LITURGIA - P.antonio Rivero
LITURGIA - P.antonio Rivero
LITURGIA - P.antonio Rivero
PREFACIO
El papa Juan Pablo II acaba de publicar una carta apostlica con motivo del
cuadragsimo aniversario de la constitucin dogmtica Sacrosanctum Concilium, sobre la
Sagrada Liturgia del concilio Vaticano II, firmada el 4 de diciembre de 2003. En dicha
carta, Juan Pablo II nos invita a la profundizacin de la liturgia, despus de una esmerada
reforma.
Dice el papa en el nmero 6: A distancia de cuarenta aos, conviene verificar el
camino realizado. Ya en otras ocasiones he sugerido una especie de examen de conciencia
a propsito de la recepcin del concilio Vaticano II (cf. Tertio millennio adveniente, 36).
Ese examen no puede por menos de incluir tambin la vida litrgico-sacramental.
Nos lanza las siguientes preguntas de examen:
Liturgia
Liturgia
Liturgia
INTRODUCCIN GENERAL
Asomndonos
al misterio de la liturgia
Cuando hablamos de liturgia, qu queremos decir?
Si vamos a la etimologa griega, la palabra liturgia significa obra (ergon) del pueblo
(leiton, adjetivo derivado de laos, que significa pueblo). Por tanto, podramos decir que la
liturgia es obra del pueblo, obra pblica dedicada a Dios. En palabras ms simples diramos
que la liturgia es el culto espiritual o servicio sagrado a Dios de cada uno de nosotros, que
formamos su pueblo.
Hoy ya entendemos la liturgia como el culto oficial de la Iglesia, nuevo Pueblo de
Dios, a la Santsima Trinidad, para adorarle, agradecerle, implorarle perdn y pedirle
gracias y favores.
Desde el comienzo del movimiento litrgico, hasta nuestros das, se han propuesto
muchas definiciones de liturgia y todava no existe una que sea admitida unnimemente,
dada la riqueza encerrada en dicho misterio. Sin embargo, todos los autores admiten que el
concepto de liturgia incluye los siguientes elementos: la presencia de Cristo Sacerdote, la
accin de la Iglesia y del Espritu Santo, la historia de la salvacin continuada y actualizada
a travs de signos eficaces, que son los sacramentos, y la santificacin del culto.
Segn esto se podra considerar la liturgia como la accin sacerdotal de Jesucristo,
continuada en y por la Iglesia bajo la accin del Espritu Santo, por medio de la cual el
Seor actualiza su obra salvfica a travs de signos eficaces, dando as culto perfectsimo a
Dios y comunicando a los hombres la salvacin, aqu y ahora.
Un gran telogo de nuestro tiempo define as la liturgia: La liturgia es la
celebracin de los sagrados misterios de nuestra redencin por la Iglesia, en la que
perdura viva la persona de Cristo, vivos los acontecimientos salvficos del origen, activa la
presencia de su gracia reconciliadora y fiel la promesa, mediante los signos que l eligi y
que la comunidad realiza, presidida por la palabra de los apstoles y animada por el Santo
Espritu de Jess...La liturgia es la anamnesia de una comunidad que en obediencia a su
Seor hace memoria de todo lo que l dijo y padeci; de lo que Dios hizo con l por
nosotros. La Iglesia se une as a lo que fue la gesta salvfica de Cristo y contina adherida
Liturgia
e identificada con la intercesin que, como sacerdote eterno, l sigue ofreciendo al Padre
por nosotros, mientras peregrinamos en este mundo1.
En este contexto ya podemos apreciar lo que es la liturgia en la Iglesia. La liturgia
no es sino la celebracin de ese proceso de la redencin en el mundo y del mundo. La
liturgia es la fuente y culmen de la vida cristiana, como la llam el concilio Vaticano II,
porque en la celebracin litrgica es donde se verifica y tiene su ms explcita expresin,
ese modelo de iniciativa y respuesta, de la accin divina y la cooperacin humana. En
cuanto fuente, la liturgia es punto de partida que nos impulsa a que, saciados con los
sacramentos pascuales, sigamos caminando hacia la santidad mediante una vida recta y
honesta, dando gloria a Dios con nuestras palabras y nuestras acciones delante de los
hombres. En cuanto culmen, la liturgia es punto de llegada, es decir, toda la actividad de la
Iglesia tiende a dar gloria a Dios.
Si se preguntara a los catlicos la razn por la que asisten a misa los domingos,
muchos probablemente diran que porque es algo muy importante para ellos, o porque les
gusta cmo habla el sacerdote que celebra, o porque los catlicos tienen la obligacin de
asistir.
Sin embargo, si reflexionamos un poco, tendremos que decir que la razn por la que
vamos a misa es porque Dios nos ha llamado a reunirnos junto a l en su Iglesia, para darle
gloria, agradecerle, implorarle ayuda y pedirle perdn. Por eso podemos decir que la
liturgia es la celebracin de un pueblo reunido en nombre del Seor, que nos hizo
hermanos, hijos del mismo Padre, miembros del mismo cuerpo, ramas del mismo rbol.
En la sociedad contempornea, en la que hay gente que cree en todo tipo de cosas o
simplemente ya no cree en nada, la fe que nos lleva a la iglesia el domingo, mientras un
vecino poda el jardn y otro lee el peridico o mira una pelcula, puede darnos un sentido
vivo de vocacin o llamado. No es que seamos mejores o peores que nuestros vecinos, sino
que nosotros, por razones misteriosas que slo Dios conoce, hemos sido elegidos y
llamados para conocerlo a l y sus obras, para amarle sobre todas las cosas y servirle de
todo corazn en nuestro da a da.
Aun reconociendo nuestras infidelidades personales y comunitarias, nos reunimos
para la celebracin litrgica, y seguimos siendo lo que somos: un pueblo llamado por Dios
a ser su testigo y su ayuda en la historia humana. Somos el Cuerpo de Cristo, sus brazos y
piernas, pies y manos, para el mundo que l ama.
El papa Po XII nos dice que la liturgia es el culto del Cuerpo de Cristo completo,
cabeza y miembros. En la liturgia, somos llamados juntos a la presencia del Padre, que es
el Padre de todos. Nos reunimos en Cristo, porque sin Cristo no podemos presentarnos ante
el Padre. Y nos reunimos por el Espritu de Cristo, que se derrama en nuestros corazones
para que formemos un cuerpo, un espritu, en Cristo. Llamados a la presencia del Padre,
en Cristo, por el Espritu!
1
Liturgia
Liturgia
Nos ensea a escuchar la voz de Dios en la voz de los otros y a recibir de manos de
los dems los dones de Dios mismo. Nos ensea a vivir en la sociedad, gentes de diferente
educacin y raza, como hombres y mujeres entregados a fomentar la paz y la unidad y la
ayuda mutua. Nos ensea a usar los bienes de la tierra, representados en la liturgia por el
pan y el vino, el agua y el aceite, no para que los atesoremos y consumamos a solas
egostamente, sino como sacramentos del mismo Creador que hay que aceptar con
agradecimiento, utilizar con reverencia y compartirlos con generosidad.
S, la liturgia es una expresin de nuestra fe y amor; pero tambin conforma y
profundiza esa fe y amor. Nos ensea cmo vivir con fe y cmo amar ms profundamente y
con mayor verdad. Nos ensea que la fe, la esperanza y el amor se hacen vivos a medida
que reconocemos y aceptamos la obra de Dios en el mundo. Sabemos que la liturgia
comienza y termina con la seal de la cruz, porque la cruz es la seal del amor que Dios nos
tiene y de la respuesta humana de Jess a ese amor. Am hasta el final, obediente hasta la
muerte de cruz.
As, la liturgia nos hace comprender que no hay amor sin sacrificio, ni vida excepto
por la muerte. En la liturgia y en la vida nos identificamos con la muerte de Jess, de modo
que la vida de Jess tambin se manifieste en nosotros. El corazn de la liturgia, corazn de
todos los sacramentos, desde el bautismo hasta los ritos por los moribundos, es el Misterio
Pascual, el misterio de la iniciativa de Dios y de nuestra respuesta como se revela en la
muerte y resurreccin del Seor. Por la liturgia, la Iglesia actualiza el Misterio Pascual de
Cristo, para la salvacin del mundo y alaba a Dios en nombre de toda la humanidad.
No solamente el pan y el vino se han de transformar en la liturgia, sino que tambin
nosotros tenemos que transformarnos, asocindonos al sacrificio de Jess, permitiendo que
Dios suscite en nosotros constantemente una vida nueva, de modo que tambin la Iglesia se
transforme para que el mundo evolucione segn los designios de Dios para toda la
humanidad.
En este sentido podemos decir que en la liturgia se unen la lex orandi(oracin), la
lex credendi (dogma) y la lex vivendi (vida). No son separables, como veremos en la
primera parte, la oracin, el dogma y la vida, sino que se deben iluminar e interaccionar en
reciprocidad.
La liturgia hace explcito lo que est escondido e implcito en la historia del
hombre; nos recuerda lo que Dios ha hecho en el pasado, para que podamos reconocer al
mismo Dios actuante en el presente, y nos recuerda los fines a los que el mundo y su
historia se dirigen, la posesin eterna de Dios en el cielo. Nos pone en contacto con el
misterio que existe en el corazn de todas las cosas y de cada ser humano.
La liturgia es, sin duda, el momento culminante de la vida de la Iglesia, de la
actuacin del Espritu Santo y de la presencia del Cristo glorioso. La liturgia es la salvacin
celebrada, vivida.
Adentrmonos con fe y respeto en este misterio de la liturgia.
Liturgia
PRIMERA PARTE
El misterio insondable de la liturgia
La liturgia es el ro de vida que brota del Padre y del Cordero. S, un gran ro donde
confluyen todas las gracias y manifestaciones del Misterio Trinitario.
Este ro comenz el Viernes Santo. Se hizo caudaloso en Pentecosts. En cada
celebracin sacramental nos baamos y nos refrescamos, nos purificamos y saciamos
nuestra sed, pues ah nos sale Dios con su agua salvfica, que nos limpia, reconforta y
alivia.
Este ro pasa a travs del canal de la palabra humana de Dios, escrita en la Biblia y
cantada en la Iglesia, sin jams agotarse.
Esta liturgia se vive en la celebracin, cuyos elementos son la asamblea, los
ministros, el espacio, el tiempo, el canto, las acciones simblicas, la palabra de Dios, leda
en la Biblia, y la palabra de la Iglesia pronunciada por nosotros
El hombre tiene sed y busca su agua en los pozos donde piensa que puede
encontrarla. En su caminar errante, excava un pozo cada vez que planta una tienda. As es
el hombre.
Pero Dios nunca duerme. Es Dios quien excava en el hombre la sed y la espera. Es
Dios quien antes que nadie tiene sed, y es quien sale al camino para buscarnos, hasta
encontrarnos en el brocal de nuestros pozos irrisorios y medio secos.
Nos dice Orgenes: Sal de estos pozos, y recorre toda la Escritura buscando pozos
y llega al Evangelio. Le encontrars junto al brocal de aquel pozo en el que nuestro
Salvador reposaba, por la fatiga del viaje, cuando llega una samaritana que quera sacar
el agua... 3.
La liturgia es ir a esa fuente, que es Dios, donde l mismo nos ofrece esa agua viva
de su gracia y quedamos saciados. Y los canales que Dios ha dispuesto para que fluya su
agua viva son las celebraciones litrgicas. Pero no confundamos fuente y canal. Antes de
hablar de nosotros y de nuestras celebraciones hay que escuchar a Quien celebra y es
celebrado, a Dios. Acojamos a Quien nos ofrece la fuente.
Quien se arrime a esta fuente, se convertir en rbol frondoso con frutos opparos y
sabrosos. Frutos de santidad y frutos de apostolado.
Liturgia
1.
Cf. Ef 3, 9
Liturgia
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al Padre, y el Padre lo acepta. Y limpia las aguas todas. No fueron las aguas del Jordn las
que limpiaron a Jess, sino que fue Jess quien purific las aguas del Jordn y nuestras
aguas. Desde ese da las aguas de todas las fuentes, con la fuerza del Espritu Santo que el
ministro sagrado invoca en el bautismo, tienen la propiedad de limpiarnos, no slo por
fuera, sino tambin interiormente.
La liturgia es un acto de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y Persona
divina. Y trae toda la vida del Padre, el agua del Padre, el amor del Padre, la salvacin del
Padre. Cuando Cristo habla, es el Padre quien habla en su Verbo encarnado. Cuando Cristo
acta, es el reflejo del Padre. Cuando Cristo sana y cura es el Padre quien cura y sana.
Cuando Cristo abreva nuestra sed de infinito, es el Padre quien nos sacia.
Pero este Jess, manifestacin del misterio de Dios escondido, que llega como
fuente del Padre, slo ofrece con amor esta agua viva, no nos obliga a beberla; atrae
tiernamente, pero no impone su salvacin ni obliga a acercarse para abrevar la sed. Slo
ofrece con cario a quien tiene sed. Son tantos, tantos los que no han querido acercarse! Y
por eso, estn sedientos y secos y estriles. Qu pena! Venid, sedientos todos!. Pero
quienes se acercaron a esa Fuente quedaron saciados, con ganas de seguir acudiendo
diariamente a esa Fuente de Agua viva.
La liturgia es un misterio que se esclarece a la luz de la pasin, muerte y
resurreccin de Jesucristo; es decir, a la luz del Misterio Pascual.
El hombre, s, tiene sed, ansa beber de la fuente. Pero se sabe mortal. Y se
pregunta: todo acaba con la muerte?
Aqu se entiende el porqu de la cruz del Seor, con su muerte y resurreccin.
Cristo no vino slo a darnos un mensaje y una ley, ni slo a revelarnos que Dios es Padre,
que es bueno y misericordioso. Vino tambin para hacernos partcipes de su vida
incorruptible y eterna. Y esto lo hace a travs de la liturgia. Y para ello, nos pide que
entremos en su muerte por amor, a esa fuente de vida, que pasa primero por la muerte. As
nos dar el agua de la vida eterna. En cada celebracin litrgica nos zambullimos en las
aguas de la vida eterna.
Con su muerte nos gan su victoria y salvacin. El cuerpo de Cristo que surge vivo
de la tumba no es ya solamente el de la sed del hombre; es ahora y por siempre el de la
fuente de la vida. La vida surge de la tumba, ms clara que del costado traspasado, ms
vivificante que del seno de la Virgen Mara. Ya no se trata slo de que la sed busca a la
fuente, sino que la fuente se hace sed y se derrama en ella: Dame de beber...tengo sed
(Jn 4, 7; 19, 28).
El ro de la vida estaba anonadado, escondido en el cuerpo mortal de Jess. Y slo
despus de su resurreccin se hace caudaloso, impetuoso y lleno de vida. Quiere recorrer
todos los campos y corazones humanos y regarlos y hacerlos fructificar. Y esto lo hace
Cristo a travs de la liturgia.
Liturgia
11
Liturgia
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Ahora es el tiempo del silencio y de la fe, antes de que el Cordero abra el ltimo
sello de la historia; es el tiempo de la esperanza y del gemido: Ven, Seor Jess!. Y la
satisfaccin completa ser en el cielo. Aqu, a sorbos.
En la liturgia, el hombre es santificado. Se endiosa, en cierto sentido. As como
Jess en la transfiguracin hizo participar a sus tres ntimos en la luz deificante, as
tambin, contina ahora transfigurndose en su mismo cuerpo que es la Iglesia, a travs de
los sacramentos, acciones deificantes del cuerpo de Cristo en nuestra humanidad.
El Seor, tras su Ascensin, difunde entre los hombres el ro de la vida, la liturgia,
en su cuerpo que es la Iglesia, y he aqu la transfiguracin hoy.
La humanidad de la Iglesia es el cuerpo en el que el Seor se revela y obra. Pero
necesitamos entrar en la nube de la fe para poder ser iluminados por su divinidad y
experimentar el: Qu bien estamos aqu!. La liturgia hace vivir en la Iglesia la
transfiguracin del Cuerpo de Cristo que nos comunica su vida divina, su esplendor y
santidad.
La liturgia es un misterio. El Espritu Santo nos deifica en la liturgia celebrada y
vivida. La fuente crea en nosotros la sed. Esa fuente nos da a beber el Espritu. Y as nos
hacemos cuerpo de Cristo. Las energas deificantes del Cuerpo de Cristo nos alcanzarn,
adems, en todo nuestro ser, en nuestro cuerpo.
El Seor se aduea entonces de algunas de nuestras realidades materiales, agua, pan,
vino, aceite, hombre y mujer, corazn contrito; se los asocia a su Cuerpo en crecimiento y
les hace participar de su irradiacin benfica.
Lo que nosotros llamamos sacramentos, son, en efecto, acciones del Cuerpo Mstico
de Cristo, a travs de las cuales el Espritu Santo nos deifica. Con pleno realismo espiritual,
estas energas son sacramentos, de otro modo no podran endiosar. Podemos recibir el
Espritu, slo porque l asume nuestro cuerpo.
La Iglesia es cuerpo de Cristo y esposa de Cristo. En cuanto cuerpo, la Iglesia es
una con l que es la cabeza. En cuanto esposa, es pura acogida, disponibilidad y entrega al
Seor. Y en cuanto esposa concibe el cuerpo total de Cristo. Es la Iglesia quien concibe el
cuerpo de Cristo en la fe, y lleva adelante la gestacin en la esperanza.
La liturgia, gracias al Espritu Santo, es el lugar donde la Iglesia, mediante los
sacramentos, nos trae la luz deificante de Cristo, y donde nos empapamos del agua de ese
ro divino. Nuestras rutinas reduciran los sacramentos a cosas sagradas, si
desconociramos el Espritu que nos transfigura a travs de ellos, pues toda energa del
Espritu Santo se vive en el corazn de la Iglesia, en su humanidad empapada de luz; y no
hay ninguna energa de la Iglesia que no sea la del Espritu de su Seor.
2.
Liturgia
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Unos ministros, de los cuales, al menos uno debe tener el Orden sagrado
para este servicio, es decir, un dicono, un sacerdote o un obispo; de otra
manera, el Espritu y la Esposa no estaran significados. Dios nos da, a travs
de su ministro, esa agua viva.
Liturgia
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moradores. Est abierto a todos los que no estn en esa celebracin y que
ignoran que su verdadera morada es el Cuerpo de Cristo. El Padre espera. El
Espritu clama.
Celebrar la liturgia!
No debemos olvidar nunca la fuente: Hendi la roca y brot el agua (Is 48, 21).
La roca que se rompe es la tumba y brota el agua viva de la fuente del cuerpo de Cristo.
Mana con la fuerza del Espritu.
El ro de la vida que mana del trono de Dios y del Cordero conoce su reflujo en la
Iglesia que celebra.
Lo importante de las celebraciones no son los elementos, sino la fuente. Pero para ir
a la fuente necesitamos una accin que nos conduzca hacia el misterio (mistagogia).
Literalmente mistagogia es la accin de conducir hacia el misterio; o tambin, la accin con
la que el misterio nos conduce. Los principales Santos Padres, autores de mistagogias son:
Cirilio de Jerusaln, Juan Crisstomo, Teodoro de Mopsuesta, Narsai, el pseudo-Dionisio,
Mximo el confesor.
Hablemos de la epclesis o invocacin.
La epclesis del nacimiento (bautismo y confirmacin). La epclesis del bautismo es
la del nacimiento segn el Espritu, donde este Espritu desciende realmente, penetra el
agua y la transforma, ofrecindonos la vida divina, la vida de la Trinidad santa, y
convirtindonos en hijos de Dios. Es la Iglesia, Cuerpo de Cristo, la que nos hace nacer, la
que nos engendra, la que da al Padre un nuevo hijo adoptivo, conformado al Hijo amado.
Todos los dems efectos del bautismo derivan de esta epclesis.
Las epclesis de curacin o la victoria sobre la muerte (confesin y uncin). En la
epclesis de la confesin se unen la ola de la misericordia divina y el abismo de nuestra
miseria, y todo se convierte en perdn; en el momento de la absolucin todo se suelta,
porque todo es liberado por la comunin que es el Espritu del Seor y se desborda la
alegra de Dios y sus ngeles y santos y esa alegra nos llega a nosotros ya perdonados.
En la epclesis de la uncin de enfermos el leo misterioso penetra nuestro cuerpo
mortal como mirra nueva que la Esposa extiende sobre los miembros dolientes de su Seor.
De esta manera las heridas evidentes del pecado que trabajan poco a poco nuestros cuerpos
estn as curadas ya en la esperanza. Esta epclesis anticipa para cada uno la resurreccin
integral, y el Espritu nos conforma a los sufrimientos de Jess, transformando nuestra
enfermedad en amor vivificante y completa en nuestros miembros la Pascua de Quien es la
Cabeza del Cuerpo.
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Recurdese que los tres grados del orden sacerdotal son: diaconado, presbiterado y episcopado.
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Cf. Lc 10, 21
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vamos. Encontrar una cisterna no carece de inters, pero, y la Fuente? Ignorarla conduce a
petrificar los sacramentos en signos eficaces, pero, eficaces de qu?; de la gracia, se dice;
pero, de qu gracia? de la participacin de la vida divina? No olvidemos que en la
celebracin lo ms importante es la Fuente de la que mana esa agua viva, esa gracia divina.
Y la Fuente es Dios, tres veces santo, Trinidad santa, a la que en cada celebracin
adoramos, alabamos, agradecemos, pedimos perdn e imploramos sus gracias para toda la
Iglesia. Y el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, es el canal por donde nos viene a raudales
esa agua viva de la Trinidad santa. Y todos los signos se abren, hacindose transparentes, y
el agua puede manar.
Por eso, hay que rodear todas las celebraciones de alegra y fiesta, s, pero tambin
de decoro, cuidado y respeto, porque celebramos el Misterio de Dios y de nuestra
salvacin, a travs de la pasin, muerte y resurreccin de Cristo.
Celebrar la liturgia!
Nos falta por profundizar en la celebracin del tiempo nuevo y en el espacio
sacramental de la celebracin.
Qu es el tiempo nuevo en las celebraciones?
Cuando hablamos de tiempo nuevo, no hablamos del tiempo csmico, es decir, el
movimiento giratorio de la tierra en torno al sol, con su primavera, verano, otoo e
invierno.
Junto a este tiempo como fenmeno csmico existe otro tiempo que est ms all.
Es lo que llamamos el tiempo nuevo de la resurreccin del Seor. Cristo se convierte en el
Sol Invicto, en torno al cual tiene que girar toda la creacin. Este tiempo nuevo invade
nuestros das, nuestras semanas y nuestros aos, hasta que nuestro viejo tiempo se sature y
su velo mortal se rasgue, y as podamos llegar a la ciudad nueva, cuya luz es Dios mismo,
de modo que el tiempo se convierte en eternidad y la eternidad se comunica al tiempo.
Cuando celebramos a Cristo, nuestra Pascua, nuestro tiempo es penetrado de este
da, es transfigurado, se hace sacramental. No es un da entre los otros ni como los otros,
rimado por la aurora y el ocaso del sol, sino que es la Luz de la Vida que el declinar de la
muerte no puede oscurecer. Este tiempo nuevo arrastrar toda la maldad, la tiniebla, el
pecado, y har surgir la nueva creacin, surgida del poder redentor de Cristo en la Pascua.
Este tiempo nuevo de la resurreccin de Cristo invade el ao, incluso los ms
pequeos instantes de nuestro tiempo. Y ese ao se hace ao litrgico, donde se desarrolla
el misterio de Cristo: adviento, navidad, cuaresma, semana santa, pascua, tiempo ordinario.
El da sacramental que transforma en tiempo nuevo todo instante de nuestra vida es
el domingo, el da del Seor, el primer da de la semana. En el mundo mediterrneo, en el
que se form el cristianismo, el primer da de la semana era considerado como el da del
sol, mientras que los dems das estaban ligados a los planetas entonces conocidos. El sol
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anuncia a Cristo, el cosmos y la historia hablan tambin de l. Cristo viene a ser el Sol
Invicto.
Partiendo de la eucarista, el domingo es el memorial eficaz y fecundante que nos
hace presentes y participantes en la liturgia eterna, en comunin con la Santsima Trinidad.
Da de reposo, s, pero para dejarnos invadir de la alegra, de la fiesta pascual. Cmo
deberamos vivir, pues, el domingo! Con qu ilusin, con qu cario, con qu
profundidad! Y no dejaramos la eucarista dominical por nada del mundo. Ese da Cristo
vuelve a salir triunfante del sepulcro, disipando toda oscuridad y pecado. Mirar hacia la
resurreccin significa mirar hacia la consumacin, a ese da que no tiene ocaso.
Con el da de la resurreccin, Cristo, por as decir, ha superado el tiempo y lo ha
elevado por encima del tiempo mismo. S, Jesucristo es nuestro tiempo nuevo, y a l lo
celebramos en la noche de la fe hasta que todo sea consumado en la luz del Da de su
venida.
El domingo es, por tanto, para el cristiano, la verdadera medida del tiempo, lo que
marca el ritmo de su vida y de su semana. No se apoya en una convencin arbitraria, sino
que lleva en s la sntesis nica de su memoria histrica, del recuerdo de la creacin y de la
teologa de la esperanza.
En este tiempo nuevo, qu puesto tiene la Liturgia de las Horas, que rezan los
obispos, los sacerdotes, los diconos, y tambin los laicos que lo desean?
Mientras en la liturgia dominical todo es don y gracia, todo se recibe en cuanto uno
va y participa, en la Liturgia de las Horas todo se ofrece, todo es alabanza, todo es ofrenda
que la Iglesia tributa junto con su Esposo Jesucristo, al Padre. Desde la tierra nos asociamos
con la Liturgia de las Horas al himno que los ngeles y los santos tributan para siempre a
Dios en la gloria, y por lo mismo se convierte en algo as como un adelanto del cielo.
Con la Liturgia de las Horas hacemos sagrado el tiempo del da, elevando nuestra
oracin a Dios. En esa liturgia es la Iglesia toda la que asume los deseos de todos los
cristianos e intercede por la salvacin de todo el mundo ante Cristo y, por l, ante el Padre.
De esta manera la Liturgia de las Horas se convierte en eficaz instrumento de fecundidad
apostlica, adems de fuente de santificacin personal.
En la Instruccin general publicada por la Sagrada Congregacin para el Culto
Divino en 1971, en su artculo 12, se dice: La liturgia de las Horas extiende a los varios
momentos del da las alabanzas y acciones de gracias, igualmente que la memoria de los
misterios de la salvacin, los ruegos y la pregustacin de la gloria celestial que se nos
ofrecen en el Misterio eucarstico que es el centro y la cumbre de toda la vida de la
comunidad cristiana.
La liturgia de las Horas es el resultado de un proceso por el cual aquella doble
exhortacin del Seor Jess a la oracin y a la oracin comunitaria se van estructurando en
una serie de splicas que, distribuidas a lo largo de cada jornada, impregnan todo el da.
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est aqu o all como un lugar mortal, sino que ha resucitado y lo llena todo con su
presencia.
Ms all de la asamblea que celebra los misterios de Cristo, ese espacio, esa iglesia
o templo est tambin abierto a todos los que no estn all y que ignoran an que su
verdadera morada es el Cuerpo de Cristo. Por eso, ese espacio, precisamente por ser el
lugar de la presencia divina, es tambin participacin, alegra y paz entre los hermanos.
En este espacio, nosotros, como peregrinos, ponemos los pies, pero alzamos los ojos
hacia el cielo, contemplando al Seor que viene y la Virgen y la multitud de los testigos que
caminan con l, como nos narra el Apocalipsis.
As pues, resumiendo, el espacio sacramental, concretado en una iglesia o templo
consagrado, es signo del universo nuevo que viene a nosotros y nos atrae. Expresa,
tambin, nuestra respuesta, nuestra cooperacin de fe a la accin del Espritu Santo. En ese
espacio escuchamos la palabra de Dios y hablamos con Dios; nos vemos todos como
hermanos en comunin unos con otros.
Y cuando abandonamos ese espacio sagrado, que es la iglesia, es para comenzar a
vivir la liturgia en el da a da. Hemos dejado el espacio sacramental, pero la presencia del
resucitado la llevamos dentro y comenzamos a vivirla durante la jornada.
3.
Si la liturgia es el misterio del ro de vida que brota del Padre y del Cordero, y si nos
alcanza y arrastra, y nos empapa y sacia cuando la celebramos...es para que toda nuestra
vida sea regada y fecundada por ella, es decir, la liturgia debe ser vivida, nos debe
transformar.
Las celebraciones son el momento de la siembra, pero despus tiene que venir la
vida que da frutos sabrosos. Si hemos celebrado el gape divino, debemos vivir ese amor a
nuestro alrededor. Si hemos celebrado la santidad de Dios, debemos reflejar esa santidad de
Dios en nuestra vida y en cada uno de nuestros gestos. Si hemos celebrado la muerte y
resurreccin de Cristo, debemos morir a nosotros mismos para vivir la experiencia del
hombre nuevo, como nos dice san Pablo.
Por qu a veces se da esta separacin: por una parte, la celebracin, por otra,
nuestra vida no responde a esa celebracin? La respuesta es sencilla: por el pecado y
nuestra miseria.
No debe haber divisin ni dicotoma entre liturgia y vida.
Esto se dio antes de la venida de Cristo, en el Antiguo Testamento, pues no se
contaba con la gracia de Cristo. Pero ahora, s tenemos esa gracia de la unidad, entre el
ritual sagrado y la conducta moral: El mismo Cristo que celebramos debe ser el mismo
Cristo que vivimos. Decir liturgia vivida es llevar una vida nueva, actuar como Cristo,
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pensar como Cristo, amar como Cristo, sentir como Cristo. Cristo resucitado es nuestra
fuente y nuestra vida nueva.
Vivir la liturgia!
Dnde hacemos vida la liturgia?
a)
En la oracin
Slo si llevamos esa liturgia al corazn, esa liturgia se hace oracin en nosotros y
nos transforma. Es en el corazn donde nos encontramos con esa fuente de vida divina. Es
en el corazn donde el hombre se siente en casa; es el lugar del encuentro autntico con
nosotros mismos, con los dems y con Dios vivo. El corazn reclama una presencia.
El corazn es el lugar de la decisin, el momento del s o del no. El corazn
tiende hacia esa Presencia que sacia y slo en el corazn se da ese encuentro con Dios, si
nosotros le abrimos. Y lo abrimos, si oramos.
Y quien nos hace entrar en oracin es el Espritu Santo. l es el pedagogo de nuestra
oracin. Es indispensable empezar por l y con l. l hace entrar en el corazn a Cristo
resucitado. El Espritu Santo es quien nos despierta a la oracin. No slo es l quien viene
a nosotros; nosotros tambin entramos en l.
Y en la oracin nos hace el Espritu Santo pronunciar Jess, y entramos en el
misterio, y viviremos nuestro bautismo en l, le ofreceremos todo, seremos invadidos por
su divinidad.
Es en el corazn, como centro de la persona, donde est la tumba, y all el mismo
corazn depone el cuerpo siempre sufriente de Cristo, en la certeza de que el Autor de la
vida, Dios, lo resucitar. All, en el corazn, est la tumba donde el Viviente desciende a
nuestros infiernos para arrancarnos de la muerte y nos grita, como reza la segunda lectura
de la Liturgia de las Horas del Sbado Santo: Despierta, t que duermes, y levntate de
entre los muertos y te iluminar Cristo8.
Es en la oracin, donde no slo llevamos los perfumes a un muerto, sino que
llevamos el grito de esperanza a quien no cree: Ha resucitado- le decimos. Nuestro
corazn y oracin se hacen eclesiales. En la oracin somos iglesia. Y sobre el altar de
nuestro corazn ofrecemos toda nuestra vida. Y slo lo que pongamos, ser transformado
por el Espritu Santo. Si ponemos poco, poco ser transformado. Si ponemos mucho,
mucho ser transformado. Si ponemos todo nuestro ser, todo nuestro ser ser transformado.
Cuanto ms limpio y desapegado est el corazn, ms se llena del Espritu. Cuanto
ms humilde y confiado es el silencio del corazn, ms lo dilata Jess con su presencia y
nos convertimos en santos y nuestro corazn se abrir a todas las gracias que Dios nos
quiera ofrecer a travs de la liturgia. Esas gracias nos santificarn. No somos nosotros los
8
Segunda lectura tomada de una antigua Homila sobre el santo y grandioso Sbado.
Liturgia
22
que nos santificamos; es Dios, fuente de santidad, quien nos santificar, si le dejamos y le
abrimos nuestra alma.
Nos da miedo esta santidad, cuando nuestro hombre viejo rehuye la oracin.
Abandonando el altar del corazn, pretendemos compensar nuestro sacerdocio real
trabajando sobre las estructuras de este mundo, como si stas pudieran hacer venir el
Reino!
No queremos afrontar nuestra muerte, la muerte a nuestras ambiciones, a nuestras
vanidades, a nuestros planes personales. Antes de trabajar sobre las estructuras econmicas,
sociales y polticas de este mundo, hay que trabajar primero sobre el corazn de cada uno
de nosotros y convertirlo y santificarlo. Y esto lo logramos desde la oracin. Y un corazn
santo pondr estructuras santas.
Cuando el corazn se decide a orar, entra en el Espritu y en Cristo, participa en la
epclesis de la Iglesia y est en la vanguardia del combate, del gran combate pascual. En la
oracin, el Espritu nos fortalece para el combate; nos despoja de nuestras armas pesadas e
irrisorias, como le sucedi al pequeo David9, para revestirnos de la armadura ligera del
hijo de Dios, las armas de la cruz.
En la oracin no hay celebracin festiva. No. Hay lucha, y la oracin ayuda a
quienes dejaron las armas de s mismos, para que vuelvan a la batalla, en la esperanza de la
victoria de Dios. Entonces el corazn en oracin se convierte en mesa del banquete, donde
hemos sentado a todos, especialmente a los pobres y alejados, esperando que venga despus
el banquete eucarstico, donde compartiremos el mismo pan.
Y con la oracin se va logrando, en cierto sentido, la deificacin o divinizacin del
hombre mediante la liturgia. Si con la oracin consentimos que nos invada el ro de la vida
divina, nuestro ser todo entero ser transformado, nos haremos rboles de vida y podremos
dar siempre el fruto del Espritu: amar con el amor mismo. Y el amor mismo es Dios.
A este misterio de la transformacin en Dios, mediante la liturgia vivida, lo
llamamos deificacin. Transforma todo en nosotros: cuerpo, alma, espritu, afectos,
corazn. Deificacin significa participacin de la divinidad del Verbo que se ha unido a
nuestra carne en nuestra humanidad concreta. Es la vida misma de Dios que Jess nos
comunica, a travs de los sacramentos. Nuestra humanidad se va revistiendo de divinidad.
A decir verdad, desde que Cristo asumi nuestra naturaleza humana, y muri y
resucit, ascendiendo al cielo, ya nuestra naturaleza, con todo lo que tiene de bueno o de
malo, ya no nos pertenece. Por eso, lo nico que debemos hacer es no ser rebeldes y
abrirnos al Espritu para que esta deificacin se ponga en marcha da a da. El hijo de Dios
se ha hecho hombre, a fin de que el hombre se haga hijo de Dios, nos dicen los Padres de
los primeros siglos.
Dnde se da esta deificacin?
9
Liturgia
23
b)
En el trabajo y en la cultura
El homo faber (el hombre artesano, trabajador) es, en cierta medida, un esclavo de
sus mismas obras hasta que llega a ser homo liturgicus (hombre litrgico). Es aqu donde
Dios concede al hombre la gracia de la libertad de los hijos de Dios y donde el hombre
ofrecer a Dios el producto de sus manos para mayor gloria de la Trinidad y beneficio de la
humanidad entera.
Ya que la liturgia es obra de Dios y del hombre, no podemos dejar a un lado el
trabajo y la cultura. En el trabajo y en la cultura, el hombre refleja lo celebrado en la
liturgia. Es ah, donde el hombre debe dar gloria a Dios. El trabajo y la cultura son el lugar
donde el hombre y el mundo se reencuentran y reflejan la gloria de Dios.
Pero, para que el trabajo y la cultura sean para la gloria de Dios es necesario que el
corazn del hombre est en paz, en armona con Dios, porque de lo contrario ser un
trabajo en contra de Dios, ser anticultura.
Y encontraremos la paz y la armona en la medida en que vivamos la gracia de Dios
y luchemos contra el pecado. Si el ro de la vida no invade primero nuestro corazn, cmo
podr penetrar el campo del trabajo y la cultura, frutos del corazn humano? Si la raz est
podrida, los frutos estarn podridos.
Liturgia
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c)
En la comunidad humana
Liturgia
25
Este ro de agua viva tiene que penetrar todo el tejido social y las sociedades
humanas. Y es as, porque este ro ya est entre nosotros, dentro de nosotros. La invasin
del Reino del Espritu en un grupo humano es el evento de la verdadera comunidad entre
las personas.
Y este Espritu es el que ha puesto en esas comunidades donde ha entrado, los
grmenes de comunidad, la llamada a la solidaridad, la vocacin a la paz, el respeto mutuo.
Y la luz del Espritu es tambin la que quitar la mscara de la mentira inherente al poder,
la mutacin del servicio en dominio, la perversin del grupo en estructura de injusticia, la
esclavitud de la persona al dolo del dinero. El Espritu Santo nos revela la sociedad como
icono del Reino.
Si no penetra esta luz del Espritu Santo habr Babel, es decir, injusticia, odio,
muerte. En la sociedad donde no hay esta comunin, esta comn unin entre nosotros,
habr ausencia de amor. Y grabar el peso del pecado y de la muerte.
Este ro de vida hace fructificar los rboles de vida, cuyas simples hojas pueden ya
curar a las naciones (1 Jn 3, 18), y hacernos hermanos, en comn unin.
Ser la comunin la que nos hace existir como Iglesia. Y esta comunin nos exige
morir a nuestro yo, para abrirnos al misterio del otro, como buenos samaritanos. En la
liturgia del corazn se aprende cmo hacerse prjimo del hombre herido. Entonces el
Espritu Santo cura la relacin, ofrecindose l mismo, que es uncin de la nueva alianza.
Tenemos que pasar de una humanidad de naciones a la del Pueblo de Dios, tal es el
servicio de comunin confiado a la Iglesia: Seremos su pueblo y ovejas de su rebao...En
aquel da no habr ya luto ni lamento ni dolor, porque las cosas anteriores han pasado
(Ap 21, 3-4).
Vivir la liturgia! Dnde?
d)
Liturgia
26
porque alcanza en el hombre este abismo de la muerte donde el amor est ausente; es
mstica, porque la caridad esconde toda la profundidad del amor de Dios que se derrama en
los dems.
Servir a los pobres es hacerse pobre con ellos, como el Seor. Pobres segn el
Espritu. Cuando la Iglesia se acerca al pobre, vive su liturgia hecha compasin. Lo hecho
al pobre, es hecho a Jess, pues Jess se identifica con el pobre, segn el captulo 25 del
evangelio de san Mateo. Lo que sufre todo ser humano es el sufrimiento mismo de Jess,
que lo asume. Qu bien entendi esto la beata Madre Teresa de Calcuta! Por eso se dedic
a los pobres ms pobres, sirviendo a Jess en ellos, saciando la sed de Jess en ellos.
San Juan Crisstomo, queriendo hacer comprender a los fieles de Antioqua la
unidad misteriosa entre la liturgia que estn celebrando y la que debern vivir a la salida de
la iglesia, dice que dejan el altar de la eucarista slo para ir al altar de los pobres. El
smbolo de la continuidad es revelador. El mismo cuerpo de Cristo que servimos en el
memorial de su pasin y resurreccin debemos servirlo ahora en la persona de los pobres.
La compasin se difunde desde el corazn, no desde las emociones. Hablamos del
corazn en el sentido bblico, es decir, el centro de la persona. Su primer motor es el perdn
y la misericordia. No olvidemos que la manifestacin ms brillante de la gloria de la
Trinidad santa es su misericordia. Cuando aceptamos ser tomados por ella, entramos en la
profundidad del corazn de nuestro Dios. Y el hombre cuando difunde compasin y
misericordia con su prjimo pobre y necesitado est transparentando un rayo de la
misericordia divina; es ms, estamos introduciendo al necesitado en el mismo corazn de
Dios.
Quiero traer aqu una cita de santa Teresa de Jess a este respecto: Cuando yo veo
almas muy diligentes en entender la oracin que tienen y muy encapotadas cuando estn en
ella (que parecen no osan bullir, ni menear el pensamiento, porque no se les vaya un
poquito de gusto y devocin que han tenido), hcese ver cun poco entienden del camino
por donde se alcanza la unin. Y piensan que all est todo el negocio. Que no, hermanas,
no; obras quiere el Seor, y que, si ves una enferma a quien puedes dar un alivio, no se te
d nada en perder esa devocin y te compadezcas de ella, y si tiene algn dolor, te duela a
ti, y si fuera menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella como porque sabes
que tu Seor quiere aquello (Las Moradas, V, 3, 11).
Los pobres llegan a ser, por tanto, altar de la salvacin de sus hermanos. Quien tiene
caridad con ellos recibe esa salvacin.
Y cuando esta compasin se difunde en el mundo comienza la misin.
Vivir la liturgia! Dnde?
e)
En la misin
Liturgia
27
Tambin puede ocurrir que no tenga pan que dar de limosna al indigente; pero
quien tiene lengua, tiene algo ms que poder dar, pues alimentar con el sustento de la
palabra el alma, que ha de vivir siempre, es ms que saciar con pan terreno el estmago
del cuerpo, que ha de morir (San Gregorio Magno, Hom. 6 sobre los Evangelios).
La liturgia desemboca en misin, debe desembocar en misin. La misin es el fruto
de esa compasin y caridad.
Siguiendo con la imagen del agua viva, que nos ofrece la liturgia, la misma agua
viva que quita la sed a los bautizados, despierta la sed de los hijos de Dios dispersos. Esa
agua que brota del Padre y del Cordero se hace corriente caudalosa en la misin, y va
empapando cuanto encuentra en el camino.
Qu hermoso es esto! Si hay zonas ridas y secas es porque todava no ha llegado
la corriente de la gracia mediante la misin. No hay quien lleve esa agua que tiene toda la
potencialidad de fecundar todo tipo de tierra. Por qu? Antes de permitir a la lengua que
hable, el apstol debe elevar a Dios su alma sedienta, con el fin de dar lo que hubiere
bebido y esparcir aquello de que la haya llenado (San Agustn, Sobre la doctrina
cristiana, 1, 4).
La Iglesia tiene como misin llevar esa agua viva por todos los terrenos del mundo.
Pero necesita brazos que lleven esa agua, y corazones ardientes devorados por el fuego del
Espritu, como el de los primeros apstoles. Basta leer los Hechos de los apstoles para
darnos cuenta de esto: celebraban la fraccin del pan, y despus, atendan a los pobres y
luego se lanzaban por los caminos con la predicacin para llevar ese ro caudaloso de la
gracia divina.
Liturgia, caridad y misin van unidos. Deben ir unidos. Liturgia celebrada y misin
son dos momentos del mismo amor: cmo amar a nuestros hermanos si no acogemos antes
a Quien nos am primero? Y si he acogido a Dios, cmo no darlo a los dems?
La celebracin litrgica es, ciertamente, un momento intenso donde toda la
comunidad eclesial reaviva la conciencia de su misin. Pero la celebracin nos lanza a la
misin. En la misin, el Verbo se confa a su Iglesia como el tesoro en vaso de barro (cf 2
Cor 4, 7), poniendo la Palabra en su corazn, penetrndola con su Espritu, ofrecindole su
Cuerpo. Ser entonces cuando la Iglesia podr ofrecer a todos los hombres Aquel que ella
conserva grabado en s mismo, podr darles el Espritu dando su propia vida, ser el Reino
en medio de ellos.
En la misin, la gran obra de la Pascua de Cristo se convierte en la obra de su
Iglesia. Ahora bien, nosotros aprendemos a vivir esta Pascua de la Misin actundola en la
celebracin de la liturgia. En la liturgia, Dios alcanza al hombre y el hombre alcanza a
Dios. Dios le da su agua viva que le sana, le reconforta, le anima y le salva. Y el hombre se
abre a Dios y la sed del hombre entabla un dilogo salvfico y queda saciado.
Y este hombre saciado va corriendo a las calles, caminos, montaas llevando el
sorbo de esa agua viva que mana del Trono de Dios y del Cordero, que mana de la Pascua.
Liturgia
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Esta es la misin. Y todo movido por el amor, por la compasin. Por eso, la misin es
epifana, es decir, manifestacin de la caridad de Cristo.
En esa misin llevamos la Palabra de Cristo que conforta, anima, orienta, reprende,
consuela. Pero sobre todo, salva y hace milagros: el milagro de la conversin, de la vuelta a
Dios de quienes nos han escuchado. Que quede claro: no somos nosotros los que salvamos
y convertimos, sino la Palabra de Dios que nosotros llevamos. Nosotros somos slo
instrumentos. Pero instrumentos necesarios, a travs de los cuales Dios lleva ese ro de la
gracia y de la conversin.
Tal vez, el llevar esa Palabra nos provoque, quin sabe, el martirio. No temamos. El
martirio es la suprema forma de caridad. En el martirio hemos dado testimonio con nuestra
sangre del misterio de Dios vivo. En el martirio, la celebracin de la liturgia se ha hecho
sacrificio cruento, como el de Cristo en el Calvario. Y lo hermoso es que esa muerte del
mrtir es vida para otros, como la de Cristo, pues la sangre de mrtires es semilla de nuevos
cristianos, como dijo Tertuliano.
Qu unido est, pues, misterio, celebracin del misterio y vida! La liturgia es la
celebracin del misterio de Dios, vivido en la misin!
Liturgia
29
SEGUNDA PARTE
Breve Catequesis sobre el misterio de la liturgia
Hasta ahora hemos estado en el Tabor de la liturgia, extasiados por tanto resplandor.
Bajemos un poco de las nubes del misterio al valle de nuestra cotidianidad. Habamos
quedado envueltos en una atmsfera divina durante la primera parte del libro. Ahora, en
esta segunda parte quiero concretar y explicar, a base de preguntas y respuestas, el misterio
insondable de la liturgia. La he llamado breve catequesis sobre el misterio de la liturgia. Y
est destinada sobre todo a los catequistas y a agentes de pastoral.
Desde el inicio del cristianismo la Iglesia quiso plasmar las verdades de Cristo en
frmulas o dogmas, que despus vinieron explicitadas en la catequesis. Es una manera de
ensear en la Iglesia. As se graban mejor las verdades de Dios. Antes de llevarlas al
corazn, estas verdades deben ser entendidas por la inteligencia. De la inteligencia al
corazn, y del corazn a la vida.
1.
Qu es la liturgia?
Liturgia
30
2.
La causa est en nuestro bautismo, el regalo ms hermoso y grande que nos hizo
Dios. Gracias a nuestro Bautismo, todo cristiano puede entrar en la atmsfera divina, pues
participa del sacerdocio de Cristo. Todo cristiano, por su bautismo participa de la misin
proftica, real y sacerdotal de Cristo.
Debe evangelizar, llevar la Palabra de Dios, misionar en su medio ambiente
(dimensin proftica). Al mismo tiempo, todo cristiano est llamado a luchar contra el
pecado y a extender en el mundo el Reino de la gracia y de la justicia, del amor y de la paz
(dimensin real). En la liturgia nos centramos en la dimensin sacerdotal del cristiano,
gracias a la cual entramos en comunicacin con Dios mediante la liturgia sagrada, llevada a
cabo en los sacramentos y en la oracin de la Iglesia.
En esta dimensin sacerdotal ofrecemos nuestro trabajo y nuestros sufrimientos,
nuestras alegras y tristezas, y al mismo tiempo nos ofrecemos a nosotros mismos a Dios
como ofrenda permanente.
Adems, todo ministro sagrado, obispo o sacerdote, vive esta dimensin sacerdotal,
no slo ofreciendo a Dios su vida con sus alegras y tristezas, sino ofreciendo la humanidad
al Padre a travs de Cristo en la celebracin de la eucarista y en cada sacramento que
administra en nombre de Cristo.
As, pues, todo cristiano participa de la dignidad de Cristo, profeta, sacerdote y rey.
Cada uno segn su vocacin cristiana. Desde este punto de vista, todas son iguales. Las
diferencias se derivan del papel que Cristo asigna a cada uno en la comunidad de la
Iglesia y de la responsabilidad que ello comporta. Debe ponerse gran atencin a que
Liturgia
31
nada se pierda (Jn 6, 12): ninguna vocacin debe malograrse, porque todas son valiosas
y necesarias 10.
3.
Las acciones litrgicas son aquellos actos sagrados, que por institucin de Cristo y
de la Iglesia y en su nombre, son realizados por personas legtimamente designadas para
este fin, en conformidad con los libros aprobados por la Santa Sede, para dar a Dios, a la
Virgen, a los santos, a los beatos, el culto que les es debido, y para provecho y santificacin
de las almas de los que participan en esa accin litrgica.
Acciones litrgicas son, por ejemplo, una celebracin eucarstica, una celebracin
de la Palabra, una paraliturgia, una celebracin para llevar la comunin a un enfermo, por
parte de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunin, y cualquier celebracin de
los sacramentos: confesin, matrimonio, confirmacin, orden sagrado, etc.
Las dems acciones que se realizan en una iglesia o fuera de ella, con o sin
sacerdote que las dirija o presencie, se llaman ejercicios piadosos o devociones de la piedad
popular. Por ejemplo, el Santo Rosario, el Va Crucis, las procesiones por las calles,
imposicin de escapularios, medallas, etc.
Estos ejercicios piadosos, aunque no son propiamente actos litrgicos, deben
prepararnos a vivir mejor la liturgia.
El papa Juan Pablo II en su carta apostlica con motivo del cuadragsimo
aniversario de la constitucin conciliar sobre la Sagrada Liturgia nos dice al respecto: La
constitucin Sacrosanctum Concilium interpreta profticamente esta urgencia, estimulando
a la comunidad cristiana a intensificar la vida de oracin, no slo a travs de la liturgia,
sino tambin a travs de los ejercicios piadosos, con tal de que se realicen en armona
con la liturgia, como si derivaran de ella y a ella condujeran(n. 10).
Y en la carta apostlica sobre el santo Rosario dice tambin el papa Juan Pablo II:
Hay quien piensa que la centralidad de la liturgia, acertadamente subrayada por el
concilio ecumnico Vaticano II, tenga necesariamente como consecuencia una disminucin
de la importancia del Rosario. En realidad, como puntualiz Pablo VI, esta oracin no
slo no se opone a la liturgia, sino que le da soporte, ya que la introduce y la recuerda,
ayudando a vivirla con plena participacin interior, recogiendo as sus frutos en la vida
cotidiana (Rosarium Virginis Mariae, n. 4).
Debemos, pues, valorar mucho estos ejercicios piadosos, al igual que todas las
devociones de piedad popular, como expresin verdadera del alma de un pueblo y como la
piedad de los pobres y sencillos. Es la manera como estos predilectos del Seor viven y
traducen en sus actitudes humanas y en todas las dimensiones de su vida el misterio de la fe
10
Juan Pablo II, Levantaos! Vamos!, editorial Sudamericana, Buenos Aires, Mayo 2004, p. 44.
Liturgia
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que han recibido11. Es ms, muchas de estas prcticas de piedad han brotado de una intensa
vida litrgica.
Por tanto, la liturgia siempre est conectada con el Misterio Pascual de Cristo a
travs de los signos sacramentales, y por lo mismo participamos de la pasin, muerte y
resurreccin de Cristo, recibiendo los frutos de la Redencin. Los ejercicios piadosos,
tambin evocan el Misterio de Cristo pero nicamente de manera contemplativa y afectiva.
Las acciones litrgicas lo hacen actualizando la salvacin de Cristo aqu y ahora, por medio
del rito sacramental.
Qu duda cabe que las devociones nos deberan preparar espiritualmente para vivir
la liturgia, pero no la suplen, ni la reemplazan. Entre las devociones, la ms importante es
el rezo contemplativo del santo Rosario, a quien el papa Juan Pablo II ha dado tanto realce,
hasta el punto de ofrecernos una carta apostlica titulada El Rosario de la Virgen Mara12,
que ya cit antes, invitando a todos al rezo del santo rosario, como medio para ser santo,
para conseguir la paz del mundo y la unin en la familia, y como camino privilegiado de
contemplacin del rostro de Cristo en la escuela de Mara (Carta apostlica de Juan
Pablo, en el XL aniversario de la Sacrosanctum Concilium, n. 10) .
4.
Toda la vida litrgica gira en torno a los sacramentos, y se orienta, por una parte, a
traernos de Dios la salvacin, la redencin, la santificacin, aqu y ahora, para nosotros y
para toda la Iglesia; y por otra parte, a rendir culto a Dios, glorificando al Padre por la
creacin, agradeciendo a Cristo por su redencin, y abrindonos al Espritu Santo para la
santificacin de nuestra alma y la efusin de sus dones a toda la Iglesia.
En la carta apostlica del Papa Juan Pablo II con motivo del cuadragsimo
aniversario de la constitucin conciliar sobre la Sagrada Liturgia nos resume as la finalidad
de la liturgia: Los padres conciliares sitan la liturgia en el horizonte de la historia de la
salvacin, cuyo fin es la redencin humana y la perfecta glorificacin de Dios. La
redencin tiene su preludio en las maravillas que hizo Dios en el Antiguo Testamento, y fue
realizada en plenitud por Cristo nuestro Seor, especialmente por medio del misterio
pascual de su bienaventurada pasin, de su resurreccin de entre los muertos y de su
gloriosa ascensin. Con todo, no slo es necesario anunciar esa redencin, sino tambin
actuarla , y es lo que lleva a cabo mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los
cuales gira toda la vida litrgica (n. 2).
5.
11
12
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La liturgia nos permite que hoy actualicemos y vivamos lo mismo que ayer vivieron
Cristo y la primera Iglesia.
13
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Por tanto, es en la liturgia y por la liturgia donde vemos, tocamos, omos, gustamos
en la fe y desde la fe la presencia de Cristo, sus misterios; donde Cristo se acerca a
nosotros; y experimentamos su amor, su perdn, su cario, su enseanza, su alivio; y donde
nos acercamos a l tambin, ofrecindole nuestra vida con sus luces y sombras, nuestro
amor y penas; alegras y proyectos, y sobre todo nuestra alabanza y adoracin.
Qu sublime, pues, es la liturgia! Por eso, debemos vivirla con mucho fervor y
conciencia.
6.
Cuando uno escucha por ah: Qu aburrida es esta ceremonia, o esta misa o este
bautismo..!, es porque no se entiende lo que ah se est realizando y viviendo y
saboreando. Por eso es bueno que ahora veamos las caractersticas de la liturgia, para que
cada da podamos gustar un poco ms de la riqueza de la misma.
a) La liturgia es trinitaria: La liturgia es obra de la Trinidad, Dios Padre, Dios
Hijo y Dios Espritu Santo. El Padre es fuente y fin de la liturgia14. Por una parte,
la Iglesia, unida a su Seor y bajo la accin del Espritu Santo, bendice al Padre
por su don inefable mediante la adoracin, la alabanza y la accin de gracias. Por
otra parte, y hasta la consumacin del designio de Dios, la Iglesia no cesa de
presentar al Padre la ofrenda de sus propios dones y de implorar que el Espritu
Santo venga sobre esta ofrenda, sobre ella misma, sobre los fieles y sobre el mundo
entero, a fin de que por la comunin en la muerte y en la resurreccin de CristoSacerdote y por el poder del Espritu estas bendiciones divinas den frutos de vida
para alabanza de la gloria de su gracia 15.
14
15
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Por tanto, es el Espritu Santo el que trae la gracia de Cristo a cada uno, en cada acto
litrgico.
d) La Liturgia es eclesial: las acciones litrgicas, dice el Vaticano II no son
acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia. Es la Iglesia la que celebra
cada liturgia. Y cada uno de nosotros, que formamos la Iglesia, recibe ese influjo
divino, esa gracia que necesita segn la diversidad de rdenes, funciones y
participacin actual dentro de la Iglesia. Todas las gracias, y la salvacin de Cristo
nos vienen en la Iglesia, desde el da del bautismo. An sin estar insertos en la
Iglesia, la gracia de Dios y la salvacin de Cristo llega a todos los hombres, pero
siempre a travs de la mediacin misteriosa pero real- de la Iglesia.
Si somos ya miembros de la Iglesia, por el bautismo, pero nos hemos alejado
de ella por el pecado mortal, tampoco participamos de esas gracias de salvacin,
hasta que nos confesemos y recobremos la gracia de Dios, y de esta manera estar en
disposicin de recibir esos dones de Cristo.
Por eso, antes de recibir cualquier sacramento (comunin, matrimonio,
confirmacin, orden, etc) debemos ver si estamos en gracia de Dios y en comunin
con la Iglesia. Si no estamos en gracia, debemos acudir humildemente al sacramento
de la confesin, donde se nos perdonan los pecados cometidos.
En cada celebracin litrgica estamos como familia eclesial y debemos tener
una misma fe, un mismo espritu, sentimientos y corazn, para que como Cuerpo
Mstico ofrezcamos a Dios todo el honor y la gloria, y recibamos su santidad y su
gracia, entrando en el torrente de la vida divina. No entramos como individuos, sino
como Iglesia.
e) La Liturgia es jerrquica: hay que vivirla y hacerla segn el orden
establecido, deca ya san Clemente Romano, el cuarto papa de la Iglesia, en el siglo
I. Pero fue sobre todo san Ignacio de Antioqua quien expres este aspecto
jerrquico de la liturgia: Esforzaos por usar de una sola Eucarista; pues una sola
es la carne de nuestro Seor Jesucristo, y uno solo es el cliz para unirnos con su
sangre; un solo altar como un solo obispo, junto con el presbiterio, con los
diconos, consiervos mos ... slo ha de tenerse por vlida aquella Eucarista
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k) Es pascual, pues centra a los cristianos y nos hace participar en la pasin, muerte
y resurreccin de Cristo.
l) Es sagrada, porque busca el encuentro con el Invisible. Mientras en un libro
podemos buscar a Dios, en la liturgia encontramos a Dios, que nos sale con su
corriente de agua transparente y refrescante que sacia nuestra sed interior.
m) Es cclica: gira anualmente en torno a los misterios de Cristo, en crculos que
ascienden siempre hacia la vida eterna: misterios gozosos en adviento y navidad;
misterios luminosos en el tiempo ordinario; misterios dolorosos en cuaresma; y
misterios gloriosos en tiempo de pascua, Pentecosts. Todos estos misterios nos
preparan para la segunda venida del Seor al final de la historia.
n) Es escatolgica: porque siempre mira al fin de los tiempos, al mas all, a la
Jerusaln celestial, donde se celebra la eterna liturgia, en compaa de todos los
santos y ngeles del cielo. La liturgia de la tierra es un resquicio de la liturgia
celestial.
Hasta aqu las caractersticas de la liturgia. El Concilio Vaticano II en el documento
sobre la liturgia pone otras cinco caractersticas en el modo de vivir la liturgia:
Adems de estas caractersticas, se dan ciertas polaridades que la liturgia tiene que
integrar: es institucin objetiva, que transmite el don del origen, que sindonos entregado
a la vez nos est sustrado; es universalmente vlida pero se expresa en formas
histricamente situadas (ritos diversos: bizantino, latino, mozrabe...); es la oracin de la
comunidad catlica pero en ella el orante son siempre personas, que forman la comunidad
aun cuando no se disuelven en ella; es don de Dios al hombre y respuesta del hombre a
Dios; es presencia del Misterio y es a la vez fuente de mstica; lugar concreto donde Dios
se inserta y se nos da en este mundo pero a la vez es accin, ofrenda, don de nuestra
Liturgia
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poquedad agradecida, que le devuelve a l su entera creacin (de tuis donis ac datis), La
necesidad suprema del hombre que ama es ofrecer y pedir, suplicar y ser eficaz, pero a la
vez all descubre que lo ms necesario y que escapa a sus esfuerzos es la gratuidad, el
sentido, lo que no es directamente eficaz, lo que acoge a la persona por su sagrado valor y
en su irreductible identidad; en una palabra, la salvacin16 .
Ojal que as podamos gustar mejor la liturgia. Nada se iguala a la liturgia. Es lo
ms excelso que tenemos en la Iglesia. En esta liturgia terrena ya pregustamos y tomamos
parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusaln el cielo hacia la cual nos dirigimos como peregrinos hasta el encuentro definitivo y cara a cara con
Dios.
7.
Liturgia
40
Para ello, se hizo una buena reforma del ordinario de la misa, simplificando ritos,
conservando lo principal, con enriquecimiento de los tesoros de la Biblia, de modo que en
un perodo de tres aos se lean al Pueblo las partes mas significativas de la Sagrada
Escritura.
Se aade la homila y la oracin de los fieles. Se puede celebrar en lengua
verncula, es decir, en la lengua de cada pueblo, y no slo en latn.
Se habla de la comunin bajo las dos especies y la concelebracin.
Captulo 3: Otros sacramentos y los sacramentales (59-82). Hubo reformas en los
ritos bautismales y de la confirmacin y de los dems sacramentos.
Captulo 4: el Oficio Divino o Liturgia de las Horas (83-101) donde toda la Iglesia
a travs de sus sacerdotes, extiende durante todo el da su oracin de alabanza a Dios y
santifican el da. Se recomienda la participacin de los laicos en el rezo de la liturgia de las
Horas o con los sacerdotes o reunidos entre s, e incluso en particular.
Captulo 5: El ao litrgico (102-111): Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua,
Pentecosts, Tiempo ordinario, fiesta de los santos, fiestas de la Virgen.
Captulo 6: la msica sagrada (112-121). La msica debe servir no slo de
decoracin, sino de expresin de plegaria. Se puede interpretar msica popular sagrada,
pero sin menospreciar el canto gregoriano ni la polifona clsica.
Captulo 7: el arte y los objetos sagrados, las imgenes (122-130). El arte que se
pone en las iglesias no debe repugnar ni ofender el sentido religioso. El arte sacro est
relacionado con la infinita belleza de Dios; por lo tanto, todas las obras de arte en la Iglesia
nos deben llevar a Dios.
La liturgia es una teofana, es decir, una manifestacin de Dios. Dios en la liturgia
se manifiesta continuamente, se hace presente, trayndonos la salvacin y con la salvacin,
la alegra de la liberacin, el gozo del camino y la esperanza de la meta, que es el cielo.
No se est en la liturgia, sino que celebramos la liturgia, participamos de y en la
liturgia. Debemos educarnos en la liturgia para que as gustemos de las ceremonias,
apreciemos los sacramentos, entendamos los signos y los ritos, amemos la Palabra de Dios,
despertemos la capacidad de admirarnos y sobrecogernos ante el misterio divino que se
celebra en cada acto litrgico.
8.
Liturgia
41
9.
Elementos materiales.
Elementos naturales.
Elementos humanos.
Elementos literarios.
Elementos artsticos.
Baslica: la baslicas mayores son siete y estn en Roma; las menores, por
todo el mundo, y ha sido el papa quien ha querido honrarlas con ese ttulo.
Catedral: donde tiene la sede o ctedra el obispo.
Iglesia abacial: donde tiene su sede un abad mitrado.
Iglesias parroquiales: para atender espiritualmente a un grupo de fieles y a
cargo del prroco y sus colaboradores sacerdotes, en una localidad o
territorio delimitado.
Iglesia conventual: que pertenece a comunidades religiosas.
Capillas, oratorios pblicos, semipblicos o privados.
Las capillas laterales: son como otras tantas pequeas iglesias dentro de la
principal. Responden al deseo de dar culto a santos locales y universales de
mayor devocin.
Liturgia
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La cripta: los primeros cristianos la usaban como sepulcro para sus santos
mrtires y para sitio de reunin en el da del aniversario de su martirio. Con
el tiempo, cada cripta sepulcral se convirti en una pequea capilla sobre la
que se erigieron luego otras iglesias superiores, haciendo coincidir los altares
de ambas.
Pila bautismal: los antiguos bautisterios han quedado hoy reducidos a una
pila de piedra o de mrmol, ms o menos grande y artstica. Se la coloca en
un ngulo de la Iglesia contigua al cancel, tambin en una capilla separada
por una verja. Hoy se tiende a emplazarlas en el presbiterio. A todo buen
cristiano debe inspirar agradecida devocin la pila, donde fue
espiritualmente regenerado y hecho hijo adoptivo de Dios y miembro de la
comunidad eclesial.
Liturgia
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Las lmparas: las velas se encienden para los actos litrgicos. Siempre
queda encendida una lmpara, la del sagrario. Ella es fiel centinela que asiste
da y noche, en nombre del pueblo cristiano, al Divino solitario del sagrario,
Jess. Esa lamparita da fe de la presencia real de Jess sacramentado.
Simboliza tambin nuestra vida que debe ir consumindose al servicio de
Dios, en el silencio de nuestra entrega generosa y abnegada.
Liturgia
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Amito: pequeo lienzo rectangular, de lino blanco, colocado debajo del alba que
pueden usar los ministros sobre los hombros y alrededor del cuello, debajo del
alba, para ocultar los vestidos comunes. Tena un significado alegrico: serva
en defensa contra las tentaciones diablicas y la moderacin de las palabras.
Hoy ya no se suele usar, porque las albas vienen confeccionadas de forma que
cubran el cuello, y ya no con cuello en forma de V. Esta es la oracin que rezaba
el sacerdote al ponerse el amito: Impn en mi cabeza, Seor, el casco de la
salvacin, para rechazar los asaltos del diablo.
Alba: Del latn alba, blanca. Es una vestidura litrgica comn a todos los
ministros. Es una tnica talar blanca de mangas largas que cubre todo el cuerpo
y se reviste sobre el vestido comn. El sacerdote representa con esa alba la
pureza que el hombre recibe por los mritos del misterio pascual de Cristo.
Tambin significa la penitencia y la pureza de corazn que debe llevar el
sacerdote al altar. El alba se coloca sobre el clergyman o la sotana. Esta es la
oracin que reza el sacerdote al ponerse el alba: Purifcame, Seor, y limpia mi
corazn, para que purificado con la sangre del Cordero, pueda disfrutar de los
goces eternos.
Roquete: Del latn Rochetum, especie de alba corta, hasta la altura de las
rodillas, que se usa sobre la sotana o el hbito religioso. Tambin se llama
sobrepelliz. Puede ser usada por el sacerdote o el dicono para exponer el
Santsimo, para una celebracin de Bautismo, para un matrimonio.
Cngulo: Del latn cingulum, cinturn. Es cuerda o cordn con la que se ajusta
el alba a la altura de la cintura. Aunque su uso es simplemente utilitario, sin
embargo, podramos ver que con el cngulo el sacerdote ata a la pureza del alba
a todo el mundo, a los fieles y los lleva al altar para ofrecerlos en la celebracin.
Esta es la oracin del sacerdote al ponerse el cngulo: Ceme, Seor, con el
cinturn de la pureza y extingue en mis entraas el fuego de la concupiscencia,
para que permanezca en m la virtud de la continencia y de la castidad.
Estola: Del griego stol, vestido. Es prenda de tela alrededor del cuello del
sacerdote, usada para las celebraciones litrgicas. La usan los obispos y
presbteros, colgando del cuello hacia delante; y los diconos, desde un hombro
hasta la cintura atravesando en diagonal la espalda y el pecho. Es smbolo de los
poderes sagrados que recibe el sacerdote, como pastor que lleva a sus ovejas
sobre sus hombros, como maestro que ensea a sus discpulos; como gua que
conduce a las almas hacia la vida eterna. Esta es la oracin que reza el sacerdote
al ponerse la estola: Devulveme, Seor, la tnica de la inmortalidad, que
perd por el pecado de los primeros padres; y, aunque me acerco a tus sagrados
misterios indignamente, haz que merezca, no obstante, el gozo eterno.
Casulla: Del latn casula, cabaa. Vestimenta litrgica amplia y abierta por
los costados para la celebracin de la Misa. Se usa sobre el alba y la estola.
Confeccionada en tela, tiene la forma de una capa cerrada por delante o poncho.
Cambia su color segn la celebracin y el tiempo litrgico. Simboliza la caridad
Liturgia
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que cubre todos los pecados y por apoyarse sobre los hombros, el suave yugo
del Seor. Esta es la oracin que dice el sacerdote al ponerse la casulla: Seor,
que dijiste: Mi yugo es suave y mi carga ligera, haz que lo lleve de tal manera
que alcance tu gracia. Amn.
Vestiduras del obispo:
Mitra: Gorro que usan los obispos y abades desde el siglo X. Est formado por
dos trozos de tela acartonada cosidos o pegados por los costados, y abierto en la
parte superior. Smbolo del poder y servicio espiritual. El obispo neoelecto la
recibe como si fuera una exhortacin a esforzarse para que en l brille el
resplandor de la santidad y merezca recibir la corona de gloria que no se
marchita cuando aparezca Cristo, el Prncipe de los pastores17 .
nfulas: Cintas que cuelgan detrs de la mitra. Significan que el ministro debe
poseer la ciencia del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Anillo: Del latn anellus, anillo. Insignia propia de los obispos. Simboliza su
desposorio con la Iglesia local o dicesis. Tambin pueden usarlo algunos
abades y abadesas. El anillo que se impone al obispo significa que contrae
sagradas nupcias con la Iglesia....Recibe este anillo, signo de fidelidad y
permanece fiel a la Iglesia, esposa santa de Dios...Este anillo, smbolo
nupcial, expresa el vnculo especial del obispo con la Iglesia. Para m es una
llamada cotidiana a la fidelidad. Una especie de interpelacin silenciosa que se
hace or en la conciencia: me doy totalmente a mi Esposa, la Iglesia?Soy
suficientemente para las comunidades, las familias, los jvenes y los ancianos, y
tambin para los que todava estn por nacer? El anillo me recuerda tambin la
necesidad de ser slido eslabn en la cadena de la sucesin que me une a los
Apstoles...18.
Bculo: Del latn baculum, bastn. Insignia litrgica propia del obispo como
pastor de la comunidad; lo recibe el da de su ordenacin y lo usa cuando
preside una celebracin en su dicesis. Simboliza que es buen pastor de las
ovejas, que apacienta, instruye, guarda y las defiende, como Cristo, el Buen
Pastor. Es el signo de la autoridad que compete al obispo para cumplir su
deber de atender a su grey. Tambin este signo se encuadra en la perspectiva de
la preocupacin por la santidad del Pueblo de Dios... En l veo simbolizadas
tres tareas: solicitud, gua, responsabilidad. No es un signo de autoridad en el
sentido corriente de la palabra. Tampoco es signo de precedencia o supremaca
sobre los otros; es signo de servicio... Servir! Cmo me gusta esta palabra!
Sacerdocio ministerial, un trmino que sorprende...El obispo tiene la
precedencia en el amor generoso por los fieles y por la Iglesia19.
17
18
19
Juan Pablo II, Levantaos! Vamos!, editorial Sudamericana, Buenos Aires, Mayo 2004, p. 49
Juan Pablo II, Levantaos! Vamos!, editorial Sudamericana, Buenos Aires, Mayo 2004, p. 44-45
Juan Pablo II, Levantaos! Vamos!, editorial Sudamericana, Buenos Aires, Mayo 2004, p. 51-52
Liturgia
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Solideo: Del latn solus, solo, y Deo, a Dios. Gorro de tela en forma de
casquillo que usan los obispos, y cubre la coronilla. Si son obispos, el color del
solideo es violeta; si son cardenales, es rojo, y el Papa lo usa de color blanco.
Simboliza la proteccin de Dios y la dedicacin a solo Dios.
Pectoral: Del latn pectus, pecho. Es cruz de metal, madera, marfil que llevan
los obispos sobre el pecho, como insignia de su cargo y dignidad. En la
celebracin de la Misa pueden llevarla sobre la casulla. El da de la ordenacin
episcopal toman y aceptan sobre sus espaldas, de un modo ms comprometido,
la cruz de Cristo, que no faltar en su ministerio episcopal.
Vestiduras del papa:
Tiara: Especie de mitra circular con triple corona que, desde el siglo XII hasta
el Papa Pablo VI, usaban los obispos de Roma como insignia propia.
Representaba el triple poder del Papa como obispo de Roma, supremo pastor de
la Iglesia y jefe de los Estados Pontificios.
Las vestiduras del Papa son blancas: sotana, faja, solideo.
Vestiduras de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunin:
Tnica o toga: Vestidura sagrada que deben colocarse los ministros para
repartir la Comunin. Indica el respeto y la veneracin con que hay que repartir
la Sagrada Comunin.
e) Colores litrgicos
Despus de haber explicado las vestiduras veamos ahora los diversos colores de las
vestiduras que se usan en la liturgia.
Tienen tambin su sentido. Por un lado, expresan lo caracterstico de los misterios
de la fe que se celebran, y por otro lado, exteriorizan con mayor eficacia el sentido
progresivo de la vida cristiana a lo largo del ao litrgico. Son como los semforos para
orientar nuestro camino y nuestra peregrinacin al cielo. Tambin nosotros nos ponemos un
vestido de color segn el tiempo, la estacin, la fiesta o la circunstancia que celebramos. La
Iglesia es pedagoga, maestra que ensea con todo lo que nos ofrece en la liturgia.
Desde el Papa Inocencio III (siglos XII y XIII) quedaron como oficiales, para la
liturgia, los siguientes colores: blanco, rojo, verde, morado y el negro. Y, aunque el
simbolismo de los colores cambia de cultura a cultura, sin embargo, podemos dar a los
colores litrgicos un simbolismo que hasta ahora la Iglesia ha aceptado.
Blanco: simboliza la luz, la gloria, la inocencia. Por eso se emplea en los misterios
gozosos y gloriosos del Seor, en la dedicacin de las Iglesias, en las fiestas, en las
conmemoraciones de la Virgen, de los ngeles, de los santos no mrtires, y en la
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20
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10.
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Lanse, por ejemplo, estos textos para ver las caractersticas del agua en la Biblia: Gn 1, 2.7.9; Prov
8, 27-29; 1 Pe 3, 5; Sal 104; Gn 2, 5-6.10-14; Dt 11, 14; Jer 5, 24; Is 30, 23.25; Job 5, 10; Gn 7, 11-12.17-24;
Job 12, 15; Sal 32, 6; Dt 28, 12; Lev 26, 3-4; Gn 27, 28; Sal 132, 2-3; Ap 22, 1-2; Dt 28, 23-24; Lev 26, 19; Is
19, 5-7; Ez 4, 16-17; Sal 18, 5.17; 42, 8; 124, 4-5; 144, 7; Nm 8, 7; 2 Re 5, 10-14; Ez 47, 1-12; Is 44, 3-4; Jer
17, 8; Jn 4, 10-14; 7, 37-39; 19, 34; 1 Co 10, 4; Mt 3, 11; Jn 3, 5; He 22, 16; 1 Co 6, 11; Ef 5, 26; Heb 10, 22.
22
Juan Pablo II, Levantaos! Vamos!, editorial Sudamericana, Buenos Aires, Mayo 2004, p. 40.
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11.
52
Los elementos humanos son todas las ceremonias del culto, las actitudes, posturas y
gestos que hace y vive el hombre en la liturgia.
Qu virtud regula y encauza todo lo relacionado con la liturgia? Es la virtud de la
religin, que procede a su vez de la virtud cardinal de la justicia que nos inclina a dar a
Dios el culto debido. Esta virtud de la religin presupone las virtudes teologales y
demostramos esta virtud con actos, ya sea internos, ya sea externos.
Actos internos son:
Actos externos: son todas las ceremonias expresadas con la boca, lengua, sentidos,
gestos, movimientos.
Centrmonos ahora en las ceremonias.
Las ceremonias son como la etiqueta sagrada y el comportamiento tanto de los
ministros sagrados como tambin de los fieles participantes. El objeto de las ceremonias, la
finalidad de las ceremonias es poner nuestro cuerpo al servicio del alma, y ambos al
servicio de Dios. Al mismo tiempo reflejan externamente la fe y piedad de la Iglesia y de
los fieles cristianos.
Las ceremonias son signos de lo que pasa en nuestro interior. Por tanto, las
ceremonias tienen estas caractersticas:
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De rodillas: slo ante Dios debemos doblar nuestra rodilla. Ante nadie ms.
Esto nos otorga la dignidad de sentirnos libres ante las criaturas. No
debemos arrodillarnos ante el dinero, ni ante el trabajo, ni ante amos
humanos. Tambin el ponernos de rodillas significa que nos reconocemos
pecadores ante l. El fariseo del Evangelio no quiso arrodillarse. La
genuflexin ante el Santsimo es un saludo reverencial de fe, en homenaje de
reconocimiento al Seor Jess. Debemos hacerlo en forma pausada y
recogida.
La postracin aparece frecuentemente en la Biblia, como actitud de oracin: Gn 17, 3; Dt 9, 18; Tob
12, 16; Mc 17, 6; 26, 39; Ap 4, 10.
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b) Posturas
Extender las manos y elevar a la vez los brazos son splicas solemnes:
colecta, plegaria de la misa, paternster, prefacio. Levantar y extender las
manos al rezar expresa los sentimientos del alma que busca y espera el
auxilio de lo alto. Hoy es un gesto reservado al ministro que celebra la santa
misa.
Manos que reciben el Cuerpo del Seor24: las manos dispuestas para recibir
la Santa Comunin han de ser signo de humildad, de pobreza, de espera, de
disponibilidad y de confianza. Tambin son signo de veneracin, de respeto
y de acogida, pues el Pan eucarstico no se coge sino que se acoge, se recibe.
c) Gestos litrgicos
24
Durante varios siglos los fieles comulgaban recibiendo el Pan eucarstico en la mano y llevndolo
despus personalmente a su boca. En los siglos VII-VIII, en algunos lugares, y a partir del XI en casi todos, se
cambi el gesto por el de recibir la Sagrada Comunin directamente en la boca, para evitar la posible
profanacin, pues se haban dado algunos abusos. Hoy, la Iglesia ha dejado a la libertad del fiel que se acerca
a la comunin; la puede recibir o en la boca o en la mano limpia. San Cirilo de Jerusaln en el siglo IV nos
dice cmo recibirla en la mano: No te acerques con las palmas extendidas ni con los dedos separados, sino
haciendo de tu mano izquierda como un trono para tu derecha, donde se sentar el Rey. Con la cavidad de la
mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde: Amn (Cat. Myst., 5, 21).
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55
En nuestra vida usamos no slo palabras y actitudes o posturas, sino tambin est el
lenguaje del gesto para expresarnos: un guio, el levantar el puo con el dedo pulgar arriba,
el fruncir el ceo, un beso, etc.
Tambin en la liturgia empleamos gestos. Con estos gestos, la liturgia aspira a
cautivar a todo hombre y a despertar en la asamblea la variedad de sentidos nobles, dignos
del culto divino.
Veamos, pues, los gestos litrgicos ms sobresalientes, y su hondo significado.
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Cuando los ojos estn cerrados simbolizan, no tanto que estamos durmiendo,
sino que estamos en profundo silencio y recogimiento para saborear la
comunin, o las lecturas ledas. Es falta de respeto, cuando se da la homila,
no mirar al predicador. Simbolizara desinters total, despecho; tambin sera
falta de cordialidad e inters si el predicador no mirase a los fieles a la hora
de predicar. Cuando uno eleva los ojos hacia arriba est indicando peticin a
Dios o desagravio por los pecados propios y de la humanidad.
12.
Golpes de pecho con la mano. Es una de las seales mas expresivas de dolor
y contricin de corazn, en un pecador. Se hace en la confesin, al momento
de decir el acto de contricin. Lo hacemos en el momento del Yo confieso
de la santa misa. As, con ese gesto humilde, aplacamos y agradamos mejor
a Dios y expresamos ms sentidamente nuestra compuncin ante los dems
hermanos. Los golpes deben ser hechos con suavidad, como cuando uno
llama a una puerta que no tiene timbre ni aldaba.
Cantar. El que canta ora dos veces, deca san Agustn. El canto es el afecto
del corazn hecho msica.
Entre los elementos de la liturgia se destacan por su importancia y riqueza los libros
sagrados. En ellos estn contenidos todos sus ritos y frmulas, su canto y sus ceremonias.
Su creacin, custodia y desarrollo competen a la Sede Apostlica, a travs, principalmente
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13.
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a)
La msica
25
Como botn de muestra, se podran consultar estos textos: Sal 57, 9-11; Ex 14, 31; Ap 15, 2.3.
En su libro, El espritu de la liturgia, Ediciones Cristiandad, S.A., 2001, Madrid, p. 158.
27
En su carta apostlica con motivo del cuadragsimo aniversario de la Sacrosanctum Concilium, del
4 de diciembre de 2003, n. 4
28
En su libro, El espritu de la liturgia, p. 162-163.
26
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59
Todo esto hizo que en el siglo XIX, el siglo de una subjetividad que quiere
emanciparse, se llegara, en muchos casos, a que lo sacro quedase atrapado en lo operstico,
recordando de nuevo aquellos peligros que, en su da, obligaron a intervenir al concilio de
Trento, que estableci la norma segn la cual en la msica litrgica era prioritario el
predominio de la palabra, limitando as el uso de los instrumentos.
Tambin Po X intent alejar la msica operstica de la liturgia, declarando el canto
gregoriano y la gran polifona de la poca de la renovacin catlica (con Palestrina como
figura simblica destacada) como criterio de la msica litrgica.
Qu gneros de msica sagrada se permiten en la Iglesia?
San Po X ofreci como modelo de msica litrgica el canto gregoriano, porque
serva a la liturgia sin dominarla. Tras el concilio Vaticano II, con la introduccin de la
lengua del pueblo en la celebracin, la msica cambi y se buscaron otras melodas
diferentes al gregoriano. Sin embargo, el principio de que el canto debe servir a la liturgia
contina vigente.
Hoy, qu msica sagrada permite la Iglesia?
Se permiten el canto gregoriano, la polifona sagrada antigua y moderna, la msica
sagrada para rgano y el canto sagrado popular, litrgico y religioso.
Tambin el Vaticano II permiti la msica autctona de los pueblos cristianos, pero
adornada de las debidas cualidades. La Iglesia aprueba y admite todas las formas musicales
de arte autntico, as vocal como instrumental. Pero de nuevo debemos recordar el
principio: la msica debe servir a la liturgia, no dominarla.
Tambin hoy, como hace cien aos, existen abusos de msicas que dominan la
celebracin e invitan poco a rezar. En algunas misas cantadas, con palmas y bailes, es
difcil que la msica ayude a rezar. Eso no significa que bailar sea malo: las personas deben
expresarse, pero tambin rezar. Tambin debe tenerse en cuenta el momento de la
celebracin para escoger la msica. Por ejemplo, un canto muy rtmico puede ser adecuado
al comienzo de una misa, pero no en el momento de la comunin.
Entre todos estos gneros musicales, la Iglesia da la preferencia al canto gregoriano,
que es el propio de la Liturgia romana y al que san Po X califica de supremo modelo de
toda msica sagrada, el nico que hered de los antiguos Padres, y que custodi
celosamente durante el curso de los siglos en sus cdices litrgicos.
Qu instrumentos son admitidos, adems del rgano?
Nos contesta el concilio Vaticano II: En el culto divino se pueden admitir otros
instrumentos, a juicio y con consentimiento de la autoridad eclesistica territorial
competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la
dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificacin de los fieles (Concilio
Vaticano II, en la Constitucin Dogmtica, Sacrosanctum Concilium, n. 120).
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El canto gregoriano, dice luego Juan Pablo II, ocupa un lugar particular;
pues sigue siendo an hoy el elemento de unidad en la liturgia.
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b)
El arte
30
El cardenal Ratzinger se refiere al icono de Cristo, pero se puede aplicar a todas las dems imgenes,
con las consiguientes salvedades.
31
Es una obra de san Atanasio.
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32
Iconoclastia fue la destruccin de las imgenes. Para ahondar en esta cuestin del valor de las
imgenes, recomiendo mi libro Historia de la Iglesia, siglo a siglo, Coleccin Nueva Evangelizacin, pg.
109-110.
33
En su libro El espritu de la liturgia, Ediciones Cristiandad, , S.A. 2001, p. 144-145.
34
Ibidem, pg. 154-157
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Las imgenes de la historia de Dios con los hombres no slo muestran una
serie de acontecimientos del pasado, sino que ponen de manifiesto, a travs
de ellos, la unidad interna de la actuacin de Dios. Remiten al sacramento
sobre todo al bautismo y la eucarista- y en ellos estn contenidos, de tal
manera, que apuntan tambin al presente. Guardan una ntima y estrecha
relacin con la accin litrgica. La historia llega a ser sacramento en
Jesucristo, que es la fuente de los sacramentos. Por esto mismo, la imagen de
Cristo es el centro del arte figurativo sagrado. El centro de la imagen de
Cristo es el misterio pascual: Cristo se representa como crucificado, como
resucitado, como aqul que ha de venir y cuyo poder an permanece oculto.
Cada imagen de Cristo tiene que reunir estos tres aspectos esenciales del
misterio de Cristo, y ser, en este sentido, una imagen de la Pascua.
No es necesario que se someta a todas y cada una de las normas que fueron
desarrollndose en los sucesivos concilios y snodos que hubo en Oriente, y
que tuvieron una sistematizacin definitiva en el concilio de Mosc, en el
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14.
Qu es el Ao Litrgico?
Liturgia
66
En la carta apostlica del papa Juan Pablo II con motivo del cuadragsimo
aniversario de la constitucin conciliar sobre la Sagrada Liturgia, del 4 de diciembre de
2003, nos dice que el ao litrgico es camino a travs del cual la Iglesia hace memoria
del misterio pascual de Cristo y lo revive (n.3).
El Ao Litrgico tiene dos funciones o finalidades:
a) Una finalidad catequtica: quiere ensearnos los varios misterios de
Cristo: Navidad, Epifana, Muerte, Resurreccin, Ascensin, etc. El ao
litrgico celebra el misterio de la salvacin en las sucesivas etapas del misterio
del amor de Dios, cumplido en Cristo.
b) Una finalidad salvfica: es decir, en cada momento del ao litrgico se
nos otorga la gracia especifica de ese misterio que vivimos: la gracia de la
esperanza cristiana y la conversin del corazn para el Adviento; la gracia del
gozo ntimo de la salvacin en la Navidad; la gracia de la penitencia y la
conversin en la Cuaresma; el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte en
la Pascua; el coraje y la valenta el da de Pentecosts para salir a evangelizar, la
gracia de la esperanza serena, de la honestidad en la vida de cada da y la
donacin al prjimo en el Tiempo Ordinario, etc. Nos apropiamos los frutos que
nos trae aqu y ahora Cristo para nuestra salvacin y progreso en la santidad y
nos prepara para su venida gloriosa o Parusa.
En lenguaje ms simple: el Ao Litrgico honra religiosamente los aniversarios de
los hechos histricos de nuestra salvacin, ofrecidos por Dios, para actualizarlos y
convertirlos, bajo la accin del Espritu Santo, en fuente de gracia divina, aliento y fuerza
para nosotros:
Gracias al Ao Litrgico, las aguas de la redencin nos cubren, nos limpian, nos
refrescan, nos sanan, nos curan, aqu y ahora. Continuamente nos estamos baando en las
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15.
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Guardad silencio.
Prestad odos al Seor.
En este silencio cada uno concreta sus propias intenciones. Por eso se llama
oracin colecta, porque colecciona y recoge los votos, intenciones y
peticiones de toda la Iglesia orante.
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16.
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Amor fiel e imitacin de sus virtudes: Ella merece nuestro amor como
madre espiritual nuestra y al estar adornada de todas las virtudes, merece
nuestra imitacin. Debemos imitarla, sobre todo, en la vivencia de las
virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; tambin en la disponibilidad al
plan de Dios, en la capacidad de contemplacin y de abnegacin; en esa
humildad y sencillez, en su pureza de cuerpo y alma.
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Despus del culto a la Virgen, brot la memoria de los apstoles, de los mrtires y,
finalmente, el recuerdo de los santos de todos los tiempos. Se podra decir que los santos
constituyen, en cierto modo, los nuevos signos zodiacales cristianos, en los cuales se
refleja la bondad de Dios. Su luz, que procede de Dios, nos ayuda a reconocer mejor la
riqueza interior de la gran luz de Dios, que por nosotros mismos no podramos percibir en
el esplendor de su pursima gloria 36.
No puedo terminar esta parte dedicada a Mara sin mencionar el famoso texto de san
Bernardo sobre la Virgen Santsima:
Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la
tentacin, mira a la estrella, llama a Mara. Si te agitan las olas de la soberbia, de la
ambicin o de la envidia, mira a la estrella, llama a Mara. Si la ira, la avaricia o la
impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a Mara. Si turbado con la
memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea
del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la
desesperacin, piensa en Mara. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en
Mara, invoca a Mara. No se aparte Mara de tu boca, no se aparte de tu corazn; y para
conseguir su ayuda intercesora no te apartes t de los ejemplos de su virtud. No te
36
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17.
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humana, haciendo de cada una de ellas ocasin para un encuentro del hombre con Dios.
Encuentro en que el hombre le tribute culto y reciba la salvacin.
Son, pues, los sacramentales una manera por la cual la Santa Iglesia hace llegar los
beneficios de la Redencin a todos los mbitos de la vida cotidiana, an a los ms
modestos, y contribuye as a realizar la consagracin del mundo. Constituyen el lazo entre
la vida cotidiana y el mbito de la Redencin. Extienden a la creacin entera la irradiacin
de los sacramentos como un testimonio de la dimensin csmica del misterio pascual.
Cubren un amplsimo campo de la vida litrgica de la Iglesia.
En pocas palabras, as como los sacramentos se ubican en esos momentos
resaltantes de la vida humana, los sacramentales invaden los momentos cotidianos,
humildes, mltiples de esa misma vida del hombre.
Resumamos las diferencias:
18.
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a)
b)
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estableciendo que no hay que negar los ritos exequiales cristianos a los
que eligieron la cremacin de su propio cadver a no ser que conste
claramente que lo hicieron por razones anticristianas. El nuevo Cdigo de
Derecho Cannico explica la mente completa de la Iglesia en el canon 1176:
La Iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de
sepultar el cadver de los difuntos; sin embargo, no prohbe la cremacin, a
no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina
cristiana. La cremacin no es algo simplemente tolerado, puesto que no es
intrnsecamente mala, ni se exige causa justa para elegirla; pero la Iglesia
prefiere la inhumacin.
Liturgia
81
Liturgia
19.
82
Despus de haber visto qu son los sacramentales, bueno ser hacer un breve
resumen de los siete sacramentos, pues es aqu donde la liturgia tiene su sentido ms hondo
y profundo.
Los sacramentos son los canales a travs de los cuales Dios nos ofrece la salvacin
de su Hijo Jesucristo, a travs de la Iglesia.
Es ms, el principal sacramento de Dios es Jess. Decimos esto porque en Jess,
Dios se manifest plenamente, tal como l es. Conociendo a Jess, conocemos a Dios
mismo. Jess es signo de Dios.
Despus de la resurreccin de Jess y su ascensin a los cielos, l desaparece de
manera fsica entre los hombres. Sin embargo, quiso prolongarse y vivir en una pequea
comunidad de creyentes, que lo reconocen como el nico Seor y se renen en su Nombre
para glorificar a Dios. Esa comunidad se consolida el da de Pentecosts. Esta comunidad
es la que hoy llamamos Iglesia, palabra que significa asamblea.
La Iglesia llega a ser tambin signo, sacramento de la presencia de Jess en el
mundo de hoy, como Salvador de los hombres. Es decir, la Iglesia es el signo visible e
histrico a travs del cual Jess sigue ofreciendo y obrando con su presencia gloriosa la
salvacin de los hombres. Todo lo que hace y dice la Iglesia no tiene otro fin que el de
significar y realizar, directa o indirectamente, la salvacin de Cristo.
Pero, cmo lleva a cabo la Iglesia esta maravillosa obra de salvacin?
La Iglesia echa mano de ciertas acciones, signos, a travs de los cuales Jess sigue
hacindose presente en medio de nosotros. Se les ha llamado sacramentos. Son signos y
gestos que dan al hombre la oportunidad de encontrarse con Jesucristo, desde el nacimiento
hasta su muerte.
Los siete sacramentos aparecen en siete momentos que representan la totalidad de la
vida humana; y en esos momentos es cuando Jess quiere entrar en el hombre a travs de
los siete sacramentos.
Cada uno de estos momentos en los cuales Jess se hace presente, son vividos por
nosotros como una verdadera fiesta; siendo los momentos cruciales de nuestra vida, l se
hace presente. Pero no hay fiesta, cuando uno est solo. En una fiesta no hay lugar para el
cada uno para s. Tampoco en los sacramentos. stos son signos de vida, de amor, de
unidad. Son signos comunitarios; en ellos se expresa toda la comunidad de creyentes como
en una realidad: un pueblo salvado que se une con alegra a su Seor en la fe, la esperanza y
el amor.
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20
Santo Toms de Aquino resume as la necesidad de que sean siete los sacramentos
por analoga de la vida sobrenatural del alma con la vida natural del cuerpo: por el bautismo
se nace a la vida espiritual; por la confirmacin crece y se fortifica esa vida; por la
eucarista se alimenta; por la penitencia se curan sus enfermedades; la uncin de los
enfermos prepara a la muerte, y por medio de los dos sacramentos sociales orden sagrado
y santo matrimonio- es regida la sociedad eclesistica y se conserva y acrecienta tanto en su
cuerpo como en su espritu.
Los sacramentos se han dividido as:
Liturgia
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21.
Ritos introductorios:
Dilogo inicial del sacerdote con los padres y padrinos del nio.
Pregunta a los padres y padrinos: Qu quieren para su hijo?. La
respuesta es hermossima: El don del Bautismo....La vida eterna...La
santidad de Dios para nuestro hijo.
Acogida y signacin en la frente del nio.
Liturgia de la Palabra:
Liturgia sacramental:
Lecturas.
Salmo responsorial.
Homila.
Oracin en silencio
Oracin de los fieles.
Exorcismo.
Uncin en el pecho del nio.
Ritos conclusivos:
Padrenuestro.
Bendiciones varias.
Cntico de accin de gracias.
Presentacin del recin bautizado a la Virgen.
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Sacramento de la Confirmacin
Cuando la confirmacin es dentro de la misa se sigue esta estructura:
Ritos introductorios.
Liturgia de la Palabra.
Sacramento de la confirmacin:
Liturgia eucarstica.
Rito de conclusin.
Liturgia de la Palabra.
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Sacramento de la Eucarista
Ritos introductorios
Primera lectura.
Salmo responsorial
Segunda lectura.
Alleluia.
Evangelio.
Homila.
Credo.
Oracin de fieles
Liturgia de la Eucarista
Canto de entrada.
Inclinacin al altar.
Beso al altar.
Incensacin, si es solemnidad.
Saludo.
Acto penitencial.
Kyrie.
Gloria.
Oracin colecta.
Liturgia de la Palabra
Ritos conclusivos
Saludo
Bendicin.
Despedida final.
Sacramento de la Penitencia
Liturgia
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Acogida del penitente: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu
Santo. Amn. El penitente tiene que experimentar, desde que entra en el
confesonario, la ternura de Dios y la alegra de poderle abrazar a su Padre
Dios, lleno de misericordia.
Alabanza a Dios:
Ritos de entrada:
Saludo.
Acto penitencial.
Liturgia de la Palabra:
Se lee un texto del evangelio referido a un enfermo.
Letanas
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37
Querido hijo: antes de entrar en el orden del presbiterado manifiesta delante de la comunidad tu
propsito de recibir este ministerio.
Quieres desempear siempre el ministerio sacerdotal en el grado de presbiterado como buen
colaborador del orden episcopal, apacentando el rebao del Seor, guiado por el Espritu Santo?
- S, quiero.
Quieres celebrar con fidelidad y piadosamente los misterios del Seor, para alabanza de Dios y
santificacin del pueblo cristiano, segn la tradicin de la Iglesia?
- S, quiero.
Quieres desempear con la debida dignidad y competencia el ministerio de la palabra, por la
predicacin del Evangelio y la exposicin de la fe catlica?
- S, quiero.
Liturgia
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Letanas de los santos con la oracin Exaudi nos del Veronense. Terminan
las letanas con este hermosa oracin del obispo: Escchanos, Seor, Dios
nuestro: derrama sobre este tu servidor la bendicin del Espritu Santo y la
virtud de la gracia sacerdotal, para que la abundancia de tus dones
acompae siempre al que ahora te presentamos para ser consagrado. Por
Cristo nuestro Seor. Amn.
Imposicin de las manos en silencio por parte del obispo sobre la cabeza de
los candidatos; lo mismo hacen los presbteros que participan en el rito.
Luego, el obispo unge con el Santo Crisma las manos de los ordenados:
Jesucristo, el Seor, a quien el Padre ungi con la fuerza del Espritu
Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el
sacrificio.
Sigue la entrega a cada ordenado de la patena con pan y del cliz con vino y
un poco de agua, mientras dice: Recibe la ofrenda del pueblo santo para
presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y
conforma tu vida con el misterio de la cruz de Cristo.
Quieres unirte cada vez ms estrechamente a Cristo, Sumo Sacerdote, que se ofreci por nosotros al
Padre como Vctima santa; y con l quieres consagrarte t mismo a Dios para la salvacin de los hombres?
- S, quiero, con la ayuda de Dios.
Prometes respecto y obediencia a tu obispo? (a tus superiores?).
-S, prometo.
Que Dios complete y perfeccione la obra que l mismo ha comenzado en ti.
Queridos hermanos: Pidamos a Dios todopoderoso que derrame abundantemente su gracia sobre este
hijo suyo a quien eligi para el ministerio de los presbteros.
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Rito de entrada.
Liturgia de la Palabra.
Liturgia del sacramento:
El escrutinio: N y N, sois plenamente libres para contraer
matrimonio? Responden: S lo somos. Pregunta el sacerdote: Os
comprometis a amaros y respetaros durante toda vuestra vida?
Responden: - S, nos comprometemos. Pregunta el sacerdote: Os
comprometis tambin a colaborar en la obra creadora de Dios,
asumiendo vuestra responsabilidad en la comunicacin de la vida y en
la educacin de los hijos de acuerdo con la ley de Cristo y de la Iglesia?
Responden: S, nos comprometemos.
El consentimiento: Manifestad entonces vuestra decisin de contraer
matrimonio estrechndoos la mano derecha y expresad ante Dios y su
Iglesia vuestro consentimiento matrimonial. Cada uno dice: - Yo, N.,
te recibo a ti como esposa/o y prometo serte fiel tanto en la prosperidad
como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amndote y
respetndote durante toda mi vida. Y el sacerdote confirma el
consentimiento: El Seor confirme el consentimiento que habis
manifestado delante de la Iglesia y realice en vosotros lo que su
bendicin os promete. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido.
Bendicin e imposicin de los anillos:El Seor bendiga estos anillos
que os entregaris el uno al otro, como signo de amor y de fidelidad.
Y ellos: N, recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad. En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo.
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Bendicin y entrega de las arras: es un rito opcional. Las arras son unas
monedas. La bendicin que da el sacerdote es sta: Bendice, Seor,
estas arras, que pone N. En manos de N. Y derrama sobre ellos la
abundancia de tus bienes. El esposo toma las arras y las entrega a la
esposa dicindole: N., recibe estas arras como prenda de la bendicin
de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir.
La bendicin de los esposos38.
22.
Bendicin final.
El domingo es, desde el punto de vista histrico, la primera fiesta cristiana; ms an,
durante bastante tiempo fue la nica. Los primeros cristianos comenzaron enseguida a
celebrarlo, pues ya hablan del domingo la primera carta a los corintios (16, 1), el libro de
los Hechos (20, 27), la Didach (14, 1) y el Apocalipsis (1, 10).
Al inicio se le llamaba el da del Seor, el da primero de la semana, el da siguiente
al sbado, el da octavo, el da del sol. Hoy ya lo llamamos domingo.
Tal vez una de las ms importantes tareas cristianas de la actualidad sea la de
devolver al domingo su carcter sagrado, litrgico. Devolucin que entraar dos fases:
retomar nosotros mismos el carcter sacro propio de ese da; y procurar que los dems
tambin lo comprendan y lo asuman.
He dicho devolucin porque quiz la prdida del sentido sagrado del domingo sea
una de las seales ms claras de esta situacin de desacralizacin o secularismo que
caracteriza al mundo actual.
Domingo, Da del Seor, como queriendo decir Da para el Seor es uno de
esos elementos en que se concentran y resumen todas las ms importantes lneas de
contenido del mensaje cristiano.
38
Merece la pena que ponga una de las bellsimas bendiciones que les da el Seor a los nuevos
esposos: Padre santo, creador del universo, t hiciste al varn y a la mujer. Los creaste a tu imagen y
quisiste bendecir su unin. Te pedimos por estos esposos que acaban de unirse en matrimonio: concdeles tu
ms abundante bendicin para que, a la vez que se alegran de su mutua entrega, hagan fecundo su hogar y
enriquezcan espiritualmente a la Iglesia. Que te alaben cuando estn alegres y te busquen cuando estn
afligidos, que se mantengan serenos en medio de las dificultades, sabiendo que cuentan contigo y que ests a
su lado para ayudarlos. Que te invoquen en las celebraciones litrgicas, sean tus testigos en el mundo y
despus de una vida larga y feliz, en compaa de sus amigos, lleguen a tu Reino eterno. Por Jesucristo
nuestro Seor. Amn.
Liturgia
93
Por eso, ya Juan XXIII en su famosa encclica Pacem in terris, del 15 de mayo de
1961, a los 70 aos de la Rerum Novarum deca en el nmero 252: Para defender la
dignidad del hombre como creatura dotada de un alma hecha a imagen y semejanza de
Dios, la Iglesia ha urgido siempre la observancia del tercer mandamiento del Declogo:
Acurdate de santificar las fiestas. Es un derecho de Dios exigir al hombre que dedique
al culto un da de la semana en el cual el espritu, libre de las ocupaciones materiales,
pueda elevarse y abrirse con el pensamiento y con el amor a las cosas celestiales,
examinando en el secreto de su conciencia, sus deberes hacia su Creador.
A propsito del domingo, dice la constitucin conciliar sobre la Sagrada Liturgia:
La Iglesia, por una tradicin apostlica que tiene su origen en el da mismo de la
resurreccin de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho das, en el da que es
llamado, con razn, Da del Seor o domingo. En este da, los fieles deben reunirse a fin
de que, escuchando la Palabra de Dios y participando en la eucarista, recuerden la
pasin, resurreccin y la gloria del Seor Jess, y den gracias a Dios que los hizo
renacer a la viva esperanza, por la resurreccin de Jesucristo de entre los muertos (1 Pe
1, 1). Por eso, el domingo es la fiesta primordial que debe presentarse e inculcarse a la
piedad de los fieles de modo que sea tambin da de alegra y de liberacin del trabajo...El
domingo es el fundamento y el ncleo del ao litrgico.
Tiene algo que ver nuestro domingo con el sbado judo, del que nos habla el
Antiguo Testamento?
El sbado judo contiene algunos elementos que anuncian lo que ser nuestro
domingo.
El sbado judo era el da del descanso. Dios ces de toda la tarea que haba hecho
(cf Gn 2, 2). Dios bendijo ese da y lo santific (cf Gn 2, 3). Es tambin, ms tarde, el da
para la reunin sagrada (cf Lev 23, 3), para presentar ofrendas al Seor (Lev 24, 5-9). Es,
adems, da para recordar las maravillas que obr el Seor en Egipto, al realizar la
liberacin de su pueblo amado (cf Deut 5, 12-15). Es un da para imitar a Dios y para
santificarse el hombre (cf Is 1, 11-19; 58, 13-14; Ez 22, 26). Esta fiesta del sbado es para
todos, no slo para quien es judo, sino tambin para quienes estn vinculados con l (cf Ex
20, 10).
Por qu el cristianismo pas el da de descanso para el domingo y no para el
sbado?
La razn fundamental es que el domingo celebramos la resurreccin de Jess. Y
Jess resucit el primer da de la semana. Y el primer da de la semana, computado al
modo judo, es el que sigue al sbado.
La primitiva comunidad cristiana, guiada por el Espritu Santo y conducida por los
apstoles, ya desde el comienzo de su existencia, despus de Pentecosts, comenz a
celebrar este primer da con clara intuicin del cambio operado desde el Antiguo
Testamento (sombra, profeca, anuncio) al Nuevo Testamento (luz, cumplimiento,
realidad).
Liturgia
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A propsito de esto es oportuno citar a san Justino (ao 155 d.C.) que en su
Apologa dice: El da que se llama del sol39 se celebra una reunin de todos los que
moran en las ciudades o en los campos; y all se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los
recuerdos de los apstoles o los escritos de los profetas. Luego, cuando el lector termina,
el presidente, de palabra, hace una exhortacin e invitacin a que imitemos estos bellos
ejemplos. Seguidamente nos levantamos todos a uno y elevamos nuestras preces; y
terminadas stas, se ofrece el pan y el vino...40.
A partir de este contenido fundamental del domingo, da de la resurreccin del
Seor, Luz del mundo, podemos comprender sus restantes significados y el mensaje
concreto para nuestras vidas, siguiendo la carta apostlica del papa Juan Pablo II sobre el
Domingo del 31 de mayo de 1998. He aqu el resumen de esta carta:
39
San Justino denomina al domingo Da del Sol, que es otra de las denominaciones para el da del
Seor. As en los idiomas de races latinas, la raz conservada proviene de la palabra Dominus, Seor:
domingo en castellano; domenica en italiano; dimanche en francs. En cambio, en otros idiomas, la raz de la
que proviene el trmino con que se denomina al domingo viene de lo que san Justino dice Da del Sol:
sunday en ingls, sontag en alemn, etc. Esta ltima denominacin Da del Sol no es menos apropiada, pues
Jess es la Luz del mundo (cf Jn 8, 12).
40
Como se ve, estn aqu ya prcticamente todas las partes de la santa misa.
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Seor (cf Flp 4, 4). Alegra que tanto el hombre busca...y que slo podr encontrar
verdaderamente en Jesucristo.
El papa Juan Pablo II en la carta apostlica con motivo del cuadragsimo
aniversario de la constitucin conciliar sobre la Sagrada Liturgia nos dice lo siguiente sobre
el domingo: El domingo, da del Seor, en el que se hace memoria particular de la
resurreccin de Cristo, est en el centro de la vida litrgica, como fundamento y ncleo de
todo el Ao litrgico. No cabe duda de que se han realizado notables esfuerzos en la
pastoral, para lograr que se redescubra el valor del domingo. Pero es necesario insistir en
este punto, ya que ciertamente es grande la riqueza espiritual y pastoral del domingo, tal
como la tradicin nos la ha transmitido. El domingo, considerando globalmente sus
significados y sus implicaciones, es como una sntesis de la vida cristiana y una condicin
para vivirla bien (n.9).
20.
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descrita por Juan en el Apocalipsis que resuena siempre ante el trono de Dios y del
Cordero (n. 16).
Por eso, la Liturgia de las Horas es fuente de grande gozo. Como que en ella,
adems, la Iglesia asume los deseos de todos los cristianos e intercede por la salvacin de
todo el mundo ante Cristo y, por l, ante el Padre (n. 17). De esta manera, la Liturgia de
las Horas no es slo medio de santificacin personal (n. 14), sino tambin eficaz
instrumento de fecundidad apostlica.
Termino esta pregunta recomendando vivamente a todos los laicos a que acepten la
clida invitacin que ha hecho Dios, a travs del Concilio Vaticano II, y se vayan poniendo
en contacto con este Oficio divino que les abrir, como la misa, una nueva y copiosa fuente
de vida cristiana. Quien aprende a gustar esta Liturgia nunca ms la abandonar.
21.
Liturgia
99
Visto esto, es obvio que la reforma litrgica slo puede referirse a los elementos que
son de institucin meramente eclesistica y no pueden llegar a cambiar aquellos elementos
que fueron establecidos por el Seor Jess.
Qu reformas, por ejemplo, se han ido haciendo, a partir del concilio Vaticano II?
Por ejemplo, se han introducido las lenguas propias de cada nacin, y no slo el
latn; una mayor amplitud y una nueva ordenacin de las diversas lecturas de la Sagrada
Escritura; en la misa, el giro del altar para permitir la celebracin de cara al pueblo; la
recuperacin de la oracin comn u oracin de los fieles; la introduccin de la homila; la
casi completa reforma del rito de ofertorio, etc.
Con estas reformas, la Iglesia retoma una cierta movilidad en la liturgia que, por
otra parte, fue caracterstica propia de la antigua liturgia. Pinsese, por ejemplo, en los
diversos ritos, que, conservando lo esencial de la liturgia, rodearon esos elementos con
ritos de muy diversa ndole, segn la idiosincrasia de cada pueblo.
Si para algunos cristianos del siglo XX esta reforma litrgica fue una sorpresa que,
en algunos lleg incluso a la extraeza y al escndalo, se debi simplemente a una larga
tradicin inmovilista en la que haban sido formadas las ltimas generaciones cristianas.
Ese inmovilismo litrgico arranca del concilio de Trento y tuvo motivo justificado
en la necesidad de terminar con los abusos litrgicos que la reforma protestante haba
introducido, con los peligros gravsimos para la verdadera fe. Eso oblig al concilio de
Trento a establecer una norma rgida (como un yeso colocado para curar una fractura); y
esta norma fue el famoso misal de san Po V, promulgado bajo orientaciones de dicho
concilio el 14 de julio de 1570.
Pero no era la intencin del concilio tridentino ni de Po V que ese misal fuera otra
cosa que un remedio necesario, duro pero transitorio, hasta que pasara el peligro que el
protestantismo traa.
Por eso debemos tener bien claro que esas adaptaciones, reformas y cambios en la
liturgia, realizadas bajo la direccin de la jerarqua eclesistica, no se han acabado.
Seguirn producindose a medida que las circunstancias de la humanidad vayan
cambiando. Es decir, que no debemos pensar que el nuevo misal, por ejemplo, ser
definitivamente el utilizado por los cristianos hasta el fin de los tiempos. No. A la vuelta de
un nmero indeterminado de aos habr que volver a actualizarlo, como se ha hecho en
esta ocasin, despus del concilio Vaticano II.
Es el as llamado aggiornamento, es decir, la puesta al da, que quera el papa
Juan XXIII y que no se refiere slo al aspecto litrgico, sino a todo el vivir de la Iglesia.
Aunque siempre refirindose a esos elementos secundarios, si bien muy importantes, como
aparece en stos que la reforma litrgica ha modificado.
Concluyo: la reforma no es simplemente una modernizacin de la liturgia como si
se quisiera establecer una nueva moda. Tiene una finalidad seria, profunda: es un cambio
Liturgia
100
que llama a una mayor participacin por parte de los fieles, sean laicos, sea la jerarqua . Y
esta participacin mayor tendr siempre una prueba: deber manifestarse en frutos de
mayor santidad en cada uno de los cristianos, en frutos de mayor inquietud por extender el
Reino de Cristo en todos los hombres, en mayor y ms fiel cumplimiento de la voluntad del
Padre celestial, en mayor docilidad al Espritu Santo, en mayor imitacin y unin con
Cristo el Seor.
Por eso, quiz convenga terminar esta pregunta con una referencia a palabras
pronunciadas por el cannigo sevillano Juan Ordez Mrquez en la segunda semana de
teologa espiritual espaola (Toledo, julio de 1976): Cuidado! La palabra participacin
de la que tanto se ha usado en este perodo de reforma, se nos ha convertido en un
equvoco. Hemos entendido participar por intervenir. Cremos que una accin litrgica
era tanto ms participada cuanto mayor nmero de fieles intervena en el altar...Es hora de
volver a la sensatez. Una cosa es participar y otra intervenir. La verdad es que la accin
litrgica no se participa formalmente ms que a travs de la vivencia interior personal. Se
participa slo en la medida en que los miembros de una comunidad viven intensamente su
dimensin personal profunda, abierta al misterio.
22.
Liturgia
101
Por tanto, tal reforma de la liturgia responda a una esperanza general de toda la
Iglesia. El espritu litrgico se haba difundido siempre ms en casi todos los ambientes,
junto con el deseo de una participacin activa a los sacrosantos misterios y a la oracin
pblica y solemne de la Iglesia (Po X, Tra le Sollecitudini dellOfficio Pastorale, del
22 de noviembre de 1903) y de una aspiracin a escuchar la Palabra de Dios ms
abundantemente.
La reforma de los ritos y de los libros litrgicos comenz casi inmediatamente
despus de la promulgacin de la constitucin Sacrosanctum Concilium y fue actuada en
pocos aos, gracias al desinteresado trabajo de un gran nmero de expertos y de pastores de
todas las partes del mundo (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 25).
Dice el papa Juan Pablo II en su carta apostlica del 4 de diciembre de 2003, con
motivo del cuadragsimo aniversario de la constitucin conciliar sobre la Sagrada Liturgia:
La renovacin litrgica llevada a cabo en estas dcadas ha demostrado que es posible
conjugar unas normas que aseguren a la liturgia su identidad y su decoro, con espacios de
creatividad y adaptacin, que la hagan cercana a las exigencias expresivas de las diversas
regiones, situaciones y culturas. Si no se respetan las normas litrgicas, a veces se cae en
abusos incluso graves, que oscurecen la verdad del misterio y crean desconcierto y
tensiones en el pueblo de Dios. Esos abusos no tienen nada que ver con el autntico
espritu del Concilio y deben ser corregidos por los pastores con una actitud de prudente
firmeza (n. 15).
23.
En la carta apostlica Vicesimus Quintus Annus, del papa Juan Pablo II, con
motivo del vigsimo quinto aniversario de la constitucin conciliar Sacrosanctum
Concilium, se nos recuerdan los principios directivos de la Constitucin conciliar.
Cules son?
Liturgia
24.
102
En esta misma carta del papa Juan Pablo II se nos dan las orientaciones y normas
para la renovacin de la vida litrgica. Tratar de resumirlas:
Puesto que la liturgia tiene una gran valor pastoral, los libros litrgicos han
previsto un margen de adaptacin para la asamblea y las personas, y una
posibilidad de apertura al genio y a la cultura de los diversos pueblos. La
revisin de los ritos ha buscado una noble simplicidad, pero sin empobrecer
los signos. Al contrario, los signos, sobre todo los sacramentales, deben
poseer la ms grande expresividad. El pan y el vino, el agua y el aceite,
Liturgia
103
incluso el incienso, las cenizas, el fuego y las flores, y casi todos los
elementos de la creacin tienen su puesto en la liturgia como oferta al
Creador y contributo a la dignidad y a la belleza de la celebracin.
25.
El papa Juan Pablo II en esta misma carta seala que hubo dificultades en la
aplicacin concreta de la reforma litrgica, debido sobre todo a un contexto poco favorable,
caracterizado por una privatizacin del mbito religioso, por un cierto rechazo de toda
institucin, por una menor visibilidad de la Iglesia en la sociedad, y por poner en cuestin
la fe personal.
Tambin, el cambio de una asistencia simple, a veces pasiva y muda, a una
participacin ms plena y activa en la liturgia, fue para algunos bastante fuerte y no estaban
preparados.
Otros han acogido los nuevos libros con una cierta indiferencia, sin buscar entender
el porqu de los cambios. Hubo tambin quienes se refugiaron en formas litrgicas
precedentes, creyendo que esas, s, son la nica garanta de seguridad en la fe.
No falt quien promovi innovaciones fantasiosas y peregrinas, alejndose de las
normas dadas por la autoridad de la Sede Apostlica y de los obispos, perturbando as la
unidad de la Iglesia y la piedad de los fieles, e incluso, proponiendo cosas contra la fe.
Es realmente grande el misterio que se realiza en la liturgia. En l se abre en la
tierra un resquicio de cielo, y de la comunidad de los creyentes se eleva, en sintona con el
canto de la Jerusaln celestial, el himno perenne de alabanza: Sanctus, sanctus, sanctus,
Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt caeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis!(Carta
apostlica en el XL aniversario de la Sacrosanctum Concilium firmada por Juan Pablo II
el 4 de diciembre de 2003, n. 16).
26.
27.
Liturgia
104
28.
Siguiendo la carta Vicesimus Quintus Annus del papa Juan Pablo II, podemos
enunciar algunas perspectivas para el futuro.
Urge, dice el papa, la formacin bblica y litrgica no slo para los fieles, sino
tambin para los pastores. Para stos debe comenzar en el seminario y casas de formacin,
pero debe continuar durante toda la vida sacerdotal (cf. Inter. Oecumenici, del 6 de
septiembre de 1964).
Otro desafo para el futuro es el de la adaptacin de la liturgia a las diferentes
culturas. La adaptacin de las lenguas ha sido rpida. Ms delicada es la adaptacin de los
ritos, pero tambin necesaria. El papa nos invita a poner en la raz de tales culturas la
liturgia, acogiendo de ellas aquellas expresiones que pueden armonizarse con los aspectos
del verdadero y autntico espritu de la liturgia.
En la adaptacin se debe tener en cuenta que en la liturgia hay una parte inmutable,
porque es de institucin divina, de la que la Iglesia es guardiana, y hay otras partes
susceptibles de cambio, y es aqu donde la Iglesia tiene el poder, e incluso el deber de
adaptar dichos cambios a las culturas de los pueblos recientemente evangelizados (Cf.
Vicesimus Quintus Annus, n. 16).
No es un problema nuevo de la Iglesia: la diversidad litrgica puede ser fuente de
enriquecimiento, pero puede tambin provocar tensiones, incomprensiones recprocas e
incluso cismas. En este campo, est claro que la diversidad no debe daar la unidad. La
diversidad no puede expresarse si no es en la fidelidad a la fe comn, a los signos
sacramentales que la Iglesia ha recibido de Cristo y a la comunin jerrquica.
La adaptacin a las culturas exige tambin una conversin del corazn, y requiere
una seria formacin teolgica, histrica y cultural, sin descuidar un sano juicio para
discernir lo que es necesario, o til, o, por el contrario, intil o peligroso para la fe.
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105
29.
Termina la carta el papa Juan Pablo II enumerando quines son los responsables de
la renovacin litrgica:
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106
TERCERA PARTE
La Eucarista, corazn de la liturgia
Qutate las sandalias, porque el lugar que pisas es lugar sagrado 41.
Entremos con los pies descalzos y el alma extasiada al corazn de la liturgia: la
Eucarista. Oh, admirable sacramento!
Nos dice Juan Pablo II: Existen interrogantes que nicamente encuentran
respuesta en un contacto personal con Cristo. Slo en la intimidad con l cada existencia
cobra sentido, y puede llegar a experimentar la alegra que hizo exclamar a Pedro en el
monte de la Transfiguracin: Maestro, qu bien se est aqu! (Lc 9, 33). Ante este
anhelo de encuentro con Dios, la liturgia ofrece la respuesta ms profunda y eficaz. Lo
hace especialmente en la Eucarista, en la que se nos permite unirnos al sacrificio de
Cristo y alimentarnos de su cuerpo y su sangre (Carta apostlica en el XL aniversario de
la constitucin sobre la sagrada Liturgia, n. 11 y 12).
Entremos, pues, y acerqumonos a esta zarza ardiente.
En el himno de Laudes de la Liturgia de las Horas de la solemnidad del Cuerpo y
Sangre de Cristo, la Iglesia canta esta estupenda sntesis del Misterio Eucarstico: Se
nascens dedit socium, convescens in edulium, se moriens in pretium, se regnans dat in
praemium, que se traduce as: Se dio, naciendo, como compaero; comiendo, se entreg
como comida; muriendo, se empe como rescate; reinando, como premio se nos brinda.
41
42
As le dijo Dios a Moiss en el libro del xodo 3, 5, cuando quiso acercarse a la zarza ardiente.
P. Marcial Maciel, L.C. Salterio de mis das, salmo por los sacramentos, Eucarista, p. 119
Liturgia
107
Fraccin del pan, donde se parte, se reparte y se comparte el pan del cielo,
como alimento de inmortalidad.
Santo Sacrificio de la Misa, donde Cristo se sacrifica y muere para salvarnos y
darnos vida a nosotros.
Eucarista, porque es la accin de gracias por antonomasia que ofrece Jess a su
Padre celestial, en nombre nuestro y de toda la Iglesia.
Celebracin Eucarstica, porque celebramos en comunidad esta accin divina.
La Santa Misa, porque la eucarista acaba en envo, en misin, donde nos
comprometemos a llevar a los dems esa salvacin que hemos recibido.
Misterio Eucarstico, porque ante nuestros ojos se realiza el gran misterio de la
fe.
Agradecimiento profundo.
Admiracin y asombro constantes.
Amor ntimo.
Ansias de recibirlo digna y frecuentemente.
Adoracin continua.
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108
envuelto ese Jess en los paales visibles del pan y del vino, pero que, despus de la
consagracin, se convierten milagrosamente y por la fuerza del Espritu Santo en el Cuerpo
y la Sangre del Seor. Y as la eucarista llega a ser nuestro alimento de inmortalidad y
nuestra fuerza y vigor espiritual.
Hace dos mil aos lo entreg a la adoracin de los pastores y de los reyes de
Oriente. Hoy Mara lo entrega a la Iglesia en cada eucarista, en cada misa bajo unos
paales sumamente sencillos y humildes: pan y vino. As es Dios! Pudo ser ms
asequible, ms sencillo?
Cul es el valor y la importancia de la eucarista?
La eucarista es la ms sorprendente invencin de Dios. Es una invencin en la que
se manifiesta la genialidad de una Sabidura que es simultneamente locura de Amor.
Admiramos la genialidad de muchos inventos humanos, en los que se reflejan
cualidades excepcionales de inteligencia y habilidad: fax, correo electrnico, agenda
electrnica, pararrayos, radio, televisin, video, etc.
Pues mucho ms genial es la eucarista: que todo un Dios est ah realmente
presente, bajo las especies de pan y vino; pero ya no es pan ni es vino, sino el Cuerpo y la
Sangre de Cristo. No es esto sorprendente y admirable? Pero es posible, porque Dios es
omnipotente. Y es genial, porque Dios es Amor.
La eucarista no es simplemente uno de los siete sacramentos. Y aunque no hace
sombra ni al bautismo, ni a la confirmacin, ni a la confesin, sin embargo, posee una
excelencia nica, pues no slo se nos da la gracia sino al Autor de la gracia: Jesucristo.
Recibimos a Cristo mismo. No es admirable y grandiosa y genial esta verdad?
Cmo no ser sorprendidos por las palabras esto es Mi cuerpo, esta es Mi
sangre? Qu mayor realismo! Cmo no sorprendernos al saber que es el mismo
Creador el que alimenta, como divino pelcano, a sus mismas criaturas humanas con su
mismo cuerpo y sangre? Cmo no sorprendernos al ver tal abajamiento y tan gran
humildad que nos confunden? Dios, con ropaje de pan y gotas de vino...Dios mo!
Nos sorprende su amor extremo, amor de locura. Por eso hay que profundizar una y
otra vez en el significado que Cristo quiso dar a la eucarista, ayudados del evangelio y de
la doctrina de la Iglesia. Nos sorprende que a pesar de la indiferencia y la frialdad, l sigue
ah fiel y firme, derramando su amor a todos y a todas horas.
Cunto necesitamos de la eucarista!
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Eucarista y fe
Por qu llamamos a la eucarista Misterio de Fe?
Porque la eucarista requiere y presupone la fe.
Se nos dice que es Cristo quien celebra la eucarista, y vemos a un hombre subir las
gradas del altar, y omos una voz humana, y vemos un rostro humano y unas facciones
humanas. Qu fe!
Se nos dice que asistimos al Calvario, al Viernes Santo, y vemos unas paredes fras,
unos bancos o sillas. Qu fe!
Se nos dice que Dios nos habla en las lecturas, y escuchamos una voz humana, a
veces femenina, a veces masculina. Qu fe!
Se nos dice que todos los ngeles asisten absortos y comparten nuestra misa,
alrededor del altar, y nosotros slo vemos unas velas, un mantel y unos monaguillos, y
gente de carne y hueso. Dnde se han escondido los ngeles? Qu fe!
Se nos dice que Dios est real y sacramentalmente ah presente, bajo las especies del
pan y vino, y nuestros ojos no ven nada, slo omos una voz humana, a veces entrecortada
por sollozos o por algn ruido de nios. Qu fe!
Se nos dice que, despus de la consagracin, ese trozo de pan que vemos es el
Cuerpo de Cristo, y nos sabe a pan, y slo a pan, y vemos pan, slo pan. Y sin embargo,
es verdaderamente el cuerpo de Cristo!Qu fe!
Se nos dice que somos una comunidad de hermanos, y vemos a veces a gente
extraa, que ni siquiera conocemos y con la que no siempre estamos en plena comunin.
Qu fe!
Se nos dice que la Misa termina en misin, y resulta que yo termino igual, vuelvo a
casa a hacer lo mismo de siempre, a la rutina de siempre, a las penas de siempre, a los
sufrimientos de siempre.
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S, la eucarista es un misterio de fe. Y slo quien tiene fe, podr entrar en esa
tercera dimensin que se requiere para vivirla y disfrutarla.
Cmo prepar Cristo a sus discpulos para la eucarista, misterio de fe?
Primero en Cafarnam les hizo la promesa. Despus en Jerusaln, en el Cenculo, la
institucin. All hizo realidad la gran promesa.
Lo vean da a da entregado a los dems. Se haca pan tierno para los nios,
consuelo para los tristes, consejo para los suyos, mdico para los enfermos. Jess viva a
diario las exigencias de la eucarista. Donacin y banquete que alimenta, sacrificio que se
ofrece, presencia que consuela.
La eucarista no son ideas bonitas, no son discursos demostrativos. Es un Pan que se
ofrece, una Sangre que se derrama y limpia, una Presencia que conforta y consuela. Y esto
fue Cristo durante su vida aqu, en la tierra, y hoy, en la eucarista, en cada Sagrario. Y,
maana, en el cielo.
Lleg el da de la gran promesa., que narra San Juan en el captulo 6 de su
evangelio: Yo soy el Pan vivo; quien me come, vivir. El pan que les dar es mi carne,
para la vida del mundo. Sonaba duro: comer su carne, beber su sangre, no estaban
acostumbrados a ese lenguaje.
Cul fue la repuesta de los oyentes?
La incredulidad. Muchos le abandonaron, les pareca un escndalo, les pareca una
irracionalidad, les pareca un canibalismo. Esto es insoportable! Este rechazo fue
ciertamente una profunda desilusin para Jess.
Mir a sus Apstoles, esperando encontrar en ellos la fe, la adhesin, el afecto:
Tambin vosotros queris marcharos?. Jess estaba dispuesto a dejarlos irse si no
crean en la eucarista, que acababa de anunciarles. Es que no es posible seguir a Cristo sin
creer en la eucarista.
Afortunadamente, la confesin de Pedro, en nombre de todos, permiti a los
apstoles continuar en el seguimiento del Maestro. Jess siempre exigi la fe en la
eucarista. Slo con la fe y desde la fe, comulgando obtendremos los frutos que l nos
quiere dar. Si no, slo recibimos un trozo de pan, pero sin ningn fruto.
La Eucarista requiere un impulso de fe siempre renovado. Hay que dar un gran
salto, de lo visible a lo invisible. Esto se da en cada Sacramento. Ese salto es la fe.
Jess pidi fe a sus primeros seguidores. Acaso queris iros? Renovemos nuestra
fe cada vez que vivamos la eucarista. Seor, creemos, pero aumenta nuestra incredulidad.
Creemos, pero queremos crecer en nuestra fe.
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Eucarista y caridad
Tambin la eucarista es un gesto de amor. Es ms, es el gesto de amor ms sublime
que nos dej Jess aqu en la Tierra. A la eucarista se la ha llamado el Sacramento del
amor por antonomasia.
Qu le movi a quedarse con nosotros? Qu le movi a darnos su cuerpo? Qu le
movi a hacerse pan tan sencillo? A encerrarse en esa crcel, que es cada Sagrario? A
dejar el Cielo, tranquilo y limpio, y bajar a la Tierra, que es un valle de lgrimas y
sufrimientos sin fin? A dejar el calor de su Padre Celestial y venir a esta tierra tibia, a
veces glida, y experimentar la soledad en tantos Sagrarios? A despojarse de sus
privilegios divinos y dejarlos a un lado para revestirse de ropaje humilde, sencillo, pobre,
como es el ropaje del pan y vino?
Qu modelos humanos nos sirven para explicar el misterio de la eucarista como
gesto de amor?
Veamos el ejemplo de una madre. Primero, alimenta a su hijo en su seno, con su
sangre, durante esos nueve meses de embarazo. Luego, ya nacido, le da el pecho. Han
visto ustedes algo ms conmovedor, ms lindo, ms tierno, ms amoroso que una madre
amamantando a su propio hijo de sus mismos pechos, dndole su misma vida, su mismo
ser?
As como una madre alimenta a su propio hijo con su misma vida, de su mismo
cuerpo y con su misma sangre, as tambin Dios nos alimenta con el cuerpo y la sangre de
su mismo Hijo Jesucristo, para que tengamos vida de Dios, y la tengamos en abundancia. Y
al igual que esa madre no se ahorra nada al amamantar a su hijo no sea que me quede sin
nada, as tambin Dios no se ahorra nada y nos da todo: cuerpo, alma, sangre y divinidad
de su Hijo en la eucarista.
El amor es entrega y donacin! Y en la eucarista, Dios se entrega y se dona
completamente a nosotros.
Cuntos gestos de amor nos demuestra Cristo en la eucarista!
Fuimos invitados al banquete: Vengan, est todo preparado. El Rey ha mandado
matar el mejor cordero que tena. Vengan y entren. Cuando a uno lo invitan a una boda, a
una fiesta, a un banquete, es por un gesto de amor.
Ya en el banquete, formamos una comunidad, una familia, donde reina un clima de
cordialidad, de acogida. No estamos aislados, ni en compartimentos estancos. Nos vemos,
nos saludamos, nos deseamos la paz. Es el gesto del amor fraterno!
El gesto de limpiarnos y purificarnos antes de comenzar el banquete, con el acto
penitencial: Yo confieso, pone de manifiesto que el Seor lava nuestra alma y nuestro
corazn, como a los suyos les lav los pies. Qu amor delicado!
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Eucarista y esperanza
Hoy se est perdiendo mucho la esperanza, esa virtud que nos da alegra,
optimismo, nimo, que nos hace tender la vista hacia el cielo, donde se realizarn todas las
promesas. La esperanza es la virtud del caminante.
La esperanza!
La esperanza causa en nosotros el deseo del cielo y de la posesin de Dios. Pero el
deseo comunica al alma el ansia, el impulso, el ardor necesario para aspirar a ese bien
deseado y sostiene las energas hasta que alcanzamos lo que deseamos.
Adems acrecienta nuestras fuerzas con la consideracin del premio que exceder
con mucho a nuestros trabajos. Si las gentes trabajan con tanto ardor para conseguir
riquezas que mueren y perecen; si los atletas se obligan voluntariamente a practicar
ejercicios tan trabajosos de entrenamiento, si hacen desesperados esfuerzos para alcanzar
una medalla o corona corruptible, cunto ms no deberamos trabajar y sufrir nosotros por
algo inmortal?
La esperanza nos da el nimo y la constancia que aseguran el triunfo. As como no
hay cosa que ms desaliente que el luchar sin esperanza de conseguir la victoria, tampoco
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hay cosa que multiplique las fuerzas tanto como la seguridad del triunfo. Esta certeza nos
da la esperanza.
Esta esperanza es atacada por dos enemigos:
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Dijimos que los dos grandes errores contra la esperanza son la presuncin y la
desesperacin. A estos dos errores responde tambin la eucarista.
Qu tiene que decir la eucarista a la presuncin?
Sin mi pan, no podrs caminar, sin mi fuerza no podrs hacer el bien, sin mi
sostn caers en los lazos de engaos del enemigo. T decas que podas todo. Seguro?
Cmo podras hacer el bien sin M, que soy el Bien supremo? Y a M se me recibe en la
eucarista. Cmo podras adquirir las virtudes t solo, sin M, que doy el empuje a la
santidad? Quien come mi carne ir raudo y veloz por el camino de la santidad.
Y qu tiene que decir la eucarista a la desesperacin?
Por qu desesperas, si estoy a tu lado como Amigo, Compaero? Por qu
desesperas si Yo estar contigo hasta el fin de los tiempos? Por qu desesperas a causa
de tus males y desgracias, si yo te dar la fuerza?.
El cardenal Nguyen van Thuan, obispo que pas trece aos en las crceles del
Vietnam, nueve de ellos en rgimen de aislamiento, nos cuenta su experiencia de la
eucarista en la crcel. De ella sacaba la fuerza de su esperanza.
Estas son sus palabras: He pasado nueve aos aislado. Durante ese tiempo celebro
la misa todos los das hacia las tres de la tarde, la hora en que Jess estaba agonizando en
el cruz. Estoy solo, puedo cantar mi misa como quiera, en latn, francs, vietnamita...Llevo
siempre conmigo la bolsita que contiene el Santsimo Sacramento: T en m, y yo en Ti.
Han sido las misas ms bellas de mi vida. Por la noche, entre las nueve y las diez, realizo
una hora de adoracin...a pesar del ruido del altavoz que dura desde las cinco de la
maana hasta las once y media de la noche. Siento una singular paz de espritu y de
corazn, el gozo y la serenidad de la compaa de Jess, de Mara y de Jos.
Y le eleva esta oracin hermosa a Dios: Amadsimo Jess, esta noche, en el fondo
de mi celda, sin luz, sin ventana, calentsima, pienso con intensa nostalgia en mi vida
pastoral. Ocho aos de obispo, en esa residencia a slo dos kilmetros de mi celda de
prisin, en la misma calle, en la misma playa...Oigo las olas del Pacfico, las campanas de
la catedral. Antes celebraba con patena y cliz dorados; ahora tu sangre est en la palma
de mi mano. Antes recorra el mundo dando conferencias y reuniones; ahora estoy recluido
en una celda estrecha, sin ventana. Antes iba a visitarte al Sagrario; ahora te llevo
conmigo, da y noche, en mi bolsillo. Antes celebraba la misa ante miles de fieles; ahora,
en la oscuridad de la noche, dando la comunin por debajo de los mosquiteros. Antes
predicaba ejercicios espirituales a sacerdotes, a religiosos, a laicos...; ahora un sacerdote,
tambin l prisionero, me predica los Ejercicios de san Ignacio a travs de las grietas de la
madera. Antes daba la bendicin solemne con el Santsimo en la catedral; ahora hago la
adoracin eucarstica cada noche a las nueve, en silencio, cantando en voz baja el Tantum
Ergo, la Salve Regina, y concluyendo con esta breve oracin: Seor, ahora soy feliz de
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aceptar todo de tus manos: todas las tristezas, los sufrimientos, las angustias, hasta mi
misma muerte. Amn43.
S, la eucarista es prenda y fuente de esperanza.
Eucarista y humildad
Conviene que l crezca y yo menge.
Qu es la humildad?
La humildad es la virtud que modera el apetito que tenemos de la propia excelencia,
del propio valer. Es una virtud que nos lleva a reconocer la grandeza de Dios y, al mismo
tiempo, al conocimiento exacto de nosotros mismos, procurando para nosotros la oscuridad
y el justo aprecio por amor a Cristo.
Es una virtud que no conocieron los paganos griegos o romanos. Ellos buscaban
siempre la excelencia en todo, y para ello usaban de todas las tretas, sean lcitas y buenas, o
no tan buenas. No saban reconocer sus lmites ni sus defectos. Es ms, buscaban
inmortalizar su gloria y su honor, que buscaban con frenes. Para ellos, la humildad era un
defecto, una debilidad.
La humildad la trajo Jess del cielo, pues no se encontraba entre los mortales. Y la
trajo, encarnndola l mismo en su ser. l es la Humildad misma.
Para nosotros, qu es la humildad?
La humildad es una virtud que sabe reconocer lo bueno que hay en nosotros, para
agradecer a Dios de quien viene todo lo bueno que somos y tenemos, sin apropiarnos nada.
Sabe reconocer los propios lmites y defectos, no para desanimarse, sino para superarlos
con la ayuda de Dios.
Por ejemplo, qu diran ustedes de aqul que alaba un cuadro? a quin debera
alabar: al cuadro o al pintor de ese cuadro? No niegues tus cualidades ni los xitos que
logres. El Seor se sirve de ti, lo mismo que el artista utiliza un pincel barato 44.
La humildad es una virtud que sabe abajarse para servir a los dems, a quienes
aprecia e incluso considera mejor que l mismo. Es ms, se alegra que los dems sean ms
amados, preferidos, consultados, alabados que l.
Qu relacin hay entre eucarista y humildad?
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Eucarista y alegra
La eucarista es fuente de alegra.
Qu es la alegra? Es ese sentimiento o efecto del amor, dice santo Toms. Pero
hay tantas clases de alegra como clases de amor, unas ms profundas, otras ms
superficiales.
Est la alegra de quien gan la lotera; la alegra de haber encontrado algo perdido,
la alegra de tener un hijo, la alegra de una curacin, la alegra de volver a ver a alguien
querido, la alegra de haber recobrado la gracia y la amistad con Dios, la alegra de haber
aprobado un examen, la alegra de estar enamorado, la alegra del casamiento, la alegra de
una ordenacin sacerdotal.
El Evangelio est lleno de manifestaciones de alegra: La alegra por haberse
encontrado con Jess, la alegra de los pastores al ver al Nio, la alegra de Simen, la
alegra de los Magos, la alegra en el Tabor al ver a Jess, la alegra de Mara Magdalena, la
alegra de los discpulos de Emas, la alegra de Mara: Mi alma canta....
Pero hay una alegra secreta e ntima en la eucarista. Es fraccin del pan, banquete.
Nos encontramos en comunidad. La comida produce euforia. Quien participa de la misa
debera experimentar esa euforia y alegra espiritual. Es el clima de la vida cristiana.
Nunca nos faltar!
Por eso Jess escogi el signo del vino y el vino alegra el corazn.
Can es el primer anuncio del Nuevo Testamento de la eucarista: el agua se
convirti en vino. El vino alegra el corazn del hombre, dice la Sagrada Escritura. La
parbola del festn es otro anuncio: Venid y comed. Cuando uno come est satisfecho y
feliz. A un banquete va la gente feliz y risuea.
La eucarista es fuente de alegra porque festeja la Alianza que hizo Jess con
nosotros, porque es imagen del banquete celestial, porque da sentido a nuestros dolores
ofrecidos al Seor. Vuestra tristeza se convertir en alegra (Jn. 16, 20).
Es una alegra que se abre a los dems, para compartir con ellos un gozo superior a
los dems.
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Eucarista y apostolado
Cmo iban creciendo los primeros cristianos? A travs de la fraccin del pan y la
predicacin.
No s si todos nosotros sentimos el mismo aguijn de San Pablo: Ay de m, si no
evangelizo . . . (1 Cor. 9,16). Urge el apostolado. El papa en la encclica sobre La misin
del Redentor nos dice: La misin de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, est an lejos
de cumplirse. A finales del segundo milenio despus de su venida, una mirada global a la
humanidad demuestra que esta misin se halla todava en los comienzos y que debemos
comprometernos con todas nuestras energas en su servicio (n.1).
Qu es el apostolado?
El apostolado es precisamente ese comprometernos con todas nuestras energas a
llevar el mensaje de Cristo por todos los continentes. Jess al irse al cielo no nos dijo: Id y
rezad; sino que dijo clarsimamente: Id y anunciad.
Esto es el apostolado: anunciar a Cristo.
Para san Juan46, el apostolado es dar a los dems lo contemplado, escuchado, vivido,
comido, experimentado con Jess. Eso es el apostolado. Apostolado es llevar el buen olor
de Cristo (2 Cor. 2,15). Es llevar la sangre de Cristo, y esa sangre se derrama en cada
eucarista. Es llevar el mensaje de Cristo, y ese mensaje se proclama en cada eucarista. Es
salvar las almas, y esas almas son redimidas en cada eucarista.
Para qu hacemos apostolado? Para que Cristo sea anunciado, conocido, amado,
imitado y predicado. En la eucarista hemos escuchado, comido y contemplado a Jess.
Dnde hacer apostolado? En la familia, la calle, la profesin, los medios de
comunicacin social, la facultad. En todas partes encontramos plpitos, auditorios,
escenarios, estrados y arepagos desde donde predicar a Cristo, con valenta y sin miedo.
Cmo hacer apostolado? Con humildad, ilusin, alegra, voluntad, nimo, caridad.
La caridad es el alma de todo apostolado y nos urge. No imponemos con la fuerza, slo
proponemos con el blsamo del amor y del respeto.
El apostolado es, pues, llevar el mensaje de Cristo a nuestro alrededor, dando razn
de nuestra fe. En cada eucarista Jess nos entrega su mensaje, vivo en la Liturgia de la
Palabra y en la Comunin. Es el derramamiento al exterior de nuestra vida espiritual e
interior. En cada eucarista Jess nos llena de su gracia y amor y vamos al apostolado a dar
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Y que despus lo definir santo Toms de Aquino con aquella frase concisa y preada de significado:
Contemplata aliis tradere, es decir, entregar a los dems lo que hemos contemplado.
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de beber esas gracias a todos los sedientos. Es poner a las personas delante de Jess para
que l las ilumine, las cure, las consuele, como hicieron aquellos con el paraltico que
llevaron en una camilla. El encuentro con Jess en la eucarista nos debera comprometer a
ir trayendo a las personas a este encuentro con Jess.
La misa acaba con este imperativo latino: ite, missa est. Es una invitacin al
apostolado. Missus quiere decir enviado. El apostolado debe ser el fruto de la eucarista,
el fruto de la liturgia. Es como si se dijera: id, sois enviados, vuestra misin comienza.
El apostolado debe brotar de la misa y a ella debe retornar. Es decir, debemos salir
de cada eucarista con ansias de proclamar lo que hemos visto, odo, sentido,
experimentado, para que quienes nos vean y escuchen estn en comunin con nosotros y
ellos se acerquen a la eucarista. Y al mismo tiempo debemos volver despus a la eucarista
para hablar a Dios, traer aqu todas las alegras y gozos, angustias, problemas y
preocupaciones de todas aquellas gentes que hemos misionado.
Todos sabemos que el fin ltimo del apostolado es la glorificacin de Dios y la
santificacin de los hombres. Este fin es el mismo que el fin de la liturgia y de la eucarista
o misa, que es el sol y el corazn de la liturgia.
Si esto es as, la misa nunca termina, sino que se prolonga ininterrumpidamente. El
apostolado hace que la misa se prolongue. Porque en todas partes, durante las 24 horas del
da se est celebrando una misa. Ese Sol de la eucarista nunca experimenta el ocaso. Ese
Corazn de la eucarista nunca duerme, siempre est vigilando y palpita de amor por todos
nosotros.
Cmo vivir entonces cada eucarista?
Con muchas ansias de alimentarnos para tener fuerza para el camino de nuestro
apostolado; con mucha atencin para escuchar el mensaje de Dios a travs de la lectura,
para despus comunicarlo en el apostolado; con espritu apostlico, pues cada misa debe
traernos, si no en persona, al menos espiritualmente a nuestro lado, a todos aquellos que
vamos encontrando en nuestro camino.
Por tanto, ya en cada misa estamos haciendo apostolado. Colocamos a esas personas
en la patena del sacerdote, las encomendamos en la Consagracin y pedimos por ellas en la
Comunin. A ellas, Cristo les har llegar los frutos de su Redencin eterna.
Pidamos la misma pasin por la almas de san Pablo, de san Francisco Javier, que no
nos deje tranquilos hasta ver a todos los hombres conquistados para Cristo, y valoremos la
misa como medio para salvar almas y prepararnos para el apostolado e incendiar este
mundo. Incendiemos no slo el Oriente, sino tambin el Occidente, el Norte y el Sur, el
Este y el Oeste!
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Eucarista y generosidad
La generosidad es la virtud de las almas grandes, que encuentran la satisfaccin y la
alegra en el dar ms que en el recibir. La persona generosa sabe dar ayuda material con
cario y comprensin, y no busca a cambio que la quieran, la comprendan y la ayuden. Da
y se olvida que ha dado.
El dar ensancha el corazn y lo hace ms joven, con mayor capacidad de amar.
Cuanto ms damos, ms nos enriquecemos interiormente.
Con quin tenemos que ser generosos? Con todos. Con Dios. Con los dems, sobre
todo con los ms necesitados.
Manifestaciones de una persona generosa.
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Eucarista y silencio
La vida crece silenciosamente en el oscuro seno de la tierra y en el seno silencioso
de la madre. La primavera es una inmensa explosin, pero una explosin silenciosa.
Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la
comunicacin ms entraable: el dilogo entre Padre, Hijo y Espritu Santo.
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Qu es el silencio?
Es esa capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y
encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de
recogerse. Es esa capacidad de cerrar la boca en momentos oportunos, de calmar las olas
interiores, de sentirse dueo de s mismo y no dominado o esclavo de sus alborotos.
Uno de los males de la actualidad es el aburrimiento, que se origina de la
incapacidad del hombre de estar a solas consigo mismo. El hombre de la era atmica no
soporta la soledad y el silencio, y para combatirlos echa mano de un cigarrillo, una radio, la
televisin, y para evadirse del silencio se echa ciegamente en brazos de la dispersin, la
distraccin y la diversin.
Para qu sirve el silencio?
Es muy til para reponer fuerzas, energas espirituales, calmarse, para encontrarnos
con nosotros mismos, para conocernos mejor, ms profundamente.
Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, cientfico, pensador, necesita
desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones.
Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo
al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos
el silencio creador, fecundo, productivo.
Es condicin indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jams le
escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrera, dispersin, agitacin. El
encuentro con Dios se da en el silencio del alma. As lo dice santa Teresa de Jess: Pues
hagamos cuenta que dentro de nosotros est un palacio de grandsima riqueza, todo su
edificio de oro y piedras preciosas en fin, como para tal Seor-, y que sois vos parte de
que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ans, que no hay edificio y de
tanta hermosura como un alma limjpia y llena de virtudes, y mientras mayores, ms
resplandecen las piedras), y que en este palacio est este gran Rey y que ha tenido por bien
ser vuestro Padre y que est en un trono de grandsimo precio, que es vuestro corazn
(Camino de perfeccin, 28, 9).
Y san Juan de la Cruz nos susurra al odo: El alma que le quiere encontrar ha de
salir de todas las cosas con la aficin y la voluntad, y entrar dentro de s mismo con sumo
recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existiesen...Dios, pues, est
escondido en el alma y ah le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: A
dnde te escondiste? (Cntico espiritual, 1, 6).
El valor del silencio!
Las grandes decisiones en la vida nacieron de momentos de silencio.
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Juan Pablo II, Levantaos! Vamos!, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, p. 131.
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silencio. Tanta fuerza e impresin secreta ejerce el silencio de Jess en el espritu y corazn
de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio.
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Eucarista y amistad
La amistad es crear lazos de unin con alguien. Y los lazos no se rompen. Unen de
tal manera que ambos forman una sola unidad de corazones. Un amigo debe ser la mitad de
nuestra alma. Si nos faltara nos moriramos, pues nos han quitado algo de nosotros mismos.
La amistad es un afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recproco,
que nace y se fortalece con el trato.
La amistad tiene sus frutos. En la amistad encontramos refugio y apoyo, la amistad
enriquece, fortalece y ensancha el corazn del hombre y le hace invencible ante la
adversidad; la amistad dignifica y alegra nuestra existencia.
La amistad se apoya sobre estos cimientos: sinceridad, generosidad, afecto mutuo.
Una amistad cimentada sobre la simulacin, el engao, el egosmo estara siempre
condenada al fracaso.
Por qu hay personas sin amigos?
Varias son las causas.
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Nuestra extrema timidez, por temor a que los dems no nos acepten y porque
en los primeros aos de la vida nuestros padres y educadores no nos
entrenaron para la vida social.
Nos sentimos inferiores, nuestra autoestima est baja y creemos que los
dems no van a encontrar en nosotros nada digno de aprecio, y esto nos hace
meternos en nuestro enclaustramiento y nos impide desbordarnos en forma
afectuosa y confiada sobre los dems.
Por egosmo, mezquindad. Slo buscamos recibir sin dar, y cuando damos,
lo hacemos a cuentagotas.
Por soberbia, orgullo, altanera, quisquillosidad. Por todo esto, hay personas
que con su actitud, sus modales, su lenguaje, sus gestos, repelen y los dems
los esquivan.
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Eucarista y sufrimiento
Jess ha sido, es y ser el varn de los dolores: rechazado, perseguido,
incomprendido, criticado, atacado.
Cules son los sufrimientos que experimenta Cristo en la eucarista?
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El problema est en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que
escuece y levanta las rebeldas, a veces hasta las alturas de la exageracin. Y hay quienes se
cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estril
en que acaban por quemarse por completo.
Qu hacemos con el dolor?
Est la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este
objetivo. El sufrimiento fsico que se pueda eliminar, no est mal.
Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redencin. Sufro en mi carne lo que
falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia. Como Job, que despus
de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en
silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora:
S que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis
palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza (Job 42, 1-6).
Est claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazn se
inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las
rebeldas se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de
nuestra alma.
Culto a la Eucarista
Culto significa devocin. A la eucarista, donde Jess est realmente presente,
debemos dar culto de adoracin, porque es Dios quien se esconde detrs de las especies de
pan. Pero es el mismo Cuerpo de Cristo.
Hay un culto pblico:
a)
b)
Liturgia
134
b)
El Corpus Christi es la fiesta pblica a Cristo Eucarista, a quien paseamos por las
plazas, dndole nuestro tributo y homenaje de adoracin. Viva Jess Sacramentado!
Pidamos que nunca falte este culto dedicado al Santsimo Sacramento.
Eucarista y soledad
Solemos pensar que la soledad es una situacin humana dolorosa y triste de la que
hay que huir a como d lugar. Sin embargo, el hombre puede convertirla en una situacin
fecunda para el alma. As la soledad no se convertir en un oscuro tnel, sino en una
oportunidad bella para el encuentro con Dios.
Hay varios tipos de soledad.
Liturgia
135
Soledad fsica, la ausencia total de compaa humana que puede sufrir una persona
en determinadas circunstancias, o la ausencia momentnea o definitiva por haber muerto
determinada persona que nos resultaba muy querida. Cuntas veces Jess aqu, en la
eucarista, sufre esta soledad fsica, cuando nadie lo visita! Pienso en aquellas iglesias
cerradas, o en las abiertas, donde apenas entra un vivo.
Ya Jess en su vida terrena sufri esta soledad en Getseman y en el Calvario. Mara
tambin experiment esta soledad fsica al perder a su Hijo en el templo, y despus en la
Cruz.
No dejemos solo a Jess en la eucarista! Que siempre tengamos la delicadeza con
l de visitarlo durante el da. l sufre y experimenta esta soledad y yo puedo hacerle ms
llevadero ese sentimiento humano. Podemos llenar esta soledad de Cristo con nuestra
compaa ntima.
Existe tambin la soledad psicolgica, que consiste en sentir o percibir que las
personas que nos rodean no estn de acuerdo con nosotros o no nos acompaan con su
espritu. Cuntas veces Jess aqu, en la eucarista, sufre tambin esta soledad! Percibe que
alguno de nosotros no est de acuerdo con su mensaje, hace lo contrario de lo que l
ensea, en su Evangelio. O estn s, pero fros, inactivos, inconscientes, distrados,
dispersos. Por lo mismo estn en otra cosa.
Ya en su vida terrena Jess sufri esta terrible soledad psicolgica. Cuntos de los
que lo acompaaban no estaban de acuerdo con l y discutan: fariseos, saduceos, jefes. O
incluso sus mismos apstoles no lo acompaaban en todo. Tenan otros anhelos y
ambiciones muy distintas a los de Jess.
Mara tambin experiment esta soledad psicolgica, sobre todo en la pasin y
muerte de su Hijo. Se daba cuenta de que la mayora no haba captado como Ella la
necesidad de la muerte de Jess. Dnde estn los curados? Dnde estn los frutos de la
predicacin de mi Hijo? Ni siquiera los Apstoles captaron el sentido de la misin de su
Hijo! Hagamos ms suave esta soledad de Jess teniendo en nuestro corazn esos mismos
sentimientos.
Est tambin la soledad espiritual, que es la que experimenta el alma frente a las
propias responsabilidades en las relaciones con Dios. Es la soledad que uno siente frente a
Dios; es la soledad de quien sabe que slo l y nadie ms que l debe responder un s o
un no libres ante Dios.
Aqu en la eucarista Jess sufre tambin esta soledad. Solo l sabe que debe
quedarse aqu para siempre. Debe afrontar solo l todos los agravios, sacrilegios,
profanaciones. l sabe y slo l, quien debe estar vigilante las veinticuatro horas del da,
los treinta das del mes, los doce meses del ao. l tiene que responder!, nadie puede
sustituirlo. Independientemente que le hagamos caso o no. En su vida terrena Jess
experiment esta soledad espiritual. Hasta pareca que su mismo Padre lo dej solo. Y
Mara misma sufri esta soledad.
Liturgia
136
Eucarista y Mara
El padre capuchino llamado Miguel de Cosenza, en el Siglo XVII, llam a Mara
con el ttulo Nuestra Seora del Santsimo Sacramento. Y dos siglos ms tarde, San
Julin Eymard, fundador de los Sacramentinos y apstol de la eucarista y de Mara, dejaba
a sus hijos el ttulo y la devocin a Nuestra Seora del Santsimo Sacramento.
Qu relacin hay, pues, entre eucarista y Mara Santsima? Podemos en justicia
llamar a Mara Nuestra Seora del Santsimo Sacramento?
Mara fue el primer Sagrario en el que Cristo puso su morada, recibiendo de su
madre la primera adoracin como Hijo de Dios que asume la naturaleza humana para
redimir al hombre. Imaginmonos cmo trat a Jess en su seno, qu dilogos de amor con
ese Dios al que alimentaba y al mismo tiempo del que Ella misma se alimentaba da y
noche. Imaginmonos la delicadeza para con ese Hijo, cuando iba y vena, trabajaba o
cocinaba, o iba a la fuente. Pondra su mano sobre el vientre y sentira moverse a ese hijo
suyo que era tambin, y sobre todo, Hijo de Dios.
Mara durante esos nueve meses fue viviendo las virtudes teologales.
Viva la fe. Crea profundamente que ese Hijo que creca en sus entraas era Dios
Encarnado. Y ella le dio ese trozo de carne y su latido humano. Viva la esperanza; esa
esperanza en el Mesas prometido ya estaba por cumplirse y Ella era la portadora de esa
esperanza hecha ya realidad. Viva el amor; un amor hecho entrega a su Hijo. Mara
entregaba su cuerpo a su Hijo y derramaba e infunda su sangre a su Hijo. Si no hay sangre
derramada, el amor es incompleto. Slo con sangre y sacrificio el amor se autentifica, se
aquilata.
Liturgia
137
El sacrificio de su Hijo una vez ms, pues cada misa es vivir el Calvario, y
Mara estuvo al pie del Calvario.
En la eucarista Mara nos vuelve a dar a su Hijo para alimentarnos.
En la eucarista, junto al Corazn de su Hijo, palpita el corazn de la Madre.
Por tanto en cada misa experimentamos la presencia de Cristo y de Mara.
Eucarista y martirio
Liturgia
138
Uno de los objetivos del Ao Santo fue el recuerdo de los mrtires. Cuntos han
sido mrtires de la eucarista?
Todos conocemos al nio Tarsicio. Es el ao 302, en plena persecucin del
emperador Diocleciano. En Roma, un nio, de nombre Tarsicio, asiste a la eucarista en las
catacumbas de San Calixto. El papa de entonces le entrega el Pan Consagrado y envuelto en
un lino blanco, para que lo lleve a los cristianos que estn en la crcel (era para esa ocasin
ministro extraordinario de la Comunin!) que esperan dar pronto su vida por Dios. La
eucarista engendra mrtires!
Tarsicio oculta cuidadosamente el Pan Eucarstico sobre su pecho. Solcito se
encamina hacia las crceles. En el camino encuentra a algunos compaeros no cristianos
que juegan y se divierten. Al verlo tan serio sospechan que algo importante est guardando.
Al descubrir que Tarsicio lleva los misterios, el odio estalla en sus corazones y en todos
los miembros de sus cuerpos. Con puetazos, puntapis y pedradas esos muchachos
paganos tratan de arrebatarle lo que l aprieta contra su corazn. An herido de muerte no
suelta la eucarista.
Providencialmente pasa por el lugar un soldado cristiano llamado Cuadrato y lo
rescata. Lo toma en sus fuertes brazos y lo lleva de regreso a la comunidad cristiana. All,
ya en agona, Tarsicio abre sus brazos y devuelve la eucarista al papa que se la haba
entregado. Tarsicio muere feliz, pues le ha demostrado a Cristo su propia fidelidad hasta la
muerte. La eucarista engendra mrtires!
Para los primeros cristianos la eucarista estaba unida a la capacidad de martirio.
Tanto para Tarsicio como para esos cristianos ya encarcelados, la eucarista les daba
fuerzas para soportar todo dolor y sufrimiento.
Es de todos conocido el ejemplo de san Ignacio de Antioqua que deca a sus
hermanos cristianos: Dejadme ser pan molido para las fieras. Y as muri, devorado por
las fieras. La eucarista engendra mrtires!
Tenemos tambin a los famosos mrtires de 1934, fusilados en el norte de Espaa,
entre ellos san Hctor Valdivielso, argentino. Despus de la misa los apresan y los
conducen a la crcel, y a los tres o cuatro das los fusilan.
En Mxico muchos sacerdotes en tiempo de la Guerra Cristera de 1926 a 1929,
murieron mrtires, entre ellos el padre Agustn Pro, porque no obedecieron la orden
masnica del presidente Plutarco Elas Calles: prohibido celebrar la eucarista y todo culto
catlico, bajo pena de muerte. Y estos sacerdotes desafiaron esta inhumana y atea orden,
porque sentan el deber sagrado de honrar a la eucarista y fortalecer al pueblo. No podan
vivir sin la eucarista. Y murieron mrtires.
El beato Karl Leisner, ordenado sacerdote en el campo de concentracin de Dachau
en Alemania, fue apresado y encarcelado. Tena como lema Cristo, t eres mi pasin.
Celebr su primera y nica misa en un barracn del campo de concentracin. Sus ltimas
Liturgia
139
palabras fueron Amor, perdn, oh Dios, bendice a mis enemigos. La eucarista engendra
mrtires!
Por qu la eucarista da fuerzas para el martirio? Porque en la eucarista recibimos
el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que muri mrtir, y que nos llena de bravura, de fuerza
para afrontar cualquier situacin adversa. Quien comulga con frecuencia tendr en sus
venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea
necesario por la salvacin del mundo.
Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos
cristianos, si hay tanto clculo, miramiento, cobarda en la defensa de la propia fe, si hoy se
pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, no ser
porque nos falta recibir con ms conciencia, fervor y alma pura la eucarista?
El efecto nmero uno de la eucarista es la capacidad de sufrir cualquier cosa por
Cristo.
Liturgia
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Liturgia
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Eucarista y peregrinacin
Jess nos ha dejado este Sacramento para nosotros que peregrinamos a la Patria del
cielo.
El camino es largo y fatigoso. Jess lo hace ms suave y amable porque lo camina
con nosotros. El camino es arriesgado y peligroso. Por momentos aparecen las tentaciones,
las dudas, el enemigo. Jess es refugio y defensa. El camino es, a veces, oscuro y con
nubarrones. Jess Eucarista lo ilumina con su sol esplndido. En el camino nos puede
invadir, a veces, la tristeza, la desesperanza, el desencanto, como les pas a los discpulos
de Emas. Pero Jess Eucarista har arder nuestro corazn.
Jess Eucarista se quiere arrimar a nosotros, se hace tambin l peregrino y se pone
a caminar junto a nosotros, alentndonos, abrindonos su corazn, explicndonos las
Escrituras. Qu calor nos infunde! En el camino nos amenaza la tarde, se hace tarde, se
oscurece la vida. Y Jess enciende la luz de su eucarista y nuestras pupilas se abren, se
dilatan en Emas.
Con Jess nunca es tarde, nunca anochece, siempre es eterna primavera, es
medioda. En el camino no vemos el momento de sentarnos a descansar a la vera, o entrar a
una casa para reponer fuerzas, y Jess Eucarista es ese descanso del peregrino.
En el camino sentimos hambre y sed. Por eso Cristo Eucarista se hace comida y
bebida para el peregrino. En el camino experimentamos el deseo de hablar con alguien, que
nos haga agradable la subida, la monotona de ese camino. Y Jess Eucarista quiere
entablar con nosotros dilogos de amistad.
En este camino hacia la Patria Celestial nos pesa nuestra vida pasada, nuestros
pecados gravan sobre nuestra conciencia y ponen plomo sobre nuestros pies, hasta el punto
de inmovilizarlos. Y Jess Eucarista nos abre su corazn misericordioso, como a esa mujer
de Samaria o como a ese Zaqueo de Jeric, y nuestros pecados se derriten y l nos da alas
ligeras para volar por ese camino.
Dios mismo se ha hecho peregrino en su Hijo Jess. Ha atravesado el umbral de su
trascendencia, se ha echado a las calles de los hombres y lo ha hecho a travs de la
eucarista. Jess es el eterno peregrino del Padre que viene al encuentro del hombre que
tambin peregrina hacia Dios. Entonces resulta que ya no slo nosotros somos peregrinos
hacia Dios sino que el mismo Dios en Jess peregrina hacia nosotros hacindose l mismo
el camino de esta peregrinacin y el alimento para el camino y la compaa.
Cmo viene Jess peregrino hacia nosotros?
Con un inmenso amor de hermano y ternura, con una entraable compasin por
nosotros y, sobre todo, con el corazn de Buen Pastor para subirnos y ponernos en sus
hombros, contento y feliz, y darnos su alimento.
Liturgia
142
Esos chicos tardaron unos segundos en reaccionar. No s si les pareca que el cura
les tomaba el pelo, el caso es que se fueron arrodillando uno tras otro. Despus el sacerdote
les explic otros valores artsticos de la iglesia. Junto a la leccin de arte, aquellos turistas
recibieron una sencilla y maravillosa leccin de fe y piedad.
Liturgia
143
De aquella visita eucarstica, este buen sacerdote se sirvi para inculcarles el respeto
y veneracin ante lo sagrado y para descubrirles, de un modo grfico, que en un templo
catlico a quien hay que darle la primaca es al Seor en el Sagrario.
Cuando te encuentres cerca de un Sagrario, piensa ah est Jess. Y desde ah te
ve, te oye, te llama, te ama.
El arte debe estar en funcin de la belleza de Dios y de la presencia real de Cristo.
Por eso, para un cristiano, la visita a una iglesia no debera ser nunca ni exclusiva ni
principalmente artstica. Primero hay que visitar y saludar al Seor de la casa, y
secundariamente se podrn visitar las muestras de arte, hechas con cario por generaciones
de cristianos que han dejado all signos de su amor y de su adoracin.
Por eso la costumbre de los cristianos, tan recomendada hoy y siempre por la
iglesia, de visitar a Jess en el Sagrario, es una finura de amor que contrasta con la actitud
irreverente que algunos adoptan ante el Santsimo. Incomprensin, no saben quin est
ah! Indiferencia, no les importa! Irreverencia, hablando, riendo, comiendo en la iglesia!
Si nos fijamos, por ejemplo, en cmo se comportan los fieles que acuden a una
iglesia, ya sea en el modo de vestir, de estar, de sentarse, de hacer la genuflexin, podemos
deducir en buena medida el grado de fe de esas personas, aunque a veces slo es falta de la
mnima cultura religiosa. No se sabe responder. Se ponen de pie cuando hay que
arrodillarse. Estn con la gorrita en la cabeza. Distracciones. Se habla durante la misa.
Novios que se estn besando, abrazando, tocando, mirando. Qu desubicados!
De qu tenemos que hablar en esas visitas eucarsticas?
Abrir el corazn. Dejarnos quemar, calentar por los rayos de Cristo. Hablarle de
nuestras cosas. Encomendar tantas necesidades. Pedirle fuerzas. Alabarlo. Adorarlo. Darle
gracias.
Cmo tenemos que hablarle?
Con sencillez, sin palabras rebuscadas: l me mira y yo le miro. Con la humildad
del publicano, reconociendo su grandeza y nuestra miseria. Con la confianza de un amigo.
Con la fe del centurin, de la hemorroisa. Con mucha atencin, sin distracciones.
Eucarista y Sagrario
El Sagrario es como un imn.
Han visto ustedes un imn? Qu hace un imn? Atrae el hierro. Pues as como el
imn atrae al hierro, as el Sagrario atrae los corazones de quienes aman a Jess. Y es una
atraccin tan fuerte que se hace irresistible. No se puede vivir sin Cristo eucarista.
Liturgia
144
Ahora bien, qu pasa cuando un imn no atrae al hierro? De quin es la culpa, del
imn o del hierro? Del imn ciertamente no.
San Francisco de Sales lo explicaba as: cuando un alma no es atrada por el imn
de Dios se debe a tres causas: o porque ese hierro est muy lejos; o porque se interpone
entre el imn y el hierro un objeto duro, por ejemplo una piedra, que impide la atraccin;
o porque ese pedazo de hierro est lleno de grasa que tambin impide la atraccin.
Y contina explicando San Francisco de Sales:
Estar lejos del imn significa llevar una vida de pecado y de vicio muy
arraigada.
La piedra sera la soberbia. Un alma soberbia nunca saborea a Dios. Impide
la atraccin.
La grasa sera cuando esa alma est rebajada, desesperada, por culpa de los
pecados carnales y de la impureza.
Y da la solucin:
Que el alma alejada haga el esfuerzo del hijo prdigo: que vuelva a Dios, que
d el primer paso a la Iglesia, que se acerque a los Sacramentos y ver cmo
sentir la atraccin de Dios, que es misericordia.
Que el alma soberbia aparte esa piedra de su camino, y ver cmo sentir la
atraccin de Dios, que es dulzura y bondad.
Que el alma sensual se levante de su degradacin y se limpie de la grasa
carnal y ver cmo sentir la atraccin de Dios, que es pureza y santidad.
As es tambin Cristo eucarista: un fuerte imn para las almas que lo aman. Es una
atraccin llena de amor, de cario, de bondad, de comprensin, de misericordia. Pero
tambin es una atraccin llena de respeto, de finura, de sinceridad. No te atrae para
explotarte, para abusar de ti, para narcotizarte, embelesarte, dormirte, jugar con tus
sentimientos. Te atrae para abrirte su corazn de amigo, de mdico, de pastor, de hermano,
de maestro. Si fusemos almas enamoradas, siempre estaramos en actitud de buscar
Sagrarios y quedarnos con ese amigo largos ratos, a solas.
Si fusemos almas enamoradas, no dejaramos tan solo a Jess eucarista. Las
iglesias no estaran tan vacas, tan solas, tan fras, tan desamparadas. Seran como un
continuo hormigueo de amigos que entran y salen.
Tengamos la costumbre de asaltar los Sagrarios, como dice san Josemara Escriv.
Es tan fuerte la atraccin que no podemos resistir en entrar y dialogar con el amigo Jess
que se encuentra en cada Sagrario.
Y para los que trabajan en la iglesia, pienso en los sacristanes, esta atraccin por
Jess eucarista les lleva a poner cario en el cuidado material de todo lo que se refiere a la
eucarista: Limpieza, pulcritud, brillantez, gusto artstico, orden, piedad, manteles pulcros,
Liturgia
145
Liturgia
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Eucarista y sacerdote
El cura de Ars es ejemplo de amor a la eucarista. Se llamaba Juan Mara Vianney,
nacido en Francia en 1786. Le toc vivir toda la borrasca revolucionaria francesa y la
epopeya de Napolen. Entr al seminario y le costaron mucho sus estudios, pero la gracia
de Dios hizo el resto. A los 29 aos fue ordenado sacerdote.
Lo destinaron a Ars, un pueblito de 230 habitantes, pobres y decados, pues llevaban
muchos aos sin sacerdote, y unos salones de baile hacan sus estragos.
Lleg confiado en Dios y comenz a rezar, a celebrar la santa misa, a pasarse largos
ratos ante el Sagrario. Despus de diez aos, Ars estaba completamente transformada.
Pobre, sufrido, asceta, piadoso, mortificado y probado por la furia de Satans, al ver
que su confesonario era un imn para muchos pecadores que venan de varias partes de
Europa. Se pasaba quince horas diarias confesando.
Muri a los 63 aos de edad, agotado por su intenso trabajo pastoral. Fue
canonizado 76 aos despus de su muerte por Po XI.
Liturgia
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Se pueden destacar varias virtudes del Cura de Ars, que Juan XXIII en 1959 recoge
en una maravillosa encclica llamada Sacerdotii nostri primordia, al festejar el
centenario del Cura de Ars. El papa presenta al cura de Ars como modelo de ascesis,
oracin y celo pastoral. Quiero detenerme aqu slo en su oracin eucarstica.
Sus ltimos treinta aos de vida los pas en la Iglesia, junto al Sagrario. Su
devocin a Cristo eucarista era realmente extraordinaria. Deca l: Est all aqul que nos
ama tanto, por qu no le hemos de amar nosotros igual?.
El Cura de Ars amaba tanto a Cristo eucarista y se senta irresistiblemente atrado
hacia el tabernculo. No es necesario hablar mucho, se sabe que el buen Dios est ah en
el Sagrario, se le abre el corazn, nos alegramos de su presencia. Y esta es la mejor
oracin.
No haba ocasin en que no inculcase a los fieles el respeto y el amor a la divina
presencia eucarstica, invitndolos a aproximarse con frecuencia a la Comunin, y l mismo
daba ejemplo de esta profunda piedad. Para convencerse de ello - refieren los testigos
bastaba verle celebrar la Santa Misa o hacer la genuflexin cuando pasaba ante el
Sagrario.
El ejemplo admirable del Cura de Ars conserva hoy todo su valor. Nada puede
sustituir en la vida de un sacerdote, la oracin silenciosa y prolongada ante el Sagrario.
En el Sagrario el sacerdote encuentra la luz para sus sermones y homilas. En el
Sagrario el sacerdote encuentra la compaa que necesita para su corazn. A dnde ir a
consolar su corazn el sacerdote, si no es en el Sagrario? Cuando tiene que tomar alguna
decisin importante, o afrontar algn problema, nada mejor que el Sagrario. Ah lleva sus
alegras, sus penas, su familia, sus almas.
El Sagrario es para el sacerdote su lugar de descanso. Vive del Sagrario, de ah saca
la fuerza, el coraje, la decisin, la perseverancia en su vocacin. El Sagrario es su punto de
referencia para todo. l me mira y yo le miro, como deca ese viejecito en Ars cuando se
le pregunt que haca tanto tiempo frente al Sagrario.
El Sagrario es escuela para el sacerdote. Ah aprende de Jess a inmolarse en
silencio, a esconderse, a ser humilde.
Eucarista y perdn
Recordemos que uno de los fines de la eucarista y de la misa es el propiciatorio, es
decir, el de pedirle perdn por nuestros pecados. La misa es el sacrificio de Jess que se
inmola por nosotros y as nos logra la remisin de nuestros pecados y las penas debidas por
los pecados, concedindonos la gracia de la penitencia, de acuerdo al grado de disposicin
de cada uno. Es Sangre derramada para remisin de los pecados, es Cuerpo entregado para
saldar la deuda que tenamos.
Liturgia
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Mateo 18, 21-55 nos evidencia la gran deuda que el Seor nos ha perdonado, sin
mrito alguno por nuestra parte, y slo porque nosotros le pedimos perdn. Y l
generosamente nos lo concedi: El Seor tuvo lstima de aquel empleado y lo dej
marchar, perdonndole la deuda. As es Dios, perdonador, misericordioso, clemente,
compasivo. Es el atributo ms hermoso de Dios. Ya en el Antiguo Testamento hay atisbos
de esa misericordia de Dios, pero en general rega la ley del Talin: ojo por ojo y diente por
diente.
Se compadece de su pueblo y forma un pacto con l. Se compadece de su pueblo y
lo libra de la esclavitud. Se compadece de su pueblo y le da el man, y es columna de fuego
que lo protege durante la noche. Se compadece y enva a su Hijo nico como Mesas
salvador de nuestros pecados. Y Dios, en Jess, se compadece de nosotros y nos da su
perdn, no slo en la confesin sino tambin en la eucarista.
Qu nos perdona Dios en la eucarista?
Nuestros pecados veniales. Nuestras distracciones, rutinas, desidias, irreverencias,
faltas de respeto. l aguanta y tolera el que no valoremos suficientemente este Santsimo
Sacramento.
En la misma misa comenzamos con un acto de misericordia, el acto penitencial
(Reconozcamos nuestros pecados). En el Gloria: T que quitas el pecado del
mundo.... Despus del Evangelio dice el sacerdote: Las palabras del Evangelio borren
nuestros pecados.... En el Credo, decimos todos: Creo en el perdn de los pecados....
Despus de las ofrendas y durante el lavatorio el sacerdote dice en secreto: lava del todo
mi delito, Seor, limpia mis pecados. En la Consagracin, ...para el perdn de los
pecados. Ten misericordia de todos nosotros . . . En el Padrenuestro: perdona
nuestras ofensas . . .. Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo . . ..
Por tanto, la misa est permeada de espritu de perdn y contricin.
La eucarista nos invita a nosotros al perdn, a ofrecer el perdn a nuestros
hermanos. La escena del Evangelio (cf Mt. 18, 21-55) es penosa: el siervo perdonado tan
generosamente por el amo, no supo perdonar a un siervo que le deba cien denarios, cuando
l deba cien mil.
El perdn es difcil. Tenemos una naturaleza humana inclinada a vengarnos, a
guardar rencores, a juzgar duramente a los dems, a ver la pajita en el ojo del hermano y a
no ver la traba que tenemos en nuestros ojos. Perdonar es la leccin que no nos da ni el
Antiguo Testamento no las civilizaciones ms esplndidas que han existido y que han
determinado nuestra cultura: la civilizacin grecolatina. Slo Jess nos ha enseado y nos
ha pedido perdonar.
Jess nos pide, para recibir el fruto de la eucarista, tener un corazn lleno de
perdn, reconciliado, compasivo.
Cmo debe ser nuestro perdn a los dems?
Liturgia
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Eucarista y matrimonio
Antes de dar la relacin entre ambos sacramentos, repasemos un poco la maravilla
del matrimonio.
Es Dios mismo quien pone en esa mujer y en ese hombre el anhelo de la unin
mutua, que en el matrimonio llegar a ser alianza, consorcio de toda la vida, ordenado por
la misma ndole natural al bien de los cnyuges y a la generacin y educacin de los hijos.
El matrimonio no es una institucin puramente humana. Responde, s, al orden
natural querido por Dios. Pero es Dios mismo quien, al crear al hombre y la mujer, a su
imagen y semejanza, les confiere la misin noble de procrear y continuar la especie
humana.
El matrimonio, de origen divino por derecho natural, es elevado por Cristo al orden
sobrenatural. Es decir, con el Sacramento del Matrimonio instituido por Cristo, los
cnyuges reciben gracias especiales para cumplir sus deberes de esposos y padres de
familia.
Por tanto, el Sacramento del Matrimonio o, como se dice, el casarse por Iglesia
hace que esa comunidad de vida y de amor sea una comunidad donde la gracia divina es
compartida.
Por su misma institucin y naturaleza, se desprende que el matrimonio tiene dos
propiedades esenciales: la unidad e indisolubilidad. Unidad, es decir, es uno con una.
Indisolubilidad, es decir, no puede ser disuelto por ninguno. El pacto matrimonial es
irrevocable: Hasta que la muerte los separe.
Repasemos las partes de la celebracin matrimonial.
Liturgia de la palabra: hay 35 textos entre los cuales los novios pueden
elegir.
Consentimiento de los contrayentes: despus de un triple interrogatorio
sobre si son libres, si sern fieles y si se comprometen a tener hijos y
educarlos en la ley de Cristo y de la Iglesia.
Liturgia
150
No olvidemos que los ministros del Sacramento son los mismos contrayentes. El
sacerdote slo recibe y bendice el consentimiento.
Qu relacin tiene el Sacramento de la eucarista con el del Matrimonio?
La eucarista es sacrificio, comunin, presencia. Es el sacrificio del cuerpo
entregado, de la sangre derramada. Todo l se da: Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad. Es la
comunin, el cuerpo que hay que comer y la sangre que hay que beber. Y comiendo y
bebiendo esta comida celestial, tendremos vida eterna. Es la presencia que se queda en los
Sagrarios para ser consuelo y aliento.
El matrimonio tambin es sacrificio, comunin y presencia. Es el sacrificio en que
ambos se dan completamente, en cuerpo, sangre, alma y afectos. Y si no hay sacrificio y
donacin completa, no hay matrimonio sino egosmo.
El matrimonio es comunin, ambos forman una comn unin, son una sola cosa,
igual que cuando comulgamos. Jess forma conmigo una comn unin tan fuerte y tan
ntima, que nadie puede romperla.
El matrimonio, al igual que la eucarista, tambin es presencia continua del amor de
Dios con su pueblo.
El amor es esencialmente darnos a los dems. Lejos de ser una inclinacin, el amor
es una decisin consciente de nuestra voluntad de acercarnos a los dems. Para ser capaces
de amar de verdad es necesario desprenderse cada uno de muchas cosas, sobre todo de
nosotros mismos, para darnos sin esperar que nos agradezcan, para amar hasta el final. Este
despojarse de uno mismo es la fuente del equilibrio, el secreto de la felicidad.
El matrimonio se fortalecer en fidelidad, si ambos cnyuges se alimentan de la
eucarista.
Liturgia
151
CUARTA PARTE
Comentario a la encclica del Papa Juan Pablo II
Ecclesia de Eucharistia
El Papa Juan Pablo II, el 17 de abril del ao 2003, Jueves Santo, regal a toda la
Iglesia una hermosa y sorprendente encclica sobre la eucarista, titulada: La Iglesia vive
de la eucarista.
La eucarista es fuente de toda la vida cristiana. El Concilio Vaticano II dice la
eucarista contiene todo el bien espiritual de la Iglesia. Quin es el bien espiritual de la
Iglesia? No son los cuadros de arte, ni las catedrales, no los copones de oro, ni las
vestimentas bordadas... El bien espiritual es Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida,
que da la vida a los hombres por medio del Espritu Santo (Concilio Vaticano II,
Presbyterorum Ordinis, n. 5).
Una Iglesia, podra tener todo el arte sacro ms bello del mundo, pero si no tiene la
presencia viva de Cristo eucarista, de qu sirve ese arte? El arte sacro est al servicio y
para gloria de Cristo eucarista, como ya dijimos en la segunda parte de este libro al hablar
de los elementos artsticos de la liturgia.
Una Iglesia podra carecer de estatuas, vtraux, rgano... pero si tiene la presencia
viva de Cristo Eucarista, lo tiene todo, pues las estatuas, el vitraux, el rgano, deben estar
siempre al servicio y para gloria de Cristo Eucarista.
Oh, la eucarista!: Sacramento de piedad, signo de unidad, vnculo de caridad,
banquete pascual, en el cual Cristo es nuestra comida, el alma se llena de gracia futura
(Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 47).
Volvamos a la encclica del papa Juan Pablo II. Consta de 62 nmeros y est
dividida as:
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Conclusin: n. 60-62.
Del tema de la eucarista se podra decir lo mismo que de Mara, en frase de San
Bernardo: Acerca de Mara, nunca es suficiente. En nuestro caso: Acerca de la eucarista
nunca es suficiente.
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Captulo 1: Misterio de fe
Entremos ahora al primer captulo de la encclica. Se titula: Misterio de fe.
Por qu la eucarista es misterio de fe?
Porque sin fe slo sera un simple smbolo o recuerdo. La eucarista no slo evoca el
misterio pascual de Cristo, sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de
la Cruz que se perpeta por los siglos.
Esta es la fe, de la que han vivido a lo largo de los siglos las generaciones cristianas.
Dios mismo ha condescendido tanto que para disipar las dudas de fe de un monje de la
Orden de San Benito, en el ao 700, estando celebrando la misa, y dudando que Jess
estuviera real y sustancialmente en la eucarista, en el momento de la Consagracin vio
cmo el pan se convirti en un trozo de Carne y el vino en Sangre visible.
Comenz a temblar y llorar de gozo y agradecimiento al Seor. Luego se volvi
lentamente hacia los fieles, diciendo: oh, afortunados testigos a quienes el Sumo Dios,
para destruir mi falta de fe, ha querido revelarse y hacerse visible ante nuestros ojos...
vengan y maravllense ante nuestro Dios tan cerca de nosotros, amados hermanos,
contemplen la Carne y Sangre de nuestro amado Cristo.
Esto ocurri en Lanciano, Italia. Y all, se encuentra un relicario donde estn y se
exponen al culto pblico las reliquias de este milagro, llamado el Milagro de Lanciano.
Misterio de fe! Debemos recibir con fe la eucarista. Si no, no entenderemos nada.
Fe para creer que un cada eucarista, en cada misa se hace presente el Sacrificio de
Cristo en la cruz, para la salvacin de todos. Nos salva, me salva, salva al mundo y lo
devuelve a su Padre redimido, purificado, salvado, reconciliado!
Fe para creer que un cada eucarista, en cada misa, ofrecemos a Dios Padre la
vctima inmolada, que es Cristo Cordero, y nos ofrecemos a nosotros mismos con l, para
la salvacin de la humanidad.
Fe para creer que en cada eucarista, en cada misa se hace presente tambin, no slo
la Pasin y Muerte del Salvador, sino tambin el misterio de la Resurreccin, que corona su
Sacrificio.
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Fe para creer que, detrs de las especies del pan y del vino, est Cristo, Dios y
hombre, entero e ntegro, en cuerpo, sangre, alma y divinidad. No veas -exhorta San Cirilo
de Jerusaln- en el pan y vino meros y naturales elementos, porque el Seor ha dicho
expresamente que son su Cuerpo y su Sangre: la fe te lo asegura aunque los sentidos te
sugieran otra cosa.
Fe para creer que el pan y el vino han dejado de existir despus de la consagracin,
de suerte que el Cuerpo y la Sangre adorables de Cristo Jess son los que estn realmente
delante de nosotros.
Fe para creer que, al comulgar, recibimos verdaderamente el Cuerpo y la Sangre del
Seor, como alimento para nuestra alma y para unirnos ntimamente a l. No es un
alimento metafrico, sino real: Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera
bebida. Puede haber mayor realismo?
Fe para creer que, al comulgar, Cristo nos comunica tambin su Espritu. Escribe
San Efrn: Quien lo come con fe, come Fuego y Espritu. Por tanto, con el don de Su
Cuerpo y Su Sangre, Cristo acrecienta en nosotros el don de su Espritu, infundido ya en el
Bautismo e impreso como Sello en la Confirmacin.
Fe para creer que en la eucarista ya recibimos la vida eterna. En la eucarista
recibimos la garanta de la resurreccin corporal al final del mundo: El que come mi
Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitar el ltimo da. Con la
eucarista se asimila, por decirlo as, el secreto de la resurreccin. Por eso San Ignacio de
Antioqua defina con acierto el Pan eucarstico Frmaco de inmortalidad, antdoto
contra la muerte.
Fe para creer que en cada eucarista nos unimos a la liturgia celestial, a los Santos
apstoles, a los gloriosos mrtires y a todos los santos. Nos asociamos con la multitud
inmensa que grita: la Salvacin es de nuestro Dios, que est sentado en el trono, y del
Cordero (Ap 7,10).
Y el papa escribe una hermosa frase: La eucarista es verdaderamente un
resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusaln
Celestial que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro
camino.
Fe, finalmente, para creer que la eucarista nos da impulso en nuestro camino
histrico, poniendo una semilla de viva esperanza en la dedicacin cotidiana de cada uno a
sus propias tareas.
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La Iglesia es apostlica porque sigue siendo enseada, santificada y dirigida por los
apstoles hasta la vuelta de Cristo, gracias a aquellos que los suceden en su ministerio
sacerdotal: los obispos, y sus colaboradores, los sacerdotes. Por eso la eucarista es tambin
apostlica porque conlleva el orden sacerdotal. Es el sacerdote el nico que pronuncia la
plegaria eucarstica, mientras el Pueblo de Dios se asocia a ella con fe y en silencio.
Aqu sale al paso el papa para aclarar bien varios puntos fundamentales de la
doctrina de la Iglesia acerca de la eucarista.
La asamblea que se rene para celebrar la eucarista necesita absolutamente, para
que sea realmente asamblea eucarstica, un sacerdote ordenado que la presida. La
comunidad no est capacitada para darse por s sola el ministro ordenado; ste es un don
que recibe a travs de la sucesin episcopal que se remonta a los apstoles. Es el obispo
quien ordena al sacerdote, no el pueblo, otorgndole el poder de consagrar el pan y el vino
en la eucarista.
Dado que las comunidades eclesiales separadas de la Iglesia Catlica, desde el siglo
XVI en Occidente (comunidades protestantes y anglicanas) no tienen esta sucesin
apostlica, los catlicos debemos abstenernos de participar en la comunin distribuida en
esas celebraciones protestantes o anglicanas, para no crear confusiones y faltar a la verdad
de la eucarista, que es el sacramento de la unidad.
Tampoco se puede reemplazar la santa misa dominical con celebraciones
ecumnicas de la Palabra o con encuentros de oracin en comn con cristianos miembros
de dichas comunidades eclesiales, ni participar en servicios litrgicos. Primero se necesita
la plena comunin con el papa.
Termina el tercer captulo de la encclica valorando la eucarista en la vida del
sacerdote. Lo ms importante del da para un sacerdote es celebrar la santa eucarista.
Aunque tenga mil tareas pastorales, lo primero, lo primordial es la eucarista. Sin ella,
tendra el peligro de la dispersin, del enfriamiento espiritual, que despus repercutir en
los fieles, en la comunidad de la que ese sacerdote es pastor. Es en la eucarista donde el
sacerdote saca la energa espiritual necesaria para afrontar los diversos quehaceres
pastorales.
Qu primordial en el trabajo del sacerdote es la pastoral de las vocaciones
sacerdotales! El sacerdote debe servir de ejemplo ferviente para sembrar y desarrollar en el
corazn de los jvenes el germen de la llamada al sacerdocio.
El papa apunta tambin lo doloroso que es el hecho que no haya sacerdotes para
celebrar la santa misa, pues slo el sacerdote ofrece la eucarista en la persona de Cristo.
Las soluciones que la Iglesia ha permitido, es decir, que laicos y religiosas animen la
oracin y repartan la comunin en celebraciones... son loables, pero deben ser provisorias,
hasta que venga el sacerdote. Sin l no hay eucarista completa. Esto nos hace pedir al
dueo de la mies que mande obreros a la mies.
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Con estos pecados y otros graves, no podemos acercarnos a la Comunin, sin antes
confesarnos. Eucarista y Penitencia son dos sacramentos estrechamente vinculados entre
s.
A quin corresponde el juicio sobre si estamos en gracia de Dios para acercarnos a
la Comunin? Responde el papa: obviamente corresponde solamente al interesado, slo l
conoce en ese momento su conciencia.
Pero tambin el papa apunta en la encclica: En el caso de un comportamiento
externo grave, abierta y establemente contrario a las normas morales, la Iglesia, en su
cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al sacramento, no puede
mostrarse indiferente (n. 37). Por eso no permitir la admisin a la Comunin eucarstica
a los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave. Se lo har saber con
gran respeto y caridad.
Qu significa esto en concreto?
Si el sacerdote sabe de alguien que se quiere acercar a la Comunin y lleva una vida
libertina, o convive con alguien sin haberse casado por la Iglesia, o viene borracho o
drogado a la Comunin... no debe darle la Comunin, por respeto a la eucarista y para
evitar el escndalo en la gente que sabe de esos casos.
Veamos ahora el elemento visible de esta comunin eclesial.
Qu significa?
Si queremos acceder a la comunin eucarstica, debemos aceptar ntegramente la
constitucin de la Iglesia y todos los medios de salvacin establecidos en ella, y estn
unidos a Cristo que la rige por medio del papa y los obispos, mediante los lazos de la
profesin de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesistico y de la comunin. As nos lo
dice el Vaticano II en la constitucin Lumen Gentium, 14.
Qu significa aceptar ntegramente la constitucin de la Iglesia?
Significa aceptar con la fe y desde la fe que Cristo quiso una Iglesia jerrquica,
donde el papa es el signo y fundamento visible de la unidad total de los obispos y de los
fieles48. Significa que los obispos, unidos al papa y bajo el papa, son los sucesores de los
apstoles para santificar, ensear y gobernar la Iglesia; que los sacerdotes son los primeros
colaboradores de los obispos, y con ellos forman un nico cuerpo sacerdotal y santifican y
gobiernan desde la caridad la porcin de la grey del Seor a ellos confiada bajo la autoridad
del obispo.
Significa aceptar que los diconos son los colaboradores de los obispos y sacerdotes
en la administracin de algunos sacramentos (administrar el bautismo, reservar y distribuir
la eucarista, asistir al matrimonio y bendecirlos en nombre de la Iglesia, llevar el vitico a
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los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo,
administrar los sacramentales, presidir el rito de funerales y sepultura); tambin los
diconos estn al servicio de la caridad.
Qu significa aceptar todos los medios de salvacin establecidos por la Iglesia?
Cules son esos medios? Los sacramentos; los siete sacramentos.
De esto extrae el Papa unas consecuencias muy importantes.
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Por todo esto el Papa se ha atrevido a decir en este ltimo captulo de la encclica:
En la Escuela de Mara, mujer eucarstica. No es una exageracin! No es una hiprbole!
Mara en su espritu vivi todas las dimensiones de la eucarista.
Ojal que nuestra vida sea tambin una continua eucarista, vivida en nuestro
espritu.
Conclusin de la encclica
Qu nuevas ideas nos deja el papa en la conclusin?
Comienza agradeciendo a Dios la gracia de ser sacerdote, pues ha podido celebrar la
eucarista durante estos ya largos cincuenta aos como sacerdote; dando gracias a Dios por
la fe que le ha dado, con la que ha podido reconocer en el pan y en el vino consagrados al
Divino Caminante.
El papa, adems, nos da testimonio de su fe en la eucarista, para confortar la
nuestra, a veces tan alicada y temblorosa. l cree que la eucarista es el tesoro de la Iglesia,
el corazn del mundo, la prenda del fin al que todo hombre, aunque sea inconscientemente,
aspira. Misterio grande que nos supera y pone a dura prueba la capacidad de nuestra mente.
Nos basta la fe, aunque fallen los sentidos!
Ofrece un nuevo motivo en la conclusin que nos hace reflexionar: para llevar a
cabo nuestra tarea de santidad, a lo que nos llam el mismo papa en la carta Novo
Milleunio ineunte, necesitamos de la eucarista. Y tambin para llevar a cabo la
transformacin del mundo, necesitamos de la eucarista.
De la eucarista, la Iglesia saca las fuerzas para realizar su misin salvadora. En la
eucarista tenemos a Jess, tenemos su sacrificio redentor, tenemos su resurreccin,
tenemos el don del Espritu Santo, tenemos la adoracin, la obediencia y el amor al Padre.
Si descuidramos la eucarista, cmo podramos remediar nuestra indigencia?(n. 60).
Y termina ponindonos una vez ms alertas: El misterio eucarstico no consiente
reducciones ni instrumentalizaciones; debe ser vivido en su integridad, sea durante la
celebracin, sea en el ntimo coloquio con Jess apenas recibido en la comunin, sea
durante la adoracin eucarstica fuera de la Misa(n. 61).
Nos alienta a seguir en el camino del verdadero ecumenismo, para podernos sentar
todos los creyentes en Cristo en la misma mesa, y aceptar en la fe la sucesin apostlica.
Miremos a los santos, ejemplos de hombres que en la eucarista encontraron toda su
fuerza. Miremos una vez ms a Mara, pues en ella veremos todo el mundo renovado por el
amor.
La Eucarista nos convierte en testigos de esperanza para todos. Hagamos nuestros
los sentimientos de santo Tomas de Aquino, cantor apasionado de Cristo eucarista:
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QUINTA PARTE
Homilas sobre la Eucarista 49
San Juan captulo 6
Primera multiplicacin de los panes
1 Despus de esto, pas Jess al otro lado del mar de Galilea, o de Tiberades. 2 Y le
segua un gran gento, porque vean los milagros que haca con los enfermos. 3 Entonces
Jess subi a la montaa y se sent con sus discpulos. 4 Estaba prxima la Pascua, la
fiesta de los judos. 5 Jess, pues, levantando los ojos y viendo que vena hacia El una gran
multitud, dijo a Felipe: "Dnde compraremos pan para que stos tengan qu comer?" 6
Deca esto para ponerlo a prueba, pues El, por su parte, bien saba lo que iba a hacer. 7
Felipe le respondi: "Doscientos denarios de pan no les bastaran para que cada uno
tuviera un poco". 8 Uno de sus discpulos, Andrs, el hermano de Pedro, le dijo: 9 "Hay
aqu un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Pero qu es esto para
tanta gente?" 10 Mas Jess dijo: "Haced que los hombres se sienten". Haba mucha hierba
en aquel lugar. Se acomodaron, pues, los varones, en nmero como de cinco mil. 11 Tom,
entonces, Jess los panes, y habiendo dado gracias, los reparti a los que estaban
recostados, y tambin del pescado, cuanto queran. 12 Cuando se hubieron hartado dijo a
sus discpulos: "Recoged los trozos que sobraron, para que nada se pierda". 13 Los
recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes, que sobraron a
los que haban comido. 14 Entonces aquellos hombres, a la vista del milagro que acababa
de hacer, dijeron: "Este es verdaderamente el profeta, el que ha de venir al mundo". 15
Jess sabiendo, pues, que vendran a apoderarse de El para hacerlo rey, se alej de nuevo
a la montaa, El solo.
Discurso sobre el Pan de vida y la Eucarista
24 Cuando, pues, la muchedumbre vio que Jess no estaba all, ni tampoco sus discpulos,
subieron en las barcas, y fueron a Cafarnam, buscando a Jess. 25 Y al encontrarlo del
otro lado del mar, le preguntaron: "Rab, cundo llegaste ac?" 26 Jess les respondi y
dijo: "En verdad, en verdad, os digo, me buscis, no porque visteis milagros, sino porque
comisteis de los panes y os hartasteis. 27 Trabajad, no por el manjar que pasa, sino por el
manjar que perdura para la vida eterna, y que os dar el Hijo del hombre, porque a Este
ha marcado con su sello el Padre, Dios". 28 Ellos le dijeron: "Qu haremos, pues, para
hacer las obras de Dios?" 29 Jess, les respondi y dijo: "La obra de Dios es que creis en
Aquel a quien El envi". 30 Entonces le dijeron: "Qu milagro haces T, para que
vindolo creamos en Ti? Qu obra haces? 31 Nuestros padres comieron el man en el
desierto, como est escrito: "Les dio de comer un pan del cielo". 32 Jess les dijo: "En
verdad, en verdad, os digo, Moiss no os dio el pan del cielo; es mi Padre quien os da el
49
Estas homilas las pronunci en Buenos Aires, en la parroquia Betania, en el mes de julio del ao
2003, durante los domingos en que se lea el captulo 6 de san Juan.
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verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es Aquel que desciende del cielo y da la
vida al mundo". 34 Le dijeron: "Seor, danos siempre este pan". 35 Respondiles Jess:
"Soy Yo el pan de vida; quien viene a M, no tendr ms hambre, y quien cree en M, nunca
ms tendr sed. 36 Pero, os lo he dicho: a pesar de que me habis visto, no creis. 37 Todo
lo que me da el Padre vendr a M, y al que venga a M, no lo echar fuera, ciertamente,
38 porque baj del cielo para hacer no mi voluntad, sino la voluntad del que me envi. 39
Ahora bien, la voluntad del que me envi, es que no pierda Yo nada de cuanto El me ha
dado, sino que lo resucite en el ltimo da. 40 Porque sta es la voluntad del Padre: que
todo aquel que contemple al Hijo y crea en El, tenga vida eterna; y Yo lo resucitar en el
ltimo da".
41 Entonces los judos se pusieron a murmurar contra El, porque haba dicho: "Yo soy el
pan que baj del cielo"; 42 y decan: "No es ste Jess, el Hijo de Jos, cuyo padre y
madre conocemos? Cmo, pues, ahora dice: "Yo he bajado del cielo"? 43 Jess les
respondi y dijo: "No murmuris entre vosotros. 44 Ninguno puede venir a M, si el Padre
que me envi, no lo atrae; y Yo lo resucitar en el ltimo da. 45 Est escrito en los
profetas: "Sern todos enseados por Dios". Todo el que escuch al Padre y ha aprendido,
viene a M. 46 No es que alguien haya visto al Padre, sino Aquel que viene de Dios, Ese ha
visto al Padre. 47 En verdad, en verdad, os digo, el que cree tiene vida eterna. 48 Yo soy el
pan de vida. 49 Los padres vuestros comieron en el desierto el man y murieron. 50 He
aqu el pan, el que baja del cielo para que uno coma de l y no muera. 51 Yo soy el pan, el
vivo, el que baj del cielo. Si uno come de este pan vivir para siempre, y por lo tanto el
pan que Yo dar es la carne ma para la vida del mundo". 52 Empezaron entonces los
judos a discutir entre ellos y a decir: "Cmo puede ste darnos la carne a comer?" 53
Djoles, pues, Jess: "En verdad, en verdad, os digo, si no comis la carne del Hijo del
Hombre y bebis la sangre del mismo, no tenis vida en vosotros. 54 El que de M come la
carne y de M bebe la sangre, tiene vida eterna y Yo le resucitar en el ltimo da. 55
Porque la carne ma verdaderamente es comida y la sangre ma verdaderamente es bebida.
56 El que de M come la carne y de M bebe la sangre, en M permanece y Yo en l. 57 De
la misma manera que Yo, enviado por el Padre viviente, vivo por el Padre, as el que me
come, vivir tambin por M. 58 Este es el pan bajado del cielo, no como aquel que
comieron los padres, los cuales murieron. El que come este pan vivir eternamente". 59
Esto dijo en Cafarnam, hablando en la sinagoga.
Confesin de Pedro
60 Despus de haberlo odo, muchos de sus discpulos dijeron: "Dura es esta doctrina:
Quin puede escucharla?" 61 Jess, conociendo interiormente que sus discpulos
murmuraban sobre esto, les dijo: "Esto os escandaliza? 62 Y si viereis al Hijo del
hombre subir adonde estaba antes? 63 El espritu es el que vivifica; la carne para nada
aprovecha. Las palabras que Yo os he dicho, son espritu y son vida. 64 Pero hay entre
vosotros quienes no creen". Jess, en efecto, saba desde el principio, quines eran los que
crean, y quin lo haba de entregar. 65 Y agreg: "He ah por qu os he dicho que
ninguno puede venir a M, si esto no le es dado por el Padre". 66 Desde aquel momento
muchos de sus discpulos volvieron atrs y dejaron de andar con El. 67 Entonces Jess dijo
a los Doce: "Queris iros tambin vosotros?" 68 Simn Pedro le respondi: "Seor, a
quin iramos? T tienes palabra de vida eterna. 69 Y nosotros hemos credo y sabemos
que T eres el Santo de Dios". 70 Jess les dijo: "No fui Yo acaso quien os eleg a
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vosotros los doce? Y uno de vosotros es diablo!" 71 Lo deca por Judas Iscariote, hijo de
Simn, pues l haba de entregarlo: l, uno de los Doce. Palabra del Seor.
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Cmo de los 57 millones de hombres y mujeres hoy a pie por el planeta tierra,
3.700 millones gritan de hambre, cientos de miles enferman del hambre, y 40.000 nios
diarios mueren de hambre? Por qu?
Por no compartir! No le demos ms vueltas.
Ni Eliseo (cf. 2 Re, 4, 42-44), ni Jess, crearon los panes, sino que les llevaron unos
pocos panes, y Eliseo y Jess los trocearon, los milagrearon y los repartieron. Y as hubo
para todos, qu tal?
As debemos hacer nosotros: tenemos pocos panes, pero no siempre los repartimos,
ni los compartimos. Y as nos va: 3.700 millones gritan de hambre, de los 5.700 millones
que habitan en el planeta... y 40.000 nios mueren de hambre diariamente, adems de los
15 millones de leprosos y los 800 millones de analfabetos del mundo. Por no compartir!
No le demos ms vueltas.
Hay que compartir, si queremos solucionar estos problemas que nos aquejan hoy!
Pero como no slo de pan vive el hombre, igualmente hay que compartir la justicia, la fe, el
amor, la dignidad, los derechos, la paz, la cultura, las desgracias, las alegras, las penas...
Dios no remplaza al hombre. Lo que el hombre no le da a Dios, Dios no lo puede
multiplicar, no lo puede trocear.
Siempre tienes disponibles en tu corazn tus cinco panes y los dos pescados? Te
importan tus hermanos hambrientos?
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Y as nos va.
Jess har el milagro, si t compartieras tus cinco panes y dos pescados. Si no, nada
puede hacer.
El proceso para esa caridad, para que surja esa caridad es claro. Nos da ejemplo
Jess en este evangelio.
Al levantar los ojos, Jess vio que una gran multitud acuda a l.
Primero: levantar los ojos y ver. Pues, ojos que no ven, corazn que no
siente. El egosmo nos impide levantar los ojos. La indiferencia nos tapa los
ojos. Y la ambicin nos ciega. Abre tus ojos, amigo! Levanta tus ojos y
mira a tu alrededor cuntos estn murindose de hambre material, pero
tambin de hambre de amor, de paz, de justicia, de cario!
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Segunda homila:
Cuarto: La eucarista nos une personalmente con Cristo, nos hace entrar en
comunin con Cristo de una manera ntima, pero real.
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Este banquete est ordenado a la unidad de la Iglesia. Tanto el pan, elaborado con
muchos granos de trigo, como el vino, exprimido de muchos racimos, constituyen tambin
un smbolo de la ntima unidad que la eucarista realiza entre nosotros, que somos muchos.
Asimismo, la gota de agua que el sacerdote mezcla con el vino es expresin del
pueblo cristiano que se sumerge en Cristo. Por tanto, ya en el plano de los signos que
vemos en cada misa: banquete, pan, vino, gota de agua, cantos... se muestra la eucarista
como sacramento de unidad de la iglesia. Ahora entendemos por qu el Papa Juan Pablo II
en su encclica sobre la eucarista titula el capitulo II: La Eucarista edifica la Iglesia, y el
capitulo IV: Eucarista y comunin eclesial
La eucarista es banquete que realiza la unidad de la Iglesia. El que recibe la
eucarista, el que comulga, manifiesta que est unido con Cristo. Y como Cristo es la
Cabeza, y su cuerpo es la iglesia, y no puede separarse Cabeza y Cuerpo... de aqu se
deduce que quien comulga a Cristo Cabeza tambin se une y se incorpora a su Cuerpo, que
es la Iglesia.
Por eso decimos que la eucarista es el sacramento de la unidad de la iglesia.
Comulgando a Cristo, nos unimos a la iglesia, que es su Cuerpo mstico. La eucarista es lo
ms excelso, lo ms hermoso, lo ms valioso.
Esto hace que, aunque somos muchos, en la eucarista somos uno en Cristo. Si bien
es Cristo quien penetra en nosotros, tambin es cierto que por la eucarista penetramos
nosotros en Cristo. Y, lo ms admirable!, dentro de Cristo, donde la divisin no tiene
cabida, nos encontramos con nuestros hermanos, que en Cristo formamos un solo cuerpo,
que es la iglesia.
La eucarista es banquete, donde recibimos el cuerpo resucitado y glorificado de
Cristo. Y al entrar el Cuerpo glorificado de Cristo en nuestra carne mortal, la va
espiritualizando, santificando, purificando y llenndola de inmortalidad. La vida nueva que
recibimos y que se aumenta en cada comunin es ya el inicio y germen de la vida eterna.
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Sin el Pan del cielo, sin el Pan de la eucarista todo es insatisfaccin y tristeza y
decaimiento y desgana.
Qu queremos: el pan de cebada que slo alimenta el cuerpo y da gusto al
estmago, o tambin el Pan del cielo, que alimenta el alma y da gusto al espritu, que acalla
todas nuestras hambres profundas?
Cunto hacemos por el cuerpo, cunto hacemos por nuestra alma? Qu nos pide
de ordinario el cuerpo?
Lo sabemos, y contesta San Pablo en la carta a los efesios (cf. Ef 4, 17ss): nos pide
frivolidades. Que es lo mismo que decir sensualidades, gustos, caprichos, antojitos,
satisfaccin de la concupiscencia, ya sea la de la carne como la del espritu.
Y as estamos, gordos, bien gordos por las cosas mundanas que comemos tan a
gusto! Y, el espritu y el alma? Qu nos pide el espritu? Nos contesta de nuevo san Pablo
en esta misma carta a los efesios: no proceder como los paganos, despojarnos del hombre
viejo sensual, egosta, soberbio, vanidoso, perezoso, lujurioso. El espritu pide alimentarnos
de justicia y santidad verdadera.
Cmo est nuestro espritu: flaco, famlico, o fuerte y robusto? Cmo nos
preocupa si nuestro cuerpo enflaquece, o tiene mal color o aspecto...! Y el alma?
Se cuenta que al fakir de cierto poblado, con las costillas a la intemperie y tumbado
en su catre de clavos, punta al cielo, le preguntaba la gente.
Y sigue la leyenda: Cuando dieron las 12, todos se fueron a casa y se sentaron a
comer. El fakir se fue a su chamizo y si arrodill en oracin. Cuando se enter la gente,
bisbiseaba lo ocurrido. Y todo porque ante el fakir, con su culto al espritu, ellos se
avergonzaban de su propio culto al cuerpo. No s si llegaron a sospechar que si estaba
delgado el fakir, se deba a que el espritu no le peda al cuerpo que comiera.
Quin manda y ordena en m: el cuerpo o el espritu? Ojal que sea el espritu
quien mande en nosotros y podamos decir siempre a Cristo: Seor, danos siempre de ese
pan del cielo que alimenta nuestra alma. Acerqumonos a la eucarista que la Iglesia nos
ofrece, para saciar nuestra hambre de Dios y de eternidad.
Si las sociedades decaen, si los pueblos se debilitan, si los estados se vuelcan al
laicismo, si vemos a tanta gente demacrada, somnolienta, decada y triste, si algunas
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familias enflaquecen en valores, si hay tantos jvenes sin fuerza para resistir las tentaciones
mundanas y luchar por la santidad de vida... no ser porque nos est faltando este Pan del
cielo?
Seor, danos siempre de ese pan.
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En cada misa deberamos ofrecer nuestras manos para ser clavadas a la Cruz de
Cristo y as reparar nuestros pecados cometidos con esas manos.
En cada misa deberamos ofrecer nuestro costado para ser traspasado, y as reparar
nuestros pecados de odios, rencores, malos deseos.
En cada misa deberamos poner nuestras rodillas para ser taladradas, para reparar
los pecados que cometimos adorando los becerros de oro.
En cada misa deberamos ofrecer nuestros pies para que fueran clavados en la Cruz
de Cristo y as reparar los pecados que cometimos yendo a lugares peligrosos.
Esto es vivir la eucarista en su dimensin de sacrificio. Morir a nosotros mismos!;
para que, con nuestra muerte al pecado, demos vida al mundo, a nuestros hermanos.
Verdad que es terriblemente comprometedora la santa misa? A quien le gusta
cargar con la Cruz de Cristo en su vida, y caminar con ella a cuestas, sacrificndose y
crucificndose da a da en ella? En cada misa deberamos experimentar en el alma la
crucifixin de Cristo y su muerte, y tambin su resurreccin a una vida nueva y santa.
S, la eucarista es Banquete. Comamos de l! S, la eucarista es Sacrificio.
Ofrezcmonos en l al Padre por Cristo para la salvacin del mundo! Bebamos su sangre
derramada, que nos limpia.
Quedmonos de pie, como Mara, en silencio, junto al Calvario, y ofrezcamos este
sacrificio de Cristo y nuestro, muriendo a nosotros mismos. Amn.
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Todo estaba bien mientras tenan en los ojos el fulgor del milagro de la
multiplicacin de los panes y pescados... Todo estaba muy bien mientras conservaban en la
boca el sabor de esos panes y pescados... Todo estaba muy bien mientras se hartaron del
pan material y comida material. Todo estaba muy bien mientras estaban recostados en la
hierba y descansando, despus de esa comida.
Pero, qu pas?
Cuando lleg el momento de la fe: Yo soy el Pan bajado del cielo... entonces pas
lo que tantas veces nos pasa: nos cuesta creer en Dios, en Cristo. Todo fue bien mientras
Jess les dio de comer, todo fue mal en cuanto le oyeron que haba bajado del cielo y que
l era Dios.
Por eso, le lanzaron ese latiguillo: Acaso ste no es Jess, el hijo de Jos?. No
conocemos a su padre y a su madre? Qu va a ser Dios!
Qu les pas a stos que presenciaron el gran milagro? Le consideraron slo un
mago? Qu nos pasa a nosotros, cristianos del siglo XXI?
Les falt fe. Nos falta fe, por eso entraron, y entramos, en una gran crisis de
decepcin, desconcierto, desilusin. Crisis de fe.
Por qu no hablar de la fe, partiendo de este Evangelio? El que cree, tiene vida
eterna.
Pregunto: La fe agarra nuestra vida? O hay una separacin, un divorcio entre
nuestra fe y nuestra vida, entre nuestra fe y nuestra conducta?
Me dejan hacerles ms preguntas?
No ser por falta de fe que a muchos les parezca aburrida la misa, y por lo mismo
se distraen fcilmente? No ser por falta de fe que a algunos, que viniendo a misa, la misa
no les cambia la vida? No ser por falta de fe que algunos critican a la Iglesia, al papa, a
los obispos... cuando sacan documentos que van contracorriente? No ser por falta de fe
que algunos ya no se confiesan ms? No ser por falta de fe que algunos gobernantes y
polticos catlicos aprueban leyes en contra de la ley de Dios?
Hay una dicotoma entre fe y conducta. Hay una especie de esquizofrenia.
Y as podramos seguir: por falta de fe, nuestras vidas se mustian, pierden la
orientacin, y podemos caer en una depresin ms fuerte que la de Elas, cuando hua de la
reina Jezabel (cf. 1 Re 19, 1ss), porque quera matarle
Hoy el Seor, nos invita a la fe sobre todo en el misterio de la eucarista. Fe es creer
lo que no vemos, porque alguien con autoridad nos lo ha dicho.
Liturgia
186
Vemos la accin del Espritu Santo que con su fuerza transforma esos dos
elementos materiales, el pan y el vino, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Por tanto al comulgar, junto con el Cuerpo de Cristo recibimos tambin el
fuego del Espritu, la fuerza para soportar esos momentos de depresin,
como Elas, amargura, arrebatos, ira, gritos, insultos y toda clase de maldad.
Creemos o no?
Liturgia
187
La eucarista es misterio de fe! La fe es la que nos apa y nos levanta para vivir
nuestra vida desde Dios, ver sus signos y su presencia. Con la fe vivimos nuestra vida con
profundidad y de cara a la eternidad, de la que la eucarista es ya un anticipo: El que coma,
tiene ya la vida eterna. Sin la fe, la misa es algo lejano, aburrido, sin sentido, algo pasado
que en nada nos concierne. Tienes o no tienes fe?
La eucarista para algunos es un recuerdo simblico de que Jess nos ama... y no la
presencia viva, sacramental de Cristo que renueva su sacrificio de amor para darnos vida
eterna, y salvarnos aqu y ahora. Su salvacin se hace presente y actual para cada uno de
nosotros y nosotros recibimos esa salvacin cuando comulgamos con fe, y en las debidas
disposiciones. Crees t esto?
Aprobamos o no aprobamos este examen que nos pone hoy el Seor sobre la fe?
Cmo hacer para que nuestra fe en la eucarista crezca y no se venga a menos, por
la rutina, el acostumbramiento, la desidia, la pereza?
Actuar nuestra fe, al inicio de cada misa: Seor, venimos a misa, donde t
renuevas el sacrificio de la Cruz para salvarnos...Aumenta nuestra fe!
Hagamos hoy un acto profundo de fe para creer lo que Jess nos dice: El que come
de este pan vivir eternamente, y el pan que yo dar es mi Cuerpo para la vida del
mundo.
Ojal hayamos aprobado el examen de la fe en la eucarista que nos puso hoy Jess.
Seor, creo, pero aumenta mi incredulidad.
Liturgia
188
misma manera que Yo, enviado por el Padre viviente, vivo por el Padre, as el que me come,
vivir tambin por M. Este es el pan bajado del cielo, no como aquel que comieron los
padres, los cuales murieron. El que come este pan vivir eternamente". Esto dijo en
Cafarnam, hablando en la sinagoga. Palabra del Seor.
Hemos analizado ya que la eucarista es un banquete. Vengan y coman! No se
queden con hambre! Es un banquete en el que Dios Padre nos sirve el Cuerpo y la Sangre,
el alma y la divinidad de su propio Hijo, hecho Pan celestial. Pan sencillo, pan tierno, pan
sin levadura...Pero ya no es pan, sino el Cuerpo de Cristo. Vengan y coman! Slo se
necesita el traje de gala de la gracia y amistad con Dios, si no, no podemos acercarnos a la
comunin, pues quien come el Cuerpo de Cristo indignamente, come su propia
condenacin, nos dice San Pablo (1 Cor 11, 27).
Vimos tambin que la eucarista es sacrificio, donde se renueva y se actualiza la
Muerte de Cristo en la Cruz para restablecer la amistad del hombre con Dios, reparar la
ofensa que el hombre hizo a Dios, y volver a unir cielo y tierra, y darnos as la salvacin y
el rescate. Muramos tambin nosotros con l para despus resucitar con l!
Hoy daremos un tercer aspecto de la Eucarista: La Eucarista es prenda de la gloria
futura. Lo dice bien claro Jess hoy en el Evangelio: El que come de este pan vivir
eternamente.
Por tanto, la eucarista no es slo fuerza y alimento para el camino, como
experiment Elas, que comi ese pan que le ofreci Dios, prefiguracin de lo que sera
ms tarde la eucarista, y Elas recobr fuerza, vigor, nimo y aliento y sigui caminando
cuarenta das y cuarenta noches
La eucarista no es slo para el presente. Es tambin prenda de la gloria futura. Qu
significa esto: El que come de este pan vivir eternamente?
Esto no quiere decir que el recibir la eucarista nos ahorre la muerte corporal.
Nosotros comulgamos con frecuencia, y a pesar de todo un da moriremos.
Ac se trata de la muerte espiritual, de la muerte eterna, lejos de Dios, en el infierno.
Este pan de la eucarista nos libra de esta muerte y nos da la vida inmortal. Todo
alimento nutre segn sus propiedades. El alimento de la tierra alimenta para el tiempo. El
alimento celestial, Cristo eucarista, alimenta para la vida eterna.
Valga esta comparacin: la eucarista es como esa vacuna preventiva que nos vamos
poniendo en esta vida terrena para no morir en nuestra alma y alcanzar la vida eterna. Nos
va fortaleciendo el organismo espiritual como anticipo para que no se enferme con muerte
eterna.
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El pan de la eucarista nos acompaa en nuestro camino por este desierto que es el
mundo. Nos alimenta. Nos da fuerza, como le pas a Elas. Pero cesar una vez alcanzada
la meta del cielo. Una vez que hayamos llegado al cielo ya no necesitamos de este Pan,
pues tendremos la presencia saciativa de Dios, cara a cara, sin velos y sin misterios.
Aqu vemos a Dios a travs del velo de la fe: vemos pan, pero creemos que es Dios,
saboreamos pan, pero creemos que es Dios.
Pero hay ms; la eucarista no slo nos acompaa en nuestra peregrinacin al cielo
llenndonos de fuerza, nimo y aliento... sino que, en cierto modo, ya desde ahora siembra
algo de Cielo en nuestro interior, porque en la eucarista recibimos a Cristo sufriente y
glorioso.
En cuanto paciente y sufriente, Jess nos aplica el fruto de su Pasin: el perdn de
los pecados, la reconciliacin con el Padre. En cuanto glorioso, nos comunica el germen de
su Resurreccin: una vida nueva, inmortal, feliz y eterna con Dios... Cristo con su
Resurreccin destruy la muerte. Y nosotros al comulgar comemos el Cuerpo glorioso de
Cristo que penetra en nuestro ser, comunicndonos la vida nueva, la vida eterna, la vida
inmortal.
Por esta razn, algunos Santos Padres de la Iglesia llamaron a la eucarista remedio
de inmortalidad. San Ireneo, por ejemplo, dice: As como el grano de trigo cae en la
tierra, se descompone, para levantarse luego, multiplicarse en espigas y alimentarnos... as
nuestros cuerpos, alimentados por la eucarista y depositados en la tierra, donde sufrirn
la descomposicin, se levantarn un da y se revestirn de inmortalidad.
El hecho de que la eucarista sea la primicia y el comienzo de nuestra glorificacin y
resurreccin, explica su intrnseca relacin con la segunda venida del Seor.
Porque el da en que el Seor vuelva, al fin de la historia, ese da la eucarista se
habr vuelto innecesaria, as como todos los sacramentos, que son como velos a travs de
los cuales con la fe vemos a Dios, su presencia, su huella, su caricia... Ya no se necesitarn,
cuando venga Jess al final de la historia, porque veremos a Dios cara a cara, sin velos y sin
misterios.
Ya en el cielo no necesitamos comulgar a Dios en el pan, ni en el vino. La
comunin con Dios en el cielo ser de otra manera: directamente, no a travs de velos.
Cmo nos gustar saber cmo estaremos y viviremos en el cielo con Dios!
Imagnate lo ms hermoso y consolador de aqu en la tierra, rodeado de buenas amistades,
en charla franca, amena, limpia, consoladora... y elvalo no a la ensima potencia, sino
eternamente. No pasan las horas, porque en el cielo no hay tiempo. No hay cansancio ni
sueos, porque en el cielo no se sufren esos condicionamientos. No hay enojos ni
discusiones, no hay envidias ni borracheras ni desenfrenos... Todo all es puro y
eternamente feliz.
Creemos esto?
Liturgia
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Pues bien, la eucarista es un cachito de cielo. Se nos abre un resquicio de cielo para
que ya lo deseemos ardientemente, desde ac en la tierra.
Qu les parece si hoy vivimos la misa, la eucarista de otra manera? Ms profunda,
ms ntimamente... mirando hacia esa eternidad de Dios que nos aguarda, y que la
eucarista nos promete ya como prenda futura. Quien coma de este pan vivir
eternamente. Amn.
Oye, Seor, todava sigues con tu discurso sobre el Pan de vida? Eres un poco
machacn, no crees? Tan hambrientos nos ves? Te haces un poco reiterativo,
sabes?
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APNDICE 1
Sacrosanctum Concilium (Constitucin sobre la Sagrada Liturgia; 4.XII.63)
Proemio
1. Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar da en da entre los fieles la vida
cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que estn
sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unin de cuantos creen
en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia.
Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de
la Liturgia.
La Liturgia en el misterio de la Iglesia
2. En efecto, la Liturgia, por cuyo medio "se ejerce la obra de nuestra Redencin", sobre
todo en el divino sacrificio de la Eucarista, contribuye en sumo grado a que los fieles
expresen en su vida, y manifiesten a los dems, el misterio de Cristo y la naturaleza
autntica de la verdadera Iglesia. Es caracterstico de la Iglesia ser, a la vez, humana y
divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la accin y dada a la
contemplacin, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; y todo esto de suerte que
en ella lo humano est ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la
accin a la contemplacin y lo presente a la ciudad futura que buscamos. Por eso, al
edificar da a da a los que estn dentro para ser templo santo en el Seor y morada de Dios
en el Espritu, hasta llegar a la medida de la plenitud de la edad de Cristo, la Liturgia
robustece tambin admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo y presenta as la
Iglesia, a los que estn fuera, como signo levantado en medio de las naciones, para que,
bajo de l, se congreguen en la unidad los hijos de Dios que estn dispersos, hasta que haya
un solo rebao y un solo pastor.
Liturgia y ritos
3. Por lo cual el sacrosanto concilio estima que han de tenerse en cuenta los principios
siguientes, y que se deben establecer algunas normas prcticas en orden al fomento y
reforma de la Liturgia.
Entre estos principios y normas hay algunos que pueden y deben aplicarse lo mismo al rito
romano que a los dems ritos. Sin embargo, se ha de entender que las normas prcticas que
siguen se refieren slo al rito romano, cuando no se trata de cosas que, por su misma
naturaleza, afectan tambin a los dems ritos.
4. Por ltimo, el sacrosanto Concilio, atenindose fielmente a la tradicin, declara que la
Santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legtimamente
reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios. Desea,
adems, que, si fuere necesario, sean ntegramente revisados con prudencia, de acuerdo con
Liturgia
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"Cmo invocarn a Aquel en quien no han credo? O cmo creern en El sin haber odo
de El? Y como oirn si nadie les predica? Y cmo predicarn si no son enviados?"
(Rom., 10,14-15).
Por eso, a los no creyentes la Iglesia proclama el mensaje de salvacin para que todos los
hombres conozcan al nico Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de su
caminos haciendo penitencia. Y a los creyentes les debe predicar continuamente la fe y la
penitencia, y debe prepararlos, adems, para los Sacramentos, ensearles a cumplir todo
cuanto mand Cristo y estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado,
para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo, son la luz del mundo
y dan gloria al Padre delante de los hombres.
Liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial
10. No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al
mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostlicos se
ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se renan para
alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Seor.
Por su parte, la Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados "con los sacramentos
pascuales", sean "concordes en la piedad"; ruega a Dios que "conserven en su vida lo que
recibieron en la fe", y la renovacin de la Alianza del Seor con los hombres en la
Eucarista enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la
Liturgia, sobre todo de la Eucarista, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se
obtiene con la mxima eficacia aquella santificacin de los hombres en Cristo y aquella
glorificacin de Dios, a la cual las dems obras de la Iglesia tienden como a su fin.
Necesidad de las disposiciones personales
11. Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la
sagrada Liturgia con recta disposicin de nimo, pongan su alma en consonancia con su
voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano. Por esta razn, los pastores
de almas deben vigilar para que en la accin litrgica no slo se observen las leyes relativas
a la celebracin vlida y lcita, sino tambin para que los fieles participen en ella
consciente, activa y fructuosamente.
Liturgia y ejercicios piadosos
12. Con todo, la participacin en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En
efecto, el cristiano, llamado a orar en comn, debe, no obstante, entrar tambin en su cuarto
para orar al Padre en secreto; ms an, debe orar sin tregua, segn ensea el Apstol. Y el
mismo Apstol nos exhorta a llevar siempre la mortificacin de Jess en nuestro cuerpo,
para que tambin su vida se manifieste en nuestra carne mortal. Por esta causa pedimos al
Seor en el sacrificio de la Misa que, "recibida la ofrenda de la vctima espiritual", haga de
nosotros mismos una "ofrenda eterna" para S.
Se recomiendan las prcticas piadosas aprobadas
Liturgia
197
13. Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con tal
que sean conformes a las leyes y a las normas de la Iglesia, en particular si se hacen por
mandato de la Sede Apostlica.
Gozan tambin de una dignidad especial las prcticas religiosas de las Iglesias particulares
que se celebran por mandato de los Obispos, a tenor de las costumbres o de los libros
legtimamente aprobados.
Ahora bien, es preciso que estos mismos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los
tiempos litrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada Liturgia, en cierto modo
deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, est muy
por encima de ellos.
II.
14. La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella
participacin plena, consciente y activa en las celebraciones litrgicas que exige la
naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligacin, en virtud del
bautismo, el pueblo cristiano, "linaje escogido sacerdocio real, nacin santa, pueblo
adquirido" (1 Pe., 2,9; cf. 2,4-5).
Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa
participacin de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria de donde han de
beber los fieles el espritu verdaderamente cristiano, y por lo mismo, los pastores de almas
deben aspirar a ella con diligencia en toda su actuacin pastoral, por medio de una
educacin adecuada.
Y como no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos pastores de almas no se
impregnan totalmente del espritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser maestros de la
misma, es indispensable que se provea antes que nada a la educacin litrgica del clero. Por
tanto, el sacrosanto Concilio ha decretado establecer lo que sigue:
Formacin de profesores de Liturgia
15. Los profesores que se elijan para ensear la asignatura de sagrada Liturgia en los
seminarios, casas de estudios de los religiosos y facultades teolgicas, deben formarse a
conciencia para su misin en institutos destinados especialmente a ello.
Formacin litrgica del clero
16. La asignatura de sagrada Liturgia se debe considerar entre las materias necesarias y ms
importantes en los seminarios y casas de estudio de los religiosos, y entre las asignaturas
principales en las facultades teolgicas. Se explicar tanto bajo el aspecto teolgico e
histrico como bajo el aspecto espiritual, pastoral y jurdico. Adems, los profesores de las
otras asignaturas, sobre todo de Teologa dogmtica, Sagrada Escritura, Teologa espiritual
Liturgia
198
21. Para que en la sagrada Liturgia el pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad gracias
abundantes, la santa madre Iglesia desea proveer con solicitud a una reforma general de la
misma Liturgia. Porque la Liturgia consta de una parte que es inmutable por ser la
institucin divina, y de otras partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden y
aun deben variar, si es que en ellas se han introducido elementos que no responden bien a la
naturaleza ntima de la misma Liturgia o han llegado a ser menos apropiados.
En esta reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor
claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda
Liturgia
199
comprenderlas fcilmente y participar en ellas por medio de una celebracin plena, activa y
comunitaria.
Por esta razn, el sacrosanto Concilio ha establecido estas normas generales:
A)
Normas generales
Liturgia
200
25. Revsense cuanto antes los libros litrgicos, valindose de peritos y consultando a
Obispos de diversas regiones del mundo.
B)
26. Las acciones litrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es
"sacramento de unidad", es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la direccin de
los Obispos.
Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en l y lo manifiestan; pero cada
uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, segn la diversidad de
rdenes, funciones y participacin actual.
Primaca de las celebraciones comunitarias
27. Siempre que los ritos, cada cual segn su naturaleza propia, admitan una celebracin
comunitaria, con asistencia y participacin activa de los fieles, inclquese que hay que
preferirla, en cuanto sea posible, a una celebracin individual y casi privada.
Esto vale, sobre todo, para la celebracin de la Misa, quedando siempre a salvo la
naturaleza pblica y social de toda Misa, y para la administracin de los Sacramentos.
Cada cual desempee su oficio
28. En las celebraciones litrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempear su
oficio, har todo y slo aquello que le corresponde por la naturaleza de la accin y las
normas litrgicas.
Autntico ministerio litrgico
29. Los aclitos, lectores, comentadores y cuantos pertenecen a la Schola Cantorum,
desempean un autntico ministerio litrgico. Ejerzan, por tanto, su oficio con la sincera
piedad y orden que convienen a tan gran ministerio y les exige con razn el Pueblo de Dios.
Con ese fin es preciso que cada uno, a su manera, est profundamente penetrado del
espritu de la Liturgia y sea instruido para cumplir su funcin debida y ordenadamente.
Participacin activa de los fieles
30. Para promover la participacin activa se fomentarn las aclamaciones del pueblo, las
respuestas, la salmodia, las antfonas, los cantos y tambin las acciones o gestos y posturas
corporales. Gurdese, adems, a su debido tiempo, un silencio sagrado.
Normas para la revisin de las rbricas
Liturgia
201
31. En la revisin de los libros litrgicos, tngase muy en cuenta que en las rbricas est
prevista tambin la participacin de los fieles.
No se har acepcin alguna de personas
32. Fuera de la distincin que deriva de la funcin litrgica y del orden sagrado, y
exceptuados los honores debidos a las autoridades civiles a tenor de las leyes litrgicas, no
se har acepcin de personas o de clases sociales ni en las ceremonias ni en el ornato
externo.
C)
33. Aunque la sagrada Liturgia sea principalmente culto de la divina Majestad, contiene
tambin una gran instruccin para el pueblo fiel. En efecto, en la liturgia, Dios habla a su
pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el canto y
la oracin.
Ms an : las oraciones que dirige a DIos el sacerdote -que preside la asamblea
representando a Cristo-, se dicen en nombre de todo el pueblo santo y de todos los
circunstantes. Los mismos signos visibles que usa la sagrada Liturgia han sido escogidos
por Cristo o por la Iglesia para significar realidades divinas invisibles. Por tanto, no slo
cuando se lee "lo que se ha escrito para nuestra enseanza" (Rom., 15,4), sino tambin
cuando la Iglesia ora, canta o acta, la fe de los participantes se alimenta y sus almas se
elevan a Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia.
Por eso, al realizar la reforma hay que observar las normas generales siguientes:
Estructura de los ritos
34. Los ritos deben resplandecer con noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las
repeticiones intiles, adaptados a la capacidad de los fieles y, en general, no deben tener
necesidad de muchas explicaciones.
Biblia, predicacin y catequesis litrgica
35. Para que aparezca con claridad la ntima conexin entre la palabra y el rito en la
Liturgia:
1. En las celebraciones sagradas debe haber lectura de la Sagrada Escritura ms abundante,
ms variada y ms apropiada.
2. Por ser el sermn parte de la accin litrgica, se indicar tambin en las rbricas el lugar
ms apto, en cuanto lo permite la naturaleza del rito; cmplase con la mayor fidelidad y
exactitud el ministerio de la predicacin. las fuentes principales de la predicacin sern la
Sagrada Escritura y la Liturgia, ya que es una proclamacin de las maravillas obradas por
Dios en la historia de la salvacin o misterio de Cristo, que est siempre presente y obra en
nosotros, particularmente en la celebracin de la Liturgia.
Liturgia
202
37. La Iglesia no pretende imponer una rgida uniformidad en aquello que no afecta a la fe
o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la Liturgia: por el contrario, respeta y
promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con
simpata y, si puede, conserva integro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra
que no est indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aun a veces lo acepta
en la misma Liturgia, con tal que se pueda armonizar con su verdadero y autntico espritu.
38. Al revisar los libros litrgicos, salvada la unidad sustancial del rito romano, se
admitirn variaciones y adaptaciones legtimas a los diversos grupos, regiones, pueblos,
especialmente en las misiones, y se tendr esto en cuenta oportunamente al establecer la
estructura de los ritos y las rbricas.
39. Corresponder a la competente autoridad eclesistica territorial, de la que se habla en el
artculo 22, prrafo 2, determinar estas adaptaciones dentro de los lmites establecidos, en
las ediciones tpicas de los libros litrgicos, sobre todo en lo tocante a la administracin de
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V)
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1
a) El Jueves Santo, tanto en la Misa crismal como en la Misa vespertina.
b) En la misa de la bendicin de un abad
2
Adems, con permiso del ordinario, al cual pertenece juzgar de la oportunidad de la
concelebracin.
a) En las Misa conventual y en la Misa principal de las iglesias, cuando la utilidad de los
fieles no exija que todos los sacerdotes presentes celebren por separado.
b) En las Misas celebradas con ocasin de cualquier clase de reuniones de sacerdotes, lo
mismo seculares que religiosos.
2. 1 Con todo, corresponde al Obispo reglamentar la disciplina de la concelebracin en la
dicesis.
2 Sin embargo, quede siempre a salvo para cada sacerdote la facultad de celebrar la Misa
individualmente, pero no al mismo tiempo ni en la misma Iglesia, ni el Jueves de la Cena
del Seor.
58. Elabrese el nuevo rito de la concelebracin e inclyase en el Pontifical y en el Misal
romano.
CAPITULO III
LOS DEMAS SACRAMENTOS Y LOS SACRAMENTALES
Sacramentos
59. Los sacramentos estn ordenados a la santificacin de los hombres, a la edificacin del
Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, tambin tienen
un fin pedaggico. No slo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la
expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman sacramentos de la "fe".
Confieren ciertamente la gracia, pero tambin su celebracin prepara perfectamente a los
fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a dios y practicar la
caridad.
Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fcilmente los signos
sacramentales y reciban con la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido
instituidos para alimentar la vida cristiana.
Sacramentales
Liturgia
208
60. La santa madre Iglesia instituy, adems, los sacramentales. Estos son signos sagrados
creados segn el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos,
sobre todo de carcter espiritual, obtenidos por la intercesin de la Iglesia. Por ellos, los
hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las
diversas circunstancias de la vida.
Relacin con el misterio pascual
61. Por tanto, la Liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que, en los fieles
bien dispuestos, casi todos los actos de la vida sean santificados por la gracia divina que
emana del misterio pascual de la Pasin, Muerte y Resurreccin de Cristo, del cual todos
los sacramentos y sacramentales reciben su poder, y hace tambin que el uso honesto de las
cosas materiales pueda ordenarse a la santificacin del hombre y alabanza de Dios.
Necesidad de una reforma en los ritos
62. Habindose introducido en los ritos de los sacramentos y sacramentales, con el correr
del tiempo, ciertas cosas que actualmente oscurecen de alguna manera su naturaleza y su
fin, y siendo necesarios acomodar otras a las necesidades presentes, el sacrosanto Concilio
determina los siguiente para su revisin:
Mayor cabida a la lengua verncula
63. Como ciertamente el uso de la lengua verncula puede ser muy til para el pueblo en la
administracin de los sacramentos y de los sacramentales, debe drsele mayor cabida,
conforme a las normas siguientes:
a) En la administracin de los sacramentos y sacramentales se puede usar la lengua
verncula a tenor del artculo 36.
b) Las competentes autoridades eclesisticas territoriales, de que se habla en el artculo 22,
prrafo 2, de esta Constitucin, preparen cuanto antes, de acuerdo con la nueva edicin del
Ritual romano, rituales particulares acomodados a las necesidades de cada regin; tambin
en cuanto a la lengua y una vez aceptados por la Sede Apostlica, emplense en las
correspondientes regiones. En la redaccin de estos rituales o particulares colecciones de
ritos no se omitan las instrucciones que, en el Ritual romano, preceden a cada rito, tanto las
pastorales y de rbrica como las que encierran una especial importancia comunitaria.
Catecumenado
64. Resturese el catecumenado de adultos dividido en distintas etapas, cuya prctica
depender del juicio del ordinario del lugar; de esa manera, el tiempo del catecumenado,
establecido para la conveniente instruccin, podr ser santificado con los sagrados ritos,
que se celebrarn en tiempos sucesivos.
En las misiones
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La confirmacin puede ser administrada, segn las circunstancias, dentro de la Misa. Para
el rito fuera de la Misa, preprese una frmula que ser usada a manera de introduccin.
Rito de la Penitencia
72. Revsese el rito y las frmulas de la penitencia de manera que expresen ms claramente
la naturaleza y efecto del sacramento.
Uncin de enfermos
73. La "extremauncin", que tambin, y mejor, puede llamarse "uncin de enfermos", no es
slo el Sacramento de quienes se encuentran en los ltimos momentos de su vida. Por tanto,
el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en
peligro de muerte por enfermedad o vejez.
Reforma del rito
74. Adems de los ritos separados de la uncin de enfermos y del vitico, redctese un rito
continuado, segn el cual la uncin sea administrada al enfermo despus de la confesin y
antes del recibir el vitico.
Nmero de unciones y oraciones
75. Adptese, segn las circunstancias, el nmero de las unciones, y revsense las oraciones
correspondientes al rito de la uncin de manera que respondan a las diversas situaciones de
los enfermos que reciben el sacramento.
Revisin del rito de la ordenacin
76. Revsense los ritos de las ordenaciones, tanto en lo referente a las ceremonias como a
los textos. Las alocuciones del Obispo, al comienzo de cada ordenacin o consagracin,
pueden hacerse en lengua verncula.
En la consagracin episcopal, todos los Obispos presentes pueden imponer las manos.
Rito del matrimonio
77. Revsese y enriquzcase el rito de la celebracin del matrimonio que se encuentra en el
Ritual romano, de modo que se exprese la gracia del sacramento y se inculquen los deberes
de los esposos con mayor claridad.
"Si en alguna parte estn en uso otras laudables costumbres y ceremonias en la celebracin
del Sacramento del Matrimonio, el Santo Snodo desea ardientemente que se conserven".
Adems, la competente autoridad eclesistica territorial, de que se habla en el artculo 22,
prrafo 2, de esta Constitucin, tiene la facultad, segn la norma del artculo 63, de elaborar
Liturgia
211
un rito propio adaptado a las costumbres de los diversos lugares y pueblos, quedando en pie
la ley de que el sacerdote asistente pida y reciba el consentimiento de los contrayentes.
Celebracin del matrimonio
78. Celbrese habitualmente el matrimonio dentro de la Misa, despus de la lectura del
Evangelio y de la homila, antes de la "oracin de los fieles". La oracin por la esposa,
oportunamente revisada de modo que inculque la igualdad de ambos esposos en la
obligacin de mutua fidelidad, puede recitarse en lengua verncula.
Si el sacramento del Matrimonio se celebra sin Misa, lanse al principio del rito la epstola
y el evangelio de la Misa por los esposos e imprtase siempre la bendicin nupcial.
Revisin de los sacramentos
79. Revsense los sacramentos teniendo en cuanta la norma fundamental de la participacin
consciente, activa y fcil de los fieles, y atendiendo a las necesidades de nuestros tiempos.
En la revisin de los rituales, a tenor del artculo 63, se pueden aadir tambin nuevos
sacramentales, segn lo pida la necesidad.
Sean muy pocas las bendiciones reservadas y slo en favor de los Obispos u ordinarios.
Provase para que ciertos sacramentales, al menos en circunstancias particulares, y a juicio
del ordinario, puedan ser administrados por laicos que tengan las cualidades convenientes.
La profesin religiosa
80. Revsese el rito de la consagracin de Vrgenes que forma parte del Pontifical romano.
Redctese, adems, un rito de profesin religiosa y de renovacin de votos que contribuya a
una mayor unidad, sobriedad y dignidad, con obligacin de ser adoptado por aquellos que
realizan la profesin o renovacin de votos dentro de la Misa, salvo derecho particular.
Es laudable que se haga la profesin religiosa dentro de la Misa.
Rito de la exequias
81. El rito de las exequias debe expresar ms claramente el sentido pascual de la muerte
cristiana y responder mejor a las circunstancias y tradiciones de cada pas, aun en lo
referente al color litrgico.
82. Revsese el rito de la sepultura de nios, dotndolo de una Misa propia.
CAPITULO IV
EL OFICIO DIVINO
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a) Laudes, como oracin matutina, y Vsperas, como oracin verpertina, que, segn la
venerable tradicin de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio
cotidiano, se deben considerar y celebrar como las Horas principales.
b) Las Completas tengan una forma que responda al final del da.
c) La hora llamada Maitines, aunque en el coro conserve el carcter de alabanza nocturna,
compngase de manera que pueda rezarse a cualquier hora del da y tenga menos salmos y
lecturas ms largas.
d) Suprmase la Hora de Prima.
e) En el coro consrvense las Horas menores, Tercia, Sexta y Nona. Fuera del coro se
puede decir una de las tres, la que ms se acomode al momento del da.
Fuente de piedad
90. El Oficio divino, en cuanto oracin pblica de la Iglesia, es, adems, fuente de piedad y
alimento de la oracin personal. por eso se exhorta en el Seor a los sacerdotes y a cuantos
participan en dicho Oficio, que al rezarlo, la mente concuerde con la voz, y para
conseguirlo mejor adquieran una instruccin litrgica y bblica ms rica, principalmente
acerca de los salmos.
Al realizar la reforma, adptese el tesoro venerable del Oficio romano de manera que
puedan disfrutar de l con mayor amplitud y facilidad todos aquellos a quienes se les
confa.
Distribucin de los salmos
91. Para que pueda realmente observarse el curso de las Horas, propuesto en el artculo 89,
distribyanse los salmos no es una semana, sino en un perodo de tiempo ms largo.
El trabajo de revisin del Salterio, felizmente emprendido, llvese a trmino cuanto antes,
teniendo en cuenta el latn cristiano, el uso litrgico, incluido el canto, y toda la tradicin de
la Iglesia latina.
Ordenacin de las lecturas
92. En cuanto a las lecturas, obsrvese lo siguiente:
a) Ordnense las lecturas de la Sagrada Escritura de modo que los tesoros de la palabra
divina sean accesibles, con mayor facilidad y plenitud.
b) Estn mejor seleccionadas las lecturas tomadas de los Padres, Doctores y Escritores
eclesisticos.
c) Develvase su verdad histrica a las pasiones o vidas de los santos.
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nuestra poca, se mantenga su ndole primitiva para que alimente debidamente la piedad de
los fieles en la celebracin de los misterios de la redencin cristiana, muy especialmente del
misterio pascual. Las adaptaciones, de acuerdo con las circunstancias de lugar, si son
necesarias, hganse de acuerdo con los artculos 39 y 40.
Orientacin de los fieles
108. Orintese el espritu de los fieles, sobre todo, a las fiestas del Seor, en las cuales se
celebran los misterios de salvacin durante el curso del ao.
Por tanto, el cielo temporal tenga su debido lugar por encima de las fiestas de los santos, de
modo que se conmemore convenientemente el ciclo entero del misterio salvfico.
Cuaresma
109. Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados ms intensamente a or
la palabra de Dios y a la oracin, para que celebran el misterio pascual, sobre todo mediante
el recuerdo o la preparacin del bautismo y mediante la penitencia, dse particular relieve
en la Liturgia y en la catequesis litrgica al doble carcter de dicho tiempo. Por
consiguiente:
a) sense con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la Liturgia
cuaresmal y, segn las circunstancias, resturense ciertos elementos de la tradicin anterior.
b) Dgase lo mismo de los elementos penitenciales. Y en cuanto a la catequesis, inclquese
a los fieles, junto con las consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la
penitencia, que lo detesta en cuanto es ofensa de Dios; no se olvide tampoco la
participacin de la Iglesia en la accin penitencial y encarzcase la oracin por los
pecadores.
Penitencia individual y social
110. La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser slo interna e individual, sino tambin
externa y social. Fomntese la prctica penitencia de acuerdo con las posibilidades de
nuestro tiempo y de los diversos pases y condiciones de los fieles y recomindese por parte
de las autoridades de que se habla en el artculo 22.
Sin embargo, tngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el
Viernes de la Pasin y Muerte del Seor y aun extenderse, segn las circunstancias, al
Sbado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurreccin con
nimo elevado y entusiasta.
Fiestas de los santos
111. De acuerdo con la tradicin, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imgenes y
sus reliquias autnticas. Las fiestas de los santos proclaman las maravillas de Cristo en sus
servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitacin de los fieles.
Liturgia
218
Para que las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios de la salvacin, djese
la celebracin de muchas de ellas a las Iglesias particulares, naciones o familias religiosas,
extendiendo a toda la Iglesia slo aquellas que recuerdan a santos de importancia realmente
universal.
CAPITULO VI
LA MSICA SAGRADA
Dignidad de la msica sagrada
112. La tradicin musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable,
que sobresale entre las dems expresiones artsticas, principalmente porque el canto
sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la Liturgia
solemne.
En efecto, el canto sagrado ha sido ensalzado tanto por la Sagrada Escritura, como por los
Santos Padres, los Romanos Pontfices, los cuales, en los ltimos tiempos, empezando por
San Po X, han expuesto con mayor precisin la funcin ministerial de la msica sacra en el
servicio divino.
La msica sacra, por consiguiente, ser tanto ms santa cuanto ms ntimamente est unida
a la accin litrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oracin o fomentando la
unanimidad, ya sea enriqueciendo la mayor solemnidad los ritos sagrados. Adems, la
Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte autntico que estn
adornadas de las debidas cualidades.
Por tanto, el sacrosanto Concilio, manteniendo las normas y preceptos de la tradicin y
disciplinas eclesisticas y atendiendo a la finalidad de la msica sacra, que es gloria de Dios
y la santificacin de los fieles, establece lo siguiente:
Primaca de la Liturgia solemne
113. La accin litrgica reviste una forma ms noble cuando los oficios divinos se celebran
solemnemente con canto y en ellos intervienen ministros sagrados y el pueblo participa
activamente.
En cuanto a la lengua que debe usarse, cmplase lo dispuesto en el artculo 36; en cuanto a
la Misa, el artculo 54; en cuanto a los sacramentos, el artculo 63, en cuanto al Oficio
divino, el artculo 101.
Participacin activa de los fieles
114. Consrvese y cultvese con sumo cuidado el tesoro de la msica sacra. Fomntense
diligentemente las "Scholae cantorum", sobre todo en las iglesias catedrales. Los Obispos y
dems pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier accin sagrada con
Liturgia
219
canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participacin activa que le
corresponde, a tenor de los artculos 28 y 30.
Formacin musical
115. Dse mucha importancia a la enseanza y a la prctica musical en los seminarios, en
los noviciados de religiosos de ambos sexos y en las casas de estudios, as como tambin en
los dems institutos y escuelas catlicas; para que se pueda impartir esta enseanza,
frmense con esmero profesores encargados de la msica sacra.
Se recomienda, adems, que, segn las circunstancias, se erijan institutos superiores de
msica sacra.
Dse tambin una genuina educacin litrgica a los compositores y cantores, en particular a
los nios.
Canto gregoriano y canto polifnico
116. La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en
igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones
litrgicas.
Los dems gneros de msica sacra, y en particular la polifona, de ninguna manera han de
excluirse en la celebracin de los oficios divinos, con tal que respondan al espritu de la
accin litrgica a tenor del artculo 30.
Edicin de libros de canto gregoriano
117. Compltese la edicin tpica de los libros de canto gregoriano; ms an: preprese una
edicin ms crtica de los libros ya editados despus de la reforma de San Po X.
Tambin conviene que se prepare una edicin que contenga modos ms sencillos, para uso
de las iglesias menores.
Canto religioso popular
118. Fomntese con empeo el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios
piadosos y sagrados y en las mismas acciones litrgicas, de acuerdo con las normas y
prescripciones de las rbricas, resuenen las voces de los fieles.
Estima de la tradicin musical propia
119. Como en ciertas regiones, principalmente en las misiones, hay pueblos con tradicin
musical propia que tiene mucha importancia en su vida religiosa y social, dse a este
msica la debida estima y el lugar correspondiente no slo al formar su sentido religioso,
sino tambin al acomodar el culto a su idiosincrasia, a tenor de los artculos 39 y 40.
Liturgia
220
Por esta razn, en la formacin musical de los misioneros procrese cuidadosamente que,
dentro de lo posible, puedan promover la msica tradicional de su pueblo, tanto en las
escuelas como en las acciones sagradas.
rgano de tubos y otros instrumentos
120. Tngase en gran estima en la Iglesia latina el rgano de tubos, como instrumento
musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias
eclesisticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades
celestiales.
En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de
la autoridad eclesistica territorial competente, a tenor del artculo 22, Par. 2, 37 y 40,
siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del
templo y contribuyan realmente a la edificacin de los fieles.
Cualidades y misin de los compositores
121. Los compositores verdaderamente cristianos deben sentirse llamados a cultivar la
msica sacra y a acrecentar su tesoro.
Compongan obras que presenten las caractersticas de verdadera msica sacra y que no slo
puedan ser cantadas por las mayores "Scholae cantorum", sino que tambin estn al alcance
de los coros ms modestos y fomenten la participacin activa de toda la asamblea de los
fieles.
Los textos destinados al canto sagrado deben estar de acuerdo con la doctrina catlica; ms
an: deben tomarse principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litrgicas.
CAPITULO VII
EL ARTE Y LOS OBJETOS SAGRADOS
Dignidad del arte sagrado
122. Entre las actividades ms nobles del ingenio humano se cuentan, con razn, las bellas
artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro.
Estas, por su naturaleza, estn relacionadas con la infinita belleza de Dios, que intentan
expresar de alguna manera por medio de obras humanas. Y tanto ms pueden dedicarse a
Dios y contribuir a su alabanza y a su gloria cuanto ms lejos estn de todo propsito que
no sea colaborar lo ms posible con sus obras para orientar santamente los hombres hacia
Dios.
Por esta razn, la santa madre Iglesia fue siempre amiga de las bellas artes, busc
constantemente su noble servicio, principalmente para que las cosas destinadas al culto
sagrado fueran en verdad dignas, decorosas y bellas, signos y smbolos de las realidades
Liturgia
221
celestiales. Ms an: la Iglesia se consider siempre, con razn, como rbitro de las
mismas, discerniendo entre las obras de los artistas aquellas que estaban de acuerdo con la
fe, la piedad y las leyes religiosas tradicionales y que eran consideradas aptas para el uso
sagrado.
La Iglesia procur con especial inters que los objetos sagrados sirvieran al esplendor del
culto con dignidad y belleza, aceptando los cambios de materia, forma y ornato que el
progreso de la tcnica introdujo con el correr del tiempo.
En consecuencia, los Padres decidieron determinar, acerca de este punto, lo siguiente
Libre ejercicio de estilo artstico
123. La Iglesia nunca consider como propio ningn estilo artstico, sino que
acomodndose al carcter y condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos
ritos, acept las formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artstico
digno de ser conservado cuidadosamente. Tambin el arte de nuestro tiempo, y el de todos
los pueblos y regiones, ha de ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a los
edificios y ritos sagrados con el debido honor y reverencia; para que pueda juntar su voz a
aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe catlica en los siglos
pasados.
Arte autnticamente sacro
124. Los ordinarios, al promover y favorecer un arte autnticamente sacro, busquen ms
una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar tambin a las vestiduras y
ornamentacin sagrada.
Procuren cuidadosamente los Obispos que sean excluidas de los templos y dems lugares
sagrados aquellas obras artsticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad
cristiana y ofendan el sentido autnticamente religioso, ya sea por la depravacin de las
formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte.
Al edificar los templos, procrese con diligencia que sean aptos para la celebracin de las
acciones litrgicas y para conseguir la participacin activa de los fieles.
Imgenes sagradas
125. Mantngase firmemente la prctica de exponer imgenes sagradas a la veneracin de
los fieles; con todo, que sean pocas en nmero y guarden entre ellas el debido orden, a fin
de que no causen extraeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devocin menos ortodoxa.
Vigilancia de los Ordinarios
126. Al juzgar las obras de arte, los ordinarios de lugar consulten a la Comisin Diocesana
de Arte Sagrado, y si el caso lo requiere, a otras personas muy entendidas, como tambin a
las Comisiones de que se habla en los artculos 44, 45 y 46.
Liturgia
222
Vigilen con cuidado los ordinarios para que los objetos sagrados y obras preciosas, dado
que son ornato de la casa de Dios, no se vendan ni se dispersen.
Formacin integral de los artistas
127. Los Obispos, sea por s mismos, sea por medio de sacerdotes competentes, dotados de
conocimientos artsticos y aprecio por el arte, intersense por los artistas, a fin de imbuirlos
del espritu del arte sacro y de la sagrada Liturgia.
Se recomienda, adems, que, en aquellas regiones donde parezca oportuno, se establezcan
escuelas o academias de arte sagrado para la formacin de artistas.
Los artistas que llevados por su ingenio desean glorificar a Dios en la santa Iglesia,
recuerden siempre que su trabajo es una cierta imitacin sagrada de Dios creador y que sus
obras estn destinadas al culto catlico, a la edificacin de los fieles y a su instruccin
religiosa.
Revisin de la legislacin del arte sacro
128. Revsense cuanto antes, junto con los libros litrgicos, de acuerdo con el artculo 25,
los cnones y prescripciones eclesisticas que se refieren a la disposicin de las cosas
externas del culto sagrado, sobre todo en lo referente a la apta y digna edificacin de los
tiempos, a la forma y construccin de los altares, a la nobleza, colocacin y seguridad del
sagrario, as como tambin a la funcionalidad y dignidad del baptisterio, al orden
conveniente de las imgenes sagradas, de la decoracin y del ornato. Corrjase o suprmase
lo que parezca ser menos conforme con la Liturgia reformada y consrvese o introdzcase
lo que la favorezca.
En este punto, sobre todo en cuanto a la materia y a la forma de los objetos y vestiduras
sagradas se da facultad a las asambleas territoriales de Obispos para adaptarlos a las
costumbres y necesidades locales, de acuerdo con el artculo 22 de esta Constitucin.
Formacin artstica del clero
129. Los clrigos, mientras estudian filosofa y teologa, deben ser instruidos tambin sobre
la historia y evolucin del arte sacro y sobre los sanos principios en que deben fundarse sus
obras, de modo que sepan apreciar y conservar los venerables monumentos de la Iglesia y
puedan orientar a los artistas en la ejecucin de sus obras.
Insignias pontificales
130. Conviene que el uso de insignias pontificales se reserve a aquellas personas
eclesisticas que tienen o bien el carcter episcopal o bien alguna jurisdiccin particular.
APNDICE
Liturgia
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Declaracin del sacrosanto Concilio Ecumnico Vaticano II sobre la revisin del calendario
El sacrosanto Concilio Ecumnico Vaticano II, reconociendo la importancia de los deseos
de muchos con respecto a la fijacin de la fiesta de Pascua en un domingo determinado y a
la estabilizacin del calendario, despus de examinar cuidadosamente las consecuencias
que podran seguirse de la introduccin del nuevo calendario, declara lo siguiente:
1. El sacrosanto Concilio no se opone a que la fiesta de Pascua se fije en un domingo
determinado dentro del Calendario Gregoriano, con tal que den su asentimiento todos los
que estn interesados, especialmente los hermanos separados de la comunin con la Sede
Apostlica.
2. Adems, el sacrosanto Concilio declara que no se opone a las gestiones ordenadas a
introducir un calendario perpetuo de la sociedad civil.
La Iglesia no se opone a los diversos proyectos que se estn elaborando para establecer el
calendario perpetuo e introducirlo en la sociedad civil, con tal que conserven y garanticen
la semana de siete das con el domingo, sin aadir ningn da que quede al margen de la
semana, de modo que la sucesin de las semanas se mantenga intacta, a no ser que se
presenten razones gravsimas, de las que juzgar la Sede Apostlica.
En nombre de la Santsima e individua Trinidad, Padre, Hijo y Espritu Santo.
Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Constitucin han obtenido el beneplcito
de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostlica recibida
de Cristo, juntamente con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y
establecemos en el Espritu Santo y mandamos que lo as decidido conciliarmente sea
promulgado para gloria de Dios.
Roma, en San Pedro, 4 de diciembre de 1963.
Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia Catlica.
Liturgia
224
APNDICE 2
Carta apostlica en el XL aniversario de la Sacrosanctum Concilium sobre la
Sagrada Liturgia, firmada por Juan Pablo II el 4 de diciembre de 2003
* * * 1. El Espritu y la Esposa dicen: "Ven". Y el que escuche, diga: "Ven". Y el que
tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratis el agua de la vida (Ap 22, 17). Estas
palabras del Apocalipsis resuenan en mi espritu al recordar que hace cuarenta aos,
exactamente el 4 de diciembre de 1963, mi venerado predecesor el Papa Pablo VI promulg
la constitucin Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia. En efecto, qu es la
liturgia sino la voz unsona del Espritu Santo y la Esposa, la santa Iglesia, que claman al
Seor Jess: Ven? Qu es la liturgia sino la fuente pura y perenne de agua viva a la
que todos los que tienen sed pueden acudir para recibir gratis el don de Dios? (cf. Jn 4, 10).
Verdaderamente, en la Constitucin sobre la sagrada liturgia, primicia de la gran gracia
que la Iglesia ha recibido en el siglo XX (Novo millennio ineunte, 57; cf. Vicesimus
quintus, 1), el concilio Vaticano II, el Espritu Santo habl a la Iglesia, guiando sin cesar a
los discpulos del Seor hacia la verdad completa (Jn 16, 13). Celebrar el cuadragsimo
aniversario de ese acontecimiento constituye una feliz ocasin para redescubrir los temas de
fondo de la renovacin litrgica impulsada por los padres del Concilio, comprobar de algn
modo su recepcin y mirar al futuro.
Una mirada a la Constitucin conciliar
2. Con el paso del tiempo, a la luz de los frutos que ha producido, se ve cada vez con mayor
claridad la importancia de la constitucin Sacrosanctum Concilium. En ella se delinean
luminosamente los principios que fundan la praxis litrgica de la Iglesia e inspiran su
correcta renovacin a lo largo del tiempo (cf. n. 3). Los padres conciliares sitan la liturgia
en el horizonte de la historia de la salvacin, cuyo fin es la redencin humana y la perfecta
glorificacin de Dios. La redencin tiene su preludio en las maravillas que hizo Dios en el
Antiguo Testamento, y fue realizada en plenitud por Cristo nuestro Seor, especialmente
por medio del misterio pascual de su bienaventurada pasin, de su resurreccin de entre los
muertos y de su gloriosa ascensin (cf. n. 5). Con todo, no slo es necesario anunciar esa
redencin, sino tambin actuarla, y es lo que lleva a cabo mediante el sacrificio y los
sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litrgica (n. 6). Cristo se hace presente,
de modo especial, en las acciones litrgicas, asociando a s a la Iglesia. Toda celebracin
litrgica es, por consiguiente, obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo mstico, culto
pblico ntegro (n. 7), en el que se participa, pregustndola, en la liturgia de la Jerusaln
celestial (cf. n. 8). Por esto, la liturgia es la cumbre a la que tiende la accin de la Iglesia
y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza (n. 10).
3. La perspectiva litrgica del Concilio no se limita al mbito interno de la Iglesia, sino que
se abre al horizonte de la humanidad entera. En efecto, Cristo, en su alabanza al Padre, une
a s a toda la comunidad de los hombres, y lo hace de modo singular precisamente a travs
de la misin orante de la Iglesia, que no slo en la celebracin de la Eucarista, sino
Liturgia
225
tambin de otros modos, sobre todo recitando el Oficio divino, alaba a Dios sin interrupcin
e intercede por la salvacin del mundo entero (n. 83).
La vida litrgica de la Iglesia, tal como la presenta la constitucin Sacrosanctum
Concilium, asume una dimensin csmica y universal, marcando de modo profundo el
tiempo y el espacio del hombre. Desde esta perspectiva se comprende tambin la atencin
renovada que la Constitucin da al Ao litrgico, camino a travs del cual la Iglesia hace
memoria del misterio pascual de Cristo y lo revive (cf. n. 5).
Si todo esto es la liturgia, con razn el Concilio afirma que toda accin litrgica es accin
sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo ttulo y en el mismo grado, no iguala
ninguna otra accin de la Iglesia (n. 7). Al mismo tiempo, el Concilio reconoce que la
sagrada liturgia no agota toda la accin de la Iglesia (n. 9). En efecto, la liturgia, por una
parte, supone el anuncio del Evangelio; y, por otra, exige el testimonio cristiano en la
historia. El misterio propuesto en la predicacin y en la catequesis, acogido en la fe y
celebrado en la liturgia, debe modelar toda la vida de los creyentes, que estn llamados a
ser sus heraldos en el mundo (cf. n. 10).
4. Con respecto a las diversas realidades implicadas en la celebracin litrgica, la
Constitucin presta atencin especial a la importancia de la msica sacra. El Concilio la
exalta indicando que tiene como fin la gloria de Dios y la santificacin de los fieles (n.
112). En efecto, la msica sacra es un medio privilegiado para facilitar una participacin
activa de los fieles en la accin sagrada, como ya recomendaba mi venerado predecesor san
Po X en el motu proprio Tra le sollecitudini, cuyo centenario se celebra este ao.
Precisamente este aniversario me ha brindado recientemente la ocasin de reafirmar la
necesidad de que la msica, segn las directrices de la Sacrosanctum Concilium (cf. n. 6),
conserve e incremente su funcin dentro de las celebraciones litrgicas, teniendo en cuenta
tanto el carcter propio de la liturgia como la sensibilidad de nuestro tiempo y las
tradiciones musicales de las diversas regiones del mundo.
5. Otro tema de gran importancia, que se afronta en la Constitucin conciliar, es el que
atae al arte sacro. El Concilio ofrece indicaciones claras para que siga teniendo, en
nuestros das un espacio notable, de forma que el culto pueda brillar tambin por el decoro
y la belleza del arte litrgico. Convendr prever, con ese fin, iniciativas para la formacin
de los diversos maestros de obras y artistas, llamados a ocuparse de la construccin y del
embellecimiento de los edificios destinados a la liturgia (cf. n. 127). En la base de esas
orientaciones se encuentra una visin del arte, y en particular del arte sagrado, que lo pone
en relacin con la infinita belleza divina, que se intenta expresar, de algn modo, en las
obras humanas (n. 122).
De la renovacin a la profundizacin
6. A distancia de cuarenta aos, conviene verificar el camino realizado. Ya en otras
ocasiones he sugerido una especie de examen de conciencia a propsito de la recepcin del
concilio Vaticano II (cf. Tertio millennio adveniente, 36). Ese examen no puede por menos
de incluir tambin la vida litrgico-sacramental. Se vive la liturgia como "fuente y
cumbre" de la vida eclesial, segn las enseanzas de la Sacrosanctum Concilium? (ib.). El
redescubrimiento del valor de la palabra de Dios, que la reforma litrgica ha realizado, ha
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APNDICE 3:
INSTRUCCIN DE LA CONGREGACIN PARA EL CULTO Y LA DISCIPLINA
DE LOS SACRAMENTOS : Redemptionis Sacramentum
Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santsima Eucarista
PROEMIO
[1.]
El Sacramento de la Redencin, que la Madre Iglesia confiesa con firme fe y recibe
con alegra, celebra y adora con veneracin, en la santsima Eucarista,50 anuncia la muerte
de Jesucristo y proclama su resurreccin, hasta que l vuelva en gloria,51 como Seor y
Dominador invencible, Sacerdote eterno y Rey del universo, y entregue al Padre
omnipotente, de majestad infinita, el reino de la verdad y la vida.52
[2.]
La doctrina de la Iglesia sobre la santsima Eucarista ha sido expuesta con sumo
cuidado y la mxima autoridad, a lo largo de los siglos, en los escritos de los Concilios y de
los Sumos Pontfices, puesto que en la Eucarista se contiene todo el bien espiritual de la
Iglesia, que es Cristo, nuestra Pascua,53 fuente y cumbre de toda la vida cristiana,54 y cuya
fuerza alienta a la Iglesia desde los inicios.55 Recientemente, en la Carta Encclica
Ecclesia de Eucharistia, el Sumo Pontfice Juan Pablo II ha expuesto de nuevo algunos
principios sobre esta materia, de gran importancia eclesial para nuestra poca.56
Para que tambin en los tiempos actuales, tan gran misterio sea debidamente
protegido por la Iglesia, especialmente en la celebracin de la sagrada Liturgia, el Sumo
Pontfice mand a esta Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos57 que, en colaboracin con la Congregacin para la Doctrina de la Fe,
preparara esta Instruccin, en la que se trataran algunas cuestiones referentes a la disciplina
del sacramento de la Eucarista. Por consiguiente, lo que en esta Instruccin se expone,
50
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230
Cf. ibidem.
Ibidem, n. 10: AAS 95 (2003) p. 439.
60
Ibidem; cf. JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Vicesimus quintus annus, da 4 de diciembre de 1988, nn.
12-13: AAS 81 (1989) pp. 909-910; cf. tambin CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s.
Liturgia, Sacrosanctum Concilium, da 4 de diciembre de 1963, n. 48.
61
MISSALE ROMANUM, Prex Eucharistica III, p. 588; cf. 1 Cor 12, 12-13; Ef 4, 4.
62
Cf. Fil 2, 5.
63
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 10: AAS 95 (2003) p. 439.
59
Liturgia
231
fieles revivir de algn modo la experiencia de los dos discpulos de Emas: Entonces se les
abrieron los ojos y lo reconocieron.64 Conviene que todos los fieles tengan y realicen
aquellos sentimientos que han recibido por la pasin salvadora del Hijo Unignito, que
manifiesta la majestad de Dios, ya que estn ante la fuerza, la divinidad y el esplendor de la
bondad de Dios65, especialmente presente en el sacramento de la Eucarista.66
[7.]
No es extrao que los abusos tengan su origen en un falso concepto de libertad. Pero
Dios nos ha concedido, en Cristo, no una falsa libertad para hacer lo que queramos, sino la
libertad para que podamos realizar lo que es digno y justo.67 Esto es vlido no slo para los
preceptos que provienen directamente de Dios, sino tambin, segn la valoracin
conveniente de cada norma, para las leyes promulgadas por la Iglesia. Por ello, todos deben
ajustarse a las disposiciones establecidas por la legtima autoridad eclesistica.
[8.]
Adems, se advierte con gran tristeza la existencia de iniciativas ecumnicas que,
an siendo generosas en su intencin, transigen con prcticas eucarsticas contrarias a la
disciplina con la cual la Iglesia expresa su fe. Sin embargo, la Eucarista es un don
demasiado grande para admitir ambigedades y reducciones. Por lo que conviene corregir
algunas cosas y definirlas con precisin, para que tambin en esto la Eucarista siga
resplandeciendo con todo el esplendor de su misterio.68
[9.]
Finalmente, los abusos se fundamentan con frecuencia en la ignorancia, ya que casi
siempre se rechaza aquello de lo que no se comprende su sentido ms profundo y su
antigedad. Por eso, con su raz en la misma Sagrada Escritura, las preces, oraciones e
himnos litrgicos estn penetrados de su espritu, y de ella reciben su significado las
acciones y los signos.69 Por lo que se refiere a los signos visibles que usa la sagrada
Liturgia, han sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar las realidades divinas
invisibles.70 Justamente, la estructura y la forma de las celebraciones sagradas segn cada
uno de los Ritos, sea de la tradicin de Oriente sea de la de Occidente, concuerdan con la
Iglesia Universal y con las costumbres universalmente aceptadas por la constante tradicin
apostlica,71 que la Iglesia entrega, con solicitud y fidelidad, a las generaciones futuras.
Todo esto es sabiamente custodiado y protegido por las normas litrgicas.
64
Liturgia
232
[10.] La misma Iglesia no tiene ninguna potestad sobre aquello que ha sido establecido
por Cristo, y que constituye la parte inmutable de la Liturgia.72 Pero si se rompiera este
vnculo que los sacramentos tienen con el mismo Cristo, que los ha instituido, y con los
acontecimientos en los que la Iglesia ha sido fundada,73 nada aprovechara a los fieles, sino
que podra daarles gravemente. De hecho, la sagrada Liturgia est estrechamente ligada
con los principios doctrinales,74 por lo que el uso de textos y ritos que no han sido
aprobados lleva a que disminuya o desaparezca el nexo necesario entre la lex orandi y la lex
credendi.75
[11.] El Misterio de la Eucarista es demasiado grande para que alguien pueda permitirse
tratarlo a su arbitrio personal, lo que no respetara ni su carcter sagrado ni su dimensin
universal.76 Quien acta contra esto, cediendo a sus propias inspiraciones, aunque sea
sacerdote, atenta contra la unidad substancial del Rito romano, que se debe cuidar con
decisin,77 y realiza acciones que de ningn modo corresponden con el hambre y la sed del
Dios vivo, que el pueblo de nuestros tiempos experimenta, ni a un autntico celo pastoral,
ni sirve a la adecuada renovacin litrgica, sino que ms bien defrauda el patrimonio y la
herencia de los fieles. Los actos arbitrarios no benefician la verdadera renovacin,78 sino
que lesionan el verdadero derecho de los fieles a la accin litrgica, que es expresin de la
vida de la Iglesia, segn su tradicin y disciplina. Adems, introducen en la misma
celebracin de la Eucarista elementos de discordia y la deforman, cuando ella tiende, por
su propia naturaleza y de forma eminente, a significar y realizar admirablemente la
comunin con la vida divina y la unidad del pueblo de Dios.79 De estos actos arbitrarios se
deriva incertidumbre en la doctrina, duda y escndalo para el pueblo de Dios y, casi
inevitablemente, una violenta repugnancia que confunde y aflige con fuerza a muchos fieles
en nuestros tiempos, en que frecuentemente la vida cristiana sufre el ambiente, muy difcil,
de la secularizacin.80
de 1992, nn. 7-10: AAS 85 (1993) pp. 842-844; CONGR. CULTO DIVINO Y DISC. SACRAMENTOS,
Instr., Varietates legitimae, n. 26: AAS 87 (1995) pp. 298-299.
72
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 21.
73
Cf. PO XII, Const. Apostlica, Sacramentum Ordinis, da 30 de noviembre de 1947: AAS 40 (1948) p. 5;
CONGR. DOCTRINA FE, Declaracin, Inter insigniores, da 15 de octubre de 1976, parte IV: AAS 69
(1977) pp. 107-108; CONGR. CULTO DIVINO Y DISC. SACRAMENTOS, Instr., Varietates legitimae, n.
25: AAS 87 (1995) p. 298.
74
Cf. PO XII, Carta Encclica, Mediator Dei, da 20 de noviembre de 1947: AAS 39 (1947) p. 540.
75
Cf. S. CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO, Instr., Inaestimabile donum, da 3 de abril de
1980: AAS 72 (1980) p. 333.
76
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 52: AAS 95 (2003) p. 468.
77
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, nn. 4,
38; Decreto sobre las Iglesias Orientales Catlicas, Orientalium Ecclesiarum, da 21 de noviembre de 1964,
nn. 1, 2, 6; PABLO VI, Const. Apostlica, Missale Romanum: AAS 61 (1969) pp. 217-222; MISSALE
ROMANUM, Institutio Generalis, n. 399; CONGR. CULTO DIVINO Y DISC. SACRAMENTOS, Instr.,
Liturgiam authenticam, da 28 de marzo del 2001, n. 4: AAS 93 (2001) pp. 685-726, esto p. 686.
78
Cf. JUAN PABLO II, Exhortacin Apostlica, Ecclesia in Europa, n. 72: AAS 95 (2003) pp. 692.
79
Cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 23: AAS 95 (2003) pp. 448-449; S
CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, da 25 de mayo de 1967, n. 6: AAS 59 (1967) p. 545.
80
Cf. S. CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO, Instr., Inaestimabile donum: AAS 72 (1980) pp.
332-333.
Liturgia
233
[12.] Por otra parte, todos los fieles cristianos gozan del derecho de celebrar una liturgia
verdadera, y especialmente la celebracin de la santa Misa, que sea tal como la Iglesia ha
querido y establecido, como est prescrito en los libros litrgicos y en las otras leyes y
normas. Adems, el pueblo catlico tiene derecho a que se celebre por l, de forma ntegra,
el santo sacrificio de la Misa, conforme a toda la enseanza del Magisterio de la Iglesia.
Finalmente, la comunidad catlica tiene derecho a que de tal modo se realice para ella la
celebracin de la santsima Eucarista, que aparezca verdaderamente como sacramento de
unidad, excluyendo absolutamente todos los defectos y gestos que puedan manifestar
divisiones y facciones en la Iglesia.81
[13.] Todas las normas y recomendaciones expuestas en esta Instruccin, de diversas
maneras, estn en conexin con el oficio de la Iglesia, a quien corresponde velar por la
adecuada y digna celebracin de este gran misterio. De los diversos grados con que cada
una de las normas se unen con la norma suprema de todo el derecho eclesistico, que es el
cuidado para la salvacin de las almas, trata el ltimo captulo de la presente Instruccin.82
81
Cf. 1 Cor 11, 17-34; JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 52: AAS 95 (2003) pp.
467-468.
82
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, da 25 de enero de 1983, c. 1752.
Liturgia
234
CAPTULO I
LA ORDENACIN DE LA SAGRADA LITURGIA
Liturgia
235
vida litrgica.88 Pues el Obispo, por estar revestido de la plenitud del sacramento del
Orden, es "el administrador de la gracia del supremo sacerdocio"89, sobre todo en la
Eucarista, que l mismo celebra o procura que sea celebrada90, y mediante la cual la Iglesia
vive y crece continuamente.91
[20.] La principal manifestacin de la Iglesia tiene lugar cada vez que se celebra la Misa,
especialmente en la iglesia catedral, con la participacin plena y activa de todo el pueblo
santo de Dios, [...] en una misma oracin, junto al nico altar, donde preside el Obispo
rodeado por su presbiterio, los diconos y ministros.92 Adems, toda legtima celebracin
de la Eucarista es dirigida por el Obispo, a quien ha sido confiado el oficio de ofrecer a la
Divina Majestad el culto de la religin cristiana y de reglamentarlo en conformidad con los
preceptos del Seor y las leyes de la Iglesia, precisadas ms concretamente para su dicesis
segn su criterio.93
[21.] En efecto, al Obispo diocesano, en la Iglesia a l confiada y dentro de los lmites
de su competencia, le corresponde dar normas obligatorias para todos, sobre materia
litrgica.94 Sin embargo, el Obispo debe tener siempre presente que no se quite la libertad
prevista en las normas de los libros litrgicos, adaptando la celebracin, de modo
inteligente, sea a la iglesia, sea al grupo de fieles, sea a las circunstancias pastorales, para
que todo el rito sagrado universal est verdaderamente acomodado al carcter de los
fieles.95
[22.] El Obispo rige la Iglesia particular que le ha sido encomendada96 y a l corresponde
regular, dirigir, estimular y algunas veces tambin reprender97, cumpliendo el ministerio
sagrado que ha recibido por la ordenacin episcopal,98 para edificar su grey en la verdad y
en la santidad.99 Explique el autntico sentido de los ritos y de los textos litrgicos y
88
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos,
Christus Dominus, da 28 de octubre de 1965, n. 15; cf. tambin, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum
Concilium, n. 41; Cdigo de Derecho Cannico, c. 387.
89
Oracin de la consagracin episcopal en rito bizantino: Euchologion to mega, Roma 1873, p. 139.
90
Cf. S. IGNACIO DE ANTIOQUA, Ad Smyrn. 8, 1: ed. F.X. FUNK I, p. 282.
91
CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 26; cf. S.
CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n. 7: AAS 59 (1967) p. 545; cf. tambin JUAN PABLO
II, Exhortacin Apostlica, Pastores gregis, da 16 de octubre del 2003, nn. 32-41: L'Osservatore romano, da
17 de octubre del 2003, pp. 6-8.
92
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 41;
cf. S. IGNACIO DE ANTIOQUA, Ad Magn. 7; Ad Philad. 4; Ad Smyr. 8: ed. F.X. FUNK, I, pp. 236, 266,
281; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 22; cf. tambin Cdigo de Derecho Cannico, c. 389.
93
CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 26.
94
Cdigo de Derecho Cannico, c. 838 4.
95
Cf. CONSILIUM AD EXSEQ. CONST. LITUR., Dubium: Notitiae 1 (1965) p. 254.
96
Cf. Hch 20, 28; CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen
gentium, nn. 21 y 27; Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos, Christus Dominus, n. 3.
97
Cf. S. CONGR. CULTO DIVINO, Instr., Liturgicae instaurationes, da 5 de septiembre de 1970: AAS 62
(1970) p. 694.
98
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 21;
Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos, Christus Dominus, n. 3.
99
Cf. CAEREMONIALE EPISCOPORUM ex decreto sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II
instauratum, auctoritate Ioannis Pauli Pp. II promulgatum, editio typica, da 14 de septiembre de 1984, Typis
Polyglottis Vaticanis, 1985, n. 10.
Liturgia
236
100
LA CONFERENCIA DE OBISPOS
Liturgia
237
[26.] Esto vale tambin para las comisiones de la misma materia, que, vivamente
deseadas por el Concilio,110 son instituidas por la Conferencia de Obispos y de la cual es
necesario que sean miembros los Obispos, distinguindose con claridad de los ayudantes
peritos. Cuando el nmero de los miembros de la Conferencia de Obispos no sea suficiente
para que se elijan de entre ellos, sin dificultad, y se instituya la comisin litrgica,
nmbrese un consejo o grupo de expertos que, en cuanto sea posible y siempre bajo la
presidencia de un Obispo, desempeen estas tareas; evitando, sin embargo, el nombre de
comisin litrgica.
[27.] La interrupcin de todos los experimentos sobre la celebracin de la santa Misa, ha
sido notificada por la Santa Sede ya desde el ao 1970111 y nuevamente se repiti, para
recordarlo, en el ao 1988.112 Por lo tanto, cada Obispo y la misma Conferencia no tienen
ninguna facultad para permitir experimentos sobre los textos litrgicos o sobre otras cosas
que se indican en los libros litrgicos. Para que se puedan realizar en el futuro tales
experimentos, se requiere el permiso de la Congregacin para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos, que lo conceder por escrito, previa peticin de la
Conferencia de Obispos. Pero esto no se conceder sin una causa grave. Por lo que se
refiere a la enculturacin en materia litrgica, se deben observar, estricta e ntegramente, las
normas especiales establecidas.113
[28.] Todas las normas referentes a la liturgia, que la Conferencia de Obispos determine
para su territorio, conforme a las normas del derecho, se deben someter a la recognitio de la
Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sin la cual, carecen
de valor legal.114
3.
LOS PRESBTEROS
[29.] Los presbteros, como colaboradores fieles, diligentes y necesarios, del orden
Episcopal,115 llamados para servir al Pueblo de Dios, constituyen un nico presbiterio116
110
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n.
44; CONGR. OBISPOS, Carta Praesidibus Episcoporum Conferentiarum missa nomine quoque Congr. pro
Gentium Evangelizatione, da 21 de junio de 1999, n. 9: AAS 91 (1999) p. 999.
111
Cf. S. CONGR. CULTO DIVINO, Instr., Liturgicae instaurationes, n. 12: AAS 62 (1970) pp. 692-704,
esto p. 703.
112
Cf. CONGR. CULTO DIVINO, Declarationem circa Preces eucharisticae et experimenta liturgica, da 21
de marzo de 1988: Notitiae 24 (1988) pp. 234-236.
113
Cf. CONGR. CULTO DIVINO Y DISC. SACRAMENTOS, Instr., Varietates legitimae: AAS 87 (1995)
pp. 288-314.
114
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 838 3; S CONGR. RITOS, Instr., Inter Oecumenici, da 26 de
septiembre de 1964, n. 31: AAS 56 (1964) p. 883; CONGR. CULTO DIVINO Y DISC. SACRAMENTOS,
Instr., Liturgiam authenticam, n. 79-80: AAS 93 (2001) pp. 711-713.
115
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Decr. sobre el ministerio y vida de los presbteros,
Presbyterorum ordinis, da 7 de diciembre de 1965, n. 7; PONTIFICALE ROMANUM, ed. 1962: Ordo
consecrationis sacerdotalis, in Praefatione; PONTIFICALE ROMANUM ex decreto sacrosancti Oecumenici
Concilii Vaticani II renovatum, auctoritate Pauli Pp. VI editum, Ioannis Pauli Pp. II cura recognitum: De
Ordinatione Episcopi, presbyterorum et diaconorum, editio typica altera, da 29 de junio de 1989, Typis
Polyglottis Vaticanis, 1990, cap. II, De Ordin. presbyterorum, Praenotanda, n. 101.
Liturgia
238
Cf. S. IGNACIO DE ANTIOQUA, Ad Philad., 4: ed. F.X. FUNK, I, p. 266; S. CORNELIO I, PAPA, en
S. CIPRIANO, Epist. 48, 2: ed. G. HARTEL, III, 2, p. 610.
117
CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 28.
118
Ibidem.
119
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 52; cf. n. 29: AAS 95 (2003) pp. 467-468;
452-453.
120
PONTIFICALE ROMANUM, De Ordinatione Episcopi, presbyterorum et diaconorum, editio typica
altera: De Ordinatione presbyterorum, n. 124; cf. MISSALE ROMANUM, Feria V in Hebdomada Sancta: Ad
Missam chrismatis, Renovatio promissionum sacerdotalium, p. 292.
121
Cf. CONCILIO ECUMNICO TRIDENTINO, sesin VII, da 3 de marzo de 1547, Decreto De
Sacramentis, can. 13: DS 1613; CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia,
Sacrosanctum Concilium, n. 22; PO XII, Carta Encclica, Mediator Dei: AAS 39 (1947) pp. 544, 546-547,
562; Cdigo de Derecho Cannico, c. 846 1; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 24.
122
S. AMBROSIO, De Virginitate, n. 48: PL 16, 278.
Liturgia
239
de vigilar para que no se introduzcan abusos.123 Aunque es oportuno que las celebraciones
litrgicas, especialmente la santa Misa, sean preparadas de manera eficaz, siendo ayudado
por algunos fieles, sin embargo, de ningn modo debe ceder aquellas cosas que son propias
de su ministerio, en esta materia.
[33.] Por ltimo, todos los presbteros procuren cultivar convenientemente la ciencia y
el arte litrgicos, a fin de que por su ministerio litrgico las comunidades cristianas que se
les han encomendado alaben cada da con ms perfeccin a Dios, Padre, Hijo y Espritu
Santo.124 Sobre todo, deben estar imbuidos de la admiracin y el estupor que la
celebracin del misterio pascual, en la Eucarista, produce en los corazones de los fieles.125
4.
LOS DICONOS
[34.] Los diconos, que reciben la imposicin de manos no en orden al sacerdocio, sino
en orden al ministerio126, hombres de buena fama127, deben actuar de tal manera, con la
ayuda de Dios, que sean conocidos como verdaderos discpulos128 de aquel que no ha
venido a ser servido sino a servir129 y estuvo en medio de sus discpulos como el que
sirve.130 Y fortalecidos con el don del mismo Espritu Santo, por la imposicin de las
manos, sirven al pueblo de Dios en comunin con el Obispo y su presbiterio.131 Por tanto,
tengan al Obispo como padre, y a l y a los presbteros, prstenles ayuda en el ministerio
de la palabra, del altar y de la caridad.132
[35.] No dejen nunca de vivir el misterio de la fe con alma limpia133, como dice el
Apstol, y proclamar esta fe, de palabra y de obra, segn el Evangelio y la tradicin de la
Iglesia,134 sirviendo fielmente y con humildad, con todo el corazn, en la sagrada Liturgia
que es fuente y cumbre de toda la vida eclesial, para que, una vez hechos hijos de Dios por
la fe y el Bautismo, todos se renan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en
el Sacrificio y coman la cena del Seor.135 Por tanto, todos los diconos, por su parte,
emplense en esto, para que la sagrada Liturgia sea celebrada conforme a las normas de los
libros litrgicos debidamente aprobados.
123
Liturgia
240
CAPTULO II
LA PARTICIPACIN DE LOS FIELES LAICOS
EN LA CELEBRACIN DE LA EUCARISTA
1.
Cf. ibidem, n. 41; CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen
gentium, n. 11; Decr. sobre el ministerio y vida de los presbteros, Presbyterorum ordinis, nn. 2, 5, 6; Decr.
sobre el ministerio pastoral de los Obispos, Christus Dominus, n. 30; Decr. sobre el ecumenismo, Unitatis
redintegratio, da 21 de noviembre de 1964, n. 15; S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, nn. 3
y 6: AAS 59 (1967) pp. 542, 544-545; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 16.
137
Cf. CONC. ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n.
26; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 91.
138
1 Ped 2, 9; cf. 2, 4-5.
139
MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 91; cf. CONC. ECUMNICO VATICANO II, Const.
sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 14.
140
CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 10.
141
Cf. S. TOMS DE AQUINO, Summa Theol., III, q. 63, a. 2.
142
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 10;
cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 28: AAS 95 (2003) p. 452.
143
Cf. Hech 2, 42-47.
144
Cf. Rom 12, 1.
145
Cf. 1 Ped 3, 15; 2, 4-10.
Liturgia
241
como una de las claves principales para la plena participacin de todos los fieles en tan gran
Sacramento.146 Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado
y valor que el de un encuentro convival fraterno.147
[39.] Para promover y manifestar una participacin activa, la reciente renovacin de los
libros litrgicos, segn el espritu del Concilio, ha favorecido las aclamaciones del pueblo,
las respuestas, salmos, antfonas, cnticos, as como acciones, gestos y posturas corporales,
y el sagrado silencio que cuidadosamente se debe observar en algunos momentos, como
prevn las rbricas, tambin de parte de los fieles.148 Adems, se ha dado un amplio espacio
a una adecuada libertad de adaptacin, fundamentada sobre el principio de que toda
celebracin responda a la necesidad, a la capacidad, a la mentalidad y a la ndole de los
participantes, conforme a las facultades establecidas en las normas litrgicas. En la eleccin
de los cantos, melodas, oraciones y lecturas bblicas; en la realizacin de la homila; en la
preparacin de la oracin de los fieles; en las moniciones que a veces se pronuncian; y en
adornar la iglesia en los diversos tiempos; existe una amplia posibilidad de que en toda
celebracin se pueda introducir, cmodamente, una cierta variedad para que aparezca con
mayor claridad la riqueza de la tradicin litrgica y, atendiendo a las necesidades
pastorales, se comunique diligentemente el sentido peculiar de la celebracin, de modo que
se favorezca la participacin interior. Tambin se debe recordar que la fuerza de la accin
litrgica no est en el cambio frecuente de los ritos, sino, verdaderamente, en profundizar
en la palabra de Dios y en el misterio que se celebra.149
[40.] Sin embargo, por ms que la liturgia tiene, sin duda alguna, esta caracterstica de la
participacin activa de todos los fieles, no se deduce necesariamente que todos deban
realizar otras cosas, en sentido material, adems de los gestos y posturas corporales, como
si cada uno tuviera que asumir, necesariamente, una tarea litrgica especfica. La catequesis
procure con atencin que se corrijan las ideas y los comportamientos superficiales, que en
los ltimos aos se han difundido en algunas partes, en esta materia; y despierte siempre en
los fieles un renovado sentimiento de gran admiracin frente a la altura del misterio de fe,
que es la Eucarista, en cuya celebracin la Iglesia pasa continuamente de lo viejo a lo
nuevo150. En efecto, en la celebracin de la Eucarista, como en toda la vida cristiana, que
de ella saca la fuerza y hacia ella tiende, la Iglesia, a ejemplo de Santo Toms apstol, se
postra en adoracin ante el Seor crucificado, muerto, sepultado y resucitado en la
plenitud de su esplendor divino, y perpetuamente exclama: Seor mo y Dios mo!.151
[41.] Son de gran utilidad, para suscitar, promover y alentar esta disposicin interior de
participacin litrgica, la asidua y difundida celebracin de la Liturgia de las Horas, el uso
de los sacramentales y los ejercicios de la piedad popular cristiana. Este tipo de ejercicios
146
Cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, nn. 12-18: AAS 95 (2003) pp. 441-445;
JUAN PABLO II, Carta, Dominicae Cenae, da 24 de febrero de 1980, n. 9: AAS 72 (1980) pp. 129-133.
147
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 10: AAS 95 (2003) p. 439.
148
Cf. CONC. ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, nn.
30-31.
149
Cf. S. CONGR. CULTO DIVINO, Instr., Liturgicae instaurationes, n. 1: AAS 62 (1970) p. 695.
150
Cf. MISSALE ROMANUM, Feria secunda post Dominica V in Quadragesima, Collecta, p. 258.
151
JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Novo Millennio ineunte, da 6 de enero del 2001, n. 21: AAS 93
(2001) p. 280; cf. Jn 20, 28.
Liturgia
242
que, aunque en el rigor del derecho no pertenecen a la sagrada Liturgia, tienen, sin
embargo, una especial importancia y dignidad, se deben conservar por el estrecho vnculo
que existe con el ordenamiento litrgico, especialmente cuando han sido aprobados y
alabados por el mismo Magisterio;152 esto vale sobre todo para el rezo del rosario.153
Adems, estas prcticas de piedad conducen al pueblo cristiano a frecuentar los
sacramentos, especialmente la Eucarista, tambin a meditar los misterios de nuestra
redencin y a imitar los insignes ejemplos de los santos del cielo, que nos hacen as
participar en el culto litrgico, no sin gran provecho espiritual.154
[42.] Es necesario reconocer que la Iglesia no se rene por voluntad humana, sino
convocada por Dios en el Espritu Santo, y responde por la fe a su llamada gratuita (en
efecto, ekklesia tiene relacin con Klesis, esto es, llamada).155 Ni el Sacrificio eucarstico se
debe considerar como concelebracin, en sentido unvoco, del sacerdote al mismo
tiempo que del pueblo presente.156 Al contrario, la Eucarista celebrada por los sacerdotes
es un don que supera radicalmente la potestad de la asamblea [...]. La asamblea que se
rene para celebrar la Eucarista necesita absolutamente, para que sea realmente asamblea
eucarstica, un sacerdote ordenado que la presida. Por otra parte, la comunidad no est
capacitada para darse por s sola el ministro ordenado.157 Urge la necesidad de un inters
comn para que se eviten todas las ambigedades en esta materia y se procure el remedio
de las dificultades de estos ltimos aos. Por tanto, solamente con precaucin se emplearn
trminos como comunidad celebrante o asamblea celebrante, en otras lenguas
vernculas: celebrating assembly, assemble clbrante, assemblea celebrante, y
otros de este tipo.
2.
[43.] Algunos de entre los fieles laicos ejercen, recta y laudablemente, tareas relacionadas
con la sagrada Liturgia, conforme a la tradicin, para el bien de la comunidad y de toda la
152
Cf. PO XII, Carta Encclica, Mediator Dei: AAS 39 (1947) p. 586; cf. tambin CONCILIO
ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 67; PABLO VI,
Exhortacin Apostlica, Marialis cultus, da 11 de febrero de 1974, n. 24: AAS 66 (1974) pp. 113-168, esto p.
134; CONGR. CULTO DIVINO Y DISCIPLINA SACRAMENTOS, Directorio sobre la piedad popular y la
Liturgia, da 17 de diciembre del 2001.
153
Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Rosarium Virginis Mariae, da 16 de octubre del 2002: AAS 95
(2003) pp. 5-36.
154
PO XII, Carta Encclica, Mediator Dei: AAS 39 (1947) p. 586-587.
155
Cf. CONGR. CULTO DIVINO Y DISCIPLINA SACRAMENTOS, Instr., Varietates legitimae, n. 22:
AAS 87 (1995) p. 297.
156
Cf. PO XII, Carta Encclica, Mediator Dei: AAS 39 (1947) p. 553.
157
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 29: AAS 95 (2003) p. 453; cf. CONCILIO
ECUMNICO LATERANENSE IV, das 11-30 de noviembre de 1215, cap. 1: DS 802; CONCILIO
ECUMNICO TRIDENTINO, Sesin XXIII, da 15 de julio de 1563, Doctrina y cnones de sacra
ordinationis, cap. 4: DS 1767-1770; PO XII, Carta Encclica, Mediator Dei: AAS 39 (1947) p. 553.
Liturgia
243
Iglesia de Dios.158 Conviene que se distribuyan y realicen entre varios las tareas o las
diversas partes de una misma tarea.159
[44.] Adems de los ministerios instituidos, de lector y de aclito, 160 entre las tareas
arriba mencionadas, en primer lugar estn los de aclito161 y de lector162 con un encargo
temporal, a los que se unen otros servicios, descritos en el Misal Romano,163 y tambin la
tarea de preparar las hostias, lavar los paos litrgicos y similares. Todos los ministros
ordenados y los fieles laicos, al desempear su funcin u oficio, harn todo y slo aquello
que les corresponde164, y, ya lo hagan en la misma celebracin litrgica, ya en su
preparacin, sea realizado de tal forma que la liturgia de la Iglesia se desarrolle de manera
digna y decorosa.
[45.] Se debe evitar el peligro de oscurecer la complementariedad entre la accin de los
clrigos y los laicos, para que las tareas de los laicos no sufran una especie de
clericalizacin, como se dice, mientras los ministros sagrados asumen indebidamente lo
que es propio de la vida y de las acciones de los fieles laicos.165
[46.] El fiel laico que es llamado para prestar una ayuda en las celebraciones litrgicas,
debe estar debidamente preparado y ser recomendable por su vida cristiana, fe, costumbres
y su fidelidad hacia el Magisterio de la Iglesia. Conviene que haya recibido la formacin
litrgica correspondiente a su edad, condicin, gnero de vida y cultura religiosa. 166 No se
elija a ninguno cuya designacin pueda suscitar el asombro de los fieles.167
158
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 230 2; cf. tambin MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n.
97.
159
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 109.
160
Cf. PABLO VI, Carta Apostlica motu proprio datae, Ministeria quaedam, da 15 de agosto de 1972,
nn. VI-XII: PONTIFICALE ROMANUM ex decreto sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II
instauratum, auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum, De institutione lectorum et acolythorum, de admissione
inter candidatos ad diaconatum et presbyteratum, de sacro caelibatu amplectendo, editio typica, da 3 de
diciembre de 1972, Typis Polyglottis Vaticanis, 1973, p. 10: AAS 64 (1972) pp. 529-534, esto pp. 532-533;
Cdigo de Derecho Cannico, c. 230 1; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 98-99, 187-193.
161
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 187-190, 193; Cdigo de Derecho Cannico, c. 230
2-3.
162
Cf. CONC. ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n.
24; S. CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO, Instr., Inaestimabile donum, nn. 2 y 18: AAS 72
(1980) pp. 334, 338; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 101, 194-198; Cdigo de Derecho
Cannico, c. 230 2-3.
163
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 100-107.
164
Ibidem, n. 91; cf. CONC. ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum
Concilium, n. 28.
165
Cf. JUAN PABLO II, Alocucin a la Conferencia de Obispos de las Antillas, da 7 de mayo del 2002, n. 2:
AAS 94 (2002) pp. 575-577; Exhortacin Apostlica postsinodal, Christifideles laici, da 30 de diciembre de
1988, n. 23: AAS 81 (1989) pp. 393-521, esto pp. 429-431; CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de
mysterio, da 15 de agosto de 1997, Principios teolgicos, n. 4: AAS 89 (1997) pp. 860-861.
166
Cf. CONC. ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n.
19.
167
Cf. S. CONGR. DE LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instr., Immensae caritatis, da 29 de
enero de 1973: AAS 65 (1973) p. 266.
Liturgia
244
[47.] Es muy loable que se conserve la benemrita costumbre de que nios o jvenes,
denominados normalmente monaguillos, estn presentes y realicen un servicio junto al
altar, como aclitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre
esta tarea.168 No se puede olvidar que del conjunto de estos nios, a lo largo de los siglos,
ha surgido un nmero considerable de ministros sagrados.169 Instityanse y promuvanse
asociaciones para ellos, en las que tambin participen y colaboren los padres, y con las
cuales se proporcione a los monaguillos una atencin pastoral eficaz. Cuando este tipo de
asociaciones tenga carcter internacional, le corresponde a la Congregacin para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos erigirlas, aprobarlas y reconocer sus estatutos.170
A esta clase de servicio al altar pueden ser admitidas nias o mujeres, segn el juicio del
Obispo diocesano y observando las normas establecidas.171
168
Cf. S. CONGR. RITOS, Instr., De Musica sacra, da 3 de septiembre de 1958, n. 93c: AAS 50 (1958) p.
656.
169
Cf. PONT. CONSEJO PARA LA INTERP. DE LOS TEX. LEGISLATIVOS, Respuesta ad propositum
dubium, da 11 de julio de 1992: AAS 86 (1994) pp. 541-542; CONGR. CULTO DIVINO Y DISC.
SACRAMENTOS, Carta a los Presidentes de las Conferencias de Obispos sobre el servicio litrgico de los
laicos, da 15 de marzo de 1994: Notitae 30 (1994) pp. 333-335, 347-348.
170
Cf. JUAN PABLO II, Constitucin Apostlica, Pastor bonus, art. 65: AAS 80 (1988) p. 877.
171
Cf. PONT. CONSEJO PARA LA INTERP. DE LOS TEX. LEGISLATIVOS, Respuesta ad propositum
dubium, da 11 de julio de 1992: AAS 86 (1994) pp. 541-542; CONGR. CULTO DIVINO Y DISC.
SACRAMENTOS, Carta a los Presidentes de las Conferencias de Obispos sobre el servicio litrgico de los
laicos, da 15 de marzo de 1994: Notitae 30 (1994) pp. 333-335, 347-348; Carta a un Obispo, da 27 de julio
del 2001: Notitae 38 (2002) pp. 46-54.
Liturgia
245
CAPTULO III
LA CELEBRACIN CORRECTA DE LA SANTA MISA
1.
[48.] El pan que se emplea en el santo Sacrificio de la Eucarista debe ser zimo, de slo
trigo y hecho recientemente, para que no haya ningn peligro de que se corrompa.172 Por
consiguiente, no puede constituir la materia vlida, para la realizacin del Sacrificio y del
Sacramento eucarstico, el pan elaborado con otras sustancias, aunque sean cereales, ni
aquel que lleva mezcla de una sustancia diversa del trigo, en tal cantidad que, segn la
valoracin comn, no se puede llamar pan de trigo.173 Es un abuso grave introducir, en la
fabricacin del pan para la Eucarista, otras sustancias como frutas, azcar o miel. Es claro
que las hostias deben ser preparadas por personas que no slo se distingan por su
honestidad, sino que adems sean expertas en la elaboracin y dispongan de los
instrumentos adecuados.174
[49.] Conviene, en razn del signo, que algunas partes del pan eucarstico que resultan de
la fraccin del pan, se distribuyan al menos a algunos fieles, en la Comunin. No obstante,
de ningn modo se excluyen las hostias pequeas, cuando lo requiere el nmero de los que
van a recibir la sagrada Comunin, u otras razones pastorales lo exijan;175 ms bien, segn
la costumbre, sean usadas sobretodo formas pequeas, que no necesitan una fraccin
ulterior.
[50.] El vino que se utiliza en la celebracin del santo Sacrificio eucarstico debe ser
natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extraas.176 En la
misma celebracin de la Misa se le debe mezclar un poco de agua. Tngase diligente
cuidado de que el vino destinado a la Eucarista se conserve en perfecto estado y no se
avinagre.177 Est totalmente prohibido utilizar un vino del que se tiene duda en cuanto a su
carcter genuino o a su procedencia, pues la Iglesia exige certeza sobre las condiciones
necesarias para la validez de los sacramentos. No se debe admitir bajo ningn pretexto otras
bebidas de cualquier gnero, que no constituyen una materia vlida.
2.
LA PLEGARIA EUCARSTICA
[51.] Slo se pueden utilizar las Plegarias Eucarstica que se encuentran en el Misal
Romano o aquellas que han sido legtimamente aprobadas por la Sede Apostlica, en la
172
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 924 2; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 320.
Cf. S. CONGR. DISCIPLINA SACRAMENTOS, Instr., Dominus Salvator noster, da 26 de marzo de
1929, n. 1: AAS 21 (1929) pp. 631-642, esto p. 632.
174
Cf. ibidem, n. II: AAS 21 (1929) p. 635.
175
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 321.
176
Cf. Lc 22, 18; Cdigo de Derecho Cannico, c. 924 1, 3; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis,
n. 322.
177
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 323.
173
Liturgia
246
JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Vicesimus quintus annus, n. 13: AAS 81 (1989) p. 910.
S. CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO, Instr., Inaestimabile donum, n. 5: AAS 72 (1980) p.
335.
180
Cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 28: AAS 95 (2003) p. 452; MISSALE
ROMANUM, Institutio Generalis, n. 147; S. CONGR. CULTO DIVINO, Instr., Liturgicae instaurationes, n.
4: AAS 62 (1970) p. 698; S. CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO, Instr., Inaestimabile donum, n.
4: AAS 72 (1980) p. 334.
181
MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 32.
182
Ibidem, n. 147; cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 28: AAS 95 (2003) p.
452; cf. tambin CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO, Instr., Inaestimabile donum, n. 4: AAS 72
(1980) pp. 334-335.
183
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 39: AAS 95 (2003) p. 459.
179
Liturgia
247
Cf. S. CONGR. CULTO DIVINO, Instr., Liturgicae instaurationes, n. 2b: AAS 62 (1970) p. 696.
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 356-362.
186
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n.
51.
187
MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 57; cf. JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Vicesimus
quintus annus, n. 13: AAS 81 (1989) p. 910; CONGR. DOCTRINA DE LA FE, Declaracin sobre la
unicidad y universalidad salvfica de Jesucristo y de la Iglesia, Dominus Iesus, da 6 de agosto del 2000: AAS
92 (2000) pp. 742-765.
188
MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 60.
189
Cf. ibidem, nn. 59-60.
190
Cf. v.gr. RITUALE ROMANUM, ex decreto sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II renovatum,
auctoritate Pauli Pp. VI editum Ioannis Pauli Pp. II cura recognitum: Ordo celebrandi Matrimonium, editio
185
Liturgia
248
typica altera, da 19 de marzo de 1990, Typis Polyglottis Vaticanis, 1991, n. 125; RITUALE ROMANUM, ex
decreto sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum:
Ordo Unctionis infirmorum eorumque pastoralis curae, editio typica, da 7 de diciembre de 1972, Typis
Polyglottis Vaticanis, 1972, n. 72.
191
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 767 1.
192
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 66; cf. tambin Cdigo de Derecho Cannico, c. 6
1, 2; y c. 767 1, a lo que se refiere tambin la ya citada CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de
mysterio, Disposiciones Prcticas, art. 3 1: AAS 89 (1997) p. 865.
193
MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 66; cf. tambin Cdigo de Derecho Cannico, c. 767 1.
194
Cf. CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Disposiciones Prcticas, art. 3 1: AAS 89
(1997) p. 865; cf. tambin Cdigo de Derecho Cannico, c. 6 1, 2; PONT. COMISIN PARA LA
INTERP. AUTNTICA DEL COD. DER. CANNICO, Respuesta ad propositum dubium, da 20 de junio de
1987: AAS 79 (1987) p. 1249.
195
Cf. CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Disposiciones Prcticas, art. 3 1: AAS 89
(1997) pp. 864-865.
196
Cf. CONCILIO ECUMNICO TRIDENTINO, Sesin XXII, da 17 de septiembre de 1562, De Ss. Missae
Sacrificio, cap. 8: DS 1749; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 65.
197
Cf. JUAN PABLO II, Alocucin a los Obispos de los Estados Unidos de Amrica, venidos a Roma en
visita ad limina Apostolorum, da 28 de mayo de 1993, n. 2: AAS 86 (1994) p. 330.
Liturgia
249
[68.] El Obispo diocesano vigile con atencin la homila,198 difundiendo, entre los
ministros sagrados, incluso normas, orientaciones y ayudas, y promoviendo a este fin
reuniones y otras iniciativas; de esta manera tendrn ocasin frecuente de reflexionar con
mayor atencin sobre el carcter de la homila y encontrarn tambin una ayuda para su
preparacin.
[69.] En la santa Misa y en otras celebraciones de la sagrada Liturgia no se admita un
Credo o Profesin de fe que no se encuentre en los libros litrgicos debidamente
aprobados.
[70.] Las ofrendas que suelen presentar los fieles en la santa Misa, para la Liturgia
eucarstica, no se reducen necesariamente al pan y al vino para celebrar la Eucarista, sino
que tambin pueden comprender otros dones, que son ofrecidos por los fieles en forma de
dinero o bien de otra manera til para la caridad hacia los pobres. Sin embargo, los dones
exteriores deben ser siempre expresin visible del verdadero don que el Seor espera de
nosotros: un corazn contrito y el amor a Dios y al prjimo, por el cual nos configuramos
con el sacrificio de Cristo, que se entreg a s mismo por nosotros. Pues en la Eucarista
resplandece, sobre todo, el misterio de la caridad que Jesucristo revel en la ltima Cena,
lavando los pies de los discpulos. Con todo, para proteger la dignidad de la sagrada
Liturgia, conviene que las ofrendas exteriores sean presentadas de forma apta. Por lo tanto,
el dinero, as como otras ofrendas para los pobres, se pondrn en un lugar oportuno, pero
fuera de la mesa eucarstica.199 Salvo el dinero y, cuando sea el caso, una pequea parte de
los otros dones ofrecidos, por razn del signo, es preferible que estas ofrendas sean
presentadas fuera de la celebracin de la Misa.
[71.] Consrvese la costumbre del Rito romano, de dar la paz un poco antes de distribuir
la sagrada Comunin, como est establecido en el Ordinario de la Misa. Adems, conforme
a la tradicin del Rito romano, esta prctica no tiene un sentido de reconciliacin ni de
perdn de los pecados, sino que ms bien significa la paz, la comunin y la caridad, antes
de recibir la santsima Eucarista.200 En cambio, el sentido de reconciliacin entre los
hermanos se manifiesta claramente en el acto penitencial que se realiza al inicio de la Misa,
sobre todo en la primera de sus formas.
[72.] Conviene que cada uno d la paz, sobriamente, slo a los ms cercanos a l. El
sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo siempre dentro del presbiterio,
para no alterar la celebracin. Hgase del mismo modo si, por una causa razonable, desea
dar la paz a algunos fieles. En cuanto al signo para darse la paz, establezca el modo la
Conferencia de Obispos, con el reconocimiento de la Sede Apostlica, segn la
idiosincrasia y las costumbres de los pueblos.201
[73.] En la celebracin de la santa Misa, la fraccin del pan eucarstico la realiza
solamente el sacerdote celebrante, ayudado, si es el caso, por el dicono o por un
198
Liturgia
250
concelebrante, pero no por un laico; se comienza despus de dar la paz, mientras se dice el
Cordero de Dios. El gesto de la fraccin del pan, realizada por Cristo en la ltima
Cena, que en el tiempo apostlico dio nombre a toda la accin eucarstica, significa que los
fieles, siendo muchos, forman un solo cuerpo por la comunin de un solo pan de vida, que
es Cristo muerto y resucitado para la salvacin del mundo (1 Cor 10, 17).202 Por esto, se
debe realizar el rito con gran respeto.203 Sin embargo, debe ser breve. El abuso, extendido
en algunos lugares, de prolongar sin necesidad este rito, incluso con la ayuda de laicos,
contrariamente a las normas, o de atribuirle una importancia exagerada, debe ser corregido
con gran urgencia.204
[74.] Si se diera la necesidad de que instrucciones o testimonios sobre la vida cristiana
sean expuestos por un laico a los fieles congregados en la iglesia, siempre es preferible que
esto se haga fuera de la celebracin de la Misa. Por causa grave, sin embargo, est
permitido dar este tipo de instrucciones o testimonios, despus de que el sacerdote
pronuncie la oracin despus de la Comunin. Pero esto no puede hacerse una costumbre.
Adems, estas instrucciones y testimonios de ninguna manera pueden tener un sentido que
pueda ser confundido con la homila,205 ni se permite que por ello se suprima totalmente la
homila.
4.
202
Ibidem, n. 83.
Cf. S. CONGR.CULTO DIVINO, Instr., Liturgicae instaurationes, n. 5: AAS 62 (1970) p. 699.
204
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 83, 240, 321.
205
Cf. CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Disposiciones prcticas, art. 3 2: AAS 89
(1997) p. 865.
206
Cf. especialmente, Institutio generalis de Liturgia Horarum, nn. 93-98; RITUALE ROMANUM, ex
decreto sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate Ioannis Pauli Pp. II
promulgatum: De Bendictionibus, editio typica, da 31 de mayo de 1984, Typis Poliglottis Vaticanis, 1984,
Praenotanda n. 28; Ordo coronandi imaginem beatae Mariae Virginis, editio typica, da 25 de marzo de 1981,
Typis Poliglottis Vaticanis, 1981, nn. 10 y 14, pp. 10-11; S. CONGR. CULTO DIVINO, Instr., sobre las
Misas con grupos particulares, Actio pastoralis, da 15 de mayo de 1969: AAS 61 (1969) pp. 806-811;
Directorio de las Misas con nios, Pueros baptizatos, da 1 de noviembre de 1973: AAS 66 (1974) pp. 30-46;
MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 21.
203
Liturgia
251
lugar se celebra la Misa, para atender las necesidades de los fieles.207 Pero esto, hgase de
manera adecuada.
[77.] La celebracin de la santa Misa de ningn modo puede ser intercalada como
aadido a una cena comn, ni unirse con cualquier tipo de banquete. No se celebre la Misa,
a no ser por grave necesidad, sobre una mesa de comedor208, o en el comedor, o en el lugar
que ser utilizado para un convite, ni en cualquier sala donde haya alimentos, ni los
participantes en la Misa se sentarn a la mesa, durante la celebracin. Si, por una grave
necesidad, se debe celebrar la Misa en el mismo lugar donde despus ser la cena, debe
mediar un espacio suficiente de tiempo entre la conclusin de la Misa y el comienzo de la
cena, sin que se muestren a los fieles, durante la celebracin de la Misa, alimentos
ordinarios.
[78.] No est permitido relacionar la celebracin de la Misa con acontecimientos polticos
o mundanos, o con otros elementos que no concuerden plenamente con el Magisterio de la
Iglesia Catlica. Adems, se debe evitar totalmente la celebracin de la Misa por el simple
deseo de ostentacin o celebrarla segn el estilo de otras ceremonias, especialmente
profanas, para que la Eucarista no se vace de su significado autntico.
[79.] Por ltimo, el abuso de introducir ritos tomados de otras religiones en la celebracin
de la santa Misa, en contra de lo que se prescribe en los libros litrgicos, se debe juzgar con
gran severidad.
207
Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostlica motu proprio datae, Misericordia Dei, da 7 abril del 2002, n. 2:
AAS 94 (2002) p. 455; cf. CONGR. CULTO DIVINO Y DISCIPLINA SACRAMENTOS, Respuesta ad
dubia proposita: Notitiae 37 (2001) pp. 259-260.
208
Cf. S. CONGREGACIN CULTO DIVINO, Instr., Liturgicae instaurationes, n. 9: AAS 62 (1970) p. 702.
Liturgia
252
CAPTULO IV
LA SAGRADA COMUNIN
1.
[80.] La Eucarista sea propuesta a los fieles, tambin, como antdoto por el que somos
liberados de las culpas cotidianas y preservados de los pecados mortales,209 como se
muestra claramente en diversas partes de la Misa. Por lo que se refiere al acto penitencial,
situado al comienzo de la Misa, este tiene la finalidad de disponer a todos para que celebren
adecuadamente los sagrados misterios,210 aunque carece de la eficacia del sacramento de
la Penitencia,211 y no se puede pensar que sustituye, para el perdn de los pecados graves,
lo que corresponde al sacramento de la Penitencia. Los pastores de almas cuiden
diligentemente la catequesis, para que la doctrina cristiana sobre esta materia se transmita a
los fieles.
[81.] La costumbre de la Iglesia manifiesta que es necesario que cada uno se examine a s
mismo en profundidad,212 para que quien sea consciente de estar en pecado grave no
celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Seor sin acudir antes a la confesin
sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse;
en este caso, recuerde que est obligado a hacer un acto de contricin perfecta, que incluye
el propsito de confesarse cuanto antes.213
[82.] Adems, la Iglesia ha dado normas que se orientan a favorecer la participacin
frecuente y fructuosa de los fieles en la Mesa eucarstica y, al mismo tiempo, a determinar
las condiciones objetivas en las que no debe administrarse la comunin.214
[83.] Ciertamente, lo mejor es que todos aquellos que participan en la celebracin de la
santa Misa y tiene las debidas condiciones, reciban en ella la sagrada Comunin. Sin
embargo, alguna vez sucede que los fieles se acercan en grupo e indiscriminadamente a la
mesa sagrada. Es tarea de los pastores corregir con prudencia y firmeza tal abuso.
[84.] Adems, donde se celebre la Misa para una gran multitud o, por ejemplo, en las
grandes ciudades, debe vigilarse para que no se acerquen a la sagrada Comunin, por
ignorancia, los no catlicos o, incluso, los no cristianos, sin tener en cuenta el Magisterio de
209
CONC. ECUMNICO TRIDENTINO, Sesin XIII, da 11 de octubre de 1551, Decr. de Ss. Eucharistia,
cap. 2: DS 1638; cf. Sesin XXII, da 17 de septiembre de 1562, De Ss. Missae Sacrificio, caps. 1-2: DS
1740, 1743; S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n. 35: AAS 59 (1967) p. 560.
210
Cf. MISSALE ROMANUM, Ordo Missae, n. 4, p. 505.
211
MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 51.
212
Cf. 1 Cor 11, 28.
213
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 916; CONC. ECUMNICO TRIDENTINO, Sesin XIII, da 11 de
octubre de 1551, Decr. de Ss. Eucharistia, cap. 7: DS 1646-1647; JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia
de Eucharistia, n. 36: AAS 95 (2003) pp. 457-458; S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n.
35: AAS 59 (1967) p. 561.
214
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 42: AAS 95 (2003) p. 461.
Liturgia
253
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 844 1; JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia,
nn. 45-46: AAS 95 (2003) pp. 463-464; cf. tambin, PONT. CONSEJO PARA LA PROMOCIN DE LA
UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, Direct. para la aplicacin de los principios y las normas sobre el
ecumenismo, La recherche de l'unit, da 25 de marzo de 1993, nn. 130-131: AAS 85 (1993) pp. 1039-1119,
esto p. 1089.
216
Cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 46: AAS 95 (2003) pp. 463-464.
217
Cf. S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n. 35: AAS 59 (1967) p. 561.
218
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 914; S. CONGR. DISCIPLINA SACRAMENTOS, Declaracin,
Sanctus Pontifex, da 24 de mayo de 1973: AAS 65 (1973) p. 410; S. CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO
DIVINO Y S. CONGR. CLERO, Carta a los Presidentes de las Conferencias de Obispos, In quibusdam, da
31 de marzo de 1977: Enchiridion Documentorum Instaurationis Liturgicae, II, Roma, 1988, pp. 142-144; S.
CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO Y S. CONGR. CLERO, Respuesta ad propositum dubium,
da 20 de mayo de 1977: AAS 69 (1977) p. 427.
219
Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Dies Domini, da 31 de mayo del 1998, nn. 31-34: AAS 90
(1998) pp. 713-766, esto pp. 731-734.
220
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 914.
Liturgia
254
221
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n.
55.
222
Cf. S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n. 31: AAS 59 (1967) p. 558; PONT. COMIS.
PARA LA INTERP. AUTNTICA DEL CDIGO DE DERECHO CANNICO, Respuesta ad propositum
dubium, da 1 de junio de 1988: AAS 80 (1988) p. 1373.
223
MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 85.
224
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n.
55; S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n. 31: AAS 59 (1967) p. 558; MISSALE
ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 85, 157, 243.
225
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 160.
226
Cdigo de Derecho Cannico, c. 843 1; cf. c. 915..
227
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 161.
228
CONGR. CULTO DIVINO Y DISC. SACRAMENTOS, Dubium: Notitiae 35 (1999) pp. 160-161.
Liturgia
255
[93.] La bandeja para la Comunin de los fieles se debe mantener, para evitar el peligro
de que caiga la hostia sagrada o algn fragmento.229
[94.] No est permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cliz sagrado por
s mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre s de mano en mano.230 En esta materia,
adems, debe suprimirse el abuso de que los esposos, en la Misa nupcial, se administren de
modo recproco la sagrada Comunin.
[95.] El fiel laico que ya ha recibido la santsima Eucarista, puede recibirla otra vez el
mismo da solamente dentro de la celebracin eucarstica en la que participe, quedando a
salvo lo que prescribe el c. 921 2.231
[96.] Se reprueba la costumbre, que es contraria a las prescripciones de los libros
litrgicos, de que sean distribuidas a manera de Comunin, durante la Misa o antes de ella,
ya sean hostias no consagradas ya sean otros comestibles o no comestibles. Puesto que
estas costumbres de ningn modo concuerdan con la tradicin del Rito romano y llevan
consigo el peligro de inducir a confusin a los fieles, respecto a la doctrina eucarstica de la
Iglesia. Donde en algunos lugares exista, por concesin, la costumbre particular de bendecir
y distribuir pan, despus de la Misa, tngase gran cuidado de que se d una adecuada
catequesis sobre este acto. No se introduzcan otras costumbres similares, ni sean utilizadas
para esto, nunca, hostias no consagradas.
3.
[97.] Cada vez que celebra la santa Misa, el sacerdote debe comulgar en el altar, cuando
lo determina el Misal, pero antes de que proceda a la distribucin de la Comunin, lo hacen
los concelebrantes. Nunca espere para comulgar, el sacerdote celebrante o los
concelebrantes, hasta que termine la comunin del pueblo.232
[98.] La Comunin de los sacerdotes concelebrantes se realice segn las normas
prescritas en los libros litrgicos, utilizando siempre hostias consagradas en esa misma
Misa233 y recibiendo todos los concelebrantes, siempre, la Comunin bajo las dos especies.
Ntese que si un sacerdote o dicono entrega a los concelebrantes la hostia sagrada o el
cliz, no dice nada, es decir, en ningn caso pronuncia las palabras el Cuerpo de Cristo o
la Sangre de Cristo.
229
Liturgia
256
[99.] La Comunin bajo las dos especies est siempre permitida a los sacerdotes que no
pueden celebrar o concelebrar en la accin sagrada.234
4.
[100.] Para que, en el banquete eucarstico, la plenitud del signo aparezca ante los fieles
con mayor claridad, son admitidos a la Comunin bajo las dos especies tambin los fieles
laicos, en los casos indicados en los libros litrgicos, con la debida catequesis previa y en el
mismo momento, sobre los principios dogmticos que en esta materia estableci el Concilio
Ecumnico Tridentino.235
[101.] Para administrar a los fieles laicos la sagrada Comunin bajo las dos especies, se
deben tener en cuenta, convenientemente, las circunstancias, sobre las que deben juzgar en
primer lugar los Obispos diocesanos. Se debe excluir totalmente cuando exista peligro,
incluso pequeo, de profanacin de las sagradas especies.236 Para una mayor coordinacin,
es necesario que la Conferencia de Obispos publique normas, con la aprobacin de la Sede
Apostlica, por medio de la Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos, especialmente lo que se refiere al modo de distribuir a los fieles la sagrada
Comunin bajo las dos especies y a la extensin de la facultad.237
[102.] No se administre la Comunin con el cliz a los fieles laicos donde sea tan grande el
nmero de los que van a comulgar238 que resulte difcil calcular la cantidad de vino para la
Eucarista y exista el peligro de que sobre demasiada cantidad de Sangre de Cristo, que
deba sumirse al final de la celebracin;239 tampoco donde el acceso ordenado al cliz slo
sea posible con dificultad, o donde sea necesaria tal cantidad de vino que sea difcil poder
conocer su calidad y su proveniencia, o cuando no est disponible un nmero suficiente de
ministros sagrados ni de ministros extraordinarios de la sagrada Comunin que tengan la
formacin adecuada, o donde una parte importante del pueblo no quiera participar del cliz,
por diversas y persistentes causas, disminuyendo as, en cierto modo, el signo de unidad.
[103.] Las normas del Misal Romano admiten el principio de que, en los casos en que se
administra la sagrada Comunin bajo las dos especies, la sangre del Seor se puede tomar
bebiendo directamente del cliz, o por intincin, o con una pajilla, o una cucharilla.240 Por
lo que se refiere a la administracin de la Comunin a los fieles laicos, los Obispos pueden
excluir, en los lugares donde no sea costumbre, la Comunin con pajilla o con cucharilla,
permaneciendo siempre, no obstante, la opcin de distribuir la Comunin por intincin.
234
Liturgia
257
Pero si se emplea esta forma, utilcense hostias que no sean ni demasiado delgadas ni
demasiado pequeas, y el comulgante reciba del sacerdote el sacramento, solamente en la
boca.241
[104.] No se permita al comulgante mojar por s mismo la hostia en el cliz, ni recibir en la
mano la hostia mojada. Por lo que se refiere a la hostia que se debe mojar, esta debe hacerse
de materia vlida y estar consagrada; est absolutamente prohibido el uso de pan no
consagrado o de otra materia.
[105.] Si no es suficiente un cliz, para la distribucin de la Comunin bajo las dos
especies a los sacerdotes concelebrantes o a los fieles, nada impide que el sacerdote
celebrante utilice varios clices.242 Recurdese, no obstante, que todos los sacerdotes que
celebran la santa Misa tienen que realizar la Comunin bajo las dos especies. Emplese
laudablemente, por razn del signo, un cliz principal ms grande, junto con otros clices
ms pequeos.
[106.] Sin embargo, se debe evitar completamente, despus de la consagracin, echar la
Sangre de Cristo de un cliz a otro, para excluir cualquier cosa de pueda resultar un agravio
de tan gran misterio. Para contener la Sangre del Seor nunca se utilicen frascos, vasijas u
otros recipientes que no respondan plenamente a las normas establecidas.
[107.] Segn la normativa establecida en los cnones, quien arroja por tierra las especies
consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrlega, incurre en excomunin latae
sententiae reservada a la Sede Apostlica; el clrigo puede ser castigado adems con otra
pena, sin excluir la expulsin del estado clerical.243 En este caso se debe considerar
incluida cualquier accin, voluntaria y grave, de desprecio a las sagradas especies. De
donde si alguno acta contra las normas arriba indicadas, por ejemplo, arrojando las
sagradas especies en el lavabo de la sacrista, o en un lugar indigno, o por el suelo, incurre
en las penas establecidas.244 Adems, recuerden todos que al terminar la distribucin de la
sagrada Comunin, dentro de la celebracin de la Misa, hay que observar lo que prescribe
el Misal Romano, y sobre todo que el sacerdote o, segn las normas, otro ministro, de
inmediato debe sumir en el altar, ntegramente, el vino consagrado que quiz haya quedado;
las hostias consagradas que han sobrado, o las consume el sacerdote en el altar o las lleva al
lugar destinado para la reserva de la Eucarista.245
241
Liturgia
258
CAPTULO V
OTROS ASPECTOS QUE SE REFIEREN A LA EUCARISTA
1.
[110.] Los sacerdotes, teniendo siempre presente que en el misterio del Sacrificio
eucarstico se realiza continuamente la obra de la redencin, deben celebrarlo
frecuentemente; es ms, se recomienda encarecidamente la celebracin diaria, la cual,
aunque no pueda tenerse con asistencia de fieles, es una accin de Cristo y de la Iglesia, en
cuya realizacin los sacerdotes cumplen su principal ministerio.247
[111.] En la celebracin o concelebracin de la Eucarista, admtase a celebrar a un
sacerdote, aunque el rector de la iglesia no lo conozca, con tal de que presente cartas
comendaticias de la Sede Apostlica, o de su Ordinario o de su Superior, dadas al menos
en el ao, las ensee o pueda juzgarse prudentemente que nada le impide celebrar.248 El
Obispo debe proveer para que desaparezcan las costumbres contrarias.
[112.] La Misa se celebra o bien en lengua latina o bien en otra lengua, con tal de que se
empleen textos litrgicos que hayan sido aprobados, segn las normas del derecho.
Exceptuadas las celebraciones de la Misa que, segn las horas y los momentos, la autoridad
246
Cdigo de Derecho Cannico, c. 932 1; cf. S. CONGR. CULTO DIVINO, Instr., Liturgicae
instaurationes, n. 9: AAS 62 (1970) p. 701.
247
Cdigo de Derecho Cannico, c. 904; cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. dogmtica
sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 3; Decr. sobre el ministerio y vida de los presbteros, Presbyterorum
ordinis, n. 13; cf. tambin CONCILIO ECUMNICO TRIDENTINO, Sesin XXII, da 17 de septiembre de
1562, De Ss. Missae Sacrificio, cap. 6: DS 1747; PABLO VI, Carta Encclica, Mysterium fidei, da 3 de
septiembre de 1965: AAS 57 (1965) pp. 753-774, esto, pp. 761-762; cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica,
Ecclesia de Eucharistia, n. 11: AAS 95 (2003) pp. 440-441; S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum
mysterium, n. 44: AAS 59 (1967) p. 564; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 19.
248
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 903; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 200.
Liturgia
259
eclesistica establece que se hagan en la lengua del pueblo, siempre y en cualquier lugar es
lcito a los sacerdotes celebrar el santo sacrificio en latn.249
[113.] Cuando una Misa es concelebrada por varios sacerdotes, al pronunciar la Plegaria
Eucarstica, utilcese la lengua que sea conocida por todos los sacerdotes concelebrantes y
por el pueblo congregado. Cuando suceda que entre los sacerdotes haya algunos que no
conocen la lengua de la celebracin y, por lo tanto, no pueden pronunciar debidamente las
partes propias de la Plegaria Eucarstica, no concelebren, sino que preferiblemente asistan a
la celebracin revestidos de hbito coral, segn las normas.250
[114.] En las Misas dominicales de la parroquia, como comunidad eucarstica, es
normal que se encuentren los grupos, movimientos, asociaciones y las pequeas
comunidades religiosas presentes en ella.251 Aunque es lcito celebrar la Misa, segn las
normas del derecho, para grupos particulares,252 estos grupos de ninguna manera estn
exentos de observar fielmente las normas litrgicas.
[115.] Se reprueba el abuso de que sea suspendida de forma arbitraria la celebracin de la
santa Misa en favor del pueblo, bajo el pretexto de promover el ayuno de la Eucarista,
contra las normas del Misal Romano y la sana tradicin del Rito romano.
[116.] No se multipliquen las Misas, contra la norma del derecho, y sobre los estipendios
obsrvese todo lo que manda el derecho.253
3.
[117.] Los vasos sagrados, que estn destinados a recibir el Cuerpo y la Sangre del Seor,
se deben fabricar, estrictamente, conforme a las normas de la tradicin y de los libros
litrgicos.254 Las Conferencias de Obispos tienen la facultad de decidir, con la aprobacin
de la Sede Apostlica, si es oportuno que los vasos sagrados tambin sean elaborados con
otros materiales slidos. Sin embargo, se requiere estrictamente que este material, segn la
comn estimacin de cada regin, sea verdaderamente noble,255 de manera que con su uso
se tribute honor al Seor y se evite absolutamente el peligro de debilitar, a los ojos de los
fieles, la doctrina de la presencia real de Cristo en las especies eucarsticas. Por lo tanto, se
reprueba cualquier uso por el que son utilizados para la celebracin de la Misa vasos
comunes o de escaso valor, en lo que se refiere a la calidad, o carentes de todo valor
artstico, o simples cestos, u otros vasos de cristal, arcilla, creta y otros materiales, que se
249
Cf. CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Const. sobre la s. Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 36
1; Cdigo de Derecho Cannico, c. 928.
250
Cf. MISSALE ROMANUM, tercera ed. tpica, Institutio Generalis, n. 114.
251
JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Dies Domini, n. 36: AAS 90 (1998) p. 735; cf. tambin S. CONGR.
RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n. 27: AAS 59 (1967) p. 556.
252
Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Dies Domini, especialmente n. 36: AAS 90 (1998) pp. 735-736;
S. CONGR. CULTO DIVINO, Instr., Actio pastoraslis: AAS 61 (1969) pp. 806-811.
253
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, cc. 905, 945-958; CONGR. CLERO, Decreto, Mos iugiter, da 22 de
febrero de 1991: AAS 83 (1991) pp. 443-446.
254
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 327-333.
255
Cf. ibidem, n. 332.
Liturgia
260
rompen fcilmente. Esto vale tambin de los metales y otros materiales, que se corrompen
fcilmente.256
[118] Los vasos sagrados, antes de ser utilizados, son bendecidos por el sacerdote con el
rito que se prescribe en los libros litrgicos.257 Es laudable que la bendicin sea impartida
por el Obispo diocesano, que juzgar si los vasos son idneos para el uso al cual estn
destinados.
[119.] El sacerdote, vuelto al altar despus de la distribucin de la Comunin, de pie junto
al altar o en la credencia, purifica la patena o la pxide sobre el cliz; despus purifica el
cliz, como prescribe el Misal, y seca el cliz con el purificador. Cuando est presente el
dicono, este regresa al altar con el sacerdote y purifica los vasos. Tambin se permite dejar
los vasos para purificar, sobre todo si son muchos, sobre el corporal y oportunamente
cubiertos, en el altar o en la credencia, de forma que sean purificados por el sacerdote o el
dicono, inmediatamente despus de la Misa, una vez despedido el pueblo. Del mismo
modo, el aclito debidamente instituido ayuda al sacerdote o al dicono en la purificacin y
arreglo de los vasos sagrados, ya sea en el altar, ya sea en la credencia. Ausente el dicono,
el aclito litrgicamente instituido lleva los vasos sagrados a la credencia, donde los
purifica, seca y arregla, de la forma acostumbrada.258
[120.] Cuiden los pastores que los paos de la sagrada mesa, especialmente los que reciben
las sagradas especies, se conserven siempre limpios y se laven con frecuencia, conforme a
la costumbre tradicional. Es laudable que se haga de esta manera: que el agua del primer
lavado, hecho a mano, se vierta en un recipiente apropiado de la iglesia o sobre la tierra, en
un lugar adecuado. Despus de esto, se puede lavar nuevamente del modo acostumbrado.
4.
[121.] La diversidad de los colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con
ms eficacia, aun exteriormente, tanto las caractersticas de los misterios de la fe que se
celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del ao litrgico.259
Tambin la diversidad de ministerios se manifiesta exteriormente, al celebrar la Eucarista,
en la diversidad de las vestiduras sagradas. Pero estas vestiduras deben contribuir al
decoro de la misma accin sagrada.260
256
Cf. ibidem, n. 332; S. CONGR. SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO, Instr., Inaestimabile donum, n. 16:
AAS 72 (1980) p. 338.
257
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 333; Apndice IV. Ordo benedictionis calicis et
patenae intra Missam adhibendus, pp. 1255-1257; PONTIFICALE ROMANUM ex decreto sacrosancti
Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum, Ordo Dedicationis
ecclesiae et altaris, editio typica, da 29 de mayo de 1977, Typis Polyglottis Vaticanis, 1977, cap. VII, pp.
125-132.
258
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 163, 183, 192.
259
Ibidem, n. 345.
260
Ibidem, n. 335.
Liturgia
261
[122.] El alba, est ceida a la cintura con el cngulo, a no ser que est confeccionada
de tal modo que se adhiera al cuerpo sin cngulo. Antes de ponerse el alba, si no cubre
totalmente el vestido comn alrededor del cuello, emplese el amito.261
[123.] La vestidura propia del sacerdote celebrante, en la Misa y en otras acciones
sagradas que directamente se relacionan con ella, es la casulla o planeta, si no se indica otra
cosa, revestida sobre el alba y la estola.262 Igualmente, el sacerdote que se reviste con la
casulla, conforme a las rbricas, no deje de ponerse la estola. Todos los Ordinarios vigilen
para que sea extirpada cualquier costumbre contraria.
[124.] En el Misal Romano se da la facultad de que los sacerdotes que concelebran en la
Misa, excepto el celebrante principal, que siempre debe llevar la casulla del color prescrito,
puedan omitir la casulla o planeta y usar la estola sobre el alba, cuando haya una justa
causa, por ejemplo el gran nmero de concelebrantes y la falta de ornamentos.263 Sin
embargo, en el caso de que esta necesidad se pueda prever, en cuanto sea posible, provase.
Los concelebrantes, a excepcin del celebrante principal, pueden tambin llevar la casulla
de color blanco, en caso de necesidad. Obsrvense, en lo dems, las normas de los libros
litrgicos.
[125.] La vestidura propia del dicono es la dalmtica, puesta sobre el alba y la estola. Para
conservar la insigne tradicin de la Iglesia, es recomendable no usar la facultad de omitir la
dalmtica.264
[126.] Sea reprobado el abuso de que los sagrados ministros realicen la santa Misa, incluso
con la participacin de slo un asistente, sin llevar las vestiduras sagradas, o con slo la
estola sobre la cogulla monstica, o el hbito comn de los religiosos, o la vestidura
ordinaria, contra lo prescrito en los libros litrgicos.265 Los Ordinarios cuiden de que este
tipo de abusos sean corregidos rpidamente y haya, en todas las iglesias y oratorios de su
jurisdiccin, un nmero adecuado de ornamentos litrgicos, confeccionados segn las
normas.
[127.] En los libros litrgicos se concede la facultad especial, para los das ms solemnes,
de usar vestiduras sagradas festivas o de mayor dignidad, aunque no sean del color del
da.266 Esta facultad, que tambin se aplica adecuadamente a los ornamentos fabricados
hace muchos aos, a fin de conservar el patrimonio de la Iglesia, es impropio extenderla a
las innovaciones, para que as no se pierdan las costumbres transmitidas y el sentido de
estas normas de la tradicin no sufra menoscabo, por el uso de formas y colores segn la
inclinacin de cada uno. Cuando sea un da festivo, los ornamentos sagrados de color
dorado o plateado pueden sustituir a los de otros colores, pero no a los de color morado o
negro.
261
Liturgia
262
[128.] La santa Misa y las otras celebraciones litrgicas, que son accin de Cristo y del
pueblo de Dios jerrquicamente constituido, sean organizadas de tal manera que los
sagrados ministros y los fieles laicos, cada uno segn su condicin, participen claramente.
Por eso es preferible que los presbteros presentes en la celebracin eucarstica, si no estn
excusados por una justa causa, ejerzan la funcin propia de su Orden, como habitualmente,
y participen por lo tanto como concelebrantes, revestidos con las vestiduras sagradas. De
otro modo, lleven el hbito coral propio o la sobrepelliz sobre la vestidura talar.267 No es
apropiado, salvo los casos en que exista una causa razonable, que participen en la Misa, en
cuanto al aspecto externo, como si fueran fieles laicos.
267
Liturgia
263
CAPTULO VI
LA RESERVA DE LA SANTSIMA EUCARISTA
Y SU CULTO FUERA DE LA MISA
1.
268
S. CONGR. CULTO DIVINO, Decr., Eucharistiae sacramentum, da 21 de junio de 1973: AAS 65 (1973)
610.
269
Cf. ibidem.
270
Cf. S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n. 54: AAS 59 (1967) p. 568; Instr., Inter
Oecumenici, da 26 de septiembre de 1964, n. 95: AAS 56 (1964) pp. 877-900, esto p. 898; MISSALE
ROMANUM, Institutio Generalis, n. 314.
271
Cf. JUAN PABLO II, Carta, Dominicae Cenae, n. 3: AAS 72 (1980) pp. 117-119; S CONGR. RITOS,
Instr., Eucharisticum mysterium, n. 53: AAS 59 (1967) p. 568; Cdigo de Derecho Cannico, c. 938 2;
RITUALE ROMANUM, De sacra Communione et de cultu Mysterii eucharistici extra Missam, Praenotanda,
n. 9; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, nn. 314- 317.
272
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 938 3-5.
273
S. CONGR. DISC. SACRAMENTOS, Instr., Nullo unquam, da 26 de mayo de 1938, n. 10d: AAS 30
(1938) pp. 198-207, esto p. 206.
Liturgia
264
fin sacrlego, o arrojarlas, constituye uno de los graviora delicta, cuya absolucin est
reservada a la Congregacin para la Doctrina de la Fe.274
[133.] El sacerdote o el dicono, o el ministro extraordinario, cuando el ministro ordinario
est ausente o impedido, que lleva al enfermo la Sagrada Eucarista para la Comunin, ir
directamente, en cuanto sea posible, desde el lugar donde se reserva el Sacramento hasta el
domicilio del enfermo, excluyendo mientras tanto cualquier otra actividad profana, para
evitar todo peligro de profanacin y para guardar el mximo respeto al Cuerpo de Cristo.
Adems, sgase siempre el ritual para administrar la Comunin a los enfermos, como se
prescribe en el Ritual Romano.275
2.
274
Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostlica motu proprio datae, Sacramentorum sanctitatis tutela, da 30 de
abril del 2001: AAS 93 (2001) pp. 737-739; CONGR. DOCTRINA FE, Carta ad totius Catholicae Ecclesiae
Episcopos aliosque Ordinarios et Hierarchas quorum interest: de delictis gravioribus eidem Congregationi pro
Doctrina Fidei reservatis: AAS 93 (2001) p. 786.
275
Cf. RITUALE ROMANUM, De sacra Communione et de cultu Mysterii eucharistici extra Missam, nn. 2678.
276
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 25: AAS 95 (2003) pp. 449-450.
277
Cf. CONCILIO ECUMNICO TRIDENTINO, Sesin XIII, da 11 de octubre de 1551, Decr. De Ss.
Eucharistia, cap. 5: DS 1643; PO XII, Carta Encclica, Mediator Dei: AAS 39 (1947) p. 569; PABLO VI,
Carta Encclica, Mysterium Fidei, da 3 de septiembre de 1965: AAS 57 (1965) pp. 753-774, esto pp. 769770; S CONGR. RITOS, Instr., Eucharisticum mysterium, n. 3f: AAS 59 (1967) p. 543; S. CONGR.
SACRAMENTOS Y CULTO DIVINO, Instr., Inaestimabile donum, n. 20: AAS 72 (1980) p. 339; JUAN
PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 25: AAS 95 (2003) pp. 449-450.
278
Cf. Heb 9, 11; JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 3: AAS 95 (2003) p. 435.
279
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 25: AAS 95 (2003) p. 450.
280
PABLO VI, Carta Encclica, Mysterium Fidei: AAS 57 (1965) p. 771.
281
Cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 25: AAS 95 (2003) pp. 449-450.
Liturgia
265
horas al da, a no ser que obste una razn grave, para que puedan hacer oracin ante el
santsimo Sacramento.282
[136.] El Ordinario promueva intensamente la adoracin eucarstica con asistencia del
pueblo, ya sea breve, prolongada o perpetua. En los ltimos aos, de hecho, en tantos
lugares la adoracin del Santsimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia
destacada y se convierte en fuente inagotable de santidad, aunque tambin hay sitios
donde se constata un abandono casi total del culto de adoracin eucarstica.283
[137.] La exposicin de la santsima Eucarista hgase siempre como se prescribe en los
libros litrgicos.284 Adems, no se excluya el rezo del rosario, admirable en su sencillez y
en su profundidad,285 delante de la reserva eucarstica o del santsimo Sacramento
expuesto. Sin embargo, especialmente cuando se hace la exposicin, se evidencie el
carcter de esta oracin como contemplacin de los misterios de la vida de Cristo Redentor
y de los designios salvficos del Padre omnipotente, sobre todo empleando lecturas sacadas
de la sagrada Escritura.286
[138.] Sin embargo, el santsimo Sacramento nunca debe permanecer expuesto sin
suficiente vigilancia, ni siquiera por un tiempo muy breve. Por lo tanto, hgase de tal forma
que, en momentos determinados, siempre estn presentes algunos fieles, al menos por
turno.
[139.] Donde el Obispo diocesano dispone de ministros sagrados u otros que puedan ser
designados para esto, es un derecho de los fieles visitar frecuentemente el santsimo
sacramento de la Eucarista para adorarlo y, al menos algunas veces en el transcurso de
cada ao, participar de la adoracin ante la santsima Eucarista expuesta.
[140.] Es muy recomendable que, en las ciudades o en los ncleos urbanos, al menos en
los mayores, el Obispo diocesano designe una iglesia para la adoracin perpetua, en la cual
se celebre tambin la santa Misa, con frecuencia o, en cuanto sea posible, diariamente; la
exposicin se interrumpir rigurosamente mientras se celebra la Misa.287 Conviene que en
la Misa, que precede inmediatamente a un tiempo de adoracin, se consagre la hostia que se
expondr a la adoracin y se coloque en la custodia, sobre el altar, despus de la
Comunin.288
282
Liturgia
266
[142.] Corresponde al Obispo diocesano dar normas sobre las procesiones, mediante las
cuales se provea a la participacin en ellas y a su decoro290 y promover la adoracin de los
fieles.
[143.] Como testimonio pblico de veneracin a la santsima Eucarista, donde pueda
hacerse a juicio del Obispo diocesano, tngase una procesin por las calles, sobre todo en
la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo,291 ya que la devota participacin de los
fieles en la procesin eucarstica de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es una
gracia de Dios que cada ao llena de gozo a quienes toman parte en ella.292
[144.] Aunque en algunos lugares esto no se pueda hacer, sin embargo, conviene no perder
la tradicin de realizar procesiones eucarsticas. Sobre todo, bsquense nuevas maneras de
realizarlas, acomodndolas a los tiempos actuales, por ejemplo, en torno al santuario, en
lugares de la Iglesia o, con permiso de la autoridad civil, en parques pblicos.
[145.] Sea considerada de gran valor la utilidad pastoral de los Congresos Eucarsticos, que
son un signo importante de verdadera fe y caridad.293 Preprense con diligencia y
realcense conforme a lo establecido,294 para que los fieles veneren de tal modo los
sagrados misterios del Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios, que experimenten los frutos de
la redencin.295
289
Cf. JUAN PABLO II, Const. Apostlica, Pastor bonus, art. 65: AAS 80 (1988) p. 877.
Cdigo de Derecho Cannico, c. 944 2; cf. RITUALE ROMANUM, De sacra Communione et de cultu
Mysterii eucharistici extra Missam, Praenotanda, n. 102; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 317.
291
Cdigo de Derecho Cannico, c. 944 1; RITUALE ROMANUM, De sacra Communione et de cultu
Mysterii eucharistici extra Missam, Praenotanda, nn. 101-102; MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis,
n. 317.
292
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 10: AAS 95 (2003) p. 439.
293
Cf. RITUALE ROMANUM, De sacra Communione et de cultu Mysterii eucharistici extra Missam,
Praenotanda, n. 109.
294
Cf. ibidem, nn. 109-112.
295
Cf. MISSALE ROMANUM, In sollemnitate sanctissimi Corporis et Sanguinis Christi, Collecta, p. 489.
290
Liturgia
267
CAPTULO VII
MINISTERIOS EXTRAORDINARIOS
DE LOS FIELES LAICOS
Cf. CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Principios teolgicos, n. 3: AAS 89 (1997) p.
859.
297
Cdigo de Derecho Cannico, c. 900 1; cf. CONC. ECUMNICO LATERANENSE IV, das 11-30 de
noviembre de 1215, cap. 1: DS 802; CLEMENTE VI, Carta a Mekhitar, Catholicos de los Armenios, Super
quibusdam, da 29 de septiembre de 1351: DS 1084; CONC. ECUMNICO TRIDENTINO, Sesin XXIII,
da 15 de julio de 1563, Doctrina et canones de sacramento ordinis, cap. 4: DS 1767-1770; PO XII, Carta
Encclica, Mediator Dei: AAS 39 (1947) p. 553.
298
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 230 3; JUAN PABLO II, Alocucin en el Simposio de laicorum
cooperatione in ministerio pastorali presbyterorum, da 22 de abril de 1994, n. 2: L'Osservatore Romano, 23
de abril 1994; CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Proemio: AAS 89 (1997) pp. 852-856.
299
Cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Redemptoris missio, nn. 53-54: AAS 83 (1991) pp. 300-302;
CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Proemio: AAS 89 (1997) pp. 852-856.
300
Cf. CONC. ECUMNICO VATICANO II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes,
da 7 de diciembre de 1965, n. 17; JUAN PABLO II, Carta Encclica, Redemptoris missio, n. 73: AAS 83
(1991) p. 321.
Liturgia
268
[150.] La actividad del asistente pastoral se dirige a facilitar el ministerio de los sacerdotes
y diconos, a suscitar vocaciones al sacerdocio y al diaconado y, segn las normas del
derecho, a preparar cuidadosamente los fieles laicos, en cada comunidad, para las distintas
tareas litrgicas, segn la variedad de los carismas.
[151.] Solamente por verdadera necesidad se recurra al auxilio de ministros
extraordinarios, en la celebracin de la Liturgia. Pero esto, no est previsto para asegurar
una plena participacin a los laicos, sino que, por su naturaleza, es suplementario y
provisional.301 Adems, donde por necesidad se recurra al servicio de los ministros
extraordinarios, multiplquense especiales y fervientes peticiones para que el Seor enve
pronto un sacerdote para el servicio de la comunidad y suscite abundantes vocaciones a las
sagradas rdenes.302
[152.] Por lo tanto, estos ministerios de mera suplencia no deben ser ocasin de una
deformacin del mismo ministerio de los sacerdotes, de modo que estos descuiden la
celebracin de la santa Misa por el pueblo que les ha sido confiado, la personal solicitud
hacia los enfermos, el cuidado del bautismo de los nios, la asistencia a los matrimonios, o
la celebracin de las exequias cristianas, que ante todo conciernen a los sacerdotes,
ayudados por los diconos. As pues, no suceda que los sacerdotes, en las parroquias,
cambien indiferentemente con diconos o laicos las tareas pastorales, confundiendo de esta
manera lo especfico de cada uno.
[153.] Adems, nunca es lcito a los laicos asumir las funciones o las vestiduras del
dicono o del sacerdote, u otras vestiduras similares.
1.
Cf. CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Disposiciones prcticas, art. 8 2: AAS 89
(1997) p. 872.
302
Cf. JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 32: AAS 95 (2003) p. 455.
303
Cdigo de Derecho Cannico, c. 900 1.
304
Cf. ibid., c. 910 1; cf. tambin JUAN PABLO II, Carta, Dominicae Cenae, n. 11: AAS 72 (1980) p. 142;
CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Disposiciones prcticas, art. 8 1: AAS 89 (1997) pp.
870-871.
Liturgia
269
Liturgia
270
LA PREDICACIN
309
Liturgia
271
llamar para esto a otros sacerdotes o que los fieles se trasladen a otra iglesia de un lugar
cercano, para participar del misterio eucarstico.315
[163.] Todos los sacerdotes, a quienes ha sido entregado el sacerdocio y la Eucarista
para los otros,316 recuerden su encargo para que todos los fieles tengan oportunidad de
cumplir con el precepto de participar en la Misa del domingo.317 Por su parte, los fieles
laicos tienen derecho a que ningn sacerdote, a no ser que exista verdadera imposibilidad,
rechace nunca celebrar la Misa en favor del pueblo, o que esta sea celebrada por otro
sacerdote, si de diverso modo no se puede cumplir el precepto de participar en la Misa, el
domingo y los otros das establecidos.
[164.] Cuando falta el ministro sagrado u otra causa grave hace imposible la participacin
en la celebracin eucarstica,318 el pueblo cristiano tiene derecho a que el Obispo
diocesano, en lo posible, procure que se realice alguna celebracin dominical para esa
comunidad, bajo su autoridad y conforme a las normas de la Iglesia. Pero esta clase de
celebraciones dominicales especiales, deben ser consideradas siempre como absolutamente
extraordinarias. Por lo tanto, ya sean diconos o fieles laicos, todos los que han sido
encargados por el Obispo diocesano para tomar parte en este tipo de celebraciones,
considerarn como cometido suyo el mantener viva en la comunidad una verdadera
hambre de la Eucarista, que lleve a no perder ocasin alguna de tener la celebracin de
la Misa, incluso aprovechando la presencia ocasional de un sacerdote que no est impedido
por el derecho de la Iglesia para celebrarla.319
[165.] Es necesario evitar, diligentemente, cualquier confusin entre este tipo de reuniones
y la celebracin eucarstica.320 Los Obispos diocesanos, por lo tanto, valoren con prudencia
si se debe distribuir la sagrada Comunin en estas reuniones. Conviene que esto sea
determinado, para lograr una mayor coordinacin, por la Conferencia de Obispos, de modo
que alcanzada la resolucin, la presentar a la aprobacin de la Sede Apostlica, mediante
la Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Adems, en
ausencia del sacerdote y del dicono, ser preferible que las diversas partes puedan ser
distribuidas entre varios fieles, en vez de que uno slo de los fieles laicos dirija toda la
celebracin. No conviene, en ningn caso, que se diga de un fiel laico que preside la
celebracin.
[166.] As mismo, el Obispo diocesano, a quien solamente corresponde este asunto, no
conceda con facilidad que este tipo de celebraciones, sobre todo si en ellas se distribuye la
sagrada Comunin, se realicen en los das feriales y, sobretodo en los lugares donde el
315
Cf. CONGR. CULTO DIVINO, Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbtero,
Christi Ecclesia, n. 18: Notitiae 24 (1988) p. 370.
316
Cf. JUAN PABLO II, Carta, Dominicae Cenae, n. 2: AAS 72 (1980) p. 116.
317
Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostlica, Dies Domini, n. 49: AAS 90 (1998) p. 744; Carta Encclica,
Ecclesia de Eucharistia, n. 41: AAS 95 (2003) pp. 460-461; Cdigo de Derecho Cannico, cc. 1246-1247.
318
Cdigo de Derecho Cannico, c. 1248 2; cf. CONGR. CULTO DIVINO, Directorio para las
celebraciones dominicales en ausencia de presbtero, Christi Ecclesia, nn. 1-2: Notitiae 24 (1988) p. 366.
319
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 33: AAS 95 (2003) pp. 455-456.
320
Cf. CONGR. CULTO DIVINO, Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbtero,
Christi Ecclesia, n. 22: Notitiae 24 (1988) p. 371.
Liturgia
272
[168.] El clrigo que, de acuerdo con la norma del derecho, pierde el estado clerical, se
le prohbe ejercer la potestad de orden.323 A este, por lo tanto, no le est permitido celebrar
los sacramentos bajo ningn pretexto, salvo en el caso excepcional establecido por el
derecho;324 ni los fieles pueden recurrir a l para la celebracin, si no existe una justa causa
que lo permita, segn la norma del canon 1335.325 Adems, estas personas no hagan la
homila,326 ni jams asuman ninguna tarea o ministerio en la celebracin de la sagrada
Liturgia, para evitar la confusin entre los fieles y que sea oscurecida la verdad.
321
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 30: AAS 95 (2003) pp. 453-454; cf. tambin
PONT. CONSEJO PARA LA PROMOCIN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, Direct. para la
aplicacin de los principios y las normas sobre el ecumenismo, La recherche de l'unit, da 25 de marzo de
1993, n. 115: AAS 85 (1993) pp. 1039-1119, esto p. 1085.
322
Cf. PONT. CONSEJO PARA LA PROMOCIN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, Direct. para
la aplicacin de los principios y las normas sobre el ecumenismo, La recherche de l'unit, n. 115: AAS 85
(1993) p. 1085.
323
Cdigo de Derecho Cannico, c. 292; cf. PONT. CONSEJO PARA LA INTERP. DE LOS TEX.
LEGISLATIVOS, Declaracin de la recta interpretacin del c. 1335, segunda parte, C.I.C., da 15 de mayo
de 1997, n. 3: AAS 90 (1998) p. 64.
324
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, cc. 976; 986 2.
325
Cf. PONT. CONSEJO PARA LA INTERP. DE LOS TEX. LEGISLATIVOS, Declaracin de la recta
interpretacin del can. 1335, segunda parte, C.I.C., da 15 de mayo de 1997, nn. 1-2: AAS 90 (1998) pp. 6364.
326
Lo que se refiere a sacerdotes que han obtenido la despensa del celibato, cf. S. CONGR. DOCTRINA FE,
Normas de dispensa del celibato sacerdotal, a instancia de la parte, Normae substantiales, da 14 de octubre
de 1980, art. 5; cf. tambin CONGR. CLERO y otras, Instr., Ecclesiae de mysterio, Disposiciones prcticas,
art. 3 5: AAS 89 (1997) p. 865.
Liturgia
273
CAPTULO VIII
LOS REMEDIOS
GRAVIORA DELICTA
[172.] Los graviora delicta contra la santidad del sacratsimo Sacramento y Sacrificio de la
Eucarista y los sacramentos, son tratados segn las Normas sobre los graviora delicta,
reservados a la Congregacin para la Doctrina de la Fe,329 esto es:
a) sustraer o retener con fines sacrlegos, o arrojar las especies consagradas;330
b) atentar la realizacin de la liturgia del Sacrificio eucarstico o su simulacin;331
327
Liturgia
274
[173.] Aunque el juicio sobre la gravedad de los actos se hace conforme a la doctrina
comn de la Iglesia y las normas por ella establecidas, como actos graves se consideran
siempre, objetivamente, los que ponen en peligro la validez y dignidad de la santsima
Eucarista, esto es, contra lo que se explic ms arriba, en los nn. 48-52, 56, 76-77, 79, 9192, 94, 96, 101-102, 104, 106, 109, 111, 115, 117, 126, 131-133, 138, 153 y 168.
Prestndose atencin, adems, a otras prescripciones del Cdigo de Derecho Cannico, y
especialmente a lo que se establece en los cnones 1364, 1369, 1373, 1376, 1380, 1384,
1385, 1386 y 1398.
3.
OTROS ABUSOS
[174.] Adems, aquellas acciones, contra lo que se trata en otros lugares de esta
Instruccin o en las normas establecidas por el derecho, no se deben considerar de poca
importancia, sino incluirse entre los otros abusos a evitar y corregir con solicitud.
[175.] Como es evidente, lo que se expone en esta Instruccin no recoge todas las
violaciones contra la Iglesia y su disciplina, que en los cnones, en las leyes litrgicas y en
otras normas de la Iglesia, han sido definidas por la enseanza del Magisterio y la sana
tradicin. Cuando algo sea realizado mal, corrjase, conforme a las normas del derecho.
4.
EL OBISPO DIOCESANO
[176.] El Obispo diocesano, por ser el dispensador principal de los misterios de Dios, ha
de cuidar incesantemente de que los fieles que le estn encomendados crezcan en la gracia
por la celebracin de los sacramentos, y conozcan y vivan el misterio pascual.334 A este
corresponde, dentro de los lmites de su competencia, dar normas obligatorias para todos,
sobre materia litrgica.335
332
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, cc. 908 y 1365; CONGR. DOCTRINA FE, Carta a todos los Obispos de
la Iglesia Catlica y a los otros Ordinarios y Jerarcas a los que interese: de delictis gravioribus eidem
Congregationi pro Doctrina Fidei reservatis: AAS 93 (2001) p. 786.
333
Cf. Cdigo de Derecho Cannico, c. 927; CONGR. DOCTRINA FE, Carta a todos los Obispos de la
Iglesia Catlica y a los otros Ordinarios y Jerarcas a los que interese: de delictis gravioribus eidem
Congregationi pro Doctrina Fidei reservatis: AAS 93 (2001) p. 786.
334
Cdigo de Derecho Cannico, c. 387.
335
Ibidem, c. 838 4.
Liturgia
275
[177.] Dado que tiene obligacin de defender la unidad de la Iglesia universal, el Obispo
debe promover la disciplina que es comn a toda la Iglesia, y por tanto exigir el
cumplimiento de todas las leyes eclesisticas. Ha de vigilar para que no se introduzcan
abusos en la disciplina eclesistica, especialmente acerca del ministerio de la palabra, la
celebracin de los sacramentos y sacramentales, el culto de Dios y de los Santos.336
[178.] Por lo tanto, cuantas veces el Ordinario, sea del lugar sea de un Instituto religioso o
Sociedad de vida apostlica tenga noticia, al menos probable, de un delito o abuso que se
refiere a la santsima Eucarista, infrmese prudentemente, por s o por otro clrigo idneo,
de los hechos, las circunstancias y de la culpabilidad.
[179.] Los delitos contra la fe y tambin los graviora delicta cometidos en la celebracin
de la Eucarista y de los otros sacramentos, sean comunicados sin demora a la
Congregacin para la Doctrina de la Fe, la cual examina y, en caso necesario, procede a
declarar o imponer sanciones cannicas a tenor del derecho, tanto comn como propio.337
[180.] De otro modo, el Ordinario proceda conforme a la norma de los sagrados cnones,
aplicando, cuando sea necesario, penas cannicas y recordando de modo especial lo
establecido en el canon 1326. Si se trata de hechos graves, hgase saber a la Congregacin
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
5.
LA SEDE APOSTLICA
[183.] De forma muy especial, todos procuren, segn sus medios, que el santsimo
sacramento de la Eucarista sea defendido de toda irreverencia y deformacin, y todos los
336
Ibidem, c. 392.
JUAN PABLO II, Constitucin Apostlica, Pastor bonus, art. 52: AAS 80 (1988) p. 874.
338
Cf. ibidem, n. 63: AAS 80 (1988) p. 876.
337
Liturgia
276
abusos sean completamente corregidos. Esto, por lo tanto, es una tarea gravsima para todos
y cada uno, y, excluida toda acepcin de personas, todos estn obligados a cumplir esta
labor.
[184.] Cualquier catlico, sea sacerdote, sea dicono, sea fiel laico, tiene derecho a
exponer una queja por un abuso litrgico, ante el Obispo diocesano o el Ordinario
competente que se le equipara en derecho, o ante la Sede Apostlica, en virtud del primado
del Romano Pontfice.339 Conviene, sin embargo, que, en cuanto sea posible, la reclamacin
o queja sea expuesta primero al Obispo diocesano. Pero esto se haga siempre con veracidad
y caridad.
339
Liturgia
277
CONCLUSIN
[185.] A los grmenes de disgregacin entre los hombres, que la experiencia cotidiana
muestra tan arraigada en la humanidad a causa del pecado, se contrapone la fuerza generosa
de unidad del cuerpo de Cristo. La Eucarista, construyendo la Iglesia, crea, precisamente
por ello, comunidad entre los hombres.340 Por tanto, esta Congregacin para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos desea que tambin mediante la diligente
aplicacin de cuanto se recuerda en esta Instruccin, la humana fragilidad obstaculice
menos la accin del santsimo Sacramento de la Eucarista y, eliminada cualquier
irregularidad, desterrado cualquier uso reprobable, por intercesin de la Santsima Virgen
Mara, mujer eucarstica,341 resplandezca en todos los hombres la presencia salvfica de
Cristo en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.
[186.] Todos los fieles participen en la santsima Eucarista de manera plena, consciente y
activa, en cuanto es posible;342 la veneren con todo el corazn en la piedad y en la vida. Los
Obispos, presbteros y diconos, en el ejercicio del sagrado ministerio, se pregunten en
conciencia sobre la autenticidad y sobre la fidelidad en las acciones que realizan en nombre
de Cristo y de la Iglesia, en la celebracin de la sagrada Liturgia. Cada uno de los ministros
sagrados se pregunte tambin con severidad si ha respetado los derechos de los fieles
laicos, que se encomiendan a l y le encomiendan a sus hijos con confianza, en la seguridad
de que todos desempean correctamente las tareas que la Iglesia, por mandato de Cristo,
desea realizar en la celebracin de la sagrada Liturgia, para los fieles.343 Cada uno recuerde
siempre que es servidor de la sagrada Liturgia.344
Sin que obste nada en contrario.
Esta Instruccin, preparada por mandato del Sumo Pontfice Juan Pablo II por la
Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en colaboracin con
la Congregacin para la Doctrina de la Fe, el mismo Pontfice la aprob el da 19 del mes
de marzo, solemnidad de San Jos, del ao 2004, disponiendo que sea publicada y
observada por todos aquellos a quienes corresponde.
En Roma, en la Sede de la Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos, en la solemnidad de la Anunciacin del Seor, 25 de marzo del 2004.
FRANCIS CARD. ARINZE
Prefecto
340
JUAN PABLO II, Carta Encclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 24: AAS 95 (2003) p. 449.
Cf. ibidem, nn. 53-58: AAS 95 (2003) pp. 469-472.
342
Cf. CONC. ECUMNICO VATICANO II, Constitucin sobre la s. Liturgia Sacrosanctum Concilium, n.
14; cf. tambin nn. 11, 41 y 48.
343
Cf. SANTO TOMS DE AQUINO, Summa Theol., III, q. 64, a. 9 ad primum.
344
Cf. MISSALE ROMANUM, Institutio Generalis, n. 24.
341
Liturgia
278
+ DOMENICO SORRENTINO
Arzobispo Secretario
[1-13]
[14-18]
[19-25]
[26-28]
[29-33]
[34-35]
[36-42]
[43-47]
[48-50]
[51-56]
[57-74]
[75-79]
[80-87]
[88-96]
[97-99]
[100-107]
[108-109]
[110-116]
[117-120]
[121-128]
[129-133]
[134-141]
[142-145]
Liturgia
279
[146-153]
[154-160]
[161]
[162-167]
[168]
[169-171]
[172]
[173]
[174-175]
[176-180]
[181-182]
[183-184]
Conclusin
[185-186]
Liturgia
280
EPLOGO
Cmo poner un punto final a un libro sobre la liturgia y el misterio ms admirable
que tenemos los cristianos, la Eucarista!
No se me ocurre mejor eplogo que unas palabras del cardenal, ya fallecido, van
Thuan, en su libro Testigos de esperanza:
Cuando en 1975 me metieron en la crcel, se abri camino dentro de m una
pregunta angustiosa: Podr seguir celebrando la Eucarista? Fue la misma pregunta que
ms tarde me hicieron mis fieles. En cuanto me vieron, me preguntaron: Ha podido
celebrar la santa misa?.
En el momento en que vino a faltar todo, la Eucarista estuvo en la cumbre de
nuestros pensamientos: el pan de vida. Si uno come de este pan, vivir para siempre; y el
pan que yo le voy a dar es mi carne para la vida del mundo (Jn 6, 51).
Cuntas veces me acord de la frase de los mrtires de Abitene (siglo IV) que
decan: Sine Dominico non possumus! No podemos vivir sin la celebracin de la
Eucarista345.
En todo tiempo, y especialmente en poca de persecucin, la Eucarista ha sido el
secreto de la vida de los cristianos: la comida de los testigos, el pan de la esperanza.
Eusebio de Cesarea recuerda que los cristianos no dejaban de celebrar la
Eucarista ni siquiera en medio de las persecuciones: Cada lugar donde se sufra era
para nosotros un sitio para celebrar..., ya fuese un campo, un desierto, un barco, una
posada, una prisin... 346. El martirologio del siglo XX est lleno de narraciones
conmovedoras de celebraciones clandestinas de la Eucarista en campos de concentracin.
Porque sin la Eucarista no podemos vivir la vida de Dios!...As me aliment durante aos
con el pan de la vida y el cliz de la salvacin... 347.
Ante el misterio de la Liturgia y, sobre todo, ante el misterio de la Eucarista, centro,
fuente y cumbre de la Liturgia, slo podemos caer de rodillas, adorar, agradecer, amar y
corresponder a tanto amor de Dios que ha querido venir al encuentro de cada uno de
nosotros y hacernos partcipes de su vida divina, entrar en comunin con nosotros y
entablar un dilogo de salvacin; dilogo que comienza aqu en la tierra y se consuma en la
eternidad.
Ante el misterio de la Eucarista cabe slo rezar:
345
346
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Liturgia
281
Te amo, Seor, por tu Eucarista, por el gran don de Ti mismo. Cuando no tenas
nada ms que ofrecer nos dejaste tu cuerpo para amarnos hasta el fin, con una prueba de
amor abrumadora, que hace temblar nuestro corazn de amor, de gratitud y de respeto.
Nos dejaste tu ltimo recuerdo palpitante y caliente, a travs de los siglos, para que
recordramos aquella noche en que prometiste quedarte en los altares, hasta el fin de los
tiempos, insensible al dolor de la soledad en tantos sagrarios. Sin ms gozo que ser el
eterno adorador inmolado sobre el blanco mantel; sin ms consuelo que saber que eras el
compaero de tus elegios, que haran ms breve su dolor desde tu puesto vigilante,
amoroso... Desde entonces, Seor, tu carne engendra vrgenes y tu sangre mrtires...Qu
pobres seran nuestras vidas sin tu compaa! Nuestro Padre, nuestro Hermano, quieto
rincn junto al que descansamos al final del vrtigo de la jornada348.
En el siglo XX hemos pasado por etapas muy distintas y desiguales que podramos
describir as: con el comienzo del siglo estamos en el Movimiento litrgico (1909-1959), el
cual nos introduce en la Reforma litrgica (1963-1990); luego vino la Renovacin litrgica
(1900-...), para ir finalmente de la renovacin a la Espiritualidad litrgica.
Aqu nos encontramos...Nos queda una labor de renovacin y de autntica
espiritualidad litrgica por delante. Las lneas maestras estn ya marcadas; no se esperan
nuevas reformas ni cambios espectaculares, sino la prosecucin, lenta y cada vez ms
profunda, de las lneas que se han ido forjando en estos aos en la Iglesia.
La liturgia del Tercer Milenio deber ser celebrada, vivida y asimilada en clave
espiritual, de modo que los cristianos del Tercer Milenio, como los de todos los tiempos,
encuentren en ella el modo mejor de realizar su ser cristiano.
Slo en el Cielo comprenderemos el valor infinito de la Liturgia, y sobre todo de la
Eucarista. All celebraremos con la Trinidad Santa la Liturgia celestial. Mientras tanto,
abramos el boquete de nuestra fe para que caiga un rayo de Luz celestial en nuestro mundo
y saboreemos, al menos por un rato, las delicias de Dios, a travs de la Liturgia.
348
P. Marcial Maciel, L.C., Salterio de mis das, ediciones CES Roma 1991, Salmo de la Eucarista,
pp. 119-120.
Liturgia
282
BIBLIOGRAFA
ABAD IBEZ J.A.-GARRIDO BONAO M. O.S.B. Iniciacin a la
liturgia, Ediciones Palabra, Madrid, 3 edicin 1997
ALDAZBAL Jos, Vocabulario bsico de liturgia, Centre de Pastoral
Litrgica, Barcelona, 2 edicin, 1996
AZCRATE Andrs, La flor de la liturgia renovada, Editorial Claretiana,
Buenos Aires, 1976
BOASSO Fernando, S.J. Mirar para orar. Smbolos litrgicos, Editorial
Guadalupe, Buenos Aires, 2002
COMISIN EPISCOPAL DE CULTO, Elementos de teologa y pastoral
litrgica, CEA, 1981
CONCILIO VATICANO
Concilium, 4-XII-1963
II,
Constitucin
dogmtica
Sacrosanctum
Liturgia
283
Liturgia
284
NDICE
Prefacio
Introduccin general
Definicin de liturgia
Razn de nuestra participacin en la liturgia
Diferencia entre liturgia y ejercicios piadosos
Finalidad y sentido de la liturgia
La salvacin aqu y ahora, qu significa?
Caractersticas de la liturgia
El concilio Vaticano II y la liturgia
Elementos de la liturgia
Elementos materiales:
Templo
Altar
Vestiduras litrgicas
Colores litrgicos
Elementos naturales: luz, fuego, agua, saliva, aire, aceite
cera, pan y vino, sal, ceniza, incienso, flores
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Liturgia
285
El porqu de la eucarista
Eucarista y fe
Eucarista y caridad
Eucarista y esperanza
Eucarista y humildad
Eucarista y alegra
Eucarista y compromiso de caridad
Eucarista y apostolado
Eucarista y Sagrado Corazn
Eucarista y errores doctrinales
Eucarista y generosidad
Eucarista y silencio
Eucarista y fiesta del Sagrado Corazn
Eucarista y amistad
Eucarista y sufrimiento
Eucarista y su culto
Eucarista y soledad
Eucarista y Mara Santsima
Eucarista y martirio
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Liturgia
286
Cuarta parte:
Introduccin
Captulo 1: Misterio de fe
Captulo 2: La eucarista edifica la Iglesia
Captulo 3: Apostolicidad de la Eucarista y de la Iglesia
Captulo 4: Eucarista y comunin eclesial
Captulo 5: Decoro de la celebracin eucarstica
Captulo 6: En la escuela de Mara, mujer eucarstica
Conclusin
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173
176
179
181
Apndices
Constitucin dogmtica del Vaticano II:
Sacrosanctum Concilium
185
Carta apostlica en el XL aniversario de la Sacrosanctum Concilium
Spiritus et Sponsa
216
Instruccin Redemptionis Sacramentum
221
Liturgia
287
Eplogo
273
Bibliografa
275
ndice
277