De Las Virtudes y de Los Vicios

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DE LAS VIRTUDES Y DE LOS VICIOS (APCRIFO) CAPTULO PRIMERO DIVISIN GENERAL DE LAS VIRTUDES Y DE LOS VICIOS.

DIVERSAS PARTES DEL ALMA A QUE SE REFIEREN LOS VICIOS Y LAS VIRTUDES SEGUN LA TEORIA DE PLATON. Las cosas bellas son dignas de alabanza; las cosas villanas y vergonzosas merecen reprobacin. Entre las cosas bellas, las virtudes ocupan el primer rango; y entre las villanas lo ocupan los vicios. Puede alabarse igualmente todo lo que produce la virtud, todo lo que la acompaa, todo lo que la obliga a obrar, todo lo que ella engendra, as como debe reprobarse todo lo que es contrario. En la triple divisin del alma que admite Platn, la virtud de la parte racional del alma es la prudencia; la virtud de su parte apasionada es la dulzura con el valor; la virtud de su parte concupiscible es la templanza con la moderacin que sabe dominarse; en fin, la virtud del alma toda entera es la justicia unida a la generosidad y a la grandeza de alma. El vicio de la parte racional es la sinrazn; el de la parte concupiscible es la relajacin, la intemperancia que no es duea de s; y, en fin, el vicio del alma entera es la injusticia, junto con la liberalidad y con la bajeza. CAPTULO II LA PRUDENCIA, LA DULZURA, EL VALOR, LA TEMPLANZA, LA CONTINENCIA, LA JUSTICIA, LA LIBERALIDAD, LA GRANDEZA DE ALMA. La prudencia es la virtud de la parte racional del alma, y es la que prepara todos los elementos de nuestra felicidad. La dulzura es la virtud de la parte apasionada, y es la que impide el extravo de la clera. El valor es aquella virtud de la misma parte del alma que nos hace desechar los terrores que inspira la muerte. La templanza es la virtud de la parte concupiscible que nos hace insensibles al goce de los placeres culpables. La continencia es la virtud de esta misma parte que, con el auxilio de nuestra razn, sujeta los deseos que nos arrastran hacia los placeres culpables. La justicia es la virtud del alma que nos obliga a dar a cada uno lo que le corresponde, segn su mrito. La generosidad es aquella virtud del alma que nos ensea a gastar lo conveniente en cosas bellas y grandes. La magnanimidad es aquella virtud del alma que nos ensea a soportar, cual conviene, la buena y la adversa fortuna. CAPTULO III LA IMPRUDENCIA, LA IRASCIBILIDAD, LA COBARDA, LA INCONTINENCIA, LA INTEMPERANCIA, LA INJIJSTICIA, LA ILIBERALIDAD, LA BAJEZA DE ALMA. La sinrazn es el vicio de la parte racional, y es la causa de la desgracia de los hombres. La irascibilidad es el vicio de la parte apasionada que se deja llevar, sin

hacer la menor resistencia, por la clera. La cobarda es el vicio de esta misma parte que nos hace accesibles al terror, sobre todo al que produce la muerte. La incontinencia es el vicio de la parte concupiscible que nos arrastra a los placeres culpables. (No haya nada sobre la intemperancia, pero, si quieres, puedes definirla de esta manera) La intemperancia es el vicio de la parte concupiscible que nos obliga a ceder contra razn al deseo ciego de gozar de los placeres culpables. La injusticia es el vicio del alma que hace que los hombres pretendan ms de lo que se les debe. La liberalidad es el vicio del alma que nos lleva a adquirir ganancias, cualquiera que sea su origen. En fin, la pequeez de alma o pusilanimidad es el vicio que nos hace incapaces de soportar cual conviene la buena o la mala fortuna, los honores o la obscuridad. CAPTULO IV DE LOS CARACTERES PROPIOS Y DE LAS CONSECUENCIAS DE CADA UNA DE ESTAS VIRTUDES: LA PRUDENCIA, LA DULZURA, EL VALOR Y LA TEMPLANZA. Lo propio de la prudencia es deliberar, discernir el bien y el mal, distinguir siempre en la vida lo que debe buscarse y lo que debe evitarse, usar con discernimiento de todos los bienes que se poseen, escoger las relaciones amistosas, pesar bien las circunstancias, saber hablar y obrar a tiempo, y emplear convenientemente todas las cosas que son tiles. La memoria, la experiencia, la oportunidad, son cualidades que nacen todas de la prudencia, o que, por lo menos, son su resultado. Unas obran como causas al mismo tiempo que aqulla, como la experiencia y la memoria; y otras son, en cierta manera, partes de ella, como el buen consejo y la precisin de espritu. La funcin de la dulzura consiste en saber soportar con calma las acusaciones y los desdenes, en no precipitarse con furor a actos de venganza, en no dejarse llevar fcilmente de la clera, en no tener hiel en el corazn, y en huir de las querellas, porque la dulzura mantiene al alma pacfica y tranquila. Lo propio del valor consiste en no entregarse fcilmente a los terrores que inspira la muerte, en mostrarse confiado en los peligros, en acometer con noble audacia los que se arrostran, en preferir una muerte gloriosa a la vida que pudiera salvarse a costa de la honra, y en procurar salir victorioso. El valor sabe igualmente soportar las fatigas y las pruebas de todas clases y prefiere siempre lo que es verdaderamente varonil. Las consecuencias del valor son una audacia debida, la serenidad de espritu, la confianza y, en ocasiones, la temeridad, y, adems, el amor a las fatigas y a las pruebas que es preciso sufrir. Lo propio de la templanza consiste en no dar demasiado valor a los goces y a los placeres del cuerpo, en permanecer inaccesible a los atractivos de todo deleite y de todo placer vergonzoso, en temer hasta la legtima satisfaccin que pueden producir; en una palabra, en mantenerse siempre y durante toda la vida contento y vigilante, as en las cosas pequeas como en las grandes. Los compaeros y consecuencias de la templanza son el orden, la reserva, la modestia y la circunspeccin.

CAPTULO V (Continuacin.) CONTINENCIA, JUSTICIA, LIBERALIDAD, GRANDEZA DE ALMA Lo propio de la continencia, siempre duea de s misma, es saber domar, mediante la razn, el deseo fogoso que nos arrastra a los goces y a los placeres reprensibles, sufrir y soportar con inflexible constancia las privaciones y los dolores que existen por ley de la naturaleza. Lo propio de la justicia es saber distribuir las cosas segn el derecho de cada uno, mantener las instituciones de su pas, obedecer a los usos que tienen fuerza de ley, observar religiosamente leyes escritas, decir siempre la verdad donde quiera que sea necesario y cumplir religiosamente los compromisos contrados. La justicia tiene por objeto primero los dioses, despus los genios, luego la patria y los padres, y, por fin, los que han dejado de existir. Todos estos deberes constituyen la piedad, que es una parte de la justicia o, por lo menos, una consecuencia de ella. Otras consecuencias de la justicia son la santidad, la sinceridad, la buena fe y el odio a todo lo que es malo. Lo propio de la liberalidad consiste en hacer sin dificultad los gastos que exigen las acciones loables, Saber emplear generosamente su fortuna en todas las ocasiones en que el deber lo exige, prestar auxilio y socorro al que lo merece en todos los casos importantes, y no hacer ninguna ganancia ilcita. El hombre liberal procura que su habitacin est tan decente como su persona; sabe tambin tener una multitud de cosas que son de lujo pero que son honrosas y capaces de procurar una distraccin agradable, aunque no tengan, por otra parte, una gran utilidad, como mantener, por ejemplo, animales que tengan algo de raro y de sorprendente. Los resultados habituales de la liberalidad son lo agradable del carcter, la tolerancia, la benevolencia para todo el mundo y hasta la compasin, aparte de la afeccin que se tiene a los amigos, a los huspedes, y, en general, a todos los hombres de bien. Lo propio de la grandeza de alma es soportar como es debido la buena y la adversa fortuna, los honores y la obscuridad, no pagarse demasiado del lujo, ni de tener numerosos criados, ni del fausto, ni de las victorias alcanzadas en los juegos pblicos; y, en fin, tener un alma grande y elevada a la vez. El magnnimo no es hombre que haga grandes sacrificios por salvar su vida, ni que la ame con exceso. Sencillo de corazn y generoso, puede soportar el dao que se le hace sin desear vivamente la venganza. Las consecuencias de la magnanimidad son la sencillez y la veracidad. CAPTULO VI DE LOS CARACTERES PROPIOS Y DE LAS CONSECUENCIAS DE LOS DIFERENTES VICIOS. -SINRAZN, IRASCIBILIDAD, COBARDA, INCONTINENCIA, INTEMPERANCIA. Lo propio de la sinrazn es formar mal juicio de las cosas, reflexionar mal, escoger mal las compaas, emplear mal los bienes que se tienen y formar falsas ideas acerca de lo bello y de lo bueno que hay en la vida. Acompaan generalmente a la sinrazn la ciencia, la ignorancia, la torpeza y la falta de memoria. Pueden distinguirse tres especies de irascibilidad: el arrebato, la amargura, el furor concentrado. El hombre irascible no puede sufrir el ms pequeo descuido, tiene gusto en castigar, ama la venganza, y la menor cosa o la menor palabra despiertan su furor. Las consecuencias habituales de la irascibilidad son la excitacin del humor y su movilidad, la amargura del lenguaje, el dar importancia a
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las cosas ms pequeas que molestan a uno, y experimentar todos estos sentimientos pronto y por poco tiempo. Lo propio de la cobarda es sentir toda clase de temores sin discernimiento, y sobre todo el de la muerte o el de las enfermedades corporales, y creer que vale ms salvar la vida a cualquier precio que perderla con honor. Los compaeros de la cobarda son la molicie, la falta de accin varonil, el temor a todas las fatigas y el amor ciego a la vida. El cobarde tiene tambin una cierta circunspeccin y una especie de horror instintivo a todas las discusiones. Lo propio de la relajacin es entregarse sin discernimiento al goce de placeres peligrosos y culpables, imaginarse que la verdadera felicidad consiste en estos bajos goces, complacerse en echarlo todo a risa, en las ocurrencias felices y en las burlas; en una palabra, mostrarse tan ligero en sus dichos como en sus hechos. Los compaeros de la relajacin son el desorden, la impudencia, la falta de respeto a s mismo, el amor a los excesos, la pereza, la negligencia de todas las cosas, el abandono y la disolucin. Lo propio de la intemperancia, que no sabe dominar, es buscar el goce de los placeres a pesar de las advertencias de la razn que los prohibe; saber que valdra cien veces ms no gustar de ellos, y sin embargo gustarlos; saber que debera hacer siempre cosas bellas, y sin embargo alejarse del bien para abandonarse al placer. Los compaeros de la intemperancia son la molicie, los remordimientos y casi todas las consecuencias de la relajacin. CAPTULO VII (Continuacin.) INJUSTICIA, ILIBERALIDAD Y PUSILANIMIDAD La injusticia es de tres especies: la impiedad, la avidez sin lmites y la insolencia. La impiedad es el olvido culpable de lo que se debe a los dioses, a los genios, y tambin a los muertos, a los padres y a la patria. La avidez hace relacin a los contratos de toda clase, en los que trata uno siempre de atribuirse ms provecho que el que le corresponde. La insolencia es este sentimiento que arrastra a los hombres a tener un placer en insultar a los dems, y he aqu lo que justifica el dicho de Eveno sobre la insolencia, que dice: "Aunque ningn provecho se saca, no se es por eso menos culpable." La injusticia se complace en violar todas las costumbres tradicionales y legales, en desobedecer a las leyes y a las autoridades, en mentir, perjurar, faltar a todos sus compromisos, y burlarse de la propia fe. Los compaeros habituales de la injusticia son la calumnia que denuncia, la jactancia que engaa, una falsa filantropa que disimula, la perversidad en el corazn y la falacia en los actos. Tambin hay tres especies de iliberalidad: el amor al lucro, que no retrocede delante del pudor, la avaricia que lo escatima todo y el ahorro srdido que no sabe gastar. El amor al lucro vergonzoso es este sentimiento que arrastra a los hombres a ganar sin respeto a nada y a tomar ms en cuenta el provecho que se saca que la vergenza de que uno puede cubrirse. La avaricia evita gastar hasta en los casos en que sera un deber el hacerlo. En fin, el ahorro srdido es este sentimiento en virtud del que, cuando todos los dems hacen gastos, uno los hace mal y de una manera mezquina y exponindose a perder ms que ahorra, por no saber hacer oportunamente lo que debera hacer. La iliberalidad consiste en
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poner, el dinero por encima de todo, no ver jams el deshonor donde aparece algn provecho, dando as lugar a una vida de agiotaje digna de esclavos, vida de mendigos andrajosos constantemente extraos a toda ambicin noble, a toda generosidad. Las consecuencias habituales de la iliberalidad son: el disimulo, que oculta siempre los recursos con que se cuenta, la dureza de corazn, la pequeez de alma, la bajeza sin lmites y sin dignidad, y la misantropa que detesta al gnero humano. El hombre de alma pequea o pusilnime no sabe soportar ni los honores ni la oscuridad, ni la buena fortuna ni la adversa; se llena de un necio orgullo en medio de los honores; se exalta por la menor prosperidad; no sabe, en su vanidad, soportar el ms ligero percance; toma el menor tropiezo por un desastre y una ruina; se queja de todo y no sabe sufrir nada. El hombre de alma pequea dar el nombre de ultraje y de afrenta al ms pequeo descuido que se haya cometido con l, y que quiz no tendr otro origen que la ignorancia o el olvido. La pequeez de alma va siempre acompaada de la timidez del lenguaje, de la mana de quejarse, de la desconfianza que desespera de todo, y de la bajeza que degrada los corazones. CAPTULO VIII CARACTERES GENERALES Y CONSECUENCIAS DE LA VIRTUD Y DEL VICIO Hablando en general, lo propio de la virtud es procurar al alma una buena disposicin moral, darle movimientos tranquilos y ordenados, y por consiguiente una armona perfecta entre todas las partes que la componen. Y as un alma bien constituida parece el verdadero modelo de un Estado y de una ciudad. La virtud hace bien a los que lo merecen; ama a los buenos; no se complace en castigar a los malos, ni en vengarse de ellos; se complace, por lo contrario, en ejercer la piedad, la clemencia y el perdn. Los compaeros habituales de la virtud son: la probidad, la hombra de bien, la rectitud de corazn y la serenidad que slo alienta buenas esperanzas. Adems hace que amemos, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros compaeros, a nuestros huspedes; en fin, nos hace amar a los hombres y todo lo que es bello. En una palabra, todas las cualidades que nos proporciona son dignas de alabanza y de estimacin. Las consecuencias del vicio son las absolutamente contrarias.

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