Isla Negra Retratos
Isla Negra Retratos
Isla Negra Retratos
Paulina Vinderman
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Verano de 1954
Lanzo un sombrero imaginario al aire
y vivo otro día.
Escondida en algún lugar entre el cansancio
y el dolor, está la pasión.
Cierro los ojos en la oscuridad
y muero otro día.
Está arrojando el sombrero desde una terraza:
una chica flaca, de triste curiosidad.
Enfundada en un vestido más grande que sus sueños
(y en los sueños de otros.)
Qué era lo que cantaban todos alrededor,
hay un gran marco para una letra excluyente,
qué fue lo que cantaban.
Escondida en algún lugar entre la baranda
y el vacío, está la pasión.
Ulises Varsovia
Chile
Temprana edad
De la temprana edad sobre la tierra,
ni retratos ni fotografías
reteniendo en el tiempo los rasgos
de aquél que, asomado hacia adentro,
no sintió sobre sí la mano paterna,
ni encontró las cartas del progenitor
hurgando entre los restos del naufragio.
En algún cerro del gran anfiteatro,
el bebé recién llegado al mundo
ensayó sus primeros vagidos,
y a través de la leche materna
recibió las claves genéticas
y la sintonía de sus ancestros.
Nunca sabrás el perfil aciago
del sigiloso varón confundido
en un nudo de amor con tu madre,
para que tú y tu hermano aparecierais
sobre la luz enceguecedora,
nunca jamás conocerás su rostro.
Ni sabrás jamás cómo miraban
tus ojos en tu primera edad,
ni qué conmoción nocturna marcó
tu tierna infancia con su desgarro.
Irás por ti a la casa materna,
regresarás al hogar premunido
de lámpara, indicio y coordenada,
y saldrás de allí como viniste,
ciego de tu tierna edad, en tinieblas.
Ni retratos ni fotografías,
ni cartas, reliquias ni amuletos,
ni la casa natal, en algún cerro,
vacía allí tu primera infancia,
sepulta bajo un alud de silencio.
De: Por las calles de Valparaíso (inédito)
Silvia Favaretto
Italia
Muerte de mi primer morada
Nací viva y furiosa
mordiendo la leche envenenada
de pezones que no quise
nunca
soltar
Nací feroz y manchada
desalojada
hiriendo sienes con ojitos de bebé
que todavía no se saben
cerrar
Y Vos
me mandaste a nacer muerta
y sin cobijo.
Y era febrero,
era febrero.
Lina Zerón
México
Moradas mariposas
Fui semilla de sol plantada en la tierra
parida por un tornado de agua
entre polvo estelar y alarido de colores.
Yo quería nacer mariposa,
águila
y que me crecieran doradas plumas,
pero nací higuera de enormes raíces
y me salieron ramas
y de las ramas hojas
y me nacieron ojos en la corteza.
De las hojas brotaron palomas
y acunaron suspiros mis rojos dedos,
y mis manos abanicaron tinieblas
y probé la manzana del Edén.
Supe del sabor de la sangre
y me punzaron los huesos
y aprendí a llorar con mi sombra
y a cargar la cruz del fruto de María,
pero también probé la miel sagrada de la rosa
y la carne del cordero
y tuve sangre virgen en las venas
y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.
Mi vientre parió moradas mariposas
que alimenté con savia pura de abeja
y me convertí en olmo
para defender los frutos
y ni sequías
ni tempestades
arrancaron mi tronco de la tierra.
Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,
maduraron los higos y a la vida cayeron
y se olvidaron de este árbol
y desnudas quedaron mis ramas.
Dejé de ser higuera y olmo,
me crecieron alas
y en las plumas colores
y en los colores agua
y me convertí en pez-golondrina.
Mis lágrimas humedecen las escamas
y los suspiros hacen volar mis alas
cuando veo las semillas que mis frutos dieron.
Soy feliz de haber nacido higuera,
volverme olmo
y ahora ser pez-golondrina
sin nido fijo y sin cadenas.
Nicanor Parra
Chile
Auto-retrato
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor de un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¿Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? ¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
joven lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
Víctor Jiménez
España, 1957
El idioma de las nubes
Como buque en la niebla
navego en el pasado
y en sus sombras me hundo
ahora, muy despacio,
hasta encontrar al niño
de apenas quince años
que, sin darse ni cuenta,
se va haciendo un muchacho
que acaba de estrenar
los besos, el encanto
de la noche… Ya sabes,
el tiempo entre los labios.
Aquel joven sencillo
y tímido, de barrio,
que no sabe por qué
le crece el desencanto
y, a veces, se le llena
la cabeza de pájaros.
Ese alumno discreto
y un poco desgarbado
que, sin mucho interés,
cursa bachillerato
mientras aprende, solo,
a esperar el verano
para volver al río
que pasa rodeando
el Mirador, los cielos
sin fin, los campanarios,
el Convento, la Peña,
el Castillo almenado,
los molinos, la Plaza
del Cabildo, los patios
de luz, las azoteas,
los mirlos, los tejados,
las esquinas, las calles
empinadas, los arcos
-sí, los arcos-, la cal
de aquel pueblo serrano
de poemas tan hondos
y de anhelos tan altos;
mientras espera sólo
lo mágico y lo blanco
viendo llegar las nubes
que van hacia el ocaso
con los sueños abiertos
y los ojos cerrados.
Este muchacho a quien
la vida va enseñando
a contar las ausencias,
a sumar los fracasos
y a secarse las penas
y salir de su cuarto
cada vez que en su pecho
llueve sobre mojado.
Y que súbitamente,
como por un milagro,
una tarde de lluvia
viniendo puente abajo,
te ve subir alegre
la calle de los álamos
con un paraguas rojo,
para darle esquinazo
a la tristeza tonta
de sus primeros daños.
El mismo que esta tarde,
a los cuarenta y tantos,
en tus ojos naufraga
para ponerse a salvo
de tanta noche en vida
y tanta vida en vano.
Hasta llegar al fondo,
donde el misterio es claro.
Rolando Revagliatti
Buenos Aires, Argentina
digo de mí
digo de mí primero lo que no tengo lo que no
[soy:
que me ponga al frente: (... mal rayo...):
los liderazgos me aprietan las vecinitas me
[dan calor
no tengo (pero tengo) catadura de imberbe
alterno entre fastidiosas
inútiles
incontrolables
tumescencias por las noches
aun después de ceder con gentileza y hondura
a micciones libertarias y eyaculaciones
mitad de pecho corazón que late
mitad de pecho corazón que duele
y sin embargo disimulando
¡me cacho cada dispendiosidades!
dispendiosamente arremeto contra la miseria
(“piña seca” exageraba mi tío marcos)
de las deyecciones mejor ni hablemos
es la vileza confabulatoria y parental
intestinal y financiera
húbeme infiltrado en inconexas esposas de
[otros
y supeditada la ternura a vanas beligerancias
me enamoré una punta de veces de críos y
[viejitas
apenas sí prometí y desfloré con voluptuosidad
[y perspicacia
advierto que me estoy rememorando
en buenos aires buenas migas y camuflado
[con palabras
que no sangran ni siquiera exudan
“en una foto está conmigo
en otra sola está
no parece que supiera
a dónde va”
digo punto para poner un basta
cejijunto y cariacontecido
exultante y excéntrico concluyo mi labor
ni tanto ni tan poco a los demás me sumo
acaso unos cuantos acaso menos
Santiago Bao
Villa Gesell- Buenos Aires, Argentina
Luz malva
¿Dónde luz malva
de mis cinco años
que la magia
extendía a mi quietud?
¿Dónde luz malva
en que el sol
caía entre esas nubes
nunca casuales?
¿Dónde resplandores
del horizonte encantado
de un mundo
que me emocionaba
no por inalcanzable
sino porque de allí
venía?
Ausencias, lágrimas
que se deslizan
hacia dentro,
siempre extranjero
de haber venido,
luz malva
de la niñez,
rastros que aún percibo
que se pierden
en la sospecha
de estar cada vez
más lejos,
luz malva.
Rubén Darío
Metapa, Nicaragua, 1867-1916
XLVII
Soy sabio, soy ateo;
no creo en diablo ni en Dios...
(...pero, si me estoy muriendo,
que traigan el confesor).
Norberto Palou
Totoras, Argentina
Cadena
Somos la sombra de otras voces
que agitan los mismos dolores
con otras palabras.
Porque el dolor es antes que la voz
y luego
la palabra lo nombra.
Porque el grito y la mirada
eran lo mismo
porque nube, cielo y estrella
eran igual.
Primero fue la luz
que miró las cosas
y los ojos
lanzados como insectos.
Pero el dolor seguía oscuro
aguardó la palabra
que trajo nombre y destino.
Por eso me llamo Norberto.
Soy el dueño del no,
de la noche, de la novela,
de la noria
(Condenado a repetir la nostalgia).
De Nora y de Noelia
de las nocturnas, de las noveles,
y a veces de las ninfas.
-Aunque me especializo en las que principian con no-
Debo cumplir mi propósito
o dejar mi espacio al que viene.
O a los que esperan aún más atrás
apretando las mismas señales
Batallar para aliviar el camino
a un hermano
y entre todos hilvanar el destino
Susana Cordisco
San Nicolás, Bs As, Argentina
En el corazón de la tarde
desnudo mi alma
para que me conozcas...
Autorretrato
Sonido de ausencia
indagando en la madrugada
sobre mi piel
el amarillo asombro
me abisma
o me salva.
En un instante
esquivo el naufragio
por el contorno de la espuma
en el otro
bailo sobre los muros
con un torbellino de campanas.
En mis brazos
se reflejan los espejos
los abro para retenerte
los cierro para que huyas.
Puedo escribir mi nombre sobre el agua
o esculpir en el viento
mi cuerpo de barro y horizonte.
Duermo de pie
aferrada a la cintura del sol
y camino
con mi carga de sueños
por el silencioso límite del miedo.
Enrique Lihn
Chile, 1929-1988
A Roque Dalton
Soy un poco poeta del chambergo flotante,
de los quevedos flotantes, de la melena y la capa española;
un viejo actor de provincia bajo una tempestad artificial
entre los truenos y relámpagos que chapucea el utilero.
Si mal no recuerdo, monólogo, me esmero
en llenar el vacío en que moldeo mi voz,
y la palabra brilla por su ausencia
y el drame me es impenetrable.
Envejezco al margen de mi tiempo
en el recuerdo de unos juegos florales
porque no puedo comprender exactamente la historia.
De: La musiquilla de las pobres esferas.
Nela Río
Canadá
Estudiantina
Luego aquellos años
de poemas y pinturas y tarjetas postales
figurando gentes y lugares,
trayendo a mi mesa de estudiante
el golpear de las olas en playas
en que nacieron diosas para lienzos
que las aman en palacios italianos.
Las islas sagradas entre las que Lesbos
no ya una isla sino una voz
caminaba despacio ante mis ojos.
Los ciruelos florecidos del Japón
en cielos increíblemente azules
y poetas siempre sabios y serenos
apresando tangibles pensamientos
en los pétalos del haiku.
Los veinte poemas y la desolación
de Marisol y Marisombra.
Entre limones dorados en el río
hubiera querido distraer al Camborio
para que no fuera a Sevilla a ver los toros.
Las ciudades en guerra, los aviones como cigarros
sacudiendo las palmeras del cielo
quemando todo
hasta a aquel caballo de la boca enorme
que alza las patas hacia un cielo negro.
Los silencios de los nombres
y detrás del nombre otro nombre
las cosas prohibidas de Alejandra.
La madre, suplicando a Dios
que su niño no fuera mujer.
La estatua de la monja, embeleso y éxtasis,
estremeciéndome sin saber por qué.
Y aquellas tremendas palabras,
se irá contigo el mundo mago…
Tantas otras que pegaba a la pared
como un mundo movedizo.
Poemas, pinturas, paisajes,
dominios de la sed
irrumpiendo delicadamente en mi existencia
y yo abrazándolos como antorchas de mi alba.
Liliana Escanes
Argentina
Hubo una última rayuela
Hubo una última
rayuela...
Hubo una última
rayuela
que salté sin saber
que era la última...
La última rayuela
de la infancia...
El final de una etapa...
Hubo un último
crepúsculo
observando el agua mansa
del estanque...
El pequeño estanque
de un enorme mundo...
Un mundo
en el que deseaba
sumergirme...
Ver qué diminutos seres
lo habitaban debajo...
Ese estanque
era mágico...
Y encerraba, para mí,
un gran misterio...
Las plantas bordeándolo...
Malvones, geranios...
Me encantaba ver
como fluía el agua de lluvia
por el desagüe...
Caía luego,
al estanque...
Sí: ese lugar
era mágico...
Hubo un último
crepúsculo
observando el agua mansa
y misteriosa
del estanque...
Y siempre ella ahí,
con sus plantas...
Hubo una última
rayuela
que marcó el final
de la infancia...
Hubo un último mágico
crepúsculo
observando el agua mansa
y misteriosa
del estanque...
Hubo un último juego
en los escalones
que conducían
a la terraza...
Hubo una delgadísima
y pálida niña,
triste, solitaria,
callada y con una
imaginación
exacerbada,
que subió los últimos
escalones
de la infancia...
Un último juego,
una última rayuela,
un último crepúsculo
y una última niña
que deseaba crecer
y ser libre...
Que amaba
el estanque,
la azotea y las plantas...
Que amaba dibujar
la rayuela...
y jugar y correr
y observar el agua mansa
y misteriosa
del estanque...
(“¿Qué habrá allá abajo?”...)
Una última y escuálida
niña...
Una última rayuela...
Un último crepúsculo
observando el agua mansa
y misteriosa
del estanque...
Una última niña...
Una triste y solitaria
mujer de 49 años...
No ha cambiado
mucho.
Sigue siendo triste
y solitaria...
Callada y con una
imaginación
exacerbada…
Una última niña...
Una tímida
y solitaria mujer
que busca busca busca
el camino para crecer
y ser libre...
Fransiles Gallardo
Magdalena, Perú
RAMA DE MOLLE desgajada
jabalina lanzada al azar
a su suerte impía
plantada
en cualquier recodo en la travesía
en el arenal
madero flotante
sobre un enfurecido mar
De “Estremecido Gato Montés”, por publicar
Manuel Machado
Sevilla, España- 1874-1947
Retrato
Esta es mi cara y ésta es mi alma. Leed:
Unos ojos de hastío y una boca de sed…
Lo demás… Nada… Vida… Cosas… Lo que se sabe…
Calaveradas, amoríos… Nada grave.
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía…
¿Vicios? Todos. Ninguno… Jugador, no lo he sido:
no gozo lo ganado ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres… , sin ser un Tenorio — ¡eso, no!— ,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente…
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza;
más que la voluntad, la fuerza y la grandeza…
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a lo helénico y puro, lo chic y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién — dice el vulgo— ,
con Montmartre y con la Macarena comulgo…
Y, antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde… Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
Alicia Rey
Olivos, Buenos Aires, Argentina
Sigo buscando
Sigo buscando ser nadie para ser el nuevo
y resurgir capullo. Gustavo Tisocco
Me desconozco ante el espejo
ante mi sombra sobre la luna
en un mar desbordado de locura y fuego
trato de rescatarme entre difusos recuerdos
mientras se filtran rayos de sol
hilando consuelo para la mujer que fui
labios errantes buscan sedientos besos
despierto al borde de noche dormida
Busco,
sigo buscando ser nadie
mi sigilosa imagen escapa por ventanas y puertas
Busco,
sigo buscando ser de nuevo
-pletórica alma-
me descubro en la tierra
germinada semilla de sangre
elevo
mi tallo
mi desmembrada mano
Busco,
sigo buscando el espíritu de la tierra
resurge capullo
(aroma pétalo ofrenda)
Nos vemos en el
Festival Internacional de Poesía de La Habana?
Octubre 2007!!
Gloria Fuertes
Madrid, España, 1917-1998
Isla ignorada
Soy como esa isla que ignorada,
late acunada por árboles jugosos,
en el centro de un mar
que no me entiende,
rodeada de nada,
— sola sólo— .
Hay aves en mi isla relucientes,
y pintadas por ángeles pintores,
hay fieras que me miran dulcemente,
y venenosas flores.
Hay arroyos poetas
y voces interiores
de volcanes dormidos.
Quizá haya algún tesoro
muy dentro de mi entraña.
¡Quién sabe si yo tengo
diamante en mi montaña,
o tan sólo un pequeño
pedazo de carbón!
Los árboles del bosque de mi isla,
sois vosotros mis versos.
¡Qué bien sonáis a veces
si el gran músico viento
os toca cuando viene el mar que me rodea!
A esta isla que soy, si alguien llega,
que se encuentre con algo es mi deseo;
— manantiales de versos encendidos
y cascadas de paz es lo que tengo— .
Un nombre que me sube por el alma
y no quiere que llore mis secretos;
y soy tierra feliz — que tengo el arte
de ser dichosa y pobre al mismo tiempo— .
Para mí es un placer ser ignorada,
isla ignorada del océano eterno.
En el centro del mundo sin un libro
sé todo, porque vino un mensajero
y me dejó una cruz para la vida
— para la muerte me dejó un misterio.
Jorge Nonini
Buenos Aires, Argentina
Vida cotidiana
Como esa lluvia tersa
que aunque ingrávida
no deja de caer
así transcurre mi día.
Me levanto casi al amanecer
-mi departamento está en un segundo piso,
interno-- así que mis auroras
nada tienen que ver con la salida del sol.
Conservo el hábito de la higiene
y de esos ritos modernos
que ya me molestaría no hacer.
El mate cocido es obligado
y solitario acompañante de mi despertar.
A veces una llamada del teléfono,
aun si es equivocada,
me depeja y predispone.
Aunque llamen para proponerme
un negocio imposible
-porque yo no hago ningún negocio-
o para convencerme de la ventajas
de comprar una parcela
en un cementerio privado, con vista al bosque.
Voy a pagar las cuentas obvias al banco
a retirar la ropa de la lavandería
a caminar las veinte cuadras
para mostrarle a mi corazón
que aún tengo ganas de vivir.
Luego,
a reanudar el diálogo con mis hijos.
en mi memoria,
cuando creía que los ayudaba a crecer,
y hacía proyectos y me sobraban ilusiones y confianzas.
Sin buscarlos aparecen
los recuerdos réprobos de mi infancia,
infancia que no quisiera repetir,
pero donde había algo de aire fresco
y la gente justa en el espacio adecuado.
Ahora todo está lleno y me confunden las caras.
Un solo rasgo,
una nariz (pero sólo la nariz)
o una mirada (pero sólo la mirada)
o un perfil fugaz,
me hace recordar a alguien
que frecuenté en mi adolescencia,
y lo saludo contento de recuperar algo.
Su mirada indiferente y su saludo esquivo
me indican que me equivoqué otra vez.
Para evitar esta molestia
opté por no saludar a quienes creía reconocer
lo que valió que muchos vecinos me creyeran orgulloso
y dejaran de considerarme.
Así voy pasando los días
que como esa lluvia tersa e ingrávida
no deja de caer.
Cecilia Meirelles
Brasil
Eu não tinha este rosto de hoje, assim calmo, assim triste, assim magro,
nem estes olhos tão vazios, nem o lábio amargo.
Eu não tinha estas mãos sem força, tão paradas e frias e mortas;
eu não tinha este coração que nem se mostra.
Eu não dei por esta mudança, tão simples, tão certa, tão fácil.
Em que espelho ficou perdida a minha face?
Manuel Altolaguirre
España, 1905-1959
Sólo sé que estoy en mí
y nunca sabré quién soy,
tampoco sé adónde voy
ni hasta cuándo estaré aquí.
Vestido con vida o muerte
o desnudo sin morir,
en los muros de este fuerte
castillo de mi vivir,
o libre por los confines
sepulcrales de los cielos,
desgarrando grises velos,
ignorante de mis fines,
no sé qué cárcel espera
ni la libertad que ansío,
ni a qué sueño dará el río
de mi vida cuando muera.
Gumasat
Tuxtla Gutiérrez Chiapas, México
La historia de mí
Mi infancia son llamaradas
de verde sueño de selva,
dorados atardeceres
incendiados de aire puro,
lluvia de lágrimas del dios Chaac Mol,
domingos agónicos de sopor
sentado sobre el último instante de la tarde
devorando libros con ojos hambrientos.
La vida se vestía de falda,
usaba trenzas que colgaban hasta los suspiros;
el amor, una desordenada escaramuza
que terminaba siempre en dulce derrota.
Los sueños yacían en la mano derecha;
el tiempo se llevó la niñez entre sus alas.
La historia de mí habla de ausencias,
largas como una noche sin luna;
los recuerdos son besos que aún besan:
infancia, juventud, regreso, sol, marimba,
espíritu de poeta.
Manuel Bandeira
Brasil
Auto-Retrato
Provinciano que nunca soube
Escolher bem uma gravata;
Pernambucano a quem repugna
A faca do pernambucano;
Poeta ruim que na arte da prosa
Envelheceu na infância da arte,
E até mesmo escrevendo crônicas
Ficou cronista de província;
Arquiteto falhado, músico
Falhado (engoliu um dia
Um piano, mas o teclado
Ficou de fora); sem família,
Religião ou filosofia;
Mal tendo a inquietação de espírito
Que vem do sobrenatural,
E em matéria de profissão
Um tísico profissional.
Octavio Paz
México, 1914-1998
Hermandad
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
Pepe Sánchez
Cuba
Tengo la edad de este poema
Soy efusivo. Tengo la edad de este poema.
Abro mi archipiélago de candorosas venas,
mis hojas manuscritas en la quebrada del ojo.
Tener una edad para firmar papeles
donde gotean alrededor del pozo íntimo
el acíbar exterior de los cargos.
Una edad salvadora del ceño admonitorio.
Tengo la edad preludio de este poema,
sus años de arcilla y río testimoniante,
sus vísceras en que se gastan fechas
y cuartos menguantes como oficinas de registro.
La edad es también una foto de familia,
un complot contra las excelencias del residente.
En este poema respiran como náufragos
mis años queribles de Capitán Nemo,
mi mejor irreverencia
contra el falso tapiz del maitre.
En el candelero seglar de sus posesiones
naufraga la maleza de mis dudas.
Su voluntad es cavernaria, aspirante
al azote aleatorio del respeto y la estima.
Soy el Alí Baba que dinamita su cueva
con versos lesionados
junto al crujir doliente de la vida.
Soy efusivo. Tengo la edad de este poema.
Y nunca me alarma ni me duele
almorzar en la terraza
mirando la vejez verdosa de los puertos.
Si digo que tengo su edad de palabras
poseídas en grave desgobierno,
es porque alguna vez quise ser coherente
y terminé apostando mi submarino amarillo
en el naipe proceloso de la metáfora.
Soy efusivo y conozco mis transgresiones
como todo hombre cordial conoce sus límites.
Jorge Teillier
Chile
Cuando en la tarde desaparezco en los espejos
Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando yo y la tarde queríamos unirnos
Tristemente nos despedimos
Tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes
Quién soy entonces
Quizás por un momento
De verdad soy yo que me encuentro
Quién soy yo sino nadie
Alguien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las palomas
Y a los evangélicos que predican el fin del mundo
Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios.
Claribel Alegría
Nicaragua
Autorretrato
Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.
Oliverio Girondo
Argentina, 1891-1967
Aridandantemente
Sigo
solo me sigo
y en otro absorto otro beodo lodo baldío
por neuroyertos rumbos horas opio desfondes
me persigo
junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas
entre fugaces muertes sin memoria
y a tantos otros otros grasos ceros costrudos que me opan
mientras sigo y me sigo
y me recontrasigo
de un extremo a otro estero
aridandantemente
sin estar ya conmigo ni ser un otro otro
Antonio Machado
Sevilla, España. 1875-1939.
Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas de nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente entre las voces una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseño el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Isla Negra
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