocompasiones ni falaces presunciones. Debemos conocer nuestros lmites y nuestras capacidades, porque la virtud crecer muchas veces realizando los dones potenciales que Dios ha dado a nuestra naturaleza. Vale muy bien aqu aquello de santa Teresa: por la mayor
parte, todas las inquietudes y trabajos [sufrimientos] vienen de no entendernos (229). Un tercer elemento es el orden del amor: porque en gran medida la educacin de las pasiones o afectos y la adquisicin de las virtudes depende de que est ordenada la caridad, es decir, de que cada amor ocupe en nuestro corazn el lugar que le corresponde (Dios por encima de todo, nuestra alma, el prjimo, etc.); muchas veces los afectos desordenados se disfrazan de celos, intereses, preocupaciones, etc. que no son tales y que con una ordenacin debida se regularizan (230). Considero que tambin es un elemento de gran importancia, el ambiente de amistad y de equilibrio social: para la adquisicin de las virtudes, ayuda enormemente el vivir (o procurar) vivir en un ambiente virtuoso; esto lo demuestra a importancia de la familia, o de la escuela, o de la comunidad, segn los casos. Es cierto que uno puede adquirir las virtudes en los ambientes ms hostiles a la virtud; pero tambin es cierto que un ambiente hostil muchas veces es un obstculo a la virtud. En fin, como escribi Fray Luis: Virtud hija del cielo la ms ilustre empresa de la vida; en el escuro suelo luz tarde conocida, senda que gua al bien, poco seguida.
Es hora de terminar...
El cuerpo es bueno; Dios lo cre y vio que era muy bueno, como dice el libro del Gnesis de cada una de las obras de Dios. Tambin el sexo cae bajo esta mirada benigna de Dios. Antes del pecado original, el mismo libro nos dice que Adn y Eva estaban desnudos y no se avergonzaban. Su inocencia, es decir, la ausencia de pecado (todava no haban cado) les daba una mirada serena y gozosa de su sexualidad y sta poda ser integrada dentro del amor espiritual del uno por el otro y de ambos por Dios. Fue el pecado el que introdujo una mirada rebajada, vergonzosa y culpable. Es con esta mirada que nosotros, nacidos con el pecado original, debemos lidiar, aunque el bautismo nos haya quitado lo que aquel tena de culpa.
Por eso, corremos el riesgo de quedarnos anclados en la belleza y en la bondad de algo creado como es nuestra realidad corporal y confundir lo que es puente hacia Dios, con el mismo Dios. La idolatra del cuerpo (y todo abuso de nuestra sexualidad es una idolatra, como lo es todo pecado) hace de ste un obstculo para el amor verdadero entre el hombre y la mujer y entre toda persona humana y Dios. La castidad, de la que tanto hemos hablado en las pginas de este libro, representa una mirada sana de esta creatura corporal; mirada que, al ser ordenada, deja trasparentar al Dios Invisible a travs de su creatura visible. Al vivir una sexualidad casta nuestra mirada y nuestro pensamiento sobre el sexo encuentran en ste la belleza y la bondad que Dios ha sembrado para que, tambin por este camino, nos elevemos hasta l. S, as como el hombre cay poniendo a la creatura en el lugar de Dios, son las creaturas las que nos deben ayudar a remontarnos hasta l en nuestro camino de retorno a Dios. Sin la castidad, la mirada del hombre y de la mujer sobre la sexualidad es una contemplacin tergiversadora: el sexo es visto no ya como un comienzo del viaje del hombre hacia Dios, o como un jaln ms del itinerario hacia nuestro destino, sino como el final del viaje; y echamos anclas antes de salir del puerto. Un antiguo filsofo pagano, Plotino, ha dicho estas hermosas palabras: Si es dado mirar las bellezas terrenales, no es til correr tras ellas, sino aprender que son imgenes, vestigios y sombras (de la Hermosura Primera). Si corriramos tras las imgenes por tomarlas como realidad, seramos como aquel hombre (Narciso) que, deseando alcanzar su imagen retratada en el agua, se hundi en ella y pereci. Y el cristiano San Agustn lo expres m|s bellamente: a fuerza de amar las cosas creadas, el hombre se hace esclavo de las cosas, y esa esclavitud le impide juzgarlas. Y mejor que los dos, el mismo Espritu Santo lo ha sentenciado en la Sagrada Escritura: Vanos por naturaleza son todos los hombres en quienes hubo ignorancia de Dios y no fueron capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aqul que es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artfice; sino que
al fuego, al viento, al aire ligero, a la bveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, seores del mundo. Que si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses, sepan cunto les aventaja el Seor de stos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los cre. Y si fue su poder y eficiencia lo que les dej sobrecogidos, deduzcan de ah cunto ms poderoso es Aquel que los hizo; pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analoga, a contemplar a su Autor. Con todo, no merecen esta tan grave reprensin, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y querindolo hallar. Como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. Tan bellas se presentan a los ojos! Pero, por otra parte, tampoco son stos excusables; pues si llegaron a adquirir tanta ciencia que les capacit para indagar el mundo, cmo no llegaron primero a descubrir a su Seor? (Sabidura 13,1-9). Debemos, por eso, recuperar la mirada elevadora sobre la sexualidad, pues todos estamos llamados a vivirla en nuestras vidas de un modo o de otro. Pero para esto, la creatura fsica debe adquirir la voz suficiente para llamarnos hacia algo ms alto y trascendente; ella debe resonar en nuestro corazn como para aquel poeta (Leopoldo Marechal) que deca: Oigo que se me llama, y pienso que todo llamado viene de un llamador. Me digo entonces que por la naturaleza del llamado es dable conocer la naturaleza del que llama. Si la que yo escucho es una vocacin o llamado de amor, amado es el nombre del que me llama; si es de amor infinito, Infinito es el nombre del Amado. Si mi vocacin amorosa tiende a la posesin del bien nico, infinito y eterno, Bondad es el nombre del que me llama. Si el Bien es alabado como hermoso, Hermosura es el nombre del que me llama. Si la Hermosura es el esplendor de lo verdadero, Verdad es el nombre del que me llama.
Si esa Verdad es el principio de todo lo creado, Principio es el nombre del que me llama. Si reconozco ahora mi destino final en la posesin perpetua del Bien as alabado y as conocido, Fin es el nombre del que me llama. Y como todos esos nombres asignados a mi llamador slo convienen a la divinidad, Dios es el nombre del que me llama. Las creaturas, y su belleza, vuelven as a tener el esplendor que tuvieron a los ojos de Adn cuando las vio por primera vez en el Paraso; y vuelven a levantar nuestro intelecto a Dios. Interrogu a la tierra dice San Agustn y me ha respondido: no soy tu Dios. Interrogu al mar, a sus abismos y a los seres animados que all se mueven, y todos me respondieron: no somos tu Dios, bscalo m|s arriba. Las criaturas y la sexualidad es creatura no se limitan a clamar no somos Dios sino que contienen una afirmacin: bscalo m|s arriba; as se vuelven peldaos hacia Dios. Slo la castidad puede devolvernos esa mirada del cuerpo purificada, capaz de admirar sin rebajar, de gozar sin abusar, de caminar sin detenerse, de amar sin extraviarse. Por eso la castidad verdadera es delicada pero una vez adquirida nunca es dbil, pues, como dijo un poeta (Enrique Azcoaga):
NOTAS
(1) Me refiero al sueo del rey Nabucodonosor que el profeta Daniel le interpreta en su libro (cf. Dan 2,31-45) (2) La noticia apareci en Aciprensa 22/06/2006.
(3) Toms de Aquino, Suma Teolgica, II-II, 142,1. (4) Catecismo de la Iglesia Catlica, n 2339. (5) Gaudium et spes, n. 17. (6) San Agustn, Confesiones, 10, 29, 40. Este texto est citado por el Catecismo (n. 2340). (7) Catecismo de la Iglesia Catlica, n 2337. El texto contina: La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biolgico, se hace personal y verdaderamente humana cuando est integrada en la relacin de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer. La virtud de la castidad, por tanto, entraa la integridad de la persona y la totalidad del don. (8) Catecismo de la Iglesia Catlica, n 2338. (9) Juan Pablo II, La pureza del corazn segn San Pablo, Catequesis del 28 de enero de 1981.
(10) Un libro clsico y muy valioso sobre este tema es el de Dietrich von Hildebrand, Pureza y virginidad, Descle de Brouwer, Pamplona 1958. All el autor estudia la pureza o castidad en s, en el matrimonio y en la virginidad consagrada. (11) Los novios est|n llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarn para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura especficas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad (Catecismo de la Iglesia Catlica, n 2350). (12) Cf. Santo Toms, Suma Teolgica, II-II, 152, 3. (13) San Agustn, De sancta virginitate, 8,8; ML 40,400-401, (cit. Sacra virginitas, 10). (14) Cf. Santo Toms, Suma Teolgica, II-II, 152, 3 ad 4; San Buenaventura, De perfectione evanglica, I, 3, 3, sol. 5. (15) San Agustn, De sancta virginitate, 27; ML, 40,411. (16) Po XII, Sacra virginitas, 12. (17) Po XII, Sacra virginitas,, 13. (18) Po XII, Sacra virginitas, 14; cita a Toms de Aquino, Suma Teolgica, II-II, 186, 4. (19) Santo Toms de Aquino, Suma Teolgica, II-II, 152, 5. (20) Cf. Catecismo de la Iglesia Catlica, nn. 2514-2533. (21) Catecismo de la Iglesia Catlica, n. 1658. (22) Cf. Groeschel, The Courage to be Chaste, op. cit., pp. 77-84.
(23) Se puede ver el original, que aqu slo sigo en las ideas principales, en: Martha Morales, 10 razones para vivir la abstinencia en el noviazgo (www.almas.com.mx/almas/artman/publish/article_1008.php). (24) Puede verse el estudio de la Universidad de Wisconsin, citado ms adelante. (25) Pablo VI, Humanae vitae, 11. (26) Ibd., n. 12. (27) Cf. Miguel A. Fuentes, La Humanae vitae de Pablo VI. Esencia de un documento proftico, en Rev. Dilogo 21 (1998), 101-117. (28) Ren Biot, La educacin del amor, Descle de Brouwer, Buenos Aires 1957, p. 54. (29) He dejado el trmino original, aunque me parece que la idea del autor no es indicar lo que nosotros solemos expresar en castellano con esta palabra, sino en el sentido de muy difcil. (30) Hring, B., La ley de Cristo, Herder, Barcelona 1973, III, p. 389. (31) Juan Pablo II, Familiaris consortio, 84. (32)Como dice el Catecismo de la Iglesia Catlica: Estas personas est|n llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Seor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condicin. (CIC, 2358) Se les debe incluso permitir un papel activo en la comunidad cristiana. (Vase, USCCB, To live in Christ Jesus, 54) (33) Groeschel, Benedict. The Courage to b echaste, Paulist Press, New York, 1985. (34) Puede leerse al respecto :Pablo VI, Sacerdotalis coelibatus, especialmente el n. 64; Po XI, Ad Catholici sacerdotii, especialmente el n. 55. puede leerse al respecto: El Papa Juan Pablo II ha dicho: Es mi deber encarecer una renovada atencin a la seleccin de las vocaciones al Seminario, poniendo todos los medios a disposicin para lograr un adecuado conocimiento de los candidatos, en particular desde el punto de vista moral y afectivo... Que ningn obispo se sienta excluido de este deber de conciencia. Tendr que rendir cuentas directamente ante Dios... Sera lamentable que por una malentendida tolerancia, se admitiera a la ordenacin a jvenes inmaduros o con evidentes signos de desviaciones afectivas, que como es tristemente conocido pueden causar grave escndalo en la conciencia de los fieles y dao evidente para toda la Iglesia. Por ello, record que la fidelidad a la doctrina sobre el celibato sacerdotal por el Reino de los Cielos debe ser considerada con gran estima por la Iglesia. Y especialmente, insisti, cuando se trata de discernir en los candidatos al sacerdocio la llamada a una entrega incondicional y plena... Es necesario recordarles que el celibato no es un elemento extrnseco e intil, una superestructura a su sacerdocio, sino una conveniencia ntima para participar en la dignidad de Cristo y en el servicio de la nueva humanidad (Discurso a un grupo de obispos del Brasil, 5 de setiembre de 2000). Y la Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se expidi claramente sobre el tema en su Respuesta a cuestiones sobre la Ordenacin de Homosexuales: La Congregacin para el
Clero ha enviado a esta Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos una carta de su Excelencia, pidindonos que clarifiquemos la posibilidad de que hombres con tendencias homosexuales puedan recibir la ordenacin presbiteral. Esta Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, consciente de la experiencia resultante de muchas causas instruidas con el propsito de obtener la dispensa de las obligaciones que derivan de la Sagrada Ordenacin, y luego de debida consulta con la Congregacin para la Doctrina de la Fe, expresa su juicio como sigue: la ordenacin al diaconado y al presbiterado de hombres homosexuales u hombres con tendencias homosexuales es absolutamente desaconsejable e imprudente y, desde el punto de vista pastoral, muy riesgoso. Una persona homosexual, o una con tendencia homosexual no es, por consiguiente, apropiada para recibir el sacramento de las Sagradas rdenes (Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Respuesta a cuestiones sobre la Ordenacin de Homosexuales, 16 de mayo de 2002, Prot. n. 886/02/0. Firma Jorge A. Cardinal. Medina Estvez, Prefecto). (35) Cicern, De legibus, libro I, 44. (36) Cuando la ambigedad sexual es manifiesta en los genitales externos y los padres (o el mismo interesado) piden una ciruga correctiva, habr que tener en cuenta (para ver si se privilegian los caracteres femeninos o masculinos): (a) qu intervencin tiene, desde el punto de vista tcnico, ms posibilidades de xito; (b) cul sexo alcanza la mayor armona con los dems elementos del sexo fsico (gondico, cromosmico); (c) las posibilidades futuras de realizar el acto conyugal (pues tal es la finalidad del sexo); (d) la posibilidad de obtener tambin la fertilidad. (37) Cf. Benedict Groeschel, The Courage to be Chaste, op.cit. p. 87. (38) Cf. Benedict Groeschel, The Courage to be Chaste, op.cit. p. 18. (39) P. Alberto Hurtado, El adolescente un desconocido (su ttulo original fue: La crisis de la pubertad y la educacin de la castidad), Obras completas, tomo 2, Dolmen, Chile 2001, pp. 177-212. La cita es de la pgina 184. (40) P. Alberto Hurtado, ibid., p. 185. (41) P. Alberto Hurtado, ibid., p. 185. (42) Cf. Groeschel, The Courage to be Chaste, pp. 70-74. (43) No estoy diciendo con esto que todo estado depresivo tenga como causa algn resentimiento u odio. Cuidado con malinterpretar la extensin de estas afirmaciones. (44) Zalba Erro, Pudor, en Gran Enciclopedia Rialp, tomo 19, Rialp, Madrid 1989, 455 (45) Cf. Santo Toms, Suma Teolgica, II-II, q.151, a.4 (46) C. Scarpellini, Pudore e pudicicia, en Enciclopedia Catlica, Roma 1953, vol. X, col.296. (47) Zalba Erro, loc. cit.
(48) C. Scarpellini, op. cit., col.297. (49) El pudor no es slo un fenmeno de la infancia; es una fuerza que se manifiesta ms profundamente cuando aparece el desarrollo del sexo en la pubertad. Conquista entonces un aspecto nuevo, que no posee en la infancia, es decir, el sentimiento de la propia dignidad, el respeto hacia el propio cuerpo, el sentimiento de repugnancia por toda clase de sujecin a la vulgaridad y a la sensualidad. (50) Zalba Erro, loc. cit. (51) Scarpellini, op. cit., col.296.Cf. Demal, Psicologia pastorale pratica, Roma 1955, p.120. (52) Paganuzzi, Purezza e pubert, Brescia 1953, p.222. Cf. A. Stocker, La cura morale dei nervosi, Miln 1951, p. 155ss. (53) Paganuzzi, op. cit., p. 249. (54) Cf. Spengler, Put a stake through Freud's heart, www.atimes.com/atimes/Front_Page/HE09Aa02.html; el autor cita en nota: Psychology Today, November/December 2004, p 62. (55) Compendio del Catecismo de la Iglesia Catlica, n. 528. (56) Sigo en esto a Hring, Bernard, La ley de Cristo, Herder, Barcelona 1973, III, pp. 309-312. Este autor no es siempre seguro y en algunos de sus libros se opone al magisterio de la Iglesia, por lo que hay que ser muy cuidadosos al leerlo; esta obra que cito es de su poca ms seria como telogo, aunque tiene muchos puntos discutibles. Por tanto, al citarlo y usarlo no lo estoy necesariamente recomendando; si privilegio en este punto a este autor, es para evitar que en esta doctrina tan delicada se piense que he usado a autores rigoristas, puritanos o anticuados. (57) Cf. Royo Marn, Antonio, Teologa moral para seglares, BAC, Madrid 1986, I, n. 258. (58) Hring, op. cit., III, p. 310. (59) En qu se basa este juicio? En varios argumentos, que podemos sintetizar en los siguientes puntos: Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, Declaracin Persona humana, n.9 (dice: la doctrina tradicional segn la cual la masturbacin constituye un grave desorden moral). (60) Cf. Giovanni Cappelli, Autoerotisma. Un problema morale nei primi secoli cristiana?, Centro Editoriale Dehoniano, Bologna, 1986. (61) William E. May, Summary of Silverio Zedda, SJ, Relative e Assolute nella morale de San Paolo, Brescia: Paicleia Editrice, 1984. (62) Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, Declaracin Persona humana, n. 9. (63) Dice Bless hablando de los enfermos que estn esclavizados por este vicio: tambin (hay que evitar) el propalar esas leyendas exageradas sobre l as enfermedades producidas por la masturbacin; lo nico que se obtiene con ellas es desanimar todava m|s a los enfermos, sin curarlos (Pastoral
psiqui|trica, Ed. Razn y Fe, Madrid 1966, captulo VII: Psicopatologa sexual, p. 266). (64) Loring cita al Dr. Honorio Sanjun, Estudios sobre sexualidad, 3, III. Toledo, 1979; en Loring, Jorge, Para salvarte, Edapor, Madrid 199851 (indico la edicin 51, pues de sta he tomado las referencias del libro; el autor ha seguido aadiendo datos en las ediciones siguientes de su libro), p. 415. (65) La pr|ctica habitual de la masturbacin conduce a graves desequilibrios nerviosos (Dr. Jos Todol, Estudios sobre sexualidad, 4, II. Toledo; citado por Loring, op. cit., p. 415). (66) Dubois, La revolucin sexual, XIII, 2. Barcelona, 1975; citado por Loring (op. cit., p. 415. En el mismo lugar se cita al Dr. Luis Riesgo: No es inteligente considerar la masturbacin como algo natural, pues causa una serie de trastornos en el adolescente. No slo en el campo religioso, sino en el afectivo, psicolgico, intelectual, etc., donde se hacen sentir sus malos efectos. (...)El que en plena adolescencia el joven sienta fuertemente el impulso sexual, tiene un profundo valor educativo (...). Ms tarde en su vida conyugal, muchas veces tendr que dominar sus inclinaciones (Dr. Luis Riesgo, Hablando en familia, III, 5. EAPSA. Madrid). (67) B. Hring, La ley de Cristo, III, Herder, Barcelona 1973, p. 314. (68) Niedermayer, Compendio de medicina pastoral, Herder, Barcelona 1955, p. 118. (69) Bless, pp. 267-268. (70) Algunas de los datos siguientes los tomo de la p|gina Basta de Pornografa (www.bastadepornografia.r8.org); otros de: Patrick Carnes, Ph.D. Out of the Shadows. Understanding Sexual Addiction, 3rd. edition, Hazelden, Center City, Minnesota 2001. Cf. Carnes, David Delmonico, Elizabeth Griffin y Joseph Moriarity, In the Shadows of the Net, Hazelden, Center City, Minnesota 2001. (71) Patrick Carnes, Ph.D. Out of the Shadows..., p. XIII. (72) Patrick Carnes, David Delmonico, Elizabeth Griffin, In the shadows... p. 6. (73) David Alexandre Scott, La pornografa. Sus efectos sobre la familia, la comunidad y la cultura, Informe base para la comisin sobre pornografa de los Estados Unidos, Ed. Conadefa, Bs. As. 1986, p. 7. (74) Cf. Luis Barazzutti, Humor ertico y pornografa, Ed. Guadalupe, Bs. As. 1985, p. 14. (75) Cf. Stephen Arterburn, Addicted to Love, Regal Books, Ventura, CA., 2003, p. 122. (76) Patrick Carnes, David Delmonico, Elizabeth Griffin, In the shadows... pp. 1214. (77) As dicen, despus de un estudio, Neil Malamut (de la Universidad de California), Ed Donnerstein (de la Universidad de Wisconsin) y Dolf Zillmann (de la Universidad de Indiana); citados en David Scott, op. cit., p. 10. (78) Segn los psiquiatras britnicos Martin Roth y Edward Nelson; citados por David Scott, op. cit., p. 9.
(79) Cf. Boletn de la Liga por la Decencia, n 144, abril de 1989. (80) Cf. Diana Russell, Against Pornography: The Evidence of Harm, Russell Publications, 1993, p. 147. (81) Cf. Tom Minnery, ed., Pornography: A Human Tragedy, ed. Tom Minnery (Wheaton, Ill.: Tyndale House Publishers), p.39; citado por Kerby Anderson en: The Pornography Plague, www.leaderu.com/orgs/probe/docs/pornplag.html. (82) Cf. D. Zillmann, citado por Scott, p. 10-11. (83) Citado por Scott, p. 11. (84) Dolf Zillman and Jennings Bryant, Pornography, Sexual Callousness, and the Trivialization of Rape, Journal of Communications 32(1982): 15. (85) Cf. Servadio, I fabbricanti d'ansia, en Playmen, febrero de 1969. (86) Gianfranco Zuanazzi, Pornografa y progreso sexual, en: AA.VV. La escalada del erotismo, op. cit., pp. 107-122. (87) CF. H. Bless, Pastoral psiquiatrica, Razn y Fe, Madrid 1966, pp. 277-278. El PadreBless fue una autoridad en este tema, por cuanto se desempe por aos como Capell|ndel Instituto Psiqui|trico Voorburg, de Vught, Holanda. (88) Informe La adolescencia en Argentina: sexualidad y pobreza, Fundacin para Estudioe Investigacin de la Mujer, 2003; en: La Nacin, 18/02/2004. (89) Catecismo de la Iglesia Catlica, n. 2353 (90) Citado por Loring, Para Salvarte, 199851, 68,15, p. 383. (91) Freud, Sigmund, La vie sexuelle, Paris 1969, p. 63; citado por Loring, Para Salvarte, 199851, 68,15, p. 383. (92) Por ejemplo, A. Hortelano, reconociendo que no son el cuadro ideal para vivir la sexualidad, concluye: sin embargo, no nos atrevemos a decir que las relaciones sexuales prematrimoniales, cuando expresan un autntico amor total y para siempre, sean siempre gravemente malas (Hortelano, A., Problemas Actuales de Moral, Ed. Sgueme, Salamanca 1980, II, p. 600). (93) Tony Anatrella, El sexo olvidado, Sal Terrae, Santander 1994, III,5. Citado por Loring, Para Salvarte, 199851, 68,15, p. 380. (94) Cf. Congregacin para la Doctrina de la Fe, Declaracin Persona humana, sobre algunas cuestiones de tica sexual, 29 de diciembre de 1975, n. 7. (95) Cf. Jos Mara del Col, Relaciones prematrimoniales, Ed. Don Bosco, Bs.As. 1975, pp. 169-221. Las estadsticas y citas cuya fuente no cito expresamente estn tomadas de este estudio. Aado otros datos indicando su fuente. (96) Carlos Buela, Modernos ataques contra la familia, Rev. Mikael n. 15 (1977), p. 39. (97) En la decisin sobre la muerte del nio an no nacido, adem|s de la madre... puede ser culpable el padre del nio, no slo cuando induce expresamente a la mujer al aborto, sino tambin cuando favorece de modo indirecto esta decisin suya al dejarla sola ante los problemas del embarazo... No se pueden olvidar las presiones que a veces provienen de un contexto ms amplio de familiares y amigos. No raramente la mujer est sometida a presiones tan
fuertes que se siente psicolgicamente obligada a ceder al aborto (Evangelium vitae, 59). (98) Robert E. Rector, Kirk A. Johnson, Ph.D., and Lauren R. Noyes, Sexually Active Teenagers Are More Likely to Be Depressed and to Attempt Suicide, Center for Data Analysis Report #03-04; www.heritage.org/Research/Family/cda0304.cfm. (99) El autor cita a pie de pgina a Meg Meeker, Epidemic: How Teen Sex Is Killing Our Kids (Washington, D.C.: Regnery Publishing Company, 2002), p. 12. (100) Ibidem (la cita es del autor del texto), p. 13. (101) Meeker, Epidemic: How Teen Sex Is Killing Our Kids, p. 64. (102) El estudio tuvo en cuenta la posibilidad de que en estos resultados hubiesen influido otros factores como problemas econmicos o sociales; introduciendo estas variantes los resultados no cambiaron. (103) Cf. Evangelium vitae, 13. (104) Citado por Jorge Loring, Para salvarte, 68,15; Edapor, Madrid 1985, p. 379. (105) Loring, op. cit., p. 380. (106) Puede verse el interesante libro de Mike Haley, 101 preguntas frecuentes sobre la homosexualidad, Casa Creacin, Lake Mary, Florida 2005. Haley es director del Departamento de Homosexualidad y Temas de Sexualidad del grupo Enfoque a la Familia, y presidente de la Junta de xodo Internacional en Norteamrica. (107) Elio Sgreccia, Manuale di Bioetica, II. Aspetti medico-sociali, Vita e Pensiero, Milano 1991, p. 133. (108) Cf. Elio Sgreccia, Manuale di Bioetica, II, op. cit. p. 131. (109) Nicols Jouve de la Barreda (Catedrtico de Gentica, Departamento de Biologa Celular y Gentica, Campus Universitario,Universidad de Alcal de Henares), La homosexualidad a la luz Gentica, en la Jornada sobre la Homosexualidad: una reflexin cientfica y moral, 24 de Noviembre de 2001, Instituto Pontificio Juan Pablo II. (110) Cf. Aquilino Polaino-Lorente (Catedrtico de Psicopatologa de la Universidad Complutense), Biotica y etiologa de la homosexualidad. (111) Mientras un nmero de estudios han mostrado que nios que han sido abusados sexualmente, nios que exhiben sntomas de GID, y nios con antimasculinidad crnica juvenil se encuentran al riesgo de la atraccin
homoertica en la adolescencia y la edad adulta, es importante darse cuenta de que un porcentaje significativo de estos nios no llegan a ser homosexuales activos en la edad adulta Para algunos, experiencias negativas en la niez pueden ser contrarrestadas por interacciones positivas. Algunos hacen una decisin consciente de evitar las tentaciones. La presencia y el poder de la gracia de Dios, si bien no puede ser medido en todos los casos, no puede ser ignorado como factor que puede ayudar a los sujetos de riesgo para evitar la atraccin homoertica. El etiquetar a un adolescente, o peor, a un nio, como homosexual sin remedio hace un muy flaco servicio a la persona. Tales adolescentes o nios pueden, dada la intervencin positiva adecuada, recibir consejos adecuados para poder superar el problema de traumatismos emocionales anteriores (Homosexualidad y esperanza, Declaracin de la Asociacin Medica Catlica de EEUU; se la puede consultar en varios lugares; por ejemplo, en Foro de Teologa Moral, www.foromoral.com.ar). (112) Entre los principales documentos hay que destacar: Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Catlica sobre la atencin pastoral a las personas homosexuales, n 3; el Catecismo de la Iglesia Catlica, Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: verdad y significado, Roma, 8 de diciembre de 1995, n 104. (113) Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, Persona humana, n 8. De semejante tenor es el resumen que hace el Catecismo de la Iglesia Catlica: La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atraccin sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a travs de los siglos y las culturas. Su origen psquico permanece en gran medida inexplicado. Tambin niegan la razn ltima que legitima el uso del sexo, que es la autodonacin; en efecto, el amor verdadero consiste en una donacin de lo que la otra persona carece (en su complementariedad psico-biolgica); as el acto homosexual se encuentra ms como bsqueda de autocomplacencia que como donacin. Apoyndose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradicin ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrnsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobacin en ningn caso (Catecismo de la Iglesia Catlica, n 2357). Tambin tienen mucha importancia las intervenciones del Magisterio ante los errores enseados por algunos moralistas sobre este tema (por ejemplo, ante los errores de J.J, McNeill (cf. Congregacin para los religiosos y los institutos seculares, Roma, 2 gennaio 1987, Enchiridion Vaticanum, t. X, n 1129ss.), Charles Curran (cf. Sagrada Congregacin para la doctrina de la fe, Curran sos-peso dallinsegnamento della teologia, Roma 25 lulio 1986, Enchiridion Vaticanum, t. X, n 724ss.), Andr Guindon (cf. LOsservatore Romano, 7 de febrero de 1992, p. 10).
(114) Cf. Humanae vitae, 14. (115) Catecismo de la Iglesia Catlica, n 2358. (116) Carta a los Obispos de la Iglesia Catlica sobre la atencin pastoral a las personas homosexuales, n 3. (117) Carta a los Obispos de la Iglesia Catlica sobre la atencin pastoral a las personas homosexuales, n 11. (118) Recurdese que en 1974 la Asociacin de Psiclogos de Estados Unidos retir la homosexualidad de su lista de enfermedades o desrdenes que necesitan tratamiento. (119) Cf. Conferencia Episcopal Peruana, Comisin adhoc de la mujer de la Comisin Episcopal de Apostolado Laical, , La ideologa de gnero: Sus peligros y alcances (www.aciprensa.com/controversias/genero.htm). (120) La Declaracin Homosexualidad y esperanza, de la Asociacin Mdica Catlica de Estados Unidos, sostiene que la homosexualidad es curable, y cita la discusin entre los Doctores C.C. Tripp y Lawrence Hatterer en la que el Dr. Tripp afirm: ...no hay un solo caso registrado de cambio de orientacin homosexual que haya sido validado por jueces o tests independientes. Kinsey no pudo encontrar uno solo. Ni tampoco el Dr. Pomeroy ni yo hemos podido encontrar tal paciente. Nos gustara mucho recibir alguno del Dr. Hatterer; a lo que el Dr. Hatterer respondi: Yo he curado a muchos homosexuales, Dr. Tripp. El Dr. Pomeroy o cualquier otro investigador pueden examinar mi trabajo que est documentado por diez aos de grabaciones en cinta. Muchos de estos pacientes curados (prefiero usar la palabra cambiados) se han casado, tienen familias y viven una vida feliz. Es un mito destructivo que una vez homosexual, siempre homosexual. Esto ha hecho, y har| en el futuro millones de homosexuales convencidos. Y an ms, no solo yo sino muchos otros psiquiatras de prestigio (los doctores Samuel B. Hadden, Lionel Ovesey, Charles Socarides, Harold Lief, Irving Bieber, y otros) han reportado sus xitos teraputicos de homosexuales tratables. La Declaracin contina m|s adelante: trabajos de revisin de resultados del tratamiento del homoerotismo muestran que ha tenido tanto xito como el tratamiento de problemas psicolgicos similares: alrededor del 30% se siente liberado de los sntomas y otro 30% se encuentra mejor; en nota bibliogr|fica se mencionan los trabajos de Bieber, Clippinger, Fine, Kaye, MacIntosh, Marmor, Nicolosi, Rogers, Satinover, Throckmorton, West (vase sobre esto la Declaracin Homosexualidad y esperanza, de la Asociacin Mdica Catlica de Estados Unidos; por ejemplo en: www.foromoral.com.ar; especialmente notas 58-68). (121) G. J. M. Van Den Aardweg, Valoracin mdica y moral de la homosexualidad, Mundo Cristiano; este trabajo puede leerse en varias pginas catlicas, como www.arvo.net; www.teologoresponde.com.ar.
(122) De este autor tambin se puede ver el libro: Gerard van den Aardweg, Homosexualidad y esperanza. Terapia y curacin en la experiencia de un psiclogo, EUNSA, Pamplona 1997. (123) NARTH 2000; citado en Homosexualidad y esperanza. (124) Cf. P. John Hampsch, CMF, Hablemos claro sobre la homosexualidad, en Vida Humana Internacional, Manual para ayudar a las personas que tienen una orientacin homosexual, 2003, p. 25. (125) Gerard J. M. Van Den Aarweg, Valoracin mdica y moral de la homosexualidad, en: www.teologoresponde.com.ar/Casos/Homosex_curacion.htm. (126) Cf. Richard Fitzgibbons, M.D., La curacin de las atracciones y los comportamientos homosexuales, www.vidahumana.org/vidafam/homosex/homosex_mapa.html. (127) Courage es un apostolado de la Iglesia Catlica cuyo propsito es ayudar a quienes tienen atracciones hacia el mismo sexo y a sus seres queridos. Es, actualmente, la nica organizacin de este tipo en la Iglesia Catlica aprobada por la Santa Sede. Se puede ver su pgina en espaol en: www.couragerc.org/Espanol/ESPIndex.html. (128) St. Paul Books and Media, Boston 1992. (129) Adems de Courage, trabaja en este campo un grupo Exodus Internacional, con una seccin hispana (Exodus Latinoamrica), organizacin cristiana interdenominacional (no catlica) dedicada a ayudar a quienes quieren librarse de la homosexualidad, a travs de Jesucristo (www.exoduslatinoamerica.com). (130) A los pacientes se les da la opcin de perdonar en tres niveles: el cognitivo, en el cual se toma la decisin de perdonar aunque el individuo no sienta ganas de hacerlo; el emocional, en el cual se llega a comprender a aquellos que han causado las heridas y en consecuencia el paciente siente ganas de perdonar; y el espiritual, cuando la persona ha sido herida tan profundamente que de hecho no puede perdonar por s misma, por lo cual le pide a Dios la gracia de perdonar y de llevarse el enfado... Este proceso normalmente comienza como un ejercicio intelectual o cognitivo, como una decisin de perdonar para superar el dolor, aunque emocionalmente no se tenga ninguna inclinacin de perdonar. Con frecuencia, se gasta una cantidad considerable de tiempo y energas en este nivel del perdn antes de que el paciente sienta verdaderas ganas de perdonar (Beln Vendrell, La recuperacin de una terapia esperanzadora en los conflictos de identidad sexual, www.foromoral.com.ar).
(131) Cf, Declaracin Homosexualidad y esperanza, loc. cit. En la II parte: Recomendaciones, se habla del papel que desempean el sacerdote, los profesionales de la salud, los profesores de instituciones catlicas, las familias catlicas, la comunidad catlica y los obispos. (132) Cf. Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Catlica sobre la atencin pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986; Algunas consideraciones acerca de la respuesta a ciertas propuestas de ley sobre la no discriminacin de las personas homosexuales, LOsservatore Romano, 31 de julio de 1992, p. 7; Juan Pablo II, ngelus del 20 de febrero de 1994. (133) Algunas consideraciones acerca de la respuesta a ciertas propuestas de ley sobre la no discriminacin de las personas homosexuales, LOsservatore Romano, 31 de julio de 1992, p. 7, n 11. (134) Cf. Zenit, 3 de junio de 2003. (135) Algunas consideraciones..., Ibid., n 14. (136) Ibid., n 14. (137) Cf. Carta a los Obispos..., n 9. (138) Juan Pablo II, ngelus del 20 de febrero de 1994. Cf. VS, 95. (139) Por ejemplo, Niedermeyer, Albert, Compendio de medicina pastoral, op. cit., p. 94ss. (140) Cf. Sgreccia, op. cit., II, p. 145. (141) Magaly Llaguno, Alerta! Programa de educacin sexual en Colombia. Educacin o mercadeo?, Escoge la Vida, enero-febrero de 1998, 5-6. La cita del libro Conciencia crtica, est en la pgina 22 del mismo. (142) Cf. Bless, H., Pastoral psiquitrica, p. 273-274. (143) Cf. Bless., p. 274. (144) El nombre viene del Marqus de Sade (1740-1814). (145) La actualidad de este tema puede conjeturarse por el caso de Armin Meiwes, conocido como El Canbal de Rotenburgo, el cual public un aviso en Internet pidiendo gente que se ofreciera a ser comida, consigui un hombre, se sent a una mesa para compartir su cuerpo como cena y termin mat|ndolo (cf. Clarn 4 de diciembre de 2003). l mismo relat detalles tan escabrosos como que lo primero que hizo con su vctima fue compartir su pene como primer plato y que guard parte de sus restos en el freezer. La fiscala acus a Meiwes por asesinato
con motivacin sexual y perturbacin del descanso de los muertos, la nica figura aplicable en Alemania para el canibalismo. La defensa, en cambio, plante un homicidio a pedido (de la vctima) y apoy su argumentacin en el testamento de la vctima: el hombre consign all que se someta voluntariamente al ritual canbal. Poco tiempo ms tarde el juicio conden a Meiwes por homicidio simple, porque los jueces consideraron un atenuante que para el hecho hubiera un acuerdo con la vctima (cf. Clarn 31/01/2004). (146) El nombre est tomado de Sacher Masoch (1836-1895), escritor hngaro que describe casos semejantes en sus novelas. (147) Cf. Sgreccia, op. cit. p. 147. (148) Cf. Bless, op. cit., pp. 277-278. (149) Cf. Sgreccia, op. cit., p. 149. (150) Una buena actualizacin del tema que sigo en sus datos principales es el artculo de Lino Ciccone, Pedofilia e altre forme di abuso sessuale di minori, Rev. Medicina e Mora-le, 2003/3, 457-487. (151) Cf. Monni, P., LArcipelago della Vergogna. Turismo sessuale e Pedofilia, Roma, Edizioni Universitaria Romane, 2001, p. 290 (citado por Ciccone). (152) Cf. Dr. Richard Estes and Dr. Neil A. Weiner, The Commercial Sexual Exploitation of Children in the U. S., Canada and Mexico, http://caster.ssw.upenn.edu/%7Erestes/CSEC.htm. El estudio seala que la explotacin infantil en Estados Unidos est alimentada, entre otras cosas: por el recurso a la prostitucin para proveer a su propia subsistencia por parte de nios fugados de sus hogares o que viven abandonados; por la existencia de mercados de prostitucin adulta en lugares donde se concentran numerosos jvenes de la calle; por precedentes historiales de abuso sexual infantil y violencia sexual infantil; por la pobreza; por la presencia de numerosos varones adultos sin compromiso en comunidades transentes (personal militar, camioneros, turistas sexuales); por la promocin de la prostitucin juvenil por parte de los mismos padres, hermanos mayores y novios; por la contratacin de nios por la prostitucin organizada; por el trfico ilegal de nios de pases en vas de desarrollo (Asia, frica, Central y Amrica del Sur, y Europa Central y Oriental) para propsitos sexuales en los Estados Unidos. Adems de estos datos, los investigadores confirman que: (1) entre 244.000 y 325.000 nios y jvenes norteamericanos est|n cada ao en riesgo de ser vctimas de explotacin sexual (pornografa infantil, prostitucin juvenil, y trfico infantil con propsitos sexuales); (2) el grupo de los nios sexualmente explotados es muy heterogneo, incluyendo tanto a nios que viven en sus propios hogares cuanto a nios fugados de sus hogares o abandonados; (3) los explotadores sexuales son principalmente hombres, pero tambin se cuentan mujeres y otros jvenes (incluyendo hermanos
mayores); (4) los mayores grupos de explotadores sexuales infantiles incluyen: a) miembros de la misma familia y conocidos; b) extraos; c) pedfilos; d) varones transentes incluyendo, entre otros a personal militar, camioneros, obreros temporales, turistas sexuales; e) los explotadores oportunistas, es decir, personas que abusarn de quien est disponible para el sexo incluidos nios; f) los alcahuetes; g) los traficantes; y h) otros jvenes; (5) las asociaciones criminales estn activamente implicadas en la explotacin sexual de nios y obtienen enormes ganancias con este rubro; (6) un nmero muy grande de nios extranjeros son traficados en Estados Unidos para propsitos sexuales; y (7) tambin se trafica un nmero significativo de jvenes americanos con estos propsitos, tanto a lo largo y ancho de Estados Unidos como, en algunos casos, a otros pases econmicamente avanzados. (153) Cf. Monni, op. cit., p. 291ss. (154) Cf. Monni, op. citi p. 36; Ciccone, op. cit., nota 13. (155) Cf. Di Noto P., La pedofilia. I mille volti di un olocausto silenzioso, Milano, Paoline 2002, p. 17ss; tiene un captulo dedicado al tema: La pedofilia in Internet, pp. 67-84. Di Noto es el sacerdote fundador de Telefono Arcobaleno, para ayudar a nios explotados sexualmente (en particular por la mafia). (156) Riffeli G., citado por Ciccone, p. 472. (157) Cf. Monni, op. cit., pp. 235-237. (158) Cf. Boscolo L.; citado por Ciccone, op. cit., p. 475, nota 39. (159) Ciccone, op. cit., p. 477. (160) Catecismo de la Iglesia Catlica, n. 2380. (161) Catecismo de la Iglesia Catlica, no. 2380-2381. (162) Cf. Diario La Nacin, 19/03/1997, p. 17. Bajo el ttulo Adulterio: nuevo furor sobre un viejo pecado, cita el estudio realizado por Shere Hite utilizando un cuestionario impreso en Penthouse y otras revistas para adultos (es decir, una encuesta realizada entre un pblico libertino). (163) Cf. Ibid. El sondeo es de NORC, en el ao 1994, tambin en la poblacin de Estados Unidos. (164) Vase el estudio de Jorge Scala, Sociologa de diez aos de divorcio en Argentina, en: Jorge Scala y otros, Doce aos de divorcio en Argentina, EDUCA, Bs.As. 1999; esp. pp. 119ss. (165) Cf. Familiaris consortio, n. 84.
(166) Cf. Humanae vitae, n. 17. (167) Tomo, con libertad, algunas ideas del libro de Paul-Eugne Charbonneau, Curso de preparacin para el matrimonio, Herder, Barcelona 1984, pp. 188-197. (168) San Agustn, Confesiones, X, 29, 40. (169) Concilio de Trento, Decreto sobre la justificacin, c. 11; DS, n. 1536. (170) Algunos de los medios que indicar los sealaba el Papa Po XII en su hermosa Encclica Sacra Virginitas, nn. 34-45. (171) Sacra Virginitas, n. 35. (172) San Jernimo, Contra vigilant., 16; ML 23, 352. (173) San Agustn, Epist. 211, n.10; ML 33, 961. (174) Cf. Sacra Virginitas, n. 40. (175) Catecismo de la Iglesia Catlica, n. 2521. (176) San Jernimo, Comm. in Matth. XIX,11; PL 26,135. Citado por Po XII, Sacra Virginitas, n. 43. (177) Cf. San Alfonso, Prctica de amor a Jesucristo, c. 17. (178) Cf. Len XIII, Enc. Mirae caritatis, del 28 de mayo de 1902 (AAS 36,641). (179) Sacra Virginitas, n. 45. (180) San Ambrosio, De Institutione virginis, 6, 46; ML 16, 320. (181) San Agustn, Serm. 51, 16,26; PL 38, 348. (182) San Jernimo, Epist. 22, n. 18; PL 22, 405. (183) San Bernardo, In nativitate B. Mariae Virginis, Sermo de acquaeductu, n. 8; PL 183, 441-442. (184) El diario argentino Clarn en su edicin del 1/06/2006 anuncia la creacin en Holanda de un partido de pedfilos cuya plataforma poltica p ropone reducir de 16 a 12 aos la edad legal para mantener relaciones sexuales con menores, legalizar la pornografa infantil y el sexo con animales. El partido llamado Amor al Prjimo, Libertad y Diversidad (NVD, en su sigla holandesa). La intencin de los fundadores del partido dice el peridico es que se permita el sexo voluntario entre adultos y nios a partir de 12 aos. Tambin luchar|n para que los jvenes de 16 aos puedan actuar en pelculas porno. Se seala tambin que algunos ya exigieron una prohibicin estatal antes de que la formacin poltica se inscriba en las instancias correspondientes, y que otros se
mostraron confiados en una primera reaccin en que los votantes holandeses tienen la suficiente capacidad de juicio como para no dar ni un solo voto a ese partido aun cuando cumpla con todos los requisitos para su fundacin. Pero por esa misma va ya se han visto legalizadas otras posturas contra la vida pues el mismo diario reconoce que Holanda ya tiene polticas liberales en d rogas blandas, prostitucin, matrimonio homosexual. (185) Cf. Stephen Arterburn, Addicted to Love, Regal Books, Ventura, CA., 2003. (186) Tambin ocurre algo semejante en las personas co -dependientes, es decir, aquellas que por vivir con una persona adicta (al alcohol, a las drogas, a la violencia o al mismo sexo) terminan adquiriendo sus mismas perspectivas, perdiendo la capacidad de juzgar la enfermedad de la persona con la que viven y la suya propia (tpico caso es el de la esposa del marido alcohlico o la mujer que tiene un esposo violento). Sin embargo, en el caso de la co-dependecia, la adhesin se da respecto de una persona concreta y slo de ella (por ejemplo, la esposa respecto del marido alcohlico) y puede ser fiel a su esposo, a pesar de su relacin destructiva, durante muchos aos o incluso toda la vida. En cambio, en la persona adicta a las relaciones destructivas su adiccin no recae directamente sobre la persona a la que se somete, sino a la relacin misma (la necesidad de alguien que est a su lado, no importa quin sea, ni qu precio exija); por eso, estas personas, cuando aparece alguien ms que les presta atencin y se compadece de ellas, suelen dejar su anterior pareja y establecer una nueva relacin, en la que, generalmente vuelve a repetirse el ciclo una vez ms. (187) Al respecto es muy interesante el desarrollo que hace el psiquiatra Van den Aarweg, en su obra Homosexualidad y esperanza de esta deformacin como explicacin del problema de la homosexualidad, as como la terapia que propone a partir de estos datos (cf. Gerard van den Aarweg, Homosexualidad y esperanza, Eunsa, Navarra 1997). (188) Cf. www.saa-recovery.org/espanol/12ques.htm. Est|n bajo el ttulo: Doce preguntas para autodiagnstico. Contesta estas doce preguntas para determinar si tienes un posible problema con la dependencia sexual. Slo transcribo algunas, y un poco adaptadas. (189) Esto es una adaptacin de las explicaciones de Patrick Carnes (Out of Shadows, pp.
11-32) y Arterburn (op. cit., pp. 47-56).
(190) Carlos Velasco Surez, Psiquiatra y persona, Educa, Bs. As. 2003, p. 25; cf. pp. 1927; 42-53. (191) Cf. Santo Toms, Suma Teolgica, I-II, 85,1. (192) Velasco Surez, op. cit., p. 44.
(193) Patrick Carnes, Ph.D. Out of the Shadows. Understanding Sexual Addiction, 3rd. edition, Hazelden, Center City, Minnesota 2001, 172. (194) Richard Fitzgibbons, M.D, La curacin de las atracciones y los comportamientos homosexuales (en: www.vidahumana.org). (195) El examen particular tal como lo ensea San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales es algo indispensable para este trabajo. El P. Narciso Irala cita al mdico alemn, protestante, del Dr. Schleich, profesor de la Facultad de Medicina de Berln, quien dijo: Con toda seguridad y conviccin digo que con esas normas y ejercicios en las manos (se refiere al examen particular de San Ignacio), podramos an hoy da transformar nuestros asilos, prisiones y manicomios, e impedir que fuesen recluidos los dos tercios de los que all est|n (citado por Irala, Control cerebral y emocional, LEA, Bs. As. 1980, pp. 191-192). Este examen consiste en proponerse trabajar en un punto muy concreto (desarraigar tal vicio o practicar tal acto de virtud) y dedicar tres momentos al da para examinarlo: el primero por la maana, recordando el propsito; el segundo, unos minutos a medioda para ver si se ha hecho lo propuesto o se ha fallado; el tercero por la noche revisando cmo se actu durante la tarde. Y adems hacerlo por escrito (con cruces o marcas, por ejemplo, cada vez que se ha cado o se ha obrado bien); y comparando de vez en cuando la tarde con la maana, un da con el anterior; una semana con la otra, para ver si hay avances o retrocesos. Implica tambin proponerse alguna penitencia concreta y fcil de cumplir cada vez que se ha obrado contra el propsito. Este mtodo es forjador de voluntad (voluntad que los adictos tienen corrompida o debilitada). Se puede aplicar perfectamente a los Doce Pasos que he indicado para los sexlicos. (196) Estos son en sntesis los fundamentos de los llamados Doce Pasos con que Alcohlicos Annimos ayudan a los adictos que ellos tratan. Han sido adoptados y aplicados con mucho xito por muchos otros grupos, como Sexlicos Annimos y otros. (197) Es de Toms de Aquino (Suma Teolgica, Suplemento, q. 41, a.1). (198) Gianfrancesco Zuanazzi, Leducazione sessuale nella scuola: implicazioni pscologiche, en: Leducazione sessuale nella scuola, A cura de G.F. Zuanazzi, p. 83, Ed. Salcom, Verona 1988. (199) Juan Pablo II, Carta a las familias, 2 de febrero de 1994, AAS 86 (1994), pg. 917, n. 20. (200) Cf. Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: Verdad y Significado, 8 de diciembre de 1995.
(201) Cf. Jorge Scala, IPPF. La multinacional de la Muerte, J.C. Ediciones, Rosario
1995,especialmente al hablar de La educacin sexual permisiva en las escuelas (pp. 252-262). (202) Cf. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 36. (203) Cf. Sexualidad humana, op. cit., n. 23. (204) Sobre los problemas ticos de la educacin sexual en las escuelas, puede verse: Lino Ciccone, Leducazione sessuale nella scuola: poblemi etici, en: Leducazione sesualle nella scuola, op. cit., pp. 297 -321; tambin: Norberto Galli, Orientamenti per leducazione sessuale nella scuola pubblica, ibidem, pp. 147 184. (205) Sobre este punto importantsimo, en el que no entro por razones de espacio, puede verse: Conferencia Episcopal Peruana, Comisin Ad-hoc de la mujer, La ideologa de gnero. Sus peligros y alcances, Rev. Di|logo 34 (2003), 51-78. Tambin: Marcuello-Elsegui, Sexo, gnero, identidad sexual y sus patologas, www.bioeticaweb.com/content/view/192/48/. (206) Tngase en cuenta que hablo como educador catlico, dirigindome a padres y educadores catlicos. Quienes no profesen la fe catlica, podrn igualmente servirse de estos elementos, adaptando las alusiones a la Iglesia, a la revelacin divina, a la ley de Dios, segn sus principios religiosos, siempre y cuando acepten la normativa de la ley natural, a la cual todos podemos llegar por la luz de nuestra razn. Pero si no estn de acuerdo con la existencia y contenido sustancial de la ley natural, lo que sigue (y lo que antecede) no tendr sentido. Esta es la razn por la que en muchos ambientes, la discusin previa que debe establecerse es sobre el punto concreto de la ley natural. (207) Cf. Sexualidad humana..., n. 16. (208) Cf. Sexualidad humana, n. 51. (209) Ibidem. (210) En la obra Sentencias, enseanzas avisos, Ed. HME, Bs. As., 1946; captulo El pedagogo, p. 622. (211) Cf. Sexualidad humana, op. cit., n. 65-76. (212) Cf. El artculo ya citado de Zuanazzi, Leducazione, pp. 83-115. (213) Cf. Sexualidad humana, op. cit., n. 103-105. (214) Saint-Exupery, El Principito, VII. (215) Cf. Noble, Psicologa de las pasiones, Difusin, Buenos Aires 1945, 37-46.
(216) El Catecismo ensea al respecto: En s mismas, las pasiones no son buenas ni malas. Slo reciben calificacin moral en la medida en que dependen de la razn y de la voluntad. Las pasiones se llaman voluntarias o porque estn ordenadas por la voluntad, o porque la voluntad no se opone a ellas. Pertenece a la perfeccin del bien moral o humano el que las pasiones estn reguladas por la razn. Los sentimientos ms profundos no deciden ni la moralidad, ni la santidad de las personas; son el depsito inagotable de las imgenes y de las afecciones en que se expresa la vida moral. Las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una accin buena, y malas en el caso contrario (Catecismo de la Iglesia Catlica, nn 1767-1768). (217) Cf. Santo Toms, De veritate, 26, 7, ad 6. (218) As lo llaman algunos psiquiatras, como puede verse en el estudio de Aquilino Polaino-Lorente, Sndrome de Peter Pan?, Descle de Brouwer, Bilbao 1999. (219) Cf. el artculo clave de Santo Toms, Suma Teolgica, I-II, 17, 7. (220) Concilio de Trento, DS, 1511. (221) Concilio de Trento, DS, 1515. (222) Cf. Santo Toms, Suma Teolgica, II-II, 155, 2. (223) Cf. Santo Toms, Suma Teolgica, II-II, 155, 1. (224) Cf. Santo Toms, Suma Teolgica, II-II, 156. (225) Resumo lo que dice magnficamente santo Toms en De malo, q.3, a.9, ad 7. (226) El h|bito de la prudencia no se da sin virtud moral, que dispone siempre al bien, como ya se ha dicho. La razn de esto es manifiesta, pues como los silogismos especulativos tienen sus principios, as el principio de los silogismos operables es que tal fin sea bueno y ptimo, sea cual sea el fin por el cual alguien obra; y da (Aristteles) algunos ejemplos, verbigracia, para el templado lo ptimo y cuasi principio es el alcanzar el medio debido en las concupiscencias del tacto. Pero que esto sea lo ptimo no aparece sino al bueno, es decir al virtuoso, que es quien tiene una recta apreciacin del fin, puesto que es la virtud moral la que hace recta la intencin del fin. Pero que para los malos no aparezca lo que en verdad sea mejor se hace patente porque la malicia opuesta a la virtud pervierte el juicio de la razn y hace mentir en torno a los fines, que se dan respecto de los principios prcticos. As al intemperante le parece ptimo seguir las concupiscencias, pues no puede razonar rectamente cuando yerra acerca de los principios. Luego, como al prudente pertenece razonar rectamente sobre lo operable, es manifiesto que es imposible que sea prudente el que no es virtuoso,
como no puede ser sabio aqul que errase en torno a los principios de la demostracin (Santo Toms, Comentario a la tica, VI, 10, nn 1273-1274). (227) La prudencia es virtud al mismo tiempo moral e intelectual, por eso cuando digo moral a secas me refiero a la justicia, la fortaleza y la templanza con todas sus virtudes anexas.
(228) Cf. Santo Toms, Suma Teolgica, I-II, 109. (229) Santa Teresa, Moradas cuartas, cap. 1, n. 9. (230) Sobre esto es muy til meditar la cuestin que santo Tom|s dedica al orden de la caridad, II-II, 26.
NDICE
I. II. III. IV. Por qu escribir sobre la castidad? Una virtud en dificultades La castidad no es... La castidad es...
Es una cuestin de correcta antropologa Por tanto, la castidad... Dominio de s Sexualidad integrada en la persona Castidad es capacidad Parte de la templanza
V.
Castidad en la virginidad y el celibato Solteros con aspiraciones matrimoniales Noviazgo y castidad Castidad y matrimonio Viudos, casados separados de sus cnyuges y quienes no pueden llevar una vida sexual plena Los que viven situaciones irregulares Homosexualidad, desviaciones sexuales y castidad
Consecuencias ms comunes de la fornicacin y del sexo prematrimonial La homosexualidad Naturaleza y origen del problema El acto homosexual La tendencia homosexual Homosexualidad y curacin Pastoral con personas de tendencias homosexuales Actitudes sociales con las personas homosexuales Las desviaciones y las perversiones sexuales Una posible enumeracin Posibles causas Aspectos morales El problema singular de la pedofilia Las ofensas al matrimonio Los malos enamoramientos
X.
Hablemos de adiccin
Adiccin = esclavitud Es mi problema? El ciclo de la adiccin Caldo de cultivo y disparadores Aclaraciones Para salir de la adiccin Libertad y virtud
Cmo influye lo afectivo sobre nuestra sensibilidad? Lo malo y los buenamente pasionales Dominio y educacin de las pasiones Principios psicolgicos Aplicaciones educativas La educacin de la afectividad a travs de la virtud El continente y el incontinente La virtud como modo natural humano Es hora de terminar
Se termin de imprimir esta edicin de La Castidad posible? el da 25 de agosto de 2006 Fiesta de San Luis Rey EDICIONES DEL VERBO ENCARNADO El Chaaral 2699 CC 376 (5600) San Rafael Mendoza Argentina Ediciones del Verbo Encarnado. San Rafael (Mendoza) Argentina Ao 2006. Imprimatur R.P. Osvaldo Gabriel Jess Zapata, I.V.E. Superior Provincial. Primera Edicin 2000 ejemplares. 2006 Ediciones del Verbo Encarnado. El Chaaral 2699 CC 376 (5600) San Rafael Mendoza, Argentina Tel: +54 (0)02627 430451