Los Modos de Leer

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Martn-Barbero, Jess (2005) Los modos de leer.

Entrevista realizada por Omar Rincn acerca de la conferencia de Jess Martn-Barbero en la Semana de la Lectura CERLALC en el panel LECTURA Y MEDIOS DE COMUNICACIN. Bogot: Centro de Competencia en Comunicacin para Amrica Latina, www.c3fes.net.

LOS MODOS DE LEER Lectura y escritura son modos de comunicacin social, con un nfasis profundo en la palabra social, porque tiene que ver con la formacin de la personalidad, el gusto y con una visin de lo que son las prcticas de lecturas de las mayoras. Leer y escribir no es ese acto personal, intransferible, placentero o al revs el medio instrumental, si no que es el componente clave de la comunicacin social. Hoy leemos y escribimos no slo libros: Escribimos libros, grafitis, msicas, internet, imgenes. En esta entrevista Jess Martn-Barbero, el intelectual ms significativo y apasionado en el pensar la comunicacin, invita a que cada uno escriba su palabra, se gane una escucha, abra un agujero en este barullo de bla bla bla. Qu significa leer hoy? Para qu sirve leer? Cmo salir de la impotencia y ganarse la escucha? Qu significa leer hoy? La pregunta qu significa leer hoy? supone, de alguna manera, para la inmensa mayora de los que tienen que ver con estos temas, una pregunta de tipo monotesta, o sea leer es aprender a vivir, leer es informarse, leer es cultivar la personalidad, leer es hacerse partcipe de lo que vive tu sociedad. Lo complicado es lo que queda por fuera. Para responder a la pregunta qu significa leer? hay que estudiar el fenmeno en sus muy diversas dimensiones histrico- sociales, histricoculturales, histrico-polticas; el asunto no es, simplemente, leer un libro, comprar un libro o llenar las bibliotecas de libros. Las preguntas son para qu?, para quines?, en funcin de qu? Leer ha estado muy condicionado por los soportes; la materialidad, el modo cmo se escribe y cmo se publica lo escrito marca formas de lectura completamente distintas, formas social y culturalmente diversas, con condiciones polticas y econmicas diferentes de lectura. Es decir, una cosa era leer el rollo de los judos; otra cosa era leer la tablilla, el rollo, el libro grandote de los conventos y de las catedrales; una diferente es el libro de bolsillo. Entonces una primera cosa es eso: El libro es como lo que conocemos desde el siglo XIX y no desde el siglo XVII, desde el siglo XIX para ac y casi que ya, en gran medida, el

formato de bolsillo. Cuando estaba haciendo la historia de las culturas populares en trminos de comunicacin, uno de mis descubrimientos ms lindos fue encontrar cmo la mayora de la gente en el mundo nunca ley solo; la lectura del individuo solo es un fenmeno moderno explica Benjamn. La lectura del individuo corresponde justamente al surgimiento de la subjetividad y de la intimidad; esta relacin subjetividad-intimidad no tiene nada que ver con lo que fue la lectura en voz alta. Entonces, no es que la gente no haya ledo nunca alguna vez solo, pero no se puede ensear a leer slo para que la gente lea sola en su cuarto, en su casa, en su asiento del bus. Leer es mucho ms. Leer hoy es un montn de prcticas diferentes. Primero, prcticas histricas que no han desaparecido y que se superponen a las ms modernas. De otro lado, el leer en estos pases ha estado determinado por la accin escolar. El leer en las culturas europeas, incluso en las nuestras, estuvo muy ligado al hecho de llegar a una cierta edad; en la propia familia los libros de la casa y la lectura en voz alta la hacan las abuelas. Amrica Latina ha tenido como eje poltico pero no como eje cultural al libro. Esto es lo que hay que entender. La cultura letrada est ligadsima a la cultura del comendador leguleyo. De un lado, una lectura instrumentalizada por el poder colonial, muy ligada a lo religioso y poltico. De otra parte, cuando en Amrica Latina se independiza vamos a tener una visin de que las mayoras no son para leer; las mayoras, habitan sus culturas y la que tiene que saber leer porque es la que tiene saber hablar y escribir, es la minora que va a gobernar. Entonces, la ciudad letrada ha sido la ciudad que consagra la exclusin y en la que el libro es utilizado polticamente, tanto en su materialidad como en su metfora. Ciudadano colombiano es el que tiene propiedad de bienes y el que tiene propiedad al hablar; el que no sabe hablar no es ciudadano y hablar se aprende leyendo. En Ciudad Bolvar y en mucho de la educacin colombiana a los muchachitos se les quita su saber cultural (palabras, tonos, modos de hablar e imaginar) para ensearles a hablar con propiedad, como se escribe. En este acto, la cultura es destruida como afirmacin de la identidad para dar paso a un alfabetismo desculturalizado que establece como base de la cultura a la tradicin. Hoy da los que defienden el libro y la lectura no se estn planteando ni la historia de Amrica Latina, su historia real, la de las mayoras. Por eso, es una estupidez que se diga que se lee menos. Nunca se ha ledo tanto como se est leyendo hoy. No slo la cantidad de libros que se venden, sino la cantidad de gente que lee. Eso es agarrar la quejumbre

de los apocalpticos europeos y ponerla en Amrica Latina. La mayora de padres de los muchachos de hoy no lean en este pas. Es como el cuento de que la ciudad que acaba con la diversidad; cuando yo llegu a Bogot en el 63, la Bogot gris, oscura, llena de gente de negro, los de ruanas cafs y grises, eso s que era uniforme; hoy en da, Bogot es el pas entero y es el pas en los colores, en las modas, en las diversidades. La lectura se encuentra fragmentada. Primero: Cada institucin no tiene que ver con las otras; la escuela no tiene nada que ver con la biblioteca, la biblioteca no tiene nada que ver con la escuela, los intelectuales no tienen nada que ver con la lectura de la gente, la gente no tiene nada que ver con los intelectuales; la relacin de los diversos sectores que tienen que ver con la lectura es nula. Segundo: Ni la oralidad, ni la cultura oral, ni la cultura de la imagen aparecen como claves del mundo de lectura. Tercero: todo lo que se habla de leer como parte de un ejercicio de participacin ciudadana queda completamente anulado y no se ve ni en la escuela ni en las bibliotecas; la nocin de lectura es una nocin instrumental que est muy ligada a la funcin o bien escolar, o bien despus, la funcin laboral. Las necesidades que la sociedad tiene hoy de los diversos tipos de lectores no est siendo para nada planteada. Entonces, seguimos con una respuesta monotesta: leer es leer libros y leer libros como se leen en la escuela; seguimos con las declaraciones que exaltan que la lectura es lrica, gozosa, sensual, sensorial que te abre los sentidos, que te ilumina, que te enriquece, que te enriquece. Para salir de la impotencia Qu tipo de lectura se debe hacer para sobrepasar el monotesmo? Has que pasar a las lecturas. Para hacerlo hay que pasar por un nivel mediacin que es la escritura. La inmensa mayora de los documentos establecen como fundamental a la lectura, no la escritura. Hay como una especie de frase de calle que dice que sabe leer y escribir van juntas. Pero todas las polticas son polticas de lectura; una biblioteca, por ejemplo, no tiene polticas de escritura, ni la escuela tampoco. Las polticas son de lectura y de lectura primaria, de lectura pasiva, de lectura instrumental. Hoy da para ser ciudadano, necesitamos no slo saber leer, necesitamos saber escribir. Hemos entrado a la sociedad en la que la metfora del escribir se ha hecho real en la virtualidad digital. T no puedes usar el computador sin escribir. Si t no sabes escribir, t no puedes disfrutar del computador, ni del internet. Se requiere de una lectura que capacite para asumir la palabra, para expresarse, para

escribir. Qu significa? Apropiarse de la lectura es hacer de la palabra un modo de presencia social, un modo de intercambio activo y de interaccin social. Hoy da, la lectura puede ser enormemente evasiva, implosiva; vea como est el mundo, como est la sociedad, mejor me refugio en la lectura; la lectura puede ser un refugio de impotentes, sobre todo polticamente. Yo creo que realmente la clase media, que es la que ms lee, lo hace para olvidar, lee para no pensar el pas, para evadirse de la realidad, del pas, del mundo. Yo me preguntara si la lectura no est siendo hoy un modo de escape y no un modo de empoderamiento. La escritura es la forma de salir de la impotencia, el modo de asumir la palabra, de hacerla real. Cunta gente escribe a los peridicos? Es un hecho, hay mucha ms gente que escribe por internet que la que escribe a los peridicos; internet incita y facilita el escribir, exige el escribir. Esa apropiacin de la palabra tiene una funcin clarsima en trminos de tomar posicin frente a la palabra pblica que son los medios masivos. Se sigue diciendo que lo nico que genera pensamiento son los libros, cuando lo que en realidad necesitamos es saber leer un noticiero de televisin. La informacin bsica de la mayora de los colombianos es la que obtienen por televisin; si no se sabe descifrar eso, si no se sabe responder a eso, si no hay capacidad interpretativa de eso, si no podemos ver la televisin con un poquito de inteligencia lectora, no estamos haciendo nada. Hay que saber leer el peridico y saber leer la televisin en trminos de informacin a partir de la cual se toman decisiones. La otra lectura que tiene que ver con el mundo de la imagen, desde el comic hasta el videoclip, donde pasan todas las nuevas narrativas que estn reinventando la literatura. Es muy curioso que Benjamn ya viera esto hace un siglo con el cine y la fotografa, que la literatura entraba en evolucin, no poda ser la misma. Nos hallamos en el corazn de un enorme proceso de refundicin de las formas de literatura en el que las posiciones desde las cuales estamos habituados a pensar pueden estar perdiendo vigencia (Benjamn). La creatividad narrativa es el derecho de la gente a hacer su historia. Saber narrar hoy da es clave; as a los nios hay que estimularlos a escribir, a narrar como una estrategia para su desarrollo social y de su creatividad. En la actualidad, cualquier proyecto necesita un guin; un proyecto no es slo un fenmeno de tipo administrativo y de gestin, mentira, al revs, lo que quieren los que estn a la cabeza de las empresas es que cualquier proyecto tiene que saber presentarse,

comunicarse, narrarse. La narracin tiene que ver con la recuperacin y reconocimiento de las memorias. En la gente hay una capacidad narrativa enorme que est completamente perdida, desaprovechada, desperdiciada. Para volver una sociedad menos catica no se necesita solamente de ingenieros, se requiere tambin de narradores que nos hagan entender la vida. El mundo de la lectura y de la escritura puede llegar a ser un espacio y un modo de creatividad social, en la medida en que las instituciones formadoras posibiliten el equilibrio entre lo personal y el proceso colectivo; el proceso de gestacin de una forma propia y de armarse con su identidad; el proceso de interlocucin e interaccin social. La posibilidad de que se traduzca esto pasa por un empoderamiento subjetivo que es muy difcil en una escuela masificada, no slo en trminos de la cantidad de alumnos que tiene un maestro, si no de concepcin del sujeto que se tiene adelante. La escuela tiende a homogenizar a todos porque no puede lidiar con todos si cada uno tiene su personalidad. Ac hay un elemento clave de la modernidad: Cmo formar un sujeto profundamente independiente y profundamente celoso de su independencia pero con responsabilidad colectiva. Ah hay un gran desafo porque estamos entre dos metforas la del individuo y su soledad que es la novela y la del colectivo que es el relato. Mientras que la novela es la experiencia del individuo en su soledad, el relato siempre fue algo que se le daba a un grupo. Hoy da necesitamos mejorar mucho ms el relato que la novela. Hay que recuperar la interlocucin. Hay que ganarse la escucha Que los adultos aprendieran a contar su historia fue el gran aporte de Pablo Freire. Esta utopa sobre el darle la palabra a la gente necesita su complemento: la escucha. Quin lo escucha a uno?, quin escucha a quin? Estamos llenos de palabras, llenos de ruidos, llenos de gente que dice cosas, de apstoles nuevos y mercachifles viejos. Habitamos una enorme dificultad: escuchar. No slo por lo que dicen los ms apocalpticos acerca del ruido, si no tambin por la cantidad de gente que habla y que escribe. Entonces digamos, lo que se nos vuelve problemtico es qu sentido tiene hablar y escribir cundo no sabemos quin escucha? La escucha es una pregunta comunicativa por el reconocimiento del otro y la significacin del que habla y escribe. El fenmeno de la escucha tiene que ver con hacer una pausa, un silencio para escuchar al otro;

hablamos tanto del otro y lo difcil que es escuchar al otro. Por ejemplo, se puede aprender mucho de la msica, pues los modos de hacer msica tienen mucho que ver con los modos de escuchar msica. La otra cara es quin habla de manera que se haga escuchar?, que sea una voz distinta. Quin es capaz de hablar con una voz que se haga or en medio de esta palabrera? Para tener la posibilidad social de tener una palabra propia es clave el construir una escucha, de ganarse una escucha. Aprender a leer y escribir hoy da es aprender a construir una escucha, aprender a tener una palabra propia en medio de este barullo que es el entremezclarse de cantidad de palabras que dicen lo mismo. Entonces ya no es slo el derecho a hablar, darle la palabra, no; es algo mucho ms complicado, mucho ms complejo. Es ganarse un espacio, abrir una brecha en este barullo, en esta palabrera, en este bla, bla, bla de los polticos.

Martn-Barbero, Jess (1992) Nuevos modos de leer. publicado en: Magazn Dominical No. 474, El Espectador, Mayo de 1992, pp. 19 - 22

La indispensable crtica tanto de los contenidos como de las formas de seduccin de los medios audiovisuales slo resultar vlida socialmente y slo ser eficaz cuando la escuela sea capaz de insertar esa critica en un proyecto de cambio educativo de envergadura cultural. (...) Lo que implica incorporar las nuevas tecnologas de comunicacin e informacin como tecnologas intelectuales, esto es, como estrategias de conocimiento y no como meros instrumentos de ilustracin o difusin. Ello es decisivo en la medida en que la autonomizacin que presenta la esfera tecnolgica con relacin al mbito de la cultura est incidiendo en la prdida de capacidad social para definir las opciones en ese terreno. Y la recuperacin de esa capacidad pasa tanto por los mbitos polticos como por los procesos educativos: es desde y en la escuela donde las dimensiones y no slo los efectos culturales de las tecnologas comunicativas deben ser pensadas y asumidas. Este texto fue realizado para el seminario Mito o realidad del libro, que se llev a cabo en Bogot durante la V Feria Internacional del Libro, bajo una reflexin que propone una mirada menos maniquea entre el lenguaje escrito y el visual. La posicin ms erguida es an la que centra el sentido del debate en oponerlos: los libros seran el ltimo resquicio y baluarte del pensar vivo, critico, independiente, frente a la avalancha de espectacularizacin y conformismo que los medios audiovisuales arrastran. El libro sera el espacio propio de la razn y el argumento, del clculo y la reflexin; el mundo de la imagen audiovisual, por el contrario, sera el espacio de las identificaciones primarias y las proyecciones irracionales,1 de las manipulaciones consumistas y la simulacin poltica. Mientras en la escritura se habra gestado el espacio pblico, en la imagen electrnica se gestara la masificacin y el repliegue a lo privado. Como los atajos y las medias verdades, esas oposiciones no son slo peligrosas sino tramposas: ahorrndose la trama de continuidades y rupturas de que est hecha la historia y las ambigedades del presente, se acaba convirtiendo a los medios audiovisuales en la causa ltima de
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M. R. Kehl, Imaginar e pensar, en: Rede imaginaria: televisao e demo- cracia, Compania das Letras, So Paulo, 1991.

la crisis de la lectura y del empobrecimiento cultural. Un argumento que si bien sirve de consuelo a los adultos dice muy poco a las generaciones ms jvenes que, inmersas desde nios en la cultura, subcultura o incultura audiovisual viven como propia no la experiencia excluyente y desgarradamente maniquea de sus maestros sino otra: la del desplazamiento de las demarcaciones y las fronteras entre razn e imaginacin, ciencia y arte, naturaleza y artificio; la hibridacin cultural entre tradicin y modernidad, entre lo culto, lo popular y lo masivo. Mirando desde ah lo que se gana no es optimismo, sino la oscura certidumbre de que la crisis del libro y la lectura remiten a un mbito ms ancho de cambio cultural, el que conecta las nuevas condiciones del saber2 con las nuevas formas del sentir, de la sensibilidad, 3 y ambos con los nuevos modos de juntarse, es decir, con las nuevas figuras de la socialidad.4 En el movimiento de esos cambios lo que la crisis del libro traduce no es ciertamente la cercana de su muerte sino su des-centramiento, su dejar de ser el centro del universo cultural5 y la pluralizacin de sus oficios. Lo que a su vez implicar que la lectura pierda su focalidad desplegando y diversificando sus mbitos y sus funciones. Oralidad que perdura y visualidad electrnica Hubo un tiempo en que el camino real de la emancipacin, el acceso al saber, pasaba por la escritura fontica pero, qu entender por alfabetizacin6 hoy?... cuando mucha de la informacin que da acceso al saber pasa en una forma y otra por imgenes, por las diversas redes y tramas de la imagen; y aqu: en pases en los que gran parte de la poblacin no pas por la escritura y cuya escuela incompleta y atrasada convive con una intensa interconexin del mundo simblico de masas.7 Cmo pueden entenderse las problemticas del libro y la lectura en Amrica Latina sin plantear la profunda compenetracin la
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J. F. Lyotard, La condicin postmodema -Informe sobre el saber, Ctedra, Madrid, 1984; C. Ginzburg et al., Crisis de la razn: nuevos modelos en la relacin entre saber y actividad humana, Siglo XXI, Mxico, 1983. 3 R. Rorty, Contingencia, irona y solidaridad, Paidos, Barcelona, 1991; G. Vattimo, La sociedad transparente, Paidos, Barcelona, 1990. 4 M. Maffesoli, El tiempo de las tribus, Icaria, Barcelona, 1990; M. Dou- glas y B. Isherwood, El 5 mundo de los bienes - Hacia una antropologa del consumo, Grijalbo, Mxico, 1990. U. Eco, et al., "La revanche des libres", en: Le nouvel observater N. 1406, Paris, 1991. 5 U. Eco, et al., "La revanche des libres", en: Le nouvel observater N. 1406, Paris, 1991.
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Silviano Santiago, Alfabetizaao, leitura e sociedade de massa, en: Rede imaginaria, ya 7 citado. J.J. Brunner, Medios, modernidad, cultura, en: Telos N 19, Madrid, 1989. 7 J.J. Brunner, Medios, modernidad, cultura, en: Telos N 19, Madrid, 1989.

complicidad y complejidad de relaciones entre la oralidad que perdura como experiencia cultural primaria8 y la oralidad secundaria que tejen y organizan las gramticas tecnoperceptivas de la radio y el cine, la televisin y el video? Cmo seguir pensando separados la memoria y la modernidad y la modernidad ilustradamente anclada en el libro cuando en Amrica Latina la dinmica de las transformaciones que calan en la cultura cotidiana de las mayoras proviene mayormente de la desterritorializacin y las hibridaciones culturales que propician y agencian los medios masivos, y de la persistencia de estratos profundos de la memoria colectiva sacados a la superficie por las bruscas alteraciones del tejido social que la propia aceleracin modernizadora com- porta?.9 La escritura atraviesa hoy una situacin en cierto sentido homloga a la que vive la nacin. sta se halla atrapada entre el redescubrimiento de lo local/regional como espacio de identidad y toma de decisiones, y las dinmicas trasnacionales de la economa-mundo y la interconexin universal de los circuitos comunicativos va satlites e informtica. Tensionada entre el doble movimiento de lo local y lo transnacional, a la nacin se le exige que redefina su propia funcin y sus modos de relacin con un adentro fragmenta- do y un afuera que deja de serlo pues la atraviesa replanteando radicalmente el sentido de las fronteras. Tambin la escritura se ve atrapada en nuestros pases entre la fuerza local de una oralidad que es modo de comunicacin cotidiano, organizador y expresivo de unas particulares maneras de relacin con el mundo y unas modalidades de relacin social, por un lado; y, por otro, el poderoso movimiento de desterritorializacin de las sensibilidades y los comportamientos impulsado por los medios audiovisuales y los dispositivos de informacin desde el mbito de los modelos de narracin10 y desde el ms general de los modos de produccin y difusin de textos.11 Quiz sea oportuno recordar aqu que tambin el libro es un medio de comunicacin y como tal no se define nicamente por la forma o la materialidad de su escritura, sino por las modalidades
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A. Ford, Culturas orales, culturas electrnicas, culturas narrativas, en: David y Goliath. N 58, Buenos Aires, 1991.
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G. Marramao, Palabra clave 'metapoltica': ms all de los esquemas binarios, en: Razn, tica y poltica, Anthropos, Barcelona, 1989. 10 A. Piscitelli et al., Cambiar la mirada, David y Golitah N 58, Bue- nos Aires, 1991; B. Sarlo, Representaciones postpolticas y anlisis cultural, en: Punto de vista N 40, Buenos Aires, 1991. 11 R. Argullol et al., Hacia un nuevo renacimiento, en: Telos N 24, Madrid, 1991; J. Cueto et al., Cultura y nuevas tecnologas, en: Procesos, Ministerio de Cultura, Madrid, 1986

de relacin e intercambio que instaura, modalidades que conectan los cambios en el medio con las transformaciones generales en la sociedad y en las culturas. El descentramiento que sufre el libro en el mundo de hoy encuentra su sentido en una larga historia, bastante ms larga de la que suelen trazar los manuales. Un proceso que har del libro sucesiva, y tambin recurrentemente, modo de comunicacin con la divinidad e instrumento de poder de las castas sacerdotales, reserva de saber y medio de enseanza, expresin de la riqueza del prncipe y archivo de negocios, pliego de cordel e instrumento de incorporacin social de las clases populares, modo de expansin y expresin de la desgarrada conciencia del individuo y registro del clculo, industria cultural y bestseller. Lo que a su vez implica la necesidad de mirarlo desde el otro lado del proceso: el de los diversos modos de leer.12 Pues la lectura privada, la de el individuo en su soledad de que habla W. Benjamn a propsito de la novela, no es ms que la lectura que privilegia la modernidad, a ella la precedieron mltiples formas de lectura colectiva: desde la disciplinadora lectura de los conventos y las crceles hasta la relajada lectura de las veladas populares, en las que, segn cuenta El Quijote, cuando es tiempo de la siega se recogen durante las fiestas muchos segadores y siempre hay alguno que sabe leer, el cual coge alguno de estos libros (de caballera) en las manos y rodemonos de l ms de treinta y estmosle escuchando con tanto gusto que nos quita mil canas; desde la lectura que practicaban en el siglo XIX los anarquistas andaluces que compraban el peridico an sin saber leer para juntarse con otros correligionarios y buscar alguno que se los leyera, hasta la que se haca en las fbricas de tabaco en Cuba bien entrado el siglo XX: en las que mientras los obreros y obreras torcan las hojas de tabaco se lean relatos polticamente edificantes y folletinescos,13 una prctica de lectura que est sin duda en la base de la ficcin y la sensibilidad que gestaron la radio- novela cubana. Quiz la actual crisis de la lectura entre los jvenes tenga menos que ver con la seduccin que ejercen las nuevas tecnologas y ms con la profunda reorganizacin que atraviesa el mundo de las escrituras y los relatos, y la con- siguiente transformacin de los modos de leer; es decir, con el desconcierto que entre los ms jvenes produce la
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H. R. Jauss, A literatura e o leitor, Paz e terra. Ro de Janeiro, 1979; N. Robine, La lectura, en: Hacia una sociologa del hecho literario, Madrid, 1974.

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Lily Livak, Musa libertaria-Arte, literatura y vida cultural del anarquismo espaol (1880- 1913), Antoni Bosch, Barcelona, 1981; F. Ortiz, Contapun- teo cubano del tabaco y el azcar, Ariel, Barcelona, 1973.

obstinacin en seguir pensando la lectura nicamente como modo de relacin con el libro y no con la pluralidad y heterogeneidad de textos y escrituras que hoy circulan. El viejo miedo a las imgenes se carga hoy de un renovado prestigio intelectual: el que ha cobrado ltimamente la denuncia de la espectacularizacin que ellas producen y la simulacin en que nos sumen; denuncia que an siendo bien certera, en su totalizacin14 corre el riesgo de impedirnos asumir la envergadura real de los cambios. Pues si ya no se puede ver ni representar como antes, tampoco se puede escribir ni leer como antes. Y ello no es reducible ni al hecho tecnolgico ni a la lgica industrial y comercial, porque es toda la axiologa de los lugares y las funciones de las prcticas culturales de memoria, de saber, de imaginario y creacin la que hoy conoce una seria reestructuracin.15 En efecto, la visualidad electrnica ha entrado a formar parte constitutiva de la visibilidad cultural, esa que es a la vez entorno tecnolgico y nuevo imaginario capaz de hablar cultural- mente y no slo de manipular tcnicamente, de abrir nuevos espacios y tiempos para una nueva era de lo sensi- ble".16 Aprender a leer en tiempos audiovisuales: desafos a la escuela Hablar de guerra entre lo visual y lo escrito me parece totalmente superado. Lo que necesitamos analizar por el contrario es la sinergia entre los dos. Umberto Eco Hay un lugar donde la diversidad de las escrituras estalla y se convierte en conflicto de culturas, ese lugar es la escuela. Pero la escuela escamotea su conflicto con la cultura audiovisual reducindolo a sus efectos morales, traducindolo al discurso de las lamentaciones sobre unos me- dios especialmente la televisin, el walkman, los videojuegos que roban el tiempo libre de los jvenes, manipulan su ingenuidad e idealismo, les inoculan superficialidad y conformismo hacindoles reacios a cualquier tarea seria, desvalorizan el libro y la lectura exigente. Traducido a esos trminos, el conflicto hablara nicamente de la lucha de la escuela contra la pseudocultura del entretenimiento, que sera la de la pasividad conformista y ese nuevo analfabetismo que encubren la proliferacin de imgenes y la msicaruido.
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J. Baudrillard, Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona, 1984; del mismo autor, La transparencia del mal, Anagrama, Barcelona, 1991. 15 A. Renaud, Comprender la imagen hoy, en: Videoculturas de fin de siglo, Ctedra, Madrid, 1990. 16 Ibdem.

Lo que esa reduccin oculta es que el mundo audiovisual desafa a la escuela en niveles ms especficos y decisivos: el de la cultura de la informacin y el de los nuevos mbitos y formas de socializacin. Qu significa saber en la era de la informacin?.17 Ah se ubica el desafo de fondo; el desafo a su pretensin de ser an el nico espacio legitimo de organizacin y transmisin de los saberes. Es a la vez como archivo y como uso que el computador, desde un ngulo, y la televisin desde otro, desbaratan esa pretensin. La experiencia cotidiana del maestro atestigua la distorsionadora presencia en la vida escolar de lgicas, saberes y relatos que escapan a su control; de otra parte, los medios audiovisua- les constituyen hoy un nuevo y poderoso mbito de socializacin,18 esto es, de elaboracin y transmisin de valores y pautas de comportamiento, de patrones de gusto y de estilos de vida. Y ah tambin el desafo es especifico, pues ello viene a reordenar y desmontar viejas y resistentes formas de intermediacin y autoridad que configuraban hasta no hace mucho el estatuto y el poder social de la escuela. De ah que la lamentacin y el escamoteo no puedan eli- minar la resistencia de los jvenes a una educacin basada exclusivamente en los principios y las tcnicas de la cultura letrada. De ah que en alguna forma la escuela trate de dar entrada y hacer uso de los medios... qu tipos de uso? Un slo tipo de uso, pero doble: modernizador e instrumental.19 Para muchas escuelas la presencia de la videograbadora o el computador forma parte del conjunto de gestos que es indispensable hacer para que el rostro o mejor, la fachada de la educacin cambie dejando el resto igual. Son gestos dirigidos ms hacia afuera que hacia adentro, es el prestigio del colegio lo que se vera comprometido por la ausencia de ciertas tecnologas comportadoras en s mismas de un status moderno y por tanto modernizador. Complementaria con ese uso es la concepcin predominante no slo entre los maestros sino entre los apreciados tecnlogos de la educacin que dirigen el sistema educativo segn la cual la innovacin provendra del cambio de tcnicas y de la introduccin de tecnologas. Una renovacin que se agota bien pronto y queda reducida a la capacidad
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Ver a ese propsito el texto de J. F. Lyotard, ya citado, y tambin: Ph. Schlesinger et al., Los intelectuales en la sociedad de la informacin, Anthropos, Barcelona, 1987. 18 D. Bell, Modernidad y sociedad de masas, en: Industria cultural y sociedad de masas Monte vila, Caracas, 1969; del mismo autor, Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza, Madrid, 1987. 19 F. Caviano, Nuevas tecnologas, nuevas instituciones: la escuela en la encrucijada, en: Nuevas tecnologas en la vida cultural espaola, Fundes- co, Madrid, 1985; M.M. Krohling (org.), Comunicao e educao: caminhos cruzados, Loyola, So Paulo, 1986.

amenizadora de unos dispositivos incapaces de detener el deterioro de la relacin escolar, pero capaces de amenizar el aburrimiento de la rutina cotidiana. Se trata de una concepcin que con- duce necesariamente a un uso instrumental; aquel que abstrayendo los medios de sus peculiaridades comunicativas y su densidad cultural, se sirve de ellos nicamente como ayudas exteriores al proceso pedaggico, o como ejercicios puramente formales: se aprende a usar el computador no para insertarlo como estrategia de conocimiento sino para que el alumno pueda atestiguar que aprendi a usarlo. Lo que ese uso modernizador/instrumental trata de con- jurar es justamente el reto cultural que los medios entraan para el sistema educativo, el abismo que su desarticulacin de la vida escolar abre entre la cultura desde la que ensean los maestros y aquella otra desde la que perciben, piensan y hablan los alumnos. Una escisin que es necesario afrontar cuanto antes, ya que los hbitos de relacin con los medios y las tecnologas de la informacin no podrn cambiarse sin afectar el estatuto de la educacin en la sociedad y sin que la escuela se haga cargo de lo que ellos son y significan culturalmente. El primer paso en esa direccin ser que la escuela de la primaria hasta la universidad piense menos en los efectos ideolgicos y morales, y ms en el ecosistema comunicativo20 que los medios conforman en cuanto conjunto de lenguajes, representaciones y relatos que alteran la percepcin de las relaciones entre el tiempo del ocio y del trabajo, entre el espacio privado y el pblico; y el hecho de que penetran de forma ya no puntual por la inmediata exposicin a o el contacto con el medio sino transversal21 la vida cotidiana, el horizonte y la trama de sus saberes, jergas y rutinas. La indispensable crtica tanto de los contenidos como de las formas de seduccin de los medios audiovisuales slo resultar vlida socialmente y slo ser eficaz cuando la escuela sea capaz de insertar esa critica en un proyecto de cambio educativo de envergadura cultural. Entiendo por tal, en primer lugar, un proyecto que replantee la idea de cultura con la que la escuela trabaja en nuestros pases;22 que deje de identificar excluyentemente el espacio de la cultura con el de las letras y las artes y comience a dar entrada a las ciencias y las tecnologas, no tanto en cuanto aparatos de progreso sino en cuanto dispositivos de transformacin de los modos de percibir, de saber y de sentir. Lo que implica incorporar las nuevas tecnologas de
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J. L. Rodrguez Illera, Comunicacin y educacin, Paidos, Barcelona, 1988. M. Castells, El desafo tecnolgico, Alianza, Madrid, 1986. W.H. Davenport, Una sola cultura, Gustavo Gili, Barcelona, 1979.

comunicacin e informacin como tecnologas intelectuales,23 esto es, como estrategias de conocimiento y no como meros instrumentos de ilustracin o difusin. Ello es decisivo en la medida en que la autonomizacin que presenta la esfera tecnolgica con relacin al mbito de la cultura est incidiendo en la prdida de capacidad social para definir las opciones en ese terreno. Y la recuperacin de esa capacidad pasa tanto por los mbitos polticos como por los procesos educativos: es desde y en la escuela donde las dimensiones y no slo los efectos culturales de las tecnologas comunicativas deben ser pensadas y asumidas. En segundo lugar, me refiero a un proyecto educativo que incorpore como objeto de estudio los relatos y las estticas audiovisuales que configuran la literatura cotidiana de las mayoras. Aprender a leer esa literatura significa, de una parte, aprender a transformar la informacin en conocimiento, esto es, a descifrar la multiplicidad de discursos que articula/disfraza la imagen, a distinguir lo que se habla de lo que se dice, lo que hay de sentido en la incesante proliferacin de signos que moviliza la informacin. De otro lado, aprender a leer esa literatura es aprender a diferenciarla, a distinguir y apreciar crticamente tanto sus inercias narrativas y sus trampas ideolgicas, como las poticas de la repeticin serial y las posibilidades estticas de los nuevos gneros.24 Claro est que estas nuevas formas de lectura slo pueden tener cabida en una escuela que est previa y autnticamente preocupada por el problema de la lectura, esto es, aquella que haya sabido ligar la lectura, desde los primeros aos, a la creatividad y al placer, al gusto de descubrir y de escribir, ms que al repetitivo ejercicio de tareas y deberes. Qu tramposo y qu fcil echarle la culpa a la televisin de la apata que los ms jvenes sienten hoy por los libros, pero la verdaderamente responsable no es una escuela incapaz de hacer gustar la lectura y de insertar en ella nuevos y activos medios de relacin con el mundo de la imagen? La envergadura cultural que ha cobrado la lectura hace que su sentido y su alcance rebasen el mbito de la escuela. En vsperas del siglo XXI aprender a leer los textos audiovisuales es condicin indispensable de la vigencia y el futuro de los libros slo si los libros nos ayudan a orientarnos en el mundo de las imgenes el trfico de imgenes nos har sentir la necesidad de libros y parte de un
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P. Lvy, La oralidad primaria, la escritura y la informtica, en: David y Goliath N 58, Buenos Aires, 1991. 24 L. Vilches, et al., Repeticin y serialidad en cine y televisin, en: Anlisi N 9, Barcelona, 1984; O. Calabrese, La era neobarroca, Ctedra, Madrid, 1989.

derecho ciudadano fundamental, el derecho a participar critica y creativa- mente en la comunicacin ciudadana.

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