Transicionar y Reasignarse en Plena Madurez.
Transicionar y Reasignarse en Plena Madurez.
Transicionar y Reasignarse en Plena Madurez.
Por eso, no se puede comprender la actitud de las que ya no se sienten mujeres transexuales,
sino únicamente mujeres. Y todo, porque se supone que su reasignación les ha llevado a tal
creencia.
Generalmente en el caso de mujeres transexuales que han empezado el proceso teniendo más
de 40 años, se da la circunstancia que el mismo se incardina en la crisis de la edad adulta que
muchas personas tienen entre los 40 y los 50 años.
En esta etapa de la vida, al igual que ocurre en otros períodos críticos, como en la
adolescencia, se replantea toda nuestra vida. Y una vez evaluada la misma, se toman
decisiones qua a veces no hacen sino empeorar la situación anterior, pero que en otras
ocasiones ayudan a encontrar el verdadero sentido de la vida.
En esos momentos, estas personas, se replantean sí merece la pena acabar las últimas
décadas de mi vida, como venían transcurriendo hasta ahora.
A ellas, en la niñez, y aún más en la adolescencia, les han reprimido sus deseos más
profundos. Y conforme van siendo adultas se ven atrapadas en un mundo que acorrala sus
necesidades de manifestarse como mujer. Acaban teniendo una vida incompleta, y en el mejor
de los casos con una disforia de género que le conllevan un malestar psíquico permanente.
Esta etapa de la vida se convierte en decisivo para toda mujer transexual madura.
Si es capaz de mirar al mundo con valor, será capaz de transicionar hacia lo que siempre quiso
ser: una mujer.
Una vez tomada la decisión de transicionar, hay que hacerlo con todas sus consecuencias:
visibilización familiar, laboral, social… y todo ello evidentemente con la nueva imagen de mujer.
Pero este proceso hay que recorrerlo con paciencia. Lo primero de todo, es dar tiempo al
tiempo.
Es conveniente darse unos meses para ir madurando la decisión de transicionar. Y tener claro
que no es una decisión pasajera, ya que una vez que se inicia debe ser ya permanente en la
vida.
Esos meses sirven para ir cogiendo energías suficientes para afrontar cambios muy drásticos.
También es el momento de obtener toda la información posible sobre transexualidad.
Una vez acabada esta etapa con éxito es el momento de iniciar la transición externa.
Una vez que se tiene el informe de un@ psicólog@ clínico
se empieza con la terapia hormonal.
Ésta, en sí misma no sirve únicamente para posibilitar que
el cuerpo se feminice, sino también para que el cerebro
empiece a sentirse a gusto con la nueva situación
emocional que se deriva en la paralización de la
testosterona y la acción estrogénica en las neuronas. La
paz, el confort emocional, el afloramiento de los
sentimientos no hacen sino reafirmar el alma femenina
tantas veces reprimida.
Además los cambios físicos resultantes del tratamiento
hormonal inciden en la autoestima y seguridad.
La tercera consecuencia que tiene la nueva situación hormonal, tiene mucho que ver con la
decisión futura de reasignarse o no. Ya que la antiandrogenización y estrogenización va a
provocar una nueva líbido que va anticipar muchos datos para la decisión final.
Este periodo debe servir sobre todo a las mujeres transexuales maduras para afirmar su
transexualidad y descartar cualquier inclinación travestista oculta.
Leyendo a Lynn Conway, casi se llega a la conclusión que generalmente tod@s los que
transicionan en edad adulta son travestis. Y que muchos de ellos se reasignan creyendo que
sus inclinaciones sexuales travestistas se potenciarán al máximo llegando a la CRS. No
sabiendo de la desgracia y del fracaso que supone tomar dicho camino.
Pero, no todas, las maduras, somos travestis, también muchas somos transexuales.
La terapia hormonal es frustante para el travesti, porque le quita poder a sus inclinaciones
autoeróticas. La feminización no le lleva a obtener más deseo sexual. Está claro que la
sexualidad del travesti es muy distinta de la de una mujer transexual. Para ésta, la terapia
hormonal le da una libido femenina que le produce un aumento de bienestar interior. La
persona travesti, en cambio, se siente defraudada.
Sin embargo, queda más camino antes de tomar la decisión de la reasignación. Hay que
analizarse en la vida íntima, para ver como es ahora la sexualidad.
Se puede o no llegar a sentir verdadero malestar y rechazo con los genitales. Pueda que
sea imposible incorporarlos al juego erótico y los mismos lleven a crear una inseguridad
personal por temor a ser descubiertos por los demás.
Si el goce sexual, para la mujer que se quiere reasignar, no incluye en esta etapa
prereasignada ningún tipo de penetración, se rechaza la masturbación y no se desea el
orgasmo, ya que en el fondo provoca malestar psíquico, el no reasignarse sería un error.
En todo este proceso hay que asimilar consejos y opiniones que realmente sirvan para tomar
adecuadamente la decisión de reasignarse o no.
Pero también hay que rechazar otros que en nada benefician. Voy a enumerar algunos, que
van desde los que no aconsejaban operarse a los que sí lo hacen.
Todas, las reasignadas y las no resignadas somos iguales de mujer, porque el género es un
sentimiento de querer ser mujer y no tiene nada que ver con la resignación.
Si la mujer transexual es capaz de aceptar su genitalidad y tiene una sexualidad satisfactoria,
sin necesidad de reasignarse, es perfecto y sería un error que se quisiera operar en el futuro.
Además la CRS, por sí misma, no va a posibilitar que los demás de un modo milagroso y
repentino te vayan a considerar como una mujer. Casi la única persona que va a ver tus
genitales es tu pareja. La CRS no cambiará las reacciones de la gente alrededor de ti.