Cap 03
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A Roberto T. Temple Seminario, varn esencial, claro ejemplo de recta, proba y esforzada vida. homenaje filial a su versacin en la ciencia de los nmeros.
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La Yupana
[L]os contadores, delante del curaca y del gobernador Inca, hacan las cuentas con piedrezuelas y las sacaban tan ajustadas y verdaderas que no s a quin se pueda atribuir mayor alabanza, si a los contadores, que sin cifras de guarismos hacan sus cuentas y particiones tan ajustadas de cosas tan menudas, que nuestros aritmticos suelen hacer con mucha dificultad, o al gobernador y ministros regios, que con tanta facilidad entendan la cuenta y razn que de todas ellas les daban. Inca GARCILASO DE LA VEGA
Los incas tuvieron, al igual que los mayas e hindes, un sistema de numeracin basado en el valor de posicin de los signos, los cuales, en vez de ser grficos, tenan la forma de nudos situados a lo largo de una cuerda y eran llamados quipus. La numeracin incaica, por ser decimal, se identifica, ms que la de los mayas, con la numeracin de la India y presenta, consecuentemente, gran parecido con el sistema que practicamos en la actualidad mediante el empleo de los denominados nmeros arbigos. Esto significa que con los quipus se podan realizar perfectamente las operaciones de cmputo, sin tener que recurrir forzosamente al empleo del baco, como tuvieron que hacerlo aquellos pueblos que desconocieron el valor de posicin de las cifras. Para los incas, la suma, por ejemplo, de tres cantidades, 352, 223 y 324, consista simplemente en anudar estos nmeros en tres cuerdas iguales, dispuestas una a continuacin de otra. La operacin se efectuaba sumando los nudos horizontalmente, de izquierda a derecha o viceversa, principiando por aquellos situados en la parte inferior de las cuerdas, que representan las unidades: el total se consignaba en otra cuerda que estaba a continuacin de la del ltimo sumando. 1. cuerda 3 nudos 5 nudos 2 nudos 2. cuerda 2 nudos 2 nudos 3 nudos 3. cuerda 3 nudos 2 nudos 4 nudos 4. cuerda 8 nudos 9 nudos 9 nudos
El trmino quechua quipuni, que aparece en los ms antiguos vocabularios y que, adems de la idea de anudar, expresa tambin la de contar por nudos, convalida la demostracin que hemos dado relativa a la posibi-
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lidad de realizar con el quipu operaciones aritmticas. De este mismo parecer es E. Nordenskild cuando sostiene que sumar y restar con un quipu es casi tan fcil como hacerlo con caracteres arbigos sobre un pedazo de papel (1925b: 21). Creemos, sin embargo, que el gran etnlogo sueco ha exagerado algn tanto al presentar esta posibilidad de clculo con quipus como accin fcil y sencilla, pues no se debe olvidar que aqu se trata de nudos a veces complicados (los nudos compuestos) y dispuestos estrictamente en determinadas posiciones y no de cifras que pueden escribirse rpidamente sobre el papel. Acertado estuvo ms bien H. Wassn cuando opin que quien haya visto varios quipus comprender que hubiera sido poco prctico llevar cuentas deshaciendo los nudos, a veces muy fuertes y bien hechos (1941: 13). Por esto los peruanos, cuando no tenan que dejar constancia en el quipu del cmputo, o sea de la operacin realizada para obtener un determinado dato numrico, preferan calcular con piedrecitas u otros materiales parecidos, en especial granos de maz o frijoles, y anudar luego los resultados obtenidos en los hilos del quipu. De acuerdo con la mayora de los cronistas, el clculo con piedrecitas y granos era ejecutado con gran precisin, y, segn relata asombrado el padre Acosta, las cuentas, an las muy embarazosas, se hacan puntualsimamente, sin errar un tilde (1949 [1590]: lib. VI, cap. VIII). Esta manera de calcular se denomin yupani, que segn los primeros lxicos, quiere decir hacer cuenta o contar generalmente. Aunque el significado etimolgico de la palabra no es el de piedra, como ocurre con el trmino latino calculi, con ella se expresa concretamente la idea de contar por nmeros o numerando, como se lee en el Diccionario de Gonzlez Holgun (1952 [1608]) y en el que edit Antonio Ricardo (1951 [1586]). Yupana indic lo que se ha de contar y as debi llamarse tambin el instrumento con que se contaba. Si muchas son las referencias a este mtodo de contar, pocos son, en cambio, los datos que se tienen del procedimiento adoptado para calcular: el mismo padre Acosta se limita a informar que para ello los indios toman sus granos y ponen uno aqu, tres acull, ocho no se donde; luego pasan un grano de aqu, truecan tres de all, y as salen con su cuenta (1949 [1590]: lib. VI, cap. VIII). En cuanto al instrumento empleado para el clculo, slo disponemos de dos fuentes para formarnos una idea de su estructura: la primera es la Cornica de Guaman Poma (1936 [1613]: 360), que lo presenta como una especie de tablero con escaques; y la segunda es la Historia del Reino de Quito, escrita por el padre Juan Velasco, autor tardo pero buen conocedor de las antigedades indias, que sostiene tratarse de ciertos archivos o depsitos hechos de madera, de piedra o de barro, con diversas
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separaciones, en las cuales se colocaban piedrecillas de distintos tamaos, colores y figuras angulares (1841-44: 7). Es precisamente a base de esta segunda cita que se dio inicio, desde el siglo pasado, a la investigacin sobre el baco incaico, provocndose al mismo tiempo una polmica acerca del uso de ciertos artefactos hallados frecuentemente en las excavaciones arqueolgicas y que, por su gran parecido con los depsitos descritos por el padre Velasco, fueron considerados como bacos, aunque tambin se los juzg como tableros de juego e inclusive como maquetas de fortalezas. Antiguos tableros con escaques El estudio del tablero dividido en compartimientos o casilleros comenz en 1869, al descubrirse cerca de Chordeleg (provincia de Cuenca) un objeto semejante al mencionado por el padre Velasco. Fue presentado por primera vez en 1870 por L. Heuzey en su trabajo El Tesoro de Cuenca (1870) y comentado, algunos aos ms tarde, por A. Bastian (1877) y F. Gonzles Surez (1878). Desgraciadamente el espcimen original se ha perdido, pero existen reproducciones exactas en varios museos, como el Etnogrfico de Berln y el de Santiago de Chile.
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Se trata de un tablero de madera de forma rectangular (33 x 27 cm) en cuya cara superior hay 17 compartimientos, de los cuales 14 con cuadrados, 2 rectangulares y 1 octagonal. De ellos, 7 cuadrados y 1 rectangular estn sobre el lado ms prolongado del tablero y otros tantos aparecen en el lado opuesto; ambos conjuntos estn separados por un espacio central, que tiene forma octagonal como la de un signo escalonado. En dos de las esquinas del tablero hay unas salientes prismticas en forma de torres cuadradas (12 x 12 cm) con dos plataformas superpuestas; la segunda de estas plataformas, que es la ms pequea (7 x 7 cm), se asienta sobre uno de los ngulos exteriores de la primera. Por los cuatro costados, el tablero est decorado con figuras incisas que representan cabezas humanas y un animal que, segn M. Uhle (1922), podra ser el cocodrilo; en el fondo hay dibujos de rosetas (fig. 1; N.s 3, 5, 6). Idntico a este aparato es otro excavado en las ruinas de Chan-Chan y conservado en el Museo Etnogrfico de Gotemburgo (IZIKOWITZ 1967: 78-79). Es tambin de madera y sus casilleros, al igual que las torres, siguen el mismo ordenamiento (fig. 2); carece, sin embargo, de decoracin y tiene tamao mucho ms pequeo (16,5 x 13,5 cm).
Otros hallazgos, posteriores al de Chordeleg, se realizaron tambin en el Ecuador, en lugares situados entre Cuenca y Sig Sig, proporcionando abundante material de estudio al padre Jess Arriaga para su obra Apuntes de arqueologa Caar (1922). En el Per, adems del ejemplar de Chan-Chan anteriormente citado, objetos semejantes fueron sealados a partir de 1877 por Ch. Wiener (1878-79) y, ms tarde, por R. Verneau y P. Rivet (1912-22: I, 244-250) y por E. Nordenskild (1931) como procedentes del departamento de ncash.
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Estos tableros, tanto ecuatorianos como peruanos, son de piedra y, salvo pequeos detalles, resultan casi idnticos a los de madera. El primero, encontrado en Caraz, se diferencia tan slo por haber sido sustituido el espacio octagonal central por un casillero de forma rectangular y por tener tres plataformas las torres de las esquinas (fig. 1, N. 2). Otro, procedente de Pallasca, es de planta ovalada y la distribucin dual de los casilleros es perfectamente simtrica (fig. 1, N. 4). Un tercero, que integra la coleccin del autor de la presente monografa, es de origen desconocido, pero debe proceder de algn lugar del Callejn de Huaylas; tiene las salientes prismticas de los costados recortadas en ngulo en una de sus esquinas, como si se hubiera deseado trasladar la reproduccin del signo escalonado, que en los aparatos de madera tipo Chordeleg est en el centro, a las aristas de los torreones laterales (fig. 3). Este aspecto, que rompe la configuracin cuadrada de las plataformas, da lugar tambin a que el piso de las dos primeras adquiera de una manera ms pronunciada, la forma de una especie de mazo o martillo, particularidad que, como veremos ms adelante, es la caracterstica ms notable de algunas casillas de tableros del mismo tipo encontrados en Ica.
Mayores diferencias se advierten en otros subtipos, originarios tambin del Callejn de Huaylas, de los cuales el mejor representante lo tenemos en el tablero que describi E. Nordenskild en su obra Origen de
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las civilizaciones indgenas de Amrica del Sur (1931). Aqu los casilleros cuadrados estn alineados a lo largo de los lados laterales de la tabla, mientras que los rectangulares se encuentran en su interior. Las dos torres, que son cuadradas y de una sola plataforma, estn colocadas una a continuacin de otra, en la parte superior, justamente encima de los dos casilleros rectangulares del centro; debajo de stos se sita tambin otro compartimiento rectangular mucho ms pequeo (fig. 4).
Otro subtipo, que hemos estudiado en el Museo de Arqueologa de Lima, tiene casi todos los casilleros en forma de tringulo (en total 18) dispuestos alrededor del tablero, a excepcin de un lado en que est ubicada una torre rectangular de un solo piso y con tres compartimientos tambin triangulares. En la parte central hay cuatro casillas de forma cuadrada, dispuestas de dos en dos. Aunque el monumento que ocupa nuestra atencin estuvo, evidentemente, distribuido por todo el territorio del Tahuantinsuyo, las noticias arqueolgicas que por el momento poseemos se refieren solamente a ejemplares provenientes de la provincia de Cuenca en el Ecuador y de algunos lugares nrticos del Per, en especial el departamento de ncash. Por esta razn hemos decidido incluir en la presente monografa la descripcin de dos especmenes inditos originarios de la regin de Ica, los cuales presentan, adems, modalidades desconocidas y tienen la
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originalidad de haber sido trabajados en materiales que, como la arcilla y el hueso, an no han sido sealados por la informacin arqueolgica y, por lo que atae el empleo del hueso, ni siquiera por las noticias de los cronistas. Ellos se encuentran en el Museo Regional de Ica y han sido descubiertos en el yacimiento arqueolgico de Crhua de la Baha de la Independencia en la provincia de Pisco. El primero es de arcilla, de color marrn oscuro, y est asentado sobre una base igualmente de terracota, pero ms tosca, y de color ms claro. Ha sido obtenido mediante el empleo del molde, lo que le confiri exacta proporcionalidad y una orgnica distribucin de los casilleros. Es de planta rectangular, de 47 x 32 cm, y tiene una altura de 5 cm, sin incluir la base. Los compartimientos de forma cuadrada son veintids y los rectangulares tres; los cuadrados tienen una superficie que oscila entre los 4 y 5 cm por cada lado; y los rectangulares 16 x 18 cm la del casillero central y 21,5 x 5,5 cm la de los dos laterales; su profundidad es de 1,5 cm. Tambin aqu la disposicin de los casilleros evidencia el propsito de presentar dos conjuntos, cada uno de diez compartimientos cuadrados y uno rectangular, situados en las partes laterales del tablero y separados por tres casilleros independientes, de los cuales dos son cuadrados y uno rectangular, ubicados en el centro. No hay ningn indicio de existencia de torres en las esquinas (fig. 5).
El segundo ejemplar iqueo es de hueso de cachalote, material empleado frecuentemente en la regin para usos diversos, como la construccin de techos de tumbas, segn indica J. C. Tello cuando trata de los hallazgos realizados en Paracas (1959; 1929). Su plano (32 x 23 cm) es
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algo ms reducido que el del ejemplar de arcilla y, en consecuencia, los casilleros son tambin ms pequeos (3 x 3 cm los cuadrados y 5 x 3 los rectangulares); en su disposicin se ha seguido el mismo principio dual, o sea dos conjuntos de casilleros ubicados a ambos lados del tablero. Cada conjunto presenta doce casillas, de las cuales once son cuadradas y una en forma de mazo o martillo, tal como ocurre con la configuracin de las bases de las plataformas de los torreones con esquinas recortadas en signo escalonado que hemos encontrado con otro artefacto de piedra del Callejn de Huaylas. Dichos casilleros en martillo son mucho ms grandes que los tres rectangulares que se encuentran en el centro, sepa1 rando los dos conjuntos laterales (fig. 6).
Al lado de estos tableros, cuya principal caracterstica es la forma cncava de sus compartimientos, existen otros en que los casilleros estn simplemente sealados con rayas incisas o dibujadas, o tambin mediante cuadritos de colores alternados, muy parecidos a los que son propios de las tablas que se emplean actualmente para jugar al ajedrez o a las damas. La representacin del ajedrezado fue muy difundida en el antiguo Per y llam la atencin de los espaoles desde el instante mismo de su llegada al pas, siendo precisamente los testigos de la captura de Atahualpa los que describen los trajes de los acompaantes del Inca
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El Museo de Ica posee, adems, otro tablero de hueso proveniente tambin de Crhua, el cual, aunque incompleto y en mal estado de conservacin, debe ser mencionado porque su plano o distribucin de casilleros no corresponde al de este ejemplar sino al del tablero de arcilla encontrado en el mismo lugar y que hemos descrito anteriormente (fig. 7).
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como libreas con colores dispuestos a manera de escaques de tablero de ajedrez. Trajes semejantes los podemos admirar en las vitrinas de los museos o reproducidos en la figuracin de la cermica peruana de todas las pocas y estilos.
Como ejemplo de tablero con casilleros sealados mediante rayas, podemos mencionar el que encontr Max Uhle en una sepultura de Huancarcuchu en el alto Ecuador (UHLE 1922: 230). Tiene la forma de una pequea loseta de 2,5 cm de espesor y 8,5 x 9 cm de superficie y representa, grabados en una de sus caras, diez casilleros distribuidos en tringulo escalonado; en una de las esquinas del lado superior hay, cavado en la piedra, un platillo de 5 cm de profundidad, separado del damero escalonado por un espacio con ornamentos constituidos por dos fajas con puntos y una tercera con motivos de ramas de rbol (fig. 8).
Fig. 8. Tablero de piedra, de Huancarcucho (alto Ecuador), descrito por Max Uhle.
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De delineamientos tambin incisos es otro ejemplar presentado por Olaf Holm en la Mesa Redonda de Arqueologa de Guayaquil de 1957 y descrito en el ensayo titulado Taptana o el ajedrez de Atahualpa (1958). Se trata igualmente de una loseta de piedra arenisca, pero de dimensiones mucho mayores que la de Uhle: 38 x 25 cm de superficie por 7,5 cm de espesor. Su procedencia probable es el austro ecuatoriano. En la parte superior hay un platillo de 12 cm de dimetro y 1 cm de profundidad, cavado en la piedra. Inmediatamente debajo vienen dos campos formados por lneas incisas y diagonalmente opuestas; cada campo est constituido de nueve casilleros (3 x 3) y mide aproximadamente 9 cm en cuadro (fig. 9).
Como dijimos, tambin en la alfarera el escaque sirvi de motivo para la decoracin de las mismas vasijas o de los trajes de los personajes en ellas figurados; en este caso, cuando se trata de guerreros, signific asimismo las chapas o cintas metlicas que, como blindaje protector, recubren las cusmas y los escudos. Sin embargo, a veces, el dibujo en cuadros o en rectngulos, no est en funcin de simple decoracin o para sealar aspectos particulares del atuendo, sino como modalidad precisa de un verdadero artefacto en forma de tablero con escaques. De esta clase de representaciones nos limitaremos a sealar dos, que pertenecen a la cermica mochica. La primera de ellas es la escenografa de un huaco que Rafael Larco escogi para demostrar su tesis de la escritura
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sobre pallares (1939: ii, lam. XXIII). En la escena aparecen individuos rodeados de pallares y en actitud de disponer sobre la arena algunas varillas que forman una especie de enrejado o damero cuya particularidad consista, quiz, en su fcil confeccin y en la rapidez con que se le poda desarmar (fig. 10). La segunda representacin de tablero con escaques la encontramos en una vasija del Museo de Arqueologa de Lima que ha sido descrita por L. y Th. Engl (1967: 200, lam.15). La escena de este cntaro consiste en un desfile de personas que transportan con solemnidad un tablero de grandes proporciones, en cuya superficie estn delineados veinte casilleros (5 x 4), de los cuales la mayora tienen dos puntos en su extremidad superior. El individuo que carga el tablero est precedido por dos guerreros ricamente ataviados y seguido por msicos y por cargadores de trofeos que llevan estacas en cuyas cimas estn clavadas cabezas humanas (fig. 11).
Fig. 10. Vasija mochica con la representacin de un tablero cuyos escaques estn formados por varillas. Descrita por R. Larco Hoyle.
Fig. 11. Representacin de un cntaro mochica donde uno de los personajes carga un tablero con escaques. Museo Nacional de Arqueologa [y Antropologa] de Lima.
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El dibujo de este tablero es muy semejante, diramos casi idntico, al de una vieta de la difundida crnica de Guaman Poma de Ayala, aquella que ilustra la manera de contar de los antiguos quipucamayos (1936 [1613]: 360). A este tablero de Guaman Poma, que es la nica expresin grfica segura que hasta el momento se tiene de la yupana, se dedicar preferente atencin ms adelante, cuando se explique con detalle el sistema contable de los incas. Yupanas y taptanas En relacin con su uso, las tablas de escaques fueron interpretadas de tres maneras: como maquetas arquitectnicas, como yupanas o bacos y como taptanas o tablas empleadas en los juegos de azar, especialmente aquellos que se practicaban en cumplimiento de ciertos preceptos o ritos funerarios. La hiptesis de que fueron maquetas de edificios se plante al conocerse el tablero de Chordeleg, porque a primera vista se tiene la impresin de que es la representacin de una fortaleza, cuyas torres dominan un recinto plano con habitaciones cuadradas: y oblongas, dispuestas una a continuacin de otra. El primero que lanz esta idea fue Adolfo Bastian (1877), a quien sigui inmediatamente Federico Gonzles Surez (1878) al sostener que se tratara de la reproduccin de todo un conjunto urbanstico, quiz el mismo pueblo de Chordeleg. Esta suposicin dio lugar a que cuando se habla de este tablero se acostumbre denominarlo tambin plano de Chordeleg. Con el tiempo, la hiptesis arquitectnica fue prcticamente abandonada y se impuso ms bien la creencia de que los tableros sirvieron para la realizacin de operaciones de clculo y fueron, por consiguiente, verdaderos contadores o bacos. La tesis del baco tuvo su mejor representante en Ch. Wiener, que la plante y desarroll en el relato de su viaje por el departamento de ncash (1878-79) y, despus, en su obra Per y Bolivia (1880). Fue en el pueblo de Huandobal, cerca de Cabana y en la hacienda Urcn, a siete leguas de Corongo, donde este viajero francs tuvo la oportunidad de examinar dos tableros de granito parecidos al de madera de Chordeleg, que haban sido encontrados en las ruinas de la poblacin prehispnica de Chucana y en la antigua apacheta del cerro Huauyan. Un relato tradicional, difundido en la localidad y recogido probablemente de labios del cura de Huandobal, sugiri a Wiener la idea de que estos aparatos deban haber servido para calcular los tributos que pagaban los ayllus de la zona. Segn la leyenda, dice, en ellos fueron registradas, en otros tiempos, por medio de granos de diferentes colores,
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las contribuciones de todos los habitantes de Huamachuco, representando cada color una tribu especial. En cuanto a la manera de realizar el clculo, piensa que los diferentes pisos de estas especies de depsitos tenan la particularidad de elevar al dcuplo el valor del grano que all se hallaba; de manera que un grano en una divisin indicaba un valor de contribucin que poda ser el dcuplo o el cntuplo de aquel de otra divisin. Concluye expresando que en el Per de ayer exista un cierto orden de cosas que se reflejaba en un libro mayor con la relacin exacta del Debe y Haber; concepto ste que explicara el dualismo de los casilleros y torres porque seala que, en un mismo tablero, uno de los conjuntos de casilleros con su respectiva torre serva para consignar la cantidad de tributo que se deba pagar, mientras que el otro conjunto, situado al lado opuesto, registraba la cantidad del tributo a medida que se recaudaba. Esta interpretacin de la tcnica empleada para calcular, que Wiener plante acertadamente en sus notas de viaje, sufri una inexplicable modificacin, algunos aos ms tarde, en su libro Per y Bolivia (1880: 776-78), donde, sin previa aclaracin, sostiene que las fichas, que estaban representadas por habas o guijas de diferentes colores, cuando eran colocadas en los campos pequeos indicaban las unidades, pero que doblaban de valor en los campos ms grandes, la triplicaban en el primer piso de las torres y tenan doce veces su valor sobre cada uno de los pisos superiores. La progresin de 1, 2, 3, 6, 12 dada esta vez por Wiener no tiene fundamento alguno y es del todo contraria a la prctica del sistema numeral incaico, que estaba basado, como es sabido, en el principio decimal. Simpatizantes de las opiniones emitidas por Wiener fueron sus compatriotas Verneau y Rivet en la publicacin Etnologa antigua del Ecuador (1912-22), donde proporcionaron una descripcin crtica de los tableros hasta entonces conocidos, tanto ecuatorianos como peruanos. Posteriormente, la teora de Wiener alcanz su mayor difusin con la obra Apuntes de arqueologa Caar del padre Jess Arriaga (1922), quien trat de perfeccionarla mediante una explicacin poco convincente del valor representado por los compartimientos segn sus dimensiones. Despus de Arriaga, la tesis del baco fue perdiendo partidarios y se impuso la interpretacin del tablero de juego. El primero que se inclin por esta explicacin fue Max Uhle al estudiar el damero que adorna la loseta de Huancaruchu que hemos descrito prrafos ms arriba. Segn Uhle (1922), la oposicin simtrica de dos conjuntos iguales de casillas en el mismo tablero indicara que estaba destinado a la prctica de juegos de azar entre dos partes contrarias.
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El tablero de juego, que los cronistas describen como pequeos hoyos cavados en alguna piedra llana o en tabla (COBO 1890-93 [1633]: lib. XIV, cap. XVII), fue conocido con el nombre de taptana, que en la traduccin de los primeros diccionarios significa alquerque o trebejo. Este trmino quechua, que ha subsistido hasta la actualidad, ha conservado tambin el mismo significado de juego de tablero con escaques, parecido al ajedrez y damas, segn define el padre Lira en su famoso diccionario de la lengua quechua (1944). Si bien es cierto que el tablero de la taptana era con escaques, la conduccin del juego se efectuaba tirando a los dados y no con maniobras libres como en nuestros juegos de ajedrez y damas. Esta forma de jugar era igual a la que practicaban los egipcios de la poca faranica y tambin los antiguos asirios, cuyos tableros de juego presentan gran parecido con los que creemos sean las taptanas de los incas (CONTENAU 1947: 2233, fig. 1261). Lo mismo se puede decir de algunos artefactos de las culturas primitivas de nuestros das, como, por ejemplo, los tableros de juego de los Yao de Mozambique (BALSAN 1961), en los que se advierte inclusive, una doble partida de hoyos y dos casilleros ms grandes destinados al depsito de los peones o fichas que se emplean durante el juego o que son ganados al adversario (figs. 12 y 13).
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La taptana se jugaba con la pisca, que era un dado en forma piramidal fabricado de madera, arcilla o hueso, y en cuyos cinco lados estaban indicados, no se sabe de qu manera, los respectivos valores. Segn Mura, estos valores eran 1, 2, 3, 4 para las cuatro caras triangulares, 20 para la base cuadrada y 5 para la cspide de la pirmide, que estaba algo chata y recortada en forma de cruz (1946 [1590]: lib. III, cap. XXV). En cuanto a las fichas o marcas, se apuntaba lo de cada lado de la pisca con guijas que eran movidas dentro de los escaques del tablero. Sin embargo, era muy frecuente tambin el uso de frijoles, generalmente redondos, de varios gneros y nombres y, ms que todo, de diferentes colores. De ellos, los preferidos eran los llamados huairuros, lindsima semilla del huairo (Erythrina corallodendron), rbol que crece en las regiones clidas de las vertientes orientales de los Andes. Parece que cuando el juego se realizaba con fichas de huairuros, la pisca que se empleaba era de mayor tamao y el propsito del juego no era simplemente la distraccin o la ganancia, sino el cumplimiento de ciertos ritos o ceremonias funerarias. Al respecto, Gonzlez Holgun apunta en su diccionario que la palabra huairo signific el juego con este tipo de frijoles sobre todo en velorio de cadveres (1952 [1608]); finalidad admitida por muchos cronistas que, al comentar los actos ceremoniales anteriores al entierro, se2 alan como de gran importancia el juego de la pisca.
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El autor moderno que mejor ha estudiado esta modalidad de las ceremonias funerarias de los indios de nuestros das, comparndola con su prctica en los tiempos pasados, es Rafael Karsten. Cf. su obra A Totalitarian State of the Past (Helsingfors, 1949); y sus artculos Ceremonial Games of the South American Indians, 1930 y Uberlebsel der Inkareligion im heutigen Peru und Bolivien, 1938, en Archiv f. Volkerlunde.
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Interesante es observar que si se pone en relacin el contenido mgico-religioso del juego de los huairuros con los motivos de decoracin del tablero de Chordeleg, es preciso admitir que probablemente estuvo acertado Max Uhle al afirmar que las figuras de cabezas humanas que estn distribuidas alrededor del tablero, representan las de los prisioneros de guerra que fueron decapitados por no haber tenido la suerte de ganar en el juego ceremonial del huairo que antecedi los sacrificios. Como dato significativo se puede agregar que el nmero de cabezas dibujadas es catorce, el cual coincide con el de la suma de los dos conjuntos de casilleros cuadrados (7 + 7) colocados a ambos lados del tablero. Esta opinin de Uhle queda, adems, confirmada por la escenografa del cntaro mochica del Museo de Arqueologa de Lima anteriormente descrito, en la que un tablero con escaques, llevado solemnemente en procesin, est escoltado por portadores de astas en cuyas cimas aparecen cabezas trofeo. Para dar trmino a estas reflexiones sobre la taptana debemos considerar, por ltimo, la posibilidad de que de ella haya derivado la yupana, suposicin que coincide, en parte, con la tesis de Nordenskild (1931) que seala como un paralelismo cultural entre el Viejo y el Nuevo Mundo la prctica de los juegos de fortuna con tablas para contar. Creemos que, despus de haberse inventado y usado por cierto tiempo la tabla de juego, surgi la idea de que ella poda ser empleada tambin con fines contables. Esta creencia se basa principalmente en la similitud que, en cuanto a la forma, disposicin y nmero de casilleros, existe entre el tablero de juego reproducido en el cntaro mochica y el autntico baco incaico dibujado y descrito por Guaman Poma: similitud que ha sugerido a algunos autores, entre ellos L. y Th. Engl, la suposicin de que la escena del mencionado cntaro representa un cortejo que vuelve triunfante del combate, llevando la tabla de contar que sirvi para calcular y liquidar el 3 botn de guerra o los tributos recaudados. Otra razn favorable a nuestra manera de pensar es la natural derivacin que de la taptana a la yupana debi producirse cuando fue necesario facilitar el recuento de las cosas con la adopcin de un sistema de cmputo ms rpido y eficiente. Efectivamente, en un principio, la manera de contar debi ser muy sencilla, tal como la describe scar Nez del Prado al referirse al actual recuento de las papas durante la cosecha en la regin de Paucartambo (1950: 50). La cuenta, dice este autor, se hace separando una papa por cada diez unidades que se echan al costal; enseguida, se procede a la simplificacin, sustituyendo por cada diez decenas otras tantas papas que indican las centenas y sealando, luego, cada diez
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grupos de cien con papas representativas de los millares. Este mtodo primitivo de contar, que, no obstante la sencillez, presenta serios inconvenientes, no tard en ser mejorado mediante el empleo de la taptana que, al presentar casilleros dispuestos en hileras y por alturas, evita la confusin que puede producirse en la determinacin de las diferentes agrupaciones de indicadores del valor y permite realizar las operaciones de clculo con rapidez y sin peligro de equivocacin. Es evidente que de todos los tipos de taptanas, el que mejor se presta para la finalidad contable es el ms simple, o sea aquel formado por casillas del mismo tamao, distribuidas uniformemente en sentido vertical y horizontal; en otros trminos, un tablero que puede ser confeccionado fcilmente con rayas trazadas sobre una plancha de madera o representadas mediante esas famosas varillas dispuestas en enrejado que, de acuerdo con la interpretacin de R. Larco Hoyle (1939: cap. V), sirvieron para descifrar los mensajes escritos sobre pallares o, segn opinin de otros autores, representan taptanas donde los frijoles eran empleados como fichas para sealar los tantos del juego (VIVANTE 1942; HISSINK 1951). La yupana incaica segn Guaman Poma De acuerdo con lo que hemos expuesto, el nico baco peruano autntico que por ahora se conoce es el que ha dibujado Guaman Poma en su Cornica escrita a principios del siglo XVII. Siguiendo la costumbre de los amautas historiadores que ampliaban mediante dibujos los datos anudados en los quipus, tambin este cronista indgena completa su relato con ilustraciones toscas e imperfectas pero de contenido revelador. La vieta de la pgina 360, que ha sido objeto de una infinidad de reproducciones, presenta a un quipucamayoc a cuyos pies est un baco de veinte casilleros (5 x 4) que tienen puntos negros y blancos en su interior (fig. 14). Al explicar su dibujo, el cronista manifiesta que el quipucamayoc, 4 despus de calcular en la tabla mediante granos de quinua, consignaba el resultado en un quipu cuyas cuerdas eran de lana de ciervo taruga.
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Guaman Poma es el nico cronista que seala la quinua como marcador de la yupana. No deja, por cierto, de parecer extrao que granos tan menudos hayan podido servir para tal propsito; sin embargo, es preciso recordar que la dimensin de los marcadores debi estar de acuerdo con el tamao de los casilleros de la yupana, que, en ciertas ocasiones, tambin fueron pequeos. Sabemos que hubo tableros de tamao reducido, como el de Chan-Chan que hemos descrito en pginas anteriores, el cual, aunque trabajado en madera y con igual estructura que el famoso tablero de Chordeleg, tiene una superficie que corresponde exactamente slo a la mitad de la de este ltimo. (16,5 x 13,5 cm, en vez de 33 x 27 cm). Si bien dichos tableros pueden ser incluidos entre las llamadas miniaturas que, con cierta frecuencia integran el ajuar funerario, no deben considerarse instrumentos mgicos ni tampoco mobiliario de sustitucin, sino simplemente utensilios cuyo tamao lo determin
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En este tablero de Guaman Poma llama la atencin, adems de la coloracin diferente de las fichas (puntos negros y blancos), la variacin del nmero de las mismas segn las columnas de escaques: una ficha en la primera columna de la derecha; dos, tres y cinco en las sucesivas.
Entre las interpretaciones de esta curiosa puntuacin, est la de Henry Wassn (1941: 13) que parte de la suposicin de que los puntos blancos representan los hoyos del tablero que, al no ser utilizados durante el cmputo, quedaron vacos; mientras que los puntos negros significan los huecos cubiertos con las fichas empleadas para calcular. Esta suposicin no encontr muchos seguidores y, por lo general, se ha preferido atribuir la diferencia de color de los puntos a las mismas fichas.
el propio uso, esto es exigencias exclusivamente prcticas, como la de poder ser manipulados con facilidad. Es muy natural, entonces, que en ellos se empleasen como marcadores, en vez de maces o frijoles, los granos de la quinua, escogindose, quiz, los llamados perlados, propios de la quinua blanca real, un tanto ms grandes que los de las variedades corrientes.
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Hctor Caldern (1966: 8, 26), por ejemplo, que adapt el baco peruano al clculo maya, sostuvo que las fichas negras se utilizaban para representar el nmero cinco y equivalan a las barras de la numeracin maya; pens, adems, que, debido a la necesidad de sealar las operaciones mediante signos diferentes, los numerales de un color eran utilizados para expresar los valores positivos y los de otro color para indicar los negativos; creencia que comparte E. Mendizbal al sostener que la notacin negra era para sumar y la blanca para restar (1971: 5). Respalda esta opinin la antigua costumbre romana de significar lo bueno con piedras blancas y lo malo con negras, costumbre que, al calcular con el baco, se manifest emplendose fichas blancas para el haber y negras para el debe. De ms difcil explicacin es el procedimiento adoptado para la determinacin del valor que representan los puntos o fichas segn su ubicacin en los casilleros. La progresin horizontal de 1, 2, 3 y 5 es desconcertante y, por el momento, incomprensible; a menos que se acepte una explicacin de tipo mgico, como la que propone Emilio Mendizbal, consistente en la posibilidad de que entre los incas haya existido, adems de la conocida organizacin decimal, tambin otra estructura sustentada en la divisin en 1, 2, 3 y 5. Mendizbal (1976: 114) hace resaltar el significado mgico del nmero cinco en el rea cultural norte del Per y del nmero ocho en el rea sur, mencionando, adems, la coincidencia, simplemente curiosa creemos nosotros, entre la progresin del baco de Guaman Poma y la escala aditiva del famoso matemtico de Pisa, Leonardo Bonacci o Fibonacci (filius Bonacci) que, en el siglo XIII, introdujo en Europa la numeracin arbiga. Operaciones aritmticas con la yupana Como ya dijimos, el primer investigador que trat de dar una interpretacin al tablero incaico de calcular fue H. Wassn, autor de un estudio publicado en 1931, cuando an Paul Rivet no haba reproducido en facsimilar el manuscrito de Guaman Poma (WASSN 1931; 1941). En este estudio, Wassn sostuvo que en el baco peruano el valor numeral se expresaba verticalmente, o sea, mediante la posicin por altura de los casilleros y segn una progresin decimal que iba de 1 a 10.000. En cambio, el clculo se haca horizontalmente, emplendose una progresin de 5, 15, 30 y 30, lo cual significa que el valor que se da en los casilleros de la primera columna de la izquierda (5 huecos x 1 = 5) se triplica en los de la columna siguiente (3 huecos x 5 = 15); se duplica en los de la columna que est a continuacin (2 huecos x 15 = 30) y se unifica en los de la ltima columna (1 hueco x 30 = 30) .
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En este esquema de baco que Wassn confeccion para explicar su teora, todos los crculos son blancos porque representan los hoyos que, dentro de los casilleros, estn sin fichas, esto es vacos. Sabemos, sin embargo, que en el esquema de Guaman Poma varios de dichos crculos son negros y significaran, segn la interpretacin de Wassn, las fichas que el quipucamayoc coloc en los hoyos al realizar la operacin aritmtica, probablemente una adicin de cuatro cantidades. Si a esta puntuacin negra aplicamos el sistema de clculo propuesto por Wassn, el total obtenido es 408.257, que resulta del siguiente procedimiento operativo:
Esta forma de contar es, como fcilmente se advierte, bastante forzada y poco prctica. C. L. Day (1967), que trat el asunto en su obra sobre los nudos en las culturas antiguas y primitivas, escribe que cuando solicit la opinin de dos matemticos conocedores del ensayo de Wassn, los doctores Gordon Walker, director de la Sociedad Matemtica Ameri-
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cana y Robert Jackson, profesor en la Universidad de Toledo, ambos manifestaron que el empleo del baco de acuerdo con este sistema es casi imposible. El primero sostuvo que el procedimiento no puede aceptarse a menos que haya evidencias que justifiquen el rol esencial del 5, del 15 y del 30 en la aritmtica incaica. El segundo consider completamente incompatible la notacin de posicin horizontal binaria, ternaria y quinaria con la otra en sentido vertical de tipo claramente decimal. Por nuestro lado tampoco hemos podido encontrar una explicacin lgica a esta curiosa progresin numeral en direccin horizontal. Slo se nos ha ocurrido suponer que el esquema de Guaman Poma es el de un tablero mgico donde se seala un procedimiento esotrico para obtener una determinada numeracin de significado igualmente mgico. Creemos, por consiguiente, que, en la prctica, las operaciones con la yupana debieron basarse en algn mtodo ms sencillo, consistente, quiz, en la adopcin de un procedimiento de clculo horizontal que se realizaba agrupando dentro de un solo casillero de la misma posicin, todas las fichas de igual valor situadas en las distintas columnas de escaques. A continuacin comentaremos y explicaremos con mayor detalle este procedimiento, aplicndolo a la realizacin de las cuatro operaciones aritmticas. La suma y la resta La operacin ms sencilla es la suma, que los incas ejecutaban disponiendo las fichas correspondientes a los varios sumandos en los respectivos casilleros de cada una de las columnas del baco. A fin de comprender el procedimiento que se debi seguir para sumar con la yupana, escogeremos las mismas cifras del baco de Guaman Poma, representadas por los puntos negros de los casilleros. Estas cifras, ledas verticalmente, corresponden a cuatro cantidades (21.512, 11.013, 20.110 y 1.001) que, sumadas horizontalmente, de acuerdo con el sencillo mtodo de agrupacin de fichas en un solo casillero, arrojan un total de 53.636. El planteamiento de la operacin y la manera de realizarla es como sigue: 1.- Comenzando por la primera columna de escaques de la izquierda (A), se colocan dos fichas en la casilla de primera posicin (unidades), una ficha en la de segunda posicin (decenas), cinco fichas en la de tercera posicin (centenas), una ficha en la de cuarta posicin (millares) y dos fichas en la de quinta posicin (decenas de millares), con lo cual se consigna la cantidad de 21,512. Igual procedimiento se sigue para representar las otras tres cantidades o nmeros (11.013, 20.110 y 1.001) en las restantes tres columnas (B, C y D).
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2-Enseguida se renen en la columna D todas las fichas de los otros casilleros, de acuerdo con la respectiva altura o posicin. El resultado ser el siguiente: seis fichas en el casillero de primera posicin, tres en el de la segunda, seis en el de la tercera, tres en el de la cuarta y cinco en el de la quinta; numeracin que, leda verticalmente de arriba hacia abajo, resulta 53.636 y representa el total de la suma.
No est dems advertir que, debido al sistema de posicin como determinador del valor de los nmeros, los casilleros del baco que no contienen fichas indican precisamente el vaco, o sea, el cero, tres cifras de nuestra suma presentan esta particularidad y son: 11.013, 20.110 y 1.001. Preciso es tambin recordar que los incas conocieron el proceso de simplificacin, aunque en el caso de la operacin planteada en el baco de Guaman Poma no haya sido necesario practicarlo. Pero si supusira-
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mos que los cuatro sumandos hubiesen sido, por ejemplo, 10.568, 8.389, 4.265 y 4.434, comprobaramos que el quipucamayoc, despus de haber distribuido debidamente las fichas en las respectivas casillas y haberlas juntado en las casillas de la columna D, se habra visto obligado a simplificarlas comenzando por el casillero de primera posicin, en el cual, de las fichas reunidas (26) dejara slo aqullas de las unidades (6) y trasladara las restantes (20) al casillero superior de segunda posicin, pero convertidas en decenas, o sea, dos fichas. Igual procedimiento de reduccin de fichas y su traslado hacia arriba, que muy bien podra ser definido con el trmino de llevar, tan usado en nuestra prctica aritmtica, seguira el quipucamayoc empleando hasta llegar al ltimo casillero, que corresponde a la quinta posicin, y con ello obtendra el total de 27.656.
Es de suponer tambin que entre los incas existieron bacos ms grandes de aquel que Guaman Poma represent en su esquema, los cuales, por disponer de una mayor cantidad de columnas de escaques, hicieron posible el clculo con un nmero tambin mayor de cifras; y que, por incluir en cada columna ms casilleros dispuestos en posiciones superiores (6. y 7.) permitieron igualmente calcular con cifras ms elevadas, como los centenares de millar y los millones. En efecto, con un baco cuyo esquema presentamos a continuacin, es posible, por ejemplo, sumar hasta seis cifras, calculando inclusive los millones.
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Por lo que toca a la resta, podramos imaginarnos que fuera preciso restar 1.665 de 16.222 unidades. Para la realizacin de una operacin semejante se debera emplear la yupana de la siguiente manera: 1.- Se principiara por plantear la operacin mediante la colocacin en la columna A de las fichas que forman el minuendo (16.222) y en la columna B de aquellas que indican el substraendo (1.665).
2.- A continuacin se retirara del casillero de primera posicin de la columna A (minuendo), un nmero de fichas igual al de la columna B (substraendo); pero como esto resulta imposible, pues no se pueden retirar cinco fichas donde slo hay dos, se tendra que tomar prestada una ficha del casillero de segunda posicin de la columna A, que,
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al descender al de primera posicin, quedara convertido en diez fichas propias de este casillero, las cuales, agregadas a las dos originales, sumaran doce: de ellas se retiraran las cinco del substraendo, permaneciendo siete fichas en el casillero. Enseguida, se aplicara el mismo procedimiento para la resta de los casilleros de segunda y tercera posicin: de cada uno de ellos se hara descender una ficha que, convertida en diez y agregada a las originales hara posible retirar el nmero indicado en el substraendo; en otras palabras, de las once fichas de cada uno de estos casilleros se retiraran seis, quedando solamente cinco. En la cuarta posicin, en que no se precisa pedir prestada ninguna ficha, se retirara simplemente una del conjunto original de cinco, quedando en el casillero cuatro fichas. Por ltimo, en la quinta posicin, la ficha del minuendo permanecera en su mismo casillero porque el casillero de la columna del substraendo, por estar vaca, indica cero fichas.
Para hacer ms comprensible la operacin, hemos, en este esquema, rodeado con un crculo los puntos negros que indican las fichas que han descendido al casillero inmediatamente inferior, y tarjado aquellos que, por corresponder a la cantidad del substraendo, sealan las fichas que han sido retiradas del casillero. Como ya se habr comprendido, los casilleros de la columna A, que al inicio de la operacin indican el minuendo, se convierten al final de ella, en casilleros que marcan el resultado de la resta (14.557), la cual resulta ser, precisamente, de carcter residual.
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La multiplicacin y la divisin Para las otras operaciones aritmticas, multiplicacin y divisin, que, en ltima instancia, se basan en la suma y la resta, es difcil reconstruir acertadamente el procedimiento que los incas idearon para evitarse la tarea de sumar y restar sucesivamente. Inspirados en el procedimiento empleado por H. Caldern (1966) para el clculo vigesimal de los mayas y con las debidas modificaciones y adaptaciones al sistema decimal de los incas, podramos suponer que para multiplicar (y tambin para dividir, puesto que la divisin no es sino una multiplicacin a la inversa), la yupana era utilizada de la siguiente manera, en el caso, por ejemplo, de que se quisiera multiplicar 254 x 137:
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Antes de pasar a explicar el procedimiento seguido para el desarrollo de la operacin de multiplicacin que hemos propuesto, diremos que en el presente esquema de baco (cuya rplica con numeracin arbiga reproducimos al mismo tiempo), una ficha blanca, o redondela, representa diez fichas negras, esto es puntos negros; y que en los casilleros de la columna E estn las fichas que se han agrupado al sumarlas diagonalmente con el fin de obtener el resultado de la multiplicacin, el cual, luego de las requeridas simplificaciones, es consignado en la columna F . El clculo se realizaba colocando primeramente a lo largo del margen izquierdo del tablero, los marcadores o fichas correspondientes al multiplicando y, a lo largo del margen superior, los del multiplicador, de tal manera que las primeras posiciones de mayor rango quedasen ms cerca de la esquina superior izquierda. Es evidente que cuando se empleaba el baco para multiplicar o dividir, la primera columna vertical izquierda y la primera fila horizontal superior de escaques, se destinaban exclusivamente para consignar el multiplicando y el multiplicador o el dividendo y el divisor. Luego se proceda a llenar los casilleros con el producto parcial de los guarismos correspondientes a su propia fila y columna. Esto se haca de un modo muy sencillo: juntando en la respectiva casilla tantos grupos de fichas del multiplicador (fila superior de escaques) como nmero de fichas del multiplicando (columna izquierda de escaques). Por ejemplo, en las columnas B, C y D, las 2, 6 y 14 fichas de los casilleros de tercera posicin (centenas), las 5, 15 y 35 de segunda posicin (decenas) y las 4, 12 y 28 de primera posicin (unidades) indican que en ellos se han colocado uno, tres y siete grupos de dos, cinco y cuatro fichas. Una vez establecido en las casillas el producto parcial de cada trmino del multiplicando y del multiplicador, se juntaban en los compartimientos de la columna E todas las fichas que resultaren de la reunin realizada a travs de los casilleros en forma diagonal y ascendente. Por ltimo, dichas fichas, ya distribuidas por altura en los casilleros de la columna E, eran simplificadas y reducidas en los de la columna F como resultado definitivo de la operacin que, para el ejemplo de multiplicacin que hemos puesto, es 34.798. El principal inconveniente que debi presentarse fue el excesivo amontonamiento de fichas en algunos casilleros. Sin embargo, estamos seguros de que este obstculo fue superado fcilmente mediante el empleo de fichas de color distinto a las corrientes, para sealar conjuntos de estas ltimas; no sera de extraar, por ejemplo, que se indicase con valor de diez frijoles o maces negros a uno blanco o viceversa, tal como
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lo hicieron los mayas al conceder valor de cinco marcas (frijoles o maces) a una barra o palito de madera. El empleo de la yupana, moviendo las fichas dentro de los casilleros, era una manera de contar sumamente prctica e, indudablemente, mucho ms fcil que nuestro sistema de hacer las operaciones aritmticas con pluma y papel, puesto que tena la ventaja de no requerir de tablas de calcular memorizadas ni de tener que hacer mentalmente las sumas y restas de los productos parciales de las operaciones. Actualmente, su uso evitara a muchos de nuestros escolares no muy inclinados a las matemticas, la ingrata obligacin de aprender de memoria la tabla pitagrica y, ms que todo, el engorro de tener que contar con los dedos. Yupana y quipu El quipu es, a todas luces, una derivacin de la yupana, lo mismo que sta a su vez lo fue de la taptana o tablero de juego. El parecido, inclusive externo, del baco y el quipu es tan notable que se puede establecer con facilidad el paralelismo entre ambos instrumentos comparando simplemente las columnas de escaques de la yupana con las cuerdas del quipu, donde los nudos estn dispuestos, al igual que las fichas en los casilleros del baco, de acuerdo con una colocacin por altura que les otorga su exacto valor. Realizados los clculos con la yupana, el resultado era trasladado, con igual procedimiento de notacin vertical, al quipu, cuya funcin era esencialmente registradora y ofreca, mejor que la yupana, la posibilidad de reunir y perpetuar una cantidad mayor de datos contables. La prueba ms convincente de que, en el aspecto numeral, el quipu es casi la fiel reproduccin de la yupana se tiene en el procedimiento empleado para indicar el cero recurriendo simplemente al vaco; en la yupana, con la ausencia de fichas en los casilleros y, en el quipu, con la inexistencia de nudos a lo largo de toda la cuerda o en algunas de sus alturas. Para el quipu, esto signific indudablemente el peligro de que se confundieran las posiciones y se atribuyeran valores equivocados a los nudos. Este inconveniente se hubiera podido evitar fcilmente con la adopcin de un signo especial que, como ocurre con nuestro 0, determinase con exactitud la existencia del espacio vaco. Sabemos, sin embargo, que los incas no se valieron de este recurso, sino que prefirieron copiar fielmente el sistema del vaco de la yupana. Otro aspecto de coincidencia entre el quipu y la yupana lo hallamos en la capacidad que ambos ofrecen para expresar ideas extranumerales, o sea las que no se representan mediante simples guarismos. Dicha
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capacidad de expresin es, por el momento, imposible de precisar, pudiendo estar reducida a una sencilla manifestacin de tcnica mnemnica o extenderse a un sistema de comunicacin comparable a una verdadera grafa ms o menos evolucionada. De todos modos, significativo es el hecho de que los indios, segn relatan los cronistas, para sus plegarias y confesiones utilizasen, adems de los quipus, tambin los guijarros dispuestos de diferentes maneras, como en esas ruedas de piedras sealadas por el padre Acosta (1940 [1590]: lib. VI, cap. VIII) que les servan, con slo mirarlas, para no incurrir en error durante el rezo y para confesar sus pecados sin ninguna omisin.
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El Quipu
Al lado de la inteligencia criolla de talento rpido, brillante, ocurrente, custico, existe en la mentalidad nacional una tradicin de opacidad, de erudicin, de tramitacin administrativa de las ideas, que viene de la antigedad del Estado en el Per, de la importancia de las prcticas burocrticas y de los formulismos curialescos, forenses y oficinescos. Este estilo de mentalidad que cabe llamar quipucamayoc, evocando a los expertos en los quipus, es ms importante en el panorama del espritu del pas de lo que han querido aceptar quienes se han dejado influenciar por algunas de las ms frgiles expresiones de la mentalidad opuesta que cabe llamar haravec. Jorge BASADRE
Al descubrir el Per, los conquistadores espaoles encontraron un Estado de tipo socialista cuya administracin estaba perfectamente organizada. Sin embargo, los funcionarios pblicos encargados de esta administracin no eran conocidos con una denominacin que significase escriba, como sucedi, por ejemplo, en muchos Estados de la Antigedad, sino con el trmino quipucamayoc, puesto que el instrumento que se empleaba para la labor burocrtica, en vez de ser una escritura, era un ramal de cuerdas anudadas que se llamaba precisamente quipu, o sea, nudo. El uso de las cuerdas con nudos no fue, por cierto, una exclusividad de los antiguos peruanos, habindose presentado en muchos otros pueblos desde los tiempos ms remotos hasta la actualidad. La tradicin china ha conservado el recuerdo de ellas en la poca anterior a la invencin de la escritura y su empleo ha subsistido hasta nuestros das en poblaciones rurales de organizacin socioeconmica poco desarrollada de la Repblica Popular China, o, algo ms al oriente, en las islas Ryukyu, al sur del archipilago japons. La prctica de estas cuerdas ha sido observada tambin en las islas Carolinas, en las Hawai, en algunos distritos montaosos de California, en varios lugares del frica Occidental e igualmente de Europa, donde ha ido pareja, casi con carcter competidor, con el empleo de los bastones con muescas. Los grandes analistas del origen y evolucin de la escritura, al estudiar tanto los bastones con muescas como las cuerdas con nudos en todo el mundo, han llegado a la conclusin de que nos encontramos frente a
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una de las primeras manifestaciones del uso de los signos como medio de expresin permanente o de registro; en otras palabras, frente a un instrumento mnemotcnico de tipo individual o, a los ms, siempre que exista cierto convencionalismo en la interpretacin de los signos, a un sistema embrionario de escritura. Esta opinin fue aplicada, como lgica deduccin, tambin al quipu incaico, el cual fue considerado por mucho tiempo como un simple recurso memorstico cuya capacidad de expresin fue casi exclusivamente numeral. De semejante manera de juzgar se hizo portavoz, en el siglo pasado, el viajero Jorge Squier al afirmar rotundamente que los quipus eran a lo sumo, auxiliares de la memoria, comparables al almanaque de muescas de Robinson Crusoe o a la cuenta en palotes de un mozo de cervecera analfabeto (1927 [1877]: 161). Sin embargo, todos aquellos que compartieron la opinin de Squier no repararon que incurran en una flagrante contradiccin al admitir para el Per precolombino, por un lado el adelanto cultural asombroso y la estructura estatal altamente funcional y, por el otro, el incipiente desarrollo de los medios que fijan el lenguaje para una comunicacin a travs del espacio y del tiempo. Por esta razn no es posible comparar el quipu incaico con ningn otro sistema de cuerdas anudadas hasta ahora conocido, como muy bien lo admite el historiador de la escritura Marcel Cohen, al sostener que el nico ejemplo de Estado que mantena una administracin sin poseer una escritura fue el de los Incas, quienes haban desarrollado enormemente el sistema de los cordones con nudos (1970 [1966]). El quipu de los cronistas Las cuerdas anudadas de los incas llamaron poderosamente la atencin de los espaoles desde el momento mismo de la conquista. De ellas habla Hernando Pizarro en su Carta a la Audiencia de Santo Domingo (1533), que contiene el relato del viaje de Cajamarca a Pachacamac, durante el cual observ su empleo para el recuento de lo que ingresaba y sala de los depsitos y la estadstica del ejrcito (1920 [1533]: 175, 178). Empero, la primera descripcin del quipu y el sealamiento de sus principales funciones fue proporcionada por Cieza de Len (1553; 1880: cap. XII). En esta labor informativa le siguieron los cronistas ms destacados, como Cabello Balboa, Molina el Cuzqueo, Mura, Acosta, Garcilaso, Guaman Poma, el jesuita annimo, Oliva, Montesinos, Cobo y Calancha. De esta manera se fue estableciendo la base del aspecto erudito en la investigacin de los quipus; o sea, el conjunto de conocimientos que se pueden adquirir mediante la consulta, metdica y hermenutica, de las crnicas, escritas tanto
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por los testigos presenciales de la cada del imperio incaico como por aquellos que vivieron en pocas inmediatas posteriores, cuando an persista entre los indgenas la memoria de sus antiguos fastos y costumbres. El quipu apcrifo Existe la posibilidad de que algunos cronistas tardos no fueron del todo sinceros cuando afirmaron que sus noticias las haban obtenido consultando, a travs de sabios quipucamayocs, antiguos quipus historiales. De ser cierta esta hiptesis, con tales cronistas se iniciara una tendencia que se caracteriza por el predominio de la fantasa y que dio lugar a la creacin de lo que podramos llamar quipus apcrifos como los que imagin la literata francesa del siglo XVIII, Francisca de Graffigny, la cual quiso dar a entender, en su novela Cartas de una peruana (1747), que las misivas que su protagonista, una hermosa princesa incaica, enviaba a su prometido, heredero del trono de los Incas, haban sido escritas nada menos que en quipus. Esta novela epistolar provoc una famosa polmica acerca de la posibilidad de escribir empleando las cuerdas anudadas en vez de las letras. Entusiasta defensor de esta tesis fue un acadmico italiano, Sangro de San Severo, autor en 1751, de una Apologa de los quipus. Esta tendencia fantaseadora se acentu en el siglo pasado y asumi manifestaciones an ms peligrosas, pues las nuevas publicaciones, abandonando el ropaje novelesco, se revistieron de una aparente seriedad, puesto que su contenido era, segn se pretenda, el resultado de la consulta de quipus interpretados con la ayuda de una clave, conocida, por supuesto, nicamente por los propios autores. Tal es el caso del Prospecto de Quipola o explicacin de los quipus, editado en Londres en 5 1827 por J. Phair, que sembr dudas y tambin vanas esperanzas, como las de Mariano de Rivero, quien tuvo la ilusin de que gracias a la Quipola se lograra descifrar todos los quipus del Per (1857: II, 76-84). Estos quipus, producto de la fantasa, se identifican con los quipus falsificados, de los cuales se tiene el prototipo en el ejemplar que se exhibi, junto con otros objetos arqueolgicos, en la Exposicin de Filadelfia de 1876, publicndose por primera vez en la revista La Nature del mismo ao (SAFFRAY 1876: 404-5).6 Es evidente que estos quipus apcrifos, al igual, por supuesto, que los ejemplares falsificados, no pueden constituir fuente de consulta y, menos an, ser presentados como testimonios de especulaciones cientficas.
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Este quipu fue tambin descrito en las obras de los siguientes autores: M. E. Rivero (1857), M. Uhle (1897), L. L. Locke (1923). Fue reproducido por Ch. Wiener (1874), M. Uhle (1897), L. L. Locke (1923), R. Porras (1947).
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El quipu etnolgico A fines del siglo pasado, el gran arquelogo Max Uhle recogi cerca del lago Titicaca, dos quipus empleados por los pastores para el recuento de ganado. Uno de ellos, procedente de Challa, lo remiti al profesor Bastian 7 de Berln, quien lo public en sus Noticias Etnogrficas (1895: II, 80). El segundo la estudi el mismo Uhle, describindolo en un folleto titulado 8 Un moderno quipu de Cutusuma, Bolivia (1897). Algunos aos despus, Enrique de Guimaraes (1907) present en la Revista Histrica de Lima, otro quipu de la misma especie, confeccionado por un pastor de Santiago de Chuco para llevar la cuenta de sus animales.
Desde aquella poca, pocos han sido los investigadores que se han ocupado del quipu etnolgico. Sin embargo, es preciso recordar a scar Nez del Prado (1950) y sus acuciosas descripciones de ejemplares de la regin de Paucartambo, descripciones enriquecidas con datos obtenidos de los pastores que los confeccionaron. Igual procedimiento sigui,
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por esa misma poca, Froiln Soto Flores (1950-51) para el anlisis de otros dos quipus modernos de Laramarca, en el departamento de Huancavelica. ltimamente, Carol J. Mackey (1970) contribuy al conocimiento del quipu moderno con veintids nuevos ejemplares por ella encontrados en los departamentos del Cuzco y La Libertad; estos ejemplares los coment, describiendo con detalle nueve de ellos, en la segunda parte de sus Tesis doctoral Recuentos de nudos en el antiguo y moderno Per. No obstante ser tan escasa la informacin sobre el quipu etnogrfico, ella es ms que suficiente para enterarnos no tanto de la existencia del quipu en la actualidad, pues su uso lo encontramos sealado a cada paso en las obras que tratan de la vida de las comunidades indgenas, sino ms bien para demostrarnos el carcter de primitivismo que manifiesta el quipu de nuestros das. sta es una opinin que juzgamos necesario dejar claramente establecida, porque muy a menudo se suele afirmar que es posible llegar a un cabal conocimiento del quipu antiguo a travs de mejores estudios del quipu etnolgico. Discrepamos completamente con este planteamiento porque creemos que los quipus actuales, si bien pueden considerarse como supervivencia de los antiguos, han degenerado en tal forma que ingresaron por completo, desde hace ms de un siglo, a la categora de esos artefactos formados con cuerdas anudadas que, al igual que los bastones con muescas, han sido y son todava empleados por los pueblos primitivos en muchos lugares del mundo. Sin embargo, si bien no creemos que la fuente etnogrfica pueda auxiliarnos por modo valedero en el proceso de desciframiento de los quipus antiguos, no podemos dejar de reconocer que el quipu incaico logr prolongarse, conservando muchas de sus altas calidades, a lo largo de todo el virreinato, debido a la persistencia de la institucin de los quipucamayocs, representados no tanto por esos indios ladinos que, adoptando tal denominacin, integraban los consejos comunales indgenas, sino por autnticos descendientes de los quipucamayocs incaicos, los cuales, en vez de la pluma y el papel, manejaban los cordeles, anudndolos con igual facilidad. Prueba de que tal cosa ocurri, inclusive ya entrado el siglo XVIII (1725), la tenemos en un documento de idolatras del Archivo Arzobispal de Lima, en el cual se lee textualmente: andaba este indio siempre cargado con un quipo de cordeles, por el cual conoca a todos los de su panaca y saba por el dicho quipo las personas que deban mitas, sus nombres, estados y los ganados y hacienda que tena 9 cada uno, aunque no se sabe con que ciencia lo saba. No obstante esta
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Churn: Cajatambo; 17 marzo 1725. Archivo Arzobispal de Lima. Legajo VI, N. 10.
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afirmacin final de contenido negativo y que tanto se semeja a la declaracin del padre Mura de que cmo fuese esto yo no lo entiendo ni lo s (1946 [1590]: lib. III, cap. XXV), abrigamos la esperanza de que sea precisamente la documentacin histrica de la poca virreinal, ms que el aporte etnogrfico, la que proporcione, algn da, datos valiosos para el conocimiento cabal del quipu incaico.
Fig. 16. Los regidores de la poca colonial deban llevar, al mismo tiempo, libro y quipo.
La ciencia a la conquista de los quipus Con las crnicas se tiene una fuente de noticias indudablemente valiosa, pero que, por s sola, no satisface las exigencias de la investigacin cientfica, porque no contiene el material informativo suficiente para explicar con precisin el funcionamiento del quipu y, sobre todo, para determinar el autntico alcance de su capacidad expresiva. Para lograr la verdadera conquista cientfica del quipu, se requiere emplear, adems de la informacin erudita, los datos de la llamada fuente monumental, formada por el material obtenido en las excavaciones arqueolgicas: en otras
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palabras es preciso analizar con minuciosidad y describir con detalle el mayor nmero posible de ejemplares de quipus. Sin embargo, la investigacin sobre la base de la fuente monumental no fue, como es natural, posible realizarla sino a partir de la segunda mitad del siglo pasado, cuando naci la arqueologa peruana. Fue justamente uno de los precursores de la investigacin arqueolgica en el Per, J. J. Tschudi, quien en 1846 present por primera vez el dibujo exacto de algunas cuerdas de un quipu antiguo por l encontrado en las inmedia10 ciones de Lurn, cerca del templo de Pachacamac. Este dibujo fue seguido por otras reproducciones de quipus que integraron la coleccin particular que en Lima haba formado el doctor Jos Mariano Macedo y que, llevada a Europa, se distribuy entre los Museos de Pars y Berln. Una de estas reproducciones acompa el ensayo que sobre Cermica Americana present Gavino Pacheco Zegarra al IV Congreso Internacional 11 de Americanistas de 1881. El dibujo del segundo quipu de la coleccin Macedo sirvi para ilustrar un artculo que sobre el antiguo Estado peruano se public en 1888 en la revista de Berln Archivo de Correos y Telgrafos.12 El tercer quipu que, segn parece, fue encontrado en Ancn por el mismo doctor Macedo, quien lo obsequi al Museo del Trocadero de Pars, lo present, con un corto comentario, Ernesto T. Hamy en su 13 Galera Americana del Museo de Etnografa del Trocadero (Pars, 1897). Algunos aos antes el mismo Hamy haba estudiado un fragmento de quipu en una ponencia al VIII Congreso Internacional de Americanistas en Pars (HAMY y PIHAN 1890: 658-59); fragmento que, al parecer, proceda de otra famosa coleccin de antigedades peruanas, formada en el ltimo tercio del siglo XVIII por Joseph Dombey, botnico de la expedicin de Ruiz y Pavn. Al igual que los materiales del museo Macedo, parte de las piezas coleccionadas fueron a parar al Museo de Arqueologa de Madrid y las dems al Museo de Louvre y despus al del Trocadero en Pars, donde las estudi y describi el doctor Hamy.
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Reproducido tambin por M. E. Rivero y J. J. Tschudi (1851 y 1854), M. E. Rivero (1857), L. L. Locke (1923). PACHECO ZEGARRA 1881. Reproducido por L. L. Locke (1923). Das alt peruanische Reicb und sein Verkebrswesen. Archiv fr Post und Telegraphie. Berln, septiembre 1888. Reproducido por E. de Guimaraes (1907) y L. L. Locke (1923). HAMY 1897 (2. parte, lmina LV, N. 168).
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Fig. 17. Quipu encontrado en Ancn por J. M. Macedo y descrito por E. T. Hamy.
Con estos ejemplares se dio inicio al conocimiento del quipu arqueolgico, especialmente en su aspecto iconogrfico. Empero, el verdadero estudio cientfico slo fue posible realizarlo despus de los aos 19121928 en que apareci la descripcin del primer conjunto de ejemplares, presentada por Leland L. Locke, considerado con justicia el iniciador del estudio cientfico de los quipus. La obra fundamental de Locke se titula El quipu antiguo o registro peruano de nudos publicada en 1923 y el material de investigacin empleado proviene, en su mayor parte (unos cuarenta ejemplares, de los cuales fueron descritos dieciocho), de un solo repositorio, el Museo de Historia Natural de Nueva York.14
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LOCKE 1923. Anteriormente L. L. Locke haba publicado The Ancient Quipu. A peruvian knot record en American Anthropologist (1912). Las descripciones incluidas en su obra bsica de 1923 fueron completadas con A peruvian Quipu en Contributions from the Museum of American Indians (1927); y Supplementary notes of the Quipus in the American Museum of Natural History (1928).
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Fig. 18. Quipu del Museo Macedo reproducido por G. Pacheco Zegarra.
En 1925 se edit el segundo grupo de quipus estudiados por el sabio etnlogo Erland Nordenskild. Se trata de catorce ejemplares pertenecientes a varias colecciones, especialmente de los Museos de Berln y Mnich, analizados en dos obras tan citadas como la de E. Nordenskild, El secreto de los quipus y Clculo con aos y meses en los quipus peruanos (1925a; 1925b). En 1926, el profesor Lidio Cipriani present al XXII Congreso Internacional de Americanistas un trabajo en que expuso dos ejemplares de quipus del Museo de Etnologa de Florencia que ofrecen caractersticas algo diferen15 tes de las corrientes. Transcurridos poco ms de diez aos y por un perodo que va de 1939 a 1941, el historiador Andrs Radams Altieri (1939, 1941) estudi doce quipus del Museo del Instituto de Antropologa de Tucumn y de una coleccin particular de Buenos Aires. Posteriormente (1950-1965) se editaron los seis ejemplares de la coleccin Radicati (194950, 1965) y, en 1966, Antonia Molina Munt (1966) present al XXXVI Congreso Internacional de Americanistas el quipu del Museo de Amrica de Madrid. En 1970, Carol Mackey ilustr su tesis doctoral en la Universidad de California con cuatro quipus del Museo de sitio de Puruchuco (Lima), uno del Museo Lowie, Berkeley, y otro de la coleccin scar Nez del Prado del Cuzco. ltimamente (1972) aparecieron siete quipus del Museo del Indio Americano de Nueva York y dos del Museo de la Universidad de Oxford, descritos por Marcia y Roberto Ascher (1969, 1972).
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Despus de esta enumeracin podemos concluir que actualmente disponemos de sesenta y ocho descripciones valederas para el anlisis cientfico de los quipus. Si bien es cierto que ellas no son todava en nmero tan abundante como sera de desear, es preciso reconocer que su consulta ha permitido ingresar al mundo de los quipus con resultados del todo positivos, como lo es el conocimiento de caractersticas o modalidades que no han sido sealadas por los cronistas y, ms que todo, la determinacin de la manera de leer los quipus en su aspecto numeral, con el planteamiento de hiptesis fundamentadas sobre la posibilidad de encontrar la clave para descifrar los elementos extranumerales de los 16 mismos.
Fig. 19. Quipu de lana descrito por L. Cipriani. Se caracteriza por el engrosamiento de las cuerdas de nudo a nudo.
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Adems de estas obras que describen el material arqueolgico, deben sealarse tambin aquellas que contienen estudios crticos y comentarios sobre las funciones de los quipus. Las principales estn incluidas en nuestras fuentes bibliogrficas. Una buena bibliografa sobre el quipu fue publicada en 1957 por Julio Espejo Nez en el Boletn Bibliogrfico de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima.
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Caractersticas generales de los quipus Quienes han tenido ocasin de ver un quipu o, simplemente, una fotografa del mismo, han podido notar que se trata de una cuerda de unos cuatro o cinco milmetros de dimetro, de la cual cuelgan, a manera de franja con flecos, cuerdecitas ms pequeas (dos o tres milmetros) en las que se distinguen nudos; quienes han tenido, adems, la posibilidad de examinar con mayor detenimiento algunos ejemplares, habrn igualmente comprobado que, tanto la cuerda principal, llamada tambin cuerda madre o transversal, como sus colgantes, son a menudo de diferentes colores y los nudos no tienen siempre la misma forma y tamao. El material empleado en su fabricacin es generalmente la lana o el algodn. La mayora de los quipus hasta ahora descritos han sido confeccionados con algodn, a excepcin de los de Cipriani que son de lana. El predominio del algodn no resulta extrao si se piensa que dichos ejemplares han sido encontrados en la costa del Per donde abunda esta clase de fibra. En cuanto a la lana, la preferencia fue por la de llama y alpaca, aunque debi usarse tambin la de vicua y, segn afirmacin de Guaman Poma, la del venado llamado taruga (1936 [1613]: 361). La presencia del maguey, sealada a veces por los cronistas, no tiene por ahora confirmacin arqueolgica, pero estamos en condicin de sealar que en algunos ejemplares que hemos examinado y que an permanecen inditos, hemos encontrado unas cuantas cuerdecitas de este material. Sin embargo, lo ms impresionante con relacin a este asunto es la comprobacin, que proviene de la fuente erudita, de que no slo las fibras sino tambin los metales eran empleados en la confeccin del quipu. Es Mura quien sostiene que los quipus que se preparaban para el Inca tenan cordeles de oro y plata (1946 [1590]: lib. IV, cap. V).
Fig. 20. Quipu en que la cuerda transversal no es independiente sino formada por el tejido de las puntas superiores de las cuerdas colgantes.
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Las cuerdas nunca son trenzadas sino retorcidas hacia la derecha, aunque a veces, se manifiesta tambin el retorcido en sentido izquierdo. Su longitud vara para la cuerda principal, de tres cuartas de vara, como dice Garcilaso (1943 [1609]: lib. VI, cap. VIII), hasta varios metros, y para las colgantes, de cuarenta a sesenta centmetros, si bien las hay ms cortas, de diez a veinte centmetros; el hecho es que no existe uniformidad en la longitud como tampoco en el grosor de los cordeles. Su nmero es tambin diferente, existiendo ejemplares de unos cuantos cordeles solamente, mientras que otros tienen varios centenares. La manera ms comn de unir las colgantes a la transversal es mediante un lazo en forma de nudo corredizo que, debidamente ajustado, las sujeta en el lugar requerido. Adems de las cuerdas colgantes, muchos quipus presentan otras que han sido denominadas auxiliares o subsidiarias, puesto que no estn atadas a la cuerda transversal sino a una cuerda colgante; dentro de este tipo se incluyen tambin las que dependen, a su vez, de otra subsidiaria. En las cuerdas subsidiarias repararon los cronistas, que las definieron como hijuelas de las otras.
Fig. 21. Cuerda colgante de un quipu indito perteneciente al doctor Percy Daulberg de Arica. De esta colgante penden varias cuerdas subsidiarias de primera y segunda categora.
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La direccin de las cuerdas colgantes es hacia abajo, como precisamente lo indica su denominacin. Sin embargo, existen algunas que siguen una direccin opuesta, o sea que, partiendo de la cuerda transversal en vez de ir hacia abajo, se dirigen decididamente hacia arriba. Ellas son pocas y su direccin est dada por una particularidad en la unin con la transversal, consistente en que el lazo que las sujeta es introducido a la inversa de la manera de ensarte practicada para la unin de las dems colgantes. Sin embargo, en ciertos quipus se nota que dichas cuerdas que van hacia arriba no cogen en su lazo la cuerda transversal sino todo un grupo de colgantes dispuestas en sentido contrario. Esta curiosa forma de unin se consigue de la siguiente manera: una vez colocado en la transversal el grupo de cuerdas que va hacia abajo, se hace pasar por el lazo de cada una de ellas, mantenido al efecto algo flojo, el lazo de la cuerda que va hacia arriba; se sujetan luego, al mismo tiempo, todos los lazos, con lo cual aparece en el punto de unin de las cuerdas, la representacin de una especie de llave o corchete. Raramente las colgantes ocupan toda la cuerda transversal, sino que, partiendo de uno de sus extremos, aquel en que se encuentra el ojalillo que se form al retorcerla, se prolongan a lo largo de su extensin, sin llegar casi nunca al otro extremo donde est el nudo que retiene el retorcido; el resto de ella, por consiguiente, contina suelto como si quien confeccion el quipu no hubiese terminado de agregar nuevas colgantes. Esta particularidad resuelve, creemos, un problema que se considera de difcil solucin, aquel del inicio del quipu, o sea, de cul de las cuerdas dentro del mismo debe ser considerada como la primera. Es indudable que ella es siempre la colgante que est ms cerca del doblez de la transversal. Al respecto es, quiz, til observar con atencin al quipucamayoc representado en el dibujo de la crnica de Guaman Poma, en que se reproduce tambin el baco incaico. Con su mano derecha, este funcionario retiene uno de los extremos del quipu, aqul en que se inicia inmediatamente el ramal de las cuerdas colgantes; en cambio, con la mano izquierda coge la cuerda transversal en el lugar donde estn las ltimas colgantes, dejando caer suelto en el suelo, un largo trozo de transversal desprovisto de cuerdas. El hecho de que la parte sostenida con la mano derecha es mantenida algo ms en alto que la sostenida con la izquierda, hace pensar que ella representa el inicio del quipu y que, adems, los antiguos peruanos acostumbraban leer haciendo correr la vista de derecha a izquierda y no viceversa.
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Fig. 22. Cuerdas de quipus. De izquierda a derecha. Las dos primeras cuerdas son colgantes preparadas para ser colocadas en la cuerda transversal; la tercera es una cuerda colgante con tres nudos simples y uno flamenco; de ella cuelga una cuerda subsidiaria con un nudo compuesto; la ltima cuerda es una colgante con un nudo compuesto y, hacia el final, uno simple para impedir que se deshaga el retorcido.
En cuanto a los nudos, que constituyen uno de los aspectos ms caractersticos del quipu, pues su nombre ha servido precisamente para definir el instrumento, aparecen a veces en la cuerda principal, pero lo ms corriente es que se encuentren en las cuerdas colgantes, inclusive las que van hacia arriba, y tambin en las subsidiarias. Los nudos que hasta ahora han sido sealados son: l. el simple, que es el nudo normal, llamado comnmente nudo de dedal; 2. el flamenco, que ha sido denominado tambin nudo doble o nudo en ocho porque parece ser como dos nudos en uno o representar, mediante la trayectoria que sigue la cuerda al confeccionarlo, la cifra ocho; 3. el compuesto, que Garcilaso define a manera de los nudos que se dan en el cordn de San Francisco (1943 [1609]: lib. VI, cap. VIII ) y que est formado por vueltas de la cuerda en forma de espirales que van de dos a nueve; 4. el nudo a ojal, de varias modalidades, entre ellas la del nudo a medio hacer, sealado primeramente por Cipriani (1928) y luego por Altieri (1941); 5. el nudo que sujeta alguna cosa, como por ejemplo, hilitos de diferentes materiales y colores, mechones de algodn o de lana, etc.
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Fig. 23. TIPOS DE CUERDAS Y NUDOS: A) Cuerda colgante preparada para ser colocada en la cuerda transversal. B) Cuerdas transversal, colgante y subsidiarias; los lazos indican la manera de amarrarlas. C) y H) Nudo simple: apretado y suelto. D) e I) Nudo flamenco: apretado y suelto. E), F), G) y J) Nudos compuestos: apretados y sueltos.
De estos tipos de nudos, los que predominan son los simples, los compuestos y los flamencos; su colocacin a lo largo de la cuerda se presenta, por lo general, de la siguiente manera: los compuestos y los flamencos se ubican en la parte inferior, no apareciendo en esta posicin ms de uno de cada tipo en la misma cuerda; los nudos simples, en cambio, estn en las partes mediana y superior de los cordeles, ya sea en forma individual o en agrupaciones apretadas, que nunca superan el nmero de nueve. Por lo que toca a los colores, aparecen en primer lugar los que son naturales, o sea propios de la lana y el algodn; luego, los que son producidos por el teido, con gran variedad de tonos. Los colores que predominan son el blanco, el azul, el amarillo, el rojo, el negro, y el verde y, ms que todos, el marrn. Ellos se distribuyen: 1. un solo color para toda la cuerda; 2. dos o tres colores para una misma cuerda, o sea, uno para cada torzal; 3. dos o ms colores, tambin para la misma cuerda, pero mezclados dentro de cada torzal mediante hilos de diferentes colores; 4. dos y hasta tres colores en la misma cuerda, colocados por altura, o sea, por ejemplo, en la parte superior, en la central y en la inferior. De acuerdo con esta distribucin las combinaciones cromticas resultan muy abun-
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dantes, habindose registrado hasta diecisiete colores en un mismo ejemplar. Adems, el cromatismo se acenta en aquellos quipus en que se manifiesta tambin la presencia de especies de cartuchos o canutos de hilos de diferentes colores, o sea, de forros policromados que cubren las cuerdas en gran parte de su extensin. Otra caracterstica notable de los quipus, relacionada en parte con el aspecto cromtico, es la seriacin, o sea, la distribucin de las colgantes en grupos que tienen a menudo el mismo nmero de cuerdas. La seriacin puede estar determinada por el empleo de la distancia (unos cuantos centmetros sobre la cuerda principal separan los grupos de colgantes) o por la seal cromtica, esto es que a un grupo de cuerdas de un color le sigue inmediatamente otro de color diferente.
Fig. 24. Siglas empleadas en los esquemas de las descripciones de quipus por Locke y Nordenskild (A), Altieri (B) y Radicati (C).
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El contenido numeral de los quipus Conocidas las caractersticas generales de los quipus, es preciso estudiar la manera como se consignaba y se lea en las cuerdas la informacin numrica. Es sabido por las crnicas que los incas tuvieron un sistema de numeracin decimal y que practicaron inclusive la notacin basada en el principio de posicin de las cifras, las cuales, en los quipus, estuvieron representadas por los nudos. Este sistema de numeracin lo expuso y coment el Inca Garcilaso, quien conoci tanto como los indios el mecanismo del quipu numeral, porque siendo joven ayudaba a los indgenas tributarios de su padre a trasladar las cuentas de los tributos, que ellos traan dos veces al ao, de los nudos de los quipus a la escritura castellana (1943 [1609]: lib. VI, cap. IX). Su explicacin, sin embargo, no resulta tan completa y precisa como sera de desear porque, segn l mismo confiesa, por no atreverme a darme a entender, dejo de decir todo lo que s de ello (1943 [1609]: lib. II, cap. XXVI). Despus de afirmar que con los nudos se dice el nmero (1943 [1609]: lib. VI , cap. IX) y que stos se daban por orden de unidad, decena, centena, millar, decena de millar... y, si se ofreca, por centena de millar, agrega que cada nmero estaba dividido de otro, lo cual significa que en cada cuerda haba una sola cifra. Explica tambin que en lo ms alto de los hilos se pona el nmero mayor, que era de decena de millar, y ms abajo el millar y as hasta la unidad. Termina diciendo que los nudos de cada nmero y de cada hilo iban parejos unos con otros, ni ms ni menos que los pone un buen contador para hacer una suma grande (1943 [1609]: lib. VI, cap. VIII). El parecido sealado por el cronista entre la colocacin de los nudos en las cuerdas y la disposicin de nuestros nmeros arbigos, que es, como se sabe, fruto de la prctica de dar valor a las cifras segn su posicin, coloca el quipu en un sitial de privilegio en la cultura universal, porque representa un adelanto que, a excepcin de los hindes y los mayas, no alcanzaron siquiera los antiguos griegos y romanos.
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Sabido por la fuente erudita que los quipus se basan en un sistema decimal de posicin, restaba sin embargo encontrar la clave para la correcta lectura de los nudos. Esto se consigui en 1912, gracias a la descripcin de un quipu del Museo de Historia Natural de Nueva York (N. B-8713), realizada por L. L. Locke, a quien es preciso reconocer el mrito de tan importante desciframiento. El quipu en cuestin consta de veinticuatro cuerdas colgantes distribuidas en seis series con la respectiva cuerda corchete cada una de ellas. Para la interpretacin de los nudos de este ejemplar, Locke procedi como lo hizo Champollion para descifrar los jeroglficos egipcios. Si Champollion saba que los signos encerrados en un valo significan nombres de personas, Locke conoca que el valor de los nudos est dado por la altura en que estn colocados en cada cuerda, lo que da origen a la formacin de rangos o hileras horizontales de nudos a lo largo de todo el quipu. Al observar entonces que en el ejemplar analizado haba tres hileras de nudos, estableci que la ms baja corresponda a las unidades, la mediana a las decenas y la superior a las centenas. Llamole tambin la atencin que en la hilera de las unidades no hubiese nudos simples sino tan slo flamencos y compuestos, y que estos ltimos estuviesen formados de dos a nueve vueltas o espirales. De ello dedujo que con los nudos compuestos se indicaban los nmeros de las unidades de la primera decena comprendidas entre el dos y el nueve, y que la unidad en s, o sea el uno, se expresaba con el nudo flamenco. Esta suposicin qued demostrada al comprobarse que en todo el quipu nunca se juntaban en
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una misma cuerda el nudo flamenco con el compuesto, como tampoco aparecan agrupaciones de los mismos. Por ltimo, al hallar Locke en las posiciones central y superior, nudos simples, anudados individualmente o formando grupos que no superan las nueve unidades, determin que con los nudos simples se indicaban, segn la altura, las decenas y las centenas. De esta manera pudo leer en la primera serie de cuerdas las siguientes cifras: 0 en la primera colgante (ningn nudo); 10 en la segunda colgante (un nudo simple en la posicin de en medio); 6 en la tercera colgante (un nudo compuesto de seis vueltas en la posicin inferior); y 1 en la cuarta colgante (un nudo flamenco tambin en la posicin inferior): lo que, sumado, result ser 17. La prueba del acierto de esta interpretacin la tuvo al leer la cifra contenida en la cuerda corchete, que result corresponder precisamente a dicho total; en efecto, en ella aparece un nudo simple en la posicin de en medio y uno compuesto de siete vueltas en la inferior, esto es 17. Desde ese momento las cuerdas corchete fueron llamadas tambin totalizadoras.
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Segn hemos explicado, Locke interpret como expresin del cero aquella cuerda que careca por completo de nudos, y estuvo del todo acertado. Esto significa entonces que los antiguos peruanos no llegaron a inventar un signo especial para indicar el cero, sino que se limitaron a dejar vaco el lugar de posicin correspondiente, reproduciendo fielmente, como dijimos, el mtodo de notacin de la yupana. Es indudable que ello signific un grave inconveniente porque los oblig a ser muy estrictos en la determinacin y observancia de la posicin de las cifras, a fin de evitar el riesgo de confundir, no tanto las unidades con las decenas puesto que las primeras tienen nudos especiales que las determinan, sino ms bien, las decenas con las centenas y stas con los millares y cantidades mayores. Sin embargo, es indudable que en los quipus que registraban slo cantidades pequeas que no superan los millares, el cero estuvo representado nicamente por el vaco, o sea, por la falta de nudos en la altura correspondiente. En el caso del quipu estudiado por Locke, la confirmacin de este principio fue proporcionada por una cuerda (la cuerda corchete de la tercera serie) en cuya posicin inferior aparece un nudo compuesto de cinco vueltas y en la superior un grupo de ocho nudos simples; esta anudadura fue leda como 805 y no como 85, puesto que la posicin intermedia, correspondiente a las centenas, est claramente vaca.
Fig. 27. Primera parte del quipu N. 6 de la Coleccin de Radicati cuyas cuerdas totalizadoras hacia arriba son de tipo corchete.
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El problema de la posicin de los nudos en la cuerda y el de la ausencia de los mismos en toda su extensin o en algunas de sus alturas, es de tal importancia que bien merece ser analizado minuciosamente en sus principales aspectos. Ante todo se debe insistir que en las cuerdas del quipu, al igual que en las columnas de escaques de la yupana, era posible usar hasta siete posiciones en la colocacin de los marcadores para registrar unidades (1. posicin), decenas (2. posicin), centenas (3. posicin), millares (4. posicin), decenas de millares (5. posicin), centenas de millares (6. posicin) y millones (7. posicin). Esta posibilidad de un alto cifrado por nudos la sustentan varios cronistas, entre ellos Garcilaso cuando dice que si se ofreca haber de contar por centena de millar o nmero mayor, tambin lo contaran porque en su lenguaje pueden dar los quipus los nmeros del guarismo como l (lenguaje) los tiene (1943 [1609]: lib. VI, cap. VIII). Como prueba de esta afirmacin pueden presentarse todas aquellas cifras que han sido sealadas por los cronistas como obtenidas de los quipus, por ejemplo, la de 35.000 indios que, segn Hernando Pizarro, result tener Calcuchima al contar por nudos su ejrcito (1920 [1533]: 178). Sin embargo, el mismo Garcilaso especifica concretamente que, en los quipus, pocas veces se consignaba las centenas de millar sino slo las decenas de millar, porque, dice, cada pueblo tena su cuenta de por s y cada metrpoli la de su distrito y nunca llegaba el nmero de stos o de aqullos a tanta cantidad que pasase la centena de millar, que con los nmeros que hay all abajo tenan harto (1943 [1609]: lib. VI, cap. VIII). La fuente arqueolgica confirma estos datos. De los cincuenta ejemplares del corpus de quipus conocidos que pueden ser considerados de tipo contable, veintids presentan tres posiciones, o sea, una numeracin que no supera las centenas. El resto lo forman quipus que slo expresan unidades (siete ejemplares) o decenas (diecisiete ejemplares). De cuatro posiciones o alturas (millares) son nueve quipus y de cinco (decenas de millar) nicamente el N. 8 de Ascher y el N. 11 de Nordenskild. En este ltimo, todos los valores registrados son superiores al millar y cinco cuerdas expresan tambin las decenas de millar, siendo la cifra ms elevada 37.076, que casi coincide con la cantidad consignada en el quipu de Calcuchima, la cual muy bien pudo ser calculada emplendose una yupana parecida a la del dibujo de Guaman Poma, cuya posicin de casilleros ms alta es la quinta, que corresponde precisamente a las decenas de millar. Como ya hemos manifestado, la inexistencia de un signo especial para indicar las posiciones vacas hizo indispensable la mayor escrupulosidad en la colocacin de los nudos segn las respectivas alturas, a fin
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de evitar la confusin de los valores por ellos representados. Sin embargo, si se analiza, aunque sea en forma global, los quipus contables, es posible advertir de inmediato que la posicin no es respetada debidamente cuando se trata del registro de las unidades e, inclusive, de las decenas. Probablemente ello se debi al hecho de que para el cifrado del 1 al 99, ms que la posicin sirve la forma del nudo para el sealamiento del nmero (nudo flamenco = 1; nudo compuesto, segn las espirales = 2 a 9; nudo simple, individual o en grupo = 10 a 90). La altura de colocacin de los nudos era respetada ms bien cuando se consignaban centenas, millares y decenas de millares, y era mantenida constantemente uniforme a lo largo de todo el quipu, con la separacin de cuatro a seis centmetros entre una y otra posicin. Por ejemplo, en los quipus de tres posiciones, que son los ms frecuentes, la altura superior se inicia con el anudamiento a los diez u once centmetros desde la cuerda transversal, la intermedia a los catorce o quince centmetros y la inferior entre los veinte y treinta y cinco centmetros.
Fig. 28. Quipu N. 3 de Nordenskild con nudos compuestos situados tambin en las posiciones de las decenas y centenas.
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Cuando los nudos resultan ser numerosos dentro de los grupos, como por ejemplo ocho o nueve, la separacin entre las posiciones disminuye, debido a que la agrupacin ocupa en la cuerda un espacio que, a veces, supera los dos centmetros. Por esto, a fin de mantener en todas las cuerdas, ms o menos uniforme dicha separacin, que se anud lo ms apretadamente posible cada conjunto de nudos simples o bien se le reemplaz por un nudo compuesto cuyas espirales equivalan, cada una de ellas, a un nudo simple de la agrupacin. A este recurso se debi acudir con cierta frecuencia puesto que en los quipus conocidos se han encontrado hasta cuatro ejemplares que presentan esta curiosa modalidad de los nudos compuestos situados tambin en las posiciones de la decena y centena. (quipus N.os 3, 4, 6 y 10 de Nordenskild). Para terminar con las consideraciones sobre la manera de disponer los nudos, manifestaremos la opinin de que para conseguir su exacta colocacin se tuvo forzosamente que recurrir a un instrumento de medida destinado a fijar las posiciones. Pensamos que dicho artefacto pudo ser una cnula cuyo conducto, abierto en la parte superior, reciba la cuerda que, al ser sujetada en ambos extremos, se mantena firmemente estirada; seales dispuestas a diferentes alturas sobre el canuto, indicaran el lugar preciso en que se tena que hacer los nudos. Los elementos extranumerales del quipu Siendo el quipu un instrumento contable con mayor capacidad de registro que la yupana, es natural que dispusiera de elementos ms eficaces para complementar la numeracin, sealando, adems, aquello que era materia de la contabilidad y que deba ser presentado con todas sus caractersticas y peculiaridades. Estos elementos fueron esencialmente dos, el color y la posicin. La importancia del color la hace resaltar Garcilaso afirmando que por los colores sacaban los indios lo que se contena en cada hilo, como el oro por el amarillo y la plata por el blanco y por el colorado la gente de guerra (1943 [1609]: lib. VI, cap. VIII). Dice tambin que con mucha facilidad daban cuenta y razn del ganado por sus nudos, porque los hilos eran de los mismos colores del ganado (1943 [1609]: lib. V, cap. X). De esta afirmacin se desprende que cuando las cosas eran fcilmente identificables por su color, ste serva para expresarlas; mas cuando ello resultaba imposible, se les atribua colores convencionales, cuyo significado es y, probablemente continuar siendo, un verdadero enigma. Al estudiar el aspecto cromtico del quipu, la primera impresin que se tiene es que debi ser sumamente dificultoso expresar con unos cuantos colores todo el conjunto de ideas extranumerales que se reque-
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ran para que funcionara eficazmente el registro estadstico y la contabilidad administrativa del Estado incaico. Sin embargo, cuando se comprueba que existi un sistema combinatorio de colores inteligentemente estructurado y minuciosamente aplicado, se comprende que con el elemento color fue posible consignar en las cuerdas no slo numerosos conceptos concretos sino tambin abundantes ideas abstractas. Corta es la lista de colores y de su significado que las crnicas proporcionan. Adems del amarillo (oro), del blanco (plata) y del rojo (guerrero) ya mencionados, se indica tambin el negro (tiempo), el morado (curaca), el pardo (gobierno), el pajizo (behetra de gobierno), el verde (conquista) y el carmes (Inca). En cuanto a la combinacin de los colores slo se especifica que con una cuerda de tres torzales, azul, amarillo y blanco, se indicaba en general el culto y en particular las fiestas del Sol (CALANCHA 1938 [1638]: 55-56). En el sealamiento de los colores y de sus mezclas, la fuente arqueolgica ha sido ms generosa, pero ha permanecido hasta ahora muda en la especificacin de lo que pueden haber significado. Los colores bsicos que, por el momento, han sido ubicados son los siguientes: 1. el marrn17 en cuatro tonos, aceptados por todos los analistas: el claro y el oscuro, el ms claro (casi un blanco amarillento) y el ms oscuro (casi negro); 2. el blanco, con dos tonalidades, la muy blanca, casi del color de la leche, y la amarillenta, llamada tambin blanco flamenco; 3. el azul, en el tono claro y en el oscuro; 4. el verde, tambin claro y oscuro; 5. el rojo, en dos modalidades, fuerte y tenue; 6. el amarillo, intenso y brillante como el oro o bien un poco desteido; 7. el negro, que cuando es algo plido se le confunde con el marrn ms oscuro. De estos colores, predominan el marrn y el blanco; ms escasos resultan el azul, el verde y el rojo; el amarillo es rarsimo y el negro slo aparece combinado con otros colores. La mezcla de colores se cumple mediante un sistema combinatorio consistente en tres modalidades, bien definidas, que se aplican con mucha escrupulosidad. Ellas son: 1. la modalidad del jaspeado, en la cual los torzales de la cuerda, que normalmente son dos, tienen una misma combinacin cromtica formada por la mezcla de hilos de diferentes colores; 2. la modalidad de la coloracin distinta en cada torzal, la cual puede ser de uno o de varios colores: cuando el torzal es de un solo color, el numero de colores en cada cuerda es igual al numero de sus torzales, pero si es de colores combinados (jaspeado), la intensidad cromtica aumenta considerablemente; 3. la modalidad de la distribucin de los colores por altura: usualmente estas alturas son todas iguales, tanto en
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Correctamente debera decirse castao, pero empleamos el trmino marrn por ser preferido en todas las descripciones en castellano. Cf. Altieri, Molina Munt.
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nmero (dos o a lo ms, tres) como en extensin. Con dos alturas ( + ) es posible combinar dos colores con dos variantes de posicin: la primera, colocando un color en la posicin superior y el otro en la inferior; la segunda, invirtiendo la posicin de los colores; con tres alturas es posible emplear tres colores y obtener ms de seis combinaciones, porque es factible duplicar los colores en la misma combinacin: por ejemplo, blanco, rojo, blanco.
Fig. 29. Quipu N. 2 de Nordenskild cuyas cuerdas son todas de color blanco.
Dentro de este sistema combinatorio, la distribucin de los colores es sumamente variada, resultando difcil exponerla y comentarla en breves lneas. Trataremos entonces solamente de las combinaciones ms conocidas.
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Aunque existen quipus de un solo color, como el N.2 de Nordenskild en que todas las cuerdas son blancas, la mayora tienen una gama muy variada de colores, nicos o mezclados entre s mediante las tres modalidades combinatorias que hemos mencionado. El quipu en que se ha encontrado un mayor nmero de combinaciones es el N. 7 de Nordenskild, que exhibe las siguientes expresiones cromticas: 1. blanco 2. marrn claro 3. marrn ms oscuro 4. marrn oscuro 5. marrn ms claro 6. azul 7. verde 8. amarillo 9. blanco con negro (jaspeado) 10. blanco con marrn (jaspeado) 11. blanco con marrn oscuro (jaspeado) 12. marrn oscuro con amarillo (jaspeado) 13. marrn claro con negro (jaspeado) 14. azul con rojo (torzal ms torzal) 15. blanco con marrn oscuro (torzal ms torzal) 16. blanco con azul (torzal ms torzal) 17. marrn claro con rojo (torzal ms torzal) A estas combinaciones agregaremos algunas otras obtenidas de los dems ejemplares que integran el corpus de quipus por ahora descritos. Las sealaremos asignado a cada combinacin las siglas j para el jaspeado; t + t para el torzal ms torzal; y + ? + ? +? para las disposiciones por alturas. j blanco leche marrn os. blanco leche marrn cl. blanco flam. marrn cl. blanco leche negro marrn os. amarillo marrn cl. negro blanco flam. azul cl. blanco leche azul blanco leche verde marrn os. marrn cl. t + t azul rojo blanco leche marrn os. blanco leche rojo blanco flam. marrn os. blanco flam. marrn cl. blanco leche azul blanco leche negro marrn os. azul marrn cl. azul marrn cl. marrn os. y verde j
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j rojo amarillo azul negro blanco leche marrn os. amarillo blanco leche marrn cl. negro blanco flam. marrn os. rojo + blanco leche blanco flam y rojo j
t + t marrn os. marrn cl. y azul j azul marrn cl. y azul j marrn os. marrn cl. y verde j blanco flam. marrn os. y blanco j marrn os. y marrn cl. j azul y verde j 1/3 +1/3 +1/3 azul rojo negro
Aunque en este muestrario el nmero de combinaciones en jaspeado es igual al de torzal ms torzal, es preciso advertir que esta ultima modalidad es menos frecuente de la primera. Lo mismo se puede decir de la disposicin de los colores por altura, combinacin que, a veces, asume el aspecto de un cartucho policromo, o sea una especie de carrete de hilos de diferentes colores que cubre una parte de la colgante, siempre encima de los nudos superiores. Estos cartuchos son ms o menos largos segn el nmero de los colores y tambin segn la extensin de cada una de las secciones cromticas. Como ejemplo de secuencias de colores en los cartuchos, sealamos las que presentan tres cuerdas colgantes del quipu nmero 5 de Altieri: 1. colgante 2. colgante 3. colgante : : : cartucho blanco rojo. cartucho blanco azul rojo azul blanco. cartucho azul rojo blanco rojo azul rojo blanco negro rojo.
Segn hemos dicho ms arriba, el otro elemento extranumeral de los quipus, quiz ms importante an que el color, est constituido por el valor de posicin de las cuerdas, que consiste en el significado que stas adquieren de acuerdo con su colocacin. Se trata en cierta manera, de la aplicacin del mismo principio empleado para conocer el nmero por el lugar en que se encuentran los nudos. Dicho procedimiento lo explica Garcilaso de esta manera: las cosas que no tenan color (entendemos que el cronista se refiere a aquellas que no eran indicadas con una coloracin especial) iban puestas por su orden, empezando de las de ms calidad y procediendo hasta las de menos, cada cosa en su genero..., y como ejemplo agrega: cuando daban cuenta de las armas, primero ponan las que tenan por ms nobles, como lanzas y luego dardos y flechas, porras y hachas, hondas y las dems armas que tenan (1943 [1609]: lib. VI, cap. VIII).
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Fig. 30. Dibujo de Mura en que aparece el inca Tpac Yupanqui con un quipucamayoc.
Con la lectura de las crnicas se logra tener el conocimiento preciso de lo que fue el factor posicin en el aspecto extranumeral, pero no se consigue saber a ciencia cierta cules fueron concretamente las ideas que se manifestaron a travs de este medio de expresin y, ms que todo, cul fue la posicin que a cada una de ellas le tocaba dentro de su respectiva categora. sta es una incgnita que muchos consideran prcticamente imposible resolver. Sin embargo, en estos ltimos tiempos el anlisis interpretativo de un documento virreinal, anterior a la crnica de Garcilaso, ha proporcio-
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nado una lista bastante nutrida de trminos extranumerales con su correspondiente posicin. Este documento, que es un Memorial presentado en 1561 por los curacas de Jauja a la Audiencia de Lima para dejar constancia de algunas entregas de personas y bienes hechas a los espaoles entre 1533 y 1548, fue publicado por Waldemar Espinoza (197172) y comentado por John V. Murra (1975 [1973]) en un logrado ensayo sobre la formacin de las categoras de los quipus estatales. La exposicin detallada de lo que los espaoles recibieron pacficamente o se llevaron depredando (rancheando) est confeccionada sobre la base de datos extrados de los quipus y se caracteriza por un bien estructurado ordenamiento, que se mantiene inalterado en las distintas declaraciones referentes a las sucesivas entregas. Dicha exposicin es como sigue: 1. Varones 2. Mujeres 3. Ovejas de la tierra 4. Carneros para comida 5. Ovejas, carneros, pacos (rancheados) 6. Vestidos, lana, cumbi 7. Frazadas 8. Vestidos (rancheados) 9. Maz 10. Quinua 11. Papas 12. Maz (rancheado) 13. Quinua (rancheada) 14. Papas (rancheadas) 15. Alpargatas 16. Ojotas de cabuya 17. Alpargatas (rancheadas) 18. Ojotas (rancheadas) 19. Sobrecargas grandes 20. Aderezos de caballo 21. Cntaros, ollas, tinajas 22. Chamlicos, porongos, escudillas. 23. Cntaros (rancheados) 24. Porongos (rancheados) 25. Gallinas de Castilla 26. Huevos 27. Perdices 28. Lea rajada 29. Lea menuda 30. Carbn 31. Hierba 32. Paja 33. Chicha 34. Toda fruta 35. Sal blanca 36. Pescado 37. Cargadores a la salida 38. Yanaconas a la salida 39. Ovejas a la salida 40. Corderos a la salida 41. Maz para el camino 42. Quinua para el camino 43. Papas para el camino
A base de este elenco, John V. Murra intent reconstruir las diferentes categoras del quipu, las cuales, si bien no estn especficamente determinadas en el documento, es fcil advertirlas agrupando los mencionados elementos de la siguiente manera:
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Fig. 31. Dibujo de Guaman Poma representando a un administrador de depsitos o colcas rindiendo cuentas por quipu a Tpac Yupanqui.
1. : seres humanos (1 y 2) 2. : auqunidos (3 a 5) 3. : tejidos (6 a 8) 4. : alimentos cultivados (9 a 14) 5. : objetos de cabuya (15 a 20) 6. : cermica (21 a 24) 7. : aves (25 a 27) 8.: productos vegetales no cultivados (28 a 32)
9. : comestibles no cultivados (33 a 36) 10. : personas entregadas a la salida (37 y 38) 11. : auqunidos entregados a la salida (39 y 40) 12. : alimentos cultivados entregados a la salida (41 a 43)
El documento que estamos comentando permite profundizar el mundo indgena de las ideas y conocer cmo, en ese momento inmediatamente posterior a la cada del imperio incaico, se estimaban las cosas, tanto las nativas como las forneas. La cuarta categora (alimentos cultivados) demuestra, por ejemplo, que la quinua era ms estimada que las papas; y la sptima (aves), que las gallinas de Castilla ocuparon, a partir de 1537 en que comienzan a ser mencionadas, la primera posicin de su serie, quedando, en cambio, las perdices relegadas al tercer lugar.
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En cuanto al ordenamiento de los elementos de cada serie, es difcil saber si la distribucin del elenco de 1561 corresponde a un patrn general de clasificacin convencional o es simplemente un criterio particular de especificacin aplicado a una cuenta determinada, que slo deban interpretar las personas que la haban consignado en el quipu. Sin embargo, es posible suponer que con el fin de hacer ms rpido el manejo del quipu, compuesto seguramente a base de los datos extrados de los archivos de quipus an existentes en Jauca en esa poca, se introdujeran cambios en la disposicin de las cuerdas, suprimiendo algunas de ellas en las secuencias de cada serie. Somos de la opinin de que el patrn convencional general slo era aplicado a los grandes quipus, como, por ejemplo, aquellos que servan para la contabilidad de los depsitos pblicos, los resmenes estadsticos regionales, las rendiciones de cuentas a los tucuiricos y altos funcionarios o, en fin, para ser conservados en los archivos locales. En cambio, cuando se trataba de quipus destinados a funciones ms restringidas y que slo deban ser interpretados por las personas que los haban confeccionado era menos rgido el cumplimiento de las reglas fijadas por el patrn general, pudindose alterar el valor de posicin de las cuerdas. Una prueba de esta manera de proceder la tenemos en la cuarta categora del quipu que estamos comentando, que se refiere a los alimentos cultivados. Puesto que se saba de antemano que slo se deban mencionar tres elementos de esta categora, maz, quinua y papas, se usaron nicamente tres cuerdas para esta serie, dejando de incluir en ella las que correspondan a las cosas que no haban sido entregadas, y que hubieran debido ser presentadas en blanco, o sea, sin nudos. El resultado fue que, en este quipu, las posiciones no coincidieron con las convencionales del patrn general, en el cual, probablemente, slo el maz ocup, por razn de su importancia, el mismo primer lugar, mientras que la quinua y las papas no estuvieron, seguramente, en el segundo y tercer puesto, sino en otras diferentes posiciones. La eliminacin de cuerdas sin nudos obedeci a la necesidad de reducir el nmero de colgantes y facilitar, como dijimos, el manejo del quipu. Fue un procedimiento que puede ser comparado con el empleo de las abreviaturas en nuestros escritos, las cuales, si bien ahorran espacio, hacen menos comprensible el texto y exigen que al final del mismo se incluya una lista de siglas con la explicacin de cada una de ellas. Al igual que nosotros con las siglas eliminamos muchas letras de las palabras, los quipucamayocs aligeraban los quipus particulares suprimiendo, en las series, muchas cuerdas sin nudos; costumbre que podra explicar la afirmacin de algunos cronistas de que un quipucamayoc no saba interpretar el quipu que otro haba formado (COBO 1890-93 [1633]: lib. XII, cap. XXXVII).
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Estos datos sobre el significado de la posicin se complementan con aquellos que derivan de la fuente monumental y que estn relacionados con la tcnica seguida para formar los grupos o series de cuerdas. El estudio de la seriacin en el quipu arqueolgico est todava en sus inicios y puede significar una contribucin positiva para la interpretacin del elemento extranumeral. Las dos terceras partes de los quipus que conocemos son seriadas y presentan una acentuada uniformidad en el color de las cuerdas de cada grupo. El mejor ejemplo de seriacin uniforme se tiene en los seis quipus de la Coleccin Radicati, provenientes de la misma tumba y con series siempre iguales de seis cuerdas de color marrn claro o marrn oscuro. La seriacin en seis es la preferida, pero existen tambin agrupaciones de dos cuerdas (quipus N. 4 y N. 12 de Altieri), de cuatro cuerdas (quipu N. 1 de Locke; N. 5 de Nordenskild; N. 2 de Mackey) y de nueve cuerdas (quipu N. 9 de Nordenskild). Menos frecuente es la diversificacin cromtica dentro de la misma serie, como en el quipu N. 2 de Altieri que tiene series de dos cuerdas, una marrn claro y otra blanca; o, el quipu N. 2 de Mackey cuyas series son de cuatro cuerdas de color distinto: blanco, marrn claro, azul y negro-blanco jaspeado. En los quipus de seriacin uniforme, las series se mantienen unidas porque pueden ser fcilmente identificadas por el color: slo quedan separadas por pequeas distancias en el caso de que coincida la misma coloracin en dos series seguidas. La uniformidad serial se altera cuando los grupos tienen un nmero diferente de colgantes, como sucede precisamente con el quipu reconstruido sobre la base de la informacin de 1561, cuyas series son de dos, tres, cuatro, cinco y seis cuerdas. La fuente arqueolgica ofrece muchos ejemplos parecidos: nos limitaremos a sealar esta falta de uniformidad serial en el quipu N. 29 de Locke, que tiene cuatro colgantes en la primera serie, siete en las dos siguientes y seis en las ltimas cinco. Adems del color y la posicin, sirvieron tambin de elemento recordatorio las cuerdas subsidiarias, cuya finalidad no fue exclusivamente numeral como equivocadamente se supone. Ms que como restas de cantidades, ellas sirvieron para indicar las variaciones del contenido extranumeral de las cuerdas matrices y se emplearon para aclarar las ideas y precisar los conceptos. Garcilaso, que las define hijuelas de las otras cuerdas, explica que eran excepciones de la regla general y que servan para expresar particularidades. As, por ejemplo, la subsidiaria que parta de la colgante en que se encontraba la cifra de los hombres de una determinada edad, sealaba cuntos de stos, en ese momento estaban casados; a su vez, la subsidiaria de segundo grado indicaba particulari-
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Fig. 32. Dibujos de Guaman Poma que representan a un secretario del consejo imperial, un administrador de provincias, un astrlogo y un mozo de 18 aos de edad llevando quipus en sus manos. El administrador exhibe, inclusive, un quipu suelto y otro enrollado.
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dades dentro de la excepcin sealada por la subsidiaria de primer orden, o sea, que si sta precisaba el nmero de casados, la otra poda referirse al de los viudos (1943 [1609]: lib. VI, cap. VIII). En otro ejemplo, el mismo Garcilaso insiste en esta funcin: hablando de la estadstica judicial, manifiesta que los nudos de tales y tales colores decan los delitos que se haban castigado y ciertos hilitos de diferentes colores que iban asidos a los cordones ms gruesos decan la pena que se haba dado y la ley que se haba ejecutado (1943 [1609]: lib. II, cap. XIII). Por su parte, el padre Acosta refiere que, habiendo trado una india, en un manojo de hilos, una confesin general de toda su vida y por l se confesaba, le pregunt por algunos hilitos que le parecieron algo diferentes, los cuales eran dice ciertas circunstancias que requera el pecado para confesarse enteramente (1940 [1590]: lib. VI, cap. VIII). Es probable que en el quipu presentado por los curacas de Jauca en 1561, los productos rancheados no hayan sido consignados en cuerdas colgantes sino en subsidiarias. Despus de que se hubo colocado, supongamos que en la cuarta serie, las colgantes del maz, de la quinua y de las papas, se pudo agregar a cada una de ellas una cuerda subsidiaria con la cantidad del producto que los espaoles haban llevado empleando la violencia. El anlisis del material arqueolgico hasta ahora publicado indica que en las colgantes, el nmero de subsidiarias de primer orden vara de una a tres; sin embargo, en un ejemplar de quipu an indito, hemos encontrado hasta quince cuerdas de este tipo en una sola colgante. Frecuentes son tambin las subsidiarias de segundo y tercer orden; escasean en cambio las de cuarto orden y no se puede saber si existieron las de quinto grado, porque, hasta el momento, ninguna de stas ha sido encontrada. Para la colocacin de las subsidiarias a lo largo de la cuerda principal se sigue tambin el mtodo de las posiciones, coincidiendo su ubicacin con las alturas de los nudos, con excepcin de aquella que corresponde a las unidades. Por lo general estn anudadas inmediatamente encima o debajo de los nudos de las decenas, centenas y millares, o bien estn amarradas tan pegadas a la cuerda transversal que, a veces, pueden ser confundidas con las mismas colgantes, en especial si son largas y gruesas como ellas. El significado de esta colocacin por alturas es desconocido, pudindose decir lo mismo de la direccin derecha o izquierda que algunas veces asumen las subsidiarias con respecto a la cuerda de que dependen, modalidad que no ha sido an sealada en las descripciones de los quipus. Si se observa atentamente los quipus que tienen subsidiarias, se comprueba que stas se inclinan a menudo hacia la izquierda en vez de hacerlo hacia la derecha. Esta direccin, diferente
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Fig. 33. Quipu indito del Museo de Arqueologa de la Universidad de Cambridge en el que aparecen tres series de cuerdas colgantes con un nmero distinto de cuerdas en cada una de ellas.
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a la normal, puede ser fcilmente determinada, al igual que para las cuerdas que van hacia arriba, examinando la forma de amarre de cada cuerda. Si en el sitio en que ellas se unen con su cuerda de origen queda visible la parte superior del lazo corredizo de ensarte, significa que la direccin es hacia la derecha; pero si esta visin slo es posible obtenerla por el lado opuesto, quiere decir que la inclinacin es en sentido contrario. La direccin derecha o izquierda puede quiz tener su explicacin en la ley de los contrarios, o sea, el sealamiento, mediante el sentido izquierdo, de lo contrario de lo que se ha expresado con el sentido derecho: por ejemplo, si la subsidiaria que va hacia la derecha significa vivo, la que va a la izquierda querr decir muerto; bueno la de la derecha, malo la de la izquierda; seco a la derecha, mojado a la izquierda, y as sucesivamente. La tendencia izquierda se presenta tambin en el retorcido de las cuerdas y en la confeccin de los nudos. Sin embargo, hasta ahora no se ha encontrado ningn quipu elaborado totalmente en sentido izquierdo, lo cual prueba que la tendencia izquierda no fue sino una excepcin aplicada en determinadas ocasiones y solamente a algunos cordeles y nudos. La suposicin de Day de que la variacin izquierda pudo haberse originado como consecuencia de la intervencin de quipucamayocs zurdos en la confeccin del quipu (1967: 17-18), es poco convincente; preferimos pensar que ella obedeci ms bien a prcticas mgicas, al igual que la inclusin de pelo humano en el retorcido de las cuerdas, otra modalidad que es posible hallar con frecuencia en mucho quipus (N. 3 de Altieri; N. 3 y N. 5 de Radicati; etc.). La interpretacin mgica de la presencia del cabello en los quipus est confirmada por un dato que proviene del estudio del quipu moderno. Segn informes obtenidos en la sierra peruana, los mayordomos de las haciendas que usan todava los quipus acostumbran mezclar con los hilos de las cuerdas, hebras del cabello de los pastores encargados de los rebaos de la hacienda, para que, el da de la rendicin de cuentas, no nieguen haber recibido la totalidad de animales cuyo nmero consta en la cuerda del quipu. En este caso, la supersticin sirve para que con el pelo se reconozca, como si fuera una firma, la deuda contrada. Para terminar el estudio de los elementos extranumerales, cabe mencionar todava los mechones de lana o algodn de varios colores que, a veces, estn insertados en el dobladillo o lazo de la cuerda transversal (quipu N. 2 de Radicati: mechn amarillo; quipu N. 6 de Radicati: mechn mitad amarillo y mitad rojo). Estas seales deban servir para identificar fcilmente el quipu en los respectivos archivos o repositorios. Al igual que nosotros, despus de escribir en un cuaderno o de leer un libro lo cerramos y colocamos en el lugar que le corresponde en la biblioteca,
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Fig. 34. Quipu N. 3 de Radicati cuyas cuerdas, retorcidas a la izquierda, presentan pelo humano incluido entre sus hilos.
Fig. 35. Quipu de la Coleccin Nez del Prado encontrado en Atiquipa con el estuche o bolsa que lo contena.
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los incas, despus de componer o consultar un quipu, lo enrollaban sobre s mismo, comenzando por el final de la cuerda transversal, de modo que el rollo terminase en el ojalillo donde se encontraba el mechn de colores; luego lo colocaban en una especie de bolsa o estuche por cuya abertura dejaban asomar el mechn a fin de que se pudiera ubicar rpidamente el envoltorio entre los otros que se hallaban en la canasta o en la olla usada como depsito.
Fig. 36. Quipu N. 2 de Radicati en cuyo inicio se advierte la presencia de un mechn de lana que serva, probablemente, de identificacin.
El registro de las cuentas y el concepto incaico de la Partida Doble En los quipus, las cuentas se llevaban de acuerdo con un procedimiento que, en muchos de sus aspectos, es conocido por los datos de la fuente arqueolgica, los cuales, en este caso, han resultado ms significativos que los informes de los cronistas. Gracias a ellos Leland L. Locke pudo descifrar la numeracin incaica, estableciendo que las operaciones de adicin consistan en indicar los sumandos con los nudos de las cuerdas colgantes y los totales con aquellos de las cuerdas hacia arriba o corchetes. Pensamos que para las operaciones de resta se debi seguir el mismo procedimiento, aunque, por ahora, no ha sido todava posible presentar una demostracin tan contundente como ha sucedido con la suma. Pruebas de que en los quipus se planteaban y efectuaban substracciones, las hallamos, algunas veces, en el cifrado de las cuerdas subsi-
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diarias y tambin, con cierta frecuencia, en la prctica de cortar o desanudar las cuerdas. En la sierra peruana, los pastores que emplean los quipus suelen sealar las cantidades substradas, con nudos situados en hilos que amarran a las cuerdas principales. Por ejemplo, si en una de stas se seala la cantidad de ovejas que el pastor ha recibido en custodia, en los hilos secundarios se indica el nmero de las que han muerto, se han perdido o han sido devueltas al dueo del rebao. Sin embargo, al registrar de esta manera las disminuciones no se consigue reproducir por completo la operacin, porque, si bien se deja constancia de los substraendos, no se precisa el residuo o resultado de la resta. Algo semejante ocurre tambin con las substracciones por corte o por desanudadura de las cuerdas, que son operaciones defectuosas por faltarles siempre la indicacin de algunos de sus elementos. Ms que registro de cuentas, parecen ser formas de clculo, iguales a las del baco. El corte de las colgantes se presenta a varias alturas sobre la extensin de las cuerdas: a menudo tan cerca del amarre, que slo queda el lazo que las sujetaba a la transversal; otras veces, coincide con las distintas posiciones de los nudos, especialmente con la de las unidades. En el primer caso, la substraccin es total y en el segundo resulta parcial cuando hay nudos en las posiciones que estn encima del corte. De todos modos, en ambos casos la operacin es an ms defectuosa de la que se realiza empleando las cuerdas subsidiarias, puesto que con el corte desaparece tanto la cifra que haba antes de que la cuerda fuera cortada como la que corresponde al substraendo: slo se deja constancia del residuo, que puede ser el cero o la cantidad que indican los nudos situados en las posiciones superiores al corte. El ejemplo ms notable de quipu con cuerdas cortadas es el N. 3473 del Museo de Historia Natural de Nueva York, que Locke present en el N. 13 de su Catlogo mediante una simple reproduccin fotogrfica y la escueta mencin de que se trata de un quipu en blanco, es decir, sin nudos. La fotografa, empero, permite conocer tambin otra caracterstica de este ejemplar, el corte a la misma altura de todas las cuerdas colgantes de su segunda seccin. En cuanto a las cuerdas desanudadas diremos que la primera noticia de la existencia de nudos deshechos la proporcion Nordenskild al describir el quipu N. 24.6.120 del Museo de Gotemburgo (quipu N. 1 de Nordenskild). Posteriormente, esta particularidad fue sealada repetidas veces pero siempre con alguna duda. Por nuestra parte hemos encontrado huellas evidentes de nudos, no slo en los quipus que hemos descrito (N. 2 de Radicati) sino tambin en muchos ejemplares an inditos. Esto nos permite sostener que se trata efectivamente de un proce-
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Fig. 37. Quipu N. 13 de Locke con las cuerdas colgantes de la segunda seccin cortadas a la mitad.
so de desanudadura y no de simples contracciones o pliegues de la cuerda como resultado de haber estado el quipu doblado, por mucho tiempo, en una misma posicin. Hacemos esta afirmacin con plena seguridad de no errar porque hemos podido, ms de una vez y sin ningn esfuerzo rehacer los nudos siguiendo simplemente los pliegues o dobleces que presenta la cuerda; de esta operacin resultaron muy a menudo, no slo nudos simples sino tambin compuestos, ubicados justamente a la altura en que normalmente ellos se encuentran. Un procedimiento idntico de rehacer los nudos fue tambin aplicado por Nordenskild a la tercera colgante de uno de sus quipus (N. 13 de Nordenskild) en la cual la cifra 830 fue originalmente 834 porque en la posicin de las unidades est la huella de un nudo que, reconstruido, result ser uno compuesto de cuatro vueltas. La labor de deshacer los nudos, que casi siempre estn muy ajustados, debi exigir el empleo de un instrumento semejante a los punzones de hueso que, segn Fevrier, servan a los antiguos chinos para desanudar ms fcilmente sus cordeles (1959: 69). Es muy probable que, en previsin de la resta de la unidad, se reemplazara, a fin de evitar el desanudamiento, el nudo flamenco por otro que se pudiera deshacer rpidamente, sin dejar indicio siquiera de que haba existido. Nos referimos al nudo denominado a medio hacer, muy semejante al que se emplea para sujetar con una pita anudada en los extremos, toda clase de envoltorios. Se confecciona lo mismo que el nudo simple, pero antes de cerrarlo, se hace nuevamente pasar por l la extremidad de la cuerda, la cual ha sido previamente doblada sobre s misma, formando un ojal ms o menos grande; al cerrarse el nudo, se deja libre el extremo de la cuerda,
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pero si se tira de ste con fuerza, el ojal se achica y llega a desaparecer completamente cuando la cuerda ha pasado a travs del nudo, el cual se deshace al mismo tiempo. De lo expuesto se deduce que los procedimientos descritos no se usaron para el registro de las cuentas y que, a lo ms, slo fueron simples mtodos de clculo o planteamientos de operaciones de resta, no debindose descartar la posibilidad de que, algunas veces, pudieron obedecer tambin a exigencias mgicas o a fines utilitarios, como el de deshacer los nudos de un quipu que se haba vuelto inservible, para convertirlo en una especie de palimpsesto. Otro aspecto interesante, fcilmente comprobable en los quipus contables, es la tendencia a establecer la comparacin entre el dbito y el crdito mediante la presentacin simultnea, en diferentes series de cuerdas, de aumentos y disminuciones de las cantidades registradas. Con los quipus, afirma Garcilaso, se daba cuenta por cargo y descargo (1943 [1609]: lib. II, cap. XXVI), quitando de los nudos segn precisa a su vez, Hernando Pizarro al hablar de la contabilidad de los depsitos lo que haba sido entregado, para anudarlo en otra parte (1920 [1533]). Esto significa, evidentemente, la adopcin de un sistema contable adelantado, que se parece al de la Partida Doble, porque la cantidad que estaba asentada en el Haber de una cuenta se anotaba tambin en el Debe de otra o viceversa. El primer autor que lanz la idea de que la contabilidad con quipus poda ser de doble partida fue Charles W. Mead en su obra Viejas civilizaciones del territorio Inca (1924: 102). Nosotros la hemos sugerido tambin a partir de 1950, en nuestra Introduccin al estudio de los quipus (1949-50: 45) y Lyle E. Jacobsen intent demostrarla en 1964 con un trabajo que, no obstante el ttulo sugestivo de El antiguo Imperio de Per y el concepto de la contabilidad por Partida Doble (1964), revela escaso conocimiento del quipu y ofrece soluciones demasiado simplistas, basadas en algunas citas de Locke y Nordenskild y en obras generales de historia incaica. Para dar una explicacin completa del mecanismo de la Partida Doble en los quipus sera preciso analizar muchos ms quipus de los conocidos. Por ahora tenemos que conformarnos con la demostracin de que su funcionamiento se basa en la divisin del quipu en secciones seriadas que coinciden entre s por el color, el largo, el grueso y, ms que todo, por el anudamiento de las cuerdas. Dichas coincidencias, que establecen igualdades entre las series, las hemos encontrado al examinar los quipus de nuestra coleccin (N. 3 y N. 5 especialmente) sealndolas por primera vez y con el nombre de paralelismos en nuestro estudio sobre la seriacin publicado en 1965. Recogiendo, aos ms tarde, estas observaciones, Marcia y Roberto Ascher (1969, 1972) las desarrollaron y confirmaron
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matemticamente en sus trabajos de investigacin sobre los quipus, prefiriendo considerar el paralelismo como elemento de relacin. Una interpretacin del paralelismo en el aspecto extranumeral, la hemos sugerido al plantear, en el mencionado estudio de 1965, la posibilidad de hallar en la seriacin la clave para descifrar los quipus narrativos, en especial los histricos, tantas veces citados por los cronistas. En estos quipus, que se identifican con la escritura de rayas de colores llamada quilca, la funcin primordial debi consistir en expresar ideas no numerales, de las cuales, muchas de carcter abstracto, slo pudieron manifestarse mediante el paralelismo, nueva forma de expresin que complement las del color y la posicin. En cambio, en los quipus contables, el paralelismo sirvi para registrar cantidades idnticas en cuentas diferentes, creando en el pas de los incas, algunos siglos antes que en la Europa de Lucas Pacciolo, la Tenedura de Libros (diremos mejor de quipus) por Partida Doble: una primaca cultural de los antiguos peruanos que esperamos poder reivindicar en das no lejanos.
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Las fuentes
Paramonga le 17 Juin, 1876 Mon cher et vner maitre: Je fouille on trouve meme de trs belles choses Hier jai trouv les qquipos. Il nen existe ni a Paris ni au British Musseum. Il en existe deux exemplaires a Lima; lun dans la Collection Macedo, lautre dans la Collection Raimondi et moi jai trouv un exemplaire en parfait bon tat. Quelle bonne chance et ce quil y a de plus fort cest que je lai trouv au pied du cerro del Orca a Pativilca ... Dans nos cercueils il y a un homme, mais dans les tombes peruviennes la vie nationale se retruve toute entire momifie, bien conserve. Lorologe est arrete, les aiguiles inmobiles depuis quatre siecles, son roilles, mais rien de plus facile que de lire lheure sur le cadran sculaire.
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La fuente arqueolgica
Procedencia Chancay 1925a Chancay Ica Huando Chancay Medialima Chuquitanta Chancay Chancay Chancay
Descripcin LOCKE 1912, 1923; NORDENSKILD LOCKE 1923 LOCKE 1927; DAY 1967 LOCKE 1928 LOCKE 1928. LOCKE 1928 LOCKE 1928 LOCKE 1928 LOCKE 1928 LOCKE 1928; NORDENSKILD 1925b LOCKE 1928 Indito Indito Indito
2 s/n 3 4 5 6 7 8 9
10 11 12 13
El N. de orden es el de la obra del 1923. La letra B del N. de Catlogo significa Coleccin Bandellier y la D Coleccin Douglas. De los quipus que aparecen como inditos slo hay breves descripciones o una fotografa.
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N. de orden 14
Repositorio
Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 15 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 16-23 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 24 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 25 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 26 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 27 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 28 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 29 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York 30 Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York s/n Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York s/n Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York s/n Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York s/n Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York
N. de Catlogo B. 3453 a B. 3465 d B. 3453 c, d, f, g, h, i, j, k B. 2470 s/n D.N. 65-12 D.N. 65-11 40.1 1550 40.1 1551 40.1 1543 B. 8717 B. 8710 B. 8712 B. 8708
Procedencia Cajamarquilla Cajamarquilla Cajamarquilla Cajamarquilla Cajamarquilla ? Ica Ica Ica Ica ? ? ? ?
Descripcin Indito Indito Indito Indito Indito Indito LOCKE 1928 LOCKE 1928 LOCKE 1928 Indito LOCKE 1928 LOCKE 1928 LOCKE 1928 LOCKE 1928
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N. de orden 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Repositorio Col. Hauthal, Hildesheim Mus. fur Volkerkunde. Berln Mus. fur Volkerkunde. Berln Mus. fur Volkerkunde. Berln Mus. fur Volkerkunde. Berln Am. Mus. Nat. Hist. Nueva York Mus. fur Volkerkunde. Berln Mus. fur Volkerkunde. Berln Mus. fur Volkerkunde. Berln
N. de Catlogo s/n V.A. 16636 V.A. 47081 V.A. 42527 V.A. 47078 B. 8711 V.A. 42550 V.A. 42584 V.A. 47097
Descripcin NORDENSKILD 1925a NORDENSKILD 1925a NORDENSKILD 1925a NORDENSKILD 1925a NORDENSKILD 1925a Es el N. 9 de Locke NORDENSKILD 1925b NORDENSKILD 1925b NORDENSKILD 1925b
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N. de orden 9 10 11 12
Repositorio Col. Molinari, Buenos Aires Col. Molinari, Buenos Aires Col. Molinari, Buenos Aires Inst. Antrop. Univ. Tucumn
Mus. Puruchuco, Lima Mus. Puruchuco, Lima Mus. Puruchuco, Lima Mus. Puruchuco, Lima Col. Nez del Prado, Cuzco Lowie Mus. Berkeley 4-5446 a.
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N. de orden 3 4 5 6 7 8 9
Repositorio Mus. Am. Indians. Nueva York Mus. Am. Indians. Nueva York Mus. Am. Indians. Nueva York Mus. Am. Indians. Nueva York Mus. Am. Indians. Nueva York Pitt River Mus. Univ. Oxford Pitt River Mus. Univ. Oxford
Procedencia
Descripcin ASCHER 1972 ASCHER 1972 ASCHER 1972 ASCHER 1972 Ascher, 1972. Ascher, 1972.
Pachacamac
Ascher, 1972.
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