Mwipenza El Asesino
Mwipenza El Asesino
Mwipenza El Asesino
En una aldea viva un hombre muy malo llamado Mwipenza quien meta miedo, con sus torturas y asesinatos, en los corazones de todos aquellos que cruzaban su aldea. En verdad era una criatura repulsiva y odiada por todos los otros aldeanos, quienes vivan siempre atemorizados por l. Mwipenza tena la costumbre de sentarse sobre una piedra cerca del camino, en las manos tena unas varas largas y con punta, adems de un martillo; su filosa panga yaca a sus pies. A su lado haba un recipiente de pombe y un tazn de comida que su esposa le llevaba. Cuando un viajero solitario se acercaba, Mwipenza saltaba sobre l y lo torturaba con su lanza, luego clavaba a su vctima al suelo con una de sus puntiagudas varas, martillaba una punta en la cabeza y la otra entre las piernas de la vctima. De este modo muchos viajeros sufran una muerte violenta y dolorosa. Si alguna de las vctimas hubiese aceptado convertirse en el asistente de Mwipenza entonces hubieran escapado este tormento pero todos escogan morir en vez de unirse al asesino. Un da una mujer que viva algo lejos supo que su madre, quien viva en la aldea de Mwipenza, estaba seriamente enferma. Saba que tendra que ir a verla y le preocupaba tan slo pensar que tendra que ir sola. - Qu vamos a hacer?, le pregunt a su marido cuando record a Mwipenza. - Ir contigo, le dijo para reconfortarla. - Pero de regreso te encontrars con Mwipenza y l no perdona a ninguno que viaje por su cuenta. Temo por ti, esposo. - Me cuidar, la calm.
2 A la maana siguiente, la pareja se puso en camino hacia la aldea de Mwipenza, la mujer cargaba sobre su espalda a su pequeo hijo. Aun cuando viajaron hacia la aldea por la carretera no encontraron a nadie en su camino y supieron que Mwipenza era la razn para tanta quietud. Al acercarse a la aldea y pasar frente a unas cuantas casas notaron que los nios que jugaban afuera se metan corriendo y aseguraban las puertas, mientras pasaban caminando, pues teman que fueran ayudantes de Mwipenza. - Ojal pudiramos hablar con alguien de aqu, dijo la mujer triste. Ellos podran decirnos en dnde est la bestia. - Nadie se nos acercar, le contest su marido, mira cmo se quedan en grupos, temerosos. Seal a algunos hombres que estaban a poca distancia de ellos y bajo un rbol muy grande. Algunos otros hombres estaban alrededor del fuego y todos parecan estar callados o, si hubiesen estado hablando, cualquier cosa que estuvieran diciendo era inaudible. La pareja sigui caminando. Afortunadamente, mientras ellos se acercaban a l territorio de Mwipenza se les juntaron un nio y un viejo que iban en la misma direccin. Todos se voltearon a ver con alivio pues era sabido que Mwipenza no atacaba grupos de viajeros. Juntos caminaron frente al asesino sin ningn problema aunque ste les ech una mirada bestial cuando pasaron cerca de su piedra, despus tosi y escupi sobre el piso. Una vez que se alejaron del asesino, ninguno se atrevi a voltear para verlo, todos saban que estaba molesto pero al menos estaban a salvo. Makao estaba muy agradecida de que su esposo la hubiera acompaado y antes de que se separaran, ella pregunt al hombre y al nio cundo regresaran. Dijeron que despus de un da y estuvieron de acuerdo en regresar por ese camino y recoger a su esposo quien regresara a casa.
3 Makao se qued con sus padres y los das y los meses pasaron, das de tristeza y meses de amargura, pero su madre no se recuperaba. La ansiedad tambin empez a hacer mella en la salud de su padre. Los dos estaban en un estado tal de tristeza que Makao decidi que tena que buscar a alguien que pudiera curar a su madre. Su padre la urgi a no ir mientras Mwipenza estuviera buscando por todos lados a sus presas, quienes se estaban volviendo ms astutas cada da. - Estar a salvo, padre, lo calm Makao. Mwipenza est siempre en la carretera. - No siempre, dijo su padre. La gente ha aprendido a ya no usar el sistema viejo. Ahora viajan en grupos y la bestia est ms enojada que nunca porque no ha derramado sangre desde hace mucho tiempo. - Estoy dispuesta a sacrificar mi vida por la de mi madre. Con esto, Makao se puso a su beb a la espalda y abandon la cabaa. Se senta fuerte y sin miedo. Makao se dirigi a la casa de la curandera, anduvo con sumo cuidado. Se preguntaba si podra perderse porque haca mucho tiempo que haba visitado el lugar cuando era una nia pequea y su hermana estaba enferma. En la noche, Makao y su madre haban ido por la curandera, una mujer mayor. Su hermana haba estado muy enferma y la mujer les haba dado un polvo muy oscuro con el que tenan que sobarla. Su madre haba llorado todo el camino de regreso a casa, creyendo que encontraran muerta a la nia. Sin embargo, la haban encontrado viva y la medicina la haba curado. Ahora, Makao recordaba todas las preocupaciones que haban tenido mientras iban por la mujer; los lugares en los que ella tuvo que sostener la mano de su mam y alentarla a seguir, el pequeo ro enfrente de la casa, las extraas imgenes adentro de la casa oscura. Espero que no est muerta, Makao pens era muy vieja cuando yo era una nia.
4 Despus de un tiempo lleg al ro y se lav la cara, despus sigui subiendo la pequea colina hacia la casa de la anciana. Nada haba cambiado y Makao estaba sorprendida. El pasto corto afuera de la casa, los grandes arbustos cerca de las paredes y las espinas que heran no haban cambiado nada. Cmo haban logrado permanecer as, no entenda. Ahora, la puerta de la pequea casa estaba enfrente de ella y se sinti agradecida por su buena memoria que la haba llevado hasta all. Entonces, vio algo ms. Justo enfrente de la casa haba un hombre con la vara ms fina, aguda y larga que ella jams hubiera visto: tambin tena un martillo. A su lado haba un recipiente de pombe y un tazn de comida. Makao supo que no era la curandera y de golpe se debilit al reconocer a Mwipenza. Ella saba, sin duda alguna, lo que le esperaba. Mwipenza tambin la haba visto y se sinti feliz al pensar en otra vctima despus de tanto tiempo. Lav su garganta con el lquido del tazn, una cosa que siempre haca cada vez que crea que todo iba como l quera. Despus de un momento estir sus brazos y le hizo seas para alcanzarla. Makao se sinti de mil aos de edad. En su espalda el beb empez a llorar pero ella no poda ni correr. Tena una responsabilidad con su madre, una responsabilidad con su nio pequeo, una responsabilidad con su esposo, y fue slo hasta ese momento que dese haberlo esperado. De pronto sus rodillas se vencieron y se tambale hasta ponerse en cuclillas. Luego, se dej caer al piso. Mwipenza, seguro de su vctima, se levant lentamente y camin hacia Makao y la empez a torturar con su vara antes de que ella pudiera encontrar la voz necesaria para pedir piedad. El martillo y la vara trabajaban rpido. La sangre brot de su cuello: el palo estaba all. Mwipenza empez a gritarle, quera que se levantara y lo dejara terminar pues todava le faltaba el beb. Sus amenazas horrendas heran ms que el martillo y la vara y los ojos de
5 Makao estaban llenos de lgrimas, sus odos se taparon y su cuerpo perdi toda sensacin. El beb haba cado de su espalda y estaba llorando por algn lado. Era lo suficientemente grande como para reconocer el terror pero no poda hablar. Makao haba dejado de ver y de entender, pero repentinamente se dio cuenta de que Mwipenza la haba dejado. La larga vara an estaba clavada a travs de ella pero no estaba llorando, no senta ningn dolor; slo sus ojos buscaban sin esperanza a su amado y nico hijo Wukingule. Despus de un tiempo los odos de Makao empezaron a funcionar otra vez. Escuch al asesino gruir felizmente ante el beb, quien haba gateado hasta los pies de su mam. El beb toc sus piernas y ella sinti los dolores adentro de ella, le faltaba el aire y sus ojos pesados se cerraron involuntariamente. El esposo de Makao lleg a la casa de su suegra justo antes del entierro. Su suegro estaba perdido en un dolor profundo. Su esposa haba muerto despus de que su hija hubiera salido a buscar a la curandera, su muerte le haba llegado como un enorme golpe pues ellos haban sido una pareja muy unida. Adormecido por el pesar, explic todo esto a su yerno. Ir por Makao, padre el joven lo consol ella debe estar aqu para el entierro de su madre. Despus de todo ella es la nica hija que vive cerca y la necesitars antes de que sus hermanas lleguen. El pobre anciano no quera quedarse solo con toda la gente que se estaba reuniendo para el funeral e intent convencer a su yerno de quedarse. Estoy seguro de que ella ya lleg all, dijo, y una vez que haya visto a la curandera entonces regresar. No, debo ir y encontrarla. Con esto, el esposo de Makao sali a buscar a su esposa a quien tanto amaba. Mientras caminaba apresurado su cabeza divagaba y se sinti confundido pero no saba la razn. Confusin pens. Tengo demasiadas cosas en mi
6 cabeza. La madre de mi esposa est muerta; es hurfana de madre. Y ahora dnde est Makao? Buscando a una curandera para sanar a su madre muerta. Pobre Makao, caminando de aqu para all con Wukingule sobre sus espaldas. Sorpresivamente, sinti que las lgrimas le anegaban los ojos. Detestaba las lgrimas, pero no poda detenerlas y pronto se le escurran por las mejillas. Antes de que se diera cuenta, haba llegado al arroyo; entonces se apur, mientras se acercaba a la cima de la montaa vio un espectculo terrible. Enfrente de l estaba la figura agonizante de su esposa, clavada a la tierra, su hijo Wukingule estaba sentado a sus debilitados pies. Debido a su horror no vio la otra figura, una gigantesca, tambin clavada al piso y a unos metros de su esposa. Dej salir un grito de dolor y corri hacia Makao. Desencaj la puntiaguda vara y recost a su esposa, sac la vara de su cuerpo. Wukingule dej de llorar cuando reconoci a su padre. Mientras el desdichado hombre estaba inclinado sobre su esposa tratando de encontrar cualquier signo de vida en su cuerpo, la anciana sali de su choza en la cima de la colina y pidi ayuda a gritos. El esposo de Makao no saba qu hacer. Aqu estaba su esposa a las puertas de la muerte y all estaba la anciana pidiendo ayuda. A quin debera atender primero? Con un corazn partido el hombre abandon a su esposa y fue a socorrer a la anciana. Tan pronto como el esposo empez a caminar hacia la anciana, ella dej de gritar y con una voz notablemente emocionada lo llam: Slo estaba poniendo a prueba tu tierno corazn: s que amas a tu esposa y sin embargo eres generoso. Estabas caminando hacia m para ayudarme primero y ahora ayudar a tu esposa por ti. Mira a la figura de tu izquierda. El hombre se dio la vuelta con lentitud y por primera vez vio el segundo cuerpo acostado sobre la tierra con una vara atravesndolo. Camin hacia l y vio que era el cuerpo
7 de un hombre. Se pregunt quin era pero estando ms preocupado por su esposa regres rpidamente hacia donde estaba ella y se qued atnito al ver que la anciana estaba ya sentada al lado de Makao y que su hijo estaba gateando hacia ella. Mientras se acercaba not que las heridas de su esposa desaparecan rpidamente debido a que la anciana embarraba un lquido verde oscuro sobre ellas. Y los ojos de Makao estaban abiertos, estaba viendo al espacio abierto arriba de ella. l no saba cmo la anciana haba llegado all tan rpido pero se vea ocupada y decidi observar calladamente y cuidar a su hijo. Mir a la figura de su esposa que se vea muy extraa toda untada, muy diferente a la Makao que l conoca. En muy poco tiempo la anciana haba terminado el tratamiento y, de pronto, estaba all su amada Makao otra vez, capaz de hablar, caminar y rer. Estaba sana! Suspir y la abraz, la urgi a que le contara todo lo que haba pasado, cmo es que ella se haba encontrado con el asesino. Le cont todo rpidamente y la feliz pareja le pregunt a la anciana cmo es que Mwipenza, generalmente el vencedor, haba sido vencido. La vieja curandera ri y dijo: ustedes dos vyanse con su hijo, es una lstima que no haya podido ayudar a tu madre. y luego desapareci. Makao cogi a Wukingule y lo puso en su espalda mientras su esposo le contaba acerca de la muerte de su madre. Juntos caminaron hacia el entierro, dolidos por esta muerte pero agradecidos de que, finalmente, Mwipenza el asesino estuviera muerto. Un hombre como ese slo puede ser mejor en su tumba dijo Makao meditabundo mientras su esposa caminaba hacia el ro. Sin embargo, me entristece pensar que de haber venido antes con la curandera, mi madre podra estar an viva.