Dos Principios Dos Al Modo de Vivir. Watchman Nee
Dos Principios Dos Al Modo de Vivir. Watchman Nee
Dos Principios Dos Al Modo de Vivir. Watchman Nee
“Y he aquí se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con El” (Mt. 17:3).
“Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo” (v. 8).
“Yo en muy poco tengo el ser examinado por vosotros, o por tribunal humano; y
ni aun yo me examino a mí mismo. Porque no estoy consciente de nada en
contra mía, pero no por eso soy justificado; pero el que me examina es el Señor”
(1 Co. 4:3-4).
“El árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal”
(Gn. 2:9b).
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás
comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día
que de él comieres, ciertamente morirás” (vs. 16-17). (La expresión del bien y del
mal conlleva el significado de lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo, con
respecto a la conducta.)
Cuando Dios creó al hombre, tuvo en cuenta que éste necesitaría alimentarse.
Darle vida fue sólo el comienzo; ahora, debía sustentar esa vida a base de
alimentos. Puesto que el hombre era un ser vivo, Dios tenía que proveerle algún
medio para su subsistencia. El hombre no sólo necesita vida, sino también un
modo de sustentar esa vida. Dios deseaba que el hombre llegase a depender de
El para su subsistencia, de la misma manera en que dependería de los
alimentos. “Porque en El vivimos, y nos movemos, y somos” (Hch. 17:28). Por
esta razón, Dios nos habla usando una parábola, la de los dos árboles: el árbol
de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Estos dos árboles nos
muestran en figura que el hombre puede vivir por dos tipos de alimento: o por
la vida, o por el conocimiento del bien y el mal. Muchas personas han leído
acerca de los dos árboles en Génesis 2, pero quisiéramos recalcar que estos dos
árboles fueron colocados allí para mostrarnos que los hombres, y en particular
los cristianos, pueden vivir regidos por dos principios diferentes, a saber: el
principio del bien y del mal, o el principio de la vida divina. Algunos cristianos
toman el conocimiento de lo bueno y lo malo como la norma de su vida,
mientras que otros toman como su norma la vida divina.
Quisiéramos examinar delante de Dios estos dos principios que rigen la vida del
hombre. ¿Qué significa que una persona viva según el principio del bien y del
mal? ¿En qué consiste vivir conforme a la vida divina? Muchas personas sólo
son gobernadas por el principio del árbol del conocimiento del bien y el mal,
otras se guían por el principio del árbol de la vida, y aun otras viven regidas por
ambos principios. La Palabra de Dios nos dice que el que coma del árbol del
conocimiento del bien y del mal ciertamente morirá, y que el que coma del árbol
de la vida vivirá. Dios también nos muestra que todo el que viva por el
conocimiento del bien y del mal, no podrá vivir delante de El. Si alguien quiere
vivir siempre delante de Dios, entonces necesita saber lo que significa comer del
fruto del árbol de la vida.
Quisiera añadir otro principio relacionado con el modo de vivir: el principio del
pecado. Podemos decir que todos los seres humanos viven conforme a
cualquiera de estos tres principios: viven gobernados por el pecado, o viven
gobernados por el conocimiento de lo bueno y lo malo, o viven guiados por la
vida divina.
Al hablar de este asunto, doy por sentado que ya hemos dejado atrás el principio
del pecado y que ahora andamos delante de Dios. Si examinamos un poco este
asunto, nos daremos cuenta de que hay personas que viven según el principio
del bien y del mal, es decir, según lo que es bueno o malo con respecto a la
conducta. Recordemos que la vida cristiana no consiste en saber escoger entre el
bien y el mal, ni en conducirse según ciertas normas de conducta, sino en ser
guiados por la vida divina. El cristianismo se relaciona con la vida de Dios, no
con el bien y el mal; y se centra en dicha vida, no en discernir entre lo bueno y lo
malo. Tenemos muchos hermanos y hermanas jóvenes entre nosotros. Cuando
ustedes aceptaron al Señor Jesús y recibieron una vida nueva, obtuvieron algo
maravilloso en su interior. Recibieron otro principio que gobernaría el modo en
que ustedes vivirían. Sin embargo, si ustedes ignoran este principio, en lugar de
ser regidos por la vida divina, vivirán según el principio del bien y del mal.
¿En qué consiste el principio del bien y del mal? Si nuestra conducta es
gobernada por el principio del bien y del mal, entonces, cada vez que vayamos a
tomar una decisión, nos preguntaremos si lo que vamos a hacer es bueno o
malo. Por ejemplo, podríamos preguntarnos: “¿Está bien o mal que haga esto?”.
Cuando nos hacemos esta pregunta, en efecto nos preguntamos si tenemos
razón o no al hacerlo. Muchas personas entran en razonamientos tratando de
determinar si algo es bueno o malo. Examinan meticulosamente lo que van a
hacer para saber si les está permitido hacerlo. Se preguntan: “¿Es correcto que
haga esto?”. Como cristianos que son, ellos examinan cuidadosamente sus
acciones tratando de determinar si lo que van a hacer es bueno y justo; por
conducirse de esta manera, se consideran a sí mismos como buenos cristianos.
La Palabra de Dios dice: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17). La
práctica que mencionamos anteriormente no es otra cosa que discernir entre el
bien y el mal; no es nada más que decidir hacer o no hacer ciertas cosas:
decidimos hacer lo bueno y rechazamos hacer lo malo. No obstante, esto es
ajeno a la vida cristiana. El cristianismo no tiene preceptos externos de lo que es
bueno y malo; no tiene normas establecidas. Aunque usted escoja lo bueno y
rechace lo malo, esto no tiene nada que ver con el cristianismo. Este tipo de
práctica pertenece al Antiguo Testamento, a la ley, a las religiones del mundo, a
las normas morales y a la ética humana, pero no al cristianismo.
EL CRISTIANISMO
SE BASA EN LA VIDA DIVINA
¿En qué consiste el cristianismo? Primeramente tiene que ver con la vida de
Dios, y no con el hecho de preguntarnos si algo es bueno o malo. La vida
cristiana consiste en consultar con la vida divina que está en nosotros cada vez
que vayamos a hacer algo. ¿Qué nos dice la nueva vida que Dios nos ha dado? Es
muy extraño que muchos sólo presten atención a una norma externa, la norma
de lo que es bueno y malo. Pero Dios no nos ha dado una norma externa. El
cristianismo no cuenta con otros Diez Mandamientos; no nos conduce a un
nuevo Sinaí ni nos da una nueva serie de reglas o preceptos de “harás esto” o “no
harás aquello”. La vida cristiana no nos exige que determinemos si lo que vamos
a hacer es bueno o malo. Antes bien, se trata de que en cualquier cosa que
vayamos a emprender, estemos atentos a la vida divina que está en nosotros, la
cual reacciona y nos habla interiormente. Si nos sentimos tranquilos en nuestro
interior, si sentimos que la vida de Dios está fluyendo internamente, si nos
sentimos firmes interiormente y percibimos la unción, entonces sabemos que
tenemos la aprobación de la vida divina. Muchas veces, cierta acción puede
parecer buena y loable ante los hombres, pero, contrario a lo que esperamos, la
vida en nuestro interior comienza a enfriarse y a retraerse.
Debemos recordar que la Palabra de Dios dice que la vida cristiana se basa en la
vida que reside en nuestro interior, y no en una norma externa que define lo que
es bueno o malo. Muchas personas mundanas, que aún no han sido salvas, viven
según la norma de vida más elevada que pueden alcanzar: el principio de
escoger entre lo bueno y lo malo. No obstante, si nosotros como cristianos
vivimos según este mismo principio, en nada nos diferenciamos de la gente del
mundo. Los cristianos y los incrédulos difieren en el sentido de que los
cristianos no se rigen por una norma ética ni por una ley externa. Lo que nos
preocupa no es la moralidad ni los conceptos del hombre. No tratamos de
determinar si algo es bueno o malo según el criterio y las opiniones humanas; en
lugar de ello, nos hacemos esta pregunta: “¿Qué dice al respecto la vida que
mora en mi interior?”. Si sentimos que la vida divina en nuestro interior se
fortalece y se activa, entonces podemos proceder; pero si percibimos que ésta se
enfría y se retrae, debemos detenernos. El principio por el cual nos regimos
opera dentro de nosotros, y no afuera. Éste es el único y verdadero principio por
el que debemos guiarnos; todo otro principio es falso. Quizás otros digan que es
correcto hacer ciertas cosas y tal vez yo también tenga el mismo parecer, pero
¿qué nos dice al respecto la vida en nuestro interior? Es posible que la vida
divina en nuestro interior no esté de acuerdo. Si aun así llevamos a cabo dicho
asunto, no recibiremos recompensa alguna, y si no lo hacemos, no debemos
sentirnos avergonzados, pues simplemente hemos dejado de acatar normas
externas a nosotros. Sólo podemos determinar que algo es correcto cuando el
Espíritu de Dios nos lo confirma en nuestro interior. Si sentimos que la vida
divina fluye en nuestro interior, sabemos que lo que vamos a hacer es correcto;
pero, si no tenemos este sentir, se trata de algo incorrecto. Lo que determina si
algo es bueno o malo, correcto o incorrecto, no es una norma externa a nosotros,
sino la vida que está en nuestro interior.
El más grave error que cometen los hijos de Dios es el de determinar si algo es
bueno o malo basándose en lo que ven. Muchas personas juzgan algo como
bueno o malo según la manera en que fueron criados o basándose en la
experiencia que han acumulado con los años y, por eso, no saben lo que es
verdaderamente bueno o malo. Recordemos que la vida cristiana se basa en la
vida divina que reside en nuestro interior. Muchas personas, al relacionarse con
Dios, solamente se guían por factores externos y, basándose en ellos,
determinan si algo está bien o mal. Sin embargo, ser guiados por la vida es algo
totalmente distinto. Sólo aquellos que viven por la vida divina saben lo que ésta
es.
Espero que todos podamos ver este asunto delante de Dios: ningún cristiano
debe intentar determinar si algo es bueno o malo independientemente de la vida
divina. Todo aquello que incremente la vida interior es correcto, y todo lo que la
haga disminuir es incorrecto. No debemos determinar si algo es bueno o malo
basándonos en normas externas.
Recuerdo haber ido a cierto lugar donde había un grupo de hermanos que
laboraba muy eficazmente. Dios verdaderamente los estaba usando. Si ustedes
me preguntaran si la obra que ellos realizaban era perfecta o no, yo respondería
que había muchas cosas que se podían mejorar. Un día, ellos me pidieron con
mucha humildad que les hiciera notar cualquier cosa que yo considerara
incorrecta, y entonces les hice algunas observaciones. En varias ocasiones me
pidieron que les ayudara de esta manera, pero no cambiaron nada. ¿Me molestó
esto? En absoluto. Sólo una persona insensata se molestaría, pero no alguien
que conoce a Dios. Yo sólo podía hacerles notar algunas cosas externas que
necesitaban mejorar, pero no podía ver lo que Dios estaba haciendo en su
interior. Yo no me atrevería a aconsejarle a Dios qué hacer en las vidas de ellos.
“A EL OID”
Recuerdo el caso de dos hermanos, ambos cristianos, que tenían un arrozal. Los
arrozales requieren mucha agua. El terreno de ellos estaba en una colina, y
había otros cultivos en un nivel más bajo. En el calor del día ellos acarreaban
agua para regar sus cultivos, y en la noche se iban a descansar. Una noche
mientras dormían, el vecino que tenía su campo contiguo al de ellos en la parte
baja, cavó una hoyo en el canal de irrigación de estos hermanos para que el agua
drenara a su campo. A la mañana siguiente, los hermanos vieron lo sucedido,
pero no dijeron nada. Nuevamente llenaron de agua sus canales de riego, y a la
mañana siguiente vieron que se había drenado otra vez el agua de su campo.
Aun así, no hubo ninguna protesta. Como eran cristianos, ellos pensaban que
debían sufrir el agravio en silencio. El ardid de los vecinos se repitió siete
noches consecutivas. Algunos les sugirieron que vigilaran su campo por la noche
para prender al ladrón y golpearlo. Ellos no respondieron una palabra al
respecto y simplemente siguieron soportando el agravio debido a que eran
cristianos.
Uno pensaría que un cristiano que permita ser ultrajado así sin pronunciar
queja alguna, debería estar rebosando de gozo, sintiéndose muy alegre y
victorioso, incluso después de haber acarreado el agua cada día para que más
tarde se la robaran. Lo extraño es que a pesar de haber acarreado el agua
durante el día y de haber guardado silencio mientras otros la robaban, estos dos
hermanos no tenían paz en su corazón. Así que fueron a presentar el caso a un
hermano que tenía experiencia en la obra del Señor, y le dijeron: “No
entendemos por qué no tenemos paz, aun después de haber estado sufriendo
este agravio durante siete u ocho días. Se supone que los cristianos deben
soportar el maltrato y permitir que otros les roben. Sin embargo, aún no
tenemos paz en nuestro corazón”. Este hermano, que tenía mucha experiencia,
les respondió: “La razón es que no han hecho todo lo que deben hacer, ni han
soportado todo lo que deben soportar. Deben regar primero los campos de la
persona que les ha hurtado el agua y después regar el de ustedes. Vayan a casa y
hagan esto, luego miren si su corazón halla reposo”. Ellos estuvieron de acuerdo
y se marcharon. Al día siguiente madrugaron más que de costumbre y, antes de
regar sus propios cultivos, abastecieron de agua el campo del vecino que les
quitaba el agua. Lo extraño fue que mientras acarreaban el agua para su vecino,
comenzaron a experimentar cada vez más gozo. Cuando comenzaron a traer el
agua para su propio campo, sus corazones estaban en perfecta paz. Ni siquiera
la posibilidad de que sus vecinos les siguieran robando el agua les quitaba la
paz. Después de ver esto por dos o tres días, el vecino que les había hurtado el
agua vino a ofrecer disculpas, y después añadió: “Si en esto consiste el
cristianismo, quiero saber más al respecto”.
¿Qué nos enseña el sermón del monte en Mateo 5—7? Nos enseña que no es
suficiente hacer el bien. Debemos proceder de tal manera que satisfagamos las
exigencias de la vida que Dios nos ha dado. Este es el contenido de Mateo 5—7,
el sermón del monte. Este sermón no nos dice que todo estará bien siempre y
cuando hagamos lo que es correcto. Las personas se preguntan por qué tienen
que poner la otra mejilla cuando alguien los golpea. Se preguntan: “¿Acaso no es
suficiente quedarse callado cuando alguien lo golpea a uno? ¿No es maravilloso
que no reprendamos a quien nos abofetea y que contengamos nuestro enojo? No
obstante, Dios dice que no es suficiente agachar la cabeza y retirarnos cuando
alguien nos golpea, pues esto no satisface los requisitos de la vida que mora en
nuestro interior. Es preciso que también pongamos la otra mejilla al que nos
abofetea. Al hacer esto, demostramos que no guardamos ningún resentimiento
en nuestro corazón. Es debido a que no estamos enojados que podemos sufrir el
mismo agravio por segunda vez. La vida divina es humilde y perfectamente
capaz de poner la otra mejilla. Este es el camino que corresponde a la vida.
Muchos dicen que lo que Mateo 5—7 presenta es muy difícil de practicar.
Reconozco que es cierto. De hecho, es imposible cumplir lo que dice Mateo 5—7.
Si tratamos de hacerlo, moriremos en el intento, pues somos absolutamente
incapaces de cumplir esta palabra. Sin embargo, tenemos otra vida en nosotros
que nos dice que no estaremos satisfechos hasta que hagamos todo lo que dice
dicho pasaje. No importa cuánto nos haya ofendido cierto hermano o hermana,
a menos que nos arrodillemos y oremos por dicha persona, no tendremos gozo
interiormente. Es muy loable sufrir el agravio en silencio, pero si no
practicamos lo que enseña el sermón del monte, no tendremos gozo en nuestro
interior. El sermón del monte enseña que tenemos que satisfacer las exigencias
de la vida de Dios que está en nuestro interior. Cuando cumplimos dichas
exigencias, la vida divina queda satisfecha, liberada, en paz y llena de gozo. En
esto se resume todo el asunto: ¿andamos por el camino que corresponde a la
vida o por el camino que corresponde a lo correcto y lo incorrecto? Si leemos la
Palabra de Dios, veremos claramente que es erróneo tomar decisiones según el
principio del bien y del mal, o vivir y comportarnos según nuestra propia vida.
Quisiera darles otro ejemplo. Hace unos días, me encontré con un hermano que
estaba pasando por dificultades económicas y necesitaba ayuda. Pensé que
debía ayudarlo, ya que él no tenía posibilidad de recibir ayuda de ninguna parte.
En ese momento el dinero no me sobraba, así que me era un gran sacrificio
ayudarlo. De hecho, esto estaba muy por encima de mis limitaciones. Lo más
apropiado en este caso era ayudarle, así que debería sentirme gozoso de poder
darle algún dinero. Sin embargo, por alguna razón que no lograba explicar, me
sentí seco interiormente cuando le di el dinero. Una voz interna me dijo: “Lo
que acabas de hacer fue simplemente una obra de caridad. No has actuado
conforme a la vida divina, sino según tu caballerosidad humana y bondad
natural. No obraste basándote en la vida divina, sino en tu yo”. Dios no me
había dicho que hiciera aquello. Este asunto me turbó por dos o tres semanas.
Así, pues, aunque le di el dinero al hermano, al regresar a casa tuve que
humillarme delante del Señor, confesarle mi pecado y pedirle perdón.
Pablo dijo que ni él mismo se examinaba a sí mismo, sino que Dios era su juez (1
Co. 4:3-4). Muchas personas no entienden este pasaje de 1 Corintios. En
realidad, la idea presentada aquí es muy sencilla, pero si no conocemos la vida
divina, es muy difícil entender estos versículos. Si nos regimos por la norma
externa del bien y del mal, es muy fácil juzgar si lo que vamos a hacer está bien o
mal. Puesto que Pablo no actuaba según dicha norma externa, lo único que
podía decir era: “Ni aun yo me examino a mí mismo. Porque no estoy consciente
de nada en contra mía, pero no por eso soy justificado; pero el que me examina
es el Señor”. El que nos examina ante el tribunal es el Señor, pero, además de
esto, tenemos la vida divina que nos guía interiormente. Por esta razón, Pablo
dijo en 2 Corintios 5:7: “Porque por fe andamos, no por vista”. Nosotros no
tomamos decisiones basándonos en una norma externa y visible, sino según la
dirección que el Señor nos da en nuestro interior.
Muchos problemas surgen debido a que solamente nos guiamos por la norma
del bien y del mal. Muchos errores se cometen debido a que no somos
gobernados por la vida. Si procedemos según la norma de la vida divina, se
resolverán muchos problemas.
ORACION
Señor, estamos delante de Ti, suplicándote que nos hables una vez más.
Estamos vacíos interiormente y no podemos hacer nada. Sólo podemos pedirte
que Tu gracia abra nuestros ojos. Señor, cada vez que vayamos a decir algo o
estemos por tomar alguna decisión, haz que acudamos a Ti y consultemos
contigo si lo que vamos a hacer se basa en el bien y el mal o en el sentir que nos
da Tu vida. Señor, permítenos ver la diferencia entre lo espiritual y lo carnal.
Muéstranos la diferencia entre la luz que brilla interiormente y los
mandamientos externos. Señor, sálvanos de seguir el camino de la muerte.
Reconocemos que no debemos vivir regidos por lo que consideramos bueno o
malo. Haznos ver que discernir entre el bien y el mal no es otra cosa que pecado
y muerte, pues sólo los que viven en muerte actúan de esta manera. Los que
vivimos según la vida divina debemos ser guiados por esta vida. Permite que sea
la vida la que tome la iniciativa. Señor, te pedimos que nos muestres esto
claramente. Una vez más te suplicamos que Tu Palabra no sea hablada en vano.
Muéstranos la diferencia entre la vida y la ley. Bendice estas palabras. Ten
misericordia de nosotros y concédenos Tu gracia. Guíanos en este camino que
nos has mostrado. En el nombre del Señor Jesús. Amén.