La Joven y La Anciana

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LA JOVEN Y LA ANCIANA

de Eugenio Griffero

Es difcil entenderlo, me acomode frente al espejo y recomienza el juego: la crema me borra la cara, toco con tintura la raz del pelo, noto que la papada cae cada vez ms, mis dientes se mueven, veo menos, pero no me reconozco vieja. No es a m a quien pasa esto. Estoy arreglando el cuerpo de una anciana que me cubre y a la que tengo que arrastrar, es una cscara arrugada que todava no pesa. Le indico los remedios, le abro la boca, coloco gotas en una cuchara y las trago con el vaso de agua que me alcanza esta mujer mayor. Es un rito circular, la cuido y noto que me atienden, la alimento y engordo, le aconsejo que duerma y descanso. Creo que ni tuve un hijo, que no corr por escaleras intentando arrancarlo de sus locuras. Un aro grande est en mi brazo y juego en la playa mientras mam y pap me miran desde la carpa. No debo acercarme al agua, permitieron que me quitara los zapatos y las medias pero me prohibieron acercarme a la orilla, temen que la espuma moje el calzn blanco. El viento arruga mi vestido y hace flotar las cintas. Abro una puerta antigua y me acuesto desnuda en una cama amplia con un oficial de cuerpo fuerte que me da un mueco al que alimento con mi pezn rosado. Todava no creci mi seno, tengo un crculo plido con un botn oscuro a cada lado de mi pecho. Y mam me ayuda cuando juego con el aro, en tanto pap me corrige los deberes. El nio crece y mueve los labios y ya es un hombre que me habla, pero el ruido del mar me impide or. El oficial es un anciano que desaparece montado en una ola. Y solo queda una playa con una adolescente que mira el espejo, mientras se arregla el rostro y ayuda a una anciana a abrigarse, porque el fro de la noche me fatiga los pulmones.

Eugenio Griffero. (Fragmento de su libro CLIMA.)

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