El hijo del farero

Javier Prez Goslvez

Inventario

Prlogo

(solo para jvenes)

Captulo I: La isla del tesoro Captulo II: Robinson Crusoe Captulo III: Los viajes de Gulliver Captulo IV: El doctor Jeckyll y Mster Hyde Captulo V: Las minas del rey Salomn Captulo VI: Capitanes intrpidos Eplogo (o cmo explicar todo esto)

Prlogo (solo para jvenes)

Recordis los ocho aos o los diez? Quin no ha crea a fe ciega lo que te contaban los mayores? Quin no llor ms de una vez? Quin no tuvo miedo?

Tengo cuarenta y tantos aos y sigo creyendo en algunas ideas universales de liberacin, justicia, cooperacin Lloro de vez en cuando, sobre todo en los aeropuertos, cuando veo decenas de abrazos y besos a los seres amados que llegan. Tengo miedo, tengo miedos en plural, de las malas maneras de

los desalmados, de mi impaciencia, de un accidente, de perder a alguien cercano, de no haber hecho lo suficiente

Por tanto, creo que no he cambiado mucho desde aquella temprana edad. Sigo creyendo, llorando y teniendo miedo.

As se forj esta historia, siendo nio. Sentado sobre la alfombra de mi cuarto, en las eternas tardes de invierno, junto a un libro gordo de cuentos, un mueco articulado, una pelota de tenis (nunca jugu al tenis, pero amaba el tacto fibroso de aquella bola), unos cuadernos, lpices que afilaba hasta pincharme, una lamparilla que daba escasa luz,

suficiente en las noches, zapatillas de andar por casa, un sombreo verde con pluma de algn disfraz olvidado, el

bandern de mi colegio, una medalla por participar en algo y la imaginacin. Suficiente.

Atrapado

en

ese

cuarto

durante

las

tardes

de

tantos

aos, me liber. Escap sin moverme de all, siguiendo los viajes de mi padre, anotando sus rutas en el atlas,

boquiabierto, ante los documentales de la tele en blanco y negro, con el libro de animales salvajes que una vez al mes

llegaba a casa (era una suerte, nos haba tocado otra vez o alguien los mandaba?), me perda en los cromos de la

coleccin Vida y Color de mi hermano mayor, en el intercambio de tebeos con mi primo Miguel, en descubrir las entraas de una radio transistor de mam, en la merienda repetida da tras da de pan, aceite y sal El mundo se abra ante mis ojos cada tarde. de un Lo descubra viejo, en en cada las mapa, canciones en cada me

ilustracin

cuento

que

regalaba la radio, en la expedicin de mi mueco articulado a lo alto del armario

Sin embargo, los sbados por la maana, en el comedor del colegio, la proyectaban Familia pelculas de Abbot para y las Costello, risas y

Charlot,

Monster,

Maciste

escndalo de los chiquillos. Era maravilloso, era cine.

No importa dnde ests amigo lector, dnde hayas estado. Ests empezando un libro. Enhorabuena, eres especial,

valiente, seguro que tambin crees, lloras y tienes miedos Quiz por eso ests en este rengln, comenzando otra pelcula ah dentro, en tu mente inquieta.

Recuerda que lo importante reside en la creatividad. No, lo importante es la imaginacin. No, no, lo importante es buscar, saber. Lo importante, a veces no es importante.

Eso s, aprendiste a leer. Ahora, lee para aprender.

El encabezamiento de cada captulo pertenece a la novela del mismo nombre. Seis obras maravillosas que retorcieron mis sueos, cada una en un momento distinto, como si estuvieran esperando a ser ledas, mejor dicho, descubiertas por un

buscador de tesoros. Lo son, sin duda. No dejes de buscarlas, no te van a defraudar.

De cada una extraje un prrafo. Lelo con atencin. Es el pretexto, tal vez la razn de lo narrado. Es posible que no encuentres ninguna coincidencia, quiz s. Solo los que imaginan lo inimaginable, como vicio, lo percibirn

Ven conmigo a esa edad temprana, a una isla con una sola casa y un faro. No hay nada ms, pero est repleta de Bueno, avergualo.

Sigue leyendo

J.

La isla del tesoro

Entr en la taberna casi a media noche. Llova con intensidad. Estaba empapado pero no le importaba. Sus ojos eran blancos. Un bastn le ayudaba en su ceguera y una cicatriz le recorra el cuello de oreja a oreja. Era

evidente que haba sido ahorcado, pero algo o alguien lo liber del sacrificio. Su voz rota ruji como un trueno. Pidi de comer y una botella de ron Yo saba quin era aquel pirata ciego. []

Hijo, es la hora - dijo en voz alta mi padre desde el comedor -. Voy, Padre - respond rpido -.

Padre me llamaba todas las tardes a la hora de encender el faro. l conoca mi pasin por esa mquina, una linterna gigante que produca un rayo de luz que se perda en la inmensidad de la noche. Solo la poda manipular en su

presencia. El resto del tiempo, tena prohibido subir.

- Esto puede salvar vidas, hijo, pero tambin las puede quitar si alguien inexperto toca lo que no debe Somos la

salvacin hablaba

del

perdido,

no

podemos las

fallar

nunca ms

me

me el

mientras

manipulaba

palancas

pesadas,

resto del rito de encendido, lo dejaba en mis manos -.

Deslizndome por la baranda como un pirata al abordaje, bajaba del piso superior de la casa. Corra hacia la puerta exterior del faro. S, amigos, de la nica casa que exista en esta isla, nuestra casa, construida junto a un faro, el faro de la Isla del Monje.

Entraba en la torre y suba por la escalera de caracol saltando los escalones de dos en dos. El pequeo motor de gasoil era arrancado con la fuerza de Padre. Mi cometido era limpiar los vidrios de la linterna, ajustarlos y engrasar con la aceitera todo el mecanismo. Lenta, la gran bombilla

comenzaba a encenderse con la electricidad que generaba el motor. En su interior, un filamento grueso como un cordn se prenda despacio al rojo vivo. La magia de la luz apareca ante m. Era un momento especial. No decamos nada. La

claridad creca, inundaba la sala encristalada. El resplandor pronto cegaba. Los destellos comenzaban a dibujarse a travs

de los vidrios cncavos. El rayo de luz se marchaba por el mar

Padre, mi padre, era el farero, la persona encargada de encender, cuidar y apagar el faro en la parte norte de esta isla, islote, dira ahora. En aquellos aos, para m era sobradamente grande, repleta de rincones por explorar, cuevas descubiertas al bajar la marea y un nico montculo, hueco por dentro, volcn apagado o guarida de algn secreto? La Isla del Monje, as se llamaba. Su nombre vino por las

antiguas colonias de foca monje que paran a sus cras en estas aguas. Nunca vi alguna. Padre nos contaba que aos atrs: los bancos de sardina y jurel, pasaban por aqu

llevados por las corrientes fras del norte. La foca monje los devoraba con locura, dando brincos fuera del agua con la boca llena de pescado... Los aos de pesca descontrolada acabaron con la sardina y as, con el regreso de la monje No se la volvi a ver. Buscaron otro lugar de cra.

Solo hay una casa, mi casa, unida a la torre del faro. Una pequea playa con un pequeo muelle, donde amarra un barco chico, no ms... Todo era diminuto en este pedacito de

tierra, tierra rodeada de oleaje. Aquel puertito era el nico acceso al islote. El resto de su costa era rocosa e

impracticable para cualquier embarcacin.

Cada

quince

das

llegaba

una

flotilla

del

puerto

de

Atlantia, capital del archipilago de Llanaria. No era ms que un antiguo pesquero reconvertido en barco de la autoridad del puerto.

Nos traa provisiones: alimentos, jabn, agua, gasoil, utensilios, herramientas, pintura, aceite adems de

peridicos, todos los que poda conseguir Pepe Snchez, el agente portuario amigo de Padre. Era un hombre enorme,

fuerte, con un

barrign redondo que daba saltitos cuando

rea. Pepe Snchez era muy divertido, contaba chistes Les contar uno de aquellos

- Sabes cul es el animal que tiene las patas en la cabeza? - preguntaba muy serio dando tiempo a pensar -... El piojo, hombre, el piojo es el nico animal que tiene las patas en tu cabeza ja, ja, ja! - rea a carcajadas, contagiaba esa risa a cualquiera, su barriga daba saltitos-.

algo

ms,

Pepe

Snchez,

adems

de

alegra,

traa

libros, decenas de ttulos que le peda Padre.

Vivir

aislados,

sin

ms

personas

que

tu

familia,

implicaba no pisar una escuela, entre otras cosas. Eso no significaba que no aprendiramos nada, no. Padre nos enseaba clculo matemtico, trazo de rumbo, manejo de la brjula, localizacin de una posicin guiado por del sextante, grados, minutos y segundos, estrellas, manejo escritura de un

cuaderno de bitcora, geografa mundial de ocanos, mares y costas, puertos, ciudades importantes, ciudades peligrosas, las mgicas, las olvidadas.

Nos enseaba historia, pero la historia de los hombres y mujeres que dedicaron su vida a un sueo, como Ulises el viajero, caro y sus alas de cera, Marco Polo en su

largusimo viaje a China, Cristbal Coln en las islas de los indios Caribe, Juan Gutenberg y su mquina de copiar libros, Ibn Battuta (el gran viajero y gegrafo musulmn), Galileo Galilei y su telescopio, Coprnico y su teora de que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revs como le

obligaron a reescribir, Scott y Amundsen (los primeros en llegar al Polo Sur caminando por el fro insoportable de la Antrtida), Mallory e Irvine (otros esforzados que alcanzaron la cima del Everest, pero no volvieron para contarlo),

mujeres como Mary Henrietta Kinsley (la primera mujer que se adentr en frica para explorarla), Marie Curie (cientfica y Premio Nobel por Mary sus descubrimientos y sobre su la libro

radioactividad),

Wollstonecraft

Reivindicacin de los derechos de la mujer, donde habl por primera vez de la igualdad entre hombres y mujeres en mil setecientos y pico

Pero lo que ms le apasionaba a Padre era leer. Leer libros de viajes, viajes arriesgados a lugares lejanos,

conocer a personajes valientes, a malvados, a tipos astutos, a cobardes detestables, a supervivientes, a nufragos, a

hombres de honor, a mujeres luchadoras, a muchachos osados Adems, libros devoraba de libros de de mecnica, diccionarios, de los atlas, ltimos

plantas, estudios culturas

medicina,

libros de

inventos, libros de

arqueolgicos y

lugares allende

escondidos, los mares,

tradiciones

recorridos histricos, libros de las absurdas guerras, arte fotografiado, libros de belleza en poesa, todo ello

acompaado por algo de msica, en forma de disco de pizarra para el gramfono Esa pasin por la lectura me la impuso a la fuerza, s, algn que otro golpe me llev por descuidar mis tareas lectoras. Despus, se convirti en una necesidad Algo indispensable cada da, como el comer o moverse.

Vivamos aislados, pero conoc a tanta gente, estuve en tantos lugares Soaba rodeado de personas, fantasas,

visiones, ensueos con personajes de ficcin

Saba que muchos de ellos no existan, pero los traa ante m, aparecan al leer. Cerraba el libro y desaparecan.

Magia. No importaba. Los observaba de cerca. Tuve el honor de conocer bien a Crusoe, a Hood, a Fogg, Jeckyll, Holmes,

Simbad, Manuel el pescador, a Nemo, al doctor Livingstone, a Bagheera y Mowgli, a Don Quijote y Panza, al Amads de

Gaula Haba viajado tanto sin salir de mi isla!

Hice un recorrido de cinco semanas en globo por frica, casi caigo herido en los territorios salvajes de las Minas del Rey Salomn, el miedo me helaba la sangre al caminar por las oscuras calles de Londres detrs de Mster Hyde, sorte

terribles tormentas en medio del ocano, fui nufrago durante varios aos en una isla desierta, cre ver ms de una vez un par de liliputienses corriendo entre las estanteras de la buhardilla

Los libros que me daba Padre me permitieron transitar por esos lugares, sin salir de la Isla del Monje. No me importaba, conoca tantos sitios, que poda describirlos a ojos cerrados.

Sin embargo, mi hermano mayor, Roberto Luis, dibujaba. Lo haca tan bien que Madre tena las paredes de la casa repletas de sus dibujos. Lea los mismos libros que yo, Padre le obligaba tambin, pero se escabulla al menor descuido, con los carboncillos y un enorme cuaderno de dibujo. Se

esconda en el Risco Asiento, una roca que el mar haba labrado dejando la forma de un mullido silln. All pasaba horas, hasta que la voz poderosa de Padre lo arrancaba como una centella de su escondrijo.

Roberto Luis hablaba poco conmigo, bueno, no hablaba con nadie. Era introvertido. Tena cerrada su voz. No se quejaba

nunca de nada. Haca caso siempre a lo que Padre y Madre le pedan. Creo que sus dibujos hablaban ms que l. Si estaba triste, dibujaba algo triste, si estaba aburrido, dibujaba algo fcil, si tena miedo, dibujaba imgenes oscuras de

calles lluviosas con puertas entreabiertas. Tambin dibujaba a menudo la figura de una chica de cabellos largos, siempre de espaldas, no mostraba nunca su rostro Ya les contar

Era el dibujo que ms veces repeta. Nunca colg ninguno de ellos en las paredes, ni en nuestro cuarto, los guardaba en una carpeta. Le preguntaba a menudo por qu haca eso. l no responda. Me miraba y alzaba un lado de su boca, como una sonrisa sin risa Segua sin entenderle.

Yo admiraba a mi hermano. Intent imitar alguno de sus dibujos, era imposible Ni se parecan. Desist en mi empeo.

Roberto Luis ayudaba a Padre en todas las tareas del faro, lo haca perfectamente. Tena la fuerza suficiente para arrancar el motor de gasoil. Raspaba y pintaba las fachadas que el salitre iba comindose, lijaba los xidos exteriores de la linterna colgado de una cuerda. El xido se pega en

todo lo que sea metlico, hay que raspar a mano, lijar, pintar y volver a comenzar por el otro lado, raspar, lijar y pintar, raspar, lijar y pintar...

A m nunca me dejaron utilizar la brocha, ni colgarme de la cuerda para raspar, lijar y pintar No s por qu. As, me dedicaba ms a ayudar a Madre en las labores de la casa: barrer el saln y la cocina, colocar y recoger la mesa, limpiar los cristales de las ventanas que el maldito salitre volva turbios. No se llegaba a ver nada si no se limpiaban en tres das.

A veces pensaba que era el viento, que se enfadaba con nosotros soplando con vigor durante largas jornadas. No se oa otra cosa. Nos envolva. Arrancaba gotas al mar y las estrellaba en todas partes, incluso en mi cara. En das as me imaginaba navegando en un galen que cruja al azote de las olas, zarandendose lento, perezoso, a merced de las montaas de agua que a veces volcaban sobre la cubierta, dejando eternos, respirar toda la nave bajo el agua como durante un unos segundos quiere

emergiendo

al

poco

gigante

que

Los

navegantes,

los

piratas,

los

hombres

de

la

mar,

todos miran a proa siempre, siguiendo el rumbo previsto. No quieren sorpresas, como colisionar con otro barco, con un arrecife, con un iceberg o encallar en la arena de un islote que no apareca en las cartas de navegacin.

El mar es infinito, pensaba. Nunca acaba ni empieza, estuvieras donde estuvieras, siempre estabas en medio si no veas tierra. Imaginaba estar toda la vida navegando, dando vueltas al globo terrqueo. Aunque, perderse era fcil, ms de lo que uno cree. Las brjulas a veces se vuelven locas, deca Padre, el sextante no sirve cuando las nubes tapan el sol y las estrellas. Solo ves agua a tu alrededor. Todo es igual y llega la noche, la noche cerrada, no se ve ms all de un metro, navegas a tientas, con el corazn palpitando como un tambor, las horas se detienen

Cuando

caa

la

tarde,

volva

la

casa.

Cenaba

retomaba el libro que estuviera leyendo. Recuerdo

La isla

del tesoro. Aquella novela me atrap entre sus pginas como el cepo a un zorro ingls. Cre que estaba en el mejor lugar

del mundo para leer la mejor historia de piratera que jams se escribi. Por todos los rayos y diablos de la mar!, era tan real que, por aquel entonces, dorm una temporada con un ojo abierto, por si aquel pirata cojo apareca por la puerta de mi alcoba

Roberto Luis llegaba tambin del Risco Asiento con su cuaderno de dibujos. Le miraba preguntndole que haba

dibujado esta vez sin decir palabra. l me contestaba con su mueca

Al rato, llegaba la noche, la noche mojada de sal. El faro ya estaba alumbrando. Padre tambin entraba. Cenaban l y Madre. Ella sola servir sopa caliente, queso y pan para los dos. Recoga al acabar, lavaba la loza y se sentaba junto a l a bordar. A la luz de la bandeja de velas gastadas y nuevas, Padre abra su libro. No haba silencio. Viento

quera entrar igualmente, como uno ms de la familia. Llamaba a la puerta, golpeaba las ventanas, silbaba por las esquinas. Solo consegua colar un hilo de su cabello invisible por la rendija de la ventana.

Los dos hermanos ya estbamos arriba, en la buhardilla, con nuestros libros, alumbrados por el farol de petrleo, tranquilos, cada cual en lo suyo. Soplaba, susurraba, rfagas como enfados, iba y vena, brisa y poniente, noches al abrigo de la lectura En vigilias como esa, me senta flotando. Se escuchaba el estallido de las olas contra el muelle de la playa, as sonaran contra el casco del galen. Nadie

hablaba. Ya estaba en cubierta, quiero decir, en mi cuarto. All seguira sobre las olas, navegando.

Bueno, leyendo.

Despus, soando

II Robinson Crusoe

Camin por la playa absorto, contemplando mi salvacin, mientras pensaba en todos mis compaeros que se ahogaron, no se salv ni un alma, excepto yo, ya que no volv a verlos ni encontr rastro de ellos, salvo tres sombreros y dos zapatos de distinto par. []

Padre nos deca qu libros debamos leer. l se haca cargo de nuestra formacin. Cada noche comentbamos lo que habamos ledo. Roberto Luis lo dibujaba. Nos preguntaba

sobre los lugares visitados. Si no los conocamos abra un viejo atlas y nos mostraba el mapa de aquel lugar lejano. Cmo llegar hasta all, qu ruta elegir, los vientos

favorables, las estrellas que deberamos ver, su posicin en el firmamento. Nos haca calcular los grados, minutos y

segundos de las coordenadas. Prever adversidades y peligros. Calcular provisiones de agua y alimentos para la tripulacin. Costes en distintas monedas. Arreglos de averas en plena navegacin

Padre

haba

sido

pescador

de

altura

durante

aos.

Conoca todos los secretos de ese trabajo tan duro. Desde muy joven se embarc como aprendiz. Durante meses navegaban

buscando los mejores bancos de peces en la pesca del bacalao, la merluza negra, el abadejo, el cangrejo rey De este modo, visit todos los continentes, incluso la Antrtida, en la triste pesca de la ballena. Lo contaba realmente con pena. Esos enormes animales no se defendan, no podan hacerlo. Mirar su ojo, del tamao de un baln y verte reflejado, te provocaba una tremenda tristeza. Te miraba preguntndote por

qu, por qu me matas, yo no te hecho nada, no molesto a nadie Cre ver lgrimas, pero eran las mas - deca con sentimiento-. Abandon esa pesca en el primer puerto. Volvi a la pesca tradicional. regreso a

Consigui, aos despus, el empleo de farero porque un atn de doscientos kilos le saj los tendones del antebrazo izquierdo en plena lucha. Ese s que es un valiente, pelea hasta la muerte, pierde su sangre en cubierta, coleteando hasta la extenuacin. Me acerqu demasiado y ya veis cmo qued este brazo Ya no poda ser pescador. Con un nico brazo til, no sirves para el oficio - deca con enfado -.

Pero l amaba el mar. Este trabajo le permita estar cerca de su olor azul

Sus manos eran fuertes, poderosas, llenas de cicatrices, al igual que su sabidura. Tantos aos de viaje, le

concedieron mucha experiencia en buenos, malos, peligrosos y placenteros momentos. Padre saba, saba de todo. Era el hombre ms instruido que he conocido en mi vida. Haba ledo cientos, quiz miles de libros, incluso en ingls, francs o

portugus.

Tanto

tiempo

en

un

barco,

te

presta

horas

infinitas para leer, leer todo, hasta el ms extrao libro. Sola decirnos: el tiempo que pasas navegando, digo,

leyendo, no se descuenta de tu vida. Para l, navegar y leer eran una misma cosa.

Cuando desembarcaba en algn puerto extranjero, buscaba una librera o visitaba la biblioteca de la ciudad. Peda prestados libros que devolva al ao siguiente, cuando

retornaba en la nueva temporada de pesca. Compraba otros, usados, viejos, decenas de ellos. Los cargaba en su saco junto a tabaco de pipa y alguna botella de licor ms de la zona. Le gustaba probar todo. Comi - nos contaba en las largas noches de invierno, alrededor de la bandeja de velas gastadas y nuevas - saltamontes y hormigas fritas, ratas y murcilagos a la brasa, la deliciosa carne de serpiente,

incluso, cerebro de mono crudo Qu asco, solo imaginarlo! l rea a carcajadas al ver nuestras caras de aprensin.

Luca una cabellera larga que los aos haban teido de color blanco y plata viejos. Encenda su quemada pipa de espuma de mar. Se la compr a un pescador turco a orillas del

Mar Negro. La espuma de mar es un mineral blanco, que solo se encuentra en aquella zona del este de Europa. Como una roca de mrmol sin brillo, los artesanos la tallan con hermosos adornos geomtricos o con la cara de una sirena o la de un viejo pescador Fue en la pesca del esturin, ese enorme pez del que se extrae la hueva. Le llaman caviar. El oro negro del mar, porque es negro, aunque tambin lo hay rojo. Esa exquisitez se vende ms cara que el propio oro amarillo, en cualquier deca. parte del mundo. Se pagan verdaderas fortunas

Nos instrua con todo su saber. Tambin nos dio algunos buenos bofetones cuando no cumplamos con nuestras tareas. Despus, se encerraba en su cuarto. Un da le o llorar, no soportaba pegarnos Creo que le dola ms a l que a

nosotros. Pero lo peor estaba por venir

Madre nos volva a dar con el cucharn de madera por hacer sufrir a Padre. Cuando hacamos algo mal, cobrbamos doble racin Era una justicia difcil de entender para un nio.

Ser

padre

es

difcil.

Nadie

nace

con

el

oficio

aprendido. Ahora, a mis cuarenta y tantos, mientras escribo estas pginas, miro a mi hija. Tiene dos aos, juega en la alfombra con un peluche y una caja de cartn. Me pregunto si ser capaz de ensearle todo lo que Padre, mi padre, me ense.

No me he presentado todava. Soy el hijo del farero, Julio. Ese es mi nombre. Y esta que lees es la novela de mis primeros aos en aquella pequea isla, la Isla del Monje. Cuando crec, supe por qu Padre puso de nombre Roberto Luis y Julio a sus dos hijos, pero eso te lo contar otro da

No cambiara ni un solo minuto de los vividos en aquel islote por otros en cualquier lugar. Como Robinson Crusoe, all aprend muchsimas cosas de la vida, sobre todo, a no sentirme aislado. Fabricaba todo lo necesario para vivir, mis juegos, mis herramientas, mis mapas, mi catalejo de cartn, mi espada pirata, mi sombrero de tres picos, el tesoro (una lata de galletas) escondido, marcado con una equis en uno de mis mapas. En l, conchas, un collar de madre roto, vidrios gastados, una pipa de Padre, una lupa y lo mejor, una brjula

dorada. Le sacaba brillo siempre que destapaba el cofre, bueno, la lata oxidada. Era la mejor pieza Todava la tengo.

Mis sueos hechos realidad. Mejor dicho, realidad hecha de sueos

Qu debe hacer un nio si no?

Ser nio

III

Los viajes de Gulliver

Gulliver, sin dudar un solo segundo, cruz el estrecho andando, pues el agua le llegaba a la cintura, lleg a la isla enemiga, amarr todos los barcos con una cuerda y tirando de ellos, los llev a Liliput. []

No hay cosa que me excite ms que encontrar un objeto extrao por casualidad.

Una tarde de septiembre, Roberto Luis hall una botella flotando con un mensaje dentro, atrapada entre unas rocas al otro lado del faro. Mi hermano descendi gil hasta el charco donde haba quedado atrapada. Era peligroso, los golpes de mar habran podido arrojarlo contra las riscos, golpearlo, incluso, llevrselo Padre no nos permita acercarnos tanto a esa zona. Daba al norte, el ocano era muy bravo y

traicionero en ese mes. Las olas y mareas

eran inmensas.

Roberto Luis me la mostr. Era una botella normal, con el tapn bien hundido. Dentro, un papel enrollado, atado con

un cordoncito de zapato. Fuimos corriendo a la casa. Buscamos desesperados un sacacorchos. Al fin dimos con l en el cajn de los cubiertos y cucharones de cocinar. Con mucho esfuerzo y a la vez cuidado, mi hermano extrajo el corcho inflado por el mar, no quera romperlo No haba entrado ni una gota, su interior permaneca seco. El papel enrollado sali con

facilidad. Desat el cordoncito. Esto es lo que deca:

El mar. La mar. El mar. La mar. El mar. Solo la mar!

Por qu me trajiste, Padre, a la cuidad? Por qu me desenterraste del mar? En sueos, la marejada me tira del corazn. Se lo quisiera llevar.

Padre, por qu me trajiste ac?

Roberto Luis qued en silencio unos instantes Bueno, es una manera de hablar Pero ni el mismsimo dios de los mares me hubiera impresionado tanto cuando la voz entrecortada de mi hermano pronunci dos palabras: Josefina Pla!

Se trataba de un poema conocido por Padre. Nos lo haba dado a leer unas semanas atrs, era de un poeta andaluz,

Rafael Alberti. Pero mi hermano se fij ms en el dibujo de un corazn, con un barquito navegando, y por supuesto, en el nombre de esa chica.

Quin

es

Josefina

Pla?

La

conoces?

le

pregunt

nervioso -. Pero volvi a su silencio Sin embargo, esta vez, su mueca de cmplice se haba convertido en sonrisa. Me

regal la botella y el tapn. l se llev el papel. Subi a la buhardilla y pas la tarde dibujando.

Volv a asomarme al otro lado del faro Quiz tendra suerte y encontrara otro mensaje flotando para m. Desde aquel da, sola pasar de vez en cuando por la Playa Chica, quiz tendra suerte y descubrira otra botella mensajera.

As fue como comenz Roberto Luis a dibujarla, siempre de espaldas, no conoca su rostro, pero l la dibujaba una y otra vez.

La Isla del Monje es pequea. Se puede caminar entera en una maana. A veces, los domingos, vienen a pasar el da algunos visitantes. Turistas los llama Padre. Son viajeros sin aventura. No lo entenda. coman, beban y desafinaban Venan, caminaban un rato, canciones entre risas. Al

atardecer, el barquito del amigo Pepe Snchez los devolva al puerto de Atlantia. La isla, mi isla, volva a tener su sonido: el viento, cmo me gustaba sentirlo!

En una de estas visitas de turistas, vi como Roberto Luis entregaba algo a Pepe Snchez. Nunca lo pude confirmar, pero estaba convencido de que la destinataria de aquel

paquete era Josefina Pla.

No entenda por qu se enamoraban las personas. Cmo ocurra? Qu tendra que pasar? Tendra que haber algn

acercamiento, un beso, un paseo de la mano Mi hermano estaba por Josefina pero ni siquiera la haba visto. Unos meses

despus, descubr entre los carboncillos y dibujos de Roberto Luis unas cartas, escritas con la misma letra de aquel poema de Rafael Alberti Eran de ella, dirigidas a l

Padre y Madre se queran inmensamente. Se trataban con tanto cario y respeto que, a veces, se quedaban mirando el uno al otro, hablndose sin palabras, como si no hubiera nadie ms en el mundo. Despus, nos descubran all y volvan a sus quehaceres con una sonrisa. Qu extrao me resultaba eso del amor. Tendra que buscar a mi Josefina Pla para entenderlo, pero dnde

Volv a mis labores. Recuerdo que Padre me haba marcado unos prrafos de Los viajes de Gulliver. Extravagante

historia. Gigantes, Liliputienses y un viaje navegando a esos extraos lugares Me preguntaba qu haba al otro lado del ocano Imaginaba tantos lugares inexplorados Los imaginaba al cerrar los ojos antes de dormir. Personas de otras razas, ataviados con ropas de colores imposibles, perfumes a maderas y especias, olores incomparables, comidas exticas O

viajando al pasado acompaando a un almirante en su bsqueda de la ruta hacia ese lugar que nadie conoca.

Volva al camarote. Tena que ponerme a navegar, iba a leer

IV El Doctor Jeckyll y Mster Hyde

- Mi seor lleva recluido una semana en su laboratorio. No abre la puerta. Pero lo peor de todo, despus de veinte aos, es que s reconocer su voz. Ese alarido que me manda traerle medicinas no es su voz. Hay alguien ah dentro que no es el doctor Jeckyll. []

Vivir en una isla tiene muchas desventajas, pero algunas sorpresas. Sin embargo, determinados acontecimientos pueden cambiar el curso de los das para siempre. Todas las jornadas eran iguales, se deba hacer lo mismo, incluso los domingos. Padre y Madre cumplan sus tareas de sin queja. Los No hijos estaba

obedecamos permitido.

sin

posibilidad

rechistar.

Disponamos cuidbamos. Madre

de

un

pequeo plantado

huerto

que

los y

cuatro maz.

haba

lentejas,

trigo

Incluso seis vides para intentar hacer vino. Nunca se logr fermentar un buen caldo. Despus de un ao de trabajo y cuidado de las uvas, Padre no pudo beberlo, haba fabricado vinagre. Madre lo ali aadindole hierbas y azcar. Se Snchez nos

utiliz para conservar las verduras que Pepe traa.

Tambin

debamos

pescar.

El

pescado

era

parte

fundamental de nuestra alimentacin. Las viejas, las bogas, alguna barracuda adems de lapas, mejillones y burgaos

salvajes que crecan pegados a los riscos, eran fciles de atrapar, despegndolos a cuchillo. Madre sola jarear el

pescado

que

no

se

coma

en

el

da.

As

disponamos

de

provisin para varios das o cuando el mal tiempo no nos permita la pesca.

Dos cabras nos daban abundante leche a diario. Madre se ocupaba de ellas. Las ordeaba temprano. Tibia la leche, nos la daba a beber con harina de trigo y maz aadiendo algo de

azcar. A veces Padre le aada un chorrito de ron cuando el fro apretaba. Nos daba a probar. Me quemaba la garganta, cmo se poda beber aquello?

En mis ratos libres, por la tarde, sola caminar por la isla. Roberto Luis haba encontrado una botella con un poema. As ocupaba su mente, puesta en Josefina Pla. Yo tena los libros y sus historias para poblar mi pensamiento. Unas veces crea estar en la costa escocesa, otras, en las oscuras y hmedas calles de Londres, el Liliput de Gulliver, la isla de Simbad el marino o la de Robinson Crusoe

Mi pensamiento viajaba tanto que a veces me agotaba. Quedaba tumbado en la playa o sobre una roca plana mirando

las nubes, detrs, el azul celeste, despus, los planetas y al oscurecer, las estrellas.

La

imaginacin

me

dejaba

ver,

oler,

or,

sentirme

detective, doctor, pirata, trotamundos, nufrago Recuerdo la lectura del Extrao caso del Doctor Jeckyll y Mster Hyde coincidi con un hecho que os narrar a continuacin.

Caminaba por las oscuras calles de Londres, (creo que las sabra recorrer sin haber estado nunca) Robert Louis Stevenson, su autor, te llevaba de un sitio a otro sin darte cuenta

Cmo

poda

alguien

escribir

tan

bien?

El

miedo

encontrarme cara a cara con Mster Hyde al doblar una esquina me recorra las venas en cada prrafo. Lea de noche, a la luz de unas velas. Cmo no, Viento golpeaba la ventana,

insista una y otra vez. Se colaba por las rendijas. Mova la cortina suavemente Estremecimiento!

Recuerdo perfectamente esa noche. Dej el libro sobre la mesilla. Sal de la casa cuando todos dorman. Me abrigu con el chaquetn de Padre, me quedaba grande, apenas asomaban mis manos por las mangas. Era pesado, calentaba. Me puse tambin su gorro de lana azul. Llev la linterna de petrleo y los fsforos. Haba visto moverse algo desde mi ventana, al final de la Playa Chica. Camin sigiloso con el farol apagado. Lo encendera all mismo, pens.

Me acerqu lo bastante para comprobar que alguien estaba saliendo del mar. Se acercaban nadando, en silencio, uno

detrs de otro. Seran unos seis o siete. La escasa luz de la media luna dejaba ver cierto brillo en sus espaldas mojadas.

Un escalofro me recorri la espalda, se enroll en mi nuca. Piel de gallina en brazos y piernas. No saba qu hacer, si volver corriendo a avisar a Padre o encararme con ellos con la potente luz del farol.

Cielo santo! Seguan llegando ms. Poda contar doce de ellos. Me acerqu con la intencin de deslumbrarles. Al

intentar encender la mecha, se me cay la cajita de fsforos

por

el

temblor

de

mis

dedos.

Tuve

que

bajar

ms

para

recogerlas. Resbal por la humedad de la roca, provocando un pequeo desprendimiento que enseguida detectaron los

invasores. S, as les llam desde entonces, los invasores.

El ruido les hizo volver al agua con una rapidez y agilidad extraordinarias. Solo escuch el chapuzn del ltimo de ellos. Desaparecieron en un santiamn.

Volv a la casa. No hice ruido. Sub a mi cuarto. Desde all volv a mirar por la ventana. Tena fro, no solo por la humedad de la noche sino por la repentina visita de los invasores. Qu querran? Quines eran? Mi hermano dorma

al otro lado de la habitacin rodeado de sus dibujos y sus sueos

A la maana siguiente, no coment nada en el desayuno. Padre nos desarrollaba el plan del da: las tareas propias del faro, la casa y el huerto. Adems de realizar hojas de clculo matemtico, lecturas que debamos acabar, recogida y clasificacin de diferentes tipos de rocas, estudiar las

aves, reptiles de la isla, ms los mamferos, que consistan

nicamente en unos conejos y dos gatos salvajes que alguien trajo. Otros das, nos obligaba a dibujar las plantas de la isla, su lugar de ubicacin y el proceso de crecimiento segn la estacin anual. Por supuesto, Roberto Luis se encargaba de ello mientras yo buscaba el nombre cientfico en los libros de botnica de nuestra gran biblioteca.

S amigos, en esta isla disponamos de una biblioteca inmensa, todos los libros que Padre fue recopilando desde su infancia. temas, en Cientos, quiz miles de ellos, con organizados de por

estanteras

improvisadas

cajas

madera.

Clavadas unas sobre otras, las

paredes del escritorio de

Padre parecan un panal organizado. Cada vez que el amigo Pepe Snchez nos traa provisiones dejaba un par de ellas para seguir ampliando el espacio y orden de los libros.

Padre no nos permita tocar ni un solo tomo sin su permiso. El orden que daba a los libros era preciso. Poda encontrar en unos segundos cualquier ejemplar de ciencia, historia, planos literatura, faro, de pesca, barcos buceo, Solo manuales l se de motores, de

del

encargaba

devolverlos a su lugar asignado.

Recuerdo

su

enfado

supremo

cuando

un

diminuto

ratn

haba practicado un tnel entre libros, de un lado a otro en una caja. Atraves toda la coleccin de cuentos de Christian Andersen. Sin embargo, nos quedamos boquiabiertos al

comprobar que se haba detenido en el relato de La ratita presumida. Pero lo asombroso fue comprobar la causa, haba interrumpido la excavacin de su cueva en una pgina

concreta, ante la palabra ratn.

Padre pas del enfado a la carcajada, casi se cay de tanto rer. No me lo puedo creer entre risas -, este

mentecato sabe leer ja, ja, ja! - casi se asfixi -

Estuvimos

buscando

al

ratn

lector.

Pusimos

trampas

incluso, pero no apareci. Se ira atiborrado de palabras, ofuscado. No pudo roer ratn, sera como comerse a s

mismo Marchara meditabundo

La biblioteca de Padre era un lugar especial. El olor era distinto, una mezcla del aroma del tabaco de pipa con el

salitre marino. l pasaba largas horas all, cuando no estaba en el faro.

En la torre tambin colocaba ejemplares, solo los que tenan al mar entre sus historias, novelas de viajes, de piratera, de buscadores de tesoros. La voz del ocano

apacienta el alma - era una frase que Padre sola decir con una sonrisa -. Las olas traen las historias en su espuma, solo hay que escucharlas - continuaba -

Les confieso que no entenda muy bien esas frases. Sin embargo, se grabaron en mi memoria. Con los aos, siendo adulto ya, las he entendido. Mejor dicho, entend a Padre, mi padre.

Vivir solo con tus progenitores y un hermano en una isla tan pequea como aquella, poda parecer agobiante, incluso, el lugar ms solitario. Nunca fue as. Jams me sent solo. El mar que nos rodeaba, nos permita ver las islas cercanas. No viva aislado, viva en una isla. Esa condicin me llevaba ms all del ocano.

Los

das

despejados,

veamos

el

gigante

volcn

que

presida la mayor de las nsulas. Tan grande que, a veces, se esconda tras las nubes. Muchas veces le haba pedido a Padre que nos llevara a visitarlo. No me caba en la cabeza su tamao: llegar hasta las nubes, podra tocarlas?

Revolverlas con mis manos? Dibujar espirales en el humo espeso del agua? Tendra que ser espectacular

La mayor altura que tenamos en la isla era la montaa de La Caldera, de unos cien metros. En la parte oeste, caa directamente al mar. Tena un sendero que suba a la cima. All anidaban las pardelas y otras aves marinas. De cuando en cuando, Padre suba a capturar algunos ejemplares, sobre

todo, despus del verano. Haban acumulado mucha grasa. Este aceite de pardela era un remedio popular para la tos de los nios, el reuma de los mayores e incluso para reponer fuerzas despus de una larga enfermedad. Tambin se salaban para

comer. No solamos subir, Padre no nos dejaba. Deca que era peligroso, que podamos caer al mar desde lo alto si

descuidbamos un pie.

Pero yo intentaba imaginar los 3718 metros del gigante Echeide, as lo llamaban. Pero no poda. Miraba al cielo. Pensaba que all se podra llegar andando. Saba de los

aviones, de los globos cientficos que suban fuera de la atmsfera pero llegar por mi propio pie, era algo que me inquietaba.

Qu habra en la cima? Los invasores tendran all una base secreta? Un tnel que bajara hasta el mar? Haran experimentos? Por qu vinieron hasta mi isla? El saber que estaba casi desierta les servira para sus ensayos? O

estaran buscando algo?

Esas

preguntas

me

las

sola

hacer

cuando

Padre

me

contestaba que ya veremos, lo de ir a ver el Echeide est complicado Sin duda, se refera a que no disponamos de un sustituto que se ocupara del faro para tomarnos unos das de viaje. Era complicado en aquellos aos. Cualquiera no poda desempear ese oficio. Necesitaba de una gran preparacin marinera, accidente tcnica, o de auxilio en la y salvamento De modo en caso de

naufragio

costa.

que,

nunca

disfrutamos de lo que hoy llaman vacaciones.

Si vienen aqu, de noche, en secreto y no quieren ser vistos, es que vienen por algo. Eso es ste fue mi

planteamiento -. Lo buscaban en mi isla. Pero el qu? Qu buscaban? Qu hay aqu que tanto les importa? Lo habran dejado hace tiempo y ahora querran recuperarlo?

Muchos aos despus, supe quienes fueron los invasores. Sin pretender, ahuyent a un grupo perdido de focas monje que haban vuelto a la isla. No s bien por qu lo hicieron. Quiz tenan grabado en su instinto que all, en aquella playa, sus antepasados vivieron, parieron sus cras,

descansaron, se quisieron Sin darme cuenta, romp de nuevo esa intuicin que las hizo volver.

A veces, los seres humanos somos tan destructivos como una bomba. Golpeamos a la naturaleza con tanta fuerza que destruimos hogares solo con nuestra presencia.

No volvieron ms.

Mientras pensaba y pensaba, no adivinaba quines podran ser.

Una noche Padre nos habl de alguien, de Arrez, el terrible pirata Arrez.

Morato Arrez fue un sanguinario. Lo peor de lo peor en los mares. Naveg por estas aguas desde 1586, asaltando la isla de Lancelot y posteriormente las costas de Mlaga y Cartagena. No tena piedad, dejaba destruccin a su paso.

Arrasaba ciudades y campos, pasaba a cuchillo a los valientes que osaban defenderse. Se adueaba Quemaba de todo casas, aquello iglesias, que establos, valor

cosechas.

tuviera

comercial, incluso secuestraba nios para pedir un suculento rescate en oro por su liberacin. Era odioso. El terror le preceda. Las gentes se alarmaban al ver sus barcos a lo lejos. Corran despavoridas a esconderse. Otros, sin embargo, escondan antes sus riquezas que a sus familias.

Padre, con gesto serio, nos cont esta historia. Fue cierta, terrible para muchos isleos, los libros de Historia lo recogieron en sus pginas de dolor.

Estos hechos generaron muchas leyendas, una de ellas refera que el propio pirata Arrez haba enterrado el mejor de sus tesoros en nuestra isla, en la isla ms pequea, la deshabitada, la isla perfecta para esconder un secreto, no solo riquezas No se haba encontrado nada hasta entonces.

Estuve una temporada buscando. Despus, lo dejaba, para continuar con nuevos nimos pasados unos das. Era una tarea que siempre tena en mente. Buscaba de alguna seal, algn que la

montoncito

de

piedras

ubicadas

forma

extraa,

naturaleza por s sola no las hubiera podido colocar. Me asomaba a los pequeos pero peligrosos acantilados para dar con una cueva abierta en marea baja. Sala de los dos nicos senderos fijndome si todo era normal, si la silueta o una marca grabada en una roca indicaba una ruta hacia algn lugar o un rayo de sol que entrara entre dos rocas al atardecer, para marcar un punto con el haz de luz

Varias rocas cumplan con esa posibilidad, ya que si algo exista en abundancia en mi isla, eran rocas. De todos los tamaos, colores y formas. Varias tenan nombre: El Risco

del diablo, el Risco de los Nios Feos, La Bomba, El Roque del Este Al igual que recovecos y calas como La Punta del Marrajo, La Caleta de la Caldera, Morro Felipe, Cueva de Los Lobos, Playa del Sobrado, Bajo de los Cuernos, Cueva de las Palomas Nunca supe quin ni por qu puso esos nombres. Pero, sin duda, el que ms temor infunda era el primero de la lista, el Risco del Diablo.

Junto

al

mar

emerga

una

roca

gigante,

con

tres

aberturas que simulaban ojos y

boca terrorficos.

Tena un

aspecto fantasmal, de engullirte si intentabas entrar

Nunca me acerqu. Era demasiado fcil esconder ah un tesoro. Era el primer lugar donde habra buscado cualquiera

Segu con mis tareas, segu escudriando cada metro de terreno y mar a la redonda.

Un da encontr algo

Me arrepiento tanto

No deb

V Las minas del rey Salomn

Dirigimos nuestras miradas hacia all, pero durante unos momentos no pudimos distinguir nada, debido a un resplandor plateado que nos cegaba. Cuando nuestros ojos se acostumbraron, vimos que el arca estaba llena de diamantes sin tallar, en su mayora de tamao considerable. Me agach y cog unos cuantos. []

Como no disponamos de ningn rbol, no poda subir a ninguna altitud a inspeccionar el terreno. Desde el faro, resultaba demasiado alto y mi cuarto miraba al mar. As que tena que recorrer el terreno palmo a palmo.

Hice un mapa de la isla y fui cuadriculando el terreno. Lo conservo todava. Es este

Dibujo del mapa hecho en una hoja de libreta antigua, de una raya tal vez

Lo

haba

visto

en

un

libro

de

arqueologa.

Estos

investigadores del pasado se pasan media vida en el campo o bajo el mar y la otra media en sus laboratorios.

Buscan y buscan, o van donde alguien ha encontrado algo. Con un pincel van quitando el polvo, aunque sea un agujero enorme. Nunca sabes lo que puedes encontrar, dicen. Si te descuidas, puedes romper una pieza valiossima, tal vez

nica. Son unos

tipos metdicos, siguen siempre el mismo

orden en su rutina. Minuciosos, capaces de distinguir un diente fosilizado en medio de un campo de piedritas.

Despus,

en

el

laboratorio,

empieza

el

trabajo

ms

fascinante: averiguar qu nos cuenta cada pieza, qu secretos tiene, a quin perteneci, por qu lleg hasta all, cundo Uno de ellos escribi: Es maravilloso, el pasado se asoma ante tus ojos. Lo que el tiempo ocult, viaja al presente

Le todo el libro. Me fij bien en el material necesario de un arquelogo: pinceles, cepillos de varios tamaos, una pala pequea, cuerdas, estacas de madera, una brjula (no saba bien para qu pero la llev por si acaso), libreta, una lupa, linterna Lo guard en una mochila.

Saqu mi mapa cuadriculado y fui marcando la ruta a recorrer cada da: cuadrante A-3, A-4, A-5

Pas por las antiguas chozas de los portugueses, fueron los que construyeron el faro y mi casa. Ya haba estado muchas veces por all. Decid seguir mi camino, no crea que hubiera nada oculto bajo esas casas derruidas.

Durante semanas fui recorriendo cada cuadro de mi mapa. Por las tardes, despus de mis obligaciones de estudio y hogareas, con la mochila al hombro, bocadillo de pan, aceite y sal y una cantimplora de agua fresca me despeda de madre.

Volva antes del anochecer, cuando Padre y Roberto Luis encendan el faro. En esos andares por mi pequea isla,

encontr lugares que nunca haba visto, a pesar de haber estado varias veces cerca. No me haba fijado en pequeas cuevas o las diminutas playas que aparecan hasta que el mar las volva a esconder, como si no quisiera compartirlas con nadie, arenas mojadas que el sol no llegaba a secar.

Pero, lo que ms me gustaba, era encontrar restos de barcos que la marea arrojaba contra los riscos: cajones de

madera

rota,

pedazos

de

tablas,

trozos

de

redes,

boyas,

botellas Cualquier cosa que flotara era arrastrada hasta uno de los rincones de mi isla

A veces, no saba bien qu era aquello. Lo guardaba con cuidado en la mochila. Despus, en casa, lo analizaba con la lupa y si no lograba averiguar qu era, preguntaba a Padre. l enseguida me sacaba de la duda.

Con las semanas de bsqueda, fui llenando mi buhardilla con todos esos objetos que el mar me iba regalando. A Roberto Luis tambin le gustaban. Incluso apart alguno de sus

dibujos para colgar una inmensa red en una de las paredes. Colgamos en ella infinidad de conchas, tablas con letras

japonesas, estrellas de mar secas, boyas de cristal, un farol oxidado, la punta de un arpn ballenero de Padre, el garfio de arrastrar cajas de pescado, la espada de un marln Era hermoso. Mi hermano fue colocando todos aquellos objetos con un orden especial, pareca saber el sitio exacto de cada uno. Tena un don increble para llenar los espacios. Te dejaba con la boca abierta, ahora le llamo arte. Aquel fue su primer collage sin duda. Pero haba algo ms, algo que llen

nuestro cuarto, no se vea. Lleg para quedarse: el olor. S, la red nos traa el aroma del fondo marino, algas, pequeos crustceos, restos de pequeos peces secos inund nuestro cuarto. Era un olor extrao, salado, ligeramente podrido de maderas hmedas o del salitre verde de las boyas de cristal

Se acababa la bsqueda. Solo me quedaba la Playa de La Concha y el otro lado del por Puertito, el azote donde del Padre viento no y nos las

permita

estar

solos

corrientes.

La Playa de La Concha no deparaba grandes secretos, la haba recorrido con cientos y de veces, Era el jugando, lugar corriendo, para

pescando

Padre

Madre.

perfecto

disfrutar de una jornada de descanso. Con forma de concha redonda, de ah su nombre. Se cerraba por el Este y por el Oeste en dos brazos naturales de rocas, como si te fueran a dar un abrazo. Por el centro, un tramo de unos pocos metros dejaba entrar alguna ola solitaria, que se deshaca en mis pies, sin espuma. Era ideal. La arena era tan bella que, a veces, robaba reflejos sonrosados al sol. Entonces, el agua se tornaba en verdes de cristal, de cristal blando, lento en

movimientos. De hecho, as le llamaba de pequeo a aquel maravilloso lugar, la playa de los cristales blandos, porque el mar tena ese brillo que cegaba a la vez que se meca perezoso. Un vidrio gigante echado sobre un lago de tela cristalina

Unos

pequeos

muros

de

piedra

en

forma

semicircular

surgan sobre la arena. Los utilizbamos para resguardarnos del viento. Alguien haba agrupado esas piedras. Haban

permanecido siempre all, eran parte del paisaje.

Me sent a merendar al abrigo de

uno de ellos. Las

piedras colocadas, una sobre otra, me cobijaban bien del fro hmedo de la tarde. Saqu mi pan con aceite y sal y lo com contemplando una vez ms aquel sol reflejado de atardecer. Esta vez, se reflejaba en los cristales blandos dndoles

color metlico, verdes y morados metlicos. Me encantaba.

Saqu la cantimplora y beb un buen trago. Al dejarla sobre la arena se volc, no me di cuenta. Cuando quise volver a beber, se haba vaciado.

Con

el

enfado,

no

lo

vi.

Al

intentar

escurrir

las

ltimas gotas en mi boca, arroj de mala gana la cantimplora. La mir con rabia, no tendra trago hasta llegar a casa. Al poco, me percat del pequeo agujero que haba hecho el agua. Se abri paso entre las piedras del muro y la arena. Met la mano siguiendo la cada del lquido. Despus, us las dos manos. Ante mis ojos se destapaba un hoyo. Retiraba la arena con cuidado, volva a caer, la volva a sacar. Las piedras del muro desenterradas dibujaban una colocacin distinta, no seguan la lnea superior.

Era

un

trabajo

intil.

La

arena

caa

por

un

lado

mientras destapaba el otro. Iba agrandando la excavacin, para que no se enterrara de nuevo. Alguien haba colocado esas piedras con algn propsito, para qu...?

Cuando consegu profundizar un metro, exhausto (ya tena un movimiento de arena de tres metros alrededor) toqu algo duro. Otra piedra pens -, pero era grande. Segu

limpiando. Cielos! Es la ms grande, plana, como una tapa.

Tuve que detenerme a tomar aire. Me iba a estallar el corazn. Me detuve. Pens en cmo podra sacar esa enorme plancha. Baj de nuevo al hoyo con la palita metlica y se parti al intentar moverla. Era evidente, yo solo, no poda. Tendra que buscar la ayuda de Padre y Roberto Luis.

Volv a casa con paso rpido. La noticia lo mereca.

Esa

noche, a

despus la

de

relatar con mi

en mapa

la

cena

mis

investigaciones

familia,

cuadriculado,

marqu el lugar del descubrimiento. Quedamos organizados para el da siguiente con buen acopio de herramientas.

Como digo, esa noche no pegu ojo. Los nervios no me dejaron dormir. Vi las horas pasar en el reloj de la mesilla. Eternas. Qu larga es la noche!, nunca la haba visto,

siempre la dorma.

Imagin,

qu

yo,

cientos

de

objetos,

tesoros,

incluso, una cueva olvidada, o la madriguera de un monstruo marino de largos tentculos, o tal vez algo que los invasores

tenan olvidado, y

eso era lo que andaban buscando Era

evidente que nadie haba destapado ese hueco en muchos aos.

Amaneci

Tomamos

un

buen

desayuno.

Los

hombres

de

la

familia

bamos a hacer algo importante, unidos, por primera vez. Era una sensacin extraordinaria. En ese momento me daba igual lo que encontrramos. El hecho de hacer algo junto a Padre y Roberto Luis me hizo mayor. De la noche a la maana sent que haba crecido, que tena responsabilidad, obligacin de hacer las cosas bien, de ser un hombre bueno, trabajador. Era el momento de dejar las chiquilladas atrs.

Serios,

apenas

sin

hablar,

cargados

con

nuestras

herramientas y el estmago dndome brincos, salimos hacia el sur de la isla.

El trayecto nos llevara una hora a buen paso. Pero enseguida me di cuenta, iba a ser menos tiempo. Seguir a Padre era un ejercicio de fuerza y agilidad. Cada zancada de

l, eran dos mas. As deduje que deba hacer el doble de esfuerzo El sudor comenz a asomarse por mi frente y brazos. No me quej en ningn momento, los mayores no lo hacen

Llegamos al destino antes de que el sol llegara a lo alto, seran las nueve de la maana. El aire fresco de la Playa de La Concha me alivi, traa la boca seca.

Puedo beber un poco, Padre? S, pero un trago. No gastemos el agua ahora. Esto nos puede llevar todo el da

Quedamos de pie junto al lugar. Quietos. Padre mir a un lado y a otro. Se volvi y mir de nuevo, como buscando algo. Despus, se fij en el hoyo. Pens, volvi a levantar la vista hacia la entrada de mar que la playa ofrece. Tard unos minutos. Los dos hermanos estbamos estticos, observndole, a la espera de sus rdenes.

- Vamos a ver qu hay en este hoyo - Mirando a sus hijos con una sonrisa - .

Sacamos

dos

palas.

Roberto

Luis

yo

comenzamos

apartar la arena haciendo ms ancha la boca del agujero. Era curioso ver las piedras que la arena haba enterrado. Eran ms planas en sus caras que las superiores. El viento, el agua, el pulido de la naturaleza las dejaba redondas, suaves, pero era el mismo tipo de roca.

Despus de una hora de limpieza apartando arena, Padre limpi con un cepillo lo que pareca la tapadera de un

pequeo pozo. Era rectangular, de un metro de largo por medio de ancho. Con un esfuerzo supremo, haciendo palanca los tres, conseguimos moverla del sitio. Roberto Luis meti el mango de la pala y consigui deslizarla un poco ms. Padre la agarr con sus potentes manos, consigui alzarla suavemente

colocndola a un lado. El pozo no era un pozo, ni la entrada de una cueva, ni una madriguera de algn monstruo marino Tena medio metro de profundidad. Estaba forrado por planchas de piedra como la de la tapa en sus cuatro paredes y suelo. El olor a humedad podrida nos espant. Padre nos advirti que nos apartramos un momento. Poda ser txico ese aire

encerrado cientos de aos

Notaba los latidos de mi corazn en la cabeza. Era la primera vez que encontraba algo inexplicable. Ninguno de los tres dijo nada durante unos minutos. Inmviles, de pie, no apartamos la vista de aquello. Creo que tuve la boca abierta durante un buen rato Se me haba secado. Tom un trago de la cantimplora sin permiso de Padre. No apartaba la mirada del agujero.

Lo

que

haba

all

dentro

no

dejaba

lugar

dudas,

alguien lo haba ocultado en ese hoyo por alguna razn. La cuestin era saber quin, por qu, cundo

Para extraer el

ello,

lo

primero romana

que

se

deba -

hacer s,

antes

de

nfora

del

agujero

amigos,

esas

fueron las palabras de Padre, nfora romana - era medirla, comprobar su estado de conservacin e intentar averiguar si haba algn impedimento que dificultara su extraccin.

Era de mediano tamao. Estaba colocada en diagonal para aprovechar el espacio interior. Su color era verdoso, pardo,

grisceo. Apareca forrada con los restos de pequeas algas secas y otras hmedas. Diminutos crustceos adheridos haban dejado su huella tambin. Tena un tapn perfectamente

encajado. Pareca de madera, recubierto de cera. Despus, un pao o lo que quedaba de l, cubra la boca del recipiente debajo de una soga deshilachada enredada al cuello. Dos

asas, una a cada lado, la hacan muy manejable.

Padre pidi a Roberto Luis que dibujara un esbozo del hallazgo en su cuaderno. Este fue el resultado

Al cabo de unos minutos, pareca no haber razn alguna que impidiera sacarla del agujero. Padre introdujo sus manos

por debajo. La levant con esfuerzo, era pesada. Con sumo cuidado la alz. Pareca llevar un beb en sus brazos.

En la misma arena, pidi que extendiramos un mantel que llevaba en su saco. La coloc con extremo cuidado, sin dejar de observarla un segundo. Se encontraba en buen estado. La cermica humedad. romana haba aguantado el salitre del mar y la

Lleg el momento de destaparla. El resto de trapo y cuerdas que cubran la boca no fueron problema, hasta que dimos con un tapn de corcho recubierto de cera, cera de abeja sin duda, fundida para que adoptara la forma de la boca del nfora y as poder sellarla a cualquier humedad, arena o polvo.

Con delicado esmero, Padre fue eliminando poco a poco esa gruesa capa con su cuchillo. Lo manejaba con maestra, agarrndolo directamente desde la afilada hoja. No se cortaba nunca.

La cera caa al mantel a pedacitos. Pronto se vio el tapn de corcho. Pareca nuevo, como recin puesto. No fue problema su extraccin. Padre incrust su cuchillo en medio, gir con fuerza y lo sac como quin destapa una botella de vino.

No habamos pronunciado ni una sola palabra en todo ese tiempo. Creo que no hizo falta. La incertidumbre de ver el contenido nos haba enmudecido, como a Roberto Luis. Ni si quiera l gesticulaba.

No pude esperar. Puse mi cara en la boca del nfora No vi nada. Estaba oscuro. Padre me apart con su mano poderosa. Levant el recipiente por su parte inferior como quien va a vaciar una jarra de agua. Y all cay, sobre el mantel: un rollo de cuero atado, una cajita de madera tallada con bellas piedras de colores y cientos, quiz mil monedas de color verde, como podridas con moho por la humedad. Padre sacudi el nfora, no paraban de caer. Se form una montaa de aquellos metales verdes

Sonre, al igual que Roberto Luis. Me vino a la mente el captulo donde, en medio de la oscuridad, el brillo de los diamantes en bruto ceg a los buscadores de Las Minas del Rey Salomn.

Esa noche, en la cama, decid dedicarme a esto, a buscar tesoros por todo el mundo.

Hoy tengo mi propia empresa de arqueologa submarina. Desde galeones, barcos de guerra, cargueros, aviones todos ellos hundidos al por distintas No busco razones, se convierten tesoros, en sino que

ventanas

pasado.

nicamente

respuestas, respuestas a todas las preguntas importantes nos hacemos los historiadores: Por qu estall

aquella

guerra? Quin construy esta maravilla? Cmo se hundi? Quin era el responsable de esta nave? A dnde se diriga?

No es por la riqueza de otros. Busco el pasado para entenderlo. Hay ms perdido que encontrado Busco, porque un da encontr algo que cambi mi vida.

Los tesoros han provocado ms pobreza que riqueza, ms muerte que vida, ms desaliento que esperanza. A lo largo de los siglos, de se la ha visto crecer ms la avaricia Quien desmedida acopio en de

perjuicio

pobreza

pobre.

hace

riqueza, la despoja de sus legtimos dueos. La codicia del ser humano no tiene lmites, nunca es suficiente, se puede poseer an ms.

Por eso entrego la mayor parte de lo encontrado a las autoridades de cada pas, segn sus leyes, para que puedan ser expuestas en los museos o para que sean devueltas a sus antiguos dueos. Me otorgan una pequea porcin o, a veces, una recompensa. Me es suficiente. Esto me permite vivir.

Una noche, una espantosa noche, algo de m desapareci. La riqueza andaba por medio

VI

Capitanes intrpidos

Todava no puedo hacer el trabajo de un hombre, pero puedo manejar un bote casi tan bien como Dan, y en una niebla no me pierdo del todo. Puedo manejar el timn cuando el viento no es muy fuerte y poner cebo en una red; naturalmente conozco todas las velas y puedo pescar; y te demostrar como colar caf con una piel de pescado No tenis ni idea de lo que hay que trabajar para ganar diez dlares y medio al mes []

Pepe Snchez haba llegado como cada lunes. Traa las provisiones, noticias, peridicos, libros y, como siempre, algn chiste nuevo

- Julio, sabes cul es el ltimo pez? -su mirada se clavaba en la ma apretando los labios para no rer-. Pues no. No s cul es el ltimo pez, Pepe -

respond, sin entender mucho la pregunta- Pues el delfn, muchacho. El del-fin es el ltimo pez ja, ja, ja!

Sus

carcajadas

eran

contagiosas

como

un

catarro

de

invierno. Todos reamos a la vez con l. Eran momentos muy divertidos. Pepe Snchez era genial.

Madre sacaba una botella de licor y tres vasitos. Ella tambin gustaba de beber en compaa de aquel amigo. Los tres siempre mantenan una larga charla, donde nosotros durbamos los primeros minutos. Despus, seguan hablando de las cosas del puerto, de los rumores, de alguna noticia sobre la

posible guerra en Europa Almorzaba con nosotros y se volva a primera hora de la tarde, cantando viejas canciones con Padre y recordando sus hazaas de juventud, cuando

recorrieron miles de millas en los cargueros ingleses.

Pero aquel da, no hubo canciones, ni recuerdos. Padre le habl de nuestro hallazgo. No precis el lugar, pero le describi el nfora y su contenido. Pepe Snchez no lo crea, pensaba piratera que era una broma. por Las viejas las leyendas que de la de

eran

conocidas

todos,

hablaban

tesoros escondidos en esta isla deshabitada.

Padre le invit a subir a nuestro cuarto. Sobre una mesa, tenamos ordenadas y a medio limpiar las mil monedas de oro, s, eran de oro Adems de la cajita de madera con las decenas de piedras preciosas, que con los aos, supe

realmente lo que eran

Pero lo que fascin a Padre, y en definitiva, a m tambin, fue el documento del cuero, escrito en latn, el idioma de los romanos.

No se trataba pues de Morato Arrez, el perverso. No. Fue un comerciante romano, hasta sabamos su nombre,

Cornelius M. Cuenta que su barco naufrag en estas aguas y que fue rescatado por unos hombres que vestan con pieles y se adornaban con conchas y huesos tallados. Que fue llevado hasta el rey, que llamaban Zonzamas. Curaron sus heridas y lo alimentaron. El romano solo salv esta nfora, a la que se abrazaba en todo momento. Al tiempo, otro barco romano

apareci en la costa y march en l. Pudo convencerles de hacer una parada en esta isla, les habl de una paloma, la pardela, que daba un aceite milagroso. Aprovech la ocasin

para esconder su fortuna en la playa. Algn da volvera a recogerla. Nunca lo hizo.

Los ojos de Pepe Snchez se abrieron como dos soles. Padre le mir sonriente, pero al momento cambi su sonrisa por otra sonrisa forzada. Le pidi a su amigo que no dijera nada a nadie, que que tal quera vez mantenerlo en el en secreto por el

momento,

hablara

ayuntamiento

para

llevarlo al nuevo museo de la capital y exponerlo como el primer tesoro romano descubierto en estas aguas

Pepe Snchez no apart ni un segundo su mirada de la mesa. Padre no apart su mirada de Pepe

Hay momentos en la vida que no puedes creer lo que est pasando, solo en las novelas de aventuras o en los viajes ms difciles ocurren hechos asombrosos. Por eso se escriben las novelas, para hacer creble lo increble; por eso se hacen viajes extraordinarios, no para llegar, sino para viajar

En ningn momento sospech, con las miles de horas que dedicaba a imaginar lugares, personas, emociones que pudiera pasar, lo que iba a pasar.

- No, no llames al ayuntamiento - el gesto de Pepe Snchez se torn serio como nunca lo haba visto -. Esto es un tesoro, amigo mo, y es propiedad de quien lo encuentra. Creo que tienes una fortuna incalculable encima de esta mesa. A ti y a tu familia os podra sacar de este triste faro para siempre

Padre no contest. Mir a los ojos de su amigo. Creo que no le gust lo que haba detrs de aquellas palabras. Se limit a decir: ya veremos Pepe, ya veremos!

Salimos

de

nuestro

cuarto.

Pepe

Snchez

volvi

de

improviso a su acostumbrado buen humor. Bes a Madre y se despidi de nosotros. Sali con paso gil, cosa que no haba hecho nunca.

Yo, por supuesto, miraba a Padre. Saba que algo no iba bien. Su mirada hablaba. No pronunci palabra alguna, pero deca muchas cosas.

Al da siguiente, nos oblig a recoger todo el tesoro. Lo volvimos a meter en el nfora. Roberto Luis no entenda nada. Yo s.

- Dnde lo vamos a esconder, Padre? - pregunt muy serio -.

l me mir como si le hubiera ledo el pensamiento. Respondi directamente.

- En el ltimo rincn de esta isla - Y eso dnde est, Padre? - En la Playa de La Concha, en su agujero. Vamos a devolverlo buscarn al lugar donde lo encontraste. Ah nunca lo

Aunque Padre haba hablado de la Playa de La Concha a su amigo, no precis el lugar. Estaba seguro que jams iran a desenterrarlo de nuevo. Nadie lo buscara all.

Esa misma tarde, despus de volver a guardar con cuidado todo dentro del nfora, sellarle el tapn de corcho con cera nueva, trapo de lona y cordn de marinear, caminamos el

sendero de la playa.

Llegamos al hoyo. Ni siquiera lo habamos tapado desde el hallazgo. Estaba intacto, preparado para ocultar la pieza de nuevo. Padre coloc el nfora y la losa encima. Sobre ella unas piedras pesadas y arena, mucha arena, toda la arena Incluso nos oblig a borrar cualquier huella de nuestros pies en la zona, arrastrando un matorral, siguiendo las ondas que el viendo hace sobre la arena seca.

Roberto Luis estaba enfadado, no entenda el porqu de aquella accin. Padre le tranquiliz hablndole todo el

camino de vuelta.

El ambiente en casa se enrareci. Padre nos mand a dormir a la caseta del pozo, lejos del faro. All, Madre amonton maleza de los alrededores en un rincn. Coloc una lona encima y fabric una cama incmoda para los tres. Padre quedaba solo en el faro. Dejaba una vela encendida en la cocina. Una de las noches siguientes le vi revisar su

escopeta de cazar conejos Me extra que pensara salir a perseguir algn gazapo en la oscuridad.

No quise creer lo que estbamos haciendo, escondindonos de Me negaba a creerlo, no puede ser. Pero por qu? Por qu nos ocultbamos de Pepe Snchez? S, amigos. Padre le esperaba, y con una escopeta cargada. Si era nuestro amigo No lo entenda. Es el oro? Las piedras de colores? Tanto cambi su mirada al brillo dorado de unas monedas antiguas? Qu les ocurre a los mayores? Por qu desean lo que no es suyo? Cada noche pensaba estas cosas en la incomodidad de aquel camastro.

Padre,

como

siempre,

acert.

Tres

noches

sus

das

hicieron falta para que unos individuos con la cara tapada se plantaran de improviso en la cocina. Le apuntaban con un

arma. Se haba quedado dormido sobre la mesa, delante de un libro y su vieja pipa.

Un golpe en el hombro le despert. Los tres hombres solo asomaban sus ojos entre la gorra y un pauelo en la cara. Dos de ellos subieron a nuestro cuarto. Saban donde tenan que ir. El otro qued de pie apuntando a Padre. Se oan golpes, cajas tiradas, muebles volcados. A los pocos minutos, bajaron con gran enfado.

- Dnde est? - pregunt el ms alto amenazando a Padre -. - Acaso Pepe Snchez no te lo explic bien? - fue su respuesta tranquila -. - No me explic el qu? - Tambin os ha engaado? Qu os ha contado, que haba encontrado un tesoro y que lo tena en el cuarto de mis hijos? Pobres infelices Os ha engaado como a m. S,

encontr unas monedas antiguas. Me las pidi para llevarlas a un tasador De eso hace dos semanas Todava no ha vuelto Y ahora os manda para qu, ya lo s, para que acabis conmigo y

silenciar

el

asunto.

Yo,

cado

por

el

acantilado

en

un

accidente y vosotros detrs de unas monedas que Dios sabe dnde estarn ya - Ests mintiendo! grit el que pareca cabecilla del grupo apuntando a Padre con su escopeta -. - Por qu he de hacerlo? El asunto est claro. l se queda con todo, yo fuera de juego y vosotros no podis ir por ah preguntando por un tesoro. Nadie os creera y menos la polica - respondi Padre con ms tranquilidad -. - Ya - le interrumpi - pero dnde estn tu mujer y tus hijos? Los escondes. Sabas que vendra alguien a por las monedas - Por supuesto. Han pasado quince das y no s nada de Pepe Snchez, es lgico que no estn aqu, es ms, si maana no se enciende el faro, sabrn que me ha pasado algo. Mis hijos estn con su madre en la capital, en casa de un

pariente desde cuya ventana se ve esta luz. Solo han de esperar a que anochezca para saber que todo va bien. Si no hay luz, avisarn a las autoridades y vendrn de inmediato. - Vmonos de aqu! - dijo asustado uno de los tres, el ms joven -. - Cllate, Antoito! - le inquiri el ms alto -.

- Por qu has dicho mi nombre? Ahora sabe quin soy S, lo s le habl Padre -. Lo s desde que

entraste. Te conozco. Bueno, os conozco a los tres. Solis pasar por la taberna del muelle. Y s quin es tu padre, Antoito El chico se qued inmvil. No saba qu decir.

- Hagamos un trato - continu Padre-. Yo me olvido de esta visita van y a vosotros pedirle os vais por a donde Pepe habis venido. si lo

Maana

cuentas

Snchez,

encuentran, claro.

Padre

intentaba

ganar

tiempo,

salir

de

aquella

situacin. Saba que no poda y no quera usar la fuerza contra aquellos infelices. Casi los tena convencidos cuando el ms alto insisti en creer que Padre menta

Est

bien,

si

no

me

creis

vamos

la

capital.

Llevadme con vosotros. Vamos a casa de Pepe Snchez - les propuso Padre, con la intencin de salir de all con vida. Una vez en la ciudad, sera ms fcil salvar la situacin -.

Los tres se miraron y asintieron.

Volvieron al barquillo. Lo que no saban era que Madre tena el aviso de zarpar en nuestra barca cuando los

malhechores atracaran en el muelle del faro. El ruido del motor ya la haba despertado. Les vio subir por la ladera del faro a la casa. Cuando llevas muchos aos viviendo en el mismo lugar conoces entre otras cosas, sus sonidos, los

sonidos de cada hora, de cada da, de cada estacin incluso.

Nos sac del camastro de un porrazo. Nos embarc a la carrera rumbo al puerto capitalino. Cumpli el plan de Padre, salir de inmediato en busca de ayuda.

Cuando atracamos en el muelle de los pescadores, fuimos en busca de la polica local para contarles lo que estaba pasando.

Padre asustado, no dejaba de mirar a proa y a popa, para averiguar si le seguamos o navegbamos adelantados. Llegamos al puerto con media hora de adelanto, suficiente para que los agentes organizaran el arresto. El Sargento Ayala y un grupo de guardias se ocultaron detrs de las cajas de pescado.

La sorpresa fue mayscula cuando cayeron sobre los tres asaltantes. Sin embargo, Padre no dijo nada de Pepe Snchez.

Con un gesto serio, como nunca vi en su cara, tom paso gil encaminndose a la casa del que haba sido su gran amigo Madre le intent detener, pero no pudo. Los guardias estaban ocupados con aquellos canallas, despojndoles de sus armas, pauelos, esposndoles, metindoles en el furgn

policial Madre les llam, pero no le hicieron caso en un primer momento.

Unos minutos despus, tras la insistencia de Madre, el Sargento Ayala sali corriendo tras Padre, pero ya estaba lejos, haba llegado a la casa de Pepe Snchez.

A golpes, rompi la puerta y subi los escalones de dos en dos hacia en el la dormitorio habitacin que de se un acabada portazo, de iluminar. del

Irrumpi

jadeando

esfuerzo, mir fijamente a su amigo

- Te delat la mirada, Pepe - Pero qu haces aqu? Qu ocurre? No entiendo de qu me hablas

Carmen, la esposa de Pepe Snchez, estaba muy asustada. Padre qued en silencio unos segundos. Agarr una silla y la destroz contra la pared, quedndose con una de las patas en la mano.

- Pero qu haces? Te has vuelto loco? - apenas le sala un hilo de voz a Snchez -. - Tu mirada Pepe, fue tu mirada sobre las monedas. Eso te delat y a esos tres que mandaste. Ahora vengo a ajustar cuentas contigo - la voz de Padre era cada vez ms agresiva -.

- No te entiendo Qu tres mand yo? - en ese instante Pepe Snchez arroj la colcha de la cama sobre Padre

empujndole fuera del cuarto. Cayeron escaleras abajo-.

El Sargento Ayala lleg en ese mismo instante. Padre yaca en el suelo. Se haba golpeado la cabeza con algn escaln.

All qued

EPLOGO (o cmo explicar todo esto)

Han cado las hojas de tantos calendarios Aquella noche de muerte est turbia en mi memoria. Apenas la recuerdo bien. Madre nos cont lo sucedido cuando ya tuvimos edad.

Es difcil educarse sin un padre, pero ms lo fue para un chiquillo que admiraba al suyo en todos los sentidos. Desde que nac estuvo a mi lado, y una noche, de golpe, de un golpe, de un seco y fatdico golpe, esa noche, dej de estar, de vivir, de ser Padre. Desde esa hora de dolor, la persona

ms imprescindible de mi vida pas a ser un recuerdo

Vuelvo la vista atrs.

Imagino que mi estatura no suba mucho de su cintura, por eso recuerdo perfectamente sus manos, quedaban a la

altura de mis ojos, poderosas, llenas de cicatrices, sabias Despus, su voz ruda, pero dulce cuando hablaba a Madre. Sus largos cabellos blanqueados por los aos, anudados en una cola como un marino de cuento. Su fuerza, su saber. La

sonrisa cuando me hablaba del mar

Qu haces en una situacin as? Nada. No puedes hacer nada. Nadie est preparado para esto. Los mayores siguieron haciendo las mismas cosas, nada distinto. Yo tambin, pero con una diferencia, por primera vez, por primersima vez en mi corta vida, me sent solo, realmente aislado, vaco,

hueco

Segu viviendo. Alcanc los estudios universitarios de Historia. Madre y Roberto Luis trabajaron duro para pagar toda mi formacin. Como os dije, tengo mi propia empresa de arqueologa submarina con dos socios. Entre los tres leemos, buscamos, investigamos y, a veces, encontramos.

Es curioso. Hace unas semanas me di cuenta de algo, ahora tengo la misma edad que l vivi, sus mismos aos. Me emociona pensarlo.

Sin embargo, mis manos no son rudas, ni sabias, ni mi voz es ronca, ni soy fuerte, ni fumo, ni bebo licores No me parezco a l en nada. Lo nico que he podido hacer es

escribir esta historia. Poner en un papel que algo dentro de m sigue igual: solo, aislado, vaco, hueco

Lo que dara por pasar un rato en su compaa, ser su amigo. Sentarme a escucharle en este momento, con toda mi atencin. Quererle. Cuidarle. Lo disfrutara tanto

Delante de su libro, a la luz de las velas, es mi ltimo recuerdo. All lo dej, leyendo, en la cocina de casa.

All estar siempre.

Hace tiempo que enciendo una vela cuando me dispongo a leer, aunque tenga una lamparilla. Es la luz del faro que llega hasta ese rincn, es la luz de Padre, mi padre.