La Poética Realista de Max Aub
La Poética Realista de Max Aub
La Poética Realista de Max Aub
Hasta la publicacin en el ao 2001 del primer volumen de las Obras Completas de Max Aub, dedicado exclusivamente a su creacin potica, pareca ser algo recurrente en los trabajos de recepcin crtica sobre este autor hacer referencia a la poca atencin prestada a su corpus lrico. Esto era debido, por una parte, a la comn marginacin sufrida por los escritores del exilio espaol y, por otra, a que la recuperacin de Max Aub tras su regreso a Espaa en el ao 1969, con el fin de buscar datos para su libro sobre Buuel, supuso el reconocimiento como novelista y ensayista pero su produccin potica continu siendo relegada al olvido por escasa o quizs por discontinua. Y ello a pesar de que las ediciones de sus libros de poesa -Los poemas cotidianos (1925), A (1933),Diario de Djelfa (1944 y 1970), Antologa Traducida (1963 y 1972), Versiones y Subversiones (1971), Subversiones (1971) e Imposible Sina (1982)- abarcaran momentos cruciales en el contexto potico espaol del siglo XX, desde la emergencia de la Vanguardia, pasando por el desarrollo de una potica de carcter realista hasta llegar a momentos de encrucijada en los que apuesta por una potica de integracin. Este artculo tiene como objetivo contemplar la concepcin potica de Max Aub en el complejo contexto de la Modernidad literaria, incidiendo en la particular vinculacin que el autor mantuvo con las corrientes de vanguardia y en su novedosa adaptacin del arte realista. Para ello debemos acercarnos a su obra potica y terica para comprobar hasta qu punto exactamente queda impresa en ella la huella vanguardista, qu dimensiones alcanza el compromiso social en toda su trayectoria potica o qu aporta el juego ficcional en el contexto potico de los aos sesenta en el que los intereses lricos parecan respirar en la pennsula nuevos aires de modernidad. 1 El punto de partida tiene como referencia obligada la publicacin de la Obra Potica Completa de Aub que, bajo la direccin de Joan Oleza y la coordinacin de Arcadio Lpez-Casanova, coeditaron en el ao 2001 la Biblioteca Valenciana y la Instituci Alfons el Magnnim. Hasta ese momento no se haba tenido la oportunidad de leer en su conjunto una produccin que, dadas las difciles caractersticas de recopilacin, se mantuvo dispersa e incluso resultaba todava indita, como en el caso de algn poema que no formaba parte de ningn poemario concreto y que fue rescatado de las carpetas
Para Jos ngel Cilleruelo la obra potica de Max Aub se organiza en dos ciclos de intenciones literarias muy diferentes. El primero se centra en el Diario de Djelfa, escrito entre 1941 y 1942. El segundo ciclo abarca un periodo ms amplio, que se podra denominar de poesa apcrifa (1995:58). Juan Mara Calles seala dos fases creativas marcadas por el corte de la guerra civil: una de signo esteticista, que va desde sus primeros poemas, Momentos, hasta el final de la guerra civil, marcada por la incorporacin de las novedades vanguardistas que ir progresivamente cerrando su ciclo hacia el compromiso en los aos de la Segunda Repblica, y otra de signo realista delimitada por el exilio que se abre con Diario de Djelfa y se cierra con Imposible Sina (2003:15).
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personales del autor. La publicacin de esta obra en su conjunto supuso una fuente de valor incalculable que hoy en da queda a disposicin de un pblico cada vez ms amplio de estudiosos y constituye la base sobre la cual podemos ir construyendo el universo temtico de una manifestacin potica que fue desarrollndose a lo largo de todo un siglo con la complejidad aadida que supone haber sido concebida a caballo entre dos contextos polticos y culturales diferentes. A esta edicin del primer volumen de las Obras Completas debe sumarse la sucesiva de un estudio monogrfico sobre la primera poesa de Max Aub que recientemente ha editado Juan Mara Calles con el clarividente ttulo Esteticismo y Compromiso. La poesa de Max Aub en el laberinto espaol de la Edad de Plata (1923-1939) en el que recoge y analiza de manera contundente y ejemplar toda la produccin potica maxaubiana anterior a su inicial exilio francs de 1939. Este estudio supone una cita ineludible para cualquier trabajo que pretenda acercarse con una perspectiva crtica a la concepcin potica de Max Aub puesto que en l se detalla la perspectiva que el autor mantuvo con respecto a las diferentes corrientes en el contexto literario de la Edad de Plata, quizs su etapa ms controvertida y, sin duda, la menos conocida. Este texto completa as la trayectoria crtica que en las dos ltimas dcadas ha ido configurndose gracias al esfuerzo comn que diferentes investigadores han realizado por analizar su obra posterior al exilio. Sus colaboraciones en los congresos y encuentros realizados desde 1993, ao en el que tuvo lugar el Primer Congreso Internacional sobre la figura de Max Aub, celebrado en Valencia, as como la reedicin de estudios fundamentales como el de Ignacio Soldevila Durante El compromiso de la imaginacin en 1999, encargado por la Fundacin Max Aub de Segorbe, y los de Arcadio Lpez- Casanova (1996 y 2001) suponen un punto de inflexin determinante a la hora de enfrentarnos con una obra cada da ms ingente. La trayectoria potica de Max Aub viene marcada por los acontecimientos histricos que determinaron la historia social y poltica de Espaa. Si bien su obra anterior a la contienda civil quedaba inscrita fundamentalmente en el contexto privilegiado de la Edad de Plata, su exilio inmediato al final de la guerra civil espaola, al igual que el de tantos escritores e intelectuales espaoles, supuso un cambio en el orden de dichos privilegios, una alteracin dramtica que dejara una huella innegable en su produccin y, por ende, tambin en su concepcin del proceso literario. Y con ello no me refiero simplemente a la obviedad de que la guerra civil truncase sus primeras expectativas creativas y lo dirigiera hacia una lrica de signo realista o crtico -faltara por ver qu hubiera ocurrido con la obra de tantos poetas que siguieron la misma suerte que l si no se hubiera producido la contienda- sino ms bien al hecho de que cuando sta estall la proyeccin potica de Max Aub era mnima comparada con la de otros compaeros de generacin y durante la posguerra sigui sindolo en el mbito literario espaol debido a la escasa difusin que la obra de los escritores exiliados tena en la pennsula, con honrosas y casi siempre tardas excepciones. Su proyeccin arranca en plena efervescencia de los signos configurativos de la poca y de la potica vanguardistas, con un librito titulado Los poemas cotidianos, publicado en 1925, aunque escrito entre 1921 y 1922, aos en los que Aub permiti que una seleccin de dichos poemas pudiera ser leda en el Ateneo de Madrid e incluso que alguno de ellos, los que pertenecan a la seccin Momentos, fueran presentados para su publicacin en el nmero 359 de la revista Espaa en marzo de 1923. Este poemario, prologado por Dez Canedo, se inserta, como indica Arcadio Lpez-Casanova (2001:14), en el tronco de la tradicin simbolista, ms en concreto en una rama de esa tradicin que haba mostrado un desarrollo menor y que remitira en su origen a ciertas notas del decadentismo de Laforgue para despus enlazar con Francis Jammes. Ignacio Soldevila (1995 y 1999)
tambin haba destacado el influjo del escritor francs as como la notable diferencia en la que esta produccin incurra con respecto al resto de su produccin de preguerra:
Sobre este libro de poemas conviene subrayar que difiere notablemente del resto de su produccin literaria de preguerra, y que entronca, por una parte, con el tipo de poesa sencilla, limpia de los recursos retricos habituales de la poesa de vanguardia que por esos aos estn haciendo sus ms jvenes compaeros de generacin (Lorca, Alberti), y que era ms propia de los poetas intelectuales de la generacin anterior (la de Dez Canedo, Prez de Ayala o Enrique de Mesa) o de los mayores de la suya propia: Jorge Guilln, Pedro Salinas, o de un poeta transicional entre ambas generaciones como Mauricio Bacarisse. Sobre este tipo de poesa se ciernen Antonio Machado y el Unamuno de los diarios poticos, pero tambin una figura francesa, igualmente influyente en los mencionados poetas de la generacin anterior: Francis Jammes, poeta de la vida sencilla y del intimismo recatado, defensor de una renovada proclama de la aurea mediocritas, de la vida retirada y de un regreso a la naturaleza que, con tantos aos de distancia, se anticipa al ecologismo de nuestros ltimos aos del siglo (1999:70).
Adems de la ya subrayada influencia del jammisme, corriente promovida por el Mercure en torno a 1897, J.M. Calles seala la del libro homnimo Pomes quotidiens del poeta francs Pierre-Albert Birot -perteneciente, segn Guillermo de Torre, al nunismo, un movimiento poco conocido que pretenda la fusin eclctica de una parte de las escuelas de vanguardia, del que se da la coincidencia que fue traducido por Dez Canedo en el nmero 372 de la revista Espaa, de Madrid, en 1923-, la del poemario de mile Verhaeren Les heures claires (1909) y la del unanismo, que en esta fase esteticista de la poesa aubiana, ya nos abre los ojos ante la posible evolucin de su poesa hacia contenidos sociales. En efecto, ese inters por la solidaridad social ya estaba en los poetas unanimistas (Calles 2003:126). Con toda esta rica amalgama de tendencias, en este libro primerizo se incuban algunos de los planteamientos bsicos con los que deberemos enfrentarnos al analizar su produccin posterior. El primero de ellos tiene que ver con el carcter ficticio de su creacin. No cabra otra lectura para este libro que la de admitir que Max Aub disea un sujeto potico ficcional lo cual no significa que deba serlo tambin fragmentado como ocurrir tanto en Versiones y Subversiones como en Antologa Traducida. Se trata en esta ocasin de un sujeto ficticio individual, es decir, un sujeto coherente capaz de asumir una voz unitaria aunque en ocasiones utilice modulaciones distintas. Si asumiramos que el yo del sujeto potico fuera realmente el de Max Aub, ello planteara algunos problemas relacionados con la biografa del autor, como indic Ignacio Soldevila (1999: 69-70). Otro aspecto que queda planteado en este primer libro es el del papel del poeta ante los problemas sociales; de hecho, en ms de una ocasin ese mismo sujeto se pregunta si el deber del poeta es evadirse de lo que ocurre a su alrededor. Ciertamente, aunque en la mayora de los poemas que componen el libro se respira ese mundo armnico y plcido proporcionado por la intimidad del hogar contemplado por el poeta francs, no lo es menos el hecho de que se abre en l una postura claramente crtica que trasciende la visin idlica, pues entre este corpus homogneo hay dos poemas en los que el discurso se quiebra al aadirse una postura cvica del sujeto potico que, lejos de la complacencia en el recogimiento esttico, lanza su voz de alarma ante cul es el papel del poeta en la oposicin entre evasin y compromiso. El primero de ellos es Intermedio, en el que a la invocacin Amigo Francis Jammes/t que cantas/los paisajes/que circundan tu morada,/un pequeo poeta/te habla sigue la pregunta Deberemos cantar/la paz del hogar,/nuestras esperanzas/de tranquila vida,/amor y amada,/mientras miles de hombres/sufren y gritan entre la nada? con lo que queda claramente expuesta ya una dialctica que Max Aub ir desarrollando en su descripcin potica. El segundo poema es El amanecer en cuyo final se presenta de nuevo este
signo dialctico entre la realidad o la ficcin, esta vez representado en la oposicin entre el cuerpo y el alma. La disposicin grfica del poema responde a la intervencin dialogada de cada uno de los dos elementos que se enzarzan, en una especie de remedo actual de las viejas disputas medievales (Soldevila, 1999:71) recuperando as una de las oposiciones ms recurrentes de toda la tradicin espaola. En numerosas ocasiones Max Aub se refiere a la generacin de vanguardia como la suya propia -conocida es la sentencia que aparece en el captulo VII de su Poesa Espaola Contempornea, dedicado a los poetas del 27: Cuando se trata de esta generacin no tengo dudas, porque es la ma. Aos ms o menos cinco arriba, cinco abajo-, ah vamos. (p.119)-llama la atencin, sin embargo, su particular concepcin de la vanguardia. De la atencin prestada a los poetas del 27 destacan especialmente las palabras dedicadas a Federico Garca Lorca, que para Aub representara junto con Picasso y Falla la sensibilidad moderna de esa poca, aquella que ha sido formada en la admiracin por la magia, el hechizo, la gracia, por el duende, por el ngel (p.119). Y si ahora hago hincapi en la valoracin que Aub realiza de Lorca es porque, adems de su sensibilidad moderna, de l destaca una caracterstica que ser primordial tambin en su propia forma de entender la poesa, es decir, la conjuncin de elementos aparentemente opuestos, esa prodigiosa mezcla de lo popular y lo culto, que cuando se produce en El libro de Buen Amor, en Manrique, en La Celestina, en el Quijote, da la ms alta expresin de lo espaol; porque, por encantamiento, se funden las dos grandes corrientes de la entraa de nuestro pueblo(p.120). Ese mismo dualismo caracterstico segn Aub de lo genuinamente espaol, esa mezcla de lo culto y lo popular que Lorca supo amalgamar perfectamente es lo que destaca tambin de Rafael Alberti: Fue vanguardista gongorino, popular y propagandista poltico, con la misma limpieza, la misma gracia no de Dios-, el mismo acierto (p.123). Max Aub reconoce que esa dualidad entre lo real y lo barroco es un rasgo que ha pervivido tradicionalmente en toda la literatura espaola pero, segn l, stos no deberan considerarse como aspectos separados sino precisamente en su mezcla:
Estos signos, masculino y femenino, de lo popular y de lo oculto, de lo realista y de lo barroco, de la sencillez y de lo emperifollado, son caractersticas esenciales de la literatura espaola no considerados aparte sino precisamente en su mezcla, ya sea en una obra, ya en la total de un escritor(p.29)
Durante el periodo de tiempo que va desde 1925, fecha de publicacin de Los poemas cotidianos, hasta 1933, ao en el que publica un breve poemario titulado A, tan slo encontramos el poema Luna (Peaje a J.G.), publicado en Carmen, la revista de Gerardo Diego, en junio de 1928, y un soneto publicado en la revista Azor en noviembre de 1932 titulado Homenaje a Matisse. Para Ignacio Soldevila este soneto es una muestra ms del acendrado gusto de Aub por la pintura que tendr su mximo ejemplo en la creacin de Jusep Torres Campalans, sealando adems que el final de este poema (Tngote mundo en la mano,/redondo y te llamas uno) es toda una proclamacin de vitalismo, de canto a la creacin y al goce de existir cercana a la prosa potica de Yo vivo, escrito entre 1934 y 1936, y que ya Antonio Gallego Morell, en Poetas y algo ms, haba destacado como un poema de los sentidos muy cercano a la obra de Jorge Guilln (1999:73). Recordemos que Max Aub ingres en el Partido Socialista en 1928 y que en febrero de 1930 ley un discurso sobre la guerra en la Casa del Pueblo de Madrid. Pero, sin embargo, en ninguno de los poemas de estos aos se refleja una postura cvica del poeta, rasgo comn, por otra parte, a los poetas de su generacin literaria. Segn Juan Mara Calles, en la dcima dedicada a Jorge Guilln la sintaxis, con notas barroquizantes, contribuye a un cierto hermetismo propiciado por la prdida de referencialidad comn a la poesa pura, hasta el punto de que el asunto est aligerado
casi hasta la intrascendencia, siguiendo la norma de la poesa de la poca (2003:152). Estamos, pues, ante un ejemplo del Aub ms plenamente vanguardista y esteticista. Por lo que respecta al breve poemario A, en su edicin de 1933 estaba formado por cuatro sonetos y tres romances octoslabos y tena una tirada de tan slo cuarenta ejemplares. Max Aub no reedit nunca este libro y, a excepcin de dos poemas que Enrique Azcoaga recogi en la antologa que en 1953 public en Buenos Aires, no encontramos ninguna otra reimpresin de los mismos. Debemos esperar, pues, a la edicin crtica de Juan Mara Calles incluida en las Obras Completas y a la edicin facsmil que la Fundacin Max Aub de Segorbe ha publicado recientemente. Estos son los aos de cambio para la vanguardia espaola, que va dejando su postura de literatura pura para adentrarse en la realidad. Aub presenta en A una particular lectura de la vanguardia potica, marcada todava por el peso de la tradicin, el retorno al clasicismo y la recuperacin de la lrica popular.2 Como indica Calles, este libro nos testimonia un poeta que ha abandonado la fase de pureza de los aos veinte y se adentra en la bsqueda de nuevas formas literarias con el utillaje de la tradicin, pero desde la ptica decididamente renovadora de un autor de vanguardia. La discusin en torno a pureza y compromiso, y su aparente ausencia en los textos de la poca constituye con claridad un tema que requiere un anlisis y discusin ms detallados. El compromiso en Aub no falt en ningn momento de su vida, a pesar de que una parte de la crtica siga empeada en hablar nicamente de compromiso cuando el texto manifiesta explcitamente contenidos sociales (Calles 2003:199). Los ltimos textos pertenecientes al periodo de la Segunda Repblica son Falsa dcima, un breve poema de formato clsico con evidentes conexiones con la potica esteticista aparecido en 1934 en la revista Isla, y otro publicado el mismo ao en la revista Azor dedicado a su amigo el socilogo valenciano Jos Medina Echevarra, a quien tambin Max dedic Geografa. Al dejar inconclusas en 1936 las prosas poticas de Yo vivo3, hasta 1938 slo encontramos un poema recientemente rescatado por Pascual Mas i Us fechado en Barcelona y titulado A un fascista. Se trata de un soneto construido segn las reglas del arte, y en el que entre reproches a los rebeles compara los resultados estriles que el combate, segn el poeta, tiene para los que luchan en aquel bando, con la creciente hermandad que entre los fieles a la Repblica nace en cada muerte (Soldevila 1999:77). Tras un parntesis de varios aos, en los que tiene lugar el triste episodio de la guerra civil espaola y el forzado periplo por diferentes campos de concentracin4 que
...la sumisin a la poesa clsica y barroca en su forma de utilizar los recursos retricos y aun en el respeto al vocabulario del barroco les da un cierto aire de pastiche, ajustado a lo que muchos de sus compaeros de generacin haran en los aos veinte, por lo que, en ese aspecto, podemos considerarlos como tardos (I.Soldevila, 1999:76). 3 I. Soldevila advierte que si bien ha habido la tentacin de afirmar que la obra de Max Aub podra dividirse en dos mitades tomando como fecha central 1932, ao en el que empieza a aparecer por entregas en la revista Azor su novela Luis lvarez Petrea, esta afirmacin slo pudo ser plausible hasta 1951. Y esto es as porque a partir de ese momento empiezan a aparecer textos narrativos que habra que considerar como una recuperacin de los derechos de la imaginacin frente a las autoimpuestas obligaciones de la conciencia moral del escritor. Como ejemplo toma la edicin en 1955 de Yo vivo, un texto que qued interrumpido a las puertas de la guerra civil espaola y al publicarlo sin cambiar nada de su temtica o tono eufrico por el gozo de vivir, no slo descubrimos que Aub se siente libre de recuperar los derechos de la imaginacin, sino que ya en 1936, antes de que estallase la guerra civil, haba visto como posible la convivencia pacfica en su obra creativa de ambas facetas: la del testimonio moral del escritor sobre la sociedad de su tiempo-de la que son ejemplos su Luis lvarez Petrea y sus piezas de teatro poltico (escritas por los mismos aos que Yo vivo)-, y la que la imaginacin, en momentos de especial felicidad, produce enajenndose por completo de sus preocupaciones ticas y de sus responsabilidades sociales y polticas. (1999:96). 4 En la carta a Vincent Auriol, primer Presidente de la Cuarta Repblica Francesa, fechada en Mxico el 22 de febrero de 1951 y recogida en el volumen Hablo como hombre, alude explcitamente a la falsa denuncia por comunista que le oblig a pasar por varias crceles y campos de concentracin antes de poder salir hacia Mxico: Soy escritor, espaol y fui agregado cultural de la Embajada de Espaa en Francia en 1936 y 37. Dejemos aparte que nac en Pars, lo que no hace si no dar cierto sesgo tragicmico a la situacin. En marzo de 1940, por una denuncia,
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culmin en 1942 con el exilio, Max Aub public en Mxico la primera edicin de Diario de Djelfa, dramtica puesta en escena de su particular reclusin en el campo de concentracin de aquel lugar ubicado en las altiplanicies del atlas sahariano y que configura la unidad temtica del libro. Publicado en 1944 -el mismo ao que Sombra del paraso de Vicente Aleixandre e Hijos de la ira de Dmaso Alonso, por citar tan slo dos de los ejemplos ms emblemticos de la poesa espaola de posguerra- con Diario de Djelfa se produce su particular giro hacia la rehumanizacin de la escritura, algo que, en palabras de Arcadio Lpez-Casanova, consistira ms bien en el paso a una potica de signo realista o de razn histrica, adelantada ya durante los aos de la Repblica, especialmente en Octubre y en el manifiesto que Neruda rubric el ao 1935 en Caballo Verde para la Poesa as como en las obras de Prados, Alberti o Hernndez. Max Aub, defensor como indica Manuel Aznar, de un socialismo democrtico que conjugase la economa socialista con las libertades individuales (1996: 569) presenta en este libro un claro ejemplo de literatura testimonial ya que cuenta su dramtica experiencia en el campo de concentracin de Djelfa desde una perspectiva realista. A partir de la guerra civil espaola, el discurso potico maxaubiano atiende ms bien a una concepcin realista del arte que ana la dimensin individual a la histrica. Este libro responde as a las lneas de una lrica realista y a una particular interpretacin social de la manifestacin potica que anticipara la poesa de crtica social desarrollada posteriormente en la poesa de posguerra.5 Jos ngel Cilleruelo, en su trabajo Comprometidos y apcrifos. Los poemas de Max Aub, donde inscribe la potica de Aub en el contexto de la modernidad literaria, ya adverta, sin embargo, que la conciencia de vanguardia continuaba latente en el prlogo que Aub escribi para la primera edicin en 1944 de Diario de Djelfa cuando su principal preocupacin consista en justificar el espritu impuro, por lo que me interesa suscribir ahora dicha opinin a propsito de la dialctica que seala entre realismo y ficcin: En la primera edicin, y en la intencin original del Diario de Djelfa, predomina una actitud de intervencin y compromiso con los sucesos histricos recientes (lo real sucedido, en palabras de Aub). Una nota de la segunda edicin indica que se aaden 20 textos, y que el conjunto se ordena por fechas. Estos poemas aadidos ya se anunciaban en 1944 como hechos adrede, buscando olvido en ejercicios retricos u otros menos atados a lo inmediato, (que) saldrn ms adelante (p.59). El poeta, consciente de los lmites a los que le conduca el conocimiento del yo, convierte el testimonio personal en testimonio histrico. Pero de nuevo no se trata de la mera descripcin objetiva, sino de la percepcin particular ante los hechos, de la perspectiva impresionista que adopta ese sujeto potico ante ellos, de la memoria con la que son juzgados y valorados en una palabra integradora y plural. En el contexto que ocupa la primera mitad del siglo XX, Max Aub presenta pues una potica integradora. Del engranaje vanguardista a la tradicin realista, nos encontramos ante una palabra que recoge la experiencia individual y el tiempo histrico. Un nuevo parntesis se abre desde 1944 hasta la publicacin en 1963 por la
posiblemente annima, fui detenido, a lo que supe despus, por comunista. Conoc campos de concentracin Pars, Vernet, Djelfa-, crceles Marsella, Niza, Argel-, fui conducido esposado a travs de Toulouse para ser transportado, en las bodegas de un barco ganadero, a trabajar en el Sahara y otras amenidades reservadas a los antifascistas. Esto no tiene, desgraciadamente, nada de particular y fue el premio de muchos espaoles defensores de la legitimidad de su gobierno. Gracias a Mxico y a sus hombres, logr, tras muchos avatares, embarcar en Casablanca, en septiembre de 1942. Lo nico que importa ahora, Seor Presidente, es que la denuncia era falsa. Yo no soy, ni he sido comunista. He sido, soy socialista, (p.112). 5 Para Arcadio Lpez-Casanova el libro adquiere un carcter de testimonio porque acorde con los supuestos de esa potica de signo realista, el yo lrico aubiano poetiza canta y cuenta- desde unas dramticas circunstancias de historia personal y colectiva: vctima inocente (vencido) de una guerra, desarraigado del mbito entraado de la patria, sufriendo las ms crueles incurias de la privacin... (1996:632).
Universidad Nacional Autnoma de Mxico de la primera edicin de su tercer libro, Antologa Traducida, posteriormente ampliada hasta su definitiva versin de 1972. No olvidemos que durante estos aos se ha ido fraguando en Espaa el periodo de eclosin y posterior declive de la poesa social. Muchos de los autores jvenes que por esos aos dieron a conocer sus primeros libros parecan en principio continuadores de la poesa social. Pronto conocieron de qu mal adoleca y sus poticas revelaron unos presupuestos alejados de ella. La preponderancia de la poesa social surgi al tiempo que se comenzaba a dudar de sus principales parmetros, es decir, de su eficacia revolucionaria.6 La reflexin potica surge de un conflicto generacional acerca de la funcin potica, entre privada y pblica, ofrecindonos textos que, lejos de ser relajadamente autocontemplativos, a menudo responden a la proyeccin social del yo individual. En este sentido, la concepcin lrica de Max Aub responde a una intencin ideolgica, su preocupacin por la palabra potica refiere as a un esquema de trazados plurales en el que el dilogo entre lo pblico y lo privado supera todas las limitaciones esencialistas otorgadas por una concepcin sacralizada de la poesa. Recordemos que estas ideas sobre la raz histrica de la individualidad y la negacin de un arte sacralizado ya las haba desarrollado Bertold Brecht en El pequeo organon para el teatro y fueron muy bien acogidas por algunos de los poetas de los cincuenta. Lejos de ese proceso de escritura de razn histrica que haba alentado Diario de Djelfa, Max Aub se deja llevar esta vez por la creacin de una serie de poetas apcrifos siguiendo as, segn Lpez-Casanova, una clave de la poesa moderna que enlaza a Yeats con Pessoa o Machado, a Unamuno con Pirandello o Borges, etc. (1996:638). Antologa Traducida supone un nuevo giro en la potica maxaubiana al rescatar lo que Antonio Carreo denomin las "parodias de la otredad" dentro de la lnea de investigacin sobre la dialctica de la identidad en la poesa contempornea: Ser yo es situarse en el campo del otro; y este otro (mscara) pasa a ser, paradjicamente, metfora de lo que ya no se es: del yo ausente (1981:14). En el libro aparecen hasta un total de 69 poetas "menores", tal es la calificacin que se les da, incluyndose significativamente entre ellos un alter ego del propio Max Aub de quien con evidente sarcasmo se dice: "Aunque sale su nombre con cierta periodicidad sospechosa en libros y revistas, no se sabe dnde est. Lo nico que consta es que escribi muchas pelculas mexicanas carentes de inters. Nadie le conoce. Sus fotografas son evidentes trucos". Ms all de la creacin de una serie de poetas o del particular estilo de cada uno de ellos, es importante incidir en el juego textual que propone Max Aub en este libro al separar los poemas de una breve biografa documentada de cada poeta e incluso, en ocasiones, ampliada por medio de notas a pie de pgina que consiguen dar un valor testimonial al texto, reforzado tambin por el sentido documental que adquiere la introduccin al mismo. Todo un juego retrico
Jos Olivio Jimnez marc muy bien la diferencia existente entre la poesa comprometida y los poetas de los aos 50. Ello no significaba, obviamente, que estos poetas negaran totalmente la poesa social, pero algunos de ellos lo harn afinndola en un sentido loable, al despojarla con mayor o menor suerte de su lastre retrico, Diez aos de poesa espaola 1960-1970, Madrid, nsula, 1972, p. 21. Carlos Bousoo tambin seal las diferencias fundamentales que separaban a la primera de la segunda generacin de posguerra en el prlogo a Francisco Brines, Poesa 1960-1971. Ensayo de una despedida, Barcelona, Plaza y Jans, 1974, recogido posteriormente en La poesa de Francisco Brines, Poesa poscontempornea. Cuatro estudios y una introduccin, Madrid, Jcar, 1985. Estas mismas tesis las repite Bousoo en el trabajo La poesa de Guillermo Carnero, en el prlogo a Ensayo de una teora de la visin (Poesa 1966-1977) Madrid, Hiperin, 1983. Jos Olivio Jimnez adelant la crisis de la poesa social a finales de los aos 50. En Diez aos de poesa espaola 1960-1970, seala que dos haban sido los principales lastres con los que debi batirse la poesa a principios de los sesenta: Uno era el dogmatismo temtico excluyente que pretenda imponer la llamada poesa social; otro, el superficial entendimiento del dictum que identificaba poesa con comunicacin, op.cit., p.15. Jos Mara Castellet en Nueve novsimos poetas espaoles, consideraba que 1962 es el ao de agona de la poesa social. Para Jos Luis Cano , en Una antologa de la nueva poesa espaola nsula, n. 260-261, 1968, p. 16-17, la fecha que marca la declinacin de la poesa social es 1960.
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manejado con astucia por un Max Aub que encabeza el texto y firma la nota introductoria; un nombre que se presenta no slo como traductor y como antlogo, sino tambin como poeta convirtiendo el texto en un juego especular en el que quedan hermanadas la ficcin y la realidad. Precisamente, por la creacin de biografas ficticias, se suele asociar Antologa Traducida a otras obras de Max Aub como, por ejemplo, Josep Torres Campalans y a ambas con el gnero de lo que Manuel Durn llam las "autobiografas imaginarias", refirindose a textos del propio Aub y de Borges en los que se mezclan ficcin con historia, figuracin con realidad textual. Trminos que constituyen, en sentido propio, conceptos excluyentes, pero que pueden confluir como texto ficticio siempre que sea posible cierto rango de verosimilitud. Antologa Traducida y Diario de Djelfa, en cuanto representaciones, construyen lo que Antonio Carreo llam una retrica de la simulacin y que va a permitirnos, como receptores del texto, crearnos una imagen biogrfica sin cuestionar la enunciacin puesto que sta pertenece al mundo referencial. No ser sta la nica ocasin en la que Max Aub desarrolle ese complejo entramado de voces de ficcin. Tanto Versiones como Versiones y Subversiones, ambos publicados en 1971, continan con el espejo de dialogismos. De hecho, en Versiones se recogen casi ntegramente los poemas que formaron parte de Antologa Traducida y en Subversiones el juego literario se lleva a un extremo puesto que ninguno de los textos antologados es original de Max Aub, sino que son en realidad meras traducciones de poemas pertenecientes a tres libros que el autor, eso s, seala como fuentes: La Preghiera dellUomo (Parma, Guanda, 1957), Trsor de la Posie Universelle (Gallimard, Paris, 1958) y los Prolegmenos de Aben Jaldn, traducidos y publicados por Slane y reproducidos en Pars en la Libraire Orientaliste Paul Geuthner en 1934. El ciclo lrico maxaubiano se cierra con Imposible Sina, escrito tras la estancia de Max Aub en Israel y haber conocido el enfrentamiento blico entre rabes y judos, aunque publicado pstumamente en 1982. En este libro, segn anota Arcadio Lpez-Casanova, encontraramos una sntesis de algunos elementos recurrentes en Diario de Djelfa y en Antologa Traducida como la contextualizacin dramtica de los hechos blicos ocurridos en junio de 1967, su consecuente plasmacin en una suerte de diario de carcter colectivo o la aparicin de un conjunto de figuras apcrifas. La diferencia radicara en que en Imposible Sina las voces apcrifas no pertenecen a otros poetas sino a los combatientes, a las vctimas de la guerra. En estos textos se da cabida a una serie de voces heterogneas que configuran unas estrategias de actorializacin mediante las cuales el yo se disuelve en varias mscaras autoriales. Por ello, como apunta Eleonor Landero, no sera demasiado aventurado relacionar estas cuestiones con su actitud ante la vanguardia histrica y con su crtica a las limitaciones de la espaola, caracterizada por su extremo individualismo (1996:654). En esta misma direccin, Joan Oleza ya haba destacado la situacin de encrucijada esttica en la que se encuentran textos como Josep Torres Campalans, Antologa Traducida, algunos cuentos y sus escritos sobre Buuel dado que ponen en juego a la vez la crisis del modernismo, las expectativas y desilusiones de la vanguardia, las posibilidades y lmites del realismo, y al hacerlo enuncian actitudes estticas de posmodernidad (1994:1). En definitiva, con esta retrica de la otredad la potica de Max Aub entrara plenamente en el debate sobre el proceso de disolucin o crisis del sujeto monoltico de la tradicin moderna. Uno de los planteamientos bsicos en los que se ha centrado la teora posmoderna es la crtica del monolitismo de la Modernidad, concebida como un todo homogneo opuesto a la pluralidad posmoderna caracterizada, en cambio, por la fragmentacin. Frente a la encarnacin de un sujeto individual y de una razn universal heredera de la tradicin kantiana con la que se
aliment la Modernidad, la Posmodernidad habra puesto en crisis estos valores abogando por la disolucin de ambos conceptos, por un sujeto mltiple y por el irracionalismo. En esta disolucin del sujeto y de la razn se bas la diferencia fundamental entre el periodo moderno y posmoderno. Sin embargo, ni la Modernidad representa una adecuacin entre el yo y el mundo sin oposiciones, ni la Posmodernidad puede ser presentada slo en trminos destructivos, negativos o fragmentarios. De otra manera negaramos las diversas fisuras que encontramos tambin en la propia Modernidad y caeramos de nuevo en el mismo error que pretendemos evitar al definir el sujeto posmoderno como un sujeto exclusivamente fragmentado cuyo principal valor reside en su irracionalidad explcita. Por todo ello, en este debate en torno a los lmites de la Modernidad, el juego de ficcin maxaubiano encarnara una peculiar visin de los postulados modernos y posmodernos al ser un poeta que arranca de la tradicin simbolista y llega a la palabra de la razn histrica, pero se configura como un poeta de encrucijada y de signo dialctico. A travs de sus textos creativos y ensaysticos -Poesa espaola contempornea (Mxico, 1969), Discurso sobre la novela espaola contempornea (Mxico, 1945), prlogo a la antologa La prosa espaola del siglo XIX, 3 vol. (Mxico, 1952-1962), Heine (Mxico, 1957), Manual de Historia de la Literatura espaola (Madrid, 1974), Pruebas (Madrid, 1967) o Hablo como hombre (Mxico, Editorial Joaqun Ortiz, 1967)podemos rastrear algunos puntos claves de su concepcin potica. El progresivo alejamiento de Max Aub de la teora orteguiana as como su reivindicacin de la Espaa republicana obligaban necesariamente a relacionar sus consideraciones tericas con la puesta en cuestin de la lnea de continuidad de una Modernidad no basada exclusivamente en el rechazo de lo real y en la que sea posible abrir los mrgenes a una potica plural e integradora como lo fue la suya. El propio Aub en las palabras de inauguracin del pabelln espaol de la exposicin de Pars, en la primavera de 1937, posteriormente recogidas en el volumen recopilatorio Hablo como hombre (Mxico Joaqun Mortz, 1967), expona esta misma teora:
Nuestro tiempo es el del realismo, pero cada pas percibe lo real de cierta manera. El realismo espaol no representa slo lo real, sino tambin lo irreal, porque para Espaa en general siempre fue imposible separar lo que existe de lo imaginado. Esta suma forma la realidad profunda de su arte (p.163)
Ignacio Soldevila haba ejemplificado tras un nuevo examen de los elementos mitogrficos en los que se sustenta la visin maxaubiana, (creo) que son fundamentalmente dos, y que los dos estaban ya presentes en la obra de preguerra, personificados en las figuras de Narciso y Teseo. Estos simbolizaran en una polarizacin antagnica- a los campeones de un singular combate por el predominio en la orientacin de su obra literaria (1996:44). Y Jos Carlos Mainer tambin apuntaba en la misma lnea que vengo indicando: Mientras Steiner crey que la vanguardia alberga los grmenes de la irracionalidad y la violencia, la banalidad y el narcisismo, Max Aub pens, por el contrario, que las artes nuevas representan una forma de inteligencia intuitiva, distinta pero certera, y que su apelacin a la espontaneidad liberaba inditas posibilidades crticas (1996:70). Esta concepcin dialctica del arte que propona Max Aub me parece de suma importancia porque adems entroncaba directamente con la crtica espaola que en aquellos aos empezaba a denunciar las limitaciones y el desprestigio que haba ido adquiriendo el realismo literario. En definitiva, los estudios tericos de Aub sobre la potica se podran aadir al debate
sobre el realismo en el contexto espaol. Ortega en su momento haba salido al paso de esa identificacin entre el arte espaol y el realismo denunciando la imprecisin y vaguedad del trmino, que encubra la carencia de ideas concretas, y adelantaba que sera importante que algn espaol joven rectificara ese lugar comn que tantos horizontes cerraba a los jvenes artistas. La voz de ese joven lleg aos despus, concretamente en 1927, en el Ateneo de Sevilla, con la conferencia presentada por Dmaso Alonso bajo el ttulo Escila y Carabdis de la literatura espaola, donde sealaba que el realismo y el idealismo haban sido dos corrientes paralelas a lo largo de nuestra literatura.7 No resulta demasiado difcil entender que al sealar el binomio realirreal como consustancial a la ms arraigada tradicin hispana, Dmaso Alonso estaba aminorando el peso del realismo en ella. Por ello llama la atencin que Max Aub, al tiempo que reafirma su pertenencia y formacin a la generacin de vanguardia y a pesar de reconocer que el texto de Dmaso fue un ensayo clave para entender lo que fue la poesa del 27, diga que podra refutarse hoy casi lnea por lnea, en lo que se refiere al concepto que de la literatura espaola se tiene en el mundo, no en cuanto a los hechos, s en cuanto al sentimiento (1969:86). Aub considera que la tesis planteada por Dmaso Alonso en el citado artculo, es decir, la contraposicin de lo popular y lo aristocrtico en la literatura espaola, no es valedera, y menos en el Quijote (1969:87), la postura de Aub es contraria pues, frente a la oposicin de ambos elementos, l aboga precisamente por su unin como caracterstica de la grandeza de la literatura espaola en sus libros mayores (1969:87). No en vano, inmediatamente despus cita un ensayo de Machado publicado en 1924 en Revista de Occidente donde el sevillano ya adverta de los peligros de creer en la disyuntiva entre elementos, veamos un fragmento apuntado por Aub:
...cuando se descubri que las imgenes especficamente lricas eran aqullas que contenan intuiciones la gloria de este invento se debe a los poetas simbolistas, tan injustamente disminuidos hoy-, se lleg a la conclusin brbara tan acreditada en nuestros das- que prohbe a la lrica todo empleo lgico, conceptual de la palabra -dice don Antonio- (1969:87).
Por su parte, Carlos Bousoo en Teora de la expresin potica haba aadido una importante matizacin que quisiera traer a colacin puesto que est directamente relacionada con una apertura del canon realista: "Tngase muy en cuenta que el "irrealismo" (llammosle tan impropiamente) del arte contemporneo o de cualquier otra poca, si es verdadero arte, no falsifica la realidad, porque, como he dicho ms arriba en el texto, tal irrealismo es slo un medio para aludir, precisamente con mayor exactitud, a la realidad tal como se le presenta al autor. " (p.29-30, t. I). Ambos elementos, racional e irracional, estn presentes en el poema, pero Bousoo reduca el problema del realismo al lenguaje. Segn l, un poema formalmente irrealista puede ser verosmil porque puede tener un sentido. Alfonso Sastre en Anatoma del realismo propona delimitar las fronteras del realismo de modo positivo y no a travs de sus antinomias con respecto al arte irrealista como sola hacerse normalmente. En primer lugar apunta la imposibilidad de un arte estrictamente realista puesto que incluso las formas antirrealistas tienen alguna vinculacin con la realidad, de ah que se haya
7 D. Alonso, Escila y Carabdis de la literatura espaola, en Cruz y Raya, tomo III (7-9), octubre-diciembre, 1933. Recordemos que en este trabajo Dmaso Alonso parta de dos nombres, Lope y Gngora, para ejemplificar dos concepciones distintas del arte: El arte como instrumento para dar gusto, el arte para todos, desde el mosquetero para arriba, y el arte como flecha disparada, bella desde el arranque de su magnfico vuelo, perdida en el aire en busca -qu ms da- de un hipottico blanco (p.80). Ambas concepciones son concurrentes en nuestra literatura y, lejos de ser excluyentes, aparecen unidas.
llegado, segn l, a una ilusin acientfica de un "realismo sin fronteras". Tanto Sastre como Bertold Brecht coincidiran en considerar que el "realismo no significa eliminacin de la fantasa y de la invencin", "la vestidura fantstica no estorba", y "en el arte no hay incompatibilidad entre el saber y la fantasa". Incluso para este ltimo el realismo debe considerarse como un concepto dialctico. Sastre ampliaba as el trmino no limitndolo a lo que l considera una de sus formas, la naturalista, el testimonio fotogrfico, y aceptando que muchos de los ismos han sido fecundos para este arte realista. Fernando Lzaro Carreter en su trabajo El realismo como concepto crticoliterario (1976) tambin haba sealado que, paradjicamente, el Realismo francs y su formulacin naturalista a la vez que provocaron enconadas reacciones a fines del siglo XIX, como ya sealara Pattison en 1965, suscitaron la certidumbre de que la fidelidad a lo real constitua una premisa del arte verdadero. Pero aade una idea fundamental que ya estaba incubada en Max Aub: al contrario, algo muy importante deban aprender los artistas tramontanos en nuestra tradicin: que el verdadero realismo no es posible sin una dosis de idealismo, el cual consiste en presentar la realidad extirpando los accidentes perturbadores que contiene(Giner, 1876:199). La aportacin de Lzaro Carreter est en la base del libro de Daro Villanueva, quien tambin alude a la necesidad de revisar el concepto de realismo ya que adolece de ambigedades. Para Villanueva la inclinacin por una de las dos tesis enfrentadas (arte autnomo/ reflejo de la realidad) dieron de s sendas falacias puesto que tanto la esttica formal como la mimtica o gentica pretendan explicar el fenmeno literario desde una perspectiva excluyente. Por ello, l se plantea un punto de equilibrio entre ambas posturas buscando la implicacin de diferentes elementos estticos, filosficos y lingsticos, as como la conjuncin de todos los factores que intervienen en el proceso literario (autor, texto y lector). La superacin del realismo gentico (o de correspondencia) y realismo formal (o de inmanencia) se da en el realismo intencional, formulado tericamente desde la fenomenologa y la pragmtica, y sta es la perspectiva crtica que podra sernos productiva en un anlisis ms general de la concepcin potica maxaubiana. Cuando en sus ensayos tericos Aub pone en duda el protagonismo de ciertas tradiciones modernistas basadas en la retrica esteticista para reivindicar, frente a Rubn, la poesa de Unamuno o Machado est claramente planteando muchos problemas que siguen formando parte de la actualidad como, por ejemplo, la relacin entre Modernismo y Vanguardia o el lugar que puede seguir manteniendo el realismo en el canon potico de la Modernidad literaria. Por ejemplo, en el volumen Pruebas, publicado en 1967, encontramos unas "Notas acerca de Heine" que configuran ms bien una apologa del poeta alemn como patrn lrico. A partir de la exposicin de la ideologa de Heine, de su "socialismo ms o menos utpico"(p.11); de su concepcin como "poeta civil" (p.13); de su inters por las "biografas disfrazadas"(p.17); de su concepcin del poeta como vate, como profeta, pero sobre todo de la filiacin del poeta a la poltica, Max Aub va dejando algunos rasgos que delatan parte de lo que fue su propsito potico por aquellos aos: "No es la primera vez que aseguro que la poltica es poesa; Heine lo confirma esplendorosamente"(p.13). Pero quizs donde se aprecie su ideologa potica con mayor nitidez sea en el volumen Poesa espaola contempornea -escrito en el mismo contexto y condiciones que el trabajo de Luis Cernuda Estudios sobre poesa espaola contempornea (Madrid, Guadarrama, 1957)- en cuya segunda parte Aub reconoce en las voces aparecidas entre 1950 y 1955 claras muestras de disconformidad que son el resultado de otras muchas que se haban alzado anteriormente, de hecho desde 1940 bajo la corteza del espanto, en medio del horror, en desierto de ruinas, se haban alzado voces crecido raigones-, entre el viento del
recuerdo; la ms densa, crdena, iracunda, robusta, la de Dmaso Alonso (p.171). De todas ellas se ocupar en este retrato sentimental en el que la nica imagen que parece servirle es la de la poesa que empezaba a tener mayor vigencia y presencia, la nica que vale lo que pesa, la de Blas de Otero, la de Victoriano Crmer, la de Gabriel Celaya, la de Jos Hierro, la de ngela Figuera, la de Eugenio de Nora, la de cien ms. La que anda. De la que voy a hablar (p.174). Su intencin no ser simplemente hacer acopio de esos nuevos nombres que parecen tener mayor prestancia en el panorama lrico espaol de los aos cincuenta, sino que toma postura ante esta nueva intencionalidad potica: No engao a nadie: hablo de lo que me importa, es decir: de la rabia y la esperanza. Son mis gustos que, a Dios gracias, coinciden con los de estos jvenes que oiris de boca de mucho ms amable, con las erres en su punto (p. 176). El valor de este trabajo, segn apunta Aub, es hacerse eco de esas voces desesperadas que son al cabo la misma voz, nuestra voz misma. Los que se preocupan del canto en s, vayan por ahora- con su msica a otra parte (p.176). Lo ms interesante, desde mi punto de vista, es constatar la perspectiva desde la que habla Max Aub durante todo su ensayo. En ningn momento se considera partcipe de estas manifestaciones lricas, siendo bien consciente que la generacin literaria a la que pertenece es otra: La actual generacin est mucho ms vinculada a la del 98 que no la anterior, la ma, por lo menos en sus principios. Sencilla razn: de nuevo importan, ante todo, los destinos de la patria amenazada. (La Repblica fue otra cosa: un empuje colectivo, un desbordamiento alegre). (p.189). Su propsito es simplemente tener en cuenta a los poetas representativos de ese momento histrico, no hacer pronsticos o dictmenes crticos: Estn en la historia, son historia, cepas de la tierra espaola. S que cuentan, no s si contarn. No adivino ni critico: no leo a cien aos de distancia. No puedo pronosticar. Los eruditos pesan en las historias porque trabajan sobre cadveres; la viviseccin es imposible en literatura (p.221). Quiere llamar la atencin sobre la poesa que le interesa, aquella que se sigue imprimiendo en Espaa no sin dificultad, aquella que es vctima directa del golpe que supuso para las letras hace veinte aos la guerra civil espaola (que) sigue retemblando porque las fuerzas vencedoras no han dado su brazo a torcer, torciendo los de los de los dems, sin compasin (p.222). Por ello su ensayo no aspira a tener un carcter crtico sino simplemente a avanzar al pblico mexicano algunas novedades de la poesa espaola que le llegan, pues Max Aub es consciente de que hay ms poetas espaoles; existen cien libros, publicados estos ltimos aos, que no he visto, quizs por ello slo pueda hablar, segn dice, de lo poco que conozco, ayudado por algunas antologas (p. 223). Y aun de entre esos poetas, necesariamente una parte de lo que se publica en la pennsula, rescata Aub la parte que es de su agrado: Busco lo que quiero, la Espaa que todos tenemos en el corazn: grande y liberal, la que quiz nunca fue, la que aoramos en el futuro como si hubiese existido, la que nos encamina, la que dndonos guerra nos da paz (p.223). El texto da paso a una serie de referencias poticas de primer orden en la poesa espaola de posguerra. Tras sealar el magisterio de Antonio Machado, Len Felipe y Dmaso Alonso sobre la generacin actual, equiparable a la que Juan Ramn haba ejercido sobre la anterior, indica el paso de una poesa estrictamente lrica a otra tica: "De una poesa donde la gracia de la forma era el principal atuendo pasamos a otra donde pesa ms la idea, menos la manera. Lo que no se puede tener por bueno para la mediocridad porque, sin duda, es ms fcil armar un aceptable soneto, una dcima redonda, una quintilla sabrosa otorgando ricas rimas, montadas en el vaco, que no sostener o enmendar una idea, difcilmente original. (pp. 224-225). La diferencia entre ambas generaciones consistira en que mientras la de la Dictadura vio en su juventud arder la tierra durante la semana trgica de Barcelona (1909), la huelga revolucionaria de 1917, la matanza de Annual, la
rebelin anarcosindicalista, la dictadura de Primo de Rivera, y dio como fruto una literatura alejada en lo posible de lo social (p.228), la nueva generacin creci con la esperanza de la Repblica, la ferocidad de la guerra civil y la represin. Tres aos de guerra, quince de paz impuesta con plomo, de tranquilidad superficial de lo arrasado. Sin embargo, su mejor produccin es revolucionaria y social (p. 228). Tampoco es Max Aub ajeno a que uno de los aspectos estilsticos ms determinantes en esta poesa frente a los alardes vanguardistas es precisamente una vuelta a la sencillez del lenguaje, al prosasmo muchas veces, a la vulgaridad, al sentido comn, a lo que se ha dicho mil veces (p. 229). Pero lo curioso es la manera en que parece poner en crisis el valor esttico basado en el orden que haba presidido la generacin anterior, la vanguardista, la suya, al cabo: Ha desaparecido el relumbrn gongorino, lo puro difcil, cierta churriguera alejandrina o alexandrina nutrida por una leche surrealista recalentada a travs de treinta aos de intiles esfuerzos y que todava se cuece donde menos debiera esperarse, aqu, en el Nuevo Mundo (p.229). No hay nostalgia en sus palabras sino ms bien deslumbramiento ante estos nuevos poetas que dicen lo que piensan de la manera ms directa posible (p. 229). En su revalorizacin del realismo, de la razn, de lo histrico y de lo colectivo, Max Aub supo integrar el yo individual al yo social, lejos as del subjetivismo romntico, apostando por un realismo que aunaba los logros vanguardistas a una lectura revisionista de la tradicin. Una palabra a la que ya no le sirven exigencias de forma ni las de fondo, sino el justo equilibrio entre ambas. Una palabra de meditacin y de conocimiento vital que busca en los entresijos de la memoria los lmites de la existencia. Esa lectura dialctica, a medio camino entre el conocimiento individual y la reflexin sobre lo histrico, fue una leccin que Max Aub aprendi de la tradicin literaria acabando con la barrera que separaba lo ntimo de la historia. En el equilibrio entre el testimonio individual y el histrico, su poesa puede interpretarse desde un realismo que disee un sujeto potico consciente de su propio papel ficticio sin conflictos materialistas entre el yo y la realidad y capaz de sincronizar los hallazgos estticos con la propuesta testimonial. Max Aub apuesta por una escritura que regresa a la tradicin para restablecer los vnculos que la palabra potica y la razn individual tienen con la historia. Este sujeto, consciente de su responsabilidad tica rompe con la imagen sacralizada y escindida del sujeto elaborada por la Modernidad y encuentra en el simulacro escnico y en la ficcin potica la construccin histrica del individuo. Frente a una concepcin de la Modernidad en trminos negativos de irracionalidad esttica, Max Aub apunt que el arte nuevo representaba una forma de inteligencia intuitiva. Slo desde esta perspectiva moral de la tcnica vanguardista se puede entender la denuncia al sentido desmitificador de sta as como sus explcitos juegos de ficcin esttica. La potica realista no se contradice desde la perspectiva maxaubiana con una potica de experimentacin, del mismo modo que la razn o el tiempo histricos no deben disgregarse del conocimiento subjetivo. La concepcin potica de Max Aub atrae, en definitiva, por la plasmacin de una ideologa proteica en la que el sujeto potico apuesta por un discurso plural que encajara perfectamente en el discurso cultural que configura desde sus inicios la Modernidad literaria en sus mltiples matices.
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