Pensadores Bajos

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Pensadores bajos y otros escritos

Toms Abraham

Pensadores bajos y otros escritos

Diseo de tapa: Sebastin Garca Diagramacin: Oscenter

1a edicin: 1987 2a edicin aumentada 2000 by Catlogos Av. Independencia 1860 1225 - Buenos Aires - Argentina Telefax 5411 4381-5708/5878/4462 www.catalogosedit.com.ar E-mail: [email protected]

ISBN 950-9314-27-7

Se prohbe la reproduccin total o parcial de este libro, a travs de medios pticos, electrnicos, qumicos, fotogrficos o de fotocopias, sin la previa autorizacin por escrito de los editores.

Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina / Printed in Argentina

A Muci y Francisco Abraham, mis padres

Prlogo Pensadores bajos ao 2000

Pasaron ms de doce aos desde la publicacin de este libro, mi primer libro. En l reno mis trabajos filosficos desde 1978 hasta 1985. Una parte de ellos fueron escritos durante la dictadura del Proceso, la otra en los comienzos de la democracia. Hay tres trabajos escritos en pleno ambiente procesista entre 1978 y 1982: Deleuze de una lgica del sentido a una lgica del deseo, Sartre, un pensador bajo y La Ley Mayor, este ltimo agregado en la reciente edicin. Los publicados en 1983 pertenecen a una poca de transicin en nuestro pas, el perodo pos Malvinas y los comienzos de las campaas electorales. Tuve dos universidades. Una fue la francesa en la que estudi filosofia y sociologa. La otra se bas en los libros que le en mi casa. Desde 1973 a 1983 estudi filosofia como un autodidacta. Fueron aos de investigacin de la obra de Deleuze, Foucault, Vernant, Colli, Detienne, historia de las religiones, Gombrowicz, y tantos materiales inconseguibles en las libreras. Consultaba las novedades filosficas francesas en la Oficina del Libro Francs de la calle Talcahuano y en la librera Juan Blatn de la calle Florida. Esto lo hice durante ms de diez aos.
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Apenas unos cursos, dos en realidad, hicieron pblicas mis ocupaciones filosficas en la poca de la dictadura: las clases que di en la Asociacin de Psiclogos de Buenos Aires y en Aletheia, una institucin a la que pertenec un tiempo junto a Ral Sciarreta, Juan Torrisi y otros colegas. En el primer caso, el grupo de estudio de la asociacin recibi el golpe de la desaparicin de Beatriz Perosio, la presidenta de la asociacin y una de mis alumnas. Despus de este nuevo crimen, seguimos trabajando con algunas dificultades la obra de Foucault. En el segundo caso, Aletheia, una institucin para la formacin de psicoanalistas, de 1979 a 1980, la invitacin a formar parte de este nuevo espacio lacaniano present los problemas que se pueden tener en un ambiente en que el dogmatismo ms cerrado se viste de ciencia. Mis clases sobre los aportes filosficos de Deleuze y Foucault eran resistidos por los epistemlogos del campo lacaniano. Mi ensayo La ley mayor, resultado escrito de aquellas clases, fue publicado en un volumen colectivo a pedido de Enrique Mar. En este trabajo expongo las fuentes textuales y mis puntos de vista acerca de lo que se discuta en los ambientes tericos de aquella poca. Es decir, la hegemona del lacanismo en los estudios filosficos, psicoanalticos y semiolgicos. Frente a la teorizacin repetida, dogmtica e inacabable sobre la figura de la Ley, la Palabra, el Padre, esgrima las variantes tericas del poder y el deseo. Este trabajo no slo rene varias lecturas que guiaron mi investigacin sino que expone un modo de escribir que desconcert un poco a mis editores. Es un intento de mxima concentracin de informacin y de la disolucin de modelos tericos ms rgidos que rigurosos. Y de lucha contra un ambiente de censura que sublimaba el terror poltico con una teora cavernosa del significante y la Ley. En los aos del Proceso a esta tendencia estructuralista, que todava nutre de anacronismos a crticos literarios y tericos del psicoanlisis, se le agregaba un circuito heideggeriano que combinaba la palabra Ser con un lirismo ecolgico. Este
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puente ideolgico era facilitado por los textos de Heidegger referidos a la cuestin de la tcnica. Por eso, cuando muere Sartre, y despus de haber ledo en los suplementos culturales de la poca las notas que lo lavaban con agua bendita culturosa o lo degradaban en nombre de las virtudes de Occidente y de una lucha que las almas bellas del Proceso decan llevar contra los totalitarismos, escrib este Sartre, un pensador bajo, en el que subrayo el tema de la consciencia y el de la libertad contra la profundidad de los pastores del Ser. Agrego a este volumen mis tres primeras clases en la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Psicologa, a la que me haba invitado su nuevo decano, Hugo Vezetti. Volva a un lugar del que haba sido expulsado como estudiante la noche de los bastones largos. Difcilmente estas clases desgrabadas, a las que slo se le han hecho unas pocas correcciones de estilo y se eliminaron repeticiones, ofrezcan un retrato del ambiente que se viva en el aula magna cuando comenzaba esta serie en abril de 1984. Esto se deba a la cantidad de estudiantes y oyentes, a la euforia que viva junto a mis compaeros de ctedra, y a la novedad que representaba para m, que me haba preparado casi toda la vida para dar clases sobre lo que saba y pensaba y que recin comenzaba a hacerlo en una edad tarda, aunque no lo senta as. Lo que s senta era que acababa de nacer, y en un hogar feliz. Los tiempos haban cambiado, llegaba la democracia, y este arribo tea de tolerancia y pluralismo el escenaro de la cultura. Brotaban demcratas por todas partes, inclusive en las altas jerarquas universitarias. Cuando fui nombrado profesor titular y organizador de la materia Problemas Filosficos para el reciente Ciclo Bsico Comn de la UBA en 1985, nuevamente con la presencia de miles de estudiantes que comenzaban una universidad libre y muchos otros que volvan a ella luego de aos de exilio, xodo y expulsin, mi programa y las clases que se daban recibieron una amonestacin y una advertencia del Consejo Superior de
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la Universidad. Las clases y el modo en que las impartamos, unos cuarenta docentes que yo coordinaba frente a una masa enorme de estudiantes, despertaron entusiasmo. Dividamos las clases en dos o ms grupos y jugbamos a la disputatio medieval enfrentando a adherentes de Platn contra sofistas, y as mostrbamos que pensar, interpelar y discutir constituyen un solo verbo. Pero el Consejo no aprob el programa y me pidi cambiar algunos puntos. Me exigan eliminar el punto referido a Nietzsche acusado de nihilista y protofascista, y ordenaban borrar esa insensatez que era la parte en la que se trataba el tema de la filosofia en relacin a la pederasta en Grecia los amores entre maestro y discpulo en la phylia griega, es decir Foucault. Mi respuesta fue un llamado a una Asamblea Estudiantil y los estudiantes marcharon al Rectorado y lo ocuparon hasta que la medida fue cambiada. Todava sigo en el Ciclo Bsico, y Foucault, hoy habitante del Hades o de alguna nube, goza de buena salud. Como testimonio de esto, y de la trascendencia que tuvo este momento poltico y pedaggico en aquellos aos, reproduzco la editorial del diario La Nacin, publicada el da siguiente en que Sourrouille haba lanzado su Plan Austral. Adjunto mi respuesta que sali parcialmente tiempo despus en una carta de lector. Los trabajos desde 1983 hasta 1986 incluidas las clases manifiestan una doble inquietud. Por un lado la que provocaba la visin triunfalista de una democracia concebida de modo puro, virgen, sostenida en un supuesto consenso general, que desconoca que aquella democracia naca de una derrota militar y que la sociedad que reciba a la nueva repblica liberal estaba constituida por grupos de poder, una clase dirigente y una mayora silenciosa que haba sido complaciente, cuando no apoyado, a la dictadura en una amplia gama de su espectro. Era necesario, entonces, bajar la democracia a la tierra, un descenso que tambin necesitaba concretar la filosofia.

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Por otro lado, el ambiente de juicios a la Junta, y el clsico facilismo triunfalista, la falsa visin de una sociedad que miraba su pasado como si no le pertenciera, como si no hubiera sido responsable de nada de lo que paso entre 1973 y 1975, y entre 1976 y 1983, el haber condensado el mal en un grupo compacto de administradores del crimen, me hizo escribir y dar clases sobre la relacin entre filosofia y democracia en la Atenas socrtica, sobre el vnculo histrico entre democracia y guerra en el nacimiento de la filosofia y sobre los textos filosficos de Sartre y Merleau Ponty en los que discutan la cuestin del colaboracionismo bajo la ocupacin nazi en Francia. Adems Foucault, quien para muchos de mis colegas de izquierda era un desconocido pero sospechoso petardista que tena la arrogancia de no ser marxista y hablar del poder. En este libro, hay poco de Foucault, y nada analtico, es un Foucault a la medida de ciertas provocaciones. No quera que a Foucault lo convirtieran en un nuevo Lacan y a m en un sucursalero. El trabajo ms reciente de los publicados aqu es una nota de 1987, en momentos en que se imprima Pensadores bajos. Es una intervencin que me pidi Hctor Schmucler ante las autoridades del CONICET, ya que un filsofo, Oscar del Barco, vuelto de su exilio en Mjico, haba visto rechazada su candidatura para la carrera de investigador debido a su falta de perfil para el cargo. Segn el parecer de estos eximios profesores que an dirigen nuestros institutos, este perfil requera ciertos atributos, y, sobre todo, ciertas fidelidades. Ya haba conocido personalmente a otros investigadores rechazados porque lo que hacan era descalificado al no ser aceptado por filosofa. Fui consultado por uno de los directores de la institucin, quien me pidi que le redactase en una nota mi parecer y mi posicin sobre la identidad de la filosofa La publico aqu porque, juntamente con otros trabajos de la poca aqu reunidos, refleja mis embestidas y luchas frente a las manipulaciones que sectas acadmicas realizaban una vez instaladas en la democracia.
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Todo el resto de este libro, incluido su prlogo original, se publican tal cual sali a la luz. Lectores que no lo podan hallar, agotado hace muchos aos, me estimularon a rescatarlo y darle nueva vida. En la misma editorial de entonces, y agradeciendo nuevamente al director de coleccin Hctor Schmucler.

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Prlogo

A veces se encuentran en los prlogos de autor expresiones de disgusto por los prlogos, es una prlogofobia. Otras veces se argumenta que los libros no necesitan ayuda y se sostienen solos, para mal o para bien. Hay ocasiones en que paradjicamente vemos aparecer eplogos en el lugar del prlogo y el prlogo en el del eplogo, esto no s cmo se llama, prologar al vesre, quiz. Cuando el prlogo lo hace un aliado, se lee que el autor es grande y su porvenir ms an, que su filiacin intelectual nos viene de lejos, nace en Macedonio, se detiene en Frescovaldi, pernocta en Murillo, toma la diligencia Erskine Caldwell y vuelve por Liliana Cavani esquina Proust. Mi prlogo comienza por urgencias prcticas, espero que sean entendibles. Este libro no est destinado a un pblico particular, quiero decir a una clase social, estamento, minigrupo, o dios en especial, sino a todos aquellos interesados en seguir leyendo libros y comprarlos. Hemos arribado a puerto seguro. Tocamos algo slido, tenemos la primera verdad, comprar libros. Les pido por favor en nombre del editor y de todos los que los acompaan que no reproduzcan este ejemplar bajo la forma de fotocopias. Y no porque la ley lo prohba, se fotocopia igual, sino por filosofa, por amor al saber. El libro es barato, se lo ha confeccionado con humildad para que est al alcance de todo el mundo, no mere17

ce alimentar a las fotocopiadoras, expertos en offset y otros brbaros del pensamiento. Despus de haber cumplido con este primer compromiso, pasar a otro punto: el ttulo. Esta obra se llama Pensadores bajos. Para muchos resulta un ttulo ambiguo, no se entiende muy bien qu se quiere decir con bajo. Algo bajo es algo vil, bajo es diminuto, petiso, un pensador bajo puede ser petiso y despreciable, por lo que los aqu tratados, Foucault, Sartre, Deleuze, seran depositarios de estos rasgos psicofsicos. Un pensador bajo es un tipo petiso y execrable que medita alguna calamidad asquerosa. Pero no es as. El atributo de bajo es bajeza, no bajadura, aunque se diga alteza y altura, sin embargo, lo que no se trasluce en estas peripecias del vocabulario es que bajo es un concepto filosfico. Un pensador bajo pertenece a la tradicin de la bajeza filosfica. Es una vieja costumbre encontrar una razn para dividir a la filosofa en partes, ramas, tendencias, escuelas; nosotros hacemos lo mismo. Pero los casilleros elegidos no son los de las ramas: metafsica, tica, gnoseologa, ni de las tendencias: materialismo contra idealismo, realismo contra espiritualismo, racionalismo contra irracionalismo, ni de las escuelas: megricos, cirenaicos, socrtico-platnicos, pitagricos, milesios, eleticos, cnicos, estoicos, aristotlicos, epicreos, escpticos, neoplatnicos, agustinianos, tomistas, nominalistas, cartesianos, racionalistas, racionalistas crticos, racionalistas histricos, racionalistas clsicos, racionalistas per se, ad hoc y cum gaudi, romnticos, kantianos, neokantianos, marxistas... marxi... stas le ni nis ta s, neocroccianos, gramscia a a ahh... Mi propuesta es ms escueta. Hay dos tipos de pensadores: los altos y los bajos. Los altos vuelan, los bajos no. Pero algo hacen; trataremos de dar unos pocos indicios descriptivos de este menester. Sartre por ejemplo. La polaridad alto/bajo atraviesa dos trabajos de este libro: Sartre vs. Bataille y Sartre, un pensador bajo. La literatura de Sartre abarca medio siglo de pro18

duccin, desde los aos treinta hasta el ochenta. Cada uno puede elegir la tajada de su predileccin de esta torta filosfica. A medida que pasan los aos, el velo de la distancia y los vapores de la melancola, se incrementa mi placer por porciones cada vez ms grandes. Si en un momento el Sartre que me apasionaba era aquel que tena menos de cuarenta aos y empleaba una prosa corta, cida, cruel, intransigente, una fraseologa teida por el modelo de la literatura norteamericana y con bagaje de cole Normale Suprieure, un Sartre admirador de Dos Passos y Faulkner que atacaba a los Mauriac, Bataille, Giraudoux, hoy, cuando ya hace siete aos que nos dej su silencio, comienzo a paladear ciertas pginas de talento de su monumental Flaubert. Pero cl Sartre que eleg hasta el momento para confeccionar pequeos trabajos es el otro, el joven, el de la tradicin contra espiritualista, amigo de Nizan, el que vea detrs de cada filosofema de la Sorbonne un ladrido de dobermann. Los filsofos para Sartre-Nizan eran perros guardianes del poder establecido. Cul era la tonada del ladrido filosfico? Consista en una meloda grave, cavernosa, con pequeos altos y, a veces, unos gallos con los que los profesores de la academia terminan las frases, esta elevacin final del tono de la frase es muy francs, una msica cadenciosa con letra sublime. La Razn, Las Facultades de la Razn, El Entendimiento, La Conciencia, La Voluntad, el vocabulario filosfico que Sartre-Nizan debieron ingerir tena sus vitaminas neokantianas, bergsonianas, y la purga que se automedicaron fue fuerte. Sartre se trag una buena cantidad de mescalina y Nizan una fuerte dosis de marxismo, y las aristas de la prosa que produjeron tenan filo acerado, pinchaban. El dardo sartreano busc sus vctimas. Eleg una particular, una que forma parte de una polmica que creo majestuosa, la que tuvo con Bataille. El estilo polmico, cuando los filsofos combaten entre s, ha dado lo mejor al arte erstico, las grandes peleas ideativas. Muchas veces estos combates dan un espectculo fino cuando se enfrentan un alto y un bajo, por ejem19

plo Sartre y Heidegger, pero logran magnitudes de estrellato cuando los que se enfrentan son un bajo y un peso mediano. Hay que tener en cuenta que un peso mediano en los combates filosficos no equivale a un peso mediano del boxeo. Ubico a Bataille entre los pesados livianos, creo que sta es la categora que ms le conviene. El combate entre Sartre/Bataille es un enfrentamiento entre un peso mosca, Sartre, y un pesado ligero, Bataille. Bataille alterna la pesadez de los msticos de la poesa del gtico francs, entre Cluny y la Porte de Saint Denis, con la ligereza de aquel que sabe ponderar la variabilidad de los acontecimientos y de los estados de nimo. Por eso le dice a Sartre: esccheme, est bien, soy un cura vergonzante, mezclo genitales con Dios, para m la verga tiene forma de cruz, todo lo que usted quiera, pero el pesado me parece usted. Admito que soy un travesti al que le gusta sotanear por las calles, pero ser un cuarentn que anda persiguiendo curas y demistificando humores ajenos me parece terriblemente laico, librepensador, muy chaleco y pipa, puritano dieciochesco, un fiasco, muy francs, muy camembert..., y as en ms este peso ligero disputa su verbo con nuestro peso mosca que si algo tiene es su andanada ininterrumpida de golpes cortos al plexo solar de su adversario. Quin gan?, me permito remitirlos al trabajo. Hay grandes combates en la historia del pensamiento, ste, el de Sartre-Bataille; otro, genial, es el de Gombrowicz/Bruno Schultz, combate especial entre un liviano, Witoldo Gombrowicz, noqueador, y un peso pluma, Bruno. No les dar el resultado, pero les adelanto que Witoldo Gombrowicz a lo largo de su extensa carrera literario-pugilstica tuvo una sola derrota, y fue en Polonia. Otro combate sugestivo fue el de Antonin Artaud contra Jacques Rivire, el editor. Fue una pelea elegante. llena de sobreentendidos, un combate culto, fue la nica pelea que vi desarrollarse en un escenario tan particular como la Comdie Franaise, en la que los pugilistas usan pelucas.
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En fin, dejemos a Sartre. Qu ms decir de Deleuze que ya no haya dicho en los dos trabajos de este libro? Cmo seguir explicando la bajeza del maestro Deleuze, un filsofo habilsimo en cuestiones de historia de la filosofa, gustador, l tambin, de la literatura norteamericana, no la de Sartre sino la de su poca, los sesenta: Ginsberg, Henry Miller, Kerouak, Burroughs. Har un breve parntesis ideativo. Hay filsofos franceses muy inteligentes, Sartre, Deleuze, que aprecian la literatura norteamericana y no mucho la francesa. Son tristes los muros de la Sorbonne deca Deleuze. Hay un tipo de hroe yanqui que los galos adoran, el escritor aventurero, el que se va por el camino, el que trabaja de mozo, el que se acuesta con putas y ni sabe dnde se despierta, el que se chupa todo, el que hace safaris, el que se baa en peyote, el que experimenta, el nmada, el que no tiene tiempo ni ganas de pensar nada, el que escribe a lo Gary Cooper, en fin, el que no est obligado a las meditaciones cartesianas en el barrio latino. Deleuze es uno de los que debe hacerlo. Es simptica la forma en que los franceses mezclan su arraigado escepticismo con una ingenuidad muy ilustrada. Cuando Sartre descubri a Genet, un escritor ladrn y francs, no perdi el tiempo, de inmediato le dedic seiscientas pginas, haba encontrado un mariposn de una especie muy rara. Pero estas avanzadas francesas en terreno prohibido a veces parecen menores, y esto se ve con ms claridad desde otro lado del Atlntico. Basta leer las peripecias de Sartre en la casa de John Huston. Una estada para escribir el guin de una pelcula. El gigante yanqui tena en uno de los cuartos de huspedes de su casa un french writer con el que poco poda hablar, slo saba francs. Tambin podemos ver las fotos del terrible Jean Genet en la Costa Oeste, en Los ngeles, hace veinte aos, cuando el novelista hizo una visita solidaria a los Black Panthers. El escritor ladrn pareca una dama inglesa rodeada de watusis guerreros y canbales. En fin, el escritor maldito se mueve mejor en el hampa de la literatura que con otros padrinos.
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Volvamos a Deleuze. El trabajo intitulado Gilles Deleuze, de una lgica del sentido a una lgica del deseo fue escrito en 1978. Tena la mirada puesta en una necesidad de escribir entorpecida por el desconcierto y la parlisis que produce el hbito de la lectura filosfica y la censura acadmica metida en la cabeza de todo aspirante a erudito. En suma, fue mi primer trabajo de literatura filosfica. La otra mirada, objetiva, apuntaba a la atmsfera intelectual, bastante difundida de aquellos aos. Era la poca del estructuralismo porteo, distribuido por mltiples escuelas de freudismo lacaniano. El contrincante elegido no era Lacan, sino sus sombras autctonas, psicoanalistas y filsofos, que se especializaban en la lgica del significante, hablaban de la palabra y removan sus lenguas teorizando sobre el lenguaje. El trabajo Deleuze en la Repblica del Silencio conmemora diez aos desde que termin la moda Deleuze, que nosotros salteamos. La mira visualiza esta vez una preocupacin que me es actual, el problema tico, dulce pasto para nuestro rumiar filosfico. Y para terminar, Foucault. Debo anticipar que de los trabajos aqu presentados no hay ni uno que sea una resea analtica del pensamiento foucaultiano. No cuento Foucault, ni lo diagramo, resumo, esquematizo o enriquezco. Lo uso y abuso. Me sirve como soporte privilegiado de mis actividades tericas. Pero la escritura es otra cosa, es imposible hacer literatura sobre un daimon. Me pidieron que explicara las razones por las que estos trabajos filosficos tienen su pertinencia coyuntural en el aqu y ahora de nuestra sociedad. No creo ser descorts si dejo esa pertinencia a mi posible lector.

P.D.: En los artculos Sartre vs. Bataille y Sartre, un pensador bajo, se repite el prrafo referido a la Ontologa Bubnica. Fue un autoplagio apenas voluntario.

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Los argentinos no tenemos filosofa, los yugo-eslavos tampoco (1983) *

No existe una filosofa argentina. Tenemos la desdicha de no haber aportado al mundo de la magna ciencia una escuela que haya hecho poca ni un filsofo que haya hecho escuela. Esto, que puede concebirse como una desgracia ms en la lista de nuestras interminables carencias, no por eso nos arroja al pozo de la historia. Compartimos el dudoso privilegio con un sinnmero de naciones. Que nadie se atreva a arrojar la primera piedra. La ubicacin de nuestro territorio y nuestra impber historia nos dejaron pocas alternativas. Comencemos por el medio, la filosofa no es un producto de industria nacional. Un producto filosfico no es asimilable a tantos otros que llevan un sello de origen. Si as fuera, bastara una adecuada planificacin para incluir a la mercanca filosofa en un proyecto industrial destinado a sustituir importaciones. Y no es tan sencillo. Recorriendo el mapa nos encontramos con naciones de potencia indiscutible, hasta de imperios seculares, que tampoco han tenido filosofa nativa.

Publicado en el suplemento cultural del diario Tiempo Argentino, junio de1983.

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Spinoza naci en Holanda, pero cul es la filosofa holandesa? Y la filosofa suiza? Kierkegaard es de Copenhague, y la gran escuela danesa? Y la filosofa yugoslava? Y la belga? Y en qu momento rein sobre el mundo del pensamiento puro una filosofa espaola, otra portuguesa, italiana, sueca, polaca, rusa, malgache, rumana o norteamericana? Apenas enunciado el interrogante ya hemos encontrado una primera dificultad. Pero hay ms. Si la pregunta a la que remitimos nuestra inquietud es: existe la posibilidad de una filosofa argentina?, nadie deber sorprenderse. La pregunta es sencilla, el verbo y los sustantivos estn colocados en el casillero correspondiente, y, adems, la pregunta inocente es compaera de otras doncellas enigmticas como: nos abasteceremos algn da de nuestro propio petrleo?, seremos o no seremos dueos del acero que consumimos?, cundo seremos los creadores de nuestra filosofa? Cundo? Atrevidos somos. Desde qu lugar encumbrado pronunciamos el deseo de una filosofa nacional, nosotros, apenas argentinos, cuando las ms preclaras cabezas del orbe se interrogan desde Jena, Friburgo, Francfort, Pars o el Lago Di Como y hace siglos, si la filosofa como tal, pura y universal no ha muerto y bien muerta en tiempos ya lejanos? Seremos los herederos de una gloriosa resurreccin? Renacer el Seor filsofo? Retornar de sus cenizas? Nacer el nio filsofo en la Argentina? El reino de la esperanza es infinito, pero la realidad es finita, y dura. Daremos algunas recomendaciones y seales para el que se interese por este nio y quiera una ms segura identificacin. Ahora s, comencemos por el principio: qu es un filsofo?

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Qu es un filsofo?
...el filsofo busca la verdad, nada ms... y a veces, la encuentra, nada menos:... dice una tonada campesina. El filsofo pertenece a nuestra historia occidental y pagana. Naci en Grecia, en Samos y Lesbos, en el Peloponeso, en la Academia, en el Liceo, en el Prtico. Y desde aquella poca, se lo ha definido por el amor, el bien y la verdad. A la usanza de las bromas seculares, es el filo de Sofa. Un amante casto de la diosa Sabidura. Su oficio: el estudio. Su mtodo: la lectura. Compaera inseparable de la religin durante siglos, la filosofa se ocult en la morada escolstica. Fue obediente y dcil, una celosa guardiana de la fe. Aquel que dude no tiene ms que remitirse a los manuales de historia y recorrer los enormes depsitos de cenizas en los que descansan los desviados por el mal y los esclavos de la hereja. Los filsofos se dorman sobre las brasas de las piras. Los tiempos de la Gran Iglesia fueron tiempos de grandes hogueras, los filsofos se asaban a lea. Quin no recuerda aquellos tiempos de proceso? Y cuando el cristianismo se parti en dos por la Reforma, escisin que liber el Renacimiento de las artes y de las ciencias, la filosofa se apropi del mtodo y del clculo para fundar un conocimiento preciso, con los moldes de la fsico-matemtica. La mathesis universalis. Alejarse de este ideario, si bien no implicaba el riesgo de la fogata, tampoco era muy apreciado por los nuevos dueos del saber que signaban al osado con el atributo de loco, insensato, por dems imaginativo, demasiado soador, preso de la melancola, todos los eptetos con los que la Razn Pura catalogaba a los que se le alejaban, y para que no se perdieran de vista los confinaba en leprosarios, naves de locos, y asilos de calibre semejante. Quin no recuerda las barcas repletas de insensatos bogando a la deriva por los ros? Oh, dulces procesos!
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Desde entonces, y a pesar de clebres recadas, el filsofo se convirti en guardin del saber racional. Oficio de brillo, pero de muy plida pasin. Otros fueron los tiempos en que Scrates aterrorizaba al foro, Aristteles paseaba con el magno Alejandro por el jardn de Vidas, y Sartre fumaba habanos por el Caribe. En la actualidad, el filsofo es llamado terico y pide que su ancestral labor especulativa se denomine prctica terica. Se debate entre el rigor, la erudicin y el aburrimiento. El filsofo debe saber hasta ms no poder. El practicante de la teora es pupilo de bibliotecas, habitante del silencio y sombra en la oscuridad. Ya no es popular, su presencia en las plazas pasa inadvertida y su voz se pierde frente a la indiferencia de sus semejantes. Cada frase filosfica es un homenaje y un tributo a los siglos de esfuerzo especulativo. El filsofo acorralado en su gabinete se sumerge en una infinidad de bibliotecas de Alejandra para atreverse a pensar. Y se hunde. Sospecha y teme que hasta la ms mnima intencin de reflexin haya sido enunciada y mil veces repetida por los Padres del Saber. Ha perdido la inocencia y es esclavo de la autoridad. Pero qu es lo que nos recuerda el mito cuando nos gua a la poca que vio nacer al primer filsofo, el hurfano de tradicin, el bastardo desconocedor de la paternidad?

El filsofo-nio
La curiosidad fue el rasgo distintivo del filsofo-nio. La filosofa, segn las academias, nace con un gesto tripartito; la boca abierta, los brazos abiertos y extendidos, los pies separados. Copia fiel del veraneante recostado sobre la arena, entregado al sol, y colgado del gancho interrogativo (?), que pregunta: Qu... es... esto...?

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Esta imagen nos retrotrae a la infancia de la humanidad y se superpone a otra que nos sugiere el desarrollo del individuo. El nio suele interrogar por el origen. Y por qu?, y por qu? El tambin ha dado prioridad al gesto sobre la palabra. Con un ritual que parece universal, cubre con sus manos los ojos para nada ver y percibe con agudeza que la negrura que se le impone no es completa disolucin. Nada ve y no se conforma, ya que nada es algo. Poco conseguir presionando sus prpados hasta el dolor. Una mera ilusin. El empuje de sus manos introducir en su pantalla opaca algunos fulgores, chispas intermitentes, relmpagos interiores. Y si el nio es educado en un hogar creyente, su pregunta por el origen de los tiempos tendr un primer destinatario, uno doble en realidad. Quin es Zeus, pap? As resume el nio-filsofo su interrogacin extrema Hijo de la creencia, la respuesta llegar: Es la luz, hijo. Y mientras el nio repite su gesto con obsecuencia, tendr su grata confirmacin, chispas divinas ver. Peso si las dulzuras del hogar no son celestiales, por ser terrenales no evitan las respuestas. Se inscriben en el cdigo de las ciencias interpretativas, psicoanlisis mediante, y la pregunta quedar invertida: Quin es pap, Zeus? El Seor podr permitirse el silencio, una de sus ms reconocidas caractersticas, pero si por milagro el infante obtiene una respuesta, al estilo de pap es Isadora Duncan, y t eres un puercoespn..., el nio filsofo se habr vuelto poeta, o insano. Desgraciadamente, ya recorridos los largos milenios de abstraccin conceptual, el filsofo ha dejado de ser nio, est viejo y gastado. Recordemos a Nietzsche, pregonero entusiasta de la resurreccin del nio filsofo. Daba la bienvenida al filsofo infantil, juguetn y bailarn. Un especialista de la danza filosfica. Pero por qu? Por qu tanto insistir en el aspecto saltarn y bufn del nuevo allegado al saber? La razn es clnica y metafsica. Nietzsche estaba cansado, tan viejo y derrotado como la vieja filosofa. Sus dolorosos problemas neu29

rlgicos, sus espantosas migraas, las pesadas ideas y los conceptos de piedra que clavaban los espolones en sus ya delicados nervios convertan su labor filosfica en tarea de estibador. Cada bolsa racional haca crujir sus huesos y hunda sus pies en un cenagal. Es sa la imagen del filsofo de hoy. Queda enquistado en la arteroesclerosis y en el sedentarismo. Ya no cierra los ojos para ver ms all de la negrura: ahora la negrura se le muestra cuando levanta los prpados, y para distraerse lee y escribe. Est triste. La lectura y la escritura exigen una postura quebrada a la altura de los glteos y una inclinacin del tronco en pos del papel, que lo asemeja a un ciclista inmvil y sin manubrio. La quietud, el silencio, la soledad y ese continuo sonsacar de s hasta lo que se pueda termina por rajar la granulosa superficie de la materia cerebral. El filsofo ya est harto de pensar. La imaginacin popular rodea al sabio de otras bellezas que rara vez le corresponden. Se cree que el filsofo logra sus ms gloriosos hallazgos en situaciones y escenarios majestuosos. Una grandiosa naturaleza para un grandioso pensador. Trasladado localmente, dirase que no hay mejor hbitat para pensar que las cataratas del Iguaz. Pero el filsofo no necesita de grandes decorados para pensar, as como el pintor tampoco necesita de paisajes para pintar. La imagen del pensante caminando con la cabeza gacha y las manos atadas a su espalda, en pleno orgasmo ontolgico, es sencillamente ridcula. El cartesiano Sartre, de lucidez implacable, excitaba sus neuronas con bencedrinas y anfetaminas varias, para imprimirle la adecuada velocidad a sus frases. Hegel trazaba la dialctica del Ser a la Nada y viceversa mientras escuchaba el sonido de los reventones que los caonazos de Napolen provocaban en la cabeza de sus compatriotas prusianos, ah noms, en Jena, cerca de su casa. Un adecuado contrapunto acstico para su escritura. El pensamiento no es una mecedora que cobija las ideas hasta que la luz las gue hacia la verdad que los hombres aman.
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Es una mquina de sonidos sordos, sopla y aspira, golpea y patea esternones. Y el que se encaria con ella, ha contrado matrimonio por largo rato. Es un amor que recorre todos los paisajes, que copula en la guerra y en la paz, en el campo, en la prisin, en el mar, en la montaa, en la ciudad. El filsofo es un enamorado de su mquina de soplos pensantes.

Nuestra Argentina lejana


Ahora que con paciencia de jbaro hemos entregado la maqueta del nico y universal filsofo, podemos, s, al fin, ir a lo nuestro, a nuestra Argentina lejana. Inauguraremos la tarea con dos de estos ltimos vocablos. NUESTRA: el vocablo condensa una tentacin enorme. Es el canto a la pertenencia en el caso de la filosofa y de otros menesteres de poca monta. Se enuncia por lo general as: Nosotros los argentinos, nosotros los latinoamericanos, filosofaremos el da en que descubramos quines somos. Ese da dejaremos nuestras torres de marfil y nuestros pequeos laboratorios franceses y cruzaremos la General Paz, quemaremos toda la bibliografa europeizante, hundiremos las races en el alma de nuestro pueblo y seremos conscientes de nuestra realidad dependiente. Se cierra el cntico y ese da filosofaremos todos juntos, en un armnico coro. Formaremos la primera coral filosfica de filosofemas nuestros. Prepararemos un poco de pasto fresco para nuestra mquina de soplos pensantes, un poco de Sarmiento, una pizca de Alberdi, doscientos gramos de Martnez Estrada, bastante de Murena y, para realzarle el sabor, espolvorearemos con Rosas y Pern. Pero no somos ingenuos. Es necesario mezclar un poco, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, sin que se corte, haremos un preparado de Kantpern, Hegelrosas y Lacanlugones. De lo nacional a lo universal y vuelta a casa. Ya no slo seremos filsofos argentinos, seremos reconocidos como valores nacionales.
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Pero no todos piensan as, hay cnticos varios. Entona un argentino, polaco de raza: Cuando un hombre aislado dice nosotros, comete un uso y abuso, nadie lo autoriza, debe hablar en nombre propio. Con ms razn an, el que desea alcanzar su propia realidad y apoyarse en ella, debe evitar el plural como a la misma peste... (Witoldo Gombrowicz). Segn esta meloda, el filsofo que quiera elaborar un pequeo pero propio filosofema deber romper con todos nosotros, argentinos y europeos, y as arriesgarse hacia lo desconocido. La concepcin del filosofema no precede a su ejecucin, se escribe sobre lo que se ignora. Pero para no encerrarnos en dogma alguno, admitamos el nosotros; nosotros los hermanos, nosotros que estamos metidos en el mismo pozo, que nos hundimos en el mismo barco, nosotros que cantaremos el mismo himno de gloria: aunque tambin estn ellos, ellos que nos siguen en sus truculentos rodados verdes, ellos que nos encierran en bales y revientan nuestras ideas, tambin ests t, lector y oyente, que sabrs comprender mi soliloquio; tambin est l, que nos llevar por caminos de honra: estis vosotros que os constitus en rebao; y estoy yo, filsofo de filosofemas nicos. Estn todos los pronombres personales, y tambin el impersonal, el anodino se, se acepta, se asume, se pudre. Los pronombres habitan lugares diferentes. No es lo mismo filosofar en un ghetto de Varsovia, en un cafetn de Buenos Aires o en una universidad francesa, pero hay lugares partidos por una distancia que los quiebra y descoloca rincones. LEJANA: a) En el tiempo. Las migraciones, los saltos, las hecatombes, los cambios bruscos e imprevistos, el anticartesianismo crnico de nuestra historia, convierten perodos que en otros lares no pasan de un verano en longitudes de un siglo. Por eso, cuando rastreamos nuestros orgenes en la poca de la Colonia, o en la Campaa del Desierto, o en la generacin del 98, o en los sucesos del 30, el desfasaje que debemos realizar es tal que resulta ms fcil para un francs ex32

plicar la boga del estructuralismo por los avatares de la fundacin de Lutecia que para nosotros remontarnos unos pocos meses atrs. Somos jvenes viejos. b) En la geografa. Nuestras novelas familiares nos aportan las pestes mundiales, llmense miseria napolitana, holocausto de Auschwitz, recuerdos del Gulag, botes del Sudeste asitico, o atardeceres de punas bolivianas. Si a eso le agregamos los fenmenos de trans y aculturacin que nos llevan al en-candilamiento de las luces parisienses, la agitacin y el desenfreno neoyorquino, la tentacin ldica de Las Vegas, o la dulzu-ra de la zafra cubana, lo lejano se convierte en galctico.

Ser - se propiamente lejana


Esta paradoja que recrea un tipo de ciudadano que se es propiamente lejano, produce una conciencia que en vez de ser nacional, es, en ltima instancia, esquizofrnica. Citemos un caso clnico-poltico. Un intelectual poltico de la llamada izquierda popular, en recientes declaraciones por la radio, puso el dedo en la llaga. Y se lastim. Sintetiz: la guerra de las Malvinas descoloc a una parte de la inteligencia argentina acorralada por la apora de la doble lealtad. El amor a la patria, en vez de ser puro y directo, fue mezclado con sentimientos que en nada le correspondan. Se refera al alimento de esa clase de intelectuales argentinos que se nutren de la vieja cultura europea y, por la fuerza de la tradicin, de la obra civilizadora de la vieja dama inglesa. Cit, por supuesto, a su adalid ms preclaro, el tambin viejo Jorge Luis Borges, mundialmente famoso por su pericia en las literaturas nrdicas, y por su silencio y poema durante el fragor de la batalla. Hasta ahora nada nos llama la atencin: la dicotoma es clsica, intelectuales nacionales vs. intelectuales anglfilos. Pero, lapsus linguae lapsus mentalis est, termin la perorata
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radial con una exquisita cita de Chesterton. No es cuestin de que por muy popular lo confundan a uno y lo tomen por bruto. Citemos otro caso. Hay un filsofo argentino que afirma con singular lucidez que nos tenemos miedo, que pensar y escribir para nosotros mismos nos da vrtigo, que no trascender los lmites de nuestro territorio y de nuestra lengua es morir en el anonimato, que lo nacional nos parece un cajn, miedos reconocidos, miedos vencidos pero no, nos arroja nuevamente al mundillo de la esquizofrenia. Propone, l tambin, un retorno a lo nuestro, a lo bien nuestro, lo que perdura desde el ms all de las colonias: lo indgena. Y lo demuestra filosficamente: nuestro pensamiento, dice, debe ser una reflexin ab origene, trmino latino que, segn la metodologa heideggeriana de la particin filolgica, nos enva a las tolderas. Si se sabe, las fotografas lo atestiguan, que Heidegger era un enamorado de su boina, nada ms sencillo que convertirlo en un valor nacional y cambiarla por un par de plumas. O acaso los calchaques no son heideggerianos? Heidegger nos habla de ser, los ab-orgenes, del estar, coincidencia milagrosa. La clnica-filosofa es rica en acontecimientos. Pero las pequeas distracciones no son las que impiden el surgir de una filosofa nacional. Errar es humano. La filosofa es un parto difcil, exige el pensar pero no cualquier pensar. No se duda de la existencia de un pensamiento nacional, y del grande, un molde que puede llenarse con nombres ilustres, a cada cual los de su preferencia: Macedonio, Arlt, Scalabrini, Borges, Masotta, apellidos linderos de las artes literarias, polticas o cientficas. Slo que pensamiento no es igual a filosofa, as como arte no equivale a pintura. Existe el pensamiento poltico, el potico, el literario, si nos remitimos a la clsica identificacin entre discurso y pensar, y si nos dejamos llevar al ms all, encontraremos un pensamiento musical, otro religioso, y tantos como quehaceres. La filosofa no es un Saber difuso sobre la vida, y menos an una encumbrada concepcin
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del mundo. Tampoco una prctica jurdica desde la que el filsofo salomnico filtra ciencias e ideologas. El filsofo no es un bailarn, tampoco un bufn, poro menos an un censor de discursos o un calibrador de ideologas justas.

El pensar y la marina
La primera filosofa naci entre Grecia y Turqua, a orillas del mar. En realidad, para ser precisos, los primeros filsofos fueron turcos. Un mundo de navegantes que unan civilizaciones, mercaban con lo extico y recolectaban esclavos. Las naves padecen graves riesgos, su estabilidad es efmera. Peligran por vientos, lluvias, ciclones, rayos, aires y fuegos, aguas buenas y malas, y los filsofos, atentos a las peripecias de la marina se interesaron con premura por el alocado existir de los elementos, la inestabilidad de la materia. Se preocuparon tambin por el enigma de la equivalencia, el cambio y la igualdad de valores surgidos por la intensa actividad comercial. Los botines y las riquezas los obligaron a forjar el concepto de justicia, la justa distribucin de bienes y cautivos para que la casta guerrera no se extirpara los ojos, y fundaron la necesidad del dilogo para un buen reparto de palabras y mejor alegra de gobernantes y ciudadanos. La materia, la verdad, la justicia, el dilogo, temas marinos. La modernidad tambin tuvo sus barcos, los que llegaron a nuestras costas. La moderna misin de conquistar la naturaleza y extraer su ms recndito secreto fue completada con la recoleccin y sojuzgamiento de los seres naturales, habitantes de tierras desconocidas. La misin encomendada al blanco hombre europeo no tena fronteras, y su campo de saber se hizo tan vasto como la nocin de infinito que ya inquietaba al Renacimiento. Enorme y slido es el puente que puede extenderse desde la inquietud cartesiana sobre la dualidad entre el alma y cuerpo y el enigma que planteaban los indgenas
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americanos en las cortes europeas esos seres extraos eran felices propietarios de un alma, o raras mquinas corporales adornadas con plumas? Para una gran filosofa hace falta una buena marina, o, al menos, buenos ejrcitos. En ese sentido, filosofa no tenemos. Tambin se necesitan ricos editores, pudientes lectores, filsofos alimentados, universidades con gruesos subsidios, plusvala de mercaderes y, los europeos lo saben, conciencias con inquietudes controladas. Los pases sin naves debern crear, si les interesa, una filosofa perifrica sin centro de referencia. Nocin que no podemos analizar aqu.

Desde los balcones...


Que nadie dude de que tenemos nuestros temas para elaborar, por ejemplo, cmo hacer para que la construccin de un esforzado concepto filosfico no se vea interrumpida por el sonido de un portero elctrico, previo a la entrada de una formacin especial de serafines y querubines que pueden hacer volar al concepto y a su practicante por los aires, desde los balcones? Es se nuestro enigma ms urgente, de difcil solucin, que no se resuelve con una rpida mudanza a la planta baja, es ms complejo. Los pensantes nacionales sienten vergenza por haber sobrevivido pocas recientes, pero por ser pensantes deben saber que este privilegio no nos es exclusivo. La cuna de la civilizacin, los blancos pases metropolitanos, han sido expertos en masacres y filosofas. A mayor masacre, mejor filosofa. La noche negra de la cartesiana Francia, la que se extendi desde el 39 al 45, la que vivieron bajo las botas y pnzeres nazis, fue una noche iluminada por un trabajo editorial que asombr al mundo. Jams se public tanto en sus imprentas regenteadas por censores y colaboracionistas como en esos aos de humillacin. Y de lo bueno. Filosofa de alto vuelo se impri36

ma en las grandes editoriales regidas por la famosa lista Otto, la que prohiba la difusin de escritores negros, judos y subversivos en general. Superaron esos aos de vergenza, los superaron en Vietnam, en Argelia y otras coqueteras por el estilo. Y as como en esos aos, nosotros, ahora si vale el plural, tambin hemos tenido nuestra noche negra, an la tenemos. El filsofo argentino, tiene mucho para pensar. Su mquina perifrica de soplos pensantes atravesar la oscuridad.

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Sartre vs. Bataille (1983)*

Aquellos tiempos
sta es la historia de una confrontacin intelectual entre dos profesionales franceses. Uno de ellos: Georges Bataille, escritor conocido como El azteca; el otro: Jean-Paul CharlesAymard Sartre, escritor apodado El bastardo. La importancia de este combate trasciende los lmites de la noche del encuentro. La conocida trayectoria de ambos contendientes, cada uno de ellos insuperable en su estilo, merece un instante de nuestra atencin. Eran otras pocas. Hace 40 aos el mundo tena una coloracin diferente a la que presenta en la actualidad. Las potencias que se lo disputaban no eran las mismas que hoy lo disfrutan. Por aquellos aos una buena parte del planeta se estaba incendiando y la hecatombe pareca no tener fin. No se vislumbraba un claro vencedor. Para los franceses, en el ao 1943, la victoria tena un ganador: Hitler. Sufran un acontecimiento absolutamente indito en los anales de su historia. Haca tres
Publicado en el suplemento del diario Tiempo Argentino, 31 de julio de 1983; tambin en la revista Seminario Lacaniano, nm. 1, diciembre de 1985.
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aos se haban constituido en pas ocupado. Los haban derrotado, invadido y ocupado. Lo que sencillamente significa que sus autoridades dependan de las jerarquas alemanas, y que nadie poda estar en pblico desacuerdo con la situacin imperante, so pena de muerte. Al ser sojuzgada al carro del vencedor, Francia haba quedado fuera de combate, de entrada noms. Por lo que viva con una cierta tranquilidad. Para los lectores connacionales debe ser algo difcil imaginarse qu caractersticas adopta un pas ocupado por fuerzas extranjeras. No se debe pensar en calles y avenidas inundadas de chatarra blica, soldados por doquier y civiles aterrorizados escurrindose por las ochavas. Nadie sospechaba de nadie, los alemanes tenan el uniforme a la vista y los franceses tambin. Unos armados, los otros desarmados, en el ejercicio de una nueva convivencia. Pero la guerra es la guerra. Si bien es cierto que las industrias trabajaban, los comercios atendan y los profesionales practicaban, no se viva una poca de esplendor econmico. Y no porque el pecunio no alcanzara; haba escasez de vveres, colas para la compra del pan, disputas por la carne, desabastecimiento de materias primas, y carreras para obtener ventajas en la distribucin de la caresta. A pesar de esto, la retaguardia de un pas vencido al inicio de la contienda obtiene privilegios que rara vez se consiguen. La derrota poda traducirse en armisticio, la ocupacin llamarse colaboracin y el nazismo, una versin germana del noble nacionalismo europeo. El prestigio lumnico de Francia multiplic las ddivas que el victorioso estaba dispuesto a conceder. A pesar de lgicas peripecias y sustos que iban de menores a mayores, las editoriales subsistieron, los teatros funcionaron, los cines tambin, las universidades cumplieron su rutina y los peridicos se leyeron.

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Es posible suponer que una poblacin humillada roe su odio en el secreto. Deja que todo parezca normal y afila en el silencio de la noche la daga de la venganza. Como si hubiera una consigna general, la de mostrarse indiferente, cumplir con los horarios habituales, pronunciar las frases acostumbradas y esperar, saber esperar. En el preciso momento en que uno de los eslabones de la cadena se debilita, el asalto final de las muchedumbres har sentir su furor. Pero no fue exactamente as. Las multitudes no estaban furiosas, el orgullo nacional herido no produca insomnios masivos, haba que vivir, en fin... Aunque no todos estaban obligados a soportar con paciencia china el clima de la derrota. Haba quienes vivan con singular entusiasmo el fin de una era y el comienzo de otra: naca una nueva civilizacin, Europa se debata por salvar su y sus races griegas, paganas y cristianas frente al monstruo rojo del Este y el putrefacto agente de bolsa del Oeste. Lo nico que perturb el nimo de los portavoces de esta nueva cruzada fue el lamentable accidente de la historia que catapult a Alemania como lder de este acontecimiento y posterg las aspiraciones francesas. Mucho mejor hubiera sido que la gloriosa Francia guiara una vez ms al continente, con un nuevo Napolen. El traspi sufrido en el campo de batalla no impeda que hondas y duraderas tradiciones unieran a ambos pases, y que una inteligente colaboracin pudiera ungir un espacio exclusivo para Francia en el nuevo mundo pangermano. Francia les dara a los alemanes parte de su imperio de ultramar, colaborara para que consiguiera colonias abandonadas por el len ingls y recibira en cambio el ttulo de lugarteniente del nuevo mundo. Un mundo ario y europeo, sin brbaros, sin negros, sin judos, sin gitanos, sin eslavos, sin comunistas, sin melanclicos, sin homosexuales, sin expresionistas, sin surrealistas, sin degenerados. Limpieza general. Programa tentador.
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La Primera Guerra Mundial haba dejado pocos herederos. Al Este, la revolucin rusa, hbil en cl manejo de las oportunidades, con cl zarpazo listo para apoderarse de un gobierno dbil y preocupado por el enemigo externo. Al Oeste, el traidor ingls y su financista, los Estados Unidos; y en Europa, Francia, nico representante europeo de la victoria. Cul era el mundo que estas cuatro potencias haban edificado en los veinte aos que siguieron al silencio de las trincheras y al apagn de los gases? Un mundo de basura. Al Oeste, los angloamericanos celebraban esponsales con la casta juda y convertan la sangre en dinero; al Este, los brbaros de la Rusia roja hacan tabla rasa con los valores espirituales de Occidente y reconstruan el imperio de Atila y Gengis Khan con una multitud de enanos esclavizados en una degradante igualdad, y en el centro, la gran Francia, con su prdica democrtica, un jolgorio en torno de los mandamientos de la revolucin del 89, el cntico fraterno a la humanidad, la filantropa del blanco, mientras asiticos y africanos mostraban sus carnes en las jaulas de las exposiciones coloniales de Pars. Francia haba traicionado el mandato de la milenaria Europa, se llen de gozo y confort sobre las cenizas de un continente desangrado, no supo asumir su nueva misin, la misin de una nueva Europa y un nuevo orden. Francia fue la maestra de la decadencia, un reino blando y dbil, hipcrita y miserable, un reino judo.

La infancia de nuestros hroes


No fueron pocos los que opinaban de esta manera. No era un invento el que se haba creado alrededor de la decadencia francesa. Una nacin que gobernaba en nombre de los ms puros ideales deba rendir innumerables cuentas sobre sus desajustes con la realidad. Se hablaba de solidaridad y se dejaba sola a Espaa, de igualdad y no se tocaban los imperios fi42

nancieros, de libertad y fraternidad y se afianzaba el imperio colonial, de socialismo y los salarios eran bajos, y, para colmo de males, el poltico de nota se llamaba Blum, el lder francs era un usurero. El antisemitismo francs no haba sido importado de Alemania, era francs. Desde la Francia Juda, obra de Drumond, hasta el caso Dreyfuss, Francia tena su particular versin sobre la figura del hebreo. Su sombra era una mano negra, extendida por toda Europa, en franca orga con Albin, la comadre inglesa. Este malestar que padecieron muchos franceses se prolong durante la dcada del treinta, y cuando los alemanes cruzaron la ltima lnea de defensa confirmaron que no eran del todo malvenidos. As es que no corri mucha sangre por las calles parisienses el da de la ocupacin. Desbande general y paulatina seguridad y recomposicin. Es en esos aos de humillacin nacional cuando Sartre escribe su obra fundamental, El Ser y la Nada, y Bataille da a conocer los resultados de su Experiencia interior. Quin es Sartre? Un filsofo. Nace en Pars en el ao 1905, en la calle Mignard nmero 2, del barrio XVI, el 25 de junio. Recordemos que en junio de 1943 se termina de imprimir El Ser y la Nada. Es hijo de Juan Bautista Sartre, hijo de un mdico de campo, oficial de marina, y de Ana Mara Schweitzer, hija de Carlos Schweitzer y de Luisa Guillemin. Su padre, casado con su madre en 1904, muere en 1906, tras haber contrado una enfermedad extica en uno de sus viajes. Sartre entrev, en sus recuerdos, a su madre corriendo desde la cuna del recin nacido hasta el lecho del moribundo. El padre de su padre, el mdico de campo, pas cuarenta aos sin dirigirle la palabra a su mujer cuando descubri que su suegro le haba mentido sobre la cifra de la dote. Se comunicaban por signos.
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El padre de Sartre pas sus aos en el silencio del campo y en el silencio de su casa, hasta que eligi el silencio del mar. Para terminar en el silencio de la muerte. A los doce aos, en 1927, Jean-Paul debe soportar una primera afrenta, el casamiento de su madre con un ingeniero de la marina. Desde ese momento, cada vez que Sartre quera expresar el peor de los aspectos del burgus, lo llama ingeniero. En temprana consonancia con la reaccin antipositivista de la poca. Es adorado por su madre y mimado por su abuelo materno, el abuelo Schweitzer, padre de Alberto, el Nobel. Decide, con el agrado de sus mayores, ser escritor. Quin es Bataille? Un pensador no filsofo. Nace en Puy-de-Dome, un lugar perdido de la Normanda, en 1897. Ocho aos mayor que Sartre. Su padre era ciego. Una sfilis termin con su vista y al cumplir Bataille tres aos, tambin inmoviliz sus piernas. Bataille adoraba a su padre, lo cuidaba, atenda al enfermo. Se senta atrado por su mundo secreto, inasible. Vea en su rostro una sonrisa ausente que no poda descifrar pese al hechizo que le provocaba. Un amor que fue vencido por el tiempo y la falta de novedades. Su padre segua encerrado en su cuarto, ciego y paraltico, requera una asidua vigilancia y despeda hedores fantsticos. Ya en su pubertad, Bataille odiaba a su padre. Un buen da el padre enloqueci. Mientras su madre escuchaba los resultados de la ltima visita mdica, no frente al convalesciente sino en el cuarto contiguo, el padre comenz a vociferar con furia: Eh, dime doctor, cundo terminars de pinchar a mi mujer. Desarmado ante la inesperada frase, Bataille ri, se muri de risa. Desde ese da, la risa y el horror sern inseparables compaeros en el pensamiento de Bataille. Un padre ciego, sifiltico, paraltico y ahora tambin loco, no era una compaa agradable ni para su madre ni para l. As que despus de meditarlo bien, decidieron abandonarlo y bombardearlo. He aqu el hecho. En agosto de 1914, al inicio de la
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Primera Guerra Mundial y ante el avance de las tropas alemanas, Bataille y su madre deciden abandonar al padre, en Reims, donde vivan. Apenas instalados en territorio lindero se enteran de que las tropas enemigas bombardearon Reims, y con fina puntera. El 6 de noviembre del mismo ao el seor padre de Bataille muere bajo los escombros de su casa, sin recibir la extremauncin.

Ontologa bubnica
Sartre escribi El Ser y la Nada. El boceto de esta obra fue diagramado en el campo de prisioneros al que Sartre fue destinado tras la invasin alemana. No por resistente sino por haber sido alistado junto a millones de conciudadanos. Su funcin militar: meteorlogo. Lanzaba un globo de gas al aire y calculaba si ese da haba viento. Se cuenta que los guardiacrceles alemanes le facilitaron Ser y Tiempo de Heidegger, en lengua original, para que pudiera inspirarse. El Ser se escribe con mayscula, lo que nicamente tiene sentido si se ve rodeado por minsculas. Colocado en un discurso enftico inclinado a la inmensidad, pierde vigor. El SER es la gran mayscula. Qu es el Ser? El Ser es, pero, para Sartre, existe, primer postulado. Las mesas, los musulmanes, los cndores, las seoritas, son. Antes de poder caracterizarlos, la humanidad pensante se ha puesto de acuerdo en que son, existen. Son porque existen. Existen porque aparecen. No existe el Ser que no existe, existe el Ser que existe. El existir no se escribe con mayscula. Se confundieron los que comenzaron a cantar loas a la existencia, sustancia inexistente del existir. Existe el existir, un verbo y su correspondiente silencio. El existir es minsculo porque siempre existe a su modo. Existen los modos del existir, modos hurfanos. No son nada.
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El existir no es nada, segundo postulado. El existir... no... es..., entre el existir y el Ser hay un No, maysculo. Este No, no es el fruto de una actitud reflexiva. No es el adverbio de negacin, ni la expresin de la voluntad de alguien que no quiere. Este No es parte del Ser, ni un rincn ni una ventana, es el mismo Ser que se transforma en rincn o ventana por la accin del No. El No es. Es un gusano, su existir es el agujero que dejan en la manzana. La Nada es el efecto del trabajo corrosivo que sufre el Ser, en su corazn, como un gusano (El Ser y la Nada, pg. 67). Hagamos un poco de teologa negativa, definamos lo que es por lo que no es. La nada no es un ocano. No es el mar de las profundidades ni las aguas mezcladas en los orgenes. La nada no tiene gur, no vive en el Himalaya. No es la placenta previa del mundo, no es madre, ni padre. Tampoco es la muerte, si sta se resume en las cenizas finales. Pero s la muerte, si sta es una falta de ser. Al Ser le falta, pero no al estilo lamento por abandono. Le falta lo que tiene. Y qu tiene? Tiene perfil. El Ser se presenta de perfil, tercer postulado. Decamos que el Ser es existir. Su existir es manifestacin, modo de aparicin, un fenmeno segn la fenomenologa. No est mal decir, entonces, que el Ser es un fenmeno, y, adems, ya lo veremos, es fantstico. El mundo est poblado de seres, los entes. Los entes tienen la comn caracterstica de que son, pero siempre a su modo. Les seres no se presentan en el limbo, ni en una mnada. La mnada es la burbuja transparente que flota en un universo de mnadas. Recordemos a Ieronymus Bosch y sus humanidades enfrascados en esferas cristalinas, a la deriva, en estado de mximo placer. Les seres no son circulares: por uno de esos azares inexplicables todos los seres que conocemos tienen lados, regulares o no. Y siempre se presentan por algn lado, y no por todos los lados a la vez. Los seres se manifiestan de costado. Los eternos pastores del pensar, aquellos para quienes el
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pensar aparece como una inspiracin, un beso de la Musa Filosofa, o un beso de Martn Heidegger, estn a la espera de la voz vertical del Ser. Dulce canto de sirena que promete el orgasmo conceptual. Y siguen a la espera, el Ser llegar de arriba, descendiendo con un paracadas rosado sobre el falo palpitante de los hombres. El Ser, para Sartre, muestra un lado, esconde otro, muestra el otro, y se oculta el primero, presenta tres y desaparece el segundo: queremos rodearlo, abrazarlo, tragarlo, y, a pesar de nuestros esfuerzos, algo sobra, algo falta, residuos y carencias. Inspirador de una corriente, la estructuralista, que finalmente lo descuartiz, Sartre es el primero en pensar al Ser como resto, residuo, basura. Este fugitivo, ubicuo y reptil, rado y esquivo, es una rata. Provoca nuseas. No es el ser-pulpo de Spinoza, omniabrazador y multitentacular, humores negros y tintas venenosas se desprenden de su cabezota pantesta. Tampoco el ser-avestruz, que todo lo come, todo lo digiere, lo elabora y lo traga, a la manera de Hegel. El ser-rata, para Sartre, vive en los basurales, es animal de agujeros y alcantarillas. Es rpido, burln e inasible. Posee la materialidad de la imagen, el espesor de la mscara y la boca del eco. Pero esta movilidad del ser no es atributo heredado, ni virtud innata. El desplazamiento y el carcter huidizo de esta ontologa resulta de un nuevo personaje. Para que el ser exista es necesario el vaco de la nada, una nada provocada, enunciada. El Ser del Hombre es una larva, cuarto postulado. El que inquiere no sabe, ignora, hay una nada en su bagaje epistemolgico, y si no sabe, tampoco es, porque el Ser lo abarca todo, y la nada de conocimiento es una nada de ser. Hay por lo tanto, un ser interrogante, que es precisamente el que trae la nada al mundo. Dice Sartre: El ser por el que la nada viene al mundo debe ser su propia nada (ibid., pg. 69).

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La nada gusano ya est por encontrar la larva que le dio origen. La larva tiene apellido, es... el... Hombre. Insiste Sartre: El hombre es el ser por el que la nada viene al mundo (ibid., pg. 71). El hombre pregunta, y su no saber introduce la nada en el mundo, es el creador absoluto del No. Ya tenemos a los principales actores, los protagonistas de la ontologa sartreana: el Ser-rata, la Nada-gusano y el Hombre-larva. Recomiendo, una vez ms, al lector, que cada vez que se encuentre frente a un tratado de ontologa, trate de averiguar cul es la zoologa que lo sostiene. El Ser es un animal. Y ahora s, ante l, nos sacamos el sombrero.

Serlo o no serlo todo


Georges Bataille escribi La experiencia interior. Es el fruto de diez aos de meditaciones y experiencias que corrigi y resumi en los aos negros de la ocupacin. La muerte del padre, literalmente bombardeado en su lecho, coincidi con un acceso de religiosidad y una decisin: la de internarse en un convento. No era para menos. No es cruz de poco calibre haber bombardeado al padre y huido con su madre. Bataille quera ser cura, pero no fue suficiente. Luego, se entreg a la mstica, y a lo que ella exiga: una entrega de cuerpo y alma. Tambin se hizo poeta y conoci a los surrealistas, cre un movimiento de intelectuales que fundaron una revista en el prostbulo que frecuentaban, fue miembro central del Colegio de Sociologa, una institucin heterodoxa que divulgaba y enriqueca los aportes de la antropologa y la sociologa francesas, esa ciencia juda como se deca en aquella poca; recuper para el mundo un Nietzsche algo ms limpio que aquel del que abusaban los adeptos del Reich; la mujer que amaba, Laure, falleci; y padeci una enfermedad pulmonar que lo inmoviliz con frecuencia. A comienzos de la dcada del cuarenta, cuando Bataille resume sus
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experiencias interiores, su pensamiento sufre la enfermedad de su cuerpo, le falta aire. No tiene ms ganas de vivir y se retira a un valle perdido, el de su infancia, para meditar escribiendo. Su pensamiento agonizaba como la poca, signada por la muerte, la putrefaccin y la oscuridad. Francia habitaba la gran caverna pulmonar de Bataille. Sigamos a Bataille. El hombre que se demora en el domstico estado al que nos condena la vida pblica y privada, y acepta las leyes de la supervivencia, en la que nada es absoluto porque todo es relativo, ese hombre es un golem, una jaula abierta, una tumba sin nombre. Que el todo sea relativo, es una catstrofe humana de la que el Sapiens jams podr reponerse. Decir todo relativo es una paradoja, es inimaginable, nada tiene que ver con frases habituales como: el todo es relativo a sus partes, o todo es relativo a otro todo, o un todo es relativo a s mismo; no se trata de ninguna lgebra ilusoria. Si el todo es relativo es porque no es absoluto, y la muerte del absoluto es la muerte del Ser. He aqu la famosa frase de Bataille: el hombre sufre por no serlo todo. Este serlo todo, es un cncer que se inscribe como deseo en la carne y el espritu para slo borrarse con la muerte. El hombre sufre, aun sin saberlo, por esta imposibilidad. Podr emborracharse, podr ser actor estelar de innumerables orgas, capaz de excesos inesperados, jams satisfar su deseo de absoluto. Morir quemado por su sed. No serlo todo constituye la dimensin de lo imposible. Es una quinta dimensin, ms all del tiempo y del espacio, que se marca en el alma y la hiere. La experiencia interior es, para Bataille, un suplicio, lo imposible en la existencia. O se lo sufre, o se lo evita, y no deja muchas alternativas: el dolor o la hipocresa. El dolor del suplicio debe ser profundizado, cavado en su llaga, con firmeza. El hombre debe llegar a ser Amo de su sufrimiento, cruel con el dolor. Debe tambin gozar con el ridculo, su propio
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ridculo. Mostrar su pudor y montar un circo con su vergenza secreta. Por esta apropiacin de la herida caen como muecos los representantes de la autoridad, cesantes por ausencia de culpables. Bataille nos hace pensar en el dans Kierkegaard; l tambin se sita en una dimensin religiosa. Re-ligar es unir, atar lazos, perderse en el Universo sin garanta de ningn seor, fugarse y no huir, se huye de y se fuga hacia, fugarse hacia el abismo, decidirse y arriesgarse en la nueva aventura amorosa. La fe exige coraje, soporta el peso del temor y temblor. Pero, aclara Bataille, desear serlo todo es, finalmente, una mascarada, otro disfraz. El hombre que quiere ser, no hace ms que dormir, mejor dicho, soar. El todo es la mujer de sus sueos y siempre ser tentado por la postura de la adoracin, gastar sus rodillas. El hombre debe ser lo que ya es: inacabado, imperfecto, a veces bueno, como deca el dans Kierkegaard: un marido. Pero cmo llegar a serlo? preguntaba Bataille. No es sencillo. Ser necesario recorrer el laberinto de la angustia, hasta la ltima curva, dejarse invadir por ella, morir en ella. Bataille ve al hombre que soporta la mxima angustia sin las fuerzas mnimas para sostenerse, acurrucado como los mendigos en las calles oscuras, en estado de splica que no se expresa con gestos, perdido. Los resortes de sus maxilares se debilitarn, se le caer la boca, la lengua inmvil sobre el paladar ser un tobogn para su saliva. Babear, se arrastrar. Ser la viva imagen del idiota, tarado por el dolor y la angustia. Un proceso tal que por entropa existencial produce el fin de las sensaciones. Grado cero de la afectividad. A este desesperanzado, el todo, relativo o absoluto, le dar igual, nada le importar, ni vivir ni morir, el tiempo ser montono, mecnico, repetitivo, rutinario, indistinto, la plena expansin del aburrimiento metafsico.

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El monarca de esta grey de sapiens no es un personaje de Bataille, pertenece a Dostoievsky, se llama Kirilov, actor de reparto de Los endemoniados. Tiraba una pelota contra la pared y, oh milagro!, rebotaba. Volva a las manos de Kirilov. Tiraba la pelota contra la pared y, oh milagro!, rebotaba. Volva a las manos de Kirilov. No ms de treinta aos le llev esta operacin. El aburrimiento metafsico es una perversin. No es el nada me divierte, es una catatonia espiritual que se va agradando a s misma. Se va queriendo. Una catatonia masturbatorum, el fenmeno que Bataille denomin Risa. Es una carcajada diablica, la resurreccin del prncipe de las tinieblas, la danza y la risa del expulsado del paraso. La alegra del a-teo. sta es la propuesta de Bataille: el camino de la verdad pasa por el sufrimiento. Desde el sin fondo de la angustia nacer el pequeo bailarn que transformar la repeticin en instante singular, la rutina en fiesta. El hombre reir desde la fatalidad de la verdad, desde su imposibilidad de serlo todo, desde su padecer y su no-saber.

La noche del encuentro


Sartre ley la Experiencia interior, a fines de 1943,y asest su primer golpe. Sartre siempre fue peligroso, pero nunca como en esos primeros aos de 1940. Era una mquina de lucidez, una aplanadora de raciocinio, su mente no dejaba nada limpio, adonde apuntaba, pulverizaba. En tres breves aos, escribi y public las mil pginas de El Ser y la Nada, la extenssima novela Los caminos de la libertad, obras de teatro y, cuando no tena nada que hacer, se dedicaba a criticar y analizar lo que otros hacan. Amn de llevar un metdico diario ntimo de lo que viva y pensaba.

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Sartre ya conoca a Bataille, a lo lejos, espordicamente. Haba disfrutado de su hospitalidad en alguna que otra fiesta, entre toques de queda y estados de sitio (Pars siempre ser una fiesta), conoca su labor en el Colegio de Sociologa y su amistad con los surrealistas. Se haban tratado amigablemente, Bataille respetaba sus lucubraciones filosficas, a enorme distancia de sus intereses, y no sospech que una noche, sin invitacin previa, Sartre se convertira en el ser-rata voladora con los colmillos clavados en la yugular de su experiencia interior. El nuevo mstico es el ttulo con el que Sartre encabeza su artculo. Veamos ahora los pasos que sigue en el preparado de su trampa. Sita la escritura de Bataille en un gnero literario: el ensayo. Afirma que la poca vive una crisis del ensayo. Que la novela haba encontrado su lenguaje con Kafka y Camus, y el ensayo no, hijo del siglo dieciocho. Primera consecuencia: la crisis que respira en la experiencia interior no es una crisis existencial sino literaria, que Bataille no es el fundador de ella sino un continuador de la tradicin. Que el rubro que Bataille elige en la ensaystica es el llamado ensayo-mrtir, con su estilo, su seduccin. Consecuencia segunda. El estilo que practica Bataille es el exhibicionismo. Ved mis lceras, ved mis llagas, Sartre dice que Bataille se abre de ropas. Y cuando el lector se apura por echar un vistazo y encontrar su placer, zas!, Bataille se cubre. Con qu? Con razonamientos. Nos habla de Descartes, de Sade, de Nietzsche, de Pascal. Recomienza, dice sufro, nos entrega en ofrenda su dolorosa experiencia interior, nos recuerda que es un acto de despojo, de desnudez, de rasgarse las vestiduras, abrirse de ropas y carnes y, cuando el lector quiere meter mano, zas!, se cubre con palabras. Tercera consecuencia. Este desvestirse y cubrirse del seor Bataille, as lo llama Sartre, es un strip-tease de palabras.

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Las que sufren y allan son las palabras, la sangre roja es tinta negra, la agona del cuerpo es un retrucano lingstico. Cuarta consecuencia. La naturaleza del lenguaje obliga a decir. Cuando la escritura se gua por el ideal de la desnudez y pretende llegar al silencio que subyace en cada palabra, se agregan palabras. Es como escuchar un discurso de interminables horas, de la boca de alguien que no hace ms que repetir que no sabe expresarse con soltura. Un discurso de la imposibilidad. Quinta consecuencia. El seor Bataille no tiene sex appeal. El despojo y la desnudez y su posterior recubrimiento lograrn el efecto deseado si lo que se esconde y muestra es tentador, excitante. Pero ser excitante no es necesariamente decir que se va a ser excitante. En realidad, es un modo de enfriamiento, un apaga-incendio. No hay carnes tentadoras detrs del verbo del seor Bataille. Consecuencia nmero seis. Bataille escribe para el aprendiz de brujo. Transmite una leccin de retrica sobre el medio ms eficaz para lograr un holocausto de palabras. Una leccin de potica para hacerse ducho en el sacrificio de las palabras. Su pasin por la civilizacin azteca, por sus rituales sacrificiales, por los corazones de los inmolados calentndose al sol, lo induce a buscar al degollador de la literatura. Bataille es un azteca del lenguaje. Consecuencia nmero siete. Qu pretende Bataille con sus efectos disolventes? Sartre responde: la eternidad. Bataille habla del instante, de la marca temporal en la que es dable vivir todo entero y de una sola vez, de la irrupcin de la catstrofe en la lenta repeticin del tiempo terrestre. Este todo entero y de una sola vez es la figura del temor a la muerte. El azteca es un cobarde. ltima consecuencia. El instante, el sacrificio y la risa son los caminos de la experiencia imposible. Necesaria e imposible. De ah las lgrimas del seor Bataille. No le duele nada, es hombre de llanto fcil.
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Tiempo despus, Bataille respondi. Admiti todas sus culpas, se declar acreedor de todas las faltas que le imputaban. Cmo no habra de hacerlo aquel que pregonaba la exhibicin pblica de las culpas, el que gozaba de su propio ridculo? Pero aclar algunos puntos. Metmonos en la garganta de Bataille y movamos su lengua, hablemos por su boca: Mi escritura posee una velocidad poco controlable por la pluma que la sostiene. Las palabras pretenden contener el flujo pensante, pero su tarea de dique fracasa por innumerables rajaduras. Mi actitud de escritor es la del caballo desbocado, puede decirse que me doy rienda suelta, no se sabe en dnde voy a acabar, no s si algn da acabar. Conocemos las peripecias del que es vctima del nunca acabar. Su deseo se mantiene y crece, su deseo se infla y se carga, se hincha, enrojece, y se tensa hasta el extremo de sus posibilidades. No tiene respiro ni alto en su ascenso, ni reposo ni fin. Este deseo que nunca acaba termina en la desesperacin. Prosigue la boca de Bataille: Por eso me pierdo en el vrtigo de mis palabras, ms veloces que el viento. Debo admitir la inconsistencia de mi pensamiento, castillo de arena para el que lo mira con la lupa del pensamiento lento. Mis ideas no tienen consistencia aunque a veces me parece que estoy por acabar, que mi idea llegar a su fin, que estoy adquiriendo la solidez del concepto. Pero es imposible, una voz subterrnea me recuerda que todo pensamiento se desmenuza por definicin, es friable. Y, nuevamente, surgen las palabras como relmpagos incoordinados. Sartre est celoso porque he coqueteado con la Nada. Debe pensar que la Nada es su seora. No ha ledo a Hegel. Tiene razn cuando afirma que mi Nada es una Noche hipostasiada, un cogulo negro. Para este vampiro del da, este duende diurno, es evidente que debo ser un pantesta negro, lo soy. Soy pero no el de ayer, ni recuerdo lo que dije ayer, quin fui ayer, comienzo con una idea y contino con un soni54

do, la nocin de no-saber es una campesina que ruge como un cerdo, penetrada por el dolor de una enfermedad incurable. Recorro los registros literarios sin previo aviso. No soy mstico, no soy poeta, ni filsofo ni cuentista, ni siquiera ensayista. Soy un delegado del deseo indefinido, el ngel rebelde del Ser.

Desenlace y conclusin
La historia de las ideas es un campo de batalla. No son las ideas las que pelean entre s, armadas con lanzas espirituales. Las ideas viven en los cuerpos y en los textos, y sin ese pasto mueren por inanicin. Grandes combates metafsicos marcaron la cultura; le dieron su estilo y fisonoma, sus vencedores y gloriosos y sus vencidos y olvidados. Lo que llama la atencin en el combate que hoy conmemoramos, Sartre vs. Bataille, es la fecha y el horizonte de su desarrollo. Es un combate metafsico clavado en el ncleo de un combate fsico. Una lucha del Ser Para s contra el No Ser Todo, en el majestuoso marco de una carnicera de cuerpos. Denominamos carnicera de cuerpos a las guerras en tanto estrategia para la produccin de la muerte. No se trata aqu del extrao fenmeno que caracteriza al pensador, su talento para la abstraccin, que le permite distraerse por un lado para mejor concentrarse por el otro. Los filsofos piensan y escriben en las crceles, Gramsci y Pirenne entre otros lo confirman, tambin lo hacen en campos de prisioneros, como Levinas y Sartre, en lechos de enfermo en compaa de un fornculo para el caso de Marx, y de la tuberculosis para Bataille, se puede filosofar cmodo e incmodo, con apetito o borracho y, a veces, hasta con algo de hambre. Pero no deja de ser llamativo que un pas ocupado por fuerzas invasoras en medio de una condescendencia general y de una propaganda orquestada por funcionarios intelectuales sumamente nacionalistas, amn de periodistas y hroes deportivos y artsticos,
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una nacin en la poca ms sombra de su historia, contine siendo caldo de cultivo para que dos brillantes pensadores se larguen con todo en una esforzada gesta ontolgica. Porque no es lo mismo ser pensador que zapatero. Son artesanas diferentes. El pensador piensa y para pensar en el libre movimiento de la conciencia, especialidad de Sartre, o en la frentica danza del brujo azteca, amor secreto de Bataille, cuando por las calles de Francia circulan las botas gamadas, las estrellas amarillas pintadas en los abrigos de los judos, cuando se huele el secuestro y el fusilamiento, el pensante debe ser dueo de algo ms que el mero pensamiento, debe tener imaginacin, una enorme fantasa para elaborar un cuento de hadas conceptual. Sin embargo, y a pesar de su entusiasmo por las peripecias de la experiencia interior, Bataille estuvo lejos de ignorar los acontecimientos exteriores. Diez aos antes de la ocupacin nazi, reconoci la importancia del fascismo, su marcha certera y su progresiva eficacia. La juventud europea se haba cansado de las eternas y pueriles discusiones de congresales haraganes, mientras los verdaderos poderes urdan sus negocios en otras oficinas. Bataille no se espant con rubor liberal ante la propuesta autoritaria. Analiz su accionar en un trabajo llamado La estructura psicolgica del fascismo. Esto fue lo que nos sugiri: la sociedad est determinada por dos principios, el principio homogneo y el heterogneo. La dimensin de lo homogneo implica la semejanza, la medida y la equivalencia. Se aplica a la circulacin de hombres y bienes equiparndolos segn una medida comn. Es el reino de lo general y de la abstraccin, una estrategia de mercado. Es la vara de la magnitud la que estipula qu es mayor o menor en la feria social. Se producen bienes de intercambio, o sea, valores. La calidad y la especificidad son asimilables y traducibles a cifras. El orden de la cantidad. El principio de lo heterogneo se refiere a aquellas cosas no asimilables por la regla del clculo universal. Aquello que es diferente, los res56

tos no metabolizables por el estmago social, lo que biolgicamente conocemos como excremento. Hay filsofos distrados que se apresuran y se afilian a esta filosofa de lo diferente, creyendo en una ilusoria religin de lo singular. Y lo diferente y singular puede ser pasto para ensoaciones poticas, como justificacin para holocaustos de fama. La filosofa siempre ha sido muy elstica. Bataille afirma que la psicologa del fascismo se apoya en el principio heterogneo, regla de la singularidad y la diferencia. Ejemplo clsico: la doctrina del Jefe Natural, el Gran Conductor. Es la figura del Amo, lo inasimilable, diferente, extranjero, lo que Gilles Deleuze denomin Dspota. Pero este Amo que simboliza lo heterogneo no por eso es una basura, no es un resto. Es inasimilable por ser el espacio exclusivo de la pulcritud. Clara, limpia y noble es la voz del Amo. Adems, por polaridad insistente, este polo necesita de su negativa, su inasimilable opuesto, el famoso perro que escucha la voz del Amo, el paria. El Amo diagramar un claro en el bosque, un lugar recto y puro para delicia de familias, patrias y dioses. Enfrente, los parias, los subversivos, no los que alientan una vida mejor despedazando nios o adultos en algn colectivo, sino aquellos que encarnan el mito de lo bajo, de lo vil. A masacrarlos. Este Amo heterogneo se calca sobre las figuras del medioevo, las que establecen la jerarqua de lo Superior, del ms all, de la cumbre en la que descansa el Rey. Sociedad pura y noble es esta comunidad religiosa y militar. Se organiza por los estatutos de la jerarqua y la disciplina y se ampara en las nobles cualidades del honor y el deber. Subordinacin al Jefe y coraje personal, regirn esta sociedad estamental. Principio religioso de la sangre y virtud del valor personal constituirn el nuevo hombre. Puro y fuerte. Los afiches franceses representando al indito joven europeo, el mozalbete del futuro, antpoda de los metecos y burgueses adiposos, luciendo sus brazos de acero y su perfil cortante y viril, as lo atestiguaban. Herr Terminator.
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Algo saba Bataille de la condicin humana, en su psicologa del fascismo nos recuerda tambin las corrientes sdicas de las sociedades totalitarias. En el individuo coexisten tendencias sdicas y masoquistas; esa ambivalencia pulsional no es peligrosa para los semejantes. Ltigo va, litigo viene, el reparto es equitativo. Pero la sociedad filtra mejor sus partes y ajusta una mejor divisin del trabajo social. Las corrientes sdicas se separan de las masoquistas y surgen instituciones con un alto grado de pureza sdica, funcionarios perversos que se divierten remedando al Marqus, y sin literatura. Bataille ya pensaba en estas cosas cuando Sartre todava crea en los pajaritos. Para Sartre, el hombre est solo y libre, esencia no esencial, dueo de su destino y solamente esclavo de sus decisiones. Nadie ni nunca acabar con esta libertad mientras el planeta sea planeta La filosofa del Ser y la Nada no pareca peligrosa para el ocupante. Pero, qu poda hacer la cultura fascista con este discpulo del maestro Heidegger, que converta a la humanidad en un hormiguero de jefes, solos y libres de cualquier otro jefe? Este pequeo Sartre estaba ms cerca de un anarquista que de un hombre de ley, y lejos de toda filosofa marcial. Ms vala desconfiar de este ontlogo que haca del ser una rata y del hombre un bastardo. Sartre y Bataille se dedicaron a romper al Ser mientras los nazis rompan hombres. Y, sin embargo, esta actitud no es un pecado. Nadie puede decir que Sartre o Bataille hayan sido colaboracionistas; no formaron parte de los mercaderes de la promocin, ni incitaron al sometimiento. Resistieron la presin del victorioso, no creyeron en un hoy nazi e inmortal en los das en que todo pareca perdido. Continuaron, entre ontologas y literaturas, la edificacin de un sueo pensante, otro sueo de la razn. Si sirvi para algo? Quin sabe, los sueos no cambian realidades, pero no las dejan dormir.

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Razn y violencia*

No es un mal mtodo filosfico el que se emplea cuando nos encontramos frente a dos palabras, consiste en saber que nos encontramos frente a dos palabras. Sucede con las palabras ordinarias que se nos imponen por su evidencia. As acontece con razn y violencia, son vocablos ordinarios, pero tambin filosofemas, habitantes discursivos de la comarca filosfica. Tambin sucede con las evidencias que la claridad, la extrema claridad que vehiculizan, se torna oscura. Aquello que sabemos, lo que se presupone, es difcil explicarlo, ms aun definirlo. Lo tengo en la punta de la lengua, lo tengo pero no me sale, ah est pero me faltan palabras, son expresiones que el filsofo clsico conoce bien, le caen como anillo al dedo. El filsofo aprovecha la oportunidad y si conoce algo de historia, recordar que el conocimiento racional tiene su lugar de procedencia en Grecia, al ser derrotadas las sectas esotricas por los nuevos sabios de la polis, sofistas y fisilogos.

* Exposicin sobre el tema Razn y violencia realizada en el Centro Cultural General San Martn en octubre de 1985. Compartieron el panel los profesores: Klimovsky, Casalla, Savater.

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La filosofa es exotrica, tiene un deber inclaudicable: ser explcita. El pensamiento filosfico debe nombrarse, ordenarse, ofrecerse a un pblico, exhibirse en un espectculo visual y auditivo. Palabra y escritura. La palabra filosfico-racional es palabra de ciudadano dirigida a ciudadanos, objeto de acuerdo o desacuerdo, polmica o adhesin. La erstica, la crtica, la dialctica, los estilos del primer lenguaje filosfico sealan un saber discutible, refutable, espacio de controversia, confrontacin discursiva. No es posible pensar el nacimiento de la razn occidental sin este espacio polmico que los griegos llamaron agn, un desafo para el cazador solitario, un yudo verbal. En lo que acabo de decir hay dos trminos que convendra rescatar: evidencia, prueba. Deca que la razn occidental que ha sido situada en Grecia no puede pensarse sin ese espritu de competencia, desafo y lucha que los caracterizaba. Tampoco la locura y el mito estaban excluidos del logos griego. La razn griega, tal lo expuesto por el maestro italiano Giorgio Colli, es inseparable del sistema oracular en el que se conectan el trance de la pitonisa, la interpretacin del sacerdote y el enigma lanzado al consultante. Este andamiaje de piezas heterogneas constitua el dispositivo racional. Lo que aqu interesa rescatar es una imagen de la razn poco habitual en Occidente, proclive a separarla de sus antiguos compaeros. Si la razn recordada se estimulaba con desafos y pruebas, la razn de la modernidad nace con una propuesta diferente, la de una evidencia. Dice el canon de la exactitud: Que la razn es universal. Se sostiene sobre verdades simples e inmutables, claras y distintas. Evidentes. Que la razn caracteriza al hombre, y lo une a Dios a lo largo de un tobogn matemtico. La chispa divina es un lgebra. Todo se puede conocer, todo se puede calcular, todo se puede representar. La mathesis universalis.
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El universo cartesiano de la Razn con mayscula sustituye a la alicada fe religiosa, exange por los cismas. Esta razn que nace con la ciencia moderna, inaugura un trayecto optimista con una propuesta: conquistar, dominar y controlar la naturaleza. Nace nuestro racionalismo, sus pretensiones y sus sistemas de exclusiones. Los deseos de la razn. La locura, la imaginacin, el sueo, el cuerpo, pequeos objetos descartables, incomodan la utopa racional, violentan los esquemas analticos, por lo tanto, como lgica consecuencia, no existen. Pero la historia no es slo la historia de los optimistas, hay decepciones, guerras napolenicas, guerras mundiales, treblinkas, hernanes corteses, las carniceras humanas siempre han hecho reflexionar a los hombres sobre los verdaderos alcances de su podero cerebral. El optimismo de la razn burguesa que con libertad, fraternidad, igualdad, guiaba a los hombres hacia un mejoramiento tico y poltico, se adorn con terror y guillotina. El optimismo positivista de la belle poque lleg hasta las puertas de la Primera Guerra Mundial. El pacifismo y el cosmopolitismo de la socialdemocracia europea presenci sorprendida el ascenso de Hitler, la guerra civil espaola y la masacre de los judos. El optimismo de la razn tecno-cientfica, a raz de estos y otros acontecimientos, propag sucesivos vahos escpticos que los esperanzados no pueden soportar. Y aducen, entonces, que las inter-masacres son el resultado de la lamentable irracionalidad humana, de sus apetitos nunca satisfechos, de las voluntades perversas, de la imaginacin malsana, de las epidemias masturbatorias. Sin embargo, si la bandera de la razn tuvo un poder disolutorio y revolucionario cuando luch contra el dogmatismo religioso, sus hroes Bruno, Galileo, en nuestros das cambian su vestimenta y misin. La razn crtica que combati las evidencias religiosas ha sido metamorfoseada en razn reguladora, razn administrativa.
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La razn tcnica todo lo puede, no deja rincones libres, los mecanismos de burocratizacin y disciplina aniquilan mrgenes, desprecian lo que es diferente, y cuando se excitan, encierra y ausculta en espacios concentracionarios. La razn triunfante pierde su aspecto crtico y se transforma en pensamiento racional monoplico y exterminador. La desaparicin de las culturas no occidentales, el ensayo tecno-cientfico sobre poblaciones, ilustran la riqueza que el modelo puede aportar para mejorar las relaciones humanas. Gritar contra la razn desde cualquier ideologa paradisaca, desde el yoga hasta la doctrina del ser, querer deshacerse de la racionalidad es absurdo. Tambin lo es suponer que la nica racionalidad vlida es aquella que sigue los moldes del principio de identidad. Pretender crear una tica cientfica, una poltica cientfica, es recaer en los afanes dogmticos por encontrar garantas absolutas. Dios ha muerto, y ha sido su mejor regalo, el ms sublime suicidio. Las garantas absolutas no existen, slo los hombres a partir de una voluntad poltica comn y una tica, pueden establecer objetivos. Ningn a priori, ni religioso, ni cientfico, asegura la realizacin de ideales, ni la paz, la libertad o el progreso. La razn es violenta porque la vida lo es. Quizs los hombres encuentren las vas de resolucin de conflictos al margen de la violencia generalizada, las guerras, que hoy se llaman exterminacin. El inters de los eruditos por los problemas que conciernen a la biopoltica y la biotica, nos indican que las cuestiones de supervivencia estn a la orden del da. No es mediante la creacin de marcos jurdicos incuestionables o mediante la promocin de epistemologas formales que se evitar la violencia. Slo la voluntad poltica de una comunidad que se impone por su energa puede sobrevivir. De la tica del deber, a una tica del querer. Mientras en nuestras sociedades la existencia de los hombres se entrelace con hambres y humillaciones, la promocin de razones universales resonar como un eco hipcrita. Usan62

do la terminologa de los epistemlogos, mientras subsistan las asimetras, los contratos estn falseados, y las cartas marcadas. La violencia existe, evitar que nos extermine constituye una tarea, no slo racional.

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Sartre, un pensador bajo (1980)*

a Mariana y Camila

Escribir sobre Sartre es contar al revs. Una cuenta regresiva tiene obstculos y trampas. No es una vuelta al hogar ni un sereno retroceso a lo conocido, tiene muy poco del reencuentro familiar y mucho del reencuentro no familiar con la familia. Pertenece al orden de lo siniestro. La vuelta al hogar produce un vaco viscoso y un desperfecto en la reconciliacin. La irrupcin de lo extrao en lo familiar provoca nuseas. Terminados los primeros sntomas, esas ansias inevitables por de-volver el residuo al vaco, al afuera o a la dispora, sobreviene el tedio. El tedio es un sentimiento metafsico (Baudelaire).

Publicado en la Revista Argentina de Psicologa, nm. 28. 1980.

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Pero no todos los retornos se aceptan con esta dosis de verdad. Hay regresiones heroicas, un irse y volverse para Alguien. Son los que se alejan de refugios ancestrales con la esperanza de una vuelta triunfal y de una muerte victoriosa. Suean con un entierro majestuoso velado por la propia resurreccin. El que se fue recoge la experiencia del mundo y con las manos llenas de novedades atraviesa el umbral del retorno y... se le cae y se le rompe su tesoro de experiencias magistrales para decaer en el mero relato. Son los que cuentan su viaje. Slo a los viejos metafsicos se les puede ocurrir volver en paquebotes de primera. Confunden la memoria con un colchn, duermen en el recuerdo tal fakires, cubiertos por lo indoloro. Leer a Sartre es volver a Sartre, y como todo retorno, ya no es igual. Esta diferencia no es la distancia triunfante hoy de moda. Sartre pas de moda, ya no es actual. Volver y releer son actos de nuestro tiempo. El lector del da es un arquelogo. Desentierra monumentos, adorna totems, adora fsiles y vislumbra profecas. Somos los grandes inventores de la recurrencia. Los ltimos descubrimientos de la ciencia y las actualidades de la modernidad, nos arman con la lupa del hallazgo. Descubrimos a los descubridores a la espera de quien nos revele. Una grata tautologa de la novedad. Ser difcil que a alguien se le ocurra propiciar una vuelta a Sartre de modo anlogo a las vueltas de calesita que nos entrega la sortija-Freud, sortija-Marx o sortija-Nietzsche. Volver a Sartre es empresa de fracaso, nadie podr fundar escuelas sobre la videncia de su tercer ojo. Fue hombre de su tiempo, as lo asever, y los tiempos duran lo que tienen que durar. Y as como el tiempo tiene cortes, el mundo tambin los padece, y, ms an, eso que lo sobrevuela: las ideas. Las ideas no se matan, y es absolutamente cierto. No se matan porque mueren solas, en lenta y triste agona. Y de tan66

tas ideas muertas se almacenaron otras tantas tumbas, los llamados signos. La filosofa se dedic a estudiarlos y quiso descifrar su secreto. Las ideas perdieron su aureola y el pesado monumento que las cubra; entregaron sus nombres y cifras, ms un epitafio. Muertas las ideas, muerto el pensamiento. La facultad pre-clara del hombre se hizo negra. Sin embargo, hoy encontramos pastores del pensar, eternos amantes de la ontologa y ms eternos an servidores de la academia. El pensamiento naci en la academia, y los nostlgicos desean volver a ella. Si el pensar salvara, es evidente que los bpedos que pueblan el planeta, estn drogados. Consumen la droga de la estupidez. Lo que debera ser cierto, si no fuera por esos pensadores que suponen que basta dejar de hacer para Ser y callarse para escuchar. Y Sartre lo vislumbr. La metafsica de su poca volva a las fuentes, a los merodeadores pre-acadmicos, a las grandes preguntas de los sabios de las grutas, al despojo que lucan. La metafsica preguntaba por el Ser. Hoy da la voz del Ser se apaga rpidamente, pese a los pastores del pensar. Otras son nuestras inquietudes, nos atrae ms la ontologa del barro y cada vez menos las miradas etreas de los acadmicos de la pipa terica. Al Ser se le concede el mismo respeto que tiene el jubilado y el delirio de algn profesor simptico. Sartre habl del Ser y la Nada. Tiene hoy sentido continuar con aquella perorata? Por supuesto que s. Cuando un servidor de Dios nos pregunta si preguntar por Dios tiene algn sentido, qu respondemos? Nada. l s sabe respondernos: por supuesto que s. Es muy difcil deshacerse del Seor, aunque no tanto del seor Sartre. La perorata del Ser y la Nada puede hoy tener sentido y no por el Ser. Y s por la conciencia. Largo tiempo de digresio67

nes acerca del inconsciente nos inclina a pensar que todo est resuelto. Habernos fabricado un destino, una suerte de fatalidad que habla a nuestro travs, ser porta-voces de una madeja que se teje ms all del alcance posible, no tranquiliza ni resuelve nada. La fatalidad es soportable si alguien traza su trayecto, lo es menos si lo nico que la rige son las leyes del azar. Un destino annimo, fruto de una apuesta, nos parece incomprensible. Sin embargo, el destino y la fatalidad no son cosas que deban ser tomadas a la ligera. Pertenecen a lo trgico, y una existencia trgica no es una existencia terica. No es suficiente contemplar la Figura ni escuchar la Voz. Lo trgico no se sabe, se vive, y pocos saben vivirlo. El filsofo si algo sabe es fabricar pensamientos, y los pensamientos jams son neutros. Si carecen de imparcialidad, si no sobrevuelan las alturas transparentes, es porque viven. No es el tinte de su relacin con el poder lo nico que les da un sello. Hay pensamientos tranquilizadores, pero hay pensamientos temibles. El filsofo es ducho en crear pensamientos heroicos. Sabe bien que hay reflexiones que producen miedo, y sabe mejor an, que se puede huir de pensamientos propios. Es frecuente olvidarnos de nuestras propias ideas. Argimos que nada es propio, y que tan slo existe lo comn. Nos es comn el pensar titiritero que regala la conduccin de los hilos al otro. l la coma con los ojos. Esta frase y otros muchos signos indican con suficiencia la ilusin comn al realismo y al idealismo segn la cual conocer es comer. (El hombre y las cosas, pg. 25.) Para Sartre la conciencia no tiene ni digiere. No se caracteriza por virtudes alimenticias. La conciencia es posicin, y se articula a una pre-posicin. La conciencia es conciencia de. Si la conciencia tragara cosas correra el mismo riesgo que el lobo de Caperucita. Sera inerme receptculo pleno de objetos.
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Su vaco no se llena ni su estatura cambia. No hay un crecimiento de la conciencia, no madura, es eternamente verde. La conciencia no se tiene ni se presta, y, menos an, se toma. No hay ms tomas de conciencia en nuestra reflexin que tomas de yudo. El objeto no se enfrenta a la conciencia, ni en el amor ni en la lucha. El conocimiento no es un espacio diseado para amantes o gladiadores. No se encuentran cara a cara. La convergencia se produce entre dos rostros hendidos y parciales. Un encuentro esquivo y fugaz. Son caras sin ms (caras), y lo oculto es costado. Forma clave de la arquitectura sartreana: el perfil. Siempre un solo ojo, pero no el tercero. No es ojo vidente sino ojo tuerto. Es verdad que las cosas se dan por perfiles, es decir, simplemente por apariciones (El Ser y la Nada, Tomo I, pg. 32). Y el Ser? El Ser, sin duda, es, pero, para Sartre, se hace. Tuvo la virtud de sacarle esa pesada mayscula que hoy se intenta restituirle. Para nosotros el Ser, desde ahora, ser ser. Para Sartre el ser es deslizamiento fugitivo de apariciones. Su esencia es ex-sistencia. Ha sido arrojado al mundo de la metamorfosis. El ser est atravesado y es travesura. La transversalidad es su direccin, y la transversatilidad tambin. No hay ser que no sea una manera de ser (El Ser y la Nada, pg. 34). La trascendencia indica un ms all. En este caso cuenta ms el ms que el all. Un exceso o un defecto sin destino previo. El ser no est, al igual que el lobo, y menos en otra parte. El cosmos no ha sido dividido en dos, lo han ametrallado. Es un colador. El fundamento, la piedra inaugural, ha sido desenterrado y expuesto: un espejo. El ser tiene la consistencia del reflejo. No es ms que modo. Las apariencias nos mostraban un solo ojo, que guia. Es ojo expectante e incierto, no es super-visor. El ojo sartreano no vive de arriba, se manifiesta de costado. Es ventana de perfiles.
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Este ser fugitivo, ubicuo y reptil, rpido y esquivo, es una rata. Provoca nuseas. No es el ser-pulpo, omniabrazador y multitentacular. El Dios de Spinoza tambin tiene sus modos, pero son modos asfixiantes. Humores negros y tintas venenosas se desprenden de la cabeza pantesta. El ser-rata no es el ser-pulpo, no es omnipresente. El ser-rata tampoco es el seravestruz. No es un tragatodo a la manera de Hegel. El ser-rata vive en los basurales, es animal de agujeros y alcantarillas. Es rpido, burln e inasible. Posee la materialidad de la imagen, el espesor de la mscara y la boca del eco. Pero no siempre fue as. El ser era, y era lo que era. Absoluta inherencia consigo mismo, araa herida retrotrayendo las patas, bola negra. Supongamos a un testigo armado de valor frente a la bola negra. La interrogar. As la interrogacin es un puente tendido entre dos no seres: no ser del saber en el hombre, posibilidad de no ser en el ser trascendente (ibid., pg. 46). Frente al animal retrado esperar una respuesta, y toda respuesta determina un s y un no. As, la interrogacin, es motor de negaciones. La pregunta dirigida al ser produce la emergencia del no-ser. Dos citas: el mundo no descubre su no ser sino a quienes han empezado por poner este no ser como posibilidad... un ser es frgil si lleva en su ser la posibilidad definida de no ser (ibid., pgs. 48-50). El no ser lleva a cabo un trabajo de vaciado. Es productor de vacos, de nadas. Y as como el ser no est en otra parte, no es Presencia majestuosa, la nada tampoco tiene lugar. Es artesana de huecos, su destino es imprevisible, parece caerse y remonta, est por posarse y despega. La nada, al decir de Sartre, mariposea. Esos pozos de aire tienen su efecto: sorpresa, miedo, nusea, y lo siempre previsible: la angustia. No debemos confundir. La nada no es un ocano. No es una pista de aterrizaje hueca para el descenso y ascenso de las cosas. La nada no es el mar de las profundidades ni las aguas mezcladas de los orgenes. No es la placenta previa del mun70

do. La nada es el efecto del trabajo corrosivo que sufre el ser, en su corazn, como un gusano (ibid., pg. 67). Pero, el gusano, de dnde viene el gusano? De la larva. Y la larva? El ser por quien la nada viene al mundo debe ser su propia nada (ibid., pg. 69). O sea, quin es el testigo que le pregunta a la bola negra, el testigo que no vale nada? EL HOMBRE. El hombre es el ser por el que la nada viene al mundo (ibid., pg. 71). Y ya tenemos a nuestros principales personajes, hemos reconstruido la ontologa sartreana: el ser-rata, la nada-gusano y el hombre-larva. Recomiendo al lector que cada vez que se encuentre frente a un tratado de ontologa, trate de averiguar cul es la zoologa que lo sostiene. El ser es un animal. Y ahora s, ante l, nos sacamos el sombrero. (Nuevamente.) Hay quienes creen que hablar del ser es sndrome de oscurantismo. Y se equivocan. Hablar del ser es fantstico. Pertenece a una zoologa fantstica. No debemos criticar al ser en nombre de la razn. La razn es otro animal. Las ontologas no son irracionales, no lo son suficientemente. El irracionalismo tiene sus mtodos, cuidadosos y pulidos. Siglos de prolijos castigos corporales nos dieron envidiables xtasis msticos. El ontlogo es un mstico vergonzante, huye de los arrebatos, pero, en su fuga, los lleva a cuestas. No es capaz de dejar los lentes por la toga. Recordemos que San Francisco se desnud, y Heidegger se coloc una boina. La magia es una tcnica minuciosa pero su resultado no es racional. Claro, tiene efectos controlables sobre el grupo social, pero el estado que provoca traspasa la razn. No es en nombre de la ciencia que el ser pierde vigencia. La vigencia se pierde cuando la palabra ya no rige. Sin regencia no hay vigencia. Y sin embargo, cosquilleos ontolgicos se siguen dejando escuchar. Por qu? Por Lacan. Tanto sujeto escindido y tanta carencia fue aprovechada por una ontologa olvidada para redoblar su ataque. Y volvieron las maysculas. Nombre, Padre, Edipo, Carencia de... Ser.
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Cuando Lvi-Strauss era despedazado por malabaristas de la microepistemologa, fue obligado a responder que la filosofa era su pasado, su querido pasado. Acaso no fue compaero de banco del filsofo que aqu nos preocupa? y, justamente, por ese cario, le place recorrer una y otra vez su historia y detenerse en alguno que otro paisaje metafsico. Es un turista de la filosofa. Y un viajero que no se preocupa por sentar sus reales en ella. Dios santo!, Lvi-Strauss juega con la filosofa. Y Lacan tambin. Debemos admitir que existe lo que se denomin la filosofa espontnea de los cientficos, y, aunque Lacan no lo sea, sin duda, tambin la tiene. Tiene su espontaneidad, que no le viene de Freud, y s, a veces, de la ontologa. Pero no debe sorprendernos. Lacan es un profeta, la iglesia del nombre del Padre tiene su Papa. Rodeado por hijas, yernos y dems parientes, se desparraman a su alrededor los que escuchan La Voz del Amo. Lacan juega, los discpulos le rinden pleitesa, y los ontlogos ganan dinero. Todo queda en el mejor de los mundos posibles. Sigamos con la filosofa. Hay filsofos que diagraman su metafsica como un campo de batalla. Los mrtires y los prceres pueblan sus mayuticas y una grata perversin, un eterno juego, compensa el esfuerzo y la neuralgia. La dialctica es un campo de batalla en el que todo termina en paz. Y si existe una excusa vlida, una mentira aceptable, es ese deseo: vivir en paz. Pero como deseo, y no como lucidez. Si, como dice Sartre, el dolor es el aspecto afectivo de la lucidez, la vieja dicotoma filosfica entre Fe y Razn, puede convertirse en extremidad: deseo - dolor! No parece gran descubrimiento. No ser el primero en descubrir el amor entre el deseo y la muerte y su bello recorrido al amor. Ni el intrngulis entre deseo y sufrimiento, desde Buda y su rueda giratoria que se sabe. Tampoco repetir las escenas de sangre y sexo con las que erectan los
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apasionados del erotismo. Ya pocos se excitan con las monjas, ahora existe La Mujer. Una obra como la del Seor Bataille, a la que yo llamara de buena gana (y el autor me autoriza para ello puesto que en su libro se habla tanto de suplicio) un ensayo mrtir... Ved, dice, mis lceras y mis llagas. Y se abre las ropas... El Seor Bataille quiere existir todo entero y prestamente: en el instante... El Seor Bataille debe observar, describir y persuadir. La poesa se limita a sacrificar las palabras; el Seor Bataille quiere darnos las razones de ese sacrificio. Y es con palabras como debe exhortarnos a sacrificar las palabras... el Seor Bataille se pregunta cmo puede expresar el silencio con palabras... el Seor Bataille fue cristiano devoto, conserva del cristianismo el sentido profundo de historicidad... El Seor Bataille vuelve de una regin desconocida, redesciende entre nosotros... el Seor Bataille escribe para el aprendiz de mstico, para quien, en la soledad, se encamina al suplicio mediante la risa y el disgusto... el Seor Bataille se entrega, se desnuda ante nuestros ojos (El hombre y las cosas, pgs. 107-113). Sartre nos habla de Bataille como de un SEOR. Con maysculas. Porque le merece respeto, el mismo que tiene el to Tom por su Amo melanclico. El sirviente ama a su amo, se compadece del desgarro que sufre entre su afn de pureza y su irremediable inclinacin al pecado. El hombre es tentado por la suciedad, oh! terrible tentacin! Para Sartre la suciedad no se concentra en la entrepierna. La suciedad, la suya, queda impregnada en las manos. Su filosofa es un ataque frontal a Poncio Pilatos y a sus miradas de discpulos. El espritu de seriedad y la mala fe fundan las conductas de excusa. La fe, la buena, es un voto de confianza a lo desconocido, y esta ofrenda ingenua deja de serlo, cuando el voto se paga con creces, es decir, con carnes. El sacrificio ilustra la hidalgua de la buena fe. As como la buena fe es una ofrenda, la mala es un despojo. El sujeto no miente, es mentido. Ha sido engaado. El peso
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del esto o de lo otro, va ms all del las circunstancias me obligaron. Es ms sutil, es: no me di cuenta. La mala fe es no darse cuenta, y se introduce as al que da cuenta por uno. Alguien sabe por nosotros. Sin embargo no existe la verdad en s ni la mentira en s. Se miente una verdad y se desoculta una mentira. Es imposible olvidarse de haber decidido; el Otro, s, claro est, nos atraviesa, pero siempre por donde ms nos gusta. La culpabilidad ms que asunto de pubis es dilema de cabeza. El erotismo es una versin agregada a las filosofas del pecado, pero la culpabilidad, y la angustia, la que Sartre recoge del pastor del precipicio, de aquel que pastorea por su amor a las cumbres y no por compasin al rebao, el dans Kierkegaard, es la consecuencia inevitable del acto. No hay circunstancias atenuantes para el crimen, y la fe no justifica, al contrario, abandona. Quin ms que su vctima acompa a Abraham en su periplo al monte? Quin ms solo y desprotegido que l? Kierkegaard pone un primer parntesis, arma preferida de la fenomenologa. Los simtricos semicrculos aslan, pero siempre a los costados. Su habitante, el protegido a derecha e izquierda, est suspendido en el aire. Vive en su confortable morada sin base ni techo. Este relativo aislamiento est en suspensin y suspenso. De lo que deriva algo ms que temor, es ocasin de temblor. Entre el temor y el temblor flota la nada. Se teme algo pero se tiembla de nada... si nada me constrie a salvar mi vida, nada me impide precipitarme en el abismo (El Ser y la Nada, T. I, pg. 81). Kierkegaard trab combate con una religin que se defina como opio, no el placer chino, sino algo comprable y satisfactorio. La religin del siglo del progreso se apare a la ciencia, tambin a la industria y a las nuevas ilusiones. La iglesia sufri un nuevo empacho, ya haba digerido el primero, el condenado por Lutero. La religin se ahog en el optimismo y, como no hace mucho se deca, se aburgues.
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El espritu de la Reforma se hizo heroico y contable. Cada vez ms contable. La fe se transform en creencia y aquello por lo que los primitivos perecieron en la pira, se convirti en reaseguro de futuro seguro. La certeza no es compaera de la fe, y la religin no es una rama de la estadstica y de su diagrama de probabilidades. Kierkegaard no negocia con el Seor. Rebelin trgica ante la degradacin, y lo que es ms actual an, protesta ante la dictadura del optimismo. La fe es apuesta e incertidumbre. El jugador es un profeta, un visionario, el hroe de Dostoievsky suea con el Ocho. La fe no es razn, es corazn, y no por los pobres sentimientos que contiene, sino por las corazn-nadas a las que se juega. Abraham no vio ni escuch la voz de las alturas. Llev a su primognito rumbo al mximo sacrificio sin ms garanta que un suspiro cuasi-mudo, una inspiracin. Sabemos que los genios se definen por los arrebatos y Abraham posea el talento de la entrega. Ofreci un regalo inconmensurable a la espera de una recompensa hueca. Tuvo fe en su inspiracin, y los tres das que deambul slo tuvo soledad y sordera. Sonidos que le gritaban desde adentro y un remordimiento que se enroscaba en su cuello. El arrepentimiento, su mejor hermano. Esta heroica travesa es un diseo de la angustia, esa abstraccin del temblor. Para Kierkegaard la fe no es la bastarda de la razn. Se tiene fe cuando se sabe. La ceguera no es atributo de la fe, no existe si no es lcida y, menos an, si no la inunda la angustia. Nuevamente, el dolor es el aspecto afectivo de la lucidez. La opcin se nos ofrece en la ignorancia. No hay quien responda o garantice una certeza ni quien alegue a nuestro favor o desfavor. La creencia no es el candado del pensar, un ms all que se satisface con el mejor lugar, al menos, el ms constante. La fe descree del lugar y es una apuesta al desierto; la fe es u-topos: no tiene lugar, pertenece al reino de la u-topa.

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La trascendencia se produce en un aqu y ahora, y el visitador, el Mensajero de las alturas que nos trae la Voz del Padre, es una alucinacin. La tierra est poblada por aquellos alucinados anunciados por Nietzsche, que no dejan de lamentar su orfandad. Ser hurfano es sufrir un corte en el origen. Es aceptar la no respuesta al enigma que ms nos concierne. Viola nuestra sed y nuestra desesperacin. Ser bastardo es enfrentar al ocultamiento del origen. La orfandad es vaco y la bastarda, ilegalidad. El bastardo sabe de clandestinidad, pero tambin sabe que hay una respuesta. Slo le falta el reconocimiento, al hurfano, la salvacin. El hurfano va hacia el desierto, las dunas son su testigo, su grito inunda el silencio. Ser santo o profeta. Ser lo que deba ser. El bastardo queda en la urbe. Su lugar es marginal, pero tiende a la conquista del espacio vedado. Su destino es otro, el NO corre por su sangre. Salvar para salvarse. Sartre bastardo es hijo de madre y de padre olvidado. La ausencia del padrenuestro le permite al sujeto ser libre, puede elegir su rumbo en el desierto. Es libre de gritar al borde de precipicios y libre de elegir la postura de su cada. Pura contingencia. Si bien el humano depende de los recursos a su alcance, de lo disponible, es libre, al menos, de interpretar el alcance de sus recursos. Le queda su conciencia, pero sin justificacin ni legalidad. El planeta est poblado de bastardos. Que no haya respuesta no implica que falten preguntas. Al contrario, al haber clausura de salida, maraas de rutas sin destino, sendas perdidas y caminos que llevan a ninguna parte, la palabra se dibuja en la pista que deja el paseante en su bsqueda infinita. El laberinto carece de arquitecto y su habitante es el nico que puede conocer la huella. Para eso necesita volver, reconocer, detectar su pasado, recoger las seales. Las marcas que deja podrn salvarlo, y nuevamente perderlo. El
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rastro que lo evoca es un nuevo laberinto, una nueva madeja sin punta. Queda la bsqueda, el ansia por salir, la distancia entre una huella y otra. El trazo es puntual y el viaje es errancia. El error es lo que define al habitante del laberinto-mundo. La bsqueda y la errancia son nuestro destino y los nicos signos que nos orientan son los ganchos simtricos que se hunden en la tierra, y en nuestra carne: ?. Hubo filsofos que pretendieron colgarse del gancho interrogativo. No es Sartre uno de ellos. Su bastarda no lo hizo preguntn. Siempre llega un momento en que se cree saber lo que se dice. Existe un fundamento sobre el cual apoyarse, y es eterno placer del aprendiz de filosofa aparecer en ese instante para preguntar. Aunque, en realidad, nada pregunta. Simplemente quiere divertirse. No son grandes interrogantes sino pequeos, minsculos, amables. Hasta el Ser ms impecable, hijo del fundamento ms excelso, el gran Pro-Ser amedallado, tiene su desliz y su cscara de banana. Del Ser no hay ms delicias que sus accidentes. Y ah est Sartre para relatarnos este tipo de peripecias. Ver caer y sucumbir por distracciones a los seres de grandes cabezas, a aquellos que poseen brjulas existenciales y ms vlvulas de seguridad, ms que placer sdico es divertimento de perverso-travieso. Pero seguir hablando del Ser ya deja de ser divertido. Por qu hay algo ms que nada y no nada menos que algo o algo menos que nada, no quiere decir mucho. No es pensando que se vuelve al origen, si lo hay, ni siquiera preguntando, si hay algo que interrogar, y muchos menos creyendo en el Ser. Adorar hoy al Ser ya no es volver a la academia, peor an, es regresar al convento, con toda la hipocresa que eso implica. Si de Sartre a Lacan se habla de una carencia de ser o de una falta de ser, asumamos la verdad, la de que el ser ya no est, y juguemos en el bosque, aunque est petrificado. O no juguemos ms, como los ctaros (puros y suicidas).
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Pero de conciencia se seguir hablando, o podemos negar su existencia? Haber ungido al carnaval como nueva fiesta filosfica, haberse enamorado de las mscaras, cantado glorias al manierismo y cultivado el placer de la forma y de la superficie, no dirime ni resuelve la cuestin. La cuestin de Sartre es profunda, o acaso la tica no lo es? Afirmar que los hombres saben lo que hacen no es ms ni menos ridculo que sostener que por el supuesto saber del sujeto, son dignos del compasivo hacen lo que pueden. El a medias vctimas y a medias cmplices no nos saca del a medias, que es el colmo del cinismo. La mala fe no es no creer, afirma Sartre, es creer a medias. Pero que el disgusto por la mediocridad no nos arrastre al culto del Hroe. Los Superseres forman parte del ideal, que si bien nos gua, tambin nos pierde. Como afirma Lacan, hoy los nicos seres que interesan son los seres intermediarios, que, por la intermediacin, son parsitos, esta vez del cielo. El Mateo de Los Caminos de la Libertad es uno de los grandes personajes de la literatura. No hay hroe ms atractivo que el que se aburre. Y Mateo se aburra terriblemente, un Philip Marlowe de la filosofa. Presencia y admiracin de lo norteamericano en Sartre: Faulkner, Dos Passos, Hemingway, modelos para armar y copiar. Hay algo de Humphrey Bogart en el impermeable y en la pipa de Sartre. Su voz era similar y el cigarrillo al costado, si no era el mismo, se le pareca. Que los hombres no sepan lo que hacen, o que lo sepan, que hagan lo que pueden o que fracasen, tampoco mejora con un hacen lo que les place. El placebo es mirado con condescendencia y sorna. Se lo interpreta como maniobra del poder, a la par de cualquier efecto de sugestin. Lo que s podemos afirmar frente al conocido el ser es lo que es, es que los hombres hacen lo que hacen. De esto no caben dudas. Yo soy otro son palabras de Rimbaud que Sartre rescata y venera. Pero ese otro no es lo comn que unge a la poblacin de semejantes en un mismo fracaso de libertad. El otro de
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la necesidad o de la determinacin es una recada en el naturalismo, en el reino de las leyes que homogenezan y diagraman los elementos. El otro es la imposibilidad del ojo de recuperar las miradas que lo miran. Parece extrao, y lo es. Cul es la distancia entre los ojos y la imagen? Que los expertos en topologas aporten el matema correspondiente. Lo primero que sabemos del otro es que est. Es decir, ocupa un lugar. No es transparente, nos es imposible ver a su travs. Y no solamente nos impide ver ms all, tambin nos enclaustra en el ms ac. Su opacidad es su cuerpo y en l hay dos huecos movedizos, sus ojos, que producen un efecto. De los incorpreos que nos presentan los estoicos, hay uno destacable: la mirada. Sintetiza Gilles Deleuze: La teora de Sartre, la del Ser y la Nada, es la primera gran teora del otro. Sucede que Sartre super la alternativa: el otro es objeto (aun objeto particular en el campo perceptivo), o bien sujeto (aun sujeto otro para otro campo perceptivo). Sartre es aqu el precursor del estructuralismo, pues fue el primero en definir al otro como estructura propia o especificidad irreductible al objeto y al sujeto. Pero al definir esta estructura por la Mirada, volva a caer, quizs, en las categoras objeto y sujeto, haciendo del otro el que me constituye como objeto cuando me mira, plausible de constituirse en objeto cuando llego a mirarlo. Es probable que la estructura-otro preceda a la mirada; sta marcara el instante en el que alguien viene a llenar la estructura. La mirada no hace ms que efectuar, actualizar una estructura que debe ser definida con autonoma. (Critique, junio l967, pgs. 512-513.) Es de conocimiento pblico que Sartre nunca pudo llevar a cabo un proyecto que le era especialmente caro: elaborar la moral de nuestro tiempo. No pudo concretarlo porque sufri lo que supo describir con minuciosidad: los avatares de la conciencia. El efecto del acto certero y de la palabra medida calibra lo condenable y lo que puede ser redimido. Es difcil medir la justicia y la justeza desde una conciencia que es mera
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posicin. Y si el uno y el otro se disputan un mismo lugar, no es posible establecer un orden si no reposa sobre un proyecto de libertad. Pero si hay algo de lo que se duda, y ya hace tiempo, es de que los hombres sean libres. Sartre nos remita a la praxis y a las posibilidades de la accin, sin embargo, cuando la estructura se hizo vigente, esa nocin englobante fue rearticulada en una serie de prcticas discretas y sistemticas. La praxis se distingue de las prcticas. El reinado del Ser impona el mandato de la Presencia y de la unidad, despus del diluvio estructuralista la hecatombe hizo lugar al advenimiento de la diferencia y de lo ausente. Las prcticas estn determinadas por una instancia que es ltima e invisible. El agente es uno de los elementos de su estructura. pero esta cualidad activa es funcin de una relacin. El agente es al mismo tiempo soporte de una sincrona estructural. Que hubiera praxis indicaba que alguien la ejerciera. Y en Sartre esa misin le fue confiada al Hombre. As como revaloriz a la conciencia frente a una ontologa que la subordinaba al Ser, subray la funcin de la praxis frente a una Historia que sintetizaba los momentos y la experiencia de un sujeto absoluto, material o angelical. Mediante la conciencia fenomenolgica y la praxis dialctica atrajo al Ser y a la Historia al corazn de un personaje protagnico: el Hombre. Inversin humanista. Fue acusado de idelogo moral, y, sin duda, esta vez, lo fue. Su proyecto fue tico y pre-ontolgico. Y para tener una referencia pertinente, citemos: La beancia del inconsciente, podramos llamarla pre-ontolgica. Insist sobre ese carcter demasiado olvidado olvidado de un modo que no carece de significado de la primera emergencia del inconsciente, que es el de no prestarse a la ontologa... El status del inconsciente, que indiqu frgil en el plano ntico, es tico (Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanlisis, ed. francesa, pgs. 31-34).
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Y de moral se trata. Y de libertad. Ser libre es elegir, elegir es decidir y decidir es hacer. Moral de la libertad y moral de la accin. Con una pequea modificacin, la libertad se separ de la voluntad. No se hace lo que se quiere, ni lo que se puede, se quiere lo que no se puede. Sin obstculo no hay salto. Hay riesgos, por supuesto. Siguiendo el cuento de Kierkegaard, Abraham pudo haberse quedado sin descendencia, y el hroe metafsico, aquel que grita al borde los precipicios, pudo haber sufrido algn traspi. El xito no interesa en ningn modo a la libertad (El Ser y la Nada, Tomo III, pg. 82). El preso no es libre, puede querer serlo, pero no basta, no es cuestin de interioridad ni de volicin, lo que s puede es tratar de evadirse. Este ensayo es una accin. Intencin es intento, proyecto de accin, no es traducible ni pensable con las solas armas de una tica del deseo: Es preciso, sin embargo, observar que la eleccin, al ser idntica al hacer, supone para distinguirse del sueo y del deseo, un principio de realizacin (ibid.). Esta accin nada tiene que ver con el hecho o el acto de los empiristas. No es la recepcin del dato ni el diagrama abstracto que se constituye por la fuerza de la experiencia. Actuar es incidir, sobre qu?, sobre lo concreto, que aqu s es el cemento, es decir, la realidad. Ser libre es determinarse a querer, decidir. Hay alguien lo suficientemente cnico como para negar que mientras vivi no hizo ms que elegir, pese a opacidades y resistencias? Seguramente que s. Pero algo puede agregarse a esta moral de la libertad. Es frecuente que el filsofo y el moralista hablen del hombre y de sus inmensas posibilidades. Pero as como el ser es elemento de una zoologa, este hombre es sinnimo de un oficio. El oficio del artista. El creador no se salva por su talento, no se redime por la pura intencin. Nadie es genio si no lo muestra o demuestra. La obra es lo nico que justifica al creador. El artista nada es si nada hace. El hombre-artista es modelo en Nietzsche, en Henry Miller, y Sartre parece adquirirlo. El ar81

tista es creador y la libertad es su continente. En l se hace sin ser. El que crea se transporta durante el tiempo de la creacin ms all de la singularidad, al cielo puro de la libertad.

Ya no es: hace
En una entrevista que sufri Michel Foucault, se pretenda conocer aspectos de su vida, ancdotas de su historia personal, que ya no exista. Su intimidad haba muerto con la gestacin de su obra, y protest por esa obsesin en otorgarle una mscara, en crearle una vida fuera de su obra. El artista es como los japoneses, no sabe hablar de s. El artista no es un demiurgo, es su obra. Y quin es el artista supremo, el ms grande y habilidoso? Dios. La metralla sartreana contra el universo teocrtico, tambin tiene su poesa, o sea, sus contradicciones. El artista no est inmerso en un problema ontolgico. Poco le importa ser o no ser. S le importa ser o no ser artista. Y su falta, su carencia de ser, es impotencia, nulidad. Jugando con Hamlet, cero no cero no cer o no cer... o no. Ahora bien, si construir una gran moral es tarea delicada, siempre queda el consuelo de rerse de los moralistas. Y nuevamente nuestro Seor Bataille: Lo que hay que hacer notar ahora es que por el horror que le causa el desgarrn temporal, el seor Bataille se emparenta con toda una familia de espritus que msticos o sensualistas, racionalistas o no, han contemplado el tiempo como poder de separacin, de negacin, y han pensado que el hombre venca el tiempo adhirindose a s mismo en lo instantneo. Para esos espritus hay que colocar entre ellos tanto a Descartes como a Epicuro y tanto a Gide como a Rousseau el discurso, la previsin, la memoria utilitaria, la razn razonante, la empresa, nos arrancan de nosotros mismos. Ellos le oponen el instante: el instante intuitivo de la razn cartesiana, el instante exttico de 1a mstica, el instante angus82

tiado y eterno de la libertad kierkegaardiana, el instante del goce gidiano, el instante de la reminiscencia proustiana. Lo que acerca a pensadores por lo dems tan diferentes es el deseo de existir enseguida y todo entero (El hombre y las cosas, pg. 126). Leer pginas de tan severa actualidad, volver a reencontrarnos con nuestro futuro cuarenta aos despus, dar as una severa reprimenda a un Nietzsche reledo, es motivo de asombro. Hoy que volvemos a deleitarnos con la filosofa del instante para huir de las trabajosas peripecias del raciocinio, escuchamos la risa de Sartre que re de risas ajenas. Pero sobre todo existe la risa de Nietzsche, y es sta la que el seor Bataille quiere hacer suya (ibid., pg. 127). Vivir el instante y ser dueo del aforismo no es fruto de buenas intenciones. Desgarrarse las vestiduras y concretar la furibunda ciruga de abrirse el corazn y romperse el alma, no es garanta de escuchar con delicada armona la Voz del Ser. No es suficiente hablar de la risa, es indispensable hacer rer. l (Bataille) nos dice que re, pero no nos hace rer (ibid., pg. 127). Con voz de pastor satnico de perdido pueblo montas, Nietzsche nos habla de las glorias de la risa y la danza. Pase para l, prohibido para Bataille. El sabor del pensamiento nietzscheano se debe a que es profunda y nicamente terrestre. Nietzsche es un ateo que saca dura y lgicamente todas las consecuencias de su atesmo. Pero el seor Bataille es un cristiano vergonzante (ibid., pg. 133). La danza y la risa son modelos de nuestro tiempo. El verbo deseante ausculta los incidentes del cuerpo sin rganos, insiste en llegar al cuerpo, a la carne, pasar por las vsceras para caer ms ac del lenguaje, ser palabra estomacal, voz cruel del esfago, y ser trazo de sangre hermana, incestuosa, la sortija Nietzsche nos presenta a Dionisios y nos acopla a l. Cantamos de alegra ya hartos de tanto simbolismo y de lgubres epitafios al cdigo... las exhortaciones heladas de este solitario (Bataille) es la nostalgia de una de esas fiestas primitivas en
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las que toda una tribu se emborracha, re, baila y se acopla al azar, de una de esas fiestas que son consumacin y consuncin y en las que cada uno, en el frenes del amor, en la alegra, se lacera y se mutila, destruye alegremente todo un ao de riquezas pacientemente reunidas y se pierde, en fin, se desgarra como un tejido, se da la muerte cantando, sin Dios, sin esperanza, impulsado por el vino y los gritos y el celo al colmo de la generosidad; se mata por nada (ibid., pg. 130). Hermosa fiesta, un poco desordenada pero grata a los sentidos. Hubo muchos que quisieron participar, invitados o colados. Y al entrar, qu vimos? A los pensadores de la tradicin filosfica en jadeante orga especulativa, sin poder dejar de hablar del beneplcito festivo. Filsofos que no pueden dejar de copular entre s al comps del logos. Y all estaba Hume: Cada impresin del espritu es en s misma lo que ella es, se asla en su plenitud presente, no comparte ninguna huella, ninguna carencia (El Ser y la Nada, Tomo I, pg. 211). Nuestro afn de poligamia, de politesmo y de paganismo nos arroj nuevamente al claustro. Ansiosos por vivir el instante no hemos dejado de adorar a la eternidad. Es preciso observar primero que esta identidad consigo mismo los obliga a cada uno sin separacin alguna consigo mismos, aunque slo sea temporal, es decir, los obliga a existir en la eternidad, en el instante, lo que es lo mismo, puesto que el instante, no estando definido por la relacin antes-despus, es intemporal (ibid., pg. 211). Es caracterstico del filsofo que diseca las ilusiones hasta su fundamento, soar con un saber instantneo y fulgurante. Un orden bien establecido puede ser sntoma de coherencia y de una lgica bien asentada, pero aun as el pensador no olvida que su mtodo es arbitrario y fruto de una imposicin. El filsofo exige que el concepto sea explcito, no cree en lo supuesto y en lo tcito, para l, es ndice de falta de claridad, desprecia el misterio y sostiene, adems, que los intuitivos siembran la confusin. El sistema debe ser expuesto, aunque parece no ser suficiente, siempre hay alguien que lo ha impuesto, y
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la pura voz de la verdad se manifiesta como mandato. El orden bien establecido es una reafirmacin de poder ms que un enunciado de saber. Lo que desespera al metafsico. Y lo que se deca verdad no es ms que engao. Doble desilusin. La filosofa carece de las virtudes de la alquimia. Establecer un orden no es producir una mutacin espiritual. La transformacin de la materia y del espritu eran gemelas en las retortas de la vieja qumica. La filosofa imprime tratados en vista a un mejor dilogo, y queda a la espera de una Razn que ordene el caos desde la transparencia. Y esto nada ms: queda a la espera. Pero la hoja no es una bola de cristal, nada aparece en ella si no es la difana enfermedad del que la contempla. Nietzsche deca que a cada filosofa le corresponde una indisposicin. Hay filsofos de la lcera, filsofos de la neuralgia, pensadores hipotensos y los que escriben su secreta masturbacin, que es una indisposicin particular. Pero puede salvar el instante. Las viejas bibliotecas con sus viejos volmenes corren el riesgo de quedar vacas. El refugio acadmico ya no tiene a quin abrigar. El grito de Artaud dirigido a los poetas, el de dejar las plumas y los tinteros y justificar sus existencias a la luz del sol, y en plena calle, atraviesa los conventos del saber. Un conocimiento inmediato y sin preaviso es la nueva meta del pensar. Escuchar y ver, la voz y el mandala, levantan a la reflexin de su butaca descolorida y la mandan a pasear. Por las montaas, por el oxgeno de las alturas, el sabio y su bculo se regocijan con meditaciones encumbradas en medio de altsimas cumbres. El idealismo le cambi la faz a la filosofa. Mientras grandes acontecimientos sacudan el mundo mediterrneo, ms all del Rhin se preparaba una gran ofensiva espiritual. La Selva Negra, el ro helado y las cumbres nevadas fueron motivos de nuevas inspiraciones. La naturaleza concebida y adorada por los pensadores de la igualdad y de la educacin, nos retrotraa a un mundo bblico en que el Edn era jardn. Rousseau pastaba con Emilio entre
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carneros lcteos y melosos. Msica pastoril y canto de aves configuraban una naturaleza que ms que bella pareca buena. Otra cosa es la Selva Negra. La filosofa de esos lares llegaba con otro temperamento. La nostalgia de los idealistas no era hmeda y verde como la mediterrnea, los germanos amaban la roca griega. Y se inici el ascenso. El alpinismo es el deporte de la sangre. Muchas energas se necesitan para sortear la naturaleza que se erige como obstculo. Terminada la lucha por remontar, la cabeza se apoya sobre la hierba. En la paz y el silencio contempla el firmamento. Slo la sangre impulsa a la ascensin. La tierra est hecha para ser violada y, luego, sondeada desde las alturas. Subir es una actitud tica. Y en la punta de la tica, la Salud. Todo hombre es saludable y el gran hombre tiene los pulmones de hierro. La Raza ha impuesto su sello al aire puro de la montaa. Y el aire puro de la montaa corona el ascenso de la Raza. La maana es el tiempo del despertar de los dioses. Y el alpinismo es matinal. La tierra es multicfala, las cumbres as lo atestiguan. Pero en cada cumbre, cima o pico, aparece la superficie exacta para el elegido. Sobre el punto ms alto hay lugar para uno. Loado sea el que llega, el que sube. Desde all podr ver que las nieves blancas son eternas, que las aguas altas son puras y que el espacio explota en su inmensidad. Es evidente que los vahos descompuestos se fijaron a la corteza, la conocida llanura de los pequeos hombres. Es all donde todo se mezcla, por lo bajo. La contaminacin siempre ha sido enviada desde las vas subterrneas. Sobre las capas del descenso el calor roe la vida. Por algo el infierno ha sido situado bajo tierra y las grandes civilizaciones crecieron en pases montaosos. El fro endurece, eterniza. El espacio y el tiempo se funden en un slido cristalino que interrumpe el devenir. El hombre de montaa es longevo y su alma pura, acorde al oxgeno que respira.
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Cuenta Francis Jeanson que cuando Sartre visit a Heidegger en su reducto de la Selva Negra, no le fue dedicada ms que media hora. Heidegger lamentaba ciertos comentarios de Gabriel Marcel y olvid, aparentemente, que su interlocutor haba escrito algo as como El Ser y la Nada. A su regreso, el co-mentario de Sartre no fue menos breve: S, lo vi, en su nido de guilas. Sartre no era alto, ms bien bajo. Ms de una vez coment que tan slo le faltaban unos centmetros para llegar a ser enano. Tampoco era bello, en l la apariencia no era su esencia. Su mirada era desalentadora, el reverso exacto de la de su amigo Paul Nizan. Eran estrbicos en direcciones opuestas, cuando estaban juntos, lo vean todo. Formidable do. Pero s tuvo un atractivo, era viril. De pensamiento viril. Un varn de las llanuras. El llano, por ser bajo, no es una depresin ni un encierro. Es apertura y horizonte. El campo es campo abierto. Para llegar a l, Sartre aprovech la grieta fenomenolgica y se meti en ella. La fenomenologa haba hecho estallar la conciencia: Conocer es estallar hacia, arrancarse de la humedad gstrica para largarse all abajo, ms all de uno mismo, hacia lo que no es uno mismo, all abajo, cerca del rbol y no obstante fuera de l, pues se me escapa y me rechaza y no puedo perderme en l ms que lo que l puede diluirse en m: fuera de l, fuera de m (El hombre y las cosas, pg. 26). Pero dijimos que Sartre era bastardo y que la bastarda por no ser orfandad, tampoco es placer de solitario. El descenso y la bajeza lo situaron en la urbe, en la noche del teatro, en el jazz y en los bares en los que el banquete se hizo caf, el dilogo troc en charla, y de Alcibades naci Boris Vian. No es en no s qu retiro donde nos descubriremos, sino en el camino, en la ciudad, entre la muchedumbre, como una cosa entre las cosas, un hombre entre los hombres (ibid., pg. 27). S, el dolor es el aspecto afectivo de la LUCID-HEZ. In memoriam.
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Deleuze, de una lgica del sentido a una lgica del deseo (1978)*

Es frecuente leer en las observaciones que Deleuze hace sobre su propia obra que una vez finalizado el perodo de las monografas, comienza a hablar por s mismo. Producto de una estructura acadmica rgida y exigente, debi pasar por las etapas del licenciado en filosofa. La filosofa tiene una historia, a veces parece no tener ms que eso, y todo visitante est obligado a deambular por su tiempo eterno y repetitivo. EL HBITO DE LEER. El estudiante de filosofa comienza por lo ms simple: leer; pero aquello llamado simple queda convertido en lo ms complicado. La lectura es un arte, una ciencia; por eso puede suceder lo que Lvi-Strauss describi maravillosamente en los Tristes Trpicos, dedicar la vida a la lectura, contraer el hbito de la lectura. Perversin pasiva de hombre sentado. Deleuze, en Diferencia y Repeticin, define al hbito como una contraccin; los hbitos se contraen y las consiguientes contracciones se marcan en el cuerpo. Y si en Dilogos Deleuze se divierte con la rigidez que los psicoanalistas soportan en sus nucas, qu decir de la rigidez del que
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Publicado en la Revista Argentina de Psicologa, nm. 26, 1979.

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se inclina a la sabidura, del filo del conocimiento, siempre sentado. Sin embargo, el recorrido obligado por la historia del pensamiento es al mismo tiempo una lista de preferencias: Hume, Kant, Spinoza, Nietzsche. Las monografas voluminosas que Deleuze les dedic no constituyen manuales didcticos para la labor estudiantil, son obras analticas en las que plasma su futuro decir. Y lo que fue apego a la tradicin de los grandes pensadores es ahora desvo, doble desviacin. Por un lado a las bellas letras, la literatura, que dejan de ser tan bellas con el segundo desvo: una literatura no francesa y para colmo... inglesa, hasta norteamericana. Lewis Carroll, Ginsberg, Henry Miller, Scott Fitzgerald, Malcom Lowry; Deleuze para hablar por s mismo, forz esta desterritorializacin, hall aire nuevo en este salto tanto geogrfico como disciplinario. La atmsfera francesa es densa aunque, eso s, rigurosa. Pero pocos llegan al rigor, y muchos quedan en la rigidez. Una dureza obsesiva en el habla, la repeticin en el comentario. Hay algo ms en este salto. Los saltos son al vaco, generalmente con paracadas, lo que hace decir a Gilles Deleuze: Qu le queda al pensador abstracto cuando da consejos de sabidura y distincin? Entonces, hablar siempre de la herida de Bousquet, del alcoholismo de Fitzgerald y de Lowry, de la locura de Nietzsche y de Artaud, permaneciendo en la orilla? Convertirse en el profesional de esas plticas? Desear tan slo que aquellos que fueron golpeados no se daen en exceso?, confeccionar investigaciones y nmeros especiales? O bien, ir uno mismo, ver un poco, ser un poco alcohlico, un poco loco, un poco suicida, lo suficiente para alargar la hendidura, pero con cautela para no profundizarla irremediablemente? Por donde miremos, todo parece triste. (Lgica del sentido.) CULPAS. Translcida confesin. Todo parece triste en los muros de la Sorbonne. Pero con Henry Miller nos convertimos en cuasi-intensivos, con Kerouak en cuasi-nmades, con
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Lowry, en cuasi-mescalitos y con Ginsberg en cuasi-profetas psicodlicos. Pero ms que la autora y la lista de prohombres, importan los acontecimientos que encubre. Hay algo aqu perteneciente al pensar y que escapa al orden del rigor. No se trata de transgresiones y las correspondientes tentaciones de lo prohibido. No se pretende jugar a las escondidas o al filsofo salvaje. El alcohol, la droga, el nomadismo (totalmente ajeno al turismo), la esquizofrenia, apuntan a la superficie, la resquebrajan y la abren: caemos de la mano de Deleuze-Virgilio por los infiernos de las profundidades. SUJETO. El pensamiento filosfico francs investig la historia de los sucesivos intentos de disolucin de la figura del sujeto. El Sujeto con maysculas es creador, punto de partida del tiempo, libre de ataduras, no sujetado, y bueno: est bien dispuesto, tiene buenas intenciones. Pensar al Sujeto como malo es una apora. Una cosa es fabricar antihroes, el gemelo en negativo del Victorioso, y otra erigir a la sustancia con el atributo de mala. Descartes supo de la dificultad de creer en un Dios tramposo; no es sencillo suponer a la vida como sueo. El Sujeto es, entonces, bueno, puede as fundar el conocimiento, ser Garante del saber. Es a este Sujeto al que los filsofos de la estructura dedicaron sus armas. Trazaron genealogas de su disolucin y marcaron los sucesivos monumentos: Nietzsche-Marx-Freud, y sus correspondientes lecturas; siempre la lectura! Una tentativa de diseminacin de la figura de lo nico que tambin inscribi a Deleuze, y su pensar, sobre el sentido. ESPECULACIN. La filosofa especulativa toma su nombre de la imagen especular, o sea, del espejo. El espejo refleja al modelo, y si Dios se despliega en el Verbo, ste ha sido pronunciado a su imagen y semejanza. He aqu una caracterstica del espejo, refleja la semejanza. La metafsica especu91

lar se presenta como el desenvolvimiento de una imagen y la posterior re-envoltura en el modelo espejado. Lo que es doble, borra su distancia mnima en la identidad. La buena imagen, fiel y sedante, gui los pasos del filosofar. El tiempo y la historia se exhiben en esta sucesin de copias referidas al modelo exclusivo: en el origen la verdad, luego, el despliegue de sus presentaciones, su recorrido. La verdad vuelve a presentarse, repite su manifestacin en cada uno de sus momentos, se re-presenta. A quin? A s misma a travs del espejo. Como Alicia Carroll. Slo que ella lo atraviesa. Lo toca y lo da vuelta, y cae del otro lado. La inversin. El espejo filosfico devuelve la imagen, reintegra la copia, en una palabra: calca. En Rizoma, Deleuze opone el modelo cartogrfico al del calco, dice: Un mapa tiene mltiples entradas, y no el calco, que vuelve siempre a lo mismo. Y el espejo de Alicia es endeble, no posee consistencia filosfica, carece de seriedad. Tiene el espesor del mapa, del vapor, su frgil estructura permite que una presin suave sobre la superficie invierta los planos. Qu pasa? Alicia cambia de tamao y el espejo ya no reintegra copias de modelo, ahora siembra espejismos, produce su realidad independiente del referente, elabora su propia produccin y genera simulacros. El simulacro, por supuesto, simula. Pero no es el Uno que se hace pasar por Otro, con el simulacro se pierde el Uno y queda el Otro, junto a otro, y otro. La superposicin especular impide la representacin y anula la semejanza. El Sujeto sufre su primera amputacin. Es Uno desfasado con respecto a s mismo. No tiene en dnde reconocerse, perdi su instrumento ms preciado: el espejo, y con l, su pieza ms preciosa, el rostro, su querida brjula. Eso s, le qued una mscara, tras otra mscara. De esto se deduce una caracterstica del sentido: su sin sentido. El sentido es una paradoja, y no un absurdo. ste es falta de coherencia, la paradoja no carece, posee; qu?: Caoerrancia.
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Decamos que Deleuze es filsofo y que su rgida formacin lo hace asiduo visitante del Peloponeso. Grecia ha sido situada como cuna de nuestra racionalidad, la filosofa sell su origen en el Logos, el discurso. Tales precursor, y Platn verdadero iniciador, ilustran este origen que articula filosofa, ciencia y poltica. La filosofa nace en la ciudad; los ciudadanos y el dilogo. Algunos sostienen que la filosofa irrumpe con un pacto verbal, su misin es la de establecer la justeza del discurso. De la justeza del discurso a la justicia en la urbe hay un corto trecho. Sin embargo, Grecia no aparece hoy como el origen puntual de nuestro pensar. Lo que fue clausura es lnea de fuga. Grecia se abre a Oriente, el filsofo citadino se prolonga en el sabio del desierto. El filsofo se dirige a sus conciudadanos, al sabio hay que buscarlo, y encontrarlo. Ya son muchos los que nos cuentan estas peripecias. Dodds, Thompson, Vernant, Burnet, Gernet y Colli entre otros. Hay algo en la aurora de la filosofa que puede interesarnos, y a Deleuze tambin. EL YUDO VERBAL. Es cierto que la filosofa es acuerdo bajo la forma del dilogo o tratado. Pero el dilogo fue combate antes de ser escritura o razn. Dos contrincantes: el interrogador y el interrogado, un objetivo: la victoria (y no la verdad). Una tcnica: el yudo verbal, que en aquellos tiempos se llam dialctica. El yudo consiste en desviar la fuerza del adversario contra s mismo. No se trata de discutir, basta preguntar y dejar hablar. El interrogado llegar solo a encerrarse en una contradiccin. La dialctica se presentaba como un delicioso arte de preguntar, padre de la irona. Ms que combate era un juego, la alternativa vida-muerte fue traducida en triunfo-humillacin. Un deporte oral. Es esta tradicin la que acun los albores de la filosofa hasta que Platn convirti la lucha oral en monlogo escrito (monlogo plural). Pero hay ms. De deporte peligroso, peripecia desnuda del habla que era cuerpo, se transfor-

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m en arte de signos. Destreza y arte de la escritura, de la herida a la grafa con Platn, nuestro primer literato. Qu importa Platn? Mucho. Transfigur el gallardo combate en un romance meloso. Tres actores: el modelo inalcanzable, la copia pretendida y el pretendiente cuya adecuacin es lo que se pone a prueba. Como dice Deleuze, un padre lejano, la hija deseada y el novio. Por ejemplo, la justicia, la cualidad del justo y los justos, recorriendo una serie decreciente de participaciones, todos aspiran a ser partcipes de la fortuna del padre, segn un orden de semejanzas. El mtodo: la divisin; distinguir entre verdaderos y falsos pretendientes. Extrao avatar el sufrido por la victoria ahora disfrazada de verdad. La diosa se llama Aletheia. El discurso como arte marcial para vencer metamorfoseado en arte literario para convencer. La filosofa nace en un abanico de representaciones, el modelo y su despliegue de copias. Hay quienes imitan bien, hay quienes imitan mal (simulan). La disyuntiva: copia o simulacro. Por esta va, la del simulacro, la de lo aparente, Deleuze manifiesta su inclinacin por los estoicos. VERBOS E INCORPREOS. Se dice que estoico es el que soporta, el que deja pasar. Y es cierto. El estoico deja pasar, se deja llevar por lo que est pasando. Eso que est pasando es un acontecimiento, algo que pasa en el tiempo y el espacio, un suceder. Y qu es lo que mejor expresa un acontecer? El verbo. El infinitivo. Brehier ilustra: un cuchillo corta una torta. Qu tenemos? Dos cosas, cuchillo y torta. Dos y nada ms. Afirman los estoicos que tan slo los cuerpos existen. Primer enunciado que interesa a Deleuze: el cuerpo y nada ms que el cuerpo (el alma es la prisin del cuerpo). Cuchillo y torta, y ms an: madera en el mango, acero en la hoja, el filo en sus bordes, maizena, harina, crema... Cuerpos y propiedades fsicas. Pero, no nos olvidamos de algo? S,
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del corte. Cortar no es cuerpo ni propiedad fsica. El cortar no tiene cuerpo, es un cuerpo sin por eso ser fantasma o relato. El cortar es un incorpreo no ideal, ajeno al modelo y a la verdad. Segunda aseveracin que interesa a Deleuze: hay incorpreos no representativos. EFECTOS/BRILLOS. Cortar es una accin, un acontecimiento que refleja un efecto en los cuerpos; pero este reflejo no es una re-presentacin sino refraccin luminosa, brillo. Un espejismo. Los estoicos llaman expresables a estos acontecimientos expresados por los verbos. Citemos a Brehier: Los incorpreos, llamados tambin inteligibles, son o bien esos medios inactivos e impasibles, como el lugar, el espacio, o el vaco, o bien esos expresables enunciados por un verbo, que son los acontecimientos o aspectos exteriores de la actividad de un ser, o en una palabra todo lo que se piensa a propsito de las cosas, pero no las cosas (Historia de la Filosofa, tomo II). El a propsito es la ocasin en que se desenvuelven las cosas, la cosa-cuerpo es un medio que acta o padece. Prosigue Brehier: La razn, en tanto acta, es entonces un cuerpo; y la cosa que sufre su accin, o que la padece, es tambin un cuerpo y se llama materia. En los incorpreos hay algo del reflejo, son efectos que reverberan. Tercer matiz que interesa a Deleuze: el sentido es efecto. Efecto ptico, espejismo, simulacro. Cul es la causa de este efecto? Si un corte es provocado por la accin de un cuchillo sobre una torta, no por eso podemos decir que cuchillo y torta sean causas del cortar. El acontecimiento es efecto de la accin del cuchillo sobre la torta que sufre la pasin de la penetracin. Cuerpo penetrante, cuerpo penetrado y el efecto incorpreo del corte. Efecto sin causa. Cicatrizar no es efecto de herir, herir tampoco de cicatrizar, siendo la piel que nos protege una primera cicatriz; sin embargo, existe entre ambos un encadenamiento que los sita

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como cuasi-causas, no se desprenden uno de otro, se reenvan mutuamente en el simulacro. En el AntiEdipo, el cuerpo sin rganos, revestido en el socius, cuerpo lleno inengendrado, milagrea sus efectos y aparece como cuasi-causa para los agentes que se prenden al cuerpo lleno de la tierra, del dspota o del capital. Volcarse a los estoicos es revertir al platonismo. Dos blancos en un solo disparo. ESTRUCTURA. Incorpreos - efectos, cuerpos - causas, constituyen presencias en bruto, manifestaciones puras de acciones y pasiones, constelaciones de reflejos: Subvertir el platonismo significa esto: denegar el primado de un original sobre la copia, de un modelo sobre la imagen. Glorificar el reino de simulacros y reflejos (Lgica del sentido). Es a partir de una lectura plural que el reino de las simulaciones renov su estatuto. Lo aparente tuvo su lugar necesario en la estructura. La estructura es invisible, una ausencia efectiva sobre la realidad. Los efectos que produce derivan de la eficacia de su funcionamiento. Para evitar el retorno a una dupla familiar a la metafsica clsica, real/ilusin, el concepto de eficacia estructural fue elaborado con minuciosidad. La estructura es invisible y eficaz, su presencia es ausente, no se manifiesta de lleno, acta como lmite para un nmero finito de variaciones distributivas. Combinatorias, combinaciones, articulaciones, distribuciones, mecanismos, efectos, lugares, funciones, determinantes-ausentes, determinados-presentes, son ejemplos del vocabulario estructural. En todo caso, el efecto, en este cdigo pensante, no es expresin de una esencia oculta ni representacin de la verdad. El inters suscitado por el tema del fetichismo, el ser concebido como punto de unin de vertientes tericas hasta el momento inconciliables, fue tambin producto de la separacin entre simulacro y falsedad, de ilusin y mentira. Las ilusiones son efectos estructurales, el desconocimiento/reco96

nocimiento se concibi como mecanismo necesario a las representaciones sociales de los llamados agentes de la estructura, el error se pens como trayecto necesario, errar es caminar. La ilusin, a su vez, es forma y la teora de las ilusiones se enmarca en una teora de las formas de aparicin, necesarias y constitutivas de la realidad. La nica diferencia entre lo real y la realidad reside en la distancia que recorre un sistema de transformaciones. LA REPRESENTACIN. En la Lgica del sentido, Deleuze es copartcipe de este inters por el universo de las formas. Fetiches, lapsus, sueos, sombras, reflejos, pintura, ecos, espejismos, multiplicidad ilusoria que fue necesario explicar y resituar. Se resquebraja la unidad del sujeto, se escinde la figura del crculo y el trazado de la hendidura irreparable produce la dispersin infinita, el desplazamiento, la errancia. Temas conocidos del pensamiento estructural que Deleuze ir minando en una paulatina autocrtica. Como si la filosofa de la re-presentacin figurativa, a la que se le haban cerrado las puertas de la modernidad, retornara encapuchada, ahora disfrazada de re-presentacin estructural. Se ver en el AntiEdipo. Pero hay algo ms que atrae a Deleuze en los estoicos. Hablan de lo primero y lo llaman fuego. El Fuego Primordial no es el huevo csmico. No es liso ni redondo. No hay despliegue y repliegue en el seno de una unidad. Falta la reconciliacin en este movimiento de constitucin y disolucin eternos. No se trata del reconocimiento de un ente que se posee a la vez que se desconoce hasta el momento culminante de su conciencia de s. No hay se, tampoco re, la representacin y el recuerdo de un futuro/anterior: yo... habr... sido. CUERPOS. La unidad es el fuego consumidor-consumador que irradia tensiones. De magnitudes diferentes, opacas unas, otras fulgurantes, densas y voltiles, las tensiones se materializan en cuerpos.
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Los cuerpos son parciales porque encarnan porciones de tensin. Se caracterizan por el conglomerado de fuerzas que los atraviesa. Los cuerpos no flotan como mnadas reflejndose la redondez ptima; en el universo gneo lo primero es la mezcla. Los cuerpos se mezclan en la re-torta del alquimista csmico. Habla Herclito. Los verbos expresan aconteceres, desde ellos Deleuze nos expone la dimensin del simulacro; las fuerzas-tensores se coagulan en cuerpos, por lo que stos poseen un atributo mayor: la intensidad. Esta figura, la de la intensidad, es el primer peldao de un pasaje de problemtica en la obra deleuziana, sin embargo, el indicador de estados, tambin pasa por los suyos. LA NUEVA NOVELA. Cuando Robbe-Grillet provoc un pequeo tumulto en la intelligentzia francesa, recordemos, las palabras estaban imbuidas del tinte tenebroso y angustiante de un sujeto libre y comprometido, autntico y responsable. La concepcin del mundo existente haba inundado de moral todo intento de pensamiento. El filsofo que jams pudo llevar a cabo un tratado de tica, enrareci la atmsfera francesa, y ms all tambin, de vapores superticos desplegados entre Dios y el Diablo, el hombre y la historia, y tambin las prostitutas... y las moscas. El mundo de los objetos-cosas despeda viscosidad, nuseas como se deca en aquella poca. Fue el momento en que hizo su presentacin la novela objetiva con su indiferencia al sujeto, un recorrido de mirada fra y especular y el lenguaje como nuevo solista del pensamiento. Las palabras parecan cosas, o lo eran, se desplegaban en tenues reflejos y tiempos detenidos bajo la apariencia sutil y crocante de las mscaras. Los corredores de los castillos, las blancas balaustradas frente a jardines en laberinto, el silencio de las palabras, realzaban la presencia del lenguaje. Comenzaron a tejerse hebras, trazos, marcas, pliegues, contornos, y aristas en el nuevo mundo significativo. La visco98

sidad dio lugar a un cierto aire de ligereza y el clima fatal de autenticidad se trastoc en un alegre baile de simulacros. La mirada ya no fue el reflejo petrificante de los otros, sino el lmite fugaz frente al cual las palabras-cosas se presentaban en su neutralidad. Pareca posible jugar a una nueva irresponsabilidad. SERIES E INTENSIDAD. Una novela objetiva, una antropologa estructural, una ciencia de la lengua, despertaron el inters por el simulacro. Pero hubo revueltas y cambios de postura y lo que fue simular se rehzo en un sentir. Volvemos a la intensidad. Deleuze introduce la nocin de serie para pensar la diferencia en un modelo a-representativo. La serie est constituida por elementos discretos ubicados en una relacin diferencial, una sucesin de discontinuidades atravesadas por una lnea articulante. sta es la intensidad, un elemento diferenciador. An inmerso en un pensamiento estructural, Deleuze busca una salida, una fisura desestructurante en el esquema de lugares y funciones. Llevado de la mano de Nietzsche, nos habla de intensidad, pero sta, en una primera instancia, no es tensin sino lugar. En una serie se articulan los elementos que la componen segn una razn diferencial. Las series se articulan entre s, conectando las diferencias constitutivas de cada una de ellas. La serie del hablar se articula a la de comer, una serie biolgica se conecta a una lingstica y sta es funcin de una econmica... las unidades discretas se enganchan constituyendo series verticales, transversales. Un crucigrama serial. El arabesco que traza la lnea que articula al conjunto serial es lo que se llama intensidad; posee dos atributos: heterogeneidad, transversalidad. La intensidad de un sistema se define como una configuracin articulada de series heterogneas. Las series al comunicarse, producen acontecimientos

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en sus bordes, sucederes que revientan tal rayos y truenos y un conjunto de sujetos larvarios y pasivos. (Lgica del sentido.) Esta concepcin de la serie poco se distingue de la de estructura, ms an cuando se destaca la ubicuidad de un lugar sin ocupante o de un ocupante sin lugar que recorre el trayecto y dibuja la figura. Esta ausencia-presente que defina a la estructura, tambin designa a la serie. Sin embargo, habra una diferencia. La intensidad no es el lugar mvil que se pasea por la estructura y su funcin diferenciadora no es efecto de la casilla desocupada o significante mayor. Si el arabesco que expresa la intensidad se convierte en smbolo, lo hace por un tour de force, porque como dice Colli que dice el poeta: prximo est el dios y arduo es aferrarlo. (Despus de Nietzsche.) DIFERENCIA INTENSIVA Ese lugar se convierte en tal porque se inscribe una diferencia no espacial sino cuantitativa, una diferencia de tensin, una fisura intensiva. Cantidad porque la primera diferencia es una diferencia de grados, y esta grieta primera irradia los tensores y su recorrido. La intensidad es el motor de un sistema de series, o, como dice Nietzsche, la fuerza que lo atraviesa. En Rizoma y Kafka, Deleuze distingue a la mquina de la estructura. La primera cabalga sobre varias estructuras disponiendo as conjuntos heterogneos. Disposiciones maqunicas de elementos heterogneos. Lo homogneo ser efecto del funcionamiento del sistema. La serie de diferencias atravesada por la fuerza intensa, simula semejanzas, identidades y diferencias. El simulacro es el producto de un sistema de diferencias de series disparatadas. La fuerza que atraviesa los estratos del sistema es la intensidad, diferenciada en el origen, y los simulacros, el efecto ptico reverberante.

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SUPERFICIE/PROFUNDIDAD. Desde La Lgica del sentido hasta el AntiEdipo, Deleuze recorre el trayecto de la intensidad. La superficie es una capa tersa en la que es posible diagramar contornos de figuras. Pero si la superficie deja de ser el velo frgil sobre el que se producen acontecimientos, el manto voltil y cambiante del sentido, sobre ella se expresa una fuerza tamizadora que resquebraja su textura. Proviene de las profundidades, se origina en el abismo y su virtud radica en el efecto de las partculas im, tras , in. Lo impensable, incognoscible, tras-sensible, devora superficies y organizaciones, es principio trascendental que oficia de colador de formas y mquina de lo informe. Lo informe es el sinfondo activo presente por sus erupciones (percibimos la diferencia temperamental de este enunciado con el estructural vaco que distribuye lugares. Lo terico es siempre temperamental). Volcn esquizofrnico de Empdocles, volcn mescalito de Lowry. El mundo de las profundidades carcome el sentido, lo anula, deja partculas flotantes, en suspenso, no articuladas, con trayectos multiformes y caticos. EL ESQUIZO PROFUNDO. Artaud sufre de espritu rgano, de espritu traduccin, de espritu intimidacin de las cosas. Su cuerpo despedazado se parte por las tensiones de lo im-posible; la fuerza aniquiladora que le impide pensar. Pensar no es fcil. Si pensar no es traducir o rearticular lenguaje articulante ya amortizado, el empeo en fabricar una idea puede llevarse la vida, o el cuerpo. Estoy por debajo de m mismo, o por encima, dice Artaud, pero siempre distante de mi rgano pensante. Artaud es el grafito del lpiz que se gasta, el pulso dbil del trazo. Para Deleuze, Artaud es un habitante ejemplar de las profundidades, un recolector de resaca para quien toda escritura es una porquera. Alicia Carroll vive en un pas de maravillas, de naipes con naipes, de reyes y reinas, juegos de azar alrede101

dor del humor y la perversin. La esquizofrenia es otra cosa, es cosa. Los principios activos y pasivos que, segn los estoicos, legislan el proceder de los cuerpos, tambin se apoderan del lenguaje, lo parten en consonantes duras y blandas, vocales explosivas, articulaciones implosivas, y las palabras-letras se transforman en entidades que ven y vemos, nos comen y comemos, soplan y soplamos, siempre afuera, al alcance de ninguna mano, objetos de apoderamiento, objetos cortantes o lquidos. Pensar lo impensable es tarea ardua, labor de problematizacin e interrogacin hacia una apertura al Ser, que no es redondo o limpio (un globo de oro que a la vista reluce y al odo dice), un Ser es desestructurador desde el sin fondo. PERVERSIN Y SUPERFICIE. De las profundidades llegamos al pensar, parece que tienen que ver. Con los simulacros bordeamos el mundo superficial, era el mundo perverso. Lewis Carroll se pasea por un universo de sorpresas, cada segmento que Alicia recorre, se prolonga en otro, queda invertido, patas arriba, forma figuras y se desfigura en otras figuras. Continua creacin de formas, placeres de la transformacin, despliegue de metamorfosis. El perverso es humorista y siempre le encuentra el otro lado a las cosas. De lados se trata en la superficie. Ver las cosas con humor, descender y desde la pequeez guiar los ojillos saltarines; el humorista permanece oculto para los faltos de humor (castigados por la solemnidad). El perverso es artista de superficies, adorna obstculos, confecciona maquetas de la Ley, es un arquitecto del placer. Sin embargo, peligroso es su andar. El placer tiende al relajo y el temblor de la risa esconde otro temblor; la risa del humor disfraza, entonces, a la risa histrica. La perversin no es slo una entidad clnica, tambin es ilusin. Deleuze lo sabe. Aun en el AntiEdipo queda atrapado por las infinitas fantasas que le propone.

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VIAJE AL FONDO DEL... Un paseo por la profundidad es algo diferente, convence al ms terco. As como no hay turismo por el inconsciente, las profundidades reciben pocas visitas. Mejor dicho, recibe visitas, pero fugaces. El que se olvida y permanece un poco ms de lo debido, puede sufrir una metamorfosis, esta vez peligrosa. Entre husped y anfitrin existe un tabique de aire, imperceptible separacin que no depara los acostumbrados placeres del dueo de casa. Si la casa es la comarca del abismo, el anfitrin no es el dueo de la comarca, suave metfora para el reo de la profundidad, el amo es sirviente y el patrn es el Otro, al decir de los analistas de esta dcada. Es posible bajar a las profundidades, siempre se escucha el canto de alguna bella doncella que reclama un rescate, Ulises-sirena, Orfeo-Eurdice, pero es aconsejable pedir amarras o jurar no volver, ni la vista ni los pies, y se recomienda olvidar los paisajes dorados. Qu pensador no goz del mundo de las intensidades? Deleuze nos recuerda las sensaciones de vrtigo, los efectos edulcorantes de la farmacologa o cualquier traspi vital que nos haya tocado vivir, o eludir. Michel Foucault tambin gusta mencionar los efectos farmacolgicos, por qu no, ya que lo hicieron Quincey, Cocteau, Baudelaire, Burroughs o Michaux, pero lo hace para discurrir sobre la idiotez, acerca de los efectos milagrosos del ser estpido (ver Teatrum Philosophicum); el pensador aspira a la estupidez, sin embargo, lo mismo pasa con las profundidades, los estpidos sabemos, o saben, que hasta la tontera cansa. Todo hace presumir que es ms fcil ser perverso que intenso. O superficial que profundo. Lo primero pertenece a las mscaras, ya lo vimos, lo segundo a la desnudez. EFECTOS E INFECTOS. Aclaro: el mundo de los simulacros es productor de una cadena de efectos, hay poses, mascaradas y reverberaciones. El sentido no slo no subyace, al decir de los exgetas del sentido, sino brilla, fulgura.
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Del mundo de las profundidades deriva una serie de infectos, las intensidades huelen. Esto explica la crtica de Artaud al poema de Carroll, porque cuando dice caca, no apesta. El artista de las profundidades es, por lo general, muy ambicioso. Van Gogh, en las cartas a su hermano Theo, anuncia su proyecto de una pintura que perfume el encierro con aromas a girasol. Artaud pretende disponer de toda la sutileza de nuestra comprensin para deleitarnos con su cacofona y onomatopeyas. Desconfan de las formas y de la belleza. LO GRAVE NO ES SERIO. El profundo no es solemne pero s grave. Grave es su saber. Carece del espritu de seriedad que es propiedad de las alturas, del ojo supervisor o del espritu filosfico. No es prestidigitador de conceptos o contable del saber. Su gravedad es fruto de una percepcin intensa, de cara a cara al caos/cosmos. Hablan de muerte con desparpajo, hasta con crueldad, o de vida y reconciliacin, de fe. Nietzsche-Kierkegaard. Tambin son intensos los profetas del desierto, aquellos que estando fuera se dirigen a los que quedaron dentro, el espritu nmade que desde los bordes golpea las puertas de la ciudad, vocifera al presente y anuncia el futuro apocalptico. IsaasZaratustra. Palabra del desierto, presagio del exterior que anuncia otro exterior. La ciudad recibe la jerga proftica portadora de la palabra divina. El desierto es zona desterritorializada, crisol de intensidades, frontera de purificaciones e iniciacin, local de nmades. En el tica racional la palabra rebota en la dialctica, es asunto de ciudadanos, polticos y filsofos. En el Oriente misterioso, la palabra no rebota, circula... de la cima del monte pasa por el desierto, llega a la urbe pecadora y retorna manchada. Dice Blanchot: la palabra proftica es una palabra errante que retorna a la exigencia original de un movimiento, se opone a toda residencia, a toda fijacin, a un enraizamiento que sera reposo... El desierto es ese afuera, y la palabra proftica es entonces esa palabra en donde se expresara, con fuerza desolada, la relacin desnuda con el afuera... (Le livre venir).
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Y de qu si no, habla Artaud cuando sufre la erosin de su pensamiento? Sus ideas son arena, las formas se diseminan, los cogulos se disuelven en precipitaciones caticas; y al igual que el profeta que ronda y hace rondar durante cuarenta aos. Yo estoy fijo, localizado alrededor de un punto siempre el mismo y que todos mis libros traducen. Nuevamente estamos en que pensar no es traducir. Tiene que ver con la profundidad, la desnudez (no es exhibicin, tampoco inhibicin). Pensar es movimiento. MSCARAS Y DESNUDEZ. Deleuze se interes por las mscaras, luego, en el baile de mscaras. Un baile de mscaras no es un baile de enmascarados. Los antifaces se alternan, entre uno y otro hay vaco, un rostro hueco, una danza de alternancias e intersticios. El profundointenso se inclina a la desnudez, al despojamiento, un rasgarse las vestiduras, la piel, los huesos y los rganos... un cuerpo sin rganos recorrido por intensidades. Deleuze se separa del panorama ilusorio de la perversin; su autocrtica lo conduce hasta la nocin de mquina deseante, suena a perverso, dice. El mundo de las intensidades es un mundo de multiplicidades. Deleuze es pluralista, pero aclara, ser mltiple no es tener cada vez ms. La multiplicidad no es un agregado, puede definrsela como un restado. Cada vez menos, n-I, una va al ascetismo y la sobriedad. Ya no se trata de ir un poco ms all llevado por la curiosidad de la transgresin, un poco ms loco, un poco ms alcohlico. Ahora el atreverse est dirigido al agua mineral. Tampoco se trata de saltos que nos distinguen de altitudes medias y de multitudes mediocres, el desafo est en el anonimato, dice Deleuze: no me gustan los marginados, no son suficientemente clandestinos (Carta a Michel Cressole). Dijimos que el hbito era contraccin; su instalacin necesita de un yo programado por sntesis pasivas. Este yo recoge

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restos, los recibe, los acoge y los retiene. Fosiliza el instante, lo petrifica. El hbito es retencin. El momento intensivo no es habitual, la cada o la subida intensa resquebraja el tiempo de espera, el del yo pasivo, disuelve las contracciones y las energas se desprenden de la coraza muscular. Una vez efectuada esta liberacin primaria, el desplazamiento intensivo recorre una escala que apunta a un lmite, en ese extremo se produce una metamorfosis. El hombre se convierte en araa. La metamorfosis es asunto de intensidad. Kafka. LAS DOS FUGAS. Hay dos tipos de fuga. Una es la huida in extenso por superficies, de una forma a otra, de un pas a otro, un desplazamiento cualitativo. La otra es la fuga intensa, una alteracin cuantitativa, un escape-fuga por el que huyen las partculas mnimas, escapar es aqu producir escapes, huir es provocar fugas, fugarse del mundo es hacer que el mundo huya. Desde los cuentos de animales, Kafka traza lneas de fuga; pero l no hua fuera del mundo, era ms bien al mundo y a su representacin que haca huir (en el sentido de un tubo con escape de). (Kafka.) sta es la fuga esquizo y puede realizarse sin desplazamientos. El cambio de forma es producto de un crescendo intensivo y su resultado la metamorfosis en un solo lugar. El hbito es retencin, conservacin; la metamorfosis es fuga, cambio. Carroll nos muestra un gato que sonre, un humano que lo mira. El gato es gato por su sonrisa y cuando su cuerpo desaparece, queda la marca de su sonrisa etrea, compinche, una sonrisa gatuna. El hombre capta el instante y se coloca en el lugar de la evanescencia risuea, pierde su boca y se apropia del resto felino. Se ha convertido en gato. Metamorfosearse no es disfrazarse. Es captura de cdigo. Deleuze dice apropiacin de una plusvala de cdigo, y lo refiere a la intensidad. Un entrecruzamiento de cdigos a la manera de la abeja y la flor en el ciclo reproductivo, va polen.
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INTENSO/EXTENSO. La intensidad genera lo extenso, la profundidad a la superficie. Pero en esta generacin no es una lnea que deriva de un fundamento. El absoluto metafsico es una sustancia uniforme, homognea e idntica a s misma. Todos los avatares que puede llegar a sufrir no impiden que goce del mnimo reposo indispensable a su ser sustancial. Puede quedarse en un mismo lugar, en una eternidad de en s-para s, puede tambin desplazarse a travs (de sus predicados, de sus momentos, de sus modos, de su historia), es siempre Una y La Misma; la encontramos en el origen, la volveremos a hallar al final, ser eco, recuerdo, olvido tambin, omnipresencia, omniausencia... una madre. Y su esposo. La generacin de la que hablamos no es la de la madreabsoluto. QUIN. As como hay preguntas referidas al cmo, cmo se produce, cul es el mecanismo, interrogantes pertenecientes a nuestra modernidad; otras al por que cul es el motivo, por qu pasa lo que pasa, que son preguntas envejecidas, el interrogante adscribible a la fuerza-intensidad es el quin. Sin embargo hay seres vivos por su viveza y no por su vitalidad. Por ejemplo el profesor Tresmontant, discpulo de Teillard de Chardin, que actualiz su teologa con los utilsimos avances de la ciencia. En su encclica Cmo se demuestra la existencia de Dios en la actualidad, tiene la sapiencia, y sus lectores la paciencia, de toparse con un quin en las postrimeras de su cmo. Siempre un mismo quin. Es cierto, afirma, que el orbe no fue creado en siete das, cualquier ser humano medianamente atento a los progresos del saber, descree de tal afirmacin. Pero se equivocan quienes se aferran a semejante suceso para proclamar el reino del atesmo y la era de la Razn hurfana de Pap. Por lo pronto el Biblos es alegrico, nadie sabe lo que representa el siete para el Seor, puede ser mucho ms que siete. Lo que
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nadie sostendr es que las maravillas que da a da descubre la ciencia, a travs de su cmo, sean mero fruto del azar, y que todo existe porque s. No, hay alguien detrs de todo esto. Dejo al lector la riesgosa aventura de hallar una respuesta, saber de quin se trata. Doy una pista el ttulo de la encclica. Ahora a arreglarse solos. Sin embargo hay quienes no creen en Dios (sic!). Deleuze, por ejemplo. No por eso es ateo, habla de corrientes divinas en el AntiEdipo. Para terminar con un tema espinoso, especialmente hoy, en 1978, explicar el motivo del apunte religioso. En el origen de lo extenso no hay unidad y s una diferencia intensa, un desnivel cuantitativo. En un comienzo, entonces, un exceso o defecto. Todos los nios son prematuros, tal lo afirmado por Lacan en el Estadio del Espejo. A partir de esta diferencia intensa hay un desprendimiento mltiple, corpuscular. Nuestra Madre es la bioqumica. LA MSTICA YA NO ES PARANOIA ORIENTAL. Insiste el tema de la madre cuando se habla de generacin, y ms an cuando los efectos retardatarios de la traduccin no nos entregaron Encore. Nunca sobrar mencionar que pensar no es traducir, si no no puede explicarse el apuro por redescubrir el estado inefable denominado mstica. Hay rumores que dicen que el xtasis no es una psicosis feudal, que es lenguaje en ofrenda exclusiva al objeto petit a, y esto implicar seguramente una nueva relectura de Freud, y alguna que otra lectura urgente y rpida de un Loyola o Santa Teresa. Para colaborar ofrecemos un regalo. Dice Santa Teresa: porque ansi como los pjaros que ensean a hablar, no saben ms de lo que les muestran u oyen, y esto repiten muchas veces, s yo al pie de la letra. Teresa de Jess, monja de Nuestra Seora del Carmen, comienza as sus moradas. Para ella pensar es traducir, pero con una salvedad, su Dios es ecumnico, no slo francs.

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Nos propone, adems, un nuevo icono, presentable como blasn, en un prximo seminario: el loro traductor, sucedneo del elefante sabio. De las grandes orejas al portentoso pico. De Dios se trataba, y del ex-tasis. El Nombre es impronunciable, la luz, invisible, el falo, ausente; el hueco est recorrido por una intensidad. El goce mstico tiene que ver con el ms all, con otro lugar. Pero este ms all no es la inscripcin de la estructura metafrica en el sujeto, que cae y se desplaza, sino del aumento de voltaje de una tensin, del crescendo intensivo. La unin mstica es producto de una elevacin elctrica, de lo alternado a lo continuo, el re-ligar evocado por la teologa. Evocado y obturado. EL DIVN. La filosofa siempre habl de amor, dice Lacan. Y no slo eso. Considerada durante siglos madre del saber, caracterizse por la devoracin, tambin deglute psicoanlisis, va Heidegger, va Hegel. Esto tiene consecuencias. Hay algo que la filosofa o los filsofos no pueden digerir, y es el gabinete, hoy llamado divn o experiencia analtica. Hay quienes proponen clausurar puertas de consultorio, para qu?, la experiencia es signada por su irreductibilidad. La experiencia analtica tiene su divn; la experiencia filosfica tambin lo tuvo, algo ms completo, se hablaba, se coma, y se..., amn del discurso peripattico, periplo que inspirar a Deleuze en su esquizoanlisis, el paseo del esquizo en lugar de la neurosis divanizada. Esta agresin divina tuvo lugar para descartar lo que no es la generacin de la superficie por lo profundo, y de lo extenso por la intensidad. Hicimos teologa negativa, nica posibilidad enunciativa de lo inefable. DIFERENCIA Y DISPERSIN. En el origen, una diferencia de tensin, en un segundo momento el dispars, la dispersin molecular, la fuga microscpica. Las molculas se expanden, se conectan, se agrupan para desarmarse y reagruparse nuevamente. Pero no son meras molculas qumicas.
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El esquizoanlisis evoca a la fsica, a la qumica, a una microbiologa. No tienen por qu ser menos respetadas que la lingstica. La experiencia analtica vive de la palabra, su pase es verbal, escritos estamos y sobre un archivo cifrado nacemos. Estamos prendidos a un programa significante, Deleuze no lo negara. Pero esto se parece a las famosas discusiones y crticas al funcionalismo, en pocas en que la sociologa era arte de multitudes. Las instituciones, sin lugar a dudas, funcionan, y su funcionar es acorde al marco histrico-social en que actan; sino no existiran, nadie compra un cncer. Los cnceres se producen. A esto se refiere Deleuze cuando habla de inconsciente y deseo. Son cnceres que desestructuran y funcionan mal. Son el peligro del cdigo, no nicamente del cogito. El funcionalismo tena razn, los rganos son necesarios al organismo, las partes acordes al todo; del mismo modo, los penalistas del deseo, los que subordinan el deseo a la ley, tambin tienen razn. Los ciegos siempre tuvieron razn. Pregunta que hacemos a Deleuze: cul es la consistencia de la materialidad molecular?, flujos y cortes? Lacan dijo que el lenguaje es cuerpo, cuerpo sutil pero cuerpo al fin. La materialidad del significante ha sido definida por su locabilidad, lugar vaco? Si las intensidades que se desprenden de las vibraciones de flujos no son sustanciales, qu les da consistencia? La pregunta es ms general, se refiere a la materialidad de lo sutil, del cuerpo vibratorio. Reich lanz su orgn a la atmsfera pero nadie qued tranquilo. Esperemos que el reciente inters por la prctica mstica abra nuevos y delirantes caminos. LA DISPERSIN. Dice D. H. Lawrence: Estamos encantados con el seor Einstein por haber expulsado el eje externo del universo. El universo no es una rueda giratoria. Es una nube de abejas volando y zumbando alrededor. Y en otro pargrafo, estamos tristemente necesitados de una teora humana de la relatividad.

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La dispersin tiene que ver con Dios (puede relativizarlo), el Seor no hizo ms que impedirla. La figura del sujeto obliga al regreso de lo diferente y dispar a lo mismo. El decurso y transcurso es eternamente recuperado. A partir de la mismidad se traza un crucigrama de opciones, polaridades; disyunciones exclusivas, dice Deleuze. O bien esto... o bien lo otro; pero hay opciones inclusivas: ya sea lo bueno/ya sea lo malo, lo inclusivo despide al fundamento y todo parece posible. Absurdo, deca Camus (falta de coherencia, nada tiene sentido, o, el sentido es la nada), criminal segn Dostoievsky (si Dios no existe, todo est permitido, nada est prohibido, ni la muerte del Padre), y posible, para Spinoza. Deleuze se interesa por Spinoza, no es el nico, tambin Althusser, entre otros, para su proceso sin sujeto; pero aqu tiene connotaciones diablicas. LA MODIFICACIN. El Dios de la inmanencia es el Anti-Cristo, la Inquisicin tena razn con respecto a Baruch. La sustancia, los atributos y los modos se articulan en un despliegue que es expresin del uno en todo. Si la sustancia divina no es otra cosa que manifestacin, se concluye que no hay ms lugar que ste. Se destruye la verticalidad, la pirmide jerrquica se derrumba. Termin el ms all, Dios es modificacin pura. El universo ya no se define por la escisin, desaparece el esquema del andrgino primordial, el que sufri el tajo irreversible. Cielo-tierra dorma abrazado a s mismo hasta que su lado ms liviano vol y se llam cielo a secas, tierra es lo que qued; pero, finalmente, es este modelo mtico lo que vol, y qued la pura modificacin, el el dispars. Decamos que la pregunta correspondiente a la intensidad es el quin. Cuando, en Nietzsche, Deleuze ausculta el procedimiento con el que el autor de la Genealoga de la Moral, extrae el sentido de los valores, escribe: No encontraremos jams el sentido de alguna cosa (fenmeno humano, biolgico o aun fsico), si no sabemos cul es la fuerza que se apro111

pia de la cosa, que la explota, que se apodera o se expresa en ella. La pregunta seala a la fuerza, al conglomerado de fuerzas que acta como diferenciador de valores, a los que sostienen esas fuerzas, sus portadores, al poder evaluativo de las fuerzas, a quienes evalan. Se interroga ya no el mecanismo, sino el lugar, ms incisivamente aun, a los ocupantes del lugar. Dime quin eres y dir lo que dices. Cuando Foucault, en La arqueologa del saber, propone un esquema terico para el anlisis de la formacin de las modalidades enunciativas, hace una primera pregunta, quin habla?, quin es el titular?, no es una identidad lo que espera detrs de la respuesta, ya sea nombre, sujeto o persona. TRINGULO Y POBLACIN. Todo enunciado es colectivo, afirma Deleuze; el hablar remite a una disposicin colectiva de enunciados, el titular constituye, en ltima instancia, una cultura, en el sentido empleado por la biologa para el medio en que se desarrollan las bacterias. El quin remite a una poblacin. El complejo de Edipo es la exodermis de una cscara, el tringulo que exhibe se abre en otras triangulaciones. La causa estructurante es efecto de represin. En una palabra, Edipo no es teatro de deseos reprimidos, sino de enunciados represores. No se reprime un deseo bsico enroscado en el incesto, se reprime, codifica, cuantifica y califica al flujo intensivo decodificador. El tringulo de tringulos, la maquinaria de las triangulaciones deja su tres y se pierde en la pluralidad. La familia primordial se disuelve en poblaciones ambulantes. El quin es derivado de multiplicidades. As como el significante mayor o desptico, el eje por el que lo negativo es carencia o falta, evoca al ojo que apunta al cielo, un viga de las alturas que todo lo ve porque todo lo sabe y tiene, la intensidad no es celeste, se tie de terracota y se planta en la tierra. Los flujos intensivos de la sociedad primitiva.

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LA TIERRA INTENSA. En el centro de la sociedad primitiva est la tierra. La unidad primitiva, salvaje, del deseo y la produccin, es la tierra, afirma Deleuze en el AntiEdipo. La tierra es una mquina territorial que produce, inscribe y consume. Los cuerpos, los rganos y las marcas se acoplan a ella como medallones que danzan sobre la malla reticular de un esgrimista, las intensidades fluyen sobre su superficie. La tierra tambin es una madre, ella todo lo engendra y a ella todo vuelve. Los cuerpos y las marcas se deslizan sobre su superficie sin jams ocuparla, dominarla o vencerla. La escritura baila sobre el papel terrestre. En la mquina milagrosa, el cuerpo sin rganos, desde el lmite del socius, se apropia de lo que circula por su territorio. Es un estadio inengendrado. La tierra crea por milagros, las articulaciones, verticales y horizontales, dibujan su cuerpo sin marcarlo. Se escribe a los cuerpos, el alfabeto es profundo, se ins-cribe sobre la piel. Hay una memoria intensa que remite al tiempo mtico de la transfiguracin del caos en cosmos, al un-dos primitivo, a la primera marca, al espacio del gemelo escindido, esta memoria subterrnea se cubre con otra extensa, memoria de alianzas y palabras. Dice Deleuze: ... Es desde este punto de vista que el sistema extendido es como una memoria de alianzas y palabras, implicando una represin activa de la memoria intensa de filiacin. (AntiEdipo.) En el captulo del AntiEdipo que Deleuze dedica a la sociedad primitiva, se desarrollan los puntos temticos de una posicin que para simplificar llamaremos maqunica, a-estructural. POSICIN MAQUNICA. El estructuralismo, entre comillas como es habitual, fue puente del matrimonio francs entre el psicoanlisis y la lingstica. Inspir, adems, dos dcadas de investigaciones en el campo de la ciencia social y la filosofa. Deleuze cree que ya puede descansar.
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Distinguimos cuatro puntos en la crtica deleuziana a la concepcin estructural: 1) la problemtica del incesto y el complejo de Edipo; 2) el anlisis de la sociedad como rgimen de intercambio; 3) las relaciones intenso-extenso; 4) el modelo de la lgica combinatoria. INCESTOS Y FLUJOS. 1) El incesto se refiere al deseo del hijo por el padre de sexo diferente, transformado en opuesto, contrario. Una dialctica sexual. Esto se condensa en el reemplazo de por por la preposicin de, se habla del deseo de la madre, desde y hasta la madre. Es aqu que Deleuze ejerce el primer punzn de su crtica. El deseo incestuoso no es deseo familiar. Lo que transgrede, el deseo violador, el operador que impedira el paso de la naturaleza a la cultura, el deseo que nos bloqueara en un estado sempiterno de animalidad, no designa a la madre/padre. Ni en el realismo, ni en el simbolismo. Esto no significa que las madres/padres no sean deseables, sino que el ansia o el apetito, como decan los antiguos, no se dirige a un nombre (madre), ni a una persona (el ser parturiento de nuestro ser), sino a la conjuncin imposible del nombre de la persona. Pero esta conjuncin no es familiar. Lo que muestra la maquinaria primitiva es la represin que se ejerce sobre el flujo intenso, representante del deseo, que, remontndose a travs de la genealoga ancestral, proviene de la tierraGea. El deseo es productor, su produccin es desestructurante, no es un derivado de una visin ontolgica que apoya este poder desorganizativo en una fisura primitiva del Ser. La fisura, si existe, no es consecuencia de una falta. En la produccin deseante, los elementos productivos se enlazan a medida que se constituyen, crean elementos desorganizadores, lneas de fuga. Los flujos de intensidad conforman el negativo de todo socius. Siempre implican restos no codificables. La prohibicin es resultante y condicin del funcionamiento del socius que no sobrevive a la decodificacin, a la
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liberacin de las marcas y los cuerpos en el decurso de los gradientes de intensidad. Las corrientes intensas sufren la represin que desplaza al representante por otro que funciona como representado: se dice que se reprime el deseo familiar. El deseo incestuoso se ubica en el lugar de lo prohibido y se adjudica, ya con el manto de la ley, el papel de fuente del deseo. El deseo es hijo. Sin embargo, lo prohibido es lo que prohbe, lo reprimido, represor, lo condicionante, operador represor. La metfora familiar insiste; lo que se prohbe es la gula por la madre. Pero, qu es la madre?; la madre es la tierra. Jung tendra razn si no hubiera persistido en sus aires puritano-esotricos. Y, qu es la tierra?; un cono productor de fluidos de intensidad. Ms ac de la representacin, al margen de cualquier puesta en escena, la problemtica del incesto seala la funcin desestructurante del deseo. Si el nio es apegado a la madre, faldero como se dice, pegado a ella, su inseparable, entraa-ble, todo queda bloqueado, obturado. El silencio absoluto es simultneamente bloqueo definitivo y dispersin radical de flujos. Cuando lo real se hace metfora, cuando el padre es nombre, cuando la cosa se hace smbolo, algo est en vas de desaparicin. El smbolo es flaco. La metaforizacin ofrece un doble callejn sin salida. Por un lado, el teatro y la metfora es crtica radical de todo biologismo, por otro, la puesta en escena familiar remite a la prematuracin biolgica y a ese dual-real del nio y la madre. El smbolo se apoya en lo real, el deseo en la necesidad, queda como su resto, es cierto. Es cierto tambin que la cultura es consecuencia de la prohibicin, del incesto, quizs. Pero es hora de dejar el apelativo madre/padre y la pareja prohibicin del incesto/ley del deseo. El Bios, soporte del Eros, tambin incide por sus efectos, pero su accin excede la familia: sta es una metfora, su es115

tructura se superpone al campo de lo simblico, traza una configuracin de lugares que distribuye materialidades diferentes. El inconsciente del que habla Deleuze est ms all de toda metaforizacin, disemina el tringulo primordial en un sinfn de multiplicidades. El anlisis del inconsciente no pertenece al campo de la semitica, su estudio es asunto de economa-poltica. INTERCAMBIAR = REGISTRAR. 2) El estructuralismo no piensa que el intercambio sea producto exclusivo de la sociedad mercantil. El tomar y dar, el trueque en un sistema de estabilidad constituye una infraestructura presente en todo socius. Los hombres, por ejemplo, intercambian sus mujeres segn las leyes elementales del parentesco. Devereux, entre otros, con mirada socarrona, interpreta el deseo subyacente a este intercambio singular. Trocar mujeres es condicin del rgimen extenso de alianzas, pero algo esconde este comercio humano equitativo: un apretn de manos que los hombres se dan cada vez que concluyen un pacto. Y en este apretn duerme un deseo. Perverso-homosexual, dice Deleuze. Los hombres casan a sus mujeres porque no pueden casarse entre s, por ms que lo deseen. La organizacin que corresponde a la territorialidad primitiva no se basa en el intercambio. Es un rgimen de marcas. La poblacin vive tatuada y un sistema de crueldad, un rgimen de terror, impone el ritual sacrificial. Rgimen de escritura corporal, de circuncisiones, ablaciones, incisiones, plumas y danzas. La memoria intensa se inscribe en los cuerpos y en la tierra. No se intercambia, se restituye. Los trueques no son equitativos, cada entrega es crdito, cada conquista, dbito. Rgimen de deudas. En lugar del intercambio, el don y el robo. Una compra es plusvala de cdigo, una venta, minusvala de cdigo. El sistema se desarrolla en continuas desestructuraciones y desniveles.

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Lejos estamos de la concepcin rousseauniana del pacto primitivo que coloca al smbolo en lugar del cuerpo violento y catico. Lo real no es imposible, afirma Deleuze, lo imposible es el smbolo. La cultura no es resultado de un acuerdo primitivo, sino de la serie de dispositivos que obturan el desacuerdo original. ALIANZA Y FILACIN. 3) Mencionamos a Spinoza al referirnos a la expresin divina desplegada como manifestacin pura, y concluimos que la teora de la modificacin estableca que no hay ms lugar que ste. La divinidad se expande por corrientes que tienen por soporte a las disyunciones o alternativas inclusivas. El elemento nuclear es un discurrir por sus manifestaciones. En su anlisis del modo de produccin primitivo, Deleuze vuelve al tema de la intensidad siguiendo los modelos de alianza y filiacin. La alianza, la conyugal por ejemplo, traza un diagrama horizontal sobre el socius. Determina as el rgimen de deudas mviles que articula a los agentes sociales. El sistema de alianzas, al trazar las lneas de horizontalidad, borda la extensin de la superficie. Se teje as una cadena de compromisos que retiene a los agentes sociales, cada uno en su lugar de acuerdo a una serie de pactos. Una alianza es una movilizacin de bloques de deuda, su insercin marca un vaco en el sistema a la espera de la compensacin. El conjunto de aliados se extiende sobre la superficie. Articulada a este sistema, la filiacin extensa cierra el diagrama con un mecanismo de enlaces verticales. Se conforma as, un diseo reticular de inscripciones. La red permite el desplazamiento al interior de su contorno e impide la irrupcin de acontecimientos desestabilizadores. Sin embargo, ya vimos que la rigidez del sistema es ficticia, la sociedad primitiva no se cierra sobre s misma, se producen en ella huecos de los que se desprende una amenaza permanente de descompensaciones y

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su consecuencia: la alteracin del sistema con la correspondiente produccin de lneas de fuga y desterritorializacin. La instancia econmica se manifiesta en los bloques de deuda de la alianza, sus agentes se polarizan en acreedoresdeudores; la filiacin extensa inscribe la regin poltico administrativa. Del cuado al sujeto se comercia va mujer, de padre a hijo se efecta una transmisin de mando. Deleuze critica la concepcin que hace derivar la alianza de la filiacin; apoyndose en trabajos antropolgicos de Leach, Berthe, Clastres, sita la determinacin en ltima instancia en el rgimen de alianzas, articuladoras de la esfera econmica. La filiacin, mediante la descendencia y los linajes, y la alianza, con su serie de pactos, dibujan la extensin del sistema. Constituyen el orden inestable de la estructura. El elemento estructurante acta al interior del sistema con una produccin continua de vacos, y se manifiesta en los mrgenes. FILIACIN INTENSIVA. Junto a la filiacin y alianza extensas, circula en negativo (fotogrfico) la filiacin intensa con su centro polarizador en la tierra. La madre-tierra, el undos primordial, los ancestros clsicos, se distribuyen por inclusiones disyuntivas y se caracterizan por la produccin de signos ambiguos. Dice Deleuze: ... los signos de filiacin, signos-guas y signos-amos, signos del deseo en primer lugar intensivos, que caen en espiral y atraviesan una serie de explosiones antes de tomar extensin en las imgenes, figuras y dibujos (AntiEdipo). Es una filiacin bio-social la que atraviesa el socius, confunde los nombres en un espacio pre-nominal. En el mito se expresan los elementos desestructurantes del sistema, su fuga, la amenaza de su desintegracin. Cuando llegue el desmembramiento no habr prevencin posible, el otro ser descubierto una vez ya instalado. Vendr de afuera, se apoyar en un hueco, y la red de contencin y equilibrio ser mero instrumento del Dspota.

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Las condiciones intensivas del sistema se expresan en el mito, y es ah, en el pensamiento salvaje, que es pertinente buscar los principios constitutivos del sistema, as como la presencia de sus lmites. DESPLAZAMIENTO INTENSIVO: El mito Dogn presentado por Griaule, sirve a Deleuze para ilustrar la accin de los flujos intensivos y su constelacin de signos ambiguos y plurisexuales. El nio, al nacer, se lleva una parte de la placenta nutritiva, un trozo de su propia madre. Al conformar, la placenta y su cuerpo, una misma unidad, se identifica a la matriz del mundo colocndose en su plano generacional. Se desprende as de los lazos de su generacin. Siendo de la misma generacin y sustancia que su madre, ocupa el lugar de un gemelo varn, pasa a ser to, padre, hijo; en un movimiento horizontal, la placenta lo articula a su horizontal, la placenta lo articula a su hermana gemela, etctera. Deleuze: Brevemente, todo un mundo de signos ambiguos, divisiones inclusivas y estados bisexuados. Yo soy el hijo, y tambin el hermano de mi madre, y el esposo de mi hermana, y mi propio padre. Todo reposa sobre la placenta convertida en tierra, lo inengendrado, cuerpo pleno de la anti-produccin...; prosigue en otro apartado: pero es evidente y llamativo que no son personas: sus nombres no designan personas, sino las variaciones de un movimiento en espiral vibratorio, divisiones inclusivas, estados necesariamente gemelos y bisexuados que el sujeto atraviesa sobre la superficie del huevo csmico (AntiEdipo). La red de filiaciones y alianzas extensas se tejer sobre la gama de posibilidades expuestas por la filiacin intensiva. El complejo somtico reenva al implejo germinal. Este envo no es casual; la extensin no es efecto mecnico o dialctico de la intensidad. La espiral vibratoria que gira alrededor del sin fondo de la tierra, determina las posiciones deseantes recorridas por el sujeto. Estas posiciones se plasmarn sobre la superficie extensa socio-cultural, el sujeto estar ubicado entre dos
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niveles: ocupar el casillero extensivo asignado por las determinantes estructurales, cumplir las funciones implicadas y recorrer el espacio sin transgredir la frontera que delimita lo prohibido y lo permisible; en otro nivel, se desplazar por un trayecto en negativo, apuntando y rodeando los lugares a los que lo impulsa el deseo y su representante: el flujo germinal intensivo. La represin no acta sobre el deseo incestuoso, ni con la madre/padre, ni con la hermana/hermano. La prohibicin del incesto con determinadas personas, funciona como represor de lo deseado. La ley y la prohibicin desfiguran lo que se prohbe, el significante represor deforma al significado reprimido. Sigue Deleuze: Una vez ms me hace falta recordar que la ley no prueba nada sobre una realidad original del deseo, porque desfigura esencialmente lo deseado, y la transgresin no prueba nada sobre una realidad funcional de la ley, porque lejos de ser una burla de la ley, es ella misma ridcula con respecto a lo que la ley prohbe realmente. (AntiEdipo.) Prosigue: pues la prohibicin procede deshonrando al culpable, es decir induciendo una imagen desfigurada y desplazada de lo que es realmente prohibido o deseado. Es del mismo modo que la represin se hace prolongar en una inhibicin sin la cual no mordera sobre el deseo. Lo que es deseado, es el flujo germinal o germinativo intenso, en el que buscaramos en vano a personas y hasta funciones discernibles como padre, madre, hijo, hermana, etc., ya que estos nombres son variaciones intensivas sobre el cuerpo pleno de la tierra determinado como germen. El incesto es imposible, siempre se gira a su alrededor, en un ms ac o ms all. Su consistencia radica en ser lmite y su referente no es biolgico o familiar-simblico. SUBLIMACIONES. Deleuze nos habla de la tierra y del germen intenso depositado en sus entraas. A muchos odos esto puede evocar una de las tantas habladuras de la sublimacin. Bastara entonces traducir: la tierra es la madre, el germen es el semen y las posiciones deseantes del sujeto una
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cadena determinada por el deseo de anular la separacin-castracin, coagulada en trauma, superpuesta al modelo del nacimiento. Un divn de primitivos, un gabinete africano, sera receptculo de una transformacin mtica, de una novela familiar a una epopeya geolgica. El chamn de turno, dueo del arte de la adivinacin interpretativa, conduce, entonces, al sujeto, del deseo de retorno a la tierra milagrosa, regresin arcaica, a una esfera de pactos horizontales, la aceptacin de que para tener, una parcela de tierra, hay que perder, a la tierra toda. Los rituales iniciticos son divanes sublimados. El sujeto, creyendo ser depositario del Falo, deber aceptar ser mero portador de un pene. Del Ser al Tener. GLORIAS ANALES. Pero para Deleuze, el falo es un delegado del Ano. En nuestra sociedad, el primer rgano que remonta a las alturas es el ano, desde su nueva funcin opera las sublimaciones. El control de esfnteres, ndice de socializacin, remite a una primera maniobra de privatizacin de rganos. Las personas globales y privadas se calcan sobre el modelo de la privatizacin orgnica, y de 1os rganos, hay uno que se individualiza de inmediato: el ano. Controlado, limpiado y neutralizado, el ano rige las circunscripciones de lo privado. De lo social a lo familiar. Sin embargo, no se trata de sublimaciones, la tierra no es la madre, la sexualidad no es una desviacin de la generacin, el germen intenso no es el contorno fantasmtico del extenso circulando a travs de las generaciones. Como generalmente dice. y repite Deleuze, la sublimacin no nos saca de la m... DEL LUGAR A LA INTENSIDAD. 4) A medida que Deleuze se desprende de ciertos temas tpicos del estructuralismo, efecta un pasaje terico desde una problemtica que privilegia el lugar a otra que gira alrededor de la intensidad. Lo ilustramos recorriendo el camino que media entre el inters por el simulacro y el acento puesto en las cantidades intensivas. Deleuze desarroll estos puntos en sus textos preantiedpicos, Lgica del sentido y Diferencia y Repeticin. Una de
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las implicaciones de este cambio (no se trata de una ruptura epistemolgica, ni de una no ruptura), fue el abandono de un modelo de tinte topolgico por otro que emplea un vocabulario importado de las ciencias naturales en su vertiente micro (microfsica, microbiologa). En el lugar, las series de sentido excluan a un elemento de sin sentido que acta por sus efectos: el lugar sin ocupante o el ocupante sin lugar recorre un trayecto serial trazando una figura. El sentido es una paradoja. Lo que en Diferencia y Repeticin aparece como eterno retorno es la repeticin de marcas, una repeticin significante. El texto se articula como crtica a una concepcin que subsume la repeticin y la diferencia al despliegue de una intensidad desdoblada en la repeticin y presente en sus diferencias. Al mismo tiempo, estas dos figuras se encuadran en un intento de pensar la a-representatividad, ms all de los reductores de la multiplicidad que fuerzan regresar-progresar a una mismidad. Diferenciar es simultneamente diferir, la extensin espacial de singularidades a lo largo y ancho de una superficie, se conjuga en un tiempo que repite una intensidad diferencial. Es sta una primera presencia de las cantidades intensivas, an bajo la gida de la escritura de Nietzsche y Freud. Una genealoga geomtrica le sirve a Deleuze para exponer la dialctica entre la superficie y lo profundo. FIGURAS GEOMTRICAS. Las dimensiones se articulan en un punto, cuya sucesin forma la lnea, hasta el sin fondo de las profundidades. La superficie, su largo, ancho y fondo, es transformacin y metamorfosis de la profundidad. Hay una falsa profundidad, que viene de las alturas, dimensin ficticia. Las tres dimensiones se conectan con otros tantos operadores. Al trazo lineal homogneo, lo diferencia la limitacin. Una serie de cortes verticales sobre su segmentariedad produce las singularidades, en una recta partida se continan los segmentos. En la segunda dimensin, la del plano, los vrtices se oponen, se oponen de plano. Sobre el plano se inscribe un
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rgimen de exclusiones, o bien esto, o bien lo otro, polaridades y divisiones exclusivas. La dimensin ficticia, la de las falsas profundidades, es la que se recupera desde las alturas. El ojo supervisor reconcilia las antinomias en una sntesis salvadora. Todo vuelve a estar en orden. La cuarta dimensin, la del sin fondo de las profundidades, abarca el trayecto de las intensidades y distribuye las divisiones inclusivas. La limitacin, la oposicin, la sntesis y la intensidad son los operadores de varias geometras epistemolgicas. Las tres primeras pertenecen a una concepcin del sujeto definido como unidad, y de una teora de la representacin que repite la presencia y la percepcin de una entidad sujeto-objeto. DIFERENCIAS INTENSIVAS. La intensidad es el concepto de una diferencia, es la nica diferencia no soluble o disoluble en una identidad. La intensidad tambin tiene su recorrido en Nietzsche: el eterno retorno de lo diferente, una rueda que retrotrae la disimilitud. El espritu dionisaco es fuente de exceso o defecto, un inalterable descentramiento; el desnivel se marca en la rueda que devuelve ad aeternum su diferencia incolmable. Esta diferencia no puede ser asimilada por un concepto indeterminado, no desaparece en una generalidad o en una distribucin reapropiada por una sustancia. Tal es el principio de una ruidosa confusin para toda la filosofa de la diferencia: se confunde la asignacin de un concepto especfico de la diferencia con la inscripcin de la diferencia en el concepto general... (Diferencia y Repeticin). Si la diferencia no es elaborable en una recuperacin conceptual, si el exceso o el defecto no recorre un tiempo lineal o circular repetitivo, slo queda, para abordarla, la desintegracin de las entidades y la ruptura de la continuidad. Siguiendo a Nietzsche, Deleuze sita esta ruptura en un tiempo sin tiempo desplegado en el instante. El tiempo de la diferencia es el instante, su expresin verbal se llama aforismo. Aforizar es trazar signos en el vaco,
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un gesto que se desliza sobre la superficie. El aforismo es un pensamiento que se anula al concluir. Permanece abierto y palpitante; configura un saber que reposa sobre el vaco de la diferencia intensiva. Pero, en Rizoma, Deleuze cambia de rumbo. La escritura-flujo de Joyce, el cut-up de Burroughs, el nomadismo de Kerouak y el aforismo de Nietzsche, caen en la recuperacin. El instante de Nietzsche repite el eterno retorno, la rueda giratoria legisla sus momentos, sus mltiples disimilitudes exhiben la sapiencia de su eje primordial. El eterno retorno es una Ley, y sa es la cada: la reabsorcin del instante por entidades mximas. La diferencia legislada vuelve a ser el trajinar de lo Mismo. RBOL/RIZOMA. Una catexia floral nos hace difcil abandonar la figura del rbol, creemos escapar y nos conducen como ciegos por una de las tantas ramificaciones del tronco comn. El rbol del conocimiento nos ahoga con su savia. Deleuze, entonces, vuelve a tierra y se topa con las races subterrneas del rizoma. Pensar la diferencia, la multiplicidad, el simulacro, la intensidad y el deseo, mediante espejos rotos, instantes, mquinas y flujos, es la tarea deleuziana. Poco se satisfizo de una lgica combinatoria que distribuye a sus habitantes por un crucigrama de lugares. La geografa estructural descansa, y no mucho, sobre una geologa intensiva (volcnica). La lgica slo poda articularse a una i-lgica, y sta encontr su sustrato en una microfsica. NIVEL MOLECULAR/NIVEL MOLAR. La microfsica es elemental. Una teora micro analiza los componentes mnimos de una estructura. As como para la geometra present un encuadre multidimensional, del punto al abismo, el aparato microfsico configura una pluralidad de niveles. La microfsica es una fsica de partculas y ondas; los corpsculos rebotan, giran y se dispersan en el espacio.

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La macrofsica, por su lado, que es otro, estudia los conjuntos, magnitudes grandes y poblaciones, formados por acumulacin estadstica. El primero se denomina nivel molecular; el segundo, molar. Los simulacros, las mscaras, las reverberaciones, el sentidosin sentido, la mmica y el teatro pertenecen al nivel molar. El pensamiento estructural es una elaboracin molar sobre lo molar; el psicoanlisis de la significancia es molar, as como toda representacin abstracto-simblica o imaginario-figurativa. Los significantes se desplazan por una cadena a la que le falta un eslabn, poseen recorrido sin meta, su materialidad se impone y el sujeto se desliza y constituye en la red de la lengua. Sin embargo el eslabn que cae, vuelve, ausente y poderoso, tambin puede llamarse Falo. Deleuze lo califica de significante desptico, su funcin estriba en la sobrecodificacin de la cadena. Si distinguimos tres instancias que abren as la antigua oposicin naturaleza-sociedad, cultura es la tercera, definida por su articulacin con el lenguaje y lo simblico, la dimensin significante es el cogulo que resulta del efecto social sobre las mquinas deseantes. Y quien dice efecto social, no dice causa estructural. DELEUZE Y LACAN O LACAN Y DELEUZE. Para Deleuze, el deseo no est estructurado como un lenguaje. No por eso es un anti-Lacan, simplemente no es lacaniano. Lacan est en muy buenas relaciones con la esquizofrenia. La materialidad de su significante no slo est articulado al lugar. Ocupar un espacio no es condicin de materialidad sino, al contrario, su consecuencia. Hay algo del huevo y la gallina en todo eso. La materialidad del significante lacaniano es esquizo porque es cosa, palabra-cosa. EL LACANISMO: UNA MANA DEPRESIVA. La carencia condicionante retorna para sobrecolmar la ausencia. La falta es un pulpo asfixiante. Si lo cado sirviera para dejar un
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hueco para escapar, una abertura para respirar o volar, por qu no?, tendra alguna utilidad, pero el hueco se llena y rellena de epitafios. La insuficiencia vital, la prematuracin biolgica, la particin radical del sujeto, y el malestar primordial de Ser incompleto, sumados al fantasma de castracin, la unin imposible, el Ser para la muerte, la carencia, la falta y la ausencia (las tres Maras), provocan un clima un tanto sofocante. Proviene de los bajos fondos de la melancola y de las catacumbas de la regresin. La cadena de significantes se ha quedado sin significantes, pero con muchos cuellos, y falos. Un inconsciente civilizado como deca Groddeck en sus cartas a Freud. Al deseo determinado por el deambular de la carencia, Deleuze le opone un deseo productor. La produccin penetra la esfera del deseo. Por eso, cuando se habla de produccin, aunque ms no fuera por la insistencia del hbito, es casi obligado encontrarse con las zonas industriales, el conocido cinturn industrial. Y en l hay fbricas, y en ellas mquinas. MQUINAS. Las mquinas deseantes son medios de produccin de la industria del inconsciente. Qu se produce? Por un lado, flujos, intensidades; por otro, cortes, interrupciones, conexiones. sta es la dimensin molecular del inconsciente. Las molculas se dispersan segn una imagen que las acerca ms a un juego de lotera que a la puesta en marcha de un archivo de significantes. Lotera de letras, como dira Leclaire. Hay lacanianos que entienden la dimensin molecular, hasta que llega Edipo y su lista de nombres (en nombre del Padre, del Hijo...). FALTA Y VACO. Decir produccin no significa remitirse a materialidades plenas, una de las caractersticas de la materialidad deseante es la de tener la plenitud de un tamiz-co1ador. No hay carencia ni falta, pero s vaco. Deleuze da la bienvenida a ese pequeo aire de Oriente que nos trae su vacozen. Tuvimos demasiada carencia y poco vaco.
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Las mquinas son dispositivos, disponen conglomerados heterogneos, actan a la manera del bricoleur que amontona piezas heterclitas. Estos dispositivos montan sobre varias estructuras y recorren diferentes cdigos: una palabra, un acontecimiento social, un juguete, un animal, sus diferentes linealidades, o por distintas sopas sistemticas, lingstica, biolgica, poltica. Transversalidad de cdigos. PRODUCCIN Y METAMORFOSIS. El deseo es productor y su accin se concreta a travs de dispositivos o mquinas. Su diagrama es una labor de montaje. La nocin de produccin tiene un antecedente en la obra deleuziana. Producir es transformar, crear una forma o modificarla con el soporte de una forma estable que en trminos econmicos se designa como materia prima. La estabilidad de esta sustancia primera confundi a la escuela fisiocrtica para quienes la industria jams generaba riqueza, su labor era una mera metamorfosis de lo creado por la prdiga naturaleza. Para ellos, la produccin se conceba como generacin; para Deleuze la produccin es una metamorfosis. Esta figura era parte del teatro, del disfraz y la mscara, en los textos anteriores al AntiEdipo. Una lgica del deseo, tal como pretende ser esbozada en el AntiEdipo, pone en funcionamiento nociones que se alejan del mundo teatral, estructurado por las leyes del espectculo. Bambalinas y escenarios en Diferencia y Repeticin, filmacin y cine con sus entrecruzadas proyecciones sobre la superficiepantalla, en la Lgica del sentido, abren paso a la dimensin suburbana de las fbricas. De los salones artsticos del sentido al taller aceitoso del deseo. PRODUCCIN DESEANTE. La produccin deseante remite a dispositivos-mquinas, energas, circuitos, interruptores, electricidades, precipitaciones, vacos, territorios, molculas, ondas, velocidades, intensidades, vibraciones, centros de gravedad, acoplamientos, lneas de fuga. Pensar al deseo con este arsenal es ubicarlo en los estratos de la microfsica, de la qumica, la biologa y la mitologa.
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La metamorfosis est fuera de todo esquema representacional. En Kafka, el anlisis de Deleuze pone el acento en esta figura para distinguirla de la metfora. La metfora es significante, la metamorfosis, intensa. El AntiEdipo comienza con estas palabras: Ello funciona en todas partes.... La multiplicidad y la pluralidad son temas habituales para Deleuze desde su aficin por el empirismo. El ello no es un reservorio ni un sistema diferenciado. Lo primero que podemos adjudicarle es que funciona, est en marcha. Atravesando el mundo diferenciado de la cultura/naturaleza, se dejan or los ruidos de los establecimientos maqunicos de la produccin deseante. En ellos la naturaleza no es el termino polar de una cultura, ni el doble en negativo del homo sapiens parlante. La produccin es proceso de produccin y este proceso mquina a travs de toda la naturaleza. La naturaleza es un trmino de moda. Expresa un estado de nimo, un deseo. Fue representada como paisaje, esparcimiento, reserva de instintos, comarca de la bondad, morada de esencias, centro de purificacin ambiental, o, por su aspecto carencial, pas de salvajes, colchn de animales dormidos que al despertar destruyen imperios, o tambin, segn una concepcin del mundo diferencial, campo de investigacin de atrasados mentales con piel oscura y crenchas engrasadas. Sin embargo, la naturaleza deleuziana no es eso. A veces hay flores, a veces no. Nuestra naturaleza, en todo caso, es urbana, su flora se embute en conservas y su fauna se expone en escaparates. No hay hombre ni naturaleza, nicamente proceso que produce a uno y otro y acopla mquinas (AntiEdipo). En esta naturaleza, proceso abierto de transformaciones, se realizan las diversas metamorfosis, las transfiguraciones de la forma y los pasajes intensos de estado. SNTESIS CONECTIVA. En la produccin deseante los dispositivos maqunicos conectan las piezas y los flujos me128

diante operaciones que Deleuze llama sntesis conectivas. Una mquina y otra mquina, dos ms uno. El y adems es el modo de unin de las mquinas. Una mquina siempre est asociada a otra mquina, una mquina-corte y otra siempre est asociada a otra mquina-flujo. La energa libidinal se desplaza por estas conjunciones. Siguiendo el trazo de las adyacencias, el deseo fluye por la contigidad. En esta contigidad, en este ms ac o ms all del deseo, pero siempre en el segmento, se despliega la metamorfosis. METAMORFOSIS Y METFORA. Dice Kafka en su diario: Las metforas son una de las cosas que me hacen desesperar de la literatura. La metamorfosis es intensiva, acontece como pasaje de un umbral intensivo, convergencia de lneas de fuga, resultado de un entrecruzamiento de desterritorializaciones. Hombre y animal confluyen en un movimiento de mutua apropiacin de cdigos. No hay semejanzas entre hombre y animal, tampoco juegos de palabras. No hay hombre ni animal, se desprende de ellos una circulacin de flujos por campos de intensidad diferentes y reversibles. No hay ms sentido propio o sentido figurado, sino una distribucin de estados por el abandono de la palabra (Kafka). El pasaje de estados produce la alteracin de las formas. LEY DE DESEO. El deseo se desplaza por estas cadas contiguas. Es a partir de esta adyacencia deseante que Deleuze critica la visin jurdica y jerrquica del deseo. La ley y el deseo no se oponen ni compenetran; el deseo no es resultado de una ley trascendental que regula su distribucin. La ley no es figurativa o abstracta, su lugar no es el punto inaccesible en la cspide de una jerarqua infinita slo describible por elementos de una teologa negativa. Su no representabilidad es el electo de la contigidad del deseo que hace que lo que pasa, siempre pase al lado. La segmentariedad del poder reemplaza la jerarqua de instancias y la eminencia del soberano... La trascendencia de

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la ley era mquina abstracta, pero la ley existe tan slo en el dispositivo maqunico de la justicia (Kafka). Los corredores del palacio de justicia dan a mltiples puertas con mltiples salidas que son otras tantas entradas. Esta contigidad es recorrida por el sujeto en su contacto con la justicia. El problema: de ninguna manera ser libre, sino encontrar una salida, o bien una entrada, o bien un costado, un corredor, una adyacencia (Kafka). El Sr. K recorre los laberintos de su Proceso. Una mquina y otra mquina, seno y boca se desconectan, una produciendo flujo-leche, la otra cortando con interruptor-boca. CUERPO SIN RGANOS. Una industria deseante es complicada y no por su contaminacin, al contrario, un elemento purificador se prende a su produccin. Esto tiene consecuencias: la produccin funciona mal. El estilo de su funcionamiento est dado por una eficacia ineficaz. Y no slo porque las mquinas se gastan, el consumo es necesario, sin l no hay placer, ni sujeto. Si hay un ms en la conexin, hay un menos en la desconexin. La produccin deseante tiende a desenchufarse hasta el apagn completo. Las mquinas quedan en la penumbra y el silencio, y los flujos circulan al estado libre, en gentil y agradable deriva. Por supuesto, esto no ocurre as. Es una utopa, y, por serlo, no tiene lugar. Pero, sabemos, adems, que lo que no tiene lugar es estructurante de los que lo ocupan. El Otro no ocupa lugar y, sin embargo, extiende el conjunto de posibilidades. Dice Deleuze en su anlisis de Michel Tournier: La diferencia entre el amor y los otros deseos proviene de que, amando, yo me sito en el mundo posible expresado por otro, me transporto, me aprehendo a m mismo como posible, posible en otro. Las utopas son un asunto amoroso, en ellas todo es posible, y real. El cuerpo sin rganos es la utopa intensa de la pro130

duccin deseante. Mxima posibilidad e inmediata realidad. Es el elemento anti-productivo del deseo. Funciona paralelamente a la produccin. Por la accin conjunta de las conexiones y los interruptores, las mquinas funcionan mal, a los tumbos, a media luz, pero tambin, a veces a intensidad plena, en los momentos reconciliatorios. El cuerpo sin rganos procede por caminos diferentes en su accin anti-productiva. Lo hace disponiendo mquinas tpicas. MQUINA PARANOICA. Mediante la repulsa se opone a todo intento de corte, acoplamiento o escritura. Impide que los flujos sean encasillados, coagulados o fijados en formas. Cada conexin de mquina, cada produccin de mquina, cada ruido de mquina se ha tornado insoportable para el cuerpo sin rganos... A los flujos conectados y recortados, opone su fluido amorfo indiferenciado. A las palabras fonticas, opone soplos y gritos que son otros tantos bloques inarticulados (AntiEdipo). La mquina paranoica se dispone as como efecto de la repulsa del cuerpo sin rganos sobre las mquinas deseantes. Hay dos modos para inutilizar la accin de algo que impone su presencia de modo insoportable. Una es la mencionada, repeler, rechazar o producir rechazo; la otra, atraer. MQUINA MILAGROSA. Con la mquina milagrosa, el cuerpo sin rganos se vuelve sobre las mquinas deseantes, las atrae y las prende a su superficie y, por efecto retroactivo, las despliega como si fueran de su propia produccin. Las genera milagrosamente. Es el modo en que la tierra, cuerpo pleno de la sociedad primitiva, se apropia de lo que circula sobre su superficie, y es el modo en que toda sociedad, un elemento divino, o cuerpo lleno, acta como presupuesto natural. Simplemente, las formas de produccin social implican tambin un estadio improductivo inengendrado, un elemento de anti-produccin acoplado al proceso, un cuerpo lleno determinado como socius. (AntiEdipo.)
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La mquina milagrosa se conecta a la mquina paranoica; las dos funcionan en relacin a una superficie de registro. El y adems que articulaba al conjunto maqunico era el operador de las sntesis conectivas; una sntesis disyuntiva tejer la red de inscripcin sobre la que se prendern las marcas de la produccin. A la produccin de produccin le suceder una produccin de registro. Vimos que para Deleuze lo social no est definido por el intercambio sustentado en una estructura de comunicacin, lo esencial no es el intercambio. Se dice marca porque la produccin social al volcarse sobre la deseante, la marca, la inscribe y la codifica. Lo esencial en el socius es marcar y ser marcado. FLOTAR INSCRIPTIVO. Una superficie de registro se inscribe sobre el cuerpo sin rganos mediante una red de alternativas inclusivas. El operador es el ya sea esto, ya sea lo otro, los caminos que se bifurcan, se equivalen. Las disyunciones no recortan al cuerpo sin rganos, el trayecto se desliza sobre la superficie, la red flota sobre una capa imantada. Es este intersticio entre las marcas y la superficie, el que crea la ilusin de milagro. La produccin de registro se caracteriza por este flotar inscriptivo. El sujeto recorre las bifurcaciones afirmativas que se le presentan. Esto es posible, tambin lo otro. El esto o lo otro de la extensin, las polaridades exclusivas, obturarn el desliz del cuerpo sin rganos sobre sus marcas. Es nicamente en lo molecular que podemos hablar de opciones inclusivas. Cuenta Chesterton que San Francisco decidi tener un da una nueva visin de su ciudad. Cmo es posible tener una nueva visin?: en una dimensin de repeticiones y desplazamientos, de articulaciones y reorganizaciones, quin es capaz de inventar un punto de vista? San Francisco. Fue simple. Mir la ciudad, pero, para hacerlo, se coloc en posicin vertical, hizo la vertical, como se dice habitualmente, y vio: Ass flotaba sobre la nada. Fue un mero cambio de vertical, un cambio en el dispositivo de la cabeza, lo que no es
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poco decir. Luego se desnud. Y dijo adis a su padre. Peripecias del flotar. La desnudez tiene que ver con el cuerpo sin rganos. La tierra, el dspota, el capital constituyen el cuerpo lleno vestido, el trasfondo inengendrado al que se remiten las marcas. Las marcas milagrosas son fetiches, formas de aparicin funcionando como apariciones. El cuerpo sin rganos es el cuerpo lleno de vaco, desnudo, resto de lneas de fuga. El socius no es una proyeccin del cuerpo sin rganos, ms bien el cuerpo sin rganos es el lmite del socius, su tangente de desterritorializacin, el ltimo residuo de un socius desterritorializado. El socius: la tierra, el cuerpo del dspota, el capital-dinero, son cuerpos plenos vestidos, como el cuerpo sin rganos, un cuerpo pleno desnudo; pero ste est en el limite, al fin, y no al origen (AntiEdipo). La mquina paranoica, la mquina milagrosa, preceden a la mquina clibe, dispositivo de reconciliaciones. MQUINA CLIBE. Kierkegaard habl de fe en las antpodas de cualquier creencia religiosa. La fe nada tiene que ver con la creencia, todo lo contrario, un acto de fe es a-teo. A Dios hay que crearlo, y no creerlo. Para hacerlo, es necesario el salto, y esta vez, sin paracadas. Abraham decidi sacrificar a Isaac en nombre de un dios sin nombre, en ofrenda a una trascendencia vacua. Eso s es sacrificarse, ser hijo del desierto, hablar desde la garanta del precipicio. Pero qu es eso, ese inconsciente reducido al estado de creencia? Quin le inyecta creencia? (AntiEdipo). Kierkegaard nos remite a la reconciliacin, sta pasa por el salto, las alturas y la desnudez. Sin embargo, para Deleuze, la reconciliacin es un producto del consumo, y por lo general, consumir es adquirir, inquirir o requerir. Poco tiene que ver con el despojamiento. Pero este consumo es consumir-consumar, dupla conocida desde los tiempos de Bataille y los aztecas. Hubo sociedades que vivieron de y para el gasto, y no porque les sobrara. Siempre se asoci los festines y los sacri133

ficios a un estadio productivo de surplus, se explic el gasto por el resto. Y es cierto, siempre que la mecnica del pensamiento no se convierta en arteroesclerosis. Tener sobrante no implica necesariamente festejar o tirar la casa por la ventana. El sobrante puede ser acumulado, invertido, vendido, olvidado, canjeado o convertirse en carroa. Es cierto que la generosidad es arte de ricos, pero cuando la filantropa se expresa sobre una piedra en la que se esparcen corazones calientes, el tener corazn se reduce a ya no tenerlo. Paradoja interesante es la del sacrificio con lo que sobra. Es difcil vincular un surplus de granos a una mutilacin fatal. SUJETO RESIDUAL. El gasto intensivo es un despojamiento, el resto no es sobrante, es residuo y se llama sujeto. Residuo por lo intil, la produccin deseante no sirve, residual en el sentido de margen. El sujeto es una pieza adyacente a la mquina, funciona por los bordes, salta de un crculo intensivo a otro, pasea por diferentes estados. Lenz es un personaje de Buchner, encarnacin de esquizo diagnostic Gilles Deleuze. Le adjudicamos tres atributos: el paseo, las alturas y el grito. EL PASEO. La neurosis tiene su divn, a veces una silla. El esquizo sale, camina, algo perdido, es cierto. El paseo del esquizofrnico: es mejor modelo que el neurtico acostado sobre el divn. Un poco de gran aire, una relacin con lo de afuera (AntiEdipo). Lenz deja la casa y camina por un sendero en espiral, en ascenso por una colina. Mira los pinos. LAS ALTURAS. Nada de lo que ve desde all parece pequeo. Porque nada ve. Es un alto-vacuo. Lenz sube, su remontar no se sostiene porque no tiene sostn. Se detiene. EL GRITO. Parado, manos colgantes, abre la boca-fauce y carcajea. Es mucho ms que una risa, es risa y grito combinados, se llama carcajada.
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Y exclama, ste soy yo! Yo. Un gran yo. Lenz dice: pues ste soy yo, s pues, pues se dio cuenta, jubileo, prima eufrica, plus de placer, reconciliacin. Yo es paseo/movimiento, yo es altura/vaco, yo es grito/ risa. Movimiento, vaco y risa es lo que somos. No es suficiente? Vivimos dispersos en la dispersin, en plena danza esquizo. Hasta que nos amarran. Estos avatares pertenecen a la mquina clibe, poseedora del rasgo de la reconciliacin sin otro, sin imagen de otro, sin imagen. EL GRAN AIRE. Con esta mquina nos dirigimos a un exterior. Transitamos por el cinturn urbano, vimos los talleres, ascendimos senderos, respiramos aire montas; el esquizoanlisis nos sac del divn, nos mand de paseo. Y tambin del teatro, nos ech de los espectculos. Ni esta escena ni otra escena. Sin personas, personajes, mscaras o fantasmas. El mundo terrorfico de la escena fue inaugurado, al menos en nuestro recuerdo, por el Marqus de Sade. Pero eran otras pocas, y otras escenas. El inconsciente es fsica pura; dispersin, movimiento, molculas y flujos. Ni figuracin, ni arte abstracto. Tampoco el barroco, tan de moda, ese arte de las trampas, de los guios y el disimulo, un pequeo desliz femenino al estilo del rubor antiguo. Deleuze gusta del hiperrealismo. Y Bacon destroza los rostros de su pintura in-orgnica. El esquizoanlisis no es teatro, pero su fisicalidad no lo convierte en ciencia. Hablar de cientificidad es cuestin de creencia. La ciencia existe, no hace falta creer en ella. Es como Dios. Tiene sus santos. Llamamos santos de la ciencia a los descubridores de continentes cientficos. San Galileo, San Coprnico, San Lavoissier, San Freud, San Althusser. Arduos son los caminos de la iglesia positiva. Tampoco es mito, ni oriental, ni griego. Henry Miller: No hay vida posible en el mito. Slo el mito puede vivir en el mito. La facultad de dar nacimiento al mito nos viene de la
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conciencia, la conciencia que se desarrolla sin cesar. Por eso, hablando del carcter esquizofrnico de nuestra poca, deca: en tanto no se acabe el proceso, el vientre del mundo ser el tercer ojo (Hamlet-AntiEdipo). FELIX. Deleuze no es un santo. Es un diablo. Habla de n sexos, de homosexualidad, del Ano celestial, de las glorias del celibato, del formidable incesto con las hermanas, escribe de a dos, y quin sabe, quizs de a tres o cuatro, en sus libros redondos. Presentamos a su compinche: Flix Guattari.

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Erotismo y filosofa: algo para recordar*

Dice Witoldo Gombrowicz: No creo en ninguna filosofa no-ertica. No me fo de ningn pensamiento desexualizado. Claro que es difcil creer que la Lgica de Hegel o la Crtica de la Razn Pura hubieran podido concebirse si sus autores no se hubieran mantenido a cierta distancia del cuerpo. Pero la conciencia pura, en cuanto se realiza, tiene que sumirse de nuevo en el cuerpo, en el sexo, en el Eros; el artista tiene que zambullir al filsofo en el embeleso, en el atractivo, en la gracia. Es ste otro de los legados que deja Gombrowicz a un aspirante al saber, un filo-sofo. La filosofa es amor al saber, es una conjuncin de sofa y filia. Cmo es posible concebir un amor deserotizado del saber, cmo es posible constituir una filosofa no-ertica, cmo es posible amar no erticamente? Dicho en otros trminos, qu es la filosofa? El filsofo est inmerso en la contemplacin de su amor, fascinado por lo nico que merece ser mirado, la duea de nuestros ojos: la Verdad, nuestro amor; la Verdad, nuestra belleza: la Verdad, nuestro Bien; la Verdad, nuestra madre: la Verdad. El filsofo se zambulle en medio de este nctar metafsico (a Gombrowicz
* Conferencia dictada en la ctedra de Problemas Filosficos del Ciclo Bsico Comn de la Universidad de Buenos Aires, 1985. Publicado en la sexta edicin del diario La Razn.

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no le parece mal; a cada cual su mana y slo sugiere que lo hace sin gracia), el filsofo cae de las sublimes alturas y se da un bochornoso panzazo, ser necesaria la llegada del artista para volver a zambullir a nuestro hroe, esta vez con gracia, con atractivo, con sex-appeal. Si la filosofa es amor al saber, primero ha debido constituirse en un saber del amor, una ertica.

Moral de los placeres


Hay una palabra que cae cuando se habla de erotismo: placer. La moral de los placeres, dice Michel Foucault, atraviesa en nuestra historia occidental, la figura del cuerpo, la de la salud, la mujer, la institucin matrimonial, la del adolescente o pber y tambin se vincula al problema de la verdad. Sabemos, es parte de nuestra cultura general, que la filosofa en sus momentos de mayor fama fue instituida como madre de las ciencias, reina de las musas, protectora del saber su divina inspiracin, y adems, como si esto fuera poco, modelo de vida, hay que vivir con filosofa, tomar las cosas con filosofa, filosofa, ciencia y paciencia. Pero lo que muchos no saben o pretenden ignorar es que la filosofa, para ser Madre, debi realizar un ligero desplazamiento. Empez por desplazar a las mujeres, tarea sencilla: ya haban sido desplazadas por un poder esencialmente masculino. Estamos en Grecia, cuna de la filosofa. Las mujeres eran dueas de dos mbitos extraos: la videncia y el amor. Brujas o cortesanas, su lugar estaba bien delimitado para no perturbar el sueo de los varones. Pero los griegos tenan sus placeres griegos, y dorman poco. No por las mujeres y s por la belleza de ese proyecto de hombre, la promesa viril llamada muchacho, el que segn Soln, el Gran Conductor, padre de la legislacin ateniense, sera considerado como tal hasta la aparicin de la primera barba. Cuerpo tenso, piel tersa, movi138

mientos grciles. Alcibades, Fedro, bellezas griegas, pesadillas del filsofo.

Edad, saber, poder


Por costumbre ancestral, las diferencias de edades, entre los griegos, imponan una jerarqua en el estatuto del poder. Con la edad, suponan un incremento del saber y poder y en este caso, de placer tambin. Los adultos dejaban a sus esposas a cargo de prole y casa junto a sus esclavas, y tenan dos a tres diversiones posibles. Frecuentar cortesanas, hacer una grata visita a alguna concubina o regalarse con la compaa ms preciada: un muchacho. Pero si nos ponemos del lado del muchachito de esta pelcula, qu placer poda encontrar un joven mancebo, futuro ciudadano de Atenas, de padre rico, con aspiraciones y posibilidades de liderazgo poltico?, qu delicias poda encontrar en la frecuentacin de un mayor con barriga cada, piel ajada, mirada cansina y boca lasciva? La relacin entre el adulto y el muchacho era disimtrica, desigual, y en este enlace, el adolescente estaba destinado a ocupar el rol pasivo, deba ceder sus favores. Foucault ignora, y nosotros tambin, por qu misteriosa razn los griegos crean que el que asume el rol pasivo en una relacin homosexual no obtena placer, y pensaban que el pber deba ceder su cuerpo para goce del adulto. Los griegos, como despus los cristianos, no tenan una especial predileccin por la pasividad, un signo de molicie, uno de los pecados carnales segn la tablilla de la penitencia cristiana (fornicari, adulterio, molicie), indicador de sumisin. Pasivo es blando y sumiso, si la cesin de favores no se hace con elegancia. Y la elegancia poda lograrse con un mtodo preciso, un arte del cortejo. Hacerse desear, no entregarse a cualquiera, no someterse a malos tratos, mostrarse como un objeto de lujo, siempre apetecible, atractivo, sensual, deseable. No dejarse invadir por
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la molicie, no amanerarse, no usar cosmticos, tampoco embadurnarse la cara, terminar con los afeites, no coronarse con pelucas, cuidar que las carnes no se caigan o ablanden, mantener la tensin y el vigor corporal, hacer relucir la virilidad, exhibir a travs de la inocencia, la inmadurez y la ingenuidad de la infancia, el vigor del futuro hombre, ser hombre en una relacin de hombres. Preceptos para mantener y ensalzar la dignidad del muchachito, armonizar la relacin sexual del presente con la relacin social del futuro, mantener la hombra del futuro conductor de pueblos, el dema-gogo, con su pasado homosexual y salvar as los placeres griegos.

Scrates y la seduccin
Era ste el amor griego, hasta que lleg nuestro hroe, el maestro Scrates. No es que a Scrates no le gustaran los muchachos. Se conmova por ellos y Scrates no era una belleza. Es mundialmente conocido que era feo, gordo y petiso. Sin embargo, algn atractivo deba tener para que los mejores muchachos de Atenas, los ms bellos especmenes de la raza helena Platn, Fedro, Alcibades, se enamoraran de l, lo codiciaran y sedujeran. Cmo fue posible que de una situacin ertico-social en que los viejos perseguan a los jvenes, pasemos, ahora, a otra escena en que los jvenes mancebos se disputan la carne vencida de un viejo? Pero, se disputaban su carne? Cul era el poder seductor de Scrates? Cul era la llave secreta de su encanto y de su No? Nuevamente, qu es la filosofa? Scrates replantea los trminos del problema. Si se trata de saber qu es lo que ms conviene en las cuestiones del amor, si es bueno ceder ante quien nos ama o ante quien no nos ama enigma interrogado en el Fedro, dilogo de Platn, si ceder, si no ceder, si afeitarse o hacer gimnasia, antes de ponerse de acuerdo sobre el mejor uso de los placeres, mejor saber qu es
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el amor, qu es lo que distingue al amor del no-amor, cul es la naturaleza del amor, la Verdad del amor. Scrates era claro: antes de seguir con cuestiones de conveniencia empecemos con las formas de la esencia.

Las dos cabezas


El diagrama es simple. Consta de dos cabezas. Primera cabeza: son dos principios los que gobiernan al hombre, el deseo de placer y la bsqueda del bien. El primero nos lleva por el camino de los excesos, el segundo por la va de la prudencia. Voracidad e intemperancia, o medida y moderacin. Razn o locura. sta debe ser una leccin clara para los muchachitos atenienses que tienen aspiraciones polticas: si algn da quieren gobernar a sus semejantes, deben empezar por gobernarse a s mismos. Qu garanta puede darle a sus conciudadanos aquel que es mero ttere de sus pasiones, aquel que est sujeto a los delirios del amor? Quin est dispuesto a entregar su suerte y destino a un ninfmano? El delirio amoroso no es malo en s, recuerda Scrates. Los griegos siempre han sabido apreciar los embates delirantes, signo de videncia y de saber, mensaje de los dioses. La voz de Apolo, para los profetas, la de Dionisios para los iniciados, las musas para el poeta y ahora la voz de Eros nos llevar por los caminos de la Verdad, de modo anlogo a las otras voces del delirio, si somos capaces de leer los pliegues del alma, en donde ella se inscribe. Lo que nos lleva a la segunda cabeza. Segunda cabeza: el hombre tiene un cuerpo, una caparazn. Esta armadura de piel y huesos cobija un bichito, un molusco inmortal: el alma, aquello que se mueve por s mismo, movimiento puro, turista del trasmundo. Las almas que migran de cuerpo en cuerpo en la rueda de las reencarnaciones, en los intervalos cuando estn en estado flotante y libre se topan con los arquetipos de la verdad, las ideas, y luego, cuando vuel141

ven, pierden las alas, se les caen para penetrar un nuevo cuerpo. Perder las alas es olvidarse de la verdad. Volver a crecer para las alas y el alma, es recordar la verdad.

Las alas perdidas


El que ama con las alas perdidas, no sabe lo que ama, es esclavo de lo imprevisible y vctima de las redes de la ilusin. El que recuerda la verdad de su alma, el filsofo, aquel al que no se le han cerrado los poros de los que nace el alma, los poros de nuestros omplatos, ver aumentar el plumaje de sus alas ante la belleza del cuerpo de otro, y el deseado y amado, de alas perdidas, sentir abrirse los poros de su piel, y como las muelas que atraviesan las encas imagen socrtica nacern sus primeras plumas, se le abrirn las puertas de la Verdad. Ser un amor recproco, sin edades, sin sumisiones, filsofo y muchachito, Scrates y Alcibades se amarn en nombre de la Verdad. Amor generoso, duradero, razonable, una autntica amistad. La esencia del amor es su inclinacin a la Verdad, amar la Verdad, pasin del filsofo, un ngel de dos cabezas, que se enlazan para recordar juntas.

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Gilles Deleuze en la repblica del silencio (1984)

Hay lecturas que nos exigen contar al revs, replegar la alfombra temporal. En otra oportunidad me pareci que escribir sobre Sartre constitua un ejemplo de buen calibre. A quin poda interesarle las peripecias de Jean-Paul Sartre en el mundo del ochenta? Interrogante que se hace mayor cuando el Sartre elegido es aquel que vivi la ocupacin, el especialista en ontologa fenomenolgica, el que se preocupaba de los seres en s, seres para s, seres para otro, miradas de otro, y las consecuentes secuelas de libertad, responsabilidad y compromiso. A quin le queda resto para continuar la reflexin sobre los difciles esponsales entre el intelectual y su medio, qu otra cosa sino irona cabe cuando alguien se pregunta sobre los alcances del compromiso y los embates del hroe literario? Sin embargo, y a pesar de ecos no muy favorables, ratifico mi parecer y considero que Sartre es actual, aunque slo sea por haber inventado el calificativo de Repblica del Silencio a las metrpolis que no saben sacarse la venda, ni de la boca, ni de los ojos. Ciudades que se obstinan en su propia muerte. Una de las caractersticas de la Repblica del Silencio es permitir algn ruido de vez en cuando. Dcadas van, dcadas

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vienen, se escuchan murmullos, y antes de que se constituyan en bramidos, vuelve a caer el manto negro. Silencio. Y as fue que Deleuze, filsofo francs, fue cubierto por la penumbra sonora. Desaparecieron sus libros, no l, feliz habitante de tierras galas. Tambin sucede que en toda Repblica del Silencio estn los que s pueden hablar. Son los propietarios del cinismo ecumnico. Pregonan que en la Repblica del Silencio sus habitantes tienden a la mudez por falta de atrevimiento. Sostienen que en cada esquina hay micrfonos para todos, y que los peatones no se apoderan de ellos por cobarda. En una palabra, hablan de Autocensura, la famosa censura motorizada. Es curioso que en pocas en que reina el ms desencubierto horror, los medios de difusin estn sumamente interesados en los problemas de autocensura. Sigamos esta corriente tan peculiar y admitamos que Gilles Deleuze fue graciosamente autocensurado, y su libro AntiEdipo, Capitalismo y esquizofrenia, simplemente ignorado. No perdimos gran cosa, apenas una moda. Rompimos con la tradicin que nos haca seguir de cerca, con pocas temporadas de atraso, los avatares culturales de Pars. Hoy celebramos los primeros diez aos desde que Deleuze pas de moda, y ahora en la tranquilidad del olvido, sin posibilidades de recrear un xito sepultado varias veces, releamos a Gilles Deleuze. Es posible que su voz produzca algn eco en nuestra ruidosa Repblica del Silencio...

Superficie y profundidad...
Lectura difcil, exige pericia conceptual, paciencia filosfica. Desde sus primeras monografas sobre los filsofos clsicos, hasta sus ltimos ensayos sobre la imagen en la pintura inorgnica y el cine, encontramos a un escritor complejo, tcnico. Sus posiciones tericas se dispersan en un torbellino anclado en
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los bajos fondos de un vrtice, se pule en los crisoles del empirismo, se nutre de sangre-Artaud y neuronas-Nietzsche. La dificultad no es de estilo, no compensa con elipsis y rodeos estticos la carencia de blancos precisos. Es buen cazador, de pupilas felinas y pulso firme. Nos impone concentracin por la profusin de datos filosficos y la riqueza de su instrumental bibliogrfico. Sus temas son varios y aparentemente heterogneos. El alcoholismo y el aburrimiento en Scott Fitzgerald, los efectos alucingenos en Malcolm Lowry, los juegos lingsticos e imaginativos de Lewis Carroll, el agujero negro que hundi palabras y cuerpo en Antonin Artaud, la fascinacin de los recuerdos que pasan por Combray y la memoria de Proust, los oscuros pasadizos de las compaas de seguro de Praga, Kafka, muestran algunas de sus preferencias literarias. Francis Bacon, sus imgenes de hombres desfigurados, mutilados, sus cuerpos rodos, son ejemplo de su paladar artstico. La esquizofrenia es la enfermedad mental premiada y erigida en modelo terico para pensar la funcin desestructurante del deseo o para detallar los efectos subjetivos de un capitalismo que esquiza y adems, no nos olvidemos de los filsofos que habitan en sus meditaciones. Algunos, los que saben literatura, los que miran pintura, pueden intuir el peso especfico de la atmsfera que cubre la escritura de Deleuze. Artaud, Kafka, Francis Bacon, no son artistas que se destacan por concebir la vida como un Jardn de Al. Los paisajes emotivos de estos creadores rondan los desiertos, circulan por sus dunas de fuego, por sus heladas estepas, por sus lobos y sus beduinos, son extensiones removidas por grietas y terremotos, lo que Deleuze llama mundo de las profundidades. Es el infierno o volcn de Empdocles que consume las formas y los cuerpos, es la existencia de los que sufren la organizacin como una tortura, el orden como un tormento, es el mundo de los que rechazan el lenguaje aprendido por ser letras extraas e impuestas, los que quieren que la palabra caca huela a mierda, el ejrcito del absoluto.
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Frente a este universo terrible, Deleuze disfruta de alegres perversiones. Alicia Carroll atravesando el espejo, los juegos de azar, los festivales de mscaras, el humor. ste es el mundo de las superficies. Pero al no ser terrible, por no ser fsico, subterrneo, qumico, no hay por qu pensarlo precioso o inocente. Hubo lectores de Deleuze que interpretaron el juego y la mascarada como un carnaval de confites o como una raspa, tomaditos de la mano, inventaron, mientras el lobo no est, una filosofa ldica. Hicieron agua, se equivocaron. Lo que Deleuze llama mascarada o simulacro no es un ideal decorativo. La esttica es asunto serio, imagnense al viejo Carroll dejando el lpiz del pas de las maravillas al ver pasar bajo su ventana a una nia de ocho aos, y masturbarse con pasin. No todos se atreven a jugar. Desde las cavernas del inconsciente hasta las planicies de la forma, Deleuze arma un rompecabezas erudito con las mejores salsas y busca en las ficciones alimentos para su paladar. Y, ahora, la filosofa.

Filosofa y mquinas visuales


Aislemos una frase de su primer libro, El Bergsonismo: En verdad, no es lo real lo que se parece a lo posible, es lo posible lo que se parece a lo real. Y otra de su ensayo Empirismo y subjetividad: La ms diminuta de las ideas, la ms pequea de las impresiones, no constituye un punto matemtico, ni un punto fsico, pero compone un punto sensible. Este apego pensante a lo real y lo pequeo es una constante de su diagrama filosfico. A qu se opone lo real? A lo ideal. Y lo pequeo? A lo grande. Lo real y pequeo se enfrenta al Gran Ideal. Lo micro-real al macro-ideal. Deleuze pertenece al grupo de filsofos que tienden a lo diminuto, a lo bajo, la perversin, la minucia, la estupidez y la muchedumbre. Estas figuras de lo bajo nos ilustran el modo en que el

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minirrealismo elige disfraz. Volvamos a Sartre y ubiquemos su mini-ideal de lo bajo: No es en no s qu retiro nos descubriremos, sino en el camino, en la ciudad, entre la muchedumbre, como una cosa entre las cosas, un hombre entre los hombres... Del filsofo perdido en el anonimato, el hombre entrelazado de manos e intenciones con el resto de la humanidad, de la propuesta de la calle, pasamos al taller, otro bajo fondo del filosofar: Quiere alguien mirar un poco hacia abajo, al misterio de cmo se fabrican los ideales en la tierra? Quin tiene valor para ello...? Bien! He aqu la mirada abierta a ese oscuro taller, sta es la propuesta de Nietzsche vestido con mameluco y soldador en pleno trazado de genealogas. Cuando Deleuze reduce sus dimensiones para confraternizar con los bajos, no se dirige a las mesas o al mozo de caf como Sartre, ni a la metalurgia tica de Nietzsche, ni al secreto de la peonada o al aura de marineros de Retiro, como alguna vez lo hizo Gombrowicz, ni al divino adolescente que perda las ideas de los filsofos griegos. Su estilo para el descenso es rico en acontecimientos. Cmo resumir su bajeza? Bergson propone una llamativa receta para el que intenta transmitir un pensamiento ajeno, sorpresa mayor si el blanco elegido es un sistema de ideas generales y abstractas, carentes de personajes, situaciones y decorados, como puede serlo la filosofa del obispo Berkeley, padre del Idealismo Subjetivo. Bergson emprende un esforzado camino de anlisis con un fin ant-analitico: crear una imagen alucinatoria que d cuenta de la metafsica en cuestin. No es fcil producir un hecho fsico para ilustrar una metafsica, exige una revolucin de los cdigos, la implementacin de un juego de abalorios que ponga colores all en donde se despliegan las definiciones, que desparrame lanzaperfumes en el lugar exacto en que pretenden establecerse las ecuaciones ontolgicas. El concepto, en filosofa, es una herramienta de trabajo y, al mismo tiempo, el resultado del mismo. Una de sus carac147

tersticas es el de explicitar sus alcances y la indicacin de sus lmites, que lo articulan a otros conceptos. Forjar una imagen que muestre el funcionamiento general de una teora, es tarea de alquimista. Segregar una imagen viva y espacial del concepto modo de produccin en Marx, concepto de inconsciente en Freud, voluntad en Schopenhauer, nada en Heidegger, exige un arduo trabajo pensante y un acentuado desgaste cerebral. La vitalidad de la imagen alucinante, su corporeidad, la ubica en las antpodas de la concepcin por la que la imagen que tenemos de un objeto real, es un cuadrito o un retrato que ocupa el lleno de nuestra pantalla conciente. Esta imagen no re-presenta al sistema, lo presenta, exhibe y muestra en un artefacto visual, en una mquina clibe como las estudiadas por Deleuze siguiendo la inspiracin de Michel Carrouges: Mquinas de Duchamp, la de la Colonia Penitenciaria de Kafka, la Isla de Morel de Bioy Casares, La Mquina de la Inquisicin de Poe, y otros dispositivos a-metafricos que nada quieren decir ni nada que develar u ocultar. Para el caso del obispo Berkeley, Bergson presenta el orden de sus ideas como una pelcula fina y transparente, desde esta primera intuicin se desteje la sucesin de jeroglficos metafsicos. Bergson ha fabricado un ideograma del tumulto creativo de Berkeley, algo as como un smbolo de la tradicin gnstica, un emblema condensador de energa que al liberarse produce una forma, en este caso una metafsica. Esta lmina de cristal, mandala bergsoniano, ya nos alerta de los prejuicios comunes que asignan al idealismo subjetivo el sntoma del desvaro: el mundo existe porque yo lo veo, si no, no. Si quisiramos repetir esta operacin con el sistema ideativo de Gilles Deleuze, caeramos en la redundancia. Es difcil lograr la imagen de un pensamiento que ya genera una multiplicidad de imgenes de s mismo. Nos entrega un material varias veces digerido.

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En su libro Lgica del sentido, Deleuze intenta el reemplazo del modelo teatral, el de la representacin figurada, por el del cine, y sus haces proyectndose sobre una superficie de espesor mnimo. Nos da la imagen de un pensamiento que se est deslizando. Sartre, de modo anlogo, en El Ser y la Nada, nos describe el descenso de un esquiador sobre un campo nevado, y por la detallada explicacin el roce de texturas entre esques y la compacta y cremosa nieve, de la aparicin y desaparicin de huellas, va desmontando el funcionamiento de la conciencia. Una garganta roja que expulsa deshechos, el volcn de Empdocles-Lowry, el baile especular de Alicia Carroll y sus naipes de cartn, el AntiEdipo con los aceitosos talleres de la periferia, un mundo de engranajes y enchufes, imgenes del pensar intenso, del pensar-simulacro. No termina aqu la lista de imgenes que colorean la palabra de Deleuze: el campo de vida que generan los microorganismos, espasmos hidrulicos, torrentes de flujos desmayndose contra diques, la babosa retrctil del cuerpo sin rganos, quin se anima a alucinar una forma que corresponda a este torrente imaginativo? El segundo tomo del AntiEdipo, para seguir con las imgenes, comienza con el captulo Rizoma, raz particular de trayecto indefinido y plural que Deleuze opone a las genealogas arborescentes, tronco comn y ramas que se prolongan por selectiva divisin; qu hace que Deleuze dedique la ltima parte de este texto a la figura del nmade?; por qu esta aficin por el paso del profeta por las arenas del desierto?; por qu la insistencia en relatarnos los paseos del esquizofrnico o el curioso retorno de la imagen de la ventana abierta?

Apunte histrico
Deleuze es parte del pensamiento francs de los aos sesenta. Dcada brillante para la filosofa. Fueron aos de re149

cogimiento y elaboracin. En pocos aos la filosofa francesa dio fama y nombre a una reflexin plural. Ofreci nombres: Lacan, Foucault, Barthes, Derrida, Lvi-Strauss, Althusser. El marxismo, la antropologa, el psicoanlisis, constituan la savia y el alimento de la filosofa. Desde una lectura que a veces pretenda ser revolucionaria, los filsofos descifraban una nueva lista de interrogantes. Era la posibilidad de cortar el cordn umbilical que los ligaba al Padre-Sartre, artfice del compromiso y de la mala conciencia. El pensante ya no estaba obligado, a pesar de una profunda decepcin, a realizar ejercicios de fortalecimiento de espalda para soportar el peso del mundo, ocupaba un lugar que no se saturaba en una tica de la solidaridad. Su nueva misin estaba sellada: pensar con rigor. Abrir los ojos a los descubrimientos cientficos y actualizar su saber. Los antiguos gestos de buena voluntad no valan sus intenciones. El poder les mostr la cruda verdad, no esper la voz de los claustros universitarios ni esper las plumas calientes para afinar las puntas y reforzar las redes. El fin del colonialismo francs estuvo en las hbiles manos de un general conservador, un militar de pensamiento autoritario, pero un gran republicano como reconocen hoy los que lo combatieron. Y los intelectuales se dedicaron a adiestrar su saber, una vez humillados por el poder. De las ciencias disponibles, fue la del lenguaje la que se ofreci como modelo. La lingstica de Saussure y Jakobson encabez cada uno de los textos estructurales, el concepto de valor permita conectar a travs de la lingstica, acontecimientos que se extendan desde los ideales hasta la economa poltica. El valor define la identidad de un elemento por su diferencia con otro. Esta sencilla y breve definicin dio miles de pginas a la voracidad filosfica. La filosofa, que haba situado en el mximo altar a la Unidad cerrada en s misma: Ser, Uno, Sustancia, Razn, Sujeto, las grandes maysculas del pensamiento, debera conformarse con la sola consistencia de la relacin. Relacin, distancia, diferencia, las iden-

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tidades de los elementos remitan a una ausencia, y la ausencia trazaba la figura del sistema.

La guerra contra el dualismo


Una de las principales lneas de fuerza de la filosofa que nos llega desde los tiempos de Platn, uno de sus esquemas ms constantes, es la divisin entre lo que realmente es y lo que parece ser. La distancia entre la verdad y lo verosmil. Esta pareja fue repetida de modos diferentes: esencia-apariencia; mundo inteligible-mundo sensible; verdad-ficcin; ciencia-ideologa; el Diablo y el Buen Dios. Que exista una verdad ms all o en algn otro lado, escondida por el ms ac, oculta por los velmenes de este lado, una verdad permanente, abrigada en su nicho, es la idea ms evidente que haya inventado la humanidad. Si los hombres no creyeran en un ms all, no tendran otra cosa que el ac, el aqu y ahora, el fin de las esperanzas para quienes ya no pueden creer en un mundo en el que todo fuese diferente, en el que... por qu no?, quiz nosotros pudiramos ser diferentes... (Nietzsche). Pero la valenta filosfica no queda satisfecha con slo aseverar que no existe ms lugar que ste y que sta es nuestra nica realidad. Los filsofos, por una pulsin ancestral e irrefrenable, as como otros lo hacen con las armas, siempre andan palpndose los fundamentos, y al escuchar realidad preguntan: cul?, en qu se sostiene, cmo se justifica, a qu pertinencia remite o a qu remisin pertenece? Desmenuzar la filosofa de Baruch Spinoza, como lo hizo Deleuze, poner en marcha su mquina monista-pantesta, hacer funcionar el mundo de Spinoza, en que la sustancia divina no es ms que manifestacin, en que la cosa no es ms que forma, el Ser tan slo modos (de ser con minscula), en que el

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universo es un mar de perfiles, encender este dispositivo metafsico tiene alcances tico-polticos de consideracin. Si Dios no est en otra parte, si el Seor es inmanente al mundo, si no es ms que el despliegue de haces horizontales y transversales, se derrumba la pirmide jerrquica, se sabotea la verticalidad. El dualismo filosfico, tenga el nombre que quiera, almacuerpo, uno-otro, blanco-negro, racional-estpido, ser-devenir, es una jerarqua, una divisin entre lo alto y lo bajo, entre lo superior y lo inferior. Slo conocemos un caso de dualismo que parece apartarse de este diagrama de dominacin: es el caso del maniquesmo, en el que el universo se estira en una incontenible tensin entre opuestos. A pesar de sus contradicciones y flaquezas ideolgicas, se sabe que la Santa Iglesia y su Papado no aceptaron con especial simpata las elucubraciones de los maniqueos. Europa fue una sola y gran pira en la que descansaron las cenizas de estos cristianos heterodoxos que se atrevieron a jerarquizar el mal como fuerza csmica. Todo dualismo, por dejar una instancia incolmable entre los polos, requiere un Delegado, un Demiurgo, para atar cabos. El dualismo juega al juego de ausencias y presencias. Si el gran cielo no se ve, si Dios es invisible, l, El Gran Ojo, si lo real se oculta y el Inconciente se trama en otra escena, se requiere un intrprete, un elegido por los mejores jurados de la traduccin. Deleuze resume los avatares del mundo de las escisiones con un envo a Platn, especialista en delimitar aquello que realmente es de lo que se le parece pero no es igual, lo semejante al ser, su copia. Arriba, en la cspide, est el modelo, aquello que hay que imitar, los valores absolutos, abajo, en el llano, las cosas que nunca sern modelos pero s posibles buenas copias. Como en las fotografas. El negativo transparente y las copias positivas. Al negativo slo se llega por lo que lo contrasta, se elabo-

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ran las medievales teologas negativas y se proclama la inefabilidad de lo Alto. Arriba las ideas inmutables, abajo las cosas que nacen y pudren. Lo fijo y lo mvil, la esencia y la apariencia. Cmo juntarlos? Con el delegado, el que elabora la poltica participativa. Hacer participar a los de abajo con los de arriba es una meta vlida, encomiable, y posible acto violatorio. Lo (los) de arriba est demasiado bien (El Bien de Platn), perfecto se dira, para dejarse tocar (mucho) por lo bajo. Lo amenaza el riesgo de la corrupcin, a veces de la tentacin (los perversos de arriba), y por una distraccin del Inmaculado, puede recibir una tacha, y ser tachado de... Esta pigmentacin o lunar es lo que el intermediario debe evitar, que el contacto arriba-abajo no altere los lugares y mantenga la jerarqua. Platn fue claro: llamamos Justicia al lugar para cada cosa y a la cosa en su lugar. Deleuze se lanza sobre Spinoza para chuparle los jugos pantestas. El mundo de Spinoza es el mundo de la inmanencia opuesto al mundo de la emanacin. El paisaje est surcado por cruces de canales sin la presencia de la Gran Fuente Surgente. Dios es modificacin, metamorfosis. Mascarada planetaria. Por eso echaron a Spinoza de la sinagoga, confunda a Dios con el AntiCristo. No tenemos arriba-abajo, en el espacio horizontal-transversal, los seres participan del Ser en un plano de igualdad. Las diferencias son desniveles cuantitativos, ningn atributo es superior a otro y la dignidad se reparte equitativamente entre creadores y criaturas. Las cualidades se suceden en grados de una misma escala, digamos que hay movilidad metafsica como en las sociedades justicieras hay movilidad social, segn los socilogos. Los grados son reversibles y mviles y no se jerarquizan de una vez por todas en alcurnias, modelos aristocrticos o cualquier tipologa de linajes trascendentales. Sigamos con Spinoza. Dios no es tirano, no hace lo que quiere, no se manifiesta con actos de violencia fsica, el rayo de Zeus, las iras de Jehov, tampoco es legislador, una inteligen153

cia suprema que crea el mundo acorde al modelo que transmite su Verbo. Dios nada es en s si al mismo tiempo no es en otra cosa. El ser en s es la Sustancia, ancestral emblema metafsico, y los modos constituyen el ser en otra cosa, la sustancia es modos y nada ms que modos de aparicin. Manifestacin, expresin, presencia, inmanencia, cantidad, metamorfosis contra representacin, delegacin, escisin, dualismo, ausencia, calidad, metfora, combate entre dos metafsico-polticas. Y la tica?: complicada. Deleuze nos cuenta el contenido de las cartas del Mal, misivas intercambiadas entre Blyenberg, comerciante en cereales, y Spinoza, maestro pulidor de lentes. El problema es simple: para Spinoza no existe legislacin alguna, sostn o esencia cualquiera universal, ni basada en una naturaleza divina ni en una naturaleza humana, nada, absolutamente nada que pueda arrogarse el privilegio de dictaminar lo que est bien ni lo que est mal. Ni siquiera Dios. Nadie tiene el privilegio de pretender ser el delegado de Dios o su intrprete o su escucha, Dios no es ms que lo que existe. Slo podemos decir que es lo bueno para m o lo malo para m. No existe El Bien ni El Mal, no hay cspide desde alguna pirmide imaginable que sostenga a una Ley Fundamental. Est lo que nos conviene, bueno para m, malo para m, qu es lo que me da alegra o tristeza, aquello que aumenta mi potencia de existir y aquello que la disminuye. Pero el comerciante en cereales, Blyenberg, parece un ser de una inteligencia superior y de una osada sin velos: ... El mundo habra de caer en un estado de confusin eterna y perpetua, y nosotros volvernos semejantes a las bestias. Pero no hay confusin para Spinoza, el mundo para s y el mundo en s coinciden, se componen, se armonizan segn su necesidad. Lo que no es bueno para m, lo que disminuye mi potencia de existir es, desde el punto de vista fsico-qumico, un veneno, un proceso de descomposicin, y no hay otra ley posible que esta composicin y descomposicin de elementos, ningn otro universal. La tica de Spinoza es, entonces, amoral. Nuestra naturaleza
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humana muestra por composicin fsico-qumica lo que necesita para sus alegras y lo que se descompone en las tristezas. Spinoza no anda con rodeos: Si algn hombre se percata de que puede vivir ms cmodamente colgado del patbulo que sentado frente a su mesa, actuara como un insensato si no se colgara; del mismo modo, quien viera con claridad que puede gozar de una vida, o de una esencia mejor, cometiendo crmenes que adhirindose a la virtud, tambin merecera el nombre de insensato si no los cometiera. Pues respecto a una naturaleza humana tan pervertida, los crmenes seran virtud. Puede ser que haya exagerado un poco, pero en estas cuestiones las exageraciones a veces constituyen los mejores ejemplos. Enfrentarse a la moral vigente, ser lcido y no soportar su funcionamiento hipcrita, puede llevarnos por caminos inesperados, Spinoza los recorre, Nietzsche tambin, y Deleuze los acompaa. Caen el Bien, el Mal, aparece la Potencia de existir, la Voluntad de vivir, la intensidad, vivir intensamente, inflar al mximo nuestra potencia. la nueva sirena tica ocupa el lugar del modelo. Deben tomarse las necesarias precauciones, es muy posible que toda tica o contra-tica no tenga otro funcionamiento que el disimulo, ninguna otra misin o estrategia que el encubrimiento, sa es nuestra dulce fatalidad.

La tica de la ficcin
Salir en busca de la ficcin, atraparla va Artaud, Lewis Carroll, Henry Miller, Malcolm Lowry, Kakfa, Francis Bacon o Buster Keaton, meterla a empujones en la hostera en donde los filsofos son reyes, tarea deleuzeana. Es en esta poca que aparece Deleuze como gua para lo que algunos denominaron filosofa y carnaval. Inspirados por el emblema del ruso Bakthine, especialista en Rabelais y en las culturas populares, carnavalescas, los filsofos, atentos a las lucideces de la crtica, se aduearon de la Mscara. Este signo kabalstico condensa155

ba, como toda cifra hermtica, energa primordial. De espesor mximo. Recordaba una verdad de alcances difusos. Adnde o hasta dnde se pretenda llegar a repetir que detrs de una mscara hay otra mscara, o que detrs de una mueca hay otra mueca? Qu propuesta moral se quera sugerir otorgndole tal densidad al espejismo? El humor, el juego, la perversin, la danza, la risa, la locura, el arsenal de filosofemas deleuzianos intentaron insuflar un poco de oxgeno a la opaca filosofa. Esta especie de pulmotor se concret en el concepto de diferencia, una derivacin ms de la nocin de valor. Repeticin y diferencia en Freud, diferencia en Nietzsche, diferencia ontolgica en Heidegger, los filsofos franceses manipulaban esta nocin con polimorfismo y elegancia. Problema difcil es percibir la diferencia y la singularidad, pensar aquello que hace que algo sea eso que precisamente es, sin subsumirlo a una generalidad o al orden del concepto, sin emplear los recursos del invariable y sus variantes, del tipo y sus avatares, es arduo extraer la unicidad de los rasgos comunes del fichero universal. Este mundo por el que nos desplazamos presenta los seres en su redonda solidez. Las cosas son lo que son, iguales a s mismas. Ocupan lugar, sufren el tiempo, tienen un rostro y una identidad. Son cogulos de materia, apretujamiento de forma. Es esta solidez la que ser tamizada por la perspectiva de la diferencia. La solidez y la redondez de los cuerpos, su opacidad y su volumen, la aparente autosuficiencia de la forma, quedarn despellejadas, el espesor y la seguridad de las cosas no sern ms que efectos pticos, reverberaciones fugaces que destellan sobre una superficie. La lentitud de nuestro ojo lo hace incapaz de percibir el veloz desplazamiento de las singularidades y sus metamorfosis. El llamado individuo, con su nombre y cuerpo, la identidad que nos presenta, es el encorsetamiento de una dispersin: huellas digitales, seas particulares, qu otra cosa es una identidad?

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Las individuaciones, trmino empleado por Deleuze, son impersonales, las singularidades emergen de lo pre-individual. Del individuo a lo pre-individual, de la cara a la mscara, de la copia al simulacro, de la metfora a la metamorfosis, preguntamos nuevamente, qu pretensiones morales tiene este pregn por la diferencia? Qu mejoras aporta a la salud humana el reemplazo de la dialctica de las contradicciones por la afirmacin de las diferencias? Cul os el efecto tico de la sustitucin de la filosofa de Hegel por la de Federico Nietzsche? Nadie tiene por qu estar preocupado por cuestiones que conciernen a la salud de la especie, pero nadie tiene por qu asustarse si algn extrao espritu se desvela por el problema. No se trata de higiene, pero la filosofa adquiere grandeza cuando va hacia adelante, con la frente bien alta, sin mirar atrs, con marcha sostenida y velocidad en aumento, sin claudicaciones, hasta que en su majestuosa y ptrea presencia, se impone el muro, y se estrella. Este muro es la moral, la filosofa llega a adquirir los rasgos ms conmovedores cuando quiere disimular el aguijn tico incrustado en sus nalgas, imagen dalineana. La ternura nos llega hasta las lgrimas cuando vemos al filsofo que le declara la guerra al pensamiento edificante sin las tijeras suficientes para cortar las amarras del deber ser. Por qu preocuparse por la salud? Sigamos con la diferencia y la sanidad. Un espritu dialctico protestar por la posicin diletante, escapista, superficial y gratuita del pregn de la diferencia. La filosofa del antagonismo y la lucha, el torbellino dialctico, es un gigante intocable si se lo compara con los afanes de multiplicidad y polimorfismo. La propuesta diferencial debilita al dbil y fortalece al fuerte, justifica al amo y consuela al siervo. Somos diferentes pero no por eso opuestos... somos plurales pero no enemigos... somos muchos pero sabemos..., ste es el idioma del Alma Bella o Corazn de Oro, que merece respuesta sutil de Deleuze: De todos modos creemos que cuando los problemas alcanzan un cierto grado de positividad que les es
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propio, y cuando la diferencia es objeto de una afirmacin correspondiente, se libera un poder de agresin y seleccin que destruye el alma bella. Deleuze admite la fuerza de la condena, la soporta, y arroja un grito de esperanza, por eso dice creemos. El ente que se planta en la tierra y defiende su ser, que resiste a convertirse en el otro que una voz del amo le impone, aquel que afirma su derecho a la diferencia y a su singularidad, no es un destructor de semejantes, se ubica en una posicin de resistencia y produce un acto afirmativo de su modo de ser. Afirmacin, resistencia, espritu alerta y ofensivo, apto para la pelea, sereno, altisonante, espritu minoritario, la diferencia se impone, no pide reconocimiento. Ahora que hemos asistido a las virtudes de una poltica de la diferencia, instalmonos en cmodas butacas para escuchar algunos de sus defectos. Dice Bernard Henry Lvi: Acaso no podramos imaginar una poltica de la diferencia que fuera paradjicamente terrorista y asesina? De hecho esto podra muy bien ocurrir si, consecuentes con nosotros mismos, reconociramos al verdugo, al perverso o al nazi, su sagrado derecho a la diferencia, su derecho a matar, a violar o a encerrar..., pretender fundar una tica sobre el primado de la diferencia, creyendo hacer de l el nico artculo de una concepcin del mundo, poblara el universo de superhombres, que usurpan con slo mostrarse, excluyen con slo afirmarse. Sus primeras impresiones concientes seran siempre lo es la de descubrir a su lado un montculo de cadveres. Paisaje desolador el que nos han regalado, para cada Gran Hombre, por cada Hombre Total y Hombre Nuevo, cuatrocientos mil convertidos en escombros. Curiosas consecuencias de esta poltica de la diferencia subordinada a la nica y mayscula Diferencia Apocalptica, misterios de la tica, guios de la Madre Verdad.

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Anti-Edipo vs. Anti-Pandora


Para muchos Deleuze fue un pensador respetable, casi admirable, mientras dur su inters por el tema de la diferencia y el simulacro. Sin lugar a dudas, es un excelente lector de maestros filosficos y un agudo analista de eminencias literarias. Su cada se produjo, por insistencia y repeticin de la historia, cuando encontr a Eva la Serpiente, en Francia llamada Flix Guattari. La dupla Deleuze-Guattari tram el ardid y hace diez aos arroj el AntiEdipo, algunos tuvieron que agachar el esqueleto. Guattari, y Deleuze, unieron fuerzas y defectos para realizar el inmenso esfuerzo de dar vuelta la concepcin freudiana del inconciente en la versin abstracto-simblica de los lacanianos. El AntiEdipo, a diferencia de otros textos deleuzianos, produjo un llamativo fenmeno para el mullido y zombi mundo de la filosofa: una moda. Deleuze deja simulacros y diferencias. Los submundos de las profundidades, las corrientes intensas, las partculas caticas transforman el orden de su prosa. Deleuze inventa la ficcin del esquizoanlisis y produce efectos reales en los psicoanlisis. Al menos, algunos malestares en la cultura. Hacindose eco de la anglosajona anti-psiquiatra, desparram sobre el continente, desde los Pirineos hasta los Apeninos, un arsenal de mquinas deseantes, de flujos y cortes, un enorme canto rodado de Esquizia. Los talleres aceitosos del deseo le declaraban la guerra a otro deseo, ajustado a los clculos del Algoritmo del Signo. Desde los seminarios del Maestro Lacan se dibujaba una cifra del deseo que a medida que se grababa, se dilua. Pero, discipulum obediens est, los escuchas de estos ditirambos esquizos, humorsticos y provocativos, los espectadores de este verbo zen y oscuro, atrapaban las palabras del Amo, las eternas mariposas del saber, y las metan presurosamente en sus cajas sin respiradero. Es la poltica Anti-Pandora.
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Anti-Edipo contra Anti-Pandora, Deleuze abri la caja, su caja, y los lepidpteros perturbaron el ambiente. Como los pjaros de Hitchcock. Y estos pjaros-pajarracos de Deleuze se llamaron Antonin Artaud, Franz Kafka y Francis Bacon. Deleuze emprende su cruzada anti-freudiana con el Checo, el Ingls y el Francs. Desde los Pirineos hasta los Apeninos, desde Leopoldo Panero hasta Franco Basaglia, el chorro deseante invada los territorios del Dspota, lo que Deleuze llam el Faran del Deseo, el que siempre viene de afuera y siempre nos mira de arriba, el Ojo de las Alturas. Y desde los Apeninos no baj a los Andes. El tren deseante fue detenido y descarrilado por los jinetes negros que rodean nuestras tierras, los encapuchados que esperan en las cimas. Nos perdimos una moda. Llegaron lejanos ecos de las hazaas del Loco, del Esquizofrnico, perdimos el paso que se borra del profeta del desierto, tambin el desierto. No conocimos las peripecias del nmade, el beduino deseante, ignoramos los ltimos adelantos de la microfsica del deseo. Nunca nos han invitado a un laboratorio de molculas y partculas libidinales. Los Guardianes de la Ley nos protegieron de semejantes esterilidades. Mientras este divertimento tuvo su pequea euforia en tierras europeas, nuestra Repblica del Silencio se salv de la parasitosis y descans en su muelle divn, asociando libremente el terror.

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La larga risa de Michel Foucault y sus devaneos entre el general y la razn (1983)*

Foucault es un filsofo francs de cincuenta y largos aos, titular de la ctedra de filosofa del Colegio de Francia, mxima autoridad en la materia, autor de nueve libros, numerosos artculos, y profesor universitario hace ya tres dcadas. Egres de la Escuela Normal Superior que destila una elite paralela a las universidades de masas, Sorbona incluida, y form parte de un grupo de choque filosfico en la carnada de la posguerra. Es soltero, vive solo, tena una mucama espaola, una enorme biblioteca, es calvo y tiene excelente humor. La filosofa no se entiende sin la historia. Las universidades acostumbran a sus alumnos a cazar mariposas. Los estudiantes esperan, con sus redes tendidas, la aparicin de algn lepidptero en estado adulto que salga de la boca del profesor. Estn listos para atrapar el bicho. En un curso de filosofa se ve volar a Sartre, a Santo Toms, a Kant, y los alumnos se desbandan con desesperacin crnica y, en su afn de quedarse con un resto de ala, tan slo conservan un recuerdo: que las filosofas vuelan y no se pueden atrapar, y que el profesor las guarda en su boca.
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Publicado en el diario Tiempo Argentino, octubre de 1983.

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En este momento particular de nuestra historia aterriza la mariposa Foucault, y nos trae gratas novedades. Cules, por ejemplo? La primera y fundamental, dicen ciertos adeptos, es que si Marx no ha muerto, al menos ya es innecesario hablar de l. La segunda es que este silencio del Amo del Comunismo ha sido bien cubierto por las palabras de Nietzsche. Hoy nos toca hablar de Nietzsche, y descubrir que la catstrofe que nos aqueja ya fue preanunciada por su Genealoga de la Moral, que los caos que se desahogan en las pobres cabezas confirman el eterno retorno de la voluntad de Poder y que nuestro malestar es consecuencia de nuestra torpeza en la danza-filosofa. Habr quienes unjan a Nietzsche-prcer, ya seremos nietzscheanos, pobre Nietzsche, termin su vida increpando a un equino, nosotros terminaremos como tales. Foucault sera, entonces, para algunos, la reencarnacin de Nietzsche, y no slo eso, hasta hay quienes sostienen que Nietzsche fue peronista, y Foucault? Estos voceros pretenden el siguiente acertijo; que la historia y la poltica no se agotan en la marxista interpretacin de la lucha de clases, ni en la leninista interpretacin de la conquista del Aparato Estatal. Foucault nos brinda una microfsica del Poder, una dispersin regulada de los dispositivos de dominacin. A la clsica visin monoltica de una sociedad cuyo poder est concentrado en el Estado, dueo legtimo de la violencia, se opone la nueva concepcin de una pluralidad de poderes que regulan, castigan, premian, ensean y teorizan en los aparatos institucionales, desde las escuelas hasta la prisin.*
* Nota de 1987: Cuando este artculo fue escrito, en 1983, Corra el rumor por las calles de la ciudad de Buenos Aires, que Foucault formaba parte de una combinaci6n que lo enlazaba a Nietzsche y a Pern. Los tres, a partir de horizontes diferentes, llegaban a la misma llave maestra: la tercera posicin. A distancia equidistante entre el marxismo y los liberales, la figura de Foucault tena posibilidades ciertas de vestirse con la insignia justicialista. Pero muri un ao despus, y la ltima parte de su obra habla de los placeres del muchacho griego, de la

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Es sin duda interesante pulverizar dolos, centros de referencia maysculos que desde el Dios monotesta hasta el Estado Especulativo de Hegel nos protegen y reprimen con afecto. Pero ms interesante an es dejar de mariposear por los aires de la dulce Francia y descender a nuestra agreste pampa. Y qu vemos? Que en nuestras extensas llanuras las instituciones han sido repetidamente arrasadas, que mientras en la dulce Francia un profesor universitario tiene carcter vitalicio, muere en su ctedra despus de repetir cuarenta aos las lecciones de su Maestro que tambin ense otros cuarenta aos, frente a alumnos que podran catalogarse como biznietos, mientras aqu, en nuestro agreste aqu, los profesores se esfuman, desaparecen absorbidos por tiburones de aire, o se los invita a despejar las salas acadmicas con insistentes culatazos. Remitindonos

austeridad romana y de la problemtica de la ereccin en San Agustn. La renovacin del peronismo est discutiendo en estos momentos el modo de integrar este ltimo giro foucaultiano en su propuesta poltica. Mientras estos debates transcurren, la izquierda aprovech este desconcierto populista, y en breve lapso de tiempo se hizo duea de Michel Foucault, demostrando que contina la tradicin de Marx y Lenin. Si bien es cierto que la ltima parte de su obra no posee una continuidad translcida con el marxismo revolucionario, que pocos aportes hizo a la problemtica de la sexualidad, la vanguardia revolucionaria estima que el inters de Foucault por la disciplina de los cuerpos, completa la teora de la plusvala de Carlos Marx. En una ltima entrevista Foucault se proclama continuador de una tradicin inaugurada por Kant, seguida por Hegel y reelaborada por Max Weber. Cambi as con respecto a la aseveracin de su obra ms confesional, El Orden del Discurso, en que se reconoce discpulo de Dumzil, Canghilhem e Hyppolite. Esta ltima posicin genealgica ya implic una vuelta de tuerca con respecto a su linaje siempre proclamado: Bataille, Blanchot. Por suerte, hoy todos ya saben que Foucault, como l mismo lo dijo, cambi su modo de pensar despus de tomar contacto con la filosofa de Heidegger, el filsofo ms grande del siglo segn su afirmacin. Recomiendo a los lectores polticos de Foucault que lean Totem y Tab, un tratado sobre un caso de canibalismo, de Sigmund Freud, el Adam Smith del inconsciente, como alguna vez dijo Michel Foucault, el Jorge Luis Borges de la filosofa francesa.

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a la educacin (no podemos darle otro apodo), qu tipo de institucin pedaggica es la que mata de hambre a sus docentes, les imprime marcas de bastones largos y los hace desaparecer de la vida? Una Universidad argentina, institucin fantasma. Acaso los presos, habitantes de la institucin presidiaria, no tendran derecho a participar en la gestin de su propia institucin, cuando se sabe desde Beccaria que un reo es reformable y corregible? Sera pertinente, entonces, proponer la formacin de un micropoder carcelario que imponga la cogestin institucional entre presos y direccin, abogados incluidos. Hermosa idea. Pero qu pasa con nuestros presos, por qu no se atreven a asumir la responsabilidad de hacerse cargo de su propia institucin o, al menos, de intentar hacerlo? No les pasar lo mismo que a los profesores? No habr tiburones del aire en las celdas argentinas? Qu pasa con el poder disciplinario, como dice Foucault, en nuestros asilos psiquitricos, por qu los locos no reivindican su extravo, por qu no conquistan el poder de la insensatez e imponen su palabra? Si ya hace casi dos siglos el filntropo Pinel Foucault lo recuerda con insistencia liber a los locos de Bictre, les otorg espacio propio y extendi la terapia hacia lo social, consultando familiares de alienados, por qu los locos argentinos no estudian un poco de historia? La respuesta es breve: porque no comen. El 22 de agosto de 1983, las noticias radiales dan cuenta de un hecho normal: parece que la semana anterior los enfermos del Borda comieron una sola vez y no por huelga de hambre, y que las enfermas del Moyano tienen pabellones de doscientas internadas con un solo inodoro. En sntesis, nuestros locos no comen ni desagotan, por eso no conocen a Pinel. La historia y la geografa son ms poderosas que la filosofa, no la dejan pensar cualquier cosa, apenas la dejan mariposear. Foucault es grande, excelente escritor, amable y portentoso pensador, delicioso inventor, es recomendable leerlo y releerlo; pero lo que no se recomienda es
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la operacin jbara de reducir cabezas y meter en las mentes compatriotas con inquietudes tericas al fetiche Foucault, que sustituir al lepidptero Lacan; y as como en los ltimos aos supimos de significantes y cadenas, ahora copularemos con poderes y dispositivos. Los conceptos importados llegan a nuestras costas una vez que han sido digeridos en sus lugares de origen. Nos perdemos, a causa de la lejana, la oportunidad de presenciar el proceso de elaboracin de las ideas que sern moda all antes de que nos enteremos ac. Este hecho alimenta la ilusin del intelectual que cree que las ideas son la exclusividad de un libro. El mito de las mariposas. Con una lupa bien graduada podemos ver cmo la aparente solidez de un libro y sus pginas bien llenas, se abren en orificios y se desmenuzan en poros. El libro dejar de ser una piedra filosofal para convertirse en una ventana conceptual. Si los libros se multiplican y ya son ms de nueve, pila bblica que constituye la figura de Foucault, a travs de la ventana veremos los sucesos que colaboraron en la elaboracin de su obra. As como Michel Foucault para pensar el siglo XIX se interesa ms por las primeras encuestas fabriles que por las ltimas aseveraciones de Augusto Comte, nosotros abriremos la ventana Foucault y en vez de Nietzsche vislumbraremos la grata y magna efigie de Charles De Gaulle.

Cuando las papas estn crocantes


En los comienzos de la dcada del cincuenta, el mundo ya se conformaba al molde del nuevo poder y a su inaugural distribucin. El fascismo se haba propuesto salvar al viejo continente de los monstruos del lejano Este y Oeste, y, al perder la guerra, entreg a Europa a las garras, que se llamaron bloques, del oso
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ruso y el guila Sam. El imperialismo europeo ya no era posible, la regeneracin de la civilizacin tampoco, pero los gases siguieron y las exterminaciones tambin. Pero ya no en nombre de la pureza de la especie, sino a favor de las libertades, de las igualdades, y de los buenos negocios. Los inicios del nuevo orden fueron testigos de un clima glido y blico que se llam guerra fra. El planeta se reparta en dos nicos tmpanos, y en medio de ellos un agua helada y profunda. En esa atmsfera de temperaturas bajsimas, el intelectual libre y comprometido estaba obligado a elegir. Entre el agua y algn tmpano, poco tiempo llevaba decidirse, y el filsofo eligi lo que cualquier otro pedestre hubiera hecho: no ahogarse. Y Foucault ingres al Partido Comunista Francs, como era debido. Sartre, despus de Voltaire y Vctor Hugo, reinvent la figura del intelectual crtico y le dio su misin. Recordemos el sermn; no existen las manos limpias, las manos siempre estn sucias, ya no hay lavabos de marfil en los que es posible ocultarse, los intelectuales debern caer de cabeza al barro. Y Foucault eligi el suyo, aunque, creemos, sin mayor entusiasmo. Como joven y brillante filsofo, de la ms preclara institucin del gnero, la Escuela Normal Superior que lo alberg pupilo durante cuatro aos los mejores para una mente imberbe, se enter de las ltimas novedades del ambiente. Mientras el PCF segua enamorado de Stalin, los jvenes comunistas preparaban sus pequeas rebeliones leyendo al Joven Marx, tan joven y lleno de buenas intenciones como ellos. Desde los tiempos en que Auguste Cornu divulg los manuscritos en tierras parisienses, a partir de 1930, catlicos, personalistas y marxistas disidentes reformularon la doctrina en un humanismo socialista, y en una tica del Nuevo Hombre, el Hombre Total. Se una lo mejor de Occidente; el ginebrino Rousseau, que haba concebido un contrato social establecido segn las leyes de la desalienacin, y la nueva-filosofa alemana que intentaba humanizar a Hegel, desalienarlo tambin.
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Es esta suma del siglo XVIII ms el XIX la que era necesario calcular, y no fue fcil. La Revolucin Francesa ms la Revolucin Rusa, deba ser igual al humanismo socialista. Con las armas de esta matemtica transparente, Foucault escribe Enfermedad mental y personalidad, y afirma que la enfermedad psicolgica no es una planta de la que slo interesan su especie, sus caracteres, su forma y estructura, su ubicacin en un sistema razonable de tipos patolgicos, lo que se llam una botnica psiquitrica, ni una superestructura de procesos fisioqumicos que determinan alteraciones mentales. Estamos en 1954, buen momento para decir que la alienacin mental es lo que emerge en la cabeza del individuo, pero no nace con l. La alienacin mental expresa los conflictos sociales, y stos expresan la alienacin histrica en la que el hombre concreto se regula por una libertad abstracta, que lo parte y pierde. Es en esta distancia entre lo concreto, emblema de preferencia en la fenomenologa, y lo abstracto de su condicin, que el ser humano extrava sus atributos y que una psicologa concreta puede recuperar. Cul psicologa? La de Pavlov por ejemplo, el inventor de la fisiologa del conflicto. No olvidemos el tmpano elegido, Foucault Pavloviano y los clidos alientos de la lejana Siberia. Los intelectuales franceses de los cincuenta eran los hijos de la guerra, haban visto descuartizar a los pensantes colaboracionistas, vieron prender cientos de miles de medallas de la Legin de Honor en las solapas de una millonada de resistentes que en su momento parecieron tan pocos, fueron espectadores de los elogios unnimes hacia el PCF, nico partido poltico que haba elegido la clandestinidad guerrera, escucharon los vivas a Stalingrado, y gracias al Padre de la Patria, al general, se sintieron destinados por vocacin propia, a ser protagonistas de la aurora del nuevo mundo. S, aunque parezca mentira, Francia haba ganado la guerra, era victoriosa y altiva. Junto a los tres, Churchill, Roosevelt
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y Stalin, se trepaba el empecinado De Gaulle, el Padre de Francia, su esposo tambin. Pero la historia es inquieta, vida de novedades, tentadora, inasible. Del 54 al 56, el mundo se sacude. El informe Jruschov y el inicio de la campaa por la coexistencia pacfica: s, el socialismo era malo, y lo ms importante, una nueva guerra para Francia, un lo diferente y seductor, una hermosa guerra colonial, pero contra Argelia. All comenz la primera decepcin, en los 54, una guerra santa, aunque al revs. Eran los republicanos, socialistas y radicales los que en nombre del Al francs queran convertir al Islam a la luz y claridad cartesianas. Y Foucault desert, se hart como tantos otros de ensuciarse las manos, y se refugi en el silencio. El PCF, cuando de musulmanes se trataba, a veces callaba, su clientela preferida era el proletariado francs, que era francs primero y proletario despus. El intelectual comprometido no escriba, como Sartre lo pretenda, para los que no saban leer, se complaca en un juego vicioso con su propia conciencia, no pensaba en la libertad de los otros, gozaba de la propia, de su ntima irresponsabilidad. Raymond Aron recuerda que los jefes militares franceses sentan que se estaban vengando de la ltima derrota, por un alemn invasor, dos argelinos menos; recuperaran los galones perdidos. Ya en el ao 1958 el sartrismo y los comprometidos vean peligrar su dominio. Corrientes minoritarias, subterrneas, hacan or su voz: Lvi-Strauss y la antropologa, Lacan y el psicoanlisis, Althusser y el marxismo, Robbe-Grillet y la nueva novela. Es este ltimo quien en el 58 publica un pequeo libro con su artculo titulado Naturaleza, Humanismo, Tragedia. La invocacin es toda una propuesta. Para Robbe-Grillet la literatura comprometida apunta a la naturaleza del Hombre, a su presencia ubicua por la esfera terrestre; cuando un literato describe una montaa, dice que es grande, imponente, severa,
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aplastante, que la montaa es De Gaulle. Humaniza las cumbres, antropologiza las laderas, que una rosa es suave, sonriente, abierta, sensual, que una rosa es Michele Morgan, que un pocillo de caf es un ojo pardo y una ventana un alma en pugna, hay hombres por todas partes rodeados por cosas situadas segn su perspectiva, el punto de vista del hombre que est solo y protesta. El que se cree comprometido es, en realidad, un espritu trgico, dolido por las diferencias y las distancias, pretende crear un gran Hombre entero, autosuficiente, dueo y seor. Y el gran hombre volvi. Charles De Gaulle. Nuevamente Francia ahogada en una guerra colonial que poda llevarla a graves momentos, revirti la circunstancia con un gesto de generosidad. No sabemos por qu sutil pirueta el general le otorg la independencia a Argelia, que agradeci calurosamente. Este general era, sin duda, un singular estadista; cuando las papas quemaban, descenda de las alturas para corregir y decir que en realidad no quemaban, estaban crocantes.

De los Urales al Atlntico


Hay quienes caen como los gatos. La decepcin de los aos 45 se transform en libertad y compromiso, la de la guerra de Argelia en ciencia y teora. Hartos de moral y poltica, los intelectuales inventaron revoluciones tericas con las que salvaron una pizca de pasin. Y se interesaron por el lenguaje. Demasiadas palabras se haban desperdiciado en moralejas y aforismos de generosidad. Francia, an envuelta en una batalla de Argel, se senta alegre. Los beneficios del Plan Marshall llegaron a costas francesas y el literato comenz a interesarse por sus propios bienes. En vez de lamentarse por el hambre de los nios en las selvas africanas, o por la sed de los viejos nmades del desier-

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to, el pensador europeo se decidi a calibrar el valor y el peso de su tesoro, su blanca civilizacin. El espritu trgico repeta una nueva muerte. Se archivaron los lamentos, el desgarramiento, la ausencia y otras prdidas. Fue ahogado el lejano llanto de hambre del negrito panzn del frica, aquel que tena ms peso que toda la literatura del mundo. El enchalecado y empipado intelectual comprometido no haca pan fresco con sus palabras y el hambre no pide mensajes, ni crudos ni cocidos. El pensante progresista diriga su voz a los que an no saban leer y a los que no podan comer, o sea, a nadie. Trabajaba para el pblico del futuro gracias a las masivas ventas a los pblicos presentes. En suma, que el escritor no estaba obligado a ser Atlas para as justificar el lamentable hecho de haber sido parido, o por haber elegido la profesin literaria: sus espaldas no estaban hechas para soportar mundos. Era humilde, un diminuto trabajador de la cultura, un prestidigitador del lenguaje, un gracioso artesano del signo, ni tan responsable ni tan comprometido, un colaborador ms en la edificacin del desastre universal. Qu caractersticas tuvieron las nuevas mariposas ticas que sobrevolaron el cielo francs? La irresponsabilidad, la gratuidad, el juego, los placeres superficiales, la perversin y la burla, todos estos valores fueron diagramados en sistemas recubiertos de flechas y signos, en combinatorias y sistemas de transformaciones, en articulaciones y desfasajes, en cortes epistemolgicos, en mscaras y repeticiones y diferencias. La filosofa francesa inventaba un nuevo lenguaje, el de las estructuras. Michel Foucault, en el ao l963, public Raymond Roussel, en el que volc todo el arsenal estructural. pocas en que el filsofo, por su antiplatonismo militante, admiraba a los poetas y renda culto a los literatos. Mallarm, Lautramont, Artaud, y tambin Raymond Roussel, eran invitados a la Ciudad especulativa para olvidar la desgraciada fecha en que Platn los haba expulsado de la polis. La hora de la venganza haba llegado.
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La filosofa conoca un slo Rusel, el ingles, que se escribe Russell y se llama Bertrand. El otro, Roussel, apodado Raymond, no era muy famoso. Haba sido un poeta y novelista perdido en el anonimato durante la belle poque. Un dandy de galera y bastn, un heredero y rentista extraviado en los salones de su petit-hotel. Un poeta que en la adolescencia escribi un poemario que se llam Doublure, que se traduce por forro, en su doble acepcin. Durante la elaboracin de esta obra tuvo un acceso mstico, la gloria como l la llamaba, que perdi y jams recuper. Por lo que se analiz con Pierre Janet y se suicid en Npoles por exceso de droga. Tan interesante como los vericuetos de la interpretacin estructural que desparrama Foucault sobre su obra, es recordar qu fue lo que Roussel ingiri los ltimos das de su vida, del 25 de junio al 13 de julio de 1933, la noche de su muerte. Domingo 9; 11 phonadorine; lunes 10; vernidice a las 9 hs., dos botellas. Sueo tranquilo; martes 11; eutonal a las 9 hs.; 34, tres horas de sueo (formidable euforia); mircoles 12: veriane. Una botella, sueo, euforia desordenada... (Foto de una pgina de su diario publicado por Franois Caradec, Vida de Raymond Roussel, Pars, 1972.) No fueron, precisamente, estos ltimos detalles los que interesaron a Foucault. Se sinti atrado por otro escrito de los llamados pstumos, su testamento: Cmo escrib alguno de mis libros, sellado con la orden expresa de abrirlo una vez terminado el efecto del ltimo veriane. Y dice Foucault: Roussel nos leg el secreto de su procedimiento, la llave del misterio y la clave de la construccin de su obra. Al fin conoceremos el enigma de la creacin, seremos testigos del nacimiento del arte. Roussel inventa uno de sus maravillosos libros, y hace as: junta dos palabras, muy parecidas en el sonido y la escritura, pero de significado diferente, por ejemplo pillar y billar. Pillar en tanto hacerse el pillo, y billar en tanto billar. Y comienza la historia, las bandas de pillos por un lado y las caram171

bolas a cuatro bandas por la otra, el pillo blanco que tiene una esclava en el frica negra, y el dulce roce entre las blancas y negras sobre el parejo follaje de la tela verde; en fin, el relato terminar cuando pillo y billar puedan escribirse en una frase. Cosa rara, dice Foucault. Es ste el secreto de la maravillosa creacin? Toda obra literaria gira alrededor de un secreto, la inspiracin del autor, la musa enmascarada que le susurra al odo. Y Roussel, hereje y traidor, vuelve del infierno para frotar la lmpara de Aladino y revelarnos el misterio de la vida y la muerte, nos regala la Kbala de las Kbalas, una mera combinacin de palabras. El secreto invisible y ausente, el misterio de las profundidades, es una transmutacin de formas visibles, el secreto es una metamorfosis. Las palabras no esconden ninguna gran cosa, se disfrazan de palabras y se exhiben con alhajas verbales. Entre pillar y billar hay semejanzas y diferencias, las negras se repiten, se duplican, pero no son las mismas, las bandas tampoco. La banda del viejo billar, es la misma banda, habr algn juez que aclare el enigma? Juegos del lenguaje, brillo de las palabras, efectos de superficie, el juego de la perversin, pensadores que se hacen los pillos entre diferencias y repeticiones. La escritura y la diferencia, de Derrida; Diferencia y repeticin, de Deleuze; Las palabras y las cosas, de Foucault; Leer El Capital, de Althusser; Los escritos, de Lacan; El pensamiento salvaje, de Lvi-Strauss, constituyeron los monumentos tericos de una corta y radiante poca. La Francia era una abeja reina, con valiosos e innumerables huevos depositados en las libreras del Barrio Latino. Se produca, as se deca en esos aos, se empollaba cualquier cantidad. No hay tiempo para perder en largas explicaciones sobre si los autores mencionados pertenecen a una misma bolsa o si pertenecen a especies diferentes. Se distinguen por su semejanza, hermosa frase estructuralista. Una figura retendremos de aquella moda, la palabra. Se hablaba de la palabra, del
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signo, el significante, lo simblico, lo imaginario, lo Real, de la falta, la instancia, las epistemes, los continentes tericos, las capas y napas del saber; con la cuchara estructural se remova la salsa de la filosofa. Fue muy interesante. Ms de uno todava repite los hallazgos de los aos sesenta. Francia no tendr jams una filosofa de tal calibre (tendr otra, por supuesto). Los filsofos franceses, uno de cuyos jefes era Foucault, asesinaron los mitos de sus padres. Se abalanzaron contra el humanismo, contra la filosofa del Sujeto, contra el liderazgo de la Conciencia, contra la ideologa empirista, contra todo el mundo, menos contra la Ciencia. La Ciencia y el Saber se salvaron del naufragio, los estructuralistas pertenecan a su reino. Se entabl la lucha de la Ciencia Revolucionaria contra la Religin del General, apstol de la Francia de aquellos tiempos. De los Urales al Atlntico, proclam el general, con imponente vista napolenica. Charles De Gaulle se sinti elegido por los dioses, que se durmieron un mes de Mayo.

Cuando Francia se fue de casa


Mientras los filsofos estructuralistas se dedicaban a sus tareas minuciosas, en las que algunos elaboraban el fin de las ideologas, otros iniciaban la transmutacin de las epistemes o la torsin en el borde del pliegue de la metafsica, o los diferentes cortes y rupturas epistemolgicas, los desniveles de los engranajes tericos o la bsqueda del significante perdido en algn rincn del Nepal, la Universidad francesa viva un sopor medieval. Cuando un curso de filosofa se realiza en un anfiteatro de la Sorbonne, entre cpulas y cortinados, cuando la figura del profesor pasea en un escenario vaco, nostlgico, aorando sus perdidas lecciones de anatoma, cuando veinte o treinta alumnos bostezan y cabecean en sillones de terciopelo rojo entre seiscientas butacas vacas, cuando el curso de introduccin a la filosofa en 1968 se dedica al tema de Cmo se
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demuestra la existencia de Dios en la actualidad?, cuando la sociologa transmitida es un sueo de Durkheim para pesadillas de alumnos, entonces el aburrimiento es atroz y la especie que menos soporta el aburrimiento es la especie juvenil. Los tiernos tallos de la botnica cultural, los hombres del futuro, se hartaron de respirar el oxgeno de las catacumbas sorbonianas. Y fue en un mes de mayo que abrieron las ventanas. Y Francia se volvi loca. Mientras la Sorbona segua con Santo Toms, las nuevas universidades, monobloques de andamios y vidrio frente a otros monobloques, obreros esta vez, albergaron a estudiantes que ya haban comenzado a divertirse. El candombe empez por la periferia, en los barrios suburbanos, en la Universidad de Nanterre. La crisis dur un largo mes de mayo de 1968, en el que Francia sali a la calle cansada del aire austero y severo de su esposo, de su interminable moralina, de su cara de monumento y de su gloria de cementerio, sali a la calle despus de aos de encierro y buena conducta, aos de fidelidad y devocin. Francia se solt el pelo, se pint los labios y sedujo al mundo. De Gaulle, marido de talla, esper. Pens: Pobre Francia, necesitaba salir, divertirse, conocer gente, seducir y seducirse, sin duda volver rejuvenecida. Y volvi a casa a fin de mayo. Los ltimos das de la fiesta Francia pensaba en su casa, que no haba sido ventilada, en el desorden, en su marido solo y austero, en la economa familiar y en el precio de las papas. Y de la fiesta qued un hermoso recuerdo, una nueva universidad, en una periferia ms elegante, la de Vincennes, adonde lleg Foucault nombrado maestro de filosofa. En el ao 1969, frente al rejuvenecido estudiantado francs, Foucault comienza a hablar de sus proyectos: una historia de la penalidad, un anlisis de las utopas sexuales, una filosofa de Mayo ms all del marxismo, ms ac de Freud, al costa-

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do de Lacan, y lejos de la estructura. Nosotros, los filsofos, ya no nos dormiremos sobre las estructuras, dijo Foucault. Y fue nombrado Gran Maestre del Colegio de Francia, con la misin de jams olvidar las enseanzas de la transgresin festiva: la importancia de la periferia, y el poder en las instituciones. Por supuesto, algo ms produjo la fiesta. A pesar del retorno al hogar, el esposo haba sido desairado, un poco ridculo, un monumento con mueca ptrea no queda bien con una mujer algo loca, y cuando le lanz la pregunta definitiva: Bueno, todo muy lindo pero se acab el carnaval. Te quedas, s o no? Francia le respondi: S, pero... bueno, yo, este... Y se fue el general, y con l muri el ltimo esposo, y llegaron los amantes, elegantes y sonrientes, pero efmeros.

La razn es una pipa?


Una vez que Francia enviudara y se adaptara a su nueva vida, montona quizs para algunos pero envidiable para otros, en momentos en que Francia vive lo mejor de su ya buena conciencia socialista, democrtica, solidaria, generosa, siempre lcida y elegante, culta por sobre todas las cosas, Foucault se alza como lucirnaga reina, y algo ms que un lepidptero. Las ltimas noticias que circulan dan cuenta de insistentes ofrecimientos de puestos de embajadas y agregaciones culturales, corteses invitaciones del nuevo presidente, viejo amigo de Argelia y nuevo amigo del Chad, y tambin dan cuenta del receloso silencio del maestro Foucault, dedicado a la pedagoga y a la preparacin de libros que se gestan hace siete aos. En algn momento de nuestra historia, se me ocurre, la razn con mayscula tuvo su papel protagnico. Es posible que hoy en da tener o no la razn no constituya un acontecimiento definitivo. Habra buenas y malas razones. Existen quienes, incluso, afirman que la razn est siempre del lado de los que
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mandan, que la razn es fruto de una imposicin y no de una clara exposicin. Poco importan las correctas reglas del lenguaje, las coherencias internas o los poderes de la demostracin. No hay mejor axioma que un fusil bien aceitado. Durante siglos se pens que la Razn era hija del paraso. Una doncella blanca, alada, con una mano aferrada a la llama de oro, el falo celestial. Se llam la Razn Pura, una clara y generosa exposicin de la Verdad. En la comarca de la Razn Pura, el rigor y la bondad se aplican juntos. Cuando se tiene atesorada la frmula mgica, cuando el alquimista logr su propsito, ese momento de xtasis inefable es apenas comparable con la Gloria que posee al metafsico cuando revela que las hermanas enemigas, Libertad y Necesidad, nunca fueron dos, siempre una y la misma. La Razn Pura y el Bien son los padres de la siamesa de Occidente, el pequeo monstruo de dos cabezas, Libertad y Necesidad. Ser absolutamente libre y absolutamente necesario, una dulce y cruel utopa. Pero quin cree hoy en da en este cuento de hadas? Habra que ser cndido para enamorarse de la Virgen Pensante. Los que enarbolaron la Razn Dialctica, a mi modesto entender, fueron ms realistas. Admitieron que las cosas cambian, que los conflictos son parte de la vida, y que la historia es una gran panza espasmdica. Entre separaciones y reconciliaciones, el tiempo de los hombres es fragor blico. La Razn Dialctica es emblema de lucha, soporta la mcula de la tragedia, no es virgen pero tambin es pura como una madre. Qu sucede cuando llega Foucault, haciendo eco al fantasma nietzschiano, y nos dice, con elegancia y distincin, que la Razn no es la bella durmiente ni la Gran Madre de los Lamentos, que la Razn es sencillamente abominable? Los que quieren presenciar el amplio despliegue de esta razn, debern cambiar sus costumbres. Los enamorados de la Razn Pura habitan los continentes cientficos y se regocijan con las danzas matemticas, ligeras, transparentes, armnicas,
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y se especializan en bailes epistemolgicos. Los hijos dolidos de la Razn Trgica se apasionan por la historia y sus batallas. Gustan de fierros, y tienen odo fino para escuchar el dulce sonido de los motores de la historia. Est llegando el Apocalipsis, est llegando la Hora de los Pueb1os, ya est llegando... me lo dijo Mam Historia. Los que de ahora en ms se interesen por el deambular de la razn abominable, debern cambiar sus costumbres y dedicarse a otras lecturas, quizs algo aburridas: el Derecho griego, el germnico, el romnico, el cannico, deber ser asiduo visitante de cortes supremas y marciales. El perverso Foucault se re y se despanzurra a carcajada abierta cuando le cuentan el cuento de la buena ley, o el de la buena historia. Recorre el trayecto de la razn abominable, coloca los cimientos de una historia poltica de la verdad. De la disputatio a la indagatio, del suplicio a la disciplina, de la encuesta al examen, la verdad no tiene origen, es invento perverso, hija de las pequeas causas, cien veces bastarda. Con inspiracin nietzscheana y sutileza marxista, Foucault se re mientras escribe con tinta roja en pluma de oro. Se divierte cuando dice que Freud es el A. Smith del inconsciente, cuando afirma que el lacanismo retrotrae el psicoanlisis a la arcaica problemtica de la sangre, en la que el deseo es hijo de la ley, cuando auspicia que la sexualidad es cuerpo y placeres y no deseos y prohibiciones o goce y muerte, o sangre y semen. Se divierte cuando dice que la ideologa es una nocincemento para un marxismo que juega con instancias y articulaciones una pasta de adherencias, un pegamento representativo, y se divierte con Magritte y su otro cuento, el de la buena pipa, que nos da el desenlace final.

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Foucault y los derechos humanos (1985)*

Una de las verdades que circulan por el universo es que all donde falta se produce. Esta frase enigmtica puede incluirse en una serie de acertijos lacanianos, tiene su estilo, puede criticrsela por situar a la rareza en el origen de la existencia, o por hacer de la carencia y el no-ser un emblema omniexplicativo. Sin embargo, creemos que las verdades, que parecen presentarse en plural, no estn para ser contempladas ni aduladas, ni guardadas ni eternamente comentadas, las verdades deben ser usadas. No es una mala leccin nietzscheana la de armar un martillo de verdades para crear nuevas zonas de existencia, imagen del filsofo herrero, Hefastos, deambulante del infierno. Estas imgenes que se van sucediendo pueden alterar las aspiraciones clsicas de claridad y distincin. No es nada raro, nos hemos habituado a pensar la imagen como una distraccin, un velo detrs del que se esconde algo que hemos llamado concepto, pero no estamos jugando, estamos rodeando, pensando.
* Conferencia dictada en la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de La Plata, octubre de 1985. Publicado en el suplemento cultural del diario Tiempo Argentino, junio de 1986, y en la revista de psicoanlisis Descartes, nm.1, 1986.

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Los derechos humanos, en eso estamos todos de acuerdo, los defendemos, los pregonamos, nos adherimos a ellos, o los adherimos a nosotros, hacemos mesas redondas, conferencias, materias, seminarios, campaas, los queremos asir y se nos escapan, los queremos definir y se nos vuelan, los derechos humanos se han convertido en la iniciacin tica de algunos intelectuales argentinos. Me explico y vuelvo al principio. All donde falta se produce, este pequeo lema nos indica un vaco que en este caso es un despojo. De algo hemos sido despojados en la ltima dictadura militar, de algo que quizs nunca tuvimos. As como la Liga de los Derechos del Hombre fue creada a principios de siglo como consecuencia de los avatares polticos que dividieron a Francia cuando se acus a Dreyfus de traicin a la patria, Liga creada, si la memoria no me falla, el mismo da en que se constituye la Accin Catlica de los nacionalistas franceses, nuestros derechos humanos tambin tienen su antecedente poltico: su violacin. En la sociedad argentina se ha producido una violacin que los filsofos nacionales no alcanzan a definir. Cuando estos amantes del saber se renen y despliegan sus ponencias nos encontramos con una promiscuidad, no cabe otra palabra, de teoras, acertijos, filosofemas, posturas e imposturas, que producen la sensacin de que no son cuerpos vivos los que han sido violados en nuestra sociedad sino principios, principios marxistas, principios analticos, principios historicistas, absolutistas, heideggerianos, kantianos, cuando los filsofos se renen para hablar de estas violaciones de cuerpos vivos y hablantes, no hacen ms que exhibir los ms variados muestrarios de llaves de castidad para evitar que les violen sus pequeas teoras. Este tipo de acontecimientos no debe sorprendernos en demasa. Los derechos humanos son un bocado muy apetecible para las pretensiones filosficas. Para que este apetito pueda ser comprendido es necesario saber qu es un filsofo. Nuestra historia, la historia de la filosofa, recuerda que este saber
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nace con un temple de nimo que los antiguos llamaron asombro. Freud, un sabio de nuestra era, hace derivar nuestra pulsin cognitiva de un misterio. El enigma de nuestra curiosidad infantil, fuente de las teoras sexuales. El asombro, la curiosidad, estas fuentes del conocimiento, estn en la base del quehacer filosfico y de la imagen de un filsofo que se define por el interrogar, por la insatisfaccin, por la duda y la crtica. Esta voracidad, imagen ms intestina, digestiva, distingue al filsofo, y nos lo hace ms vernculo, se nos aparece como el and, aquel que todo traga, digiere y consume. Todos sabemos lo que es un avestruz, me parece un animal ms conforme a nuestra labor, tradicionalmente simbolizada por la lechuza, la que ve de noche, cuando todos duermen. El filsofo todo explica porque todo tiene sentido, o debera tenerlo. Llegar a explicar lo que son los derechos humanos, por qu son derechos, por qu son humanos, en qu se fundamentan, cul es su raz ltima, es para el and, cmo decirlo, difcil explicarlo, cmo describir la sensacin de Tristn al abrazar a Isolda, el temblor del cruzado al apretar el cliz sagrado, la primera reflexin de Coln al descubrir Amrica, el gritero de los dedos de Armstrong cuando puso el pie en la luna, definir los derechos humanos es para el filsofo SER, con todas las maysculas del universo. Tener claridad conceptual sobre los derechos humanos es definir la justicia, la verdad, el bien. Es descubrir lo que desde Pitgoras busca la filosofa, es hallar la pepita de oro que perdi Adn cuando coma la manzana, qu trofeo dijo Orfeo, el dios griego. Las Madres de Plaza de Mayo van a la Plaza de Mayo, los filsofos nos van a decir por qu las Madres de la Plaza de Mayo van a la Plaza de Mayo. Saben por qu? Por los derechos humanos, no por sus hijos, mera apariencia de una realidad oculta, van por los derechos humanos. Pero, qu son los derechos humanos? Ya es hora de dar la esperada definicin. Pero esperemos un poco. Paciencia griega, filosfica. Nosotros, los argentinos, tenemos una tradicin; ni oral, ni escrita,
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es una tradicin pop; nos viene de la calcomana, y se pegaba en los automviles de nuestras ciudades durante el ao 1978. Los argentinos somos derechos y humanos, esta insignia no nos estaba destinada, la ponamos para los turistas de aquel Mundial, para que supieran lo que ramos nosotros, los hijos de Gardel. Reemplazbamos el qu son por el quines somos; y hoy en 1985, por esos apurones de la historia, la frase padece un agregado: los argentinos no somos derechos y humanos, somos siniestros e inhumanos. Aunque no sera mala idea que todos aquellos que pegaron semejante adefesio pusieran el negativo, ya no en los parabrisas sino en sus frentes seas, o los que por aquellos das nos recitaban que ramos un pas sin borrachos por sus calles, que sos tambin sufran una infusin obligada de alcohol del peor; y cambiemos de tema ya que no se trata de urdir semejantes venganzas. Mi tarea es otra. He sido invitado para que sume mi voz filosfica al coro de investigadores de los derechos humanos, y que por tradicin curricular sea Foucault el que hable a mi travs. Y as como cada uno trae sus teoras, yo aportara la presencia viva de Michel Foucault para esclarecer el debate. Es por eso que quiero aclarar que no me dejar atrapar tan fcilmente, yo no represento a Foucault, es mi gran aspiracin la de no representar a nadie, pero yo respetar vuestra inquietud y les dir algo. Foucault, ustedes saben, no escribi sobre los derechos humanos y s, para hacer un juego de palabras, sobre deshechos humanos. Es decir, sobre aquellos que la sociedad occidental ha signado como marginados, desviados o subversivos. Este inters sobre las poblaciones marginales, por las minoras, coincide con un momento histrico que no podemos ignorar. Pasada la primera dcada de la posguerra, en plena efervescencia econmica, fin de los aos cincuenta, surgen en Occidente una serie de movimientos difciles de identificar. Quizs el llamado fin de la guerra fra y el pacto de coexistencia
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pacfica hayan tenido que ver con esto; si es as, el deshielo, como se deca en aquellos tiempos, se fundi en un torrente de movilizaciones con una gran variacin de metas. El poder negro de los negros, el poder rojo de los indios, el poder amarillo de los chinos, el poder verde de los rubios, el poder oriental de los nuevos msticos, el poder de la juventud que, desde Praga a Pars, convulsion a las dos Europas, el poder latinoamericano que irrumpe con la revolucin cubana, el poder feminista, y el de los homosexuales, la fuerza de las corrientes antipsiquitricas, todos los colores, todas las edades y todos los sexos. El espectro que amenaza a Europa ya no se llam comunismo, tuvo otro nombre, requiri un bautismo, y en el archivo de los nombres compuestos a Foucault se le ocurri extraer el de micropoderes. Micropoderes y microresistencias invadan el mundo industrial a ambos lados de la cortina, sin reclamarse de los grandes sindicatos, ni de los grandes partidos polticos. Las luchas sectoriales, la rebelin de las minoras buscaba su teora cuando la necesitaba, fuera de las clsicas doctrinas universalistas y de los organismos centralizadores. Ni el comunismo ni el liberalismo con sus aspiraciones mundiales podan entender la absoluta parcialidad de esas luchas. Ni la constitucin de un partido revolucionario ni la conformacin de un orden jurdico equilibrado poda entender ni frenar estas convulsiones sociales. Es cierto, la actualidad parece indicarnos que los vientos se han calmado y que el espectro apenas espant algunas moscas. Hace dos siglos tambin se deca que la Revolucin Francesa era un ingrato recuerdo, o que la Revolucin Rusa nada cambi, o que la Cubana o que la Reforma; pero sabemos, sin hacernos acreedores de una particular lucidez, que despus de las revulsiones sociales nada queda igual, aunque fracasen, dejan sensaciones inolvidables. Foucault nos habl de los locos y diagram una historia por la que la insensatez se visti con diferentes disfraces. Para nosotros resulta una evidencia que la locura es una enferme183

dad como resulta tambin una obviedad que el conjunto de las desviaciones se dividen en patologas y delincuencias. No podemos ser tan ingenuos para creer que Foucault retoma la voz de la locura y desde los arcanos de la vctima enjuicia a la razn. No se hace el loco ni deja de proferir un discurso racional, es decir, inteligible. Pero lo que s hace es producir un ligero desplazamiento en el reino de las evidencias. Despliega la razn histrica traza el sistema de modificaciones y exclusiones de lo que se nos aparece como natural. Esta historia comienza con la locura o la mntica, como la llamaban los griegos, la matriz del arte de la adivinacin. Es en el orculo con su sinfn de trances y ronquidos de pitonisas en donde se teje el molde del logos griego. En la escenografa construida por Erasmo de Rotterdam el loco se convierte en bufn, y como todo payaso de cortes, sabe lo que los fieles ignoran. La epopeya contina en los hospitales generales, hacinado con un promiscuo surtido de marginados, el loco ser separado y ubicado en el asilo que corresponde a su especie. Con espritu democrtico los mdicos alienistas nos hablarn del loco como de un alienado, el que perdi una parte de su razn universal que las duchas fras le permitirn recuperar. En los umbrales del nacimiento de la medicina moderna y sus ramas neuropatolgicas la locura ser concebida como una lesin orgnica, visible, aislable y operable va electricidad y punzones. Es en los divanes austracos que el loco llegar a la ltima categora, un ltimo eslabn en la larga cadena de la botnica psiquitrica que le permitir ser voz de sus deseos para una oreja lucrante. Cuntas locuras invent la razn durante su largo proceso onrico! Si los sueos son los guardianes de nuestro dormir, como deca Freud, si aquel que no puede soar se vuelve demente, ya podemos intuir la funcin de la locura, el poder tranquilizante que supone situar la locura afuera, en el otro. As como la locura del otro tranquiliza al cuerdo, nuestra sociedad, mediante lo que Foucault llama razn punitiva, crea sus propios ilegalismos y fabrica al delincuente que nece184

sita. En su anlisis sobre la prisin, Foucault interroga, hacindose eco de voces tradicionales, sobre el fracaso de dicha institucin. Recuerda que el infractor que comete por primera vez un delito, cuando pasa por el sistema corrector de la prisin, se transforma en delincuente, un infractor repetitivo. Las estadsticas muestran que el papel educativo de la prisin choca contra la multiplicacin de los ilegalismos, y no por fallas pedaggicas. Parece ser que la sociedad necesita de los delincuentes, ya sea para distraer las preocupaciones hacia las malversaciones menores, ya sea para crear un contingente semiclandestino que el poder necesita para ciertas ocasiones. La composicin bio-social de los servicios indica la mira que el poder utiliza cuando quiere reclutar a sus agentes. Pero lo que interesa desde esta perspectiva no es el pregn favorable a los sacrificados por la historia, no es el elogio de los mrtires. S interesa que a travs del despliegue de la razn punitiva se van constituyendo como ingrediente fundamental las conocidas ciencias del hombre. El sistema carcelario une en una misma figura discursos y arquitecturas, reglamentos coercitivos y proposiciones cientficas, efectos sociales reales y utopas invencibles, programas para corregir a los delincuentes y mecanismos para solidificar la delincuencia. Esta frase de Foucault, como tantas otras, seala lo que Foucault define como dispositivo saber-poder. El poder no usa al saber para sus designios, el saber no representa intereses que le pueden ser ajenos, el dispositivo es uno solo y la famosa razn que distingue a nuestro Occidente nunca dej de ser una razn poltica, una razn reguladora y normalizadora. Por eso el inters que puede tener Foucault no reside en un nuevo elogio de los marginados sino en el desmantelamiento del edificio analtico y pedaggico de las disciplinas cientficas, para mostrar la importancia y el peso de la primera palabra, el aspecto disciplinario. Saquemos ahora con la mayor suavidad posible la jeringa Foucault y veamos qu nos queda de los derechos humanos.
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Tengo la sensacin de que todos aquellos que con las mejores intenciones se han abocado a la tarea de pensar los derechos humanos, se han metido en un callejn sin salida. Estn encerrados por el muro liberal y el marxista. En este renacimiento liberal de una parte de la intelectualidad argentina, los derechos humanos se convierten en un blasn y en una mscara. Viejos peronistas, viejos marxistas se han convertido repentinamente en demcratas liberales empecinados en saldar viejos errores. Viejos reaccionarios se visten de nuevo liberalismo para hacerse potables en estos nuevos tiempos; en todo caso, aquellos que no quieren que se repita lo ya conocido, el terror, aquellos que quieren pensar algo nuevo para que no sobrevenga lo viejo, tropiezan con dificultades tericas para salir del crculo democracia liberal/terror cvico-militar. Los liberales de la filosofa se apoyan en la sempiterna razn analtica que los insta al inacabable deber de definir cada trmino, de crear un lenguaje transparente, algebraico, que funde un orden jurdico estable. Los abogados de la filosofa, desde Rabossi a Nino, son algunos de sus exponentes. El sempiterno vaivn entre absolutismo y relativismo, el inocuo y vaco enigma entre la eternidad y la historicidad de los derechos humanos, la ingenua creencia en la educacin del pueblo, en un contrato jurdico-social para que no ocurra nunca ms, no es inocente, todo lo contrario. Ser necesario repetir una vez ms que el pueblo alemn era el ms educado del mundo, educado y formado en las mejores luces de la cultura, desde Goethe hasta Einstein, que la ilustracin ms exquisita en las mentes ms preclaras no evit todos los deslices y los mayores holocaustos? Ser necesario recordar que la milenaria materia Instruccin Cvica que hemos padecido en el secundario, tampoco evit la produccin de un ciudadano torturador? Y ser preciso recordar que los lderes montoneros que los liberales equiparan a los torturadores, se graduaron en el Nacional Buenos Aires? Con los marxistas las cosas no van mucho mejor. Es cierto, parecen ms terrqueos, parecen hombres y no ngeles. Pero tie186

nen sus peros. Denuncian la tendencia a la abstraccin de los liberales, y nos hablan de la historia, de su presencia y necesidad. Nos alertan de que hablar de libertad en general es burgus, y que es sabido que cada sociedad define los parmetros adecuados de la libertad que le corresponde, que es absurdo hablar de libertad religiosa en una sociedad socialista que ha abolido el opio de los pueblos alienados; claro, es absurdo, nadie mejor que las sociedades soviticas lo saben. Me recuerdan a un profesor comunista que tuve hace aos, que sostena que en una sociedad comunista la psiquiatra sobraba, y los locos tambin, resabio de la alienacin histrica producida por la explotacin del hombre por el hombre. As que al que se le ocurra edificar un templo en Vladivostok o volverse loco en Odessa, ya sabe, se equivoc de estadio histrico. Los inventores del Goulag ya sabrn qu hacer con ellos. Arrinconados por el doble muro liberal-marxista, los que quieren diagramar una estrategia no saben qu teora concebir. Es natural, no es la teora la que impedir los tanques y las picanas, es la movilizacin, la lucha y la defensa de los derechos de los actuales habitantes de la repblica lo que puede llegar a consolidar nuestra democracia. Recordar a los desaparecidos, para denunciar los ataques contra los que siguen aparecidos, los amenazados por ser amantes de la pornografa, por ser homosexuales, por haberse divorciado, por ser mujeres, por ser adolescentes, por ser drogadictos, por desocupados, por cabecitas, por judos... aquellos aparecidos, que nuestra sociedad autoritaria y puritana no deja de perseguir. Para esto, la lectura de Foucault, quizs, pueda aportar algunas ideas.

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Foucault en fragmentos. Acerca de Foucault y los muchachos (1985)*

Todo comienzo es trivial. De ser cierta la etimologa de trivial, tal como nos la transmite Roland Barthes, raz latina que indica el cruce de tres vas en que una prostituta espera a su presa, la trivialidad s seala una ligereza, la de la mujer que est sola y espera. Un va crucis del amor. Ah nos espera Foucault. Ah tambin estamos nosotros, yo. Cul es el mejor sitio para un comentarista que a imagen y semejanza de su ancestro romano, desea apresar a su hroe? Dnde est su va crucis? Nacimiento, hazaas y muerte, las tres vas que nos ofrece la mitologa en su relato y memoria. Hijo y nieto de funcionario, educado por una abuela sensible, Mallarm senta crecer en l desde temprano una rebelin que no encuentra su punto de aplicacin... Cuando muri su padre, Baudelaire tena seis aos, viva adorando a su madre; fascinado, envuelto en sus consideraciones y cuidados, an ignoraba que exista como persona, se senta unido al cuerpo y al corazn de su madre por una especie de participacin primitiva y mstica... Cuando el pequeo Gustave Flaubert, extraviado, an bestia, emerge de la primera infancia, las tcnicas lo aguardan. Y los papeles por representar. Comienza
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Texto rechazado por una revista cientfica editada por la Facultad de Psicologa, U.B.A.

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el adiestramiento; no sin xito, al parecer. Nadie nos dice, por ejemplo, que le haya costado caminar... Genet estaba emparentado con esa familia de espritus a los que se da el nombre brbaro de pasatistas. Un accidente le hizo tropezar con un recuerdo de la infancia y ese recuerdo se ha hecho sagrado; en sus primeros aos se represent un drama litrgico del que l era el oficiante: conoci el paraso y lo perdi, era nio y lo expulsaron de su infancia... De este modo iniciaba Sartre la vida y obra de sus personajes favoritos. Pero as como del artista interesan su cuna y su tierna infancia, el filsofo no parece despertar una curiosidad similar. Sabemos s que Kant era sedentario y que su trayecto fue lineal: de su casa al trabajo, en la Universidad de Knisberg, y del trabajo a su casa, en el mbito de su nico y verdadero apego: su ama de llaves. Sabemos tambin, por Thomas de Quincey, las complicadas artimaas que Kant deba tramar en un tormento repetido cada jornada, para atarse el lazo de su bata de dormir. Sedentarios o viajeros, los paisajes parecen ser los marcos de preferencia que recuerdan las biografas de estos seres pensantes conocidos por filsofos. Platn en Siracusa o Alejandra, Aristteles paseando por jardines, Descartes recorriendo cortes europeas, Nietzsche y sus paseos matinales por las alturas que bordean el Lago di Como, o corriendo con Lou y Paul por los bosques, detenindose, recogiendo trufas y rer y coquetear en paos menores segn la feminista versin cinematogrfica de Liliana Cavani, Heidegger y su refugio en la Selva Negra, Sartre y sus excursiones en bicicleta, Marx y sus fornculos... Si el hroe es hijo de Dios y hombre, hombre divino o dios hecho carne, el filsofo no es ubicable en un espacio sagrado, su origen carece de majestuosidad. Cuando se escribe sobre alguien, es tentador llegar hasta su cuna y husmear y atrapar los aromas de sus primeros orines. En la infancia est nuestro deseo de verdad.

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Sin embargo, una de las incomodidades de nuestra situacin en el mundo es que estamos lejos, pero no como dioses, sino como argentinos. Lejos de Venecia para algunos, lejos de Pars para otros, lejos de Oriente o, lo que es ms actual an, lejos de Las Vegas o lejos de New York, o lejos de las secretsimas luces de Barcelona; en fin, la cuna de Foucault nos queda lejos. Sabemos que proviene de una muy buena familia francesa, que era calvo, elegante, que tena una fiel mucama espaola, una biblioteca monumental, que se deleitaba con cenas entre amigos y plticas de sobremesa, que era riguroso con los horarios, amable, corts, secreto, como su enfermedad, ignorada hasta por sus ms ntimos, con cierta debilidad por las pieles cetrinas, de carcajada y risotada cuando hay que ponerse serio, y adquirir la mscara mortuoria cuando se espera la amplia sonrisa, filsofo adjudicatario de una hermana y un padre mdico. Fragmentos. Es hbito francs, de raigambre antigua y acadmica, que las oratorias de los sabios provoquen desmayos en la sala. Desde las tradicionales lecciones de anatoma en el anfiteatro de la Sorbonne, hasta los seminarios de Lacan, el xtasis y la prdida de sentido son frecuentes en el campo terico galo. Es ingenuo pensar la ciencia en trminos aspticos en contraposicin a la magia y el arte, embajadores sanguneos. Ya se sabe que no es as. Existen los orgasmos conceptuales. Cuntos desmayos produjo Foucault, es imposible saberlo. La Secretara de Censos y Estadsticas del gobierno francs an no cre un apartado que cuantifique los efectos corporales de la palabra acadmica. Basta sealarla como dato. Est claro que la figura del desmayo tiene pocos visos de realidad. La audiencia de la universidad francesa se aburre por lo general y se duerme en algn caso particular. Y aquello que parece desvanecimiento repentino e incontrolable no es ms que sopor crnico convertido en sueo profundo. Era eso lo que aconteca en la Salpetrire, las mujeres vctimas de la oratoria psiquitrica, se dorman, y el galante
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Charcot acuda en el momento justo, evitando un porrazo seguro (recuerdan el cuadro?). Fue el instante sabiamente visualizado por el artista. Slo un poder imaginativo malsano interpret esta escena como el sntoma de una perturbacin femenina que se hizo llamar histeria. No era histeria sino extremo hartazgo y mortal aburrimiento sufrido por los cobayos femeninos ante el melodrama representado por los sabios de turno. Foucault lo dice con todas las letras: est comprobado en los archivos mdicos de la poca que Charcot preparaba los desmayos. Ya sea por su poder soporfero o por un preparado teatral, se trataba de la fabricacin de histricas, otro aspecto del inters de la cultura europea por el problema de la mujer. Dice Foucault: ... en la cultura europea, la jovencita o la seora casada, con su conducta, su virtud, su belleza y sus sentimientos, se convertirn en temas de preocupacin privilegiada; un nuevo arte para cortejarlas, una literatura novelada, una moral exigente y atenta a la integridad de su cuerpo y a la solidez de su compromiso matrimonial, todo esto atraer en su derredor, curiosidades y deseos. Cualquiera sea la inferioridad de su posicin en la familia o la sociedad, habr una valorizacin del problema de la mujer. Su naturaleza, su conducta, los sentimientos que inspira o tiene, la relacin permitida o prohibida que se puede tener con ellas, se convertirn en temas de reflexin, de saber, de anlisis, de prescripciones. Parece, por lo contrario, que fue hacia el lado del muchacho, que se activ la problematizacin en la Grecia Clsica, entretejiendo alrededor suyo, de su frgil belleza, de su honor corporal, de su sabidura y del aprendizaje que sta requiere, una moral de particular intensidad. El muchacho. Cuando muri Witoldo Gombrowicz, la revista LHerne, pidi a Foucault una colaboracin para el nmero de homenaje al escritor polaco-argentino. Y mand una nota manuscrita diciendo:

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Pero si no tengo aqu los textos de Gombrowicz. Y si ya no est para mandarle mis seales de humo, Y ahora que el gato ha sido definitivamente ahorcado, para qu? carios Foucault (firma) El muchacho, desde el pen de Ferdydurke, hasta el marinero de Transatlntico, el adolescente, el inmaduro, Gombrowicz recuerda a Foucault la era contempornea del muchacho. Y es hacia l, hacia el muchacho Foucault, que enviar mis seales de humo.

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Nacimiento y porvenir de la filosofa (1985) *

De qu otro porvenir es posible hablar sino del que se muestra ante nuestros propios ojos? De qu otro futuro si no es el que veo, hoy, y seguir viendo maana? Paradoja primera: el futuro, lo que esta por venir, no puede verse, si no, no sera porvenir, y, sin embargo, no se me ocurre otra cosa que no sea el mismsimo presente, otro momento que la actualidad, para imaginar un futuro. Del futuro puede hablarse en trminos de verdad y en trminos de deseo, o voluntad. En trminos de verdad se requiere un saber llamado prospectiva, una anticipacin cientfica que supone que las cosas ocurren de un modo que admite predicciones. En trminos de verdad tambin se habla de profecas, slo que en este caso implica un don y no ya un aprendizaje, es el don de la videncia de la que carezco ltimamente. Me es difcil situarme en el centro del mundo, aunque ms no fuere del mundo filosfico, y abarcar con una profunda mirada nietzscheana los vaivenes de la madre filosofa, desde los centros imperiales de nuestro mundo moderno hasta las lejanas tierras en las que me toca vivir. Deca Mujica Linez, hacindose portavoz de un idealecto que nos es frecuente: Estamos tan lejos...!; de qu, preguntamos, o de
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Conferencia dictada en el Instituto Jung, invitado por el prof. Jorge Luis Halfen.

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quin tambin podemos preguntar. Para Manucho, la lejana se meda en los metros y leguas marinas que nos separan de Venecia, la cumbre acutica de su ideal esttico. Y preguntmonos, nosotros los filsofos en qu y con respecto a quin se mide nuestra lejana, nosotros que vivimos en una comunidad cuyos lderes no se ponen de acuerdo si pertenecemos al mundo occidental y democrtico, al tercer mundo del Sur del planeta o a la Roma imperial que nos regal la Iglesia y las legiones. Ustedes saben, hagamos un poco de erudicin, que los griegos llamaban moira, a lo que hoy traducimos por destino, y que antes de adoptar las connotaciones temporales y fatales a las que estamos habituados, significaba distribucin, reparto del espacio y de los recursos entre los dioses. Y as, de modo anlogo, para hablar de futuro, del tiempo por venir, nos estamos refiriendo al espacio, a lo lejano y cercano, a nuestra situacin de sabernos el centro de un territorio perifrico. Suceden cosas extraas en el Cono Austral, piruetas orgnicas bastante llamativas. Nuestras orejas se hipertrofian para escuchar hasta los ms tenues murmullos de lo que se teje en las tierras ms lejanas, en las gndolas venecianas, en los corrillos de los institutos lingsticos del MIT, para no perdernos los ltimos avances de los comentarios editoriales de la capital francesa, escuchar los sonidos de las calles oscuras de la vigsima avenida neoyorquina, off, out y down Broadway, los gorgojeos que caen bajo las patas de las palomas catalanas, nuestros tmpanos se deben aguzar para no perderse lo que dicen los distrados catedrticos de Oxford, o las melodas que se componen en Palo Alto, California, somos los Dumbos de la cultura. Pero cuando nos toca hablar, la boca se hipotrofia y nuestros gritos ms poderosos ni siquiera llegan a los barrios de nuestra ciudad. Y si a esta situacin que le toca vivir al intelectual de nuestras noches porteas le sumamos otra situacin que es la de dedicarse a la filosofa, un saber que ya tambalea en los programas del ltimo ao de los colegios secundarios, que sufre decapitaciones en las esferas terciarias, un saber cuyos libros y cuyos escri196

tores se amontonan en el olvido antes de ser recordados, de qu porvenir podemos hablar nosotros los filsofos porteos, con qu voz podemos anunciar los destinos de nuestra madre y musa, qu eterno retorno o qu apocalipsis planetario podemos presagiar, si nuestra pasin filosfica apenas puede trascender los lmites de nuestro cuerpo y los risueos comentarios de nuestras familias? Seamos inteligentes, seamos filsofos, no seamos nada ni nadie, pero tenemos padres de consideracin, escuchemos algunos de sus consejos; qu nos dice pap Nietzsche, qu nos dice pap Freud, qu nos dice el maestro Deleuze o el inmortal Kafka, qu nos dicen nuestros prceres: empiecen por cualquier lado, y no se olviden los detalles, fijen la mirada en lo accidental, extraven la mirada central y qudense con la mirada estrbica, aprendan el soslayo, el detalle y la estupidez. Y as, ponindome la careta de la distraccin, veo-veo, y qu veo desde mi lugar de delegado del ancestral saber filosfico? Bueno, como lo dije al principio, veo que el futuro es una cuestin de voluntad, ms an, de deseo, el futuro es prenda del voluntarismo, y de los que tienen dura la cabeza, de los hijos de la obsesin. Qu ven los hijos de la obsesin, entre los que me encuentro? Ven que en la facultad de Psicologa circulan los nuevos planes de estudio para la universidad pluralista y democrtica, planes para formar psiclogos, en los que la filosofa puede llegar a tener el lugar, si la suerte la acompaa, de ser una materia optativa, a lo largo de otras treinta y cinco obligatorias. La razn la veo clara: en una carrera de Psicologa, las materias deben llamarse psicologa, es decir, psicologa diferencial (ser el modelo de la introspeccin para los psiclogos?), psicologa evolutiva psicologa del aprendizaje, psicologa profunda, psicologa general... y as en ms la psicologa se estudia a s misma, y la filosofa no le sirve de espejo en esta gloriosa tarea. Pasemos a otro espacio laboral, el ciclo bsico. Despus de sostenidos intentos que resultaron infructuosos, los cerebros que
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diagramaron esta histrica reforma pedaggica, no pudieron eliminar a la filosofa. Profesores de filosofa del derecho y de filosofa de las ciencias inventaron una materia llamada Introduccin al conocimiento cientfico con la que estimaban transmitir a los candidatos a la universidad lo que ellos consideraban ms preciado: el arte de razonar. Como bien lo record uno de estos profesores en las reuniones preparatorias a la confeccin del nuevo plan de estudios: los chicos salen del secundario sin entender el principio de Arqumedes, no saben razonar. Este modo tan especial de concebir la tarea filosfica, de considerarla como una de las ramas de la higiene social que tiene por objeto darle a cada trmino su verdadero significado, no slo ha invadido el ciclo bsico sino todos los miniaparatos que distribuyen espacios de poder entre los docentes de filosofa. Pero si algo caracteriza a la obsesin es su dureza, y los nuevos mandarines de la academia filosfica no pudieron sustituir a la filosofa por la lgica y la ciencia (un invento filosfico como todo ser despierto sabe) a pesar de los embates mensuales que no cansan de repetir. La Razn y la Libertad, estas dos grandes hijas de la democracia, la Libertad apoyndose en la Razn cientfica, y sta en el pluralismo poltico, con esta doble matriz pretenden encontrar la llave para la nueva cajita de Pandora, pero se olvidaron de Pandora, y cuando lleg Pandora y les dijo que tambin de pan vive el hombre, de sexualidad, en redes de dominacin, prendido al poder de la imagen y de las creencias, y les dijo tambin que el higienismo democrtico no es ms que el dorso del autoritarismo puritano, cuando llega Pandora se arma el escndalo, por suerte, y los estudiantes se pliegan a l. Sigamos con nuestra distraccin y lleguemos a la calle Charcas, hija de la calle Viamonte, y en el centro porteo de produccin y transmisin filosfica, qu encontramos?: una academia, un tribunal, un granero, un carajo, la verdad que no s, pero me parece volver a una poca que apenas recuerdo, veo estudiantes humildes y sumisos, profesores maltratados,
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los bajos sueldos y los concursos fraguados, profesores altaneros por alguna beca en una universidad alemana, profesoras que se bajan continuamente las faldas de las polleras mientras acomodan sus gafas, y una nueva propuesta, para nuestra nueva vida en la tolerancia y el pluralismo: los planes dicen que la filosofa se dividir en antigua y moderna. Los antiguos seguirn hablando del ser y del no ser, se les dejar sus divertimentos ontolgicos, y los modernos ocuparn los cargos que les corresponden a sus pretensiones cientficas y jurdicas, filsofos analticos y epistemlogos confeccionados en las facultades de abogaca que quieren seducir a nuestro actual poder con la promesa de un legalismo algebraico. El ser y la ciencia, dos postres para dos futuros comensales. Qu nos queda a los que por problemas diabticos no podemos comer semejantes dulzuras? Lo de siempre, los problemas filosficos, la filosofa que no muri, la que nos siga hablando desde las arcas perdidas del tiempo, la antigua tradicin de la risa y la polmica, un futuro de risas y gritos, el viejo placer del pensamiento. Parece que todo va bien, pero no resulta suficiente, el giro estilstico puede estar logrado, y, sin embargo, no me convence que un futuro de risas y gritos cierre una programtica del porvenir. Claro que es un mejor auspicio que aquel de lgrimas y gritos, o el de hroes y mrtires, pero no configura una propuesta ni una prediccin. Slo que a mi entender, el filsofo argentino de hoy tiene problemas que se encuadran en otro tipo de urgencia, problema sencillo: el del hacer y de otro problema menor que es parte del primero: el de saturarse cuando recin comienza a hacer. Las numerosas horas semanales que el filsofo dedica al sacerdocio de la docencia, lo obligan a una tarea de erudicin para satisfacer el supuesto querer saber de sus estudiantes que creen en el supuesto saber del maestro. Sabemos que cuanto ms nos interesamos por un problema, ste comienza a dispersarse y multiplicarse, y, nobleza filosfica obliga, cuanto ms
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sabemos, menos sabemos. Llenar los agujeros que los estudiantes nos ofrecen y llenar los nuestros, carentes de la totalidad de la informacin, nos exigen una tarea de llenado que se presenta como previa a cualquier construccin intelectual. Su fruto es inevitable, el olvido absoluto de lo propio Si en las artes, ser un original resulta un halago, en el terreno filosfico es sinnimo de megalomana, irrespetuosidad e infantilismo. Tenemos sobre nuestras espaldas dos mil quinientos aos de volmenes filosficos a los que debemos rendir cuentas. Nuestra palabra, nuestra posible palabra, es deudora de una Autoridad magistral y milenaria que nos ve y vigila y nos reclama austeridad, rigor y disciplina. La erudicin y el rigor, condiciones bsicas del pretendiente a la filosofa, pueden convertirse por los azares del destino, valga la paradoja, en la famosa solucin final. Cul es la solucin final para el filsofo. Cul es la solucin final que nos ahorre los futuros debates sobre la vigencia de la filosofa y los futuros enigmas sobre su porvenir? Ya lo dijimos: erudicin y rigor, el permanente llenado de los casilleros, y su correspondiente inmovilidad. Deudas del filsofo, deudas del intelectual. Recordemos a Sartre. En los tiempos que se llamaron en Francia, de la Liberacin, Sartre traza las primeras lneas del compromiso intelectual, del que el filsofo no estar eximido. Este compromiso no era un acto voluntario, o un contrato que pudindose contraer, se poda romper. El compromiso no era con los vivos, sino con los muertos, y sabemos que las deudas contradas con los que se fueron, y en este caso mrtires de la Resistencia, con los que fueron idos, son difciles de saldar. Imposible dira, si no es mediante el procedimiento de la mmesis, dando su vida, recreando la pira y ofreciendo el propio cuerpo, el sacrificio. Cuando Sartre dice que su decir, que la posibilidad que l tena en los tiempos de la liberacin de hablar y escribir, de pensar y hacer, se las deba a los muertos en la Resistencia, que la muerte de stos haba sido la condicin para que l viviera, nos habla de otro tipo de exigencia.
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Volvamos a casa, y recordemos la dcada de silencio y muerte que soportamos, y algunos disfrutamos, y contemos las deudas a saldar y el compromiso a asumir. El filsofo erudito y riguroso deber, adems, ponerse los galones del herosmo, y desde ese momento su palabra, quizs, tenga algn peso. Rigor del saber, rigor de la muerte, considero que son stas dos de las vacunas de la esterilizacin del quehacer filosfico. Pero s, claro, muerte hubo, y saber hay, no podemos ignorarlos, el quehacer del filsofo los encuentra y decide su qu hacer con ellos. Cul es el porvenir de la filosofa? Es el nuestro. Cul es el nuestro? Slo Dios lo Sabe, pero nuestra voluntad lo quiere. Y... En lo que respecta al nacimiento, etapa que sigue al porvenir, el paisaje se me hace ms claro. Pienso, o mejor dicho, estoy de acuerdo con aquellos que piensan que la filosofa no naci por inspiracin de un hombre que se asombr, dud y atraves una situacin lmite. Prefiero la versin del maestro italiano Giorgio Colli que define la filosofa al modo platnico, como un gnero literario con situaciones imaginarias para un pblico indiferenciado. Una ficcin con un tema predilecto: la verdad. La filosofa es entonces la nica ficcin discursiva y escrita cuyo tema preferencial es la verdad. Pienso que la filosofa naci en Grecia y no en la China o en la India porque la llamada filosofa slo pudo concebirse en un mundo en que el esquema de la revelacin tuvo un primer fracaso. Para que un sofista del siglo V a.c. haya definido a los dioses como aquellos centinelas invisibles que fueron inventados por los hombres para hacerles cumplir con las leyes, hecho que evita la presencia de contingentes numerosos de vigas visibles, en suma la religin ya no como el opio de los pueblos, sino como la justificacin misma de la prefectura de polica, agentes celestiales, para que un sofista haya dicho esto y no haya sido linchado por la muchedumbre enardecida del gora griego, el mundo de la palabra mgico-religiosa tuvo que haber
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sufrido fracturas de consideracin. Y esto aconteci en Grecia y en ningn otro lugar, por lo que s hasta la fecha. En Grecia tambin sucedi que en lo que se conoce por esquema trifuncional de los pueblos indoeuropeos, el sistema de las tres castas o grupos sociales, soberanos, guerreros y pastores, por vez primera los pastores toman el poder. Junto a artesanos, comerciantes, campesinos, fundan la democracia, la repblica de los ciudadanos, a la manera griega, es decir la repblica de aquellos que no son mujeres, esclavos o extranjeros. Para que la palabra pudiera autodenominarse filosfica, y dar lugar a una reflexin de este tipo, fue necesaria la erosin paulatina e irreversible de la pirmide asitica, y la inspiracin geomtrica del crculo y del centro equidistante, el pasaje de una palabra que nos cae del cielo a otra de trayectoria horizontal, intersubjetiva, humana. Para que la filosofa haya sido posible fue necesaria la presencia de un universo social en el que imperaba lo que se conoce como el espritu de agn, una sociedad dada al juego y a la competencia, desde las olimpadas para la destreza corporal hasta los combates dialcticos en los que gobernaba la palabra. Factores mltiples, desde la aparicin de la moneda hasta el surgimiento de la polis, la filosofa nace en un terreno de lucha que se llam dilogo en el que la presencia del adversario era necesaria para la constitucin del pensamiento abstracto. Un adversario que es estmulo para convencerlo con la palabra y no para exterminarlo con la daga, para persuadirlo con los encantos del verbo o con la armona de la demostracin. El dilogo filosfico es polmica y la filosofa es confrontacin, diatriba, erstica, discusin. Qu me dice el nacimiento de la filosofa, qu me ensea? Que tras una dcada de amordazamiento, exilio interior y vergenzas, la filosofa puede tener una oportunidad en el terreno de la confrontacin, el de la contradiccin y la tensin entre aliados y adversarios. Qu otra cosa me indica? Que el maravilloso mundo de las ideas que para algunos define a la filosofa, adquiere su tinte maravilloso
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porque est hecha por hombres, atravesados por discursos s, por instituciones tambin, por deseos y ambiciones, que hace que no sean las ideas las que vuelan como pregona el idealismo filosfico, sino los hombres, los hombres s vuelan con sus alas erticas como deca Scrates en el Fedro. Nacimiento y porvenir, los dos jalones entre los que se despliega nuestro trabajo y nuestro placer, el placer de dedicarnos a la filosofa, a pesar de la erudicin, del rigor y de la muerte.

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Apndice

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LA NACIN
Buenos Aires, sbado 15 de junio de 1985 Fundado por Bartolom Mitre el 4 de enero de 1870 LA NACIN ser una tribuna de doctrina (Nm. 1, Ao 1) Director: Dr. Bartolom Mitre

Editorial

Filosofa e ideologa en el Ciclo Bsico


Para el Ciclo Bsico de la UBA se ha confeccionado un programa de Problemas filosficos que, esencialmente, debera responder a las necesidades de las disciplinas tradicionalmente denominadas humanistas y, por lo tanto, encarar las cuestiones inherentes a la ontologa, la metafsica, la tica y la epistemologa. Se trata y es menester tenerlo en cuenta- de una primera aproximacin de los jvenes estudiantes a esos temas, sin que esto signifique alejarse de una metodologa didctica rigurosa. Evitando las trilladas y ridas enumeraciones de escuelas y nombres, que suelen convertir un programa en una suerte de catlogo, es preciso entrar en los problemas bsicos de la filosofa. Sin embargo el programa de Problemas filosficos, en sus Objetivos Generales propone practicar la filosofa como un ejercicio de resistencia a lo que quiere imponerse como verdad. Como punto de partida es, en primer trmino, innecesariamente confuso y aun contradictorio, pues parece pre207

tender definir la filosofa por lo que no es y no por su esencial bsqueda de la verdad. El anlisis detallado del programa excedera las posibilidades de este comentario, pero resulta evidente su tnica psicologista propia, quiz, para la carrera en que profesa su autor, pero ajena a ciertos criterios universalmente aceptados que exigen, siquiera, mencionar las corrientes fundamentales del pensamiento filosfico. No mencionar a los grandes hitos de la filosofa en el tiempo, pero acentuar, en cambio, tanto en los objetivos generales como en la parte analtica del programa, la presencia de Nietzsche, citado por lo menos tres veces, es optar por una postura que puede ser apropiada en cursos avanzados de la materia, no en este Ciclo Bsico. Esto se hace ms evidente an cuando se seala: Es un pensador contradictorio y de una libertad contundente frente a nuestras tradiciones y emblemas sacrosantos: como el de Dios, por ejemplo. Esta propuesta no es precisamente filosfica sino ideolgica, y si se tiene en cuenta su insercin en un programa de Problemas filosficos resulta que el autor suministra al estudiante, desde el mismo programa de la asignatura, la respuesta y no el camino a la indagacin. La bsqueda de la verdad es el objetivo central de toda senda filosfica; la ideologa, en cambio, proporciona una serie congelada de respuestas. El filsofo parte de un interrogante; el idelogo de una respuesta. Al trabajar con argumentos para sostener una verdad preestablecida, el idelogo es un burcrata del pensamiento, mientras que el filsofo ejerce la razn crtica aunque ella lo obligue a rectificar rumbos y desandar su camino. Todos los programas del Ciclo Bsico Comn sern revisados por representantes de las facultades, de los estudiantes y de los profesores titulares ya designados. Es de esperar, para entonces, que se reencauce el programa con contenidos acordes a los problemas de la filosofa que los jvenes deben estudiar desde un enfoque que les permita una amplia visin y no
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desde una perspectiva parcializada, actitud que debe ser ajena a una autntica enseanza de la filosofa, y sobre todo a un curso de iniciacin general y de orientacin para estudios ulteriores. El programa actualmente en vigencia ha sido defendido en nombre de la libertad de ctedra, pero como en una reciente sesin del Consejo Superior de la UBA ha sostenido acertadamente el decano de Filosofa y Letras, si se entendiera por libertad de ctedra la responsabilidad total de cada profesor en el programa de su materia, no se explicara qu funcin cumpliran, en relacin con el Ciclo Bsico, y otros asuntos, la aprobacin que tiene que otorgar el Consejo Superior. La libertad de ctedra no puede perder de vista el contexto en el que se insertan las distintas materias. Menos an la libertad de ctedra puede ser utilizada para que un programa de Problemas filosficos destinado al Ciclo Bsico confunda irracionalismo con razn crtica, ni los eternos interrogantes de la filosofa con respuestas militantes de una ideologa, cualquiera que ella sea.

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Buenos Aires, 18 de junio de 1985 Sr. Director del Diario La Nacin Me permito contestar el editorial del da 15 de junio titulado Filosofa e ideologa en el Ciclo Bsico, y digo contestar porque el autor (lnea 28 del editorial) que ha confeccionado (lnea 1) el programa Problemas filosficos soy yo: Toms Abraham, encantado. No perder ms tiempo. a) La divisin de la filosofa en ramas que el editorialista enumera: ontologa, metafsica, tica, epistemologa, corresponde a una concepcin arbrea de la filosofa. La filosofa no es un tronco y la verdad, su savia. Que un programa de filosofa deba responder a las necesidades humansticas, y escuchar el sonido del movimiento de las ramas, seala una vez ms, el intento ya tradicional de lo que se pretende hacer con la filosofa: un rincn polvoriento de antiguallas olvidadas para anestesiar cerebros. Hay profesores que duermen a sus alumnos, en filosofa es bastante frecuente, les echan un baldazo de soporfero tico, metafsico, gnoseolgico, y otras palabras largas e intiles, mientras hacen gala de una supuesta erudicin. Para estos especialistas de la filosofa, como para nuestro editorialista, ser necesario lanzar al mercado una serie montona de neuronas filosficas lavadas, que a nadie molestan, porque a nadie importan. Yo parto de la conviccin de que la filosofa sirve para algo, hoy, en Argentina, para mis contemporneos, sepan o no filosofa, esto es poco importante. No basta con ponerse una pipa, carraspear la garganta, meterse el pulgarcito en el bolsillo
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del chaleco y pronunciar Descartes a la francesa. Estamos hartos de semejantes payasadas solemnes. Qu lindo es hablar lindo y decir cosas como: la filosofa es una esencial bsqueda de la verdad, arreglarse la corbata, sonrer y creer que se ha sido edificante. Nosotros los argentinos nos hemos cansado de la oquedad y de la aparente altura de estos seores de cuello duro que parecen decir lo mximo y ni siquiera alcanzan lo mnimo. Qu quiere decir que la filosofa es una esencial bsqueda de la verdad?, como dice el editorialista, nada, absolutamente nada. La poesa no es una bsqueda de la verdad, y la religin, y el nio que pregunta qu es esto pap y el hombre de todos los das? Nuestro editorialista piensa que todo aquel que dice buscar la verdad es filsofo, Adn, Can, mi to, yo, pero sin duda l no busca la verdad, slo busca satisfacer intereses ya muertos. El punto 1 del programa, formacin del campo filosfico, nos sita en la polmica: escuela sofstica escuela socrticoplatnica, acontecimiento filosfico que tiene efectos tico-polticos, metafsicos, ontolgicos y epistemolgicos, que no se convierten en ramas o partes de un todo apodado filosofa. Tanto Gorgias como Protgoras, sofistas, son discpulos de Empdocles y Demcrito, y sus afirmaciones epistemolgicas acerca de la verdad verdad o verosimilitud, relativismo, verdad o victoria inscriben en el plano del conocimiento las posiciones ontolgicas de sus maestros. La escuela socrticoplatnica, y su concepcin de la verdad, impone una metafsica, la divisin de mundos real-aparente que se prolonga en una tico-poltica: La Repblica de Platn. Ya Gilles Deleuze dijo palabras definitivas sobre el rbol del conocimiento. La filosofa es un rizoma. Ahora basta de ramas. b) El tema de la verdad es uno de los puntos centrales del programa. Pero sin duda no se trata de la verdad que pasa por la cabeza de nuestro editorialista. Una verdad pura, desinteresada, inmaculada, virgen, smbolos del puritanismo que esconde ridculas perversiones. Analizamos, tratamos de hacerlo,
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los regmenes de la verdad que se suceden en la historia de nuestra cultura. Para el caso de los griegos: la verdad potica, la verdad proftica, la sofstica, la retrica, la verdad filosfica. En lo que atae a la verdad, importa tanto lo que se dice, cmo se lo dice, por qu se lo dice, como el quin lo dice. Quin es aquel que se arroga la autoridad para transmitirnos el enunciado de la verdad, quin es aquel que se cree con la autoridad para hablarnos en nombre de Dios, o de la Justicia, quin es el que se considera elegido para actuar de delegado o intrprete de la Razn, de la Normalidad, de la Salud, o de nuestras sacrosantas tradiciones, como dice nuestro editorialista. Articulamos la Verdad al Poder, segn la lnea de investigacin que inaugur Michel Foucault, y que encuentra sus mejores antecesores en Marx y Nietzsche. La Filosofa no es bsqueda de la verdad, es amor al saber, erotismo epistmico. c) El editorialista me adjudica la frase: Nietzsche es un pensador contradictorio y de una libertad contundente frente a nuestras tradiciones y emblemas sacrosantos: como el de Dios, por ejemplo. Devuelvo la cita a su dueo, jams dije ni escrib semejante cosa. La pgina 3 de los Fundamentos tericos de mi programa dice textualmente: Al extender la supresin de toda garanta o trascendencia que fundamente la verdad (la muerte de Dios), hasta incluir al Yo, Nietzsche nos permite examinar las pretensiones de la filosofa de Sujeto. Lo que evidentemente no es lo mismo. No es tarea de mi ctedra la de quemar smbolos nacionales, ni iglesias ni emblemas sacrosantos de tradicin alguna, aunque s la mala fe de algunos los que citan mal, por ejemplo. La libertad frente a emblemas sacro-santos es tan, o tan poco, ideolgica como su veneracin. La ideologa, desde Destutt de Tracy, Cabanis, Marx, Manheim, Althusser, siempre ha servido para legitimar al que habla. Ideologa es la de los otros, nos dice el profeta de la Verdad, y nos la opondr a la ciencia, a la filosofa, a la Verdad, revelada o demostrada, a Dios,

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a todo tipo de respuestas de una serie congelada (lnea 6, segunda columna) que siempre ubica en bolsillos ajenos. El ejercicio crtico de mi programa no se pretende a-ideolgico, no soy un ngel que desde las cumbres practica la mirada a vuelo de pjaro, mi programa es una versin y no la verdad, tengo un punto de vista y lo pongo en prctica, mis alumnos lo saben, y si nuestro autor quisiera leer las mil quinientas cartas que escribieron cuando se cuestion el curso, tambin lo sabra. A qu ideologa pertenece mi punto de vista?, nuestro editorialista no puede ser preciso: Cualquiera que ella sea (ltima lnea, segunda columna). Es difcil etiquetar la ideologa de un ejercicio que implica el Ocaso de los dolos y el contradogmatismo, pero me ser ms fcil bautizar la ideologa de mi crtico: autoritarismo puritano. d) No soy psiclogo como afirma nuestro autor. Tengo la licenciatura de Filosofa de la Universidad de Vicennes, y la de Sociologa de la Sorbona, Pars. e) Es de esperar que si me reno con representantes de la Facultad de Filosofa y Letras, obtenga el estmulo necesario para que la tarea iniciada en 1984, en la Carrera de Psicologa, y que contina en el Ciclo Bsico, se desarrolle con mayor intensidad an. Los resultados obtenidos hasta el momento pueden ser juzgados por ms de cinco mil estudiantes que ya han trabajado mi programa ideolgico, y por todos aquellos que han decidido cambiar de plan de estudios para seguir la Carrera de Filosofa, desde ex-alumnos de Ingeniera hasta postulantes a Psicologa, Historia, etc., vctimas de mi ideologa, y de la de mi compaero de trabajo Alejandro Russovich. f) S, se trata de la libertad de ctedra. Nadie ha discutido el nivel de mi enseanza, hay miembros del Consejo Superior cuestionadores de mi curso y programa que reconocieron sus quilates, para algunos de ellos demasiado elevados. Molestan los temas, Nietzsche, la sexualidad, el fascismo, molesta sin duda que la palabra circule y se transforme, produzca efectos y afecte. El editorialista me adjudica confusin y con214

tradicciones, pero qu pretende? Soy filsofo, segn l busco la verdad, por qu le molesta que a veces me pierda? l no, no se pierde, sabe muy bien lo que quiere: seguir programando la mente de los estudiantes con pensamientos envasados. g) El escritor Nicols Peycere, Ral Sciarreta, Jorge Luis Borges y Ernesto Sbato, visitaron mi ctedra en 1984. Se habrn dejado seducir por mi ideologa?

Toms Abraham

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Buenos Aires, 24 de noviembre de 1987.-

Para Humberto R. Alagia (Director del rea Cientfica del CONICET)

Preferira darle a estas reflexiones el tono de una conversacin, una continuacion de la que iniciamos hace pocos das. Creo que usted resumi muy bien el ncleo desde el cual podramos comenzar el rodeo del problema: la diferencia entre el intelectual y el investigador, entre el ensayista y el comentarista, y las posibilidades de una convivencia en un mbito de trabajo comn. 1) Nadie puede hoy decir qu es la filosofa. Nadie puede tener la arrogancia justificada de afirmar dnde se encuentran sus lmites, qu cosas incluye, y qu otras excluye. No quiero decir que la filosofa es cualquier cosa, sino que esa cosa llamada filosofa tiene por definicin el preguntarse acerca de su identidad. Y esta pregunta lejos de alojarla en la quietud autocontemplativa, por el contrario, es motor de la pluralidad de su tradicin y de la multiplicidad de sus versiones. A nadie tiene que sorprender el dominio del estilo paracientfico en la actualidad filosfica. La epistemologa de las ciencias se propone como modelo privilegiado de la reflexin filosfica, y este privilegio se sostiene en la garanta de verdad que le ofrece la ciencia misma. No hay sorpresa, ms an cuando es evidente que las avanzadas tecnolgicas imponen el ritmo y la direccin de las investigaciones y los adelantos de las ciencias duras se multiplican en su aceleracin.
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Sin tratar de opinar sobre una materia que me es ajena, alcanzo a imaginar que en el mundo de las ciencias exactas, los caminos del mtodo no son tan seguros y que el cientfico, ms de una vez, se encuentra como el viajero desorientado ante un cruce de caminos. Es all, detrs de los carteles indicadores, que se agazapa el filsofo orientador. 2) La filosofa de las ciencias bajo sus diferentes antifaces tiende a presentar la prctica cientfica como una va regia al saber. La insistencia en delimitar el campo y los pasos a seguir, establecer las reglas hipottico-deductivas, la ilusin que consiste en separar el mtodo de su objeto terico, de hacer caso omiso de las condiciones de produccin del discurso terico, la pretensin de situar al trabajo del pensar en un enclave mecnico-instrumental, termina siempre en la consabida alternativa: racionalidad/irracionalismo, ciencia/brujera. Las vas tolerantes son frgiles. No basta con el reconocimiento de la diversidad de respuestas en el mbito de la ciencia, ni basta con decir que el discurso de la ciencia se caracteriza por su refutabilidad, su rasgo progresivo, su funcin crtica, si con esta afirmacin inventamos un otro yo diablico que pertenece al reino de lo mtico, lo literario, lo ideolgico, y anulamos as la percepcin de que no slo la variedad de respuestas se despliega en la historia del saber, sino tambin una variedad de formas de interrogar, de problematizar. La filosofa de la ciencia, la filosofa como garante del saber cientfico, de la cientificidad en estado puro, acta, con frecuencia, como un doblez en el modo en que los cientficos piensan su propia prctica. Mientras la produccin cientfica opera de un modo crtico, el discurso filosfico de la ciencia normativiza; de un modo hace sistema; de una serie de ensayos reglados, unos pasos determinados por un fin necesario; de la experimentacin cientfica, una ley jurdica. Pero ms all de los avatares de la filosofa como discurso de la ciencia, existen otros seres en la comarca filosfica.

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Qu sucede cuando la filosofa discurre en un modelo alternativo al ideal de las ciencias?, cae por eso en un primitivismo pensante, en un divertimento gratuito o en algn tipo de autocomplacencia estril? Gilles Deleuze, uno de los mayores filsofos franceses del siglo, escribe un libro sobre el cine, otro sobre la obra pictrica de Francis Bacon, otro sobre el teatro de Carmelo Bene, una obra sobre Marcel Proust, qu sucede con el trabajo filosfico en estos terrenos, en el caso de un pensador cuya intencin manifiesta es la de producir conceptos de inteligibilidad?, cmo podemos definir el mtodo de un botiqun instrumental en el que suceden la microfsica de partculas, la filosofa de Bergson, las teoras lingsticas de Pierce, la potica de Antonin Artaud, los trabajos antropolgicos de Pierre Clastres?, ser un mtodo eclctico, un mero desorden erudito?. Si esto as fuera, si definimos la red de produccin del saber como una locura dispersa, la filosofa no sera ms que la reunin de un comit de expertos cuyo modo jerrquico de administrar el saber es el calco de una concepcin piramidal del mismo. No se debe confundir el trabajo del pensamiento y las expresiones estticas de su operar con las estrategias dirigidas a ordenar lo legtimo de lo ilegtimo en el terreno de la verdad. No es el jurista un arcngel para la filosofa, la sancin del filsofo-juez es el gesto de una filosofa concebida como cancerbera de la racionalidad universal. 3) No es que la racionalidad sea una impostura, al contrario, la historia de la humanidad es la exposicin de tipos de racionalidad diferentes, se no es el problema. La dificultad consiste en la inflacin de los atributos de universalidad y exactitud en la concepcin de la racionalidad. Esta universalidad es histrica, esto que parece una perogrullada, constituye sin embargo el lmite imposible de pensar para todo cientificista. Que la produccin de saberes tenga que ver con reas culturales, que las formas de vida no son un revestimiento descartable, y que la lnea demarcatoria entre texto y contexto es plstica y
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permeable, parece una evidencia, pero el cientificismo lo ignora. El mundo de la vida, los juegos de lenguaje socialmente organizados, no se dejan enmarcar en formas de exactitud o en clculos previsibles. Pertenecen entonces al dominio de la irracionalidad? Afirmarlo es desconocer altas cumbres de la actualidad filosfica: Heidegger, Wittgenstein, Foucault. 4) La historiografa ha revolucionado a la perspectiva filosfica. Los historiadores de hoy constituyen los pioneros de algo que podemos llamar la antropologa de Occidente. La disciplina antropolgica nacida con la expansin europea hacia los continentes de color, se pliega como boomerang hacia su cuna y comienza el relato de su historia. De historia se trata, y los historiadores han debido redefinir sus trabajos tomando distancia con respecto de una falsa bipolaridad que los haca elegir entre una actitud escribana de autentificar pergaminos, y otra de transitar por la teleologa de una historia-destino. Inventaron algo nuevo. Esta novedad es discreta, puntual, se da en varios terrenos. Aquello que consiste en llamarse Historia de las Ideas, ms que una disciplina, es una dificultad. Es algo osado suponer que las ideas tienen una historia, hermanadas y asociadas por los senderos del espritu, en realidad las ideas no planean para luego descender a los libros. Todo el mundo est de acuerdo con esto, con la excepcin de filsofos y telogos. Existen las materialidades discursivas, las ideas se conforman como enunciados de discursos organizados que se producen, circulan y terminan apropiados por instituciones. Sera ms sencillo pensar que un genio tiene una idea y un profesor la recibe, se da vuelta, la regala a un alumno, y ste se la nuestra al pap que la enmarca para las visitas. Pero esto es muy aburrido, las instituciones son mbitos de visibilidad en que se encuadran los decires, son grupos humanos socialmente organizados con sus rituales, cdigos, formas de expresin, y ocupan un espacio de poder. La historia de las ideas no es una rama de la historia, es un lugar de entrecruzamiento de disciplinas: filosofa, antro222

pologa, sociologa, historia, psicologa histrica, psicoanlisis, que no convergen en tanto saberes ya conformados, ni en un acuerdo interdisciplinario en el que suman los pareceres, la historia de las ideas no es una historia total, sino el nombre de un proyecto de pensar diagramas histricos en los que los espacios de poder, los espacios de saber y las formas de la subjetividad se relacionan entre s. Es aqu que el filsofo Michel Foucault se inscribe en este no lugar que es la historia de las ideas. Digo esto porque es muy usual de parte de los filsofos que sostienen el discurso de la ciencia, descalificar la perspectiva de la historia social de los discursos y remitirla a la historia como el tronco que le es adecuado, mientras la filosofa sigue con sus anlisis proposicionales o con curiosidades filolgicas. La historia de las ideas nos muestra que filosofar no es lo mismo que pensar, no constituye su lenguaje privilegiado. El trabajo filosfico no est obligado a tener como nico referente de sus elaboraciones los textos filosficos, las filosofas son parte de redes discursivas heterogneas de combinaciones multvocas. Y esto lo digo, porque la filosofa como discurso de la ciencia o como guardiana de su sacrosanta tradicin, invalida los proyectos en que se trabajan materiales extraos a esta particular memoria. No es menos filosfico trabajar sobre Lvi Strauss que hacerlo sobre Bergson, insistir en esto es inyectar la anestesia final a la curiosidad del investigador. 5) La comunidad cientfica mundial a travs de sus representantes ms lcidos expresa su viva inquietud sobre los peligros de una administracin meramente econmico-poltica de los medios tecnolgicos. Hoy ms que nunca es necesaria una poltica de la ciencia, la vida de la especie humana, y la vida misma del planeta est en juego. Si alguna novedad de importancia inaugura la modernidad es el poder de los cientficos, para mal o para bien. Cada nuevo descubrimiento de las ciencias se presenta con doble filo, las vas del progreso y la destruccin estn abiertas. El cientfico de hoy est frente a la tico-poltica dentro de las paredes de su mismo laboratorio. Est
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obligado a elegir. Desde Oppenheimer hasta Sajarov, los nuevos intelectuales luchan por una ciencia al servicio de polticas alternativas. Mientras los cientficos remarcan los limites del optimismo de la ciencia en su relacin con la sociedad, demostrando que toda ciencia est socialmente implicada, los filsofos no salen de su jolgorio dieciochesco, complacidos en un despus de todo, antes era peor. Es llamativo ver cmo los voceros del cientificismo a ultranza siguen persiguiendo brujas medievales en una era como la nuestra, en la que las ojivas ya no son gticas. 6) Para terminar, un retorno al comienzo. El intelectual y el ensayista ya no slo son afines al perfil requerido para un investigador posible, sino sus mejores realizaciones. El estilo analtico-monogrfico est lejos de ser el lenguaje ajustado a la elaboracin de formas conceptuales. El ensayo es el laboratorio del filsofo, un experimento sobre una materia que tambin lo incluye. El intelectual no es la figura de alguien que se preocupa por todo y no sabe nada con precisin. La investigacin social sin el trabajo de los intelectuales y ensayistas sera una nada en nuestro pas. Martnez Estrada, Murena, Sbato, Borges, Masotta, Macedonio, Jauretche, han dejado obras ensaysticas, sus efectos en nuestra cultura no han sido pocos, pero para algunos no posean los perfiles adecuados. Los investigadores acadmicos, los que pretenden homogeneizar el trabajo sobre los modos de pensamiento en el corset del discurso universitario, que se repite y cuida a s mismo, qu haran sin los intelectuales? Acaso seran algo ms que martilleros de verdades domesticadas? Seguimos pronto. Toms Abraham

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Curso de Introduccin a la Filosofa en la Facultad de Psicologa U.B.A.

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Terico N 1: 24 de abril de 1984.

Profesor Titular: Toms Abraham

La primera pregunta que les hago y me hago es por qu existe una materia que se llama Introduccin a la Filosofa en la carrera de Psicologa. Puede parecer una pregunta banal, obvia, intil; sin embargo es oscura. Al preguntar por la presencia de la filosofa para futuros psiclogos, tambin interrogo sobre el por qu no del dictado de una materia como Historia del Arte, o de otra como Introduccin a la Teologa. Por qu y para qu estudiaron filosofa los que llegan del bachillerato?. Habr sido por un asunto que conviene a la cultura general, a la necesidad de que el psiclogo sea un hombre cultivado, que no carezca de una dosis mnima de erudicin clsica? Si los mismos filsofos se preguntan sobre la realidad de la filosofa, sobre su utilidad, sobre su vigencia, por qu debe preocuparse un psiclogo por un tipo de saber cuya existencia actual est puesta en duda? Qu es lo que se puede decir a la Psicologa desde la Filosofa?

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Una primera pregunta: Qu es la Filosofa?. En qu palabra vamos a acentuar lo que nos interesa?. En el qu, en el es, en el la, en Filosofa, o en el signo de interrogacin ? Elijo arbitrariamente una palabra: la. Qu es la Filosofa para la Psicologa? El artculo determinante la nos define un singular femenino y supone una existencia. La filosofa existe. Es un singular, algo que llama la atencin, nico, exclusivo. La Filosofa es un singular con mayscula. Por ciertos avatares democrticos, por un cierto espritu de tolerancia, hoy, en 1984, la Facultad de Psicologa invita a la Filosofa a expresar su palabra en sus claustros. No solamente ha sido invitada sino que, adems, es obligada. Materia obligatoria para miles de estudiantes. Y repito la pregunta a las Altas Autoridades: por qu no invitaron a la Teologa? Pero a quin le interesa la teologa me dicen ... y yo devuelvo el envo... y a quin la filosofa? La teologa es una disciplina que se dicta en academias religiosas, nada tiene que hacer en este tipo de instituciones de preclara historia laica. La Teologa se asocia con excesiva premura al oscurantismo. Pero insisto en la pregunta: si la filosofa es invitada es porque tiene algn encanto, an no sabemos cul, entonces, cul es el desencanto que produce la teologa en las autoridades acadmicas para ser despreciada e ignorada? Por este desplante no se hace ms que subestimar a esta hermana-enemiga de la filosofa; pero si no hay respuesta no nos vamos a rasgar las vestiduras por esta ausencia, volvamos a la interrogacin por nuestra presencia. Por eso una ltima vez pregunto: por qu ha sido invitada la filosofa? Dar una primera respuesta, para algunos quizs ridcula, para otros paradjica o tragicmica. La filosofa es invitada, siempre lo es en cualquier carrera, con independencia de los regmenes que los gobiernen de facto o de jure, de las reformas universitarias o de la destruccin de las reformas universi-

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tarias, la filosofa, que muchos filsofos dicen que ya ha muerto, es invitada y obligada porque da pena. La pena es una conducta de aproximacin, de acercamiento, de conmiseracin. La psicologa pretende entonces hacerla ms llevadera la miseria a la filosofa, ms digestiva la miseria de la filosofa. La miseria de la filosofa es una frase que nos evoca un ttulo de una obra de un filsofo, el primero que citaremos como homenaje a su trayectoria, el filsofo alemn Carlos Marx. Hemos nombrado a nuestro primer filsofo, un hombre con un sonido emotivo, extrao. Despus de esta interminable caza de subversivos de los ltimos aos, es necesario empezar este nuevo ciclo espantando temores y repetir como modo de sortilegio la palabra Marx un mnimo de tres veces: Marx - Marx Marx. Pero los manuales de filosofa no empiezan con Marx, lo hacen con la pregunta citada: Qu es la filosofa? Hay una respuesta conocida, familiar, porque desde la escuela secundaria se dice que la filosofa es la madre de las ciencias. El la no slo nos indica un singular sino tambin un femenino. La filosofa es mujer pero no es una ta, ni una hermana, ni prima, es madre, y esto se dice con toda la naturalidad con la que puede hablar un hijo. La que no ha sido invitada ya no dir quin, evitar nombrarla tantas veces, nunca ha sido madre de nada, pero s ha oficiado de Padre. La Patrstica es testigo y el Hijo maysculo tambin. Un padre autoritario, dogmtico, agorafbico (raz griega). El padre, aquel rey del Medioevo, su tiempo, tena un temperamento fogoso, un temple encendido. Desde Juana de Arco hasta Giordano Bruno supieron de sus piras y fogatas. Los herejes fueron testigos del temple patrstico pero cuando la Madre est cerca las cosas cambian. Qu es lo maternal sino lo tibio de la comprensin, la tibieza de la tolerancia, el candor de la democracia, el calor del pluralismo. La Filosofa, Madre protectora del saber occidental.
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Siendo madre la filosofa, sus hijos, los filsofos, han adquirido ciertos rasgos genticos-espirituales de su madre. Los filsofos no se queman entre s. Por qu? Porque si bien es cierto que la Teologa tiene sus guardiacrceles de una verdad revelada por el Seor Padre, una verdad inmaculada, virgen como le corresponde a lo que est cerca del padre, un plumero ideolgico que todo el tiempo saca el polvo que puede manchar a su virgen, con hogueras, cruces con espadas... la filosofa no se ocupa de eso, no tiene guardiacrceles, nada custodia. La filosofa es una prenda de amistad. Es una cordial invitacin a buscar la verdad, a acercarse a la verdad por medio del dilogo, un grato ritual de la palabra compartida. Por eso la filosofa enva a sus hijos al gora, disfruta vindolos entretenerse por las plazas. Acaso quin ignora que la filosofa nace con el dilogo, con los nombres de la tradicin socrtico-platnica, con ese intercambio de palabras entre bebedores alegres? Por qu no aparecen las hogueras cundo aparece la filosofa? Por una sencilla razn: la filosofa es, fue y ser, una prenda de paz. El filsofo, desde los orgenes de la filosofa en el siglo V a.c. en Grecia, tiene signado por destino el de no convertir paganos ni perseguir herejes. El filsofo no convierte y s convence. Su modo de convencer opera mediante la conversacin, la escucha, el caminar, el comer acompaado. La filosofa emerge como una palabra compartida, dividida como prenda de paz, como lazo de unin. Desde sus orgenes es el filo de Sofa, el amor por la sabidura. Pero cuando se presenta un delegado, para el caso un hijo de una tal madre, de una madre-musa, diosa de la paz, del dilogo, de la tolerancia y del preguntar, este hijo de una madre tan llena de buenas intenciones, cmo no va a darnos lstima, pena, cuando en la actualidad ya no representa a la mentada madre de las ciencias, madre pacfica y tibia, sino a una pobre vieja, arrugada, triste y sola.

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Los filsofos tuvieron su poca de esplendor, como la del famoso Platn, creador de academias, un pensador de mximas aspiraciones polticas: la creacin de la casta de los filsofos-reyes; la de Aristteles consejero de Alejandro El Grande; o antes que l Scrates, dolo de la aristocrtica juventud ateniense... Qu tiene que ver el filsofo de hoy con estos personajes? A qu emperador aconsejan, qu universidades crean, qu juventudes los adoran? Qu otra cosa son sino funcionarios estatales mal pagos con la obligacin de narrar la gloria de la Madre en su poca de belleza y adoracin? Qu labor y qu peso tan extrao deben sobrellevar hoy! Para muchos resultar sorprendente que un curso de filosofa no comience con justificaciones de envergadura. Hay un modo de hacerlo de uso frecuente. El pedagogo se instala frente a sus alumnos y dice que la filosofa es la disciplina que ensea a pensar y que su investidura lo destina a iniciarlos en el ejercicio del pensar. Pensar qu?, podrn preguntar, pues nada en especial, o en realidad s, pensar el pensar. sa sera la tarea que algunos pueden juzgar intil, apreciacin que a los filsofos los tiene sin cuidado ya que hacen de la inutilidad una virtud. La filosofa no es una ciencia utilitaria, la pregunta por su servicio es equivocar su naturaleza. La filosofa est por encima de los bajos instintos. Ahora bien, de lo que no se duda es de que sta es una ctedra de Introduccin a la Filosofa, es una materia con una denominacin extraa. Ustedes que sern probablemente futuros psicoanalistas, deben saber que a las palabras hay que tomarlas en serio. Introducir es el verbo de la ctedra, significa una variante del penetrar, y la invitacin a introducir a la filosofa, que un hijo, uno entre tantos, introduzca a su madre es un asunto ms serio an. Las Altas Autoridades de la Facultad de Psicologa nos han encomendado introducir a la filosofa y es eso lo que haremos.

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Violaremos el secreto materno con humildad y dedicacin. Esta loable propuesta incestuosa resalta el interrogante sobre el servir de la filosofa, nos servir ella a nosotros, o la serviremos para realzar su esplendor?. Dijimos en el comienzo que la filosofa, segn algunos, podra contribuir a la formacin de un psiclogo, a aportar elementos para su cultura general. Al decir cultura, o aficiones del hombre culto, nos referimos por lo general a ciertas inclinaciones por las artes plsticas, por ejemplo por la obra de Leonardo da Vinci. Por un cierto placer que puede sentir un psiclogo culto por leer la tragedia clsica, Sfocles y sus piezas griegas, o por curiosear por el enigma que nos plantean las religiones, el monotesmo, Moiss. La cultura podra llevar al psiclogo a interesarse por algunos desvaros de la filosofa, caso que nos concierne, qu mejor entonces que leer El Mundo como Voluntad y Representacin de Schopenhauer, o la ciencia fisiolgica, o los movimientos sociales y el hechizo que producen los lderes de las grandes multitudes, o por las culturas arcaicas, sus mitos, rituales de iniciacin, como el canibalismo, los parricidios. En fin, la cultura general es grande, y seguramente algn psiclogo debe haberse interesado por este y otros temas. Quizs esta preparacin erudita mejore el rendimiento de quienes aplicarn su saber para todo tipo de diagnsticos, para leer tests vocacionales, programar terapias ocupacionales, organizar juegos infantiles, elaborar mensajes publicitarios, separar parejas, juntar separados, para la amplia gama de las labores psicoteraputicas. Pero sucede que la cultura general es un arma de doble filo, o de doble filosofa. Quin no recuerda alguna pelcula en la que oficiales de la Gestapo entre masacre y masacre, en sus ratos de ocio, pedan un rgano de calidad para deleitarse con los sonidos de la gran msica? Tuvieron la dicha de ver la gran pelcula de Coppola, Apocalypsis Now en la que heli-

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cpteros norteamericanos ametrallan vietnamitas al comps del mejor Wagner?. Estas imgenes aparecen con la pregunta sobre la necesidad de una cultura general para la formacin de un psiclogo. Otra pregunta se impone al afirmar que los filsofos en la actualidad han perdido el rol estelar que cumplieron en los tiempos en que eran consejeros de reyes, sabios legisladores, administradores generales de ideas, funcionarios de la humanidad, transformadores del mundo, agentes histricos. Cul es la nueva dignidad filosfica? En qu lugar de nuestra modernidad se la puede encontrar? En donde se paga al contado, en las ciencias. El filsofo se acerca a las ciencias y le ofrece sus servicios a los nuevos propietarios del saber: los cientficos. Ejercern as una tarea de higiene conceptual que se conoce habitualmente por epistemologa. Cada facultad abrir un departamento de metodologa, o de epistemologa, o de lgica de la investigacin. Los llamados a ocuparse de estos servicios tendrn la misin de hacerles recordar a los cientficos los principios de su mandato: el haber diseado un buen uso de la razn. Esta tarea es la adecuada para una poca en que la nica garanta del saber es la cientfica. La filosofa oficia entonces de calibradora del saber y guardiana de las ciencias. Pero a veces la filosofa no es invitada por este motivo sino por otro ms lrico. La filosofa nos puede hablar de ideas: del espritu, de la materia, del alma, de la verdad, de la libertad... de ideas, muchas ideas, en su pureza, en su inocencia, de las que estn arriba, de las de abajo. Este saber desinteresado nos hablar de lo inteligible, de la voluntad, de lo sensible, de la experiencia, del Hombre, de la mente y de la memoria, ser, entonces, una vacacin para las duras exigencias a las que nos someten los rigores demostrativos. La filosofa como proveedora de grandes ideas es una alegra del alma, una alegra de la psich.

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Esto es lo que podemos preguntar ahora que estamos alegres, cuando llegamos a la alegra nos encontramos con la posible risa filosfica. La escultura de Rodn, El Pensador, nos ofrece una imagen del pensar. Una cabeza que se sostiene en una mano que la deja meditar, una boca cerrada, la espalda inclinada, casi encorvada, el cuerpo sentado an tenso por el deambular de la mente. Por lo visto nadie se re cuando piensa, la meditacin parece algo serio, pero el humor tambin lo es. Rerse de algo es un acto de separacin, pero la imagen del pensar es solemne y pastoral. A los filsofos les resulta arduo separarse de mam filosofa y de la autoridad de sus hermanos mayores. Por lo general tienen el humor vedado. Y esto tiene que ver, adems, con el acto de escribir. Escribir algo diferente a un resumen monogrfico es, para el filsofo, una tarea ciclpea, fundamentalmente irreverente. Para escribir es necesario inventar, es decir no saber, por eso el filsofo escribe poco, porque debe saber, al menos, lo que han dicho los otros filsofos. El filsofo se parece al pequeo hombre sentado en un banquito a la espera de que el Guardin de las puertas de la Ley le permita pasar. Para descubrir en el final de su vida que el centinela ni se percat de su presencia. Termino as hoy con este recuerdo de un relato de Kafka. Es difcil rerse en el pas de la filosofa.

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Terico N 2: 25 de abril de 1984.

Profesor Titular: Toms Abraham

Ayer comenzamos el curso de Introduccin a la Filosofa, y lanc la interrogacin sobre el significado que poda tener el hecho de que una facultad, una casa de Altos Estudios de Psicologa, invitara a la Filosofa a expresarse. Qu intereses podra tener la Psicologa en escuchar palabras filosficas?, no ser el resultado de un malentendido?. Quera saber si este inters depende de encantos exclusivos o de imanes compartidos, si existe un monopolio de la seduccin o si hay exclusiones injustificadas. Por eso preguntbamos las razones por las que no se dictaba una Introduccin a la Teologa, ya que desconocemos los motivos de una actitud que parece ignorar que el saber occidental se debate entre las cenizas filosficas de la muerte de Dios. No sera descabellado entonces que los iniciados en las carreras laicas recorran los viejos tiempos de la fe de la mano de un experto en la materia. Pero esto no ha sucedido, y sin lamentarnos en demasa, con un poco de perspicacia sabemos que la teologa ante las puertas cerradas bien sabe de celosas, hemos trastocado la pena por nuestra vieja ta en una repetida mencin de su ausencia.
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Tenemos conocimiento de que en esta Facultad los asuntos de familia estn a la orden del da. El mundo de la modernidad polarizaba lo que antes apareca compacto. La era de la tcnica separa lo que antes estaba unido; y vivimos la agnica disolucin de las familias. Dejars a tu padre y a tu madre, la amenaza cae sobre la familia y sabemos que al menos dos instituciones se hacen cargo del problema: la Iglesia y la Psicologa. Otra razn ms, y perdonen la latosidad, para invitar a nuestra ta Teologa. Decamos ayer que la teologa, hermana enemiga de nuestra madre, era reina del Medioevo, y que se ocupaba de cuestiones padre y que la Filosofa tiene adosado un epteto secular que la distingue como Madre del saber y de las ciencias. Nadie pretende claridad absoluta en estas cuestiones parentales y menos an cuando en el caso de la Teologa nos encontramos con un caso Padre que tambin se llama ta. Los iniciados en esta carrera psicolgica sern instruidos con el decurso del tiempo y de materias que en cuestiones de sexualidad los gneros viven mezclados, y nosotros por un innato carcter de impetuosidad les ahorraremos trabajo y les hablaremos de la particular escenografa de los Simposios griegos. Por qu la Filosofa ha sido invitada?, por qu se llama Madre?. Nos detuvimos por un momento en el carcter fogoso de la Teologa, en su temple encendido y recordamos que las llamas teolgicas no se reducen a la chispa divina. Esta imagen fue erigida para resaltar el efecto de contraste con nuestra madre y la labor de sus hijos. La Filosofa siempre trat de mantenerse alejada de los juegos de la pirotecnia. El filsofo no quema a otro filsofo. Tampoco quema a los no filsofos. Si la caracterstica ancestral de la labor pensante fue la indagacin, la voluntad de inquirir, sta no adopt el estilo quirrgico de las inquisiciones medievales. Estamos comprendiendo poco a poco las razones histricas que definieron la tibieza
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de nuestra madre. No fue fruto del azar. La tibieza no es molicie, el pecado de la blandura que nuestra ta lanz a los pecadores. Ser tibio no es ser blando. La tibieza de nuestra madre es templanza. Algunos la llamaron Sofrosyne. Este hermafrodita particular signado como padre-ta, tiene un temple diferente. Su arsenal es la cruz y la espada, su misin es destino y su labor una conversin. Convertir, hacer confesar. El temperamento teolgico parece acercarse ms a la prefectura de la polica que al reino de Dios. La Filosofa concibe otro trato para el candidato. Convencerlo. Por eso en los orgenes de la Filosofa aparece aquella liturgia social denominada dilogo. Dialogar por definicin, incluye a ms de uno, ms de una palabra, ms de una boca y ms de una oreja. En el comienzo de la Filosofa aparece el dilogo, el trueque, el intercambio de palabras. Y esto que aparentemente es evidente, no lo es tanto. El saber no siempre fue transmitido, impartido a travs del dilogo. El caso de la Teologa vino a cuenta. Con la Filosofa se intenta convencer al candidato, es el trato de la palabra hablada. Este candidato adquiere un color particular. No es el pagano, ni es el hereje. Puede ser aquel que no sabe, o el que supuestamente sabe. Este candidato se transforma a travs del dilogo en un amigo, como se deca en Grecia: un phylein, un filo. Un amigo, siempre es amigo de otro amigo cuando las cosas transcurren con normalidad. Amigo siempre son dos. La matriz dual de la amistad une sus puntas extendiendo lazos, los lazos de la amistad.. Esta fibra, este hilo, los lazos se tejen en una cierta direccin. Lo que une a los amigos no es la redondez de sus caras, la meloda de sus voces, ni los colores de sus vestidos, pero estas faltan no impiden que la amistad sea un amor... La amistad es un amor... qu amor es la amistad...!

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Decamos que los lazos se despliegan en una cierta direccin, la amistad es para algo. Es interesada Nuestro amor por un amigo es el amor de ambos por la sabidura. De aqu Filosofa, el Filo de Sofa, el filo de la sabidura, el amigo de la sabidura. Eso es un filsofo, un amigo del saber y no un sabio. Desde sus orgenes griegos, el filsofo es un personaje que puede estar cerca del saber pero no poseerlo. El saber ser su aspiracin y no su propiedad. Va en direccin al saber y no va solo. El sabio, detrs de su figura mstica, es un solitario. Se pasea por los desiertos con su toga, su bculo y sus sandalias. Ajusta sus pensamientos a las soledades del paisaje correspondiente. Si la soledad es el aura del sabio, la amistad es la del filsofo. La Filosofa desciende sobre una reunin de amigos. No hay cosa ms linda que los amigos se unan en nombre del saber. Hay algo ms puro? Existe acaso un sendero de frutas ms delicioso que el que surcan los amigos en nombre del saber?. Palabras que van y vienen tejiendo la ms dulce de las tramas, una operacin textil digna de los cielos. Un tejido sublime. Las palabras no se tocan, el sonido no aparece como un cuerpo visible y sin embargo, es difcil negarle la materialidad. Esta materialidad incorprea e intocable disea la telaraa filosfica. Somos los pequeos insectos que viven en la dulce red que teji la lengua. Es cierto que no todos los amigos son iguales. Puede haber disimetras, algunos sern excelsos en cuestiones varias, en otros, sus virtudes adoptarn caminos diferentes, no todos los hombres son iguales, pero la palabra que teje y desteje no es violenta, es pacfica, apaciguadora. No es necesario el escndalo, si no hay acuerdo, los amigos se separan, bifurcarn sus vidas. Pero, adems, si no hay acuerdo inmediato, no debe cundir la desesperacin, ni hay clausura de posibilidades. La pa240

ciencia es la madrina de las ciencias y ante la falta de acuerdo queda la voluntad del convencer. Cuando encontramos la partcula con de alguna palabra filosfica es frecuente otorgarle operatividad significativa. Es ancestral el trabajo terico basado en la trituracin de las palabras, en su descomposicin, recomposicin, nuevas combinaciones, la tarea de romper con las evidencias de nuestro pensamiento se apoya sobre ese descuartizamiento significante. A veces nos encontramos con sorpresas, otras con nuevas evidencias. Creo que en este caso, modestamente, no hemos descubierto grandes mundos, no hemos llegado a las cimas del sentido como Nietzsche o Heidegger que con bistur filolgico develaban contenidos ocultos por el velo simulador del tiempo. Que nuestra imaginacin terica nos sugiera que con es una posicin de compaa, que sea vocablo de enlace, se refleja en palabras como compaa, comunidad... cuando el con o el com se adosan a un verbo, apuntan a una unin. Consabido, el apcope de co-existir, co-habitar, con-fraternizar, conmover, connotar, el con en el verbo indica una correspondencia. As llegamos a convencer, la operacin por la cual el candidato a filsofo no ser derrotado como un adversario sino invitado a dar su s, como un amigo. En el duelo de las argumentaciones se evita la violencia, en el transcurrir de las palabras entre los amigos del dilogo, si alguien tiene razn debe obtener el sello de su legitimidad de aquel que no la tiene. Si no hay ese S, tens razn, la aquiescencia libremente consentida del otro, no hay convencimiento. Llegar a obtener el s del otro implica reconocer su libertad a decir no. Es gracias a estos esponsales entre el filsofo y su candidato, que el convencer se distingue de toda operacin de vencer que apunta a la destruccin de un enemigo, a su derrota. Convencer es vencer con el otro, es olvidar el vocabulario estratgico de victorias y derrotas, transformar al enemigo en amigo, y la victoria en verdad. Este acto del con-vencer es una
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amnista total en el que convencedor y convencido van de la mano por el camino de Sofa hacia el sitial de Altheia, la Verdad. La amnista de los cuerpos, el impedimento de la destruccin corporal o la guerra de los cuerpos, su reemplazo por el dilogo de los incorpreos sonoros, es la historia de la metamorfosis de la victoria en Verdad. De la guerra de cuerpos al intercambio dialgico, del adversario al amigo, de la sangre a la savia, de la victoria a la Verdad... Qu les parece la Filosofa? No se adelanten en su respuesta, digamos por ahora que la Filosofa es interesante, que despierta nuestro inters. No me sorprende que as sea, una tecnologa tan antigua que administre los conflictos entre los individuos y que al mismo tiempo nos descubra verdades, es para tener en cuenta. Qu pas con nuestra ta-Padre, la Teologa?, por qu no nos acompa por este periplo de la amnista?, por qu se qued viajando por Oriente en sus interminables cruzadas?, por qu se alej de nosotros buscando el cliz sagrado?, por qu viaj a los mares del Sur a co-lonizar y a con-vertir?, por qu la santa unin entre la cruz y la espada? Por qu se alej de nosotros?, por qu se dej seducir por el nmero y olvid la calidad? Por qu el con de convertir no es el mismo que el con de convencer? Se nos desparramaron las preguntas. Recojamos algunas. Recoger es el opuesto de vertir. Con-vertir no es vertir con alguien porque no hay nada que vertir en compaa. Si uno tiene la fe y otro no la tiene no hay participacin libremente consentida como la que pregona nuestra madre. El con de convencer funcionaba porque el filsofo sabe que no sabe, recuerden a Scrates, y el candidato cree que sabe. La conversin filosfica tiene esta particular disimetra. El saber no est del lado del maestro, de ah que su humildad epistemolgica permita el intercambio en la paz y el sosiego. Pero cuando el saber est del lado del que manda, cuando la cruz acompaa a la espada, el con de la conversin ya no es el mismo con. Por que?.
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Porque es as, no es lo mismo apelar a la libertad del otro que negrsela instrumentando su cuerpo. El con de convertir es vertir la fe a travs del cuerpo del otro. Por eso la insistencia de nuestra ta en las metamorfosis del alma. Porque siempre se trata de cuerpos. Cuerpos en misiones, cuerpos en sistemas de encomiendas, cuerpos en procesos inquisitoriales, cuerpos enlazados para vertir a Dios. Nuestra ta usa el cuerpo de otro como un vaso a llenar. La conversin es la instrumentacin. El con del otro de nuestra ta no es lo mismo que el con del otro de nuestra madre. Y por qu la diferencia? Deben ser varias las respuestas pero adelanto una. La metamorfosis del con se realiza gracias a Dios. Es por SU presencia que el cuerpo se transforma de mquina parlante, en mquina de suplicios que ve la luz y las estrellas por el dolor de la espada que hiende su filo en nombre del signo. Este filo es otro filo. El dolor en nombre del amor, la pasin. Slo que esta pasin no es la del Seor que redime con su sufrimiento el pecado mortal de sus semejantes, sino el dolor de los semejantes que vierte riquezas en el bolsillo de la ta. La Filosofa es mejor que la Teologa. La madre es ms buena que la ta, y es sin duda sta la razn por la que la Filosofa s tiene carnet vitalicio en nuestras universidades laicas y no la Teologa. Creo que ya se ven con claridad los motivos de nuestra presencia, somos mejores que los telogos. Somos los portadores de la paz y el amor, del dilogo y la amistad, del pluralismo y la moderacin, nuestro mensaje es universal y se enuncia en nombre de la libertad y el disentimiento. Y hoy en 1984, la aurora de los nuevos tiempos es la mejor cuna para esta palabra naciente. Viva la Filosofa y muera el Proceso teolgico. Respiremos por un momento. Un poco de prajna vivificador. Un breve silencio... .........................

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La Filosofa no es un texto, ni una tradicin. La Filosofa no es un profesor, ni siquiera ste profesor. La Filosofa no es un conjunto de recetas ni dos parciales de un definitivo final. No es una carrera universitaria ni un profesorado, ni la verdad en balde. La Filosofa es... una actitud ante la vida. Hablemos ahora de los orgenes, de la famosa leyenda de los tres estados de nimo que dieron origen al filosofar. Que dieron, dan y darn, mientras estos estados se repitan siempre existe la posibilidad de la Filosofa. Dnde est el primer filsofo varn que dio el inicial puntapi filosfico? Quin es el Adn filosfico? Tales de Mileto, Parmnides, Pitgoras, Empdocles, Confucio...? Adn es todo aquel que atraviesa por el estado originario. Si la ta mencionada nos habla de pecados originales, nuestra madre nos recuerda nuestras originales virtudes. El asombro. La Filosofa nace con el asombro. Aquel que no ha perdido la capacidad de asombro no ha perdido la capacidad de filosofar. Pero asombrarse no es sorprenderse, no es decir aaahhh - uuuhhh frente a lo inesperado. Asombro no es el soplo inarticulado que se desprende ante la novedad. Cuenta Aristteles, tambin cuenta Platn, cuenta Jaspers, y cuentan los manuales la historia del asombro de los griegos de la ciudad costera de Mileto cuando contemplaron la maravilla imponente de la bveda celeste. Qu maravilla!, qu asombro! Estos griegos no podan creer los que vean sus ojos... Qu es esto...! decan, qu maravilla es esto... esas luces, el resplandor, el fuego y la noche, los discos plateados, las monedas de cristal, los mil y un ojos que nos miran...! La verdad es que el cielo es algo grande, es lo menos que podemos afirmar. Y no solo los poetas han cantado su inmensidad, los filsofos tambin han reconocido sus valores.

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El cielo est desde siempre, la gente que mira para arriba desde siempre tambin. Pero el asombro filosfico es otra cosa. Es sorpresa traducida en palabras. Esto no es nada sencillo. La frase exclamativa qu es esto tiene dos signos escriturales: , admiracin y pregunta. La admiracin sola no basta en el terreno filosfico. Desde el momento en que el asombro se hace pregunta nace la Filosofa. La pregunta es un enigma construido bajo la forma de problema. Qu problema!, decan los navegantes griegos cuando sus naves encontraban una roca. Problema significaba griegamente obstculo. Cada vez que un timonel se encontraba con un problema, es decir un peasco, deba dar vueltas para sortearlo, hacer un rodeo. S seores alumnos... pensar es rodear los obstculos, crear circuitos nuevos ante la roca amenazante, es evitar la lnea ciega y recta del choque, es un ejercicio de imaginacin por encontrar otras rutas. Cuando el asombro se hace pregunta nace la Filosofa, cuando el no-saber se hace problema, nace nuestra madre. El filsofo es un navegante, y la roca es su estmulo. Seores futuros psicoanalistas, pueden ustedes decirme por qu vuestro maestro Jacques Lacan habla de la roca de la castracin? ..Qu problema!

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Terico N 3: 26 de abril de 1984.

Profesor Titular: Toms Abraham Profesor Adjunto: Alejandro Russovich

Alejandro Russovich:
Deca Toms que la filosofa se propone o se propuso ms que convertir, convencer. Que se trataba de modo amigable, amistoso, cordial. Que por lo tanto esto aparentaba la filosofa, o por lo menos que aparenta para nosotros con su carcter femenino y maternal. En realidad este es uno de los lados de la moneda, porque justamente convencer es una palabra que, subrepticiamente, despus del con, de la comunidad, expresa el vencer. Convencer es vencer fundamentalmente, pero es vencer juntamente. En primer momento es vencer al otro, a aquel a quien se convence. Y ambos, una vez obtenida la victoria del interlocutor, se dirigen justamente a otra cosa, a aquello que provoc la victoria, a aquello que ambos estn viendo como eso por lo cual vale la pena ser vencido, eso ante lo cual vale la pena resignar toda dignidad y todo orgullo. Es cierto, la filosofa comenz como atraccin, como amistad, como relacin de filo,

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de amor. Es cierto que en la amistad, en la relacin de dilogo no nos fijamos, aparentemente, en los caracteres circunstanciales del interlocutor. Pero en los dilogos de Platn aparece una imagen bastante perturbadora. Entre el amigo y el otro amigo, entre los interlocutores, hay una relacin, una fila que se identifica explcitamente con lo que hoy llamamos homosexualidad. Vale decir que la primera atraccin se produce precisamente por esos caracteres circunstanciales, aleatorios, que son el cuerpo del otro. En otras palabras: con la belleza. La belleza es lo que atrae. El desarrollo de esa relacin, de bsqueda recproca de la belleza, el uno en el otro, genera la aparicin de la simple belleza en s misma, la belleza como objeto. Pero este trabajo particular del pensar que se llama filosofa, conduce a sobrepasar esa atraccin primera, la atraccin por la belleza, para que ambos interlocutores se sientan atrados por aquello que vale la pena ser atrados y aquello por lo que vale la pena ser vencido. En lugar de entregarse el uno al otro recprocamente, se entregan a este juego del pensar en lo que constituye el motivo de la atraccin recproca. Vale decir, el concepto, la idea, aquello que explica el sentido de la relacin y el sentido de la atraccin, el sentido del deseo. Deca Toms: Por qu no hay mujeres filsofas? En realidad sabemos que en las condiciones sociales en que se origina la filosofa, la mujer tena un status civil totalmente distinto del hombre, y en gran medida lo sigue teniendo y esto explicar desde fuera, exteriormente, el hecho de que la filosofa, como otras profesiones, como la guerra, le sea ms bien negada a la mujer en apariencia espontneamente, se siente excluida del trabajo filosfico. La verdad es que la filosofa es mujer precisamente porque la han practicado los hombres, los varones, y porque en este trabajo de determinar aquello que nos atrae, aquello por lo que vale la pena ser vencido, el filsofo identifica espontneamente el objeto con aquello que constituye la cualidad del

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objeto, que es la atraccin. Si las mujeres filosofaran, la filosofa sera varn. El inters que algo nos suscita tiene varias connotaciones, no un solo significado. Nos interesa algo, un objeto, en este caso la verdad, por ejemplo, el concepto, las ideas. Nos atraen. Y decimos que la filosofa es interesante, ste sera uno de los motivos superficiales por los cuales la Filosofa figura invitada en una carrera de Psicologa. Pero si fuera nada ms que por eso entonces, como deca Toms, en el mismo caso estaran la Historia del Arte, la Teologa, o cualquier otro elemento de cultura general, porque un libro, un cuadro, una msica, tienen esa particularidad de ser interesantes. Pero el inters tambin es otra cosa. El inters es por ejemplo lo que produce el dinero, no es que el dinero simplemente nos interese, sino que el mismo produce, crea inters. Se produce, se multiplica, da de s algo, aumenta. Aqu el inters se muestra un poco distinto que el anterior, es algo ms importante. Pero en realidad el inters por la Filosofa se identifica con el significado autntico del concepto de inters. Este significado sobrevive en expresiones comunes como la de que la bala le interes el pulmn, o bien de que una mujer est en estado interesante, el estado interesante es precisamente el estado productivo, el estado creador. Y la mujer est en estado interesante porque algo le interes y no le interes superficialmente sino que le interes en el profundo centro de la vida. ste es el inters de la filosofa, o por lo menos es as como lo entendieron aquellos que se interesaron por el saber, o ms bien: se sintieron interesados. Finalmente, la clase pasada, Toms habl de Scrates. Scrates preguntaba, haca una pregunta fundada en su conviccin de que l por lo menos saba que no saba, en ese caso, y si era verdad que no saba, su no saber, su vaco, su nada de conocimiento, generaba, como no poda ser de otro modo,
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preguntas autnticas. Porque las preguntas que se hacen desde el saber son inautnticas y generan respuestas inautnticas. La pregunta que hace el profesor durante el examen, es tpicamente inautntica. El profesor sabe, o por lo menos se supone que sabe, y pregunta para saber si el alumno sabe, pero lo que pregunta, l lo sabe. La respuesta, naturalmente, tambin es inautntica, y esto produce la tensin, la ansiedad particular del trance de la situacin de examen. Pero si yo en la calle le pregunto a alguien qu colectivo me lleva a la Plaza de Mayo, sta es una pregunta que parte de mi ignorancia real y de mi necesidad de saber, conocer el medio que me va a transportar al lugar donde quiera ir, y generar una respuesta autntica. Se me dir tal colectivo, o tal vehculo. En cualquiera de los casos no hay tensin, pero s hay acrecentamiento del saber, hay inters verdadero. Porque de acuerdo con la respuesta yo podr, efectivamente, llegar o no a donde quiero llegar. Vale decir, habr una modificacin de mi conducta, habr una modificacin del mundo. Y esto es profundamente interesante.

Toms Abraham:
De a poco estamos entrando en tema. Siempre se requiere un tiempo de espera. Vemos a las orquestas afinar los instrumentos antes de iniciar la ejecucin, a los cirujanos disponer sus piezas, a los actores maquillarse y a los estrategas reunirse con anterioridad a toda funcin. Y estas clases orales tambin son un espectculo. Existe un pblico, un escenario y dos actores, Alejandro y yo. No nos olvidamos del micrfono.

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Con la filosofa sucede lo mismo que en otras artes. Se necesita paciencia. Pero no se trata de un parntesis en el que nada pasa y de repente irrumpen los acontecimientos. El comienzo del filosofar se inicia desde el momento en el que alguien golpea la puerta. La funcin comienza cuando usted llega, cuando cualquiera de nosotros llega a la comarca de Sofa. Recuerdo uno de los ms antiguos poemas filosficos, para algunos comentadores se trata del verdadero origen de la Filosofa, me refiero al poema de Parmnides, en el que se mencionan las puertas de la Verdad, si la memoria no me falla, el carro de la diosa Justicia llega ante dos puertas, la de la Verdad y la de la Opinin. No se requiere ms que este viaje celestial para encontrar la comarca filosfica. Nosotros en tanto, profesores de filosofa, seramos algo as como agentes de viaje en este paseo deseado por ustedes. Cuntas imgenes se proyectan en la pantalla filosfica! Para ser sincero, les dir que nunca fui devoto de puertas en lo concerniente a la planificacin arquitectural de la filosofa. Las cuestiones de los umbrales, puertas, paredes, desde las puertas de Parmnides, la caverna de Platn, los umbrales y los dinteles de los filsofos estructuralistas, los corredores de los palacios tribunalicios de la filosofa del derecho, en suma, en materia de decoracin filosfica, me adhiero al gusto de mi maestro Gilles Deleuze: no hay mejor elemento para un hogar filosfico que una ventana abierta. No hay elemento ms idneo para la tarea del pensar que una buena corriente de aire. Deca que en todo aprendizaje se requiere tiempo. Es necesario acostumbrar el odo. Nadie nace filsofo. La historia de la filosofa carece de nios prodigios. Por lo general, cuando aparece la juventud, es slo para crear un entorno de frescura y belleza para el disertante del saber. Retomo el hilo que dej Alejandro cuando hablaba del aspecto interesante de la filosofa.

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En realidad, Alejandro nos deca: aspecto interesante de nuestra Madre filosfica. Dijo estado interesante, hablaba del estado interesante de la mujer. Nosotros habamos partido de una pregunta. Por qu la Psicologa invita a la Filosofa a su casa de altos estudios? La respuesta fue el desarrollo de una serie de posibilidades. La primera enunciada deca que la filosofa da pena. Razones de conmiseracin. La segunda posibilidad planteaba un interrogante: Es bueno tener una cultura general...? Dale que s...?, dira el maestro Gombrovicz. Una tercera posibilidad sugera que el motivo de la invitacin en estos nuevos tiempos que nos toca vivir, es el valor de la filosofa como prenda de paz. Y la cuarta que con tanto atino indic Alejandro, es que la filosofa es interesante. En una mencin que hice sobre el padre mtico de la filosofa, Scrates, recordaba cmo este ambulante ateniense recorra la ciudad interrogando a sus hermanos civiles, sus conciudadanos. Toda interrogacin es al mismo tiempo un llamado, una interpolacin, al estilo de: Eh!, T, dime, dime Calicles qu es la justicia...?. Llamado y curiosidad. En el preguntar socrtico se combina el desafo y el afn investigativo. Viejo modelo de la partera con el que nace la filosofa. Cuestiones de nacimientos, partos, placentas, nios, madres. Scrates se deca encarnacin de su madre, Phenaret, de oficio partera. Scrates partero de almas. Pero creo que la intervencin de Alejandro se destaca por algo ms que la mencin del llamado estado interesante de la filosofa. Introdujo en el mundo de paz que estbamos diseando, meti en medio de la promocin que intentbamos comunicar, la de la madre filosfica rodeada por sus infinitos hijos, nos meti en medio del hogar en el que los leos crepitan para darnos la tibieza del existir... Qu nos meti Alejandro con referencia a la homosexualidad filosfica...? Nos meti la belleza. Quiere espantar nuestra voluntad de paz con su emblema de belleza. Cuando yo les contaba el
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hermoso y cotidiano periplo del maestro Scrates por la vieja Atenas, de su voluntad de saber, de su amor por sus semejantes, de su sublime tarea, Alejandro no pierde la ocasin e invita a Alcibades, el bello. Decamos y repetamos que la filosofa es una cuestin de amistad y de dilogo... Qu pretende Alejandro cuando nos recuerda que los ojos del maestro primero se fijaron en el resplandor de ese cuerpo joven que no dejaba dormir a los atenienses, hombres y mujeres? Nosotros nos referamos al amor en tanto amistad y al dialogo en cuanto paz... paz y amor... Por qu quieren arruinarnos el estofado? Lo digo sin ambages, Alejandro introducindonos a Alcibades, quiere guerra. No pudo soportar nuestra tarea docente, pedaggica y educativa, se le hizo un nudo en el estmago ante nuestra tarea eficiente, nuestro sacerdocio democrtico, nuestra vocacin misionera. Qu pretende con su Alcibades, qu sentido tiene transmitir a los jvenes alumnos los dilogos de Platn en los que Alcibades vomita el vino, danza disfrazado de mujer, ese transformista, se acuesta desnudo sobre el maestro y provoca escndalos pblicos...? Alejandro sabe lo que dice. Es pcaro, de los grandes. Cada vez que abre los ojos sorprendidos ante la novedad del vivir, cada vez que mira el gesto ancestral del asombro, cuiden el a posteriori. Del a priori ya se ocup Kant. Alejandro dijo atraccin. La atraccin tiene que ver con la belleza, y sta suscita inters. Hechiza, fascina. La belleza es lo antidecorativo por excelencia. Es cierto que es un efecto del mundo de las formas, pero su incidencia es equivalente a la posesin. No podemos abarcarla, nos atrapa. Hay disolucin de formas cuando la belleza cabalga sobre el amor. Record Alejandro que no hay filsofas, si las hubiera, la filosofa sera varn. Por ser madre nuestra, sus hijos son masculinos. Y son sus hijos, Alejandro entre ellos, que nos hablan
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del estado interesante de nuestra madre. El estado interesante de la mujer nos acerca al misterio de la vida. Al arcano secreto de toda fecundidad, el poder que engendra vida. Y menciono a un experto del saber psiquitrico, el primero luego de evocar a Freud. Bruno Bettelheim, quien se opuso a Freud, que hizo famosa la llamada envidia del pene, dispositivo psquico de la mujer que quiere tener lo que le falta, por lo que nuestra madre sera un ser carente, soara con poseer la saliencia de sus hijos, mirara con fruicin nuestra hidalgua y con tristeza csmica contemplara su agujero negro. Una astrofsica de la carencia. Frente a este avatar clnico denominado envidia del pene, Bettelheim hace acto de justicia y devuelve a nuestra madre lo que le pertenece, su magnfico poder fecundador. O acaso el hombre puede tener hijos? En dnde est el laboratorio en donde se fabrica la vida...? En el pene? Cuando se habla del paraso perdido y las mitologas recuerdan el lugar de la perfeccin originaria, cuando los expertos describen las perfectas homeostasis vegetativas y la simbiosis del mximo goce, de qu hablan...? Del hermoso hbitat, del dplex llamado testculos?. No. Bettelheim dice envidia matriarcal, la envidia de la vagina, se es el verdadero lugar del poder. Que el hombre sea ms ancho de espaldas, y que por esos centmetros de ms haya regalado alguna costilla, dejmoslo para el recuerdo de fbulas trasnochadas. No es extrao que los viejos pergaminos que configuran la Biblia, ese testamento de varones, afirmen que la mujer nace del varn, y que el varn nace de Dios que tambin es varn. Y s, para que nos vamos a poner a discutir, sera ridculo que nos pusiramos a interpretar detrs de estas afirmaciones fabuladoras, el deseo inconsciente del hombre por ser madre. Se lo dejamos a Bettelheim.

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Mam lo sabe todo porque es pap quien manda, resume una buena porcin de historia.* Esta imagen ancestral, hoy ya familiar, de una madre que sabe, que comprende y un padre que tiene el poder, se trastoca con esta nueva inspirada en Bettelheim de una madre que puede, un padre-to que ya no est y los hijos que quieren saber. Las cuestiones familiares tambin dan para todo. Son asunto de fcil prestidigitacin. Si no es el padre, es la madre, si no son ambos, aparece el to materno, y el poder se distribuye y disputa entre todos. Recuerdo una vieja pelcula del neorrealismo italiano en la que una pauprrima familia se sentaba alrededor de la mesa durante un almuerzo. En esta casa del sur de Italia, en el campo, la polenta extendida sobre la mesa cubra toda su superficie. En el medio una sola salchicha. La familia numerosa coma sin cubiertos con las bocas hundidas en la polenta hasta que el de mayor capacidad voraz se tragaba la salchicha. Creo que era el abuelo. Pero no nos extraemos si en esta casa de altos estudios algn experto levante su voz y exclame: ... basta de tonteras... Imagino que ustedes ya intuyen los alcances de semejante denuesto. No estamos en la Calabria y s en Buenos Aires en donde la polenta se conoce como Mgica y los que descreen miren un poco de televisin. Y en nombre de la polenta mgica, los psicoanalistas lacanianos nos prevendrn con razn que no se trata del pene como tampoco se trata de las salchichas. Me permito la breve aclaracin sin querer ofender a nadie que las salchichas son oriundas del mismo lugar que el creador del psicoanlisis.

* Mam lo sabe todo Pero es pap quien manda son dos series televisivas de los aos 50, la primera con Donna Caroll, y la segunda con Robert Young.

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En fin, nos dirn que no se trata del pene, y que la envidia del pene no se refiere a ningn rgano o materialidad biolgica, sino a un significante llamado Falo, que Lacan designa como significante cero. Los que no entienden an este lenguaje, no desesperen. Ya se los harn entender a lo largo de la carrera que ahora inician. Este significante mayor llamado Falo tanto representa la unin imposible, el paradisaco lugar de la felicidad, la placenta con sus mejores licores, como un cetro, un smbolo de poder. En suma el pene no es el pene, es el falo. Esto me recuerda, hoy estoy memorioso, que siendo joven an, escuch a un rabino que nos daba, a mis compaeros y a m yo quera ser rabino, almacenero y boxeador una charla en que deca: Hoy los cientficos se burlan de las Sagradas Escrituras, siglos de descubrimientos cientficos han revolucionado nuestra mente y nos han permitido crecer. Basta de cuentos. Gracias a la paleontologa, a la geologa, la arqueologa, se sabe que la tierra, nuestro planeta, se constituy en fases que abarcan millones de aos. Terciarios, cuaternarios, secundarios, paleolticos, graves nombres de la ciencia han tumbado por fin el relato del gnesis bblico. A lo que respondi nuestro rabino, apodado Arn: Claro, muchos ren de los siete das que dur la creacin del mundo. Los siete das del gnesis, son siete das en el calendario del Seor. Son siete das para el Seor, siete das divinos. Y quin puede tener la pretensin de fijar el clculo de lo que es un da para el Seor?, 24 horas?, 24 siglos... 24 millones de aos...? Inocencia cientfica. Los expertos de hoy creen que por haber comido la manzana lo saben todo. El que re ltimo, re mejor. Y el que mejor re es el Seor. Es as que cuando los pedestres dicen pene, vagina, matriz, madre, padre, y creen ser duchos en atrapar rganos, slo atrapan espejismos.

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El seor Lacan sabe qu es un pene, es un Falo. Smbolo de smbolos, director presidente general del trasvestismo lingstico, el Falo es una saliencia mstica. Que nuestro Seor siga riendo, que se crea el rey de la carcajada, que juguetee con su rgano divino, nuestra Madre lo comprende y sonre. Volvamos a tierra, las cuestiones celestiales slo sirven para marearnos. Qu bueno es volver a la Facultad, a esta aula magna. Por fin hemos aterrizado. Estamos en una clase de Introduccin a la Filosofa e indicaremos el segundo punto de la temtica. Hermosas palabras tranquilizadoras, temtica, puntos, programa, parciales, bolillas, en un momento sent el vrtigo del desvaro, pero ya pas. Qu grande es la rutina! El segundo punto a desarrollar se llama as: Las ideas no son mariposas. Qu querr decir esta aseveracin...?, que no vuelan? Un lejano aleteo y una pronta aparicin, all est, hermoso lepidptero, sus perfectas nervaduras, sus colores refulgentes, aqu est Heidegger. Y se fue, se meti en aquel pino, pero algo sale del follaje, la famosa mariposa negra, belleza azabache, la perdicin de los coleccionistas, vuela Nietzsche, qu da, qu sol, qu primavera, paseamos entre mariposas... Kant, Leibniz, Platn, Aristteles... agarremos una, hagamos pinza con nuestros dedos, aqu est, el lepidptero Nietzsche. Mirmoslo. La danza, la tierra, el superhombre, el instinto, el nihilismo, el eterno retorno, la voluntad de poder, soltmoslo, se fue volando. Ven hacia m mi pequea Kant, lepidptero de moda. Dulce mariposa, qu me dices t?, susrrame tus secretos, la razn pura y la prctica, pura y prctica como la esposa ideal, las buenas intenciones y los mejores a prioris, dime Kant el secreto de tu encanto y atractivo, ni el mismo Nabokov, famoso coleccionista, se hubiera resistido a tus colores. Ya se fue hacia el reino de la libertad.

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En fin, me despert. A veces la Filosofa parece un sueo. Pero no, vivir es luchar, consigna que con absoluta parcialidad les dicto a mis queridos alumnos. No importa, soportar las crticas, me har acreedor de la peor pedagoga, no ser objetivo, ni neutral ni universal, les digo la vida es guerra, las guerras no las hacen los insectos voladores. Porque eso es una mariposa, un bicho planeador. Tenemos redes y tijeras, cortmosles las alitas, pinchmoslos en paspartes, in vitro, in vitro, los ngeles al vitro. Que las psicopedagogas chillen, que pidan mariposas, que despeguen al mundo de lo sublime, que sublimen. Nosotros hacemos un llamado al reptil, viejo animal ancestral que nos dio el saber lubricado con el sexo. Aterricemos y arrastremos nuestra panza por la dura corteza de nuestro hogar, pachamama Filosofa. Basta por hoy. Intentar describir en breves palabras uno de los mtodos con los que el lepidptero filosfico cae a tierra, y lo hacemos cuando aparece la historia. Las verdades eternas, los conceptos puros, las ideas universales caen sin paracadas con la aparicin de la historia, en suma, hablaremos de nuestro particular programa, un breve momento burocrtico. La historia aparecer cuando hablemos del filsofo Sartre. No somos eruditos en materiales historiogrficos, lamentablemente. Haremos un trabajo de carcter impresionista, un trazado que se contentar con ciertas intensidades cromticas, nada ms. La historia que le toc vivir a Sartre. Un perodo, el de 1920 a 1940, lo que se llama entreguerra. Es por mltiples razones que esa poca me provoca efectos inspiradores. Cae la cultura burguesa, y como todo descenso, toda cada tiene matices dignos de resaltar. De dignidad se trata. No s si a ustedes les pas, pero en ciertos momentos de la vida, percibimos que las cadas tienen ms bellezas que los auges. Encontrarse con un empresario arruinado es ms aleccionador que contemplar el revoloteo de otro en plena carrera de fama.
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Recuerdo la pelcula de Visconti La cada de los dioses. La cultura de Viena, la cultura de Weimar, las ilusiones de Aufklrung, los deseos de universalidad, el cosmopolitismo liberal, la Sociedad de las naciones y... 1940. Cada vez creo con mayor certeza que entre nuestra historia y la de la humanidad hay una tcica y pasional complicidad. Un judo nacido en los mrgenes de la periferia del Imperio austro-hngaro como yo, puede llegar a tener una particular predileccin por los avatares de aquel tiempo y espacio. Dibujar con brocha gorda el juego de envos y reenvos entre el tratado de ontologa sartreana llamado El Ser y la Nada y la atmsfera pesadamente fsica de la ocupacin nazi, me parece un boceto interesante para involucionar de la mariposa al gusano. Tambin de eso se trata; ya lo dije: volver a la tierra. Discutiremos, entonces, los textos clsicos de Sartre, sus reflexiones fenomenolgicas, pero como l dira: en situacin. Por eso seguiremos la polmica entre Sartre y Merleau Ponty sobre la colaboracin, las posiciones que asumieron una vez terminada la ocupacin nazi respecto de los que haban colaborado con el invasor. Veremos lo extrao que resulta cuando no todos los que se dijeron resistentes lo fueron y la facilidad de la intransigencia desde un lugar de victoria. Y tambin viajaremos por la Magna Grecia, hermoso pas. Adelantamos los contornos de sus paisajes cuando nos referimos a los orgenes del filosofar, a la paz y al dilogo. El lepidptero griego tendr su arcaica red histrica y la filosofa se diseminar en sus molculas: la retrica, la poesa, el orculo, la sofstica, la tragedia, la comedia, la oratoria y volveremos a nuestros hermanos mayores, los primeros filsofos, estos habladores del gora, estos primeros escribientes de sentencias, para no encontrar el ltimo significado de cada signo griego, idioma del que s catorce palabras, lstima, sino para hacer una llamativa combinacin entre filosofa, democracia y cofradas guerreras.
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Estudiaremos el fenmeno de la Polis, elemento cultural que fue la matriz de la experiencia democrtica ateniense y de sus prcticas derivadas: la poltica y la filosofa. Tambin Kierkegaard, habitante de Copenhagen, milenario reino del suburbio del norte de Europa, su novia Regine. Las redes histricas a veces son redes amorosas, su protesta contra el reino del Saber Absoluto y sus ilusiones, entre ellas la ilusin matrimonial. Pero nos interesar la leyenda del sacrificio de Isaac que Kierkegaard cuenta en uno de los libros ms maravillosos de la historia de la filosofa: Temor y Temblor, vern que en las cuestiones de fe no todo es lo que presenta la ta que invocamos. Y, para finalizar, les presentar a un filsofo que fue mi maestro: Michel Foucault. Por un lado seguiremos su singular lectura de Nietzsche, el modo en que discute la nocin de origen y aquello que constituye la perspectiva genealgica. En el origen hay por lo menos dos en situacin de conflicto de fuerzas. Una tensin. Y leeremos otro texto, Edipo Tirano, vern qu extrao contrapunto opone Foucault a la lectura freudiana del Edipo de Sfocles. As es nuestro programa, de la paz a la guerra, de la amistad al sexo, del hijo al tirano y del incesto al poder. Descansemos.

Desgrabacin de las clases: Alfredo Siedl.

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La ley mayor *

* Incluido en: El discurso jurdico. Perspectiva psicoanaltica y otros abordajes epistemolgicos, Librera Hachette, Buenos Aires, 1982.

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El filsofo y la ley (la Ley del Conocimiento)


Existe un particular inters por la temtica de la Ley con mayscula. Esta dimensin grandiosa de la letra inicial tiene su importancia. Hay Ley y leyes. Las leyes son normas, tanto en su nivel estructurador de comportamientos como en su funcin reguladora de enunciados. Pero tambin leyes son las de la fsica, trmino que en sus orgenes denotaba una constancia. Aunque la Ley no slo es constante, tambin es terminante. Somos sujetos de Ley. Esta particularidad bifsica de la Ley nos viene de lejos: Se conoce la larga historia del concepto de ley. Su acepcin moderna (el sentido de Ley cientfica) recin aparece en los trabajos de los fsicos y filsofos del siglo XVII y del XVIII. Y an entonces conserva los rasgos de su pasado. Antes de tomar el nuevo sentido de una relacin constante entre variables fenomenales, es decir, antes de dirigirse a la prctica de las ciencias experimentales modernas, la ley perteneca al mundo de la religin, de la moral y de la poltica (Althusser, Montesquieu, pgs. 28-29). Entre la religin y la ciencia, la ley sufre su lenta metamorfosis. Del monte Sina a los laboratorios de Florencia la ley transita por el mandamiento y el teorema. Montesquieu, autor de un Espritu de las leyes, nace en una poca de transicin que compone en el pensamiento la mezcla de su tiempo. Construye un sistema hbrido y pretende descubrir continentes con naves en ruina. Es sobre esa mezcla o impureza que el filsofo de hoy dibujar el filtro justo para purificar la sustancia, marcar la separacin, y fijar los lugares de exclusin.
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Entre la astucia de lo viejo y la fragilidad de lo nuevo, el filsofo hace honor a Damocles y bajar su espada, o sea, su concepto. Y en este juego de viejo y nuevo la ley con mayscula habita el mundo del convento, morada del Seor, y la minscula, una morada sin seor y con una Seora: la Naturaleza. Si la Ley es mandamiento, la ley es relacin, si una es tajante, incisiva y sangrienta, la otra es constante, ecumnica y neutra. Cuando un filsofo lee a otro filsofo, cuando lo mira y convierte en sal, habr usado instrumental cientfico y preparado teolgico. Con un poco de ndex y otro poco de concepto, el analista juntar ambas leyes, y cuando crea estar en una, probablemente se desplace por la otra. Deber decidir, quiralo o no, de quin recibir la herencia, del Padre Proftico o de la Madre Cientfica. La Ley fue concebida en tiempos lejanos como una gran emisin, una Voz grabada en la Tabla y oculta en un arca. El sonido se hizo escritura y se transmiti a cada generacin. Su tono fue el imperativo y su pedido rigor. Las leyes naturales se enunciaron con clculos y grficos, nmero y espacio. Su secreto fue manifestacin y su hermetismo demostracin. La equidad ya concedida reclam sumisin. sta es la historia de la desacralizacin de nuestro universo, de la irreversible profanacin del mandato de las alturas. Si la Ley discrimina entre elegidos y condenados, las leyes, cuando abstraen lo Comn, nos hacen iguales en la necesidad y particulares de una generalidad. Y, por supuesto, individuos de una sociedad. Es tambin la historia de nuestra democratizacin. En este sentido, todos los seres tienen sus leyes: la divinidad tiene sus leyes, el mundo material tiene sus leyes, las inteligencias superiores al hombre tienen sus leyes, las bestias tienen sus leyes (Montesquieu, cit. por Althusser, ibid., pg. 31).
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Cuando cay la manzana y el daado no mir con ira al cielo en busca de compensacin, y consider que lo sucedido era mero accidente de una sustancia natural, esa manzana, la cada sobre el pedestal de Newton, ya no fue indicio de la voluntad divina y s signo de una necesidad mundana. El mundo natural padece sus propias necesidades. Establecerlas, fundamentarlas, calcularlas, un cdigo para la nueva legislacin. Montesquieu afirma que la historia de los hombres tiene sus leyes, la divinidad las suyas, lo afn al hombre, las bestias, las suyas, y el smil de Dios, los ngeles, las suyas tambin. Que la zoologa y la demonologa se constituyeran en ciencias autnomas, no debe sorprender, ya la literatura unira lo separado haciendo del demonio un cornicfalo con rabo y del ngel un pjaro con bucles, pero que la legislacin divina tuviera un peso equivalente a la humana, eso s demuestra suficiente osada. Los pioneros de la ciencia se jugaron algo ms que el alma en los momentos en que reinaba la Santa Inquisicin y sus derivados, y aunque Montesquieu no viviera los tiempos de Giordano Bruno, siempre hay una pira lista para ciertos atrevimientos. No debemos mezclar al hombre con Dios, ni a las bestias con los ngeles, ya en las santas escrituras el Seor se tom el trabajo de culminar la obra en seis das y sus noches, la creacin, en lenguaje matemtico, fue discreta, la humilde tarea de un pen que no poda hacer todo a la vez. Y si entre Dios y hombre hay un espejo, la imagen y la semejanza no eximen de una diferencia. De una trinidad piramidal en la que el padre reinaba sobre la madre y el hijo, de una jerarqua que iba del cielo a la tierra y de sta al infierno, a un tres convertido en tres ms uno. Los mundos y los seres pidieron su entrada al mundo de la Ley. La Ley es para todos, su abrigo nos cobija. Ante este cario ecumnico de la Ley, recordemos un breve relato. Cuenta Kafka la historia de un campesino que se presenta ante las puertas de la Ley. Puertas abiertas. Cualquiera es
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admisible y, por eso, el candidato asoma la cabeza y nada ve pero algo escucha: An no es tu turno, es la voz del guardin. Como el turno no se hizo llamado, el guardin, conocedor del tiempo y compasivo con los que esperan, ofrece un banquito. Es el momento en que nuestro hroe comienza a esperar sentado. Ya que la vida es larga, sobre todo en un banquito, el campesino elige sus interlocutores, pequeos seres habitantes del cuello del centinela: las pulgas. Les pide una recomendacin para un mejor servicio del Amo, silencioso como siempre. Sin embargo, sigue sentado, y al sentir el fro escozor de la muerte, se atreve por nica y ltima vez y lanza su pregunta. Ya resignado, no interroga por la razn de su espera sino por la soledad de su existencia y por la falta de otros banquitos. Y se entera, por, por fin, que cada puerta tiene su visitante, y cada visitante su taburete. sa es la Ley. Pero no todo queda en un juego escenogrfico en que la puesta es sobria y despojada, tan slo puertas y banquitos, silencios prolongados y angustias existenciales, una desgraciada combinacin entre Mr. K, y Godot, tomemos en serio al irrisorio personaje sobre el que danzan las pulgas. Quin es este personaje? El guardin es la escritura de la Voz. Cuida el cumplimiento de la Ley y mantiene su vigencia. Es difcil creer que un Guardin por un acto de amor, trocara botas por banquito para calmar su cansancio y sentarse alguna vez. En esta clara y pobre asercin se empequeece la figura del candidato, menos ttere de fuerzas ocultas que de presencias eternas. Podemos colocarnos en el extremo opuesto del escenario y remodelar nuestra visin. Desde el fondo del corredor, en el centro de la Ley, veramos una puerta abierta enmarcando un custodio de un hombre viejo, sentado y cabizbajo. El guardin de la Ley y su condenado. Ha sido suprimida la distancia entre el candidato y el ajusticiado.
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El filsofo traza lneas de demarcacin, es un gegrafo que delimita territorios, regiones, continentes, es tambin un cronometrista que mide los tiempos de extrema aceleracin, las revoluciones, es un descendiente de Salomn que sabe dividir para reinar. Es un nuevo guardin, pero justo esta vez. Dicta justicia y reclama justeza. El filsofo, defensor de la nueva Ley, sabr escoger su estrategia: Introducir la teologa en la historia, es confundir los niveles, y mezclar las ciencias, el mtodo ms adecuado para mantenerlas en la infancia (Althusser, ibid., pg. 17). Qu mejor definicin de un amante que la de ser guardin, un guardin del amor. El filo del conocimiento, el amante de la sabidura, el convidado de los banquetes, transformado en guardin de ciencias y abogado del saber. Pero esta novela de amor, este cario militante por la historia y su ley, la del crecimiento y del cambio, este horror hacia lo infantil, tambin tiene sus pretensiones: No sera preciso preguntarse sobre la ambicin de poder que conlleva la pretensin de ser ciencia? Qu sujetos hablantes, charlantes, qu sujetos de experiencia y de saber queris minorizar cuando decs: hago este discurso, hago un discurso cientfico, soy un cientfico? Qu vanguardia terico-poltica queris entronizar para demarcarla de las formas circundantes y discontinuas del saber? (M. Foucault, Microfsica del poder, pg. 131). Cuando el filsofo habla de otro filsofo corre el riesgo de confundir una ley con otra y quedar atrapado por sus sanciones y sentencias. La modesta ley cientfica que tan slo se refiere a necesidades naturales y a espacios formales, debe enunciarse. Ser explcita, mostrarse en sus articulaciones, son condiciones esenciales de su vigencia. Pero en la enunciacin asoma un nuevo peligro, en el momento en que pretende cerrarse y lograr la definicin, corre el riesgo de perderse en palabras. Y en este extravo por el lenguaje amenaza la ilusin, el engao, lo imaginario.
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Habra un solo discurso que podra pretender escapar a la mala fe de todo discurso: el discurso algortmico. De ah la extrema tentacin, ms o menos consciente, de transformar el texto literario en ecuaciones lgicas, recurrir a formalizaciones. En ese momento el problema de la discursividad de la ciencia est resuelto: el discurso algortmico se muestra de inmediato y en su totalidad como sin significado: es la expresin de relaciones puras. Desde el momento en que volvemos al idioma nacional, ya no podemos escapar a la fatalidad cultural, y de algn modo psicoanaltica, de connotaciones, sentidos mltiples, de roles de lo imaginario: el discurso cientfico deja de tener, entonces, las virtudes que se le piden a la ciencia (R. Barthes, Le grain de la voix, pgs. 155-6). El idioma de la pequea ley se pretende universal, comprensible en todo para todos, una matemtica transparente que comunicara a los expertos en congresos mundiales. La lengua especular que inquiet a la filosofa desde sus orgenes, se ha verificado experimentalmente en la ley del cdigo y de la cifra. El amante de la sabidura, fiel a la tradicin, continuar su labor de depurador de lenguas, marcando la lnea divisoria entre la pequea ley y la Gran Ley del mandamiento. Pedagogo por costumbre y necesidad, ayudar a las ciencias en su difcil crecimiento, ahuyentar a los fantasmas de la regresin y ser vigilante de su madurez. Desde el plpito del juzgado o de la academia, proclamar si ser o no ser, ciencia o ideologa o por o contra. Pero Barthes insiste en que, generalmente, a los partidarios de la lengua universal, se les va la lengua, en lo nacional. La lengua materna nos llena el duro crneo de fantasas viperinas. Y al apenas mentar la palabra ley, la cabeza de nuestros semejantes invade la nuestra y la nuestra la de nuestros semejantes, quedando diagramado un circuito de ideas, una cadena significante y una madeja de deseos. El pequeo idioma cientfico ha insistido en su ruptura total y definitiva con la lengua madre. El mundo del concepto
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no es el mundo de todos los das, espacio de lo cotidiano y de la opinin. Si el valor de cada concepto se establece por el lugar y la funcin que le asigna un cuerpo terico, los tenues zumbidos del deseo, del ideal y de la fantasa, chocan contra sus puertas y su guardin. Sin embargo, para m, hay un imaginario cientfico, imaginario en el sentido lacaniano (un lenguaje o conjuntos de lenguajes que funcionan como un desconocimiento del sujeto de s mismo) (Barthes, ibid., pg. 156). Este imaginario cientfico no corresponde a la literatura de ciencia ficcin. No es la ciencia en tanto invento y mundos posibles. Dulces utopas del terror y de las maravillas. Este imaginario es una pretensin, una voluntad de saber, de dominio. Y en este mundo fantstico se sita la Gran Ley y la pequea, habitantes de un imaginario que no perdi eficacia simblica.

Ancdotas y tesis
Es un rasgo curioso la doble personalidad que a veces adquiere la historia. El crculo de Viena pareci repetir en el tiempo el trayecto de su forma. El desarrollo de las ciencias del lenguaje, la estructura binaria de oposiciones que regula el habla, el tesoro y recursos que nos ofrece la lengua en el paradigma, los lugares y funciones expuestos en el sintagma, el signo vedado en el tab, el signo delegado en el ttem, el signo en el habla y en el sueo. Freud y Jakobson, lingstica y psicoanlisis, contrajeron enlace bajo los fulgores de la hecatombe. Finalizada la ltima guerra europea, denominada mundial, la especulacin terica calibr los aportes recibidos de Viena y de la Selva Negra. El pensante se hizo arquelogo y desenterr monumentos: Nietzsche, Marx, Freud. El literato no qued atrs e hizo lo suyo: Sade, Mallarm, Lautramont, Roussel.
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Muy cerca, pero en otro distrito, la filosofa existencial impone su moda en el Mediterrneo. A la ocupacin germana se sum otra que, adaptada, levant en vilo a los francos, y a sus discpulos tambin. El panzer pas por Heidelberg. Una filosofa de la existencia inacabada, una concepcin de la historia en la que el hombre ocupa la cspide de la cartelera, Sartre, sepulturero quizs, enterr las ilusiones del surrealismo, el pequeo escndalo de la preguerra. Pero esta minscula bohemia tambin haba hecho lo suyo, y los pioneros de la estructura recuperaron sus aportes. Dal visitaba a Freud, Lacan visitaba a Dal. Ya fuera por el surrealismo o por Jakobson, Freud actualizaba su efecto a travs de las nuevas palabras de Lacan y LviStrauss. En primer lugar percibimos la tendencia a pensar al famoso bpedo sin plumas como un cuerpo atravesado por palabras, fonemas, monemas, morfemas, semantemas, filosofemas, mitemas y matemas. En segundo lugar, la filosofa de la existencia y de la praxis armoniza al Hombre y a la Historia en un destino global. Por un lado las amarras de la escritura, y por otro la nada de la libertad. Esta guerra que con candor se llam ltima hizo tambalear las ilusiones de los aos treinta y de aquellos que esperaban la reconciliacin final. Nunca ms dolorosa la distancia entre una mente ntegra y un cuerpo despedazado. Si la primera conflagracin del siglo haba inclinado a ciertos espritus a una meditacin sombra y a la duda sobre los beneficios del progreso, la segunda enterraba las esperanzas de un feliz regreso. Estar a la escucha de la voz del Ser, erigir nuevos csares, permitir la convergencia entre saber y hacer, descubrir nuevas vacunas, cruzar el Canal de la Mancha volando, amn del cine sonoro y del pequeo escndalo, la tranquilidad burguesa y los partidarios radicales, la gran riqueza en las extensiones de la vaca y el trigo, las estadsticas, la razn gobernando los pue272

blos, la virtud de la educacin de las virtudes, en fin: el Ser, el Csar, el Saber, las Vacunas, los Aviones, la Boheme, el Chaleco y la Pipa, el Conductor y la Vaca, fueron cayendo en el descrdito. . . una vez ms. La primer hecatombe tambin tuvo sus pensadores melanclicos, los que escriban sobre la decadencia de Occidente, los que hacan de la civilizacin un paisaje floral, semilla, flor y fruto, los que al descubrir los horrores del progreso, descubrieron las ventajas del retroceso, aquellos que sintieron ese primer malestar en la cultura, los padres de la nueva decepcin, todos los que inauguraron el apelativo que signa nuestra poca: Krisis con K, los primeros habitantes del desconcierto. Y con la segunda, la ltima, los decepcionados poco tiempo tuvieron para expresarse y debieron transportarse con su saber. Lvi-Strauss fue exiliado a Amrica del Norte. Continu la serie de Einstein y Jakobson hacia el nuevo continente. Pero luego de haber adquirido el adecuado know how en la tecnologa de las ciencias sociales, no olvid su pasado francs. El exilio es una de las formas que el romanticismo regal a nuestra era. No porque el destierro sea romntico, no lo es, pero vuelve romntica a la tierra. Es como si una parte del planeta reclamara nuestra presencia, precisamente aquella que abandonamos. Lvi-Strauss junt vieja y nueva civilizacin y devolvi a Norteamrica lo que ella nunca olvid: el general La Fayette. Fue un potach Eisenhower-La Fayette, o Jakobson-Rousseau. Esta breve resea histrica describe la convergencia entre disciplinas a travs del periplo por diversos pases. Lingstica, filosofa, matemticas, entrelazadas de modo original por el fundador de la antropologa estructural. Si la sede de la ms alta tecnologa de la poca ofreci sus conocidos recursos: el arte y la ciencia del nmero, el lgebra y la combinatoria, el antroplogo recibe el legado del antiguo general y transmite el mensaje de su Francia natal. El mismo
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mensaje enviado en los aos del nacimiento de la revolucin: la teora del contrato social, modificada, va otro fundador, el del psicoanlisis, por el mito del pacto primitivo. Agreg, adems, un problema que haba inquietado la incipiente historia de la antropologa, un problema que ya era molestia, el fenmeno fugitivo del incesto, cometido o prohibido. Esta molestia radicaba en que de incestos mucho se poda decir, mucho citar. Civilizaciones que lo prohben, otras que lo permiten, y otras que lo administran con cuentagotas. Si algn terico recordaba su aspecto limitativo, apareca otro que, con buena memoria, recordaba a Egipto, pases africanos, tribus lejanas, Polinesia, Melanesia, Camboya, Persia, Madagascar, ejemplos varios en que el incesto se haca unin, y la prohibicin polvo. Que fuera entre hermanos, que entre padre e hija ni siquiera fuera una perversin, no impeda que el incesto se cometiera, nuestro incesto se practicara, aunque la madre pareciera inviolable siempre. Lvi-Strauss hizo de la prohibicin una Ley, magistral y fundamental. La Ley de la prohibicin del incesto fue fundamento y condicin de la cultura, corte inaugural entre naturaleza y cultura. La posibilidad misma del Hombre, la Ley ms arcaica del Espritu. Summosle el Pacto, el acuerdo por el cual los hombres pierden una posibilidad pero ganan toda la realidad, pierden a la MujerMadre para ganar a las mujereshembras, y el ncleo de la propuesta est logrado. La Ley es portadora de los atributos de la prohibicin y del pacto. Gracias a Viena y a Pars? Gracias a Freud y a Rousseau? Esbocemos nuestra tesis. Que los hombres intercambien sus mujeres no slo implica que nuestro universo est estructurado por las leyes del intercambio, sino que el universo simblico que s estructura nuestro particular estilo de vida, hace que no siempre sea una mujer por otra, y s tres por una o cuatro por ninguna.
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Que haya intercambio de bienes, que las palabras tambin circulen, no obliga a un desplazamiento de mujeres. Y no porque exista la posibilidad de un circuito de hombres, nuestra imaginacin no debe esmerarse mucho para pensarlo, sino porque es dable el deseo de una circulacin de adolescentes, masculinos y femeninos. No hay sociedades pederastas? Los ogros saben que s. Hay que tener una razn profunda para suponer que nuestra simblica cambista es equitativa. A cada cual lo que le corresponde. Y si esta razn se sustenta en la idea de un pacto previo, olvida que los pactos requieren un mutuo acuerdo, y este olvido es sintomtico. Este contractualismo metafsico y el modo tab que tiene la Ley, aparecen como los pre-textos de este recorrido. Lo que sorprende, entonces, en la actualidad, no es la infiltracin del discurso jurdico por prcticas heterogneas, acribillado como est por los registros del poder, sino la importacin de este trmino sacro por los llamados discursos de la cultura. El eslabn dbil de ciertos discursos puede ubicarse en la cantidad y calidad de sus singulares. Y as como se habla de La Ley, nos referimos tambin al Poder, a La Razn, El Sujeto, La Carencia, El Estado, La Ideologa. No hay mejor signo que la mayscula para permitir el trnsito de un deseo discursivo. La mayscula, como los signos de puntuacin (y admiracin), son la emocin de la escritura, deca Cline. En un mundo en que La Autoridad como principio nico pierde su cabeza ciclpea, y por una metamorfosis irreversible, se disfraza de pulpo y multiplica sus tentculos, en este universo preocupado por los detalles, programador de lo mnimo y especialista en rincones, hay quienes dicen que siguen vigentes Las Tablas de la Ley.

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La Escritura (La Ley Literal)


Pero este regreso glorioso no slo se debe a la hecatombe antes mencionada, la que supo combinar la fsica cuntica con el dios Odn, sino a quienes aportaron su grano de arena a travs de la nueva crtica y la nueva novela. Si hoy se habla de Ley, aunque fuere el eco agonizante de una moda que nos viene de lejos, se lo debemos al persistente inters por la problemtica de la escritura. Si la literatura nos remita al gnero de las bellas artes, un sistema ornamental claro y transparente, fulgor de salones y cortes, la escritura de hoy se presenta como una reflexin sobre la literatura. La literatura es escritura cuando cuestiona sus propios lmites. Y su lmite es el lenguaje. Desde el momento en que el escritor dej de ser un testigo de lo universal para convertirse en una conciencia desdichada (hacia 1850) su primer gesto fue elegir el compromiso de su forma, ya sea asumiendo, ya sea rechazando la escritura de su pasado. La escritura clsica se derrumb y toda la literatura de Flaubert a nuestros das, se convirti en una problemtica de lenguaje (R. Barthes, Le dgre zro de lcriture, pg. 8.) La literatura contrae sus pseudpodos y en esta reflexin sobre s, se contempla en su verdadero rostro. No ve las ilusiones del placer ni el espejo decorado de la verdad, percibe una mquina de producir ficciones, con sus materiales a la vista: las palabras. El escritor, prisionero de su lenguaje, busc la muerte-Mallarm, el oficio-Flaubert, la repeticin-Roussel, la molcula-Artaud, el flujo-Joyce y el goce-Miller. Pero la filosofa tambin busc a la literatura, y al verla en tan esforzados menesteres, la bautiz nuevamente: modo de produccin literario. Amigo inseparable de otros modos de produccin, el terico, el poltico, el econmico, el ideolgico. Aceptada por la familia unita de los modos, con su fresco apelativo, debi pagar su antiguo honor con algunas humillaciones.

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Fue definida por el negativo, el otro de la teora, una variante del desconocimiento, la escondida perversin de las ideologas, la literatura: una etapa ms de la vieja mentira. Si en pocas lejanas se encerr en torres de marfil, esta vez se le reconocieron efectos. El efecto literario. Y a medida que fue diagramando su nuevo esqueleto, dispuso de un hijo, hija, que an hoy nos preocupa: la ficcin. La ficcin como estructura invade con su poder de seduccin los otros discursos. Qu efecto de ficcin, qu bella construccin, qu deseo inasible, recorre una Crtica de la Razn Pura? El efecto ficticio de la verdad. La literatura, tentacin de la seca verdad. La teora, desde entonces, sufre la prostitucin esttica de los problemas (Lvi-Strauss, El hombre desnudo). El sacrificado camino de la razn se ve estorbado por trivialidades (trivial, con la etimologa recordada por Barthes: el cruce de las tres vas, lugar de espera de la prostituta romana.) La estructura de ficcin se caracteriza por su verosimilitud. Palabra compuesta por vero y smil. Lo semejante a la verdad. Pero por los mismos avatares de las resonancias, se dice que lo vero-smil produce un efecto de encantamiento. Fascina. Hechiza. Llegamos a algo tan increble como lo dicho hasta ahora. A algo que tiene que chocar a nuestra mente occidental (que choca a la ma), pero que es mi deber referir. Cuando pensamos en las palabras, pensamos histricamente que las palabras fueron en un principio sonido y que luego llegaron a ser letras. En cambio, en la Cbala (que quiere decir recepcin, tradicin), se supone que las letras son anteriores, que las letras fueron los instrumentos de Dios, no las palabras significadas por las letras. Es como si se pensara que la escritura contra toda experiencia fue anterior a la diccin de las palabras. En tal caso nada es casual en la Escritura: todo tiene que estar determinado (J. L. Borges, Siete noches, pg. 130). Las
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referencias a la Cbala sealan la dimensin sacra de la escritura. Tambin su materialidad. Las letras se combinan segn claves que bien comprendidas pueden darnos una cifra. La Cifra. La Tradicin imagin un universo que adems de ser inmenso, tiene umbrales, pasadizos, desniveles, rincones y mobiliario. El universo gnstico tiene su arquitectura propia, y de estas leyes del urbanismo, es posible mencionar una, infaltable: al universo se accede por una puerta apenas entreabierta. Y lo que sugiere no lo regala. Reciben ofrendas quienes de esa puerta encuentran la cerradura indicada para la llave indicada. Y la combinacin del cerraje se dibuja con el orden adecuado de las letras, el exacto y divino lugar para cada una. No es otra cosa una palabra mgica. Pero estas peripecias sacras y su gravitacin en culturas lejanas, se pierde en las cercanas. . . y si hubo tiempos en que los adoradores de La Letra constituan grupos hermticos e iniciticos, sectas fieles al signo y a su poder, el presente profano, gracias a la literatura, tambin nos depara algo de esas antiguas glorias. De la palabra que eleva el alma, de la que purifica el cuerpo, del signo que nos conduce al misterio de la creacin, ha quedado la poesa. Y si alguna vez creamos en ella, en la fuerza de su trazo y en la luminosidad de su autor, si desde el siglo pasado nos llega la leyenda de los portadores del acto potico, de los prncipes y seores de los caminos, Rimbaud en frica, Guinsberg en el Himalaya, Artaud en Bali o Hlderlin en la Selva Negra, este acto potico es hoy un hecho potico, y la poesa, potica. Si los poetas de antao se jugaban la existencia en salirse de la palabra, liberarse del signo y huir hacia el mundo, los poticos de hoy son sedentarios y estn anclados en medio del lenguaje. A pocos se les ocurrira hoy gustar la poesa en el abandono de la escritura. El poeta que quera vivir ya ni puede es-

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cribir. Pero si las palabras desaparecen con el muerto, los epitafios lo sobreviven. El discurso religioso siempre ha tenido dos vertientes, una muda, otra verborrgica. La primera era privilegio de la experiencia mstica, una prctica guiada por el ideal de la desnudez y el vaco. La otra fue especialidad del dogma teolgico, una pesquisa de la verdad y la obediencia. Doble cara que mantiene su vigencia. Si el filsofo del Ser vuelve a la palabra a travs de Hlderlin, si otro persigue a Artaud a travs del cuerpo sin rganos, o si un especialista en semitica se inspira en Lautramont, de la poesa queda una enseanza, un recuerdo verbal. Y todo lo que implica verbo es desde el gnesis una experiencia partida, y no compartida. Y por esta hendidura se vislumbra la posibilidad del juego de la escritura, aspecto ldico del significante que no por eso es gratuito. La muerte sigue siendo la suprema tentacin de la palabra. La calavera ha sido uno de los estandartes del estructuralismo. Y la vida qued relegada a los extravos de la vivencia, el reenvo inasible del reflejo, un efecto imaginario.

Imaginario
Esta instancia forma parte de una liquidacin conceptual que las instituciones acadmicas practican cada cinco o diez aos. La necesaria renovacin de patentes, es decir, el progreso cientfico, la curiosidad filosfica, hace que un imaginario, bien valuado por la produccin fenomenolgica, acepte un sitio relegado en la teora estructural. Lo estructurante, por no estar ah, rige lo real. Tenemos aqu la discordia motriz, ya que la introduccin de ese elemento reflexivo, que se basta para instituir la dimensin de lo estructurado-en-tanto-se-lo-vive, como tomando los efectos de
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s mismo, dispone un ordenamiento imaginario, contemporneo y diferente del orden real, y sin embargo coordinado a l, y siendo de ahora en ms parte de la realidad (J. A. Miller, Action de la Structure). Este elemento reflexivo, desprendido de la estructura, nos ubica en los arcanos de la ciencia ficcin, se desarrolla en el espacio interestelar. El elemento se asla, se da vuelta, percibe y significa al conjunto. Lo refleja. Produce un efecto de duplicacin. Es fruto de una discordancia constitutiva. Este elemento se ha forjado a imagen y semejanza de la sagrada estructura. Llammoslo elemento Adn. Pero no todo termina aqu. Lo que parece un mito del origen, una nueva versin de la horda primitiva, ya no frente a un padre y cara a cara con el espejo, incorpora otro elemento, tambin mtico, ms cercano a nosotros, que instituye una tica. (La relacin sujeto/estructura) es inconcebible sin la mediacin de una figura imaginaria de desconocimiento, restableciendo la realidad en su continuidad por la produccin de representaciones que responden a la ausencia de estructurante, y compensan la produccin de la carencia (Miller, subrayado por T. A.). Este elemento especular no slo es creativo y artstico, tambin es algo ignorante y temeroso. Compensa la falta, colma la ausencia y sutura. Remienda estableciendo la continuidad y la permanencia. Un mecanismo de compensacin y una funcin de des-conocimiento. Pero si se afirma el des-conocimiento, es porque detrs, en silencio, yace el conocimiento, una va regia para el logos, abandonados ya los misterios gnsticos. La buena pedagoga de la buena teora nos abrir las llaves del reino. Esta relacin de conocimiento separar lo unido, purificar las mezclas, construir lo simblico, instaurar el saber.

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Que el hombre viva un eterno engao, no es ninguna novedad. En Oriente se llamaba maya, una red de ilusiones tejida en la oscuridad, en Occidente, imaginario; pero tampoco nos sorprende encontrar lneas de fuga que, una vez atravesadas, nos envan al puro cielo de la verdad. Brahma o Ciencia. Estas lneas de fuga son caminos de conocimiento, al estilo satori, lgebra del parentesco o teorema de la castracin. A pesar de esta devaluacin imaginaria, hubo sobrevivientes. Formas que sin cantar loas a la verdad, tienen el respeto que se les debe a los temibles. La poesa se dice hija de lo imaginario y, aade con orgullo, hija nica. Y una gran batalla se prepara a su alrededor. Cuando menos poesa se lee, tantos ms son los que se la apropian: la poesa es mujer, la poesa es cuerpo, es suicidio, palabra, grandes llamados a lo que nuestra poca pretende ignorar: la muerte de la poesa, ni siquiera su asesinato.

Inscritura (La Ley Cruel)


Por las capas subterrneas se penetra el mundo de los rganos, un paraso visceral. El cuerpo entra a escena y por el carcter incisivo, desesperado, desgarrador y hasta paranoico de las expresiones, se hace tripa. La carne. Es cuerpo con sangre viva. La escritura nos recuerda que los signos no conforman una caja de datos ubicados en alegre simetra, sino a una operacin que es, sin ms complicaciones, la de escribir. Es decir: trazar, marcar, inscribir. Transformemos escritura en ins-critura. La operacin de marcacin se caracteriza por dejar una huella. Como se dice con frecuencia: deja marcas. Hay quienes estn marcados. Monsieur Le M. (el Maldito). Inscribir es hundir un instrumento punzante en un cuerpo receptor, piel o pergamino. Surcar. Diagramar en las profun281

didades. Se deja un recuerdo tangible en un elemento incorpreo. Porque no se surca la tierra, ni se tata la piel, ni se escribe el papel. El objeto nico se denomina des-trozo. Este tipo de operacin borra el lmite de la instrumentalidad. La ins-critura no es un cdigo o alfabeto que nos sirva para transmitir, intercambiar y comunicarnos, ni tampoco una trascendencia simblica presente-ausente. Ni instrumento ni estructura. Operacin, ciruga. As se pens a Artaud aquel que en el momento de nacer haba sido despojado de su alma, de su palabra. Me soplaron el alma. Esta operacin de soplo rinde tributo a su sentido de extraer, desvalijar, des-organizar, des-corporizar, robar. Robada la palabra, la vida por recuperarla. El alma es la prisin del cuerpo, y as como la metdica espiritualizacin era el antdoto para una cultura que crea en el encierro de la chispa divina, una profunda corporacin fue el ideal de los que sufran la divina domesticacin de sus cuerpos. Artaud, as dicen, desorganizaba su cuerpo para encontrar una palabra propia. O reverso y anverso, desarticulaba su palabra para recuperar su propio cuerpo. Versin potica, la una, mdica la otra. Pero en este intento vital (se le fue la vida), hay quienes percibieron una de las vueltas mejor logradas de la historia de la metafsica. Una tragedia de la presencia de los que buscan hablar con propiedad. Es el riesgo que corren los transgresores de la metafsica, el de volver a ella. Riesgo de suma importancia para los que se les va la vida, esta vez, en demostrar la muerte de la metafsica. En este sentido, la metafsica de Artaud, en sus momentos ms crticos se entrega (versin libre de accomplit) a la metafsica occidental, a su ms profunda tendencia, la ms permanente. Pero por otra de las vueltas de su texto, la ms difcil, Artaud afirma la ley cruel (es decir, en el sentido implicado por esta palabra, necesaria) de la diferencia; ley que esta vez es llevada a la conciencia y ya no ms vivida en el candor metafsico (Derrida, L criture et la diffrence, pg. 291).
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Nos quedamos, entonces, con la vuelta ms compleja. La Ley Cruel. Para Artaud pensar es sufrir. Hablar es recuperar la palabra, terminar con las traducciones, vengarse del robo primordial. Hacerlo heroico exponente de la metafsica de la presencia es dejar en la ambigedad el verdadero alcance de la Ley de la Crueldad. Esta ley es un reconocimiento de la dualidad, un arrojarse a la particin, un cubrirse con la hendidura. Esto no supone que Artaud haya sido el primer exponente occidental de una metafsica dualista. Aunque desde nuestros orgenes nos venimos preocupando por el Uno, no faltaron quienes supieron reconocer al Dos, o al Dos ms Uno. El dualismo ha sido supremo peligro en momentos delicados de nuestra historia. Recordemos la lucha que debi librar la santa iglesia romana contra la invasin incontenible del maniquesmo. Alabado sea Dios, la matanza fue consumada. Montsegur y los ctaros murieron bien quemados al igual que los Munzter y sus campesinos medievales supieron de las botas de Lutero. La pax cristiana descansa. Que las fuerzas sean dos, he ah un conocido fenmeno persa. Podemos siquiera imaginarnos una fe compartida por el reino del Bien y el reino del Mal? Estamos demasiado habituados a pensar al mal como un desvo del bien, una cada, un pecado, una prohibicin, una tentacin, una condena. El prncipe de las tinieblas ha sido ridiculizado desde las pocas en que la Razn se convirti en guardiana del Bien. Si hoy hay una vuelta al dualismo, un aviso previsor sobre los peligros del Bien, una corte marcial para las eternas peripecias de la Unidad, es frecuente ver caer a sus partidarios en una suerte de escepticismo hermano de la irresponsabilidad. Si estamos encadenados, si nuestra lgica es la de la escisin, si la castracin es conocimiento o la contradiccin vigencia, nuestra imposibilidad es poder. Es el ocio del sabio eunuco. Y esto no es Artaud. Su reconocimiento de la ley cruel, de la dualidad irreconciliable, es el aspecto manifiesto del pacto con el Diablo.
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Huimos del Uno pero desconocemos las consecuencias del reinado del Dos, y de su magia. Desde el momento en que soy escuchado, desde el momento en que me escucho, el yo que escucha, que me escucha, se convierte en el yo que habla y toma la palabra, sin nunca cortrsela a aquel que cree hablar y ser escuchado hablar en su propio nombre... (Artaud) Afirmar la Ley de la Crueldad es apropiarse del punto de vista asesinado en uno. Sostener el punto de vista que se dispersa en rayos de luz paralelos es otra alternativa al goce, una prdida del punto de vista en una cada por un precipicio solar. Afirmar la diferencia no es buscar la identidad. Y esta vigencia de la ley de la crueldad es una metateora, trasvasa las interpretaciones por los efectos de una escritura que se borra al imprimirse. Un block maravilloso. La inscritura de Artaud es una ciruga de la desorganizacin, una pira para el suplicio de las formas. Para esta versin la Ley es una figura de la violencia, el solo hecho de marcar, clasificar y unir, es una usurpacin. Kafka presenta a un condenado que desconoce la Ley que lo sentencia. Legislacin particular aquella que desprecia el mandamiento que establece el tcito conocimiento de los trminos de la Ley por el culpable. Habra un culpable sin ley. Pero por uno de esos azares del destino, la ley que se espera no tiene, esta vez, su razn de ser en un hombre olvidado en su banquito, sino en un funcionamiento: el mecanismo de la mquina de suplicios. Conoce l su sentencia? No repiti el oficial, tratando de proseguir inmediatamente con sus explicaciones; pero el explorador lo interrumpi: No conoce su sentencia? No repiti el oficial, callando un instante, como para permitir que el explorador ampliara su pregunta. Sera intil anuncirsela. Ya la sabr en carne propia. (Kafka, La colonia
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penitenciaria). El conocido relato nos describe la ejecucin del condenado, desnudo y de espaldas, prestando su cuerpo para que unas agujas inscriban la olvidada Ley. El obedecers a tus superiores, ser grabado sobre la carne, y en el exacto momento en que la vctima reconoce el tatuaje fatal, en que es capaz de recitar la ley, se cumple la condena de muerte. La condena no es una reparacin para una Ley descompensada, es el nico medio por el que la Ley puede hacerse conocer. La Ley es hija del suplicio. La mquina de suplicios se convirti en modelo de una escritura/crueldad. Si la escritura de la ley debe ser creble, verosmil, su poder de conviccin no lo logra por el conocimiento de la norma, su correcta exposicin. La normalizacin y su correcta imposicin darn fruto en la memoria para una mejor obediencia. La carne tendr su mapa de recuerdos. Cuando Nietzsche, en su Genealoga de la moral, se enfrenta al problema del valor, comienza por una facultad adoptada por la psicologa, la ms cercana a los atributos del alma: la memoria. Para creer es necesario prometer, prometer una fe duradera. El hombre es capaz de inhibicin, tiene una tendencia al olvido. Hoy cree, maana descree. Y el valor no slo ser aceptado, sino tambin recordado. El mandamiento debe ser obedecido sin la presencia material del texto. Se concebirn los dispositivos para que la Letra se encarne en sus mismos destinatarios. Y ante la polaridad cristiana entre alma y cuerpo, sin polemizar en una nueva escolstica sobre su pertinencia o caducidad, Nietzsche pens que si de llegar al alma se trata, la mejor va es pasar por el cuerpo. Escribirlo, como el hind con su Upanishad o el musulmn con su piel hecha Corn. Pero nuestra civilizacin ha desdeado escribir Antiguo y Nuevo Testamento sobre nuestros cuerpos desnudos, en algo hemos superado a las sociedades tradicionales. Nuestra escritura no slo ha utilizado el aguijn tatuador, se ha dedicado a la implementacin de todo tipo de aguijones, los que se fueron
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sucediendo en los, as llamados por Nietzsche, sistemas de crueldad. Inocencia de los que asimilan la ley a la opresin, inocencia de los que reconocen el pensamiento como una pasin. Los peligros de un anarquismo que se tienta por los apocalipsis o la maniobra individual. Artaud rechazando su cuerpo legal, escrito o no, que lo ubica en las antpodas del musulmn o el hind con sus cuerpos sacralizados por la palabra divina, se quiebra en un choque fatal con el Dspota. El Tirano es el exterior irrecuperable, la presencia muda del cuerpo desnudo. De tanto des-ordenar termin aplastado por el Supremo Orden. Ley o Dspota, alternativa paralela a la de libertad/esclavitud. Palabra o cuerpo, lenguaje o cosa, vida o muerte. El Dspota, el Cuerpo, la Cosa, la Muerte, el lugar de los asesinos del articulador. El do exterior/interior es indispensable para la libertad, pasajera de ese recorrido. El imperio de la Ley es la comestible presencia del Otro, la omnipresencia del Dspota hace del otro algo extrao a toda digestin. El Tirano es el extranjero; el conciudadano, mi semejante. Nietzsche y Artaud fueron sin duda dos fugitivos. Confundieron todos los niveles, hicieron de la organizacin una Suprema amenaza, del orden un tormento, de la ley una crcel, de la salud un manicomio, del slido cuerpo un agujero negro, de la articulacin un suplicio. Ilusiones. Anarquismo. Sub-versin. Sub-organizacin. Memorias del sub-suelo.

Naturaleza (La Ley Natural)


El verbo unir se opone a los que efectan el acto que enuncian: yo juro, yo concluyo, prometo, digo, hablo... un modo semejante a cantar yo canto, o pensar yo pienso. Una civilizacin naci de este ltimo ejemplo.
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Al conjugar el yo uno, hay dos incompletos a la espera de la soldadura. El que une, adicionado a los que han de ser unidos, convierte el uno en tres, para que en un conjunto den cuatro, y as en ms. Pero as como puedo unir dos algos que se quiebran o dos alguien que se separan o lo estn, me es imposible unir me. Es imposible sugerir un-yo-me-uno, salvo en los viejos tratados metafsicos en los que la dialctica lleva de un yo me separo a un yo me reno. Un operativo de reconciliacin a travs de una prdida de s mismo, una compraventa de esencias. El mecanismo de alienacin produce al Narciso de la filosofa en la cumbre del Sujeto Absoluto. Pero si el dominio del Todo pierde su vigencia y el reinado de la fraccin nos llega a travs del verbo, la Unin es imposible. El yo Me Uno despliega el manto de lo imaginario y su caleidoscopio de espejos rotos. En esta superposicin imposible del me al yo, hay un juego de yoys y mascaradas que se ofrecen al mundo de la comedia, una literatura de equvocos y simulaciones. Aunque hay comedias tristes. Si el uno es imposible, el otro ex-siste. No el otro de uno. Mi otro es mi semejante, el otro me hace diferente e incomparable. Singular y nico, pero no poderoso. Me define una radical incompletud. De esta teora del sujeto escindido tambin nace la Ley. La Ley de la unin imposible, y del imaginario terror a lo mismo. Si el mundo est constituido por una pluralidad discreta, descredos que estamos de toda onda, vibracin, aura, halo, afecto, fuerzas y lazos invisibles que restablecen la continuidad, se destaca en esta multiplicidad un conglomerado de otros. Pero no todos los otros son equivalentes. Hay otros que s y otros que no.

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Entre las uniones hay algunas que son particulares, relaciones establecidas como peligrosas. Incestuosas. El incesto se comete, el amor se hace, y ambos se llevan a cabo con otro. Sin embargo, lo que se comete hace del otro uno mismo. Singular conjuncin en que uno y otro son lo mismo. El uno es un fantasma que planea sobre nuestra civilizacin, hoy pocos lo dudan. Ley Dios-Logos-Cosmos-Vida-Muerte-Tierra-Capital-Verdad-Razn-Estado-Hombre-Espritu-Naturaleza. Y as como el circuito edpico se levanta sobre las ruinas del Uno, las reglas del parentesco lo hacen sobre la Naturaleza Muerta. poca de escisiones la nuestra, de bloques, de fronteras y barreras trazadas entre naturaleza y cultura. Conocemos el argumento: la cultura no es el fruto de una gnesis puntual y de la imaginacin cada vez ms rica de los hombres. sta es la fbula: un primer hombre se trepa a un rbol y cae. Pero en su desesperacin una rama queda aferrada a una de sus manos. Ya sobre la tierra, ve su mano prolongada por esa longitud tortuosa, y lo que era mano de rbol, ser instrumento de su mano. Instrumento de trabajo originario que hace al primer hombre. Podemos suponer la presencia de otro primer hombre que de tanto escuchar el canto de las aves y atento al ruido inmediato de su emocin (Herder) articula po po o ki ki ri k. En un principio fue el verbo. O podemos suponer que el primer hombre fueron dos, y en pleno desierto este dueto inicia un comercio con sus correspondientes exclamaciones vocales y guturales. Idilio inventado por Condillac. Hace un par de siglos el sueo de los hombres los transportaba al origen de los orgenes, al alba de los tiempos. Y mucho saban de los primeros gestos, tanto que posean las pruebas. Descubrieron primeros hombres en los
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nuevos continentes, los salvajes, y los encontraron a orillas de la vieja civilizacin. Pruebas experimentales dadas por la existencia de los nios salvajes, los nios lobos, nios de los bosques, odisea y asombro de los cientficos del siglo XVIII. Pero por uno de esos azares que agravan nuestra decepcin, se descubrira al fin que la enorme mayora de esos seres extraviados, alimentados por lobas, compaeros de las bestias, eran tan slo extraviados, pero mentales. El buen salvaje, demostrativo de los encantos de nuestra madre naturaleza, qued transformado, en un oligofrnico culturalizado. ste es un fenmeno similar a las pruebas aportadas para confirmar la sexualidad traviesa, algo promiscua y siempre incestuosa, de las especies salvajes, observadas por expertos en reservas de animales sabiamente cercados. As como Heisenberg confirm la alteracin de los sucesos microfsicos por el ojo del observador, (segn la metfora clsica) vemos un desorden sexual alentado por el placer del voyeur. El incesto un regalo de la domesticacin, la bondad natural, una tara fabricada por la cultura. Pero hoy se sabe que la cultura no nace con el hombre sino al revs. As como no podemos remitirnos a un hombre, ni a dos, la cultura no nace con una primera obra ni con un smbolo original, rama o po po. Se presenta en un universo, una red estructural. Y sta se da ya dada. El smbolo, como la manzana, no cae. Irrumpe fijado y relacionado. Pero as como la cultura nace de golpe, la naturaleza muere al instante. La naturaleza muerta ya no es el jarrn con una flor inmvil o un canasto de un solo pan, la naturaleza mima a la muerte, que siempre espera al final, aunque retirada en el tiempo ancestral. Se convierte en un factor de retorno o recurrencia, a veces de nostalgia.

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A pesar de la grieta que los separa para siempre, la madre muerte naturaleza es apoyo incondicional del padre vivo cultura. La cultura se apoya en lo natural, le pide sus recursos, se inspira en sus disfraces, la usa y abusa para su simbologa. Sin la naturaleza, la cultura es imposible. Con la cultura, la naturaleza desaparece. Pasin de amantes desencontrados. Si hoy la naturaleza vuelve y nos reclama a travs del cuerpo y su delgadez, del cuerpo y su afn por la desintoxicacin, de las curas, las dietas, las cirugas, el vegetal, la vida, el aire y los trotes matinales, de la salud y la nueva gloria corporal impresa en los afiches, del planeta y su ecologa, del pobre animal y su ecologa, de las pieles sintticas y de la supresin de los caos de escape, este retorno, vale sealarlo una vez ms, puede interpretarse como el eterno retorno de la figura de Nuestra Madre o como la definitiva cada del mito de nuestros hermanos. Entre las facetas de su arquetipo, la naturaleza no slo ha sido invocada como imagen o ideal de nuestros ms puros deseos, su policroma le ha permitido ser convocada como emblema y arma de luchas entre adultos. Fue la gua majestuosa de los aspirantes a ciudadanos. En la poca clsica la articulacin entre las palabras y las cosas, produca un nuevo contorno de la naturaleza. De plasma germinativo adorado por los cultores del saber esotrico, una naturaleza funcionando como medusa trasparente y sin fisuras, a una naturaleza extendida en un espacio tridimensional dividida en casilleros. La naturaleza fue la forma resultante de la circunscripcin de las cosas por el lenguaje. Un sistema de signos ordenados en un espacio clasificatorio, en simultaneidad y sucesin establecidas por una razn, y su correspondiente clculo. Una naturaleza hecha a medida del hombre moderno y de sus aspiraciones.

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La poca clsica se propuso dar la medida del orden natural en un espacio doble, el de la representacin, con el correspondiente lgebra universal. Una naturaleza-rden que fue tambin estado. El estado natural, presa de los cazadores de la luz, los precursores de la ilustracin. Rastrear los orgenes para diagramar el momento inicial en que el hombre se convierte en hombre, relatar la vida cotidiana de aquellos que vivan el despojo glorioso y la espontaneidad, constituy la matriz del nuevo fabulario. Lo natural era estado, lo social, una institucin. Los hombres que instituyeron las piedras basales de la sociedad, olvidaron tomar en cuenta el origen, el nacimiento. No hay institucin posible sin el recuerdo exacto de su constitucin. En el origen est el fin. Qu nos dice la naturaleza? Lo que la sociedad debe ser. Y qu es lo que debera ser? Aquello que hoy rechaza: la libertad, la fraternidad, la igualdad. Cuando las nicas leyes existentes eran las naturales, el hombre viva en plena libertad. No haba amos ni esclavos. El mundo nos ofrece el despliegue de la semejanza, las especies, clases, formas, caracteres, estructuras, las variaciones que derivan de los tipos, el espejo que todo lo ordena y lo nombra. El hombre natural era parte del reinado de la semejanza, y al no haber subordinados ni jefes naturales, los hombres eran semejantes entre s. El sujeto estaba rodeado por sus hermanos. La comarca natural es comprensiva y tolerante. Las enormes distancias que separaban a los hombres no los abandonaba en la soledad. No era tristeza el aislamiento. La soledad es independencia, la semejanza igualdad. Sin embargo, aun en el aislamiento los hombres se encuentran en ocasiones, y no pueden evitar el verse y medirse. De esta inevitable comparacin de estas diferencias que matizan las equivalencias, nace el orgullo como propio amor. La sustancia de la guerra, Hobbes. Pero no por verse deben sentir que les falta lo que otros tienen o que tienen lo que a otros les
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falta. Si el hombre es solitario por naturaleza, es porque sabe bastarse a s mismo. Autosuficiente, Rousseau. Si los hombres olvidaran siquiera un instante el placer por su natural integridad, si hicieran generoso uso de sus atributos, y si cada uno cediera algo de lo que posee, la natural integridad sera equilibrada sociedad. Pero no basta que los hombres estn satisfechos de si mismos, ni que condesciendan a ese despojo parcial, tambin es necesario que sean constantes en su determinacin. Deben obligarse y gobernarse. Y as como Nietzsche supuso que la virtud que haca del hombre un animal capaz de promesas, era un rostro del suplicio, Rousseau pens en el contrato. La libertad, la igualdad, la fraternidad, se erigieron en los nuevos baluartes de la Autoridad. La subordinacin se hizo libremente consentida, fue obra de una Voluntad General, un acto de Soberana. El estado que de hecho cobij a los primeros hombres, fue convertido en Estado que por derecho los protege. Sacra reconciliacin fue la lograda por el derecho natural. Hoy, la naturaleza no retorna triunfante en los brazos de la igualdad, desde el momento en que fue secuestrada por los partidarios de la raza y de la sangre, empalideci su prestigio. El imponente desarrollo de las ciencias biolgicas pre a la armnica y balanceada naturaleza con fuerza vital. La vida es la consigna, y el planeta su hogar. La biocenosis, el biotipo, neologismos que designan sistemas vivientes distribuidos en espacios geofsicos. Los nichos ecolgicos. La naturaleza clsica distribua la estructura y la forma en un espacio de nomenclatura. Era el orden del objeto total, el Individuo y la Clase. La de hoy ha dejado las coqueteras de la tradicin. Si la naturaleza esconda el tesoro y la verdad, si su cuerpo cubra el secreto del futuro saber, nuestra naturaleza clama por su conservacin, ya vaca de secretos. La organizacin de las especies fue paralela a su aniquilacin.

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Desde que Descartes le grit su primer aullido de pasin, muchas cosas han acabado con la Madre devorada. La lucha por los espacios verdes grita el Descartes de hoy. Si la naturaleza y el animal fueron criaturas de nuestra domesticacin, hoy nos empujan a su reino, a la naturaleza social. Somos una variante ms del fenmeno social natural. Pero la igualdad se ha esfumado: la sumisin. la dominacin, la jerarqua, el rango, las clases y el cortejo son las nuevas formas de la animalidad. Si un mono muestra su trasero a otro en signo de sumisin, si otro se seala el pecho frente a un espejo como prueba de identificacin, la civilizacin reabre sus puertas a la selva y el hombre revierte su marcha. Darwin ha vuelto, sin evolucin. Nos vemos llevados a cuestionar el verdadero alcance de la oposicin entre cultura y naturaleza. Su simplicidad sera ilusoria si en amplia medida hubiera sido la obra de esta especie del gnero Homo, llamado por antfrasis Sapiens, dedicado ferozmente a eliminar todas aquellas formas ambiguas consideradas cercanas al mundo animal: inspirada ya hace miles de aos o ms por el mismo espritu obtuso y destructor que la lleva hoy en da a aniquilar otras formas vivas, despus de tantas sociedades humanas arrojadas del lado de la naturaleza porque ellas mismas no la repudiaban; como si en el comienzo ella sola hubiera pretendido personificar a la cultura frente a la naturaleza y permanecer ahora, salvo en los casos en que puede dominarla por completo como la nica encarnacin de la vida frente a la materia inanimada.* Si el naturalismo nos ha decepcionado repetidas veces, de modo anlogo a las trampas que nos regalan nuestros sentidos, el culturalismo no ha mejorado nuestra visin.

Lvi-Strauss, Estructuras elementales del parentesco, prefacio a la segunda edicin.

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El trmino naturaleza es sumamente plstico. Perdura a travs de los siglos, y se enriquece con nuevas imgenes. Desde el impulso vital hasta la pureza de la sangre, desde el modelo botnico al biolgico, lo natural es un arma de varios filos. Por una razn sencilla: la idea de naturaleza no remite a un pensamiento ni a una imagen, sino a su justificacin. La naturaleza es como el viento: se la llevan las palabras.

Contracto/Pacto (La Ley Justa)


Si los hombres son naturalmente iguales, semejantes entre s, la mejor ley, la nica deseable, es aquella que resulta de la exacta superposicin entre naturaleza y sociedad. Toda creencia que predica momentos originarios es, en definitiva, una concepcin finalista. Suponer un origen es inscribir dos fines: el fin del inicio y el fin del trmino. El origen se define como perdido, cado o despojado. El fin del trmino ser una paulatina e irreversible rememoracin. Una de las versiones conocidas de la prdida del origen es la que cuenta que en pocas lejanas los hombres dejaron de ser naturales. La mancha que alter la transparencia original produjo hombres diferentes entre s, sometidos los unos a los otros, vctimas de rdenes de sangre y jerarquas sagradas, portadores de un sistema que de la semejanza extrajo la guerra. De iguales a contrarios. Sin embargo, queda una alternativa. Que el despojo sea convertido en alienacin. Hacer de la prdida impuesta una ofrenda de amor slo es posible si el hombre se obliga a ceder algo por propia voluntad y recuperarlo mediante la social autorizacin. Ser as proclamado ciudadano. Este lgebra y esta democracia es de complexin simple: si todos los hombres de buena voluntad se dieran una mano, jams perderan ninguna.

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La exacta distribucin de obligaciones y libertades se lograr con un contrato. El contrato social sustituye al estado natural conservando sus efectos. Los hombres vuelven a ser lo que siempre fueron. Que los hombres se pongan de acuerdo para obligarse a s mismos puede parecer extrao. Pero el siglo XVIII tuvo sus sutilezas: la nica va para escapar a la sumisin es la de someterse a s mismo. Para esto los ciudadanos deben hacer un llamado a su consciencia y los que siempre estuvieron destinados a la obediencia seguirn los dictados de la voluntad, la buena. La metafsica de la ilustracin se denomin metafsica del corazn. El nacimiento de la democracia moderna contina el eco dejado por la antigua. Las voces acadmicas nos han acostumbrado a adorar el reino de Palas Atenea y de las acrpolis que vieron nacer a los primeros ciudadanos: los griegos. Atenas nos fue pintada como el lugar de emergencia de la palabra apaciguadora, del contorno de una dialctica desparramada en banquetes, de una retrica como arte de la persuasin no violenta, y de una sofstica como destreza y juego verbal. Atenas fue el smbolo del enlace entre Afrodita y Logos. Cerca de ah, a metros del mundo de los que vestidos con togas y sandalias buscaban la palabra exacta, se oan los rumores de cascos y espadas de los brbaros, ignorantes y valientes pero toscos: los espartanos. Atenas, ciudad de los maestros del lenguaje. Esparta, pueblo de grandotes iletrados. Pero la nueva historia de la filosofa nos depara ciertas sorpresas. Marcel Detienne (Les matres de vrite dans la Grce archaque) descubri que la santa palabra que dio origen a nuestra civilizacin y a sus grandes logros, no haba nacido en las academias ni de la mano de gemetras o numerlogos o profetas que supieron rebelarse contra la imagen del mito y el rito religioso. Que la palabra profana no fue la protegida de una
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razn que en definitiva es una retroproyeccin de nuestra modernidad. La palabra profana o laica no se erigi en la reina victoriosa de un monte Olimpo cado en desuso. Esta palabra, la palabra-dilogo, fue, s, una prenda de paz, pero entre guerreros. La casta de los guerreros fue la primera en instituir una cofrada en medio de un mundo calibrado por jerarquas. Fueron los primeros en repartir el botn en partes iguales, y, adems, fueron los que crearon un espacio con un centro fijo, a la vista de todos y a la misma distancia, sobre el que se colocaba el tesoro de la conquista. Es en las asambleas militares que nace la primera semejanza. Podemos suponer que de la nocin de contrato no se deduzca la necesidad de la equivalencia. Veamos un modelo de contrato asimtrico, en tanto partimos del hecho incontrovertible de que un esclavo no es un amo encadenado ni un amo un esclavo libre. Pensemos en el pacto sacrificial. Abraham, el profeta, regala su hijo y recibe una multitud de hijos, un pueblo. Este canje se denomina sacrificio. El sacrificio es promesa, pero tambin deuda. Se nos pide y pedimos. Es frecuente el caso en que alguien da y no se lleva lo recibido, dejndolo para tiempos futuros. Siempre hay tiempo. Pero el tiempo es oro, vale, da peso, y aquel receptor del obsequio sabe que disfrutarlo no lo exime de restituirlo. Con la ddiva le han regalado una deuda. Un regalo dice algo, pero lo que no dice es que mi oveja me cuesta cinco y quiero otra cosa por cinco. Este asunto no es materia contable. Y tampoco mi oveja me gusta muchsimo y quiero algo que me guste igual. Y menos material del rea motivacional, un lamentable engendro.

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Dar es un signo de que se puede y se tiene, y el que recibe queda con la ofrenda y el recuerdo de un deber. El agradecido es heredero de una misin y el rbitro es el que hizo gala de su generosidad. El to de los regalos. Un regalo no se rechaza ni se devuelve. Sera reconocer el poder del que oferta. Pero s se compensa con otro regalo. Lo que parece una controlada generosidad comunal no es ms que un frgil dispositivo de rivalidades. El Potlach es el nombre de este ritual, descubierto por Marcel Mauss, comentando por Bataille, resumido por LviStrauss y rechazado por todos los que suponen un primitivismo desnudo, alegre y tranquilo. En estos dones y contradones, en la inscripcin mvil de deudas finitas, se inspirar Deleuze para traducir el clsico intercambio en un clsico robo. El don es un robo posible, y acreedores y deudores pueden convertirse en vigilantes y ladrones. Pero puede ocurrir, y esto agrava ms la situacin, que el bloque de deudas finitas quede convertido en una sola gran deuda infinita. Deuda con mayscula y deuda con minscula. La gran deuda ha llegado a nuestra modernidad por el camino de la interioridad quedando inscripta como gran culpa o de la exterioridad como Estado-Patrn. Y la perspectiva original con la que durante siglos hemos concebido al Creador lo ha transformado en gran Acreedor. Por supuesto no faltarn quienes afirmen que la bandera del despojo es un bastardo apocalptico y anarquista, que el robo es explotacin, la explotacin opresin y la opresin la racionalidad del sistema. Pero tampoco faltarn los que recuerden que si explotados hay muchos, robados los hay pocos. Ser robado toca otras fibras de nuestro eterno malestar, y no slo por la clara proteccin de la Ley. Una sociedad mercantil, regida por las leyes del intercambio y la institucin del contrato, todo lo tolera menos el

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robo. Una vez que se incurre en la falta, el castigo ser aplicado a varias generaciones. El robo mancha el nombre. Deleuze, un nuevo Proudhon, insiste: la tica comercial que pretendemos sostener esconde el continuo asalto, el despojo sistemtico y el pago de por vida. Siempre se paga, eso s. Si el modelo del contrato parece no funcionar, el del Primer Pacto puede que s. El cambio es de una oveja por un pueblo, pobre el que recibe la oveja, rico el que se queda con el pueblo. Y, sin embargo, no es as: pobre el jefe de las multitudes, rico el Pastor de una sola Oveja. Porque Dios y hombre son semejantes y, por la misma razn, diferentes. Y este intercambio particular se marca con una seal: la cada, una ms, del prepucio. Concebido como semilla, ser enterrado. Eso que queda en la tierra la har frtil, y eso que marca el pene, lo har Falo. El cielo dar poder al macho circunciso y fertilidad a la hembra sembrada. Este contrato es una nueva versin del pacto con el Diablo. La vida por la juventud eterna, la oveja por una posteridad inmortal. El Pacto Primordial es el reconocimiento de un Poder Superior Invisible y las clusulas del contrato imponen el cumplimiento del mandato. Esa es la Ley, un reconocimiento del Poder. El poder es invisible pero no por lo latente. No es una fuerza oculta que acta in ausentia. Si es invisible, tambin es intocable. No es incorpreo, siempre se marca con un signo o alguna figura, aunque fuere la luz. Es intocable porque su cuerpo est prohibido, es el cuerpo sagrado del Dspota. Cuerpo que no se toca y ojos que todo lo ven. La mirada del Seor es la que nos sustenta y salva, y condena. No existen los dioses ciegos, ciegos son los profetas. Por haber podido Verlo, han perdido la vista.
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Es este modelo, el cuerpo prohibido y el ojo vigilante, el que cambia con el empequeecimiento de la Ley en ley: el modelo ahora es matemtico, el cuerpo se ofreci y el ojo se multiplic. Un cuerpo multiocular que vomita datos. An viven quienes extraan los claros tiempos del terror y el fetichismo del contacto con el ltigo o las caricias de los caos, lograron la conciliacin: una tecnologa aplicada a mquinas de suplicio que vomitan cuerpos. As como los colonizadores que descubrieron nuevos continentes vieron en los indgenas a seres semejantes a hombres, pero no del todo, y sospecharon que con una adecuada evangelizacin seran recuperables, y el Siglo de las Luces lanz la nueva de un nuevo mundo, en el que los salvajes eran nuestros hermanos de origen, detenidos en el tiempo, en estado natural y con la frescura de la inocencia, el siglo XX ya ha etnologizado al mundo y el nativo nos llega de la mano del colono, del antroplogo y del genocida. Tres en uno segn alguno (Robert Jaulin, La paz blanca). La antropologa clsica ha concebido a las sociedades primitivas como comunidades carentes: Nos hemos dado cuenta de que casi siempre las sociedades arcaicas se determinan negativamente, en funcin de las carencias: sociedades sin Estado, sociedades sin escritura, sociedades sin historia. Aparece en el mismo orden la determinacin de estas sociedades en el plano econmico: sociedades con economa de subsistencia. (Pierre Clastres, La Sociedad contra el Estado.) La imagen de indios jugando con taparrabos con sus hijos pequeos totalmente desnudos, despulgndose entre risas, tallando ramas, fabricando tinturas, cazando con flechas y danzando emplumados, regal una nueva imagen del paraso terrenal, elevado depsito de todas las ilusiones. Los salvajes vivan fuera de la Ley, pero no como marginados o convictos. Toda Ley implica una imposicin, y en las tribus en que cada uno haca lo que quera y tena lo que nece-

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sitaba, nada deba medir, nada deba controlar ni cambiar ni comprar. Los primitivos siempre tuvieron sus admiradores cristianos, sabios generosos, mdicos valientes, filntropos sensibles, pero, por experiencia y mtodo, era costumbre que se vieran acompaados, a voluntad o no, por soldados, mercaderes y vacunadores. Esta conquista paulatina se ve coronada por el ltimo llegado, el que siempre llega tarde (Hegel), el antroplogo que una vez recorrido el campo, y a travs de seleccionados informadores, nos dar la ley de las sociedades primitivas. Pero leyes hay muchas, y los antroplogos crean nuevas, no se ponen de acuerdo y discuten entre s. En el orden de los improperios hay algunos que duelen de manera especial, entre antroplogos el epteto fatal es el de etnocentrista. Pecado frecuente y descalificacin inmediata. Qu significa? Que aquel que ha dedicado su vida y su labor al estudio del otro en tanto otro, y que ha hecho de su curiosidad natural un arte del amor y del respeto, no ha dejado de hablar de s mismo. Sentencia terminante, la incapacidad para reconocer al diferente termina con la carrera de cualquier antroplogo. Por eso se atacan as. En fin, ya hace tiempo que los antroplogos, algunos al menos, tratan de desviar el rumbo tradicional y transforman el sin de la carencia en un con y en un no. Antes que nada porque la antropologa es proclive a ideologas positivistas y a concepciones ticas de la evolucin. El con o el sin, de alguna u otra manera se ha resuelto a favor del con de la modernidad. Las sociedades con escritura, con Estado, con historia y con economa se hallan en un estadio de madurez, y las otras de verdor.

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Si es el hombre el que estudia al mono y no al revs, esta particular posicin en el acto terico induce a un sentimiento de superioridad. Por eso, en la actualidad hay antroplogos rebeldes que afirman que: a) Las sociedades arcaicas poseen una escritura. La escritura no se define por el papiro y la imprenta, ni por su difusin en serie, escribir es trazar una huella, marcar, grabar. Las sociedades primitivas tienen un sistema de escritura a leer en los tatuajes, en las mscaras, en las incisiones, en las ablaciones, en las circunsiciones de penes y cltoris, en los pasos de la danza, en los cantos a las fuerzas ocultas, en las palabras del jefe, en los mitos. Nuestro alfabeto ha dejado de dominar a la escritura. b) Las sociedades primitivas no carecen de historia. Ya hace tiempo que los historiadores han dejado de pensar en la historia como en una mquina del tiempo cronometrado. La historia pareca un borbotn, una avalancha incontenible, cada vez ms gorda. Y nosotros pertenecamos a un tiempo prometeico, de modernidad y de progreso, de avances tecnolgicos inusitados, de una rapidez demoledora. Habamos confundido a la historia con la velocidad. Las sociedades primitivas eran lentas, casi detenidas, las nuestras eran rpidas, de extrema aceleracin. Para las leyes de la ingeniera motriz, las altas velocidades aumentan el ndice trmico de las piezas movidas, as las sociedades de antes fueron fras, y la nuestra, caliente. Una masa detenida y fra, un planeta muerto, otra en ebullicin y cambio, un sol. Curiosamente para la nueva historia, el tiempo es un orden de huellas dispersas que el historiador tiene por misin auscultar. Y si la historia es inseparable del devenir, las sociedades primitivas tambin tienen sus juegos de prohibiciones y
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trasgresiones, rupturas y estancamientos que impiden el cambio tanto como lo provocan. Ni muertas ni vivas, moribundas, como la nuestra. El historiador o el antroplogo ya no se encuentra ante una fuente pletrica e inasible signada como modernidad y otra seca y fija. Las huellas del pasado se exponen y un mito bien vale una guerra fra y un rito un golpe de estado. Importar la arquitectura que distribuir las huellas, en su orden, genealoga y dispersin. c) Las sociedades primitivas no tienen economa pero no porque carezcan de ella sino porque la rechazan. Una visin fetichista de la historia ados nuestro particular modo de producir riquezas al arcaico segn la breve definicin de la nocin de trabajo: una transformacin de materia denominada prima mediante medios de produccin en funcin de un resultado: el producto. Definicin amplia que permiti identificar al soldador metalrgico con el brujo cocinero. Ambos trabajando con el fuego. Sin embargo, recuerda Pierre Clastres, cuando se trabaja para vivir, en realidad, no se trabaja. Y no porque existen en sociedades salvajes tareas de coleccin y recoleccin que no pueden definirse tcnicamente como trabajo. ste se define como un hacer vivir a los dems. No existe el trabajo libre, nicamente medido por las necesidades a satisfacer. Y ste es el caso de las sociedades llamadas primitivas, el trabajo equivale a una recomposicin del stock de energas gastadas y es la naturaleza quien determina la cantidad de recursos disponibles. Su ferocidad y su prodigalidad. La nica economa posible es una economa de coercin, por el simple hecho de que los hombres no han nacido trabajadores por gentica... Cuando desaparece el rechazo al trabajo, cuando al sentido del ocio lo sustituye el gusto de la acumulacin, en una palabra, cuando se evidencia en el cuerpo social esa fuerza externa que evocbamos ms arriba, esa fuerza sin la cual los salvajes no renunciaran al ocio y que destruye la sociedad en tanto que primitiva: esa fuerza es el poder de forzar, la capaci302

dad de coercin, es el poder poltico. Pero entonces la antropologa deja de ser econmica, pierde de algn modo su objeto en el mismo instante en que cree tomarlo, la economa se vuelve poltica (Pierre Clastres, ibid, pg. 172.) Para apreciar la sutileza de Clastres basta con sealar la discriminacin entre el gusto por la acumulacin y el sentido del ocio. Del ocio al ahorro y de ste al consumo, una triloga que va del salvaje al civilizado. Y la acumulacin es lo que es, un placer, una neurosis colectiva, un gusto, una mana irrefrenable prendida a las fuerzas productivas. Tampoco puede definirse a una sociedad salvaje como una formulacin social estancada con una economa de autosubsistencia, o de tecnologa grado cero. Las tecnologas no son comparables, no las hay ms o menos avanzadas. Un automvil no es una carreta a combustin o sta un automotor de traccin a sangre. Las notas esenciales de una tecnologa se determinan por su inscripcin en la sociedad de pertenencia. Las sociedades salvajes no tienen una economa porque no poseen una organizacin autnoma de poder econmico. d) Las sociedades primitivas por carecer de un aparato estatal no constituyen la realizacin de un sueo comunitario interpretado a la luz del Siglo de las Luces o, a travs del deseo de utopas revolucionarias de la centuria pasada. Las sociedades salvajes producen una serie de dispositivos de separacin entre la esfera de poder y los mecanismos de liderazgo. El jefe o cacique es el lder sin por eso ser el dueo del poder o su representante. Tiene obligaciones y privilegios. Elegido generalmente por sus dotes tcnicas, expuestas en el arte de la guerra o la maestra en la caza, debe cumplir con el ritual matinal de proferir palabras. Cuenta Clastres que las palabras del lder no son escuchadas por su significado ni por su fuerza de Ley. Si con sta
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tienen que ver, es por las fuerzas mismas que vehiculiza la palabra en un recordatorio del origen de los tiempos. El jefe recuerda la genealoga de la tribu mientras sus congneres realizan las labores cotidianas. Las palabras del jefe valen menos como signo y ms como valor. Y el orden del prestigio es desigual. El jefe no recibe palabras pero s mujeres. Tiene, a menudo, el agradable privilegio de la poligamia. Su habilidad le exige conseguir para los suyos presas de valor para el apetito y el fro. La relacin entre jefe y dems aborgenes no es de igualdad pero tampoco de dominacin. Relata Clastres que el indio Gernimo, jefe prototpico, buen guerrero, buscaba lo que persigue todo consumidor de armas: la guerra. Y si bien su tribu lo acompa en algunas excursiones, la ambicin y necesidad del jefe, la de crear nuevos deseos y planificar otras conquistas, tena sus lmites. As fue que Gernimo termin su ltima expedicin de venganza acompaado por dos de sus fieles seguidores. Estos mecanismos de liderazgo impiden que el universo social se escinda en una esfera de poder enfrentada a la sociedad como su organizadora y legisladora. La serie de obstculos repetidamente impuestos entre la sociedad y los que pueden querer dominarla, caen a pedazos con las invasiones de los temidos dspotas, la imprevisible llegada del Extranjero. Liderazgo y lenguaje estn intrnsecamente ligados en la sociedad primitiva, la palabra es el nico poder otorgado al jefe: ms que ello, la palabra es para l un deber. Pero hay otra palabra, otro discurso, articulado no por los jefes sino por esos hombres que en los siglos XV y XVI arrastraban detrs de ellos a los indios por millares en locas migraciones en busca de la patria de los dioses: es el discurso de los karai, es la palabra proftica, palabra virulenta, eminentemente subversiva por llamar a los indios a emprender lo que bien puede designarse como la destruccin de la sociedad. El llamado de los profetas
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a abandonar la tierra mala, es decir, la sociedad tal como era, para acceder a la Tierra sin Mal, a la sociedad de la felicidad divina, implicaba la condena a muerte de la estructura de la sociedad y de sus sistemas de normas. (P. Clastres, bid., pg. 188.) Qu es lo que teman los profetas? Los dispositivos primitivos de frenar el impulso del lder a convertirse en rey y ley no posea garantas absolutas. El sistema era inestable, la tentacin cierta y el peligro siempre presente. Los profetas llamaban a la vida nmade, al xodo en masa, para protestar, aun a riesgo de la aniquilacin social, contra la irreversible tendencia de los jefes a ser poderosos e inamovibles. El jefe no poda ser uno. Hay sociedades primitivas para las que el Uno se presenta como valor de incompletud. La unidad como fraccin. Son sociedades para los que el dos es la salvacin y el uno la perdicin. Si los A = A, si los dioses son dioses y los hombres hombres, stos no son dioses y viceversa. El uno es limitativo, parcial. Lo que Deleuze llama disyuncin inclusiva es la posibilidad de errar por lo divino y lo humano, masculino y femenino, tierra y cielo, sin que la polaridad sea exclusiva y la opcin una supresin. El y reemplaza al o. Los profetas inscriben sobre el espacio tabulado y jerarquizado una geometra de la fuga y un trazo evanescente. La red, la segmentacin, el recorrido, la errancia, la huella que se borra, son las marcas del paso del profeta para su lugar de preferencia: el desierto. El profetismo define, fundamentalmente, una teora del trayecto, y asegura de este modo el pasaje del dominio del espacio a su puesta en desorden (desordonnacement). Teora que funda la errancia proftica sobre la segmentacin del espacio, sobre la produccin de redes, de trayectos, y, al fin, de historia. Cuando Dios invita a sus profetas a disponerse a marchar y este recorrido debe conducirlos a distintos lugares, hay algo
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ms que un procedimiento de partida. Con ms exactitud, es por este mismo procedimiento que el profetismo va a conmover las certezas del espacio, lo adquirido por el tiempo, el seguro (assurance) de los cuerpos y el orden del discurso. (Daniel Vidal, LAblatif Absolu, pg. 37.) Si nuestra sociedad se desarroll pensando en las virtudes del Uno, asocindolo al Bien, el caso salvaje nos muestra una rearticulacin en la que el Bien vale dos y el Mal no ms que uno. Los profetas anuncian la llegada del Rey, de la Ley, de la Fe, e invitan al destierro, a la bsqueda de la tierra del Dos, promesa de los dioses. Ante los dspotas del apocalipsis, ante su inminente invasin, los pueblos comienzan a errar por el desierto. En el pas del no-uno, donde se anula la desgracia, el maz crece solo, la flecha trae la presa a aquellos que ya no necesitan cazar, el flujo regulado de los casamientos es desconocido, los hombres, eternamente jvenes, viven eternamente. Un habitante de la Tierra sin Mal no puede ser calificado unvocamente: es, ciertamente, un hombre, pero tambin el otro del hombre, un dios. El Mal es el Uno. El Bien no es lo mltiple, es el dos, el uno y su otro a la vez, el dos que designa verdicamente a los seres completos. (P. Clastres, ibid., pg. 153.) Fueron tres momentos a recordar: 1) El delicioso trueque que funda la transparencia de los salvajes, las leyes comunicaciones del intercambio previo pacto, es un sistema desestabilizador de deudas y marcas que imprimen sobre los cuerpos el recuerdo y la promesa. Muestra cmo la pedagoga de la ilustracin, dedicada a la elevacin del alma y a la conduccin de la voluntad, es, en realidad, una cmara de torturas y mquinas de suplicio. Una esttica de la crueldad. 2) El invitado de honor del intercambio, la palabra, es un convidado de piedra. La palabra-dilogo supuestamen306

te nacida en la Atenas griega, puente de asambleas citadinas, tuvo su verdadero origen en las cofradas guerreras. La equivalencia fue un reparto de botn. La prenda de paz, una conquista militar. 3) Los salvajes naturales, iletrados, puro cuerpo, estancados, autosubsistentes y desconocedores de jerarquas, son los implementadores de cuidadosos dispositivos de liderazgo y rechazo del poder como Estado, Rey y Ley. Los primitivos definidos por la carencia, se redefinen por el rechazo, y lo que para nosotros es condicin de gobierno y pensamiento, el centro y la unidad, es para ellos fuego de infierno y causa de desercin. Ante el Rey posible, mejor el desierto.

Prohibicin e Incesto (La Ley que Prohbe)


El contrato o pacto tiene su fuerza de ley del supuesto de que los hombres son semejantes o hermanos entre s, o, que, al menos, se enfrentan como enemigos potenciales. A la primera posicin podra llamrsela idealista. A la segunda realista. El idealismo se define por la abundancia de las ideas e idealista ser el que gracias a una activa fantasa no las suministrar sin retaceos. Muchas y grandes ideas tiene el idealista. El realismo acenta el peso de la materia, su volumen, su opacidad y su necesidad. Descredo de las ideas, el realista ser por lo general, un conformista. Pocas pero propias, sus ideas. Que los hombres sean hermanos en la Ley, s es cierto, luego de haber decapitado al rey. Posibilitaron la literatura fantstica y fantasmtica: la de los espectros. El pacto de no agresin puede hacernos pensar en una violencia originaria, fruto de la irrevocable tendencia de comerse los unos a los otros que nace de los hombres. No os co307

mis. No os copulis. Hermanos o enemigos, lo cierto es que los hombres viven atrapados por mltiples y diversas leyes y que, sin distincin, ni suean quedarse sin ninguna. El hombre vive bajo la Ley, le debe su existencia, su ser parlante, hasta le debe su muerte. Pero las leyes cambian, desaparecen, se olvidan y vuelven. Los pueblos las crean, los pueblos se las llevan. El antroplogo, mulo del gran Newton, descubrir la ley de gravedad que le corresponde a lo propiamente humano. Una ley que trazar un universo por los efectos de su ausencia. Ley no enunciable y mandamiento absoluto. Ser absoluta prohibicin: No copulars con tu madre si eres nio, y no copulars con tu padre si eres nia, salvo que l te copule a ti. No es solamente en las sociedades primitivas que era costumbre alentar ciertos divertimentos paternos con sus pberes hijas. Tambin podra haberse sentenciado: No copulars con tu padre si eres nio ni con tu madre si nia. Esta variable de la prohibicin nos hace volar por culturas diferentes y soar con sociedades perversas. Pero vino otro antroplogo y sugiri lo siguiente: pensemos en algo tan horrendo como abrazarnos a nuestra pura madre. Y, se dijo..., comerse al padre. Es un mismo terror, un terror a lo mismo. Esta relacin entre copular y comer no ha sido, indudablemente, recin inventada. El fundador del psicoanlisis ya nos describi el refinado placer de los almuerzos totmicos, y las cenas sacrificiales. Lo que recuperaremos de esta interpretacin no es el ritual en s que reunira una fratria hambrienta por ver desaparecer el cuerpo del comn progenitor, o el de un pueblo festejando el origen de los tiempos con algn carnero sustituto, sino la pertenencia de ambos, canibalismo e incesto, a un mismo horror. Hay quienes creen que en la escala de terrores, es ms abordable comerse al semejante que encaramarse sobre el cuerpo materno. Es posible, el hambre lo puede todo.
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Podemos imaginarnos un accidente areo que abandona en altas y solitarias montaas a pasajeros agonizantes. Con el retorno de las primeras fuerzas la naturaleza lanza su primer y urgente llamado; el hambre en un universo sin vveres. Ya conocemos el desenlace: el Hombre-Canbal. Pero, as, con idntico alcance imaginativo, podemos ubicarnos en una isla desierta, terminada la tercera y ltima hecatombe, teniendo la desgracia de no tener otra compaa que la de nuestra madre, una joven y atractiva viuda de treinta y seis aos, nico consuelo para nuestros diecisiete. Y seremos felices. No se trata, entonces, de muertos de hambre ni de mximas trmicas debidas a los irresistibles encantos de alguna madre. Pouillon (Manires de tables, manires de lit, 1972) sostiene, entonces, que el incesto es el espejismo que produce un dispositivo de sexualidad, el canibalismo lo es de un dispositivo culinario. Al decir espejismos se dice imaginario, y all, en ese mundo de la fantasa, duermen los deseos a la espera de su Libertador. Ieronymus Bosch dibuj la imagen de nuestra promiscuidad, esa millonada de enanitos a la espera de una largada para el desbande descomunal. Miradas de seres minsculos olindose, penetrndose y tragndose al azar. Esta orga ecumnica y eterna es el fantasma que planea sobre nuestros miembros encadenados. Pero dejando de lado el canibalismo, enumeremos otros cucos que prohbe la cultura. La zoofilia. No copulars con tu vaca ni te acostars sobre la tierra. La necrofilia: No copulars ni degustars a tus muertos. Madre, muerto, tierra, animal, semejante, las figuras del horizonte de la tentacin. Si el incesto, el canibalismo, la zoofilia y la necrofilia acechan nuestro imaginario, sus portadores pertenecen al orden
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de lo real. Cuenta Michel Izard, que en las sociedades primitivas los violadores de La Ley adoptan la forma del doble fugaz y escurridizo que penetra los cuerpos y los posee. Apartados y unidos entre s, los posedos son ciudadanos de sociedades secretas. Si el referente de la transgresin absoluta es imaginario, la sociedad debe sin embargo poder designar silenciosamente con el dedo a aquellos que transgreden, aunque slo fuera para amurallarse en el conformismo moral. El paso por lo imaginario es necesario a la produccin misma, en lo real, de una antisociedad, porque la norma puede ser afirmada, confirmada, si la transgresin es del orden de lo inimaginable y el transgresor reviste la banal apariencia del otro. (M. Izard Transgresin, transversalit, errance, en La Fonction Symbolique, pg. 303). La ley engendra transgresores para justificarse en la transgresin. La Ley de la Prohibicin del Incesto funda desde la antropologa estructural la separacin entre naturaleza y cultura. Determinando al mismo tiempo el carcter comunicacional de las sociedades. La Ley de la Prohibicin es un conjunto de reglas positivas que diagraman un universo del parentesco concebido en trminos de intercambio. Estas reglas de positividad se establecen sobre la reciprocidad de los pactantes. Si la sociedad primitiva es una formacin en la que se intercambian valores, stos se corporizan de diversa manera. Existe una circulacin de palabras, otra de bienes y otra de cuerpos. Mejor dicho, para que unos cuerpos no cambien de lugar y se ajusten al casillero correspondiente indicado por el nombre, es necesario que otros cuerpos circulen sin cesar, hasta su enjaulamiento. Dcese que esta circulacin de cuerpos es la piedra basal de la sociedad, pero no de cuerpos cualesquiera. En el origen la diferencia y, de las diferencias, la primera es la sexual.

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En fin, el intercambio de los intercambios se hace en el mercado de mujeres. As, al menos, afirman los hombres. Pero qu dicen las mujeres? No sabemos. Parece que tener un cuerpo ambulante es paralelo a tener una lengua inmvil. sta es una de las cosas que afirman algunas mujeres. Ellas, que son un cuerpo circulatorio, tienen vedada la circulacin de la palabra. Y dicen algo ms. Dicen que la esencia de la sociedad masculina o Falocrtica, es la (homo) sexualidad. Y redefinen el incesto, clsicamente heterosexual, en su nueva modalidad. No se trata del vnculo que une dos consanguneos de sexo diferente en una relacin sexual prohibida, sino del vnculo que una a dos consanguneos del mismo sexo que comparten un mismo partenaire sexual. (Franoise Hritire, Symbolique de linceste et de sa prohibition, en La Fonction Symbolique, pg. 219.) Incesto entre madre e hija por violacin del padre, entre padre e hijo por la trasgresin filial, entre hermanas por un hermano, y entre hermanos por inversa razn. Qu otras cosas dicen? Recuerdan (Luce Irigaray) que a la mujer se le han atribuido ciertas cualidades para su conformacin en modelos de deseo y exclusin. La mujermadre: puro valor de uso. Prohibida para el intercambio. La mujervirgen: puro valor de cambio. Lista para su futuro uso. La mujerprostituta: combinacin de las anteriores. Puro valor de uso y puro valor de cambio. Triloga que resulta de un adecuado anlisis de la feria femenina que inaugura el orden simblico. Si fue la antropologa la que garantiz el mito relatado por Freud, el Padre comido y la madre deseada, es desde ella misma que se ejerce la corrosin. Clastres ha mostrado en uno de sus ltimos trabajos (Arqueologa de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas, en Investigaciones en antropologa poltica) que LviStrauss confundi alianza e intercambio. Para este ltimo (Lvi-Strauss), la sociedad primitiva es el mundo del intercam311

bio, pero al precio de una confusin entre el intercambio fundador de la sociedad humana en general, y el intercambio como modo de relacin entre grupos diferentes. Los grupos contraen alianzas en vista a guerras reales o posibles. Es causa frecuente de guerras la falta de mujeres. Entre aliados ellas circulan, son prenda de coalicin. La guerra funda la alianza y sta el intercambio. Continua Clastres: Ciertamente, el intercambio es inmanente a lo social humano. Hay sociedad humana porque hay sociedades de mujeres, porque hay prohibicin de incesto. Pero este tipo de intercambio no tiene nada que ver con la actividad sociopoltica que es la guerra, y esta ltima no cuestiona, claro est, el intercambio como respeto a la prohibicin del incesto. Clastres dice que la guerra, ignorada y excluida por la antropologa estructural, no cuestiona la Ley de la Prohibicin del Incesto, se sita en otro nivel. Una cosa es lo que funda la sociedad en cuanto tal y otra es el modo como se desarrolla. Se toma como dato el mercado trascendental que inaugura el intercambio primordial. Las mujeres son botn por naturaleza. Esto no se cuestiona. Hasta hoy, hasta el momento en que el botn se deshace de su comn condicin de bien y convierte la feria femenina en una subasta de esclavos. La guerra ha penetrado la Ley. La Ley Primordial es la conquista (de mujeres).

El Silencio (La Ley que Borra)


EI guardin de la Ley se llama Censor. Es el mandams de la antesala. El Rey del purgatorio. La autocensura es la operacin por la cual se disfraza al Censor en pequeo duende de la interioridad. El autocensor esconde un poco para mostrar otro poco. Se cree libre dueo de su balanza. Espera el momento: ya llegar el da en que los pedazos ocultos sern paridos a la luz
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de la feliz aurora. El Censor es caritativo con su mundillo de autocensores. Los premia con un poco de legalidad. Pero la seguridad de que algo se esconde permite dejar para maana lo que no se puede decir hoy. El sujeto controla la distancia entre el silencio y la confesin. Salvo que el secreto sea una falaz imposicin y que la censura no slo nos haga callar sino que nos llene la boca de palabras. El lenguaje es fascista de Barthes, acentuado as su carcter obligatorio, recuerda su poder afirmativo: el fascismo fabrica lenguajes, obliga a decir. Esta vez, el auto del Censor no permite desplazamiento alguno. Queda pegado al lugar de la complicidad y la servidumbre. El Censor engendra censores, seres que afirman La Ley, y el auto del me censuro vale lo que se paga por todo reflejo: nada.

Obras citadas
ALTHUSSER, L., Montesquieu. La Politique et lHistoire., P.U.F., 3 ed., 1969. ARTAUD, A., Lombilic des limbes. N.R.F., Pars, Gallimard, 1975. BARTHES, R., Le grain de la voix., Pars, Seuil, 1981. Le dgr zro de lcriture., Coll. Points, Pars, Seuil, 1972. BORGES, J. L., Las siete noches., Mjico, Fondo de Cultura Econmica, 1970. CLASTRES, P., La Sociedad contra el Estado., Caracas, Monte vila, 1978. Investigaciones en Antropologa Poltica., Barcelona, Gedisa, 1981. DELEUZE, G., LAnti-dipe, Pars, Minuit, 1972. DERRIDA, J., Lcriture et la diffrence., Pars, Seuil, 1967. DTIENNE, M., Les matres de vrit dans la Grece archaque. Pars, F. Maspro,1973. FOUCAULT, M., Microfsica del poder., Madrid, Ed. La Piqueta, 1978. HRITIRE, F., Symbolique de 1inceste et de sa prohibition, en La Fonction Symbolique, N.R.F., Pars, Gallimard, 1979.

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IRIGARAY, L., Ce sexe qui nen est pas un., Pars, Minuit, 1977. IZARD, M., Transgression - Transversalit - Errance, en La Fonction Symbolique., N.R.F., Pars, Gallimard, 1979. JAULIN, R., La Paix Blanche., Pars, Seuil, 1970. LVI-STRAUSS, C., Lhomme nu., Pars, Plon, 1972. Estructuras elementales del parentesco., Buenos Aires, Paids, 1969. MILLER, J. A., Action de la Structure, en Cahiers pour lAnalyse, N9, Pars, Seuil, 1968. POUILLON, J., Manires de tables, manires de lit, manires de langage, en Nouvelle Revue de Psychanalyse, N 6, Pars, Gallimard, 1972. VIDAL, D., LAblatif Absolu., Pars, Ed. Anthropos, 1977.

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ndice

Prlogo ao 2000 .......................................................... 9 Prlogo ........................................................................... 17 Los argentinos no tenemos filosofa, los yugo-eslavos tampoco ............................................ 25 Sartre vs. Bataille .......................................................... 39 Razn y violencia .......................................................... 59 Sartre un pensador bajo ............................................... 65 Deleuze, de una lgica del sentido a una lgica del deseo ..................................................... 89 Erotismo y filosofa: algo para recordar ...................... 137 Gilles Deleuze en la repblica del silencio ............... 143 La larga risa de Michel Foucault y sus devaneos entre el general y la razn .................... 161 Foucault y los derechos humanos .............................. 179 Foucault en fragmentos. Acerca de Foucault y los muchachos ........................................... 189 Nacimiento y porvenir de la filosofa ......................... 195 Apndice Editorial del diario La Nacin .................................... 207 Carta del autor al diario La Nacin ............................ 211 Nota del autor al CONICET ...................................... 219 Curso de Introduccin a la Filosofa en la Facultad de Psicologa, U.B.A. Terico N1 ................................................................... 229 Terico N2 ................................................................... 237 Terico N3 ................................................................... 247 La ley mayor ................................................................. 263
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