La Diabla y El Arma de Horacio Castellanos Moya
La Diabla y El Arma de Horacio Castellanos Moya
La Diabla y El Arma de Horacio Castellanos Moya
María Tenorio
Español 858
Por qué creo en las mentiras de La diabla y El arma de Horacio Castellanos Moya.
Voy a hablar en primera persona, como los personajes de las dos novelas de
Horacio Castellanos Moya que me ocuparán en este ensayo. Y hablar en primera persona
va a significar hablar sobre mi lectura personal de estos textos literarios que son La diabla
en el espejo –de cariño, La diabla– publicada por la editorial Linteo en España en el año
2000 y El arma en el hombre –de cariño, El arma– aparecida un año más tarde en
salud del intento de descifrar lo que el autor quiso decir o la manera como se supone que
debe leer literatura una estudiante de doctorado en letras. Yo leí los libros de mi
compatriota con fe, incluso quizás con ingenuidad y también con cariño. Claro que para
ingenuidad. Con el cariño no sé si podré ponerlo a un lado. Pero si insisto en esto de ‘mi
afectiva que siento por esos dos libros que, como el ensayo que ahora escribo, se gestaron
La diabla y El arma son dos novelas que invitan a ser leídas en pareja. Otro
compatriota radicado en Nuevo México, Rafael Lara Martínez, en su ensayo crítico sobre
ambas explica que: “Las obras pueden leerse aisladamente; pero, existen múltiples
conexiones que sugieren una lectura conjunta. Los dos héroes principales –Laura Rivera
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conexión más obvia, la bisagra que une ambos relatos, es el cadáver de Olga María de
protagonista de El arma. Para escritor chileno Roberto Bolaño “el asesinato de esa pobre
que no ha terminado y que ha marcado mi vida adulta. Laura y Robocop son mis
contemporáneos, quizás un poco mayores que yo, pero casi caemos en la misma
natal y vital. Ahora vuelvo un poco atrás: dije hace unas líneas que las novelas ‘me
hablan’ en un sentido bien literal, porque son vaciamientos orales, confesiones de dos
subjetividades, hechas al oído de alguien que escucha con atención (y mi atención viene
de lo que he explicado antes). Son monólogos que confían una serie de vivencias
personales en esa supuesta época de reconciliación nacional, como dicen las versiones
oficiales, que siguió a la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla en
1992 en El Salvador. Este trasfondo histórico común también convoca la lectura conjunta.
Quizá lo pertinente en este momento sea hacer una profesión de fe. Creo en los
Pongo a Laura y Robocop como iconos en un díptico imaginario unidos por la bisagra del
cadáver de Olga María: estos son los noventas en San Salvador. Y cuando digo que me
convencen y que los convierto en iconos de mi díptico no quiero decir otra cosa que se
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me aparecen familiares, los creo reales: solo les falta tener un cuerpo para que mi mano
verosímil aquí me parece muy suave. Pero cuando me salgo del pacto literario y cierro los
libros que he tenido en mis manos, entonces puedo cuestionar mi propia fe de lectora:
¿por qué creo en estos personajes? ¿por qué acepto la representación de estos
compatriotas tan fácil y felizmente? ¿por qué leo la palabra de Castellanos Moya con
peso de realidad?
Me enseñó Umberto Eco que la semiótica "es la disciplina que estudia todo lo que
puede usarse para mentir" (Eco 31), ya que un signo está en lugar de otra cosa que no debe
existir o subsistir en el momento en que el signo la represente. Quizás puedo creer que las
novelas de Moya me mienten muy hábilmente en el sentido que Eco lo explica, están hechas
de esos signos que están en lugar de los discursos de esos individuos que bien podrían ser
Sin embargo después vino a mi vida Jacques Derrida, a decirme que no hay tal
estudié antes que a Eco), entre significante y significado, es decir, entre la palabra oral o
escrita y el concepto mental de la realidad referida por ella (Derrida 112). El discurso está
hay un punto extra-lingüístico del cual sujetarse (Derrida 116). Desde esta perspectiva, los
advierten que los cuerpos de carne y hueso están fuera de todo alcance o, si voy hasta las
Como esta también es mi confesión he de decir que ambas posturas teóricas, como
prestidigitación, de engaño, con signos, con palabras; estas palabras me remiten a otras
palabras o, para mejor decir, a discursos que circulan fuera del ámbito de la ficción literaria,
en ese terreno tejido de discursos que vienen y van, que se dicen y se contradicen, que
entiendo como realidad material, construcción inteligible, sígnica, de lo real en que vivo.
Quiero ser derrideana, porque no puedo escaparme del discurso, pero sin ser nihilista,
Dicho esto, decidida a seguir creyendo, me voy a ir a los textos mismos para
justificar mi fe.
Con La diabla me ocurre que la primera línea me dice quién habla y a quién le
habla: “No es posible que una tragedia semejante haya sucedido, niña” (11). En mi
experiencia decirle “niña” a alguien es marca de feminidad por el lado del emisor y del
receptor. Estoy ante un diálogo de mujeres. Al continuar la lectura de este libro me voy
dando cuenta que estoy ‘escuchando’ a la misma mujer hablar todo el tiempo, en diferentes
situaciones y lugares que bien puedo identificar en cada caso, y que ella está hablando
siempre con la misma interlocutora, esa ‘niña’ cuyo nombre no llego nunca a saber. También
Laura Rivera, la protagonista, cuya voz abarca todo el espacio narrativo de La diabla, está
que habla. La novela está estructurada en nueve capítulos; el título de cada uno me va dando
pistas para ubicar el lugar o acontecimiento preciso en que tiene lugar la voz; así por
ejemplo en “El entierro”, capítulo segundo, estoy oyendo el chambre de Laura durante los
funerales de su amiga íntima Olga María. Ahora bien, lo que más me gusta y me sitúa
definitivamente en las circunstancias de la producción del discurso son los comentarios que
se filtran en el monólogo de Laura, para aludir a algo que la rodea en ese momento, ya sea
un comentario sobre el clima, sobre la gente que ve, sobre su propio cuerpo, su ropa, etc. Y
Detesto manejar en los entierros. La gente la odia a una; se hacen los grandes
aire acondicionado, qué bueno. No sé por qué esa carroza va tan despacio.
carros. Te aseguro que este es uno de los cortejos más numerosos en los
Parte de la textura misma de la oralidad y del chambre, estas alusiones dan redondez a la
protagonista –la retratan- y, en mi opinión, resultan claves para hacer real y creíble la
mentira de los signos literarios. Esos espacios tan bien logrados borran la intervención del
letrado para hacerme creer que estoy ante la explosión de una subjetividad saliendo a
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borbotones a pesar de ella, casi sin querer, con absoluta naturalidad. Son esos espacios que
me crean la ilusión de estar oyendo a alguien hablar desde su yo más íntimo, sin censura, sin
tapujos.
Con El arma resulta ser que creo a pesar de la forma. Ahora me explico. Mi creencia
pasa por la mediación del escritor, del letrado, del dueño de las palabras que me entregan la
voz de Robocop, este ex-combatiente del ejército salvadoreño. La primera persona que se
me hace patente desde la primera línea, “Los del pelotón me decían Robocop” (9), es una
voz masculina, pero muy muy pulida, casi sin trazos de oralidad ni mucho menos esos
Castellanos Moya, en una entrevista, explicó las diferencias del lenguaje de El arma con sus
‘verbocidad’ tremenda, frase larga, con muchas subordinadas. Aquí tenía que
manera en el mundo. Una persona que no comenta, sino que actúa; que no
No, en mis dos primeros libros sí tuve una voluntad de recuperación dialectal
de cómo se habla en El Salvador, pero en este casi no. Fue más el trabajo de
Quizás me hubiera gustado no entender nada, pienso después de leer esta respuesta del
Esta diferencia entre La diabla y El arma, entre las formas de mentir por las que opta
díptico es bastante deforme, esta es una pareja que no podría ser pareja. No se trata de Adán
y Eva en el paraíso terrenal, sino de Laura Rivera y Robocop en El Salvador. Una mujer de
clase alta, ex-alumna de la Escuela Americana, que conduce un BMW por ciertos sectores
de San Salvador, y un ex-sargento del batallón Acahuapa, reclutado a la fuerza a los veinte
años, entrenado para matar sin pestañear, sin lugar fijo de residencia al terminar la guerra.
recurrir a las explicaciones del escritor para desarrollar mis ideas. Lo que se me ocurrió fue
que la subjetividad de una mujer como Laura está al alcance del letrado, mientras la de
alguien como Robocop está lejos lejos del letrado. ¿Qué dice el escritor sobre su creación
“Laura”? “El mundo de Laura lo fui armando de los mundos a los que pertenecí en San
complicado” (Verduchi). Ahora, ¿qué dice sobre su creación “Robocop”? “Fue una
aventura. Es ponerse en el lado en que uno no está y probablemente nunca esté. Hay que
separarse lo más posible de sí mismo y a la hora de corregir hay que quitar mucho de esos
rastros que uno va dejando de sí mismo cuando escribe en primera persona” (“La
entrevista”).
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Ricardo J. Kaliman quien me llevará un paso adelante en mi reflexión sobre la fe. A esta
altura ya disfruté La diabla con el gozo y morbo de quien está oyendo un chambre en la
mesa de la esquina en ese bar capitalino al que el escritor le pone “El balcón”, pero se
transparentemente” (111). Eso tocaría también a una construcción literaria, que podría
bien colocarse como sujeto de la anterior oración. La reflexión de Kaliman surge a partir
posición de subalternidad:
primeros y no de los segundos (en realidad, más bien podríamos decir que
hace mucho más difícil el acceso a ese tipo de actividad que es la historia
“conciencia”, como lo hace Kaliman, pues eso me suena a substrato pre-discursivo que el
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lenguaje debe traducir. Entiendo con Eco que solo se puede mentir sobre tal substrato y
prefiero quedarme con esa explicación del juego entre lo real y los signos que construyen
realidades. La opacidad de El arma, esa dificultad de que habla el escritor para armar una
posibilidad del discurso: por más que el escritor quiera separarse de su personaje,
ocultarse tras la textura de su lenguaje literario, si quiere construir una narrativa realista,
tipo confesional, en primera persona –y es lo que Castellanos Moya quiere hacer- debe
Michel Foucault, conduce al descubrimiento del yo. Dice el filósofo francés que en el
cristianismo “cada persona tiene el deber de saber quién es, esto es, de intentar saber qué
es lo que está pasando dentro de sí, de admitir las faltas, reconocer las tentaciones,
localizar los deseos, y cada cual está obligado a revelar estas cosas o bien a Dios, o bien a
confesión de Robocop, ante quién estaba hablando, por qué contaba su historia. Contrario
a lo que ocurre en La diabla, donde creo saber con quién, dónde y por qué Laura está
¿por qué la narración?, ¿ante quién está confiando Robocop la historia que
propuesta reveladora a Robocop (...): "el trato era éste: yo les contaba todo
mercenario (Cortez).
absoluto y permanente de la voluntad, no puede lograrse más que por la mediación del
otro”, dice Foucault en la Hermenéutica del sujeto (60). Y el otro que media en la
formulación del yo, en El arma, es Johnny, el hombre que puede salvar a Robocop, darle
otra oportunidad de vivir, asegurarle un nuevo lugar en el mundo donde pueda seguir
haciendo lo que sabe hacer. Robocop habla para salvar su pellejo; en este momento de su
decidirlo ahora mismo: o aceptaba o me pondrían en un avión en ruta hacia San Salvador
para que me pudriera en la cárcel” (El arma 132). Como dice Cortez, “Robocop narra su
historia en el contexto de una situación extrema: es para salvar su vida que lo hace.”
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circunstancias: Johnny era chicano, Robocop tenía que producir y traducir un discurso
Si bien Robocop dice no ser “un desmovilizado cualquiera” (El arma 11), su
otro que se reconoce en posición de poder, poder de dar vida o muerte, del que Robocop
mismo está privado en el momento de la confesión. Cuando estuvo preso en San Salvador
después del asesinato de Olga María, Robocop no confesó nada: “Hubo otros
primeros combates, para resistir en caso de caer en manos del enemigo” (63). Robocop
quedan con él para convertirlo, como dice Johnny, “en un verdadero Robocop” (132) al
posibilidad. En la última página del capítulo noveno de La diabla, titulado “La clínica”,
una se entera que Laura está recluida en el cuarto de una institución de salud haciendo lo
que tan bien ha hecho durante las últimas semanas, hablando con ella misma, hablando
sola: “dice [mi mamá] que estoy grave de los nervios, que no me encuentro bien de la
cabeza, que desde que murió Olga María permanezco alterada, que me la paso hablando
sola, que siempre salgo sin compañía como si no supiera que ando con vos” (182).
Entonces podrían empezar las preguntas sobre aquella cháchara tan espontánea en la
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iglesia, en el carro, en el teléfono. Nunca hubo nadie escuchando a Laura. Era la diabla en
el espejo, hablando para ella misma, imaginando a su interlocutora ideal, hablando para
realidad. En esta mentira literaria no hay interlocutor/a, solamente lector/a. Y resulta que
distinta cuando una se da cuenta de que ha estado escuchando nueve monólogos que
querían ser diálogos. Aquello que parecía transparente se me vuelve opaco y veo la mano
del escritor que se me había ocultado todo el tiempo. Ni la mujer grabó sus
letrado.
Curioso que ambos personajes acaban en una institución de salud –Laura en una
clínica en San Salvador, Robocop “en el hospital de la cárcel de San Isidro, Texas” (130)-
por el poder destructor de su cuerpo. Los dos con vida y con posibilidades de salvarse,
eso sí, de volver al mundo a seguir ‘deleitándolo’ con sus respectivas correrías. Aquí digo
salvarse no en sentido cristiano de vivir en permanente armonía con todo y con todos. El
para poder seguir. Un lugar donde la lengua de Laura y los otros placeres sensuales de
que tanto disfruta puedan seguir siendo; un lugar donde Robocop pueda seguir llevando a
término misiones peligrosas en que se juegue su vida y acabe con la de otros. La realidad
otros tiempos. Las novelas de Castellanos Moya no auguran paz ni reconciliación para El
Salvador. Ese sabor me queda en la boca después de leer –y escribir mi lectura- sobre La
diabla y El arma.
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Obras citadas
Bolaño, Roberto. “Entre paréntesis: Horacio Castellanos Moya” El Mercurio Online: Las
http://www.lun.com/Cultura/Opiniones/detalle_noticia.asp?cuerpo=702&seccion=
813&subseccion=906&columnista=803&idnoticia=C369850105092593
Cortez, Beatriz. “La verdad y otras ficciones: Visiones críticas sobre el testimonio
http://www.wooster.edu/istmo/articulos/testim.html
Derrida, Jacques. "Structure, Sign and Play in the Discourse of the Human Sciences."
Piqueta, s/f.
---. Tecnologías del yo y otros textos afines. Trad. Mercedes Allendesalazar. Barcelona:
<http://www.denison.edu/istmo/n03/articulos/moya.html>
Verduchi, Enzia. “Horacio Castellanos Moya: ‘Todos somos criminales.’” Literate World
http://www.literateworld.com/spanish/2002/escritormes/oct/w01/box1.html