LahireCampo Contracampo y Fuera de Campo - Sin Seguridad

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Coleccin Pedaggica Universitaria

No. 37-38 enero-junio/julio-diciembre 2002

Campo, fuera de campo, contracampo


Bernard Lahire
Profesor de sociologa y miembro del Instituto Universitario de Francia Universidad Lumire-Lyon 2

Los buenos conceptos sociolgicos son aqullos que incrementan la imaginacin cientfica y que obligan, al mismo tiempo, a realizar labores empricas inditas, actos de investigacin que el socilogo jams hubiera hecho sin su existencia. El concepto de campo, considerado a partir de una definicin como sta, es indiscutiblemente til para la investigacin sociolgica. Sin embargo, se pueden juzgar como pertinentes algunas de las propiedades que, segn Pierre Bourdieu, caracterizan a los campos (autonoma relativa, inters, libido, illusio, etc.) y estar de acuerdo con una parte de las exigencias tericas requeridas para construir estos microcosmos sociales (modo de pensamiento relacional o estructural), sin estar por ello totalmente convencido de que dichas propiedades y dichas exigencias slo sean adecuadas para las configuraciones histricas que designa un concepto como ste, ni de que la teora de los campos agote la realidad de la diferenciacin social. Mi propsito entonces, consiste en demostrar, inicialmente, que la teora de los campos no es ms que una solucin entre otras posibles, elaborada a partir de las diversas tradiciones tericas preexistentes. Como todo investigador en ciencias sociales, Pierre Bourdieu acomod astutamente su concepto de campo, asocindole mltiples esquemas tericos que pertenecen a universos tericos diferentes. Lo que pretendo sacar a relucir es la idea segn la cual algunos investigadores pueden perfectamente construir, a partir de un fragmento de los mismos elementos o componentes de base, conceptos diferentes al de campo para aprehender nuestro mundo social diferenciado. Al desligar propiedades que parecen contenerse y estar unidas en esta teora de los campos, se puede (hacer)

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ganar libertad de accin conceptual y contribuir a liberar la imaginacin sociolgica dentro del estudio de la pluralidad de los mundos sociales. Pues, para realmente progresar respecto a lo que nos dice Pierre Bourdieu, es necesario, en vez de ignorar lo que nos dice, preguntarse qu es lo que especficamente nos dice (y que a menudo presenta como universalmente pertinente), y qu es aquello de lo que, inevitablemente, no nos habla, y que a veces quisiramos estudiar,1 a diferencia de l. As, otra parte de mi reflexin seala ciertas lagunas de esta teora, es decir, aquello que, tras su paso, permaneci en el abandono. Por ltimo, la teora de los campos de Pierre Bourdieu, y particularmente su autonoma relativa, da lugar a reflexiones ms normativas sobre la buena y la mala autonoma de los campos que generan una serie de interrogaciones.

Un campo de batallas Es fcil, y a la vez difcil, resumir en pocas palabras las propiedades esenciales del campo. Efectivamente, aunque el mismo Pierre Bourdieu haya facilitado esa labor, pues en varias ocasiones retom un concepto que desde entonces ocupa un lugar central en su sociologa,2 tambin se vuelve difcil debido a las minsculas y casi imperceptibles inflexiones que el concepto sufri con cada utilizacin particular. Los elementos fundamentales y relativamente invariables de la definicin de campo, que se pueden extraer de diferentes obras y artculos en los que el autor trata el tema, son los siguientes:

Un campo es un microcosmos dentro del macrocosmos que constituye el espacio social (nacional) global. Cada campo posee reglas del juego y apuestas especficos, irreductibles a las reglas del juego y apuestas de otros campos (lo que hace ir y venir a un matemtico y la manera en la que va y viene no tiene nada que ver con lo que hace ir y venir y la manera en la que va y viene a un empresario industrial o a un gran diseador de moda). Un campo es un sistema o un espacio estructurado de posiciones. Dicho espacio es un espacio de luchas entre los diferentes agentes que ocupan las diversas posiciones.

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Las luchas tienen como apuesta la apropiacin de un capital especfico del campo (el monopolio del capital especfico legtimo) y/o la redefinicin de ese capital. El capital es distribuido de manera desigual al interior del campo; existen, entonces, dominantes y dominados. La distribucin desigual del capital determina la estructura del campo, que est definida as por el estado de una correlacin de fuerzas histrica entre las fuerzas (agentes, instituciones) presentes dentro del campo. Las estrategias de los agentes se comprenden si se las relaciona con sus posiciones en el campo. Entre las estrategias invariables, se puede sealar la oposicin entre las estrategias de conservacin y las estrategias de subversin (del estado de la relacin de fuerzas existente). Las primeras son, con mayor frecuencia, las de los dominantes, y las segundas, las de los dominados (y, entre ellos, ms especficamente, los recin llegados). Esta oposicin puede tomar la forma de un conflicto entre antiguos y modernos, ortodoxos y heterodoxos. En lucha unos contra otros, a los agentes de un campo les conviene que por lo menos el campo exista y, entonces, mantienen una complicidad objetiva que va ms all de las luchas que los enfrentan. Los intereses sociales son siempre, pues, especficos de cada campo y no se reducen al inters de tipo econmico. A cada campo le corresponde un habitus (sistema de disposiciones incorporadas) propio del campo (e. g. el habitus filolgico o el habitus pugilstico). Solamente aqullos que incorporaron el habitus propio al campo, estn en situacin de jugar el juego y de creer en (la importancia de) ese juego. Cada agente del campo est caracterizado por su trayectoria social, su habitus y su posicin en el campo. Un campo posee una autonoma relativa: las luchas que ah se desarrollan tienen una lgica interna, pero el resultado de luchas (econmicas, sociales, polticas) externas al campo tiene un peso muy fuerte sobre el resultado de las relaciones de fuerzas internas.

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La diferenciacin social de las funciones: una tradicin sociolgica La teora de los campos contina una larga tradicin de reflexiones sociolgicas y antropolgicas sobre la diferenciacin histrica de las actividades o de las funciones sociales y sobre la divisin social del trabajo. De Spencer a Elias, pasando por Marx, Durkheim y Weber, este tema no deja, efectivamente, de aparecer bajo la pluma de los tericos del mundo social. Pierre Bourdieu se inscribe l mismo explcitamente en esta larga cadena terica:
El surgimiento de un campo de poder es solidario con el surgimiento de una pluralidad de campos relativamente autnomos, por tanto, de una diferenciacin del mundo social (que hay que evitar confundir con un proceso de estratificacin, aunque ste conduzca a la instauracin de jerarquas sociales). Este proceso ya fue analizado por Durkheim que, siguiendo a Spencer (para quien el universo va de lo homogneo hacia lo heterogneo), opone al vitalismo unitarista de Bergson la evolucin que conduce del estado primitivo de indivisin donde las funciones diversas ya estn presentes pero en el estado de confusin (la vida religiosa, por ejemplo, mezclando el rito, la moral, el derecho, el arte, e incluso una ciencia que comienza) a la separacin progresiva de todas estas funciones diversas y sin embargo primitivamente confundidas: el pensamiento laico y cientfico est separado del pensamiento mtico y religioso; el arte se ha separado del culto; la moral y el derecho se han separado del rito (cf. particularmente Durkheim, 1955: 191-193) 3. Durkheim ve en esta confusin de las diferentes formas de actividad un obstculo para la realizacin plena de cada una de ellas: Primitivamente, todas las formas de actividad, todas las funciones sociales estn concentradas, como prisioneras unas de otras: unas son obstculos para las otras; cada una impide a la otra realizar completamente su naturaleza. Aunque Weber apenas menciona la avanzada fuera de la indiferenciacin primitiva, muestra, al menos en el caso de la economa, que la aparicin de dominios separados se acompaa del establecimiento de una legalidad especfica, que se manifiesta por un en tanto que (als) constituyente (la economa en tanto que economa, etc.). (1989a: 376, nota 2).

Durkheim y la teora implcita de los campos Es sin duda de la reflexin durkheimiana sobre la divisin del trabajo social, de donde Pierre Bourdieu extrajo gran parte de los esquemas interpretativos para formular su teora de los campos. En principio, Durkheim subraya el hecho de que un proceso es observable en el conjunto de regiones del mundo social, y no exclusivamente en el mundo de la produccin econmica (con sus sectores

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profesionales, industriales particularmente, cada vez ms especializados). Incluso los dominios poltico, cultural, administrativo, jurdico o cientfico viven la misma fragmentacin (1991: 2).4 Dicho proceso de evolucin continua nos separa de las sociedades tradicionales, que se caracterizan por su estado de indistincin y de homogeneidad original y, especficamente, por la omnipresencia globalizante de lo religioso. En estas sociedades
Todo el mundo admite y practica, sin discutir, la misma religin; las sectas y disidencias son desconocidas; no seran toleradas. Ahora bien, en ese momento, la religin lo comprende todo, se extiende a todo. Encierra, en un confuso estado de mezcla, adems de las creencias propiamente religiosas, la moral, el derecho, los principios de organizacin poltica y hasta la ciencia, o, al menos, a lo que por tal se entiende. Reglamenta incluso los detalles de la vida privada. (1991: 159-160).5

La relativa indiferenciacin original de lo econmico, lo poltico, lo religioso, lo cognitivo, etc., plantea para el analista, por otra parte, un problema importante, en la medida en que el conjunto de las categoras de las cuales dispone para hablar del mundo social (economa, poltica, religin, tica, cultura, representacin, sistema, etc.) es el producto de la autonomizacin-diferenciacin de los campos de prcticas sociales. La utilizacin descontrolada de dichas categoras conduce particularmente a la deriva, se trate de economistas, politlogos, etc. Por ejemplo, aprehender la realidad mtico-ritual de las sociedades tradicionales a partir de la nocin de religin puede conducir a una serie de malentendidos. Esto puede llevar a pensar que tenemos algo que ver con una prctica social particular, especfica, distinta de otras prcticas y, particularmente, con discursos relativamente autnomos. Ahora bien, como seala Jack Goody, a propsito de las sociedades africanas, no se encuentra
en los lenguajes africanos () equivalente para la palabra occidental religin (ni siquiera para ritual), y, lo que es ms importante, los actores no parecen considerar las creencias y prcticas religiosas como nosotros, seamos musulmanes, judos, hindes, budistas, cristianos o ateos, es decir: como un conjunto diferenciado. (Goody, 1986: 16).6

Si queremos seguir hablando de religin, es necesario precisar que se trata de una religin total, que organiza y da sentido a todas las prcticas, y no de una visin del mundo completamente relativa (es decir, una visin del mundo entre otras tantas) a la cual podra uno elegir adherirse o no adherirse. Como lo dice muy bien Serge Gruzinski, la idolatra de los indgenas de Mxico es inseparable de una trama social y () lejos de ocupar una esfera exterior, constituye una manera

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de expresar, de informar y de representar las relaciones sociales (1988: 217).7 No tiene as, nada de un suplemento que viniera a prolongar o a amplificar la realidad o a agregar su garanta ritual a las manifestaciones ms diversas de la actividad humana (1988: 221).8 No es un sistema de definicin de la realidad que se encuentra entre otros sistemas de definicin de la realidad que compiten y que podran permitir a los actores decir: esto es religioso y aquello no lo es, esto se debe a la accin de los hombres, aquello a la de los dioses. Pero qu es lo que, en el mundo social, empuja hacia esta diferenciacin? Durkheim aporta una respuesta que parece, a primera vista, un poco formal y mecanicista:
La divisin del trabajo, escribe, vara en razn directa al volumen y la densidad de las sociedades, y, si progresa de una manera continua en el transcurso del desenvolvimiento social, es que las sociedades, de una manera regular, se hacen ms densas, y, por regla general, ms voluminosas. (1991: 244).9

Es, entonces, cuestin de pura morfologa. De hecho, el socilogo pone a funcionar, en relacin con las caractersticas de densidad y de volumen, un esquema interpretativo ms complejo. Para condensar el propsito durkheimiano, se podra decir que densidad y volumen crecientes plantean un problema de ubicacin social y simblica a los diferentes individuos que componen la formacin social. Si todo el mundo corriera detrs de una pequea cantidad de objetivos comunes, entonces, la gran mayora de corredores no podra salir ganando. En cambio, si se organizan competencias especficas, diferenciadas, entonces cada uno puede correr con una posibilidad de no quedar tan mal clasificado. La diferenciacin social de las funciones es, entonces, una manera de bajar la tasa general de frustracin, multiplicando las posibilidades de ser reconocido socialmente: La divisin del trabajo es, pues, un resultado de la lucha por la vida; pero es una solucin dulcificada. Gracias a ella, en efecto, los rivales no se ven obligados a eliminarse mutuamente, sino que pueden coexistir unos al lado de otros (Durkheim, 1991: 253).10 Pierre Bourdieu no dice nada distinto cuando, apoyando sus palabras en los trabajos de un historiador del derecho (a propsito de la Italia de la Edad Media), escribe: Gershenkron demuestra que, desde que los juristas conquistaron su autonoma respecto de los prncipes, cada uno comenz a dividir la especialidad de manera de ser el primero en su poblado en vez de ser el segundo de Roma (1987: 53). Crear un subuniverso es una manera de hacer disminuir las tensiones que se deban, en gran parte, al hecho de que se comparta una definicin diferente de la actividad original.

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Adems, cada universo posee sus propias apuestas y su prestigio especfico, lo que explica que el soldado pueda buscar la gloria militar y permanecer indiferente a la reputacin cientfica (y a la inversa para el erudito); que no se pueda entonces hacer correr a un filsofo con las apuestas de gegrafos (Bourdieu, 1980, p. 114):
El soldado busca la gloria militar; el sacerdote, la autoridad moral; el hombre de Estado, el poder; el industrial, la riqueza; el erudito, el renombre cientfico; cada uno de ellos puede, pues, alcanzar su fin sin impedir a los otros alcanzar el suyo. Lo mismo sucede tambin, incluso, cuando las funciones se hallan menos alejadas unas de otras. El mdico oculista no compite con el que cura las enfermedades mentales, ni el zapatero con el sombrerero, ni el albail con el ebanista, ni el fsico con el qumico, etc. (Durkheim, 1991: 249)11

Cuando Durkheim evoca un primer tipo de luchas o de competencias (se utilizan los dos trminos) entre funciones relativamente cercanas y, particularmente, entre el cervecero y el vinatero, el paero y el fabricante de sedas, el poeta y el msico que se esfuerzan con frecuencia al suplantarse mutuamente, seala luchas anlogas a las que se observan en la actualidad entre los pretendientes al estatuto de intelectual: comprometidos con universos relativamente autnomos, filsofos y socilogos, entre otros, no son por eso menos, ocasionalmente, competidores para acceder al estatuto de gran pensador pblico: Como en ese caso satisfacen por medios diferentes necesidades semejantes, es inevitable que ms o menos busquen el usurparse unas a otras (Durkheim, 1991: 249).12 Se tienen entonces fenmenos cercanos a los descritos en trminos de competencia inter-campos y de relaciones (de fuerza y de dominacin) entre campos. El segundo caso de luchas mencionado por Durkheim corresponde claramente a las luchas internas de cada campo, que pueden originar nuevas subdivisiones. Cuanto ms cerca se est, ms viva es la competencia, cuanto ms lejos se siente, la indiferencia relativa reduce ms las tensiones:
En cuanto a los que se dedican exactamente a la misma funcin, no pueden prosperar sino con detrimento unos de otros. Representndose, pues, esas diferentes funciones en forma de un haz ramificado, salido de una base comn, la lucha es mnima entre los puntos extremos, mientras aumenta regularmente a medida que uno se aproxima al centro (p. 249).13

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Max Weber y las esferas de actividad En la presentacin que hace a Sociologie des religions de Max Weber, JeanPierre Grossein recuerda que el socilogo se opuso a toda forma de reduccionismo sin dejar de afirmar la autonoma de los diferentes registros de la accin social, cada uno de los cuales sigue sus propias leyes: Es esta idea la que est condensada en el concepto de Eigengesetzlichkeit, literalmente, legalidad propia. Se aplica a todas las esferas, como lo indica claramente la 'Considration intermdiaire' y remite a las lgicas internas o inmanentes" (Grossein en Weber, 1996: 122). El enfoque weberiano de las religiones aborda claramente, en efecto, la cuestin de la autonoma relativa de las diferentes maneras de vivir religiosamente y de las diferentes concepciones religiosas, maneras y concepciones que nunca son los simples reflejos de los intereses materiales o simblicos de una clase o de un grupo. Las influencias externas deben, en cierta forma, encontrar su traduccin en el lenguaje y las acciones especficamente religiosos (Weber, 1996: 335). Y es la diferenciacin de los registros de accin la que conduce a la toma de conciencia progresiva de lgicas o de legalidades propias a cada uno de ellos:
Efectivamente, la racionalizacin y la sublimacin consciente de las relaciones del hombre con las diferentes esferas de bienes, externos e internos, religiosos y profanos, llevaron a hacer conscientes las lgicas intrnsecas () de las diferentes esferas, en sus coherencias internas, y de all a que aparecieran entre ellas tensiones que haban sido ignoradas en los tiempos primitivos, mientras reinaban relaciones ingenuas con el mundo exterior. (1996: 417).

ste es entonces el esquema interpretativo de la lgica interna, propia, inmanente, utilizado por Pierre Bourdieu para definir los campos. Al autonomizarse y diferenciarse (como forma de conquistar, en la comparacin, una identidad propia), cada esfera descubre, o ms bien produce su propia ley: el business is business de la lgica econmica (que quiere que no haya moral en los negocios) o el la ley es la ley del orden jurdico, se distinguen entonces de la tica religiosa de la fraternidad. Pero, qu realidades sociales tiene Max Weber en la mente cuando habla de registros de la accin social o de esferas de actividad? Ms precisamente, piensa slo en universos que se parecen a los que Pierre Bourdieu designa bajo el trmino de campo? La lectura de los textos demuestra que sera abusivo reducir la aprehensin weberiana de los procesos de diferenciacin y de autonomizacin a tales realidades sociales. Ciertas esferas de actividad se asemejan,

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aparentemente, a lo que pudieran ser campos (esferas de actividades econmica, poltica, religiosa, esttica, intelectual), pero otras se diferencian de ellos de manera muy clara (vida domstica, actividades ertico-sexuales, dimensin tica de las actividades). Aunque, con frecuencia, an las primeras pueden considerarse ms bien como registros de accin o como dimensiones de la vida social, que como actividades inscritas en espacios-tiempos relativamente autonomizados. Por otra parte, Max Weber habla tanto de vnculos sociales y mentales de la familia, de la posesin, de los intereses polticos, econmicos, artsticos, erticos (1996: 194) como de esferas. Esta ltima nocin remite a un espacio de tres dimensiones, encerrado sobre s mismo, en tanto que existen dimensiones ertica, tica, esttica, econmica, etc., en prcticas que no estn necesariamente orientadas hacia dichas funciones especializadas. De la misma manera, un universo como el de la familia, es un lugar donde se despliegan funciones muy diferentes (paternal, ertica, tica, esttica, econmica, poltica, etc.). Todo esto debiera llevar a preguntarse si la idea de diferenciacin y autonomizacin de los campos no produce, a veces, la ilusin de la separacin tajante de las diferentes actividades, mientras que esta separacin, claramente observable en cierto nivel de anlisis, puede ser menos ntida en otros niveles. Si parece evidente, por ejemplo, que desde el punto de vista de sus respectivas apuestas, los campos econmicos, jurdicos, filosficos o deportivos generalmente hacen correr a diferentes agentes sociales, en espacios-tiempos diferentes y paralelos, el asunto se complica si se ven las cosas desde otro lado. De este modo, el universo econmico no es, en nuestras sociedades contemporneas, un universo verdaderamente distinto de otros. Efectivamente, hoy en da casi no hay actividades que escapen a la lgica de la atribucin de valores econmicos a sus productos, servicios, etc. y a la de la venta. El mercado econmico es, entonces, ampliamente transversal con respecto al conjunto de los campos de actividad, y la lgica econmica (el razonamiento econmico) es omnipresente a uno y a otro grado: incluso cuando un universo cultiva su autonoma al ms alto grado (e.g. universo escolar o literario), se topa siempre, en un momento o en otro, con esta lgica econmica (las formaciones escolares ms puras encuentran siempre una traduccin aunque sea desfavorable en el mercado del empleo, los autores ms puros tratan siempre de venderle sus obras a un pblico). Sucede exactamente lo mismo en los campos poltico o jurdico, que por naturaleza pueden penetrar o abarcar todo el conjunto de aspectos de la vida social (desde la vida privada hasta las actividades pblicas, profesionales, ldicas, etc.). Lgicas, funciones o

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dimensiones de la vida social, ms que universos o esferas verdaderamente separadas? La variedad del vocabulario utilizado es seal, a la vez, de una dificultad analtica y de la existencia de una multiplicidad de casos de figuras en lo real. De todas maneras, la reduccin de todos los contextos sociales a campos relativamente autnomos constituira una generalizacin abusiva.

Todo contexto pertinente de actividad no es un campo Vivimos en sociedades fuertemente diferenciadas, sociedades estatales urbanizadas y diferenciadas como lo escriba Norbert Elias (1991: 119) y es, en consecuencia, importante captar los fenmenos de diferenciacin social, particularmente con vistas a captar determinaciones sociales ms especficas y ms finas que aquellas ligadas a la pertenencia a grupos o a clases. Pero qu son esos contextos sociales diferenciados? Se piensa con mucha espontaneidad en aquellas esferas de actividad, universos sociales o instituciones, alrededor de las cuales la sociologa ha organizado gran parte de sus terrenos de estudio: la familia, la escuela, el universo profesional, la iglesia, la asociacin, el club deportivo, el mundo del arte, de la poltica, etc. Pero estos diferentes universos sociales no son equivalentes. Por ejemplo, siendo que el marco familiar (bajo todas sus formas observables) forma parte, en nuestras sociedades, de las matrices socializadoras ms universalmente extendidas, la iglesia (a partir de ahora) o el club deportivo no constituyen solamente universos sociales frecuentados por una nica fraccin de la poblacin, sino que son lugares en los que algunos actores ejercen su actividad social principal (el sacerdote, el animador deportivo, el deportista profesional), mientras que otros no estn all ms que por un tiempo limitado y no le consagran ms que una pequea parte de su energa. Algunos universos sociales incluso dividen a los actores en productores, profesionales, permanentes y en consumidores-espectadores o aficionados. Pero una distincin como sta no tiene sentido para lo que corresponde, por ejemplo, al universo familiar: no se frecuenta el universo personal a ttulo de distraccin personal, no se practica la actividad de padre, madre, cnyuge, hijo o hija por aficin, mientras que otros la practicaran como profesionales, no se monta un espectculo familiar para que lo vean espectadores.

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Constatamos, con slo considerar estos ejemplos, que se puede estar investido de la illusio propia de un universo social, sin que este universo combine el conjunto de las propiedades que permitiran definirlo como un campo.14 La familia forma parte de todo esto, distinguindose ntidamente de universos tales como los formados por los escritores (el campo literario), los filsofos (el campo filosfico) o los hombres polticos (campo poltico). Inversamente, es posible vivir en un universo sin estar posedo completamente por el mismo, por la illusio especfica de dicho universo; es decir, sin entrar en la competencia, sin desplegar estrategias de conquista del capital especfico de ese universo. Se puede, efectivamente, participar en un universo en calidad de practicante aficionado (versus practicante profesional), a ttulo de simple consumidor (versus productor) o incluso como simple participante de la organizacin material de ese universo, sin participacin directa en el juego que all se juega. Por ejemplo, un individuo puede entrenar en un club de tenis una vez por semana como simple esparcimiento personal, sin estar clasificado, sin que por lo tanto est atormentado por las apuestas de competencia existentes entre los tennismen profesionales. Puede incluso ser consumidor de partidos de tenis sin practicarlo. Finalmente, puede estar casi sumergido materialmente en el corazn del juego sin que le pese lo que est en juego en trminos de lucha y de competencia de ese juego, porque l se ocupa de la preparacin del csped en Wimbledon o forma parte del equipo de limpieza de los vestidores de Roland Garros. En estos tres ejemplos, las fuerzas que se expresan tan potentemente sobre los tennismen (profesionales, actores de los espectculos a los cuales se puede asistir) no actan sobre l. Se podra pensar, entonces, que utilic aqu malos ejemplos encuadrando mal las actividades de unos y otros. La buena accin consistira, de hecho, en encontrar el campo social pertinente en el cual se inscriben estos diferentes actores sociales, campo que ejerce una fuerza sobre ellos. Pero incluso orientndose en esa legtima direccin (consistente en buscar el campo adecuado), no se puede sino destacar que ciertas actividades no se inscriben (aunque puede tratarse de una cuestin de grado) en los campos. Una gran parte de los individuos de nuestras sociedades (las clases populares, que son excluidas de entrada de los campos de poder) se revelan fuera de campo, ahogados en un gran espacio social que ya no tiene como eje de estructuracin otra cosa que el volumen y la estructura del capital posedo (capital cultural y capital econmico). De hecho, el mismo Pierre Bourdieu lo reconoce indirectamente cuando explica que la comprensin de la obra de un autor clebre plantea problemas

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particulares en relacin a la comprensin de una entrevista con un profano, y del hecho particularmente de la pertenencia de su autor a un campo (1992a: 418, nota 25). La teora de los campos consagra mucha energa para alumbrar los grandes escenarios donde se juegan las apuestas del poder, aunque poca a comprender a los que montan los escenarios, colocan los decorados o fabrican los elementos, barren las tablas y los bastidores, fotocopian documentos o mecanografan cartas, etc. Igualmente, el conjunto de actividades en las cuales nos inscribimos nicamente de manera temporal (la prctica del futbol amateur, los encuentros y discusiones ocasionales con los amigos en un bar o en la calle, por ejemplo) no son asignables a campos sociales particulares, porque estas actividades no estn sistemticamente organizadas bajo la forma de espacios de posiciones y de luchas entre los diferentes agentes que ocupan estas posiciones. La teora de los campos muestra, entonces, poco inters para la vida fuera del escenario o fuera del campo de los agentes que luchan en el seno de un campo. Contrariamente, pues, a lo que las frmulas ms generales pueden dejar pensar, ningn individuo, prctica, institucin, situacin, interaccin puede estar entonces asignado a un campo. En realidad, los campos corresponden bastante bien 1) a los dominios de las actividades profesionales (y/o pblicas), poniendo fuera de juego las poblaciones sin actividad profesional (y, entre ellas, a una mayora de mujeres); y, ms exactamente an, 2) a las actividades profesionales y/o pblicas que implican un mnimo (y hasta un mximo) de prestigio (capital simblico) y que pueden organizarse, por esto, en espacios de competencias y de luchas por la conquista de ese prestigio especfico (versus las profesiones o actividades que no estn particularmente comprometidas en las luchas al interior de esos campos: insignificante personal administrativo, personal de servicio, obreros ). Sea que se tome el campo poltico (luchas entre partidos polticos, hombres polticos), el campo periodstico (luchas entre peridicos, periodistas), el campo de la edicin (luchas entre casas editoriales), el campo literario (luchas entre escritores), el campo teatral (luchas entre autores de las obras, directores, teatros), el campo de la alta costura (luchas entre las firmas de alta costura, los grandes diseadores de moda), el campo filosfico (luchas entre filsofos), el campo de las grandes escuelas (luchas entre los diferentes tipos de escuela), uno se da cuenta que tiene que ver a la vez con actores con actividades profesionales prestigiosas, y con la observacin de esos actores a partir exclusivamente de sus

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actividades profesionales, mientras que ellos se inscriben en bastantes otros cuadros sociales, privados o pblicos, duraderos o efmeros. Es desde este absolutamente revelador punto de vista, dada esta doble exclusin de los tiempos fuera de campo y de los actores fuera de campo, que esta sociologa se interesa no slo en la situacin de los que casi nacieron en el campo o en el juego (hijo de actor convertido en actor), sino que a veces generaliza de manera abusiva este modelo de situacin:
la illusio es una especie de conocimiento fundado sobre el hecho de haber nacido en el juego, de pertenecer a un juego de nacimiento: decir que conozco el juego de esta manera, quiere decir que lo tengo en la piel, en el cuerpo, que juega en m sin m; como cuando mi cuerpo responde al revs antes incluso que lo haya percibido como tal. (Bourdieu, 1989b: 44).

O todava ms: Por qu es importante pensar al campo como un lugar en el cual se nace y no como un juego arbitrariamente instituido? (1989: 49). Otro terico interesado en la pluralidad de los mundos, Anselm L. Strauss (1993: 212-215), no eludi la complejidad que necesariamente debe afrontar todo analista a raz de la variedad de tipos de mundo en nuestras formaciones sociales. Segn Strauss, un mundo social se define a la vez por una actividad, lugares, una tecnologa, organizaciones y una divisin interna del trabajo. Subraya, igual que Pierre Bourdieu, el hecho de que si las fronteras de los mundos son imprecisas, es debido a la existencia de perpetuas disputas internas para fijar los lmites del mundo social. Evoca de esta manera las luchas en el seno del mundo del arte o del mundo mdico para determinar quin es (y quin no) un artista autntico, cuales son los representantes legtimos de la medicina y quienes son los charlatanes Estos mundos sociales varan segn su funcin, su tamao, la duracin de su vida, su origen, su trayectoria histrica, su relacin con el poder del Estado, su composicin social, su extensin geogrfica (algunos no tienen ms que una existencia local, otros tienen una dimensin nacional o internacional), su grado interno de jerarquizacin, el grado de intensidad de compromiso que exigen, etc. Ms empirista que Pierre Bourdieu, Strauss hace, sin embargo, posible la investigacin de los mundos que no estn dentro de los campos y permite descubrir, a propsito de los universos estudiables en trminos de campo, aspectos en los cuales la teora de los campos no se interesa. La teora de los campos constituye, por consecuencia, una manera de responder a una serie de problemas cientficos, pero puede constituir en su momento un obstculo para el conocimiento del mundo social (particularmente, como se ver, cuando el campo se convierte en el alfa y la omega de cualquier

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contextualizacin de las prcticas) en la medida, antes que nada, en que ella ignora los interminables pasajes operados por los agentes pertenecientes a un campo entre el campo en el seno del cual son productores, los campos en los cuales son simples consumidores-espectadores y las mltiples situaciones que no son referibles a un campo, reduciendo al actor a su ser-como-miembro-de uncampo. En la medida, luego, en que descuida la situacin de los que se definen socialmente (y se constituyen mentalmente) fuera de cualquier actividad en un campo determinado (es nuevamente el caso de numerosas amas de casa, sin actividad profesional ni pblica).15 En la medida, finalmente, en que nos deja particularmente desprovistos para comprender a los fuera de campo, a los que no tienen grado. Por todas esas razones, la teora de los campos (habra que hablar siempre, por otra parte, de la teora de los campos del poder) no puede constituir una teora general y universal, pero representa y eso ya est bien una teora regional del mundo social.

Una teora regional con pretensin universal Numerosos investigadores en ciencias sociales se pondrn de acuerdo para decir que las prcticas no pueden comprenderse ms que en la confluencia de un pasado incorporado (que se designa por los trminos de cultura, de representaciones, de disposiciones) y del contexto social presente en el que se observa la prctica. Aunque, para Pierre Bourdieu, todo contexto es necesariamente un campo y es por esta razn que puede proponer la siguiente ecuacin sociolgica: [(habitus) (capital)] + campo = prctica (1979: 112).16 De la misma manera, insiste de manera frecuente en la dependencia conceptual de los trminos habitus y campo: la nocin de habitus no sirve si no est en relacin con campo, la de capital no vale si no es en relacin con la de campo (1989b) o tambin: Para comprender las prcticas humanas en las sociedades diferenciadas, hay que conocer los campos y, por otra parte, hay que tomar en cuenta lo que yo llamo habitus (1989b). Sin embargo, si tenemos en mente las reflexiones precedentes sobre los campos, no se puede estar menos que sorprendido de tal acoplamiento obligatorio, que impedira, si se lo aplica de manera estricta, pensar una multitud de prcticas.

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Pierre Bourdieu ubica claramente su programa de investigaciones y su concepto de campo entre las (demasiado) grandes extensiones de la historia de larga duracin (refugio, segn l, de todas las filosofas sociales) y los contextos de la historia circunstancial:
Bajo pena de dejar a la suerte o en el misterio todo el universo real de las prcticas, hay que, en efecto, buscar en una historia estructural de los espacios sociales donde se originan y se efectan las disposiciones que hacen a los grandes hombres, campo del poder, campo artstico, campo intelectual o campo cientfico, el medio de llenar la brecha entre los lentos movimientos insensibles de la infraestructura econmica o demogrfica y la agitacin de superficie que registran las crnicas diarias de la historia poltica, literaria o artstica (1982a: 37, cursivas del autor).

A partir de tal perspectiva (ni historia de larga duracin ni micro-contextos de la historia de los acontecimientos o, adems, de la micro-sociologa), se comprende que los objetos de la micro-sociologa puedan parecerle nfimos e insignificantes. En efecto, cul es el peso del estudio de la interaccin entre un cliente y una cajera de cine (Goffman, 1987: 246) al lado del de las estrategias sociales de conservacin o de subversin, de luchas por el poder de Estado o el poder cientfico? Y sin embargo, el ejemplo de una interaccin como sa muestra bien que no todo puede comprenderse a partir de la teora de los campos: ciertas actividades humanas (con qu campo habra que relacionar tal interaccin comercial?) y algunas dimensiones de las actividades humanas (aqu los fenmenos de presuposicin o de aprehensin de los procedimientos interpretativos establecidos por los miembros de una comunidad) escapan a tal registro. A partir del momento en que se est convencido de que el nico contexto pertinente (ni demasiado macro ni demasiado micro) es el de campo, otras construcciones tericas pueden ser rechazadas por el lado del error, de la menor complejidad o de la regresin cientficos. Pierre Bourdieu juzga de esta manera que la nocin de art world utilizada en Estados Unidos indica una regresin con respecto a la teora del campo (1992a: 288). Puede declarar, igualmente, sin ambigedad, que la nocin de campo del poder significa un progreso inmenso y que muchos investigadores cometen errores enormes, incluso empricos, porque no tienen esta nocin (1995: 8). Pierre Bourdieu reconocer fcilmente que la teora de los campos es perfectible, pero sin ninguna duda constituye, desde su visin, la teora cientfica histricamente ms lograda.

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Del campo histrico a la metfora del campo de fuerzas Sera necesario conservar el carcter histrico del campo o plantear un concepto de aplicabilidad universal? Dicho de otro modo, hay que reservar el trmino de campo para designar estos subuniversos relativamente autnomos, histricamente constituidos en el transcurso del proceso de diferenciacin social de las funciones y de divisin social del trabajo, o bien se otorga el derecho de utilizar el concepto para hablar de no importa qu tipo de situaciones histricas y sociales? Si se elige la primera opcin, entonces se admitir que, igual que las clases sociales o el mercado econmico no existieron desde siempre, de la misma manera no todo es campo: existieron realidades sociales antes de los campos y pueden existir en la actualidad contextos sociales que no son susceptibles de analizarse en trminos de campo. Se habr comprendido que es esta primera opcin la que me parece cientficamente ms fecunda, la que evita congelar los conceptos en consignas universales. Hablando de la familia como un campo, Pierre Bourdieu parece autorizar el uso un poco metafrico del trmino, el cual no designara ms que configuraciones en el seno de las cuales se estableceran relaciones de fuerza entre agentes cuyas propiedades objetivas y cuyos intereses, estrategias, etc., son diferenciados. Bourdieu escribi:
[...] la familia, si debe, para existir o subsistir, funcionar como cuerpo, tiende siempre a funcionar como un campo, con sus relaciones de fuerza fsica, econmica y sobre todo simblica (ligadas por ejemplo al volumen y a la estructura de los capitales posedos por los diferentes miembros), sus luchas por la conservacin o la transformacin de esas relaciones de fuerzas [...]. (1993a: p. 34).

Ahora bien, no es porque la familia (como otros universos u otras situaciones sociales menos autonomizadas) deba, al igual que cualquier otra realidad social, ser estudiada a partir de un modo de pensar relacional (la nocin de configuracin de relaciones de interdependencia, en el caso de Norbert Elias, tambin es producto de un emprendimiento cientfico semejante [Lahire, 1995 y 1996b]) y puede tambin verse, parcialmente, como el lugar de relaciones de fuerzas entre individuos portadores de propiedades sociales diferenciadas, que puede ser considerada de manera til como un campo. Tenemos aqu, entonces, una instancia de socializacin duradera, relativamente autnoma, y que, sin embargo, no es un campo.

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Universo relativamente autnomo, que posee su propia lgica de funcionamiento, la familia es una configuracin de relaciones de interdependencia entre seres que nunca son totalmente intercambiables (a diferencia de una empresa, por ejemplo, que puede conservar sus puestos, pero tambin puede modificar regularmente el estado de su personal) y que es relativamente estable en el tiempo. A diferencia del campo incluso si los adultos de este universo pertenecen a campos la familia es, las ms de las veces, el marco en el cual se nace y se descubre el orden social, el marco que imprime en el individuo una gran fuerza socializadora porque no especializa su influencia. Es por esta razn que mile Durkheim poda establecer una clara diferencia entre la familia y la corporacin: Sin duda, habr siempre entre ellos esta diferencia: los miembros de la familia tienen en comn la totalidad de su existencia, los miembros de la corporacin las solas preocupaciones profesionales. La familia es una especie de sociedad completa cuya accin se extiende tanto sobre nuestra actividad econmica como sobre nuestra actividad religiosa, poltica, cientfica, etc. Todo lo que hacemos con algo de importancia incluso fuera de la casa, produce un eco en ella y provoca las reacciones adecuadas. La esfera de influencia de la corporacin es, en ese sentido, ms limitada".17

Un campo rido Aunque esto pueda parecer sorprendente, la teora de los campos, ligada al estudio de las luchas que se entablan entre los agentes que pertenecen a un mismo universo, o a las que se instauran entre agentes surgidos de campos diferenciados, no permite captar la naturaleza y la especificidad de las actividades que se llevan a cabo en los diferentes universos considerados. Las investigaciones acerca de los campos literario, jurdico, cientfico, escolar, nunca permiten responder a interrogantes del tipo: Qu es la literatura? Qu es el derecho? Qu es la ciencia? Qu es la academia? Preguntas demasiado antropolgicas (en el sentido filosfico del trmino)? Interrogaciones tpicamente esencialistas o sustancialistas y por ende ilegtimas para la sociologa? Seguro que no. De la misma manera, la teora de los campos no permite pensar la especificidad de tal produccin literaria, de tal forma de derecho, de tal prctica cientfica o de tal variante de la forma escolar y de sus prcticas.

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Sin embargo, Pierre Bourdieu no ignora que la autonomizacin progresiva de las funciones sociales (de lo religioso, de lo poltico, de lo literario, de lo mdico, de lo matemtico, etc.), est indisociablemente ligada al proceso de constitucin de las tradiciones especficas constantemente re-tomadas, transformadas, re-elaboradas, de generacin en generacin, y que constituyen una base para la elaboracin de modos de razonamiento, de objetos, de estilos de enunciacin cada vez ms especficos. Como lo explica Jack Goody: [...] a lo largo de toda la historia, la especializacin de los escribas se asocia con la autonoma relativa de la tradicin escrita para potenciar la autonoma estructural de las grandes organizaciones que tienden a desarrollar su propio corpus literario y sus propios mbitos de conocimiento especializado [...]. (Goody, 1986, p. 172)18, 19 El campo aparece entonces relativamente esqueltico y no nos hace bien ver lo que ya de por s no est tan mal otra cosa sino espacios de posiciones, estrategias de los agentes en lucha, relaciones de fuerza y de dominacin, estructuras desiguales de distribucin de los capitales especficos.20 Cmo evitar la divisin entre un enfoque formal de los productos culturales y una sociologa no menos formal de los productores, de sus relaciones de fuerza y de sus estrategias? Es necesario pensar que Pierre Bourdieu no puede estudiar correctamente otra cosa que la dimensin polemolgica de los universos considerados, mientras cree (ilusoriamente) poder hacer avanzar el conocimiento (el de las prcticas, las actividades, los saberes, su naturaleza y sus formas especficas, al mismo tiempo que el de las luchas, las estrategias, las relaciones de dominacin) sobre todos los terrenos, o hay que imaginar que el programa cientfico es, como estn las cosas, slo parcialmente realizado, sin que pida otra cosa que ser completado? Dependiendo de si la obra se aprecia o se detesta, se ver en las faltas la prueba de una insuficiencia de principios o, por el contrario, un llamado al enriquecimiento del programa de investigacin. En todos los casos, la lucidez cientfica debe llevar a no hacer como si la teora de los campos, en el estado actual de los trabajos de investigacin a los que supo informar, era una teora global e integral. Un campo literario sin literatura Una sociologa de la literatura que desdea los textos literarios para privilegiar la produccin simblica del valor de las obras, la construccin de las trayectorias del espacio de las posiciones literarias o la historia de las instituciones literarias,

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no pierde inters, pero deja escapar, a todas luces, una dimensin central de su objeto. Incluso si Pierre Bourdieu afirma haber traspasado la mortal dicotoma lectura externa/lectura interna,21 ninguna investigacin emprica viene a atestiguar esta superacin en los hechos, y no se puede sino emitir el acta de que persiste, como muchos socilogos de la literatura exiliados fuera del territorio textual, desistiendo del estudio de los temas, y an ms, del estilo, cediendo (sin decirlo) el terreno a los anlisis literarios, estticos, formales. Cmo articular determinaciones externas (y cules? La clase social de origen del escritor? Su pertenencia generacional? Su sexo? Su origen geogrfico? Su pertenencia religiosa? Su formacin literaria? Su posicin en el campo literario?) y caractersticas especficamente literarias de los textos? Es con este tipo de interrogantes que se tropiezan, muy frecuentemente, los socilogos de la literatura, y Pierre Bourdieu no es la excepcin. La sociologa del campo literario de Pierre Bourdieu es esencialmente una sociologa de los productores ms que de las producciones, y ningn anlisis existente lleg verdaderamente a convencer de que esta sociologa de los productores permita captar, en su especificidad, el orden de las producciones. Esto se explica en gran parte por el hecho de que la especificidad del campo (el carcter literario de los productos) concierne al conjunto de agentes del campo y trasciende, en parte, las diferencias y las luchas internas al campo. Ahora bien, concentrado esencialmente en atrapar las diferencias de posiciones de los productores, sus luchas y sus estrategias para aumentar su capital literario o cambiar la definicin legtima de la literatura, el socilogo no est en posicin de responder a la pregunta que se plantean ritualmente escritores, crticos, tericos de la literatura o filsofos: Qu es la literatura?. Presuponiendo este acto compartido o este inters comn, rara vez puesto en cuestin como tal (dada, como dijo Pierre Bourdieu, la complicidad objetiva que existe entre los diversos adversarios pertenecientes a un mismo campo), la manera de encuadrar los fenmenos propios a la teora de los campos explica que est mal ubicada para interrogarse sobre el origen (la literalidad, la construccin literaria de lo real) del punto comn. Una sociologa histrica comparada de los diferentes universos sociales, que buscara en qu la visin literaria del mundo se distingue de las visiones cientfica, jurdica, filosfica, etc., del mundo, y que abrira, en consecuencia, ms el foco de su objetivo, permitira responder a la pregunta: Qu es la literatura?. Un enfoque como ste se reconciliara con las concepciones weberianas y durkheimianas de la religin o de la ciencia, y permitira no desencarnar

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los campos de fuerzas y de luchas; es decir, no olvidar la especificidad de las prcticas, de las conductas y de las orientaciones de vida que all se despliegan. Qu especificidad tienen los productos estticos? La respuesta es evidentemente insuficiente cuando consiste en decir que la literatura es lo que las instituciones literarias consideran como tal, que arte es (en parte) lo que se expone en un museo, o que es ciencia lo que se publica en una revista cientfica. Si esta cuasi tautologa es til para recordar la institucionalizacin por el mundo social del sentido de los actos o de los productos de esos actos, no responde al interrogante acerca de lo que caracteriza esas diferentes construcciones de lo real. No se respondera ms a la pregunta evocando las funciones sociales (de distincin cultural: el beneficio de distincin que tiene para separarse de lo vulgar) del arte o de la ciencia. En la medida en que se tiene encuenta el problema del foco y de la prioridad dada a las comparaciones intra-campo, 22 se comprende bien que tales preocupaciones estn ms presentes en el caso de los historiadores y los antroplogos que en el caso de los socilogos. Cuando el antroplogo o el historiador estudian el enfrentamiento entre el pensamiento mtico y el pensamiento religioso o entre el pensamiento mtico y el pensamiento racional, filosfico o cientfico; cuando estudian la invencin del pensamiento racional, de la ciencia experimental, de la filosofa, de la literatura, etc.,23 estn en posicin de responder de una manera por completo seria en trminos cientficos a interrogantes que algunos socilogos pudieran sin embargo juzgar como demasiado filosficas o metafsicas. De hecho, es al momento de reflexiones epistemolgicas, cuando tienen que ubicarse con respecto a otros saberes y saber-hacer intelectuales, que los socilogos igual que los historiadores se preguntan sobre la especificidad de su construccin del mundo, sobre la especificidad de su mirada sobre lo real. Qu es lo que hace que la narracin histrica, aunque narracin, no se reduzca a eso y se distinga, al mismo tiempo, de una narracin literaria? Qu es lo que hace que las ciencias sociales no sean totalmente comparables a las ciencias fsicoqumicas, a las ciencias de la vida o a las ciencias lgico-formales? Qu es lo que hace que la visin sociolgica del mundo no sea la visin filosfica? Si se pensara que Pierre Bourdieu responde acertadamente, en su trabajo sobre Flaubert, a la objecin segn la cual la sociologa del campo literario estara ms interesada en los productores que en los productos, se eludira totalmente el principio de la crtica dirigida hacia este enfoque del hecho literario por el campo.

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Ciertamente, eso que hace Pierre Bourdieu al demostrar que Lducation sentimentale contiene una sociologa implcita del mundo social (como se lo puede hacer aparecer en autores como Proust [Bello, 1993; Bidou-Zachariasen, 1997; Dubois, 1997; Lahire, 1998b, p. 43-46] o Pirandello [Lahire, en edicin]) y al comparar la (de hecho esa) sociologa y la literatura (versin flaubertiana),24 no es, en ningn caso, dar razn de la produccin social de una escritura (gnero, temas, estilo) literario.25 Ver lo que hay de teora sociolgica implcita en las obras literarias es una buena forma de aumentar su imaginacin sociolgica, pero no cumple con el programa de una sociologa de la produccin de una escritura literaria.

AGENTES SIN

DISCURSO

Cada campo social se caracteriza a la vez por la estructura de las posiciones y por la estructura de las tomas de posicin que le corresponden. Segn el caso, el segundo trmino recupera obras (literarias, pictricas) de las prcticas o de los discursos (polticos, cientficos, jurdicos, religiosos). Pero en todos los casos, la teora de los campos no da ninguna herramienta para introducirse ni en las obras, ni en las prcticas, ni en los discursos, privilegiando la puesta en correspondencia (estadsticamente fundada) de indicadores de las posiciones objetivas en el campo y de indicadores de tomas de posicin (tipos de produccin, tipos de discurso, pertenencias religiosa y poltica, gustos, opiniones, prcticas de cualquier naturaleza). Antes incluso de que el anlisis en trminos de campos sociales fuera sistemticamente utilizado, la tendencia a privilegiar el estudio de las estructuras desiguales, de las relaciones de dominacin, de las diferencias entre grupos sociales, etc., era fuerte en los trabajos de sociologa de la educacin y de la cultura. Para no tomar ms que solamente el caso escolar, la constatacin de la ausencia de un anlisis de la especificidad de los saberes y de las prcticas es completamente patente (Lahire, 1999a). El socilogo de la educacin ingls, Basil Bernstein, poda as escribir a principios de los aos 90 que las
teoras generales de la reproduccin cultural parecen ms interesadas en el anlisis de lo que se reproduce en y por la educacin que por el anlisis interno del instrumento y del soporte de la reproduccin: la naturaleza particular de un discurso especializado. Todo sucede como si el discurso pedaggico no fuera en s mismo nada ms que un relevo para las relaciones de poder que son externas a l, un relevo en el cual la forma no tendra consecuencias para eso

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que l releva. () Ellos (Pierre Bourdieu y J.-C. Passeron) se interesan menos en las relaciones al interior de la comunicacin pedaggica que en la relacin con la comunicacin pedaggica, es decir, con las disposiciones diferenciales de los receptores (que son en s mismas funcin de su posicionamiento social) con respecto a la comunicacin pedaggica legtima, y a las diferentes percepciones que tienen de sta. (1992: 20-21)

Relacionando los fenmenos de desigualdad escolar con la estructura desigual de la distribucin del capital cultural y con los fenmenos de herencias culturales, Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron llegan a visiones sociolgicas ahistricas (1991: 89-109) y un poco formales del mundo social, no captando ms que estructuras desiguales, distancias, proximidades diferenciales, etc., y dejndonos desprovistos frente a lo que hace a la especificidad de la escuela, a saber, los contenidos (histricamente variables) de las actividades que all se urden y los saberes que all circulan, los gestos de estudio que all se transmiten, las disposiciones que, sin interrupcin, all se constituyen y reconstituyen, las formas de relaciones pedaggicas (que tambin son relaciones de poder) que se traban, etc. La focalizacin ms general de los socilogos de la educacin sobre el efecto de certificacin de la escuela (vinculado en parte a la idea de la inflacin de los diplomas) conducir, igualmente, a descuidar lo que resaltara de una sociologa de las prcticas pedaggicas que toma por objeto el contenido y la organizacin de las enseanzas, los criterios o los mecanismos de seleccin (Passeron, 1982: 553). Al mismo tiempo, la nocin de capital cultural, que hubiera podido funcionar a la vez como herramienta de comprensin de los fenmenos de reproduccin social, de dominacin cultural (estando el capital distribuido de manera desigual) y como medio para designar los contenidos culturales, las prcticas, los saberes, los gestos, las relaciones con el saber, con el lenguaje, etc., ha, al fin de cuentas, girado ms en beneficio de la primera perspectiva (sociologa de la dominacin y del poder) que de la segunda (sociologa del conocimiento). Ms generalmente, cuando los agentes del campo producen discursos (orales o escritos), todo sucede como si stos fueran transparentes y sin forma y como si pudieran resumirse en algunas propiedades fundamentales fcilmente pronunciables por el analista. Este descuido de los discursos se explica, en parte, por el hecho de que el socilogo intenta defender la opinin de los que creen que el poder reside en las palabras. Alrededor de esta cuestin clsica del poder y las palabras, Pierre Bourdieu insisti en la legitimidad social del portavoz, en la autoridad que se le confiere, no por el discurso, sino por lo que se considera como exterior a l, a saber, la institucin que representa (el Estado, el Gobierno, la Administracin, la

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Iglesia, el Partido, el Sindicato, el Cuerpo mdico, la Ciencia, la Universidad). Confirma pues que se puede hacer caer muy fcilmente la cuestin ingenua del poder de las palabras (1982b: 103) y la concepcin que consiste en buscar el poder de las palabras en las palabras, es decir, ah donde no existe (Idem): la autoridad ocurre en el lenguaje del afuera, y en consecuencia, no se puede descubrir en el discurso en s () el principio de la eficacia de la palabra. El asunto parece extendido y el discurso es un aspecto muy secundario de las cosas con respecto a la autoridad del portavoz: A esta autoridad, el lenguaje cuando ms la representa, la manifiesta, la simboliza (p. 105). Los mismos investigadores que se escandalizaran por la reduccin del destino de los enunciados cientficos a la fuerza y a la posicin social de los eruditos, no dudan en descuidar los discursos de los otros en el temor de ser agarrados en flagrante delito de linguistic o de rhetoric turn (Lahire, 1998b: 191-202). Temiendo entrar en los discursos, no se privan sin embargo de leerlos (y cmo haran de otra manera para caracterizar los puntos de vista de los agentes sociales que pretenden objetivar relacionndolos con las posiciones que ellos ocupan?), sin ningn mtodo particular, pero con el sentimiento de la evidencia de la comprensin que tienen de esos textos. Paradjicamente, los que insisten en la necesidad de dotarse de herramientas conceptuales y metodolgicas desde que se trata de objetivar posiciones, estructuras sociales o instituciones, parten frecuentemente, en la lectura de los discursos, con su buen sentido de lector profesional como nico equipaje. Cuando cada toma de posicin o punto de vista haya sido reducido a lo que apareca a los ojos del analista como un condensado, una sntesis, una frmula generatriz del pensamiento de un autor o de una corriente de pensamiento ms amplia, entonces no habr ms que manipular en la argumentacin esas pequeas sntesis, esas estenografas, para concentrarse en lo que hace posible desde esos puntos de vista (se hablar de catolicismo social, de elitismo de la competencia, de populismo pastoral, de humanismo econmico [Bourdieu y Boltanski, 1976]). Despus de haber intentado ubicar al campo en cuestin en el seno del campo del poder, luego de analizar la estructura interna del campo igual que las trayectorias sociales y las posiciones ocupadas por los agentes al interior del campo, el investigador no puede adems hacer otra cosa que llegar extenuado a las puertas del palacio discursivo y contentarse con describir a grandes rasgos el estilo arquitectnico.

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Es a partir de esta importante laguna de la teora de los campos que se pueden comprender las crticas recurrentes de Pierre Bourdieu hacia Michel Foucault, a propsito de su (pretendida) proximidad con respecto a los semilogos y los usos que pudieron hacer, con Trier, por ejemplo, de una nocin como la del campo semntico, porque se negara a buscar en otra parte que no fuera en el orden del discurso el principio de elucidacin de cada uno de los discursos que se encuentran ah insertados (1994: 64). La crtica es tanto ms viva cuanto que permite evitar plantear la cuestin del anlisis frontal de los discursos (de sus variantes y de sus variaciones, de sus temas, de sus estilos, de las prcticas e instituciones a las cuales se articulan y articulan). Ms que pasar por encima del orden discursivo, sera til, segn la expresin de Michel Foucault, estudiarlo en el juego de su instancia (1969, p. 37)26 y no como reflejo de lo real, consecuencia de una causa o producto de un orden subyacente, en pocas palabras, entrar en el meollo de la carne discursiva.

Una homologa problemtica La sociologa de los campos de produccin cultural de Pierre Bourdieu es, entonces, fundamentalmente una sociologa de los productores en lucha para la apropiacin el capital especfico al campo, tomado en las estrategias de conservacin o de subversin, y las obras se revelan as por la posicin y las estrategias de sus productores. Pero si los consumidores o los receptores de las obras no son manifiestamente el centro de inters de esta sociologa, cul es el lugar asimismo que les es acordado? Perteneciendo o no a los campos del poder, dominantes o dominados, los individuos de nuestras formaciones sociales presencian, ms o menos frecuentemente, espectculos donde consumen, con ms o menos asiduidad, los productos de los agentes de los diferentes campos: leen novelas, ensayos filosficos, trabajos de ciencias sociales, historietas, peridicos, van al cine, al teatro o al museo, miran y escuchan a los hombres polticos en la televisin Aunque, qu hay de la experiencia de estos mltiples receptores de espectculos, textos, imgenes y sonidos? La primera manera en la que la sociologa de los campos integra al consumidor consiste en preguntarse si ste domina o no el cdigo cultural que se considera inscrito en la obra: La obra de arte no cobra un sentido y no reviste un inters para nadie ms que para aqul que est provisto de la cultura, o de la

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competencia cultural, es decir, del cdigo segn el cual ella est codificada (Bourdieu, 1996). Para dicha sociologa del consumo cultural, la obra de arte posee, como enquistado en s misma, el cdigo que el consumidor debe poseer para descifrarla. Las modalidades de la recepcin permanecen como muy simples. El razonamiento es unas veces binario (poseer el cdigo vs no poseer el cdigo [Bourdieu y Darbel, 1966]), otras ternario, de modo de poder integrar la relacin de tres grandes grupos sociales (la burguesa cultural se caracteriza por su dominio del cdigo, las clases populares por su no dominio del cdigo y la pequea burguesa cultural por su pretensin de dominar el cdigo o su dominio parcial del cdigo [Bourdieu, 1979]).27 Actuando as, Pierre Bourdieu ignora magnficamente el conjunto de trabajos de sociologa, y sobre todo de historia, de la recepcin (o de la apropiacin) cultural (Passeron, 1991: 257-288; Chartier, 1985 y 1987;28 Ang, 1985). Para estos enfoques, el sentido de la obra no est inscrito en la obra, como esperando ser develado o descifrado, sino que se produce en el encuentro entre la obra y los receptores de la obra (que se vuelven entonces productores activos del sentido de la obra). No existe entonces un sentido, sino sentidos producidos en cada uno de los encuentros entre los pblicos y las obras. Interesarse en los modos de apropiacin mltiples tiene por efecto evitar las trampas del legitimismo cultural. En lugar de hacer como si los efectos ideolgicos, simblicos, culturales, religiosos o polticos pretendidos por las diversas instituciones de poder equivalieran a los efectos realmente producidos, en lugar de sobreestimar las capacidades de los dominantes para aculturar a las poblaciones ms dominadas, esta concepcin es sensible a las resistencias ruidosas o silenciosas que se establecen a travs de los actos comunes de apropiacin. Los comentarios estticos, sabios o eruditos, sobre la obra, no son los nicos posibles, incluso aunque pretendan reafirmar el cdigo, el sentido verdadero de la obra y se tome conciencia del legitimismo que obsesiona a la sociologa del consumo cultural, ineficaz para describir y analizar las experiencias con las obras que estn por fuera de las normas y fuera de los cdigos. Efectivamente, los que no tienen los cdigos se definen por (y se reducen a) su pobreza cultural, sin que pudieran ser descritas ni analizadas sus prcticas, sus gustos, sus experiencias (Grignon y Passeron, 1999; Lahire, 1993). La sociologa (y la historia) de la recepcin de obras se interesa en todas las formas de experiencia o de apreciacin, de las ms legtimas a las ms excntricas, incongruentes, no conformes con lo establecido Se apega a las recepciones reales, tal como son producidas. Pero la sociologa

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del consumo cultural es tambin demasiado legitimista en lo que les presta frecuentemente a los receptores ms cultivados el dominio del cdigo, mientras que aqullos nunca son evidentemente historiadorcitos del arte o crticos literarios en potencia. No es necesario insistir en el beneficio que los analistas del tiempo presente obtendran de adoptar perspectivas interpretativas como sta. En la actualidad, cuando, mucho ms an que en las sociedades del Antiguo Rgimen, una gran parte de los productos culturales, estn presentes en todos los sectores sociales, bajo la forma, entre otras, de la emisin televisada o radiofnica, es importante, si se pretende resistir a los discursos pesimistas y cientficamente dbiles sobre la uniformizacin, estudiar cmo los mismos productos, las mismas obras son objeto de apropiaciones diferenciadas. Otra manera de concebir la relacin de los productores (o de los productos) con los consumidores-receptores de las obras, en el marco de la teora de los campos, reside en la idea de una homologa entre el espacio de los productores y el espacio de los consumidores (Bourdieu, 1992a: 347). Existira as una correspondencia entre tipos de pblicos y tipos de obras (y de productores). Frente a los que piensan que la sensibilidad cultural, esttica, es cosa innata, esta sociologa pretende mostrar que existe una correspondencia estadstica fuerte entre la jerarqua de las artes (de las ms legtimas a las menos legtimas) y, al interior de cada arte, la jerarqua de los gneros por un lado, y, por el otro, la jerarqua social de los consumidores (pblicos). Dicha homologa parece clara al autor, cuando ella concierne, por ejemplo, al campo literario (productores) y al campo del poder (consumidores): La homologa entre el espacio de los productores y el espacio de los consumidores, es decir, entre el campo literario (etc.) y el campo del poder, funda el ajuste no deseado entre la oferta y la demanda (con, en el polo temporalmente dominado y simblicamente dominante del campo, los escritores que producen para sus pares, esto es, para el campo mismo o para la fraccin ms autnoma de ese campo y, en el otro extremo, los que producen para las regiones dominantes del campo del poder []) (Bourdieu, 1992a: 347). El acoplamiento le parece, en cambio, mucho ms confuso cuando se traspasan los lmites de los dominantes para perderse en el espacio social global, menos fcilmente estructurable: La homologa entre las posiciones del campo literario (etc.) y las posiciones en el campo social global nunca es tan perfecta que la que se establece entre el campo literario y el campo

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del poder donde se recluta, la mayor parte del tiempo, lo esencial de su clientela (ibid.: 349). No solamente podemos preguntarnos cul es la potencia heurstica que se puede atribuir a este modelo de la correspondencia homolgica entre espacio de los productores y espacio de los consumidores, si su pertinencia se limita esencialmente a la comunicacin entre las diferentes categoras de dominantes (el mundo social se reduce de manera singular a sus polos ms legtimos, a sus espacios de poder), pero, de modo ms general, esta manera de pensar a los consumidores prohbe aprehender las apropiaciones plurales de las mismas obras. Suponiendo la existencia de un contrato de lectura entre el emisor y el receptor establecido sobre la base de presupuestos que les son comunes (ibid., p. 329), Pierre Bourdieu da una imagen burda y poco informada de los trabajos histricos y sociolgicos sobre la recepcin o la apropiacin cultural de en qu puede consistir una experiencia de lectura (Lahire, 1998a: 107-118).

De la buena y de la mala autonoma del campo Pierre Bourdieu podra contentarse, como simple analista, con llevar a cabo el estudio del origen y de la evolucin de los campos, y constatar framente el grado de autonoma alcanzado por cada uno de ellos, las ganancias y las prdidas de autonoma observables en funcin de las pocas, las coyunturas econmicas y polticas, etc. Pero el socilogo, asumiendo explcitamente una posicin normativa (Bourdieu, 1992b: 459-472), otorga a la autonoma de los campos de produccin cultural un signo positivo. Hablando de una conquista de la autonoma, preocupndose por las amenazas29 que se presentan sobre ella, Pierre Bourdieu enuncia claramente el valor positivo que le atribuye a esta ltima. Pero, paralelamente, la autonoma de algunos otros campos (y particularmente la del campo poltico) es duramente criticada y podemos entonces preguntarnos sobre las razones de la variacin del juicio (muy positivo o muy negativo) sobre la autonoma, segn se tenga que ver con la cultura (en el sentido amplio del trmino) o con la poltica.30 As, el campo poltico es vigorosamente criticado a raz de la cerrazn que llevar a los hombres polticos a no interesarse ms que en las apuestas polticas (la poltica politiquera) pasando por encima de la cabeza de los ciudadanos

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comunes, de los cuales son sin embargo los representantes. Pierre Bourdieu escribi: El mundo poltico se cerr poco a poco sobre s mismo, sobre sus rivalidades internas, sus problemas y sus apuestas. Como los grandes tribunos, los polticos capaces de comprender y expresar las expectativas y reivindicaciones de sus electores son cada vez ms raros y distan de situarse en el primer plano en sus formaciones (1993b: 941).31 Es esta autonoma del microcosmos poltico, que explica en parte la desafeccin de los franceses para los asuntos pblicos y la proximidad con el campo artstico, se considera entonces, sin que el interrogante en cuanto a la variacin del juicio sea respondido:
El apolitismo primario, el cual actualmente est cada vez ms fuerte en la conciencia poltica francesa porque el campo poltico tiende cada vez ms a cerrarse sobre s mismo y a funcionar como un campo autnomo, independiente de la clientela (es decir, en el fondo, como un campo artstico), descansa sobre una especie de conciencia confusa de esta complicidad profunda entre adversarios incluidos en el mismo campo: se pelean, pero al menos estn de acuerdo sobre el terreno del desacuerdo. Es una especie de complicidad que aparece de manera particular en los momentos de crisis, es decir, cuando la existencia misma del campo se pone en cuestin. (Bourdieu, 1989b)

Basta con aplicar el razonamiento desarrollado a propsito del mundo poltico al caso del campo literario para desembocar en una actitud, clsica en literatura, crtica de la vanguardia literaria y de toda investigacin formal similar a la que preconiza el arte por el arte. Esto conducir a la siguiente formulacin: El mundo literario se cerr poco a poco sobre s, sobre sus rivalidades internas, sus problemas y sus propias apuestas. Como los grandes artistas, los escritores capaces de comprender y de expresar las expectativas y las reivindicaciones de sus lectores son cada vez ms raros. Se ve entonces que se llegara a una crtica del arte por el arte, a una visin negativa de la literatura ms pura, de la vanguardia literaria que, exclusivamente preocupada por sus propios intereses (estilsticos, formales, etc.),32 se librara con desprecio de los gustos literarios de la gran mayora de la poblacin. Los pasajes de correspondencias de Flaubert donde evoca sus batallas ininterrumpidas con las frases, las comas y los puntos y comas, aquellos donde escribe que lo que le parece bello, y a lo que ms aspira, es hacer un libro sobre nada, un libro sin vnculo exterior, que se mantuviera a s mismo por la fuerza interna de su estilo porque, desde el punto de vista del Arte puro, no hay sujetos ni hermosos ni despreciables (Flaubert, 1980, carta a Louise Colet del 16 de enero de 1852), podran ser interpretados como signos de desdn y de indiferencia

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absolutos con respecto a los gustos reales de los lectores. Y esto sera cuando los autores de best-sellers o, en todo caso, de novelas, encuentran un gran pblico, los cuales estaran congratulados por su capacidad de escucha y de anticipacin frente a las expectativas del pblico. Otras tradiciones intelectuales, particularmente pragmticas,33 desarrollan a este respecto un discurso crtico, muy diferente del de Pierre Bourdieu, sobre la autonomizacin del arte y sobre la esttica entrecortada de la gente comn. La filosofa pragmtica marca su profundo desacuerdo con relacin a teoras y a prcticas (sostenidas por instituciones) que aslan al arte y a su apreciacin, separndolos de otros modos de la experiencia. Se sabe que Dewey deploraba esta tradicin, juzgada como elitista, que hace del arte un arte de museo y estigmatiza a este ltimo como refugio en el que no se disfrutara ms que en las pausas de la vida real. El arte se convierte en el saln de belleza de nuestra civilizacin. La crtica de Kant, luego de la filosofa analtica del arte, es entonces, para la filosofa pragmtica, inseparable de una crtica socio-poltica de las tendencias sociales al distinguir al arte de la vida cotidiana ubicndolo en los museos, los teatros o las salas de conciertos, es decir, limitndolo a lugares y momentos especficos de la actividad social. Las teoras estticas que hacen del arte un objeto autnomo estn histricamente ligadas a las condiciones econmicas e institucionales que generan una divisin entre el arte y la vida (Shusterman, 1991: 47). Los defensores de la concepcin de el arte por el arte reclamarn, sin duda, al populismo demaggico frente a las tomas de posicin de esos filsofos pragmticos, pero es necesario constatar que existen, en el seno mismo de la cultura filosfica, formas de impugnar, sobre bases ms bien antielitistas, al proceso de autonomizacin del campo del arte. Inversamente, qu dira una visin positiva del cierre sobre s mismo del universo poltico, del mundo econmico o de la actividad guerrera? El arte por el arte, la insistencia sobre la forma ms que sobre la funcin, sobre el modo de representacin ms que sobre el objeto representado, etc., tendra su equivalente en una especie de arte de la poltica por la poltica (y ste se convertira en un fin en s mismo ms que en un medio), en un arte del beneficio econmico por el beneficio econmico (la bsqueda del inters econmico por el inters econmico, business is business, time is money), en un arte de la guerra por la guerra, etc. Ahora bien, la poltica politiquera, el cinismo econmico, el arte de la guerra tantas desviaciones juzgadas de manera negativa (y no solamente por el socilogo)

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como el arte por el arte de la ciencia, de las letras, de la pintura, de la escultura defendido y apreciado por el autor, como por una parte de los agentes de los campos de produccin cultural no son ms que expresiones y manifestaciones diferentes de una misma lgica social de conjunto, es decir, la progresiva diferenciacin-autonomizacin de esferas de actividad que funcionan cada vez ms en circuito cerrado, se vuelven opacas y se separan instantneamente de los profanos, la invencin y el desarrollo de una lgica interna en cada una de esas esferas, es decir, las reglas del juego y de las apuestas especficas Estamos ubicados frente a una contradiccin? Ciertamente no. Pero al menos se trata de un interrogante importante al cual se confrontan los investigadores, y que lgicamente debiera llevarlos a producir diferencias entre tipos de campos, segn sus funciones sociales, segn la relacin que mantienen con sus pblicos, segn sus tamaos, etc. Aqu, como en cualquier otro lado, la solucin a un problema prctico inseparablemente poltico y tico puede dar la oportunidad de tiles clarificaciones tericas. Traduccin de Mnica Portnoy34 Notas

Sobre esta concepcin del debate cientfico, ver: B. Lahire. (1998). Scne II: Champs de pertinence, pp. 241-254. 2 Principalmente en Quelques proprits des champs (Bourdieu, 1980) (Algunas propiedades de los campos, en Pierre Bourdieu. (1990). Sociologa y cultura, coleccin Los Noventa, Mxico: Grijalbo/CONACULTA, p. 135 y ss.) y en Le champ littraire (1991). 3 Cf. versin en espaol, s/f, pp. 146-147. 4 Cf. versin en espaol, 1982: 48. 5 Cf. versin en espaol, 1982: 159-160. 6 Cf. versin en espaol, 1990: 24. 7 Cf. versin en espaol, 1991: 169. 8 Ibid., 1991: 173. 9 Cf. versin en espaol, 1982: 306. 10 Ibid., 1982: 316. 11 Cf. versin en espaol, 1982: 312-313.

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Ibid.: 313 Ibid.: 313. 14 A veces podemos confundir la teora de los campos con el esquema pascaliano de la diversin (de la illusio), siendo que tal esquema no conlleva, forzosamente, a la teora de los campos. La necesidad de un mnimo de inversin en actividades sociales y de una creencia mnima en la importancia de dichas actividades, puede tomarse, efectivamente, de algunas reflexiones pascalianas, tales como: Nada es tan insoportable para el hombre que estar en reposo pleno, sin pasiones, sin asuntos, sin diversin, sin aplicacin. Siente, entonces, su nulidad, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vaco. El hombre tiene necesidad de incorporarse al juego escribi an Pascal: Es necesario que se recaliente ah, y que se engae a s mismo imaginndose que sera feliz de ganarse lo que no quisiera a menos que se lo demos a condicin de no jugar. Aunque estas inversiones, que le impiden pensar en su miserable condicin, no se reducen necesariamente a las inversiones en los campos. Pascal precisa que una cosa tan simple como un billar y una bola que l empuja, alcanzan para entretenerlo. 15 Leslie McCall (1992) seala que en el caso de Pierre Bourdieu la estructura social () se define por las profesiones y los capitales que les son asociados y que el habitus reviste una dimensin en gran parte pblica. En consecuencia, las prcticas sociales de las mujeres, que estn ms presentes en las esferas, contribuyen poco a la definicin profesional y pblica del espacio social. 16 Cf. versin en espaol, 1988: 99. 17 Por otra parte, sobre el hecho de que la influencia del oficio es muy relativa, en la medida en que no es el nico universo frecuentado, y que cada individuo tiene conciencia, en una sociedad diferenciada, de la no universalidad de las reglas propias de su actividad profesional, ver Durkheim, 1991: 289-290 (cf. versin en espaol, 1982: 356-357). 18 Cf. versin en espaol, 1986: 208. 19 Como ejemplo clsico de re-trabajo sobre un corpus, una tradicin preexistente, se puede mencionar el caso de los mitos que, una vez puestos por escrito, se convierten en la base de un saber teolgico sobre la funcin de los diferentes dioses y la relacin entre los dioses.

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Se puede tambin resaltar que, obnubilado por la cuestin del poder, de las estrategias de conquista de capitales, de reproduccin o de reconversin de su capital, Pierre Bourdieu redujo la sociabilidad, las relaciones interpersonales (entre las cuales estn las relaciones de amistad) a la del capital social potencialmente movilizable. En un ejemplo como se, es el origen de los vnculos sociales lo que es ignorado. Ahora bien, la fantstica reduccin que produce la nocin de capital social aparece, por contraste, cuando se lee el magnfico trabajo de Claire Bidart (1997). 21 La nocin de campo permite superar la oposicin entre lectura interna y anlisis externo sin perder nada de lo adquirido y de las exigencias de estos dos enfoques, tradicionalmente percibidos como inconciliables (Bourdieu, 1992: 288). 22 Cuando se evocan las comparaciones inter-campos, es esencialmente para subrayar las relaciones de fuerza entre esos diferentes campos o las luchas de competencia entre los agentes que pertenecen a esos diferentes campos. 23 Ver, entre otras obras, Dupont, 1994; Vernant, 1969 y 1981; Dtienne, 1981 y 1988; Gruzinski, 1988; Havelock, 1963; Goody, 1980; Yates, 1975; LviStrauss, 1962. 24 Aunque los psicoanalistas, entre otros, demostraran adems que existe un psicoanlisis implcito en Flaubert o en Proust. 25 Un intento interesante de sociologa de la obra literaria puede verse en el trabajo reciente de Clara Lvy sobre los escritores judos de lengua francesa contemporneos. 26 Cf. versin en espaol, 1970: 41. 27 Cf. versin en espaol, 1988. 28 Cf. versin en espaol, 1994. 29 Las amenazas sobre la autonoma son el resultado de la interpenetracin cada vez mayor entre el mundo del arte y el mundo del dinero, Bourdieu, 1992: 468 (Cf. versin en espaol, 1995). 30 Preciso aqu que este interrogante es el de un investigador que comparte el mismo juicio positivo sobre la autonoma de los campos de produccin cultural, y ms particularmente del campo cientfico. 31 Cf. versin en espaol, 1999: 557. 32 Mientras que ella manifiesta la ruptura con las demandas externas y la voluntad de excluir a los artistas sospechosos de su obedecer, la afirmacin

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del primado de la forma sobre la funcin, del modo de representacin sobre el objeto de la representacin es la expresin ms especfica de la reivindicacin de la autonoma del campo y de su pretensin de producir e imponer los principios de una legitimidad especfica tanto en el orden de la produccin como en el orden de la recepcin de la obra de arte, Bourdieu, 1992: 412. 33 El libro de referencia de esta corriente, Art as experience, primera edicin publicada en 1934, de John Dewey, no ha sido an, hasta el da de hoy, traducido al francs, cf. versin en espaol, 1949. 34 Traductora Profesional, Colegio de Mxico. Bibliografa Ang, I. (1985). Watching Dallas: soap opera and the melodramatic imagination, Londres/Nueva York: Methuen. Bello, L. (1993). La Scne proustienne, Proust, Goffman et le thtre du monde, Pars: Nathan. Bernstein, B. (1992). La construction du discours pdagogique et les modalits de sa pratique, Critiques Sociales, 3-4, noviembre, pp. 20-58. Bidart, C. (1997). LAmiti un lien social, Pars: La Dcouverte. Bidou-Zachariasen C. (1997). Proust sociologue, Pars: Descartes & Cie. Bourdieu, P. (1979). La Distinction. Critique sociale du jugement, Pars: Minuit (Versin en espaol: Pierre Bourdieu, (1988) La distincin: criterios y bases sociales del gusto, traduccin de Mara del Carmen Ruiz de Elvira, Madrid: Taurus). ___________(1980). Questions de sociologie, Pars: Minuit. (Versin en espaol: Pierre Bourdieu. (2000). Cuestiones de sociologa, traduccin de Enrique Martn Criado, Madrid: Istmo). ___________(1982a). Leon sur la leon, Pars: Minuit. (Versin en espaol: Pierre Bourdieu. (2002). Leccin sobre la leccin, traduccin de Thomas Kauf, Barcelona: Anagrama)

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