Roca - Ardao y Marcha
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La independencia y la crtica
(Arda o antes y durante Marcha)
Pablo Roca *
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Resumen
La obra de Arturo Ardao se despleg, desde comienzos de la dcada del treinta hasta 1974, no slo en una larga serie de libros dedicados a la historia de las ideas en Uruguay y en Amrica. Y no slo en esta opcin epistemolgica, sino tambin en el campo ms directo de la intervencin pblica, poltica y cultural. Dentro de esta lnea convergente con la anterior, dirase ms acadmica, Ardao colabor activamente en publicaciones peridicas, principalmente en el semanario Marcha de Montevideo (1939-1974), del que fue parte fundamental en su estructura orgnica, y donde publiC artculos y ensayos de carcter filosfico -la mayor parte de ellos reunidos o reelaborados ms tarde. en libros ahora clebres como Espiritua/ismo y positivismo en el Uruguay-, as como textos pOlticos que, segn se los observa en este artculo, son parte constitutiva de su labor. En tal sentido, adems, el pensamiento y la accin de Ardao contribuyeron, desde Marcha fundamentalmente, a tramar en un espectro muy vasto el campo cultural uruguayo e hispanoamericano del perodo sealado. Palabras claves: campo cultural uruguayo/ Marcha/ Ardao Abstract The works of Arturo Ardao, from the beginning of the thirties until1970, integrated a long series of books dealing with the history of ideas'in Uruguay and in the American continent. Theywere n01 onlydevoted to tl1is epistemologrcal option but also to the more straightforward field of political and cultural intervention. Within this line in convergence with.the former, more academic,so to speak, Ardao actively cooperated in periodical publications. mainly in the weekly journal Marcha. in Montevideo (19391974). He was a fundamental piece in its organic structure, and in it he published articles and essays of a philosophicalnature, most of which were later re-elaborated or compiled in renowned books, such as Spiritualism and Positivism in Uruguay. He also published political texts that, as presented in this paper, are a constitutive part of his work. In this respect, furthermore. Ardao's thoughts and actions as manifested in Marcha contributed to build, in a wide spectrum, Uruguay's and Latin America's cultural field of the time. Key words: Uruguayan cultural field / Marcha / incidence of Ardao
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. ProfesorAgregadode LiteraturasUruguayay Latinoamericanade la Facultadde Humanidades y Ciencias de la Educacin, Universidad de la Repblica (Montevideo, Uruguay). Responsable del Programa de Documentacin en Literaturas Uruguaya y Latinoamericana de la misma institucin. <[email protected]>
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No poda tener asegurada su vida sino, ms bien, su muerte, un semanario que no se adaptaba a los patrones tradicionales dela prensa latinoamericana del siglo XIX,en cuanto no gozaba de ningn respaldo econmico protector ni responda orgnicamente a ninguna corriente de opinin ancilar a grupos de poder hegemnicos (polticos o financieros). Por el contrario, sala a la calle, en Montevideo, conel solo prestigio de algunos individuos que provenan de las clases medias altas o del patriciado algo empobrecido y desencantado de las lneas polticas tradicionales, conscientes, unos y otros, de la crisis de un modelo capitalista perifrico; y sala ofreciendo pocos pliegos en formato tabloide -cierto que con un diseo grfico dinmico- y que, en los comienzos (1939-41), combinaba notas polticas y doctrinarias con alta cultura, noticias sociales con consejos gastronmicos. Su director, Carlos Quijano, an no haba cumplido cuarenta aos y ya era respetado en los mbitos acadmico, poltico y periodstico. Adems, supo rodearse de un grupo joven con formaciones y procedencias diversas. Varios se haban curtido en sus anteriores aventuras periodsticas del diario El Nacional, 1930-1931, y el semanario Accin, 1932-1939. Arturo Ardao lo haba acompaado desde la tempransima juventud escribiendo notas polticas, y otros que perduraron (o persistieron) de la primera hora fueron el maestro Julio Castro, siempre atento a los problemas sociales y educativos o el virtuoso dibujante Julio E. Surez ("Peloduro"). Muchos colaboradores de la seccin cultural -un sector al que se apost, desde el arranque, con clara determinacin- venan con cimentado prestigio que acrecentaron en esas pginas: Joaqun Torres Garca escribi algunas notas sobre artes plsticas, el narrador Francisco Espnola hizo crtica de teatro, el joven musiclogo Lauro Ayestarn escribi sobre la especialidad que en pocos aos lotendra como el mayor historiador de la msica uruguaya. Otros nombres que figuran en tan preca'rio peridico, entonces, en verdad, nada decan: el secretario de redaccin Juan Carlos Onetti estaba por cumplir treinta aos de edad, y por esos das de junio del 39, cuando el primer nmero de Marcha sali a la calle, aprontaba un relato, Elpozo, que se publicara a fin de ao en una imprenta artesanal. Los crticos de cine Homero Alsina Thevenet, . Eduardo Jimnez de Archaga y Wilson Ferreira Aldunate carecan de mayores antecedentes, y no podan tenerlos ya que apenas salan dela adolescencia. Eran los dos ltimos, en verdad, alumnos de Quijano en la
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Facultad de Derecho, y pronto se retiraran hacia otras tareas (el foro, la poltica), mientras que el primero de los tres, iniciado en la revista CineRadio Actualidad bajo el padrinazgo de Arturo S. Despouey, todava ejerce esa profesin con un ganado prestigio a escala internacional. En pocos aos esas pginas cambiaran para siempre la forma de hacer periodismo en el pas y en Amrica Latina, y seran capaces de forjar una perspectiva distinta de sus problemas y los del mundo.
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El pasaje de El Nacional a Accin parece una operacin razonable. Una publicacin cotidiana de un sector del Partido Blanco o Nacional, con magro caudal electoral -la Agrupacin Nacionalista Demcrata Social, cuyo lder era Quijano-, que tena slo cierta prdica y un esculido alcance electoral en Montevideo, ya no consegua sobrevivir. El semanario de ideas era ms barato, su factura menos exigente y, tal vez, ms eficaz para la comunicacin con sus adictos. Pero si se mira con ms cuidado, y se revisa con mayor detalle la coleccin entera de Accin,que como la de su sucedneo sali en formato tabloide, es notorio que de a poco ste se va desprendiendo de los presupuestos partidistas para acercarse a la construccin de un proyecto cada vez ms distanciado del juego electoral. Parece claro que los escasos integrantes del grupo partidario advirtieron que no poda esperar una doble floracin extica: Uno, disputar la hegemona dentro de un Partido conservador, en el que la Agrupacin era asfixiada por la fuerza del caudillo Luis Alberto de Herrera, difcil de mellar, y, por lo tanto, era necesario olvidar las posibilidades de crecer pronto. Dos, conquistar el gobierno al otro partido tradicional (el-Colorado), cuyo podero electoral yen el aparato estatal era innegable, tanto que, de hecho, no fue derribado sino en 1958. La experiencia de la dictadura de Gabriel Terra (1933-1938), emanada de un sector del partido Colorado con slido apoyo del principal grupo blanco, vino a ahondar esas dificultades internas, a sacarlas a flote, por lo que los Ileva reflexionar sobre otras estrategias capaces de reunir la voluntad de los sectores tradicionales y de izquierda adversarios del rgimen. En.enero de 1935 un movimiento armado que cont con la presencia de blancos, colorados y socialistas diversos busc derrocar a la dictadura, que reaccion rpida y eficazmente desbaratando el intento. Producto
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pas, fue el primer libro de Ardao -en colaboracin con Julio Castro. y prologado por Quijano-, por cierto que escrito mucho antes de convertIrse en el principal historiador de las ideas en Uruguay.Vida de Basilio Muoz fue un presuroso ensayo biogrfico-histrico sobre un caudillo que haba peleado en las ltimas guerras civiles montoneras y que en unos das del trrido verano de 1935, encabez la "Revolucin de enero" contra la dictadura de reflejos fascistoides y,en loeconmico,satelital de los Estados Unidos. Para ellos Muoz vena a representar, por eso, "la ms alta bandera del pueblo uruguayo en sus aspiraciones de libertad poltica e independencia econmica" (Ardaoj Castro, 1937: 204). Este libro temprano y militante es, adems, una muestra de la peculiar alianza entre vocacin por la historia y vocacin por la accin (estudio y prctica de las ideas, en suma), que entonces se viabiliza ante un ejemplo in praesentia y por los carriles de un sector partidario entendido como la opcin de mejor entronque popular en la lnea latinoamericanista y antiimperialista, pero que slo de a poco conseguir independizarse o separarse la una de la otra. Yeso hasta cierto punto. Porque, como seal Yamand Acosta, en Ardao "la funcin de la filosofa no puede ser separada de la funcin del filsofo. La responsabilidad social de la actividad filosfica corresponde a quien la desempea" (Acosta,1995: 48). La genealoga de este concepto bien puede remitirse a un trabajo como en el que se empe te'mpranamente, y al que -pese a ciertos inconvenientes- nunca quiso que pasara al 0lvido.1 El 23 de junio de 1939 Marcha destrona a Accin parcumplir con un proyecto de puertas abiertas. Marcha se pens, y no es aventurado postular que Ardao debi haber incidido en esa decisin, como un medio ms propenso a formular ideas que fertilizaran los cambios a largo plazo y que produjeran las,crticas a la situacin inmediata; Se autoconcibi, asimismo, comouria posibilidad de apertura del dilogo hacia otras "tribus" polticas deizquierda.2 A medida que el nuevo rgano consegua sortear el obstculo de salir cada semana, la relacin de Quijano con el Partido Nacional se hizo cada vez ms conflictiva, y con el correr de los aos eso le permiti conquistar un pblico que no necesariamente perteneca a su Agrupacin. Hasta que ese pblico (ubicado cada vez ms en una clase media urbanade izquierda)ejerciunaforma implcita de presin para que el peridico pasara a ser algo que no exista en Uruguay,y que no existaen Amrica Latina: un rgano de izquierda,s, pero ajeno a cualquier grupo partidario especfico. Atacante de yatacado por los dos sectores mayoritariosde su colectividad partidaria -el de
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los "blancos independientes" y, sobre todo, el que capitaneaba Herrera, la intransigencia quijanista profundiz el aislamiento. En 1958, en ocasin de la tan postergada victoria nacionalista, Quijano rompi para siempre las ataduras con la divisa. No hubo retorno posible porque, contra~ riamente a lo que postularon algunos de'sus allegados -como el mismo Onetti (1994: 191)-, Marcha trascendi Iq fuerte personalidad del director, como sucede en cualquier COnstruccin colectiva y de vida prolongada. Desde luego que el.semanario nopodfa concebirse sin el ejemplo y los escritos de Quijano,pero una cosa era la estrategia electoral con sus imperativos pragmticos y doctrinarios y, otra, la edificacin de un peridico de debate pOlftico y fUosficoyde opinin cultural que procuraba desasirse del cors de la disciplina partidaria. Como sea, est claro que hacia mediados de la dcada del cincuenta muchos habfan aprendido del grupo ceido pero coherente, que pOdrfamos llamar los redactores polticos del semanario-Quijano, Ardao, Castro-, a pensar con independnciade las presiones de las alianzas para la andadura del poder de la cspide. A la vez que, haciendo caudal de esa leccin, esos mismos discfpulos les ensearon que no podfa inmiscuirse en pugnas partidarias. Como inmediata consecuencia, el semanario aument su nmero de pginas, expuls las notas "'sociales" y los consejos para lucir una adecuada silueta; asf se agreg nuevos lectores, arm un equipo consustanciado con una "empresa" periodfstica -en la que apenas se cobraba por el trabajo- y con una serie de presupuestos ideolgicos que involucraban todas las actividades del peridico, y no slo los abundantes y custicos artfculos de opinin polftica o econmica. Primero, esa ideologfa se sustentaba en el antiautoritarismo, fogueado en los aos terristas y durante el avance de los fascismos europeos; segundo, en el pronunciamiento a favor de una "Tercera Posicin" nacionalista y antiimperialista. En verdad, ya desde antes, segn Ardao:
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1964, nada menos que una dcada antes de la entonces impredecible clausura definitiva y todava sin que el semanario alcanzara su apogeo en los campos poltico e intelectual, al que llegara en el correr de los aos siguientes (Real de Aza, 1964, T. 11:320).3 Vistos de lejos, los elogios del lcido ensayista implicado no parecen desmedidos, pero omiten considerar ms globalmente .que el pas contaba con una tradicin de pensamiento racionalista y crtico liberal, en particular desde la generacin principista del setenta, a la que Ardao examin en Espiritualismo y positivismo en el Uruguay (1950) y en Racionalismo y liberalismo en el Uruguay (1962). Esa opinin, un pocojuguetona, olvidaba que hacia 1940 la situacin interna y externa situaba a Montevideo en un plano de privilegio. Espaa, destruida por la guerra civil yen manos del franqusmo; Europa que se inmolaba en una guerra terrible y dilatada, con la obvia y subsiguiente paralizacin de su poderosa industria cultural; Argentina que tropezaba con los cuartelazos y las consecuentes censuras y persecuciones a sus intelectuales, situacin que el peronismo -tan combatido desde Marcha- no hizo s.inoahondar. Uruguay, en cambio, gozaba de plenas libertades polticas, por lo menos desde 1942 cuando se produjo el llamado "golpe bueno" de Alfredo Baldomir, quien proviniendo del rgimen terrista se ali con sus enemigos polticos ms moderados (y con el apoyo del Partido Com"u!1ista)y desmont el aparato legal d la dictadura y porque, a su vez, los beneficios de la guerra europea permiti dar un nuevo empuje al modelo distributivo imaginado por el primer batllismo, cuyos fundamentos filosficos Ardao examin antes que nadie (Ardao, 1951). Con estascar.i;Jctersticas, tan somera mente resumidas, la estabilidad econmico-social se prolongara hasta mediados de los cincuentas. En verdad, qlrededor de 1940 la relacin entre modernidad cultural y modernizacin capitalistaera asimtrica, ya que en Montevideo haba pocas libreras y aun muchasmenos en las pequeas ciudades delinterior; contadas casas editoriales publicaban libros fuera de los de uso estrictamente escolar; la educacin media era -todava- privilegio de un porcentaje estrecho de la poblacin urbana del pas; la concentracin de las crecientes -bien que selectas- actividades culturales capitalinas, se focalizaba en pocas manzanas cntricas. A lo largo del siglo XIX, la "ciudad letrada", de la que hablar Rama varias dcadas ms tarde, haba montado un verdadero sistema (museos, salas de conciertos, cenculos, teatros, peridicos) fundado en las apetencias y los gustos de los sectores oligrquicos, de los cuales se alimentaba. De a poco, la
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cultura para consumo de masas o que se avena al gusto "popular" (el tango. el cine. la prensa de actualidades para las masas, las ediciones baratas) haba cambiado este panorama, modificaciones que incluan un pblico slo posible a partir del crecimiento de los efectos de la reforma educativa lograda en el ltimo tramo del siglo XIX,y el replanteo y la expansin de la Educacin Secundaria durante el primer batllismo, en firme alianza con el ascenso de otras capas sociales urbanas. Estos procesos provocaron hacia 1940, no slo "una integracin slida y mejor enmarcada ideolgicamente, sino tambin el ingreso de los sectores sociales emergentes, los grupos medios que empiezan entonces su gesta poltica" (Rama. 1984: 159). Desde Marcha se supo aprovechar este conjunto de situaciones, y se le dio un impulso decisivo. Pero eso fue posible porque empezaba a existir un pblico preparado y adicto a las "bellas letras" y a la nocin de cultura en un sentido tradicional y acumulativo de saberes acadmicos. En las dcadas del cuarenta y del cincuenta, Marcha se benefici de algunas transformaciones fuertes en el "campo inte/ectua/,,4 uruguayo o, mejor. montevideano, y acompa crtica mente este proceso. Es decir. fue una pieza clave para tramar una red de vnculos slo posibles por afirmacin de la especificidad de lo artstico, la continuidad de una crtica independiente fomentada desde sus propias pginas culturales y con el crecimiento de otras, muchas veces respuestas contra-hegemnicas a la de Marcha. Un pas institucional y econmicamente estable, tuvo resto para fundar o relanzar instituciones culturales oficiales (Museo Histrico Nacional. Biblioteca Nacional, Coleccin de "Clsicos Uruguayos". Instituto Nacional de Investigaciones Literarias, "Archivo Artigas", Comedia Nacional), para crear rganos educativos que tendieran a la profesionalizacin de los estudios culturales, artsticos y filosficos: la Facultad de Humanidades y Ciencias. 1946, (de la que Ardao -formado en Derecho- fue profesor de Historia de las ideas y, luego, decano en los aos sesenta) y el Instituto de Profesores "Artigas". 1949. Entonces se hizo posible adiestrar y captar un pblico, con compaas estables de teatro en la rbita independiente u oficial, con la multiplicacin del dictado de conferencias, haciendo exposiciones de pintura en Salones municipales o apoyados por el Estado o en el Taller Torres Garca. discutiendo en los cafs, creando revistas y -ms tarde- editoriales, que respondieron a facciones homogneas en dilogo y, en consecuencia tambin en debate, con otros grupos nucleados notrasrevistas.5 e Nadao casinada de esto escap a la recepcin de los que hicieron Marcha. Y, al mismo
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tiempo, todo o casi todo este cuadro de relaciones de "campo" formaron a quienes se hicieron en el semanario.De ah que no hubo tal "milagro" marchista, porque el peridico supo acompaar esa metamorfosis profunda de la vida social y cultural a la vez que su estrategia supuso la inteligente capitalizacin de una coyuntura favorable, en aquel pas (mejor: en aquella capital), que poda jactarse de estar la page, atento a la modernizacin delaindustria cultural en la que el cine fue una de sus llaves maestras y que empezaba a producir sus propios mecanismos activos. Sntesis, entonces, ms que milagro. Todo esto fue andando a la par que acoga a notables exiliados (Margarita Xirgu, Jos Bergamn, por temporadas RafaelAlberti) o reciba eximios visitantes europeos (Albert Camus, Juan Ramn Jimnez, Jean-Louis Barrault, Marcel Marceau),junto a otros no menos notables americanos (como Pablo Neruda, Cecilia Meireles o Gilberto Freyre), y en particular argentinos que buscaban un espacio que la censura peronista les bloqueaba. Por eso en Montevideo se pudo escuchar en mbitos acadmicos -y publicar en Marcha y en otros medios- a Jorge Luis Borges, Adolfo BioyCasares, Rodolfo Mondolfo, Jos Luis Romero, Jorge Romero Brest. Una vez estructurado ese camino, bastaba con proseguir el impulso, persistir en las ideas y los cambios, incrementar la oferta. Desde luego, Marcha fue un modelo periodstico de ideas y de debates que no slo podra filiarse a la tradicin crtica del siglo XIX en la direccin insinuada, sino que pronto se apoy en un pblico de clase media que haba prosperado con la confianza, harto moderna, en la cultura y en la educacin, a la que iba incorporndose a un ritmo cada vez ms acelerado. Antes que nada, debe remarcarse que las precitadas condiciones asignaban al periodismo cultural un privilegiado sitio en un pas, a la vez, perifrico y que careca -que an carece~ de un slido aparato universitario en el rea humanstica. En gran medida por eso mismo Marcha ' pudo ser lo que fue.
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En un libro sobre la literatura del perodo que va desde la fundacin del semanario, en 1939, hasta mediados de los aos sesenta, Emir Rodrguez Monegal postul la existencia de "dos Marchas": una que estuvo ligada a la tarea poltica, en un sentido amplio del trmino; otra que estaba radicada en la seccin cultural, ms cosmopolita, menos conec-
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tada al "destino latinoamericano" (Rodrguez Monegal, 1966). Al final de su vida, Arturo Ardao revisa la experiencia apoyndose en esta dicotoma, a la que empieza por denunciar como excesivamente simplificadora. Pero concluye por aceptarla en su esencia:
La primera, en cuanto lo pol[tico en sentido estricto, era acompaada con vastedad por notas econmicas, sociolgicas, histricas, filosficas. La segunda, por acompaar habitualmente a la cr[tica literaria, siempre dominante, la cr[tica teatral, la cinematogrfica, la musical. Cada una de ellas, por lo dems, con sus redactores propios y sus colaboradores propios (Ardao, 2003: 511-512).
Podra admitirse la dicotoma, que Ardao no deja de mantener en pie, pero habra que agregar que el punto de articulacin visible entre esas "dos" alas de Marcha era, precisamente, una de las direcciones en la produccin del propio Ardao. No la que se radicaba en la zona "poltica", sino aquella sobre la historia de las ideas en Amrica, en particular en Uruguay pero, tambin, en ocasionales textos sobre el pensamiento y la filosofa metropolitana. Dicho de otro modo o de manera clara: Ardao era el nico que participaba de las dos Marchas, de los dos espacios fsicos compartimentados como l los describi tantos aos despus. La singularidad de su aporte consisti en un inters inusual en Uruguay por las ideas filosficas de los mismos escritores sobre los que tanto escriba un Rodrguez Monegal en la "zona" literaria. A lo largo de varias dcadas, fueron apareciendo, sin pausas y sin la prisa habitual del crtico que est acuciado por el comentario o la difusin de la novedad bibliogrfica, muchos de los artculos sobre el pensamiento uruguayo que se integraron, armnicamente, al libro Etapas de la inteligencia uruguaya (1968), entre otros sus texts sobre Rod, Acevedo Daz, Herrera y Reissig. En Marcha, asimismo, adelant fragmentos de sus libros mayores, como el mencionado Racionalismo y liberalismo en el Uruguay, por ejemplo en el artculo "La crisis uruguaya de la fe", publicado en el N 605 (29 de diciembre de 1951)0 "Las reform,as liberales de 1885", aparecido en el N 676 (26 de junio de 1953), para slo poner dos ejemplos. En cambio, harto discutible resulta el lugar que en el proyecto esttico ensimismado ocuparon -si es que algn lugar ocuparon- las ideasfuerza del "rea poltica" de la publicacin: el antiimperialismo, la apertura hacia un "destino latinoamericano" en la tradicin del pensamiento
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lismo democrtico. Como se ve, un pensamiento al que los escritos de Quijano dieron sustento poltico y los de Ardao, si se quiere, completaron con un mayor fundamento histrico-filosfico, no slo en los artculos que entreg a Marcha con o sin firma, sino tambin en los libros que fue publicando desde 1945 en adelante. Por ejemplo, cuando Rodrguez Monegal est en la direccin de la seccin literaria del semanario (19451958), en particular en sus primeros aos, se promueve la polmica interna acerca del problema de la literatura nacional, sobre la necesidad de modernizar el instrumental tcnico en prosa, poesa y teatro y el conocimiento de las literaturas centrales ms recientes, hasta entonces casi ignoradas por estas latitudes. Este tipo de discusin no era nuevo ni, desde luego, exclusivamente uruguayo entonces, algo evidente para quien repase la situacin de la cultura argentina en los aos treinta con la irrupcin de Sur y la emergencia de grupos nacionalistas que se resisten a su poltica "extranjerizante". Pero en Uruguay el conflicto entre cultura "universal" y cultura "nacional" no se haba dado con la violencia de otras partes de Amrica, sino que las dos categoras -por Ilamarlas de algn modo- haban convivido amablemente en los sectores letrados, por lo menos desde la dcada del ochenta del siglo XIX.A travs de la vinculacin de Rodrguez Monegal y algunos miembros de su grupo con la literatura, las ideas y los presupuestos tericos "cosmopolitas" y "descomprometidos" de Borges y de Sur, y por otro lado, a partir de una filiacin bastante directa con el pensamiento existencialista, se desat una polmica que coloc efectivamente la cuestin como problema a dirimir. Alcanza con revisar las pginas de Marcha para encontrar textos que fueron publicados, en traduccin, por primera vez en la revista portea y hasta varias pginas que haban salido all pocos meses atrs. Adems de la incorporacin de la relativa (o absoluta) novedad europea o norteamericana, hubo una lucha sin tregua contra los que eran percibidos como dueos del poder cultural "oficial": el grupo de Julio J. Casal y su revista Alfar, Juvenal Ortiz Saralegui y los Cuadernos Julio Herrera y Reissig, la Revista Nacional del Ministerio de Instruccin Pblica y la Asociacin Uruguaya de Escritores (AUDE). Otro problema clave correspondi a la reinterpretacin del pasado. El "pasado til" -en la recurrida nocin de T.S. Eliot- a que se apel fue al de la Generacin del Novecientos y algunos escritores anteriores (como Eduardo Acevedo Daz o Francisco Bauz), borrando, de ese modo, las huellas de los espacios intermedios. Rod, Quiroga, Herrera y Reissig, Florencio Snchez,
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Javier de Viana, fueron reledos con avidez por Rodrguez Monegal y sus colaboradores ms cercanos. En rigor, el propio Onetti haba marcado las pautas bsicas de este plan que en el medio siglo se entendi que era necesario completar.6 Otra, contemporneamente, era la preocupacin bsica de la "zona poltica" del semanario. A medida que los aos avanzaron y que, en sustancia, el mapa poltico del pas no variaba, por un lado las notas ideolgicas de la primera hora se enriquecieron con un ms acendrado latinoamericanismo que en la inicial dcada larga de vida del semanario no parecan infiltrar la ideologa del equipo "cultural", La defensa de la "Patria Grande" se enraiz, cada vez ms, en el ejemplo de los hroes de la independencia y tambin en el pensamiento de Mart, muy particularmente en el de Rod. Una leve comparacin sobre el caso basta para verificar quesi Quijano fue, desde su primera juventud, un admirador del Rod estilista y del americanista, correspondi a Ardao la difusin ms intensa de una reivindicacin total de Rod como antiimperialista, americanista y aun antiburgus en una seleccin de sus escritos, editada por Marcha, en el apogeo de esta ola. El prlogo de esta antologa tiene mucho de autorreferente, algo en general rehuido por Ardao en las pginas de juventud y de madurez (Ardao, 1970: 7-42). En su lugar, el "rodonianismo" de un Rodrguez Monegal, quien escribi mucho sobre el escritor del Novecientos y fue el editor de sus Obras Completas por Aguilar (Madrid, 1957 y 1967). tiene ms que ver con la admiracin por el pionero en la crtica literaria y el intelectual capaz de establecer un puente entre la gran cultural occidental clsica y la moderna, injertndola en Amrica. A este catlogo americano en los sesentas se sum, entre otros, Maritegui. Por otra parte, este nacionalismo se afianz en una concepcin revolucionaria y socialista con ingredientes marxistas sin renunciar a las libertades democrticas. Marcha postulaba, en sntesis, que haba que "destruir construyendo", para usar, paradjicamente si se quiere, una frase que el despolitizado Rodrguez Monegal asumi como lema de su actividad en la crtica literaria semanal, pero que, tal vez, no hubiera sido posible pensar fuera de ese mismo mbito (Rodrguez Monegal, 1952). Como se ve, Marcha alentaba una ideologa "cargada de futuro", en la medida en que rehua tanto el liberalismo ortodoxo sujeto a los dictmenes del capitalismo internacional, como el "socialismo real" de la rbita sovitica. El triunfo de la Revolucin cubana (1959) y el recambio
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nes que eran mayora en el semanario, como siempre lo haban sido, dado el verdadero culto a la juventud, de raz tan arielista, que siempre alent Quijano. Y aun en esa lnea no perdi la profunda filiacin, tambin rodoniana -ni cuando se acerc ms heterodoxamente al marxismo- al "neoidealismo", como lo explic Ardao en la mencionada introduccin a sus obras (Ioc. cit., 1989). Aun admitiendo la validez relativa del fraccionamiento de las dos Marchas, est claro que con el advenimiento del impacto cubano del 59 hubo un dilogo fluido entre esas "partes" del peridico. Ese dilogo hubiera sido menos natural sin la prdica de los redactores polticos en sus editoriales y notas y, sobre todo en lo que respecta al campo literario, sinla mediacin de los artculos de Ardao sobre el pensamiento filosfico americano. Ms que nunca en aquellos textos en que se dedic al examen del americanismo literario, sobre el cual ha escrito uno de los estudios ms importantes, an no ledo o estimado en su justa proporcin (Ardao, 1987: 1-72). Muchos "lcidos" de otrora, muchos de los que estaban ensimismados en el Olimpo de las Letras, prestaron su caluroso apoyo al socialismo isleo que se defenda desde las pginas po" lticas del peridico. Algunos, como Mario Benedetti e Idea Vilario, ahora conformes con la adhesin a esa causa, reingresaron a las pginas de las que se haban apartado por problemas personales con el director; otros -como Rodrguez Monegal o Jos Enrique Etcheverry- se fueron para siempre, en buena medida por causa de su retraccin o repulsa del nuevo modelo socialista. Otros tantos, como Carlos Martnez Moreno o Real de Aza o -segn todas las evidencias- el propio Ardao, prefirieron mantener un apoyo crtico sin precipitarse por la pendiente de la adhesin incondicional.?
IV Observar ms de cerca los procesos de la pgina literaria, que fue siempre -como sealaraArdao en el antecitado artculo- ncleo de la zona cultural del semanario y que, alrededor de 1960, se convierte en una pieza clave para el dilogo cultural de Amrica Latina, permitir advertir la profundidad de los cambios y medir la participacin de las ideas
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mienzos.
cuencia:
En un clido testimonio, Antonio Candido record que en 1960 conoci a ngel Rama en Montevideo, cuando acababa de asumir la direccin de las pginas literarias de Marcha, pero cuando estaba muy lejos de ser el profesor universitario y el ensayista de dimensiones americanas. Entonces, "me declar su conviccin de que el intelectual,latinoamericano debera asumir como tarea prioritaria el conocimiento, el contacto, el intercambio con relacin a los pases de Amrica Latina y me manifest su disposicin para comenzar este trabajo [...]" (Candid().1997: 291). En rigor, esas convicciones no haban sido las que Rama pusiera en prctica durante su breve conduccin de las pginas literarias de Marcha en 1949-50. En el medio se produjo el triunfo de la Revolucin cubana, a la cual se acerc con intensidad desde un principio (Fernndez Retamar, 1997), por ms que en su Diario, desde mediados de los aos setenta, no cesara de atacar al proceso revolucionario y a sus antiguos amigos.8 Antes de que sonaran los arrepentimientos o las rectificaciones, entre 1962y 1968, hubo dursimos intercambios polmicas entre ngel Rama y Monegal que tuvieron como centros a Cuba, el "Congreso por la Libertad de la Cultura" y la revista Mundo Nuevo, pruebas contundentes de cmo se haba pasado de la indiferencia del campo literario ante la pOltica a la imposibilidad de aislarlo de las tensiones sociales y polticas. Este binomio encontr, gracias al catalizador revolucionario y a la asuncin de las viejas ideas de los redactores polticos del semanario en cuanto a una toma de distancia de la lnea sovitica, el trazado de un nuevo proyecto latinoamericanista y socialista. (Gilman, 2003; Rocca, 2003). Dos pginas de Rama de momentos prximos lo dicen <;;on elo.
Qu pasa en Amrica Latina, en nuestra Amrica? La siesta subtropical parece haber terminado, conjuntamente con esa vaga sensacin de que todo pOda relegarse a un maana distante. Nuevas fuerzas, poderosas ideas y esperanzas, la estn agitando, la obligan a tomar conciencia de s y a asumir un destino al que se rehusaba. Latinoamrica entra en escena: es decir, se niega a continuar en su estadosemicoloni\3l, sometida al provecho extranjero y a la retrica huera, y quiere ser independiente, autntica, justa, parte alfin de un
nuevomundomejor(Rama, 1961).
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Dos grandes ramas tiene ese compromiso en nuestro momento: la que viene de losocial o la que viene de la metafsica [...] Elescritor se siente responsable ante el mundo que integra ysu arte es el instrumento con que acciona dentro de l [...]Romper con la clase dominante, enJuiciarla en las consecuencias diarias de su actividad distorsionadora, y ambicionar una creacin destinada a dignificar, llevar al nivel de un pueblo, heredero legtimo de la cultura, es su compromiso hoy (Rama, 1962).
Puede no ser esta la versin o la visin exacta de un Quijano o de un Ardao, pero sin el tercerismo nacionalista y antiimperialista que fue creciendo desde los primeros pasos de Marcha, posiciones como las de Rama no hubieran sido viables o, por lo menos, no hubieran encontrado tan cmodo espacio en esa publicacin peridica.9 Alcanza otro texto para ver los parentescos y las diferencias, de ms de veinte aos atrs, titulado "Nuestra Amrica" y, como es obvio, en el mismo registro del homenaje a Mart, que haba publicado Ardao en Marcha. Ledo este texto, parece el de Rama un ajuste, un apndice que suma el fenmeno triunfal que vendra a completar el proyectoen ciernes del 39:
Despejado el imperialismo de viejo cuo, ingleses y yanquis se por imponer a su favor en traban en una implacable y larga contienda
Latino-Amrica el moderno vasallaje imperialista de carcter financiero. La lucha se resuelve en los hechos por un reparto ms o menos igualitario de las zonas de Influencia: al norte EE.UU, al sur Gran Bretaa. [...] De seguir as, seremos -con nuestra posicin geogrfica, nuestra poblacin de ms de cien millones, nuestras riquezas fabulosas-
pueblos eternamente dbiles, pobres y avasallados. Hay que reaccionar. La defensa de nuestra integridad territorial y poltica y el afianzamiento de nuestro porvenir econmico, no pueden tener' ms apoyo que el que nosotros mismos les prestemos (Ardao, 1939).
En esos radical izados aos sesenta, ya sumido el Uruguay en la plena crisis, los hacedores del semanario montevideano -ya disueltas o yuxtapuestas las dos zonas del mismo- se inclinaron por una solucin que sustituyera el orden de cosas imperante. Dentro de ese plan, hubo veladas y hasta expresas simpatas a las prcticas foquistas. Por eso no puede sorprender que hasta el propio Ernesto "Che" Guevara escribiera desde frica una carta a Quijano que ste titulara, con acierto, "El socialismo y el hombre en Cuba", algo que puede interpretarse como un triple
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CUYO. nuario de FilosofaArgentina y Americana, N" 20, ao 2003, p. 65 a 84. A
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Carlos Mara Ramrez, publicada en dos volmenesjunto a otros textos vecinos con el ttulo general de El destino nacional y la Uniyersidad. El viejo equipo de los redactores polticos fueron los guardianes de lacontencin del maniquesmo que mantuvo, en medio,.de aquel torqellino, una Marcha ms vehemente que antes, ms enrgica adversaria de la represin oficial y de su poltica adherida al capitalismo dependiente y colonizadora y, en su lnea directriz, siempre de izquierda. Pero vigilante de la independencia prudente de toda ubicacin partidista estricta. Sin el aporte de Marcha al pensamiento libre y siempre inconformista, el perfil de la inteligentsia del pas y de la comarca hubiera sido otro. Por eso el rgimen militar que se entroniz en junio del 73 hostig al semanario hasta que lo clausur para siempre, el 22 de noviembre de 1974; por eso la dictadura encarcel a muchos de,sus miembros, los destituy de sus puestos en la enseanza o en la administracin pblica, oblig a exiliarse a una multitud (entre ellos, Ardao\se instal en Caracas), asesin a Julio Castro en 1977 y, desde el primer momento, mand a la hoguera a todos los ejemplares que pudo encontrar. Marcha haha sido enemiga del despotismo, de ah que estuviera condenada a mu.erte. A largo plazo, era inevitable, estaba condenada a la vida.
Notas:
1 Poco tiempo despus de publicadoeste libroque exalta al "Hom,l,Jre ayer, de hoy y de de maana", como dice el subttulo del mismo, un libro que en gran medida fue escrito contra Luis Alberto de Herrera -sostn blanco de la dictadura terrista-, Muoz se acerc a este caudillo, aceptando integrar la lista al senado, por la que sali electo. Sin embargo, una reedicin de este libro con algunos ajustes sali en Cuadernos de Marcha, diciembre 1971. Uno de los ltimos libros de Ardao fue, Justamente, un texto con fuerte tono testimonial sobre' e'llntento. de ,derribar a la dictadura terrista en enero de 1935 (Ardao, 1996). 2 UI,lmodelo periodstico quiz haya sido el de Le Monde, dada la gravitacin de la'cultura francesa en Montevideo; a la que Quijano conoca al dedillo por una larga estada en el Viejo Continente. Dispenso aqu la descripcin un poco ms detallada de los semanarios Accin y Marcha, que ya efectuara en Rocca, 1991.
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al10s de fervores, el semanario supo multiplicar sus brazos, G~eando los monogrficos Marcha, 1967-1974, que se iniciaron con un tomo ntegraminte dedicado a Rod; de la Biblioteca de Marcha (1968-1974); Incrementando los,':pncursos de ensayo la gravitacin local, haba sumado en los cinc'uentas un grado alto de incidencia en y, en los sesentas. alcanz
el campo intelectual argentino -sobre todo porteose poda, en distllltos puntos de Amrica Latina.:'"
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ledo, Goma
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Sobre los conceptos de "campo intelectual" y "campo literario" vase Bourdieu, 1997.
Asir (1948-1959), Nmero
5 Como, por ejemplo, C/inamen (1947-1948), Escritura (1947-1950), (1949-1955 y 1962-1964), Film (1953-1957), Deslinde (1956-1960).
6 Lamentndose, en un artculo publicado en Marcha ello de setiembre de 1939, sobre la parlisis de la literatura nacional, Onetti escribi: "Hace aos, tuvimos a un Roberto de las CarreraS, un Herrera y Reissig, un Florencio Snchez. Aparte de sus obras. las formas de vida de aquella gente, eran artsticas. Eran diferentes, no eran burgueses. [...] Los "nuevos" slo aspiran a que algunos de los inconmovibles fantasmones que ofician de papas, les diga algunas palabras de elogio acerca de sus poemitas. Y los poemitas han sido facturados, expresamente, para alcanzar ese alto destino" (Onetti, 1975: 30). 7 Como en forma simtrica al resonante acontecimiento histrico, la cultura latinoamericana encontr en La Habana su mejor aleph. Por entonces empezaron a escribir en la zona cultural de Marcha quienes confiaban en la necesidad de mirar hacia el continente mestizo: ngel Rama (literarias) y poco despus Corin Aharonian (msica), Jos Wainer (cine), Jos Pedro Barrn (historia), Gerardo Fernndez (teatro), entre otros. Este recambio evit que Marcha se anquilosara, admiti que abriera sus pginas a los nuevos a quienes aSignaba, como en los orgenes, puestos de alta responsabilidad. 8 Tambin, dgase de paso, las tres veces que en su Diario (Rama, 2001) menciona a Arturo Ardao, lo hace de modo despectivo y aun ferozmente demoledor. Ignoramos las causas de estos ataques brutales. Seguramente se conocieron en la redaccin de Marcha; luego Ardao ser decano de Rama en la Facultad de Humanidades y Ciencias, donde ste fue profesor titular de Literatura Hispanoamericana entre 1965 y 1970. 9 Un examen de las distintas instancias del tercerismo en Ardao, vase en Acosta, 2003.
10 Como se sabe: la coalicin de las izquierdas que, mientras corrijo la ltima versin de este texto. fines de noviembre de 2004, acaba de obtener el gobierno nacional en primera vuelta con poco ms del 50% de los votos del total del electorado.
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