Trotsky y la Revolucin Francesa

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Trotsky no ha dedicado ningn trabajo especfico a la Revolucin Francesa, y es lamentable. La estudi de cerca, conoca los trabajos de Alphonse Aulard, incluida su recopilacin de Documentos para la historia de la Sociedad de Jacobinos, la Historia de Francia de Michelet, la Historia socialista de Jean Jaurs, por la que confesaba una especial admiracin, y a lo largo de las vicisitudes de su vida poltica, no dej de mantenerse al tanto de los trabajos cientficos. Conoci la obra de Mathiez, cuya importancia apreciaba, y utiliz los primeros trabajos de divulgacin que se conocieron de Georges Lefebvre. Este mrito, por supuesto, es suyo, pero tambin de sus colaboradores y colaboradoras Denise Naville, por ejemplo- que le copiaron centenares de pginas en las bibliotecas parisinas cuando los libros no estaban disponibles. Segn sabemos, a pesar de la abundancia de materiales que dispona sobre la historia de la Revolucin Francesa, Trotsky nunca pens en escribir sobre ella. Sin embargo, en los ndices bien hechos, es fcil darse cuenta de que la Revolucin Francesa a la que casi siempre denominaba la Gran Revolucin Francesa- constitua una de sus referencias ms constantes y que no conceba un trabajo sobre la revolucin que no se refiriera a ella, esbozando al menos una comparacin. Se encontraron las primeras referencias importantes a la Revolucin Francesa en el folleto polmico de 1904, dirigido contra Lenin, titulado Nuestras tareas polticas, con respecto al jacobinismo. Vuelve a esto en su 1905, sobre la Revolucin Francesa como revolucin nacional y clsica. Luego se encontrarn elementos de analoga en el conjunto de la obra de Trotsky, por supuesto en primer lugar en su Historia de la Revolucin Rusa y su Stalin, pero tambin en todos sus textos polmicos y programticos de la poca de la Oposicin de Izquierda, luego de la IV Internacional, contra Stalin y los epgonos. Respecto a esto, hay que destacar el importante lugar que tienen las referencias al Termidor y al bonapartismo en estos trabajos que, por cierto, son trabajos militantes circunstanciales, pero son tambin muy cuidados en el plano de esta teora, que eminentes crticos los bautizan, con una evidente incomprensin, como su sociologa.

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En consecuencia, no se encontrar en la obra de Trotsky un anlisis original de la Revolucin Francesa en s misma y por s misma. Se podr notar una evolucin importante que le hace pasar el acento de la burguesa en su conjunto a los sans-culottes, como motor revolucionario. El lector se arriesga a veces a sentir que Trotsky maltrata un poco las categoras establecidas por Marx y que el proletariado constituye para l una nocin un poco elstica, ya que llena sus pginas con los que llama los oprimidos, los explotados, las capas ms pobres. Pero no se trata de aquellos que, como escribe Marat[1], no tienen otra riqueza que su progenie (proles en latn) y a los que los romanos con su cinismo de opresores y explotadores bautizaron proletarios. Tratando de abstraernos de la utilizacin contempornea del anlisis con un objetivo terico o polmico volveremos a esto ms tarde- hemos intentado sustraer de la obra de Trotsky, por una parte, su visin general del movimiento y del desarrollo de la revolucin, y por otra, la imposibilidad de la Revolucin Francesa de ir hasta el final en su tiempo y las nuevas formas polticas que origin en su reflujo inevitable. Entonces nos ser posible intentar una apreciacin de fondo: en su tratamiento de la Revolucin Francesa. Trotsky era historiador o socilogo, terico o militante revolucionario, todo esto a la vez, o bien finalmente vio mucho ms all este tema que lo apasionaba y que crea comprender a travs de su propia experiencia? Las analogas En el momento en que dejaba por segunda vez el territorio de la Unin Sovitica, expulsado por decisin del mismo partido en nombre del que, doce aos antes, haba dirigido la insurreccin victoriosa por el poder, Trotsky se indignaba: Habra que ser un servil sin remedio para negar la importancia histrica mundial de la Gran Revolucin Francesa.[2] No disimulaba los motivos que lo animaban y destac la validez del mtodo de las analogas, no solamente para el historiador, sino ante todo para el poltico revolucionario: Existen rasgos comunes a todas las revoluciones los cuales permiten la analoga, y aun la exigen imperiosamente, si es que hemos de basarnos en las lecciones del pasado y no reiniciar la historia desde cero en cada nueva etapa.[3] Sin embargo, la analoga no podra ser perfecta y en 1935 observa quesera de un pedantismo ciego tratar de hacer coincidir las distintas etapas de la Revolucin Rusa con los acontecimientos anlogos de fines de siglo xviii en Francia[4]. Efectivamente, la historia se desarrolla en el tiempo, y las transformaciones que se dieron se vuelven datos de base. En sus observaciones preliminares a su anlisis sobre el carcter de la Revolucin Rusa en el siglo xx, Trotsky, en 1909, destacaba el carcter original de la gran Revolucin Francesa, o ms bien, su doble carcter, burgus y nacional, escribiendo: En la poca heroica de la historia de Francia, contemplamos una burguesa que todava no es consciente de los contrastes de que est llena su situacin, tomando la direccin de la lucha por un nuevo orden de cosas, no solamente contra las instituciones anticuadas de Francia, sino incluso contra las fuerzas reaccionarias de toda Europa. Progresivamente, la burguesa, representada por sus fracciones, se considera como el jefe de la nacin y de hecho se convierte en ello, arrastra a las masas a la lucha, les da un lema, les ensea una tctica de combate. La democracia introduce en la nacin el lazo de una ideologa poltica. El pueblo pequeoburgueses, campesinos y obreros- elige como diputados a burgueses y las instrucciones que entregan los municipios a sus representantes estn escritas en el lenguaje de la burguesa que toma conciencia de su papel de Mesas.[5]

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La burguesa, en su combate, ha arrastrado a las dems capas de ese Tercer Estado, del que ella slo era el estrato superior: [] La poderosa corriente de la lucha revolucionaria expulsa, uno tras otro de la vida poltica a los elementos ms estacionarios de la burguesa. Ninguna capa es arrastrada antes de transmitir su energa a las capas siguientes. La nacin en su conjunto sigue combatiendo por los fines que se haba asignado, por medios cada vez ms violentos y decisivos [...] La Gran Revolucin Francesa es realmente una revolucin nacional. Todava ms. En ella, dentro de los marcos nacionales encuentra su expresin clsica la lucha mundial de la clase burguesa por la dominacin, por el poder, por un triunfo indiscutible[6]. Ya en 1848, la burguesa se volvi incapaz de jugar un rol similar, al igual que sus capas intermedias, la pequea burguesa, la clase campesina, la democracia intelectual. El proletariado todava era muy dbil. Pero precisamente porque la Revolucin Francesa se desarroll segn un esquema clsico, y de alguna manera, qumicamente puro, como una experiencia de laboratorio, el observador puede aprehender en su desenvolvimiento las leyes de su desarrollo, y verificarlas para su generalizacin en condiciones concretas necesariamente diferentes. La Revolucin como explosin de contradicciones Nuestro lector conoce, esperemos, el paralelo fascinante establecido por Trotsky, en su Historia de la Revolucin Rusa, entre Luis XVI y Mara Antonieta y Nicols II y la zarina Alejandra[7]. Rechazando las explicaciones psicolgicas absolutas que desfiguran la historia al disimular las fuerzas sociales, muestra cmo las personalidades delos soberanos eran poca cosa comparadas a las contradicciones sociales acumuladas y a las explosiones en cadena comandadas por las explosiones de la crisis en las alturas. Trotsky recuerda que Robespierre, en la Asamblea Legislativa, adverta a sus colegas contra las ilusiones de un desarrollo revolucionario rpido en Europa, al recordar la experiencia francesa entrada ahora en las conciencias: en Francia, fue la oposicin de la nobleza, que debilit a la monarqua la que puso en movimiento a la burguesa y tras ella, a las masas populares. Rechazando la idea que dan los historiadores liberales segn la cual el rey haba cavado su propia tumba alindose a la contrarrevolucin, lo que, recuerda no sin humor, no lo salv de la guillotina ni a l primero, ni ms tarde a los Girondinos, afirma: Las contradicciones sociales acumuladas tenan que brotar al exterior, y al hacerlo, llevar a trmino su labor depuradora. Ante la presin de las masas populares, que sacaban por fin a combate franco sus infortunios, sus ofensas, sus pasiones, sus esperanzas, sus ilusiones y sus objetivos, las combinaciones tramadas en las alturas entre la monarqua y el liberalismo no tenan un valor meramente episdico y podan ejercer a lo sumo una influencia sobre el orden cronolgico de los hechos, y acaso sobre su nmero, pero nunca sobre el desarrollo general del drama, ni mucho menos sobre su inevitable desenlace.[8] Hace falta el talento literario de Trotsky para mostrar el carcterdinmico y explosivo de estas contradicciones en movimiento, que pesan desde hace aos, y pueden, bajo el peso de otras nuevas, resultar en compromisos concluidos en algunas horas (los Mirabeau[9] y los La Fayette[10] se volvieron campeones de esta monarqua, de la que haban dinamitado su autoridad), pero tambin de las contradicciones que, invisibles en los primeros tiempos, pronto se revelan gigantescas e irreconciliables, las de los sans-culottes contra la aristocracia y los burgueses acomodados y ricos, las de los campesinos contra los mismos, las de los burgueses contra la Iglesia, etc. Trotsky escribe: Qu espectculo ms maravilloso -y al mismo tiempo ms bajamente calumniado- el de los esfuerzos de los sectores plebeyos para alzarse del subsuelo y de las catacumbas sociales y entrar en la palestra, vedada para ellos, en que aquellos hombres de peluca y calzn corto

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decidan de los destinos de la nacin! Pareca que los mismos cimientos, pisoteados por la burguesa ilustrada, se arrimaban y se movan, que surgan cabezas humanas de aquella masa informe, que se tendan hacia arriba con las manos encallecidas y se perciban voces roncas, pero valientes. Los barrios de Pars, ciudadelas de la revolucin, conquistaban su propia vida y eran reconocidos [] y se transformaban en secciones. Pero invariablemente rompan las barreras de la legalidad y reciban una avalancha de sangre fresca desde abajo, abriendo el paso en sus filas, contra la ley, a los pobres, a los privados de todo derecho, a los sans-culottes. Al mismo tiempo, los municipios rurales se convierten en manto del levantamiento campesino contra la legalidad burguesa protectora de la propiedad feudal. Y as, bajo los pies de la segunda nacin, se levanta la tercera.[11] Exalta la energa, la valenta y la unanimidad de esta nueva clase que se haba alzado del fondo de los distritos parisinos y hallaba su asidero en las aldeas ms atrasadas[12]. Existe un deterioro del poder? En este recorrido, Trotsky se venga de las frases de caf que los autores de divulgacin e incluso algunos especialistas siguen utilizando hoy. Evidentemente, se trata de frmulas fatalistas como la revolucin que devora sus hijos o el poder que deteriora. La realidad es que las circunstancias cambian con el desarrollo histrico y que los hombres y grupos polticos no pueden ms que sufrir las consecuencias de estas modificaciones, lo que Trotsky llama la ruptura de la correlacin entre lo objetivo y lo subjetivo. Escribe: Los hombres y los partidos no son heroicos o ridculos en s y por s sino por su actitud ante las circunstancias.[13] Especialmente atento al descrdito que golpe uno tras otro a losgrupos de valientes revolucionarios que haban sido los hroes de las primeras etapas de la revolucin, constata: Cuando la revolucin francesa entr en su fase decisiva, el ms eminente de los Girondinos pareca una figura lamentable y ridcula al lado del ms comn de los Jacobinos.[14] Es as que un Roland, que fue un ministro brissotin[15], como se deca entonces e inspector de las manufacturas, lo que constitua para la poca una calificacin tcnica y cientfica excepcional, personaje respetable, aparece en un momento como una viva caricatura sobre el fondo de 1792. Dedicndose luego a un fenmeno ya antiguamente constatado, ya que los romanos lo tradujeron en trminos de destino Quos vult perdere Jupiter dementat (a los que van a perder, Jpiter los vuelve locos) intenta explicarlo: En un determinado momento de la Revolucin, los jefes Girondinos perdieron totalmente la brjula. A pesar de su popularidad e inteligencia, slo cometen errores y torpezas. Parecen participar activamente en su propio fracaso. Ms tarde, es el turno de Danton y sus amigos. Los historiadores y los bigrafos no dejan de asombrarse de la actividad desordenada, pasiva y pueril de Danton en los ltimos meses de su vida. Lo mismo para Robespierre y los suyos: desorientacin, pasividad e incoherencia en los momentos ms crticos. La explicacin es evidente. En un momento dado, cada uno de estos grupos ha agotado sus posibilidades polticas y ya no poda avanzar contra la poderosa realidad: condiciones econmicas internas, presin internacional, nuevas corrientes que tenan consecuencias en las masas, etc. En estas condiciones, cada paso comenzaba a producir el resultado contrario al esperado. Pero la abstencin poltica ya no era favorable.[16] Sin pronunciar la palabra, est claro que Trotsky considera el desarrollo revolucionario bajo el ngulo de la revolucin permanente que da cuenta del desarrollo poltico, incluidas la grandeza y la

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decadencia de los hombres, de las fuerzas sociales y polticas, de los clubes y de los partidos. Esto es lo que desarrolla en La revolucin traicionada: La continuidad de las etapas de la Gran Revolucin Francesa, tanto en su poca ascendente como en su etapa descendente, muestra de una manera indiscutible que la fuerza de los jefes y de los hroes consista, sobre todo, en su acuerdo con el carcter de las clases y de las capas sociales que los apoyaban; slo esta correspondencia, y no superioridades absolutas, permiti a cada uno de ellos marcar con su personalidad cierto periodo histrico. Hay, en la sucesin al poder de los Mirabeau, Brissot, Robespierre, Barras, Bonaparte, una legtima objetividad infinitamente ms poderosa que los rasgos particulares de los protagonistas histricos mismos[17]. Prosigue: Se sabe suficientemente que hasta ahora todas las revoluciones han suscitado reacciones y aun contrarrevoluciones posteriores que, por lo dems, nunca han logrado que la nacin vuelva a su primitivo punto de partida, aunque siempre se han adueado de la parte del len en el reparto de las conquistas. Por regla general, los pioneros, los iniciadores, los conductores, que se encontraban a la cabeza de las masas durante el primer periodo, son las vctimas de la primera corriente de reaccin, mientras que surgen al primer plano hombres del segundo, unidos a los antiguos enemigos de la revolucin. Bajo este dramtico duelo de corifeos sobre la escena poltica abierta, se ocultan los cambios habidos en las relaciones entre las clases y, no menos importante, profundos cambios en la psicologa de las masas, hasta hace poco revolucionarias.[18] Se puede hacer una revolucin a medias? La misma explicacin vale para este otro fenmeno observado por Saint-Just[19] y expresado por l como una ley del desarrollo de las revoluciones. Segn l los que hacen la revolucin a medias no hacen ms que cavarse su propia tumba. Nadie podra discutir que Mirabeau fue en una poca el brillante representante de la revolucin en ascenso. Nadie podra negar tampoco que ha desaparecido sin pena ni gloria despus de haber intentado reconciliar la revolucin con la monarqua, es decir, de haber intentado detener la revolucin mientras que ella recin haba comenzado y estaba lejos de haber agotado sus fuentes de energa, renovadas sin cesar por la movilizacin de nuevas capas. Menos brillante orador y escritor, pero dotado de una slida y prestigiosa leyenda, La Fayette no fue menos para la Francia de esa poca: el hroe de dos mundos, antes de pasarse al bando del ejrcito extranjero. Respecto a esto, Trotsky aporta una explicacin: El 17 de julio de 1791 La Fayette ametrall en el campo de Marte a una manifestacin pacfica de republicanos que intentaba dirigirse con una peticin a la Asamblea nacional que amparaba la perfidia del poder real [] La burguesa realista confiaba liquidar, mediante una oportuna represin sangrienta, al partido de la revolucin para siempre. Los republicanos, que no se sentan an suficientemente fuertes para la victoria, eludieron la lucha, lo cual era muy razonable, y se apresuraron incluso a afirmar que nada tenan que ver con los que haban participado en la peticin, lo cual era, desde luego, indigno y equivocado. El rgimen de terrorismo burgus oblig a los Jacobinos a mantenerse quietos durante algunos meses. Robespierre busc refugio en casa del carpintero Duplay, Desmoulins se ocult, Danton pas algunas semanas en Inglaterra. Pero, a pesar de todo, la provocacin realista fracas [].[20] Trotsky, al pasar, pone de relieve un aspecto del desarrollo de las revoluciones: todo intento de detener la revolucin por la mitad es, independientemente de las intenciones de sus instigadores y autores, el inicio de una empresa de contrarrevolucin, a travs de la lucha contra la revolucin que contina. En realidad, son las fuerzas sociales las que dictan esta continuacin de la revolucin en Francia a partir de 1789 y que actuarn, finalmente, para una sociedad francesa que ser, a fines del siglo

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XVIII, ms avanzada en su transformacin social que la Alemania luego de la revolucin de 1918 o Espaa luego de abril de 1931, cuando ambos monarcas, en los dos casos, haban tomado el camino de Varennes[21], y haban tenido suerte de que no los detuvo un Drouet[22]. La Revolucin Francesa es la resultante de una alianza objetiva duradera entre las masas campesinas, levantadas contra los aristcratas y el viejo rgimen feudal, y los sans-culottes de las ciudades, y especialmente de Pars. No son las masas campesinas las que empezaron el combate sistemtico contra la aristocracia y sus privilegios en los campos, aunque de una manera u otra, no han dejado de llevarlo adelante durante siglos. Sino que es la burguesa la que ha desatado el verdadero proceso de liberacin. Trotsky escribe: En Francia, la lucha contra el absolutismo de la Corona, la aristocracia y los prncipes de la Iglesia oblig a la burguesa, representada por sus diferentes capas, a hacer, a finales del siglo XVIII, una revolucin agraria radical. La clase campesina independiente salida de esta revolucin fue durante mucho tiempo el sostn del orden burgus.[23] Sin embargo, el desarrollo concreto lo lleva a hacer algunos retoques y matices a este cuadro general, en las pginas del mismo volumen. Efectivamente, la lucha contra la detencin de la revolucin en su mitad, contra el renacimiento de la contrarrevolucin es lo que ha anudado la alianza que le ha permitido a la revolucin ir hasta el final en el terreno social y la destruccin del antiguo Rgimen. Durante cinco aos, los campesinos franceses se sublevaron en todos los momentos crticos de revolucin, oponindose a un acomodamiento entre los propietarios feudales y los propietarios burgueses. Los sans-culottes de Pars, al derramar su sangre por la repblica, liberaron a los campesinos de las trabas del feudalismo.[24] Entonces, fundamentalmente los municipios rurales se convierten en manto del levantamiento campesino contra la legalidad burguesa protectora de la propiedad feudal[25]. Pero al mismo tiempo, este empuje del campesinado slo poda tener sentido porque en las puertas del poder, en Pars, los sans-culottes combatiendo por la repblica, les ofrecan un rgimen poltico que los protega de las tentativas de restauracin (contrarrevolucin). Las contradicciones y la dualidad de poder La principal caracterstica del desarrollo revolucionario destacada por Trotsky con respecto a la Revolucin Francesa, se deriva muy probablemente de su propia observacin y experiencia de la Revolucin Rusa, en la que fue actor y qu actor! Es la constatacin que las contradicciones sociales, en el desarrollo de la revolucin, se estabilizan y se desestabilizan bajo la forma de situaciones de doble poder en una curva ascendente, primero, descendente, luego. En cada caso, la cuestin de la hegemona entre los dos poderes en conflicto est dirigida por la fuerza o, si se prefiere, por una guerra civil, por breve que ella sea. En este punto, nos gustara dejarle casi exclusivamente la palabra. Escribe: En la gran Revolucin Francesa, la Asamblea Constituyente, cuya espina dorsal eran los elementos del Tercer Estado, concentra en sus manos el poder, aunque sin despojar al rey de todas sus prerrogativas. El perodo de la Asamblea Constituyente es un perodo caracterstico de la dualidad de poderes, que termina con la fuga del rey a Varennes y no se liquida formalmente hasta la instauracin de la Repblica. La primera Constitucin francesa (1791), basada en la ficcin de la independencia completa de los poderes legislativo y ejecutivo, ocultaba en realidad, o se esforzaba en ocultar al pueblo, la dualidad de poderes reinante: de un lado, la burguesa, atrincherada definitivamente en la Asamblea Nacional, despus de la toma de la Bastilla por el pueblo; del otro, la vieja monarqua,

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que se apoyaba an en la aristocracia, el clero, la burocracia y la casta militar, sin hablar ya de las esperanzas en una intervencin extranjera. Este rgimen contradictorio albergaba la simiente de su inevitable derrumbamiento. En este atolladero no haba ms salida que destruir la representacin burguesa poniendo a contribucin las fuerzas de la reaccin europea, o llevar a la guillotina al rey y a la monarqua. Pars y Coblenza tenan que medir sus fuerzas en este pleito.[26] De hecho una segunda dualidad de poder est por surgir incluso antes de la guerra y de la cada del rey: Pero antes de que las cosas terminen en este dilema: la guerra o la guillotina, entra en escena la Comuna de Pars, que se apoya en las capas inferiores del Tercer Estado y que disputa, cada vez con mayor audacia, el poder a los representantes oficiales de la nacin burguesa. Surge as una nueva dualidad de poderes, cuyas primeras manifestaciones observables ya en 1790, cuando todava la gran y mediana burguesa se hallan instaladas a sus anchas en la administracin del Estado y en los municipios [] En un principio, las secciones de Pars mantenan una actitud de oposicin frente a la Comuna, que se hallaba todava en manos de la honorable burguesa. Pero con el gesto audaz del 10 de agosto de 1792, las secciones se apoderan de ella. En lo sucesivo, la Comuna revolucionaria se levanta primero frente a la Asamblea Legislativa y luego frente a la Convencin; ambas rezagadas con respecto a la marcha y a los fines de la revolucin, registraban los acontecimientos, pero no los promovan [].[27] Y es por este avance de la dualidad de poder que Trotsky llega a la conclusin del Terror y a la dictadura del Comit de Salvacin Pblica. Los explotadores han empantanado tanto el carro de la sociedad que, para destrabarlo, hace falta una obstinada energa y esfuerzos verdaderamente revolucionarios. Los Jacobinos nos han ofrecido, hace ciento cuarenta aos, un ejemplo formidable. Son los pobres, la plebe, los explotados los que han creado el gobierno de la Montaa, el gobierno ms fuerte que haya conocido Francia y es ese gobierno el que ha salvado a Francia en las circunstancias ms trgicas.[28] La ley del desarrollo revolucionario a travs de las dualidades de poder no deja de jugar y Trotsky contina: La necesidad de la dictadura, tan caracterstica lo mismo de la revolucin que de la contrarrevolucin, se desprende de las contradicciones insoportables de la dualidad de poderes. El trnsito de una forma a otra se efecta por medio de la guerra civil. Adems, las grandes etapas de la revolucin, es decir, el paso del poder a nuevas clases o sectores, no coinciden de un modo absoluto con los ciclos de las instituciones representativas, las cuales siguen, como la sombra al cuerpo, a la dinmica de la revolucin. Cierto es que, al fin de cuentas, la dictadura revolucionaria de los sans-culottes se funde con la dictadura de la Convencin; pero de qu Convencin? Una Convencin de la cual han sido eliminados por el Terror los Girondinos, que todava ayer dominaban en sus bancas; una Convencin cercenada, adaptada al rgimen de la nueva fuerza social.[29] Pero verdaderamente se trata de una ley general de desarrollo de la revolucin y de la contrarrevolucin. Trotsky concluye: As, por los peldaos de la dualidad de poderes, la Revolucin Francesa asciende en el transcurso de cuatro aos hasta su culminacin. Y desde el 9 Termidor, la revolucin empieza a descender otra vez por los peldaos de la dualidad de poderes. Y otra vez la guerra civil precede a cada descenso, del mismo modo que antes haba acompaado cada nueva ascensin.[30]

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La dictadura jacobina y el Terror En estas condiciones, se entiende que Trotsky no haya podido ser, en ningn caso, un admirador de los Jacobinos[31], aunque sea capaz de rendirle el homenaje que merecen segn su opinin. Para l, el mrito de Robespierre[32] y de los suyos ha residido en la proclamacin del principio revolucionario y en su defensa encarnizada contra la Europa feudal. Pero comparte ntegramente la apreciacin de Engels de acuerdo con Marx en este punto- en su carta a Kautsky del 20 de febrero de 1887, en la cual l explica que el Terror slo tiene sentido en tiempos de guerra: Una vez preservadas las fronteras gracias a las victorias militares y despus de la destruccin de esta fantica Comuna que haba querido llevar la libertad a los pueblos a punta de bayoneta, el Terror, como arma de la Revolucin, se sobrevivira a s mismo. Es verdad que Robespierre estaba entonces en la cima de su poder, pero, dice Engels, a partir de ahora el Terror se volvi para l un medio para su propia preservacin y, de repente, se converta en un absurdo.[33] En su polmica contra Lenin quien, como sabemos, haba intentado asociar jacobinismo con socialismo en un famoso prrafo de su folleto Un paso adelante, dos pasos atrs, Trotsky ha pintado un fresco despiadado del jacobinismo como fenmeno histrico situado en el pasado, y aunque haya reconocido equivocarse en el contenido en la polmica contra Lenin, nunca volvi a esto y sin ninguna duda, no tena ninguna razn para volver. Detrs del ardor y las frmulas tajantes de la polmica dentro del movimiento socialista, ms all del duro discurso, se oculta el siguiente anlisis que presentamos: El jacobinismo, escribe l, es el apogeo en la tensin de la energa revolucionaria en la poca de la autoemancipacin de la sociedad burguesa. Es el mximo de radicalizacin que poda producir la sociedad burguesa, no por el desarrollo de sus contradicciones internas, sino por su retroceso y su represin; en la teora, el llamado a los Derechos del Hombre, abstracto, del ciudadano, abstracto, en la prctica, la guillotina.[34] Aqu tambin, los Jacobinos no se comportan de acuerdo con principios abstractos, aunque los agiten, sino que se comportan como hombres en un callejn sin salida, porque el contexto econmico y social de la poca no da ninguna base para la perduracin de su poder y el desencadenamiento del Terror es para ellos un medio de violar lasleyes de la Historia que deben sufrir: La Historia deba detenerse para que los Jacobinos pudiesen conservar el poder, porque todo movimiento en avance deba oponer unos a otros los diversos elementos que, activa o pasivamente, sostenan a los Jacobinos y deba as, por sus fricciones internas, debilitar la voluntad revolucionaria que encabezaba la Montaa. Los Jacobinos no crean y no podan creer que su verdad la Verdad- se apoderar cada vez ms de las almas a medida que el tiempo avance. Los hechos le demostraron lo contrario: de todas partes, de todas las fisuras de la sociedad salan intrigantes, hipcritas, aristcratas y moderados [] Mantener el apogeo del empuje revolucionario al instituir el estado de sitio y determinar las lneas de demarcacin con el filo de la guillotina, tal era la tctica que se dictaba a los Jacobinos por su instinto de conservacin poltica.[35] Capaces, en el momento del peligro supremo de hacer encolerizar a los sans-culottes y de movilizar las masas en defensa de la nacin por medio de ese patriotismo que creaban sobre la base del principio revolucionario y la defensa incondicional contra el extranjero, los jacobinos de 1793 no tenan un programa susceptible de inscribirse en la realidad de su tiempo: Los Jacobinos eran utopistas. Se fijaban como tarea fundar una repblica sobre las bases de la razn y la igualdad. Queran una repblica igualitaria sobre la base de la propiedad privada; queran una repblica de la razn y de la virtud en el marco de la explotacin de una clase por la otra. Sus mtodos de lucha no hacan ms que derivarse de su utopismo revolucionario: ubicados en el filo de una gigantesca contradiccin, apelaban en su ayuda al filo de la guillotina.[36]

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Trotsky muestra luego cmo esta situacin objetiva cortaba a los jacobinos de toda salida poltica y les cortaba la hierba bajo los pies a pesar de todas sus declamaciones voluntaristas llamadas a desaparecer en el ms negro de los pesimismos: Los Jacobinos eran puros idealistas [] Crean en la fuerza absoluta de la Idea, de la Verdad y consideraban que ninguna hecatombe de seres humanos sera superflua para construir el pedestal de esa verdad. Todo lo que se apartaba de los principios que ellos proclamaban de la moral universal no era ms que el fruto del vicio y de la hipocresa. Slo conozco dos partidos deca Maximilien Robespierre en uno de sus ltimos grandes discursos, el famoso discurso del 8 Termidor- el de los buenos y el de los malos ciudadanos. A una fe absoluta en la idea metafsica se corresponda una desconfianza absoluta con respecto a los hombres reales. La sospecha era el mtodo inevitable para servir a la Verdad al mismo tiempo que el deber supremo del verdadero patriota. Ninguna comprensin de la lucha de clases, de ese mecanismo social que determina el choque de las opiniones e ideas, y as, ninguna perspectiva histrica, ninguna certeza que algunas contradicciones en el terreno de las opiniones e ideas se profundizaran inevitablemente mientras que otras se atenuaran a medida que se desarrollara la lucha de las fuerzas liberadas por la revolucin.[37] El veredicto de Trotsky sobre la accin heroica de los jacobinos es tan severo como el de la Historia, segn l: La historia tena que detenerse para que los Jacobinos pudieran conservar su posicin por ms tiempo; pero no se detuvo. Ya no quedaba ms que pelearse despiadadamente contra el movimiento natural hasta su agotamiento total. Toda pausa, toda concesin, por mnima que fuese, significaba la muerte. Esta tragedia histrica, este sentimiento de lo irreparable, animan el discurso que pronunci Robespierre el 8 Termidor en la Convencin y que retom esa misma noche en el Club de los Jacobinos: En la carrera en que estamos, detenerse antes del final, es morir y habremos retrocedido vergonzosamente. Ustedes han ordenado el castigo de algunos criminales, autores de todos los males, que se atreven a resistir a la justicia nacional, y se los sacrifica por los destinosde la patria y de la humanidad: atengmonos entonces a todos los flagelos que pueden acarrear las facciones que se agitan impunemente [] Dejen flotar las riendas de la revolucin por un momento, vern al despotismo militar apoderarse de ella y a los jefes de las facciones derrocar a la representacin nacional civil; un siglo de guerras civiles y de calamidades desolar a nuestra patria y moriremos por no haber querido apoderarnos de un momento determinado en la historia de los hombres para fundar la libertad; someteremos a nuestra patria a un siglo de calamidades y las maldiciones del pueblo se fijarn en nuestra memoria que deba ser querida para el gnero humano![38] Finalmente, es a Trotsky a quien debemos una de las descripciones ms severas de la obstinacin terrorista en el poder: Los Jacobinos levantaban entre ellos y el moderantismo el filo de la guillotina. La lgica del movimiento de clase iba contra ellos y se esforzaban en decapitarla. Delirio: esta hidra siempre tena muchas cabezas; y las cabezas consagradas a los ideales de virtud y de verdad eran cada vez ms raras. Los Jacobinos se purificaban debilitndose. La guillotina no era ms que el instrumento mecnico de su suicidio poltico, pero el propio suicidio era la salida fatal de su situacin histrica sin esperanza, situacin en la que se encontraban los representantes de la igualdad sobre la base de la propiedad privada, los profetas de la moral universal en el marco de la explotacin de clase. Se necesitan grandes crisis para purificar un cuerpo engangrenado: hay que cortar los miembros para salvar el cuerpo. Mientras tengamos malos dirigentes, podremos estar equivocados; pero

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cuando sepamos cules son los verdaderos Jacobinos, sern nuestros guas, nos uniremos a Danton, a Robespierre y salvaremos al Estado. Un ao y medio ms tarde, en el momento en que Danton y muchos otros de los autnticos jacobinos haban sido decapitados, como miembros atacados por la gangrena, en el mismo club, empleando casi las mismas palabras, otro jacobino hablaba y volva a hablar de depuracin: Si nos purgamos, es para tener el derecho de purgar a Francia. No dejaremos ningn cuerpo heterogneo en la Repblica: los enemigos de la libertad deben temblar, porque el arma est levantada; ser la Convencin quien la arrojar. Nuestros enemigos no son tan numerosos como se nos quiere hacer creer; pronto sern puestos en evidencia, y aparecern en la escena de la guillotina. Se dice que queremos destruir la Convencin: no, ella permanecer intacta; pero queremos cortar las ramas muertas de ese gran rbol. Las grandes medidas que tomamos se parecen a rfagas de viento que hacen caer los frutos agusanados y dejan los frutos buenos en el rbol; despus de esto, ustedes podrn recoger los que queden: estarn maduros y sabrosos; llevarn la vida a la Repblica. Qu me importa que las ramas sean muchas si estnpodridas? Vale ms que queden unas pocas, con la condicin que sean verdes y fuertes.[39] Los lmites de la gran Revolucin A Trotsky le gusta citar a Jean-Paul Marat, lcido analista de la revolucin que se despliega ante l y con l. Para l, Marat ha sido tan calumniado por los historiadores oficiales y lo es todava en gran medida-, porque l ha sentido el cruel revs social de las revoluciones sociales. Lo cita casi de memoria cuando escriba en julio de 1792: La revolucin se realiza y se sostiene por las clases bajas de la poblacin, por estos seres heridos que la insolente riqueza trata de canallas [...] Despus de ciertos xitos al inicio, el movimiento finalmente es derrotado: siempre le faltan conocimientos, recursos, armas, jefes, un plan de accin, se queda indefenso frente a los conspiradores que tienen experiencia, astucia y habilidad.[40] Indiscutiblemente, a fines del siglo xviii, las clases oprimidas no tienen ni los conocimientos, ni la experiencia, ni la direccin capaces de llevarlas a la victoria. Sin embargo, en el momento de mayor peligro, han demostrado tensar toda su energa, en nombre de las perspectivas que se presagian pero semejante esfuerzo, tanto para un individuo como para cientos de miles, colectivamente, est forzosamente limitado en el tiempo y da lugar a un relajamiento o a un reflujo, la desilusin ante la flaqueza de los resultados, la apata ante la ausencia o la confusin de las perspectivas. Y esto estaba en un contexto tal que Robespierre haba intentado mantener el poder de los restos del partido jacobino y haba fracasado. Trotsky subraya, por otra parte, que las causas de lo que podemos llamar la impotencia del jacobinismo hay que buscarlas no solamente en el terreno de la subjetividad de las masas, sino en la objetividad de las relaciones sociales. Escribe: El cansancio de las masas y la desmoralizacin de los cuadros contribuyeron tambin en el siglo xviii a la victoria de los termidorianos sobre los jacobinos. Pero bajo estos fenmenos, en realidad temporales, se realizaba un proceso orgnico ms profundo. Los jacobinos estaban apoyados por las capas inferiores de la pequea burguesa, alzadas por la poderosa corriente, y como la revolucin del siglo XVIII responda al desarrollo de las fuerzas productivas, no poda menos que llevar al fin y al cabo a la gran burguesa al poder.[41] Algunos aos antes, haba expresado la misma idea en una forma algo diferente, quizs un poco ms detallada, al escribir: La cada de los jacobinos estaba predeterminada por la falta de madurez de las relaciones sociales: la izquierda (artesanos y comerciantes arruinados), privada de la posibilidad de desarrollo

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econmico no poda constituir un apoyo firme para la revolucin; la derecha (burguesa) creca inevitablemente; adems, Europa, econmica y polticamente ms atrasada, impeda que la revolucin se extendiera ms all de los lmites de Francia.[42] Sigue su verdadero veredicto sobre el balance de Robespierre y de los suyos: La poltica de los jacobinos, a pesar de ser la ms clarividente, era incapaz de modificar radicalmente el curso de los acontecimientos.[43] En realidad, pasado el peligro exterior e interior, aparentemente asegurada la obra esencial de la revolucin, la burguesa, momentneamente apartada por el empuje de los sans-culottes, slo poda surgir de nuevo. Para encolerizar a estos ltimos, hubiera sido necesario satisfacer sus reivindicaciones ms urgentes, asegurar, en palabras muy significativas, su subsistencia. Pero las medidas de orden econmico, la igualdad jacobina burguesa, escribe Trotsky, que reviste la forma de la reglamentacin de lo mximo, restringa el desarrollo y la extensin del bienestar burgus. Ahora bien, la burguesa aspiraba a ese bienestar social. La cada de Robespierre, en el 9 Termidor, es, en un sentido, la revancha de la burguesa en sus aspiraciones reprimidas en nombre de las necesidades polticas: Termidor se basa en un fundamento social. Es una cuestin de pan, decarne, de vivienda, y en lo posible, de lujo. La igualdad jacobina burguesa, que reviste la forma de la reglamentacin de lo mximo, restringa el desarrollo de la economa burguesa y la extensin del bienestar burgus. Sobre este punto, los termidorianos saban lo que queran: en la Declaracin de los Derechos del Hombre, excluyeron el prrafo esencial: Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. A quienes pedan el restablecimiento de este importante prrafo jacobino, los termidorianos les dirn que eso estaba equivocado y, en consecuencia, era peligroso; naturalmente, los hombres eran iguales en derechos, pero no en sus actitudes y en sus bienes. Termidor es una protesta directa contra el carcter espartano y contra el esfuerzo hacia la igualdad.[44] Termidor Indiscutiblemente, Trotsky ha consagrado al fenmeno del Termidor las reflexiones y los anlisis ms importantes de su estudio de la Revolucin Francesa, en la medida en que constituan inevitablemente la fuente de referencia analgica pero tambin la hiptesis de trabajo sobre la gnesis de la burocracia privilegiada, de la nueva aristocracia roja, nacida sobre las conquistas de la Revolucin de Octubre y el poder del Estado obrero sovitico. No faltan textos y estudios y sin dudas, el golpe de piqueta de Mercader nos ha privado de los desarrollos anunciados por las primeras reflexiones, en el Stalin inacabado, sobre Los Termidorianos de Georges Lefebvre[45]. Sobre el significado del Termidor, las bases del anlisis de Trotsky se indicaron ms arriba relativas a la impotencia de la dictadura espartana y por el esfuerzo por la igualdad de los jacobinos. La primera etapa en el camino de la reaccin fue el Termidor. Los nuevos funcionarios y propietarios queran gozar en paz de los frutos de la revolucin. Los viejos Jacobinos intransigentes constituan un obstculo en su camino; pero los nuevos estratos propietarios no osaban aparecer con su bandera propia. Necesitaban esconderse detrs de los jacobinos. Durante un lapso breve utilizaron a algunos Jacobinos de segundo o tercer orden.[46] Trotsky destaca que el 9 Termidor fue concebido, organizado y llevado adelante por los Jacobinos de izquierda levantados contra el terror que tambin amenaza a un cierto nmero de bandidos de la Convencin. Cita a Georges Lefebvre mostrando que la tarea de los termidorianos consista en representar al 9 Termidor como un episodio secundario, una simple purga de elementos hostiles para preservar el ncleo fundamental de los Jacobinos y para continuar su poltica tradicional.

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Tambin indica, siempre segn Georges Lefebvre, que en el primer perodo del Termidor, el ataque no fue dirigido contra los Jacobinos, como un todo, sino solamente contra los terroristas: Los Jacobinos no robespierristas.[47] fueron golpeados como Jacobinos, sino comoterroristas, como

Recalca que Barre[48] afirma a la Convencin, en nombre del Comit de Salvacin Pblica, que nada importante ha ocurrido durante el 9 Termidor. Quizs los actores de los hechos lo sentan as y sin duda el acontecimiento, y sobre todo, sus consecuencias, no respondieron concretamente a sus expectativas. Pero fueron superados rpidamente por la reaccin que, en realidad, no haban provocado, sino encarnado: El Termidor francs, desencadenado por los Jacobinos de izquierda, se volva finalmente en reaccin contra los Jacobinos. Terroristas, Montagnards, Jacobinos se volvieron trminos injuriosos. En las provincias, los rboles de la Libertad fueron talados y la insignia tricolor fue pisoteada.[49] Los propios termidorianos culpan al pasado, y, como ya lo notaba Aulard, no se conforman con haber matado a Robespierre y sus amigos, sino que los calumnian, presentndolos ante Francia como leales al rey y traidores vendidos al extranjero, agentes de Pitt y Cobourg[50]. El temor a la crtica, escribe Trotsky, es el miedo a las masas. Termidor no es ms que una reaccin? Y con qu lmites? O es la primera etapa de la contrarrevolucin? A la segunda pregunta, Trotsky responde claramente: La respuesta depende la extensin que le demos, en cada caso concreto, al concepto de contrarrevolucin. El cambio social que se dio entre 1789 y 1793 fue de carcter burgus. En esencia se redujo a la sustitucin de la propiedad feudal fija por la libre propiedad burguesa. La contrarrevolucin correspondiente a esta revolucin tendra que haber significado el restablecimiento de la propiedad feudal. Pero el Termidor ni siquiera intent tomar esta direccin. Robespierre busc apoyo entre los artesanos, el Directorio entre la burguesa mediana. Bonaparte se ali con los banqueros. Todos estos cambios, que por supuesto no slo tenan un sentido poltico sino tambin un sentido social, se dieron sin embargo sobre la base de la nueva sociedad y el nuevo estado de la burguesa.[51] Precisa ms, por otra parte: El vuelco del 9 de Termidor no liquid las conquistas bsicas de la revolucin burguesa pero traspas el poder a manos de los jacobinos ms moderados y conservadores, los elementos ms pudientes de la sociedad burguesa.[52] De lo que se trata finalmente en el Termidor, es del reparto de ventajas del nuevo rgimen social entre las diferentes fracciones del Tercer Estado victorioso, y este reparto est hecho en detrimento de las capas ms desfavorecidas que haban sido el agente de la continuacin y la profundizacin de la revolucin, en detrimento de los que Jean-Paul Marat llamaba las clases oprimidas. En ese sentido, como en el sentido de la democracia poltica, Termidor constituye una profunda reaccin. Bajo las formas de esa reaccin, Trotsky escribe en las ltimas pginas de su Stalin: Los Jacobinos se mantuvieron sobre todo gracias a la presin de las calles sobre la Convencin. Los termidorianos, es decir, los Jacobinos desertores, intentaron emplear el mismo mtodo, pero con fines opuestos. Comenzaron a organizar a los hijos bien vestidos de la burguesa, a los ex sans-culottes. Estos miembros de la juventud dotada, o simplemente los jvenes como los llamaba con indulgencia la prensa conservadora, se convirtieron en un factor muy importante de la

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poltica nacional que, a medida que los Jacobinos fueron expulsados de sus puestos administrativos, estos jvenes ocupaban su lugar [] La burguesa termidoriana se caracterizaba por su profundo odio a los Montagnards, porque sus propios dirigentes haban sido tomados entre los hombres que haban dirigido a los sans-culottes. La burguesa, y con ella, los termidorianos, teman ante todo una sublevacin popular. Es precisamente durante este perodo que se formaba plenamente la conciencia de clase en la burguesa francesa: ella detestaba a los Jacobinos y a los semi Jacobinos con un odio rabioso como los traidores a sus intereses ms sagrados, como los desertores que se pasaron al bando enemigo, como renegados.[53] Restan los lmites que Trotsky asigna al Termidor en el pasado: Termidor, es la reaccin despus de la revolucin, pero una reaccin que no llega a cambiar la base social del nuevo orden.[54] El bonapartismo Desde el punto de vista de las tendencias fundamentales, en la pluma de Trotsky, no es fcil hacer la distincin entre termidor y bonapartismo, cada vez que el tema es abordado indirectamente. Es que uno surge del otro con tan pocas conmociones que el golpe de estado del 18 Brumario, perfectamente logrado con xito como se sabe, presenta todas las caractersticas del golpe de estado fallido Trotsky escribe que esta continuidad es perceptible a travs de los hombres de entonces: Muchos termidorianos salieron antiguamente del partido Jacobino del que Bonaparte mismo fue miembro; y entre los antiguos Jacobinos, el Primer Cnsul, ms tarde Emperador de los Franceses, encontr sus ms fieles servidores.[55] En realidad, la situacin abierta por iniciativa de los termidorianos ha sido, en las condiciones dadas, el glacis para la instalacin del bonapartismo. La inestabilidad poltica amenazaba por ambos lados al nuevo rgimen social y el remedio fue la dictadura del sable, que aport la estabilidad deseada. Todava era necesario que esto fuera posible concretamente. Trotsky escribe: Para que el pequeo corso pudiera levantarse por encima de la joven nacin burguesa, era preciso que la revolucin hubiera cumplido previamente su misin fundamental: que se diera la tierra a los campesinos y que se formara un ejrcito victorioso sobre la nueva base social. En el siglo XVIII, la revolucin no poda ir ms all: lo nico que poda hacer era retroceder. En este retroceso se venan abajo, sin embargo, sus conquistas fundamentales. Pero haba que conservarlas a toda costa. El antagonismo, cada da ms hondo, pero sin madurar todava, entre la burguesa y el proletariado, mantena en un estado de extrema tensin a un pas sacudido hasta los cimientos. En estas condiciones, se precisaba un "juez nacional". Napolen dio al gran burgus la posibilidad de reunir pinges beneficios, garantiz a los campesinos sus parcelas, dio la posibilidad a los hijos de los campesinos y a los desheredados de robar en la guerra. El juez tena el sable en la mano y desempeaba personalmente la misin del alguacil. El bonapartismo del primer Bonaparte estaba slidamente fundamentado.[56] Sin embargo, no habra que hacerse una idea falsa del arbitraje del Bonaparte[57] que concilia los intereses divergentes, sino solamente los que se basan en una misma base social y dirige, en consecuencia su fuerza, su poder ms concentrado contra las capas ms oprimidas. Trotsky escribe: Llevando hasta sus ltimas consecuencias la poltica del Termidor, Napolen no slo combati al mundo feudal sino tambin a la chusma" y a los crculos democrticos de la pequea y mediana

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burguesa; de esta forma concentr los frutos del rgimen nacido de la revolucin en manos de la nueva aristocracia burguesa[58]. En una de sus brillantes frmulas y muy bien traducidas por Maurice Parijanine-, se extiende para demostrar la concentracin real del poder del supuesto rbitro: El guardia no est en la puerta, sino en el tejado de la casa; pero la funcin es la misma. La independencia del bonapartismo es, en un grado extraordinario, exterior, demostrativa, decorativa: su smbolo es el manto imperial.[59] Pero con el manto imperial se termina as la historia de la Gran Revolucin Francesa. Algunos puntos de vista interesantes La lectura o la relectura de los pasajes de la obra de Trotsky que tocan al pasar a la Revolucin Francesa aviva el disgusto por la ausencia de un trabajo especfico que podra haber consagrado y permite, dicho sea de paso, medir la cortedad de vista de los editores de los aos de 1930 que no le encomendaron, luego de haber ledo Historia de la Revolucin rusa, una obra sobre ella. Pgina tras pgina, una brillante observacin o una rutilante dosis de humor, un resumen, muestran lo que se ha perdido con esta laguna. Levanta su voz con un xito particular contra los representantes de las clases o los grupos que buscan en la maldad o en la deshonestidad de su pretendido adversario la causa de sus propias derrotas y siempre ven su mano como la del malvado. As, ironiza sobre los Girondinos[60] imputando a los Jacobinos la responsabilidad de las masacres de septiembre, la desaparicin de un colchn en un cuartel y la propaganda a favor de la ley agraria[61]. As, filosofa sobre la necesidad de las clases amenazadas de consolarse de sus males encontrando una explicacin al alcance de su nivel de conciencia: de Fersen asegurando que el dinero prusiano fluye suavemente en los Jacobinos y que es as como ellos compran a la plebe y la arrojan a las calles a manifestar[62]. Un anlisis fino de las condiciones de la preparacin de la insurreccin del 10 de agosto lo lleva a constatar que se trata de una insurreccin cuya fecha fue citada de antemano por la lgica de las cosas, cita para la ocasin una frase de Jaurs, en donde subraya la enorme pertinencia respecto a esto: Las secciones, al someter la cuestin al examen de la Asamblea Legislativa, no se entregaban para nada a una ilusin constitucional; all no haba ms que un mtodo para preparar la insurreccin asegurando as su camuflaje legal. Para apoyar sus peticiones, las secciones, lo sabemos, se sublevaron al son del clarn, con las armas en la mano.[63] En otro momento, constatando el contraste entre la Revolucin Francesa y la revolucin inglesa que la haba precedido, indica que porque Francia haba saltado por encima la Reforma, la iglesia catlica en calidad de iglesia del Estado logra a vivir hasta la revolucin y que esta encontr expresin y justificacin no en los textos bblicos, sino en las abstracciones democrticas. Tendr intenciones, por otra parte, de destacar esta patada dirigida a los patrones, de derecha o de izquierda, de la III Repblica francesa, cuando est escribiendo su Historia de la Revolucin Rusa: Y por grande que sea el odio que los actuales directores de Francia sientan hacia el jacobinismo, el hecho es que, gracias a la mano dura de Robespierre, pueden permitirse ellos hoy el lujo de seguir disfrazando su rgimen conservador bajo frmulas por medio de las cuales se hizo saltar en otro tiempo a la vieja sociedad.[64]

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Y es sobre esta irona a los regentes de la III Repblica que ahora vamos a esforzarnos a responder a las preguntas planteadas al comienzo de este estudio. Trotsky historiador de la Revolucin Francesa? El 22 de agosto de 1917, criticando en Proletari a los conciliadores mencheviques y SR, Trotsky trazaba al pasar este resumen memorable: A fines del siglo XVIII, hubo en Francia una revolucin que se llam, correctamente, la gran Revolucin. Fue una revolucin burguesa. En el transcurso de una de sus fases, el poder cay en manos de los Jacobinos que eran apoyados por los sans-culottes, es decir, los trabajadores semi proletarios de las ciudades, y que interpusieron entre ellos y los Girondinos, el partido liberal de la burguesa, los cadetes de esa poca, el rectngulo neto de la guillotina. Solamente es la dictadura de los Jacobinos la que dio a la Revolucin Francesa su importancia histrica, que hizo de ella la gran Revolucin. Y sin embargo, esta dictadura fue instaurada no solamente sin la burguesa, sino tambin contra ella y a pesar de ella. Robespierre, a quien no le fue dado iniciarse en las ideas de Plejanov, invirti todas las leyes de la sociologa y, en lugar de darle la mano a los Girondinos, les cort la cabeza. Esto era cruel, sin dudas. Pero esta crueldad no impidi que la Revolucin Francesa se vuelva grande en los lmites de su carcter burgus. Marx [] ha dicho que el terrorismo francs en su conjunto no fue ms que una manera plebeya de terminar con losenemigos de la burguesa. Y, como esta burguesa tena miedo de sus mtodos plebeyos para terminar con los enemigos del pueblo, los Jacobinos no solamente privaron a la burguesa del poder, sino que tambin le aplicaron una ley de hierro y de sangre cada vez que ella haca el intento de detener o moderar el trabajo de los Jacobinos. En consecuencia, est claro que los Jacobinos han llevado a trmino una revolucin burguesa sin la burguesa. A pesar de muchos desarrollos destacables, sin embargo es imposible responder a la pregunta de saber si Trotsky fue formalmente un historiador de la Revolucin Francesa, como lo fue de la Revolucin Rusa, y una respuesta negativa no podra aportar nada al conocimiento de Trotsky o de la Revolucin Francesa. Por el contrario, estamos interesados en saber si, al abordar la historia de la gran Revolucin Francesa como un elemento comparativo en varias obras dedicadas a otro tema, Trotsky, ha hecho la labor de historiador, es decir, ha contribuido a nuestra comprensin de este fenmeno histrico capital, en el comienzo de la poca contempornea. Por lo dems, sabemos y ya hemos destacado- que nunca trat este tema en s mismo, que la informacin que utiliza ya est a disposicin de todos en los libros y en los archivos de documentos, lo que hace de su trabajo lo que la Universidad acuerda en calificar de trabajo de segunda mano y que nosotros preferimos considerar como una interpretacin. Desde este punto de vista, no nos detendremos a discutir largamente lacrtica publicada en noviembre de 1938 en el American Journal of Sociology, por Louis Gottschalk sobre Trotsky y la historia natural de las revoluciones[65], no ms que su afirmacin segn la cual habra en Trotsky un conflicto entre el historiador y el socilogo, perceptible a travs del frecuente recurso a lo que el historiador norteamericano de la Revolucin Francesa llama la necesidad objetiva. Para Gottchalk, en efecto, el historiador, en la medida en que da cuenta de un acontecimiento verdaderamente nico, no podra sucumbir a la tentacin de jugar al socilogo, es decir, a generalizar. El profesor de la Universidad de Chicago, fiel a la regla de la divisin y de la separacin de las actividades acadmicas, juega el rol que le incumbe en un informe para una revista especializada. Solamente destacaremos que Gottchalk, para su severa amonestacin, se apoya esencialmente en el empleo que hace Trotsky de las analogas histricas, y en particular de las referencias a la Revolucin Francesa, que encuentra que algunas son argumentos forzados. La crtica de Isaac Deutscher, aparentemente, es muy parecida. Quien es sucesivamente el bigrafo de Stalin y de Trotsky y no vacil en dirigir tanto a uno como al otro sus amonestaciones

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tardas, encuentra en especial que la analoga con el Termidor de la Revolucin francesa es totalmente oscura[66]. Ms an, lleva directamente su crtica al centro de nuestro tema afirmando que, como ocurre frecuentemente cuando una analoga histrica se convierte en una consigna poltica, ninguno de los que la debaten tienen una idea clara del precedente al que hacen referencia[67]. Y asegura que Trotsky deba revisar su interpretacin varias veces, mientras que no es la interpretacin del Termidor francs lo que Trotsky revisa formalmente -sino la del Termidor sovitico! Hacindose el maestro de escuela en nombre de la ciencia y de la lucha contra el oscurantismo (lo muerto aprehende lo vivo), el brillante periodista amonesta vigorosamente a Trotsky, responsable de tan horrible confusin. No saldr nada de esta amonestacin, Isaac Deutscher no ha tenido el cuidado de indicarnos en qu era falsa la idea que Trotsky se haca del Termidor de la Revolucin Francesa. Y es necesario agregar, con respecto a ese gusto por las correcciones que manifiesta aqu, que un muy fuerte trabajo universitario, desgraciadamente indito, ha estudiado de cerca la crtica de Deutscher sobre la cuestin del Termidor en Trotsky y concluye correctamente: En realidad, si Isaac Deutscher no adhiere a la interpretacin trotskista del Termidor sovitico, no es a causa de los errores histricos que contendra. La refuta porque se inscribe en una poltica general a la que l no suscribe.[68] El profesor israel Baruch Knei-Paz no tiene las pretensiones de Gottschalk ni de Deutscher. As, se abstiene totalmente de criticar los errores histricos, contentndose con asegurar, por ejemplo, que las cualidades de la Historia de la Revolucin Rusa en historia pura son solamente menores[69], pero al mismo tiempo rinde un gran homenaje a su poder de imaginacin, a la evocacin de escenas, de la atmsfera y del drama. Su conclusin nos deja insatisfechos: El se identificaba a s mismo con la Historia y, en ese sentido dramtico, identificaba la historia a s mismo[70] Pero entonces, y la Revolucin Francesa? Tratemos de buscar nosotros mismos los recursos para calificar y caracterizar las notas histricas con las que Trotsky ha sembrado su obra y que conciernen a la Revolucin Francesa, ya que sus crticos ms determinados finalmente han eludido el obstculo. Hemos apreciado, en los pasajes que hemos reledo de la pluma de Trotsky sobre la gran Revolucin Francesa, trozos de bravura que traza su escritura brillante, que en la atmsfera revolucionaria, es fuente de la mejor inspiracin, y urgente solicitud de su capacidad de comprender y explicar, su gusto y su don del fresco gigantesco, del movimiento, de lo que l llama el desarrollo histrico. Trotsky es evidentemente la pluma, el gran escritor, el lrico, que un Knei-Paz o un Deutscher no han podido reconocer para nada. Y luego existe Trotsky como revolucionario y no como socilogo, segn los trminos de Gottschalk: el hombre que reflexiona en una perspectiva histrica, que busca precedentes en la historia, que quiere descubrir y verificar en la accin de las leyes del desarrollo histrico, del movimiento ese movimiento que anima el fresco y se llama revolucin. Existe el hombre que compara, identifica, distingue, evala, proyecta, porque no quiere recomenzar eternamente la Historia desde el principio, porque es un hombre de accin comprometido en la transformacin del mundo. Trotsky quiere hacer de la Historia, a travs del estudio del pasado, una herramienta de la comprensin del presente para su transformacin. Esto es probablemente lo que le reprochen sus crticos atados a la representacin de un acontecimiento nico, y para quienes el ejercicio de la profesin de historiador no es, sin duda, ms que un medio de ganarse la vida. En lo que nos concierne, modestamente, y sin buscar rebajar a loshistoriadores profesionales que somos- que buscan y encuentran documentos y testimonios y explican acontecimientos nicos o encadenados, mentalidades o modos de vida, no podemos ms que constatar cun viva es la imagen de la Revolucin Francesa escrita al pasar por Trotsky. Quizs haya que agregar que este inmenso episodio de la historia de la humanidad que l denominaba la gran Revolucin Francesa,

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ha aportado al revolucionario ruso elementos para comprender las batallas que ha librado, ganadas o perdidas. Al menos en un terreno en donde la pregunta puede obtener una respuesta, es en el del Ejrcito Rojo. Por lo que Trotsky ha concluido de la historia de la Revolucin Francesa y de sus guerras, los volmenes de Escritos militares permiten entender que el fundador y jefe del Ejrcito Rojo de 1918 hasta el fin de la guerra civil siempre tuvo puesta la mirada en los soldados de 1793. Ya se trate de la utilizacin de comisarios polticos sobre el modelo de representantes en misin, del empleo masivo de oficiales profesionales por lo tanto, del Antiguo Rgimencastigados con la muerte en caso de derrota, de la combinacin entre eleccin y promocin de los jvenes jefes que se revelaban como entrenadores de hombres, y finalmente, de la cobertura de la moral de los combatientes por la resplandeciente retrica del pacto con la muerte, est claro que aqu, conscientemente, se ha hecho el lazo entre las dos revoluciones. Esta constatacin no bastar para hacer de Trotsky un miembro de la Academia de Ciencias Histricas con ttulo pstumo, pero al menos tendr el mrito de subrayar la importancia de la historia escrita para los hombres que tienen la ambicin de hacer historia sin ms. Notas: [1] Jean Paul Marat (1743-1793). Revolucionario francs, nacido en Suiza, era dirigente del ala radicalizada de la Revolucin Francesa. Estudi medicina en Pars y se doctor en Londres, donde en 1774 public en ingls The Chains of Slavery, obra en la que critica a la monarqua ilustrada. Durante la Revolucin public el peridico L'Ami du Peuple, plataforma de sus ideas sobre la libertad de expresin y la condena del Antiguo Rgimen. En 1792 fue elegido miembro de la Convencin y de la Comuna de Pars. Fue asesinado por Charlotte Corday, una joven que perteneca al partido girondino, el ala moderada de la Revolucin. [2] Adnde va la repblica sovitica?, 25 de febrero de 1935. Escritos, CD CEIP Len Trotsky. [3] Ibdem. [4] Estado obrero, Termidor y bonapartismo, 1 de febrero de 1935. Escritos, CD CEIP Len Trotsky [5] 1905, Ed. CEIP Len Trotsky, p. 58. [6] Ibdem. [7] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1, p. 67-70. [8] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1, p. 70. [9] Honor Gabriel Riquetti, conde de Mirabeau. (1749-1791). Importante activista y terico de la Revolucin Francesa, fue partidario e impulsor de la monarqua constitucional. [10] Marie-Joseph Paul Yves Roch Gilbert du Motier, Marqus de La Fayette, se lo conoci tambin como Marqus de La Fayette o Lafayette (1757-1834). Fue general en la revolucin de Estados Unidos y dirigente de la Guardia Nacional durante la Revolucin Francesa. [11] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1, p. 131. [12] dem. [13] Histoire de la Rvolution Russe, d. Rieder, 4 vol, III, 14 (citada por Pierre Brou). [14] dem. [15] Republicano durante la Revolucin Francesa. [16] Carta a Denise Naville y Jean Rous, uvres 17, p. 225. [17] La revolucin traicionada, Ed. Antdoto, p. 78. [18] dem. [19] Louis Antonie Len Saint-Just (1767-1794). Fue un poltico revolucionario francs, varias veces miembro del Comit de Salvacin Pblica y adversario de los girondinos. Durante la reaccin termidoriana, la Convencin decidi ejecutarlo sin juicio, junto a Robespierre. [20] Historia de la Revolucin rusa, tomo 2, p. 48. [21] Hace referencia a la huida de la familia real, desde Pars hasta Varennes, que ocurri el 21 de junio de 1791. [22] Jean Baptiste Drouet (1763-1824) se encarg de detener y vigilar el carruaje del rey Luis XVI en Varennes hasta la llegada del ayudante de campo de La Fayette. Posteriormente, los reyes fueron arrestados. Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793 y Mara Antonieta de Austria el 16 de octubre del mismo ao.

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[23] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1, p. 42. [24] Historia de la Revolucin rusa, tomo 2, p. 196. [25] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1 p. 131. [26] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1, p. 130-131. [27] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1, p. 131 [28] Por un programa de accin, uvres, 4, p. 94. [29] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1, p. 131 [30] Historia de la Revolucin rusa, tomo 1, p. 131 [31] Los jacobinos, cuyo nombre proviene de sus reuniones en el convento de la orden de los jacobinos, eran extremistas, duros y estaban muy bien organizados, respaldados por el Consejo y el pueblo de Pars. Estaba principalmente integrado por profesionales y modestos propietarios que queran abolir definitivamente la monarqua y proclamar una Repblica democrtica, con derecho a voto para todas las clases sociales. [32] Maximilien de Robespierre (1758-1794). Poltico de la Revolucin francesa, fue uno de los principales dirigentes de los jacobinos. Instaur el rgimen del terror para para salvar a la Revolucin de las mltiples amenazas que se cernan sobre ella: el ataque militar de las monarquas absolutistas europeas coligadas contra Francia, la amplitud de la insurreccin contrarrevolucionaria en el interior (conocida como la Vende), la quiebra de la Hacienda Pblica y el empobrecimiento de las masas populares. [33] La burocracia se mantiene por el terror, Oeuvres, 6, p. 261. [34] Nos tches politiques, Ed. Belfond, p. 184. [35] Nos tches politiques, p. 184-185. [36] Nos tches politiques, p. 185. [37] Nos tches politiques, p. 185-186. [38] Nos tches politiques, p. 188. [39] dem, p. 188. [40] Citado en Historia de la revolucin rusa, tomo 1. [41] La revolucin traicionada, Ed. Antdoto, p. 87 [42] El nuevo curso. Tomado de Naturaleza y dinmica del capitalismo yla economa de transicin. Ediciones del CEIP Len Trotsky, p. 289-290. [43] El nuevo curso. Tomado de Naturaleza y dinmica del capitalismo y la economa de transicin. Ediciones del CEIP Len Trotsky, p. 290. [44] La Raction thermidorienne, Staline, p. 44. [45] George Lefebvre (1854-1959). Historiador francs, considerado una eminencia en el tema de la Revolucin Francesa. [46] Adnde va la repblica sovitica?, 25 de febrero de 1935. Escritos, CD CEIP Len Trotsky [47] La Raction thermidorienne. Staline, p. 551. [48] Bertrand Barre de Vieuzac (1755-1841), diputado a la Convencin, de la que fue elegido presidente en 1792. Fue miembro del Comit de Salvacin Pblica y no abandon a Robespierre hasta ltima hora. [49] La Raction thermidorienne. Staline, p. 562. [50] Se refiere a William Pitt, primer ministro de Inglaterra en los perodos 1783-1801 y 1804-1806 El Prncipe de Cobourg comandaba el ejrcito del Sacro Imperio de los Pases Bajos durante la poca. [51] Estado obrero, termidor y bonapartismo, 1 de febrero de 1935, Escritos, CD CEIP Len Trotsky. [52] Ibdem. [53] La Raction thermidorienne. Staline, p. 318-319. [54] The case of Leon Trotsky, p. 122. [55] La revolucin traicionada, Ed. Antdoto, p. 84 [56] Historia de la revolucin rusa, tomo 2, p. 87-88. [57] Napolen Bonaparte (1769-1821). Militar y gobernante francs, idelogo del golpe de Estado del 18 Brumario en 1799. Durante la Revolucin Francesa y el Directorio fue general republicano. [58] Estado obrero, termidor y bonapartismo, 1 de febrero de 1935, Escritos, CD CEIP Len Trotsky. [59] Historia de la revolucin rusa, tomo 2, p. 89.

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[60] Los girondinos eran patrones y grandes comerciantes que integraban la gran burguesa. Provenan de una zona situada al sur de Francia, denominada Gironda, de la que tomaron su nombre. Eran moderados, tenan el apoyo de las provincias y su objetivo era hallar un acuerdo con la monarqua y la nobleza, limitando el poder real, pero sin permitir el derecho a voto a las clases pobres, que no pagaban impuestos. Teman perder sus privilegios por obra de los movimientos populares. Constituan el ala derecha de la Revolucin Francesa. [61] Historia de la revolucin rusa, t. 3 [62] Historia de la revolucin rusa, t. 3 [63] Historia de la revolucin rusa, t. 4 [64] Historia de la revolucin rusa, 1, p. 21. [65] Louis Gottschalk, Leon Trotsky and the Natural History of Revolutions, American Journal of Sociology, Noviembre de 1938, p. 338-354. [66] I. Deutscher, Trotsky, III, p. 313. [67] I. Deutscher, Trotsky, II, p. 311. En realidad, Trotsky manifiesta oscilaciones bastante importantes en el anlisis del Termidor francs. El ejemplo ms extremo, en contradiccin con textos posteriores como anteriores, se encuentra en La defensa de la URSS y la Oposicin, escrito en 1929, en donde dice que Termidor indica una transferencia de poder a manos de otra clase (Escritos). Por otra parte, la comprensin de la confusin que nace de una definicin insuficientemente rigurosa lo que lleva a Trotsky a rectificar el tiro en 1935 y decir que el Termidor ya se ha realizado, pero que no ser necesaria la revolucin social, sino una revolucin poltica, para retomar el poder la clase revolucionaria. [68] Jacques Caillosse, La cuestin del Termidor sovitico en el pensamiento poltico de Len Trotsky, D.E.S. de Ciencia poltica, Rennes, 1972, p. 60. [69] Baruch Knei-Paz, The Social and Political Thought of Leon Trotsky, p. 511. [70] Ibidem, p. 512. Pierre Brou (1926-2005), historiador y militante marxista, fue miembro de la Resistencia francesa, profesor del Instituto de Estudios Polticos de Grenoble y fundador del Instituto Len Trotsky de Francia. Autor de numerosas obras sobre la Revolucin Rusa y la Guerra de Espaa 1936-39. Traduccin para el Boletn del CEIP Len Trotsky, Buenos Aires: Rossana Cortez Cahiers Leon Trotsky N. 30, junio de 1987, Pars, Institut Len Trotsky

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